Está en la página 1de 5

“Luchamos por una educación emancipadora desde

y en la diversidad"
Escrito en 25 Octubre 2016.

Entrevistamos a David Aruquipa, de la Campaña Boliviana por el Derecho a la


Educación (CBDE), quien comparte sus miradas sobre la educación popular, la
calidad educativa y el buen vivir

Por Fabíola Munhoz, de CLADE

Entrevista publicada originalmente en la página "Debate Buena Educación" el 5 de


agosto de 2016

Foto: Educación sin Fronteras

En diálogo con el artículo "Educación Popular, calidad educativa y buen vivir", de


Benito Fernández, David Aruquipa, de la Campaña Boliviana por el Derecho a la
Educación (CBDE), nos comparte sus miradas sobre estos temas, con énfasis en
el contexto de Bolivia, país que ha adoptado los conceptos de buen vivir,
interculturalidad y relación armónica entre pueblos y naturaleza como un modelo
de desarrollo.

¿Qué es para ti una educación para el buen vivir? ¿Por qué?

David Aruquipa - En Bolivia hemos


trabajado bastante este tema porque experimentamos un proceso intenso al
respecto. Incluso antes de consolidarse el gobierno de Evo Morales, ya
atribuíamos al paradigma del vivir bien un carácter filosófico que reconoce el
diálogo constante entre el hombre y la naturaleza, pues todos tenemos vida y
debemos aprender a vivir en armonía y a reconocer a las formas de vida distintas
de la nuestra. En este contexto, la educación para el buen vivir es para mí esta
forma de aprendizaje sobre cómo vivir y convivir con el otro, con el distinto. Es
aprender a dialogar con la naturaleza. En ese sentido, en la construcción filosófica
que se ha realizado para el buen vivir, se prevé el reconocimiento de los pueblos
indígenas, de los saberes ancestrales y de nuestra memoria histórica, caminando
en el presente a partir del aprendizaje con el pasado, de manera a entender y a
vivir un futuro posible.

En ese sentido y en ese aprendizaje, el buen vivir nos plantea el relacionamiento


armónico entre seres y comunidades distintos, lo que implica el uso de las
palabras intraculturalidad e interculturalidad, las cuales refieren a conocernos
entre nosotros, y a después dialogar con pueblos distintos, respetando sus propias
características, para luego reconocernos y complementarnos. Ese pensamiento
filosófico, cultural e identitario se traduce en una educación que pueda
enseñarnos, y por la cual podamos aprender a vivir esa forma de relacionamiento
y esos valores. Por eso es muy importante la ley Avelino Siñani e Elizando Pérez
(actual Ley de Educación de Bolivia), que es nuestro marco de referencia y
plantea que debemos contribuir con la convivencia armónica y equilibrada de los
seres humanos con la madre tierra frente a aquellos que quieren hacerle daño,
respetando y recuperando las distintas cosmovisiones de nuestras culturas.

¿Qué elementos consideras que debe tener una educación emancipadora?


¿Por qué?

Aruquipa - Hablando desde Bolivia, donde tenemos 37 pueblos y naciones


indígenas, además de las culturas urbanas, entiendo la educación emancipadora
como una educación que no debe ser vista como un cuerpo homogéneo,
estandarizado y pesado. Cada una de esas 37 culturas, y más las culturas
urbanas, tienen sus formas diversas de entenderse y construirse, dialogar y vivir
en sus comunidades. Creo que esa educación debe responder a dinámicas y
construcciones identitarias diversas. Luchamos por una educación emancipadora
teniendo en cuenta esa diversidad y la necesidad de exigir la descolonización y
despatriarcalización de los espacios educativos. Pues, hay instituciones que aún
refuerzan la idea de que entendamos la vida y la cultura de una manera única,
pero creemos que hay que despojarse y descolonizarse de este pensamiento.
Debemos nos preguntar cómo nos despojamos de todos estos instrumentos de
opresión y homogeneización cultural que nos han hecho daño. En este escenario,
realizar una educación emancipadora es tener en cuenta que nuestras relaciones
sociales, productivas, identitarias y de sexualidad son diversas.

La educación popular debe atender a sujetos con identidades culturales,


subjetividades y perspectivas diversas, como las de mujeres, indígenas,
comunidades rurales, jóvenes en situación de retraso escolar, etc. ¿En tu
mirada, cómo debe desarrollarse una educación popular que abarque y
respete toda esa diversidad, con énfasis en las poblaciones más marginadas
y vulneradas?

Aruquipa - Como se plantea en el artículo de Benito Fernández, a partir de la


educación popular se puede dar voz a sujetos distintos, garantizando que todas y
todos tengan sus propias experiencias de vida y el derecho a sus propios
territorios, sean hombres, mujeres, niñas, niños, jóvenes, ancianas/os, o
comunidad LGBT, entre otros grupos marginados. Es también una responsabilidad
de la educación popular enseñar y estimular la convivencia armónica e
interdependiente entre los distintos sujetos, con miras a generar esa posibilidad de
diálogo. El modelo educativo emancipador no es neutro y no está acabado, es un
espacio dinámico y constante de lucha, debates, construcción, quehacer social y
político. Estamos hablando de un modelo educativo que pueda articularse desde
las distintas capacidades, las experiencias del diálogo y las denuncias de
injusticias desde las poblaciones vulneradas. La educación popular y
emancipadora debe posibilitar esas formas de libre cuestionamiento, impulsando
un proceso que rompa la hegemonía social y cultural, así como el conocimiento
hegemónico que nos ha sido impuesto y que ha impedido el desarrollo de distintos
conocimientos, construcciones y procesos pedagógicos que podrían aportar a la
democratización del conocimiento. Veo la educación emancipadora desde esas
formas sociales de construcción colectiva de conocimiento y proyectos de vida que
nos permitan vivir y convivir en el respeto y la diversidad.

¿Cuál es la importancia de la no discriminación, la convivencia pacífica y el


respeto a la diversidad de género, especialmente en lo que toca a la
comunidad LGBT, para que se pueda realizar una educación emancipadora y
garante de derechos para todas las personas?

Aruquipa - Hay siempre el peligro de transponer una ideología hegemónica


colonialista a otra mirada única y hegemónica que sea indígena. Tenemos que
estar constantemente preocupados con esa posibilidad, especialmente porque
algunas cosmovisiones indígenas presentan tensiones respecto al tema de la
equidad de género y de la no discriminación contra la comunidad LGBT, debido a
que sus miradas se construyen bajo la relación binaria de hombre y mujer,
masculino y femenino. En este contexto, si en el nuevo pensamiento indígena no
se incluye a la diversidad sexual y de género, volveremos a caer en sistemas de
discriminación y exclusión al otro. Creo que al hablar de una educación
emancipadora, estamos hablando de la posibilidad de liberación y
descolonización, estamos hablando de la libertad de cada una/uno para vivir
según sus propias formas de sexualidad. En ese tema, me gustaría subrayar la
importancia del arte, pues nos han impuesto que nuestros cuerpos deben
construirse y dialogar de una sola manera, y la descolonización del cuerpo desde
el arte nos permite romper con esa mirada hegemónica, y más bien darle a
nuestros cuerpos posibilidades de libertad y creatividad. Al hablar de la no
discriminación, de la convivencia pacífica y la igualdad de género, específicamente
en lo que toca a la comunidad LGBT, hay que tener cuidado con el riesgo de
plantear pensamientos únicos que pueden convertirse en hegemónicos y que no
permitan la creatividad y el diálogo entre personas y comunidades distintas. La
sexualidad y la identidad de género son partes integrantes de las culturas, y por
ende se tiene que dialogar también desde ese ámbito.

A su vez, como plantea la UNESCO, es urgente abordar la violencia por


homofobia y transfobia en la educación, pues los índices cotidianos de violencia
escolar por orientación sexual e identidad de género son evidentes. En todo el
mundo, cerca del 80% de la comunidad LGBT ha sufrido violencia en el sistema
educativo y, en el caso de las personas trans, casi el 50% deja el sistema
educativo por haber sufrido discriminación o violencia por su identidad de género.
Esos datos son alarmantes. En Bolivia, recientemente se ha aprobado la Ley de
Igualdad de Género, que busca responder a ese proceso histórico de exclusión de
las personas transexuales y transgénero, las cuales son discriminadas y
segregadas tanto en sus familias, como en el sistema educativo y en el sistema
laboral. Casi el 95% de la población trans en nuestro país ejerce la prostitución o
el trabajo sexual porque no tiene alternativa. Se puede decir que la prostitución es
una forma de opresión y exclusión, y que la opresión del cuerpo se ha ido
naturalizando especialmente hacia las mujeres trans, que en su mayoría no han
logrado ni siquiera terminar la educación primaria. En este escenario, debemos
seguir trabajando y aunando esfuerzos para disminuir estas brechas de acceso a
derechos de la población LGBT, y también para superar y prevenir la violencia
contra mujeres y personas con identidad de género y orientación sexual diversas,
lo que nos impone el sistema patriarcal y machista presente en nuestras escuelas
y sociedades.

Hemos observado el crecimiento de políticas regresivas en nuestra región,


como por ejemplo en Brasil, donde en más de diez estados, se han adoptado
planes de educación que no hacen referencia a la cuestión de género. ¿Cuál
es tu opinión sobre este escenario y qué desafíos este panorama representa
para la sociedad civil organizada que defiende el derecho a la educación y la
igualdad de género?

Aruquipa - Creo que hay una tendencia mundial a retrocesos y a postergar los
asuntos relacionados a los derechos humanos como resultado de la actual crisis
del capitalismo. Obviamente hay países que están discutiendo y generando
estrategias y políticas inclusivas y construidas en base a los derechos humanos,
pero de otra parte, hay una fuerte presión por el crecimiento económico de los
Estados, desde una mirada desarrollista y extractivista. Desde esa perspectiva, la
inversión pública en los derechos humanos y en el enfrentamiento de la
discriminación y la violencia de género es una inversión al vacío. En ese contexto,
es muy relevante el activismo político por los derechos humanos que muchas de
nuestras organizaciones sociales venimos impulsando. Debemos continuar
dándole seguimiento a las políticas públicas, resistiendo a los planes y políticas
que representen retrocesos en las conquistas históricas de la sociedad civil. La
legislación de nuestros países no puede estar ajena al tema de la identidad de
género, y la educación no puede estar ajena al tema de la madre tierra y a la
pobreza. En ese sentido, debemos fortalecer el diálogo y la articulación entre
distintos sectores sociales, con miras a darle seguimiento al cumplimiento de los
Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, desde una mirada integral y que
relacione el objetivo de educación de esta agenda con otros objetivos y temas.
Apenas el trabajo conjunto entre colectivos de mujeres y feministas, grupos que
defienden la diversidad sexual y de género, ambientalistas, entre otros, podrá
hacer frente a esos retrocesos y amenazas a los derechos humanos.

¿De qué manera, en tu mirada, se deben diseñar mecanismos de evaluación


educativa que promuevan y garanticen una educación para el buen vivir.
¿Por qué?

Aruquipa - En Bolivia, estamos realizando este ejercicio constante de pensar


mecanismos adecuados de evaluación, lo que implica en ver la calidad educativa
de acuerdo al modelo de educación y desarrollo que plantea un país. En ese
sentido nuestra orientación ha enfocado un desarrollo y una educación para el vivir
bien, por lo menos a nivel legal, discursivo y político, de acuerdo a nuestra Ley de
Educación, la cual está fundamentada en la filosofía que plantea una educación
comunitaria, social, para la productividad y para la vida. Debemos tener en cuenta
esos elementos en el momento de diseñar y discutir mecanismos de evaluación
educativa. Es un reto evaluar los valores subjetivos y cualitativos que se plantean
en una educación para el buen vivir, pero los mismos deben estar presentes en el
debate sobre la calidad. En una educación para el buen vivir, los aspectos de la
vida, el desarrollo y la enseñanza están ligados a nuestras labores educativas
cotidianas, que involucran a las familias y comunidades. Este contexto conlleva
desafíos, ya que uno no sabe exactamente cuál es la frontera entre el sistema
educativo y la sociedad. Así se complejizan los mecanismos de evaluación, pero
creo que es un reto importante poder trabajar desde esa mirada en nuestro país.

Es también importante destacar que la elaboración de mecanismos de evaluación


que respondan a una educación para el buen vivir es un proceso de construcción
constante, que implica un trabajo directo con la sociedad civil y con todas las
experiencias que hemos ido acumulando en términos de propuestas de
mecanismos e indicadores de evaluación de la calidad educativa, respecto a ese
modelo socio comunitario y colectivo que se ha adoptado en ese país.

También podría gustarte