Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Quinto
Mandamiento
Pregunta:
¿Qué
significa
el
quinto
Mandamiento?
I.
Información:
a.
Primero
veamos
lo
que
nos
dice
el
Diccionario
Bíblico
Adventista.
El
5o
ordena
el
respeto
y
la
sumisión
a
los
padres,
a
quienes
Dios
ha
designado
como
agentes
para
la
transmisión
de
su
voluntad
revelada
a
las
generaciones
sucesivas
(véase
Dt.
4:9;
6:7).
b.
Ahora
veamos
algunas
Citas
Bíblicas.
Éxodo
20:12
(Reina-Valera
1960)
12
Honra
a
tu
padre
y
a
tu
madre,
para
que
tus
días
se
alarguen
en
la
tierra
que
Jehová
tu
Dios
te
da.
Levítico
19:3
(Reina-Valera
1960)
3
Cada
uno
temerá
a
su
madre
y
a
su
padre,
Éxodo
21:17
(Reina-Valera
1960)
17
Igualmente
el
que
maldijere
a
su
padre
o
a
su
madre,
morirá.
Efesios
6:1-4
(Reina-Valera
1960)
1
Hijos,
obedeced
en
el
Señor
a
vuestros
padres,
porque
esto
es
justo.
2
Honra
a
tu
padre
y
a
tu
madre,
que
es
el
primer
mandamiento
con
promesa;
3
para
que
te
vaya
bien,
y
seas
de
larga
vida
sobre
la
tierra.
4
Y
vosotros,
padres,
no
provoquéis
a
ira
a
vuestros
hijos,
sino
criadlos
en
disciplina
y
amonestación
del
Señor.
Colosenses
3:20
(Reina-Valera
1960)
20
Hijos,
obedeced
a
vuestros
padres
en
todo,
porque
esto
agrada
al
Señor.
Proverbios
1:8
(Reina-Valera
1960)
8
Oye,
hijo
mío,
la
instrucción
de
tu
padre,
Mas
la
vara
de
la
corrección
la
alejará
de
él.
Proverbios
29:15
(Reina-Valera
1960)
15
La
vara
y
la
corrección
dan
sabiduría;
da
fruto
apacible
de
justicia
a
los
que
en
ella
han
sido
ejercitados.
Mateo
22:39-40
(Reina-Valera
1960)
39
...Amarás
a
tu
prójimo
como
a
ti
mismo.
40
De
estos
dos
mandamientos
depende
toda
la
ley
y
los
profetas.
c.
Ahora,
veamos
lo
que
nos
dice
el
Comentario
Bíblico
Adventista.
Éxodo
20:12.
Honra
a
tu
padre.
Habiendo
abarcado
con
los
cuatro
primeros
mandamientos
nuestros
deberes
para
con
Dios,
ahora
entramos
en
la
segunda
tabla
de
la
ley,
que
trata
de
nuestros
deberes
para
con
nuestros
prójimos
(Mat.
22:
34-‐40).
Puesto
que
antes
de
la
edad
cuando
se
tiene
responsabilidad
moral
los
padres
son
para
sus
hijos
como
los
representantes
de
Dios
(PP
316),
es
lógico
y
adecuado
que
nuestro
primer
deber
que
atañe
al
hombre
se
refiriera
a
ellos
(Deut.
6:
6,
7;
Efe.
6:
1-‐3;
Col.
3:
20).
Otro
propósito
de
este
mandamiento
es
crear
respeto
por
toda
autoridad
legítima.
Un
respeto
tal
comienza
con
el
concepto
que
los
niños
tienen
de
sus
padres.
En
la
mente
del
niño
esto
se
convierte
en
la
base
para
el
respeto
y
la
obediencia
que
se
deben
a
los
que
tienen
una
autoridad
legítima
sobre
él
para
toda
la
vida,
particularmente
en
la
iglesia
y
en
el
estado
(Rom.
13:
1-‐
7;
Heb.
13:
17;
1
Ped.
2:
13-‐18).
Está
incluido
en
el
espíritu
de
este
mandamiento
el
pensamiento
de
que
los
que
gobiernan
en
el
hogar
y
fuera
de
él
debieran
conducirse
de
tal
manera
que
sean
siempre
dignos
del
respeto
y
de
la
obediencia
de
quienes
dependen
de
ellos
(Efe.
6:
4,
9;
Col.3:21;
4:
1).
(Comentario
Bíblico
Adventista,
Tomo1,
Pág.
617)
d.
Por
último,
veamos
lo
que
nos
dice
el
Espíritu
de
Profecía.
"Honra
a
tu
padre
y
a
tu
madre,
para
que
vivas
largos
años
sobre
la
tierra
que
te
ha
de
dar
el
Señor
Dios
tuyo."
Se
debe
a
los
padres
mayor
grado
de
amor
y
respeto
que
a
ninguna
otra
persona.
Dios
mismo,
que
les
impuso
la
responsabilidad
de
guiar
las
almas
puestas
bajo
su
cuidado,
ordenó
que
durante
los
primeros
años
de
la
vida,
los
padres
estén
en
lugar
de
Dios
respecto
a
sus
hijos.
El
que
desecha
la
legítima
autoridad
de
sus
padres,
desecha
la
autoridad
de
Dios.
El
quinto
mandamiento
no
sólo
requiere
que
los
hijos
sean
respetuosos,
sumisos
y
obedientes
a
sus
padres,
sino
que
también
los
amen
y
sean
tiernos
con
ellos,
que
alivien
sus
cuidados,
que
escuden
su
reputación,
y
que
les
ayuden
y
consuelen
en
su
vejez.
También
encarga
sean
considerados
con
los
ministros
y
gobernantes,
y
con
todos
aquellos
en
quienes
Dios
ha
delegado
autoridad.
Este
es,
dice
el
apóstol,
"el
primer
mandamiento
con
promesa"
(Efes.
6:
2.)
Para
Israel,
que
esperaba
entrar
pronto
en
Canaán,
esto
significaba
la
promesa
de
que
los
obedientes
vivirían
largos
años
en
aquella
buena
tierra;
pero
tiene
un
significado
más
amplio,
pues
incluye
a
todo
el
Israel
de
Dios,
y
promete
la
vida
eterna
sobre
la
tierra,
cuando
ésta
sea
librada
de
la
maldición
del
pecado.
(Elena
G.
de
White,
Patriarcas
y
Profetas,
Pág.
316)
"Elí
no
administró
su
casa
de
acuerdo
con
los
reglamentos
que
Dios
dio
para
el
gobierno
de
la
familia.
Siguió
su
propio
juicio.
El
padre
indulgente
pasó
por
alto
las
faltas
y
los
pecados
de
sus
hijos
en
su
niñez,
lisonjeándose
de
que
después
de
algún
tiempo,
al
crecer,
abandonarían
sus
tendencias
impías.
Muchos
están
cometiendo
ahora
un
error
semejante.
Creen
conocer
una
manera
mejor
de
educar
a
sus
hijos
que
la
indicada
por
Dios
en
su
Palabra,
fomentan
tendencias
malas
en
ellos
y
se
excusan
diciendo:
"Son
demasiado
jóvenes
para
ser
castigados.
Esperemos
que
sean
mayores,
y
se
pueda
razonar
con
ellos".
En
esta
forma
se
permite
que
los
malos
hábitos
se
fortalezcan
hasta
convertirse
en
una
segunda
naturaleza.
Los
niños
crecen
sin
freno,
con
rasgos
de
carácter
que
serán
una
maldición
para
ellos
durante
toda
su
vida,
y
que
propenderán
a
reproducirse
en
otros.
No
hay
maldición
más
grande
en
una
casa
que
la
de
permitir
a
los
niños
que
hagan
su
propia
voluntad.
Cuando
los
padres
acceden
a
todos
los
deseos
de
sus
hijos
y
les
permiten
participar
en
cosas
que
reconocen
perjudiciales,
los
hijos
pierden
pronto
todo
respeto
por
sus
padres,
toda
consideración
por
la
autoridad
de
Dios
o
del
hombre,
y
son
llevados
cautivos
de
la
voluntad
de
Satanás."
(Elena
G.
de
White,
Patriarcas
y
Profetas,
Págs.
625-‐626)
"Se
les
ha
de
enseñar
a
los
niños
que
sus
capacidades
les
fueron
dadas
para
honra
y
gloria
de
Dios.
A
este
fin
deben
aprender
la
lección
de
la
obediencia;
porque
únicamente
mediante
vidas
de
obediencia
voluntaria
pueden
prestar
a
Dios
el
servicio
que
él
requiere.
Antes
que
el
niño
tenga
suficiente
edad
para
razonar,
ya
se
le
puede
enseñar
a
obedecer.
Debe
inculcársele
el
hábito
mediante
esfuerzos
amables
y
persistentes...Muéstrese
a
los
niños
que
la
verdadera
reverencia
se
revela
por
la
obediencia.
Dios
no
ha
ordenado
nada
que
no
sea
esencial,
y
no
hay
otra
manera
de
manifestarle
reverencia
tan
agradable
fuera
de
la
obediencia
a
lo
que
él
dijo.
La
madre
es
la
reina
del
hogar,
y
los
niños
son
sus
súbditos.
Ella
debe
gobernar
sabiamente
su
casa,
en
la
dignidad
de
su
maternidad...Decid
a
vuestros
hijos
exactamente
lo
que
requerís
de
ellos.
Luego
hacedles
comprender
que
deben
obedecer
a
vuestra
palabra.
De
esta
manera
les
estaréis
enseñando
a
respetar
los
mandamientos
de
Dios,
que
declaran
sencillamente:
"Harás"
y
"No
harás".
Pocos
padres
empiezan
bastante
temprano
a
enseñar
a
sus
hijos
a
obedecer.
Generalmente
se
permite
que
el
niño
tome
la
delantera
a
sus
padres
en
dos
o
tres
años,
al
olvidarse
de
disciplinario,
pensando
que
es
demasiado
joven
para
aprender
a
obedecer.
Pero
durante
todo
ese
tiempo,
el
yo
se
está
fortaleciendo
en
el
pequeño
ser,
y
cada
día
la
tarea
de
los
padres
para
obtener
el
dominio
se
hace
más
difícil.
Desde
una
edad
muy
temprana,
los
niños
pueden
comprender
lo
que
se
les
dice
con
sencillez
y
claridad;
y
manejándolos
con
bondad
y
juicio
se
les
puede
enseñar
a
obedecer.
Nunca
debe
permitírselas
que
manifiesten
falta
de
respeto
hacia
sus
padres.
Nunca
la
terquedad
se
debe
dejar
sin
reprensión.
El
futuro
bienestar
del
niño
requiere
una
disciplina
bondadosa,
amante,
pero
firme...Los
padres
sabios
no
dirán
a
sus
hijos:
"Sigue
tu
propia
elección;
ve
adonde
quieras,
y
haz
lo
que
quieras",
sino:
"Escucha
la
instrucción
del
Señor".
A
fin
de
que
no
se
eche
a
perder
la
belleza
de
la
vida
del
hogar,
deben
hacerse
y
aplicarse
reglas
sabias
en
él...Los
niños
serán,
bajo
la
debida
disciplina,
más
felices,
mucho
más
felices,
que
si
se
les
permitiese
hacer
como
se
lo
sugieren
sus
impulsos
irrefrenados.
Las
verdaderas
virtudes
de
un
niño
consisten
en
la
modestia
y
la
obediencia,
en
oídos
atentos
para
escuchar
las
palabras
de
dirección,
en
pies
y
manos
voluntarios
para
andar
y
trabajar
en
la
senda
del
deber...Sobre
todas
las
cosas,
los
padres
deben
rodear
a
sus
hijos
de
una
atmósfera
de
alegría,
cortesía
y
amor.
Los
ángeles
se
deleitan
en
morar
en
un
hogar
donde
vive
el
amor
y
éste
se
expresa
tanto
en
las
miradas
y
las
palabras
como
en
los
actos."
(Elena
G.
de
White,
Consejos
Para
los
Maestros,
Págs.
106-‐109)
"La
educación
comienza
en
el
hogar.
En
el
hogar
es
donde
ha
de
empezar
la
educación
del
niño.
Allí
está
su
primera
escuela.
Allí,
con
sus
padres
como
maestros,
debe
aprender
las
lecciones
que
han
de
guiarlo
a
través
de
la
vida:
lecciones
de
respeto,
obediencia,
reverencia,
dominio
propio.
Las
influencias
educativas
del
hogar
son
un
poder
decidido
para
el
bien
o
el
mal.
Son,
en
muchos
respectos,
silenciosas
y
graduales,
pero
si
se
ejercen
de
la
debida
manera,
llegan
a
ser
un
poder
abarcante
para
la
verdad
y
la
justicia.
Si
no
se
instruye
correctamente
al
niño
en
el
hogar,
Satanás
lo
educará
por
instrumentos
elegidos
por
él.
¡Cuán
importante
es,
pues,
la
escuela
del
hogar!"
(Elena
G.
de
White,
Consejos
para
los
Maestros,
Pág.
83)
"De
la
Palabra
de
Dios
y
de
los
testimonios
de
su
Espíritu
se
ha
estado
difundiendo
luz,
de
modo
que
ninguno
necesite
errar
en
cuanto
a
su
deber.
Dios
requiere
de
los
padres
que
eduquen
a
sus
hijos
para
que
lo
conozcan
y
respeten
sus
derechos;
deben
educar
a
sus
pequeños,
como
los
miembros
más
jóvenes
de
la
familia
del
Señor,
para
que
adquieran
belleza
de
carácter
y
disposición
amable,
para
que
sean
aptos
para
brillar
en
las
cortes
celestiales.
Al
descuidar
su
deber
y
permitir
que
sus
hijos
se
desarrollen
en
el
mal,
los
padres
cierran
para
ellos
las
puertas
de
la
ciudad
de
Dios.
Estos
hechos
deben
penetrar
en
la
comprensión
de
los
padres;
deben
levantarse
para
reasumir
la
obra
que
han
descuidado
durante
tanto
tiempo."
(Elena
G.
de
White,
Testimonios
Para
la
Iglesia,
tomo
5,
Págs.
325-‐326)
"Doquiera
voy,
me
siento
apenada
por
el
descuido
de
la
debida
disciplina
del
hogar
y
de
las
restricciones.
Se
permite
que
los
niñitos
contesten,
que
manifiesten
falta
de
respeto
e
impertinencia,
que
usen
un
lenguaje
que
nunca
debiera
permitirse
que
un
niño
empleara
para
contestar
a
sus
superiores.
Los
padres
que
permiten
el
empleo
de
un
lenguaje
impropio
son
más
dignos
de
reproche
que
sus
hijos.
Ni
una
sola
vez
debiera
tolerarse
la
impertinencia
en
un
niño.
Sin
embargo,
padres
y
madres,
tíos
y
tías
y
abuelos
se
ríen
cuando
un
niñito
de
un
año
manifiesta
su
ira.
Su
expresión
imperfecta
de
falta
de
respeto,
su
terquedad
pueril,
son
tomadas
como
algo
divertido.
Así
se
confirman
los
hábitos
erróneos
y
el
niño
crece
para
convertirse
en
un
objeto
de
disgusto
para
todos
los
que
lo
rodean."
(Elena
G.
de
White,
Conducción
del
Niño,
Págs.
270-‐271)
II.
Resumen:
Éxodo
20:12
(Reina-Valera
1960)
12
Honra
a
tu
padre
y
a
tu
madre,
para
que
tus
días
se
alarguen
en
la
tierra
que
Jehová
tu
Dios
te
da.
El
quinto
Mandamiento
nos
pide
que
honremos
y
respetemos
a
nuestros
padres
(Éxodo
20:12;
Levítico
19:3).
En
el
Israel
de
antaño,
quebrantar
este
Mandamiento
no
era
cosa
leve.
La
misma
Ley,
dada
a
Moisés
por
Dios,
condenaba
a
muerte
a
todo
hijo
que
quebrantaba
este
Mandamiento:
Levítico
20:9
(Reina-Valera
1960)
9
Todo
hombre
que
maldijere
a
su
padre
o
a
su
madre,
de
cierto
morirá;
a
su
padre
o
a
su
madre
maldijo;
su
extranjero
como
el
natural,
si
blasfemare
el
Nombre,
que
muera.
Veamos
esta
cita
del
Espíritu
de
Profecía
para
tratar
de
entender
por
qué
era
esto
así:
"Se
debe
a
los
padres
mayor
grado
de
amor
y
respeto
que
a
ninguna
otra
persona.
Dios
mismo,
que
les
impuso
la
responsabilidad
de
guiar
las
almas
puestas
bajo
su
cuidado,
ordenó
que
durante
los
primeros
años
de
la
vida,
los
padres
estén
en
lugar
de
Dios
respecto
a
sus
hijos.
El
que
desecha
la
legítima
autoridad
de
sus
padres,
desecha
la
autoridad
de
Dios."
(EGW,
Patriarcas
y
Profetas,
Pág.
316)
Después
de
leer
esta
cita
no
es
difícil
entender
por
qué
se
castigaba
de
igual
manera
al
que
maldijera
a
Dios
o
a
sus
padres.
Después
de
Dios,
nuestros
padres
tienen
el
papel
más
importante
en
nuestra
vida.
Dios
mismo
nos
pide
no
solo
honrar
y
respetar
a
nuestros
padres,
sino
que
también
nos
pide
amarlos
obedecerlos,
ser
tiernos
con
ellos,
aliviar
sus
cuidados,
cuidar
la
reputación
de
ellos
(no
hablar
mal
de
ellos),
ayudarlos,
consolarlos
y
jamás
abandonarlos
cuando
lleguen
a
la
vejes.
Tan
importante
son
nuestros
padres,
que
incluso
llegan
a
toman
el
lugar
de
Dios
durante
los
primeros
años
de
nuestra
vida.
Pero
este
gran
privilegio
que
Dios
da
a
los
padres,
al
ponerlos
en
tan
elevado
puesto,
también
viene
acompañado
de
una
gran
responsabilidad;
si
los
padres
desean
ser
honrados
por
sus
hijos,
ellos
deben
hacerse
merecedores
de
esa
honra.
El
respeto
no
se
puede
ganar
por
la
fuerza.
"Un
respeto
tal
comienza
con
el
concepto
que
los
niños
tienen
de
sus
padres.
En
la
mente
del
niño
esto
se
convierte
en
la
base
para
el
respeto
y
la
obediencia
que
se
deben
a
los
que
tienen
una
autoridad
legítima
sobre
él
para
toda
la
vida...Está
incluido
en
el
espíritu
de
este
mandamiento
el
pensamiento
de
que
los
que
gobiernan
en
el
hogar
y
fuera
de
él
debieran
conducirse
de
tal
manera
que
sean
siempre
dignos
del
respeto
y
de
la
obediencia
de
quienes
dependen
de
ellos."
(Comentario
Bíblico
Adventista,
Tomo1,
Pág.
617)
No
solo
pide
Dios
a
los
padres
crear
respeto
en
sus
hijos
hacía
ellos,
sino
también
hacía
Él
Mismo
(nuestro
Padre
celestial),
y
hacía
toda
autoridad
legitima;
ministros,
ancianos,
maestros,
diáconos
y
sobre
todo
diaconisas
que
están
al
cuidado
del
orden
en
la
iglesia.
Y
aunque
los
padres
piensen
que
un
niño
pueda
ser
demasiado
pequeño
para
poder
aprender
estas
lecciones,
veamos
qué
nos
aconseja
el
Espíritu
de
Profecía:
"Antes
que
el
niño
tenga
suficiente
edad
para
razonar,
ya
se
le
puede
enseñar
a
obedecer...hacedles
comprender
que
deben
obedecer
a
vuestra
palabra.
De
esta
manera
les
estaréis
enseñando
a
respetar
los
mandamientos
de
Dios,
que
declaran
sencillamente:
"Harás"
y
"No
harás"...Pocos
padres
empiezan
bastante
temprano
a
enseñar
a
sus
hijos
a
obedecer.
Generalmente
se
permite
que
el
niño
tome
la
delantera
a
sus
padres
en
dos
o
tres
años,
al
olvidarse
de
disciplinarlo,
pensando
que
es
demasiado
joven
para
aprender
a
obedecer.
Pero
durante
todo
ese
tiempo,
el
yo
se
está
fortaleciendo
en
el
pequeño
ser,
y
cada
día
la
tarea
de
los
padres
para
obtener
el
dominio
se
hace
más
difícil...Nunca
debe
permitírselas
que
manifiesten
falta
de
respeto
hacia
sus
padres.
Nunca
la
terquedad
se
debe
dejar
sin
reprensión...Los
niños
serán,
bajo
la
debida
disciplina,
más
felices,
mucho
más
felices,
que
si
se
les
permitiese
hacer
como
se
lo
sugieren
sus
impulsos
irrefrenados."
(EGW,
Consejos
Para
los
Maestros,
Págs.
106-‐109)
"La
educación
comienza
en
el
hogar...Allí,
con
sus
padres
como
maestros,
debe
aprender
las
lecciones
que
han
de
guiarlo
a
través
de
la
vida:
lecciones
de
respeto,
obediencia,
reverencia,
dominio
propio.
Las
influencias
educativas
del
hogar
son
un
poder
decidido
para
el
bien
o
el
mal...Si
no
se
instruye
correctamente
al
niño
en
el
hogar,
Satanás
lo
educará
por
instrumentos
elegidos
por
él.
¡Cuán
importante
es,
pues,
la
escuela
del
hogar!"
(EGW,
Consejos
para
los
Maestros,
Pág.
83)
Tristemente
vemos
hoy
día
con
mayor
frecuencia,
que
no
existe
mucha
diferencia
entre
los
niños
del
Pueblo
de
Dios
y
los
niños
del
mundo.
Aun
en
la
casa
de
Dios,
podemos
ver
que
ellos
no
se
conducen
con
el
debido
respeto
y
reverencia
ante
la
presencia
de
nuestro
Señor.
Pero
los
niños
no
son
tan
culpables
de
esto,
como
lo
son
sus
padres
como
nos
dice
la
siguiente
cita:
"Doquiera
voy,
me
siento
apenada
por
el
descuido
de
la
debida
disciplina
del
hogar
y
de
las
restricciones.
Se
permite
que
los
niñitos
contesten,
que
manifiesten
falta
de
respeto
e
impertinencia,
que
usen
un
lenguaje
que
nunca
debiera
permitirse
que
un
niño
empleara
para
contestar
a
sus
superiores.
Los
padres
que
permiten
el
empleo
de
un
lenguaje
impropio
son
más
dignos
de
reproche
que
sus
hijos."
(EGW,
Conducción
del
Niño,
Págs.
270-‐271)
Sin
embargo,
esto
nunca
debería
de
ser
así.
Todos
tenemos
un
ejemplo
a
seguir;
alguien
que
siempre
honro
a
su
Padre
y
a
su
madre,
y
cumplió
no
solo
este,
sino
TODA
la
ley
en
su
totalidad.
Jesús
honro
y
obedeció
a
su
madre
en
todo
momento.
Él
incluso
complació
a
su
madre
al
convertir
agua
en
vino,
en
las
bodas
de
Caná,
aun
cuando
no
había
llegado
el
tiempo
de
que
comenzara
su
ministerio
aquí
en
la
tierra.
(Juan
2:1-‐12).
Nuestro
Señor
se
preocupó,
y
vio
por
el
bienestar
de
su
madre
hasta
el
último
momento
de
su
vida.
Antes
de
morir,
cuando
colgaba
de
la
cruz,
Jesús
le
encomendó
su
madre
al
Apóstol
Juan,
para
que
ella
no
quedara
sola,
"Cuando
vio
Jesús
a
su
madre,
y
al
discípulo
a
quien
él
amaba,
que
estaba
presente,
dijo
a
su
madre:
Mujer,
he
ahí
tu
hijo.
Después
dijo
al
discípulo:
He
ahí
tu
madre.
Y
desde
aquella
hora
el
discípulo
la
recibió
en
su
casa."
(Juan
19:26-‐27).
Jesús
también
obedeció
siempre
a
su
Padre
y
lo
agradó,
como
está
escrito
en
Colosenses
1:19,
"por
cuanto
agradó
al
Padre
que
en
él
habitase
toda
plenitud."
Aun
el
Padre
Mismo
declaró,
"Este
es
mi
Hijo
amado,
en
quien
tengo
complacencia."
(Mateo
3:17).
Jesús
agradaba
y
permanecía
en
el
amor
de
su
Padre
guardando
sus
mandamientos,
"Si
guardareis
mis
mandamientos,
permaneceréis
en
mi
amor;
así
como
yo
he
guardado
los
mandamientos
de
mi
Padre,
y
permanezco
en
su
amor."
(Juan
15:10).
De
igual
manera,
siendo
todos
hijos
de
Dios,
debemos
obedecer
y
demostrarle
amor
a
nuestro
Padre
celestial
guardando
sus
mandamientos,
"Si
me
amáis,
guardad
mis
mandamientos."
(Juan
14:15).
Quebrantar
uno
de
los
Mandamientos
es
quebrantarlos
todos,
"Porque
cualquiera
que
guardare
toda
la
ley,
pero
ofendiere
en
un
punto,
se
hace
culpable
de
todos."
(Santiago
2:10).
Pero
cumplimos
con
todos,
y
no
sólo
con
este
Mandamiento,
cuando
el
amor
es
la
fuerza
motivadora
en
nuestras
vidas.
Mateo
22:37-40
(Reina-Valera
1960)
37
Jesús
le
dijo:
Amarás
al
Señor
tu
Dios
con
todo
tu
corazón,
y
con
toda
tu
alma,
y
con
toda
tu
mente.
38
Este
es
el
primero
y
grande
mandamiento.
39
Y
el
segundo
es
semejante:
Amarás
a
tu
prójimo
como
a
ti
mismo.
40
De
estos
dos
mandamientos
depende
toda
la
ley
y
los
profetas.
Alegrémonos
todos
en
saber
que
este
Mandamiento
es
el
único
que
viene
con
una
promesa,
"para
que
tus
días
se
alarguen
en
la
tierra
que
Jehová
tu
Dios
te
da."
(Éxodo
20:12).
"Para
Israel,
que
esperaba
entrar
pronto
en
Canaán,
esto
significaba
la
promesa
de
que
los
obedientes
vivirían
largos
años
en
aquella
buena
tierra;
pero
tiene
un
significado
más
amplio,
pues
incluye
a
todo
el
Israel
de
Dios,
y
promete
la
vida
eterna
sobre
la
tierra,
cuando
ésta
sea
librada
de
la
maldición
del
pecado."
(EGW,
Patriarcas
y
Profetas,
Pág.
316)