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30 de Sivan 5779/04 de Julio 2019

‫ אמונה הבינלאומי האמונה משרד‬MINISTERIO INTERNACIONAL DE FE “EMUNAH”

Baruj Hashem toda la manifestación de la Kabot de YHWH es para El, hoy una

vez más; me lleno de satisfacción ya que mi Elohim hace como a El solo le place. Y le
ha placido que Elisheva Shulamita Pérez, profeta y maestra se le hay revelado desde
el cielo a la tierra para que vino cada ser humano a Maljut.

Solange que el Binah y Jojma te lleven a Hod y hay puedas llenarte de guevura y
puedas dar Jesed a cada uno que YHWH ponga en tus manos y los empoderes para
que pongan los pies en Yesod y los coloques en Nezat.

Brajot para tu vida y ministerio.

APOSTOL JAVIVA SHAROM VENTURA MARTINEZ


Baruj Hashem, Bendito sea el Nombre del Eterno; de verdad estoy sumamente

agradecida con El por su bondad amor y ayuda para conmigo y misión que me ha

encomendado en este Olam (mundo). Acá les traigo este conocimiento ya sería mi
cuarta guía, la 1º Rompiendo con las maldiciones financieras; 2º Siendo libres a través
del Conocimiento de la verdad; 3º Conociendo mi mazal astrológico, Bez erazt

Hashem (con la ayuda de Hashem) son 40. Deseo informarles que el conocimiento
que acá se explaya no es mío como tal sino una recopilación de estudios talmúdicos

de nuestros sabios de Israel y la mayoría de lo aquí explicado se ha tomado de


diversas guías de estudio que Hashem me ha permitido accesar muy en especial
Secretos de Reencarnación.

Espero traerles un desarrollo de un tema oculto por mucho tiempo y para


algunos de difícil acceso, y ser hoy un instrumento útil de acercamiento de su vida al

verdadero conocimiento de lo que hemos venidos a hacer verdaderamente en este


mundo, sin más preámbulo; queda de usted.

Atentamente

Mekubal Nabí Elisheva Shulamita Pérez


Índice
El tema de la reencarnación siempre perteneció a la parte mística de la religión

judia. Para muchos, la palabra reencarnación asemeja a miedo, a espanto, a

infundir la fe con amenazas. Yo en mis comienzos espirituales crecí en una

congregación evangélica (hacen 9 años atrás) con ese tipo de enseñanzas,

pero cuando logré romper la barrera del desconocimiento espiritual la imagen

tan negativa que se daba con respecto al tema, también se rompió, y descubrí

un mundo maravilloso e interesante, una faceta positiva de este tema. La

reencarnación no siempre es un castigo, ni es apostasía, ni brujería, ni

budismo, ni nueva era; nada de eso. Esas sectas lo han tomado de lo

verdadero, pero porque un grupo contrario haya tomado de lo verdadero no

significa que se debe desechar como malo, la circulación de las almas como
realmente se traduce el GILGUL HA NESHAMOT; y que por costumbre se ha

mal traducido como reencarnación (acá para no crear confusiones vamos a

seguir llamándole reencarnación para que usted entienda, pero ya sabe cómo

es el verdadero nombre) la mayoría de las veces es un regalo y una muestra

de la misericordia de Elohim al darnos la oportunidad de regresar y reparar. Por

eso no es casual que en hebreo la palabra bondad (Jesed) equivalga en su

valor numérico a la palabra reencarnación. Reencarnación=bondad 72

En este estudio examinaremos y entenderemos la raíz de toda nuestra

existencia, de dónde provienen las almas, para qué vienen al mundo, cuál es

nuestra misión y cómo saber qué vinimos a reparar y por qué. Especialmente

se desplegara, con la ayuda de Elohim, un capítulo muy interesante sobre

quién reencarnó en quién a lo largo la historia bíblica, para que entendamos

mejor las historias que nos relata la Torá. Obviamente, no se omitirá la opinión

científica actual, para mostrar cómo ha cambiado últimamente y como ya

comienza a reconocer la existencia del alma y la reencarnación.


Les pido que no lean esta guía, sino que la estudien, que la analicen con calma

y abran su mente a conceptos quizá nuevos hoy, pero antiguos y básicos en

nuestra religión.

El tema de la reencarnación, como mencioné, pertenece a la parte mística

catalogada como sod.

La Torá tiene cuatro fases de estudio, identificadas con las iniciales PARDÉS,

esto es: Peshat, rémez, derash, sod.

Peshat, que se refiere al estudio literal de los versículos. A conocer la historia,

las leyes y las recomendaciones tal como están escritas.

Rémez es el estudio de la Torá que permite ir descubriendo las insinuaciones

escondidas en la Torá, por ejemplo, con el “salteo” de letras o con el valor

numérico de palabras, o en letras que aparentemente faltan o están de más,

para hallar así un mundo de mensajes y profecías ocultas.

Derash proviene de la palabra derashá (discurso, plática o enseñanza) y es la

parte correspondiente a los oradores, que se forma con base en textos y

moralejas que sirven de enseñanza para el público, sean halájicas (como el

Talmud) o éticas y morales (Mussar).

Sod refleja la parte profunda y mística de la Torá, conocida más como la

Cabalá, fase que fue desarrollada y mantenida en secreto, como lo indica la


misma palabra: sod significa en hebreo “secreto”.

Esta parte fue trasmitida de maestro a alumno hasta que fue escrita en el siglo

II de la era común por Rabí Shimón Bar Yojai en el Zóhar, y ampliada y bien

explicada en el año 1570 por el Arizal.


Los cuatro niveles espirituales del PARDÉS están en distinta combinación en

nuestra alma; es por esto que cada uno nos sentimos atraídos hacia una área,

más que hacia las otras.

Así explicó el Arizal a su alumno, Rabí Jaim Vital: la diferencia entre

Maimónides y Najmánides. “Najmánides era atraído por la mística y la Cabalá

mientras que, Maimónides era muy apático hacia ella: El motivo de la diferencia

entre ellos proviene de la combinación de sus respectivas almas. Y éste es el

motivo, querido alumno, de que uno de ellos haya sido atraído por el sod y el

otro no” (Shaar HaGuilgulim 36).

Hoy por hoy, estamos viviendo en una generación de mucho sod, es decir, de

generaciones que se dedican a revelar el secreto y la mística de la Creación.

En su lado terrenal, se refleja en todos los descubrimientos tecnológicos, en

todos los secretos ocultos en la naturaleza y que han sido revelados y

aprovechados en las últimas décadas. Por eso resulta impresionante ver cómo

hace ya 1800 años el Zóhar profetizó: “Prepárense para el año 5600 de la

Creación (en el calendario gregoriano, 1840 aproximadamente), cuando bajará

al mundo una sabiduría muy grande y se revelarán muchos secretos a la


humanidad” (Zóhar, Parashat Nóaj).

Si nos ponemos a analizar, en esas fechas fue que comenzaron los grandes

descubrimientos en todas las áreas de la ciencia:

El teléfono, en 1876, por Alexander Graham Bell.

La dinamita, en 1867, por Alfred Nobel.

El telégrafo, en 1837, por Samuel Morse.

La electricidad, en 1892, por Nicola Tesla.

El fonógrafo, en 1877, por Thomas Alva Edison.


La vacuna contra la viruela, en 1877, por Louis Pasteur.

La máquina de escribir, en 1869, por Christopher Scholes y Karl Leyden.

La radio, en 1886, por Heinrich Hertz.

Los yacimientos petroleros, en 1859, por Edwin Drick.

También el mundo místico espiritual tuvo un apogeo, tanto en el aspecto

positivo de la religión —con los alumnos del Baal Shem Tov, el Jasidut y

grandes cabalistas que vivieron en las últimas décadas, etc. — así como en el

aspecto negativo con el surgimiento de centros y sectas cabalísticas que dan

un mal uso y una mala interpretación a toda la parte sagrada de la Cabalá.

Esto provoca hoy en día, que muchos rabinos eviten escribir, hablar o enseñar

partes hermosas del Zóhar, porque se creó una imagen negativa por esos

centros y sectas de Cabalá, y no quieren que se les confunda con ellos, pues al

público en general le es difícil diferenciar entre un verdadero rabino y un

imitador.

Aprovecho la oportunidad para emplazar a los que quieran recibir de mí un

pequeño consejo: no todo es lo que parece; no todo lo que brilla es oro.

No porque alguna persona adivine nuestro pasado, nos “lea la mente”

concentrándose con los ojos cerrados y nos hable de Cabalá, estamos ante

una persona sagrada y santa, conectada con Elohim cuidado.

El mundo fue creado con equilibrio y para que exista el libre albedrío también

se dio poder a las fuerzas negativas. Aparentemente uno podría alcanzar los

mismos resultados con la santidad o con la magia negra; sin embargo, la

primera está permitida y la segunda prohibida.


Lamentablemente, la gente, por curiosidad, desesperación o problemas

personales, acude con quien sea con tal de que les digan algo y no entienden

el daño que acarrea usar el lado negativo. El que mal anda, mal acaba.

Por tanto, eviten ustedes calificar y catalogar por anticipado a las personas y a

las instituciones. Consulten siempre con rabinos desinteresados y reconocidos,

ortodoxos, por supuesto, quienes podrán aconsejarles.

Pero no porque otros hagan mal uso del sod dejaremos de dar una

información bella y profunda, a ustedes mis amados amigos, alumnos y

lectores.

Por consiguiente, los invito a que naveguemos en este océano de conceptos

místicos y hondos, desarrollando y satisfaciendo la parte del sod que hay en

todos y cada uno de nosotros.

Una cosa les aseguro: después de conocer esta verdad, el mundo tendrá para

ustedes otro color y otro enfoque; será un color alegre y un mundo con

significado, meta y misión.

Así que pongámonos los lentes de “infrasod” y salgamos a conocer el mundo

magnífico de Elohim, el mundo de la espiritualidad que se oculta detrás de todo

lo físico y mundano que vemos.

Para muchos este tema es nuevo; otros ya escucharon algunos conceptos pero

tienen muchas dudas. Por tanto, creo que sería adecuado comenzar con los
conceptos básicos analizando, por ejemplo, el origen de las almas y el motivo
de la creación, y responder interrogantes como: ¿se puede cambiar la suerte?

¿El mal de ojo puede estropear nuestra misión en la vida? ¿Existe el libre

albedrío? ¿Por qué a veces al justo le va mal y al malvado le va bien? Y, si la

reencarnación es la base de toda nuestra misión, ¿por qué no está mencionada

claramente en la Torá?

A éstas y muchas más preguntas dedicaremos este capítulo, para sentar la

plataforma y los cimientos para poder entender el concepto de las

reencarnaciones.

El origen de las almas

La primera pregunta que debemos analizar es de dónde provenimos y el

motivo por el cual este mundo fue creado. ¿Acaso Elohim estaba aburrido y

nos creó para jugar a las guerras y apostar al ganador? ¿Qué pasó antes de

Bereshit, que provocó el Bará, la Creación? Debe existir una razón y un plan.

En los libros de mística judía se explica lo siguiente: Antes de la Creación, la

luz de Todopoderoso llenaba todo y como Él es bueno y generoso, creó las

almas para darles placer y regocijo espiritual.

Como dice en el libro Peri Jajam, (pág. 37), del cabalista Rabí Yehudá Ashlag:

“Antes de la Creación estaban todas las almas cerca de Elohim y Él las

adornaba con coronas”. Por supuesto todo esto es metafórico y hace alusión a

un regocijo inimaginable para un ser humano materializado. Sin embargo, ese

placer no era completo, ya que las almas no hacían nada para merecerlo, lo

que se catalogó como Nahamá dekisufá, “el pan de la vergüenza” (Ramjal,

Daat Tevunot 12:18). Es decir, el hecho de no trabajar y aun así recibir se

compara a la tzedaká, en el sentido de limosna. Sin embargo, esforzarse y

trabajar y recibir al final un pago es motivo de orgullo y satisfacción. Por ello,

pidieron las almas a Elohim que creara una “fábrica” donde pudieran trabajar y
esforzarse para servirle, y al final regresar a Él y gozar de Su Presencia, pero

esta vez como pago y no como tzedaká.

Rabí Yehudá Ashlag 1884-1954, autor del Baal Sulam sobre el Zóhar.

Esa petición llevó a Elohim a preguntar a las almas cuáles querían trabajar y

cuáles querían tzedaká. Unas dijeron: “Así estamos bien” y otras respondieron:

“Queremos trabajar”. Al primer grupo de almas Elohim las convirtió en ángeles,

los seres espirituales que no necesitan trabajar para estar cerca de Elohim, y al

segundo grupo en seres humanos que deberán luchar para alcanzar esta

cercanía. Esto convierte a los ángeles en criaturas inferiores al ser humano.

Explicaré esto por medio de un ejemplo: en cualquier competencia deportiva

nos enfrentamos a un rival y sólo esforzándonos y venciéndolo merecemos una

medalla. Los ángeles “juegan futbol” contra nadie, ni siquiera tienen un portero

en frente, por lo que al meter un gol no sienten regocijo. Así es el mundo

angelical. Relatan nuestros Sabios que el Gran Ángel Mijael, el denominado

ministro espiritual de Israel y uno de los ángeles más importantes en el Cielo,

se aproximó a Elohim pidiéndole: “Estoy dispuesto a renunciar a toda mi

grandeza con tal de que me conviertas en un yehudí para ponerme tzitzit una
vez y poder servirte desde el mundo terrenal, un lugar tan difícil y tentador”.

Respondió Elohim: “No, porque ya se hizo la división de las almas antes de la

Creación”.

A las almas que respondieron que querían un pago con dignidad, Elohim les

construyó un mundo donde trabajar, un lugar opuesto a la espiritualidad, un

planeta lleno de materialismo y tentaciones, y les dio un cuerpo lleno de deseos

carnales, monetarios, sensuales, etc. Además de una ley de vida en la que lo

más prohibido es lo más placentero, y con un yétzer hará, instinto malo, que lo
seduce constantemente. Y como si todo esto no fuera suficiente, el hombre

estaría en un lugar donde la Presencia Divina no fuera visible y comprobable.


Por otro lado, al alma pura que poseerá, el instinto bueno, y la Torá Sagrada

que se le entregará, causará un equilibrio en el libre albedrío.

Es decir, si quiere ser ateo encontrará muchas pruebas y argumentos; y si

quiere ser creyente, también las encontrara, pero ninguna de las dos

alternativas será tajante, para que no se rompa el equilibrio del libre albedrío. A

pesar de todo esto, tendrá que trabajar, combatir y esforzarse para servir a

Elohim para finalmente volver ante Él gozando con dignidad de Su Presencia.

La Creación

En el libro de Bereshit se detallan cuáles fueron las etapas de la Creación. En

resumen, el trabajo se enfocó en dos mundos, el espiritual y el material, como

lo indica la Torá: “Al principio creó Elohim el cielo (el mundo espiritual) y la

Tierra (el mundo material)”. El primer día creó Elohim la base de esos dos

mundos; el segundo día trabajó arriba, haciendo los Siete Cielos; el tercer día,

abajo, haciendo la vegetación; el cuarto día, arriba, para hacer las galaxias, las

estrellas, el sol y la luna; el quinto día, abajo, para hacer los peces, las aves,

los reptiles, etc.

Por decirlo de alguna manera, hasta ahora el “marcador” estaba igual: tres a

tres. Llegó el último día de la Creación y dijo Elohim: “Hagamos un hombre”,

dirigiéndose a los dos mundos; es decir, “hagamos conjuntamente un ser con

cuerpo de la tierra y alma de los cielos”.

A ese ser lo llamó Adam, y el motivo del nombre es el siguiente: el alma que

Elohim nos dio consta de 100 niveles, 50 de pureza y 50 de impureza, y según

se encomendó al ser humano podrá, con su esfuerzo, elevarse hasta el grado

50, y con su descuido caer hasta el “menos 50”.


Esto se insinúa en el origen del nombre HaAdam, que en hebreo se escribe

‫םדאה‬, que son las mismas letras de Edamé, ‫ המדא‬que viene del versículo:

Edamé Leelión, “Tengo un alma que proviene de Dios”.

Y Adam también proviene de la palabra Adamá ‫ המדא‬que significa “tierra”, es

decir, un ser creado de tierra con alma de Elohim. Ambas palabras tienen un

valor numérico de 50, para indicarnos los 50 niveles espirituales y los 50

niveles terrenales.

La neshama (alma) simboliza la parte proveniente de Elohim y por eso que en

hebreo se escribe ‫המשנ‬, es decir, cincuenta niveles para llegar a Elohim, y la

palabra opuesta que es “impureza”, ‫אמט‬, también suma 50.

Cada uno, con su libre albedrío, decide a qué nivel llega. Pero la meta es llegar

al máximo nivel.

Lo explicaremos de forma más profunda y detallada. El alma que tenemos está

dividida en cinco partes, llamadas: nefesh, rúaj, neshamá, jayá y yejidá. El

nefesh está en el hígado, el rúaj en el corazón y la neshamá en el cerebro, es

decir, son internas; la jayá y la yejidá son externas. A este concepto nos

referimos todas las mañanas cuando pronunciamos la primera oración al abrir

los ojos y recibir de nuevo nuestra alma: Modé aní lefaneja Mélej Jay… La

palabra Mélej, Rey, hace alusión a las tres partes internas, que están ubicadas

en el cerebro, el corazón y el hígado, cuyas iniciales en hebreo forman la

palabra Mélej, ‫ךלמ‬, es decir, “Gracias a Ti, el Rey de todo el Universo, que

pusiste en mí Tu chispa Divina”. Y la palabra Jay hace alusión a las dos partes

externas, Jayá y Yejidá, cuyas iniciales forman la palabra Jay, ‫יח‬, vida. Cada

una de estas cinco partes está dividida en diez categorías, denominadas

sefirots, lo que nos da el total de 50 niveles que el ser humano debe alcanzar.

Por ejemplo, durante la esclavitud del pueblo de Israel en Egipto todos llegaron
al grado 49 de impureza. Por eso, cuando salieron, Elohim les ordenó que se
prepararan durante siete semanas, que son 49 días de Sefirat HaÓmer, para la

entrega de la Torá, y de esta manera, eliminar los grados de impureza. Moshé

Rabenu, por ejemplo, es el único ser humano que en vida logró llegar al nivel

49 de pureza y sólo cuando falleció logró alcanzar el nivel 50. Por ello la

montaña donde fue enterrado se llama Nebó, ‫ובנ‬, “cin-cuenta en él”.

También más adelante en el Tanaj, cuando se habla del nieto de Moshé, dice:

“Yehonatán hijo de Guershóm, hijo de…”, y en lugar de decir Moshé dice

Menashé. El motivo es que Menashé en hebreo contiene las letras del nombre

Moshé más una letra nun, cuyo valor numérico es 50, lo que indica que Moshé

alcanzó el nivel 50, que es el máximo nivel de la neshamá. Por ello, el nombre

Menashé está conformado por las mismas letras de neshamá en hebreo.

El Pecado

Adam y Javá fueron los primeros seres humanos. En ellos Elohim insufló

directamente la neshamá. Cuando fueron puestos en Gan Edén, Elohim les

ordenó Leovdá ulshomrá, “para trabajar y cuidar”. Parecería que el texto se

refiere al Jardín del Edén, pero en realidad se refiere a la neshamá tan

poderosa que Dios les dio, que debían cuidar y trabajar.

Pero, como ya dijimos, el trabajo consiste en enfrentar tentaciones y

seducciones, y por ello se les aproximó la serpiente. Sobre esto el Zóhar

explica que no se trata de una víbora aburrida en el campo que viene y habla,

ya que las víboras no hablan ni jamás hablaron, sino del ángel denominado

S.M., (usamos abreviaturas porque su nombre no debe pronunciarse), que es

el jefe de todas las fuerzas negativas que creó Elohim para que exista equilibrio

en el libre albedrío. Este ángel se aproximó a ellos cabalgando sobre la

serpiente y así dio inicio el proceso de “trabajo”, con el cual logró hacer pecar a

Javá y, por medio de ella, a Adam.


El pecado causó un daño muy grande en su alma e incrementó el trabajo, ya

que ahora la tarea era doble: 1. Reparar el daño, y 2. Elevarse espiritualmente;

y, como dijimos, a mayor trabajo y esfuerzo, mayor recompensa. Por eso, al

finalizar el día viernes de la Creación, es decir, después de que Adam y Javá

se estropearon espiritualmente, dice la Torá: “Y vio Elohim todo lo que hizo y

vio que era muy bueno” (Bereshit 1:31). ¿Cómo puede decir “muy bueno” si

acababan de cometer un pecado tan grave? La respuesta, basándonos en el

concepto que hemos manejado hasta ahora es que, si el mundo empezó con el

pie izquierdo esto causó mayor dificultad y mucho más trabajo en el servicio a

Elohim; y, de nuevo, a mayor trabajo, mayor recompensa… Y esta situación es

muy buena para el ser humano, o más bien, para su alma, ya que cuando
termine de trabajar, gozará de un mayor pago y no lo recibirá de tzedaká.

La reparación

En el libro Shaar HaGuilgulim (Introducción 33) dice Rabí Jaim Vital, en nombre

de su maestro, el Arizal, que después de su pecado, Adam se quedó con el 2%

de su alma y el 98% restante quedó en una especie de depósito para ser

reparada. Después de 1948 años desde la creación de Adam vino al mundo


Abraham Abinu, quien inició una búsqueda del Creador y descubrió la misión

del ser humano en la Tierra. Al conocer a Elohim, Abraham Abinu pidió ser Su

servidor y el iniciador de un pueblo elegido, a lo que Elohim respondió: “Está

bien. Pero tu descendencia será esclavizada y afligida durante 400 años bajo

un régimen extraño” (Génesis14:13). Esto no se entiende. ¿Acaso Abraham

Abinu pidió algo malo? Aparentemente, Dios tendría que haberlo recibido con

los brazos abiertos y con buenas noticias, no anunciándole dificultades para

sus descendientes.

Esta pregunta se debe a la falta de entendimiento que tenemos sobre lo que


pidió exactamente Abraham. No pidió solamente llamarse “Pueblo Elegido”,
sino la reparación del alma de Adam y Javá. Eso significa ser el pueblo

especial, ya que esa alma era la más especial, la única insuflada directamente

por Dios. Por ello Dios le respondió así, porque quiso que supieran él y su

descendencia, exactamente lo que significaba reparar eso, pues implicaría dos

cosas: reparar el daño, ya sea por medio de teshuvá, sufrimientos y dificultades

físicas para seguir creyendo en Elohim; y, recibir la Torá con todas las 613

misiones de trabajo y cumplirla en cualquier momento y bajo cualquier

circunstancia.

Nuestro padre Abraham Abinu sabía que el trabajo sería largo, difícil y de vez

en cuando doloroso, pero también conocía la recompensa que se lograría

cuando terminara el tiempo de la “fábrica mundana” y regresáramos al mundo

espiritual. Por eso contestó sin dudarlo: “Claro que sí… ¡y manos a la obra!”.

Desde entonces empezó un trabajo de reparación que se podría ejemplificar de

la siguiente manera: imaginen una maqueta con infinidad de pequeños focos;

de repente, recibe una sobrecarga eléctrica y los focos se funden, y queda

guardada en una bodega abandonada en espera de que alguien venga a

repararla. Esa maqueta era Adam. Cuando vino Abraham Abinu construyó una
nueva maqueta, llena de sockets nuevos, y empezó la tarea de remplazar los

focos fundidos de la maqueta vieja, repararlos, y colocarlos en la maqueta

nueva. El foco fundido que salió de la mano derecha irá al mismo lugar en la

maqueta nueva. Y así también el foco que salió del pie izquierdo de la maqueta

fundida, irá al mismo lugar en la maqueta nueva.

Todos y cada uno de los miembros del pueblo de Israel somos esos focos

fundidos, que vinimos al mundo a reparar y a volver a iluminar. Por esta razón,

los antiguos grandes cabalistas podían identificar a la persona y saber de qué


parte de la maqueta provenía. Por ejemplo, las personas muy bondadosas y

generosas que extienden su mano para ayudar provienen de la mano derecha


—jésed—; los jueces, abogados y dictaminadores de leyes provienen de la
mano izquierda —guevura—. Las personas intermediadoras, personas de paz,

que buscan incesantemente la verdad provienen del torso —Tiferet—; las

personas que buscan mucho los placeres sexuales, o al contrario, las personas

muy sagradas provienen de la cadera —Yesod—; las personas muy

conflictivas, guerreros, que discuten mucho, sea para mal o para bien, como

los rabinos que discuten la halajá, provienen del pie derecho —Netzaj—; las

personas muy presumidas, ostentosas o que tienen un don de gracia ante la

gente provienen del pie izquierdo —Hod—. Y las personas muy especiales, los

líderes, reyes, gobernadores o rabinos principales, normalmente provienen de

la cabeza —Maljut—.

Normalmente es así cuando venimos en nuestro primer viaje al mundo y ésa es

la tarea general de todos nosotros como pueblo de Israel; los hombres reparan

la maqueta de Adam y las mujeres reparan la maqueta de Javá. Por eso

tenemos la obligación de corregir, orientar y reprochar al prójimo, y todos

nosotros somos un solo barco que navega hacia la misma misión de

reparación. Y como dijeron nuestros Sabios: “El Mashíaj vendrá cuando

terminen de salir todas las almas del Guf (cuerpo)” (Yomá 19a). La explicación

a esta frase es que el Mashíaj vendrá cuando terminemos de reparar los focos

fundidos de la maqueta vieja. Por eso, esta generación final se denomina

Ikvetá Dimshijá, “Los talones de Mashíaj”; es decir, de la misma forma que los

talones son el final del cuerpo, así estamos nosotros en la parte final de la

reparación de las almas. Esperemos que sea en nuestros días.

Nuestra misión

Cada uno de nosotros vinimos al mundo para trabajar y merecer el “pago”

espiritual divino.

La vida nos presenta tentaciones y obstáculos contra los que debemos luchar
para ir elevándonos cada vez más y alcanzar la perfección espiritual de nuestra
alma. Por tanto, la primera vez que venimos al mundo tenemos, por decirlo así,

el 100% de nuestra neshamá; después de ciertos años de vida subimos ante el

Creador para rendirle cuentas y someternos a un balance espiritual, en el que

el porcentaje de la parte espiritual reparada, digamos el 60%, es “depositado”

en el Paraíso para gozar del fruto de nuestro trabajo en la Tierra; y el

porcentaje restante, es decir, el 40%, que está “dañado”, imperfecto y

manchado por nuestros pecados, sea contra Elohim o contra nuestro prójimo,

debe ser devuelto al mundo para ser reparado.

Por ello en hebreo las letras que componen la palabra “bebé” son las mismas

letras de la palabra “reparación”, para indicarnos que cada ser que llega al

mundo viene con una misión de reparar lo dañado.

Cuando termine su segundo viaje, volverá a evaluarse cuánto del 40% que tuvo

en esta vida se reparó. Y si ,por ejemplo, fue 20% del porcentaje anterior, es

decir, la mitad, esta parte espiritual se unirá al 60% que fue depositado en el

Paraíso en el primer viaje, resultando un 80% ya reparado y 20% que debe

volver al mundo para repararse y limpiar sus pecados.

Los pecados son como manchas en el alma y nosotros debemos limpiarla al


100%. Es por eso que en hebreo la palabra “pecar” ‫ אטחל‬se escribe de la

misma forma que “limpiar”, ‫אטחל‬, indicando así que el pecado tiene que ser

limpiado. Claro, depende mucho de qué tipo de suciedad se ha adherido al


alma; al igual que la limpieza de un traje manchado depende de la clase de

suciedad que tenga. Por ejemplo, si se manchó con polvo, bastará con pasarle

un cepillo por encima, o si es una mancha de alimento como leche o

mermelada, hay que utilizar un trapo húmedo y frotarlo; pero si se trata de una

mancha de grasa, es necesario mandarlo a la tintorería. Así son las manchas


de nuestra alma: dependiendo de la gravedad será la reparación.
Por ejemplo, una persona que en su vida anterior robó o engañó

monetariamente a su socio y se negó a pagarle, provocó un tipo de mancha

que ni el día de Kipur puede perdonar, ya que es un pecado que tiene él con su

prójimo. Por tanto, sólo el prójimo tiene derecho a perdonarlo. Así, el deudor

deberá regresar al mundo para devolver ese dinero, sea al dueño, si aún vive,

o a sus herederos. Claro que toda esa escena estará disfrazada de una

pérdida monetaria que tuvo, aparentemente casual, justo con esa familia.

Ninguno de los dos entenderá el porqué, pero Dios planeó todo para que al

final regrese el dinero a su legítimo dueño.

O por ejemplo, una persona pecó comiendo no kosher y al final de sus días se

arrepintió y prometió que de ahora en adelante comerá sólo kosher. De

acuerdo con Maimónides, en ese momento su arrepentimiento está bien, pero

no es completo, y la única forma de completarlo sería sometiéndose a la misma

tentación y esta vez no pecar. Por tanto, esa persona, que se arrepintió los

últimos días de vida y no tuvo oportunidad de someterse a una tentación y

comprobar su arrepentimiento, tendrá que volver y reencarnar para someterse

a las mismas tentaciones y esta vez no pecar.

Por este motivo, cuando en el rezo pedimos perdón a Dios por nuestros

pecados, lo decimos en plural: “Perdónanos, Elohim, porque robamos,

traicionamos, mentimos, etc.” ¿Por qué el texto está en plural si el perdón es

personal? Si nunca en mi vida robé, ¿tengo que pedir perdón por eso? La

respuesta es que no pedimos perdón sólo por lo que hicimos en este viaje, sino

también por cualquier mal que hayamos hecho en los viajes anteriores. Por eso

lo decimos en plural, para referirnos a nosotros mismos, en nuestras distintas

vidas. Y aunque es la misma alma, por estar en distintos cuerpos debemos

decirlo en plural.

De esta forma, la vida tiene un sentido y una misión que cumplir.


¿Cómo podemos saber qué vinimos a reparar?

Esto es algo fundamental en nuestra vida, ya que si estamos aquí para cumplir

una misión, ¿cómo saber cuál es? Sobre eso nos contestan nuestros Sabios:

Cada uno de nosotros es como una batería: tiene un polo positivo y un polo

negativo, y estos son los dos medios para conocer nuestra misión en el mundo.

1. Lo positivo en ti son las herramientas que te dio Elohim para lograr tu

misión. Por este motivo es que el Rabino Eliahu Dessler en su libro

Mijtab Meeliyahu traduce la palabra mazal no como “suerte”, “fortuna” o

“destino”, sino como HERRAMIENTAS, ya que todo el mazal que nos

rodea son herramientas de trabajo que nos proporcionó Elohim para que

cumplamos nuestra misión. Es como una maestra en un colegio que le

da a un alumno la tarea de pintar un árbol y a otro alumno la tarea de

construir una casa con palitos de madera. Cada uno de ellos tiene una

misión distinta; por tanto, la maestra tiene la obligación de proporcionar

a cada uno, sus herramientas de trabajo distintas. Así también Dios dio a

cada uno de nosotros el mazal dependiendo de nuestra misión. En

consecuencia, al analizar nuestra “caja de herramientas” podremos

saber, más o menos, cuál es nuestra misión particular. El problema está

en que nos pasamos la vida viendo qué nos falta, qué no tenemos, en

lugar de observar qué es lo que sí tenemos. Vemos siempre la mitad del

vaso vacío, en lugar de ser sabios y ver la mitad del vaso lleno. Por eso

en hebreo las letras que componen la palabra “sabio”, ‫ םכחה‬son las

iniciales de “Ve la mitad de tu vaso lleno”, ‫האורה יצח סוכ האלמ‬.

Además, somos expertos en ver, observar y envidiar la “caja de herramientas”

de los demás y nos quejamos ante Elohim: “¿por qué él tiene y no yo?” Esto

equivale a que el primer alumno reclamara a la maestra por qué no recibió


palitos y pegamento para hacer su dibujo, a lo que seguro ella respondería
porque no los necesita para realizar su tarea. De la misma manera nos

responde Elohim: “¿Por qué envidias lo que tienen los demás si no lo necesitas

para tu misión de vida?” Por eso, en lugar de observar el jardín verde del

vecino y pasarnos la vida mirándolo, más vale que nos concentremos en

nuestra vida, que abramos nuestra propia “caja de herramientas”, que

observemos lo que Dios nos concedió y deduzcamos cuál es nuestra misión.

Por ejemplo, si Elohim te dio poder de convencimiento, quizá en tu vida pasada

lo utilizaste negativamente para atraer a la gente a lugares prohibidos, o

seduciéndola para robar, drogarse, etc. Esta vez regresaste con el mismo don,

pero con la esperanza de que lo utilices para acercar a la gente a Dios, al bien.

O por ejemplo, una persona que tiene mucho dinero, quizá la vida pasada lo

utilizó para mal, no ayudó, no tuvo tiempo para su familia, no se dedicó a Dios,

y esta vez tendrá que utilizar lo que tiene para el bien, para ayudar a los

necesitados, vivir tranquilo, sin preocupaciones, dedicando más tiempo al

estudio de la Torá y a sus hijos, etc. Observa y conoce tus virtudes y

aprovéchalas en tu vida.

A eso nos referimos cuando nos bendecimos unos a otros: Mazal Tov. No
queremos decir que tengas buenas herramientas, porque seguro Elohim ya te

las dio, ya que si la maestra no diera herramientas de trabajo a sus alumnos,

nunca podría reclamar por qué no cumplieron su tarea. Sin lugar a dudas
Elohim te dio las herramientas. La bendición que damos es que des buen uso a

tus herramientas, ya que la vida pasada no lo hiciste. Por tanto, esperemos que

esta vez tengamos Mazal Tov.

2. La segunda forma para conocer nuestra misión es observando el lado

negativo de la “batería”, es decir, nuestros defectos, y entender que esa

tendencia negativa que tenemos es justamente la que tuvimos en la vida


anterior y no la reparamos, y esta vez fuimos enviados al mundo

teniendo el mismo defecto con la misión de corregirlo.

Esto es algo que todos los padres pueden comprobar al observar a sus hijos

pequeños. ¿Cómo es que desde tan temprana edad cada uno tiene su forma

de ser tan definida? ¿Cuántas veces los hijos no parecen ni siquiera vecinos

entre ellos, pues cada uno es “otro mundo”? Uno salió enojón, el otro apático,

ese bondadoso y aquel muy espiritual.

No puede ser por nosotros, los padres, ya que tenemos una sola forma de ser y

nos comportamos igual con todos nuestros hijos. Siendo así, todos nuestros

hijos deberían tener las mismas cualidades, especialmente porque crecieron en

el mismo hogar y fueron a la misma escuela. ¿Por qué son tan distintos?

Obviamente, la respuesta no está en su formación biológica, sino en su alma,

que posee defectos y virtudes de su viaje anterior que deberán ser reparados

en éste.

Por ello, al analizar nuestro lado negativo entenderemos nuestra misión. Por

ejemplo, si la vez pasada fuimos muy agresivos y por eso, golpeamos,

maltratamos, peleamos y causamos mucho daño a los demás, no cabe en la


mente que en la nueva vida regresemos como personas muy apacibles y

tranquilas, porque si fuese así, no se consideraría nunca que reparemos

nuestro defecto. Debemos regresar con el mismo defecto, con la misma


intensidad, para luchar contra él, dominarlo y corregirlo.

Otro ejemplo: una mujer que haya tenido “lengua de víbora” y con ella hirió a

mucha gente, difamó y habló lashón hará, no es concebible que regrese como

sordomuda (aunque se lo merezca). Ella reencarnará con la misma lengua

afilada, pero esta vez tendrá que utilizarla para elogiar, animar, educar,

enseñar. Esa sería su reparación. Claro que desde pequeña, en este viaje,
notará sus deseos de difamar, su poder para humillar; eso le dará pistas de su

falla anterior.

En conclusión, la clave de nuestra misión personal está en los dos polos de

nuestra “batería”.

Las fallas con el prójimo

Hasta ahora entendemos cómo reparar nuestras fallas personales, pero,

¿cómo saber a quién le debemos dinero desde la vida anterior? ¿A quién

necesitamos ayudar en nuestra vida presente por haber sido crueles con él en

la vida anterior?

En la época del Arizal, o la de otros grandes cabalistas, ellos podían ver y

descubrir la misión de cada uno. Por ejemplo, se relata que un joven se

presentó ante el Arizal y le pidió una bendición para que encontrara a su

pareja. El Arizal le dijo que viajara a cierta aldea y que aceptara a la primera

muchacha que le presentaran, y que se casara con ella.

El muchacho, confiando por completo en la visión del Arizal, lo hizo así y, en

efecto, al llegar a la aldea le presentaron una joven, con la que al poco tiempo
se casó. Al terminar los siete días de Shevat Berajot, las siete bendiciones,

lamentablemente la novia falleció.

Al terminar el luto, el suegro se acercó a su desafortunado yerno y le dijo: “Por

desgracia, no tuvimos la oportunidad de convivir, pero por ley te corresponde

parte de la herencia de mi hija. Aquí está todo el dinero y que Dios te ayude en

la vida”. El joven regresó a la ciudad de Tzefat y se dirigió de inmediato al

templo del Arizal, para decirle: “Quería una esposa, no dinero”.

El Arizal se sentó junto a él y le dijo: “Ella fue tu socia en la vida pasada; te

estafó y te robó la misma cantidad que tienes en las manos hoy. Vino al mundo
sólo para regresártelo. Terminó su misión y se fue”.
En la actualidad no tenemos al Arizal a nuestro lado. ¿Quién nos orientará para

descubrir a la persona correcta con la cual, o por medio de la cual,

cumpliremos nuestra misión? La respuesta está en el Talmud, que pregunta:

“¿Qué hace Elohim todos los días?”, y responde: “Hace parejas”. En su

explicación literal, quiere decir que Elohim optó por el oficio de casamentero,

pero en la Cabalá se explica de manera más profunda y real: “parejas” no se

refiere a marido y mujer, sino a parejas de reparación.

En esta vida Elohim me presentará diversas situaciones y circunstancias en las

cuales me encontraré con personas con las que debo reparar algo. Es decir, si

yo en mi vida anterior humillé y pisoteé a una persona, mi reparación en este

viaje será enaltecerla y respetarla. Elohim planeará nuestro encuentro donde

tendré la oportunidad para ayudarla y enaltecerla, reparando así el daño que le

hice en mi vida pasada.

Por ejemplo: camino por la calle y se me caen cien dólares. Yo los doy por

perdidos. Pasa un hombre, los encuentra y se los queda (como indica la ley). A

simple vista, fue mala suerte mía y buena de él. Sin embargo, Elohim acaba de

hacer parejas, ya que en la reencarnación pasada yo le robé precisamente cien


dólares; Elohim me ayudó esta vez a que se me cayeran a mí y llegaran a él.

De tal forma, reparé mi error gracias al “casamentero” Elohim.

Otro ejemplo: un padre de familia con su libre albedrío desvió del camino de la
Torá a todos sus descendientes. Se convirtieron en una familia “tradicionalista

light”, lo que ocasionó que la siguiente generación fuera “laica light”. Ese

abuelo o bisabuelo regresará a la familia, quizá como nieto o bisnieto, pero con

la energía de un ferrocarril que tiene ganas de devolver todos los vagones

familiares a las vías de la Torá. Claro, los padres se quedan sorprendidos y se


preguntan: “¿De dónde nos salió éste así?”, y no entienden que vino a reparar

su desviación. Y a eso se refiere el versículo de Veeshiv lev banim al avot,


“Y retornará el corazón de los hijos sobre sus padres” (Malají 3:24).
Es decir, en el corazón del hijo hay deseos de retornar para reparar lo que hizo

como padre de familia.

Lo único que debemos hacer es pedir a Elohim que nos encamine al encuentro

de las personas con las que debemos reparar, y que nos dé las fuerzas y el

entendimiento para lograrlo. A eso nos referimos todas las mañanas con la

bendición de Bircot HaShajar: Amejin mitzadé gáber, “Bendito Dios que

prepara el camino de cada ser”, refiriéndonos a los caminos de la vida que nos

llevan con las personas y a los lugares con quienes tenemos que hacer nuestra

reparación.

En resumen, la reparación se divide en dos partes: una está en tus manos y la

otra en manos de Dios.

1.-En tus manos está tu “batería” y tu obligación es conocerla, analizarla y

trabajar en base a ella. Es decir, aprovechando lo positivo para el bien y

reparando lo negativo en ti.

2.-Cuando Dios ve cuánto te esfuerzas para reparar y perfeccionarte, te

presentará durante la vida a los seres o a los descendientes de aquéllos a

quienes les debes, ya sea dinero o perdón.

De esta manera, podremos cumplir nuestra misión o, por lo menos, una gran
parte de ella.

¿Por qué a la gente buena le pasan cosas malas?

¿Quién no se ha hecho en su vida esta pregunta? Incluso, el mismo Moshé

Rabenu se la planteó a Dios, cuando le pidió: Odiení na et derajeja,

“Explícame, Dios, Tus caminos” (Shemot, 33:13); es decir, ¿por qué al malvado

le va bien y al justo le va mal?


Nuestros Sabios en el Talmud (Berajot 7a) amplían la pregunta y,

aparentemente, complican la respuesta. “¿Por qué hay malvados a los que les

va mal, y hay malvados a que les va bien? ¿Por qué hay justos a los que les va

bien y hay justos a los que les va mal?” Nuestros Sabios fueron realistas; no a

todos los malvados les va bien y no a todos los justos les va mal, por tanto,

¿cuál es la fórmula y el sistema de comportamiento de Dios con la gente? Si no

depende de la actitud espiritual, ¿de qué depende entonces?

La respuesta, como dije, complica más la pregunta y, además, no es cierta…

aparentemente. Responde el Talmud: “Al justo hijo de un justo le va bien. Al

justo hijo de un malvado le va mal. Al malvado hijo de un malvado le va mal. Al

malvado hijo de justo le va bien”.

Esta respuesta es difícil de comprender por varias razones:

1.-No parece justo que los hijos paguen los “platos rotos” de sus padres. Dios

se comporta de manera recta con cada uno y, por tanto, la persona debería

vivir de acuerdo a lo que hizo o dejó de hacer, y no vivir con cuentas

pendientes de la generación pasada.

2.-En la realidad podemos comprobar que esto no es así. ¿A cuántos

malvados, hijos de malvados les va bien? ¿Cuántos justos, hijos de grandes

justos, sufren?

3.-Si esta fórmula fuera correcta, los hijos de un padre malvado tendrían todos

que sufrir, ya que todos los hermanos son hijos de un malvado; o por el

contrario, no debería haber ninguna diferencia entre los hijos de un justo. Y sin

embargo, sabemos que en la práctica no es así: los hermanos son distintos

unos de otros; a unos les va bien, y a otros no.


Todas estas preguntas son producto de la forma literal y superficial con que

estudiamos los textos de nuestros Sabios. Profundizaremos en ellos para

entender a qué se referían.

Explica el Ben Ish Jay en el libro Adéret Eliahu, que cuando decimos “Justo hijo

de…”, no nos referimos al padre biológico, sino a él mismo en su

reencarnación pasada. Es decir, si Moshé fue en su reencarnación anterior

Eliahu, se considera Moshé como hijo de Eliahu, ya que es su continuación, al

igual que un hijo es continuación de su padre. De la misma manera que el hijo

contiene, en sentido biológico, los genes de su padre, Moshé contiene los

“genes espirituales” de Eliahu, los cuales vino a reparar.

Por tanto, a una persona justa en este viaje, pero que en su vida anterior fue

malvada, es decir, tzadik hijo de rashá, le va ir mal, es decir, va a tener mucha

tarea de reparación, que consistirá en enfrentar tentaciones, quizá algunas

pérdidas monetarias o sufrimientos en general; todo depende de cuán malvado

fue en su vida anterior y cuán graves son las manchas que contiene su alma.

Sin embargo, si en su vida pasada fue una persona justa, y esta vez también

es justa, es decir, lo que vino a reparar un solo pecado, digamos que tal vez no
quiso tener hijos en esa vida, esta vez tendrá que casarse para cumplir con el

precepto de traer hijos al mundo y educarlos bien. En este tipo de misión no es

necesario que el justo sufra y tenga una vida difícil, ya que en esta vida y en la
anterior, se ha portado bien.

Pero el malvado que fue justo quizá está gozando de una buena vida por su

viaje anterior, ya que no vino a reparar mucho porque era tzadik, pero su mal

comportamiento de hoy tendrá consecuencias en su próxima reencarnación, a

menos que aproveche su vida actual para reparar y limpiar todo.

A eso se refirió la Torá cuando dijo: Poked avón avot al banim, al shileshim,
veal rebiím. “Dios castiga a los hijos, a los nietos y a los bisnietos por los
pecados que cometió el padre” (Shemot 34:7). Ahora entendemos que no se

trata de que el nieto pague los platos rotos de su abuelo, ya que no que se

refiere a hijos, nietos y bisnietos biológicos, sino a reencarnaciones de uno

mismo. En su primer regreso es considerado hijo, en el segundo, nieto, etc., y

tendrá que reparar los pecados no de sus padres, sino los pecados iniciales de

él mismo de sus viajes anteriores desde que fue catalogado como padre.

Ahora podemos empezar a entender las cosas buenas y malas que nos pasan

en la vida; o por lo menos, entender que no podemos entender, pues nos falta

la parte principal de la “película”. De algo estamos seguros: todo está

“fríamente calculado”.

Sólo mediante el concepto de las reencarnaciones podemos entender

muchísimas cosas en la vida. Por ejemplo, ¿por qué mueren bebés o niños si

todavía no han pecado? Esta pregunta contiene una alta carga sentimental y

emocional. Por consiguiente, les pido que dejemos de lado por un momento los

sentimientos y pensemos como Dios “piensa” y veamos cómo Él ve el

panorama completo.

Supongamos que Eliahu falleció y sus hijos no hicieron nada para la elevación
de su alma: ni kadish ni rezos ni donaciones, etc. A Eliahu no le faltaba mucho

para terminar de reparar y con una pequeña ayuda de sus hijos podría haberlo

logrado; pero al ser ellos malagradecidos y apáticos a la necesidad del alma de


su padre, esta alma necesitó regresar al mundo y vino como Moshé. Después

de dos años, los hijos de Eliahu recapacitaron y decidieron cumplir con su

deber, e hicieron acciones que elevaron mucho el alma de Eliahu, hasta

conseguir el 100% de su pureza. Analicemos: ¿quién está ahora “de más” en el

mundo? Ciertamente Moshé, ya que su alma, que es la misma de Eliahu,


alcanzó ya su perfección total, y dejar vivo a Moshé hasta los 120 años sería

injusto de parte de Dios, porque:


1.-El alma quiere integrarse al porcentaje que ya se encontraba depositado en

el paraíso para gozar de su plenitud y reparación total, que por fin se logró.

2.-La estadía de Moshé en esta Tierra no puede aportar más pureza al alma

porque ya alcanzó el 100%. Lo que sí podría provocar es estropearla con los

posibles pecados que cometiera, lo cual implicaría otra reencarnación. Por

tanto, decide Dios llevarse de este mundo al pequeño Moshé.

Claro que para nosotros esto es muy doloroso porque vemos todo con los

“lentes terrenales”, mundanos, y creemos que este mundo es el fin, y no el

medio hacia el fin. Pero para Dios, que hizo todo desde la Creación y lo sigue

haciendo en nuestros días, y terminará de hacerlo con la llegada del Mashíaj, lo

que sucede es por el bien de las almas, independientemente del cuerpo.

¿Puede cambiarse el destino?

Si todo está tan precisamente calculado y cada persona vino al mundo con una

misión, al parecer no hay forma de cambiar nuestra suerte y destino. Entonces,

¿para qué rezamos y para qué nos esforzamos?

Aprovecharé aquí para abordar otra pregunta ya que la respuesta es la misma


para las dos: ¿afecta el mal de ojo? Sabemos que existe el mal de ojo, pero no

se entiende cómo puede afectarnos ya que si vinimos con una misión y con

herramientas para cumplirla, ¿cómo puede ser que alguien con su mal de ojo
nos quite o nos elimine las herramientas? Si fuese así, no podríamos cumplir

nuestra misión. Una pregunta más: ¿de qué nos sirve pedir una bendición a un

tzadik para que nos vaya bien en los negocios, que tengamos hijos, etc.? Si no

es nuestra misión, no obtendremos eso nunca y, si es una herramienta para

nuestra misión, igual Dios nos la mandará. Entonces, ¿para qué rezar o ser
bendecido?
Cuando busqué la respuesta en los tratados talmúdicos, aparentemente se

complicó más la pregunta. Por ejemplo, en el tratado de Shabat 156a se

discute justamente este punto: ¿existe el destino o no? Rabí Yojanán opina que

“No hay mazal para pueblo de Israel”, es decir, no existe el destino definitivo

para el pueblo de Israel sino que estamos por encima del mazal y podemos

cambiarlo con rezos y plegarias. Pero Rabí Janiná opina que “Hay mazal para

Israel”, es decir, ya todo está calculado y planeado. Y ya no queda nada por

hacer.

De forma más clara cuando Rashí explicó la opinión de Rabí Janiná dijo: “Y

aunque reces y des tzedaká, no podrás cambiar tu destino”. Esto es difícil de

entender. ¿Cómo puede ser que el gran sabio Rabí Janiná opine que los rezos

no ayudan ni cambian las cosas? Prácticamente nos derrumbó todas las bases

de la fe y la esperanza.

En otro tratado del Talmud (Taanit 24) se relata que el rabino Elazar Ben Pedat

se lamentaba ante Dios sobre su gran pobreza, y Dios le respondió que para

resolver su problema tendría que reiniciar la Creación del mundo y empezar la

historia de la humanidad de nuevo, y quizás, sólo quizás, eso ayudaría.

Cualquiera que lea este texto queda confundido. ¿Por qué hay que reiniciar el

mundo para dar solución al problema de Rabí Elazar? ¿Cómo es que Dios le

dijo “y quizás eso ayude”? ¿Acaso Dios Todopoderoso no puede?

La respuesta nos dará las reglas del juego de la vida y será entendida a través

de un ejemplo: Imagínenos que mandamos a alguien a otro país para

comprarnos mercancía de ropa; ésa es su misión. Hay ciertas cosas que puede

pedirnos y otras que no. Por ejemplo, no podrá pedirnos viajar a otro lugar, ya

que su misión es comprar la mercancía en ese lugar específico; no podrá

pedirnos viajar en barco en vez de avión, pues su misión es también hacerlo


rápido. Y obviamente no podrá pedirnos traer juguetes en lugar de ropa. Sin
embargo, sí puede pedirnos un Ipod para escuchar música en el camino, una

chaqueta por si hace frío y comida láctea en lugar de vegetariana. Eso quizá

podremos dárselo ya que no afecta la misión misma. Es más, tal vez se la haga

más agradable y, por tanto, si lo pide de buena manera, se lo daremos.

Entonces, hay misión y hay acompañantes de la misión. La misión es

incambiable y los acompañantes que no afectan la misión pueden variar.

Así ocurre en nuestra vida. Está dividida en dos: en misión y acompañantes.

En lo relacionado a la misión no habrá cambios ni será afectada por mal de ojo,

maldición, etc., ni será mejorada por tefilá, mitzvot, o tzedaká. Ya que si así

fuera perderíamos la misión por la cual vinimos. Sería incorrecto que, por

medio de un rezo o una bendición de un gran tzadik consigamos lo que

deberíamos lograr sólo con nuestro esfuerzo. Si así fuera, no podría

considerarse que fuéramos nosotros quienes reparamos.

En los acompañantes sí puede recaer el mal de ojo, la maldición, el daño físico,

y también pueden ser mejorados a través de rezos, bendiciones y tzedaká.

Por lo tanto, no hay contradicción entre Rabí Yojanán y Rabí Janiná. Uno habló

sobre la misión y por lo tanto opinó que es incambiable y el otro sobre los
acompañantes. Imaginen un joven que nunca quiso casarse y, por tanto, no

formó una familia ni tuvo descendientes. Además incitaba a sus amigos

casados a separarse y provocó bastantes divorcios durante su vida. Él


reencarna y tiene varias misiones: 1. Casarse, 2. Tener descendencia, 3.

Salvar y reparar matrimonios que están a punto de deshacerse (aparte del

cumplimiento cabal de todas las leyes de la Torá, rezos, estudio, etc.). Él

vendrá al mundo con las herramientas necesarias para lograr todo esto. Por

ejemplo, tendrá aspectos positivos para conseguir rápidamente una novia;


también será fértil para tener hijos y tendrá poderes de convencimiento de la

misma manera que los tuvo para separar, y esta vez los utilizará para unir.
En estos puntos no le afectará el mal de ojo. No requerirá de muchísimas

bendiciones y rezos, ya que éste es el motivo de este viaje y, por tanto, el

Maestro, Dios, lo mandó ya con todo. Entonces, hay mazal, es decir hay

destino. Pero hay cosas que lo acompañarán en la vida: su negocio, su salud

en general, sus depresiones y alegrías, etc. Todas esas cosas y otras más, que

no influyen directamente en la misión, son vulnerables a maldiciones y al mal

de ojo y son mejoradas con rezos y bendiciones. En otras palabras, el mazal de

esas cosas no es definitivo es decir, en mazal le Israel.

Es por eso que Dios le dijo a Rabí Elazar que no puede resolver el problema de

su pobreza, ya que ésa es su misión en su vida actual. Y si Dios le da dinero y

lo hace rico, es verdad que vivirá cómodamente, pero no cumplirá su misión.

Por eso le dijo que debería reiniciar la humanidad y, si se comporta bien,

entonces no tendrá que reencarnar como pobre. Y como todo depende de

cómo se comportaría Rabí Elazar, Dios le dijo “quizás”, es decir, “No puedo

garantizarte cuáles serán tus errores ni tu tarea de reparación. Por eso, quizás

no serás pobre”.

Nosotros, cuando rezamos a Dios, pedimos muchas cosas y, como no


sabemos con certeza cuál es nuestra misión ni cuáles son sus acompañantes,

pedimos todo, pero culminamos diciendo: Malé mishalot libenu letová, “Cumple

nuestros deseos, Dios, siempre y cuando sean para nuestro bien”. No dudamos

de que Dios nos haya dado las herramientas necesarias para nuestra tarea, sin

embargo, le pedimos que nos ayude a utilizarlas para bien, que nos oriente

para hacerlo bien; o quizás le pedimos a Dios que nos dé herramientas más

sofisticadas, de manera que en lugar de tener que hacer el trayecto en

bicicleta, por decirlo así, le pedimos que nos dé una motocicleta; que nos

mande personas buenas o rabinos sabios que puedan orientarnos. Es

resumen, todas las plegarias las dirigimos a los acompañantes de la misión,

pero la misión es la misión y punto.


¿Existe el libre albedrío?

¿Cómo se entiende el libre albedrío bajo el concepto de la reencarnación?

Parecería que somos como borreguitos dirigidos a ciertas escenas, lugares,

tentaciones. ¿Dónde, entonces, está nuestro libre albedrío?

Obviamente, cada uno de nosotros tiene libre albedrío, ya que si no fuera así,

nadie sería responsable de sus actos. No existiría el paraíso y el infierno, el

castigo y la recompensa, pues el justo no merecería recompensa celestial, ya

que fue programado para ser justo y lo mismo el malvado.

Cada uno de nosotros somos responsables de nuestros actos, porque con

nuestro libre albedrío decidimos hacerlos o no. Pero la consecuencia de

nuestra decisión ya no está en nuestras manos. Del mismo modo que si a un

hombre le ponen veneno delante de él, tendrá libre albedrío para tomarlo o no;

pero una vez que lo tomó ya no dependerá de él si se intoxica o no. Por

ejemplo cuando una persona da su diezmo para obras de caridad, a pobres o

necesitados, lo hace con su libre albedrío. Cuando Dios decida recompensarle

y mandarle abundancia, no tendrá libre albedrío para recibirla o no. Haga lo

que haga, le llegará. Después, de nuevo tendrá libre albedrío para apostar ese

dinero en un casino, comprar una casa o ayudar a su hijo, etcétera.

Desde el punto de vista de la reencarnación funciona de la siguiente manera:

Digamos que Moshé atropella a Eliahu y le quita la vida. En la reencarnación

siguiente, Moshé tendrá que reparar su agravio, y la reparación sería haciendo

lo contrario, es decir, salvando la vida de Eliahu. Moshé nació en Europa;

Eliahu vive en América y está en una situación de salud crítica, en la que

necesita una donación de 50 mil dólares para ser operado y salvar su vida.

Moshé, en Europa, vive tranquilo con su libre albedrío diario, pero cuando llega

la hora de la reparación, Dios le quita el libre albedrío y le planea un viaje a


América, obviamente disfrazado de viaje de negocios, boda de un amigo, viaje
de placer, etc. Quiera o no, Moshé va a estar montado en un avión rumbo a

América. Al llegar, lo desee o no, se enterará del caso de un desconocido

llamado Eliahu, que está en una situación crítica y requiere de una donación.

Sin que tenga libre albedrío, a Moshé se le aproximará el recaudador,

justamente a él y le insistirá de una forma casi anormal que sea él el donador y

a la vez el salvador, ya que tiene muchísimo dinero, porque en su caso es la

herramienta para cumplir su misión.

Hasta ahora, Moshé no tenía libre albedrío y, como ya explicamos con la

bendición de todas las mañanas: Hamejín mitzadé gáber, “Bendito Dios que

planea y prepara los caminos de la persona”, nos quita el libre albedrío para

llevarnos al punto de reparación. Pero cuando ya nos pone ahí, nos regresa el

libre albedrío y ahora somos nosotros los que decidimos si lo hacemos o no.

Así que la respuesta a si hay o no libre albedrío es que hay y no hay. Como

nuestros Sabios explican de manera un poco más detallada: “Tres miembros

domina la persona y tres no”. Domina sus manos, pies y boca, ya que uno es

quien decide qué toca o agarra, por dónde camina y qué dice. Pero no domina

sus ojos, oídos y nariz, ya que en un paisaje no puede seleccionar qué ver o
no, sino que ve todo lo que tiene enfrente. En una reunión no puede

seleccionar el audio sino que escucha todos los sonidos. Y así también con el

olfato: no puede decidir que el buen olor entre y que el malo no entre. Y cuando

llega el momento de cumplir la misión de la vida, Dios quita a la persona el

dominio sobre las piernas o manos o boca, y termina llegando al lugar en el

que Dios quiere que esté, independientemente de sus planes originales. De

repente dirá cosas que no quiso mencionar, ocasionándole nuevas situaciones

que no planeó, y todo eso para ponerlo en el lugar de reparación. Y en el

momento que llegue y esté parado ante su misión de vida o ante una de las

muchas misiones de su vida, se le regresará su total dominio físico y mental así


como la libertad de su libre albedrío para poder decidir si hacer o no hacer, si

reparar o no reparar.

¿Por qué esto no está escrito con claridad en la Torá?

Si todo esto es tan importante, ¿por qué la Torá no escribe claramente sobre el

alma, el paraíso, la reencarnación, la resurrección, etc.? ¿Por qué estos temas

aparecen sólo en los libros de la Cabalá, el Zóhar y otros?

En primer lugar, la pregunta no es precisa, ya que la Torá sí habla del alma,

especialmente en Bereshit, cuando trata el tema de la creación del hombre.

Relata la Torá que, después de hacer el cuerpo del hombre, Dios insufló en él

un alma viviente. También habla del Paraíso. De forma muy clara relata la Torá

que Adam y Javá fueron colocados en el Paraíso, pecaron y fueron expulsados

al mundo para reparar y perfeccionarse, y por lo tanto, sólo entonces, después

de morir podrían regresar ahí.

También el tema de la reencarnación se toca en varios versículos de la Torá

que fueron recopilados en el libro Nishmat Jaim, del Rabino Menashé Ben

Israel (1604-1657), que fue un gran rabino en Ámsterdam.

Por ejemplo, el versículo en Kohélet (Eclesiastés) (8:10): “Vi a los pecadores

que murieron y fueron enterrados y regresaron desde un lugar sagrado, y

caminan en estas ciudades olvidándose de su misión”. O por ejemplo, el


versículo de Amós (2:4-6) que dice: Al sheloshá pishé Israel veal arbahá lo

ashibenu, “Sobre los pecados que cometa la persona, tres veces reencarnará,

para darle oportunidad de reparar. No habrá una cuarta vez”. Y así trae el

rabino Menashé muchísimos versículos.

(Respecto a cuántas veces podemos reencarnar, se analizará en el Capítulo de

preguntas y respuestas de este libro.)


Por eso, la pregunta anterior se debe al hecho de que no conocemos bien la

Torá, pues normalmente sólo la estudiamos con ojos de Peshat, es decir, con

la traducción literal del texto, o como máximo llegamos a analizarla según su

derash o rémez. Pero si lográramos, por lo menos, asomarnos y leer el mismo

texto con “lentes de sod”, descubriríamos mensajes maravillosos, que

justamente pertenecen a todo lo que tiene que ver con la mística de la Torá; es

decir, lo literal está escrito de forma literal y lo místico en forma mística y oculta.

Veamos algunos ejemplos. Todos conocemos la parte de la Torá donde

prácticamente se inicia el judaísmo con Abraham y Sará. Analicemos en forma

breve la historia como la leemos con visión de Peshat, es decir, literalmente, y

después volveremos a estudiarla con la visión profunda del sod, para que

tengamos una leve idea de las distintas dimensiones de nuestra Sagrada Ley.

“Dios dijo a Abraham: Vete de tu país, de tu ciudad y de la casa de tus padres,

a la tierra que te indicaré”, “allá te haré muy grande y te bendeciré”, “bendeciré

al que te bendiga y maldeciré al que te maldiga”, “Y tomó Abraham a Sará y se

fue, y con ellos se fue Lot a la tierra de Kenaan”. Abraham llegó a los lugares

de Shejem y Elón Moré. “Y hubo hambruna en la tierra y en el camino a Egipto


dijo Abraham a Sará: ‘Qué bella eres’”. En Egipto, Paró intentó tomar a Sará,

Sará se negó a ser seducida y finalmente salieron Abraham y Sará de Egipto

muy ricos, por los regalos que les dio Paró. “Y también Lot, que caminaba con

Abraham, se enriqueció.” “Y hubo una pelea entre los pastores de Abraham y

los pastores de Lot”, “Y dijo Abraham a Lot: ‘No quiero pelear contigo. Sepárate

de mí’”.

El Zóhar (Sitré Torá, Lej Lejá) nos indica que si queremos entender no sólo la

base histórica del judaísmo, sino la base espiritual y la tarea diaria de cada
judío, debemos remplazar tres palabras en todos estos textos y ésa será la

puerta para entrar a la dimensión del sod en este capítulo. “Remplaza la


palabra Abraham por neshamá; Sará por ‘cuerpo’ y Lot por yétzer hará (el

instinto malo)”. Ahora, volvamos a leer.

“Y dijo Dios a la neshamá: ‘Vete desde el Cielo, que es tu ciudad, el lugar

donde naciste, desde el Paraíso, que es la casa de tu Padre, Dios, a la tierra

que te indicaré”. La persona nace donde debe estar: con una familia específica

y en el entorno donde debe reparar…”

“Lej Lejá… La orden que Dios dio a Abraham de que se marchara a la Tierra

Santa se dice en hebreo Lej Lejá, “Vete para ti…”, pero en la visión del sod

indica Dios al alma dos cosas: 1. “Vete por tu bien, por tu elevación espiritual”,

y 2. “No te olvides que puedes alcanzar 50 niveles de pureza ó 50 de

impureza”. Por eso la palabra Lej suma 50 y Lejá suma también 50, para

indicar así los dos caminos que tiene el alma para escoger. “Allá te

engrandecerás y te bendeciré…”, ya que el alma viene al mundo para

engrandecerse y elevarse más, y ése es el medio para regresar a Dios y recibir

su pago como merecedores.

“Bendeciré al que te bendiga…” Es decir, Dios dice al alma: “Bendeciré al

cuerpo que te “bendiga”, desarrolle, te purifique y haga actos buenos contigo,


con bendición terrenal y celestial. Y lo contrario pasará con el que te maldiga.

“Y tomó (Abraham) la neshamá (a Sará), al cuerpo…” Es decir, a cada

neshamá se le asigna el cuerpo indicado para su misión, con todas sus

implicaciones físicas, de salud, belleza, etcétera.

“Y se fue con ellos (Lot) el instinto malo…” A cada neshamá, dependiendo de

su potencial y nivel, se le asigna un rival espiritual para que la lucha sea justa y

equilibrada; digamos, peso pluma contra peso pluma, peso pesado contra peso

pesado, manteniendo así el equilibrio del libre albedrío.


“Y se fueron a Kenaan…” Kenaan en hebreo proviene de la palabra Leajnía, es

decir, “doblegar”, ya que parte de la misión en la vida es doblegar los caprichos

del cuerpo y las seducciones del instinto malo, ya que ambos son el contrapeso

del alma. Por ello, en la realidad Lot y Sará eran hermanos, porque también en

la dimensión mística, el cuerpo y el yétzer hará son socios, compañeros,

hermanos, y la misión del alma es separar esa alianza y llevar al cuerpo hacia

su lado.

“Y hubo hambruna en la tierra…” La hambruna simboliza la escasez de

placeres mundanos; por eso dice Abraham a Sará, el alma al cuerpo: “Qué

bella eres”, es decir, “qué cuerpo tan sagrado y puro eres, porque te alejas de

los placeres mundanos”. Y por tanto, Abraham, es decir, la neshamá, está muy

contenta y admira a su pareja —el cuerpo—, porque le ayuda a engrandecerse.

“Y fue (Abraham) la neshamá hasta Shejem, hasta Elón Moré…” La neshamá

busca en la Tierra lugares sagrados, lugares de estudio, los cuales le ayudarán

a cumplir su misión y la protegerán de cualquier tentación, dándole armas para

luchar y combatir las tentaciones mundanas. Y a eso se refiere cuando dice

que la neshamá se fue a Shejem, que proviene de la palabra Shejiná, es decir,


lugares con la Presencia Divina.

Y a Elón Moré, que proviene de la palabra Moré (maestro) u Horaá

(enseñanza) que son lugares de estudio y enseñanza; estos son los sitios en
los que la neshamá desea estar.

“Y Paró, el rey de Egipto, intentó tomar (a Sará) al cuerpo…” Egipto simboliza a

las tentaciones con las que el mundo trata de atraparnos, ya que Egipto en

hebreo se dice Mitzráim, que proviene de la palabra metzarim, “lugar de

encierro”. Así son todos los lugares de tentación del planeta, donde las

tentaciones encierran y cautivan a nuestros cuerpos.


Paró simboliza la persuasión, el “lavado de cerebro” por medio de palabras y

frases bonitas, como las teorías de evolución, las falsas creencias y mentiras

que cautivan nuestra mente. Eso es Paró, ya que las letras de su nombre

forman en hebreo las palabras Pe Ra, “mala boca”. Y a eso se refería la Torá

en esta dimensión, que en Egipto Paró intentó tomar a Sará (el cuerpo).

“Y (Abraham y Sará) la neshamá y el cuerpo salieron de Egipto llenos de

riquezas…” En el momento que Sará —el cuerpo— supera la tentación y no

cae, eso ocasiona una elevación espiritual muy grande, manifestada como

riqueza, pero espiritual.

“Y también (Lot) el instinto malo se enriqueció…” Es decir, a medida que la

persona se eleva, su instinto malo se eleva también, para que siempre se

mantenga el equilibrio de la lucha justa. Es por eso que en la Torá, cuando

Abraham es pobre, Lot también lo es; Abraham se enriquece y Lot con él, para

simbolizar el equilibrio entre el alma y el yétzer hará.

“Y hubo pelea… Y dijo Abraham a Lot: ‘No quiero pelear contigo. Sepárate de

mí…’” Diariamente existe una lucha entre el yétzer hará y el alma, en la cual el

alma pide al yétzer hará que deje de molestarla y que se separe un poco, que
se aleje de nuestra mente para que podamos elevarnos con más facilidad. Esto

se asemeja a un globo aerostático, que contiene aire caliente para que se

eleve, pero también tiene sacos pesados llenos de arena que lo aferran a la
tierra. A medida que nos deshacemos de los sacos, nos elevamos con más

facilidad; los sacos son el yétzer hará, el globo es el cuerpo y el aire caliente es

el alma. De ahí que Abraham pida a Lot que se separe un poco de él. Por eso

en el versículo siguiente dice la Torá: “Y habló Dios con Abraham después de

que se fue Lot…”; es decir, uno se acerca a Dios cuando se aleja del yétzer
hará.
En este breve texto sólo mencioné el concepto en general, pero en realidad

contiene muchísimos más mensajes secretos, insinuaciones, juegos de letras,

etc. Y continúa este análisis con conceptos bellísimos del comportamiento del

alma cuando se separa del cuerpo en los capítulos de la muerte de Sará y la

resurrección de los muertos con los capítulos de Itzjak y Ribká, en los que

Itzjak hace alusión a la nueva neshamá que regresa a gozar y a reírse en la

época mesiánica, ya que Itzjak significa “risa” y Ribká hace alusión al nuevo

cuerpo que se levanta de la tumba, ya que si leemos ya que Egipto en hebreo

se dice Mitzráim, que proviene de la palabra metzarim, “lugar de encierro”. Así

son todos los lugares de tentación del planeta, donde las tentaciones encierran

y cautivan a nuestros cuerpos.

Éste fue un pequeño ejemplo y muy superficial, pero nos dio por lo menos una

leve idea del profundo significado, oculto y disfrazado en las historias relatadas

en la Torá.

Con esta explicación queda comprobado que la Torá sí menciona todos estos

conceptos espirituales y místicos. Sólo hay que saber leerla en su dimensión

correspondiente.

Un ejemplo más, y esta vez de reencarnación. Dios dice a Adam después de

que pecó: “Polvo eres y al polvo regresarás” (Bereshit 3:19). En su dimensión

literal quiere decir: “de polvo fuiste hecho y como muerto tu cuerpo se
reintegrará y volverá a ser parte del polvo de la tierra”.

Sin embargo, en la dimensión profunda, se refiere a lo siguiente: en la Torá

está escrito que el cuerpo del hombre fue hecho del polvo de la tierra, es decir,

polvo equivale a cuerpo; por tanto, cuando dice: “Polvo eres”, se refiere al

cuerpo donde está hoy puesta su alma; “y al polvo regresarás”, es decir, “ya

que pecaste, tendrás que regresar reencarnando en otro polvo —cuerpo— para
reparar tu falta”. Y como dice el Zóhar (Tikuné Zóhar 99:2), en este versículo

está insinuado el concepto de la reencarnación.

Ahora podemos entender mejor por qué Abraham Abinu dijo: “Yo soy polvo…”

(Bereshit 18:27) haciendo alusión a la orden de Dios a Adam de que regresará

al polvo, es decir, a otro cuerpo, por lo tanto dijo Abraham “yo soy ese cuerpo”,

tal como explicamos anteriormente, que Abraham Abinu inició la reparación de

Adam.

Basándose en este concepto, el Zóhar explica el secreto oculto en las leyes de

la lepra en la casa, cuando la Torá ordena quitar la mancha de la pared y poner

tierra nueva en su lugar: “Y nueva tierra tomará y rellenará el hueco en la

casa…” (Vayikrá 14:42). Explica el Zóhar, que la tierra equivale al cuerpo.

Cuando 95% de la casa está bien y 5% tiene lepra, es decir, hace alusión al

alma que está manchada levemente, que está casi reparada, pero le falta

terminar de limpiarse un poco de su suciedad. Se tomará tierra nueva, es decir,

un cuerpo nuevo que vendrá al mundo para limpiarse y purificarse.

De esta forma, grandes rabinos y estudiosos del sod de la Torá escribieron las

explicaciones místicas de muchos capítulos de la Torá, como por ejemplo, la


maravillosa obra del Gaón de Vilna sobre el libro del profeta Yoná, y la ballena

que se lo tragó.

El Gaón explica que todo el libro insinúa las leyes y las reglas de la

reencarnación, donde Yoná hace alusión al alma, el barco al cuerpo y la misión

de Ninivé como la misión de la vida. No la cumple la primera vez y, por ello, es

retenido por una ballena, que en el versículo es catalogada como Dag Gadol,

“gran pez”, que en hebreo forma las iniciales de Din Guehenom, “juzgado en el

infierno”, y desde ahí clama Yoná, es decir, el alma, por otra oportunidad,

suplicando a Dios que lo saque de esa prisión infernal y le promete que esta
vez cumplirá su misión, la cual realmente al final cumple.
Cada versículo en el libro de Yoná contiene mensajes de reencarnación y la

cantidad de juegos de palabras, letras y números es impresionante. Pero por lo

menos les he dado una idea de su verdadero contenido.

Lo mismo escribe Najmánides y el gran rabino Yonathán Aivishitz en su libro

Yaharot Debash (2:6); ambos dicen que la mayoría de los versículos del Libro

de Iyob hablan sobre la reencarnación y no sobre lo que literalmente la gente

lee.

A esto se refieren nuestros Sabios en la Mishná de Pirké Avot (5:24): “Explórala

y vuelve a explorarla, que todo está contenido en ella”. La Torá contiene todas

las sabidurías, desde leyes sociales, familiares, etc., hasta filosofía, ciencia y

por supuesto, mística.

Todo está en saber leerla y estudiarla. Termino este capítulo con una frase que

siempre me gusta repetir: “La Torá es el libro más aburrido que existe… si sólo

lo lees”. Pero si llegas a estudiarlo y profundizas en él, no hay un libro en el

mundo que se le iguale. El Rey David se refirió a esto en los Tehilim cuando

clamó a Dios para suplicarle: Gal enai veabita niflaot mitorateja, “Dios, abre mis

ojos para que logre ver las maravillas ocultas en Tu Torá” (119:18).

La tumba del profeta Yoná ubicada en el pueblo Musulmán Mashahad, que era

la antigua ciudad bíblica Gat Jefer (hoy en día hay una Mezquita en el las

iniciales de Din Guehenom, “juzgado en el infierno”, y desde ahí clama Yoná,

es decir, el alma, por otra oportunidad, suplicando a Dios que lo saque de esa

prisión infernal y le promete que esta vez cumplirá su misión, la cual realmente

al final cumple.

Cada versículo en el libro de Yoná contiene mensajes de reencarnación y la

cantidad de juegos de palabras, letras y números es impresionante. Pero por lo

menos les he dado una idea de su verdadero contenido.


Lo mismo escribe Najmánides y el gran rabino Yonathán Aivishitz en su libro

Yaharot Debash (2:6); ambos dicen que la mayoría de los versículos del Libro

de Iyob hablan sobre la reencarnación y no sobre lo que literalmente la gente

lee.

A esto se refieren nuestros Sabios en la Mishná de Pirké Avot (5:24): “Explórala

y vuelve a explorarla, que todo está contenido en ella”. La Torá contiene todas

las sabidurías, desde leyes sociales, familiares, etc., hasta filosofía, ciencia y

por supuesto, mística.

Todo está en saber leerla y estudiarla. Termino este capítulo con una frase que

siempre me gusta repetir: “La Torá es el libro más aburrido que existe… si sólo

lo lees”. Pero si llegas a estudiarlo y profundizas en él, no hay un libro en el

mundo que se le iguale. El Rey David se refirió a esto en los Tehilim cuando

clamó a Dios para suplicarle: Gal enai veabita niflaot mitorateja, “Dios, abre mis

ojos para que logre ver las maravillas ocultas en Tu Torá” (119:18).

Hasta aquí, por lo menos vimos algunos conceptos básicos de la

reencarnación.No dudo que todas estas respuestas generaron nuevas

preguntas y por eso dedicaré al final un capítulo de preguntas y respuestas.

Pero por ahora, ya tenemos una parte de la base para poder seguir avanzando.

Sin embargo, antes de llegar al capítulo principal de esta guia, “Quién

reencarnó en quién”, quisiera hablar en el siguiente capítulo de las ideas

actuales sobre la reencarnación, ya que sé que la mayoría de mis lectores no

son cabalistas ni ateos, sino creyentes, observantes y tradicionalistas, a

quienes les gusta saber qué dicen nuestras antiguas y sagradas Escrituras y

qué opina al respecto la ciencia moderna. Últimamente no hay contradicción

entre ambas y, es más, cada vez que la ciencia avanza, afirma con sus nuevas

pruebas lo escrito por nuestra Torá desde hace miles de años. ¡Qué orgullo se
siente pertenecer a un pueblo que siempre tuvo la verdad en la mano!
Capítulo 2

La ciencia reconoce la reencarnación

El mundo científico ha sido muy apático con respecto al concepto del alma en

general y de la reencarnación en particular, ya que son conceptos espirituales

inmedibles, por lo que pertenecen más a la filosofía y no a la ciencia.

Del mismo modo que el Zóhar profetizó que en el año 5600 desde la creación

que equivale al año 1840 de la era común, bajaría al mundo sabiduría

tecnológica —y como vimos en la introducción así fue—; también pronosticó

que antes de la llegada del Mashíaj el mundo descubriría la parte espiritual y

mística de la Creación, y tendríamos una sed inmensa por el sod, lo oculto y lo

profundo de la Torá y la vida misma (Maamaré Rashbí de Rabí Jaim Vital). Y

en efecto, como era de esperarse, en las últimas décadas ocurrió un cambio

que empezó como filosófico y terminó como científico, respecto a toda la parte

de la energía de la vida.

En los años treinta surgió un interés desmedido y mundial por las culturas

orientales, que abarcó conceptos tales como energías internas, los chakras, las
energías cósmicas, la telepatía, los viajes astrales, etc., temas sobre los cuales

se escribieron libros como el de Paul Brunton en 1934 sobre la cultura hindú, o

el libro de la escritora L. Adams Beck sobre la yoga; o también el de Carl Jung,


sobre la parte espiritual en los sueños.

Paralelamente, el mundo científico sufrió una revolución con la teoría de la

relatividad de Einstein. La fórmula E = mc2, es decir, la energía es igual a la

masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz, o en palabras

simples, la materia se convierte en energía y, la energía en materia, dieron

fundamento a la teoría del Big Bang, con la cual se comprobó que todo el

origen de la materia fue un punto de energía concentrada que explotó. Ellos,


los científicos, lo llaman energía y nosotros lo llamamos con nombre y apellido:

Dios Bendito Todopoderoso.

Otro factor que incrementó a nivel personal la espiritualidad en la Introducción

al capitulos surgió en los años cincuenta, en el área de la psicodelia, cuando el

doctor Stanislav Grof descubrió los efectos de ciertas drogas en el cerebro.

Estas drogas llevaban a la persona a descubrir conocimientos personales muy

extraños, que no tenían que ver con su vida actual, sino con sus

reencarnaciones pasadas. Sin embargo, como esto ocurría mediante drogas,

no podía convencerse al mundo de su validez.

Por ello, el gran psicólogo y psiquiatra Ian Stevenson, entonces jefe del

Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Virginia, empezó una

investigación para validar los mismos descubrimientos de Grof, pero sin utilizar

drogas. Stevenson dedicó 40 años de su vida a estos estudios, hasta que en el

año 1960 publicó un artículo con el testimonio de niños pequeños, de cuatro a

cinco años de edad, que contaban con claridad asombrosa quiénes fueron en

una vida anterior, dónde vivieron y cómo se llamaban sus familiares. Stevenson

salía a investigar si realmente existió en el pasado un personaje con ese


nombre, lugar e historia, y sólo cuando veía que el testimonio era real, y 100%

comprobable, lo publicaba.

Stevenson publicó libros en los cuales recopiló todos esos casos de


reencarnación, recolectados en Asia y Lejano Oriente, África, América, y

Europa y en 1997 publicó su libro Reincarnation and Biology, una compilación

de 2300 páginas que contiene más de 210 casos reales y documentados de

niños que recordaban perfectamente su vida pasada (relataremos parte de

ellas en el último capítulo de este libro).

Stevenson es considerado actualmente en el mundo científico como una


autoridad y fuente veraz, por su personalidad y más que nada por su forma de
trabajar ya que no trabajaba con drogas, hipnosis ni regresiones; simplemente

con niños pequeños e inocentes, que hablan con la verdad, sin ningún interés

de por medio, y especialmente por la comprobación documentada de que sí

existieron las personas de las que hablaban estos niños.

En muchos casos Stevenson comprobó que los niños que relataban que en

una vida pasada sufrieron una operación en determinado lugar del cuerpo,

habían nacido con una mancha de cicatriz justo en el mismo lugar en el que

habían sido operados en su vida anterior, lo que aumenta la veracidad del

relato del niño ya que tiene una relación con la persona fallecida.

En otra área de la psicología, mediante regresiones hipnóticas, el hipnotista

Mori Branchstein publicó en el año de 1953 su libro Tras las huellas de Bridey

Murphy. En él relata lo que le sucedió con la paciente Ruth Simmons, que en

una sesión de hipnosis simple y de regresión a su niñez, para entender ciertos

detalles de su personalidad logró cruzar la barrera de su nacimiento y empezó

a hablar con acento irlandés bajo el nombre de Bridey Murphy. Branchstein se

asombró con el descubrimiento, ya que no utilizó pastillas ni drogas de ninguna

clase. Por tanto, volvió a hipnotizarla, pero esta vez en presencia de testigos, y
documentó todo el procedimiento.

Al finalizar, salió con una pequeña comitiva a Irlanda “tras las huellas de Bridey

Murphy”, las cuales encontró… y cuadraban perfectamente con la historia de


Ruth Simmons. (El libro fue traducido al hebreo en 1960.) El camino que inició

Mori Branchstein abrió la puerta a muchos médicos para tratamientos

psiquiátricos, en especial los del famoso y reconocido doctor Brian Weiss,

director general del Mount Sinai Hospital en Miami, que se especializó en la

regresión hipnótica a vidas pasadas en sus pacientes, para entender sus


traumas en el presente. Por ejemplo, algunas personas que sufrían de

claustrofobia resultó que habían sido prisioneros en su vida pasada, o algunas


personas con un temor inexplicable a volar en avión resultaron ser
reencarnación de personas que habían fallecido en un accidente aéreo. Uno de

los casos más asombrosos fue el de un paciente que se quejaba de un dolor en

un punto específico de la espalda. Después de diversos análisis y estudios sin

descubrir la causa del problema, el paciente acudió con Brian Weiss, quien por

medio de la regresión encontró que ese hombre había sido apuñalado en ese

lugar en su vida pasada. Brian Weiss tardó ocho años en publicar sus

hallazgos, ya que él mismo como ateo no creía en Dios ni en el alma y mucho

menos en la reencarnación. Poco a poco empezó dudando, reflexionando en

sus resultados y al final terminó creyendo en esto por completo. En un

momento temió la reacción de sus colegas y la crítica científica a la que se

expondría por sus “fantasías”. Sin embargo, una vez ya seguro de tener la
verdad en sus manos, publicó en 1988 su libro Muchas vidas, muchos sabios,

que rápidamente se convirtió en un best seller. Luego de publicar su libro,

Weiss se asombró de la cantidad de cartas de apoyo y reconocimiento de

muchos de sus colegas quienes lo felicitaron por revelar conceptos que ellos no

se habían atrevido a expresar.

La doctora Elisabeth Kübler-Ross confrontó a los científicos que negaban estos

hechos cuando presentó sus importantes y famosos libros sobre la vida

después de la vida, para los cuales entrevistó a miles de personas que

sufrieron muerte clínica, es decir, que fallecieron al cien por ciento bajo todos

los criterios médicos, y que después de varios minutos, incluso horas,

revivieron.

Está comprobado científicamente que si el cerebro no recibe oxígeno durante

siete minutos sufre daños irreparables, y estas personas, después de una, dos

o tres horas de muertos, regresaban con plena conciencia; y no solamente eso,

sino que presentaban una nueva conciencia, con la que relataban un encuentro

con un mundo espiritual: el famoso túnel, una luz muy atrayente, encuentros

con familiares que ya habían fallecido. Estos relatos fueron recopilados por la
doctora Kübler-Ross y publicados en sus libros Life in Death y On Death and

Dying.

Todos estos descubrimientos revolucionaron muchos conceptos y llevaron a

muchos ateos y apáticos a cuestionarse su teoría materialista, poniéndose en

dudas conceptos como que lo único que existe es lo que ves, que después de

la muerte y la descomposición del cuerpo no hay nada, por tanto, vive, goza y

atropella a quien sea, porque sólo se vive una vez. Provocando entonces una

nueva reflexión, ya que si en verdad existe el alma, la vida después de la vida y

el regreso, ¿cuál es el plan de esta vida?

Como dije, todos estos hallazgos avalan lo escrito en nuestras antiguas

Escrituras, el Talmud, el Zóhar y los escritos del Arizal. A continuación

mostraremos algunos ejemplos.

En relación a los descubrimientos de la doctora Kübler-Ross sobre la muerte

clínica, relata la Guemará (Babá Batrá 12b) que el hijo de Rabí Yosef, hijo de

Rabí Yehoshúa, falleció y, después de varios minutos, revivió. En palabras

modernas, sufrió una muerte clínica. Y contó a su padre su encuentro con el

mundo espiritual, para culminar con la frase: “Vi allá un mundo al revés, ya que
las personas que despreciamos acá son muy importantes y honradas allá; y sin

embargo, personas de mucho poder aquí son menospreciadas allá. Es un

mundo al revés el que vi”.

A lo que su padre respondió con una sonrisa: “No, hijo mío, un mundo al

derecho viste. El mundo al revés es éste, donde a las personas malvadas y

adineradas, se les da mucho honor, pero no por lo que son, sino por interés,

por lo que quieren obtener de ellos, independientemente de qué tan profanos y

pecadores sean. Y sin embargo, a las personas puras, justas y buenas se les

menosprecia. Así ocurre, hijo mío, en el mundo de la mentira, pero en el mundo


de la verdad, todo cambia”.
En cuanto a los hallazgos de Brian Weiss de cómo los hechos o accidentes de

la vida pasada influyen en la presente, quiero citar lo que hallé en el libro Torat

Nathán, donde se recopilaron las enseñanzas del Arizal a su gran alumno Rabí

Jaim Vital. El Arizal le explicaba cómo las cortaduras que sufría

constantemente con cuchillos y los miedos que sentía al ver aguas caudalosas

provenían de sus vidas anteriores. Esto tuvo un fuerte impacto en él. De igual

forma le explicó por qué no tenía facilidad de palabra, pero sí la facilidad de

acción. Todo ello a consecuencia de su vida anterior.

Respecto a los resultados de las investigaciones de Stevenson y Branchstein,

que andaban tras la pista de los personajes fallecidos para Nuevas

revelaciones de la ciencia, ya escritas hace 2000 años en el Talmud.

El mundo está prácticamente en la etapa en la que se cumplirá la profecía del

Zóhar mencionada al principio de este capítulo, y poco a poco se está

reconociendo lo que nosotros hemos asegurado durante siglos. Sin embargo,

más vale tarde que nunca.

Este tema de comparación entre la ciencia y la cabalá será ampliado en el

resumen final de esta guia.

Capítulo 3

¿Quién reencarnó en quién?

Realmente, todo lo escrito hasta ahora fue una gran introducción a este

capítulo, el principal del libro. Todo lo estudiado hasta ahora, es para tener una

base tanto mística como científica para lograr mayor entendimiento y

credibilidad de este capítulo, que tratará sobre quién reencarnó en quién. Es

decir, en todas las historias bíblicas y talmúdicas muchos personajes tuvieron

una vida basada en sus hechos, malos o buenos, de la vida anterior. Por tanto,
sólo sabiendo quién era cada uno de ellos en el pasado podremos entender

mejor su historia.

Realicé esta investigación en muchos libros, principalmente en el Zóhar, escrito

por Rabí Shimón Bar Yojai, y en el Shaar HaGuilgulim, de Rabí Jaim Vital; en

especial en el libro Guilgulé Neshamot, del gran y respetado cabalista Haramá

Mipano, que vivió hace 400 años y fue alumno del cabalista Rabí Israel Seruk,

alumno del Arizal.

Creo que ya aprendimos a respetar las opiniones de estos grandes cabalistas,

ya que vemos cómo sus conocimientos, a pesar de haber sido expresados y

trasmitidos hace muchos siglos, son reconocidos y comprobados hoy por

medio de la ciencia y la tecnología, desde lo dicho por el Zóhar sobre el planeta

que era esférico, la ley de la grave-dad, la inclinación del planeta, el

desplazamiento de los continentes (Pangea), etc., y hasta profecías que nos

acontecieron y nos acontecen en la actualidad, como el Holo-causto, el regreso

a la Tierra de Israel, los problemas que tendremos con los musulmanes y la

gran batalla por Jerusalén, ideas que era ilógico exponer hace 1800 años, ya

que el Islam no existía, y menos todavía íbamos a atestiguar que Jerusalén iba
a ser sagrada también para ellos.

Ésas y muchísimas más profecías nos hacen concluir que la fuente de

información de todo esto no era humana sino celestial.

Lo que hice en esta obra fue ampliar las brevísimas frases de estos grandes

cabalistas. Cuando dice: “Yosef HaTzadik reencarnó en Yehoshúa Bin Nun y

Téraj regresó como Iyob”, etc., lo que hice, con la ayuda de Dios, fue analizar y

ampliar las vidas de ambos y resaltar cómo la falla del primero fue reparada por

el segundo. Con esto, tendremos una visión más clara de por qué a cada uno

de ellos ocurrió tal o cual situación, y quizá con esto, nos ayudaremos a
entender un poco más lo que nos pasa en nuestra propia vida, ya que
finalmente cada uno de nosotros podrá encontrar en las historias bíblicas y

talmúdicas acontecimientos similares a los que está viviendo.

Y tal vez, entendiendo el porqué de lo que les pasó a ellos, obtengamos algo

de entendimiento sobre lo que nos pasa a nosotros.

La Reparación de Adam Harishón

Adam Harishón fue el primer ser humano creado directamente por el Creador.

En él insufló una parte espiritual directa de Él, lo cual lo convirtió en un alma

muy elevada y potente, por lo que su pecado fue inmenso. Por ello su alma

regresó en nuestros patriarcas Abraham, Itzjak y Yaakob, para ser reparada.

Resumamos los errores que cometió Adam Harishón, para entender qué tarea

de reparación tocó a nuestros patriarcas:

1.La Guemará Maséjet Sanedrín dice: “Adam fue idólatra”. Explican nuestros

Sabios esta frase: “Obviamente que Adam reconoció a Dios, ya que hablaba

con Él. Pero cuando vino la serpiente (el ángel S.M.) y los convenció de que al

comer de ese fruto serían como dioses, en ese momento pensaron que eso era

posible ya que seguramente Dios había pasado por ahí y había comido del

árbol. Eso se llama idolatría”.

2.Adam se equivocó al escuchar el mal consejo de su esposa y aceptó

transgredir la orden de Dios, como Dios mismo lo criticó: “Serás maldecido


porque escuchaste a tu mujer” (Bereshit 3:17).

3.Adam pensó que comiendo “se le abrirían los ojos”, sería más sabio, tendría

mejor visión del poder; pero en verdad, por medio del acto de comer el fruto

mezcló el bien y el mal, que hasta entonces estaban totalmente separados.A

partir de ese hecho nosotros confundimos lo malo con lo bueno, no

diferenciamos lo negativo de lo positivo.


4.Cuando Dios lo “busca”, Adam se esconde, pensando que existe la

posibilidad de esconderse de Dios, tratando de evitar así su responsabilidad.

5.Cuando Dios le reclama el pecado que cometió, Adam debió reconocer su

pecado y suplicar al Creador por el perdón; en lugar de ello culpa a su mujer.

6.Dios creó Siete Cielos y una Tierra. Al finalizar la Creación, puso Dios Su

morada en el Paraíso Terrenal, es decir, aquí en la Tierra (sólo que en otra

dimensión). Al pecar Adam, Dios se retiró y se ubicó en el Primer Cielo. Con el

asesinato de Hébel por Cáin, se alejó al Segundo. En la generación de Enosh,

cuando comenzó la idolatría, subió al Tercero. En la generación del diluvio, al

Cuarto. En la Torre de Babel, al Quinto. Con Sedom y Amorá, al Sexto. Y con

el libertinaje del imperio egipcio (antes de que bajáramos a él), Dios se ubicó

en el Séptimo Cielo, el más alejado de nosotros. Con Adam comenzó “la

retirada”.

7.Después de que Adam tuvo a sus dos hijos, se apartó de su esposa durante

130 años, ya que vio el resultado de la tentación que Javá le provocó. Durante

esa época, dicen nuestros Sabios, no cuidó su pureza masculina y derramó

semen en vano; creando así seres espirituales negativos.

8.Antes de ser expulsado del Paraíso Terrenal, después de ser juzgado y de

que Dios lo convirtiera en mortal, y después de quitarle 98% de su alma para

dejarle sólo 2% para reparar, Adam Harishón observó en el depósito de las

almas —llamado Guf— una partícula de alma muy iluminada, pero sin vida, es

decir, un ser que nacería y moriría.

—¿Quién es esa alma? —preguntó Adam.

—Es un alma muy potente, pero no tiene vida —le respondió Dios.

—Dios, me destinaste mil años de vida. Dono 70 para esa alma.


Dice el Zóhar que, cuando llegó Adam a los 930 años, se arrepintió y no quiso

donar esos 70 años para el alma que luego sería el Rey David. Entonces Dios

le dijo:

—No se los darás y no los vivirás.

De ese modo, Adam faltó a su promesa.

Estos errores debían ser reparados. La tarea comenzó con Abraham Abinu

cuando pidió a Dios ser el progenitor del pueblo elegido, y obtener el alma de

Adam, asumiendo la reparación de todas las almas “fundidas”. Eso está

insinuado en la abreviatura de las cinco letras que componen el nombre de

Abraham Abinu en hebreo, y que forman la frase: “En él reparo Adam Harishón

su mal”.

Además, hay una increíble insinuación en el valor numérico de los nombres de

estas dos familias; la primera, con la que comenzó el mundo: Adam, Javá,

Cáin, Hébel y el tercer hijo de ellos, Shet, y la segunda, que fue la primera del

judaísmo, formada por Abraham, Sará e Itzjak. Ambas tienen el mismo valor

numérico, para insinuarnos de esa forma que la primera familia judía vino a

reparar los pecados de la primera familia del mundo. De manera que los

patriarcas reparan a Adam y las matriarcas a Javá.

Es interesante analizar cómo Dios ordena a Adam que se vaya de la Tierra

Sagrada, del Gan Eden, y Dios es el que ordena a Abraham Abinu: “Abandona

todo y vete a la Tierra Santa…”. Además, es sabido que la cueva de Mearat

Hamajpelá es la puerta del Paraíso (obviamente en otra dimensión) y por eso

decidieron Adam y Javá ser enterrados ahí. Ya que por culpa de Javá salieron

del paraíso, es por eso que ella fue la primera en ser enterrada en la puerta

espiritual del Gan Edén convirtiéndose en la primer huésped de él. Al ser

Abraham y Sará la continuación espiritual de Adam y Javá se entiende por qué


Abraham Abinu se esforzó en comprar ese lugar para ser enterrados ahí. Igual
que Javá fue enterrada antes que Adam, Sará fue enterrada antes que

Abraham. Simbolizando así la conexión entre ambos (El Admor de Rájlin).

Abraham Abinu repara el pecado de Adam

Los tres patriarcas iniciaron la tarea de reparación corrigiendo las ocho fallas

de Adam Harishón, como afirma el Zóhar al comienzo de Parashat Mishpatim:

“Los patriarcas son la reencarnación de Adam Harishón…”.

1.Abraham Abinu nace en la casa del gran idólatra Téraj. Por naturaleza y

educación, Abraham Abinu debió haber sido un gran idólatra, como lo fue su

hermano Najor. Sin embargo, Abraham Abinu declara la guerra a toda la

idolatría: rompe las estatuas de su padre, desafía al rey Nimrod, se convierte

en un gran monoteísta y se dedica a difundir el monoteísmo. Convirtió a

muchos idólatras en creyentes, para reparar de este modo, el priMearat

Hamajpelá en Hebrón.

En este mismo camino siguieron los hijos de Abraham Abinu, Itzjak, quien

estuvo dispuesto a ser sacrificado con tal de cumplir la voluntad divina, y

después Yaacov, quien fue el pilar del estudio de la Torá y el amor a Dios.

2. Para reparar el consejo negativo de Javá a Adam, los patriarcas obedecen

los buenos consejos de las matriarcas. Por ejemplo, a Abraham Abinu se le

ordena obedecer a su esposa: “Todo lo que te diga Sará, hazlo”; Yaacov

obedece a su mamá, Ribká, respecto a las bendiciones que debe recibir de su

padre; y de la misma forma, obedece el buen consejo de sus esposas, las

matriarcas Rajel y Leá, cuando le dicen que ha llegado la hora de regresar a la

Tierra Santa.

3. Para reparar la comida prohibida (el fruto prohibido en el Paraíso) que

mezcló el bien y el mal, Abraham Abinu edifica lugares en donde ofrece comida
y bebida gratis para todos los viajeros y, después de comer, Abraham Abinu los
convencía de dejar la idolatría y creer en Dios, de forma que, mediante la

comida, separó el bien del mal.

De manera más específica, Yaacov compró la primogenitura de su her-mano

Esav a cambio de un plato de comida; esto lo convirtió en merecedor de las

futuras bendiciones que tenía que dar su padre Itzjak. Esto está insinuado, en

el hecho que las palabras primogenitura y bendición en hebreo se escriben con

las mismas letras.

Separando una vez más lo positivo de lo negativo por medio de la comida.

Finalmente, las bendiciones fueron retiradas de Esav mediante la comida que

le preparó primero Yaacov a Itzjak.

4. Para reparar el acto de Adam Harishón de esconderse y de la falta de

disposición de realizar la voluntad de Dios, los patriarcas siempre estuvieron

dispuestos a obedecer las órdenes de Dios, cumpliendo Su voluntad a pesar de

las dificultades. Todos utilizaban las mismas palabras: Hineni, “Heme aquí”, es

decir, “Aquí estoy para hacer Tu voluntad”.

5.Contra el pecado de la falta de reconocimiento y de suplicar el perdón al

Creador, los patriarcas siempre fueron temerosos del pecado y establecieron

los tres rezos del día, insinuados en la palabra Shemá, que son: Shajarit, Minjá

y Arbit.

Abraham Abinu estableció el rezo de la mañana, Itzjak el de la tarde y Yaacov

el de la noche. El momento del día para el rezo está insinuado en la segunda

letra del nombre del patriarca correspondiente, y la tercera letra del nombre del

rezo coincide con la tercera letra del nombre del patriarca.

6.Para reparar el alejamiento de Dios hasta el Séptimo Cielo, empezaron los


patriarcas el acercamiento de Dios hacia nosotros. Como dicen nuestros
Sabios: “Abraham Abinu lo acercó hasta el Sexto Cielo, Itzjak al Quinto y
Yaacov al Cuarto; Leví (las tribus) al Tercero; Kehat al Segundo; Amram al

Primero, y Moshé y Aharón lograron que morara en la Tierra”, como lo indican

los versículos: “Y Dios bajó hasta la montaña de Sinaí” (Shemot 19:20), “Y la

presencia de Dios llenó el Tabernáculo” (Shemot 40:34).

7. La reparación del derramamiento de semen en vano de Adam era una tarea

difícil, ya que sus consecuencias fueron graves. Comenzó con la orden de Dios

a Abraham Abinu para que se hiciera el berit (la circuncisión). Al quitar el

prepucio, que simboliza la impureza, la Torá considera el berit como el

comienzo de la reparación del cuerpo. Esto hace alusión a que la reparación de

Adam Harishón empezó con el berit de Abraham Abinu y por eso ambas

palabras (berit y Adam Harishón) tienen el mismo valor numérico.

Esta tarea siguió con Itzjak Abinu, quien cuidó su pureza masculina por

completo. Igualmente Yaacov Abinu, a pesar de que se casó a una edad tardía

(84 años), logró cuidar su berit, como él mismo lo manifestó al final de sus días,

cuando se dirigió a su primogénito Reubén: “Fuiste formado de mi primera gota

de semen” (Bereshit 49:3). Asimismo, Yosef, se convirtió en el símbolo de la

resistencia masculina ante las tentaciones femeninas cuando siendo un


muchacho estuvo solo en Egipto, sometido a la seducción de la esposa del

ministro Potifar, y a pesar de eso, no se impurificó.

En verdad, todo el descenso a Egipto tuvo que ver con el pecado de Adam
Harishón. De los 210 años que permanecimos allí, 130 fueron de sufrimientos,

pagando todos nosotros, los descendientes espirituales directos de Adam

Harishón, sus 130 años de impureza masculina, y es por eso que por medio de

Yaacov y Yosef, los denominados como los más cuidadosos de la pureza

masculina, es que bajamos a Egipto.

8. El patriarca Yaacov y su hijo Yosef se dedicaron a reparar el error de Adam


Harishón al arrepentirse de donar los 70 años para el alma de quien sería el
Rey David. Como dicen nuestros Sabios: “Yaacov tenía que vivir como su

padre Itzjak, 180 años, pero vivió 147”.

Él donó 33 años. Su hijo Yosef tenía que vivir como él, 147 años, pero vivió

110, es decir, donó 37 años; juntos complementaron los 70 años que formaron

la vida del Rey David. Por eso, su vida fue dividida en dos etapas: 37 años

como un gran ciudadano y guerrero, y 33 años como el Rey de todo Israel, que

fueron los años de Yaacov, llamado también Israel. Y eso lo insinuó el Rey

David en uno de los versículos de Tehilim (146:3): “No confíen en donantes en

un Adam (ser), que no tiene palabra cuando le llegó la hora de morir, en ese

día perdió el control. Dichoso aquél que el Dios de Yaakob está en su ayuda”.

Refiriéndose a Adam Harishón, que quiso donar y el día de su muerte se

arrepintió. Y “Gracias al Dios de Yaakob”, insinua que la donación de Yaakob

Abinu y su hijo Yosef fue lo que le dio a él la vida.

Por tanto, la reparación de Adam Harishón comenzó con los patriarcas y todos

sus descendientes, en especial el Rey David, ya que sus 70 años de vida son

la continuación de la vida de Adam Harishón, reforzando más las reparaciones,

como veremos más adelante, y culminando, con el favor de Dios, con el


Mashíaj, que simbolizará la iluminación de la nueva “maqueta” de Adam

Harishón. Todo esto se halla insinuado en el propio nombre de Adam, que

forma las iniciales de las palabras “patriarcas”, “David”, “Mashíaj”.

La reparación de Javá

Javá fue la “Primera Dama” del mundo y, por tanto, al igual que Adam, su

pecado no fue común y corriente, por lo que implicó una gran tarea de

reparación, que se realizó a través de las matriarcas, como está insinuado

numerológicamente, ya que los nombres de las cuatro matriarcas (Sará, Ribká,

Rajel y Leá) suman lo mismo que la frase: “Vinieron con la intención de reparar
a Javá”.
Incluso las letras que componen el nombre Javá forman las iniciales de:

“Regresó y se convirtió en las matriarcas”.

2.Después de que comió, entendió que se equivocó, no obstante, decidió que

Adam también pecara. Explican nuestros Sabios que el motivo que la llevó a

comportarse así fue por celos. Ella dedujo: ‘Seguro Dios me castigará y me

matará, y le creará otra mujer a Adam. Prefiero que él muera antes que tenga

otra mujer”.

3.Ya que dio de comer a su esposo algo prohibido, causó la maldición en ellos

y en sus descendientes.

4.Tres consecuencias tuvo el pecado de Javá: a) Apagó “la luminaria del

mundo”, es decir, a Adam Harishón que era una luminaria, ya que contenía la

gran alma insuflada por Dios. b) Impurificó la jalá del mundo; es decir a Adam

Harishón que es catalogado como la jalá del mundo, ya que al igual que de la

masa se pellizca un poco y se toma una porción de ella, así metafóricamente

Dios tomó un “pellizco” de la Tierra e hizo a Adam; c) Derramó su sangre, ya

que lo convirtió —y nos convirtió— en mortales.

5.Cuando tuvo a su primer hijo, se enorgulleció y se sintió como una creadora,

pues pensó que se igualaba a Dios y, de la misma forma que Él los había

creado, ella también había “creado” a un ser. Por eso llamó a su hijo Cáin,

nombre que proviene de la frase: Kaniti Ish (Bereshit 4:1), “He adquirido y

hecho a un hombre” (Rabí Shimshón Rafael Hirsh).

Analicemos las fallas de Javá y cómo fueron reparadas por las

matriarcas:

1.Pensar ingenuamente que el incitador que la sedujo a comer del árbol

prohibido era un ser que buscaba el bien La reparación


A las matriarcas les esperaba una tarea difícil, pero gracias a su pureza y a la

firmeza de su creencia en Dios, y el gran entendimiento de que este mundo es

para trabajar y reparar, lograron cumplir su tarea y comenzar la reparación de

la gran alma de Javá, abriendo así el camino a cada mujer judía, que es una

partícula de la “maqueta” femenina de Javá, así como los hombres lo son de

Adam.

1.Para reparar la ingenuidad de Javá y su falta de habilidad para descubrir al

malvado, viene Sará y se da cuenta con rapidez quién es realmente Ishmael, y

pide a Abraham Abinu que lo expulse de la casa y lo aleje de Itzjak, ya que

descubrió la mala influencia que puede ser para él.

Ribká, no cae en las trampas de Esav, quien aunque muestra cara de buen hijo

y servidor de su padre, en verdad es un gran malvado. Por eso no existe un

solo versículo en la Torá donde Ribká dirija la palabra a su hijo Esav,

reparando así el diálogo negativo que tuvo Javá con la serpiente en el Paraíso,

ya que Esav es el símbolo de la serpiente y su ángel es S.M. Y como señal de

esto, dice el Zóhar, Esav nació con una mancha en el cuerpo que tenía la

forma de una serpiente.

Leá también sabía cómo era Esav. Nuestros sabios relatan que cuando la

gente le decía: “Dos hijas tiene Labán; dos hijos tiene Ribká. La mayor para el

mayor, la menor para el menor”, y como a ella le tocaría casarse con Esav,
lloraba tanto y suplicaba a Dios que no lo permitiera, hasta tal punto que, de

tantas lágrimas, se le cayeron las pestañas.

Leá y Rajel, a pesar de que Labán era su padre, reconocían y rechazaban sus

cualidades de tramposo, y por ello dijeron a Yaacov que había llegado la hora

de huir de la casa de su padre.

2.La reparación de los celos y la envidia que sintió Javá, (a tal grado que
estaba dispuesta a causar la muerte de Adam con tal de que Dios no le diera
otra mujer), se realizó por medio de casi todas las matriarcas, quienes sufrieron

esterilidad y estuvieron dispuestas a dar a su esposo a la sirvienta para que él

tuviera hijos. Para poder hacer eso, debieron eliminar por completo los celos y

la envidia, ya que, por ejemplo, era muy difícil para una gran dama como Sará,

conceder a Abraham Abinu a una sirvienta; sin embargo, con esto reparó Sará

los celos de Javá.

A Rajel y a Leá les tocó la misma tarea y ellas, al igual que Sará, dieron a

Yaacov a otra mujer, que de nuevo se trataba de la sirvienta. Sin embargo, a la

cima de la reparación llegó Rajel, quien después de siete años de ilusión, amor

y esperanza de que Yaacov fuera su marido, el día de la boda se le acercó su

papá, Labán, y le ordenó: “No entrarás tú a la jupá, sino tu hermana Leá. Ella

será la esposa de Yaacov. Después, si Yaacov acepta casarse contigo,

compartirás tu matrimonio con tu hermana”. ¡Imaginemos a qué nivel de

anulación de celos tuvo que llegar Rajel para aceptar una situación así! Fue

gracias a ella que se reparó por completo ese aspecto en el alma de Javá.

3. Las maldiciones que causó Javá, se repararon mediante Ribká, en la famosa

escena en la que ella ordena a Yaacov disfrazarse de Esav y, mediante un


engaño, obtiene las bendiciones de su padre Itzjak. Analicemos este episodio

con los lentes de sod, para comprobar esta reparación: Itzjak era la fuente de la

bendición, ya que tiene bendiciones especiales que quiere trasmitir. Ribká

viene a reparar a Javá, Yaacov a Adam y Esav representa a la serpiente.

La serpiente (Esav) quiere obtener de nuevo las bendiciones y mantener así a

Adam (Yaacov) en su condición de maldecido. Javá (Ribká) quiere reparar su

culpa por causar las maldiciones; por eso planea un engaño a fin de obtener

las bendiciones. Y lo hace por medio de una trampa, de la misma forma que la
vez anterior, la serpiente la engañó y le ocasionó las maldiciones. Por ello

ordena a Adam (Yaacov) disfrazarse de Esav (serpiente) e ir a la fuente de las


bendiciones a recuperarlas.
Por eso en la Torá está escrito: “Y dijo Ribká a Yaacov: Y esta vez, hijo mío,

escúchame” (Bereshit 27:8). Y la pregunta es: ¿acaso el buen hijo Yaacov no

siempre la escuchaba? ¿Por qué le dice: “esta vez escúchame”? Según lo

descrito antes, se entiende, ya que Ribká (Javá) le está diciendo a Yaacov

(Adam): “La vez pasada fuiste castigado por escucharme. Ahora te pido que

me escuches para que se realice la reparación”, y por tal razón culmina

diciendo: “Sobre mí está tu maldición, hijo mío” (Bereshit 27:12), que traducido

literalmente significa “Si tu padre te maldice, que esa maldición caiga sobre mí”.

Pero de acuerdo con el sod, lo que ella le dijo fue: “Sobre mí está tu maldición”,

refiriéndose a la maldición que le causó en el Paraíso.

Por eso ella viste a Yaacov con una prenda muy especial, la vestimenta favorita

de Esav. Una vez más, con la visión literal, se entiende que lo que ellos

buscaban mediante esta vestimenta era engañar a Itzjak; sin embargo, un

análisis profundo indica que es más que eso, pues tal vestimenta, Esav la

obtuvo matando a Nimrod y él a la vez la heredó de su abuelo Jam, quien la

recibió de Nóaj, y así, desde Adam Harishón. Esta prenda fue la que le hizo

Dios a Adam después de cometer el pecado, como dice el versículo: “E hizo

Dios a Adam y a Javá túnicas de piel y los vistió” (Bereshit 3:21). Así que

ponerse la vestimenta que fue entregada a Adam y a Javá después de pecar,

simbolizaba la intención de reparar aquel momento.

E incluso la comida que ofrece Yaacov a Itzjak para obtener las bendiciones

también tiene que ver con la fruta prohibida del árbol del conocimiento del bien

y del mal. Ya que en la Guemará hay varias opiniones respecto a cuál era ese

fruto; unos dicen que se trataba de uvas y otros dicen que se trataba de trigo

fermentado como pan, por ello dice la Torá: “Y trajo Yaacov a su padre pan y

vino” (Bereshit 27:17, 25), procurando así que con el mismo fruto con el que se

pecó y se ocasionaron las maldiciones, esta vez se recibirán las bendiciones.


Ahora podemos entender por qué cuando Yaacov se acerca a Itzjak, que ya

estaba ciego, éste dice: “Mi hijo huele al Paraíso” (Bereshit 27:27); y aclaran

nuestros Sabios que Yaacov en verdad tenía un fuerte olor a chivo de los que

se apresuró a preparar para Itzjak, y ése no era el olor del Paraíso. Lo que

Itzjak quiso decir fue: “Huelo la reparación al pecado cometido en el Paraíso”.

De acuerdo con esta explicación, Itzjak no era tan inocente ni fácil de engañar,

sino que todos estos acontecimientos fueron sucediéndose para crear una

escena igual a la del Paraíso en el momento del pecado y pagar al tramposo (la

serpiente) con su propia moneda, y recuperar así las bendiciones (Zóhar

Bereshit 143).

El número de palabras en la bendición que da Itzjak a Yaacov son 27, y el

número de palabras en la maldición que recibió Adam son 27, para hacer la

similitud. Además, al convertir el número 27 en letras, se forma la palabra zaj,

que quiere decir “puro”, “limpio”, para simbolizar así que purificaron y limpiaron

la mancha de las maldiciones (Séfer HaParashiyot). Además, las maldiciones

fueron divididas en cuatro partes; por eso también las bendiciones están

divididas en cuatro.

1.“Maldita sea la Tierra que trabajarás…”

2.“Y espinos y ortigas brotarán de ella…”

3.“Con el sudor de tu frente comerás el pan…”

4. “Porque polvo eres…” (“serás pisoteado como el polvo de la tierra, que todos

lo pisan”)

1.“Que te conceda Dios… de la plena fertilidad de la Tierra…”

2.“Y abundancia de cereales y viñedos…”

3.“Serás servido por las demás naciones…”


4.“Que seas el líder de tus hermanos y que se prosternen ante ti los demás…”

4.Para reparar las tres consecuencias causadas por el pecado: a) apagar la

luminaria de Adam, b) impurificar la jalá y c) derramar su sangre, dice la Mishná

de Shabat: “Tres cosas importantes deben cuidar las mujeres: prender las

velas de Shabat, separar la jalá del pan y cuidar las leyes de nidá (pureza

familiar). Éstas tres sirven para reparar las tres faltas de Javá, pues al

encender las velas e iluminar la casa se repara el hecho de haber apagado la

luminaria de Adam; al separar la jalá del pan para Shabat se repara la

profanación de la jalá del mundo (Adam); y al cuidar las leyes de nidá (que son

por un derramamiento de sangre –menstruación-) se repara el derramamiento

de sangre que causó Javá a Adam”.

Sará fue la primera mujer en cuidar estas tres leyes. Por eso en su morada se

veían constantemente tres milagros: a) Las velas que milagrosamente se

quedaban encendidas de Shabat a Shabat, lo cual alude a la reparación de la

luminaria que fue Adam; b) Siempre había una bendición en la masa que

preparaba, donde lo poco alcanzaba para muchos, gracias a la mitzvá de jalá

que realizaba, reparando así la jalá del mundo; y c) Constantemente encima de


su morada se mantenía una nube divina, simbolizando así la pureza corporal

debida al cuidado de las leyes de nidá, reparando así el derramamiento de la

sangre de Adam.

Cuando muere Sará desaparecieron estos tres milagros y regresaron

solamente después de tres años, cuando Itzjak se casó con Ribká y la lleva a la

carpa de Sará, ya que Ribká también siguió esos pasos y logró también tener

la Presencia Divina en su carpa llena de pureza, gozar de la abundancia del

pan y observar las luces de las velas encendidas de Shabat a Shabat.

Esto continuó más tarde en el Tabernáculo, donde en el espacio denominado


Kodesh había tres utensilios: a) La menorá, que eran las velas y de las cuales
una de ellas llamada Ner Hamaaraví, milagrosamente se mantenía encendida

de Shabat a Shabat; b) La mesa con los doce panes, que se mantenían frescos

de manera milagrosa toda la semana y c) El altar del incienso, que con su

humo formaba la imagen de una nube, haciendo alusión a la Presencia Divina

en el lugar. Este espacio en el Tabernáculo (y posteriormente en el Templo)

hacía alusión a la carpa de nuestras matriarcas, con su vela, pan y nube divina,

los cuales simbolizaban la reparación de los tres errores de Javá.

5.Para reparar el orgullo de Javá y su atribución personal de haber creado un

ser, al traer un bebé al mundo y utilizar la palabra Kaniti Ish, es decir, “Yo he

adquirido un hombre”, sin atribuírselo a Dios y agradecérselo, las matriarcas

reparan de la siguiente manera: primero, todas fueron estériles (también Leá

era estéril, sólo que Dios se apiadó pronto de ella) para que entendieran que un

hijo no es producto de una mujer sino un regalo de Dios, pagando así la

presunción de Javá; segundo, después de tener hijos, es muy notable cómo los

nombres que ellas eligen implican una relación con Dios:

Con esta gran atribución a Dios repararon nuestras matriarcas el “Kaniti ish” de

Javá.

Los patriarcas comenzaron el camino de reparación para Adam y en esa vía

estamos todos los hombres del pueblo de Israel; las matriarcas comenzaron la

reparación de Javá, y en ese camino están todas las mujeres de Israel. Por
este motivo cuando bendecimos a un hombre, decimos: Mi Sheberaj

Avotenu…, “El que bendijo a nuestros patriarcas Abraham, Itzjak, Yaacov…”, y

cuando bendecimos a una mujer decimos: Mi Sheberaj Imotenu…, “El que

bendijo a nuestras matriarcas Sará, Ribká, Rajel y Leá…”, y separamos así el

texto de la bendición, no porque las mujeres no sean dignas de ser bendecidas


por los patriarcas, o que los hombres no sean dignos de ser bendecidos por las

matriarcas, sino que, como se trata de dos maquetas, dos fuentes de almas, se
bendice a cada uno por su canal, los hombres por el canal de los patriarcas
hasta Adam y las mujeres por el canal de las matriarcas hasta Javá.Itzjak =

Tzejok Asa li Elokim, “Alegría me causó Dios”Reubén = Raá Hashem, “Me

observó Dios”Shimón = Shamá Hashem, “Me escuchó Dios”Yehudá = Odé Et

Hashem,“Agradezco a Dios”Yosef = Yosef Hashem, “Ojalá me agregue Dios

otro hijo”Dan = Danani Elokim, “Me juzgó para bien Dios”Isajar = Natán

Hashem sejarí,“Me recompensó Dios”

Cáin y Hébel

Cáin y Hébel representan la primera generación de seres humanos nacidos en

el mundo y, al igual que sus padres, contenían almas muy potentes

(especialmente según la versión en la Guemará, porque nacieron en el


Paraíso). Para entender sus faltas, resumiremos brevemente sus historias.

Cáin nació con una gemela, llamada Kalmaná, como se insinúa en el texto con

la palabra Et, que en lenguaje bíblico indica agregar algo o a alguien más.

Por ello en el versículo que dice que Javá tuvo a Cáin se lee: Vatéled et Cáin,

lo cual señala que había alguien más además de él, su gemela. Pero cuando

habla del nacimiento de Hébel, dice el versículo: Et Ajiv et Hébel, indicando así

que con Hébel nacieron dos gemelas (Bereshit Rabá 22:). Esto provocó mucha

envidia a Cáin contra Hébel y deseaba quitarle a una de sus gemelas, llamada

Valvira.

Después de 52 años, deciden presentar una ofrenda a Dios. Cáin lleva frutos

simples, de baja calidad, como ofrenda, y Hébel lleva de lo mejor de su

ganado.

Dios aceptó la ofrenda de Hébel y mostró un acercamiento a Hébel y no a

Cáin, lo que incrementó sus celos al grado de transformarse en odio mortal

contra su hermano. Además, esto ocasionó que Cáin renegara de Dios y dijera:

“No hay justicia ni juez” (Yonatán Ben Uziel, Bereshit 4:8).


A su vez, Hébel también falla, ya que en el momento en que Dios asciende,

simbolizando así que acepta su ofrenda, en lugar de bajar los ojos en señal de

respeto, levanta la vista para ver la Presencia Divina. Además de esto,

nuestros Sabios atribuyen a Hébel otra falla: mostrar soberbia ante su hermano

cuando Dios aceptó su ofrenda (Tikuné Zóhar 69a).

Para tratar de disminuir las peleas entre ambos, acordaron dividir el mundo

entre los dos. Los terrenos pertenecían a Cáin, lo que lo convierte en agricultor,

y Hébel sería dueño de todos los animales, lo que lo convierte en pastor.

Eso al contrario de ayudar empeoró la situación y provocó la pelea. Cáin dijo a

Hébel: “No pises la tierra”, a lo que contestó Hébel: “No te vistas con la lana y

el cuero de mis animales”. Como sabemos, esta pelea terminó cuando Cáin

asesinó a Hébel.

Moshé Rabenu repara a Hébel

La reparación se realiza aproximadamente 2400 años después, cuando Hébel

regresa, ni más ni menos que como Moshé Rabenu, quien al igual que Hébel

también fue pastor.

Eso está insinuado en las letras que componen en hebreo el nombre de

Moshé, que forman la siguiente frase: “Fue el reparador de Hébel”.

Todos conocemos el episodio en el que Dios se le aparece a Moshé en la

zarza ardiente. Lo primero que hace Moshé es bajar la vista como señal de

respeto; así repara el acto de Hébel de levantar los ojos. Incluso durante toda

la historia de Moshé siempre cuidó que el pueblo no alzara la vista hacia la

Presencia Divina, especialmente en el momento de la entrega de la Torá,

cuando aleja a todos y les advierte que nadie debe atreverse a mirar la

Presencia de Dios. Posteriormente, cuando él mismo quiso elevarse y

observar, no lo hizo sin antes pedir permiso, como lo señala la Torá, cuando
leemos que Moshé pidió a Dios: Arheni na et kebodeja, “Permíteme, por favor,

Dios, ver tu honor”. De esta forma repara Moshé Rabenu por completo aquella

falla de Hébel.

Además, cuando Dios le habla desde la zarza y le dice que él será el líder que

salvará al pueblo de Israel, Moshé se niega, y uno de los argumentos que

utiliza para no ser el elegido es que tiene un hermano mayor y teme una

posible reacción de celos y envidia. Por eso, pide a Dios que sea Aharón el

líder y no él. Explica el libro Shem Uneshamá (pág. 292) que la sensación que

invade a Moshé en esos momentos de temor a la reacción de su hermano

mayor, no se debía a una mala relación entre ellos, sino a su vida pasada, en

la cual perdió la vida por los celos y la envidia de su hermano mayor, algo que

no quería que se repitiera en esta vida. Sólo cuando Dios lo tranquilizó

diciéndole: “Te prometo que Aharón no se enojará y se alegrará…” es que

Moshé acepta la misión.

Respecto al orgullo y la soberbia de Hébel, testimonia Dios sobre Moshé:

Vehaish Moshé Anav… (Bamidbar 12:3), “Y Moshé era muy humilde más que

cualquier persona de la Tierra”, para indicar la reparación del orgullo y la


soberbia que había sentido. Pero además de la reparación personal, debe

Moshé, es decir, Hébel, ser un medio de reparación para Cáin, ya que con él y

contra él ocurrieron las fallas.

Cáin: egipcio, Itró y Kóraj

Cuando Cáin fue juzgado por Dios después de asesinar a su hermano,

reconoció su culpa diciendo: Gadol Avoní Minesó, “Es demasiado grande mi

pecado para ser cargado” (Bereshit 4:13). Explican nuestros Sabios que lo que

realmente quiso decir es que era tan grande la tarea de reparación que no

podría cargarla un solo ser, sino que requería ser dividida entre varios.
Por tanto, explica el Arizal (Kabanot HaArizal 46:2), el alma de Cáin se dividió

en tres: su nefesh reencarnó en el egipcio que mató Moshé, ya que el nefesh

simboliza la parte de la acción y por eso tenía que pagar por el acto de

asesinato; el rúaj de Cáin regresó en Kóraj, ya que en el rúaj están los

sentimientos y tenía que reparar los celos y la envidia; y su neshamá reencarnó

en Itró, quien vino a reparar los pecados hacia Dios, pues la neshamá

simboliza la fe profunda y la creencia completa en Dios.

Todo esto está insinuado en la frase que dijo Lémej, quien mató por accidente

a Cáin: Shivataim Yucam Cáin (Bereshit 4:24). Resulta muy difícil explicar

estas tres palabras literalmente pero según el sod contienen un secreto muy

grande: Shivataim indica que en la séptima generación del judaísmo, es decir,

en la época de Moshé Rabenu, Yucam Cáin, se levantará Cáin…; esto es,

reencarnará para reparar. Y también está insinuado en quién reencarnará,

pues la palabra Yucam contiene en hebreo las iniciales de “Itró, Kóraj, egipcio”.

Sin embargo, para entender estas palabras del Arizal de manera más

detallada, desglosaremos la vida de cada uno de ellos y su forma de

reparación.

Cáin -el egipcio

En Egipto, cuando estuvimos esclavizados, el sistema de organización era de

la siguiente manera: un egipcio estaba encargado de diez capataces hebreos, y

a la vez cada capataz hebreo estaba encargado de diez esclavos. El egipcio se

encargaba de despertar por la mañana a los diez hebreos y éstos se

encargaban de poner a trabajar a sus obreros; si los obreros no terminaban el

trabajo, los capataces eran castigados por el egipcio.

El Midrash relata que un día entró un egipcio a la casa del capataz Datán y, al

despertarlo, observó a su esposa, Shulamit, y la deseó. Al día siguiente,

madrugó para despertar a Datán y mandarlo a trabajar, y el egipcio se quedó


con su esposa. Durante el día, el egipcio intentó matar a Datán haciéndolo

parecer que no cumplía con su labor de encargado del trabajo, lo golpeó

fuertemente con el fin de matarlo para quedarse en definitiva con su mujer.

Justo ese día, relata la Torá, salió Moshé a ver a sus hermanos y vio a un

egipcio atacando a un hebreo, es decir, era el egipcio que golpeaba a Datán.

Dice la Torá que Moshé miró “hacia acá y hacia allá”, cuya traducción literal es

que miró hacia todos lados para asegurarse de que nadie lo observaba. Pero el

sod verdadero es que observó lo que estaba pasando ahí y vio que era una

continuación de lo que había pasado allá, en la reencarnación pasada, donde

Cáin (el egipcio) falló por codiciar a la mujer del prójimo (la gemela de Hébel), y

ahora estaba dispuesto a asesinar de nuevo para una vez más quitarle al
prójimo su pareja.

Esto está insinuado de manera interesante cuando la Torá dice que salió

Moshé “a ver a sus hermanos y vio a un egipcio…”, para indicar así que el

egipcio era hermano de Moshé, no en esta vida, sino en la anterior. Por tanto,

Moshé decide matarlo, cobrando con su muerte el asesinato, y lo entierra como

Cáin enterró en la tierra a Hébel. De esta forma repara el nefesh de Cáin.

Cáin-Itró

A raíz de que Moshé mató al egipcio, necesitaba huir de Egipto, ya que Paró lo

perseguía por eso. Después de un tiempo, Moshé llega a Midián, donde junto

al pozo defiende a las hijas de Itró, en una disputa que tenían con los demás

pastores. Debido a la ayuda, Itró pide a sus hijas que lo inviten a comer y

quizás una de ellas podría casarse con él. Así sucede y Moshé se casa con su

hija Tziporá. Entre Moshé e Itro se inicia una relación. Moshé es pastor del

ganado de Itró y a cambio éste le permite vivir en su casa.

Cuando Moshé recibe la orden de Dios de regresar a Egipto para liberar al


pueblo de Israel, se lleva a su esposa y sus dos hijos. Sin embargo, en la
frontera la libera y le ordena que regrese a casa de su padre, ya que a él le

espera en Egipto una gran tarea y no podrá atenderlos. Cuando Moshé y el

pueblo estaban ya en el desierto, Itró toma a su hija y sus dos nietos y los lleva

de vuelta a Moshé. Al llegar, ve las maravillas de Dios y decide convertirse,

creer en Él, ofrendar holocaustos para agradecer a Hashem, e incluso da a

Moshé el gran consejo del sistema judicial para el pueblo de Israel.

Todos estos actos de Itró vinieron a reparar la neshamá de Cáin, e incluso uno

de los sobrenombres de Itró es Kení que, según el sod, proviene de la palabra

Cáin. Es decir, era también llamado “el kainita”.

A continuación, desglosaremos cada parte de la historia de Itró y cómo repara

la falla de Cáin.

En primer lugar, ya que Cáin (Itró) mató a Hébel (Moshé), a Itró se le presenta

la oportunidad de salvar la vida de Moshé, y eso sucede cuando Moshé era un

bebé criado en el palacio de Paró. Cuenta el Midrash que cada vez que Paró

tomaba en sus brazos al pequeño Moshé, el niño le quitaba la corona y se la

ponía él. Al principio, a todos les parecía gracioso, pero al crecer se convirtió

en algo anormal, por lo que los consejeros advirtieron a Paró que tuviera
cuidado, pues al parecer éste era el niño que temían que naciera, y sería el que

le quitaría la corona. Esa opinión se difundió tanto que todos sus consejeros

pensaron que debía matar al niño. Pero de forma extraña, un consejero de


Midián, llamado Itró, que aparentemente no tenía nada que ver con Moshé, se

opuso y alegó que el niño simplemente se sentía atraído por el color y que, si

ponían un plato con brasas ardientes frente a él, verían que también intentaría

tocarlas atraído sólo por el color. De esta manera, Moshé es salvado por Itró, lo

cual verdaderamente repara ya que Cáin (Itro) da vida a su hermano Hébel


(Moshé).
Además, según la Cabalá, Tziporá, era el alma de la segunda gemela de

Hébel, que le fue arrebatada por Cáin. Por este motivo, de las siete hijas de

Itró, Moshé Rabenu fue atraído sólo por Tziporá, ya que ella es su pareja, su

gemela. Y eso lo insinúa la Torá en el versículo que narra esta escena: Vayohel

Moshé lashébet et aish vaitén ló et Tziporá; como recordarán, el doble et

indicaba a las gemelas. Por eso se repitieron también aquí, para señalar que

Tziporá es también la reencarnación de esa gemela.

El Midrash relata que le costó muchísimo a Itró aceptar ese matrimonio, pues

se había enterado de que Moshé era perseguido por Paró, e Itró no quería

problemas con Paró. Por tanto, durante diez años evitó la unión, manteniendo a

Moshé como cautivo en su sótano, tomando así el camino de en medio: “No lo

entregué a Paró para que lo matara, pero tampoco lo liberé”. Sin embargo, el

motivo provenía de más allá, ya que en su vida anterior él le había quitado a

Tziporá (la gemela) a Moshé (Hébel). Así que le costaba mucho esfuerzo

devolvérsela.

Pero Itró lo supera; se la entrega para que se case con su “alma gemela”, y no

solamente eso, sino que después de que Moshé la envió de regreso a su padre
y, aclaran nuestros Sabios, se divorció de ella para poder cumplir su misión,

Itró la lleva al desierto y se la regresa una vez más, para afirmar la reparación

por habérsela arrebatado originalmente.

Esto está insinuado de manera increíble en la frase que dice Itró a Moshé antes

de llegar al campamento en el desierto: “Yo, tu suegro Itró…, vengo y te traigo

a tu esposa” (Shemot 18:6). Nuestros Sabios indican que según el sod las

iniciales en hebreo de la expresión “Yo, tu suegro Itró…” forman la palabra “mi

hermano”, de esta manera nos insinúa la Torá que Itró es el hermano de


Moshé; claro, no en este viaje.
Cuando Moshé se casa con Tziporá se inicia una sociedad entre él y su

suegro, es decir, entre él y su “hermano”, en donde Moshé es su pastor e Itró le

da la facilidad de vivir en sus terrenos, reparando así la pelea que tenían como

hermanos, donde Hébel, el pastor, no permitió a Cáin tener o utilizar ganado, y

Cáin a su vez no le permitió pisar su tierra. Pero ahora, en este viaje, son

socios y comparten terreno y ganado.

A partir del acercamiento a Moshé, Itró emprende un camino hacia Dios hasta

que termina creyendo en Él plenamente y diciendo una frase, en la Torá, que

solamente él podía pronunciar: “Ahora sé que Dios es el más grande de todos

los dioses” (Shemot 18:11). Sólo Itró, que sirvió a tantos ídolos y dirigió tantas

religiones y sectas, pudo llegar a decir que el Dios del pueblo de Israel es el

único verdadero Dios y de esta forma reparó el ateísmo de Cáin. Además,

agrega el Baal HaTurim (Parashat Itró) que el valor numérico del nombre “Itró”

suma 616, al igual que la frase “Era sacerdote de idolatría…”; también suma

así la palabra “La Torá”, para indicarnos que Itró se pasó de un polo al otro: de

ser sacerdote de idolatría a recibir la Torá.

Y al aconsejar a Moshé que nombrara jueces de mil, de cien, etc., crea así el
sistema judicial en el pueblo de Israel y repara por completo la frase de Cáin:

“No hay juicio ni juez”.

Al llegar al campamento del pueblo de Israel e involucrarse con ellos, dice la


Torá: “Y el suegro de Moshé ofrendó holocaustos y sacrificios a Dios” (Shemot

18:12) para reparar así las malas ofrendas que presentó como Cáin, ya que

esta vez ofreció sacrificios en cantidad y de calidad. Y conforme a esta

explicación, entendemos ahora por qué, después de sacrificar, dice la Torá: “Y

se sentaron Itró y Aharón y todos los sabios a comer…”. Preguntan nuestros


Sabios por qué Moshé no se encuentra en la lista de los comensales y su

respuesta asombra un poco más, ya que afirman nuestros Sabios que Moshé
fue el mesero.
Y yo me pregunto: ¿acaso es correcto que el gran rabino de Israel figure en

esa comida como mesero? Pero creo que la explicación, con base en el sod, es

que Moshé lo hizo para reparar su propia falta como Hébel, ya que en su vida

pasada, después de que su hermano acercó ofrendas “baratas”, él sintió

soberbia y por eso, ahora, que su “hermano” Itró ofreció de lo mejor, se

doblegó ante él y le sirvió como mesero. De esta forma, Cáin repara su

sacrificio inadecuado y Hébel su orgullo.

Cáin-Kóraj

Kóraj vino a reparar el rúaj de Cáin y a propósito lo dejé hasta el final, ya que

este caso representa una reencarnación que no cumplió con su misión y, por
tanto, necesita regresar una vez más. Analizaremos paso a paso.

Kóraj era primo de Moshé y, en el momento que fue nombrado su otro primo

Elitzafán hijo de Uziel, como el príncipe de la familia de Keat, de la tribu de

Leví, se inconformó por haber sido ignorado, ya que por sucesión familiar —era

mayor que Elitzafán— le correspondía ese cargo. Esto despertó en él celos y

envidia hacia sus primos mayores Moshé y Aharón, por lo que inició una

rebelión dentro del pueblo de Israel hasta llegar a exigir el puesto de Sumo

Sacerdote que había recibido Aharón, argumentando que era más digno que él.

Moshé, por su parte, intentó rebajarse e ir hacia Kóraj y a las carpas de los

rebeldes, con tal de que Kóraj superara la envidia y no cometiera un grave

error. Pero eso no ayudó hasta que dijo Moshé: “Hagamos una prueba.

Presentemos como ofrenda a Dios una pala de incienso y Él elegirá al

verdadero sumo sacerdote. Y para los malvados que incitaron esto, se abrirá la

tierra y se los tragará”. Esta historia terminó con la elección de Aharón y con la

muerte de Kóraj y sus seguidores, que fueron tragados por la tierra.

Como dije al principio, este caso es una falla en la reparación, ya que Kóraj
vino a reparar el rúaj de Cáin, que representa los sentimientos. En esa ocasión
fueron los celos y la envidia que Cáin sintió al preferir Dios a Hébel. Por esto,

en esta vida, Kóraj viene con una alta dosis de celos y envidia, que es liberada

al ver a su primo Moshé gozando de una mayor cercanía a Dios que él. Esta

escena, preparada por Dios, equivalía a la que enfrentó en su vida pasada y en

la cual falló. Esta vez tenía que superarla. De haberlo logrado, aclaran nuestros

Sabios, Kóraj habría alcanzado un nivel muy alto, casi como el de Moshé, ya

que espiritualmente eran hermanos también en ese nivel, pero al fallar de

nuevo, se provocó el mal y la amargura para sí mismo, y perdió la vida.

Explica el Arizal (y otros comentaristas) que lo anterior está insinuado en un

juego de números y letras, de la siguiente forma: en el salmo de Tehilim (Salmo

92:1), escrito por Moshé (y recopilado por David HaMélej), leemos Mizmor shir

leyom haShabat, cuyas iniciales en hebreo forman la palabra LeMoshé, que

significa “salmo escrito por Moshé”. En ese salmo insinúa Moshé la grandeza

de Kóraj, cuando afirma sobre él Tzadik katamar ifraj, que es la frase que alude

a todo gran justo, ya que se le compara con la palmera porque contiene

muchísimas bendiciones. De su fruto (el dátil), se dice la bendición de aetz, por

su miel, shehakol; por su palmito, hadamá; por sus palmas, Sucá, y lulav. Así

como la palmera, el tzadik, está lleno de bendiciones.

En hebreo, las letras finales de esta frase forman la palabra Kóraj, para insinuar

así, dice el Arizal, el aprecio y el reconocimiento al gran nivel espiritual que

tenía Kóraj, el cual equivalía potencialmente al de Moshé. Por eso, si tomamos

el nombre completo de Moshé con su apellido —en esa época no se usaban

apellidos como los de hoy, sino las expresiones “hijo de…” o “nieto de…”—, y

el de Kóraj con su ascendencia, las iniciales de ambos contienen el mismo

valor numérico, lo que insinúa que en su inicio, es decir, potencialmente,

ambos eran iguales. Además, el total de ese valor numérico, que es de 240,

forma en hebreo la palabra “altura” y volteando las letras forman la palabra

“amargura”, lo que señala que esa potencia, bien aprovechada, nos lleva hasta
lo más alto, como en el caso de Moshé. Pero al no aprovecharla bien causa

amargura, como en el caso de Kóraj.

Éste es el motivo por el que Moshé se dirige a él como “hijo de Leví” y no como

“Kóraj”, ya que también Moshé es descendiente de Leví, para insinuar así la

relación fraternal que había entre ellos, pues ambos son descendientes de

Leví.

Kóraj no trabaja sobre su defecto de los celos y empieza a difamar a Moshé; en

una de sus peores difamaciones lo culpó de ser orgulloso, y en una peor aún,

lo acusó de sostener relaciones con mujeres casadas.

La verdad es que nunca entendí por qué eligió Kóraj estas acusaciones y no

otras. Pero al entender ahora que Kóraj es la reencarnación de Cáin, las cosas

quedan claras. Ya que Hébel era orgulloso, como mencionamos, Kóraj sigue

culpando a Moshé (Hébel) de lo mismo, queriendo decir: “Tampoco tú

reparaste” y la acusación de tomar la mujer del prójimo tiene su origen en el

propio defecto de Koraj en su vida pasada, como indican nuestros Sabios con

la regla: Kol aposel bemumó posel (Kidushín 70a), “El que difama al otro

expresa en verdad su propio defecto”.

Al ver Moshé que Kóraj no está reparando al alma de Cáin, entiende que la

misión de su “hermano” terminó y, por tanto, su final consistirá en ser tragado

por la tierra, no sólo porque cuando fue Cáin, quiso ser el dueño de toda la

tierra, sino porque la Torá aclara que cuando él asesinó a Hébel, la tierra abrió

su boca y tragó la sangre de Hébel, pero esta vez lo tragaría a él.

Además, la Guemará relata que se escuchaban los gritos de Kóraj y sus

seguidores desde el fondo de la tierra clamando a Dios. Esto se asemeja a lo

que reclamó Dios a Cáin: “Las voces de las sangres de tu hermano claman a

Mí desde el fondo de la tierra” (Bereshit 4:10).


Me había quedado con la duda de quién fue quien vino a realizar la misión de

Kóraj y finalizar la reparación de Cáin, hasta que, con la ayuda de Dios, fui

informada de la lectura de un Yehudi en el libro del Ben Ish Jay, Aderet Eliahu,

parashat Kóraj, en nombre de Rabí Jaim Vital, que Kóraj reencarnó en el

profeta Shemuel, y esta frase abrió un camino de investigación en otros libros.

Aquí se les presento un resumen.

Rabí Eliézer sostiene (en una discusión que sostiene con Rabí Akivá) que,

aunque Kóraj bajó al Sheol (por decirlo así, el sótano número 6 en el infierno)

tiene oportunidad de volver a reparar. Rabí Eliézer se basó en el versículo que

pronunció Janá, la madre del profeta Shemuel en su cántico para agradecer a

Dios por el nacimiento de su hijo: Hashem Morid Sheol Vayaal, “Dios baja a

algunos al Sheol y después les da permiso de subir” (Shemuel 2:6). No es

casual que Rabí Eliézer basara la reparación de Kóraj en un versículo dicho

sobre el profeta Shemuel, ya que éste vino a repararlo. Y si resumimos la vida

del profeta Shemuel, veremos la increíble reparación.

En primer lugar, fue el servidor del sumo sacerdote Elí. Si agregamos aquí lo

que vi escrito en nombre del libro Shemen Tov (pág. 148), que Elí era la
reencarnación de Aharón HaCohén (como ampliaremos en el capítulo

correspondiente), resulta que Kóraj, quien envidió el puesto de Aharón (ya que

quiso ser el sumo sacerdote), terminó como su sirviente, para reparar así los

celos y la envidia de Cáin y de Kóraj.

Además, ahora había que reparar también el acto de hacer pecar a los demás

que causó Kóraj yendo de carpa en carpa para difamar a Moshé y provocando

en el pueblo dudas sobre sus palabras y sus leyes. Para reparar eso, el profeta

Shemuel fue el único líder del pueblo de Israel que no tuvo hogar, ya que pasó
toda su vida recorriendo las ciudades y aldeas, también yendo de casa en casa

ofreciendo su ayuda espiritual, y reparando así la actitud negativa de Kóraj.


Para “cerrar el círculo”, dijimos al principio que Lémej fue quien mató a Cáin

accidentalmente y el que ya profetizó que reencarnaría en tres personas, cuyas

iniciales formaban la palabra Yucam. Entendemos ahora por qué el profeta

Shemuel temía muchísimo que el rey Shaúl lo matara, a tal grado que tuvo que

ungir al Rey David a escondidas, pues Lémej reencarnó en el primer rey de

Israel, Shaúl, cuyo nombre en hebreo forma las mismas palabras: Lémej =

Mélej. Y ya que Lémej mató a Cáin, Shemuel temía que el reyShaúl (Lémej)

volviera a matarlo a él, pues, al fin y al cabo, era Cáin.

Vemos en este caso cómo una persona que logra reparar su alma alcanza la

grandeza perdida, y la grandeza que Kóraj perdió como el gran líder que pudo

ser para el pueblo de Israel fue recuperada, mediante su reparación, como

Shemuel. Fue debido a eso que el Rey David escribió en Tehilim: Moshé

veAharón…uShmuel… (Salmo 99). Explican nuestros Sabios que en este

salmo el Rey David coloca en la misma categoría a Moshé, a Aharón y al

profeta Shemuel. Es una insinuación más que el potencial mal aprovechado de

Kóraj fue realizado por Shemuel.

La Familia de Abraham Abinu

Sabemos que un gran justo tiene el privilegio de pedir a Dios que se apiade de

todos los que están cerca de él y que les dé la oportunidad de reparar.

Abraham Abinu fue uno de los seres humanos más queridos por Dios y, de la

misma forma que en vida logró salvar a su sobrino Lot de la destrucción de

Sedom solamente debido a sus méritos, en un sentido espiritual, cuando

Abraham Abinu llegó al Mundo Venidero, solicitó que toda su familia tuviera el

honor de regresar a reparar para alcanzar el Mundo Venidero junto con él.

Resumiremos rápidamente el entorno familiar de Abraham Abinu para conocer

la historia inicial de cada miembro y así entender mejor la reparación que le


correspondió realizar.
El padre de Abraham Abinu se llamaba Téraj, y su madre Amtelai Bat Carnebó.

Tuvieron tres hijos: Abraham, Najor y Arán; este último tuvo a su vez dos hijas

y un hijo: Sará, Milcá y Lot. Abraham Abinu se casa con su sobrina Sará y

Najor con su sobrina Milcá.

Téraj-Iyob

Téraj era consejero del rey Nimrod y un gran idólatra. El primer fabricante y

vendedor de estatuas. El rey Nimrod le dijo a Téraj que los astrólogos de su

corte le habían advertido que él iba a tener un hijo problemático para el imperio,

por lo que le ordenó que al nacer su hijo se lo entregara para matarlo.

Al principio Téraj intentó evitar cumplir la orden y entregó al rey Nimrod un bebé

de una de sus sirvientas. Pero cuando Abraham Abinu creció y rompió las

estatuas, entendió Téraj que el rey Nimrod tenía razón y entregó a su propio

hijo para que fuera lanzado a la hoguera.

En el libro Shaar HaGuilgulim (Cap. 50) se nos revela que Téraj reencarnó

como Iyob para reparar su pecado. Por ello también Iyob fue consejero de Paró

y se sometió a una pregunta parecida a la de Nimrod, pero esta vez planteada

por Paró: “Los astrólogos me advirtieron que va a nacer entre los hebreos un

niño problemático para el imperio egipcio. Por tanto, quiero saber qué debo

hacer”. Sus consejeros eran tres: Itró, Bilam e Iyob. Itró dijo: “No te metas con

el pueblo hebreo”; Bilaam dijo: “Comienza una esclavitud y masácralos”. Hasta

aquí, por decirlo de alguna manera, la balanza estaba pareja, por lo que el

desempate de la decisión recayó sobre Iyob. Sin embargo, no es casualidad

que haya sido así, ya que en verdad era un examen de reparación, ya que él

fue quien entregó a Abraham Abinu a la muerte. Y la pregunta ahora es si

entregaría de nuevo a los descendientes de Abraham Abinu a su muerte o los

salvaría para reparar su error anterior.


Iyob se quedó callado, no opinó, lo que lo colocó en una posición intermedia,

en la cual no falló, pero tampoco reparó. Ya que Iyob desaporvechó la

oportunidad de reparación, eso ocasionó que Dios procediera a realizar, por

decirlo así, el “Plan B”, que fue sacar al pueblo de Israel de Egipto gracias a

Iyob.

Antes de explicar esto con mayor detalle, basándome en lo escrito en el Zóhar

(Shemot 46a), cabe preguntar: ¿cómo puede ser que en los 24 tomos de

nuestra Biblia figure un libro que habla de Iyob, si es prácticamente la historia

de un no judío? Se supone que nuestras Sagradas Escrituras abordan sólo

personajes que de alguna u otra forma están relacionados con nuestro pueblo

o nuestra historia. ¿Cómo entró a nuestra Biblia Iyob? Esta pregunta se hace

más amplia cuando leemos en la Guemará (Babá Batrá 14b) que el libro de

Iyob fue escrito por Moshé Rabenu. Esto lo convierte en un texto muy especial

y exige una profunda explicación.

La respuesta está en el Zóhar, en donde se señala que Dios tuvo “cierta”

dificultad para sacar al pueblo de Israel de Egipto, ya que Dios siendo el Rey

de la Justicia creó un sistema de tribunal celestial en el que cada asunto es


decidido por medio de un juicio, en el que hay acusadores y defensores.

Cuando Dios decidió sacarnos de Egipto, sabía que los acusadores tenían

argumentos válidos para que eso no ocurriera. Por ejemplo, aún no pasaban
los 400 años de esclavitud como había prometido Dios, y además éramos

idólatras y habíamos caído hasta el nivel 49 de impureza, lo que no nos

diferenciaba mucho de los egipcios. Y si agregamos el hecho de que dejamos

de hacernos el berit milá, los acusadores ganarían el juicio y no podríamos salir

de Egipto.

Ya que el tribunal celestial es similar al tribunal terrenal, la única forma de


ganar un juicio de este tipo es logrando que los acusadores no se presenten al
juicio de forma que sólo aboguen los defensores y ganar el juicio por “default”.

Éste es el secreto del juicio del Día de Kipur, pues hay un solo día al año en

que los acusadores están ocupados en una batalla de poderes a fin de obtener

su energía para todo el año. Ése día Dios estableció el juicio del pueblo de

Israel, para poder juzgarlos sin muchos acusadores. Eso está insinuado en la

palabra “acusador” que en hebreo se dice hasatán y sunvalor numérico es 364,

para indicar que ellos acusan 364 días al año con excepción de un día de los

365 que tiene el año. Ése es el día de Kipur.

Bajo el mismo criterio nos sacó Dios de Egipto. Sobre los siguientes versículos

de Iyob: “Y vinieron los hijos de Dios delante de Él, y vino también el Satán

entre ellos. Y le preguntó Dios al Satán: ¿Te das cuenta que no hay hombre

como mi querido servidor Iyob, perfecto, recto, temeroso de Dios y alejado del

mal?” (Iyob 1:6), explica el Zóhar que un comentario de Dios como éste donde

se vanagloria de un ser humano suele incitar al Satán para que intente

demostrar lo contrario, pues para eso fue creado. Y en efecto, eso ocurrió,

como sigue el versículo relatando: “Y respondió el Satán: ‘¿Acaso te teme y te

ama incondicionalmente? Todo ese amor es debido a la abundancia, riqueza y

bienestar que le diste. Permíteme quitárselos, crearle problemas y sufrimientos

en la vida y verás cómo te abandona. Entonces le dijo Dios: Lo entrego en tus

manos. Házle lo que quieras. Solamente no lo mates” (Iyob, Cap. 1). Finaliza el

Zóhar diciendo: “Mientras el Satán, con todo su séquito, se ‘ocupaba’ de Iyob,

Dios sometió ante el Tribunal Celestial la pregunta respecto a la salida del

pueblo de Israel de Egipto. Y, por ausencia de acusadores, ganaron los

defensores”.

Por tanto, gracias a Iyob, salimos de Egipto, y ése es el motivo por el que

justamente Moshé Rabenu escribiera el Libro de Iyob, es decir, como una

forma de honrar y agra-decer a Iyob. Además, los comentaristas sobre el libro

Shaar HaGuilgulim agregan insinuaciones, como un juego de letras y palabras,


para indicarnos el agradecimiento del pueblo de Israel a Iyob mientras

cantaban el Az Yashir, que fue cantado por Moshé Rabenu y todo el pueblo de

Israel al salir de Egipto y que comienza con la frase: “Y vio el pueblo los

milagros y creyeron en Dios”, las iniciales forman el nombre de Iyob.

También la lepra que causó el Satán a Iyob está insinuada en el mismo cántico,

en las palabras: Tiratz oyev, que quiere decir “Ganaste a nuestro enemigo”, en

referencia al acusador, en este caso, el Satán. Y esas mismas letras forman la

palabra “la lepra de Iyob”, indicándonos así que la acusación del Satán fue

evitada gracias a la lepra de Iyob. Así, Iyob con su sufrimiento, repara el alma

de Téraj.

Asimismo la idolatría que cometía Téraj con la que arrastraba a los demás fue

reparada por medio de Iyob, por ser él un hombre de muchísima fe y amor a

Dios, quien a pesar de todos los sufrimientos que le causó el Satán no dejó de

creer en Dios y se convirtió en un modelo de apego pleno a Dios bajo cualquier

circunstancia. Por ello el libro de Iyob figura dentro de nuestro Tanaj para dar

fuerza a la persona que atraviesa un momento difícil que podría llevarla a

perder la fe en Dios. El libro de Iyob le sirve de herramienta para superar la


prueba y no perder la fe, reparando así la incitación de Téraj hacia la idolatría.

Ahora entendemos por qué cuando Moshé Rabenu envió a los espías a

inspeccionar la Tierra de Israel, les pidió ver si todavía estaba en ella un árbol:
hayesh ba etz. Explican los comentaristas que no se refería a un árbol, sino a

Iyob, ya que es comparado con un árbol frutal, y además Etz en hebreo se lee

también Utz, el lugar del que provenía Iyob, como lo indica el primer versículo

de su libro. Moshé Rabenu sabía que mientras este hombre justo viviera en la

tierra de Israel no podrían conquistarla, ya que sería injusto guerrear contra


quien, sin saberlo, los había ayudado a salir de Egipto.
Con esta reparación además cumplió Dios Su promesa a Abraham Abinu:

“Fallecerás y te unirás con tus padres”, (Bereshit 15:15) es decir, “Daré la

oportunidad a tu padre para que puedan estar juntos en el Paraíso”.

Gracias a Iyob Moshé logró sacarnos de Egipto.

Amtelai-Janá

La madre de Abraham Abinu se llamaba Amtelai, hija de Carnebó y era la única

que apoyaba a Abraham Abinu. La educación que ella le dio lo ayudó a tener

una fe tan grande en Dios que estuvo dispuesto a ser arrojado al fuego con tal

de no desafiarlo. Los Jajamim comentan mucho de lo justa que era, a tal grado

que hasta la fecha existe una segulá que se utiliza para encontrar algo perdido

mencionando su nombre: Amtelai Bat Carnebó.

Pero vemos que no formó parte de la religión iniciada por Abraham, quizá

porque no quiso enfrentarse a su esposo Téraj, y sin querer formó parte de la

familia idólatra y distribuidora de estatuas.

Está escrito en los libros Guilgulé Neshamot (18) y Séder Hadorot que Amtelai

reencarnó en la mujer llamada Janá, famosa por sus siete hijos, como lo relata
la Guemará (Babá Batrá 91a). En la época de Januká, el rey Antiojus arrestó a

los siete hermanos, los hijos de Janá, y los obligó, uno por uno, a prosternarse

ante sus dioses. La Guemará relata con detalle cómo cada uno de ellos
mencionaba un versículo sagrado que indicaba su fe absoluta en Dios y se

dejaba matar, hasta que el rey dijo al séptimo, el más pequeño de ellos: “Te

lanzaré mi anillo al piso; inclínate para tomarlo. Que por lo menos parezca que

estás prosternándote”. Pero tampoco aceptó hacer esto el niño.

Todo esto ocurrió delante de su madre, Janá, cuyos sentimientos se dividieron

en dos: por una parte, vivía el profundo dolor de esa tragedia familiar; pero por

otra, estaba orgullosa de la buena educación que había dado a sus hijos.
Con eso reparó Janá a Amtelai. Incluso yo agrego, que es probable que los

siete hijos de Janá fueran la reencarnación de los siete hijos de Abraham, ya

que él tuvo, además de Itzjak, siete hijos que fueron idólatras y a quienes

mandó Abraham Abinu al Lejano Oriente para separarlos de su hijo Itzjak (los

brahmin de la India son sus descendientes y su nombre proviene de la palabra

Abraham).

Esta relación entre Janá y Amtelai es reafirmada por la frase que Janá

pronunció antes de que mataran al último de sus hijos: “Cuando llegues al

Cielo, dile a Abraham Abinu: ‘Tú sacrificaste un hijo y yo siete’”. Esta frase no

fue dicha casualmente, sino que fue un mensaje de su madre, Amtelai (Janá),

para Abraham Abinu, diciéndole con orgullo: “Me reparé y reparé a todos tus

hijos, educándolos para ser sacrificados como lo hiciste tú con Itzjak”.

Arán-Aharón

Los hermanos de Abraham Abinu, llamados Najor y Arán, eran los encargados

de vender las estatuas que fabricaba su padre Téraj. Esto ocasionó que

Abraham Abinu se diferenciara de ellos. Cuando Abraham Abinu salió sano y

salvo del horno ardiente, este hecho ejerció un impacto tan fuerte en Arán que

decidió abandonar la idolatría y apegarse al Dios de Abraham. De acuerdo con

el Midrash (Bereshit Rabá 38), Arán vio que la gente creía que el fuego del

horno en el que había estado Abraham Abinu era sólo una ilusión óptica; por

tanto, él se arrojó al fuego para ser quemado a fin de que el milagro realizado

por Dios con Abraham Abinu no fuera demeritado.

A pesar de sus buenas intenciones, eso no era lo que Dios quería, ya que el

lema del judaísmo es: “Vivir para santificar el nombre de Dios, a menos que te

obliguen a traicionarlo. Entonces deberás entregar tu vida”. A Arán nadie lo

amenazó; por tanto, no tenía que morir.


El otro hermano de Abraham, Najor, siempre fue idólatra e incluso educó a su

familia por ese camino. Su nieto fue Labán, y como dice el Zóhar (Parashat

Vayishlaj) él fue uno de los brujos más grandes que existieron y utilizó la

idolatría y la magia negra para engañar y afectar a la gente. Ni siquiera el nieto

de Labán, Bilam ben Beor, se le igualaba.

A petición de Abraham Abinu, Dios dio la oportunidad de reparación a sus dos

hermanos y regresaron en una misma generación: la que salió de Egipto. Y

fueron ni más ni menos que Aharón HaCohén, como reencarnación de Arán, y

Jur, el sobrino de Aharón y Moshé, e hijo de Miriam, como reencarnación de

Najor. Esto está insinuado en las letras de Najor que está el nombre Jur y en

las letras de Aharón está Arán.

La Torá relata que cuando Moshé Rabenu se preparaba para subir al Monte

Sinaí por 40 días, nombró a dos encargados del pueblo de Israel durante su

ausencia; fueron su hermano Aharón y su sobrino Jur. Y dijo a todo el pueblo:

“El que tenga algún asunto, que se aproxime a ellos”.

Después de 40 días, al no bajar Moshé decidieron algunos hacer idolatría y se

aproximaron con esa petición a los dos encargados; la idea empezó a ganar
seguidores, quienes se dirigieron a Jur y lo amenazaron con matarlo si no

colaboraba. Jur, sin embargo, no dudó ni un instante y se rehusó a permitir que

el pueblo cometiera idolatría, por lo que fue degollado. Con esta actitud, Jur
(Najor) entregó su vida y reparó su idolatría anterior, educando así a sus

descendientes en la fe y el apego a Dios. Y el resultado es muy obvio y claro,

ya que en su vida pasada el nieto de Najor fue el brujo Labán y esta vez el

nieto de Jur fue Betzalel, el arquitecto y orfebre de los utensilios del Mishkán (el

Tabernáculo).

Después de matar a Jur, los incitadores se acercaron a Aharón con la misma


petición. Él vio, por un lado, a los incitadores con el cuerpo degollado de Jur y,
por el otro, la santidad del pueblo y la demora de Moshé Rabenu en bajar del

Monte Sinaí. Finalmente optó por ganar tiempo hasta que llegara Moshé

Rabenu, diciéndoles que aceptaba fabricar un ídolo, pero que le dieran tiempo

mientras buscaban el oro para realizarlo. Como ya sabemos, eso no ayudó

mucho y terminamos adorando al becerro de oro, lo que, al fin y al cabo, fue

por culpa involuntaria de Aharón. Si quisiéramos resumir la reparación de Arán

por medio de Aharón, tendríamos que dividir el análisis en dos partes, que nos

servirán de ejemplo de lo dicho en el primer capítulo, donde vimos que cuando

un alma cumple ochenta por ciento de su tarea, la siguiente vez tendrá que

regresar sólo el veinte por ciento de ella. Y eso es prácticamente lo que pasó

con Aharón. La idolatría de Arán fue bien reparada a través del sumo sacerdote

Aharón, pues su fe y apego a Dios no tuvieron medida, y como sumo sacerdote

sus leyes eran muy estrictas como alejarse de cualquier contacto con toda

clase de impureza, como cadáveres, cementerios, etc., que son las

herramientas de la magia negra y la idolatría. De esta forma puede decirse que

Aharón reparó la idolatría de Arán.

Sin embargo, Aharón no dio su vida como lo hizo Jur y causó que el pueblo
cayera en la idolatría del becerro. El castigo para eso es sekilá, es decir,

antiguamente el tribunal rabínico castigaba a un idólatra y a un incitador a ella

arrojándolo desde un lugar alto, a fin de que el impacto lo matara (si no moría
por la caída, lo apedreaban).

Aharón terminó su vida con un gran nivel espiritual, difícil de alcanzar, y falleció

de forma divina, que hasta Moshé envidió y por ello pidió a Dios morir

dignamente como Aharón. Y aunque Aharón se arrepintió toda su vida por lo

del becerro, lloró y ofreció sacrificios para ser perdonado, no consiguió reparar

al 100%, ya que no se le aplicó la sekilá. Por tanto, debido a ese porcentaje


pequeño que le faltó para reparar y alcanzar el cien por ciento tuvo que

regresar y completar su misión.

En el libro del profeta Shemuel se relata sobre el sumo sacerdote Elí, que en

una de las batallas del pueblo de Israel, le llegó la noticia de que el Arón

Haberit (el Arca de la Alianza) había sido capturado por los filisteos y que sus

dos hijos habían muerto en la lucha. Estas noticias le impactaron tanto que

cayó de espaldas al suelo, y recibió un golpe mortal en la nuca.

Aclaran los Jajamim del sod (Shemen Tov, pág. 148) que Elí fue la

reencarnación de Aharón HaCohen y que, al igual que él, fue sumo sacerdote,

y que ambos perdieron dos hijos en un mismo día. Al escuchar la noticia, cae

de espaldas y se le causa celestialmente una sekilá, para reparar así la deuda

de Aharón.

Y ya que el pecado del becerro provocó el rompimiento de las Tablas de la Ley

(puestas más adelante en el Arca), Elí muere debido a la noticia de que el Arca

había sido capturada, algo que equivale al rompimiento de las Tablas, ya que

ambas simbolizan perder la Torá.

Esto se insinúa en las palabras: “El Arca de la Alianza” que se dice en hebreo

HaArón (El Arca), y que tiene las mismas letras que “Aharón”.

Además, la traducción de la palabra “nuca” en hebreo (es decir, la de Elí, que

se rompió) forma las palabras met parekú, que fue la orden que dio Aharón al

pueblo para que trajeran el oro con el cual harían el becerro, y con su

rompimiento murió —se reparó— esa frase.

Además, el nombre Aharón suma 262, al igual que la frase “Será Elí HaCohén

HaGadol”.

De esta forma terminó reparándose Aharón complementando así a Arán,

hermano de Abraham.
Lot-Najum Ish Gam Zu

Lot fue hijo de Arán, hermano de Sará y sobrino de Abraham Abinu. Cuando

Abraham y Sará se fueron a Kenaan, Lot salió con ellos. Al principio seguía los

consejos de Abraham y creía en Dios, pero a medida que el Creador mandaba

a Abraham pruebas para comprobar su apego (la hambruna, los problemas con

Paró, Abimélej, etc.) y él las superaba, Lot se cuestionaba: “¿Dónde está el

Dios de Abraham? ¿Por qué no le ayuda?” Esas preguntas debilitaron la fe de

Lot y causaron que perdiera el nivel espiritual que poseía.

Además, empezó a ganar dinero y riquezas, y sintió que cuanto más se alejaba

de Dios mejor le iba, hasta que terminó separándose de Abraham y alejándose


por completo de Dios.

El lugar donde Lot decidió habitar fue Sedom, donde la regla principal era no

recibir invitados y comportarse de manera cruel con los pobres.

En una guerra que se desató en la zona, Lot fue capturado. Abraham decidió ir

a salvarlo. Y aunque la guerra fue contra grandes reyes, logró rescatarlo

gracias al milagro que le ocurrió. Como dice el Midrash: “Abraham lanzaba

arena y se convertía en flechas”.

Al finalizar la guerra, Lot regresó a Sedom y se convirtió en juez de los

habitantes de la ciudad. Aceptó mantener las leyes de crueldad que imperaban


allí. Cuando Dios decidió destruir Sedom y Amorá, salva a Lot por el mérito de

Abraham y manda a dos ángeles para sacarlo de la ciudad antes de cumplir el

decreto de destrucción. Lot se de-mora intentando salvar sus riquezas, pero los

ángeles lo apresuran diciéndole que no pueden destruir Sedom mientras él

esté ahí.

Al salir Lot, se esconde en una cueva con sus dos hijas. Ellas pensaron que la

humanidad había sido destruida por completo, como sucedió unos años atrás
con el diluvio que arrasó con todo dejando viva sólo la familia de Noaj, y ahora

había ocurrido un diluvio de fuego y ellos tres son los únicos sobrevivientes.

Por tanto, deciden embriagar a su padre a fin de procrear con él y poblar de

nuevo la tierra.

Si quisiéramos resumir las reparaciones que debía realizar Lot en su siguiente

reencarnación, serían por lo menos cuatro:

1. Por su alejamiento de Dios, debía ser una persona muy apegada al Creador.

2. Ante todas las dudas y preguntas que tuvo sobre el comportamiento Divino,

debía ser una persona que entendiera que todo lo que hace Dios es para bien.

3. Por causar tantos sufrimientos a los pobres tendría que ayudarlos o sufrir

como uno de ellos.

4. También por el hecho de procrear con sus hijas ameritaba una reparación.

Aunque fue por una idea errónea y además él estaba embriagado, todo eso

pudo haberse evitado.

En el libro Guilgulé Neshamot (letra nun, 95) se nos revela que Lot reencarnó

en el taná Najum Ish Gam Zu. Analicemos un resumen de la vida de este gran
rabino, para que veamos cómo reparó estos cuatro pecados de Lot.

La Guemará (Taanit 21a) aclara porqué llamaban a este rabino Gam Zu, ya

que ante todo lo que le pasaba en la vida decía Gam zu letová, “También esto

es para bien”.

Por ejemplo, la Guemará relata que una vez la comunidad judía de Israel lo

mandó al César en Roma con un cofre lleno de joyas y diamantes con el

propósito de que, con dicho presente, eliminara un decreto negativo contra la

comunidad. En el camino, el rabino Najum durmió en una posada, donde,

durante la noche, el posadero decide robarle el contenido del cofre. Después


de vaciarlo lo llenó de arena para que el rabino no notara la diferencia de peso.

Cuando llegó el rabino ante el César y éste vio que el cofre estaba lleno de

arena, el rostro del César y de sus consejeros mostraron tal enojo por lo que

consideraron una burla por parte de la comunidad judía que, decidieron matar

al rabino. Pero Najum, como siempre, sólo decía una frase: Gam zu Letová.

En ese momento, relata la Guemará, mandó Dios un ángel, que era Eliahu

Hanabí, disfrazado como uno de los consejeros del César y le dijo: “Éste es un

polvo especial; es el polvo del patriarca de los judíos Abraham Abinu. Si lo

arrojas sobre tus enemigos, ellos morirán”.

El César solicitó una prueba y, al ver que el polvo se transformaba en flechas,

eliminó el decreto de muerte contra el rabino y sobre la comunidad. Además,

llenó el cofre de joyas y lo entregó a la comunidad en agradecimiento.

Al final de sus días, a Najum le sucedió algo muy extraño: cuando regresaba de

un viaje, iba con tres burros cargados de alimento; se le acercó un pobre y le

pidió que se apiadara de él y le diera de comer. “Le dije: espera que termine de

descargar la mercancía, y después te daré de comer’. Cuando terminé, me di la

vuelta y él ya estaba muerto. Me asombré ante ese hecho y me pregunté por


qué justamente yo, que siempre ayudo a los pobres, fui causante de la muerte

de uno de ellos por no apresurarme. En consecuencia, me maldije y pedí a

Dios que castigara mis ojos, manos y piernas, y todo mi cuerpo con
enfermedades y sufrimientos para reparar mi falta”.

A raíz de esa maldición, el rabino Najum sufrió muchísimo, ya que no podía

caminar, ni ver, y todo su cuerpo estaba lleno de sarna. Cuando llegaron sus

alumnos a visitarlo, le dijeron dos frases que requieren de una explicación:

“¡Ay, qué dolor verte así!”, a lo que él contestó: “¡Ay de mí si no me hubieran

visto así!”; y “Rabino, la casa va a derrumbarse. Por ello, vamos a sacarte”, a lo


que él respondió: “No. Primero saquen todo lo que hay en la casa y al final me

sacan a mí. Mientras yo esté dentro de ella, la casa no se caerá”.

Las preguntas que debemos hacer nos son: ¿a qué se refiere el rabino cuando

dice: “¡Ay de mí si no me hubieran visto así!”? ¿Y cómo estaba tan seguro de

que mientras estuviera dentro de la casa, ésta no se caería?

Según la clave que nos dio el Haramá Mipano, en su libro Guilgulé Neshamot,

de que Lot reencarnó en Najum Ish Gam Zu, todo queda claro:

a) Abraham salva a Lot por medio de arena que se convierte en flechas y

Najum es salvado de la muerte con la misma arena;

b) Ante las preguntas que se hacía Lot sobre el comportamiento de Dios hacia

Abraham, Rabí Najum a todo decía: Gam zu letová;

c) Si tomamos las palabras Letová, en hebreo contienen las letras del nombre

Lot y las dos letras que sobran, la bet y la hei, son las iniciales de: “En él

reencarnó”. Esto nos insinúa que en Rabí Najum reencarnó en Lot;

d) La seguridad de Rabí Najum de que mientras él estuviera en la casa, no se

caería, se asemeja a la promesa de los ángeles a Lot, que mientras él


permaneciera en Sedom no sería destruida la ciudad.

e) También entendemos por qué contestó a sus alumnos: “¡Ay de mí…!”, pues

él sabía que si un pobre había muerto en sus manos, era insinuación de los

muchos pobres que habían muerto por culpa de Lot en Sedom, y eso debía

repararse dando tzedaká a los pobres toda la vida y sufriendo como Lot los

había hecho sufrir. Por eso se alegró de sus sufrimientos pagando de esta

manera sus deudas en esta vida y terminar así su misión.

f) Para reparar las relaciones prohibidas con sus hijas, en la Guemará (Berajot

22b) se menciona una ley establecida por Najum Ish Gam Zu, que indica la
pureza que debe realizar un hombre después de tener relaciones conyugales,

titulada Baal Keri. En esa época el sistema de purificación era muy complicado,

ya que requería sumergirse en la mikvé; Najum Ish Gam Zu estableció un

sistema más sencillo para que el varón se purifique llamado “9 Kavín”, el cual

es vigente hasta nuestros días.

Este caso nos sirve de ejemplo para observar y entender muchos relatos de las

guemarot sobre los Sabios del Talmud, donde no es casual la selección de los

hechos que se registran ya que por medio de ellos se nos aclara la reparación

que debieron realizar.

Ciertamente, los relatos adquieren otro matiz cuando se entiende el sod que se

esconde detrás de ellos.Las fallas de Lot

1.Pierde la fe en Dios y se aleja de Él.

2.Cuestiona la conducta de Dios.

3.Causó sufrimiento a los pobres.

4.Por equivocación, tuvo relaciones prohibidas con sus hijas.La tarea de

reparación

Creer en Dios y acercarse a Él.

Aceptar que no todo puede entenderse y que todo es para bien.

Dar mucha tzedaká y sufrir como ellos.

Establecer leyes de pureza para el varón.La reparación de Rabí Najum

Fue un gran temeroso de Dios y maestro de Rabí Akivá durante 22 años.

Implantó en el judaísmo la célebre frase: Gam Zu Le Tová.


Fue hombre de gran bondad y al final de su vida sufrió mucho por causar

involuntariamente la muerte de un pobre.

Estableció una alternativa más factible para la purificación del Baal Keri.

El lugar en donde estaba Sodoma y Gomorra hoy en día.

Yaacov Y Esav

Yaacov y Esav fueron los hijos de Itzjak Abinu. Hasta los trece años no se

notaba diferencia alguna entre ellos, sin embargo, a partir de la muerte de su

abuelo Abraham Abinu, sus caminos se separaron. Esav se convirtió en un

gran pecador y ateo, como lo afirma un Midrash: el día que murió Abraham

Abinu, Esav renegó de la vida después de la muerte y del Mundo Venidero.

Estuvo dispuesto a vender su primogenitura, que no se refiere a su calidad de

primogénito, sino a su porción en el Paraíso, la cual es comparada con la

primogenitura. Esav también fue un asesino. Él fue quien mató al rey Nimrod.

Además, el Midrash relata que Esav nunca fue circuncidado, pues “nació

rojizo”, y por ello sus padres temieron realizarle el berit pues podría

desangrarse hasta morir. Por esta razón, Itzjak decidió que, ya que no fue
circuncidado a los ocho días de nacer, como ocurrió con él mismo, sería

circuncidado a los trece años, como Ishmael. Pero al llegar a los trece años

Esav se negó rotundamente a hacerse el berit y pertenecer así al núcleo judío.

Yaakov quitó a Esav las bendiciones que le tenía que dar su padre Itzjak, ya

que opinaba que la compra de la primogenitura incluía las bendiciones que

correspondían al primogénito, (en hebreo ambas palabras se escriben igual).

Esto provocó que Esav persiguiera a Yaacov para matarlo, haciendo que se

alejara de la Tierra Santa y de sus padres, y viviera con miedo durante muchos

años.
Al final de su vida, cuando salieron los hijos de Yaacov de Egipto para

enterrarlo en Mearat Hamajpelá, se encontraron con resistencia de parte de

Esav y su familia, ya que él exigía que al morir fuera enterrado allí y no Yaacov.

Nuestros Sabios aclaran que, al parecer, esa exigencia de Esav no estaba

motivada por el orgullo de ser enterrado en un lugar importante, sino por un

cierto arrepentimiento de sus ideas ateas y por un deseo de rectificar sus

malas acciones, ya que empezó a reconocer la vida en el Mundo Venidero, y

siendo Mearat Hamajpelá la puerta del Paraíso y el túnel por el que pasan

todas las almas al mundo Celestial, quería ser enterrado ahí.

Sin embargo, Esav no tuvo oportunidad de llevar a la práctica las ideas que

tenía, ya que, en ese momento se desató una pelea y Jushim, hijo de Dan y

nieto de Yaacov Abinu, tomó una espada y lo decapitó, causando que la

cabeza de Esav rodara y quedara dentro de Mearat Hamajpelá.

Nuestros Sabios aclaran que el deseo de Esav de querer iniciar un nuevo

camino y rectificar sus errores pasados, le dio el mérito de reencarnar para

llevarlo a cabo, como ocurre con cualquier persona que, al final de su vida,

quiere hacer teshuvá, pero no tiene el tiempo ni la oportunidad de hacerlo.

En cuanto a Yaacov Abinu, su alma está 99% reparada ya que la única queja

que hay sobre él es que nunca trató de salvar a su hermano. Por ejemplo, la

Torá critica que cuando se reencontraron Yaacov y Esav, escondió a su hija


Diná, pues temía que Esav se casara con ella. Sin embargo, nuestros Sabios

aclaran que en ese hecho, Yaacov perdió una gran oportunidad de salvar

espiritualmente a Esav, ya que podía exigirle que hiciera teshuvá y se

circuncidara para casarse con su hija. Podría decirse que Yaacov, en lugar de

ayudarlo, le quitó las herramientas que en algún momento podrían haberle


facilitado el acercamiento, como la primogenitura, las bendiciones, etcétera.

De tal manera que ambos tenían que regresar. Esav, para reparar cinco fallas:
a) Su ateísmo.

b) Su negación de la vida después de la vida.

c) Los asesinatos que cometieron él y sus 400 soldados.

d) No haberse hecho el berit milá.

e) La persecución para matar a Yaacov.

Por su parte, Yaacov debía regresar para ayudar a su hermano a realizar esta

tarea, pues no lo hizo en su vida pasada. Para esto, no era necesario que

regresara toda la neshamá de Yaacov, sino sólo una chispa de ella.

Revelan nuestros cabalistas que regresaron como Rebí y Antoninus. Esav fue

Antoninus y Yaacov fue Rebí, mejor conocido como Rabí Yehudá HaNasí,

autor de los primeros textos registrados de la Torá Oral, es decir, la Mishná.

Consideremos antes de continuar algunas insinuaciones de lo anterior basadas

en letras y números.

a)HaNasí quiere decir “El presidente”, pero de todos los lideres del Sanedrín

catalogados como Nasí, sólo Rabí Yehudá es llamado de tal manera, ya que en

hebreo este título forma las iniciales de “Fue la chispa de Yaacov Abinu”.

b)En el rezo de Shabat decimos: Titén emet leYaacov, “Otorga el atributo de la

verdad a Yaacov” (Mijá 7:20). La palabra leYaacov suma 212, al igual que

Rebí.

c) Yaacov Abinu estableció el rezo de Arvit y Rebí comenzó las Mishnayot con

las leyes de Arvit.

La Torá dice sobre Yaacov que al finalizar de establecer el rezo se fue a dormir

y soñó con las escaleras, lo que lo despertó, como dice la Torá: Vaikatz
Mishenató, “Y se despertó de su sueño”, donde la palabra Mishenató significa

también “su Mishná”, insinuando la Torá así las mishnayot de Rebí.

Vista de la ciudad de Tzipori hoy en día.

d) Yaacov terminó su vida viviendo 17 años en Egipto y Rebí terminó su vida

viviendo 17 años en Tzipori, donde en sus últimos días decía él: “Soy igual que

Yaacov, porque también él vivió sus últimos 17 años en otro lugar”, para

insinuar así que él conocía la conexión espiritual que tenía con Yaacov Abinu.

e) Otro título de honor que Rebí recibió era Rabenu HaKadosh, “Nuestro

sagrado Rabino”. La Guemará explica que se le dio ese título porque siempre

cuidó su pureza masculina, al igual que Yaacov, quien también se comportó

así, como ya lo explicamos.

f) Cuando Ribká estaba embarazada, no sabía que en su vientre había dos

criaturas, y al consultar a Shem, el hijo de Nóaj, le profetizó: “Dos grandes

naciones tienes en tu vientre”. Esta frase, explica Rashí, se refería a Rebí y a

Antoninus, quienes serían sus descendientes. Lo que no se entiende es qué

tienen que ver Rebí y Antoninus con la pregunta de Ribká. Pero de acuerdo

con esto ya se entiende, pues eran la reparación final de esos dos niños que

Ribká iba a tener. Agrega el Baal HaTurim que el valor numérico de la frase

“Dos grandes naciones tienes en tu vientre” en hebreo suma 502, al igual que

la frase: “Serán Rebí y Antoninus”

g) La Guemará relata que cada vez que Rebí viajaba al norte de Israel a una

pequeña ciudad llamada Romi para hablar con Antoninus, leía todo el camino

la parashá de Vayishlaj, que habla sobre el gran encuentro entre Yaacov y

Esav, el cual terminó con perdón, paz y respeto. Ya que ambos eran

descendientes espirituales de ellos, Rebí leía la parashá para conseguir el

mismo resultado.
Analicemos un poco la vida de Rebí y Antoninus, para comprobar la tarea de

reparación que ambos realizaron:

El padre de Rebí era Rabán Gamliel quien era el rabino principal de Israel. En

sus días, el César romano decretó la prohibición de circuncidar a los niños y en

el momento que Rabán Gamliel tuvo a su hijo, todo el pueblo estuvo al

pendiente de lo que iba a hacer el gran rabino. Rabán Gamliel no lo dudó y,

desafiando la orden imperial, circuncidó a su hijo y lo llamó Yehudá, que sería

conocido más tarde como Rabí Yehudá

HaNasí. La noticia llegó al César, quien convocó a Rabán Gamliel para que

fuera a Roma con su esposa y su hijo recién nacido, y así ser juzgados y

castigados públicamente. Al llegar a Roma, se conocieron la esposa de Rabán

Gamliel y del César. Ésta se apiadó del niño y dijo a la esposa del rabino: “Yo

también acabo de tener un hijo. Se llama Antoninus. Tómalo y vete con él al

juicio para que niegues la acusación de haberle hecho el berit”. La esposa de

Rabán Gamliel aceptó. Mientras se desarrollaba el juicio, la esposa de Rabán

Gamliel amamantó a Antoninus, lo cual lo convirtió en “hermano de leche” de

Yehudá, el hijo de Rabán Gamliel. El juicio terminó bien y el César creyó que
se trataba de un error. Podríamos decir que Antoninus, de alguna forma, salvó

la vida de Rebí, reparando así la persecución de Esav para matar a Yaacov.

Cuando ambos crecieron, Antoninus se convirtió en el gobernador de la zona


de Israel y fue conocido como Marcus Herelius Antoninus Caracalla (que

terminó siendo César de Roma del 211 al 217 de la era común) y Rebí se

convirtió en el presidente del Sanedrín de Israel.

Marcus Aurelius Antoninus Caracalla (188-217), reencarnación de Esav.

Según algunas opiniones, éste es el famoso Antoninus de la época de Rebí.

Los dos llegaron a tener una relación muy cercana, al grado de que Rebí fue el
maestro particular de Torá de Antoninus, quien demostró mucho interés en

saber y conocer a Dios, el judaísmo y el mundo Venidero.

Relata la Guemará que Antoninus construyó un túnel secreto desde su palacio

hasta la casa de Rebí y ocasionalmente iba a estudiar con él. No es común que

la Guemará cite discusiones halájicas entre dos rabinos, a menos que ambos

sean muy grandes en Torá, ya que si un sabio discute con alguien que no

conoce de Torá, por lógica no se registrará su opinión en la Guemará. Sin

embargo, hay una excepción: en la Guemará Maséjet Sanedrín se relata una

discusión entre Rebí y ni más ni menos que Antoninus, en la cual discuten

sobre el momento en que entran la neshamá y el yétzer hará al cuerpo del ser

humano. Y si nos asombra el hecho de que la opinión de Antoninus figure en la

Guemará, nos asombra aún más la conclusión de la Guemará pues es

Antoninus quien tuvo razón y no Rebí.

Este hecho de que Rebí (Yaacov) enseñó Torá a Antoninus (Esav), causó que

éste emprendiera el camino de la conversión y que lo primero que hiciera fuera

anular el decreto del César Adriano contra la circuncisión. Además él mismo

decide hacerse la milá. Con esto reparó Esav el hecho de no realizarse el berit.

Continúa relatando la Guemará que, al llegar ambos a la vejez, en una ocasión

terminaron los dos de estudiar y Rebí se aproximó a su lecho para acostarse, y

al ver Antoninus que tenía dificultad para subir y acostarse, se agachó para
ayudarlo sirviéndole de apoyo. Rebí lo regañó diciéndole: “¡Eres una persona

de honor y no puedes rebajarte ante mí!”, y Antoninus le contestó: “¿Quién me

daría el honor de ser tu servidor en el Mundo Venidero?” Y ya que tocaron el

tema, aprovechó Antoninus y preguntó a Rebí: “¿Crees que yo tenga el mérito

de estar en el Paraíso? Pregunto porque soy descendiente de Esav y el


versículo dice que no quedarán restos de la casa de Esav. Y es obvio que no

se refiere a lo físico, sino a lo espiritual”, a lo que Rebí respondió: “El versículo


habla de quien se comporta como Esav, pero tú, que reparaste tus caminos,

eres merecedor del Mundo Venidero”.

La Guemará en verdad no entra en detalles sobre el mundo de las

reencarnaciones, ya que esto pertenece a la parte mística y oculta del sod, y la

Guemará está dedicada a las leyes literales que debemos cumplir. Pero, una

vez más, con estos relatos nuestros Sabios nos insinuaron muchas cosas, en

este caso, la de que Antoninus (Esav) cree en el Mundo Venidero y anhela

llegar a él.

Antoninus quedó registrado en la historia como el César que persiguió a los

idólatras pero destacó más por ser un hombre que evitaba la guerra y buscaba

la paz, cuyo lema era: “Prefiero no perder un soldado que matar a cien

enemigos”. Con esto reparó Antoninus la idolatría de Esav y las guerras y

matanzas que causó.

Además la Guemará relata que una vez Antoninus mandó a Rebí varios sacos

de monedas de oro y ante la pregunta de Rebí de para qué era eso, (Rebí

poseía muchas riquezas), Antoninus dijo: “Guárdalo. El siguiente emperador

quizá no será tan bueno como yo lo he sido con ustedes. Con esto podrán
sobornarlo para que los deje en paz”. Lo que realmente sucedió es que Dios

causó que Antoninus (Esav) devolviera a Yaacov todo el valor del dinero que le

quitó su hijo Elifaz cuando lo saqueó en el camino. De tal forma, podemos decir
que ambos cumplieron su misión.Las fallas de Esav

Fue un gran ateo.

No quiso circuncidarse.

Negó la existencia del Mundo Venidero.

Persiguió a Yaacov para matarlo.


Fue un gran asesino.La tarea de reparación

Creer en Dios.

Hacerse el brit.

Creer y esforzarse para alcanzarlo.

Salvar la vida a Yaacov (Rebí).

Ser hombre de paz y evitar muertes.La reparación de Antoninus

Fue muy creyente y gran estudioso de la Torá.

Eliminó el decreto contra el berit milá y él mismo se circuncidó.

Anheló ser, por lo menos, el servidor de Rebí en el Mundo Venidero.

De bebés, lo salvó al suplantarlo ante el César.

Fue conocido como “el César de la paz”, por evitar las guerras.La falla de

Yaacov Abinu

No hizo nada para rescatar y salvar espiritualmente a su hermano Esav.La

reparación de Rebí

Fue el maestro de Torá de Antoninus (Esav), lo convirtió y le ayudó a conseguir

el Paraíso.A continuación, resumiremos brevemente todo lo anterior:

Shejem, Zimrí y Rabí Akivá

Cuando Yaacov Abinu regresaba a la Tierra Santa, después de 22 años de

vivir con Labán, donde tuvo 11 hijos y una hija llamada Diná, la Torá relata que

Diná salió un día a convivir con sus vecinas, y con ello provocó que Shejem

Ben Jamor, el príncipe de la ciudad de Shejem la secuestrara y la violara

debido a su baja moral. Esta salida fue muy criticada por nuestros Sabios. La
Torá utiliza tres términos para referirse al apego que tuvo Shejem por Diná: “la
amó”, “la deseó” y “se pegó su alma a ella”. Las iniciales de esos tres términos

forman en hebreo la palabra Ejad, “uno”. (Graben este dato en su memoria,

pues lo necesitaremos más adelante.)

La Torá continúa relatando que mientras Shejem mantenía a Diná cautiva en

su palacio, fue a negociar con la familia para casarse con ella. Shimón y Leví,

hermanos de Diná, decidieron vengarse de todos ellos ofreciéndoles, como

trampa, un acuerdo: si todos los varones de la ciudad se circuncidan, Shejem

podrá casarse con Diná. Sin dudarlo Shejem aceptó y convenció a los jóvenes

de su ciudad, que eran 24 mil en esos momentos, para que ellos también se

circuncidaran y puedan unirse a jovencitas hebreas en el futuro. Como señala

el Rabino Pinejás Friedman, eso está insinuado en la Torá de la siguiente

manera: “En todo este capítulo hay 24 veces la letra alef, que en hebreo se

escribe igual que el número mil (élef), para indicarnos así que eran 24 mil

jóvenes”.

Al tercer día, cuando todos los jóvenes estaban débiles por la circuncisión,

Shimón y Leví emprendieron un ataque sorpresa y mataron a todos como

venganza por la violación de su hermana. Cuando entran al palacio, después


de atravesar a Shejem con la espada, van hacia Diná para rescatarla. Ella se

niega a acompañarlos argumentando que prefiere quedarse con ese pueblo

gentil, ya que, como violada, nadie iba a querer casarse con ella. Nuestros

Jajamim señalan que no fue fácil convencerla.

Resumiendo este hecho se llega a la siguiente conclusión: Shejem cometió el

error de violar a Diná, pero después de ello estuvo dispuesto a convertirse,

dejando atrás toda su idolatría y a emprender el camino hacia el Dios de Diná.

Aceptó circuncidarse por interés, él y con él los 24 mil jóvenes. La pregunta que
surge es: ¿ellos murieron como judíos o no? Por otro lado, Diná quiso

renunciar de su judaísmo y apegarse a un pueblo gentil. Esto es algo que


tendrá que reparar.
Todos ellos reencarnaron y regresaron cada uno con su misión. Shejem

debería recibir una oportunidad para comprobar su lealtad al judaísmo y no

caer en la provocación femenina; sus 24 mil súbditos también debían regresar

como judíos, ya que murieron convertidos y tendrán que demostrar su renuncia

a la idolatría y también controlar su deseo por mujeres. Diná, por su parte, al

querer renunciar al judaísmo, regresará como no judía y tendrá que emprender

“el camino de regreso a casa”; Shimón y Leví, quienes realizaron la matanza de

Shejem, también tendrán que ver algo en la reparación.

Shejem-Zimrí

Cuando el pueblo de Israel estaba en el desierto, casi por llegar a la Tierra


Santa, Balak, el rey de Moab, temió del pueblo de Israel y contrató los servicios

del brujo Bilam para que maldijera a los hebreos. Bilam, al no lograrlo, dio un

consejo malvado a Balak diciéndole: “Dios los está protegiendo, pero si

lograras mandar jovencitas que los seduzcan y los lleven, por medio del deseo

carnal, a caer en la idolatría, Dios Mismo los castigará”. Y, efectivamente, eso

sucedió. Incluso la princesa Kozbí, hija del gobernador Tzur, tomó parte en la

seducción.

Esta cautivó a uno de los lideres de la tribu de Shimón, llamado Zimrí, hijo de

Salú, quien la tomó y, a pesar de ser un hombre muy importante, no aguantó la

tentación y, con total descaro, la llevó ante Moshé, expresando su amor en

público y posteriormente la llevó a su propia carpa, provocando una gran

profanación del nombre de Hashem. Pinjás, el nieto de Aharón HaCohén, tomó

una espada, los atravesó y los alzó en vilo, para luego caminar por todo el

campamento hebreo cargando con sus cuerpos y demostrando así el castigo

para quien realizara semejante acto.

El símbolo de Shimón y Leví.


Mientras todo esto sucedía, muchos jóvenes de la tribu de Shimón siguieron el

ejemplo de su líder, Zimrí; tomaron jovencitas moabitas y, para estar con ellas

aceptaron servir al ídolo Baal Peor. Cuando Pinjás mató a Zimrí, una epidemia

mató a los jóvenes shimonitas A diferencia de Zimrí, que fue una persona muy

grande espiritualmente y cayó por una mujer, Rabí Akivá, que era inculto y

rebelde, alcanza la cima por una mujer. Y ahora entendemos lo que sucedió

con los alumnos de Rabí Akivá, que murieron todos en una epidemia y fueron

exactamente 24 mil. Ellos eran los mismos 24 mil jóvenes de Shejem y los del

desierto, pero esta vez repararon convirtiéndose en jajamim, alejados de la

idolatría y apegados a la Torá y, por supuesto, sin pensar en relaciones

prohibidas.

Esta vez, el líder de ellos, Rabí Akivá, que la vida pasada, como Zimrí, los llevó

al abismo y les provocó perder todo y morir en una epidemia, en esta vida,

como su líder los enaltece y los eleva, y fallecen de la misma forma, pero esta

vez ya reparando. Éste es el motivo por el que no aparece en los escritos

ningún lamento de Rabí Akivá por perder a todos sus alumnos, ya que él sabía

que habían logrado su reparación y su perfección. Uno de los motivos por los

que hasta hoy guardamos luto en los días del Omer por esos 24 mil jóvenes es

para que meditemos cada uno sobre nuestra misión y velemos por cumplirla,

como ellos lo hicieron.

Pero esto todavía no termina, ya que Shejem y Diná tienen que encontrarse de

nuevo y no pecar. Sobre esto relata la Guemará (Nedarim 50b-Rashí) que Rabí

Akivá solía tener algunas discusiones con Rufus, un gobernador de la zona, el

cual siempre quedaba como ignorante ante Rabí Akivá. El gobernador llegaba

a su casa enojado y su esposa, Rufina (que era la reencarnación de Kozbí -

Diná), decidió ayudarle a humillar a Rabí Akivá (la reencarnación de Zimrí -

Shejem) seducirlo para atraerlo al pecado y, una vez logrado ese objetivo,

denunciarlo ante las autoridades rabínicas para que lo excomulguen. Rufus


aceptó, a fin de vencer a Rabí Akivá. Cuando ella fue con Rabí Akivá, él se fijó

en ella, lloró, escupió y rió, lo que le provocó asombro a ella y le preguntó:

“Eres un sabio. Explícame tu comportamiento”. Contestó Rabí Akivá: “Dos

cosas te explicaré; una no. Lloré por la belleza tan grande que tienes, que

terminará siendo comida de gusanos en la tumba”. Es decir, le explicó Rabí

Akivá cómo la belleza es una ilusión pasajera, tentadora y peligrosa, y el día de

mañana, cuando el cuerpo se convierta en comida de gusanos, el alma subirá

para rendir cuentas por sus pecados. Y al escupir te quise insinuar que una

gota de semen, (simbolizada por la saliva), es decir, tener relaciones prohibidas

contigo no vale la pena por eso perder el Mundo Venidero. “¿Y por qué te

reíste?”, ella le preguntó, a lo que él respondió: “Te dije que no te contestaría


eso. Algún día te lo diré”.

Estas palabras penetraron muy profundamente en la mente de Rufina y le

hicieron pensar, y al final tomó una decisión muy radical: exigió a Rufus el

divorcio y se convirtió al judaísmo; al cabo de unos años, después de que

falleciera Rajel, la gran esposa de Rabí Akivá, Rufina se casó con él.

Con esto volvieron esas dos almas a unirse, pero esta vez con pureza y
permiso halájico, reparando así las relaciones prohibidas de ambos en el

pasado. “Ahora entiendes por qué me reí…”

El final de Rabí Akivá es asombroso: es detenido por los romanos y condenado


a muerte, lo cual se llevó a cabo de una forma muy cruel; lo desollaron con

peines de metal mientras gritaba el texto del Shemá: “Y amarás a Dios con

todo tu corazón y con toda tu alma…”. Los alumnos que estaban presentes le

preguntaron: “¿Cómo logras mantener la fe bajo estas condiciones?”, a lo que

respondió: “Toda mi vida deseé santificar con mi muerte el Nombre de Dios.


Ahora que tengo la oportunidad de hacerlo, ¿no he de aprovecharla?”
Explican los sabios del sod que el motivo por el que el alma de Rabí Akivá

deseara morir santificando el nombre de Dios era para reparar la gran

profanación del Nombre de Dios que causó en el viaje pasado como Zimrí, ya

que la profanación se repara con la santificación.

Culmina la Guemará relatando (Berajot 61b), que Rabí Akivá pronunció una

vez más el Shemá y, cuando pronunció la palabra Ejad, falleció; en ese

momento escucharon los sabios una voz Divina que decía: “Bienaventurado tú,

Rabí Akivá, que salió tu alma pronunciando la palabra Ejad”. Y la pregunta que

surge: ¿acaso es tan importante morir diciendo Ejad?

Pero con el dato que se les pidío al principio de esta sección que guardaran, el

de las iniciales de los tres conceptos de amor que tuvo Shejem por Diná y que

formaban la palabra Ejad, ahora Rabí Akivá cierra el círculo que comenzó con

Ejad y termina con Ejad.

Para cerrar esta sección con broche de oro, se les relatara lo que dice el

Midrash (Yalkut Mishlé 9): “Cuando los romanos terminaron de matar a Rabí

Akivá, arrojaron su cuerpo a la cárcel. Esa noche se presentó un anciano

desconocido al alumno de Rabí Akivá llamado, Rabí Yehoshúa HaGarcí.


Después de saludarlo, Rabí Yehoshúa le preguntó quién era y le contestó: ‘Soy

un cohén. Vine para sacar a Rabí Akivá de la cárcel, y llevarlo a enterrar’.

‘Pero, señor cohén, las cárceles están cerradas y protegidas.’ ‘No te


preocupes, Dios nos ayudará.’” Al llegar a la cárcel, las puertas estaban

abiertas y los guardianes descuidados. El cohén entró y cargó el cuerpo de

Rabí Akivá. Él y el alumno se fueron caminando así hasta la ciudad de Kutzrin,

y allá enterraron el cuerpo de Rabí Akivá. Al finalizar, preguntó Rabí Yehoshúa

al anciano: “Me dijiste que eras cohén. ¿Acaso no sabes que un cohén no
puede tocar un cadáver por su santidad?” Le contestó el anciano: “Basta. No

indagues. Y además, este Talmid Jajam no impurifica”. Aclaran nuestros


Sabios que ese anciano era Eliahu HaNabí, reencarnación de Pinjás HaCohén,
el cual vino a dar la “medalla de reparación”a Rabí Akivá, es decir, Zimrí, ya

que él mismo fue quien lo mató y lo cargó por todo el campamento,

humillándolo después de muerto por lo que hizo, pero esta vez volvió a

cargarlo para honrarlo con una sepultura digna.

En este caso vimos un ejemplo de una falla de varios no reparada en su

primera reencarnación, también en su segunda fallaron pero en la tercera lo

lograron.

Rajel Imenu y Rajel, la esposa de Rabí Akivá

Rajel Imenu es el símbolo de la piedad y la bondad espiritual, ya que, si

observamos su historia, vemos actitudes que aparentemente son difíciles de

entender. Por ejemplo, ceder a su hermana el puesto de novia entregándole los

simanim, las señales secretas que habían establecido Yaacov y ella o haber

robado a su padre los ídolos. Estas actitudes se debían a la preocupación tan

grande que tenía Rajel por la espiritualidad del prójimo. Por ello, para que su

hermana Leá no fuera obligada a casarse con el malvado Esav, perdiendo así

su espiritualidad, le entregó los simanim. En hebreo, la palabra simanim suma

igual que la palabra lemaanej, “por tu bien”, para indicar que Rajel no lo hizo

por miedo a Labán, sino por el bienestar espiritual de su hermana.

Esa cualidad maravillosa de Rajel es la que la llevó, en el momento en que

todos empacaban para escapar de casa del tramposo Labán, a quitar a su

padre las estatuas; pensando que quizá así las abandonaría y empezaría a

creer en Dios. Ella no las destruyó, sino que sólo las escondió, por si acaso el

padre se enojaba a tal grado de desear matarlos, y entonces ella se las

devolvería; pero si su enojo fuera moderado, las destruiría, como ocurrió

finalmente.
Al igual que velaba por la espiritualidad de su hermana y de su padre, Rajel

quiso ser la que ayudara a Yaacov Abinu a alcanzar la cima espiritual,

apoyándolo y luchando con él para lograrlo.

Las buenas intenciones de Rajel no se concretaron, ya que falleció muy joven,

a los 36 años de edad. Yaacov, por su parte, siguió elevándose criando a las

12 tribus, pero con el dolor permanente por la pérdida de su querida esposa.

Labán, por su parte, siguió siendo el tramposo, el estafador, el que siguió

debiendo mucho dinero a sus vecinos y, por supuesto, a Yaacov Abinu, por no

pagarle su salario.

Rajel, al llegar al Mundo Venidero, veló siempre por el bienestar de sus hijos. Y

sabemos que, gracias a sus plegarias, cuando salimos al exilio, Dios le

prometió que algún día nos regresará a la Tierra Santa. Pero al parecer no rezó

solamente por sus hijos, sino también por su padre, rogándole a Dios (igual

que hizo Abraham Abinu con su familia) que le diera a Labán la oportunidad de

regresar y reparar.

Efectivamente, en la época del Rey David, regresó Labán como el famoso

Nabal HaCarmelí; en hebreo ambos nombres contienen las mismas letras.

Él fue un hombre muy rico, pero muy avaro. David Hamélej, al huir del Rey

Shaúl, se escondió en un lugar desértico al lado de la gran finca de Naval,

quien sufría de muchos asaltos y robos de su ganado, pero al llegar David con

su ejército a esa zona cesaron los robos porque los ladrones tenían miedo de

atravesar el campamento de David. De tal forma, se convirtió indirectamente el

Rey David en el guardián del ganado de Naval.

Al acercarse Rosh Hashaná, David vio que sus soldados carecían de comida y

bebida digna para las festividades que se aproximaban. Por tanto, mandó

mensajeros a Naval pidiéndole que, como recompensa por la protección a sus


bienes que le daban David y su ejército, les entregara alimentos y bebidas.
Naval se negó rotundamente, ya que siguió, también en este viaje, los mismos

pasos de Labán, avaro y codicioso.

Recordemos que los años de vida de David provinieron en parte de la donación

hecha por Yaacov Abinu. Por tanto, el Rey David se conecta directamente con

Yaacov y vuelve a ser el pastor de Labán-Naval, exigiendo esta vez su pago,

es decir, la deuda de la reencarnación pasada. Pero Naval (Labán) no repara y

Rajel, desde el Cielo, suplica a Dios que le dé una oportunidad más, sólo que

esta vez su petición incluye algo más: “Yo misma quiero volver a ser su hija y

ayudarle”. Como dicen nuestros Sabios, “al que empieza la mitzvá se le dice

que la termine”, y ya que Rajel comenzó la reparación de Labán robándole los

ídolos, vuelve ahora para finalizar su trabajo.

Antes de la destrucción del Segundo Templo, vivió en Jerusalén un hombre

muy rico llamado Calba Sabúa, “Perro saciado”. En realidad, éste no era su

nombre, sino la expresión con la que la gente lo conocía, debido a su gran

generosidad con los pobres, ya que incluso un “muerto de hambre como un

perro” salía saciado y harto de tanta comida que aquel rico derrochaba.

Calba Sabúa era uno de los que sostenían económicamente a la comunidad,


en especial a los estudiosos de Torá. Tenía una única hija, llamada Rajel, que

apoyaba y administraba por él toda esa organización de caridad. Una de las

ilusiones más grandes de Calba Sabúa era que ella se casara con un gran
rabino, pero nunca se imaginó que su hija se enamoraría de su pastor, llamado

Akivá, analfabeta e inculto que odiaba a los rabinos. Pero su hija Rajel insistía:

“Él es mi alma gemela”.

Calba Sabúa se opuso tanto a ese matrimonio que incluso la desheredó. A

Rajel no le preocupó eso y prefirió que su padre siguiera dando su dinero a los

necesitados, ya que no tenía a quién dejar su riqueza. Y, por otra parte, ella se
preocupó por apoyar a su esposo a alcanzar el bien espiritual, lo cual logró
cuando él se convirtió en uno de los rabinos más grandes de la historia del

pueblo Judío, al grado que Moshé Rabenu preguntó a Dios: “¿Por qué me

elegiste a mí para entregar la Torá al pueblo de Israel y no elegiste a Rabí

Akivá?”

Después de algunos años, llegó Rabí Akivá a la ciudad con sus 24 mil alumnos

y salieron todos los habitantes a recibirlos, entre ellos Calba Sabúa, el cual no

imaginó que se trataba de su yerno. Se le aproximó y le pidió que anulara la

promesa de desheredar a su hija. Le preguntó Rabí Akivá: “Si supieras que tu

yerno algún día sería un jajam, ¿la habrías desheredado?” “Si sólo hubiese

sabido que algún día mi yerno podría leer un solo versículo de la Torá, ya no la

habría desheredado.” “Tranquilízate y alégrate”, respondió Rabí Akivá; “yo soy

tu yerno”. En ese momento, Calba Sabúa dio la mitad de su riqueza a Rabí

Akivá.

Supongo que ustedes ya imaginan las conexiones. Por tanto, sólo resumiremos

los hechos. Calba Sabúa era la reencarnación de Labán. Rajel su hija, la

reencarnación de Rajel Imenu, quien vino a ayudarle, y Rabí Akivá contiene

una chispa de Yaakov Aviunu (Y aunque Rabí Akivá era la reencarnación de


Shejem ben Jamor, eso no impide que tuviera una chispa del alma de Yaakov.

Y mientras repara a Shejem y a Zimrí, puede hacer una tarea pequeña a la

chispa del alma de otro, en este caso Yaakov). Esto se halla insinuado en el

versículo que cataloga a Yaacov Abinu como Abir Yaacov, “el Príncipe Yaacov”

(Bereshit 49:24), que en hebreo tienen las mismas letras que Rabí Akivá.

Resumen: Labán falló

a) Fue un tramposo y estafador que debía dinero a todos sus vecinos y

conocidos;

b) Engañó a Yaacov con su sueldo; por tanto, terminó debiéndole 20 años de


trabajo;
c) Nunca supo valorar y apreciar la grandeza del gran justo Yaacov Abinu;

d) Fue un gran idólatra y brujo;

e) Se opuso a la boda de Yaacov con Rajel, y lo obligó a casarse, mediante

engaños, con Leá.

Labán en este viaje, como Calba Sabúa, logra reparar (después de fallar

cuando fue Naval), ya que en esta vida fue generoso y donó mucho dinero a

toda la comunidad, para reparar así su avaricia, robo y engaño a sus vecinos

en su primer viaje. También apreció a los rabinos y estudiantes de Torá,

reparando las faltas de respeto y el odio que sentía por Yaacov. Además, él fue

también un estudioso y cumplió las leyes de la Torá con amor y fe en Dios,

reparando así la idolatría de Labán.

Pero se opuso al matrimonio de su hija Rajel con Rabí Akivá, ya que en su

subconsciente espiritual estaba grabada todavía su oposición a la boda de

Rajel con Yaacov. Y puesto que Rabí Akivá contenía una chispa de Yaacov

Abinu, vino con su amada Rajel para ayudarle a reparar a su padre, Labán,

como ya explicamos.

Sin embargo, al final termina aceptándo y valorando muchísimo a su yerno,

Rabí Akivá (Yaacov), y al darle la mitad de su fortuna prácticamente pagó

Labán la deuda que tenía pendiente.

Y Rajel, que intentó alejar a su padre de la idolatría y del mal, logra esta vez

reparar a su padre apoyándolo para que se acerque a la Torá y para que sea

uno de los más grandes y generosos patrocinadores de la comunidad judía.

Además, Rajel logra disfrutar a su esposo, sin tener que compartirlo, y le

demuestra el gran amor que siente por él al estar dispuesta a abandonar un


palacio y vivir en un pajar.
Por eso Rabí Akivá dijo la frase: Rejilá batar rejilá (Ketubot 63a), que en su

traducción literal significa “Oveja tras oveja”. Los sabios del sod nos aclaran

que esa frase se refería a su esposa Rajel, ya que Rejilá contiene las letras de

Rajel, insinuando así que su esposa Rajel fue la reencarnación de la gran Rajel

Imenu, es decir Rajel tras Rajel.

Las Doce Tribus

Yaacov Abinu tuvo 12 hijos, dos de ellos con su querida esposa Rajel (Yosef y

Binyamín), siendo Yosef su favorito. Eso provocó mucha envidia entre sus diez

hermanos, al punto que no lo soportaban. Yosef, por su parte, también

“arrojaba leña al fuego” al acusarlos ante Yaacov. Nuestros Sabios analizan


cuál de los dos bandos fue el equivocado: ¿los diez hermanos por pensar que

Yosef quería excomulgarlos y conseguir así continuar la cadena con unidades,

es decir, Abraham, Itzjak, Yaacov, Yosef, o fue Yosef el equivocado al

acusarlos de algo que quizás no hicieron? La respuesta es que ambos están

equivocados, ya que cuando tenemos un interés y somos jueces y parte, nunca

lograremos ver la realidad.

Este odio alcanza su clímax cuando los diez hermanos se sentaron para

juzgarlo y decretan su muerte; pero al último momento, el primogénito, Reubén,

sugiere otra idea: “¿Por qué no lo tiramos al bor (pozo), que está lleno de

serpientes? Así no seremos nosotros los que lo matemos, sino que lo

dejaremos a la decisión Divina…”. Así lo hicieron.

Reubén pensó que si en realidad Yosef era inocente, las serpientes no lo

matarían y así tendría oportunidad de venir después por él para regresárselo a

su padre.

Reubén tuvo que volver a su casa ya que ese día le correspondía servir y

cuidar a Yaacov. Así que, quedaron nueve hermanos quienes decidieron

sacarlo del pozo y venderlo como esclavo. Mediante este acto causaron e
iniciaron el descenso a Egipto, el cual se concreta cuando Yosef se convierte

en virrey de Egipto y manda traer a toda su familia. Resumamos hasta aquí las

fallas de cada uno de ellos: 1. Los nueve hermanos:

a) Debido a la deshonra que les causó Yosef, vieron todo con malos ojos,

aunque no era la realidad, y por tanto lo juzgaron para mal.

b) Lo secuestraron y vendieron como esclavo.

c) Causaron la bajada a Egipto.

2. Reubén, el mayor:

a) Igual que sus nueve hermanos, percibió mal y habló mal de él.

b) Arrojó a Yosef a un pozo con serpientes.

c) Como primogénito, pudo evitar todo eso y no lo hizo, causando así a su

padre un largo e infundado luto de 22 años, aislándose como un excomulgado.

Cuando los hermanos de Yosef bajaron a Egipto a comprar comida, él los

reconoce y los acusó diciéndoles: “¡Ustedes son espías!” (Bereshit 42:9).

Muchos comentaristas se preguntan por qué los acusó de espías y no de

ladrones, contrabandistas, etc., y cada uno responde a esta pregunta de

diferentes maneras. Sin embargo, me llamó mucho la atención la respuesta del

Ben Ish Jay en su libro Adéret Eliahu, donde explica en nombre del Arizal que

el motivo por el que Yosef los acusó de espías era como una profecía ya que

tendrían que regresar todos como los famosos espías que mandaría Moshé a

explorar la Tierra de Israel. Esta idea llevó a hacer un análisis de toda la

reparación de los shebatim, las tribus, el cual se compartira con ustedes.

3. Yosef HaTzadik:

a) También él falló en ver, por envidia, siempre lo negativo y en hablar mal de


sus hermanos.
b) Fue el que nos hizo descender a Egipto.

4. Binyamín:

a) Casi no tiene culpa en nada, ya que no participó en el juicio, la venta ni la

bajada a Egipto.

Los hijos de Yaacov fallaron en ver y en juzgar mal debido al interés personal

que tenían, causando bajar a Egipto. Por tanto, tendrían que regresar como los

espías que explorarían la tierra y, animarían al pueblo hebreo regresar a Israel.

En lo personal no sería una tarea fácil ya que ellos perderían su puesto de

liderazgo, debido a la regla: “Líder en el desierto no será líder en Israel”. Por

tanto, a pesar de su ego, tendrían que ver bien y hablar bien, reparando así lo

que causaron como hijos de Yaacov, por egoísmo: viendo mal y hablando mal.

Y, por supuesto, si lo hacían, motivarían a todo el pueblo a entrar de inmediato

a la Tierra Santa, reparando así el hecho de que fueron ellos mismos quienes

nos bajaron a Egipto.

Agrega el Ben Ish Jay que ése es el motivo por el que, antes de mandarlos

Moshé Rabenu agregó una letra al nombre de Hoshea Bin Nun llamándole

Yehoshúa, lo cual hizo que el total de letras en los nombres de los espías fuera

49, que es el mismo número de letras que componen los nombres de las 12

tribus (como están escritos en el Joshen, el pectoral), insinuándonos así que

los doce hermanos reencarnaron en los 12 espías. Y con base en lo que leí en

nombre de Rabí Jaim Vital, que Hoshea Bin Nun era la reencarnación de Yosef

HaTzadik, como veremos a continuación, se entiende por qué Moshé agregó

justamente la letra yud a su nombre, pues la yud es la letra que encabeza el

nombre de Yosef, para insinuar así la conexión entre Yosef y Yehoshúa Bin

Nun.
Binyamín, como dijimos, no tenía mucho que reparar; sólo vino para apoyar a

su hermano Yosef, que esta vez es Yehoshúa, y él es Caleb Ben Yefuné. Por

tanto, los diez espías restantes son los diez hermanos.

Por eso son catalogados cada uno de ellos Nasí, “príncipe”, pero el versículo

literalmente dice: Kol nasí bajem, que significa: “Todo príncipe en ellos”

(Bamidbar 13:2). Con el sod se entiende, ya que la palabra Nasí está formada

con las iniciales de la siguiente frase: “El alma de los doce hermanos”. Por

tanto, se leería así: “Todas las almas de los doce hermanos estaban en ellos”.

Y por esto también los espías fueron llamados Rashé Bené Israel, “Las

cabezas del pueblo de Israel”, ya que en verdad ellos son las cabezas, los doce

hijos de Yaacov, a partir de quienes se formó todo el pueblo de Israel.

Al llegar los espías a la tierra de Kenaan con el objetivo de explorarla, Caleb

abandona la misión, va a las tumbas de nuestros patriarcas en Mearat

Hamajpelá y se queda allá los 40 días que dura la misión. La razón por la cual

el alma de Caleb le hace abandonar la misión es porque justamente él es

Binyamín, quien no tiene nada que reparar, sino sólo apoyar a Yosef

(Yehoshúa), que es lo que realmente hizo cuando hubo el gran alboroto del
pueblo que apoyaba a los diez espías y atacaban a Yehoshúa. Ahí, Caleb

defendió y respaldó la opinión de Yehoshúa al hablar bien de la Tierra Santa.

Por su parte, los diez espías, por ego, ven todo lo malo y negativo en la Tierra

Prometida y vuelven a caer en el mismo error: ver mal, hablar mal y provocan

que no entremos a la tierra de Israel durante los siguientes 40 años. Es por eso

que son castigados en el desierto con una muerte muy severa que comenzó en

sus lenguas, pagando así con sufrimiento la falta de reparación. Sin embargo,

por lo menos dieron a todo el pueblo el aprendizaje de no hablar mal por

interés propio y menos todavía difamar a la Tierra Santa, sino anhelar habitarla.
Por otro lado, Yosef sí repara, por medio de Yehoshúa, hablando bien de la

Tierra de Israel y convirtiéndose en un futuro en el líder que nos llevó,

conquistó y asentó en Israel; él nos sacó y él nos metió.

Por supuesto, una vez más, en esta tarea Yehoshúa fue ayudado y apoyado

por Caleb Ben Yefuné.

Pero la misión de Yosef aún no termina. Antes de entrar a Israel, Yehoshúa

manda dos espías para que le ayuden a planear el ataque; uno es Pinjás y el

otro, Caleb. Al entrar a Israel, casi los atrapan y fueron salvados por una mujer

llamada Rajab, denominada por la Torá como zoná, cuya traducción literal es

“mujerzuela”, pero nuestros Ja-jamim aclaran que era vendedora de comida en

su posada, y el título zoná proviene de la palabra mazón, “alimento”.

Surge una pregunta: si no era una mujerzuela, ¿por qué llamarla de esa forma,

y de alguna manera, difamarla, ya que a nadie se le ocurre traducir esa palabra

como “vendedora de mazón”? Más aumenta nuestro asombro cuando leemos

que, al final, cuando ella ayuda a los espías y nos ayuda a comenzar la

conquista, se casa con ella ni más ni menos que Yehoshúa Bin Nun. ¿Acaso

era digno que el gran líder, sucesor de Moshé Rabenu, se casara con una
zoná? Sin embargo, con base en lo que dice Rabí Jaim Vital, se entiende, ya

que Rajab fue la reencarnación de la esposa de Potifar, que intentó seducir a

Yosef (Yehoshúa). Por eso es llamada zoná, no por lo que fue en este viaje,
sino por lo que hizo en su vida anterior. Y para reparar el daño que provocó a

Yosef, esta vez lo apoya y lo ayuda en la conquista de Israel. Y en lo que no

cayó Yosef la vez anterior, ya que ella era prohibida para él, la obtiene ahora

de forma permitida.

De acuerdo con todo esto, podemos ahora entender una escena que ocurrió

entre Yaacov y Yosef. Yosef trae a Yaacov a sus hijos Efraim y Menashé, para
que los bendiga. Yaacov intencionalmente cambia las manos de posición y
coloca la mano derecha, que es la más importante, sobre la cabeza del menor,

Efraim. A Yosef no le parece y al reclamarle, su padre le contesta: Yadati bení

yadati, “Lo sé, hijo mío, lo sé” (Bereshit 48:14). Pero no aclara qué es lo que

sabe y uno se queda con la interrogante. Además, dice el siguiente versículo:

“Y bendijo a Yosef”. Aparentemente, la bendición era para Efraim y su

hermano, que estaban bajo las manos de Yaacov, y no para Yosef. ¿Por qué la

Torá dice que bendijo a Yosef?.

De acuerdo con todo lo explicado anteriormente, ahora se entiende: de Efraim

salió Yehoshúa Bin Nun y a él quería bendecir Yaacov. Ya que él será el

reparador de Yosef. Por eso dijo: Yadati bení, ya que bení en hebreo contiene

las iniciales de Yehoshúa Bin Nun. Y como Yehoshúa es Yosef, por eso la Torá

dice que “bendijo Yaacov a Yosef”.

Pero aún quedaba algo por reparar para los hermanos de Yosef, ya que ellos

fueron quienes lo secuestraron y vendieron, y la Torá dice: “Aquel que

secuestre a una persona y la venda, merece la pena de muerte”. Ellos lo

hicieron y aún no lo habían pagado.

Sobre eso se nos relata la Kiná de Ele Ezkerá (lamento que se lee en Tishá B’e
Av) que, después de la época del Segundo Templo, el César Adriano decidió

leer la Biblia judía; cuando llegó al versículo que dice: “El que secuestre a una

persona y la venda, morirá”, convocó a los rabinos y les preguntó: “¿Por qué no
fueron castigados los hermanos de Yosef por violar esta ley? Por eso yo voy a

tomar a los diez rabinos más grandes de ustedes y los mataré por ello”. El

Midrash aclara que nuestros Sabios podían darle varias respuestas, pero

sintieron que esa acusación debería tener un motivo que venía del más allá;

por ello decidieron pedir al César tres días para pensar en la respuesta que le
darían, tiempo que aprovecharon para averiguar las razones celestiales de ese

acontecimiento.
El elegido para averiguarlo fue Rabí Ishmael Cohén Gadol, quien hizo iluy

neshamá, algo parecido a lo que se denomina en nuestros días “viaje astral”;

su alma se desprendió de su cuerpo y pasó a la dimensión celestial, donde le

dijeron: “Acepten el decreto, ya que en ustedes reencarnaron los culpables de

la venta de Yosef”.

Al regresar, Rabí Ishmael informó a los Jajamim lo que le habían dicho, por lo

que decidieron cumplir con orgullo con la misión de reparar las fallas de los

hermanos de Yosef y, así, se convirtieron en los diez muertos por el imperio

romano, y por ello fueron llamados “Los diez arugué maljut”, los diez muertos

por el reino.

Esto se encuentra insinuado en la Torá, en el episodio del encuentro de Yosef

con sus hermanos, cuando ellos le piden perdón por haberlo vendido. Dice la

Torá: “Y lloró Yosef haleem, sobre ellos” (Bereshit 45:15). La palabra haleem

tiene las iniciales de: “Serán los diez arugué maljut”. Adriano Publio Elio (76-

138).

Esto también está insinuado de manera increíble, como dice el Rabino

Menashé Ben Israel en su libro Nishmat Jaim, en el hecho de que los diez
nombres de los rabinos elegidos equivalen numerológicamente a los nombres

de los hermanos de Yosef: ambos suman 2858.

Pero en realidad no deberían ser diez, sino sólo nueve, ya que Reubén se fue y

no participó en la venta. A él le corresponde otro tipo de reparación. Por tanto,

nuestros Sabios explican que, como necesitaban diez para concretar el juicio,

debían involucrar a la Shejiná, la Presencia Divina, y ya que esto implica

palabras mayores, prefiero no abordarlo. Sin embargo, tenemos claro que

Reubén requiere de una reparación distinta. ¿En quién reencarnó?

Cuando Reubén regresó al pozo para salvar a Yosef y vio que no estaba,
entendió que en sus manos estuvo salvarlo y no lo hizo; el hecho de haber
dicho: “Tírenlo al pozo” provocó su muerte o una desgracia desconocida hasta

ese momento por él. Por eso él mismo se preguntó: Veaní ana aní ba, “Y

ahora, ¿a dónde yo vengo?” (Bereshit 37:30), que literalmente es difícil de

entender. Aunque sabemos que quiere decir: “¿Cómo yo ahora regreso a casa

de mi padre con esta noticia?”, sin embargo, esta expresión se refiere a la

reencarnación que tendrá; por eso se cuestionó: “¿En quién yo vendré para

reparar esto?”

Se encontra en el libro del Haramá Mipano, en nombre del Lev Aryeh, que

Reubén regresó como Rabí Eliézer Ben Horkenús, conocido también como

Rabí Eliézer HaGadol, “El Grande”. Este título no es común, pero, ya que era la

reencarnación de Reubén, el hermano grande, fue denominado así. Además,

su madre Leá lo llamó Reubén porque Raá, “Vio Dios mi sufrimiento”. Raá son

las iniciales de Rabí Eliézer HaGadol.

Rabí Eliézer fue uno de los cinco alumnos de Rabí Yojanán Ben Zakai, quien

dio a cada uno de ellos un calificativo de honor (Pirké Avot 2:8); sobre Rabí

Eliézer dijo: “Eres bor zud, pozo de cal, (sellado con cal) que no pierde ni una

gota”. Literalmente quiso decir que tenía una mente que no perdía ninguna
información; pero lo dijo con este ejemplo porque, creo, encerraba un mensaje

más que dio a su alumno Rabí Eliézer.

Bor = pozo: “Viniste a reparar a Reubén quien arrojó a Yosef al pozo”.

Zud = yesod: Yosef cabalísticamente es denominado yesod, que en hebreo se

parece a la palabra zud, ‫דוסי=דוס‬.

“Que no pierde ni una gota”, Yosef era tan puro que no perdía ni una gota de

semen. Ahora se entienden también las preguntas que hizo Rabí Yojanán a

cada uno de sus cinco alumnos: “¿Cuál es el defecto más grande, de cuál hay

que alejarse, y cuál es la virtud más importante de la persona?” Esta pregunta


iba dirigida al subconsciente de sus grandes alumnos, cuya respuesta indicaría
cuál era su misión en la vida (ya que el alma lo sabe, como dijo el Rey David:

Venafshí yodaat meod, “Y mi alma sabe mucho” (Tehilim 139:14). Y aquella

persona que logra ser puro llega a tener una comunicación entre su alma y su

subconsciente).

Rabí Eliézer contestó: “El defecto más grande es el ojo, que siempre ve en el

otro su lado negativo, y la virtud más grande es lo contrario: Ain tová, siempre

observar al otro y juzgarlo para bien”. Esta respuesta provenía del alma de

Rabí Eliézer, que debía reparar el hecho de ver mal y juzgar para mal a Yosef.

Por eso sigue Rabí Eliézer más adelante en la Mishná de Avot y dice: “Cuida el

honor de tu prójimo como si fuera el tuyo propio”, al igual que contestó a sus

alumnos que vinieron a visitarlo antes de fallecer y le dijeron: “Danos una

enseñanza antes de morir”, a lo que respondió: “Cuiden mucho el honor de los

demás”. De tal forma reparaba Rabí Eliézer (Reubén) la falta de honor que hizo

al tzadik Yosef y el hecho de que no se puso en su lugar cuando vio la pena

que era impuesta sobre él.

Y respecto a eso es encontrado en la Guemará (Avodá Zará 16b) lo siguiente:

“Una vez capturó el gobierno romano a Rabí Eliézer y le decretaron la pena de


muerte. Cuando su cuello ya estaba bajo el hacha del verdugo, le dijo el juez:

‘Mira viejo, lo que te causó estudiar esa Torá vana’, a lo que contestó Rabí

Eliézer: ‘Amo a mi Juez y recibo con amor todo lo que Él me decrete’, en


referencia a Dios; pero el juez pensó que se refería a él, por lo que lo liberó”.

Me parece que con esta escena de juicio de muerte que sufrió Rabí Eliézer,

con la muerte literalmente sobre su cuello, pagó Reubén el hecho de que la

pena de muerte de Yosef estaba en sus manos, ya que como primogénito pudo

haberla anulado, pero no lo hizo. Ahora lo sintió en carne propia y, como él


mismo se expresó ante sus hermanos como Reubén, al ver los problemas que

enfrentaron con el virrey de Egipto, que les dijo: “Estamos pagando por lo que
hicimos a nuestro hermano Yosef, al verlo suplicar que no lo matáramos y

nosotros cruelmente no nos apiadamos” (Bereshit 42:21).

La historia más famosa sobre Rabí Eliézer fue la discusión que sostuvo con los

demás Jajamim respecto a un horno que era un hoyo en el suelo, rodeado de

ladrillos y tierra, con forma de serpiente, denominado tanuró shel ajnai, “el

horno (el pozo) de la serpiente”, en la que Rabí Eliézer afirmaba que era puro y

era permitido, y los Jajamim opinaban lo contrario. Esta discusión terminó en

que Rabí Eliézer no aceptó la decisión final de la mayoría, lo que los llevó a la

determinación radical e inusual de excomulgarlo. Así vivió hasta su último día

de vida, aislado, alejado y prácticamente como enlutado, ya que las leyes sobre

excomunión y luto tienen mucho en común. (Esta situación duró al parecer 22

años).

Todo esto se entiende cuando tomamos en cuenta que Rabí Eliézer vino a

reparar a Reubén. Como fue él quien dijo que arrojaran a Yosef al pozo lleno

de serpientes, por tanto, en el caso del horno, que era un pozo con forma de

serpiente, opinó que era puro, lo que simbolizó que el acto contra Yosef estaba

permitido. Y el castigo de excomunión permanente, como un enlutado fue para


reparar los 22 años de luto que causó Reubén a su padre, ya que pudo evitarlo

y no lo hizo. Así se reparó el alma de Reubén.

Lo interesante es que los Jajamim temieron ir a dar la noticia a Rabí Eliézer de


que quedaba excomulgado, hasta que se levantó Rabí Akivá

y dijo: “Yo iré a decírselo”. Relata la Guemará (Babá Metziá 59b) que llegó

Rabí Akivá y de forma muy inteligente y sutil dio la noticia a Rabí Eliézer, quien

rasgó sus vestiduras, se quitó el calzado, se sentó en el piso y empezó a llorar.

Observen este hecho y compárenlo al mismo hecho en la reencarnación

pasada de ambos, ya que, como vimos, Rabí Akivá tenía una chispa de Yaacov
Abinu; por tanto, en su vida anterior Reubén fue el causante de la mala noticia
a Yaacov, el cual rasgó también sus vestiduras, lloró y se sentó en el piso,

como un enlutado. Y esta vez fue al revés, porque Yaacov (Rabí Akivá) es

quien da la noticia amarga a Reubén (Rabí Eliézer).

Resumamos esta sección:

1. Los nueve hermanos regresaron como los espías; no repararon, pero

pagaron con sufrimientos. Luego volvieron otra vez como los Arugué Maljut y

pagaron con su muerte el pecado de la venta.

2. Reubén regresó como uno de los espías; no reparó y pagó con sufrimiento. y

para reparar el hecho de no haber salvado a Yosef, provocando el gran luto a

Yaacov, regresó como Rabí Eliézer HaGadol pagando con su excomunión y

también dejó enseñanzas de ver bien y juzgar bien al prójimo, reparando así lo

malo que juzgó a su hermano.

3. Yosef reparó como Yehoshúa hablando bien y llevando de regreso al pueblo

a Israel, casándose al final con Rajab, que fue la reparación de Zulaija, la

esposa de Potifar.

4. Binyamín regresó como Caleb Ben Yefuné sólo para apoyar a su hermano,
lo cual hizo las dos veces que fue enviado como espía y como conquistador de

la Tierra de Israel.

Elifaz-Onkelós

Elifaz fue el hijo primogénito de Esav y cuando éste emprendió la persecución

de su hermano Yaacov, puso a su ejército en todas las vías de escape para

lograr atraparlo. Cuando Yaacov llegó al río Jordán, camino a Jarán, ahí lo

alcanzó Elifaz, pero no lo mató y con sinceridad le expresó sus dudas, ya que

no sabía cómo actuar con él. “Por una parte, eres mi tío y mi maestro espiritual,

ya que en muchas ocasiones me enseñaste Torá. Por otra parte, tengo la


obligación de cumplir la orden de mi padre. ¿Qué hago?” Yaacov le dio una
solución diciéndole: “El pobre se considera como un muerto, ya que no tiene

vida digna. Quítame todo lo que tengo y conviérteme en un pobre; de esta

manera cumplirás con la orden de tu padre”. Elifaz aceptó y no mató a Yaacov.

Ese mérito que adquirió Elifaz lo pone en una situación intermedia; por un lado,

no mató a Yaacov porque sabía que éste poseía la verdad y la fe correcta, y no

el vandalismo de su padre Esav, pero por otra parte, no tuvo la fuerza de

abandonar a Esav y apegarse a Yaacov; quizá por miedo, quizá por interés

económico, pero al no matar a Yaacov recibe el privilegio de regresar al mundo

y ubicarse de nuevo en la misma situación, esperando que esta vez dé la

espalda al mal y se apegue al bien.

Es asombroso el ver en el libro Shem Uneshamá (pág. 448) la recopilación que

hizo sobre el final de la vida de Elifaz quien fue reconociendo la grandeza de

Yaacov, Itzjak y el Dios de ellos, como dice el Yalkut Shimóní, Beshalaj 268:

“Dijo Elifaz a su hijo: ‘Un día pregunté a mi padre, Esav, ¿cómo se logra

alcanzar el Mundo Venidero?’, y él me contestó: ‘Hijo, sólo Abraham, Itzjak,

Yaacov y sus descendientes, el pueblo de Israel, quienes se consideran el hijo

primogénito de Dios, heredan el doble, este mundo y el venidero. Y si quieres

tener parte de su beneficio, ve y cava pozos de agua, haz caminos y

benefícialos. Así obtendrás algo de Olam Habá”.

Por otra parte, Elifaz es denominado una de las siete personas gentiles que

tuvieron profecía Divina, debido a que fue buen alumno de Itzjak y Yaacov

Abinu.

Todo esto da a Elifaz la posibilidad de reencarnar y pertenecer al pueblo de

Israel.

Titus fue el emperador que destruyó el Segundo Templo, regresando a Roma

bañado de gloria, pero recibió un “baño de agua fría” cuando se enteró de que
su sobrino, On-kelós, decidió renegar de la familia real e irse a Israel para
convertirse. Titus mandó de inmediato a varios emisarios para que hicieran

regresar a su sobrino, pero en el intento de convencer a Onkelós terminaban

ellos mismos convirtiéndose.

Así ocurrió con los tres grupos de emisarios que envió Titus (Guitín 56b).

Dice el Haramá Mipano (Guilgulé Neshamot 12) que Titus contenía la parte

negativa del alma de Esav y con maldad cobró venganza de Yaacov

destruyendo el Templo y al pueblo de Israel; y su sobrino Onkelós es la

reencarnación de Elifaz, el cual esta vez repara a la perfección, abandona las

riquezas, el poder y comodidades para ser parte de la verdad que se encuentra

en el pueblo de Yaacov, Bené Israel.

Onkelós tuvo su recompensa y se convirtió en el gran traductor de la Torá al

arameo, que hasta hoy en día la halajá exige que cada hombre judío, en la

víspera de Shabat, lea la parashá dos veces en hebreo y una vez en arameo,

de la versión escrita por Onkelós. Todo esto está insinuado en su nombre,

Elifaz, que en hebreo forma las iniciales de la frase: “Él escribirá traducción

aramea de la Torá”.

Tito Flavio Vespaciano (39-81).

Amram-El Rey Jizquiahu

Hasta ahora hemos visto el entorno de Adam HaRishón y los patriarcas.

Veamos a continuación a Moshé Rabenu y su familia, así como los personajes

cercanos a él.

Comencemos con el padre de Moshé, Amram, que fue líder del pueblo de

Israel durante el periodo de esclavitud. Fue una persona muy destacada, a tal

punto que el Midrash dice que el versículo 4:28 de Kohélet del Rey Salomón,

que dice: “De mil personas encontrarás sólo una que sea justa”, se refiere a
Amram. Y afirma la Guemará que “Sólo hubo cuatro personas en la historia que
no cometieron ningún pecado que les ocasionara un castigo de muerte, y uno

ellos fue Amram”. Esto no quiere decir que no fallara en nada. Especialmente

cuando esas almas sagradas quieren alcanzar niveles elevados deben ser lo

más puras y limpias posibles. Explican nuestros Sabios sobre el versículo en

Tehilim: Usvivav nizhará meod (50:3), que a los que alcanzan los lugares

cercanos a Dios en el Mundo Venidero “se les mide por fallas del grosor de un

pelo”, es decir, no pueden tener la más mínima falla (Babá Kamá 50a).

Bajo esa lupa examinaremos a Amram y veremos que tenía que reparar dos

aspectos; el primero, que su generación cayó en la idolatría y que él no logró

salvar a todos. Repito: no puede acusarse a Amram de este hecho, ya que

estaba bajo el yugo de un imperio y su cargo no era oficial; sin embargo, queda

una pregunta en el aire: si hubiese sido líder absoluto en un país libre, ¿habría

salvado a todos de la idolatría? Y el segundo: al ver Amram que los egipcios

mataban a los varones recién nacidos, decidió divorciarse y ordenó que todos

se divorciaran para evitar traer más hijos al mundo. Después de dos o tres

años se le acercó su hija, la profetisa Miriam, y le dijo: “Tu decreto es peor que

el de Paró, ya que él evita a los niños, y tú, a niños y niñas”. Amram recibió el

reproche de su hija y decidió volver a casarse con su esposa, y tuvieron a

Moshé. Y con ello dieron el ejemplo a todo el pueblo, para que las parejas

volvieran a unirse, trajeran más hijos y con rezos lucharan contra el decreto.

Resumamos las dos tareas de Amram:

a) Salvar al pueblo de la idolatría;

b) Ya que equivocadamente separó a las parejas, tendrá que casarse y dar el

ejemplo de matrimonio y procreación.

A mediados del Primer Templo, los niveles de idolatría empezaron a

incrementarse en el pueblo de Israel, hasta que en el siglo VIII antes de la era


común alcanzó mayores alturas con el rey Ajaz, descendiente del Rey David,
quien cerró sinagogas y casas de estudio, poniendo así la Torá en un lugar

inalcanzable. Colocó estatuas en el Templo Sagrado, incitando al pueblo a

cometer idolatría. Además, permitió las relaciones prohibidas (Sanedrín 103b).

Ante una situación tan caótica, Dios decide mandar de vuelta al mundo a

Amram para que sea el líder del pueblo de Israel y compruebe que cuando

tiene posibilidades sí salva a todo el pueblo de la idolatría y convierte a cada

Am en Ram, es decir, a cada simple y bajo (Am Haaretz) en alto y elevado

(Ram Venisá).

En consecuencia, el rey Ajaz tuvo un hijo llamado Jizquiyahu, que al

convertirse en rey a final del s.VII e inicio del s.VIII antes de la era común

cambia el rumbo del pueblo de Israel: destroza todos los ídolos de su padre y

elimina la idolatría en el pueblo Judío, incrementa el estudio de la Torá a tal

grado que eliminó el ejército de Israel, sentó a todos los guerreros en yeshivot y

alcanzó así un nivel tal que solamente en su época no había niño que no fuera

experto en la materia judaica más difícil y profunda del Talmud.

Además, el rey Jizquiyahu se atrevió a hacer cosas radicales. Por ejemplo, la

serpiente de cobre que Moshé Rabenu hizo durante una de las epidemias en el
desierto y que quien la observaba se sanaba, la fundió, ya que la gente la

había convertido en ídolo de sanación (de ahí proviene el símbolo de la

medicina). Nadie se había atrevido a hacerlo, porque nadie quería eliminar algo

hecho por Moshé, hasta que llegó Jizquiyahu (Amram, el padre de Moshé) y lo

hizo.

Con esto reparó con excelencia Jizquiyahu a Amram y demostró que, cuando

pudo lo hizo.

Respecto al divorcio de Amram: el rey Jizquiyahu en su juventud —ascendió al

poder a los 25 años—, se rehusaba a casarse por temor a los hijos que pudiera
tener, ya que sabía que traería al mundo un alma muy difícil y problemática

(como veremos más adelante).

La escritura del Shiloaj, exhibida hoy en día en el museo de Estambul, fue

encontrada en 1880 y trata del acueducto que hizo el Rey Jizquiyahu.

Con esta decisión de no casarse, de nuevo dio mal ejemplo a muchos jóvenes,

que decían: “Si el rey no se casa, yo tampoco”. Es por ello que, al igual que en

su vida anterior con Miriam, Dios le envió al profeta Yeshayahu, quien le

advirtió que si no se casaba moriría inmediatamente. De esta manera le insinuó

que estaba fallando en su reparación. El rey Jizquiyahu, como en el caso de

Amram, se retractó al instante y respondió al profeta Yeshayahu: “Tengo temor

por el alma de mis hijos. Dame a tu hija y quizás, por los méritos de ambos,

logremos educar bien a nuestro hijo reparando así su alma”. El profeta aceptó y

así corrigió Jizquiyahu (Amram) el no hacer cuentas sobre el futuro de los hijos

y, con hechos y rezos, luchar contra un decreto negativo hacia los hijos.

El hijo de Jizquiyahu fue el rey Menashé, como veremos a continuación.

Mijá-El Rey Menashé

El Midrash (Shemot) relata que Moshé creció en el palacio de Paró, sabiendo

con claridad que era hebreo. Se reunía constantemente con su madre,

Yojébed, y recibía lecciones de Torá de su padre, Amram. Un día salió a ver a


sus hermanos hebreos en su esclavitud y halló a los egipcios que mataban

bebés hebreos. En una ocasión Moshé pudo salvar a un niño, lo que a él le

pareció una buena idea, a pesar que Dios le dijo: Al tiztakel bakankán, “No

observes la vasija, sino lo que ésta contiene”, “No observes al cuerpo del bebé

que inspira piedad, ya que su contenido es muy problemático y más vale que
se repare con sufrimientos y muerte, pues, como misión de vida tendrá una

misión imposible”. No obstante, Moshé se arriesgó pensando que él mismo se

ocuparía de ese niño, ayudándole en su misión. Ese niño se llamaba Mijá.


La historia de Mijá resultó muy negativa: aunque Mijá siempre acompañaba a

Moshé, fue un gran idólatra. Antes de salir de Egipto, Moshé debía sacar el

ataúd de Yosef que estaba hundido en el Nilo ya que los egipcios lo

escondieron porque sabían que sin el ataúd, los judíos no saldrían. Entonces

Moshé escribió en un pergamino el nombre sagrado de Dios de 72 letras y la

frase “Sube Toro, sube Toro” (ya que Yosef era llamado el toro). Mijá tomó el

pergamino y lo guardó consigo.

Al cruzar el Mar Rojo, todo el pueblo de Israel alababa: “¡Quién como Tú,

Dios!”, excepto el idólatra Mijá, que atribuía los milagros a la pequeña estatua

que llevaba consigo.

En el desierto, cuando el pueblo de Israel decidió hacerse un nuevo dios,

recolectando oro y arrojándolo al fuego para fundirlo, Mijá arrojó al fuego el

pergamino de Moshé con las palabras “Sube, Toro”. Y debido a las letras

sagradas que contenía el pergamino, apareció un toro. Al ver el pueblo este

milagro, es decir, que habían arrojado oro y había surgido un toro (el “becerro

de oro”), creyeron que tenía poderes y se unieron a la creencia idólatra de

adorarlo, apegándose así, a la ideología de Mijá.

Al entrar a la tierra de Kenaan, Mijá construyó su gran casa de idolatría y su

sumo sacerdote fue, ni más ni menos, el nieto de Moshé Rabenu.Con este

caso nos enseñó Dios un mensaje importante. Si sabemos que los hebreos que
se rehusaron a abandonar la idolatría murieron en la plaga de la oscuridad y no

salieron de Egipto y además, que quienes participaron activamente en el

pecado del becerro fueron castigados con la muerte y que todos los que

salieron de Egipto murieron en el trayecto y sólo entró la nueva generación,

¿cómo es que Mijá salió de Egipto, no murió cuando el becerro y entró a


Israel? La respuesta es sólo una: para que entendiera Moshé y todo el pueblo

de Israel que hay que salvar a cualquier niño o persona en peligro, pero que
cuando Dios dice “No”, no debemos intentar ser más piadosos que Él, ya que
Dios planeó que esa alma fuera purificada sólo por medio de sufrimientos y

muerte, pero ahora que ya vivió y se estropeó, tendrá que volver y reparar.

El alma problemática de Mijá, regresa a hacer su reparación y debido a que

contiene tanto potencial negativo, la dividió Dios en dos: Menashé y Rabsheké,

los hijos del rey Jizquiyahu. Como dice el Zóhar: “Si esa alma viene en un solo

cuerpo, no tendrá oportunidad de reparar. Había que dividirla en dos para

lograr la reparación completa”.

Ahora entendemos el gran temor que sentía el rey Jizquiyahu; por eso se

rehusaba a casarse. Y con razón temía, ya que le tocó tener dos hijos con un

alma muy inclinada hacia la idolatría, contra la cual él tanto luchó.

Relatan los Jajamim que un día, cargando a los dos niños en sus hombros, dijo

uno de ellos: “¡Qué buena está la cabeza de mi padre para hacer sobre ella

sacrificios a la idolatría!” (Berajot 10a, en Hagaot Habaj). El rey Jizquiyahu se

impactó tanto con esa frase que arrojó al niño, cayendo así Ravsheká al suelo

y recibió un golpe mortal. Pagó con muerte de sekilá el castigo que merecía por

incitar a todos a la idolatría cuando era Mijá (como vimos en el caso de los

sumos sacerdotes Aharón y Elí). Menashé se quedó con la mitad del alma de
Mijá para enfrentar la idolatría y superarla.

Y en efecto, cuando el rey Menashé tomó el reinado en el año 697 y estuvo a

cargo de él durante 55 años, hasta el año 642 antes de la era común, su

reinado fue muy difícil para el judaísmo, ya que echó a perder toda la labor de

su padre, el rey Jizquiyahu, regresando la idolatría y metiéndola al área del

Kódesh en el Templo, lo cual ni su abuelo Ajaz se había atrevido. Además,

sacrificó a uno de sus hijos quemándolo ante un ídolo, como era la costumbre

de algunas sectas (Dibré Hayamim II, Cap. 33). Con estos actos del rey

Menashé se manifestó de nuevo Mijá.


Al final de sus días, el rey Menashé, quedó cautivo del rey de Ashur tras una

batalla. Ya en prisión se sentó a reflexionar por todos sus pecados y, por medio

de un rezo a Dios, se arrepintió, pidió perdón y prometió que si Dios lo salvaba

y le devolvía la corona del Reino de Israel repararía toda la idolatría que había

causado, como efectivamente lo hizo al final. Así logró hacer teshuvá y

erradicar la idolatría del pueblo de Israel que él mismo había impuesto (Dibré

Hayamim II, Cap. 15).

Con eso reparó Menashé el alma tan dañada de Mijá.

Moshé-Nóaj

Ya aclaramos que la neshamá no es una unidad absoluta que tiene la persona

y puede ser que una neshamá se divida en diferentes cuerpos (como en el

ejemplo de Cáin), o al revés, que una misma persona contenga dos neshamot

y en un solo viaje repare a dos personas. Para que esto sea posible, hacen

falta dos condiciones: 1. Que ambas almas que repara provengan de una sola

raíz; 2. Que la tarea de por lo menos una de ellas no sea tan difícil, para

permitir a la persona cumplir con las dos tareas.

Uno de los ejemplos típicos de este concepto es Moshé Rabenu, de quien ya

aclaramos vino a reparar a Hébel, pero esa misión no era tan difícil, ya que la

reparación con-sistía en ser humilde y no faltar al respeto al observar la

Presencia Divina. Eso abre el camino para que Moshé Rabenu estuviera

cumpliendo con otra misión, la cual fue su verdadera gran tarea: reparar a

Nóaj.

Nóaj es llamado en la Torá como hombre justo y perfecto. Recibió un aviso de

Dios de que la tan corrupta humanidad sería eliminada por medio de un diluvio,

y él y su familia serían salvados en un arca, denominada en hebreo tevá. Los

preparativos de Nóaj para construirla, reunir a los animales y reunir el alimento


necesario duraron 120 años, que en verdad fueron años de espera de parte de
Dios para ver si Nóaj cambiaba el decreto, rezando a Dios o por medio de

reproches reparar a la humanidad. Pero Nóaj falló y fue catalogado por

nuestros Sabios tzadik beparvá, es decir, “un justo con abrigo de piel”, en

referencia al ejemplo de aquel hombre que invitó a sus amigos a su casa pero

él mismo no estaba en casa, mientras tanto sus invitados se morían de frío por

no estar encendido el fogón; y por respeto a él no se tomaron la libertad de

encenderlo, esperando que cuando él llegara sentiría el frío y él mismo lo

encendería. Sin embargo, cuando llegó el dueño y notó el frío en la casa, sacó

su abrigo de piel, se cubrió con él y se sentó junto a ellos.

Así fue la actitud de Nóaj: se “abrigó” él y su familia en el arca dejando a todos

ahogándose en las aguas del diluvio, en lugar de reprenderlos o convencerlos

de que era un castigo Divino y cambiarán sus hechos además de rezar por

ellos. Al fin y al cabo, ésta es la voluntad de Dios, que el líder reproche a los

malvados y rece por ellos y no que acepte pasivamente su muerte. Este hecho

causó que el diluvio fuera llamado en el Tanaj Me Nóaj (Yeshayá 54:9), que en

hebreo se escribe así:

“Las aguas de Nóaj”, es decir, que él fue el causante indirecto del diluvio, ya
que pudo haberlo evitado.

Resumiendo la vida de Nóaj, fue en decadencia, ya que su historia comienza

con el gran título de Nóaj ish tzadik tamim, “Nóaj fue un hombre justo y
perfecto” (Bereshit 6:9); continúa con sólo el título de Tzadik, como dice el

versículo: Ki otejá raiti tzadik, “Observé que eres tzadik” (Bereshit 7:2), es decir,

perdió el título de tamim. Más ade-lante la Torá dice: Vaishaer aj Nóaj, “Y se

quedó solo Nóaj” (Bereshit 7:23), es decir, sin títulos honoríficos. Y su historia

termina con el despreciable título de Vayajel Nóaj ish haadamá… vaishkar, “Y


se convirtió Nóaj en un hombre del campo, plantó un viñedo y se emborrachó”.

Comenzó como Ish tzadik y terminó como Ish haadamá.


Moshé Rabenu nació circuncidado, igual que Nóaj, y fue puesto sobre las

aguas del Nilo en un “moisés”, llamado en la Torá tevá, igual que la de Nóaj.

Vivió 120 años para reparar los 120 años en los que Nóaj construyó el arca sin

preocuparse por los demás. Por eso Moshé es tartamudo, o como él mismo se

llamó: Aral sefatáim, “boca tapada”. Sin embargo no se entiende porque ésa no

es la definición de una persona tartamuda; la verdadera explicación es que,

como Moshé, en su vida anterior siendo Nóaj, “cerró” la boca, pues no reprochó

a nadie, por eso se autodenominó Aral sefatáim, cuya misión ahora será

hablar, orientar y reprochar al prójimo.

Moshé, por su parte, convierte sus 120 años en ayuda al prójimo. Por eso, al

principio de su historia, relata la Torá tres hechos que le ocurrieron: 1. Vio a un

egipcio que maltrataba a un hebreo; 2. Vio a dos hebreos (Datán y Abiram)

peleando entre sí; 3. Presenció la riña entre los pastores midianitas y las hijas

de Itró. En todos los casos, Moshé intervino para ayudar, fuera entre un gentil y

un hebreo, fueran dos hebreos o entre gentiles, ya que él era un hombre de

ayuda. Todo esto fue manifestado a mayor escala cuando fue el salvador del

pueblo de Israel defendiéndolos y salvándolos de muchos males, y reparando

así la apatía que mostró siendo Nóaj. Eso está simbolizado en el hecho de que

Nóaj se salvó estando sobre el agua y Moshé partió las aguas, es decir, alejó el

mal hacia los lados y salvó a todo el pueblo, combinando siempre la plegaria a

Dios y los reproches al pueblo.

La verdadera prueba se presentó cuando el pueblo hizo el becerro y fueron

condenados todos a muerte; Dios se dirige a Moshé y le dice: “Déjame

matarlos y sacaré de ti una descendencia nueva. Comenzaremos desde cero,

siendo tú el primer eslabón”. Estas palabras se asemejan a lo que dijo Dios a

Nóaj, pero esta vez Moshé contestó: “Mil como yo morirán y, por favor, Dios, no

quites ni una uña a los presentes. De lo contrario, bórrame, por favor, de Tu

libro. Te pido, Dios, que te apiades, ya que estoy seguro de que hallo gracia
ante Tus ojos”. Nos piden los sabios del sod que observemos estas dos

expresiones y veamos que las palabras “bórrame”, que en hebreo se dice

mejeni ná, forman la palabra Me Nóaj, y mejeni ná son las letras invertidas de

Aní Nóaj, “Soy Nóaj”.

Es decir, Moshé (Nóaj) suplica a Dios: “Soy Nóaj. Ya causé indirectamente las

aguas del diluvio. No dejaré que este pueblo sea castigado, sino que rezaré por

ellos y los reprocharé para que se salven”. También nos indican nuestros

Sabios que observemos que sólo a dos personas en la historia judía les dijo

Dios que habían hallado gracia ante Él: Nóaj y Moshé. A Nóaj, como lo dijo en

el versículo (Bereshit 6:8): VeNóaj matzá jen, “Y Nóaj halló gracia…”, y a

Moshé le dijo Dios: Ki matzata jen, “Encontraste gracia ante Mí” (Shemot

33:12), y Jen, “gracia” en hebreo, al leerse al revés dice Nóaj: ‫חנ=ןח‬.

El rezo de Moshé hace su efecto y logra salvarnos transportándonos en un

arca de nubes. Como aclaran nuestros Sabios, durante los 40 años en el

desierto, estuvimos ro-deados de nubes de protección, en medio de un “diluvio

desértico”, y fuimos guiados por “El Capitán” Moshé Rabenu, que fue también

quien nos suministró alimento, el maná, al igual que Nóaj, solo que él lo hizo
con animales y Moshé con todo el pueblo.

Moshé, a diferencia de Nóaj, representa al hombre en ascenso, ya que su

historia comienza con el título de Ish mitzrí (hombre egipcio) y finaliza con el de
Ish haElokim (hombre de Dios), contrarrestando así la caída de Nóaj desde Ish

tzadik a Ish haadamá. Y Moshé terminó siendo lo contrario de Noaj, ya que

Noaj significa descanso, comodidad, la cual era la mala actitud de Noaj, que

fue cómodo y en lugar de trabajar en la labor de convencimiento, prefirió el

descanso. Sin embargo, Moshé, significa sacador, salvador, exactamente como


él fue, alguien que trabajó para sacarnos de la esclavitud de Egipto, del mar,

del desierto, de la ignorancia, de la idolatría.


De esta forma Moshé Rabenu repara con perfección a Nóaj, y ésa es quizá

también la razón de que en el Tanaj, cuando habla del nieto de Moshé, dice:

“Yonatán, hijo de Guereshóm, hijo de…”, y en lugar de decir Moshé Rabenu

dice Menashé. En hebreo, la diferencia entre ambos nombres es que Menashé

contiene una letra nun de más, y la nun es la primera letra del nombre Nóaj,

para simbolizar así que, dentro de Moshé, está Nóaj, ya reparado.

Javá-Batiá

Batiá fue la hija rebelde de Paró, y desde niña estuvo en desacuerdo con su

padre y sus crímenes contra la humanidad. A tal grado que Batiá empezó a

investigar un poco sobre el pueblo Hebreo y, al escuchar sus conceptos

espirituales, decidió convertirse. En el momento que bajó al Nilo para realizar la

tebilá, (el baño ritual de conversión), encuentra la tebá de Moshé, a quien

decide salvar, en total desafío al decreto de su padre, Paró.

Batiá, que significa, hija de Dios, fue también la reparación de Javá y, se llamó

así haciendo alusión a que era “hija de Dios” ya que Javá fue una criatura

hecha por Dios y no por medio de padres, (Haramá Mipano Séfer HaGuilgulim

143).

Batiá vino a reparar el apego que tuvo Javá con la serpiente, ya que Paró es

símbolo de la serpiente y eso se lo insinuó Moshé lanzándole la vara que se

convirtió en culebra, cuyo veneno está en su boca, al igual que Paró, que

emitió los decretos malos a través de su boca. Por eso las letras del nombre

Paró en hebreo forman las palabras “boca mala” ‫הפ ער = הערפ‬. Esta vez Javá

(Batiá) se aleja de la serpiente (Paró).

Moshé, como ya mencionamos, fue en parte el alma de Hébel, el hijo de Javá

(Batiá). Por eso la hija de Paró se apiada de él y lo adopta como hijo. Además,

Javá, cuando tuvo a su primer hijo, lo nombró con mucho orgullo Cáin, como ya
explicamos, porque se sintió como creadora, igual que Dios. Pero cuando nació
su segundo hijo entendió que ella simplemente es un medio para traer hijos al

mundo. Por ello no está escrito en la Torá que le puso nombre, sino que

simplemente dice: “Y nació Hébel…”, nombre que en hebreo significa “vano”.

En esto falló Javá al no darle nombre ni importancia, pero en este viaje Batiá lo

reparó, emocionándose al ver a Moshé (Hébel) y nombrándolo Moshé, que era

uno de los diez nombres que él tenía, ya que cada miembro de su familia lo

nombró de otra forma (Yéred, Avigdor, Avi Zojó, etc.), pero ahora entendemos

por qué el nombre que quedó registrado en la Torá fue el que le dio Batiá, ya

que ésa debía ser la reparación de Javá.

Ella, como Javá, causó la muerte a la humanidad y con este acto en el Nilo,

salvó una vida, pero no sólo la de Moshé, ya que él a su vez salvó y sacó a

todo el pueblo de Egipto, los sacó de las aguas del Mar Rojo y los guió por el

desierto.

Con esto podemos responder la pregunta que deberíamos hacer a Batiá: “Si lo

llamaste Moshé por sacarlo del agua, deberías haberlo llamado Mashuy, ya

que en hebreo, quien es sacado del agua para evitar que se ahogue se le llama

Mashuy (salvado), y quien saca a esa persona se le llama Moshé (salvador),


sin embargo, con base en lo anterior, lo entendemos: Javá, que causó la

muerte a Adam, regresa y salva a quien será el salvador del pueblo de Israel,

ya que todo el pueblo de Israel contiene las partículas del alma de Adam.

Así es como Batiá se convierte realmente en una “hija de Dios”.

Tziporá-

La Profetisa Deborá

Como explicamos antes, Tziporá fue la gemela de Hébel, es decir, su pareja.


Por eso cuando Moshé llegó a casa de Itró, Tziporá sintió esa atracción por él,
y mientras él es-tuvo encerrado en el sótano de Itró, ella le llevaba comida
como si fuera un pajarillo llevando alimento a su nido. De ahí proviene su

nombre bíblico Tziporá, “pajarillo”.

Cuando se casaron, tuvieron a su primer hijo y lo circuncidaron. Al tener su

segundo hijo, justo en ese momento Moshé tuvo que emprender el camino a

Egipto para cumplir su misión y por ello la responsabilidad de realizar la

circuncisión recayó sobre Tziporá (así lo explican el Rabenu Jananel y el

Rabenu Bejayé). Pero ella pospuso esa obligación y sólo al ver el peligro de

muerte que se manifestó por medio de un ángel que mandó Dios, rápidamente

circuncidó ella misma al niño.

Tziporá fue una mujer muy virtuosa y sólo le faltaron dos cosas: una, este

hecho pequeño de la milá; y dos: fue la única judía (ya que se convirtió antes

de casarse con Moshé) que no participó en el gran Cántico del Mar, pues al

llegar Moshé a Egipto y ver la gran tarea que le esperaba, la mandó de regreso

con Itró, con la esperanza de que al terminar la liberación del pueblo

esclavizado volverían a encontrarse. Así ocurrió, pero Tziporá no atestiguó el

cruce del mar ni la gran alabanza a Dios por el milagro. No es algo por lo que

ella debiera regresar a reparar, ya que no es una falla por la cual pueda
culpársele, sin embargo, a veces, el alma misma pide regresar para alcanzar

los máximos niveles sin tener ni una partícula que la manche.

Por ello, Tziporá regresa como la gran profetisa Deborá, y de la misma forma
que podemos atribuir a Tziporá la salvación del pueblo de Israel, ya que ella

alimentó a Moshé en sus diez años de prisión y le salvó así la vida, salvando

así a todo el pueblo de Israel, también Deborá no sólo fue una profetisa, sino

una líder del pueblo de Israel durante muchos años, salvó a todo el pueblo del

ministro de la Guerra enemigo, Siserá, y motivó al guerrero Barak Ben Abinoam


para que emprendiera la guerra. Al finalizar la batalla con una milagrosa

victoria, Deborá realizó un cántico de agradecimiento a Dios, conocido como el


Cántico de Deborá, reparando así su ausencia, como Tziporá, en el cántico de

Az Yashir.

Ahora podemos entender por qué en Shabat de la parashá Veshalaj, que

leemos en la Torá el Cántico de Az Yashir culminamos leyendo la Haftará del

Cántico de Deborá, cuyos versículos se asemejan al cántico de Moshé por ser

ambos cánticos de alabanza y agradecimiento por la liberación del yugo del

enemigo, por su contenido y por la forma en que ambos son escritos, no de

corrido, sino con pausas.

En el cántico, Deborá menciona el motivo por el que tuvieron el honor de ser

salvados por Dios: Vifroa peraot beIsrael (Shofetim 5:2), y el Zóhar explica

sobre este versículo: “Dijo Rabí Yosí: ‘El pueblo de Israel en esa época no se

circuncidaba bien, ya que hacían la milá sin la periá (que es cortar también el

segundo prepucio). Y halájicamente es como si no hubieran cumplido con la

milá. Por tanto, vino Deborá y estableció bien la ley, ordenando a todo el

pueblo de Israel que se hiciera la milá como es debido” (Zóhar Shemot 2).

Con esto reparó Deborá la pequeña falla de la responsabilidad que tenía

Tziporá de realizar la milá de su hijo.

Así alcanzó esta alma su perfección total.

Moshé-Rabí

Shimón Bar

Yojai-El Arizal

El caso que veremos a continuación refleja una situación distinta por la cual un

alma puede regresar al mundo, no para reparar, como hasta ahora hemos

visto, sino simplemente para ayudar a alguien en especial o a todo el pueblo en

general.
Moshé Rabenu logró reparar con perfección las almas de Hébel y Nóaj,

alcanzando así el máximo nivel (50). Él fue el primer rabino y primer maestro

de la Torá; por eso, a diferencia de todos los que se titulan “Rabino fulano” o

“Rabí Mengano”, es decir, primero el título rabínico y después el nombre, él es

titulado Moshé Rabenu, Moshé, El Rabino, no el Rabino Moshé, para señalar

así que toda la Torá que poseen los rabinos proviene de él.

Moshé trasmitió la Torá con todas sus dimensiones, y fue dividida en dos

partes: la Escrita y la Oral. En cuanto a esta última, estaba prohibido escribirla

y fue trasmitida de boca en boca, y su parte profunda, es decir, el sod, fue

trasmitida cuidadosamente sólo a los rabinos más singulares, ya que era difícil,

y a la vez peligroso, enseñar conceptos de Cabalá a personas simples. Éste es

el motivo de que la palabra sod equivalga en su valor numérico a la palabra

“vino”, ‫ =ןיי‬70 = ‫דוס‬, porque al igual que el vino en un estómago vacío provoca

perder la cabeza, así el sod en una mente vacía de Torá provoca locura y

confusión.

Claro que esta restricción de no escribirla provocó que se fueran perdiendo

muchos de sus conceptos, como sucedió con muchas partes de la Torá Oral.
Por tanto, los rabinos que vivieron después de la destrucción del Segundo

Templo, en los siglos I y II después de la era común, decidieron finalmente

escribir la Torá Oral. Rabí Yehudá HaNasí, por ejemplo, escribió principalmente

la parte halájica en sus Mishnayot, y su rabino, Rabí Shimón Bar Yojai, fue

quien escribió la parte cabalística, el sod de la Torá.

Nuestros Sabios aclaran que Rabí Shimón Bar Yojai fue la chispa de Moshé

Rabenu, que regresó para salvar la parte bella y profunda de la Torá,

escribiéndola en el Zóhar.

Eso se halla insinuado en el versículo de Tehilim que escribió el Rey David


sobre la subida de Moshé al Cielo para bajar la Torá: Alita lamarom shabita
shebi, “Subiste al Cielo y cautivaste una joya”, es decir, la Torá. La palabra

shebí en hebreo contiene las iniciales de Shimón Bar Yojai.

Éste es el motivo por el que Rabí Shimón Bar Yojai en el Zóhar dicta muchas

enseñanzas que obtuvo celestialmente de su gran maestro espiritual, llamado

Rahayá Mehemná, es decir, “El fiel pastor”, para referirse a Moshé Rabenu, el

gran pastor y guía del pueblo de Israel. Con eso nos enseña Rabí Shimón Bar

Yojai que cada alma, en su segunda reencarnación, obtiene ayuda de la parte

de su alma, que ya está reparada y depositada en el Mundo Venidero (en

especial en Shabat, cuando recibimos la neshamá yeterá, alma adicional, que

prácticamente es parte de nuestra alma reparada, que viene a ayudarnos a

elevarnos más).

Moshé Rabenu y Rabí Shimón Bar Yojai tuvieron muchas cosas en común.

Moshé escapa de Egipto debido a la pena de muerte que decretó Paró contra

él, y Rabí Shimón Bar Yojai escapa de los romanos que decretaron su muerte.

Moshé obtiene su grandeza aislándose de la humanidad y viviendo en el

desierto y Rabí Shimón Bar Yojai obtiene su grandeza encerrándose en una

cueva.

Además, hay una insinuación interesante en las fechas de fallecimiento de

ambos: Moshé Rabenu falleció el 7 de Adar y Rabí Shimón Bar Yojai en Lag

Baomer. Esta última fecha suma 345, al igual que el nombre Moshé.

Además, cada año, sea normal o bisiesto, en el mismo día de la semana que

caiga el 7 de Adar, caerá el mismo día de la semana Lag Baomer. Y

curiosamente, la palabra sod que en hebreo suma 70, equivale a los 70 días

que hay entre 7 de Adar y Lag Baomer, insinuándonos así la parte del sod que

Moshé Rabenu vino a rescatar como Rabí Shimón Bar Yojai. Ambos eran muy

humildes, como está reflejado en el relato en el Zóhar sobre cierta vez que en
medio de la clase Rabí Shimón Bar Yojai escuchó una voz Divina que lo
llamaba por su nombre: “Shimón, Shimón” (al igual que Dios llamó a Moshé

Rabenu: “Moshé, Moshé”). Se levantó Rabí Shimón Bar Yojai y dijo a sus

alumnos: “Discúlpenme, la Presencia Divina quiere enseñarme algo”.

Pregunta el libro Ituré Torá (3:28): “Aparentemente parece orgullo de Rabí

Shimón Bar Yojai pensar que la voz era divina. Debería, por humildad, actuar

como el profeta Shemuel, que cuando escuchó la voz divina dirigiéndose hacia

él, corrió hacia Elí, el sumo sacerdote, pensando que había sido él quien lo

llamaba, ya que no se imaginó, por humildad, que era merecedor de que Dios

se dirigiera a él. ¿Cómo Rabí Shimón desde un principio concluye que es Dios

quien lo llama?” La respuesta es que Rabí Shimón Bar Yojai era tan humilde

que sabía que todos los títulos de honor que se le daban, como Gran Rabino,

El Cabalista, etc., no eran reales, ya que él se consideraba un hombre simple y

común. Cuando de repente escuchó que le llaman: “Shimón, Shimón”, sin

títulos de honor, como se le llamaría a cualquier persona de la calle, Rabí

Shimón Bar Yojai se levantó y dijo: “Seguramente es Dios quien me llama, Él

es el único que sabe que no soy ni rabí ni cabalista, sino simplemente Shimón”.

Eso es humildad.

Y me di cuenta, de una forma interesante, cómo en ambos nombres, el de

Moshé y el de Rabí Shimón, hay dos letras comunes y el resto forman la

palabra anavá, “humildad”.

En efecto, Rabí Shimón Bar Yojai logró recopilar toda la parte mística de la

Torá, dejando así el escrito cabalístico más profundo, llamado el Zóhar, que en

verdad es “el resplandor de la Torá”.

Sólo quiero complementar como mencioné antes: el nieto de Moshé Rabenu

fue sacerdote de idolatría del templo que erigió Mijá durante 13 años. Y en el

libro Torat HaGuilgul, 86, dice que el nieto de Moshé regresó como Rabí
Elazar, el hijo de Rabí Shimón Bar Yojai, quien lo llevó a la cueva con él y

durante 13 años “pulió” su alma.

Después de 1200 años aproximadamente, en los que la Cabalá fue

perdiéndose debido a las persecuciones y los exilios, y a la falta de

concentración de los grandes rabi-nos, regresa de nuevo esa alma, otra vez

sólo para ayudar y recuperar la parte del sod. Esta vez regresa Moshé (Rabí

Shimón Bar Yojai) como el Arizal, cuyo nombre completo es Itzjak Ben

Shelomó (Luria), que de nuevo forma las iniciales Shebi.

El Arizal renueva todo el estudio de la Cabalá en la ciudad de Tzefat y da la

fórmula correcta para entender el Zóhar, eliminando así ciertas interpretaciones

de algunos caba-listas anteriores y estableciendo de esa forma el sistema para

estudiar el Zóhar que se aplica hasta hoy.

Si quisiéramos dividir la historia judía en tres partes —una, la parte bíblica con

los personajes del Tanaj; dos, la época talmúdica; y tres, la época rabínica—,

se destacaría en cada una de esas partes un personaje especial, que fue el

motor. En la primera época fue Moshé Rabenu, en la segunda Rabí Shimón

Bar Yojai y en la tercera el Arizal. Y eso se debe a que los tres eran uno
mismo.

Rut y La Hija de Lot

Hasta aquí hemos visto varios ejemplos del entorno de los patriarcas y de

Moshé Rabenu. A continuación analizaremos el entorno del Rey David y su

familia, quiénes eran y de quién provenían espiritualmente.

Comenzaremos con el principal eslabón de la cadena de la realeza del Rey

David. En el Tanaj, en Meguilat Rut, se relata que Abimélej y su esposa Naomí,


junto con sus dos hijos, huyeron de Israel debido a una hambruna. Abimélej era
un hombre muy rico y no quiso ayudar a los pobres por lo que se fue con su

riqueza a vivir a Moab, con tal de salvar sus bienes.

Ahí, su hijo, Majlón, se casó con Rut, hija de Eglón, el rey de Moab. Después

de un tiempo, fallecen Abimélej y sus hijos, y se queda al final Rut junto a su

suegra, Naomí. Ella decide regresar a Israel y Rut se empeña en ir con ella y

convertirse. Esto aparece insinuado en el valor numérico de su nombre: Rut

suma 606. Ella como gentil, cumplía solamente las siete mitzvot, y ahora

agrega sobre sí las 606 (valor de su nombre) para completar las 613 mitzvot

del judaísmo. Por eso la Torá la llama Rut (su nombre original era Guilit).

A pesar del rechazo de Naomí, Rut se aferra a su decisión y al final logra

convencerla, abandonando así su riqueza y su antiguo modo de vida como

princesa moabita, para convertirse en una mujer pobre en Israel.

El Tanaj nos relata que Rut fue el símbolo del jésed, “bondad”, ya que ella fue

quien mantuvo en Israel a su suegra Naomí, pues ambas estaban solas y eran

pobres, y Rut era la que iba a los campos para recoger las espigas sobrantes

que dejaban los dueños de los campos para los pobres, tal cual lo indica la

halajá. Nuestros Sabios destacan el tzeniut, (recato) que caracterizaba a Rut;


ya que cada vez que se agachaba para recoger una espiga, no lo hacía como

todas, sino que se quedaba en cuclillas, es decir, casi sentada sobre el suelo,

para mantener así el recato.

Todas esas actitudes de Rut y otras más fueron para reparar su alma, ya que

ella fue la reencarnación de la hija mayor de Lot, que al tener relaciones con su

padre tuvo a su hijo Moab (Me ab, hijo de mi padre) y Rut era descendiente

directo de Moab, ya que era la hija de Eglón, el rey de Moab, biznieto de Lot.

La hija de Lot creció en una ciudad y en una casa “antijésed” y Rut fue modelo

de jésed. Además, Rut nos enseñó la clave de la bondad: “El pobre da más al
rico que el rico al pobre”, ya que el rico sólo da una limosna al pobre que en
poco tiempo se termina, sin embargo, el pobre da vida al rico, ya que la

tzedaká elimina decretos de muerte; entonces, el pobre hace más favor al rico.

Así lo expresó Rut cuando regresó a casa con un manojo de espigas

recolectado del campo y Naomí le preguntó: “¿Quién es el hombre que te hizo

el favor de permitirte recolectar espigas de su campo?”; contestó Rut: “El señor

al que le hice el favor de re-colectar en su campo se llama Bóaz” (Rut 2:19).

Justamente Rut es la que puede decirlo, porque ella sabe que sólo por el jésed

que hizo Abraham Abinu se salvaron ella (la hija de Lot) y su familia de la

destrucción de Sedom. Y si toda la gente de su ciudad hubiera hecho lo mismo,

habría adquirido, por medio de dar limosna, toda una vida.

Rut, con su tzeniut, logró reparar el descaro de la hija de Lot al emborrachar a

su padre y acostarse con él; aunque explicamos que fue debido a una idea

errónea, había que repararlo. Rut logró reparar eso mediante su gran recato,

como también se manifestó cuando llegó el momento de casarse con Bóaz,

con quien tuvo a Obed, padre de Ishay que fue padre del Rey David.

Rut culmina su misión educando a sus descendientes para ser gente de

bondad, y tiene larga vida, hasta alcanzar el honor de ver a su tataranieto, el


Rey Shelomó, en el trono gobernando a Israel. Sobre el versículo en Melajim

(Reyes) que dice que el Rey Shelomó puso un trono al lado del suyo para Em

HaMélej, “la madre del reino”, la Guemará aclara (Babá Batrá 91b) que no se
refiere a su propia madre, Bat Sheva, sino a Rut, pues ella es catalogada Em.

De acuerdo con esto, podemos ver la insinuación de la Torá cuando relata el

comienzo del pecado de la hija de Lot cuando planea embriagar a su padre

para tener un hijo con él: dice la Torá: Vatómer habejirá, “Y dijo la

primogénita…”. La palabra Vatómer en hebreo forma las palabras Em-Rut, es

decir, “Esta hija de Lot es la ‘mamá’ Rut”.

La sierva de Ishay
y Hagar

El nieto de Rut, Ishay, tuvo siete hijos, pero toda la familia aún estaba en

espera de la gran decisión rabínica respecto a la conversión de Rut. La duda

era cómo explicar el versículo en la Torá que prohibe aceptar conversos del

pueblo de Moab: ¿eso abarcaba a hombres y mujeres, o sólo a varones?

Muchos rabinos opinaban que incluía también a las mujeres y, por tanto, Rut y

su descendencia no podían casarse con judíos.

Ishay, que era un gran justo, se empeñó en tener un descendiente judío, por

tanto, investigó en la ley y descubrió que sólo si tenía un hijo con una sierva, el

niño sería es-clavo y, como tal, no tendría origen israelita ni moabita; de este

modo, después de nacer, podría ser liberado y convertido. Así, aunque la

decisión rabínica fuera que no eran judíos, ese hijo podría serlo.

Por esto, Ishay fue con su sierva para tener un hijo con ella, pero sin que su

esposa se enterara. La sierva le pidió pensarlo y consultó con la esposa de

Ishay, cuyo nombre era Nitzévet Bat Hadael, ya que consideró que era una

falta de respeto para su ama y ella quería respetarla. La esposa de Ishay le

dijo: “Dile que aceptas pero con dos condi-ciones: que sea en un lugar oscuro y
sin hablar”. De ese modo, cuando ya todo estaba listo, fue la esposa de Ishay

en lugar de la sierva.

Ella hizo todo esto porque Ishay, cuando vio que los rabinos estaban a punto

de declarar que la conversión de Rut no tenía validez, decidió no tener más

hijos, a menos que se garantizara su judaísmo. Pero su esposa, que tenía la

esperanza de que al final serían declarados judíos, quiso tener más hijos y por

medio de su sierva, haciéndose pasar por ella, logró quedar embarazada y tuvo

a quien en un futuro sería el Rey David, el ungido por el gran profeta Shemuel

quien dio validez a la conversión de Rut.


Por tanto, gracias a la sierva, de forma indirecta, nació David, quien con su

reinado honró a toda su familia, especialmente a su madre.

Aclara el Haramá Mipano (Guilgulé Neshamot 47) que esta sierva era

reencarnación de Hagar, la sierva de Sará y Abraham, y ya que Hagar al

quedar embarazada de Abra-ham, humilló a su ama, Sará, esta vez vino como

la sierva que da honores y respeto a su ama.

Y si nos damos cuenta veremos algo increíble: Hagar con su soberbia causó el

odio entre Ishmael (el padre de la religión musulmana) e Itzjak (uno de los

padres del judaísmo) de cuyo odio hasta hoy seguimos pagando las

consecuencias. Y para reparar eso, la sierva de Ishay causa indirectamente el

nacimiento de David, de quien saldrá el Mashíaj que dará fin al problema entre

los israelíes y los árabes, descendientes de Ishmael.

Ishay-Rabí

Jiyá Bar Ashí

Ishay, el padre de David, al igual que el padre de Moshé Rabenu, fue una de

las cuatro personas que no cometieron ningún pecado grave en su vida que les

causara castigo mortal. Fue una persona justa y perfecta, pero una sola y

pequeña falla cometió, la cual tenía que reparar. En la sección anterior vimos

todo lo que pasó a Ishay con su sirvienta y lo analizamos desde el punto de

vista de reparación de la sirvienta, pero ahora lo veremos desde el ángulo de

Ishay. Para explicarlo analicemos una ley (halajá): las relaciones entre hombre

y mujer deben ser sagradas, ya que son la base de la pureza de toda la familia.

La Halajá nos enseña que el hombre y la mujer, especialmente el varón, deben

tener pensamientos limpios y puros en el momento de la intimidad; por tanto,


advirtieron nuestros Sabios sobre nueve aspectos en los que debe cuidarse la
pareja. Por ejemplo, no tener relaciones mientras sientan odio; no tener
intimidad si ya están en un proceso de separación, etc. Esta lista está

encabezada por una de las prohibiciones más graves, que es tener relaciones

con una persona mientras se está pensando en otra. Aparentemente Ishay falló

en esto, ya que en el momento de tener relaciones pensó que era su sirvienta y

en verdad, era su esposa. Eso precisa un proceso de teshuvá.

Sin embargo Ishay, ocupado con la decisión rabínica sobre si eran judíos o no,

pasó por alto ese pecado, y, por tanto, como se trata de una persona

sumamente perfecta, al querer su alma alcanzar los más altos niveles en el

Paraíso, debe limpiar incluso estos “granitos de polvo” con que se había

manchado.

En el libro Guilgulé Neshamot (64; de acuerdo con el comentarista Meir Ain,

303) dice que una chispa del alma de Ishay regresó (como ibur, concepto que

se explicará más adelante en el libro) en Rabí Jiyá Bar Ashí. Sobre él relata la

Guemará de Kidushín que, a pesar de que era una persona muy espiritual y

uno de los más grandes rabinos talmúdicos, todos los días al terminar de rezar

se sentaba y clamaba a Dios para que lo salvara del yétzer hará, a fin de que

nunca lo sedujera para cometer incluso el más mínimo pecado, especialmente


la tentación femenina. Su esposa lo observaba y se cuestionaba: “Mi esposo es

muy puro; todo el día reza y estudia Torá, y se cuida de cualquier visión

prohibida, manteniendo así su pureza. ¿Por qué reza de tal forma? ¿A qué le

teme? ¿Acaso también la gente con ese nivel es capaz de caer en algo

semejante?”

Un día ella decidió ponerlo a prueba. Se cubrió el rostro, se vistió

provocativamente y, mientras él estaba sentado en su jardín estudiando, se le

acercó e intentó seducirlo una y otra vez, hasta que él cayó y se fue con ella,
sin saber que era su propia esposa. Al regresar a casa, él se sentó al lado del

horno y empezó a llorar lamentándose profundamente de lo que le había


sucedido. Entró su esposa, se le aproximó y le preguntó qué le pasaba, por qué
lloraba. Rápidamente le contó todo lo que le había pasado, diciéndole: “Toda

mi vida me he cuidado y hoy, lamentablemente, caí”. Le dijo su esposa:

“Tranquilízate. Fui yo quien te sedujo. Sólo quería entender el poder de la

seducción”. Rabí Jiyá, después de interrogarla y asegurarse de que había sido

ella, le dijo: “No importa. Igual para mí fue un pecado, ya que pensé hacerlo”.

Rabí Jiyá se sentó a meditar sobre esto y trató de comprender por qué le había

sucedido. Llegó a la siguiente conclusión: las cosas en la vida no ocurren al

azar y, cuando una persona cae en un pecado extraño, quizá es para insinuarle

que cayó en algo parecido en el pasado y no lo reparó, y ahora debe reparar

ambos, el anterior y el de hoy.

Efectivamente, Rabí Jiyá fue la reencarnación de Ishay, a quien le sucedió algo

parecido, y regresó para reparar lo que le pasó a Ishay con su ishá, su esposa.

Eso está insinuado en su propio nombre: Rabí Jiyá, hijo de Ashi. Como ya

explicamos el concepto “hijo de” se refiere a quien él mismo fue en su

reencarnación pasada. Y ya que él fue Ishay, quien tuvo el problema con ishá,

al juntar las dos palabras obtenemos el nombre Ashi.

La Guemará culmina diciendo ahí: “A partir de ese día, Rabí Jiyá ayunó para
que ese pecado le fuera eliminado”, es decir, hizo teshuvá de todo corazón

hasta que logró purificar por completo el alma de Ishay y la suya.

El Rey Shaul-El Emorá

Shemuel-Rambam

El rey Shaul fue el primer rey de Israel y cuando se enfrentó en la guerra a los

filisteos salió Goliat, el líder de los filisteos, a retar al rey Shaul en un duelo

quien se negó por miedo al enfrentamiento y anuncio que el guerrero valiente


que se atreviera a luchar contra Goliat recibiría a su hija como esposa más una
suma importante de dinero, “si es que regresaba a salvo”. Todos los soldados
temían enfrentarlo a pesar de la buena recompensa, hasta que un día llegó un

joven llamado David al campamento para traer comida a sus hermanos y al

escuchar a Goliat maldiciendo, aceptó el reto. Cuando avisaron al rey Shaul

tuvo mucha curiosidad de saber quién era ese muchacho con tanto coraje.

Cuando vió al joven David le vistió con la armadura real, pero en el momento

en que David la vistió, a pesar de la diferencia tan grande de altura con

respecto al rey, de una forma milagrosa la armadura se amoldó a sus medidas.

El rey Shaul lo observó con mucha suspicacia, “¿Será este el rey anunciado

que me quitará el trono?”. Dicha sospecha se incrementó cuando regresó

David del duelo con la cabeza de Goliat en la mano.

A partir de entonces, el rey Shaul sufrió ataques depresivos y sus consejeros le

recomendaron que sería bueno que un joven le tocara el arpa para alegrarlo y

curar su estado de ánimo. Curiosamente se eligió a David como su curador.

El rey Shaul faltó a su promesa y no pagó el premio en dinero a David y atrasó

mucho la promesa de casarlo con su hija, hasta que a final se realizó el

matrimonio con muchas dificultades con su hija menor llamada Mijal. En el

ínter, el rey Shaul intentó matar varias veces a David. Y después de la boda
con su hija inició una persecución incansable tras la cabeza de David lo que

provocó que David huyera constantemente de lugar en lugar con una sombra

de amenaza de muerte constante.

En una ocasión, David pidió ayuda a los cohanim de la ciudad de Nov. Al

enterarse el rey Shaul, mandó a asesinar a los sacerdotes de Nov.

Al final de su vida, el rey Shaul iba a enfrentar una guerra contra los filisteos.

Antes de salir a la guerra fue a consultar al Cohén Gadol y en el pectoral de

éste no hubo respuesta y los profetas tampoco le tuvieron una profecía.

Desesperado, acudió a una bruja médium que convocaba espíritus y le pidió


que convoque al espíritu del profeta Shemuel para que le dijera el resultado
que iba a tener la guerra. A pesar de que esto es un grave pecado, él lo hizo y

cuando la médium convocó al profeta Shemuel, éste le dio dos noticias: una

buena y una mala. La mala era que al otro día durante la batalla él moriría y la

buena era que por la mucha teshubá que él hizo y el arrepentimiento de sus

hechos no iría al infierno sino al paraíso, aun cuando le quedó mucho por

reparar. (Como explicamos en la Introducción, la parte del alma perfeccionada

mora en el paraíso mientras que la otra parte se prepara para regresar a

reparar).

Efectivamente, al día siguiente la batalla fue difícil y mientras acorralaban al rey

Shaul decidió, debido a su propensión a la depresión, a la inminente pérdida de

la guerra y de su reinado, suicidarse.

El lugar donde perdio el Rey Shaul la batalla y termino suicidandose

Resumamos cuáles son las tareas de reparación del alma del rey Shaul:

Provocó que David tuviera una vida de perseguido.

No le pagó la deuda monetaria.

Mientras David le cantaba para alegrarlo y curarlo, él en lugar de agradecerle


intentó matarlo.

Quitó la vida de los cohanim de la ciudad de Nov.

Usó medios de magia negra y convocación de espíritus.

Por depresión y presión se suicidó.

Para reparar esto, el rey Shaul reencarnó dos veces. Una en el jajam Shemuel

de la época del Talmud y después en Maimónides.

El Emorá Shemuel
El rabino Shemuel fue de la primera generación de emoraitas (rabinos de la

época talmúdica). Él fue el rabino principal de la Yeshivá de Neardeá a

principios el siglo III y fue uno de los grandes rabinos que dejaron su huella en

toda la Torá oral. Él fue también médico y un gran astrónomo.

El Talmud nos relata que Shemuel era quien alegraba al rey persa Shevur,

conocido como Sapor I (que reino de 241-247 e.c.). El jajam Shemuel bailaba

ante el rey lanzando copas de vino sin que se derramara una gota, lo cual

alegraba mucho al rey y lo calmaba de sus depresiones. Con esto reparó el rey

Shaul el hecho de no apreciar lo que el joven David hacía para alegrarlo y

sanarlo de su depresión.

Para reparar el haber quitado la vida a los cohanim de Nov por haber ayudado

a David, el rey Shaul regresa en Shemuel, quien fue cohén y una de sus

profesiones era ser un médico excelente. Y como médico, salvando vidas de

enfermos reparó el haber quitado la vida a los cohanim. Es curioso que una de

las historias famosas en el Talmud, donde actuó Shemuel como buen médico,

fuera cuando curó a Rebí, el presidente Rabí Yehudá, que justamente era

descendiente del rey David. Y ya que en su vida anterior el rey Shaul le hizo
difícil la vida a David, en este viaje, Shemuel (Shaul) mejora la vida de Rebi, el

descendiente del rey David.

Además el rey Shaul hizo sufrir muchísimo a sus dos hijas, Merab y Mijal
ofreciéndolas como recompensa, jugando con ellas, por ejemplo, cuando huyó

David, él obligó a su hija Mijal casarse con Paltí ben Laish aunque ella

pertenecía a David. Y ella para no traicionar a David, vivió como cautiva en la

casa de Palti hasta que David la rescató.

Para reparar lo anterior, la Guemará relata (Ketubot 23:1), que las dos hijas del

jajam Shemuel, estuvieron cautivas y todo el sufrimiento que tuvo Shemuel al


tratar de rescatarlas y probar su inocencia y su pureza.
Shemuel fue conocido como el Jajam que estableció la regla diná de maljutá

diná, es decir, la obligación que tenemos de obedecer las leyes del reinado o

del gobierno en el que vivimos y además en todas las discusiones en el

Talmud, si se trata de leyes civiles, la halajá es siempre como Shemuel. Estos

dos conceptos se entienden por su pasado de realeza.

Respecto al error de Shaul al convocar un espíritu, relata la Guemará (Berajot

18b) sobre Shemuel: el papá de Shemuel cuidaba dinero de huérfanos. Al

fallecer repentinamente, no sabía Shemuel, el único heredero, dónde estaba el

dinero. Al no poder regresárselo a los huérfanos lo tacharon de ladrón y mucha

gente le exigía que pagara la deuda. Shemuel, por su parte se sintió muy mal

contra una acusación que era falsa ya que realmente no sabía dónde estaba el

dinero. Sin embargo, en base a lo que estudiamos hasta ahora, todo se

entiende. Ya que la regla es: si te culpan por algo que no hiciste, quizá sí lo

hiciste en Balrianus César de Roma rindiéndose ante el Rey Sapor una vida

anterior. Y como el rey Shaul no pagó su deuda al rey David, fue difamado

como el jajam Shemuel. A raíz de esta incomodidad, el jajam Shemuel acudió a

un medio no tan bueno; fue al cementerio y de alguna formo convocó al espíritu

de su padre para preguntarle dónde estaba el dinero de los huérfanos.

Entonces se le apareció la imagen de su padre, llorando primero y después

sonriendo. Shemuel, le preguntó a su padre por qué lloras y por qué ríes. Éste

le respondió, porque te tengo una noticia mala y una buena. La mala es que

pronto vas a fallecer y la buena es que acá estarás en un lugar muy elevado. Al

final le reveló dónde estaba el dinero.

Esta escena se parece mucho a la que sucedió con el rey Shaul y quizá de

nuevo volvió a fallar ya que esos medios son prohibidos.

Rambam- Maimónides
En el libro de Haramá Mipano, en la letra alef sección 8, escribe que el rey

Shaul reencarnó en el jajam Shemuel y en la sección 151, escribe que

Maimónides es la reencarnación del jajam Shemuel. A continuación

analizaremos cómo se conectan los datos. Al igual que el jajam Shemuel que

fue un gran médico y ofició como el médico particular del rey Sapor I, el

Rambam fue también un gran médico y ofició como médico del rey Saladino.

El Rambam salvó muchísimas vidas. Como relató él mismo mientras iba hacia

al palacio lo esperaba una fila de gente al lado del camino, cada uno con sus

molestias y problemas de salud y él les recomendaba medicinas y al atardecer

cuando regresaba, le esperaban del otro lado de la acera diciéndole cómo les

había resultado el medicamento. Con esto reparó Shaul, el haber quitado la

vida de los cohanim, dando vida, como Maimónides, a la gente.

Es interesante hacer notar aunque no tiene que ver con el tema de reparación,

cómo ciertas habilidades de un alma son reflejadas también en la siguiente

reencarnación. El jajam Shemuel fue un gran astrónomo que dijo: “Conozco las

vías astrales mejor que las vías de mi ciudad Neardeá”. Y realmente, los

conceptos astronómicos del jajam Shemuel son reconocidos actualmente en la


ciencia.

Con gran asombro nos preguntamos cómo él tenía esos conocimientos hace

1700 años cuando no había ni siquiera “lupas”. Hay que recalcar que de tantos
conocimientos astronómicos que tenía, Shemuel recibió un apodo: Shemuel

Yarginaá, Shemuel el hombre de la luna, por los muchos conocimientos que

tenía del ciclo lunar.

Igualmente, el Rambam fue un gran astrónomo cuyos conocimientos asombran

en la actualidad a cualquier experto en la materia. Justamente, uno de los

grandes conocimientos del Maimónides fue el ciclo lunar, quien calculó la


cuenta del ciclo en forma detallada con un resultado de 29.53059 días.
La NASA, últimamente, con la ayuda de los modernos telescopios llegó a la

conclusión que el ciclo lunar es de 29.530588. Este fue el descubrimiento del

astrónomo de la NASA Carl Sagan. Sin embargo, en Berlín, Alemania se llegó

a un número más cercano 29.530589.

Para reparar la persecución del rey Shaul a David, el Rambam vivió una vida

de perseguido tanto en España como en Marruecos. Durante muchos años fue

buscado y su cabeza tenía precio. Fue perseguido por el rey Abed Al Mumin y

sus seguidores. Con esto pagó el Ramban (Shaul) el sufrimiento que causó a

David.

Para reparar el punto de la depresión y el suicidio de Shaul, el Rambam pasó

una etapa muy difícil en su vida, en la cual falleció su padre, su esposa y sus

dos hijos, lo que le provocó una depresión muy profunda. Y lo que terminó por

acabarlo fue la muerte de su hermano, quien era comerciante de perlas con la

India y Rambam le había depositado todo el dinero de la familia quedando de

esta manera en la ruina. Con esto, Rambam se aisló durante un año y con

depresiones tan fuertes que deseaba la muerte.

Carl Sagan (1934-1996)

158

Esta depresión era la misma del rey Shaul, pero en lugar de quitarse la vida, el

Rambam de una forma increíble se sobrepuso y salió adelante iluminando al

mundo con su Torá, leyes y sabiduría.

Con respecto al punto de brujería que usaron el rey Shaul y el jajam Shemuel,

nos hace entender la posición tan extraña que tenía el Rambam respecto a

todo eso. Él manifestaba que la brujería no existía y que todo eso era mentira,
ilusión, trucos baratos. Esa posición del Maimónides provocó que todos los
demás rabinos lo criticaran y lo bombardearon con preguntas y pruebas de que
estaba equivocado y muchos de ellos atribuyeron esa opinión errónea al hecho

de que el Rambam era filósofo, y la filosofía no cree en eso. Sin embargo,

ahora sabemos por qué opinaba así. Su alma fue dañada por eso y por lo tanto

sentía un rechazo y un alejamiento de todo eso, para ni siquiera creer que

existían esos poderes.

Con eso repararon el Rambam, el primer posek, legislador de halajá (ya que

escribió la primera obra de halajá más clara y completa), y Shemuel, el primer

emorá talmúdico, las fallas de Shaul, el primer rey de Israel.

El libro más antiguo de Maimónides exhibido en la

Biblioteca Apostólica del Vaticano.

159

Shaul

Primer rey de Israel.

Persiguió a David.

No valoró el hecho de que el joven David lo sirvió en el palacio intentando

curarlo y alegrarlo.

Debía dinero a David.

Convocó espíritus a través de una médium, acudiendo así a la magia negra.

Quitó la vida a los cohanim de la ciudad de Nov.

Se suicidó debido a una depresión y gran presión.Shemuel

Primer emorá talmúdico. Estableció que la ley del reinado es la ley.

Curó a Rebí, descendiente de David, dándole buena vida.

Sirvió ante el rey Sapor I alegrándolo y curándolo.


Se le difamó de quedarse con el dinero de los huérfanos.

Convocó el espíritu de su padre, yendo al cementerio, cometiendo dos errores:

1) él era cohen, 2) molestar almas que están descansando.

Fue un gran médico que salvó vidas y mejoró y alargó otras.Maimónides

Uno de los primeros y más grandes poskim, titulado “El gran águila”. (Águila rey

de las aves).

Tuvo vida de perseguido, lo que le ocasionó huir de un lugar a otro.

Sirvió ante el rey Saladino curándolo.

Perdió todo su dinero con su hermano, el comerciante llamado justamente

David.

Negó totalmente la existencia de la magia negra, convocación de espíritus, etc.

Fue un gran médico cuyos consejos siguen salvando y mejorando vidas hasta

el día de hoy.

A pesar de circunstancias tan adversas y tristes que le causaron una profunda

depresión, logró sobreponerse.

Bat Sheva-Beruriá

Todos conocemos la famosa historia de la batalla de David contra Goliat y

también lo que le sucedió a David con Bat Sheva. Pero muy pocos saben que

un suceso tenía que ver con el otro.

Cuando David Hamélej era joven, fue enviado por su padre Ishay al frente de

batalla para llevar comida a sus hermanos soldados. Al llegar vio cómo Goliat

provocaba al Rey Shaul para que se enfrentara en un duelo con él. El Rey

Shaul no quería enfrentarse con él y ofreció dinero y a su hija al soldado que se


atreviera a enfrentar a Goliat. El joven David no soportó las humillaciones
verbales que lanzaba Goliat contra el pueblo de Israel y especialmente contra

el Dios de Israel; por lo que decidió enfrentarlo.

Al golpearlo con una piedra en la frente Goliat cayó, pero aún no estaba

muerto. David corrió hacia él, tomó la espada de Goliat y quiso desnucarlo,

pero no sabía cómo quitarle el casco, que cubría también su cuello.

El escudero de Goliat, llamado Uriá Hajití, se aproximó a David y le dijo: “Esto

fue un milagro. Quiero ser parte de ustedes. Si te ayudo a quitarle la armadura,

¿me darás a una judía para casarme con ella?” David, sin dudarlo le dijo que

sí; luego desnucó a Goliat y regresó con el escudero al campamento hebreo.

Dicen nuestros Sabios que en el Cielo hubo una queja contra David: ¿cómo se

atrevió a prometer al gentil una judía como esposa? Por tanto, la que estaba

destinada a ser esposa de David sería entregada, por parte del Cielo, a Uriá.

Es por ello que, después de varios años, cuando David se convirtió en rey y vio

por primera vez a la esposa de Uriá, llamada Bat Sheva, sintió una atracción

sobrenatural hacia ella, ya que en verdad era su alma gemela y la destinada a

ser la madre del siguiente rey. Esa atracción fue mutua, sin embargo, no por

ser almas gemelas se les permitiría pecar, sino que deberían esperar a que del

Cielo se presentaran las condiciones permitidas.

El final de la historia ya es muy conocido: el Rey David la llama, está con ella y

envía a su esposo, Uriá, al frente de batalla, donde muere, y David finalmente

se casa con ella. Después de perder a su primer hijo, tienen a Shelomó, el

futuro rey de Israel.

Ambos necesitan reparar, pero en esta sección nos dedicaremos

exclusivamente a Bat Sheva.

Ella fue conocida en la historia como la gran reprochadora del Rey Shelomó,

como se relata en el Midrash (Mishlé 31): Después de inaugurar el Primer


Templo, el Rey Shelomó se casó con la hija de Paró y al día siguiente de la

boda, la novia cubrió todas las ventanas de la habitación con telas especiales

de color negro, adornadas con diamantes, que provocaban la ilusión de que

todavía era de noche, con estrellas brillantes, a fin de que el Rey Shelomó no

se levantara del lecho. Eso provocó que el servicio en el Templo se retrasara,

ya que el Rey tenía las llaves. Nadie del pueblo de Israel se atrevió a despertar

y a reclamar al rey, sólo su madre, Bat Sheva, quien entró a la habitación real y

empezó a reprocharlo, diciéndole: “Todos saben que tu padre fue un gran

temeroso de Dios. Ahora dirán que por mi culpa tú eres malo”. Conforme a

algunas versiones, ella le reprochó fuertemente, golpeándolo y abofeteándolo,

corrigiéndolo cada vez que era necesario, como escribió él mismo en su libro
(Mishlé 31:1): “Los reproches con los que lo afligió su madre…”

Bat Sheva tenía que reparar sus hechos. En verdad, no puede acusársele de

adulterio ni de infidelidad, ya que todos los soldados daban un documento de

divorcio a sus esposas antes de salir a la guerra, por si caían cautivos o morían

en el campo de batalla sin que nadie los viera y, de esta forma, la esposa

quedaba “en el aire”, pues no sabían si su esposo estaba vivo o no; por tanto

con este documento de divorcio, ella, en caso de duda, podía rehacer su vida

casándose de nuevo. En consecuencia, Bat Sheva era una mujer libre en el

momento que estuvo con el Rey David, pues su esposo había partido a la

guerra y le había dejado el documento de divorcio. Sin embargo, aunque así

fue, no dejaba de ser un mal ejemplo para la sociedad, y ese hecho podría

incitar a la gente a actos de inmoralidad.

Además, Bat Sheva debía reparar el hecho de ser la causante de que Uriá

fuera mandado al frente de batalla, ya que indirectamente ella le causó la

muerte. Así que la reparación sería salvar a los demás de cometer pecados y

pagar con la muerte el hecho de causar la muerte.


Dice el Haramá Mipano que “Bat Sheva regresó como la esposa de Rabí Meir

Baal Hanés, llamada Beruriá”.

Ampliemos esta idea: Beruriá fue la hija del gran rabino talmudista Rabí

Jananiá Ben Teradión y esposa de uno de los más grandes rabinos que tuvo el

pueblo de Israel, Rabí Meir Baal Hanés.

Beruriá fue de las únicas mujeres destacadas en el Talmud, ya que no es

común ver una opinión femenina en todos los estudios talmúdicos. La razón no

era machismo, sino que, para ser un rabino que pudiera opinar en relación a

leyes talmúdicas, debía tener un nivel muy alto y conocimientos muy amplios,

debidos a la dedicación de día y de noche al estudio de la Torá. Y ya que las

mujeres tenían la tarea de mantener el hogar, criar y educar bien a los hijos,

tarea que les quitaba demasiado tiempo, no podían figurar como opinión

talmúdica.

Sin embargo, Beruriá rompió la regla, al ser ella la única mujer que figura en el

Talmud y, además, con bastantes títulos de honor de parte de los Jajamim

sobre sus opiniones. Por ejemplo, en la Guemará (Babá Metziá 3a) se expresa

Rabí Yehoshúa: “Está muy bien lo que dijo Beruriá…”. Fue también muy
conocida como la gran reprochadora de los rabinos. Por ejemplo, la Guemará

cita que Bruria vio a un estudioso de Torá leyendo con la vista, como

“escaneando” el texto, sin pronunciar nada con la boca. Se le aproximó y pateó


la mesa, mencionándole versículos de Torá que comprueban que el mejor

estudio es el que se pronuncia y no el que sólo se “escanea”. En otra ocasión,

como relata la Guemará (Eruvin 53b), Rabí Yosí se encontró en el camino con

Beruriá y le preguntó: “¿Cuál es el camino más corto para que yo pueda llegar

a la ciudad de Lud?” Sorprendentemente, ella le contestó: “Insensato, ¿no


sabes que no se puede alargar la conversación con una mujer? Debiste sólo

preguntar ¿Dónde es Lud?” Era también conocida por ridiculizar la opinión de


los saduceos, que estaban en contra de la Torá; ella evidenciaba su falsedad y

lo equivocado de sus ideas (Berajot 10:1).

Este poder de reproche y su facilidad de corregir a los demás los obtuvo

Beruriá de Bat Sheva, la gran reprochadora del Rey Shelomó, reparando así,

por medio de la orientación a los demás, el ejemplo negativo que dio Bat

Sheva.

Y respecto a la segunda tarea de reparación, relata Rashí sobre la Guemará

(Avodá Zará 18b) cómo finaliza la historia de Beruriá: un día regresó Rabí Meir

de la yeshivá y, como de costumbre, Beruriá le preguntó qué habían estudiado

ese día. Rabí Meir le contestó: “Hoy estudiamos que la mente del ser humano

es muy débil, especialmente la de las mujeres. Es decir, a cada persona se le

pueden cambiar las ideas, valores, moral, principios, etc.” Beruriá no aceptó

esa opinión y le dijo: “No lo creo. Me considero una mujer muy firme en mis

principios éticos y morales, y nadie logrará cambiarlos”.

Rabí Meir decidió, quizás equivocadamente, comprobar a Beruriá que los

Jajamim tenían razón; por ello envió a uno de sus alumnos a seducirla y,

cuando ella estuviera a punto de caer con él, iría Rabí Meir y le diría: “No te
culpo, porque yo lo planeé, pero quiero que veas que tenemos razón cuando

hablamos de la debilidad mental que sufre cada ser humano”. De manera

sorpresiva, tras una labor de convencimiento lenta, larga y difícil, el alumno lo


logró, y cuando quedaron en verse en cierto lugar, vuelve el alumno con Rabí

Meir diciéndole que había cumplido con su misión y Beruriá estaba

esperándolo. Rabí Meir agradeció a su alumno y fue él al lugar del encuentro,

no para reprocharle, sino sólo para demostrarle el concepto de la debilidad

mental.

Esta historia terminó mal, ya que Beruriá, por la vergüenza que sintió al ver que
era su esposo quien se aproximaba, se suicidó.
Explica el Haramá Mipano (Guilgulé Neshamot 35) que el alumno de Rabí Meir

lo logró debido a que era la reencarnación de Uriá Hajití y ella fue Bat Sheva, y

como ambos estuvieron casados en el viaje anterior, Beruriá se sintió atraída

por él.

(OJO: Esto no justifica ni permite ningún acto prohibido con la excusa que fue

un amor de una vida pasada. No olvidemos que por cada error de ese tipo

tendremos que pagar un alto precio en el próximo viaje.)

Finaliza el Haramá Mipano diciendo: “Ya que ella (Bat Sheva) fue la que causó

indirectamente la muerte a él (Uriá Hajití), en este viaje él (el alumno) fue el

causante indirecto de la muerte de Beruriá”.

El Rey David

Cada uno de los casos que hemos presentado y que presentaremos, tiene una

particularidad, ya que de cada uno aprendemos algo distinto, sea cómo se

paga por un problema monetario o amoroso, una muerte o un asesinato, etc.

Pero el caso del Rey David es distinto y especial, ya que representa a un ser

que tuvo fallas y no esperó hasta la reencarnación para repararlo, sino que en

vida luchó para reparar con tal de no regresar; como yo siempre digo: “Me

gustaría no reencarnar con tal de no ir de nuevo al colegio...”.

El Rey David es el modelo de reparación en vida, para limpiar los errores con
teshuvá, arrepentimiento y grandes sufrimientos.

Ya conocemos el origen del alma del Rey David, con los 70 años que le donó

Adam y que, al arrepentirse, fueron sustituidos por Yaacov, que le dio 33 años,

y Yosef, que le dio 37.

La vida del Rey David fue turbulenta, con muchos altibajos, pero en verdad fue

un ser que merecería la medalla de oro por su comportamiento. Desde niño fue
rechazado por su familia, ya que Ishay mantuvo siempre la idea de que estuvo
con la sirvienta y, por tanto, el embarazo de su esposa Nitzévet no era de él

sino se debió a una infidelidad, lo que daba al niño David la condición de

bastardo. En consecuencia, la familia lo mandaba a pastorear los rebaños en

lugares muy peligrosos para un niño, con la intención de que el bastardo fuera

eliminado por las bestias salvajes y quitar así la vergüenza familiar.

Todo esto terminó cuando Dios ordenó al profeta Shemuel que, debido al mal

comportamiento del Rey Shaul, lo sustituyera por uno de los hijos de Ishay. El

profeta mandó decir a Ishay que preparara un banquete, ya que uno de sus

hijos sería el futuro Rey de Israel; “…No sé quién de ellos, pero en su momento

Dios me lo revelará”.

Ishay se emocionó con la noticia, preparó a la familia y pidió al joven David que

no se apareciera en el banquete, para no manchar el buen nombre de la

familia. Al terminar el banquete y los sacrificios, el profeta Shemuel pidió a

Ishay que acercara a sus hijos, para saber cuál sería el siguiente rey. Cuando

se aproximó el primogénito, Eliav, que era alto y hermoso, se levantó el profeta

Shemuel y se dijo a sí mismo: “Seguro éste es el elegido de Dios”; pero en ese

momento le llegó la profecía divina donde Dios le dice: “Siéntate. A éste lo


aborrezco, ya que es muy nervioso y explosivo”. Así al pasar todos los hijos de

Ishay y no recibir ninguna orden de Dios, el profeta Shemuel preguntó a Ishay:

“¿No tienes más hijos?” Tartamudeando, Ishay le contestó: “Hay uno que… no

sé… no estoy seguro…”. “Llámalo”, le ordenó el profeta. Al acercarse el joven

David, el profeta Shemuel lo observó pensando para sí: “Éste no puede ser el

rey”. Y en ese momento recibió una fuerte profecía que le ordenaba:

“Levántate. El Rey de Israel está frente a ti”.

En ese momento cambió todo el rumbo de la vida de David, ya que con esto
declaró el profeta que Rut y su descendencia eran judíos, que Nitzévet era una

mujer pura y fiel, y que el futuro Rey David era en verdad hijo de Ishay.
Una de las únicas fallas que tuvo el Rey David fue el caso de Bat Sheva, que

se enamoró de ella al verla bañándose en la azotea de su casa, que estaba

frente al palacio real. El rey, por su parte, no consideró que cometía un pecado,

ya que ella había recibido el documento de divorcio de su esposo Uriá, que en

esos momentos se encontraba en el campo de batalla. Y también cuando el

Rey David decidió mandarlo al frente para que muriera, se basó en la ley de

que quien desobedecía al rey era considerado Mored bamaljut (“traidor al

reino”), y merecía la pena de muerte. Ya que Uriá, en una ocasión, había

desobedecido al rey, no se consideraba un delito mandarlo al frente.

Debido a que el Rey David no sentía ninguna culpa, lo cual no le causaba

hacer teshuvá por lo que había hecho, Dios le mandó al profeta Natán, quien le

pidió que diera el veredicto sobre el caso de un hombre rico, dueño de ganado,

que recibió invitados en su casa y, para no sacrificar su propio ganado, robó a

su vecino pobre, su única oveja, la que sacrificó y ofreció a sus invitados. El

Rey David se enfureció al escuchar el caso y gritó: “¡Juro que ese hombre

merece la muerte!”. En ese momento, el profeta señaló al rey y le dijo: “Ese

hombre eres tú, el que robó a Uriá su única oveja”.

David se sorprendió, pero cayó en una profunda reflexión junto con el profeta,

quien le hizo entender que aun cuando halájicamente había logrado esquivar

las acusaciones, él seguía siendo el rey y estaba obligado a ser el ejemplo para

todo el pueblo de Israel. “Por tanto, serás castigado por las dos cosas que

hiciste: por arrebatar la esposa a tu prójimo te quitarán a ti tus esposas, y por

mandar a matar, habrá muerte en tu casa”. En ese instante entendió el Rey

David que desde entonces y hasta el último día de su vida comenzaría un

proceso de limpieza. De parte de Dios le llegarían castigos, y por su parte se

comprometería a una profunda teshuvá. De esta manera limpiaría las graves

manchas, y así por lo menos, no quedaría nada pendiente por lo cual

necesitara regresar.
Entonces, lo primero que hizo el Rey David ante el profeta Natán fue reconocer

su pecado diciendo: Jatati laHashem, “He pecado ante Dios”, y el profeta le

dice: “Dios decidió no matarte inmediatamente sino darte la oportunidad de

corregir tu falta”. En ese momento empezó un proceso difícil y lleno de

sufrimientos para el Rey David, a fin de pagar sus deudas.

Como ejemplo, por mandar matar a Uriá, el primer hijo que tuvo con Bat Sheva,

falleció después de unos días de nacido debido a una enfermedad. Su hijo

Abshalom asesinó a su hermano Amnón, hecho que dolió enormemente al Rey

David. Y ya que él mismo buscó una excusa de rebeldía para culpar a Uriá, su

hijo Abshalom se convirtió en el principal rebelde e incitador contra su padre, y

encabezó un golpe de Estado contra su propio padre, David, quien se vio

obligado a escapar, porque Abshalom había decidido asesinarlo. Esa rebelión

culminó con la muerte de Abshalom y, de esa forma, una muerte más ocurrió

en la casa del Rey David.

Respecto a la falla de la relación con Bat Sheva, en la casa de David ocurrieron

cosas desagradables, pues su hijo Amnón violó a su hermana Tamar. Además

en el momento en que el Rey David huye del palacio por la espada de


Abshalom, deja atrás a sus concubinas, que son violadas por éste.

Todos estos sufrimientos fueron acompañados de ayunos, lágrimas y rezos de

parte del Rey David para que no quedara ninguna deuda en su alma. Como él
mismo escribió en su libro de Tehilim: Vejatatí negdí tamid, “Tengo mi pecado

siempre ante mí”, es decir, “No me olvido de él y día tras día procuro limpiarlo”.

Como mencionamos al principio, la palabra “limpiar” y la palabra “pecar” se

escriben igual en hebreo, para simbolizar que siempre es posible limpiar los

pecados; sólo hay que dedicarse a ello.

De acuerdo con una de las versiones, el motivo por el que el Rey David
escribiera los Tehilim fue para lograr el perdón. Además, fue un estudioso muy
dedicado a la Torá que se levantaba desde la medianoche para estudiar y

rezar.

Sumado a eso, todos los ayunos que hacía lo debilitaron, como él mismo

expresó en los Tehilim: Bircay kashelú mitzom (109:24), “Se me debilitaron las

rodillas de tantos ayunos”. David, que fue un gran guerrero y hombre muy

fuerte, perdió fuerza y salud por la cantidad de ayunos que realizaba.

Pero a pesar de los sufrimientos que cayeron sobre la casa real de David, y la

amargura personal, por lo menos logró el Rey David limpiar su alma, como

explica el libro Yaguel Yaacov (53), en nombre de Rabí Moshé Alshej, que a

eso se refirió el Rey David cuando dijo en Tehilim: Lev tahor…, “Dame Dios, un

corazón puro y un espíritu perfecto renueva en mí”, es decir, “Por favor, Dios,

no quiero reencarnar para reparar, sino en vida ayúdame a purificar y a

perfeccionar mi alma”.

De esta forma el Rey David se convierte en un modelo para cada judío. Para

enseñarnos que no es necesario reencarnar para reparar, sino que con

dedicación podemos lograr en esta vida purificar nuestra alma.

Abshalom y El Nazareo

Abshalom fue el segundo hijo del Rey David (aunque hay quienes dicen que

fue el tercero). Su madre fue Maajá, hija del rey de Gueshur. Era un muchacho
muy bello, como dice el Midrash (Azará arugué maljut); que fue uno de los seis

hombres más bellos que existieron en el mundo, y por ser nazareo de por vida

(a diferencia del nazir normal, que debía cortarse el pelo por completo al mes,

el nazir perpetuo, como Abshalom, se lo cortaba cada doce meses) tenía una

apariencia muy destacada, lo cual incrementó en él la soberbia y causó que se


sintiera tan poderoso que llegó a ambicionar el trono de su padre mientras aún

era rey.
Cuando Abshalom se enteró que su hermana Tamar había sido violada por

Amnón, que era el primogénito del Rey David y, por tanto, posible sucesor al

trono, no acudió a los tribunales para que él fuera castigado, sino que tomó la

ley en sus manos y asesinó a Amnón, convirtiéndose así en el hijo mayor y el

sucesor directo al trono.

Después de tres años de exilio por huir de su padre el Rey David, y hospedado

en casa de su abuelo materno, el rey de Gueshur, Abshalom aprovechó la

debilidad de su padre, que tanto deseaba verlo de nuevo, y regresó a

Jerusalén. Ahí empezó a planear el golpe de Estado, y al lograrlo, Abshalom

quiso hacer oficial su reinado violando a las concubinas de su padre, ya que la

ley dice que las viudas del rey están prohibidas a cualquier ciudadano y

permitidas sólo al sucesor del reinado. Aunque su padre no había muerto,

Abshalom quiso con este acto demostrar que él era el nuevo rey.

Abshalom tuvo que pagar por todo lo que hizo:

1.La soberbia, causada por su belleza.

2.El asesinato de Amnón.

3.La violación de las concubinas.

La Mishná (en Sotá 1:8) dice que Abshalom comenzó a pagar en vida lo que

hizo. Ya que todo comenzó con la belleza de su cabello, su caída se inició con
su cabello. Sabemos que cuando perseguía con sus soldados al Rey David

quien era defendido por tropas leales a él, Abshalom cabalgaba a toda carrera,

y su cabello se enredó de forma inusual en las ramas de un árbol quedando

colgado e indefenso ante los soldados del Rey David.

Y por violar a las diez concubinas de su padre, dice el versículo: “Y se

acercaron a Abshalom diez soldados mientras estaba colgado de su cabello, y

cada uno lo atravesó con una lanza” (Shemuel II, 18:15). Es decir, por cada
una de las concubinas que él violó, fue atravesado por una lanza. Además,

agrega el Radak (Rabí David Kimji) que en verdad Abshalom debía vivir diez

años más, pero le acortaron la vida por la falla de las diez concubinas; eso está

insinuado en que a la palabra jayav, “su vida” (Shemuel 18:18) le falta una yud,

cuyo valor numérico es diez, para indicar así que se le restaron diez años de

vida.

Y por la rebelión contra su padre, engañando así a todo Israel y al Sanedrín, y

por asesinar a Amnón, se le acercó Yoab, el ministro de guerra del Rey David,

quien lo vio colgado y atravesado con diez lanzas, pero aún vivo, entonces

tomó tres puñales y atravesó su corazón, causándole así la muerte.

Éste es un ejemplo de una persona que con su muerte pagó, en parte, los

delitos que cometió en vida. De alguna forma, tendrá que seguir pagando con

sufrimiento todo el dolor que causó, sea que lo pague arriba, en la “Corte

celestial” o aquí, en ciertas reencarnaciones. Como dice la Guemará (Sotá

10b), el Rey David, con sus plegarias, logró subir a Abshalom de los siete

sótanos infernales y, paso a paso, fue elevándolo hasta pasarlo al Olam Habá,

el Mundo Venidero, aliviándole así un poco la tarea de reparación.

No olvidemos que ya que los castigos fueron por decisión divina, no hay un

indicador que haya habido un arrepentimiento personal, que es el eslabón más

importante en este proceso, así que esa alma tendrá que regresar al final para
demostrar que ya cambió.

La Guemará relata (Nazir 4b) sobre el sumo sacerdote Shimón HaTzadik que

testimonió: “Nunca comí de la ofrenda de un nazareo, ya que siempre dudé de

la pureza y la buena intención de sus votos, hasta que me encontré una vez

con un nazir muy especial, muy bello, y le pregunté: ‘Hijo, ¿qué te causó

prometer ser nazir cortando tu pelo y destruyendo tu belleza?’ Él contestó: ‘Soy


pastor y un día vi mi reflejo en el agua de un pozo, y en ese momento me incitó
mi yétzer hará diciéndome: Tienes belleza y puedes conquistar con ella.

Aprovéchala…

En ese momento me levanté y dije: ¡Antes que mi belleza sea causa de mi

destrucción espiritual, juro ser nazareo rapándome el cabello destruyendo así

mi belleza!’ Lo abracé y lo besé en la cabeza y le dije: ‘Hijo mío, ¡ojalá todos

fueran como tú!’”

Aclara el Haramá Mipano (Guilgulé Neshamot 20) que “este nazareo era

reencarnación de Abshalom”, es decir, que regresó al mundo, después de

pagar todos sus delitos, para enfrentar la tentación y esta vez no caer en ella.

Como explicamos en la Introducción, la verdadera teshuvá consiste en regresar

al mundo con las mismas características que nos hicieron fallar en la vida

anterior y esta vez luchar y controlarlas, como hizo este joven nazareo

(Abshalom).

Al finalizar este texto, vi en el Meam Loez (Shemuel, pág. 188), que cuando

habla de Abshalom dice: “La promesa que hizo Abshalom de ser nazir no fue

con fines positivos, sino sólo por orgullo y belleza, ya que un nazir verdadero

fue aquel que encontró Rabí Shimón HaTzadik”. El Meam Loez no se dedicó al
sod de los versículos, sino a explicarlos bien y ampliamente, pero con esta cita

prácticamente encerró todo lo que ya dijimos, que Abshalom terminó

reparándose en ese perfecto nazir.

Amnón y Tamar

En el libro de Shemuel se relata sobre lo ocurrido entre Amnón y Tamar, los

hijos de David (Shemuel II, todo el Capítulo 13). Amnón era el hijo primogénito

del Rey David y de su esposa Ajinoam, y por tanto el candidato más probable
para remplazar al Rey David en el trono de Israel; Tamar era también hija de

David, pero de otra esposa, Maajá.


Amnón se enamoró de su media hermana, al grado de estar dispuesto a

cometer el grave pecado de estar con ella, pero como sabía que ella no

aceptaría, consultó a su amigo Yonadav Ben Shamá, quien le aconsejó que se

hiciera pasar por enfermo y cuando fuera su hermana a visitarlo, la violara.

Efectivamente, eso hizo Amnón.

Obvio que Amnón mereció un severo castigo, pero también Tamar tuvo una

mínima culpa al ser provocativa. Amnón pagó con su vida, ya que Abshalom,

hermano directo de Tamar, lo asesinó.

Tamar, como dice el Guilgulé Neshamot (70), regresó como la hija de Rabí

Yosí, de la ciudad de Yokret, como relata la Guemará (en Taanit 24a): “Rabí

Yosí tenía una hija muy bella y, al ser también muy llamativa, evitaba salir a la

calle con tal de no hacer caer a los hombres en el pecado de lujuria. Un día,

regresó Rabí Yosí de la yeshivá y vio a un hombre que pasó la cerca y estaba

observando a su hija por una rendija de la casa. Se le acercó y le dijo: ‘¿Qué

haces? ¿Qué buscas?’, y el hombre le contestó con sinceridad: ‘Tienes una hija

demasiado bella y ya no soportamos su recato y su modestia. Ya que ella no

sale a la calle, nosotros venimos a observarla’. Rabí Yosí lo regañó y le pidió


que se alejara de la casa, y cuando entró, llamó a su hija y le dijo: Hija mía, tu

belleza causa mucha tentación. Pidamos a Dios que te lleve antes de que

hagas pecar a alguien”.

Esta anécdota es muy fuerte, ya que cada uno que la estudia se cuestiona

cómo un padre desea la muerte de su bella hija; pero según lo dicho

anteriormente, se entiende de la siguiente forma: ya que ella era reencarnación

de Tamar, cuya belleza fue la que descontroló a Amnón, regresó de nuevo al

mundo con la misma belleza y atracción, pero esta vez se cuidó


permaneciendo mucho en su casa, evitando salir a la calle, para no tentar a

nadie. Sin embargo, cuando su padre vio que aquel hombre había cruzado las
barreras y quizás tuviera que ver él, con Amnón, y que por un poco más
cometería de nuevo la violación, le aconsejó que lo mejor sería pedir a Dios

que considerara que su misión en la vida ya había sido completada y la retirara

antes de fallar de nuevo. Aunque esa era la filosofía del padre, faltó la prueba

de tentación entre Amnón y Tamar y sobreponerse a ella.

El libro Guilgulé Neshamot (74), agrega un dato más: en la época de la

destrucción del Segundo Templo, después de que los romanos asesinaron a

Rabí Ishmael Ben Elishá Cohén Gadol, arrasaron con todo el pueblo de Israel,

esclavizando a muchos de ellos. Cualquier familia tenía historias muy tristes,

sin embargo, hay una muy destacada, tanto, que incluso se escribió un lamento

especial que se lee cada Tishá BeAv, en el cual se relata la historia del hijo y la

hija de Rabí Ishmael Ben Elishá, el sumo sacerdote. Su hijo fue vendido como

esclavo a un hombre y su hija a otro. Los compradores no sabían que eran

hermanos y, un día, uno dijo al otro: “Tengo una esclava de Jerusalén muy

bella”, y el otro le contestó: “Yo compré un esclavo que brilla como el sol. ¿Qué

te parece si los juntamos para que tengan hijos tan hermosos como ellos, y

luego los vendemos dividiendo la ganancia entre los dos?” Después de

aceptar, los dueños encerraron a los muchachos en una habitación y se fueron.

Ella se sentó en una esquina, se cubrió el rostro con las manos y empezó a

llorar, pensando: “¿Cómo la hija del sumo sacerdote estará con un esclavo?”, y

él, en la otra esquina y encogido, se decía: “¿Cómo yo, hijo del Cohén

HaGadol, tocaré a una sierva?” Así pasaron llorando toda la noche. Al

amanecer, cuando los primeros rayos del sol iluminaron la habitación, se

reconocieron y se dieron cuenta de que eran hermanos; se abrazaron, lloraron

y así fallecieron (Guitín 58a).

Ellos eran Amnón y Tamar, que fueron sometidos a una tentación similar y a

una oportunidad nueva para no caer, lo que lograron, y con lágrimas borraron

su acto anterior. Y por eso al amanecer fallecieron, porque habían terminado

por completo y con éxito su misión.


La esposa de On-Mijal

Cuando estábamos en el desierto, Kóraj se levantó contra Moshé. Entre sus

seguidores estaba On, hijo de Pélet, quien se convirtió en uno de las cabecillas

que dirigían la rebelión. Pero, a diferencia de la esposa de Kóraj, que incitó a

su esposo a rebelarse, la esposa de On actuó al contrario, diciéndole que no se

involucrara porque, pasara lo que pasara, él nunca saldría beneficiado pues “el

que mal camina, mal termina”.

Él aceptó retirarse, pero temió que cuando Kóraj fuera por él no tuviera la

suficiente fuerza para negarse, a lo que ella le dijo: “Déjamelo a mí. Tú vete a

dormir”. Cuando Kóraj llegó, ella se sentó junto a la entrada de su carpa y


empezó a peinarse el cabello, algo que no era usual, ya que todas las mujeres

debían cubrírselo. Kóraj, con tal de no presenciar una escena de poco recato,

se retiró y, de esta forma, On se salvó, ya que ese día fueron castigados con la

muerte Kóraj y todos sus seguidores.

Sin embargo, la esposa de On tenía una mala cualidad: la de rebajar a su

marido, dándole a entender que sin ella él ya estaría muerto y esto le

provocaba la sensación de que valía poco. Como dice el Midrash (Bamidbar

Rabá 18): “¿Por qué se llamaba On? Porque vivió toda su vida como Onen,

enlutado, ya que fue salvado por su esposa”. Y esto no se entiende: ¿acaso un

hombre que tuvo el mérito de que su esposa lo salve tiene que vivir como un

muerto toda su vida? La explicación es que ella siempre le provocaba la

sensación de ser un hombre muerto y que vivía gracias a ella.

Resumiendo la vida de la esposa de On, podríamos decir que su “batería”, en

su lado positivo, tenía la virtud de salvar a su esposo, y por su lado negativo, lo

oprimía.

Ella regresó como la hija del rey Shaúl, Mijal, la que fue esposa del Rey David.

El Rey Shaúl empezó a sentir envidia de David, hasta tal grado de querer
matarlo. Una noche, cuando David estaba en su habitación durmiendo con

Mijal, los rodearon los soldados de Shaúl y, al darse cuenta de ello Mijal,

ordenó a David que escapara antes de ser asesinado. “Y Mijal bajó a David por

la ventana y huyó, y se salvó” (Shemuel 19:12).

Mijal tomó telas y pieles de cabra e hizo creer a los soldados que su esposo

estaba enfermo, acostado en la cama. Los emisarios volvieron al Rey Shaúl

preguntándole si a pesar de su condición de enfermo grave valía la pena

matarlo. Shaúl ordenó que lo sacaran de su cama y lo llevaran ante él, para

que él mismo lo matara. Todo esto dió tiempo a David para que se alejara de

Shaúl y, de la misma forma que la esposa de On lo salvó de una muerte

segura, Mijal aprovechó también el lado positivo de su “batería” y salvó a

David.

Sin embargo, la tarea principal está en el lado negativo de la “batería” y,

lamentablemente, Mijal también falló. Ocurrió cuando el Rey David regresó el

Arca a Jerusalén que estaba en poder de los filisteos, bailó de alegría por las

calles de la ciudad y ella se burló de él diciéndole: “Te comportaste como un

don nadie” (Shemuel II, 6:20). Con esas palabras rebajó al Rey David, cayendo
de nuevo en lo mismo que hizo la esposa de On.

El versículo que sigue dice: “Y Mijal no tuvo hijos…”. Aclaran nuestros Sabios

que, por burlarse de David, quien simplemente honró a la Torá con su baile, fue
castigada con no tener hijos.

Pero la reparación final está en el Midrash (Shir HaShirim Rabá): “Dijo Rab Idi:

Ocurrió con una pareja de la ciudad de Tzidán que después de diez años de

casados no habían tenido hijos, y según la ley, después de este lapso de

tiempo si no tenían hijos debían separarse para casarse con una nueva pareja

y tratar de procrear. Fueron con Rabí Shimón Bar Yojai para preguntarle qué
hacer, y él les contestó: ‘Al igual que se casaron con fiesta, hagan una fiesta
para divorciarse. Preparen un banquete sólo para ustedes dos, y festejen el

divorcio’. Así lo hicieron, sólo que el esposo se embriagó y, al finalizar, le dijo a

ella: ‘Te agradezco todos estos años. Llévate de mi casa el objeto más valioso

que encuentres’, y cayó dormido. Cuando despertó, se encontró en una casa

distinta, que era la nueva casa de su ahora ex esposa, y le preguntó: ‘¿Qué

hago aquí?’, y ella le respondió: ‘Dijiste que me llevara la pieza más valiosa que

encontrara. Eres tú’. Bañados en lágrimas, regresaron con Rabí Shimón, quien

después de escuchar esa historia, les dijo: ‘Ahora sí rezaré por ustedes y

tendrán hijos”. Y así fue.

La explicación profunda de este hecho es que ella era la reencarnación de Mijal

(y la esposa de On), y al honrar a su esposo, de esa forma reparó la

humillación y, debido a que Mijal por eso no tuvo hijos, esta mujer tampoco

podía tenerlos hasta reparar su falla anterior. Por eso es que, al ver Rabí

Shimón que ella había reparado, supo que ahora sí tendrían hijos.

Yael-Esther-Yehudit

En la época de la profetisa Deborá, se levantó en guerra Siserá, ministro de

guerra de Llavín, el rey de Jatzor, contra Israel. El líder israelita Barak, hijo de

Abinoam, temió enfrentarlo hasta que Deborá profetizó y dijo: “En manos de

una mujer caerá Siserá”.

En la batalla, Israel empezó a tener éxito, lo cual hizo que Siserá se retirara. Al

pasar él, al lado de la carpa de Yael, la esposa de Jéver, ella entendió que

Siserá estaba huyendo y le preparó una emboscada: le ofreció que se

escondiera de los israelitas en su carpa. El Tanaj relata que él pidió agua, pero

ella le dio leche, la cual en lugar de refrescarlo lo hizo caer en un sueño

profundo. La Guemará (Yevamot 103a) aclara que Siserá se acostó varias

veces con Yael, cayendo así totalmente rendido, lo cual permitió a ella clavarle
una estaca en la cabeza para matarlo y completar así la victoria de Israel, y

afirmar también la profecía de Deborá.

Este hecho de Yael fue analizado por nuestros Jajamim, para evaluar si Yael

actuó adecuadamente cuando se acostó con el gentil Siserá para dar la victoria

a Israel. Esa misma pregunta se repitió respecto a Esther Hamalcá, la reina,

que según leí en el libro Or Ner (letra alef) fue la reencarnación de Yael, que

una vez más logró salvar al pueblo de Israel, pero ésta vez fue por medio de un

casamiento prohibido para ella, ya que Ajashverosh no era judío.

Aunque el caso de Esther es menos problemático que el de Yael, ya que Yael

invitó a Siserá a su carpa y Esther fue llevada a la fuerza; con todo eso, la

reparación todavía no se realizó al cien por ciento, ya que en ambos casos se

salvó al pueblo judío mediante relaciones prohibidas.

Esa tarea se completó en Januká, como se relata en el libro Kol Bo (Cap. 44):

“Una hija tenía Rabí Yojanán Cohén Gadol (el abuelo de los jashmonaim),

llamada Yehudit, quien vivió en la época en que los griegos dominaban Israel y

la costumbre era que cada novia era llevada la noche de bodas con el

gobernador griego en turno, lo cual provocaba enojo y alboroto en el pueblo de


Israel.

Cuando Yehudit se casó, ofreció un trato al gobernador Haliforni (Holofernes)

diciéndole: ‘No me negaré a ir contigo, siempre y cuando no me violes. Te

ayudaré a completar la conquista helenista, pues sé que mi padre y los lideres

judíos están equivocados’. A Haliforni le gustó la idea y confió en ella. Cuando

ella llegó a su palacio, le llevó manjares de la boda, hechos de queso —al igual

que la leche que dio Yael a Siserá—. Pero a diferencia de Yael y Esther,

Yehudit logró desnucar a Haliforni antes de que la tocara, completando así la

reparación final de estas grandes salvadoras del pueblo de Israel”.

Ajashverosh y Vashtí
Todos conocemos la historia de Purim, solamente resaltaré algunos detalles: el

hecho de que Purim ocurrió en el exilio, entre el Primer Templo y el Segundo.

Al ser destruido el Primer Templo, los profetas del pueblo de Israel anunciaron

que nuestro exilio duraría 70 años y después vendría la salvación y

regresaríamos a Israel para construir el Segundo Templo. El problema era:

¿desde cuándo comenzar a contar esos 70 años? ¿Desde el primer exilio de

las tribus de Reubén y Gad; desde el sitio de Jerusalén, o desde la destrucción

del Templo, o quizás cuando sacaron al exilio al resto del pueblo de Israel? Eso

no estaba claro.

Cuando el pueblo de Israel estaba en Persia, subió al poder Ajashverosh, que

había sido el cuidador de los caballos de Koresh, el padre de Vashtí, quien,

había concedido ciertos permisos para reconstruir Jerusalem. Vashtí y su

esposo, el rey Ajashverosh, detuvieron las obras. Además, ella obligaba a

todas sus reconocidas costureras judías a trabajar en Shabat, sin ropa, para

evitar que le robaran las joyas con las que elaboraban sus vestidos.

El libro de Esther relata que Ajashverosh realizó la celebración de su ascenso

al poder tres años después. El motivo fue que, según sus cálculos, la
culminación de los 70 años de exilo del pueblo del Israel terminaban en el

segundo año de su reinado. Además sus hechiceros veían en profecía, que el

futuro rey de Persia sería un judío (lo cual finalmente se cumplió, con Darío II,

hijo de Ajashverosh y Esther; sin embargo, en esos momentos, Ajashverosh ni

siquiera se lo imaginaba). Ajashverosh sentía mucha incertidumbre por la

llegada de ese año. Al llegar el tercer año y ver que no se había cumplido nada,

creyó que la profecía era falsa y entonces festejó su ascenso al trono con un

banquete que duró 180 días.

Al finalizar la fiesta, dedicó los últimos siete días sólo a la comunidad judía, con

el objetivo de desanimarlos a seguir esperando al Mashíaj y que dejaran de


soñar con reconstruir el Templo en Jerusalem. Por tanto, se vistió con las ropas
del sumo sacerdote que había obtenido Nebujadnetzar como botín del Bet

HaMikdash. Además, sacó los utensilios del Templo, para que se sintieran en

casa y se olvidaran de la redención.

La fiesta culminó cuando en el séptimo día, que era Shabat, Ajashverosh se

embriagó y ordenó que se presentara Vashtí, para desfilar sin ropa delante de

todos. Al no aceptar, mandó matarla. De tal forma, Vashtí, que hizo trabajar a

las judías sin ropa en Shabat, fue asesinada en Shabat por no querer aparecer

sin ropa.

Lo que ocurrió después ya es conocido por ustedes: Ajashverosh se casó con

Esther, Hamán convenció a Ajashverosh de matar a los judíos, Mordejai y

Esther organizaron ayunos y rezos comunitarios, etcétera.

El final de esta historia es cuando Ajashverosh retira el apoyo que había dado a

Hamán para exterminar a los judíos. Uno de los motivos del cambio de opinión

fue que por fin descubrió que su nueva esposa Esther era judía y, obviamente,

el futuro rey iba a ser judío; y no por una rebelión de la comunidad judía, sino

porque se trataba de su propia sangre, su querido hijo.

Ajashverosh terminó siendo muy amable con el pueblo de Israel,

permitiéndoles matar a todos los enemigos de los judíos y preparando así el

terreno para su hijo, quien nos ayudó a regresar a Israel y reconstruir el

Templo.

Ajashverosh comenzó a reflexionar sobre Dios y el judaísmo cuando vio que

justo en el día de Shabat murió Vashtí por negarse a desfilar desnuda, como

explicaron nuestros Sabios en el versículo de Meguilat Esther: “Y vio

Ajashverosh todo lo que hizo Vashtí y todo lo que se le decretó”, es decir, él vio

que por causar la profanación de Shabat se le había decretado morir en

Shabat. Eso encendió en él una chispa de reflexión, pero entonces no la


desarrolló. Sin embargo, lo hizo en su reencarnación siguiente.
Los Jajamim relatan (Pesiktá Rabatí 14:62): “Había un jasid que tenía una vaca

y decidió venderla a un goy. Cuando llegó Shabat, la vaca se negó a trabajar

arando la tierra y no sirvieron de nada los golpes ni los gritos de su nuevo

dueño. Enojado, éste regresó con el jasid reclamándole sobre la vaca que le

había vendido. El jasid se dirigió a la vaca, le murmuró algo al oído y se levantó

y empezó a trabajar. El goy se asombró y no entendió lo que pasaba, y

sospechó de brujería hasta que el jasid le explicó que simplemente le había

dicho: ‘Mientras estuviste bajo mi dominio, yo tenía la obligación de hacerte

descansar en Shabat, pero ahora que le perteneces a él, debes trabajar”. El Mi-

drash culmina diciendo que el goy se impactó tanto con lo que vio que se dijo:

“Si una vaca sabe diferenciar entre un día de la semana y el Shabat, mucho
más yo debería reconocer esa diferencia”, y se convirtió al judaísmo. Llegó a

ser un gran estudioso de la Torá, llamado Rabí Yojanán Ben Tortá, que en

arameo significa “El hijo de la vaca”, por lo ocurrido con aquel animal.

Aclara el Haramá Mipano (Guilgulé Neshamot 49): “Vashtí reencarnó en esa

vaca desnuda, la cual se negó a profanar el Shabat debido al conocimiento que

ella poseía en su alma por hacer que las judías profanaran Shabat. El goy que

la compró era reencarnación de Ajashverosh, quien desarrolló la chispa que se

encendió en él aquel Shabat de la fiesta, y ejecutó su fe en Dios al ver el

incidente en este Shabat” (y quizás el jasid era una chispa de Mordejai).

Con base en lo anterior, yo me di cuenta también de otro detalle: casi la única

vez que aparece Rabí Yojanán Ben Tortá en los escritos es cuando lleva la

contraria a Rabí Akivá respecto al gran guerrero Bar Kojbá; pues Rabí Akivá

opinaba que él era el Mashíaj y había llegado la hora de la gueulá, y Rabí Ben

Tortá le dijo que Bar Kojbá era un falso Mesías y faltaba aún mucho tiempo

para la gueulá (Ejá Rabá 2:4). Sabemos que al final tuvo razón Ben Tortá. De

acuerdo con esto, podríamos decir que Ajashverosh reparó con esto su falta al

desanimarnos de la geulá, ya que cuando se vistió de cohén Hagadol y sacó


los utensilios del Bet Hamikdash, desmoralizó y apagó la esperanza de la

gueulá y esta vez nos salvó de una falsa esperanza, la cual pudo habernos

causado una desilusión que nos habría provocado ya no esperar la gueulá.

El Rey Shelomó y sus reencarnaciones

El Rey Shelomó fue el hijo del Rey David que heredó el trono y reinó sobre

todo Israel durante 40 años, desde los 12 años de edad hasta los 52.

Una de sus virtudes más destacadas fue su famosa sabiduría, la cual causaba

que fueran a visitarlo reyes y reinas, como la reina de Saba, sólo para disfrutar

de su sabiduría y aprender de él. Además, nuestros Sabios aclaran que el Rey

Shelomó era experto en el idioma de los animales terrestres, de las aves y de

las plantas, como lo indica el versículo (Melajim 4:33). Sin embargo, con el

tiempo, esa sabiduría se convirtió en su principal obstáculo y el motivo de su

caída.

El Rey Shelomó erigió el Primer Templo, cuya construcción tomó siete años y

medio, y con ello se cumplió por fin la profecía y el deseo del pueblo de Israel

de construir una Casa para Dios en Jerusalén.

En la misma noche que terminó la inauguración del Templo, realizó su boda

con la hija de Paró, el rey de Egipto, (unión que fue muy criticada en el Cielo y

en la Tierra). Con eso comenzó su descenso en todos los aspectos. Con ese
matrimonio, por medio de una conversión sólo por interés de parte de la hija de

Paró, dio un mal ejemplo a toda la juventud y además a ella no le interesaba el

judaísmo ni el servicio en la Casa de Dios, hecho que se comprobó cuando en

su noche de bodas cubrió las ventanas de la recámara real con telas negras en

las cuales estaban cosidos muchos diamantes que provocaban la ilusión de


que aún era de noche y brillaban las estrellas, ocasionó que, al día siguiente,

se retrasara la hora de sacrificar el Korbán Tamid, que se ofrendaba todas las

mañanas.
Además, la hija de Paró llevó su idolatría al palacio real y el Rey Shelomó no se

lo impidió. Estos hechos ocasionaron que la inauguración del Bet HaMikdash

comenzara con “el pie izquierdo”, como dijo el profeta Irmiyahu, quien profetizó

en nombre de Dios la destrucción del Templo, diciendo: “Estoy decepcionado

de este Templo desde el día en que se construyó” (Irmiyahu 32:31).

La sabiduría que tenía el Rey Shelomó le dio demasiada confianza y creía que

muchas leyes no se aplicaban a él. Por ejemplo, la Torá ordenó que el rey no

puede tener muchas mujeres, a fin de que no desvíen su mente y su corazón

del servicio a Dios, pero el Rey Shelomó opinó que eso era para una persona

normal y no para alguien superdotado como él. Por ello, al final se permitió

tener mil mujeres, como lo indica el libro de Melajim 11:3: “Y tuvo 700 esposas,

300 concubinas…”; pensando Shelomó que al ser muchas de ellas princesas

de los reinos vecinos de Israel, mantendría así la paz en todo su país, ya que

ninguno de sus suegros le declararía la guerra.

En verdad, esta estrategia de paz funcionó a nivel político, pero no funcionó a

nivel espiritual, pues al final se cumplió la advertencia de la Torá y el Rey

Shelomó terminó perdiendo el control sobre sus esposas, de manera que el


palacio real se convirtió en un lugar de múltiples servicios paganos de cada una

de ellas a su dios. Eso provocó que la historia del Rey Shelomó en el Tanaj

finalice con un versículo tan fuerte como éste: “Y las esposas del Rey Shelomó

desviaron su corazón hacia la idolatría…”. Aclaran nuestros Sabios que el rey

no hizo idolatría, pero al permitir a sus esposas realizarla y no reprocharlas, se

consideró como si él mismo la hubiera hecho. (Les recuerdo que el castigo

para un pecado como éste es sekilá, lapidación).

Así sucedió con la prohibición de la Torá de que el rey no puede estar


obsesionado con el dinero, el oro o los diamantes. Esta ley también la

transgredió el Rey Shelomó llenando las calles de Jerusalén con riquezas. Sin
embargo, terminó malgastando todo hasta que al final tuvo que imponer un
pago a cada habitante del pueblo que quisiera ir a la Casa de Dios, a modo de

impuesto. Este error es el que provocó la rebelión de Yerobam Ben Nevat, que

terminó con la división del Reino de Israel.

La tercera advertencia de la Torá al rey es que no puede tener muchos

caballos egipcios, a fin de no mantener contacto con el país que nos había

esclavizado, ya que eso puede causarnos regresar allá. También esta ley la

desobedeció el Rey Shelomó, a tal grado que su carroza real era llevada por

caballos egipcios así como su caballería.

Todo esto provocó que Dios se enojara con el Rey Shelomó, como se expresa

fuertemente en el versículo (Melajim 11:9 y 10): “Y se enojó Dios contra el Rey

Shelomó por no cuidar lo que Él ordenó…”.

El Rey Shelomó construyó el Templo y realizó gran cantidad de sacrificios lo

que quizá le hizo sentir que con ello cumplía con Dios y eso compensaría sus

errores. Pero no fue así, y el mismo que levantó el Templo fue el mismo que

causó su destrucción (410 años después). No solamente en el aspecto

espiritual —ya que el principal motivo fue la idolatría que inundó Israel y cuya

semilla germinó con las esposas del Rey Shelomó—, sino también en el
aspecto físico, ya que el destructor, Nebujadnetzar, fue descendiente de la

reina de Saba, que fue a Jerusalén para conocer la sabiduría de Shelomó y

regresó embarazada de él a su nación (Shalshelet HaKabalá 44).

Resumamos, por tanto, la tarea de reparación que correspondió al alma del

Rey Shelomó:

1.Se casó con la hija de Paró y de otros reyes idólatras, todas convertidas por

interés.

2.Tuvo muchas mujeres, mucho dinero y muchos caballos egipcios, lo cual está
prohibido por la Torá.
3.Buscó la paz por medio de la asimilación.

4.No reprochó a sus esposas por cometer idolatría.

5.Impuso pagos por ir a la Casa de Dios.

Descifrar las frases que pronunciaron los Sabios del sod diciendo que el Rey

Shelomó reencarnó en el profeta Irmiyahu, en Hilel Hazakén y en Rabí Tarfón

realmente no fue una tarea fácil. Pero gracias a Dios, y sólo a Él, logré armar

este rompecabezas. A continuación les presento la conclusión, basada en lo

escrito en el libro Guilgulé Neshamot (40 y 60), donde dice que el mismo Rey

Shelomó, al final de su vida, se quedó intrigado y preocupado por saber en

quién regresaría para repararse diciendo, en su último libro, Kohélet (2:12): “Y

me dediqué a analizar y ver… el hombre que vendrá después del rey”, en

referencia a sus reencarnaciones futuras, ya que sabía que tenía mucho por

reparar. Y en verdad, Shelomó Hamelej tuvo que regresar cuatro veces más.

El Rey Shelomó- el profeta Irmiyahu (segunda reencarnación)

El profeta Irmiyahu vivió en la época de la destrucción del Primer Templo. Él

fue quien advirtió mediante muchísimas profecías que, mientras no cambiaran


su mala conducta espiritual hacia Dios causarían que el rey de Babilonia,

Nebujadnetzar destruyera Jerusalem y el Templo. Esas malas noticias

causaron que el profeta Irmiyahu fuera odiado y rechazado por todos,


incluyendo su propia familia. Pero él no cesaba y seguía advirtiéndoles; entraba

al Patio del Templo, se paraba ante la multitud y les suplicaba que cambiaran

para que no fuera destruido el Templo. Sin embargo, como esa época era de

paz y tranquilidad nadie le hizo caso.

Sin embargo, al insistir, fue llevado a prisión por los reyes de Israel, quienes lo

consideraron un falso profeta y desmoralizador del pueblo. En verdad, lo que

procuraba hacer el profeta Irmiyahu era reparar el daño que comenzó cuando
fue el Rey Shelomó, como él mismo dijo en la profecía mencionada arriba de

que Dios estaba a disgusto con el Templo desde el día en que se inauguró. Por

ello, el profeta Irmiyahu (el Rey Shelomó) intentó salvar el Templo de su propio

descendiente, Nebujadnetzar, y reprochar al pueblo por haber caído tan bajo

en la idolatría que él permitió que sus esposas siembren.

Al respecto me di cuenta de una profecía directa del profeta Irmiyahu (44:15)

hacia los hombres, pidiéndoles que reprocharan a sus esposas por hacer

idolatría. Con esto el profeta Irmiyahu intentaba reparar el hecho de que él no

reprochaba a sus esposas idólatras cuando fue el Rey Shelomó.

Lamentablemente, el profeta Irmiyahu no lo logró y el Templo fue destruido por

Nebujadnetzar. Pero por lo menos lo intentó, y con lágrimas, ayunos, reproches

y encarcelamientos pagó Shelomó, en su reencarnación como Irmiyahu, las

consecuencias de la “buena vida” que tuvo.

El profeta Irmiyahu fue el único hombre a quien Dios le ordenó que no se

casara (Irmiyahu 16:2). Y ahora entendemos por qué: vino a reparar el pecado

del exceso de mujeres que tuvo Shelomó; por ello esta vez debía abstenerse

de cualquier relación conyugal. Además, con su vida de pobre, viviendo quizá


sólo de limosnas, el profeta Irmiyahu pagó el derroche del Rey Shelomó.

Por la paz negativa del Rey Shelomó, con la cual logró tranquilidad política a

costa de las leyes de Dios, el profeta Irmiyahu es conocido como un profeta de


conflictos, porque terminó peleando con todos, desde su familia hasta los

grandes reyes de Israel por difundir la palabra de Dios.

El punto más importante, sorprendentemente, está en que, después de la

destrucción del Templo, un líder llamado Yojanán ben Kareaj decide llevarse al

resto de los judíos a Egipto, algo que alarmó al profeta Irmiyahu y por esto salió

gritando que por favor no regresaran a ese país, intentando reparar así la
adquisición de caballos egipcios por el Rey Shelomó, lo que había advertido
Dios que nos causaría regresar un día a Egipto. Sin embargo, el profeta

Irmiyahu no logra evitarlo e incluso él mismo es llevado por la fuerza a Egipto,

donde fue apedreado por judíos rebeldes y asesinado (Séder Hadorot y

Midrash Hagadá Bamidbar 30:11). Con esta sekilá paga el Rey Shelomó la

idolatría que se realizó en su casa por la egipcia, hija de Paró.

El Rey Shelomó- Hilel Hazakén (Tercera Reencarnación)

Hilel vivió en la época del Segundo Templo (siglo I antes de la era común). El

segundo Templo se construyó con el liderazgo de Ezrá HaSofer, pero al paso

de los años se perdieron muchas de las costumbres y parte de las leyes del

servicio debido a un mal manejo de los cohanim, y fue gracias a Hilel Hazakén
que se recuperaron.

De esta forma volvió el Rey Shelomó (Hilel) a cuidar su Templo, y es curioso

que justamente la ley que llevara a Hilel a ser nombrado como el presidente de

todo Israel (al igual que Shelomó fue el rey de todo Israel) fue respecto al

sacrificio de Pésaj, en el que todo el pueblo se olvidó de un detalle de esa ley,

e Hilel, basándose en varios versículos que hablan del sacrificio Korbán

HaTamid, logró restablecerla (Pesajim 66a). Paradójicamente, es el mismo

sacrificio que se retrasó aquélla mañana cuando la esposa del Rey Shelomo, la

hija de Paró, oscureció la habitación para que no se levante, causando que se

postergue el Korbán Hatamid. Con este korbán empezó el descenso del Rey

Shelomó y a su vez el ascenso de Hilel.

Además, Hilel es uno de los pocos rabinos sobre los cuales se ha dicho que

entendía las conversaciones entre árboles, flores, aves, animales, etc., al igual

que el Rey Shelomó (Maséjet Sofrim 16:9).

Respecto a su antecedente espiritual como el profeta Irmiyahu, se relata en la

Guemará (Sanedrín 11a) que una vez estaban sentados los grandes sabios de

Israel en Jericó y escucharon una bat kol, una “voz divina”, la cual dejó de
existir después de la época de los tanaitas, que les dijo: “Desde que murieron

los últimos profetas, sólo hay revelación Divina por medio de bat kol. Sin

embargo, entre ustedes hay uno que en verdad se merece alcanzar un nivel de

profecía como el de Moshé Rabenu, sólo que su generación no es apta para

eso”. En ese momento, todos los sabios dirigieron la mirada hacia Hilel

Hazakén, para indicar que todos sabían que se trataba de él. Ahora

entendemos que eso se debía a su categoría de profeta, habiendo sido él, el

profeta Irmiyahu.

Hilel fue considerado un hombre muy humilde, a tal punto que la Guemará

(Shabat 31a) dice: “Siempre debe procurar la persona ser humilde como

Hilel…”, pero eso lo alcanzó no sin antes haber probado las malas

consecuencias del orgullo proveniente del exceso de sabiduría, como se relata

en la Guemará de Pesajim (66a), que dice que después de que vio Hilel la falta

de conocimientos halájicos que tenía el pueblo, y que él los poseía con gran

sabiduría, los regañó y humilló diciéndoles: “Son flojos, ¡qué lástima que no

hayan acudido como yo a las clases de Shemayá y Avtalión!” En ese instante le

preguntaron una ley muy obvia respecto a Shabat, y olvidó la respuesta,

entendiendo que había sido una señal Celestial para no volver a caer en la

soberbia de la sabiduría, y que, según entendemos ahora, fue la misma falla

que tuvo como el Rey Shelomó que su soberbia le causó transgredir las leyes

del reinado diciendo que no se aplicaban a él. Por tanto, se convirtió Hilel en

una persona tan humilde que hoy es todavía un modelo a seguir para cada uno

de nosotros. También fue un modelo de advertencia contra la soberbia causada

por exceso de inteligencia, como dijo Rabí Yehudá, en nombre de Rav: “Cada

sabio que se enorgullezca de su sabiduría la perderá por lo menos por un

instante, y eso lo aprendemos de Hilel”.

Al igual que el profeta Irmiyahu, Hilel se paraba en el Patio del Templo, en la

festividad de Sucot, cuando se congregaba allí la mayoría del pueblo de Israel,


y exclamaba: “Si cuidamos que Dios siempre esté morando en esta Casa, nada

nos faltará. Pero si Lo alejamos de Su Casa, de nada servirá todo lo que

tengamos”. Y en nombre de Dios seguía diciendo: “Si tú vienes a Mi Casa y la

cuidas, Yo iré a tu casa para brindarte protección. Si no proteges Mi Casa, no

protegeré la tuya” (Sucá 53a).

Con esto hacía Hilel un trabajo de prevención para que el Templo fuera

cuidado y protegido, y no destruido. Así llevó a cabo el esfuerzo de proteger el

Templo que el profeta Irmiyahu no logró concretar.

En cuanto a las conversiones equivocadas realizadas por el Rey Shelomó,

sobre Hilel nos relata la Guemará (Shabat 31a) de varios gentiles que desearon

convertirse por amor a la Torá y a Dios, y fueron rechazados por el gran rabino

Shamay, pero aceptados por Hilel, quien con humilde sabiduría logró

convertirlos en grandes estudiosos de la Torá. Y como ellos mismos

testimoniaron diciendo: “Gracias a Dios y gracias a la sencillez de Hilel

logramos apegarnos a la Torá y a la Presencia Divina”. Con esto Hilel logró

reparar las conversiones dudosas de las esposas de Shelomó hechas por el

interés de casarse con él.

Respecto al pago que impuso el Rey Shelomó por subir al Templo, que

seguramente impidió a muchos ir a la Casa de Dios, la historia de Hilel

comienza con la anécdota que relata la Guemará (Yomá 35b) que en esa
época había que pagar para entrar a la Casa de Estudio y el que no tenía

dinero no podía entrar. Hilel era muy pobre, ganaba seis monedas al día, con

tres comía y tres las pagaba para entrar a estudiar. Cierto invierno, no tuvo

dinero y con tal de no perderse la clase, subió a la azotea y se acostó sobre el

tragaluz para escuchar desde allí. Esa noche nevó muy fuerte y debido a su
concentración en la clase y su cansancio terminó desmayándose por la

congelación, y casi paga con su vida el hecho de tener que pagar para entrar a
la Casa de Estudio. Ahora podemos entender que esto representó un castigo

para Hilel por lo que hizo como el Rey Shelomó.

El rey Shelomó logró una paz negativa casándose con todas las princesas

gentiles de alrededor y el profeta Iymiyahu provocó peleas que con sus

profecías, ambos llegaron a extremos que fueron malos, ya que no debemos

amar a la gente dando la espalda a Dios, ni amar a Dios dando la espalda a la

gente, sino como dijo Hilel (en Maséjet Avot1:12): “Procura ser de los alumnos

de Aharón: ama y persigue la paz, ama al prójimo y acércarlo a la Torá”. Así

estableció Hilel la perfección que debe alcanzar el yehudí: ser bueno con Dios

y con la gente.

El Rey Shelomó Rabí Tarfón (Cuarta Reencaranación)

Dice el Haramá Mipano que el profeta Irmiyahu (que era reencarnación del Rey

Shelomó) regresó como Rabí Tarfón.

Rabí Tarfón vivió la destrucción del Segundo Templo, al igual que Irmiyahu

presenció la del Primer Templo. Con esa tristeza y angustia de ver cómo era

destruido el Segundo Templo, pagó de nuevo el Rey Shelomó con lágrimas,

haber causado el mal comienzo del Primer Templo.

La Guemará Yerushalmí (Yebamot 4:12) relata que Rabí Tarfón era sacerdote,

por lo que recibía grandes cantidades de ofrendas de todo tipo y contribuciones


que se daban a los cohanim; esa comida era sagrada y sólo el Cohén, su

esposa e hijos podían comerla. Ya que en esa época muchos judíos sufrían

hambre, Rabí Tarfón decidió hacer algo inusual: se casó con 300 mujeres

pobres sólo para poder darles de comer de esa comida sagrada. De esa forma

reparó el casamiento del Rey Shelomó con las 300 concubinas.

Además, se relata en Maséjet Kalá que en cierta ocasión Rabí Akivá fue a ver a

Rabí Tarfón y le dijo: “Tienes, gracias a Dios, muchísimo dinero. Tengo la


oportunidad de comprarte una aldea o dos. Dame cuatro mil monedas de oro y

harás el negocio de tu vida”. Rabí Tarfón aceptó y le dio esa suma, pero Rabí

Akivá, en lugar de comprar las propiedades, repartió el dinero a los niños

pobres. Después de un tiempo, le dijo Rabí Tarfón: “¿Puedes llevarme a ver las

propiedades que compraste para mí?” Rabí Akivá dio la mano al anciano Rabí

Tarfón y lo llevó a los colegios y a las casas de estudio, y señalando a los niños

le dijo: “Aquí están tus propiedades”. Con inmensa emoción, Rabí Tarfón

agradeció a Rabí Akivá. Con este hecho ayudó Rabí Akivá a Rabí Tarfón para

reparar el mal derroche de dinero del Rey Shelomó.

Resulta interesante observar una ley en la que se equivocó Rabí Tarfón, como

relata la Guemará (Sanedrín 33a). Se trata de una vaca que provenía de Egipto

a la que se le había extraído la matriz. El dueño preguntó a Rabí Tarfón:

“Después de degollarla me di cuenta de este defecto. ¿Es kosher o no?” Rabí

Tarfón contestó: “Tírala a los perros. No puedes disfrutarla”. Sin embargo, los

Jajamim lo corrigieron explicándole que la vaca provenía de Egipto y allá era

costumbre que, al sacar del país ganado y caballos de raza egipcia, les

extraían la matriz para que no procrearan en otra nación. Rabí Tarfón lamentó

mucho su error.

Según el sod, podemos entenderlo, en lo profundo de su alma sentía un gran

rechazo por lo que proviniera de Egipto, ya que la mujer que trajo de allá

arruinó su vida cuando fue el Rey Shelomó, así como los caballos egipcios que

adquirió provocaron el regreso de Israel a Egipto en la época del profeta

Irmiyahu.

El Rey Shelomó Rabí Abraham Haleví (Quinta Reencarnación)

El Marán HaJidá escribió en su libro Shem Haguedolim una anécdota increíble,

la cual, pienso yo, puede darnos una conclusión interesante de toda la


reparación del alma del Rey Shelomó. “En la ciudad de Tzefat, hace 450 años,
en la época del Arizal, vivió un jasid muy grande llamado Rabí Abraham Haleví

Berujim, que se encargaba todas las noches de levantar a la gente para que

rezara tikún jatzot. Éste es un rezo especial que realizan cada media noche los

tzadikim, sentados en el piso, ponen ceniza en su cabeza y lloran la

destrucción de los Templos.

Rabí Abraham era el promotor en Tzefat para este rezo. Un día se enfermó tan

gravemente que lo dieron por muerto y cuando fue el Arizal a visitarlo, Rabí

Abraham le dijo: ‘Por favor, Rabí, reza por mí. Quiero seguir motivando a la

gente para que rece por la destrucción de los dos Templos y que clamen a Dios

por la construcción del Tercero’. Arizal le respondió: ‘Voy a pedir que te cures,

con la condición de que incrementes tus esfuerzos para que todos lloren y

recen por el Templo. Pero para que te motives más, prométeme que lo primero

que harás al levantarte será viajar a Jerusalén e irás al Kotel, donde rezarás

con todo tu corazón ante la Presencia Divina (que cabalísticamente es

considerada “la reina” por medio de la cual Dios se refleja en la Tierra), y quiero

que sepas que esta labor es tu obligación ya que tú eres la reencarnación del

profeta Irmiyahu’”. Al curarse de manera milagrosa, Rabí Abraham emprendió

su viaje a Jerusalem y, de regreso, con temor y estremecimiento, contó al

Arizal lo que había visto:

“Después de llorar toda la noche sobre las piedras del Kotel, vi una imagen

inusual, indescriptible, como una mujer vestida de negro, llorando por su casa,

que había sido destruida, y por sus hijos, que habían sido exiliados.

La imagen fue tan fuerte que me desmayé. Y como en sueños vi esa imagen

otra vez limpiando mis lágrimas y diciéndome: ‘Consuélate, Abraham, hijo mío.

Gracias a tus lágrimas y al rezo de tikún jatzot que promueves, te prometo que

en unos años llegará el día en que regresarán todos los hijos a su Tierra,
Israel”. El Arizal sonrió y le dijo: “Viste a la Shejiná Divina. Vivirás 22 años más.

Dedícalos a tu misión”. Y efectivamente así ocurrió.

Es increíble comparar este hecho con lo relatado en el libro de Irmiyahu sobre

un encuentro que tuvo con una extraña imagen vestida de negro, que le decía

que no sabía por quién llorar, si por el esposo que la abandonó, la casa que fue

destruida o por los hijos que fueron enviados al exilio. Esa imagen era la misma

que presenció Rabí Abraham HaLeví, la imagen de la Shejiná velando por el

pueblo de Israel, la cual pide a Dios por la gueulá y regresar así a los días de

gloria del pueblo de Israel con la construcción del Tercer Templo, como en los

años iniciales del Rey Shelomó.

El Espíritu de Pileguesh Baguivhá

Como introducción a esta parte, quiero aclarar que existe la posibilidad de que

un alma no tenga el honor de reencarnar y entonces esté en el mundo

reparando como espíritu sin cuerpo. Esta situación de estar deambulando por

el aire es fastidiosa, pero es una de las formas de limpiar los errores que hizo

esa alma. (Si no se entendió, en esta sección se entenderá).

Al final del Libro de Shofetim (Caps. 19-21) se relata sobre una guerra entre

hermanos. El ejército de Israel se congregó para eliminar a la tribu de

Binyamín. La guerra fue muy dolorosa y cobró muchísimas vidas, y esa tribu

casi fue exterminada. A los pocos que sobrevivieron se les prohibió casarse

con mujeres de las demás tribus de Israel y sólo después de muchos años se

les perdonó, de manera que gradualmente esa tribu se recuperó.

El motivo que llevó a todo esto fue el siguiente: un hombre de la tribu de Leví,

que vivía en Har Efraim, tenía una concubina. El versículo dice que ella se
prostituyó mientras vivió con él y, por tanto, se separaron. Luego de un tiempo,

el hombre decidió recuperarla y fue a casa de su suegro, en Bet Léjem, para

pedirla de nuevo. Al cabo de unos días, emprendieron el regreso a Har Efraim.


Al anochecer, temieron hospedarse en la ciudad de Yebús, y decidieron seguir

el camino hasta llegar al territorio de Binyamín. Cuando llegaron, no

encontraron quien los aceptara y hospedara, hasta que un anciano, que

regresaba de sus labores en el campo, los vio y aceptó hospedarlos. Mientras

tanto, varios jóvenes inmorales tomaron a la concubina del hombre y la violaron

hasta que murió. La tribu de Binyamín no aceptó entregar a la justicia a esos

jóvenes, lo que ocasionó que el pueblo de Israel declarara la guerra a esa tribu

hasta casi exterminarlos.

La Guemará (en Kidushín 29b) relata que el Rabino Ajá Bar Yaacov decidió ir a

estudiar a la yeshivá de Abayé. Cuando Abayé se enteró, reunió a todos sus

alumnos y les dijo: “Sabemos muy bien que en nuestra yeshivá hay un espíritu

negativo que les provoca a ustedes, queridos alumnos, muchos sufrimientos y

molestias. Les pido, por favor, que cuando venga Rab Ajá Bar Yaacov a

estudiar aquí, no le den hospedaje y dejen que él duerma solo en la yeshivá, ya

que sólo él podrá reparar el problema que tenemos”.

Los alumnos, sin entender mucho, obedecieron al Rab. Al día siguiente de

haber dormido en la yeshivá, Rab Ajá se aproximó al rabino de la yeshivá,


Abayé, y le contó con emoción y estremecimiento el susto que experimentó la

noche que durmió en la yeshivá y cómo logró, en siete fases, hacer que se

retirara el espíritu maligno que habitaba en el lugar. Abayé le respondió con

una leve sonrisa: “Sabía que sólo tú podrías resolverlo”.

El Haramá Mipano amplía (Guilgulé Neshamot 25) la explicación profunda que

Abaye dio a todos los involucrados: “Yo, Abaye, soy aquel anciano que recogió

al hombre de la tribu de Leví, de Har Efraim (también Abaye pertenecía a la

Tribu de Leví), y como todo comenzó en mi casa, toda la reparación también


debía ocurrir en mi casa, es decir, en mi yeshivá. El espíritu negativo que

teníamos aquí era el alma de la concubina, que por prostituirse y profanar su


cuerpo, no tuvo la dignidad de regresar en un cuerpo. Todos ustedes, queridos
alumnos, que fueron agredidos por ella, son la reencarnación de los jóvenes

que la violaron. En este viaje, los cuidé enseñándoles valores, modales, mucha

Torá, y salvándolos de cualquier acto inmoral, como el que hicieron en su vida

pasada. Pero tenían que pagar con sufrimientos ese placer prohibido. Cuando

escuché que tú, el gran Rab Aja Bar Yaacov, venías a la yeshivá, descubrí que

eres la reencarnación del esposo de aquella mujer y, por tanto, imaginé que

sólo tú podrías calmar la ira de ese espíritu y convencerle de que los alumnos

pagaron y repararon su error, y que ya era suficiente ese sufrimiento, tanto

para ellos como para ella. Ya que tú también tuviste un poco de culpa en todo

esto, sufriste esta noche. Pero ya todos pagaron y limpiaron las manchas de su

alma”.

Capítulo 4 Preguntas y Respuestas

El tema de la reencarnación despierta muchas preguntas, ya que cuando

empezamos a entender que todo está tan calculado y que cada acción provoca

una reacción para una posible y futura reencarnación, deseamos entender

mejor las reglas del juego e intentar, mediante ello, descifrar por lo menos en

parte, nuestra vida y, por supuesto, nuestra misión.

La mayoría de las preguntas que presentaremos a continuación son las que a

mí, en lo personal, me inquietaron cuando empecé a abordar este tema, y otras

que ustedes mismos se han hecho al finalizar las conferencias impartídas

sobre la reencarnación.

Es importante aclarar que en este tema, a pesar de que hay muchas reglas,

hay también excepciones. Por tanto, las respuestas serán de acuerdo con las

reglas más generales. Pero no olviden que hay excepciones.

¿La reencarnación es voluntaria?


Aparentemente, hay una contradicción. Por un lado, como explicamos en la

Introducción, sabemos que el alma quiere venir al mundo para merecer con

dignidad el pago y no obtener “el pan de la vergüenza”, por lo tanto se entiende

que es voluntaria. Por otro lado, dicen nuestros Sabios: “Contra tu voluntad

vienes al mundo…”

Aprovecharemos esta pregunta para aclarar el concepto correcto de la

reencarnación: ¿es un favor que Dios nos hace o es un castigo? Algunos

cabalistas lo veían como jésed, “bondad” (y es la línea que seguimos en este

libro) y otros como una forma de pagar por medio de sufrimientos las malas

acciones cometidas en una reencarnación pasada.

Ambos tienen razón, ya que la mayoría de las reencarnaciones realmente son

por bondad. La primera vez que Dios nos manda al mundo, nos da una vida

buena con libre albedrío y si fallamos y no lo reparamos con la teshuvá, nos

otorga otra oportunidad en la siguiente reencarnación, y gracias a las buenas

herramientas que nos proporciona, podríamos reparar y cumplir nuestra tarea.

De esta forma, la reencarnación es una bondad.

Sin embargo, no se puede negar que existen personas con un sufrimiento


grande en la vida que seguramente están limpiando, con dolor, las manchas de

su alma (como autistas, inválidos, etc.).

Como dijo Hilel en Pirké Avot, cuando vio un cráneo que flotaba sobre un río,

que indicaba que el individuo había sido decapitado: “Por decapitar a otro,

viniste de nuevo para ser decapitado…”. Sobre estos casos de reencarnación

dijeron nuestros Sabios: “Contra tu voluntad vendrás al mundo…”, en

referencia a aquellas almas pecadoras cuyas acciones causaron que tuvieran

que regresar con una vida cargada de pena y dolor.


Pero es importante aclarar que, de un modo u otro, al final siempre es un favor

de Dios con esa alma, ya que el propósito último es purificarla, permitiéndole

así el gran placer y regocijo espiritual en el Mundo Venidero.

¿Es posible saber quién regresa por jésed y quién por castigo?

La mayoría de las personas regresan para enfrentar los errores que cometieron

y para darles la oportunidad de no caer esta vez. Sin embargo, cuando un niño

nace con un defecto, o sufre un accidente a edad muy temprana,

incapacitándolo en determinado porcentaje, no es un hecho “de mala suerte”,

ni mucho menos de injusticia Divina, sino que es claramente una cuenta

pendiente de la vida pasada (Séfer HaEmunot 7:2).

Por ejemplo, una persona que dejó ciega a otra, o mediante un acto bárbaro la

dejó sorda, etc., es posible que esta vez tenga que regresar sin el miembro que

dañó en su compañero en la vida pasada. O quizá padezca un problema físico

o de salud en ese miembro. Como dijo la Torá: “Ojo por ojo, mano por mano,

pie por pie…”. Y aclararon nuestros Sabios que no se refiere literalmente que, a

quien quitó un ojo se lo quitemos también, sino que le cobraremos el daño y

compensaremos al dañado.

Preguntan los comentaristas del sod: “Entonces, ¿por qué la Torá dijo ‘ojo por

ojo’, y no dijo ‘dinero por ojo’?”, y responden que “ojo por ojo” es en caso de

que no pague el agresor en esta vida, por lo tanto, lo tendrá que pagar, no por

tribunales terrenales, sino por la justicia Divina, cuando en su siguiente

reencarnación carezca del mismo miembro que quitó al otro. De tal forma,

pagará y limpiará su mala acción.

Como dijimos en la introducción a este capítulo, hay excepciones y, por tanto,


está prohibido que a cada persona con un defecto le digamos o que pensemos

que lo tiene por una agresión que cometió en una vida pasada, ya que a veces

el defecto no viene como castigo, sino como una insinuación de la tarea de


reparación. Por ejemplo, como vimos en el capítulo anterior, en la sección que

señala que Moshé fue la reencarnación de Nóaj, ya que Nóaj no habló ni

reprochó a su generación, Moshé desde niño fue tartamudo, y ese defecto le

insinuaba qué vino a reparar.

Otro ejemplo que nos ayudará a entender qué tan difícil es descifrar por qué

vino una persona a este mundo con un defecto es el caso de Eldad y Medad.

Ambos vivieron en la época de Moshé, cuando vivíamos en el desierto.

Recibieron una profecía que les indicaba que Moshé iba a morir y que

Yehoshúa nos llevaría a la Tierra de Israel. Esa misma profecía llegó también a

los 70 lideres espirituales de Israel, pero era una profecía interna, para que no

fuera conocida por el público. Sin embargo, Eldad y Medad transgredieron la

orden y revelaron la profecía. Por hablar lo prohibido regresaron los dos en la

época talmúdica, como relata la Guemará (Jaguigá 3a): “Había dos hermanos,

vecinos de Rebí, que eran mudos, que asistían a todas las clases de Torá y se

veía que sabían mucho, pero no podían expresarse, lo que les causaba gran

sufrimiento, hasta que Rebí hizo un rezo muy grande por ellos y los curó”.

Haramá Mipano aclara que ellos eran la reencarnación de Eldad y Medad, que

pagaron con ser mudos el hecho de hablar y revelar la profecía.

Agrega Marán HaJidá que, como revelaron algo concerniente a Moshé, que era

el Rabino Principal, se curaron sólo por medio de Rebí, que era entonces el

Rabino Principal.

Por tanto, vemos que un defecto físico, especialmente cuando ocurre antes de

los 13 años en los niños, o a los 12 en las niñas, representa una falla en el

alma. El alma, al igual que el cuerpo, contiene 248 miembros y, en

consecuencia, una mancha en un miembro del alma se reflejará en el cuerpo,


en el miembro correspondiente. Sin embargo, es difícil y está prohibido para

cualquiera de nosotros señalar a la persona que posee el defecto cuál fue su


pecado, ya que, como vimos en los ejemplos anteriores, puede ser que esa
persona agredió a otra en ese miembro o, simplemente, falló al no usar

correctamente. No somos sabios ni nada parecido y no tenemos el derecho de

humillar al prójimo, sino, más bien, deberíamos admirarlo, porque por lo menos

a él Dios le insinuó cuál es su defecto y tiene una pista por dónde empezar su

reparación.

Nosotros, sin embargo, quizá no tuvimos ese honor y debemos esforzarnos en

descifrar nuestros defectos y nuestras tareas de reparación.

¿Cómo podemos saber si vinimos a reparar muchos errores o sólo

uno?

Hay personas que regresaron a reparar muchos errores y casi todos los días se

enfrentan a una tarea de reparación, y hay otras que quizá toda su vida fue una

preparación para crear una escena y cumplir la misión en la que fracasó en su

vida anterior. Sea como fuere, ambas deben llevar una vida perfecta, acorde

con las leyes judías, acompañada de rezos y estudio de Torá y cumplimiento

de las mitzvot, lo cual además de ayudarles a no caer en otros errores, les

brindarán las herramientas y la ayuda espiritual para superarse y cumplir su

misión.

Me gustó un ejemplo que leí en el libro Beain Yehudit. Sólo lo ampliaré un

poco, pues creo que nos sirve para responder esta pregunta.

Nuestras vidas se parecen a un concierto de una orquesta filarmónica. La

orquesta está compuesta de muchos músicos, cada uno con su instrumento,

que es su herramienta para subir al escenario y cumplir su misión. Al realizar

su función se le otorgará su pago. Algunos de los miembros de la orquesta,

durante el concierto, tocan casi constantemente; otros tocan sólo cuando les

corresponde, y hay uno, digamos el del gong, que lo hace sonar sólo una vez

en toda la interpretación, causando “el gran gong”. Todos ellos tienen que ir a
todos los ensayos, arreglarse y vestirse con ropa de etiqueta y permanecer en

el escenario de forma digna y respetuosa. Y por supuesto, tocar su instrumento

en el momento adecuado.

Imaginemos la frustración que sentirá el hombre del gong cuando por fin llega

su turno y el director de la orquesta, con su batuta le señala que cumpla con su

tarea, pero justo un minuto antes aquel hombre se había quedado dormido.

¡Que decepción es ver que en vano fue a todos los ensayos; en vano se

preparó, se arregló, se vistió y, por cansancio o flojera, perdió su función y, con

ello, por supuesto, el sueldo! Aunque solamente era un gong, ésa era su

misión.

Nuestra vida es similar: somos músicos sentados en una tarima llamada

planeta Tierra y cada uno trae sus herramientas, algunos con la necesidad de

utilizarlas diariamente y otros en ciertas escenas que se les presentan una vez

al día, semana, mes o año.

Y claro, existen personas de “un solo gong”, que quizá toda su vida tienen

como meta llegar a una sola escena. Todos nosotros pertenecemos a una

orquesta dirigida por el director, que es Dios, y su batuta son las señales, que
nos indican cuándo debemos actuar.

¡Es una lastima cuando no observamos la batuta del director, y ya sea que nos

dormimos, fantaseamos o, por flojera o porque una mujer del público nos

distrajo de nuestra tarea, perdemos el momento de hacer sonar nuestro

“gong”!.

De esa forma, no importa qué vinimos a reparar, pues de todos modos

debemos asistir a las “clases de música” y a todos los “ensayos”, que son las

clases de Torá y las conferencias en las que se nos enseña a utilizar nuestros

“instrumentos”. Además, todos los miembros de esta “orquesta mundana”


debemos “bañarnos”, “peinarnos” y “vestirnos” adecuadamente con pureza,

mitzvot y maasim tovim (buenas acciones).

Y mientras estemos en este escenario de vida, no olvidemos la hermandad

entre todos los músicos. A veces debemos tocar juntos y a veces callar para

dar espacio “al de la trompeta”, y sólo con muchísima armonía lograremos

tocar la “nota” de Veaavtá lereajá kamoja, “Y amarás a tu prójimo como a ti

mismo…”

Sin embargo, lo más importante en este concierto es observar incesantemente

al director, es decir, a nuestro querido Dios. Como dijo el Rey David: Shiviti

Hashem lenegdí tamid, “Tengo a Dios siempre frente a mí…”. Y si observamos

el lenguaje de los Tehilim, podremos “percibir” este ejemplo, ya que el Rey

David utiliza muchos instrumentos musicales para realizar sus salmos y

muchos de ellos comienzan con la palabra Lamnatséaj, que en hebreo significa

también “director musical”. Al observar al Director de nuestras vidas lograremos

también observar Su batuta, (señales en la vida), podremos darnos cuenta cuál

es nuestra verdadera misión.

No creo que lleguemos a los niveles espirituales de los personajes


mencionados en el capítulo anterior, pero una cosa es segura: al ir a las clases

de música y los ensayos, y al estar presentables, perfumados con

espiritualidad, y observando atentamente al Director y Su batuta, no fallaremos


para dar el “gong” en el momento preciso.

¿Existe la posibilidad de reencarnar en seres que no son humanos

(animales, plantas o frutos, etc.)?

Esta pregunta causó una gran polémica entre los cabalistas, por lo que no

tomaré partido por ninguna opinión (porque no soy digno de ello), sino que

solamente las expondré. La discusión gira alrededor de la gran pregunta: ¿la


reencarnación es sólo bondad o un medio de castigo? Por ejemplo, en el libro

HaBair (uno de los primeros libros de Cabalá, escrito por el tanaíta Rabí

Nejuniá Ben Hakaná), se explica ampliamente el tema de la reencarnación,

pero nunca menciona la posibilidad de reencarnar en algo no humano, ya que

se sostenía que la reencarnación es sólo bondad y la oportunidad de reparar

con el libre albedrío, por lo tanto, no sería lógico reencarnar en un animal, ya

que no tiene libre albedrío; menos todavía en un vegetal.

Pero otros cabalistas, especialmente los de los siglos XIII y XIV, como Rabí

David Ben Abraham Alabán, y también los cabalistas autores de los libros Séfer

Hatemuná, Masóret HaBerit y Séfer HaPeliá, indicaron que sí existe esa

posibilidad y hay almas que vienen al mundo a pagar estando cautivas en un

animal o fruto. Esta opinión tuvo su versión más completa y detallada en el libro

Recanati (Parashat Kedoshim 65b), donde se recopiló la lista de los pecados

que causan la reencarnación en cierto animal (por ejemplo, las personas

culpables de chismes y maledicencia, así como difamación, causadas por

“malas bocas”, reencarnarán en perros ladradores).

Otros cabalistas, como los del siglo XV, por ejemplo, Rabí Shem Tov Ben
Shem Tov, en su libro Séfer HaEmunot (7:8), y en los libros Higuéret Jamudot y

Minjat Yehudá, se manifestaron en contra de esta idea, porque afirmaban que

el lugar de castigo para el alma es el Mundo Venidero, y no aquí en la Tierra; y

que este lugar de vida es solamente para reparar, como ser humano, los

errores que cometimos como humanos.

El Arizal dio fin a la discusión, al aclarar que la reencarnación es ambas cosas:

es en un principio bondad y oportunidades de reparar, pero en casos remotos,

cuando el alma no reparó y vuelve una y otra vez, y en lugar de reparar sigue
dañándose más, cabe la posibilidad de que reencarne en algo no humano, y la

forma de repararse será cuando se le haga shejitá a ese animal o al decir una
bendición sobre la fruta o la verdura en la que está cautiva esa alma. Y de la
misma forma que está escrito sobre Nóaj que los animales llegaron por sí

mismos al arca, guiados por Dios, así, según el Arizal, llegarán aquellos

alimentos a nuestra mesa, y con una bendición liberaremos esa alma (Shaar

Rúaj HaKodesh 6a).

Procuré con esto resumir las ideas correspondientes a la pregunta que nos

ocupa, pero quiero finalizar con una frase: “Aprovechemos esta bonita vida que

Dios nos dio para reparar todo y procuremos no acumular nuevas tareas, para

que no tengamos que regresar a este mundo”. ¡Imagínense tener que regresar

y pasar otra vez por el colegio, con las interminables tareas y exámenes, y todo

eso para que al final, a los 20 o 30 años, nos toque dar un solo “gong”!

Otra pequeña recomendación: ya que muchos y grandes cabalistas opinan que

existe la posibilidad de que hayan almas esperando su liberación mediante

nuestras bendiciones, procuremos por tanto no fallar en eso y bendecir por

cada una de nuestras comidas, sea por el motivo principal de agradecimiento a

Dios o por la liberación de las almas.

¿Cuántas veces se le da al alma la oportunidad de regresar para


reparar?

Sobre el versículo Al sheloshá Pishé Israel…, “Sobre tres pecados de Israel y

sobre el cuarto ya no le regresaré…” (Amós 2:6), aclara el Zóhar (Tikuné


HaZóhar 76b) que indica que el alma tiene tres oportunidades para venir a

reparar, pero a la cuarta vez ya no podrá regresar. O, por ejemplo, el versículo

que dijo Eliu a Iyob: “Éstas son las dádivas que hace Dios dos o tres veces con

la persona…”.

En otro lugar en el Zóhar aparece que es posible reencarnar hasta cuatro

veces basándose en el versículo Poked Avón…, “Dios paga el pecado

cometido por los padres hasta la cuarta generación…”. Ya aclaramos en la


Introducción que hijos, nietos y bisnietos se refieren a uno mismo en sus varias

reencarnaciones.

Como ese versículo finaliza con “hasta la cuarta generación”, concluye el Zóhar

que existe la posibilidad de regresar hasta cuatro veces.

Sin embargo, también aclara más adelante el Zóhar (en la página 138a) que

eso se refiere a una persona que no reparó nada en sus tres o cuatro viajes y,

por tanto, a su alma se le aplicará el concepto Venijretá hanéfesh ahí, “y será

exterminada”. Pero un alma que va reparando cada vez un poco, reencarnará,

si es necesario, hasta mil veces con tal de conseguir la perfección.

¿De qué depende la familia en la cual vendremos a reparar?

En primer lugar, debemos saber que no porque uno nace en una familia

religiosa su tarea de reparación será fácil. Como dijeron nuestros Sabios:

“Cuanto más grande (espiritualmente) seas, más grande será tu yétzer hará”.

Pero con todo eso, intentaremos explicar de qué depende la clase de familia en

la que naceremos a nivel de valores y religión.

La Torá se divide en dos: leyes entre nosotros y Dios, y leyes entre nosotros y

el prójimo. Una persona que no tuvo problemas con la parte de las leyes entre

él y Dios, pero sí falló en las leyes entre él y sus semejantes, tendrá que

regresar al mundo para reparar esas fallas. Obviamente, no podrá fallar en las

leyes entre él y Dios diciendo: “Eso ya lo reparé”, sino que tendrá que cuidar

ese aspecto y utilizarlo como herramienta para reparar su lado social. Ésa sería

su “batería con su lado positivo y negativo”; por tanto, lo más justo sería que

naciera en una casa, donde la fe en Dios y el cumplimiento de Shabat, kosher,

etc., se convertirán rápidamente en su sistema de vida, ya que no vino a

enfrentar ni a reparar eso. Pero tal vez los aspectos de las leyes entre el

hombre y su prójimo serán su tarea de reparación.


Sin embargo, aquel que en la parte social fue perfecto y lo que tiene que

reparar es la parte espiritual, nacerá en una familia con muchos valores éticos y

morales, tal como lo indica la Torá, para que ese ambiente le ayude a mantener

lo ya corregido. Sin embargo, ese hogar carecerá de un poco de fe, tradición y

cumplimiento de las leyes Divinas, lo cual tendrá que luchar para conseguir.

De esta forma, cada uno de nosotros debemos procurar alcanzar en nuestra

vida la perfección, compuesta de dos principales elementos: estar bien con

Dios y estar bien con el prójimo. Cuando Dios nos entregó las Tablas Sagradas

de la Ley, estaban compuestas de diez mandamientos. El número 10 simboliza

perfección, y los mandamientos a la vez están divididos en dos Tablas, donde

cinco mandamientos son entre nosotros y Dios y los otros cinco son entre

nosotros y el prójimo. Ambas son igualmente importantes, y una tabla sin la

otra no está completa.

Creo que eso está insinuado en las cuatro letras en que se manifiesta Dios

Bendito, donde la yud (cuyo valor numérico es diez) hace alusión a los diez

mandamientos; la letra he equivale a cinco y hace alusión a los cinco

mandamientos entre nosotros y Dios; la vav, en hebreo, es la letra “y”de


conjunción, es decir, la letra que une las cosas; y la última he hace alusión a

los otros cinco mandamientos, entre nosotros y el prójimo, indicándonos así

que si queremos gozar de la Presencia de Dios debemos saber unir ambos

aspectos.

Sin embargo, como mencioné anteriormente, esto no es una regla absoluta.

Hay casos, por ejemplo, en los cuales un joven, con su libre albedrío, decide

alejarse del camino de su familia religiosa y, por tanto, comienza una nueva

cadena familiar desviada de la senda de los Justos, causando con ello que sus
hijos y nietos se alejen por completo de la Torá. Esa alma debe regresar y

reparar ese daño, quizá como el bisnieto; aquel niño raro que desde pequeño,
o a cierta edad, decide hacer teshuvá y cambiar a su familia, cuyos miembros a
veces se rehúsan y a veces lo siguen. Pero de cualquier manera, al final logra

ese niño “devolver el tren a las vías” y reparar así la desviación cometida hace

cincuenta o cien años.

¿La homosexualidad tiene que ver con la reencarnación pasada?

Es indispensable saber que las personas que terminaron su vida con una

“caída” regresarán al mundo y partirán desde el mismo punto o nivel en el que

se quedaron, y desde ahí deberán emprender el camino para alcanzar su

perfección. Por ejemplo, se relata en la Guemará sobre el gran sumo sacerdote

Rabí Yojanán, quien después de haber servido muchísimos años en el Templo,

renegó y se convirtió en tsaduquí, es decir, saduceo (hereje), y así falleció.


Cuando regresó por segunda vez fue un gran hereje, tal como lo fue al final de

su vida anterior. Pero, por algo que le ocurrió, reconoció a Dios e hizo teshuvá;

y mientras lloraba de todo corazón por los pecados que había cometido,

falleció. Ese fue el famoso Rabí Elazar Ben Dordiá.

En este caso vemos cómo la persona regresó partiendo del punto en que

terminó. Así, hay personas que vienen al mundo con cualidades muy raras. Por

ejemplo, un cleptómano, una persona que desde pequeña tiene la manía de

tomar las cosas sin permiso, lo que es considerado robo. En verdad, eso es

más fuerte que él, pero lo más probable es que indique que es una

reencarnación de un gran ladrón y que vino al mundo con la misma falla que

sufrió en su vida pasada, y esta vez, tendrá que combatir y luchar contra esa

enfermedad; igualmente el pirómano, es decir, aquel que nace con la

inclinación a quemar las cosas, tendrá que reparar el hecho de incendiar las

propiedades de los demás.

Ése también es el motivo por el que algunas personas nacen con la inclinación

al suicidio. Es probable que así haya terminado su vida anterior. Ya que las
cualidades y las ideas no están en el cuerpo sino en el alma, al regresar el
alma de nuevo, tendrá los mismos defectos, y deberá repararlos en este viaje.

Cuanto más grande haya sido el pecado, mayor será la dificultad en el

siguiente viaje.

Por tanto, las personas que cometieron el grave pecado de tener relaciones

con el mismo sexo, deben volver al mundo para enfrentar la misma tentación,

en consecuencia, deben nacer con esa tendencia para, esta vez, combatirla y

superarla. Lamentablemente, los psicólogos modernos no lo entienden y se

rigen por la regla que dice: “Si así naciste, eso te otorga la licencia para

hacerlo”, sin pensar en la posibilidad de que así nació por que en eso falló, y

ahora tiene que combatirlo.

Y estoy seguro de que el mismo Maestro (Dios) que le dio esa tarea, le otorga

también las herramientas para lograrlo.

Si un alma reencarnó en varias personas, ¿cuál de todas se


levantará en la resurrección de los muertos?

Esta pregunta la hace mucha gente, especialmente cuando pierden a un ser

querido, pues quieren saber si algún día volverán a verlo. Para contestar esta
interrogante, primero debemos explicar cómo Dios planeó las tres etapas de la

vida, cuándo y por qué, y sólo después podremos contestar quién se levantará.

Dios creó el mundo con tres etapas: la primera, es esta vida actual, la que

estamos viviendo hoy, luchando y trabajando para merecernos un pago. La

segunda etapa es la época mesiánica que a continuación ampliaremos y la

tercera etapa es la llamada Olam Habá, que ocurrirá en el séptimo milenio.

El mundo fue creado en seis días y el séptimo día fue llamado Shabat, el día

del descanso espiritual. El Rey David dice en Tehilim: “Mil años para nosotros

son como un día para Ti, Dios”, explica el Rambán que en este versículo
insinuó el Rey David que el programa del mundo está encerrado en los seis
días de la Creación, y por lo tanto, un día equivale a un milenio. Y ya que hubo

seis días de Creación, habrá seis milenios de duración del mundo material, y el

séptimo milenio será el Shabat.

De la misma manera que en Shabat no se trabaja, sólo se goza, así en el

séptimo milenio no se tendrá que trabajar y luchar para servir a Dios ya que no

habrá yétzer hará y volveremos a vivir como antes de la Creación, como

partículas de alma, gozando de la Presencia Divina, pero esta vez el goce será

ganado y no como tzedaká, ya que sufrimos, servimos y amamos al Creador

bajo cualquier circunstancia.

Esto también está insinuado en el primer versículo de la Torá, donde dice que

en el principio creó Dios el Cielo y la Tierra, y es prácticamente un resumen de

toda la Creación. Aclaran nuestros Sabios que en este versículo aparece seis

veces la letra alef, que en hebreo significa mil; por tanto indican que el Cielo y

la Tierra fueron creados sólo por seis mil años.

Una insinuación más de lo anterior, de las muchas que existen. Dicen nuestros

Sabios, que el mundo fue creado con la letra he, cuyo valor numérico es cinco,

y las herramientas divinas para crear el mundo fueron todas las letras, como
está escrito en el Séfer HaYetzirá (que fue escrito por Abraham Abinu).

Si hacemos la tabla del valor numérico de cada letra, según la guematría

completa, donde las letras finales vienen después de la letra taf y culminan con

la alef rabatí (“la gran alef”), que suma mil. Increíblemente, cuando sumamos el

valor total, nos da 5995, más la he de la Creación, da exacto los seis mil. Ésta

es una insinuación más de que el mundo existirá sólo por seis mil años.

Hoy por hoy estamos viviendo en el sexto milenio (5779), estamos en el

equivalente al día viernes y faltan 221 años para que dé inicio el milenio

sabático.
Entre la primera etapa y la tercera, es decir, en los 221 años que quedan para

que termine la cuenta, en algún momento, ocurrirá la segunda etapa, que es

Yemot haMashíaj, es decir, la era mesiánica, que abarca la resurrección de los

muertos, la construcción del Tercer Templo y una situación de bien muy

grande, rodeada de paz y tranquilidad.

Ciertamente, a muchos la idea de la resurrección de los muertos les parece

ciencia ficción, ya que les cuesta imaginarse que un muerto, enterrado y

putrefacto, se levante de nuevo. Obviamente, la respuesta se entiende por una

pregunta: ¿acaso el Todopoderoso, que hizo todos los milagros hasta hoy y

que día a día convierte una gota de semen en un perfecto e increíble ser

humano, no podrá hacer un milagro más?. También se podría decir que el que

quiere ver la resurrección puede hacerlo constantemente en el mundo vegetal,

donde de una fruta que terminamos de comer (muríó), tomamos su semilla,

cavamos “una tumba” y la enterramos, y después de pasar por un proceso de

putrefacción, brota un “ser” nuevo de la tierra y es idéntico al árbol frutal del

cual obtuvimos la semilla que enterramos. Pero claro, eso no es un milagro, o

mejor dicho, no lo consideramos un milagro, porque lo vemos todos los días y

se ha convertido en “Naturaleza”, y eso provoca que olvidemos que toda la

Naturaleza es un milagro proveniente de Dios.

Por eso, en hebreo “la Naturaleza” equivale a 86, al igual que la palabra

Elokim, Dios, para enseñarnos que toda la naturaleza es un milagro divino. Y el

Mismo que lo hace hoy con la vegetación lo hará mañana con los seres

humanos.

La pregunta que ahora cabe hacer es: ¿para qué hace falta esta segunda

etapa? ¿Por qué no pasar directamente al mundo espiritual? Con base en lo


que explicamos en la Introducción, que todo el trabajo es para volver como

almas y gozar de Dios, ¿por qué debe haber una etapa intermedia que abarque
la resurrección de los muertos?.
La respuesta es: porque Dios es justo y quiere pagar a todos lo que se

merecen. Aunque es verdad que lo más importante es el alma, y para ella se

creó el mundo entero, no podemos negar que hubo un tipo de sociedad entre el

cuerpo y el alma para conseguir la meta. Esto significa que el cuerpo fue un

medio para que el alma logre su perfección. Por tanto, sería injusto que sólo el

alma goce y reciba su pago, y el cuerpo, que tanto sufrió y se esforzó, termine

en la tumba como alimento para gusanos. Por ello Dios creó el concepto de la

resurrección de los muertos antes de que llegue la época del gran pago a las

almas en el Olam Habá, en la tercera etapa. En esa segunda etapa dará Dios

al cuerpo una vida placentera, mundana, física, como le gusta al hombre.

¡Claro, dentro de los parámetros permitidos!

Por ello, aclara Maimónides, que en esa segunda etapa el mundo no cambiará;

el sol seguirá saliendo y las plantas floreciendo, pero habrá paz, tranquilidad,

abundancia, alegría, mucho placer físico. Obviamente, acompañado todo de un

bien espiritual.

Ahora podemos pasar a la pregunta principal: ¿cuáles cuerpos se levantarán?

Digamos que Moshé reencarnó en Eliahu y éste a su vez en Itzjak, y la


perfección se completó con Yosef. ¿Quién de todos resucitará y recibirá el

pago físico?

Don Itzjak Abarbanel opina que sólo el primer cuerpo se levantará, ya que fue
el inicio y todos los que vinieron después lo hicieron para repararlo a él; por

tanto, ése será el cuerpo que se levante y reciba su pago terrenal. Pero en el

libro Arvé Najal (parashat Shelaj Lejá) opina que el último cuerpo será el que se

levante, pues uno hereda al anterior, y ya que explicamos que la reencarnación

se considera “hijo” —es decir, si Moshé reencarnó en Eliahu, entonces


espiritualmente Eliahu es hijo de Moshé, ya que representa su continuación—,

entonces de la misma forma que un hijo hereda a su padre un cuerpo hereda


las tareas y el carácter de su antecesor, de tal forma que el último que culminó
la reparación fue el que se quedó con la herencia de todos y será el que se

levante.

Sin embargo, en el libro Corbán Shabat, en nombre de Hadéret Shelomó, dice

que todos los cuerpos involucrados en la reparación se levantarán, y compara

esto a varias velas: tomamos el fuego y prendemos otra, la segunda se ilumina

y la primera no se apaga, y así terminan varias velas encendidas. Esto se basa

en el versículo que dice: “La vela de Dios es como el alma de la persona, que

ilumina todos los espacios internos de los cuerpos” (Mishlé 20:27). Por tanto,

todos los cuerpos involucrados en la reparación se iluminarán.

Agrega sobre este concepto el libro Lev Sameaj (parashat Miketz), en nombre

del Bet Yosef, quien testimonió que esta información la obtuvo del ángel

HaMaguid, que todos los cuerpos involucrados se levantarán y serán como un

equipo y compañeros, sólo que el más perfecto será el líder, el maestro de

todos ellos.

En el Zóhar dice, en nombre de Rabí Yosí, que sólo el cuerpo más perfecto se

levantará; es decir, el cuerpo que más luchó, perfeccionó y alcanzó mayor

porcentaje de reparación del alma, es el cuerpo que merecerá el placer de


Yemot HaMashíaj.

Hay un punto en el que todos están de acuerdo: ciertos cuerpos no se

levantarán, aunque su alma se levante en otro cuerpo. Por ejemplo, las

personas que fueron ateas, rebeldes, herejes, ese cuerpo seguro no se

levantará, al igual que no se levantarán los que aparecen en la lista de la

Mishná de Sanedrín (Cap. 11), y entre ellos, los que no creen en la

resurrección de los muertos. Es decir, también según los que opinan que todos

los cuerpos se levantarán, un cuerpo de éstos no tendrá ese placer, y su alma,

que reencarnó en otro cuerpo que sí reparó, será el que se levante.


Sin embargo, la intención en la pregunta que se hizo en esta sección tiene dos

significados: el de los Jajamim y el de las personas comunes como nosotros.

Cuando los Jajamim hicieron esta pregunta intentaron analizar, como lo hemos

hecho aquí, qué cuerpo recibirá el pago, pero cuando hoy nos preguntamos

qué cuerpo se levantará, nos referimos a otra cosa; por ejemplo, ¿voy a ver a

mis abuelos o no? Perdí a mi hermano; ¿en la resurrección se levantará él u

otro? Es decir, nuestras preguntas tienen un motivo más sentimental, pues lo

que deseamos es volver a abrazar al ser querido que perdimos, y por eso nos

preguntamos quién va a levantarse.

La respuesta a esta pregunta es muy distinta a la que hemos presentado hasta

ahora, y es la siguiente: en esta etapa de nuestra vida reconocemos a las

personas sólo por su apariencia física, ya que no tenemos las herramientas

para conocerlas espiritualmente. Por tanto, el abuelo con su barba, gorra y traje

que conocimos en vida, es nuestro abuelo y nadie más; pero olvidamos que,

junto con la resurrección de los muertos, que dará fin a la reparación de las

almas, reconoceremos todos nosotros a las almas de una manera espiritual y

no física. Y gracias a la iluminación del Mashíaj entenderemos todos quiénes

somos y quiénes fuimos, y captaremos por fin que el cuerpo sólo fue la

vestidura del alma, que en cada reencarnación cambió de traje, pero es el

mismo ser, ya que en verdad el ser no es el cuerpo, sino el alma. Por tanto,

preguntar en qué cuerpo vendrá mi abuelo equivale a preguntar hoy con qué

traje aparecerá, azul o blanco, cuya respuesta es obvia: ¿qué importa con qué

color de traje venga, con tal de que sea él?” Así será nuestro entendimiento en

la época mesiánica, en la que diremos: “No me importa con qué cuerpo vendrá,

con tal de que sea él”.

¿Qué pasa con la tarea de reparación de los que se suicidaron

antes de completarla?
Mucha de la gente que se suicida lo hace porque no puede tolerar la clase de

vida que lleva o específicamente una situación de la cual no puede salir ni

superarla. Decide poner fin a sus sufrimientos quitándose la vida. Ocurre

también a veces, que quitan la vida a otro que está sufriendo para que ya

descanse (como en la eutanasia). El factor común es escapar de la tarea

Divina que les tocó, pensando que así se liberarán de realizarla.

Pero no es así. Las tareas deben cumplirse y una tarea incompleta requiere

volver a realizarse desde el principio. De la misma manera que la ley en

algunas prisiones dice que un prisionero que fue condenado a diez años y se

escapó de la cárcel a los ocho años, cuando lo capturan no completará

solamente los dos años que le faltan, sino que empezará la cuenta de su

sentencia de diez años de nuevo.

No cabe duda de que quien se suicidó sintió que su vida era una prisión, llena

de agonía y sufrimiento, pero por algo fue así, por algo que muy probablemente

hizo en su vida pasada, por lo que tuvo que pagar de esa forma. Dios no está

en su contra y menos aún goza cuando uno de Sus hijos está sufriendo, sino

que Dios en estos casos se compara con el padre cuyo hijo de tres años de
edad toma veneno y ahora está sufriendo los efectos secundarios, y por ello, el

padre lo lleva al hospital. El niño no entiende qué le está pasando, y menos aún

por qué su padre lo lleva a un lugar tan malo, donde lo inyectan, lo fastidian, le

meten tubos por la nariz, etc. El padre se sienta junto a la cabecera de la cama

del niño, acariciándolo y explicándole que no hay otro remedio, ya que para

limpiar el veneno que entró al cuerpo hace falta pasar por esos tratamientos.

Del mismo modo, Dios acompaña a cada uno de Sus hijos cuya vida se ha

transformado en un tratamiento difícil por venenos espirituales, pecados y


malas acciones que realizó en su vida anterior. Y ya que no se arrepintió y no

tomó un vaso de leche pura, para neutralizar el veneno, no hubo más remedio
que pasar por un tratamiento incómodo, con tal de purificar su alma.
Escuché un ejemplo maravilloso: un hombre llega al Cielo y ve un mapa de su

propia vida, con partes en blanco y otras en negro, y en todo el trayecto

marcado aparecen dos conjuntos de pisadas. Pregunta el hombre al Creador:

“¿Qué es este mapa?”, y Dios le contesta: “Es el trayecto de tu vida. Las partes

blancas indican las épocas iluminadas y bonitas que tuviste en la vida y las

partes oscuras simbolizan las épocas difíciles y negativas que tuviste”. Con

más atención el hombre vuelve a observar el mapa de su vida, afirmando sus

épocas bellas y malas; pero se da cuenta de que en las partes blancas

aparecen dos conjuntos de pisadas y en las partes oscuras sólo uno. Pregunta

de nuevo al Creador: “¿De quién son estas huellas?”, “Unas son tuyas y otras

son Mías”, contesta Dios, “ya que siempre te acompañé, hijo mío”. “Entonces,
¿por qué me abandonaste en mis épocas difíciles, ya que veo en ellas un sólo

par de huellas?” “Esas huellas que ves no son tus huellas, sino las Mías, ya

que en tus épocas difíciles Yo te llevaba en brazos.”

Cada persona ha diseñado su propia vida actual en base a lo que hizo en su

vida anterior, del mismo modo que cada persona diseña hoy su siguiente viaje

(si es que necesitara regresar). Sin embargo, en lugar de reflexionar por qué

vinimos así y cuál es exactamente nuestra tarea, nos pasamos la vida

quejándonos y deseando que cambien las cosas, haciéndonos creer a nosotros

mismos que si nuestra vida fuera diferente, seríamos más felices.

En realidad hay que hacer dos cosas: la primera, no conformarnos, y la

segunda, conformarnos. El hombre tiene que luchar con medios terrenales,

físicos, y por medios espirituales, como rezos y teshuvá, a fin de cambiar su

destino para bien y mejorar su calidad de vida, y no conformarse con lo que

tiene, sino luchar por un futuro mejor. Pero cuando intentamos hacer todos los

esfuerzos, “moviendo cielo y tierra”, y no obtenemos los resultados que

deseábamos, tenemos que entender que, al parecer, debemos pasar por eso y

de alguna forma conformarnos con el plan Divino. Es una tarea por enfrentar y
no para escapar de ella, pues no ganamos nada con el suicidio, sino que

agravamos la tarea, ya que en el próximo viaje el suicida no sólo tendrá que

repetir toda la tarea de nuevo, sino que tendrá que reparar también el hecho de

haberse suicidado, lo que muy probablemente le ocasionará venir con

tendencia al suicidio y, sumándola a la misma tarea que tenía que enfrentar,

seguro que hará su misión aún más difícil.

Así que lo mejor es luchar, rezar, intentar pasar este trago amargo y no olvidar

que “Dios aprieta, pero no ahorca”, y seguro dio a esa persona las

herramientas y fuerzas para poder acabar con éxito su tarea.

¿Cómo se hace teshuvá por los pecados cometidos en la

reencarnación pasada?

La respuesta a esta cuestión se divide en dos partes: la primera consiste en

simples rezos mediante los que pedimos perdón por lo que hicimos en la vida

anterior, pero sin tener la menor idea sobre qué estamos pidiendo perdón; por

ejemplo, en el rezo diario, en la parte del Tajanún, pedimos perdón por todos

los pecados que cometimos, pero cada uno de nosotros nos expresamos en

plural: ashamnu, bagadnu…, “pecamos, robamos, hablamos mal, etc.”, y el


motivo de que lo digamos en plural y no en singular no es porque estemos

pidiendo un perdón colectivo, ya que también el hombre que rece a solas en el

desierto debe decirlo en plural. El perdón que pedimos no es únicamente por

los pecados que cometemos en esta vida, sino que nos referimos también a los

pecados que cometimos en vidas anteriores, y por ello nos expresamos en

plural, refiriéndonos a nosotros mismos en nuestras múltiples reencarnaciones.

Y como no sabemos qué pecados cometimos, pedimos perdón por todo en el

Tajanún, y especialmente en el Viduy HaGadol del Día de Kipur, y leemos


todos los pecados que posiblemente hayamos cometido, como diciéndole a
Dios: “No sé en qué fallé, pero si cometí alguno de todos estos pecados, los

detallo para que me perdones”.

Por ejemplo, en el rezo que pronunciamos todos los sábados después de la

lectura del Shir Hashirim (El Cantar de los Cantares) decimos: “Que logremos

cumplir toda nuestra tarea, sea en esta reencarnación, sea en las

reencarnaciones anteriores, para poder llegar al Olam Habá junto con todos los

tzadikim…”

Y respecto a la futura reencarnación, decimos en la Amidá de Yom Kipur:

“Perdónanos por los pecados que cometimos, los cuales nos causan tener que

regresar de nuevo al mundo en reencarnación, en distintas formas…”

En cuanto a los pecados que pudieron cometer los demás contra nosotros, los

cuales quizá les causen regresar para repararlos, o ya han regresado para

reparar lo que nos hicieron en la vida anterior, aclaramos todas las noches,

antes de dormir, en la Keriat Shemá al amitá: “Dueño del mundo, perdono a

todos los que me hicieron un daño, sea en mi cuerpo, sea en mi dinero, sea en

mi honor, sea que lo hicieron a propósito o sin querer, los perdono de todo

corazón, sea que esos pecados hayan sido causados en la reencarnación


pasada o que sean cometidos en ésta, causándoles reencarnar para

repararlos. Los perdono de todo corazón…”

Todos estos rezos son genéricos, ya que no apuntan a una falla específica. De

forma general pedimos perdón y perdonamos por lo hecho en las múltiples

reencarnaciones.

Pero la segunda forma de reparar todo lo hecho es por medio de meditación

profunda y análisis personal, para “apuntar” específicamente la falla que

vinimos a reparar. Eso puede lograrse de varias maneras, como analizar cuáles

pecados nos atraen mucho en esta vida y cuáles representan nuestra debilidad
espiritual. Por ejemplo, hay personas que desde pequeñas se sienten atraídas
de forma exagerada por la soberbia, el enojo, las mujeres, etc. Ya aclaramos

que si ése es el lado negativo de la “batería”, eso es lo que vinimos a reparar.

Pero agregaremos algo más: si esa atracción es una señal de que pecamos en

eso, no bastará que esta vez no pequemos, sino que también debemos pedir

perdón por ese pecado, pues al parecer lo cometimos bastantes veces en la

reencarnación pasada.

A veces la insinuación de Dios sobre por cuál pecado debemos poner mayor

atención y pedir perdón nos llegará por otro “canal”. Puede ser cuando otras

personas nos culpen de algo que nosotros sabemos que no hicimos, pero

lamentablemente no tenemos las pruebas suficientes para comprobarlo. De

esta forma nos cuestionamos: “Si no hice nada, ¿por qué me culpan?” La

Guemará aclara: “No hay alguien de quien se sospeche que hizo daño y esté

limpio de ello”, es decir, si no lo hicimos en esta vida, Dios mandó emisarios

que nos culpen por algo que hicimos en la vida anterior, para indicarnos que

debemos hacer teshuvá por esa acusación.

También la insinuación puede llegarnos por otro lado, y es cuando cometemos

un pecado sin querer. Digamos que accidentalmente matamos a alguien y no


teníamos nada, pero nada de culpa; y nos cuestionamos: “Si esa persona tenía

que morir, ¿por qué me eligió Dios para ser su verdugo?”

La respuesta es que en la vida pasada causamos una muerte y no nos


arrepentimos ni hicimos teshuvá; esta vez somos actores, llevados a una

escena en la cual volvimos a causar una muerte, aunque esta vez no tenemos

ninguna culpa, pero nos sirve para indicarnos el pecado que cometimos en la

vida pasada y, debemos reflexionar y pedir perdón con lágrimas por lo que

cometimos.

Eso fue lo que, en el capítulo anterior, sucedió con Najum Ish Gam Zu.
Mientras preparaba la comida para el hombre pobre, éste murió; esto le indicó
que él había sido culpable en una vida anterior de la muerte de otros pobres,

ya que él era Lot, el juez de Sedom y Amorá, quien con la prohibición de

ayudar a los pobres causó la muerte de muchos de ellos.

En consecuencia, la teshuvá por los pecados cometidos se concentra en estas

dos áreas:

1. Pedir perdón en general por todos los pecados;

2. Meditar y observar las insinuaciones de Dios, las cuales nos indican el

pecado en particular que debemos reparar.

¿Las pérdidas monetarias tienen que ver con las reencarnaciones

pasadas?

Es importante aclarar en primer lugar que la manutención de la persona

depende de Dios. Sin embargo, a la persona se le piden dos cosas: que tenga

fe y que se esfuerce. En el mundo de los negocios siempre hay altibajos, a

veces ganamos dinero y otras veces lo perdemos. Sin embargo, a veces hay

pérdidas anormales, es decir, que no hicimos nada fuera de lo común y

perdemos dinero de forma que nos parece injusta. Por ejemplo, en una disputa

financiera con alguien, acudimos al tribunal rabínico sabiendo que tenemos la

razón, pero por escasez de pruebas o de manera ilógica perdemos el juicio y

con él, cierta cantidad de dinero. Muchas veces eso es por deudas que tuvimos

justo con esa persona en nuestra vida pasada, y en esta vida Dios planeó todo

para que ocurriera así para que el dinero regresara a su lugar original.

Así explica el Zóhar (Shemot 294a) sobre el versículo que dice: “Y éstas son

las leyes de justicia que pondrás ante ellos…” (Shemot 21:1). La palabra “ante

ellos” en hebreo significa también “antes de ellos”; por tanto, explica el Zóhar, a

veces las leyes del juicio no salen como deberían y el motivo es porque desde
el Cielo lo están causando por lo que pasó entre los involucrados “antes de

ellos”, es decir, en la vida anterior de ambos.

Dios se encarga de reunir de nuevo al deudor y al acreedor. A uno se le cae un

billete de $100 y el otro, que camina por donde pasó el primero, se lo

encuentra. De esta forma, Dios hizo que esa deuda fuera pagada, aunque

fuera de manera indirecta. Claro que quien perdió el billete lo considera mala

suerte, pero en verdad Dios le hizo un gran favor, ya que Él ve que esa

persona se esfuerza en reparar su vida y en los rezos pide perdón por los

pecados cometidos en sus vidas pasadas.

Vimos ya el caso del joven que consultó al Arizal respecto dónde encontrar a

su pareja; él lo mandó a una aldea donde efectivamente encontró a su mazal,

pero a la semana de la boda ella falleció, él la heredó y regresó a Tzefat con

una suma considerable de dinero. Ante sus interrogantes, el Arizal le explicó

que ella había sido su socia en la vida pasada y le había robado la misma

suma que ahora le devolvía.

Por eso, en la vida presente de todos nosotros debemos tener mucho cuidado

con las deudas monetarias, y pagarlas a tiempo para que no nos olvidemos de
ellas, pues las deudas viejas, aunque quizá han sido olvidadas, nunca han sido

perdonadas. Se deben pagar, ya sea al acreedor o a sus descendientes, ya

que por una deuda podemos regresar de nuevo a este mundo y tenemos que
pasar toda una niñez y una adolescencia para que al final “se nos caigan

$100”. No importa la suma, como aclararon nuestros Sabios: Din perutá kedín

meá, “La ley de una moneda es como la ley de cien”.

Quiero relatarles una historia que ocurrió recientemente en Israel y que causó

mucho ruido. El 19 de agosto de 2003 sucedió un terrible atentado en el

autobús número 2 en Jerusalén, en el cual murieron muchos adultos, niños y


bebés inocentes. Entre ellos estaba el rabino Janoj Zégal, maestro del Talmud
Torá Torat Emet, conocido como un gran educador y muy cuidadoso de todas

las leyes, especialmente en las monetarias.

Unos meses después del atentado, en la época de Lag BaOmer, se apareció el

rabino Zégal en sueño a uno de sus familiares, enseñándole un papel con el

número 5, y le decía: “Hoy equivale a 14 shékel.

Se los debo a un hombre llamado Bayan. Por favor, págaselos, porque si no,

tendré que regresar al mundo de nuevo para hacerlo yo”. Al amanecer, toda la

familia estaba conmovida al enterarse del sueño que les relató el familiar del

rabino y empezaron a investigar quién era ese Bayan. Entendieron que cinco

se refería a la moneda antigua que había en Israel, llamada lira, por lo que

buscaron en la lista de los alumnos de Rab Zégal de esa época y, en efecto,

vieron que 24 años antes, el rabino había tenido un alumno llamado Báyan.

Cuando lo encontraron, sin contarle el sueño, le pidieron que les hablara un

poco sobre su antiguo maestro; especialmente le pidieron que recordara si le

había quedado a deber algún dinero, ocultándole mientras tanto el contenido

del sueño.

El hombre, ya de 37 años de edad, relató qué tan buen maestro fue Rab Zégal
y, entre una anécdota y otra, de pronto dijo: “Me acuerdo que una vez salimos

a una excursión en Lag BaOmer y a cada uno se nos pidió pagar cinco liras. Un

día antes de la salida, se me acercó el maestro Zégal y me dijo: ‘No pagaste’. Y


yo le respondí: ‘Sí, claro que ya pagué’. Rab Zégal sacó la lista de los que ya

habían pagado y me demostró que aún no pagaba. Yo, como niño, estaba

seguro de haber pagado, pero no discutí con mi maestro y pagué otra vez. La

verdad, siempre me molestó aquel incidente, pero ya lo olvidé”. La familia

quedó impactada. Relataron el sueño a Bayan y le pagaron el equivalente


actual, los 14 shékel, y él, por propia voluntad, los donó para los pobres en

nombre de su gran maestro, Rab Zégal.


Los Jajamim de esta generación explicaron sobre este caso que sólo a las

almas de aquellos que son tan cuidadosos y no tienen deudas sino solamente

involuntarias son a quienes se les da la oportunidad de repararlas desde el

Cielo, mandando mensajes en sueños a sus familiares, pero las almas de las

personas que roban o que intencionalmente no pagan sus deudas tienen que

regresar para repararlas.

Así que debemos revisar siempre nuestra “agenda monetaria” y pagar a

tiempo, ya sea poco o mucho, ya sea a personas o a instituciones.

¿Es posible que un hombre reencarne en mujer o viceversa?

Ya aclaramos que los hombres del pueblo de Israel vienen a reparar a Adam

HaRishón y las mujeres a Javá. Del mismo modo que nuestros patriarcas

Abraham, Itzjak y Yaacov comenzaron la reparación de Adam HaRishón y

nuestras matriarcas Sará, Ribká, Rajel y Leá comenzaron la reparación de

Javá; así, todos los hombres pertenecen al alma masculina de Adam y todas

las mujeres al alma femenina de Javá. Por tanto, no pueden cambiar de

género.

Encontré una insinuación interesante al respecto en el libro Yaguel Yaacov, en

nombre de Rabí Natán Adler, z’l, quien explicó el versículo de la Torá que dice:

“No se vestirá el hombre con ropa de mujer, y la mujer no se pondrá ropa de

hombre”. Rab Adler explica que no se refiere solamente a la vestimenta del

cuerpo, sino también a la del alma, es decir, el cuerpo, y por tanto,

normalmente el alma masculina no se vestirá de cuerpo femenino.

Eso es lo habitual. Sin embargo, hay casos remotos en los que se castiga a un

alma haciéndole regresar en un cuerpo del otro sexo, por ejemplo, por
prostitución. travestismo o por relaciones con personas del mismo sexo, etc.

Eso es un castigo, ya que el alma no se siente cómoda en su vestidura


opuesta. Es como si vistiéramos a un hombre decente con ropas y maquillaje

de mujer, o viceversa.

Quiero aclarar que respecto a la posibilidad de que las mujeres reencarnen, en

general, manejamos en esta guia la opinión del cabalista Rabí Menajem

Recaneti (1250-1310), quien sostiene que las mujeres reencarnan igual que los

hombres.

¿Un judío puede reencarnar en un goy?

Antes de responder, debo aclarar cuál es la respuesta a este tipo de pregunta

en otras religiones y sectas. Por ejemplo, los hindúes se dividen en castas

(categorías sociales); ellos también creen en la reencarnación y opinan

claramente que nunca un miembro de cierta casta reencarnará en un miembro

de otra. Por ejemplo, los brahmanes —la casta sacerdotal— nunca

reencarnarán en sudras —la casta de esclavos—.

Los drusos, que son una rama del Islam, también creen en la reencarnación y

opinan claramente que un druso nunca reencarnará en un católico o en un

judío.

El judaísmo opina que un judío normalmente reencarna en un judío,

entendemos que las almas pertenecen a determinados grupos y no se

intercambian. Sin embargo, el judaísmo opina que sí existe la posibilidad


(aunque sea remota) de que un judío reencarne en un goy.Explicaremos de

nuevo la diferencia entre las almas y después explicaremos en qué casos

reencarna un judío en goy.

Ya dijimos en la Introducción que el pueblo de Israel, por medio de Abraham

Abinu y Sará, recibieron sobre sí la tarea de reparar las almas de Adam y Javá,

las cuales eran muy especiales y elevadas por el hecho de que sus cuerpos
fueron mano de obra de Dios, y sus almas fueron insufladas directamente por

Él.

Las demás personas que vivieron después, durante 20 generaciones hasta

Abraham Abinu, tenían alma, pero no como la insuflada en Adam. La tarea de

reparación que asumió Abraham Abinu consistió en llevar una vida muy rígida,

pura, cargada de leyes y mandatos los cuales restringen la vida del ser humano

y la convierten en algo muy especial y distinto de todo lo que se conocía en el

mundo. Por eso ningún gentil envidia el estilo de vida religioso de un judío. Sin

embargo, ése es el precio que pagamos por considerarnos el Pueblo Elegido.

Del mismo modo que ningún niño envidia la vida de un niño príncipe, que todos

los días viste traje, con maestros y maestras particulares que entran y salen del

palacio, que come como un robot y con los más finos modales (ya que nunca

veremos a un príncipe comiendo tacos en la calle), y además se le prohíbe

hacer travesuras, no vaya a ser que mañana salga en los periódicos, en la vida

del pueblo de Israel, los “Príncipes de Dios”, estamos obligados a andar

“trajeados”, con ropa recatada, estudiar con nuestros maestros particulares, los

rabinos, tomar infinidad de clases de Torá, comer alimentos kosher y cuidarnos

de no “hacer travesuras” que causen Jilul Hashem, la profanación y mala fama

del Nombre de Dios.

Por supuesto, si creemos que la vida estricta del príncipe vale la pena con tal

de vivir en un palacio, así también cada yehudí sabe que su vida con

restricciones le otorgará el derecho y el privilegio de estar el día de mañana en

el Paraíso, el Palacio de Dios. Obviamente, el que aprenda a vivir y a gozar las

leyes de Dios, terminará disfrutando en este mundo y en el mundo venidero.

El Zóhar dice que cuando un judío decide asimilarse o casarse con un goy o
goyá, o con una persona que decidió renegar del judaísmo y dar la espalda a

Dios, reencarnará en un goy. En este caso, no se considera que Dios castiga a


esa persona, sino que respeta su decisión y le dice: “Si ése es el camino que
quieres, y ése es el lugar al que quieres pertenecer, está bien. La próxima vez

nacerás allá”. Dice Rabí Shelomó Elgazi, en su libro Meuléfet Zapirim, que se

aplicará a esa alma el versículo: Venijretá hanefesh ahí meamea, “Y se cortará

esa alma de su pueblo” (Shemot 12:15).

Obviamente después de que el alma sube al Cielo y ve lo que perdió por su

decisión, se arrepiente y desea “quedarse en familia”. Pero ya no hay nada que

hacer, pues toda acción tiene una reacción y esa alma que nacerá fuera del

judaísmo, tendrá desde el principio, un deseo extraño e inexplicable con un

interés desmedido hacia el judaísmo. Esos son los conversos que regresan “a

casa”, ya que no lo hacen por interés monetario, amoroso, etc., sino por amor

espiritual (y por supuesto, se convierten de forma ortodoxa y no “dolarizada”).

La historia judía está llena de grandes personajes rabínicos y lideres

espirituales que fueron conversos, y su origen fue de almas judías que

renegaron. Por ejemplo, el caso de Diná, la hija de Yaacov Abinu, quien

después de ser violada y secuestrada por Shejem decidió renegar y quedarse

con él, y por ello reencarnó como goyá, como la princesa Kozbí, la cual se unió

al grupo de mujerzuelas que fueron a seducir a los jóvenes israelitas, acto que
no corresponde a una princesa. Sin embargo, ella se acercó a los israelitas

porque se sintió atraída, como un imán, a ese pueblo, pero no se acercó de

manera correcta; y fue sólo en su tercera reencarnación, como Rufina, la

esposa de Rufus, que se convirtió correctamente y regresó a casa cuando llegó

a ser esposa de Rabí Akivá.

¿Hay posibilidad de que un goy reencarne en un judío?

De la misma forma que un judío que reniega y se asimila nacerá como goy, un

goy que admire el judaísmo o que ayude a los judíos, por ejemplo, salvándolos

de la muerte, tendrá el privilegio de formar parte del pueblo de Israel en su


próxima vida.
La historia de las reencarnaciones está llena de ejemplos como éstos, desde

Shejem y sus 24 mil seguidores que se circuncidaron con la intención de

pertenecer al pueblo que estaba en formación y no tuvieron oportunidad porque

fueron asesinados por Shimón y Leví y reencarnaron como parte de la tribu de

Shimón, hasta Elifaz, el hijo de Esav, que no mató a Yaacov y lo salvó de una

muerte segura, en su siguiente reencarnación como el gran Onkelos, se apegó

al judaísmo como si éste fuera un imán.

Estos casos ya los conocen, pues los mencionamos en el capítulo anterior.

Permítanme traerles dos ejemplos nuevos.

Abraham Abinu tenía tres amigos: Aner, Eshkol y Mamré. Cuando Dios ordenó

a Abraham Abinu a los 99 años que se hiciera el berit milá, él consultó con sus

tres amigos para ver quién de ellos lo animaba a obedecer ese difícil mandato.

Aner le dijo que era malo hacer sufrir al cuerpo, y eso está insinuado en su

nombre, pues Aner en hebreo tiene las iniciales de Inuy Nefesh Ra, “Afligir al

alma es malo”; Eshkol le dijo que era un loco por querer cortar su propia carne,

y también eso está insinuado en su nombre: forma las iniciales de Abraham

Shoté Koret Leevaró, “Abraham es un tonto al cortar su miembro”. El único que


lo apoyó, lo animó y le dijo que obedeciera el mandamiento Divino sin

preocuparse por su salud, pues “Dios es el médico y sanador de todos”, fue

Mamré, cuyas iniciales forman la frase: Mul Maer Rofeja El, “Circuncídate

rápido; Dios te curará”.

Dice el Haramá Mipano que, por esa actitud, Mamré tuvo el privilegio de

reencarnar en la época talmúdica en el gran doctor Abá Umná que, por medio

de extracciones de sangre, curó a mucha gente. Él animó a Abraham Abinu

para que hiciera el Pacto con Dios, hablándole del Dios curador y ya que con la
sangre que derramara en el berit tendría vida y salud, Mamré se convirtió en un

doctor que curaba sacando sangre y, como relata la Guemará (en Taanit 21b)
fue un hombre al que envidiaban todos los rabinos, como Abayé y Rabá, pues
a diferencia de ellos, que recibían un saludo celestial —una profecía— una vez

al mes o al año, él lo recibía todos los días; y la Guemará explica que era por

su recato, bondad, por juzgar siempre para bien, etc. Pero además de todo

eso, podemos decir que el motivo de ese cariño celestial era por haber

animado a Abraham Abinu a hacerse el berit. Además Abraham se alojó en el

terreno de Mamré y ahí tuvo Abraham Abinu la gran revelación de Dios, Quien

fue a visitarlo. Como dice la Torá: “Y se apareció Dios a Abraham en Eloné

Mamré…”, y ahí mismo fue donde recibió la visita de los tres ángeles y que uno

de ellos lo curó.

Curiosamente, me di cuenta de que la palabra Mamré tiene un valor numérico

de 281, al igual que la palabra rofé, “doctor”.

Otro ejemplo de dos hermanos goyim que reencarnaron en dos grandes

rabinos judíos fueron Adarmélej y Sharétzer, los hijos del rey Sanjerib, quien

sitió Jerusalén en la época del rey Jizquiyá y, por medio de un milagro Divino,

murió todo su ejército en las afueras de la ciudad, salvándonos así de una

masacre y destrucción seguras como se relata en el libro de Melajim II (19:37).

Al ver los hijos de Sanjerib ese gran milagro, se levantaron y asesinaron a su


padre, para que no se reorganizara y volviera a atacar la ciudad. Por ese acto

de salvación para el pueblo de Israel ambos reencarnaron en los grandes

lideres espirituales Shemayá y Abtalión, como dice la Guemará (Guitín 57b):


“Los descendientes de Sanjerib enseñaban Torá en Israel y son Shemayá y

Abtalión”. Probablemente esta cita se refiere a sus descendientes biológicos,

pero sí es seguro que, espiritualmente, Shemayá y Abtalión son hijos de

Adarmélej y Sharétzer. Agrega el Meam Loez sobre el versículo de Melajim II

que Adarmélej, cuyo nombre comienza con la letra alef, reencarnó en Abtalión,
cuyo nombre también comienza con la letra alef, y Sharétzer, que empieza con

la letra shin, reencarnó en Shemayá.


¿Cuál es la razon de que unos conceptos de la Cabalá, aparezcan

tanto en el Lejano Oriente, como en China y la India?

Es verdad; en ambas culturas podemos encontrar muchas cuestiones místicas.

Se habla mucho de energía, meditación y autocontrol. Y el motivo, de acuerdo

con el judaísmo, es que ambos tenemos la misma fuente de información, que

es Abraham Abinu. Explicaré esto a continuación.

La Torá relata que Abraham Abinu tuvo tres esposas: Sará, Hagar y Keturá

(según la opinión de que Hagar no es Keturá). Abraham Abinu fue monoteísta y

el apego a Dios le permitió conocer la tercera dimensión del mundo: el lado

místico, energético, y los secretos del macrocosmos —el mundo— y del

microcosmos —el ser humano—.

Del hijo de Hagar, Ishmael, descienden los musulmanes, una secta de los

cuales se llama Agrim que proviene de la palabra Hagar. Con Keturá, Abraham

Abinu tuvo seis hijos, llamados Zimrán, Yokshán, Medán, Midián, Ishbak y

Shúaj.

El versículo en Bereshit (25:5) relata sobre la separación que hizo Abraham


Abinu antes de fallecer, entre su amado hijo Itzjak y los hijos de Keturá, a

quienes les dio regalos y los mandó a la tierra de Kédem. Ese lugar está

ubicado en el Lejano Oriente. Aclaran nuestros Sabios (Sanedrín 91a) que los
regalos que les dio eran conceptos místicos, poderes ocultos que no necesitan

de pureza física y espiritual para ser usados, y lo hizo para que no se mezclen

con Itzjak.

La tradición china relata que su cultura comienza con cinco reyes gigantes que

vinieron de muy lejos y trajeron con ellos mucha sabiduría. Los chinos fechan

este acontecimiento hace cuatro mil años, justo la época en que, según nuestro

calendario, vivió Abraham Abinu.


En la cultura hindú, la casta más elevada es la de los brahmanes, quienes de

acuerdo con la opinión judía, recopilada en el libro Hamahapaj (pág. 278),

provienen de Abraham Abinu y por ello se llamaron brahamanes. Su principal

dios es Brahma, cuya traducción literal no es “dios”, sino “fuerza sagrada”. Su

nombre en hebreo tiene las mis-mas letras que “Abraham”.

Y curiosamente la esposa del dios Brahma ellos la llaman Sarai-wati o Sara-

wati, y sabemos que la esposa de Abraham Abini se llamó al principio Sarai y

después Sará. Y si esto fuera poco, el río Sarawati en la India tiene una

ramificación que se llama Hagar.

Es curioso que la cultura hindú relate sobre un diluvio que ocurre cada cierto

número de años y en el cual el dios Brahma se salva sentándose en un

cascarón de huevo, que tiene la función de un arca, y después reinicia la vida

en la Tierra. Lo más probable es que Abraham Abinu les haya relatado acerca

del diluvio y del arca de Nóaj, y ellos, con el tiempo, la modificaron y la

adaptaron conforme a sus creencias.

Se cree que cinco de los seis hijos de Abraham llegaron a China y uno a la

India, y se convirtieron en manantiales de información mística. Por ejemplo, la


meditación es prácticamente el rezo de la Amidá, en el cual cada judío se para

y en absoluto silencio se “conecta” con el Creador, reflexionando sobre Su

grandeza y agradeciéndole por todo lo que nos da, pidiéndole lo que le falta.
Curiosamente, según el judaísmo, el primero que inventó esa meditación fue

Abraham Abinu cuando estableció el rezo de la mañana, que se dice con la

salida del sol. Y es sabido también, que según las corrientes actuales de

meditación, la mejor hora para meditar es el amanecer o un poco después, y el

lugar influye mucho. Eso es llamado Feng Shui, el cual pone énfasis en la
importancia del ambiente del lugar donde se realizará la meditación y la

“recarga” de energía “cósmica”.


Eso es prácticamente lo que propone el judaísmo, que haya lugares especiales

para rezar, como templos, casas de estudio, etc., los cuales deben estar

limpios de imágenes y adornados con libros de Torá. Incluso la ubicación de la

persona en el rezo, y su orientación espacial, cambia y causa efectos distintos.

Por ejemplo, quien esté parado enfrente del Hejal, inclinándose un poco hacia

el sur obtendrá sabiduría, pero al cambiar su posición y parándose un poco

hacia el norte obtendrá bienes económicos (Babá Batrá 25b). La ubicación es

de suma importancia y la insistencia de realizar esa meditación siempre en el

mismo lugar es porque tiene mayor eficacia.

Todo esto se aprende de Abraham Abinu, como dice la Torá: “Y fue Abraham y

se paró en el mismo lugar en que se paró el día anterior…” (Bereshit 19:27). Es

decir, Abraham Abinu tenía un lugar específico para rezar, con una ubicación y

ambiente adecuados para ello. De ahí proviene la halajá judía que dice que la

persona debe rezar en un lugar fijo, procurar que sea en un templo, y que lo

mejor es que ese lugar de rezo sea también lugar de estudio de Torá. Nosotros

lo llamamos santidad del lugar y del hogar y ellos lo llaman Feng Shui.

El hecho de salir a lugares naturales, como las montañas, y sentarse ahí a


meditar, está escrito en el Zóhar (Beshalaj 44b), donde comenta que cada vez

que el profeta Elishá tenía una revelación de Dios mientras estaba en las

montañas meditando, se le cataloga como “el hombre de Dios”, y cuando se

habla de él mientras estaba en la ciudad, se le llama simplemente Elishá. El

Zóhar aclara que cuando él estaba en una ciudad rodeado del ajetreo

característico de una ciudad, no lograba el nivel de conexión con Dios que

lograba al estar lejos de todos, sentado en una montaña, de manera que la

meditación no fuera interrumpida, alcanzando un nivel más alto. Y bajo ese

concepto se rige todo el movimiento jasídico de Breslev, en el que este

concepto se conoce como itbodedut, que significa aislamiento, es decir se

busca meditar en soledad.


Incluso el mantra, que es la repetición de una palabra con concentración para

lograr atraer energía, es prácticamente el concepto de Kadosh, Kadosh,

Kadosh, que repetimos en la parte más importante del rezo. Y cada vez que

pronunciamos el Nombre de Dios debemos imaginar la forma de las letras o,

en ciertos rezos, imaginamos la forma del candelabro de siete brazos; este

proceso es llamado por los hindúes mandala que, mientras rezan y se

concentran, ubican la mirada o la mente en una imagen geométrica o un dibujo.

Respecto al “aura soma”, que consiste en imaginar colores y ubicarse con el

color con el que más nos identificamos y más influye en nosotros, también es

un concepto cabalístico, como dice el rabino Aryeh Kaplan en su libro

Meditación y Cabalá (pág. 180), que cada una de las diez sefirot en que los

expertos cabalistas se concentran durante el rezo está asociada a un color; el

jésed al blanco y al plateado; la guevurá al rojo y al oro, etcétera.

Además, el rezo de la mañana se acompaña del tefilín. Ya es muy famoso en

el mundo el artículo sobre medicina china que publicó el doctor Steven Shram

en la revista británica Journal of Chinese Medicine (número 70), de octubre de

2002, donde demuestra que todos los puntos en la cabeza y la mano que toca
el tefilín son los más im-portantes para “cargar energía” en la acupuntura china,

como podrás leer en el libro “Señal de Tefilín”.

También, el concepto del ying y el yang chino, que representa el equilibrio


entre el hombre y la mujer, el cielo y la tierra, el cuerpo y el espíritu, etc.,

prácticamente es el concepto de la letra alef, que está formada en realidad por

tres letras: una yud volteada, una yud derecha y una vav que las une. Explican

nuestros Sabios, que se dedicaron a descifrar el secreto de las letras hebreas,

que la yud derecha hace alusión al mundo celestial, a la espiritualidad, y la yud


volteada alude al mundo terrenal, ya que aquí “la verdad está volteada” y todos

andamos “de cabeza”; y la vav, que en hebreo significa ‘y’ conjuntiva, nos
indica buscar el equilibrio entre el cielo y la tierra, entre lo material y lo
espiritual, entre la mujer —que según el judaísmo, es muy espiritual— y el

hombre —que es considerado muy terrenal—. Toda esta información del

secreto de las letras, en especial de la alef, proviene del Séfer Yetzirá, escrito

por Abraham Abinu.

Y si observan bien, verán que la letra alef y el símbolo del ying y el yang son

iguales.

Es por esto que también los conceptos de reencarnación llegaron hasta allá y

conforman hasta hoy la base de esas culturas, provenientes de Abraham, el

primer gran reencarnado de Adam HaRishón.

Para finalizar esta sección relataré sobre la famosa historia de Aram Tzabar, un

joven israelí, quien al finalizar su servicio militar en uno de los comandos más

selectos, viajó a China y a Japón para buscar la paz interior a través de

meditaciones, Kung-fu, rituales energéticos, etc. Con los años, se convirtió en

un experto en los rituales, el idioma, las costumbres, etc., Después de

involucrarse e ir elevándose en los diversos niveles, logró realizar su gran

sueño, entrevistarse con uno los “rabinos principales” de la secta, quien le

preguntó de dónde venía, el joven le respondió, de Israel. El monje lo miró con


ojos de sorpresa y le dijo: “Ustedes tienen la verdad allá. ¿Qué viniste a buscar

aquí?” (Si quieres conocer la historia completa se puede ver en YouTube bajo

el nombre: ‫)םרא רבצ‬.

¿Cuándo interviene Dios y nos ayuda a reparar?

La Torá nos enseña una ley humana, que a la vez representa la política de

Dios con cada uno de nosotros: “Cuando veas que a una persona le cuesta

cargar o descargar su burro, ya que la carga es muy pesada, ayudar le

ayudarás con él…”. (Shemot 23:5) Aclaran nuestros Sabios que la expresión

“con él” significa que debemos ayudarle sólo cuando el otro participa y se
esfuerza. Si alguien te dice: “Descarga mi burro mientras voy a tomarme un

café…”, no tienes ninguna obligación de ayudarle, porque no es con él.

La política de Dios es igual: ayuda a todos los que se lo solicitamos, pero con

una condición: que nosotros pongamos nuestro máximo esfuerzo y entonces

Dios le ayudará a levantar su carga con él. Y donde termina el esfuerzo

humano empieza el milagro Divino.

Como insinuación podríamos decir que la tribu más sagrada del pueblo de

Israel, de la que provienen los sacerdotes y los cohanim que nos bendicen

diariamente, es la de Leví, cuyo nombre proviene de la expresión de Leá al

tener su tercer hijo: “Ahora -Ilavé-, me acompañará mi esposo, ya que es mi

tercer hijo…” Explican nuestros Sabios que dijo: “En una mano tengo a

Reubén, en la otra a Shimón. Para cargar a este tercer hijo, obligatoriamente

tendrá que ayudarme mi esposo…” Sin embargo, la explicación profunda es la

siguiente: el pueblo de Israel se considera la pareja de Dios y sólo cuando

tienes las dos manos ocupadas, entonces y sólo entonces Dios nos acompaña

y “nos echa la mano”.

Este mismo mensaje se repite con el Arca que cargaban los leviim, la cual era
muy pesada para ser cargada únicamente por cuatro personas. Nuestros

sabios dicen que al finalizar un esfuerzo físico entre los cuatro para levantar el

Arca y ponerla a la altura del hombro, en ese momento que ya habían agotado
sus fuerzas, empezaba el milagro en el que el Arca, cargaba a los cargadores,

que de alguna forma flotaban y de ahí proviene la palabra levitar, de los leviitas

que eran cargados por el Arca. El motivo por el que el milagro no ocurría

mientras el Arca estaba en el piso, es para enseñarnos que primero haz tu

máximo esfuerzo y después Dios hará el resto.

Así es en todos los aspectos: el sustento, la salud, la búsqueda de pareja, y por


consecuencia, también con nuestra tarea de vida, que es reparar las fallas
anteriores en esta vida. Como dice el Ben Ish Jay en su libro Daat Utvuná (“La

llave de la Cabalá”): “Cuando Dios ve el corazón del ser humano y sus

intenciones y cuánto anhela y se esfuerza por reparar su alma, entonces Dios

le ayuda y lo orienta a hacer las cosas, y a estar en los lugares que le sirven

para ese fin”.

¿La forma en que uno muere tiene que ver con su reencarnación?

Cada muerte es triste y dolorosa, independientemente de la edad o la forma.

Pero claro, conocemos diferentes formas de terminar la vida, las cuales el no

creyente cataloga como “mala o buena suerte”. Sin embargo, el creyente sabe

que todo está calculado y planeado a la perfección y nada es casual, sino


causal. Esto está insinuado en la palabra casualidad en hebreo, que se dice

mikré, que son también las letras de, “planeó Dios” y también, en distinto

orden, “sólo de Dios”.

Ya aclaramos que este mundo está al revés y que la visión humana no es

como la Divina, pero, ¡dichoso aquel que tiene los “lentes espirituales” para ver

las cosas como son en su esencia y no como aparentan! Por ejemplo (advierto

que lo que voy a decir ahora no es fácil de digerir, pero intenten superarse y

dejar de ver las cosas de forma terrenal y limitada; intenten verlas como Dios

las ve), si diéramos una lista a las personas para que escogieran la forma en

que sería su muerte: un accidente, ahogados en el mar, apuñalados, o

simplemente irse a dormir con una sonrisa en el rostro y ya no despertar, todos

por lógica elegirían esta última, ya que es agradable, no dolorosa y

aparentemente digna. Pero nuestros Sabios nos piden que superemos ese

sentimiento humano y veamos el bien del alma y no del cuerpo, pues los

pecados en el alma hay que borrarlos y la mayoría pueden borrarse por medio

del arrepentimiento y haciendo teshuvá de todo corazón. Sin embargo, hay


manchas muy grandes, por ejemplo, asesinar a alguien, cometer idolatría, tener
relaciones incestuosas, etc., cuya mancha es tan grave que, además de

teshuvá, habrá que hacer “una limpieza a fondo” para quitarlas, lo que implica

ciertos sufrimientos en la vida y/o la forma de morir.

Por eso la Torá ordenó que ciertos pecados graves merezcan pena de muerte

realizada por el Tribunal Rabínico, para que con su muerte paguen aquí en la

Tierra y de esta manera suban limpios al Mundo Venidero.

Las muertes se dividen en cuatro clases: sekilá, arrojaban al condenado desde

cierta altura, y si no moría por el impacto, lo apedreaban; serefá, introducían

metal derretido, por lo general, plomo, en la garganta del individuo; éreg, le

cortaban el cuello; y jének, ahorcamiento. No cabe duda de que estos castigos

eran muy dolorosos y severos, y aunque no se realizaron muchas veces, la

idea Divina era que pagaran aquí y limpiaran su alma.

Ya que realizar esto era muy difícil para el Tribunal Rabínico, especialmente en

las épocas de los Templos, debido a que muchos se convirtieron en idólatras o

ateos, y no podía masacrarse a todos, devolvieron la justicia a “manos” de

Dios. Y dice la Guemará (Sanedrín 37b): “Desde el día en que se destruyó el

Templo, se eliminaron las cuatro penas de muerte hechas por el Tribunal y


pasaron a ser celestiales, disfrazadas de accidentes, y por tanto, una persona

que se merece sekilá muere por una caída desde la azotea o un terremoto, un

accidente de impacto, una viga que cae sobre su cabeza, un tropiezo con
caída, un golpe mortal en la cabeza, etc.”

El factor común entre todas es que son parecidas a la sekilá original. Y si

alguien merece serefá, muere por quemaduras en un incendio o por tomar un

veneno, o por mordedura de serpiente o picadura de alacranes o arañas; todos

estos se parecen al concepto de la serefá. Y si es condenado al éreg, el

individuo morirá apuñalado o de un disparo, o en un atentado, o quizá también


con el bisturí durante una operación, todo lo cual pertenece a la familia del
éreg. Y si le toca jének, morirá ahorcado o asfixiado, sea por aspirar

demasiado humo en un incendio o por falta de aire, o por comida que se atoró

en su garganta, o simplemente por un ataque al corazón que le impida respirar;

y por supuesto, si se ahoga en el mar o en una piscina.

De una u otra forma, todos los tipos de muerte corresponden a una de esas

cuatro clases. Es importante aclarar que nadie muere por accidente, sino que

todos mueren porque llegó su hora y, estén donde estén, tendrán que partir.

Sin embargo, el alma prefiere, si tiene que irse, por lo menos con su muerte

pagar y limpiar con tal de no tener que regresar otra vez.

Y creo que de Aharón HaCohén mismo podemos aprender qué bueno es pagar

de una sola vez lo hecho, ya que él (como vimos en el capítulo anterior) causó

la idolatría del becerro de oro, lo cual amerita sekilá, pero como en su vida no

lo pagó, tuvo que regresar otra vez como el sumo sacerdote Elí, caerse

accidentalmente de espaldas y re-cibir una sekilá mortal en la nuca. Repito:

toda muerte es dolorosa, pero si pensamos en el alma y no en el cuerpo, en la

lógica Divina y no en los sentimientos humanos, entenderemos que cuanto más

dolorosa sea la muerte para el cuerpo, más limpia sube el alma al Cielo.

Por supuesto, que en la vida debemos cuidarnos de pecar y, si pecamos,

procurar borrarlo con arrepentimiento y buenas acciones, para que tengamos la

posibilidad de morir en forma normal, tal como procuró el Rey David, cuando, a
pesar de que pecó, se dedicó a reparar. Y como señala el Ben Ish Jay en

relación a la haftará de Vayejí, sobre el versículo del Rey David que dice a su

hijo: “Voy a fallecer de manera normal…”, que le está indicando así a su hijo

que logró limpiar todas las manchas de su alma y, por tanto, no necesitará

pagar con una muerte extraña, y la prueba será que, cuando llegue su hora de
morir, no morirá con ninguna de las cuatro muertes del bet din. (Adéret Eliahu).

¿Cómo podemos desarrollar nuestra alma?


Antes de responder esta pregunta, deseo explicar por qué es importante

desarrollar el alma y qué ganamos con ello.

La persona tiene cinco sentidos, pero todos hemos escuchado sobre el “sexto

sentido”, aunque nadie nos dice de dónde proviene y cómo se desarrolla. De

acuerdo con el sod, el sexto sentido es el alma, la cual sabe mucho más que

nosotros; como dijo el Rey David: Venafshí yodaát meod, “Y mi alma sabe

mucho…”.

Sabemos de personas que actuaron sin entender por qué, y se salvaron de un

peligro por medio de algo interno que los orientó. La Guemará explica que es el

alma: “Aunque él no vio, su alma sí lo vio…” (Meguilá 3a). Es decir, dentro de

nosotros hay un sentido espiritual que está conectado a la fuente de energía

Divina y, por tanto, sabe mucho más de lo que logramos almacenar en nuestro

cerebro desde que nacemos, pues su percepción es “tridimensional”, y la

nuestra apenas es unidimensional.

El problema del alma es que está encarcelada y limitada entre las paredes del

cuerpo, y al estar ella en una frecuencia y nuestro cuerpo en otra, la

comunicación se dificulta. Sin embargo, nuestros Sabios aclaran, que puede


tenderse un puente de encuentro entre los dos, el cual consiste en minimizar el

materialismo que busca el cuerpo y mantener su santidad y pureza. Y por otro

lado, desarrollando, engrandeciendo y fortaleciendo el alma lograremos


empezar a establecer esa comunicación. Ya dependerá de cada uno y de su

nivel el “ancho de banda” que utilice para trasmitir la información.

En el nivel más bajo, sentiremos cierta intuición de parte del alma, la cual no

podemos explicar cerebralmente, ni afirmar de dónde proviene, pero de repente

algo dentro de nosotros nos alerta sobre cierta persona, nos empuja a comprar

determinada mercancía o alejarnos de cierto lugar. En palabras actuales, es lo


que llamamos “sexto sentido”, pero en verdad esa expresión no tiene sentido y

su verdadera definición es “una intuición que proviene del alma”.

Si hubiese una “banda” más ancha y una mejor comunicación entre el alma y el

cuerpo, nos permitiría tener mensajes nocturnos, entre sueños, como

advertencias, recomendaciones e incluso información de Torá, como

muchísimos Jajamim testimoniaron que ciertas explicaciones sobre la Torá les

fueron reveladas en sueños.

El nivel más alto de “conexión” lo tuvieron los profetas, cuya alma recibía

mensajes Divinos y se les trasmitían directamente a su cerebro, ya sea

escuchando el mensaje o visualizando algunas imágenes.

¡Ojalá nosotros hoy pudiéramos llegar por lo menos al primer nivel! Estamos

viviendo una época tan mundana, carnal, terrenal, física, materialista que, sin

ninguna duda, nos dificulta la conexión con la parte espiritual, pura, celestial,

Divina. Sin embargo, aunque sea difícil, no es imposible; viviendo como la Torá

nos ordena, podremos alcanzarla. Todo depende del “ejercicio espiritual” que

hagamos, pues del mismo modo que existen gimnasios para desarrollar los

músculos físicos de la persona, y hay aparatos especiales para desarrollar los


abdominales y otros para los bíceps y otros para las piernas, así también hay

medios de desarrollo espiritual para las tres partes del alma que tenemos

dentro de nuestro cuerpo, llamadas nefesh, rúaj y neshamá, cada una de las
cuales tiene su aparato y su medio de desarrollo.

El nefesh está en la sangre y su base es el hígado; se encarga de la acción. El

rúaj está en el corazón (y el pulmón) y tiene como función el habla. Y la

neshamá está en el cerebro, y se encarga de los pensamientos. De forma

general, las mitzvot se dividen en estas tres categorías: de acción, de habla y

de pensamiento. Cuando una persona realiza las mitzvot de acción —por


ejemplo, ponerse tefilín, tomar el lulav, dar tzedaká, ir a visitar a los enfermos,
etc.— desarrolla su nefesh. Las mitzvot que se realizan mediante el habla —

como el rezo, el estudio de Torá, el reproche, el consuelo a los dolientes, etc.—

desarrollan nuestro rúaj. Y todas las mitzvot que se hacen por medio del

pensamiento —como tener fe en Dios, amarlo, temerle, amar al prójimo, etc.—

desarrollan nuestra neshamá.

No obstante, casi cada mitzvá incluye estos tres medios de realización; por

ejemplo, el tefilín tiene tres partes: 1. El hecho de colocarlos, alimenta al

nefesh; 2. La bendición y los versículos que decimos alimentan al rúaj, y 3. La

concentración y la kavaná que ponemos en ellos desarrollan la neshamá. Por

ejemplo, ir a visitar a un enfermo o consolar a un doliente desarrolla el nefesh;

las palabras de ánimo o de consuelo que les digamos desarrollan el rúaj; y la

intención pura con la que estamos haciendo eso, y no por interés monetario o

por honor, desarrolla la neshamá. Y así ocurre con muchas mitzvot más. El

factor común de todas es ejercitar constantemente la Majshavá, el Dibur y el

Maasé, el pensamiento, el habla y la acción, para desarrollar así el nefesh, el

rúaj y la neshamá.

No olvidemos que, de la misma forma que podemos engrandecerlas, igual


podemos debilitarlas, y otra vez por los mismos medios. Es decir, cometiendo

pecados en acción, como comer alimentos no kosher, tener relaciones

prohibidas, robar, etc., debilitamos nuestro nefesh y lo opacamos hasta que ya

no puede trasmitirnos ninguna señal. Igual sucede cuando cometemos

pecados con el habla, como lashón hará, mentir, maldecir, revelar secretos,

chismear y decir groserías; esto debilita y opaca nuestro rúaj. Y todos los

pecados cometidos con el pensamiento, como odiar al prójimo, pensar en

pecados sexuales o en la idolatría, o hacer buenas acciones con malas

intenciones, todo eso daña nuestra neshamá.

Nuestros Sabios del sod aclaran, que a veces Dios nos insinúa cuál es nuestra
parte dañada y en la que debemos poner mucho énfasis para desarrollarla. Por
ejemplo, alguien que vea que los demás piensan mal de él, que sospechan de

algo que no hizo, que se imaginan sobre él cosas que no cometió, indica que

su neshamá necesita desarrollo y reparación, ya que si la mente de los demás

está negativa contra él, eso indica que su pensamiento, es decir, su neshamá,

precisa perfeccionarse. Y si ve que la gente habla mal de él, que difunde

rumores a sus espaldas sin razón, eso indica que su rúaj está mal, porque si el

habla de los demás es negativa contra él, entonces debe desarrollar su habla.

Y si el daño de los demás no es por pensamiento ni por habla, sino que ya

llegó a un nivel físico, en el cual lo agreden, a él o a sus bienes, eso indica que

hay problemas con su nefesh, el cual se encarga de la acción.

De nuevo, es claro que terrenalmente todo esto resulta muy molesto, sea que

piensen o hablen mal de uno, y aún más si lo agreden. Pero si se lo hicieron es

porque él lo hizo y, por tanto, la parte espiritual correspondiente a la acción

está dañada y no desarrollada. En consecuencia, cuando los demás le hacen

eso gana dos cosas: 1. Pagó con sufrimientos el daño que causó; 2. Lo

despierta a la reflexión, indicándole la parte de su alma que debe reparar y

desarrollar. (La mayoría de los aspectos de esta respuesta fueron tomados del

libro Nafshí Vesheelatí, Tomo 3.)

En otros libros se habla de otro nivel de desarrollo del nefesh, rúaj y neshamá

para personas de un nivel más alto, como los estudiosos de la Torá. Al igual

que la persona debe repartir sus bienes materiales en tres: efectivo, mercancía

y bienes raíces, así también el estudio debe estar dividido en tres y cada parte

desarrolla un tercio de nuestra alma. Por ejemplo, el estudio de las halajot, es

decir, aprender las leyes que nos enseñan qué hacer, desarrolla el nefesh, que

tiene que ver con la acción; el estudio de la Torá en general desarrolla el rúaj,

con el cual leemos, explicamos, discutimos, con el habla; y el estudio de la

parte profunda de la Torá, como el sod, el Zóhar o la Cabalá, desarrollan la

neshamá, la cual representa el pensamiento profundo y espiritual.


Al alejarnos de las malas acciones y hacer buenas acciones, acompañadas del

estudio de halajot, desarrollaremos nuestro nefesh. Al alejarnos de hablar mal

de los demás, y al pronunciar sólo palabras de consuelo, de aliento y rezos,

acompañadas del estudio general de la Torá, desarrollaremos nuestro rúaj. Y al

evitar los pensamientos negativos de los demás, y pensar en la fe en Dios y

concentrarse en los rezos, acompañado de estudio del sod a cualquier nivel,

desarrollaremos nuestra neshamá.

¿Cuál es el secreto del Ibur?

El Ibur tiene que ver, en parte, con el concepto de la reencarnación, pero con

una gran diferencia. Aquí utilizaremos la explicación al respecto que da Rabí


Jaim Vital en nombre del Arizal en el libro Shaar HaGuilgulim, Introducción 38.

Al alma a la que le faltó muy poco para reparar, quizás una mitzvá o dos, o que

debió enfrentar una sola tentación que no superó bien en su vida, por

misericordia Dios no la manda de nuevo al mundo. Porque por un detalle tan

pequeño, que no llega ni a ser un “gong”, no vale la pena mandarla

arriesgándola a pecar.

Por tanto, cuando Dios observa a una persona que está a punto de enfrentar la

misma pequeña tentación que aquella alma no superó o una persona que está

a punto de hacer una mitzvá que a aquella alma le faltó, Dios “insuflará” esa

alma dentro del cuerpo de esa persona que tiene su propia alma y compartirán

el mismo cuerpo por unos momentos y juntas realizarán esa mitzvá o

superarán esa tentación.

El segundo motivo por el cual puede ocurrir el ibur es cuando un vivo necesita

ayuda celestial para lograr realizar una mitzvá difícil o superar una fuerte
tentación; en ese momento, si el vivo tiene méritos para ello, se le mandará una

ayuda desde el Cielo, la cual consistirá en el alma de algún tzadik, por ejemplo,
quien fue perfecto en esa mitzvá o superó con éxito ese tipo de tentaciones.

Por tanto, su alma se impregnará en el vivo y le ayudará a realizar la tarea.

Tal vez parezca sorprendente y nos remita a algún tipo de exorcismo, pero no

es así. El ibur es positivo, tanto para el alma que vino como para la persona

que la recibió y, normalmente, no nos damos cuenta de que vino o que se fue.

Tal vez las personas muy elevadas espiritualmente sientan una sensación rara,

que se puede manifestar como: “No sé de dónde me vinieron las fuerzas”, “No

me reconocí”, “Casi siempre caigo, pero esta vez lo logré”. Quizá esas frases

se deben a un ibur de un alma pura o un ser querido que fue mandado desde el

Cielo para ayudarnos.

Por supuesto, existieron grandes cabalistas, como el Arizal, quienes podían

indicar con total claridad a la persona que tuvo ibur e incluso cuál era el alma

que vino a ayudarle. Por ejemplo, eso pasó con su alumno, Rabí Jaim Vital,

cuando un día le dijo claramente quiénes eran todas las almas de grandes

tanaítas que se impregnaron en él para ayudarle a entender todos los

conceptos cabalísticos más profundos.

La ayuda celestial a veces se realiza mediante ángeles invisibles, que nos

mandan para cuidarnos, como dice el versículo en Tehilim (91:11): Ki malajav

yetzavé laj lishmorjá…, “ángeles mandará Dios para cuidarte…”, y en otras se

manifiesta con la ayuda de almas que Él nos manda. La diferencia es que los

ángeles son ayuda externa, pues están fuera de nosotros y, por tanto, su

misión es cuidarnos de un mal externo que nos acontezca. El ibur de neshamot

puras es interno, ya que se impregnan en nosotros y representan la ayuda en

nuestras decisiones personales, internas, íntimas, y nos dan fuerza mental

para entender y superar las pruebas.

Este concepto está insinuado en varios lugares de la Torá, por supuesto, en su


dimensión del sod. Por ejemplo, en el versículo que dice: Guer vetoshav vajai
imaj (Vayikrá 25:35), que literalmente significa: “Extraño y residente vivirán

contigo…”. Este versículo trata del buen trato que hay que dar a extranjeros y

residentes que son gentiles y que habitarán contigo en la tierra de Israel. En la

traducción del sod, este versículo recibe otra dimensión basada en las palabras

del Or Hajaim Hakadosh, es sabido que el cuerpo del ser humano se considera

su ciudad, su país, ya que en él moramos nosotros mismos, es decir, nuestra

alma.

Por ejemplo, cuando la Torá dice: “Jueces y policías pondrás en los portones

de tu ciudad…”, se refiere en lo literal a tener vigilancia de justicia para que no

entren extraños y malvados a destruir nuestro país; pero en su parte profunda,

explica el Alshej HaKadosh, se refiere también al cuerpo, y los portones son la

boca, los ojos, los oídos, y hay que cuidarlos para que no entren por ellos

visiones o informaciones negativas, las cuales destruirían la pureza de nuestra

“ciudad”, nuestro cuerpo. Por eso debemos tener un juez, es decir, un cerebro

con conocimientos halájicos, el cual, al ver que está a punto de entrar un

“terrorista espiritual”, ordenará a los policías, es decir, los párpados, los labios,

los lóbulos de las orejas, etc., que “cierren las puertas”.

Siguiendo esta línea de pensamiento, el significado de “Extraño y residente

vivirán contigo en tu ciudad…” se refiere a la parte espiritual, donde el

“residente” es nuestra propia alma, y el “extraño” que viene de paso, es aquella


alma de ibur que entra sólo para bien y, al finalizar su misión, se retira: “Ambos

vivirán contigo…”

Por eso se llama ibur, palabra que proviene de meubéret, “embarazada”; al

igual que una mujer embarazada tiene dentro de ella otro ser, un cuerpo recibe

otra alma, además de la que ya tiene.


Y de la misma forma que el feto viene y, cuando termina de desarrollarse, “se

va”, el alma, al terminar su misión, “nace” al Mundo Venidero, perfecta y lista

para la vida celestial (Shaar HaGuilgulim, Introducción 4).

El ibur puede suceder en cualquier momento, pero una de las ocasiones

adecuadas para obtener esa ayuda es en Shabat, como explica Rabí Yejiel

Ashkenazi en su libro Ejal Hashem (pág. 37a); la neshamá yeterá que

recibimos en Shabat es en verdad un pequeño ibur. Y también dice la Guemará

(en Betzá 16a) que quienes lograron prepararse espiritualmente, cada víspera

de Shabat reciben una ayuda celestial, que es un alma adicional que se

impregna en ellos y se queda hasta la salida del Shabat.

Por tanto, que bueno sería que aprovecháramos esa dosis de energía extra

todos los sábados para que nos sirva como un impulso positivo para toda la

semana. Otro momento en que eso puede suceder es cuando nos sentamos a

estudiar la Torá y se nos dificulta, ya que no somos tan capaces para entender

palabras mayores, pero con insistencia, esfuerzo y muchos deseos, cabe la

posibilidad de que Dios nos mande un alma estudiosa de Torá, la cual nos

ayudará a comprender.

Como dice Rabí Jaim Vital: “Es sabido y conocido que espíritus de tzadikim y

de grandes estudiosos de Torá vienen a ayudarnos a estudiarla, como dijo

Rabí Natán sobre el versículo: Abá litaher…, ‘el que quiere estudiar y
purificarse, del Cielo le ayudarán por medio de ibur’”. Y en otra parte, contó

Rabí Jaim Vital: “Una vez mi rabino, el Arizal, me reveló que gracias a la chispa

del alma de Rabí Akivá que se impregnó en mí es que logré captar con rapidez

todos los conceptos tan profundos que me trasmitió…”

Y en otro lugar contó que una vez estaban sentados estudiando como siempre

y entró el alumno y compañero suyo, Rabí Shemuel Ozida, y entonces el Arizal


interrumpió unos momentos la clase y se levantó para hacer honores a ese
alumno; lo sentó a su lado, hablándole con mucho respeto y honor, con la vista

baja, como muestra de humildad ante su grandeza. Esa actitud sorprendió

muchísimo a Rabí Jaim Vital, ya que Rab Shemuel, aunque era un gran

cabalista, al lado del Arizal era considerado un simple alumno. Y todos los días,

cuando venía a estudiar, entraba y se sentaba de manera normal, pero en esa

ocasión la actitud del Arizal fue muy extraña. Por eso, al finalizar la clase, se

acercó Rabí Jaim Vital al Arizal y con gran respeto le pidió una explicación

sobre esa actitud; él le contestó con una sonrisa: “No era por Rab Shemuel,

sino por el alma de Rabí Pinejás Ben Yair (el suegro de Rabí Shimón Bar Yojai)

que estaba impregnada en él…”. Rabí Jaim Vital siguió insistiendo para saber

qué había hecho Rab Shemuel para recibir ese honor; le explicó el Arizal: “Esta
mañana, cuando Rab Shemuel salió para asistir a clase, escuchó llantos y

gritos en una casa, y vio que unos ladrones estaban saqueando a esa familia, e

incluso los habían amenazado con el pago de una suma grande de dinero para

seguir con vida. Rab Shemuel dejó todo y empezó a correr para conseguir

ropa, muebles, comida, dinero y todo lo necesario para el bienestar de esa

familia.

Y como esa era una de las virtudes del gran Rabí Pinejás Ben Yair, se

impregnó en él esa alma para ayudarle a realizar esa tarea; al lograrlo, le

acompañó esa alma sagrada también aquí, a la Casa de Estudio, ya que

mientras hacía esa tarea, perdió parte del estudio, por lo tanto le acompañó y le

ayudó a comprender y completar toda la clase. Es por eso que le hice tantos

honores”.

El concepto de ibur lo sintieron grandes Jajamim, quienes notaban que, de

repente, captaban mejor el estudio profundo e incluso lograban descubrir

muchos jidushim, explicaciones novedosas, que provenían de la “yeshivá

celestial”. Incluso el Marán Shulján Aruj, en su libro Maguid Mesharim (parashat


Vayishlaj) explica el concepto de ibur y su beneficio para el estudioso de la

Torá.

Por lo tanto, debemos mantener nuestra “ciudad” pura y limpia, para que sea

digna de recibir esas almas preciadas que nos ayudarán y nos orientarán en el

transcurso de la vida, especialmente los sábados. Cuanto más nos preparemos

con pureza externa, como con la tebilá, e internamente mediante la

desconexión del mundo monetario, tecnológico, y nos conectemos con nuestra

parte pura a nuestra querida familia, sentados alrededor de la mesa de Shabat,

alegrándonos con comida rica, elevándonos con rezos, cánticos y palabras de

Torá, podremos quizá recibir un ibur de neshamá yeterá.

Debemos saber que, si es difícil obtener esa alma adicional, más lo será

cuidarla para que no se vaya. Pues al igual que un visitante que se siente

incómodo, toma sus maletas y se va, así también, el alma adicional, en el

momento, o más bien, un segundo antes de que pequemos, saldrá para no

ensuciarse. Como relata Rabí Jaim Vital que varias veces, el sábado por la

mañana, cuando se acercaba a saludar a su rabino, el Arizal, éste lo veía con

mirada molesta y le decía: “Otra vez te enojaste en la mesa de Shabat…”, y


cuando le contestaba Rabí Jaim Vital: “Sí. ¿Cómo lo sabes?”, respondía el

Arizal: “Es que ayer, después del rezo de Shabat, veía en ti el ibur del jajam…

o el tanaíta…, y esta mañana ya no están contigo…”

Como vemos, es difícil, pero no imposible, conservar esa alma en nosotros, y el

beneficio es muy grande. Por tanto, vale la pena esforzarse con tal de “quedar

embarazados (impregnados)” con almas así.

No siempre se logra aprovechar el ibur como lo veremos en la siguiente historia

que relata el gran rabino Marán Hajidá.

“Mucha gente me insistió que escriba la historia del manantial Ashiloaj y


aunque no es mi estilo relatar historias, ya que ésta es verídica e importante
para conocer conceptos espirituales la revelaré tal y como sucedió: En la época

del rey Jizquiyahu cuando fue sitiado por el rey Sanjerib, bloqueó el manantial

para que el ejército enemigo de Sanjerib no tuviera agua. La Guemará (Berajot

10:2) aclara que ese hecho no se hizo con el acuerdo de los jajamim.

Hace aproximadamente cuatrocientos cincuenta años, mientras vivía en

Yerushalaim el gran cabalista, Rabí Jaim Vital, (después de que murió su

maestro Arizal en Tzefat, se mudó a Yerushalaim), durante un día viernes

cuando todos los musulmanes asisten a rezar a su mezquita ubicada detrás del

kotel, vino el líder de ellos llamado Abu Saifan y llamó a Rabí Jaim Vital

amenzándolo: ‘Vuestro rey fue quien bloqueó el manantial Ashiloaj y ninguno

de nosotros sabe el secreto de cómo desbloquearlo. Te doy cuatro horas de

ahora hasta que termine de rezar para que lo desbloquees y si no lo haces, juro

que te mato’.

Rabí Jaim Vital sabía que con sus dones cabalísticos podía hacerlo, sin

embargo dudó si hacerlo o no. Después de una guerra interna decidió no

abrirlo y escaparse a Damasco para salvarse de Abu Saifan.

Después de un tiempo Rabí Jaim Vital soñó con su maestro el Arizal, quien le
llamó la atención diciéndole: ‘Que sepas que Abu Saifan es reencarnación de

Sanjerib (Sanjerib proviene de la palabra jereb, espada y Saifan proviene de

saif que también es espada). Y en el momento que te retó se impregnó en ti el


alma del rey Jizquiyahu y era una oportunidad para reparar el error de

Jizquiyahu de haber bloqueado el manatial y tú pudiste abrirlo en ese momento

y terminar de reparar el alma del rey. Lástima que lo desaprovechaste’”. (Shem

Haguedolim 8:21).

¿Cuál es la relación espiritual entre un rabino y su alumno?

La relación entre un padre y su hijo es biológica, pero la relación entre el rabino

y su alumno es espiritual. De la misma forma que en el hijo existen los genes


del padre, en el alumno existen los “genes espirituales” de su rabino. Es decir,

cuando un alumno se apega a su maestro y estudia de él Torá y recibe de él

consejos espirituales, y se con-vierte en su discípulo, en ese momento una

chispa del alma del Rab se trasmite al alma del alumno, la cual lo ayuda a

recordar lo enseñado por su rabino, le da la fuerza de llevar a la práctica lo

estudiado y lo salva de caer en tentaciones; además, le da la sensación de que

su rabino está constantemente con él para orientarlo.

A eso se refirió la Mishná en Pirké Avot: “Hazte de un rabino…” No dijo “estudia

con un rabino”, o “respeta a un rab”, sino “hazte”, es decir, “estudia con él”,

respétalo y apégate a él hasta que hagas tuya una parte de él. Eso está

insinuado numerológicamente, pues la palabra Rab en hebreo suma 202, al

igual que la frase en jet ba leyadó, “No se le aproximan los pecados”. Y

también es del mismo valor numérico que Elokim Imó, “Dios está con él”, para

indicarnos que quien logre que una chispa del alma de su Rab esté en él, Dios

estará con él para salvarlo de los pecados.

Por ello, la ley nos ordena respetar a nuestros rabinos, a nuestros maestros, ya

que ellos nos dan la ayuda necesaria para perfeccionar nuestra alma,
aprovechar nuestra vida y reparar nuestros defectos, para otorgarnos así la

“visa” para el Mundo Venidero.

De ahí que sea muy triste ver alumnos que no saben agradecer ni respetar lo
suficiente al rabino, al maestro, que tanto los ayuda. Por eso la Guemará dice:

“Qué tontos son los judíos de Babilonia, que se levantan ante un Séfer Torá

haciéndole honores, abrazando y besando con respeto su vestidura, y no se

levantan ni hacen honores a un Séfer Torá vivo —al rabino, al maestro— que

pasa”. Y en verdad vemos en la historia muchos rabinos y maestros que


exigieron de parte de sus alumnos respeto y honor, y además establecieron

leyes en las cuales se manifestara ese comportamiento, como era por ejemplo,
Rabán Gamliel.
A la vista de la gente que no entiende, parece soberbia, pero realmente el

motivo es que esa chispa del alma del rabino hace la función del ibur, y

mientras el alumno muestre ese respeto, cariño y agradecimiento a su rabino,

maestro, esa chispa se mantiene en él. Pero en el momento que lo

menosprecia o no lo respeta, la pierde.

Capítulo 5

Resumen, Conclusión

y Meditación

Es difícil imaginar qué pasa por su mente después de leer todo esto. Pero

también imagino que, para la mayoría, la vida tomó un significado profundo. O

por lo menos nos despertó de la apatía que nos rodea en la vida en general y

nuestra misión de vida en particular. Y quizá todo lo dicho hasta ahora servirá

sólo como un “aperitivo” para abrirnos el apetito y seguir indagando y

averiguando, o por lo menos para llevarnos a una reflexión personal sobre

quiénes somos, cuál es nuestra tarea y cómo podemos cumplirla.

Para finalizar esta guia, resumiré todo lo dicho, para luego concluir y culminar
con una meditación personal para cada uno.

Resumen

Muchos de nosotros tenemos fe absoluta en la Torá y los Jajamim, y sabemos

que lo que dijeron respecto a la existencia del alma, el Mundo Venidero y la

reencarnación es verídico y sus palabras son consejos para realizar nuestra

tarea en la vida. Y también los que depositan su fe en la ciencia y los

científicos, llegan a la misma conclusión, ya que en la actualidad estos

conceptos, afirmados por los Jajamim, son comprobados por la ciencia. A

continuación, las afirmaciones de la Torá y de la ciencia.


La vida después

de la vida La Torá:

Nuestra verdadera esencia es el alma y el cuerpo es simplemente su “estuche”.

Por tanto, la muerte representa tan sólo el desprendimiento del cuerpo, ya que,

incluso después de este desprendimiento seguimos viviendo, sintiendo, viendo,

etc. Tenemos entonces muy claro que existe un mundo más allá.

Esto es comprobable por medio de la muerte clínica, en la cual el alma sale del

cuerpo, lo ve desde cierta altura y, por algún motivo, después de un lapso de

tiempo regresa al cuerpo. Como se relata en la Guemará (Rosh Hashaná 17a)

que Rab Huná, hijo de Rabí Yehoshúa, falleció y, debido a las buenas acciones

que realizó en vida, le permitieron que regresara para vivir unos años más.

Igual sucede con el caso relatado en Babá Batrá 10b, el cual mencionamos ya

al principio de este libro, sobre Rab Yosef, quien sufrió una muerte clínica y dijo

a su padre que había visto “un mundo al revés”.La ciencia:

En los últimos años, muchos profesores de universidades importantes en el

mundo han recopilado testimonios de personas que vieron el mundo espiritual y

regresaron para contarnos sobre él. En el Instituto de Estadísticas Gallup en

Estados Unidos, se publicó que “ocho millones de norteamericanos han

experimentado la muerte clínica y vivieron por unos minutos, incluso algunas

horas, en el mundo espiritual. El número de personas en todo el mundo que

han pasado por esto se estima que son aproximadamente 30 millones”. La

explicación científica para este número tan alto de testigos que hay, afirma el

profesor Kenneth Ring, de la Universidad de Connecticut, es que los métodos

de resucitación utilizados en la medicina de hoy ayudan a revivir a muchos que

se mueren.

Él como médico lo ve así, y respeto su opinión, pero viéndolo en un sentido


espiritual, Dios nos está dando un regalo a esta generación tan alejada y tan
materialista, y nos rodea de 30 millones de testigos, los cuales forman un grupo

compuesto por todo tipo de personas, religiones, países, edades, estratos

sociales, etc., quienes comparten el mismo testimonio, que comienza con las

palabras: “No somos sólo cuerpo, pues cuando me desprendí de él, lo dejé y

seguí vivo, sintiendo, viendo…”

Aceptación de la reencarnación La Torá:

El tema de reencarnación fue aceptado y abordado por casi todos los rabinos

en la historia judía, especialmente los cabalistas y los estudiosos del sod, pero

es verdad, que hubo unos pocos rabinos que negaron este concepto.

Según el Arizal, al final, estos rabinos, tuvieron que regresar al mundo para

reparar eso, y dedicarse de lleno a toda la parte de la Cabalá en la cual se

aborda también el punto de la reencarnación; y como le dijo una vez a su

alumno, Rabí Jaim Vital: “Tú eres reencarnación de Rabí Vidal Di Tolosa, un

gran rabino francés, alumno del gran Rashbá, quien dedicó toda su vida

solamente al estudio de la Guemará y la Halajá, y su gran obra fue el

comentario halájico sobre el libro del Rambam conocido como el Maguid

Mishné. Como no hiciste caso a la parte del sod, viniste en esta vida para

repararlo y por eso es que te enseño solamente Cabalá…”.

Uno de los motivos por los cuales algunos rabinos no sienten mucho interés en

la reencarnación es porque su alma es nueva y no reencarnada, y por tanto no

sienten nada que tenga que ver con una vida anterior. Sin embargo, muchos de

ellos, que comenzaron negando la idea de la reencarnación, a medida que

profundizaron y entendieron parte de los conceptos que vertimos en aca,

cambiaron de idea. Uno de ellos es el gran rabino Yehudá Aryeh de Modena,

que fue doctor y uno de los rabinos de Venecia, Italia. También fue conocido

como uno de los pocos rabinos que negaron la reencarnación, lo cual expresó
en su famoso libro Ari Noem. Pero al final de su vida, le sucedió algo inusual y
reconoció su error, como lo relata el Marán HaJidá en su libro Shem Haguedo-

lim: “En el barrio de Rabí Yehudá nació un niño y a los seis meses enfermó

gravemente, y cuando agonizaba, la vecina llamó al rabino para que estuviera

presente, como se acostumbra, en el momento que el niño falleciera, leyendo

salmos y pronunciando ciertos versículos. En el momento que Rabí Yehudá se

sentó frente al enfermo, de manera anormal, el niño de seis meses abrió

repentinamente los ojos, puso la mano derecha sobre ellos y pronunció con

claridad, como un adulto: Shemá Israel, Hashem Elokenu, Hashem Ejad, y

murió.

Esto era algo imposible, ya que un niño a esa edad no sabe pronunciar

palabras, a menos de que fuera una reencarnación. Rabí Yehudá vio este

hecho como una señal celestial para que se retractara de todo lo que había

escrito en su libro y de que el concepto de reencarnación era verídico”.La

ciencia:

También en la ciencia se encuentran infinidad de casos de doctores y

especialistas que negaban totalmente la existencia del alma, la vida después

de la vida y la reencarnación. Pero debido a ciertos sucesos en su tarea como


médicos o psicólogos que realizan hipnosis, cambiaron de opinión. Por

ejemplo, el profesor Zeev Culman se especializó en bioenergía e hipnosis, y su

historia del Rabino Yehudá en Venecia. Es interesante, como él mismo la

cuenta: “Nunca creí en el concepto de la reencarnación. Eso me parecía un

cuento de hadas, que quizá es interesante al escucharlo; pero entre lo que se

dice y la realidad hay un gran abismo. Sin embargo, cuando empecé con las

regresiones, me di cuenta de que existe una información en cada individuo

para la cual no hay otra explicación sino la reencarnación. Especialmente

cuando hago una regresión a un individuo que conozco a la perfección. Sé que

apenas habla dos idiomas y, de pronto, en una regresión empieza a hablar

alemán y portugués, y al finalizar le suplico que me diga ‘hola’ en portugués, y


se me queda mirando con ojos que expresan: ‘Está loco. Yo no sé portugués’.

Y yo fui testigo que durante veinte minutos lo habló con fluidez. Ése y muchos

más casos me hicieron cambiar por completo mi visión, y actualmente soy

fanático de la idea”.

Las investigaciones de Culman fueron recopiladas en el libro We are Born to

Be Together Again.

Por tanto, la conclusión de este resumen es que estamos ante una realidad tan

interesante que, como dije antes, ya sea porque somos fieles a la religión que

tenemos y a los sabios que nos iluminaron, o por la ciencia moderna, nuestra

vida es más espiritual y eterna de lo que vemos y pensamos. Nuestro “yo”

verdadero está en nuestra alma y no en el cuerpo.

Conclusión y Meditación

La conclusión de todo esto es que nuestra vida tiene un pasado y, sin lugar a

dudas, un futuro. Esto nos hace pensar en el presente, ya que la reencarnación

es un verdadero regalo, maravilloso y trascendental, que Dios nos dio para

poder llegar a ser un alma luminosa y gozar con orgullo en el Cielo por el

maravilloso trabajo que realizamos en la Tierra. Sólo hay que aprovechar esta

oportunidad.

Como dijo el Rey Shelomó: Adam Leamal Yulad, “El hombre nació para
esforzarse y trabajar”. No se refiere al trabajo en el campo como agricultor o en

la ciudad como abogado, sino al trabajo de reparación de las malas cualidades

y pecados. La tarea en general consiste en tres puntos: a) convivir en armonía

con el prójimo, b) mantener contacto con Dios a través de rezos, plegarias y

agradecimientos y c) estudiar su Torá y conocer las leyes que nos ordena. Este
mensaje se encuentra en el escudo de David, el gran símbolo del pueblo de

Israel.
El escudo de David está compuesto de tres partes: un círculo, un triángulo

hacia arriba y un triángulo hacia abajo. El círculo hace alusión a una gran

hermandad con todos, ya que en un círculo todos estamos a la misma distancia

del punto central y en una mesa redonda no hay cabecera. Así debemos

sentirnos con todos nuestros familiares, amigos y compañeros, sin sentir

soberbia hacia nadie, y tratar a todos por igual.

El triángulo hacia arriba hace alusión a todas las plegarias, al rezo y a las

mitzvot entre nosotros y Dios, que suben de toda la Tierra apuntando hacia el

Cielo, hacia el Trono Celestial del Creador. El triángulo hacia abajo simboliza a

la Torá, que bajó del Cielo hacia todos y cada uno de nosotros. Cuidando estas

tres facetas lograremos la perfección.

La vida en la Tierra es juzgada por el Creador y cada acción tiene una

reacción, y cada buen acto lleva consigo su recompensa celestial. Errores hay

que reparar y buenas acciones hay que acumular. Esto debe llevarnos a la

meditación personal, algo para lo que nunca tenemos tiempo.

Quemamos las horas de la vida en diligencias mundanas, placeres y caprichos

vanos, y nunca dedicamos tiempo para nosotros mismos, es decir, para


nuestra alma.

Quiero darles un consejo y ojalá logren realizarlo, porque nos ayuda a mejorar

nuestra vida, realmente avanzar y no quedarnos estancados, (lo cual significa

retroceder). Tomar una hoja de papel y dividirla en tres columnas; en la primera

columna anotar todos los pecados que seguramente hemos cometido y todos

los mandamientos que no hemos cumplido con seguridad; en la segunda

columna anotar las leyes que a veces cumplimos y aquellas que a veces no

cumplimos; y en la tercera columna anotar las leyes que cumplimos a la

perfección y los pecados que jamás cometemos. Esto nos permitirá, por
primera vez en la vida, visualizar claramente quiénes somos a nivel espiritual.
Si queremos seguir elevándonos, observemos la primera columna (lo que

nunca cumplimos). Elegiremos uno o dos puntos y los pasaremos a la segunda

columna, es decir, comenzaremos a hacerlas de vez en cuando. Por ejemplo,

si uno nunca dice Birkat Hamazón, o una mujer no se viste con recato,

procurará a partir de ahora, hacerlo, por ejemplo, los sábados y así esa ley

pasará a cumplirse de vez en cuando.

De la segunda columna (lo que a veces sí hacemos y a veces no) eligiremos

una o dos cosas y las pasaremos a la tercera columna, es decir, empezar a

hacerlo de forma fija. Por ejemplo, una persona que a veces es shomer Shabat

y a veces no, o una pareja que a veces cuidan la pureza familiar y a veces no,

lo harán ahora de forma fija.

Y lo que tenemos en la tercera columna (lo que sí hacemos) sigámoslo

cumpliendo cada vez con mayor intensidad y alegría.

Cuando logremos hacer esto podremos, un año después, sentarnos y escribir

un nuevo análisis, con estas tres columnas, con un contenido un poco distinto

ya que pasamos un año de avance. Quizá la tercera columna se haga más

larga y la primera más corta. Así podremos comparar las hojas que vayamos
acumulando en la vida y viendo nuestro progreso y nuestra elevación. Pero

sobre todo veremos cómo realmente aprovechamos nuestra vida para el

verdadero propósito para el cual vinimos.

• No seamos gente del “mañana”, es decir, gente que a cada cosa que quiere

hacer dice: “Lo haré mañana”.

• Seamos gente del “hoy”, por si acaso ya no tenemos oportunidad mañana.

• Tomemos conciencia de las maravillosas fuerzas internas que Dios nos dio y
aprovechemos el don espiritual que poseemos.
• No nos enojemos ni dañemos al prójimo, ya que no vale la pena reparar

nuestra vida en un aspecto, estropeándola en otro. Seríamos como aquel que

recoge las papas del campo arrojándolas al saco que lleva en la espalda, pero

como el saco tiene una rasgadura, por ahí caen varias papas al suelo en el

camino, por lo que tendrá que regresar y recorrer de nuevo todo el trayecto

para recogerlas.

•No seamos vengativos ni rencorosos. Perdonemos a todos, aunque nos

resulte difícil. No ganaremos nada cuando Dios los castigue o les decrete

regresar una vez más al mundo para reparar lo que hicieron.

• Ayudemos a todos, sin buscar beneficios. “Haz el bien y no mires a quién.”

•Expresa el amor y el cariño que sientes por los demás. Di a tus hijos que los

quieres mucho; di a tu pareja que le amas. Procura causar placer y regocijo a

tus padres por tantos sufrimientos que pasaron al criarte. No esperemos

mañana para hacerlo; hazlo hoy, porque quizás…

• Dediquémonos al desarrollo de nuestra alma, realizando buenas acciones,

diciendo tefilot, estudiando Torá y viviendo como Dios nos recomendó en la

Torá.

• Cuando ya hayamos entendido todo esto y lo hagamos, busquemos orientar e

iluminar a los demás, para simbolizar con ello la verdadera hermandad.

Al hacer todo eso, y más, podremos finalizar con éxito nuestro viaje presente y

lograr definitivamente no regresar más a esta jungla, sino gozar en el Mundo

Venidero de la Presencia Divina, escuchando clases de Torá de todos los

tanaítas, discutiendo las halajot con el Rambam y el Shulján Aruj, etc., e

ilustrándonos con conceptos cabalísticos dichos directamente de la boca de


Rab Shimón Bar Yojai, el Arizal, etc. Eso es vida y todo lo demás es un medio
para llegar a eso.
Esta guia es solamente una pequeña llave para abrir la puerta del

entendimiento sobre la vida y el mundo.

Y se finaliza con una frase que salida del corazón: No hay que temer a la

muerte. Hay que temer a la vida. No hay que temer morir. Hay que temer no

vivir correctamente.

Que sea voluntad ante el Creador que todos entendamos la misión en nuestra

vida y que logremos aprovechar todas las maravillosas herramientas que

poseemos cumpliendo nuestro objetivo en este mundo.

Tomado del escritor Amram Anidjar

No nos olvidemos que el hombre es como el arca de Noé, todos los animales

están en él, por lo tanto debemos hacer dos cosas:

a)Dominarlos

b)Utilizar el potencial y la fuerza de cada uno para lograr cumplir nuestra misión

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