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TEMA:
“EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL ORGANIZACIÓN Y
FUNCIONES”
TURNO: TC
2018
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DEDICATORIA
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INDICE
I. INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................... 4
II. MARCO TEORICO ............................................................................................................................. 5
III. CONCLUSIONES .............................................................................................................................. 15
IV. REFERENCIAS ................................................................................... Error! Bookmark not defined.6
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I. INTRODUCCIÓN
El presente trabajo tiene por objeto y finalidad desarrollar, comprender, estudiar la función y la
organización atribuidas a este Tribunal Constitucional que para ello este trabajo recaerá en la
previa necesidad de explicar algunas otras atribuciones de este órgano autónomo de nuestro
Estado.
A lo largo de los años en el desarrollo de la humanidad por conseguir reforzar una actitud
democrática, ha tenido como una manifestación necesaria la de incluir este organismo en una
gran diversidad de países, que nace a raíz de carencias o problemas en gobiernos que
débilmente respetaron los Derechos Fundamentales de la persona humana, ya que un organismo
como este tendría, en sus inicios, como fin el control de la Constitución y la defensa de los
Derechos Humanos a través de determinadas atribuciones o acciones. Entre los primeros en
adoptarlos tendríamos como ejemplo a España en 1931, Italia en 1948 y Alemania en 1949 que
habrían culminado una etapa dura en el desarrollo de su historia, así como también sucedió en
el Perú en su aparición en 1979 siendo el primer país en Latinoamérica en adoptar una
institución de esta naturaleza.
Brindando así una breve introducción sobre el tema a tratar, procederemos a indicar los puntos
esenciales que llevaran una coherencia de manera secuenciada a fin de una mejor comprensión
que es de vital importancia para el desarrollo de esta área conocida como Derecho
Constitucional.
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II. MARCO TEORICO
2.1) DEFINICION
Teorías más recientes, sostienen que la tarea del Tribunal Constitucional es ejercer una función
jurisdiccional, resolviendo conflictos de carácter constitucional, que puede incluye la revisión
de la actuación del poder legislativo, la protección de los derechos fundamentales y
la distribución de competencias entre los poderes constituidos.
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2.2) ORIGEN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
Los Tribunales y Cortes Constitucionales existen hoy en día en caso toda América
Latina, Europa, Asía y África; sin embargo, sus orígenes se remontan al siglo XX después de
la primera guerra mundial, razón por la cual se dice que el Tribunal Constitucional es el
producto de la tradición jurídica europea.
Si bien el nacimiento del Tribunal Constitucional como institución se produjo en
Checoslovaquia y en Austria en 1920, habría sido Hans Kelsen quien presentó su Proyecto de
creación del Tribunal Constitucional Austriaco de 1918, siendo aprobado por la Asamblea
Nacional Provisional de 1919, e incluido en la Constitución Austriaca de octubre de 1920 como
anteriormente habríamos indicado, algún sector de la doctrina considera que su verdadero
origen se remonta todavía al denominado jury constitutionnaire de Inmanuel Sieyés, quien en
su época ya había teorizado el rango prioritario de la Constitución respecto de las demás fuentes
del derecho, así como la forma de garantizar su supremacía a través de un órgano defensor.
En cuanto a su nombre, no fue tomado de su matriz originaria austriaca de 1920, sino
del modelo republicano español de 1931, a través del denominado Tribunal de Garantías
Constitucionales. Posteriormente se crearía el Tribunal Constitucional italiano en 1948, el
Tribunal Constitucional alemán en 1949, el turco en 1961 y el yugoslavo en 1963. A lo que hay
que agregar la creación del Consejo Constitucional francés en 1959, el Tribunal Constitucional
portugués en 1976, el Tribunal Especial Superior griego de 1975 y el Tribunal de Arbitraje
belga de 1983, y más recientemente los Tribunales Constitucionales de Polonia en 1985,
Hungría en 1989 y Bulgaria en 1991.
En Latinoamérica, el primer país que incorporó un Tribunal Constitucional fue el Perú
en 1979, seguido de Chile en 1980, El Salvador en 1982, Costa Rica en 1989 a través de una
Sala Constitucional en la Corte Suprema, Colombia instauró una Corte Constitucional en 1991,
Paraguay creó una Sala Constitucional en 1992, al igual que Nicaragua en 1995, Bolivia creó
un Tribunal en 1994, México ese mismo año, Ecuador en 1998. Venezuela en 1999 y también
Honduras en el 2001.
Respecto a la causa de su creación se advierte que la introducción del Tribunal
Constitucional en Europa se debió fundamentalmente a que fue una solución para superar la
soberanía del parlamento y accesoriamente para solucionar otro tipo de problemas, como los
conflictos entre los Estados de una Federación, el enjuiciamiento de los altos funcionarios
públicos, el control de constitucionalidad de las leyes, etc.
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Sin embargo, la creación de Tribunales Constitucionales no se extendió de inmediato a
la totalidad de los países con Constitución escrita, sino que su adopción se fue dando
paulatinamente, pues en un inicio se consideraba que su creación constituía una “anomalía
histórica”, que no fue otra cosa que la transición a la democracia de determinados países
europeos. Por esta razón Pérez Royo señala que el Tribunal Constitucional no se creó en todos
los países de Europa, sino únicamente en aquellos que tuvieron dificultades para transitar del
Estado liberal del siglo XIX al Estado democrático del siglo XX, como Austria, Alemania,
Italia, Portugal y España Ha sido el tiempo el que ha propiciado la apertura de los países para
adoptar en sus Constituciones la jurisdicción constitucional y con ello la existencia de un
Tribunal o Corte Constitucional. En nuestro país el Tribunal Constitucional tuvo su origen con
la Constitución de 1979 con el denominado Tribunal de Garantías Constitucionales (TGC),
pero, a diferencia de lo acontecido en Europa, donde tuvo una trayectoria definida, en el Perú
el TGC fue concebido como un organismo que iba a poner coto a la ineficacia del Poder
Judicial. Así se advierte de los debates de la Asamblea Constituyente de 1978. En esa época el
Perú venía de un gobierno militar populista de 12 años, iniciado por el General Velasco
Alvarado, que se caracterizó por una serie de atropellos. Precisamente, para contrarrestar dicho
exceso de poder, se consideró que el Poder Judicial no había sabido resistir frente a los excesos
de un gobierno de facto; en consecuencia, lo que quedaba por hacer era crear un Tribunal
independiente. Ese fue el objetivo de la Asamblea Constituyente de 1978: crear un organismo
que supliese las deficiencias que tenía el Poder Judicial en aquel momento. Fue Javier Valle
Riestra, quien trajo el modelo de España, luego de haber vivido largos años de exilio en ese
país, desempeñándose como abogado en Madrid. La idea fundamental del mencionado jurista
fue crear un poder al lado del aparato judicial, un ente no burocratiza ni profesionalizado, que
tuviera a su cargo el control de la Constitución y la defensa de los Derechos Humanos a través
de determinadas atribuciones (García, 1988, pp. 113 – 115), sin embargo, como veremos más
adelante, la Asamblea Constituyente de 1978 no recogió todas las propuestas de Valle Riestra.
Finalmente, la Asamblea Constituyente de 1978 aprobó la Constitución de 1979, creando el
Tribunal de Garantías Constitucionales, cuyo periodo de vigencia comprendió entre el 19 de
noviembre de 1982, fecha en que se produjo su instalación, hasta el 05 de abril de 1992, fecha
en que fue desactivado a raíz del autogolpe del entonces Presidente de la República Alberto
Fujimori. Instaurado el gobierno de facto en 1992, Alberto Fujimori promovió la elaboración
de una nueva carta constitucional, logrando la aprobación y posterior ratificación, vía
referéndum, de la actual Constitución de 1993. En ella se ha mantenido en esencia el modelo
de la Constitución de 1979, con algunas diferencias, que incluyen el cambio de nombre del
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Tribunal de Garantías Constitucionales por el de Tribunal Constitucional, la reducción del
número de magistrados, y el aumento de competencias a este ente de control, como veremos
más adelante.
Desde la creación del Tribunal Constitucional austriaco en 1920, hasta nuestros días, se
ha concebido que los Tribunales Constitucionales han sido creados con una específica finalidad:
la de defensa de la Constitución y la protección de los derechos fundamentales de las personas.
La misión principal de los Tribunales o Cortes Constitucionales es la defensa de la
Constitución, pues una Constitución a la que le falta la garantía de anulabilidad de los actos
inconstitucionales no es plenamente obligatoria; sin embargo, esta garantía de defensa de la
Constitución no existe sino cuando el control de constitucionalidad lo ejerce un órgano diferente
e independiente (órgano constituido) de aquel que produjo la norma constitucional (órgano
constituyente).
La segunda misión de los Tribunales Constitucionales es la defensa de los derechos
fundamentales de la persona o también conocidos como Derechos Humanos, no sólo a través
del reconocimiento de un amplio catálogo de derechos civiles, políticos, económicos, sociales
y culturales, sino a través de la adopción de mecanismos de protección, es decir los diversas
acciones de naturaleza constitucional que puede realizar, como los procesos constitucionales de
amparo, cumplimiento, habeas data y habeas corpus.
A lo anterior habría que agregar que los Tribunales Constitucionales tienen por misión
controlar el ejercicio del poder del Estado, por lo que con consideradas como verdaderas
instituciones defensoras del régimen constitucional democrático de cada país.
En cuanto a la naturaleza del Tribunal Constitucional existen varias teorías: hay quienes
consideran como un órgano estrictamente judicial o jurisdiccional, hoy otros que afirman su
naturaleza política con cierto cariz legislativo, y unos pocos le otorgan una naturaleza
administrativa. En el caso peruano, vemos que desde la creación del Tribunal de Garantías
Constitucionales con la Constitución de 1979, hasta el actual Tribunal Constitucional por la
Constitución de 1993, este organismo se ha ido perfilando en el tiempo, dotándole de una serie
de características y funciones que la identifican y que estructuran su naturaleza. En primer lugar,
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se señala que es el supremo órgano de control e interpretación de constitucionalidad, por cuya
razón se le considera un poder constituyente constituido, pues se encarga de declarar y
establecer el contenido de los valores, principios y normas contenidos en la Constitución
(acción hermenéutica e integradora). En segundo lugar, se señala que es autónomo e
independiente, porque en el ejercicio de sus funciones y atribuciones no depende de ningún
órgano constitucional, ya que se encuentra sometido sólo a la Constitución y a su Ley Orgánica
- Ley Nº 28301. En tercer lugar, se dice que el Tribunal Constitucional cumple una función de
racionalizar el ejercicio del poder público y privado, pues vela por el respeto y la protección de
los derechos fundamentales de las personas naturales y jurídicas. En cuarto lugar, se dice que
cumple el deber de integrar los vacíos normativos, de conformidad con el artículo 45 de la
Constitución, por lo que tiene una función normativa. Y en quinto lugar, se señala que el
Tribunal Constitucional cumple una función de componedor de conflictos sociales.
Según Javier Pérez Royo, las características de los tribunales constitucionales serían las
siguientes.
De lo antes dicho, se puede ver que el Tribunal Constitucional no puede ser comprendido
únicamente a partir de las funciones normativas que el artículo 204° de la Constitución le asigna, ni del
régimen jurídico-constitucional que lo regula; pues estos aspectos resultan insuficientes para
comprender su rol en el proceso histórico, social y político; por lo tanto, resulta indispensable analizar
el papel que este órgano desempeña dentro de un Estado social de derecho.
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constitucional y como órgano jurisdiccional. Incluso algunos autores le han otorgado una naturaleza
de órgano político (Landa, 2011, p.16).
El italiano Santi Romano, seguidor de las doctrinas alemanas, señala que los órganos constitucionales
son aquellos cuyo estatuto jurídico está en la Constitución. En ese mismo sentido, Caballero Ochoa
señala que los órganos constitucionales se caracterizan porque “son creados de manera expresa por el
poder constituyente en la Constitución; son órganos técnicos altamente especializados; son
independientes funcionalmente de los poderes del Estado; los titulares son elegidos o designados por
los poderes públicos o residualmente por gremios o entidades privadas; gozan de autonomía
administrativa, presupuestal y normativa, básicamente; los titulares gozan de prerrogativas e
inmunidades para la determinación de sus responsabilidades; sostiene con los poderes y gobiernos
descentralizados relaciones de coordinación; y, son entidades públicas con competencias de cobertura
nacional.
César Landa señala por su parte que, los órganos constitucionales cuentan con una configuración que
les viene dada directamente por la propia Constitución, y cuyo reconocimiento no se limita a la simple
mención de sus funciones o competencias, sino que en muchos casos la propia norma fundamental
establece su composición, estructura, funciones, entre otros. En otras palabras, reciben de la
Constitución todos los atributos esenciales de su condición y posición en el sistema constitucional. Sin
embargo, esto no impide que el legislador pueda completar, a través de su ley orgánica, los elementos
no esenciales o complementarios, y en muchos casos, estos órganos constitucionales están en la
capacidad de emitir sus propias normas para regularse. Es decir, tienen capacidad auto normativa, tal
como lo señala Hans Nawiasky, quien recuerda que los órganos constitucionales tienen un radio de
acción exterior conformado por sus competencias y capacidades, y un radio de acción interior que se
basa en la autonomía normativa, en la capacidad auto normativa y en la autonomía funciona
De lo antes expuesto, podemos encontrar los siguientes elementos definitorios de los órganos
constituciones:
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El artículo 201° de la Constitución peruana de 1993 regula el Estatuto de los magistrados del Tribunal
Constitucional, y los artículos del 8° al 19° de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional lo desarrollan.
A partir de las normas citadas se efectuará el siguiente análisis. El artículo constitucional mencionado
establece que el TC se compone de siete miembros elegidos por el Congreso de la República, por cinco
años, sin reelección inmediata. Lo que supone que un magistrado puede volver a ser elegido luego de
transcurridos cinco años desde que deja el cargo, situación que hasta el momento no ha sucedido en
el Perú. El artículo 8° de la LOTC les otorga el título de magistrados del Tribunal Constitucional. El
número de siete magistrados fue propuesto por el congresista Antero Flórez Aráoz en el Congreso
Constituyente Democrático de 1993 y, como se consigna en el punto primero del presente trabajo, la
razón principal para dicho número fue que era superior a la tradicional composición de las salas de la
Corte Suprema que están integradas por cinco jueces cada una. En esa línea, debe destacarse que la
jurisprudencia del TC ha consagrado que el pleno del TC (siete magistrados), y no las salas del TC (tres
magistrados), sea el que juzgue en última instancia las demandas de amparo o habeas corpus, contra
las resoluciones de las diferentes salas de la Corte Suprema de la República, que son denegadas por
las salas civiles, penales o constitucionales de las cortes superiores. En relación a la duración del
mandato de los magistrados, debe recordarse que los constituyentes de 1993, al principio, eran reacios
a reinstaurar el Tribunal Constitucional. Consideraban que tenía mucho poder, razón por la cual,
cuando aceptaron reinstaurar el TC, decidieron que sus magistrados tendrían un mandato similar al de
los congresistas, de cinco años, sin derecho a reelección con el fin de restringir dicho poder. Sin
embargo, el actual mandato no es suficiente para un adecuado ejercicio de la función, pues la tarea de
un tribunal constitucional requiere estabilidad y períodos largos para consolidar la jurisprudencia
constitucional.
(DOMINIQUE ROUSSEAU, ob. Cit., pág.39) […] un mandato corto podría hacer depender a los jueces
de la evaluación del juego electoral y propiciar una composición de los Tribunales similar a la de los
órganos titulares del poder de nominación; los cambios frecuentes de jueces tienden a frenar la
construcción y la gestión de las jurisprudencias, y en consecuencia a menoscabar la autoridad de los
jueces. Por otro lado, un mandato demasiado largo y más aún si es vitalicio puede conducir a los
Tribunales a distanciarse de la evolución seguida por la sociedad.
El artículo 201° de la Constitución también dispone que para ser miembro del Tribunal Constitucional
se exigen los mismos requisitos que para ser vocal de la Corte Suprema establecidos por el artículo
147° de la Constitución:
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3) Ser mayor de cuarenta y cinco años
4) Haber sido Magistrado de la Corte Suprema o Fiscal Supremo, o Magistrado Superior o Fiscal
Superior durante diez años, o haber ejercido la abogacía o cátedra universitaria en materia
jurídica durante quince años.
Sobre estos requisitos formales, en la actualidad, no hay muchas críticas ya que son los mismos que se
requieren para ser magistrado de la Corte Suprema. Sin embargo, en relación a la edad, algunos
consideran que la edad mínima para ser elegido magistrado del TC debe ser mayor a 50, 55 o 60 años
de edad,231 y otros, en cambio, postulan en reducirla a 35.Los 45 años son el requisito mínimo y nada
impide que los congresistas elijan a personas de mayor edad como de hecho ha ocurrido en las
sucesivas renovaciones del TC; por ello, se considera que la edad mínima debe mantenerse. Por lo
demás, es importante que haya una pluralidad de edades a fin de enriquecer el debate al interior del
TC, y la elección debe hacerse en función de los méritos y no solo obedeciendo a los requisitos de la
edad.
Debe tenerse presente que, en el caso del Perú, la Constitución de 1979 disponía que para ser
magistrado del antiguo Tribunal de Garantías Constitucionales se requería tener, además de los
mismos requisitos de vocal supremo, probada ejecutoria democrática y en defensa de los derechos
humanos. Este requisito de orden material tiene su justificación en el Perú donde los gobiernos
dictatoriales han abundado durante el último siglo.
Los requisitos formales para ser elegido magistrado constitucional son necesarios, pero no suficientes.
Los ejemplos mencionados ponen énfasis en los llamados requisitos materiales o en las cualidades
personales y profesionales para tan alto cargo que, en rigor, son más importantes que los requisitos
de la edad y de los años de ejercicio de la profesión. Los requisitos materiales pueden resumirse en los
siguientes:
Considerando las funciones que tiene el Tribunal Constitucional, sus miembros deben ser juristas de
primer nivel que puedan desarrollar de manera independiente e imparcial tan altas obligaciones.
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preciso encontrar en ellos a verdaderos hombres de Estado; es necesario que sepan discernir el espíritu de su
tiempo, afrontar los obstáculos que se pueden vencer, y apartarse de la corriente cuando el oleaje amenaza
arrebatar junto con ellos la soberanía de la Unión y la obediencia debida a sus leyes».
La misma disposición (art. 201° de la Constitución) establece que no pueden ser elegidos magistrados
del Tribunal Constitucional los jueces o fiscales que no han dejado el cargo con un año de anticipación.
Esta norma impide que magistrados en actividad del Poder Judicial o del Ministerio Público sean
magistrados del TC. La norma exige la renuncia al puesto. Es muy difícil que un magistrado de carrera
deje su puesto para tentar ser elegido por el Congreso de la República en una elección política. Hasta
ahora no se ha presentado el caso. Cosa distinta ocurre en España, donde los jueces y fiscales electos
pasan a la situación de servicios especiales que, en el caso de Perú, sería la licencia.
El artículo 12° de la LOTC desarrolla los impedimentos para ser elegido magistrado del TC:
1) Los Magistrados del Poder Judicial o del Ministerio Público que hayan sido objeto de
separación o destitución por medida disciplinaria.
2) Los abogados que han sido inhabilitados por sentencia judicial o por resolución del Congreso
de la República.
3) Los que han sido condenados o que se encuentran siendo procesados por delito doloso.
4) Los que han sido declarados en estado de insolvencia o de quiebra.
5) Los que han ejercido cargos políticos o de confianza en gobiernos de facto.
El artículo 201° de la Constitución dispone que los miembros del Tribunal Constitucional son elegidos
por el Congreso de la República con el voto favorable de los dos tercios del número legal de sus
miembros. Se pretende que dicha exigencia sea una garantía para que cada magistrado cuente con un
alto grado de consenso y representatividad. Es difícil que un solo partido pueda alcanzar dicha mayoría,
por ello, se hace necesario el acuerdo de las fuerzas políticas, representadas en el Congreso de la
República, para poder elegir con éxito a los magistrados del TC. No obstante, la buena intención de la
mencionada regla parece que ha sido desvirtuada por la práctica parlamentaria, tanto en España241
como en el Perú; en este último país podría haberse generado una distorsión denominada «repartija».
Esta práctica permitiría a los distintos grupos parlamentarios designar a los magistrados, pero sin el
consenso buscado por el Constituyente a partir de la sólida trayectoria democrática y profesional de
los designados. Se transforma el consenso –puesto que cada fuerza política pacta sus candidatos, con
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el compromiso de no vetarlos, con tantos grupos como sean necesarios para obtener los votos
suficientes–, produciéndose un reparto de puestos sin entrar a valorar plenamente la adecuación de
los requisitos formales y materiales de los candidatos. Además, se puede producir una elección en
bloque y no de manera individual. De tal forma que, muchas veces, los elegidos podrían asumir el rol
de «delegados» de cada agrupación política con representación en el Congreso para llenar los asientos
del TC.
No obstante, la buena intención de la mencionada regla parece que ha sido desvirtuada por la práctica
parlamentaria, tanto en España como en el Perú; en este último país podría haberse generado una
distorsión denominada «repartija». Esta práctica permitiría a los distintos grupos parlamentarios
designar a los magistrados, pero sin el consenso buscado por el Constituyente a partir de la sólida
trayectoria democrática y profesional de los designados. Se transforma el consenso –puesto que cada
fuerza política pacta sus candidatos, con el compromiso de no vetarlos, con tantos grupos como sean
necesarios para obtener los votos suficientes–, produciéndose un reparto de puestos sin entrar a
valorar plenamente la adecuación de los requisitos formales y materiales de los candidatos. Además,
se puede producir una elección en bloque y no de manera individual. De tal forma que, muchas veces,
los elegidos podrían asumir el rol de «delegados» de cada agrupación política con representación en
el Congreso para llenar los asientos del TC.
Debemos tener en cuenta que, si bien la elección de los magistrados del TC es política, aceptable en
una democracia de partidos, ello no quiere decir que la lucha política se traslade al TC y cada grupo
parlamentario deba tener necesariamente un representante en el Tribunal. La elección política de los
magistrados del TC no es mala, pues es reflejo de la pluralidad ideológica y política, por lo demás, la
Constitución exige dos tercios de votos para elegir magistrados, buscando que se llegue a un amplio
consenso sobre la idoneidad de los magistrados elegidos. De este modo sucede en Estados Unidos,
Alemania, España y Brasil, donde, en términos generales, se eligen a personas idóneas y juristas de
trayectoria. El problema de una elección de este tipo se presenta cuando se eligen a personas que no
cumplen el perfil de magistrado del Tribunal Constitucional. En el caso del Perú, las dos últimas
anulaciones de las elecciones de magistrados del TC indicarían una excesiva politización de la elección
con la intención de impedir el funcionamiento independiente e imparcial del Tribunal Constitucional.
Respecto a la trayectoria política de los candidatos a magistrados del Tribunal Constitucional, no existe
impedimento constitucional ni legal que impida elegir a alguien con trayectoria política. La elección de
Javier Alva Orlandini es prueba de ello. Sin embargo, aquella debe estar acompañada de los requisitos
materiales mencionados anteriormente. En la frustrada elección de julio de 2013 parecería que se
enfatizó mucho solo a la trayectoria política de algunos candidatos.
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El Tribunal Constitucional es un órgano jurisdiccional especializado que actúa de forma independiente
e imparcial. Por ello, es necesario que los magistrados sean especialistas con las más altas cualidades
personales y profesionales a fin de garantizar adecuadamente el funcionamiento regular del Tribunal
Constitucional.
La elección de magistrados se inicia con el aviso anticipado del presidente del Tribunal Constitucional
al presidente del Congreso de la República de que está próximo a vencer el mandato del magistrado.
Al respecto, el artículo 10° de la LOTC establece:
Artículo 10.- Antes de los seis (6) meses, previos a la fecha de expiración de los nombramientos, el
Presidente del Tribunal se dirige al Presidente del Congreso para solicitarle el inicio del procedimiento
de elección de nuevos Magistrados. […]
El artículo 15° de la LOTC complementa el artículo 201° al establecer que los magistrados no solo
tienen las mismas prerrogativas de los congresistas, sino también los mismos derechos. Se ha
entendido que «los mismos derechos» comprende, por ejemplo, igualdad de salario con los
congresistas y cada incremento en estos últimos debe ser considerado para los magistrados del TC.
El mismo artículo 201° de la Constitución del Perú dispone que los miembros del Tribunal
Constitucional gozan de la misma inmunidad y de las mismas prerrogativas que los congresistas y les
alcanzan las mismas incompatibilidades
El mandato de los magistrados, como ya se dijo, es de cinco años y no hay reelección inmediata. Esta
disposición debería ser modificada en parte toda vez que el tiempo de ejercicio de tan alta
magistratura es corto. En efecto, la experiencia en el TC demuestra que el magistrado que llega al cargo
tiene un período de adaptación para compenetrarse con la jurisprudencia, las técnicas para resolver
los casos y la dinámica de trabajo. Al cabo de un tiempo, adquiere destreza y cuando está
excelentemente preparado y podría continuar ejerciendo la función por algunos años más, para
beneficio del TC, tiene que cesar en el cargo. Por tanto, debería haber una reforma constitucional para
que la duración del mandato de los magistrados del TC sea mayor. En ese sentido, y conforme a la
experiencia comparada el mandato de los magistrados, podría ser de siete o nueve años.
La forma común de culminar el mandato es al cabo de los cinco años de ejercicio, sin embargo, el
artículo 16° de la LOTC prevé algunas causales de vacancia que pueden darse antes del vencimiento
regular del mandato:
Artículo 16.- El cargo de Magistrado del Tribunal vaca por cualquiera de las siguientes causas:
1) Por muerte.
2) Por renuncia.
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3) Por incapacidad moral o incapacidad física permanente que inhabilite para el ejercicio de la
función.
4) Por incurrir en culpa inexcusable en el cumplimiento de los deberes inherentes a su cargo
5) Por violar la reserva propia de la función.
6) Por haber sido condenado por la comisión de delito doloso.
7) Por incompatibilidad sobreviniente.
Un aspecto que no ha sido desarrollado por la Constitución ni por la LOTC es el referido a la edad límite
para el ejercicio del cargo de los magistrados del TC. Tal vez se debe a que su mandato es solo de cinco
años y que gozan de las mismas prerrogativas de los congresistas. No existe límite de edad para ser
elegido ni límite de edad para el cese. De esta manera fue el caso del magistrado Javier Alva Orlandini,
elegido a la edad de 75 años y cesó a los 80 años cuando terminó su mandato. El magistrado Juan
Vergara Gotelli fue elegido a los 74 años de edad y ejerció el cargo hasta los 82 años debido a la demora
del Congreso de la República en elegir su reemplazo.
En este punto, se responderá a la pregunta ¿para qué sirve el Tribunal Constitucional o cuál es su
función? Para tal fin se analizará la función de intérprete de la Constitución, y de garante de la
Constitución y del sistema constitucional.
La función o tarea del Tribunal Constitucional está contemplada en el artículo 201° de la Constitución
que establece: «El Tribunal Constitucional es el órgano de control de la Constitución».
Esta disposición se complementa con otra función no menos importante que le es asignada por el
artículo 1° de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional: «El Tribunal Constitucional es el órgano
supremo de interpretación y control de la constitucionalidad».
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La tarea de interpretar las normas es una actividad consustancial al Derecho. Se presenta en
situaciones en las que surgen controversias sobre el significado de las reglas y los encargados
de hacerlo, en el caso de conflictos jurídicos, son los jueces. En el caso del Derecho
Constitucional y en particular a partir de la expansión de la jurisdicción constitucional, la
interpretación constitucional ha adquirido un protagonismo sustancial y el principal intérprete
de la Constitución en las democracias modernas es el tribunal constitucional. Por ello, es
indispensable tener presente las particularidades de la interpretación constitucional.
(Oubiña Barbolla, Sabela, ob. cit., pág. 69). La necesidad de interpretar una disposición
constitucional resulta si cabe más patente que la de cualquier otra norma porque los preceptos
de la CE revisten de alta dosis de generalidad y sus prescripciones presentan también un
elevado carácter sintético. La norma constitucional es una norma positiva, pero también
genérica, vaga, elástica y llena de conceptos de valor que necesita de una actuación creativa y
hermenéutica. Si la aplicación de cualquier norma jurídica puede exigir su interpretación,
cuando hablamos de una norma constitucional la interpretación parece ineludible porque la
Constitución se compone de prescripciones más generales y sus enunciados son también más
sintéticos que los de ninguna otra norma.
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es el órgano de control de la Constitución, artículo 204º: la sentencia del Tribunal que declara
la inconstitucionalidad de una norma se publica en el diario oficial y al día siguiente de la
publicación, dicha norma queda sin efecto, entre otros).
La historia peruana nos demuestra que los mandatos constitucionales de respetar y cumplir la
Constitución no son suficientes para que dicha norma sea eficaz en caso de su violación o
incumplimiento. Hacen falta, por un lado, una educación que sirva para vivir en democracia y,
por otro lado, un sistema de jurisdicción constitucional que haga de la Constitución una norma
jurídica eficaz.
El Tribunal Constitucional no solo será el tradicional guardián de la Constitución del siglo XX,
sino será el guardián de la Constitución y del sistema constitucional que tiene mayores
alcances. De esta manera, el Tribunal Constitucional del Perú debe garantizar y defender, junto
al texto expreso de la Constitución, los elementos de apertura y cierre, los valores y principios
constitucionales, así como la integración multinivel del ordenamiento en sus ámbitos local,
regional, nacional, interamericano e internacional. Igualmente debe defender y garantizar el
sistema de derechos humanos derivado de la Convención Americana de Derechos Humanos y
su jurisprudencia que se integra a nuestro ordenamiento jurídico constitucional interno
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efectuando el control de convencionalidad. Este planteamiento es más amplio que lo
dispuesto por la cuarta disposición final y transitoria de la Constitución peruana. Pues no solo
se refiere a la interpretación de los derechos que la Constitución reconoce conforme a los
tratados de derechos humanos, sino que también se refiere a otros aspectos normativos y
jurisprudenciales de los tratados internacionales, por cuanto el concepto de sistema
constitucional también podría incorporar otro sistema supranacional de competencias en
determinadas materias como ocurre en la Unión Europea. Por ejemplo, sobre inmigración,
política de fronteras o en materia de estudios universitarios (Pacto Andino o Mercosur para el
caso de Perú), o al sistema del Tribunal Penal Internacional.
La Constitución peruana dispone en su artículo 44.° que uno de los deberes primordiales del
Estado es garantizar la plena vigencia de los derechos humanos. Dicho deber se concretiza a
través de las funciones de los diversos órganos del Estado. En el caso del Tribunal
Constitucional, tal deber constituye la principal función si consideramos que alrededor del 85%
de los casos que ha resuelto en el período 1996-2012 son procesos de amparo y habeas corpus
cuya finalidad es proteger precisamente los derechos constitucionales. Por tanto, la obligación
de los magistrados constitucionales de conducir su actuación en base al principio de protección
de los derechos fundamentales constituye un deber fundamental.
El Tribunal Constitucional, al formar parte del Estado, está en la obligación de proteger los
derechos fundamentales de los ciudadanos que acuden al TC, garantizados por la Constitución
y los tratados internacionales de derechos humanos.
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nuestro principal referente para dicho propósito es la Corte Interamericana de Derechos
Humanos. Sobre la obligación que comentamos, el Tribunal Constitucional del Perú ha
señalado:
Los tratados internacionales sobre derechos humanos no sólo forman parte positiva del
ordenamiento jurídico nacional (artículo 55º de la Constitución), sino que la Cuarta
Disposición Final y Transitoria (CDFT) de la Constitución –en cuanto dispone que los
derechos fundamentales reconocidos por ella se interpretan de conformidad con los
tratados y acuerdos internacionales sobre derechos humanos ratificados por el Perú–
exige a los poderes públicos nacionales que, a partir del ejercicio hermenéutico,
incorporen en el contenido protegido de los derechos constitucionales los ámbitos
normativos de los derechos humanos reconocidos en los referidos tratados. Se trata de
un reconocimiento implícito de la identidad nuclear sustancial compartida por el
constitucionalismo y el sistema internacional de protección de los derechos humanos: la
convicción jurídica del valor de la dignidad de la persona humana, a cuya protección y
servicio se reconduce, en última y definitiva instancia, el ejercicio de todo poder.
Los magistrados constitucionales son los primeros obligados a aplicar los tratados
internacionales de derechos humanos y la jurisprudencia de sus órganos de garantía a
los casos que resuelven conforme a este principio de actuación, que tiene un mandato
expreso en nuestro ordenamiento constitucional.
III. CONCLUSION
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1. Desde la creación del Tribunal de Garantías Constitucionales con la Constitución de 1979, hasta el
actual Tribunal Constitucional reconocido por la Constitución de 1993, este organismo se ha ido
perfilando en el tiempo, dotándole de una serie de características y funciones que han delimitado su
estructura y han definido sus límites y competencias.
3. La posición primordial que tiene el Tribunal Constitucional en relación a las entidades sujetas al
control constitucional no lo convierte en un órgano de control e interpretación constitucional ilimitado,
pues tiene la obligación de ejercer sus atribuciones conforme a los límites que la propia Constitución
ha establecido; por lo que es deber de esta institución auto controlarse, más aun si nuestra
Constitución no ha establecido la existencia de un órgano determinado encargado del control de las
actuaciones del Tribunal Constitucional. Sin embargo, si el Tribunal se excediera en el ejercicio de sus
atribuciones, existen controles meta constitucionales encargados de esta función, tales como el
control supranacional ejercido por la CIDH, el control de la opinión pública, el control del Congreso y
hasta el control del Presidente de la República.
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5. En cuanto a las competencias compartidas, tanto el Tribunal Constitucional como el Poder Judicial
tiene competencia para ejercer el control difuso de las normas legales. Y en cuanto a las competencias
no previstas, algunos Tribunales y Cortes Constitucionales de la región tiene determinadas
competencias que no han reconocida expresamente a favor de nuestro Tribunal Constitucional, como
son: El control de las omisiones constitucionales, el control de constitucionalidad de las normas infra
legales, el control previo de tratados, el control de los decretos que declaran los estados de excepción,
el control del procedimiento de reforma constitucional, el control constitucional de los proyectos de
ley observados por el Poder Ejecutivo, el control de las convocatorias a consultas populares y
plebiscitos, el control de los estados de excepción, el control de la constitucionalidad de la actuación
de los partidos políticos, entre otras.
9. Como nuestra Constitución no contiene una cláusula abierta de competencias, se requiere de una
reforma constitucional, de acuerdo a lo establecido en el artículo 206 de la Constitución, para poder
implementar nuevas competencias a favor del Tribunal Constitucional, salvo que se traten de
competencias implícitas que no requieren de ningún reconocimiento legal para poder ser ejercidas por
el Tribunal, pues su uso se encuentra justificado porque concretizan las competencias genéricas
consagradas en el artículo 202 de la Constitución.
10. Una comparación de las competencias de nuestro Tribunal Constitucional con las asignadas a otros
Tribunales y Cortes Constitucionales en América del Sur, nos permite afirmar que el Constituyente de
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1993, a diferencia del de 1979, fue bastante conservador en cuanto a la posibilidad de otorgar mayores
funciones a nuestro supremo intérprete de la Constitución, por ejemplo cualitativa y
cuantitativamente hablando, se advierte que el Tribunal Constitucional Plurinacional de Bolivia, la
Corte Constitucional de Colombia, el Supremo Tribunal Federal de Brasil, la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela y el Tribunal Constitucional de Chile, tienen asignadas diez
o más atribuciones o competencias, la mayoría de las cuales no se encuentran asignadas a nuestro
Tribunal Constitucional; sin embargo, este hecho no ha impedido que nuestro Tribunal haya hecho uso
de algunas competencias implícitamente reconocidas.
11. Existe una tendencia actual a sobrecargar a los Tribunales Constitucionales con funciones que ya
en encuentran implícitamente reconocidas a su favor, y peor aún, con funciones ajenas a las
jurisdiccionales, que atrofian su naturaleza, como por ejemplo: interferir en las atribuciones de las
comisiones permanentes del Congreso, resolver sobre inhabilitaciones constitucionales o legales de
Ministros de Estado o de parlamentarios, calificar la inhabilidad invocada por un parlamentario para
el cargo de Presidente de Estado y pronunciarse sobre su renuncia al cargo, o decidir si hay o no mérito
para el enjuiciamiento del Presidente de la República y de altos cargo del Estado.
12. La ampliación del catálogo de competencias a favor del Tribunal Constitucional no debe significar
que se le está otorgando mayor poder a este órgano constitucional para que ejerza superioridad
respecto de los demás órganos y poderes del Estado. En todo caso, será obligación y responsabilidad
del propio Tribunal Constitucional autorregularse y auto controlarse a fin de no generar tensiones que
perjudiquen el sistema constitucional, que es el basamento de nuestro Estado de Derecho.
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IV. REFERENCIAS
Introducción
Definición
Origen
Finalidad
Naturaleza
Reglamento normativo del tc
Acciones de garantía
Organización y funciones del Tc (estos están sujetos)
Conclusiones
Bibliografía
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