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© 2007, Edna Iturralde

© De esta edición:
2018, Santillana S. A.
Callé de las Higueras 118 y Julio Arellano, Monteserrín
Teléfono: 335 0347
Quito, Ecuador

Av. Víctor Emilio Estrada 626 y Ficus, Urdesa Central


Teléfonó':-4611460
Guayaquil, Ec:uador

ISBN: 978-9942-19-757-3
Derechos de autor: 026221
Depósito legal: 003627
Impreso en Ecuador por Imprenta Mariscal

Primera edición en Santillana Ecuador: Abril 2007


Primera edición en Loqueleo Ecuador: Marzo 2017
Décima reimpresión en Santillana Ecuador: Enero 2018

Editora: Annamari de Piérola


Ilustraciones: Pablo Pincay
Diagramación: Juan Carlos Carrera
Supervisión editorial: Alejo Romano

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en


todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de
información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico,
electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el

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permiso escrito previo de la editorial.
D!BUOTfCA Cl �ó n ... . -•-. Dedicatoria
N� DE Ct.4c¡r··- ,�-r _.:::. lA CULTURA
ir De:.- f¡,:1,
\- 1:·.,.,-,A'l."· .,H;�. .....
, "'"-''!:• . ,!i,..',u. .. ····· ..... . A Paiwa, quien inspiró esta obra,
N: EJ.·.. o I '· ....... .• ·••• ....... .
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FE(' L' ,¡ . . . . . . . . . . ,,,,' y a todas las otras niñas y niños cañaris.
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..•. ! . .'..• C},_¡_q .:::'> ¿_\ ". ' ,
.- �.
---. Agradecimiento

A Mama Michi Chuma Quishpilema, Taita José


Pinchizaca Guamán, Michael Jenkins, Jorge Dávila
Vázquez y Eulalia Moreno, Ranti Chuma, Estela
Mainato Duy, José Miguel Acero, Taita Fidel Guamán
Quinde, Rosa Mainato Granda, Lynn Hirschkind,
Taita Andrés Quinde, Andrés Abad, Zoila Quintuña
Tenezaca, Lisaura Quiroz Casho, Jaime Hidrovo,
Manuel Palchizaca Angamarca, Antonio Laja Yupanqui,
Stuart White, Lisaura Quiroz Casho, Antonio Saiteros
Castro, Erlinda Aguaiza Pinchizaca, Juan Martínez
Barrero, Eugenio Marca Mejía, Delfina Acero Chuma,
Keyla Alarcón, y a todas las demás personas por su
hospitalidad, sabiduría y entusiasmo para guiarme en
los caminos de la Pacha Mama, de las palabras y de la
magia de nuestra patria.
A Deborah Truhan, quien me permitió acceder a los
archivos con auténticos nombres cañaris.
Y a las obras Nuestra primera historia, de Juan Índice
Cordero Íñiguez; Guacha Opari Pampa, de Juan
Chacón Zhapán; Tomebamba, de Jaime Idrovo
Urigüen; Cañaris e incas, de Gustavo Reinoso
Hermida; y Cuenca-Santa Ana de las Aguas, capítulo
«Cuenca y su región: En busca del tiempo perdido»,
de Ernesto Salazar, cuyas investigaciones
enriquecieron la creación de esta novela. Genealog(a de las yachaks cañaris ............. 11

CAPÍTULO 1
Lo que contó Neblina ................................. 13
CAPÍTULO 2
Lo que contó Viento .................................. 21
CAPÍTULO 3
Lo que contó Cone jo .................................. 29
CAPÍTUL04
Lo que contó Mono ................................... 38
CAPÍTULO 5
Lo que contó Guacamaya ............................ 49
CAPÍTULO 6
Lo que contó Venado ................................. 53
CAPÍTULO 7
L o que contó Jaguar .................................. 62
CAPÍTULO 8
Lo que contó Per ro .................................... 72
CAPÍTUL09 Genealogía de las yachaks cañaris
Lo que contó Tórtola ................................. 80
CAPÍTULO 10
Lo que contó Cuy ...................................... 91
CAPÍTULO 11
Lo que contó Llama ................................... 97
CAPÍTULO 12
Lo que contó Puerco Espino ........................ 105 El linaje materno de la curiosa Paiwa, niña cañari 11
CAPÍTULO 13 que quiere conocer todo sobre sus antepasados, re­
Lo que contó Puma ....: ............................. 111 úne a quince importantes curanderas cañaris (ya­
CAPÍTULO 14 chaks). Aquí te contamos quiénes son, para que no te
Lo que contó Murciélago ........................... 124 confundas.
CAPÍTULO 15
Lo que contó Oso .................................... 135 Chobshi. Joven cazadora que se une al espíritu de
CAPÍTULO 16 la laguna y descubre la cueva que llevará su nombre.
Lo que contó Lechuza ............................... 142 Crea el Clan-de-Culebra. De ella descienden todas las
CAPÍTULO 17 yachaks.
Lo que contó Sapo ................................... 154 Shig-Sig (La-que-rozó-la-luna). Descubre el secre­
CAPÍTULO 18 to para dominar el fuego y llevarlo a la cueva.
Lo que contó Cóndor ................................ 160 Zhud (Protectora-de-familia). Su nombre es esco­
CAPÍTULO 19 gido para que lo lleven en adelante todas las yachaks.
Lo que contó Yagual ................................. 169 Nasb-Zhud (La-que-sueña-y-protege-a-su-fami­
CAPÍTULO 20 lia). Lleva a su pueblo al cerro Narrfo.
Lo que contó Tiempo ................................ 179 Guanan-Zhud (La-que-habla-con-animales). S e
une a un hombre de una tribu de la costa y lleva a su
Bio gra fía ............................................ 189 pueblo las conchas spondylus.
Cu ader no de actiuidades ........................ 191
Noran-Zhud (Manos-que-crean). Talla la primera CAPÍTULO1
urkuyaya (figura que sirve de compañía para el viaje Lo que contó Neblina
al más allá) en una concha spondylus.
Lalti-Zhud (Trepadora-de-cerros). Funda la co­
munidad de Quillauac.
Guazan-Zhud (Habla-con-espíritus). Inspira a
Chordeleg, un joven orfebre que hace el hilo de oro
12 o filigrana. Encuentra la máscara de jaguar con cule­ -¿Paiwa? ¿Paiwa quiere saberlo? 13
brillas zigzagueantes. -Sí -contestó Viento soplando con suavidad-.
Casan-Zhud (La-que-hace-ofrendas). Inventa la Quiere saber todo acerca de sus antepasados.
chicha de maíz, a la que llama azua, Bebida-de-los­ Madre Tierra sonrió entusiasmada. Sus ojos brilla­
dioses. ron como profundas lagunas.
Shinin-Zhud (Habla-con-Luna). Contrae matri­ -¿Toda la historia?-insistió.
monio con un guerrero inka. -Toda la historia -afirmó Viento, soplando con
Kispi-Zhud (Madre-cristal-de-roca). Principal cuidado para no dispersar a su prima Neblina.
yachak del templo inka-cañari deMadre Luna. -Yo puedo contársela-brincó Mono.
Mama Juana. Yachak de la época de los españoles. -Yo también.
Francisca. Nieta de Mama Juana. Usa pulseras de Puma levantó el hocico para olfatear el pasado.
cuentas de mullu sagrado. -Y yo -añadió Murciélago al bajar de la rama don­
Mama Jushuca. Importante yachak y abuela de de antes se había colgado boca abajo.
MamaMichi. -Nadie como yo -aseguró Conejo, girando sus ojos
Mama Michi. Famosa yachak contemporánea y en círculos completos.
abuela de Paiwa. Los otros animales también se ofrecieron a relatar la
historia de los antepasados de Paiwa y aseguraron que
la conocían muy bien.
a para celebrar el La muchacha soñó que se encontraba dentro de
Estaban reunidos con Madre Tierr
ación de las plantas, la laguna. Allí, Culebra la esperaba sentado en una
Pawkar1 Raymi, la fiesta de la ff.or
roca jaspeada.
también con ocida como Carnava l.
den contarla, pero -S a ludos, Chobshi -dijo Cu lebra, llamándola
-Estoy segura de que t od os pue
or un o -dij o Madre por su nombre.
sugiero h acerlo por partes y uno p
-Si tr at as de asustarme, no vas a lograrlo -res­
Tierra con dulzura.
pa sitos de ga ta Y pondió ella con sequedad por la tur bación producida
Entonces, Neblina se adelantó con
14 propuso ser la primera.
al sa ber que Culebra conocía su nombre-. He veni­ 15
do de mu y lejos con mi gente, soy cazadora y he so­
***** brevivido a muchos peligros.
Culebra rio complacido con la respuesta.
de P aiwa hace diez -No se me habría ocu rr ido asustarte -asegu­
Yo acompañé a los antepasados
puente de hielo for­ ró Cule bra, que se esc u rrió por l a roca y se acercó
mil años, desde que cr uz aron el
tinentes, h asta que a Chobshi-. Siento que, además de hermos a, eres
mado al norte, que u nió dos con
lebrillas. Allí arma­ va liente.
llegaron junto a la laguna de Cu
ron a dormir junto Culebra explicó a la much acha que, a pesar de
ron u n cob ertizo con r amas y fue
Lu na se columpiaba ser un espíritu pode roso de la naturaleza, se sentía
a la orilla. Aquella noche, Madre
qué romántico en el solo y convers ar con ella lo haría fe liz. Entre conver­
en las nubes y se sentía un no sé
aire. Me posé, pintada
de plata, sobre el agua mien­ sación y conversación, Culebra le pidió que fuera su
espíritu de las lagu ­ esposa. Ella aceptó honrada, pues era admirable que
tras l a gente dormía. Culebra, el
más h abía visto a un un espíritu tan importante se lo pidiera.
nas, salió curioso, puesto que ja
cha curiosidad entre Cuando Chobshi despertó, contó el sue ño a su
ser hu mano. Se arrastró con mu
más hermosa de las gente y todos acordaron que Culebra seria el padre
los viajeros y se detuvo junto a la
sueños. de las hijas y los hijos que tuviera la joven. Como
jóvenes. Luego, se deslizó en sus
consideraron ese sueño u n b ue n aug urio, decidieron
18 de noviembre de 1985. quedarse a vivir en los a lrededores de l a laguna, a la
1 Grafla panandina, oficializada el
-
que llamaron Leonquina, que en su idioma significa­ roso que caía del cielo en forma de rayos y quemaba
ba Culebra-en-laguna. todo lo que tocaba en medio de gritos roncos. Pero
Chobshi tuvo seis hijos: tres niñas y tres niños. Culebra le dijo que Fuego podía ser bien utilizado si
Apenas nacían, los sumergía brevemente en las aguas se lo hacía con cuidado y sabiendo cómo hacerlo. En
de la laguna en homenaje a su padre, Culebra, y ponía su sueño, Chobshi extendió sus manos sobre la ho­
a su lado una pequeña piedra jaspeada igual a aquella guera encendida en el centro de la cueva y sintió el
donde lo había visto sentado por primera vez. agradable calor.
16 Chobshi dejó de ser cazadora, se dedicó a obser­ -Debes traer a nuestros hijos a este lugar, para 17
var la naturaleza, descubrió que las enfermedades protegerlos del frío. Te lo pido a pesar de que eso sig­
eran causadas por seres misteriosos y aprendió qué nifique que tú y ellos se alejen de las orillas de mi la­
plantas podían curar a los enfermos. guna -susurró Culebra, deslizándose nuevamente
Un día, mi prima Lluvia llegó colmada de entu­ fuera de los sueños de Chobshi.
siasmo y cayó a chorros. Yo, siendo Neblina, me sen­ Chobshi despertó sobresaltada y no esperó a que
tí contenta porque me permitía colgar todo el día amaneciera para reunir a su gente y proponerle ir en
y la noche de los árboles. Pero no todos tienen mi busca de aquella cueva que había visto en su sueño.
gusto, pues en el caso de los humanos no les sentó Todos sonrieron incrédulos al escuchar acerca de la
para nada tanta humedad y frío. Sus viviendas de hoguera y la posibilidad de utilizar a Fuego, pero es­
ramas se inundaron, sus ropas de pieles de animales tuvieron de acuerdo en que debían cumplir con los de­
cayeron podridas en pedazos y ellos se enfermaron. seos de Culebra, su padre.
Chobshi trató de curar a todos, pero, cuando vio El día que partieron, Culebra salió de la lagu­
que algunos se sumían en el Sueño-de-no-despertar, na para verlos marchar. Fue tanta su pena que al
se asustó. Entonces, soñó de nuevo con Culebra, su arrastrarse dejó profundas huellas sinuosas en el
esposo, que esa vez no se encontraba en la laguna, suelo, que más tarde se convirtieron en riachuelos
sino dentro de una cueva donde ardía una hoguera. y lagunillas.
A Chobshi le aterraba Fuego, igual que a todos los Padre Sol nació y murió varias veces mientras con-
humanos de aquella época. Fuego era un ser pode- tinuaron avanzando hacia el Este. Mi hermana Lluvia
tomó su aspecto suave de llovizna y me obligó a apa­ gos. Al mismo tiempo, una extraña fuerza se adueñó
recer, pero yo traté lo mejor que pude de no ocultarles de los cansados pies de Chobshi, que empezaron a
el camino. correr detrás de su nieta. Subió sin detenerse, a pe­
Al llegar a una colina, la gente se negó a ascen­ sar de que los matorrales arrancaban jirones de su
der por ella. Estaban cansados, sin ánimos de cami­ ropa de pieles y sus cabellos se enredaban en las
nar. La caza fue mala y Lluvia había arrasado con las pencas y los sigsales. Al llegar a la cima, se encontró
pocas bayas y frutos de los arbustos. Tenían mucha delante de la cueva que había visto en sus sueños.
18 hambre y apenas contaban con unas pocas setas que Shig-Sig la esperaba, lista para silbar con los dedos 19
repartían cuidadosamente entre todos. Hasta sus meñiques en las comisuras de la boca. Chobshi res­
pequeños perros aullaban y se quejaban, mostrando pondió con el mismo gesto y las dos silbaron tres
la piel tirante que apenas sostenía sus huesos. veces; era la señal para que los demás supieran que
Chobshi, tan cansada como los demás, dudó sobre habían hallado lo que buscaban. Entonces, se sintió
qué hacer hasta que sintió en su mano la presión de como si un aire de alegría animara a la gente. Los
su nieta favorita, Shig-Sig, quien insistió con su pen­ adultos rieron y se dieron palmadas en las piernas,
samiento que continuaran. Shig-Sig, La-que-rozó-la­ y los niños y las niñas corrieron perseguidos por los
luna, no era como las otras niñas, puesto que podía perros, que ladraban contentos al sentir el cambio
leer el pensamiento de las personas y comunicarse de ánimo de sus dueños.
con ellas de la misma manera. Chobshi estaba segura La boca negra de una gran cueva los recibió cuan­
de que ese portento se debía a que un rayo de Mama do llegaron a la cima.
Shi, la Luna, debió haber brillado durante demasiado -¡Aquí está! ¡La cueva de Chobshi! -gritaron, le­
tiempo sobre ella después de su nacimiento. Su ma­ vantando sus lanzas.
dre, la hija mayor de Chobshi, había salido en busca Chobshi fue la primera en entrar. Estaba segura de
de plantas medicinales y se desmayó junto a la criatu­ encontrar la hoguera. Pero se desilusionó al ver que
ra recién nacida bajo la luz plateada. no era así. Sin embargo, intuyó de alguna manera que
Cuando se encontraba a medio camino, la niña el momento de dominar a Fuego y llevarlo a la cueva
zigzagueó entre los árboles de arrayanes y guaran- llegaría pronto.
A su lado, Shig-Sig se metió en sus pensamientos, CAPÍTULO 2
como tenía por costumbre. Lo que contó Viento
«Yo te ayudaré», resonó la voz de su bisnieta en su
cabeza.
Entonces ...

*****
20 Chobshi llevó a su familia, a la que llamó el Clan­ 21
-Un momento, me gustaría continuar... por favor de-Culebra, a la gran cueva, que en aquella época era
-pidió Viento. una profunda abertura en la roca. La gente se acos­
Madre Tierra, que había comenzado a hilar, puso a un tumbró a vivir allí y olvidó la extraña idea de tratar
lado su huso y, con un movimiento de su mano, concedió a de utilizar a Fuego. Solo Shig-Sig y Chobshi conti­
Viento la palabra. nuaron pensando en ello.
Entre estas y las otras, Lluvia sintió aburri­
miento y se marchó a mojar otros lugares.
Tomó varios meses para que todo se secara y,
cuando esto sucedió, hubo una tempestad de rayos.
Uno de ellos cayó en un árbol cercano a la cueva y
Fuego comenzó a devorarlo a grandes bocados; ini­
ció por la copa y llegó hasta el tronco.
«¿Crees que es el momento de utilizar a Fuego?».
La pregunta de su nieta se esparció por la mente
de Chobshi, que asintió porque a ella también se le
había ocurrido lo mismo.
«¿Recuerdas dónde ardía Fuego en tu sueño?»,
volvió a preguntar Shig-Sig.
«Ardía en un círculo de piedras», contestó Chobshi. Shig-Sig se acercó con expresión desilusionada al
<<¿Fuego quemaba las piedras?», volvió a indagar ver que la lumbre se había vuelto gris. Pero y o soplé
la niña. con suavidad para revivir las llamas y así ella notó
Chobshi iba a responder que sí, cuando recordó que aún h abía brasas encendidas. Entonces, reco­
claramente su sueño. gió dos piedras planas del suelo y agarró una bra­
«No, no quemaba las piedras. Fuego consumía sa entre ellas. Caminó con cuidado hacia la cueva.
unos leños que estaban dentro del círculo de piedras». Una vez dentro, colocó las piedras en el suelo con
22 De pronto, algo brilló de manera tan fuerte en la la brasa encima, y salió por más brasas y más pie­ 23
mirada de la niña que por unos momentos pareció dras. Nadie podía imaginarse lo que iba a suceder
que el mismo Fuego ardía dentro de sus ojos. y aumentó el suspenso cuando trajo paja y la puso
«¡Igual que ahora Fuego devora al árbol!». Las pa­ sobre las brasas. Agachándose, Shig-Sig sopló con
labras de Shig-Sig estallaron en la mente de Chobshi. delicadeza. Primero, salió un hilo de humo y, lue­
Shig-Sig corrió hacia el árbol ardiente. Chobshi la go, saltaron llamas anaranjadas. La curiosidad de
siguió y le pidió que tuviera cuidado. La niña se aproxi­ la gente se tornó en miedo y abandonaron la cueva
mó hasta donde el calor se lo permitía. Dio vueltas al­ gritando.
rededor de aquel y se protegió el rostro con los brazos. Mientras tanto, la anciana y la niña giraron feli­
Sus ojos lagrimearon, comenzó a toser, pero continuó ces tomadas de la mano alrededor de la pequeña fo­
observando. Parecía una fiera acechando a su presa. gata. Habían descubierto el secreto para dominar a
Los demás salieron de la cueva para ver qué su­ Fuego y llevarlo dentro de la cueva; de esa manera,
cedía. Algunos trataron de detenerla, en especial su aunque el clima estuviera frío y lluvioso, tendrían
joven madre, pero Chobshi la tranquilizó. Ella sabía dónde protegerse.
que su nieta no tenía un pelo de tonta y, además, Shig-Sig creció y se convirtió en una hermosa
presentía que estaban a punto de descubrir algo jovencita, como su abuela a esa edad, cuando Cu­
maravilloso. lebra se había enamorado de ella. Junto a Chobshi,
Fuego acabó su comilona y eructó humo negro. aprendió el don de descubrir los secretos medicina­
De la madera del árbol solo quedaron carbones. les que encierran las plantas y su gente empezó a
verla como la nueva curandera. No olvidaron que, pensarlo dos veces, lo rodeé, lo envolví y lo llevé a la
gracias a su ayuda, habían aprendido a dominar a orilla de la laguna.
Fuego y en su honor nombraron a un río cercano, Afortunadamente resultó ser un joven inteligen­
que pasó a la historia con el nombre de Sigsig. te que, al observar la situación, entró al agua, tomó
En cuanto a Chobshi, una vez que enseñó a su a Shig-Sig por los cabellos y la arrastró hacia afuera.
nieta todos sus conocimientos, escogió el lugar más -¿Qué, acaso te crees un pez? -la acusó.
profundo de la cueva para envejecer tranquila. Su Shig-Sig terminó de toser, escupió el agua, se fro­
24 cuerpo poco a poco se achicó, se apergaminó y se tó donde aún sentía el sacudón que le dio el joven y 25
volvió tan ligero que el día de su muerte la saqué de lo miró furiosa, enseñándole los dientes.
allí sin ningún esfuerzo, levantándola como si fuera -¿Estás sola? ¿Dónde está tu gente? -preguntó
una hoja, y la llevé por los aires hasta Leonquina, la el muchacho con gestos.
laguna sagrada, donde la dejé caer sobre las aguas. «¿Por qué debo contestarte si eres un desconoci­
Pero no me di cuenta de que Shig-Sig me seguía, do?», argumentó ella con su pensamiento.
pues había sentido profundamente la muerte de su Él se sintió confundido al escuchar la voz dentro
abuela. de su cabeza. Lanzó una piedra al agua y pretendió
Shig-Sig entró a la laguna, quién sabe si esperan­ mirar atentamente los saltos que daba en la superfi­
do que Chobshi volviera a aparecer por arte de ma­ cie. Shig-Sig aprovechó para observarlo: era alto, del­
gia. El agua llegó hasta su cintura y ella continuó gado y llevaba el cabello enmarañado agarrado con un
sin detenerse. Sus hombros se sumergieron. Yo tra­ cintillo de cuero. En el suelo, a su lado, había dejado
té de mantener la calma, pero estornudé y se formó su lanza, que tenía amarrada una punta de piedra bri­
una ola que la cubrió. llante y negra que ella no conocía.
Ella no sabía nadar y empezó a hundirse. El muchacho volvió a escuchar mentalmente
De los puros nervios, me volví un torbellino y la voz: «No tires piedras a la laguna porque puedes
giré por el lugar sin saber cómo ayudarla. En ese mo­ ofender a Culebra».
mento, un cazador se acercaba acompañado de su «¿Una culebra vive dentro de esta laguna?», pre­
perro. De inmediato supe que él era la solución. Sin guntó él, formando con lentitud las palabras en su
mente. Era un nuevo concepto de comunicación
para el joven.
Shig-Sig asintió y explicó que allí vivía su padre.
<<Mmmm, tú desciendes de Culebra. Y, ¿dónde
se encuentra tu familia?», insistió, mirando a su
alrededor.
«En una cueva, en la parte alta de un cerro»,
26 Shig-Sig se aventuró a ofrecer la información porque
al fin y al cabo él la había salvado de ahogarse y em­
pezaba a parecerle simpático. «Y tú, ¿tienes familia?
¿Dónde está?».
El joven señaló con la barbilla a su perro, que
agitó la cola. Era pequeño, de pelo corto y amari­
llento, con hocico puntiagudo y orejas gachas.
«¿Él es toda tu familia?», río Shig-Sig. Definiti­
vamente le gustaba el joven. «¿De dónde vienes?»
Él señaló el Norte.
«Yo soy Shig-Sig, ¿y tú?», preguntó, poniéndose
de pie y frotando los brazos porque tenía frío.
«Duy», contestó el joven. «Y Gua».
El perro volvió a menear la cola y se aproximó a
Shig-Sig para que lo acariciara.
Luego de las presentaciones, empezaron a cami­
nar juntos los tres. En la mente de Shig-Sig apare­
ció la imagen de la cueva y la idea de secarse junto a
Fuego. Durante el viaje, Duy abrió un bolso de cuero
de venado que colgaba de su hombro lleno de puntas CAPÍTULO 3
de lanza talladas con la piedra vidriosa y negra y, en Lo que contó Conejo
un gesto de amistad, regaló una a Shig-Sig.
Cuando llegaron a la cueva...

*****

28 -Creo que ya has relatado lo suficiente, Viento -ar­ Duy fue a vivir con el Clan-de-Culebra, la gente que 29
gumentó Conejo. habitaba en la cueva de Chobshi. Lo recibieron
Y pidió permiso a Madre Tierra para intervenir. Ella con gusto porque vino acompañado de Shig-Sig y,
aceptó, con una sonrisa, mientras envolvía en madejas el además, compartió con ellos las puntas de lanza
hilo que preparaba. de la extraña piedra vidriosa, que causó gran ad­
miración entre toda la familia. Eran puntas de ob­
sidiana, la lava cristalizada que se encontraba en
la zona de volcanes de donde venía Duy. Su perro
Gua fue muy bien recibido por los otros perros y, en
corto tiempo, varios cachorritos amarillentos con
hocicos puntiagudos y orejas gachas corrían por los
alrededores.
Como se podía esperar, Shig-Sig se casó con Duy
y tuvo gemelos: una niña a la que nombraron Zhud,
que significa Protectora-de-familia, y un niño llama­
do Duma o Cargador-de-fuego. ¡Cómo se complican
los humanos!, y no como nosotros los conejos que,
en confianza, todos nos llamamos Orejas u Orejitas,
y así nadie se olvida del nombre de nadie.
Duy contó que sus padres y el resto de su fami­ silvestres, con los que se alimentaban. De pronto, es­
lia habían muerto en una pelea contra otro grupo cucharon voces desconocidas. Habían hablado mu­
de humanos por defender su cueva, situada en las chas veces de una situación semejante.
altas montañas del norte, a varias lunas de distancia. Una de las mujeres llevó a las criaturas al fondo
Cuando los del Clan-de-Culebra se enteraron de esto, de la cueva, otra puso más leños a Fuego que siem­
se asustaron pues pensaron que a ellos podría suce­ pre ardía dentro y Shig-Sig prendió una antorcha
derles lo mismo y se prepararon en caso de que otra preparada con grasa de oso. Las demás empuñaron
30 gente viniera con iguales pretensiones. No solo afila­ lanzas y esperaron. Las voces se acercaron y la ca­ 31
ron las lanzas y tallaron más cuchillos de piedra, sino beza de un hombre asomó en la parte inferior de la
que idearon varios planes de defensa. entrada de piedra. Tenía el rostro surcado por líneas
Padre Tiempo saltó de un amanecer a un ano­ rojas y blancas. Su boca con dientes pintados de ne­
checer y de un anochecer a un amanecer hasta una gro se abrió como un agujero oscuro al ver la fogata
mañana en que la gente del Clan-de-Culebra se fue y no notó, hasta que fue demasiado tarde, que Shig­
de cacería. En esta parte del relato, no puedo dejar Sig acercaba la antorcha a sus cabellos.
de mencionar que cazaban a muchos de mis herma­ El intruso huyó dando alaridos con sus cabellos
nos, a otros familiares y a los vecinos Venado, Per­ chamuscados.
diz y Pato, de los que se alimentaban. En fin, por lo Cuando regresaron los cazadores, comentaron lo
menos ellos cazaban para sobrevivir y tenían reglas, que había sucedido y nadie pudo dormir bien aquella
llamadas tabú, que no podían romper, como no cazar noche. Mujeres y hombres, armados con piedras y lan­
a hembras con crías, pedir perdón al espíritu del ani­ zas, se turnaron para hacer guardia. Al día siguiente,
mal cazado y desearle buen viaje en otros mundos. los ánimos estaban apagados y el clan se hallaba divi­
Algo que la mayoría de humanos ha olvidado hoy en dido entre dos bandos: los que querían marcharse a
día. otras tierras antes de enfrentarse a los intrusos, y los
Aquella vez, los cazadores y cazadoras, junto con que querían quedarse y pelear por su cueva. Shig-Sig,
sus perros, partieron al alba. Las demás mujeres se Duy y sus dos hijos gemelos, que ya tenían diez años,
alistaron para ir a recolectar bayas, raíces y frutos estaban entre el segundo grupo. Ahora bien, normal-
mente a mí me han producido cierta desconfianza los No acostumbro involucrarme en problemas de
niños y las niñas, especialmente porque les gusta su­ humanos, pero escuché hablar a los intrusos mien­
jetarnos por las orejas, pero estos me eran muy sim­ tras merendaban una coneja que me había simpati­
páticos. Quizás algo tenga que ver que no apetecían zado mucho, con lo cual se ganaron mi antipatía. En
comer carne de conejo. ese inst ante, decidí ayudar a los del Clan-de-Culebra
Pues resultó que los que deseaban quedarse en y empecé a urdir un plan basado en mi experiencia de
la cueva de Chobshi trataron de convencer a los que defe nderme, no a la fuerza, sino con la astucia de tío
32 querían irse de que no se marcharan, pero en aque­ Rap oso, que solo tiene una idea fija en su cabeza y es la 33
lla época los humanos no tenían un vocabulario de comerme. Si me permiten, voy a contar la historia;
muy extenso; de otra manera lo hubieran logrado
hablando, bla, bla, bla, sin parar como es su costum­ Una vez, cuando tío Raposo me tenía atrapado, su­
bre, pero no fue el caso. gerí que me dejara marchar aconsejándole almorzar
El día que partió uno de los grupos, se despidió perdices gordas en lugar de un conejo flaco. Para com­
amisto samente del otro. Con esto no quiero decir que probar que yo decía la verdad, le dejé tocar mis ore­
_
estrecharon las manos ni se abrazaron ni se refrega­ jas. Al sentir que eran puro cartílago y piel, estuvo de
ron nariz con nariz, ni se dieron besitos, porque aún acuerdo conmigo. Propuse que, si me dejaba libre, yo
no habían inventado esas manifestaciones de afecto. mismo le conseguiría dos costales llenos de perdices,
Se empujaron suavemente con las puntas de los dedos pues sabía dónde encontrarlas. Tío Raposo aceptó el
en los hombros; unos se dieron la vuelta marchándo­ trato. Corrí monte arriba seguido de cerca por él, que
se y los otros los vieron partir desde las afueras de la aún no confiaba del todo en mí. Ya en la cima, como el
cueva. día era abrigado, mencioné que una siesta le sentaría
En las cercanías, ojos enemigos los miraron y se de maravilla, a la sombra de los peleusíes (unos arbus­
alegraron al ver que se habían dividido. No solo les tos de flores amarillas), mientras yo iba en busca de
interesaba apoderarse de una cueva, porque eran es­ las perdices bajo el ardiente sol. Tío Raposo no tardó
casas en la zona, sino de una con Fuego dentro, algo nada en dormirse. El bosque estaba seco y abundaban
completamente desconocido para ellos. los cardos y las mazorcas de espinos blancos con los
que los ayu-
cuales llené los dos costales, y puse una que otra pie­ . 1 q ue se le había o currido un plan
decir e
dra para efectos del peso. Desperté a tío Raposo y le , ns ervar la cue va
. Claro que su plan no te -
dana a c o .
. e spm
ni cos tal s m o s; p ero
entregué los costales amarrados con fuertes nudos; le ac . 0, n con p e rdi c e s e
n ,
1a r e1 1 cómo
advertí que, de otra manera, las aves se escaparían. . re l at ha bía de sp ertado en e lla la id ea de .
rn1 o ,
Nos despedimos y me agradeció la buena idea. d sus enemigos con pic
ard1a y astucia.
deshac er s e e
de, l os gemelos sali er o n de la
Relamiéndose al pensar en la comilona que se da­ Dos días más tar a
ra. Duma llevaba un
ría, tío Raposo cargó los costales y empezó a bajar eva s ·
i n que nadie lo n ota
cu tar
· que utilizaban para re co lec .
e las
35
34 por el sendero. Desde donde yo me encontraba, lo pequen- a cesta d , vanos
en m e di o de piedras,
hab1a
escuché quejarse por las perdices que lo picoteaban frutos. D entro ,
os, unas pie drecilla
s y, encima,
y arañaban con sus patas. Sin poder contener la risa, carbon es ence ndid ­
stre s. Mi entras caminaban, ha
me fui libre y feliz, burlándome de todos los raposos uvillas y moras silve
ratando de llamar
la atención .
del mundo2• blaban en voz alta t s
mucho de la cueva cuando tre
No se habían ale jado
dos hombres, le s cor taron el
Volviendo a la historia del Clan-de-Culebra, los intrusos, una mujer y
i se cay eron patas arr
iba del
gemelos Zhud y Duma estaban sentados junt o a la paso. Zhud y Duma cas
eguro de que est o l e s
sucede
cue va, p e nsando, pre ocupados, e n los invasores. Yo susto (aunque no est o y s
graron fingir una tranquili­
esp eré a que la no ch e saltara sobre e l día y, despac io a los humanos), p ero lo
sentían.
y con much o cuidado, me introduj e e n la cueva. Una dad que, p or supuest o, no
la muj er, tratan-
v ez dentr o, me acerqué al lugar donde dormían los -¿Habitan cue va? -preguntó
los del Clan-de-Culebra.
niñ os y las niñas para buscar a los g emelos. Prim ero, do de hablar e n el idioma de
enco ntré a Zhud, acur rucada de ntro de las pi eles que Los gemelos asintieron .
enseñarno s cómo
la cobijaban. Acerqué m i ho cico a su oído y le co nté -Quedar con nosotros hasta
.
la historia de las p erdic es y tío Raposo . Mie nt ras lo utilizar Fuego - e xigió la muj er
e za.
hacía, e lla sonreía; al finalizar abrió lo s oj os como Los gemelos negaron c on la cab
o cent eme nte , que
escudillas de pie dra y desper tó a su hermano para Zhud explicó, mirándol os in
se cr et o y, si alguien
' Cuento tradicional de Azuay y Cañar.
solo e llos p o dían cono cer ese
tenía intenciones de hacerles daño, se quemaría p or *****
obra de magia.
La mujer tradujo esto a los hombres y los tres El momento en que Conejo se detuvo para tomar alien­
sonrieron socarronamente. to, Mono aprovechó para argumentar que aquel había ha­
Entonces, Duma se llevó unas uvillas a la boca. blado má s tiempo, que hasta había contado un cuento, y
También Zhud comió unas moras, que saboreó con pidió permiso para continuar con la historia. Madre Tierra
deleite, y discretamente retiró algunas piedras que se lo concedió mientras colocaba los hilos en un telar.
cubrían los carbones encendidos. La fruta se veía de­ 37
liciosa en la pequeña canasta. La mujer fue la primera
en introducir la mano, seguida de los hombres.
-¡Ay, ay, ay! -gritaron al quemarse los dedos.
Y, patitas para qué les quiero, escaparon antes de
quemarse enteros.
Al regresar a la cueva, los gemelos aseguraron a
sus padres y al resto de la familia que los intrusos no
los molestarían más porque se habían marchado a
otros lugares y contaron en detalle su aventura. Esto
fue lo que originó los nombres de los gemelos: Zhud,
Protectora-de-familia, y Duma, Cargador-de-fuego. Es
más, de allí en adelante Zhud fue elegido como el se­
·gundo nombre de todas las mujeres del clan.
Shig-Sig transmitió los conocimientos aprendi­
dos de la abuela Chobshi a su hija Zhud, quien no
solo fue gran curandera, sino que protegió a su gran
familia con habilidad, picardía y astucia.
CAPÍTULO4 Delante iba como guía Nash-Zhud, La-que-sueña­
Lo que contó Mono y-protege-a-su-familia, la mujer curandera a la que, en
su último sueño, Madre Shi, la Luna, le había orde­
nado trasladar a su aldea hacia aquel cerro. El sueño
fue providencial, puesto que el pequeño poblado de
casas de lodo y carrizo, con techos de paja, fue arra­
sado por un terremoto.
Los miembros del Clan-de-Culebra habitaron duran­ Nash-Zhud era descendiente de una larga línea 39
te muchas temporadas en la cueva de Chobshi, antes de sabias curanderas, encargadas de mediar entre el
de ir a poblar otros lugares, siempre cercanos a las mundo de los humanos y el de los espíritus. Las cu­
lagunas, pues nunca olvidaron a Culebra, el espíritu randeras no solo utilizaban su sabiduría para curar
de la vida y la fertilidad, ni a Leonquina, la laguna las enfermedades causadas por espíritus dañinos,
sagrada que, por arte de magia, podía ser varias la­ sino que guiaban a su gente en todo lo que era consi­
gunas a la vez y estar en distintos sitios. derado importante y necesario; en ese caso, un nue­
Los años se impulsaron en las ramas del árbol de vo lugar donde habitar.
Tiempo y se alejaron velozmente desde la época en Era una mañana con un cielo azul audaz, lo
la cual Shig-Sig y Chobshi habían descubierto cómo cual de seguro influyó para que Mama Shi, traviesa
utilizar a Fuego, hasta la narración de mi historia, como es, aún colgara del firmamento. Al verla, a la
cuando los humanos ya habían aprendido a cultivar gente no le quedó duda de que era un buen presagio.
a Madre Tierra y permanecían en un solo sitio para Se detuvieron antes de escalar para hacer ofrendas
así cuidar sus sembríos. La cueva de Chobshi quedó de flores y frutas al pequeño cerro, y vieron con ho­
como un sitio temporal, donde los cazadores se gua­ rror cómo Mama Shi empezaba a cubrir a Padre Sol;
recían y guardaban sus armas. entonces se postraron en el suelo y se aseguraron
Al momento de mi relato, la gente del Clan-de­ de que todos, hasta las niñas y los niños más peque­
Culebra se hallaba a punto de subir las laderas de un ños, cerraran los ojos. Les aterraba la idea de pre­
pequeño cerro, cubierto por un bosque con árboles senciar una pelea familiar entre aquellos personajes
de flores rojas. celestiales, que podían reaccionar como los huma-
-
nos; es decir, temían que, una vez hechas las paces, Al poco tiempo de vivir en cerro Narrío, Nash­
se avergonzaran de su comportamiento y tomaran Zhud volvió a tener un sueño extraño. Soñó con
represalias contra ellos, castigándolos por haber un lugar desconocido lleno de árboles altísimos con
presenciado una vulgar pelea. troncos gruesos y raíces aéreas que se escurrían por
En breve, Padre Sol continuó con su camino de el suelo. Tenían ramas tupidas con lianas colgantes
costumbre y Mama Shi se posó tranquilamente sobre de donde se agarraban mis hermanos monos para
los árboles de flores rojas, como una gran ave gorda saltar de un sitio a otro. También vio pájaros con
40 y plateada. Esto fue para Nash-Zhud la señal de que plumas multicolores que volaban chachareando, me­ 41
aquellos árboles eran los preferidos por Mama Shi. tiendo un ruido fenomenal y silbando melodías que
Así decidió llamarlos Shi-cañaros, Escogidos-por-Shi, ella jamás había escuchado. En mi opinión, solo ha­
y tomó el nombre de cañari, Los-que-habitan-donde­ bría sido un sueño sin mayor importancia pero, de
los-cañaros, para que lo utilizara su gente. repente, aparecieron mujeres guerreras que lucha­
Al cerro lo nombró Shi-Narrío, Altar-de-luna, y ban contra un grupo de invasores. Nash-Zhud vio en
construyeron allí un adoratorio para venerar a Ma­ su sueño que casi todas caían abatidas por flechas y
dre Luna. Eso fue el comienzo porque, más tarde, lanzas, menos unas jovencitas que pudieron escapar.
los cañaris construyeron altares para Mama Shi en Eran dos y llevaban tocados de plumas de las mis­
otros cerros y montañas. Yo lo sé porque los monos mas aves parlanchinas.
conocemos muy bien a la Luna. Todo inició hace Nash-Zhud despertó segura de que aquel sueño
mucho, cuando un mono inquieto subió a una es­ era una señal para ir en busca de las jóvenes. Con­
trella (nadie sabe exactamente cómo lo hizo, pero tó entonces lo que había soñado a dos de sus hijos:
eso no importa) y no pudo volver a bajar. Entonces, a Zukinaula, Escarabajo-de-agua, su hijo mayor, y a
chilló pidiendo ayuda, colgado por la cola. A Mama Guartatanga, Ojos-de-águila, su hijo menor, y les or­
Shi le pareció gracioso, lo rescató, lo llevó a vivir denó partir de inmediato. Zukinaula protestó, alu­
con ella y esa es la figura que se ve en la superficie dió que solo era un sueño e insistió en que ellos de­
lunar. bían ser los únicos humanos habitantes en Madre
Tierra, que de seguro terminaba al otro lado de las -No podernos cruzar por aquí, hermano, las
montañas. Por el contrario, Guartatanga aceptó en­ aguas están demasiado crecidas y no sabemos nadar
tusiasmado la aventura de conocer nuevos parajes y -dijo Guartatanga a su hermano mayor.
nuevas muchachas. -Si tienes miedo, no lo cruces, pero yo sí lo haré
Los dos hermanos partieron hacia el Este. Cuan­ -repuso Zukinaula, a quien le gustaba llevar la con-
do llegaron a las estribaciones de las montañas, traria, sin recordar que él había sido quien se negó a
Zukinaula se sorprendió al ver que el mundo no emprender aquel viaje en un principio.
42 terminaba allí. Continuaron descendiendo por una No obstante, Guartatanga lo convenció de buscar 43
cambiante vegetación que cada vez se volvía más un lugar más apropiado. Lo encontraron frente a un
verde y brillante. Les pareció curioso que, mientras pequeño islote que les permitiría descansar y repo­
más descendían y se alejaban del Padre Sol, más ca­ ner sus fuerzas antes de pasar a la otra orilla.
lor sentían y el sudor brotaba de su piel aunque se Apoyándose en sus lanzas, lograron llegar a aquel
detuvieran para descansar. trozo de tierra, donde descansaron. Pero Neblina los
Y empezó a llover. rodeó y les fue imposible distinguir las orillas de un
Es decir, Lluvia vino con todo su entusiasmo (tal lado o del otro.
como a veces lo hace, algo que ya dejó en claro su pri­ Los días siguientes fueron igual de nublosos duran­
ma Neblina), pero esta vez venía de mal humor por­ te la mañana, y oscuros y lluviosos durante la noche.
que Viento le había jugado alguna broma que no vie­ Entre Neblina y Lluvia detuvieron a los pobres herma­
ne al caso. Lo cierto es que, cuando cayó, lo hizo en nos por un tiempo en el islote sin nada que comer.
chorros gruesos y sin parar durante días y semanas. Mientras tanto, a poca distancia de allí se en­
Los ríos se hincharon y empezaron a inundar­ contraban las dos jovencitas que había visto Nash­
lo todo. Los dos hermanos nunca habían visto una Zhud en su sueño. Llevaban tocados de plumas de
tempestad semejante. Zukinaula quiso regresar, guacamaya, arcos en las manos y flechas en sus al­
pero, ante la insistencia de Guartatanga, decidieron jabas. Las dos eran hermosas con sus largos cabellos
seguir adelante. negros y brillantes, piel de un tono dorado oscuro,
Así llegaron a orillas de un gran río. rostros finos, frentes anchas cubiertas por un flequi-
llo y ojos color de ala de mariposa nocturna. Eran
guerreras amazonas que al momento huían de los
invasores que se habían apoderado de sus tierras.
La más pequeña se llamaba Chin y la mayor, Chivil,
nombres de distintas clases de orquídeas, las flores
favoritas de las amazonas.
Chin fue la primera en escuchar un sonido extraño
44 y alertó a su hermana mayor. Las dos sacaron sincro­
nizadamente sus flechas de las aljabas para colocarlas
sobre las cuerdas de sus arcos; las estiraron y espera­
ron. Sus pupilas se volvieron dardos que penetraban
la maleza a su alrededor. Agudizaron los oídos. Chin
olfateó el aire, luego pidió con señas a su hermana que
esperara y ella se metió en la espesura. Caminó despa­
cio hacia la orilla del río, cuidando de no dejarse ver.
Las aguas estaban oscuras por el lodo. Árboles arran­
cados de raíz y animales muertos flotaban en veloz ca­
rrera, mientras el río cantaba su nombre:
-Bulubulu, Bulubulu.
Oculta entre los matorrales, Chin divisó a Guar­
tatanga y Zukinaula en el islote.
Regresó donde Chivil y juntas fueron a mirar a
los jóvenes, que se encontraban discutiendo. Ellas
observaron la situación y rieron: nadadoras desde
pequeñas, para ellas cruzar un río era tan fácil como
caminar por un sendero de tierra.
Aburridos, Guartatanga y Zukinaula se quedaron tanga explicó que estuvo sobre un islote en medio de
dormidos. un río torrentoso como jamás había visto otro igual,
Entonces, Chin susurró algo al oído de Chivil y y que Chin y su hermana Chivil lo salvaron, pero que
ella asintió. Recogieron frutos, nueces y raíces co­ zukinaula se quedó allí. La gente se maravilló con
mestibles. Los envolvieron con cuidado en hojas ellas y sus tocados de plumas. Alguien preguntó si
grandes y los llevaron sobre sus cabezas nadando en eran una especie de aves. Ellas rieron y, traviesas,
dirección al islote. Con mucha cautela, dejaron allí contestaron que sí, que eran guacamayas.
la comida y regresaron a ocultarse de nuevo entre el Guartatanga tomó corno esposas a las dos her­ 47
follaje de la orilla. manas y, meses más tarde, celebraron el nacimien­
Cuando Zukinaula· y Guartatanga despertaron en­ to doble de trillizos. Chin tuvo tres mujercitas y
contraron un banquete, pero el mayor devoró la comi­ Chivil, tres varoncitos. Para completar la alegría
da sin compartirla con su hermano menor. Desde su que sentían todos, ese mismo día regresó Zukin­
escondite, las muchachas lo observaron disgustadas. aula con unas piedras amarillas y brillantes que
Al día siguiente, también en secreto, volvieron a llevar Padre Sol dejaba caer en los ríos. De esta manera,
más comida y se molestaron porque tampoco Zukinau­ los cañaris conocieron el oro y el camino para ir y
la la compartió con Guartatanga. Al tercer día, ya no volver de la selva, y así nació la leyenda de las dos
se preocuparon por llevar comida sino que cruzaron el guacamayas.
río, despertaron a Guartatanga y le dijeron que guar­
dara silencio porque se marchaban juntos. Al verlas *****
con sus tocados de plumas, Guartatanga les obedeció
sin chistar, porque pensó que eran aves mágicas con­ Apenas Mono terminó de contar su historia, escu­
vertidas en mujeres. Entre las dos lo llevaron flotando charon un fuerte aleteo y Guacamaya se posó delante de
a la orilla por donde había llegado con su hermano y le Madre Tierra. Estaba molesta. Raspó con su pico varias
pidieron que las ayudara a escapar de allí. veces el suelo y se quejó de que la historia de Mono acerca
Cuando llegaron al cerro Narrío, Nash-Zhud sa­ de la leyenda de las guacamayas del pueblo cañari era,
lió a recibirlos, seg uida de todos los cañaris. Guarta- por demás, simplona.
-Por lo tanto, pido permiso a Madre Tierra para CAPÍTULO 5
contar mi versión de los hechos -añadióJ haciendo una Lo que contó Guacamaya
venia con sus grandes alas.
Madre Tierra aceptó cordialmente, porque dijo que
conocer diferentes puntos de vista era enriquecedor,
igual que utilizar hilos de distintos colores, como en el ta­
piz que comenzaba a tejer, donde aparecieron fzguras de
guacamayas con rostros de mujeres. Durante el Diluvio, en la época llamada Uno Pa­ 49
chakutik, es decir, el Primer-cambio-del-tiempo, Lluvia
cayó en tales cantidades y con tanta fuerza que Ma­
dre Tierra se inundó y solo sobrevivieron dos herma­
nos: Ataorupagui, el mayor, y Cusicayo, el menor. Se
sintieron tan tristes por haber perdido a su familia
que lloraron desconsoladamente mientras subían
por un cerro mágico para escapar de la inundación.
Este camino se conoce como Wacayñán o Camino­
del-llanto. Como el cerro era mágico, crecía al mismo
tiempo que las aguas. Creció tanto que se convirtió
en una montaña a la que los hermanos nombraron
Faysañán o Monte-que-crece.
Cuando finalmente Lluvia se detuvo, Ataorupa­
gui y Cusicayo construyeron una choza y fueron de
cacería para buscar comida, pero no encontraron
nada. Esto sucedió durante varios días hasta que
empezaron a debilitarse por el hambre.
Pachakamak los observó preocupado, me llamó no estaba acostumbrada. Mi hermana me miró ate­
a su lado, porque yo era su ave favorita, y ordenó rrada y abrió sus alas dispuesta a escapar de aque­
que fuera a ayudarlos junto con una de mis herma­ lla rara situación. Chillé para que no se marchara y,
nas. Después de convencer a mi hermana mayor, de inmediato, ella se volvió igual que yo.
las dos volamos hacia el Faysañán en busca de los Apenas amaneció, los muchachos se marcharon
hermanos. Antes de decidir qué hacer y cómo ayu­ en busca de alimentos. Pedí entonces, a mi herma­
darlos, nos escondimos entre las ramas de un ár- na, ayuda para prepararles comida. Tan pronto como
50 bol de arrayán para mirarlos mientras hablaban del entramos a la choza, nos convertimos totalmente 51
hambre que sentían. En medio de la conversación, en mujeres. Yo me sentí feliz porque mi nuevo as­
Cusicayo, el más joven, alzó la mirada y vi sus ojos. pecto me aseguraba la posibilidad de llegar a tener
No puedo describir con exactitud la sensación que el amor de Cusicayo, pero mi hermana se puso de
tuve, pero puedo compararla con la emoción que mal humor. Odiaba haber perdido sus plumas, de las
sentí la primera vez al abrir mis alas y volar. Ese que estaba muy orgullosa, y se quejó de que el sol la
instante deseé con todo mi corazón ser humana' hada sudar, algo nuevo y horrible para ella. Luego,
puesto que me había enamorado perdidamente de al salir de la choza, nos convertimos en aves nueva­
él. Mi hermana comprendió lo que me sucedía y se mente. ¡Cuánta desilusión tuve!
burló de mí. Entonces, hice algo que nunca antes A su regreso, Cusicayo y Ataorupagui se sor­
había hecho: me puse a llorar. Gotas de agua salada prendieron al ver la comida y la bebida, además de
brotaron de mis ojos y corrieron por mis plumas. no encontrar a nadie que las hubiera preparado.
«Un momento», me dije, «las aves no lloran», y ahí Enseguida, salieron a buscar por los alrededores.
me di cuenta de que tenía rostro de mujer y, donde Yo miraba a mi amado desde el árbol, suspirando
caían mis lágrimas, las plumas desaparecían. Len­ con tristeza. Sin embargo, al día siguiente, com­
tamente empecé a convertirme en una criatura ex­ probé feliz que, cuando entrábamos a la choza, nos
traña, entre mujer y guacamaya. Me agarré de las volvíamos a convertir en mujeres y al salir, en aves.
ramas con desesperación, con unas manos a las que Así transcurrieron tres días, hasta que Ataorupa-
gui decidió esconderse para descubrir quién traía CAPÍTULO 6
la comida. Cuando nos encontró, trató de atrapar­ Lo que contó Venado
nos pero logramos escapar, primero corriendo y, ya
afuera, volando. Esto desquició a mi hermana. Se
lamentó de que sus plumas se estaban arruinando
con tanta transformación y resolvió marcharse. Yo
decidí no esperar más y, cuando Cusicayo se que­
52 dó escondido, mientras su hermano iba de cacería> Así como dijeron mis compañeros ante
s que yo, debo 53
iendo entre
entré a la choza con toda la intención de dejarme mencionar que Tiempo pasó veloz, corr
vivir en cerro
atrapar. Al verme, él también se enamoró de mí. los árboles. Los cañaris se quedaron a
d fue un
Ataorupagui nunca más regresó y, a pesar de que lo Narrío y sus contornos. La sabia Nash-Zhu
nan-Zhud,
buscamos por ríos y barrancos, no lo encontramos. recuerdo lejano para su tataranieta Gua
Entonces, nos quedamos a vivir allí y tuvimos mu­ La-que-habla-con-animales.
chos hijos e hijas que poblaron estas tierras. Guanan-Zhud, por herencia, debía ser la nue-
... al
De esta manera, me convertí en la madre del pue­ va curandera, pero esto presentó un problema
blo cañari y ellos, en mis hijos. principio.
Cuando conocí a Guanan-Zhud, era apenas una
***** mocita revoltosa y retobada que se negaba a acep
tar
su responsabilidad de curandera porque le gustaba
-Las leyendas nacen de realidades -dijo dulce­ la caza, amaba la aventura y odiaba recolectar plan­
mente Madre Tierra mientras acariciaba la cabeza de tas. Guanan-Zhud era la única hija mujer en la fa­
Guacamaya. milia y su madre, antes de morir (demasiado joven,
En ese momento, aparecieron, en su tapiz, hermo­ por cierto), le dejó todos sus conocimientos, pero no
sas conchas de fi.los rojos, y Venado pidió permiso para tuvo tiempo para transmitirle el gusto por la inves­
continuar. tigación, la paciencia para descubrir nuevas cosas y
la satisfacción derivada de ello, cualidades de las sa- pidió acompañarla. Yo acepté porque así me alejaba
bias curanderas. de mi dolor.
Al vemos por primera vez, lo hicimos frente a fren- Antes de marcharnos, nos despedimos de mi
te. Ella, con su lanza en alto, y yo, junto a mi pequeña cría, le deseamos un buen viaje a su espíritu y le
cría inmóvil. Días antes se había roto una de sus pa­ agradecimos porque su cuerpo ayudaría a vivir a
titas y el dolor no la había dejado comer hasta que se otras criaturas del bosque, cumpliendo así el ciclo de
apagó como una luciérnaga al final de su jornada. la vida y la muerte.
54 Guanan-Zhud bajó la lanza y se acercó. Nos mira­ Al ver que Guanan-Zhud no tenía una dirección 55
mos directamente a los ojos. Los de ella se inunda­ concreta, sugerí seguir al sol en su trayectoria, pues­
ron, algo que les sucede a los humanos cuando son to que acababa de nacer y estaba tierno y amarillo.
sensibles como nosotros los venados. Ella estuvo de acuerdo y, para cuando se tomó ma­
Al ver que yo retrocedía, me habló en palabra s duro y anaranjado, nos encontráb_amos bastante le­
que entendí: jos de donde habíamos empezado.
-Siento tu pérdida, Madre Venado -dijo, mi­ Guanan-Zhud hizo una fogata y me enseñó a
rando a mi cría con tristeza. acercarme a Fuego sin temerle. Se recostó con su ca­
Luego, me contó acerca de la muerte de su ma­ beza apoyada en mi lomo y contó sus planes.
dre. Dejé que se abrazara de mi cuello, pusiera su -Escuché a unos viajeros decir que existe un
mejilla húmeda contra mi piel y las dos comparti­ lago enorme, Madre Venado, tan grande, tan grande
mos la congoja de haber perdido seres queridos. Al que no se ve la otra orilla -dijo entusiasmada, mi­
oír que me llamaba madre, restregué mi nariz en rando en su mente esa maravilla.
su frente y le di un beso. Nunca había pensado lle­ Seguimos caminando siempre hacia el poniente,
gar a querer a una humana, pero desde ese instante sin encontrarnos con nadie, puesto que en aquellas
amé a Guanan-Zhud como a una hija. épocas el mundo no estaba poblado de tantos huma­
Nos hicimos amigas y compañeras de viaje, mejor nos como ahora. Descendimos las montañas hasta
dicho, de huida. Sí, Guanan-Zhud decidió escapar en un gran valle en la costa, donde había muchos otros
busca de aventuras para evitar sus obligaciones y me venados. Guanan-Zhud no intentó siquiera cazarlos,
aludiendo a nuestra amistad. Dijo haber perdido el con ella. En un principio, no entendí lo que me decía
gusto por la caza y que se hallaba satisfecha alimen­ por que la furia no la dejaba hablar bien.
tándose solo con frutos y raíces. -Están obligados a dar a una de sus hijas corno
Atravesábamos un bosque de ceibos, con grandes esp osa del hijo de un jefe de otro poblado -dijo de
ramas torcidas, que tenían el aspecto de estar sem­ cor rido y en un susurro furioso a través de la pared
brados al revés (es decir, con las raíces para arriba), de caña.
cuando el olor de seres humanos llegó a mis narices. -¿Qué tiene eso que ver contigo? -pregunté,
56 Habría gritado para prevenir a Guanan-Zhud, pero susurrando también por temor a que en cualquier 57
se había adelantado. Entonces vi, horrorizada, que momento me descubrieran.
unos cazadores la atrapaban bajo una red. -Van a reemplazarla conmigo y así podrán cum­
Sin querer perderla de vista, los fui siguiendo , plir con su obligación, sin perder a ninguna de sus hi­
cuidando de que no advirtieran mi presencia. Afor­ jas -contestó Guanan-Zhud y continuó mascullando
tunadamente no tenían perros, lo cual me hizo su­ insultos dirigidos a todos aquellos cazadores, sus re­
poner que no habían salido a una cacería típica. Más des, tambores y ocarinas en forma de animales.
tarde vi que tenía razón. Yo dije que me parecía interesante la situa­
Llegamos a una aldea con casas construidas sobre ción, porque al fin y al cabo ella había dejado a su
palos y situadas en círculo. Los cazadores anuncia­ gente en pos de aventuras y allí se presentaba una.
ron a gritos el éxito de su labor. Algunas mujeres se Además, yo la acompañaría; sin embargo, debía­
acercaron riendo donde Guanan-Zhud para ayudarla mos asegurarnos de que no acabara como gui­
a desenredarse; entre tanto, otras tocaban tambores so de venado. Ella respondió disgustada que su
y ocarinas en forma de animales. Noté que todas te­ intención siempre fue volver donde su gente después
nían expresiones de alivio en sus rostros, especial­ de una aventura y no quedarse lejos para siempre,
mente al mirar a sus jóvenes hijas. casada con algún tonto que no podía buscar por sí
Condujeron a Guanan-Zhud a un cuarto de caña solo una esposa.
y trancaron la puerta con un trozo de madera. Me Aunque yo amaba a Guanan-Zhud como a una
acerqué por la parte de atrás para hablar en secreto hija, no la comprendía pero razoné que, a pesar de
hablar el idioma de los animales, ella era solo una Desembarcamos en una playa de arena tan fina
humana y los humanos son incomprensibles. Espe­ que cosquillearon mis cascos y la gente se rio al ver­
ré toda la noche junto a la cabaña sin hacer más co­ me levantar mis patas para sacudírmela. Algunos
mentarios, confiando en que todo saliera bien. graciosos comentaron que yo danzaba anticipando
Con la primera claridad, las mujeres entraron a las fiestas de matrimonio.
engalanar a Guanan-Zhud. La escuché gritar, pa­ Al escucharlos, Guanan-Zhud alzó la cabeza con
tear y sacudirse, pero salió envuelta en una tela roja gest o desafiante. La mujer del mazo lo sacudió ame­
58 con los cabellos peinados con grasa y adornados con nazante, y ella se mordió los labios para contener la 59
una magnífica corona de flores. Junto a ella iba una ira. «¡Pobre novio!», pensé. Mi muchachita no iba a
mujer; portaba un mazo que amenazó con utilizar aceptar aquella boda dócilmente. Me pregunté qué
si Guanan-Zhud se arrancaba una vez más el florido podíamos hacer. El comentario referente al apetito
adorno. del padre del novio me había puesto nerviosa. Lo
La llevaron al río, donde esperaba una canoa lar­ único que se me ocurrió fue que huiríamos a la pri­
ga y hermosa, construida del tronco de un solo ár­ mera oportunidad.
bol. Al ver que sus intenciones eran partir con ella, Por la noche, llegamos a un caserío donde nos re­
tomé una decisión desesperada para no perderla. Me cibieron con teas encendidas y el ulular de caraco­
acerqué mansamente. Se sorprendieron, como me les marinos. De una casa circular salió el cacique, un
había imaginado, discutieron entre ellos y acorda­ hombre bastante gordo, junto a un jovencito de tez
ron llevarme como obsequio al padre del novio, que, pálida y cabeza alargada, desfigurada a la usanza de
según les escuché decir, tenía gran apetito. aquel pueblo, que lo consideraba como un símbolo
Navegamos río abajo y días más tarde desembo­ de belleza y nobleza.
camos en una enorme cantidad de agua que se unía La gente con quien íbamos nos entregó ceremo­
al firmamento en la distancia. Guanan-Zhud gritó niosamente, mencionando, sin un ápice de vergüen­
señalando el horizonte. Antes de obligarla a que se za, que Guanan-Zhud no solo era su hija más hermo­
callase, la escuché decir que esa era la laguna que sa, sino la más amada. El cacique tornó de la mano
buscábamos. Habíamos encontrado el mar. a Guanan-Zhud y les entregó a cambio una canasta
llena con conchas de espinas largas en distintos ma­ facción duró poco, porque resultó que Guanan-Zhud
tices de rojo. Las reconocí enseguida. Eran las mági­ no era la novia de Ikatá, sino de su hermano mayor,
cas conchas spondylus, que tienen el poder de atraer quie n no se encontraba en ese momento.
a Lluvia, producir buenas cosechas y proteger a los Y eso era un problema.
espíritus en el mundo de los muertos.
Aproveché la distracción del momento para *****
ponerme junto Guanan-Zhud y planear nuestra
60 huida, porque me asustó la mirada golosa que dirigió En este punto del relato, Venado gentilmente cedió la
hacia mí el cacique durante el intercambio de regalos. palabra a Jaguar, mencionando que había participado
Restregué mi cabeza contra Guanan-Zhud para directamente en lo que venia a continuación.
llamar su atención, pero ella tenía los ojos entorna­ Mientras Jaguar se aclaraba la garganta, Madre Tie­
dos y la respiración entrecortada, como si le hubie­ rra continuó tejiendo su telar y en el tapiz surgieron her­
ran pegado un mazazo en la cabeza. Seguí su mirada mosas mazorcas de maíz.
y encontré que estaba prendida de los ojos del hijo
del cacique, que también la miraba con la boca abier­
ta. ¡Ah, el amor! El amor vuelve raros a los humanos.
Les quita el sueño, no los deja pensar y a veces ni
hablar. Tal fue el caso de aquel muchacho llamado
Ikatá, que, al ver a Guanan-Zhud, no pudo decir pa­
labra, a pesar de tener un discurso preparado para
cumplir con la ceremonia. Yo pensé que tarde o tem­
prano diría algo, porque le habían obsequiado una
esposa; pero él continuó abriendo y cerrando la boca
como un pez moribundo.
Me alegré de que así resultaran las cosas, pues
creí que iban a contraer matrimonio; pero mi satis-
CAPÍTULO 7 cumplir con la promesa de boda dada a su hermano,
Lo que contó Jaguar algo que a él le dolía mucho porque se había enamo­
rado de ella. Me di cuenta de que iba a dejarla pasar
sin decir nada y decidí intervenir.
Lancé un rugido tremendo.
Venado saltó dos metros, pero se tranquilizó
cuando le dije que no temiera. Ella (la joven) buscó
Yo era el animal que protegía a Ikatá, un aprendiz de algo con qué defenderse. Ese momento empujé con
chamán. Un aprendiz fallido, porque no le interesa­ mi cabeza a Ikatá, para obligarlo a salir de su escon­
ba para nada estudiar ni aprender como sus abuelas dite y que se dejara ver.
y abuelos sino que soñaba con viajar y tener aventu­ Los dos se miraron sorprendidos, luego desvia­
ras. El muchacho me agradaba mucho, debido a que ron las miradas y otra vez se miraron. Después,
yo también compartía su gusto por conocer nuevos ella pretendió verse las uñas de la mano derecha (a
lugares. pesar de la oscuridad) y él, los dedos gordos de los
Esa noche, después de la ceremonia de entrega de pies.
la novia para su hermano mayor, quien ni siquiera -¿Hacia dónde van? -pregunté, gruñendo con
se había molestado en asistir y había preferido ir de suavidad para romper el hielo.
cacería, Ikatá no pudo dormir y salió al monte a pen­ Guanan-Zhud alzó la cabeza y me contestó en
sar. Allí estábamos en la oscuridad, ocultos entre la idioma jaguar que no me metiera donde no me im­
caña, cuando sentimos unos pasos leves. Vi con sor­ portaba; que se marchaban de allí y punto.
presa que era Guanan-Zhud, que venía por el sende­ «Vaya, vaya», pensé yo. Me gustó tanto la idea de
ro acompañada de Venado. que mi protegido y futuro chamán llegara a ser el es­
No fue difícil imaginar que estaban escapando. poso de aquella muchacha tan inteligente que olvi­
Ikatá también lo adivinó y sentí su indecisión dé decir que el hablar mi lengua, igual que Ikatá, era
entre dejarla marchar o exigir que se quedara para otra de sus cualidades.
-En realidad, lo pregunto porque queremos
ayudar, ¿verdad, Ikatá? -inquirí, dando otro empu­
joncito a mi muchacho para aproximarlo más a ella.
El pobre solo pudo repetir algo que sonó como el
zumbido de un moscardón y sentí sus manos sudo­
rosas cuando las apoyó en mi cabeza.
-No podrás ir muy lejos porque te perseguirán,
te agarrarán y castigarán -insistí para ver si logra­ 65
\
ba establecer una conversación, pues sospechaba que
ella continuaría su camino de un momento a otro.
-Sí, eso es verdad-dijo Ikatá, recuperando mi­
lagrosamente su voz.
-Pero si me quedo, seré la esposa de tu herma­
no. ¿Acaso eso no te importa?-preguntó ella de so­
petón, como cuando se dispara una flecha.
«Uyuyuy, esto se pone romántico», me dije y su­
surré a Ikatá que dijera que sí le importaba.
-Sí me importa -repuso él con voz tembloro­
sa-. Es decir, no me importa; quiero decir, no me
importa que te vayas, pero sí me importa verte ca­
sada con mi hermano porque sí me importa que te
quedes pero no casada con él, entonces sería mejor
que te fueras.
-¡Grandioso! -comenté entre dientes, acostán­
dome en el suelo y tapándome los ojos con mis patas
delanteras.
Estaba clarísimo lo que había dicho Ikatá; perfec­ franca... y ¡qué curiosa! Al poco tiempo de sentarse
tamente comprensible. Con eso, Guanan-Zhud dio en el piso, empezó a preguntarme por qué los árbo­
media vuelta y se alejó furiosa. les de ceibo tenían ese aspecto tan raro que daba la
-No la dejes ir-gruñí a Ikatá, que por fin re ac­ imp resión de que estaban sembrados al revés.
cionó, dio dos zancadas y la tomó por un brazo. -No es solo una impresión, sino que están al re­
-Espera, no te vayas -pidió Ikatá. vés -contesté, fascinado de poder demostrar mis
Mientras tanto, Venado comprendió lo que suce� conocimientos.
66 día y me guiñó un ojo. y de seguido le conté la historia del árbol de ceibo
-Tengo una idea -dijo Venado a Ikatá-. Ven v anidoso:
con nosotros. Así conocerás a los cañaris, gente ma­
ravillosa, podrías quedarte a vivir allí y quizás em­ Apenas Pachakamak terminó de crear a todos los
pezar una familia ... seres vivientes, pidió que se acercaran para conocer­
Al escuchar la palabra familia, los dos retrocedie­ se entre ellos. Así empezó un desfile donde partici­
ron confundidos, pero Guanan-Zhud fue la primera paron los animales, los árboles, las plantas, las mon­
en reaccionar y lo tomó de la mano. tañas, los ríos ... todos, menos los humanos, porque
-Es verdad, ven con nosotros. Tú me gustas y todavía no existían.
siento que yo también te gusto, ¿verdad? Cada quien se presentaba por turno con su nom­
Él aceptó que ella le gustaba y se pusieron de bre, decía dónde habitaba y qué hacía o producía, lo
acuerdo en que, en ese mismo instante, iría a buscar que se menciona al presentarse delante de un públi­
sus cosas. co al que uno no conoce.
Venado, Guanan-Zhud y yo nos quedamos espe­ Cuando fue el turno de Ceiba, se plantó delante
rando. Me sentía muy contento con la idea de irnos de todos y movió armoniosamente sus ramas cu­
de viaje y por haber encontrado a una humana que biertas por abundantes hojas. En realidad eran unas
no decía mentiritas: «Ay, ac�mpáñame porque me da ramas suaves y delicadas que brotaban ondulantes
miedo el camino», o cosas así. No. Ella era decidida y del tronco y caían como una cascada de hojas en
los tonos de verdes brillantes, cubiertos por gajos de lo s árboles, que es más fácil porque está formado
de flores rosadas y lilas. Su aspecto era tan hermo­ de pocas sílabas y movimientos temblorosos.
so que todos aplaudieron. Esto fue su perdición. La Ikatá se acercó. Los tres conversaron largo tiem­
vanidad se le subió a la cabeza; es decir, a la copa y, po. Junto con Venado, me aproximé para saber de
sin pensarlo dos veces, Ceibo se presentó como el qué hablaban. En ese momento, Ikatá abrió su equi­
ser más hermoso creado por Pachakamak. paje y enseñó una mazorca de maíz.
Entonces, Pachakamak montó en cólera, de un Se notaba molesto con Guanan-Zhud.
68 porrazo lo puso al revés con las raíces para afuera y -Te lo digo, este es el mismo maíz que puedes 69
así quedó Ceibo para siempre. ver desde aquí y que Ceibo te aconseja llevar a tu
pueblo en las montañas -explicó Ikatá.
Al escuchar esta historia, Guanan-Zhud se sintió -No te creo -replicó Guanan-Zhud con
impaciente por volver a ver a los ceibos que había en­ terquedad.
contrado en el camino. Dijo sentirse triste por ellos Ah, sí, olvidé contar que Guanan-Zhud también
y que le gustaría consolarlos. era porfiada.
No tuvimos que esperar mucho para partir, por­ Desde allí se veía el valle cubierto completamente
que Ikatá regresó enseguida, llevando sus cosas con maíz. Era un espectáculo maravilloso ver todas
amarradas en una tela de algodón a rayas. aquellas plantas sembradas en filas, cargadas de ma­
Emprendimos la marcha por un camino conocido zorcas como soldados verdes con penachos volando al
por mí y así llegamos mucho más rápido a las colinas viento. Guanan-Zhud conocía el maíz pero a modo de
de los ceibos. una espiga delgada con pequeñas semillas, y no corno
Guanan-Zhud corrió hacia el árbol más grande y lo una mazorca de ocho hileras de granos grandes.
abrazó. Ceibo dejó caer algunas de sus semillas llenas Ceibo intervino con voz apagada, por hallarse al
de delicada lana sobre ella, antes de ponerse a conver­ revés, por supuesto. Dijo estar seguro de que el maíz
sar. Yo no me sorprendí. Si podía hablar en jaguar y cargado por Ikatá en su morral era el mismo que cre­
en venado, era lógico que pudiera hacerlo en el idioma cía en el valle.
-Mi pueblo desarrolló este maíz -dijo con or­ que regalé a Ikatá para que lo llevara colgado al cue­
gullo Ikatá-. Por lo visto, el tuyo aún no lo ha lo­ llo como símbolo de su nuevo rango.
grado -añadió con cierta ironía. Ikatá y Guanan-Zhud se casaron y tuvieron va­
Guanan-Zhud lo ignoró. Agradeció a Ceibo la in­ rios hijos e hijas. Una de ellas tallaba las piedras de
formación y propuso que continuáramos el camino. maravilla...
Antes de marcharse, abrazó otra vez al árbol, agra­
decida por haberle hablado del nuevo maíz. *****
70 -No te preocupes por nosotros -pidió Ceibo-. 71
Nos hemos acostumbrado a vivir así y ahora hasta lo Al llegar a este momento, Jaguar calló para permitir
encontramos divertido. que otros hablaran, lo que aprovechó Perro para pedir la
El viaje de regreso al hogar de Guanan-Zhud palabra. Madre Tierra asintió gustosa y, en el tapiz que
transcurrió sin novedades. Los días se sucediero n tejía, se dibujó una estatuilla de concha junto a cuatro
agazapados, la noche cazando al día y el día cazan­ estrellas. Era la constelación de la Cruz del Sur.
do a la tarde, hasta que arribamos. La llegada nues­
tra causó una enorme alegría a los cañaris , quienes
aprendieron a cultivar aquel maíz de la costa con la
ayuda de Ikatá. Se maravillaron de las conchas spon­
dylus que también había llevado mi muchacho. Ikatá
se convirtió con los años en un chamán respetado
por todos. Guanan-Zhud aceptó su misión, heredada
de todas sus antepasadas sabias , y fue una excelente
curandera, y a mí me aceptaron como un ser mágico,
protector de su pueblo.
Como los espíritus no envejecen, pretendí enve­
jecer un poco, lo suficiente para perder un colmillo
CAPÍTULO 8 rnascotas nos entretuvieran e hicieran compañía;
Lo que contó Perro no, señor, éramos trabajadores conscientes de nues­
tra importancia y responsabilidades puesto que,
sin nuestra ayuda, los humanos no habrían inicia­
do las civilizaciones. Nosotros hicimos posible que
se establecieran construyendo pueblos (más tarde
convertidos en ciudades) de donde salían a cazar,
72 Yo era un cachorrito que apenas había abierto los en vez de continuar siendo nómadas y viajar sin 73
ojos cuando el humano de mi madre (por cierto, la descanso .
mejor perra cazadora de todo el cerro Narrío y des­ En mi caso particular, yo debía ser parte de los
cendiente de un famoso antepasado llamado Gua) diez perros cazadores de la familia, pero, al descu­
la llevó a la selva porque era la temporada de cazar brir que corría solo en tres patas, porque tengo una
guantas. más corta que las otras, pasé a trabajar de guardián.
Al ausentarse mi madre por obligaciones profe­ Este trabajo requería mucha valentía, lo cual ten­
sionales, pronto fui enviado a un nuevo hogar don­ go de sobra, y lo realizaba mientras acompañaba a
de Noran-Zhud, Manos-que-crean o Artista, quien se Noran-Zhud cuando labraba la tierra. En esos tiem­
convirtió en mi humana y llegó a descubrir la habili­ pos, las mujeres cultivaban la tierra y los hombres
dad para tallar en piedra, gracias a mí. eran alfareros y cazadores. Por cierto, la cerámica
Acepté que Noran-Zhud me llamara Llag, por mi de Cerro Narrio, como la conocieron después, fue
color amarillento, y al escuchar ese nombre sabía que excepcionalmente delicada, en color crema oscuro
me buscaba. Ella era tan inteligente que solo le faltaba o pálido, con una calidad tan frágil que recordaba
ladrar pero, a pesar de sus limitaciones humanas, nos la cáscara de huevo. Los cañaris eran tan hábiles
entendíamos muy bien, lo cual nos hizo inseparables. alfareros que alisaban y bruñían el barro con guija­
En aquel tiempo, todos los perros éramos profe­ rros, huesos y plantas; además tallaban ocarinas en
sionales y no esperábamos que nuestros humanos piedra y hueso. No solo tallaban cosas por afición
al arte, también sabían matemáticas. Inventaron -Tengo frío y me duele mucho el estómago
tablas contadoras llamadas taptanas, unas piedras -se quejó.
planas con dibujos de líneas verticales y horizonta­ Noran-Zhud, la elegida para ser la futura cu­
les que formaban diez cuadrados, donde colocaba n ra ndera, fue a buscar una mata de shadan para
piedritas para poder contar. hacer una infusión de flores azules, que le dio a
Un día, en época de cosecha, cuando nos senta­ beber a su hermanita.
mos a descansar, Noran-Zhud lanzó una piedra para Pasaron dos días y la niña no mejoraba. El dolor de
74 que yo se la trajera; es un juego que a los humanos les estómago fue en aumento y no podía doblar su pierna 75
encanta y, por eso, los perros los complacemos. La ter­ derecha sin sentir agudas punzadas en su barriguita.
cera vez que la traje, empezó a tallarla con un cuchillo Yo me preocupé mucho porque algo en mi co­
de piedra mientras me miraba; luego, sorprendida y razón perruno decía que las cosas no iban bien, y
orgullosa de su recién descubierta habilidad, me en­ para colmo, escuché decir a su mamá, cuando hacía
señó el resultado. Era la figura de un perro. las pociones curativas, que nada parecía alejar al
-Mira, Llag, eres tú. espíritu maléfico que tenía enferma a su pequeña
Y yo le agradecí con mi ladrido más alegre. hija.
Ese momento se acercó donde nosotros su her­ Esa noche, sin poder dormir, salí de nuestra
mana menor, Nur-Zhud, Ojos-que-brillan, quien choza y me senté bajo la luz de las estrellas.
también admiró la figurilla tallada, pero se quejó d e Los perros y las estrellas nos entendemos muy
sentirse enferma. E n realidad se veía pálida y ojero­ bien y con Madre Luna mejor aún, porque le gusta
sa; sus ojos normalmente brillantes luóan opacos y nuestro canto, que, por cierto, los humanos llaman
tristes. En sus manos traía una tórtola que había en­ injustamente aullido.
contrado con el ala rota. Empecé a cantar en una nota sostenida, mirando
Cuando la noche llegó, rastreando el final del día, a la estrella del atardecer, que ya había caminado me­
Nur-Zhud empeoró. Acostada en su estera, tembla­ dia bóveda celeste. Cuando había cantado tres estro­
ba y ardía al mismo tiempo, debajo de las mantas de fas, su luz golpeó mi cabeza, continuó por mi lomo
lana de alpaca, junto a la pequeña tórtola. y patas, y saltó de mi cola hacia la hierba buscando
algo. Volteé y me encontré con la pequeña Nur-Zh ud -Sí -respondió con toda seriedad Noran-Zhud.
y su inseparable tórtola, que, a pesar de haber mejo­ -¿Todos venimos de las estrellas?
rado de su ala, se había quedado con la niña. -No, solo tú -aseguró Noran-Zhud.
Con un ladrido, le ordené regresar adentro por­ -Pero estará oscuro el camino y no quiero ir
que era una de esas noches frías de las montañas. sola -se lamentó la niña, arrimando su cabeza en
Ella no me hizo caso, me mandó a callar. Desgracia­ el hom bro de Noran-Zhud, quien volvió a lucir la
damente, los humanos a veces no obedecen a sus pe­ misma expresión de determinación que antes.
rros ni aun cuando es por su propio bien. Agotado por la ansiedad, debo haberme queda­ 77
Ese momento, Noran-Zhud vino en busca de su do dormido porque no recuerdo que esto sucediera,
hermanita. Había sentido que salía y traía una co­ pero así fue como Noran-Zhud lo contó a su mamá al
bija para cu�rirla. Ladré con más insistencia mis ór­ d ía siguiente.
denes para que volvieran a dormir, pero la pequeña Dijo que las estrellas bajaron a verlas, a ella y a su
porfió en que se sentaran a mirar las estrellas. hermanita, que luego las ataron con hilos luminosos
-Tengo miedo de irme al mundo de los espíri­ y las subieron al firmamento. Una vez arriba, la es­
tus -escuché decir a Nur-Zhud, cobijada junto a su trella más grande reclamó que estaban impacientes
hermana. de que Nur-Zhud fuera a reunírseles para que, con
Noran-Zhud apretó sus labios, miró el firmamen­ sus ojos tan brillantes, las ayudara a iluminar el cie­
to y supe, por la expresión reflejada en s u rostro, que lo; además, pidieron que se asegurara de llevar a su
algo planeaba; los perros conocemos a los humanos tórtola para tenerla como mensajera.
mejor de lo que ellos mismos se conocen. Que yo no me haya despertado durante todo este
-No temas porque, si eso ocurre, entonces re­ episodio es para mí todavía un misterio, pero así lo
gresarás al lugar de donde viniste -dijo Noran­ contó Noran-Zhud y, aunque ladré y ladré pregun­
Zhud, señalando el firmamento. tando más detalles, ella me mandó a callar irritada,
-¿De las estrellas? ¿Vengo de las estrellas? sin razón alguna.
-preguntó interesada Nur-Zhud, con los ojos otra -¿Estás segura de lo que dijo la estrella? -pre­
vez brillantes. guntó Guanan-Zhud al término de la historia.
-Sí, madre -contestó Noran-Zhud con voz firme, pasado llamaron shinzhizhi y luego chakana, la mis­
Guanan-Zhud limpió sus lágrimas, consolándose ma que ahora se conoce como Cruz del Sur, son los
al pensar que podría ver los ojos de su hijita en las ojitos de las dos hermanas y la pequeña estrellita
noches estrelladas. que aparece entre las cuatro es la tórtola mensajera
Durante los siguientes días, mientras su her­ que las acompaña.
mana empeoraba, Noran-Zhud talló en una mágica Los espíritus viajan de ida y vuelta; la vida con­
concha spondylus l a figura de una criatura envuelta tinúa, la muerte se convierte en vida y quienes han
en una cobija terminada en punta, con la cabeza y vivido dejan su huella para que los puedan recordar. 79
manos al descubierto. La imagen, que representaba
a Nur-Zhud, la acompañaría y protegería en el viaje *****
al más allá que estaba a punto de realizar. Hizo la
cabeza grande a propósito, para que allí guardara to­ Al llegar al final de su parte de la historia, Perro can­
dos sus recuerdos, y los ojos, redondos y muy abier­ tó una canción traducida del idioma perruno:
tos, para que no se perdiera en el misterioso camino.
Cuando Nur-Zhud vio la figurilla, la sostuvo con­ Guauuu, guauuu, vienen en el aire,
tra su pecho y esperó tranquila el momento de em­ llegan en la luz de las estrellas.
prender el viaje hacia las estrellas. Escucho en los senderos sus pasos,
Fue así como nació la costumbre de los cañaris guauuu, guauuu, reconozco su voz en su cantar.
del pasado de llevar una figura de urkuyaya (nombre Son los cañaris, son los cañaris.
con el que ahora se conoce) como compañera en el
misterioso viaje al más allá. Perro se sentó y levantó una patita para que Madre
Mucho después, cuando llegó la hora de que No­ Tierra se la estrechara. Entonces, Tórtola pidió conti­
ran-Zhud también partiera del mundo de los vivos, nuar y en el mágico tapiz aparecieron cerros y montañas.
se reunió con Nur-Zhud en el firmamento. Desde
aquel entonces, la constelación que los cañaris del
CAPÍTULO 9 dividido en varios bandos que peleaban y discutían
Lo que contó Tórtola entre sí.
Continué mi camino y fui a la casa de las muje­
res, pero ellas tampoco notaron mi presencia por
estar discutiendo qué terrenos debía cultivar cada
familia, en vez de hacerlo en conjunto, como había
sido su costumbre hasta aquel momento.
80 Tiempo voló con sus poderosas alas desde aquel día en Volé hacia la casa de los hombres. Perdí la espe­
que Noran-Zhud creó la primera urkuyaya para su her­ ra nza de que me hicieran caso al verlos ocupados
manita Nur-Zhud, y los ojos de ambas se convirtieran preparando lanzas y boleadoras.
en estrellas de la Cruz del Sur. Yo soy Kuyvive, Tórtola­ Molesta, me fui al río para beber un poco de agua
mensajera, la avecilla que anuncia a los cañaris la llega­ antes de marcharme. Allí vi a una niña que me re­
da de la temporada de siembra, la misma a quien Nur­ cordó a Noran-Zhud, lanzando piedras al agua. Ella
Zhud curó un ala rota y subió con ella a las estrellas. me saludó con la mano y yo me posé sobre la rama
Los cañaris, siempre observadores, notaron que más baja de un árbol de cañaro, deseando que se
esta constelación servía para el conteo de los ciclos acercara. Y así lo hizo.
de cultivo según su posición en el firmamento. La Se presentó como Lalti-Zhud, Trepadora-de-ce­
primera vez que visité a los cañaris fue a principios rros. Me dio una sonrisa que habría podido derretir
de un septiembre lejano, revoloteando sobre los la escarcha del amanecer y argumentó que era nie­
campos y las chozas, silbando alegre porque me sen­ ta de la curandera, lo que explicaba su parecido con
tía contenta. Me detuve en la vivienda del chamán Noran-Zhud, puesto que era su descendiente.
Bakinawla, lancé mis notas más sonoras y lo apre­ -Nadie está de acuerdo con nadie -añadió con
mié para organizar la siembra. amargura a mi comentario sobre el malestar de la
Pero Bakinawla no me prestó atención porque es­ gente.
taba abrumado con problemas: el poblado se hallaba Cuando quise despedirme se puso triste.
-Si tuviera alas como tú, escaparía volando con­
tig o a lo más alto de los cerros, porque estoy harta y
no quiero pelear en ninguna guerra.
Me sentí afligida porque no podía enseñarle a vo­
lar con esos brazos tiesos y sin plumas que tienen
los humanos. Entonces se me ocurrió una idea.
-Escucha, Lalti-Zhud-dije, posándome en su
hombro-. Tú sabes trepar cerros. Por eso te lla- 83
mas así, ¿verdad? Si quieres huir de la guerra, lo
puedes hacer, a pesar de no tener alas.
Ella era muy lista y comprendió de inmediato a lo
que me refería, así que huimos a las laderas de otro
cerro cercano.
Yo iba dentro de su camisa. Neblina, que de segu­
ro recuerda aquel suceso, nos cubrió parte del cami­
no pero, a pesar de su buena voluntad para ayudar­
nos, fue la culpable de que nos perdiéramos.
De pronto, una gran tela amarilla ondeó delante
de nosotras.
-Juish, juish, juish. -La tela dio volteretas a
nuestro alrededor sin dejarnos pasar-. Juish, juish.
Lalti-Zhud se cubrió el rostro con un brazo mien­
tras la tela nos envolvía. Yo también cerré los ojos.
¿Quién ha dicho que las aves, aunque somos valien­
tes, no podemos sentir miedo?
-Abre los ojos -ordenó una voz, agarrando a
había vientos huracanados, llovizna y todo -aña­
Lalti-Zhud por su larga trenza. dió la muchacha, sorprendida.
Era una mujer altísima, vestida con una pollera -No puedo negar que a veces nos peleamos
amarilla tan primorosa que por un instante pensé -aceptó Mama Quillahuaca-. Peleamos, hace-
que las flores del bordado eran verdaderas.
mos una pukara, que es una pelea ritual, pero des­
-¿No me preguntas quién soy? -interrogó pués viene la reconciliación; no nos exterminamos,
burlona. allí está la diferencia. Además, hay otra cosa que
-Está bien, ¿quién eres? -preguntó Lalti-Zhud, deseo pedirte. Tuve un malentendido con mi novio 85
molesta por la manera en que la aparición le había y... bueno, quisiera que fueras a decirle que lo sien­
sujetado del cabello. to mucho.
-Soy Mama Quillahuaca, el espíritu de esta -Primero, no se puede formar un poblado sin
montaña. gente y yo estoy huyendo de mi gente. Segundo, no
-¿Qué deseas de mí? -volvió a preguntar Lal- veo la manera de encontrar a tu novio, a quien no
ti-Zhud sin ningún temor, aunque yo le advertí que conozco -razonó Lalti-Zhud, intentando controlar
con los espíritus se debía andar con cuidado. su impaciencia.
-Me gustaría que formaras un nuevo pobla­ Mama Quillahuaca se puso furiosa y la llamó:
do. Una comunidad cañari en mis laderas -pidió -Niña respondona.
Mama Quillahuaca. Allí tuve que intervenir con amabilidad y
-¡Yo! Pero si soy una niña. No soy un chamán y prudencia.
aún estoy aprendiendo para algún día llegar a ser cu­ -Por favor, no te enojes con esta niña, Mama
randera -aclaró Lalti-Zhud. Quillahuaca. Todavía no tiene buenos modales para
-Pues eres lo suficientemente sabía para que no hablar con las montañas y los cerros, pero te asegu­
te guste la guerra -insistió ella. ro que los aprenderá.
-Pero yo pensé que los cerros y las montañas se Al ver que se levantaba un temporal, supe que
peleaban entre ustedes, y esa era la razón por la cual Mama Quillahuaca estaba enojada, pero Lalti-Zhud
pidió disculpas y se ofreció a ayudarla en todo lo que Est ando así las cosas, Lalti-Zhud prefirió no re­
pudiera. fer irse al deseo de Mama Quillahuaca de formar un
Mama Quillahuaca le entregó un par de oshotas nuevo poblado.
unas sandalias de cuero de venado, para que se las Justo ese momento escuchamos un retumbar
calzara. que me recordó a un alud de tierra y apareció una
Sin atreverse a protestar, Lalti-Zhud hizo lo que mujer con perfil de piedra gris y ojos de cuarzo. Era
le pedía. Yo me introduje dentro de su camisa, por­ Mama Zhinzhona.
86 que ya me había acostumbrado a hacerlo. Cerro Narrío la saludó amablemente cuando Tai­
-Ahora patea contra el suelo -pidió el espíritu. ta Buerán, el marido de Mama Zhinzhona, aterrizó
Lalti-Zhud lo hizo encantada y, para su asombro, al lado de la pareja. Era una mole formada por ro­
dio un salto tan gigantesco que nos llevó al cerro de cas puntiagudas y sostenía un mazo en la mano, que
enfrente. blandía amenazador.
Un joven de roca nos esperaba con las manos en -¡Cómo se atreven a encontrarse a mis espal­
la cintura. Se presentó con un vozarrón diez veces das! -tronó.
más grande que su tamaño y dijo ser Taita Narrío, el Mama Zhinzhona trató de apaciguarlo expli­
espíritu del cerro. cando que solo pasaba por allí, cuando de repen­
Preguntó a qué habíamos ido y, cuando Lalti­ te intervinieron Taita Chabar, un hombre mayor
Zhud quiso contestar, Taita Narrío la interrumpió. con barba de cal, y Taita Juidan, quien llevaba
-Pensándolo bien, no tengo que preguntárte­ sus cabellos de ramas agarrados en una trenza a
lo porque sé quién te ha dado estas oshotas. Mama la espalda.
Quillahuaca está tratando de hacer las paces con­ Para completar el desconcierto, llegó la misma
migo y te envía de mensajera, ¿verdad? Estoy can­ Mama Quillahuaca, acompañada de una hermo­
sado de sus celos porque los cañaris viven con­ sa mujer formada por delicados musgos de colores,
migo. Ya puedes regresar y decirle que aún estoy Mama Zhizhu, que se presentó como la hermana de
disgustado y no quiero saber nada de ella. Mama Zhinzhona.
Todos eran espíritus de las montañas y, apenas -Yo puedo buscar gente que quiera formar una
comenzaron a discutir, quedó claro que estaban ce­ nueva comunidad -sonrió Lalti-Zhud, mirando con
losos de Cerro Narrío, pues también ellos querían picardía a Mama Quillahuaca.
tener humanos en su entorno que les rindieran ho­ -Ajá. Una nueva comunidad -recalcó Taita
menajes y les ofrendaran frutas y flores. Buerán-. ¿Y las otras?
Así nos quedamos sin saber qué hacer o qué de­ Allí intervine yo.
cir, porque todos empezaron a gritarse. -Pediré a mis hermanas tórtolas, las kuyvíve,
88 -¡Un momento! ¿Han pensado en la posibilidad de guiar a los cañaris hacia otros lugares donde tam­
que cada uno de ustedes tenga una comunidad? bién la siembra sea buena y puedan habitarlos.
«¡Qué magnífica pregunta!», pensé al escuchar a -¡Esa es justamente la idea! -exclamó Lalti­
Lalti-Zhud. Zhud hablando con entusiasmo-. De esa manera
Los cerros callaron mientras pensaban. Y es que a nadie se peleará, cada grupo tendrá su propio terri­
las moles de piedra les toma un buen tiempo hacerlo. torio y se acabarán las guerras.
-Siempre me pareció una buena idea -insistió Yo suspiré al escucharla, porque todos sabemos
Mama Quillahuaca. que los humanos nunca han podido terminar con las
-A mí me gusta -estuvo de acuerdo Mama peleas, pero, en ese momento del tiempo y de la his­
Zhizhu. toria, la suya fue una buena solución que, además,
-Entonces, pongámosla en práctica -sugirió alegró a todos los cerros y montañas.
Taita Chabar. Al regresar al poblado de Lalti-Zhud, los bandos
Taita Juidan, Taita Buerán y Mama Zhinzhona estaban fuertemente armados y a punto de empezar
también estuvieron de acuerdo. a pelearse, pero Lalti-Zhud habló con su abuela, la
-Está bien, pero ¿cómo lo van a lograr? A mí curandera, quien a la vez habló con el chamán Ba­
me buscaron los cañaris durante muuucho tiempo kinawla. Al mismo tiempo llegaron las otras kuyvive
-se jactó Cerro Narrío. y, con su canto, alegraron los corazones de la gente
Se hizo otro silencio cargado de rocas que resba­ y les hicieron sentir deseos de labrar la tierra en vez
laban y arena revuelta. de enfrentarse. Así fue como los cañaris salieron a
poblar muchos otros lugares que se extendieron des­ CAPÍTULO 10
de las altas montañas hasta las onduladas tierras de Lo que contó Cuy
la costa y la frondosa selva.
Cuando Lalti-Zhud creció, se casó con un joven lla­
mado Dumanaula, Canta-hermoso, y fundaron la comu­
nidad de Quillauac, en homenaje a Mama Quillahuaca.

***** De nuevo Tiempo se escurrió hacia adelante, a toda 91


velocidad, como corremos los cuyes. Esto me recuer­
Tórtola caminó en árculos llevando su cabeza hacia da que debo presentarme con quienes no conocen mi
delante y atrás, para indicar a quienes la escuchaban que nombre completo: me llamo Zhu Cuy. La familia de
había concluido con su parte de la historia. A la sazón, los cuyes siempre ha estado cerca de los cañaris. Por
Cuy pidió turn o para hablar. Esta vez en el tapiz de Ma­ cierto, nosotros llegamos a ser un valioso elemento
dre Tierra aparecieron hermosos objetos de cerámica y en el desarrollo de la cerámica de Tacalshapa, hace
de oro. unos dos mil quinientos años.
Esta parte de la historia no solo trata de arte,
sino también de romances. De dos jóvenes enamo­
rados sin esperanza de ser correspondidos y de mi
amor por una jovencita cuy llamada Kishi, de pelaje
rojo y alborotado.

(En ese momento, Perro protestó porque él no había


contado ninguna historia romántica relacionada a su
vida, y bien que tenía varias, pero Madre Tierra le pidió
que, por favor, no interrumpiera).
Kishi pertenecía a la familia de un joven llama do El proble ma era que se les ocurrían las mismas
Chalosaca, mientras que yo integraba la de Sucosanay. ideas. Nunca supe si era por coincidencia o porque
Vivíamos en Tacalshapa, un pueblito donde la se copiaban. Así comenzaron por llevarle asientos de
principal actividad era la cerámica. Los dos jóvenes cerámica absolutamente idénticos. Al principio, ella
eran expertos alfareros que no solo competían en su pareció interesada en estos cilindros bajos y gruesos,
arte, sino también por el amor de una misma mu­ en especial cuando los convirtió en tambores y los
chacha llamada Guazan-Zhud, Habla-con-espfritus, golpeaba con cucharas de palo noche y día. Sin em­
92 que era aprendiz de curandera. Esa fue la razón por bargo, al darse cuenta de que no poseía un oído mu­ 93
la cual Kishi y yo nos conocimos. sical, perdió interés en ellos y, consecuentemente,
Para aquellos que tienen el pensamiento rápido en los jóvenes que se los habían regalado.
de los cuyes, ya habrán comprendido que tanto Kishi Entonces, Chalosaca y Sucosanay le llevaron bo­
como yo fuimos regalos especiales de nuestros res­ tellas y vasos, hasta que notaron el aire de aburri­
pectivos dueños para Guazan-Zhud; esto dio lugar miento con que ella los recibía. Luego, cambiaron
a que comenzara nuestro romance, que terminó en a cuencos, compoteras y ollas redonditas. Guazan­
boda. Zhud bostezó al ver los regalos y, sin querer, los em­
Aquella primera temporada fue muy hermosa. Per­ pujó y los rompió en mil pedazos.
manecíamos libres corriendo por el piso de tierra, abri­ Mientras más intenso era el deseo de los dos
gados al calor de la lumbre que Guazan-Zhud mantenía jóvenes por competir, más creativos se volvían en
prendida para preparar sus pócimas medicinales. las decoraciones; así dibujaron rayas blancas sobre
Al poco tiempo, notamos que mi amada pintura roja y líneas geométricas en forma de es­
Kishi esperaba familia. ¡Qué felices fuimos buscando caleras, figuras de ojos redondos que parecían mi­
nombres para nuestros hijos! Esto es muy importante rar asombrados al mundo, ollas de tres patas... Su
para los cuyes, aunque pocos humanos lo saben e in­ fiebre de producción y competencia no tenía fin,
sisten en llamarnos solo por nuestro apellido. tanto así que en la choza no había sitio para nada.
Pero volvamos a los dos jóvenes, que continuaron Esto molestaba cada vez más a Guazan-Zhud, mien­
compitiendo para ganar el corazón de Guazan-Zhud. tras encantaba a nuestra familia de treinta críos,
que conver timos los tiestos, ollas, vasos, botellas y roo sucedía con Kishi en la choza de Chalosaca, don­
asientos-tambores en dormitorios, bañ os y guarde­ de había ido a parar después de escapar del tiesto. El
rías para los más chiquitos. muchacho también la sostuvo en sus manos, tam­
Un día, Guazan-Zhud decidió regalar esta ce- bién la obser vó con detenimiento y también la dejó
rámica a to do aquel que pasara por allí y p or ese marchar.
motiv o , mi amada Kishi se fue dentro de un tiesto Afortunadamente, Kishi y yo encontramos el
mientras hacía la siesta. ¡Fue h or rible verme sepa­ camino y regresamos donde Guazan-Zhud, muy a
94 rado de ella y darme cuenta de que mis t reinta hiji­ tiempo para que nuestras nuevas quintillizas, to das
tos habían quedado huérfanos!
95
niñas, nacieran en casa.
De inmediato, salí en su búsqueda y fui de cho­ Al día siguiente, los pretendientes regresa ron a
za en choza. Cuando llegué a mi antiguo hogar, horas distintas pero con ollas idénticas, con decora­
encontré a Sucosanay desesperado al enterarse de ciones de cabezas de cuyes en las agar raderas. Bue­
lo que Guazan-Zhud había hecho con su ce rámi­ no, en realidad no eran buenas reproducci ones p or­
ca. Claro, no lo consolaba que lo mismo hubiera que Guazan-Zhud pensó que eran cabezas de monos
sucedido con la cerámica de su rival. Lo único que y así han pasado a la hist oria de la cerámica cañari.
deseaba era inventar una pieza especial y diferente Aunque nosotros sabemos que los cuyes fuimos los
para conquistar el c orazón de la difícil muchacha. modelos para el desarroll o de este nuevo estilo de
Cuando se dio cuenta de mi presencia me atrapó, cerámica en Tacalshapa.
olvidando que ya nos c on ocíamos. Entonces me pre­ Lo curi oso es que Guazan-Zhud no escogió a
senté a gritos. ninguno de los dos alfareros enamorados, sino
-Soy Cuy, Cuy, Cuy. Soy Cuy, Cuy, Cuy -chillé que se casó con Chordeleg, Trabaja-en-oro, un mu­
para que me o yera. chach o que lavaba oro en las orillas de los rí os.
Él me miró detenidamente y me cambió de una Chordeleg era orfebre y creó joyas maravillosas, es­
mano a otra sin dejar de observarme. Luego, volvió pecialmente tejidas con hilo de oro, descubrimiento
a p onerme en el suelo y me dejó marchar. Escapé co­ que realizó gracias a un primo mío: un pequeño ra­
rriendo. Mientras tant o (lo supe más tarde) lo mis- tón del campo que se metió a su taller.
Esto sucedió mientras Chordeleg engarzaba un CAPÍTULO 11
collar con pendiente de ratón. Tenía el oro derreti­ Lo que contó Llama
do para dar forma a la cola, cuando el ratón modelo
escapó. Chordeleg corrió para atraparlo y no pudo.
Al regresar a su taller, Chordeleg encontró que el
oro se había regado y convertido en un hilo muy
fino. Para no desperdiciarlo, lo entretejió y creó dos
zarcillos que regaló a Guazan-Zhud. Esto conven­ Hasta aquel momento en la historia, los cañaris vivían 97
ció a la muchacha de escogerlo como marido, se fue en grupos formados por familias, donde no había un
a vivir a su aldea y así nació la moda de las joy as solo jefe que los gobernara, sino una mujer curandera
tejidas, llamadas de filigrana. y un chamán para protegerlos y guiarlos como mensa­
jeros entre ellos y el mundo de los espíritus.
***** Yo presencié la aparición de los cacicazgos, don­
de un solo hombre, el cacique, era quien dirigía a su
Mono, sintiéndose molesto con Cuy por lo de la ce­ pueblo.
rámica, protestó señalando que contaba demasiados Apenas Guazan-Zhud y Chordeleg tuvieron una
detalles sin importancia y además que nunca había es­ bebé, la llevaron a la laguna más cercana para su­
cuchado que los cañaris del pasado hayan utilizado rato­ mergirla en las aguas sagradas, como era la costum­
nes como modelos de sus joyas, ni los tuvieran entre sus bre cañari. Garantizo que es verdad, porque yo car­
animales predilectos, sino todo lo contrario. Pero Cuy lo gué las canastas con los regalos de oro, plata y frutas
ignoró y dijo haber terminado con su parte de la historia. que ofrecerían a Leonquina, el espíritu de Culebra,
La siguiente en hablar fue Llama. Esta vez, en el tejido dador de vida, que habitaba en una y todas las lagu­
de Madre Tierra apareció una máscara de oro rodeada nas ala vez.
por rayos zigzagueantes. Las lagunas eran sagradas para los cañaris del
pasado y representaban a la constelación de la Cruz
del Sur: al Norte la laguna de Culebrillas, al Sur seras hasta liberarme de la carga, y corrí a sumergir­
Leonquina, al Este Ayllón y al Oeste la laguna de me en la laguna detrás de Chordeleg y Guazan-Zhud.
Cajas, como se conocen ahora. Olvidé mencionar que Chordeleg y yo habíamos
Las llamas también estábamos representadas en crecido juntos y lo quería como a un hermano, lo
el firmamento con la figura de Mama Llama Y su hi­ cual me convertía en cuñada de Guazan-Zhud y tía
jita. Esta no era una constelación formada al unir es­ de la pequeña; es decir, en pariente suya. Y la familia
trella con estrella, sino por los espacios negros alre­ defi ende a la familia. Así pensamos las llamas.
dedor de ellas. Los cañaris del pasado, en su enorme Ya en la laguna, constaté que sí sabía nadar por­
99
sabiduría, daban igual importancia a las dos mane­ que di brazadas con gran estilo alrededor de la orilla
ras de mirar el firmamento. pero no vi nada más que mi reflejo de cobija mojada.
Cuando llegamos a orillas de la laguna, Guazan­ Aspiré todo el aire que pude, me sumergí y así
Zhud desarropó a la criatura y la sumergió rápida­ llegué hasta un bosque acuático. Allí estaban Gua­
mente para que no se resfriara pero, de pronto, va­ zan-Zhud, Chordeleg y una anciana que al princi­
rias culebrillas doradas aparecieron en la superficie, pio confundí con una planta acuática por el color
arrebataron a la bebé de sus brazos, formaron una verdoso y transparente de su piel.
boya y se la llevaron flotando. Solté la respiración y lo sorprendente fue que
Igual que sus antepasados Chobshi y Shig-Sig, Gua­ continué tan campante como si me hubiera conver­
zan-Zhud no sintió miedo de meterse en la laguna. tido en un lanudo pez-llama.
-¡Regresa, regresa! -gritó Chordeleg, desespe­ Me acerqué a donde ellos. La anciana los miraba
rado antes de lanzarse también en las aguas heladas. sonriente con la criatura sostenida en sus brazos.
Yo traté de mantenerme tranquila, cuidando los -Hace mucho que no veía a ninguno de mis
bultos con las ofrendas y masticando un poco de descendientes -explicó la anciana, que dijo llamar­
hierba, pero mi corazón decidió empezar a saltar de se Chobshi y haber sido la primera mujer curande­
arriba abajo y de un lado al otro. Entonces, me sacu­ ra de su pueblo-. Los he traído a esta laguna para
dí, alcé mis patas delanteras y di de coces con las tra- hacerles un regalo porque ha llegado el momento
-continuó misteriosamente, y entregó a la criatura
a Guazan-Zhud.
Luego mostró una máscara de oro por demás
extraña. Tenía cara de hombre-jaguar con ojos al­
mendrados y nariz ganchuda, con una boca abiert a
que mostraba dientes y colmillos. Además, llevab a
un penacho en la cabeza y aretes alargados en los
100 lóbulos de las orejas. La verdad es que me sentí mo­
lesta: ¿por qué escogió una máscara así, en vez de
la cara de una llama, que es más hermosa? Pero ya
sabemos que los humanos, en carne y hueso, y en
espíritu, son irracionales.
Entonces, Chobshi empezó a hacer preguntas
mientras las culebrillas (causantes, en primer lugar,
de que nos encontráramos allí por haberse llevado a
la bebé) nadaban formando un círculo.
-¿Cuál es el sentimiento más puro? -preguntó
Chobshi.
-El amor de las madres y los padres a sus hi­
jos -contestaron al unísono Chordeleg y Guazan­
Zhud.
Yo recordé a mis padres fallecidos a la brasa y mis
lágrimas pasaron a formar parte del agua de la lagu­
na. La anciana continuó con más preguntas:
-¿Qué se debe y no se cobra?
-La amistad. Cuando llegó al mío, levantó la mano. «Uyuyuy,
-¿Cuál es la joya más valiosa? espera que yo la cargue», pensé preocupada, porque
-La verdad. la máscara se veía grandísima con tantas culebri­
-¿Y el tesoro más grande? llas zigzagueantes que terminaban en pequeñas ca­
-La honradez. bezas humanas.
-¿Qué nos hace grandes? Por suerte noté que el agua aumentaba su tama­
-El trabajo -esta vez contestamos los tres por- ño, pues Chordeleg se la colgó del pecho sin ningún
102 que hasta yo sabía la respuesta. problema. En cuanto al gesto hecho por Chobshi 103
Claro que lo dije en voz baja para no quedar de con su mano, no era que me señalaba, sino la acti-
metiche, ya que conmigo no eran las preguntas. tud de despedida para todos. La anciana desapare-
Cada vez que contestaban, las culebrillas doradas ció delante de nuestra vista, al tiempo que volvimos
salían del círculo donde nadaban, se insertaban a a encontrarnos en la orilla, completamente secos.
cada lado y sobre el penacho de la máscara de oro. Chordeleg, Guazan-Zhud y su hijita volvieron al
Terminado el interrogatorio, Chobshi puso cara poblado. Desde aquel entonces, los cañaris se or­
seria y habló entre burbujas. ganizaron en cacicazgos; es decir, grupos dirigidos
-Esta máscara creada con las ofrendas de oro por un solo jefe: un cacique.
entregadas a Leonquina, la laguna sagrada, repre­ Chordeleg se volvió un cacique que supo guiar a
senta al dios Sol y a Jaguar, la fuerza de la naturale­ su gente, acompañado de la sabiduría y los conoci­
za; las culebrillas zigzagueantes son los valores del mientos de Guazan-Zhud.
pueblo cañari. Te la regalo, Chordeleg, porque serás Con el andar de Tiempo, la máscara de oro de
un buen cacique y sabrás guiar a nuestro pueblo; y Sol-Jaguar con las culebrillas zigzagueantes se
tú, Guazan-Zhud, los protegerás con tu sabiduría, convirtió en un símbolo de todo un pueblo, abar­
que nace del contacto con los espíritus. Ahora... ¡llé­ cando sus montañas, costas y selvas: ¡he dicho!
vensela! -ordenó la anciana Chobshi, recorriendo
nuestros rostros con la mirada. *****
CAPÍTULO 12
, can elegancia . a su lugar. Entonces
c mi· o . Lo que contó Puerco Espino
,
Llama a n
e de 1a hIS-
�o a co ntar su part
Puerco Espino se p
resen ªr

.
r-
z d e Madre Tierra su
ton.a. Esta vez . en e l magz co
_P tapi
os llenos d e agua
y ollas de cerámica con
giero n cá n tar
círculos blancos.

Amaneció y anocheció tantas veces como espinas 105


tenemos los puerco espinos. Tiempo pasó y repasó
desde aquel lejano día en que Venado, Jaguar, Ika-
tá y Guanan-Zhud trajeron de la costa las mágicas
conchas spondylus, consideradas diosas de la ferti-
lidad y mensajeras de Lluvia. Los cañaris no solo se
fascinaron con ellas y elaboraron joyas, pectorales
y las famosas urkuyayas, sino que se convirtieron
en los principales comerciantes de spondylus de
toda la serranía, de Sur a Norte y de Este a Oeste.
Casan-Zhud, La -que-hace-ofrendas, era la nue­
va curandera del poblado de Casha, situado en una
loma. La conocí porque me salvó la vida cuando yo
estaba a punto de ser sacrificado. Casan-Zhud se
interpuso y sugirió al chamán realizar ofrendas de
maíz en vez de un puerco espino, el cual no tenía
relación con Lluvia ni con la fertilidad, aunque nos
guste tener muchos hijos. Debo explicar que era un
1 momento en que Sequía, la prima de Lluvia, había
\' llegado de visita; una visita recontralarga, y las siem-
erse. Esa era l a r azón quí a), pero, aunque del cielo colgaba una nub e gris y
b ras estaban a punto de perd
os en aquel si tio sag a­ requ etegorda , no caía ni u na sola gota de agua.
r
po r la cu al nos encontrábam
lante, los inkas constru­ Todas las mañana s, l a gente miraba el cielo con
do, un observatorio. Más ade
ida como lngapirca. ojos inu ndados de ilu sión y baj aba la cabeza con el
yeron allí la fortaleza conoc
toria , desde aque l lu­ corazón seco.
Per o en la época de mi his
ama Shi, la Lu n a,
Ya Entonces, C asan-Zh ud temió qu e L lu vi a estu ­
gar los cañaris ado r aban a M
vaban l as estrellas para viera prisioner a, j u stamente, dentro de esa nube
P adre Sol. Además, obse r
s cañar i s eran a stró lo­ gorda y gris. 107
106 predeci r lo que o cur ri r í a. Lo
enab an con ag ua una Una vez fij a esta idea en su mente, no pudo des­
gos y descubrieron que, si ll
í an estudiar el firma­ ech arla y la volvió distraída, tanto que, mientras des­
piedra grande y cón cava , pod
ingenioso, digo yo. granaba maíz dentro de una olla grande, no notó que
m ento en su reflejo. Recontra
s desde u n princi­ su pequeñ o se a lejaba a gatas. Yo lo seg uí, porque es
Casa n-Zhud y yo si mpatizamo
su hijito, u n peque ­ conocido que los hum anos nuevecitos son indefen­
pio. M e llevó a vivi r con ella y
do u n no mb re. El es­ sos y los pue rco espinos somos requeterresponsables
ñuelo al que aún no h abían da
erci ante d e sp ondylus cuando nos convierten en niñeras.
poso de Casan-Zhud era com
ta para aprovisio­ Así, a rastra s y en cuatro pa tas, llega mos al filo
y viajab a contir:iuam ente a la cos
a por otro s produc- de un precipicio. Al borde colgaba e l tronco de un
n arse de ellas; luego l as cambiab
árbol por el c ual se subió el pequeño y empezó a
tos a m a nera de t rueque.
historia sea ver- gatear sobre el vacío.
Sé que algunos dudarán de que mi
humanos no tienen a -¡Espera, no te vayas! -grité, erizando mis
dadera, po rque normalmente los
tas... pues no somos lo púas del susto.
los puerco espinos como masco
o, me conver tí en el É l contestó de la manera que hacen los hu manos
suficientemente suaves. En mi cas
que aprendió recon­ tiern os:
compañero favorito del pequeño,
e sobre mí. -Da, da, da.
trarrápido que no podía sentars
alí a a la puer ta de Y siguió sin detenerse. El á rb ol crujió y sentí que
Cada am anecer, Casan-Zhud s
n la esperanza de que me faltaba l a respiración, pero yo no soy de los que
su choza para mirar el cielo co
regresara Llu via (la ún
ica que h ace desapar e ce r a Se- se desmayan.
Todavía no sé cómo subí al tronco; sin embargo, de Casan-Zhud había colocado el maíz desgranado,
lo hice y empecé a halarlo con mis dientes del filo que, con todas las emociones y festejos, olvidó. Se­
de su camisón, pero era repesado el bandido y mis manas más tarde, al encontrarla, se había conver­
patas resbalaban en la corteza mientras me arras­ tido en una bebida deliciosa. Casan-Zhud la llamó
traba con él. azua, Bebida-de-los-dioses, y no es nada más ni nada
Cerré los ojos pensando que caeríamos sin reme­ menos que la denominada chicha.
dio pero, de repente, sentí un sacudón y salí dispa- El azua llegó a ser tan conocida y apreciada que
108 rado hacia las nubes. Sí, hacia las nubes. Cuando Ca­ el valle donde vivían lo llamaron Azuay y, si no me 109
san-Zhud se dio cuenta de la ausencia del pequeño, equivoco, significa algo que tiene que ver con Agua­
lo buscó de inmediato: Al encontrarlo sobre el pre­ que-corre.
cipicio actuó con toda tranquilidad; enlazó la punta Al pequeño lo llamaron Kiridumbay, No-teme­
del árbol con una soga, lo enderezó y el niño cayó en a-nada. Creció como los humanos crecen: piernas y
la hierba sin hacerse daño. brazos largos, y unas orejas regrandotas en vez de
Pero yo volé como bala de cañón. las pequeñitas que nosotros tenemos. Fue un hábil
Golpeé a la nube gorda y gris que colgaba en el ceramista, tanto que llegó a inventar un nuevo estilo
paisaje, la misma que Casan-Zhud miraba todos los para pintar las ollas y botellas con círculos blancos
días anhelando que se abriera y dejara salir a Lluvia. sobre pintura roja. Me imagino que mi compañía le
¡Y eso sucedió por fin! dio la idea, pues estas decoraciones las realizó con
Gracias a mí, Lluvia pudo escapar por los aguje­ púas de puerco espino. De esta manera, yo también,
ros que mis púas habían perforado en la nube y nun­ al igual que Cuy y su pariente Ratón, tuve influencia
ca nadie volvió a insistir en ofrecer puerco espinos dentro del arte de los cañaris del pasado, en la cerá­
como sacrificio a los dioses. ¡Recontrabueno! mica conocida como Cashaloma.
Estaban tan contentos que festejaron tocando
tambores y ocarinas. Lluvia corrió por el suelo, ale­ *****
gre de estar libre otra vez, y colmó los cántaros y
ollas que la gente alistó. También llenó la olla don-
Puerco Espino hizo una venia al terminar su parte de CAPÍTULO 13
la historia. Lo que contó Puma
-Pido permiso para continuar -dijo Puma, sen-
tándose sobre sus patas traseras.
Madre Tierra aceptó graciosamente sin detener su
tejido. En su tapiz apareció un gran camino por donde
recorría una litera de oro.
110 Al sur, mucho más al sur de donde habitaban los 111
cañaris en sus setenta cacicazgos, vivía un pueblo
guerrero: los inkas.
Inka fue el nombre de una gran familia de agri­
cultores gobernados por un cacique al que llamaban
Sapa Inka. Sapa significa raíz, para identificar que el
rey era un inka de estirpe, es decir, de herencia o ver­
dadero. El sucesor del Sapa Inka era escogido por su
padre, entre todos sus hijos nacidos del matrimonio
con una de sus hermanas. Esto implicaba que el hijo
mayor no era, necesariamente, el heredero del po­
der, como sucede con otros reinos de los humanos.
Los inkas decían ser hijos de Inti, el dios Sol,
y contaban la historia de los hermanos Ayar, sus
antepasados:

Eran cuatro hermanas y cuatro hermanos salidos de


una pakarina, una cueva en una montaña sagrada. El
primero de ellos, Ayar Kachi, regresó a buscar algo que
había olvidado en la cueva y quedó allí atrapado. El se­ Entre los hijos de Pachakutik estaba Tupak­
gundo, Ayar Uchu, se convirtió en una waka, un lugar Yupanki, El-resplandeciente, quien fue elegido por
sagrado desde donde protegería a sus descendientes; el su padre para reinar junto a él. Desde esa época,
tercero, Ayar Awka, se transformó en una wanka, una Tupak-Yupanki empezó a mover sus ejércitos ha­
piedra con poderes mágicos. El último, Ayar Manku, cia el Norte; es decir, en dirección a los territorios
cambió su nombre a Manku Kapak y continuó su camino cañaris.
junto con sus dos hermanas: Mama Ukllu, la hogareña, El deseo de los inkas era adueñarse del comercio
112 y Mama Waku, la guerrera. Debían cumplir una misión de las mágicas conchas spondylus que los cañaris 113
ordenada por Padre Sol: fundar una ciudad sagrada. Así mantenían en la Sierra y continuar hacia la gran co-
llegaron hasta un lugar que les gustó, pero el problema marca de Quito, donde el dios Sol caía perpendicu­
era que estaba habitado por otro pueblo. Esto no detu­ larmente, señal de que era tierra sagrada.
vo a Mama Waku, la guerrera, quien arrojó su lanza de Yo, Puma, tuve mucha importancia para los
oro contra el jefe principal y le perforó un ojo. Luego, se inkas. La misma ciudad de Cusca estaba trazada en
abalanzó con intenciones de arrancarle el corazón o el forma de puma, porque simbolizaba poder.
hígado, no está claro, pero fue tal el espectáculo, que los No es sorprendente, entonces, que Tupak-Yupan­
demás huyeron aterrados. Los hermanos fundaron una ki me llevara con él, aunque nadie más que el Inka
ciudad a la que llamaron Cusco, Ombligo-del-mundo, pudiera verme o hablar conmigo, por ser yo un es­
para indicar con este nombre su importancia, y así cum­ píritu, un pequeño... dios. Acompañé siempre a Sapa
plieron los deseos de su Padre lnti. Inka en sus viajes de conquista. Llevaba mi rostro
tallado en un collar de oro que era su favorito.
Después de sucederse nueve Sapa Inkas, nació El primer contacto hecho por Tupak-Yupanki
quien cambiaría el destino de su pueblo, Kusi Yupan­ con los cañaris fue igual al que acostumbraba ha­
ki, El-dichoso. El día de su coronación como Inka, es­ cer con los otros pueblos que planeaba conquis­
cogió el nombre de Pachakutik, Cambio-de-tiempo, tar. Envió emisarios a ofrecer la paz. Si aceptaban
porque en realidad transformó a su pueblo de agricul­ someterse a los inkas, las condiciones eran tener
tores a guerreros, con la idea de formar un gran reino. al Inti, el dios Sol, como el dios más importante,
obedecer a Sapa Inka, aprender la lengua kichwa, nían los chaskis, los mensajeros que soplaban pututos,
y enviar a los ídolos de sus dioses al Kurikancha, caracoles marinos, para anunciar el paso del Inka.
Templo-de-oro, un santuario en Cusca donde man­ Venían lanceros llevando varas de madera con
tenían como rehenes a los ídolos de los dioses de extremos afilados como cuchillos y decoradas con
los pueblos conquistados. borlas de colores; arqueros con las aljabas llenas de
Los inkas, que no inventaron nada nuevo, eran flechas de carrizo; honderos que giraban en las ma­
grandes organizadores y utilizaban los descubri- nos temibles warakas al ritmo de su paso, y los po­
114 mientas de otros pueblos adaptándolos o mejorán­ rreros con gruesas estacas de madera cubiertas con 115
dolos de maravilla. Así, viajábamos por los sende­ incrustaciones de metal y concha.
ros abiertos por los cañaris, que luego serían parte La litera del Inka estaba cubierta por láminas
del majestuoso Kapak-Ñan, Camino-real, el cual los de oro, con las imágenes esculpidas del dios Sol y la
inkas llegaron a mantener (uno en la Sierra y otro en diosa Luna a cada lado. Una cortina ocultaba al so­
la Costa) siempre en buen estado, y por puentes col­ berano para que nadie pudiera verlo al pasar. Mama
gantes construidos con cables de cabuya. Ukllu, la kuya o reina, era transportada en una litera
Nos desplazábamos cómodamente, llevados en menos lujosa, aunque también estaba adornada con
hombros en dos literas de oro. Me refiero a los miem­ oro y plata. Los inkas aseguraban que el oro era sudor
bros de la realeza: Tupak-Yupankí, su joven esposa del Inti y la plata, lágrimas de Mama Killa, la Luna.
y hermana Mama Ukllu (llamada así en honor a su Dentro de la litera, con la suave tonalidad púr­
famosa antepasada de la leyenda) y yo, acompañan­ pura que daba el cortinaje para no permitir miradas
do al Inka en forma invisible. Siempre había otros intrusas, Tupak-Yupanki cabeceaba adormecido con
nobles o awkis, los hermanos o primos hermanos del la real boca abierta y los larguísimos lóbulos de sus
Inka, quienes lo escoltaban en las campañas, pero orejas (incrustados con láminas de oro que le llega­
iban a pie con sus soldados. ban hasta el cuello) meciéndose de un lado al otro
Los barrenderos que limpiaban el camino iban de­ como si tuvieran vida propia.
lante de los tamborileros, que golpeaban monótona­ Esta costumbre de alargar los lóbulos de las ore­
mente los wankar, los tambores de guerra; después ve- jas a los varones de la casa real, desde niños, distin-
os. Por est a r azó
n fue­ acompan e po rque el so be rano exigí a mi presencia
guía a l os inkas de otros puebl
para darle apo yo en sus tem ores.
ore jon es.
ron con o ci dos com o
e ju- Luego de una cena f r ugal de carne seca de llam a,
da d f elin a m e h ac
Espír itu o no, mi p er sonali
un zar pazo a una orej a el Inka pare ció anim arse y empezó a conversar con
guetón. No pude re sistir y di
lo sen- Mama Ukllu so b re las dificult ades para conquist ar
de l Inka pe n san do
que, al ser yo invisible, no
tado. a l os cañaris y la guerra que ya mantenían du rant e
tiría, p ero despertó sobresal
, limpiándose un hilo algun as lun as.
-Ah, ere s tú, Puma - dij o
116 de saliva de l a c omi
sura de su b oca. Cambió de lugar -S ería buen a i dea que l os cañari s sintieran que 117

ma que llevab a colgado tienen a lgo en común c on nosotros, así se les haría
el pendiente de ro stro de pu
de la orej a-. fácil unirse a nuestro reino -dij o M am a Ukllu c on
abía m o vido debaj o
al cuello y qu e se h
sabiduría .
M e asust aste.
nversando conmigo: -¿Qué s ugieres? -preguntó Tupak-Yupanki,
No respon dí y él continuó co
e jamá s admitirí a de ­ rascándos e l a o re j a derech a, que se mo vió c omo
que temía a los cañar is (algo qu
n grandes guerreros y moline te.
lant e de los demás) porque era
estab an agrupados
en Mama Ukllu se quedó pensando.
que pensab a que, aunque no
fácil. Que era impor­ -Por lo que me h as contado, l os cañaris veneran
un reino, no sería una victoria
er el m onopolio de las a las lagunas y las montañas; ade más, ti enen una hi s­
tant e conqui st arlos para obten
no solo traían lluvia toria de dos he rmanos. Ordena a tus emisarios que
mágic as conchas spondylus, que
der en el mundo del digan que noso tros también salimos de un a l aguna.
y fe rtilidad, sino que d ab an po
más allá. De esta manera, los ink
as conquistarían este Mama Ukllu aconsejó cambiar l a hist oria de lo s
tenerlos y formarían herman os Ayar, para que dij era que habían surgido
mundo y el ot ro; n adie podría de
e que jamás había existido. del l ago Titic ac a; que eran solo dos, un h erman o y
el imperi o má s gran d
e la t arde y oscu­ una he rman a , M anku Kapak y M ama Ukllu, p ara
La noche lanzó un zarpazo sobr
reci ó rápidam ente.
El ejército se detuvo para pasar tener igual número de herman os que l a le yen da de
ant aron una c arp a
c on mantas los cañ aris, y p orque le gustab a la idea de utilizar el
en aquel par aje . L e v
osa. Yo los mismo n ombre de su famosa ant epasad a.
ara el Inka y s u esp
de l an a de vicuñ a p
Tupak-Yupanki podía ser muy feroz en público qué no convencerlos de que, teniendo todo esto en
pero con su nueva mujercita, quien además esperaba común, deben unirse a nosotros?
su primer bebé, se comportaba como un pichoncito Otra vez Tupak-Yupanki aceptó las ideas de su es­
de tórtola, así que aceptó la idea encantado. posa y envió a sus emisarios a reunirse con algunos
Sin embargo, los cañaris no se sintieron identi­ caciques liderados por Duma. Entre los emisarios
ficados con los inkas, a pesar de las historias de her­ del Inka estaba el jefe Apu Puma, a quien acompañé
manos y lagunas, y continuaron dándoles guerra. por sentirme identificado con él.
118 En especial un cacique llamado Duma, justamente Fue la primera vez que vi a los cañaris y me im- 119
descendiente de aquel Duma, hijo de Shig-Sig y Duy, presionaron la gallardía de los hombres y la hermo-
el muchacho valiente que miles de años atrás, junto sura de las mujeres, de cabellos largos y sueltos; los
con su hermana Zhud, había participado de un plan hombres traían el cabello muy largo: les daba varias
que los libró de quienes intentaron apoderarse de su vueltas sobre la cabeza y estaba sujeto con un delga-
cueva. do aro de madera.
La noche siguiente, dentro de la tienda de cam­ Usaban ropa de lana y algodón, adornada con
paña, Tupak-Yupanki volvió a mencionar a los caña­ sartas de pequeñas cuentas de plata cocidas a las te­
ris y el dolor de cabeza que le producían. En realidad las. Los hombres vestían túnicas cortas sin mangas
no era enteramente a causa de ellos, sino por culpa que les llegaban hasta sus rodillas, y se cubrían con
de una muela con una caries muy grande donde ha­ mantas amarradas al cuello. Las mujeres envolvían
bría podido guardar un wankar, el temible tambor de una tela larga alrededor de su cintura; dejaban la tú­
guerra. nica por dentro a manera de blusa y se cobijaban con
-Sé que los cañaris también adoran al dios Sol, una pequeña manta de tela de algodón de intrinca­
aunque no lo llaman Inti, y a Mama Killa, la Luna dos diseños, llamada ikat, que imitaba la piel de cu­
-dijo aquella vez Mama Ukllu-. A pesar de no ser lebra. Solo los caciques vestían con mantos de plu­
hijos legítimos del dios Sol como nosotros -aclaró mas de papagayo, también engalanadas con láminas
presurosa-. También, me he enterado de que rin­ de plata. Hombres y mujeres calzaban oshotas.
den culto a un espíritu hacedor de la vida, que no Los cañaris montaron en furia al escuchar que
tiene nombre; parecido a nuestro Pachakamak. ¿Por los inkas se consideraban los únicos hijos legítimos
del dios Sol. Regresaron a sus cacicazgos y se prepa­
raron para atacar a los invasores.
Y, así, entre fieros combates, Tupak-Yupanki
avanzó por territorio cañari hasta Guapondeleg,
Valle-extenso-como-el-cielo. Los inkas también lo lla­
maron de la misma manera pero en kichwa: Tumi­
pampa, Llanura-grande-como-el-firmamento. Tumi era
un cuchillo semicircular, comparable con la bóveda 121
celeste por su cur vatura, y pampa, llanura. Con el co-
rrer de Tiempo, se llamaría Tomebamba, en el acen-
to más suave del kichwa que se hablaría al norte.
Bajo órdenes de Tupak-Yupanki, los inkas comen­
zaron a construir una ciudad en Tumipampa. Como
era su costumbre, me tomaron en cuenta y lo prime­
ro que planearon fue el edificio por donde se entra­
ría a la ciudad: Pumapunku, Puerta-del-puma; ese era
el símbolo de entrar a gobernar o tomar poder desde
allí. Luego, el palacio del Inka, pero tuvieron que ace­
lerar la construcción de un pequeño edificio contiguo,
ya que Mama Ukllu estaba a punto de dar a luz.
Su hijo Wayna-Kapak nació en medio de alari­
dos, bocinas, quenas, kipas, pututos y aullidos de pe­
rros azuzados por sus dueños. Y es que durante su
nacimiento, hubo u n eclipse lunar. Cañaris e inkas
tenían creencias parecidas cuando esto sucedía; los
cañaris pensaban que una araña enorme se comía a
Mama Shi y trataban de espantarla haciendo mucha Aceptando la invitación del chamán, emprendi­
bulla. Los inkas sostenían que era un amaru, una cu­ mos el viaje; es decir, solo la familia real, incluyen­
lebra celestial que se tragaba a Mama Killa y hacían do al pequeño Wayna-Kapak, que se mareó durante
ruido con igual motivo. toda la travesía. Íbamos a visitar unas islas encan­
Pero, a pesar del griterío, fueron momentos de tadas que el Inka nombró Awa-Chumbi, Franja-en­
paz porque los dos bandos dejaron de pelearse, ocu­ el-agua, y Nina-Chumbi, Franja-de-fuego, ya que en
pados como estaban en salvar a la Luna. ese instante estaba en erupción el volcán de una de
122 La guerra continuó durante algunos años hasta ellas. 123
que el Inka, cansado de la situación, dejó al curaca Cuando Tupak-Yupanki regresó a Cusco a contar
Apu Puma al mando de algunas guarniciones y con historias de tortugas gigantes y pájaros con patas
el resto de las tropas bajamos hacia la costa, pensan­ azules nadie le creyó, pero se guardaron de comen­
do dominar a los pueblos que habitaban allí. Pero tarlo en alta voz.
tampoco lo lograrnos.
Tupak-Yupanki, al ver que no podía vencerlos, en­ *****
tabló amistad con uno de los poderosos chamanes,
Miteé, descendiente de un intrépido navegante que Puma llegó así al fm de su relato y cedió el turno a
fue el primero en abrir la ruta marítima hacia Méxi­ Murciélago, que se colgó boca abajo de una rama antes
co. Esas culturas, las más avanzadas en navegación de hablar, porque explicó que las ideas le f/.uían mejor
en todo el continente, habían conquistado el océa­ cuando se encontraba de cabeza. En el tapiz de Madre
no Pacífico miles de años atrás, sobre embarcaciones Tierra surgió una tabla de oro con misteriosos diseños.
construidas con palos de árboles de balsa, impulsa­
das con enormes velas de algodón.
Las balsas eran cómodas, además de ingeniosas.
Contaban con una caseta donde se dormía, un fogón
para cocinar y agua dulce dentro de trozos de caña
guadúa tapados con resina de los árboles.
CAPÍTULO 14 ros y artesanos para completar la obra que su padre
Lo que contó Murciélago había iniciado con Pumapunku, el edificio de en­
trada a la ciudad.
Tumipampa fue trazada siguiendo el modelo im­
perial. El Kurikancha, templo al Inti, como centro
de la ciudad. Detrás quedaban los aposentos de los
sacerdotes y, a un lado, el palacio de Wayna-Kapak.
124 Wayna-Kapak, Hermoso-joven-de-la-realeza, se con­ El templo de Wirakocha, junto al templo de Mama 125
virtió en Sapa Inka a los veintiún años. Decidido Kílla y las habitaciones de las mamakunas, las sa­
a continuar el sueño de su abuelo Pachakutik y de cerdotisas. Del lado opuesto, el Akllawasi, la casa
su padre, Tupak-Yupanki, de extender su reino y de las akllas, que tejían la ropa que el Inka vestía
convertirlo en el Tawantinsuyu (el imperio de los o regalaba a los nobles. Separadas por la distancia
cuatro suyus, las cuatro esquinas del mundo), for­ de una pedrada estaban varias kullkas, depósitos de
mó un enorme ejército y salió en sus viajes de con­ granos, y las kallankas, donde habitaban los solda-
quista. Primero, fue al sur y ocupó todas las tierras dos. Cerca de Pumapunku se extendían los jardines
hasta las orillas del río Maule, en lo que ahora lla­ del Inka y, a un lado, el lugar donde se daba sus ba-
man Chile. Luego, partió al norte a consumar la ños rituales. La Chaskiwasi, casa de los chaskis, los
conquista del gran territorio de los cañaris y la le­ mensajeros, se levantaba contigua al Kapak-Ñan,
gendaria comarca de Quito, en el Chinchaysuyu, la Camino-real.
esquina norte del mundo. Hasta el río Tomebamba era parecido al río Hua­
Para asegurarse de que podría gobernar y ad­ tanay, que dividía a Cusco en los dos barrios espe­
ministrar un territorio tan extenso, convirtió a ciales, llamados hanan y hurín, que separaban a los
Tumipampa, antigua Guapondeleg, lugar de su na­ ayllus, las familias, y sus panakas, los clanes, según
cimiento, en una ciudad imperial comparable con su importancia; los hanan eran los más poderosos.
Cusco. Wayna-Kapak no solamente llegó con diez Wayna-Kapak también cambió los nombres ca­
mil soldados, sino que trajo a los mejores ingenie- ñaris de los valles, montañas y cerros de los alrede-
dores de Turnipampa por los que existían en tomo có junto a la litera y empezó con un cántico ritual
a la ciudad de Cusco: Uchupata, Cachipampa, Gua­ anunciando que la kuya, la reina muerta, llegaba a
nacari..., para que el parecido entre las dos ciudades una nueva morada.
más importantes fuera aún mayor.
Apenas llegó delante de Pumapunku, el Inka se No nos has abandonado, Mama Ukllu,
bajó de su litera y luego se inclinó ceremoniosamen­ no te has alejado, bonita.
te ante otra recubierta con mantas de cumbi, la fina Aquí estás con nosotros, maíz dulce.
126 tela de alpaca, tan suave como el ala de un murcié­ Tenemos ropas para cambiarte, 127
lago. Allí iba el cuerpo momificado de su madre, joyas para engalanarte,
Mama Ukllu, que sería depositado en una antigua comida para alimentarte.
gruta cañari recubierta con láminas de plata encon­
tradas cuando construyeron Pumapunku. Una gruta Los sirvientes repitieron las palabras y, con el
que, por cierto, yo conocía muy bien. Inka delante, bajaron por los pasadizos donde yo
-Que vengan el kuraka y los yanakuna, los sir­ vivía. Como había amanecido, me preparé para ir
vientes de mi madre -ordenó Wayna-Kapak a Awki a dormir, y los acompañé sin que ellos se dieran
Waman-Chunku, Corazón-de-halcón, uno de sus her­ cuenta.
manos de padre, concebido con otra esposa, para Sobrevolé al cortejo fúnebre y fui hacia la gru­
que trajera a los sirvientes de la momia. ta, preocupado de que ella se encontrara en esos
El príncipe Waman-Chunku, un guapo jovenci­ momentos.
to que admiraba a su hermano mayor y trataba de Y allí estaba. Shinin-Zhud, una jovencita cañari
complacerlo en todo lo posible, cumplió de inme­ aprendiz de curandera. Sentí su presencia en la oscu­
diato las órdenes. Los yanakuna llegaron llorando, a ridad gracias al radar que tenemos los murciélagos.
pesar de que Mama Ukllu había muerto hacía va­ La conocía debido a que Shinin-Zhud, Habla-con­
rios años. Cargaban toda la ropa y los adornos de la Luna, iba en secreto a aquella gruta subterránea,
momia real en sacos de yute colgados a la espalda y donde sus antepasadas realizaron rituales dedicados
sujetos con sogas en sus frentes. El kuraka se colo- a Mama Shi durante siglos. En aquel sitio mantenían
escondido un símbolo sagrado de los cañaris, donde Y, claro, alumbrada por la antorcha que él traía,
estaba escrita la historia legendaria de su pueblo. Shinin-Zhud, de pie en medio de la gruta, apareció
Era una tabla de oro macizo con grabados. Resaltaba mirándolo desafiante, luciendo su tocado ritual de
la imagen de Madre Guacamaya con la boca abierta, plumas de plata.
de donde salía Culebra y se unía a una figura, mu­ -Tus plumas no son de colores -reclamó Wa­
jer / hombre, con máscara de yagual, el leopardo, que man-Chunku con ojos de niño decepcionado-.
simbolizaba al pueblo cañari, su valor y su fuerza. La Quería pedirte que me regalaras una de color, pues
128 figura tenía los brazos extendidos hacia Mama Shi, nunca antes las he visto. 129
mientras con un pie se sostenía sobre el dios Peje, Esto desarmó a Shinin-Zhud, que río sin poderlo
que nadaba con las fauces abiertas y representaba a evitar.
Pachakamak. Era la unión perfecta entre los huma­ -Ah, parece que tú también me has soñado. Yo
nos y Madre Tierra, el cielo, el agua y el espíritu de también te vi diferente en mi sueño -dijo y no qui­
la creación. so mencionar el sorprendente y absurdo sueño donde
Los cánticos se acercaron cada vez más. Yo me vio a aquel invasor, jugando con los hijos de ambos.
posé en la cabeza de Shinin-Zhud con deseos de Waman-Chunku iba a preguntar cómo lo había
ocultarla, pero solo conseguí sorprenderla y hacerla visto, pero la voz del Inka viajó igual que un rayo por
gritar. el pasadizo y la pregunta:
No fue un grito fuerte, pero lo suficiente para que -¿Qué está sucediendo? -retumbó contra las
Wayna-Kapak lo escuchara, detuviera al cortejo y or­ paredes de la gruta.
denara a Waman-Chunku adelantarse a investigar. -Por favor, ayúdame -pidió Shinin-Zhud.
El joven agachó la cabeza para entrar a la gruta. -No sé por qué lo haría, siendo tú cañari. Ade-
Un loco aletear de su corazón le dijo que vivía en ese más, puede costarme la vida -razonó Waman­
instante el mismo sueño recurrente de todas las no­ Chunku, indeciso.
ches desde que había salido de Cusco. Un sueño don­ Entonces intervine yo. Los humanos no saben
de aparecía una muchacha con un tocado de plumas que los murciélagos somos sentimentales y jamás
de colores, en medio de una gruta subterránea. nos mencionan en relación con el amor, a menos que
sea en son de burla. Mas mi romanticismo me hizo
El Inka, que era supersticioso, no solo le permitió
actuar. Volé delante del rostro de Shinin-Zhud, chi­
llevarse a la alpaca, sino que cerró los ojos y obligó a
llé amenazante, la halé de los cabellos y me introdu­
todos los presentes a que también lo hicieran.
je en la parte de atrás de su túnica.
Cuando Shinin-Zhud recuperó el sentido, se en­
Esta vez no gritó, pero cayó redonda en los brazos
contró con el rostro de una anciana que la miraba
de Waman-Chunku. Mejor dicho, en uno de sus bra­
sorprendida.
zos, porque en la mano del otro traía la antorcha.
-No quiero que arruines la vida de mi hijo
130 Waman-Chunku miró el hermoso rostro de Shi­ -dijo de mal talante.
131
nin-Zhud, abrazó su cuerpo para que no cayera Y deci­
Shinin-Zhud se incorporó en la estera donde es­
dió jugarse el todo por el todo.
taba acostada. Entendía la lengua kichwa que la vieja
-Espera, por favor, Intipachuri, Hijo del Sol -gri-
hablaba, pues era obligatorio aprenderla.
tó, utilizando el nombre de mayor respeto con el que
-No sé quién es tu hijo -dijo, alzándose de
se podía llamar al lnka-. No vengas hasta que arre-
hombros.
gle esta dificultad.
-Ah, no me engañas. Seguro que lo tenías bien
Continuó mirando a la dificultad desmayada en
planead o. Una muchacha cualquiera, una cañari, con­
sus brazos, es decir, en uno de sus brazos, y cada vez
seguir un awkikuna, un noble inka. Un hijo de Tupak­
tornándose más pesada.
Yupanki y mío, de Mama Kispi, la yachak, la curande­
Delicadamente depositó a Shinin-Zhud en el sue-
ra, y sacerdotisa principal del templo de Mama Killa.
lo, la tapó con su llakulla, su capa, y salió de la gruta.
Pero el discurso de Mama Kispi no intimidó a
Waman-Chunku convenció a Wayna-Kapak de
Shinin-Zhud. No era en vano que llevaba en sus
que en la gruta se encontraba una alpaca muerta Y
venas la sangre de todos sus valientes antepasa­
seria de mal augurio que el Inka la viera justo cuan­
dos. De un salto se levantó, agarró a la vieja por los
do iban a dejar a la momia de Mama U kllu; por lo
hombros y la sacudió.
tanto, ofreció llevarse al animal envuelto en su capa,
-No soy una muchacha cualquiera. Soy la here­
si le era permitido.
dera de la sabiduría de las curanderas, de las yachaks
de mi pueblo, y odio a los invasores inkas y en espe­ -Los cañaris son gente valiente y difícil de con­
cial a tu hijo. quistar -dijo Waman-Chunku con aires de sabiduría.
Estas últimas palabras las dijo sin mayor conven­ El Inka lo admitió, pero allí estaban ellos con el
cimiento, pues el muchacho no le había desagradado ejército más grande que existía en las cuatro esqui­
para nada. nas de la Pacha Mama, Madre Tierra, y era cuestión
Mama Kispi, Madre-cristal-de-roca, la miró sor­ de tiempo, fuerza y astucia el dominarlos. Luego ex­
prendida al escuchar que era descendiente de ya- plicó que pensaba utilizar el sistema de los mitmas
132 chaks. En el fondo sabía que Shinin-Zhud decía la ver­ para librarse de los pueblos revoltosos, a los que 133
dad, porque su espíritu así lo dictaba y por la historia trasladaban de un lugar a otro para controlarlos.
de cómo se conocieron y que su hijo le había contado. Que dentro de dos lunas, una gran parte de los habi-
Sin embargo, él debía casarse con una princesa inka tantes varones de lo que antes se llamó Guapondeleg
y así mantener la posición correspondiente, y no con (el Inka pronunció con dificultad la palabra), y ahora
aquella muchacha a quien le había encargado cuidar. era Tumipampa, serían enviados a Cusca. Y que lo
Mas otros eran los planes de Waman-Chunku, quien deberían obedecer en todo porque sus mujeres, ma-
se había enamorado de Shinin-Zhud y justo en ese mo­ dres e hijas, se quedarían detrás y sufrirían las con­
mento se encontraba hablando con Wayna-Kapak. secuencias si ellos se rebelaban.
-Ancha jatun apu, grande y poderoso señor, pido Waman-Chunku arqueó las cejas al escuchar la
permiso para hablar -dijo acostado, boca abajo en palabra mujeres.
el suelo, sin mirar al Inka. -Tengo una idea, kapak apu, gran señor -dijo,
Resonaba los labios como si estuviera lanzando aprovechando el tema-. Si los awkikuna, los no­
besos al aire. Era el sonido de la mucha, gesto de res­ bles, tomamos por esposas a mujeres cañaris, po­
peto que hacían los súbditos ante el emperador. dríamos unir a nuestros pueblos y quizás no nece­
Wayna-Kapak, feliz de estar lejos de los orejones sitaríamos de la guerra -terminó, sonrojándose
de Cusco y de todo el aburrido protocolo de la corte, hasta las oshotas.
pidió que se levantara y le hablara con confianza de El Inka echó la cabeza hacia atrás y rio. Wayna­
hermano. Kapak era un zorro, un zorro joven, y supo al ins-
enamor ado de CAPÍTULO 15
tante que su her mano me nor se había
Lo que contó Oso
una muchacha cañari.
r as estés aquí,
-Tómala como tu mujer mient
a Cusco, aban­
Waman-Chunku, pero, al regresar
amor es p eligr o­
dónala. Ah, y no te enamo res. El
e bro . Yo jamás
so, pues ablanda el corazón y el cer
-dijo, dánd ole
lo haré y meno s con una extranjera
, y dio p or ter­ A lo s osos de anteojos, lo s ocumari (únicos o sos de 135
134 una palmada amistosa en el h ombro
los Andes), nos e ncanta viajar. Subimos y descende­
minada la entrevista.
e Sol, lo mos por las est ribaciones de las mo ntañas desde el
¡Qué poco sabía el Intipachuri, el Hijo d l
cesa de la páramo hasta las tier ras bajas; obs ervamos, apren­
que le esperaba en la sonr isa de una prin
demos y llegamos a conocer y a saber mucho. Los
gran comarca de Quito !
ja-
Pero Waman-Chunku juró internament que osos somos sabios. Es to talme nte injusto que los hu­
e

manos utilicen a o tros animales para representar la


más abando nar ía a Shinin-Zhud.
sabidu r ía y no a nosotros. To-tal-men-te injusto.
***** Para los cañaris del pasado simbolizábamo s fuer ­
za y resistencia, quizás po rque se sentían identifica­
Murciélago dijo las últimas palabras con voz soño­ dos con nosotros. Mis her manos cañar is eran fuer ­
lienta y, en breves minutos, empezó a roncar. Esta fue tes y re siste ntes como los osos; utilizaron resistencia
señal para que Oso Ocumari tomara la palabra. Madre contra los inkas, cor aje , valor, bravura y audacia.
Tierra continuó tejiendo su tapiz y en el fondo empeza­ Pero fue difícil ve ncer a un ejército organizado que
ron a dibujarse figuras de guerreros. existía únicament e para luchar y dominar pueblos.
El Tawantinsuyu creció y floreció baj o el domi­
nio del Inka Wayna-Kapak, duodécimo Sapa Inka
y tercer emp erado r de l Imperio-de-los-cuatro-suyus.
Mientras más se extendía por el Norte, más oprimí a
a los cañaris, que rehusaban ser dominados por el
Imperio. Mis hermanos cañaris amaban la libertad.
Antes de la llegada de los invasores, jamás habían
tenido un rey, y sus setenta caciques gobernaron sus
pueblos como grandes familias. A veces llegaron a
luchar entre los cacicazgos por diferentes motivos,
pero no conocieron la esclavitud.
Wayna-Kapak utilizó el sistema de mitmas, con el
cual desterró a miles de cañaris hacia tierras lejanas,
-·------
totalmente lejanas, para nunca más regresar, y en su
lugar llegaron grupos enteros de gente de distintos
lugares del Tawantinsuyu.
Los primeros en partir fueron los hombres en­
viados a Cusco, escogidos para ser entrenados como
guardias personales del Inka. Entre ellos estaba el
padre de Shinin-Zhud y sus cuatro hermanos.
Shinin-Zhud, como curandera de su pueblo,
quedó totalmente imposibilitada de escapar con
Waman-Chunku, como era el deseo de ambos, quie­
nes mantenían su amor secreto desde el día siguiente
a conocerse en la gruta debajo de Pumapunku.
Mama Kispi y Shinin-Zhud se hicieron buenas
amigas. La yachak aprendió a admirar a la joven cu­
randera, además de sentirse unida a ella por el culto
a M am a Kill a o Mam a Shi, que a l fi nal de cuentas que recont a ban l a historia de Culebra, del Diluvio
y
era l a mism a Luna, con distinto nombre. A l a vez, de Guacamaya, al ritmo de t ambores y oc arinas.
Shinin-Zhud tomó c ariño a M am a Kispi Y l a adoptó El ch amán gritó con fuerz a mirando a M ama Shi
'
tot almente como m adre. quien est aba tot a lmente llen a , y le pidió que me
re-
Mientras que para las dos yachaks fue fácil ser cibiese con ama bilid ad y me enviara con l a respu
esta
amigas, l a guerr a entre s us pueblos se
tor nó más de cuán do er a el mejor momento de at ac ar a los
in­
s angrient a . vasores. Luego se acercó a donde yo est aba con
un
Los cañ aris eran grandes hechiceros y adivinos. cuchillo en l a m ano.
139
Antes de luchar, consultaban con sus dioses para co­ -¡Alto, no lo h agas! -dijo Shini n-Zhud, que
nocer sus designios. E stó lo h acía el ch amán mirando ap areció de repente b ajo l a luz de l a lun a.
en l as entra ñas de los animales sacrific ados. Durante El ch amán se detuvo por un inst ante, l a miró
una de est as ceremonias, conocí a Shinin-Zhud. aturdido y volvió a alzar el cuchillo.
Me h abían colocado en el sitio de honor de un ta­ Pero Shinin-Zhud se colgó de su br azo.
bernáculo que queda ba en un a loma en form a de pi­ -E s u n oso hembra y está preñada. No lo h agas
rámide, que ahora se llama Monjasgu aico, un altar -insis tió con l a voz human a más dulce que he oído
dedic ado a M am a Shi, junto a Tumip amp a . Yo era la en mi vid a .
víctima que iba a ser sacrific ad a. E speraban que mi Y era totalmente verdad. Por eso me oponía
a
espíritu, poderoso y valiente, fuera a hablar con los servir de emisa ria al mundo del más a llá. Yo espe
r a­
dioses p ara volver con respuestas a sus preguntas. ba familia, mi primer osezno, aunque por mi ab r
igo
Por supuesto, yo e st ab a tot almente en desacuer­ de piel no se not ar a.
do con ab andon ar mi cuerpo pero me at aron para Me pregunté cómo lo sa bía una muchach a que
que no pudier a esc ap ar. nunca antes me había visto, porque no nos con
ocía­
A mi alrededor, hombres y mujeres se preparaban mos. Y la escuché explic ar al ch amán que Mam
a Shi
para l a guerr a. Danzaban vestidos con pieles de ani­ se lo h abía susurrado minutos antes.
m ales, a dorna dos con tocados de pluma s, como era El ch amán aceptó no sacrific a rme, pero me llevó
su co stumbre durante aquella s dan zas rituales en las al combate como amuleto de buen a suer
te.
Poco antes del amanecer, empezaron los prepa­ atacado junto con los cañaris y que, por ese motivo,
rativos. Los hombres que lucharían cuerpo a cuerp o, habían sido derrotados.
utilizando solo la fuerza de sus manos, se embadu r­ Pero, a pesar de resistir y ganar combates, los ca­
naron totalmente con una extraña tierra anaranja­ ñaris perdieron la guerra, y cada vez más gente fue
da que, mezclada con grasa, los volvía escurridizos desterrada por los inkas a tierras lejanas.
en la lucha. Los demás vistieron con zamarros de En cuanto a Waman-Chunku y a Shinin-Zhud,
tela de algodón gruesa y cubierta con plumas, para tuvieron una niña y dos niños. Mama Kispi invitó a
140 protegerse de los golpes y las armas punzantes. Shinin-Zhud a unirse a ella como yachak, para reali­
Los otros formaron un grupo compacto, con lan­ zar las ceremonias en homenaje a Mama Killa en el
ceros, honderos, boleadores y porreros, junto a los templo que acababan de construir. De este modo, no
que llevaban hachas y flechas para lanzarlas con pa­ necesitaron mantener en secreto a su familia, debi­
letas de madera, usando la fuerza muscular en vez do a la importancia que tenían las mujeres yachaks
de la de un arco. entre los inkas.
Dos mensajeros llegaron a confirmar que otros Way na-Kapak emprendió su viaje de conquista
grupos se encontraban listos en las cimas de los ce­ hacia el antiguo Quito. Una vez allí, no solo se ablan­
rros para hacer rodar grandes rocas sobre el enemigo. dó su corazón, sino que lo perdió, totalmente, en los
Y nos lanzamos al combate. ojos de una princesa de la región quiteña, con quien
-¡Ayyy, juiii! tuvo un hijo al que llamó Atabalipa.
Bajaron corriendo los cañaris lanzando alaridos
y agitando en las manos unas mazas inventadas por *****
ellos, de cobre o bronce, con una abertura en el me­
dio que con el viento produáa ruidos aterradores para Apenas Oso Ocumari terminó esta frase, Lechuza,
asustar a los adversarios. quien sabía que era su turno, comenzó a quejarse diden­
Fuimos al combate. Esa vez salimos victoriosos do que para ella era muy duro relatar lo siguiente. Madre
y los inkas contaron historias fabulosas que habla­ Tierra la animó a continuar y el tapiz se cubrió de lágri­
ban de cientos de osos amaestrados que los habían mas resplandedentes.
CAPÍTULO 16 rrados en su corazón, trataron de mantener su cul­
Lo que contó Lechuza tura con la esperanza de que algún día podrían estar
en paz.
Esperanza que se tornó en desilusión porque la
yachak, Kispi-Zhud, nieta de Mama Kispi, vaticinó
que nunca vendrían aquellos días.
Kispi-Zhud era la principal yachak del templo de
142 Me acusan de ser portadora de malas noticias y coin­ Mama Shi-Killa, que también era un oráculo, donde 143
cide que esta parte de la historia de los cañaris es la predecía el futuro en el reflejo del agua dentro de un
más triste y desgarradora. mate. Kispi-Zhud vivía sola conmigo. Yo la acompa-
Wayna-Kapak fundó la panaka, e1 clan de Tumi­ ñaba subida en su hombro. Su abuela, Mama Kispi,
pampa, su propio clan. Las panakas eran alianzas tan murió joven al caerse de un muro del templo y su
importantes que sus miembros juraban completa fi­ padre fue enviado a Quito, donde el Inka reclamaba
delidad y estaban dispuestos a dar la vida en defensa la presencia de su hermano menor, por el que sentía
del grupo. Muchas fueron las guerras entre panakas mucho afecto. Wayna-Kapak mantenía allí otro pa-
en los tiempos de los inkas, y aún utilizan los huma­ lacio y otra corte formada por los orejones, la realeza
nos la palabra pana para identificar a un amigo. inka de Cusco y los caciques de Quito. Fiel a su pro-
Wayna-Kapak engrandeció no solo a la ciudad mesa, Waman-Chunku no abandonó a Shinin-Zhud
donde nació, sino que construyó suntuosos palacios y la llevó con él.
y pukaras, impenetrables fortalezas, en Ingapirca, Fue una madrugada helada cuando Kispi-Zhud
Cañaribamba y Paredones de Molleturo sobre rui­ me recogió casi muerta en el frío piso del templo de
nas cañaris. Mama Killa. Yo era pequeñita y había caído del nido.
Los cañaris, oprimidos por los inkas, continuaron Kispi-Zhud me cobijó dentro de su pecho, junto a su
sufriendo represalias. corazón para hacerme entrar en calor, y así pude so­
Pero a la vez, sangre cañari y sangre inka se unie­ brevivir. Aprendí a comer maíz molido y aplastado
ron, y muchos de estos cañaris-inka, aunque desga- de su boca. Pero no fue a causa de la comida que me
quedé con ella, sino porque llegué a quererla mucho. tas para defendernos. Allí estaban Culebra y Madre
Acurrucada debajo de su cuello le hacía cosquillas Guacamaya, y en el fondo de las aguas el dios Peje,
con mis plumas levantadas. Ella reía, hasta que re­ representando a Pachakamak con las fauces abier­
cordaba a sus hermanos, que eran rebeldes y que tas. Entonces, el agua tembló; Madre Luna se quebró
causaban muchos problemas a Chamba, el cacique en pedazos, Culebra apareció con la cabeza cortada,
encargado de administrar la ciudad de Tomebamba, Madre Guacamaya, con las alas arrancadas y la san­
como la llamaban con la nueva pronunciación. Por gre de los dos cubrió la figura moribunda de nuestro
144 supuesto, el cacique Chamba desconocía que eran pueblo. Un rayo fulminó a Leopardo. No quise con- 145
ellos quienes colocaban las trampas de las fosas pro­ tinuar mirando y cerré los ojos. Pero me obligué a
fundas disimuladas con ramas, donde caían los ore­ abrirlos y vi que el dios Peje flotaba muerto con un
jones de Cusco al viajar por un territorio supuesta­ anzuelo atravesado en su boca. A su lado, un nuevo
mente conquistado y doblegado. Sapa In.ka sonreía.
Yo noté que Kispi-Zhud cambiaba con los días y Sus hermanos la miraron y los tres se quedaron
aumentaba su preocupación. Algo en su corazón le en silencio, consternados, sintiendo el mismo dolor
decía que se acercaban tiempos más dolorosos, pero de su lucha interna; por su madre eran cañaris y por
en el agua del oráculo no se reflejaba nada. Y pensó su padre, inkas.
que Tiempo temía contarle lo que sucedería. Las noches y los días volaron en las alas de Tiem­
Hasta que una noche oscura vio el futuro refleja­ po. Los rebeldes tuvieron que huir a las montañas
do a la luz de las antorchas que ardían en el templo. junto con otros jóvenes (algunos cañaris de estirpe y
Lloró durante dos días y dos noches. Luego se reunió otros con sangre inka) para escapar del castigo en caso
con sus hermanos. de que fueran descubiertas sus maniobras guerrille­
-Vi la tabla sagrada reflejada en el agua -dijo ras. Con ellos iba Taday, un joven que con el tiempo se
Kispi-Zhud, acariciando mis plumas para calmar sus casaría con Kispi-Zhud, pero yo no sé contar historias
nervios-. La figura que representa al pueblo caña­ de amor. Por la misma razón, no he mencionado una
ri estaba como siempre, con los brazos extendidos aventura que tuvo el joven Atabalipa con la princesa
hacia Madre Luna. Leopardo tenía sus zarpas lis- cañari-inka Kella. El romance incluyó promesas de
amor a orillas del río Tomebamba y las muchas, que g ravedad del Inka , los orejones de Cusco llega ron a
descubrieron que e ra mejor dárselas en los labios, en Tomebamba para c onoc er a quién escogería como
vez de solo hacer el s onido c eremonial. Dicen que fue­ su h eredero. Wayna-Kapak eligió a un o de sus hijos,
ron los primeros bes os que hubo por ahí. ll amado Ninan Kuyuchi, un infant e de apenas poc os
Atabalipa creció como el fav orito de su padre. Es años que viví a en Cusco .
verdad que el Inka lo lle vaba en casi todos su s via­ Ata ba lipa lloró de rabia y do lor, y re cl amó al pa ­
j es y lo consentía c omo a ninguno de sus ot ros hijos. dre p or su injustici a .
Atabalipa admiraba a su padr e y su sueño era ser el -¿Acaso no te ayudó a conquistar esta tierra el 147
Inka a lgún día. Sin embargo, la tradición de lo s hijos hab ert e casado con mi madre? -exclamó-. ¿No
del Sol e xigía que e l heredero fuera escogido entre has pensado que un imp erio tan grand e funcion aría
los hijos na cidos de la kuya, la reina, hermana y es­ mejor con dos cab ezas que con una sola? T endrías a
posa del Inka, pa ra ser el legítimo heredero. Cusco y a Tomeb amba. Un solo reino, un solo cuerpo
Wayna-Kapak fue atacado p or una misteriosa pero con dos cab ezas.
dolencia. Poco despu és supie ron qu e los españoles Pero Ninan Kuyuchi ya había recibido la unción
habían arribado a la cost a y emp ezaban a subir por para ser el próximo soberano, el único s ob erano, y
Tumb es hacia las montañas. Los españoles trajeron era tarde para que Wayna -Kapak cambiara las r e ­
enferm edades nue vas para los hu manos que habita­ glas. Pero, poc os días d espués, el pequeño Nin a n Ku­
ban estas tierras, enferme da des causantes de una yuchi murió con la misma enf erm edad que at acaba
muerte s egura porque, al desconocerlas, sus cuerpos a su pad re .
no habían desarrollado resistencia ; una de esas era Wayna-K apak aprovechó este hecho dolo roso
la virue la . para dar gusto al hijo que tanto quería . Dividió el
Wayna-K apak r ecibió un r egalo espantoso Y Imperio en dos part es: una regida de sde Tom ebam­
morta l que nadie nunca supo quién envió: una caja ba para Atab alipa y la otra, de sde Cusco, para su hijo
pequeña de la cual sa lieron tre ce moscardones. Waskar.
Adentro estaba ap arentemente vacía, pero el En realidad, e l Inka estaba sumament e
Sapa Inka enfermó gr avemente. Al saber de la preocupado c on l as noticias de l a aparición e n
la costa de monstruos con dos cabezas y cuatro los inkas, donde se podía ver un camino de luz solar
patas que habían llegado en casas flotantes y se que atravesaba la plaza cuando nacía el Inti, un he­
alimentaban de oro. Por lo tanto, pensó dejar cho extraordinario que los inkas jamás habían pre­
arreglados los problemas familiares y hacer frente senciado en otras partes del Tawantinsuyu.
a una situación nueva que podría ser peligrosa a su Atabalipa llegó estratégicamente justo al amane­
eminente muerte. cer. Bajó de la litera y caminó lentamente por el sen­
Cuando murió su padre, Atabalipa se comunicó dero iluminado. Su figura resplandeciente intimidó
148 a través de chaskis, desde Quito, donde se encontra­ a los súbditos que se habían congregado allí. 149
ba, con el cacique Chamba de Tomebamba, quien -¡Ancha jatun apu! ¡Grande y poderoso señor!
lo conocía desde pequeño, cuando acompañaba a -gritaron, lanzándose de rodillas.
W ayna-Kapak durante las largas estadías. Chamba Atabalipa vestía una túnica de finísima tela de
envió corno respuesta un corazón de llama; su leal­ kumpi, con diseños geométricos (que solo el sobera­
tad era un hecho y daría la vida por Atabalipa. Una no podía lucir) en tonos rojos, negros y marrones.
vez asegurado esto, los antiguos generales de Way­ Cubría sus hombros una capa de la misma tela. Sus
na-Kapak, quienes también lo conocían desde niño, tobillos y rodillas estaban amarrados con flecos ro­
prometieron apoyarlo como nuevo soberano. Junto jos que volaban al viento. En la frente lucía un cinti­
con ellos, Atabalipa fue a Caranqui, lugar de su na­ llo llamado llaytu, de donde colgaba una borla color
cimiento, donde se coronó emperador del Tawant­ rojo sangre, símbolo imperial, que al caer, a propó­
insuyu, con el nombre de Kakcha Pachakutik Inka sito, entre los ojos, daba al Sapa Inka un aspecto
Yupanki. Luego de la ceremonia, se dirigió de inme­ feroz. Dentro de los lóbulos de sus orejas, alargadas
diato a la milenaria ciudad de Quito para asegurar hasta la mitad del cuello, brillaban gruesas placas
su investidura como Sapa Inka. de oro con diseños del dios Sol. Todo esto era parte
Después del baño ceremonial en la chorrera de de la indumentaria, del vestir de los emperadores
la waka de Pichán, la culebra emplumada guardiana inkas. La apariencia de Atabalipa cumplía con todas
de la ciudad, Atabalipa salió en andas del palacio de las normas menos en su cabello, pues lo llevaba lar­
Wayna-Kapak. Este era el sitio tan ambicionado por go, por debajo de los hombros y caído a cada lado
del rostro. Los Sapa Inka se recortaban y arranc a­ Entonces, al acercarse a Tomebamba, un gran
ban el cabello a propósito, para que a la distancia grupo de cañari-inkas que no deseaban la guerra sa­
pareciera que no tenían pelo, algo que los hacía ver lieron a recibirlo portando flores y frutas junto a sus
diferentes y temibles. Pero Atabalipa había nacido mujeres e hijos. Pero... Atabalipa desconfió de ellos,
con la oreja izquierda deforme y no le gustaba que pensó que era una trampa y ordenó matar a todos.
nadie la mirara. Fue tal la matanza que, años más tarde, los españo­
A pesar de que la gente continuó por largo rato les describieron que sus osamentas blanquecinas se
150 con sus alabanzas, el nuevo soberano se sentía pre­ veían aún a los lados del camino.
ocupado. Allí estaban todos de hinojos frente a él, Esto enfureció a la gente de Tomebamba y,
llamándolo «grande y poderoso señor», pero ... frun­ cuando llegó Awki Atoko, se unieron a él para
ció el ceño y golpeó su yawri, el cetro real, contra su combatir a Atabalipa, a quien tomaron prisionero en
mano repetidas veces, pensando. ¡Intipachuri! ¡Sus el puente del río Tomebamba.
súbditos no lo llamaban Hijo del Sol! Al saber que estaba prisionero, la princesa Ke­
Se retiró al palacio, donde un chaski lo esperaba lla, la misma de las muchas y los encuentros en las
con malas noticias de Cusco: Waskar se negaba a orillas del río, se acercó disfrazada de hombre a la
aceptar la decisión de su padre y le declaraba la gue­ celda. Pretendió ser un guardia y le proporcionó una
rra. Su hermano, el príncipe Awki Atoko, se dirigía barra de cobre para que pudiera abrir un boquete en
con un ejército hacia Tomebamba, para atacarlo en la pared y escapar. Sin embargo, esto no fue lo que
su propio territorio. contó Atabalipa. Quizás por guardar el secreto de su
Y las cosas se pusieron peores. El leal cacique antiguo amor, aseguró que fue el dios Culebra quien
Chamba murió por esos días de la misma enfermedad había venido en su ayuda.
misteriosa que había llegado con los monstruos bar­ Atabalipa decidió continuar la guerra que había
budos. Su hijo y heredero se declaró a favor de Waskar. iniciado Waskar, vencerlo y proclamarse en Cusco
Atabalipa partió a hacer frente a las huestes único soberano del antiguo Tawantinsuyu.
de Cusco con los generales Kiskis, Kallkuchima y A su paso por Tomebamba, incendió y destruyó
Rumiñawi. la ciudad. En algunos lugares no dejó piedra sobre
piedra y más de sesenta mil cañaris y cañari-inkas
murieron. Los sobrevivientes juraron vengar a sus
muertos.
Kispi-Zhud, con la ayuda de Taday, escapó al po­
blado de Chordeleg para esconder la tabla de oro
que contaba la historia de su pueblo y protegerla en
aquellos tiempos de guerra y destrucción. Desde el
templo a Mama Killa que allí existía, volvió a mi- 153
rar en el oráculo. El agua se agitó. Vio con horror a
monstruos de dos cabezas y cuatro patas que pre­
tendían ayudar a los cañaris para luego pisotearlos.
Kiskis, el noble orejón, nacido en Cusco, coman­
dante general de las fuerzas militares de Atabalipa,
hizo prisionero a Waskar. Atabalipa nunca pudo lle­
gar a Cusco porque también cayó prisionero... de los
monstruos de dos cabezas.

*****

Un silencio de profunda tristeza se hizo en el grupo.


Madre Tierra enjugó una lágrima y con voz temblorosa
pidió que continuara Sapo. En su tapiz apareció un escu­
do de armas con dos leones.
CAPÍTULO 17 Y dieron su palabra.
Lo que contó Sapo Ayu daron a capturar a At abalipa,
quien h abía aniquilado a su pu e bl o.
Dos mil ochocientos cañaris murieron
en la exp edición h acia el país El Dorad o y nadie los
recuerda.
No fue la prim era vez que murieron p or otros.
154 Me gusta sa lt ar de aquí para allá y de allá para acá. Soldados cañari s p articiparon en las guerras 155
Escucho y me entero de mucho. civiles de los mismos conquistad o res.
H ablo a saltos y a bri ncos. Otros, en la conquista de tierras
Pero hago se ntido. situadas al fin del continente, y murieron olvidados.
Y no com o ot ros, Miles de soldados cañaris
que llegaron en potros. fueron engañ ados:
Llegaron los conquist adores. -Recibirán el rango de nobles guerreros
H ablaron los conquistadores. - ofrecieron los conquistadores.
H ablaron sin dar saltos ni brincos. Est a fue la úni ca prom esa cumplid a.
Porque sus arcabuces pesaban mucho. U n escudo de armas con d os leones y un a cruz al
a medio.
-Ayúdennos a luchar contra los inkas -pidieron
los cañaris. Así quedó impres o en pap el el deseo de su re y:
-Así su pueblo qued ará libre -di jeron.
-Gobernarán sus propios territorios-insistieron. El virre y don Francisco de Toledo'
-Y no serán extermin ados -juraron. por órdenes d el re y de Españ a,
-Seremos amigos para siempre -prometieron. eleva a los cañaris al rango de Hij os Dalgo.
Los cañ aris aceptaron.
Era la únic a manera de salvar En la historia quedó impreso de otra man era :
lo poco que quedaba de su pueblo. en trab aj o esclaviz ad o,
en cultura despedazada, Mama Juana temía que Francisca contara
en tierras robadas sus sueños, por la misma razón.
y en el vacío que deja la palabra ingratitud. Francisca tenía el pelo largo y envuelto
Porque no los consideraron amigos. en una coleta con una fajilla de colores.
Jamás. Una pollera cortita de bayeta tejida con
Conocí a Francisca cuando iba a la laguna a lavar la lana de borrego, bordada con flores al filo.
ropa. Sombrero redondo y blanco de lana
156 Tenia ocho años y no sabía jugar. apisonada, con dos borlas que brincaban 157
Pero soñaba. sobre su frente cuando corría.
Soñaba con una guacamáya y una culebra. Hombros con una wallkarina
No era una culebra de esas que se tragan sapos. sostenida por un tu.pu de plata, recuerd
o de su mamá.
Era Culebra. Y tenía un par de ojos
No era una guacamaya que se embucha sapos. saltarines como sapos.
Era Guacamaya. Ah, y pulseras de cuentas de mullu sagrado
En su sueño, Guacamaya, Culebra y Tiempo la lle­ envueltas en sus muñecas.
vaban a encontrarse con sus antepasadas, las sabias Francisca jamás se sacaba sus pulseras.
curanderas. Un día, el hilo se rompió,
A veces dentro de una cueva negra, quizás estaba podrido.
donde Fuego ardía eternamente. Las cuentas de mullu rodaron por su falda,
Otras, sobre Taita Narrío, cayeron al agua y se hundieron.
y otros cerros y lugares sagrados dedicados a Francisca lloró y lloró.
Mama Shi-Killa, la Luna. Pero se metió en el agua a buscarlas.
Su abuela Mama Juana era una yachak. Me sumergí de un salto para ayudarla.
Ocultaba sus conocimientos Nadé con mi mejor estilo
milenarios por temor en busca de los mullus.
a ser acusada de practicar brujería. Apareció Culebra y salió del agua.
-No temas verme porque soy tu pasado, tu raíz *****
-dijo Culebra a Francisca.
Francisca no tuvo miedo y pensó en las raíces de los Sapo saltó sobre el tapiz que tejía Madre Tierra y, con
árboles que les dan vida. cada salto que daba, aparecían en el paño niñas y niños
Culebra ayudó a recoger todas las cuentas de mullu. con sombreritos blancos. Como era el turno de Cóndor.
En eso vino Guacamaya. abrió las alas, pidió permiso y se adelantó para hablar.
-No te asustes, porque yo represento el cambio. En
158 mis alas llegará Tiempo... te transformarás en una 159
jovencita y luego en una sabia yachak.
Guacamaya dijo que su puéblo no desaparecería.
Que continuaría fundiéndose y moldeándose como
un trozo de oro o de plata.
Transformándose.
Adquiriendo formas y diseños diferentes, pero man­
teniendo siempre su valía.
Guacamaya ayudó a Francisca a ensartar los mullus
en una soguilla de yute.
Abrió su boca y Culebra se introdujo cómodamente
dentro.
Pero dejó fuera la punta de su cola.
Una risa saltó de la boca de Francisca.
Y otra, y otra.
Entre salto y salto, ahora salto fuera de esta historia.
CAPÍTULO 18 -Debes ir a buscarla -dijo de sopetón una ma­
ñana el padre López al Mag o, mientras tomaban de­
Lo que contó Cóndor
sayuno co n b olón de verde y café recién pasado.
El Mago preguntó a quién debía buscar, p orque
no habí an hablado de alguien en especial.
-A ella -c ontestó el padre López, sin señalar o
mencionar a nadie en particular-. Y tienes que de­
mos un solo espí­ cirle que algún d ía va a aprender a curar a la gente
160 En un tiempo lejano, Águila y yo éra
ó al norte y yo, -continuó como si no hubiera escuchado la pregun­
ritu, pero nos separa mos; ella se march
s grandes y así ta del Mago-. Porque viene de una larga tradición
al sur. Tiempo voló planeando en círculo
oles a la época de mujeres que practicaban la medicina natural.
pasó la época del dominio de los españ
siderada un ave Cuand o llegue el m omento , ella tiene que hacer su
de la Independencia. Yo dejé de ser con
de la libertad. parte y ayudar a lo s enfermos.
sagrada para convertirme en el símb olo
las altas -Pero ¿a quién deb o decir esto? -volvió a inte­
A pesar de que mis dominios están en
visito la costa y rrogar el Mago, pensando que quizás el anciano em­
m ontañas de las cordilleras andinas,
ovechando las pezaba a volverse senil.
a veces llego hasta los acantilado s, apr
-¡Ho mbre, p or Di o s! ¡A ella! -Levantó los bra­
corrientes de aire caliente.
mbre sabio, zos al cielo el padre López-. Sé que existe, pero no
En una de estas visitas cono cí a un ho
blito llamado sé dónde. Tú debes buscarla. ¡Y sabrás que es ella en
el padre López, quien vivía en un pue
cuanto la veas!
Manglaralto .
ermos se Ante la insistencia del padre López, el Mago puso
El padre López pensaba que a los enf
medicinales, unas p ocas r opas en una mochila y fue a darse un
los debía curar con oraciones y plantas
i o: un joven chapuzón en el mar, antes de partir en busca de
con lo cual estaba de acuerdo su secretar
os verdos os, al aquella misteriosa mujer. Mientras nadaba se encon­
alto , delgado, barbudo, rubio y de oj
ían que podía tró c on Peje, el pez que representaba a Pachakamak
que todos llamaban Mago, porque dec
c onversar c on lo s peces. en la tabla de oro mitológica de los c a ñaris.
-Debes encaminarte hacia las altas montañas haló del pelo y corrió. La mayor la persiguió y se tro­
y encontrarás a quien buscas -dijo Peje y de inme­ pezó contra el Mago.
diato apareció en el agua el reflejo de varias perso­ La niña alzó el rostro para disculparse. En cuanto
nas que participaban en una procesión en homena­ la vio, el Mago supo enseguida que no era una mujer
je a san Antonio. a quien debía encontrar, sino una niña. Justamente
Todos lucían sombreros pequeños, blancos y re­ a aquella niña, entonces la detuvo por un brazo.
dondos, adornados con borlas suspendidas en sus La niña lo rechazó furiosa. El Mago se disculpó
162 frentes o en la nuca. Las mujeres tenían faldas bor­ lo mejor que pudo y preguntó su nombre, pero ella
dadas con flores y los hombres, ponchos pequeños. no se lo dijo. Mientras tanto, las otras niñas corrie­
El Mago colgó la mochila a su espalda, agarró un ron a llamar a la madre. En el pequeño caserío de
bastón que siempre llevaba y se metió en un bus que Correouco, los extranjeros eran vistos con descon­
partía en dirección a la sierra. Durmió tan profun­ fianza. La madre apareció y se secó las manos en un
damente que no sintió ni uno solo de los baches en delantal.
que caían las ruedas del bus. -Disculpe, señora, pero vengo de parte del pa­
Despertó cuando llegó a la ciudad de Cañar. De al­ dre López, soy su secretario -dijo el Mago con una
guna manera no le sorprendió que la gente fuera la sonrisa tímida que se abrió paso en medio de su
misma que había visto reflejada en las aguas del mar. barba rubia.
Apenas bajó del bus, el Mago sintió que sus pies Mama Vicenta no conocía a ningún padre López;
lo llevaban sin tener que dirigirlos y así llegó a la co­ por lo tanto, llamó a una vecina, que a la vez llamó a
munidad de Correouco. otra, quien dijo haber oído del padre López, un curi­
Delante de una casa de adobe y techo de paja, ta sabio que sanaba enfermos y vivía en algún lugar
cuatro niñas jugaban a la rayuela del gato. de la costa.
El Mago miró a las niñas sin mucho interés, preo­ -En Manglaralto -confirmó el Mago, aliviado
cupado en seguir la búsqueda de una extraña mujer. de que alguien supiera acerca de su amigo.
En ese momento, la hermana mayor gritó feliz Las mujeres sonrieron complacidas porque el jo­
porque había ganado. Furiosa, la más pequeña la ven parecía simpático, hasta que Mama Vicenta le
preguntó a quién buscaba. Cuando el Mago señaló a -Este cóndor es mi amigo -dijo el Mago, lo
la niña, Mama Vicenta se colocó delante de sus cuatro cual me gustó mucho, y aprovechó la oportunidad
hijas como una gallina protegiendo a sus pollitos. para pedir nuevamente que Mama Vicenta le permi­
-¡No tienes nada que hacer aquí! -gritó, agi­ tiera hablar con Michi.
tando sus brazos. Mama Vicenta suspiró preocupada. Pero el jo­
-Solo quiero hablar con ella, preguntarle su ven no parecía peligroso y era una buena señal
nombre -pidió débilmente el Mago al ver que la si- tener a un cóndor como amigo, un ave que en sus
164 tuación se ponía difícil, porque las vecinas se prepa­ antiguas tradiciones era considerada sagrada. En­
raron en segundos con palos de escobas. tonces llamó a la niña, que, de todas maneras, no
-Me llamo Mercedes Adela. Ahora que lo sabes, había cumplido con sus órdenes de entrar a la casa
puedes seguir tu camino -dijo la niña. y estaba escondida detrás del muro escuchando
-No, Michi, no digas nada -Mama Vicenta la todo.
amonestó. -Déjame ver las palmas de tus manos, por favor
Ordenó a las niñas que entraran a la casa y tran­ -pidió el Mago a Michi.
casen la puerta hasta que regresara su padre. Mama Vicenta se colocó rápidamente junto a su hija.
Como yo sabía lo importante que era para el Mago El Mago le miró las pequeñas palmas emocionado.
hablar con Michi, concebí un plan. Bajé a posarme -jAhora estoy seguro! -exclamó.
junto a él, y abrí y cerré mis alas como si saludara a Sacó de su mochila una pomada con olor a men­
un viejo conocido. El Mago percibió mis intenciones. tol y, con delicadeza, la untó en las manos de la niña.
Me guiñó un ojo y pretendió hablar conmigo en lo Luego pidió que se quitara los zapatos.
que él suponía sonaba igual al idioma de los cóndo­ -Ella no está enferma -protestó Mama Vicen­
res. Podía ser que hablara con peces, pero de mi idio­ ta-. No tiene ni tos ni gripe.
ma no pudo imitar ni un solo graznido. -Que tus pies te lleven a donde hay enfermos y
Este truco causó tanto asombro entre las muje­ tus manos sepan encontrar en la naturaleza la ma­
res, que dejaron la desconfianza a un lado para ave­ nera de curarlos -dijo el Mago, untando la poma­
riguar cómo había logrado amaestrarme. da en las plantas de los pequeños pies.
Entonces explicó que las medicinas modernas desaparecido de esa manera; sin embargo, sus vidas
muchas veces son extractos de plantas medicina­ estaban llenas de cosas más importantes y lo olvida­
les, regalos de Madre Tierra, pero que estos conoci­ rían... hasta años más tarde.
mientos corrían peligro de desaparecer si la gente Michi había crecido, como todos los niños y ni­
no los practicaba y los olvidaba. ñas cañaris, compartiendo desde pequeña tareas y
Mama Vicenta recordó a Mama Jushuca, su abuela, obligaciones con su familia. Aprendió los secretos
a quien algunas personas consideraban bruja, debido a de la siembra y la cosecha del mágico maíz, alre-
166 que curaba a los enfermos con medicina natural. dedor del cual se hacía el cultivo de todos los otros 167
Las tres niñas pequeñas, aburridas con una con­ granos y legumbres; a pastorear sus borregos e hilar
versación que no entendían, salieron a jugar a la ra­ su lana; a confeccionar ropa con los paños de baye-
yuela. Mama Vicenta fue a cocinar choclos y papas ta que, por tradición, tejían los varones en telares
para ofrecérselos al forastero, como es la costum­ de madera, carrizo y cuero; a cocinar los alimentos,
bre andina de hospitalidad. preparar chicha y hornear el pan, dándole diversas
El Mago se puso de pie, cargó su mochila, agarró formas según las fiestas que celebraban: en forma
su bastón, sonrió y dijo a Michi que recordara tener de gente para recordar a sus muertos, de llamas para
la mente y el corazón abiertos. el carnaval, de achupilla, la pequeña penca de los ba­
Michi quiso saber qué significado tenía aquello. rrancos, para los matrimonios.
-Lo comprenderás cuando llegue el momento La antigua sabiduría de su pueblo establecía pre­
-se despidió el Mago. parar a las niñas para cuando fueran madres, cui­
Cuando regresó Mama Vicenta, preguntó por el dando a sus hermanos menores, a los que llevaban
joven. Al saber que se había ido en ese instante, sa­ en la espalda con un rebozo. Pero no todo era tra­
lió para despedirse pero no había nadie en el camino bajo. También jugar era importante, con trompos de
y tampoco las niñas habían visto al Mago alejarse pepas de eucalipto y un espino clavado en medio; a
por el sendero. Quedaron sorprendidas al no encon­ las carreras bajando por las cuestas sobre hojas de
trarlo y no hallaron explicación de cómo pudo haber penca y moldeando juguetes con barro en los patios
de las casas, un juego tradicional que se remontaba CAPÍTULO 19
miles de años atrás. Quizás era la manera que te­ Lo que contó Yagual
nían los cañaris de demostrar, hasta en los juegos
infantiles, su apego a Madre Tierra, a pesar de que
muñecas, casitas, carros y camiones desaparecían
tan pronto llegaba Lluvia.
A Michi también le gustaba jugar con muñecas
168 hechas de madera, que envolvía en su rebozo, o de Mama Jushuca, la bisabuela de Michi, era la anciana
tuzas de choclo, a las que vestía con polleras de ho­ más vieja de la comunidad. Era tan antigua que solo
jas de hayan. le quedaban dos dientes, los colmillos de adelante.
Yo sabía que llegaría el momento de enseñarle a Al reír, esto le daba el aspecto de una máscara de Ya­
volar con su mente, para viajar así por el tiempo y gual, de un leopardo, como yo.
el espacio. Iríamos juntos al norte, a compartir con Mama Vicenta enviaba a Michi con comida para
otros pueblos la sabiduría de la medicina natural de la anciana, que vivía sola en una choza alejada de la
los cañaris, para cumplir la antigua profecía de unir aldea.
en uno solo a los espíritus de Águila y Cóndor. Pero -Buenos días, Mama Jushuca -saludó un día
hasta aquí dejo mi relato. Michí y abrió la puerta de la choza, mientras se es­
cabullían por sus pies cuyes de distintos colores y
*****
tamaños.
La niña se sorprendió al ver que aún no estaba
Cóndor cerró sus alas y cedió el lugar a Yagual, el leo­ ardiendo el fogón y repitió el saludo. La voz tenue de
pardo. Madre Tierra dobló con sus manos de arcilla el ex­ Mama Jushuca salió del piso en la semipenumbra.
tremo del largo tapiz para que no se ensuciara y continuó Michi prendió una vela de sebo que encontró sobre
tejiendo. En sus bordes aparecieron calabazas rodeadas una mesa y se agachó junto a la estera donde yacía la
de caramelos y frutas. anciana.
Mama Jushuca explicó, con voz insegura, que
no se había levantado porque le dolían los huesos y
aquel amanecer, a pesar de haber tratado con todas
sus fuerzas, el cuerpo se negaba a obedecerla.
Michi la ayudó a levantarse. Después prendió el fo­
gón y la choza se llenó de humo porque la leña estaba
verde. La niña tuvo que intentarlo varias veces hasta
que las llamas saltaron alegres iluminando la estancia. 171
-Hoy sembraremos los zapallos para el pesebre
del Niño -contó Michi alegre, refiriéndose a la cos­
tumbre de la Navidad cañari de decorar un cuarto
con calabazas rodeadas por golosinas, frutas y flores.
La anciana se sentó sobre un banquito.
-Desde hace días escucho a las kuyvive anunciar
que es tiempo de siembra -dijo con voz temblorosa
y comenzó a cantar mientras golpeaba con las ma­
nos en un tambor imaginario:

Sumaimana kuyvive,
kutuchupa kuyvive,
ishkay ñaña kuyvive,
lalai, lalai, lalai3 .

Mama Jushuca miró las llamas. En sus ojos,


hundidos debajo de varios pliegues de piel, una luz,
'Canción típica cañari: Avecilla hermosa, / avecita de cola corta, / entre las dos
hennanilas, / lalai, lalai, lalai.
que no era el reflejo de la lumbre, fue prendiéndose Juntas salieron al huerto. Un pico y una pala, cu­
lentamente. biertos de telarañas, se encontraban arrimados con­
-A mí me encantaba decorar el pesebre del Niño tra la cerca. Michi comenzó a romper la tierra dura
Jesús. Mis hermanas y yo competíamos para ver con el pico, la amontonó con la pala para formar los
quién cultivaba el zapallo más grande. Yo ganaba wachus, donde crecerían las plantas, y permitió co­
siempre porque sabía cuidarlos y no dejaba que les ca­ rrer al agua por canales a los lados.
yera la helada; los cubría con mantas y los abonaba Entre las dos sembraron las semillas.
172 con majada de cuy -dijo la anciana con nostalgia. Michi guardó en secreto lo que hacía. Temprano 173
-¿Te gustaría volver a sembrar zapallos para el en la mañana llevaba la comida a su bisabuela, luego
Niño?-preguntó Michi. las dos miraban el sembrío con mucha atención y se
-No tengo quién me ayude -contestó Mama felicitaban al ver lo bien que lucían las plantas.
Jushuca, suspirando como un fuelle. Las calabazas nacieron. Primero pequeñitas,
-Yo te ayudo. Te ayudo a sembrar los zapallos, como gusanitos verdes que fueron creciendo en va­
a cuidarlos y cosecharlos -dijo Michi, sorprendién­ riadas formas y colores entre amarillos y anaranja­
dose de sus propias palabras. dos. A Mama Jushuca le gustaban las calabazas más
No sabía qué la había impulsado a ofrecer algo coloridas. Había una en particular que empezó a cre­
así. Ella no tenía casi tiempo para nada entre ayudar cer más que las otras. Era perfectamente redonda,
a su mamá en la casa y en el campo. con manchas amarillas y verdes.
-¿Estás se gura, wawita? -preguntó preocupa­ El día de la Navidad se acercaba a grandes saltos.
da Mama Jushuca, utilizando el término cariñoso En la casa del pasador del Niño, es decir, del elegi­
para llamar a una niña. do cada año para dar la fiesta, la gente se prepara­
Michi aseguró que sí. Al día siguiente regresó de ba para arreglar el cuarto del pesebre. La dueña del
madrugada, con semillas de calabaza. La anciana la Niño Jesús ya lo había dejado en la iglesia hasta el
esperaba de pie y con el fogón prendido, corno si esa día en el cual todos irían a llevarlo. La comunidad
aventura le hubiera infundido nueva energía. de Correouco había agasajado a esa figura del Niño
Jesús durante los últimos diecisiete años y no a la su bisabuela sería la más hermosa y grande. Al recor­
del Niño de la iglesia de Cañar, llamado Gallo Niño o dar el tamaño, decidió tomar prestada una carretilla
Niño Principal. El Niño de la comunidad era fiestero, Mama Jushuca la esperaba vestida con sus mejores
le agradaba que celebraran su nacimiento con una polleras, una sobre la otra para que se vieran más am­
fiesta. Prueba de ello era que las cosechas de todos plias, Y un tupu grande de plata sostenía su wallkarina.
aquellos diciembres habían sido buenas. Caminaban con lentitud por el sendero, Mama
Así llegó el 24 de diciembre. En su huerto, Mama Jushuca apoyada, con una mano, en su bastón y, con
174 Jushuca miraba sus calabazas elegantemente sentadas la otra, en el hombro de Michi, que empujaba la ca­ 175
entre las hojas, en enredaderas ensortijadas extendi­ rretilla con la enorme calabaza bamboleándose de
das por todo el suelo. Las calabazas luáan grandes y un lado al otro, cuando Neblina las rodeó y les hizo
saludables, pero había una en especial que era enor­ perder el camino.
memente hermosa, en tamaño y en belleza. Era la que Una mujer de amarillo apareció, sonrió y les hizo
Mama Jushuca ofrecería al Niño Jesús aquella Noche­ señas para que la acompañaran.
buena. Mientras tanto, en la casa del pasador de aquel Michi supo de inmediato que era Mama Qui­
año, la gente había comenzado a arreglar el pesebre. llahuaca, el espíritu de la montaña, porque había
Colgaron del tumbado hilos con galletas de ani­ escuchado que se presentaba como una mujer ves­
malitos y altares repletos con frutas, caramelos, pan tida de aquel color. De pronto, estaban delante de
y latas de sardina y atún. Clavaron tiras de madera una g ran puerta de piedra que se abría poco a poco.
que iban de un lado al otro, donde colocaron filas de Mama Quillahuaca entró primero. Hizo un movi­
calabazas rodeadas de golosinas. En medio, cons­ miento con la mano y la calabaza voló a posarse a
truido con carrizos y musgo, estaba el pesebre del sus pies. Luego hizo otro; esta vez Michi y la anciana
Niño Jesús, también rodeado de dulces y más cala­ fueron por los aires a sentarse en dos banquitos pe­
bazas como ofrendas al Divino Niño. queños ante la aparición.
Antes de ir a buscar a Mama Jushuca, Michi miró Michi volteó a ver a su bisabuela pensando que
todas las calabazas y se alegró una vez más de que la de estaría asustada, pero, sorprendentemente, Mama
Jushuca no solo sonreía feliz, sino que se veía mu­ lágrimas cayeron y se volvieron semillas de calaba­
cho más joven. zas. Desde aquel instante, las calabazas son conside­
-Saludos, Jushuca. Me alegra verte otra vez radas como ofrendas importantes.
-dijo Mama Quillahuaca-. Y a ti conocerte, Michi
-añadió después de una pausa. -Ah, por esa razón se ponen en el pesebre del
Mama Jushuca contestó el saludo con una voz Niño, ¿verdad? -preguntó Michi.
cantarina y empezó a conversar de calabazas y de Fue Mama Jushuca quien contestó afirmando
176 cómo Michi la había ayudado. A todo esto, la niña que así era. Los cañaris mezclaban lo antiguo y lo 177
no sabía qué pensar, pero no sentía temor. Una nuevo en sus creencias, por una buena razón.
suave luz anaranjada empezó a emanar de la ca­ Mama Quillahuaca preguntó a Mama Jushuca
labaza, que se partió por la mitad y dejó a la vista si estaba dispuesta a pasar todos sus conocimientos
sus semillas, que saltaron y brillaron como peque­ ancestrales a Michi.
ños espejos. El espíritu de la montaña contó esta -Sí -asintió Mama Jushuca de nuevo.
historia: Explicó que había comprobado que Michi tenía el
corazón abierto y en ese momento ella, su bisabue­
En una época, Padre Sol y Madre Luna vivían la, quien descendía de una larga línea de sabias cu­
juntos, como esposo y esposa. Los dos aparecían al randeras, abriría su mente y le enseñaría todo lo que
mismo tiempo en el cielo; por lo tanto, no existía ni una yachak debía saber.
la noche ni el día y todo era un caos. Entonces, Pa­ En un instante, los dos pedazos de la gran ca­
chakamak ordenó a Padre Sol reinar durante el día labaza se juntaron y Michi apareció frente a la
y a Madre Luna, durante la noche. Pero ellos no qui­ casa donde habían construido el pesebre. Mama
sieron separarse. Madre Luna ideó un plan y se es­ Jushuca era otra vez una ancianita sonriente con
condió detrás de los cerros, mas su brillo la delató. sus dientes de yagual y su calabaza fue la más her­
Pachakamak la castigó rompiéndola en pedazos y es mosa de todas las ofrecidas aquella noche al Niño
por esta razón que aparece en mitades, en cuartos Y, Jesús.
solo a veces, entera. Madre Luna lloró y lloró, y sus
***** CAPÍTULO 20
Lo que contó Tiempo
Cuando Yagual, el leopardo, terminó su historia, llegó
Tiempo a contar la suya. Madre Tierra lo recibió conte n­
ta. En su tapiz aparecieron fi.guras que bailaban luciendo
zamarras y enormes sombreros decorados con flecos.

178 Me han nombrado mucho en esta historia. Han des­ 179


crito la manera de moverme por el infinito: volando,
escurriéndome, saltando, caminando, corriendo, en
fin; en realidad creen que llego de cualquier forma.
Mas no es así. No es solo llegar, sino acompañar; ja­
más me ven como un compañero fiel y leal. Si estoy
presente, susurro:
-Acepta con optimismo mi compañia aun si estás
triste, pues, si estoy a tu lado, significa que estás con
vida. Si me recuerdas, quiere decir que otros lugares, he­
chos y seres ausentes viven en tu memoria. Si hablas de
mi en futuro, es porque tienes fe én encontrarme maña­
na. De esta manera puedo estar en el pasado, en el pre­
sente y en el futuro; eso significa mi nombre: Tiempo.
Dicen que tengo alas, cola, uñas, lengua, lomo, pa­
tas... sin embargo, nunca mencionan que poseo un cora­
zón, donde llevo a los cañaris del pasado. Y no saben que
también es allí donde traigo a los cañaris del presente,
cuya historia contaré ahora:
***** Los hombres preparan los tambores, flautas,
pingullos y rondadores, los zamarras y los enormes
Los cañaris son como la achupilla, la pequeña sombreros tradicionales llamados sombrederas.
penca con la virtud de crecer incluso sobre la piedra, Y aquí viene Paiwa, la nieta de Mama Michi, la
venciendo el reto de la misma naturaleza, sosteni­ curandera, una yachak muy respetada. Ella tiene
da por raíces que aparentan ser delicadas, pero son once años, ojos negros pícaros de capulí y dos hoyue­
fuertes y vigorosas. los que rara vez desaparecen de sus mejillas.
180 Desde la cueva negra de Chobshi hasta Guapon- -Ven, Paiwa, apresúrate, que nos esperan -exi­
deleg, desde la ciudad imperial de Tomebamba has­ ge su mamá, peinando su largo cabello sujetado con
ta la hermosa Cuenca y el altivo Cañar, los antepa­ una fajilla de colores.
sados de Paiwa han demostrado tener un corazón -¡Cuidado, mamá, no los vayas a botar en cual­
indómito para sobrevivir y una capacidad enorme quier lado! -advierte Paiwa, asustada al ver que la
de sentir alegría, como en la fiesta del Pawkar Ray­ madre retira algunos cabellos enredados en el peine
mi, la floración de las plantas, la fiesta de la abun­ y los retuerce entre los dedos.
dancia, de la generosidad, de saber compartir, de la -No te preocupes, hijita -sonríe la mamá, y le
amistad y de arreglar cuentas pendientes para bo­ asegura que quemará los cabellos para que la zhuta
rrarlas y olvidarlas. no los utilice al hacer su nido.
Al Pawkar Raymi también se lo conoce como Paiwa se tranquiliza al escucharla, puesto que de
Carnaval, Taita Carnaval. Los cañaris se preparan otra manera el cabello cae y queda tan ralo como la
con muchos meses de anticipación. Las mujeres ti­ cola de esta ave de plumas negras y amarillas. Paiwa
ñen las telas en los patios de sus casas, en grandes tiene muchas creencias. Se asegura de no ponerse la
ollas negras. Todos, grandes y chicos, tienen que pollera al revés porque esto hace que la suerte cam­
estrenar ropa: camisa de algodón bordada, kushma bie, y de no pisar sobre las rayas de las aceras.
(el chaleco negro, abierto a los lados) y poncho corto La mamá le coloca el pequeño sombrero de lana
para los hombres; polleras, blusas y wallkarinas para apisonada. Es nuevo y a un lado tiene un adorno de
las mujeres. dos flores amarillas sobre una cinta blanca. Lleva una
pollera verde bordada con flores y pájaros. Luce aretes pobre. Viste con ropa vieja y solo lleva máchica (ha­
largos de filigrana de plata, collar de cuentas de colo­ rina de cebada) y unos pocos nabos en su morral.
res y en las muñecas varias vueltas de wallkas rojas. Es lunes de Carnaval y las nubes siempre se abren
Paiwa alza la mirada para asegurarse de que las dos para dar paso a Lluvia; sin embargo, los carnavale­
pequeñas borlas blancas de su sombrero cuelguen jus­ ros la conocen bien y no le temen; más bien parece­
to en su frente. ría que la invitan a la fiesta y alegres van cantando
Caminan por el sendero de tierra mientras se les bajo las aguas de casa en casa:
182 unen varias vecinas del lugar. Llegan a donde van a
preparar el kuyñañan, la armazón llena de comida: Sindulita sindula,
legumbres, frutas, cereales y cuyes vivos que regala­ sumaymana sindula,
rán a otras comunidades hermanas. sumaymana kumarilla,
Es la primera vez que Paiwa participará en este yakushina warmilla.
ritual de generosidad, porque ha crecido lo suficien­ Lalai, lalai, lalai.
te para poder ayudar a cargar la plataforma. Doncellita doncella,
Todas las comunidades van a reunirse en Ca­ hermosa doncella,
ñar. Los danzantes bailan y tocan tambores. Están hermosa comadre,
vestidos de Taita Carnaval con zamarros, pañuelos mujer como el agua.
rojos amarrados al cuello y el rostro pintado con Lalai, lalai, lalai.
maicena. Llevan las sombrederas, adornadas con una Lalai, lalai, lalai4•
cabeza de venado o de cóndor, globos, caramelos y
largos flecos de lanas de colores que caen del filo de Cuando se sientan a la mesa, Taita Cuaresmero
los alones. Cuelgan de sus hombros bolsos llenos de saca de su morral la máchica y sus nabos mientras
panela, caña de azúcar y caramelos, y maicena para baja la cabeza avergonzado de tener tan poco para
embadurnar las caras de los invitados. ofrecer. El representante de la comuna que da la fies-
Ahora aparece Taita Cuaresmero, quien por no
saber escuchar a la kuyvive, no siembra a tiempo y es • Sindula taki («Hermosa doncella»), canción típica cañari.
ta le dice que no debe preocuparse porque en la fies­ Los cerros ríen con atronadoras carcajadas, causan­
ta del Pawkar Raymi no hay pobres ni ricos ni ham­ do derrumbes y dispuestos a continuar con la pukara.
brientos, pues todos comparten lo suyo. -Me recuerdas a alguien, wawita -dice Mama
Paiwa se ha dormido apoyada en el hombro de su Quillahuaca, acercándose donde Paiwa.
mamá. Su papá se acerca a ver cómo están, antes de vol­ Mientras piensa, la arena forma remolinos en su
ver a la tarima donde su grupo musical está tocando. superficie.
Paiwa sueña que son los cerros los que bajan a -Ah, sí, era una niña llamada Lalti-Zhud y, si no
184 celebrar el Carnaval, como lo hacían antes, cuando me equivoco, es antepasada tuya.
el mundo era joven y yo también. Los cerros son los -No trates de distraerme con conversaciones
representantes de la chakana, la mágica constelación -advierte Paiwa a la montaña, señalándola con su
que rige la vida de los cañaris. dedo índice.
Del Sur vienen Taita Buerán y Taita Charón Ven­ A Mama Quillahuaca le gusta Paiwa. Le gusta y
tanas; del Norte, Taita Altarurco y Taita Guallican­ la encuentra divertida.
ga; del Este, Taita Paredones y Taita Espíndola; del -Está bien. Este año tendremos una pukara pe­
Oeste, Taita Juidan, Taita Chabar y su hermano queñita -dice con picardía.
Taita Manuel Caucay. También llegan Mama Zhin­ -¿Qué tan pequeña? -insiste Paiwa, colocán­
zhona y Mama Quillahuaca. Taita Buerán pide que dose las manos en la cintura.
empiecen a jugar a la pukara, lucha ritual en la que se Transcurre todo con rapidez y los cerros termi­
arreglan cuentas pendientes, rencillas y rivalidades, nan con su lucha ritual, se saludan y van a comer so­
para luego poder compartir juntos la comida y sellar bre Taita Juidan, que tiene forma de una mesa. Allí
la paz. se encuentran Madre Tierra y los animales que han
Los cerros se preparan. En la cima de cada uno contado parte de esta historia. También se acercan
aparecen piedras, bolas de oro y de plata que se lan­ Neblina y Viento. Lluvia los ve a la distancia, con la
zarán unos contra otros. promesa de nunca alejarse demasiado.
-¡Un momento! -los detiene Paiwa con la Madre Tierra regala a Paiwa un tapiz maravilloso
mano extendida-. ¡Aquí nadie va a pelear y punto! cuyo motivo central es Guacamaya.
-Muchas gracias -dice Paiwa, sintiéndose tí­
ID ida por primera vez en su vida.

-Me han dicho que quieres saber sobre tus an-


tepasados -comenta Madre Tierra.
-Sí -contesta Paiwa sin dudarlo.
Viento sopla suavemente.
-¿Qué les dije yo?
Madre Tierra sonríe entusiasmada: 187
-¿Toda la historia? -pregunta, y le brillan sus
ojos de lagunas profundas.
-Toda la historia -asegura Paiwa, asintiendo
con la cabeza.
Y Neblina se acerca dando pasitos de gata para
ser la primera en contársela.
Edna lturralde
Autora

Nació en Quito en 1948. Su vida es escribir. El 189


día que no lo hace siente que el tiempo le ha jugado
una mala pasada. Escribe desde que estaba en quin-
to grado, comenzó con cuentos bajo pedido para sus
compañeros. Ha publicado más de cuarenta libros de
diferentes temas, pero se inclina hacia lo histórico y
lo multicultural. Su literatura juega con la aventura,
el misterio y la magia.
En Santillana Ecuador ha publicado las siguien­
tes obras de literatura juvenil:
• . . . Y su corazón escapó para convertirse en pájaro
(Premio Nacional Darío Guevara Mayorga 2001)
• Cuando callaron las armas (2006)
• Los hijos de la Guacamaya (2007)
• El día de ayer (2007)
• El cóndor, el héroe y una historia de independencia
• Lágrimas de ángeles (2010)
• Simón era su nombre (Premio Nacional Darío
Guevara Mayorga 2010)
• Llevo 3000 años pintando. La historia de Oswal­


do Guayasamín (2011)
Las muchachas de la lluvia (2012)
cuaderno
• Los pájaros no tienen fronteras (Premio Skip­
ping Stones a la Diversidad Étnica 2013)
de actividades
• ¡Viva el fútbol! (Mención de Honor Premio Na­
cional Darío Guevara Mayorga 2014)
190 • Las Islas Donde Nace la Luna (Mención de Ho-
nor Latino Book Awards 2017)

loQ.ueleo
......
[ Para empezar \
1 Obserua la cubierta y Tesponde: ¿Qué crees 2 Fíjate en. La posición. de las manos de la mu­
que representa la mujer de la portada con jer de la portada. Dibuja dos gestos que ha­
su atuendo? ces cotidianamente con. las man.os y señala
su significado.

192 ·····-·····-···············-······· .. ·· ·· 193

3 ¿Qué ideas uienen a tu mente cuando es­


cuchas la palabra guacamaya? Escríbelas.

¿Crees que existe relación entre


► la guacamaya y algún pueblo
ecuatoriano?

Autorregular la <;omprensión de un texto mediante la aplic,ación de estrategias cogniti­ Construir significados implicitos al infeTiT el tema. et punto de uista del autor. las motiuacio­
ua.s de comprenstón autoseleccionadas, de acuerdo al pTopósito de lectura y a dificultades nes y argumentos de un texto.
identific,adas.
[ Mientras leo \
1 Contesta según La Lectura. 3 ¿Has estado en un campamento en el que
tuuiste que prender fuego sin cerillas ni fos­
¿Quién era Stüg-Sig? forera? ¿Cómo se hace? Si no Lo sabes, aueTi­
¿Qué significado tiene
gualo y descTibe Los pasos mediante dibujos.
su nombre?

► a b

194 195

2 DescTibe el proceso de cómo apareció el


f uego en La mitologia cañari, y cómo Lo e d
controlaron. CompcíTalo con La mitologia
griega.

¿Sabías que existen


personas que usan el fuego
En La mitologia griega, Prometeo concedió el sin prudencia e incluso
fuego a Los humanos, por Lo cual fue castigado y hacen daño a Los bosques al
encadenado por Los otros dioses, quienes creían quemarlos? A ellos se Los
ser Los únicos que merecian tenerlo. llama pirómanos.

Comparar, bajo· criterios preestablecidos.• los T·elacion.es expllcitas entre los contenidos de dos Recoger, comparar y organizar información consultada en esquem.as de c:Uuerso tipo.
o mcis textos y contT-astar sus fuentes.
[ Mientras leo l
4 Enumera tres objetos que la creencia popu­ 6 Crea un diálogo.
lar con.sidera de buena suerte. Dibuja uno.


196
197
:....................................... �

5 Abre tu libro en. la págin.a 67 y ubica el nú­


mero de ren.glón. en. don.de se encuen.tran las
siguien.tes palabras. Usen un cronómetro
para saber quién lo hace en. el menor tiempo.

armoniosamente ►
------------
ceibo

[ desfile ►
realidad

público ►
árboles

reués ►
animales

abundantes

Recoger, comparar y organizar información consultada en esquemas de diuerso tipo�


Componer textos creatiuos que adaptan o combinan d.iuersas estructuras y recursos literarios.
[ Mientras leo l 9 Recuerda y opina.
7 Responde con creatiuidad.
¿Cuáles eran las reglas «tabú» para Los cañaris
an
·CórnO se llam ► en La caceria?
:p -
ouy
los dos hijos de
(.


y Shig-St. g.
?

198
r,: SL��f_i_c_a_n_ sus-o
nombres?

¿Qué opinas sobre la cacería de animales? ¿Estás
de acuerdo con las reglas cañaris?
199


----------o;
ún alg
�Tu nombre tiene ►----- --------
. gnl·f·lcado? EscTíbelo.
cst
.
Si no, inuenta el
quier as
st. gnt·f·lcado que
darle. �
10 Diseña el lago de una organización de pro­
tección a los animales que te gustaría crear.
g Crea un acróstico de tu nombre.

•• •
• • .. •••••••••••••••.. •••••.. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••.. ••••••••••••••••u•••••.. ••••••••••••••••.. ••••·•••••••••••••n•••• • •
•••••••••••••.. •••••••••••••••••••••.. •••.. ••••••••..•••••••••••••••••••••.. ••••••••••••••••.... •••••••••.. ••••.a■ua.,,,,.................••

componer textos creo.tiuos que ad.aptan o combinan diuersas estructuras Y recuTSOS literarios. ElaboTar criterios cr(tico-ualoratiuos al distinguir los diferentes: perspectiuas en conflicto so­
bTe un mismo tema. en difeTentes te,ctos.
r Mientras leo \
1 f En cada grupo de palabras, hay una intrusa. 13 Dibuja un eclipse, como los registrados en
Subráyala. el calendario inca.

fastuoso precioso uniformado soberbio

floreo aran.dela lisonja piropo

peligroso inseguro auenturado asustado

limón maracuyá naranja mora


200
201
ofensa alegoria humillación. oprobio

acolitar compañia traición. monaguillo

delirio delito éxtasis jolgorio

12 En una cartulina, elabora un collage sobre


La mitología cañari en el que representes el 14 Encuentra tres diferencias.
origen de su cultura, el fuego, el agua, sus
dioses y creencias. Selecciona los materia­
les que necesites.

Añade figuras y
animales sagrados.

Recrear textos literarios leídos o escuchados con et uso colaborativo de diuersos medios Y V..toror el conterud0 expr1c1to
·
recursos de los TIC. de un texto al identificoT contradicciones
y ambigüedades.
[ Mientras leo \
15 Recorta las piezas de la página 213 y armu 16 Según la descripción de las páginas 124-126,
�quí el �o: e
esboza un mapa de Tumipampa.
p �a��zas:
. ;f§)

202
• i 203

17 Encuentru cuatro animales que aparecen


en el relato.
N G 1 L A o D V G A G

B e u y J s H z A G V

V o L y T o R T o L A

o N D s E s L 1 G p s
E o u B J L A s A E A

R o D N A E V A M R o
�.............
F R o M G' M M p A R A

u A u 1 u G e A L A N

V p L s A p o z L u u
N o Q A R E p T 1 L L
············
Recrea• textos Literarios leidos o escuchad.os con el uso colaboratiuo de diuersos medios y Recrear textos literarios leidos o escucl\ados desde la experienciapersonal. adaptando diuer­
recursos de Las TIC. sos recursos literarios.
! oespués de mí lectura \
2 Ayúdalos a llegar a su pueblo.
1 CTea un caligrama con. una frase de!L libro.
Obserua el ejemplo.

204 205

Componer textos creatiuos que adoptan o combinan diuerso.s estructuras y Teoursos literarios. Recrear textos literarios leidos o escuchados con el uso colab0Tati1Jo de diuersos m.edios y
recursos de Las TIC.
\
[vespués de mí lectura
4 Marca la respuesta correcta.
3 Dibuja el enorme tapiz de Madre Tierra con
los elementos que aparecen al final de cada • ¿Qué tipo de comunicación mantienen
capítulo. estos personajes?

206 207

uerbal L corporal 1
\._
mental

e¿Qué palabra repite Oso como muletilla?

L
e
totalmente L exactamente

marauillosamente

e¿Qué idioma debían aprender los pueblos

e
:
conquistados por los inl<as?
:.

.
.
.

�.
.

·. . .. ...........................................................................................
�-
.
... ·
C_ aymara l<ichwa L español

Recrear textos literarios Leídos o escucha.dos con et uso colaboratiuo d.e diversos medios. y Autonegular la comp,ensión de un texto mediante la aplicación de estrategias cogniti­
recursos de las TIC. uas de comprensión autoseleccionadas, de acuerdo al propósito de lectura y a dificultades
identificadas.
\
[1'espués de mí lectura
6 Lee nueuamente el capítulo «Lo que contó
5 EscTibe el nombre de cada personaje.
Sapo». Explica cómo se diferencia su estilo
del de los otros espíritus o animales.

208 209

__�)
., (

7 ¿Cuál espíritu o animal te parece que rela­


ta mejor la historia? ¿Por qué? CompaTa tu
respuesta con las de tus compañeros.

( )

(�_�J
Autorregular la comprensión de un texto mediante La aplie<1ción de estrategia.s <:09niti­ Debatir c-r(tico.mente la interpretación de un texto literario con base en indagaciones sobre
uas de comprensión autos.eleccionadas, de acuerdo al propósito de lectura y a dificultades el tema. género y contexto.
identificadas.
[ oespués de mí
lectura \
jb,1::=====_Fic
=_ =ha
_=_=_= _= _=�-=�=======Lo'(
de lectura \ [
8 Lee la descripción de Tiempo y dibújalo.
···•··· --···········
Mí nombre: --------------
Año: ------------------
Título de la obra:

Autora:
210

Ilustrador:

Número de páginas:-----------

Edítoríal:

Año de publicación: --------­


. .
· · ···· · · · · · · · ···· ·· · · · -· ···· ·· · · · · · · · ···· · · · · · ···· · · · · · · · ·· · ·· ·· · · · -··- ·· · -··· · · · · · · · · · ·· ·· · · · ·
.
:. ..
.
.
�:
. Sobre los personajes
·........................ ····························· • · • · · . . ···················· .. ..·
� 1 Dibuja a Mama Just\uca cuando rejuueneció.
9 ¿Crees que esta nouela termina donde em­
pezó? Explica tu respuesta.

Interpretar un texto literario desde Las caracter[sticas pTOpias del género al que pertenece.

�=========.���==-=-=-==-==-==--==..,=======S;.¿s�I
1

[ Ficha de lectura \ Recortables para la actiuidad de la página 202.


sobre los esce,naríos y la historia
2 Describe con. un dibujo el proceso de coro­
na�ión de Atabatipa.
-····················································••·••···············•······················-

213

�········---·J...-'-Í.-......_

Las Leyendas ayudan a entender


la cultura de un pueblo.
¡Espero que este llbro te haya
entretenido y ahora conozcas un : :
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poco más sobre Ecuador! : ::
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¿Cómo te sentiste al leer este libro?
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Me encantó. Me gustó. Lo disfruté poco.


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1/ 1 Llevo 3000 años pintando o
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Edna Iturralde (1)

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La lústorin de Oswaldo Guayasamin 111
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En este libro se unen en un círculo mágico dos as-
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pectas de la personalidad de Oswaldo Guayasamín,
pintor universal nacido en Ecuador: el artista que en

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i' ' busca de la paz pinta la guerra y la injusticia, y el ser
humano que rescata sus raíces indígenas con pasión
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avasalladora y las plasma en su grandiosa obra.
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Aquí acaba este libro
escrito, ilustrado, diseñado, editado, impreso
por personas que aman los libros.
Aquí acaba este libro que tú has leído,
el libro que-ya eres.

loQ.ueleo --

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