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Legitimidad
Autor: Rolando Tamayo y Salmorán
Esta entrada de la Enciclopedia Legal se ha clasificado en L, Teoría del Derecho
Global, Contenidos Básicos,Democracia Directa, Derecho constitucional, Derecho
Social, Destacado, Formato Extenso, LE, Muy Popular Lawi
Índice de Navegación de la Enciclopedia Jurídica y las Ciencias Sociales [Esconder]
 1 Legitimidad
o 1.1 Legitimidad: Introducción al Concepto Jurídico
 1.1.1 Legal, Apropiado y que cumple ciertas Reglas en su Significado Político
o 1.2 Concepto y Caracteres de Legitimidad
 1.2.1 Usos Dogmáticos de Legitimidad
 1.2.2 Problemática
 1.2.3 Dogmática
 1.2.4 Legitimidad y poder político
 1.2.5 Legitimidad y validez
 1.2.6 Componentes
 1.2.7 Poder Fundamental
 1.2.8 Orígenes
 1.2.9 Legalidad Parlamentaria
o 1.3 Legitimidad en la Teoría del Derecho
o 1.4 Legitimidad política y su relación con el ejercicio del poder en el Estado
o 1.5 Legitimidad para Obrar
o 1.6 Legitimidad en el Derecho Social: Calidad de legítimo. Legalidad o conformidad con la
ley
 1.6.1 Legitimidad: Desarrollo de la idea
 1.6.2 Control de Legitimidad
 1.6.3 Ministerio de Trabajo
o 1.7 Recursos
 1.7.1 Notas y Referencias
 1.7.2 Véase También
 1.7.3 Bibliografía

Legitimidad
Legitimidad: Introducción al Concepto Jurídico
De acuerdo con Eduardo Jorge Arnoletto:
En un sentido muy amplio y genérico, este concepto evoca la idea de algo auténtico, justo,
equitativo, razonable. En su significado politológico específico, denota la existencia, al
menos en la porción principal de la población, de un consenso, que asegure una adecuada
disciplina social sin necesidad de recurrir a la coerción, salvo en casos marginales. La
legitimidad es un elemento integrador de las relaciones políticas de mando y obediencia.
En cuanto a la tensión siempre existente entre legitimidad y legalidad, la clave del asunto
está en la vigencia sociológica de la norma jurídica: en qué medida la ley es socialmente
aceptada (y no solo acatada) por la sociedad que es su destinataria. Esto depende del
grado de afinidad de la norma con los valores culturales realmente vigentes en la
sociedad.
Legal, Apropiado y que cumple ciertas Reglas en su Significado
Político
Legitimidad, cualidad distintiva de la acción política legal, referido también a un gobierno o
a la soberanía. La palabra legítimo significa legal, apropiado y que cumple ciertas reglas.
La legitimidad política es un concepto difícil de definir porque cuando se refiere a las
acciones llevadas a cabo por una institución política aceptada de una forma amplia como
legítima y apropiada, puede que estas acciones sean admitidas y respetadas por un grupo
y no por otro. La legitimidad se establece por tanto a través de cierto grado de consenso y
acuerdo. La aceptación de procedimientos o normas legales puede ayudar a conferir
legitimidad, pero el efecto final estará condicionado por cómo se perciban esas reglas en
las circunstancias que rijan en ese momento.
La legitimidad puede atribuirse a los gobiernos, a los Estados y a las acciones políticas. Si
un gobierno es derrocado por un grupo político rival en un golpe de Estado, puede
describirse como una acción ilegítima puesto que vulnera la Constitución legal del país.
Pero si esa acción cuenta con el apoyo de la mayor parte del pueblo que esa facción
quiere gobernar y el mismo pueblo reconoce al nuevo gobierno, entonces adquiere
legitimidad. Los mismos Estados pueden alcanzar la legitimidad a través del
reconocimiento diplomático de otros Estados u organismos internacionales. Variantes muy
diferentes de constituciones formales pueden adquirir una legitimidad reconocida.
Filósofos y sociólogos como Aristóteles, John Locke y Max Weber han estudiado el
concepto de legitimidad. En su obra Política, Aristóteles clasificó los gobiernos
constitucionales legítimos en tres tipos: la monarquía, la aristocracia y la democracia. La
teoría del Gobierno de Locke se centraba en la monarquía. Locke consideraba legítimo el
gobierno de un rey si su pueblo estaba de acuerdo en que favorecía el bien común. Weber
creó una tipología de formas puras de legitimidad: la tradicional, la carismática y la
racional. En último término, la legitimidad se deriva de una combinación del
consentimiento tácito y explícito de los individuos afectados, del respeto a las leyes
formales y del reconocimiento por parte de otras entidades como Estados y organismos
internacionales. [1]
Concepto y Caracteres de Legitimidad
Definición y descripción de Legitimidad ofrecido por el Diccionario Jurídico
Mexicano (1994), de la Suprema Corte de Justicia de México: (escrito por Rolando
Tamayo y Salmorán) El vocablo ‘legitimidad’ proviene de ‘legítimo’ que, a su vez, deriva
del latín legitimus (a, um). El adjetivo latino legitimus, en el lenguaje común, significa
‘conforme con las reglas ‘bien construido’ (Horacio dice legitimum poema para indicar
‘poema construido de conformidad con las reglas de la métrica’). En la literatura jurídica
legitimus significa: ‘conforme a derecho’, ‘justo’ (en el discurso en que ius y iustitia
aparecen como equivalentes).
En este sentido se habla de legitima poena (‘pena conforme a derecho’); legitimum
impedimentum: (‘impedimento establecido por el derecho’); legitimae controversiae
(‘controversias o litigios legítimos’, esto es, debidamente interpuestos). Con frecuencia
legitimus significa simplemente ex lege (‘lo establecido por la ley’) o ex iure civile (‘lo
establecido por el derecho quiritario). Muchas son las instituciones que usan legitimus en
este sentido: aetas legitima, iudicium legitimum, pars (portio) legitima, filius legitimus,
hereditas legitima, tutela legitima, persona legitima, etcétera (A. Berger). Un uso de
legitimum: legitima (orum) (siempre en plural) significa, formalidades en actos y
procedimientos jurídicos. Así, por ejemplo, legitimis quisbusdam confectis, damnatus est
(‘cumplidas ciertas formalidades jurídicas, fue condenado’). Este plural igualmente
significa: ‘preceptos’, ‘ley’. En este sentido: custodite legitima mea (‘observad mis
preceptos’). De legitimus deriva el adverbio legitime que significa: ‘jurídicamente’, ‘con
arreglo a derecho’, ‘justamente’, ‘correctamente’. Así: iuste et legitime imperare (‘mandar
con justicia y de conformidad con el derecho’). Legitime es equivalente a legitimo modo
que significa:’ en la forma prescrita por el derecho’, o ‘en la forma prescrita por el ius civile’.
Legitimus contiene una pesada carga emotiva (positiva).
Actuar “conforme a derecho” es considerado altamente valioso. Una acción ex iure es un
comportamiento iustus. Este carácter valioso es incorporado a legitimus. Para los romanos
legitimus nombra algo practicado o mantenido como correcto; legitimus produce una
reacción favorable, de aprobación. Los mismo ocurre con dikaia o dikaion entre los
griegos, que originalmente significan ‘lo justo’, ‘lo lícito’. De esta forma tenemos que
‘legitimación’, desde los tiempos clásicos, significa: ‘con arreglo a derecho’, ‘jurídicamente
establecido’, ‘fundamento jurídicamente’. implicando siempre ‘lo justo’, ‘lo correcto’, ‘lo
(jurídicamente) justificado’.
Usos Dogmáticos de Legitimidad
Los usos dogmáticos de ‘legitimidad’ (o ‘legitimación’) y ‘legalidad’ se vieron fuertemente
afectados por los usos que estos términos tuvieron en el campo de las ideas políticas
(véase infra). En un principio, como se sigue de su etimología y de su significado
originario, quien dice ‘legitimidad’ quiere decir ‘conforme a derecho’ y éste es el significado
primordial y persistente de ‘legalidad’. De esta forma tenemos que ambos términos son, en
principio, equivalentes o sinónimos. No obstante, cabe ‘señalar que, en la literatura
jurídica, hace tiempo se aprecian ciertos matices. Quien piensa en ‘legitimidad’, alude a
justificación, ‘legitimidad, sugiere la búsqueda de un fundamento. ‘Legalidad’ por su parte,
si bien no excluye esta idea de justificación o fundamento, parece referirse
primordialmente a la conformidad: las acciones (éste es el requerimiento que presupone la
obligatoriedad del derecho) deben conformarse con las disposiciones jurídicas
establecidas.
Cabe destacar que la conformidad a la que se refiere el término ‘legalidad’ no es aquella
que exige el cumplimiento de las normas que imponen obligaciones, sino la observancia
de las normas que otorgan facultades (o que regulan su ejercicio). En el campo del
derecho privado las facultades constituyen la esfera de la autonomía. Cuando los actos de
los particulares no se conforman con las normas que confieren y regulan el ejercicio de
facultades, los actos no tendrán los efectos que se pretendía tuvieran; dichos actos son
nulos (o anulables).
Si el problema de la conformidad en derecho privado ha dado origen a una abundante y
autoritativa doctrina sobre la nulidad y la existencia de los actos; en el dominio del derecho
público; los problemas de la conformidad han generado la doctrina aplicable a la defensa
de los particulares frente a la administración. Estas doctrinas han sido producidas
mayormente en los ámbitos del derecho administrativo y del derecho procesal. En este
contexto la legalidad se convierte en la noción fundamental. Aquí legalidad, en el sentido
de conformidad con el derecho, quiere decir algo más que el mero requerimiento del
liberalismo; ‘legalidad’ no significa (o no sólo) ‘conformidad con lo establecido en una ley’,
sino ‘conformidad con el derecho en consonancia con los principios que guían (o limitan) el
ejercicio del poder público’.
Problemática
La problemática de la legalidad y de la legitimidad ha tenido un lago desarrollo dentro de la
dogmática del derecho público. Este desarrollo se encuentra estrechamente vinculado con
los dogmas del constitucionalismo, particularmente con los del Estado de derecho. En este
contexto los juristas entienden por ‘legalidad’ el principio (en el sentido de regula iuris) de
que ningún acto administrativo puede penetrar la esfera del particular, más que por
mandamiento de autoridad competente y de conformidad con una ley preexistente. En este
sentido la legalidad es considerada desde la óptica de los derechos subjetivos (públicos).
La autoridad, sin un fundamento jurídico apropiado (legal), se encuentra en la periferia del
derecho subjetivo del particular. En combinación con la idea, más bien correlativa, de que
la administración no puede realizar ningún acto que no esté jurídicamente autorizado, la
libertad del individuo (en el sentido de permisión fuerte que deriva de una norma)
encuentra en la legalidad un elemento esencial de su existencia. Cuando las instancias del
poder público no se conforman con las normas de competencia (normas que facultan y
regulan el ejercicio de sus funciones), la inobservancia se califica no como delito sino
como ‘ilegitimidad’, la legitimidad en este dominio (a diferencia de lo que ocurre en el
problema del fundamento del orden jurídico, en su totalidad) se presenta como una
species circunscrita del genus legalidad. Por otro lado, es importante señalar que la
conformidad al derecho, no significa sólo observancia a una disposición legal o
reglamentaria.
El requerimiento que subyace detrás del principio de legalidad exige la observancia de los
principios (regulae iuris) que gobiernan la aplicación (y creación) del derecho público de
conformidad con las reglas (metarreglas) de la hermeneútica jurídica. En ciertos casos,
huelga decir, la determinación de la observancia del derecho no es fácil; el órgano
aplicador tiene que resolver el problema de cuál es el derecho aplicable y para ello tendrá
que hacer uso de los procedimientos recibidos por la profesión jurídica. En este sentido
legalidad se encuentra estrechamente relacionada con los problemas del razonamiento
jurídico y de la doctrina de la correcta aplicación (judicial) del derecho.
Dogmática
Para la dogmática moderna ‘legitimo’, además de ‘establecido jurídicamente’, significa:
‘jurídicamente reconocido’, ‘protegido por el derecho’ (frente a un Estado espurio o sin
fundamento jurídico). En este sentido se habla de filius legitimus. En las dogmáticas
constitucional y administrativa e, incluso, en la dogmática internacional, ‘legitimidad’ se
refiere fundamentalmente a los actos del poder público. La legitimidad de la acción
administrativa consiste en la observancia de las normas y máximas que regulan el ejercicio
del poder público (véase supra). La idea de legitimidad de la administración es
particularmente relevante para juzgar los casos de discrecionalidad y oportunidad de la
acción política (gubernamental).
Además del incumplimiento, el cual genera la responsabilidad (penal o administrativa) del
funcionario, los vicios de legitimidad son: la incompetencia, el exceso y el desvío del poder.
Estos son los vicios susceptibles de ser impugnados a través de los recursos
administrativos o mediante el control judicial de la administración. Legitimidad, en este
caso, es más bien un problema de legalidad. En la dogmática procesal ‘legitimidad’ (o, en
su caso, ‘legitimación’) alude, en principio, a los procedimientos o bien a las condiciones o
requerimientos para poder actuar en derecho, manteniendo el sentido de ‘justificación’ o
‘fundamentación’.
En este sentido se habla de ‘legitimidad’ (‘legitimación’) para obrar (o actuar) indicando la
posesión de un interés jurídicamente justificado (esto es, jurídicamente establecido) para
intervenir enjuicio. En este mismo sentido, la dogmática procesal habla de legitimación ad
causam y de legitimación ad processum. La primera se refiere al requerimiento de que la
acción sea interpuesta por su titular (esto es, el titular del derecho base de la acción. La
legitimidad ad processum se refiere a la idoneidad del sujeto que interviene en juicio, la
que pertenece (o debe acompañar) a la parte procesal.
Legitimidad y poder político
Tomado del lenguaje jurídico el concepto de legitimidad se convierte en uno de los temas
centrales de la filosofía política. Particularmente importantes fueron los trabajos de Max
Weber (1864-1920) sobre los tres tipos de poder legítimo. En un sentido histórico
ideológico ‘legalidad’, en comparación con ‘legitimidad’, es una noción reciente. ‘Legalidad’
deriva de ‘ley’ (en sentido moderno, esto es, ‘ley parlamentaria’). ‘Legal’ literalmente
significa: ‘conforme con la ley y, por extensión: conforme a derecho’ o, simplemente: ‘lícito’.
Por tanto, ‘legalidad’, parece sinónimo de ‘legitimidad’ que, etimológicamente, muestra el
mismo origen: ‘conforme al derecho’, ex lege (véase supra).
La existencia de las dos nociones, permitió su progresiva diferenciación (en ocasiones,
antitética). En realidad, aunque, en un sentido amplio y general (como se aprecia en
ciertas fórmulas acuñadas), ‘legalidad’ indica la cualificación de actos que se conforman
con el derecho existente, no se puede predicar lo mismo de ‘legitimidad’. Cierto, este
término designa la conformidad una acción con una norma (máximas o principios), pero
primordialmente alude a la búsqueda del título que justifica el orden jurídico (esto es, el
Estado) en su conjunto. ‘Legitimidad’ se refiere al problema del fundamento, esto es, de la
justificación, de la autoridad. El problema de la legitimidad depende históricamente de lo
que significa (o ha significado) ‘poder legítimo’. Desde las teocracias primitivas hasta las
modernas democracias parlamentarias la cuestión del poder legítimo ha tenido diferentes
respuestas (quizás opuestas). Todas estas respuestas contienen los requerimientos o
condiciones que, satisfechos, otorgan un iusto titulo, un fundamento justo, al detentador
del poder. ‘Legitimidad’ como ‘legalidad’ son predicados dados al poder, esto es, a la
acción política, a actos de la administración.
Como hemos visto, en el lenguaje de los juristas estos términos, en ocasiones, se usan
como sinónimos (en el sentido de la expresión ‘conforme a derecho’, ex iure). Sin
embargo, estos términos son habitualmente usados para nombrar distintas condiciones
para hablar de la conformidad ex iure de una acción o de un comportamiento:
 La titularidad. Un individuo está investido o facultado para hacerla.
 El procedimiento. El individuo (el cual es titular del poder) la realiza de conformidad con las
reglas y los límites establecidos.
El término ‘legitimidad’ se aplica, por lo general, a la primera condición; el término
‘legalidad’, a la segunda (N. Bobbio). En este sentido se predica de quien está facultado o
tiene el derecho que ‘detenta legítimamente el poder’. La legitimidad es el requisito de la
titularidad del poder. La legalidad lo es de su ejercicio. Cuando se exige que un poder sea
legítimo se requiere que quien lo detenta tenga un iuslus titulus. La auctoritas ex iusto titulo
es el fundamento de la facultad de mandar del poder público y, al mismo tiempo, el
fundamento del deber de obediencia del súbdito. Cuando se invoca la legalidad, se alude
al hecho de que el poder sea ejercido de conformidad con el procedimiento establecido.
Esta distinción entre legitimidad y legalidad corresponde a la tradicional distinción entre
dos formas de tiranía: tyrannia absque titulo y tyrannia quoad exercitium.
Legitimidad y validez
En la teoría del derecho, ‘legitimidad’ se refiere a la fundamentación última del orden
jurídico, así como a las condiciones y procesos de transmisión del poder legítimo (esto es,
ex iusto titulo). El ejercicio regular del poder presupone la existencia de normas válidas.
Las normas válidas presuponen un poder legítimo que las establezca. Sólo un poder
legítimo crea normas válidas. La correspondencia entre el poder y la validez no es nueva
para la teoría del derecho, se remonta a las teorías de la summa potestas y merum
imperium elaboradas por los juristas medievales.
El orden jurídico, considerado en su conjunto, es una urdimbre de normas y poderes; de
poderes que producen normas y de normas que otorgan poderes, esto es, que facultan.
Con la expresión ‘orden jurídico’ (Rechtsordnung, ordre juridique, legal system) los juristas
se refieren indistintamente a un conjunto de disposiciones jurídicas o a un compuesto de
actos, los cuales producen y aplican tales disposiciones. Haciendo abstracción de los
actos de creación, la dogmática jurídica considera al orden jurídico como un conjunto de
disposiciones dadas (léase ‘normas’). Sin embargo, el orden jurídico se compone de
ambos elementos: el fáctico, esto es, los actos de creación (y aplicación del derecho) y el
normativo, esto es, las disposiciones jurídicas que son creadas y aplicadas por tales actos.
Ambos elementos (normas y actos jurídicos) se encuentran estrechamente relacionados.
Puestos que todos los actos jurídicos se encuentran condicionados por las normas que las
facultan, entonces tales actos y normas pueden representarse en forma de una cadena
normativa (J. Raz, R. Tamayo): Cada línea representa una norma que faculta o autoriza el
acto que crea la norma que le sucede. De esta manera tenemos que la norma n, faculta o
autoriza el acto a2 por medio del cual se crea la norma n2 que le sucede. Los círculos
representan los actos creadores (y aplicadores) de normas jurídicas.
Componentes
Los componentes de una cadena normativa valen como tales (tienen los efectos que
pretenden tener, esto es, valen como leyes, como contratos, etcétera) si satisfacen las
condiciones impuestas (sucesivamente) por los actos jurídicos que les preceden. Éstas no
sÉon otras sino aquellas que se introducen por la norma que faculta la realización de
ciertos actos. Una norma faculta, confiriendo un determinando poder (aptitud normativa) a
alguien para que sus actos tengan los efectos previstos (los efectos normativos que dichos
actos pretenden tener). Para que los actos de la autoridad, valgan como tales (como
reglamentos, como leyes, etcétera) es necesario que exista la norma que faculta iusto
titulo y que el ejercicio de tales facultades se conforme a las condiciones establecidas por
la norma que faculta.
La norma que autoriza la creación de una norma subsecuente (e.g., n,) es una norma de
las que H.L.A. Hart denomina: power conferring rule, esto es, una norma que confiere a un
individuo la facultad o poder de crear normas jurídicas válidas. La relación entre cada una
de las etapas adquiere, así, el carácter de relación genética, por la cual se determinan las
condiciones bajo las cuales y los individuos por los cuales se crean las normas
subsecuentes. Es claro que el concepto fundamental de esta relación es el de facultad que
explica el otorgamiento o la habilitación (Ermächtingung) de un poder o capacidad
específicamente jurídico. No obstante su presencia en toda la escala del orden jurídico
(importante para los problemas de la impugnación y control de la legalidad), la cuestión
decisiva de la legitimidad se presenta en el poder originario (poder primero), más allá del
cual no es posible remontar.
El acto creador del sistema es un poder o facultad de creación jurídica. Esto es, la
arborescencia descansa en un poder (fundamental). Este poder (legislativo) fundamental
es el poder que crea la primera norma (esto es, la primera constitución histórica). De esta
manera puede decirse que un orden jurídico (total) consiste en el poder fundamental y en
todas las normas creadas, directa o indirectamente, mediante el ejercicio de las facultades
conferidas por tal poder.
Poder Fundamental
Ahora bien ¿cuándo un poder es fundamental? La respuesta es simple: un poder es
fundamental cuando efectivamente es el origine de un orden jurídico histórico, cuando el
sistema que propone existe. En otros términos, un orden fundamental es el poder que se
muestra eficaz. Este sería el punto de vista externo (el cual, desde tal perspectiva, es
inobjetable). Cuando se pregunta el jurista por el fundamento del poder originario, más allá
del cual no es posible remontar (históricamente) responde, al no existir norma positiva
anterior, que su fundamento reposa en la eficacia, es decir en el “merum factum” histórica
y sociológicamente verificable de que las obligaciones establecidas por este poder son
efectivamente obedecidas (N. Bobbio).
Si en cierta comunidad un grupo ejerce imperium es suficiente: “tamen si probare se
exerciusse merum imperium, valet” (Bártolo). Esta tesis ha sido extraordinariamente
persistente. El poder superiorem non recognoscens es el poder legítimo, si es obedecido:
“La superioridad que considero como soberanía y la sociedad política independiente que la
soberanía implica se distingue por los siguientes rasgos:
 el grueso de la sociedad se encuentra en hábito de obediencia a determinado superior
común
 [el cual] no se encuentra en hábito de obediencia a un determinado superior” (J. Austin).
El poder legítimo, creado de un orden jurídico se explica exclusivamente por el hecho
social del hábito de obediencia. El fenómeno de la sustitución de la autoridad legítima es el
que con más claridad muestra la significación normativa de la legitimación. Si el antiguo
sistema jurídico, sobre el cual los actos del poder legítimo descansaban, deja de ser
eficaz, y un nuevo sistema normativo lo sustituye, las autoridades del antiguo régimen
dejan de ser la autoridad legítima. Pero si los revolucionarios fallan y el orden normativo
que ellos tratan de establecer nunca es eficaz, entonces sus actos no son interpretados
como actos en algunas legítimos del poder, sino como actos ilícitos, de conformidad con el
sistema normativo aún en vigor (Kelsen).
Una autoridad establecida, es la autoridad legítima. Sin embargo, un punto de vista interno
considera que un poder (originario) es legítimo si y sólo si, es un poder consentido, un
poder que constituye una razón para actuar (H.L.A. Hart). Este punto de vista interno, es
similar al “legitimitätsglaube” de M. Weber. El punto de vista interno entiende ‘aceptación’
en un sentido fuerte. En este sentido el poder se reclama ‘legítimo’ si reposa en principios,
tradiciones o creencias que se presuponen válidos (Raz). El poder legítimo cambia si el
sistema por el cual este poder ha sido establecido es reemplazado por otro. La autoridad
legítima es siempre aquella que manda de conformidad a un sistema normativo vigente en
una comunidad determinada. El dominio es legítimo si, y sólo si, se produce de
conformidad con el sistema normativo, esto es de conformidad a las normas jurídicas
válidas. “Ningún concepto de dominio (legítimo) puede ser definido en alguna forma que no
sea en referencia la facultad de mandar” (Weber).
Orígenes
Sostiene Carl Schmitt que la legalidad no es en su origen sino un producto del
racionalismo y, en este sentido, una forma de legitimidad, no constituye necesariamente su
antítesis. La legalidad adopta una forma de funcionalismo y se presenta como dogma de la
democracia y de la ideología liberal. Esta tendencia halló su expresión en la
Rechtsphilosophie de Gustav Radbruch (1878-1949): “Quien tiene derecho a imponer la
ley prueba con ello que está facultado para hacerloÉ”. La legalidad, como una de las tres
formas típicas de la legitimidad, en el sentido de Max Weber, presupone una
modernización racional. En la esfera de la Iglesia no se hace diferencia entre legalidad y
legitimidad. En el Codex iuris canonici aparece frecuentemente legitimus; en cambio,
legalis sólo se encuentra en cuatro pasajes (cánones 33, 1059, 1080 y 1543), siempre en
relación con el derecho secular (civil). Esto podría significar cierto desinterés.
En la esfera de la Iglesia misma no hay lugar para la diferenciación entre legalidad y
legitimidad. El problema, parece, le es extraño al pensamiento eclesiástico (H. Barion, C.
Schmitt).La conducción divina hace que la legalidad eclesiástica sea siempre legítima.
(¿No es así la legalidad del liberalismo racionalista?) En el desarrollo histórico
constitucional del Estado europeo continental, creció la tendencia a presentar divergencias
entre legalidad y legitimidad. La divergencia comienza con el llamado principio de
legitimidad de la restauración monárquica de 1814-1815. La legitimidad monárquico,
dinástica valió hasta principios del siglo XX como la legitimidad por antonomasia. Después
se habría de desarrollar un principio democrático de legitimidad: la legalidad (como
elemento primordial del Estado de derecho).
Así, la divergencia entre legalidad y legitimidad tuvo su origen en la Francia de la
Restauración al surgir un antagonismo sorprendente entre la legitimidad histórica de una
dinastía restaurada y la legalidad al estilo del Code napoleónico. Para el progreso
revolucionario la legalidad era una expresión de racionalidad y una forma más elevada que
la legitimidad histórica. Ante la tradición, la ley. Recordemos que la ley (parlamentaria)
encarna la volonté générale, es la manifestación racional de la soberanía. Jules Michelet
elogia la ley, en escritos panegíricos, como la expresión de la civilización frente a la
barbarie, como la superación del paternalismo, de la paternité. La ley es el gobierno del
hombre por sí mismo; la loi, le gouvernement del l’homme par luimeme. Plus des peres! La
legalidad como legitimidad racional es venerada. Algo similar había ocurrido en Atenas con
el advenimiento de nómos.
Legalidad Parlamentaria
Nota: sobre el particular, véase también la entrada sobre legitimidad democrática
parlamentaria.
Todo aquello que era legal (basado en luna ley parlamentaria) era legítimo. Así
comenzaba una tiranía de la voluntad legislativa. Fue así que ‘legalidad’ generó reacciones
desfavorables. La legalidad se convirtió en un blanco cuando es concebida como
instrumento del “orden”. Esta tesis penetra con todo su vigor desde el Manifiesto
comunista de 1847-1848: la ley del Estado clasista es enemiga del proletariado. La crisis
de la noción de legalidad llega al escándalo con el fascismo (siempre sostenido por una
mayoría capaz de establecer sus “ideales” en leyes) Hitler se sirve hábilmente de la
“legalidad”. Las dos prórrogas de la Ley de Plenos Poderes de 1933, la de 1937 y la de
1943, se explican por el papel (fatal) que jugaba la noción de legalidad en la justificación
de la acción política. Por ello creció la tendencia de evitar la noción de legalidad,
empleándose en su lugar, con más frecuencia, la expresión ‘legítimo’. La legalidad se
convierte en una arma envenenada que se lanza a la espalda del aniversario político.
En la teoría política y en la dogmática jurídica, particularmente constitucional, de la
posguerra, se exige un retorno a la legitimidad material esto es, a principios materiales de
justicia. Y sin embargo, el reclamo de conformidad que presupone el principio de legalidad
no deja de estar presente, ahí donde se pacta. Ahí donde existe un compromiso aparece la
existencia de su cumplimiento. Éste sigue siendo el sentido profundo de la noción de
legalidad. Por otro lado legalidad, como hemos visto, significa (en la dogmática jurídica)
observancia racional, de conformidad con los cánones de la interpretación jurídica. Es en
estos aspectos por los que la legalidad continúa funcionando como una forma de
legitimidad racional. Aun en los momentos más controvertidos de la noción política de la
legalidad el principio de legalidad dentro de la dogmática jurídica continúa siendo la pieza
esencial en la protección de los individuos.
El principio de legalidad se encuentra en la base de los sistemas de control judicial de la
administración y de impugnación judicial (apelación extraordinaria, casación amparo). En
rigor los sistemas de control de la constitucionalidad y los sistemas de protección de los
derechos humanos no son, estrictamente sino sistemas de control de la legalidad esto es,
de la supra-legalidad constitucional (R. Tamayo).
Legitimidad en la Teoría del Derecho
En su artículo “Ética discursiva y legitimidad del derecho” (1988), K Tuori afirma que la
moral procedimental presenta dos deficiencias que el Derecho puede contribuir a remediar.
Y que una de estas deficiencias es el llamado problema de la imputación.
J Habermas, en 1988 (“¿Cómo es posible la legitimidad por vía de legalidad?”) sostenía la
tesis de que la autonomización del sistema jurídico no puede significar una desconexión
completa de derecho y moral, por un lado, y de política, por otro. El derecho, al convertirse
en positivo, no rompe sus relaciones internas con la moral y la política.

Legitimidad política y su relación con el ejercicio del


poder en el Estado
El devenir conceptual de la legitimidad política aparece como representación justificatoria
del poder político, bien sea como concreción de un consenso a partir de un proceso
electoral o como necesidad, en términos de funcionalidad del poder. La legitimidad
contiene el reconocimiento del ejercicio del poder político por parte del llamado a ejercerlo,
no de otro, es decir, de quien ostenta la titularidad del poder político, dado que esa
titularidad aparece como consecuencia de la asunción al cargo que demanda el ejercicio
del poder político y de la correspondiente aceptación del mismo por parte de los asociados
al Estado.
El concepto de legitimidad aparece, pues, ceñido al de poder político, en tanto que se
representa como justificación de su ejercicio. En términos de Bertrand Russell, el poder
aparece como un concepto cuantitativo que se puede definir como la producción de los
efectos pretendidos. No se puede hablar de legitimidad sin hablar de poder, ni se puede
hablar de poder sin hablar de política, dado que la política se define a sí misma a partir del
ejercicio del poder, por ello la legitimidad suele presentarse con un carácter justificatorio,
verbigracia, en Guglielmo Ferrero, para quien ésta aparece como una necesidad de
justificación del poder político, el cual va ligado, también, al concepto de dominación,
entendiendo por éste el derecho de unos hombres de mandar sobre otros hombres. Para
el autor la legitimidad aparece como necesidad, dado que “entre todas las desigualdades
humanas, ninguna es tan importante por sus consecuencias ni tiene tanta necesidad de
justificarse ante la razón, como la establecida por el poder”.
Por tal motivo este autor encuentra cuatro principios de lo que él denomina principios de
legitimidad como justificaciones del poder, los cuales se han ido entremezclando en la
historia. Esos principios son el electivo, el democrático, el aristocrático-monárquico y el
hereditario. En el pensamiento de Ferrero, “los principios de legitimidad no son más que
ensayos de justificación del poder, explicaciones que pretenden fundamentar el derecho
del gobernante a mandar y el deber de los gobernados a obedecer”28. Es así como
Ferrero considera que el ejercicio del poder en las democracias modernas se justifica
sobre dos principios de legitimidad mezclados: el democrático y el electivo, en tanto que el
primero se refiere al reconocimiento de la soberanía popular y el segundo se funda sobre
las elecciones libres de los representantes del pueblo.
Esa relación entre soberanía y legitimidad también aparece en Kriele, para quien “la
soberanía del Estado depende de su legitimidad, y la legitimidad fundamenta su
soberanía”. Más aún, podría decirse que “el problema de la legitimidad es el lado interno
del problema de la soberanía”. El mismo López Hernández, líneas abajo, es claro en
señalar: “por tanto, la soberanía y la legitimidad son las propiedades esenciales del poder
político estatal. Pero la legitimidad se refiere sobre todo a la cuestión interna del título y
ejercicio del poder”.
La relación legitimidad-poder sobre el fondo de la dominación, encuentra en Max Weber
uno de sus autores más importantes. Para Weber la legitimidad corresponde a una
creencia de los dominados en hacerse sumisos a la autoridad, lo cual asegura la
capacidad de ésta para hacer cumplir sus decisiones. En Weber el concepto de
dominación corresponde a “la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo
determinado para mandatos específicos (o para toda clase de mandatos)”. Este autor
identifica tres tipos de dominación legítima:
 dominación de carácter racional, que se refiere a la creencia en la legalidad del orden
estatuido y del derecho de mando de las autoridades por virtud de la legalidad (dominación
burocrática);
 dominación de carácter tradicional, que corresponde a la creencia de la santidad de las
tradiciones y de los señalados por esas tradiciones para ejercer autoridad (dominación
patriarcal), y
 dominación de carácter carismática, que se refiere a la creencia en la santidad, heroísmo o
ejemplaridad de una persona para ejercer autoridad (dominación caudillista, profética o
demagógica).
De estos tipos de dominación surgen sus correspondientes creencias de legitimidad, las
cuales deben asegurar el mantenimiento de las relaciones de dominación-sumisión, dado
que los motivos estrictamente materiales, afectivos o racionales no pueden garantizar por
sí mismos el mantenimiento de la dominación, si ésta no se representa como una creencia
del dominado.
El estudio weberiano del poder y la legitimidad que deviene tiene en uno de sus propósitos
fundamentales el establecer cuándo un poder es legítimo, en tanto que puede darse que la
dominación dependa de otros motivos diferentes, como el juego de intereses particulares,
o del hábito de sumisión o del puro gusto personal del súbdito, motivos que en todo caso
hacen que la relación de dominación resulte inestable. Por ello, Weber expresa que la
motivación más estable y legítima es la que se funda en motivos jurídicos. Es así como
señala al respecto: “En las relaciones entre dominantes y dominados, en cambio, la
dominación suele apoyarse internamente en motivos jurídicos, en motivos de su
‘legitimidad’, de tal manera que la conmoción de esa creencia en la legitimidad suele, por
lo regular, acarrear graves consecuencias”.
La legitimidad weberiana está basada en la legalidad iuspositiva del momento, esto es, la
preponderancia del derecho positivo como uno de los factores estructurales del Estado
moderno, situación que es criticada duramente por Habermas, quien considera que Weber
no supo reconocer el ingrediente moral que pervive en las entrañas del derecho que
proviene de los Estados liberales, dada la positivización de muchas normas morales.
Según Habermas el derecho moderno está estructurado sobre reglas y principios, muchos
de los cuales ostentan la doble naturaleza jurídica y moral.
Es por ello que, siguiendo esas mismas trazas argumentales, Habermas expresa “la tesis
de que sólo de una racionalidad procedimental llena de contenido moral puede extraer la
legalidad su propia legitimidad”. En consecuencia, el concepto de legitimidad
habermasiano está atravesado por una legalidad que supera al iuspositivismo estricto y, en
cambio, está impregnado de una teoría procedimental de la justicia, con elementos de
mezcla entre derecho y moral. Por ello, “legitimidad significa que la pretensión que
acompaña a un orden político de ser reconocido como correcto y justo no está desprovista
de buenos argumentos; un orden legítimo merece el reconocimiento. Legitimidad significa
el hecho del merecimiento de reconocimiento por parte de un orden político”. En este
mismo sentido, López Hernández comprendió la caracterización del orden político derivado
del pensamiento habermasiano de la legitimidad, de esta manera:
 “La Constitución regula el proceso político a través de normas: mayoría, proceso
parlamentario, ley electoral, etc.
 La labor del Parlamento debe estar apoyada en una participación cada vez mayor de la
población.
 La calidad de la vida pública debe mejorar constantemente y en ello tienen especial
importancia los medios de comunicación”.
La legitimidad habermasiana parte de su teoría de la acción comunicativa para sustentar
sus tesis de legitimidad, en donde la legitimación parte de un consenso social logrado a
partir de la comunicación, en donde se concretan, de consuno, los contenidos materiales
de justicia.
La legitimidad hasta aquí analizada se refiere a la legitimidad en el orden político, mas no a
la legitimidad en el ejercicio del poder político, la cual debe mirarse con la óptica del
modelo de Estado definido por la Constitución Política. La legitimidad a la que se refieren
autores como Ferrero, Weber o Habermas corresponde a la legitimidad del Estado y de su
correspondiente orden político, es decir, a la justificación del Estado mismo, de su
existencia y de la necesidad de un orden jurídico-político derivado del contrato social sobre
el que se estructura el Estado moderno, por ello, al realizar una arqueología del concepto
legitimidad sobre el que Weber o Habermas cifran el punto de partida de sus
disquisiciones, se encuentra a autores como Hobbes, Locke, Rousseau o Montiesqueu,
por nombrar sólo a los contractualistas más conocidos, dado que son ellos los que
construyen la teoría política moderna sobre conceptos fundamentales como el de
legitimidad.
Así las cosas, se entiende que la legitimidad del orden político se corresponde con aquella
derivada del ejercicio de las libertades individuales propias del Estado moderno, la misma
libertad de los modernos a la que se refería Benjamín Constant en su célebre discurso “De
la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos”.
Esa legitimidad del orden político es sustancialmente diferente a la legitimidad en el
ejercicio del poder político, que constituye el propósito de abordaje de este estudio. Ésta
parte de la base de que el orden político en el que se va a ejercer el poder goza de
legitimidad, por lo menos aparente, derivada del cumplimiento de un orden constitucional
que supera el iuspositivismo estricto y que deviene de un ejercicio deliberativo en donde se
ha acudido a teorías procedimentales de la justicia que han inyectado dosis de moralidad
colectiva a las disposiciones normativas, con un marco sólido en materia de principios,
para hablar en términos habermasianos46.
La legitimidad en el ejercicio del poder político implica el cumplimiento de los fines
definidos por el propio Estado como condicionantes de su accionar, es lo que autores
como José Nun denominan como legitimidad sustantiva. En el caso colombiano, el modelo
constitucional de Estado Social de Derecho conlleva a que la legitimidad en el ejercicio del
poder político implique que todo el accionar del aparato estatal debe orientar su sentido
hacia la satisfacción de los fines esenciales del Estado que aparecen en el artículo 2° de la
Constitución Política de 1991 48 y que la jurisprudencia constitucional ha concebido como
valores constitucionales.
En suma, se distingue entre dos tipos de legitimidad:
 una legitimidad formal, que deviene del orden político y que comprende aspectos
procedimentales relacionados con la forma en que los individuos llegan a detentar el poder
político, es decir, el ejercicio electoral en sí, en un sistema democrático, y
 una legitimidad material, que se refiere al ejercicio del poder en sí, y que está orientada al
cumplimiento de los objetivos definidos como propios por el modelo de Estado adoptado,
lo que en el marco del Estado Social de Derecho significa la satisfacción de los postulados
contenidos en la parte dogmática de la Constitución por el aparato orgánico definido en el
mismo texto superior, ese es el leitmotiv, de la organización de la administración pública de
acuerdo con el diseño del constituyente colombiano de 1991, por lo que los procedimientos
administrativos aparecen vinculados irremediablemente con la teleología constitucional “en
cuanto mecanismos para la satisfacción de estos cometidos”.
Estos dos tipos de legitimidad política contemporánea se deducen del análisis de la
legitimidad en el campo jurídico, y de alguna manera conllevan a la evocación de los
principios de legitimidad enunciados por Ferrero51, particularmente el principio
democrático y el principio electivo, de cuya comunión el autor dedujo una clave explicativa
de los regímenes políticos democráticos en el siglo XX, como contraposición al
autoritarismo fascista que le tocó vivir. Igualmente resulta inevitable pensar en el
antecedente que comprenden las dos legitimidades que se desprenden de la descripción
de las tiranías hecha por el jurista Bartolo: legitimidad de título y legitimidad de ejercicio,
las cuales surgen, precisamente, de las dos clases de poder ilegítimo o tiranía descritas
por este autor: “ex defectutituli y ex parte exercitii”, sin duda alguna, los contenidos de
estas dos legitimidades medievales encuentran plena correspondencia con los contenidos
de la legitimidad formal y la legitimidad material aludidas.
A su vez, Pierre Rosanvallon encuentra estos dos tipos de legitimidad enlazados en la
consolidación de los regímenes democráticos: “la legitimidad derivada del reconocimiento
social de un poder y la legitimidad como adecuación a una norma o valores. A partir de
comienzos del siglo XX, esas dos formas cruzadas de legitimidad -procedimental y
sustancial- le dieron un cierto asentamiento a los regímenes democráticos”. Para este
autor en la década de 1980 se dio un giro que obligó a una resignificación de la legitimidad
en términos de atender menos a un carácter procedimental y profundizar en las relaciones
propias de la democracia, en una “reformulación latente de los términos en los cuales se
aprehende el imperativo democrático de expresión de la generalidad social”, que en
últimas viene a tener correspondencia con la plena satisfacción de los cometidos del
Estado contemporáneo, cercano al paradigma de Estado Constitucional, dado que
conlleva amplias dosis de moralidad en su ordenamiento jurídico-político, que para el
Estado Social de Derecho colombiano implica el cumplimiento de los fines definidos por la
teleología constitucional.
Autor: Carlos Rúa Delgado, Ius et Praxis vol.19 no.2 Talca 2013
Legitimidad para Obrar
Respecto de Legitimidad para Obrar, véase aquí.
Legitimidad en el Derecho Social: Calidad de legítimo.
Legalidad o conformidad con la ley
En el Derecho Colectivo del Trabajo dícese de la condición que deben tener las cláusulas
de un convenio colectivo de respetar los derechos mínimos establecidos en las normas
jurídicas vigentes.
En el Derecho Laboral argentino el orden jerárquico de las fuentes de regulación está
encabezado por la ley y los estatutos profesionales, ocupando el tercer lugar las
convenciones colectivas. Por ello el contenido de estas últimas debe ajustarse a las
normas mínimas establecidas por la ley, para que la norma negociada no desconozca el
mejor derecho consagrado por la legislación, ya que si así sucediera se aplicaría la ley por
el principio de la norma más favorable al trabajador.
Legitimidad: Desarrollo de la idea
El estudio de legitimidad implica asimismo procurar que el convenio no contenga cláusulas
violatorias a disposiciones legales, como así tampoco que la vigencia de la misma afecte la
situación económica de determinados sectores de la actividad, o bien signifique un
detrimento de las condiciones de vida de la población consumidora.
Control de Legitimidad
Manuel Alonso Olea, siguiendo la reglamentación vigente en nuestro país, enumera dentro
del control de legitimidad de los convenios los siguientes defectos subsanables posibles:
 cláusulas que menoscaben derechos de los trabajadores reconocidos por normas de
derecho superior;
 cláusulas contrarias al poder directivo del empresario;
 cláusulas contrarias a las exigencias del progreso económico o de la productividad;
 cláusulas atentatorias al principio de la cooperación en la empresa;
 cláusulas opuestas a los imperativos de paz social;
 cláusulas que pretendan restringir las facultades atribuidas al Estado.
En la actualidad sólo tiene efectiva vigencia el punto a) quedando los restantes dentro de
la libertad de concertación de las partes.
Ministerio de Trabajo
El control de legitimidad de los convenios colectivos está a cargo del Ministerio de Trabajo,
cuyos funcionarios, una vez logrado el acuerdo de partes que representan los intereses de
los grupos (patronal y de trabajadores), estudian la concordancia del contenido de la
convención con relación a la legislación vigente y en caso de aprobar el acuerdo colectivo,
proceden a su homologación. Dentro del Ministerio de Trabajo, corresponde a la Dirección
Nacional de Relaciones del Trabajo la tarea de coordinar lo pertinente para compaginar,
homologar y registrar los convenios colectivos. [2]
Recursos
Notas y Referencias
1. Información sobre Legitimidad en la Enciclopedia Online Encarta
2. Eduardo Giorlandini y Rodolfo Capon Filas, Diccionario de derecho social: derecho del
trabajo y la seguridad social: relaciones colectivas profesionales, voz “Legitimidad”, (autor
de la voz: A. R. B.), Rubinzal-Culzoni Editores, Argentina, 1991
Véase También
 Teoría del Derecho Natural
 Teoría del Derecho Divino
 Acción
 Autoridad
 Derecho
 Derecho Subjetivo
 Estado
 Estado de Derecho
 Interpretación Jurídica
 Nulidad
 Orden Jurídico
 Poder Público
Ley de nacionalidad
Filosofía del derecho
Ciudadanía adquirida
Ciudadanía
Residencia permanente
Historia de la ciudadanía
Convenio Europeo de Nacionalidad
Convención para la reducción de la apatridia
Bibliografía
 Brian H Bix: Diccionario de teoría jurídica. Instituto de Investigaciones Jurídicas. UNAM,
2009
 Mª. José Falcón y Tella: Lecciones de Teoría del Derecho. Madrid. Servicio de
Publicaciones. Facultad de Derecho. Universidad Complutense de Madrid. 4ª edición
revisada, 2009
 Artavia Araya, Fernando, “Decisiones públicas, beneficios privados. Consideraciones
teóricas en torno a la corrupción”, Revista de Ciencias Sociales, vol. I, N° 119, Universidad
de Costa Rica, San José, 2008
 Bastid, P. et al., Lídée de legitimité, Paris, Presses Universitaires de France, 1987
 Bobbio, N., “Sur le principe de legitimité”, Bastid, P. et al., L’idée de legitimite, cit.; Bobbio,
N. y Bovero, M., Origen y fundamentos del poder político; traducción de José Fernández
Santillán, México, Grijalbo, 1985
 Cea Egaña, José Luis, “Sobre el Estado constitucional de derecho como paradigma
jurídico”, Revista de Derecho, V. 16, julio, Universidad Austral de Chile, Valdivia, 2004

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