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Sinopsis

A
my y Elder finalmente han dejado atrás las paredes opresivas de la
Nave espacial Godspeed. Están listos para empezar una nueva vida
—para construir un hogar— en Centauro-Tierra, el planeta por el
que Amy ha viajado cuarenta trillones de kilómetros a través del universo
para experimentar. Pero esta nueva Tierra no es el paraíso que Amy había
estado esperando.

Amy y Elder deben darse prisa en descubrir quién —o qué— más está allí
afuera si quieren tener alguna esperanza de salvar su luchadora colonia y
construir un futuro juntos. Sin embargo, cada nuevo descubrimiento
aporta más peligro. Y si su colonia colapsa entonces todo lo que han
sacrificado —amigos, familia, la vida en la Tierra— habrá sido sin sentido

¿Qué hacer cuando la verdad que has anhelado, te destruirá?

Traducido por Lizzie


Corregido por Angeles Rangel

Tercer libro de la serie Across the Universe


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Contenido
Sinopsis 15 30 46 61
1 16 31 47 62
2 17 32 48 63
3 18 33 49 64
4 19 34 50 65
5 20 35 51 66
6 21 36 52 67
7 22 37 53 68
8 23 38 54 69
9 24 39 55 71
10 25 40 56 73
11 26 41 57 75
12 27 42 58 77
13 28 43 59 79
14 29 44 60 Autora
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1

Amy
Traducción SOS por Lizzie
Corregido por Angeles Rangel

E
spera —digo, mi corazón apretándose.

Los dedos de Elder se ciernen sobre el botón de


inicio. Levanta la vista hacia mí, y puedo ver la
preocupación en sus ojos, arrugando las
esquinas y haciéndolo lucir viejo y triste. El
planeta brilla a través del cristal de panal de abejas en frente de nosotros,
azul y verde, blanco y espumoso y todo lo que he querido. Pero la emoción
que tuerce mi estómago es el miedo.

Terror.

—¿Estamos listos para esto? —le pregunto, mi voz apenas un susurro.

Elder se inclina hacia atrás, lejos del botón de inicio.

—Hemos pasado todo lo que podemos llevar desde Godspeed hasta el


transporte —dice—. Todo ha sido atado…

—Incluso la gente —le digo. Utilizamos las gran y ancha atadura como las
que solía usar Elder fuera de la Nave en un traje espacial, para envolver a
la gente lo mejor que pudimos en torno a las Cámaras de Criogenización,
contra las paredes, en cualquier lugar que pudiéramos para asegurarnos
de que no serían arrojados por todas partes como pelotas de goma cuando
el transporte caiga en Centauro-Tierra. Es lo mejor improvisado. Me
preocupa que nuestros cinturones de seguridad no sean suficientes, pero
es todo lo que podíamos hacer. Estamos tan preparados como siempre
estaremos.
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Pero eso no es lo que quise decir cuando le pregunté si estábamos listos.


Quiero decir: ¿estamos preparados para lo que hay ahí abajo?

¿Estoy preparada?

Fueron enviadas sondas al planeta, muchas de ellas antes incluso de que


Godspeed llegará y todos dijeran que Centauro-Tierra era habitable. Pero
hay una gran diferencia entre habitable y hogareño.

Y hay monstruos.

Niego con la cabeza, tratando de aclararla del inquietante pensamiento.


Las últimas sondas informaron de algún tipo de peligro desconocido, Orion
los llamó “monstruos”. Algo tan malo que el primer Eldest decidió que
sería mejor atrapar a todos en Godspeed en lugar de la tierra.

¿Qué es peor? ¿Monstruos… o paredes?

Pasé tres meses atrapada, las paredes de la Nave Espacial eran más una
jaula que casa. Pero al menos estaba viva. ¿Quién sabe lo que el planeta
mantiene, los nuevos peligros a los que nos enfrentamos?

Todo lo que tengo ahora son preguntas, miedo y un planeta azul y verde y
blanco mirando hacia mí.

Nos tenemos que ir. Tenemos que afrontar el mundo de abajo. Será mejor
morir rápidamente con sólo el sabor de la libertad en los labios, que vivir
una vida larga fingiendo no ver las paredes que nos aprisionan.

Me digo, que valdrá la pena. No importa qué precio se pague, será


suficiente para escapar de Godspeed. Me digo estas cosas y trato de creer
en ellas.

Luces parpadean hacia mí desde el panel de control. Elder y yo nos


sentamos justo delante de él, una enorme palanca de metal puesta en el
suelo entre nosotros. El puente principal —la gran sala diseñada para
controlar toda la Nave— tenía seis sillas y decenas de Paneles de Control,
pero este puente más pequeño tiene sólo dos de cada uno. Espero que sea
suficiente. Espero que seamos suficientes.

Llego arriba, hacia la ventana con el planeta que brilla más allá —o hacia
el panel de control, no sé cuál— y Elder agarra mi temblorosa mano.
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—Podemos hacer esto —dice, no hay duda en su voz.

—Tenemos que hacerlo —le digo.


—¿Juntos?

Asiento.

Los dedos de ambos presionan el botón INICIAR EL LANZAMIENTO.

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2

Elder
Traducido por Mari NC
Corregido por Angeles Rangel

U
na computarizada voz femenina llena el puente:

«Iniciación de lanzamiento del Transbordador».

Amy aspira un suspiro tembloroso.

«Sonda de relevo con entrada direccional detectada. ¿Secuencia de aterrizaje


manual o automático?», pregunta la computadora. Dos nuevos botones se
iluminan en el panel de control frente a mí: uno iluminado con una M roja
y el otro con una A verde.

Presiono A firmemente.

«Secuencia de lanzamiento automático iniciada», dice la computadora


alegremente.

Un chirriante sonido de metal sobre metal estrellándose, reverbera a lo


largo del puente. Suena como si gigantes sierras-como-dientes están
royendo en el techo.

—¿Qué es eso? —chilla Amy. Se aferra a su asiento como si la fuera a


anclar a la seguridad. Los brazos de metal de la silla están manchados con
sus huellas dactilares, su cuerpo presionado en el pesado relleno de
espuma.

Mi mente da vueltas a través de las posibilidades. El ruido suena como


algo rompiéndose: siniestro y aterrador. Mi estómago se tambalea mientras
todo el Transbordador se desplaza hacia abajo y hacia adelante, como si
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estuviera sobre un gigante brazo oscilante del resto de Godspeed. Me


presiono contra mi asiento, sin aliento. Gritos y alaridos de miedo desde el
otro lado de la puerta del Transbordador escapan hacia el puente. Amy
mira hacia mí, con el rostro pálido y preocupado.

—Eso es normal —digo, no estoy seguro si estoy tratando de asegurárselo


a ella o a mí—. Estamos separados de la Nave principal ahora.

Algo por encima de nosotros hace ka-THUNK y todo el Transbordador se


hunde unos metros antes de estabilizarse.

—Estamos separados de la Nave principal ahora —digo. Amy se ríe, pero el


sonido es agudo y nervioso, muriendo rápidamente en sus labios.

«Desprendimiento de cohetes inicia», dice casualmente la computadora. Una


ráfaga de tres pequeños cohetes construidos en la parte superior del
Transbordador nos empuja hacia abajo, y nuestra vista cambia, el planeta
avecinándose en la ventana, llenando nuestra visión.

—Me alegro de que tengamos la ventana —dice Amy, mirando a través del
cristal en forma de panal en frente de nosotros. Las estrellas brillan y el
planeta —nuestro nuevo hogar— brilla hacia nosotros. En algunos de los
textos antiguos de Sol-Tierra, el planeta se conoce como un veteado de
azul y blanco. Pero eso no podría estar más lejos de la verdad. Tal vez en
una imagen, el planeta se ve como veteado. Pero aquí, con él colgando en
frente de mí, parece casi vivo. Los colores son vibrantes, un contraste
intolerable frente a la nada-negra del universo.

Pero incluso si es bello, no estamos allí todavía. El Transbordador se


tambalea hacia adelante de nuevo, y alaridos y gritos —cortos y pagados
sonidos de las personas que no pueden contener su miedo— entran en
erupción desde más allá de la puerta del puente.

—Vamos a terminar con esto —digo con gravedad.

«Sistema de maniobra orbital comprobada», dice la computadora.

Amy jadea cuando un atronador ¡boom! llena el Transbordador.

Quiero agarrarla, envolverla en mis brazos y susurrarle que todo va a estar


bien. Pero no me puedo mover. Mi corazón late con fuerza en mis oídos,
golpeando tan fuerte que no puedo escuchar nada más. El Transbordador
sabe qué hacer, sondas fueron enviadas desde Godspeed a Centauro-
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Tierra que ahora están enviando señales a los sistemas del Transbordador,
guiándolo hasta el punto de aterrizaje más seguro con el mejor ambiente
para que aterricemos. Todo lo que tenemos que hacer es estar atados para
el paseo.

Una sensación de malestar aumenta en mi estómago e irradia hacia fuera,


la misma sensación que tengo —solía tener— cuando me sentía en caída
libre ese momento antes de que el tubo gravitacional se sacudía y me
succionaba hasta el siguiente nivel de la Nave. Mi cabeza se siente ligera.
Mi cerebro me grita: ¡Estoy cayendo! Entro en pánico, mis brazos y piernas
agitándose, tratando de aferrarse a algo, cualquier cosa, pero no hay nada
más que aire, y no importa de todos modos porque no estoy cayendo.
Estoy flotando.

—¡Mierda! —grito, mirando hacia abajo a mi ahora vacía silla, fuera de


alcance mientras ruedo varios metros por encima de ella.

Una risita nerviosa escapa de los labios de Amy, pero sus ojos están muy
abiertos por el miedo.

—¿No te amarraste a tu silla? —pregunta. Su cabello está flotando


alrededor de su cara en una nube de color rojo, pero los cinturones anchos
y cubiertos de espuma a través de su regazo y pecho la mantienen
arraigada en su asiento.

—Yo... lo olvidé —digo. Mis brazos y piernas oscilan violentamente, pero no


estoy en movimiento. Por supuesto, el duplicador de gravedad estaba en la
Nave principal. Giro la cabeza hacia la puerta cerrada del Puente. Me
pregunto cómo se siente mi pueblo ahora, cuando he tomado todo de ellos,
incluyendo la gravedad.

—¡Vamos! —dice Amy, la risa aún en su voz. Se desabrocha a su propio


cinturón de seguridad, y, mientras comienza a subir, desliza su pie en la
correa y se estira hacia mí con sus dos brazos.

—Estúpido cabello —murmura, soplando una corriente de aire para hacer


que las hebras oro-rojo-naranja vuelen lejos de su cara. Su cabello flota
alrededor de su cabeza como un halo de zarcillos suaves, estirándose
hacia arriba y hacia fuera. Me recuerda a cuando la vi por primera vez,
cuando su cabello de puesta del sol se arremolinaba en torno a su rostro
como una nube de tinta.
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«Comunicación de sonda detectada» gorjea la computadora. «La sonda


indica un área de aterrizaje adecuada. ¿Lanzar el Transbordador para
investigar? Seleccione sí o no». Dos botones se iluminan: una N roja y una
S verde.

—¡Maldición! —digo, tratando de alcanzar el panel de control. Es inútil, mi


cuerpo es una masa sin peso, y el Panel de Control está completamente
fuera de alcance.

—¡Quédate quieto! —me grita Amy. Su tobillo apenas está enganchado


alrededor de la retorcida correa de su cinturón de seguridad. No es
suficiente, está esforzándose para agarrarme, pero estoy flotando justo
fuera de su alcance.

«Por favor, seleccione: sí o no», me recuerda la computadora.

—Oh, maldición —murmura Amy. Ella menea el pie fuera de su agarre, se


impulsa desde la silla, y se lanza al aire.

Choca contra mí, yo vuelo contra el techo del puente, y ella rebota en mí,
hacia el piso. Yo reboto hacia abajo, fallando mi asiento por varios metros,
pero mis dedos se deslizan sobre el borde metálico del Panel de Control, y
golpean el parpadeante botón S.

Amy gruñe de frustración mientras rebota desde el piso hasta el techo de


nuevo. Se impulsa, con el objetivo de su propia silla.

Me empujo mano tras mano a lo largo del borde del panel de control hasta
llegar a mi silla, luego me deslizo en ella y aprieto mi cinturón de
seguridad alrededor de mi regazo y sobre mi pecho.

«Iniciado el sistema de maniobra orbital», continúa la computadora


automáticamente, ignorante e indiferente, ajena a la forma en que mi
cuerpo está temblando tan malditamente que no creo que pueda
sostenerme ahora incluso si hubiera gravedad.

El Transbordador empieza a moverse. Las estrellas salen de la vista, y el


planeta llena toda la ventana con vidrio en forma de colmena. Se siente
como si todo mi cuerpo se pone en espera cuando bebo la imagen con los
ojos. Es diferente, de alguna manera, ver el planeta sin la negrura del
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espacio rodeándolo. Como si los colores se envolvieran alrededor de


nosotros y nos tragaran enteros.
—Oh. —Amy respira, apenas audible mientras agarra el apoyabrazos de su
asiento y se jala hacia abajo. Abrocha de nuevo el cinturón de seguridad y
se amarra a sí misma.

Un monitor parpadea enfrente de ella, mostrando tres puntos rojos


brillantes sobre un esquema del Transbordador.

—Estos deben ser los cohetes moviéndonos —dice ella. Toca la pantalla, y
sus huellas dactilares brillan rojas por las luces.

Una de las luces parpadea —Amy jadea, alejando su mano— y nuestra


vista cambia de nuevo, tambaleándose justo a tiempo para que podamos
ver el hogar que estamos dejando.

Godspeed.

Se ve quebrado, mutilado, con la falta del Transbordador en su parte


inferior.

La emoción obstruye mi garganta. Yo... yo no esperaba esto. No esperaba


mirar por la ventana del Transbordador mientras me iba, y pensar en todo
lo que dejaba atrás y preguntarme si valía la pena.

Godspeed. Toda mi vida está... estaba en esa Nave. Todo. Cada recuerdo
que tengo, todos los sentimientos que sentí, todo lo importante sobre mí
vino de dentro de esas paredes de acero maltratadas.

Y lo estoy abandonando.

Y a más de ochocientas personas quienes todavía se encuentran en su


interior.

Un loco pensamiento llena mi mente: Quiero estirarme, cancelar los


cohetes, apuntar el transportador de regreso a Godspeed. No me quiero ir.
Yo quiero dejar mi hogar.

Pero entonces los puntos rojos en el monitor parpadean de nuevo, los


cohetes estallan con poder y el transportador cae hacia el planeta, y no
importa, ya es demasiado tarde.

Nunca podré volver a Godspeed.


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Las luces rojas en la pantalla parpadean mientras una serie de estallidos


de los cohetes alinean la Nave en su posición. Entre eso y la ingravidez de
ausencia de gravedad, estoy desorientado, la única imagen estable frente a
mí es Centauro-Tierra.

—Es muy extraño —dice Amy—. Es como si estuviéramos al revés,


mirando hacia el planeta, pero no se siente como si estuviéramos al revés.
—Frota la mano por su cabello, tratando inútilmente de alisarlo, pero
simplemente flota hacia arriba de nuevo.

«Iniciando ruptura de orbita», dice la computadora.

Las tres grandes luces rojas parpadean y permanecen encendidas. El


transportador es empujado hacia adelante, directamente hacia el planeta.
Echo un vistazo a Amy: sus ojos están abiertos por el miedo, sus dedos
curvados sobre el borde de los apoyabrazos de su silla. Pero yo sé, esto es
lo que ella quiere. Dándole Centauro-Tierra es la única manera en la que
alguna vez seré capaz de hacerla verdaderamente feliz, para compensar el
hecho de que mis acciones descuidadas la atraparan en la jaula de
Godspeed con los gustos de Luthor y la gente que nunca podrá aceptarla.

«Saliendo de orbita», anuncia la computadora.

—¿Listo? —susurra Amy.

—No —confieso. Quiero darle a Amy el planeta, pero me gustaría que no


fuera a costa del único hogar que he conocido.

El Transbordador acelera, apuntando en un ángulo descendente hacia el


planeta. Las tres luces rojas en el monitor frente a Amy resplandecen
brillantemente. Algunas luces más pequeñas, dispersas entre las más
grandes, parpadean: más cohetes están disparando, aumentando nuestro
empuje hacia Centauro-Tierra.

«Interfaz de Entrada adquirida», dice la computadora.

El planeta llena la ventana. Azul-verde-blanco. Sólo puedo ver la nariz de


la Nave, un aburrido color gris-verde que empieza a brillar de rojo. Algo
destella como chispas plateadas en la esquina de mi ojo, pero a medida
que giro la cabeza para verlo, el Transbordador cae de nuevo. Destellos de
naranja, amarillo y rojo parpadean alrededor de la ventana.
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Miro a Amy. Su pequeña cruz de oro flota alrededor de su cuello. Ella la


agarra con una mano, apretándola con tanta fuerza que sus nudillos se
blanquean. Su boca se mueve silenciosamente, formando palabras que no
puedo oír.
Luces parpadean caóticamente a través del panel de control: cohetes están
encendiéndose y apagándose, haciendo nuestro descenso virar en un
zigzag en ángulo, diseñado, sospecho, para detenernos. De vez en cuando
vislumbro el planeta, pero la mayor parte de las ventanas se ven borrosas
con, ¿llamas naranja y rojo? ¿O simplemente calor de la ruptura de orbita?
No sé, no lo sé, y por todas las estrellas, ¿cómo se me ocurrió pensar que
podríamos aterrizar un maldito Transbordador por nosotros mismos?

Algo se rompe en el lado del Transbordador, o al menos, se siente de esa


manera mientras todo el transporte oscila y vira bruscamente fuera de
curso. Una docena de luces parpadean, y la computadora gorjea: «Señal de
aterrizaje interrumpida. Modo manual activado».

—¿Qué está pasando? —grita Amy.

Las luces rojas en el techo del puente se encienden, proyectando un


resplandor sangriento a nuestro alrededor. Miro a Amy y puedo decir que
ella se da cuenta de lo mismo que yo: algo está mal. «Impacto con la tierra
en menos quince minutos», dice la computadora en un tono perfectamente
tranquilo.

—¿Impacto con la tierra? —repite Amy, su voz alta y quebrada—. ¡Vamos a


estrellarnos!

Mi corazón se detiene cuando me doy cuenta que tiene razón. Agarro el


pequeño volante que sobresale de debajo del panel de control y hago lo
único que tiene sentido: Tirar de él tan fuerte como puedo, con la
esperanza de que de alguna manera pueda por lo menos hacerlo para no
golpear el planeta de frente. El horizonte oscila en nuestra pantalla, y más
luces se encienden y se apagan en el Panel de Control.

«Ochenta kilómetros por encima de la superficie», dice la computadora.


«Iniciada la activación de desaceleración».

Varias de las luces se apagan, y el Transbordador parece caer, o tal vez es


sólo que la gravedad se inicia de nuevo, golpeándonos contra nuestras
sillas completamente. Amy grita, una corta ráfaga de sonido que no es más
que terror vocalizado.

Algo, ¿un cohete fallando? ¿Un mal funcionamiento de la computadora?


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Golpea al Transbordador fuera de su curso de nuevo. Puedo ver las


características de la superficie del planeta ahora: montañas, lagos y
acantilados.
Y vamos a chocar contra ellos.

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3

Amy
Traducido por Shadowy
Corregido por Angeles Rangel

H
e oído que cuando estás en una situación de vida o muerte, como
un accidente automovilístico o un tiroteo, todos tus sentidos se
disparan a niveles casi sobrehumanos, todo se ralentiza y eres
hiper-consciente de lo que está sucediendo a tu alrededor.

Mientras el Transbordador va directo hacia la tierra, todo lo contrario es


cierto para mí.

Todo se silencia, incluso los gritos y chillidos de la gente al otro lado de la


puerta de metal, los choques que rezo que no sean cuerpos, el silbido de
los cohetes, la maldición de Elder, mi corazón latiendo con fuerza.

No siento nada, ni el cinturón de seguridad mordiendo mi carne, ni mi


mandíbula apretada, nada. Todo mi cuerpo está entumecido.

El olor y sabor desaparecen.

La única cosa sobre mi cuerpo que funciona es mis ojos, y están llenos con
la imagen ante ellos. El suelo parece saltar hacia nosotros mientras nos
precipitamos hacia él. A través de la imagen borrosa del mundo a nuestros
pies, veo la silueta de la tierra, un continente. Y a la vez, mi corazón se
tambalea con el deseo de conocer este mundo, de hacerlo nuestro hogar.

Mis ojos beben la imagen del planeta y mi estómago se hunde con el


conocimiento de que ésta es una costa que nunca he visto antes. Yo podía
girar un globo de la Tierra y aún así ser capaz de reconocer la forma en
que España y Portugal llegan al Atlántico, la curva del golfo de México, el
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extremo puntiagudo de la India. Pero este continente, se sumerge y se


curva en formas que no reconozco, arremolinándose en un mar
desconocido, creando penínsulas en formas que no conozco, dispersando
islas en un patrón que no puedo conectar.
Y no es hasta que veo ésto que me doy cuenta: este mundo puede
convertirse algún día en nuestro hogar, pero nunca será el hogar que dejé
atrás.

—¡Maldición, maldición, maldición! —grita Elder, tirando tan fuerte contra


el volante que las venas de su cuello salen.

Trago secamente, este no el momento para ser sentimental.

—¿Qué deberíamos hacer? —grito por encima del sonido de bips y alarmas
del Panel de Control.

—¡No lo sé; malditamente no lo sé!

Un acantilado de color marrón amarillento se cierne alto, aparentemente


paralelo al Transbordador y no es hasta que pasamos sobre él que me doy
cuenta de que no vamos a chocar contra él.

«Impacto en tierra en T menos cinco minutos, Transbordador fuera de curso


de la secuencia de aterrizaje inicial», dice la computadora en una voz
perfectamente sosa, y deseo que fuera un persona así podría golpearla.

—¿Vamos a estrellarnos? —jadeo, alejando mi mirada de la imagen a


través de la ventana de cristal en forma de panal para enfrentar Elder.

Elder está pálido y su rostro está tenso. Niega con la cabeza, y sé que no
quiere decir: No, no vamos a estrellarnos. Quiere decir: No lo sé, podríamos.

Mis ojos se mueven a una pantalla circular en el panel de control, que


muestra una línea de horizonte que se sumerge y gira caóticamente.

Un botón encendido parpadea cerca de mí, y leo las palabras grabadas en


él: ESTABILIZADOR. ¿Eso suena bien? No lo sé, pero Elder está
esforzándose por mantener estable la Nave, eso no puede hacer daño, y no
sé si debería, pero lo presiono.

El horizonte se sumerge hasta el fondo, luego hasta arriba, sacudiéndome


alrededor como alguna especie de combinación enferma de una montaña
rusa y el paseo en tazas de té girando en Disney World. Las luces
indicadoras nos muestran pequeños cohetes que están estallando en la
parte inferior de la Nave, haciéndonos nivelar hasta que todo el
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Transbordador se estabiliza y desacelera.


—¿Qué di...? —Elder comienza, pero se corta cuando los cohetes
chisporrotean, y caemos directo del cielo.

Grito mientras caemos en picado hacia la tierra.

Elder golpea su puño contra un conjunto de controles, luego otro. Estamos


cayendo tan rápidamente que la imagen fuera de las ventanas se hace
borrosa y todo lo que puedo ver son colores oscuros manchados juntos.

El horizonte se sumerge otra vez mientras la presión de botones de Elder


funciona —y luego falla— y nos desplomamos abajo, abajo. Los cohetes
destellan, proyectando chorros de fuego rojo-amarillos rodeándonos...

«Retroalimentación de sensores de tierra: lugar de aterrizaje adecuado», dice


la computadora sobre el sonido de las alarmas. «Iniciar cohetes de
aterrizaje, ¿sí o no?».

La S verde y la N roja se encienden de nuevo.

—¡Presiónala! —grito mientras Elder golpea su puño contra la S.

Puedo ver chorros de fuego blanco-azul saliendo disparados del frente y el


Transbordador se sacude, luego desacelera, los movimientos repentinos
dejándome sin aliento. Y sólo así, todos mis otros sentidos entran. Todo se
vuelve real otra vez.

Saboreo cobre en mi boca, he mordido mi labio con tanta fuerza que he


sangrado, y en realidad puedo decir que tendré un moretón del cinturón
demasiado apretado en mi pecho y alrededor de mis caderas. El ruido del
otro lado de la puerta parece ensordecedor, pero puedo distinguir gritos
individuales de dolor y alarma de los mil cuatrocientos cincuenta y seis
pasajeros en la Sala de Crio.

Y entonces nos detenemos.

No hemos aterrizado, estamos flotando sobre las copas de los árboles, pero
no estamos avanzando más. No estamos estrellándonos.

El Transbordador no está completamente estable, y puedo escuchar un


sonido de siseo-shh de debajo de nuestros pies: los cohetes están
disparando hacia abajo directamente en el suelo, sosteniéndonos sobre la
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superficie.
«¿Aterrizar Transbordador? Por favor seleccione sí o no», dice la
computadora uniformemente.

Elder y yo intercambiamos una mirada. No tiene sentido, no hay palabras


detrás de la mirada, sólo un sentimiento compartido. Alivio.

En lugar de llegar a la S verde parpadeando, él agarra mi mano. Sus dedos


se deslizan entre los míos, y están resbaladizos por el sudor, pero su
agarre es firme y fuerte. No importa lo que pase, lo que nos espere en el
otro lado, lo enfrentaremos juntos. Elder jala nuestras manos unidas hacia
el último botón, y lo presionamos.

El siseo-shh lentamente se desvanece mientras el Transbordador se hunde


hacia abajo y abajo, hacia el suelo. Me doy cuenta de que en algún lugar
de nuestro descenso loco, la gravedad ha vuelto, y todo se siente pesado
otra vez, especialmente el cinturón sujetándome. Me lo quito y corro hacia
las ventanas de cristal en forma de panal.

Puedo ver que nuestro aterrizaje ha diezmado el área, los árboles más
cerca a nosotros no son más que cenizas humeantes y el suelo es negro y
brillante, casi como si se hubiera derretido. Árboles, ¡árboles! ¡Árboles
reales, suelo real, un mundo real! ¡Justo aquí!

Con una sacudida repentina que casi me tira al suelo, los cohetes se
apagan y caemos los últimos metros hasta la superficie del planeta.

—Bueno —dice Elder, mirando por la ventana hacia la tierra ardiente—, al


menos no morimos.

—No morimos —repito. Levanto la vista hacia sus ojos brillantes—. ¡No
morimos! —Elder agarra mi muñeca, jalándome en su regazo. Me derrito
contra el calor y la seguridad de su brazo y nuestros labios chocan en un
beso lleno de todo el miedo y la pasión y la esperanza que este mundo
nuevo trae. Nos besamos como si fuera nuestro primer beso y el último,
todo a la vez. Nuestros labios se encuentran con desesperación; nuestros
cuerpos se envuelven uno alrededor del otro con una especie de furia
ardiente que existe sólo en la alegría de sobrevivir a la certeza de la
muerte.

Me alejo, jadeando por aire. Miro a los ojos de Elder... y por un momento
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breve no veo más el chico que me enseñó sobre los primeros besos y
segundas oportunidades. Pero entonces la imagen cambia y no lo veo a él.
Veo a Orión. Me levanto con dificultad del regazo de Elder, y aunque me
digo que Elder no es Orion, no puedo olvidar la forma en que Elder insistió
en que Orion estuviera en este Transbordador con nosotros, como si sus
crímenes debieran ser recompensados con un planeta entero en lugar de
sólo hielo.

Elder extiende su mano por mí de nuevo mientras trata de levantarse de


su silla, pero no puede.

—Estúpido cinturón —murmura, desabrochándolo.

Me doy la vuelta.

El mundo está ahí, al otro lado de la ventana de cristal.

El mundo.

Nuestro mundo.

—Lo hicimos —digo.

—Sí —responde Elder, incapaz de mantener la sorpresa de su voz—. Lo


hicimos... —Sus palabras son un soplo de calor en la parte trasera de mi
cuello.

Mi doy la vuelta para encontrar sus ojos, pero mi visión se desliza más allá
de él, a la puerta que dirige al pasillo que conduce a la Sala de Crio.

—Mis padres —susurro.

Finalmente puedo tener a mis padres de vuelta.

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4

Elder
Traducido por Shadowy
Corregido por Nanis

S
in decir otra palabra, Amy se da vuelta y corre a través de las
puertas de cierre hermético. Sus pasos retumban sobre el suelo de
metal, el sonido elevándose sobre los gritos lejanos de los 1.456
pasajeros en la Sala de Crio. Tomo un aliento profundo y tembloroso.
Todavía no puedo creer que en realidad lo hayamos hecho. A pesar de mi
incompetencia, a pesar de lo que fuera que causó nuestro casi desastroso
aterrizaje forzoso...

Hago una pausa. ¿Qué fue lo de que nos hizo casi colapsar? Se sintió casi
como si algo nos golpeara...

«Esto concluye el aterrizaje del Transbordador» dice la computadora. «Por


favor, cambie el mando operativo de la misión al oficial de más alto rango en
Criogenia una vez que la reanimación esté completa. No deje el
Transbordador hasta que se le ordene hacerlo. Gracias por contribuir a la
misión del Intercambio de Recursos Financieros».

La voz de la computadora crepita y muere, dejándome en silencio. En su


lugar, el monitor en el panel de control se ilumina, parpadeando una sola
frase:

Código de Autorización Militar: - - - - - - - - - -

Esa palabra, militar, hace que mi estómago se sacuda con la misma


intensidad de una parada repentina de la Nave más temprano. Orion
hubiera estado en mi lugar si no hubiera temido tanto a los militares de
Sol-Tierra que trató de matarlos, convencido de que nos convertirían en
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soldados o esclavos.
Es difícil para mí pensar en Orion como Amy lo hace: un asesino
psicópata. Porque si no hubiera tenido a Amy, yo podría haber sido Orion.
¿Qué opción habría tenido? Me hubiera vuelto como él... o como Eldest.

Y no importa lo que ha pasado, no puedo evitar creer que Orion y sus


tácticas eran preferibles a Eldest y sus mentiras.

La solicitud de autorización militar parpadea hacia mí, esperando por un


código que no tengo. Echo una última mirada anhelante al mundo más
allá de la ventana, el cielo interminable, y luego le doy la espalda. Ya
puedo oír el miedo y el dolor elevándose en las voces de mi gente, y el
siguiente paso le pertenece a los congelados en la Sala de Criogenia, no a
mí.

Cuando llego a la Sala de Criogenia, Amy está en frente de las Cámaras de


Criogenización de sus padres, inclinada hacia mi gente atada a la fila.
Mientras ellos tiran a un lado las correas que los anclaban a las Cámaras
de Criogenización por seguridad, Amy se abre paso entre ellos, sus ojos
rebotando sobre la lectura informativa con tal enfoque en un solo
propósito, que no se da cuenta de la forma en que mi gente está buscando
a tientas, luchando por ponerse de pie después estar atados a las
cámaras.

Estoy rodeado por el caos. Kit, nuestra doctora, tiene un grupo corriendo
por ahí, desenganchando las correas que usamos para sujetar a la gente a
los objetos estables. Es inmediatamente evidente que las correas no fueron
una buena idea. Mi estómago se retuerce mientras Kit mete el hombro de
un hombre de vuelta en la coyuntura, y casi todos tienen el mismo tipo de
expresiones sorprendidas y horrorizadas que sólo he visto alguna vez en
videos de socorro de las tragedias en Sol-Tierra.

Una mujer cerca de mí empieza a gritar, el sonido rebotando alrededor de


las paredes metálicas de la Cámara de Criogenización, penetrando cada
oído con su horror.

El grupo de ayudantes de Kit se apresura hacia delante, desenredándola a


ella y a la mujer a su lado de la correa, pero es obvio que es demasiado
tarde, una profunda marca roja se envuelve alrededor de su cuello. La
correa que se suponía iba a salvar su vida se deslizó y la ahogó en su
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lugar.
Doy un paso hacia la mujer. Sus gritos se han detenido, reemplazados por
sollozos.

Amy jadea, un sonido casi inaudible, pero giro de inmediato para averiguar
qué está mal.

Ella me dispara una satisfecha sonrisa de triunfo, y es sólo entonces que


noto que las pequeñas puertas en frente de las Cámaras de Criogenización
se han abierto todas de golpe.

—Maldición, ¿tienes que hacer esto ahora? —pregunto, caminando hacia


ella.

—Sí —dice con fiereza.

—¿A todos ellos? —pregunto. Casi podía entender su necesidad de


despertar a sus padres, pero no necesitamos añadir casi un centenar de
personas congeladas a la cacofonía de voces a nuestro alrededor.

Hay decenas de heridos y al menos uno, no, dos, no, más que eso,
muertos. No tenemos tiempo para preocuparnos por los malditos
congelados, no ahora, no después de que acabamos de aterrizar
forzosamente.

Empiezo a decirle esto a Amy, pero entonces ella dice:

—Ellos pueden ayudar. —Creo que ella lo cree, pero no creo que pensaba
en ello hasta que le pregunté.

Kit corre hacia mí. Hay un corte en su cabeza goteando sangre por el
costado de su cara, pero no se ve tan mal.

—¿Está todo bien? —pregunta, la preocupación haciendo que su frente se


arrugue.

Miro a mi alrededor. Todo el mundo parece tener una mirada vidriosa en


sus ojos, conmoción, me doy cuenta. Está claro que mientras las correas
impidieron que las personas rebotaran durante el aterrizaje forzoso,
también cortaron en la piel de las personas o se deslizaron alrededor de
sus cuellos o los sacudieron tan violentamente que se dieron latigazos.
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—Sí —gruño—. Todo está brillante.

—No, me refiero al aterrizaje, ¿es… el… planeta...? —Kit no sabe cómo


decir lo que realmente está preguntando.
La mitad de mis labios se curva, y por un momento, no veo las paredes de
metal envueltas alrededor de la desesperación de mi gente en su intento de
recuperarse de la caída. Sólo veo el cielo.

—Sí —le digo—. Esa parte es realmente brillante.

Exhala un suspiro de alivio, y sé que de lo que estaba realmente


preocupada era: ¿Todo esto vale la pena todo por eso? Y me pregunto: ¿Lo
ha hecho? Mi mente destella a Shelby, la Habitante de la Nave que me
enseñó cómo aterrizar. Sin ella, realmente nos hubiéramos estrellado.
Cualquiera que sea la causa de que fuéramos sacados de curso, la única
razón por la que no morimos es debido al entrenamiento que me dio.

Y debido a las decisiones que tomé, está muerta de todos modos.

Las filas de Cámaras de Criogenización sisean despertando. Con un


crujido estrepitoso, las cámaras se disparan hacia afuera, dejando caer
patas de apoyo sobre el suelo. Delgados brazos robóticos se deslizan sobre
la parte superior de la caja de crio, levantando las tapas de vidrio y
succionándolas de nuevo en las cámaras.

Un zumbido mecánico llena la habitación, ahogando los sonidos de dolor y


miedo procedentes de los pasajeros. Los brazos metálicos se disparan de
nuevo sobre las Cámaras de Crio, esta vez con agujas afiladas
sobresaliendo de un lado. Los brazos golpean directo abajo, dirigiendo las
agujas en el hielo. Puedo ver pequeñas corrientes de burbujas, ¿chorros de
aire caliente?, burbujeando a través del criolíquido congelado. El agua ya
gotea, agrupándose en el suelo. Una pendiente tan leve que nunca la he
notado antes, atrae el agua bajo las cámaras.

Los ojos de Amy están pegados a las Cámaras de Criogenización 41 y 40,


sus padres.

No necesitamos esto. Los congelados no causarán más que problemas


ahora. Tenemos que ayudar a los heridos.

Y... y la necesito. Necesito a Amy. Conmigo, no mirando unas cajas


congeladas. Incluso ahora, puedo sentir la forma en que cada persona
excepto Amy está mirándome, esperando a que yo sea todo lo que
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necesitan que sea. Y no estoy seguro de si puedo aguantar sin ella a mi


lado.
—¿Qué puedo hacer? —pregunto de todas formas, alejándome de Amy
hacia Kit.

Kit me lleva a la pared del fondo, donde ha formado una especie de


selección, estableciendo las enfermeras que pueden ayudar con los
pequeños cortes y contusiones, pero todavía hay decenas de personas con
necesidades mucho más urgentes. Las correas eran demasiado angostas;
cortaron en la carne de la gente, e incluso yo, con mis ojos inexpertos,
puedo ver que necesitarán puntos. Más de una persona se ha dislocado el
hombro, como el hombre que Kit ayudó antes, y hay tantas personas
sentadas contra la pared que no estoy seguro de si es porque se han hecho
daño y no pueden permanecer de pie o si es algo más, algo menos grave, o
más.

Encuentro los ojos de Kit. Está desesperada. Hasta hace unos días, era
sólo una aprendiz, Doc es el que debería estar aquí, el que podría resolver
eficientemente los problemas de todos. Pero Doc era un problema por sí
mismo.

En las manos de Kit, puedo ver parches cuadrados de color verde pálido.
Phydus.

—No —digo, la palabra es una orden. El Phydus era una parte de


Godspeed; nos drogó hasta la sumisión por siglos. No tiene lugar aquí; no
tiene lugar en ningún mundo sin paredes o mentiras.

Kit abre la boca para protestar, pero debe ver algo de Eldest en la forma en
que me paro ahora, porque silenciosamente pone los parches de Phydus
en su bolsillo.

—Amy —ladro por encima de mi hombro.

—En un minuto —responde, sin aliento, sus ojos todavía en sus padres
congelados.

—Amy —ordeno.

Levanta la mirada hacia mí, con dolor en sus ojos.

—Necesitamos ayuda.
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—En un minuto —dice de nuevo.

—Ahora.
Puedo decir por la mirada venenosa que me dispara, que también puede
ver algo de Eldest en mí ahora.

Pero deja las Cámaras de Criogenización y se acerca a nosotros. Su actitud


hosca cambia cuando nota los heridos a nuestro alrededor, aparentemente
por primera vez.

—¿Qué puedo hacer? —pregunta con voz sincera.

Detrás de ella, las Cámaras de Criogenización gotean mientras el hielo se


derrite.

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5

Amy
Traducción SOS por Dai
Corregido por Nanis

K
it me hace ver mientras le da algunas puntadas a la herida en la
pierna de un hombre.

—¿Cuál es tu nombre? —le pregunto, tratando de distraer al


hombre y a mí de la cantidad de sangre que caía más allá de la rodilla.

—Heller —gruñe. Está en la generación de mediana edad de las personas


de Godspeed, pero mientras que la mayoría de los otros que tienen
cuarenta están empezando a mostrar la fragilidad de la edad, Heller se ve
como si sus huesos estuvieran hechos de acero y su piel de cuero. Él mira
su herida con desdén, como si fuera una locura que su cuerpo lo
traicionara con cualquier debilidad.

—¿Qué te pasó, Heller? —No quiero ver cómo Kit tira del hilo quirúrgico
ajustándolo a través de su carne, extrañamente pálida con manchas de
color rojo sangre. Mis ojos se mueven a las Cámaras de Criogenización, y
me obligo a prestar atención al hombre herido delante de mí. Ya me he
permitido distraerme demasiado.

—Maldición, si lo sé —gruñe—. Estaba sentado allí, muy bien atado, y una


hoja de metal se deslizó sobre mi pierna, abriéndola.

—La puerta de una de las trampas para conejo se rompió —dice Kit,
tirando del hilo quirúrgico—. Alcanzó a varios de los otros también.

—¿Qué pasó con los conejos?


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Kit gira su cabeza hacia la pared cerca del laboratorio de genes. Una
docena de brillantes manchas rojas y blancas salpican la pared de metal
gris. Me trago la bilis que sube por mi garganta.
—¿Viste eso? —me pregunta Kit, mientras hace un nudo alrededor de la
puntada—. ¿Viste cómo lo hice?

—Justo como coser ropa —le digo. No es que haya cosido mucho en mi
vida, pero tuve que aprender a hacerle el dobladillo a mis pantalones en la
Nave.

—Exactamente así. —Ella me entrega el hilo y la aguja quirúrgica—. Ahora


ve a hacérselo a la siguiente persona.

—¿Quieres que cosa a alguien?

Kit asiente.

—¿Qué pasa con esa cosa de la espuma? —le pregunto, pensando en la


última vez que estuve aquí, cuando Doc me disparó y cómo Kit roció
espuma en mi herida y la cubrió mejor que lo que cualquier punto o
vendaje podría.

—No tenemos mucha. Debemos ahorrar para emergencias.

—¡Esto es una emergencia!

Kit niega con la cabeza, ya arrodillada al lado de otra persona.

—No lo suficiente.

Me quedo parada con torpeza por un momento, sin saber qué hacer
conmigo misma. Elder está cerca, pero enfocado en ayudar a los demás. Mi
corazón se hincha de orgullo por la forma en que se dirigen a él, la
confianza evidente en sus rostros a pesar de todo.

Una mujer cerca de la pared gime. Sus ojos están sobre los tres cadáveres
alineados contra la pared del Trasbordador sus pies, las personas que no
sobrevivieron al aterrizaje. Creo que por un momento su exclamación de
dolor era por eso, pero luego veo el río de sangre que serpentea por su
brazo.

Me agacho a su lado, pero ella apenas registra mi presencia. Le quito la


camisa, un corte desigual atraviesa la parte de atrás de su hombro, el rojo
un marcado contraste con su piel morena oscura.
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—Voy a coserte, ¿de acuerdo? —le pregunto, con la esperanza de sonar


confiada.
Ella me mira, una mirada de miedo en sus ojos. Me pregunto si no quiere
que yo la ayude por ser quien soy y por cómo me veo, pero vuelve a
girarse, inclinando su hombro más hacia mí, ofreciéndomelo como un
sacrificio.

—¿Sabes cómo hacerlo? —pregunta con voz vacía.

—Sí —miento, porque honestamente, ¿qué otra cosa se supone que voy a
decirle?

La primera vez aprieto demasiado, rasgando el hilo a través de ella. Ella


susurra por el dolor y yo trato de disculparme, pero sacude la cabeza, los
ojos cerrados, deseando, lo sé, que todo termine.

—¿Cuál es tu nombre? —le pregunto, tratando las misma táctica de


distracción que utilicé con Heller.

—Lorin —dice ella en breve. Me pongo a hacer una pequeña charla con
ella, pero luego me doy cuenta de la forma en que sus labios están
apretados, sus ojos cerrados.

No quiere hablar.

Vuelvo a atravesarla con la aguja y a salir, adentro y afuera y entonces


puedo respirar de nuevo, ya que por fin ha terminado.

—Gracias —murmura.

Rocío el corte con desinfectante y comienzo con la siguiente persona.

Pierdo la noción del tiempo y el tiempo que me queda hasta que mis
padres despierten, mi cuerpo cae en un estado parecido al de una
máquina cuando trato de separar mi mente de mis acciones. Trato de no
pensar en que la aguja perfora la carne, no tela, trato de no notar el sonido
húmedo del hilo que se desliza a través de la piel con sangre. Estoy tan
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concentrada en lo que estoy haciendo que cuando escucho un eco de


gritos chillando, salto hacia atrás, dejando caer la aguja.
Como todo el mundo, miro hacia arriba, pero todo lo que veo es el techo de
metal.

—Eso fue afuera —dice Elder, su voz profunda y baja cuando se agacha
junto a mí.

Mis ojos redondos.

—¿Qué fue eso?

—Algo... afuera —repite.

El hombre cuya pierna había estado cosiendo levanta la vista hacia


nosotros, miedo en sus ojos.

—¿Es uno de los monstruos de los que Orion nos advirtió? —pregunta, y
me da vergüenza admitir que era lo mismo que yo, probablemente todos,
estaba pensando.

Miro a mi alrededor. Todos los 1,456 pares de ojos nos observan. Lo están
mirando. Elder. Están esperando que su líder reacciones. Si muestra
miedo ahora, su nuevo mundo comenzará con miedo.

Elder baja la voz.

—Me tengo que ir —me dice casi en un susurro—. Voy a salir —dice, esta
vez lo suficientemente alto para que todos oyeran.

Agarro su muñeca, dejando una huella sangrienta allí.

—¿Por qué?

Otro grito hace eco encima de nosotros. Sea lo que sea, está cerca.

Elder me detiene, me arrastra lejos del hombre en quien estaba


trabajando. Una de las enfermeras de Kit se arrodilla a su lado y se hace
cargo, desinfectando la aguja que se me cayó.

—¿Recuerdas la forma en que el Transbordador fue golpeado? —me


pregunta Elder en voz baja. Asiento con la cabeza—. ¿Y si eso no fue un
accidente?
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—Hemos sido… ¿qué? ¿Atacados? —Mi voz suena dudosa—. ¿Y tú estabas


enojado conmigo por tratar de despertar a los congelados? ¡Si fuimos
atacados, los necesitamos aún más!
—¡Shh! —dice Elder, sus ojos mirando por encima de mi hombro. Nadie
me ha oído. Sin embargo, incluso Elder parece estar de acuerdo en que la
idea de que fuimos atacados parece un poco ridícula. El Transbordador
podría haber sido golpeado fuera de la trayectoria, pero el Transbordador
también es viejo. Uno de los cohetes podría haberse estropeado. Algo
podría haber fallado.

—Tenemos que saber a qué nos enfrentamos —dice Elder.

Me muerdo el labio.

—Me voy —repite.

—Entonces yo también voy. —Lo digo de inmediato, sin pensar, pero tan
pronto como las palabras están fuera, mis ojos se deslizan a las Cámaras
de Criogenización. Será pronto ahora.

Elder lo nota. Me toca el brazo.

—Deberías quedarte —dice. Creo que sólo lo dice para que no me sienta
culpable—. Me tengo que ir.

Cuando miro sus ojos, sé que su sentido de la responsabilidad es mayor


que todos los miedos que tengo.

—Bueno —le digo—, por lo menos ve armado.

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6

Elder
Traducido por Maru Belikov
Corregido por BrendaCarpio

N
o sé cómo disparar. —Le recuerdo a Amy mientras
rebusca en el depósito de armas.

—Es fácil —dice ella. Y empuja una pesada pistola de


metal en mis manos—. Ya la he cargado. Apunta este extremo
a lo que sea que este ahí afuera y tira del gatillo. Pum. Eso es todo lo que
hay que hacer.

Deja caer dos pequeños, objetos verdes en forma de huevo en mi mano.


—Granadas de impacto —dice a mi mirada extrañada—. Sí la pistola no
funciona, sólo lanza esto. Ellas explotaran una vez que golpeen algo.

Mis ojos se abren. Las granadas no parecen frágiles, pero la idea de ellas
explotando no me llena de tranquilidad.

—Y toma esto… —Agrega Amy, entregando una gran arma con un tubo del
tamaño de mi brazo.

—¡Suficiente! —digo—. Apenas puedo cargar estas. Sólo voy afuera a ver.

Otro penetrante chillido corta a través del aire.

—Espera —dice Amy, sus ojos rogándome. Sus dedos envolviéndose


alrededor de mi brazo. Agarrando mi muñeca, y apretándome con más
fuerza de la que sabía que tuviera—. Por favor. Sólo espera que papá
despierte. El ejército puede encargarse de lo que esté ahí afuera. Ese es su
trabajo.
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—¿Y cuál es mi trabajo? —pregunto, separándome gentilmente de su


agarre—. Para proteger a mí gente. Tengo que hacer esto, mi gente necesita
verme enfrentar el mundo y cualquier peligro que quizá pueda ofrecer. Si
yo puedo hacerlo, entonces ellos también pueden. Pero si me quedo aquí,
encogiéndome de miedo, esperando por los congelados para que nos
salven, ese se volverá su primer instinto.

—Cuídate —dice Amy, las palabras como una oración. Sus ojos no
encuentran los míos, luego se inclina hacia adelante, rápido, y me besa
ligeramente en los labios. Sus mejillas se llenan de rubor. Y todo lo que
quiero hacer es agarrarla y sujetarla contra mí, para darle un beso que
valga la pena ese rubor.

—Estaré bien. —No es hasta que digo esto que me doy cuenta de que
probablemente no sea cierto. Mi primera reacción cuando escuché el
chillido afuera fue mirar, para calmar el temor de los rostros de mi gente.
Pero ahora que mi boca está seca y mi estómago da vueltas mientras el
miedo dentro de este me está envenenando con ácido. Creo que es el
armamento. Estar rodeado por tantas armas me recuerda que hay una
razón para que las tengan.

Mi mano va hacia el Wi-com incrustado en mi oreja izquierda y presiono el


botón. En lugar del usual beep, beep-beep, no hay nada más que un clic
mientras el botón se hunde y suelta. Frunzo el ceño y presiono el botón
otra vez, tan enérgicamente que hago una mueca de dolor.

Mierda. La red del Wi-com estaba en la Nave. Mis dedos pasan sobre el
borde del botón, un bulto perfectamente circular que ha sido parte de mi
cuerpo por tanto tiempo como puedo recordar. Ahora inútil. La maldita
cosa es inútil. Está implantada dentro de mi carne, sus cables se arrastran
al lado de mis venas, y nunca funcionará otra vez.

Amy agarra mi mano, la aleja del botón bajo mi piel.

—No necesitas decirles todo —dice ella—. Todos saben lo que vas a hacer
por ellos.

Nunca me había sentido tan desconectado de… todo. Una cosa es saber
que la Nave es inalcanzable, pero ahora la conexión que tenía aquí con mi
gente también se ha ido.

Espero hasta que Amy esté de regreso al Nivel de Criogenización antes de


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girarme hacia el puente. No creo que pudiese mantener oculto mi temor de


ella mientras abro la puerta, y no quería que me viera vacilar. No tengo un
código militar de autorización, pero Shelby me enseñó cómo pasar el
sistema para emergencias. No puedo hacer mucho, pero puedo poner la
Nave en confinamiento, establecer una secuencia de alarma, o encender
los rociadores en caso de un incendio. Y puedo abrir las puertas.

Me paro, inclinándome contra el panel de control, mirando a través del


grueso cristal de la ventana apanalada. Está nublado ahora con la
condensación, pero todavía puedo lograrlo afuera, en el mundo que es
nuestro. Toco el grueso cristal, sorprendido por la calidez que ofrece.

Sé por las fotos de Sol-Tierra que los enormes arbustos son llamados
árboles y que la madera de ellos es del mismo tipo de madera con las que
se hacen las mesas que usaba cuando trabajaba en las asignaciones de
Eldest. Conozco la tierra, aunque ennegrecida por nuestro descenso, no
será la fina, arcillosa, y homogéneo barro procesado que llenaba el Nivel de
Alimentación.

Pero no estoy mirando nada de eso.

Estoy mirando afuera, más allá de la tierra quemada y los árboles


estropeados, retorciéndose y girando sus extremidades como un hilo
enredado, más allá del horizonte y hacia el cielo.

Y sin importar cuánto se esfuercen mis ojos, no hay una pared. Ni una
sola maldita pared.

Algo oscuro destella en el cielo azul, algo antinatural, y mi agarre alrededor


de la pistola que Amy me dio se aprieta.

Le doy mi orden a la computadora:

—Abrir puertas.

Funciona. Un sonido de chasquido hace eco a través del puente. Me


sostengo del Panel de Control para estabilizarme, pero mi desorientación
no es por el movimiento de traslado. Es por la ventana abriéndose. Y veo el
techo del Nivel de Conservación dividirse en la mitad y los cristales
apanalados de la ventana ascender en uno de los extremos, levantándose
como una tapa con bisagras.

Las piezas individuales de cristal estaban sostenidas por la soldadura de


metal, pero ahora me doy cuenta que el metal es en realidad una
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secuencia mecánica compleja. Los segmentos hexagonales del cristal se


mueven y alzan, formando una rampa justo por debajo de la Nave. El
ángulo es empinado, pero el cristal es lo suficientemente largo para
extenderse más allá de la tierra quemada hacia la tierra amarillenta más
allá.

Camino lejos del panel de control, pasando mi mano a lo largo del


expuesto borde del puente. El metal entre el cristal sirve como agarre,
fácilmente puedo caminar por la rampa sostenida por las piezas de las
ventanas y poner un pie sobre el nuevo mundo.

Una cálida brisa sopla, llenando mi nariz con la esencia de ceniza y tierra,
levantando los bordes de mi cabello. El aire es sofocante y húmedo, pero el
viento es tan suave como los tímidos besos de Amy; y aunque apenas toca
mi piel, me estimula profundamente. Corro por la rampa, deslizándome
hasta detenerme justo cuando mis pies tocan la tierra del nuevo mundo.
El suelo arenoso se mueve bajo mis pies, haciéndome sentir como si
pudiera plantarme en la tierra tan seguramente como uno de los retorcidos
árboles.

Mi visión se levanta. ¿Cómo pude alguna vez haber pensado que el metal
pintado de azul y blanco del techo del Nivel de Alimentación reproducía el
cielo? No lo hacía. Ellos no lucían en absoluto como el gradiente de azules
y grises encima de mí, junto con los escasos hilos de nubes que se mueven
delante de mis ojos. Nunca entendí como Amy podía extrañar tanto a Sol-
Tierra, cómo Godspeed nunca fue suficiente para ella. ¿Cuál es la
diferencia entre el aire de una Nave y el aire de un planeta?

Todo.

Los dos soles elevados irradiando, tan brillantes que mirar hacia ellos me
hace parpadear puntos negros. Dos soles. Centauro-Tierra se encuentra en
un sistema binario de estrellas, a diferencia de Sol-Tierra, el cual tenía un
solo sol. El sol más grande está ligeramente más alto en el cielo que el otro
pequeño. El sol más pequeño tiene un color naranja rojizo, un color que,
en realidad me recuerda al cabello de Amy y el más grande es blanco
brillante, recordándome su piel.

Un sonido agudo perfora mis oídos y giro la cabeza alrededor del bosque.
Algo oscuro se mueve en las sombras, pero mientras intento distinguir a
través de tres ramas, escucho otro sonido.
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Un horripilante, chillido bestial a través del cielo.

Me giro alrededor, mirando hacia arriba en dirección del sonido.


Y veo el monstruo del que Orion nos advirtió.

La cosa-ave aterriza sólo a unos cuantos metros enfrente de mí, pero es


tan pesado que puedo sentir el golpe de su cuerpo resonando sobre la
tierra arenosa. La criatura avanza hacia mí, su enorme y puntiaguda
cabeza inclinada hacia el cielo antes de mirar abajo y abrir su pico duro,
exponiendo unos dientes como sierra. Una piel verde curtida tan oscura
que casi parece negra la cual le da paso a unas garras escamosas y
membranas que asemejan alas. Es un horrible monstruo que parece una
imitación armada de las criaturas en Sol-Tierra, una cabeza de dinosaurio
con el cuerpo de una lagartija, con garras de aves rapaces y alas de
murciélago.

Mi primer instinto es golpear mi dedo sobre el Wi-com y conseguir ayuda,


pero por supuesto eso no funciona.

La cosa estira fuera sus alas, cada par tan largo como yo soy de alto y
están adornadas con dos garras enganchadas en la parte superior de las
anguladas articulaciones. Las garras se abren y toma el aire en mi
dirección. Las patas de la bestia se sujetan de la tierra arenosa mientras
se inclina hacia adelante, abre su boca y emite un penetrante, sonido
agudo hacia mí, un chillido que se siente como si estuviera vibrando en
mis huesos. Incluso aunque la criatura está lo suficientemente lejos que
no puedo alcanzarlo, puedo sentir su aliento caliente sobre mi piel, ver la
franja negra de su lengua mientras chilla hacia mí.

Busco a tientas por la pistola, las granadas, cualquier cosa.

La criatura se lanza hacia arriba, empujándose de la tierra y golpeando


hacia mí con su dura, cabeza puntiaguda. Choco contra la tierra, el
monstruo sobre mí, su cuerpo tan pesado que me corta la respiración.

Inclina su cuello, largo como el de una serpiente hacia mí, su mandíbula


abriéndose, los dientes negros, segregando espuma mientras lentamente
se acerca a mi rostro.

Un disparo suena.

La bestia alza la cabeza, sorprendida. Una bala pasa zumbando,


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arañándolo en la espalda. Sus garras se aprietan, y mi piel se rasga junto


con la tela de mi camisa.
Otro disparo y la cosa-ave se alza, empujando contra mi caja torácica
mientras se dirige hacia los árboles. Jadeo por aire mientras sus garras
hacen su camino hacia los árboles y se quita, batiendo sus voluminosas
alas mientras un disparo final hace eco detrás de él.

—¡Entra! —grita Amy desde el Puente de la Nave—. ¡Apresúrate!

Me pongo de pie, sangre gotea de mi pecho y mi camisa esta arruinada,


pero las heridas no son nada comparado con lo que pudo haber pasado.
Amy coge mi brazo mientras alcanzo la parte superior de la rampa y me da
un tirón hacia el Puente.

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Amy
Traducido por Susanauribe
Corregido por BrendaCarpio

T
an pronto como la puerta se cierra, giro a Elder, buscando heridas.
Todo lo que puedo pensar es que casi lo pierdo. Todo otro
pensamiento, emoción por el planeta, anticipación por el regreso de
mis padres, miedo de los monstruos de afuera… todo se ha ido de mi
cabeza mientras mis ojos y corazón se enfocan en la sangre saliendo del
pecho de Elder.

Él mueve mi mano, se quita la camisa y la usa para secar la sangre en las


heridas. No se ven profundas, simplemente crudas y dentadas. Agarro un
poco del desinfectante que Kit me hizo usar para ayudar con los puntos y
rocío a Elder.

—¿Cómo sabías que tenías que salir y ayudarme? —pregunta Elder,


todavía sin aliento.

—Escuché el grito parecido al de un pterodáctilo, sonaba mucho más cerca


que antes. —Hago una pausa—. ¿Qué era eso?

Elder niega, mirando su camisa arruinada.

—Uno de los malditos monstruos de Orion, supongo. ¿Viste algo en el


bosque?

Niego con la cabeza.

—¿Qué había en el bosque?

—No lo sé. —Elder finalmente me mira a los ojos—. ¿Creo que una de las
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cosas que golpeó el costado de la Nave cuando estábamos aterrizando? Fue


lo suficientemente grande para sacarnos de curso.

—No lo sé —dije, haciéndole eco a él.


Estaba comenzando a darme cuenta de cuántas cosas no sabía. Como,
para empezar, ¿qué demonios era esa cosa? Parecía un pterodáctilo, con
una cabeza puntiaguda, garras dentadas y alas enormes, pero también
había algo distintivamente alien. Alien. Esto es todo lo hay en este planeta
para nosotros. Suprimo un estremecimiento, mis manos de manera
instintiva agarrando el arma todavía caliente.

Debería haber golpeado a esa criatura, debería haberla matado. Pero


estaba muy asustada, con miedo de darle a Elder por accidente. Y
asustada del animal.

Elder toma el arma de mis manos.

—Pondré esto de regreso en el armario —dice él—. Y creo que deberíamos


mirar más de cerca qué tenemos aquí.

Trato de alejar de mi mente la imagen de una bestia mientras me dirijo


hacia la Cámara de Criogenización pero sigo viendo la forma en cómo abrió
la boca, bajándola hacia el rostro de Elder…

Kit me agarra tan pronto entro a la cámara. Unas cuantas personas miran
con miedo, saben que Elder estuvo afuera y escucharon el grito del
monstruo después de que cerró la compuerta. Piensan que lo que sea que
eso era, lo atrapó.

—Él está bien —dije—. Todo está bien.

Están felices de creer en una mentira, al menos hasta ahora.

—Casi hecho —dice Kit, alejando el cabello de su rostro y dejando una


mancha de sangre en su frente—. Dos huesos necesitan recolocación y
luego las enfermeras revisarán las mujeres, sólo por precaución…

Mi estómago se hunde. Casi lo había olvidado… las mujeres embarazadas.

—¿Algo más que pueda hacer? —pregunto.

Kit me dirige una sonrisa triste.

—Ya has sido una gran ayuda.


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Miro mientras camina hacia el último grupo de personas esperando ayuda


médica. Mis manos están ensangrentadas, mis brazos cansados y no
quiero hacer nada excepto acurrucarme en mi cama y olvidarme de este
día. Tal vez todo esto fue un gran error.
—¿Amy? —pregunta una voz que conozco, una voz que amo, una voz que
nunca pensé en volver a escuchar, oh Dios, oh Dios, oh Dios.

Me volteo y de pie, viéndose igual que como lo recordaba, está mi padre.

—¡Papi! —grito y me lanzo hacia él.

Y sus brazos, sus brazos, se envuelven alrededor de mí, me aprietan


tensamente contra él, todo es maravilloso porque finalmente, finalmente
tengo a mi padre de vuelta. Estoy sollozando y riéndome y ahogándome y
balbuceando y llorando y hablando, todo al mismo tiempo.

—Amy —dice él, una risa en su voz—. ¿Qué está pasando?

Doy un paso hacia atrás. Mi padre está usando un traje de cirugía verde,
es diferente al que Doc trató de ponerme cuando me desperté. Puedo ver
que casi cada una de las Cámaras de Criogenización está vacía ya que las
personas están comenzando a levantarse, sacando los trajes de los brazos
de metal encima de las cajas para vestirse. Y mamá… corro hacia ella.
Evado las cajas y a los otros congelados comenzando a despertarse.

Mamá. Y aunque había soñado con verla con mis ojos abiertos millones de
veces, mis sueños no son nada, nada comparados con verla en verdad.
Mamá se está riendo, su voz es ronca por el desuso pero la música de su
risa está ahí y me envuelve justo de la misma manera que sus brazos.

—Te dije que no sería tan malo —susurra en mi oído.

Me ahogo con un sollozo. Ella no lo sabe. Piensa que yo también me acabo


de levantar. Cree que he estado durmiendo junto a ella. No sabe de los tres
meses que he vivido en la Nave, los tres meses en los que pensé que nunca
jamás la volvería a ver. Las manos de mamá enmarcan mi rostro y noto
que todavía están tan frías como el hielo. Miro por encima de su hombro,
hacia el pasillo que lleva al armamento, el Puente y hacia afuera.

Quiero que Elder esté aquí, quiero presentárselo a mis padres. Quiero que
entienda por qué los necesitaba, como todo va a ser mejor ya que ahora
están conmigo. Pero él no está aquí.

—Oh, bebé —dice mamá, sus ojos brillando con alegría—. ¡Lo logramos!
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¡Finalmente lo logramos! —Me acerca a ella de nuevo, apretándome en un


abrazo—. Hay todo un mundo nuevo para descubrir juntos —dice en mi
cabello.
—Te extrañé tanto —susurro, el sonido rompiéndose cuando mi voz lo
hace.

Mamá se mueve hacia atrás, metiendo un mechón de cabello detrás de mi


oreja.

—¿Qué quieres decir?

De repente, noto el silencio permeando la habitación. Los Habitantes de la


Nave están viendo despertar a los congelados de manera prevenida y los
congelados están viendo a los Habitantes de la Nave con algo como miedo,
parecido a la precaución.

Mi padre se acerca y sus movimientos llevan todos los ojos hacia nosotros.

—¿Por qué estás vestida de esa manera? —pregunta, mirando mi túnica


casera y pantalones.

Me volteo para enfrentar a mamá y me olvido de todos, excepto de nosotros


tres. Este es mi mundo: mi madre, mi padre y yo.

—Me desperté antes —digo, mirando los ojos verdes de mi madre que
todos dicen que son iguales a los míos.

Un pequeño fruncimiento nubla su rostro.

—¿Cuán antes? —pregunta mi padre.

La respuesta se desvanece en mis labios. Al principio, pensé que era


cincuenta años antes y que mi padre y yo tendríamos esta conversación
cuando yo fuera una mujer vieja. Luego, pensé que era una eternidad
antes y que moriría antes de tener esta oportunidad.

—Tres meses antes —digo, porque hasta este momento, no me había dado
cuenta de que el reloj se había detenido.

—¿Tres meses? —jadea mi madre.

—Alrededor de cien días —respondo. Perdí la cuenta al final, cuando me di


cuenta de que los días no importaban en Godspeed porque se estaban
acabando.
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—¿Qué sucedió? —pregunta mamá, tomando mi muñeca.

Abro la boca, pero no salen palabras. Está sosteniendo mis muñecas en el


mismo punto por donde lo hizo Luthor.
¿Qué sucedió? Me prometieron un mundo pero me desperté encarcelado.

Hay tanto qué quiero decirle. Necesito decirle.

Pero cuando miro su rostro, lo sé: no importa. No ahora, no en este


momento. Lo que importa ahora es esto: estamos frente a la otra, juntas,
vivas, juntas.

Papá se mueve más cerca, dejando caer una mano en mi hombro. Abre la
boca y no sé qué esperaba que dijera, pero no esto:

—¿Qué está sucediendo?

Y el momento que compartimos se derrite como hielo bajando por la


alcantarilla del suelo. Papá mira la multitud de espectadores silenciosos de
Godspeed, los heridos y asustados.

—¿Qué está pasando? —repite, la autoridad resonando en su voz. Está


buscando al líder y Elder no está aquí.

Los Habitantes no saben cómo reaccionar. Por un momento, veo a mi


familia, mis personas, de la manera que ellos los ven. Extraños. Raros.
Acaban de salir de Cámaras de Criogenización, cámaras que la gente de la
Nave ni siquiera sabían que existían hasta hace poco y ahora está este
hombre con piel pálida como la mía, mirándolos, exigiéndoles información.
Si me temían, ¿qué deberían pensar de mi padre? ¿O de las otras noventa
y seis personas de la Tierra que se estaban levantando de sus tumbas de
hielo para hacerse cargo?

Después de un momento, Kit se mueve. Sin embargo, no habla. Sus ojos


se dirigen hacia mí. Lentamente, mi padre se voltea, buscando una
respuesta en mi rostro. Mamá acaricia mi cabello una vez más hasta que
la tensión en el aire la hace retroceder. Se mueve para estar de pie junto a
mi padre y noto la forma en cómo sus manos se rozan.

—¿Amy? ¿Por qué estás ahí, con esas personas? ¿Qué sucedió? —pregunta
él, cada pregunta bajando de tono hasta que la última es sólo para que la
escuche yo.

—Ven conmigo —digo. Esta es una discusión que preferiría tener en


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privado.

En cambio, mi papá mira alrededor, escaneando las cámaras.


—No soy el que está a cargo —dice—. Robertson o Kennedy…

—Están muertos —digo.

Sus ojos se mueven hacia mí bruscamente y por un momento, no lo


reconozco. Nunca antes me ha mirado de esa manera. Nunca me ha
mirado como si fuera un coronel en vez de mi padre.

—¿Qué está pasando? —ordena.

—P-papá —tartamudeo su nombre—. Hubo un… quiero decir, la Nave… no


es lo que pensamos que sería. Estas personas nacieron allí —digo,
moviendo mi brazo hacia Kit y los otros. Observo su rostro, esperando el
momento cuando vea que todas las personas de Godspeed se ven iguales.
Entrecierra sus ojos con mirada calculadora—. No lo entiendes. Muchas
cosas han pasado. Y acabamos de lograr que la Nave aterrizara. Casi…
medio se estrelló. Y hay muchas personas lastimadas y tenemos un líder
pero…

Los ojos de papá se suavizan mientras trato de tartamudear una


explicación. Me acerca, envolviendo su fuerza alrededor de mí y me siento
segura por la primera vez en más de tres mil siglos.

—Quiero saber más —me dice en voz baja—. Hablaremos más tarde. —Por
encima de mi cabeza, grita—. ¡Bledsoe!

Una mujer a unas cuantas filas de distancia se para con atención. Jadeo,
la conozco. Ella es la mujer que casi mató Orion, la que Elder y yo
salvamos mientras Theo Kennedy se ahogaba en su Cámara de
Criogenización. Mi mente regresa a la tabla que había hecho hace tres
meses.

Emma Bledsoe, treinta y cuatro años, una Marina de USA originaria


de Sudáfrica.

—Sr. —le dice Bledsoe a mi padre.

—Operación Génesis en efecto —dice él.

No sé qué es Operación Génesis pero Emma Bledsoe obviamente sí:


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inmediatamente comienza a gritarle a las personas, el otro personal militar


que fue congelado y les dice que se alineen en el espacio entre esos de
Godspeed y los de la tierra.
Miro por las cabezas de los militares y atrapo la mirada de Kit. Está
luchando por mantener a las enfermeras trabajando en los heridos pero
hay miedo real en la forma en que tiene su cuerpo rígido, la manera en que
no nos da la espalda por completo. Miedo de mi mente, de mi padre.

—Papá —digo—. Hay muchas personas heridas. El choque fue…

—Señor —dice Bledsoe, interrumpiéndome antes de que tenga


oportunidad de decir la teoría de Elder de que las cosas con apariencia de
pterodáctilo causaron el accidente. Su voz es fuerte y clara, pero tiene un
acento extraño, británico o tal vez australiano—. Hay tres casualidades
entre los nacidos en la Nave—. Se mueve para estar junto a los cuerpos de
personas que no sobrevivieron el aterrizaje.

—¿Qué sucedió? —Mi papá me ignora mientras se mueve por la multitud


para inspeccionar los cuerpos—. Esta mujer luce como si hubiera sigo
ahogada.

En la multitud, puedo ver a la amiga de la mujer llorando silenciosamente


mientras mi padre de manera brusca mueve la cabeza para mirar las
marcas alrededor de su cuello. Noto a Lorin, la mujer cuyo brazo cosí,
parada a un lado, mirando a uno de los hombres muertos. Se mueve
nerviosamente mientras Bledsoe y mi padre se acercan a mí, muy
asustada de moverse para pasarlo. Sus ojos con pánico se encuentran con
los míos y le dirijo una mirada simpática.

—¿Qué sucedió? —grita de nuevo papá.

—Tuvimos que usar ataduras para asegurar a las personas durante el


aterrizaje —dice Kit, tratando de alejar el temblor de su voz—. Se deslizó
por su cuello y…

—¿Por qué no usaron los arneses magnéticos? —espeta él.

—¿Arneses… magnéticos? —pregunta Kit.

Papá se dirige hacia la pared, Lori chilla con terror y se aleja del camino y
él se inclina en el suelo. Sus dedos rozan el metal y hace algo, un giro de
muñeca, presiona un botón y el panel de metal se levanta. Metiendo la
mano dentro, retira un montón de tirantes de lona con enormes y negros
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cinturones.
—Hay tres mil arneses en el inventario para que puedan asegurar a su
gente a las paredes y al suelo en caso de un aterrizaje de emergencia. ¿Por
qué no los usaron? —Su voz es enojada y acusatoria.

—Nosotros… no sabíamos que estaban ahí —dice Kit sumisamente, sus


ojos amplios con miedo.

No puedo quitar mi mirada de la muerte. Qué manera de morir tan


estúpida, tan estúpida. Muertos porque no sabíamos sobre los malditos
arneses.

—El Capitán debería haber sabido sobre los procedimientos adecuados


para los aterrizajes de emergencia —dice él.

Exuda frustración y rabia y aunque está usando un estúpido vestido


médico abierto en la parte de atrás, lo lleva con más autoridad de lo que he
visto antes, y todos, la gente de Godspeed y esos de la Tierra, están
escuchando cada palabra suya.

—No es así —digo—. No lo entiendes, Papá, las cosas…

Me corta con una mirada y me callo.

—Esto es un desastre —gruñe—. Bledsoe, ¿dónde está el personal médico?

—Aquí, señor —dice ella, sacando a un lado cinco personas, tres hombres
y dos mujeres.

—Doctor Gupta —dice papá, dirigiéndose a uno de los hombres—. Que su


equipo ayude a los heridos —dirige.

Los profesionales médicos avanzan pero ya veo que esto no va a funcionar.


Las personas de Godspeed se preocupaban por mí debido a mi piel pálida
y cabello rojo, al menos tuvieron tres meses para no verme como una
amenaza. Puedo ver a este gente por medio de sus ojos y aunque sé que es
tonto, comprendo por qué se alejan del hombre indio, por qué no
entienden a la mujer con acento sureño, por qué se apresuran en dirección
a Kit en vez de permitir que el obre negro envuelva sus heridas. Quiero
quedarme y ayudar, ¿pero qué puedo hacer?
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—Pongámonos los trajes —le dice mi padre a Bledsoe.

Por turnos, las personas de las Cámaras de Criogenización van a los


contenedores en el extremo lejano y comienzan a vestirse con las ropas
que trajeron de la Tierra. Mi padre y el resto de la milicia se visten con
trajes de faena. Su ropa, tan diferente a las túnicas caseras y pantalones
hechos por los residentes de Godspeed, no hace nada más que separarlos
aún más. Las fibras sintéticas y los colores brillantes resaltan como
manchas entre el café y negro usado por la mayoría de la gente de la Nave.

La gente de Godspeed es diez veces el número de la gente de la Tierra pero


están juntos en la pared. La habitación está pegajosa y caliente y el aire
apesta a sudor y miedo. Y rabia.

Abro la boca para llamar a mi padre a un lado, si él no puede probar que


está aquí para ayudar, que no es la amenaza que dijo Orion, va a ser
etiquetado como enemigo. Pero entonces se voltea hacia Bledsoe y dice:

—Inspeccionemos en armamento.

Es lo suficientemente malo que de repente noventa y nueve personas de la


Tierra se hayan levantado y están tomando el mando, pero añadir armas a
esto no terminará bien. La puerta del armamento está cerrada y con
seguro y no se abre cuando papá inscribe el código en el teclado.

—¿Qué está mal, señor? —pregunta Bledsoe.

Papá niega con su cabeza e ingresa el código de nuevo. Todavía no


funciona. ¿Y por qué debería funcionar? Orion la reprogramó hace mucho
tiempo.

—Papá, necesito hablar contigo —digo, tratando de imitar la autoridad de


su voz.

—No ahora, Amy.

He esperado tres meses que se sintieron como una eternidad a que él


dijera mi nombre pero no pensé que lo empezara con esas palabras.

—Ahora —insisto.

—Amy —dice él, volteándose del panel de control para enfrentarme—, no


creo que lo entiendas. Estamos en una misión. Esto es trabajo.
Necesitamos revisar la situación, deliberar con el jefe Nacido en la Nave y
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encargarnos del área de afuera.

—Pero papá, yo…


—Amy, me gustaría detener todo y hablar contigo. Me gustaría ser tu papi
en este momento. Pero esto es una situación crucial y en verdad necesito
descubrir por qué el código ha sido cambiado y hablar con el jefe.

—Bueno —dice Elder, mientras abre la puerta del armamento—, entonces


es bueno que yo esté aquí.

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8

Elder
Traducido por Shadowy
Corregido por Samylinda

L
a primera cosa que noto es la duda grabada en el rostro del
hombre.

—Papá —le dice Amy—, quiero que conozcas al líder de


Godspeed. Elder. —Me mira con dureza y me toma un
momento darme cuenta que está analizando mis heridas. Tiro
de la túnica limpia, cuidando de no hacer una mueca cuando la piel en
carne viva por las garras de la bestia se roza contra la tela áspera—. Elder
—continúa Amy—, este es mi padre, el Coronel Robert Martin. Él, después
de la muerte de los otros dos congelados, está a cargo de los militares de
Sol-Tierra.

Su voz se atrapa por la presentación de su padre. Puedo decir que no se


había dado cuenta que él sería el próximo en la línea de mando de los
congelados.

Doy un paso adelante, mi mente corriendo, tratando de recordar la forma


apropiada de saludar formalmente a alguien del ejército de Sol-Tierra.
Debería inclinarme, ¿cierto? Eso parece tan arcaico, pero, de nuevo, él
también lo es.

Antes de que pueda hacer algo, sin embargo, el hombre se vuelve hacia
Amy.

—No tengo tiempo para tus juegos —dice—. ¿Dónde está el capitán real?

Amy lo mira, sus hombros rodando hacia atrás y sus ojos destellando.
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—Elder es el líder —dice otra vez, con un borde acerado en su voz.

El Coronel Robert Martin me echa una mirada desdeñosa.


—Es un Chico.

—Señor —digo, mi voz goteando con burla—, yo soy el líder de Godspeed, y


si usted quiere llegar más allá de cualquiera de las puertas cerradas en
este Transbordador, incluida la de la armería a la que está tratando de
entrar ahora mismo, va a tener que mostrarme un poco más de respeto.

Una de las cejas del coronel se eleva, pero no discute.

—Necesito acceso a la computadora del Transbordador —exige.

Malditamente por supuesto que lo hace.

Le explico la situación: cómo las ventanas de cristal se abrían para crear la


rampa, cómo no hay protección de la enorme ave reptil que quería
arrancar mi cara de un mordisco, cómo la computadora está afuera en el
puente ahora expuesto.

—Entiendo —dice el Coronel Martin en una voz que hace que parezca
como si estuviera aburrido con mi evaluación de los monstruos—, y
estaremos armados… pero es esencial que tenga acceso a la computadora.

Me hago a un lado de la puerta de la armería, dejando que el Coronel


Martin y la mujer con él seleccionen armas. Amy me dispara una mirada
inquisitiva.

—Déjame manejar esto —susurro, esperando que mis ojos comuniquen mi


necesidad de que me deje conocer a su padre en mis propios términos. Si
el Coronel Martin quiere hablar con el líder, no quiero que él recuerde que
soy más joven que su hija.

Amy no parece feliz con esto, pero asiente y vuelve a la Sala de Criogenia.
Cuando el Coronel Martin y la mujer terminan de armarse, los llevo por el
pasillo hacia la puerta del puente.

El padre de Amy camina a zancadas hacia delante en el puente, una mano


apoyada casi casualmente en el arma atada alrededor de su cintura. La
mujer con él, una mujer alta y delgada con piel más oscura de lo que yo
sabía era posible, lo sigue sin siquiera mirarme. Cierro la puerta del
puente, tratando de ignorar lo vulnerables que estamos ahora a los
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peligros que acechan en los cielos.

Puedo decir inmediatamente que el Coronel Martin y la mujer con él no


están impresionados por el mundo que se extiende ante ellos. Cuando el
vidrio de panal cayó lejos del puente antes, yo estaba tan abrumado por el
inmenso sentido de libertad que anhelaba correr hacia él, disfrutando cada
cosa que descubriera. Ellos son ambivalentes como mucho. Una brisa
cálida flota más allá de nosotros, quiero cerrar los ojos y saborear el
aroma de las plantas y la tierra que lleva, pero ninguno de ellos lo nota
siquiera.

—No es tan diferente de la Tierra, ¿verdad? —dice la mujer en voz baja. Su


voz tiene un acento tan fuerte que nunca la habría entendido si no me
hubiera acostumbrado ya el de Amy.

El Coronel Martin gruñe.

—Excepto por esta mierda del Señor de las Moscas pasando.

La mujer murmura algo que no puedo escuchar, luego se baja hasta el


borde del puente. Acomoda un rifle con un pequeño trípode y lo pone en
ángulo sobre nosotros, apuntando a los cielos. Hay dos armas más y una
serie de granadas dentro de su alcance. Por lo menos escucharon cuando
les dije que el ave-cosa era peligrosa.

—Así que tú eres el líder de los Nacidos en la Nave —me dice el Coronel
Martin.

—Así que usted es el padre de Amy.

—Soy el Coronel Martin, y ya que el General Robertson y el General de la


Brigada Kennedy están fuera de servicio, yo soy el oficial de más alto rango
para esta misión. Ésta es la Teniente Coronel Emma Bledsoe.

Me toma un momento para procesar esta información. Esto significa que


Orion no sólo tenía de objetivo a la gente en el ejército, él iba por la línea,
asesinando a las personas más importantes primero. Debería haber
reconocido a la Teniente Coronel Bledsoe de cuando la vi bajo el hielo, pero
ciertamente no había esperado que el Coronel Martin fuera tan diferente a
su hija una vez despertara. No veo nada de Amy en sus ojos calculadores,
su postura rígida.

—Soy Elder —digo simplemente.


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—¿El mayor en qué?1 —espeta el Coronel Martin.

1 Juego de palabras con el nombre de Elder, que significa “El mayor”.


—Es mi nombre. Elder. Y también mi título. Es cómo llamamos al líder de
la Nave.

El Coronel Martin da un suspiro, mirándome fijamente. Por el rabillo de mi


ojo, noto la expresión de la Teniente Coronel Bledsoe. Ella es mucho más
joven que el Coronel Martin, y no tan buena ocultando sus emociones:
puedo ver la inquietud en sus ojos oscuros, la preocupación en las líneas
de su boca.

—Entonces, ¿tú has sido el encargado de esas personas ahí? —pregunta el


Coronel Martin.

—Sí. —No le digo que he sido el líder por sólo meses, que mi reinado
terminó con el lanzamiento del Transbordador, que mi reino estaba tan
dividido que una tercera parte de la gente se quedó en Godspeed. No
quiero estar hablando de esto en absoluto; me gustaría que él haga lo que
necesita hacer en la computadora así podemos irnos. Mis ojos siguen
moviéndose al cielo; mis oídos están medio escuchando por un chillido
escalofriante. No quiero que él vea mi miedo sin embargo, así que trato de
concentrarme en lo que está diciendo.

—No sé qué situación llevó a alguien tan joven como tú a ofrecerse para un
rol de liderazgo —continúa—. No sé qué ha estado pasando que llevó a mi
hija a despertar antes y ser envuelta en este lío. Pero puedo adivinar,
juzgando por el aterrizaje descuidado que veo aquí y los heridos y muertos
de tu especie allí, que las cosas no han ido bien.

—Suficiente —digo, la palabra saliendo como un gruñido.

Una máscara de compasión cae en la cara del Coronel Martin.

—Sólo quería decir… es claro que esto ha sido difícil. Para todo el mundo,
sí, pero especialmente para ti, llamado como líder demasiado pronto.

Le devuelvo la mirada fija, cuidando de evitar que mis emociones se


muestren. Hay verdad en todo lo que dice, pero no es toda la historia. Sí,
ha sido difícil. Pero acepté la responsabilidad sabiendo que sería difícil, y
eso es diferente de la imagen que él está tratando de pintar de mí.

No es como si yo me hubiera rendido, incluso si hubiera tenido otra


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opción.

—La situación actual es simple —continúa—. Tenemos que establecer un


líder tanto para las personas nacidas en la Nave y los Nacidos en la Tierra.
Me gustaría sugerir que me pases el liderazgo ahora para que podamos
comenzar esta misión con el pie derecho.

Mi primer pensamiento: Este hombre no se parece en nada a Eldest, no


suena nada como él, pero piensa de la misma forma.

El Coronel Martin se sienta en el asiento frente al Panel de Control, el


mismo asiento en el que Amy se sentó mientras aterrizábamos el
Transbordador. Gira la silla para que enfrente el otro asiento y lo palmea.

—Siéntate, hijo —dice amablemente.

Y lo hago. Creo que entiendo ahora por qué Amy quería tanto a su padre
de vuelta. El Coronel Martin habla con tal seguridad en su voz que casi
creo que él puede hacer que mis problemas desaparezcan simplemente
ordenando que lo hagan.

Casi.

—Las cosas son muy diferentes de cómo yo esperaba que fueran —dice, las
palabras pesadas—. No se suponía que yo estuviera a cargo.

Tampoco yo.

—No estoy listo para esto.

Tampoco yo.

—Pero todo ha cambiado ahora.

Lo sé.

El Coronel Martin se inclina hacia atrás en la silla, mirando hacia el cielo.


—Las colonias siempre han tenido dificultades para sobrevivir. Cuando
América fue colonizada, los colonos estaban separados por un océano y
meses de viaje de cualquier ayuda del hogar que dejaron atrás. Nosotros
estamos separados por mucho más.

Sigo su mirada hacia el hielo, pero yo no estoy pensando en Sol-Tierra y lo


lejos que está. Estoy pensando en Godspeed. Está mucho más cerca, pero
igual de imposible de alcanzar.
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—Mucha gente murió en las primeras colonias. Llamaron a América “El


Nuevo Mundo” pero éste es el negocio real, ¿eh, hijo? Roanoke no tiene
nada de nosotros.
—¿Por qué está diciéndome esto? —pregunto. No me importa si sueno
grosero.

—Hijo, necesito que pienses en la situación aquí. Me doy cuenta que cosas
han estado ocurriendo mientras los Nacidos en la Tierra como yo
estábamos congelados, y que tú tuviste que hacerte cargo. No puede haber
sido fácil.

—No, no, no, no, no, dijo Shelby, Justo antes de que la dejara morir.

—Y tú podrías no creerme —añade el Coronel Martin—, pero sé bajo


cuanta presión debes estar. Esas personas, los nacidos en la Nave, es
obvio que están buscándote para resolver todos sus problemas. Pero tú no
puedes resolver todos sus problemas, ¿verdad?

Tres de mis personas han muerto ya, justo al final del pasillo, y eso es mi
culpa. Bartie y más de 800 otras personas todavía están en órbita alrededor
de Centauro-Tierra, y van a vivir y morir en los restos de Godspeed, y eso es
mi culpa también.

—Hijo —dice el Coronel Martin, y no puedo evitarlo, me gusta la forma en


que dice esa palabra—. Creo que sabes lo que necesitas hacer.

—Ellos nos harán esclavos o soldados, dijo Orion—. Planean hacernos


trabajar o matarnos.

—No voy simplemente a entregarle a mi gente —digo, alejándome de él y


hacia la puerta que conduce dentro del Transbordador. Un viento del
planeta se arremolina a través de mi pelo, haciéndome sentir más fuerte.

—No estoy sugiriendo eso, hijo.

—Deje de llamarme hijo. —Yo no soy el hijo de nadie.

—Elder. —El Coronel Martin dice mi nombre como si éste dejara un sabor
amargo en su boca—. Esto es algo más que tú o yo. No podemos permitir
que los egos entren en el camino.

—No estoy dejando que mi ego me controle —digo—. No deje al suyo.


Puedo ser más joven que usted, pero hay mil cuatrocientas cincuenta y
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seis personas dentro de ese Transbordador quienes están a mi cargo.

El Coronel Martin se levanta y deja la silla girar.


—Sé eso —dice, el borde amable desaparecido de su voz—. Sólo pensé que
podía razonar contigo...

—Puede —digo simplemente—. Tiene razón… no ha sido fácil. Y soy muy


consciente de que no estoy en la mejor posición. —¿Cómo podría no ser
consciente de eso, dada la forma en que Bartie se rebeló? ¿La forma en que
la gente prefería quedarse en la Nave que seguirme fuera de ella? ¿La
forma en que tres de mi gente han muerto ya, sólo porque confiaron en
mí?

—No estoy en su contra —agrego—. Pero no creo que tenga que ser sólo
usted o yo. Estoy dispuesto a dejar que nos guíe, pero no voy a decirle a mi
gente que le obedezca ciegamente.

—¿Pero te quedarás detrás de mí? ¿Apoyarás mis órdenes?

—Si las encuentro razonables, sí. Estaré a su lado.

Si él nota mi cambio sutil de su redacción, no lo comenta.

—La primera orden del negocio es simple: tenemos que establecer


comunicación con la Tierra.

—No hemos tenido comunicación por generaciones —digo.

—¿Qué? —ladra el Coronel Martin.

—Han pasado siglos desde que escuchamos de la Tierra.

Detrás de él, veo caer la boca de la Teniente Coronel Bledsoe ante la


palabra siglos. Pero el Coronel Martin no deja mostrar ninguna emoción.

—Está esto, sin embargo —digo, moviéndome hacia la computadora en el


puente. El metal está caliente al toque, calentado por los soles gemelos. La
pantalla parpadea, esperando el código de autorización militar.

El Coronel Martin camina a zancadas hacia la computadora, luego vacila.


Él no quiere hacer esto frente a mí. Dejo una ceja torcerse hacia arriba
mientras lo miro fijamente. Se vuelve de nuevo hacia la computadora y
rápidamente entra el código.
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La pantalla vuelve a la vida mientras doy un paso adelante para tener una
mejor visión. El padre de Amy se mueve a un lado a regañadientes para
hacerme espacio. Por varios minutos, todo lo que la pantalla muestra es
un globo girando y una barra intermitente etiquetada PROCESANDO...
SEÑAL RECIBIDA... PROCESANDO.

Entonces la pantalla parpadea, y el globo se abre, revelando una imagen


de un satélite. COMUNICACIÓN ENTRANTE revolotea por la pantalla.

El Coronel Martin destella una mirada triunfante en mi dirección, pero


estoy enfocado en la pantalla. ¿Es realmente tan fácil? ¿Un código de diez
dígitos y de repente estamos hablando con Sol-Tierra como si no hubiera
años luz entre nosotros?

Una voz llena el aire, y palabras escritas en la pantalla transcriben el


mensaje. Mi respiración se atrapa en mi garganta. No hemos tenido
comunicación de Sol-Tierra por generaciones. Y sin embargo... he aquí una
voz, viajando a través del universo sólo para hablar con nosotros.

Y todo lo que siempre necesitamos para hacer que esto pasara era un
maldito código de autorización militar.

¡Felicidades, Godspeed! Han llegado con seguridad a su destino


final, el planeta orbitando el sistema binario Centauro.

La voz profunda habla en un tono monótono lento, pero todavía estoy


agradecido por las palabras transcritas desplazándose a través de la
pantalla.

Sabemos que su viaje ha sido largo, pero estamos emocionados de


informarles que las sondas enviadas antes del aterrizaje de la Nave
han indicado no sólo es un mundo habitable, ¡sino rentable en
recursos ambientales también! Como tal, hemos estado ocupados en
la Tierra, tratando de encontrar una forma adecuada para ayudar
en el desarrollo y crecimiento de la colonia que están iniciando.

¿Quieren ayudar a la colonia? ¿Por qué no se preocuparon por ayudar a la


Nave? Cuando perdimos comunicación todos esos años, ¿por qué Sol-
Tierra no trabajó para restablecer la comunicación? Sé que debería sentir
asombro ante este nuevo enlace de comunicación que se abrió, pero la
verdad, todo lo que siento es rabia. Ellos podían habernos ayudado a
aterrizar. Podrían habernos ayudado antes de aterrizar. ¿Por qué nos
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abandonaron, dejándonos en las estrellas, esperando a que aterrizáramos


por nuestra cuenta?
En el tiempo desde que la Nave arca interestelar, Godspeed, partió
de la Tierra, hemos continuado con los avances en viajes espaciales
de larga duración. Una estación espacial remota ya está en órbita
alrededor del planeta que están ocupando actualmente, lo cual
ayudará en la comunicación por satélite más rápido entre los
planetas. Adicionalmente, su primera tarea es localizar una de las
sondas de la Nave, las sondas están equipadas con tecnología
avanzada y ayudará en nuestra comunicación.

Toda la atención del Coronel Martin está enfocada en la pantalla, pero yo


sólo deseo que el altavoz estuviera en silencio el tiempo suficiente para que
podamos hacer algunas preguntas.

En el momento de su aterrizaje, una señal fue transmitida


directamente al Intercambio de Recursos Financieros. Tengan la
seguridad de que, incluso ahora, el IRF está preparando un
Transbordador lleno de ayuda y suministros para su colonia. La
tecnología avanzada indica que este Transbordador debería llegar a
su ubicación muy pronto.

Jadeo hacia la pantalla de la computadora. ¿Pronto? ¿Qué significa eso?


Tomó tres siglos para que Godspeed llegara al planeta.

Miro al Coronel Martin. Sus manos se crispan cerca de los controles. Está
indeciso, ¿interrumpimos y pedimos una aclaración o esperamos hasta el
final del discurso?

La voz se vuelve grave mientras continúa.

Adicionalmente, es esencial que les informemos qué peligros existen


en el planeta. Primero nos gustaría recordarles que tanto el
Transbordador de escape y Godspeed en sí, están equipados con
capacidades de bloqueo, y en caso de necesidad, no duden en
encerrarse en el interior hasta que nuestra ayuda llegue a ustedes.

La estática interrumpe el mensaje momentáneamente. El Coronel Martin


explora los controles pero no está seguro de qué tocar.

Es esencial que reanuden la comunicación con nosotros a través de


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la sonda tan pronto como sea posible, así podemos transmitir con
mayor precisión la información que hemos reunido sobre la
población actual de amenaza...
Hay un ¡pop! y algunos sonidos más crepitantes, y entonces de repente la
voz se corta, ahogada por la estática. Un agudo sonido de silbido suena en
mis oídos mientras la pantalla se queda negra. El aire está inquietamente
silencioso, nuestra comunicación con Sol-Tierra rota una vez más.

—¿Qué pasó? —pregunto mientras el Coronel Martin se inclina sobre la


computadora.

—No estoy seguro... —Da toques en la pantalla, pero ésta se queda en


negro—. Tal vez los sistemas de comunicación fueron dañados cuando casi
estrellaste mi Transbordador.

Antes de que pueda comentar sobre su reclamo de propiedad de mi


Transbordador, disparos resuenan detrás de nosotros, tan inesperados
que salto. Bledsoe se agacha en el piso del puente, usando la pared para
estabilizar su brazo mientras toma puntería con cuidado. Sigo su mirada y
veo la “la cosa” volando por encima de nosotros, sus garras extendidas, ya
dispuesta a rasgarnos en pedazos. Otra bala chasquea, seguida por un
grito desgarrador. El ave-cosa cambia de dirección pero no es golpeada.

—¿Qué demonios es eso? —dice el Coronel Martin. Su propia arma ya está


en su mano, sus nudillos blancos alrededor de la empuñadura.

—Ése es el mismo tipo de creatura que vi antes —digo, tratando de


mantener mi voz calmada—. Amy dijo que parecía un... —trato de recordar
la palabra que ella usó...—, como un dinosaurio, un, um... ¿un tero...?

—Yo sé lo que parece, maldita sea pero, ¿qué es?

Oculto mi sonrisa. Así que finalmente hemos encontrado algo que es capaz
de romper el exterior frío del Coronel Martin.

—Antes de que aterrizáramos, fuimos advertidos sobre... —Hago una


pausa. Suena tonto decirlo, pero no hay otra palabra para ello—.
Monstruos.

El Coronel Martin entrecierra la mirada hacia la creatura volando por


encima. Es enorme, incluso desde tan lejos, bloquea algo de la luz de los
soles.
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Bledsoe da un último disparo, pero es claro que el monstruo ha volado


demasiado lejos.
—Tal vez sí aterricé forzosamente el Transbordador —digo—, pero creo que
tal vez una de esas cosas nos golpeó fuera de curso.

—No malgastes munición —ladra el Coronel Martin hacia Bledsoe. Ella no


baja su arma, pero veo sus dedos deslizarse fuera del gatillo—. Deberíamos
entrar; no es seguro aquí. Quiero averiguar más sobre esta maldita
“población de amenaza” lo que sea —continúa él, volviéndose hacia mí—.
Bledsoe y yo saldremos con un grupo de ocho hombres más. Si
encontramos una de las sondas, deberíamos ser capaces de establecer un
vínculo de comunicación segura y consistente con la Tierra y tener una
mejor idea de lo que estamos enfrentando.

El Coronel Martin se dirige hacia la puerta. Bledsoe vuelve a levantarse


lentamente, su mano todavía en el arma.

—Elder, te necesito para mantener a tu gente calmada. —El Coronel


Martin dice esto como una orden, no una petición.

—Voy con ustedes —digo.

El Coronel Martin se detiene, su mano en la puerta.

—Sin civiles.

—Mi gente necesita ver que somos iguales. Necesitan saber que estoy
involucrado, y tengo derecho a saber lo que diga a la Tierra.

—Por supuesto. —El Coronel Martin está de acuerdo—. Pero en este


momento, lo importante es que ellos tengan a alguien a quien recurrir.
Tienes que ser el núcleo fuerte, la roca en quien pueden confiar.

—Yo...

El Coronel Martin abre la puerta y me lleva arriado adentro, Emma


Bledsoe cerca detrás. Ella cierra la puerta y la bloquea. El aire en el
interior del Transbordador sabe amargo y metálico en comparación con la
brisa cálida y fresca que acabamos de dejar atrás.

—Te necesito aquí, Elder —dice el Coronel Martin—. Necesito a alguien en


quien yo pueda confiar para proteger el Transbordador.
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—Pero...

—Te dejo con carga preciosa: nuestra gente. Tu gente. ¿Estás preparado
para la tarea?
—Sí —digo—, pero...

—Bien, bien, me alegra ver que estás de acuerdo —dice antes de dirigirse a
la armería.

No puedo evitar pensar que acabo de convertirme en el peón que Orion


temía que fuera todo el tiempo.

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9

Amy
Traducido por LizC
Corregido por Samylinda

C
hoco contra Emma cuando giro alrededor del pasillo.

—¿Qué pasó? —Jadeo sin aliento. Cuando escucho los disparos


y los gritos de otra de esas cosas pterodáctilo, me separo de mi
madre y corrí hacia el puente. Ella parece sorprendida.

—Nada —dice. Camina junto a mí y empieza a ladrar órdenes a los


hombres y mujeres militares recogidos cerca de las Cámaras de
Criogenización.

Creo que mi corazón comienza a latir de nuevo hasta que veo a Elder y
papá en el arsenal, a salvo. Papá está centrado exclusivamente en la
selección de armas. Elder parece resignado, casi petulante, pero él me
lanza una sonrisa que hace que mi corazón tartamudee de nuevo.

—¿Qué está pasando? —pregunto, todavía sin aliento. Noto que la puerta
del puente está bloqueada.

—Amy, todo está bien. Vuelve con tu madre —dice papá.

Lo ignoro y me giro a Elder.

—Vimos uno de los m… —Elder empieza a decir “monstruos”, pero se


interrumpe—. Vimos otra criatura. Sin embargo, no se acercó a nosotros.

Miro la .44 en la mano de papá.

—¿Vas a cazarla?
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Papá parece sorprendido.


—Sólo estamos protegiéndonos a nosotros mismo. Diez de nosotros va a
buscar la sonda e intentar restablecer la comunicación con la Tierra.

—Espera, ¿restablecer? —Me giró rápidamente a Elder. Sus ojos me dicen


todo lo que necesito saber—. ¿Hablaste con la Tierra? —chillo—. Eso es…
¡guau! ¡Eso es increíble! ¿Qué te han dicho? ¿Cómo está la Tierra ahora?
¿Qué van a hacer?

—El vínculo de comunicación murió —dice Elder—. Pero van a enviar


ayuda. Ellos piensan... —Él frunce el ceño—. Ellos piensan que pueden
conseguir ayuda para nosotros.

Mi boca cae abierta.

—¡¿En serio?!

Elder asiente, pero ni de lejos está tan emocionado como yo. ¡Tierra!
Después de todo este tiempo, ¡la Tierra nos está hablando otra vez!

—Amy, tengo que trabajar. Vuelve con tu madre. —Papá enfunda la .44 y
comienza a pasar por el suministro de granadas y bombas en otro estante.

—¡Yo voy contigo! —digo, dando un paso más en el arsenal. Elder me lanza
una mirada asesina, pero lo ignoro—. Papá, ¡déjame ir también! Tengo que
salir al exterior. El planeta está ahí mismo y ni siquiera lo he visto todavía,
¡no realmente!

—No —dice papá sin levantar la vista.

Me estremezco como si su palabra fuera una bofetada en mi cara. —Papá


—digo con urgencia—. Déjame ir contigo. No me entrometeré en tu
camino. Llevaré un arma… puedo ayudar. Sólo déjame ir.

Papá me mira, y por un momento todo lo que hace es mirar fijamente a


mis ojos suplicantes.

—No —dice finalmente.

—¡Pero…!

—No. Vuelve con tu madre.


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—¡Papá!

Elder da una sacudida pequeña de la cabeza, diciéndome que lo deje


pasar. Mis ojos se estrechan. Puedo decirle a papá que le prohíba ir
también… pero él simplemente ha salido. Él ha visto el mundo. Ni siquiera
lo quería, pero lo ha visto.

Giro sobre mis talones y salgo del arsenal. Sé que estoy siendo infantil. Sé
que estoy siendo irracional e inmadura y ridícula. Pero no puedo evitarlo.
Antes sólo estaba centrada en salvar a Elder, pero ahora quería ver
Centauro-Tierra por mí misma.

Lo necesito.

Me detengo en la puerta de la Sala de Criogenia y tomo una respiración


profunda. Me obligo a ver realmente lo que está pasando. La Sala de
Criogenia está atestada, pero dividida de manera desigual. Las cerca de
1,500 personas de la Nave se reúnen contra una pared, tan lejos de las
Cámaras de Criogenización como sea posible. Las personas de la Tierra se
están ocupando de las tareas domésticas: desembalar sus cajas de
almacenamiento, estableciendo equipos científicos en las mesas hechas a
partir de sus bandejas criogénicas, hablando unos con otros. Hay energía
nerviosa de ambos lados de la habitación, pero miedo también. Siempre
existe el miedo a lo desconocido.

Emma pasa por delante de mí con otros ocho miembros de las fuerzas
armadas, cada uno con una expresión seria en su cara. Los soldados están
completamente uniformados ahora y armados hasta los dientes. Recuerdo
el chirrido de las criaturas voladoras, y un escalofrío espontáneo corre por
mi espina dorsal. Centauro-Tierra no está allí para mi diversión. Sé que mi
padre tenía razón para prohibirme ir con él, sin importar lo mucho que me
disgusta.

Sin embargo, cuando le descongelé, no pensé que fuera a mantenerme


encerrada en la lanzadera. Las Cámaras de Criogenización están vacías
ahora, como conchas olvidadas varadas en una playa.

Todos, excepto una. Orión.

Mis ojos derivan a la puerta del Laboratorio de Genética en el lado opuesto


de la Sala de Criogenización. Me deslizo fácilmente a través de la multitud
de personas que anteriormente estaban congelados mientras derivaba
hacia el Laboratorio de Genética. Tan pronto como llego a la puerta,
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introduzco el código de entrada y ruedo mi pulgar sobre el escáner


biométrico. Pocas personas tienen acceso a esta sala, pero Elder se
aseguró de que yo pudiera entrar cuando quisiera.
Una vez que estoy dentro, las puertas se cierran detrás de mí.

Estoy sola ahora con mis pensamientos y el silencio relativo.

Y Orión.

Camino hacia adelante, hasta su Cámara de Criogenización A diferencia de


las que mis padres despertaron, esta cámara es una unidad autónoma.
Permanece en posición vertical, y una ventana circular pequeña muestra
al hombre en el interior del hielo.

Mis pasos ralentizan a medida que me acerco más a él.

No quiero admitirlo, pero estoy empezando a ver Orión en las facciones de


Elder. Mi mirada se fija en el cilindro grande en el otro lado de la sala,
donde decenas de fetos pequeños podrían ser arrancados de la sustancia
pegajosa dorada y ser convertidos en otro clon de Elder.

No otro Elder... sólo otra persona con el mismo cuerpo. La mente de Elder
no es para nada como la de Orión.

Yo nunca podría amar a Orión.

Cuando Elder me sacó de mi Cámara de Criogenización, no se dio cuenta


de que él me despertaría y yo nunca sería capaz de ser congelada
nuevamente. Pero Orión sabía. Y sabía que cuando él sacó a Robertson y a
Kennedy de sus cámaras iban a morir de asfixia por los tubos y el líquido
criogénico en sus gargantas, con los ojos desorbitados y las manos
arañando el cristal.

Él lo sabía.

Miro hacia abajo en el cronómetro bajo la cara de Orión. 05:23:34... 33...


32... 31...

Me agacho y rápidamente doy un puñetazo en los números para que el


contador de tiempo se vuelta hasta las 24:00:00.

Veinticuatro horas más de ser congelado. Elder fue capaz de programarlo


para contabilizar más tiempo, pero el reloj es meticuloso. Lo compruebo
todos los días ahora.
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Me obligo a mirar a su cara congelada, sus ojos más que helados. No


quiero que esté aquí en absoluto, separado del nuevo planeta por nada
más que hielo.
Pero si no puedo ver el nuevo mundo aún, por lo menos puedo asegurarme
de que él no pueda tampoco.

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10

Elder
Traducido por Shadowy
Corregido por LadyPandora

M
e dejo tener un momento de aire fresco antes de sellar la puerta
del puente detrás de los diez soldados para hacerle frente al
nuevo planeta. No sé cuánto tiempo paso ahí, con mi frente
presionada contra el frío metal.

Ya ha comenzado.

Puedo sentir el poco control que tenía sobre la situación deslizándose entre
mis dedos.

Cierro los ojos y exhalo en voz alta. No puedo permitirme pensar de esta
manera. No puedo dejarme vivir en los temores de Orión.

Un ruido aumenta desde la Sala de Criogenia, interrumpiendo mis


pensamientos oscuros. Al principio pienso que es sólo el volumen natural
de mil quinientas personas limitadas juntas en una enorme habitación,
pero entonces una voz grita con furia sobre el sonido de todos los demás.
Me levanto de un tirón y corro a la Sala de Criogenia.

—¿Qué pasó? —La voz de una mujer grita mientras me abro paso a través
de la multitud reunida alrededor de la última fila de Cámaras de
Criogenización.

Amy se pone delante de una mujer alta nacida en la Tierra, con brazos
largos y delgados y una cabeza gigante de tupido pelo. La voz de la mujer
es silenciada por sollozos mocosos y jadeantes mientras gime de nuevo:
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—¿Qué pa… pasó?

Amy levanta ambas manos y trata de tomar un paso atrás, pero está
atrapada por las filas de Cámaras de Criogenización. Los congelados están
agrupados a su alrededor y mi gente está mirándolos con recelo nervioso
en sus ojos.

Amy dice algo en una voz demasiado baja para que yo lo escuche, pero la
respuesta de la mujer es lanzada tan alta que todos en la Sala de Crio
pueden escuchar:

—¡¿Lo han asesinado?!

Oh, maldición.

Aumento mi ritmo, apartando a la gente en mi camino mientras me dirijo


hacia Amy y la mujer. Cuando llego a ella, Amy señala con su cabeza hacia
la señora que grita y susurra:

—Esa es Juliana Robertson.

Robertson, el mismo apellido de uno de los congelados que Orión


desconectó.

—¡Mi esposo! —chilla Juliana, con una mano presionada contra la puerta
cerrada de la Cámara de Criogenización 100.

Entonces su mano se convierte en un puño. Ella gira alrededor, agarrando


a Amy por su túnica y acercándola.

—¿Qué pasó? —dice con fiereza—. ¡Dime qué hijo de puta asesinó a mi
esposo!

Los ojos de Amy están amplios por el miedo.

—Fue... —Hace una pausa. Sé que ella iba a decir fue un accidente, pero
no puede decir la mentira.

—¡¿Quién?! —ruge Juliana Robertson en la cara de Amy. Amy se estremece


y empujo a Juliana a un lado, tirando cerca de Amy. Ella pierde interés en
nosotros y gira alrededor para enfrentarse a la multitud de gente de la
Nave reunida a su alrededor.

—¿Quién de ustedes, fenómenos, lo hizo? —grita y soy momentáneamente


atrapado en la ironía de que ella piensa que somos fenómenos por vernos
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similar, cuando esa es la misma palabra que la gente solía aplicar a Amy
por ser diferente—. ¿Qué cobarde asesinó a mi pobre esposo mientras
dormía? ¡Muéstrate! —Ella es toda furia, toda odio intenso.
Mi gente no sabe cómo responderle. Para ellos, los congelados son
peligrosos. Muchos de ellos están de acuerdo con Orión y sus acciones. Y
Juliana lleva la misma ropa verde y marrón como el resto del ejército, es
un soldado, incluso más peligrosa por su entrenamiento.

Los ojos de ellos se vuelven hacia mí. Yo soy el que se supone que los
protege.

Juliana sigue sus miradas hacia mí, pero no ve lo que significa. Ella cree
que su mirada es acusatoria, similar a una confesión del asesinato de su
esposo.

Se abalanza sobre mí, gritando y antes de que tenga la oportunidad de


reaccionar, su puño conecta con mi pómulo izquierdo, haciendo que mi
cabeza se vaya hacia atrás. Me tambaleo lejos, levantando ambas manos
en defensa.

—¡No toque a Elder! —Uno de los Nacidos en la Nave, un hombre llamado


Heller, un antiguo ganadero en el Nivel de Alimentación, grita mientras ella
salta hacia adelante, agarrando el brazo de Juliana cuando lo levanta de
nuevo para golpearme otra vez.

—No, espere... —Intento decir.

—¡No la lastime! —Otra de los antiguas congelados grita mientras salta en


la refriega.

Y tal que así: caos.

La gente de la Tierra puede ser más feroz, pero mi gente los supera en
número, quince a uno. Mientras la lucha se intensifica, la manada de
congelados retrocede hasta que sus espaldas están contra las Cámaras de
Criogenización. Chillidos y gritos ahogan cualquier otro sonido. Una mujer,
quien considero que es la madre de Amy, pues tienen los mismos ojos
verdes, agarra su muñeca, arrastrándola fuera de la muchedumbre cada
vez mayor.

Me trago un nudo en mi garganta. Es mi culpa que el Transbordador se


haya degradado en la lucha, igual que hizo el Godspeed. Soy yo quien no
puede mantener a Amy segura. Golpeo mi dedo contra mi Wi-com
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inútilmente, eso no funciona aquí.

Subo a la mesa más cercana, gritando,


—¡Alto! ¡ALTO!

Pero no hace ningún bien.

Esta es una lucha nacida de la rabia y el temor.

Puños golpean contra la carne; la sangre brota de nuevas heridas. Una


silla es lanzada a la multitud, luego lanzada contra una Cámara de
Criogenización con un estruendo ensordecedor. Juliana Robertson, con su
cabello salvaje volando, grita mientras se abalanza hacia mí, pero es
atrapada por uno de los míos, estrellándola contra una Cámara de
Criogenización. Bajo de la mesa, arrojándome entre los cuerpos luchando
y siendo golpeado por mi esfuerzo.

—¡YA BASTA! —ruge El Coronel Martin desde la puerta. Las personas más
cercanas a él hacen una pausa, peor la lucha continúa—. ¡DIJE QUE YA
BASTA! —vuelve a gritar, caminado directo a través del medio del medio de
la multitud—. ¡RETÍRENSE!

Y lo hacen.

Los militares que habían sido dejados adentro con nosotros dejan de
luchar. Incluso Juliana Robertson. Flujos de sangre le bajan por ambas
fosas nasales y sus ojos están rojos, pero sus puños están abiertos y da un
paso atrás en silencio.

—¿Qué demonios está pasando? —ruge el Coronel Martin. Sus ojos


rebotan entre Juliana, yo y viceversa. Detrás de él, los diez hombres y
mujeres que se llevó con él por la sonda se extienden como dardos de
combate.

—Mi esposo —dice Juliana a través de dientes apretados—. Fue asesinado,


señor.

El Coronel Martin inclina su cabeza.

—Lo sé. —Los ojos de Juliana destellan—. Está despedida. Vaya a la zona
de almacenamiento y cálmese.

—Señor, era mi esposo.


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—Lo sé —dice el Coronel Martin—. Y mi amigo. Está despedida.

—Ellos lo asesinaron.
—Despedida. —La voz del Coronel Martin no presagia ninguna concesión y
Juliana gira sobre sus talones, caminando furiosa hacia la sala donde
habían sido almacenados los baúles. Varios otros miembros del ejército la
siguen.

Mi gente me mira y yo inclino mi cabeza hacia el otro lado de la Sala de


Criogenia. Se dirigen de vuelta, pero noto la forma en que sus espaldas
siguen rígidas, sus mandíbulas tensas. Siguen listos para una pelea. Esto
no ha terminado, sólo es una pausa.

El Coronel Martin camina a zancadas hacia mí, con furia en sus ojos.

—¿Esto es lo que tú llamas liderazgo? —gruñe en voz baja—. ¿Esto es lo


que tú llamas control?

—No. —Muerdo la palabra y a continuación añado:

—Señor.

Amy y su madre se acercan ahora que la lucha ha terminado. Algo en el


rostro del Coronel Martin se suaviza cuando las ve.

El Coronel Martin camina hacia adelante, llamando la atención.

—Todo el mundo, Nacidos en la Nave y Nacidos en la Tierra por igual,


tengo noticias. Pero primero, una advertencia: si no trabajamos juntos,
nunca seremos capaces de sobrevivir en este Planeta.

Sus palabras son fuertes y firmes, pero no grita. Sin embargo, veo como la
lucha deja a mi gente y dejan ir su ira con el fin de escuchar.

—Encontramos la sonda, a casi un kilómetro de distancia, al borde del


bosque en el que aterrizamos. Fuimos incapaces de comunicarnos con la
Tierra, pero tengo la esperanza de que seamos capaces de contactar pronto
con nuestro planeta madre.

Él toma una respiración profunda. Cada ojo está sobre él.

—Además, vislumbramos las criaturas que han podido escuchar desde el


interior del Transbordador. Son grandes aves reptiles, parecen
depredadores y posiblemente carnívoras.
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Ante sus palabras, un escalofrío corre a través de toda la multitud. Esto es


cada pesadilla que siempre han tenido sobre el planeta hecha realidad.
—Constantemente debemos ser conscientes del peligro que tiene este
planeta. Y debemos luchar contra eso, no entre nosotros.

El Coronel Martin mira a su alrededor, al caos que la lucha causó, mesas y


sillas volcadas, salpicaduras de sangre, ropa rasgada.

—Está claro que no seremos capaces de permanecer dentro de los confines


del Transbordador indefinidamente, a pesar de la protección que nos
ofrece. A tal efecto, nuestras primeras misiones serán destinadas a la
supervivencia: buscar agua, comida y refugio. Todo el mundo tendrá que
contribuir a esta tarea. El trabajo comenzará mañana.

Me lanza una mirada de disgusto.

—No se maten unos a otros mientras tanto.

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11

Amy
Traducido SOS por Jo y Dai
Corregido por LadyPandora

P
apá me empuja a un lado poco después de que separa la
desastrosa pelea.

—¿Hay algún lugar donde podamos hablar? —pregunta con


gravedad.

—En el Laboratorio de Información —digo, sacudiendo mi cabeza hacia


este. Brevemente, los ojos de Elder encuentran los míos desde el otro lado
de la abarrotada y tensa habitación. Si pudiéramos sólo tener un momento
para nosotros, tal vez podríamos empezar a encontrarle el sentido a este
mundo. Pero Elder tiene casi mil quinientas personas que necesitan que
respondan sus preguntas justo ahora. Y yo tengo una.

Papá me sigue al otro lado de la Sala de Criogenia y no comenta, ni


siquiera cuando el escáner biométrico junto a la puerta reconoce mi firma
genética. Él espera que la puerta se selle cerrada antes de decir algo.

—¿Quién es ese? —pregunta, acercándose a la Cámara de Criogenización.


Orión es atrapado a mitad de acción, sus manos agarrando el vidrio, sus
ojos ensanchados bajo el hielo.

—Ese es el hombre que mató al marido de Juliana Robertson. E intentó


asesinarte también a ti.

Papá se gira hacia mí.

—Han ocurrido muchas cosas mientras yo estaba dormido. Necesito que


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me pongas al día.

No necesito preguntarle por qué me está preguntando a mí y no a Elder.


Aun así, casi vacilo en hablar. ¿Estoy debilitando la posición de Elder al
decirle a mi padre lo que sé en lugar de insistirle en que hable con Elder
directamente?

No… no. Mi padre necesita saber la verdad acerca de Orión y sé que Elder
vacilaría en explicar todas sus fallas. Papá no necesita excusas, necesita
saber exactamente por qué Orión es peligroso. Explico, tan bien como
puedo, quién es Orión y por qué pensó que asesinar a los congelados del
ejército podría salvar a su propia gente.

No le digo cuál es el plan de Elder para papá y el resto de los congelados


para juzgar y castigar a Orión. Hago que parezca que el castigo de Orión es
ser congelado, no lo quiero despierto, si siquiera para juzgarlo. Lo quiero
vivo por siglos atrapado en hielo, justo como yo lo estuve.

Papá sacude la cabeza, intentando entender por qué Orión dejaría que sus
amigos se derritieran hasta morir. Se estira, metiendo un mechón de mi
cabello rojo detrás de mi oreja.

—Has pasado por mucho —dice, su voz rompiéndose con arrepentimiento.

Mi mano derecha va inconscientemente a mi muñeca izquierda, frotándola,


volviendo a trazar el área que una vez, hace tres meses, estuvo amoratada
por ser forzada al suelo, aplastada entre la tierra y un hombre que
disfrutaba de la maldad que cometía.

Papá envuelve su brazo alrededor de mí.

—Los Nacidos en la Nave —comienza suavemente—, son diferentes de lo


que esperaba.

—Son diferentes de lo que yo también esperaba.

—Cualquier cosa que pueda ayudarme a entenderlos…

Suelto mi muñeca y trago las palabras que quiero decir.

Papá empieza a pasearse, un hábito que obtuve de él.

—Esas personas —dice—, todos parecen iguales y tienen a un chico como


su líder, hay menos de ellos de lo que esperábamos para este tiempo. —Él
me recuerda a un animal enjaulado, girándose bruscamente a cada pared
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y caminando duramente a la siguiente—. Y si los registros de investigación


son correctos, el viaje aquí no tomó trescientos años… la investigación
prueba que más de medio milenio ha pasado.
Así que ese es el tiempo el Godspeed ha orbitado el planeta bajo la tiránica
regla del sistema Eldest: doscientos años extras. Seis, ¿tal vez ocho Eldest?
Y un Elder que se negó.

—¿Qué pasó en esos cinco siglos? —continúa papá, pero está hablando
más consigo mismo que a mí—. ¿Qué se han hecho a ellos mismos?
Obviamente algún tipo de modificación genética. Pero sus reglas sociales
también han cambiado con el tiempo…

—Han estado jugando con modificadores genéticos —digo. La atención de


papá se detiene en mí; me está escuchando con una intensidad que nunca
antes he visto en él—. Quiero decir, hicieron algo para volverse mono-
étnicos, obviamente, pero sé que los bebés son inyectados con material de
modificación genética antes de que hayan nacido. —Papá no dice nada, su
embelesada atención me está poniendo un poco nerviosa, un poco
habladora—. Me dijeron que era para prevenir problemas. Vieron la raza
como fuente de conflictos, y la religión, y cualquier cosa más que los haría
estar en desacuerdo o pelear.

Papá parece contemplativo.

—Suenas como uno de ellos —dice finalmente.

—¿Disculpa?

—Escucha cómo dijiste eso —dice él—. ¿Disculpa? —Me lanza las palabras
acusadoramente—. Ahora tienes acento.

—¡No lo tengo!

Me mira de pies a cabeza.

—Lo tienes.

Entrecierro los ojos. Ni siquiera sé por qué importa. Tal vez sí sueno como
ellos. ¿A quién la importa?

—¿Qué más puedes decirme? —Papá me mira fijamente—. ¿Qué has


aprendido mientras estabas despierta?

Aprendí que la vida es tan, tan frágil. Aprendí que puedes conocer a
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alguien durante sólo días y nunca olvidar la impresión que dejó en ti.
Aprendí que el arte puede ser hermoso y triste al mismo tiempo. Aprendí
que si alguien te ama, esperará a que tú le correspondas a ese amor.
Aprendí que lo mucho que quieras algo no determina si lo tendrás o no,
ese “no” puede no ser suficiente, pero la vida no es justa, que mis padres
no pueden salvarme, que tal vez nadie pueda.

—No mucho —murmuré.

—Vamos, ahora. —Papá se detiene, enfrentándome—. Cualquier detalle,


sin importar lo pequeño que sea, puede ayudarme a entender a estos
Nacidos en la Nave.

No me gusta la manera en que los llama “Nacidos en la Nave,” como si por


haber nacido en la Nave eran menos humanos que las personas Nacidas
en la Tierra.

—Lo que realmente quieres saber —digo—, es cómo asegurarte de que


todos no nos rompamos entre nosotros, ¿cierto? —La pelea de antes está
demasiado fresca en nuestras mentes. Somos como un barril de polvo; sólo
una chispa nos hará explotar.

Papá asiente, esperando a que continúe.

—Vamos afuera —digo apurada, mi voz rogando—. Dejemos que todos


vean el planeta. Dejémosles saber qué hay detrás de las paredes. Estas
personas nunca han tenido nada más que una jaula de acero. Si abres la
puerta, si los dejas ver el mundo, lo amarán y harán lo que sea que haga
falta para hacer que esta misión funcione. Harán lo que sea que haga falta
para construir un nuevo hogar.

—No es seguro —comienza papá, pero lo interrumpo.

—La cosa más peligrosa que puedes hacer ahora es mantener esa puerta
con seguro. Ábrela, o romperán las paredes ellos mismos.

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Papá envía a la gente afuera en grupos de más o menos cien, con una
persona armada del ejército por cada diez personas. Mientras organiza los
grupos, le envío a Elder una sonrisa triunfante. Elder aleja la mirada,
frunciendo el ceño.
—¿Cuál es tu problema? —le pregunto en voz baja mientras papá empieza
a organizar el primer grupo para que se vayan.

—Nada. —Elder no me cruza la mirada.

—No —digo con tanta fuerza que Elder se gira para mirarme con
sorpresa—. No puedes enfurruñarte y sólo no decirme qué está mal. ¿Qué
te está molestando?

—¿No parece un poco… manipulador? —pregunta.

—¿Qué?

Elder mira la entrada, donde papá está de pie, dando órdenes al personal
militar con atención en frente de él.

—¿Papá? —pregunto con incredulidad—. ¿Crees que está manipulando a


todos?

—Es algo que Eldest haría —dice Elder, de nuevo evitando mis ojos—.
Darle a las personas algo grande para distraerlos por lo que es realmente
importante.

—¿Y de qué crees que papá está intentando distraer a todos? ¿Del
planeta? Porque eso es exactamente lo que les está dando. Y esa era mi
idea, no suya.

Elder no responde al principio.

—Lo siento —dice finalmente, sin embargo no estoy segura de creerle. Él


se gira para enfrentarme—. Lo siento —dice de nuevo, esta vez sincero—.
Realmente no creo que tu padre sea como Eldest.

Le ofrezco una sonrisa débil, pero ambos sabemos de dónde los


pensamientos de Elder acerca de esto realmente han venido. Orión. Aún
congelado, no podemos escapar de él.

Papá es cuidadoso en dejar claro que las primeras personas que pueden ir
son aquellos del barco, a pesar de las protestas de los científicos como mi
madre que anhelan comenzar a investigar y explotar al planeta. Al menos,
Elder está agradecido por esto, creo, y sé que la mayor parte de la gente de
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Godspeed está agradecida por la oportunidad.

No es que todos la acepten. Sólo aproximadamente la mitad de las


personas de la Nave se atreven a ir afuera, incluso con el guardia armado.
Están llenos de miedo y se acomodan en las paredes que han conocido
todas sus vidas. El Trasbordador ya está comenzando a apestar a olor
corporal y desechos. Papá hizo que Emma tomara los tres cuerpos de las
personas que no sobrevivieron al aterrizaje para enterrarlos, pero hay poco
que puedan hacer con los otros olores.

No sé qué van a hacer Elder y papá cuando llegue el momento de dejar el


Trasbordador permanentemente. Kit se ve casi exhausta y su
abastecimiento de medicina de parches amarillos contra la ansiedad ya se
está acabando.

Noto que nadie usa un parche Phydus verde claro.

Elder y yo estamos en el último grupo para salir, junto con la gente de la


Tierra, quienes han estado esperando impacientemente. La multitud de
científicos en la puerta con entusiasmo. Mi madre ya carga frascos de
especímenes en ambas manos y la sonrisa en su rostro es lo
suficientemente ancha para hacer que mis mejillas duelan. Papá se queda
en la puerta del Puente, silenciosamente contando mientras cada uno pasa
a través de ella.

Deslizo mi mano a través de la de Elder a medida que nos acercamos al


Puente. Él mira nerviosamente hacia papá, cuyos ojos no se pierden nada,
pero yo no lo dejo ir.

—¿Lista? —pregunta Elder a medida que pasamos a través de la puerta


que conduce al nuevo mundo.

Estoy muy emocionada como para responder. Una ola de calor me golpea,
pero se trata de una cálida brisa de un día de verano acabando, no el
asfixiante aire claustrofóbico difícil de respirar de una lanzadera.

Emma Bledsoe está de guardia en el panel de control, un rifle de largo


alcance listo mientras explora el bosque y el cielo buscando más de los
monstruos pterodáctilos… o cualquier otra cosa que podría estar
escondiéndose en la penumbra. Miro la vista delante de mí, asimilando
mucho más que la última vez que dejé la lanzadera.

Entonces, yo estaba demasiado consumida por el miedo por Elder y por mi


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horror al monstruo pterodáctilo como para notar algo más. Incluso ahora,
tengo que dejar de lado mi terror acerca de qué criaturas podrían vivir en
la creciente oscuridad y me obligo a ver lo que este mundo tiene para
ofrecer. El bosque que rodea el Transbordador es diferente a cualquier
bosque que jamás he visto.

En lugar de los árboles con un tronco grueso, con ramas que se elevan
hacia el cielo, cada uno de estos árboles tiene decenas de troncos
pequeños y delgados enredados todos juntos. Los troncos no son más
gruesos que mi pierna, pero se retuercen y entretejen en troncos más
gruesos. Las ramas están enredadas en nudos con los extremos llenos de
hojas verdes… pero las hojas son delgadas y anchas y casi parecen como
trapos colgados sobre los lados de las ramas para secarse.

—¿Amy? —dice Elder, atrayéndome a la realidad. Doy un paso hacia


adelante.

Las marcas del aterrizaje del Transbordador son claras: hemos diezmado
un enorme trozo de esta tierra. La arenilla de debajo del Transbordador
está negra por la quemadura y parece como si hirviera y luego se congelara
de nuevo. Humo se desplaza hacia arriba en perezosos bucles, y me alegro
de que la rampa sea lo bastante larga para llevarnos a donde el suelo
puede ser de color negro, pero al menos no está burbujeante.

Cuando mis pies tocan el suelo, jadeo. Tierra. Tierra real y verdadera bajo
mis pies. Lo primero que hago es cerrar los ojos. Respiro hondo… me
imagino llenando mis pulmones con más que aire, con tierra, con árboles,
con un océano. Y luego exhalo y todo es aún más grande que antes. Aire.
No reciclado… un soplo de aire fresco, limpio, con aromas de la tierra, las
plantas y mucho más.

A pesar de que decenas de personas están a mi alrededor, muchos de ellos


levantando la vista al cielo o huyendo cerca de la lanzadera, esperando que
una de las cosas con forma de pterodáctilo desciendan en picado y se
apoderen de ellos, de lo único que soy consciente es de que Elder está
tomando mi mano y el mundo entero se extiende ante nosotros.

Y sé que lo que le dije a mi padre era cierto: probemos el mundo y haremos


todo lo necesario para transformarlo en nuestro hogar.

—¿No es increíble? —le pregunto a Elder.


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Él asiente en silencio. Sus ojos también están en el cielo, pero sé que no


está buscando a un monstruo en las nubes oscuras que bajará volando y
nos atacará. Él está buscando las paredes que no están ahí, que nunca
estarán allí.
—¡Cuidado!

Con los dos mirando al cielo, estamos a punto de pisar a un pequeño


hombre en cuclillas sobre la tierra, con una pila de yeso blanco a sus pies.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto.

Como toda respuesta, el hombre, uno de los biólogos de la misión, levanta


con cuidado el yeso, dejando ver una huella enorme.

—El Coronel Martin me dio permiso para iniciar la recopilación de pruebas


de las formas de vida en el planeta —dice el científico.

Reconozco esta huella, es del pájaro dinosaurio que atacó a Elder la


primera vez que desembarcamos. Cuando el biólogo levanta suavemente el
molde de yeso, puedo ver la larga huella con las garras del monstruo. Los
montones de tierra arenosa de color amarillo dañan la imagen, pero
cuando el científico comienza a apartarla, reprimo un estremecimiento.
Recuerdo cuando esas garras se cerraron en la carne de Elder.

Elder toca su pecho, como si todavía sintiera el dolor bajo el vendaje hecho
para él. Sin mediar palabra, nos alejamos mientras el científico salta hacia
arriba para mostrar el molde a sus colegas. Empiezo a regresar cerca de la
Nave, pero Elder me aleja de la multitud creciente, más cerca del bosque.

—¿Todavía duele? —pregunto.

Elder deja caer su mano en su pecho.

—No mucho —murmura. Su atención parece centrada en los árboles.

—¿Qué estás buscando?

Elder niega con la cabeza, sus ojos mirando a lo largo de la maleza en el


suelo del bosque.

—Cuando me atacó… —dice lentamente—, me pareció oír…

Se inclina hacia abajo, mirando fijamente al suelo. Las sombras de los


árboles y la luz mortecina del crepúsculo dificultan su visión. Él se
arrastra hacia adelante.
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—¿Has visto eso? —dice casi en un susurro.

Me agacho junto a Elder. En la base del árbol más cercano, veo lo que
podrían ser huellas de animales, aunque no son como las huellas de los
animales que he visto antes. La mayoría de las impresiones son
indistinguibles… el animal que sea que caminó aquí pasó por el mismo
lugar varias veces. Pero en la base del árbol hay una impresión perfecta,
integrada de una profundidad de dos centímetros en el suelo blando, con
líneas nítidas y formas claras: tres dedos de los pies delante de un óvalo
marcado por líneas entrecruzadas.

La mano de Elder sobre la huella. La parte posterior de la impresión es


aproximadamente del tamaño de su palma; los dedos de los pies, o garras,
se extienden unos centímetros más allá de sus dedos.

¿Qué clase de animal deja huellas de este tipo? El monstruo pájaro tenía
garras curvas pero las garras escamosas de este parecen tener los bordes
como un serrucho, como si pudieran destrozar mi carne sólo rozando mi
piel.

—Debemos hacer que los científicos realicen otro molde —le digo, de pie.

Cuando Elder también se levanta, una voz profunda clama:

—Deben permanecer con el grupo.

Un hombre joven con uniforme militar se adelanta desde el bosque, justo


delante de las huellas de animales que Elder había estado examinando.
Elder gruñe con frustración, pero al hombre no parece importarle.

El tipo es joven… no puede ser mucho mayor que yo, sin duda debe tener
poco más de veinte años. Tiene los ojos sorprendentemente azules que
contradicen a su cabello oscuro. Vagamente lo reconozco como uno de los
hombres que mi padre trajo con él en la Misión de Investigación, pero no
sé su nombre o rango.

Cuando se da cuenta de qué lo estoy mirando, me lanza una rápida


sonrisa antes de volver su atención a la lanzadera y darle a papá, que está
mirándonos, una señal con la mano dándole a entender que está todo
despejado. Me sonrojo. Lleva un uniforme vacío… sin su nombre o rango
visible. Antes de que pueda preguntarle quién es, papá interrumpe.

—¡Permanezcan cerca del grupo! —Ladra desde lo alto del puente, en el


Transbordador. El soldado se gira para continuar su patrulla.
Página78

Elder lanza miradas furtivas hacia arriba a mi padre, mientras me arrastra


hacia la lanzadera. Tiro de su brazo, agachándome alrededor hacia el otro
lado. También hay militares en este lado de la lanzadera, pero al menos
estamos lejos de la mirada demasiado atenta de mi padre.

Y entonces me doy cuenta de los soles. Dos de ellos. No sé cómo no me di


cuenta antes, ¿quién piensa en mirar el sol?, pero ahora están bajos en el
cielo, arrojando una especie de crepúsculo azul verdoso.

Dos soles.

Dos.

Por supuesto, yo sabía, siempre supe, que Centauro-Tierra tendría dos


soles. Incluso había notado los dos astros gigantes brillantes desde la
ventana de la lanzadera. Hay una diferencia, sin embargo, al ver a dos
grandes estrellas desde una Nave espacial y ver a dos soles brillantes
desde la tierra.

—Es así… es tan hermosa —digo, incapaz de ocultar el asombro de mi voz.


El agarre de Elder en mi mano se hace más fuerte en respuesta.

Me vuelvo a mirarlo y veo la maravilla que siento en mi corazón reflejada


en su expresión. Mis labios se arrastran hacia arriba en una sonrisa tan
incontenible que me siento como si mi cara nunca fuera a dejar de sonreír.
La mano de Elder se desliza fuera del agarre, subiendo por mi brazo,
dejando la piel de gallina a su paso.

Mi respiración se atrapa en mi garganta.

Me inclino hacia delante, en puntillas y una brisa cálida y terrosa del


bosque parece empujarme a sus brazos. Nuestro beso no tiene la pasión
furiosa que compartimos en el aterrizaje del Transbordador. Esto es
diferente… es como una ola del océano, cubriéndonos, ahogándonos tanto
en calor, dejándonos sin aliento y con los ojos brillantes.

Uno de los soles se hunde en el horizonte, el otro todavía se aferra a la


orilla del mundo, derramando su luz desvaneciente. Pocas estrellas
brillantes son visibles. Y una estrella, la más brillante que se mueve
visiblemente contra el cielo, me llama la atención. ¿Eso es Godspeed? Si
pudiera conseguir un telescopio lo suficientemente potente, ¿podría divisar
el destrozado puente de acero?
Página79

Me muevo para besar a Elder, pero él se aleja. Miro detrás de mí a tiempo


para ver a mi padre en silencio escapando y perderse de vista.
Le doy la espalda a los dos al mismo tiempo que el último sol cae por
debajo del horizonte y el mundo es cubierto por oscuridad.

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12

Elder
Traducido por carmen170796
Corregido por Mari NC

M
ientras caminamos de regreso hacia la rampa que conduce al
Transbordador Espacial, la voz de una mujer, la mamá de Amy,
atraviesa la tranquilidad de nuestra primera noche en Centauro-
Tierra.

—¡Miren! —grita.

Amy jadea mientras su mirada sigue el dedo apuntando de su madre. El


suelo... está brillando.

Es sutil pero está ahí: bajo la ennegrecida mirada del suelo quemado,
puedo ver, incluso muy débilmente, un cálido brillo iluminando la tierra.
Me recuerda a cuando se quemó el Nivel de Alimentación, a como las
paredes de Distribución de Comida ardieron en rojo y amarillo bajo las
brasas ennegrecidas.

—¿Qué lo está haciendo brillar así? —susurra Amy.

No tengo idea, estoy demasiado distraído por lo que veo a un lado del
Transbordador. Me acerco, el suelo bajo mis pies se siente duro, como
mosaicos o vidrio, no como el petróleo arenoso de lo que está hecho el
resto del mundo. Los cohetes en el Transbordar literalmente derritieron el
polvo.

Amy me sigue.

—¿Qué estás mirando? —pregunta.


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Señalo.

—¿El símbolo?
Ella se mueve hacia el Trasbordador, tocando la gigante placa de metal
grabada con un águila.

Debajo, en letras uniformemente espaciadas y en negrita, está el nombre


de la Nave. El hogar que dejé atrás.

GODSPEED

—Ese es sólo el símbolo de la Nave FRX —digo—. También estaba en el


Nivel de Alimentación. Pero eso no es lo que...

—¿Estaba en el Nivel de Alimentación? —interrumpe Amy—. Nunca lo vi.

—Había una pequeña roca y una marca en el metal exactamente en el


centro de la Nave. Tenía una placa; se llamaba “Punto Cero”. —Me encojo
de hombros—. Estaba en el medio de uno de los Campos de Vacas.

Amy suprime un escalofrío; a ella nunca le gustaron las vacas en


Godspeed.

—Pero eso no era lo que estaba mirando —digo, señalando a la derecha de


la placa de metal, al área que casi está escondida detrás de la rampa—.
Mira.

Dos enormes marcas oscuras rayan la base y lado del Transbordador.


Parecen efectos secundarios de explosiones, dos abolladuras profundas
con marcas negras alrededor de ellas.

—¿Qué es eso? —pregunta Amy, estirándose hacia la abolladura.


Fácilmente es del tamaño de todo su brazo pero está demasiado alto para
que ella la toque.

—No lo sé —murmuro—. Pero estoy dispuesto a apostar que eso es lo que


nos golpeó fuera de curso. —Frunzo el ceño. No puedo decir si las
abolladuras fueron hechas por el mal funcionamiento de nuestros cohetes
o si golpeamos algo.

O si algo nos golpeó.


Página82

—¿Crees que tenía razón? susurro—. ¿Que era una de esas aves-cosas?
¿O pudo haber sido...
—¡Todos adentro! —grita el Coronel Martin. La Teniente Coronel Bledsoe y
sus hombres rápidamente suben a todos por el pasaje de vidrio, todos
felizmente desconocedores de nuestras sospechas.

La madre de Amy la llama, haciéndole señas hacia el lado del


Trasbordador. Amy me lanza una sonrisa de disculpa mientras se gira
lejos de mí hacia su madre, quien está parada cerca del borde del suelo
quemado. Cuando Amy se acerca, ella la levanta en un abrazo
entusiasmada.

—¿No es fascinante este lugar? —dice su madre rápidamente—. He estado


coleccionando especímenes. No podía esperar. Tu padre está enojado de
que me haya demorado tanto, pero lo superará.

—¡Adentro! —grita de nuevo el Coronel Martin. Bledsoe nos espera en la


parte inferior de la rampa de vidrio; somos los únicos civiles afuera.

El soldado más joven que conocimos antes se acerca a nosotros.

—Hora de entrar —dice—. No es seguro aquí afuera.

Amy reacciona ante él.

—No te presentaste antes —dice. Hay algo en su voz que me hace


entrecerrar mis ojos al intruso.

Él estira su mano para ayudarla a subir la rampa, y sus dedos se detienen


en el codo de él.

—Cabo Chris Smith a su servicio —dice con una sonrisa que


inmediatamente me pone ansioso—. Comparezco ante su padre.

—Así como todos los demás —responde ella, su propia sonrisa iluminando
su cara.

—Excepto yo.

Mis palabras hacen que ambos Chris y Amy se detengan. Hay una
apreciación en la mirada de Chris ahora mientras me echa una ojeada, y
me encuentro frunciendo el ceño aún más ya que esta persona piensa que
tiene derecho de juzgarme.
Página83

—Vamos —digo, estirándome para agarrar la mano de Amy.


Ella hábilmente me evita, un nuevo interés en sus ojos mientras mira a
Chris.

—Estoy sorprendida de que alguien de mi edad calificara para la misión —


dice.

—Tengo veinte. —La voz de Chris es ronca—. Apenas pasé el límite.

—Tú estabas en el grupo que iba para encontrar la Sonda, ¿cierto? —


continua Amy.

Antes de que Chris pueda responder, la madre de Amy empuja un frasco


de arena que recolectó dentro de las manos de Amy, completamente ajena
a la sonrisa que Chris le lanza a Amy.

—Debe haber algún tipo de fosforescencia —dice emocionadamente—. Por


supuesto —continua ella mientras suben la rampa—, lo que quiero saber
es si hay una fuente de bioluminiscencia en la arena. —Chris atrapa mi
mirada y rueda sus ojos mientras la madre de Amy sigue divagando, pero
yo sólo lo miro con el ceño fruncido—. Sabes, tal vez fue causada por una
reacción química, tal vez el calor del aterrizaje del Trasbordador… —Ella
sacude otro pequeño frasco de arena, y los pedazos brillantes me
recuerdan a las estrellas en el cielo.

Su voz se va apagando mientras ella llega a la parte superior de la rampa y


ve al Coronel Martin, sus oscuros ojos enojados moviéndose rápidamente a
mí, después de nuevo a su esposa. Amy no nota cuando su madre me
lanza una mirada de sospecha y aprieta más fuerte el frasco mientras
atrae a su hija en un fuerte abrazo con un solo brazo y la conduce a través
del puente hacia adentro del Transbordador

Sus miradas fueron claras.

No soy de confiar, incluso con muestras de arena.

La Teniente Coronel Bledsoe permanece en la puerta con el Coronel Martin


y Chris.

—Quiero hablar más sobre los problemas de tecnología que hemos estado
teniendo —le murmura el Coronel Martin a Chris, acercándolo al panel de
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control en el puente.

Chris asiente confiadamente; él debe ser algún tipo de experto en


tecnología.
—Bien —dice—, pero primero debería ver esto. —Él le pasa al padre de
Amy un cubo que destella dorado con la luz reflejada desde el interior del
Trasbordador. Cuando el Coronel Martin me nota mirando, cierra la puerta
del puente de un golpe detrás de mí.

Trato de no tener arcadas cuando entro al Nivel de Criogenización.


Realmente no me había dejado notar el hedor antes, pero han pasado
menos de veinticuatro horas y ya el Transbordador es casi insoportable.
Cerca, uno de los mayores —Heller, él que me defendió de Juliana
Robertson— se mueve incómodamente.

—Malditos puntos —dice, tocando la herida desigual en su pierna.

—No hay nada que hacer excepto tratar de dormir —dice el hombre a lado
de él, su sombrero de ala ancha ya cubriendo su cara.

Heller gruñe y descansa su barbilla sobre su pecho

Ellos tienen razón. Ahora que las puertas del trasbordador están cerradas,
la única cosa que nos queda es preocuparnos o dormir, y estoy harto de
preocuparme. Sin embargo, no es fácil dormir en el duro piso de metal.

No hay suficiente espacio para que todos se acuesten, especialmente dado


que parece que hay una pared invisible entre mi gente y los nacidos en la
Tierra, entonces mi gente trata de encontrar maneras de dormir sentados,
apoyándose contra la curva del Transbordador o contra el otro.

Opuestos a nosotros, los Nacidos en la Tierra han bajado las mesas de los
platillos de Crio, limpiándolos y haciendo camas usando sabanas y bolsas
de dormir que sacaron de un compartimiento de almacenamiento bajo el
piso. No es ideal, pero es lujoso comparado con la condiciones de vida al
otro lado del Transbordador.

Desearía poder hacer más por mi gente, algo.

Sin realmente pensarlo, me encuentro dirigiéndome hacia Amy. Cuando la


alcanzo, sin embargo, las veo a su madre y a ella discutiendo mientras su
mamá extiende bolsas de dormir sobre las mesas de Cámaras Crio 40,41 y
42.
Página85

—No es justo —le dice Amy a su madre.

—¿Qué no lo es? —pregunta, alisando la bolsa de dormir.


Amy levanta la mirada mientras me acerco, y su madre sigue su mirada.

—Sólo hay cien bolsas de dormir —dice Amy.

—¿Cómo eso no es justo? —Si bien Amy y su madre sonaban enojadas


antes, ahora su madre habla con palabras suaves y cuidadosamente
mesuradas.

Amy interrumpe.

—Mamá, este es Elder. No se han conocido oficialmente. Elder, esta es mi


madre, Dra. Maria Martin. —No creo que la Dra. Martin necesitara que me
presentara. Ella no hace más que asentir reconociendo mi presencia, y la
máscara cortés que cae sobre su cara no revela sus verdaderos
pensamientos. Sólo puedo suponer lo que le ha dicho el Coronel Martin.

La Dra. Martin alisa la bolsa de dormir sobre la Cámara crio de Amy aun
cuando no lo necesita. Debajo de su propia Cámara crio, noto los frascos
de muestras de arena brillante que ella recolectó antes de volver al
Transbordador. Y no puedo evitar mirarlos, preguntándome —como la
mamá de Amy— qué hace que la arena brille como estrellas.

—La Nave FRX proporcionó los recursos básicos que necesitaríamos


cuando la Nave aterrizara y despertáramos. Sólo hay cien, suficientes para
cada uno de nosotros —dice la Dra. Martin—. ¿Cómo se suponía que la
Nave FRX supiera cuantas personas habría cuando aterrizáramos?
Además, ellos sabían que nos íbamos, ¿verdad? —Ella dirige su atención
hacia mí, aun usando la expresión en blanco de urbanidad que cayó sobre
sus rasgos antes—. Por supuesto que Elder y su gente empacaron sus
propios suministros y se prepararon por sí mismos. Han tenido cientos de
años para prepararse para este momento.

Pienso en los últimos días antes de que el Transbordador se lanzara. Era


un caos. Todavía no se habían recuperado del disturbio en la Ciudad y la
decisión de Bartie de quedarse. Algunos vinieron al Transbordador al
último momento, corriendo hacia la entrada en el estanque justo antes de
que cerrara la puerta, llevando sólo un poco de cosas con ellos. Nadie trajo
una cama. Y los pocos que trajeron sábanas o edredones las trajeron más
como reliquias de familia que cosas para dormir.
Página86

—Hay dos extras —dice Amy. Las bolsas de dormir destinadas para
Robertson y Kennedy, los que Orion mató—. Elder puede tomar una. ¿Y tal
vez Kit puede tomar la otra?
Sacudo la cabeza. No hay manera de que vaya a dormir mejor que mi
gente.

—Estamos bien, Amy —digo—. Tu madre tiene razón. Debimos haber


estado preparados cuando nos fuimos.

Amy abre la boca para objetar, pero su madre la interrumpe.

—Ahí, ¿Ves? Los Nacidos en la Nave están bien; él mismo lo dijo. Ahora
prepárate para dormir.

Puedo ver que Amy quiere discutir, pero sacudo la cabeza, sólo una
fracción. No quiero que pelee, no por mi bien, no por una bolsa de dormir.
Amy se acerca, estirando para agarrar mi mano —no sé si ella quiere
seguirme de regreso a mi lado de la Nave o mantenerme en el lado de los
Nacidos en la Tierra— pero conozco mi lugar en el Transbordador, y ella
conoce el suyo. De mala gana esquivo su agarre y camino hacia mi gente.
La Dra. Martin usó una máscara para esconder su cautela cuando me
habló; puedo usar una ahora para esconder cuánto preferiría estar con
Amy.

Página87
13

Amy
Traducción SOS por Jo
Corregido por Mari NC

¡B
rrk! ¡Brrk!

Me disparo hacia arriba, enredada en el saco de dormir,


mientras una alarma suena estrepitosamente a través de la
Sala de Criogenización y luces rojas de advertencia brillan en el
techo.

—¿Qué está pasando? —le pregunto a mamá, frotando el sueño fuera de


mis ojos.

Papá ya está corriendo por la Sala de Criogenización hacia el Puente. Un


segundo después, Elder lo sigue. Lanzo el saco de dormir fuera de mis
piernas y me levanto, corriendo al pasillo.

Emma Bledsoe me atrapa mientras alcanzo la puerta.

—Deja que el Coronel Martin se encargue de… —comienza, pero me libero


de su mano y corro por el pasillo. Ella me pisa los talones.

—¿Qué es eso? —grito sobre el sonido de la alarma. Papá levanta la


mirada mientras Elder aprieta un código en el panel de control del puente.

—El Transbordador va a cerrarse totalmente —dice Elder, maldiciendo


mientas la alarma continúa a pesar de los códigos que está tecleando en la
computadora.

—¿Qué pasó? —ruge papá, por primera vez noto a Chris de pie junto a la
puerta.
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—Estuve de turno toda la noche, señor —dice, nervioso—. Nadie estuvo


aquí. Sólo empezó a sonar.
—Los sensores del Trasbordador están destrozados —dice Elder—. Está
detectando rápidos cambios de presión.

—Pero la presión no está cambiando —dice papá, estirando su mano como


si esperara que la presión del aire repentinamente disminuyera.

—Lo sé —dice Elder—. Es por eso que dije que los sensores están fallando.

—¿Puedes apagar las malditas alarmas? —grita papá.

—El cierre total será en quince minutos y contando —interrumpe la voz de


la computadora antes de que la alarma continúe.

Elder lanza sus manos hacia arriba.

—Aún si pudiera arreglarlo, no hay manera de que pueda hacerlo


funcionar de nuevo en quince minutos. Esa puerta se va a sellar de un
modo u otro.

—¿Por cuánto tiempo?

Elder se encoge de hombros con frustración.

—No lo sé. Depende de si el problema está viniendo de los mismos


sensores o si algo más está mal.

—Tenemos que sacar a todos entonces —dice papá, frunciendo el ceño. Su


frustración es evidente, pero eso no es justo. No puede esperar que Elder
sepa todo lo que hay que saber de las operaciones mecánicas de un
Trasbordador que tiene literalmente cien años.

Papá levanta la mirada al cielo, y recuerdo los horribles sonidos de


chillidos de las aves alienígenas, las grandes abolladuras en el lado del
Trasbordador. ¿Podrían haber causado de algún modo que los sensores
perdieran el control?

Emma parece estar pensando en las mismas líneas.

—Señor —dice ella—, ¿pero qué acerca de la vida silvestre nativa del
planeta? Cualquier presencia alienígena podría ser una amenaza para la
población.
Página89

Mi padre parece profundo en pensamientos por un segundo, pero luego


Chris intercede.
—Las ramificaciones negativas de confinar a la tripulación de la Nave y
nosotros en el Trasbordador por una indeterminada cantidad de tiempo,
con comida y agua limitada y sin baños, será una amenaza mayor que
cualquier cosa que el planeta podría presentar de modo verosímil. Puedo
asegurarle, señor, que el mayor peligro recae en atrapar a todos en el
Trasbordador, no en evacuarlo.

Papá se gira alrededor. Ha escuchado suficiente.

—Chris, Emma, comiencen la evacuación ahora. Todos —cada persona—


debe dejar el trasbordador. Inmediatamente. Todo militar ayudará con la
evacuación, luego recogerá la mayor cantidad de armas que puedan llevar
a la salida.

La computadora agrega:

—Catorce minutos, treinta segundos.

—¡Apúrense! —grita papá.

—Intentaré ganarnos más tiempo —dice Elder, volviéndose a la


computadora.

Quiero ayudarlo de algún modo, pero sé que sólo estorbaría. En su lugar,


corro detrás de Emma. El ejército ya está de pie y esperando órdenes. Tan
pronto como Emma les dice qué hacer, ellos se dispersan, empujando
gente al pasillo y ordenándoles salir por la puerta.

Las personas de la Nave cerca al pasillo son las primeras en ir, demasiado
sorprendidas para objetar, pienso. Los científicos intentan traer su
equipamiento con ellos.

Corro hacia mamá.

—No hay tiempo —digo, sacando el microscopio de su mano.


Honestamente, ¿un microscopio?

—Amy, ¿qué está ocurriendo? —pregunta con impaciencia, como si todo


fuera una broma que yo orquestaba. La alarma se detiene mientras la
computadora anuncia:
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—Diez minutos antes del cierre total.

—Tenemos que irnos. ¡Ahora! —digo.


—¿Por qué? —Mamá vuelve a recoger el microscopio.

—¡Las puertas se van a sellar! —grito mientras la alarma vuelve a sonar—.


¡Te quedarás atrapada adentro!

Mamá empalidece.

—¿Por cuánto?

—¡No lo sé!

Mamá finalmente entiende el mensaje. Deja caer el microscopio en la mesa


y comienza a empujar a los otros científicos al pasillo. La puerta tiene
seguros de sellado, lo suficientemente fuertes para mantener un vacío.
Estamos atrapados en un planeta con sólo las posesiones que cargamos, si
esa puerta se cierra y la computadora funciona mal, no hay nada que
podamos hacer para abrirla de nuevo.

El Trasbordador se convertirá en una tumba.

—¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! —grita Emma al grupo de Nacidos en la Nave


pegados a la pared. Corro hacia allá.

—¡Tenemos que irnos! —grito.

Ellos me miran, confundidos. Están dispuestos a escucharme antes que a


Emma, no soy uno de ellos, pero al menos me conocen, y confían en mí…
algo así. Pero no entienden que el trasbordador se está volviendo en contra
de ellos; lo ven como su única fuente de protección.

—Vayan donde Elder, acaba de salir, ¡tienen que salir! —Algo en lo que
digo debe penetrar, ellos siguen a los científicos que ya evacúan hacia la
puerta.

Una vez que algunas personas empiezan a irse, otros los siguen. Emma y
los militares han recurrido a físicamente levantar a la gente y lanzarla
hacia el pasillo. Nadie se está moviendo lo suficientemente rápido.
La alarma se atenúa mientras la computadora dice:

―Ocho minutos y contando.


Página91

Nunca vamos a salir a tiempo. Hay demasiadas personas demasiado


asustadas para moverse. Demasiado asustadas para irse.

Kit me agarra.
—¡Dile a Elder que estas personas se quedarán! —grita ella.

—¿Qué? ¡No pueden!

—¡No se irán! —dice Kit—. ¡Están petrificados! ¡Tomara semanas antes de


que estén listos para dejar el Trasbordador!

—¡Tienen que irse! —le grito mientras la alarma suena sin cesar—. ¡Si no
lo hacen, puede que nunca salgan! ¡El Trasbordador los atrapará adentro!

Chris, Emma, y unos pocos del ejército se acercan al grupo que está
apoyado contra la pared. Sus ojos están aterrados, ampliamente abiertos y
destellando blancos mientras sus miradas se dirigen de izquierda a
derecha. Una mujer cerca de mí tiene su espalda contra el metal, sus
manos sujetando los remaches a lo largo del lado.

Su cabeza está pegada contra la pared, y un hilo de sangre cae por su


brazo izquierdo, la reconozco. Esta es Lorin, una de las mujeres que cosí
cuando la Nave acababa de aterrizar. Se ha lanzado tan violentamente
contra la implacable superficie del Trasbordador que algunos de sus
puntos se rompieron.

—Lorin —digo en la voz más calmada que puedo sobre el estruendo de la


alarma—. Tenemos que irnos.

Ella sacude su cabeza, ojos ensanchados, boca formando palabras sin


sonidos.

—Tenemos que irnos —digo. Echo un vistazo a los otros aplastados contra
la pared. Nunca han vivido sin paredes, pero no puedo dejarlos morir entre
ellas tampoco.

—Suficiente de esto —gruñe Emma, empujándome a un lado mientras


toma la muñeca de Lorin y comienza a arrastrarla a la fuerza de la
habitación.

Lorin grita, empujando contra Emma con todo su peso corporal. Ella se
tambalea, y Emma la arrastra sobre sus rodillas por unos pocos pasos
antes de que Lorin sea capaz de liberarse y correr de vuelta al otro lado del
Trasbordador, contra la puerta mientras sacude su cabeza en un no, no,
Página92

no.

—Siete minutos, interrumpe la computadora.


—Chicos tienen que ir a buscar las armas —digo—. Necesitaremos todas
las armas que podamos cargar. Kit y yo podemos encargarnos del resto de
las personas.

Emma se ve como si estuviera a punto de protestar, pero lanza sus manos


con resignación y dirige al resto del personal del ejército al arsenal.

—¿Cómo…? —comienza Kit, pero la interrumpo.

—¿Dónde están los parches verdes? —grito, mi voz ya ronca por intentar
hablar sobre la alarma.

—¿Qué? —grita Kit.

—¡Phydus!

Kit busca su bolso de medicinas, sacando puñados de parches verdes.


Voluntariamente o no, pego un parche en cada una de las personas
restantes que se niegan a dejar el Trasbordador. Mejor darles una pequeña
dosis de la droga odiosa que dejarlos aquí a morir. Arrastran los pies hacia
la puerta, no lo suficientemente rápido, y les grito que se apresuren.

Alcanzo a Lorin al final, ella sigue intentando esquivar mi alcance, pero


mientras la alarma anuncia el último minuto, la tacleo y aplasto un parche
en su mano. Su mirada lo mira. La levanto, arrastrándola detrás de mí
mientras corro a la puerta.

—Treinta segundos para el cierre total, dice la computadora con ánimo.

—Veintinueve…. Veintiocho…

Corro a la puerta, más desesperada de lo que he estado alguna vez en


alguna carrera o corrida en la secundaria, empujando a la débil Lorin a lo
largo. No quedaré atrapada dentro de este maldito Trasbordador. Elder se
para en la puerta hacia el puente.

—¡Apresúrate! —grita él.

La computadora continúa contando.

—Diez… nueve… ocho…


Página93

Empujo a Lorin delante de mí por la puerta, ella cae, pero llega al otro
lado.

—… cuatro... tres…
Me lanzo a través.

La puerta se sella detrás de mí.

La alarma se detiene, pero mis oídos todavía están trinando con el sonido.

—¿Estás bien? —pregunta Elder, levantándome sobre mis pies. Kit,


jadeando, ayuda a Lorin a levantarse.

—Sí —digo, frotando mi codo. Debí haberlo golpeado contra el suelo de


metal.

—¿Cuánto tiempo estará sellada esta maldita puerta? —pregunta papá,


fulminándola como si fuera una ofensa personal.

—Se lo dije —dice Elder igual de enojado—, no lo sé.

Papá echa chispas por los ojos. No está feliz por todo esto, pero no hay
nada que pueda hacer. Mis ojos se mueven entre los dos. No es justo que
papá culpe a Elder… pero al mismo tiempo, desearía que Elder supiera un
poco más acerca de cómo revertir el cierre total.

Papá envía a Emma a reunir el ejército, luego le pide a Elder que agrupe a
su gente. Kit sigue a Elder por la rampa, guiando a Lorin de la mano.

Papá deja caer una mano en mi hombro, sosteniéndome.

—No hagas eso de nuevo —dice él.

—¿Hacer qué? —pregunto, todavía frotando mi codo.

—No te pongas en una posición donde te sacrifiques por esas personas. Si


unos pocos se quedaban atrapados adentro, eso habría sido su culpa. Si
tú hubieras quedado atrapada adentro…

—Salimos todos al final —digo, entrecerrando mis ojos.

—Toma esto. —Papá presiona algo frío y duro en mi mano. Una pistola,
una .38 de doble-acción en una funda de lona—. Recuerda lo que te
enseñé —dice él—. Sólo presiona el gatillo. No la inclines. Usa ambas
manos cuando apuntes.
Página94

—Lo sé —digo, pensando cuando disparé una pistola hacia Doc. La bala
voló a través de su rodilla. Esta pistola está fría e inactiva, pero el recuerdo
de esa vez pica en mi nariz por oler pólvora y sangre, haciendo que mi
estómago se agite.
—Permanece junto a Chris —agrega en voz baja—. Confío más en él que en
cualquiera de estos Nacidos en la Nave.

—No son malos —digo—. Son sólo personas.

—No son nuestras personas.

Página95
14

Elder
Traducido por Maru Belikov
Corregido por Caamille

E
l Coronel Martin está de pie en la cima del Puente expuesto,
mientras nos reagrupamos. Todos llevan una mirada vidriosa, y
una expresión sorprendida. Mi gente pasó su primer día chocando
contra un Planeta y el segundo día siendo sacados por una alarma.

Miro hacia Kit, y a los parches verdes que están pegados en los brazos, en
los cuellos y en las manos de las últimas personas por salir del
Transportador. En mi mente, sé que ésta era la única manera para
conseguir que los rezagados salieran, si no hubiesen sido forzados a salir,
algunas de estas personas quizá nunca se habrían ido. Sólo porque
tuvieron el valor de montarse en el Transbordador no significa que tengan
el valor para dejarlo.

Trago el amargo sabor en mi boca. Los parches son temporales, me digo a


mí mismo. Son sólo por ahora, simplemente porque de verdad son
necesitados. Me giro, buscando a Amy, dolorosamente consciente de
cuánto la necesito para confirmar mi resolución. Pero se encuentra de pie
en la parte superior del puente, entre su madre y Chris. Se inclina y le dice
algo en voz baja a Chris, algo que lo hace sonreír.

Alejo mi cabeza de ellos.

—Gracias a todos por ayudarnos a organizar el desalojo rápidamente y con


fluidez —grita el Coronel Martin sobre la multitud, su anterior frustración
con mi gente, enmascarada por su público rostro militar—. Por ahora, la
mejor cosa que podemos hacer es encontrar un hogar permanente para
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toda la colonia. No sabemos cuánto tiempo el Transbordador permanecerá


sellado y por ello, no puede seguir como un refugio a largo plazo. Es por
eso, que necesitamos encontrar un área que tenga defensas naturales y
fácil acceso a agua fresca.
La emoción nerviosa llena el área. Hay tantos de nosotros aquí afuera que
estamos presionados contra los árboles del bosque donde aterrizamos.
Nunca pensé que pudiera sentirme claustrofóbico en la Nave, pero la
absoluta cantidad de personas reunidas en un solo lugar me pone
incómodo.

—Hay seguridad en la cantidad —dice el Coronel Martin—. Somos un


grupo grande, y mi esperanza es que cualquier criatura que pueda atacar
a alguno de nosotros individualmente, será espantada por el tamaño de
nuestro escarpado.

Alrededor de mí, mi gente empieza a refunfuñar. Han notado la elección de


palabras del Coronel Martin, su esperanza por la seguridad, y no están
cómodos al respecto. Varios se giran hacia mí, y yo, como un cobarde, no
quito mis ojos del Coronel Martin. Eventualmente, los otros siguen el
ejemplo.

—Nos vamos a dirigir en esta dirección —señala hacia adelante,


ligeramente a la derecha—, como la investigación ha indicado, el agua
fresca puede estar próxima. Militares: rango uno, irán conmigo, rango dos,
atrás, rango tres, circularan el perímetro restante, y rango cuatro,
exploren por delante.

Los militares inmediatamente se dividieron mientras los científicos se


quedan apiñados con mi gente en medio del arenoso claro cerca de la
Nave. Un pequeño grupo de soldados desparecen dentro de los árboles,
presumiblemente para explorar el peligro por delante. El Coronel Martin
empieza a guiar al grupo hacia adelante, pero nadie de mi gente de mueve.

En la Nave, cada centímetro cuadrado estaba perfectamente


dimensionado. Incluso las colinas se encontraban perfectamente en su
sitio, simétricas filas de dimensionadas colinas en la tierra. Este terreno no
es nada parecido. Desciende hacia adelante al azar. Rocas, guijarros,
arbustos e incluso enormes árboles están esparcidos alrededor sin
ninguna rima o razón aparente.

—Disculpe —llama la Teniente Coronel Bledsoe—. Lo siento, ¿podrías por


favor no deambular lejos?
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Uno de los Alimentadores, Tiernan, se queda mirando a Bledsoe por un


momento, hay confusión en sus ojos, y luego, continúa caminando más
cerca del borde del bosque. Está curioso pero vacilante, permaneciendo
bajo las sombras proyectadas por los troncos de los árboles que se
retuercen como una cuerda anudada.

Bledsoe gruñe en frustración y empieza a dar zancadas hacia Tiernan.


Antes de que lo alcance, la intercepto.

—No puede entenderte —digo.

—¿Por qué no? —chasquea—. Estoy hablando inglés, ¿no?

—Sí, pero… tu acento. —Es incluso más marcado que el de Amy, con una
prisa y una entonación en las palabras que les hace difícil entenderlas.

—Soy sudafricana —dice Emma, y lucho por recordar el maltratado globo


en el Centro de Aprendizaje—. Sin embargo, pasé la mayor parte de mi
infancia en el sur de Francia. Mi madre es británica. Oh —agrega,
sorprendida—. Era británica; mi padre era libio —dice las palabras en
pasado como si fueran amargas en su lengua.

—Ya veo —respondo. No quiero que sepa que difícilmente recuerdo los
nombres de los países principales de Sol-Tierra, mucho menos que sus
habitantes podían hablar el mismo lenguaje y aún así lograr que sonara
diferente.

Asiente y continúa guiando a los antiguos pasajeros de Godspeed, su


rango de discurso apenas más lento de lo que era antes.

Suspiro. Al menos lo está intentando.

Agarro a Tiernan, lo arrastro de regreso al grupo, y hago que mi gente


empiece a pasar la palabra: quédense en el camino, no se rezaguen, no
dejen a nadie atrás.

Me aseguro que todos en la muchedumbre estén listos para irse. Kit se


queda en la parte de atrás con los que tienen Phydus, las únicas personas
que no están con los ojos abiertos y fascinados por este nuevo mundo. Me
pregunto cuántos de ellos recordaran esto, cuando Kit remueva sus
parches de Phydus, sólo recordaran el terror y el pánico que sintieron
cuando la droga fue presionada en su piel.
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Un hombre de piel oscura con cabello negro se acerca a Kit.

—Soy el Dr. Gupta, uno de los médicos oficiales en la misión —dice


formalmente en un extraño acento, extendiendo su mano. Kit la sacude,
con sorpresa en su rostro—. ¿Tengo entendido que usted es un médico
profesional también? —pregunta.

Los observo mientras hacemos nuestro camino dentro del revoltijo de


árboles. Kit es tímida al principio, pero pronto está feliz discutiendo las
diferencias en tecnologías médicas. El Dr. Gupta está fascinado por los
parches de Phydus, y Kit está más que feliz en comparar notas con otro
doctor, su aprendizaje con Doc apenas había empezado cuando lo dejó
para venir a Centauro-Tierra.

No puedo evitar la sonrisa en mi rostro, viéndolos conversar me da la


esperanza que las personas de Sol-Tierra y mi gente quizá pronto
encuentren algo en común.

—Estos árboles lucen tan familiares. —Me deslizo a través de la multitud,


siguiendo el sonido de la voz de Amy—. Pero, sin embargo, de alguna
manera, diferente.

—Lo son —le responde una profunda voz masculina.

Me detengo, escaneando a las pocas personas detrás de Amy y el militar


joven, Chris. Cuando Kit estaba hablando con el doctor nacido en la tierra,
estaba feliz, pero ver a Amy y Chris juntos, revuelve mi interior.

—Tengo que admitirlo… estoy sorprendida —continúa Amy.

Los árboles parecen inusuales para mí, pero nunca he visto un árbol de
Sol-Tierra para compararlos con estos, al menos fuera de las fotos y los
videos.

—Son como árboles baniano —dice Amy—. Ya sabes, la manera en que


lucen como un montón de pequeños árboles atados con nudos.

No sé cómo son los árboles banianos, pero Chris asiente en acuerdo.

—Diferente, sin embargo —dice otra vez—. Todo me recuerda a la Tierra,


pero no exactamente. Como esto. —Toma un puño de un desordenado
musgo como cordel que sopla entre las hojas de los árboles, colgando por
nuestro camino—. Es como el musgo negro, pero púrpura y pegajoso en
lugar de seco y gris.
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Chris toma las pegajosas tiras de la mano de Amy.


—Esta cosa está en todos lados —dice, haciendo un gran espectáculo de
casi lanzarlo al rostro de Amy.

—Ew, ¡aléjalo! —dice Amy, alejando las tiras púrpuras juguetonamente.

—¿Por qué? ¿No te gusta? —bromea Chris, colgándolas más cerca de ella.

Quiero arrancar el musgo púrpura de las manos de Chris y empujarlo por


su garganta, pero no lo hago. Me quedo atrás, ceñudo, e incluso aunque sé
que estoy siendo un tonto, no puedo evitar seguir escuchando su
conversación.

—Me pregunto qué tipo de animales hay en este Planeta —continúa,


despreocupadamente ignorando la mirada de adoración en el rostro de
Chris.

—¿Quieres decir además de enormes aves reptiles que intentan comer a


las personas? —pregunta Chris, su voz todavía flirteando y juguetona.
Pongo los ojos en blanco.

—Sí. —Amy mira arriba y alrededor de la cima de los árboles—. Debería


haber otras aves. Animales. Algo para comer esa cosa púrpura. Nidos entre
las ramas de los árboles. Ardillas y serpientes, venados y conejos.

—Esto no es Sol-Tierra, Amy —le recuerda Chris gentilmente.

—Oh, lo sé —dice Amy—. Pero sólo parece como… si algo estuviera


faltando.

—Estoy seguro que hay otras criaturas —dice Chris, y realmente suena
positivo sobre ello—. Pero el Coronel Martin estaba en lo correcto: la
mayoría de los animales se esconden cuando casi dos mil personas van
caminando a través del bosque. Y además, ¡esas aves reptiles tendrán la
necesidad de comer algo antes de que todos nosotros, las personas
apetitosas, lleguemos allí!

Amy chilla mientras Chris se acerca en una falsa amenaza. Ella salta hacía
atrás, tropezando con una raíz expuesta. Chris la sujeta y la empuja cerca
de él, envolviendo sus enormes y musculosos brazos alrededor de ella,
asegurándola.
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Suficiente. Me aparto, determinado a alejarme lo suficiente para no


escucharlos.
—Tus ojos —dice ella, mirándolo. Me detengo, incapaz de hacerme a mí
mismo mirar lejos de la imagen de Amy enfocando toda su atención en otro
chico.

—¿Qué sobre ellos? —pregunta Chris, un poco a la defensiva.

—Son algo extraños.

—Wow. ¡Qué manera de llegar a un chico! —Chris sacude la cabeza con


fingida incredulidad.

—No, hablo en serio. —Amy lo aleja juguetonamente.

—¿Y quién dice que yo no estaba hablando en serio?

—No, de verdad. Simplemente, son tan azules.

—Y los tuyos son tan verdes —dice él, imitando a Amy—. No sé cómo
puedes ver con ellos.

No espero porque ella le responda. Puedo ver muy bien, y no necesito estar
cerca y ver cómo Amy admira los ojos de otro chico. Circulo alrededor del
otro lado de la multitud, luego hago mi camino hasta el frente del grupo.
Intento alejar el ataque de celos que está creciendo en mi corazón.

Quizá tengo todo el mundo ahora, pero no es suficiente si no puedo


compartirlo con ella.

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Amy
Traducido SOS por Lalaemk
Corregido por Caamille

¡N
o rompas la formación! —grita uno de los militares.

Hago una pausa, mirando hacia atrás. Kit está


teniendo problemas para hacer el seguimiento de los
Nacidos en la Nave bajo la influencia de Phydus;
Lorin, en particular, está demostrando ser errática.
Se mantiene deambulando hacia delante, incluso si el grupo gira hacia
otro lado. Uno de los doctores, el Dr. Gupta, la está ayudando, pero le
disparo a Chris una sonrisa simpatizante y me pongo atrás.

—¿Qué puedo hacer? —le pregunto a Kit.

—Sólo trata de mantener un ojo en ellos —dice. Aleja el cabello de su


frente. El día está caliente y húmedo, como un día de verano en Florida.

Pongo a Lorin más cerca de mí, tirando de ella para mantener el ritmo. Si
una de esas cosas pterodáctilo decide atacarnos, golpearía aquí, al final del
grupo, donde estamos los más débiles. Echo un vistazo alrededor,
buscando a Elder, pero no está por ningún lado. No, espera, ahí está. Al
frente del grupo, con Emma y papá. Con los líderes.

Donde debería estar, me digo a mí misma. Pero no puedo evitar desear que
esté en la parte de atrás conmigo.

—¿Qué está mal con esta gente? —pregunta Chris, el tono de burla que
había adoptado antes se había ido mientras miraba a Lorin atentamente.
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Abro la boca para decirle acerca del Phydus, luego la cierro. ¿Cómo
reaccionaría? Justo ahora, la Phydus era necesaria, y hacía demasiado
calor para comenzar a discutir la filosofía.
Un grito chirriante cortó a través de la humedad del aire.

Me detengo inmediatamente, pero Lorin sigue caminando hacia adelante.


El Dr. Gupta la persigue mientras busco mi pistola. Junto, los soldados
más cercanos a nosotros sacan sus propias armas.

—¡Ahí! —dice alguien desde el centro del grupo.

Un enorme pájaro réptil nos rodea lentamente, como un buitre llegando a


una comida. Es como si supiera que estaba pensando en eso.

Levanto la .38 y estoy a punto de presionar el dedo contra el gatillo cuando


mi padre empieza a gritar.

—¡Nadie dispare! —ordena desde la parte delantera del grupo—. ¡No a


menos que ataque!

La cosa chirría de nuevo, descendiendo otros centímetros. Puedo ver sus


garras, masivas y curvadas.

Alguien cerca de la parte frontal dispara. Papá maldice ante el gatillo del
soldado.

El pájaro del tamaño de un dinosaurio grita con rabia, yendo en otra


dirección tan rápido que tengo que apartar la vista de la pistola para
seguir el ritmo de sus movimientos. En un momento ya se ha ido por
completo. Enfundo mi arma, y no es hasta ese momento que me doy
cuenta de que Chris no ha sacado la suya, probablemente porque estaba
preocupado de enojar a mi papá.

—¡Salgan! —dice papá, indicándole a todos que lo sigan. Todo el parloteo


anterior de la rutina es una parada ante el recordatorio de los peligros
potenciales de este mundo.

Pocas personas hablan ahora. Hay una especie de intensa atención en la


forma en que nos movemos en los árboles. Todo el mundo está nervioso,
en guardia.

Los truenos retumban, un sonido bajo que se eleva y luego se desvanece.


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Los gritos estallan dentro del grupo.

—¿Qué fue eso? —grita alguien.

—¿¡De dónde provienen!?


—¿Qué está pasando?

Toda la caravana llega a su fin mientras los Nacidos en la Nave se


agachan, acercándose el uno al otro, echando miradas preocupadas hacia
el cielo. Trato de encontrar a Elder en la multitud, pero está muy lejos.

—¿Qué están haciendo? —pregunta Chris. A nuestro alrededor, la gente


bajo la influencia de Phydus no muestra ninguna reacción a los truenos,
pero Kit tiene los ojos abiertos y aterrorizados.

—Es sólo un trueno —le digo a Kit—. No es nada de qué preocuparse; sólo
significa que va a llover.

Asiente, pero todavía se ve asustada.

—Estas personas han pasado toda su vida en una Nave Espacial —le
explico a Chris, ya rompiendo a través de la multitud, tratando de
encontrar a papá y a Elder—. No saben lo que es un trueno.

Los árboles crujen, mostrando el envés de las hojas, y el viento las levanta,
dándole escalofríos a mi piel, haciéndola resbaladiza con el sudor por el
aire húmedo. La tormenta se está moviendo rápido.

—Tenemos que seguir avanzando —digo mientras empujo a través de la


multitud.

—¿Qué pasa si nos alcanza? —Alguien cerca de mí pregunta.

—¿Qué pasa si nos alcanza qué?

—¿La cosa en el cielo? —No sé si está hablando sobre el pájaro reptil o el


trueno, pero de cualquier manera, estar de pie aquí no servirá de nada.

—¡Vamos! —La voz de mi padre es frustrada y fuerte—. ¡Tenemos que


seguir adelante!

Elder atrapa mi mirada entre la multitud de gente. Veo el mismo miedo en


ellos que vi en todos los otros Nacidos en la Nave. Están más asustados
por el trueno, que es inofensivo, que la vida extraterrestre que podría
matarlos.
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Me empujo entre la multitud para llegar a Elder. Me mira agradecido


mientras me acerco, pero frunce el ceño cuando Chris se mueve detrás de
mí.
El miedo que vi antes en él se evapora. Llama a su gente a seguir adelante
y los guía él mismo, avanzando en el bosque.

El cielo sigue haciéndose más oscuro.

Las sombras de los árboles parecen tener ojos, la quietud de la selva antes
de la tormenta me recuerda el silencio antes de un ataque.

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Elder
Traducido por Mari NC
Corregido por Angeles Rangel

H
ay desesperación en la forma en que marchamos a través de los
árboles ahora. El Transbordador está tan lejos que, incluso si de
alguna manera pudiera traspasar las puertas cerradas, no sería
capaz de regresar a él antes de que llegara la tormenta y los árboles
parecen como si nunca fueran a terminar.

—¿Cuánto falta? —pregunto. No me gusta la forma en que es tan húmedo


aquí, el aire parece robar el aliento.

—Nos hemos alejado casi un kilómetro y medio —dice La Teniente Coronel


Bledsoe a mi lado. El Coronel Martin está mirando a algún tipo de
instrumento, tal vez una brújula y eligiendo direcciones. Amy y Chris
están detrás de mí, pero al menos han dejado de coquetear—. Los sensores
de la sonda indicaron que el agua estaría cerca de aquí —continúa—. Si
podemos encontrar algún tipo de refugio cerca de eso, sería lo ideal. —El
acento de Bledsoe es tan fuerte, que estoy agradecido de que siga
hablando despacio para mi beneficio.

Ella me mira, esperando a que contribuya con mis pensamientos, y me doy


cuenta de que si la hubiera conocido antes que a Amy, habría estado un
poco asustado de ella. Honestamente, estoy un poco asustado de ella en
este momento. Sus ojos parecen demasiado grandes, como si supieran
demasiado y eso me pone nervioso. A pesar del hecho de que esta mujer
esté metiéndose en el bosque es a la vez elegante y hermoso, no puedo
evitar la sensación de que ella también es peligrosa.
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No. No debería pensar de esa manera. Vi cómo Amy estaba herida cuando
otros se apartaron de ella, y no quiero hacerle eso a nadie. Sé que la
manera de Eldest, quien lucía justo como yo, era tan rápida para herir a
los demás y sé que Amy, quien no luce como nadie más en Godspeed, no le
haría daño a ninguno de ellos.

—¿Qué tan seguros estamos de que la sonda está en lo cierto? —pregunto.

—Bastante seguros.

Es húmedo aquí de una manera que nunca sentí en Godspeed. El aire se


siente grueso y mojado, como si pudiera tragarlo tan fácilmente como
respirarlo. La piel de la Teniente Coronel Bledsoe brilla por el sudor. Amy
la llamó “negra”, pero para mí, ella se ve de color marrón oscuro, como la
tierra recién arada en el Nivel de Alimentación o los tintes más oscuros que
los tejedores utilizaban.

—¿Pasa algo? —dice, frunciendo el ceño hacia mí.

Parpadeo, casi dando un paso en falso. No me di cuenta que había estado


mirando.

—Nunca he visto a alguien que se parezca a usted.

—¿Tienes un problema con eso? —Parece desconcertada, pero no hay un


borde afilado a la pregunta.

Niego.

—No —digo—. Lo siento, estaba mirando. Sólo es diferente, eso es todo.

Sus labios se extendieron en una sonrisa.

—Es cierto —dice ella—. He estado mirándolos mucho. Es extraña la forma


en que todos lucen igual.

Cojo mi ritmo de nuevo mientras ella me empieza a sobrepasarme.

—Espere, Teniente Coronel Bledsoe —grito.

Hace una pausa, sus labios crispándose aún más arriba.

—Eso es un trabalenguas, ¿no? Sólo llámame Emma, entonces.

—¿Emma?
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—Es mi nombre. Mucho mejor que “Teniente Coronel Bledsoe” —dice,


tratando de imitar mi acento. Es tan parecido a lo que Amy me hizo
cuando nos conocimos que me llenó de una sensación inmediata de alivio.
Orión estaba equivocado: no todos los congelados son malos.

Los árboles comienzan a reducirse, las ramas separándose lo suficiente


para hacer que manchas de cielo sean visibles, las cuales sólo hacen más
evidente el grado de oscuridad que está creciendo en el cielo. Me
estremezco. Ninguno de los Nacidos en la Tierra parecer molesto por el
cielo cambiante, pero es... extraño, antinatural, la forma en que cambia
tan rápidamente.

—¡Miren! —grita el Coronel Martín desde delante. Emma toma su ritmo,


esquivando ramas mientras llega a la parte delantera de la multitud.

El Coronel Martín está subido encima de una roca en el borde del bosque,
y señala hacia abajo, hacia un amplio círculo, azul claro a quizás otro
medio kilómetro de distancia. Un lago.

—¡Agua fresca, suficientes para todos nosotros! —dice Emma.

—Tenemos que probar el agua primero —dice el Coronel Martín


rápidamente, pero está sonriendo. Este es un triunfo para ellos.

El cielo ruge, un sonido tan fuerte y ensordecedor que mi primer instinto


es cubrir mi cabeza y mirar hacia arriba, tratando de encontrar la fuente
del sonido.

—Trueno —me recuerda Amy suavemente, tocando mi brazo.

Y luego el fuego explota en el cielo, saltando de una nube oscura a otra.

—¿Qué maldiciones es eso? —grito, saltando hacia atrás.

Amy se ríe esta vez.

—Relámpago —dice ella.

Su risa me crispa. Nunca había visto un relámpago antes, no cuando


estaba justo en frente de mí de esta manera. Afortunadamente, sólo unos
pocos de mi pueblo han surgido de los árboles en este punto, por lo que
sólo un puñado vio el relámpago. Pero sus gritos preocupados crecen
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rápidamente.

—Tenemos que encontrar algún tipo de refugio —le digo al Coronel Martin
con urgencia—. La gente va a entrar en pánico.
—¿Por una tormenta? —pregunta, duda en su voz.

—Nunca habían visto una tormenta, papá —le dice Amy.

—¿Qué es eso? —pregunta Chris, señalando a la derecha del lago que el


Coronel Martin encontró.

El Coronel Martin frunce el ceño, pero entrecierra los ojos en esa dirección.
Todos seguimos su línea de visión. Una colina alta —o una pequeña
montaña— está delante de un prado cubierto de hierba. Sus lados son de
roca desnuda, de piedra amarillenta expuesta. Y construido en la piedra
hay...

—¿Casas? —pregunta Emma, shock en su voz.

—No puede ser —dice el Coronel Martin, mirando más duramente.


Chasquea los dedos hacia uno de sus soldados y el hombre coloca un par
de binoculares en las manos del Coronel Martin. El Coronel Martin mira a
través de ellos, luego maldice.

—Son ruinas. Edificios construidos directamente en la roca, pero


probablemente abandonados.

—Tenemos que ir allí —digo.

—Fuera de cuestión, no sabemos qué tipo de forma de vida construyó esos


edificios. —El Coronel Martin pasa los prismáticos hacia Emma, pero
Emma inmediatamente me los da a mí.

Miro a través de la lente. El lado de la montaña ha sido excavado en


niveles, conectados por hileras de escalones de piedra. Grandes, incluso
edificios se levantan contra la ladera, quizás hechos con la misma piedra
excavada en la montaña para hacer los niveles. Puedo ver recortes en las
paredes de los edificios: ventanas y puertas.

Ventanas y puertas de tamaño humano.

El Coronel Martin tiene razón, todo el lugar parece polvoriento y viejo,


abandonado hace mucho tiempo.
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—Algo aún podría estar allí. Si hay criaturas vivientes en este planeta,
tuvieron que haber visto nuestro aterrizaje —dice el Coronel Martin.

Pienso en la forma en que el Transbordador pareció ser sacado de curso.


¿Fue un mal funcionamiento del Transbordador, algo que ver con esos
pájaros gigantes, o se trataba de un ataque de cualquier ser que construyó
estas estructuras?

Esto cambia todo.

—No lo creo —continúa el Coronel Martin.

Relámpagos rompen a través del cielo. Gotas gordas y pesadas de agua


comienzan a caer. Mi gente grita. Esta lluvia no es nada como la “lluvia” de
Godspeed. En Godspeed, la lluvia es ráfagas mesuradas de agua
provenientes del sistema integrado en el techo pintado. ¿Pero esto? No cae
rítmicamente, sin distribución uniforme. Las gruesas e irregulares gotas de
lluvia sólo caen sobre nosotros, haciendo ruido a través de las hojas,
salpicando contra nuestra piel, frías y resbaladizas.

—¿Qué es esto? —grita una mujer. Ella sacude su cuerpo, tratando de


quitarse la lluvia, pero por supuesto no puede. Más cae.

Salto hacia la roca donde el Coronel Martin sigue en pie.

—Mire —digo—, está a momentos de que mi gente entre en pánico.


Tenemos que llegar al refugio y tenemos que llegar al refugio ahora. ¡Esos
edificios son la mejor opción que tenemos!

El Coronel Martin me mira de la misma manera en que Eldest hacía


cuando yo pensaba que las bombillas en el Nivel de Conservación eran
verdaderas estrellas.

—¿Realmente elegirían ocultarse allí con Dios sabe qué en el interior en


vez de quedarse aquí en un poco de lluvia?

—Para nosotros no es sólo “un poco de lluvia”. Y usted mismo dijo que los
edificios están probablemente abandonados.

—Además —dice Emma—, los relámpagos son peligrosos. No se puede


permanecer cerca de los árboles, es estúpido dirigirse a las áreas planas de
la tierra o hacia el lago. Lo más seguro es el refugio. Aquí, o en otro lugar.

Una significativa mirada se disparó entre Emma y El Coronel Martin y de


su ceño, puedo decir que al padre de Amy no le gusta lo que sea que
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Emma está insinuando.


—Rango 1, rango 2 —vocifera el Coronel Martín. Emma se ajusta a la
atención y el resto de los militares cerca se reúnen a su alrededor—. Vayan
primero, inspeccionen los edificios. Informen por radio. ¡Apresúrense!

Emma corre hacia delante, seguida por el resto de los militares en los dos
primeros rangos. Lo cual no debe incluir a Chris, porque él se queda a lado
de Amy.

El Coronel Martin no parece feliz, pero se dirige a través del prado


también, cortando una franja a través de la alta hierba de color verde
amarillento. Ahora que estamos fuera de los árboles, mi gente está más
nerviosa y asustada que nunca. Sigo mirando detrás de mí mientras sigo
al Coronel Martin, casi tropezando, tratando de vigilar a todos.

Amy corre hacia adelante, para estar a mi lado. Miro hacia atrás pero no
puedo encontrar el siempre-presente Chris siguiéndola.

—¿Qué es este lugar? —pregunta Amy, sin aliento no por correr, sino de
emoción.

—No lo sé. —Odio la manera infantil en que ver a Amy con Chris me hace
sentir, pero no puedo aplacarla.

Cuanto más lejos viajamos en espacio abierto, más rápido va mi gente


hasta que todos estamos corriendo por la ancha pradera, hierbas altas
azotan contra nuestras piernas. La lluvia hace que los granos se adhieren
a muestra piel y ropa, y un olor dulce escapa de los tallos quebrados
mientras pisoteamos la hierba en nuestra loca carrera hacia los edificios.

Un crujido se escapa de la radio en el hombro del Coronel Martín.

—Todo despejado, señor —dice la voz de Emma a través de la radio.

El Coronel Martin mira hacia atrás.

—¡Nos dirigimos a esos edificios! —grita él, agitando su brazo hacia


adelante.

Eso es todo lo que mi gente necesita oír. Rápidamente lo sobrepasan,


corriendo, corriendo lo más rápido que pueden para estar fuera de la
tormenta. La lluvia llega más rápido y más duro, el agua brotando de los
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cielos con tanta intensidad que apenas puedo ver. Amy toma mi mano, la
suya está resbaladiza, tirando de mí a su lado.
Un brillante destello de un relámpago ilumina el cielo, lanzando a Amy a la
luz que parece capturarla en un solo momento del tiempo, no muy
diferente de cuando estaba congelada.

A nuestro alrededor, todo el mundo está corriendo con terror. Ciegos de


pánico, gritos de miedo, nuestros instintos primarios se han hecho cargo.

Pero Amy corre a través de la lluvia, con la boca estirada y sonriente, sus
ojos brillando, disfrutando de cada segundo.

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Amy
Traducido SOS por LizC
Corregido por Angeles Rangel

U
tilizaría la misma palabra para describir tanto mi alegría y la lluvia:
torrencial. Esto “esto” esto es todo lo que siempre he querido del
mundo: grandes espacios abiertos y lluvia helada y la posibilidad
de correr.

Llegamos a los edificios demasiado pronto.

Los Nacido en la Tierra quejándose de la lluvia que ven más como una
molestia que nada, se tambalean en los primeros edificios. Los Nacidos en
la Nave son presa del pánico, pero no tan aterrorizados como para estar
dispuestos a compartir el espacio con la gente de la Tierra. Corren más
allá de los edificios más cercanos, los que eligieron los Nacidos en la Tierra
luego se dispersan en los que están detrás de la primera fila, embalando
cada edificio tan firme que sólo hay sitio para estar de pie mientras ven
cómo la corriente de lluvia cae por encima de los muros.

Me detengo, dejando que la lluvia se derrame sobre mí, y Elder me


observa, perplejo. Entrecierro los ojos a través de la lluvia, tratando de ver
los edificios con claridad. Son antiguos, mucho más antiguo que cualquier
cosa que haya visto antes. Me recuerdan a las casas cueva en Mesa Verde,
la forma en que parecen salir hacia arriba de la roca de la colina.

—¡Encuentren refugio! —grita Emma mientras corre por delante de mí.


Ella y los militares van a cada edificio, comprobándolos, tratando de
asegurarse de que todo el mundo llegó a salvo.

Elder empieza a empujarme hacia el edificio más cercano: aquel lleno de


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docenas de Nacidos en la Nave todos de pie, temblando juntos.

—Vamos por este camino —le digo, tirando de él en la otra dirección.


Parece estúpido meterse junto con los demás cuando hay tanto espacio
aquí. Tantos edificios vacíos, con lluvia oscureciendo sus exteriores pálidos
y polvorientos. Elder duda, pero deslizo mis dedos a través de los suyos, y
él encierra mi mano en respuesta.

Subimos los escalones de piedra al siguiente nivel. Los edificios son casi
todos de dos pisos, con el segundo piso más pequeño que el primero,
haciendo una cubierta cuadrada. El camino está pavimentado con piedras
grandes y planas, y es tan ancho como una carretera nacional, un coche
pequeño podría ser capaz de deslizarse entre los edificios si no fuera por
todas las escaleras, pero dos personas pueden caminar fácilmente lado a
lado.

Relámpagos iluminan.

Todos los edificios parecen huecos en su interior, oscuros y a pesar del


hecho de que no hay vidrio en la ventana o puertas en las entradas, el aire
en su interior se siente rancio y añejo. Las fauces abiertas de las puertas
me recuerdan a las bocas de los monstruos. Y de repente ya no quiero ir
más lejos. No quiero estar aquí en absoluto. Debido a que estas casas son
del tamaño perfecto para la gente, pero se supone que debemos ser las
únicas personas en este planeta.

Cuando me detengo, Elder remolca mi brazo, llevándome hacia el edificio


más cercano.

—¿Esto sucedió muchas veces en Sol-Tierra? —pregunta cuando otra


ronda de truenos estalla afuera por encima de nosotros.

Sonrío hacia él.

—No todo el tiempo, pero sucedía —le digo—. ¿No es genial?

Elder me mira como si hubiera perdido por completo la cabeza.

—Por lo menos va a estar más fresco después de la lluvia —agrego—. En la


Tierra, en el verano, se ponía muy caliente, y luego habría una tormenta
rápida. Este debe ser el verano en Centauro-Tierra.

—¿Así que el verano es una época de terrible trueno y fuego del cielo?
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Me río, pero cuando veo a Elder serio, me contengo.

—Por lo general no. Confía en mí, va a terminar pronto. Y no es peligroso,


no realmente.
Para demostrarlo, paso por la puerta de nuevo, girando bajo la lluvia.
Inclino la cabeza hacia atrás, mirando como las gotas caen, girando
rápidamente sobre las piedras resbaladizas.

Elder me atrapa antes de que caiga.

La lluvia continúa. Los dos estamos empapados y la lluvia cae con tanta
fuerza que la puedo sentir en mi cuero cabelludo.

—¡Esto es de locos! —grita Elder por encima del aguacero—. ¡Tenemos que
entrar! —Él tira de mi brazo, tratando de empujarme en el refugio del
edificio más cercano, pero yo tiro hacia atrás, acercándolo más a mí.

Otro destello de estos se enciende. El mundo se ilumina durante una


fracción de segundo, puedo ver cada gota brillante de lluvia cuando cae, y
luego otro enorme retumbar de un trueno.

No pienso más, no siento. No tengo tiempo para ser amable o tímida.

Simplemente lo beso.

Mis labios se presionan contra los suyos, mis brazos tejen a su alrededor
hasta que estamos tan cerca que incluso las gotas de lluvia no resbalan
entre nosotros. Mis dedos se enredan en su cabello, luego se deslizan
hacia abajo a la parte de atrás de su cuello. Sus brazos se tensan,
apretando su agarre alrededor de mí, llevándome cerca, más cerca.

Todos mis sentidos estallan a la vida: la sensación de la lluvia fría, los


truenos retumbando por encima de nosotros zumbando en mis oídos, pero
todo está abrumado por la sensación de Elder llenando cada poro de mi
ser.

Veo, a través de mis ojos cerrados, otro relámpago. Este me electrifica… y


a Elder. Me besa con pasión que sólo puede ser descrito como voraz. Me
aferro a él de la misma manera que él me aferra: con un sentimiento de
necesidad, de deseo, de insaciabilidad.

Siempre en la lluvia.

Estoy de puntillas para llegar a los labios de Elder mejor, pero pierdo el
Página115

equilibrio, cayendo sobre las piedras mojadas. Sin embargo, el apretón de


Elder en mí es tan fuerte, que fácilmente me levanta del suelo, girando en
un círculo lento, su risa entretejida entre las gotas de lluvia salpica contra
mi corazón.
Me estremezco, mi cabello humedecido por la lluvia cuelga en mechones a
medida que el aguacero termina tan abruptamente como había
comenzado. Ya el cielo está iluminado, el aire más frío. Me recuesto,
parpadeando en la suave luz de los soles gemelos.

—¿Qué pasa? —pregunta Elder, y es entonces cuando me doy cuenta de


que he suspirado en voz alta.

—En cierto modo estaba esperando un arco iris —le digo.

Él se para en seco y me dispara una mirada incrédula.

—¿Esos malditos son reales?

Me río.

—¡Por supuesto que sí!

Elder niega, como si estuviera tratando de formar la idea de los colores


arqueándose a través del cielo en su cerebro.

Aquí arriba en el segundo piso de los edificios, casi se siente como si


tuviéramos una semblanza de privacidad. La lluvia no sólo ha traído aire
fresco, sino también un brillo de frescura a todo el mundo.

E insectos.

Aparto un mosquito —o algo muy parecido a un mosquito— zumbando


alrededor de mi cara, luego noto un zumbido sutil hecho por los insectos
cercanos. Me paseo a lo largo de la pared del edificio y encuentro un árbol,
como los que están en el bosque, pero más pequeño, con un enjambre de
insectos parecidos a mosquitos revoloteando sobre las flores púrpura
hermosas y delicadas que cuelgan de las ramas de los árboles.
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Extiendo la mano para tocar los pétalos, pero luego un chillido corta a
través del aire, un grito agudo que se desvanece al silencio, y luego de
vuelta alrededor en círculos. Saco mi mano hacia atrás, instintivamente
queriendo protegerme, aunque sé que no puedo.
—¿Qué fue eso? —pregunta Elder en voz baja, pero los dos sabemos lo que
era. Revisamos los cielos, pero no vemos nada. Elder se acerca más al
árbol extendido—. Creo que... Creo que estas flores procedían de esa cosa
pegajosa que había en los árboles anteriores.

Tiene razón, las plantas como musgo púrpura español que se aferran a los
árboles son del mismo tono que los pétalos de flores, un delicado color lila
en los bordes que se hunde a un profundo púrpura en el centro. Unos
cuantos mechones de musgo no han florecido, pero la mayoría ha
desentrañado, girando en finas flores como el papel, casi translúcidas.

—Son preciosas —suspiro.

—¿Te gustan las flores? —pregunta Elder, con una sonrisa irónica en sus
labios. Antes de que pueda responder, alcanza y arranca una de las ramas
del árbol más cercano—. Aquí tienes. Es lo menos que podía hacer,
después del desastre que hice la última vez que te traje flores.

Lo miro con curiosidad.

—¿Cuándo fue la última vez que me dio flores? —Y luego me inclino hacia
abajo para respirar el embriagador olor pegajoso y dulce de la flor. Sonrío.

—Me recuerda a…

Mi cuerpo se adormece.

Mis ojos siguen abiertos a medida que caigo. El terreno se precipita hacia
mí, pero no puedo poner las manos para protegerme la cara, no puedo
tensarme a medida que mi cuerpo impacta contra el suelo.

No siento nada.

Mis ojos siguen abiertos mientras estoy acostada, boca abajo, en un


charco de agua de lluvia fangosa. Puedo ver los remolinos de polvo y
marrón. Algo pica a mis ojos, y algún reflejo asume el control cuando mis
párpados dejan de parpadear.

El agua se filtra en mi boca ligeramente abierta, por la nariz y se escurre


en un oído.
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Trato de gritar, trato de moverme, pero no puedo y es justo como cuando


estaba congelada, estoy atrapada de nuevo y no puedo moverme, no puedo,
no puedo, y tengo que respirar, tengo que respirar, pero no hay aire, sólo
agua y estoy gritando dentro de mi cabeza para no respirar, pero las
únicas cosas que funcionan son mis funciones involuntarias como mi
corazón que está latiendo demasiado rápido y mis pulmones que tienen
que respirar.

Y luego está el aire.

Y entonces no hay nada.

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18

Elder
Traducido por Lizzie
Corregido por Curitiba

L
a voz de Amy se apaga repentinamente. Sus ojos ruedan hacía
atrás en su cabeza y cae al suelo, inerte. Por un momento miro con
horror cómo ella yace boca abajo en un charco. Pequeñas burbujas
estallan en la superficie de la poza, entonces la delgada capa es de agua
todavía.

—¿Amy? —le digo, cayendo de rodillas a su lado—. ¡Amy!

Le ruedo fuera del charco y le quitó el agua de la cara.

—¿Amy? —Sacudo sus hombros, pero su cabeza se dobla sin vida—. ¡AMY!

Nada. El agua sucia escurre de su boca. Empujo contra su pecho, y más


agua se filtra, pero ella no se mueve. Su respiración es poco profunda pero
constante. Con cuidado, muevo los párpados. No hay respuesta.

Mi corazón se acelera, mis oídos están sonando. ¿Qué ha pasado? Ella


está…

Presiono mi cabeza contra su pecho. No. Gracias a las estrellas, no. Su


corazón está latiendo.

¡Maldición! ¿Qué debo hacer?

Saco Amy en mis brazos. Necesito ayuda. Ahora.

Me tropiezo por las escaleras, gritándole a Kit. No puede ser que esté muy
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atrás. La gente en los otros edificios mira a través de las ventanas y


puertas talladas en las paredes de piedra. Cuando me ven sosteniendo la
forma inconsciente de Amy, jadean o gritan, maldicen o palidecen, pero
ninguno de ellos es Kit, ninguno de ellos sabe de medicina, ninguno de
ellos puede salvarla.

—¡KIT! —grito.

Alguien alto y moreno dobla la esquina, Emma, de patrulla con Juliana


Robertson.

—¡Ayuda! —les grito. Incluso Juliana, que antes no quería nada más que
pelear conmigo, está preocupada, con la cara drenando su color, un
marcado contraste con su cabello oscuro y espeso.

Detrás de ellas, Kit viene corriendo. Ella se queda corta cuando ve a Amy.

—¿Qué pasó? —jadea.

—¡Ayúdala! —grito de nuevo.

—Por acá —dice Emma mientras ella y Juliana despegan a la carrera hacia
los edificios en el borde de la ruina, donde los Nacidos en la Tierra están.
Corro tras ellas, resbalando sobre los adoquines de piedra mojadas. Me
giro para proteger el cuerpo sin vida de Amy, abriendo un largo arañazo en
mi muslo que apenas siento. Kit me ayuda a levantarme, luego corre a mi
lado, comprobando el pulso de Amy mientras trotamos hacia los edificios
exteriores.

Emma y Juliana nos llevan directamente al primer edificio de piedra, el


que es un poco más grande que el resto, y momentos más tarde, aparece el
Coronel Martin.

—¿Qué demonios ha pasado? —brama, caminando hacia nosotros. No me


detengo. Necesito doctores, medicinas, algo así. El Coronel Martin le echa
un vistazo a la pálida Amy, el rostro indiferente y da maldiciones largas y
fuertes, corriendo junto a mí, gritando por ayuda.

—¡Atrás! —grita él una vez que me zambullo en el edificio. La madre de


Amy grita. Me arrodillo, con cuidado dejando a Amy abajo en el frío suelo
de piedra.

—¿Qué pasó? —chilla la Dra. Martin mientras mira fijamente el cuerpo


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inmóvil de su hija. Kit se arrodilla al lado de Amy, levantando los


párpados. Dos personas, una mujer con ojos estrechos y un hombre de
baja estatura se dejan caer al lado de Amy y se hacen cargo. Doctores
nacidos en Tierra.
—¿Dónde está Gupta? —grita el Coronel Martin—. ¿Dónde está? ¡Él es el
doctor principal!

—No lo sé —dice la doctora Nacida en la Tierra.

—¿Qué pasó? —Se lamenta de nuevo la Dra. Martin.

—No lo sé —le digo, mis palabras salen como una súplica—. Estábamos
allí, en los edificios, y había un árbol, y…

—Podría ser cualquier cosa —dice el doctor Nacido en Tierra. Su acento es


extraño, más extraño que el de Amy, pero ese conocimiento sólo hace que
me duela el pecho—. Ahí había lluvia, tal vez hay una toxina en la
precipitación. O una mordida de bichos.

—¡Los bichos! Había un montón de bichos, pequeñas cosas molestas


volando —salto.

El doctor asiente.

—Tal vez un veneno que reaccionó extrañamente a su sistema. Cualquier


cosa por aquí, no importa lo aparentemente inofensivo, es ajeno a
nosotros. No sabemos cómo vamos a reaccionar ante cualquier estímulo en
este planeta.

—¿Qué es esto? —pregunta Kit, levantando la mano inerte de Amy. Los


pegajosos restos de los pétalos de la flor púrpura todavía se aferran a la
palma.

—Una flor. Ella olió una flor y luego…

—¿Se desmayó? —Kit levanta los párpados de Amy, pero mucho más
suavemente de lo que lo hice.

Asiento.

—¡Bueno, despiértenla! —grita el Coronel Martin.

La doctora de Sol-Tierra presiona un estetoscopio en el pecho de Amy.

—¡Tú! —El Coronel Martin se voltea hacia mí. Su esposa da un pequeño


sonido de miedo—. ¡La pusiste en este peligro! —La acusación del Coronel
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Martin corta en mí, desgarrando mi carne en pedazos.

—Yo no sé lo que le pasa —murmura la doctora nacida en Tierra.


—¿Dónde diablos está el Dr. Gupta? —grita el Coronel Martin. Su acerada
mirada en Juliana Robertson—. ¡Tú! ¡Ve a buscar a ese perezoso médico y
tráelo aquí!

Alcanzo la mano de Amy, sé que ella no puede oírme o verme, sólo quiero
tocarla, y el coronel Martin cierra ambas manos en mi pecho, me tira a la
pared del fondo del edificio.

—Vete. Como el infierno. Fuera. —Muele las palabras con los dientes
apretados.

Miro hacia él, sorprendido por su reacción.

—Tú hiciste esto. Si ella muere, su sangre está en tus manos. No la puedes
mantener a salvo. No puedes mantener a nadie a salvo. VETE. —Él me
empuja de nuevo, y me tropiezo contra la pared. Kit levanta la mirada, la
única Nacida en la Nave en la habitación, pero no puede permitirse el lujo
de desviar su atención de Amy.

Bebo la imagen de Amy, pálida, vacía, sin vida en el suelo. Su madre,


llorando. La rabia del Coronel Martin.

Salgo corriendo del edificio, la acusación del Coronel cavando en mi


corazón como un cuchillo con sal.

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19

Amy
Traducido por LizC
Corregido por Curitiba

M
i boca se siente como si hubiera sido rellenada con bolas de
algodón. Toco mis labios secos, mi lengua está pesada.

Algo se retuerce en mi mano. El movimiento me sorprende, y


trato de apartar mi brazo de un tirón, pero mis músculos están
entumecidos. Me esfuerzo por incorporarme, pero se siente como si tuviera
un peso en mi pecho, aunque no había mantas puestas encima de mí.

Mi madre está dormida, con la mano envuelta holgadamente alrededor de


la mía. Eso fue lo que sentí antes. Curvo mis dedos sobre los de ella.

Sus párpados aletean y luego se abren de golpe, como si de repente


recordara algo de vital importancia. Se vuelve hacia mí e inhala todo el
aliento.

—¿Amy? —jadea.

—¿Mamá? —Mi voz está ronca.

—¡Amy! —grita y se lanza sobre mí. Al instante, mi padre aparece. Sus ojos
se humedecen, y parece incapaz de hablar. Nunca lo había visto tan
emocional.

Mis ojos recorren la habitación. ¿Dónde está Elder?

—¿Qué está pasando? —pregunto. Mi espalda duele. A mi alrededor, el


aire es fresco y ha oscurecido… ¿he dormido hasta el anochecer? Pero no,
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el cielo se está haciendo más y más claro. Es el amanecer. He dormido


todo el día y el siguiente.
—¿Qué es lo último que recuerdas? —pregunta uno de los doctores de la
Tierra, creo que su nombre es la Dra. Watase.

Miro hacia la mano que mi madre aún sostiene, y no es hasta que lo hago
que me doy cuenta que mi cuerpo está respondiendo a mí: lo último que
recuerdo es sostener la flor que Elder me dio.

No. Me estremezco involuntariamente, tragando la bilis que sube por mi


garganta. La última cosa que recuerdo es perder el control de mi cuerpo,
justo como me sentía cuando estaba congelada. Y luego la sensación de
ahogarme, justo como me sentí cuando me desperté por primera vez.

Los recuerdos se vierten en mí, envenenando mi alma.

Miro a mi alrededor. Todo el mundo me está esperando para hablar.

—La flor —digo, porque sé que no les importa cómo me siento; sino que
sólo necesitan un análisis médico frío—. Me hizo perder el conocimiento.

Mis ojos siguen mirando alrededor de la habitación. Estoy llena de


decepción.

No puedo creer que Elder me dejara aquí.

—Eso pensamos —dice la Dra. Watase. Ella apunta a una línea en el


suelo, donde docenas de flores púrpuras enlazadas están dispersas—. No
hemos sido capaces de hacer ninguna prueba, pero de la observación,
parece como si las flores son carnívoras. Cuando están mojadas, florecen y
emiten una neurotoxina que causa que los insectos caigan en su centro.

—Y que genios como yo caigan al suelo —digo con la mayor sonrisa que
soy capaz de formar, en un intento de aliviar la tensión en la sala. Pero
esto no funciona. Todo el mundo simplemente me mira, asintiendo
gravemente.

—Precisamente —añade la Dra. Watase. Ella acaricia mi mano en la forma


que una abuela haría. Pondría mis ojos en blanco ante ella, pero eso
parece tomar demasiado esfuerzo.

—Me muero de hambre —le digo.


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—Todos lo estamos —dice papá—. Si la plataforma no se desbloquea por


su cuenta, vamos a tener que encontrar la manera de obtener alimentos
del planeta.
Cierro los ojos… en Godspeed por lo menos teníamos comida. Si todos
morimos de hambre, será culpa mía.

—¿Cuánto tiempo estuve dormida?

—Casi veinticuatro horas —dice la Dra. Watase.

Hemos pasado casi un día entero y noche en las ruinas, y dormí a través
de casi todo. Miro a mi alrededor, tratando de evaluar lo que ha pasado
desde que quedé noqueada. Todos en el edificio en el que estoy son
Nacidos en la Tierra. Hay un cierto aspecto desgreñado en todos ellos,
incluso papá. Han dormido en sus ropas; nadie ha comido. Dudo que
alguien haya dejado los edificios en absoluto.

Me pongo de pie, mi espalda crujiendo. El piso no era precisamente un


lugar cómodo para dormir, a pesar del hecho de que mis padres parecen
haber rellenado el suelo con capas de repuesto para hacerme una especie
de improvisada cama. Al principio la Dra. Watase y mamá tratan de
ayudarme a caminar, pero sólo quiero estirar mis músculos y los efectos
remanentes de la flor se evapora rápidamente.

Vago por las paredes, trazando los dedos a través de las polvorientas
piedras amarillas de la construcción. La habitación es del mismo tamaño
que uno podría tener en la Tierra, las puertas y ventanas perfectamente
proporcionadas para los seres humanos. Los escalones conducen a un
segundo piso.

—Es extraño, ¿no? —digo.

Mamá no tiene que preguntar de qué estoy hablando.

—Así es. —Su voz baja una octava—. Tu padre está preocupado.

Las dos nos detenemos por la ventana y miramos hacia él. Está hablando
en voz baja con Emma en la puerta. Ambos se ven enojados y cansados.
Como si él pudiera sentir nuestra mirada sobre él, se da la vuelta y nos
ofrece una débil sonrisa, una que no alcanza sus ojos.

Ahora me doy cuenta de que papá tiene una mirada atrapada en él. La
misma mirada que Elder tenía, después que Eldest murió. Atormentada.
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Papá se vuelve a Emma y sigue hablando.


Yo trazo el contorno de la pared de piedra con mi dedo. Ahora que estoy
justo frente a ella, puedo decir que los edificios están hechos en realidad
de grandes losas de ladrillos hechos a mano del mismo color que el suelo.
Había intención en la creación de estos edificios, pero están vacíos ahora y
abandonados de hace mucho tiempo de modo que no hay nada más que
los ecos de la vida aferrándose a la dura piedra.

Mi mano se arrastra hasta la ventana, mis dedos se sumergen en una


depresión en el alféizar de piedra. Es perfectamente cuadrado, cada línea
recta y cuidadosamente tallada en la piedra.

—No sabemos para qué es —dice mamá, mirando a la depresión en el


alféizar—, pero hay un recuadro en todas las ventanas de todos los
edificios.

La Dra. Watase pasa adelante.

—Cualquiera que haya construido estos edificios, obviamente, tenía


sensibilidad —dice ella—. La teoría popular entre los científicos es que los
habitantes originales de estos edificios tenían una especie de ídolo que
ponían aquí. Tal vez sus dioses están vinculados a los soles; todas las
ventanas están frente a la luz.

Emma se va, y papá la mira irse. Paso alrededor de la Dra. Watase y me


dirijo directamente a él, envolviendo mis brazos a su alrededor, como solía
hacer cuando yo creía que podía resolver cualquier problema. La dureza de
su rostro se suaviza.

—Me alegro de que estés bien, Amy —dice. Deja caer un beso en la parte
superior de mi cabeza.

—Por supuesto que estoy bien. —Le disparo una sonrisa tan grande como
soy capaz.

Él me abraza con más fuerza.

—Esto... nada de esto era lo que yo esperaba que fuera.

—No lo olvides, papá —le digo suavemente—. Ésta fue mi elección. Yo fui
la que decidió venir a la misión.
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Abre su boca, pero ya sé lo que va a decir: que no se supone que fuera una
opción en absoluto, y no debería haber ido.
No le doy la oportunidad.

—Estoy aquí ahora —digo—. Y estoy feliz. Estoy contigo y mamá.

Él me aprieta una vez más, y luego me deja ir.

—¿De qué estabas hablando con Emma? —pregunto.

—Tenemos un par de problemas en los que estamos trabajando.

—Cuéntame.

Él me mira, y sé que me está viendo sólo como su hija, su niña.

—Cuéntame —le digo de nuevo—. Tal vez pueda ayudar.

Para su crédito, él sostuvo su mirada escéptica.

—Bueno, en primer lugar, estamos teniendo problemas con la sonda. No


hemos sido capaces de comunicarnos con la Tierra.

Mi corazón se detiene.

—¿Quieres decir que no fueron capaces de comunicarse con la Tierra otra


vez, ¿verdad? Te comunicaste con ellos justo después de aterrizar, ¿no?

—Sí —dice papá, y entonces, casi como si estuviera hablando consigo


mismo—. Sí, por supuesto. —Después de un momento, añade—: Pero el
sistema de comunicación del Transbordador está completamente roto
ahora, y no pudimos conseguir que el que está en la sonda funcione.

—¿Qué hay de mal en ese? —Me muerdo el labio, esperando la respuesta


de mi padre.

—Hemos sido capaces de establecer un enlace de comunicación… pero no


escucharemos nada desde el otro extremo. —La mirada que me da no me
trae ninguna comodidad.

—¿Es algo malo? —pregunto, inclinándome hacia adelante, ya adivinando


la respuesta.

Papá se encoge de hombros.


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—Creo que sólo tenemos que trabajar en ello más. Es viejo, Amy. —Parece
lejos de mí—. Pero eso es sólo uno de nuestros problemas.

—¿Cuáles son los otros problemas?


—Una de las Nacidas en la Nave está desaparecida… y el Dr. Gupta.
Creemos que la Nacida en la Nave se alejó y el Dr. Gupta fue tras ella,
pero...

—¿Cuándo se perdieron?

—En algún momento de la tormenta. —Los ojos de papá son distantes. Sé


que está preocupado, pero su preocupación no tiene el mismo sabor ácido
del temor creciendo en mi vientre.

Han estado fuera durante casi un día entero.

—¿Qué Nacida en la Nave? —pregunto. Papá dijo que “ella”, así que no es
Elder quien está desaparecido, pero quizá Kit...

—¿Laura? ¿Lauren? —Papá sacude la cabeza.

—¿Lorin? —pregunto en voz baja.

—Esa es.

Loris llevaba un parche Phydus, y yo había sido su guía antes de la


tormenta, antes de dejarla ir. Si ella se alejó en medio del caos de un
relámpago y trueno, es mi culpa.

Él mira hacia abajo y ve mi cara.

—Amy, no te preocupes —dice, apretando mi brazo—. Estaba lluvioso y


oscuro anoche, pero Juliana es una buena rastreadora; va a encontrarlos
ahora que los soles están en alto.

La radio en el hombro de papá crepita a la vida. Da un paso lejos de mí,


pulsando el botón para confirmar que está listo para recibir un mensaje.
La voz de Emma sale por la radio.

—Los encontré, señor —dice ella, su voz difusa.

—¿A Gupta y la mujer Nacida en la Nave?

—No a Gupta —dice Emma—. Pero sí a la Nacida en la Nave y Juliana.

—Bien. Envíalas de vuelta a la Colonia.


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—Señor, no puedo.

—¿Qué? —pregunta papá.


—Señor, están muertas. Ambas.

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Elder
Traducido por Susanauribe
Corregido por Lizzie

L
o primero que siento cuando veo a Amy corriendo por las escaleras
hacia los edificios en el segundo nivel, su cabello rojo moviéndose
detrás de ella, es alivio.

Ella está viva. Está despierta y está bien, y está viva.

Lo segundo que siento es miedo.

La mirada de su rostro me dice que algo está muy, muy mal.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—Papá se acaba de ir con mamá y algunos de los científicos —dice, sin


aliento—. Me dijo que no me fuera… me dijo que no te dijera…

—¿Decirme qué? —Mi interior está moviéndose.

—Encontraron a Lorin.

—¿Y? —pregunto, temiendo desde ya la respuesta. Kit y yo pasamos buena


parte de ayer compilando una detallada lista de cada persona de la Nave.
Perder a Lori en la multitud nos consumía a ambos; no podíamos dejar
que pasara de nuevo—. ¿Eso no es algo bueno?

—Está muerta.

Mis ojos se abren con impacto, luego rabia. ¿Muerta?

—¿Cómo —exijo.
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Amy niega con su cabeza.


—Está muerta y también Juliana Robertson, quien fue enviada a buscarla
a ella y al Dr. Gupta. No sé cómo. El Dr. Gupta todavía está desaparecido.
Acabo de escuchar…

Escuchó sobre las muertes y aunque su padre lo prohibió, la primera cosa


que hizo fue decirme.

—¿Dónde —pregunto.

Amy niega con su cabeza.

—No lo sé. Cerca del lago, creo.

—Tengo que irme.

Ella me agarra por el codo.

—No puedes, papá estará furioso…

—¿Y?

Mi mente está agitada. Los peligros de este planeta son mucho más
grandes de lo que pensé originalmente. El ave reptil que trató de comerse
mi cara, las pisadas en el bosque de algo cercano, observándonos, las
flores que casi ahogaron a Amy y ahora, dos muertes más…

Hay tanto que no entendemos. Es nuestra ignorancia la que nos matará en


este planeta.

Nuestra ignorancia…

Pero alguien lo sabía. Hay una persona aquí que sabe qué peripecias tenía
este planeta. Y su conocimiento puede salvarnos.

Recuerdo las últimas palabras de Orion en los disquetes que le dejó a


Amy. Su voz temblaba y se rompía con miedo.

—¿Es la Nave tan mala que tienes que enfrentarte con los monstruos abajo?
¿Vale el riesgo, tu vida y la de todos los demás?

Mis ojos se encuentran con los de Amy.


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Él sabía.

—Orion —digo. Él puede decírnoslo. No lo dejaremos hablar en acertijos y


códigos. Lo forzaremos a decirnos todo lo que sabe. Si no lo hace…
El color se drena del rostro de Amy.

—Orion —susurra. Sus ojos enfocados en mí—. Elder, Orion nosotros no…
lo olvidamos… su temporizador.

Maldición. Entre la Nave dejándonos afuera y ser forzados a las ruinas…


nadie ha reajustado su temporizador.

Amy y yo echamos a correr, chocando por los árboles y ni siquiera


molestándonos en mirar si hay más criaturas aviares esperando para
atacar. Por un breve momento, me preocupo de que no podamos encontrar
el camino de regreso a la Nave, pero mover a casi ciento cincuenta
personas ayer dejó más que camino suficiente para seguir. Localizar un
lugar para establecernos pareció tomar por siempre porque había tantos
de nosotros y no sabíamos a dónde íbamos, solo sabíamos que la sonda
indicaba agua. Pero solo somos dos ahora y regresar a la Nave toma menos
de lo esperado.

Amy sube la rampa y prueba con la puerta.

—Todavía está cerrada —gruñe.

Me dejo caer en el asiento frente al Panel de Control. Tiene que haber algo
que pueda hacer. Paso mi mano a través del Panel de Control, haciendo
que la computadora de la Nave haga un escáner completo de todas las
operaciones.

—¿Por qué no estabas ahí? —pregunta Amy mientras me recuesto,


mirando el Panel de Control con frustración, esperando los resultados.

—¿Ahí? —pregunto. Los sensores parecen estar leyendo bien, pero,


¿entonces por qué la Nave todavía está cerrada?

—Cuando me desperté.

Mis dedos se congelan por encima de los controles. ¿Le digo que pasé la
noche afuera del edificio en el que sus padres la retuvieron, inclinado
contra la ventana para poder escuchar si se despertaba? ¿Le digo que
cuando el sol salió, lo primero que hice, antes de revisar a mi gente, antes
de volver a revisar todo con Kit, fue pararme de puntillas hasta que pude
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ver su rostro en la luz de la mañana? ¿Que apenas dormí, carcomido por


la culpa de que fui yo quien casi la mató… de nuevo?

—Debería haber estado —digo—. Lo siento.


Amy aspira. La miro. No me está mirando a mí sino a la puerta cerrada.

—Abramos esto —dice ella, es lo más cerca que llegará a aceptar mi


disculpa.

Me meto debajo del panel de control, buscando la pequeña caja marcada


con FUSILES Y SENSORES. Los cables conectando la presión del aire
están recubiertos en cinta negra. Deben haberse deshilachado o algo así
hace mucho tiempo y luego fueron reparados de manera tosca, no hay
dudas de por qué no funcionaban. Me sorprendo de encontrar la vulgar
cinta, la reparación debió haber sido hecha hace muchas generaciones.

Pero de cualquier manera, ahora parecen bien. Y si los sensores están


operando, quién demonios sabe por qué se cortaron en primer lugar,
entonces debería poder hacer el proceso de cerrado.

El código de autorización militar aparece por la pantalla mientras salgo del


Panel de Control. Mierda. No sé el código secreto de diez dígitos del
Coronel Martin. Trato de evadir la petición. Debe haber alguna forma,
después de todo, el mismo Orion descubrió una forma de abrir cada una
de las puertas de Godspeed, incluyendo las de esta Nave.

Si Orion pudo hacerlo, entonces yo también. Regreso a los computadores,


esta vez mirando las letras de contraseñas en los archivos de la
computadora. Es una tarea lo suficientemente simple, aparte de Amy y yo,
muy pocas personas vinieron al Transbordador mientras estaba atada a la
Nave. Después de un momento, encuentro el mismo código una y otra vez,
K-A-Y-L-E-I-G-H. No es muy difícil adivinar qué ese fue un comando
programado por Orion. Él escogería su nombre, la pequeña Kayleigh, cuyo
cuerpo muerto fue encontrado flotando encima del tanque que escondía la
compuerta secreta de la Nave. Amy se hace a un lado mientras salto y
corro hacia el teclado junto a la puerta. Escribo el código y la cerradura se
abre.

Abro la puerta y estoy a punto de entrar cuando Amy agarra mi brazo.

—Si él está despierto —dice ella—, tenemos que volverlo a congelar.

Niego con mi cabeza.


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—¡Maldición no! Si está despierto, necesitamos interrogarlo. Amy él es el


único, el único, que sabe qué está pasando ahí abajo. Sabía que había
monstruos, debe saber qué clase de monstruos. Puede ser capaz de
ayudarnos a luchar contra ellos.

—Interrógalo, luego vuélvelo a congelar —dice Amy. Su voz sigue fría pero
hay miedo y dolor en sus ojos—. No podemos tenerlo aquí. Imagina el caos
que traería… imagina qué le haría a la gente de la Tierra ahora que están
despiertos.

No me molesto en decir algo más. Amy nunca será capaz de ver a Orion
como algo diferente a malvado. Ella no ve lo que yo veo. No se ve a ella
misma en él. Ella me suelta y abro más la puerta.

—No me vas a abandonar de nuevo, ¿verdad?

Me congelo. Su voz es calmada y silenciosa, casi un susurro y llena con


más tristeza de la que he escuchado de sus labios.

Sin esperar mi respuesta, ella me pasa y entra en la Nave.

La Nave está siniestramente silenciosa. Motas de polvo se mueven en el


aire. Incluso nuestros pasos son silenciosos.

Medio espero que Orion esté sentado de manera casual en la sala


Criogénica, esperándonos.

Pero por supuesto que no lo está.

—Aquí —dice Amy en un susurro, acercándose a la puerta del laboratorio


genético. El aire dentro de la Nave es húmedo y sofocante. ¿Cómo pudimos
considerar vivir aquí adentro en vez de afuera? Amy pasa su pulgar contra
la cerradura biométrica. Exhala el aliento que había estado reteniendo
mientras la puerta se abre.

Entramos.

—¿Dónde está? —pregunta Amy. Mira fijamente a la Cámara de


Criogenización. Antes, la cara de Orion estaba congelada contra el vidrio.
Pero ahora, no hay nada detrás de la pequeña ventana. No hay líquido de
Criogenización. Ni Orion.
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—Eso es imposible —digo.

Amy mira alrededor del laboratorio como si pensara que él va a salir de


detrás de las bombas de Phydus y decir “¡Buu!” pero camino hacia la
Cámara de Criogenización el miedo retorciéndose dentro de mí. El
contador de la cámara dice 00:00:00. Fuera de tiempo.

La puerta se abre con un wooch y un hiss por el aire liberado y la presión.


Orion está acurrucado en el piso de la cámara. Su piel está roja y raída y
se ve como un montón de carne, no como una persona. Pero se estremece
y es la única forma por la que sé que está vivo.

Amy jadea y la miro. Sus ojos están abiertos con horror, su mano cubre su
boca. Odia a Orion pero no es insensible. Nadie puede ver a esta concha de
hombre y no sentir pesar.

—¿Orion? —digo suavemente.

Una temblorosa mano se estira, todavía mojada y pálidamente reluciente


por el azul del Líquido de Criogenización. Tomo la mano. Es suave, no
suave de una manera dulce sino de la misma manera que una esponja
mojada. Cuando trato de ayudarlo a ponerse de pie al jalar de su brazo; él
abre la boca y un grito jadeante y crudo sale de sus labios. Suena como un
repiqueteo de la muerte.

Se está muriendo.

La idea me golpea de repente, tan súbitamente que casi vomito por


pensarlo pero sé que es cierto.

Está muriendo.

Mientras Orion lucha por ponerse de pie, todos sus músculos débiles y
atrofiados, mi mente regresa al momento en que lo congelé. Nosotros, yo,
simplemente lo empujé a la Cámara y la encendí. No preparamos su
cuerpo. Ningún escaneo de pulso eléctrico en su piel para ayudarlo a
ajustarse a la reanimación. Sin gotas en sus ojos o Líquido de
Criogenización en su sangre. Su ropa normal sigue puesta.

Más allá de nuestras manos tomadas, sangre sale de la manga de su


camisa. Su piel está fusionada con su ropa y se arranca tan fácil como
papel mojado.

Amy empuja una mesa de metal hacia nosotros y tan pronto el cuerpo de
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Orion está derecho. Lo muevo dos pasos para que se siente en la mesa. Su
espalda cruje. Su cabello, todavía goteando Líquido de Criogenización azul
y brillante, cuelga en nudos. Está hiperventilando, como si hubiera corrido
mucho, succionando el aire con cada gramo de energía que tiene. Sus
dedos están curvados como garras y los alza a su rostro.

Ahí es cuando noto sus ojos.

Están abiertos y salidos, de la misma manera que lo estaban cuando


estaba congelado.

Hay una película azul encima de sus iris, como cataratas pero de un color
más brillante, del mismo azul del líquido. Sus manos en garras pasan por
su rostro, por sus ojos ahora cerrados, deteniéndose en su boca.

Murmura algo en sus dedos.

Junto a mí, Amy está temblando. Sus propios ojos están abiertos, mirando
la animalistica sombra del hombre.

Las manos de Orion caen a sus costados.

Me inclino, tratando de encontrar sus ojos. Pero no puedo. Sus ojos no se


enfocan.

Está ciego.

Está ciego, herido y está muriendo.

Y no hay nada que podamos hacer para detenerlo.

No importa que yo no hubiera querido esto. Está hecho.

Y fui yo quien lo hizo.

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Amy
Traducido por LizC
Corregido por Lizzie

Q
uiero que rabie.

Quiero que gruña, luche, de la vuelta a la mesa y nos ataque.

Ese es el Orion que entiendo.

No sé qué sentir acerca de un Orion que ha sido objeto de tortura —cuya


misma existencia es una tortura— quien se está muriendo ante mis ojos.

—¿Qué pasó? —Las palabras rechinan de su boca. Abrir sus labios hace
que las comisuras de su boca sangren, solo un poco, apenas lo suficiente
para gotear por un lado de su barbilla.

Elder mantiene su voz tranquila, como si estuviera hablando con un


animal asustadizo.

—Fuiste congelado.

El cuerpo de Orion se sacude y me lleva un momento en darme cuenta que


fue un intento de risa.

—No me digas. ¿Por cuánto tiempo?

—Tres meses.

Veo que esta información penetra. Parece envejecer esos tres meses
adicionales en un instante.

—¿Dónde estamos?
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No se refiere a en qué habitación está. Él quiere saber si todavía estamos


en Godspeed o si estamos en Centauro-Tierra.
—Hemos aterrizado —dice Elder.

—¿Por qué? —pregunta Orion. No hay enojo en su voz, ninguna acusación.

—Tuvimos que hacerlo —dice Elder, pero estoy empezando a preguntarme


si eso es cierto.

La sonrisa de Orion es amarga, como si dudara de la necesidad de eso


también. Levanta la cabeza.

—¿Por qué duele tanto? —Su voz es apenas un susurro—. ¿Por qué no
puedo ver? —Hay temor en él ahora, y pavor.

Algo se agrieta dentro de mi corazón.

—No fuiste congelado correctamente.

—No... —Traga, y hasta esa acción se ve dolorosa—. No me siento bien.

—Lo sé —dice Elder suavemente—. Lo sé. —Al cabo de un momento,


añade—: Lo siento.

La cara de Orion se inclina en la dirección de Elder… y mía. Por un


momento, sus ojos velados parecen caer sobre mí, pero no… están ciegos.

—No te culpo por esto —dice con una voz más fuerte que antes.

Elder agacha la cabeza. Orion puede no echarle la culpa, pero él se culpa a


sí mismo.

—Tal vez me lo merecía. Yo no la culpo tampoco.

Mi corazón se detiene. Yo. Él está hablando de mí.

—Esa chica... Me alegro de que la encontraras. Me alegro de que ella


despertara. Yo había intentado rebelarme antes, ya lo sabes. No tuve una
chica como ella. Solo más cicatrices. —Se toca el cuello—. Parece que estoy
acumulando una gran cantidad de cicatrices. —Su mano se desplaza hacia
arriba hacia sus ojos. Los cubre con sus manos y su cabeza se hunde—.
No deberíamos estar aquí —dice Orion.

—Teníamos que… —empieza a decir Elder otra vez, pero Orion le


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interrumpe.

—No, no tenían. —Tose, un sonido húmedo, tajante—. Viste ese planeta y


no pudiste estar lejos. Lo sé. Yo también lo vi. Pero tuve el sentido de
mantener a nuestra gente en Godspeed, seguros. —Tose otra vez, la sangre
salpicando de sus labios hinchados—. Supongo que no soy digno de verlo
ahora que estamos aquí.

Hay tanta nostalgia en su voz.

Y por primera vez, me doy cuenta de que tengo algo en común con Orion.

—Tengo mis propias razones para lamentar —dijo Orion. Elder parece
como si quisiera hablar, pero parece que no puede lograr sacar ninguna
palabra.

La sangre gotea libremente por la barbilla de Orion ahora, y sus ojos se


escapan. Se está cayendo a pedazos delante de nosotros.

—Nunca los vi morir —grazna, haciéndose eco de mis pensamientos


anteriores—. Tal vez si lo hubiera hecho, no habría dejado que se
ahogaran.

—Orion —dice Elder finalmente—. Necesitamos ayuda.

La mano de Orion acaricia la mesa, sintiendo los bordes.

—Tan... cansado...

—¿Qué nos puedes decir acerca de los monstruos en el planeta? —


pregunta Elder, con urgencia en su voz. Orion se está muriendo, pero no
podemos dejarlo morir con sus secretos todavía ocultos.

—Esclavos o soldados —dice Orion. Se hunde en la mesa, acostado, con


las piernas colgando por un lado—. Te lo dije... esclavos o soldados.

—No los congelados —dice Elder—. Yo no estoy hablando de los


congelados. Sé cuán peligrosos son. Necesito saber, ¿qué hay de las
criaturas en el planeta? ¿Qué sabías que estaría esperando por nosotros si
aterrizábamos?

El cuerpo de Orion se sacude… ¿otra risa? ¿O algo peor?

—¡Dinos! —dice Elder, alzando la voz—. ¡Tienes que decirnos! ¡Tenemos


que saber con qué nos enfrentamos! Personas han muerto.
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—¿Y? —gruñe Orion—. Me estoy muriendo.

—¡Tienes que decirnos! —Elder agarra el brazo de Orion.


Se aplasta bajo su agarre y la boca de Orion aspira el aire por un grito que
su garganta no puede formar. Elder aparta su mano rápidamente cuando
el cuerpo de Orion se sacude en espasmos con dolor.

Después de que él se calma, Orion habla. Su voz es más débil que antes.

—¿No me digas que no las encontraron? —Tose, un sonido seco, como de


papel—. Oh, pequeño príncipe, no me digas que no seguiste todas las
pistas.

—No tenemos tiempo para pistas. —La voz de Elder es suplicante; suena
como si estuviera a punto de llorar—. Solo dime.

Orion lucha por sentarse de nuevo, pero no puede. En su lugar, vuelve la


cara a Elder. Sus ojos ciegos están cerrados, el esfuerzo por mantenerlos
abiertos ya es demasiado.

—Muéstrame el mundo —dice, haciendo un esfuerzo para hacer que las


palabras salgan fuertes—. Por favor. —No hay mendicidad en su voz, solo
una sencilla suplica simplemente dicha.

Elder parece confundido, desconcertado. Pero sé lo que Orion quiere decir.


No quiere hablar a menos que lo llevemos afuera.

Me pongo de pie y camino lo más silenciosamente que puedo hasta la


puerta, indicándole a Elder que me siga. Elder empuja la mesa con ruedas
delante de él. Los únicos sonidos en la Sala de Criogenia son de nosotros
caminando y la mesa rodando sobre el suelo de metal.

Y Orion, jadeando, sobre la mesa, aferrándose a la vida en este preciso


momento.

Cuando Elder empuja la mesa por el pasillo hacia la puerta del Puente, el
cuerpo de Orion se desliza sobre la superficie metálica. Él jadea, algo
traquetea en su pecho, sus ojos ciegos bien abiertos mientras escupe
sangre. No solo los lados de su boca están sangrando ahora; hay algo roto
dentro de él también.

Habíamos dejado la puerta del Puente abierta cuando habíamos entrado,


pero tengo que pasar por ella primero, levantando el borde de la mesa y
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tirando de ella por encima del margen de la puerta de sello. Si Orion


adivina que hay alguien más con él además de Elder, no hace mención de
ello.
Una vez que estamos fuera, él inclina su rostro hacia los soles. Se han
elevado más alto en el cielo, por encima de los árboles. Su cuerpo parece
más pequeño, encogido en alivio sobre la mesa de metal, pero sus ojos
siguen bien abiertos y lanzándose alrededor, tratando de ver lo que está
sucediendo. Me da lástima en este momento, pero entonces recuerdo la
forma en que los ojos de Theo Kennedy estuvieron hinchados y abultados
en su muerte y la pena se hunde en mi corazón.

Orion levanta el brazo, estirándose, con los dedos extendidos. Respira


profundamente, saboreando el aire fresco. Su cuerpo parece ser una
extensión de sus fosas nasales; todo se centra en su sentido del olfato.
Una brisa caliente se arremolina a nuestro alrededor, y él inclina la cabeza
hacia ella. El viento hace que las hojas del bosque susurren y se sacudan,
y Orion desplaza sus oídos hacia el sonido.

Su cuerpo se centra en todos los sentidos que le quedan, absorbiendo este


mundo tan completamente como le sea posible.

Su brazo baja lentamente. Las comisuras de su boca se curvan hacia


arriba.

Suspira, y con ese suspiro, la última parte de vida se escapa.

Lo poco que queda de luz en sus ojos marchitos desaparece lentamente.

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Elder
Traducido por carmen170796
Corregido por Angeles Rangel

S
e ha ido.

Amy dice las palabras, pero todavía no las asimilo.

Él no se puede haberse ido. Sus ojos ciegos todavía


miran, todavía tratan de absorber el mundo que
nunca podrá ver.

No tengo la fuerza para cerrarlos.

—Él era yo, sabes. —Un yo que enfrentó la verdad por sí mismo. Un yo que
hizo lo que hizo para proteger a mi gente. Todo lo bueno en mi vida vino de
él, y no le di nada a cambio—. Técnicamente, quiero decir.

—Lo sé —contesta Amy.

—Lo siento —le susurro a Orion, porque aun cuando él era un asesino, no
merecía esto. No merecía que le dieran el planeta y después se lo
arrebataran. No me encuentro con su mirada mientras caigo al piso y
ruedo mi cabeza contra el duro metal del Transbordador. Es inútil. Nunca
debimos haber venido. Debimos habernos quedado en Godspeed.

—Lo resolveremos —dice Amy—. No dejaremos que nadie muera. —Ella se


sienta a mi lado y apoya su cabeza sobre mi hombro. Por unos minutos,
sólo nos sentamos ahí en silencio, yo luchando con la realidad de que no
puedo salvar a mi gente si no sé de qué necesito protegerlos, Amy
apoyándose contra mí, sirviendo como un recuerdo de todo lo que Orion
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no tenía.

—Elder —dice Amy después de un momento—. ¿Cómo te llamó?

—¿De qué estás hablando?


—Él nos dio una pista —dice ella, el asombro llenando su voz—. Antes de
que muriera… —Su voz se va apagando mientras se levanta de un salto,
emocionada.

—¿A qué te refieres? —pregunto, mi corazón latiendo fuertemente. Mis


rodillas están débiles de la esperanza mientras me pongo de pie.

—¡Una pista! No sé si esa fue o no su intención, pero nos dio una pista.

—¡Una pista! ¿Qué pista?

—Piensa —dice Amy, sus ojos destellando—. Piensa en el rastro de pistas


que seguimos.

Mi mente salta a esa época. La pintura de Harley. El Wi-com de Amy.


Shakespeare y Dante. Y otro libro…

—Lo has olvidado, por supuesto que lo has hecho, estabas distraído por
los trajes espaciales en ese momento. —Sus ojos están muy abierto y
brillantes.

—¿Trajes espaciales?

Amy agarra mi mano y me arrastra hacia la puerta del Transbordador.

—¿Recuerdas cuando descubrimos el cuarto con los trajes? Había un


libro, justo como los otros libros que Orion nos dejó, pero no había una
pista dentro del libro. ¿Recuerdas que libro era? —Su voz es frenética,
urgente

Sacudo la cabeza. Mi única idea había sido salir de Godspeed y ver el


Universo que había estado bloqueado por paredes de metal toda mi vida.

—Yo me acuerdo —dice Amy, sonriendo—. Ese libro. Era El Principito. —Se
da la vuelta para mirarme, las puntas de su cabello golpean su cuello—.
¿Y cómo te llamó ahorita?

—Un principito —respondo automáticamente. Por un breve momento, la


esperanza que Amy está rebosando me contagia. Pero no—. No puede ser
una pista —digo. Mis ojos se mueven rápidamente al cuerpo de Orion, aún
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mirando ausente al cielo azul—. Él solo se estaba burlando de mí, diciendo


que lo era, ya sabes, el líder, pero no era bueno en ello. Además, ya
encontramos ese libro y la pista en él.

Amy frunce el ceño, pensando.


—¿Cuál era esa pista? —pregunta.

Me encojo de hombros.

—Alguno texto subrayado.

—No, quiero decir, ¿Qué nos mostró esa pista? Cada pista que Orion nos
dejó tenía una razón. Cada una conducía a algo más, cada pieza era
importante. ¿Cómo esa pista era importante?

—Era donde estaban los trajes espaciales.

Amy sacude la cabeza.

—Pero no es así como encontramos los trajes, esa pista vino del soneto.

—¿Entonces?

—Entonces nos perdimos algo —dice Amy—. Orion sabía algo más, algo
acerca de la Nave o la misión que debimos haber descubierto en ese
entonces… pero no lo hicimos. Nos perdimos una pista.

Ella tiene razón. Cuando descubrimos ese pequeño libro, estaba distraído
por los trajes espaciales, después por el planeta. Y Amy estaba distraída
por la manera en que casi muero. Todo pasó tan rápido… y nos perdimos
algo. Una última pista, algo que explicará a qué nos enfrentamos en
Centauro-Tierra.

Me dirijo al cuarto de trajes espaciales, la primera puerta después del


puente. Todavía está llena de suministros que trajimos de Godspeed. Miro
las cajas de comida, las cajas de ropa y los suministros médicos y todo lo
que pensamos que necesitaríamos.

Y es ahí cuando me doy cuenta: No hay manera de que el libro siga aquí.
Qué estúpido de mi parte venir aquí y buscar, en serio. Sabía que no
estaba. Limpiamos este cuarto. Lo embutimos de equipos de Granja y
Ganado. En cualquier momento alguien pudo haber recogido el delgado
volumen de El Principito y botarlo. Pudo ser en Godspeed. Pudo ser tirado.
Destruido.
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Tal vez no había otra pista en El Principito. Pero lo que sea que era, se ha
ido.

Amy se ríe.
—Oh hombres de poca fe —dice—. Estaba aquí cuando empacaron este
cuarto. Iba a llevar ese libro a la Sala de Grabación, pero… —Se queda
mirando las cajas en el camino—. Ayúdame a subir, ¿sí?

—¿Qué? —pregunto, incrédulo.

—Ayúdame a subir. —Ella pone ambos pies sobre la caja más cercana,
probando su peso contra ella. Cuando pongo las manos bajo su pie, se
impulsa, peleando por trepar sobre las cajas en la parte de arriba.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto.

Trepa sobre las cajas, ocasionalmente resbalándose y cayendo por una


caja de ropa y maldiciendo.

—Sé que dijimos que no debíamos malgastar espacio en cosas que no


necesitábamos para sobrevivir, pero… —Su voz se va apagando, mientras
llega a la pared, sus ojos nivelados con el monitor roto que se suponía
mostraba cómo funcionaban los trajes espaciales—. Pero no podía dejar
este libro.

Amy mete los dedos bajo el monitor de vidrio empotrado en la pared y lo


saca de su agujero. Saca un delgado tomo con la imagen dibujada a mano
de un pequeño parado sobre una luna con cráteres. Amy vuelve a trepar
por las cajas, después salta, lanzándome el libro. El Principito está
estampado en la portada, seguido de un nombre impronunciable.

Pasa las hojas hasta que encuentra la pista que Orion había dejado, el
texto subrayado que Amy vio pero ninguno de nosotros pensó en analizar

—Yo —replicó el principito—. No quiero condenar a nadie a muerte.

—Es una advertencia —murmura, leyéndola.

Amy lee sobre mi hombro.

—Tiene que haber algo más. Orion no habría dejado una huella que no
condujera a ningún lado, y él no habría sacado el tema, no mientras
estaba muriendo, no mientras le decías que estábamos en el planeta y era
peligroso. Él puede haber sido psicópata, pero era cuidadoso con sus
Página145

pistas. Tiene que haber algo aquí que se vincule a por qué Centauro-Tierra
es peligroso, a lo que realmente nos estamos enfrentando.
No estoy seguro de cuánto es lógico y cuánto es una expresión de deseos,
pero es la única alternativa que tenemos.

Cierro el libro, examinando la portada. Orion me llamó “principito”, pero


tengo que admitir, que no creo que tenga algo en común con éste. Este
principito está arriba de su piedra seca y polvorienta de un reino, y no
sabe qué se siente tener a mil personas dependiendo de ti. Él podría salir
de su planeta y rebotar por el Universo de lugar en lugar y, mientras
empiezo a examinar las páginas del libro, veo que eso es lo que hace. Él no
debe sentir el peso de la gravedad en un planeta tan pequeño, pero hay
mucho más que la gravedad que me tira abajo.

Empiezo a tratar de leer la historia, pero Amy está impaciente y no puedo


concentrarme en las palabras. Parece tonto, hay un sombrero y una rosa y
un zorro, y tiene poco sentido. Cuando llegamos al final, le paso el libro a
Amy.

—No hay nada aquí —digo de nuevo.

Ella sacude la cabeza, abriendo de nuevo el libro.

—Tiene que…

No empieza al principio del libro esta vez; empieza cerca del medio, donde
Orion subrayó el texto. Sus dedos trazan los círculos y subrayados, surcos
marcados por un lapicero aplastado. Voltea un par de hojas, pasando sus
dedos por las ilustraciones, un gordo con una capa con estrellas, parado
sobre un planeta aún más pequeño que el del Principito.

Amy jadea

—¿Qué es? —pregunto, inclinándome.

—Mira. —Ella me tiende el libro. Miro la página—. Mira.

Y después lo veo.

La pista no está en el texto, está en el dibujo. El hombre en el dibujo está


sentado en un trono.
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—Él es el rey —dice Amy—. Piensa que es el rey de las estrellas. —Su capa
envuelta alrededor de él y cuelga a los costados del planeta, la ropa
ondeando por la superficie.
Una docena o más de estrellas amarrillas decoran la prenda, dándole la
apariencia de estar atrapado en el Universo. Tiene una corona de oro y el
ceño fruncido y por razones que no puedo explicar, su cara arrugada me
recuerda a Eldest.

Y, justo sobre donde el corazón del rey debería estar, hay una estrella. Es
parte del diseño original y es una de las muchas decoraciones de la
prenda, pero dentro de la estrella, en tinta negra muy borrosa, hay un
corazón dibujado a mano que definitivamente no era parte del dibujo.

—Y mira aquí —dice Amy, señalando a la parte inferior del planeta que el
rey usa como trono. En letra pequeña hay una oración, curvada alrededor
del borde del planeta:

¿Quiénes son los verdaderos monstruos?

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23

Amy
Traducido SOS por Shadowy
Corregido por Angeles Rangel

Q
uiénes son los monstruos. No qué. Quién.

Elder suspira y cierra el libro de golpe.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—Eso no nos dice nada. —Mira el libro con disgusto—. Es sólo otra
maldita pista. ¿Y a dónde quiera que esto nos haya llevado? Está fuera de
alcance.

—No sabemos eso —respondo, aunque en el fondo sospecho que tiene


razón.

Elder toca el lado de su cuello, dónde está su Wi-com inútil.

—Amy, es imposible. La respuesta está orbitando el planeta, en algún


lugar en Godspeed.

—No es imposible —digo, a pesar de que no puede ver realmente cómo es


todo lo contrario.

Elder no me responde. Cuando levanto la mirada, sus ojos se han puesto


serios y preocupados.

—¿Qué pasa? —pregunto, jugueteando con mi pelo. Su mirada intensa me


pone nerviosa.

—Sabes que no quería dejarte —dice él, su mirada nunca vacilando.


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—¿Qué?

—Cuando te desmayaste. Yo no quería dejarte. Quería quedarme. Pero tus


padres...
—Elder... —Me siento estúpida por siquiera haber sacado el tema. No lo
necesito a mi lado cada segundo del día para saber que él quiere estar allí.
Supongo que la única cosa que su ausencia realmente demostró esta
mañana, fue que yo lo quiero “lo necesito” alrededor a él también.

—Hablando de tus padres, deberíamos volver —dice Elder, con derrota en


su voz—. Tu padre querrá saber que el Transbordador está abierto ahora.

Asiento, él tiene razón. Meto El Principito bajo mi brazo y lo sigo de vuelta


afuera del Transbordador. A pesar de que tenemos las cosas por las que
vinimos —la pista que podría darnos las respuestas que necesitamos— se
siente como si hubiéramos sido derrotados. En el Puente, Elder hace una
pausa, mirando hacia abajo al cuerpo de Orion. El pelo largo de Elder
oscurece su rostro y su sombra proyecta a Orion en la oscuridad,
haciéndolo ver casi como si Elder estuviera mirando a su propio reflejo.
Aprieto el libro contra mi pecho, tratando de disipar la imagen.

—¿Amy? —grita una sorpresiva voz masculina. Elder da un paso frente a


mí, como protegiéndome de un enemigo, pero cualquier enemigo en este
planeta no sabría mi nombre.

Chris sale de las sombras de los árboles.

—¿Qué están haciendo aquí? —pregunta, sorprendido y tal vez un poco


sospechoso.

—Tengo todo el derecho de estar en mi Transbordador —dice Elder en voz


alta—. ¿Qué estás haciendo tú aquí?

—El Coronel Martin me envió a comprobar si el bloqueo del Transbordador


había terminado —dice Chris—. ¿Qué es eso?

Señala al cuerpo de Orion.

Elder le explica, en parte. Le dice a Chris que Orion era un Nacido en la


Nave que había sido congelado por crímenes que cometió en Godspeed,
pero no le dice sobre las pistas.

—Ustedes dos deberían volver a las ruinas —dice Chris cuando Elder
termina—. El Coronel Martin tiene una reunión con todas las colonias.
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Sólo está esperando a que yo regrese con el amplificador de voz. —Corre


por la rampa y al puente, evitando cuidadosamente el contacto con la
mesa de metal y el cuerpo de Orion. Después de retirar algo —un
amplificador de voz, al parecer— de un panel integrado en el
Transbordador, se lo tira a Elder y Elder me lo pasa a mí. Lo sostengo
junto a la copia de El Principito. Chris mira el libro pero no se molesta en
hacer preguntas.

—Qué pasa con... —dice Elder, deteniéndose—. Qué pasa con el cuerpo de
Orion.

—Yo me encargo de eso —dice Chris amablemente—. Estoy ayudando con


los otros.

Juliana Robertson y Lorin.

Tantos.

Demasiados.

Y ni siquiera sabemos qué pasó.

—¿Sabemos más sobre cómo murieron? —pregunta Elder, obviamente en


la misma línea de pensamiento que yo.

—Los pteros. —Ante nuestras miradas en blanco, Chris elabora—. Así es


como están llamando a esas aves monstruo. Pteros, abreviatura de
pterodáctilo o pterosaurio o algo así. Porque se parecen tanto a los
dinosaurios.

Me imagino lo que deben haber parecido los últimos momentos de Lorin y


Juliana, todo garra y dientes como sierras. Mi labio se curva
involuntariamente con asco y me obligo a no pensar en eso.

—Deberían irse —añade Chris—. Tu padre no ha notado que estás


perdida, Amy, pero lo hará pronto...

Asiento, papá va a estar furioso si se entera que me aventuré de vuelta al


Transbordador, especialmente después del fiasco de ayer con las flores
púrpuras. Envolviendo mi mano alrededor de la de Elder, lo arrastro lejos
suavemente, de vuelta en la dirección de las ruinas, mientras Chris sube
la rampa.

—¿Qué va a hacer con él? —pregunta Elder, mirando hacia atrás al


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Transbordador y casi tropezando con una raíz expuesta.

—¿Con quién?

—Orion.
—Enterrarlo, supongo —digo—. Eso es lo que hicieron con los otros, los
que murieron durante el aterrizaje.

Elder frunce el ceño. Se detiene y comienza a regresar al Transbordador,


luego se detiene de nuevo y continúa en el camino a las ruinas.

—No me gusta eso —dice en voz baja.

—¿Qué-Qué hacía tu gente con los muertos? —pregunto, tropezando con


la pregunta. Sé que no había religión en la Nave, pero nunca tuve claro
realmente lo que pasaba con aquellos que fallecían. La muerte de Harley
no dejó ningún cuerpo, y nunca vi qué pasó con los otros. Cuando conocí a
Steela, una anciana que fue asesinada simplemente por su edad, Doc dio a
entender que los cuerpos eran reciclados, pero nadie, ni siquiera Elder,
sabía sobre eso, creo. Y eso fue lo más cerca que llegué a descubrir la
verdad.

—Los enviábamos a las estrellas —dice Elder—. He leído sobre religiones


antiguas y rituales. Nosotros no hacíamos una exhibición de ello, ninguna
“oración” ni nada. Podíamos no creer en dioses, pero todos podíamos ver la
belleza de una eternidad flotando libres, lejos de los confines de la Nave, a
la deriva a través del Universo.

Él traga y noto que sus ojos están muy rojos.

—¿Qué se supone que hagamos con los muertos ahora que ya no pueden
volar? —pregunta—. Enterrarlos es el opuesto exacto de liberarlos en el
Universo.

—Mi madre me dijo una vez que un físico famoso dijo que todos estamos
hechos de materia de estrellas —digo lentamente, tratando de recordar las
palabras exactas de la cita—. Que las partículas dentro de nosotros son
las mismas que están en las estrellas. Tal vez no importa si alguien está
enterrado o flotando en el espacio; tal vez ellos son enviados a las estrellas
de cualquier manera.

—Todavía están muertos —dice Elder amargamente.

—Todos moriremos algún día. —Tal vez la única cosa que hace ese hecho
soportable, es la idea de que la muerte es la única manera de volver a las
Página151

estrellas.
Cuando llegamos al borde del bosque, las personas ya están reunidas en
una multitud en el prado que se extiende entre los árboles y las ruinas.
Todos ellos murmuran entre sí, los sonidos son fuertes pero también
indistintos para que yo distinga palabras específicas. No necesito palabras,
sin embargo, para saber qué es lo que están sintiendo. Miedo.

Comienzo a rodear el borde de la multitud, dirigiéndome hacia los


edificios, pero Elder agarra mi mano y la aprieta. Con una mirada, sé lo
que intenta hacer; quedarse aquí, donde es más necesitado. Asiento
silenciosamente y me desvío, esquivando en torno a grupos de personas
preocupadas y ansiosas, hasta llegar a los edificios en el borde de las
ruinas.

—¡Ahí estás! —grita mamá, con alivio en su voz—. ¿Dónde has estado?
¿Fuera con ese chico Elder? ¡Me tenías muerta de miedo! Si vas a hacer
algo así, al menos lleva a Chris o uno de los otros militares contigo.

—Sólo estaba, um —comienzo, tratando de salir con una mentira. Mamá


ni siquiera ha notado la andrajosa copia de El Principito o el amplificador
de voz que estoy cargando—. Chris me dio esto para dárselo a papá —digo
finalmente, sosteniendo el amplificador de voz hacia mamá mientras
deslizo el libro detrás de mi espalda.

Mamá me mueve apresurada en el primer edificio.

Me detengo en seco.

Dos cuerpos yacen en el suelo polvoriento. Un cuerpo está cubierto,


mayormente. Todavía puedo ver la espesa mata de pelo saliendo de debajo
de la chaqueta que cubre la mitad de la cara de Juliana Robertson, pero
esa es la única cosa que la identifica. Está destrozada y ensangrentada en
una forma carnívora y no tengo ninguna duda de que fue un ptero el que
la asesinó.
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Lorin se ve como si pudiera estar durmiendo.

Pero no lo está.

—¿Dónde está el Dr. Gupta? —pregunto.


Mamá suspira.

—No estamos seguros, pero... no parece esperanzador. Había... pedazos...


de la pobre Juliana esparcidos alrededor. Al principio creímos que el Dr.
Gupta estaba, eh, entre los pedazos. Pero parece como si estuviera
desaparecido. —Miro hacia ella, esperanzada, pero la expresión de su cara
hace que mi esperanza muera—. O podría ser simplemente que no había
nada que quedara de él... Me refiero... Amy, tal vez fue...

—¿Comido? —Jadeo.

Mamá se ve sombría.

—¡Amy! Estaba buscándote —brama papá, descendiendo las escaleras del


edificio—. ¿Has visto a Chris? Todo el mundo está esperando por mi
discurso.

¿Eso es todo lo que quiere saber? ¿En serio? Doy un paso alrededor de los
cuerpos cubiertos.

—Aquí —digo, entregándole el amplificador de voz. Me siento enferma—.


Ah, ¿y también? Elder pudo abrir el Transbordador ahora.

—¿Él lo hizo? —Papá se ve realmente complacido por esto—. Bueno, eso es


bueno. Me alegro de que por fin algo esté trabajando a nuestro favor.

Papá vuelve al piso de arriba, y para cuando me doy vuelta, mamá se ha


ido también. Probablemente afuera, para escuchar el discurso de papá.

Sólo soy yo y los cuerpos, uno desgarrado, el otro sin tocar. A Juliana sólo
le queda un ojo, y éste me mira mientras corro de la habitación.

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24

Elder
Traducido por Maru Belikov
Corregido por Nanis

E
l Coronel Martin está pie sobre el techo de la construcción más
cercana, la voz amplificada en su mano. Alrededor de mí, las
personas se mueven incómodamente. En el Transportador, había
una línea invisible dividiendo a las personas Nacidas en la Tierra y
aquellas que nacieron en la Nave. Ahora los científicos se encuentran cerca
de los edificios, y los militares están de pie cerca del bosque, dejando a mi
gente en el medio.

—Atención, todos los miembros de nuestra colonia —dice el Coronel


Martin. Mis labios se arquean con una amarga sonrisa. Inteligente de su
parte, llamarnos una colonia. Como si fuéramos unidos—. Es mi deber
informarles de una triste circunstancia. Anoche, dos miembros del grupo,
uno Nacido en la Tierra y otro en la Nave, fueron encontrados muertos.

Las palabras del Coronel Martin causan un frenesí de parloteo que va


aumentando hasta que él alza su mano, pidiendo silencio. Las noticias de
la desaparición de Lorin se había esparcido rápidamente entre mi gente,
pero escuchar que está muerta es otra cosa completamente diferente.

—Sus muertes nos recuerdan que este planeta está lleno de peligros
desconocidos. Algo tan simple como estornudar podría hacer que te
enfermes; alejarse del grupo podría hacerte víctima de bestias salvajes.

Miro alrededor de mí. Verdadero terror marcado en cada rostro. Me


pregunto si el Coronel Martin sabe lo que ha hecho. Miedo a lo
desconocido es el más grande tipo de miedo que hay, y él acaba de
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asegurar que todo en este planeta es un peligro desconocido para mi gente.


—Mis militares estarán ejecutando unas reglas —continúa el Coronel
Martin—. Un toque de queda, lineamientos para donde debe ir cada quien,
entre otras cosas, por su seguridad.

Me doy cuenta que he estado conteniendo el aliento. Quizá son mis años
con Eldest que me hacen precavido con el discurso del Coronel Martin, o
quizá es la pelea con Bartie en esos últimos días, o es porque sé lo que
Orion diría si estuviera aquí ahora. Pero no puedo sacudir la inquietud
dando vueltas en mi estómago.

—Hemos sido capaces de conseguir que el Transportador se abra otra vez,


pero si la evacuación nos ha enseñado algo, es que es poco sabio tener a
toda la colonia viviendo junta en un área contenida. Todos nuestros
huevos en una canasta, por así decirlo. Es por ello, que de ahora en
adelante, el Transportador será usado para almacenar y para investigación
científica. Todos, tanto los Nacidos en la Tierra como en la Nave, serán
reubicados dentro de las estructuras de aquí. Aunque tendremos que
compartir nuestro espacio, pero nos dará muchísima más privacidad que
si estuviéramos viviendo en cuartos reducidos en el Transportador.

Estoy de acuerdo con él en esto; esa primera noche fue miserable.

—La primera parte de la mañana la pasaremos reubicándonos. Traigan de


regreso cualquier suministro que necesiten con ustedes para el día a día a
la estructura que será su nuevo hogar. Mi gente distribuirá raciones de
comida a mitad del día, y con ellas, asignaciones de trabajo.

Estrecho mis ojos.

—Cada persona tendrá que contribuir. Necesitamos cosas básicas para


nuestra supervivencia, y todos debemos trabajar juntos para asegurarnos
que esto ocurra.

No tengo ninguna duda de que lo que está diciendo es verdad.

Pero también no tengo ninguna duda que este es el primer paso de la


profecía de Orion.

Soldados, advirtió él. O esclavos.


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Mientras los militares guían a las personas al Transportador, camino de
regreso hacia las ruinas y al Coronel Martin. Lo alcanzo cuando está
dejando la estructura.

—Elder, ahí estás —dice él—. Intenté hablar contigo antes de la reunión
pero no pude encontrarte.

Voy directo al punto.

—¿Cómo está dividiendo el trabajo? —pregunto.

El Coronel extiende su mano, y Emma, que está detrás de él, le pasa un


bloc de notas.

—He hablado con tú médico, Cat…

—Kit —lo corrijo automáticamente.

—Kit. —Asiente el Coronel Martin—. Ella hizo una lista la cual fue lo
suficientemente amable para compartirla conmigo, indicando las
habilidades de trabajo de tu gente. Me gustaría conseguir que los granjeros
trabajen de inmediato, creo que es posible hayamos aterrizado en este
planeta en verano, pero quizá no sea demasiado tarde para empezar a
cosechar.

—Eso suena bien —digo, sorprendido por la aproximación del Coronel


Martin.

—La otra labor es de baja categoría pero necesaria —continúa el Coronel


Martin—. Un camino despejado entre las ruinas y el Transportador.
Baños, baños son una prioridad importante. Tenemos una bomba y unas
tuberías de agua, y me gustaría empezar a trabajar en eso para poder traer
agua del lago hasta aquí.

Asiento.

—Puedo ayudar a distribuir el trabajo entre mi gente —digo—. Pero quiero


saber qué estará haciendo tu gente.
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—La misión primaria de la Nave FRX con nuestra colonia fue para
descubrir nuevos recursos, así que me gustaría que algunos de los
geólogos estén presentes cuando las letrinas sean excavadas —dice el
Coronel Martin—. Los otros científicos estarán haciendo sus misiones
individuales, y los militares estarán esparcidos a través de toda el área
para proteger a todos.

—¿De esas cosas que están llamando pteros?

—Precisamente. —El Coronel Martin se inclina hacia atrás, invitándome a


continuar, y no puedo evitar sentir que de alguna manera está usando sus
palabras de la misma manera que una araña usa su red.

—¿Pero no está preocupado sobre protegernos de lo que sea que se


encontraba en las ruinas en las que ahora viviremos? —pregunto.

—Te recuerdo que fue tu idea establecernos en esas ruinas —dice el


Coronel Martin afablemente—. Y fue una buena idea. Pero como por ahora
no tenemos ninguna razón para sospechar qué formas de vida se
encuentran en la estructura donde actualmente nos alojamos no presenta
ningún daño o, de hecho, incluso que estos se encuentren todavía en este
planeta.

Me le quedo mirando, esperando para que continúe. Pero no lo hace.

—¿No tiene curiosidad sobre ellos? —pregunto, incapaz de mantener la


incredulidad fuera de mi voz—. Son de tamaño humano, quizá hayan
construido edificios que cumplen con nuestras necesidades perfectamente,
y no hay ni un solo rastros de ellos. ¿Y no le importa?

—Me importa —dice el Coronel Martin, su voz grave—, el futuro de nuestra


colonia. No la historia de este planeta.

—Entonces quiere baños y muestra de tierra —gruño—. Y estoy


suponiendo que no puedo realmente esperar que nadie de su gente haga la
parte de excavar.

El Coronel Martin se detiene.

—Podemos proveer las herramientas, pero no tenemos los trabajadores


para…

Lo corto con un movimiento de mi mano. Debí saberlo. Las advertencias de


Orion sonando en mis oídos.
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—¿Así que mi gente es la que hará todo el trabajo?


El Coronel Martin se mueve.

—Solo hay cien de nosotros, en realidad noventa y ocho…

—Y todos los noventa y ocho de ustedes estarán orinando en los inodoros


—chasqueo.

—Ayudaremos. Tengo algunos de mis hombres para que ayuden a instalar


los tubos de agua, y como dije, los geólogos tendrán sus manos en la tierra
para tomar las muestras y evaluarlas. Tenemos que trabajar juntos, Elder.
—El Coronel Martin no suena condescendiente; hay una preocupación real
en su voz, y la mirada sincera en su rostro es la misma que Amy usa cada
vez que ella me hace una promesa. Él de verdad es sincero en lo que está
diciendo.

Suspiro. ¿Sería menos antagonista si no tuviera las palabras de Orion


sonando en mi cabeza? ¿Si no lo hubiera visto morir hace una hora?

—Lo sé —digo—. Entiendo. Estamos juntos en esto.

Solo deseo que decir eso no haga sentir la situación como una mala señal.

Amy me encuentra mientras estoy ayudando a pasar nuestras raciones de


almuerzo, una ración dura de comida deshidratada que es a la vez seca y
sin sabor. Mi gente acepta los paquetes de comida agradecidamente, y las
comen apiñados juntos y de pie en la estructura de los edificios donde
estaremos viviendo de ahora en adelante.

Ella tiene El Principito en sus manos.

—Hablemos con Kit —dice ella en una tono de voz bajo emocionado—. Ella
trabajo con los Wi-com con Doc; quizá sepa una manera de amplificar los
suyos así puedes alcanzar la Nave. Si solo pudiéramos hablar con Bartie o
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alguien que todavía se encuentre en Godspeed, quizá podemos averiguar


cuál es la siguiente pista de Orion…
—No —digo pesadamente. Elevo la bolsa de raciones de comida más alto
sobre mi hombro y camino al siguiente edificio de piedra. Amy me sigue.

—¿Por qué no? —dice ella—. Vale la pena intentarlo.

—Quizá lo parezca —digo. Empiezo a darle los paquetes al siguiente grupo


de personas—. Pero hay trabajo que deber ser hecho primero. No puedo
dejar que mi gente pase hambre.

—¡Elder! —Amy luce sorprendida—. Tampoco puedes dejarlos ser comida


para los pteros.

No tengo la energía para discutir. Solo continúo pasando las raciones de


comida, y me deja con un resoplido, llevándose el libro con ella.

Después del almuerzo, sigo al grupo que se dirige a trabajar en excavar los
baños primero. Estaría mal de mi parte pedirle a mi gente que trabaje sin
hacerlo yo también. Agarro un pico y paso las siguientes horas cavando
zanjas, sacando cada gramo de frustración y la mirada herida que Amy me
dio en la labor presente. Al principio, mi gente se congela a cada ruido y
sombra desconocida, pero mientras pasa el día y se dan cuenta que la
mayoría de la conmoción es causada por los geólogos quienes están
recolectando muestras de tierra, dejan de saltar y se concentran en su
lugar en terminar el trabajo por delante de ellos tan rápido como sea
posible, a pesar del intenso calor.

Yo, por una vez, me quito la camiseta. Está sofocante aquí, el aire es
pesado justo como estaba antes de la tormenta. El sudor corre sobre mí
mientras muevo mi pico dentro de la arenosa tierra amarrilla por enésima
vez.

Pero esta vez el hacha no se detiene. Se sumerge a través de la tierra, y


repentinamente la tierra alrededor se abre, enviándome a mí y a otros diez
más o menos que se encuentran cavando a través del suelo derrumbado,
cayendo en la oscuridad. Por un momento siento como si la gravedad
hubiese desaparecido, como cuando el Transportador estaba aterrizando,
pero luego choco contra la fría, dura tierra por debajo, el polvo
envolviéndome como en una nube, pegándose en mi piel sudorosa
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mientras el aire es expulsado de mí.

—Maldición —dice Tiernan, uno de los trabajadores que estaban


ayudándome. Ambos miramos arriba, y luego alrededor. El agujero que
hemos estado cavando para las letrinas ha dado paso a un misterioso y
largo túnel.

—¿Elder? —llaman varios de los alimentadores, mirando abajo dentro del


túnel colapsado.

—¿Todos están bien? —gritan los ingenieros Nacidos en la tierra—.


¡Alguien consiga a los médicos!

Yo rápidamente evaluó el daño. Tres de los alimentadores están heridos


por la caída, uno tiene el hombro cortado por la hoja de la pala, uno está
cojeando, y otro se golpeó en la cabeza. Estamos hundidos en el barro,
pero el aire aquí abajo es afortunadamente más frío y la caída fue de
menos de siete metros.

Los otros se giran hacia mí, la parte blanca de sus ojos contrasta
visiblemente en la tenue luz.

—Vamos a estar bien —digo. Miro arriba, y ellos siguen mi mirada. Ya las
personas arriba de nosotros están asegurando una cuerda y organizando
un rescate.

Mis ojos regresan al túnel.

—¿Dónde diablos estamos? —murmuro.

Tiernan toca la pared del túnel. Y se gira hacia mí, sus ojos amplios en la
oscuridad.

—No creo que esto se supone deba estar —dice él.

Corro mis manos sobre la tierra compactada de la pared. Es lisa y fría al


tacto. Encima de mí, todos están gritando y llamando, por cuerdas,
doctores, por los militares. Pero el túnel sigue y sigue, dentro de la
oscuridad y lo desconocido.

—¿Qué hizo esto? —susurro.

Camino hacia adelante. Está tan oscuro, como si la negrura se estuviera


comiendo la luz. El techo del túnel es arqueado, pero el suelo es plano, con
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ranuras gruesas cortadas a lo largo de la parte inferior. El túnel es casi de


tres metros de grande, todo en lo que puedo pensar es sobre la criatura
que hizo esto debió ser enorme. Mi mente se llena con imágenes de
gusanos el doble de alto que yo o narices largas, afiladas garras, enormes
bocas que pueden comerme con un chasquido de sus afiladas garras.

—¡Elder! —La voz corta a través de la oscuridad, miro arriba hacia el


Coronel Martin, mirando sobre el borde del agujero colapsado—. ¿Alguien
herido? —grita él.

—¡Algunos! —grito.

—¡Vamos a bajar!

Antes de que tenga la oportunidad de hacer más que retroceder por el


camino, una docena de cuerdas son lanzadas dentro del túnel y hombres
militares camuflajeados bajan. Ellos van primero por los hombres heridos,
pero no hay duda al respecto, están haciendo lo posible por sacarnos del
túnel lo más rápido posible. Por primera vez, veo temor real en los rostros
de los hombres militares. Sus ojos se mueven nerviosamente mientras
envuelven las cuerdas alrededor de mi gente y empiezan a subirlos.

Ignoro el soldado tratando de alcanzarme para poder arrastrarme de


regreso a la superficie del planeta en lugar de inclinarme, mirando a lo
largo de las marcas en el suelo. Están cortadas profundo y rectas, casi
como si ruedas hubiesen hecho las marcas, pero cuando toca la tierra,
siento algo anormalmente liso. Entierro mis dedos en la tierra y remuevo…
algo.

Es cerca del tamaño de mi palma, delgado, y claro como un cristal. Lo alzo


hacia la luz y veo un brillo dorado en la superficie.

¿Una escama?, pienso. Al menos así es como luce. Mis imágenes mentales
de enormes gusanos haciendo sus madrigueras en el túnel son
reemplazadas por un monstruo serpiente con escamas cristalinas.

La escama es arrancada de mi mano abierta. Estoy a punto de protestar


cuando uno de los soldados me tira hacia arriba, Chris.

—¡No es seguro aquí abajo! —grita él. Envuelve la cuerda bajo mis brazos y
da una señal a las personas sobre la tierra para que empiecen a
empujarme hacia arriba.
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Mientras alcanzo la superficie, parpadeo a la brillante luz de los soles. Soy


arrastrado por doctores Nacidos en la Tierra hacia Kit, quien me revisa
rápidamente por heridas. Ignoro su sobresaltada preocupación y mantengo
mis ojos sobre el túnel colapsado. Tan pronto como Chris es tirado de
regreso arriba, él va hacia el Coronel Martin. Ellos hablan brevemente,
pero noto el destello de luz cuando la escama que encontré pasa de las
manos de Chris hacia las del Coronel Martin.

—¡Estoy feliz de reportar que no hay heridas serias! —estalla el Coronel


Martin, y la multitud alrededor de mí aplaude—. Estamos cerrando la
excavación por el resto del día, sin embargo, para darles a los militares la
oportunidad de inspeccionar esta… inusual… formación de tierra. No creo
que sea peligrosa, pero su seguridad en nuestra primordial preocupación,
y nos aseguraremos que no haya ningún peligro antes de continuar.

Mi gente está muy feliz de postergar esto, cavar las letrinas fue un trabajo
difícil, y es increíblemente caluroso, pero sigo observando al Coronel
Martin. La cosa como una escama se ha ido, escondida en uno de sus
bolsillos, y él no está haciendo ningún intento de esconder la participación
militar mientras ordena a un grupo de hombres a regresar abajo a los
túneles para inspeccionar lo que hay allí.

—¿Qué tipo de animales harían un túnel tan largo? —le pregunto. No


hemos visto muchos animales, mayormente criaturas del bosque que se
escurren antes de que podamos darle un buen vistazo, y los pteros no
harían túneles bajo tierra. Además, la escama no era nada como su
dispareja piel de reptil.

Mi mente regresa a las extrañas marcas de animales que encontramos


cerca del Transportador después de nuestro aterrizaje. Hay mucho en este
mundo que aún tenemos que descubrir.

El Coronel Martin mantiene los ojos sobre el hombre descendiendo por el


agujero.

—Este túnel está muy cerca de la colonia —continúo—. Quizá las ruinas
no son seguras. Quizá deberíamos ir a otro lugar.

La boca del Coronel se aprieta.

—Es asunto militar, Elder —dice él finalmente—. Nosotros


determinaremos si hay un peligro.
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—¿En serio? —pregunto—. ¿Eso es todo lo que me va a decir?

Sus ojos me miran, pero no mantiene el contacto visual.


—Necesito que tú te concentres en tu gente —me dice él—. Y yo me
enfocare sobre la tierra.

Esa no es una respuesta, y ambos lo sabemos.

Con el lugar para las letrinas cerrado, la otra cosa que puedo hacer es
trabajar con la gente arreglando los conductos de agua. Ellos ya han
creado una bomba en la colonia, y ahora solo es cuestión de conectar una
tubería que se conecte al lago, nuestra fuente de agua dulce. Es un trabajo
mucho más fácil, y hay algo liberador sobre la monotonía de ello. Mi
cuerpo se concentra en arrastrar el tubo y conectar las piezas mientras mi
mente corre, tratando de resolver los misterios de Centauro-Tierra, el
extraño silencio del Coronel Martin junto con ellos.

Antes de que lo sepa, nos quedamos sin tubo.

—Vamos a bajar y ayudar a los hombres colocando la tubería en el lago


—digo al ingeniero Nacido en la Tierra que está a cargo del proyecto.

Él frunce el ceño.

—El Coronel Martin dijo que nadie tenía permitido bajar allí.

Levanto una ceja.

—Los militares están ahí abajo ahora.

—Él quiso decir…

Él quiso decir ninguna de mi gente tiene permitido ir ahí abajo. Justo como
ninguno de nosotros está en el túnel.

—Si todos trabajamos juntos, habremos terminado para la cena —digo.


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Un soldado con la palabra COLLINS cosida sobre un parche en su camisa


camina hacia adelante.

—Nadie tiene permitido ir cerca del lago —dice él bruscamente.


—¿Por qué no? —demando.

—No es seguro —dice Collins. Él no se mueve de su lugar bloqueando el


camino.

—Pero estaremos contigo.

—No es seguro.

Sostengo las manos arriba, pidiéndole que deje de repetirse a sí mismo.

—Entiendo eso. Pero tienes una gran arma allí, y cuando alcancemos el
lado del lago, tendremos al menos media docena igualmente de soldados
armados. Estaremos fuertemente protegidos como en el Transportador.

Collins sacude su cabeza otra vez. Noto la firme línea en su boca. La


manera en que agarra su pistola. Él peleara conmigo por esto.

—Está prohibido —dice él.

—¿Prohibido? —repito, estrechando mis ojos.

—Sí. —Collins en realidad luce un poco nervioso. Bien.

Bajo mi voz.

—¿Sabes quién soy?

—Lo hago, Señor. Y si usted tiene un problema, sugiero que lo trate con el
Coronel Martin.

—Haré eso —chasqueo. Luego me giro hacia mi gente y grito—. ¡Cena


temprano!

Todos ellos aplauden y empiezan a caminar hacia las ruinas. Pero yo solo
me quedo de pie allí, en el borde del bosque que se ha convertido en un
límite sobrentendido, un pensamiento ocupando mi mente.

¿Qué es lo que el Coronel Martin está intentando ocultar?


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25

Amy
Traducido por LizC
Corregido por Nanis

T
odavía estoy estudiando detenidamente El Principito cuando mamá
irrumpe en el edificio en el que me había estado escondiendo.
Rápidamente cierro el libro de golpe, pero ella no se da cuenta
siquiera.

—¡Ya es hora! —anuncia con el mismo entusiasmo que los niños pequeños
en la televisión en la Tierra anunciaban que era Navidad.

—¿Para qué? —pregunto.

—¡Para la ciencia! —dice en su mejor imitación de un locutor de película.


Me río a pesar de mí misma y deslizo El Principito bajo la bolsa de dormir
que mamá y yo habíamos sacado del Transbordador. Tal vez Elder tenía
razón, no puedo pasar todo mi tiempo en busca de pistas que podían ni
siquiera estar allí, no ya en los primeros días tempranos y cruciales de la
colonia.

Mamá me lleva directamente a la lanzadera para ayudar en su


investigación. Chris nos acompaña para protección, pero hay tanta gente
ahora entre el Transbordador y las ruinas que no puedo dejar de pensar
que los talentos de Chris serían mejor utilizado en otros lugares. Apenas
hay pteros en el cielo, y aunque hemos vislumbrado otras criaturas más
pequeñas —borrones de pelaje marrón o plumas oscuras a través de las
ramas de los árboles— el ruido de los trabajadores y la gran cantidad de
gente aquí hacen que sean escasos.
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Además, todavía tengo la .38 que papá me dio, la funda unida al cinturón
alrededor de mi cintura.

Mamá parlotea todo el tiempo de la “gran cantidad de muestras a


examinar en el Nuevo Mundo”. Mientras más me habla mamá de cómo ella
desea tener un ejemplar ptero para diseccionar, más me gustaría estar con
Elder, hablando de lo que podría contener la pista de Orión.

El área de la Sala criogénica en la lanzadera ya ha sido convertida en un


laboratorio científico. Las bandejas que una vez sostuvieron cuerpos
congelados ahora contienen suplementos científicos. Varios paneles
metálicos faltan del suelo y las paredes, dejando al descubierto las áreas
de almacenamiento que ocultaban microscopios, mecheros y otros
instrumentos científicos.

Algunos de los biólogos ya están preparando un viaje al bosque para hacer


moldes de huellas de animales. Me pregunto si tal vez van a encontrar más
de las extrañas huellas de tres garras que Elder encontró en nuestro
primer día, y estoy dividida entre la curiosidad sobre lo que la criatura
podría ser y el miedo que fuera lo que fuera, estaba muy cerca de la
lanzadera en la que estamos en este momento.

Abro la puerta del Laboratorio de Genética de mi madre y Chris. La


Cámara de Criogenización que sostenía a Orión está vacía, limpia. Parece
ominosa, como si esperara otra víctima, por lo que le doy la espalda. Ya
unos cuantos otros científicos están dentro; ya sea que Kit o Elder los dejó
entrar, o Elder ha bajado la seguridad en la cerradura biométrica. Dos de
ellos —la Dra. Engle y el Dr. Adams, quienes han trabajado con mi madre
durante años— están de pie delante de los cilindros enormes que se
levantan desde el suelo cerca de la máquina ahora rota de Phydus.

Cada uno de los cilindros contiene fetos de animales que la Nave FRX
sintió serían muy útil para nosotros en el nuevo mundo. El ganado, como
vacas —las normales, no los híbridos extraños que tenían en Godspeed—,
cabras y cerdos. Los depredadores, como los gatos salvajes, aves de
rapiña, y bandejas de huevos más pequeños, como bolsas que sospecho
son serpientes o insectos, o algo por el estilo.

El Dr. Adams utiliza una cuchara especial para remover un feto desde el
tubo. La Dra. Engle lo toma de él, poniendo el grano pequeño que algún
día se convertiría en un caballo en un tubo especialmente diseñado.

—¿Qué es eso? —pregunto, señalando una hilera de veinte tubos ya


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insertados en una incubadora.


—Perros —dice el Dr. Adams—. De los grandes. Estamos apuntando a una
selección de animales que podamos utilizar para el trabajo y, si viene peor
en peor, como comida.

Yo realmente no quiero pensar en comer un perro o un caballo, pero los


tubos pequeños de fetos en forma de frijol no se ven mucho de esa forma
tampoco. Mis ojos se deslizan hacia el otro tubo, el de la sustancia
pegajosa en su interior de color amarillento. El que contiene docenas de
clones pequeños de Elder.

—¿Amy? —dice mamá, despertándome de mi ensueño. Ella ha estado


hablando con la Dra. Engle—. ¿Nos puedes ayudar?

Cruzo la habitación a la última fila de cilindros. Chris me sigue en silencio.


No creo que jamás haya estado en el Laboratorio de Genética antes; está
con los ojos bien abiertos, tomando nota de todo.

—Amy, eras amiga del líder de la Nave. ¿Tienes alguna idea de lo que es
esto? —pregunta mamá. Creo que por un momento me está hablando del
cilindro con los clones de Elder, pero en cambio la Dra. Engle apunta a la
bomba Phydus.

—Sí —digo sombríamente—. Sé exactamente lo que es.

—Parece una bomba de agua —dice la Dra. Engle—. Pero dentro hay
rastros de una sustancia química que no podemos identificar...

Phydus.

—No es nada —le digo.

Pero, por supuesto, estos son científicos. Diles que dejen algo quieto, y lo
único que querrán hacer es hurgar con un palo.

—Fue una bomba de agua —continúo, suspirando—. Uno de los líderes


anteriores lo utilizó para distribuir drogas a las personas en la Nave. Elder
rompió la bomba y dejó de distribuir el medicamento. Es algo bastante
tóxico; sólo deberían dejarlo así.

La Dra. Engle se ve aún más curiosa que antes.


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—¿Qué tipo de drogas? —pregunta—. ¿Las han desarrollado ellos mismos?


¿Para qué enfermedad eran… o estaban destinados a fines recreativos?

Mamá interrumpe a la Dra. Engle.


—No tenemos tiempo para ese tipo de cosas, Maddie —dice con firmeza.
Ella es, después de todo, la científico principal para el grupo—. Tenemos
otro trabajo que requiere nuestra atención.

La Dra. Engle asiente de mala gana y va a ayudar al Dr. Adams. Mamá


toma un saco de lona grande con compartimientos especiales para los
frascos de muestra y me la da a mí. Ya casi estamos fuera del laboratorio
antes de darnos cuenta de que Chris no está con nosotros. Me vuelvo a
buscarlo y veo que todavía está de pie en frente de la bomba Phydus,
frunciendo el ceño, como si fuera un rompecabezas que no tiene
absolutamente resuelto.

—¡Vamos! —lo llamo, y me sigue afuera. Él sonríe ante mi entusiasmo, y


no puedo dejar de notar que su nariz se arruga cuando sonríe, iluminando
sus ojos extrañamente azules.

—¿Qué pasa? —pregunta Chris, y no es sino hasta entonces que me doy


cuenta de que he estado mirándolo fijamente.

—Nada —digo, sonrojándome.

Mamá está de pie en el Puente, protegiéndose los ojos de los soles, con una
pequeña sonrisa en sus labios mientras nos observa a los dos.

—Quiero reunir la mayor cantidad posible de ejemplares —dice ella—. Me


parece fascinante que tantas plantas parecen similares a las plantas de la
Tierra; me gustaría hacer un poco de secuenciación genética y determinar
qué tan cerca están. Y por supuesto, si hay alguna posibilidad de capturar
cualquier tipo de vida animal, debemos hacerlo. —Sus ojos están
brillando; nunca la he visto tan emocionada—. Hemos establecido lazos en
el área circundante, y, como ustedes saben, algunos de los otros científicos
están fuera en busca de huellas, ¡pero sería bueno ver algo en su hábitat
natural!

Chris y yo seguimos a mamá por la rampa y en el bosque. Ella va en la


dirección opuesta a la ruta de acceso a las ruinas, esperando que las áreas
menos perturbadas den más posibilidades de vida silvestre. Chris sostiene
un rifle con un alcance de alta potencia frente a él, y me doy cuenta de que
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no sólo cuenta con dos pistolas —una en su cinturón, otra en una funda
de hombro—, sino también lleva granadas, cuchillos y un machete… hasta
dónde puedo ver.
—¡Amy! —llama mamá. Esquivo alrededor de los árboles para llegar hasta
ella. Está arrancando cadenas de musgo púrpura de uno de los árboles, y
le entrego uno de los frascos de muestras más pequeñas de la bolsa que
llevo—. Ya tenemos varias muestras de estos; el Dr. Card quiere ver si
puede replicar la neurotoxina, pero me gustaría extraer células para un
examen más detenido.

—Eso —digo sin expresión—, es tan emocionante.

Mamá me entrega el frasco.

—¿Quién sabe lo que el ADN de este pequeño individuo nos puede decir?

Yo entrecierro los ojos a la planta. Aunque sé que se despliega a una flor


tan grande como la palma de mi mano, ahora mismo no es nada más que
un pequeño hilo de color púrpura.

Mamá vuelve a su trabajo, raspando el musgo, líquenes, y corteza en los


tarros.

—¡Sólo una pequeña área, e imagina la diversidad de vida! —canturrea.

Trato de ver el mundo a través de los ojos de mamá, como si cada cosa
contuviera un nuevo descubrimiento, pero entonces me paro en seco.

Un terrible sonido húmedo, succionador se arrastra alrededor de los


bordes del árbol.

Inmediatamente, Chris pasa delante de mí, lanzando su rifle alrededor en


un movimiento fluido. Mamá se congela, sus ojos se disparan primero a mí
y luego a la pistola de Chris.

Un sonido cruje. Arañazos, como algo duro a través de las hojas secas.

Mi corazón está latiendo tan fuerte que puedo sentirlo golpeando contra
mis costillas. Hay algo ahí fuera, y es grande.

Todo lo que quiero hacer es salir corriendo, pero Chris se arrastra hacia
adelante en silencio, su rifle en alto y listo. Pongo la ruidosa bolsa de
muestras en el suelo lo más silenciosamente posible. Mi mano sudorosa
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saca la .38. Me permito un momento para sentir la pistola, el pesado metal


en la palma de mi mano, el poder detrás de él, y luego la agarro
correctamente, usando las dos manos, con un dedo en el gatillo.
Mamá sacude la cabeza ante mí, pero luego se detiene, al darse cuenta del
sentido que tiene que Chris y yo estemos armados. Ella me sigue a medida
que avanzamos más en lo profundo del bosque y Chris mira atrás,
señalando hacia delante con los ojos.

Un sonido de sorbido y rasgón se filtra a través del bosque oscuro.

Estamos cerca.

Corrosión. Definitivamente animal.

Doy un paso en una rama que se rompe ruidosamente, y un silencio poco


natural desciende sobre nosotros. El animal, sea lo que sea, nos ha
escuchado.

Chris empuja a un lado una rama.

Y luego vemos.

El Dr. Gupta —lo que queda del Dr. Gupta— yace en el suelo del bosque.
Un ptero, mucho más pequeño que el que atacó a Elder, inclina su cabeza,
mirándonos como si fuéramos una curiosidad.

Dobla su largo cuello hacia abajo, usando sus dientes como de sierra para
arrancarle un trozo de carne al Dr. Gupta. La sangre y el pedazo
ensangrentado se derrama del pico del ptero.

El Dr. Gupta parpadea.

El Dr. Gupta parpadea.

Está vivo, está vivo, y puede sentir, él puede sentir, como el ptero se lo
come.

Él está vivo.

El ptero inclina su cabeza de nuevo en su comida. Un horrible crujido


resuena sonoro en todo el bosque cuando el ptero rompe el fémur del Dr.
Gupta. El ptero sacude la cabeza, corroyéndolo como un perro con un
hueso, hasta que la pierna se desprende.
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Un pequeño sonido, un gemido, casi ahogado por el sonido de los huesos


crujiendo, escapa de los labios agrietados del Dr. Gupta.

Chris y yo disparamos al mismo tiempo.


Mi primera bala golpea al ptero en el ala, arrancando un trozo de la
membrana delgada. El ptero deja caer la pierna del Dr. Gupta y se
enfrenta a nosotros. Abre el pico, espuma y sangre goteando de su boca, y
grita.

Vuelvo a disparar.

El pecho del ptero revienta. Choca en el suelo. Sus alas fibrosas se


desploman, y está muerto —sé que está muerto— pero vuelvo a disparar
de todos modos, justo en el cráneo.

Estoy respirando pesadamente mientras bajo mi arma, el olor de la pólvora


mezclado con el sabor metálico de la sangre. Miro a Chris y veo que él está
mirando al Dr. Gupta.

Me doy cuenta entonces de que no era al ptero a donde apuntó cuando él


presionó el gatillo.

Por un pequeño agujero redondo se filtra sangre por el costado del cráneo
del Dr. Gupta.

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26

Elder
Traducido por Shadowy
Corregido por BrendaCarpio

N
o puedo colarme más allá de los militares para ver el lago por mí
mismo, no mientras todavía haya luz afuera. E incluso si quisiera
inspeccionar el túnel, no sería capaz de hacerlo. El Coronel Martin
ha instalado pesados paneles de metal en el suelo colapsado, y sus
hombres ya han construido las letrinas sobre él. El Coronel Martin actuó
rápidamente para cubrir nuestro descubrimiento, al igual que está
tratando de ocultar el lago de nosotros.

Pero creo que sé cómo puedo descubrir al menos algunos de sus secretos.

Mi primer instinto es ir por Amy —ni siquiera he hablado con ella sobre la
escama de cristal que encontré aún— pero estoy tratando de averiguar qué
está escondiendo el Coronel Martin, y él definitivamente tendrá sospechas
si la arrastro a ella lejos de su madre.

Paso a Kit en mi camino por el sendero pavimentado que pasa por el


centro de la colonia.

—No olvides cuidar de ti misma —le digo mientras ella comprueba


obsesivamente la lista escrita a mano de los pasajeros que hicimos
después de que Lorin desapareció.

—Yo podría decir lo mismo de ti. ¿Cómo te sientes después del colapso del
túnel? Y te vi seguir trabajando después de eso, en las tuberías. No tenías
que hacer eso.

—Sí, tenía —le digo. No puedo pedirle a mi pueblo que haga el trabajo que
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yo no haré.
Kit ajusta la bata blanca de laboratorio que ha recibido de los científicos
Nacidos en la Tierra, y noto que sus bolsillos están llenos de parches de
medicina, la mayoría de ellos de color verde pálido.

—Tenemos que hacer que dejen de depender del Phydus —digo


oscuramente, y aunque Kit asiente de acuerdo, añade.

—Pero no todavía —dice en una voz suave.

La dejo con su trabajo, sintiéndome culpable de estar ayudando más.


Averiguar lo que el Coronel Martin no me dirá es más importante, no
puedo permitir que las mentiras y el engaño gobiernen la Colonia del
mismo modo que gobernaron Godspeed.

Subo más allá del segundo nivel de las casas construidas en la ladera de la
montaña y me alegra ver que mi pueblo se ha extendido un poco más,
atreviéndose a separarse más lejos. Nadie está en el tercer nivel, sin
embargo, excepto yo. Hago una pausa, mirando los pocos edificios vacíos,
preguntándome qué fue lo que hizo que los constructores originales
dejaran sus hogares. ¿Murieron —los pteros los asesinaron— o se
mudaron? ¿Y cómo es que hicieron edificios que son tan perfectos para
nosotros? Ese es el verdadero misterio, el pensamiento persistente que
nadie está realmente dispuesto a abordar.

Sin darme cuenta, he llegado al borde de las ruinas. Los últimos edificios,
los más cercanos a la cima de la montaña, no son más que ruinas. Se ven
como si hubieran sido destrozados por alguna fuerza. La idea no me da
comodidad.

Me pregunto qué haría Amy con este descubrimiento. Probablemente


tratar de encontrar una conexión con ello en El Principito.

Empiezo a trepar sobre los escombros. Los soles están a punto de ponerse;
el cielo se vuelve más oscuro, el aire más frío. Si voy a encontrar lo que
estoy buscando, necesito hacerlo mientras aún haya luz afuera.

Encuentro un camino que me lleva más arriba en la pequeña montaña. O


tal vez estoy engañando mi mente para que piense que es un camino, a lo
mejor, esto es sólo un camino utilizado por animales. Tengo que aferrarme
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a las rocas duras y amarillentas, y las ramas escuálidas de árboles


mientras subo más y más alto, lidiando con la ladera de la pequeña
montaña.
Y entonces llego a la cima de la meseta rocosa.

Se siente más como una montaña ahora que antes; estoy jadeando,
completamente sin aliento, y me duelen los músculos de las piernas. No sé
cómo malditamente Amy puede disfrutar correr.

Miro arriba y abajo. Éste es el punto más alto en que he estado en el


planeta. Por un momento, el terror se apodera mi corazón. Estoy tan cerca
al cielo y tan expuesto en el risco rocoso que un ptero podría fácilmente
descender en picada y llevarme. Pero entonces mis ojos vagan a través del
paisaje extendido ante mí, y me olvido de mi temor. Ahora puedo ver más
claramente que nunca.

Lo cual es exactamente la razón de que quisiera venir aquí arriba.

El aire se vuelve más frío mientras algo pasa por encima, fundiéndome en
la sombra. Mi estómago se desploma. Cuando me atrevo a mirar hacia
arriba, sin embargo, todo lo que veo son nubes, no pteros.

Desde donde estoy parado, a mi izquierda está la colonia, y más allá, en el


bosque oscureciéndose que sobresale como un dedo señalando, está el
Transbordador. Puedo ver la cicatriz que nuestro aterrizaje causó, el punto
quemado que parece destellar y casi brillar en la luz mortecina. Mis ojos
viajan por el borde del bosque, moviéndose a la derecha, buscando lo que
yo sé que está allí.

El lago.

No veo por qué el Coronel Martin lo quiere oculto. El lago se ve como


cualquier lago que he visto en fotos de Sol-Tierra, nada más. Es un círculo
perfecto, tal vez de un kilómetro de diámetro. Uno de los bordes bordea la
montaña, el otro borde es amarillo pálido, del mismo tipo tierra arenosa
que forma la superficie de este planeta. El agua poco profunda alrededor
de toda la costa es aguamarina pálida, pero el lago se pone más profundo y
más oscuro más adentro, hasta que el centro es casi negro. Parece casi un
ojo, mirándome. Me pregunto cuán profunda es el agua allí. La luz del sol
destella a través de la superficie, haciéndolo ver como si el lago me
guiñara.
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Un puñado de puntos rosados pálido flota a través del agua. Peces de


algún tipo, pero no los destellos rápidos como rayos de color como los koi
del estanque en Godspeed. Esos peces son pequeños desde mi punto de
vista, pero adivinaría que en realidad tienen medio metro o más de ancho,
con incluso más grandes tirabuzones —¿o tentáculos?— vagando tras
ellos. Se expanden y contraen, expanden y contraen mientras flotan bajo la
superficie, pero luego todo el grupo de ellos se mueve bruscamente hacia
la derecha, más de repente de lo que hubiera pensado posible.

Fuerzo mis ojos, moviéndome más cerca al borde de la cima como


acantilado de la montaña. ¿Qué es tan peligroso sobre el lago que el
Coronel Martin siente que necesita ser mantenido en secreto?

Mucho, mucho más allá del lago hay otro bosque hecho de árboles más
oscuros y más altos. Y más allá de eso: montañas. La montaña en la que
yo estoy no es más que una pequeña colina comparada con esas gigantes
dentadas elevándose desde el suelo. Ellas forman un horizonte del que no
puedo ver más allá.

Este mundo es tan vasto. Y real. Y yo soy una parte de él ahora.

Algo brilla, algo entre el lago y el bosque. No puedo distinguirlo; está


demasiado lejos, y los árboles están en el camino, pero algo se refleja de la
luz de los soles poniéndose, en el ángulo perfecto para que yo lo vea desde
mi punto de ventaja.

Y entonces me doy cuenta: no era el lago lo que el Coronel Martin no


quería que yo —o cualquiera— encontrara. Era la cosa más allá del lago.
La cosa que él encontró el primer día pero ha sido cuidadoso de apenas
mencionar de nuevo.

La sonda.

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27

Amy
Traducido por Maru Belikov
Corregido por BrendaCarpio

L
a pistola todavía está cálida en mi mano mientras me quedo
mirando, con la boca abierta, hacia Chris.

—Tuve que hacerlo —dice él, sus extraños ojos rogándome por
entendimiento.

Y lo hago. Quizá si no hubiese sido por los tres meses que viví en
Godspeed, no hubiese sentido compasión, pero sé que el Dr. Gupta estaba
viviendo la peor pesadilla posible, y no hay manera de que él pudiese
recuperarse a tal mutilación. Lo que Chris hizo fue compasivo, y fue
correcto… y fue la cosa más valiente que he visto a alguien hacer.

Enfundo mi pistola y camino hacia adelante. Los músculos en el brazo de


Chris están plegados y apretados, pero sus manos están temblando
mientras tomo su pistola.

—Gracias —le digo, esperando que pueda ver la sinceridad detrás de mis
palabras.

Por primera vez desde que las balas dejan nuestras armas, creo que sus
ojos realmente se enfocan sobre algo además del cuerpo destrozado del Dr.
Gupta. Chris lanza sus fuertes brazos alrededor de mí y me atrae en un
abrazo que me deja sin aliento, apretándome como si yo fuera su juez y
salvadora todo al mismo tiempo.

Mamá camina hacia adelante, y Chris me libera de mala gana. Ella lleva
una máscara calculada de calma científica sobre el frenético terror en sus
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ojos. Así es como ella siempre ha sido; si no puede manejar algo qué esté
pasando con ella como persona, lo esconde detrás de su rol de académica
indiferente. Mamá toma el camino posterior de regreso al Transbordador,
enviando más militares y trabajadores afuera a donde nosotros estábamos,
indicándoles que traigan ambos cuerpos de regreso al laboratorio genético
antes de ir dentro. Ella da las noticias de la muerte del Dr. Gupta a los
científicos en un tono bajo reservado, luego empieza a despejar el espacio
en el laboratorio para una autopsia del Dr. Gupta y una disección del
ptero.

Evita mi mirada para todo esto.

Dentro del laboratorio genético, se permite un profundo, tembloroso


respiro.

Del otro lado de la puerta, podemos escuchar el sonido de los cuerpos


siendo traídos dentro del Transbordador. Hay jadeos de horror hacia el
ptero, y era uno pequeño, pienso. Y gemidos de pena por el destrozado
cuerpo del Dr. Gupta. La mayoría de las personas no han visto los restos
de Lorin o Juliana Robertson.

Mamá me mira, y en sus ojos veo a mamá, con todo el miedo que se
encuentra dentro de ella.

Me doy cuenta: necesita la máscara de científica, necesita el escudo de


Dra. Maria Martin para separar de sí misma el horror de lo que ha visto.

Todos tenemos que encontrar una manera de separarnos de eso.

Me giro hacia Chris. Lleva la culpa de su asesinato como una capa. Él no


lo oculta. Quizá no puede. Mi corazón se hincha mientras observo la
manera en que endereza sus hombros y pone un pie enfrente del otro.

Mamá se endereza y camina hacia la puerta del laboratorio general,


mirando mientras el cuerpo del Dr. Gupta es cargado a través de la Sala
Criogénica hacia ella.

—La primera cosa que haremos es un examen toxicológico. El Dr. Gupta


estaba vivo, pero no tuvo ninguna reacción hacia el ptero… el ptero
comiéndoselo —su voz se quiebra a la palabra—. Tenemos que averiguar
por qué.

—¿Una de las flores púrpuras que me noquearon? —pregunto.


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Mamá sacude la cabeza.

—Las flores fueron abiertas, y ellas no emiten la neurotoxina al menos


abierta. Además, el Dr. Gupta estaba despierto e incluso móvil, hasta
cierto punto. Cuando estabas noqueada, Amy, fue como si estuvieras en
un coma.

Finalmente los ayudantes acuestan el cuerpo del Dr. Gupta en una de las
camillas de metal, posiblemente la misma en la que Orion se encontraba
mientras estaba muriendo. El ptero es muy grande para una sola mesa,
tenemos que unir cuatros mesas para colocarlo, e incluso entonces sus
alas y piernas cuelgan hacia abajo sobre un lado.

—Tenemos que reportar esto al Coronel Martin —dice uno de los hombres
militares—. Él necesita saber.

Mamá asiente silenciosamente mientras el hombre se comunica por radio


con papá.

—Empezaré la autopsia inmediatamente —dice Mamá.

El hombre mira a Mamá en sorpresa.

—Un poco obvio lo que lo mató, ¿no es cierto?

Mamá le da una media sonrisa.

—Sin embargo, haré una autopsia. Por favor váyase.

Las cejas del hombre se alzan incluso aún más al despido de mamá, pero
se gira y se va. Chis empieza a seguirlo.

—Tú puedes quedarte —dice. Mira hacia mí, y en su mirada hay una
pregunta. Asiento. También me quedo. Ver eso juntos, se siente correcto
solo para nosotros tres ayudando con la autopsia.

La puerta del Laboratorio Genético se cierra, dejándonos solos con los dos
cuerpos, uno el de los restos de un hombre humano, el otro el cadáver
putrefacto que lo devoró.

Mamá suspira otra vez, pero esta vez su respiración no tiembla.

—Tráeme la bandeja —dice, moviendo su cabeza hacia la bandeja que


preparo sobre la mesa contra la pared. La levanto y la llevo hacia ella.
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Es difícil ver a los restos del Dr. Gupta, pero no tan difícil como lo fue
antes, cuando estaba vivo. Trato de sacudir de mi mente la mirada en
blanco de sus ojos. Su expresión era tan… vacía. Desprovista. Y mientras
él no mostraba ningún dolor, lo hacía todo peor pensar sobre lo que sentía
pero no podía expresar.

Mamá levanta una hipodérmica para tomar muestras y cuidadosamente la


posiciona sobre el corazón del Dr. Gupta. Intento mirar mientras ella
reúne las muestras de su cuerpo, pero pronto me retiro, enterrando mi
rostro en el hombro de Chris mientras mamá trabaja.

—Voy a hacer un Inmunoensayo —explica mamá, mientras deja el cuerpo


y cruza el laboratorio con su bandeja de muestras—. No nos dirá mucho;
sólo podemos probar contra drogas y químicos de la tierra, y no sé de
ninguna droga que… afecte a una persona en la manera que afectó al Dr.
Gupta.

Ella quiere decir, que no conoce de ninguna droga que deje a alguien yacer
inmóvil y aun así consciente mientras es comido vivo.

—¿Entonces para que molestarse con ello? —pregunta Chris. Él está de


pie cerca de mí, y tengo que admitir que me conforta saber que está allí.

Mamá luce sorprendida a la pregunta.

—Porque tenemos que intentarlo.

Ella se gira hacia la bolsa de las muestras que contiene las que había
tomado afuera antes de que encontráramos al Dr. Gupta. No sé quién
regresó la bolsa a mamá, pero todo aún está ahí.

—Afortunadamente, tenemos un generador de analito —continúa mamá


como si estuviera hablándole a una clase de estudiantes de química—. Así
que todo lo que necesito es una muestra. —Arranca una de las tiras
púrpuras de las flores del jarrón—. Y luego puedo hacer una prueba de
analito contra la sangre del Dr. Gupta.

Chris frunce el ceño.

—¿Pensé que había dicho que no creía que las flores pudieran haber
drogado al Dr. Gupta?

Mamá no se detiene mientras prepara la prueba.


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—No creo en nada que no pueda probar.

Unos minutos después, la máquina de inmunoensayo suena, y me muevo


fuera del camino mientras mamá examina el reporte en la pantalla.
—No… —dice ella, frunciendo el ceño.

—¿Qué? —pregunto mientras Chris se nos acerca.

—Esto no tiene sentido —dice ella.

—¿Qué?

Mamá presiona un botón, y un pequeño papel sale de la máquina. Lo lee


otra vez, incredulidad escrita sobre todo su rostro.

—El Dr. Gupta había sido inyectado con un gen mod —murmura—. Justo
antes de que muriera, hasta hace poco porque todavía está en su sangre.

—¿Gen mod…? —dice Chris, dejando que su voz se fuera apagando a


modo de pregunta.

—Material de Modificación Genética —dice mamá—. Desarrollado en la


Tierra.

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28

Elder
Traducido por Mari NC
Corregido por Samylinda

E
spero hasta la noche.

—¿Elder? —dice Amy. Ajusto la mochila en mi hombro, llena de


herramientas que he reunido sólo para esta noche mientras
estoy de puntillas, mirando por la ventana.

Ella se ha acomodado a sí misma en una especie de capullo, utilizando


ensartadas tiendas de campaña para crear paredes dentro del edificio. Me
pregunto de dónde provinieron las tiendas, probablemente más
suministros de los Nacidos en la Tierra que están poco dispuestos a
compartir.

—¿Qué dijiste, Amy? —Una voz —la de la madre de Amy— grita a través de
las paredes hechas de tiendas.

Amy me mira con los ojos muy abiertos por la sorpresa, y luego grita de
regreso:

—¡Nada, mamá!

Ella se quita el saco de dormir de sus piernas y corre a la ventana.

—¿Qué estás haciendo aquí? —susurra—. Es el toque de queda.

Lo sé, la patrulla del Coronel Martin establecida por toda la colonia trató
de causarme problemas cuando me escurrí aquí.

Amy baja el libro que estaba leyendo: El Principito.


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—Voy a la sonda —le susurro—. Tu padre está ocultando algo, y tengo la


intención de averiguar qué.
Ella agarra mi muñeca.

—No —dice, tanta preocupación en su voz que me temo que su madre


escuchará de nuevo.

—Tengo que hacerlo.

—Es peligroso.

Hay una mirada atormentada en sus ojos ahora, y me acuerdo de los


rumores que escuché en la colonia: encontraron otro cuerpo en el bosque,
uno de los Nacidos en la Tierra.

—Tengo que —repito—. No creo que tu padre confíe en mí, y no me está


diciendo toda la verdad.

—Papá no haría...

La corté:

—¿Te mostró la escama de cristal que encontré?

Amy frunce el ceño.

—¿Escama?

La describo para ella, explicando sobre el túnel. Por sus ojos muy abiertos,
puedo decir que el Coronel Martin le ha ocultado el descubrimiento a ella,
a todos.

—No podemos darnos el lujo de estar en la oscuridad —digo—. Tenemos


que saber lo que está pasando.

Amy se muerde el labio, y asiente.

—Voy contigo.

—Esperaba que dijeras eso. —Sonrío hacia ella. Amy se aleja de la


ventana, agarrando su pistola y la funda del piso y la amarra alrededor de
su cintura antes de ponerse otra blusa por encima de su camiseta. Usa
ambos brazos para empujarse hacia arriba en la repisa de la ventana,
luego balancea sus piernas y cae en silencio en el suelo a mi lado.
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—¿Cuál es el plan? —susurra mientras me la llevo lejos de las ruinas.


—Seguir la tubería de agua al lago, y luego regresar al bosque. Creo que la
sonda está en algún lugar por allí, o al menos, algo está ahí que el Coronel
Martin no quiere que encontremos.

Amy frunce el ceño mientras nos escabullimos de la colonia.

—Sabes, podría haber una razón perfectamente válida para que papá
estableciera la sonda fuera de los límites. Él no es Eldest. Esto no es
Godspeed.

No le respondo mientras nos escabullimos alrededor de las nuevas


letrinas, siguiendo la tubería a la sombra de la montaña.

Una vez que estemos lo suficientemente lejos de la colonia, Amy vuelve a


hablar, sus palabras cortando a través de la oscuridad.

—Vi morir a un hombre hoy.

Hago una pausa.

—Ojalá hubieras estado allí. —Suena morboso oírle decir esas dos frases
tan juntas, pero sé lo que quiere decir. Durante los últimos tres meses, las
paredes de Godspeed nos forzaban a acercarnos. Ahora me pregunto si
eran las únicas cosas que mantenían a Amy cerca de mí.

—Lo siento —digo, y me refiero a algo más que hoy.

—Tal vez la única razón de que papá esté manteniendo a todos lejos de la
sonda es porque es peligroso —dice Amy, su voz aún lejana. Sus dedos
tocan la empuñadura de su arma para reasegurarse, y no puedo dejar de
notar que es el arma lo que la consuela, no yo.

No hablamos más hasta llegar al lago, e incluso entonces es en voz baja.

—Mira lo expuestos que estamos aquí —dice Amy—. ¿De verdad te


preguntas por qué papá mantiene a la gente alejada? —Ella desliza la
pistola de su funda y la lleva en la mano. Tiene razón: no hay árboles aquí,
y cualquier ptero sobrevolando nos podría atacar fácilmente.

—No es por eso que no deja que nadie venga aquí.


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Los ojos de Amy se mueven hacia el cielo.

—Elder... los pteros... son horribles.


Hay pánico en sus ojos, algo oscuro y asustado que nunca he visto antes.
Pero mientras sus nudillos están blancos, el arma es firme en su agarre.

—Vamos a terminar con esto —dice Amy, entrecerrando los ojos mientras
se pone en marcha hacia la colina.

Entorno los ojos en la oscuridad. Apenas puedo distinguir el negro


contorno rectangular en el cielo, casi oculto por una pequeña colina. Si no
hubiéramos estado de pie a la derecha de la bomba de agua, nunca lo
hubiera visto.

Echo un vistazo a Amy. Su rostro está más pálido que de costumbre,


contrastando con la oscura noche.

Nos movemos lentamente, cuidadosos de seguir comprobando detrás de


nosotros para asegurarnos de que no nos alejemos mucho como para que
nos perdamos, especialmente cuando nos acercamos al borde del bosque y
los árboles oscurecen nuestro camino. El bosque mismo se curva hacia
fuera y luego de vuelta adentro. Trato de hacer un mapa mental de dónde
estamos: el Transbordador a mi izquierda, el lago a mi derecha, las ruinas
en las que ahora vivimos detrás de mí. Y algo justo al frente.

—Mira la forma en que la tierra es tan plana allí —dice Amy, señalando.
Su voz es baja, a pesar de que no hemos visto a nadie en toda esta
distancia.

Tallos largos de algún tipo de grano o hierba ondulan en la brisa como


tela. Pero donde Amy está señalando, no hay grano. No hay árboles. No
hay nada. Algo negro y sin estrellas y provocado por el hombre en medio
de la mar de naturaleza, salpicado con edificios de techos bajos permanece
en bordes rectos que están en marcado contraste con la hierba silbante y
árboles retorcidos.

—Vamos —dice Amy, tirando de mi mano.

Corremos por la pradera abierta, y sigo pensando en cómo Amy dijo que
estábamos expuestos. Mis músculos están tensos, esperando por la silueta
de un ptero contra las estrellas demasiado brillantes.
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Nos detenemos a poca distancia de la zona donde termina la hierba alta.

—¿Qué es este lugar? —digo, mi voz tan baja que incluso yo apenas
escucho.
Amy se adelanta, sus pasos más fuertes a medida que camina a través del
asfalto, no tierra arenosa. Sigo tras ella, mirando con los ojos muy abiertos
a un conjunto de pequeños edificios que salpican el horizonte al otro lado.

—Es una especie de compuesto —susurra—, construido alrededor de la


sonda.

Me tropiezo con una cresta delgada en el pavimento, y Amy y yo nos


agachamos para inspeccionar la brillante banda de metal: un gran
rectángulo incrustado en el asfalto. Hay algo bajo el asfalto, algún panel o
habitación que se puede abrir si sólo pudiéramos encontrar cómo
provocarlo.

—Mira las líneas pintadas en el suelo —susurra Amy en mi oído.

Líneas blancas brillantes, marcando distancias, con más marcadores


incrustados en el asfalto.

—Es una pista de aterrizaje —jadea Amy—. Y debajo de ella están los
aviones. Jets. Algo.

Ahora que lo dice, tiene sentido. Los Jets deben estar almacenados en
áreas rectangulares hundidos en el suelo para que quien controle este
compuesto pueda elevarlos al nivel del suelo, posicionarlos, y usar este
asfalto como una pista de aterrizaje.

—¿Pero quién lo puso aquí? —La voz de Amy sale en un chillido.

No tengo una respuesta para ella. Esto no es nada como las ruinas que
descubrimos antes. Las ruinas eran edificios polvorientos, muy
abandonados y decrépitos. Pero esta pista huele un poco a aceite y goma
quemada, ha sido utilizada, y recientemente.

Le propongo a Amy que me siga a uno de los pequeños edificios, no


reliquias de piedra, sino modernas oficinas de acero y vidrio de una sola
planta. Ella duda. Quién sea que hizo este compuesto tiene tecnología
mucho más avanzada de lo que podríamos haber imaginado al ver las
ruinas.

—Mira. —Señalo a través de la ventana del edificio más cercano—. Un


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sistema de comunicación.
La sala cuenta con un Panel de Control no muy diferente del que usamos
en el Puente cuando aterrizamos el Transbordador: es decir, igualmente
confuso. Pero creo que puedo entenderlo.

—Bloqueado —dice Amy mientras intenta el picaporte. Muevo la cabeza


hacia un pequeño cuadrado al nivel de los ojos en la puerta. No es
diferente a los escáneres biométricos de Godspeed, pero hay una pequeña
almohadilla para el pulgar en lugar de una barra giratoria.

—No se pierde nada con probar —dice Amy, presionando su pulgar contra
la almohadilla. Un momento más tarde, la almohadilla para el pulgar
muestra un mensaje una vez —HUMANO— y luego la puerta se abre.

—¿Esta puerta fue construida para que sólo los humanos entren? —
pregunto a medida que avanzamos en el interior de la habitación.

Amy me lanza una mirada de preocupación. Si el escáner detecta la


humanidad, entonces eso significa que debe haber algo más que seres
humanos para lo que esto está diseñado para impedir la entrada.

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29

Amy
Traducido por Mari NC
Corregido por Samylinda

U
na vez dentro, mi primer instinto es encontrar a las luces, y a pesar
de que mi mano toca la pared donde un interruptor de luz estaría
normalmente, mis dedos no encuentran nada, deslizándose sobre
la pintura lisa. Por supuesto que no. Estúpido de mi parte pensar eso.
Quién construyó esto no tendrían electricidad como nosotros... Sin
embargo, tienen algo. Tan pronto como Elder cierra la puerta detrás de
nosotros, un pequeño panel se abre en el techo, exponiendo un suave y
brillante cuadrado —algo así como una bombilla automática y plana que
ilumina la habitación tan eficientemente como una bombilla fluorescente—
pero sin zumbido de electricidad o de energía. Parpadeo por la innatural
luz brillante.

—¿Realmente crees que papá sabía que todo esto estaba aquí? —pregunto
en voz baja. Elder no responde. No lo necesita. Por supuesto que papá
sabía de este edificio, todo el complejo. De lo contrario, ¿qué razón habría
de haber tenido para detenernos de venir aquí?

Una bandera cuelga sobre la puerta. Dos círculos blancos, uno más
grande que el otro, están cosidos en un campo de color azul cielo. El
círculo más grande está ligeramente lejos del centro, y el más pequeño
está justo a la derecha, debajo de éste. Nunca he visto una bandera con
este diseño antes.

—Mira —inhala Elder.

Y allí, grabado en una placa en la parte superior del Panel de Control en el


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pequeño edificio, está un símbolo que ambos reconocemos.


—Esto fue hecho por los de la Nave FRX —digo, olvidando susurrar.

Elder se inclina, inspeccionándolo. Él lee las diminutas palabras grabadas


debajo del símbolo.

—En este sitio se descubrió la primera sonda enviada por la primera


misión interestelar de la Tierra en 2310 CE, proporcionando la información
necesaria para el desarrollo de la primera colonia extrasolar exitosa,
Explorer, 2327 CE —lee Elder—. Esta placa es un monumento a los que se
perdieron en Godspeed. 2036-2336 CE.

—Creen que morimos —digo.

Señalo a la fecha de finalización: 2336. Fue cuando se suponía que


Godspeed aterrizaría.

Pero no aterrizamos.

—Encontraron la sonda —dice Elder en voz baja—. Pero no a nosotros.

Pienso en el Tubo Gravitacional y los disquetes en la Nave, tecnología


hecha mientras dormía.

—La tecnología incrementó a un ritmo exponencial —digo—. Mis abuelos


pagaron miles de dólares para una computadora que era más grande que
mi televisor y tenía una fracción del espacio de memoria de mi maldito
teléfono celular. —Estoy balbuceando, pero me parece que no puedo
mantener mi voz bajo control—. Mis abuelos usaban CDs para escuchar
música en lugar de descargarla, mis bisabuelos usaban cintas, mis
tataraabuelos usaban discos de vinilo.

Los ojos de Elder están muy abiertos y asustados, él está comprendiendo


lo que estoy tratando de decir.

—El primer avión fue hecho a principios de la década de 1900, el primer


hombre que pisó la luna en 1950.

Trago.

—En el 2029, mi abuela se fue de vacaciones al complejo lunar, y en el


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2036, mis padres y yo fuimos embalados en hielo y lanzados a través del


Universo.

La tecnología avanza cada vez más rápido y más rápido.


Miro alrededor de este bastante moderno, bastante bien cuidado Panel de
Comunicación.

No fuimos la primera colonia de la Tierra que aterrizó aquí.

—Estábamos retrasados en nuestro propio aterrizaje —dice Elder


huecamente. Toca una pequeña luz parpadeante bajo la placa—. Un
dispositivo de rastreo. El mismo tipo de las sondas. Ésta es la razón de por
qué la Nave aterrizó aquí.

Justo en medio de un mundo que ya nos dejó atrás.

La primera sonda se envió veinte años antes de que Godspeed aterrizara. A


la Nave FRX debe de haberle gustado los datos que transmitía y envió una
Nave más rápida para colonizar antes de que llegáramos. Las ruinas son
del tamaño perfecto para los humanos no porque había criaturas nacidas
en Centauro-Tierra que coincidentemente fueran del mismo tamaño y
tuvieran las mismas necesidades que nosotros... es porque humanos
hicieron las ruinas. La primera colonia —la verdadera primera colonia, la
colonia que aterrizó antes que nosotros— se estableció allí.

Fue hace tanto tiempo que ahora los edificios están en ruinas y
abandonados.

¿Y mientras tanto? La primera colonia progresó a una sociedad moderna


de alta tecnología, dejando los edificios polvorientos atrás.

No debería estar sorprendida. No es como que dejaran de diseñar Naves y


cohetes sólo porque Godspeed se fue. Habían desarrollado algo mejor para
entonces, y cuando vieron la información de la sonda y se dieron cuenta de
que había algo aquí que querían, enviaron otra colonia.

¿Por qué esperar a que aterrizáramos cuando este planeta tiene recursos
que la Tierra podría utilizar?

—Toda nuestra misión... no tenía sentido —digo—. Todo lo que hemos


hecho, todo lo que hemos sacrificado... todo fue en vano. La Tierra ya
conquistó este planeta. Vinieron, vieron, se fueron. Y ahora estamos aquí.
Solos. ¡Toda esta maldita cosa fue para nada! —escupí la palabra—. ¡Qué
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estúpida inútil misión! Por supuesto una Nave más rápida fue inventada en
los siglos mientras viajábamos. ¿Quinientos años antes de que la Nave
fuera lanzada? ¡Esos fueron los malditos tiempos de Shakespeare! ¡Ahora
somos tan antiguos para la Tierra como el jodido Shakespeare! ¡Nuestra
Nave es el equivalente a un carruaje tirado por caballos!

Elder agarra mis manos, y es sólo entonces cuando me doy cuenta de que
he estado agitando las manos maniáticamente.

—No podían comunicarse con nosotros —digo—. Los enlaces de


comunicación se rompieron incluso antes de que la Nave llegara.
Probablemente nos vieron llegar, pero ya que no podían hablar con
nosotros y nunca aterrizamos, debieron haber pensado que estábamos
todos muertos. —Estoy llorando ahora. No sé por qué, pero estoy
llorando—. Si estás en silencio durante quinientos años, piensan que estás
muerto.

Incluso si no lo estamos.

Recuerdo entonces, tan vívidamente como si acabara de despertarme, la


sensación de ser congelada. Mi mente había bloqueado los recuerdos tan
eficazmente como si no hubieran sido más que sueños, pero ahora, aquí,
bajo un cielo con estrellas que brillan como ojos, todo lo que puedo pensar
es en cómo se sentía estar congelada en el hielo, con vida, pero inmóvil.
Pienso en el silencio de ello, la forma en que nada podía tocarme. Pienso
en lo atrapada que se sentía al estar consciente pero incapaz de mover
siquiera una pestaña.

Pienso en cómo todo eso no valió nada.

Por primera vez desde que abandoné la Nave, me siento atrapada.

—La pregunta que tenemos que hacernos es, ¿dónde están ahora? —dice
Elder. Él mira por la ventana como si esperara ver una ciudad moderna en
el otro lado del cristal—. Si había gente de la colonia —continúa
lentamente, pensando en voz alta—, habrían intentado ponerse en
contacto con nosotros. Tuvieron que habernos visto aterrizar, tan cerca del
complejo. Si son humanos, si hicieron esta placa, —señala al monumento
incorporado por encima del Panel de Comunicación—, querrían
ayudarnos.

Pero nadie ha venido.


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Elder
Traducido por Carmen170796
Corregido por Mari NC

A
my está blanca, no pálida, sino blanca.

—¿Estás bien? —pregunto.

—Papá —susurra Amy.

Me detengo en seco, esperando que ella continúe.

—Él sabía. Él nos ha escondido todo esto. La colonia original. Este recinto.
Esto es lo que él estaba tratando de esconderte. De todos nosotros. —Ella
toma un profundo e inestable respiro—. De mí.

No sé qué decirle. Ella tiene razón, puede ver por sí misma que su padre
ha estado escondiéndole la verdad.

—¿Por qué? —suelta ella.

Me pongo frente a ella, capturando su mirada desorientada.

—No lo sé. Él debe haber tenido una razón.

Ella me mira amargamente.

—Orion tenía una razón. Eldest tenía una razón.

—El Coronel Martin es un montón de cosas, pero no es Orion o Eldest. —


Mientras digo las palabras, sé que no las creo, no completamente. Él ya ha
probado que está dispuesto a coaccionarnos con mentiras y verdades
ocultas.
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Amy se gira lejos de mí, la cortina roja de su cabello escondiendo su cara.


—¿Crees que la colonia que vino antes de nosotros... que los pteros los
mataron?

—Hay más que sólo pteros ahí afuera —digo, pensando en las misteriosas
huellas de animales que encontré cerca del Transbordador y la escama de
cristal que el Coronel Martin me quitó.

—Había material de modificación genética en la sangre del Dr. Gupta —


dice Amy—. Tal vez la primera colonia de alguna forma usó la fórmula aquí
en Centauro-Tierra. Tal vez de ahí vinieron los pteros. Tal vez ellos
construyeron su propia destrucción. —Ella hace un sonido suprimido, y
me doy cuenta de que está conteniendo las lágrimas—. Estamos solos —
dice casi susurrando—. La colonia que vino antes... lo que sea que pasó,
ellos murieron. Como nosotros vamos a morir.

—No vamos...

—Lo haremos. —Las palabras arrancan de su garganta. Ella se gira para


mirarme, y yo veo puro pánico en sus ojos.

—Amy —digo, esperando que ella se encuentre con mi mirada—. Nunca,


nunca, dejaría que algo te pasara. Sabes eso, ¿Cierto?

Ella vacila antes de asentir.

Ella parece tan frágil en este momento que eso rompe mi corazón. Ambos
sabemos que no podré protegerla de todo.

Pero haré todo lo que pueda, sin importar a que costo.

—Amy —digo, buscando sus ojos—. Te a...

Ella estrella sus labios contra los míos, interrumpiendo mis palabras.
Trato de poner las palabras que ella no me dejará decir en mi beso. Sus
brazos rodean mi cuello, acercando más a ella. Hay algo de desesperación
en nuestro beso, un hambre, una que ninguno de nosotros pueda que sea
capaz de saciar.

No soy estúpido.
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Incluso mientras mis pensamientos se evaporan en las flamas de nuestro


beso, estoy consciente de que ella no me dejará decir las palabras que
quiero decir y que todavía tiene que decirlas a cambio.

Pero no me importa.
Porque podemos decirlas o no; no importa. Lo que está en nuestros
corazones es real sin importar si lo nombramos o lo dejamos existir sólo en
oscuridad y silencio.

Mucho tiempo después, nos separamos. El color ha vuelto a las mejillas de


Amy, y sus manos ya no están temblando.

—Vamos a lograrlo —digo, esperando que mis palabras reafirmen la idea


en ella.

Ella aprieta su mandíbula y asiente.

Inspecciono el panel de control bajo la placa con el símbolo con el águila


de la Nave FRX.

—Esto definitivamente es un compartimiento de comunicación —digo—.


No es diferente a los enlaces de comunicación que usábamos en Godspeed.

Por supuesto que no lo es. Ambos fueron desarrollados por la Nave FRX.

Amy sigue mi mirada.

—¿Crees que podamos contactar a la Nave? Tal vez podemos hacer que
alguien nos ayude a resolver la pista del Principito.

Sacudo mi cabeza. Aun si hay una manera de llamar a Godspeed, tendría


que acceder directamente a los Wi-com, cualquier otro tipo de sistema de
comunicación fue destruido con el Puente. Miro a Amy. Sus ojos están
brillantes, como si contactar a la Nave fuera su última esperanza. Me
volteó hacia el compartimiento de comunicación; no es muy diferente a la
de la Nave… no haría daño intentarlo.
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Jalo una silla dura de respaldo recto colocada contra la pared y me siento
frente al panel de control, tratando de pensar qué son los controles y cómo
funcionan. Reconozco algunos: este dial busca una señal, este otro ajusta
la potencia. Pero hay otros —un botón etiquetado como ANSIBLE, uno
calibrado con una aguja moviéndose rápidamente— que no significan nada
para mí.

Amy se sienta a mi lado. Una pantalla táctil se ilumina frente a ella,


desplegando un menú de opciones. Tal vez la antigua tecnología está
mezclada con la nueva. Amy desliza su dedo sobre la pantalla, después se
detiene, gravitando sobre una palabra.

Interceptado.

Ella me mira. Esto no presagia nada bueno.

Amy presiona la palabra, y la pantalla se vuelve negra con una sola


pequeña línea roja marcada como un visualizador de frecuencia en la parte
superior y una línea amarilla marcada como visualizador de volumen en la
parte inferior. Mientras el sonido llena el cuarto de comunicación, las
líneas suben y bajan en una gráfica secuenciando las palabras. En el
centro, palabras tipeadas transcriben el mensaje de audio.

¡Felicitaciones, Godspeed! Han llegado sin problemas a su destino


final, el planeta rodeando el sistema binario Centauro.

—Sé lo que es —digo, mi estómago hundiéndose.

—¡Estamos comunicándonos con la Tierra! —grita Amy, emocionada,


inclinándose hacia adelante mientras el mensaje continua.

¡Nos emociona informarles que las pruebas enviadas antes del


aterrizaje de la Nave han indicado que no es sólo un mundo
habitable, sino que también tiene recursos rentables para el
ambiente!

Amy se gira hacia mí, sus ojos brillando de la emoción.

Hasta que ve la expresión en mi rostro.

Al momento de tu aterrizaje, una señal fue enviada directamente al


Centro de Recursos Financieros. Resta asegurarles que incluso
ahora, la Nave FRX está preparando un Transbordador lleno de
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recursos y ayuda para su colonia.

—¡La Tierra está viniendo! —insiste Amy, aun aferrándose a su recién


encontrada esperanza—. ¡La Tierra nos ayudará!
—No, no está viniendo.

—¿De qué estás hablando? Acaban de decir...

—Amy, ¿Cómo estaba etiquetado este mensaje? —pregunto.

Ella frunce el ceño.

—Interceptado.

Mi dedo se desliza sobre la pantalla táctil, y el mensaje empieza de nuevo.

¡Felicitaciones, Godspeed! Han llegado sin problemas a su destino


final, el planeta rodeando el sistema binario Centauro.

—Pero… —dice Amy.

—Es un mensaje grabado. —Me siento enfermo. Escuché este mensaje


cuando el Coronel Martin escribió su código de autorización en el Panel de
Control en el Puente. Ambos pensamos que era una comunicación en vivo
con la Tierra que se había cortado. Pero no era nada excepto una
grabación, una copia de un mensaje siendo enviado a nosotros desde aquí.

Ojeo el mensaje. En la grabación que el Coronel Martin y yo escuchamos,


las palabras se cortaban antes de que cualquier detalle sobre lo que sea
que está amenazando nuestra existencia fuera dicho. Este mensaje
también se corta, exactamente en el mismo momento en que se
interrumpió y murió antes.

Me pregunto si esto siquiera vino de Sol-Tierra originalmente o si todo es


parte de una trampa elaborada.

—¿Quién haría esto? —pregunta Amy, disgustada. Sus ojos abiertos como
platos—. ¿No… no papá?

Sacudo la cabeza. Vi la cara del Coronel Martin cuando escuchamos el


mensaje en el puente.

—Ese mensaje llegó momentos después de que despertara —agrego—. No


es posible de que haya podido coordinar esto.
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Cambio la pantalla de vuelta la lista de mensajes. Interceptado tiene sólo el


mensaje de Sol-Tierra. Los otros están marcados como Negociaciones de
Cambio, Detalles de Trabajo, Especificaciones Manufactureras,
Supervivencia, y cada una de estas tiene varios mensajes bajo cada
etiqueta, todos marcados por una serie de números al que no puedo
encontrar ningún tipo de patrón.

Cambio la pantalla de nuevo y veo una etiqueta marcada como: Conexión


en vivo. Le doy un codazo a Amy y señalo la etiqueta.

—¿Conexión en vivo con qué? —pregunta.

—¿Tal vez con las personas que hicieron este compuesto?

Presiono la etiqueta. Un submenú aparece mostrando una lista de temas


al azar: agricultura, medicina, comunidad, mantenimiento, motor, control.

Amy me mira con curiosidad. Estas etiquetas no tienen sentido. Toco la


última: control. La pantalla se vuelve negra, después aparece: ERROR, y
después vuelve al submenú. Me encojo de hombros y toco la primera
etiqueta, agricultura.

Esta vez la pantalla no se vuelve negra. En cambio, muestra un panorama


ondulado. Perfectamente plano, colinas cubiertas de hierba. Campos
medidos de grano, maíz, judías. Un paisaje agrícola manufacturado dotado
con vacas y ovejas genéticamente diseñadas, bajo un cielo de metal
pintado de azul.

Toco la pantalla, y la imagen desparece, remplazada por el submenú.

—Elder, esa era... —Amy no puede decir la palabra.

Godspeed.

Esa era Godspeed. Las etiquetas en el submenú tienen sentido ahora. Las
tecleo rápidamente. Medicina muestra el Hospital desde el exterior, una
cámara cerca de la estatua del Eldest de la Plaga. Comunidad es la
Ciudad. Mantenimiento es el Nivel de Carga; motor muestra el reactor que
impulsaba a Godspeed. Control no es nada más que una pantalla en
blanco porque debe haber sido una conexión en vivo del Puente, y ya no
hay puente. Doc lo explotó.

—Estaban observándonos —digo, el horror en mi voz—. Estuvieron


observándonos todo este tiempo.
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—¿Quién nos estaba observando? —pregunta Amy.


No lo sé. Quien sea que construyó este recinto. La primera colonia... o lo
que sea que aniquiló a la primera colonia, la cosa que no es humana, la
que la cerradura biométrica trató de mantener afuera.

Presiono de nuevo en comunidad. La Ciudad no está como la recuerdo. Las


calles están atestadas, sucias. La gente —mi gente, a los que dejé atrás,
los que se quedaron con Bartie— tiene algún tipo de desesperación
aferrándose a ellos. Algunos se mueven demasiado rápido, corriendo de un
lugar al otro como si sus vidas dependieran de ello. Otros no se mueven en
absoluto. Se desploman contra los edificios. Se han dado por vencidos.

—Algo está mal —digo. Quiero atravesar la pantalla y ayudarlos, pero tan
pronto como mis dedos tocan el vidrio, la pantalla se desvanece y vuelve al
submenú.

Amy pone una mano en mi brazo. Creo que ella quiera alejarme del
monitor. Después de todo, ¿Qué puedo hacer? Estoy aquí, y ellos están
muy lejos de mí, orbitando alrededor del planeta. No luego alcanzarlos. No
puedo salvarlos.

Les he fallado.

Toco la etiqueta de mantenimiento para ver el Nivel de Carga. Las puertas


a las diferentes oficinas y laboratorios están abiertas, pero no hay nadie.
¿Es de noche? No, no puede ser… la Ciudad estaba iluminada por la
lámpara solar. ¿Por qué no hay Habitantes de la Nave en este nivel? Vuelvo
atrás y toco Motor.

El cuarto del motor también está vacío. La cámara está posicionada de


modo que puedo ver ambos el motor y detrás, las masivas puertas selladas
que esconden los restos del Puente. Las puertas están cerradas. Trato de
mirar las pequeñas pantallas en el panel de control detrás del motor, por
lo que puedo ver, todo parece estar funcionando.

¿Sin embargo, por qué no hay nadie en este nivel?

Después veo la luz roja parpadeando en el motor mismo. Es grande. Pero


el ángulo de cámara bloquea la mayor parte del brillo rojo. Mi boca se
seca. Sé que significa ese brillo. Todo el nivel de Carga debe estar envuelto
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en una alarma ensordecedora.

Advirtiéndonos que el motor se va a fundir.


Miro más cerca. No puedo acercarlo, pero entrecierro los ojos para ver a
través de los pixeles, para entender que ha pasado. Amy se inclina hacia
adelante también, su cabello rojo extendiéndose sobre la pantalla antes de
que ella lo ponga sobre su hombro.

Cuando Doc explotó el Puente, el motor estuvo expuesto al espacio y la


rápida descomprensión provocada por el vacío absorbió todo a través del
hueco donde había estado el Puente. El motor fue construido para durar,
pero ya era viejo. Habría sido fácil que se dañase en ese momento,
especialmente dado que, inmediatamente después de la explosión del
Puente, me fui con el Transbordador. Nadie trabajó en esos días, nadie se
molestó en revisar el motor. Puede haber estado funcionando mal todo este
tiempo. Algunos de los Habitantes de la Nave inspeccionaron el motor
antes de que me fuera, ¿Pero cuán minuciosos fueron? ¿Qué si se
perdieron algo?

Si el motor muere, Godspeed muere.

Así de fácil

Me muevo para cerrar la pantalla. No quiero ver esto; no quiero vivir con
esta culpa.

Dejé a mi gente para que mueran.

La idea hace que mi mano se tuerza y, por accidente, saco el video en vivo
del Hospital. Me muevo para apagarlo, pero Amy agarra mi mano.

—Espera —dice, mirando la pantalla.

Me aparto. No necesito ver la cara de concreto del Eldest original


burlándose de mí.

—Una capa de estrellas… —susurra Amy. Ella aprieta mi brazo—. ¿Qué


está usando el hombre en la estatua? —pregunta.

No tengo que verlo para responderle.

—Es la Capa Eldest.


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Amy parece confundida, y recuerdo, ella nunca la ha visto. La usé una vez,
cuando anuncié del Planeta a la Nave, pero Amy no estaba ahí. Ella tenía
miedo de la multitud, y con razón.
—Es una capa de lana pesada que el Eldest usa en ocasiones especiales —
digo. Puedo imaginarla e mi mente: la superficie del Planeta bordada en el
dobladillo de la capa y las estrellas cocidas en los hombros.

Estrellas cocidas en los hombros.

—¡Elder, El Principito! —dice Amy, emocionada—. ¿Recuerdas? La


ilustración mostraba un rey, el Eldest es como un rey, ¿Verdad?, y Orion
marcó el corazón de la capa, una capa con estrellas en ella.

Miro la estatua. Está hecha de concreto, por el mismo Eldest de la Plaga.


Si había un secreto acerca del planeta, habría sido un secreto que el
Eldest de la Plaga escondía. Él fue quien empezó con el sistema Eldest, fue
él quien decidió no aterrizar la Nave en el Planeta cuando llegamos. Por
supuesto que él debía tener una razón para no aterrizar Godspeed, y ¿Qué
mejor lugar para esconder esa razón que dentro de la estatua de concreto?

—Todo encaja —dice Amy, preocupación en su voz—. La pista, la última


pista, la información sobre lo que está pasando aquí, está en la estatua.

—En la estatua —repito—. En la Nave, la cual está en órbita, en el espacio.

Amy suspira pesadamente. Sabiendo que el hecho de que la pista esté ahí
no nos ayuda en absoluto.

Un movimiento en el lado de la pantalla me distrae de la estatua. Alguien


está caminando por el sendero detrás del Hospital, por el jardín. El
sendero gira, y la persona está momentáneamente fuera de vista, pero un
momento después él está frente a la estatua.

Bartie.

Él se detiene, inclinando su cara hacia el cielo de metal. La cámara está en


el perfecto ángulo para capturarlo. Su cara está llena de preocupación y
tristeza, con círculos oscuros bajo sus ojos y una nueva cicatriz en su
mejilla. Él está demacrado, y su cabello luce despeinado. No hay señal de
su guitarra. Quitarme el liderazgo no le ha caído bien a Bartie.

—¿Qué está haciendo? —pregunta Amy, mirando.


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Bartie parece estar hablándole a la estatua del Eldest de la Plaga.


Recuerdo como siempre solía detenerme y mirar su cara desgastada. Los
brazos abiertos del Eldest de la Plaga son benevolentes, y su cara está tan
borrosa de rasgos que me lo imaginaba mirándome con simpatía mientras
estaba tratando de decidir cómo ser el líder que mi gente necesitaba.

Bartie mete la mano en uno de sus bolsillos. Creo por un momento que él
ha sacado un disco, pero lo que sea que está sosteniendo es más pequeño
que un disco y más oscuro. Negro. Un cuadrado negro.

Un parche médico negro.

Amy jadea.

Y sé en que está pensando Bartie, porqué ha acudido al Eldest de la Plaga.

La Nave está muriendo, y él lo sabe. Está tratando de decidir cuánto


tiempo esperar antes de que distribuya los parches médicos negros. Los
que matan.

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Amy
Traducido SOS por Shadowy
Corregido por Mari NC

E
lder no habla mientras sale enfurecido del compuesto, dirigiéndose
de vuelta a la colonia. Tengo que correr para mantener el paso con
él.

—¡Elder, espera! —grito en voz baja. Él desacelera pero no se detiene.

Su espalda está rígida, sus hombros tensos. Cuando extiendo la mano


hacia él, se aleja de un tirón. Agarro su codo y no lo dejo ir, dándole la
vuelta para que me enfrente.

—Podemos salvarlos a ellos también —digo.

Elder ladra en risa, un sonido corto y amargo. Ambos nos congelamos,


mirando hacia el bosque, esperando el grito de un ptero. Pero pronto los
sonidos suaves de la noche que yo había dado por sentado vuelven: un
sonido bajo y trinado de un pájaro nocturno, el arrastrar casi inaudible de
pequeños animales en el suelo del bosque. No hemos visto mucha vida
salvaje, pero eso no significa que no esté ahí.

—Nosotros podemos salvarlos —digo otra vez, mi voz más baja.

—Ni siquiera podemos salvarnos a nosotros mismos. —La mandíbula de


Elder está rígida.

—Tenemos prácticamente resuelta la última pista de Orion —continuo—.


Tenemos el área de comunicación en el compuesto. No los dejaremos morir
allá arriba.
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—¿Sí? —pregunta Elder a través de los dientes apretados—. ¿Y cómo


vamos a sobrevivir a los malditos extraterrestres que están aquí abajo?

Mi corazón se inmoviliza en mi pecho.


—Hay algo allí afuera, Amy —dice Elder. Mira por encima de mi cabeza, en
el bosque negro—. Algo que asesinó a la primera colonia.

—Pteros…

—No programaron esas cerraduras biométricas para mantener a los pteros


afuera —espeta Elder. Tiene razón. Esas cerraduras eran por algo... algo
más—. Además —añade, disparándome una mirada y luego mirando
lejos—. Hay algo más que pteros. —Sé que él está pensando en esa escama
cristalina que encontró en el túnel, y eso me asusta, también. Hay mucho
sobre este Planeta que no entendemos. Mucho que nos puede matar—.
¿Recuerdas esa huella? —pregunta.

Asiento. ¿Cómo podría olvidar los bordes afilados de las tres garras, como
diseñadas para mutilar?

Elder continúa en silencio, como si temiera ser escuchado.

—Me pareció ver algo en el bosque, justo antes de que fuera atacado. Tal
vez lo que sea que fuera, controlaba al ptero.

Una imagen destella brevemente en mi mente: un alienígena con ojos


saltones y piel verde con garras, uno que nos observa y espera hasta que
estemos más vulnerables para atacar.

No quiero pensar en esto. No puedo pensar en esto. He aprendido


demasiado esta noche. Me aparto de Elder, y continuamos de vuelta a la
colonia sin palabras, sin detenernos hasta que casi llegamos a mi edificio
en el borde de la colonia. El mundo está silencioso y oscuro ahora. Elder
da un paso más cerca de mí, moviendo el cabello que yo había estado
escondiendo fuera de mi cara.

—Detente. —Ordena una baja voz femenina. Empiezo a girar y siento el


duro cilindro metálico de un arma en la parte trasera de mi cabeza. Dejo
caer la mano de Elder y levanto la mía.

—¿Amy? —pregunta la voz. El arma baja. Cuando me vuelvo, veo a Emma,


vestida con un traje de faena y una semi-automática en su mano derecha.
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—¡Emma, me asustaste hasta la muerte! —exclamo.

—¡Shh! —dice ella—. ¿O quieres que el resto de la guardia de turno esta


noche venga aquí y vea lo que ustedes dos idiotas están haciendo?
Le echo un vistazo a Elder. ¿Cuánto sabe Emma?

—Si ustedes dos no pueden mantener sus manos fuera del otro, entonces
vayan a uno de los edificios —gruñe—. Besuqueándose en medio de la
noche en el borde del campo es probable que consigan que les disparen.
Pensé que eran… —Se detiene en seco—. Pensé que eran un enemigo.

Estrecho mis ojos. ¿A qué está refiriéndose ella exactamente? Emma no


sabe lo que estábamos haciendo, pero tengo más que una leve sospecha de
que sabe más de lo que está diciéndonos. Ella estaba con papá, ese primer
día, cuando él fue a la sonda y encontró un compuesto de alta tecnología
moderna.

Ella sabe lo mucho que él ha mantenido oculto.

Cuando ni Elder ni yo decimos nada, Emma frunce el ceño.

—Ustedes no estaban aquí afuera sólo para besuquearse, ¿verdad?

—¡No! —digo demasiado rápido—. Emma, estábamos…

Me interrumpe con un gesto de su mano.

—No me importa qué estaban haciendo, y no quiero saberlo. Pero son


inteligentes, los dos, y apuesto a que puedo adivinar qué pasa. —Mira
detrás de ella, en la dirección del compuesto—. No salgan en la noche —
dice, más severamente esta vez—. Hay cosas allí afuera sobre las que no
saben.

Elder asiente solemnemente, luego se gira para irse. Emma agarra mi


brazo, manteniéndome en el lugar.

—Amy esto es importante —dice, su voz baja y urgente—. Tú no quieres


escuchar esto, sé que no, pero no puedes confiar…

—¿Quién está ahí? —Una voz —la de mi padre— dice en voz alta.

Pasos pesados golpean su camino más cerca a nosotros. Papá y Chris,


ambos vestidos con uniforme, se acercan.

—¿Emma? ¿Qué está pasando?


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Emma se endereza, y cualquier advertencia que estaba a punto de darme


muere en sus labios.
—Señor. Encontré a estos dos aquí afuera. —Hace una pausa—.
Besándose.

Hay un pequeño tono en su voz de soplona en esto, pero estoy realmente


contenta de que le haya dicho a papá que yo estaba aquí afuera liándome.
Al menos no dijo lo que ella sospechaba que estábamos haciendo:
descubriendo el compuesto y los secretos de papá.

Papá no se ve feliz, sin embargo.

—Yo llevaré a Amy de vuelta arriba —gruñe—. Chris, ¿puedes escoltar a


este chico a su edificio?

—Este chico puede caminar por sí mismo —espeta Elder.

Papá lo mira fijamente.

—Hay muchas cosas de las que deberías tener miedo aquí afuera, en la
noche, en la oscuridad.

Elder no se inmuta.

—Sé a qué tenerle miedo —dice—. Y no es a la oscuridad. —Espera un


segundo, y luego añade—: No es a usted tampoco.

Chris toca el hombro de Elder, guiándolo de vuelta a la Colonia, pero Elder


empuja más allá de él.

Papá espera hasta que Chris y Elder están fuera de vista y Emma está de
nuevo patrullando el campamento antes de que se vuelva hacia mí.

—¿Qué estabas pensando? —dice. Estoy impresionada por lo enojado que


suena—. Es peligroso aquí afuera, Amy.

—Todavía estábamos en la colonia —protesto, porque, hasta donde él


sabe, lo estábamos.

—¡Y besando a uno de ellos!

Esto me detiene en seco. La noche es inquietantemente silenciosa ahora, el


aire muy inmóvil.
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—¿Qué? —pregunto en un tono monótono.

—Amy, esos Nacidos en la Nave… no deberías estar tanto con ellos. —Papá
comienza a pasear, justo en el exterior de nuestro edificio.
—No lo sé, papá. Siento como que Elder ha sido un poco más
comunicativo de lo que tú has sido últimamente… ¿no te parece?

—Ellos no son como nosotros —continúa papá, ignorando mi acusación.

—¿Cómo? —pregunto, mi voz aún fría.

—¡Sólo míralos! La forma en que todos se ven iguales. La forma en que


todos piensan que un chico es su “líder”. Son… extraños. Diferentes. ¡Por
el amor de Dios, Amy, los Nacidos en la Nave no son como nosotros!

—¡No sabes de lo que estás hablando! —digo, más fuerte de lo que


pretendía. Vamos a despertar a toda la colonia—. Ellos son personas.
Buenas personas.

Papá sacude su cabeza con lástima, y es eso, más que cualquier otra cosa,
lo que arranca mi ira aún más alto.

—Oh, Amy —dice—. No se suponía que tú estuvieras aquí.

Algo hace clic en su lugar en mi cabeza.

—¿Entonces por qué me diste una opción? —digo, mi voz cada vez más
fuerte y más alta con cada palabra—. ¿Por qué siquiera dejar que esa
decisión dependiera de mí? Podrías haberme preparado más. ¡Pero no, sólo
esperaste hasta que mamá ya estuviera congelada y luego te congelaste, y
me dejaste, sola, para decidirme sobre si debería renunciar a todo por
ustedes! ¡Y cuando realmente hago eso, es la opción equivocada! Si nunca
quisiste que viniera, ¿por qué no lo dijiste? ¿Por qué me lo dejaste a mí en
absoluto? ¿Por qué lo hiciste parecer como si pudiera tomar mis propias
decisiones, cuando nunca empacaste ninguna de mis cosas para mí
siquiera? He visto los baúles en el almacenamiento ¡y el que tiene mi
nombre en él está vacío!

Estoy respirando con dificultad para el momento que he terminado de


hablar, y mi cara está caliente, y mis puños están curvados, y no me
importa.

La mandíbula de papá está trabajando.


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—Lo siento por eso —dice con los dientes apretados—. Le había prometido
a tu madre no intentar convencerte de que quedaras, y me preocupaba que
si te decía qué hacer, harías lo contrario. Yo quería que fueras capaz de
tomar una decisión con la que pudieras vivir.
—Lo hice.

—No sabía que las cosas se volverían este lío. Esta no es la misión que
esperaba. Y no tenía idea de que habías despertado antes así. Desearía
que no lo hubieras hecho. Tal vez entonces podrías ver que los Nacidos en
la Nave…

—Ni siquiera empieces —digo—. Los “Nacidos en la Nave” no son parte de


esta discusión.

—Ellos te odian. —Papá me mira fijamente, retándome a romper el


contacto visual—. Veo la forma en que se encojen lejos de nosotros, la
forma en que nos miran como si fuéramos fenómenos, incluso a ti.

—Elder no me odia —digo. Sé esto más de lo que sé cualquier cosa.

Papá ladra de risa.

—Elder es un chico adolescente. ¡Él no odia nada con senos!

Doy un paso atrás como si papá me hubiera dado una bofetada.

—Amy, no puedes confiar en él. Y no puedes... no... no quiero que te


descontroles con este chico. Creo que has dejado que esos tres meses que
estuviste en la Nave antes de que aterrizáramos, anularan los años que
estuviste en la Tierra. Tú eres uno de nosotros. Eres mía. Eres mi niña.

—Ya no es así —digo cruelmente, pasando a su lado y caminando enojada


hacia el edificio.

Papá me agarra y me da un tirón hacia atrás. Creo por un momento


aterrador que me va a golpear, pero no lo hace. Me envuelve en un abrazo
tan apretado que apenas puedo respirar.

—No voy a dejar que te vayas enojada conmigo, Amy —dice suavemente en
mi cabello—. Podemos pelear, y podemos estar en desacuerdo, pero nunca
voy a dejar que te alejes de mí pensando que yo no te amo.

Él afloja su agarre sobre mí, y doy un paso atrás, aturdida por sus
palabras. Papá no es del tipo sentimental.
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—Este mundo es peligroso, Amy —dice—. No sé qué va a suceder. No


puedo dejar que te alejes de mí enojada. Te amo demasiado para eso.
Levanta su dedo meñique, esperando a que yo envuelva el mío alrededor
del suyo.

El hielo dentro de mí se derrite.

—Yo también te amo —digo, haciendo una promesa de meñique al igual


que solíamos hacer cuando era una niña—. Lo prometo.

Y lo digo en serio: lo amo.

Simplemente no estoy segura de que pueda confiar en él.

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Elder
Traducido por LizC
Corregido por LadyPandora

M
is ojos se abren de golpe a la mañana siguiente, cuando oigo
pasos fuertes trepando por la escalera que conduce a mi edificio.
Me estiro, mi cuello cruje. He utilizado un montón de ropa como
una cama improvisada, pero voy a tener que encontrar algo mejor, sobre
todo para las mujeres embarazadas, quienes deben estar sufriendo más
que yo.

—¡Elder! —grita Amy, sin aliento, mientras entra corriendo en mi


habitación.

Una sonrisa descabellada se desliza por mi cara, no me importa ser


despertado tan temprano en la mañana si Amy es mi despertador.

Entonces veo su cara.

—¿Qué pasa? —pregunto, saltando y agarrando una túnica de la pila de


ropa y pasándola por encima de mi cabeza. El aire ya está húmedo y
pegajoso, a pesar de lo temprano que es.

—Kit —dice Amy, todavía jadeando por su carrera hasta mi edificio—.


Vamos.

Me tambaleo detrás de ella, poniéndome mis mocasines mientras voy.

—¿Qué pasó? —pregunto, mi corazón se hunde. Aparte de Amy, Kit es una


de las pocas personas en este planeta en quien realmente confío y uno de
mis pocos amigos. Si algo va mal...
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—No lo sé —dice Amy. Sus ojos se mueven a la parte inferior de la colina,


donde el Coronel Martin está dando instrucciones a Emma y a Chris,
señalando algo en la distancia.
—¿Qué quieres decir? —pregunto—. ¿Se encuentra bien?

—No lo sé —repite Amy, agarrando mi mano y arrastrándome por las


escaleras hacia el Coronel Martin—. Esta mañana, mi padre trató de
encontrarla, para repasar la lista que hizo detallando cuáles son las
habilidades de cada persona. Él iba a empezar a asignar las tareas
permanentes de trabajo. Pero ha desaparecido.

—¿Desaparecido? —Me siento estúpido. Apenas es por la mañana; los


soles acaban de elevarse.

—Papá piensa que sólo se alejó o algo así, que va a aparecer pronto.

—Kit no haría eso —digo.

Me dispara una mirada furiosa.

—Lo sé.

El Coronel Martin se gira a medida que corremos hacia él.

—Amy —dice, hay amonestación en su voz—. Te dije que no molestases a


Elder con esto.

—Papá, Kit simplemente no se iría. Si está desaparecida, eso significa que


algo va mal.

Echo un vistazo a Amy. Los dos sabemos que si está desaparecida, es


probable que ya sea demasiado tarde.

—Ya me he ofrecido a ir en busca de ella —dice Emma y frunce el ceño.

—Y ya he dicho que no es nada —dice el Coronel Martin con firmeza—. He


enviado algunos soldados al frente de la Nave para ver si Kit fue allí.

—Ella no haría eso —digo.

—No tenemos tiempo para parar todas las operaciones sólo porque una
mujer se alejó, en contra de mis órdenes, debo añadir.

—Papá —dice Amy con tanta fuerza que se le ve un poco sorprendido—.


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Kit simplemente no vagaría sola. Ella no es así.

El Coronel Martin considera lo que ha dicho.


Chris pasa a su lado. Quiero golpearlo a un lado; no necesito una persona
más diciendo que Kit simplemente por descuido consiguió perderse.

—Tal vez esté en las letrinas —dice.

—No; lo comprobé —dice Amy—. Tenemos que ir a buscarla.

—Vamos a esperar a que vuelvan los hombres que envié —dice el Coronel
Martin, pero su voz no es tan portentosa como antes—. Podría haber
vuelto al Transbordador a por más suministros...

—Ella no haría eso —insisto—. Kit es uno de los míos y la conozco. No hay
manera de que se fuera de la colonia sin avisarme. Se lo digo, si ella se ha
ido, algo está seriamente mal. —Observo mientras la duda cruza la cara
del Coronel Martin. Él no quiere creer que Kit haya sido secuestrada; no
quiere que sea su culpa. Su guardia no la ha protegido. Pero no tengo
tiempo para calmar los sentimientos heridos del Coronel Martin—. Si no
van a hacer algo, lo haré yo —digo—. Voy a reunir grupos de búsqueda
ahora.

—Voy a ayudar —dice Amy inmediatamente.

—Y yo también. —Emma le dispara una mirada de disgusto al Coronel


Martin y a Chris.

Trabajamos con rapidez. Tan pronto como se corre la voz de que Kit ha
desaparecido, la gente empieza a ofrecerse para los grupos de búsqueda…
más de cien en menos de una hora.

El Coronel Martin lanza una mirada sobre el grupo montado en el prado.


Hay una especie de sombría determinación en el grupo de búsqueda y
llevan herramientas: palas, hoces, incluso, en algunos casos, sólo una
rama de árbol grande, alisada en un extremo como un mango improvisado.

—No necesitan armas. Mis hombres tienen armas —me dice el Coronel
Martin. Mi gente, armada como está, lo pone nervioso. Archivo esta
información en mi mente.

—Las armas no salvaron a Kit —digo—. Ni a Lorin. O a Juliana Robertson,


o a aquel Dr. Nacido en la Tierra.
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Localizo a la última persona que la vio: Willow, una mujer embarazada que
había acudido a ella en medio de la noche con dolor de estómago.
—Después de que me diera un parche médico, se fue —me dice Willow.

—¿Has visto a alguien más?

—Había uno de ellos patrullando. —Willow señala a uno de los militares


Nacidos en la Tierra. Apunta a Chris, que está de pie en el borde de la
multitud congregada, pareciendo preocupado—. Ese.

Voy a zancadas hasta él y lo confronto con esta información.

—Recuerdo haberla visto —me dice Chris, con las manos ya en alto como
para defenderse de la acusación en mi voz—. Fue justo antes de que mi
turno terminara.

—¿Te aseguraste de que ella regresara a su edificio de manera segura? —


exijo.

Chris palidece.

—Yo... no. Supuse...

—Fue entonces cuando se la llevaron —digo, convencido ahora. Fulmino a


Chris. Su trabajo era proteger a la colonia y dejó que una de mis personas
pagara el precio de su descuido.

La pregunta es: ¿quién se la llevó y por qué?

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33

Amy
Traducido por Susanauribe
Corregido por LadyPandora

M
ientras Elder comienza a mandar grupos para buscar a Kit, papá
agarra mi brazo.

—No vas a ir —me dice.

Lo miro, demasiada impactada por su orden para protestar.

—Puedes ayudar de otras maneras. No voy a dejarte ir con ellos.

—Puedo ayudar —digo enojada—. Kit es mi amiga

Papá me mira como si no creyera que en verdad su hija pueda ser amiga
de un Nacido en la Nave. Es la misma mirada que me da cuando me ve con
Elder.

Mis manos se curvan en puños.

—¡Papá! —gruño—. No puedes dejar que Kit se quede perdida porque


simplemente no es de tu gente.

—No tiene nada que ver con eso. —Su voz está llena de una emoción que
no entiendo, suena casi como arrepentimiento, pero eso no tiene sentido.
Se inclina más hacia mí—. Ya te vi herida una vez, Amy. Cuando Elder te
llevó a mí, después de que fueras noqueada por esa flor púrpura. No
quiero verte herida de nuevo. —Me abraza fuertemente, quitándome el
aire—. Ve al laboratorio con tu madre. Chris se quedará con las dos. —
Papá alza la mirada a mamá que se acerca—. Tengo que proteger a mis
chicas.
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Miro detrás de mí. Los equipos de búsqueda ya han comenzado a


dispersarse. Con un suspiro, sigo a mamá por el edificio que estamos
compartiendo mientras se prepara para un día en el laboratorio. Me
pregunto brevemente si papá va a ir al recinto que Elder y yo descubrimos
anoche, si hay algo que pueda ayudar a encontrar a Kit. Eso espero. No me
importa que papá lo mantenga secreto, no si ayuda a encontrar a Kit y
regresarla de manera segura hacia nosotros.

—Está bien —dice mamá—. Déjame revisarlo con los geólogos y ver los
resultados de los exámenes que hicieron anoche. ¿Amy? —añade—.
¿Quieres venir conmigo?

Niego con mi cabeza.

—Iré con usted, Dra. Martin —dice Chris, poniéndose de pie.

Estoy tan agradecida de que él esté aquí para proteger a mamá pero se
siente extraño que nuestro guardia sea unos cuantos años mayor que yo.
Tan pronto como se van, Emma entra al edificio.

—¿Sola? —pregunta en su acento cantarín. Asiento.

Emma cruza la habitación en tres largas zancadas y pone algo en mis


manos. Un cubo de vidrio, del tamaño de mi palma.

—Quiero que tengas esto —me dice—. Escóndelo.

—¿Por qué? —pregunto, mirándolo. El cubo parece como si estuviera


hecho de vidrio, está lleno con motas de dorado brillante. Brilla en la luz,
creando un remolino hipnótico de brillos.

—He estado viéndote a ti y a Elder. —Emma mira la puerta—. Sé que no


van a aceptar ciegamente que lo alguien dice es la verdad. Y supongo que
tal vez es lo que más se necesita ahora.

—Esto es sobre… —Vacilo, sin estar segura de querer saber la verdad—.


¿Esto es sobre papá?

—Tu padre es un buen soldado —dice Emma—. Está siguiendo las guías
de la misión.

Mis dedos se curvan alrededor del cubo de vidrio. ¿Qué tiene esto que ver
con la guía?
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—He ido a muchos países —dice ella, cambiando el tema de manera


abrupta—. Y ahora a un mundo completamente nuevo. Pero nunca me he
sentido dépaysement.
—¿Qué es de-pa… um? —No puedo pronunciar la palabra.

—Dépaysement. Es como… ¿melancólica? —Emma niega con su cabeza,


sus rizos oscuros rebotando contra sus mejillas—. Esa no es la palabra.
Quiero decir… como te sientes cuando no estás en casa.

—No lo entiendo —digo. No quiero decir que no entiendo la palabra, sino


que no entiendo por qué está diciéndome esto. Todo esto.

—Aprendí hace mucho que hogar es una palabra que se le aplica a las
personas, no a lugares. Es por eso que no me importó anotarme para esta
misión. No importaba dónde estuviera, importaba con quién estuviera.

Emma inclina su cabeza y yo también lo escucho. Mamá y Chris estaban


regresando.

—Te estoy dando esto porque… —dice ella, mirando el cubo de hielo en
mis manos—, porque a ti… A ti y ese chico Elder, no les importa la misión
militar. No les importa qué quiere la FXR. Les importa hacer de este lugar
un hogar.

—¿A ti, qué te importa? —digo, buscando sus ojos.

—No importa —dice ella tristemente—. Soy militar. Tengo que obedecer
órdenes. Tú no. —Mira por encima de su hombro rápidamente—. Ve —dice
ella—. Escóndelo.

La urgencia en su voz me hace darme la vuelta y correr hacia la pequeña


esquina de privacidad que tengo en mi “habitación” hecha de tiendas de
campaña y lanzo el cubo en mi saco de dormir, lejos de la vista.

—¿Amy? —dice mamá.

Salgo. Emma se ha ido.

—¿Lista? —pregunta mamá.


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Estoy sudando para el momento en que llegamos al laboratorio de mamá
en la compuerta, me gustaría otra tormenta para que enfriara todo. Pero
luego me acuerdo de los grupos de búsqueda, Kit y ruego para que no
llueva. El cuerpo del Dr. Gupta ya no está en el laboratorio de mamá y
estoy un poco agradecida por eso. Hay demasiadas… piezas. Como Juliana
Robertson. Trago en seco, tratando de olvidar el desmembramiento, el
sonido crujiente que hizo el pterodáctilo mientras se comía al Dr. Gupta.
De alguna manera, mi mente regresa a Lorin. Ella también fue encontrada
muerta pero no debió haber sido asesinada por un pterodáctilo. El horror
de las muertes de Dr. Gupta y Juliana ha hecho que todos olviden el
cuerpo inmaculado y aparentemente sin tocar de Lorin, por mucho el
cuerpo más tenebroso.

—Los geólogos necesitan hacer más exámenes antes de que puedan usar
mi ayuda —dice mamá, girándose a la mesa del laboratorio. Saca un vial
de unos líquidos viscosos. Es de color carmesí oscuro, casi negro.

—¿Qué es esto? —pregunto.

—Sangre de pterodáctilo.

Miro detrás de mí. El cuerpo del Dr. Gupta podría no estar, pero el
pterodáctilo sigue aquí, en una mesa de metal. Mamá ya lo diseccionó,
pesando los órganos y llenando todo el laboratorio con un olor repugnante,
pero todavía no había terminado. Trato de no vomitar con el olor de la
apestosa sangre del pterodáctilo. Cuando cubro mi nariz con la palma de
mi mano, Chris me dirige una sonrisa de simpatía.

—Quiero que hagas la evaluación inmunológica de esto —me dice ella—.


Hemos estado analizando las víctimas, más bien démosle un vistazo a los
monstruos.

—Pero sabemos qué mató al pterodáctilo —digo. Mis balas.

En silencio, mamá me entrega la muestra y trabajamos juntas para probar


la sangre del pterodáctilo. Cuando terminamos, mamá lee el informe en
voz alta.

—Negativo para todo —dice ella—. Excepto material genético modificado.


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La miro. Cuando le hablé a Elder de los pterodáctilos, no había creído en


verdad que era posible que hubieran sido modificados genéticamente por
la primera colonia. El material genético modificado se inventó en la Tierra,
Sol-Tierra. No debería estar aquí y desde luego no en una criatura
alienígena nativa. Pero tampoco en la sangre del Dr. Gupta.

—¿Es posible que este material genético modificado sea de…? —Chris se
detiene, pareciendo incómodo—. ¿Podría ser del, er, Dr. Gupta?

Mamá niega con su cabeza.

—Demasiado pronto, la criatura ya estaba muerta antes de que tuviera la


oportunidad de digerir al Dr. Gupta.

Ella debía saberlo, hizo la disección. Encontró trozos de él en el estómago


del pterodáctilo.

—¿Pero, cómo, entonces? —pregunto—. ¿Cómo es posible que un


pterodáctilo tenga material genético modificado en su flujo sanguíneo?
¿Podría haber venido del planeta?

Mamá mira intensamente la muestra de sangre.

—Debería ser imposible. Hablé con Frank, el geólogo. Dice que hay
minerales en el suelo que nunca antes ha visto. ¡Estamos hablando de
nuevos elementos para la tabla periódica! ¿Qué significa este planeta? No
debería ser algo que llegó directamente de nuestro planeta, especialmente
material genético, el cual fue creado artificialmente.

No necesito que ella termine las pruebas. Ya sé la respuesta, el


pterodáctilo tiene material genético modificado en su flujo sanguíneo
porque los humanos han estado antes aquí.

E hicieron algo. Algo similar a lo que le estamos haciendo a los fetos de


caballo y perro. Excepto que lo llevaron muy lejos y las criaturas que
hicieron fueron monstruos. Tal vez los mismos monstruos que los mataron
a todos, dejando nada más que ruinas de piedra.

Mientras miro a mi mamá poner el resto de su equipo, estoy cien por


ciento segura de que ella no tiene ni idea de qué papá sabe lo del lugar
más allá del lago. Ella todavía piensa que somos las primeras personas
aquí. Abro la boca, determinada a decirle la verdad que papá ha
mantenido oculta pero no salen las palabras. Tengo que esperar a que sus
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exámenes puedan probar algo, algo que nos salve.

Hay una determinación en su mandíbula, una concentración sin pasión en


la forma en como trabaja ahora. Me recuerda a Emma y lo que me dijo
esta mañana. Parece como si todos supieran que algo va mal en este
planeta… pero simplemente no podemos saber qué es.

Después de varias horas, las puertas se abren. Chris salta, asombrado, se


quedó dormido mientras mamá y yo trabajamos. Elder entra. Se ve un
poco perdido mientras revisa la habitación.

—¿El Coronel Martin dijo que necesitaba venir aquí? —pregunta


fuertemente. Sus ojos ven los míos y su boca se curva con alivio pero la
sonrisa no llega a sus ojos. Se ve cansado, cansado de pelear con papá,
cansado de buscar los secretos de este planeta y sólo encontrar verdades a
medias y peligros.

—¿Kit? —pregunto de inmediato.

Elder niega con su cabeza.

—Sigue desaparecida. ¿Me buscabas? —Hay una pregunta en su voz.

Mamá se pone de pie.

—Lo siento tanto —dice—. Le pedí a Bob, el Coronel Martin, que te enviara
aquí antes de que nos enteráramos de que tu doctora no estaba. Me
sorprende que te haya dicho que vinieras; no quise interrumpir la misión
de búsqueda.

—No pasa nada —dice Elder fuertemente—. Tuvimos que hacer un


descanso para almorzar.

—En ese caso —dice mamá, poniéndose de pie—. Esto sólo tomará un
momento.

Le hace señas a Elder para que la siga a donde están los tubos de fetos.
Elder me dirige una mirada inquisidora y me doy cuenta de que mamá lo
ha citado porque antes evité hablarle a los científicos sobre ellos.

—Estamos empezando un proceso de incubación —dice ella, mostrándole


el tubo—, y no sabemos qué son estos animales. ¿Tú lo sabes?

—Sí —dice Elder. Su voz es educada pero prevenida.


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—Oh, bien, eso esperaba —dice—. Entonces, ¿qué tenemos aquí? —Se
detiene frente al cilindro lleno de líquido dorado y pequeñas habichuelas
de clones humanos. Elders clonados. Copias del primer Eldest, todos con
el mismo ADN, pero ninguno de ellos son mi Elder.
—Son… —La voz de Elder se atora—. Son fetos humanos. Clonados.

Mamá da un paso hacia atrás, sorprendida.

—¿Fetos humanos? La FRX no dijo nada sobre preservar fetos de humanos


clonados.

—No son de la FRX —dice Elder, rápidamente recuperando su


compostura—. Fueron hechos por la gente a bordo de Godspeed. En la
plaga, Eldest hizo cientos de copias de sí mismo, todas para asegurarse de
que él, de una forma u otra, sería el dictador eterno de una Godspeed que
nunca cambiaría.

—¿Cuál es su…? —Mamá hace una pausa, buscando las palabras


completas—. Lo siento, no quiero ser insensible o ignorante, pero, ¿cuál es
su propósito?

Elder mira el líquido dorado. ¿Su propósito? Hacer más de él. Reemplazos.
Eldest amenazó con hacer simplemente eso, matar a Elder y comenzar de
nuevo con un nuevo feto sacado del líquido pegajoso. Eso fue lo que le hizo
a Orion…

—No hay propósito —dice Elder con voz ronca.

—¿Puedo… siéntete libre de decírmelo, pero puedo deshacerme de ellos?


Podríamos usar el espacio.

Elder asiente, sus ojos sin dejar el cilindro. ¿Qué se debe sentir ver todos
los potenciales “tús”? Imagino a mamá sacando uno de los pequeños
frijoles y poniéndolo en una incubadora junto a los fetos de caballos y
perros. Nueve meses después, un pequeño Elder bebé aparece. Tiene los
ojos de Elder y el rostro de Elder… ¿pero el alma de Elder? No.

—Está bien, entonces —dice mamá. Se voltea hacia el cilindro, levantando


una pequeña tapa de un panel de control escondido, presiona un botón y
pronto sonidos zumbantes nos envuelven—. Sólo debería tomar un
momento.

Ella se mueve hacia atrás. Un drenaje en el fondo del cilindro se abre y el


líquido lleno de cientos de potenciales Elders desaparece por un tubo que
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esconde su depósito bajo el suelo.

En minutos, el cilindro está vacío.


—Gracias —dice mamá, volviéndose a dirigir al análisis de la sangre de
pterodáctilo.

Un crujido de sonidos de radio cortan la tensión incómoda que mi madre


no se da cuenta que creó. Nuestra atención se dirige a Chris, quien está de
pie, recto, escuchando la radio en su hombro, no podemos escuchar qué
se dice pero sus ojos se disparan hacia Elder.

Y lo sé.

Han encontrado a Kit.

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34

Elder
Traducido por carmen170796
Corregido por Caamille

T
raen su cuerpo directo al Transbordador, así que me alegra, al
menos, de que ya esté aquí esperando que llegue.

Su cabello está enredado con suciedad, ramitas y hojas. Una larga


mancha de barro marrón oscuro está untada en el lado izquierdo de su
rostro y por su bata blanca de laboratorio. Había estado muy feliz con la
bata, un regalo del Dr. Gupta, que me hizo creer que los Nacidos en la
Tierra y mi gente realmente podían trabajar juntos. Está arruinada, junto
con quien sabe qué. Sobre su pecho hay una herida roja y negra, un hoyo
explotado en la carne donde su corazón debería estar.

Esto no fue un accidente.

Éste no fue el ataque de una bestia, el feroz ataque de un monstruo.

Un arma mató a Kit, un arma empuñada por un asesino.

—¿Quién la mató? —pregunto, volviéndome contra el Coronel Martin.

Él alza ambas manos.

—No tenemos idea.

—¡Esta herida no es algo que mi gente pueda hacer! —grito, señalando el


enorme hueco en el pecho de Kit—. Uno de tus militares, en el arsenal…

—Elder —dice el Coronel Martin solemnemente—. No tenemos ninguna


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arma que pueda causar una herida como ésa.

Me volteo hacia Amy, quien asiente en silencio confirmándolo. Las


personas cargando el cuerpo de Kit la ponen sobre la mesa de metal, cerca
de los restos del Ptero al que Amy le disparó. Mis ojos están ardiendo tanto
que apenas puedo ver. Kit era amable y buena y todo lo que quería hacer
era ayudar a otras personas. Era como yo: forzada a asumir
responsabilidades antes de que estuviera lista, determinada a hacer el bien
en el camino de un predecesor que había abusado de su poder.

Y ahora está muerta.

No es justo. Soy perfectamente consciente de que esta idea es infantil, no


es más útil que un berrinche, pero no puedo evitarlo. No es justo.

—Mira la forma en que fueron hechas estas heridas —dice la madre de


Amy mientras se inclina sobre el cuerpo.

—Es como si le hubieran disparado con una bala explosiva —dice Amy.

Amy se encuentra con mi mirada, y puedo decir que estamos pensando lo


mismo. Puede que no haya armas así en el arsenal, pero eso no significa
que no haya algo en el recinto que Amy y yo descubrimos. O en las manos
del tipo de alien que esté ahí afuera.

La mamá de Amy silenciosamente empieza a prepararse para una


autopsia. El Coronel Martin y sus hombres se van, pero yo me quedo.
Quiero ver esto. Quiero saber qué mató a Kit. Chris también se queda,
después de todo es el guardaespaldas de Amy. Pero no me gusta cómo la
mira, como si le perteneciera y no puedo evitar sonreír cuando empieza a
ponerse un poco verde mientras observa la autopsia.

La madre de Amy reúne tanta información del exterior del cuerpo del Kit
como puede. Hisopos de algodón y marcas de uñas. Etiqueta y mete todo
en bolsas cuidadosamente, pasándoselas a Amy, quien las agarra sin decir
nada.

Miro sobre el cuerpo a Amy, quien se encuentra con mi mirada. Ninguno


de nosotros habla, pero su mirada está llena de simpatía y enojo. Kit no
debería haber muerto. No así. Los ojos de Kit siguen abriéndose, aún
cuando la Dra. Martin los ha cerrado dos veces ahora. Su boca se abre
como si estuviera gritando cuando la madre de Amy pela su piel, mirando
detenidamente la herida.
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Intento desenfocar mi visión, para evitar identificar las diferentes formas y


colores de los órganos, huesos, venas, carne, y grasa y todas esas cosas
que no deben ser vistas, que deberían estar escondidas, siempre, debajo de
la piel y la vida. Mi cabeza fácilmente cabría en el agujero en el pecho de
Kit, no hay nada ahora excepto carne quemada y sangre ennegrecida.

La Dra. Martin orienta una luz hacia la herida, después coge un par de
pinzas de Amy.

Mete en una bolsa algo que no puedo ver desde donde estoy, después se la
pasa a Amy.

—Ve que puedes descubrir sobre esto —dice.

Amy lleva la pequeña bolsa a la mesa de trabajo, y la sigo. Es un


movimiento cobarde, pero no creo que pueda seguir mirando el rostro sin
vida de Kit por hoy.

—¿Qué es? —pregunto.

—Pedazos de algo —dice. Usa las pinzas para coger un largo pedazo de lo
que parece vidrio de la bolsa. Estrecho y transparente, con bordes afilados.
Es tan estrecho como una aguja y Amy lo sostiene tan suavemente como
puede. Demasiado suave, el vidrio se desliza de las pinzas, cayendo hacia
la mesa de metal. Contengo la respiración, esperando que el vidrio se
rompa.

Pero no lo hace.

Amy lo levanta de nuevo con las pinzas, apretándolo tan fuerte que sus
manos tiemblan por las presión. El vidrio no se rompe.

Lo coloca sobre la mesa y coge un destornillador. Clavando la punta del


destornillador plano contra el centro del pedazo de vidrio, aprieta con una
mano… dos manos… todo su peso.

El vidrio todavía no se rompe

Amy finalmente pone el pedazo sobre un portaobjetos y lo empuja bajo el


microscopio. Después de mirarlo por un momento, se hace a un lado para
que yo pueda ver. Parece vidrio normal pero hay finas líneas de oro
extendiéndose como rayos de sol, casi invisibles incluso con la
amplificación del microscopio. Me recuerda a… algo…
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—Definitivamente no tenemos ninguna arma que deje una herida como


ésa, que deje atrás vidrio —dice Amy.
—Lo que sea que haya en este planeta tiene mejores armas; eso es lo que
estás diciendo.

Hablamos en voz baja así ni Chris ni su mamá pueden escucharnos.

Amy asiente en silencio, la preocupación por todo su rostro.

Empiezo a caminar de un lado a otro, un hábito que he cogido de Amy.


Nos estamos enfrentando a un enemigo que es más inteligente y rápido
que nosotros, que tiene mejores armas y no tiene problema en usarlas. No
sólo las balas explosivas que mataran a Kit, sino que probablemente
también una manera de controlar a los Pteros.

Si son más inteligentes, deben tener una razón para matar a quien están
matando. Pudieron habernos tomado a mí y a Amy anoche, pero fueron
por Kit.

¿Por qué?

Se llevaron al Dr. Gupta, un doctor, no un científico. Se llevaron a Juliana


Robertson, un miembro del Ejército. Y Lorin. La pobre y sencilla Lorin,
quien estaba drogada con Phydus en ese momento.

Me detengo. Las ropas ensangrentadas y embarradas de Kit están apiladas


en una esquina. Corro hacia ellas, moviéndome tan repentinamente que la
madre de Amy chilla de la sorpresa. Me observa como si estuviera loco
mientras reviso los bolsillos de la enorme bata de laboratorio de Kit.
Ambos bolsillos están llenos con parches médicos de diferentes colores,
lavanda para el dolor, amarillo para la ansiedad, azul para la digestión.

Pero no hay ni un solo parche verde.

Sé que Kit tenía docenes de parches de Phydus. Los vi ayer. Los estaba
repartiendo; los llevaba con ella. Puede que no lo haya aprobado, pero sé
que no tiró todo el Phydus después de mis débiles objeciones.

Pero no hay ni uno solo aquí.

Lorin estaba bajo la influencia del Phydus. El Dr. Gupta le estaba


hablando a Kit sobre el Phydus cuando estaban caminando a través del
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bosque para ir a las ruinas. Tal vez los aliens, cuanto más lo pienso,
tenemos que estar enfrentándonos a aliens, vieron a Lorin en su estado
drogado y se la llevaron, y al Dr. Gupta, quien estaba con ella y puede que
les haya podido decir sobre lo que estaba pasando. Juliana Robertson…
había sido enviada a encontrar al Dr. Gupta y a Lorin.

¿Y si los encontró? ¿Y si por eso la mataron?

Pero ellos no podrían haberles dicho mucho sobre la droga que controlaba
a Lorin. Kit sí, sin embargo. Sabía exactamente lo que pasaba cuando
alguien se ponía un parche medico verde.

Puede que esté en un nuevo planeta, pero aun así no puedo escapar del
Phydus.

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35

Amy
Traducido SOS por Jo
Corregido por Caamille

E
stoy exhausta en el momento en que dejo el laboratorio con mamá.
Y no estamos más cerca a descubrir qué mató a Kit, o más bien,
quién mató a Kit.

La única cosa que tenemos clara es que algo, alguien, nos tiene de blanco.

Era suficientemente malo cuando le temíamos al planeta. Pero el planeta


es una cosa amorfa. Temerle al planeta es como temerle a la naturaleza.
No quería matarnos, sólo lo hizo como un animal salvaje de cacería.

Pero, ¿saber que hay algo específico, consciente y malicioso que está
asesinándonos? La teoría de Elder acerca de los alienígenas está sonando
más y más precisa.

Me hace muy feliz tener a Chris como mi guardia personal.

No creo que esté hambrienta, pero cuando volvemos al edificio, me doy


cuenta de que estoy muriendo de hambre. Me termino mi ración de comida
demasiado rápido, probablemente era lo mejor, dado su mal sabor y
textura demasiado viscosa. Aun así, me gustaría pedir más, pero aguanto
el impulso. Necesitamos que esta comida dure. Todavía tenemos que
encontrar algo comestible en el planeta y es demasiado pronto para decir
si nuestras cosechas crecerán.

Cuando finalmente me escabullo a mi habitación, estoy lista para perder la


conciencia. Saco mi saco de dormir de la esquina donde lo empujé cuando
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Emma vino a verme esta mañana, me preparo para colapsar, cuando


siento un duro objeto dentro del saco.

El cubo de cristal que Emma me dio.


Está brillando.

Estoy tan sorprendida que dejo caer el saco y el cubo junto a éste.
Repiquetea contra el suelo y mi corazón se detiene; estoy segura de que la
cosa está a punto de destrozarse. Pero no lo hace choca con fuerza contra
el suelo de piedra sin siquiera una grieta.

Justo como el cristal del arma que mató a Kit. Tampoco se rompía.

—¿Amy? —llama mi padre—. ¿Qué fue eso?

—Sólo dejé caer mi… —Mi mente busca una respuesta—. Linterna —
finalizo sin convicción. Ese ruido sordo fue mucho más fuerte que una
linterna, pero papá lo cree.

Recojo el cubo de cristal de nuevo, mirándolo fijamente. Los remolinos


dorado reluciente brillan radiantemente, proyectando luz por todas partes.
Es tan brillante como una ampolleta fluorescente pero aun así fría al tacto.

—No malgastes baterías —dice papá desde detrás de las paredes de la


carpa que levantó para crear una habitación para él y mamá.

Dejo caer el cubo de vuelta a mi saco. La habitación está envuelta en


oscuridad de nuevo.

—Buenas noches, cariño —dice mamá adormilada.

—Buenas —murmuro, mirando el saco de dormir y el desvanecido


cuadrado brillando a través del nylon.

Mi primer instinto es buscar a Emma. Pero no estoy segura en qué edificio


está y no quiero llamar la atención con el cubo. Lo hizo parecer como si
éste fuera un gran secreto, una pista para este mundo.

Recuero las esquirlas de cristal que encontramos en la herida del pecho de


Kit. Si este cubo de cristal puede iluminar mi habitación, tiene que haber
algún tipo de energía en él. Si explotaba…

Miro el suelo donde dejé caer el cubo, horrorizada. Si se hubiera roto,


¿habría mis piernas estallado de la misma manera en que el pecho de Kit
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fue reventado?

Tengo que decirle a Elder.


Antes de que me escabulla, me aseguro de que la .38 atada a mi cintura
esté cargada y lista. Entonces, retuerzo mi bolsa de dormir como si fuera
un saco y lo lanzo afuera, agradecida de que el forro amortigüe el sonido.
Pongo ambas manos en el alfeizar para levantarme. Mis piernas rozan el
cuadrado surco en la piedra, haciéndome casi maldecir del dolor.

Me escabullo por las sombras. Elder y yo hemos estado teniendo


diferencias recientemente, separándonos en diferentes direcciones por
nuestras propias preocupaciones y la gente más cercana a nosotros. Pero
mi primer instinto es girarme a él. Cuando se trata de eso, en él es en el
único que confío.

Casi ha anochecido, pero nadie quiere arriesgarse a salir después del


toque de queda, no después de la muerte de Kit. Chris patrulla el nivel
más bajo de los edificios, y estoy tan preocupada de que casi avanzo
delante de él. Apenas tengo tiempo de esconderme detrás de la esquina de
un edificio, conteniendo la respiración. Él no tiene una linterna, pero
camina con seguridad por el camino. Cuento hasta diez antes de volver a
deslizarme por la esquina y subir las escaleras del edificio de Elder.

Elder está adentro y despierto, caminando por su habitación. Levanta la


mirada y sonríe.

—Estaba recién intentando descifrar cómo podía obtener tu atención —


dice.

—Shh —digo, mirando a la puerta. El casi encuentro con Chris me tiene al


borde—. Vamos arriba.

Cada uno de los polvorientos edificios tiene aproximadamente el mismo


diseño, una larga habitación a nivel del suelo y habitaciones más
pequeñas arriba, conectadas por una escalera de piedra. Papá ha usado
nuestro piso superior para guardar suministros y cuando lo ayudé a
entrar nuestras cosas, noté que en la parte posterior de la habitación, la
habitación contra el lado de la colina, no tiene una ventana. No tiene
demasiada privacidad, pero es lo más seguro que podemos tener.

—¿Qué está ocurriendo? —me pregunta Elder mientras me sigue arriba.


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Entro a la habitación sin ventana y dejo el saco de dormir en el suelo.


Luego alcanzo adentro y saco el cubo de cristal.

—Emma me dio esto —digo.


Elder lo mira con curiosidad. Lo gira en mi mano, y las sombras bailan
caóticamente a lo largo de las paredes.

—Vi esto antes. Emma y… —Levanta la mirada hacia mí—. Emma y tu


papá tenían esto, la primera noche que aterrizamos.

—Ella me lo dio. Pero mira, es como el cristal que encontramos en la


herida de Kit —digo. La luz hace oscuras sombras que iluminan el rostro
de Elder, dándole un aspecto tenebroso e ilegible.

Elder cubre el cubo con una mano, y la luz brilla a través de su piel,
haciendo que se vea roja.

—¿Cómo funciona? —pregunta.

Pienso acerca de la manera en que la arena bajo el Transportador brillaba


levemente la primera noche que aterrizamos. El cristal es arena derretida,
los cohetes en el Transbordador quemaron su camino hasta la tierra.
Luego brillaban por la noche, muy parecido a este cubo.

—¿Energía solar? —sugiero tentativamente—. ¿La luz del sol queda


atrapada dentro del cristal?

—Tal vez. —Elder gira el cubo sobre su mano como si esperara encontrar
un interruptor de encendido/apagado.

—Esos surcos cuadrados en los alfeizares —digo, frotándome la rodilla


donde me la raspé contra el alfeizar mientras escapaba—. ¿Los que
pensamos que eran para foridols o algo? Son exactamente del tamaño del
cubo.

Elder pasa sus manos sobre la suave superficie.

—Poner el cubo en la ventana en la mañana para que se cargue con luz


todo el día y brille en la noche. Astuto. —Levanta la mirada hacia mí—.
¿Recuerdas el cuadrado de luz en el techo del edificio de comunicaciones
en el recinto?

—¿Crees que era algo como esto?


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Elder asiente.

—Apuesto que la parte superior está expuesta en el techo para que se


pueda cargar. Tal vez toda la electricidad, las computadoras, el área de
comunicaciones, funciona por energía solar.
La luz en el cubo ya estaba empezando a atenuarse. A penas había sido
cargada a la luz antes de que la metiera en mi saco de dormir esta
mañana.

—El trozo de información que ha sido consistente desde que aterrizamos —


dice Elder—, es que la FRX encontró recursos valiosos en Centauro-Tierra.
Es la primera cosa de la que alguien habla en esta misión, hasta tu padre.
¿Qué si éste es el recurso valioso?

Asiento.

—Tiene sentido —digo—. La energía solar es gratis. Suficiente de estos


iluminarían una ciudad.

—Y si se rompe… —Elder inclina su mano pero no deja caer el cubo—.


Boom.

Está pensando en lo mismo que yo: esto es lo que mató a Kit. Quien fuera
que hizo el cubo puede también hacer balas. El cubo no se rompió cuando
golpeó el suelo de piedra, pero si encontraron una manera de hacer que las
balas se rompan con el contacto… bueno, eso explicaría por qué se veía
como si el pecho de Kit hubiera estallado.

—Creo que hay algo más —dice Elder.

Él me explica su teoría de que la cosa que une a las víctimas es el Phydus.

—Pero no sé cómo podemos probar que esto es sobre la droga —dice. El


cubo de cristal apenas está brillando ahora, haciendo que la habitación se
llene más de sombras que de luz.

Pienso acerca del vacío en los ojos del Dr. Gupta mientras el Ptero lo
comía. La manera en que Lorin murió sin una marca en ella. Las pruebas
de su sangre en el laboratorio en el Transbordador.

Y entonces, me golpea.

—Sé cómo probarlo.


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36

Elder
Traducción SOS por Lizzie
Corregido por Angeles Rangel

T
omo el cubo de cristal con nosotros mientras Amy me lleva hacia el
Transportador, manteniéndolo cubierto hasta que estemos en el
bosque. Amy tiene su arma, pero me gustaría ser capaz de ver si
un enemigo se está acercando a nosotros, ptero o extraterrestre.

Mientras caminamos con dificultad hacia el bosque, no puedo dejar de


pensar en lo cómodo que parecía el saco de dormir de Amy, lo agradable
que sería si el saco —y ella— se quedaran en mi edificio esta noche en
lugar de regresar con sus padres. Estos pensamientos pronto se evaporan,
sin embargo. El bosque se siente más peligroso ahora. Cuando Amy y yo
nos escabullimos al recinto la noche anterior, lo hicimos con la convicción
de que las cosas mortales en este planeta eran los monstruos en el cielo.
Pero ahora sabemos que hay algo más allí afuera, y el conocimiento hace
que las sombras se sienten de mal agüero, mortales.

Hay un suave resplandor bajo el Transbordador mientras nos acercamos, y


sé que Amy tiene razón: el cristal en este planeta de alguna manera atrapa
la energía solar. Pienso amargamente en el reactor de rápido refrigerado
por plomo en la Sala de Máquinas de Godspeed, la luz roja parpadeante
significa que está en crisis. Si hubiera alguna manera de hacer que la
energía en el cristal en este planeta fuera combustible para la Nave…

Si pudiéramos hacer eso, entonces… ¿qué? ¿Bartie podría esperar para


distribuir los parches negros por unos cuantos años? Están atrapados, y
al igual que Amy advirtió cuando los dejamos allí, no hay nada que se
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pueda hacer por la gente de Godspeed sino esperar la muerte.

Tengo que salvarlos.


Amy me lleva al laboratorio a bordo del Transbordador. Al pasar la
armería, considero deteniéndome y selecciono un arma para mí, pero yo
sigo caminando. Prefiero tener respuestas que armas.

—Mamá me ha tenido ayudándole con sus experimentos —explica Amy


mientras toma un tallo largo de hisopo de algodón y se acerca a la bomba
Phydus. Sus hilos siguen expuestos y rotos por mi apresurado desmontaje
de la bomba hace mucho tiempo. Amy levanta el panel que cubre el pico
que Eldest utilizaba para depositar el Phydus. Algunos de los líquidos
viscosos pegajosos todavía están en el interior, y aunque se secaron en
manchas en el borde de la válvula, Amy golpea el hisopo de algodón
profundamente en la bomba y lo extrae, cubierto con el jarabe oscuro.

Amy se mueve rápidamente para asegurarse de que el Phydus no escurra


del hisopo hasta que pueda raspar el líquido en un cristal. Luego coloca el
cristal en una máquina.

—Generador analito —dice Amy mientras la maquina trabaja—. Es


básicamente sólo una prueba para que podamos ver si algo tiene Phydus
en él.

La máquina suena…

—Hecho —dice Amy—. Ahora necesitamos una muestra para probar. —


Ella abre una pequeña puerta de la nevera y saca cristales de muestra de
sangre. He leído las etiquetas de una en una: RAJ GUPTA, JULIANA
ROBERTSON, HEMBRA NACIDA EN LA TIERRA, DOCTOR NACIDO EN
LA TIERRA.

—Ni siquiera se molestaron con los nombres de Lorin y Kit —le digo con
amargura.

Amy agacha la cabeza.

—Lo siento —dice ella.

Pone a prueba la sangre de Lorin primero.

—Sabemos que llevaba un parche médico, por lo que tendría sentido para
los resultados de prueba positivos para Phydus —dice ella. Esperamos a
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que la máquina termine de analizar su sangre, a continuación, lee los


resultados juntos.
—Eso es un montón de Phydus —le digo, mirando el informe—. Un parche
médico no la haría tener tanto.

Amy frunce el ceño.

—Eso sería mucho Phydus…

—Eso la mataría —le digo.

—El cuerpo de Lorin no estaba marcado por el ataque. —Amy me mira,


comenzando el entendimiento—. Yo la vi, antes de que la enterraran.
Parecía que estaba durmiendo. —Los ojos de Amy se llenan con una
mezcla de horror y asco—. Se veía de la misma manera que Steela, la
mujer a la que Doc le dio la sobredosis de Phydus.

—Prueba el resto de la sangre —le digo.

El Dr. Gupta es positivo para Phydus, no tanto en la sangre como en la de


Lorin, pero lo suficiente como para haber hecho que él silenciosamente
aceptara ser comido vivo por un ptero. Hay Phydus en la sangre de Juliana
Robertson también. Me pregunto si fue el Phydus lo que la mató o si fue el
ataque ptero lo que lo hizo. Tal vez ella tuvo la misma suerte que el Dr.
Gupta, sin una bala en su cerebro para acabar con ella de forma rápida y
misericordiosamente.

—Nada en la sangre de Kit —dice Amy.

—Entonces fueron las balas, o el cristal de sol, o lo que utilizan estos


extraterrestres, lo que la mató. —Pero eso era solo kit. Los otros...

—Amy, ¿cómo consiguió el Phydus en este planeta? Fue desarrollado en la


Nave. La Nave nunca aterrizó aquí.

—¿Existe la posibilidad de que la Plaga de Eldest aterrizara? ¿Tal vez


aterrizó y luego volvió a subir?

Niego.

—Godspeed nunca tuvo la intención de hacer más que alcanzar Centauro-


Tierra. Si aterrizó, no hay manera de que pudiera haber estado de nuevo
Página232

en órbita. Hay suficiente combustible reservado para salir de orbita, no


más. Y antes de que preguntes, el servicio de transporte, una vez que se
separa de la Nave, no puede volver a colocarse. Ya has oído de la manera
en que el metal se rompió. Y no hay más combustible para eso en el
Transportador tampoco. Godspeed siempre tuvo solo un proceso de
aterrizaje de un solo sentido.

—Entonces… ¿cómo? —pregunta Amy.

Ninguno de nosotros tiene una respuesta.

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37

Amy
Traducido por Maru Belikov
Corregido por Angeles Rangel

E
l cubo de cristal está completamente oscuro para el momento que
dejamos el Transbordador. Ambos hemos estado perdidos en
nuestros pensamientos y en el borde. Cada sonido en el bosque
nos hace saltar, cada sombra nos hace encogernos.

Lo que es el por qué casi grito cuando llegamos al borde de la colonia y


alguien dice:

—¡Amy!

—¡Chris! —digo, agarrando mi corazón mientras él camina fuera de las


sombras. Elder pone los ojos en blanco.

—¿Qué estás haciendo aquí afuera? —pregunta Chris, mirándonos a


ambos.

—No es de tu incumbencia. —Elder camina enfrente de mí como si fuera a


protegerme.

Chris lo ignora.

—Déjame acompañarte de regreso —ofrece él, reajustando el rifle que se


encuentra guindando en su hombro.

—No hay necesidad —gruñe Elder.

Coloco la mano sobre el brazo de Elder. Sé que no está feliz por este giro
de los eventos, pero tampoco estoy lista para luchar contra mi padre si
Página234

Elder está buscando una pelea.

—Regresa a tú edificio —digo—. Chris puede acompañarme al mío.


—Pero… —empieza Elder, pero sacudo la cabeza. Él mira lejos, luego
camina por el camino pavimentado hacia su propio hogar

—No creo que yo le caiga muy bien —comenta Chris mientras Elder
desaparece.

Reprimo una risa.

—No —digo—. Pero está bien. Lo hará en algún momento.

Chris luce dudoso.

En lugar de llevarme de regreso al edificio cerrado, el cuál toma menos de


cinco minutos, Chris gira a la derecha, rodeando el bosque al borde de la
colonia.

—Amy, hay cosas que quiero decirte… —dice él. Pasando los dedos por el
cabello, muy parecido a como Elder hace cuando está frustrado y luego se
detiene abruptamente, mirando hacia las estrellas.

—¿Sí? —lo animo.

Él no habla por un largo momento.

—Yo… yo creo que puedo confiar en ti. No eres como tú padre.

Este comentario me deja sin habla. ¿Este es Chris diciendo que mi padre
no es de confianza? Emma dijo algo parecido antes, pero se siente
diferente viniendo de Chris, quién prácticamente ha sido la mano derecha
de mi padre desde la primera expedición de investigación.

La investigación. Chris estaba ahí cuando papá lo descubrió.

—Sé lo que vas a decir. —Ignoro la expresión de Chris—. Elder y yo… ya


encontramos el recinto. Sabemos lo que está ahí afuera.

Chris luce genuinamente sorprendido y no parece encontrar la manera de


formar ninguna palabra para responderme.

—No sé por qué papa lo está manteniendo en secreto… —continúo. Miro


hacia arriba a los brillante y misteriosos ojos azules de Chris—. Pero
Página235

gracias.

—¿Gracias? —Chris hace eco, todavía perdido sin encontrar más palabras.
—Por confiar en mí lo suficiente para decirme —digo. Toco su codo, sin
hablar hasta que tengo su completa atención otra vez—. Hablo en serio,
gracias. Significa mucho para mí. —Contarme sobre el recinto contra los
deseos de mi padre sería el tipo traición que mi padre nunca perdonaría.

Pero también parecía como si mi padre estuviera escondiendo algo aún


más importante de lo que Elder y yo sabemos. Algo por lo que Emma y
Chris no están felices

—¿Por qué papá mantiene el recinto tan secreto? —pregunto—. ¿Tiene algo
que ver con los alienígenas?

Los ojos de Chris se abren con más en sorpresa.

—¡No luzcas tan sorprendido! —digo, riéndome suavemente—. Elder y yo


creemos que tienen que ser alienígenas los que atacaron a Kit y que
asesinaron la colonia original.

Lanzo mis ojos atrás hacia los edificios detrás de nosotros, nada más que
un contorno oscuro contra las brillantes estrellas.

Chris toca el lado de mi rostro, sus dedos deslizándose hasta mi cuello y


enroscándose en mi cabello. Mi respiración queda atrapada en mi garganta
mientras él mira hacia mí con tal intensidad que apenas puedo pensar con
claridad.

—Tú, Amy Martin —dice Chris—. Eres única.

Él me empuja más cerca y como un imán que no puede resistir el metal,


soy atraída a él.

—Me das esperanza —susurra él, la calidez de su aliento haciendo que


pequeños cabellos de la parte trasera de mi cuello se ericen.

Creo por un latido de corazón que va a besarme y no puedo decirle a mi


cuerpo que lo aleje.

Pero no lo hace.

Su frente descansa en la mía y sólo nos quedamos de pie allí, bajo las
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parpadeantes luces de millones de estrellas, sosteniéndonos al otro como


si eso fuera protección suficiente contra los traidores de la Tierra.
38

Elder
Traducido por carmen170796
Corregido por Curitiba

D
espierto antes del amanecer y observo como la luz de la mañana
se arrastra por mi techo. Hay mucho que hacer, pero en todo lo
que puedo pensar es Kit. Solía sentir envidia por la forma en que
Eldest siempre podía confiar en Doc, pero de alguna manera no me di
cuenta de cuán importante se había vuelto Kit para mí. Para todos
nosotros. No sé cómo vamos a funcionar sin ella.

Pero tendremos que. De alguna manera.

Primero me dirijo al Transbordador. Necesito inspeccionar qué suministros


médicos tenía Kit en reserva. Preferiría usar nuestras propias cosas que
confiar en los doctores Nacidos en la Tierra. Mi humor se vuelve más
oscuro mientras sigo el camino hacia el Transbordador. Pensar en los
parches médicos me recuerda a los negros que Bartie quiere usar como
último recurso antes de que el motor de Godspeed falle completamente.

Me detengo cuando llego al puente. La puerta está abierta, y a través de


ella, puedo escuchar gritos.

Dudo.

Después escuchó la voz la voz de Amy, prácticamente gritando de la rabia.

Abro la puerta de un golpe y entro disparado. Todavía es demasiado


temprano para que haya demasiadas personas trabajando, pero la idea no
me reconforta. Corro hacia el laboratorio de genética, de donde vienen las
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voces

—¿Quieres causar pánico? —grita el Coronel Martin


—¡Ellos tienen que saber! —grita Amy. Bajo mi ritmo, mis pisadas
retumbando sobre el metal del piso del Cuarto de Cryo.

La puerta del laboratorio está abierta. El Coronel Martin se voltea ante el


sonido de mi acercamiento y rueda los ojos.

—Genial —dice, lo suficiente fuerte para que lo escuche.

—¿Qué está pasando? —pregunto, jadeando.

El Coronel Martin se hace a un lado.

Y veo el cuerpo de Emma Bledsoe. Estoy jadeando debido a mi carrera en


pánico, pero me detengo en seco al verla. Emma era amable. Era la única
Nacida en la Tierra en la que confiaba. Bueno, además de Amy.

—¿Qué pasó? —pregunto huecamente. Emma parece estar simplemente


durmiendo.

—Todavía estamos tratando de determinar la causa de muerte —dice la


madre de Amy, pero mis ojos se mueven hacia Amy. Sin decir nada, le doy
una mirada que espero que le envíe mi verdadera pregunta: ¿Había
Phydus involucrado? Ella se encoje de hombros, mirando la máquina que
usamos anoche. Puedo oír su motor triturando; todavía no hay resultados.

—Emma estaba de patrulla —dice el Coronel Martin bruscamente—. Debe


haber tenido problemas con algo que no sabemos. Es por eso que este
mundo es peligroso, porqué nadie debería ir solo.

—¡No es como si hubiera muerto accidentalmente! —exclama Amy,


frustrada. —Papá, había sartas de flores moradas en su ropa. Alguien la
lastimó.

—¿Y la mató? —La voz del Coronel Martin es incrédula.

—¡Ella sabía que no tenía que meterse con las flores moradas; ella vio lo
que me hicieron!

—Estás histérica —dice el Coronel Martin, moviéndole su mano a Amy


como si la mandase a retirarse.
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Ella agarra su muñeca, deteniendo el gesto.

—Debes escucharnos —le dice fríamente.

Sus ojos me preguntan. Asiento. Es todo o nada ahora.


—Emma sabía algo —continúa Amy—. Ella me advirtió que fuera
cuidadosa con quien confiara. Pensé que estaba hablando de ti. Tal vez no.

El Coronel Martin no parece más convencido, en todo caso, la expresión en


su cara ahora parece indicar que él piensa que Amy está exagerando o
mintiendo completamente.

—Ella me dio un cubo hecho de vidrio —sigue Amy y esto, finalmente,


hace que el Coronel Martin preste atención. El cuarto está en silencio
ahora, la tensión aumentando mientras Amy explica que sabe que el cubo
brilla, que lo ha conectado a las balas explosivas que mataron a Kit

—Hay aliens en este planeta, ¿verdad? —digo finalmente, interrumpiendo


cuando Amy deja de hablar—. Aliens sensitivos que han descubierto como
crear armas con las que no podemos competir.

—No sabes de lo que estás hablando —dice el Coronel Martin.

—¡Maldita sea, Bob! —Estalla la madre de Amy, la furia en su voz—. ¡No es


momento de secretos! ¿Qué es lo que sabes? ¿Qué nos has estado
escondiendo, a todos nosotros?

El Coronel Martin parece arrinconado, atrapado. Cuando no habla,


respondo por él.

—Vi el recinto. La cerradura biométrica en la puerta al cuarto de


comunicación que sólo se abre para humanos. Eso significa que hay algo
que no es humano ahí afuera.

—No puedes esperar que me pare aquí y escuche esto. —Interrumpe el


Coronel Martin, pero el intento es desganado y rápidamente lo interrumpo.

—Puedo y lo haré porque esas cosas, sea lo que sean, están atrapándonos,
uno por uno—. Enumero los nombres de las personas que han muerto
hasta ahora, terminando con Emma, sacando su nombre y observando el
dolor que ensombrece sus ojos. —Y creo que usted sabe por qué.

—¿Es verdad? —pregunta la mamá de Amy—. ¿Estás protegiendo a esas


criaturas? —Interpela, asqueada.
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El Coronel Martin sacude la cabeza en protesta.

—¡No estoy protegiéndolos! —grita—. ¡No hay ellos! ¡No sé más sobre qué
clase de aliens hay en este planeta de lo que ustedes saben! —Y después él
parece registrar lo que he acabado de decir sobre el recinto—. ¿Sabes
sobre el cuarto de comunicación? —pregunta—. ¿Has estado ahí?

No me molesto en negarlo.

—Entonces sabes que no hemos podido contactar a la Tierra.

La madre de Amy jadea:

—Pero tú dijiste…

—Pensamos que sí —dice el Coronel Martin—. Pero el mensaje que


escuché estaba pre-grabado.

—Y no has podido contactar con Sol-Tierra desde entonces. —Es más una
afirmación que una pregunta.

El Coronel Martin asiente.

—¿Qué sabía Emma? —pregunta Amy—. ¿A qué le tenía miedo?

El Coronel Martin abre las manos.

—No lo sé —dice. Suena derrotado—. Tampoco sé por qué está muerta


ahora. Tal vez descubrió algo que yo no. Pero no me dijo, y ya no puede
decírnoslo más.

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39

Amy
Traducido por Lizzie
Corregido por Curitiba

C
uando papá se va, Elder lo sigue. Sé que no dejará de lado las
preguntas que realmente quiere hacer, y me deleito con saña en
ese conocimiento. Es hora de que tengamos algunas respuestas.

Mamá, por otra parte, no parece feliz en absoluto sobre lo que ha


aprendido. O tal vez está triste por estar haciendo otra autopsia, para
estar curiosos aparte por otro amigo.

Ella cubre el cuerpo de Emma con una sábana.

—No puedo hacer esto —dice—. Ahora no. Cada vez que la miro, pienso en
ti.

—¿En mí? —le pregunto, sorprendida.

Asiente.

—Cuando Elder te trajo a nosotros, después de que te desmayaste por


aquellas flores púrpuras. —Sus ojos son brillantes ahora y me temo que
está a punto de llorar—. Pensé que te habíamos perdido entonces. Y
ahora… hemos tenido una muerte al día desde que aterrizamos. —Traga—.
Sabíamos que este mundo sería peligroso —dice—. Pero no teníamos ni
idea de que trataría activamente de matarnos.

Se aleja de la mesa de autopsias y se acerca mí, me envuelve en un abrazo,


me agarra con algo que sólo puedo describir como desesperación.
Página241

—Estoy empezando a desear que nunca hubiéramos llegado —dice.

Sus palabras me sacuden tanto que apenas puedo pensar en qué decir.
—¡Pero nunca quisiste nada más que ir en esta misión! —exclamo—.
¡Estabas trabajando en este proyecto desde antes de que yo naciera!

La sonrisa de mamá se retuerce a pesar de sí misma.

—Lo sé. Pero ese es el punto: lo era antes de que nacieras. Una vez que
naciste… ¿Cómo podría pedirte que renuncies a la Tierra? Era mi sueño,
pero no el tuyo.

Ahora realmente no sé qué decir. Me pregunto si mamá sabe que papá me


dio la opción de aferrarme a la Tierra, de renunciar a ellos en su lugar.

Mamá se inclina y envuelve un brazo alrededor de mis hombros.

—Me alegro de que estés aquí —dice en voz baja y puedo sentir mis ojos
ardiendo y mi cara cada vez más caliente, así que sólo sonrío y asiento con
la cabeza y entierro mi cara en su hombro.

Y entonces sé lo que tengo que decir. Me alejo de ella y se ve correcto en


sus ojos.

—Me alegro de que estés aquí también —le digo. Y lo digo en serio. A pesar
del miedo, a pesar de la muerte, estoy contenta de estar aquí. Mis ojos se
deslizan a la sábana blanca que cubre el cuerpo de Emma. Pienso en lo
que dijo, lo último que me expuso. Y yo sabía que era la verdad.

Cuando mamá y yo finalmente nos apartamos, parece más fuerte. Más


determinada. Y como ella es, puedo ser también.

Se vuelve de nuevo a la autopsia que no quiere llevar a cabo. Y yo vuelvo a


probar la muestra de sangre de Emma contra Phydus. No me sorprende
cuando da positivo.

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40

Elder
Traducido por carmen170796
Corregido por Lizzie

E
l Coronel Martin no quiere hablar. Deja eso muy claro de
inmediato, pero no me importa. Me quedo detrás de él como su
sombra mientras dejamos el Transbordador.

Finalmente se voltea hacia mí.

—¿Quieres saber lo que yo sé? Entonces sígueme.

Y lo que sea que esperaba que hiciera, no era esto.

El Coronel Martin se abre camino a través del bosque y, aunque no hay


camino y me está conduciendo lejos de la colonia, no tengo duda de que él
sabe a donde está yendo. Al recinto.

No hablamos mientras avanzamos, casi corriendo. Las ramas de los


árboles se mueven cuando pasamos; enredaderas se enganchan a nuestra
ropa, pero ninguno de nosotros desacelera. Cuando llegamos al recinto,
solo hay un guardia de servicio, Chris. Él se pone alerta cuando nos
acercamos.

—¿Qué estás haciendo en el sol caliente? ―pregunta el Coronel Martin,


después de corrige a sí mismo—. Soles.

—Estaba esperando… —Los ojos de Chris se mueven hacia mí,


confundido―. Estaba esperando hablar con Emma.
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—Murió. —La voz del Coronel Martin es áspera—. Abre el cuarto de


comunicación.

Chris me lanza una mirada perpleja, claramente sorprendido de que el


Coronel Martin me haya traído.
—Después de usted —dice él, retrocediendo un paso mientras el Coronel
Martin avanza a zancadas, presionando su pulgar sobre el escáner. La
manera en que me mira me hace preguntarme si solo dejó que el Coronel
Martin pasase primero así podía evaluarme mientras lo pasaba. Empujo el
cabello sudoroso fuera de mi cara y lo ignoro.

Chris duda antes de seguirnos adentro, pero la mirada del Coronel Martin
se suaviza cuando lo ve.

—Tú también, hijo —dice, y Chris cierra la puerta después de que entra―.
El Joven Elder encontró el recinto —le dice a Chris el Coronel Martin―. Y
se enteró de que el primer mensaje, el que nos llegó en el Transbordador,
estaba pre-grabado, un trabajo de hacker.

Chris se pone de pie detrás, tratando de parecer impasible, pero no puedo


evitar notar la manera en que sus ojos me examinan, juzgando mi
reacción.

—Esto es lo que sabemos —dice el Coronel Martin, volteándose hacia mí—.


Sabemos que hubo una colonia antes de nosotros. Y sabemos que hicieron
las ruinas en las que actualmente vivimos y que construyeron este recinto.
—Sus hombros se encojen como si estuviera cargando el peso del mundo,
tal vez ambos mundos, sobre él—. Y también sabemos que todos están
muertos.

Agarro el borde del cubículo de comunicación. Quiero preguntar, ¿Cómo?


Pero no puedo formar esa simple palabra. Sin embargo, el Coronel Martin
responde:

—Encontramos estas grabaciones. O, Chris las encontró. —Señala a Chris


con un gesto de su cabeza, y estoy sorprendido de ver simpatía en su
expresión.

El Coronel Martin enciende la pantalla del cubículo de comunicación, pero


en lugar de desplazarse a través de los menús como Amy yo hicimos, él
abre un gabinete a la izquierda del Panel de Control y saca una delgada y
negra pieza de plástico más o menos el mismo tamaño de mi pulgar.

Me recuerda siniestramente a los parches médicos negros que Bartie tiene


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en Godspeed, y la idea me tuerce el estómago. El Coronel Martin mete el


plástico dentro de una ranura cerca de la pantalla táctil, y solo entonces
me doy cuenta que el material es similar a las tarjetas de memoria que
teníamos en Godspeed, usadas para almacenar información.
—Esto es lo que sabemos —dice el padre de Amy, tocando la pantalla. Una
imagen de un cubo de vidrio similar al que Emma le dio a Amy aparece—.
Algo en la tierra hace que cualquier vidrio hecho aquí, usado en un
específico proceso, pueda almacenar energía solar fácil y efectivamente. La
primera colonia descubrió esto, y por varios años, manufacturaron vidrio
solar y lo enviaron a la tierra. El recinto sobre el cual actualmente estamos
parados era usado como un centro de transportación. Ellos enviaban el
vidrio de aquí a una Estación Espacial automatizada en órbita alrededor
del Planeta y desde ahí a la Tierra.

—¡Una Nave espacial! —exclamo—. No vimos nada así cuando aterrizamos

El Coronel Martin me levanta una ceja.

—Este mundo es muy grande, sabes.

Él toca la pantalla y esta se apaga.

—¿Qué les pasó? —pregunto—. ¿A la primer colonia? ¿Dijo que todos


estaban muertos?

El Coronel Martin mira a Chris. Tengo la sensación de que ambos están


tratando de decidir cuánto decirme. Estoy casi al punto de demandar
respuestas cuando el Coronel Martin se mueve al otro lado del panel de
control, donde está el audio. Él gira un dial etiquetado como ANSIBLE2, y
la estática llena el aire.

Pero… no estática. No es eso. Las palabras salen, palabras que casi no


puedo entender.

—… el peligro es demasiado grande… hemos recibido indicaciones… vida


humana una vez más en… Godspeed… sobrevive la… ayuda ya va…

Me esfuerzo por entender las palabras

—Están al tanto —dice el Coronel Martin mientras el mensaje empieza de


nuevo.

—¿Sol-Tierra? —pregunto.
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El Coronel Martin asiente.

2
ANSIBLE: Dispositivo hipotético de comunicación más rápida que la luz.
—No es lo que mismo que una comunicación verdadera, pero es una
indicación de que saben que hemos aterrizado. Y están enviando ayuda.

Bufo.

—No podemos esperar otros trescientos años para que la ayuda llegue.

―No tenemos que, no si podemos amplificar la señal lo suficiente para


conseguir una respuesta de la Tierra.

El Coronel Martin se voltea hacia la pantalla táctil y pasa un dedo por ella.

—No entiendo completamente la tecnología usada, pero Chris ha podido


explicarme lo suficiente para tener una idea básica. Cubos cósmicos,
agujeros espaciales y cosas así. Significa que es mucho más rápida ahora,
mucho más de la que teníamos cuando Godspeed fue construida.

—¿Qué tan rápida? —pregunto, apenas atreviéndome a respirar. Podemos


tener una oportunidad después de todo.

—Una semana, o tal vez menos. Una vez que podamos devolver el mensaje,
esperaría que la ayuda llegue a la estación, actualmente está sin personal,
dentro de unos pocos días, y podrán viajar de planeta en planeta.

—Y después empezamos la evacuación —dice Chris. He estado tan


concentrado en mis propios pensamientos que casi me olvidé de que
estaba en el cuarto.

El Coronel Martin tamborilea con los dedos el borde del compartimiento de


comunicación. Tengo la impresión de que si este cuarto no fuera tan
pequeño, él estaría caminando de un lado a otro.

Después de un momento, él mira a Chris enigmáticamente.

—Comenzaremos la guerra.

—¿Qué? —digo. Mis ojos se disparan hacia Chris, él está tan sorprendido
como yo.

—Cualquier raza de seres alienígenas que aniquilaron a los primeros


Página246

humanos en este planeta, son, como dice Elder, sensitivos. Están


seleccionando a mi gente y atacando. Este no es un ataque fortuito, no
están defendiendo su hogar o tratando de encontrar una respuesta
pacifica a nuestra presencia. Están asesinando a mi gente. Y a la tuya,
Elder.
Pienso en Lorin, en la muerte de Kit, los ojos vacíos y el enorme agujero en
su pecho donde su corazón debía estar.

—Lo que sea que está matando a mi gente, lo mataré primero —dice
ferozmente el Coronel. —Él mira a Chris—. Vengaré a la humanidad. —
Sus palabras son una amenaza y una promesa, todo envuelto en una sola.

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41

Amy
Traducido por Little Rose SOS
Corregido por Lizzie

M
amá y yo trabajamos en silencio la mayor parte del día,
demasiado enfocadas en nuestra pena para pensar en otra cosa.
Si tan solo pudiera averiguar de dónde viene el Phydus, quizás
eso nos diría cómo terminó en el Dr. Gupta, Lorin, Juliana Robertson… y
Emma.

Después de la cena, se oye un golpe en la puerta. Antes de que me ponga


de pie, Elder la abre.

Tomo una mirada a su rostro y digo:

—¿Qué está mal?

Sus ojos están asustados, pasando de mí al piso a mamá y a mí.

—Yo… yo debo hablar contigo —murmura.

—¿Ahora? —La voz de mamá suena a través del laboratorio—. Amy, no


hemos terminado nuestro trabajo…

—Eso puede esperar —digo. Dejo caer el tubo de ensayo que tengo en las
manos en su soporte y corro a la puerta. Mamá comienza a protestar, pero
cierro la puerta, silenciándola.

—¿Qué pasó? —le pregunto apurada a Elder, pero él solo sacude la


cabeza. Hay demasiada gente aquí en el Transportador. A pesar de la hora
tardía los geólogos —quienes han puesto un laboratorio donde solían estar
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las Cámaras de criogenización— están hablando emocionadamente de


algo, con pequeñas muestras de tierra apiladas a su lado.
Elder no habla hasta que estamos en el camino hacia la colonia. Sus pasos
se ralentizan mientras se vuelve hacia mí, un salvaje tipo de desesperación
en su mirada.

—Amy… —Se pasa los dedos por el cabello—. Amy, este planeta no es
para nada lo que se supone que malditamente fuera.

Me acerco a él, ansiando quitarle la angustia de los ojos.

—Lo sé —digo.

Su mirada se fija en la mía.

—¿Por qué? —pregunta duramente—. ¿Qué encontraste en los cuerpos?

—No, primero dime cual es el problema.

Elder sacude la cabeza.

—No debería haberte distraído de tu trabajo.

—No es eso —digo, tocando su brazo hasta que vuelve a mirarme—. Es


sólo… —Me encojo de hombros, los músculos tensos—. Nada de lo que
mamá y yo encontramos en el laboratorio tiene sentido.

—¿Qué quieres decir?

—Mamá ha estado analizando el ADN de los pteros. Cree que son una
mezcla de ADN de Sol-Tierra, Centauro-Tierra y material verde.

—¿De Sol-Tierra? —pregunta Elder, tan fuerte que un pequeño pájaro rojo
sale de los arbustos, chillando enojado mientras se aleja.

—Es como algo de Parque Jurásico —digo. Espero que Elder me dé su


usual media sonrisa de confusión cuando menciono algo sobre la Tierra,
pero está demasiado molesto para notarlo. Tiene la mandíbula apretada y
su manzana de Adán sube y baja.

Paso los dedos por su brazo, intentando alejarlo de los pensamientos que
lo molestan.
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—¿Qué descubriste hoy?

—Aquí no —responde. Mira alrededor de nuevo y toma mi mano,


tirándome con él tan rápidamente que estamos corriendo hacia la colonia.
Pero cuando llegamos a los edificios, se para en seco. Sigo su mirada. Papá
está en la entrada del primer edificio, sus manos haciendo sombra sobre
sus ojos, esperando que mamá y yo volvamos. Mi corazón late desbocado,
no puedo estar con él ahora, no después de haber descubierto que
mantuvo oculto el recinto. Cuando la mirada de papá vuelve hacia
nosotros, Elder nos oculta en las oscuras sombras.

Elder se lleva un dedo a los labios. Esperamos hasta oír a papá volver
adentro.

Gracias, le gesticulo en silencio. Sé que tendré que enfrentar a papá


eventualmente, pero aún no estoy lista. Elder me lleva detrás de las casas,
hacia su edificio. Y lo comprendo: no hizo eso solo por mí. Él tampoco
quiere ver a papá.

—¿Qué pasó cuando te fuiste del Transportador? —pregunto de nuevo


preocupada.

No habla hasta que estamos adentro del edificio.

—Tu padre me mostró el recinto.

—¿Lo hizo? —Alivio inunda mis sentidos. Si está siendo franco sobre el
recinto, si está dejando atrás el secretismo…

Los ojos de Elder destellan.

—Oh, sí, me habló sobre eso. Y que la gente que hizo todo esto —Elder alza
los brazos, abarcando el polvoriento edificio de piedra—, todos murieron.
Toda la colonia original. Eliminados por una fuerza alienígena.

Trago. Por algún motivo, se me llenan los ojos de lágrimas. Habíamos


supuesto cosas así, pero que Elder lo dijera como…

—Y tu padre… —Elder lo menciona con disgusto—. Él… él está


obsesionado con la venganza. Su primer pensamiento, la primera maldita
cosa que pensó, fue matar a los alienígenas. Erradicarlos.

Mi mente está nadando con la posibilidad de alienígenas. No solo


monstruos como los pteros. Algo que nos observa y deja marcas. Algo
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cubierto en caparazones duros y cristalinos, como el que encontró Elder.

Algo que quiere matarnos sólo porque estamos aquí.


—¡Es Eldest de nuevo! —dice Elder, su voz subiendo de tono—. ¡La primer
solución de Eldest a todo lo que pasaba era matarlo! ¿Orion hace
demasiadas preguntas? Mejor que Doc lo mate. ¿Tú apareces, viéndote
diferente a mi gente? ¡Quería arrojarte a la escotilla!

—Papá no es Eldest —digo de inmediato.

—¡Al diablo que no! Tú no puedes simplemente matar tus problemas, ¡pero
maldición si él no va a intentarlo! —Me dice, y siento la fuerza de su furia—
. Usará a mi gente en la línea de fuego para que sean los primeros en
morir. “Esclavos o soldados” como Orion quería.

Hago una mueca.

—Él no lo hará —digo, usando las palabras como un escudo.

El rostro de Elder está contorsionado por la furia y me pregunto por


cuánto tiempo ha estado pensando estas cosas, incapaz de confrontar a
papá, pero incapaz de guardar el secreto. Si confiaba en su gente,
entrarían en pánico y se rebelarían, como hicieron con Bartie. Y ahora Kit
se ha ido. Ha estado guardando todas sus preocupaciones y molestias por
mí, y mientras tanto, ha bullido en él, como una olla hirviendo.

—Papá no es Eldest —repito tan convencida como puedo—. No le


permitiremos serlo.

Esto detiene a Elder.

—Es un militar. Y siempre ha sido testarudo. Pero es bueno, Elder. Lo


prometo.

Puedo decir que él no me cree. Y quizá tiene razón. No soy imparcial, no


cuando se trata de mi propio padre. Pero también sé que papá es mejor de
lo que Elder cree.

—Además —prosigo—, papá no es el verdadero problema.

Ahora tengo la atención de Elder. Espera que siga.

Pongo las manos en puños para que Elder no note la forma en que
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tiemblan.

—No sé qué esperaba que fuera este planeta —digo en voz baja—. Creí que
podría enfrentar a los monstruos de los que nos advirtió Orion y no me
molestaban los pteros. Pero… —me detengo—. Tengo miedo. El hecho de
que este planeta tenga Phydus… eso me aterroriza. Eso es peor que
cualquier monstruo. Si hay alienígenas y tienen Phydus… —Mi voz se
rompe. Elder vio a papá hablando de matar alienígenas, y sus instintos se
rebelaron contra la idea. Pero los alienígenas tienen Phydus, y temo que no
hay manera de rebelarnos contra eso.

—Deberíamos habernos quedado en Godspeed —digo, bajando la mirada.


Me cuesta mucho admitir que estaba equivocada, que valía la pena estar
atrapada detrás de las paredes a cambio de nuestra seguridad.

—No —la palabra surge de Elder en protesta—. No importa lo que pase,


valió la pena abandonar la Nave.

No respondo.

Elder se agacha para estar justo frente a mí. Cuando mi mirada no se


enfoca en la suya, toca mi rostro hasta que lo estoy mirando. Y es por eso
que lo sé, sé, que está diciendo la verdad, cuando repite:

—Valió la pena.

Cierro los ojos, y mi cuerpo se derrite de alivio. Lentamente soy consciente


de lo cerca que estamos el uno del otro, el calor que irradia la piel de Elder
me entibia. Cuando abro los ojos, puedo ver mi mirada reflejada en la
suya.

Su mano tiembla cuando acaricia mi rostro, acomodando un mechón de


cabello detrás de mi oreja. Sus dedos no se detienen, marcando mi
barbilla, levantando mi cara.

Cierro los ojos.

Nuestros labios se encuentran. Sabe a las cosas que no tienen sabor:


calidez y vida y verdad y bondad y amor.

Y todos mis otros sentidos se desvanecen.

No hay nada excepto el beso y en él, el conocimiento de que Elder me


quiere, necesita, tanto como yo lo necesito a él.
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Pero se aleja de mí lo justo para preguntar:

—¿Estás segura?

Y espera mi respuesta.
Antes, la primera vez, en la Tierra, con mi novio Jason, creí estar segura.
Pero nunca preguntó y nunca respondí, y lo hicimos en silencio, en la
oscuridad, tropezando mientras intentábamos darle forma física a nuestros
sentimientos. No fue una decisión, fue solo una acción, una sumisión ciega
al deseo.

He tomado pocas decisiones en mi vida. Respondo a la situación, reacciono,


pero no he decidido el curso de mi vida y avanzado en ella con la
determinación de un capitán Navegando en la tormenta. Cuando mi padre
me dio la opción de quedarme en la Tierra o abordar Godspeed, no decidí,
no realmente; solo acepté un destino que creía inevitable.

Solo Elder, siempre ha sido solo Elder, me pidió que eligiera quién y qué
soy. Qué hago.

—Elijo esto —digo, mi voz llena de deseo—. Te elijo a ti.

Nunca he deseado nada tanto como a él en este momento. Me lleva a su


cuarto en el segundo piso, donde mi bolsa de dormir ya está acomodada.
Agradezco al destino que me hizo dejarla aquí anoche.

Caemos el uno en el otro. Todas las demás voces en mi mente, el miedo, la


duda, la preocupación, desaparecen. Muero al final de cada beso y vuelvo
jadeante a la vida con el siguiente. Cierro los ojos y el mundo se
desvanece.

Solo somos él y yo y esta cosa entre nosotros que no puedo nombrar, no


en voz alta, pero que mi corazón reconoce como amor.

Tiemblo cuando finalmente me despojo de mi ropa. El sudor de mi piel


hace la noche más fría. Pero entonces Elder me toca y mi piel arde.

Lo beso, fuertemente y sus manos se deslizan por mi espalda a mi cadera.


Manos fuertes, manos que me sostendrán y nunca me dejarán ir. Me
siento, extrañamente, a salvo y con miedo en este momento.

Me mira una vez a los ojos, aún con una pregunta. Pero estamos más allá
de las dudas. Estamos en un lugar donde solo hay respuestas y mi
respuesta para él es sí.
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42

Elder
Traducido por Lizzie
Corregido por Angeles Rangel

L
a despierto con un beso. Ella menea la nariz y extiende las manos
hacia mí, sin abrir los ojos. La despierto con un diferente tipo de
beso y ella abre los ojos con sorpresa antes de cerrarlos de nuevo
con gozo.

Y eso es suficiente para hacer que una sonrisa que estoy seguro nunca se
desvanecerá se deslice en mi cara.

—¿Qué hora es? —pregunta Amy adormilada.

—Solo una hora más tarde —le digo, sonriendo.

—Mmm. Más sueño. —Amy se acurruca a mi lado.

—Tienes que irte —le digo, a pesar de que ésta es la última cosa que
quiero decirle—. Tus padres van a estar buscándote. —Amy me mira—.
Oye, no me eches la culpa —bromeo, alzando las manos en señal de
fingida protesta—. Tú sabes que tu padre va a enviar a todo el ejército si se
despierta y se da cuenta que no estás allí.

Amy rueda los ojos, pero consigue vestirse rápidamente.

—Oye. —La empujo más cerca y la beso de nuevo—. Para que me


recuerdes —le digo en voz baja.

Ella se ríe, un sonido musical.


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—Como si pudiera olvidarte.

Y luego se ha ido.
Mi mente se desvía inmediatamente a todas las preocupaciones que me
han estado azotando desde el anuncio del coronel Martin.

Phydus.

Extraterrestres.

Guerra.

Amy.

Es difícil pensar en todo lo malo que me recuerda todo lo que es bueno. Me


lanzo fuera de la bolsa de dormir, temblando en el aire de la noche y cruzo
el pasillo hasta la otra habitación en el segundo piso de este edificio, con la
esperanza de echar un vistazo a su cabello rojo antes de que desaparezca
dentro de la noche.

Mi estómago se aprieta mientras observo afuera en la oscuridad.

Ella no está sola.

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43

Amy
Traducido por LizC
Corregido por Angeles Rangel

E
l aire de la noche hace que mi piel hormiguee con piel de gallina,
pero disfruto de los buenos recuerdos que acabo de tener.

—¿Amy? —susurra una voz a través de la noche.

Me vuelvo, con una sonrisa en mi cara, esperando que Elder me haya


seguido. En su lugar, Chris sale de las sombras.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto en voz baja.

Chris se encoge de hombros, una sonrisa pícara en su rostro.

—Soy tu guardaespaldas.

Pongo los ojos en blanco, pero no reclamo cuando empieza a


acompañarme por las escaleras hacia la planta baja de los edificios y de la
casa de mis padres.

Se da cuenta, sin embargo, cuando mis pasos se hacen cada vez más y
más lentos.

—No quieres ir de nuevo hasta tus padres, ¿verdad? —pregunta,


seriamente.

Niego con la cabeza.

Chris me da una reverencia burlona.


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—Correcto —dice con decisión—. Déjamelo a mí. Voy a convencerlos de


que tenemos que volver al Transbordador por alguna razón. —Se adelanta,
y pronto escucho el estruendo de voces masculinas graves al hablar con
papá. No puedo entender las palabras, pero un momento más tarde, Chris
sale de atrás de la casa… solo.

—Gracias —murmuro mientras Chris me lleva de vuelta a la Nave.


Centauro-Tierra no es el lugar para un paseo nocturno, pero ahora mismo
prefiero enfrentar pteros y la oscuridad que las mentiras de mi padre.
Sabes —le digo cuando nos acercamos al Transbordador—, hay en
realidad otra prueba que quisiera hacer.

Chris se ríe.

—¡Tú y la Dra. Martin hicieron un centenar de pruebas hoy! ¡Allí no puede


haber nada más por examinar de esos frascos de muestra pequeños!

Choco contra su hombro, el cual es duro como una roca.

—Compláceme —le digo, saltando por la rampa y abriendo la puerta en el


puente. Probamos al ptero por material genético modificado, lo que llevó a
que mamá descubriera que el ptero contenía una combinación de ADN de
la Tierra y Centauro-Tierra. Y probamos a las personas por Phydus una
vez que a Elder y a mí se nos ocurrió la idea de que las personas habían
sido envenenadas. Pero nadie ha probado un ptero por Phydus.

—Probablemente no es nada —le digo a Chris, en parte por él, en parte por
mí. ¿Las posibilidades de encontrar Phydus en un ptero? Eso parece
imposible. Pero, de nuevo, si el Phydus es de alguna manera una parte
natural de este mundo, ¿por qué no estaría infectado un ptero?

Agarro la sangre ptero guardada en el frigorífico y empiezo la prueba.

—¿Qué estás haciendo? —Él suena realmente interesado.

—Elder y yo descubrimos que la mayoría de las víctimas tienen... —No


quiero decir “drogas”—. Tienen una sustancia en ellos, algo que podía
controlarlos. Si Elder tiene razón y los extraterrestres en este planeta son
sensibles y nos están atacando, tal vez los pteros tienen ésta sustancia en
ellos también y los extraterrestres están utilizándolos para ayudar a dirigir
los ataques.
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—Sería difícil controlar a un animal salvaje —dice Chris dubitativo.

No con Phydus.
Estoy en el borde de mi asiento cuando las campanas del inmunoensayo
me hacen saber que está listo. Y a pesar de que en cierto modo lo
esperaba, todavía estoy sorprendida cuando veo el resultado.

Positivo.

Los pteros tienen material genético modificado en ellos y Phydus. Elder


creyó ver algo cuando fue atacado primero y más tarde encontró la huella
de tres garras. Los extraterrestres son inteligentes. Ellos nos estaban
mirando. Y deben saber alguna manera de controlar los pteros,
utilizándolos para atacar.

—¿Encontraste lo que buscabas? —pregunta Chris, mirándome con


atención.

Asiento.

—Estoy lista para volver a casa. —De alguna manera, descubrir las
verdades ocultas de este mundo está haciendo que sea más fácil hacer
frente al padre que nunca pensé que me mentiría.

La palabra hace detener a Chris.

—¿Casa? Sólo has estado aquí un par de días. ¿De verdad ya ves este
planeta como un hogar?

Puedo decir por la forma en que lo dice que no lo cree.

Pero yo sí. De verdad.

Cuando damos un paso fuera de la Nave, está absolutamente oscuro, un


marcado contraste con las luces eléctricas en el interior funcionando por el
generador.

Chris se detiene, mirando el cielo estrellado.

—Este mundo es realmente hermoso, ¿no es así?

Asiento en silencio.

Se vuelve hacia mí. Él tiene una mirada intensa en su cara que no puedo
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ubicar. Nunca he visto ese tipo de furia en sus ojos antes.

—Sígueme —dice. Toma mi mano y me arrastra hacia abajo de la rampa.


Estoy sin aliento, tratando de mantener el paso de sus largas piernas. Él
se aparta del camino que conecta el Transbordador a la Colonia, más en lo
profundo del bosque.

—¿Esto es seguro? —pregunto, tocando la .38 en mi cadera con la mano


libre.

—Nada es seguro —dice Chris.

Él sigue yendo cada vez más profundo en los árboles, lejos de cualquier
parte que me he atrevido a explorar en este planeta. Estoy a punto de
sacar mi mano de su agarre y correr de vuelta cuando se detiene.

—Cierra los ojos —dice.

Me río nerviosamente.

—En serio —dice Chris—. Cierra los ojos.

Lo miro dubitativa y luego hago lo que dice.

Sus dedos rozan la parte inferior de mi barbilla, levantando mi rostro a


una brisa de aire fresco.

—Ahora —susurra en mi oído, su voz haciendo cosquillas al costado de mi


cara—. Escucha.

Mis ojos se llenan de oscuridad. Inspiro y espiro. Escucho.

Al principio, no oigo nada. Pero entonces noto el goteo del agua, en alguna
parte. Un arroyo o una cascada pequeña. El distante balanceo de las
hojas. Un sonido zhrr-shh-zhrr, similar a las langostas. Un sonido que es,
sin lugar a dudas, el croar de una rana.

Abro los ojos lentamente.

—Este mundo —dice Chris, sus ojos suplicando a los míos—. Realmente
es un hogar por el que vale la pena luchar, ¿no es así?

Asiento en silencio.

—A cualquier costo —dice Chris. Se ve… atormentado. Como si estuviera


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tratando de tomar una decisión, pero no se atreve a ello. Me pregunto si él


sabe más sobre la muerte de Emma de lo que pensaba o si él ha
descubierto lo mismo que la puso paranoica.
Y entonces, antes de que pueda alejarme, antes de que pueda jadear con
sorpresa, Chris se abalanza sobre mí y planta sus labios sobre los míos. El
beso me toma por tal sorpresa que abro mi boca, y él desliza su lengua
contra la mía, vacilante al principio, y luego profundiza el beso, casi como
si estuviera tratando de convencerme de algo a través del beso. Para
reclamarme, para hacerme suya. Mis mejillas se ponen calientes, mi mente
gira.

Yo solía pensar que amar a Elder no contaba si él era mi única opción.

Y aquí está Chris, sólo unos pocos años mayor que yo, inteligente, fuerte y
valiente y me doy cuenta que tenía otra opción desde el principio.

Me inclino lejos de él, tirando hacia atrás hasta que me deja ir. Doy varios
pasos lejos de él, tratando de recuperar el aliento. Recuperar mis
pensamientos. Mi corazón se acelera.

—L-lo siento —dice Chris inmediatamente.

Me alegro de que esté demasiado oscuro para que él pueda ver el brillo que
mis mejillas deben tener; cuán profundo es mi sonrojo.

—Pensé… no tiene importancia. Lo siento —dice de nuevo—. Te vi salir del


edificio de Elder, pero no creí… no sabía que ustedes dos eran más que
amigos... —Se balancea nerviosamente, evitando mi mirada—. Quiero
decir... esperaba...

—Está bien —le digo, todavía sin aliento.

Me muevo hacia los restos del camino que hicimos, regresando a la Nave y
la colonia, pero casi tropiezo con una raíz. Chris se abalanza adelante, más
rápido de lo que hubiera creído posible y evita que me caiga de cara.

—Gracias —le digo.

Chris me deja ir y retrocede torpemente.

—¿Amigos? —pregunta. Es un tratado de paz, una disculpa.

La acepto.
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—Amigos —digo, pero no puedo dejar de notar la forma en que está de pie
demasiado cerca de mí, como si quisiera envolverme en sus brazos si le
doy siquiera un indicio de que quiero que seamos más.
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Elder
Traducido por Lizzie
Corregido por Nanis

P
ara el momento en que estoy vestido y corriendo por las escaleras
después de ellos, apenas puedo ver a Chris y Amy entrar en el
bosque, al otro lado del prado. Deben ir al Transportador. Amy
tenía una idea para otra prueba o algo así. Eso es todo. Eso tiene que ser.

No los sigo. Ellos me verían en la pradera, y no es seguro de todos modos.


Seguirlos desarmado, solo, es posiblemente la cosa más estúpida que
podía hacer en este momento.

Y sin embargo, casi me atrevo a hacerlo de todos modos.

En cambio, me escabullo a la colonia. Me digo que todo lo que hago es


comprobar a mi gente, pero la verdad del asunto es que estoy esperando
que Amy vuelva. Y tratar de no pensar en lo que están haciendo Amy y
Chris. Solos. En la oscuridad. Juntos.

Salto los edificios llenos de ronquidos de los Nacidos en Tierra, pero ahí
hay, al menos, uno de mi gente despierto en todos los edificios que visitar.
Encuentro a Heller, uno de los primeros Alimentadores, sentado en el
porche exterior de su edificio, mirando hacia el cielo. Detrás de él, puedo
ver las adormiladas formas de casi dos docenas de personas. No es
cómodo, pero lo hemos hecho lo mejor que podemos, con ropa y mantas
para crear camas y colchas.

—No puedo dejar de pensar en ella —me dice Heller en voz baja cuando
paso.
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Dudo mucho que él esté pensando en la misma chica, que no puedo sacar
de mi mente, así que le pregunto:

—¿En quién?
—Lorin. —La primera chica asesinada en el planeta, la primera víctima de
una amenaza alienígena que no puedo identificar—. Era una buena
persona. No merecía morir.

—No creo que funcione de esa manera —le digo.

Heller niega con la cabeza. Sigue mirando hacia el cielo de la noche, y me


pregunto si está buscando Godspeed y deseando nunca haber venido aquí
en primer lugar.

Después de hacer mi ronda, me escapo de nuevo al frente de la colonia y al


primer edificio, donde Amy vive con sus padres. Me asomo a la ventana de
la habitación de Amy, pero no ha regresado aún. ¿Cuánto tiempo han
estado allí afuera? ¿Ha salido algo mal? No sé qué me llena de más pavor,
la idea de que les haya pasado algo a ellos o la idea de que solo estén
disfrutando tanto el uno del otro que no pueden molestarse en regresar.

Algo brilla al otro lado de la casa de Amy. Me agacho debajo de una


ventana, que me va a dar una visión más clara de lo que está pasando.

—Estoy harta de mentiras —dice la madre de Amy, la Dra. Martin. Yo no


podría estar más de acuerdo. Me pongo de puntillas, tratando de obtener
una mejor visión de su conversación.

—No más mentiras. —La voz del Coronel Martin suena sincera—. Sólo he
estado tratando de seguir mis órdenes.

—Tú y tus órdenes. —Aunque exasperada, La Dra. Martin suena como si


entendiera a su esposo—. ¿Así que esto es de lo que se trata todo esto?

Las luces dentro del edificio, cambian y veo algo pequeño y plano que
parece brillar a pesar de la oscuridad… Suspiro en voz alta, y luego pongo
las manos sobre mi boca. La escama. Esta es la escama delgada y plana
que encontré en los túneles, justo antes de que Chris me sacara.

—¿Quién habría pensado que algo así iba a ser tan valioso? —dice la
madre de Amy, maravillada por ella.

—Creo… —El Coronel Martin se detiene abruptamente—. ¿Qué fue eso?


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Estiro las orejas y escucho lo que hizo al Coronel Martin detenerse. Pasos,
desde el otro lado del edificio.
—Probablemente es solo Amy volviendo —dice la Dra. Martin. La luz
brillante se oscurece mientras el coronel Martin cubre la escama.

Voy corriendo lo más silenciosamente posible en todo el edificio. Estoy


justo a tiempo para ver a Chris y Amy volverse cara a cara entre sí. Me
escabullo entre las sombras.

—Gracias por caminar conmigo —dice Amy—. Y, tú sabes. Temprano.

¿Temprano? ¿Temprano? ¿Qué pasó temprano?

—No hay de qué. Y… ehm… —Chris se mueve incómodamente.

Y entonces…

… él inclina la cabeza hacia abajo, hacia Amy…

… cierra los ojos, apoyándose más cerca…

Mis dedos se enroscan en puños mientras veo rojo. Voy a arrancarle la


maldita cabeza a ese tipo…

Amy da un paso atrás, esquivando con gracia el intento de Chris.

—Amigos, ¿recuerdas? —dice suavemente.

Mis manos se aflojan. He sido un imbécil.

La mitad de los labios de Chris se retuercen en una sonrisa.

—Sí —dice—, amigos. —Él mira como ella desaparece en el edificio. Pero lo
que puedo decir por la forma en que él permanece detrás de ella, haría
cualquier cosa para que Amy redefiniera la palabra amigos.

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45

Amy
Traducido por Lizzie
Corregido por Nanis

M
e despierto antes del amanecer de la mañana siguiente. El suelo
está duro y frío, pero eso no es por eso que no podía dormir. No
necesito mi saco de dormir. Necesito a Elder. Mis recuerdos de la
noche traen una rápida sonrisa tonta a mi cara.

Tiro de la cortina de la pared de mi tienda cuando oigo voces bajas.

—Buenos días, rayo de sol —dice mamá en voz baja cuando ella y papá me
ven—. ¿Quieres café?

Asiento con la cabeza, bostezando mientras me dirijo hacia la mesa. Mamá


moja una taza plegable de metal en un balde de agua fría, luego mezcla
una bolsa de polvo instantáneo.

—Casi como en casa —dice papá, chocando su propia taza plegable contra
la mía y tomando un trago de “café”. Él hace una mueca y no puedo dejar
de reírme de eso.

El desayuno son raciones deshidratadas en malditos paquetes marcados.


Huevos en polvo mezclados con agua y galletas que son más como las
galletas saladas. Me pregunto cuántos paquetes deshidratados tenemos.
Los Nacidos en Tierra solían usarlos con moderación y fuera de la vista de
los Nacidos en la Nave, quienes han compartido sus raciones de comida de
pared.

Papá hunde sus “galletas” en su “café”, algo que siempre hacía en los
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desayunos en la Tierra.

—Bueno —dice mamá, limpiándose las migas de su camisa—, me voy al


laboratorio.
A la mención de esto, pienso en lo que he descubierto ayer por la noche,
con Chris. Las palabras están en la punta de mi lengua, pero en el último
momento, las trago de nuevo. No estoy lista para decirles esto. Todavía no.
Quiero decirle a Elder primero.

Papá mira con atención afuera, entonces, llama de nuevo a mamá:

—Chris no está aquí. Te acompañaré al laboratorio. Amy, ¿vienes?

No, pero los sigo fuera para despedirme mientras los soles comienzan a
subir. A nuestro alrededor, podemos escuchar señales de otros
despertando, la charla suave y el arrastrar de los pies mientras la gente
saluda el nuevo día. Es increíble lo rápido que he caído en este papel de
colonos. La rapidez con que hemos hecho de esta nuestra casa.

Sonrío.

Y luego el bosque explota.

Papá actúa primero, nos lanza a mamá y a mí a la tierra, cubriendo


nuestras cabezas con sus enormes y fuertes manos. El aire quema al rojo
vivo sobre el bosque y el suelo bajo nuestros pies, la sólida y robusta
piedra retumba y tiembla. Puedo oír gritos y chillidos de pánico, suena el
eco de mi propio corazón mientras sacudo la cabeza, preguntándome
dónde está Elder. Un zumbido agudo perfora mis tímpanos, y no sé si
viene de la explosión o si esto es una señal de que mis tímpanos se han
roto.

Olas de nubes sobre el bosque, borrando los soles y proyectando una


sombra oscura sobre toda la colonia. Trozos de piedra y árboles enteros
caen del cielo como granizo. Las grandes piezas llueven en el bosque, pero
incluso en este caso, en la colonia, la suciedad y los restos carbonizados
de los árboles hacen ruido abajo en el camino de piedra.

—¿Qué demonios ha pasado? —ruge papá. El ejército comienza a reunirse


a su alrededor mientras otra explosión más pequeña, estalla como una
réplica, agitando las copas de los árboles restantes.

No puedo quitar mis ojos de ella. La grande, negra, tierra llena de


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cicatrices.

Justo donde el Trasportador solía estar.


46

Elder
Traducido por Nanami27
Corregido por BrendaCarpio

E
l ejército intenta detenerme, pero —cerca de dispararme o atarme y
dejarme atrás— no pueden. Tan pronto como la explosión se apaga
y me doy cuenta de lo que ha pasado, corro de la colonia y hacia la
Nave. Amy ha estado en el laboratorio con su madre cada mañana. Cada
maldita mañana. Si ella estuviera allí esta mañana; mi corazón golpea
contra mi caja torácica y mis ojos arden. Ella no puede haber estado.

Me pongo al corriente con el Coronel Martin y su grupo de trabajo antes de


que lleguen al bosque.

—¿Dónde está Amy? —pregunto, asustado y sin aliento.

El Coronel Martin me mira como si no entendiera mis palabras.

—¿Amy?

—Sí, ¿ella está bien?

—Amy está bien. Ella no está aquí.

Mis rodillas se debilitan por sus palabras. ¡Gracias a las estrellas! El


Coronel Martin me empuja, sin molestarse en perder el tiempo que tomaría
enviarme de regreso a la colonia, y consigo sostenerme lo suficiente para
seguirlo hacia el sitio de la explosión. Nos movemos hacia adelante, el olor
a acre del humo quemando nuestras narices y haciendo borrosos nuestros
ojos.
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Continuamos como un grupo compacto, conmigo en el centro. Todos


excepto yo tienen un arma, y las usan como los ojos, siempre apuntando
hacia adelante.
Cuando llegamos a la zona de la explosión, las olas de humo nos rodean,
haciendo casi imposible ver. Mis ojos se humedecen mientras nos
arrastramos hacia adelante, y nunca he estado más agradecido por el
viento que cuando una brisa diluye el humo, haciendo el mundo visible de
nuevo. Los árboles no están otra cosa sino carbonizados, son palos
ennegrecidos en el sueño. El suelo en sí mismo es desigual, como la tierra
recién arada, pero quemada y desfigurada.

Nos detenemos cuando vemos la Nave.

Las líneas elegantes y suaves de la Nave han sido arrancadas en tres


secciones. El puente es el más alejado, pero el menos dañado, como si un
niño lo hubiera roto y lanzado hacia los árboles. El resto de la Nave está
partida por la mitad, el techo fundido aparte como una flor floreciente
hecha de ardiente y humeante metal.

—Dispérsense. Busquen víctimas. Busquen culpables. Busquen evidencia


—ordena el Coronel Martin.

El suelo directamente debajo de la Nave —la ennegrecida arena quemada


que se convirtió en cristal por los cohetes para aterrizar de la Nave— está
resquebrajada y destrozada, pequeñas cuentas de vidrio calcinado ya no
con un rastro de luz de soles en ellas. Me pregunto si la explosión hizo que
el cristal se rompiera o si los alienígenas usaron el cristal aquí para
provocar la explosión.

Evité la cáscara vacía de la Nave. Bordes metálicos irregulares y secuelas


de incendio. Las Cámaras de Criogenización están destrozadas, las cajas
de vidrio rotas y esparcidas por todas partes. El Laboratorio de Genética
está dividido casi por mitades iguales. Los embriones de animales Sol-
Tierra se han ido. Puedo ver los cilindros pesados resquebrajados, fugando
pegote amarillo y pequeños granos de fetos en el suelo ardiente. Las
incubadoras —donde los científicos habían comenzado a hacer caballos y
perros— se quemaron a cenizas.

La mayoría de nuestros suministros alimenticios estaba ahí. Equipamiento


inubicable. Y —la comprensión me golpea como un puñetazo en las
tripas— el último cuadro de Harley, el que hizo para Amy. Amy lo había
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traído con ella, pero lo mantenía en la Nave. Por seguridad. Nada más que
cenizas ahora.
Tropiezo y casi caigo sobre una placa de metal pesado. Un águila de dos
alas y la palabra Godspeed grabada a un lado. La placa de
identificación en la Nave. Marcas de quemadura a un lado, haciéndola
ilegible.

No era mucho, pero la Nave era mi último vínculo con Godspeed. Era la
última pieza de la Nave que tenía. El último vestigio del lugar que llamaba
hogar.

Y ahora se ha ido.

Tapo la placa de identificación con mi pie. Debajo de ella, está una pieza
perfectamente curvada de cristal.

Levanto el cristal con cuidado. Una vez que está fuera de los escombros,
puedo ver que es una bola. No recuerda nada en la Nave con esta forma
esférica.

La luz la alcanza justo ahí, y veo el torbellino de oro líquido en el interior.


La energía solar.

Mierda.

—¿Coronel Martin? —llamo nerviosamente.

Uno de los otros militares me mira. Cuando ve lo que está en mi mano, él


grita por el Coronel Martin y corre a buscarlo.

La bola de cristal en mi mano es de aproximadamente el mismo tamaño


que mi cabeza, pero puedo decir que está hecha de vidrio más delgado que
el cubo que Amy tiene. No tengo ninguna duda en mi mente de que se
rompa —es un milagro que no se haya roto ya.

—Hijo de… —Maldice el Coronel Martin cuando me ve—. ¿Por qué


recogiste eso?

—No sabía qué era… —dije. Mis manos están resbaladizas por el sudor,
haciendo la bola de cristal aún más difícil de sostener.

—Déjalo… suavemente… suavemente… —dice el Coronel Martin—.


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Retrocedan, todos.

Por el rabillo de mi ojo, veo a todo el mundo nervioso moviéndose hacia


atrás, buscando cobertura. Doblo las rodillas, bajando la bola de cristal
tan cuidadosamente como puedo. A un centímetro sobre el suelo, dudo. Mi
rostro está a menos de cinco centímetros de distancia de una bomba de
vidrio, del mismo tipo que debe haber sido usado para hacer explotar la
Nave.

—Ten cuidado —grita el Coronel Martin.

—Lo sé —espeto.

La bola de cristal hace un suave ¡click! Cuando toca el suelo.

Doy un paso atrás. Rueda unos centímetros. Todos jadean, pero la bola se
detiene tan pronto como llega al nivel del suelo.

Una vez estoy detrás de un árbol, el Coronel Martin toma su pistola de la


funda y apunta a la bola. Aprieta el gatillo.

La bola de cristal se destroza como un globo pinchado, la energía interior


brotando en una explosión que momentáneamente me ciega. Parpadeando,
miro el daño.

Un cráter de dos metros es todo lo que queda.

El Coronel Martin da un paso adelante, con el ceño fruncido a los


escombros. Maldice, largo y fuerte.

—Bien, hombres —ordena—. Ahora ven a lo que nos enfrentamos. Sigan


buscando, y sean cuidadosos.

Ellos se dispersan.

El Coronel Martin se mueve hacia mí.

—Eso lo demuestra —digo—. Esto es obra de los alienígenas.

Él no responde.

—¿Tenemos armas que harían par con algo como eso?

Se vuelve hacia los restos de la Nave.

—Si las teníamos, se han ido ahora.


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Maldición. Tiene razón. La Nave contenía el arsenal. Las únicas armas que
nos quedaron son las que los hombres están llevando.
—Lo bueno es que esto ocurrió temprano durante el día —dice el Coronel
Martin—. Podría haber habido muertes masivas de otra manera.

Amy. Amy había pasado casi todos los días en el laboratorio de genética,
con su madre. Cierro los ojos y la veo en la explosión, justo como lo hice
en el segundo que las bombas estallaron; ella atrapada en medio de la
Nave mientras era destrozada, quemada más allá del reconocimiento.

—Tenemos que hacer algo —digo, con la emoción haciendo mi voz


entrecortada como los bordes de la Nave.

El Coronel Martin me mira directo a los ojos.

—Lo sé.

Solía pensar que la advertencia de Orión sobre nosotros volviéndonos


esclavos era la posibilidad más grande, pero estoy comenzando a creer que
el Coronel Martin está decidido a convertirnos en soldados en su lugar.

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47

Amy
Traducido por LizC
Corregido por BrendaCarpio

E
mpujo a través de la multitud esperando que mi padre y sus
hombres regresen. Pero no es papá quien emerge del bosque
humeante.

Es Elder.

Cuando mis ojos se encuentran con él, nos apresuramos el uno al otro.
Elder me aplasta en un abrazo tan fuerte que me quedo sin aliento.

—¿Qué pasó? —pregunto cuando finalmente me libera.

—Tu padre quiere que lleve a todo el mundo.

—¿Llevar? ¿A dónde?

Se ve sombrío.

—Al recinto.

Estuve a punto de parar entonces, estoy muy sorprendida.

—Pero papá…

Elder se encoge de hombros.

—Él me dijo que llevara a todo el mundo allí.

—¿Por qué?
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Me lanza una mirada inescrutable.

—No lo sé.
Todo el mundo se vuelve más ansioso a medida que Elder nos reúne a
todos y nos lleva lejos del bosque y más allá del lago. Una vez que el
recinto está a la vista, la energía nerviosa nos ha convertido a todos en
combustible como las bombas que despedazaron el Transbordador.

Chris se encuentra fuera del edificio de comunicación.

—¿Qué está pasando? —le pregunta a Elder a medida que nos acercamos.
Parece cansado y sucio.

—No lo sé —dice Elder—. ¿El Coronel Martin no te lo dijo?

—Él sólo me dijo que me encontrara contigo aquí.

Entonces, papá emerge del bosque, seguido por los hombres que llevó con
él a la explosión. Él no habla hasta que llega hasta Elder, mamá y yo. Se
ve un poco sorprendido de ver a Chris, pero no hace comentarios sobre eso
cuando presiona su pulgar sobre la cerradura biométrica. Cuando
parpadea HUMANO, la puerta se abre.

Le hace un gesto a Elder para unirse a él, pero yo camino justo detrás,
mirando a papá desafiante y retándolo a que me excluya. Cuando paso por
la puerta, mamá sigue, después Chris. Papá abre la boca… para echarnos,
supongo, pero con una expresión de derrota, simplemente cierra la puerta.

—¿Qué es esto, Bob? —exige mamá al momento en que la puerta se


bloquea detrás de nosotros. A través de los grandes ventanales de cristal,
veo los militares de papá dirigiendo a las personas al otro lado del recinto,
justo al lado del asfalto.

—Maria… —Empieza papá.

Mamá parece como si le gustaría mucho golpear a papá.

—¿Este es el recinto del que me hablaste? ¿Por qué no me dijiste que era
tan... tan avanzado?

—Tenía órdenes.

—¡Órdenes! ¡Al diablo las órdenes! ¡Soy tu esposa!


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Papá cruza la habitación y agarra las manos de mamá.

—Maria, permíteme explicar.

Ella aparta las manos fuera de su alcance y las arroja en el aire.


—¡Muy bien! ¡Explícate!

Papá suspira.

—Este recinto fue construido por la primera colonia de la Tierra. —Mamá


abre la boca para gritar otra cosa, pero papá la silencia con una mirada.

—La primera colonia encontró… problemas. Extraterrestres. Muy


inteligentes y agresivos extraterrestres. Mataron a todos los miembros de
la colonia original. Y es evidente que, desde que hemos aterrizado, están
decididos a hacer lo mismo con nosotros.

Mamá abre la boca de nuevo, pero mi padre levanta la mano para hacerla
callar.

—Tuvimos problemas para establecer contacto con la Tierra, pero anoche


mi equipo técnico descubrió la manera de amplificar la señal. Hemos sido
capaces de enviar un mensaje a través de él, y obtuvimos un mensaje en
respuesta.

—¿En serio? —Es Chris, quien ha hablado esta vez, con voz sorprendida.
Papá le sonríe, y no puedo evitar preguntarme si ellos dos, ambos
militares, saben algo que no nos están diciendo.

—Hemos sido capaces de decirle a la Tierra que hemos aterrizado y


estamos siendo atacados por la población nativa. Y la Tierra devolvió una
respuesta.

Papá se vuelve a la pantalla táctil de la bahía de comunicación y la


enciende Después de desplazarse por los menús, trae un bloque de texto
en la pantalla, y luego da un paso atrás. Todos nos amontonamos a su
alrededor para ver.

Mensaje recibido.

La ayuda ha desplegado; tiempo total estimado cinco días.

La estación contiene soporte de vida para 500 personas y un arma para


eliminar la amenaza.
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Cada uno de nosotros nota una cosa diferente. Chris le pregunta a papá si
el arma será lo suficientemente grande como para “eliminar la amenaza.”
Mamá pregunta por la estación. Elder le pregunta sobre qué tipo de ayuda
se está enviando.
¿Pero yo? Estoy atascada en la primera línea. Mensaje recibido. Papá
habló a la Tierra... y la Tierra respondió. Doy un suspiro de alivio que no
sabía que había estado conteniendo.

—Esto es todo lo que sé —dice papá, alejándose de Chris, Elder y mamá


mientras lo acosan con preguntas—. Hay un auto-transbordador debajo
del recinto y está diseñado para transportar una carga y personas, desde y
hacia la estación espacial en el planeta. No es suficientemente grande para
contenernos a todos, pero vamos a enviar los más expuestos al riesgo, los
miembros más débiles de la colonia, los que no pueden defenderse. Y
algunos de los militares, especialistas en armas que puedan inspeccionar
cualquier arma que la FRX ha puesto a nuestra disposición.

—¿Qué es esta arma? —exige Elder de inmediato. Chris nos mira a todos
en silencio, con una expresión indescifrable en su rostro.

—El mensaje llegó con instrucciones sobre cómo detonar el arma a


distancia desde la bahía de comunicación, pero no me gusta la poca
información que la FRX nos ha dado. Haré que mis hombres nos digan
más después de inspeccionarla.

Todos los demás tienen más preguntas, sobretodo sobre el arma, pero yo
sólo tengo una.

—¿Cuándo?

Las palabras cortan a través del caos, y todos se quedan inmóviles para
escuchar la respuesta de mi padre.

—Ahora.

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48

Elder
Traducido por Susanauribe
Corregido por Samylinda

A
my aprieta mi mano tan fuertemente que pierdo la sensibilidad en
mis dedos mientras el Coronel Martin usa su amplificador de voz
para explicarle la situación a la gente de afuera, que no somos los
primeros humanos en aterrizar en Centauro-Tierra, que los otros fueron
asesinados por aliens que también quieren matarnos.

El cielo es de color azul y sin nubes, el aire está tranquilo y calmado, los
árboles vibran pero nadie ve esto. Todavía ven el humo gris, todavía
escuchan la explosión. Miro el rostro de mi gente cuidadosamente
mientras el Coronel les dice que serán relocalizados en la estación. De
inmediato puedo ver que varios —muchos de ellos— están felices de
escuchar esto. Quieren seguridad, y para ellos, vivir en el espacio es estar
a salvo. No puede esperar a regresar a la estación. No será Gospeed, pero
será mejor que este planeta. Al menos para ellos.

Pero muchos se oponen a la idea. Y eso me da valentía.

—Cuando llegue la ayuda de la Tierra —dice el Coronel Martin por el


megáfono—, tendremos unas cuantas opciones. Aquellos en la estación
podrán abordar la próxima Nave interestelar inmediatamente.

Hay confusión respecto a esto y él lo aclara rápidamente.

—Regresar a la Tierra. Tendrán la opción de regresar allí.

Esto es completamente diferente. Mucha de mi gente no está feliz al


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respecto. Si ir a la estación significa que tienen que regresar a la Tierra,


están más que reacios a hacerlo. Al menos este planeta es de ellos; la
Tierra definitivamente no lo es.
Salgo de la sala de comunicación para ayudar a controlar la multitud. Tan
pronto como lo hago, mi gente desciende sobre mí como las aves a una
presa.

—¡No pueden hacer que nos vayamos! —grita uno de los antiguos
Habitantes de la Nave en mi rostro—. ¡Este planeta es nuestra casa y no
pueden hacer que nos vayamos!

—¡Es por nuestra seguridad! —grita otro hombre.

—Y por la de nuestros hijos —dice una mujer que está cerca.

—¡No hay seguridad en ningún lugar! —grita un Alimentador—. Podemos


estar aquí o allá.

—¡No podemos confiar en el FRX!

—¡No le importamos a Sol-Tierra!

—¡Pero no podemos quedarnos aquí!

—¡Suficiente! —grito tan fuertemente como puedo. Tomo el megáfono del


Coronel Martin—. ¡Nadie está haciendo que se vayan! —grito en el
megáfono y mi voz es suficiente para ahogar la multitud—. Pero si quieren
irse, la opción está.

Alguien grita desde el centro de la multitud.

—¿Tú qué harías?

—¿Yo? —digo. Mis palabras suenan quebradizas saliendo del artefacto y


deseo —de nuevo— que todavía funcionarán los Wi-com. El Coronel frunce
el ceño en mi dirección—. Yo me voy a quedar aquí.

Voces de aliento, y gritos de protesta, irrumpen en la turba. Ya están


dividiéndose entre esos que quieren quedarse y esos dispuestos a irse. No
puedo evitar sentirme triunfante por el número de personas que no les
importa el peligro, los que están dispuestos a pelear para reclamar lo que
es suyo.
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—¡Silencio! —grita el Coronel Martin en el megáfono.

La multitud se calma pero están susurrando y están preocupados. Él


mueve la radio a su hombro, dándoles instrucciones a los militares, luego
entra a la Sala de Comunicación y se dirige al Panel de Control. Observo
mientras él presiona una serie de botones y palancas. Afuera, el suelo ruge
y la multitud grita, pensando que ésto es otra réplica de la explosión
anterior. Amy y su madre se apresuran a la ventana del edificio, la primera
vez que Amy se ha ido de mi lado.

Afuera, la pasarela de asfalto se mueve, abriéndose como una puerta con


bisagras en un par de puentes hidráulicos. Un chirrido se cuela desde
abajo. Observo, con la boca abierta y los ojos como platos, mientras una
Nave enorme se eleva del suelo. Se ve como jet de guerra con una barriga
grande y como de embarazo debajo de las delgadas alas. La bulbosa parte
inferior de la Nave se abre mientras se mueve hacia adelante en el asfalto,
exponiendo cientos de cajas verticales de tamaño humano. El panel se
cierra, dejando sólo una Nave y la pasarela.

El Coronel dijo que era un auto-transbordador, diseñado para enviar


mensajes que volaran directamente a la estación y regresaran a este lugar
pero en todo lo que puedo pensar es si puede o no hacer un viaje, hacia
Godspeed, para poder salvar a la gente todavía atrapada en la Nave. Por su
tamaño y forma, creo que puede Navegar como un avión hasta que llegue a
la atmosfera, luego cambiar a cohete y llegar a la órbita.

Ya que la explicación del Coronel sobre la situación y mis palabras


hicieron poco para que la multitud se calmara, la presencia de la Nave
calla a todos.

Antes, eran palabras. Pero esto es la realidad.

El auto-Transbordador representa la partición de caminos. Algunos se irán


y nunca los volveremos a ver. Irán a Sol-Tierra, un planeta separado
totalmente y ya no serán parte de nuestra colonia.

El Coronel se mueve hacia adelante. Usando la milicia para contar y


organiza quiénes de los “civiles” deberían entran primero a la Nave. A las
mujeres embarazadas se les dice que vayan y a los hombres sanos que se
queden pero las familias y los amigos no quieren dividirse. Se quedan
atrás o se rehúsan a separarse, mientras otros, más emocionados por irse,
toman su lugar.
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Clasificar quién se va y quién se queda para tomar una eternidad.


Finalmente, las personas son enviadas a la Nave. Las pequeñas cajas
verticales que noté antes están alineadas en el estómago del auto-
Transbordador, cada una diseñada para albergar una persona.
—Se ven como los estantes automáticos que los secados en seco usan —
dice Amy, una risa nerviosa y chillona se escapa de sus labios.

La primera persona entra. Un pequeño estante sale del centro de cada


caja, similar al asiento de una silla. Tiras se posan sobre el pecho y
cintura de cada persona, asegurándolos a la caja antes de que las puertas
de plástico delgadas y transparentes los sellen dentro.

—¿Ven? —les dice el Coronel Martin al grupo de nativos nerviosos


mientras carga la primera ronda de científicos Nacidos en la tierra en el
auto-Transbordador—. Nada que temer.

Mientras la primera fila de compartimientos individuales se llena, la otra


baja automáticamente. Mi gente se mueve hacia delante de forma nerviosa,
vacilante de confiar en otra Nave, una que no conocen.

Justo cuando unos cuantos de mi gente se acercan al auto-Transbordador,


noto cómo los otros lentamente se separan del grupo, moviéndose hacia
atrás. Sus ojos van hacia la izquierda, hacia los árboles y el lago, donde
están las ruinas. Donde está su hogar.

Las horas pasan mientras la Nave es llenada. Amy está junto a mí,
mirando con una expresión difícil de leer en su rostro. Toco su mano pero
ella la aleja. Una sensación de preocupación que no puedo nombrar
comienza a roer mi interior. Ella… ella no puede estar pensando en
dejarme, ¿verdad?

Cuando quedan dos puestos en los cohetes, el Coronel deja de tomar


voluntarios.

Hay un zumbido en mis oídos. Algo está mal, pero no puedo decirlo
específicamente. Él camina hacia el edificio de comunicación, donde Amy,
su madre y yo estamos.

Oh, no.

Él extiende su mano en dirección a la madre de Amy.

—Es hora —dice él.


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Ella asiente.

Ambos se voltean hacia Amy.

—Es tiempo de irse —le dicen.


Y entonces me doy cuenta: Quieren enviar a Amy de regreso.

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Amy
Traducido por Susanauribe
Corregido por Samylinda

S
abía que esto venía.

Tan pronto como papá comenzó a hablar sobre quién se


debería quedar y quién se debería ir, supe que esperaba de mí.

Querían que fuera.

Miro a Elder. Una mirada de horror y entendimiento crece en su rostro


mientras se da cuenta de lo que quiere decir papá.

—Amy. —La voz de mi padre es severa—. Ven.

Vacilo.

—No es opcional esta vez. No te estoy dando una opción. Vas a ir en el


auto-Transbordador. —Él pausa, buscando mis ojos—. Es por tu propia
seguridad.

Doy un paso hacia adelante.

Elder hace un sonido como si se estuviera ahogando y se mueve hacia mí,


pero ya estoy fuera de su alcance. Todos los sonidos a mi alrededor se
desvanecen mientras me acerco al enorme auto-transbordador. Sé qué
debo hacer, simplemente no sé cómo. Puedo ver las personas dentro de sus
cajas de transporte individuales, mirándonos por el plástico grueso y
trasparente que los sella dentro. Las pequeñas cajas no se ven cómodas,
pero el viaje no será largo. Sólo un viaje corto a la órbita luego a la
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Estación Espacial. En unos cuantos días, otra Nave llegará y básicamente


enviarán a todos los que están esperando hacia la Tierra.

Esto —todos nosotros, empaquetándonos en cajas y regresando al


espacio— se siente como huir.
No me gusta, es como si los aliens hubieran ganado. No nos querían aquí y
nos sacaron de su planeta.

Me siento sosa y estúpida mientras nos detenemos frente a las cajas de


transporte. Por la esquina de mi ojo, puedo ver a Elder. Se ve afligido y
herido. Mi corazón duele por él, ni siquiera le dije lo que planeaba hacer.
Pero ahora es demasiado tarde.

—Yo iré primero —dice mi madre, dando un paso hacia adelante. Papá
asiente. Mamá lo mira, una expresión que no puedo descifrar está en su
rostro—. Déjame decirle algo a Amy. —Cuando él no se mueve, ella
añade—: Charla de chicas.

Papá se mueve hacia atrás.

Miro los ojos brillosos de mi madre. Pienso en las palabras que tengo para
decirle, la forma en cómo tengo que romper su corazón. Toco mi cuello,
sacando la pequeña cruz de oro que, hace tres meses, tomé de su caja.

—Esto es tuyo —digo—. Lamento haberlo tomado.

Comienzo a desatar el broche.

Ella toca la cruz, presionándola contra la piel de mi pecho.

—Quédatela —dice ella—. Sé que la has tenido desde que te desmayaste en


las flores. Ahora es tuya. Mi madre me la dio y ahora te la estoy dando a ti.

—Mamá, no puedo…

Ella asiente y creo que entiende lo que no puedo decir.

Lo que no puedo hacer.

Se aleja de mí, sonriendo, sus ojos llorosos. Papá la ata a la caja de


transporte y la cierra.

Se voltea hacia mí.

—No voy a ir —digo.

Doy un paso hacia atrás, hacia la multitud, hacia Elder.


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—¿Qué dijiste? —Papá ya suena enojado.

—No voy a ir. —No dejo lugar para la duda en mi voz.


Papá se mueve hacia adelante, dos infiernos gemelos en sus ojos.

—¿Por él? —pregunta furioso, señalando por encima de mi hombro hacia


Elder—. ¿Estás botando tu familia por él?

—No —digo y la respuesta es suficiente para causarle impacto a mi padre


en su rabia—. No me estoy quedando por él. Pero no voy a ir por ti.

—Haré que vayas —dice él, agarrando mi brazo. Me arrastra unos cuantos
pasos más cerca al auto-Transbordador antes de que tenga oportunidad de
liberar mi brazo.

—Puedes intentarlo —digo, retrocediendo unos cuantos pasos—. Pero


pelearé cada paso y encontraré una forma de regresar.

—¡Vas a regresar a la Tierra! —grita papá—. ¡Vas a ir donde es seguro!

Me río, una carcajada amarga que suena fea.

—Ningún lugar es seguro. ¿Quieres saber qué he aprendido en los tres


meses que estuve despierta y tú no? Eso es todo.

Él se ve como si lo hubiera golpeado en el rostro.

—Vas a ir —dice—. Todos lo haremos. Voy a ir tan pronto como termine la


misión aquí. Vamos a ser una familia. Juntos.

—Una vez estuve dispuesta a darme la oportunidad —digo.

—¿Y qué? ¿Ahora estás dispuesta a dejarnos?

Las palabras me cortan, hacen que mi corazón sangre. Pero me muevo


hacia atrás de nuevo, más lejos del auto-Transbordador. Miro por encima
del hombro de papá, a mamá en su caja de transporte. Ella me sonríe de
nuevo y vocaliza dos palabras. Aunque no las puedo escuchar, sé que está
diciendo, “te amo”. Toco la cruz de oro alrededor de mi cuello y le devuelvo
las palabras.

Luego me volteó lejos de mi papá y me alejo caminando.

Me paro junto a Elder. No lo miro, no miro la multitud de gente detrás de


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nosotros. Observo a mi padre. Espero.

Ahora está más enojado de lo que lo haya visto antes.


Pero él mueve los controles en el asfalto y comienza el proceso de
lanzamiento de la Nave. Sin mí.

Observo a mamá, quien me mira con ojos tristes y misericordiosos. Un


sonido de woosh sale de los tubos metidos en todas las cajas, oxígeno para
su viaje a la Estación Espacial en la órbita encima de Centauro-Tierra.

Algo en el rostro de mamá cambia.

Una pequeña luz roja comienza a titilar en el control de las manos de


papá.

Un sonido de golpeteo distrae mi atención. ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! La gente


en las cajas de transporte se golpea contra el plástico que las mantiene
dentro.

El horror me invade.

Las cajas se salen del camino mientras la gente de adentro se mueve y se


golpea contra el plástico, tratando de salir.

Mi rostro se mueve hacia mamá. Su boca está abierta de manera extraña,


como si ya no tuviera control de sus músculos fáciles. Sus ojos están
mirando hacia adelante. Vacíos.

—¡Algo está mal! —grito, corriendo hacia adelante—. ¡Algo está mal con el
aire!

Papá está maldiciendo, tratando de hacer que los controles funciones pero
esa pequeña luz roja sigue titilando y el gas —el gas que me temo que no
es oxígeno en absoluto— está entrando dentro de las cajas de transporte
selladas.

Me lanzo hacia el compartimiento de mi mamá con toda mi voluntad. El


plástico se dobla pero no se quiebra, no se abre.

—¡Abre las cajas! —grito—. ¡Ábrelas todas! ¡Es veneno!

—¡No puedo! ¡No puedo! —grita papá, golpeando el control y maldiciendo.

Uso toda mi fuerza para abrir la puerta. Mis uñas se quiebran pero no me
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importa. No puedo abrirla, mamá está dentro y ya puede estar…

Un fuerte siseo se escapa de las cajas y todas las quinientas se abren al


mismo tiempo.
—¡Mamá! —grito mientras una oleada de gas que ha estado dentro de la
caja fluye hacia mí. Colapso, un poco consciente de que mis sentidos se
están muriendo. Papá se apresura hacia mí, recoge mi cabeza del suelo.
Elder está en mi otro lado.

—¿Amy? ¿Amy? —pregunta él, gritando en mi rostro, pero el gas me ha


congelado.

No me puedo mover.

Todo parece tan lento.

Me he sentido así antes.

Como viviendo debajo del agua.

El cielo es tan azul.

Papi. Papi me grita.

Me pregunto por qué.

Ahí está mami.

Está callada.

Quieta.

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50

Elder
Traducido por Nanami27
Corregido por LadyPandora

G
ritos y vociferaciones estallan alrededor de nosotros mientras la
gente se apresura hacia las cajas de transporte, intentando salvar
a las personas sujetas con correas.

Pero es demasiado tarde.

Ya están todos muertos.

No necesito una muestra de gas para saber que se trataba de una alta
concentración de Phydus lo que los ha matado y, puesto que el laboratorio
en la Nave original se había perdido, no podíamos probar una muestra de
todos modos. Pero la reacción de Amy me dice todo lo que necesito saber.

Me arrodillo a su lado. En mi cabeza sé que no hay nada que hacer, pero


espero a que los efectos desaparezcan. Sin embargo, todo mi cuerpo está
sacudiéndose de miedo. Ella podía haber estado dentro de una de las cajas
de transporte. Podía haber estado… pruebo la bilis y la trago. No puedo
romperme ahora por lo que podría haber sido.

El Coronel Martin revisa los signos vitales de la madre de Amy antes de


colapsar a sus pies, pero es lo que me temía. Ella se ha ido. Su boca y ojos
están abiertos, como si estuviera gritando, pero es demasiado tarde. Está
muerta, de la misma manera que Eldest murió y Lorin, una sobredosis de
Phydus.

No hay duda de que los alienígenas de este planeta tienen acceso al


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Phydus y saben lo que hace al evaporarse.

Asesinaron a cuatrocientos noventa y nueve personas de un solo golpe.


Los médicos que no estaban reunidos en las cajas de transporte, ahora
sólo quedan tres, están corriendo de una persona a otra, tratando de ver
su alguien está vivo. Algunos de los míos, presos del pánico por el número
de muertes masivas, corren hacia las ruinas, gritando. Algunas de las
expediciones militares tratan de mantenerlos a todos juntos y a una
distancia segura de la Nave de transporte. Ahora el gas ya ha desaparecido
y sólo el oxígenos sopla a través de las rejillas de ventilación, dejando
simplemente el rastro de un suave perfume pegajoso en al aire antes de
evaporarse.

Chris se mueve detrás de mí; no le he visto acercarse. Parece aturdido y


lucha para encontrar las palabras mientras mira el cuerpo de Amy, apenas
dándose cuenta de aquellos que en realidad han muerto.

La veo también, incluso mientras admito el caos que nos rodea. Ella se
queda mirando distraídamente hacia adelante. Justo a su madre.

Sé exactamente el momento en que la droga desaparece. Puedo ver la


mirada en sus ojos cambiar de vacía inactividad a creciente horror al ver el
cadáver de su madre. Se hace un ovillo, un jadeo, un sollozo ahogante
escapando de sus labios mientras agarra a su padre y llora. Una parte de
mí se alegra, la droga no la mató, no degradó su mente, pero otra parte de
mí desea que pudiera ser liberada del dolor de la muerte de su madre.

—Estamos demasiado al descubierto —dice Chris, mirando hacia arriba.


El cielo azul se siente ominoso, como si los pterodáctilos pudieran
simplemente descender en picado desde el cielo o que los alienígenas
pudieran atacarnos en cualquier momento. Tenemos que salir de aquí.

—¿La colonia? —pregunto a Chris. Mis ojos se deslizan al Coronel Martin,


él debería estar dando órdenes ahora, pero está agachado delante de la
madre de Amy, sollozando. Estoy sorprendido por la parte fría y sin
emociones de mí que se ha separado de la simpatía.

Chris frunce el ceño, pensando.

Me respondo a mi propia pregunta.

—No será un lugar seguro —digo—. Los alienígenas, o quienes sean que
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nos atacaron, volaron la Nave. Están tratando de matarnos a todos y


deben saber dónde está la Colonia. Podrían estar esperándonos.
—Es eso o nada —dice Chris sombríamente. Y tiene razón. ¿Adónde más
podemos ir? ¿Al bosque, dónde las flores nos hacen dormir y los
pterodáctilos vuelas sobre nuestra cabezas? ¿Aquí, en amplio espacio
abierto donde ya han muerto casi quinientos? La colonia no es mucho,
pero es el único lugar seguro que tenemos y los muros de piedra nos
podrían proporcionar algo de protección.

Significaría regresar a los muros, ¿pero qué otra opción tenemos?

Corro a la Sala de Comunicaciones y agarro el amplificador de voz. La


gente ya se ha dispersado, algunos en los bosques muertos de pánico,
otros sólo corriendo y espero que mis palabras puedan alcanzarlos a todos.

—¡Todos! ¡Regresen a la Colonia! ¡No se queden en la intemperie! ¡Lleguen


a los edificios!

A través de la gran ventana de cristal, puedo ver un cambio en el grupo


mientras se desvían de regreso por donde vinimos, hacia la casas. Los
militares como uno, rodeando a la gente y pastoreándolos a la relativa
seguridad de las estructuras de piedra.

Chris está intentando hablar con el Coronel Martin, pero ninguna de sus
palabras rompe a través de su dolor.

—Amy —digo—, tenemos que irnos. —La agarro del codo, pero su brazo se
desliza de mis manos como el agua fluye a través de un tamiz.

Me apodero de ella otra vez, seguro de mi agarre y tiro de ella hacia arriba.
Tropieza, pero no la suelto.

—¡No hay nada que podamos hacer! —grito, esperando que pueda
escuchar mis palabras a través de su dolor—. Tenemos que irnos.

El Coronel Martin también se pone en pie. Hemos llegado a medio camino


a través del recinto cuando Amy jadea y se da la vuelta.

—¡No podemos dejar a mamá! dice violentamente, volviendo la cabeza


hacia su padre—. ¡No podemos simplemente dejarla allí!

Chris envuelve sus brazos alrededor de ella para evitar que corra de
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regreso al auto-Transbordador.

—Tenemos que hacerlo —dice, jadeando mientras lucha para sostener su


espalda.
—¡No podemos dejarla! —Se estira ciegamente por su madre.

—Amy. —La voz del Coronel Martin es pesada y rota—. Tenemos que irnos.

Ella se hunde, la pelea dejándola tan de repente que Chris se tambalea


bajo su peso.

—¡Síganme! —grito. Mi corazón se rompe por la manera en que todo el


cuerpo de Amy está flácido de dolor. Empezamos pasando por el prado tras
el grupo, regresando a las ruinas. Pronto estamos corriendo, los pasos de
Amy tropiezan ocasionalmente cuando sus ojos, borrosos por las lágrimas,
no ven una raíz o una piedra.

Cuando llegamos al primer edificio, el que se había convertido en la casa


de Amy con sus padres, Amy colapsa en una de las pequeñas sillas que los
Nacidos en la Tierra habían empacado con ellos, llorando en silencio. El
Coronel Martin se vuelve hacia Chris y a mí. Sus mejillas hundidas, los
círculos oscuros bajo sus ojos enrojecidos. Ha formado su dolor en una
armadura de combate lista; parece más mortal y peligroso en este
momento de lo que nunca antes lo haya visto.

—Estoy enviando un grupo de militares para explorar los alrededores, en


busca de alguien que se haya perdido en medio del pánico, con órdenes de
capturar cualquier forma de vida alienígena que puedan encontrar. —Mira
a Chris, una ferocidad salvaje en sus ojos—. ¿Hay algo que puedas
decirme sobre lo que nos atacó, alguna cosa que pueda ayudar a
encontrarlos y matarlos a todos?

Chris niega con la cabeza en silencio.

Estrecho mis ojos, sin saber por qué el Coronel Martin piensa que Chris es
el experto en esto.

—¿Hay algo que estén manteniendo oculto? —pregunto. No tenemos


tiempo para secretos y subterfugios. Si hay alguna otra información que
puede ser útil…

—Sabes lo que sé —responde el Coronel Martin—. La Tierra está enviando


ayuda. Sólo tenemos que sobrevivir unos días más, una semana, máximo.
Página288

Resoplo.

—¿Ah, sí? Bueno, ellos mataron a un tercio de nosotros en una mañana.


Una semana no debería ser muy difícil.
51

Amy
Traducido por Lizzie
Corregido por LadyPandora

T
rato de parecer interesada.

Trato de tener cuidado.

Debería tener cuidado.

Estaba preparada para decir adiós a mis padres. Lo estaba al decir adiós a
mamá. Y cuando lo hice, esperé no volver a verla nunca. Iría a la estación
espacial y de allí a la Tierra. Era una especie de despedida para siempre.

Pero hay una diferencia, ¿verdad? Entre decir adiós y la muerte.

Papá, Chris y Elder discuten sobre algo. El arma en la Estación Espacial,


el Ave María que se supone que es capaz de acabar con los alienígenas y
salvarnos a todos. Elder y Chris no quieren usarla. Dicen que no sabemos
lo que es, la magnitud del daño que causará. Si mata a los alienígenas,
¿no podría matarnos también a nosotros?

Pero no creo que papá se preocupe más por ese tipo de cosas. De las
víctimas. No ahora que mamá ha convertido en una.

En un momento, Elder nos lleva a nuestra idea de que hay algo que
todavía está en Godspeed, algún tipo de pista que nos dirá qué son los
alienígenas y cómo derrotarlos.

—Yo no necesito ninguna maldita pista —le gruñe papá—. No me importa


Página289

lo que sean los alienígenas. Todo lo que necesito es un arma lo


suficientemente grande como para matarlos a todos. Y eso es lo que tengo
en la estación espacial.
—¿Cometerá genocidio? —le pregunta Chris en voz baja.

—Ellos nos harían lo mismo a nosotros.

Elder intenta traerme a la conversación. Tal vez podría suavizar a papá,


hacerlo escuchar.

Pero yo sólo miro al suelo.

—Lo siento mucho —me dice Chris mientras papá los despide a él y a
Elder.

Miro a través de él.

¿Sentirlo? Es sólo una palabra.

Elder no utiliza palabras. Simplemente envuelve su mano alrededor de la


mía y tira de mí hasta que me pongo de pie. Él sigue tirando y me
tambaleo detrás de él. En la puerta, se detiene.

—Pensé que iba a perderte —dice en voz baja, sir dejar mi mano.

Como yo perdí a mi madre.

—Amy —dice y luego espera a que me encuentre con sus ojos—. No puedo
perderte. No puedo...

Pero la muerte no funciona de esa manera. No le importa si alguien te


ama, si no quiere que te vayas. Sólo toma. Toma y toma hasta que
finalmente no te queda nada.

Elder parece darse cuenta de que nada de lo que dice puede penetrar la
oscuridad que está envuelta alrededor de mí. Él sólo me tira más hacia él y
envuelve sus brazos alrededor de mí, sosteniéndome mientras me hundo
contra él, mordiéndome el labio tan fuerte como puedo para no llorar,
porque me temo que si lo hago, no pararé nunca.

Después de mucho tiempo, Elder dice:

—¿Quieres que me quede? —Él mira más allá de mí, a papá—. Lo haré, no
importa lo que diga.
Página290

Sacudo la cabeza y doy un paso atrás. Elder aprieta mi mano por última
vez y a continuación desaparece en la noche.
Entonces sólo somos papá y yo en este frío edificio de piedra, hecho por
personas ya muertas.

Papá me abraza y nos mantenemos unidos así durante mucho tiempo. Y


aunque nos abrazamos con fuerza, todavía parece como si hubiera algo
entre nosotros, algo que nos hace incapaces de realmente alcanzarnos el
uno al otro. Y me doy cuenta de que hay algo, algo que siempre estará: el
fantasma del recuerdo de mamá, que nos recuerda lo que hemos perdido.

Papá va a hablar con el ejército. Acerca de las armas y cuántas quedan y


la forma de armar la grande en la Estación Espacial.

Y entonces sólo soy yo.

Me siento en el suelo y tiro de mis rodillas bajo mi barbilla. La .38


milímetros está alojada en la suave piel de mi vientre y la saco, mirándola.
En su interior hay cinco balas de punta hueca... las únicas balas que me
quedan.

Pongo el arma en el suelo a mi lado. Me la guardé antes porque me hacía


sentir segura y apaciguaba la preocupación de mis padres. Pero ahora
pienso en esas cinco balas y lo que pueden hacer. Ya no es simplemente
una medida de precaución. Tengo la intención de utilizarlas y lo haré.

Entiendo la parte de mi padre que quiere matar a los alienígenas, incluso a


costa de explotar a todo el planeta con ellos.

Abrazo mis rodillas, enterrando la cara en mis brazos.

Esta habitación se siente muy grande y yo me siento muy pequeña.

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52

Elder
Traducido por Helen1
Corregido por Mari NC

Y
o sé lo que tengo que hacer.

La pregunta es: ¿Puedo?

Espero hasta que caiga la noche. Toda la colonia ha pasado el


día fluctuando entre la tensión y el dolor, el miedo y el pánico.
El ejército está en el borde, más gente que de costumbre durante cada
turno de patrulla.

Pero sé que tengo al menos un aliado.

Chris.

Puede que no sea mi persona favorita, pero él estaba conmigo cuando


discutí con el Coronel Martin y sé que, como yo, haría cualquier cosa a su
alcance para proteger a Amy.

Él me espera una hora después de la puesta de los soles.

—¿Qué tienes planeado? —me pregunta en voz baja mientras nos


dirigimos por el camino a través de la colonia.

—Ninguno de nosotros quiere que el Coronel Martin ande alrededor con


cualquier bomba que la FRX tiene en la Estación Espacial, ¿no? —le
pregunto.

Chris asiente.
Página292

—No confío en la FRX.

—Bueno —digo—. Yo tampoco.


Nos colamos a través de los callejones de la colonia, entonces me agacho
detrás de la primera fila de edificios para que pueda llegar a la ventana de
Amy. Chris frunce el ceño ante mí, Amy estaba demasiado atrapada en el
dolor hoy, ¿cómo podemos esperar que ayude ahora? Pero no me imagino
haciendo esto sin ella.

—Amy —siseo. Creo que el Coronel Martin está colaborando en las


patrullas, pero no quiero correr el riesgo.

Amy se encuentra en el centro de la habitación, con las rodillas hasta la


barbilla, sus ojos hundidos. Pero ella me mira y, después de tomar una
respiración profunda y temblorosa, se levanta y cruza la habitación hasta
la ventana.

Sus ojos brillan de curiosidad cuando se da cuenta de Chris de pie


nerviosamente detrás de mí.

—¿Qué está pasando?

—Tengo un plan —digo—. ¿Vienes conmigo? —Trato de ocultar la


esperanza y el temor de mi voz. Amy tiene todas las razones para decir que
no, su madre acaba de morir, y todos estamos asustados de qué es lo
próximo que los alienígenas están planeando para nosotros.

Pero un momento después ella se está levantando a sí misma en el alféizar


de la ventana y saltando afuera.

—¿Estás bien? —susurro.

—No —dice con sencillez.

Es la honestidad de esta declaración lo que me hace saber que a pesar de


que todo esto la ha resquebrajado, ella no está rota.

—Pero quiero hacer algo —dice sólo para mis oídos—. No puedo soportar la
idea de estar sola en este momento.

—Eso es algo que quieres hacer —digo—. No es el mismo plan que el


Coronel Martin tiene de detonar cualquier arma que haya en la Estación
Espacial, ¿no?
Página293

Amy me da una mirada que es enteramente de ella.

—Por supuesto que no —dice—. No soy papá.


—Vamos —dice Chris, mirando alrededor. Ayudarme ahora no está
precisamente contra las órdenes del Coronel Martin, pero ser atrapados
llevaría a preguntas que probablemente él no quiere tener que responder.

Los llevo en la dirección de la sonda, sin molestarnos en colarnos a través


de la hierba alta de la pradera. Dos guardias están de patrulla en este lado
de la colonia, pero no se atreven a detenernos. Somos el líder de los
Nacidos en la Nave, la hija del Coronel, y un soldado, no tienen ninguna
razón para dudar de nosotros. Caminamos en línea recta hacia el
compuesto como si se nos hubiera ordenado estar allí, y los guardias ni
siquiera nos detienen para hacer preguntas.

Dejé escapar un suspiro de alivio al ver el contorno del gigante auto-


Transbordador en el complejo, sin guardias. Echo un vistazo a Amy. Sus
ojos están vidriosos, con la cara floja mientras mira a las filas de las cajas,
cada una lleva una persona, una conteniendo a su madre. Toco el dorso de
su mano y sus ojos llorosos se centran en mí.

—Estoy bien —miente.

Es posible que lo hayamos hecho a través de la colonia sin levantar


sospechas, pero si el Coronel Martin o cualquiera de su gente nos vieran
aquí, bajo la sombra de casi quinientas personas muertas, no nos dejarían
pasar sólo porque pretendamos ser de confianza.

—¿Cuál es el plan? —susurra Chris. Saco el cubo de cristal que Amy me


dio antes y lo utilizo para iluminar nuestro camino a la sala de
comunicación, cubriéndolo de manera que tan sólo escapa un tenue
resplandor. Lo sostengo con tanta fuerza que mis dedos duelen, tratando
de no imaginar cuánto daño podría causar si se me cae contra el suelo de
cemento.

Chris se queda atrás, mirando a nuestro alrededor con nerviosismo, como


si esperara que el Coronel Martin, o peor aún, los aliens aparecieran. Amy
presiona su pulgar sobre el Escáner Biométrico. Parpadea HUMANO y se
desbloquea. No es hasta que la puerta se cierra otra vez que me siento
seguro de hablar en un volumen normal.
Página294

—Esto es lo que sabemos —digo. Nuestros rostros se iluminan


misteriosamente por el cubo de cristal sobre el piso entre nosotros—.
Sabemos que los aliens son inteligentes, tienen mejores armas y tecnología
que nosotros.
Amy se queda mirando por encima de mi hombro hacia el auto-
transportador. Chris sólo me mira.

—Pero no sabemos lo que son. Nunca hemos visto uno. No sabemos cuáles
son sus debilidades. Y mientras que la FRX nos ha prometido un arma que
puede matarlos, no sabemos lo que es el arma.

—Por eso es que es tan peligroso —añade Chris.

—Estoy de acuerdo —digo—. ¿Un arma que puede acabar con una especie
alien entera? ¿Por qué no acabaría con nosotros también? ¿O destruir todo
el planeta? No es seguro usar algo tan poderoso que no entendemos.

—Entonces, ¿qué? ¿Qué vamos a hacer? —pregunta Amy.

—No “nosotros”. Yo. Voy a volver a Godspeed.

Los ojos de Amy se ensanchan y su boca se abre. Chris sólo me mira


fijamente sin expresión.

—¿Cómo volver a la Nave puede hacer algo? —pregunta.

—Tengo muy buenas razones para pensar que la Nave tiene las respuestas
que necesitamos. En primer lugar, la droga que se utilizó para matar... —
Mi voz se apaga mientras le doy un vistazo a Amy.

—El fármaco utilizado para matar a mi madre —afirma rotundamente.

—Y a los otros, sí. Quiero saber cómo tenemos esa misma droga en la
Nave. Y por último, la última pista de Orión que me hace pensar que la
respuesta a todo está todavía en Godspeed.

Hago una pausa. Fuera de la ventana, el Transbordador se ve enorme y


oscuro. Yo trato de no mirar a los cientos de cadáveres aún atados dentro
de las cajas de transporte.

Me dirijo a Chris. No quiero confesarle esto a él, pero tengo que hacerlo.

—Además, dejé alguna de mi gente en la Nave. —Pienso en la secuencia de


vídeo que vimos antes. Espero que no sea demasiado tarde. Espero que
Página295

Bartie haya mantenido las manchas negras guardadas—. Puedo traerlos


aquí, junto con más suministros. Necesitamos su ayuda. Apenas nos
queda alimento.

Todo eso fue almacenado en el Transbordador.


—¿Vas a tomar el auto-transbordador? —pregunta Amy—. ¿Qué pasa
con...? —Ella traga y cuando habla, hay un temblor extraño en su voz—.
¿Qué pasa con la gente que está allí ahora?

—Pensé... —Me obligo a mirarla a los ojos, a reconocer el dolor que


encuentro dentro de ellos. No conozco ninguna manera de hacerla sentir
mejor acerca de lo que ha pasado, pero al menos le puedo dar un poco de
paz—. Pensé que los liberaría a las estrellas.

Amy se muerde los labios y mira hacia abajo y asiente.

—Pero... ¿cómo puedes tomar el auto-transbordador? —pregunta Chris.

—Es automático, ¿no? No tengo que volarlo realmente.

—Sí —dice Chris—, pero está diseñado para ir de aquí a la Estación


Espacial. A ningún otro lugar.

Asiento con la cabeza.

—Espero que seré capaz de reprogramarlo —digo—. Hay... encontramos


secuencia de video en vivo de Godspeed siendo enviado aquí. Si somos
capaces de manipular las señales para reprogramar el auto-Transbordador
para ir a Godspeed en lugar de a la estación espacial…

—Entonces, puedes volar hasta allí, obtener la información que necesitas,


y regresar con tu gente —dice Chris, el entusiasmo creciente en su voz—.
¡Sí, creo que podría funcionar!

—Y mi padre no pondrá en marcha el arma, no cuando hay una


posibilidad de que tu información podría detener a los alien sin tener que
recurrir a ella —añade Amy. Hace una pausa, la determinación brillando
en sus ojos—. No vamos a dejar que ponga en marcha el arma, no hasta
que hayas vuelto.

—Déjame trabajar en la programación —dice Chris, caminando hacia el


panel de control. En pocos minutos, él tiene las pantallas iluminadas y
está escribiendo rápidamente.

—Guao, eres bueno en esto —comenta Amy.


Página296

Chris hace una pausa sin levantar los dedos de las pantallas.
—Oh, no es tan complicado —dice. Pronto da un paso atrás—. ¡Bien, lo
tengo! no deberías tener problemas para conseguir que el auto-
Transbordador vaya a Godspeed.

Tomo una respiración profunda.

—Bueno. Vamos a hacer esto.

Amy se ve ansiosa.

—¿Eso es todo? ¿Te vas ahora?

Chris nos mira a los dos. A pesar de que acaba de programar


triunfalmente el auto-transbordador y nos ayuda a encontrar una manera
de detener a los alien sin depender de algunas bombas misteriosas de la
FRX, parece derrotado.

—Voy a preparar el Transbordador —dice, dejándonos atrás en la sala de


control.

Amy me agarra ambas manos con fuerza.

—Vuelve a mí —dice ella, con palabras feroces—. Haz lo que sea necesario,
para regresar a mí.

—Lo haré —digo.

—Lo digo en serio —dice Amy con fuerza—. He perdido casi todo lo que
amo, no puedo perderte a ti también.

—Siempre regresaré a ti —digo, acercándola.

Ella me besa, y justo cuando estoy a punto de perderme en ello, saboreo


sal. Doy un paso lejos de ella y veo que está llorando otra vez. Le seco una
lágrima con la yema del pulgar, y ella desliza su brazo sobre su cara,
avergonzada.

Caminamos el Transbordador, Amy unos pasos detrás de mí. Puedo oírla


sorbiendo, tratando de ocultar las lágrimas que no puede evitar que
caigan.
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Chris empuja un botón en los controles incrustados en el asfalto al lado


del auto-Transbordador, y las cajas de transporte desaparecen, los paneles
de metal encerrándolas de forma automática con un golpe reverberante. A
continuación, él me mueve para que lo siga al frente de la Nave, donde una
pequeña escalera de metal se extiende hacia el puente.

—Parece que estás en lo cierto, todo debe ser automático —explica. Lo dice
como si no hay ninguna duda en su mente que voy a ser capaz de volar en
órbita alrededor de la Centauro-Tierra, pero hay líneas de preocupación en
sus ojos y cada músculo está tenso—. Hay simples controles de vuelo en el
Puente y un mando manual, si las cosas van mal.

Asiento con la cabeza, tratando de parecer confiado. Aterrizar el


Transbordador desde Godspeed fue automático también y tres personas
murieron.

—Cuando estaba buscando en el Puente, descubrí esto —dice Chris,


llevándome alrededor de la esquina de la Nave—. Un Cohete de socorro de
emergencia. Está diseñado como un escape para una persona, en el evento
de que algo funcione mal con la Nave. Sólo tiene dos opciones, ir a la
Estación Espacial por ayuda o volver aquí. Si algo sale mal, sólo entra en
el Cohete de Emergencia y vuelve aquí.

Levanto la vista hacia el Cohete de Escape. Es claustrofóbicamente


pequeño, un avión de papel en comparación con el auto-Transbordador.
Parece que no es más que una protuberancia estriada bajo el puente del
auto-transbordador, y de alguna manera dudo de que siquiera podría
sobrevivir al separarse del auto-Transbordador y mucho menos un viaje a
través del espacio.

Chris da un paso atrás, dándonos otra vez privacidad a Amy y a mí.

—Promete —dice Amy, envolviendo su dedo meñique en torno al mío—.


Promete regresar.

Miro directo en sus ojos.

—Lo prometo.
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53
Amy
Traducido por Lizzie
Corregido por Mari NC

M
ientras observo con éxtasis al Trasportador rugir a la vida y
despegar, una ominosa sensación enferma mi estómago. Estoy
hueca por dentro. Trato de quitarme de encima mis
preocupaciones, pero en todo lo que puedo pensar es: Esta es la última vez
que alguna vez veré a Elder.

—El Coronel Martin llegará pronto —dice Chris—. No puede haberse


perdido eso.

—Déjalo que venga —le digo. Ya es demasiado tarde. Elder ya se ha ido.


Me traslado a la Sala de Comunicaciones, esperando a que Elder empiece
a hablar con nosotros a través de la radio. Chris se encuentra junto a la
ventana, esperando a papá.

Más pronto de lo que esperaba, Chris dice:

—Ahí está el Coronel Martin.

Entorno los ojos a través del cristal, pero no puedo hacer nada.

—Ahí. —Señala Chris, pero son sólo oscuridad y sombras para mí.

Me vuelvo hacia el Panel de Control. Una advertencia parpadea sobre el


enlace de comunicación con el auto-transportador: Lanzamiento en
proceso. No quiero distraer a Elder cuando necesita su atención en los
controles.

Echo un vistazo a la ventana, y finalmente veo lo que Chris está


Página299

señalando. Papá, y otros diez hombres, todos con armas de fuego,


corriendo hacia nosotros.

—Genial —murmuro.
Un momento después, oigo la voz de papá en auge, tan fuerte que es como
si el cristal y las paredes no estuvieran entre nosotros.

—¡Salgan ahora! —ordena—. El edificio está rodeado.

—Él no sabe que somos nosotros —dice Chris. Hay verdadero temor en su
voz. El cubo de cristal sigue iluminando la habitación, pero las sombras
fundiéndose debieron haber hecho imposible para papá ver el interior. Me
acerco a la puerta y la abro. Por una fracción de segundo, sólo puedo oír el
traqueteo metálico de casi una docena de armas dirigidas a mí.

—Papá, ¿pondrás las armas fuera y estarás tranquilo? —le digo,


impaciente.

—¿Amy?

—Sí. ¡Ahora, bajen las armas y entren dentro antes de que los alienígenas
nos vean aquí!

Papá maldice rotundamente, y él y sus hombres se agolpan en la sala de


comunicaciones.

—¿Realmente necesitas a todo el mundo aquí? —le pregunto—. ¿No


estarían mejor estas personas protegiendo la colonia?

Papá se vuelve a los militares con un comando, una mujer y un hombre se


desprenden del resto de la unidad, mientras que los otros vuelven a la
colonia.

—Amy —dice papá, volviéndose hacia mí—. ¿Qué demonios estás haciendo
aquí? ¿Y a dónde se fue el auto Transportador? —Mira a Chris, y hay tanta
rabia furiosa en su mirada que tengo miedo que papá lo vaya a golpear, o
algo peor—. ¿Qué le dijiste? ¿Qué has hecho?

—Fue idea de Elder, papá, no de Chris. —Puedo sentir la lucha ascendente


dentro de mí. Papá podría objetar, pero Elder es un líder, también, y en
este caso, él tenía razón. No debemos confiar en las malditas armas. Y
aunque papá nunca va a admitir que Elder podría ser capaz de salvarnos,
yo creo que él puede.
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Papá mira a su alrededor.

—¿Dónde está Elder?


Señalo afuera por la ventana, hacia las estrellas distantes. Y a pesar de
que me siento orgullosa de Elder en este momento, no es hasta ahora que
me doy cuenta de lo fuera de alcance que está. Toma un momento para
que papá se dé cuenta de lo que quiero decir.

—¿Fue para detonar el arma? —pregunta—. ¡Eso es una maldita estupidez


por hacer! Podemos operar en forma remota, justo aquí desde el recinto.
Yo solo iba a enviar algunos especialistas en armas allí para inspeccionar.

—No —le digo, cuadrando los hombros—. Volvió a Godspeed.

—¿Qué? ¿Por qué?

Hago mi mejor esfuerzo para explicar la idea y el hecho de que la gente en


la Nave necesita estar a salvo antes de que el motor entre en plena crisis, y
que ellos pueden traer suministros para todos nosotros. Puedo ver que mi
padre piensa que estamos siendo tontos e inútiles y que la única respuesta
que podría haberle traído alguna felicidad habría sido si le hubiera dicho
que el arma se puso en marcha y está dirigida a los alienígenas en estos
momentos. Él no se preocupa tanto por nuestra supervivencia, no en
comparación con la venganza.

—Eso no va a salvarnos, Amy —dice, mirándome—. Tenemos que


deshacernos de la amenaza alienígena de una vez por todas. Esa arma…

—Es algo que ni siquiera entiendes —le digo, interrumpiéndolo—. Todo lo


que ves es la posibilidad de destruir a los alienígenas. ¡Ni siquiera estás
pensando que también nos podría perjudicar! ¿Qué tipo de arma
selecciona y escoge a quién mata?

Papá abre la boca para protestar.

—Al menos deja a Elder tratar de encontrar más información —le digo—.
Hay una posibilidad de que pueda averiguar qué es el arma y cómo
funciona, entonces podemos detonarla.

—Los alienígenas han matado a un tercio de la colonia ya —dice papá. Me


mira con ojos duros—. Han matado a una tercera parte de nuestra familia.

—¿Crees que no lo sé? —apenas soy capaz de pronunciar las palabras.


Página301

—¿Cómo vamos a protegernos a nosotros mismos, mientras que ese chico


está allá arriba jugando al héroe en la Nave que debía haber aterrizado con
el Transportador?
¿Eso? Eso no lo sé.

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54

Elder
Traducido por Helen1
Corregido por Caamille

E
l auto-Transbordador asciende mucho más rápido de lo que
hubiera creído posible. Se eleva más y más alto hasta que está
compitiendo con la caída de los soles que se hunden bajo el
horizonte, me disparo por encima de ello, dejando a todo el Transbordador
en el crepúsculo perpetuo hasta que rompo la atmósfera. Mi estómago da
tirones y mi cabello se levanta, me paro ligeramente de mi asiento un poco
antes de que patee el replicador de gravedad.

Mi corazón da golpes dentro de mi pecho. Regresaré con Amy, me digo a mí


mismo una y otra vez. No es sólo una promesa hacia ella, es la promesa
que me hago a mí mismo también.

El auto-Transbordador ralentiza mientras llega a la órbita. Una pantalla


plana en el panel de control se enciende. Una barra de luz roja ilumina la
curva del planeta en la mitad inferior de la pantalla y dos puntos
parpadeantes encima de eso. Esto debe ser una especie de sistema de
localización. Estación de preparación Interplanetaria, Centauro, FRX
parpadea bajo el mismo punto. Un indefinido satélite en órbita está bajo el
otro.

Eso debe ser Godspeed. Degradado de Nave a satélite, sin nombre.

Me asomo por la ventana del Puente. Cuando el Transbordador de


Godspeed aterrizó, recuerdo haber visto un destello brillante en el
horizonte. Ahora al escudriñar en la oscuridad salpicada de estrellas, no
veo ni la estación espacial ni Godspeed. Por lo que aparece en el
Página303

localizador, estoy entre los dos.

El Panel de Control se enciende de nuevo, mostrando un mensaje:

Se requiere manual entrada.


Debajo de ése, me da la opción de dirigir el auto-transbordador a
Godspeed o la estación espacial. Brevemente, considero ir a la estación.
¿Cuál es el arma de allí? ¿Podría realmente eliminar la amenaza
alienígena? No puede estar tan lejos, a pesar de lo que dijo el coronel
Martin.

Pero entonces recuerdo a Bartie y las manchas negras y sé que aunque


pudiera acabar con los alienígenas y mantener el planeta para mí, tengo
que llegar a Godspeed primero. Pero antes de eso, tengo una tarea por
hacer.

La Nave está en silencio, y parece apropiado. Hago clic en: Abrir el Panel
de Controles. Todavía se ve intimidante y complicado, pero estoy
buscando algo en particular.

Por último, aparece. Una pequeña etiqueta.

Evacuación de carga.

Cierro los ojos después de leer las palabras. Amy, una vez fue marcada
como carga no esencial, y le prometí que era mucho más que eso. Pero los
cuatrocientos noventa y nueve cadáveres en mi bodega de carga no pueden
escuchar mi palabra ahora.

En primer lugar, le doy la vuelta al interruptor para deshacer los arneses


de seguridad alrededor de cada cuerpo, entonces, abro las puertas de las
cajas de transporte en el casco. El replicador de gravedad afecta sólo al
Nivel Operacional del auto-transbordador, y los cuerpos debajo de la
cubierta flotan sin esfuerzo en el espacio.

La liberación de aire hace que los cuerpos vayan a la deriva, como las
flores de loto flotando en el agua, en dirección a la cabina. Sin peso, los
cuerpos se elevan desde las entrañas de la Nave pasando por la ventana
ante mí. Reconozco las caras individuales a medida que flotan en el
abismo del espacio.

Trato de decir un adiós silencioso a cada uno de ellos, los Alimentadores


que tenían sólo unos pocos meses sin Phydus antes de habérseles dado
sobredosis de ello, las mujeres que vinieron aquí para dar a los bebés
Página304

creciendo dentro de ellas una casa sin paredes, los Transportistas, los
Trabajadores de la Ciudad, los Ingenieros, todos ellos, mi gente, se han
ido. Pero no los voy a olvidar. Me obligo a decir sus nombres en voz alta,
memorizando cada uno, Rin, Lucien y Cessy y todos lo demás. Nunca me
olvidaré de ellos.

Cuatrocientos noventa y nueve personas.

Me inclino hacia arriba, presionando la cara contra la ventana mientras


busco a las personas, pidiendo a cada una de ellas que me perdone por mi
parte en su desastroso final.

Veo un destello de rojo por la esquina de mi ojo y doy vuelta la cabeza.

La madre de Amy.

Su piel pálida y cabello rojo son como los de Amy, y aunque sus ojos están
abiertos, está demasiado lejos para ver el verde que se encuentra dentro,
aunque sé que está ahí.

Amy casi entró en la cámara quinientos. Si lo hubiera hecho…

El cuerpo de la madre de Amy se mueve como un bailarín en la ingravidez


del espacio. Sus brazos se extienden, su piel pálida contra la negrura del
Universo, y me imagino que la luz de las estrellas hace que los reflejos
dorados de su cabello brillen.

Me quedo ahí, mirando los cuerpos que pasan mientras flotan, hasta que
el último se ha ido, y todo lo que queda en el cielo son estrellas.

Me arden los ojos y lagrimeo mientras me vuelvo a sentar en frente del


Panel de Control. Toco el punto satélite en órbita no identificado en la
pantalla de localización. Desde el borde de la ventana de la cabina, veo los
cohetes estallar a lo largo del lado derecho del auto-Transbordador,
mientras poco a poco se dan la vuelta. Más cohetes golpean, y me elevo
más y más cerca hacia Godspeed.

Pronto, puedo verlo.

Godspeed se ve devastado. El Transbordador se ha ido, por supuesto y el


Puente no es nada más que ruinas destrozadas. Aún así, mi corazón canta
mientras miro hacia la Nave que pensé que sería mi hogar para siempre.
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El auto-Transbordador se acerca más y más, tan cerca que me empiezo a


preocupar que no se detendrá y voy a estrellarme directo en la Nave. En
cambio, los cohetes de reversa empujan, y el auto-transbordador se
detiene. Sigo a varios metros de Godspeed, pero estoy tan cerca que mi
ventana se llena con la imagen de la misma.

El sistema de localización de color rojo y blanco parpadea un mensaje:


Llegada a destino. Otras luces del Panel se encienden.

Iniciación de Proceso de desembarque.

Frex. No había pensado en esto. La única puerta al exterior de Godspeed,


la escotilla de la que Harley se lanzó, era una parte del Transbordador que
aterrizó en Centauro-Tierra, el mismo Transbordador que los alienígenas
simplemente volaron. El Transbordador está diseñado para acoplarse de
forma automática en la Estación Espacial.

¿El problema?

No estoy en la Estación Espacial.

¡Bip, bip-bip! Mi Wi-com salta a la vida justo cuando estoy pensando si voy
a ser capaz de conectarme a la escotilla dentro del estanque koi. Toco mi
cuello. Estoy lo suficientemente cerca ahora para recoger la señal
directamente desde la Nave, tal como lo esperaba.

—Com enlace req: Bartie —digo.

Espero, una sonrisa tonta pegada en mi cara.

—¡¿Elder?! —dice una voz, la voz de Bartie, en mi oído.

—Hey, Bartie —digo.

—¡El Frex! ¡Elder! ¿Qué? ¿Cómo?

Estoy tan feliz que rio a carcajadas. Bartie no es sólo el rebelde que tomó
el control de la Nave después de mí. Es mi amigo, el que solía perseguir
Mecedoras conmigo a través de la entrada de la Sala de Grabación.

—No importa cómo —le digo—. Sólo quería ver si el nuevo líder de
Godspeed estaría dispuesto a dejar al antiguo regresar a la Nave.

Después de una breve pausa, Bartie ladra de risa.


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—¡Buena esa! Te diré una cosa, encuentra la manera de llegar aquí, y te


haremos una fiesta.
—Empieza a hornear un pastel —digo, sonriendo ampliamente—. Porque
ya estoy aquí.

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55

Amy
Traducido por Nanami27
Corregido por Caamille

P
apá nos mantiene cerca de los árboles mientras nos escolta de
regreso a la colonia. Parte de mí quiere pelear con él en este punto,
quedarme en la Sala de comunicaciones. ¿Qué pasa si Elder nos
necesita? Ahora está más lejos de mí de lo que nunca lo había estado
antes, lo menos que podría hacer es mantener el enlace de comunicación
abierto. Pero papá deja uno de sus guardias militares allí y el resto de
nosotros regresa a la colonia.

Me gustaría que pudiéramos tomar el camino más rápido, directamente a


través de la pradera y hasta los edificios. Pero se siente tan expuesto ir de
esa manera, y mientras los árboles son oscuros y peligrosos, nos dan la
ilusión de seguridad. Tengo los ojos bajos. Cada sombra me recuerda a
Elder, cada cálida brisa que roza mi piel me hace desear el poder volar
hasta él.

Un ligero chorro de lluvia comienza a caer.

—Ten cuidado con las flores —me susurra papá. Casi había olvidado las
cuerdas de las flores púrpuras. Las observo por el rabillo del ojo. Tan
pronto como el agua toca los pétalos delicados, las flores se relajan en un
elegante giro, floreciendo en una hermosa y casi trasparente flor. Tan
hermosa… pero recuerdo la manera en que hacía mi mente adormecerse,
la manera en que no podía mover mi cuerpo. Una de las flores cuelga baja,
casi a la altura de mi cara. La agarro y la aplasto en mi mano, los pétalos
púrpura pegados a mi piel.
Página308

Nos arrastramos de vuelta a la Colonia. Todo está en silencio. El aire está


impregnado con expectación, como si el silencio fuera sólo un indicador de
que algo peor está por venir.
Papá no me habla de nuevo hasta que estamos en el edificio, a salvo de los
pteros y los alienígenas que deben controlarlos de alguna manera, a través
de un modelo de material genético. Chris nos sigue adentro. Papá
comienza a objetar, pero entonces se da por vencido, colapsando en la
misma silla en la que se sentó esta misma mañana, mojando una galleta
en su “café” como si todo fuera normal.

Y supongo que en cierto modo, todo lo era. Aún teníamos a mamá.

Y aún tenía a Elder.

Mis ojos arden. Aparto la mirada. No puedo permitirme romperme.

—Tendremos que pasar a la clandestinidad —dice papá pesadamente.

Levanto la mirada hacia él.

—Si estamos a la espera de detonar el arma, tendremos que pasar a la


clandestinidad. Sólo por unos días, una semana quizá. Hasta que la ayuda
de la Tierra llegue.

—¿Qué pasa con los edificios? —pregunto.

Papá sacude la cabeza.

—Los alienígenas saben dónde estamos. Pueden atacarnos en cualquier


momento. Las únicas armas que tenemos son las que mis hombros llevan
con ellos, y una vez que la munición se agote, no habrá nada más. —Una
vez que deja que sus palabras penetren, papá añade—: ¿Tienes alguna
idea? —Levanto la mirada, pero papá le está preguntado a Chris, no a mí.

Chris niega con la cabeza. Miro a mi mano, manchada de púrpura por la


flor que aplasté antes.

—Las flores —digo.

Ambos me miran.

—Las cuerdas de las flores púrpuras —repito, la emoción creciendo en mi


voz—. Papá, ¿qué si hiciéramos un arma usándolas? ¡Ellas me noquearon
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inmediatamente! Podríamos usarlas para hacer que los alienígenas se


desmayen si se acercan a la colonia.
—¿Cómo? —pregunta papá, claramente frustrado conmigo—. Incluso si
conseguimos las flores, sólo florecen cuando están mojadas. E incluso si
las hacemos florecer, ¿cómo podríamos forzar a los alienígenas a olerlas?

Recojo los pétalos pegados a la piel de mi mano, colocándolos en una


pequeña pila en mi rodilla.

—Podríamos molerlas —digo, pensando en voz alta—. Lanzar el polvo en


sus caras.

—Mientras nos disparan con balas explosivas —dice papá.

—Podríamos colgarlas cerca, manteniéndolas húmedas con la tubería de


agua del lago…

—Y ellos las verán y contendrán la respiración —papá dispara de nuevo—.


O sólo que nos ataquen desde la distancia. No tenemos tiempo para esto,
Amy. Tenemos que surgir con un plan real.

—Podrías fumarlas —dice Chris.

Por un momento, tengo una imagen de enrollar las cuerdas de las flores en
un papel de cigarrillo y encendiéndolas.

—Quiero decir, podemos usar el humo como nuestra arma —dice Chris—.
No es que literalmente fumáramos las flores, pero podríamos soplar el
humo en los alienígenas. Ellos probablemente se verían forzados a respirar
al menos una parte del aire, y con optimismo las propiedades de las flores
aún existirían, quizá incluso sean más fuertes en forma de humo.

—Pero no puedes controlar el humo —protesta papá—. Puede simplemente


noquearnos con la misma facilidad como los alienígenas. Y todavía no
sabemos si las criaturas, o lo que sean, son afectados por las neurotoxinas
de la flor.

Pero está pensando en este plan, puedo decirlo. Salta de su silla y


comienza a caminar de un lado a otro. Se detiene cuando se da cuenta que
lo observo, entonces, me mira directamente a los ojos, los mismos ojos
verde jade de mamá, y dice:
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—A tu madre le gustaría este plan.

—Podría funcionar —digo, esperanzada.

La voz de papá está llena de dudas.


—Tu madre sabría cómo probar las flores y el humo, averiguar los efectos
de ella en los alienígenas. Si estuviera aquí…

—Es un mejor plan que intentar correr —dice Chris en voz baja—. Piensa
en la manera en que los alienígenas han estado atacándonos. Saben lo que
nos hace débiles, lo que significa que probablemente comparten la misma
clase de debilidades.

No es difícil ser débil comparado a un ptero atacante, pero el interés de los


alienígenas en el Phydus me hace pensar que Chris tiene razón.

—No lo sé… —Papá comienza a caminar de un lado a otro nuevamente.

—¿No cree que los alienígenas están observándonos? —dice Chris con
enojo—. Lo están. Están jugando con nosotros en este momento.
Esperando. Si intentamos escapar, nos segarán. Nuestra mejor apuesta
está en ser agresivos, ellos no esperarán eso. Hacer algo, cualquier cosa,
para comprarnos tiempo.

Papá mira con el ceño fruncido a Chris. No creo que esté acostumbrado a
que alguien más joven lo mande, especialmente no alguien bajo su mando.
Pero lo que Chris ha dicho está comenzando a romper a través de las
dudas de papá.

—Creo que deberíamos quedarnos también —añado—. Tenemos una


montaña a un lado, probablemente no vamos a ser atacados desde ese
ángulo. Ellos vendrán desde el frente, y al menos aquí tenemos paredes de
piedra para protegernos.

—En contra de armas que pueden explotar una Nave de acero —señala
papá, pero se está suavizando con la idea.

—Mejor que nada —respondo—. Mira, ellos nos odian. Quieren matarnos.
Hay más de ellos, tienen más suministros, y nosotros no tenemos nada.
Tengo cinco balas en mi arma. ¿Cuántas te quedan a ti?

Papá frunce el ceño, y sé que he golpeado su mayor preocupación. Si


huimos, no podemos defendernos. Sólo tenemos que esperar que podamos
superarlos.
Página311

—No podemos pelear. No podemos huir, no realmente. Tenemos que


escondernos aquí, donde al menos tenemos acceso al agua potable y la
posibilidad de sobrevivir a un ataque.
Papá suelta un bufido, un amargo facsímil de una risa.

—¿Sobrevivir? —Mira a su alrededor, a las piedras viejas, polvorientas y


amarillentas del edificio—. Eso funcionó bien para la primera colonia.

Chris se ve sombrío y por un momento mi padre casi parece lamentar lo


que ha dicho.

Froto el pequeño montón de pétalos púrpura en la palma de mi mano.

—Ésta es la mejor oportunidad que tenemos —digo—. Es nuestra única


oportunidad.

Página312
56

Elder
Traducido por Mari NC
Corregido por Aldebarán

¿Q
ué? —dice Bartie en voz tan alta que me duele
el oído.

—Estoy en un Transbordador, no el mismo que


lanzamos desde Godspeed, es un
Transbordador de Centauro-Tierra...

—¿Cómo maldita sea había un Transbordador en Centauro-Tierra?

—Mira, es una larga historia, pero...

—¿De qué maldita sea estás hablando?

—¡Bartie! ¡Cálmate!

—¡Maldición siempre! ¿Estás en un maldito Transbordador? ¿Y estás aquí?

Sonrío.

—Técnicamente, sí.

—¿Técnicamente? ¿Qué maldición está pasando?

—Bartie, escucha. Tomé un Transbordador desde Centauro-Tierra, no


importa cómo conseguí uno, sólo escucha, y llegué aquí. Estoy justo
afuera. Puedo ver Godspeed. Estoy casi lo suficientemente cerca para
empujarla.

—¡Maldición! —exclama Bartie. Daría cualquier cosa por ver su cara ahora
Página313

mismo.
—Ahora viene la parte difícil —continúo—. Tengo una especie de cosa tubo
que necesito conectar a la Nave. No está diseñado exactamente para ir a
Godspeed, pero creo que puedo hacer que funcione.

—¿Cómo...? Elder, ¿hablas en serio? —La voz de Bartie está llena de


incredulidad.

—Mucho —le digo—. Asegúrate que el área alrededor de la escotilla en el


estanque este despejada. Voy a revisar el tubo.

Desconecto el enlace Wi-com y hago mi camino desde el Puente hasta la


Cámara de Embarque, la cual, según los mapas y diagramas en la pared,
debe tener un conector automatizado que puedo utilizar para llegar a
Godspeed. Mis pies hacen eco por el pasillo y me siento muy solo aquí.

Por un momento, me gustaría poder tener a Amy conmigo ahora. El auto-


Transbordador es tan masivo y, después de enviar a los muertos a las
estrellas, tan vacío. Pero también sé que esto es algo que tengo que hacer
por mi cuenta —Godspeed es responsabilidad mía, no de ella— y ella es la
única que podía apaciguar la rabia en el corazón de su padre, lo suficiente
para calmar su deseo de venganza inmediata.

Esa arma de la FRX me pone nervioso. No sabemos lo que es, todo lo que
el Coronel Martin dijo es que puede ser detonada a distancia y que
acabará con la población alienígena. Yo medio creo que la FRX estaría
dispuesta a acabar con nosotros también, sólo para reducir las quejas.

La Cámara de Embarque se encuentra justo detrás del puente, justo como


indicaba el pequeño mapa en la pared junto a la puerta. La puerta tiene
una cerradura de sello, pero se abre con una presión de un botón. En la
pared de la derecha hay un pequeño armario lleno de tanques de oxígeno
de emergencia. A la izquierda hay un Panel de Control. Y al otro lado de la
puerta está mi billete de salida de este Transbordador.

Entro. La Cámara de Embarque es pequeña, con un ojo de buey redondo


sellado con aletas de metal que abarca casi toda la pared. Un gráfico al
lado del gran ojo de buey ilustra cómo un tubo hecho de una especie de
tela metálica se dispara fuera de la ventanilla en el espacio y se asegura al
lado de la Estación Espacial con cerraduras magnéticas de sello.
Página314

Pero yo no estoy tratando de llegar a la Estación Espacial. Y Godspeed no


fue diseñado para trabajar con el auto-Transbordador.
Toco mi Wi-com y vuelvo a conectar con Bartie.

—¿Estás en la escotilla? —pregunto.

—Sí —dice Bartie— Elder, estás realmente...

—Sí, estoy aquí. Si todo va bien, deberías ser capaz de abrir la escotilla en
pocos minutos, y yo estaré en el otro lado.

—¿Si? —pregunta Bartie.

—No rompas el enlace com, ¿de acuerdo? —Paso los dedos por mi
cabello—. Te necesito para abrir la puerta para mí si estoy en el otro lado.

—¿Si? —repite Bartie.

—Estar listo, ¿de acuerdo? —Lo silencio sin esperar una respuesta.
Necesito concentrarme.

Enciendo el Panel de Control en el tubo. La pantalla se enciende


inmediatamente. Una vez que descubro los controles, enciendo los brazos
mecánicos.

Hay un chirrido, y el tubo empieza a extenderse desde el auto-


Transbordador. La pantalla muestra una imagen de la zona exterior de la
Nave, tiene que haber una pequeña cámara integrada en la puerta del
tubo. El tubo se extiende, cada vez más cerca de Godspeed.

Seguro de sello compatible no detectado, muestra la pantalla. Conexión


automática no detectada.

Por supuesto que no es detectada, no estamos en la Estación Espacial,


estamos en Godspeed, que no tiene un seguro de sello compatible. Rezo
para que mi suposición sea correcta y los imanes de este lado vayan a ser
suficientes para ajustarse en su lugar en la escotilla de Godspeed.

Conexión manual requerida.

Trato de presionar botones para accionar los brazos, pero el mismo


mensaje se muestra en la pantalla: Conexión manual requerida.
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Reviso la pantalla desde el exterior. Parece como si los brazos mecánicos


han extendido el tubo, pero el extremo del tubo está todavía a varios
metros fuera de la escotilla de Godspeed.
Vuelvo al Panel de Control. Nada funciona. Cada botón que presiono que
movería el tubo alrededor sólo hace que la pantalla parpadee con el mismo
mensaje.

—¿Cómo maldición hago una conexión manual con esta maldita cosa? —
murmuro, mirando la pantalla.

El extremo del tubo no está tan lejos. Si pudiera darle al tubo un buen
empujón a la derecha...

Me acerco a la ventanilla. Las aletas metálicas de cierre de la puerta estén


bien cerradas. Si abro la puerta, la Cámara de Embarque será
despresurizada y sería succionado hacia el espacio. No se puede mover el
tubo desde aquí.

Considero brevemente tratar de mover la Nave. Pero el tubo está fuera de


la escotilla por no más de unos pocos metros, y no creo que pueda
controlar la Nave para moverse en un espacio tan pequeño.

Sólo tengo que mover el Puente, sólo un poco, para que el extremo se
encuentre con la compuerta de Godspeed. La escotilla en el costado de la
Nave es mucho más pequeña que la abertura en el tubo del Puente. Todo
lo que tengo que hacer es conseguir el extremo más grande del tubo del
Puente para cubrir el agujero más pequeño de la escotilla de Godspeed y el
cierre magnético va a crear un sello contra la superficie metálica de la
Nave.

Reprimo una risita.

Todo lo que tengo que hacer es mover de alguna manera un tubo unos
pocos metros a la derecha. En el vacío del espacio. Sin un traje espacial.

Sólo para estar seguro, compruebo el resto del Transbordador, buscando


un traje espacial de emergencia. Lo más parecido que puedo encontrar son
latas de oxígeno atadas a la pared de la cámara de embarque, pero eso no
me hace ningún bien. Si trato de entrar en el vacío del espacio respirando
oxígeno, mis pulmones explotarán como globos y estallarán dentro de mi
cuerpo.
Página316

Mirar a los tanques de oxígeno me da una idea, sin embargo.

Una idea peligrosa.

Una idea estúpida.


Pero una idea.

Sé lo que tengo que hacer.

Presiono mi Wi-com.

—Bartie, ¿estás ahí?

—Estoy aquí, Elder —dice Bartie—. ¿Estás en la escotilla?

—Todavía no —digo—. Mira, es un poco más difícil de lo que pensaba. Voy


a tener que hacer... como sea, escucha. Necesito que te quedes muy
enfocado y no rompas este com. Voy a intentar algo. Cuando diga ya,
empieza a contar. Si todo va bien, antes de llegar a los treinta, te pediré
que abras la escotilla.

—¿Qué pasa si llego a treinta y no me dices que abra la escotilla —


pregunta Bartie.

—Nada —digo—. Mantén la escotilla cerrada.

—¿E intentaremos algo más?

—No hay nada más. Sólo tengo una oportunidad en esto —digo. Bartie
empieza a protestar y si Amy estuviera aquí, me mataría, pero aun así
añado—: Por favor. Necesito concentrarme. Digo ya, cuenta hasta treinta.
Abre cuando... si digo algo.

Me dirijo hacia el oxígeno de emergencia. Tanques presurizados están


conectados a los tubos y máscaras faciales. Agarro un tanque de oxígeno y
tomo el tubo, pero dejo la válvula cerrada. No voy a ser capaz de respirar
esto en el espacio, pero no necesito el oxígeno para respirar. Amarro cuatro
tanques alrededor de mi cuerpo, dos en cada cadera. Cada tanque apunta
hacia el suelo.

Me dirijo de nuevo al Panel de Control.

Hay un botón que no presioné.

Abrir Portal.
Página317

Pulsar este botón hará que las solapas redondas de metal se alejen. Se
abrirá la puerta... y voy a ser succionado hacia el espacio. Voy a tener tal
vez medio minuto, pero probablemente menos que eso, para agarrar uno
de los bucles en el interior del tubo y mover el Puente sobre la escotilla. No
habrá oxígeno —ni aire en absoluto— y no tendría ninguna protección. Y
sé lo rápido que alguien puede morir por estar en el espacio sin traje.

He visto suceder esto.

Tomo una respiración profunda. Cierro los ojos. Dejo salir todo el aire en
mis pulmones. Contando cuánto tiempo puedo estar sin respirar.

Veinte segundos.

Mi corazón está corriendo.

Inhalo. Exhalo. Aguanto. Cuento.

Veintiocho segundos.

En silencio me disculpo con Amy.

Eso tendrá que hacerlo.

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57

Amy
Traducido por Lizzie
Corregido por Aldebarán

P
apá consulta con un grupo de científicos que trabajaron con mamá
para ver si la teoría de la utilización de humo hecho de las flores
púrpuras de Chris funcionará contra los alienígenas. Mientras el
humo parece incluso más eficaz en hacer que las personas se desmayen,
su estudio en realidad no nos dice nada. Los alienígenas no son personas.
Tienen extrañas escamas similares a cristales y dejan extrañas huellas.
Eso es todo lo que sabemos. Nunca los hemos visto a ellos, y mucho
menos analizado sus debilidades y susceptibilidades. Tal vez ni siquiera
respiran. Tal vez las flores púrpuras los hacen más fuertes en lugar de
desmayarlos. No lo sabemos.

Y esa es la peor parte de todo esto.

Ni siquiera sabemos con quién o qué estamos luchando.

Ellos saben todo acerca de nosotros sin embargo y exactamente cómo


matarnos.

—No me gusta —me gruñe papá mientras envía a cinco de sus militares a
la selva para recoger briznas de flor púrpura—. No me gusta que los
edificios de la defensa de la colonia estén alrededor de algunas flores.

—Huir y esconderse no es ninguna defensa en absoluto —le digo—.


Tenemos que intentarlo.

—Eso sólo será posible una vez, si funciona del todo —dice papá—. Una
vez que vean lo que estamos haciendo, ellos sabrán cómo evitar el humo la
Página319

próxima vez.

—Sólo tiene que funcionar una vez —le respondo—. Únicamente tenemos
que sobrevivir unos días más antes de que lleguen de la Tierra, ¿no?
—Y nosotros podríamos ser capaces de tomar algunos rehenes. —La voz de
papá es más suave mientras piensa en voz alta.

No había pensado en rehenes.

Echo un vistazo a papá. No había pensado en papá como el tipo de


persona que toma rehenes.

Una vez que tenemos reunidas lo suficiente de una sarta de flores


púrpuras, papá tiene a sus hombres empezando a cavar una zanja poco
profunda. La idea es que vamos a cargar las flores en la zanja junto con un
fusible y si vemos a los alienígenas acercándose, vamos a encender la
mecha y el humo saldrá hacia ellos.

Destrozando cualquier cosa que pudiera ser inflamable, papel, tela, hojas
secas, y rodar alrededor de la pegajosa sarta de flores púrpuras. Uno de
los Alimentadores tiene un pequeño frasco de vaselina, y lo usamos con
moderación, extendiendo una fina capa de la mezcla inflamable para que
el fuego arda más caliente y se extienda rápidamente. Toma horas
preparar todo y ponerlo en la zanja.

Tenemos la esperanza de que si los alienígenas están ya observándonos —


lo cual seamos sinceros ellos probablemente lo hacen— asumirán que sólo
estamos haciendo una zanja de huida o algo similar. También esperamos
que el fusible se encienda rápidamente que el viento no sople el humo de
regreso a nosotros y que el plan realmente funcione.

Básicamente, estamos esperando un milagro.

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58

Elder
Traducido por Lizzie
Corregido por Curitiba

¿B
artie? —le digo a mi Wi-com.

—¿Sí, Elder?

—Empieza a contar.

Destornillo las tapas de los tanques de oxígeno para que soplen


directamente hacia abajo. Espero poder usarlos como mecheros para
ayudarme a impulsarme donde tengo que ir, pero la fuerza no es tan
potente, y la descompresión de la Cámara de Embarque va a ser más de lo
que puedo manejar. Muerdo una sonrisa de regreso, imaginando de
cuántas maneras Amy me llamaría un idiota si me viera ahora.

No hay vuelta atrás. Inhalo, exhalo.

Oh, estrellas, Amy, lo siento.

Cierro mi puño en el botón: Abrir Portal.

Los paneles metálicos de la abertura del Puente se abren y soy lanzado al


espacio. Mi visión se llena con destellos caóticos de la brillante tela
metálica del tubo. Caigo a través de él, golpeando contra la pared del tubo,
orando para que no haga todo peor.

Las cosas golpean en mi cabeza, los lazos de las cuerdas en la parte


superior del tubo, que se utilizan para pasamanos. Mi cerebro me juega
malas pasadas: Estoy agitándome, cayendo en todas las direcciones, pero
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me siento como si estuviera cayendo constantemente, una sensación de


malestar en el estómago.
A pesar del hecho de que puedo ver la tela ondulante del tubo y sentir los
bucles de las cuerdas, no hay sonido. Mi cerebro está gritándome: ¡Esto
está mal! ¡Todo está mal!

La boca abierta del extremo del tubo se precipita hacia mí. ¡Maldición!
¡Maldición! La descompresión de la Cámara de Embarque fue mucho más
violenta y rápida de lo que pensé que sería.

El tubo está actuando como un túnel de viento mientras el aire de la


Cámara de Abordaje derrama todo a la vez. Giro mi cuerpo, y el aire
corriendo de los tanques de oxígeno atados a mis caderas me ralentiza lo
suficiente para que sea capaz de envolver los dedos alrededor de uno de
los lazos de las cuerdas…

Mi cuerpo se siente hinchado, mis articulaciones lentas. La cuerda se


desliza fuera de mi alcance.

Me apresuro, tratando de agarrar otro lazo.

Mis pulmones me gritan. ¡Oxígeno!

Siento frío y mi boca se siente confusa. Mi visión es borrosa.

Mis manos agarran otro lazo de la cuerda.

No.

Me duelen los hombros. Me siento como si estuviera siendo arrastrado a


pedazos.

Arremeto, girando mi cuerpo. Puedo sentir los tanques de oxígeno, siguen


vertiendo aire contra mis piernas, y me ayudan a impulsarme hasta el
último lazo. Atrapo todo mí brazo a través de él y empujo mis manos
contra el enorme borde metálico del sello magnético. Apenas puedo ver, mi
visión es de color rojo y acuoso.

Pero estoy casi en la escotilla.

Me muevo, acomodando mis caderas y los tanques de oxígeno hacia abajo.


El extremo del tubo se mueve a la derecha. La escotilla. Puedo… casi… Mi
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cuerpo se siente como si se fuera a romper por la mitad, pero alcanzo la


escotilla de todos modos.

No puedo oír el chasquido de metal contra metal, porque no hay sonido en


el espacio, pero lo sé, las cerraduras del sello magnético están en su lugar.
Pero no hay aire en el tubo.

No hay aire en mí.

59

Amy
Traducido por nanami7
Corregido por Lizzie

T
odo lo que queda es esperar.

Y así lo hacemos.

Papá distribuye agua —un cubo para cada edificio, con la


advertencia de que ir a las letrinas podría ser peligroso.
Terminamos la última de las raciones que habíamos almacenado en la
colonia para el mediodía— todo el resto de la comida estaba en la Nave.
Pensamos que juntar las cosas que más necesitábamos, como comida y
medicina, detrás de las puertas de acero de la Nave lo haría más seguro.
La ironía de ello me hace querer vomitar.

Solos somos papá y yo en el primer edificio. Sin mamá, el edificio no tiene


oportunidad de llegar a ser un verdadero hogar, así que por ahora es
nuestra base de operaciones. Todos los controles militares están con
nosotros aquí, para nuevas asignaciones o permisos para descansar
después de una patrulla.

La tensión nerviosa en el aire es sofocante.

Todos estamos esperando —por un ataque que ni siquiera estamos


seguros que está viniendo— contra un enemigo que nunca hemos visto,
usando un arma hecha de flores.
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Y, a pesar de la espera, ninguno de nosotros está preparado cuando la


radio en el hombro de mi papá crepita a la vida.

—Los vemos —el soldado en patrulla dice por la radio.


Papá se dispara hacia arriba inmediatamente y sale corriendo del edificio,
con los binoculares ya en la mano. Explora el bosque, pero no necesito los
binoculares para ver los destellos de algo emergiendo a través del bosque.

Ya vienen.

Entorno los ojos, haciendo mi mejor esfuerzo para verlos. Son verde
bosque de la cabeza a los pies, tan oscuros que se confunden con los
árboles. No sé si están hechos de piel verde oscura o si están usando algo
para camuflarse. Destellos de brillo dorado alrededor de sus cinturas —
escamas, como el que describió Elder. Los alienígenas son altos, pero no
más que Elder, con suaves y bulbosas cabezas y un grande ojo redondo
que parpadea cuando le llega la luz.

—Entra —ordena papá. Ladra por la radio—: ¡Prepárense para encender la


mecha! ¡Los francotiradores en la parte superior de los edificios! ¡Eso es
todo!

Entro, como papá dijo, pero tan pronto como llego a mi ventana, me
levanto en el alfeizar y salto al otro lado del edificio, justo como hice
cuando me escapé para estar con Elder. La idea de esas noches me hace
detenerme. Si él estuviera conmigo ahora, como estuvo conmigo entonces,
no creo que mi corazón se acelerara con tanto miedo.

Me fuerzo a centrarme en lo que está pasando mientras me escabullo por


la pared. No me voy a perder esto.

Me pego a las sombras de la esquina, entre los edificios y la montaña. Los


alienígenas se arrastran más cerca. Una parte de mí temía que hubieran
sido como bichos, arrastrándose por el suelo con delgadas patas de araña
o deslizándose como una serpiente. Pero caminan con dos piernas y llevan
sus armas con dos brazos, igual que nosotros.

Si no hubiéramos estado observándolos, podríamos haberlos perdido,


quizás eso explica por qué nunca los hemos visto antes. Sus pieles parecen
cambiar, convirtiéndose a un tono más claro de verde a medida que
vadean a través de las altas hierbas de la pradera entre el bosque y
nuestros hogares.
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Acechan cada vez más cerca. Una par de docenas, quizá treinta. Esas son
todas las tropas que sentían que necesitaban contra cerca de un millar de
nosotros. Pero saben —seguramente deben saber— que de los mil, solo un
puñado están armados, y de esas armas, solo unas cuantas contienen
balas.

Y entonces —solo lo veo porque estoy buscándolo— un destello de luz. La


mecha está encendida.

Contengo la respiración.

Funciona. La mecha llamea brillantemente, y el fuego se enciende


rápidamente. El humo flota arriba y más arriba, arrastrándose a través del
cielo, casi invisible.

Esto es todo.

Están lo suficientemente cerca para ser vistos claramente ahora.

Llegan al humo.

Y ellos caminan a través de él.

No hace nada.

Mis ojos se abren por la sorpresa, pero los militares dispersos por toda la
colonia ni siquiera dudan. Los disparos de armas estallan inmediatamente,
los francotiradores de papá, desde los techos de los edificios. Ni un solo
alienígena cae, a pesar del hecho de que están lloviendo sobre ellos
suficientes balas para detener a un ejército. Me quedo mirando a los
alienígenas, ¿cómo es posible? ¿Ni el humo ni las balas los detienen?

No hay manera de que podamos ganar esto.

Uno de ellos tira una bomba de cristal hacia la colonia, y se hace añicos
contra el pavimento de la calle, derribando la mitad del edificio junto al
que estoy parada. Puedo sentir el retumbe a través de la piedra mientras el
mortero se agrieta y falla, las rocas caen. Si todavía hubiera estado en el
interior, habría sido aplastada.

—¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego! —grita papá desde la calle. Más disparos


resuenan como brillantes, amarillos y resplandecientes arcos a través del
cielo hacia la colonia. Otra bomba solar. Golpea más alto ahora, y hay
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gritos mientras la gente adentro de los edificios intenta huir.

—¡Hasta la montaña! ¡Más arriba! —grita papá.

Pero no estoy escuchándolo.


Estoy detrás del edificio, y la ruta por la que Chris, Elder y yo solíamos
escabullirnos hacia el recinto antes de que estuviera claro. Nadie está
mirando por ahí; la pelea está centrada en las calles y el centro de la
colonia. Puedo ir detrás de las letrinas, reducir la distancia al lago.

Si puedo llegar al recinto, quizá Elder puede decirme lo que ha aprendido.

Y si no puedo llegar a Elder, quizá pueda detonar el arma que matará a los
alienígenas.

Tomo una respiración profunda.

Tengo que hacer una carrera por ello.

Otra bomba solar estalla, ésta detrás de mí. Los alienígenas están casi en
el borde de la colonia, lanzando bombas solares tan lejos en los edificios
como pueden.

Me digo a mí misma que puedo hacer esto. Soy una corredora. Puedo
correr más rápido que un ejército alienígena.

Y entonces voy.

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60

Elder
Traducido por nanami27
Corregido por Lizzie

M
e despierto con cuatro tanques de oxígeno apuntado a mi cara,
soplando aire frío directamente hacia mí.

—Treinta y siete —dice Bartie, inclinándose sobre mí.

Parpadeo.

—Mierda, Elder, tus ojos están rojos.

—Sus vasos sanguíneos oculares estallaron —dice una voz familiar que no
puedo ubicar—. Hemorragias subconjuntivales.

Mi cuerpo se mueve, pero mis hombros rugen en protesta. Gimo,


hundiéndome de nuevo en el suelo.

Doc se inclina sobre mi cuerpo, con la preocupación en el rostro. Aprieta


un parche médico contra mi piel. Miro a través de los ojos borrosos hacia
mi brazo y veo que otros tres parches médicos ya están pegados allí.

—¿Qué rayos pasó? —jadeo, con la voz rasposa.

—Conté hasta treinta, como dijiste —dice Bartie—. Pero nunca me


honraste con tu presencia.

—¿Entonces cómo…? —grazno, incapaz de terminar la frase.

—Seguí contando. Tuve la oreja pegada al portón. En treinta, escuché un


ruido sordo.
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—¿Lo abriste?

—Estaba asustado como la mierda, ¡déjame decirte! Pero pensé que podría
cerrar el portón de nuevo si lo necesitaba, y…
Cierro los ojos; la luz hace que me duelan demasiado.

Los tanques destinados a mi cara chisporrotean, entonces silban en


silencio. Respiro profundamente, imaginando lo último de oxígeno
llenando mis pulmones, llenando todo mi cuerpo.

—Los efectos de tu pequeña aventura deberían desparecer con el tiempo —


dice Doc—. Tu corazón no se detuvo, y aunque muestras signos de
descomprensión, estás sorprendentemente bien cuidado para alguien lo
suficientemente estúpido para saltar al espacio.

Abro los ojos, pero no estoy viendo a Doc. Estoy mirando a Bartie.

—¿Funcionó? —digo.

Él me sonríe y veo a mi viejo amigo, el que tuve cuando tenía trece y


ninguno de nosotros pensaba que un mundo existía más allá de la Nave.

—Funcionó —dice.

Me esfuerzo por incorporarme, mis hombros palpitantes, mi piel


demasiado sensible, mis articulaciones doloridas. Me arriesgo a abrir los
ojos más completamente y encuentro que estoy recostado en el fondo de
un agujero que fue una vez el estanque. El portón en el centro está abierto
de par en par. Bartie me tira hacia arriba para que pueda pararme, y miro
hacia abajo en la oscuridad. El tubo del auto-transporte está bien
asegurado en su lugar.

—Maldición. No puedo creer que funcionara —digo, volviéndome hacia


Bartie.

Él se encoge.

—Tus ojos se ven como la mierda —dice, pero está sonriendo también, tan
emocionado como yo—. ¡No puedo creer que tuvieras la suficiente idiotez
para hacer eso!

Miro alrededor de la Nave. Es mucho más grande de lo que recordaba, pero


al mismo tiempo, mucho más pequeña. Todo parece exactamente igual,
pero de alguna manera extraño. Es como si entrara en mi habitación, y a
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pesar de que todo está exactamente donde lo dejé, puedo decir que un
extraño invadió mi privacidad.
—Vamos a llevarte al hospital —dice Doc—. Tengo algunas gotas para los
ojos que pueden ayudar.

—Estoy muy sediento —digo. Doy un paso y casi caigo. Bartie me agarra
por el codo, me pone erguido y aunque quiero sacudírmelo y decirle que
puedo caminar por mi cuenta, no estoy seguro de que pueda.

Cuando llegamos al hospital, Doc me conecta a un gotero de solución


salina, a pesar de mis protestas de que no lo necesito, él me dispara más
cantidad de medicamentos directamente en la línea. Entonces me da un
pequeño espejo para que pueda echar un vistazo a mi rostro.

Hay moretones en mi piel, y puedo ver pequeños hilos rojos de venas


sobresaliendo. El blanco de mis ojos es completamente rojo, como si
estuvieran llenos de sangre. No es de extrañar que Bartie se mantuviera
mencionándolos. Doc pone dos gruesas gotas amarillas de algo en mis
ojos. Eso hace que me quemen, pero me asegura que ayudará.

—Despedido —le dice Bartie a Doc.

Doc se ve como si estuviera a punto de protestar, pero el rostro de Bartie


es implacable. Casi me había olvidado: Bartie está a cargo de determinar
qué castigo debe pagar Doc por los crímenes que cometió en la Nave justo
antes de que nos fuéramos.

Doc se quita cuidadosamente su estetoscopio y lo coloca lentamente sobre


la mesa. Ajusta los instrumentos médicos sobre la pequeña mesa, revisa
mi IV, asiente una vez hacia mí y se va. Antes de bordear la esquina, dos
Alimentadores —que solían ser Carniceros, antes de la revolución de
Bartie— comienzan a caminar a cada lado de Doc, escoltándolo… a alguna
parte.

Me pregunto si esa es la vida de Doc ahora, un prisionero, hasta que tenga


la rara oportunidad de trabajar su medicina. ¿Tiene un aprendiz quien se
hará cargo después de él, haciendo su única habilidad redundante?

Ese pensamiento me recuerda a Kit, y cuando pienso en Kit ahora, todo lo


que puedo imaginar ahora es la forma en que murió.
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Me trago de nuevo mis preguntas sobre Doc y sus castigos. Eso no es


importante comparado al asunto en cuestión.

Bartie acerca una silla hacia mí.


—¿Cómo lo supiste? —pregunta.

—¿Saber?

—Que el motor está fallando. Que no podemos sobrevivir en Godspeed —


declara Bartie con tanta sinceridad que sé que ya ha llegado a un acuerdo
con ello y con los negros parches médicos.

Le sonrío.

—Sabía que no podías manejar la Nave sin mí.

Bartie intenta reír, pero esto no es algo que él pueda discutir a la ligera.

—Es debido a Doc —dice Bartie—. Cuando estalló el Puente —matando a


Shelby y los otros, creo— el motor estaba dañado.

—¿Dañado? —pregunto.

Bartie asiente con gravedad.

—Así que viniste a salvarnos. —Hay un tono de derrota en su voz, uno que
entiendo demasiado bien.

—El auto-trasportador es grande —digo—. Podemos poner quinientos en


las cajas de transporte y el resto en la bodega de carga. No habrá mucho
espacio para la carga, y en el ambiente que está, necesitamos guardar
cada poco de comida que podamos. Todos nuestros suministros en el
planeta fueron destruidos. Todo lo que podamos tomar de la Nave en
términos de supervivencia hará una gran diferencia para todos nosotros —
dudo—. Pero deberías saber, los “monstruos” de los que habló Orion son
muy reales, y muy buenos en matarnos. Antes de que viniera aquí, liberé
casi quinientos cuerpos a las estrellas.

Bartie no me mira cuando dice:

—Si es cuestión de morir aquí o morir allá, creo que me gustaría al menos
ver el mundo por primera vez.

—No siempre pensaste de esa manera —comento secamente.


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La mirada de Bartie no se inmuta.

—Eso era antes de que supiera que la Nave fallaría tan malditamente
pronto.
Le explico todo a Bartie, de las últimas palabras de Orion para el último
ataque alienígena en la colonia, mi fuerza regresando a mí mientras los
medicamentos y líquidos entran a mi sistema. Comienzo con la
destrucción de las Naves y las muertes de tantos de los nuestros.
Continuamos hablando mientras Bartie y yo caminamos afuera, hacia el
jardín. Hay curiosamente pocas personas aquí, pero Bartie me dice que la
mayoría tiende a permanecer en el lado de la Ciudad de la Nave. Hay
demasiados recuerdos oscuros fugándose del portón en el agujero que
solía ser el estanque. A las personas nos les gusta que se les recuerde la
elección que hicieron, a los amigos que dejaron ir.

Nos detenemos en la estatua de la Plaga de Eldest, y ambos nos miramos


fijamente en silencio por un momento.

—Todo comienza y termina aquí, ¿eh? —No puedo decir lo que Bartie está
pensando, pero estoy recordando la manera en que solía ver la Plaga de
Eldest, como si él fuera el modelo de todo lo que debería ser, un ideal al
que podía sólo aspirar. Pero entonces descubrí que estaba hecho de la
misma pasta que él, y que no era ninguno de nuestros ADN’s lo que nos
hacía los líderes que teníamos que ser para nuestra Nave.

Eso no importa ahora. La estatua de la Plaga de Eldest está solo hecha de


concreto, no de ADN exactamente reproducido y promesas rotas. El rostro
de la estatua está desgastado, riachuelos incrustados en las mejillas como
si fueran de lágrimas.

—Él sabía —le digo a Bartie—. La Plaga de Eldest. Él sabía lo que sea que
está allá abajo. Él debe ser el rey al que Orion se refiere con esa idea, y la
única cosa que falta en el rompecabezas de Orion es la información de
quiénes son los alienígenas y qué quieren. Cómo detenerlos.

Bartie parece dudoso.

—¿Obtuviste todo eso de un garabateado libro ilustrado para niños?

Niego con la cabeza.

—No sabes cómo jugó Orion con nosotros. Fue todo un juego para él,
siempre un juego.
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—Y esto… lo que sea… eso que Orion ha ocultado se supone que sea una
especie de forma… ¿para pelear con esos “alienígenas”? —Bartie suena
escéptico, tanto en la idea como con la amenaza en el planeta.
Suspiro, mirando a la cara de concreto de la Plaga de Eldest. La verdad es
que no lo sé. Para nada. Quizá lo es. Quizá no. Desearía que Orion
estuviera aquí para decírmelo él mismo… pero ahora es demasiado tarde.

—No me gustan tus probabilidades de supervivencia. —Bartie se inclina


hacia adelante—. Pero creo que son mejores que las nuestras. —Sacude la
cabeza hacia la estatua de la Plaga de Eldest—. Entonces, ¿qué crees que
está adentro?

—No tengo idea —digo—. Quizás una grabación de video o un libro. Quizás
otra maldita pista que nos llevará a otra “madriguera de conejo”, como a
Amy le gusta decir. —Le sonrío, pero la sonrisa es realmente para Amy, a
pesar de que ella no pueda verla—. De cualquier manera —digo—, vamos
a descubrirlo.

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61

Amy
Traducido por Lizzie
Corregido por Curitiba

C
orro a la pradera, la suciedad lloviendo sobre mí mientras una de
las bombas de cristal estalla en colina arriba. Me tapo la cabeza
con los brazos y corro lo más rápido que puedo, conteniendo la
respiración cuando el humo sopla en mi dirección. Espero que las letrinas
me puedan proporcionar un poco de cobertura antes que me precipite
hacia el lago y luego hacia arriba alrededor del bosque y al recinto. Si
puedo llegar a la Sala de Comunicaciones, puedo bloquear a los
alienígenas afuera. Para eso era la Cerradura Biométrica, para asegurarse
de que sólo los humanos pasaran a través de ella.

Pienso en los grandes ventanales en la Sala Comunicaciones. Espero que


estén hechos de algo más fuerte que el cristal, o de lo contrario los
alienígenas se limitaran a abrirse paso en el interior. Sacudo la cabeza,
negándome a pensar en esto. Voy a ir a la Sala de comunicaciones y voy a
hablar con Elder y vamos a encontrar una manera de detener a los
alienígenas y todo estará bien.

Adentro corriendo en el lugar a unos pasos, dispuesta a ponerme en


marcha y correr hacia el lago, cuando alguien me agarra del brazo. Estoy a
punto de gritar, pero me tiro hacia atrás, una mano cubriendo mi boca.

—¡Soy yo!

Lucho para liberarme y me vuelvo para ver a Chris, sus ojos azules
brillando.
Página333

—¿Qué estás haciendo? —jadeo, deslizándome más cerca de las sombras


en las letrinas. La pradera de hierba alta hace poco por escondernos.

—¡Shh! —Él mira a su alrededor.


Hay tanto ruido por la batalla que dudo que alguien nos oiga, pero bajo la
voz.

—Iba al recinto —le digo.

Él asiente.

—Buena idea. Voy contigo.

Empiezo a protestar. Tuve la oportunidad de llegar a las letrinas, ya que


están cerca y no había tanto caos. Pero no hay nada para cubrirme
mientras corro hacia el lago, y dos personas se destacan más que una.

Chris levanta su arma, un rifle de alta potencia. Saco mi propia 0.38. Si se


trataba de balas, preferiría tener otra arma conmigo.

Ambos corremos en línea recta para el lago. Sigo volviendo la cabeza,


tratando de ver si alguien nos sigue, pero hay tantas cosas sucediendo en
la colonia que somos ignorados. El humo sale en olas desde los dos
primeros edificios. Mi corazón se rompe por un momento. Los alienígenas
han infringido totalmente la colonia. Un grupo de personas están corriendo
arriba a la montaña, una línea de soldados en la parte inferior, tratando de
protegerlos. No pasará mucho tiempo antes de que estén todos ocupados.

O asesinados.

—¿Lista? —me pregunta Chris cuando llegamos al lago, su voz todavía


baja.

Asiento. No tenemos tiempo para parar.

Nunca he corrido más rápido que ahora. No hay ritmo en la manera en que
corro, no hay método. Sólo corro, tan rápido y fuerte como puedo, hasta
que llegué al asfalto del recinto.

El sudor gotea de mi cuerpo, haciendo círculos oscuros en el asfalto negro.


Me inclino, con las manos sobre las rodillas, jadeando en busca de aire.

Chris está a la puerta de la Sala de comunicaciones.

—¿Qué vas a hacer? —me pregunta.


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—Ver lo que ha descubierto Elder, primero —digo de forma automática. Si


él ha resuelto a que la última pista de Orion, podría tener la información
que necesitamos para detener a los alienígenas. E incluso si no lo ha
hecho… Quiero oír su voz de nuevo.

—¿Y luego?

—Activar el arma, si tengo que hacerlo. —Trago saliva. No quiero ser


responsable de un genocidio, incluso de criaturas alienígenas que intentan
aniquilarnos. Pero no voy a dejar que maten a mi padre y mis amigos, no
cuando podría detenerlos, no cuando ya han matado a mi madre.

Abro la Cerradura Biométrica y Chris me sigue en el interior, con su rifle


todavía en la mano. Tengo la funda del 38 y voy directamente a la Sala
Comunicaciones.

Mi cabello se pega a mi frente y mi camisa está empapada. El aire dentro


de la Sala de Comunicaciones se siente sofocante y húmedo. Levanto mi
camisa de mi pecho, batiendo la tela mientras trato de calmarme.

—No sé cómo funciona todo esto —le digo, mirando el Panel de Control.

Chris da un paso adelante.

—No es tan complicado —responde—. Ya programé el auto-transportador


de Elder en la red, aquí. —Él acciona un interruptor y la estática llena el
aire. Otra pulsación de un botón, y un rápido bip-bip-bip interrumpe la
estática—. Lo estoy saludando. Él debe responder tan pronto como vea mi
señal.

Me muevo a su lado, mirando hacia abajo en el control.

—Me pregunto cuál de ellos acciona el arma —le digo.

Chris me mira con sus sorprendidos ojos azules, una expresión


indescifrable en el rostro.

—No creo que sea seguro detonarla —dice—. No sabemos lo suficiente


sobre ella.

Mis manos se enroscan en puños. Recuerdo a papá dando órdenes de


ataque, pero después de la primera bomba, no lo escuché de nuevo. ¿Está,
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incluso ahora, sin aliento, la sangre goteando sobre las polvorientas


piedras amarillas mientras un cuervo alienígena está triunfalmente sobre
él?

—¿Qué eran esas cosas? —le pregunto en voz baja.


—Se veían humanoides para mí —dice Chris—. Tal vez no son tan
diferentes de nosotros.

—Bueno —le digo—. Si ellos no son tan diferentes de nosotros, van a ser
más fáciles de matar.

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62

Elder
Traducido por Dai
Corregido por Aldebarán

B
artie levantó la mirada hacia el curtido rostro de concreto de la
Plaga de Eldest.

—Así que… ¿deberíamos conseguir algunos cinceles y martillos? —


pregunta sarcásticamente.

—Oh, no. Pensaba que iríamos un poco más grande. —Miro más allá de la
estatua, incapaz de ocultar la emoción por mi plan.

Bartie sigue mi mirada a través de la Nave al Tubo Gravitacional en el lado


de la pared. Sus ojos redondos.

—¿Vas a romperlo?

—¿Tienes una idea mejor?

Bartie ríe.

—Creo que es malditamente brillante.

Nos lleva la mayor parte de una hora y media mover la estatua de su


pedestal a un carro eléctrico. Utilizamos palancas y cuñas, pero al final,
los dos saltamos al pedestal, a empujar, antes de que la estatua entera se
derrumbe. Aterriza en el carro eléctrico con un ruido sordo y un crujido.
Bartie salta del banco para inspeccionar nuestra obra.

—¡Un brazo se rompió! —dice, lo recoge y lo utiliza para saludarme—.


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Mira, es hueco por dentro.

El brazo ha expuesto un orificio estrecho en el lado de la estatua, y está,


de hecho, hueca por dentro. Trato de meter los dedos, pero el concreto es
grueso, y sin herramientas, no hay manera de abrirla.
—Creo que vamos a tener que romperla —dice en Bartie con renuencia
fingida.

—Es una vergüenza —comento.

—Es una gran obra de arte.

Asiento con la cabeza sabiamente.

—Es un sacrificio que tendremos que hacer.

La sonrisa de Bartie se agrieta a través de su falsa sinceridad.

—¡Vamos! —dice, emocionado.

Prácticamente corremos por el sendero entre el Hospital y el Salón de


Grabación con el carro detrás de nosotros, pero parte de la diversión de
romper la estatua se disipa cuando pienso en cómo, cuando deje Godspeed
esta vez, nunca voy a volver. He estado en este camino en innumerables
ocasiones. Lo caminé junto a Harley y Kayleigh, antes de que ambos se
fueran. Yo solía correrlo con Bartie y Victria. Besé a Amy, allí mismo, junto
al estanque, en la “lluvia”.

Voy a extrañarlo. Pensé que me despedí de Godspeed cuando me fui, pero


ahora me doy cuenta que siempre he creído que Godspeed todavía estaría
aquí, que yo sería capaz de mirar a las estrellas y verlo flotar, un faro en el
cielo, un recordatorio de la casa que una vez conocí. Pero ahora sé que
este adiós será el último que le diga a la Nave.

Bartie y yo tenemos que empujar el carro para que la estatua llegue


completamente debajo del Tubo Gravitacional. Bartie bloquea el carro para
que no se deslice, luego ordena el Tubo Gravitacional en niveles bajos. El
tubo succiona la estatua unos pocos metros, lo suficiente para que
deslicemos el carro fuera del camino.

—¿Te gustaría hacer los honores? —Bartie dice, sonriendo.

—Con mucho gusto. —Empujo mi Wi-com. El tono familiar, bip-bip llena


mi oído, y aunque una vez anhelaba volver a escucharla, suena extraño
para mí ahora—. Tubo Gravitacional encendido, transporte quieto en el
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Nivel de Carga —digo.

El tubo se enciende completamente, y la estatua es absorbida.


—Mejor regresamos —dice Bartie, tirando de mí detrás de la carreta—.
¡Eso va a hacer añicos todas partes!

La estatua se eleva más y más, raspando a lo largo de los lados claros del
Tubo Gravitacional mientras las curvas del tubo se contorneaban a lo
largo de la Nave.

Aprieto mi botón Wi-com de nuevo.

—Tubo Gravitacional apagado —digo.

—Precaución: todavía hay material de transporte en el Tubo Gravitacional.


Eldest ¿Ignorar? —dice gratamente la voz de la computadora en mi oído.

—Correcto, ignorar —le digo, sonriendo—. Apagar las operaciones del Tubo
Gravitacional.

El sonido familiar del tubo que se apaga repentinamente. Bartie y yo


miramos hacia arriba. La estatua se encuentra inmóvil, por un momento,
luego cae, girando en el tubo. Parte del material acrílico del tubo se
rompen cuando los bordes de la estatua lo chocan. La estatua se acelera
cuando el tubo se endereza, siendo nada más que un borroso color gris-
negro en el interior.

¡BOOM! La estatua se estrella en la base del Tubo Gravitacional y explota.


Polvo gris y trozos de hormigón calcáreo vuelan por todas partes, y Bartie y
yo nos agachamos detrás de la carreta, mientras cae la lluvia de grava.
Antes de que el aire esté limpio, salto, corriendo hacia los escombros.

Bajo el hormigón agrietado y el Tubo Gravitacional roto, puedo distinguir


una caja de plata brillante. La alcanzo, el polvo gris se pega al sudor en la
palma de mi mano.

—¿Qué es eso? —pregunta Bartie. Su voz es baja y sin aliento.

Levante el pestillo de la caja y la tapa se abre con un crujido.

En el interior hay una vieja grabadora de video y un reproductor


audiovisual, del tipo que utilizaban antes de disquetes. Es
aproximadamente del tamaño de mis manos juntas y tiene casi dos
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centímetros de grosor y es pesado. Debajo hay un pequeño libro


encuadernado en cuero marrón. Las páginas están amarillentas por la
edad, pero la escritura en el interior es clara. Una fórmula de algún tipo y
detalladas notas científicas.
—No he visto una de estas en mucho tiempo —dice Bartie, recogiendo la
pantalla del reproductor audiovisual—. Creo que hay unos cuantos viejos
en el Salón de Grabación.

Bartie está en lo correcto. Nadie ha utilizado esta tecnología en mucho


tiempo. Tal vez no desde la Plaga de Eldest.

La grabación esta etiquetada, una nota blanca con información escrita a


mano en tinta negro:

Estas son las grabaciones originales recopiladas por el capitán


Albert Davis, el primer Eldest de Godspeed, ya que él estableció la
regla Eldest. Copias adicionales serán transmitidas a cada Eldest
sucesor, y esta se conservará, escondida en caso de motín.

Orion debía saber dos cosas cuando dejó la pista para mí en El Principito.
En primer lugar, que la copia destinada a Eldest había desaparecido. En
segundo lugar, que el original estaba aquí, probablemente otro secreto de
Eldest que nunca llegó a mis oídos. Creo que La Plaga de Eldest que
imaginé era que si la gente se rebelaba contra el sistema Eldest,
destruirían su estatua y descubrirían la verdad que se escondía detrás de
su corazón de hormigón.

Cargo el monitor audiovisual y lo mantengo en mi regazo para que Bartie


pueda ver.

La cara de un hombre llena la pantalla. Es un rostro que se parece al mío,


pero arrugado por la edad y la preocupación. Está en algún lugar entre la
edad de Orión y la de Eldest, quizá cincuenta o así, pero tiene una cicatriz
en una mejilla que hace que el lado izquierdo de su labio cuelgue en un
ceño perpetuo. Su pelo es color pimienta salpicado de mechones de negro,
y lo usa corto, pero puedo trazar los ángulos de su rostro y saber que
coinciden con el mío.

Él es el Eldest de la Plaga. El primero de nosotros. El original, del que,


Orion, Eldest, y todos los demás somos sólo copias clonadas. Podría
habernos “mejorado” con el tiempo, añadiendo modificaciones genéticas a
nuestro ADN para hacernos mejores, más fuertes, más mono-étnicos en
Página340

apariencia, más carismáticos en personalidad. Pero aún puedo verme a mí


mismo en él.

—Temo —dice el Eldest de la Plaga con una voz más profunda que la mía—
, que este es el final.
63

Amy
Traducido por Dai
Corregido por Nanis

la? —La voz de Elder crepita sobre la radio del auto-


Transbordador. Chris y yo nos lanzamos hacia él.

—¿Hola? ¿Hola? —digo con ansiedad, mi corazón se


hunde mientras imagino todos los peores de los escenario posible.

—Amy, ¿eres tú?

—¡Sí! —Estoy a punto de llorar de alegría—. ¡Elder, estás vivo! Estaba muy
preocupada.

Su risa viene a mí desde kilómetros de distancia, pero aun así es su risa.

—Por supuesto, estoy vivo. ¿Qué crees que pasó?

Ni siquiera puedo poner esos temores en palabras.

—Amy, tengo que decirte… —La voz de Elder hace una pausa, y por un
momento de infarto, creo que nuestro enlace de comunicación se ha
cortado—, he encontrado la última pista —dice.

Parpadeo, sorprendida. Él no parece muy contento con eso.

—¿En serio?

—Sí, y a ti… a ti no te va a gustar.

—¿Qué es? —le pregunto. Mi boca está tan cerca de la intercomunicación


que puedo probar la cubierta metálica del micrófono. Chris se mueve
Página341

detrás de mí, y estoy a punto de saltar por sorpresa. Una vez que oí la voz
de Elder, me olvidé que aún estaba en la habitación.

—Creo... Creo que puedo mostrártelo. Dame un segundo.


Chris toca la pantalla en el Panel de Control.

—Él debe tener un video que nos puede mostrar —dice—. Yo podría ser
capaz de ayudarlo a cargarlo desde aquí. —Él pasa su tarjeta por la
pantalla y hace que aparezca un menú.

—¿Estás bien? —le pregunto a Elder.

—Sí. —Suena distraído. Después de un momento, añade—: ¿Por qué?


¿Están ustedes bien?

Echo un vistazo a Chris, que niega con la cabeza ligeramente. No debemos


decirle a Elder sobre el ataque ahora, no cuando él no puede hacer nada al
respecto. Detrás de Chris, puedo ver los árboles del bosque y más allá de
eso, una estela de humo. No es de nuestra pantalla de humo, algo mucho
más grande se está quemando en la colonia.

—Lo tengo —dice Chris, pulsando en la pantalla táctil, se carga un video.

—¿Se carga? —pregunta Elder.

—Sí —digo.

—Mírenlo, yo voy a volver y ayudar con el embalaje. Todo el mundo de


Godspeed se viene abajo conmigo, y estamos trayendo suministros para
todo el mundo.

Miro el humo de nuevo. Puede que no haya nadie a quien dar suministros.

La intercomunicación se corta y Chris se mueve a un lado, dejando la silla


delante de la pantalla táctil. Él está detrás de mí. Coge de nuevo su rifle,
echando una mirada nerviosa por la ventana.

El rostro de un hombre ocupa toda la pantalla.

—Este debe ser el Eldest de la Plaga —digo en voz alta. Miro detrás de mí a
Chris—. Es el último Capitán de Godspeed, quien decidió no aterrizar la
Nave cuando llegaron al planeta.

—Tengo miedo —dice el hombre—, de que este sea el fin.


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Me inclino hacia delante, escuchando tanto como puedo.

—Mi nombre es Albert Davis, y yo soy el capitán de Godspeed. Esto es lo


que sucedió.
La cámara cambia inmediatamente de imágenes. Este video fue filmado en
el Puente. La imagen se tambalea un poco hasta que la cámara se
estabiliza en el Panel de Control. Muestra el Puente entero, y deja ver que
todos están dentro de pie. Esto fue antes del grupo mono étnico. La
tripulación reunida en el Puente es de varias razas, y religiones también, a
juzgar por la estrella hebrea que uno de ellos lleva como un colgante
alrededor de su cuello. Mis dedos se suben a mi colgante de la cruz, una
pequeña sonrisa en los labios. Me hace feliz saber que una vez, Godspeed
no estuvo en tan mal estado como ahora.

Todo el mundo está conversando, pero es demasiado suave para entender


palabras individuales. Parecen excitados o, tal vez, nerviosos. La cámara
gira sobre un eje en su lugar, se enfrenta el planeta.

Godspeed está en órbita ahora, colgando sobre el azul, verde y blanco de


Centauro-Tierra.

—¡Ahí está! —dice una voz de mujer desde detrás de la cámara. Un


momento después, también lo veo, un Transportador de plata elegante,
acercándose sobre el horizonte hacia Godspeed.

La cámara se vuelve negra, y jadeo en reconocimiento al ver a una nueva


imagen llenar la pantalla: la escotilla donde Harley murió.

La cámara se presiona contra la ventana de ojo de buey, la escotilla está


abierta, y muestra la oscuridad.

—Un poco de historia —dice el Capitán Albert Davis desde detrás de la


cámara. Su voz suena amarga—: Veinte años antes de que aterrizáramos
en la tierra, enviamos una investigación a Centauro-Tierra. El plan era que
íbamos a tener una idea del medio ambiente, ajustar nuestros estudios por
lo que estaríamos listos para el planeta cuando aterrizáramos. En cambio,
Sol-Tierra descubrió que había algunos recursos valiosos en el planeta. Y
descubrieron una manera de transportarse allí aún más rápido.
Desembarcaron primero. Ellos construyeron una colonia.

Algo metálico baja por la escotilla. No es la puerta, sino algo cilíndrico que
se bloquea en el lado de Godspeed. Es el Puente entre el buque y el
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Transportador que se mostró anteriormente.

El Capitán Davis ríe amargamente.

—Y ahora tienen que decidir qué hacer con nosotros.


Una mujer alta y esbelta, con el pelo negro azabache y los pómulos
suficientemente afilados para cortar peldaños de cristal sale del Puente del
Transbordador hacia la escotilla, ajustando su estrecha falda a rayas. El
Capitán Davis abre la escotilla después de comprobar la presión y la mujer
sale, sonriendo. Detrás de ella, varios hombres que llevan cajas térmicas
emergen de la lanzadera. El Capitán Davis frunce el ceño ante las cajas.

—Preferiría que nuestras conversaciones sean extraoficialmente —dice la


mujer. Su voz es amable, pero aún así puedo decir que esto es una orden,
no una petición.

Después de un momento de oscuridad, la cámara se enciende


automáticamente. Está más alta y estable ahora montada en algún lugar,
y, por la forma en que los demás la ignoran, sospecho que la mujer de la
lanzadera no sabe que está ahí. El Capitán Davis ha establecido un
encuentro con ella en la Sala de Navegación en el Nivel del Guardián del
barco. Por encima de ellos, bombillas asignan las estrellas. Una mesa se
encuentra en el centro de la habitación, y el Capitán Davis se encuentra
frente a la mujer.

—La colonia original ha demostrado… dificultad —dice la mujer.

—¿En qué sentido? —El Capitán Davis se inclina hacia adelante.


Claramente es alguien acostumbrado a tener autoridad, pero puedo decir
que la mujer lo intimida. Noto un destello plateado en la solapa de ella…
un pequeño pin de un águila de dos alas . Ella es la representante de la
FRX.

—El vidrio solar que este planeta puede producir nos ha proporcionado
casi ilimitadamente de energía sin contaminación. Ha revolucionado la
forma en que la Tierra produce y consume energía, es la respuesta a la
oración que hemos estado diciendo desde que los combustibles fósiles se
acabaron.

El Capitán Davis asiente solemnemente. La mujer aún tiene que responder


a su pregunta.

—El problema —dice suspirando dramáticamente—, es que la colonia


Página344

original limita el tipo de producción que está enviando a nosotros.


Necesitamos más.

—Más vidrio solar para energía —dice el Capitán Davis—, ¿o para armas?
Los ojos de la mujer se estrechan, pero se ríe cordialmente y agita su
mano, desechando la cuestión.

—Sé que usted se opone a la fabricación de armas que hemos


implementado, pero puede estar seguro de que no se le pedirá a su gente
que produzca armas. Sólo cubos de energía, como hemos comentado
antes.

El Capitán Davis luce escéptico, pero no comenta de nuevo.

—Como he dicho, el problema es la tasa de producción. Nuestra gente… la


colonia original y, cuando aterricen, todos los de su pueblo… están
teniendo problemas con la radiación solar. El exceso de sol, hace que las
personas se enfermen.

Mi mandíbula se aprieta. Esto no es cierto. Hemos estado en Centauro-


Tierra casi una semana y ninguno de nosotros hemos enfermado por la
exposición al sol.

La mujer sacude su mano y aparecen los hombres que vinieron con ella
desde el Transbordador, cargando las cajas térmicas. Abren una de ellas y
le entregan a la mujer una jeringa llena de líquido dorado.

—Se trata de una vacuna para la modificación genética. ¿Es consciente del
material para la modificación genética? —pregunta la mujer.

El Capitán Davis asiente.

—Los animales fueron modificados para adaptarse mejor a la vida en la


bio-bóveda de la Nave. La hemos utilizado con moderación en algunos
cultivos a lo largo de los años.

La mujer sonríe.

—El material de modificación genética ha sido de gran ayuda en esta


situación —dice ella—. Hemos injertado una vacuna para la radiación
solar sobre el material de modificación genética. Simplemente inyectamos
a una persona con esta vacuna… —Coge el brazo del Capitán Davis, pero
él lo aparta. La mujer se ríe como si fuera una broma, pero está claro que
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ninguno de ellos confía en el otro—. Una vez que alguien se inyecta la


vacuna, se injerta en el código genético de la persona, asegurando que no
sólo esa persona va a estar protegida contra la radiación solar durante el
resto de su vida, sino que todos sus descendientes nacerán con inmunidad
a ella. Una aplicación, y ¡cada generación que vive en el nuevo planeta
nunca tendrá que volver a preocuparse por la radiación solar!

El Capitán Davis no habla.

—Tengo suficientes vacunas para todos a bordo de Godspeed. Las dejo


aquí con usted. —La mujer vuelve a mover su mano y los hombres cubren
las cajas y las quitan—. Una vez estén todos vacunados, hablaremos de
nuevo y ayudaremos a aterrizar la Nave en la superficie del planeta. —Ella
mira a su alrededor, sus ojos demorándose en el techo de metal curvado—.
Me imagino que estará contento de salir de este trozo antiguo de metal. Un
poco claustrofóbico.

La imagen se vuelve negra.

—¿Qué es esto? —le pregunto en voz baja—. Nada de esto se alinea con lo
que pensamos que pasó…

Chris no responde. Echo un vistazo a él. Su mandíbula está fija en una


línea dura, los ojos sorprendentemente azules parpadeando. Él luce
furioso.

La imagen de la pantalla cambia, y me giro a ella de nuevo. Ahora el


Capitán Davis está en un laboratorio, el Laboratorio Genético, en el Nivel
de Crio. Dos hombres y una mujer en batas de laboratorio están de pie
alrededor de una chica, de unos quince años más o menos, con el pelo
largo y oscuro y ojos estrechos que me recuerdan a los del Capitán.

Ella está sentada en una silla en el centro del laboratorio. Detrás de ella,
puedo distinguir las bombas de Phydus, pero no están de bombeando. En
cambio, un gran contenedor con la etiqueta: VITAMINAS Y
SUPLEMENTOS se encuentra junto a ella. Por encima del hombro de la
niña están los cilindros de los fetos de la Tierra, pero ninguno de ellos
contiene clones de Elder. Todavía no.

—¿Es reversible? —pregunta el Capitán Davis a uno de los hombres con


bata de laboratorio.

Niega con la cabeza.


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—Por lo que sabemos, la “vacuna” no hace más que convertir a una


persona en un perro obediente. —Le entrega al Capitán Davis una de las
jeringas que le dio la mujer con el pelo negro.
El hombre con el traje del laboratorio sacude la cabeza con tristeza a la
chica.

—La hemos probado... no teníamos idea de que nuestra voluntaria se vería


afectada de esta manera.

—Tal vez deberían haberla probado antes de aceptar a mi hija como su


voluntaria —gruñe el Capitán Davis—. Usted debería haber conocido más
como para probarlo en un sujeto humano tan rápidamente.

Los científicos observan nerviosamente el uno al otro, todos temerosos de


la ira del Capitán. La única persona en la sala que no muestra ninguna
emoción es la chica. Su hija.

—Hemos aislado los compuestos dentro de las “vacunas” —continúa la


mujer, su voz aguda y asustada—. Hay material de modificación genética
allí y otro fármaco, uno que nunca hemos visto. Cuando se inyecta, la
persona se vuelve… bueno, una persona se convierte en esto.

Todos ellos miran a la chica en la silla. Ella se queda devolviéndoles la


mirada distraídamente.

—¿Qué es este medicamento? —rechina el Capitán Davis, furioso.

—Lo llamamos Phydus. Cuando se toma por vía oral o se inyecta en el


torrente sanguíneo, hace que una persona sea temporalmente obediente.
Cuando se combina con modificadores genéticos, sin embargo, la
condición se vuelve permanente.

—Esto es lo que la FRX quiere de nosotros. Trabajadores sin sentido.


Esclavos perfectos. —El Capitán Davis luce amargado y furioso. Por un
momento creo que va a golpear a su propia hija, pero, en cambio, él se
aleja.

—Sabes por nuestra comunicación con la primera colonia en el planeta


que la FRX estaba presionando para aumentar la producción de vidrio
solar y crear más armas —dice la mujer con la bata de laboratorio—.
Después de que las negociaciones comerciales se derrumbaran, nunca
oímos de la colonia de nuevo.
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El capitán Davis abre la boca a la mujer.

—¿Crees que... toda la primera colonia? ¿Ya está drogada a la esclavitud?


¿Transformada en algo que no es del todo humano?
—Debe ser —dice la mujer. Suena como si estuviera a punto de llorar—.
Tal vez la FRX les engañó como intentaron hacer con nosotros, diciendo
que era una vacuna. Tal vez la FRX encontró una manera de forzar el
medicamento en ellos. De cualquier manera…

—De cualquier manera, es demasiado tarde para ellos. —La cara del
Capitán Davis se arruga —. Y para ella.

—Estamos trabajando en un medicamento para inhibir las propiedades de


Phydus. —Uno de los científicos masculinos se adelanta—. Podríamos ser
capaces de encontrar una cura.

El Capitán Davis camina alrededor de su hija, una repentina mirada de la


esperanza cruza su cara, una que desaparece con la misma rapidez.

—Y si aterrizamos y damos la cura para la primera colonia —exige—. La


FRX volverá a hacerlo. Ellos quieren su vidrio, sus armas. No hay
suficientes de nosotros, incluso si unimos fuerzas con la colonia, aunque
pudiéramos curarlos.

—Si la FRX está así de determinada a controlarnos —dice la mujer—, ¿qué


podemos hacer para salvarnos?

La cámara se desplaza de nuevo. Un grupo de personas se encuentran en


la mesa de la Sala de Navegación, enfrascadas en una conversación.

—Votaron —dice una joven—. La mayoría de la tripulación quiere aterrizar


la Nave. —Ella es feroz, esta mujer, alta y morena con el pelo revuelto. Ella
viste de rojo vivo, pero todo el mundo en la sala lleva colores apagados. Y
todos ellos ya se ven derrotados.

El Capitán Davis cierra los puños contra la mesa.

—¿No ven el peligro en eso? ¿No ven el terrible destino que ha caído sobre
mi niña? ¡La FRX no quiere una colonia, quiere esclavos!

—Podemos luchar —comienza la joven.

—¿Cómo? No tenemos muchas armas, no como las que tiene la FRX. Si


ellos no pueden controlarnos con Phydus, nos tirarán bombas solares en
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nuestras cabezas. —Todos, excepto la joven, parecen estar de acuerdo con


el Capitán Davis.
—Entonces, ¿qué? ¿Vamos a quedarnos en la Nave? ¿Para siempre? —
exige ella.

El Capitán Davis extiende las manos vacías frente a ella.

—¿Qué otra opción tenemos?

—Vamos a luchar —dice la mujer de rojo—. ¡Lucharemos contigo si


tenemos que hacerlo!

—No —dice simplemente el Capitán Davis—. No lo harás.

La imagen se desvanece, pero no importa, yo sé lo que pasó después. Lo


puedo ver en mi mente con tanta claridad como las imágenes en el video.
El Capitán Davis utiliza Phydus —no el fármaco mezclado con los
modificadores genéticos que la FRX le dio, sino una variación de él— para
controlar a los rebeldes y contener la Nave. El miedo a Phydus les impidió
el aterrizaje y luego lo usó para mantenerlos sometidos.

Aquí es donde la mente retorcida de Orión se aferró a la idea de ser todos


nosotros convertidos en esclavos o en soldados. Como ya ocurrió una vez.

De repente, aparece otra imagen en la cámara. No hay sonido. Sólo la


chica, la hija del Capitán Davis. Ella se ve más delgada y más feroz, pero al
mismo tiempo, está sometida, controlada. Una leona domesticada. Ella se
sienta en el taburete, con la mirada perdida al frente. Me pregunto qué
pasó con ella. Me pregunto si los inhibidores nunca funcionaron en ella.

La cámara se acerca más a su cara. Sus ojos azules sorprendentes. Un


color tan extraño, casi transparente, con iris… iris inusuales…

Sólo una vez antes he visto ojos así.

De repente, soy consciente de que Chris no ha hablado en mucho tiempo.


Me vuelvo lentamente.

Su arma está al mismo nivel que mi cabeza.


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64

Elder
Traducido por Dai
Corregido por Angeles Rangel

B
artie se para en la puerta del Puente de auto-transbordador. Sus
ojos siguen siendo grandes e incrédulos de que la alimentación de
video siga reproduciéndose para que Amy la vea Centauro-Tierra.
Godspeed es nuestra-su-casa. Es una Nave espacial, sí, pero también es
parte agrícola, parte cúpula bio, y todo usado y antiguo y vivimos aquí. El
auto-Transbordador es de cromo brillante y blanco. Se ve impecable, sobre
todo en comparación con nosotros, cubiertos de polvo gris por la
destrucción de la estatua de la Plaga de Eldest.

Sus ojos se detienen en la ventana sobre el Panel de Control. Él ha visto


las estrellas y el Planeta una vez antes, desde el Puente de la Nave antes
de que partiéramos. Pero desde entonces, debió haber renunciado a toda
esperanza de volver a verlos. No hubo escotillas, ni puertas viables en el
resto de Godspeed.

—Casi me había olvidado… —dice, mirando.

Le sonrío.

—Espera a que lo veas desde la superficie del planeta.

Puedo decir por su cara que no tiene en claro lo que está reservado para él.

—Debemos salir lo más rápido posible —agrego y nos trae de nuevo a la


seria tarea que nos ocupa.

Bartie hace una llamada general a los Habitantes de la Nave, haciéndoles


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saber, primero, de mi llegada con un nuevo servicio de transporte y, en


segundo lugar, que está planeando hacer que todos salgan a él. Da
órdenes de masacrar a cualquier ganado restante y empaquetarlo para el
transporte y que sólo pueden llevarse elementos vinculados a nuestra
supervivencia.

Yo lo veo mientras él manda a su pueblo, porque ahora es su pueblo, no el


mío. Bartie reconoce algo en mi mirada porque me sonríe.

—Sé que, cuando aterricemos, no será como era antes —dice —. No planeo
derrocar al gobierno que tengan en Centauro-Tierra. Sólo quiero
asegurarme de que sobreviremos.

Niego con la cabeza.

—No es así. Los congelados despertaron y tienen su propia regla. El padre


de Amy en realidad. Y no es como si estuviéramos sentados tratando de
hacer un gobierno. Todo lo que hemos estado haciendo es sobrevivir y no
hemos sido muy buenos en eso.

—Tal vez vamos seamos capaces de ayudar cuando aterricemos.

—¿Van a luchar en contra de bajar? —pregunto, recordando la última vez


que tratamos de aterrizar.

Bartie niega con la cabeza.

—Ya les he hablado de las manchas negras. Todos ellos sabían que el final
estaba cerca. Este… Esta es la única esperanza que tendremos que
sobrevivir, y ellos lo saben. —Él cambia—. Debería ayudarlos a todos a
prepararse —dice, dirigiéndose a la puerta.

—Voy a asegurarme que todo esté listo aquí —le digo. El auto-
transbordador fue diseñado específicamente para las personas y el
transporte de carga, pero quiero asegurarme de que todo está lleno de la
manera más eficiente posible. No quiero más culpa en mis manos, no
después de dejar que tres personas murieron en el desembarco del
Transbordador original.

Mientras me doy vuelta para irme, me doy cuenta de que el video que
había puesto del planeta para que se reprodujera para Amy había
terminado. Me muevo para desconectar el reproductor de video… ¿por qué
no dijo algo cuando el video se detuvo?
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Toco los controles del intercomunicador. La voz de Amy llena el Puente.


—¿Qué estás haciendo con esa arma? —dice, su voz chisporroteando por
el intercomunicador.

Me congelo. Algo está muy mal.

—Te has dado cuenta, ¿verdad? En cuanto viste ese video. Te diste cuenta
de que mis ojos son como los de ella. —La voz de Chris suena áspera y
desesperada—. No quisiste verlo antes —continúa—, tú y tu padre… no
quisieron ver lo que siempre estuvo frente a sus narices.

—Irises ovalados —dice Amy, luego hace una pausa—. Me di cuenta de


que tus ojos eran diferentes, pero no que eran…

—¿Qué no eran normales? —Chris escupe amargura.

Trato de recordar los ojos de Chris. Realmente nunca lo miré de cerca que
antes, y cuando lo hice, me distraje con la forma en que parecía mostrar
especial atención a Amy. ¿Tiene iris ovalados? Al igual que… al igual que
la chica a la que se inyecto con el modificador genético.

—¿Cómo? —pregunta Amy, con la voz tensa por el miedo. Me imagino a


Chris con una pistola, apuntando a ella—. Estás… estás entre nuestros
militares —tartamudea—. Fuiste uno de nuestros… congelados… —Su voz
se apaga.

Trato de recordar la lista del personal militar que Orión me dio. Había
muchos nombres en ella, ¿pero había allí un Chris? N... No lo creo....

¿Por qué nunca había pensado en eso antes? Orion me enseñó a


cuestionar todo.

Chris se hace eco de mis pensamientos.

—Fue fácil —dice—. Tu padre abandonó la Nave por primera vez, en busca
de la sonda, ¿te acuerdas? Se fue con nueve personas, pero regresó con
diez. Conmigo. —Su voz se burla, aplastando alegremente la confianza de
Amy—. Soy un descendiente de la colonia original que ustedes, los
humanos —dice la palabra de disgusto—, decidieron modificar
genéticamente.
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Mis manos se cierran en puños con tanta fuerza que puedo sentir las uñas
cortando la piel en las palmas. Haría cualquier cosa por no estar
kilómetros por encima de Centauro-Tierra, atrapado en el espacio, sin
poder salvarla.
—Pero… el Phydus…

—¿Eso es todo lo que puedes decir, Amy? Me esperaba algo mejor de ti.
Pero no, como puedes ver, soy uno de los pocos que no se ve afectado por
lo que llamas Phydus.

—¿Cómo es posible?

—Defecto genético. El compuesto que le dieron a mi pueblo modificó


genéticamente las glándulas suprarrenales y la pituitaria. En lugar de las
opciones de lucha o huida, mi pueblo está programado para aceptar y
obedecer. Por suerte para mí, mi glándula adrenal está rota. Produce más
adrenalina que Phydus. Después de unas pocas generaciones de ser
controlados mentalmente por Phydus, mis padres empezaron a mutar.

—¿Hay otros como tú? —pregunta Amy—. Quiero decir, otros que no se
ven afectados por Phydus. —Ella mantiene su voz muy tranquila, no es
natural. No es difícil para mí imaginar lo mucho que le está costando esa
plácida voz. Me recuerda el rayo en la tormenta, el trueno era fuerte y
terrible, pero era el relámpago silencioso quien rompió el cielo oscuro.

Estoy esperando que su rayo ataque.

—Decenas —dice Chris, y a pesar de que él está hablando kilómetros por


debajo de mí, puedo oír el desdén en su voz—. Los que la FRX nos han
encontrado y asesinado. Encontraste un grupo de nosotros antes de esta
noche. Nos llaman híbridos delincuentes, los que tienen la modificación
genética, pero no nos encontramos bajo su control. Y han estado haciendo
todo lo posible por matarnos por años.

—¿Por qué? —Amy sólo está hablando con palabras cortas y rápidas. Me
pregunto si ella está atrapada o peor, si Chris le está haciendo daño.

—¿No lo ves? Esos monstruos por los que has estado tan preocupada. No
son extraterrestres. Son personas. Los monstruos siempre han sido
personas.

Ella guarda silencio por un largo tiempo, absorbiendo esta información. Yo


aflojo los puños, los nudillos me suenan, pero eso no impide que mis
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manos tiemblen.

—Eso no es una explicación —responde Amy.


—¿Por qué cualquier amo odia a un esclavo que no trabaja? Hemos estado
saboteando los envíos, destruyendo cualquier equipo que pudiéramos.

La pantalla de mi consola se ilumina. Amy ha mantenido el enlace de


comunicación entre el auto-transbordador y el compuesto abierto,
probablemente con la esperanza de que yo pueda ver lo que está pasando.
Sé que más que tratar de hablar, no hay nada que pueda hacer aquí. Sólo
puedo escuchar como Amy hace todo lo posible para mostrarme lo que
está pasando en su final.

—Pensé que eras diferente. —La voz de Chris es tan suave que casi no
alcanzo a oír sus palabras.

La voz de Amy, sin embargo, es fuerte. Y enojada.

—Aléjate de mí —grita. Pruebo sangre… he estado mordiéndome el labio


con tanta fuerza que no me di cuenta de que había roto la piel. Si Chris la
toca… si la lastima…

Los menús de la consola de desplazan rápidamente. Esto debe ser trabajo


de Chris. La pantalla se detiene en: Transmisión de Seguridad:
Compuesto, a continuación, un vídeo grabado que muestra el exterior del
Edificio de Comunicación en el compuesto comienza a reproducirse.
Rápidamente se invierte —veo a Amy y a Chris corriendo— ¿de qué?,
Entonces pasa una noche. El lanzamiento auto-Transbordador. Amy,
Chris y yo con el cubo de cristal, a escondidas en su interior. Ejército. Amy
y yo descubrimos el compuesto. Ejército. Ejército. Y entonces, Chris.

El vídeo deja de rebobinarse cuando Chris golpea reproducir, mostrando


a Amy lo que pasó. En el video, Chris no está usando alguna de las
prendas militares con las que lo he visto, está vestido con un oscuro
uniforme de camuflaje, que se parece vagamente a piel verde. Trata de
entrar en el Edificio de Comunicación. Presiona el pulgar contra el escáner
biométrico. En lugar de parpadear HUMANO, muestra una luz de
advertencia y las palabras ACCESO DENEGADO.

El Chris en la pantalla golpea la puerta con el puño y un sonido que


irrumpe a través del intercomunicador me dice que Chris ha golpeado algo
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en el recinto, algo metálico y duro. Si se atreve a golpear Amy...

—Pero… eres un ser humano —dice Amy, pero no suena como si ella cree
la mentira que está diciendo
—No, de acuerdo a ellos. —Chris escupe la palabra—. Ellos nos alteraron
genéticamente. Somos híbridos, ya no somos plenamente humanos.

—¿Por qué? —pregunta Amy. Creo que está tratando de distraerlo,


calmarlo, atemperar la virulencia de su voz—. ¿Por qué la FRX modificó tu
código genético…? No hay riesgo real de radiación solar, ¿verdad? Y
podrían haberte controlado sólo con Phydus. —Hace una pausa—. No es
que lo apruebe. Pero ellos no tenían que hacer algo… que no seas humano.

Me doy cuenta de la elección de palabras de Amy, pero no creo que Chris


lo haga. Amy no dijo que la FRX hizo a los híbridos menos humanos, sino
otra cosa.

—Ellos querían hacer más eficientes a los Trabajadores, por lo que


mejoraron nuestro cuerpo. Pero eso no es todo —dice Chris con amargura.
Suena más fuerte ahora, debe estar más cerca del intercomunicador que
antes—; lo hicieron para que ya no contáramos técnicamente como
humanos. Al menos, no para ellos. Supongo que creer que sus esclavos no
son personas los ayuda a dormir en la noche.

No quiero pensar en ello, pero lo hago: ¿la FRX me clasificará como menos
humano también, sólo porque soy un clon?

Hay una nota de orgullo en su voz.

—Tenemos todas las fortalezas que la FRX diseñó genéticamente para


mejorarnos y fortalecernos como esclavos, pero ningún control mental.

—Puedes ver en la oscuridad —dice Amy lentamente, pensando—. Esa


noche, en el Transbordador…

No tengo ni idea de qué noche en el Transbordador está hablando. Se trata


de tomar todo lo que yo no tengo que conducir el auto-Transbordador
hacia abajo, ahora, directamente a Amy y el compuesto.

—Mejor visión nocturna… mejores sentidos en general. Fuerza. Velocidad.


Agilidad. La FRX pensó que estaban haciendo algo menos humano, pero
en realidad se mejoró el modelo inicial.
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—Todavía te ves humano para mí —dice Amy, su voz suave.

—¡Cállate! —Algo ruidoso se transmite por el intercomunicador. Creo que


la golpeó. Veo rojo. Voy a matar al traidor.
El vídeo continúa. Después de no poder entrar en la Sala de
Comunicaciones, Chris se ve como si fuera a golpear la puerta con algún
tipo de armas… es eso ¿una escama, como la que encontré en el túnel? De
repente, mira hacia arriba. Rápidamente esconde el cristal solar —porque
eso es lo que debe ser— y el Coronel Martin y sus militares se acercan, con
sus armas de fuego afuera. No hay sonido en el vídeo, pero es obvio que el
Coronel Martin está gritando, apuntando un rifle directamente al corazón
de Chris. Chris levanta lentamente las manos, pero me doy cuenta de que
hay un dispositivo pequeño, de color carne en su mano derecha.
Rápidamente se lo mete en su oído.

Esta debe ser la forma en que puede hablar como nosotros, pienso. Si
nuestros acentos evolucionaron en la Nave y los Nacidos en la Tierra
tienen problemas para entender a los Nacidos en la Nave, debe ser aún
más diferente para las personas Nacidas en Centauro-Tierra. Este
dispositivo le permite comprender y responder en nuestro idioma. La FRX
se compone de muchas naciones, no cabe duda de que necesitaban algo
como esto.

Chris empieza a hablar en la pantalla, pero sin sonido no puedo decir lo


que está diciendo. Pronto, sin embargo, el Coronel Martin baja el arma.

—¿Mi padre sabía? —Amy le pregunta, sorprendida.

—Por supuesto que sí, al menos, sabía lo que yo quería que supiera. Le
dije que era un superviviente de la colonia, que habíamos sido aniquilados
por los aliens. No fue difícil. Mi pueblo hackeó el sistema, interrumpimos
el mensaje automático que la Tierra había creado para ti en el aterrizaje.
Manipulamos la información, hicimos que pareciera que los aliens eran la
amenaza. Le di un poco de vidrio solar. Pero entonces un verdadero
mensaje llegó. El Coronel Martin fue persistente… mucho más de lo que
pensé que sería. La FRX sabe que ha aterrizado y están en camino.

Hay una pausa. Amy y yo estamos tratando de ordenar esta información,


yo lo sé.

—El mensaje sobre el arma —dice Amy lentamente—, ese es el verdadero.


Ese es el mensaje que la FRX nos envió.
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—Tratamos de bloquearlo, pero suficiente parte del mensaje se transmitió


antes de que pudiéramos bloquearlo. No hay muchos de nosotros.
“Híbridos Rogue” o como quieras llamarnos. Pero hay más ahora que
nunca. Y la FRX ha descubierto una manera de matarnos a todos.

—El arma.

—Exactamente. El problema es que tenemos un código genético


ligeramente diferente a los seres humanos ahora. Y la FRX lo sabe. ¿El
arma? Es una bomba biológica. Hay una enfermedad que atacará a
cualquiera con ADN mutado… todos nosotros los híbridos, Rogue o no.
Nos va a matar a todos.

Eso significa que todo el mundo al que la FRX ha esclavizado, todas las
personas con Phydus implantado en sus sistemas, así como todos los que,
como Chris, no se ven afectados por el Phydus… todos ellos morirán. Esta
es la razón por la que la FRX no se preocupaba por que el arma nos
matara. No tenemos la mutación que hace a Chris y a su gente
susceptibles. Ellos van a morir y nosotros vamos a vivir.

Mi estómago se cae a medida que me doy cuenta de lo que realmente


significa: tan pronto como la FRX aniquile a los híbridos, se volverán hacia
nosotros. Seremos sus próximos esclavos.

Orion estaba en lo cierto.

—Pero ¿por qué… por qué nos mataste? —le pregunta Amy, y la pena que
se escapa por el intercomunicador me trae de vuelta de mis oscuros
pensamientos hacia los de ella—. ¿Por qué mataste a mi madre?

—Ya has oído al Coronel Martin —dice Chris, su voz crepitando por el
intercomunicador—. Él tiene la intención de disparar el arma.

—Mataste a mi madre porque estaba en una Nave que iba hacia la


Estación Espacial. —La voz de Amy es vacía ahora—. Ella sólo estaba allí.
No tenía nada que ver con la bomba. Pero tú la mataste. ¡Mataste a casi
quinientas personas!

—¡No era sólo yo! —Ahora hay pánico en su voz, miedo—. He reportado
todo a mi gente. Ellos creen que eres de la FRX, que vas a hacer lo que
dicen. Y tienen razón, ¿verdad? El coronel Martin iba a accionar la bomba.
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Y él todavía piensa hacerlo.

—¡Si él está aún con vida! —grita Amy—. Les dijiste a tus pequeños amigos
sobre el plan con las flores. Así es como ellos supieron que debían usar
máscaras de gas. —Una pausa… mucho más larga de lo que me gustaría
—. Eso es lo que llevaban puesto, ¿no? ¿Máscaras de gas? Bastante
conveniente que los hicieron parecer como aliens “reales”.

Amy se burla de él, la forma en que dice la palabra reales, y estoy tan
preocupado por lo que Chris hará después que apenas puedo respirar. No
sé de qué está hablando ahora, pero sé que si no otra cosa, tengo que
hacer algo.

Mis nudillos son de color blanco, están agarrando el borde de la consola.


Nunca, nunca me sentí tan impotente. Pienso en el escape del cohete que
Chris me enseñó, lo que tengo que usar si algo va mal. Tal vez pueda
usarlo para ir a la Estación Espacial.

Puedo accionar el arma.

Yo no quiero matarlos a todos. No creo en la FRX, y no quiero ser


responsable de la muerte de innumerables personas inocentes, sobre todo,
esclavos inocentes y sin sentido ya destruidos por Phydus.

Miro el pequeño libro marrón que estaba en la caja con la pantalla AV de


La Plaga de Eldest. En ese libro está la fórmula para medicamentos
inhibidores. Hay una posibilidad...

—Es nosotros o ustedes —dice Chris, su voz alta.

—Sólo porque eso es lo que has decidido.

—El Coronel Martin lo ha dejado claro, una y otra vez, que si él puede,
utilizará el arma. Siempre será una amenaza que puede controlar. Y
cuando llegue la FRX… porque están viniendo, el Coronel Martin se
aseguró de eso… van a matar a todos los que puedan encontrar. Esta es
una cuestión de supervivencia. Esta es nuestra casa y ustedes son los
intrusos. —Él dice las palabras como si fueran armas, cada sílaba otra
puñalada, cada pausa un golpe.

—No… —dice Amy, chillando de terror por primera vez —. Por favor, no lo
hagas.

Y lo sé: ella está rogando por su vida.


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Enciendo el intercomunicador.

—¡Espera! —grito.
65

Amy

Traducido por Maru Belikov SOS y LizC


Corregido por Angeles Rangel

C
hris mira de mí hacia el intercomunicador y de nuevo a mí. Se
había olvidado sobre el enlace de comunicación, no se dio cuenta
que yo lo había mantenido en marcha.

Él aprieta el arma en su mano.

—Sí matas a Amy —dice Elder a través del intercomunicador, su voz llena
de pasión y rabia—. Te mataré. Llevaré el Transbordador directo a la
Estación Espacial y activaré la bomba biológica, y tú y toda tu gente
morirán.

Chris no baja el arma.

—Pero si la dejas vivir —dice Elder—. Aterrizaré este transbordador.


Hemos encontrado más que sólo el video de la Plaga de Eldest. También
encontramos la fórmula para la medicina del inhibidor que desarrollamos
para contrarrestar los efectos del Phydus.

—¿Una… una cura? —dice Chris. La punta del rifle cae mientras él
empieza a bajar el arma—. ¿Serán capaces de arreglar a mi gente, los otros
híbridos?

La puerta de la Sala de Comunicación se abre de golpe y mi padre entra.


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—¡Tú bastardo! —grita él, lanzándose hacia Chris y golpeándolo contra el


suelo. El rifle patina lejos. Chris se sacude a papá y se estira por ella.

—¿Amy? ¡Amy! ¿Qué está pasando? —dice Elder ansiosamente sobre el


intercomunicador.
Saco mi .38 y apunto abajo hacia el suelo, cerca del rifle, mi dedo ya
apretando el gatillo. La bala se incrusta en el suelo y Chris se detiene. Él
gira alrededor para verme, mi dedo sobre el gatillo, mi pistola apuntando a
su pecho. Papá se pone de pie y agarra el rifle.

—Tenemos a Chris —le digo a Elder.

—¿Estás bien?

—Estoy bien.

Papá se sienta en la Plataforma de Comunicación.

—Sólo para que sepas —dice papá por encima de su hombro a Chris—. Yo
de verdad nunca confíe en ti.

No sé qué tan cierto es eso, creo que papá sí confió en Chris, más bien
mucho. No al principio, Chris no tenía un arma ese primer día. Pero
después, papá quería confiar en él. Es la única razón en la que puedo ver
por qué Chris ha sido capaz de engañarlo por tanto tiempo. Eso o papá
está planeando algo. Los observo a los dos cuidadosamente, esperando por
el momento en que papá golpeará.

—Has estado trabajando con la FRX —dice Chris—. Yo sabía que nunca
podía poner mi fe en ti.

—Sí, bueno, ahora vamos a tener que hacer que la FRX los mate a todos,
así que eso es más un menos un consuelo. Para mí, al menos. —Hay una
sonrisa de triunfo sobre el rostro de papá mientras sus dedos presionan
los números y letras sobre la pantalla para activar la detonación a
distancia de la bomba en la estación espacial.

—¡Espera! —dice Chris. Él hace un movimiento para alcanzar a papá, pero


yo ajusto mi posición, asegurándome que me recuerde a mí y a mí .38—.
Sólo… quiero mostrarte primero lo que estarás asesinando. Tenemos una
trasmisión de las cámaras de seguridad, puedes acceder a ellas por aquí.

La mirada de papá se dirige a mí. Hay marcas de pólvora negra en las


manos y el rostro y me doy cuenta de una mancha de sangre en su
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hombro izquierdo. Él apenas debió haber escapado de la pelea en la


colonia. Y para que él dejara la colonia y haya venido aquí, la pelea debió
haber sido mala. Activar la bomba debe ser su última oportunidad.

—¿Cómo está la colonia? —pregunto suavemente.


—Mayormente prisioneros —dice él.

—Prisioneros —dice Chris—. Prisioneros. Intentamos no matar…

—Pues no intentaron mucho —dice papá—. No en esta batalla y no antes,


no con Emma o el Dr. Gupta o los Nacidos en la Nave o las quinientas
personas en el auto-transbordador incluyendo a mi esposa, tú enfermo
bastardo.

Papá luce tan… ni siquiera puedo describirlo, la ira en su rostro, la furia


en sus ojos. Creo que él mataría a Chris justo ahora, con sus propias
manos, si yo no estuviera aquí.

El cuerpo de Chris se hunde en derrota.

—Solo… solo mire la trasmisión de seguridad de la ciudad, donde los otros


híbridos viven —dice él—. Por favor.

Asiento a papá. Quiero ver.

Papá pasa a través de los menús en el Panel de Control, buscando la


transmisión de seguridad. Después de un momento, la pantalla viene a la
vida.

La ciudad donde los híbridos viven debe ser en el valle o la cordillera que vi
más a allá de la colonia y el lago, ese es el por qué nunca antes lo
notamos. Puedo ver altas, dentadas montañas alzándose en el fondo.

No hay sonido en el video. Pero creo que si lo hubiese, habría poco que
escuchar. Las personas en la calle se mueven robóticamente, sin emoción.
Miran completamente hacia adelante mientras caminan. La pantalla se
mueve de cámara a cámara, mostrando la calle, una fábrica de embalaje,
gente empujando carretillas llenas de arena amarilla, una fábrica de
fabricación de vidrio. Las personas en la fábrica están haciendo esculturas
de cristal con máquinas de soplado.

Se mueven metódicamente, con perfecta sincronía, mientras hacen


docenas de figuras idénticas de cristal, flores o algo así. Si no hubiese visto
las flores de cristal por sí mismas, sin saber cómo fueron hechas, los
llamaría obras de arte. Son perfectamente balanceadas, delicadas y
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encantadoras, con una tira de oro líquido dentro que sé que no


desaparecerá, hará que las flores brillen por dentro, pétalos iluminados
que casi parecen vivos. Pero después de haberlas visto hechas con tal
exactitud sin emoción, las flores ahora lucen espeluznantes y falsas.
—Todos ellos son así —dice Chris después que miramos la pantalla—.
Miles de personas, Nacidas para ser Esclavos, tan acostumbrados a la
repetición y rutina tanto que si algo sale mal, no sabrán qué hacer y
entonces terminaran lastimándose a ellos mismos o… —Chris se pone de
pie, mirando hacia la pantalla con los sopladores de vidrios—, muriendo. A
veces, ellos meten las manos en el fuego o tocan el vidrio derretido sin
guantes. Sólo saben cómo trabajar, y si sus pinzas no están, trabajan con
sus manos desnudas. No conocen nada mejor porque la FRX se ha
asegurado de que ellos nunca se rebelen, nunca piensen por sí mismos.

He visto esto antes. En Godspeed. Lo odié allí, pero lo odio más aquí.

—Cada pocos años, representantes de la FRX vienen y nos checan,


asegurándose que todos todavía estén trabajando, todavía controlados. Si
ven algún chico como yo, Nacido sin el control de Phydus, ellos sólo lo
asesinan. Los vi matar a mi hermana pequeña. Ellos le dispararon en la
cabeza, y la dejaron en la calle y todos con el Phydus sólo pasaron sobre
su cuerpo hasta que se deterioró.

Trago secamente.

—Esto es lo que quería que viera —dice Chris de regreso a la cabeza de


papá—. Quería que conociera la organización a la que está apoyando.

Papá pasa su mano a través de la pantalla, haciendo que se vuelva oscura.

—Al menos están vivos —dice él amargamente—. A diferencia de Maria.


Asesinaste a mucha de mi gente para hacer que tenga algo de simpatía por
la tuya.

Las manos de papá se mueven rápidamente, presionando códigos sobre la


pantalla y pasando a través de nuevos menús.

—¿Qué está haciendo? —dice Chris urgentemente. Él camina hacia


adelante. Muevo mi arma hacia él, haciendo que se quede inmóvil—. ¿Qué
estás haciendo? —pregunta otra vez, con miedo en su voz.

—Estoy preparando la bomba —dice papá sencillamente.


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—¡Está cometiendo genocidio!

—Estoy protegiendo a mi gente —dice papá—. Lo que queda de ellos


después que tú intentaras matarlos.
Algo en la pantalla suena, y papá empieza a presionar más botones.

Hay un golpe sobre la puerta, y me giro, sorprendida. Chris aprovecha ese


momento para golpear a un lado mi brazo, haciéndome dejar caer la .38.
Ambos nos movemos hacia ella. Papá se lanza hacia Chris, y eso es lo que
salva su vida.

Un segundo después, la ventana de cristal sobre la Sala de Comunicación


se rompe y tres hombres en trajes de camuflaje, no puedo creer que pensé
que eran escamas verdes alienígenas, entran. Ellos caminan hacia el Panel
de Control, y escucho a Elder llamar mi nombre en un grito desesperado
mientras la luz intermitente roja que muestra su enlace de comunicación
con nosotros se corta.

Me pregunto si esa era la última vez que escucharé la voz de Elder, si este
es el punto cuando muero.

Uno de los hombres arrebata a papá de Chris y éste se pone de pie, con mi
.38 en la mano, apuntando hacia mí. Los hombres son todos altos, más
altos incluso que Elder, pero mucho más corpulentos, con músculos que
parecen de piedra tallada debajo de sus camisas ajustadas. Pero papá no
se acobarda ante ellos, y yo tampoco.

—Esto termina ahora —dice uno de los hombres en camuflaje. Apunta su


propia arma a papá, un arma que es delgada y ligera, con discos en su
interior en lugar de balas. Lleva más munición a la cintura, filas de
círculos de vidrio plano y delgado que brillan dorado. Yo jadeo. Esta es un
arma que utiliza más de ese vidrio explosivo, y los discos… son del tamaño
y la forma exacta del platillo que Elder encontró en el túnel. Pero no fue un
platillo. Era parte de un arma. Y no sólo va a matar a papá… lo volará en
pedazos.

El hombre que habló inclina la cabeza hacia papá en una burlona muestra
de civilidad.

—Yo estoy a cargo de los híbridos Rogue. —Noto sus ojos azules
cristalinos, sus irises ovales idénticos a los de Chris. Pude dejé reconocer
cuán inusuales eran.
Página363

Los otros dos hombres con él se ubican a cada lado de la Plataforma de


Comunicación, con sus propias armas fuera.

—Yo soy el líder de la gente que han intentado matar —dice papá.
El hombre estalla en risas.

—Tienes coraje, te voy a dar eso. Es una desgracia que aterrizaras tu


Transbordador ahora. Unas décadas antes, y no habrían habido muchos
de nosotros. Unas décadas más tarde, y la revolución habría terminado.
Podríamos haber sido amigos entonces. ¿Pero ahora? Ahora estás alineado
con la FRX y no podemos permitir eso. —Él se burla de papá—. Vas a
hacer dos cosas por nosotros —dice.

—Preferiría morir antes que hacer cualquier cosa por ti —gruñe papá.

El líder Rogue mira a Chris. Este da un paso adelante hasta que el


extremo redondo del barril de mi .38 está presionado contra mi sien.
Puedo sentir el círculo frío de metal excavando en mi cabeza; puedo oler
los restos de aceite para armas y la pólvora.

—¿Qué quieres que haga? —dice papá.

—Vamos a empezar con tu rendición. Vas a llamar a la FRX desde este


recinto, y vas a emitir tu rendición ante mí y mi gente en tu nombre y en el
nombre de la FRX.

—Vendrán de todos modos —dice papá.

—La única arma que nos puede hacer cualquier daño es la Bomba
Biológica. Hemos estado acumulando bombas solares durante décadas.
Por no hablar de todos los rehenes humanos que tendremos para negociar.
Sin el arma biológica, ellos no tienen ninguna oportunidad contra
nosotros.

Mi estómago se revuelve. Fuera de la ventana, el mundo está en calma y


en paz. Me lo imagino explotando, destrozado por las bombas y la guerra.

Papá vuelve a sentarse en la Plataforma de Comunicación, apartando los


fragmentos de cristal esparcidos sobre él. Todos miramos mientras él
inserta sus códigos militares.

—La función de desarme no está allí… —dice el líder Rogue—. ¿Qué estás
haciendo? —Una nueva voz llena la Sala de Comunicaciones—: Coronel
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Martin, hemos recibido su llamada de socorro —dice una voz—. La FRX


está dispuesta a ayudarle.

—¡Los híbridos han tomado el control! —grita papá cuando el líder Rogue
se lanza a por él.
—¿Quieres que nosotros activemos remotamente la Bomba Biológica? —
dice el hombre al otro lado de la línea. Su voz suena totalmente carente de
emoción—. Por favor, inserta tu código de autorización militar.

—¡No! —grita el líder Rogue. Empuja a papá lejos de la Plataforma de


Comunicaciones.

—Cero-alfa-cuatro-dos-gamma —grita papá. La mitad del código de diez


dígitos.

El líder Rogue golpea su puño en la cara de mi padre antes de que pueda


terminar de hablar. Ambos lidian un momento, las manos de papá
alrededor del brazo derecho del hombre, tratando de arrebatar el arma;
entonces el arma solar se estalla, explotando un agujero a un lado del
edificio. Papá finalmente la golpea lejos de las manos del líder Rogue. Uno
de los otros hombres que entraron en La Sala de Comunicación con el líder
Rogue salta en la batalla. Chris observa, con mi .38 presionada con fuerza
contra mi cabeza.

—Tenga en cuenta que —dice la voz en el intercomunicador—, sin el


código completo no vamos a autorizar el lanzamiento a distancia de las
bombas. No queremos destruir nuestra mano de obra esclava, excepto
como último recurso.

Y lo sé: las personas que nos enviaron aquí, en primer lugar, los que
prometieron protegernos, no tienen absolutamente ningún problema en
sacrificarnos. No sé si eso implicaría echar a perder su “producción”. Ellos
prefieren que nosotros y los híbridos Rogue nos matemos unos a otros que
perder todos los recursos que se podrían cosechar del planeta. Usar
Phydus, en todo caso, resolvería sus problemas por ellos.

El tercer hombre que entró en la Sala de Comunicación con los otros


camina hacia Chris y yo. Los músculos de su cuello están tensos, y parece
estar en silencio haciéndole a Chris algún tipo de pregunta.

Chris asiente, luego se vuelve hacia mí.

—¿Sabes qué? Pensé… pensé que podríamos ser algo.


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—Nunca podríamos ser lo que quieres que seamos.

Chris se burla.
—¿Porque soy un híbrido? —pregunta—. ¿O por ese chico? —Me pregunto
si incluso nota que está usando la misma palabra para describir a Elder
que utiliza mi padre.

Lo miro fijamente, esperando que pueda ver el odio en mis ojos.

—Tu ADN no tiene nada que ver con la razón por la que Elder es mejor
hombre que tú.

El otro híbrido se ha salido de mi línea de visión. Jadeo de dolor cuando


algo afilado atraviesa mi brazo. El hombre agarra mi hombro con firmeza,
clavando sus dedos en mi brazo para que, entre su agarre y la pistola en
mi cabeza, no me pueda mover.

Pero puedo decir lo que está pasando. El otro hombre tiene una jeringa, y
puedo sentir el líquido helado y caliente a la vez ser inyectado en mi
torrente sanguíneo.

El líder Rogue y su lacayo tienen a papá de nuevo bajo control, y lo lanzan


de golpe en la silla y la giran de modo que su cuerpo esté frente a mí.

El líquido se siente como el hielo, y tengo un recuerdo repentino y


repugnante de ser bombeada al máximo de Líquido Criogénico.

—¿Qué es eso? ¿Qué estás haciendo con mi hija? —ruge papá, tratando de
saltar y salvarme, pero el líder Rogue lo arroja hacia atrás, sonriendo
maliciosamente.

—En tan sólo unos minutos, ella no va a ser más un humano. No


genéticamente al menos. Tú activaste esa bomba, tú la mataste a la vez.
Ahora, también es un híbrido.

—¡No! —Papá se levanta de un salto, lanzando al líder Rogue fuera de su


camino—. ¡Amy!

Me arden los ojos, chorreando agua. Los cierro y aprieto, incapaz de


soportar el brillo de la luz.

—El dolor pasará —me dice Chris en voz baja. Con simpatía. Baja el arma
mientras el otro hombre da un paso atrás.
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Me dan arcadas. Es la idea de mi cuerpo siendo modificado


irrevocablemente. No puedo soportarlo. Y no puedo soportar la forma en
que Chris me mira ahora, como si yo ya soy uno de ellos.
—¡Amy! —grita papá. Requiere dos de sus hombres para detenerlo.

—Ella va a estar bien —dice el líder Rogue. Sus voces suenan metálicas,
muy fuerte. Agarro mi cabello, bajo la cabeza, meciéndose. No puedo
soportar esto, no puedo soportar esto—. Este contenedor sólo tiene los
genes modificadores en él, no los Phydus. Tendrá todas las modificaciones
genéticas, pero ninguno del control para alterar la mente.

—¡Hijos de puta! —gruñe papá—. ¿Cómo te atreves? ¡Mi hija!

—Siéntate, Coronel Martin —ordena el líder Rogue—. O lo haré contigo.

Me deslizo hasta el suelo. Chris dice algo, no puedo entender qué. Mis ojos
nublados apenas pueden parpadear, pero no puedo dejar de notar que
todos los híbridos Rogue llevan el mismo tipo de botas, unas que tienen
pinzas de metal, tres piezas largas y afiladas curvas por encima de los
dedos del pie en sus zapatos. Unas que harían las mismas huellas que
encontramos fuera del Transbordador. Elder tenía razón desde el principio.
Nos han estado vigilando desde el primer día.

Duele. El ADN de mi cuerpo está reorganizándose en sí mismo para


convertirme en algún híbrido mutante, y no estoy ni siquiera segura de lo
que está pasando, sólo sé que no es humano. Es doloroso, como si hubiera
un incendio en mi interior, quemando mi sangre. Trato de abrir los ojos.
Papá está luchando contra los híbridos, mientras me estoy convirtiendo en
uno.

Papá golpea a un lado al líder Rogue, enviándolo a estrellarse contra la


Plataforma de Comunicación.

Creo por un momento salvaje que va a venir por mí. Él me va a recoger y


llevarme lejos y hacer que pare el dolor.

Pero no está yendo por mí. Se abalanza sobre Chris, agarrando la .38 en
su mano.

El arma sale volando.

Papá aterriza con un fuerte golpe en el suelo, con los ojos abiertos y fijos, a
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centímetros de mi cara, pero ya se ha ido.


66

Elder
Traducido SOS por Mari NC
Corregido por LadyPandora

T
rato de volver a establecer el enlace de comunicación, pero se ha
ido. Todo lo que oí fue vidrio rompiéndose y fuertes golpes y
explosiones, y luego perdí la conexión.

No es demasiado tarde, me digo. Amy no está muerta.

Me digo esto y me obligo a creerlo.

Salgo corriendo del puente y de nuevo a Godspeed. Bartie está de pie cerca
de la escotilla, pareciendo feliz.

—No creo que vaya a tomar tanto tiempo cargar el auto-transbordador —


dice, sonriéndome.

—Ahora —jadeo.

—¿Qué?

—Ahora —digo—. Tenemos que irnos ahora. Tienen a Amy, han tomado
toda la maldita colonia.

—¿De qué estás hablando, Elder? —pregunta Bartie, agarrando mis


hombros—. Cálmate.

Lo sacudo.

—¡No lo entiendes! Lo oí por el sistema de intercomunicación, Bartie,


tienen a Amy. Han tomado la colonia.
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—¿Quién?
—¡Los híbridos! —Lanzo mis manos—. ¡Los extraterrestres! ¡Lo que sea que
quieras llamarlos! ¡Los monstruos con los que hemos estado luchando, los
que nos han estado atacando! ¡Tienen a nuestra gente!

Una línea de preocupación marca la frente de Bartie.

—¿Qué podemos hacer?

—Tenemos que irnos ahora. Sacar a la gente. Lo que puedan cargar. Pero
tenemos que irnos ahora.

Para su crédito, Bartie hace la llamada general. Algunas personas ya están


cruzando los campos, en dirección a la escotilla y los veo tomar su ritmo,
corriendo más cerca.

—Pero, ¿qué podemos hacer? —me pregunta Bartie—. Aunque nos


vayamos en el auto-transbordador en este mismo segundo, ¿qué podemos
hacer?

—Ven conmigo —digo.

Bartie tiene que correr para mantenerse a mi ritmo mientras bajo de nuevo
a través de la escotilla, corriendo hacia el Panel de Control en el Puente.

—Estos son los controles —le digo—. Así es como puedes volar el auto-
transbordador de regreso.

—¿Yo? —Bartie se aleja—. ¡Tú vas a estar volando el auto-transbordador!

—No —le digo—. No, yo no. Tú. Ahora presta atención.

Le muestro todo mientras la gente de Godspeed empieza a cargar el


Transbordador. Le enseño cómo manejar los controles y el sistema de
comunicación. Es muy simple: el auto-transbordador fue diseñado para
funcionar sin operaciones humanas. Una vez que estoy seguro de que sabe
lo que debe hacer, corro fuera del Puente, más allá de la gente que ya está
reunida en las cajas de transporte y por un tramo de escaleras.

El Cohete de Escape del que Chris me habló es más pequeño de lo que


parecía desde el suelo. Tengo que contonearme a través de una escotilla
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abriéndose que me hace caer directamente en el asiento. Los controles son


los mismos aquí que en el auto-transbordador pero más comprimidos y
con un control de maniobra manual adicional que parece un joystick. No
estoy conforme por los controles simplistas, pero tendrán que ser
suficiente.

Enciendo el sistema de comunicación y llamo a Bartie, justo por encima de


mí en el Puente.

—¿Sí? —dice su voz inmediatamente. Parece ansioso.

—Sólo estoy comprobando —digo—. Quería estar seguro de que los


controles funcionaban.

—Elder, esto es una locura —dice. Su voz suena un poco metálica por el
intercomunicador, pero puedo entenderle fuerte y claro.

—Sí —digo—. Probablemente lo sea. Pero es mi única oportunidad de


salvar a Amy. —Puedo ir a la Estación Espacial y puedo detonar las armas
allí por mí mismo. Protegeré a Amy, no importa lo que cueste.

Apago el enlace de comunicación con Bartie y me giro hacia el sistema del


compuesto. Una luz roja parpadea varias veces mientras es establecido el
enlace de comunicación con el compuesto en el planeta.

—No rompan este vínculo de comunicación —digo rápidamente una vez


que los controles me dicen que he conectado.

—¿Y por qué no? —dice arrastrando las palabras una voz que no
reconozco.

—En realidad estoy en el cohete de escape. Voy a ir directamente a la


Estación Espacial. Voy a atracar. Y voy a activar la Bomba Biológica yo
mismo.

—¡Elder, no! —grita una voz. Amy.

—Amy, ¿qué está pasando?

—Me han inyectado también —dice ella y después su voz es ahogada.


Suena como si estuviera siendo arrastrada.

—¿Qué quieres decir? —No hay respuesta—. ¿Qué está pasando?


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¡Maldición!

—Amy ha sido inyectada con el compuesto híbrido. Va a ser susceptible al


arma biológica. Hemos tratado de negociar con el otro líder, el Coronel
Martin. Hemos terminado las negociaciones.
—Déjame hablar con el Coronel Martin —digo.

—¡Está muerto! —grita la voz de Amy a través del intercomunicador. Su


voz suena más áspera de lo que recuerdo, tal vez un poco más profunda—.
¡Lo han matado!

Más sonidos ahogados. No tengo duda de que ellos están tratando de


silenciar a Amy, arrastrarla lejos del intercomunicador. Pero tampoco me
cabe la menor duda de que el Coronel Martin está muerto. Amy nunca
diría eso, no con tanta angustia en su voz, a menos que fuera cierto.

Me tiemblan las manos. Nunca he estado más asustado.

Sólo hay una cosa que puedo hacer.

—Este es el trato —digo. Espero sonar convincente. No tenemos mucho


con que amenazar a los híbridos, pero tenemos una moneda de cambio—.
Tenemos las fórmulas para el medicamento Inhibidor. Chris puede decirles
que Godspeed también tenía Phydus y ustedes sólo tendrán que creerme
cuando les digo que tenemos un antídoto que combate los efectos del
medicamento.

Nadie me responde cuando hago una pausa, así que sólo sigo.

—Mi amigo Bartie va a aterrizar el auto-transbordador. Lleva los apuntes


del medicamento Inhibidor con él. Derriben el auto-transbordador, maten
a mi pueblo mientras aterrizan y perderán la fórmula.

Esta vez, responde una voz.

—No vamos a destruir el auto-transbordador.

—Estoy en el cohete de escape en este momento —digo—. Voy a desactivar


la Bomba Biológica. Si hago eso, dejen que Amy y el resto se vayan.

El sonido de la risa del hombre por el intercomunicador me provoca


escalofríos hasta el hueso.

—No es sólo a la bomba que le tenemos miedo —dice—. La FRX viene y


ahora el único hombre que podría haber sido capaz de hacerlos retirarse
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está muerto. Si la FRX llega, será la guerra para todos. Diezmarán todo el
planeta.
—¡Contactaremos con ellos! —digo desesperadamente—. ¡Vamos a decirles
que no vengan! —No sé si la FRX va a escuchar mis súplicas, pero lo
intentaré. Haré lo que sea, sólo deja que Amy esté bien.

—No es suficiente —dice el hombre—. La única cosa que podría detenerlos


es si toda la Estación Espacial es destruida. El Tesseract basado en la alta
velocidad de viaje requiere de la señal de la Estación Espacial para
funcionar. Si la estación se ha ido, la FRX no podrá comunicarse con
nosotros, no durante décadas. Pero no creo que tengas ningún arma en
esa Nave tuya, ¿verdad?

Hay un nudo en mi garganta y no puedo hablar por un momento.

Entonces digo:

—¿Qué pasa si puedo?

—¿Qué pasa si puedes qué? —ladra el hombre en el intercomunicador.

—¿Qué pasa si puedo destruir la Estación Espacial? Si hago eso...


eliminaré la amenaza de que la FRX sea capaz de comunicarse con
nosotros y eliminaré la Bomba Biológica. Si hago eso, ¿estarán de acuerdo
en dejar a mi gente en paz?

—Si haces eso —dice el hombre—, escribiré el tratado de paz yo mismo.

No respondo de inmediato. Me siento en la cabina del piloto del cohete de


escape y pienso en lo que estaré sacrificando por la paz entre nosotros. Me
quedo mirando las estrellas y me despido silenciosamente.

Amy nunca me perdonará por lo que voy a hacer, pero Godspeed está
muerto. Simplemente flotando aquí. Todo lo que necesita es un pequeño
empujón. Puedo usar el cohete de escape para ubicarme detrás de la Nave,
luego empujarla a la Estación Espacial. La inercia se hará cargo de la
mayor parte de ello: Godspeed chocará en la Estación Espacial, entonces
la estación, y sus armas, serán destruidas, el ejército de Sol-Tierra no va a
poder venir aquí y arruinar las cosas.

—Dame un poco de tiempo —digo por el intercomunicador—. Y déjame


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hablar con Amy.


67

Amy
Traducido por Lizzie
Corregido por Mari NC

C
hris me agarra por el brazo y me arrastra a la Plataforma de
Comunicación. Puedo sentir la presión de cada uno de sus dedos
individuales agarrando mi piel. Colores nadan delante de mis ojos;
aromas que no reconozco llenan mi nariz. Me tropiezo y Chris tira de mí
hacia arriba mientras me doy cuenta con horror que estoy olfateando el
aire como un animal al aroma, porque eso es lo que soy ahora. No
humana. Animal.

Se siente como si el hielo está rodando a través de mis músculos,


desgarrando mi carne. Cuando me alejo de un tirón de las manos de Chris,
me sorprendo al darme cuenta de que soy lo suficientemente fuerte para
hacerlo, él tiene que usar toda su fuerza para seguir tirando de mí hacia
adelante.

Tenemos que pasar por encima del cuerpo de mi padre para llegar a la
Plataforma de la Comunicación, y estuve a punto de romperme entonces.
Mis nuevos ojos no dejan que me pierda ningún detalle: el sudor todavía se
aferra al puente de su nariz, los planos de su cara contra el suelo, el dedo
meñique curvado en su mano izquierda, como si estuviera esperando que
envuelva mi propia meñique alrededor de él y susurre una promesa que
nunca voy a ser capaz de mantener. No ahora que está muerto.

—¿Elder? —digo, mi voz quebrándose, desconocida incluso para mis


oídos... mis oídos que de repente recogen más de lo que nunca han hecho
antes.
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—Amy. —Hay alivio en su voz, algo más que no puedo reconocer.

—¿Qué vas a hacer? —pregunto. Un miedo ominoso fluye por mis venas,
me envenena.
—Voy a chocar Godspeed contra la Estación Espacial.

Chris desliza su mano sobre la pantalla táctil cerca de mí. El líder Rogue
mira por encima de mi hombro mientras un mapa de los satélites en órbita
alrededor del planeta ilumina la Plataforma de Comunicación. La pantalla
se desvanece encendiéndose y apagándose, actualizándose cada pocos
segundos. El auto-transbordador está justo al lado de Godspeed, sus
puntos tan próximos entre sí que las etiquetas se superponen. Me imagino
la evacuación mientras las personas luchan desde la Nave hasta el auto-
transbordador.

Cerca de allí, sólo a un espacio de diez centímetros o menos en el mapa,


hay otro punto, etiquetado: Estación de Preparación Interplanetaria.

—¿Sigues ahí? —pregunta Elder, su voz pequeña y asustada.

—Estoy aquí —digo.

—Tengo que decirte… —dice, y luego se detiene. Inspecciono la pantalla


bajo el intercomunicador. No hay nada malo con el sistema de
comunicación; Elder está luchando por encontrar las palabras que quiere
decir. Por último, habla:

—Lo siento —dice.

La línea muere.

—¿Qué pasó? —pregunto. Quiero golpear mis puños en los controles,


hacer que la voz de Elder vuelva a mí, pero no sé cómo.

Chris mira a los controles.

—Nada —dice—. Elder debe haber desconectado el enlace de


comunicación. No contesta mis llamadas ahora.

Levanto la vista hacia el líder Rogue híbrido, que me está mirando


fijamente. Y mi estómago se retuerce mientras veo la compasión en sus
ojos.
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68

Elder
Traducido SOS por Mari NC
Corregido por Caamille

S
e necesita tiempo para cargar el auto-transbordador y el retraso me
angustia. Ahora que he decidido lo que voy a hacer, sólo quiero
hacerlo. La espera es miserable.

Antes de que Bartie tenga todo y a todos asegurados, entro en el cohete de


escape y me desprendo del auto-transbordador. Usando los controles
manuales, maniobro el cohete de escape directamente detrás de Godspeed.
El mapa en la pantalla muestra una línea de puntos: yo, luego Godspeed,
luego la Estación Espacial. Sólo tengo que mover el punto en el centro
hasta que se estrelle contra el otro punto.

Sencillo.

Bartie se comunica conmigo desde el auto-transbordador.

—Estamos cargados y listos —dice. Su voz suena preocupada—. ¿Estás


seguro de esto?

—Muy seguro —digo.

—Estoy saliendo ahora —dice.

—¿Bartie?

—¿Sí?

—Gracias por todo.


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—Te veré en el suelo, ¿cierto, amigo?


No le respondo. Desconecto el comunicador y veo cómo se separa el auto-
transbordador de Godspeed y se aleja, una corriente de fuego de cohete se
dispara mientras se dirige al planeta.

Godspeed flota delante de mí, colgando imposible en el cielo negro. Se ve


roto, la parte inferior irregular careciendo del Transbordador, el Puente
explotado de manera que parece como si fuera chatarra retorcida. Y a
pesar de que no puedo ver a través del metal al vacío que sé que se hay
dentro de la Nave, parece hueco en la misma forma en que luce un cadáver
sin alma.

Godspeed está muerto.

Pero tiene una última tarea, un último servicio para la gente por la que
vivía para proteger.

Y yo también.

No hubo una parte oficial de los estudios que Eldest me enseñó mientras
vivía en el Nivel Guardián con él, pero Orion una vez me dio un libro sobre
el Titanic, un viejo barco en Sol-Tierra que se hundió y mató a muchos de
sus pasajeros. En retrospectiva, me pregunto si Orion tenía una intención
más profunda al darme el libro, quizás algo acerca de las diferentes clases
o que aquellos atrapados en las entrañas del Titanic fueron congelados. O
tal vez sólo que todos estábamos destinados a morir, al igual que las
personas a bordo.

Pero lo que realmente me quedó, fue la forma en que el Capitán se hundió


con el barco.

Este cohete de escape parece pequeño en comparación con la masa


descomunal de Godspeed, pero sé, a partir de ese mismo libro que Orion
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me dio, que un pequeño remolcador puede mover un barco enorme.


Godspeed sólo necesita un empujón de mi parte.

Voy despacio, muy despacio, hasta que estoy a sólo unos metros de
distancia de Godspeed. No quiero chocar contra el lado, tengo que empujar
la gigante Nave hacia la Estación Espacial. Tomo una respiración
profunda, y reviso mi cinturón de seguridad. Afortunadamente, la parte
inferior del cohete de escape se extiende más lejos de la cabina, pero
todavía así estará un poco cerca, especialmente si tengo demasiada
velocidad.

Ajustando la salida de los cohetes de maniobra orbital, empujo el cohete


de escape hacia adelante.

Aunque espero el impacto, todavía me deja sin aliento y me sacude hasta


los huesos. Mis ojos buscan las uniones de la ventana de la cabina
frenéticamente, buscando cualquier grieta en el cristal pesado.

«Impacto detectado», dice una voz computarizada. Las luces rojas


parpadean a lo largo del tablero de instrumentos.

La voz computarizada sigue: «Advertencia: daños externos. Advertencia:


daños externos». Se repite este mensaje una y otra vez, y no tengo ni idea
de cómo silenciarlo.

—Vas a conseguir mucho más daño antes de que esto termine —le digo, y
aumento las salidas de los cohetes de maniobra orbital. Los puntos
parpadeantes en la pantalla que nos representan a Godspeed y a mí saltan
a la vida, cada vez más cerca de la estación.

No pasa mucho tiempo antes de que pueda verla, mi visión oscurecida por
la cáscara de Godspeed. La estación es grande, pero no más grande que la
Nave. Me recuerda mucho a los insectos de Sol-Tierra llamados libélulas.
El centro es largo y cilíndrico, con brazos mecánicos y escotillas circulares
que salpican la parte superior, claramente destinado a conectarse al tubo
del auto-transbordador.

La zona central es lo suficientemente grande como para que la gente viva


allí cómodamente, pero no hay nadie allí. Tal vez la FRX una vez pensó que
sería un lugar para la comunicación pacífica entre los seres humanos y los
híbridos, pero no creo que ahora sea una posibilidad.

La propia estación espacial no sólo almacena los bienes de Centauro-


Tierra, sino que también opera el enlace de comunicación entre los
Página377

planetas y las “alas” planas que se extienden a ambos lados de la estación


están alineadas con los satélites y receptores de relé.
En algún lugar dentro de su cuerpo de metal está el dispositivo Tesseract-
relay, lo que permite el desplazamiento a alta velocidad entre planetas. Su
destrucción aislará a Centauro-Tierra de la comunicación y eliminará
cualquier posibilidad de visitas desde Sol-Tierra durante décadas, si no
más.

Debajo de la Estación Espacial, dirigido directamente a Centauro-Tierra,


hay un misil enorme. La bomba biológica, la que matará a todos los
híbridos.

Incluyendo a Amy.

Tomo un vistazo de esto.

Godspeed vira bruscamente hacia la estación.

Me imagino todo en cámara lenta, cada hipótesis de causa y efecto


jugando por mi mente. Godspeed chocará en la estación. La estación se
desgarrará, se derrumbará.

Posiblemente el misil se apagará sin lanzarse en el planeta,


desencadenando una explosión más grande de lo que puedo imaginar.

O tal vez el motor de la Nave, un rápido reactor de plomo enfriado


alimentado por uranio reciclado, explotará primero.

Y ahí estaré yo, en mi pequeño cohete, tragado entero.

—Lo siento, Amy —susurro, a pesar del hecho de que he cortado todas las
comunicaciones. Sé que no me va a escuchar, pero también sé que un día
me podría perdonar por romperle mi promesa.

No voy a volver de ésta.


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69

Amy
Traducido por Mari NC
Corregido por Aldebarán

N
o creo que realmente entendí por qué Elder corta el enlace de
comunicación hasta que veo los puntos en el mapa electrónico
comenzando a volar hacia los demás. El cohete de escape y
Godspeed, en un curso acelerado hacia la Estación Espacial.

Y entonces me doy cuenta: no quería que lo escuchara morir.

Cierro los ojos y tapo mis oídos, tratando de contener el grito que está
creciendo dentro de mí.

No puedo respirar. No puedo respirar. Voy a enfermarme.

—Mira —dice Chris, señalando mientras el mapa parpadea y muere,


mostrando nada más que una pantalla en negro.

Corro a la puerta de la Sala de Comunicación y la abro de un tirón. Los


híbridos no se molestan en tratar de detenerme. Supongo que es porque
soy uno de ellos ahora, o tal vez sólo saben que no hay nada para mí por lo
que correr. Una ráfaga de aire frío me golpea, haciendo que mi cabello se
arremoline en frente de mi cara. Lo alejo y corro hacia el centro del
complejo, donde el auto-transbordador estaba no hace mucho tiempo,
antes de que Elder lo abordara.

Echo la cabeza hacia atrás y miro hacia el cielo.

Y veo.
Página379

El cielo oscuro.

Cien millones de estrellas.


Más estrellas de las que he visto nunca. Mis ojos me dejan ver más allá,
pero no me muestran lo único que quiero ver. Cambiaría todas las
estrellas en el Universo si tan sólo pudiera tenerlo de nuevo.

El viento silba entre los árboles cercanos. Cantos de pájaros entran y salen
del sonido.

Los híbridos emergen del Edificio de Comunicación, con la cabeza


inclinada hacia el cielo.

Y entonces vemos el final.

El motor de Godspeed era nuclear, quién sabe lo que alimentaba las armas
biológicas. Pero explotan conjuntamente. En el espacio, no hacen la
familiar nube con forma de hongo. No hacen el ¡boom! de una bomba
explotando.

Hay, contra el cielo oscuro, un breve destello de luz. Está lleno de colores,
como una nebulosa o la aurora boreal, estallando como una burbuja
reventada.

Nada más… sin sonido de una explosión, sin temblores en la tierra, sin
olor a humo. No aquí, en la superficie del planeta.

Nada más que el significado de la muerte de Elder.

Sólo luz.

Y entonces él se ha ido.

Y entonces él se ha ido.

Página380
71

Amy
Traducido por Nanami27
Corregido por Curitiba

E
stoy entumecida, por dentro y fuera.

Miro hacia el cielo de la fría noche hasta que está tan vacío
como yo.

Detrás de mí, los híbridos hablan. Suprimo un


estremecimiento. Soy un híbrido ahora también. Mis ojos ven mucho mejor
en la oscuridad de lo que nunca han sido capaces antes. Noto cada hoja de
los árboles en la sombra, oigo los sonidos más pequeños claramente.

Escucho a los híbridos hablar.

—La amenaza fue eliminada; nuestros especialistas en comunicación lo


confirman —dice uno de ellos.

—Elder nos salvó a todos —dice Chris.

El líder Roghe refunfuña algo.

Me vuelvo. He perdido todo lo que siempre he amado. Pero en la ausencia


de amor, una determinación hecha de acero me llena. Paso hacia el líder
Roghe. Chris levanta a medias su arma, mi arma, el arma utilizada para
matar a mi padre, hacia mí, pero golpeo su mano a un lado como si no
sostuviera nada más peligroso que una flor. Estoy directamente delante del
líder Roghe y lo miro fijamente a los ojos. Estoy incómodamente cerca de
él, he invadido su espacio personal, y no le gusta, pero está dispuesto a
dar un paso atrás.
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—Yo creo —le digo rotundamente—, que tenemos un tratado de paz que
negociar. Y creo que podemos comenzar con la liberación de mi colonia, la
gente que estás manteniendo actualmente en cautiverio.
—Eso puede esperar… —comienza a decir el líder.

Lo interrumpo.

—No va a esperar. Has hecho prisionero a mi pueblo, abusado de nosotros,


y asesinado. Vas a empezar por dejarlos ir. Ahora. Y luego podemos hablar
sobre el resto de la retribución que le debes a mi colonia.

El líder Roghe ladea la cabeza, mirando hacia mí. Finalmente, extiende su


mano. Cuando la tomo y la sacudo, añade:

—Mi nombre es Zane. Y ahora que la FRX está fuera de la ecuación, creo
que nuestros pueblos pueden aprender a vivir juntos muy bien.

Zane tiene algún tipo de dispositivo de comunicación que está más allá de
los radios e incluso los Wi-com que teníamos. Él llama para que camiones
vengan por nosotros y al mismo tiempo envía la información para liberar la
gente y traer a la gente de vuelta a colonia para vivir.

—¿Cuántos de los edificios siguen en pie? —le pregunto. Cuando me


escapé, al menos tres de los edificios, incluyendo el que yo había vivido
con mi familia, fueron destruidos.

—Tratamos de mantener el mínimo daño —dice Zane—. Y si lo crees o no,


tratamos de mantener el mínimo de muertes, también.

No creo eso, en absoluto. Podrían haber destruido el auto-transbordador


en lugar de matar a todos dentro de él cuando mamá se iba. Pero no lo
hicieron. Ellos querían intimidarnos, tomarnos por la fuerza, así que
podríamos rendirnos. O tal vez matarnos era más simple.

Estrecho mis ojos. Matarnos habría sido más sencillo.

—Intentaste destruir la Nave antes de que incluso aterrizáramos —le digo,


recordando la manera en que fuimos golpeados fuera de curso.

Zane asiente lentamente, mirándome como si estuviera asustado de que


estuviera a punto de atacarlo. Pero estoy demasiado ocupada alineando
todas las piezas. La comunicación hackeada que papá y Elder se
escucharon cuando llegamos por primera vez. El bloqueo de la Nave. Cada
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trastabillante bloqueo y falta de comunicación. Todo por culpa de los


híbridos Roghe.
—Tú sabes —le digo con amargura—, si hubieras sido honesto con
nosotros desde el principio, podríamos haber trabajado juntos.

Zane levanta la ceja.

—El Coronel Martin no parecía el tipo de hombre que abandonara su


misión.

Me obligo a mirar el cuerpo de mi padre, y me parece que no puede


aquietar la parte de mí que se da cuenta de que Zane podría estar en lo
cierto. Tal vez mi padre no habría negociado con los híbridos Roghe. No
creo que estuviera de acuerdo con la FRX y su programa de la esclavitud
forzada, pero es posible que mi padre, que estuvo en el ejército toda su
vida y cuyo primer instinto al aterrizar en Centauro-Tierra era conseguir
órdenes de la FRX, no hubiera sido capaz de pensar en la paz sin antes ver
el derramamiento de sangre.

Le digo a esa molesta pero veraz parte de mí, que se calle.

Camiones llegan, y a pesar de que son más grandes que son los más
grandes consumidores de gas en Sol-Tierra, se mueven a través del terreno
áspero silenciosos. Cubos de cristal solar se alinean en el techo de cada
camión.

Sospecho que los híbridos han descubierto una manera de utilizar la


energía de los soles como combustible de los vehículos, pero no me
molesto en preguntar por ello mientras Chris y Zane me acompañan
dentro del primero. Zane deja el otro en el Edificio de Comunicaciones con
las órdenes que, cuando el auto-transbordador aterrice, van a llevar a
Bartie y la fórmula para el medicamento inhibidor a un lugar seguro.

—Quiero llevarte a la ciudad en primer lugar —dice Zane finalmente.


Cuando no respondo, él se mueve incómodamente, mirando por la ventana
el paisaje que pasa. Él y Chris están demasiado nerviosos a mi alrededor,
esperando que me descomponga.

Pero no lo haré.

No delante de ellos.
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El camión nos lleva por el lago y hacia una de las altas y escarpadas
montañas detrás de la colonia. A pesar de que contemplo cómo se ha
ocultado toda una ciudad al alcance de la colonia, me doy cuenta de lo
antinatural que es que los híbridos no se hayan diseminado más. El
Phydus no sólo los hizo obedecer a la FRX, mató a su sentido de la
maravilla y la exploración.

No hablamos de nuevo mientras el camión conduce a través de un largo y


oscuro túnel en la montaña y emerge en una zona poblada. Estamos en el
único vehículo en la calle, pero estamos rodeados de gente y grandes
edificios de cristal y acero, fábricas, en su mayoría, a juzgar por la
suciedad y el sudor de las personas que salen de ellas.

Se arrastran al frente, los ojos y las caras dirigidas hacia adelante. A pesar
de que todos parecen tener una dirección decidida, sus hombros caídos y
sus brazos cuelgan inertes a los lados. Se parecen más a los zombis que
cualquier monstruo que he visto en una película de terror.

El conductor detiene el camión en el centro de la intersección más grande


de la ciudad. Hay tanta gente alrededor que espero que la ciudad sea
ruidosa, pero cuando Zane abre la puerta, lo único que escucho es el
golpeteo rítmico de los pies sobre el pavimento.

Algo golpea en la puerta que Zane aún mantiene abierta. Una mujer con el
pelo corto y rizado y los ojos en blanco, son los ojos de cristal azul, con iris
ovales, pero en blancos iguales. Sus pies siguen subiendo y bajando,
arriba y abajo, pero ella no parece darse cuenta de que no se mueve hacia
adelante.

No se da cuenta siquiera que realmente la puerta está bloqueando su


camino. Zane la cierra de golpe, nadie se estremece con la repercusión del
sonido, y la mujer camina pesadamente hacia adelante como si nada
hubiera estado en su camino.

—¿Por qué me muestras esto? —le digo, mi voz apenas un susurro.

—Quería que vieras por lo que estábamos luchando —dice Zane. Su voz se
oye, pero nadie siquiera parece registrar su presencia.

He visto el Phydus. Vi la Ciudad en Godspeed, vi las miradas en blanco,


las expresiones vacías.

Esto es peor de alguna manera. Creo que por el cielo abierto encima de
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nosotros. Eldest había hecho el uso de Phydus casi excusable detrás de las
paredes de acero de la Nave. Pero nada como esto alguna vez puede ser
excusable en un mundo sin muros.
Zane vuelve su atención hacia mí. Él está tratando de dejar su rostro sin
emociones mientras las personas caminan a nuestro alrededor, pero no
está funcionando.

—¿Sabías que el medicamento que llamas Phydus, se desarrolló en parte


por la investigación que la primera colonia hizo en algunas de las plantas
que descubrieron aquí? El Phydus no existiría sin este planeta, y sin
embargo, ha causado... todo esto. —Él mueve sus manos débilmente,
indicando toda la ciudad.

Miro hacia arriba y hacia fuera, tratando de determinar cuántas personas


hay en esta gran ciudad. Miles, por lo menos. Todos drogados por Phydus.

Zane se empapa en mi reacción antes de continuar.

—Ellos mezclaron el Phydus, que supongo eventualmente quería poner a


prueba para su uso en Sol-Tierra, con materiales genéticos.

Me estremezco. No sé lo que es peor, su suposición de que gran parte de la


población en la Tierra de hoy podrían estar tan drogados como los zombis
ante mí o la mención que el mismo material genético que mi madre ayudó
a desarrollar antes de que ella pusiera un pie en Godspeed.

—El fármaco combinado fue diseñado para atacar las glándulas


suprarrenales y la pituitaria, así como los sentidos y como resultado,
Phydus se convierte en una parte natural de la respuesta del cuerpo a la
estimulación, creando pasividad en lugar del pensamiento individual.

—Las primeras personas se infectaron hace generaciones —dice Chris—.


La FRX no contaba con gente como nosotros, los que tienen glándulas
defectuosas.

—Es una mutación. —Zane se encoge de hombros—. Habría pasado con el


tiempo.

Las conchas vacías de gente se mueven robóticamente por la calle. Casi no


parecen humanos.

Miro a mí misma. Mis músculos todavía duelen, mis huesos aún palpitan
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de los efectos de la solución híbrida con la que he sido inyectada. ¿Quién


soy yo para juzgar quién parece humano o no?
Zane mira a algo muy arriba, y me toma un momento darme cuenta de
que está mirando un poste incrustado en la acera con un altavoz gigante
en lo alto de la misma.

—Solían tener gente de la FRX aquí todo el tiempo —me dice—. Vivieron
aquí hasta que el transporte fue terminado, entonces los nuevos maestros
vinieron a dar órdenes hasta que el próximo transporte estuvo completo.
Ahora ni siquiera se molestan con eso. Ellos saben todo lo que tienen que
hacer es decir lo que quieran, y mi pueblo lo hará.

La forma en que dice que, “mi pueblo”, me recuerda cómo se sentía Elder
acerca de los Nacidos en la Nave. Trago el nudo en mi garganta.

—Durante al menos una década, han usado los satélites para dar órdenes.
Ahora ni siquiera pueden hacer eso, pero mi pueblo continúa trabajando.

Y sé que todos ellos seguirán trabajando, porque incluso sin la FRX


diciendo que lo hagan, el Phydus en su sistema no les permitirá parar.

—La fórmula del inhibidor de Bartie va a funcionar —le aseguro a Zane.

Zane se encoge de hombros. Él no está dispuesto a poner sus esperanzas.

—Estoy contento, por lo menos, de que los seres humanos de la FRX no


estén aquí. —Me mira, me obligo a mirarlo a los ojos—. Fue malo cuando
estaban aquí. Me pregunto a veces...

—¿Qué? —le pregunto. Me toma un momento reconocer la sensación que


está brotando en mi interior. Simpatía.

—Me pregunto si la única razón por la que los híbridos Roghe como yo
mutamos es por los seres humanos de la FRX... —Él se aleja, incapaz de
terminar de hablar.

No necesito que explique sus pensamientos, sin embargo. Si hubieran


líderes de la FRX aquí, viendo a las operaciones del día a día de la colonia
que se habían convertidos en esclavos sin mente... Froto mis muñecas. Las
mujeres que vivían aquí, nacían con Phydus ya en sus sistemas, no eran
más que las muñecas de los amos en Centauro-Tierra. La clase de
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hombres que no tenían ningún problema convirtiendo a las personas en


autómatas sin mente, no tendrían ningún problema en hacer exactamente
lo que querían con las mujeres, que ni siquiera podrían pensar en
protestar.
Trago secamente. No puedo hacer nada sobre el pasado. Pero no voy a
dejar que este tipo de cosas vuelva a suceder en mi planeta, mi casa.

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73

Amy
Traducción SOS por Lizzie
Corregido por Nanis

L
as negociaciones de paz van sorprendentemente bien. Zane tiene a
un equipo de sus propios científicos leyendo sobre la fórmula
Inhibidora que Bartie le dio y parecen seguros de que los
medicamentos funcionan.

A pesar de ello, las negociaciones llevan horas. Sobre todo porque insisto
en que todo sea por escrito, ante un notario y firmado por todos los
presentes. No dejo nada al azar o promesas habladas.

—Y una cosa que quiero dejar en claro —digo mientras nos acercamos al
final—. Mi gente es independiente de la suya. No estamos fusionando
colonias. Somos nosotros mismos. Vamos a elegir a nuestros propios
líderes, tener nuestras propias leyes.

Zane empieza a hablar, pero Bartie lo calla, una de las pocas veces que
Bartie ha hablado en absoluto. Él y el resto de las personas de Godspeed
todavía se recuperan de su viaje.

—Elder querría eso —dice.

Levanto la ceja a Zane, esperando a que se oponga a mi demanda. Pero no


lo hace. Él solo asiente con la cabeza, lo añade al contrato y firma su
nombre.

La peor parte es la primera noche. Cuando realmente me doy cuenta de


que estoy aquí, y él no. Que estoy viva y él está…
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Me dejé llorar esta noche. Sola, en uno de los edificios de piedra que no
fueron destruidos por los híbridos, llorar hasta que no tengo más lágrimas
que soltar, nunca.
Tengo todo el planeta ahora, pero no lo tengo a él.

Zane es fiel a su palabra. En el primer día después de nuestro tratado de


paz, envía a la mitad de su grupo de híbridos Roghe para ayudar a
despejar el daño de la batalla en el edificio. Nadie de mi gente —Nacidos en
Tierra o Nacidos en la Nave— quiere trabajar con ellos.

—Mataron a nuestra gente —dice Tiernan, uno de hombres Nacidos en la


Nave. Él tiene un arma, un arma que sacó de la mano de uno de los
militares muertos, apuntando a los camiones de que llegan de los híbridos
Roghe—. ¡Mataron a Elder!

—Ellos mataron a nuestra gente. Y a mis padres —le digo, mirándolo a los
ojos de manera uniforme hasta que se estremece, incapaz de mantener la
mirada en mis iris ovales—. Pero no mataron a Elder. Elder decidió morir.
Y lo hizo para que pudiéramos tener una vida aquí. Con ellos.

Una multitud de Nacidos en la Nave se reúne alrededor. El cielo está


nublado, el aire húmedo. La tormenta llegará más tarde. Pero ellos saben
lo que una tormenta es ahora y cómo sobrevivir a ella. Una de las mujeres
deja caer su mano protectora sobre su estómago, y me acuerdo que la
mayoría de la población femenina está embarazada. En unos pocos meses,
habrá bebés nacidos en nuestra pequeña colonia, que nunca conocerán
Godspeed. Sus padres les dirán historias de paredes de metal y un cielo
pintado y no van a entender, en realidad no. Nunca conocerán una jaula
por casa.

Realmente nunca serán capaces de comprender lo mucho que se había


perdido por su cielo ilimitado.

—No podemos confiar en ellos… —dice Tiernan, bajando su arma, pero no


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la suelta.

—Tenemos que hacerlo —digo poniendo una mano en su brazo—. No


vamos a sobrevivir en este mundo sin ayuda. Mira a tu alrededor. Tenemos
casi nada. Los suministros traídos de Godspeed ayudaron, pero
necesitamos más. Tenemos el conocimiento y la ayuda y la formación.

—No me gusta —gruñe Tiernan.

—Tampoco a mí. —Echo otro vistazo detrás de mí, y luego miro pasando
de Tiernan, a los otros Nacidos en la Nave que están entrando a su
alrededor, con los ojos muy abiertos, llevando el miedo en sus rostros—.
Pero es hora de que trabajemos juntos —le digo, más fuerte para que los
demás puedan oír—. Es lo que Elder hubiera querido.

Y este es el verdadero legado de Elder: su gente está dispuesta a aceptar la


paz.

Pocos días después de que se redactó el tratado de paz, Zane viene a la


colonia en uno de sus grandes camiones.

—Quería que vieras el primer tratamiento —dice—. No podríamos haber


hecho esto sin ti.

Bartie y yo vamos en nombre de la colonia. Zane y Chris se sientan frente


a nosotros. La tensión es palpable, no solo entre nosotros y ellos, sino
también en la forma en que Bartie tiene miedo de sentarse demasiado
cerca de mí. Se mantiene asomándose hacia mí cuando piensa que no
estoy mirando, comparando lo que soy ahora con la chica que él conocía.

Él piensa de mí más como un fenómeno que antes, puedo decir que


mucho.

Zane ha establecido su base en los viejos túneles utilizados por los


primeros colonos para sus operaciones mineras, una extensión de los
mismos túneles que Elder descubrió cuando ayudó a excavar en busca de
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las letrinas. La entrada está bloqueada por una puerta de alta tecnología
que me recuerda a la del recinto. Zane escanea el dedo en el teclado y en la
pantalla HIBRIDO pasa a través de la pantalla. Miro hacia abajo a mis
manos. No se sienten diferentes, no ahora que cualquier transformación a
la que me sometí ha terminado, pero sé que si presiono mi dedo contra la
pantalla, parpadearía HIBRIDO también. No humana. Nunca humana otra
vez.

Me pregunto lo que Elder pensaría de mí si estuviera vivo. Mis ojos son


azules ahora, no verdes, con iris ovales. Veo mucho más claro ahora,
mucho más lejos. Puedo sentir en qué dirección sopla el viento antes de
que toque mi cara, puedo cerrar los ojos y todavía decir que todo el mundo
se basa solo en su esencia.

Elder es un clon, debe saber lo que se siente el preguntarte si tu ADN,


incluso pertenece aún a ti.

Y entonces lo recuerdo: Elder se ha ido.

Algo dentro de mi alma queda como una cuerda demasiado apretada, pero
pongo un pie delante del otro y miro hacia adelante.

Zane avanza fuera de los laboratorios, a pesar del hecho de que su sede se
encuentra en los túneles de las minas abandonadas, ha estado robando de
la FRX durante el tiempo suficiente para hacer la base de este
campamento con tan alta tecnología como algo que teníamos en el
Transbordador. Los híbridos Roghe salen de habitaciones construidas en
las paredes del túnel, saludándolo mientras camina por ellas.

Él es verdaderamente su líder. A finales de sus veinte o principios de sus


treinta, no puede haber sido fácil para él asumir el control de la población
de híbridos Roghe. Me pregunto lo que fue para él, darse cuenta de que
tenía el control de su propia mente, pero sus padres no lo hacían.
Ocultándose cuando la FRX vino a inspeccionar las fábricas de cristal.
Querer salvar a su pueblo, un pueblo que, en su mayor parte, ni siquiera
son conscientes de que están esclavizados.

Me recuerda mucho a Elder.

Muerdo el interior de mi mejilla hasta que pruebo la sangre. No voy a


llorar. No voy a mostrar emociones. Ahora no. No aquí.

Chris está furtivamente cerca. Su presencia me hace sentir incómoda, pero


no estoy dispuesta a hacerle saber eso. Le doy la espalda, pero eso no le
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impide hablar conmigo.

—Mira la manera en que Bartie se estremece contigo —dice Chris en un


susurro tan bajo que nadie más puede oír. Yo no sería capaz de oír si no
fuera por el hecho de que mis oídos me han traicionado, volviéndose como
murciélagos con su claridad de híbridos.

Lo ignoro.

—Vi la forma en que te trataron antes. ¿Viviste con ellos durante cuánto
tiempo? ¿Meses? Y todavía estaban asustados de tu color perfectamente
normal de piel. ¿Qué pensarán de ti ahora?

Miro hacia adelante.

—Nunca te aceptarán.

Me giro alrededor y agarro el cuello de Chris, todo en un movimiento


rápido que asusta tanto a Bartie que maldice en sorpresa, salta de nuevo a
la pared del fondo por lo que hay mucho espacio entre nosotros y él.

—Si tienes algo que decir —gruño—, dímelo a la cara, cobarde.

Chris tironea para liberarse y por un momento se ve enojado. Pero a


medida que se alisa la camisa, dice, casi como si se tratara de una excusa
para mí:

—Un carácter violento. Efectos secundarios de la hibridación. Las


glándulas suprarrenales son más propensas a hacerte luchar que huir, en
otras palabras.

Lo que no le dije es que siempre he sido más propensa a luchar.

—Hay una diferencia entre tú y yo —le digo—. Sé que un día, mi gente me


aceptará de nuevo. Lo han hecho antes. Se olvidarán de cómo me veo, ya
que se acordaran de quién soy y cómo actúo. Pero no van a olvidar lo que
has hecho. Eres el único que nunca va a ser aceptado. No yo.

Los ojos de Chris se deslizan lejos de los míos.

Puedo sentir mis músculos doblarse, aun cambiando, cada vez más fuertes
mientras mi cuerpo llega a un acuerdo con el hecho de que ya no soy solo
humana. Y puedo oler el miedo que irradia de Chris.

Chris no susurra más palabras crueles hacia mí. Pero el hecho es: una
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parte de mí se enojó porque sé que lo que ha dicho es cierto.


75

Amy
Traducido por Lizzie SOS
Corregido por Angeles Rangel

Z
ane finalmente nos lleva a los laboratorios y, justo como yo
sospechaba, son mucho más avanzados que lo que implicaría los
sencillos túneles.

Un hombre se encuentra en el centro del laboratorio. Me mira sin


comprender.

—Siéntate —dice Zane, y el hombre se sienta de inmediato, casi perdiendo


la silla Chris se apresura a ponerse detrás de él.

Ondeo mi mano delante de la cara del joven. Nada. Está tan vacío como
una hoja de papel en blanco.

—Estamos experimentando con métodos de distribución masiva —dice


Zane—, así que he estado dando a este sujeto una versión diluida de la
droga inhibidora a través del suministro de agua.

Sonrío a Bartie, quien —a pesar de dudar inicialmente— sonríe de regreso


en respuesta. Esta fue nuestra idea, inspirada en las bombas de agua que
distribuían el Phydus en Godspeed.

Zane entrega al joven un vaso de agua.

—Bebe —añade, cuando el hombre no hace más que mirarlo.

El hombre se traga el agua.


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Chris y Zane monitorean los signos vitales del hombre en sus equipos,
pero Bartie y yo sabemos a dónde mirar cuando el Phydus desaparece, por
lo que somos los primeros en darnos cuenta que la vida vuelve a sus ojos.
—¿Qué está pasando? —pregunta el hombre, con la voz quebrada por el
desuso.

—Has sido drogados, toda tu vida —explica Chris en un tono más amable
de lo que le he oído utilizar antes—. Y ahora estás recuperando tu
autonomía.

Los ojos del joven están amplios y temerosos, volando alrededor del
laboratorio.

—Toma un poco de agua —le digo, entregándole otro vaso—. Te va a hacer


sentir mejor.

Mientras Zane y Bartie discuten maneras de distribuir los medicamentos


inhibidores de manera más amplia, Chris me indica que lo siga fuera del
laboratorio.

—Hay algo que quiero mostrarte —dice.

Dudo.

—Vamos, Amy —dice Chris, con un toque exasperado—. Somos amigos.

—No somos amigos —le digo—. Nunca vamos a ser amigos.

—Pero… —El rostro de Chris se ve devastado. Su irises ovales destacan en


sus ojos llorosos, pero todo esto me recuerda que él no es del todo humano
y yo tampoco, ya no más—. Hice lo que pensé que tenía que hacer —dice.

—Como matar a mis padres.

—Quiero que sepas… —dice—, necesito que sepas que… lo siento.

Lo siento no significa nada viniendo de sus labios.

Chris se dirige hacia el túnel y lo sigo, por no oír más excusas, pero
también porque puedo entender por qué hizo lo que hizo. Caminamos en
incómodo silencio.

Huelo el aire. Algo es diferente.


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—Te has dado cuenta —dice Chris.

Huelo… cobre y algo… algo animal. No es nada que reconozca, pero sigue
siendo familiar, como el recuerdo de un olor que nunca he sentido antes.
Los pequeños vellos en mis brazos se erizan y mi piel se pone de gallina.
No puede ser. No aquí. Estamos bajo tierra. Este es el único lugar en todo
Centauro-Tierra que no puede estar…

—¡Pteros! —grito mientras Chris me lleva alrededor de la esquina y los veo,


todos agrupados en el extremo del túnel. Estoy a punto de correr cuando
me doy cuenta del cristal entre los monstruos y yo.

—Está bien, eso es de cristal solar —dice Chris—. No hay manera de que
lo puedan romper.

Un ptero, uno de los más pequeños en el grupo salta sobre sus enormes
patas traseras, acercándose a la ventana. Me arrastro hacia adelante
también. El ptero extiende sus alas lentamente, solo para estirarlas, no
hay ningún lugar para que vuele. Las garras de gancho en el extremo de
las articulaciones de sus alas rozan contra el cristal y me estremezco al oír
el sonido.

—Los pteros… ellos fueron hechos por la primera colonia, antes del gen
Mods y el Phydus —dice Chris—. Los científicos de la primera colonia
estaban tratando de ver si los animales extintos de la Tierra podrían ser
resucitados en este planeta.

Mamá lo sabía, creo. La cercanía entre los pteros y el ADN real del
pterosaurio.

—El pteros también tenía Phydus, sin embargo —digo. Chris estaba
conmigo cuando me encontré con esa prueba.

—Quería decírtelo antes, pero… —Chris no encuentra mi mirada—. Eso


era nuestro. Los Roghe híbridos, quiero decir. Esa es una de las razones
por las que te traje aquí, yo quería que supieras que estabas en lo cierto:
nos dimos cuenta de una manera de controlarlos. Para usarlos para luchar
por nosotros. —Saca un minúsculo tubo plateado como un silbato para
perros. Sopla algunas notas en él, y todos los pteros miran hacia él,
balanceándose en el agudo sonido hasta que Chris guarda el silbato de
nuevo.

El ptero más pequeño frota su cabeza contra el cristal, se da la vuelta tres


veces, y se hunde en el suelo, acurrucado.
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Cierro los ojos, y me acuerdo del otro ptero, el único al que disparé en la
cabeza, el que tenía la boca goteando con la sangre y los restos del Dr.
Gupta.
—Los usaste contra nosotros —le digo rotundamente—. ¿Me trajiste hasta
aquí para mostrarme eso?

Chris levanta las dos manos.

—¡No! Quiero decir, sí, pero no… yo... Quería explicarlo.

—Entonces explícalo —gruño.

—Yo no sabía que iba a ser tan malo. Yo… Zane y los demás… se suponía
que ellos llevarían a esa mujer Nacida en la Nave al Phydus. Pero el doctor
estaba con ella, por lo que lo llevaron también. Y entonces la mujer militar
apareció, y…

—Y los mataron a todos ellos. —Tal vez el ptero rasgó a Juliana Robertson
aparte después de su muerte, o tal vez los Roghe híbridos hicieron parecer
que la muerte de Juliana fue a causa de ellos, pero de cualquier manera,
está muerta.

—La mujer Nacida en la Nave fue un accidente. No queríamos darle una


sobredosis de Phydus.

—¿Y el Dr. Gupta?

Chris frunce el ceño.

—Yo no sabía que lo iban a matar. Ellos… ellos pensaban que él sabía más
sobre Phydus porque estaba con la mujer Nacida en la Nave que tenía la
mancha verde. Cuando él no les dijo…

—Ellos pensaron que podían controlarlo. Hacerlo hablar, bajo la influencia


del Phydus. —Mis palabras son amargas. Pienso en lo que Elder dijo una
vez, lo diferente que sería todo si la gente dijera la verdad.

—El Dr. Gupta —digo—. Fue comido. Vivo.

La boca de Chris cae hacia abajo.

—No se suponía que fuera así —dice.

—Pero lo fue.
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—Estoy tratando de disculparme —dice Chris en voz baja.

—No estás haciendo un muy buen trabajo. —Apenas puedo soportar ver a
Chris. Me pregunto si la bala que puso en la cabeza del Dr. Gupta suponía
para él una muerte misericordiosa para conceder o garantizar que no nos
podía decir la verdad.

—Les dije que los doctores Nacidos en Tierra no conocían al Phydus, que
solo la doctora Nacida en la Nave lo hacía… —La voz de Chris se
desvanece.

—Supongo que Kit no pudo responder a todas sus preguntas lo


suficientemente bien. Apenas era una doctora en sí misma, ya sabes, ella
había sido una aprendiz hasta justo antes que el Transbordador fuera
lanzado. ¿Así que sólo la mataron?

—¡No fue así! —empieza a protestar Chris, pero puedo ver en su cara que
fue exactamente así.

—¿Y Emma? —le pregunto.

Chris está mirando el ptero durmiendo ahora en el otro lado del cristal.

—Ella sabía demasiado.

Frunzo el ceño a esto. Chris empieza a caminar de nuevo, lejos de mí. Se


detiene, y puedo decir que espera que vaya a seguirlo, que espera que me
olvide de todo esto.

Y entonces me doy cuenta de lo que él no quiere que yo sepa.

—Ella no sabía nada del Phydus. Sabía demasiado sobre ti —le digo—. Ella
no confiaba en ti. Tú eras el único sobre el que trató de advertirme.
Adivinó que eras un traidor.

—¡Yo no soy un traidor! —dice Chris inmediatamente y sé que él quiere


creer eso. Él hizo lo que tenía que hacer por su pueblo, los Roghe híbridos.

—Fuiste un traidor para ella —le digo—. Y para mí.

—No —dice Chris, su voz suplicando—. Amy, solo escucha…

—Tú escucha. —Lo miro—. Si hubieras sido honesto desde el principio,


nada de esto habría sucedido. ¡Nada de esto! —Emma estaría aquí todavía.
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Y Lorin y el Dr. Gupta y Juliana Robertson. Y mamá y papá.

Y Elder.

—¡No lo sabíamos! —está gritando ahora Chris—. ¡Tu padre trabajaba con
los militares de la FRX; confiaba en ellos ciegamente!
—Pero yo no lo hacía. Y Elder tampoco lo hacía.

—¿Cómo iba yo a saber eso? —pregunta Chris en un tono desesperado.

Me encojo de hombros.

—Podrías haber preguntado.

—Pero…

Me detengo. Estoy cansada de escuchar excusas. Estoy cansada de las


palabras.

—Podrías haberlo intentado —le digo en un tono uniforme—. Podrías


haber valorado nuestras vidas más que tus secretos.

Camino fuera en silencio.

Página398
77

Amy
Traducido por Lizzie
Corregido por Caamille

S
ol-Tierra y la FRX, intentan ponerse en contacto con nosotros por
última vez. Zane viene a buscarme en uno de sus camiones.

—No sé cómo lo hicieron. Debe haber un Satélite de


Comunicaciones más pequeños todavía en órbita alrededor del planeta, o
encontraron una forma de aumentar la señal de su final. Todos los
sistemas de comunicaciones en la ciudad están encendidos al mismo
tiempo. Es una señal, están tratando de alcanzarnos.

Me lleva a la Sala de Comunicaciones en el recinto. El auto-transbordador,


ahora vacío, sigue en pie en el asfalto, cubriendo el Edificio de
Comunicación. Casi me había olvidado de los cristales rotos, el agujero en
la pared. Damos un paso a través de ella para entrar en el edificio. La
cerradura biométrica nos habría mantenido a los dos fuera.

Las luces rojas parpadean en la Plataforma de Comunicación. No es


mucho lo que todavía funciona, la Estación Espacial alojaba a los satélites
más grandes, pero cuando giramos el dial ansible, escuchamos una voz.

—… tratando de llegar a los supervivientes restantes de la misión


Godspeed. Repito el mensaje: esta es la FRX, tratando de llegar a los
supervivientes restantes de la misión Godspeed. Repito el mensaje…

Presiono el botón del intercomunicador.

—¿Hola? —digo—. Es Amy Martin, hija del Coronel Martin.


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El mensaje en repetición muere.

—¿Hola? —ladra la voz en el intercomunicador.

—¿Qué quiere? —pregunto, incapaz de apartar la cólera de mi voz.


—Es el Presidente Li del Intercambio de Recursos Financieros,
representante de todas las naciones bajo la FRX.

Mis ojos van a la deriva hasta las dobles alas de águila de plata grabadas
sobre la placa conmemorativa por encima de la Plataforma de la
comunicación .

—¿Qué quiere? —pregunto de nuevo.

—Nos gustaría conocer su posición. Toda la comunicación fue cortada. Ya


no tenemos el control remoto de las funciones que anteriormente estaban
activas en la Estación Espacial…

—La Estación Espacial explotó —digo rotundamente.

—¿Lo hicieron los rebeldes híbridos Roghe? —dice el Presidente Li—. ¿Qué
pasó? ¿Son los Roghe más numerosos de lo que se pensaba?

—Hemos unido fuerzas con los híbridos —le digo—. Tenemos una cura
para la “vacuna” que le dieron a todos. —Levanto mi voz mientras el
Presidente Li trata de hablar sobre mí—. Nos estamos asegurando de que
todos los híbridos sean capaces de pensar por sí mismos, y hasta el
momento ninguno de ellos ha elegido permanecer como sus esclavos.

—Confirma que estás actuando como Comandante de la misión Godspeed


—grita el Presidente Li por el intercomunicador.

Piensa que los híbridos Roghe están hablando con él, que cortaron el
sistema.

—Estoy actuando como Comandante —le digo—. No tengo un código para


usted, pero tengo esto: tenemos fuerzas unidas con los híbridos, Roghe o
no, y ninguno de nosotros está por más tiempo bajo su control.

—Ya hemos enviado Naves hacia el planeta —dice el Presidente Li con


enojo—. ¡Si ésta es la forma en que tú y tu gente se siente, vamos a
tratarlos a todos como rebeldes y actuar en consecuencia!

—Eso está bien —le digo—. Usted debe saber que sin la Estación Espacial,
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se lo digo, le llevará la mayor parte de una década llegar hasta nosotros. Y


mientras que usted sólo tendrá las armas que pueda llevar, nosotros
vamos a pasar esa década haciendo tantas bombas solares y misiles como
queramos. Y vamos a apuntarlos todos directamente hacia el cielo. Tan
pronto como las Naves lleguen, vamos a volarlas en lo alto.
—¡Ése es nuestro planeta! ¡Nuestro cristal solar! ¡No puedes sólo
aniquilarnos de esa manera!

—¿Su planeta? —dice Zane a mi lado. Mira a la intercomunicación. Es una


cosa muy buena, para el Presidente Li al menos, los muchos años luz de
distancia entre nosotros.

—Sólo trate de asimilarlo —le digo por el intercomunicador—. Pero de


alguna manera nuestros misiles son más grandes que los suyos. Aquí está
lo que nunca esperaba: si esclaviza a todo un grupo de personas durante
el tiempo que usted ha esclavizado a los híbridos, le digo que están un
poco enojado. ¿Y en lo personal? Estoy enojada también. Así que si es una
guerra lo que desea, por favor, por favor, venga aquí. Estaremos
encantados de luchar.

La estática crepita por el intercomunicador. Vuelvo el dial hasta que hace


clic, cortando la última conexión que tuvimos con Sol-Tierra.

Zane hace alarde de triunfo.

—¿Eso? ¡Eso fue brillante! —dice.

Le sonrío débilmente. Podría haber causado simplemente una guerra


interplanetaria. En una década, cuando, si es que la Nave de guerra de la
Tierra arriba, podría no estar tan feliz con mi vena rebelde que ha sido
amplificada por mi nueva condición híbrida.

Pero también lo decía en serio. Si se trata de guerra, vamos a luchar. Voy a


luchar.

Nunca voy a renunciar a mi casa de nuevo.

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Amy
Traducido por Mari NC
Corregido por Aldebarán

¿Q ué es eso? —pregunta Zane, apuntando a una de las


pocas luces que siguen parpadeando en la Plataforma
de comunicación.

Limpio la suciedad y los residuos acumulados en la parte superior del


Panel de Control.

—Señal de ubicación —digo, leyendo la etiqueta bajo la luz.

—¿Una señal de ubicación? —pregunta Zane—. ¿Qué está detectando? El


auto-transbordador aterrizó, el Transbordador de Godspeed se ha ido...

Un zumbido llena mis oídos, haciéndome marearme.

El cohete de escape sólo tiene dos direcciones: ir a la Estación Espacial o


volver aquí, al recinto.

La señal de ubicación sigue parpadeando.

—¿Podría ser...? —pregunta Zane, mirándome.

Presiona un botón, y un pequeño aparato, similar a la brújula como la que


papá usó para encontrar la sonda es expulsado de una ranura bajo la luz
parpadeante. Parpadea encendiéndose y apagándose, mostrando un punto
tal vez a un kilómetro de distancia, en el bosque.

No puede ser, pienso. Es imposible.


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Pero arrebato la brújula y corro fuera de la habitación.


El sonido de la señal de ubicación crece más fuerte mientras me estrello en
el bosque. Corro sin pensamiento o miedo. Llevo una de las armas solares
ahora, pero ni siquiera pienso en la posibilidad de peligro mientras esquivo
ramas de árboles y salto por encima de las raíces expuestas. Corro más
allá de la zona quemada que contiene los restos del Transbordador de
Godspeed, más allá del bosquecillo donde Chris me besó. No me importa
cuán perdida llego a estar, si llegaré a encontrar mi camino de regreso.

Tengo que saber lo que está en el otro extremo de esta señal de ubicación.

Mientras corro, las ramas de los árboles azotan a mi alrededor,


rasguñando mis brazos y rostro, enganchando mi ropa. Mi corazón
golpetea en mis oídos, en sincronía perfecta con el pitido de la señal de
ubicación de la brújula en la mano. Por primera vez, estoy agradecida de
ser un híbrido, ya que mis músculos híbridos me hacen correr más rápido
de lo que nunca pude antes.

Estoy más cerca.

Más cerca.

Me detengo, girando en el lugar, tratando de averiguar hacia dónde me


está apuntando la señal. Huelo el aire, mis ojos se centran en todos los
detalles. Empujo a través de más ramas. Puedo oír el crujir y el
movimiento mientras pequeños animales y pájaros se escabullen fuera de
mi camino.

Y entonces lo veo.

El Cohete de Escape.

Claramente se estrelló, llevándose medio árbol con él. Una cicatriz en la


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tierra muestra que el Cohete de Escape se detuvo de golpe contra el suelo.


Hace mucho tiempo dejó de arder, pero puedo oler el humo aferrándose a
los árboles quemados que deben haber sido engullidos por las llamas que
salían de la hélice en la parte trasera del Cohete de Escape.
La parte frontal del Cohete de Escape está arrugada como el papel, el
extremo en punta plana, bordes afilados de metal expuestos. La cabina
está recubierta con vidrio, pero la suciedad y los escombros la cubren tan
completamente que no puedo ver el interior.

Dejo caer la brújula en el suelo.

Cierro los ojos.

Trato de no pensar que estoy a punto de descubrir el cadáver de Elder.

Subo en el ala rota del Cohete de Escape, luchando para encontrar algo
para aferrarme mientras sigo mi camino hacia la cabina. Me deslizo,
cortando mi brazo con el metal expuesto, la sangre haciendo a mi mano
resbaladiza.

Cuando llego a la cabina, la limpio con las manos, frotando mi sangre con
la suciedad en el cristal. Esfuerzo a mis ojos híbridos, rogándoles para ver
lo que hay dentro.

Nada.

Ningún Elder, nadie en absoluto.

La cabina está vacía.

—¿Amy? —dice una voz desde el bosque. Me giro alrededor tan rápido que
pierdo mi tentativo agarre en el borde del Cohete de Escape, estrellándome
y aterrizando con un golpe metálico en el ala. Trepo, buscando
frenéticamente en la dirección en que escuché la voz.

Una persona emerge de los árboles.

Alto, con piel de color marrón oscuro, cabello oscuro y ojos oscuros y
ligeramente almendrados. Pómulos altos y labios carnosos.

Y a pesar de que mi cuerpo está gritándome que esto no es posible, mi


corazón está cantando un nombre:

Elder.
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Me levanto lentamente. Y entonces él está corriendo hacia mí, y estoy


corriendo hacia él, y no nos detenemos, chocamos entre nosotros, y estoy
riendo y llorando, y él está sucio y cojeando; hay sangre seca en su cabeza
y un brazo cuelga flácido, y él grita cuando lo toco.
Mis manos tiemblan mientras las levanto para enmarcar su rostro.

Es él. Lo es. Lo es.

—Tan pronto como Godspeed golpeó la Estación Espacial, el Cohete de


Escape perdió su conexión —dice Elder tan pronto como renuncio a su
boca para que pueda hablar en lugar de besarme—. Se bloqueó la señal de
ubicación en el recinto en su lugar y se dirigió directamente a él. Me quedé
atrapado en la explosión, sin embargo, y sacado de curso.

—¿Por qué no volviste antes? —pregunto.

La voz de Elder es rota y áspera.

—Lo intenté. No sabía dónde estaba. —Mira a su alrededor al bosque—.


Encontré un arroyo cercano, así que tuve agua. Y mi pierna. —Él mira
hacia abajo y veo la cruda férula que ha hecho en su pierna. No podía
caminar y no sabía a dónde ir.

—Sólo había tenido la esperanza que me encontrarías —dice.

Entonces no puede hablar más, porque lo estoy besando y creo que nunca
voy a detenerme. Pero lo hago. Me recuesto y miro a sus ojos, y no es
hasta que veo la luz dentro de ellos que me doy cuenta de la verdad de
ello. Ha vuelto.

Está delgado, mucho más delgado de lo que nunca lo había visto. Creo que
su brazo está roto por la forma en que lo sostiene contra su cuerpo, y su
pierna sin duda lo está. Está desaliñado, sucio y herido, pero él está aquí.

Él parpadea. Toca el lado de mi cara, cerca de mis ojos. Mis ojos son
azules ahora, no verdes. Con iris ovales.

—Sigo siendo yo —digo, porque mi mayor temor ahora es que él no quiera


una Amy híbrida.

Él ladea una ceja.

—¿Crees que me importa si tus ojos son de color azul o verde? Me


importas tú. —Su mano se desliza por mi brazo, y envuelve su dedo
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meñique en torno al mío.

—Has vuelto a mí —digo, mi voz rompiéndose en lágrimas no derramadas


de alegría.
—Siempre volveré a ti —me dice acercándome a él.

Siempre.

Fin

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Acerca de la Autora

¡Hola! Mi nombre es Beth Revis y escribo ciencia ficción y novelas de


fantasía para adolescentes. Mi primera novela, Across the Universe, fue
lanzada desde Penguin el 11 de enero de 2011. Across the Universe es el
primero de una trilogía. El segundo libro, A Million Suns salió en 2012 y
el último libro, Shades of Earth se publicó en enero de 2013.

Siéntase libre para explorar el sitio, que incluye información sobre mí, mis
libros y eventos, así como extras para los lectores y escritores.

http://www.bethrevis.com/
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Créditos

Moderadoras
Lizzie y Mari NC

Traductoras
Carmen170796 Jo Little Rose Mari NC Nanami27
Dai lalaemk LizC Maru Belikov Shadowy
Helen1 Lizzie Susanauribe

Correctoras
Aldebarán BrendaCarpio Curitiba Lizzie Nanis
Angeles Rangel Caamille Ladypandora Mari NC Samylinda

Recopilación y Revisión
Angeles Rangel

Diseño
Lizzie
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www.bookzingaforo.com

www.bookzinga.foroactivo.mx
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