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Sin embargo, dejamos de lado algo esencial que es lo que en muchas oca-
siones nos impide bajar de peso…
Por eso, las dietas no funcionan. Porque no toman en cuenta todo lo que so-
mos como comedoras…
Y no te digo que está mal tomar medicinas, simplemente digo que hay que
tomarnos el tiempo para comprender el significado de la enfermedad, el
sobrepeso, la acumulación de grasa o la ansiedad por comer. Porque la ver-
dadera solución que nuestro cuerpo está pidiendo, la podemos encontrar en
nuestro interior… en la curación de nuestra alma (y no en la siguiente dieta ni
pastilla como quisiéramos creer).
Date cuenta en qué parte de tu cuerpo retienes las emociones cuando no ex-
presas lo que sientes. Si pones atención, verás que hay ciertos lugares en tu
cuerpo en donde concentras energía al momento de tener un impacto emo-
cional y de hecho puede quedarse ahí desde segundos, hasta horas o días.
Garganta: tengo muy detectado que cuando no logro decir algo que me
produce mucho enojo o cuando no logro expresar una tristeza, se me crea un
nudo en la garganta. Literalmente siento una bola de energía que me palpita
con fuerza y que por más que la masajeo, no consigo desaparecer. Es hasta
que logro expresar lo que siento, cuando desaparece.
Lo que te quiero decir con esto es que lo que tu mente cree, tu cuerpo lo
manifiesta. Por esto, real o imaginario, para la mente acaba siendo lo mismo
porque no distingue la diferencia…
Y te recuerdo que al hablar de estrés hablo de: ira, ansiedad, tensión, enojo,
sentimiento de culpa, auto-juicio, auto-ataque, “no soy buena”, “no merez-
co”, “no valgo” “no soy digna de ser amada”, etc.
El estrés altera las hormonas del apetito: leptina y grelina. Bajo el es-
trés emocional, aunque quieras parar de comer, es posible que tu cerebro te
puede seguir pidiendo comida aún cuando sientas que vas a reventar.
Estaba muy acostumbrada a ver que las niñas que se iban a estudiar fuera
siempre regresaban con unos kilos de más, por lo que me pareció algo com-
pletamente normal.
En esa época pensé que ya había superado todos mis traumas con la comida
y que ya había hecho las paces con ella. Ya casi nunca tenía atracones y había
aprendido a leer mi cuerpo y a detenerme en el momento en el que captaba
que estaba llena.
Pensaba que iba a seguir así toda la vida. Pero para mi sorpresa, estaba muy
lejos de esa historia.
Cuando me fui a España por tres años, reapareció mi relación caótica y en-
fermiza con la comida.
Sentía una necesidad enorme que pedía que le metiera más y más y más co-
mida a mi cuerpo. Y claro, una culpa tremenda por “salirme de mi dieta” y
con mucho miedo a engordar.
Como podrás ver, el miedo es un excelente amigo que busca tenernos seguros.
Sin embargo, se convierte en algo negativo cuando se experimenta a largo plazo
y por situaciones de peligro imaginarias. Y esto último, es justamente lo que me
pasó a mi…
Mis primeros ocho meses en España logré mantenerme en forma. Estaba es-
tudiando una maestría que me gustaba mucho, todos los días conocía a gen-
te nueva y divertida, salía con mis amigos, iba a clases de teatro, me cocinaba
comida rica y saludable, exploraba la ciudad caminando a todos lados…en
pocas palabras, estaba en un momento de mi vida en donde no tenía ningu-
na preocupación y estaba disfrutando la vida al máximo.
Tenía miedo al futuro, y a lo que iba a ser de mí. Sabía que si regresaba
a México me iba a deprimir por el simple hecho de saber que ya no estaría
con él. Pero por otro lado tenía el apoyo de mi familia, de mis amigos y de mi
trabajo allá.
Tenía miedo de tomar decisiones y equivocarme. Tal vez al quedarme
en España, eliminaría cualquier posibilidad de regresar con él. Y ¿si era el
amor de mi vida? ¿Y si no? ¿Dejaría de vivir, tan sólo por regresarme e inten-
tar volver con él?
Porque al igual que en la naturaleza, mientras más grande te veas, más fuerte
eres ante los ojos de los demás y más protegida estás. Claramente la gra-
sa me sirvió como muro de protección. Es una barrera que yo misma cree
para poner distancia y así “protegerme” de los demás, o de las situaciones
o traumas que estaba viviendo en ese momento o que se encontraban en mi
cabeza. También la comida me hacía compañía. A través de ella encontraba
el alimento emocional que tanta falta me hacía. Buscaba llenar un vacío muy
grande.
Tenía miedo al fracaso y a la incertidumbre. No sabía qué camino iba a tomar
mi vida y simplemente quería controlar cada paso que daba...Normalmente
cuando estamos frustrados con la vida, ya sea con la escuela, el trabajo o
las relaciones, es fácil voltear a la comida como una manera de distraernos
de esos sentimientos en lugar de buscar la raíz de éstos. Porque ayuda a
enmascarar esas tensiones y resentimientos que nos generan incomodidad.
Cuando en realidad lo que deberíamos de hacer es respirar y permitir que
la energía fluya. El universo tiene algo grande preparado para cada uno de
nosotros. Así que hay que dejar ir las cosas que no podemos controlar y em-
pecemos a confiar.
Pensaba que necesitaba de alguien más para ser feliz. Y nuevamente al sen-
tirme sola, buscaba algo que me hiciera compañía. Le daba demasiado po-
der a mi mundo exterior, sin darme cuenta que lo único que me puede hacer
feliz, está guardado en mi interior.
Visualízala por unos instantes: Visualiza ese color y esa forma en el lugar
en el que sientes la emoción, para después sacar la imagen de tu cuerpo y
ponerla frente a ti. Haz esta imagen cada vez más pequeña. Y cuando tú quie-
ras, puedes conseguir alguna herramienta, que te ayude a desaparecerla. Ej,
una fogata en donde quemas esta emoción, un martillo que la rompe, etc. Y
cuando termines, toma una respiración profunda.
Regresando a mi historia, te pongo un ejemplo.
Te puedo decir que este es un camino largo. Estamos aquí para aprender y
seguir evolucionando. Y depende de nosotras, ver las cosas de una manera o
de otra. Además te aseguro que en el momento en que aprendamos a ben-
decir lo que nos pasa, se empezarán a generar cambios en nuestras vidas.
Y nuestra respuesta es: siempre comienza con lo más sencillo (para que te
mantengas motivada y puedas avanzar hacia las áreas más complejas).
Al entrar en una relación de paz y armonía con tu cuerpo, entras en ese es-
tado de relajación (sistema nervioso parasimpático) en donde:
Activas tu digestión
Por lo pronto te dejo con una frase de Louise Hay que te recomiendo repitas
varias veces al día.