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LOS PRIMEROS POBLADORES

DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
CRONOLOGÍA Y POSIBLES RUTAS
1. Venta Micena
1.1. Descubrimiento
En el año 1982 fue hallado en el yacimiento de Venta Micena, en el municipio granadino
de Orce, un fragmento de calota craneal, datado en 1,5 millones de años, que fue atribuido
a un homínido por los miembros del equipo científico de la excavación compuesto por los
doctores J. Gibert, J. Agustí y Moyà-Solà. Este descubrimiento suponía cambiar algunas
teorías como:

· Que el poblamiento de la península Ibérica no se produjo hasta el Pleistoceno medio,


identificando el fósil VM-0 como el primer representante conocido de la especie
Homo en la Península ya en el Pleistoceno inferior;
· Que éste se hizo a través del corredor de Palestina bordeando el Mediterráneo por el
norte. Ahora se abría la posibilidad de que la colonización de Europa se realizara a
través del estrecho de Gibraltar; o bien,
· Que las fechas estimadas para la primera migración deberían adelantarse
considerablemente.

El yacimiento está situado en el sector nororiental de la cuenca de Guadix-Baza, una


depresión intramontana del Sistema Bético colmatada por sedimentos de edad plio-
pleistocena, entre 3,5 y 0,5 millones de años. En la zona de Orce existía entonces un lago
de gran extensión, en cuyos bordes se produjeron las acumulaciones de huesos que
constituyen el yacimiento, que funcionaba como un cubil de animales carroñeros, hienas
(pachyrocuta brevirrostis), a donde transportaban los restos de los animales cazados por
los grandes carnívoros y, probablemente, los restos de los homínidos que vivían en la
zona, entre los que se encontraba el homínido al que se le atribuye el fragmento craneal
aparecido. “En 1983, Gibert et al., explicaban que el yacimiento de Venta Micena tenía
gran importancia por su extensión (300mx50m), por la gran acumulación de
vertebrados fósiles y por la asociación de microfauna formada por ratas e insectívoros,
elementos que en su conjunto permitían datar el yacimiento entre los 0,9 y 1,7 millones
de años. Venta Micena, en aquel momento, fue datada por criterios bioestratigráficos,
valorando la presencia de una rata del grupo de los tálpidos, denominada Allophaiomys
pliocaenicus, comparando su presencia con la de otros ejemplos de la misma especie,
exhumados en yacimientos que se habían datado por la técnica del paleomagnetismo,
deduciendo que la antigüedad de Orce debía ser similar.” (Campillo, 2002:21) Posteriormente
se dataría también por el método del paleomagnetismo coincidiendo con el periodo de
polaridad inversa del Matuyama.

1.2. La polémica
En un principio, todos los científicos que observaron la cara externa del fragmento craneal,
ya que la interna estaba cubierta por una ganga calcárea muy cementada y de difícil
extracción, coincidieron en afirmar que el fósil debía pertenecer a un representante
primitivo del género Homo, así en un artículo preliminar publicado en Paleontologia i
evolució en 1983 por los doctores responsables de la excavación, se dio a conocer a la
comunidad científica este importante hallazgo, que fue apoyado científica, política,
administrativa y económicamente. Los medios de comunicación de masas magnificaron el
hecho experimentándose un boom mediático sobre el descubrimiento. Se respiraba éxito,
fama y prestigio.

El yacimiento fue visitado por numerosos científicos, entre ellos los profesores H. Y M. A.
de Lumley, máximos representantes de la Prehistoria y de la Paleontología Humana
francesas, que reconocieron el valor del yacimiento y del fragmento fósil. La doctora M. A.
de Lumley aconsejó la limpieza de la cara interna del VM-0 y así se hizo por un equipo de
restauradores-preparadores dirigidos por Mayas. “La sorpresa fue grande, en la cara
interna de la escama superior del hueso occipital existía una cresta de dirección sagital y
de morfología laminar que no estaba descrita en los tratados de anatomía humana,
porque no era la norma, lo cual no implicaba que no fuese una anomalía” (Martínez Navarro
1993:18)

En abril de 1984 el equipo descubridor se trasladó a París para consultar sobre este
carácter desconocido con la doctora Lumley que sugirió la posibilidad de que el fragmento
correspondiese a un équido joven, pero nunca expresó su opinión por escrito. A partir de
este momento la comunidad científica empezó a dividirse entre los que creyeron haberse
equivocado, como Agustí y Moyà-Solà; los que como el doctor Gibert siguieron
defendiendo que en el fragmento existían siete caracteres típicamente humanos y otro
atípico que no estaba descrito a priori; y los que simplemente rehuyen comprometerse.

La noticia se filtró a los medios de comunicación sin la rigurosidad debida empezando una
guerra periodística y oportunista, que no científica, entre los defensores del “burro de
Orce” y los del “hombre de Orce”, lo cual supuso el desprestigio del proyecto VM-0 que
aún hoy continúa.

A pesar de todo, Gibert decidió abrir nuevas líneas de investigación que concluyeran en
demostrar si el fragmento correspondía o no a un homínido. Encargó al Dr. Campillo el
estudio anatómico de la cara interna del hueso occipital para ver si entraba dentro de la
variabilidad humana actual. Éste tras realizar el análisis anátomo-antropológico
comparado, tanto en huesos humanos como de equinos, y observar la variabilidad
anatómica mediante exámenes radiográficos concluye: “... creo que los caracteres del
cráneo fósil de Orce son compatibles con un individuo infantil de la especie humana de
unos cinco años de edad, y no encuentro ningún argumento que me sugiera, ni
remotamente, la posibilidad de que sea un equino” (Campillo, 2002:174) y sugiere que,
mientras los defensores del equino no lo demuestren científicamente, el fragmento craneal
fósil de Orce debe figurar en los cuadros filogenéticos de la especie humana.

En posteriores excavaciones fueron hallados en Venta Micena dos fragmentos de húmero


humano, y en el no muy distante de Cueva Victoria (Cartagena, Murcia) la falange de un
dedo y otros trozos menores con una cronología, 800.000 años, posterior a Venta Micena.
Son restos muy escasos para poder atribuirlos a una especie en concreto, por cronología
podrían ser Hábilis o Erectus, aunque tampoco se descarta que pertenezcan a otra especie.
Tal vez si se hubiesen proseguido los trabajos en Venta Micena podrían haber aparecido
otros restos de homínidos que lo aclararan, pero durante once años no se ha permitido
excavar.

“Al cráneo de Orce se le han practicado pruebas paleoinmunológicas en dos centros de


prestigio, tales como la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada y la
Universidad de California, por profesores experimentados, empleando técnicas similares
pero no idénticas. El resultado ha sido el mismo. Las proteínas de VM-0 están muy
próximas a la especie humana y muy distantes de los équidos” (Campillo, 2002:174)

“ Gibert y Martínez Navarro realizaron también una diagnosis diferencial que sirviera
para discriminar el fragmento craneal de Orce del resto de mamíferos. También, y
paralelamente, comenzaron una serie de trabajos tafonómicos encaminados a la
detección de la actividad humana en los yacimientos de Venta Micena y de la Cañada de
Vélez, también en Orce, que dieron unos excelentes resultados. Se discriminaron huesos
rotos por la acción antrópica de los fragmentados por la acción de los carnívoros
carroñeros o por otros agentes biológicos y/o geológicos. Se discriminaron las estrías de
descarnación producidas con artefactos (cut marks) de los realizados por los carnívoros
con los dientes (gnaw marks)” (Martínez Navarro, 1993:21)

Se localizaron en siete lugares distintos, entre los que se encuentra Vente Micena,
industria lítica que se corresponde con el mismo periodo en que el “Hombre de Orce” se
supone que habitó el territorio. Los hallazgos más importantes proceden del Barranco del
León y de Fuente Nueva, ambos en Orce, que consisten en lascas, sílex tallado y cantos
trabajados con técnicas muy primitivas.

Por otro lado, Martínez Navarro realizó el estudio paleontológico del yacimiento de Venta
Micena caracterizando una fauna típica y perteneciente estratigráficamente al Pleistoceno
inferior, entre 1,8-1,6 y 0,9-0,8 m. a., formada por tres conjuntos de especies que
responden a tres procedencias distintas:

- Grupo A : De evolución autóctona durante el Villafranquiense (Plioceno superior)


compuesto básicamente por las especies: Mammuthus meriodionalis (elefante),
Dicerorhinus etruscus (rinoceronte), Ursus etruscus (oso), Homotherium latidens (tigre
dientes de sable).

- Grupo B : De inmigración de origen asiático compuesto por todos los rumiantes


localizados en Venta Micena: Bubalus sp (búfalo de agua que vive actualmente en la
India), Praeovidos sp (antecesor directo del buey almizclero), y por: Capra alba (cabra) y
Canis etruscus (antecesor directo del lobo actual).

- Grupo C : De inmigración de origen africano compuesto por: Hippopotamus anphibius


antiguus (hipopótamo), Pachycrocuta brevirostris (hiena de gran tamaño) y Megahtereon
sp (pequeño tigre dientes de sable).

Incluir que en el yacimiento de Cueva Victoria se localizó un par de piezas dentales


correspondientes a un cercopiteco, un mono de grandes dimensiones.

2. Atapuerca
La sierra de Atapuerca es una pequeña loma que se extiende de noroeste a sudeste en el
valle del río Arlanzón, en el corredor de Bureba, paso natural que comunica las cuencas del
Ebro y del Duero. Durante el Plioceno e inicios del Pleistoceno se desarrolló en esta sierra
calcárea un complejo sistema cárstico que formó una gran cantidad de cuevas, cavidades y
simas, de las que gran parte están rellenas de sedimentos de final del Pleistoceno inferior y
del Pleistoceno medio. En la actualidad están siendo excavados y constituyen un magnífico
registro arqueológico y paleontológico.

Estas cuevas y sus yacimientos fueron descubiertos a raíz de la construcción de una línea
minera de ferrocarril a finales del XIX. El canal trazado sobre la sierra dejó una trinchera,
en algunos tramos de más de 18 metros de altura, que dejó al descubierto el nivel
estratigráfico de unas cavidades rellenas de sedimentos: la Gran Dolina, la Galería y la
Sima del Elefante, las cuales empezaron a ser excavadas casi un siglo después de ser
descubiertas.

- Gran Dolina (TD): En 1976 cuando Trinidad Torres, un paleontólogo e ingeniero de


minas, investigaba para su tesis sobre los llamados osos de las cavernas y descubrió restos
humanos en la zona, se inicia un estudio pluridisciplinar promovido por el Dr. Aguirre con
la participación de E. Carbonell, arqueólogo, J. L. Arsuaga y J. M. Bermúdez,
paleoantropólogos. El relleno de la cavidad tiene una potencia de 18 m. y para su estudio
estratigráfico se ha dividido en 11 niveles tras el sondeo inicial sobre 6m 2 . En 1993 se
acometen los niveles TD-11 y TD-10 ricos en restos, el segundo de ellos con información
sobre la actividad humana, en una cronología anterior a 300.000 años, tales como la talla
de artefactos líticos, tareas relacionadas con el aprovechamiento de los recursos cárnicos
como transporte, despellejado y descarnado, extracción de médula ósea... Además de
instrumentos líticos usados en el curtido de las pieles. El nivel TD-9 es estéril, el TD-8 es
rico en fauna (carnívoros y herbívoros) mientras que en el TD-7 se encontró una pata de
bóvido. En 1994 se alcanzó el nivel TD-6 en el que desde el primer momento empezaron a
aparecer industria lítica del modo I (olduvaiense), en sílex y cuarcita, y restos fósiles de
animales. También en este nivel se descubrieron fósiles humanos.

Fauna: Macrovertebrados característicos del Pleistoceno inferior y principios del


Pleistoceno medio. Équidos, gama-gama, ciervos, megaceros, cabras, osos... fauna de un
clima no demasiado frío.

Flora: Los estudios de palinología sobre el polen fósil hallado en la parte superior del TD-
6 dan como resultado la presencia del bosque mediterráneo de quercus (carrascas,
quejigos), olea (acebuches) y otros matorrales característicos. Además se ha encontrado un
fruto de almez, posiblemente presente por la actividad recolectora.

Datación: La presencia en este último nivel de mimonis savini, antepasado de la rata de


agua, extinguida hace medio millón de años, databa bioestratigráficamente el yacimiento
en una edad anterior a la de esta extinción. Por otro lado, se realizaron análisis
paleomagnéticos de los sedimentos en los que se constató que el nivel TD-7 fue testigo del
cambio de polaridad del Matuyama al Brunhes y, por tanto, su edad no es inferior a los
780.000 años.

Fósiles humanos: En el nivel TD-6 se han hallado un centenar de fósiles


correspondientes a seis individuos representados por un fragmento de mandíbula, un
maxilar adolescente y otro infantil, un fragmento de cráneo que comprende buena parte de
la frente de un niño, incisivos que por su desgaste se atribuyen a adultos, y otros trozos de
cara, huesos de manos y de pies, vértebras... pertenecientes a individuos más jóvenes.
Todos estos fósiles aparecían con esquirlas y herramientas líticas asociadas, pero no
porque las hubieran utilizado ellos, sino quienes practicaron el canibalismo con ellos,
como se deduce de las marcas de carnicería (cut marks) que hay en estos restos humanos,
en los que se utilizó la misma técnica de desmembrado y descarnado que con los animales
para comerlos. Es muy posible que para estos primitivos seres no hubiera diferencia entre
el cadáver de un ciervo y de un humano. A través de estos fósiles, sobre todo de los del
Niño de la Gran Dolina, se ha podido reconstruir morfológicamente a estos antepasados.
Eran de constitución robusta, debían medir unos 160 cm. de estatura. Tenían rasgos
especialmente antiguos en dientes y cráneo, cuya capacidad estaría entorno a los 1.000
cm 3 , combinados con una cara muy moderna, más incluso que la del Ergaster, lo cual dio
pie para que los científicos de Atapuerca los atribuyeran a una nueva especie: el Homo
Antecessor; y de este modo cambiar un poco el guión de la evolución humana llegando a
plantear que el Antecessor es nuestro ancestro directo, el cual salió de África y evolucionó
en Europa hacia Heidelbergensis y Neandertal, en tanto que los que quedaron en África lo
hicieron hacia Homo sapiens sapiens. Pero en el continente africano no hay evidencias
que validen esta teoría, pero se puede tener en cuenta la hipótesis del “arca de Noé” –en
consonancia con las premisas de la genética poblacional hoy aceptadas-, según la cual,
poblaciones de una misma especie geográficamente aisladas, pueden desarrollar, con el
tiempo, mutaciones distintas, llegando a ser genéticamente diferentes hasta el punto de
poder hablar de dos especies distintas emparentadas entre sí donde originalmente sólo
había una. Ahora “sólo” falta encontrar los vestigios sobre dónde, cómo y cuándo ocurrió.

- Sima de los Huesos : Desde la boca de la Cueva Mayor de Atapuerca, por entre
pasadizos y cavidades se llega a un conducto vertical de 14 m. de altura, en cuyo interior se
ha recuperado una gran cantidad de huesos de carnívoros y humanos. Sin embargo, no se
han encontrado restos de otros mamíferos ni industria lítica. Desde 1991 se han extraído
de la sima treinta y dos individuos casi completos de la especie Heidelbergensis datados en
más de 300.000 años, constituyendo uno de los mayores tesoros arqueológicos, que ha
servido para recabar valiosa información sobre esta especie acerca de sus características
físicas: una capacidad craneal aproximada de 1.300 cm 3 , pronatismo facial, dientes de
grandes dimensiones, ausencia de mentón y el toro supraorbital muy marcado.

En uno de los cráneos se han podido recuperar por primera vez los huesos más pequeños
del cuerpo humano: los del conducto auditivo. En otro de los cráneos está presente el
hueso hiodes y de su análisis detallado se puede deducir que este homínido habría sido
capaz de comunicarse a través del lenguaje. En este mismo cráneo se ha podido constatar
que el individuo al que pertenecía murió por una infección generalizada a partir de una
caries. Otro presenta un crecimiento anómalo del hueso en el interior del oído producido
probablemente por una otitis. Todos los cráneos enseñan golpes y marcas indicadores de
un modo de vida duro y arriesgado. La caza de la fauna que le servía de alimento: elefantes,
megaceros, équidos, bisontes, rinocerontes... conllevaría serios peligros de lesiones y
traumatismos en el mejor de los casos.

Llaman la atención las pelvis -se han encontrado tres huesos púbicos, dos de varones y uno
de hembra todos adultos- ya que son muy escasos los hallados hasta el momento y
constituyen una pieza fundamental de estudio que permite conocer el sexo, la forma del
canal del parto y el peso con más aproximación.

La gran acumulación de huesos humanos y de carnívoros sin industria lítica asociada, lleva
a plantearse muchas preguntas sobre su significado, a plantear hipótesis. Una de ellas
plantea que los osos, mayoritarios en la sima, entrarían en la cueva para hibernar y
algunos se habrían precipitado al fondo de ella, así otros depredadores, al olor de la
carroña, correrían la misma suerte sin posibilidad de salir de esa trampa natural. Lo difícil
llega a la hora de explicar qué hacen allí los restos humanos encontrados. Todos los
cadáveres aparecen unos sobre otros apenas removidos por algunos de los carnívoros
atrapados, y todos en la misma capa sedimentaria o nivel estratigráfico, lo que en términos
geológicos es apenas un instante pero también muchas generaciones. Una de las
conjeturas que se tienen al respecto sugiere que, los treinta y dos individuos, tras su
muerte debieron de ser llevados allí por sus congéneres mientras duró la costumbre y
hasta que el grupo desapareció del lugar, lo cual podría ser la evidencia más antigua
conocida de práctica funeraria. Se ha descubierto que la sima tenía una entrada natural en
su vertical desde la superficie lo cual facilitaría el trabajo de arrojarlos al fondo.

Se ha realizado un estudio paleodemográfico sobre las edades de muerte de estos


homínidos y así se ha establecido que la mayor parte de ellos eran adolescentes entre 13 y
19 años y adultos de menos de 30 años, apenas hay niños, viejos u otros adultos.

Si el yacimiento es el resultado de una práctica funeraria, esto significaría que el Homo


Heidelbergensis se preocupaba de sus congéneres muertos lo cual sería una prueba de que
se habría cruzado la “barrera de la complejidad” y sería el momento en que aparecieron las
principales características que nos definen como humanos. Si la lectura de este yacimiento
se complementa con los niveles correspondientes de otros, se puede deducir que esta
especie curtía pieles, trabajaba la madera y la piedra e incluso organizaba y estructuraba su
territorio.

3. Otros yacimientos
3.1. Yacimientos con industrias de cantos tallados
Los yacimientos de Venta Micena y de Atapuerca son los más importantes y
representativos de la Prehistoria peninsular, y en lo que al segundo se refiere, su
estratigrafía permite datar con fiabilidad desde el final del Pleistoceno inferior. Por el
contrario, no se puede decir lo mismo del resto de los yacimientos peninsulares para el
mismo periodo puesto que el registro arqueológico es muy fragmentado y con escasa
precisión cronológica. Aún así, hay una serie de yacimientos de cantos tallados que, no sin
polémica, apoyan la hipótesis del poblamiento antiguo en la península Ibérica. Estas tallas
constituyen las primeras manufacturas de los homínidos africanos a partir de 2 millones
de años y, en la Península, tienen una notable duración desde el final del Pleistoceno
inferior y en el Pleistoceno medio, solapándose éstos con el desarrollo de las primeras
bifaces y lascas retocadas.

Estos yacimientos se concentran principalmente en el sur peninsular y en otras


localizaciones más dispersas por el nordeste. Su ubicación es, mayoritariamente, sobre
terrazas fluviales y depósitos costeros, y se han atribuido, no sin problemas, al Günz
avanzado.

Podemos destacar entre otros los del Paleolítico arcaico o pre-Achelense de:

· Cúllar Baza: Aproximadamente a 20 Km. al sur del de Venta Micena en Granada.


Estratigráficamente se han distinguido siete niveles en los que se encuentran los
restos arqueológicos y faunísticos. De Cúllar Baza I procede la evidencia
prehistórica segura más antigua (en la transición del Pleistoceno inferior al
Pleistoceno medio) de la Península.

La industria lítica es muy escasa pero inequívoca; dos cantos tallados en cuarcita y
dolomía, cinco grandes cantos calcáreos y también un hueso trabajado, pruebas
suficientes para reconocer la presencia humana en la zona, conformada por una
laguna en el centro de una depresión u hoya intramontañosa donde confluyen
cursos de agua que era frecuentada por cérvidos, équidos, bisontes, jabalíes,
rinocerontes etruscos, elefántidos, así como diversos micromamíferos; fauna que
vivió en los comienzos del Pleistoceno medio con un clima mediterráneo apacible y
húmedo con suaves variaciones estacionales.

· El Aculadero: En el Puerto de Santa María (Cádiz). Sobre una serie de depósitos


marinos del Pleistoceno inferior se formó un paleosuelo rojo inicios del Pleistoceno
medio; en él se sitúa el nivel arqueológico de ocupación humana cubierto
posteriormente por varios sistemas dunares con al menos dos paleosuelos
intercalados. Los estudios sobre este nivel indican unas condiciones climáticas
húmedas. En este yacimiento sólo se ha encontrado industria lítica con un tamaño
medio muy pequeño, tal vez porque quienes la realizaron seleccionaron pequeños
guijarros de cuarcita de la playa para tallarlos con mayor facilidad aprovechando sus
planos y aristas naturales o, también pudo ser que, el tamaño reducido de los cantos
condicionara el aspecto y composición de esta industria. El estudio técnico y
tipológico del conjunto da como resultado: 934 cantos trabajados, 533 utensilios
sobre lascas, 133 núcleos y más de mil fragmentos de talla o lascas sin retoques.

El cercano yacimiento de El Rompido en Huelva comparte características


similares y se ubica temporalmente en el periodo interglaciar Günz-Mindel.

· Magoito y Açafora: En Portugal, próximos a Lisboa. En estos dos yacimientos


aparecen industrias líticas en superficie, sin contexto estratigráfico, que por su
aspecto arcaizante lo atribuyen al interglaciar Günz-Mindel. Dominan las piezas de
pequeño tamaño, abundantes guijarros de frente truncado, con escasos bifaces.

· Puig d’En Roca: Esta zona catalana, en el Paleolítico inferior, debido a sus
condiciones topográficas, supuso un punto importante de concentración humana
que ocupó la superficie de varias de las terrazas del río Ter. En las dos más altas se
ha recuperado en superficie un lote de industria lítica, sobre guijarros de
procedencia local, que incluye más de medio millar de lascas no retocadas, piezas
sobre lascas en su mayor parte con retoques continuos (raspadores, denticulados o
raederas) y más de dos centenares de utensilios sobre cantos: varios tipos de
choppers, chopping-tools , discoides, poliedros y protobifaces. La tipología de este
yacimiento es similar a la de otras estaciones del Rosellón francés de las
glaciaciones del Günz o del Mindel.
Este yacimiento forma parte de un conjunto mayor en la provincia de Gerona que se
distribuye en tres subconjuntos regionales: el mencionado de la cuenca del Ter; Can del
Duc de Torroella y Can del Duc de Ullà en el macizo del Montgrí; y Can Formiga,
Avellaners y Puig d’Esclats, entre otros, en la región de La Selva. Son yacimientos
donde se ha recuperado la industria lítica más arcaica de Catalunya en niveles
superficiales, sin estratigrafía.

3.2. El Achelense peninsular

El desarrollo del achelense durante el Paleolítico inferior se evidencia, principalmente, en


yacimientos al aire libre; los ubicados en abrigos o cuevas son muy escasos aunque no se
descarta que sea porque no se hayan descubierto y las evidencias sugieren que fueron
ocupados de manera temporal o estacional. “Los yacimientos al aire libre del achelense
ocupan tres tipos de paisaje: la banda litoral en playas y otras formaciones costeras;
terrazas a orilla de los ríos y alturas o laderas que dominan valles o cuencas cerradas a
moderada altitud, nunca en parajes exactamente montañosos. Por otra parte, y desde
una perspectiva funcional, se distinguen varias categorías de sitios: establecimientos de
habitación más continuada, por grupos mayores que ahí se asientan y desarrollan su
actividad a lo largo del tiempo; lugares de taller, dedicados a la captación de rocas y a la
elaboración de utillaje lítico; y sitios de caza y primer tratamiento (carnicería) de las
piezas capturadas” (Barandiarán et al., 2002:33)

Entre ellos destacan, además del ya expuesto de Atapuerca: la Cova de Bolomor, con
una datación absoluta de entre 350.000 y 100.000 años, con restos de fauna y humanos
interpretados como Neandertal, pero lo más importante es la presencia de elementos que
indican el uso del fuego por sus moradores antiguos, lo cual sólo se evidencia en muy
pocos yacimientos como pueden ser San Quirce del Pisuerga y Solana de
Zamborino.

La mayor parte de yacimientos que proporcionan información sobre el achelense se ubican


en terrazas fluviales (Ebro, Duero, Pisuerga, Tormes, Tajo, Manzanares, Jarama,
Guadiana...). El mayor problema con estas terrazas es que son formaciones que en
superficie presenta discontinuidades temporales en un proceso de palimpsesto, lo cual
dificulta la presencia de depósitos sedimentarios que conserven una clara información
temporal y arqueológica, resultando así un registro muy fragmentado y con poca precisión
cronológica para el Paleolítico inferior.

El río Tormes tiene tres pisos de depósitos fluviales que se han tomado como referencia de
la evolución del achelense: el más antiguo en el nivel superior (+56 m) donde perduran los
cantos tallados junto a bifaces de transición entre el Paleolítico arcaico y el achelense
propio; el piso intermedio (30 m) en el que se aprecia el primer desarrollo de piezas
elaboradas sobre lascas obtenidas mediante la técnica levallois; y el más reciente (+12 m)
donde abundan los bifaces delgados y simétricos.
Entre los yacimientos de estas características destacamos los que informan acerca del
comportamiento de los primeros homínidos o sobre la fauna y el clima:
·

Pinedo: Sobre la terraza media del Tajo, es uno de los yacimientos más
importantes del Paleolítico inferior con uno de los conjuntos de industria lítica más
antiguos de la Meseta. Además de esta industria aparecen restos de fauna: elefante
antiguo, équidos, cérvidos e hipopótamos. La presencia de estos últimos sugiere un
clima suave.

· Áridos I y Áridos II: En las terrazas del Jarama aparecen restos de elefante
antiguo asociados a industria lítica. Se ha interpretado como un lugar de carnicería
o descuartizamiento puntual. La ocupación humana posiblemente sería breve,
buscando sílex y la carcasa del elefante para carroñear. En la cuenca del Tajo hay
muchos yacimientos de similares características: Arganda, Las Delicias, San Isidro...

· Torralba y Ambrona: Yacimientos de la provincia de Soria, en una zona de paso


natural entre las tres grandes cuencas del Ebro, del Duero y del Tajo. Se creyó en un
principio que eran cazaderos de elefantes, teoría que se elaboró porque se hallaron
carbones que Howel interpretó como que los hombres utilizaban el fuego para
conducir a los elefantes a terrenos pantanosos, donde quedarían atrapados en el
barro, y así ser cazados más fácilmente y despedazados. Más tarde, hacia los 80,
esta hipótesis recibió las críticas, principalmente, de Binford y Klein, de modo que
actualmente no se cree que fueran cazaderos de elefantes, sino lugares donde iban a
beber y donde algunos de ellos morían -conclusión a la que se ha llegado por la
orientación de los huesos- ocasión que sería aprovechada por los humanos,
resultando de ello una intervención humana muy puntual.

Hasta aquí una parte representativa de los yacimientos que nos han proporcionado los
indicios de los que han podido ser los primeros pobladores de la península Ibérica.

4. Las hipótesis sobre las posibles rutas del primer


poblamiento de la Península Ibérica.
Primera: El hombre, originario de África, colonizó simultáneamente Europa y Asia a
través de Oriente Medio. Los restos fósiles más antiguos que avalan esta hipótesis son tres:

una mandíbula de Homo Ergaster hallada en D’manisi (Georgia) con una datación entre
1,8 y 1,6 millones de años;
otro en el extremo suroriental de Asia, el Hombre de Java (Indonesia) datado alrededor
de 1,6 millones de años; y,
el Hombre de Orce (Granada), en el extremo suroccidental de Europa, una calota
craneal de unos 1,6 millones de años.

Pero si se aceptan como válidos estos fósiles, habría que adelantar la salida de África, o
primera migración establecida en hace, aproximadamente, 1,5 millones de años. El
problema es que los científicos no se ponen de acuerdo para este adelanto puesto que
existen fuertes discrepancias a la hora de establecer la cronología de los yacimientos en los
que fueron hallados estos tres representantes, considerando además este registro fósil
demasiado escaso para tenerlo en cuenta. Escaso, puede ser, pero ello no quiere decir que
no se puedan hallar otros restos de este nivel cronológico o más antiguos, bien es cierto
que hay más evidencias, todavía dudosas, repartidas por Asia. En paleoantropología lo que
no hay puede aparecer en cualquier momento y desmontar o corroborar las endebles bases
teóricas establecidas, los fósiles citados son un claro ejemplo de ello.

En el estricto ámbito peninsular, para la que suscribe, en el momento en que se empezó a


cuestionar tanto la cronología como la atribución a homínido de un hallazgo tan
importante como el de Orce (VM-0), debería haberse organizado una excavación
multidisciplinar que con una metodología más rigurosa contrastada estudiara tal
posibilidad, y no cerrar puertas, que es lo que ocurre cuando entran en juego la política y
la burocracia y cuando los yacimientos deben competir entre sí por un presupuesto, como
así ha sucedido entre los proyectos de Orce y Atapuerca, resultando vencedor este último y
no menos importante proyecto hasta el punto de que, hoy por hoy, para la Península
Ibérica, se acepte que el Homo Antecesor, datado en 780.000 años, sea su primer
colonizador. Este primer poblador habría llegado desde África, aunque no hay rastros
fósiles que lo demuestren, siguiendo el corredor de Palestina y Europa meridional,
entrando por el norte peninsular, hipótesis que no cuestiona la cronología establecida para
la primera migración.

Segunda: El hombre de África ( Ergaster) colonizaría Europa a través del istmo sículo-
tunecino que en el Pleistoceno Inferior constituía, en un momento de fuerte regresión
marina producida por la glaciación del Günz, un acceso a Europa central y occidental, y
por la plataforma continental, en ese momento emergida, del golfo de León en el sur de
Francia, con lo cual se salvarían los Alpes, alcanzaría el nordeste peninsular. Pruebas de
ello pudieran ser los yacimientos de Puig d’En Roca y Avellaners en Catalunya, y el rastro
de este movimiento migratorio podría ser, a su vez, el yacimiento de Ceprano en el sur de
Italia donde se ha encontrado una calvaria humana datada en unos 700.000 años, así
como la industria lítica de modo I hallada en Monte Poggiolo (1,2 m. a.). Sin embargo
ninguno de estos yacimientos entran en contradicción con la primera de las hipótesis.

Tercera: Poblamiento directo a través del Estrecho de Gibraltar, hipótesis de obligada


consideración ya que los yacimientos donde se han encontrado líticos con la tecnología
más antigua (olduvaiense o modo I) están situados en el sur de la Península: Magoito y
Açafora en Portugal, El Rompido en Huelva, El Aculadero en Cádiz, Cúllar Baza y Venta
Micena en Granada, Cueva Victoria en Murcia y Campo de Calatrava en Ciudad Real.
También la presencia de restos de fauna africana, y la aparente sincronía entre éstos y la
aparición de los primeros restos humanos, en Venta Micena y Cueva Victoria podría
apoyar esta hipótesis, pero no dejaría de ser compatible con la primera si la primera
migración hubiera sido más temprana, pues como dice R. Leakey “un simple deambular
no premeditado, de sólo 20 Km. por generación, habría bastado para cubrir, por
ejemplo, los 14.000 Km. que separan Nairobi de Pekín en veinte mil años”.

Hay que señalar que, ni por Europa ni por el norte de África hay restos tan antiguos que
puedan hacer decantar las bases teóricas por una u otra de estas hipótesis.

Aunque se desconocen las causas que provocaron la primera migración desde África tanto
de especie Homo (presión tecnológica, ecológica, cultural, demográfica...) como de la fauna
(presión ecológica-demográfica), éstas debieron ser muy fuertes y resulta en cierto modo
ilógico pensar que en esas circunstancias todos eligieran o encontraran una sola vía o ruta
de escape, todo ello a pesar de que geógrafos y geólogos consideran que los estrechos de
Gibraltar y de Túnez-Sicilia nunca han sido franqueables por tierra firme desde la crisis
del mesiniense hace más de 7 millones de años. “M. H. Alimen ha apuntado que a lo largo
del Riss, el proceso de regresión marina y otras circunstancias convergentes de variación
eustática (del nivel del mar) hicieron franqueable el istmo de Gibraltar entre Tánger y
Tarifa; un descenso de las aguas de entre 230 y 290 metros dejaría prácticamente en
seco el paso de África a la Península y canales mínimos no impedirían cruzar con
facilidad de una a otra orilla” (Barandiarán et al. 2002:4).

Si esto es así para el periodo del Riss ¿porqué no para las glaciaciones del Pleistoceno
Inferior, Donau y Günz? Además hay que tener en cuenta la tectónica cuaternaria, en el
diario El País de 30 de noviembre de 2002 aparece una noticia sobre la última erupción
del Etna que puede provocar un fenómeno extraordinario: la reaparición de un islote
volcánico sumergido en las aguas del Mediterráneo a unos 30 Km. al sur de Sicilia, islote
que ya ha emergido al menos en cuatro ocasiones en época histórica. En definitiva, cabe la
posibilidad de que una amalgama de factores geográficos (las regresiones marinas, las
variaciones eustáticas y la tectónica cuaternaria) más la necesidad de una tribu aislada y
amenazada por el desierto en el norte de África hicieran posible que algunos seres
intentaran y lograran un objetivo a la vista: alcanzar la cercana y deseable costa
peninsular, ¿porqué no?, y con los datos que tenemos, que de éstos quedaran vestigios en
Venta Micena, que evolucionaran hasta el Homo Antecesor de Atapuerca, que
desaparecieran por la competencia con el Homo Ergaster que llegara por el norte según
cualquiera de las otras dos hipótesis, o que siguiera evolucionando de Homo Antecesor a
Heidelbergensis y de éste a Neandertal. En cualquier caso hay que seguir buscando el gran
número de piezas que faltan para recomponer este enorme rompecabezas que es la
Prehistoria.

Valoración personal

El primer poblamiento peninsular se produce durante el Pleistoceno inferior, como así lo


evidencian las industrias líticas pre-achelenses, datadas en más de un millón de años,
halladas en los yacimientos de la depresión de Guadix-Baza ( Barranco León y Fuente
Nueva en Orce) y en los de Atapuerca (Trinchera Dolina TD-4 y Sima del Elefante) entre
otros.
Una de las especies humanas protagonistas de este primer poblamiento, que ha sido
admitida por la mayor parte de la comunidad científica, es el Homo Antecessor de
Atapuerca, y lo hizo a finales del Pleistoceno inferior a tenor de la antigüedad de sus restos
hallados. Lamentablemente los fósiles humanos con cronología más antigua, hallados en
Cueva Victoria (Cartagena) y en Venta Micena (Orce), son insuficientes para determinar su
especie.

Queda por resolver por tanto la incógnita de quien fue el autor de la primera industria
peninsular. El Homo Ergaster es una especie lo suficientemente documentada como para
poder establecer que fue el primer emigrante de África que colonizó Asia y Europa dando
lugar, en este proceso, a variaciones adaptativas regionales, dado lo cual, algunos
científicos defienden que el Homo Antecessor es una de estas variaciones del Homo
Ergaster. Se basan en ello porque la única prueba que presentan los defensores del Homo
Antecessor como una nueva especie son los rasgos modernos de la cara del fósil hallado,
pero este resto pertenece a un individuo muy joven, por lo que para estos investigadores
no es determinante, ya que esos rasgos aún están por desarrollarse. En cualquiera de los
casos, hoy por hoy, no podemos resolver la incógnita.

Las rutas que siguieron estos primeros pobladores de la Península Ibérica también son
difíciles de determinar, por no decir imposible, ya que ni el contexto estratigráfico del
Pleistoceno inferior ni el del Pleistoceno medio proporcionan las pruebas fiables
suficientes para seguir el rastro.

El mapa peninsular para este primer momento pre-achelense presenta localizaciones


geográficas bien diferenciadas y alejadas entre sí: una al nordeste (Puig d’En Roca,
Avellaners) y otra al sur con mayor concentración de yacimientos (Aculadero, El Rompido,
Macoito y Açafora además de los de la Depresión Guadix-Baza) y también otra en
Atapuerca. El resto peninsular presenta un gran vacío para este periodo. Esta situación y la
falta de evidencias que la complementen, tanto por el sur de Europa como por el norte de
África, hace plantearse la disyuntiva de si el poblamiento se realizó por el norte peninsular,
atravesando los Pirineos, o por el sur, cruzando el estrecho de Gibraltar, por lo que a partir
de aquí sólo se pueden hacer especulaciones con ambas posibilidades.

Una que explicaría el porqué de una industria tan arcaica, así como la localización de los
yacimientos peninsulares, podría ser que grupos de Ergaster, con técnica poco
evolucionada, entrarían en competencia por los recursos, en un periodo de crisis, con
otros grupos más evolucionados técnicamente en África, y así tuvieron que emigrar hacia
el norte llegando a atravesar el Caúcaso, donde se encontraron con unas condiciones
climáticas muy duras, glaciales, de modo que avanzarían hacia el oeste siguiendo la línea
de costa, del mar Negro primero y del Mediterráneo después, buscando un clima más
benigno, hasta entrar en la Península Ibérica por el norte, pasarían por Puig d’En Roca y
Avellaners y siguiendo su ruta de búsqueda de climas más favorables avanzarían
rápidamente hacia el sur donde ocuparían los lugares ya mencionados, para a partir de
aquí iniciar la expansión por el interior de la Península (Atapuerca) y la evolución cultural
al achelense (Pinedo, Áridos, Torralba y Hambrona) en una marcada tendencia de
ocupación de las riberas de las cuencas hidrográficas por sus recursos. También es posible
que la técnica achelense fuese introducida en la Península por una nueva oleada de Homo
Ergaster o de una evolución de éste, el Homo Heidelbergensis.

La segunda posibilidad que por lógica puede plantearse en relación con la ruta de llegada
de los primeros pobladores, dado que la mayoría de los yacimientos de cantos tallados se
encuentran en el sur peninsular, es que ésta se produjera a través del estrecho de
Gibraltar. El problema para aceptar esta hipótesis deriva de dos hechos más o menos
insalvables:

Uno de ellos, el más objetivo, es que, según geógrafos y geólogos, desde la crisis del
messiniense, a finales del Mioceno, el estrecho de Gibraltar no se ha cerrado nunca y por
tanto no ha podido ser atravesado, por lo que numerosos científicos ni se lo plantean a
la hora de elaborar sus hipótesis, teorías que, sin duda, se derrumbarían si los
estudiosos de la Tierra cambiaran de opinión al respecto.

El otro, es la tendencia lógica de negar las posibilidades no demostradas científicamente,


cosa que sabemos que no siempre ocurre; pero de este modo también se les niega a estos
humanos ciertas capacidades reservadas para nosotros, los humanos modernos, puesto
que a aquellos se les compara con los monos, y conociendo su aversión al agua, no
pueden parecerse a los individuos de nuestra especie que, día tras día, empujados por
unas circunstancias, que bien podrían ser comparables si de lo que se trata es de
sobrevivir, se arrojan al mar con el objetivo de encontrar una tierra, al alcance de su
vista, con posibilidades de futuro.

Juana Sáez Juárez


Diciembre de 2002
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