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BRUMAL
Revista de Investigación sobre lo Fantástico
Research Journal on the Fantastic
Grupo de Estudios
sobre lo Fantástico
Director / Director: David Roas (Universitat Autònoma de Barcelona, España)
Jefa de Redacción / Editor-in-Chief: Teresa López Pellisa (Universitat de les Illes Balears, España)
Monográfico / Monograph
El universo fantástico de H. P. Lovecraft
(Coordinado por Jesús Fernando Diamantino Valdés)
7-13 Presentación
Jesús Fernando Diamantino Valdés
3
Miscelánea / Miscellaneous
Reseñas / Reviews
277-282 Júlio França (org.), Poéticas do mal: a literatura do medo no Brasil (1840-1920).
André Cabral De Almeida Cardoso
287-290 Teresa López-Pellisa (ed.): Las otras. Antología de mujeres artificiales; Ana Casas
y David Roas (eds.), Las mil caras del monstruo; Cecilia Eudave, Bestiaria vida;
José María Merino, Cuentos de la naturaleza.
Claudia Cabrera Espinosa
4
MONOGRÁFICO
MONOGRAPH
El universo fantástico
de H. P. Lovecraft
PRESENTACIÓN
7
Jesús Diamantino Valdés
Fundamentally, Lovecraft believed that we must make our own place in a cos-
mos that has no answers to give us. Humans desire to reinterpret or reshape life
into a more coherent and manageable pattern than is apparent on its chaotic
surface. Some great literature does that for us, by offering examples of ordered
worlds, indications of our place in the universe, and philosophies that we can
apply to our lives. Lovecraft’s fiction presents no simple coherent worldview or
philosophy; rather, he showed, in the context of richly detailed and realistic
frameworks, that we must find our own way. Until all such speculations have
been put to rest, readers will continue to turn to Lovecraft’s stories to be fright-
ened, to be perpetually reminded that there is more than one way to look at the
universe (Klinger, 2014: 17).
universo ajeno; pero una vez que esta dimensión es descubierta, los protago-
nistas se ven atormentados por la posibilidad de perderse para siempre o re-
gresar al mundo común de todos los días, el cual termina definiéndose como
una mera ilusión o una máscara. Respecto a la literatura arquetípica, Rafael
Llopis plantea que
espejo del progreso finisecular y de los traumas colectivos del sujeto contem-
poráneo; por ello, el rechazo y las fobias que atormentaron a Lovecraft en su
infancia y gran parte de su adultez, son síntomas de un deterioro social exten-
sivo y corrosivo. En consecuencia, analizar el universo fantástico de Lovecraft
desde una mirada estructurada y totalizadora es tan complejo como definir a
cabalidad a cualquier engendro de su caos cósmico.
Por otra parte, también se podría afirmar que el discurso mitológico de
Lovecraft se ha legitimado como una corriente estética latente hasta nuestros
días. Gracias a la labor editorial y difusora de August Derleth que comienza
en 1931 con la publicación de The survivor and others, bajo el sello editorial
Arkham House, el escritor de Providence de convirtió en poco tiempo en un
autor de culto. Su prolífero imaginario propició en gran medida los tópicos
más utilizados en el cine de terror y de ciencia ficción del siglo xx: desde gro-
tescas invasiones extraterrestres, ritos ancestrales, monstruos intergalácticos,
hasta dimensiones paralelas y fantasías oníricas, dislocaron el cadencioso
tono de las películas de la Universal, en su mayoría prudentes transposicio-
nes de grandes clásicos de la literatura fantástica decimonónica. En este nue-
vo terreno de exploración (o más bien de quiebre), películas como The Haun-
ted Palace, Alien, The Thing, Re-Animator o producciones más recientes como
Stranger Things, The Witch o Chilling Adventures of Sabrina, han contribuido a
acrecentar la infinita esfera de horrores lovecraftianos que se resignifican
constantemente.
Por supuesto, desde un punto de vista estrictamente literario, Los Mi-
tos de Cthulhu configuraron una arquitectura única en términos conceptuales
y diversa en cuanto a su reproducción a través de sus fieles colaboradores
(Clark Asthon Smith, Robert E. Howard, Frank Belknap Long, Robert Bloch,
entre otros), no solo en habla inglesa sino también en lengua española. En el
contexto latinoamericano, el influjo de la escuela de Lovecraft comienza a ras-
trearse en el movimiento neorrealista, particularmente con la narrativa argen-
tina. Serán decidores los relatos «The are more things» de Jorge Luis Borges,
perteneciente a El libro de arena (1975) —cuento en donde se homenajea al au-
tor de Providence, integrando los elementos más llamativos de su poética,
como el afán intelectual de los personajes, el espacio maldito en donde habita
un una criatura monstruosa, el carácter sectario y la consabida jerga que de-
nota lo ominoso—, y la fascinante adaptación que hace Alberto Breccia de
«Los mitos de Cthulhu» en 1973. A esto se suman emblemáticas traducciones
como El color que cayó del cielo, de Ricardo Gosseyn (Minotauro, 1957), primera
versión de los cuentos de Lovecraft transcrita al español; Los mitos de Cthulhu.
Lovecraft y otros (Alianza, 1969), de Rafael Llopis, y Relatos de los mitos de Cthul-
hu I, II y III (Bruguera 1977), de Francisco Torres Oliver, realizadas en España
y que contribuyeron también significativamente a la difusión de los escritores
que continuaron perfilando el ciclo cósmico del autor norteamericano. Dicho
influjo se hace patente en autores actuales como Cristina Fernández Cubas,
David Roas, Fernando Iwasaki, Thomas Harris o Álvaro Bisama. Es así como
el presente monográfico de Brumal explora desde diversas ópticas la repercu-
sión del universo fantástico de Lovecraft en variadas manifestaciones artísti-
cas, además de proponer nuevas interpretaciones respecto a los temas y moti-
vos que articulan la poética del autor.
El primer artículo de Sergio Hernández Roura, aborda los mecanismos
retóricos que articulan el lenguaje de la literatura fantástica, esencialmente en
la configuración de la poética lovecraftiana. El autor focaliza su estudio en la
obra fundamental que da inicio al ciclo cosmogónico de Lovecraft «La llama-
da de Cthulhu», basándose en los medios persuasivos establecidos por Aris-
tóteles (logos, pathos y ethos) y de esta forma examinar el efecto receptivo del
texto, en el cual el phatos tendrá un rol fundamental. Esta excelente aproxima-
ción de Hernández merece abrir el monográfico, ya que esclarece el entendi-
miento de la narrativa de Lovecraft desde la construcción del lenguaje, dando
cuenta de la verosimilitud del texto a partir de la disposición lógica del dis-
curso fantástico.
A continuación, el artículo de Eva Ariza Trinidad, en consonancia con
el trabajo anterior, propone una lectura original de tres relatos clásicos de Lo-
vecraft que prefiguran la composición definitiva de los mitos: «Las ratas de las
paredes», «La casa evitada» y «El modelo de Pickman». La autora centra su
análisis en la construcción atmosférica que sucita el miedo como efecto estéti-
co, atendiendo la estructura textual y la meticulosa articulación horror sobre-
natural. De esta forma, el examen de la red de significados y multiplicidad
espacial en dichos relatos, nos permite reflexionar sobre el potencial simbólico
del «lugar» como entidad orgánica para la manifestación de lo fantástico.
El artículo de Gilles Menegaldo ofrece una interesante reflexión sobre los
problemas con los que se enfrentan los realizadores cinematográficos al mo-
mento de adaptar el imaginario lovecraftiano, particularmente aquellos de ín-
dole conceptuales como la visualización de lo imposible, para luego examinar
distintas modalidades de adaptación, algunas directas y otras que implican ma-
yores licencias. Menegaldo focaliza su análisis en autores como Stuart Gordon
(Herbert West Reanimator), Andrew Leman (The Call of Cthulhu), Roger Corman
(The Haunted Palace) y Dan O’Bannon (The Resurrected), para dar cuenta de la
Bibliografía
Recibido: 28-04-2018
Aceptado: 14-05-2019
Resumen
Abstract
Considering the psychogogical capacity of language, that is, its ability to seduce and to
convince, this article inquires how this manifests itself in the construction of fantastic
literature and in particular in the works of H.P. Lovecraft. Thus, it constitutes an ap-
proximation to the fundamental text of the Cthulhu cycle that highlights the rhetorical
resources used by its author to convince the reader of the existence of the impossible,
as well as of human insignificance in the vast cosmos. Although in these tales all pisteis
or means of persuasion (logos, pathos and ethos), described by Aristotle, are present, it
15
Sergio Armando Hernández Roura
is evident that, given the importance of the effect and therefore of the receiver of the
text, pathos has a central place.
R
Y lo que nos mueve a la compasión son las desgracias que nos
parecen próximas, pues las que ocurrieron hace diez mil años o
las venideras, como ni las esperamos no nos vienen a la memo-
ria, o no suscitan en absoluto nuestra compasión o al menos no
en el mismo grado, forzosamente quienes acentúan el efecto de
sus palabras con gestos, tonos de voz, sensaciones y, en general,
con una interpretación, suscitan más la compasión (pues hacen
que el mal parezca cercano, al ponerlo ante nuestros ojos, bien
como si fuera a pasar o como si acabara de ocurrir).
Aristóteles, Poética
Now all my tales are based on the fundamental premise that common human
laws and interests and emotions have no validity or significance in the vast
cosmos-at-large. To me there is nothing but puerility in a tale in which the hu-
man form —and the local human passions and conditions and standards— are
depicted as native to other worlds or other universes. To achieve the essence of
real externality, whether of time or space or dimension, one must forget that
such things as organic life, good and evil, love and hate, and all such local at-
tributes of a negligible and temporary race called mankind, have any existence
at all. Only the human scenes and characters must have human qualities. These
must be handled with unsparing realism, (not catch-penny romanticism) but
when we cross the line to the boundless and hideous unknown —the shadow-
haunted Outside— we must remember to leave our humanity and terrestrialism
at the threshold (citado en Joshi, 2015: 209).2
1 «He has a writer of the idée fixe. He started with a premise, and he finished with it; yet he reiterated
and reinscribed it over the years with such refreshing narrative variety that the idea never grew old ―it
grew large» (Burleston, 2011: 139).
2 Al respecto de esta noción y sus diversas implicaciones véase Joshi (1990); Cfr. González Grueso
(2013: 110), quien propugna por la sustitución del término «cósmico» por «cosmogónico».
It should once again be stressed that very few of the central tales of Lovecraft
Mythos are actually «about» the Mythos. The various names and terms found
in the story are simply devices to foster thematic concerns of a very different
sort. These concerns ―the insignificance of humanity in a bondless cosmos; the
fragility of our control of even the tiny realm of the earth; the psychological
effects of fear upon sensitive minds; the psychic isolation produced by knowl-
edge of the true nature of the universe; the successive rise and fall of a multi-
tude of civilisations, each with its heyday and his inevitable decline― are the
true heart of Lovecraft’s greatest stories, and in many of them the Mythos plays
a relative minor role (Joshi, 2015: 135).
Sin duda, parte fundamental de que este autor logre transmitir tales
ideas y suscite una reacción en el lector radica en la manera en la que sustenta
dicha concepción mediante su escenificación en el texto, mediante un esque-
ma recurrente en sus historias: el testimonio de un hombre desesperado que
comparte sus terribles hallazgos.3 Así pues resulta importante adentrarse en el
examen de los mecanismos lógicos que desembocan en el miedo metafísico.4
Para ello, examinaré tres de las cinco operaciones de la tekhnē retorikē: inventio
(héuresis), dispositio (taxis) y elocutio (lexis) (Barthes, 1990: 121) que entran en
juego en «The Call of Cthulhu» (1928),5 un auténtico umbral a la obra de Lo-
vecraft, de acuerdo con la mayor parte de los críticos,6 que será el eje de este
estudio, aunque no por ello se pasará por alto otros textos pertenecientes al
mismo ciclo.7 A cada una de ellas dedicaré un apartado distinto aunque es
importante aclarar que tienen una «naturaleza activa, transitiva, programáti-
ca y operativa (...); [pues] no se trata de elementos de una estructura sino de
3 Al respecto del uso del narrador en primera persona: «First-person narrators populate Lovecraft’s
later stories with about the same frequency as in his early stories (mostly because Lovecraft felt first
person was the ideal voice for expression of the personal experience of fear), but the new Lovecraftian
personae recognize that the predicaments in which they find themselves have implications not for the
alone but for the entire race» (Schultz, 2011: 219).
4 David Roas distingue el miedo físico o emocional, que surge de la amenaza física y la muerte (Roas,
2006: 108), del miedo metafísico o intelectual, que es propio del género fantástico y que «si bien suele ma-
nifestarse en los personajes, atañe directamente al lector (o al espectador), puesto que se produce cuan-
do nuestras convicciones sobre lo real dejan de funcionar, cuando ―como ya señalé― perdemos pie
frente a un mundo que antes nos era familiar» (Roas, 2006: 111).
5 Esto se debe a que las dos restantes, actio (hypókrisis) y memoria (mnene), correspondían a un estadio
de la retórica en el que imperaba la oralidad; vinculadas a los discursos declamados por abogados y
estadistas, y a los textos epidícticos, como los que realizan los conferencistas (Barthes, 1991: 121).
6 Coinciden en esta idea Llopis (1969: 24), Molina Foix (2011: 56), Burleston (2011: 146), Cannon (2011:
156), Schultz (2011: 222 y 227) y Joshi (2015: 59-60).
7 Es importante hacer una precisión al respecto del denominado Ciclo de Cthulhu. Tanto Joshi (2013:
VI) como Llopis (1969: 36 y 42) plantean la distinción entre los Mitos de Lovecraft y la interpretación que
ha dado August Derleth a los que denominó «Mitos de Cthulhu» (como se conocen popularmente), ca-
racterizada por introducir en su sistematización un sesgo judeocristiano de lucha entre las fuerzas del
bien y el mal, totalmente alejado del nihilismo original.
I. Inventio
La Inventio abarca dos partes, una lógica, que busca convencer, y una
psicológica, que pretende conmover; con esta finalidad es necesario presentar
al lector en cada de ellas, una serie de pisteis o pruebas, «razones convincentes,
vías de persuasión, medios para obtener crédito, mediadores de confianza
(fides)» (Barthes, 1990: 123-124).
En el primer caso, el lógico, las pisteis pueden ser de dos tipos, internas
al razonamiento (éntekhnoi) o ajenas a él (átekhnoi). Ambas están presentes en
la obra analizada. Las internas están constituida por los razonamientos, «pro-
ducto de la práctica del orador, porque el material es transformado en fuerza
persuasiva mediante una operación lógica» (Barthes, 1990: 123-125). Aquí se
presentan razonamientos de carácter inductivo (exemplum) y deductivo (enti-
mema) como pruebas. Resulta fundamental el segundo para «The Call of
Cthulhu», que se construye en torno de una premisa entimemática, es decir,
una forma de razonamiento basado en lo probable, «en nociones comunes»
(Aristóteles, 1998: 58), más precisamente:
8 Aunque los textos fantásticos buscan suscitar el miedo metafísico, y Lovecraft no es la excepción, sus
obras adoptan elementos científicos con la finalidad de dar mayor verosimilitud a los hechos narrados
y acercar los horrores descritos a la época del lector. La estructura de un ensayo científico, en este caso
particular con elementos provenientes de la antropología, mezclado con el testimonio es especialmente
provechoso para observar a detalle los recursos empleados para convencer así como también para ob-
servar la coincidencia de retórica y narración.
valor concreto, planteada con vistas a una presentación (es una especie de es-
pectáculo aceptable), por oposición a la deducción abstracta, hecha exclusiva-
mente para el análisis, es un razonamiento público, manejable fácilmente por
hombres incultos (Barthes, 1990: 128).
The most merciful thing in the world, I think, is the inability of the human
mind to correlate all its contents. We live on a placid island of ignorance in the
midst of black seas of infinity, and it was not meant that we should voyage far.
The sciences, each straining in its own direction, have hitherto harmed us little;
but some day the piecing together of dissociated knowledge will open up such
terrifying vistas of reality, and of our frightful position therein, that we shall
either go mad from the revelation or flee from the deadly light into the peace
and safety of a new dark age (Lovecraft, 1999: 139).
Como apunta Barthes (1990: 95), ahí el filósofo griego trata «las emocio-
nes (pasiones) y nuevamente de los argumentos, pero esta vez en la medida
en que son recibidos (y no ya, como antes, concebidos)».
En «The Call of Cthulhu» el discurso lógico se enlaza con la apelación
a sentimientos, en particular al miedo. Al respecto es útil el capítulo V del se-
gundo libro de la Retórica, dedicado específicamente a este pathē que, como
veremos más adelante, se relaciona también con el texto trágico. Definido
como «un sufrimiento o turbación nacido de imaginar un mal venidero que
puede provocar destrucción o sufrimiento» (Aristóteles, 1998: 173), en la obra
lovecraftiana se manifiesta no sólo como el resultado de haber unido los cabos
sueltos de una realidad terrible, sino tras la constatación de que los seguidores
del culto de Cthulhu han acabado con otros testigos, como el tío abuelo del
protagonista, y de que seguramente están al tanto de su pesquisa:
Otra causa del miedo en esta narración que ha sido señalada por Aris-
tóteles es la que suscitan los poderosos (Aristóteles, 1998: 175), aunque en este
caso en concreto se trata de un poder por encima del ser humano,9 algo que
genera un temor que en la Poética aparece vinculado con el Edipo Rey de Sófo-
cles y que se puede emparentar con el concepto de lo sublime procedente de
Longino y posteriormente desarrollado en el siglo xviii.10 Como consecuencia
de esto el lector establece una relación de compasión hacia el personaje. El
escritor apela a su identificación con él, en tanto humano, con respecto al des-
tino de la especie. La anagnórisis o agnición, toca al espectador, quien no pue-
de sino sentir pena por lo que ve escenificado y temor porque podría ser él
mismo quien está inmerso en el limo cthulhiano:11
9 Tal idea encaja perfectamente con el desplazamiento del lugar del ser humano en la creación que da
su sentido al llamado horror cósmico. Está perfectamente dibujada en la novela At the Mountain of Mad-
ness (1936), particularmente en el fragmento siguiente, que describe un bajorrelieve hallado en la ci-
clópea ciudad que descubre una expedición en la Antártida: «It interested us to see in some of the very
last and most decadent sculptures a shambling primitive mammal, used sometimes for food and some-
times as an amusing buffoon by the land dwellers, whose vaguely simian and human foreshadowings
were unmistakable» (Lovecraft, 2005: 545).
10 Este concepto, definido por Longino en el siglo iii a.C. en su tratado De lo sublime (Περὶ ὕψοσς),
adquirió bastante importancia en Inglaterra a raíz de la relectura que de él hizo el filósofo Edmund
Burke (1730-1797) en A Philosophical Enquiry into the Origin of Our Ideas of the Sublime and Beautiful (1757).
La interpretación de Burke difiere del texto clásico, ya que transforma un concepto retórico en una cate-
goría estética referida a «determinados fenómenos físicos (acantilados muy altos, simas espantosas,
vastos océanos) o ciertas proezas humanas, y en general todo aquello que “suscite las ideas de dolor y
peligro, es decir, todo lo que de alguna manera es terrible”, producen en nosotros efectos sublimes»
(Molina Foix, 1995: 15-16).
11 La compasión queda definida como «un cierto pesar ante la presencia de un mal destructivo que
produce sufrimiento a quien no se lo merece y que podríamos esperar sufrirlo nosotros mismos o algu-
no de los nuestros» (Aristóteles, 2014a: 186-187).
Por ello, también provoca tal efecto lo que nos recuerda el mal, como las pren-
das de quienes han padecido y cosas similares, así como las palabras y lo de-
más, de los que están sumidos en un padecimiento, como quienes están en
trance de morir, pues todo eso suscita más nuestra compasión por la evidencia
de su proximidad. Pero lo más digno de compasión es ver a las personas de
bien en tales situaciones; por ser inmerecidas y porque se nos ponen ante la
vista (Aristóteles, 1998: 189-190).
II. Dispositio
12 Al igual que en la Tragedia, nos encontramos ante un personaje «intermedio», que no «sobresale
por su virtud y justicia ni cae en la desdicha por su bajeza y maldad, sino por algún yerro, siendo de los
que gozaban de gran prestigio y felicidad, como Edipo y Tiestes y los varones ilustres de tales estirpes»
(Aristóteles, 2014a: 412).
Ambos párrafos presentan una paradoja, por una parte exponen una
«causa que se identifica con una doxa anterior», en este caso identificable con
ciertas posturas religiosas (la imposibilidad de la contemplación directa de la
deidad o de la verdad) y, por otra parte, ambos adoptan una «causa extraordi-
naria, [que] suscita asombro por situarse demasiado lejos de la doxa», el atacar
los fundamentos positivistas de la posibilidad de conocimiento del mundo. Este
párrafo es determinante para la intriga; en él el protagonista se presenta como
el descubridor de un hallazgo terrible del que presentará pruebas. El encuentro
con el personaje por medio de su escritura, examinado a detalle en las obras del
autor por Cannon (2011), ha sido un rasgo importante dentro de la concepción
ficcional de Lovecraft, que ha llevado a Michel Houellebecq a afirmar que:
Al respecto del epílogo, Barthes señala dos niveles: el nivel de las «cosas»
(posita in rebus), cuya función es resumir: en este caso está encargado de centrar
nuevamente la atención del lector en la premisa y su relación con el hallazgo; y
el nivel de los sentimientos (posita in affectibus), que en este caso busca despertar
la compasión del lector al mostrar que lo que se ha leído es el testamento de un
That was the document I read, and now I have placed it in the tin box beside
the bas-relief and the papers of Professor Angell. With it shall go this record of
mine—this test of my own sanity, wherein is pieced together that which I hope
may never be pieced together again. I have looked upon all that the universe
has to hold of horror, and even the skies of spring and the flowers of summer
must ever afterward be poison to me. But I do not think my life will be long. As
my uncle went, as poor Johansen went, so I shall go. I know too much, and the
cult still lives.
Cthulhu still lives, too, I suppose, again in that chasm of stone which
has shielded him since the sun was young. His accursed city is sunken once
more, for the Vigilant sailed over the spot after the April storm; but his minis-
ters on earth still bellow and prance and slay around idol-capped monoliths in
lonely places. He must have been trapped by the sinking whilst within his
black abyss, or else the world would by now be screaming with fright and fren-
zy. Who knows the end? What has risen may sink, and what has sunk may rise.
Loathsomeness waits and dreams in the deep, and decay spreads over the tot-
tering cities of men. A time will come—but I must not and cannot think! Let me
pray that, if I do not survive this manuscript, my executors may put caution
before audacity and see that it meets no other eye (Lovecraft, 1999: 169).
Como lo dejan ver las últimas líneas, para Thurston ni duda cabe de
que la realidad está envenenada. Aunque es evidente que al lector no le ha
pasado nada, este epílogo permite que tenga en mente qué pasaría si lo que se
ha planteado fuera posible: «At the end of “The Call of Cthulhu,” though
great Cthulhu has sunk again beneath the waters, the suggestion is clear that
the problem for humankind is ineluctable ant eternal» (Burleston, 2011: 146).
Una vez que el clímax ha pasado, es decir, el momento del encontronazo entre
Johansen con Cthulhu, y las aguas se han calmado, que parece haberse reesta-
blecido el orden humano, el narrador hace hincapié en abandonar todo opti-
mismo, puesto que el infierno siempre estuvo en la tierra. El fragmento no
está exento de ser interpretado como una reminiscencia del enardecido entu-
siasmo que caracteriza algunos de las prédicas coloniales de EE.UU. Si se vin-
cula este final con los planteamientos de la Poética de Aristóteles, al lector no
le pasará inadvertida una cosa importante, que la sensación que perdura en
The reader of Lovecraft’s stories realizes that horror lies beneath the revela-
tions. But as one closes the pages of the story just read, one realizes that a great-
er horror has not been stated. In opening Pandora´s box, the horrors have been
unleashed forever and there is no turning back, no matter what we might do to
remain in blissful ignorance. This is a key theme in all Lovecraft’s late stories―
that once knowledge has been gained, the previous state of ignorance cannot
be regained (Schultz, 2011: 224).
13 Aristóteles hace alusión a ella en el libro VIII de su Política como «purificación» al respecto de la
música: «algunos están dominados por esta forma de agitación, y cuando se usan las melodías que
arrebatan el alma vemos que están afectados por los cantos religiosos como si encontraran en ellos cu-
ración y purificación. Estos mismos tienen forzosamente que experimentarlo los compasivos, los atemo-
rizados y, en general, los poseídos por alguna pasión, y los demás en la medida en que cada uno es
afectado por tales sentimientos, y en todos se producirá cierta purificación y alivio acompañado de
placer. De un modo análogo las melodías catárticas procuran a los hombres una alegría inofensiva»
(Aristóteles, 2014b: 563).
14 «The authorities at Tulane University could shed no light upon either cult or image, and now the
detective had come to the highest authorities in the country and met with no more than the Greenland
tale of Professor Webb» (Lovecraft, 1999: 156).
The brilliance of «The Call of Cthulhu» manifests itself in at least two ways―
one technical and one philosophical. By «technical» I refer to the enormous
skillful craftsmanship of the tale―its deliberately fragmented narratio (embod-
ying the inadvertent «piecing together of dissociated knowledge”) [CF 2.22]
mentioned in the story’s celebrated first paragraph), its gradual but inexorable
progression to a cataclysmic climax, its use of scientific verisimilitude to over-
come the reader’s initial scepticism in regard of the outlandish events it relates,
and its remarkable skill in the use of language, alternating between scientific
precision and evocative flamboyance. From purely aesthetic perspective, the
tale stands not only close to the pinnacle of Lovecraft’s own corpus but head
and shoulders above the work of all but his most eminent predecessors and
contemporaries (Joshi, 2015: 59-60).
Por supuesto, el propio Thurston pone cada uno de los pasajes en duda
y, dado que el lector pudiera no creer los hechos, el narrador realiza la confir-
matio, corrobora los testimonios, se entrevista con cada uno de los implicados
y confirma las fechas de los acontecimientos para mostrar que la coincidencia
no fue azarosa.
A eso añade sus propias aportaciones: un recorte del Sydney Bulletin (18
de abril de 1925) que presenta el misterioso rescate del Emma, la constatación
de que la figura que abrazaba el único sobreviviente era representación de
Cthulhu15 y, finalmente, el diario en inglés de Johansen, cuyo testimonio
Thurston decide transmitirnos con sus propias palabras.16 Es importante seña-
15 «Geologists, the curator told me, had found it a monstrous puzzle; for they vowed that the world
held no rock like it. Then I thought with a shudder of what old Castro had told Legrasse about the pri-
mal Great Ones: “They had come from the stars, and had brought Their images with Them”» (Lovecraft,
1999: 163).
16 «I cannot attempt to transcribe it verbatim in all its cloudiness and redundance, but I will tell its gist
enough to shew why the sound of the water against the vessel’s sides became so unendurable to me that
I stopped my ears with cotton» (Lovecraft, 1999: 164).
lar que el narrador siente envidia del noruego porque si bien se enfrentó a lo
inenarrable, nunca fue consciente de las implicaciones que eso suponía:
Johansen, thank God, did not know quite all, even though he saw the city and
the Thing, but I shall never sleep calmly again when I think of the horrors that
lurk ceaselessly behind life in time and in space, and of those unhallowed blas-
phemies from elder stars which dream beneath the sea, known and favoured
by a nightmare cult ready and eager to lose them on the world whenever an-
other earthquake shall heave their monstrous stone city again to the sun and air
(Lovecraft, 1999: 164).
When Lovecraft wrote of Great Cthulhu and described him at length, he was
not trying to frighten with the mere description of the monster. In the first
place, he is trying to bear out that what had hitherto been represented only ar-
tistically (and therefore imaginatively) was actually real, living entity―the
very thing Wilcox had represented in clay. In the second, Lovecraft has no in-
tention of frightening us with a monster. That is far too obvious. He is trying to
unsettle us with «a single glimpse of forbidden aeons». (...) The reader suffers a
more profound sense of horror realizing he does not known much about the
universe he lives in; that somewhere Cthulhu still lives and that «what has
sunk may rise» (Schultz, 2011: 227).
17 El hecho de que el lector conozca a Cthulhu fragmentariamente, mediante testimonios ha dado pie
al interesante análisis deconstructivo de este cuento realizado por Burleston (1990: 77-85), en el que
muestra a Cthulhu como una presencia ausente que se desplaza entre marcos.
III. Elocutio
He talked of his dreams in a strangely poetic fashion; making me see with ter-
rible vividness the damp Cyclopean city of slimy green stone —whose geome-
try, he oddly said, was all wrong— and hear with frightened expectancy the
ceaseless, half-mental calling from underground: «Cthulhu fhtagn», «Cthulhu
fhtagn». These words had formed part of that dread ritual which told of dead
Cthulhu’s dream-vigil in his stone vault at R’lyeh, and I felt deeply moved
despite my rational beliefs. Wilcox, I was sure, had heard of the cult in some
casual way, and had soon forgotten it amidst the mass of his equally weird
reading and imagining. Later, by virtue of its sheer impressiveness, it had
found subconscious expression in dreams, in the bas-relief, and in the terrible
statue I now beheld; so that his imposture upon my uncle had been a very in-
nocent one. The youth was of a type, at once slightly affected and slightly
ill-mannered, which I could never like; but I was willing enough now to admit
both his genius and his honesty. I took leave of him amicably, and wish him all
the success his talent promises (Lovecraft, 1999: 158).
gonista con pasajes en los que el léxico le permite crear la sensación de distor-
sión.18 Los siguientes dos fragmentos son muy elocuentes al respecto, pero sin
duda no es difícil encontrar construcciones similares en otras de sus obras:
He had said that the geometry of the dream-place he saw was abnormal,
non-Euclidean, and loathsomely redolent of spheres and dimensions apart
from ours. Now an unlettered seaman felt the same thing whilst gazing at the
terrible reality.
Johansen and his men landed at a sloping mud-bank on this monstrous
Acropolis, and clambered slipperily up over titan oozy blocks which could
have been no mortal staircase. The very sun of heaven seemed distorted when
viewed through the polarising miasma welling out from this sea-soaked per-
version, and twisted menace and suspense lurked leeringly in those crazily
elusive angles of carven rock where a second glance shewed concavity after the
first shewed convexity (Lovecraft, 1999: 166).
As Wilcox would have said, the geometry of the place was all wrong. One
could not be sure that the sea and the ground were horizontal, hence the relative
position of everything else seemed phantasmally variable (Lovecraft, 1999: 166).
The aperture was black with a darkness almost material. That tenebrousness
was indeed a positive quality; for it obscured such parts of the inner walls as
18 Resultan ejemplos bastante característicos algunos pasajes de «The Dreams in the Witch House»
(1933), «The Dunwich Horror» (1929) o en At the Mountains of Madness (1936). En ellos el narrador logra
ubicarnos en un ambiente enrarecido y anómalo.
ought to have been revealed, and actually burst forth like smoke from its ae-
on-long imprisonment, visibly darkening the sun as it slunk away into the
shrunken and gibbous sky on flapping membraneous wings. The odour arising
from the newly opened depths was intolerable, and at length the quick-eared
Hawkins thought he heard a nasty, slopping sound down there. Everyone lis-
tened, and everyone was listening still when It lumbered slobberingly into
sight and gropingly squeezed Its gelatinous green immensity through the black
doorway into the tainted outside air of that poison city of madness.
Poor Johansen’s handwriting almost gave out when he wrote of this. Of
the six men who never reached the ship, he thinks two perished of pure fright
in that accursed instant. The Thing cannot be described—there is no language
for such abysms of shrieking and immemorial lunacy, such eldritch contradic-
tions of all matter, force, and cosmic order. A mountain walked or stumbled.
God! What wonder that across the earth a great architect went mad, and poor
Wilcox raved with fever in that telepathic instant? The Thing of the idols, the
green, sticky spawn of the stars, had awaked to claim his own. The stars were
right again, and what an age-old cult had failed to do by design, a band of in-
nocent sailors had done by accident. After vigintillions of years great Cthulhu
was loose again, and ravening for delight (Lovecraft, 1999: 167).
And the same―in general principle―goes very largely for the weird. Serious
weird art is distinctly possible―although relatively few (certainly not myself,
alas!) ever achieve it. The genuine artist in the weird is trying to crystallise in at
least semi-tangible form one of several typical and indefinite moods unques-
tionably natural to human beings, and in some individuals very profound, per-
manent, and intense... (...) When a writer succeeds in translating these nebulous
urges into symbols which in some way satisfy the imagination―symbols which
adroitly suggest actual glimpses into forbidden dimensions, actual happenings
following the myth-patterns of human fancy, actual voyages of thought or body
into the nameless deeps of tantalizing space, and actual evasions, frustrations,
or violations of the commonly accepted laws of the cosmos―then he is a true
artist in every sense of the word. He has produced genuine literature by accom-
plishing a sincere emotional catharsis (SL 4.112-13) (Schultz, 2011: 225-226).
IV. Conclusiones
Así pues, como hemos visto, «The Call of Cthulhu» en tanto que cuento
fantástico es un discurso lógico cuya inventio, dispositio y elocutio conducen al
lector a lo ilógico y lo irracional verosímil. Construido alrededor del concepto
de horror cósmico mediante las tres operaciones de la tekhnē retorikē su factura
está gobernada por el miedo. El horror cósmico, constatación de la insignifi-
cancia del ser humano en un cosmos de dimensiones infinitas a merced de
fuerzas irracionales, busca transmitirse mediante la identificación de la epis-
teme del personaje con la del lector, quien al igual que el irá descubriendo
dosificadamente la confirmación de la premisa con la que inicia «The Call of
Cthulhu». La idea principal, como ha mostrado Burleston, puede extrapolarse
a sus otros relatos debido a la intertextualidad que se establece entre ellos:
«Lovecraft’s major fictional themes thus form a sort of conceptual web, inter-
lacing to provide a potential for expression of the one major idea that always
emerges; they form a web on which scutters the inevitable Lovecraftian spi-
der―the idea that self-knowledge, or discovery of one’s position in the real
fabric of the universe, is psychically ruinous» (Burleston, 2011: 141).
Esto permite que el lector pueda visitar lugares, conocer signos, y en-
frentarse a horrores que se complementan unos a otros, muchos de ellos
parodias bastante oscuras de temas pertenecientes a las mitologías judeo-
cristiana y grecolatina, principalmente. Sólo por mencionar algunas de ellas,
es posible encontrar la idea del falso mesías o el matrimonio con la deidad
en «The Dunwich Horror» (1929), las consecuencias del mestizaje y la nor-
malización del culto en una sociedad en «The Shadow Over Innsmouth»
Bibliografía
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Cosmic Vision», en David E. Schultz y S.T. Joshi (eds.), An Epicure in the Terrible.
A Centennial Anthology of Essays in Honor of H.P. Lovecraft, Hippocampus Press,
Nueva York, pp. 208-229.
Recibido: 16-09-2018
Aceptado: 29-04-2019
Resumen
Abstract
Lovecraft’s most salient aim in his narrative is to arouse fear in his readers towards the
unknown, man’s most primitive emotion. Textual elements, such as the setting and the
author’s imaginary, ordered and structured into semantic paths, contribute to this end.
The analysis of the isotopy of the multiple in the three stories selected —«The Rats in
35
Eva Ariza Trinidad
the Wall», «The Shunned House», and «Pickman’s Model»— shows the significant
contribution of this thematic path both to the settings and the nightmarish forms found
in the Lovecraftian imaginary. This study also allows an approach to those textual
structures from which cosmic horror arises.
R
El terror es un efecto de la lectura que se genera con elementos intensio-
nales como la dosificación de la información, acontecimientos que perturban
porque no se explican o son inexplicables ―y por ello suscitan incertidumbre
y sensación de peligro―, o el ambiente, la atmósfera, el recurso que Lovecraft
considera esencial para incitar la emoción más antigua y poderosa (2010: 9).
Se trata de un elemento complejo, pues se configura con varias categorías na-
rratológicas: el espacio, el contexto, el comportamiento de los personajes...
Demetrio Estébanez Calderón define «ambiente» como «las circunstancias
(espacio, tiempo, hábitat, posición social, etc.) que conforman el medio en que
un escritor sitúa la acción y los personajes que integran el universo de ficción
de su obra literaria» (Estébanez, 2004: 25); una definición en que cabe conside-
rar el imaginario del autor como elemento esencial para suscitar el horror
cósmico1 en el lector.
El imaginario de Lovecraft se vincula a conceptos e imágenes y se orga-
niza textualmente en redes semánticas, isotopías o «conjunto redundante de
categorías semánticas que hace posible la lectura uniforme del relato» (Grei-
mas, 1977: 222). Umberto Eco dice que «es lícito suponer que “isotopía” se ha
convertido en un término-saco que abarca diversos fenómenos semióticos ge-
néricamente definibles como coherencia de un trayecto de lectura, en los diferentes
1 Lovecraft utiliza «horror cósmico» para designar un estado superlativo del miedo, que diferencia
del miedo físico: «Esta clase de literatura de terror no se debe confundir con otra en apariencia similar
pero psicológicamente muy distinta: la literatura del simple miedo físico y de lo mundanamente horri-
pilante. Tal escritura, sin duda, tiene su lugar, igual que lo tiene la historia de fantasmas convencional o
incluso enigmática o humorística donde el formalismo o el guiño cómplice del autor eliminan la genui-
na sensación de horror cósmico en su acepción más estricta. La verdadera historia sobrenatural es algo
más que un misterioso asesinato, huesos ensangrentados o una forma cubierta de una sábana que hace
sonar sus cadenas de acuerdo con el imaginario popular. Debe estar presente una cierta atmósfera de
irrespirable e inexplicable terror a fuerza externas desconocidas» (Lovecraft, 2010: 7). Asimismo, David
Roas destaca la definición citada de Lovecraft por la acertada perspectiva psicológica que ofrece del te-
rritorio ficcional de lo fantástico, pues el autor de Providence analiza el miedo como «una condición
necesaria para la creación de lo fantástico, porque es su efecto fundamental» (Roas, 2011: 88).
niveles textuales» (1981: 132); por ello, algunos teóricos organizan las distintas
isotopías en clases para concretar la aplicación textual del término; así,
François Rastier establece que las isotopías de contenido pueden ser isotopías
clasemáticas, formadas por la redundancia de términos en la sintaxis del texto
(1976: 112), o isotopías semiológicas horizontales ―de carácter sintagmático, es-
tablecidas entre categorías que pertenecen a un mismo campo sémico― (1976:
112, 113) o verticales ―paradigmáticas, establecidas por un grupo de seme-
mas pertenecientes a dos campos distintos― (1976: 118).
Asimismo, Rosalba Campra ha estudiado la relevancia y especializa-
ción de la isotopía en el territorio ficcional de lo fantástico:
En Occidente, donde los míticos teutones habían bajado desde sus bosques bo-
reales negros y los celtas recordaban extraños sacrificios en bosquecillos druídicos,
[la historia sobrenatural] asumió una terrible intensidad y una convincente se-
riedad atmosférica que duplicaba la fuerza de sus horrores velados y medio
ocultos (Lovecraft, 2010: 14).
Y en la prosa se abren para nosotros las mismas fauces del pozo: inconcebibles
anormalidades (...); motivos demoníacos y presencias durmientes hasta que son noci-
vamente despertados durante un claustrofóbico instante a una estridente reve-
lación que reverbera hasta una súbita locura o explota en memorables y cataclís-
micos ecos. Un horrible aquelarre de brujas que se desprenden de sus túnicas
desfila fugazmente ante nosotros (Lovecraft, 2010: 75).
Los que buscan el horror frecuentan lugares apartados y extraños (...). El bos-
que encantado y la montaña desolada son sus santuarios, y se demoran ante
siniestros monolitos de islas deshabitadas. Pero lo que más aprecia el verdade-
ro Epicuro de lo terrible, para quien el fin primordial y la justificación de la
existencia es un nuevo estremecimiento de horror, son las antiguas y solitarias
casas de campo de la Nueva Inglaterra profunda, porque en ellas se combinan
la fuerza, la soledad, la ignorancia y lo grotesco para dar origen a la perfección
de lo horrendo (Lovecraft, 2005a: 247).2
2 Este es el comienzo de «La lámina de la casa» («The Picture in the House») que se publicó por pri-
mera vez en verano de 1921 en The United Amateur, vol. XVIII, núm. 6 (Lovecraft, 2005g: 780, n.1).
3 La consabida admiración de H. P. Lovecraft por los cuentos de Edgar Allan Poe, a quien dedica un ca-
pítulo completo en El terror en la literatura, también se refleja en la ambientación de algunos relatos en casas
antiguas, que rememoran a la de los Usher: «La omnipresente malevolencia de la antigua casa ―casi tan
vívida como la Casa Usher de Poe (...)― impregna el relato como un motivo recurrente en una tragedia
operística» (Lovecraft, 2010: 91). Para conocer otras influencias de la narrativa de Poe en la de Lovecraft,
puede consultarse Perry (2009) donde se detalla cómo el autor de Providence adaptó los mecanismos de
miedo y extrañamiento de la narrativa de Poe, así como los motivos y temas relacionados con la caracteri-
zación de la atmósfera, la importancia del arte o la degeneración hereditaria, entre otros.
4 La isotopía de lo múltiple también se desarrolla en «El alquimista», «El templo», «Hechos aconteci-
dos al difunto Arthur Jeremy y a su familia», «Herber West, reanimador», «Él», «La llave de plata» y «El
ser en el umbral», entre muchos otros, cuyo análisis pormenorizado podría ser objeto de otros estudios
complementarios a este.
5 Relato publicado por primera vez en septiembre de 1923 en Weird Tales, vol. 3, núm. 3 (Lovecraft,
2005g: 796, n.1).
cumplen dos funciones en el relato: confirman al lector que las ratas6 son rea-
les, pues reaccionan a sus movimientos ―por tanto, se descarta que sean una
percepción trastornada del narrador―, y guían a los personajes a los estratos
subterráneos del edificio. Es innegable que el número de criados y de gatos
contribuye nominalmente a la isotopía de lo múltiple, pero este itinerario se
desarrolla fundamentalmente a través de las ratas, con las cuales se establece
una isotopía clasemática (generada por la redundancia de términos en la sin-
taxis del texto), con que se evoca una progresión numérica ascendente de los
animales y una presencia sobrenatural cada vez más tangible y peligrosa: al
principio, el narrador oye «un rumor furtivo, apagado, como de ratas o rato-
nes escabulléndose» (Lovecraft, 2005b: 416); después, ve «una horrenda agita-
ción en toda la tapicería, haciendo que algunos dibujos peculiares ejecutasen
una peculiar danza de la muerte» (Lovecraft, 2005b: 417); finalmente, se evoca
la multiplicidad infinita: «estos seres, cuyo número parecía inacabable, esta-
ban llevando a cabo una formidable emigración desde alturas inconcebibles a
inconcebibles profundidades» (Lovecraft, 2005b: 417, 418).
El trayecto de lo múltiple fundamentado en la estratificación de sóta-
nos de Exham Priory se desarrolla cuando Walter de la Poer los descubre si-
guiendo a los gatos. Nigger-Man, el gato negro que suele estar con él, lo lleva
al primer sótano. Desde allí, sigue a los demás hasta la puerta cerrada del se-
gundo sótano y decide buscar al capitán Norrys, amigo de su difunto hijo y
quien le ayudó a comprar la propiedad, para que le acompañe a las entrañas
de Exham Priory. En el segundo sótano, se desvela la estratificación del tiem-
po en estancias subterráneas:
6 Las ratas forman parte del imaginario de Lovecraft, pues aparecen como motivo temático en varios
relatos; por ejemplo, en «El modelo de Pickman»: «Pickman reapareció con su arma todavía humeante,
maldiciendo a las abultadas ratas que infestaban el antiguo pozo» (Lovecraft, 2005f: 603).
Fue tal el horror que entonces quedó al descubierto que nos habría anonadado
de no haber estado preparados. A través de la abertura prácticamente rectangu-
lar del suelo enlosado, esparcido sobre un tramo de peldaños de piedra tan
prodigiosamente gastados que apenas eran algo más que un plano inclinado en
el centro, había una horrible colección de huesos humanos o semihumanos (...).
Sobre estos escalones de espantosa suciedad descendía su techo abovedado
formando un pasadizo, al parecer tallado a cincel en la roca sólida (...). Fue en-
tonces cuando sir William, al examinar las paredes talladas, hizo la insólita
observación de que el pasadizo, según la dirección de las incisiones del cincel,
había sido tallado desde abajo (Lovecraft 2005b: 423).
Había edificios y otros restos arquitectónicos... De una sola mirada vi una mis-
teriosa distribución de túmulos, un círculo salvaje de monolitos, unas ruinas
romanas de cúpula baja, un edificio sajón enorme y macizo, y una primitiva
construcción inglesa de madera; pero todo empequeñecido por el macabro es-
pectáculo que ofrecía el suelo en general. Alrededor de la escalera se extendía
una alucinante confusión de huesos humanos, o al menos tan humanos como
los de la escalera. Formaban como un mar espumoso, unos separados, otros,
total o parcialmente articulados como esqueletos (Lovecraft, 2005b: 424).
―las ratas y los huesos del último sótano―, también contribuyen a la conso-
lidación de esta isotopía los elementos duplicados o relacionados implícita-
mente con la isotopía de la duplicidad, la forma más simple de lo múltiple.
En algunas narraciones, el elemento duplicado mantiene una relación de
semejanza7 con el «original», de modo que el conflicto se fundamenta en las di-
ferencias entre ellos, y la creación de intriga, en la explicación de la duplicación,
en el efecto de enigma o misterio.8 En «Las ratas en las paredes», este recurso se
desarrolla fundamentalmente con el apellido del protagonista: sus antepasados
lo cambian a «Delapore» cuando huyen de Exham Priory: «Dominado sin duda
por un horror superior al de la conciencia o la ley, y manifestando tan solo un
deseo frenético de borrar el antiguo edificio de su vista y su memoria, Walter de
la Poer, undécimo barón de Exham, huyó a Virginia, donde fundó la familia que
un siglo después fue conocida como Delapore» (Lovecraft, 2005b: 407). Así se
«duplica» y deforma el apellido para desvincular la historia de la casa de la fa-
milia, una acción que el protagonista contrarresta cuando reestablece el vínculo
Exham Priory-De la Poer en 1923, al comprar el edificio y reivindicar el apellido
original de su familia: «Residiría aquí de manera permanente, y probaría que un
De la Poer (porque había vuelto a adoptar la grafía original del apellido) no te-
nía por qué ser un malvado» (Lovecraft, 2005b: 413). Con el restablecimiento de
los vínculos de la casa y la familia se connota la repetición de los acontecimien-
tos contados en mitos, baladas y epopeyas sobre Exham Priory y los De la Poer,
la inminente restauración de los horrores del pasado.
El itinerario semántico de lo doble también se configura con el sueño
del protagonista, una realidad distinta a la «verdadera», donde se enfatiza la
pesadillesca multiplicidad de las ratas:
Me retiré temprano, dado que me caía de sueño, pero me atormentaron las más
horribles pesadillas: miraba desde una altura inmensa una gruta sombría, con
inmundicia hasta las rodillas, donde un porquero demoníaco de barba blanca
guiaba con su bastón una manada de animales fungosos y flácidos cuyo aspec-
to me llenaba de indecible aversión. Luego, mientras el porquero descansaba
descuidado de su tarea, una nube de ratas caía del abismo pestilente y devora-
ba al hombre y a los animales por igual (Lovecraft, 2005b: 417).
7 Para profundizar en los tipos de relaciones que se establecen en los procesos de copia, duplicación
y falsificación, véase el capítulo «De las falsificaciones», en Los límites de la interpretación, pp. 224-264.
8 David Lodge explica en el capítulo «El misterio» de El arte de la novela dos tipos de efectos que
participan de la creación de intriga en las narraciones: «Para lectores poco familiarizados con la novela
[A pair of blue eyes] convertí así un efecto de suspense (“¿qué ocurrirá?”) en un efecto de enigma o mis-
terio (“¿cómo lo hizo?”). Estas dos preguntas son los principales resortes del interés narrativo, tan anti-
guos como el mismo arte de contar historias» (Lodge, 2017: 62).
¿Quién dice que soy un De la Poer? ¡Él está vivo, en cambio mi hijo ha muerto!
¿Ha de tener un Norrys las tierras de un De la Poer?... Es vudú, os lo aseguro...
esa serpiente manchada... ¡Maldito seas, Thornton, yo te enseñaré a desmayar-
te ante lo que hace mi familia!... ¡Sangra, bellaco! Yo te enseñaré a jadear... ¿con
que me quieres dar trabajo?... Magna Mater! Magna Mater!... Atys... Dia ad
aghaidh’s ad aodann... agus bas dunach ort! Dhona’s dholas ort, agus, agus leat-sa!...
Ungl... ungl... rrrlh... chchch...
Eso es lo que dicen que farfullaba yo cuando me encontraron en medio
de la oscuridad tres horas más tarde; me descubrieron agachado sobre el cuer-
po medio devorado del capitán Norrys (Lovecraft, 2005b: 427).
9 Los motivos desempeñan diferentes funciones en el relato; son unidades heterogéneas, que se dife-
rencian por su necesidad en la historia y en el relato. Según este criterio, Tomachevski distingue dos ti-
pos (1982: 186-188): los motivos libres, aquellos que se pueden eliminar de la historia sin que afecten a
la relación causal de los hechos narrados, y los motivos ligados, aquellos que no se pueden eliminar de
la historia, ya que cambiaría la relación lógico-causal de los hechos.
10 «Manicomio de Inglaterra del que Lovecraft seguramente tuvo noticias por el mencionado relato de
Dunsany “The Coronation of Mr. Thomas Shap”» (Lovecraft, 2005g: 798, n.15).
Pues bien, la ironía consiste en lo siguiente: en este paseo, que repitió tantas
veces, el maestro más grande del mundo de lo terrible y lo insólito tenía que
pasar obligadamente por delante de determinada casa del lado este de la calle;
un edificio anticuado y sucio levantado en la ladera empinada de un cerro late-
ral, con un patio grande y descuidado que databa de un tiempo en que la zona
era prácticamente campo. Nunca escribió ni habló de ella, ni hay constancia de
que se fijara en ella siquiera. Sin embargo, para las dos personas que poseían
información, esa casa iguala o supera en horror a la más desquiciada fantasía
del genio que tantas veces pasó ajeno por delante, y se alza malévola como un
símbolo de todo lo indeciblemente espantoso (Lovecraft, 2005d: 451).
11 Este relato se publicó por vez primera en 1928, en forma de folleto ―solo se imprimieron trescientas
copias― (Lovecraft, 2005g: 802, n.1).
Entonces mi tío se agitó en sueños, lo que hizo que me fijase en él (...). Su expre-
sión habitual era de una amable y educada placidez, mientras que ahora parecía
que en su interior luchaban emociones diversas. Creo que, de todo, esta dispari-
12 Modesto Gómez Alonso incide en que la principal contribución de Lovecraft a la estética del horror
es la modernización de su tratamiento: «su propuesta (teórica y práctica) responde coherentemente a la
pregunta por la posibilidad de la imaginación en el contexto intelectual del siglo xx, invirtiendo el ideal
filosófico de una reconciliación del individuo con el universo a partir del conocimiento, y, así, expresan-
do el desarraigo ontológico y la auto-consciencia de anomalía cósmica del hombre contemporáneo» (Gó-
mez, 2012: 143).
Había también algo más sutil que nos parecía notar a menudo (...). Me refiero a
una especie de figura brumosa y blancuzca en el suelo sucio, una acumulación
vaga e inestable de moho o salitre que a veces nos parecía poder discernir en
medio de las excrecencias fungosas diseminadas alrededor de la enorme cocina
baja del sótano. A veces nos daba la impresión de que esa mancha guardaba
una singular semejanza con una figura humana doblada (...). Más tarde supe
que ciertas historias antiguas del pueblo contenían una idea parecida... una
idea que aludía asimismo a formas macabras o lobunas que adoptaba el humo
13 El carácter sintomático de este paisaje se confirma al final del relato, cuando el protagonista disuel-
ve a la criatura enterrada en la casa y cambia el aspecto del terreno que la rodea: «A la primavera si-
guiente no volvió a salir más yerba pálida ni vegetación extraña en el huerto de las terrazas de la casa
evitada (...). Los árboles viejos e improductivos del patio han empezado a dar pequeñas y dulces man-
zanas, y el año pasado los pájaros anidaron en sus ramas retorcidas» (Lovecraft, 2005d: 480).
14 El imaginario de lo fungoso se relaciona con el de la descomposición, que desarrolla Edgar Allan
Poe en su narrativa (un modelo inequívoco en la de Lovecraft): «Verdaderamente se puede decir que
Poe inventó el relato corto en su forma actual. Su elevación de la enfermedad, la perversidad y la des-
composición al nivel de temas artísticamente expresables fue del mismo modo infinitamente trascen-
dental» (Lovecraft, 2010: 73).
15 En «La casa evitada», Lovecraft recurre una vez más a la elisión de la descripción de la criatura para
acuciar el horror en el lector, pues solo muestra las formas que emanan de ella y una parte del cuerpo
enterrado, similar a un codo: «Rasqué más y me aparté del ser inmundo y salté fuera del hoyo; destapé
frenéticamente las pesadas garrafas y las decanté hacia el hoyo, vertiendo su corrosivo contenido en
aquel pudridero, sobre la inconcebible anormalidad cuyo codo titánico había visto» (Lovecraft, 2005d:
479).
16 Este relato se publicó inicialmente en octubre de 1927 en Weird Tales, vol. 10, núm. 4 (Lovecraft,
2005g: 818, n.1).
17 En el relato se denota el omnipresente mal de las casas antiguas que Lovecraft admiraba cuando
Pickman dice: «de cada diez casas construidas antes de 1700 que se han conservado intactas, apostaría
que en ocho podría mostrarte algo raro en el sótano. Apenas hay un mes en que no leamos que unos
obreros han descubierto, al desplomarse este o aquel edificio, bóvedas y pozos tapiados con ladrillos
que no conducen a ninguna parte» (Lovecraft, 2005f: 593).
18 Lubomir Doležel analiza los mundos diádicos del mito moderno, donde se enmarcan las ficciones
de Lovecraft, en el «capítulo viii» de Heterocósmica. Ficción y mundos posibles (pp. 262-278).
19 Para profundizar en los conceptos matemáticos y geométricos de la narrativa de Lovecraft, véase In-
gwersen (2014: 45-55), donde analiza la matemática no-euclideana, geometrías y arabescos en tres relatos:
«The Call of Cthulhu», «Through the Gates of the Silver Key» y «The Dreams in the Witch House».
20 Este cuento se publicó en febrero de 1928 en Weird Tales, vol. 11, núm. 2 (Lovecraft, 2005g: 815, n.1).
21 «Lo Innominable» («The Unnamable») se publicó por primera vez en julio de 1925 en Weird Tales,
vol. 6, núm. 1 (Lovecraft, 2005g: 798, n.1).
Bibliografía
Gilles Menegaldo
Université de Poitiers
gilles.menegaldo@univ-poitiers.fr
Recibido: 11-03-2019
Aceptado: 30-03-2019
Abstract
This article first delineates the reasons why it is difficult to adapt Lovecraft’s fiction to
the screen. It then analyses different types of adaptation, either straight or more loose,
focusing in particular on the work of Stuart Gordon, one of the main adapters of Love-
craft with films ranging from parody (Herbert West Reanimator) to more serious adap-
tations which however depart in various ways (especially adding women characters
and sex) from their source text (Dagon, The Dreams in the Witch House). Andrew Le-
man’s The Call of Cthulhu, a pastiche of early silent films, provides a good example of
straight adaptation. It also proves rewarding to compare two different retellings of the
same novel, The Case of Charles Dexter Ward, by two directors, Roger Corman (The
Haunted Palace) and Dan O’Bannon (The Resurrected). Corman tends to associate
Poesque Gothic and Lovecraft while O’Bannon uses film noir conventions, also setting
the story in a contemporary context. Lastly this article analyses the presence of Love-
craftian themes and motifs in films that are not adaptations like Alien or the Quatermass
trilogy. A case in point is John Carpenter’s apocalyptic trilogy that provides a convinc-
ing re-appropriation of Lovecraft’s fictional universe.
Keywords: adaptation, genre conventions, hybridity, myth, terror and horror, fantasy,
dreams, cosmic monsters, parody, reflexivity.
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Gilles Menegaldo
Resumen
En primer lugar, este artículo describe las razones que hacen difícil adaptar la ficción
de Lovecraft a la pantalla. A continuación, se analizan diferentes tipos de adaptación,
ya sea estricta o más o menos libre, centrándose en particular en el trabajo de Stuart
Gordon, uno de los principales adaptadores de Lovecraft con películas que van desde
la parodia (Herbert West Reanimator) hasta versiones más serias, que, sin embargo, to-
man diversas vías (en especial, agregando personajes femeninos y sexo) a partir de su
texto fuente (Dagon, The Dreams in the Witch House). The Call of Cthulhu, de Andrew
Leman, un pastiche de las primeras películas mudas, es un buen ejemplo de adapta-
ción estricta. También resulta gratificante comparar las diferentes versiones de la nove-
la El caso de Charles Dexter Ward que realizaron dos directores, Roger Corman (The
Haunted Palace) y Dan O’Bannon (The Resurrected). Así, mientras Corman combina la
dimensión gótica de Poe con Lovecraft, por su parte, O’Bannon usa las convenciones
del cine negro y sitúa la historia en un contexto contemporáneo. Finalmente, este artí-
culo analiza la presencia de temas y motivos de Lovecraft en películas que no son
adaptaciones, como ocurre en Alien o en la trilogía de Quatermass. Un ejemplo de ello
es la trilogía apocalíptica de John Carpenter, que ofrece una reapropiación convincente
del universo ficticio de Lovecraft.
R
HP Lovecraft was not very fond of cinema as testify some remarks in
his letters. He shows some contempt for the nascent medium (like other writ-
ers of his time, for example Virginia Woolf). Even three days before his death,
he speaks of «the utter and unrelieved hokum of the moving picture». He
disliked even Tod Browning’s Dracula and Karl Freund’s The Mummy (despite
his fascination for Egypt) on account or their lack of fidelity to the source
work. He had a rather narrow conception of filmic adaptation as shows this
statement: «Generally speaking, the cinema always cheapens and degrades
any literary material it gets hold of — especially anything in the least subtle or
unusual».1 He states in a letter to Robert Barlow: «I saw the cinema of Frank-
enstein and was tremendously disappointed because no attempt was made to
follow the story». Yet he also adds: «However, there have been many worse
films and many parts of this one are really quite dramatic when they are
viewed independently and without comparison to the episodes of the original
novel» (in Joshi, 1966: 581). He would have been horrified at viewing some
adaptations of his stories.
Yet Lovecraft did go to the movies fairly often, especially during his
stay in New York and seems to have enjoyed a few films that appealed to his
imagination and dealt with mythological subjects. He regretted not having
seen The Cabinet of Dr Caligari (the insanity motif is important in his fiction),
he was thrilled by The Nibelungen (Fritz Lang), expressed his fascination to-
wards films with spectacular sets or special effects like The Lost World (Harry
Hoyt, 1925) and was also struck by the performance of Lon Chaney in The
Phantom of the Opera (Rupert Julian, 1928) as testifies this letter: «What a spec-
tacle it was! Horror lifted its grisly visage and I could not have been made
drowsy by all the opiates under heaven! Ugh!!! The face that was revealed
when the mask was pulled off» (in Joshi, 1996: 365).
If Lovecraft is not enthusiastic about cinema, the filmic medium is
faced with some problems when putting his work on screen and most adap-
tations have modified considerably the source material to fit the expecta-
tions of the audience. We should also distinguish between straight adapta-
tions, re-adaptations, rewritings (often associating several sources and
mingling several genres) and re-appropriations of Lovecraftian themes and
concepts in films that are not adaptations. Thus we will discuss first various
types of adaptations then we will focus on two re-adaptations of the same
story (The Case of Charles Dexter Ward) and will end with an evocation of
some re-appropriations, namely the Quatermass series and John Carpen-
ter’s apocalyptic trilogy.
The hero of such a story is never a person, but always a phenomenon or condi-
tion —the punch or climax is not what happens to anybody, but the realization
that some condition contrary to actual law as we understand it has (fictionally)
had a brief moment of existence. For the object of weird fiction is purely and
simply emotional release for the very small group of people whose active and
restless imaginations revolt against the relentless tyranny of time, space and
natural law (Lovecraft, 1976: 157-158).
Adaptations
integrate this film in his Poe Cycle. Other films will follow, like The Shuttered
Room (David Greene, 1966), or The Dunwich Horror (Daniel Haller, 1969),
which uses psychedelic special effects and subjective camera work to convey
a sense of cosmic exteriority. A fashion for Lovecraft is expressed in the eight-
ies in the parodic, gory films of Stuart Gordon or those, tamer and less inven-
tive of Brian Yuzna who teems with Christophe Gans and Shusuke Kaneko to
direct The Necronomicon (1993). More recently there has been a wave of Love-
craftian adaptations, partly in the wake of the H.P. Lovecraft film festival,
created in 1996 and held in Portland. We will focus on some of these adapta-
tions, starting with Stuart Gordon, one of the foremost Lovecraft adapters
with both feature and short films, big budget and independent productions,
serious adaptations or parodies.
In 1985, Stuart Gordon directed Re-Animator, a slapstick horror, gory
adaptation of Lovecraft’s episodic story, «Herbert West Reanimator» (1922),
meant by the writer as an ironic retelling of the Frankenstein myth. A mania-
cal and obsessive doctor manages to raise the dead and is eventually torn
apart by his zombie like creatures, like Dr Moreau in H.G. Well’s novel. Gor-
don offers a story with campy undertones, with implicit reference to The Rocky
Horror Picture Show (Jim Sharman, 1975) or Flesh for Frankenstein (Paul Morris-
sey, 1973). As Rick Worland states: «Re-Animator encapsulates more than a
century of horror tradition. Its production design juxtaposes bold, saturated
colours with the genre’s typically shadowy, high contrast lighting, most nota-
bly in syringes of mad doctor West’s bright yellow-green reagent glowing
against black backgrounds, a look that evokes both post-war science-fiction
laboratories and four-color comics» (2007: 244).
His Herbert West owns all the attributes of the Lovecraftian character:
a juvenile, frail physique and an excessive hubris, which urges him to go be-
yond human limitations and knowledge in order to transgress the frontier
between life and death. Events that are spread over several years in the source
text are condensed within a month (ellipses keep up a veil of uncertainty). A
chain of events leads to West’s dismemberment by his living-dead victims,
while he himself only kills once (contrary to the short story where reluctant
subjects are murdered).
Gordon instils some comedy in this orgy of blood: slapstick (neutraliz-
ing the reanimated cat in the cave) and the un-Lovecraftian love triangle with
Dr Hill, Daniel and his bride Meg (Barbara Crampton). Dr Hill lusts for Meg,
which leads to her kidnapping and the Grand Guignol scene that gave its
reputation to the film: Dr Hill holds his own severed head, trying to caress
Meg. Later, Daniel and Herbert enter the morgue in order to test the serum on
a human corpse. Dr Halsey, Dean of the medical faculty of Miskatonic arrives
at the morgue at the wrong moment. He is killed by the living corpse then
reanimated by West as a raving lunatic who will eventually be lobotomized.
West’s demise and death is close to the textual end where he is carried
away by his former victims led by a headless living dead. In the film, West
who has come to the morgue to recuperate his serum, surprises Dr Hill intent
on practising cunnilingus on Meg, an acme in the grotesque of the film.
Philippe Rouyer speaks of the inversion of the taboo of necrophilia as the
dead rapes the living. Then, West is assaulted by the living corpses controlled
by Hill. As he attempts to kill Hill by injecting him a massive dose of serum,
he is caught up in the intestines of Hill, which carry him in a dazzling white
light to the beyond.
In 2001, Stuart Gordon directed Dagon, mostly an adaptation of «The
Shadow over Innsmouth» rather than the title story. The action is set in a con-
temporary context in the small Spanish harbour of Imboca. The first images of
the inhabitants are furtive and disquieting: a strange face behind a closing
shutter, bent, shuffling silhouettes, weird low voices. Moreover the inhabit-
ants’ physical blemishes are developing (they are born human then mutate),
which enables Gordon to exhibit differentiated hybrid monsters and thus to
increase the spectator’s discomfort, by foregrounding images of abjection and
impurity which parallel degenerative diseases. The village seems fixed in a
past time, without modern appliances (old cars and telephones), contrasting
with the attributes of modern life like Barbara’s cell phone, which is ineffec-
tive. Symbolically Paul, the male hero’s computer is thrown overboard from
the outset. Contrasting colours express that dereliction: drab (black, greyish
and greenish) for the inhabitants and vivid for the protagonists who are thus
easily spotted and pursued.
By means of a more and more graphic exhibition of supernatural ele-
ments, Gordon shifts the mood of his film from the uncanny (the inhabitants
do not wink, the face of a fisherman is oddly motionless behind his dark glass-
es) to the fantastic (the priest’s hands are webbed and the slits on the neck of
the hotel keeper will prove to be gills). The story turns to the horrific with the
discovery of monstrous specimen and of tanned human skins to serve as
masks for the hybrid denizens of the harbour. The flashback narrative of Eze-
kiel (Zadok Allen in the text), the drunken old man, confirms the existence of
the fishmen or frogmen. The film drifts into weird fantasy and adds an erotic
touch when we meet Uxia first seen in a dream. This beautiful, seductive and
cruel princess, part octopus, part woman, reminds us of the female heroines
(victims or femmes fatales) on the covers of Weird Tales or Amazing Stories. Gor-
don also adds scenes of sadistic violence and torture, including the ritual sac-
rifice of the naked Barbara who is thrown into a pit and promised to the fish
god, elements that are absent from the source text.
Physical dereliction is emphasized as well as the decay of place. Gordon
manages to convey the mood of the story, in particular images of the sinister
harbour, the empty, dirty, squalid streets full of rubble, detritus, the hybrid en-
tities hiding behind closed shutters in decrepit buildings with damp soiled
walls and dirty smelly bathrooms as in the hotel where Paul March finds a
temporary refuge. He then discovers his true origin adumbrated in the premon-
itory dream sequence that opens the film and confirmed by the starting of his
transformation, gills opening on his body. The fragile, objective link that sepa-
rated rationality from the irrational is definitively broken and the nature of the
following events is on the side of the supernatural and fantasmagoria. Paul was
until his meeting Uxia confronted with a degenerate but still human population
while after their encounter, doubt is no longer allowed. The Imbocanos are hy-
brid, telepathic beings who worship a more alien creature, an extreme form of
otherness. Gordon then shows explicitly submarine monsters, sacrificial rituals,
the way Dagon the octopus god preys upon women, drawing them to the
depths of the ocean. He can also reveal the true identity of the hero and the
story of his origin in a mythical narrative validated by the progressive disclo-
sure of information. In 2005 Gordon also directed a one hour adaptation of The
Dreams in the Witch House, part of a TV anthology entitled Masters of Horror.
The Necronomicon
The film opens on the revolving shot of a jigsaw puzzle that represents
a famous Van Gogh’s painting, The Starry Night. The anonymous narrator,
pent up in a psychiatric asylum asks his lawyer to destroy documents inherit-
ed from his great uncle. Confronted with the hesitation of his interlocutor, he
tells him the story of the investigation led by this great uncle about a mysteri-
ous cult. He has gathered a file made of several documents, testimonies either
written or drawn and objects (the sculpture of a mysterious tentacled entity)
as clues. Leman thus follows Lovecraft’s plot, using flashbacks for each sec-
ondary narrative, but also double exposure to show letters, press cuttings,
diagrams, personal diaries, sea maps, sailors’ log etc. The film stages the testi-
mony of Henry Wilcox, a young sculptor haunted by dreams of an ancient
city, then that of Inspector Legrasse who was the witness of a strange ceremo-
ny in Louisiana (evoked by one of the cultists, the half-breed Castro), lastly
that of Johansen the sailor the only eye-witness of the catastrophe who before
his death consigned the events in his diary given to his wife. The professor
reads in this diary, which is converted into images, the discovery on an un-
charted south sea island of R’lyeh, a sunken cyclopean city from where emerg-
es Cthulhu, a cosmic entity which kills the sailors or drives them into madness
and then pursues the ship. If the incarnation of Cthulhu, a plastic puppet an-
imated in stop-motion, is unconvincing, the film offers a close rendering of the
short story’s narrative set up, mood, and substance. The image plays upon
expressionistic contrasts and uses projected shadows efficiently. Shots are
well composed, mostly close shots on the faces of the witnesses (reaction
shots) and slanted images. Leman emphasizes expressiveness, using heavy
make-up and low-key lighting. The sets are the result of a «bricolage» to quote
Genette, made mostly of cut out papers and plastic and they acknowledge
their artificiality. Digital technology serves to integrate all kinds of images.
The non-Euclidean character of the architecture of the city is rendered by
means of forced perspective, trompe-l’œil effects and extreme camera angles.
Mirror tricks are also used. The sequences animated in stop-motion are rather
crude but they pay a tribute to such creative artists as Willis O’Brien and Ray
Harryhausen. The same approach and technique is used by Sean Branney,
co-author of The Call of Cthulhu for The Whisperer in Darkness (2011), also dis-
tributed by the H. P. Lovecraft Historical Society. Among recent films, we
must mention Die Farbe (Huan Vu, 2010), a rather convincing adaptation of
«The Colour out of Space», but we will now focus on two adaptations of The
Case of Charles Dexter Ward: The Haunted Palace (Roger Corman, 1965) and The
Resurrected (Dan O’Bannon).
The Haunted Palace (Roger Corman) and The Resurrected (Dan O’Bannon)
Roger Corman’s Edgar Poe’s Haunted Palace adopts the title of a famous
poem by Poe (in «The Fall of the House of Usher»), but the film is actually an
adaptation of The Case of Charles Dexter Ward. Even if the credit sequence men-
tions, «from a story by HP Lovecraft» without quoting the title and aims at
exploiting Poe’s reputation, the script follows closely Lovecraft’s plot. The
text relies on a dual time frame: the occult activities of the witch Joseph Cur-
wen in the 18th century, his arrest, public trial and execution and his reincar-
nation a century later. Corman limits the historical episode to the opening
sequence that stages the beginning of a ritual aiming at conjuring up the an-
cient gods. This ritual, which consists of delivering to a monstrous entity a
young woman in a state of hypnosis, is interrupted by infuriated villagers.
The scene ends on the burning alive of the witch who before dying extends his
curse to the whole community. The modern plot is situated 110 years later,
towards 1850. Charles Ward, Curwen’s descendant comes back to the village
to take possession of the castle he has inherited. There is a striking likeness
between Curwen and Ward (Price plays both parts) and the villagers, still
submitted to the curse are convinced of Curwen’s return, which the narrative
will confirm by means of the portrait motif (as in the text). In the film, Curw-
en’s portrait is a fantastic object, used by the spirit of the dead sorcerer in or-
der to invest the psyche of his descendant. When Ward and his wife Ann (an
added character) enter the gothic mansion, what they see first is the portrait,
at the back of the frame, but radiating light. Ann Ward notices the uncanny
resemblance with her husband, exclaiming: «Charles it’s you! It’s absolutely
fantastic». The portrait is set upon the chimney, which confers the object a
spatial superiority. Several confrontations between Ward and the portrait
punctuate the film, partaking of the bewitching power of the portrait filmed
in close up. Psychic appropriation is conveyed by the shot reverse shot edit-
ing, opposing shots of Ward’s face in high angle and close ups on the painted
face of Curwen, with intense, burning eyes, filmed in low angle. The psychic
power is stressed by Ward’s fascinated face, constant and erratic changes in
his behaviour and decisions. His voice becomes more imperious, authorita-
tive, less modulated by softer inflexions in tone.
This shift of behaviour creates an uncanny feeling which triggers a fan-
tastic effect which is reinforced by the introduction of a voice over which
seems to emanate from the portrait. The low raucous voice is associated with
close shots and zooms on the portrait during the confrontation. A dialogue is
stablished between Ward and the portrait. The uncanny effect is emphasized
when the witch’s spirit enters Ward’s body. We start from a backward tracking
shot on the portrait enabling Ward to enter the frame. Another tracking shot
closes on Ward’s face whose expression has changed. The transfer is also ex-
pressed by means of a shift in colours. Curwen’s face turns greenish, which
links him to a corpse but also relates him to evil and the diabolical, even if it is
not the devil that is invoked, but the older gods who want to come back to
earth thanks to couplings with human beings, a task that Curwen has as-
signed himself.
After taking revenge from the villagers, Curwen resurrects, by means
of ritual incantations, his mistress, Esther Tillinghast, and he uses Ward’s wife
as a bait to contact entities. The film closes on the invasion of the castle by
villagers equipped with torches and the liberation by Dr Willett of Ward and
his wife. The evil portrait is burnt which suggests Curwen is vanquished, but
the last shot of the film frames Ward whose greenish face and imperious voice
suggests the spirit of the witch is still active in Ward’s body. Corman inte-
grates references to other Lovecraft texts, in particular «The Dunwich Hor-
ror», staging mutant monstrous villagers, victims of Curwen’s experiments.
While Poe privileges psychic interiority and anthropocentrism, Lovecraft
opens on a cosmic threat, which erases the importance of human presence.
The film ends on the disquieting look and smile of the man who pretends he
is Charles Ward. Man remains the spring of fear, not otherworldly monstrous
creatures. Corman’s film thus differs from Lovecraft’s stance. If Michel Houel-
lebecq underlines the accuracy of Lovecraft’s descriptions, it is to contrast
with the impression of limitlessness strikingly surging up and stressing
the idea of a scale discrepancy, which contributes to minimize all human
existence. Corman still refers to a Poesque conception of human evil rather
than highlighting cosmic evil.
Julian Petley (2007) mentions Ann Ward’s oneiric wanderings through
the haunted gothic palace, defined as a Lovecraftian locus. However these
nightly displacements remain confined within a house whose architecture is
conceived by man. Conversely in Lovecraft’s novel, Dr Willett’s wanderings in
the subterranean vaults of Joseph Curwen’s laboratory lead the reader into an
uncanny threatening space where man loses control. Even if he stages a diabo-
lical character, Corman never questions man’s status and position and his dra-
matic space is strongly structured by the towering presence of the gothic castle,
an objective correlate of Curwen’s potent mind that overpowers the villagers.
More than the corridors where the heroine wanders, we are struck by the gi-
gantic staircase leading to the cave where innocent victims are sacrificed to the
otherworldly creature held at the bottom of the well. This long flight of steps is
all the more conspicuous as it appears in a shot whose asymmetric composi-
tion reflects the mental unbalance of the main protagonist.
Corman also takes up Poesque archetypes emphasizing female charac-
ters absent in Lovecraft, Esther the dead mistress Curwen manages to resur-
rect and Ann Ward, under threat of the witch who seeks to replace her hus-
band and appropriate her body. Corman stresses the victimization of his
heroines as testifies the scene where Ann, walking through the dark corridors
of the castle is caught in a gigantic spider’s web. As she faints, the ominous
silhouette of a servant looms in the darkness. Corman displaces Lovecraft’s
return motif, «poétique du revenir» according to Helene Cixous (1972), fore-
grounding not the intellectual curiosity of the malevolent ancestor seeking to
question the dead and appropriate their knowledge but rather his romantic
longing for recapturing love beyond death (as in «Morella» or «Ligeia»).
If Corman succeeds in this poesque evocation, he fails indeed when he
tries to convey an idea of Lovecraftian cosmic otherness. Even though Cor-
man shows the monstrous entity Yog-Sothoth only briefly and almost out of
focus, he cannot visually express the sense of dread typical of the sublime ef-
fect and this fleeting vision cannot convey a paroxysmic moment of pure ter-
ror. It is mostly through sound effects that the director conveys a feeling of
terror. As Christophe Chambost (2017) states: «When the monster fleetingly
appears, Ann’s cries are mingled with the low roaring of the creature, the me-
tallic grindings of the railing and the low hammerings of the musical score»
(my translation). The aggressiveness of the soundtrack evokes the deregula-
tion of the sensory perceptions typical of Lovecraftian fiction. Despite these
shortcomings, Corman manages to illustrate a major Lovecraftian motif, that
of the possession of the human psyche by a superior force, coming from a re-
mote past of from cosmic outsidenesss, as in The Shadow out of Time. The excess
of Curwen’s experiments is more forcefully staged in The Resurrected.
Dan O’Bannon’s remains closer to the source text than Corman in some
respects. He highlights the story of Curwen’s resurrection thanks to alchemy
and science, but tones down the part played by Curwen’s portrait, contrary to
Corman who insists on its malevolent influence. O’Bannon keeps up the cir-
cular structure of the story, starting by the reference to Ward’s escape from the
lunatic asylum and ending on that so-called escape. The film is also closer to
the text as it stages the various phases in the investigation of the case and
dramatizes in particular the horrifying discoveries in Ward’s subterranean se-
cret laboratory. The film, like the text, lays stress on the gradual physical and
mental degradation of Charles, even quoting from the text when Ward ac-
counts for his ill heath by the mephitic emanations from the river. Numerous
details are kept, including names of characters like Dr Allen or Luke Fenner,
locations like the Pawtuxet farm, the presence of howling dogs, the reference
to awful smells and noises. The motif of vampirism, present in the text, is
clearly emphasized in the film. O’Bannon also keeps the time structure
(though he simplifies it) with a series of flashbacks, including a historical epi-
sode narrated in the diary of Ezra Weeden discovered by chance and taking
place in the 18th century at the moment of Curwen’s demise by a crowd of
angry citizens, after some macabre discoveries in the river.
However there are many important changes. First, the story is set in a
modern context and no longer in the twenties. It is narrated in the first person
and not by an anonymous narrator. Also while Ward’s story in the text ex-
tends over a period of ten years (from 1918 to 1928), it is condensed within 3
weeks in the film, which makes the narrative less verisimilar as when the in-
vestigator discovers by chance a manuscript in a suitcase. Another major
change is that it is no longer Dr Willet, an intimate of the Ward family who
investigates the case, but a private detective hired by Claire, Ward’s wife. Like
Corman, O’Bannon adds a woman character who does not feature in the text
and he also makes of Charles Ward, a young student of occultism in the novel,
an older, more mature character, an expert in pharmacology.
The film adopts some of the conventions of the film noir. The private
detective, John March2 becomes the major character and the narrator (in voice
over) of the story, hence the subjective colouring of his account. Claire is also
an important character, more as a victim than a femme fatale even though the
film adds a touch of romance that is never actualized, except in a dream. She
is also the one that tells the story of her husband’s growing insanity. Dr Willett
disappears completely and his part is very partially taken up by Drs Waite
and Lyman, (who also feature in the novel as alienists). However, as is stated
by Chambost, they are no longer related to insanity or occultism, but «deliver
pointed diagnoses on metabolism, the respiratory, cardio-vascular system or
the hormonal dysfunction of Ward/Curwen, thus increasing the rational dis-
course of the narrative» (Chambost, 2007; my translation).
Ward’s account of his research is more scientific than occult and all this
scientific metadiscourse tends to downplay the alchemical and occult quality
of Ward’s experiments. However, O’Bannon does not fully dispense with the
occult practices displayed in the novel and the remains of the alchemist and
cabalist, Nicholas Flamel and Robert Fludd are preserved in urns that are vis-
ible in Curwen’s underground laboratory in the long sequence of exploration
led by a party of three (while Willett is alone in the text). O’Bannon shows the
urns containing the ashes of famous men and stages, as in the novel, the spec-
tacular effects of the «essential salts». He also shows what happens when an
alchemical reagent is poured over the bones of the deceased Curwen, ena-
bling the witch to return to life under the mask of bearded Dr Allen. Theatrical
scenes display the monstrous entities that are the products of these experi-
ments and are an echo to the excessive nature of the story and the hyperbolic
style of the writer. O’Bannon insists on the one hand on the terrifying dark-
ness which envelops the protagonists in the underground labyrinth leading to
Curwen’s laboratory, on the other by hiding nothing of the unfinished mon-
strous creatures issued from disastrous experiments. He even takes up the
textual motif of the dropped lamp and the difficulty to lighten the place. While
Lovecraft only hints at the monstrously hybrid, unfinished appearance of the
failed experiments, stressing mostly the sounds coming from the various pits
of darkness, O’Bannon actually shows these creatures (reconstituted from
their remains), at least fleetingly, by means of a combination of puppetry and
stop-motion. The monstrous mouth of the creature found in the river is par-
ticularly suggestive while the special effects of the last scene of confrontation
between March and Curwen are less convincing, due to an excess of pyrotech-
nics, bluish and pinkish lights.
The shift from abstract to concrete, from intellectual terror to organic
horror can be felt in one of the last assertions of the alchemist: «Strong as my
hunger for knowledge may be, my hunger for food is so much stronger!». In-
deed the blood motif is quite amplified. In the novel it is implied that some of
the hybrid, creatures that are conjured up consume human flesh. In the film,
Ward himself (or rather Curwen) turns cannibal. When caught in a straitjack-
et, he demands fresh blood from Dr Lyman, the woman psychiatrist. During
the final confrontation, while Curwen is intent on devouring March, he ad-
mits his victory will be complete when acquiring a new set of teeth to substi-
tute himself for Charles and possess his wife.3 Curwen’s last remark under-
lines the danger linked to destructive orality and shows him as a sexual
predator as in Corman’s film. This sexual motif has little to do with Lovecraft,
3 «Mrs. Ward will be pleased, yes... especially when my teeth are fixed!».
4 «I made it look like Charles had escaped. I wanted to spare [Claire] the truth... Pfff.... The truth...
Whatever that means».
quoting from «forbidden books», but we shall focus on 2 examples: the Qua-
termass series (briefly) and John Carpenter’s apocalyptic trilogy.
traumatic past, the omnipresent mist that recalls «The Strange High House in
the Mist» and from which emanate malevolent and vengeful entities (the
ghosts of the sailors, victims of the shipwreck) coming from oceanic depths.
The Thing (1982), a remake of Hawks and Nyby’s film, stages an arctic
space, icy and snowy, taking up the frame of «At the Mountains of Madness»,
the narrative of a scientific expedition who discover a city buried under the
ice, strangely shaped fossils, then corpses of extra-terrestrial entities (the Old
Ones). The scientists are finally confronted with protoplasmic monsters, the
shoggoths. In Carpenter’s film, a group of scientists discover the remains of a
space ship and shelter a mysterious shape shifting entity, capable of incorpo-
rating animal or human organisms and taking up their physical appearance.
Hence the paranoia that prevails in the group as any one becomes suspicious
of the other’s true identity. This entity recalls on the one hand the shoggoth, a
physically unstable creature, on the other hand, the thing of cosmic origin that
causes the degeneracy of vegetables, animal and human beings, following the
fall of a meteorite in «The Colour out of Space».
The arrival of the Thing is shown in the first images, with the crash of
the flying saucer. Carpenter’s protoplasm is rather frightening: each part of
the Thing is potentially autonomous and the organism incorporates its vic-
tims to imitate them in a form of devouring process at cellular level. Given
time, the creature assumes full likeness with the model: appearance, intelli-
gence, voice. A computer simulation made by the biologist indicates that if the
Thing reaches a civilized zone, it would only need 27 hours to contaminate
the whole world population.
As in Lovecraft’s story, the narration is subjective. The main events are
focalized by Blair the doctor, then McReady the pilot. The main interest is to
convey a sense of paranoia that invades the team. All is based on the fact that
from Bennings’ first assimilation witnessed by Windows, anyone can be the
Thing. The spectator never knows more than the characters (in Lovecraft the
narrator knows everything, which is a major difference) and Carpenter even
breaks the rule of character identification by casting doubt on McReady him-
self, suspected of being the Thing and staged very ambiguously, via a shot of
the door slowly opened or almost zombified by the cold. We have to wait for
Norris’ reanimation (and the mythical sequence of transformation) in order to
feel confident he is still human. In the final scene, two survivors are confronted
but we wonder who is the Thing. While Lovecraft’s protagonist comes back to
civilization, Carpenter’s hero seems condemned and so is humanity. Through-
out the Apocalypse trilogy, Carpenter films fear: that of John Trent in In the
Mouth of Madness, that of a group of students and of the priest in Prince of Dark-
ness, and that of scientists in The Thing. A great number of shots at the close of
sequences show terror on faces. After the neutralization of the various incarna-
tions of the Thing (the monster in the dog kennel, the incineration of Bennings,
the spidery head), but also following the various phases in understanding its
behaviour, the close up on the fretful face of Blair, that is autopsy and comput-
er simulation. This exhibition of fear partakes of the principle of the Lovecraf-
tian narrative that chooses empathy by showing the effects of horror on the
characters to who the spectator is linked by an identification process.
The Thing is original in its Lovecraftian approach because of its direct,
frontal exhibition of the unnameable. If paranoia is the nodal point of the film,
the unnameable is its focal point, at the centre of his aesthetic project. The
choice of the title is revealing; the «Thing» is an entity that cannot be precisely
defined. Here the unnameable is visible, yet still conceptually disturbing. The
nature of the threat is singular: it has no multicellular shape of its own and
simply imitates the life forms it absorbs. The profusion of identifiable forms,
coming from different animal species, organically linked against all cohesion,
brings a form of de-familiarization. Thus the autopsy sequence of the dog-
thing is subverted as far from objectifying the threat, it casts even more doubt
as to the true nature of what is seen. Something looks like a skeleton, but it is
shapeless and there are also insect-like excrescences in a magma of flesh, eyes
and mouths. Rob Bottin completely renews the aesthetic frame of classical
representation of the creature, using all kinds of technical devices: makeup,
prosthetics, animatronics, hand puppets etc. Norris’ entire torso opens on a
mouth full of teeth that devours Dr Cooper’s arms. From the body surges up
a gigantic lump of flesh with thin tentacles and stunted human members.
Norris’ first head escapes, hides under the desk and reappears with insect-like
legs and eyes.
Here the unnameable stems from an excess of analogies with some-
thing known rather than an absence of analogy. Horror cannot be denied but
can’t be defined. The creature is never seen completely and rearranges its
physical appearance constantly, according to its current needs. It is thus akin
to the Lovecraftian shoggoth depicted as «a congeries of iridescent bubbles»
or «multicellular protoplasmic masses able to fashion their tissues as provi-
sional organs». The Thing does not allow conceptualization. Seeing it brings
even more confusion, disarray and panic. When it sticks to one specific shape
(an animal or a human being), it constitutes an even more horrifying hidden
threat, off screen.
Prince of Darkness
5 This title conflates two references to Lovecraft: «Mouth» echoes «The Shadow over Innsmouth»,
«madness» reminds of «At the Mountains of Madness».
writer who has vanished. Cane has in fact found refuge in Hobb’s End, a fic-
tional city, which is the privileged setting of his fiction. When he finally finds
Cane, Trent realizes he is also a fictitious character meant to bring to the world
Cane’s last book, which will cause apocalypse.
The references to Lovecraft are numerous. The titles of Cane’s novels:
The Thing in the Basement, The Hobb’s End Horror are derivative of those of
HPL’s stories like «The Thing on the Doorstep» or «The Dunwich Horror».
Lovecraft also uses fictional cities like Arkham, the fictional double of Provi-
dence, or Innsmouth, which like Hobb’s End is the backcloth for various
forms of hybridization. The hotelkeeper, Mrs Pickman, is a clear reference to
«Pickman’s Model». She keeps her husband chained behind the bar and even-
tually turns into a tentacled monster, armed with an axe. In this hotel, Trent
finds a strange painting where the characters seem to move within the frame,
recalling the animated portrait of Joseph Curwen. Cane’s last novel relies on
the seminal concept of the return of the Gods as cosmic entities preparing to
invade the world. These creatures are first perceived almost subliminally in a
flash forward fast edited sequence. Then they mostly remain off screen but are
shown again by Cane behind the door that separates reality from fiction.
When the door yields under the pressure, the creatures go after Trent through
a kind of damp uterine corridor. Their monstrous hybrid morphology explic-
itly recalls Lovecraftian Cthulhuoid or frogmen creatures.
Sutter Cane’s novel also develops the idea of the artist as mediator be-
tween men and Gods. In Lovecraft’s fiction, the cosmic entities communicate
with artists by entering their dreams and suggesting apocalyptic visions as in
«The Call of Cthulhu» where Wilcox the delirious sculptor visualizes the sunk-
en city of R’lyeh. In the film, the monsters from outside dictate Cane the con-
tents of his books. Carpenter also introduces the motif of the forbidden book
whose reading leads to insanity. While Lovecraft asks Randolph Carter to re-
member he is dreaming and thus that his adventures were his own creation,
Carpenter in the same line throws Trent, his rational alter ego in a story where
he becomes aware of his own fictional nature. The film stages a very complex
space, both restricted and open on an infinite space and time. The fictitious
space of Cane’s prophetic literature contaminates Trent’s intra-diegetic world.
The arrival at Hobb’s end, governed by unknown laws, signifies the loss of
space landmarks, the circularity of the journey and the dead end because of the
deregulation of time. The tunnel-shaped bridge leading to the little town func-
tions like a geographic boarder and is linked with a change of ontological sta-
tus. Trent and Styles are printed/photographed by a blinding light (a series of
flashes) and become fictional beings or film reel beings. Cane, a demiurgic
writer found refuge in a Black byzantine church (evoking that of «The Whis-
perer in Darkness») which is described in his novel and also features in the
hotel painting, as a hidden image. Linda Styles who surprises Cane typing his
manuscript is «printed» by the writer who presses her face on a printing ma-
chine in order for her to see/read the truth contained in the pages. Styles sees
a series of fast edited images adumbrating the fate of the main characters.
When she raises her head, blood runs out of her eyes as if the vision were too
intense to bear. When she embraces Cane, the latter mutates into a monstrous
octopus-like creature. Linda herself undergoes a transformation process as an-
nounced in the proleptic images. Cane tells Trent that all he has been doing is
already written in his unpublished last book, In the Mouth of Madness.
Trent is thus not only acted upon, but also conceived by Cane who claims
his power, with a wink to René Descartes’ cogito: «You are what I write... I think
therefore you are». Cane then tears off his own face as if it were a mask, but
underneath the mask, there is no flesh but only printed text. Through the ripped
off page, a big hole reveals Trent and Styles, on the other side of the printed
page, in the long intra-uterine corridor leading to reality. While Trent bends
over the rip in the page, Styles reads a very Lovecraftian text, part of Cane’s
novel: «Trent stood at the edge (...) stared into the illimitable gulf of the un-
known, the stygian world, the yawning black beyond».
Abandoning Styles who already knows the end of the novel, Trent flees
through the corridor, pursued by the monsters and finds himself out of the
village. Back in town, Harglow the publisher tells him that Styles never exist-
ed; that the manuscript he destroyed is already published and adapted to the
screen. After an ellipsis, we learn that the book has driven people insane.
Trent himself, reproducing the earlier act of the homicidal literary agent kills
a reader with an axe. It is the end of the flashback and the hero is found again
in his psychiatric cell, another Lovecraftian topos. An ellipsis reveals an emp-
ty asylum, totally shattered. The radio reveals that a form of collective mad-
ness has spread through the country. Trent escapes from the asylum and
reaches the town. He finds himself, an ultimate metaleptic shift, in front of a
movie palace that screens In the Mouth of Madness, where he (John Trent and
not Sam Neill) plays the main part. Trent watches the filmic images we just
saw and is seized with a hysterical laughter (a shot already seen previously in
flash-forward images). What was projection in the future is now retrospective.
The frontier is blurred between written text in the film, fictitious film adapting
a fictitious novel and real film containing all other narratives.
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Recibido: 11-07-2018
Aceptado: 30-03-2019
Resumen
81
Mikel Peregrina Castaños
Abstract:
R
1. Introducción
1 Se debe entender por mitopoiesis al conjunto de obras de un autor que generan todo un conjunto de
personajes, acontecimientos, espacios y cosmogonía que configuran una mitología propia, concepto que
se puede observar en autores como J. R. R. Tolkien, C. S. Lewis, F. Herbert y G. MacDonald, Cesare Pa-
vese y, claramente, H. P. Lovecraft.
Amid the new respect won by Lovecraft, though, it is easy to forget that his
work emerged from and into a popular culture characterized by commerciality,
disposability, sensationalism, and tawdriness. [...] If the continuing popular ap-
peal, rather than the literary or philosophical importance, of Lovecraft and the
mythos is to be explored, it is in equivalent areas of mass culture that the evi-
dence will be found (Jones, 2013: 229).
2 Los ejemplos al respecto son múltiples: películas de influencia directa como Necronomicon (1983), de
Brian Yuzna, Christophe Gans y Shusuke Kaneko, o indirecta, como Alien (1982), de Ridley Scott, o The
Thing (1982), de John Carpenter; juegos de mesa y de rol, como The Call of Ctulhu (1981), de Sandy Peter-
sen, o Arkham Horror (1987), diseñado por Richard Launius; cómics, como Providence (2015-2017), escrito
por Alan Moore e ilustrado por Jacen Burrows; o videojuegos, como Alone in the Dark (1982), diseñado
por Infogrames.
3 Existió un grupo español en los ochenta llamado Ktulu, pero la única referencia a Lovecraft residió
en su nombre. A parte de esos grupos, alguno ha incluido alguna referencia lovecraftiana en canciones
concretas, como la parodia de Gigatrón «Cthulhu Piscinas», en el disco The Aluminium Paper (2017).
4 Conviene destacar aquí que, aunque se incluyan conceptos musicales, el presente estudio se centra
más en el análisis de las letras de las canciones. Quedaría, de ese modo, para un trabajo paralelo, un
análisis más detallado de la estructura musical de las canciones destacadas.
das esenciales como Barón Rojo y Obús, soportadas por un sello discográfico
potente como fue Chapa Discos. Pero a partir de 1986 esta época dorada em-
pieza a desaparecer. La progresiva mala prensa que adquirió este estilo musi-
cal a causa de diversos incidentes en algunos conciertos a manos de radicales,
y la desaparición del apoyo institucional y del acceso a medios masivos como
la televisión, así como la apuesta de discográficas por otros tipos de música
más de moda y con mayor salida comercial, como el pop, fue relegando el
metal en España a un segundo plano. El panorama resultó baldío hasta que en
la segunda mitad de los años noventa poco a poco el género reestructura su
subsistencia construyendo un nicho de mercado creciente.5
En primer lugar, surgieron nuevos grupos que apostaron por hibridar
el metal con otros estilos musicales como el rap, el funk, el punk o el ska, di-
versificando la oferta para alcanzar mayor cota de mercado. Además, empe-
zaron a aparecer discográficas especializadas en el género, y muchos grupos
optaron por autofinanciar sus producciones. En tercer lugar, han ido creando
circuitos especializados de segunda o tercera categoría en donde poner en
escena sus apuestas musicales, a lo que hay que sumar la cada vez mayor
presencia de festivales de metal de primer orden internacional en España,
como el Leyendas de Villena. También ha habido una cierta reapertura por
parte de los medios masivos al metal, como el programa de radio El vuelo del
Fénix. Finalmente, las nuevas posibilidades de difusión en Internet, aunque
arma de doble filo por el daño que suponen las descargas ilegales, también
han ayudado al surgimiento de muchos grupos que no requieren así la nece-
sidad de una empresa discográfica que respalde y promocione su obra, con
los consiguientes gastos que supone. Todo ello ha hecho que en las dos déca-
das del siglo xxi el metal eclosione con fuerza en España con grupos clásicos
que siguen en activo a través de conciertos, como Barón Rojo, punteros de
larga trayectoria, como Hamlet, o modernas apuestas, como Vita Imana.6
El heavy metal ha sido uno de los géneros musicales con más ramifica-
ciones existentes, muchas de las cuales se deben a razones elementales como
el ritmo o la inclusión de cierta instrumentalización, más que fundamentarse
en directrices claramente divergentes (López Martínez, 2009: 24). Muchas de
ellas provienen de una fusión con otros estilos o de fusiones entre ellas, pro-
vocando un maremágnum de híbridos. Los principales subgéneros del metal
son el trash metal, el speed metal y el power metal (relativas estas a la velocidad
de ejecución instrumental), variedades extremas como el death metal, el black
5 Para un historia más detallada del metal en España, véase López Martínez (2009: 8-75).
6 Sobre el estado del metal extremo en la actualidad en España, véase Salva Rubio (2016: 373-392).
metal o el doom metal, variedades más melódicas como el gothic metal, otras
más clásicas o experimentales como el metal progresivo, o el metal alternativo, o
variedades más electrónicas como el metal industrial, o hibridismos como el
nu metal, que incluye elementos del hip hop. De toda esta raigambre de estilos
metaleros, los ocho grupos objeto de estudio se incluyen, principalmente, en
las variedades extremas antes citadas, con las especificaciones de Yuggoth,
que incluye elementos del folk metal, y Back to RʼLyeh, cuyo estilo se considera
dentro del metal vanguardista. Siguiendo a Salva Rubio:
Podemos definir el metal extremo como una tendencia popular musical basada
en el rock, cuyos orígenes se remontan a los primeros años 80, que se caracteri-
za por englobar dentro de dicho término-paraguas gran cantidad de formas y
estilos musicales, muchos de ellos con pocos rasgos comunes, aunque todos
ellos basados en la búsqueda de sonidos extremos7 (oscuros, veloces, lentos, vio-
lentos) que la música pueda crear (2011: 25).
7 En cursiva en el original.
8 Deben entenderse estos tres términos en relación a como fueron descritos por Burke, Shaftesbury y
Addison respectivamente. El primero refleja la idea de grandeza que conduce al espectador u oyente a
un éxtasis más allá de su capacidad racional. En segundo lugar, Shaftesbury concebía lo bello como lo
que produce placer desinteresado, sin necesidad de buscarle algún otro fin o utilidad, es decir, algo es
bello simplemente porque lo consideramos bello. Finalmente, lo pintoresco hace referencia a un estímu-
lo surgido del mundo de los sentidos y que genera una emoción que conduce al artista a inmortalizarla
en una obra. Se trata de la idea del placer que causa lo nuevo y lo singular y que activa la imaginación
y hacer huir del tedio y de lo conocido.
9 Tras la redacción de esta investigación, Keziah ha continuado experimentando en este veta lovecraf-
tiana con su disco The Unknown (2019), donde exploran el miedo que surge de la contemplación de la
bastedad de lo desconocido.
y que se dirige a la audiencia como un poder oculto que amenaza toda exis-
tencia, como se aprecia especialmente en la segunda canción, «Sleep»:
rectas a Lovecraft ni a los mitos, ya que la relación con la obra del escritor es-
tadounidense les llega a Cuerno de forma indirecta, a través de los también
ocasionales elementos lovecraftianos que aparecen en las bandas de música
que toman como referentes.
Otro subgénero del metal extremo es el death metal, el cual consiste en
una fusión del gusto por la velocidad alternada con la exploración de tempos
más lentos y armónicos, la ruptura de estructuras musicales tradicionales,
guitarras con afinaciones graves, la contundencia y pesadez en la batería y las
voces guturales (Rubio, 2016: 64-67). Se pueden encontrar interesantes carac-
terísticas en común entre este estilo y la música que Lovecraft describe en su
obra, especialmente cuando menciona que los protagonistas oyen voces extra-
ñas, sonidos imposibles para una garganta humana que parecer provenir de
otra dimensión. El death metal consiste en gritos guturales que vienen de con-
trol de la garganta y del estómago para producir el efecto de que el oyente esté
escuchando la voz de un demonio.10 En ese sentido, se puede decir que el
death metal se centra en recrear el siniestro tono de las criaturas descritas por
autores como Lovecraft (Norman, 2013: 196).
Un ejemplo de este acercamiento lo presenta el grupo Al Azif, que com-
bina el death con el tash metal. El nombre de la banda ya remite al título árabe
del Necronomicon, el grimorio ficticio lovecraftiano que tantas ficciones y ensa-
yos esotéricos ha generado.11 El libro sería un compendio de saberes arcanos y
de ritos mágicos que pueden conducir al lector a la demencia o a la muerte. Es
el libro de los muertos, un grimorio con fórmulas mágicas para la invocación
de criaturas sobrenaturales propias del universo de los mitos de Ctulhu.
La banda se creó en 1999 y hasta la fecha han publicado tres discos, la
demo H. P. L. en 2004, clara referencia al escritor de Providence, el EP La nueva
plaga en 2011 y en 2015 el disco Sombras sobre una pared calcinada. No todas las
canciones incluyen menciones específicas a la obra de Lovecraft, y cuando lo
hacen, estas se entremezclan con temas sociales, políticos o bélicos. No obs-
tante, conviene destacar algunas canciones, al menos, de su último disco,
como «El horror», «Perros de Tíndalos» y «Ritos de Locura». Así, por ejemplo,
en «El horror» aparece la idea de unos dioses malignos que aguardan su ad-
venimiento sobre una humanidad adormecida en una realidad injusta. En
10 Los vocalistas realizan aquí una exploración de las posibilidades vocales con registros que exploren
la expresión de lo oscuro y violento del carácter humano, siguiendo así el camino pedagógico trazado
por artistas como Roy Hart (Lowry, 2009).
11 En «The History of the Necronomicon», (escrito en 1927, publicada en 1938), un falso ensayo filológi-
co acerca de la etimología e historia de este libro, Lovecraft explica que el término árabe Al Azif se refie-
re al rumor que hacen algunos insectos por la noche, aspecto que se relaciona con augurios de muerte.
«Perros de Tíndalos» se hace referencia a las criaturas ideadas por Fran Ber-
nard Long, escritor perteneciente al Círculo de Lovecraft. Aquí estos seres
acechan a un personaje, que no consigue escapar de una muerte segura, aun-
que desconoce su culpa y el motivo de la persecución:
12 Aunque por motivos artísticos prefieren no hacer públicas sus letras, en la web de Encyclopaedia
Metallum las etiquetan como ocultistas, abisales, de violencia cósmica y con influencia lovecraftiana.
13 No confundir con la banda homónima gallega.
14 He sido incapaz de contactar con la banda y encontrar las letras de las canciones de este disco.
Gift of obscurity
Harvesters of chaos
Harbinger of emptiness
Forgotten and lost
Chronicler of pathos
(Nihil, 2013)
(Nyctophobia, 2014)
mente densa y bastante oscura. Aun así, a pesar de la gran cantidad de soni-
dos al mismo tiempo, nada da la impresión de estar saturado e incluso las
voces no dejan sabor amargo. Con una mezcla de graznidos, ladridos y gri-
tos son capaces de preservar la atmósfera musical y la tensión características
de este estilo musical.
El disco se compone de ocho canciones cortas y de rápida ejecución,
en las que abundan en todo momento las referencias a los mitos de Ctulhu,
como los perros de Tíndalos, o Tsathoggua, o Yog-Sothot. Algunas de las
pistas describen intentos de invocación fallida, lo que provoca funestas con-
secuencias a los invocadores que acompañan a la voz narradora que las
cuenta. Los ambientes también remiten a la nocturnidad, a espacios de su-
perstición como los cementerios, o a lugares con construcciones imposibles
de estructuras no euclidianas, aspectos que también aparecen en los textos
de Lovecraft. Además, la visión o el contacto con lo sobrenatural también
provoca una lacra en la voz narradora, convirtiendo al personaje en un ser
maldito perseguido por fuerzas oscuras, como sucede en «La condena de
Sargon». A su vez, también existe cierta modernización de los temas love-
craftianos, con la inclusión, por ejemplo, de las drogas. De este modo, «Un
loto negro» presenta un viaje psicotrópico al consumir el personaje esa mis-
teriosa planta. En ese viaje, retrocede al origen al mundo hasta toparse con
los ojos de un primigenio. Se aprecia, en conclusión, que la mitopeia love-
craftiana impregna de manera clara las letras de GhÜl, banda que presenta
un conocimiento más profundo y directo de los mitos de Cthulhu que el de
otros grupos previamente mencionados.
(Yuggoth, 2015).
(Yuggoth, 2015)
Iä Iä Shub-Niggurath!
(Yuggoth, 2015)
15 En el momento de redacción de este artículo, Back to R’Lyeh en los últimos avisos de su cuenta de
Facebook indicaban que estaban trabajando en un nuevo disco.
Entonces son atacados por una horda de seres reptilianos, que masa-
cran a la expedición, menos a Abscond, quien consigue escapar. En «Gosht &
Vengance» han pasado varios años y el personaje, perseguido por el recuerdo
la siguiente indicación: «These words are forbidden and bear unholy ancient
powers related to Tsathoggua» (Back to RʼLyeh, 2016). Esta deidad es fruto de
la imaginación de Clark Ashton Smith, uno de los escritores del círculo de
Lovecraft, y se menciona por primera vez en «The Tale of Satampra Zeiros»
(1929), desde donde pasó a formar parte del panteón de los mitos de Cthulhu.
La primera pista de este EP de Back to RʼLyeh, «The McMurdoʼs State-
ment» constituye una declaración del personaje que da título a la pista donde
solicita los fondos de una sociedad en nombre de una extraña organización
denominada la hermandad Kadishtu. McMurdo se presenta como un ser to-
cado por fuerzas desconocidas, un portador del cambio que liberará a los
miembros de esa sociedad, anclados por reglas desfasadas. En todo momento
los menosprecia al considerarlos mentes débiles y los chantajea con desvelar
sus secretos si no apoyan su propuesta:
detalles que recrean el rito invocador por parte de los sectarios de la hermandad
Kadishtu. Ello recalca a su vez una oposición a las ceremonias religiosas presen-
tando, como hizo Lovecraft, una cosmogonía ficticia que realmente reniega de
la de las religiones conocidas porque se presenta como superior e intemporal.
Además de la mención a Tsathoggua, otros elementos lovecraftianos
claros son la invocación demoníaca realizada en un lenguaje ininteligible, la
presencia de una sociedad secreta relacionada con lo sobrenatural que está
más allá de la realidad conocida, «a cult built in terror, based in blood» (Back
to R’Lyeh, 2016), y la presencia de esa voz homodiegética que domina espe-
cialmente la última pista, donde reflexiona sobre el arcano rito realizado y sus
consecuencias, con la intención de racionalizar el hecho fantástico, aspecto
que termina en fracaso.
6. Conclusión
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cronomicon, David Films, Estados Unidos.
Recibido: 09-12-2018
Aceptado: 13-04-2019
Resumen:
107
Julio Gutiérrez García-Huidobro
Abstract:
This paper intends to review some of the inherent rhetorical resources from comics, in
some adaptations Alberto Breccia did from diverse short stories from the Cthulhu cy-
cle. Through the analysis of diverse techniques, it will shed light on the way Breccia
rebuilds the elliptical representations of Lovecraftian horror, from a point of view
which may be traceable through the adapter’s discourse. Consequently, it will be
demonstrated that in the adaptation process, besides the fundamental role of the
adapter’s point of view, the «rules of the medium», or media affordances, are relevant
to the adaptation process. Hence, we will study some of the short stories adapted by
Breccia in order to discover his reconstruction procedures to recover the cosmic horror
that the American writer imprinted on his works and the way the Uruguayan artist,
through adaptation, conceived such representations and gave them shape through his
interpretation using media affordances.
R
La adaptación en Breccia: una exploración de los límites de un medio
puedo asegurarle que durante dos o tres años —no recuerdo cuánto tiempo me
llevó— viví completamente inmerso en el mundo de Lovecraft. Rechacé otros
trabajos y lo único que leía era Lovecraft y estudios sobre su obra. Al mismo tiem-
po experimentaba con nuevas técnicas en un intento de devolver, con la mayor
fidelidad posible, lo que el escritor imaginó en sus historias (Breccia, 2003: 10).
A comienzos de los años setenta, Breccia exploró la brumosa región que se ex-
tiende entre la Historieta y la Literatura. Los motivos que lo impulsaron eran a
la vez de orden teórico (cómo mezclar los géneros sin descontextualizar la
esencia de cada uno de ellos), formales (enriquecer la gramática historietística
con nuevos artificios narrativos) y estéticos (Imparato, 2011: 115).
Estos tres ejes con que Imparato describe el mapa de ruta de la obra
brecciana tienen su particular aplicación en las adaptaciones que realiza Al-
berto Breccia: desde Los Mitos de Cthulhu hay una intención de investigar las
posibilidades del medio para expresar gráficamente aquello que Lovecraft
produce en el lector a través de elipsis y tensiones entre lo real, lo verosímil y
lo fantástico. Por otro lado, en casos como las versiones de los cuentos de Poe,
Breccia recorre los límites y confluencias de dos medios narrativos distintos y,
a través de la exploración formal del cómic, busca aunar un lenguaje que en-
carne de una manera nueva el relato. Asimismo, sus esfuerzos abren otras vías
exploratorias de la adaptación hacia la «actualización» o recontextualización
de los hipotextos para ponerlos en tensión con su propio contexto sociohistó-
rico, como hace en su versión de «William Wilson» o «La máscara de la muer-
te roja». En cuanto al eje estético, resulta evidente el trabajo con la tinta, los
tonos de gris y el trazo para lograr ilustraciones excepcionales.
Considerando lo anterior, es posible afirmar que Breccia explora en sus
adaptaciones varios de los modos en que el hipertexto puede relacionarse con
el hipotexto, de acuerdo con lo planteado por Thomas Leitch (2009), y que
asimismo comentan Hutcheon (2006) y otros autores. No obstante lo anterior,
se pondrá relieve en las tensiones y variaciones que los rasgos discursivos del
medio secuencial aportan al dibujante para reconstruir los relatos de Love-
craft que transpone desde su propia lectura de los mismos. Esto, porque en las
adaptaciones de Breccia aparece un constante esfuerzo por explorar los alcan-
ces de los rasgos retóricos del medio secuencial, al punto de que muestra un
alto grado de riesgo al experimentar con los materiales y propone una inmen-
Es, pues, a partir de sus inquietudes de lector que Breccia busca explorar
los límites del lenguaje del cómic para reescribir secuencialmente las obras lite-
rarias de Lovecraft, adentrándose en la frontera de la literatura y la narrativa
secuencial al explorar lo que llamaremos los media affordances del cómic: aque-
llas cualidades propias del discurso del medio que lo distingue de los demás.
En esta misma línea, puede agregarse algo más sobre las mecánicas des-
de las que Breccia debe reconstruir la fuente, esta vez a propósito de los propios
affordances del texto literario. La construcción del horror en la narrativa literaria
nace desde la misma palabra o su ausencia, como plantea Jesús Palacios:
entrevista en todas partes, pero resulta imposible de ver en ningún lugar con-
creto» (Bauman, 2015: 10).
Tanto Breccia como Lovecraft son conscientes de los alcances retóricos
del horror que se alimenta de lo ambiguo, y desde esa matriz común hipotex-
to e hipertexto dialogan y tensionan en una dialéctica de autonomía y recono-
cimiento y homenaje que describe Hutcheon (2006).
Hay otra noción que puede aportar a comprender por qué el horror
lovecraftiano transita exitosamente de un medio a otro en la transposición de
Breccia: el horror es una sensación, una idea de algo que se gesta pero es im-
preciso y ambiguo. Es una noción de peligro que no alcanzamos a dilucidar ni
delimitar, y que por tanto somos incapaces de afrontar apropiadamente por
desconocer su naturaleza. Para efectos de la adaptación, esta naturaleza ambi-
gua es una verdadera ventaja para productivizar los affordances del medio en
el cual se realiza la transposición para trasladar el miedo, replicarlo, pero res-
petando las reglas retóricas que rigen, en este caso, el cómic. Finalmente, no se
trata de los monstruos cósmicos en sí, sino que del modo en que son o más
bien no son representados: «la oscuridad no es causa del peligro, pero sí el
hábitat natural de la incertidumbre, y por tanto, del miedo» (Bauman, 2015:
10). Esta idea de Bauman puede replicarse, a modo de analogía, en función de
la adaptación: el medio no es la causa del efecto final en el lector, pero sí el
hábitat natural de la retórica que lo propicia.
Con respecto a esto mismo, y poniendo el foco en el proceso de la adap-
tación, el modo de hacer transposición del horror de Breccia exige comprender
este proceso hipertextual como un traslado que va desde una lectura particular
(que, como ya se dijo, queda plasmada en una «poética visual») que decanta en
una reescritura que transparenta dicha lectura. En su definición de la ficción de
lo extraño (weird fiction), Thomas Ligotti propone unos conceptos que pueden
ser de gran provecho en esta explicación de los métodos y modos breccianos
de transposición del horror Lovecraftiano: en su ensayo, el escritor afirma que
se trata solamente de un tipo de relato, «y un relato es un eco o transmutación
de la experiencia, al mismo tiempo que también es una experiencia por dere-
cho propio, diferente de cualquier otra en cuanto a cómo acontece y cómo es
percibida» (Ligotti, 2016: 22). Del mismo modo, la adaptación es una transmu-
tación de la experiencia de lectura del adaptador, para hacerla patente, legible
y asimilable por el lector. Esa doble vía de favorecer el reconocimiento de la
obra y la propia interpretación del adaptador es la base que Breccia toma en
cuenta en la reescritura de los relatos lovecraftianos del ciclo de Cthulhu. El
dibujante uruguayo, por medio de la aplicación de materiales y la composición
describir con mucho detalle las criaturas que pululan sus cuentos, de modo
que el lector es quien reconstruye, con su propio imaginario de lo aterrador,
dichas imágenes. El adaptador se mantiene en esa misma línea, a través del
uso de tinta diluida en aceite, trazos muy finos para configurar dibujos figu-
rativos que contrastan con pinceladas gruesas y manchas que reconstruyen
las escenas terroríficas de los relatos, entre otros recursos. A continuación, se
verán algunos casos puntuales.
Por otra parte, en la adaptación del cuento «La cosa en el umbral» ocu-
rre algo similar. Hay un apego a la fuente similar al de «El ceremonial», sólo
que en este caso el peso de la presencia de la poética visual del adaptador es
más notorio y hay una notoria condensación de los núcleos a lo largo de la
narración. En la versión, Breccia emplea nuevamente la técnica de la tinta di-
luida en aceite para hacer contrapuntos entre dibujos figurativos y otros más
icónicos, sólo que en esta ocasión ambas técnicas acaban fusionadas en algu-
nas viñetas como buscando distinguir la atmósfera de este relato del anterior-
mente revisado.
Hay otros casos en los que también se puede apreciar la compenetración
de las dos técnicas mencionadas, de modo que el adaptador hace emerger su
interpretación de la obra en la técnica empleada. La combinación se condice con
las cosas que el amigo del narrador, Edward, le relata acerca de su misteriosa
mujer Asenath y su familia, esto mezclado con las observaciones de cómo éste
iba tomando progresivamente la extraña apariencia reptilesca de su esposa y su
desaparecido padre. Breccia procura imitar los rasgos faciales de ambos perso-
najes, así como también de la servidumbre, algunos cuadros más arriba. La téc-
nica usada en los dibujos integra las dos tintas ya mencionadas, de modo que lo
figurativo se fusiona con la textura del trazo diluido (Figura 3).
Figura 5. El monje mirando al mar, de Caspar David Friedrich (óleo sobre tela, 1809)
—Es mayor que un establo... todo hecho de cuerdas retorcidas... Tiene una for-
ma parecida a un huevo de gallina, pero enorme, con una docena de patas...
como grandes toneles medio cerrados que se echaran a rodar... No se ve que
tenga nada sólido... es de una sustancia gelatinosa y está hecho de cuerdas
sueltas y retorcidas, como si las hubieran pegado... Tiene infinidad de enormes
ojos saltones... diez o veinte bocas o trompas que le salen por todos los lados,
grandes como tubos de chimenea, y no paran de moverse, abriéndose y cerrán-
dose continuamente... todas grises, con una especie de anillos azules o viole-
tas...¡Dios del cielo! ¡Y ese rostro semihumano encima...! (Lovecraft, 1991: 48).
implícito, que sigue el rastro dejado por Breccia para reconstruir el monstruo.
De acuerdo con Carrera, el catalizador del terror es el mal y la monstruosidad
(2015: 79). En el caso de Lovecraft, la monstruosidad se materializa en lo elíp-
tico, lo evanescente, lo indecible e inefable. Breccia sigue la misma pista y
transposiciona esa monstruosidad a través de trazos que rozan la abstracción
pero que remiten muy lejanamente a un esbozo de figuración, a la vez que
distorsiona al máximo las escalas y las distinciones de tamaño, desestabilizan-
do, así, las proporciones convencionales de la figuración gráfica.
¿De qué lóbregos avernos de terror propios del diabólico Aqueronte, de qué in-
sondables abismos de conciencia extracósmica, de qué sombría y secularmente
latente estirpe infrahumana procedían aquellos semiarticulados sonidos medio
graznidos medio truenos? De repente, volvían a oírse con renovado ímpetu y
coherencia al acercarse a su máximo, final y más desgarrador frenesí.
De hecho, son esos últimos sonidos que articula la criatura los que Breccia
reproduce en la viñeta, «dibujando las letras» desde el vacío que queda al borrar
zonas del difuminado. Ese método inverso de dibujo, usando el vacío, representa
de algún modo el modo antinatural en que la criatura articula sonidos. Llevando
los affordances del cómic al límite, tomando en cuenta la visión del horror como
una retórica basada en la elipsisis, Breccia reconstruye la narrativa lovecraftiana,
o más bien su esencia, desde la ausencia del trazo manifiesto en el borrado para
generar la imagen. Esta materialización a través del soporte discursivo de la retó-
rica del horror de la fuente da cuenta con toda claridad la estrategia elegida de
Breccia para adaptar el lenguaje lovecraftiano a un nuevo medio. Así es como el
adaptador lo interpreta desde su visión del medio y sus recursos retóricos.
Por último, esta visión del horror desde la ambigüedad, desde la extra-
ñeza y la desestabilización se encuentra con los asomos de la poética visual de
Breccia para revelar su mirada de la fuente, y tiene interesantes alcances en su
versión del relato «El llamado de Cthulhu». Allí se concentran gran parte de
los rasgos técnicos de su pluma que revelaban su interpretación de los textos
de Lovecraft. Una de las muestras del uso de las affordances del cómic que más
sutilmente representan su mirada de la fuente y su lectura del horror lovecraf-
tiano se encuentran en las primeras páginas del cómic, donde vuelve sobre el
recurso de la escala exagerada y la ambigüedad de los trazos para reconstruir
el horror de la escena apenas esbozada por Lovecraft en el hipotexto:
En un claro natural del pantano había un islote cubierto de hierbas de algo menos
de media hectárea, sin árboles y relativamente seco. Allí saltaba y se retorcía una
indescriptible horda de monstruosidad humana que nadie salvo Sime o Angaro-
la hubiera sido capaz de retratar. (...) Era dentro de aquel círculo donde el corro
de adoradores saltaba y rugía, desplazándose de forma general de izquierda a
derecha en una interminable bacanal entre el círculo de cuerpos y el de llamas.
Puede que fuera solamente la imaginación, o puede que fueran los ecos del lugar
los que indujeron a uno de los policías, un hispano un tanto exaltado, a figurarse
que había oído respuestas antifonales al ritual procedentes de algún lugar lejano
y sin luz en lo más profundo de aquel bosque de ancestrales leyendas y horrores.
Más tarde tuve ocasión de encontrarme de nuevo con este hombre, Joseph D.
Gálvez se llamaba, que demostró ser molestamente imaginativo. Llegó hasta el
punto de insinuar la existencia de un batir de alas apenas perceptible, y de haber
vislumbrado unos ojos brillantes (Lovecraft, 1975: 29-30).
Breccia sitúa esta extensa descripción en una sola gran viñeta, resaltan-
do desde el punto de vista de la composición de la plancha la relevancia de
dicho acontecimiento en el resto de la historia, pero también aprovechando
ese espacio de la página para expandir el discurso hacia las orillas de su pro-
pia lectura del hipotexto: la plancha reproduce lo relatado por el narrador en
la fuente y, además, hace una adición apenas discernible precisamente por los
rasgos de la poética visual del adaptador: en la esquina superior derecha del
cuadro, semioculta entre pinceladas negras que rodean el claro y las diminu-
tas figuras que bailan en torno al ídolo, aparece la interpretación de Breccia de
lo que Gálvez describe en su testimonio, sin renunciar a la sutileza con que
Lovecraft plasma las enormes y aterradoras formas de Cthulhu, acechando
tanto a los personajes como al lector (Figura 9).
Figura 10. Plancha de la adaptación de «El llamado de Cthulhu» (Breccia, 2011: 74)
Reflexiones finales
Tal como expresa Massota, la técnica del adaptador revelan los modos
en que modula los media affordances en función de la reescritura de su propia
lectura del horror lovecraftiano. El horror manifestado en la narrativa secuen-
cial se alimenta de las mismas fuentes que de su referente: lo indecible, lo
elíptico y reconfigura los usos de lo figurativo propios de la adaptación gráfi-
ca: más que estrechar el marco semiótico en que el lector final interpretará el
texto lo difumina haciendo eco de esa ambigüedad que propicia el miedo a lo
desconocido, que el propio Lovecraft reconoce como la más antigua matriz de
todos los miedos.
Esta visión personal de Breccia es, pues, su lectura del texto fuente
que, como ya se comentó, se encuentra en íntima relación con la poética vi-
sual del adaptador por un lado, y con la productivización de los rasgos retó-
ricos particulares del cómic, por el otro. Para Juan Sasturain, la adaptación en
sí pasa a segundo plano para dar relieve a la recreación de un clima alejándo-
se de la literalidad del texto. El escritor argentino, que guionizó varias de las
adaptaciones que hizo Breccia, señala que sus versiones no son de fantasmas
ajenos, sino propios (ver Fellinger, 2012: 321). Imparato sugiere algo más a
este respecto:
Bibliografía
EL INFLUJO DE H. P. LOVECRAFT
EN LA OBRA DE JUNJI ITO
Recibido: 10-12-2018
Aceptado: 29-04-2019
Resumen
Abstract
135
Álvaro Pina Arrabal
the American writer is noticeable. This article aims to analyze that influence by consid-
ering four groups of topics that are present in both authors’ works: the cosmic and
apocalyptic, the oneiric, the monstrous and sectarian, and the musical and sound-re-
lated. Additionally, there is a section in which each author’s way of creating horror is
analyzed. Allusions to the semiotic differences between literature and comic are also
made throughout the work.
R
«Lovecraft no creía en sus monstruos». Con tamaña elocuencia titulaba
Laura Fernández (2018) un artículo periodístico en el que, a propósito de la
antología editada por Óscar Mariscal (Confesiones de un incrédulo, 2018) de en-
sayos del autor norteamericano, ponía en solfa una de las mayores falsedades
en torno a la figura de H. P. Lovecraft: su condición de lóbrego ermitaño ajeno
a la vida real y de acérrimo creyente de lo sobrenatural, de lo divino y, en de-
finitiva, de su propia cosmogonía literaria. No resulta difícil hilar el sofisma
con su obra —magma de ficción fantástica— como única herramienta sobre la
mesa de reconstrucciones biográficas, pero la realidad parece fue como a me-
nudo es: menos sustanciosa que la imaginación.
Ya en 1969 Rafael Llopis (1995: 25-26), egregio introductor del escritor
en España, lo advirtió con claridad meridiana: «Los Mitos de Cthulhu consti-
tuyen una religión, con sus profetas y sus libros canónicos, con sus lugares
sagrados, su hagiografía, su dogma, su culto y su ética. Pero en ella no creyó
ni su propio creador». Lovecraft fue ateo toda su vida pese a crecer en un am-
biente marcadamente religioso y, por no creer, no creyó más que en su miseria
económica, en su soledad y tragedia familiar (Llopis, 1995: 17-18) y en la polí-
tica de un mundo en el que el fascismo —con el que coqueteó— era ya cuando
menos incipiente. Si logró configurar su propia mitología fue, precisamente,
por su escepticismo y porque conocía demasiado bien la realidad. Baste recor-
dar la descripción que hace, en su relato «The Silver Key» (1926), de Randolph
Carter, alter ego del propio autor:
In the first days of his bondage he had turned to the gentle churchly faith en-
deared to him by the naïve trust of his fathers, for thence stretched mystic ave-
nues which seemed to promise escape from life. Only on closer view did he
mark the starved fancy and beauty, the stale and prosy triteness, and the owlish
gravity and grotesque claims of solid truth which reigned boresomely and
overwhelmingly among most of its professors (2012: 451).
1 El mencionado encuentro con los fans está disponible de manera íntegra en el enlace <https://www.
youtube.com/watch?v=8etMhHjnDMg> [fecha de consulta: 10/12/18]. Los minutos indicados entre
paréntesis corresponden a aquellos momentos en los que Ito comenta la información aquí recogida. El
proceso de traducción entre el artista japonés y el intérprete dilata, obviamente, el tiempo entre pregun-
tas y respuestas. Así, la referencia aportada comprende todo este lapso, desde que se formula la pregun-
ta hasta que el intérprete traslada en español la respuesta del autor. Se aconseja escuchar todo el tramo
para conocer no solo la respuesta traducida, sino también la orientación de la pregunta y otros elemen-
tos (expresión facial, tono de voz) que intervienen tanto cuando a Ito se le formula la pregunta como
cuando responde en su idioma.
gen Shikkaku (2017), adaptación propia, con elementos de terror, del libro
homónimo de Osamu Dazai (Indigno de ser humano, en español).
Teniendo en cuenta todos estos aspectos, merece sin duda la pena inda-
gar sobre la influencia que Lovecraft ha ejercido en el mangaka japonés. Con tal
fin, se antoja conveniente abordar la cuestión no ya en términos de técnica
narrativa, sino también, en vista de las abundantes concomitancias temáticas
entre ambos autores, de contenido. Tomando como corpus toda la producción
de Junji Ito publicada en España hasta la fecha (lo que supone la práctica tota-
lidad de su obra de terror), se atiende en lo sucesivo a una serie de temas que
impregnan en mayor o medida las creaciones de uno y otro: lo cósmico y
apocalíptico (el entrelazamiento es pertinente), lo onírico, lo monstruoso y
sectario y lo musical y sonoro. Puesto que la coexistencia de unos elementos
con otros es frecuente, esta división en cuatro bloques no ha de tomarse en
modo alguno como axiomática o definitiva: lo monstruoso y lo musical convi-
ven con lo cósmico o lo onírico deviene apocalipsis, por dar dos ejemplos. En
paralelo, se aprovecha el análisis de los precitados temas para ejemplificar a
través de ellos el empleo de la técnica narrativa y de suspense por parte tanto
de Lovecraft, mediante la palabra escrita, como de Junji Ito, mediante la pala-
bra escrita y el dibujo. Dado que se trata de medios diferentes (literatura y
cómic), se hacen asimismo algunas consideraciones sobre semiótica con el fin
de esclarecer la distinta configuración del terror en uno y otro medio.
Lo cósmico y apocalíptico
Kirie’s consciousness remains alive and fully reflective; there is no descent into
madness, nor does she lose the ability to express her thoughts. The spiral is re-
generative rather than unnameable. That is, even though the spiral’s unhuma-
nity may operate outside the limits of human conception, the human is located
firmly within it, and thus Kurōzu-cho will be built again, and will fall again, in
an endless cycle. On this point, Itō’s configuration of horror seems to differ
from Lovecraft’s.
Figura 2. Imagen de Hellstar Remina (2015: 90-91), tomada de Salva Navarro (2016), en
la que aparecen dibujados el planeta y la joven Remina en la situación descrita arriba.
Como se observa, el astro tiene aspecto monstruoso y su ubicación en el plano de
la viñeta sugiere el apocalipsis de la humanidad.
Lo onírico
2 La colección, publicada por ECC entre 2016 y 2018, consta de dieciocho volúmenes (aglutinados, por
pragmatismo y porque se han considerado todos, en una sola referencia bibliográfica (2018) al final del
trabajo) y recopila la gran mayoría de relatos autoconclusivos del autor.
Una de las historias favoritas del propio artista nipón es «Sueños largos»
(recogido en Relatos terroríficos, vol. 14, 2017).3 Transcurre en un hospital en el
que hay internado un paciente, Tetsurô Mukôda, con un cuadro clínico anóma-
lo: siente que tiene sueños cada vez más largos cuando duerme, hasta el punto
de pasar casi todo el tiempo sumido en ellos y no distinguir la realidad al des-
pertar. Con estas palabras explica Mukôda su problema al doctor Kuroda:
3 Las otras dos, según cuenta él mismo (43:48-48:37) en el ya referido encuentro con los fans del XXII
Salón del Manga de Barcelona 2016, son «Los globos de la horca» (en RL, vol. 10, 2017) y «El misterio de
la falla de Amigara» (insertado al final de Gyo, vol. 2, 2016). Cabe mencionar que «Sueños largos» ha
sido adaptado al anime en el episodio 2 de Junji Ito Collection (2018).
Figura 3. Imagen propia de «Sueños largos» (Relatos terroríficos, vol. 14, 2017: 110),
donde se observa el estado casi cadavérico en el que queda Mukôda tras despertar
de uno de los sueños largos en los que se siente atrapado.
que está de veras casado con ella. Al final de la historia, durante un sueño que
se proyectaba ya ad eternum, el paciente se fragmenta en pedazos de un mate-
rial cristalino desconocido. El doctor Kuroda toma muestras de los cristales y
se los inyecta a Ami, que comienza a tener sueños largos. El desenlace vuelve
a apuntar, aunque levemente, a lo apocalíptico, ya que el doctor se plantea
manipular el material para «desterrar para siempre el terror a la muerte de los
seres humanos» (126). Como resalta Eugene Thacker (2016), la idea inicial es
simple pero el artista japonés logra pervertirla hasta dotarla de valor filosófico
sobre los límites de la humanidad.
Lo contado por Ito guarda cierto parecido con el antedicho «Ex Oblivio-
ne» de Lovecraft (en ambos lo onírico conduce a la muerte), pero también con
«Hypnos» (1922). En este otro relato del soñador de Providence, dedicado a su
amigo Samuel Loveman, los dos personajes principales (un escultor, que narra
la historia, y su amigo) comienzan a consumir drogas para tener aventuras
oníricas en mundos inefables que escapan a la comprensión humana; como en
la mayoría de relatos de Lovecraft, la droga no es una adicción en sí misma,
sino un medio para satisfacer la verdadera adicción: vivir en los sueños, hacer
de ellos la vida. La primera estrofa del poema «El sueño», de Jorge Luis Borges
(lector, a fin de cuentas, del escritor norteamericano, a cuya memoria incluso
dedicó el cuento «There Are More Things»), epitoma a la perfección el sentir de
muchos de los personajes lovecraftianos: «Si el sueño fuera (como dicen) una /
tregua, un puro reposo de la mente, / ¿por qué, si te despiertan bruscamente,
/ sientes que te han robado una fortuna?» (1989b: 318) El motivo por el que
recurren a las drogas es, precisamente, para no perder ese tesoro.
En concreto uno de los dos personajes, el amigo del que narra, empieza
a fantasear con acceder a conocimientos arcanos a través del sueño, y en uno
de sus viajes atraviesa una puerta que termina por condenarlo en vida una
vez despierta. Ambos cesan sus aventuras oníricas e incluso utilizan ahora las
drogas para dormir lo menos posible, pero ya es tarde; como Kurôda en el
relato de Junji Ito, los dos amigos —y, en especial, el que atravesó la barrera—
sufren consecuencias físicas devastadoras a causa de los sueños: «After each
short and inevitable sleep I seemed older, whilst my friend aged with a rapi-
dity almost shocking. It is hideous to see wrinkles form and hair whiten al-
most before one’s eyes. Our mode of life was now totally altered» (234). Por si
el paralelismo pudiera parecer insuficiente, al final de la historia el amigo del
narrador perece fulminado y queda, en su lugar, una estatua de exquisito
mármol con la palabra griega «’ΥΠΝΟΣ» (237) inscrita en la base. Huelga re-
cordar cómo termina Mukôda en «Sueños largos».
Aunque el relato de Ito no es en modo alguno una adaptación de «Hyp-
nos», bien podría el aspecto de los personajes lovecraftianos ser el representado
por el dibujante japonés. Desde un punto de vista semiótico, la adaptación de
una obra canónica como la de Lovecraft plantea problemas de traslación de lo
puramente textual a la imagen (Corbacho, 2013: 10), que desambigua la descrip-
ción en un solo golpe visual. Aquí, al tratarse más bien de una versión inspirada
Figura 4. Imagen propia de «La guarida del demonio del sueño» (Relatos terroríficos,
vol. 2, 2016: 70), que muestra el momento en el que Yûji empieza a ser dominado por
el demonio del sueño hasta que consigue despertar y detenerlo a tiempo.
Lo monstruoso y sectario
All at once I began dreading to look at them as they passed. I saw the close
moonlit space where they would surge by, and had curious thoughts about the
Figura 5. Fotograma del episodio 12 de Junji Ito Collection (2018, min. 9:53), donde
aparece la criatura de fisonomía arbórea cuyos tentáculos se escinden temporalmente
del tronco con fines asesinos.
irredeemable pollution of that space. They would perhaps be the worst of all
Innsmouth types (...) The stench waxed overpowering, and the noises swelled
to a bestial babel of croaking, baying and barking without the least suggestion
of human speech. (...) That flopping or pattering was monstrous—I could not
look upon the degenerate creatures responsible for it (1075).
Pese a sus intentos por no ver a las nauseabundas criaturas de las que
había oído hablar, Olmstead termina abriendo los ojos y confirma la existencia
de las mismas. Peor aún, en el último capítulo —años después— descubre, al
revisar su árbol genealógico, que él mismo es un Profundo, y que no tardará
en comenzar a convertirse en uno de ellos.
En Gyo, Ito maneja materiales análogos: Tadashi y su novia Kaori, que
están de vacaciones en Okinawa, son atacados en la casa por un pez que se des-
plaza por tierra a gran velocidad, propulsado por una suerte de patas mecáni-
cas, y que además irradia un terrible olor («hedor a muerte», se dice de modo
recurrente). Lejos de ser un hecho aislado, pronto estalla una invasión que afec-
ta a todo el lugar: centenares no solo de peces, sino de tiburones y otras criaturas
marinas violentan las calles a ritmo vertiginoso a la par que las impregnan de
una hediondez inaguantable (Figura 6). Se descubre después que los mecanis-
mos que impulsan ya no solo a los animales, sino también a personas deforma-
das hasta lo monstruoso y entubadas a las máquinas (Kaori entre ellas) funcio-
nan con un gas de origen bacteriano con el que se había estado experimentado
en la II Guerra Mundial. No sin motivo, Iria Barro (2018: 230) ha definido la
historia como una «pesadilla tecnológica de mad doctors y seres necrobiónicos
que emergen de las aguas con la pinta y el pestazo de Innsmouth». El final de
Gyo parece vaticinar, además, un nuevo apocalipsis en el imaginario del artista
japonés, cocinado en esta ocasión con ingredientes muy parecidos a los de la
novela de Lovecraft pero con el inconfundible toque particular de Junji Ito.
Figura 6. Imagen propia de Gyo (vol. 1, 2015: 82) en la que aparece representada
la invasión de peces que infesta Okinawa, de modo análogo a lo que hacen los
Profundos en «La sombra sobre Innsmouth», de Lovecraft.
Figura 7. Imagen propia de Aula demoníaca (2017c: 41), en la que Yuuma persigue a la
chica para pedirle perdón y honrar con ello al demonio. La presencia de este último
detrás puede entenderse tanto en sentido físico como figurado.
Lo musical y sonoro
4 Tomie (1987) es, como ya se mencionó, una de las obras más emblemáticas de Ito y la primera que
creó, por lo que el propio autor siente una especial simpatía por el personaje, una joven atractiva que se
recompone por mucho que la descuarticen. Esta restauración suele ser lenta e implica el paso por esta-
dios de aspecto verdaderamente monstruoso, aglutinándose a veces diferentes Tomies en un solo cuer-
po multiforme que recuerda a seres como el de The Thing (1982), la película de John Carpenter, o, sin ir
más lejos, al de numerosas criaturas lovecraftianas.
Figura 8. Fotograma del episodio 6 de Junji Ito Collection (2018, min. 7:30), en el que se
observa cómo acaba la ventana de la casa de la mujer al final de la historia.
5 La transcripción se hizo a partir de la conferencia dictada por el escritor argentino en la UCAB. Los
arreglos en la puntuación del fragmento y la cursiva en «lo fantástico» son propios.
«The Silver Key»: «They did not see that good and evil and beauty and ugliness
are only ornamental fruits of perspective» (451). Supóngase que el fantasma de
un difunto se aparece en una estancia donde se encuentran un matrimonio y un
insecto que revolotea. Para todos ellos, lo fantástico —el fantasma— es en la
medida en que está ahí (la imaginación ha de suplir, como arguyó Cortázar, la
falta de una explicación positivista); en cambio, la aparición no será necesaria-
mente motivo de pavor para todos: podrá inspirar terror a los tres circunstantes,
solo a algunos o incluso a ninguno. Al igual que «el bien y el mal y la belleza y
la fealdad», el terror se siente y cabe, por ende, la posibilidad de que no todos lo
metabolicen como tal. Así, las obras tanto de H. P. Lovecraft como de Junji Ito,
con frecuencia catalogadas —acaso por pragmatismo informativo— como de
terror, son más bien obras fantásticas con potencialidad para inspirar terror. Re-
ductio ad absurdum o no, lo cierto es que la fantasía opera en ellas como una po-
sible —potencial— antesala de terror para quien las lee.
En consecuencia, la verosimilitud se antoja un pilar fundamental en la
conformación de lo fantástico tanto en Lovecraft como en Ito. Rosalba Cam-
pra (2001: 174) afirma que «[e]l género fantástico (...) se ve, más que cualquier
otro género, sujeto a las leyes de la verosimilitud. Que son, naturalmente, las
de la verosimilitud fantástica». En el primer caso, el propio escritor norteame-
ricano, en sus «Notes on Writing Weird Fiction», destaca así la importancia de
la suspensión de la incredulidad en el marco de una narración verosímil:
concibe la existencia de este factor. No es, así, de extrañar que ello se vea des-
pués reflejado en las obras del denominado terror japonés, subgénero que bien
merecería un estudio aparte y del que Junji Ito es un perfecto exponente.
Un último aspecto de importancia atañe a la semiótica de los medios en
los que uno y otro autor configuran sus obras, como ya se ha comentado en
algunos puntos del trabajo. Evidentemente, las posibilidades de un medio
visual como el cómic son mayores que las de la literatura. En el primero, la
mera ubicación de la página permite que el lector pase la hoja y se tope de
súbito con el horror (véase cualquiera de las figuras relativas al manga inclui-
das este trabajo), por no mencionar el impacto inmediato que la imagen de un
ser monstruoso produce en el receptor. Sería muy sencillo referirse aquí al tan
citado talante intelectual de la obra lovecraftiana (Agustín y Hernán Conde,
2019: 15-16) frente al carácter más popular y asequible de las historias de Jun-
ji Ito, pero hacerlo supondría —entre otras cosas— valorar obras de medios
distintos con un criterio único y, por ende, insuficiente. Si, como se ha estudia-
do, las coincidencias temáticas en las creaciones de ambos autores son mani-
fiestas, no es menos evidente que la obra de Lovecraft es, en cuanto que litera-
ria, más descriptiva y que construye, por lo tanto, el sentido de lo fantástico
—y el consiguiente terror— mediante procedimientos de impacto más gra-
duales que repentinos, más sugestivos que explícitos.
ciones de la vida cotidiana en clave de terror que es, Junji Ito liba determina-
dos conceptos y procedimientos del escritor de Providence y les da impronta
propia en sus creaciones, con el añadido de hacerlo en un medio —el manga—
que precisa de la imagen para funcionar. Teniendo en cuenta su calidad, ca-
bría incluso preguntarse si no supera el dibujante japonés a Lovecraft, tan vi-
lipendiado en ocasiones por sus propios lectores y a menudo valorado más
por las semillas que sembró en otros artistas que por su propia mitología lite-
raria. Bien merecería, en suma, un estudio más extenso el vínculo entre estos
dos autores, unidos ante todo por esa que Lovecraft definía, en su ensayo
Supernatural Horror in Literature (1927), como «[t]he oldest and strongest emo-
tion of mankind» (2009b).
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Recibido : 17-04-2018
Aceptado: 12-03-2019
Résumé
Parmi les nombreuses composantes thématiques qui entrent en jeu dans la fiction fan-
tastique, nous avons retenu le cas particulier du mythe du Diable, du grec diabállein,
désignant séparer, mais également induire en erreur. C’est à partir de cette matrice de
double signification que nous examinons plus particulièrement le roman de Jacques
Cazotte, Le diable amoureux (1772), creuset où viennent se joindre et se brasser les diffé-
rentes sources qui sont à l’origine de l’éclosion de la littérature fantastique et de la fi-
gure du Diable. Au xviiie siècle, cette présence demeure comme une représentation
emblématique du Mal, mais son actualisation dans les différents romans de l’époque
suggère une familiarité jusqu’alors inusitée. Transmué en thème littéraire, le fantas-
tique élimine le caractère éminemment surnaturel du pacte diabolique et introduit le
doute quant à sa définition, tout en permettant qu’il échappe aussi bien à la religion
qu’à la raison, cédant la place à la peur et à l’horreur qui domine la scène à partir du
xviiie siècle. Pour soutenir nos réflexions nous évoquons les écrits de Friedrich Schiller,
d’Edmund Burke et de H.P. Lovecraft en son célèbre essai sur l’horreur surnaturelle.
Abstract
Among the multiples thematic components that have a role in fantastic fiction, this
study aims at analyzing the particular case of the myth of the Devil, from the Greek
167
Maria Cristina Batalha
diabállein, that means «to separate», but also «to mislead». From this double meaning,
it examines more specifically the novel Le diable amoureux (1722), by Jacques Cazotte,
the melting pot of the different sources which are at the origin of the emergence of
fantastic literature and the figure of Devil. In the eighteenth century, this presence re-
mains as the emblematic representation of the Evil, but its actualization in the different
novels of the time suggests a familiarity until then unusual. Transmuted into a literary
theme, the fantastic removes the eminently supernatural aspect of the diabolical pact
and introduces doubt as to its definition, while allowing it to escape as much from re-
ligion as from reason, giving way to the fear and horror that dominates the scene from
the eighteenth century. In order to sustain these reflections, this investigation consid-
ers the works of Friedrich Schiller, Edmund Burke, and H.P. Lovecraft in his famous
essay on supernatural horror.
R
Un immense vide s’est fait dans le monde. Qui l’occupait?
Le Démon, disaient les Chrétiens, toujours lui et partout, le
Démon: Ubique daemon.
Jules Michelet, La sorcière
tastique ainsi que les critiques, ce qui paraît constituer un consensus est bien
l’ambiguïté qui le structure et le fonde, et qui correspond au statut-matrice à
partir duquel des éléments du répertoire culturel et de la tradition à laquelle
une oeuvre se rattache s’organisent.
Ce sont bien ceux-ci qui ordonnent l’imaginaire fictionnel et les
agencent de manière à susciter un doute quant à leur possibilité d’existence
dans le monde de la réalité. Ne pouvant traiter longuement les nombreuses
composantes qui structurent la fiction fantastique, nous avons retenu le cas
particulier du mythe du Diable. Cet élément est de par sa nature soumis à la
même dispersion à laquelle renvoie le verbe grec diabállein, désignant séparer,
désunir, disperser; mais également induire à l’erreur, faire semblant. C’est donc à
partir de cette matrice de double signification que nous nous proposons
d’examiner quelques-unes des apparitions du Diable dans la littérature, et en
particulier dans le fantastique, depuis le roman de Cazotte, creuset où
viennent se joindre et se brasser les différentes sources qui sont à l’origine de
l’éclosion de la littérature fantastique, et dans les différentes oeuvres qui lui
sont en quelque sorte tributaires.
En remontant un peu en avant, nous constatons que dans la fantaisie
médiévale, les souvenirs du monde antique sont progressivement modifiés
dans le cadre de la nouvelle conception imposée par la culture chrétienne.
Aussi, le Moyen Âge s’est-il chargé de promouvoir la réduction complète des
divinités païennes à la condition démoniaque, tout en peuplant l’enfer chré-
tien avec des divinités de l’Outre-Tombe greco-romain. Néanmoins, d’une
manière générale, dans l’univers chrétien, la thématique du démon durant
cette période a été reléguée au deuxième plan au profit de préoccupations
beaucoup plus pressantes, à savoir la virginité de Marie, l’Ascension, la dis-
tinction entre la parousie et le jugement dernier, voire la résurrection. C’est à
partir de l’Humanisme que le diable et ses émules montent sur le devant de la
scène dans le cadre des débats religieux. En effet, les efforts de catéchisme
prêtaient à Satan une importance démesurée, ce qui a eu comme conséquence
l’apparition du plaisir esthétique lié au Mal, qui insistait sur une prédilection
morbide sur les maléfices, le satanisme et la perdition éternelle.
En plus, tout un travail intellectuel et systématique de la Réforme mené
par Luther et son proche collaborateur, Melancthon, aboutit au développe-
ment d’une certaine démonologie chrétienne, chapitre théologique plus ou
moins dévalorisé par l’Église de Rome, mais stratégiquement capitalisé par
l’Église de Wittenberg. En Allemagne, si l’horreur aux notions de mystère et
de miracle persistait, le luthéranisme redécouvre en contrepartie la valeur des
1 Le Faustbuch, sur lequel se base Marlowe dans sa conception de drame moderne, a engendré en Al-
lemagne toute une filière littéraire et de divers «Faustbücher» (voir Watt, 1997).
2 Le démoniaque ici se réfère à ce qui est de l’ordre de l’esprit, ne se rattachant pas aux besoins phy-
siques. Il s’agit d’un renvoi à la définition de Goethe, qui, dans les Entretiens avec Eckermann, affirme: «le
démoniaque est ce qui ne saurait être résolu moyennant l’entendement ni la raison. Ce n’est pas dans
ma nature, mais j’y suis tout de même soumis» (voir Schiller, 2001: 65, note 40).
qui préservent le sens du sacré et des dogmes chrétiens peuvent partager l’an-
goisse vécue par Alvare, étant donné que le principe du fantastique implicite
dans ce texte est bien celui de susciter le questionnement relatif à l’inquiétude
religieuse, le long du parcours initiatique que vit le protagoniste.
On retiendrait également ici, à titre complémentaire, un autre facteur
qui aurait fortement contribué pour la genèse du fantastique: la controverse
sur les vampires de la Hongrie, de Bohême et de la Moravie, en 1746, publiée
par le moine bénédictin Don Calmet.3 Celui-ci tente de concilier la foi et la
raison à une époque où le clergé se voit aux prises avec le débat entre le natu-
rel et le surnaturel. L’antinomie entre la crédulité et l’incrédulité au sein des
clercs se laïcise et nourrit une discussion sur le sujet. Ce débat est illustré dans
Le diable amoureux, où le docteur Quebracuernos explique à la mère d’Alvare
les ruses du Diable qui ont failli causer la perte du jeune homme sur le chemin
de sa formation initiatique.
Nous estimons que ce roman de Cazotte met en scène de manière évi-
dente la persistance des idées qui circulaient durant cette période, et qui of-
fraient une résistance à l’emprise de la raison, tout en laissant entendre que le
courant occultiste des Illuminés dépassait largement les sociétés et les groupes
qui se réunissaient autour du sujet, dans le cadre plus général de l’univers et
des dispositions mentales de la seconde moitié du siècle. En fait, le scepti-
cisme des Lumières ouvre aux écrivains la possibilité de remettre en cause,
voire de démystifier, les thèmes jusqu’alors tenus pour maudits ou sacrés (Ba-
talha, 2003). Tel nous rappelle Starobinski:
Les rationalistes du siècle des lumières ont trouvé dans le conte de fées —tenu
pour un enfantillage absurde— la mesure qu´ils ont appliquée à toute croyance,
et plus particulièrement au surnaturel chrétien. Leur tactique a été de traiter
l´histoire sainte comme un conte et de reporter sur la Bible le sourire amusé que
nous vouons aux ogres, aux enchanteurs et aux fées. Le merveilleux féérique
(forme dégradée du mythe) sert d´arme critique contre le merveilleux chrétien
(Starobinski, 1966: I, 293).
3 À signaler la publication, en 1746, de Treatise on Vampires and Vevenants: the Phantom World, de Dom
Augustine Calmet, comme exemple de l’intérêt de la littérature anglaise par l’univers du surnaturel.
imaginative au-delà des limites du réel. Les Märchen, les romans noirs et les
contes fantastiques permettent de déclencher les pulsions qui se masquent
derrière la réalité des hommes, et qui échappent au contrôle des normes régu-
latrices des activités lucides de la vie humaine, inscrites en un système de
configurations de formes définies et sécurisantes. Or, de ce point de vue, la
fantaisie libératrice présente dans ces récits est perçue comme suspecte, car
elle contredit le modèle unificateur et uniforme proposé par la perspective de
la «raison universelle».
lié aux forces sataniques. La diversité que lui procurent les diverses métamor-
phoses est la même qui existe dans le péché et dans la tentation, pouvant as-
sumer, selon les différentes représentations, des configurations qui oscillent
entre l’humanité et l’animalité, en un dédoublement de la paire antinomique
beauté-laideur (Fabre, 1992: 242-243). Or, le mécanisme de la « tentation» est
favorisé par l’attirance de l’homme vers le péché et, comme le suggère Jean
Fabre, «le Diviseur s´empare des âmes et dissociant ainsi la divine unité de
l´être humain, il la fait éclater jusqu´à la baudelairienne dissolution et évapo-
ration du Moi» (1992: 246).
Il nous semble que c’est la présence ambigüe de Biondetta, avec sa ca-
pacité de métamorphose, qui permet à Alvare de réfléchir sur son désir et de
comprendre la relation entre l’interdit et le permis, présents tous les deux
dans l’érotisme. Aussi, la curiosité qui anime le jeune Alvare est-elle de l’ordre
de la magie et s’éloigne de la volonté de maîtriser un savoir illimité, comme
celui qui pousse le personnage du Faust de Goethe.
Entendue du point de vue de la morale, ou du point de vue métaphy-
sique, la liberté, et le déterminisme qui lui est corrélatif, est favorisée par la
présence du Diable dans Le Diable amoureux. Au xviiie siècle, cette présence
demeure comme une représentation emblématique du Mal, mais son actuali-
sation dans les différents romans de l’époque suggère une familiarité
jusqu’alors inusitée. Ce qui montre que le Diable, outre les formes multiples
qu’il est capable d’adopter, sert à des fins très diverses exprimant les fonctions
et les significations qui lui sont désormais imputées : instrument de critique
sociale face aux travers du processus révolutionnaire, incarnation du Mal en
tant qu’allégorie, véhicule de simple divertissement, emblème de la séduc-
tion, etc. Dans le roman de Cazotte en l’occurrence, le Diable assume le poids
symbolique et allégorique des tentations de la sensualité et de la volonté dé-
mesurée de savoir, mais, en même temps, il est pris aussi en son sens plein,
c’est-à-dire il désigne l’existence d’un pouvoir occulte, de l’ordre du surhu-
main. Dans Le Diable amoureux la métamorphose se revêt ainsi de l’ambiguïté
narrative quant à sa nature, car pour Alvare, celle-ci peut n’être qu’une ruse
de plus du Diable, pris cette fois-ci en son sens propre. Dès lors, les deux pers-
pectives de lecture s’avèrent incompatibles, car, d’une part, le courant des Il-
luminés suppose la conception que, face au Mal, l’homme ne saurait trouver
de réconfort ni dans les sciences ni dans les lumières de la raison, incapable de
l’instrumentaliser pour scruter les mystères du monde et de l’âme. D’autre
part, le courant philosophique et rationaliste voit dans le Diable —circonscrit
à sa signification propre— l’incarnation de tout ce que récusent les philo-
tique pris en son sens plus large: entre Cazotte, qui publie son roman en 1772,
Hoffmann, né en Allemagne en 1778, et Dostoievski, en Russie, en 1821, sur-
gissent en effet presque tous les grands représentants de la littérature fantas-
tique dans des différentes parties du monde compris par la culture occidentale.
En tant qu’espace qui prétend échapper aux contradictions advenues d’une
Raison universelle qui se propose de répandre sa lumière sur tous les do-
maines, la fiction de la fin du xviiie siècle tente d’y répondre en misant sur une
poétique conçue comme un oxymore, soit comme diabállein.
mort, et incarne toute la majesté des ruines, image récurrente et chère aux
poètes et écrivains romantiques. En fait, dans Defense of Poetry, Mary Shelley
(1999) observe la grandeur satanique présente dans Paradise Lost; le démon y
est moralement supérieur à Dieu grâce à la persévérance qui le rend capable de
supporter toute sorte d’angoisses et de tortures. Enfin, tel le signale Mario Praz
(1970), le démon sensuel et rebelle de John Milton a servi d’inspiration aux
histoires d’horreur qui ont peuplé la littérature anglaise des xviiie et xixe siècle,
notamment dans les oeuvres de Ann Radcliffe et Matthew Lewis, et dans la
poésie romantique de Lorde Byron, où il trône sans conteste.
Chacun à sa manière, des écrivains comme le Marquis de Sade, Restif
de la Bretonne (notamment dans Les nuits de Paris, de 1788), Jacques Cazotte
et Jean Potocki remettent en cause la raison universelle qui a dominé le siècle,
et soulèvent la possibilité de l’existence d’un autre principe organisateur de
l’ordre du monde, régi par des forces sataniques.4 Maintes fois considéré
comme le dernier roman à réunir tous les éléments qui caractérisent le go-
thique, Melmoth, the Wanderer, de Charles Robert Maturin, publié en 1820, et
qui reste l’oeuvre la plus connue de l’écrivain irlandais, est le roman dont la
destinée du protagoniste se bâtit à partir de ses rapports avec le démon. Le
roman de Maturin aurait donc déjà une «essence diabolique», ce qui annonce-
rait une conception moderne de littérature, proposée par Baudelaire. En 1821,
ce roman est traduit en France et le succès engrangé peut être mesuré par la
prolifération de nouveaux romans écrits à partir des années 1830. Honoré de
Balzac (1999) écrit une parodie, Melmoth reconcilié, en 1835, et dans la préface
il fait allusion à l’impact qu’a provoqué l’oeuvre de l’écrivain irlandais et com-
pare celle-ci au Faust, de Goethe, en termes de force et d’importance littéraire.
Néanmoins, c’est peut-être Charles Baudelaire, dans un ensemble d’essais cri-
tiques, Réflexions sur quelques-uns de mes contemporains, publiés dans le deu-
xième volume de ses oeuvres complètes, de 1868, qui a attribué la plus grande
importance au roman de Maturin, dont la modernité littéraire serait remar-
quable, selon lui:
4 À la différence du sadisme, exacerbation du désir qui pousse à la destruction de l’objet aimé, dans le
récit fantastique, le héros dialogue tout le temps avec ce qu’il refuse, mais cette dénégation n’est que par-
tielle, étant donné que, dans le fantastique, le monde réel demeure en sa présence pleine, ne pouvant donc
pas être réduit à sa négation complète, comme celle qui est opérée par l’univers fictionnel du sadisme.
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Recibido: 10-06-2018
Aceptado: 12-03-2019
Resumen
183
María Dolores Cabrera Carreón
Abstract
This article focuses on the description and analysis of the aesthetic of German films of
the twenties and their subsequent influence in the first Mexican fantastic and horror
films of the thirties. To this purpose, I focus on the strong influence of the film Das
Kabinett des Dr. Caligari by Robert Wiene (1920) on the horror genre and the topics and
filmic adaptations that German and Mexican filmmakers subsequently addressed and
developed. A special issue of this article is the study of the inclusion of expressionistic
features in both German and Mexican film, among other artistic influences, through
the use of lighting, set design, and filmic montage. In addition to the exploration of
aesthetic elements, I analyze those that are linked to horror and fantasy in each film as
a result of literary and filmic influences and how the migration of German filmmakers,
film technicians and artists to the United States was an important aspect which specif-
ically contributed to the establishment of horror and fantasy in film in the United
States and later in Mexico. This overview will serve to reveal how the first Mexican
horror and fantasy films were a result of foreign influences —especially German influ-
ences—, but also of Mexico’s own filmic exploration in the thirties, a decade before of
the Golden age of Mexican cinema.
R
Rasgos fílmicos del cine fantástico y de horror alemán de los años 20
tein en los años treinta en los Estados Unidos bajo la dirección James Whale
(1931). La mezcla entre lo fantástico y algunos elementos de ciencia ficción de
El Golem aparecieron también en otra película: Algol: eine Tragödie der Macht
(Algol: una tragedia de poder, Hans Werckmeister, 1920). El argumento era sobre
una máquina que tenía la capacidad de proporcionar poder y, al mismo tiem-
po, provocar desgracias.
Además de los temas relacionados con la tecnología y la ciencia ficción,
el cine fantástico y de horror alemán abordó frecuentemente el tema de la
muerte. Este fue el caso de Hilde Warren und der Tod (Hilde Warren y la muerte,
Joe May, 1917) en la cual el espectro de la muerte aparece constantemente
frente a una mujer para protegerla de un destino trágico del cual ella no puede
escapar. A su vez, Fritz Lang filmó Der müde Tod (La muerte cansada, 1921) cuyo
tema provenía parcialmente de la literatura y la tradición oral, específicamen-
te de un cuento homónimo de los hermanos Grimm. En esta película, la muer-
te toma la vida de un joven. Su novia lo busca y se encuentra con la muerte.
Esta le da tres oportunidades a ella para recuperar a su novio si logra salvar la
vida de tres personas que estén condenadas a morir en diferentes circunstan-
cias, culturas y lugares. Ella fracasa en su intento por lograr la tarea asignada
y le pide a diferentes personas, incluyendo a algunos ancianos que viven en
un asilo, que le den su vida para salvar a su novio, pero nadie acepta. El asilo
se incendia y ella salva a un bebé. Cuando tiene la opción de intercambiar la
vida del bebé por la de su novio se arrepiente y salva al bebé. Ella no puede
salvar al novio, pero su amor hace que la muerte tome su vida para llevar su
alma con la del novio. La historia y la atmósfera que se construyen en la pelí-
cula pertenecen a lo fantástico y el final es pesimista porque el destino no
puede cambiarse. Tal como ocurre en la literatura romántica, la muerte trágica
fue un tema recurrente adoptado por cineastas tales como Murnau en Nosfera-
tu. En esta película, por ejemplo, Ellen, la víctima del vampiro, no puede esca-
par de su destino y para salvar la vida de los demás ella permite que el conde
Orlok chupe su sangre hasta que el sol aparece y ambos mueren.
Asimismo, es necesario hacer algunas observaciones con respecto a
otras películas fantásticas y de horror, tales como Schatten — Eine nächtliche
Halluzination (Sombras —una alucinación nocturna, Arthur Robison, 1922), cu-
yos elementos también pueden ser encontrados en películas estadounidenses
y mexicanas. En este caso, Robison les proporcionó diferentes funciones a las
sombras. Al inicio, la sombra de una mano gigante parece atrapar la sombra
de una mujer como si las manos del destino manipularan la vida de los perso-
najes; luego, la sombra de la cabeza de la mujer cubre las siluetas de tres hom-
bres enamorados de ella (Figura 3) como señal de que ella ocupa sus pensa-
mientos y de que se convertirá en el motivo de conflicto en la película.
Posteriormente, las sombras de las manos de los hombres enamorados y el
resto de los personajes se convierten en la metáfora de los deseos y la lujuria.
Sin embargo, el deseo expresado por las sombras de los hombres enamorados
revela que algunas emociones humanas solo pueden ser mostradas bajo la
forma de sombras y no en una forma real, solo de manera simulada, tal como
hace el creador de sombras que visita la casa cuando presenta su teatro de
sombras jugando con las sombras de los personajes. En este sentido, las som-
bras se convierten en el lugar en que la pasión y los deseos mienten y estas
emociones solo pueden existir en una forma clandestina o velada.
Figura 10. El conde Orlok succionando la sangre del Ellen con su mano
sobre la cabeza de ella en Nosferatu.
1 Ana María Morales explica en «Lo maravilloso medieval y los límites de la realidad» (2003: 15-41)
que lo maravilloso es un universo alternativo en el cual hay leyes y causas particulares que son diferen-
tes del mundo real o natural. En este sentido, dentro de la literatura fantástica los personajes son modi-
ficados por la transgresión inesperada o buscada de los límites que separan el universo de la cotidiani-
dad del mundo fantástico descrito en el relato.
El inicio de los años treinta coincidió con la llegada del cine sonoro a
México y el establecimiento de los elementos que hicieron posible el desarro-
llo de una industria fílmica nacional. En 1931, Antonio Moreno filmó la ver-
sión sonora de Santa, una exitosa película que fue promovida como la primera
película sonora mexicana. Muchos de los técnicos y actores de esta película
habían comenzado o continuado su carrera cinematográfica en los Estados
Unidos antes de incorporarse al cine mexicano.
En la década de los treinta, factores políticos contribuyeron al arribo de
artistas y técnicos extranjeros que participaron activamente en la moderniza-
ción de México y fueron una importante influencia cultural, particularmente
en la pintura y el cine. Por su parte, Hollywood fue el lugar en que muchos
escritores, cinematógrafos, directores, editores, actores y técnicos de diversas
nacionalidades se formaron. Cuando la crisis económica de 1929 expulsó a
muchos extranjeros de los Estados Unidos, los trabajadores del cine regresa-
ron a sus países de origen o viajaron a otros y contribuyeron a crear las indus-
trias fílmicas de Latinoamérica (Castro y Mckee, 2011; Miquel, 2005; Agustín,
2013). Con relación al cine, la influencia extranjera fue decisiva en el estableci-
miento y el fortalecimiento de la industria cinematográfica mexicana y, sobre
todo, en la construcción de la identidad, el espacio y la cultura mexicanos.
También, la colaboración entre cinematógrafos extranjeros y mexicanos sirvió
para construir diversas propuestas estéticas dentro del cine mexicano.
Por ejemplo, Fernando de Fuentes y otros directores,2 cinematógrafos e
iluministas integraron una serie de técnicas dentro del cine mexicano que con-
tribuyeron a la construcción de imágenes y estilos fotográficos en diferentes
películas. Una parte de estas influencias provino del cine alemán de las prime-
ras décadas del siglo xx, en especial del expresionismo y de directores como
Murnau, Mayer, Lang, Leni, Pabst y Wiene.
Con relación a la experimentación fílmica, Hugo Lara y Eliza Lozano
(2011) indican que la principal razón de la tendencia hacia la sobreiluminación
artificial durante la primera década del siglo xx fue la baja sensibilidad del celu-
loide ortocromático, lo cual favoreció la concentración y el flujo de luz. Esto per-
mitió crear sombras de los personajes y los objetos enfatizando o distorsionando
los rasgos faciales y produciendo luces desde afuera del campo visualizado por
la cámara o dirigiéndolo hacia él. Estas técnicas estuvieron presentes en diferen-
tes películas mexicanas de los años treinta, especialmente películas fantásticas.
Estos aspectos estrechamente relacionados con la creación de atmósferas expre-
sionistas del cine alemán fueron los que mayormente influenciaron el horror y el
misterio en el cine. A su vez, esta influencia técnica ofreció la posibilidad de crear
una variedad de personajes y temas combinados con aspectos de la cultura
mexicana con relación a universos y relatos fantásticos o maravillosos.
El primer ejemplo de tales combinaciones fue La llorona (1933), del ci-
neasta cubano Ramón Peón, quien desarrolló su carrera en México. Después de
que la crisis económica de los Estados Unidos fuera superada, esta película se
volvió muy atractiva para la audiencia hispánica en ese país cuando la migra-
ción de trabajadores agrícolas mexicanos aumentó y estos demandaban mate-
rial de entretenimiento. Esto provocó la circulación de copias pirata de La lloro-
na, entre otras películas, en el mercado negro (Castro y Mckee, 2011: 267).
Asimismo, esta película fue proyectada con considerable éxito en Cuba y más
tarde en España, Perú y Argentina gracias a la gestión de su director Ramón
Peón (Castro y Mackee, 2011). Varias escenas de La llorona muestran la influen-
cia del cine estadounidense y europeo para crear atmósferas fantásticas, como
por ejemplo el uso de doble exposición (Figura 13), claroscuros, sombras y ma-
nos macabras (Figuras 14 a 16) —rasgos expresionistas que fueron usados en
películas alemanas, tal como se describe en la primera sección de este artículo.
Asimismo, Juan Bustillo Oro empleó técnicas del cine alemán para crear
atmósferas expresionistas por medio de la iluminación y el montaje (Figuras 19
y 20), así como el escenario (Figura 21) en Dos monjes (1934) con la ayuda del
fotógrafo Agustín Jiménez, quien también trabajó tres meses con Eisenstein
para el rodaje del capítulo «Maguey» de ¡Que viva México! (1933, 1979) con el
fin de registrar su realización. A diferencia de otros cineastas, Bustillo Oro hizo
Figura 21. Espacio aislado y geometrismo en el diseño del escenario de Dos monjes.
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Gabriele Bizzarri
Università degli Studi di Padova
gabriele.bizzarri@unipd.it
ORCID: 0000-0001-9835-9449
Recibido: 07-11-2018
Aceptado: 29-04-2019
Resumen
Este artículo se propone estudiar las específicas formas de codificación del elemento
mágico-supersticioso de origen tradicional y localista en el relato fantástico hispanoa-
mericano del nuevo milenio, según atestigua la producción —a estas alturas ya impo-
nente— de toda una promoción de escritores (como Samanta Schweblin, Mariana En-
ríquez, Luciano Lamberti, Liliana Colanzi y Federico Falco, entre otros) que, dialogando
con los clásicos del género de mediados del siglo pasado y banalizando con intención
algunas de sus más notorias conquistas (entre ellas la del regreso ominoso de lo autóc-
tono originario silenciado y espectralizado), trabajan con formas y estructuras fantás-
ticas contaminadas, refractarias a toda polarización axiológica, imposibles de encajar
dentro de una lógica identitaria patente, unas que marcan el paso de la ambigua ane-
xión de toda cultura periférica al maremágnum de la globalización, donde se neutrali-
za toda tradición, dirección y proveniencia.
209
Gabriele Bizzarri
Abstract
This essay aims at studying the special codification of the magic and superstitious ele-
ment (rooted in the peripheral, local tradition) in the Latin American fantasy short
story of the new millennium, as testified by the oeuvre of a whole new generation of
authors such as Samanta Schweblin, Mariana Enríquez, Luciano Lamberti, Liliana Col-
anzi and Federico Falco, whose texts, triggering an intense dialogue with the classics
of the genre from the sixties and seventies and intentionally trivializing some of their
most notorious achievements (most of all the spectralized second coming of the au-
tochthonous, originary past buried alive in the set-up of the postcolonial modernity),
show a tendency toward the contamination of the canonical reference images and struc-
tures of the ominous, now impossible to frame in any clear cultural dynamic, or to re-
fer to any readable axiologic statement. By doing so they highlight the current annex-
ation of the surviving peripheral cultures to the amorphous patois of the global, where
any tradition, direction and origin is neutralized.
R
Con este texto me propongo estudiar el comportamiento del cuento
fantástico1 hispanoamericano del nuevo milenio, muy especialmente el que
trabaja con el motivo del regreso ominoso del elemento localista y ancestral
(mito indígena, creencia de provincia, etc.) actualizándolo para la era de la
megalópolis latina y la atenuación de los relatos de la identidad, una era de
contaminaciones radiales, fatales interdependencias y performances identita-
1 Aclaro de antemano que la definición de fantástico a la que me ciño es la que, desde este lado de la
posmodernidad, integrando las principales teorías e intentos clasificatorios anteriores, propone David
Roas: no solo, entonces, una «categoría» literaria que se basa en la «confrontación problemática entre lo
real y lo imposible» (hasta aquí nada nuevo a la luz de las aproximaciones más notorias), sino mejor un
«discurso» que «se pone en relación intertextual constante» —y obviamente problemática— «con ese otro
discurso que es la realidad, entendida siempre como construcción cultural» (Roas, 2011: 9). Este énfasis
constructivista —que considero fundamental— me permite contemplar la posibilidad de que el enzima
que desencadena la reacción pueda coincidir también con un fenómeno «imposible» de naturaleza dife-
rente con respecto a los objetos explícitamente sobrenaturales, incompatibles con las leyes físicas, que
pueblan el repertorio canónico, tratando de «fantasma» —de autorizado agente provocador de la trans-
gresión fantástica— cualquier manifestación que invoque la revisión de la interpretación disciplinada de
lo real, provocando la degeneración de la performance universalmente compartida de lo ordinario.
2 Con esta sugestiva imagen (reverse colonization), Ken Gelder (2000) interpreta el texto fantástico de
ámbito postcolonial problemáticamente enfrentado con la violencia de la historia nacional.
3 J. Andrew Brown (2018) utiliza este concepto para describir la apropiación arbitraria y la refundición
confusionista de fragmentos encontrados de narraciones identitarias tradicionales en contextos de glo-
balización.
4 No puedo evitar mencionar aquí que, de manera sinérgica con el gran impulso innovador que, tanto
temática como formalmente, la narrativa hispanoamericana de la época de oro dio en su momento a la
tradición fantástica occidental, justamente desde las excolonias españolas provienen también algunas
de las más valiosas contribuciones teóricas post-todorovianas. Véase por ejemplo Barrenechea (1972),
Alazraki (1983), Arán (1991), Campra (2014). Con la notable excepción de Rosalba Campra, cuyo discur-
so crítico no puede evitar buscar el diálogo con el de la construcción de la identidad periférica, en gene-
En cuentos tan canónicos como «Axolotl» y «La noche boca arriba», por
ejemplo, podríamos sacar cierto provecho jugando a sorprender los ecos de
esa trama discursiva en los rasgos individualizadores que Cortázar le confiere
a los invasores de la casilla de realidad ocupada por sus protagonistas, los
urbanísimos y modernos portadores de los disfraces de la identidad fija que
están a punto de perder la posibilidad de decir yo por el contacto con una
forma de la alteridad que se manifiesta como una articulación posible de lo
negado prehispánico: obviamente, esos textos significan también prescindien-
do de toda territorialización, y sin embargo, el asiduo del zoo parisiense se
deja devorar por un pez que lo hipnotiza con la implacable crueldad de su
«rostro (...) azteca» (Cortázar, 1994: 200), y el motociclista accidentado se des-
cubre otro mientras, en pleno hospital bonaerense, vuelven a encenderse los
fuegos de la guerra florida... «demasiado obvio», quizás, pero también inevita-
ble, «caer en la mitología» (203). Lo mismo, pero declinándolo en relación con
lo negado de la provincia, la pampa sin límites y sus olvidados códigos sim-
bólicos (el lugar de lo barbárico argentino, el contrapunto ideal para las misti-
ficaciones europeizadoras de la metrópolis), soporta el vértigo fantástico tam-
bién en algunos cuentos de Borges, como por ejemplo «El sur», donde, como
efecto de una inmersión estetizante en la alteridad barbárica estigmatizada
como ilusoria y postiza, se pierde la vida por mano de otro reconocible fantas-
ma de la tradición local: el gaucho (o su desdibujada silueta literaria).
En este marco, una subserie de especial interés es la representada por el
horror arqueológico, el que gira alrededor de un hallazgo, cuya catalogación
o comercialización desencadena la venganza de la cultura pretérita, en todo
un abanico de inquietantes reescrituras étnicas de la «Venus de Ille». Buen
ejemplo de ello es «El ídolo de las Cícladas» de Cortázar, donde la efigie pro-
viene sí de la antigüedad clásica pero se convierte en alusiva de una negación
inequivocablemente local puesto que a quien el «contacto primordial» (Cortá-
zar, 1994: 260) con «el ídolo de los orígenes» le anonada embistiéndole con el
terror pánico de un tiempo «anterior a toda historia» (261) es un arqueólogo
porteño exiliado en París, cuyos orígenes y debilidad congénita por «ciertas
literaturas marginales» (259) convierten en un sujeto paciente especialmente
sensible. «Chac Mool» de Carlos Fuentes representa, en este sentido, un texto
ejemplar: un coleccionista de arte precolombino compra en una feria una «es-
tatuilla» en la que parecen confluir las cualidades figurales del Dios maya del
ral, me parece poco practicada la vía de la interpretación cultural del prodigio. Merece la pena citar en-
tonces el ejemplar artículo de Ana María Morales (2008), donde —a saber, por primera vez— se
establece una relación directa entre rescate de la identidad nativa y mecanismo fantástico.
Un indio amarillo, en bata de casa, con bufanda. Su aspecto no podía ser más
repulsivo; despedía un olor a loción barata, quería cubrir las arrugas con la cara
polveada; tenía la boca embarrada de lápiz labial mal aplicado, y el pelo daba
la impresión de estar teñido (23).
Hace años que Lala decidió ser mujer y brasileña, pero había nacido varón y
uruguayo. (...) está tan acostumbrada que a veces habla por teléfono en portu-
gués o, cuando se enoja, levanta los brazos hacia el techo y le reclama venganza
o piedad a la Pomba Gira, su exú personal, para quien tiene un pequeño altar
en el rincón de la sala donde corta el pelo [a sus clientas], justo al lado de la
computadora, que está encendida en chat perpetuo (13).
6 Carmen Alemany Bay (2016) involucra a la escritora porteña —junto con Cecilia Eudave, Guadalupe
Nettel, Daniela Tarrazona y Valeria Luiselli entre muchísimas otras, llegando su nómina a tocar también
el caso extremo de Mariana Enríquez— en el gremio de las narradoras «de lo inusual»: se trataría de
fotografiar unos mundos narrativos anfibios, donde sí acontecen cosas insólitas, pero nunca de una
forma tan explícita como para autorizar el uso de la etiqueta fantástica.
7 Aquí como en otras partes de este ensayo resuena la crítica a la globalización y a sus «incontestables»
metáforas de liberación —una entre todas: la fluidez— que propone, desde lo postcolonial, Mary Louise
Pratt (2008), insistiendo en la actualidad de ese discurso y connotándolo oportunamente para que haga
chirriar la utopía emancipatoria de la aldea-mundo.
8 Intertextualizo aquí la escueta trama de «Casa tomada», sin duda un precedente imprescindible para
entender las sietes casas schweblinianas.
realidad, en una serie de terribles vértigos sicóticos que vinculan el aguante in-
suficiente de lo doméstico a la retórica de la movilidad, la transformación, el re-
uso. En otras palabras, nada aquí es verdaderamente familiar y nada llega nunca
a superar unas fronteras últimas: por un lado, se propaga la sospecha de la alte-
ración de lo idéntico, quedamos presos de la obsesión por lo irreconocible, el gusa-
nillo de la engañadora sofisticación de la imagen, se sospecha que lo que es mío,
en realidad, no lo es, mas, en algún momento, ha sido cambiado con algo que se
le parece (una copia, un simulacro); por otro, cuando habría que conceptualizar
pasajes irremediables, elaborar pérdidas definitivas, concebir alteridades abso-
lutas, se va generalizando como un morbo la sensación de poder encontrar —y
traer de vuelta a casa— lo que se ha ido hurgando entre las cosas del vecino.
En la ciudad componible de Schweblin, que parece estar pensada como
una maqueta hiperrealista de kit habitativos paralelos, nada se pierde —por-
que cualquier cosa, como en un franchising, podría plausiblemente haber pa-
sado a habitar en otra puesta en escena residencial perfectamente idéntica—
pero, por decirlo de algún modo, todo está perdido.
Algunos ejemplos. En «Nada de todo esto», el cuento que estrena la
serie, una madre y una hija vagabundean en coche por los barrios más acomo-
dados a la búsqueda obsesiva de algo impreciso, imposible de identificar, y
sin embargo percibido como urgentemente propio, en casa de extraños: cuan-
do la azucarera robada en una de esas atolondradas perlustraciones queda
enterrada en el patio familiar como reparación de no es dado saber qué impro-
nunciables lutos, a la dueña legítima del objeto se la reta a volver a encontrar
el único recuerdo que le queda de su propia madre revolviendo desesperada-
mente «torres de cajas apilables que hay por todos lados, como si ningún sitio
fuera adecuado para empezar a buscar» (Schweblin, 2016: 27), mientras la
narradora la espía con sadismo moverse por un espacio vuelto hostil, insensi-
ble a toda reivindicación de propiedad, por una alienación uniforme.
El título, despiadadamente irónico, de «Para siempre en esta casa» se
refiere a la ausencia definitiva del hijo de los vecinos de la narradora, quien,
todos los días, espera que los padres del difunto toquen a la puerta para res-
catar lo que les ha faltado en su jardín, como si fuera una pelota extraviada o
un calcetín tendido que el viento ha hecho volar, exorcizando el duelo en la
imagen, al fin y al cabo doméstica, del pasaje a un espacio contiguo, tratando
la muerte como un problema de vecindad. «Cuando algo no encuentra su lu-
gar»... «no sé, pero hay que mover otras cosas» (42), se comenta: pero la fór-
mula mágica de la compensación, de la reformulación conservativa del orden
de los sumandos —que Samanta Schweblin invoca reiteradamente para dar
Volvió a sentirlo, esta vez desde el techo, y a sentirlo otra vez, mucho más cerca,
rodeándola por completo. Iba y venía, como un ronquido áspero y profundo,
como la respiración de un gran animal dentro de la casa (91).
9 Voy a dar por descontado este primer nivel de aproximación —que obviamente es central en una
novela que relata la historia de la colonización del campo argentino por el latifundio multinacional de
la soja transgénica, abriéndose entonces a lecturas tanto políticas como de corte ecocrítico. Véase al res-
pecto, además de las muchas reseñas publicadas en la prensa tanto argentina como española, Oreja
Garralda (2018).
—Nina...
—No soy Nina... — dice Nina.
(...)
—Es un experimento, señora Amanda — ice, y empuja hacia mí una lata.
(...)
—¿De dónde salió esa lata, Nina?
(...)
—No sé a quién le está hablando, señora Amanda.
—Soy David —dice Nina, y me sonríe (55-56).
lumnas de la crónica negra, precisamente, vuelven, como fantasmas, llegando a formar un «organismo,
un ser completo que se movía en manada» (2017: 174-175).
La novela se despide del lector con la típica imagen de una estancia ar-
gentina, habitada por un hombre «que ha perdido sus caballos» y por el que
antes fue su hijo, David, un niño de la nueva estirpe, que pasa su tiempo ama-
rrando con hilo sisal lo que queda de las pertenencias familiares (muebles, cua-
dros, fotografías, adornos...) a una estructura (nacional, tradicional, identita-
ria...) basculante como la de un velero fantasma. Cuando nos damos cuenta de
que sus manos —mera inercia del cuerpo, invocación espectral a un principio
de correspondencia que el texto, despiadadamente, se ha encargado de des-
mantelar— aprietan tenaces un topo de peluche, traicionando la desesperación
del niño por ser reconocido, por reconocerse, y por fin volver a ese otro lugar
que, quizás, fue suyo, la nostalgia y la compasión por las identidades origina-
rias atrapadas en una forma impropia nos golpea con un latigazo imprevisto.
Quizás no sea descabellado pensar que el horror de la circulación volá-
til y la refundición salvaje de lo doméstico —el horror que mejor parece con-
notar el fantástico latinoamericano del nuevo milenio, invitando las culturas
locales a dar cuenta de sí en puestas en escena cada vez menos fiables— tenga
que ver —como el juego de Nina— con la contundente, inapelable presencia de
una lata de sopa (de la marca Campbell acaso...): único ídolo realmente su-
pérstite, universalmente reconocible y para todo uso, ídolo sintético de la sín-
tesis total y definitiva que vuelve neutra toda tradición y proveniencia, ídolo
pop monstruosamente corriente y quizás, por eso mismo, dispuesto a quedar-
se en su trono para siempre.
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Simone Marino-Cicinelli
Universidad de Salamanca
simon_m94@live.com
ORCID: 0000-0003-1754-9430
Recibido: 22-07-2018
Aceptado: 12-03-2019
Resumen
Abstract
This work arises from the need to deepen the definition of «fantastic reality», capable of
modifying or altering the cognizable, perceptible and physical world. Consequently, we
will aim to examine how these two worlds, the real and the fantastic, are mixed and com-
bined, and if they are conceived or not as separate universes. In this respect, the work tries
to address the following two questions: in what way does the fantastic refer to the knowa-
ble, perceptible and real world? And, can one say that the fantastic is a subjective world?
231
Simone Marino-Cicinelli
Francisca Noguerol
1 Queremos llamar al recuerdo que Todorov introduce, en dicha obra, la distinción entre lo fantástico,
lo extraño y lo maravilloso. Define lo fantástico como «la vacilación experimentada por un ser que no
conoce más que las leyes naturales, frente a un acontecimiento en apariencia sobrenatural»; lo extraño
como lo sobrenatural explicado donde «las leyes de la realidad permanecen intactas y permiten explicar
los fenómenos descritos»; por último, lo maravilloso como lo sobrenatural aceptado en el que «es nece-
sario admitir nuevas leyes de la naturaleza mediante las cuales el fenómeno puede ser explicado» (To-
dorov apud Roas, 2001: 65).
el marco de la vida real» (Todorov, 1982: 36); o la de Louis Vax que se encuen-
tra en L’art et littérature fantastique (1960) en la que se afirma: «el relato fantás-
tico nos presenta por lo general a hombres que, como nosotros, habitan el
mundo real pero que de pronto, se encuentran ante lo inexplicable» (1982: 36);
así como la de Howard Phillips Lovecraft, que afirma en Supernatural Horror
in Literature (1927) que el criterio para definir lo fantástico reside en la capaci-
dad de alterar el estado de ánimo, de poner los pelos de punta al lector, el cual
tiene un importante grado de imaginación: «un cuento es fantástico, simple-
mente si el lector experimenta en forma profunda un sentimiento de temor y
terror, la presencia de mundos y de potencias insólitas» (1982: 46).
También destacan Approches de l’imaginaire (1974), de Roger Caillois, y La
Littérature fantastique: Essai sur l’organisation surnaturelle (1980), de Jacques Fin-
né, así como The Supernatural in Fiction (1952), de Peter Penzoldt, en el que se
hace distinción entre el horror, que sería la primera emoción a la que nos en-
frentamos, y lo sobrenatural, entendido como simple pretexto para presentar
hechos y entidades que, desde luego nos trasmiten temor, pero que nunca
nombraríamos (1982: 187). Es el caso también de la teórica Pampa Olga Arán
que, en su ensayo El fantástico literario (1999), empieza la aproximación teórica
al relato fantástico con una cita de Jean-Paul Sartre, contenida en «Aminadab
ou du fantastique considéré comme un langage» (1947), señalando que lo fan-
tástico no solo sugiere un cambio de mirada y mentalidad cultural sino que
también estimula un replanteamiento de nuestra existencia. Lo fantástico se
humaniza, nos cuestionamos sobre nuestra condición humana tan profunda, y
en parte desconocida, que resulta inquietante y amenazadora; un realismo que
reconstruye la imagen desconcertante de nosotros mismos (Arán, 1999: 15).
Sin duda alguna podríamos ampliar esta lista con más teóricos y defi-
niciones. Basta pensar que en los últimos cuarenta años se ha desarrollado
teoría más robusta sobre los elementos de lo fantástico y lo real. Podríamos
incluir a Víctor Bravo y a Georges Desmeules y estaríamos en lo cierto.2 Y no
nos estaríamos equivocando si incorporáramos también a Daniel Altamiran-
da y Flora Bottom así como a Omar Nieto con su ensayo Teoría general de lo
fantástico. De lo fantástico clásico al posmoderno (2015), en el que reflexiona sobre
el modus operandi de lo fantástico y plantea su definición no como única, sino
unificada: un «sistema de lo fantástico» que se caracteriza por tres paradig-
2 De Víctor Bravo se señalan Los poderes de la ficción. Para una interpretación de la literatura fantástica
(1985) y Terrores de fin del milenio: del orden de la utopía a las representaciones del caos (1999), así como El
mundo es una fábula y otros ensayos (2004). Entre los teóricos y especialistas de lo fantástico se destacan
también Ignacio Soldevilla y Antón Risco, autores de El relato fantástico. Historia y sistema (1998).
mas: clásico, moderno y posmoderno (Nieto, 2015: 54). No obstante, nos limi-
tamos a citar a uno de los que ocupa un papel relevante en la formulación
teórica entre estos dos mundos, lo fantástico y lo real. Se trata del profesor y
escritor David Roas que, en su ensayo Tras los límites de lo real. Una definición de
lo fantástico (2011), señala que: «el mundo construido en los relatos fantásticos
es siempre un reflejo de la realidad en la que habita el lector» (Roas, 2011: 31).
Esta aportación no hace más que situar a lo fantástico en un espacio habitual
en el que el narrador consigue perturbar la percepción del lector «intensifican-
do progresivamente la cotidianidad de las historias» (2011: 113-114). En efecto,
no se equivocaba Caillois cuando en el ensayo Imágenes, imágenes afirma que
el esqueleto de lo fantástico halla en la solidez del mundo real, pero para sub-
vertir sus códigos y devastarlo (Caillois, 1970: 13). Así pues, esta faceta de lo
fantástico nos lleva a una mayor toma de conciencia acerca de nuestra condi-
ción humana, un proceso de autodescubrimiento que en las líneas posteriores
se irá desarrollando con más detalles.
La realidad fantástica
3 En ese aspecto, vale la pena destacar la aportación del teórico y escritor Harry Belevan, según el cual
lo fantástico se considera como una siñalética en el sentido de que se manifiesta bajo forma de señales y
síntomas que provocan al lector una vacilación, una dubitación de lo que está leyendo; en otras pala-
bras, lo fantástico no hace más que causar una alteración, «un cortocircuito entre el lector y el material
textual» (Belevan, 1976: 113). En una entrevista por Hans Rothgiesser, Belevan nos ofrece una definición
de fantástico: «yo creo que la característica de lo fantástico es que debe estar parte de la realidad; o sea,
se inicia en la realidad llana, real y termina en la realidad real» (Belevan, 2013). Según él, lo fantástico
tiene que volver a la realidad, espacio que está formado por hechos cotidianos que se trastocan, se quie-
bran y se traducen en otra realidad que no es sino una realidad fabricada e inventada por el ser humano.
Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=7wqs7KEckN4.
de Raúl Molina Gil que señala que la física ha realizado un significativo avan-
ce para desvelar aquellos campos de la realidad que permanecían ocultos e
inexplorados. En este sentido, Molina Gil confirma la fortaleza y la inmortali-
dad del género fantástico, pues cuantos más descubrimientos científicos in-
tenten explicar la realidad que nos rodea, más espacios se producirán para la
creación fantástica: «La relatividad y la cuántica (...) amplían márgenes y
abren nuevas sendas en lo oculto. Lo fantástico, en definitiva, sobrevive. Ya no
es lo mismo. Ya nunca podrá ser lo mismo. Pero permanece en su fondo, inal-
terado, aquello que lo hace único» (Molina Gil, 2015: 199). Podemos conden-
sar lo expuesto hasta aquí con lo que se encuentra en Literatura y ciencia de
Aldous Leonard Huxley:
5 En una entrevista por Omar Prego, Cortázar afirma: «eso que yo llamaría más bien un sentimiento
frente a la realidad, me viene de la primera infancia (...). Desde muy pequeño, hay ese sentimiento de
que la realidad para mí era no solamente lo que me enseñaban la maestra y mi madre y lo que yo podía
verificar tocando y oliendo, sino además continuas interferencias de elementos (...). Esa ha sido la inicia-
Todo esto permite afirmar que lo fantástico, ese otro que se manifiesta en
forma de monstruo y de fantasma, de zombi y de demonio, de bestia y de carac-
terísticas extrañas, se puede considerar como una concavidad diminuta, un cor-
te hecho en la superficie de lo que percibimos como real, que sobresale, que
brota de manera espontánea pero que, siempre, está vinculado a la experiencia
de lo real.6 Es atractivo señalar que el mundo no es solo un lugar en el que el
individuo vive y se siente cómodo sino también, como el teórico francés afirma,
es un lugar comprometido que se puede «corromper», «metamorfosear» y con-
taminar por él mismo: como si el mundo de la realidad fuese integro e inaltera-
do y, a la vez, resultase dañado, trasgredido y extranjero, un lugar inexplorado
donde todo puede ocurrir, donde las leyes naturales de la realidad se ven alte-
radas y perturbadas por fenómenos extraños, insólitos y extraordinarios.
ción de mi sentimiento de lo fantástico, lo que tal vez Alazraki llama neofantástico. Es decir, no es un
fantástico fabricado, como el fantástico de la literatura llamada gótica, en que se inventa todo un apara-
to de fantasmas, de aparecidos, toda una máquina de terror que se opone a las leyes naturales, que in-
fluye en el destino de los personajes» (Prego, 1984: 74-75). Es evidente, por lo tanto, que ese sentimiento
frente la realidad no es fruto de la inteligencia del hombre, creado y fabricado en laboratorio, como si
fuera una máquina irreal de fantasmas y apariciones sino un sentimiento que se produce de manera
natural y que encuentra su lugar en la cotidianidad.
6 El término concavidad tiene su fundamentas en la reflexión que Brian Greene elabora con respecto a
la teoría de Kaluza postulada en 1919 y profundizada en 1926 por el matemático sueco Oskar Klein.
Dicha teoría planteaba la existencia de más de tres dimensiones espaciales, amplias y extendidas, en las
que el ser humano pudiese moverse. En este sentido, Greene refina esta postura señalando que: «el
universo también puede tener dimensiones espaciales adicionales que están estrechamente arrolladas
en un espacio diminuto —un espacio tan pequeño que hasta ahora ha evitado que lo detectemos incuso
utilizando nuestros instrumentos experimentales más sofisticados» (Greene, 2001: 212-213). Así pues, el
atributo concavidad debe entenderse como un campo, adicional y diminuto, de la realidad que está es-
condido pero no por eso indetectable; un espacio en el que la información rebasa lo tangible ofreciendo
posibles formas, desde luego, alteradas de la realidad.
7 Das Unheimliche ha sido traducido en diversos idiomas. En francés como «inquiétante étrangeté», en
inglés como «the uncanny», en español como «la inquietante extrañeza» o «lo siniestro». En griego
también como «το ανοίκειο» y en italiano como «il perturbante» o «lo spaesamento».
8 Según el diccionario alemán Duden, «heim» significa hogar, casa; del sustantivo heim deriva el adje-
tivo «heimlich» que designa algo secreto, oculto. Curiosamente, el término «heimlich» hace referencia
también a lo que comúnmente se denomina «maniobra de Heimlich» que no es sino una compresión
abdominal que ocurre en la tráquea, debido a un trozo de alimento, y que provoca tos. Es interesante
llamar la atención sobre el hecho de que así como esa obstrucción, este obstáculo irrumpe e invade
inesperadamente el espacio de la vía respiratoria, lo fantástico también se introduce o, para mejor decir,
asalta el espacio real que, de acuerdo con las palabras de David Roas «se verá asaltado por un fenómeno
que trastornará su estabilidad» (Roas, 2001: 8).
9 Aún más interesante es la formulación que ofrece Graziella Berto, profesora de Filosofía e Historia
en el Instituto Científico Niccolò Copérnico de Udine, en Freud, Heidegger. Lo spaesamento (1999), en el
que se afirma: «La negación un- no borra sino revela; y lo que desvela es el secreto de lo Heim, del hogar,
de lo propio: es decir, su mantenimiento, olvidado, en el Heimliche como ocultación (...). La percepción
de lo que es cercano, de uno mismo, no es tan tranquilizador y controlable como habitualmente se pien-
sa: este es el secreto que sale a la luz en el Unheimliche» (Berto, 1999: 24-25). La traducción es nuestra.
10 «Lo siniestro en las vivencias se da cuando complejos infantiles reprimidos son reanimados por una
impresión exterior, o cuando convicciones primitivas superadas parecen hallar una nueva confirma-
ción» (Trías, 2006: 51).
11 Paola di Natale fue profesora en varios institutos de la región Campania e impartió docencia en la
Universidad de Salerno. Es actualmente directora técnica del Ministerio de Educación, Universidad e
Investigación de Italia. Entre sus publicaciones se destacan Le vie dell’invenzione. Ermeneutica e creatività
(2001), I non luoghi dell’educazione. Carcere e ospedale tra storia e ricerca (2005) y Riflessività e racconto (2008).
La traducción es nuestra.
12 Del mismo modo, podemos hablar de la doctrina de las monadas de Leibniz que representa el cul-
men de su reflexión metafísica respecto a la noción de sustancia y la consideración que tiene de la reali-
dad. El filósofo y matemático alemán entendía las sustancias como monadas y, por consiguiente, la
realidad como un universo formado por monadas. Quisiéramos completar esta idea con la siguiente cita
de Leibniz que recoge Julián Velarde en Monadología. Principios de filosofía: «yo sostengo, con la mayoría
de los antiguos, que toda la materia está llena de fuerza, de vida y de almas. Por medio de los microsco-
pios se sabe que hay una gran cantidad de criaturas vivientes, que no son perceptibles a nuestros ojos y
que hay más almas que granos de arena o de átomos» (Velarde, 2001: 44). Por cierto, lo que para un físi-
co cuántico se llama átomo, para Leibniz es una mónada que consta de apetición y percepción. Esta úl-
tima no es sino «la representación de lo externo en lo interno, de lo compuesto en lo simple, de la mul-
titud en la unidad» (Velarde, 2001: 48).
13 Con objeto sensorial nos referimos sobre todo a los objetos imaginarios recreados por medio de
nuestra experiencia sensorial. Señalamos el interesante ejercicio de imaginación pedagógico que se en-
cuentra en el manual Creatividad Teatral publicado en 1987 por Fausto Carrillo y Ricard Boluda, profeso-
res de El Timbal, Centro de Formación y Creación Escénica. Consultable en línea en la página web: https://
escenes.wordpress.com/tag/objetos-sensoriales/.
14 Gómez distingue cinco tipos de realismos, a los que llama «disminuidos» o «antirrealismos»: la
«Actitud ontológica naturalista» promovida por Arthur Fine, el «Realismo de las causas y las leyes fe-
nomenológicas» postulado por Nancy Cartwright, el «Realismo de entidades por intervención experi-
mental» de Ian Hacking, el «Realismo constructivo» inspirado por Ronald Giere y, finalmente, el «Rea-
lismo interno» concebido por Hilary Putnam (Gómez, 1995: 33-35).
evaluación depende del contenido preciso de nuestros datos sobre cierta situa-
ción. Esta dependencia funciona de manera tal que una simple adición a nues-
tra información puede transformar radicalmente la situación con respecto a lo
que pueda ser lo óptimo (Rescher, 1993: 39).
15 Nos parece pertinente insistir sobre el término «alternativo», pues tiene una profunda conexión con
la ciencia. Dicha palabra remite a dos conceptos: el de hiperespacio y multiverso que Michio Kaku señala,
respetivamente, en sus célebres ensayos Hiperespacio: una odisea científica a través de universos paralelos y
Universos paralelos: los universos alternativos de la ciencia y el futuro del cosmos. En el primero, el físico teó-
rico estadounidense sostiene que la hipótesis de que puedan existir otras dimensiones, además de las
que conocemos, podría ser la clave para desentrañar todos aquellos interrogantes de la naturaleza y
teorías de la creación que a lo largo de los siglos se han planteado como posibles pero que no han sido
lo suficientemente férreas para que se tomen como admisibles y reales (Kaku, 2016: 18). En el segundo,
se ofrece una explicación más concreta a través de las burbujas: «Si soplamos con la fuerza suficiente,
vemos que algunas de las burbujas se parten por la mitad y generan nuevas burbujas. Del mismo modo,
los universos pueden estar dando a luz continuamente nuevos universos. En este panorama, pueden
estar ocurriendo big bangs continuamente. Si es así, puede ser que vivamos en un mar de universos, en
una especie de burbuja flotando en un océano de otras burbujas. En realidad, una palabra mejor que
“universo” sería “multiverso” o “megaverso”» (Kaku, 2005: 20).
Conclusiones
16 Queremos destacar que en el mundo del siglo xxi, los procesos de globalización, las nuevas tec-
nologías y, sobre todo, el progreso de la ciencia han cambiado mucho la percepción de lo fantástico en
el individuo. Basta pensar que en los últimos treinta años, se ha desarrollado la cibercultura, y junto
a ella, la ciencia ficción y el ciberpunk, géneros que combinan la aplicación de las nuevas tecnologías
con visiones futuras, distópicas y que representan una realidad alterada, imaginaria, imposible (po-
dríamos decir, fantástica) que cada vez más, con el progreso de la ciencia, se hace posible. No solo en
el ámbito cinematográfico sino también en lo literario se producen novelas en las que se empiezan a
describir mundos deshumanizados, apocalípticos, tecnológicos y robóticos. Es el caso de la mexicana
Cecilia Eudave con Técnicamente humanos y otras historias extraviadas de 1996, así como, Invenciones
enfermas de 1997.
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ORCID: 0000-0002-3858-1045
Recibido: 21-11-2018
Aceptado: 30-03-2019
Resumen
Palabras clave: cine español. Terror. Paco Plaza. Análisis textual. Narratología
1 El presente trabajo ha sido realizado en el marco de los proyectos de investigación Análisis de identi-
dades discursivas en la era de la posverdad. Generación de contenidos audiovisuales para una Educomunicación
crítica (AIDEP) (código 18I390.01/1), bajo la dirección de Javier Marzal Felici, y El diseño narratológico en
videojuegos: una propuesta de estructuras, estilos y elementos de creación narrativa de influencia postclásica
(DiNaVi) (código 18I369.01/1), bajo la dirección de Marta Martín Núñez, ambos financiados por la Uni-
versitat Jaume I para el periodo 2019-2021.
249
Aarón Rodríguez Serrano
Abstract
Our work tries to offer a detailed reading of the Spanish horror movie Veronica (Paco
Plaza, 2017). In order to achieve our goal, we will use a methodology based on textual
analysis focused on the following aspects: structure, building and development of the
main character, presentation of the social context and of the crisis of the inner person-
alities. We will try to explain the most relevant elements in the generation of significa-
tion processes from a semiotic perspective, and the relation between the concrete his-
toric-contextual problems in which the events represented in the film took place.
R
1. Introducción
Verónica nos parece una cinta especialmente brillante para rastrear esta
tensión en tanto sus huellas de estilo tienen claramente un pie en el llamado
Eurohorror (Olney, 2013) y otro en los modos de representación hollywoodien-
se. Por adelantar algunas ideas rápidas, su construcción cromática es tan deu-
dora del giallo italiano —los colores rojo y azul saturados en la escena del
juego infantil Simón— como de la fotografía gélida desarrollada en Estados
Unidos por, pongamos por caso, los trabajos específicos en el terror propues-
tos por Bojan Bazelli o Dan Laustsen.
Es relevante comprender este carácter híbrido, «impuro», tan propio
del terror español (Lázaro-Reboll, 2012) para intentar rastrear además, con la
mayor precisión posible, aquellos otros rasgos locales —propios de lo que
podríamos llamar la «idiosincrasia española de los noventa»— que han ade-
rezado el género con rasgos específicamente «populares» (Pérez Rubio & Her-
nández Ruiz, 2011). Así, la película no esconde su voluntad de participar, de
diferentes maneras, en un proceso de reconstrucción generacional que se
aprecia tanto en la dirección de arte como en el uso de la música de Héroes del
Silencio —sin duda, uno de los operadores textuales más relevantes de la cin-
ta— o incluso la cita a la campaña publicitaria del Limpiador Centella. Estos
operadores no están únicamente configurando un cierto espectador ideal a
partir de su potencia de cita (Casetti, 1996), sino que además conectan con esa
estrategia inevitable de una cierta imagen postmoderna que utiliza de manera
sistemática (Žižek, 2000; Orellana & Martínez Lucena, 2010) una visión inevi-
tablemente domesticada del pasado para trazar líneas más o menos claras con
las heridas del espectador contemporáneo.
Sin embargo, a diferencia de otras obras audiovisuales patrias más o me-
nos edulcoradas, Verónica no cae fácilmente en los mecanismos balsámicos o
dulcificadores. Esta tensión «social» o «contextual» que se encuentra extraordi-
nariamente plasmada en la manera en la que Paco Plaza dispone las masas de
figurantes con los que satura el encuadre (interminables colas del paro, colegios
segregados por sexo), se despliega a su vez en dos direcciones que nos interesan
especialmente en el presente artículo: la mostración de la quiebra identitaria de
la protagonista —el descubrimiento de su homosexualidad y el enfrentamiento
con una figura paterna ausente— así como el recurso a imágenes híbridas a
medio camino entre el lugar común del género y el costumbrismo español.
Para intentar desplegar una lectura razonablemente compleja de la pe-
lícula, optaremos por una metodología de análisis textual de carácter semióti-
co (Zumalde, 2011; Zumalde, 2006), que tome a la forma fílmica como elemen-
to principal de significación y que nos permita aprehender la manera en la
que se relacionan los elementos principales del relato desde una perspectiva
narratológica (Gómez Tarín, 2011) con el uso concreto de los recursos visuales.
Del mismo modo, tendremos en cuenta como recurso suplementario las técni-
cas de análisis estructural (Barthes, 1990; Metz, 2002) junto con las diferentes
herramientas de evolución de personajes y disposición de conflictos dramáti-
cos (Sánchez-Escalonilla, 2001; Campbell, 2005) que nos permitan rastrear las
significaciones internas y externas, conscientes e inconscientes, de la protago-
nista de la cinta.
Así, sintetizando, podríamos señalar tres objetivos principales:
O1: Analizar la estructura narratológica y los rasgos enunciativos de la
película; buscar las conexiones entre documental y ficción, la fundamentación
de los procesos enunciativos y la manera en la que se desarrollan con los luga-
res comunes del género.
O2: Explorar las curvas de transformación del personaje principal, tan-
to en su dimensión social como en su dimensión identitaria subjetiva.
O3: Conectar dichas transformaciones con el marco social de la España
contemporánea, explicitando así el programa ético de la película.
2. Desarrollo
2 Un dato que no deja de resultar estimulante es que, muy al contrario, si se analizan las piezas tele-
visivas que se emitieron desde los propios años noventa alrededor del propio Caso Vallecas, se compro-
bará que tanto el montaje como la ambientación beben directamente de ficcionalizaciones provenientes
del mundo del cine. Siguiendo algunas de las sugerencias de José Antonio Palao Errando (2009), el
gesto televisivo se vuelve espectacular —y horrendo— en la ficcionalización de la tragedia humana.
ción, hemos transitado tres días en la vida desde la mirada de su personaje prin-
cipal. Otra cuestión bien distinta es que todos los hitos narrativos puedan que-
dar clausurados mediante una explicación de corte psicologista más o menos
plana: muy al contrario, Verónica siempre mantendrá una nómina de elemen-
tos aparentemente inexplicables desde nuestras leyes casuales —desde nues-
tro «realismo cognitivo» (Fernández Gonzalo, 2015)— dejando amplios márge-
nes para la explicación del relato. En esta dirección, resulta algo ambiguo
constatar cómo la estructura se abre y se cierra sobre la introducción de un
modesto personaje secundario: el policía encargado de redactar el informe del
Caso Vallecas. Paco Plaza parece sugerir una suerte de trasunto de su propio
gesto escritural, si bien su función actancial en el relato no termina de clarifi-
carse. Por un lado, el policía tiene una cierta conexión con la representación del
espectador —se encarga de intentar desentrañar de alguna manera lo aconteci-
do en el domicilio de la chica—, pero también remite al propio proceso creativo
en tanto se nos muestra ordenando, escribiendo la historia de Verónica en una
máquina desvencijada. Este doblez únicamente puede explicarse como una
cierta basculación enunciativa: de igual modo que la revelación final nos invita
a reconstruir aquellos territorios de la película que se habían experimentado
como incompletos o monstruosos, sabemos a ciencia cierta que una parte del
relato quedará fuera del marco de la ley (policial, jurídica, pero también estric-
tamente narrativa), y por lo tanto, como parece preceptivo en las narraciones
terroríficas, que siempre quedará un resto, un exceso, un contenido no-simbo-
lizable. Dicho contenido es, además, como veremos en el próximo epígrafe,
estrictamente visual.
diente Warren (The Conjuring, James Wan, 2013 y 2016)— con el campo mismo de
lo real. Sin embargo, su apuesta es todavía más radical: lo contemplado queda
garantizado por un oficial de la ley con apellido propio —y, todo sea dicho, de
rancio abolengo para los amantes del terror: Romero. Por si esto fuera poco, se
trata de un testimonio excepcional, la misteriosa pieza que los mecanismos jurí-
dicos españoles no han conseguido «domesticar», ni «explicar», ni «racionali-
zar». Verónica se plantea a sí misma como el punto ciego de todo el sistema de-
mocrático y legislativo patrio, al que se le debería presuponer siempre un
funcionamiento metódico, predecible, verificable y basado en lo que el término
de moda resume como «garantías objetivas». Lógicamente, al introducir una
dimensión paranormal en la ecuación, los cimientos mismos de la realidad se
tambalean: si un policía, aunque sea una única vez —y la mayúscula reprodu-
cida en el cartel es de una importancia absoluta— admite la existencia de ele-
mentos fantasmagóricos o sobrenaturales en su actividad, podemos abrir una
brecha dramática en la fundamentación misma del estado de derecho.
Merece la pena seguir esta idea. Una vez difumando el crédito, la enun-
ciación recupera la fotografía de Verónica que comparecía, siempre junto a un
crucifijo, en el salón familiar. Su rostro, sin embargo, ha sido literalmente bo-
rrado por una quemadura de cinco puntas inexplicable (Figura 1).
interior de la fotografía marcando un salto sobre el eje óptico para dar lugar al
último plano de la cinta: un detalle invertido del fuego reconstruyendo el rostro
de la protagonista sobre el que imprimirá su nombre en pantalla (Figura 2).
Este cierre resulta clave para entender hasta qué punto Verónica juega a
la autoconsciente y, a la vez, pone en duda el propio estatuto de verosimilitud
y legibilidad de las imágenes —idea, por lo demás, ya presente en varios de
los trabajos anteriores del director (Rodríguez Serrano et al., 2015; Sánchez
Trigos, 2013). En primer lugar, desde una perspectiva narratológica, son las
únicas imágenes de la película que no podemos consignar al punto de vista de
un personaje. Al optar por una focalización modalizada (Gómez Tarín, 2011: 69),
nos encontramos con una violenta marca de la enunciación: esas imágenes no
tienen más función narrativa que la de desvelarnos una cierta información
que se nos escapara —pongamos por caso, el célebre trineo que clausura Ciu-
dadano Kane (Citizen Kane, Orson Welles, 1941)— o, como suele ser bastante
habitual en el terror postclásico, preparar al espectador para el inevitable sus-
to final. De hecho, si recordamos cintas como Sinister (Scott Derrickson, 2012)
o, muy especialmente, La mujer de negro: El ángel de la muerte (The woman in
black 2: Angel of death, Tom Harper, 2014), podemos localizar una conexión
entre el terror contemporáneo y la propia naturaleza de lo inesperado en la
imagen registrada (fotografías, videos caseros, proyecciones...) como el lugar
habitual para disponer este tipo de estrategias.
Al contrario, resulta notable que Verónica parezca conducir al especta-
dor a este tipo de anticlímax narrativo, y en el último momento, detenga su
desarrollo precisamente en una labor de reconstrucción de la imagen. El hecho
El punto de ignición del plano —la caricia, el gesto del amor— está si-
tuado en el centro exacto del encuadre, reencuadrado por dos ventanas del
piso de Verónica y una tercera en la casa de la vecina. La lluvia difumina los
contornos, empaña la claridad de la visión, mientras en el contraplano, el ros-
tro de Verónica se va oscureciendo cada vez más mientras las dos mitades de
la tabla se cierran sobre ella (Figura 4).
tiene que ver con la pregunta por el vacío dejado en nuestras sociedades tras
las crisis de la fundamentación masculina postmoderna. Es importante señalar
que en ningún momento cede a la justificación de un gesto conservador que
posibilite el regreso a un patriarcado hermético como solución a los problemas
identitarios contemporáneos. Antes bien, lo que sugiere es que el retorno de
ese rol reprimido únicamente puede ser experimentado como traumático,
monstruoso, como un exceso simbólico intolerable (González Requena, 2005).
Así, cuando el padre de Verónica «retorna» en su primera pesadilla, lo hace
como un cuerpo desnudo, balbuciente, un hombre desgastado y momificado
del que emergerá esa criatura negra que puebla los pasillos de la casa.
El problema, sin embargo, tiene más capas de complejidad. En el mo-
mento en el que la madre de la protagonista es obligada a permanecer traba-
jando en el bar hasta altas horas de la noche, Verónica debe cumplir con fun-
ciones que la percepción clásica de roles de género ha depositado tanto en la
esfera de lo femenino como en la de lo masculino: el cuidado, la protección, la
imposición de normas y castigos, el mantenimiento de la ley, la higiene, la
alimentación... Todas las exigencias que componen la esfera del cuidado que-
dan aquí amalgamadas, superpuestas. Verónica debe hacerse cargo de su fa-
milia ya que nadie más a su alrededor puede hacerlo: en sus manos caerá el
rol clásico de protección y servicio típicos de la figura del héroe (Escalonilla,
2011), pero también la gestión de los afectos propia del melodrama. Entre am-
bos, la imposibilidad de entablar comunicación alguna con un padre muerto
—nada más elocuente al respecto que una tabla ouija que se rompe— y una
madre canibalizada por sus obligaciones laborales.
Curiosamente, la formulación visual de esta doble ausencia en la que se
dispara la locura de la protagonista está directamente construida en torno a
los operadores que hemos analizado en los epígrafes 2.2 y 2.3: del padre, lo
único que queda es una fotografía rescatada del armario familiar. De la ma-
dre, un reflejo especular que se repite una y otra vez cada vez que la cámara
entra en el bar. Uno ha quedado «momificado» y la otra «atrapada» por esa
especie de trampa narcisista que subyace siempre en la lógica del capitalismo
desenfrenado. Entre ellos dos, un vacío en el que emerge la ausencia que se
experimenta como monstruosa. Ausencia en la que Verónica intentará ensa-
yar, sin éxito, diferentes estrategias.
Así, por ejemplo, la televisión comparece como un elemento integra-
do en la vida doméstica: es la fuente de calor en torno a la que se protegen
los pequeños cuando no pueden dormir —para ver nada menos que ¿Quién
puede matar a un niño? (Narciso Ibáñez Serrador, 1976)— o es el campo del
que emerge el mantra con el que intentarán vencer al demonio con forma de
spot publicitario que citábamos anteriormente. En ambos casos, se trata de
referencias salvajemente irónicas: la letra del anuncio del limpiahogar Cen-
tella —«Centella me da tiempo para disfrutar (...) Oh, tiempo para mí, tiem-
po de vivir»— contrasta de manera inmisericorde con los horarios tiránicos
de la madre de Verónica, y en cuanto a la referencia fílmica, sugerimos to-
marla en su mayor radicalidad. Precisamente, la verdad que subyace en el
interior de la protagonista, aquella que arrastra toda su curva de transfor-
mación narrativa es, precisamente, que ella podría matar a un niño. Esa anag-
nórisis, que señalábamos anteriormente, resulta tan intolerable que le lleva
a quitarse la vida. La pregunta de Ibáñez Serrador es una ironía anticipativa
(Cordero Domínguez, 2007) que, por lo demás, está en el centro de la proble-
mática social contemporánea: allí donde no hay nada que restituya la fuerza
del encuentro, del cuidado y de la responsabilidad hacia el otro, lo único que
puede campar es la locura.
3. Conclusiones
Si el deseo es reprimido, se debe a que toda posición de deseo, por pequeña que
sea, tiene motivos para poner en cuestión el orden establecido de la sociedad:
no es que el deseo sea asocial, sino al contrario (...). Ninguna sociedad puede
soportar una posición de deseo verdadero sin que sus estructuras de explota-
ción, avasallamiento y jerarquía no se vean comprometidas (Deleuze & Guatta-
ri, 1985: 121).
3 Según los datos oficiales del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, en junio de 2018 Verónica
había recaudado casi tres millones y medio de euros gracias a una audiencia de seiscientos mil especta-
dores, únicamente en su exhibición en salas comerciales. Se trata, por tanto, de uno de los proyectos más
exitosos del terror patrio en términos estrictamente comerciales.
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Fantástico brasileiro é obra que nas- posta pelo teórico italiano Ceserani» (gri-
ce com a promessa de tornar-se referên- fos no original, p. 20).
cia didática em cursos de Letras em uni- Nesta resenha, para maior clareza
versidades brasileiras e material de diante das diretrizes da revista Brumal,
consulta para quem se dedica ao tema com exceção dos trechos de citação aos au-
internacionalmente. Bruno Anselmi Ma- tores, utilizar-se-á o vocábulo fantástico
tangrano e Enéias Tavares apresentam sempre dentro de uma ideia de confronta-
levantamento impressionante de obras ção problemática entre o real e o impossí-
desde o século xix até os dias de hoje e vel, excluindo-se outras formas textuais
organizam um caudaloso número de vo- como a ficção científica, o maravilhoso ou o
zes ora em forma de resgate de obras es- fantasy.
quecidas ora na contribuição com olhares A pesquisa de Bruno Anselmi Ma-
analíticos. tangrano e Enéias Tavares, respectiva-
Para dar conta de um objeto tão ex- mente doutor em Literatura Portuguesa
tenso e diverso —um universo com mais pela Universidade de São Paulo (USP) e
de 700 nomes, entre autores e críticos, e professor na Universidade Federal de
mais de 400 obras em três séculos— o ter- Santa Maria (UFSM), foi inicialmente es-
mo-conceito fantástico do título foi tratado truturada para a exposição itinerante Fan-
de uma maneira ampla para que desse tástico brasileiro: o insólito literário do Ro-
conta de abarcar diferentes manifestações mantismo à contemporaneidade. A mostra
literárias, muitas até então recepcionadas esteve em cartaz nas Universidade Fede-
em outros marcos. ral do Rio Grande do Sul (UFRGS), Uni-
Longe de faltar precisão teórica, os versidade Federal Tecnológica do Paraná
dois autores explicitam a conceitualização (UTFPR) e Universidade Federal de Santa
«guarda-chuva» que dá o ponto de partida Maria (UFSM), entre outros locais, a partir
para seleção das obras compiladas: «im- de 2017. Após essa itinerância, que segue
porta dizer que o insólito, o fantástico e as ainda em marcha, decidiram aprofundar
diversas categorias sobre as quais este tra- a pesquisa no tema, ampliar o escopo do
balho se debruçará, serão vistos antes levantamento e publicar uma obra de ca-
como possíveis modos de narrar do que ráter enciclopédico, acessível tanto para
como gênero literário, a partir da ideia pro- curiosos quanto a pesquisadores.
271
Reseñas
antes de morrer, encontra Maria e en- tica de terror, mistério e sonho» (p. 29). De
trega a pequena filha à avó. Alguns Machado de Assis, decidiram resumir os
anos se passam e a jovem se deixa cor-
contos «A igreja do Diabo», «Uma visita
romper. Fraca e tuberculosa, é acometi-
de Alcebíades» e «A segunda vida». Se-
da pelo remorso. Então, o fantasma de
Tereza aparece e lhe diz: «Não quiseste gundo os dois autores, a obra machadiana
seguir os conselhos de tua avó, prefe- teria antecipado Franz Kafka ao trabalhar
riste o exemplo de tua mãe: pois bem! com «textos alegóricos, satíricos, de hor-
(...) daqui a três dias estarás comigo... ror, e até absurdos» (p. 41) e trazido inova-
no inferno» (p. 29).
ções em voga na Europa sob a pena de
Guy de Maupassant e Robert Louis Ste-
Na recuperação de nomes e memó- venson, até incluindo temas associados ao
rias, é feito o esforço em nomear mulheres espiritismo e ao exotismo orientalista (p.
e pessoas negras, um exercício democráti- 43). De Guimarães Rosa, destacam títulos
co pela diversidade, a exemplo das ficcio- menos conhecidos, «O mistério de High-
nistas Júlia Lopes de Almeida (1862-1934) more Hall», «Makiné» e «Kronos kai
e Emília Freitas (1855-1908) presentes no Anagne», que embora possam não ser
capítulo «O sobrenatural entre o Fin de classificados dentro de uma conceituali-
Siècle e a Belle Époque» ou mesmo Lima zação de fantástico estrita, certamente in-
Barreto (1881-1922) em «Naturalistas e teressa aos estudos rosianos. Detida é aná-
realistas nos limites do insólito». Esse lise que dedicam ao «Um moço muito
exercício pela inclusão da diversidade branco», incluído no livro Primeiras Estó-
possui sintonia com outras iniciativas rias, cuja trama aborda, a partir de uma
benfazejas do meio editorial brasileiro re- personagem branca como leite ou papel, a
centemente —como a publicação do ro- condição suprema de estrangeiro.
mance «Úrsula» da afrobrasileira mara- Em esforço enciclopédico, organi-
nhense Maria Firmina dos Reis na coleção zam a produção de nomes que marcam a
Penguin & Companhia das Letras e a ho- produção do século xx, a exemplo de Ly-
menagem à Lima Barreto feita pela Festa gia Fagundes Telles (1923) e Moacyr Scliar
Literária Internacional de Paraty em 2017. (1937-2011) no capítulo «Narrativas ab-
O livro não deixa de analisar no- surdas em torno do Realismo Maravilho-
mes conhecidas do cânone nacional. Ál- so» (p. 111). Enfrentam a produção do sé-
vares de Azevedo (1831-1852), Machado culo xxi com igual tenacidade, trazendo
de Assis (1839-1908) e João Guimarães nomes como Antônio Xerxenesky (1984),
Rosa (1908-1967), entre outros autores Conceição Evaristo (1946), Joca Terron
clássicos, possuem a produção fantástica (1968), Socorro Accioli (1975), entre ou-
revisitada por Matangrano e Tavares. De tros. No capítulo «Do horror cult ao insóli-
Álvares de Azevedo são destacados a fi- to cotidiano», ressaltam a recorrência de
liação à obra byroniana e a «atmosfera gó- obras fantásticas com alto teor experimen-
encapa o final da análise com uma das que termina por cunhar uma marca auto-
frases mais pungentes do livro: «O princi- ral à edição curitibana da Arte & Letra.
pal produto da cultura brasileira é o es- Felippe realiza muitas das ilustrações com
quecimento» (p. 270). A partir dessa cons- técnicas que aproximam as épocas trata-
tatação, Causo salienta e elogia o esforço das nos capítulos — a ilustração para o li-
dos dois autores em recolocar o corpus em vro Noite na Taverna, de Álvares de Azeve-
análise fora do rótulo simplório de uma do, foi feita para lembrar litogravura de
suposta subliteratura: «é preciso de um livro antigo, evocando o trabalho de Dela-
tipo especial de generosidade para contex- croix para o Fausto de Goethe; a ilustração
tualizar historicamente uma produção para Esfinge de Coelho Neto foi feita para
como a literatura especulativa, no contex- ser próxima à art nouveau, etc.
to das letras brasileiras» (p. 271, grifos no O livro certamente merecerá espa-
original). ço em estantes e listas bibliográficas dado
A obra apresenta ainda compêndios o ineditismo do enfoque, a extensão e
detalhistas. Há os «Divulgadores do fan- qualidade da pesquisa e, por fim, pelo afe-
tástico», uma lista de portais, canais, pod- to que esta edição especial encerra em sua
casts e revistas, e as «Editoras nacionais do capa dura e suas duas guardas azuis.
fantástico», informações muito úteis para
quem gosta de ler, pesquisar ou mesmo Ana Rüsche
acompanhar o meio literário dessas litera- Universidade de São Paulo
anarusche@gmail.com
turas no Brasil.
A edição completa-se com 25 ilus-
trações feitas pelo artista Karl Felippe,
Júlio França (org.), Poéticas do mal: a literatura do medo no Brasil (1840-1920), Bone-
cker, Rio de Janeiro, 2017. ISBN 978-85-93479-19-9.
O século xix foi um período, se não nar. Como Julio Jeha indica em seu pre-
propriamente de formação, pelo menos de fácio, trata-se de um projeto grandioso e
consolidação de uma literatura nacional necessariamente fragmentário, pois envol-
no Brasil. Mais do que um projeto estético, veria «a tentativa de identificar o mal na
esse processo teria envolvido a busca por literatura brasileira» (p. 5). No entanto, o
uma identidade nacional fortemente atre- livro cumpre muito bem o seu papel de
lada à exploração da cor local, à criação de apontar para uma complexidade na litera-
certos mitos culturais e à atenção à realida- tura oitocentista brasileira que costuma
de social. Firmou-se na crítica brasileira, passar despercebida pela crítica, levantan-
assim, a imagem de uma literatura em do elementos que não só escapam ao proje-
grande parte afirmativa e realista, que en- to de construção de uma cultura nacional
xerga suas características próprias mais —e que, portanto, abrem a possibilidade
nos objetos sobre os quais se debruça do de uma leitura mais universalista das obras
que no desenvolvimento de novas formas produzidas no Brasil ao longo de todo o
de expressão —uma literatura que, no seu período abordado— como também proble-
afã de se mostrar tão válida quanto aquela matizam a maneira como esse projeto cos-
produzida nos grandes centros culturais tuma ser encarado. Poéticas do mal promo-
europeus, principalmente a França, adota- ve uma releitura que deixa de privilegiar
ria de maneira mais ou menos automática obras já canonizadas, para chamar atenção
os modelos em voga, em detrimento de para autores menos estudados que, no en-
um diálogo interno entre seus autores. Es- tanto, tiveram uma influência relevante no
taríamos, portanto, diante de uma literatu- desenvolvimento da literatura brasileira
ra bastante coesa ao perseguir um projeto no período que se estende desde a consoli-
comum, e previsível em suas manifesta- dação do romance nacional até as vésperas
ções estéticas, que nada mais seriam do do modernismo. Na verdade, uma das
que um reflexo daquilo que já era produzi- propostas do livro apresentadas por Júlio
do na Europa. França em sua introdução é deixar de lado
É essa visão da literatura brasileira uma abordagem valorativa a favor de ou-
que o livro Poéticas do mal: a literatura do tra descritiva que deixa de lado a noção de
medo no Brasil (1840-1920), organizado pelo «autores consagrados» a fim pensar a cir-
professor Júlio França, se propõe a questio- culação de determinados temas e formas
277
Reseñas
mente díspares na verdade não são opos- Silva argumenta no capítulo «Horror se-
tas, apresentando vários pontos em co- xual e ficção decadente», o fascínio e o re-
mum e trabalhando juntas para questionar ceio em relação à modernidade se mani-
a realidade brasileira de fins do século xix. festam numa ficção que se mostra atraída
A centralidade do locus horribilis pelo artificialismo e pelo desvio, sobretu-
também é o ponto escolhido por Hélder do de natureza sexual. Silva pauta sua dis-
Brinate Castro, no capítulo «Medo e regio- cussão na ambiguidade de obras em que o
nalismos», para examinar o contato entre a sexo figura ao mesmo tempo como fonte
literatura regionalista e o gótico. Castro de prazer e medo, como sinal de liberação
aponta para uma ambivalência no regiona- e alvo de condenação moral. Retomando o
lismo: por um lado, havia a tentativa de va- legado de Sade, Silva explora como o sexo
lorizar os costumes rurais; por outro, sendo podia ser visto como expressão da nature-
grande parte da literatura regionalista pro- za humana, incluindo os seus impulsos
duzida nos centros urbanos, havia a ten- mais cruéis e, por outro lado, como uma
dência a associar o campo ao atraso e, mais manifestação de artificialismo ao se ritua-
uma vez, à monstruosidade: identificado lizar. Assim, o sexo se associaria ao impul-
com a alteridade, o habitante do campo so artístico em personagens para quem a
despertava o medo do diferente e do bárba- criação intelectual se mistura ao caráter
ro. O interior se configura, então, como o incontrolável do desejo erótico, apontando
avesso da civilização, como um lugar inós- para uma tensão entre racionalidade e se-
pito que traz à tona novamente os aspectos xualidade que estaria no cerne da ficção
mais despóticos do passado colonial, que se decadentista.
manifesta também na violência dos fazen- A tensão entre ordem e desordem é
deiros e do banditismo rural. Descrito atra- também o ponto de partida de Pedro Sasse
vés de uma retórica gótica, o espaço mais no capítulo «A ficção de medo urbano». A
uma vez deixa de ser apenas um meio de própria dinâmica da cidade envolveria
expressar a cor local para se tornar um ele- «um conflito constante entre a ordem im-
mento de forte conteúdo simbólico; soma- posta e a realidade dinâmica» (p. 179), que
do à monstruosidade da violência e aos ele- acarretaria a tentativa constante de manter
mentos sobrenaturais inspirados em isolados os indivíduos à margem do corpo
superstições locais, torna-se a base de uma social, como os pobres e os criminosos.
literatura regionalista do medo. Com a modernidade, no entanto, o espaço
Entretanto, o progresso urbano urbano ganha complexidade e se torna
também é fonte de ansiedade. No fim do mais heterogêneo, dando origem a uma
século, sobretudo, à descrença em relação forma específica da literatura de medo em
ao progresso científico se soma a percep- que a própria cidade se torna uma ameaça.
ção de que o mundo passava por uma de- Nessa vertente da narrativa de crime, a
generação ética. Como Daniel Augusto P. tradição gótica é fortemente evocada na
283
Reseñas
que esta ambigüedad reside tanto en el ni- con otras que le son próximas, como la
vel del texto como en el de su propia inter- literatura maravillosa, el realismo mágico
pretación, llegando así, en la línea de lo o lo real maravilloso, y problematiza tam-
apuntado en la sección anterior, a la nece- bién las definiciones canónicas de lo fan-
sidad de una Pragmática literaria para la tástico con sus manifestaciones más con-
correcta interpretación literaria. temporáneas, como las de Kafka o Borges,
El estudio de cómo se expresa esta proponiendo un exhaustivo estado de la
ambigüedad, que toma la tercera parte de cuestión que va de Todorov a Roas. Tras
este capítulo, arranca con una defensa de este brillante repaso, la autora pone el
«la supuesta imperfección del lenguaje» foco en la centralidad de la ambigüedad
(p. 41): si bien esa ambigüedad intrínseca en la génesis de la literatura fantástica: el
a la lengua puede menoscabar la comuni- hecho de que la plurisignificación de un
cación científica, se plantea como una he- enunciado genere «dudas, confusión o in-
rramienta óptima para el desarrollo de la certidumbre» (p. 13) es algo que Suárez
comunicación literaria. A continuación, Hernán entiende como algo constitutivo
Suárez Hernán analiza debidamente va- tanto del propio texto como de su inter-
rios fenómenos y recursos lingüísticos pretación. Esa doble lectura textual y
como como la polisemia, la homonimia, la pragmática será la que guíe el cuarto ca-
vaguedad y la indeterminación, que sus- pítulo, en que se aborda el análisis de To-
tentan la expresión de esa ambigüedad. dos los cuentos.
Todo este recorrido sirve para lanzar no- Los capítulos segundo y tercero se
ciones que serán explotadas en los si- conciben, en efecto, como propedéuticos
guientes capítulos y plantear, al mismo para trazar, en el cuarto, el análisis de la
tiempo, un excelente marco teórico que ambigüedad en la obra de Cristina Fer-
parte de la bibliografía clásica, pero presta nández Cubas, referente inexcusable de la
también atención a los desarrollos teóri- literatura fantástica en España. Después
cos más recientes, por lo que tanto el esta- de trazar una breve semblanza de la auto-
do de la cuestión que se plantea como la ra e insertarla en una genealogía que
propuesta que se ofrece están ampliamen- arranca con Poe e incluye a Borges, Cortá-
te fundamentados. zar y Ocampo, Suárez Hernán propone
En el tercer capítulo se presta espe- un ameno recorrido por la narrativa breve
cial atención a la literatura fantástica. Pri- de la autora que le sirve de antesala para
meramente se traza un excelente estado el análisis de los recursos de la ambigüe-
de la cuestión que pretende traer a primer dad en su obra, cifrados en dos niveles.
término las definiciones que se han ofre- Primeramente se aborda la ambi-
cido de este género, así como los debates güedad que deriva de los narradores de
generados en torno a ellas. En este repa- sus cuentos: se trata de voces que gene-
so, la autora pone a dialogar esta estética ran confusión y perplejidad en un lector
al que generalmente no le facilitan la in- bres como algo o de adverbios como allí
formación suficiente para que se forje un son, a la luz del análisis, explotados con-
juicio completo de lo que sucede en los venientemente en los cuentos de Fernán-
relatos. Como analiza la autora, en la ma- dez Cubas para reforzar la ambigüedad y,
yor parte de los casos se trata de narrado- de este modo, dotar de mayor coherencia
res homodiegéticos cuyas carencias in- estética a su literatura fantástica. Del mis-
formativas derivan de problemas de mo modo, Suárez Hernán analiza la mo-
memoria, de procesos de enajenación, de dalidad y la expresión de la subjetividad
confusión o de duda. Lo limitado de la como recursos tendentes a un mismo fin.
omnisciencia genera en el lector una in- Para ello, se centra en el uso de fenóme-
seguridad emocional que se convierte en nos como la especulación, la probabilidad
ambigüedad referencial. Esa ambigüe- o las expresiones de conjetura a través de
dad se plasma, a su vez, en una serie de verbos modales o adverbios, así como de
recursos que son, en segunda instancia, las oraciones condicionales, de las interro-
debidamente analizados: Suárez Hernán gaciones retóricas o del imperfecto de
comienza por los mecanismos del plano subjuntivo.
léxico-semántico y sigue, después, por El libro se cierra con unas breves
los del plano discursivo, atendiendo así a conclusiones que sintetizan de manera
la dualidad analítica que se ha ido des- acertada lo mostrado a lo largo del trabajo
plegando a lo largo del trabajo. y en que la autora se muestra consciente
Entre los resortes del ámbito léxi- de lo limitado de su estudio y de la multi-
co-semántico, la autora comienza con el plicidad de aspectos que, como la parado-
análisis del lenguaje figurado a través de ja, la negación de referentes o la agramati-
elementos de campos semánticos como calidad, podrían aún analizarse en la
los de la locura o lo fantástico gótico, cuya narrativa de Fernández Cubas. Por últi-
reiteración sirve de catalizador para des- mo, el volumen cuenta con una amplia
plegar una ambigüedad centrada en lo bibliografía que da cuenta de la erudición
ominoso. Del mismo modo, Suárez Her- de Suárez Hernán tanto en las áreas de la
nán analiza la polisemia como recurso Lingüística y la Teoría de la Literatura
que apunta también en esa dirección: las como en las de la literatura fantástica y la
nociones de mundo, lugar, espejo o sombra obra de Cristina Fernández Cubas.
son, por ejemplo, debidamente explota- Se trata, a pesar de las limitaciones
das por Fernández Cubas en su plurisig- que la autora señala en su conclusión, de
nificación para incidir en la otredad, la un trabajo enormemente iluminador, ya
incertidumbre y lo fantástico. En lo tocan- que desbroza una nueva senda que per-
te, por otra parte, al plano discursivo, la mite el análisis lingüístico de la ambigüe-
deixis es el primer fenómeno abordado dad, fenómeno sobre el que se sustenta la
por la autora: la imprecisión de pronom- literariedad de lo fantástico. Así, es desea-
ble que se materialice el anhelo de la auto- mejorar de este modo nuestra compresión
ra de que el camino emprendido por este de cómo funciona la lengua literaria.
trabajo sea fecundo, de modo que puedan
seguir viendo la luz nuevos estudios que Diego Santos Sánchez
ahonden, por un lado, en la naturaleza Universidad Complutense de Madrid - ITEM
diego.santos@ucm.es
controvertida de la literatura fantástica y,
por otro, en el estudio conjunto de las dis-
ciplinas lingüísticas y las literarias, para
287
Reseñas
dos por mujeres artificiales —muñecas, los diversos cauces por los que navegan
seres virtuales, digitales o proyecciones— las narraciones revelan una serie de cues-
recuperan los mitos de Pandora y Galatea, tiones éticas, existenciales y frustraciones
estrechamente vinculados entre sí, pero que no pueden ser más que humanas; la
contrapuestos: la primera es creación artificialidad es la vía para mostrar nues-
masculina, pues se trata de un encargo de tras propias carencias.
Zeus a Vulcano, mientras que la segunda
cobra vida gracias a Venus.
El libro —una edición corregida y Las mil caras del monstruo
aumentada de la publicada en 2015 por la
editorial Díaz Grey Editores de Nueva Publicada por primera vez en 2012
York— se divide en tres partes: mujeres por Bracket Cultura, esta compilación es ya
virtuales, mujeres biotecnológicas y muje- un clásico de la literatura fantástica hispá-
res robóticas, e incluye relatos de la perua- nica. Editada por Ana Casas y David Roas,
na Claudia Salazar, el mexicano Alberto quienes se han convertido en autoridades
Chimal, las españolas Lola Robles y Elia del género, incluye cuentos de las mejores
Barceló, la argentina Angélica Gorodis- plumas nacidas entre 1961 y 1988, como
cher y la chilena Lina Meruane, entre Patricia Esteban Erlés, Juan Jacinto Muñoz
otros. Herederos de «El hombre de arena» Rengel, Andrés Neuman, Félix J. Palma,
de Hoffmann, La invención de Morel de Ángel Olgoso y el propio David Roas, por
Adolfo Bioy Casares o ¿Sueñan los androi- mencionar algunos. A la edición de Eolas
des con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick, se suman, además, cuatro cuentos nuevos.
los autores subvierten las relaciones hete- En el volumen destaca el prólogo
ronormativas —en las que el cuerpo de la de Ana Casas, quien elabora un profundo
mujer se muestra como un fetiche— y análisis sobre la figura del monstruo y lo
ofrecen un abanico de nuevas aproxima- categoriza de acuerdo con el procedimien-
ciones a este tema mítico. to gracias al cual deviene un ser impuro:
La visión de la mujer como artefac- fusión, fisión, magnificación, masificación
to será el punto de partida para la explo- y metonimia terrorífica. Casas no se limita
ración de una serie de posturas disidentes a introducir al lector en el mundo de lo
con resultados sorprendentes e inquietan- fantástico o a dar datos biográficos de los
tes. Los cuentos abordan cuestiones como autores, sino que desmenuza la materia
la sexualidad, la intimidad, la necesidad y en torno a la cual giran los relatos. Para
la imperfección de los seres artificiales al definirla, retoma ciertas ideas de Louis
no ser capaces de cumplir cabalmente con Vax, quien afirma que el monstruo repre-
todas funciones de los humanos: no pue- senta nuestras tendencias perversas y ho-
den procrear ni responder socialmente de micidas, así como nuestros deseos incon-
acuerdo con las normas establecidas. Así, fesables y el horror que nos inspiran. «El