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DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
CRONOLOGÍA Y POSIBLES RUTAS
1. Venta Micena
1.1. Descubrimiento
En el año 1982 fue hallado en el yacimiento de Venta Micena, en el municipio granadino
de Orce, un fragmento de calota craneal, datado en 1,5 millones de años, que fue atribuido
a un homínido por los miembros del equipo científico de la excavación compuesto por los
doctores J. Gibert, J. Agustí y Moyà-Solà. Este descubrimiento suponía cambiar algunas
teorías como:
1.2. La polémica
En un principio, todos los científicos que observaron la cara externa del fragmento craneal,
ya que la interna estaba cubierta por una ganga calcárea muy cementada y de difícil
extracción, coincidieron en afirmar que el fósil debía pertenecer a un representante
primitivo del género Homo, así en un artículo preliminar publicado en Paleontologia i
evolució en 1983 por los doctores responsables de la excavación, se dio a conocer a la
comunidad científica este importante hallazgo, que fue apoyado científica, política,
administrativa y económicamente. Los medios de comunicación de masas magnificaron el
hecho experimentándose un boom mediático sobre el descubrimiento. Se respiraba éxito,
fama y prestigio.
El yacimiento fue visitado por numerosos científicos, entre ellos los profesores H. Y M. A.
de Lumley, máximos representantes de la Prehistoria y de la Paleontología Humana
francesas, que reconocieron el valor del yacimiento y del fragmento fósil. La doctora M. A.
de Lumley aconsejó la limpieza de la cara interna del VM-0 y así se hizo por un equipo de
restauradores-preparadores dirigidos por Mayas. “La sorpresa fue grande, en la cara
interna de la escama superior del hueso occipital existía una cresta de dirección sagital y
de morfología laminar que no estaba descrita en los tratados de anatomía humana,
porque no era la norma, lo cual no implicaba que no fuese una anomalía” (Martínez Navarro
1993:18)
En abril de 1984 el equipo descubridor se trasladó a París para consultar sobre este
carácter desconocido con la doctora Lumley que sugirió la posibilidad de que el fragmento
correspondiese a un équido joven, pero nunca expresó su opinión por escrito. A partir de
este momento la comunidad científica empezó a dividirse entre los que creyeron haberse
equivocado, como Agustí y Moyà-Solà; los que como el doctor Gibert siguieron
defendiendo que en el fragmento existían siete caracteres típicamente humanos y otro
atípico que no estaba descrito a priori; y los que simplemente rehuyen comprometerse.
La noticia se filtró a los medios de comunicación sin la rigurosidad debida empezando una
guerra periodística y oportunista, que no científica, entre los defensores del “burro de
Orce” y los del “hombre de Orce”, lo cual supuso el desprestigio del proyecto VM-0 que
aún hoy continúa.
A pesar de todo, Gibert decidió abrir nuevas líneas de investigación que concluyeran en
demostrar si el fragmento correspondía o no a un homínido. Encargó al Dr. Campillo el
estudio anatómico de la cara interna del hueso occipital para ver si entraba dentro de la
variabilidad humana actual. Éste tras realizar el análisis anátomo-antropológico
comparado, tanto en huesos humanos como de equinos, y observar la variabilidad
anatómica mediante exámenes radiográficos concluye: “... creo que los caracteres del
cráneo fósil de Orce son compatibles con un individuo infantil de la especie humana de
unos cinco años de edad, y no encuentro ningún argumento que me sugiera, ni
remotamente, la posibilidad de que sea un equino” (Campillo, 2002:174) y sugiere que,
mientras los defensores del equino no lo demuestren científicamente, el fragmento craneal
fósil de Orce debe figurar en los cuadros filogenéticos de la especie humana.
“ Gibert y Martínez Navarro realizaron también una diagnosis diferencial que sirviera
para discriminar el fragmento craneal de Orce del resto de mamíferos. También, y
paralelamente, comenzaron una serie de trabajos tafonómicos encaminados a la
detección de la actividad humana en los yacimientos de Venta Micena y de la Cañada de
Vélez, también en Orce, que dieron unos excelentes resultados. Se discriminaron huesos
rotos por la acción antrópica de los fragmentados por la acción de los carnívoros
carroñeros o por otros agentes biológicos y/o geológicos. Se discriminaron las estrías de
descarnación producidas con artefactos (cut marks) de los realizados por los carnívoros
con los dientes (gnaw marks)” (Martínez Navarro, 1993:21)
Se localizaron en siete lugares distintos, entre los que se encuentra Vente Micena,
industria lítica que se corresponde con el mismo periodo en que el “Hombre de Orce” se
supone que habitó el territorio. Los hallazgos más importantes proceden del Barranco del
León y de Fuente Nueva, ambos en Orce, que consisten en lascas, sílex tallado y cantos
trabajados con técnicas muy primitivas.
Por otro lado, Martínez Navarro realizó el estudio paleontológico del yacimiento de Venta
Micena caracterizando una fauna típica y perteneciente estratigráficamente al Pleistoceno
inferior, entre 1,8-1,6 y 0,9-0,8 m. a., formada por tres conjuntos de especies que
responden a tres procedencias distintas:
2. Atapuerca
La sierra de Atapuerca es una pequeña loma que se extiende de noroeste a sudeste en el
valle del río Arlanzón, en el corredor de Bureba, paso natural que comunica las cuencas del
Ebro y del Duero. Durante el Plioceno e inicios del Pleistoceno se desarrolló en esta sierra
calcárea un complejo sistema cárstico que formó una gran cantidad de cuevas, cavidades y
simas, de las que gran parte están rellenas de sedimentos de final del Pleistoceno inferior y
del Pleistoceno medio. En la actualidad están siendo excavados y constituyen un magnífico
registro arqueológico y paleontológico.
Estas cuevas y sus yacimientos fueron descubiertos a raíz de la construcción de una línea
minera de ferrocarril a finales del XIX. El canal trazado sobre la sierra dejó una trinchera,
en algunos tramos de más de 18 metros de altura, que dejó al descubierto el nivel
estratigráfico de unas cavidades rellenas de sedimentos: la Gran Dolina, la Galería y la
Sima del Elefante, las cuales empezaron a ser excavadas casi un siglo después de ser
descubiertas.
Flora: Los estudios de palinología sobre el polen fósil hallado en la parte superior del TD-
6 dan como resultado la presencia del bosque mediterráneo de quercus (carrascas,
quejigos), olea (acebuches) y otros matorrales característicos. Además se ha encontrado un
fruto de almez, posiblemente presente por la actividad recolectora.
- Sima de los Huesos : Desde la boca de la Cueva Mayor de Atapuerca, por entre
pasadizos y cavidades se llega a un conducto vertical de 14 m. de altura, en cuyo interior se
ha recuperado una gran cantidad de huesos de carnívoros y humanos. Sin embargo, no se
han encontrado restos de otros mamíferos ni industria lítica. Desde 1991 se han extraído
de la sima treinta y dos individuos casi completos de la especie Heidelbergensis datados en
más de 300.000 años, constituyendo uno de los mayores tesoros arqueológicos, que ha
servido para recabar valiosa información sobre esta especie acerca de sus características
físicas: una capacidad craneal aproximada de 1.300 cm 3 , pronatismo facial, dientes de
grandes dimensiones, ausencia de mentón y el toro supraorbital muy marcado.
En uno de los cráneos se han podido recuperar por primera vez los huesos más pequeños
del cuerpo humano: los del conducto auditivo. En otro de los cráneos está presente el
hueso hiodes y de su análisis detallado se puede deducir que este homínido habría sido
capaz de comunicarse a través del lenguaje. En este mismo cráneo se ha podido constatar
que el individuo al que pertenecía murió por una infección generalizada a partir de una
caries. Otro presenta un crecimiento anómalo del hueso en el interior del oído producido
probablemente por una otitis. Todos los cráneos enseñan golpes y marcas indicadores de
un modo de vida duro y arriesgado. La caza de la fauna que le servía de alimento: elefantes,
megaceros, équidos, bisontes, rinocerontes... conllevaría serios peligros de lesiones y
traumatismos en el mejor de los casos.
Llaman la atención las pelvis -se han encontrado tres huesos púbicos, dos de varones y uno
de hembra todos adultos- ya que son muy escasos los hallados hasta el momento y
constituyen una pieza fundamental de estudio que permite conocer el sexo, la forma del
canal del parto y el peso con más aproximación.
La gran acumulación de huesos humanos y de carnívoros sin industria lítica asociada, lleva
a plantearse muchas preguntas sobre su significado, a plantear hipótesis. Una de ellas
plantea que los osos, mayoritarios en la sima, entrarían en la cueva para hibernar y
algunos se habrían precipitado al fondo de ella, así otros depredadores, al olor de la
carroña, correrían la misma suerte sin posibilidad de salir de esa trampa natural. Lo difícil
llega a la hora de explicar qué hacen allí los restos humanos encontrados. Todos los
cadáveres aparecen unos sobre otros apenas removidos por algunos de los carnívoros
atrapados, y todos en la misma capa sedimentaria o nivel estratigráfico, lo que en términos
geológicos es apenas un instante pero también muchas generaciones. Una de las
conjeturas que se tienen al respecto sugiere que, los treinta y dos individuos, tras su
muerte debieron de ser llevados allí por sus congéneres mientras duró la costumbre y
hasta que el grupo desapareció del lugar, lo cual podría ser la evidencia más antigua
conocida de práctica funeraria. Se ha descubierto que la sima tenía una entrada natural en
su vertical desde la superficie lo cual facilitaría el trabajo de arrojarlos al fondo.
3. Otros yacimientos
3.1. Yacimientos con industrias de cantos tallados
Los yacimientos de Venta Micena y de Atapuerca son los más importantes y
representativos de la Prehistoria peninsular, y en lo que al segundo se refiere, su
estratigrafía permite datar con fiabilidad desde el final del Pleistoceno inferior. Por el
contrario, no se puede decir lo mismo del resto de los yacimientos peninsulares para el
mismo periodo puesto que el registro arqueológico es muy fragmentado y con escasa
precisión cronológica. Aún así, hay una serie de yacimientos de cantos tallados que, no sin
polémica, apoyan la hipótesis del poblamiento antiguo en la península Ibérica. Estas tallas
constituyen las primeras manufacturas de los homínidos africanos a partir de 2 millones
de años y, en la Península, tienen una notable duración desde el final del Pleistoceno
inferior y en el Pleistoceno medio, solapándose éstos con el desarrollo de las primeras
bifaces y lascas retocadas.
Podemos destacar entre otros los del Paleolítico arcaico o pre-Achelense de:
La industria lítica es muy escasa pero inequívoca; dos cantos tallados en cuarcita y
dolomía, cinco grandes cantos calcáreos y también un hueso trabajado, pruebas
suficientes para reconocer la presencia humana en la zona, conformada por una
laguna en el centro de una depresión u hoya intramontañosa donde confluyen
cursos de agua que era frecuentada por cérvidos, équidos, bisontes, jabalíes,
rinocerontes etruscos, elefántidos, así como diversos micromamíferos; fauna que
vivió en los comienzos del Pleistoceno medio con un clima mediterráneo apacible y
húmedo con suaves variaciones estacionales.
· Puig d’En Roca: Esta zona catalana, en el Paleolítico inferior, debido a sus
condiciones topográficas, supuso un punto importante de concentración humana
que ocupó la superficie de varias de las terrazas del río Ter. En las dos más altas se
ha recuperado en superficie un lote de industria lítica, sobre guijarros de
procedencia local, que incluye más de medio millar de lascas no retocadas, piezas
sobre lascas en su mayor parte con retoques continuos (raspadores, denticulados o
raederas) y más de dos centenares de utensilios sobre cantos: varios tipos de
choppers, chopping-tools , discoides, poliedros y protobifaces. La tipología de este
yacimiento es similar a la de otras estaciones del Rosellón francés de las
glaciaciones del Günz o del Mindel.
Este yacimiento forma parte de un conjunto mayor en la provincia de Gerona que se
distribuye en tres subconjuntos regionales: el mencionado de la cuenca del Ter; Can del
Duc de Torroella y Can del Duc de Ullà en el macizo del Montgrí; y Can Formiga,
Avellaners y Puig d’Esclats, entre otros, en la región de La Selva. Son yacimientos
donde se ha recuperado la industria lítica más arcaica de Catalunya en niveles
superficiales, sin estratigrafía.
Entre ellos destacan, además del ya expuesto de Atapuerca: la Cova de Bolomor, con
una datación absoluta de entre 350.000 y 100.000 años, con restos de fauna y humanos
interpretados como Neandertal, pero lo más importante es la presencia de elementos que
indican el uso del fuego por sus moradores antiguos, lo cual sólo se evidencia en muy
pocos yacimientos como pueden ser San Quirce del Pisuerga y Solana de
Zamborino.
El río Tormes tiene tres pisos de depósitos fluviales que se han tomado como referencia de
la evolución del achelense: el más antiguo en el nivel superior (+56 m) donde perduran los
cantos tallados junto a bifaces de transición entre el Paleolítico arcaico y el achelense
propio; el piso intermedio (30 m) en el que se aprecia el primer desarrollo de piezas
elaboradas sobre lascas obtenidas mediante la técnica levallois; y el más reciente (+12 m)
donde abundan los bifaces delgados y simétricos.
Entre los yacimientos de estas características destacamos los que informan acerca del
comportamiento de los primeros homínidos o sobre la fauna y el clima:
·
Pinedo: Sobre la terraza media del Tajo, es uno de los yacimientos más
importantes del Paleolítico inferior con uno de los conjuntos de industria lítica más
antiguos de la Meseta. Además de esta industria aparecen restos de fauna: elefante
antiguo, équidos, cérvidos e hipopótamos. La presencia de estos últimos sugiere un
clima suave.
· Áridos I y Áridos II: En las terrazas del Jarama aparecen restos de elefante
antiguo asociados a industria lítica. Se ha interpretado como un lugar de carnicería
o descuartizamiento puntual. La ocupación humana posiblemente sería breve,
buscando sílex y la carcasa del elefante para carroñear. En la cuenca del Tajo hay
muchos yacimientos de similares características: Arganda, Las Delicias, San Isidro...
Hasta aquí una parte representativa de los yacimientos que nos han proporcionado los
indicios de los que han podido ser los primeros pobladores de la península Ibérica.
una mandíbula de Homo Ergaster hallada en D’manisi (Georgia) con una datación entre
1,8 y 1,6 millones de años;
otro en el extremo suroriental de Asia, el Hombre de Java (Indonesia) datado alrededor
de 1,6 millones de años; y,
el Hombre de Orce (Granada), en el extremo suroccidental de Europa, una calota
craneal de unos 1,6 millones de años.
Pero si se aceptan como válidos estos fósiles, habría que adelantar la salida de África, o
primera migración establecida en hace, aproximadamente, 1,5 millones de años. El
problema es que los científicos no se ponen de acuerdo para este adelanto puesto que
existen fuertes discrepancias a la hora de establecer la cronología de los yacimientos en los
que fueron hallados estos tres representantes, considerando además este registro fósil
demasiado escaso para tenerlo en cuenta. Escaso, puede ser, pero ello no quiere decir que
no se puedan hallar otros restos de este nivel cronológico o más antiguos, bien es cierto
que hay más evidencias, todavía dudosas, repartidas por Asia. En paleoantropología lo que
no hay puede aparecer en cualquier momento y desmontar o corroborar las endebles bases
teóricas establecidas, los fósiles citados son un claro ejemplo de ello.
Segunda: El hombre de África ( Ergaster) colonizaría Europa a través del istmo sículo-
tunecino que en el Pleistoceno Inferior constituía, en un momento de fuerte regresión
marina producida por la glaciación del Günz, un acceso a Europa central y occidental, y
por la plataforma continental, en ese momento emergida, del golfo de León en el sur de
Francia, con lo cual se salvarían los Alpes, alcanzaría el nordeste peninsular. Pruebas de
ello pudieran ser los yacimientos de Puig d’En Roca y Avellaners en Catalunya, y el rastro
de este movimiento migratorio podría ser, a su vez, el yacimiento de Ceprano en el sur de
Italia donde se ha encontrado una calvaria humana datada en unos 700.000 años, así
como la industria lítica de modo I hallada en Monte Poggiolo (1,2 m. a.). Sin embargo
ninguno de estos yacimientos entran en contradicción con la primera de las hipótesis.
Hay que señalar que, ni por Europa ni por el norte de África hay restos tan antiguos que
puedan hacer decantar las bases teóricas por una u otra de estas hipótesis.
Aunque se desconocen las causas que provocaron la primera migración desde África tanto
de especie Homo (presión tecnológica, ecológica, cultural, demográfica...) como de la fauna
(presión ecológica-demográfica), éstas debieron ser muy fuertes y resulta en cierto modo
ilógico pensar que en esas circunstancias todos eligieran o encontraran una sola vía o ruta
de escape, todo ello a pesar de que geógrafos y geólogos consideran que los estrechos de
Gibraltar y de Túnez-Sicilia nunca han sido franqueables por tierra firme desde la crisis
del mesiniense hace más de 7 millones de años. “M. H. Alimen ha apuntado que a lo largo
del Riss, el proceso de regresión marina y otras circunstancias convergentes de variación
eustática (del nivel del mar) hicieron franqueable el istmo de Gibraltar entre Tánger y
Tarifa; un descenso de las aguas de entre 230 y 290 metros dejaría prácticamente en
seco el paso de África a la Península y canales mínimos no impedirían cruzar con
facilidad de una a otra orilla” (Barandiarán et al. 2002:4).
Si esto es así para el periodo del Riss ¿porqué no para las glaciaciones del Pleistoceno
Inferior, Donau y Günz? Además hay que tener en cuenta la tectónica cuaternaria, en el
diario El País de 30 de noviembre de 2002 aparece una noticia sobre la última erupción
del Etna que puede provocar un fenómeno extraordinario: la reaparición de un islote
volcánico sumergido en las aguas del Mediterráneo a unos 30 Km. al sur de Sicilia, islote
que ya ha emergido al menos en cuatro ocasiones en época histórica. En definitiva, cabe la
posibilidad de que una amalgama de factores geográficos (las regresiones marinas, las
variaciones eustáticas y la tectónica cuaternaria) más la necesidad de una tribu aislada y
amenazada por el desierto en el norte de África hicieran posible que algunos seres
intentaran y lograran un objetivo a la vista: alcanzar la cercana y deseable costa
peninsular, ¿porqué no?, y con los datos que tenemos, que de éstos quedaran vestigios en
Venta Micena, que evolucionaran hasta el Homo Antecesor de Atapuerca, que
desaparecieran por la competencia con el Homo Ergaster que llegara por el norte según
cualquiera de las otras dos hipótesis, o que siguiera evolucionando de Homo Antecesor a
Heidelbergensis y de éste a Neandertal. En cualquier caso hay que seguir buscando el gran
número de piezas que faltan para recomponer este enorme rompecabezas que es la
Prehistoria.
Valoración personal
Queda por resolver por tanto la incógnita de quien fue el autor de la primera industria
peninsular. El Homo Ergaster es una especie lo suficientemente documentada como para
poder establecer que fue el primer emigrante de África que colonizó Asia y Europa dando
lugar, en este proceso, a variaciones adaptativas regionales, dado lo cual, algunos
científicos defienden que el Homo Antecessor es una de estas variaciones del Homo
Ergaster. Se basan en ello porque la única prueba que presentan los defensores del Homo
Antecessor como una nueva especie son los rasgos modernos de la cara del fósil hallado,
pero este resto pertenece a un individuo muy joven, por lo que para estos investigadores
no es determinante, ya que esos rasgos aún están por desarrollarse. En cualquiera de los
casos, hoy por hoy, no podemos resolver la incógnita.
Las rutas que siguieron estos primeros pobladores de la Península Ibérica también son
difíciles de determinar, por no decir imposible, ya que ni el contexto estratigráfico del
Pleistoceno inferior ni el del Pleistoceno medio proporcionan las pruebas fiables
suficientes para seguir el rastro.
Una que explicaría el porqué de una industria tan arcaica, así como la localización de los
yacimientos peninsulares, podría ser que grupos de Ergaster, con técnica poco
evolucionada, entrarían en competencia por los recursos, en un periodo de crisis, con
otros grupos más evolucionados técnicamente en África, y así tuvieron que emigrar hacia
el norte llegando a atravesar el Caúcaso, donde se encontraron con unas condiciones
climáticas muy duras, glaciales, de modo que avanzarían hacia el oeste siguiendo la línea
de costa, del mar Negro primero y del Mediterráneo después, buscando un clima más
benigno, hasta entrar en la Península Ibérica por el norte, pasarían por Puig d’En Roca y
Avellaners y siguiendo su ruta de búsqueda de climas más favorables avanzarían
rápidamente hacia el sur donde ocuparían los lugares ya mencionados, para a partir de
aquí iniciar la expansión por el interior de la Península (Atapuerca) y la evolución cultural
al achelense (Pinedo, Áridos, Torralba y Hambrona) en una marcada tendencia de
ocupación de las riberas de las cuencas hidrográficas por sus recursos. También es posible
que la técnica achelense fuese introducida en la Península por una nueva oleada de Homo
Ergaster o de una evolución de éste, el Homo Heidelbergensis.
La segunda posibilidad que por lógica puede plantearse en relación con la ruta de llegada
de los primeros pobladores, dado que la mayoría de los yacimientos de cantos tallados se
encuentran en el sur peninsular, es que ésta se produjera a través del estrecho de
Gibraltar. El problema para aceptar esta hipótesis deriva de dos hechos más o menos
insalvables:
Uno de ellos, el más objetivo, es que, según geógrafos y geólogos, desde la crisis del
messiniense, a finales del Mioceno, el estrecho de Gibraltar no se ha cerrado nunca y por
tanto no ha podido ser atravesado, por lo que numerosos científicos ni se lo plantean a
la hora de elaborar sus hipótesis, teorías que, sin duda, se derrumbarían si los
estudiosos de la Tierra cambiaran de opinión al respecto.
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