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TEMA 4. HOMÍNIDOS DEL PLEISTOCENO.
Todos los hallazgos del pleistoceno medio son consideradas hoy formas sucesoras
del Homo habilis del Plioceno, pero frente a la dispersión de formas fósiles que existe en
la etapa pliocénica de nuestra familia se suele considerar que tan solo uno o dos tipos
de homínidos son los característicos del Pleistoceno Medio, la fase del Pleistoceno que
tuvo lugar entre 730.000 y 130.000 años atrás.
Una historia evolutiva así, con una gran diversificación de especies e incluso de
géneros en épocas tempranas que se reducen más tarde a un único tipo de ser o a un
par de alternativas, no es exclusiva de nuestra familia. El aprovechamiento inicial de un
ecosistema que se abre o la fundación de un nicho ecológico nuevo ofrecen
oportunidades inusuales para la diversificación, mientras que más tarde, con la
explotación avanzada del ecosistema, la diversidad de taxa se reduce. Algo así puede
que sucediera también con los miembros de nuestra familia en el Pleistoceno Medio.
El grado erectus.
El Plioceno vio la aparición de los homínidos, la dispersión de distintas formas de
Australopithecus y la división de los linajes de homínidos robustos y gráciles. Durante el
Pleistoceno Inferior existían aún parántropos. El Pleistoceno Medio se ha identificado por
parte de numerosos autores con la presencia de un tipo muy concreto de antepasado
nuestro, sucesor, a su vez, de los homínidos del Plioceno: El Homo erectus. La hipótesis
de la especie única es hoy pura historia. Esto quiere decir que resulta posible identificar
a los seres de esa época como cortados bajo un patrón semejante aun cuando, por
supuesto, existan ciertas particularidades, una cierta variación morfológica. Si se
enfatizan las semejanzas cabe hablar de una única especie Homo erectus. Si se toman
en cuenta las diferencias, y se relacionan además con las diversidades geográficas y
temporales presentes, puede que entendamos que la especie sufrió a lo largo de su vida
ciertos cambios graduales, o incluso que nos decantemos por la aparición de distintas
especies geográficamente separadas.
A medida que se fueron encontrando restos se afianzaba cada vez más la imagen
del Homo erectus como un ser muy característico, bien delimitado, pero al mismo
tiempo se debilitaban las posibilidades de relacionarlo con sus antecesores (H. habilis) y
sucesores (H. sapiens). Si el H. erectus es una mera rama lateral a la manera de los
australopitecinos robustos, tenemos que admitir o bien que el Homo habilis habría
debido dar lugar directamente a nuestra especie, cosa bastante difícil de sostener, o
que existe otra especie en el Pleistoceno que ocupa ese lugar de transición. Esta última
alternativa implica la aceptación de un modelo del Pleistoceno Inferior y Medio en el que
una parte de los antes considerados Homo erectus queda como tal, con caracteres
derivados muy notorios, mientras que otros de los ejemplares atribuidos en principio a
esa especie se agruparían ahora en una distinta, cuyos rasgos permiten suponer que se
trata del auténtico antecesor de los H. sapiens actuales.
Existe una especia –Homo ergaster- que cumple a la perfección con las
condiciones deseadas: propia de África del Este, posterior a H habilis pero de una edad
que se solapa en la práctica con la de éste, una capacidad craneal notable y autora de
herramientas de una alta sofisticación. Si se acepta esa división es lógico aceptar
también que el Homo erectus es una especie, propia de Asia, lateral respecto de la
nuestra, mientras que el H. ergaster africano daría lugar, en el Pleistoceno Superior, a
los seres humanos modernos. No obstante, existe la posibilidad de que el Homo erectus,
aun confinado por lo general al continente asiático, pudiese estar presente también en
África.
Hace poco y gracias a los descubrimientos de Atapuerca, el panorama del
Pleistoceno Medio ha ganado en complejidad. Los hallazgos incluyen especímenes muy
antiguos, de más de 800.000 años, de cuyo análisis morfológico se ha deducido que la
transición desde los homínidos del Pleistoceno Medio a los humanos modernos se
produce por medio de una especie más, sucesora del H. ergaster y antecesora tanto del
H. neardenthalensis como del H. Sapiens: el Homo antecesor.
¿Cuál es más razonable entre las dos alternativas indicadas, las de un único H.
erectus o la de un H. erectus sensu stricto y un H. ergaster? No existen argumentos
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pre.erectus de 1.900.000 años lo que demostraría que el Homo salió de África durante
la diversificación del Habilis hace 2.000.000 de años y que la evolución del Erectus se
produjo in situ dentro del continente asiático.
Otros hallazgos fósiles en China han descubierto fósiles más modernos que
apoyan la coexistencia en esa zona de Homo Erectus y Homo Sapiens, o al menos la
evolución asiática de Erectus a Sapiens. Restos que se asimilan por su parecido y
capacidad craneal al Homo Sapiens se han datado en unos 400.000 años lo que
supondría que el Sapiens asiático ha evolucionado antes que los Sapiens Europeos.
Estos hallazgos apoyarían la teoría de la evolución multiregional del Sapiens en contra
de la teoría “out of África”. Sin embargo quedan muchas dudas de que estos fósiles
asiáticos puedan ser considerados verdaderos Sapiens.
El corredor de Levante.
El Bósforo y el Norte del mar negro han sido llamados el corredor del Levante. Y es la
vía de salida de África del Erectus mejor documentada con hallazgos en Israel, Georgia,
más modernos que los Erectus asiáticos lo que apoya una primera oleada asiática y otra
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más moderna hacia Europa. Las evidencias apuntan a que se trata de un camino
utilizado en distintas épocas con diferencias importantes en las tradiciones culturales
que llevaban con ellos. Los registros fósiles más extensos son los de Dmanisi en
Georgia, al norte del Mar Negro y también los más importantes, ya que son la mejor
prueba de una presencia muy antigua de Homo en las puertas orientales de Europa.
Estos restos recuerdan algunos ejemplares del lago Turkana o de Kobi Fora en Kenia
pero con capacidad craneal de hasta 777 cc lo que les haga aparecer más similares al
Homo Ergaster con antigüedad de unos 1.700.000 años, que con H. erectus. Eso no sólo
indica una salida temprana de África sino que extiende el rango geográfico de presencia
de los ergaster, a los que ya no se puede considerar como una variedad local dentro del
amplio territorio de extensión de los erectus asiáticos.
Aguirre (2000) sostiene que es muy probable que la salida de África se produjese
en varias oleadas, con una primera que conduce a la larga a los erectus de Java y otra,
algo más moderna, identificable gracias a los ejemplares de Dmanisi.
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El grado Erectus se desarrolla en África y emigra por una parte a Asia y a Europa
durante el Pleistoceno Inferior 1.700.000-730.000 años y Pleistoceno Medio 730.000-
130.000 años. El taxón Erectus se caracteriza por:
1. Capacidad craneal entre 700-1250 cm3.
2. Bóveda craneal aplastada (platicefalia)
3. Torus angular occipital y paredes craneales gruesas
4. La cara cuenta con un arco supraciliar grueso y continuo.
5. Torus aplanado por su parte superior.
6. Prognatismo facial.
7. Molares grandes pero no tanto como los Australopithecus, caninos algo
proyectados y ausencia de barbilla.
8. Altura media 1.70 m. con bastante variabilidad (1.58-1,85)
9. Peso medio 58 kg (entre 51 y 68).
10.Clara morfología postcraneal de bipedismo. Pies 26 cm largo. Locomoción bípeda
funcionalmente completa.
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En términos muy generales, puede decirse que los homínidos del grado erectus
dieron lugar, por evolución, a los seres humanos modernos. Pero la cuestión concreta de
cómo fue ese proceso filogenético tropieza con visiones encontradas por parte de los
especialistas en los homínidos del Pleistoceno Superior. Todos ellos suelen coincidir, al
menos, en una cosa. Durante el segundo interglaciar (130.000-115.000= comienzo
Pleistoceno Superior) e incluso puede que antes, existen en distintos lugares del mundo
antiguo, Europa (Inglaterra, Alemania, Grecia), Asia (Indonesia) y África (Etiopía, Kenia,
Zambia, África del Sur) unos seres que no pueden ser bien clasificados ni como H.
erectus ni como H. Sapiens. En consecuencia, y siguiendo un criterio muy generalizado,
se entienden como formas fósiles de transición. Todo depende de cómo nos planteemos
la forma de aparición de nuestra propia especie. Existen al menos dos posibilidades
contrapuestas. La primera entiende que se produjeron evoluciones múltiples en muchos
lugares diferentes del mundo antiguo con intercambio genético de las poblaciones
existentes, de tal forma que el pase desde el grado erectus a los humanos de aspecto
moderno puede detectarse casi en cualquier lugar del mundo antiguo y, a la vez, todos
esos eslabones contribuyen a la formación de nuestra especie. De acuerdo con este
punto de vista, los neandertales se suelen considerar como una subespecie, propia de
Europa, que aporta su acervo genético al general de Homo Sapiens. Frente a esta forma
de ver las cosas, a la que se llama “hipótesis de la evolución multirregional”, una
alternativa opuesta, el modelo “desde África”, de forma hipotética que el paso de H.
erectus o H. ergaster, a H sapiens tuvo lugar mediante una evolución muy localizada, en
el este africano, a partir de una población de la que surgen los primeros seres humanos
de aspecto moderno. De ser así, ni los homínidos asiáticos del grado erectus ni los
neandertales habrían contribuido con sus genes a la aparición del Homo sapiens. Se
trataría, pues, de especies distintas: un Homo erectus asiático que podría haber existido
hasta los tiempos de los Homo sapiens, y un Homo neanderthelensis europeo, que se
extingue, de la misma forma que lo hace el H erectus, tras llegar a ese continente los
seres humanos de aspecto moderno. Ninguna de esas dos especies, de acuerdo con el
modelo “desde áfrica” habría mezclado su patrimonio genético con el de H. sapiens.
Los preneandertales.
El interglaciar Mindel-Riss tiene lugar desde 400.000 a 200.00 años atrás y es el
momento en el que con bastante probabilidad, se producen los primeros movimientos
de la evolución desde el grado erectus a los sapiens. Unas fechas tan antiguas y una
dispersión de los restos de esa época por tres continentes hacen que los fósiles hallados
se clasifiquen como pertenecientes todos ellos al género Homo, pero a muy distintas
especies. Se habla de homo heidelbergensis, de Homo rodhesiensis, de Homo erectus
petraloniensis o de Homo soloensis. Todos estos especímenes gozan de unas
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representan todas las partes del esqueleto humano. La datación de una de las
mandíbulas es de 300.000 años de antigüedad. La explicación de la presencia en un
lugar tan inaccesible de tantos restos de homínidos que pertenecen todos ellos,
además, a individuos adultos jóvenes, es del todo tentativa. Algunos de los miembros
del equipo de Atapuerca han propuesto que podría tratarse de una especie de
enterramiento intencional.
Las posibilidades de interpretación que ofrecen los ejemplares de la Sima de los
Huesos son tan interesantes como inusuales. En primer lugar por su abundancia. Los
restos postcraneales de la Sima de los Huesos constituyen el 70% de todos los
existentes en el mundo pertenecientes al Pleistoceno Medio. Pero además, como se
trata de seres con una unidad geográfica, temporal y posiblemente, hasta familiar, se
ha podido llevar a cabo un estudio paleodemográfico capaz de indicar cosas como
madurez sexual, distribución de tamaños, dimorfismos sexuales y polimórfimos
existentes en una única población.
Atapuerca también proporciona indicios acerca de cómo tuvo lugar la transición
de los homínidos del grado erectus a las especies posteriores. En julio de 1992 se
encontraron en la sima de los Huesos tres cráneos de una capacidad craneal alta en
general pero también muy diversa. Arsuaga y colaboradores colocaron los ejemplares
de la Sima de los huesos dentro de la muestra de los Homo sapiens “arcaicos”. Chris
Stringer ha utilizado esas evidencias para intentar aclarar el panorama de los homínidos
del segundo interglaciar. Como primera consecuencia, la falta de rasgos derivados
propios de los Homo erectus en Atapuerca le sirve a Stringer para confirmar su tesis de
que nunca hubo H. erectus en Europa. La proyección facial, por su parte, que los
ejemplares de la Sima de los Huesos pertenecen ya al taxón de los neandertales. De ser
así, el H. antecessor sería un excelente candidato para constituir el predecesor de éstos.
Y en cuanto al H. heidelbergensis, Stringer considera que la gran variación de la
muestra de la Sima de los Huesos convierte en difícil el seguir sosteniendo el taxón
Homo Heidelbergensis porque esa especie y los neandertales se solaparían a través de
la muestra de Atapuerca. En cualquier caso, la relación que establecen los especímenes
de Atapuerca entre los homínidos europeos y africanos del segundo interglaciar y los
neandertales parece dejar como única solución para las dudas existentes el volver a los
Homo sapiens “arcaicos”, entendiendo que estamos hablando de un grado. Para Ward y
Stringer (1997) la separación entre el linaje neandertal y el que conduce a la larga a los
humanos de aspecto moderno se da mediante el aislamiento en unas fechas de ese
orden de diferentes poblaciones de H. Heidelbergensis, una de las cuales –la europea-
lleva hasta los neandertales y otra –africana- a Homo Sapiens.
Las interpretaciones filogenéticas que pueden hacerse tras los hallazgos de
Atapuerca podrían resumirse como sigue:
Gran Dolina.
-La propuesta del Homo antecessor permite negar que los preneandertales (H.
heidelbergensis) sean el grupo hermano del conjunto de neandertales y seres humanos
modernos. Como mucho, H. heidelbergensis sería un ancestro exclusivo de los
neandertales. Por su parte, Homo erectus queda como una especie propia únicamente
de Asia que no contribuye a la aparición ni de los neandertales ni de los humanos
modernos.
-No obstante, Homo antecessor es, en función de algunos rasgos faciales, cercano tanto
a los erectus del Pleistoceno Medio tardío de Zhoukoudian y Dali como a los ejemplares
de Qafzeh, lo que supone un argumento a favor de la hipótesis multirregional.
Sima de los Huesos.
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Los neandertales.
La historia de los neandertales comienza con los trabajos llevados a cabo por unos
canteros en el valle de Neander, cerca de Düsseldorf, Alemania. En 1856 en un voladura
de la entrada de la cueva, aparecieron huesos fósiles entre los que se encontraba una
calota, huesos de la cadera, costillas y parte del brazo de un ser más robusto que los
humanos actuales. En 1864 Willian King propuso la clasificación de los restos de
Neandertal como Homo neanderthalensis.
Aun cuando los fósiles del valle de Neander fueron los primeros en ser asignados de
manera formal al Homo neanderthalensis, tres décadas antes habían aparecido restos
que en su momento no fueron relacionados con los neandertales pero pertenecen a ese
grupo. En el año 1830 se habían hallado tres cráneos en la cueva de Engis (Bélgica).
Otro ejemplar muy completo de cráneo de neandertal que no fue identificado así en su
momento es el descubierto en 1848 en la cantera Forbes durante los trabajos de
fortificación de Gibraltar. En términos no ya históricos, sino cronológicos, los ejemplares
más antiguos que se conocen y que algunos autores atribuyen a los neandertales
proceden del yacimiento de Ehringsdorf, a poca distancia de Weimar (Alemania).
Tenemos pues varias alternativas referentes al clado neandertal:
1. Una aparición temprana si los fósiles europeos “arcaicos” de los primeros
momentos del interglaciar Mindel-Riss, o incluso anteriores, pertenecen ya a él.
2. Una aparición intermedia si los ejemplares de Ehringsdorf, y quizá los de otros
yacimientos de una edad semejante como los de Pontnewydd en Gales o
Saccopastore (Italia) son los primeros neardentales.
3. Una aparición tardía si, de una forma que podríamos denominar tradicional que
los neardentales “clásicos” son unos seres que encontramos extendidos por
Europa meriodional y occidental durante los comienzos de la glaciación Würn.
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La “cuestión neandertal”.
Todos los tratados acerca de los neandertales suelen incluir la discusión acerca
de cuáles habrían sido las relaciones filogenéticas entre éstos y los seres humanos de
aspecto moderno. Dentro de las muchas matizaciones que pueden hacerse al respecto
se pueden distinguir tres posturas encontradas. La primera sostiene que los
neandertales son una especie anterior a la de Homo sapiens y ancestral a ésta, de tal
suerte que los seres humanos de aspecto moderno proceden, por evolución, de los
neandertales. La idea es muy antigua, de principios de siglo, pero reaparece con las
tesis de Loring Grace (1964). El final de los neandertales sería, desde este punto de
vista, una evolución hacia Homo sapiens. Wolpoff se ha adherido en cierto modo a esta
hipótesis, aunque tiende a considerar que neandertales y sapiens forma una única
especie.
La segunda manera de entender los neandertales ve en ellos una subespecie de
Homo sapiens, Homo sapiens neanderthalensis, que contribuyó muy probablemente con
su acervo genético a la aparición de los Homo sapiens sapiens. La hipótesis es aceptada
por algunos de los más notorios especialistas como es el caso de Trinkaus. Para quienes
sostienden este modelo el intercambio genético sería posible al tratarse de dos
subespecies y, de acuerdo con las orientaciones fósiles del Próximo Oriente, más que
probable.
La tercera hipótesis acerca de las relaciones evolutivas entre neandertales y
humanos de aspecto moderno sostiene que estamos ante dos especies diferentes, con
los neandertales como una rama lateral que no guarda relaciones de ancestro a sucesor
con Homo sapiens. De hecho éste podría ser incluso más antiguo. Es la postura de
Stringer y Gamble (1993), e implica que los seres humanos de aspecto moderno
desplazaron sin más a las poblaciones de neandertales allí donde ambas especies se
encontraron.
La presencia de restos de neandertales clásicos en época tardía, como sucede en
el sur de Francia y en la península ibérica, es un argumento en contra de la primera de
las hipótesis con una fase neandertal anterior a la de los humanos actuales y
predecesora de nosotros. Podría aducirse, no obstante, que ese salto evolutivo se hizo
de forma local –en el Próximo Oriente quizá- mientras que en otras partes se mantenía
aún la especie neandertal anterior, pero la existencia de restos como los de Cro-
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Europa y Asia, o bien se extinguieron sin dejar descendencia o fueron reemplazados por
los humanos africanos. Algunos de los autores de la teoría del reemplazo por parte de
humanos procedentes de África sostienen además que la transición entre el homo
sapiens arcaico y el moderno estuvo asociada a la presencia de un cuello de botella
poblacional muy estrecho en el origen africano, es decir, a una disminución drástica en
el número de aquellos ancestros hasta el punto de que pudieron llegar a consistir en
muy pocos individuos, incluso sólo dos, quienes serían los antepasados de todos los
humanos actuales.
La evidencias moleculares favorecen la hipótesis de una única cuna africana para los
humanos pero no de la forma radical que proponen algunos que piensan que todos los
seres humanos provienen de una sola mujer, la llamada “Eva mitocondrial” ya que es
posible demostrar que el promedio de individuos fue siempre de al menos 100.000
individuos y nunca menos de unas decenas de miles en algún cuello de botella
poblacional. Esta supuesta Eva mitocondrial se ha datado recientemente en 143.000
años de antigüedad según estudios moleculares del ADN, esto es según su “reloj
molecular”. Sin embargo estudios de variabilidad genética del cromosoma Y en 100.000
hombres de 22 áreas geográficas diferentes, muestran que los hombres actuales
descienden de un “Adán molecular” que vivió hace 59.000 años. Este “desajuste
matrimonial” de 84.000 años apoya la hipótesis de que la descendencia de los humanos
se realizo por parte de un extenso grupo de Homos.
La Eva mitocondrial.
El mt ADN es muy pequeño (16.000 nucleotidos) y sigue un patrón de herencia
matrilineal: hijos e hijas heredan el mtADN de su madre pero solo las mujeres lo
transmiten.
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¿Por qué entonces, ante tan amplia muestra, siguen indicándose los del Próximo
Oriente como los primeros humanos modernos indiscutibles? En Kenia se han
encontrado los más antiguos seres cercanos a los humanos de aspecto moderno, con
una edad respectiva de 270000 y 300000 años obtenida mediante series de uranio. La
edad de 0,64 millones de años atribuida a los especímenes de Bodo llevaría más lejos
aún el origen de nuestra especie si es que el “hombre de Bodo” debe considerarse ya
como un ser humano de aspecto moderno. Y de otorgar esa condición al ejemplar de
Danakil, entonces nos habríamos remontado a cifras que rondan el millón de años. Estas
fechan quedarían ya lejos del rango en que se mueven los indicios proporcionados por
los métodos moleculares.
No hace falta insistir en que los autores partidarios de la hipótesis multirregional
de la evolución de los humanos de aspecto moderno disienten por completo de esas
consideraciones.
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humanos modernos procedentes de África. Pero eso es poco compatible con las
evidencias que apuntas hacia la persistencia de Homo erectus en época reciente. Más
aún, la alternancia en el Próximo Oriente de la ocupación de neandertales y de Homo
sapiens modernos invalida la generalidad de tal supuesto. Otra hipótesis distinta
sostiene que el reemplazo se debió al éxito biológico superior de los humanos
modernos, un éxito que se fundamentaría en la mayor capacidad de comunicación
debida al lenguaje simbólico y creativo que nos caracteriza. El incremento de la
capacidad de comunicarse pudo haber mejorado de forma crucial la capacidad colectiva
para explorar, viajar y construir utensilios y otros artefactos, todos lo cual contribuiría, a
su vez, a aumentar el éxito colonizador de los humanos modernos.
Se trata de una hipótesis razonable acerca de lo que pudo suceder pero,
¿estamos ante una especulación más o, por el contrario, contamos con algún soporte
empírico de ese modelo? El soporte del papel hegemónico del lenguaje simbólico en la
expansión de los humanos modernos proviene de la congruencia filogenética existente
entre árboles genéticos y árboles lingüísticos. Pero se trata de una evidencia más bien
tenue, porque los lenguajes evolucionan con rapidez y obligan a que la reconstrucción
de sus filogenias esté sujeta muchos errores. Ni siquiera se ha podido establecer de una
manera terminante la cuestión de si los lenguajes humanos tienen uno o múltiples
orígenes, aunque se acepte cada vez más el origen monofilético.
La evidencia directa del lenguaje antiguo proviene de los registros escritos, pero
por desgracia éstos no se remontan más allá de 5000 años atrás. Sin embargo se han
podido identificar las principales familias de lenguas y, así, se ha llegado a la conclusión
de que existe una congruencia entre familias lingüísticas y grupos de poblaciones en los
árboles genéticos. Por tenue que sea dicha congruencia, es asombrosa. El
reemplazamiento de genes y de lenguas son fenómenos que pueden ocurrir
independientemente el uno del otro, tal y como lo evidencias los acontecimientos
históricos. Es fácil comprobar, por ejemplo, la considerable amalgama genética que ha
tenido lugar en los Estados Unidos a la vez que se producía una casi completa
asimilación de la lengua inglesa. La coincidencia entre lenguas y poblaciones es un
indicio, pues, de que durante el Neolítico o incluso más tarde podría haber prevalecido
la dispersión conjunta genética y lingüística con impactos favorables mutuos.
El estudio de la dispersión geográfica de los seres humanos de aspecto moderno
por los diversos continentes es, como se puede imaginar, algo de una complejidad tal
que impide dar aquí otra cosa que algunas pinceladas generales. Cada región puede ser
estudiada de forma particularizada en el intento de reconstruir las diferentes oleadas
migratorias que formaron sus poblaciones ancestrales.
Cavalli-Sforza y colaboradores (1994) han reconstruido la historia de las
migraciones de los seres humanos de aspecto moderno analizando una gran masa de
datos extraídos de 971 artículos y monografías con los que se abarca un total de 42
poblaciones aborígenes (agrupadas a su vez en 9 regiones) y un conjunto de 120 genes.
El punto de partida puede situarse en los fósiles humanos de aspecto moderno del
Próximo Oriente, que tienen casi 100000 años e indican, por tanto, que la expansión de
nuestra especie por África del Este subtropical y tropical y por la fronteriza región del
Próximo Oriente tuvo que ocurrir poco después de su emergencia. La expansión hacia el
Extremo Oriente probablemente se produjo a través de dos rutas: una que cruza Asia
Central y otra que hace lo propio con Asia Meridional hasta dirigirse al sudeste asiático y
Australasia. El Extremo Oriente ha estaba colonizado hace 60000 años. Nueva Guinea y
Australia fueron habitadas poco tiempo después, hace 40000 años. La colonización de la
Polinesia tuvo lugar en los últimos 3000-3500 años gracias, probablemente, al desarrollo
de las capacidades náuticas de las poblaciones del sudeste asiático y Australasia.
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América, por su parte, fue colonizada por cazadores nómadas siberianos durante
la última glaciación entre 30000 y 13000 años atrás, cuando el estrecho de Bering había
desaparecido al descender el nivel del mar como consecuencia de la retención de
grandes masas de agua en la capa polar de hielo. Algunos arqueólogos consideran que
la primera entrada en Norteamérica tuvo lugar ya hace 30 o 35000 años; otros creen,
por el contrario, que se produjo hace unos 15000 años, poco después del pico de
glaciación existente hace 18000. Los yacimientos arqueológicos más viejos se
encuentran en América Latina, pero las fechas que se les atribuyen está sujetas a una
cierta polémica. Los yacimientos que reclaman una mayor antigüedad son los de
México, de más de 30000 años, las cuevas de Pikimachay en Perú, de 20000 años, y, en
Brasil, tanto los yacimientos Alice Boer con edades de 20 a 40000 años como el de
Pedru Furada de 32000 años. Pero hay arqueólogos que consideran que ninguno de los
yacimientos fiables (incluyendo el de Monteverde en Chile) puede tener más de 14 o
16000 años. En los Estados Unidos, los yacimientos más antiguos conocidos son la
cueva de Wilson Butte, en Idaho, con 13000-14500 años, la cueva de Fort Rock, en
Oregón, de 13250 años y otros yacimientos de Pennsylvania y Florida con unas edades
de 12000 años. Hay muchos otros yacimientos fechados en edades que van de 11000 a
11500 años y que se caracterizan por la presencia de puntas de flecha de la cultura
Clovis. Por su parte, en Alaska y Canadá existen lugares con restos fechados hasta en
27000 años, pero los datos fiables no van más allá de los 13900 a 15500.
Las evidencias arqueológicas y lingüísticas sugieren que tuvieron lugar al menos
tres migraciones independientes en la colonización de América desde Asia. Primero
llegaron al Nuevo Continente los paleoindios, por medio de lo que pudo haber sido no
una sino varias olas migratorias. Les siguieron rápidamente los inmigrante Na Dene –
llamados así por la familia de lenguajes que lleva ese nombre- que se asentaron en
Alaska y en la costa noroeste de Norteamérica hasta el comienzo del segundo milenio
de nuestra era, momento en que sus descendientes emigraron más al sur y al este
hasta los territorios que hoy forman Canadá y los Estados Unidos. Sus representantes
más meridionales son los apaches y los navajo que se establecieron en el sudoeste de
América del Norte hacia el año 1220 a.C. La tercera migración, que tuvo lugar hace
aproximadamente 11000 años, llevó al continente americano a los esquimales-
aleutianos, quienes se instalaron en las islas Aleutianas, en Alaska y en la costa norte de
Norteamérica. Debe tenerse en cuenta, no obstante, que los datos genéticos no son por
completo consistentes con la imagen arqueológica y lingüística.
La colonización de Europa por los humanos modernos es relativamente reciente,
incluso más reciente que su presencia en Nueva Guinea y Australia –que están mucho
más apartadas de los orígenes africanos del Homo sapiens de aspecto moderno. Los
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