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El día de hoy quise invitar a nuestra súper coach y colaboradora

de Energía Nutritiva, Carla Vogel, para que desde su experiencia


nos comparta cuáles son las emociones que pueden sabotear
nuestro peso.
El campo de la nutrición está lleno de consejos contradictorios: unos dicen
que no hay que comer grasa, mientras otros dicen que sí. Que si la carne, que
si el gluten, que si los lácteos… Falta poco para volvernos locos con tanta
teoría nutricional que se contradice.

Y el problema es que muchas de las estrategias dietéticas que utilizamos ac-


tualmente se centran en una mezcla de “come menos calorías y haz más ejer-
cicio”, pensando que esto es lo que va a resolver todos nuestros problemas
y que así volveremos a pesar lo que queremos.

Sin embargo, dejamos de lado algo esencial que es lo que en muchas oca-
siones nos impide bajar de peso…

Cada emoción produce una sustancia química específica que es capta-


da por nuestras células, generando un cambio en ellas. Por lo que si las
emociones nos gene- ran un cambio a nivel celular, imagínate lo hacen
con nuestro cuerpo.
Existe una gran relación entre las emociones no procesadas y las enferme-
dades. Porque al fin y al cabo, las emociones son energía. Y la energía no se
destruye, sino que se transforma.

Una emoción que no ha sido procesada, no se oculta ni desaparece, se trans-


forma en otra cosa como puede ser el sobrepeso, la indigestión, un sistema
inmunológico débil, o cualquier otra enfermedad o síntoma.

Por eso, las dietas no funcionan. Porque no toman en cuenta todo lo que so-
mos como comedoras…

Cuando retenemos las emociones, dejamos de escuchar el mensaje que


tienen para nosotros y creamos bloqueos en nuestro cuerpo. Esto puede ser
porque no nos sentimos cómodas con ellas (enojo, rabia, tristeza) o a veces
porque estas emociones son un poco arriesgadas (como lo es el amor, o la
sensación de intimidad).

Cuando detenemos el flujo de las emociones, afectamos directamente la


química de nuestro cuerpo e inconscientemente detenemos nuestro me-
tabolismo. Si reprimimos una emoción y no pasamos a la acción, la emoción
se queda impresa neurológicamente, o sea que queda grabada en nues-
tro inconsciente. Esto crea una sensibilidad específica que se puede llegar
a manifestar en nuestro cuerpo si la situación se repite una y otra vez o si
supera el nivel de tolerancia de cada persona. Es por esto que las emociones
tienen un impacto en nuestra salud.
Lo que nos falta comprender para empezar a adelgazar es que nuestro cuer-
po se comunica con nosotras constantemente.

El cuerpo no es más que un mensajero.

Lo hace a través de sensaciones, síntomas o enfermedades. Es la manera en


la que busca llamar la atención para decirnos que estamos siendo incohe-
rentes con nosotras mismas.

Y no te digo que está mal tomar medicinas, simplemente digo que hay que
tomarnos el tiempo para comprender el significado de la enfermedad, el
sobrepeso, la acumulación de grasa o la ansiedad por comer. Porque la ver-
dadera solución que nuestro cuerpo está pidiendo, la podemos encontrar en
nuestro interior… en la curación de nuestra alma (y no en la siguiente dieta ni
pastilla como quisiéramos creer).
Date cuenta en qué parte de tu cuerpo retienes las emociones cuando no ex-
presas lo que sientes. Si pones atención, verás que hay ciertos lugares en tu
cuerpo en donde concentras energía al momento de tener un impacto emo-
cional y de hecho puede quedarse ahí desde segundos, hasta horas o días.

Esto sólo lo puedes descubrir si observas tu cuerpo. Yo en lo personal tengo


dos lugares en donde claramente retengo las emociones no procesadas:

Garganta: tengo muy detectado que cuando no logro decir algo que me
produce mucho enojo o cuando no logro expresar una tristeza, se me crea un
nudo en la garganta. Literalmente siento una bola de energía que me palpita
con fuerza y que por más que la masajeo, no consigo desaparecer. Es hasta
que logro expresar lo que siento, cuando desaparece.

Estómago: por ejemplo, en situaciones de miedo y a veces de mucho


enojo que no logro “digerir” la información, siento como acumulo la energía
en el estómago. Ojo porque si esto no lo manejamos bien, al poco tiempo
podemos desarrollar colitis, reflujo, estreñimiento o diarrea. ¿Te ha pasado?

Imagínate lo potente que puede ser aprender a reconocer nuestras


emociones y darles su lugar.
Cuando nos alineamos con lo que sentimos, pensamos y hacemos, logramos
un equilibrio emocional que nos permite experimentar cambios inmediatos
en nuestro cuerpo. Estos cambios se generan en nuestro sistema nervioso,
sistema endocrino, sistema inmunológico y en nuestras redes neuronales. Y
de esta manera nos es mucho más fácil comer saludable, absorber mejor los
nutrientes de lo que comemos, y eliminar lo que no necesitamos.

Únicamente podemos alcanzar y mantener un metabolismo óptimo cuan-


do comemos, nos ejercitamos, y vivimos bajo un estado emocional óptimo.
Nuestro estado de ánimo tiene un impacto directo en nuestro metabolismo,
a tal grado que lo que sentimos influye profundamente en la forma en la que
digerimos la comida.
Seguramente has tenido momentos en los que has estado en tu casa sintién-
dote muy baja de energía, sin ganas de hacer nada y sintiendo lástima por
ti misma… Y si alguien te hubiera preguntado en ese momento que cómo
estaba tu metabolismo, le hubieras contestado que lento, por no decir que
completamente apagado. Pero de pronto suena tu celular y recibes la llama-
da que tanto habías esperado de una nueva oferta de trabajo, o mejor aún,
del hombre que te encanta. En ese instante, tu estado de ánimo se dispara
y de un segundo a otro, te sientes viva y optimista. Y si en ese momento te
volvieran a preguntar cómo está tu metabolismo, contestarías que está fun-
cionando impresionantemente bien.

Entonces ¿qué pasó?...Experimentaste un cambio en tu mundo


emocional que te generó un subidón de energía que acabó por
poner en marcha todo tu cuerpo.

Así de rápido puede cambiar nuestro metabolismo


¿QUÉ EFECTO TIENEN LAS EMOCIONES
NEGATIVAS EN NUESTRO CUERPO?

Vamos a profundizar un poco más…

Tu sistema nervioso se divide en dos: sistema nervioso simpático (el que se


activa cuando estás estresada) y tu sistema nervioso parasimpático (el que se
activa cuando estás relajada).

Las emociones negativas nos generan estrés emocional.

Cuando experimentamos algún sentimiento


negativo como ansiedad, tensión, frustración
o coraje, el sistema nervioso simpático se ac-
tiva porque siente que está en una situación
de estrés (o peligro).

Tu cuerpo reacciona de una manera muy similar a como reaccionaría si se


encontrara cara a cara con un animal salvaje.

Tu cerebro no distingue entre un estrés real o un estrés imaginario….por lo


que tu cuerpo reacciona de la misma manera en ambos casos.
Te voy a poner un ejemplo para que veas por ti misma lo
poderosa que es la mente.

Lo que te quiero decir con esto es que lo que tu mente cree, tu cuerpo lo
manifiesta. Por esto, real o imaginario, para la mente acaba siendo lo mismo
porque no distingue la diferencia…

Por lo que al enfrentarnos a una situación de estrés o de peligro, nuestro


sistema nervioso simpático activa nuestra respuesta al y esto hace que supri-
mamos la actividad digestiva y acumulemos grasa.

Esto es porque en un momento de supervivencia, es más importante huir o


luchar, que hacer la digestión. Esto provoca que toda nuestra sangre se vaya
de la parte media de nuestro cuerpo, hacia nuestra cabeza (para poder pen-
sar y reaccionar más rápido) y a nuestros brazos y piernas (para poder luchar
contra la amenaza o huir de ella). Así mismo, cuando tu cuerpo cree que está
en un estado de supervivencia, acumula grasa porque la grasa es una muy
buena fuente de energía a largo plazo.
Por el contrario, cuando pasa la amenaza y ya no estás estresada, activas tu
sistema nervioso parasimpático, lo que permite que se active tu digestión
y la regeneración de los órganos, músculos y tejidos. Por ejemplo, cuando
tienes confianza, cuando te sientes feliz, cuando te sientes libre, cuando es-
tás conectada con tu ser superior, etc.

Ojo: La activación de sistema simpático es maravillosa cuando se trata de


una situación de verdadera supervivencia o de motivación (que no debería
de durar más de 4 minutos). Se convierte en un problema cuando se está en
este estado de manera crónica, día tras día (como por ejemplo, cuando to-
dos los días te ves en el espejo y te dices que qué gorda estás).

Y te recuerdo que al hablar de estrés hablo de: ira, ansiedad, tensión, enojo,
sentimiento de culpa, auto-juicio, auto-ataque, “no soy buena”, “no merez-
co”, “no valgo” “no soy digna de ser amada”, etc.

Es por esto que la Psicología de la Alimentación nos enseña que


comer alimentos saludables y hacer ejercicio es sólo la mitad de
la historia de una buena nutrición. El otro 50% depende de que
te encuentres en el estado ideal para digerir y asimilar los ali-
mentos.
Te comparto alguna de las cosas que pasan por tu cuerpo cuando se activa
el sistema simpático (como cuando no procesas estas emociones negativas):

Disminuye la absorción de nutrientes – esto se debe principal-


mente a la disminución de oxígeno y al flujo de sangre gastrointes-
tinal; lo que genera una disminución en la producción de enzimas
en el estómago, el páncreas, y el hígado; también se da una dis-
minución del flujo de bilis desde la vesícula biliar.

Aumenta la excreción de nutrientes – tenemos una pérdida de
calcio, magnesio, potasio, zinc, cromo, selenio, y varios micro-mi-
nerales a través de la orina.

Aumenta las deficiencias de nutrientes – particularmente de la
vitamina C, vitamina B, hierro, zinc, selenio.

Aumenta el colesterol en la sangre – el estrés en sí, aumenta los
niveles de LDL.

Aumenta los triglicéridos



Aumenta las plaquetas en la sangre – lo que puede ser riesgoso
para las enfermedades de corazón.

Aumenta la retención de sal – lo que puede generar presión ar-
terial alta.

Aumenta el cortisol – asociado con el aumento de peso, la obe-
sidad abdominal, y la incapacidad de perder peso o de ganar mús-
culo. Si se genera excesivamente, puede hacer que un cuerpo en-
vejezca prematuramente.
Disminuye la flora intestinal – las bacterias intestinales saludables
son destruidas por el estrés. Esto puede conducir a problemas in-
munológicos, trastornos de piel, deficiencias nutricionales y ma-
lestar digestivo.

Disminuye el suministro de oxígeno – sin oxígeno, no quemas


calorías.

Disminuye la eficiencia térmica – por lo que disminuye tu capaci-


dad para quemar calorías.

Aumenta la producción de ácido clorhídrico – aumenta la pro-


babilidad de úlceras.

Disminuye la hormona del crecimiento – hormona clave en el


crecimiento, la curación y la reconstrucción de los tejidos del cuer-
po. Ayuda a quemar grasa y a construir músculo cuando funciona
óptimamente.

Disminuye las secreciones salivales – disminuye la digestión de


los almidones y disminuye los factores inmune orales.

Disminuye la hormona tiroidea – puede llevar a la disminución de


la actividad metabólica en todo el cuerpo.

Disminuye el tiempo de vaciado gástrico – esto puede producir


diarrea.

Aumenta la posibilidad de alergias y sensibilidad a los alimen-


tos – muy probablemente debido a la disminución del sistema in-
munológico y por tener un intestino permeable.

Aumenta la resistencia a la insulina – el estrés crónico a un nivel


bajo puede causar que las células rojas dejen de responder a la
insulina, un factor en la diabetes, en el aumento de peso, en las
enfermedades del corazón y en el envejecimiento.
Disminución de Eicosanoides – influye en el nivel de energía y en
numerosas funciones metabólicas.

Aumenta el riesgo de osteoporosis – se ha demostrado que la


densidad ósea disminuye en mujeres estresadas y deprimidas. El
estrés aumenta la excreción urinaria que contiene calcio, magnesio
y boro.
-
Disminuye la masa muscular – esto significa más flacidez y un me-
tabolismo más lento.

Disminuye las hormonas del sexo (estrógeno, progesterona,


testosterona) – puede significar un menor deseo sexual, energía
baja, disminución de la masa muscular.

Aumenta la inflamación – la base de muchos padecimientos sig-
nificativos, incluyendo enfermedades del cerebro y del corazón.

Disminuye la mitocondria – la parte de la célula que genera en-


ergía, por lo que al haber una disminución, producimos menos en-
ergía. Esto puede conducir a la fatiga crónica.

Disminuye la función del riñón – significa un aumento de toxi-


cidad en el cuerpo, del desequilibrio de los electrolitos, de la re-
tención de agua y de las enfermedades del corazón.

Disminuye la hormona DHEA - (también famosamente conocida


como la hormona de la juventud). Personas con cáncer, Alzheimer,
diabetes, depresión, hipotiroidismo y fatiga adrenal suelen tener
niveles más bajos de DHEA).
Normalmente bajo estrés, también tendemos a tomar malas decisiones res-
pecto a la comida.

El estrés hace que no estemos presentes mientras comemos, ya que te-


nemos mil pensamientos bombardeándonos la cabeza. Y esto a su vez hace
que comamos muy rápido sin realmente procesar (a nivel mental y físico) lo
que le estamos metiendo a nuestro cuerpo.

El estrés altera las hormonas del apetito: leptina y grelina. Bajo el es-
trés emocional, aunque quieras parar de comer, es posible que tu cerebro te
puede seguir pidiendo comida aún cuando sientas que vas a reventar.

Cuando tenemos un estrés o necesidad emocional, queremos curarla o


llenarla con comida. Simplemente estamos buscando llenar una necesidad
emocional insatisfecha, que claramente no es hambre... Además, para aca-
barla de regar, tendemos a comer comida o muy dulce o muy salada.
LA EMOCIÓN QUE TE ENGORDA

En la preparatoria me fui dos años a estudiar a Estados Unidos y subí 10 kilos.


En ese entonces pensaba que se subía de peso únicamente por lo que se
comía, por lo que no le di ni tantita importancia a lo que sentía (no tenía ni
idea que eso tenía un impacto directo en mi cuerpo).

Estaba muy acostumbrada a ver que las niñas que se iban a estudiar fuera
siempre regresaban con unos kilos de más, por lo que me pareció algo com-
pletamente normal.

En ese entonces no le volví a dar vueltas porque


cuando regresé a México, poco a poco fui
recuperando mi peso habitual. Ese era un peso
en el que me sentía “cómoda”, aunque te admi-
to aquí entre nos, nunca era suficiente para mí
porque siempre quería seguir bajando. Y no fue
hasta que empecé a trabajar cuando logré al-
canzar un peso en el que me sentía, según yo,
“bien”.

En esa época pensé que ya había superado todos mis traumas con la comida
y que ya había hecho las paces con ella. Ya casi nunca tenía atracones y había
aprendido a leer mi cuerpo y a detenerme en el momento en el que captaba
que estaba llena.

Pensaba que iba a seguir así toda la vida. Pero para mi sorpresa, estaba muy
lejos de esa historia.
Cuando me fui a España por tres años, reapareció mi relación caótica y en-
fermiza con la comida.

Cuando menos me di cuenta, estaba con 8 kilos de más, comiendo compul-


sivamente todo lo que se me aparecía en mi despensa, o saliendo deses-
peradamente a comprar galletas, granolas, chocolates o panes a la tiendita
de alado de mi casa.

Simplemente no podía parar.


Me sentía totalmente fuera de control.

Sentía una necesidad enorme que pedía que le metiera más y más y más co-
mida a mi cuerpo. Y claro, una culpa tremenda por “salirme de mi dieta” y
con mucho miedo a engordar.

Durante mi estancia en España, empecé a estudiar la relación entre las enfer-


medades y las emociones no procesadas. Y fue cuando comencé a cuestio-
narme qué necesidad “no satisfecha” era la que realmente estaba debajo de
esos atracones.

Me di cuenta que mi sobrepeso y mi ansiedad por comer sólo


eran un síntoma. Un mensajero, de algo más profundo que
tenía que resolver.
El miedo es una anticipación de una amenaza o peligro que genera ansiedad, in-
certidumbre e inseguridad (y por lo tanto activa la respuesta de estrés que vimos
anteriormente).

Su función es ayudarnos a reaccionar para activar nuestro


mecanismo de autodefensa y así protegernos ante el posible
peligro (como cuando entra un ladrón a tu casa y tienes que
defenderte o correr).

Como podrás ver, el miedo es un excelente amigo que busca tenernos seguros.
Sin embargo, se convierte en algo negativo cuando se experimenta a largo plazo
y por situaciones de peligro imaginarias. Y esto último, es justamente lo que me
pasó a mi…
Mis primeros ocho meses en España logré mantenerme en forma. Estaba es-
tudiando una maestría que me gustaba mucho, todos los días conocía a gen-
te nueva y divertida, salía con mis amigos, iba a clases de teatro, me cocinaba
comida rica y saludable, exploraba la ciudad caminando a todos lados…en
pocas palabras, estaba en un momento de mi vida en donde no tenía ningu-
na preocupación y estaba disfrutando la vida al máximo.

Pero entonces algo pasó que desató mi comportamiento caóti-


co con la comida… Porque no creas que un comportamiento
aparece así nada más. Todos los comportamientos que no nos
gustan, al igual que las enfermedades, tienen mensajes profun-
dos y potentes que deben de ser escuchadas porque vienen a
enseñarnos algo.
En mi caso, era un comportamiento que estaba repitiendo. Lo que signifca
que había una emoción reprimida guardada en mi inconsciente, que se ex-
presó automáticamente al momento de que un estímulo exterior o ancla (en
mi caso, mi novio) disparó el programa previamente almacenado.

Para no hacerte la historia más larga, mi novio terminó conmigo mientras


estaba en España. Fue en este momento cuando empecé a experimentar un
profundo miedo en mi interior porque toda mi estructura y todos mis planes
comenzaron a derrumbarse. Me sentí completamente perdida...

Tenía miedo al futuro, y a lo que iba a ser de mí. Sabía que si regresaba
a México me iba a deprimir por el simple hecho de saber que ya no estaría
con él. Pero por otro lado tenía el apoyo de mi familia, de mis amigos y de mi
trabajo allá.

Tenía miedo de tomar decisiones y equivocarme. Tal vez al quedarme
en España, eliminaría cualquier posibilidad de regresar con él. Y ¿si era el
amor de mi vida? ¿Y si no? ¿Dejaría de vivir, tan sólo por regresarme e inten-
tar volver con él?

Tenía miedo a la posibilidad de intentar cosas nuevas. Había aprendi-


do a vivir dentro de mi zona de confort, porque me movía en un entorno que
ya dominaba, en donde las cosas me resultaban conocidas y cómodas aún
cuando no todas eran agradables. Y salirme de aquí, me resultaba muy des-
gastante.

El miedo es un camaleón que se disfraza de diferentes colores,


matices y formas. Y te puedo decir que todo lo que sentía
ocultaba un miedo detrás…
Tenía miedo de quedarme sola y no poderme proteger del mundo. Este sen-
timiento no era nuevo para mí, ya que el sentirme abandonada es algo que
cargo desde pequeña porque mis papás viajaban mucho. Y obviamente el
estar lejos de mi familia lo hizo todavía más grande. Al no sentirme protegida
emocionalmente, mi cuerpo me dio una solución biológica...la grasa.

Porque al igual que en la naturaleza, mientras más grande te veas, más fuerte
eres ante los ojos de los demás y más protegida estás. Claramente la gra-
sa me sirvió como muro de protección. Es una barrera que yo misma cree
para poner distancia y así “protegerme” de los demás, o de las situaciones
o traumas que estaba viviendo en ese momento o que se encontraban en mi
cabeza. También la comida me hacía compañía. A través de ella encontraba
el alimento emocional que tanta falta me hacía. Buscaba llenar un vacío muy
grande.
Tenía miedo al fracaso y a la incertidumbre. No sabía qué camino iba a tomar
mi vida y simplemente quería controlar cada paso que daba...Normalmente
cuando estamos frustrados con la vida, ya sea con la escuela, el trabajo o
las relaciones, es fácil voltear a la comida como una manera de distraernos
de esos sentimientos en lugar de buscar la raíz de éstos. Porque ayuda a
enmascarar esas tensiones y resentimientos que nos generan incomodidad.
Cuando en realidad lo que deberíamos de hacer es respirar y permitir que
la energía fluya. El universo tiene algo grande preparado para cada uno de
nosotros. Así que hay que dejar ir las cosas que no podemos controlar y em-
pecemos a confiar.

Tenía miedo a no ser capaz de salir adelante. Empecé a perder fe en mi mis-


ma y en lo que hacía. Y cada vez que se aparecía una derrota, corría a cobi-
jarme en la comida porque era lo que me daba consuelo.
Tenía miedo de contactar conmigo misma. Me entraba una ansiedad horrible
por mantenerme ocupada. Durante el día encontraba maneras de distraerme
con mil actividades pero cuando me quedaba sola o cuando estaba sin nada
que hacer, me refugiaba en la comida para no tener que pensar ni tener que
contactar con mis sentimientos. La comida era mi manera de mantenerme
“ocupada”. Después comprendí que hay momentos en los que no estamos
listos para contactar con nuestros sentimientos, pero que existen otras mane-
ras más saludables y creativas de distraernos y que muchas veces hasta nos
pueden ayudar a ver nuestro problema desde otro punto de vista como pin-
tar, salir a tomar fotos, hacer ejercicio, escribir una metáfora, etc. El objetivo
es elegir algo atractivo para ti, que además te ayude a aliviar el estrés.

Pensaba que necesitaba de alguien más para ser feliz. Y nuevamente al sen-
tirme sola, buscaba algo que me hiciera compañía. Le daba demasiado po-
der a mi mundo exterior, sin darme cuenta que lo único que me puede hacer
feliz, está guardado en mi interior.

Pon atención a tus pensamientos. Pon atención al momento en el que


estás teniendo un pensamiento negativo o cuando sientes un malestar emo-
cional. ¿Qué piensas?

Identifica el sentimiento. ¿Qué te hace sentir este pensamiento?


Frustración, engaño, envidia, fracaso, fobia, humillación, etc.

Emoción social: De las cinco emociones básicas ¿Cuál es la que te per-


mites expresar en este momento? Miedo, tristeza, enojo, asco o alegría.

Localiza la emoción: Pon la mano en la parte del cuerpo en la que


localizas la emoción.

Emoción oculta: Deja salir la emoción escondida que está debajo de la


emoción que te has permitido expresar. Tal vez le puedes poner nombre
(miedo, tristeza, enojo, asco o alegría). Pero en caso de no poder hacerlo,
simplemente ponle un color y una forma y déjatela sentir.

Visualízala por unos instantes: Visualiza ese color y esa forma en el lugar
en el que sientes la emoción, para después sacar la imagen de tu cuerpo y
ponerla frente a ti. Haz esta imagen cada vez más pequeña. Y cuando tú quie-
ras, puedes conseguir alguna herramienta, que te ayude a desaparecerla. Ej,
una fogata en donde quemas esta emoción, un martillo que la rompe, etc. Y
cuando termines, toma una respiración profunda.
Regresando a mi historia, te pongo un ejemplo.

Te puedo decir que este es un camino largo. Estamos aquí para aprender y
seguir evolucionando. Y depende de nosotras, ver las cosas de una manera o
de otra. Además te aseguro que en el momento en que aprendamos a ben-
decir lo que nos pasa, se empezarán a generar cambios en nuestras vidas.

Te recuerdo que tú no puedes cambiar una situación, pero


sí puedes elegir cómo vivirla.
Ahora que ya tienes claro que tus pensamientos y emociones juegan un
papel importantísimo no sólo en tu salud sino también en tu metabolismo y
peso, te estarás preguntando, ¿y ahora qué hago?

Y nuestra respuesta es: siempre comienza con lo más sencillo (para que te
mantengas motivada y puedas avanzar hacia las áreas más complejas).

Son tantas las emociones que pueden estar afectando nuestros


comportamientos con la comida y nuestro peso, que nuestra
recomendación es que te enfoques ahorita en mejorar lo que
más te estresa en este momento.

La gran mayoría de nuestras alumnas se sienten estresadas y abrumadas por


principalmente dos cosas:

Frustración porque no pueden bajar de peso

Enojo porque no les gusta lo que ven en el espejo


Y esto provoca una relación caótica con el cuerpo y
la comida.

Al entrar en una relación de paz y armonía con tu cuerpo, entras en ese es-
tado de relajación (sistema nervioso parasimpático) en donde:

Activas tu digestión

Incrementas tus niveles de energía

Quemas calorías mucho más eficientemente.


Amiga, te espera un camino maravilloso de transformación, en donde te libe-
rarás de muchísimas creencias y emociones que te alejan de la vida de tus
sueños.

A lo mejor este proceso te llevará a cambiarte de trabajo, a enamorarte de


alguien nuevo, a liberarte de una relación tóxica, a encontrar tu pasión o a
sanar una enfermedad.

La consecuencia natural y emocionante de este cambio interno es que como


por arte de magia verás cómo tu cuerpo se transforma también.

No te voy a mentir. No sucede de la noche a la mañana. Es un proceso, pero


no te preocupes, porque nos tienes a nosotras, al equipo de
Energía Nutritiva.

Por lo pronto te dejo con una frase de Louise Hay que te recomiendo repitas
varias veces al día.

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