Está en la página 1de 14

Historia de las telecomunicaciones en

Argentina (Parte 2)
(http://papel.revistafibra.info/historia-
las-telecomunicaciones-argentina-
parte-2/)

La nacionalización de los servicios telefónicos (1946-1955).

Por Gustavo Fontanals (*)

Esta segunda entrega de la historia de las telecomunicaciones en


Argentina reseña las políticas de los primeros gobiernos peronistas
hacia la telefonía, centradas en la nacionalización y estatización de los
servicios. Eso representó un importante giro respecto de la larga etapa
anterior (1878-1946), impulsada por el desarrollo comercial de las
operadoras privadas (véase Parte 1 en Fibra 7
(http://papel.revistafibra.info/numeros-editados/07/historia-de-las-
telecomunicaciones-en-argentina-parte-1/)).

El proceso de nacionalización y estatización de los servicios telefónicos


se inició con la nacionalización de la Unión Telefónica, la compañía que
por más de 60 años controló los servicios en la zona más rentable del
país (de Buenos Aires a la región pampeana, Santa Fe y Córdoba),
operando más del 90% de las líneas nacionales. Y fue seguido al poco 
tiempo con la compra de otras operadoras locales y la estatización de
los servicios en la Dirección Nacional de Teléfonos del Estado,
consolidando el control público en la mayor parte del país. A lo largo de
la siguiente década, sobre la base de importantes aportes del Tesoro
Nacional, se registró una fuerte expansión del servicio, con la
instalación de nuevos tendidos y centrales locales y la integración de la
red mediante nuevas líneas troncales. Esa fue la estructura que en
1956 dio lugar a la Empresa Nacional de Teléfonos (ENTel), el operador
estatal que controló el sector durante las siguientes tres décadas.

La nacionalización: creación de la Empresa Mixta Telefónica


Argentina (EMTA)

La llegada de Perón a la presidencia y la puesta en marcha de las


políticas de mayor intervención estatal en la economía modificaron
radicalmente la actividad del sector. A poco de asumir el gobierno, en el
marco de un debate acerca del uso que debía darse a las reservas de
oro y divisas que la Argentina había acumulado durante la Guerra, el
Ejecutivo puso en marcha una amplia política destinada a la compra de
activos de compañías extranjeras que contralaban importantes
sectores de infraestructura, como trenes y tranvías, puertos,
distribuidoras de gas, generadoras y transportadoras eléctricas, y
teléfonos.

Esa política no encontró en general fuertes resistencias a sus objetivos,


sino fundamentalmente a las modalidades con las que se la puso en
práctica, como el carácter secreto de las negociaciones o los montos o
condiciones estipulados. Sucede que el avance de la intervención
directa del Estado en la economía, reforzando sus atribuciones
regulatorias o directamente como productor de bienes o prestador de
servicios, era una tendencia creciente a nivel mundial. Esta había
despuntado en Europa con la Primera Guerra Mundial, se había
reforzado tras la crisis de 1930 y se había consolidado durante la
Segunda Guerra Mundial, difundiéndose posteriormente a nivel global
en un proceso de emulación política.

(http://papel.revistafibra.info/wp-content/uploads/2016/04/Foto-1-
Historia-Telcos-Parte-2.jpg)

En el caso específico de la telefonía, la conformación de grandes


empresas públicas de carácter monopólico se había consolidado en
Europa en las décadas de 1920 y 1930, en un proceso que había
reforzado las tempranas nacionalizaciones de las redes de larga 
distancia (bajo objetivos de integración nacional) con la incorporación
de las redes urbanas e interurbanas de las operadoras privadas
existentes. Como explicamos en Fibra 3 al analizar la evolución del
sector a nivel mundial, operaron en esto justificaciones de tipo político y
militar/estratégico (como soberanía, defensa nacional e independencia
económica), pero también de eficiencia productiva, a partir del
reconocimiento de las condiciones de monopolio natural que
caracterizaban al sector.

En breve, el hecho de que el servicio se brindara a través de una red


dotaba al negocio de fuertes economías de escala y de densidad
(costos decrecientes al tamaño y a la cantidad de usuarios servidos),
que hacían económica y socialmente más eficiente su prestación a
través de una empresa monopólica, en la generalidad de los casos de
propiedad pública. A la vez, el control estatal de esos monopolios hacía
posible el impulso de políticas de desarrollo industrial nacional, por
medio del uso de su poder de compra. Esas políticas se extendieron
luego de la Segunda Guerra por América Latina, y se difundieron como
práctica usual a nivel mundial hasta mediados de la década de 1980
(Duch, 1994).

En Argentina, los partidarios de la nacionalización del servicio venían


impulsando un consenso desde principios de la década de 1940,
aludiendo a la precariedad de los permisos con los que operaban las
empresas y al alto costo de las tarifas, producto de las estrategias para
saltear la regulación tarifaria (alteración de estados contables y
ganancias para justificar actualizaciones de precios, aplicación de
múltiples cargos extra). De a poco el consenso se robusteció, así como
las críticas a la Unión Telefónica, y tras el Golpe militar de 1943 se
dispuso avanzar con la valuación del patrimonio como paso previo a su
nacionalización (Bellini, 2013).

La asunción de Perón como Presidente terminó de dar impulso a las


políticas de nacionalización de servicios públicos, las que pronto se
pusieron en marcha, aunque con una estrategia paulatina. No se
avanzó inicialmente con estatizaciones completas, sino con la 
conformación de empresas mixtas, con un control mayoritario por parte
del Estado nacional, pero conservando parte del capital privado
extranjero. A la vez, se preveía la incorporación de nuevo capital
nacional mediante la emisión de acciones, así como de participaciones
para los trabajadores (CEPAL, 1976).

En septiembre de 1946, el Gobierno nacional concretó la compra a la


estadounidense International Telephone & Telegraph Company (ITT) de
la totalidad de los bienes y acciones de la Unión Telefónica, a cambio de
95 millones de dólares y la asunción de sus pasivos nacionales e
internacionales. Como parte de la operación se firmaron dos acuerdos
complementarios, por los cuales la ITT seguiría brindando durante 10
años asesoramiento técnico para la explotación del servicio (a cambio
de una tasa fija del 3% sobre los ingresos brutos de la empresa), a la vez
que su subsidiaria Standard Electric y mantendría la exclusividad del
aprovisionamiento de equipos y repuestos (Herrera, 1989). La
operación fue negociada y suscripta por el Gobierno nacional ad
referéndum del Congreso, que pocos días después lo ratificó con la
sanción de la Ley 12.864.


(http://papel.revistafibra.info/wp-content/uploads/2016/04/Foto-2-
Historia-Telcos-Parte-2.jpg)

La operación se sostuvo en un proceso de convergencia de los


intereses de los principales actores intervinientes: la ITT, el Gobierno
nacional y el cada vez más poderoso sindicato de la empresa. La ITT ya
se mostraba interesada en desprenderse de la operadora, dadas las
mayores exigencias económicas y operativas, debido al refuerzo del
control tarifario y a las crecientes dificultades para el mantenimiento,
prestación y expansión del servicio, que enfrentaba cada vez más
demanda insatisfecha. Lo que había generado un clima de protesta
social contra la empresa, coincidente con quejas similares hacia otras
compañías privadas de servicios públicos en la época. A la vez,
enfrentaba un duro conflicto con la organización gremial, un sindicato
que de la mano del control de la empresa sobre el sector había tomado
cada vez más fuerza sectorial pero también política, y que había pasado
a reclamar por la nacionalización del servicio (Schvarzer, 1993).

Esto llevó a la ITT a considerar seriamente la posibilidad de retirarse del
negocio. Lo que acorde a las condiciones de venta,y principalmente a
los acuerdos conexos de exclusividad en asesoramiento y provisión,
terminó conformando un excelente negocio: le permitió conservar
beneficios de carácter monopólico, pero sin el costo político de aparecer
como propietaria de la empresa. Esta coincidencia de intereses, que se
mantuvo casi intacta durante una década, propició una fuerte
expansión del servicio: el interés del gobierno, el sindicato y los
usuarios para su extensión se replicó en el de la compañía extranjera,
dado que cada nueva línea instalada implicaba la compra de equipos a
la Standard Electric y un mayor pago por asesoramiento (como parte de
los ingresos crecientes de la empresa).

La operación dio origen a la Empresa Mixta Telefónica Argentina


(EMTA). En este caso, no obstante, no contaba con inversores privados,
dado que se compró la totalidad de las acciones a la ITT. Y aunque se
realizó una emisión de acciones, el Estado procedió pronto a su
recompra, alegando “el interés político de los privados en dirigir la
empresa” (Bellini, 2013).

Durante el año y medio de existencia de la EMTA, la expansión del


servicio se concentró fundamentalmente en el conurbano bonaerense,
que a lo largo del período de guerra había quedado relegado frente al
fuerte crecimiento de la población producto de la migración interna.

La nacionalización no implicó inicialmente mayores cambios en cuanto


a la regulación pública del sector, que se mantuvo acotada a los
decretos de 1935 y 1936, que establecían el carácter de servicio
público, el control tarifario y algunas condiciones de explotación (véase
Fibra 7 (http://papel.revistafibra.info/numeros-editados/07/historia-
de-las-telecomunicaciones-en-argentina-parte-1/)). Y en general no
afectó al resto de las empresas y cooperativas telefónicas del país, que
continuaron prestando sus servicios acorde a éstos, sobre la base de
múltiples permisos municipales o provinciales (que habían sido
declarados precarios en esos decretos, pero siguieron vigentes). 
La estatización: creación de la Dirección Nacional de Teléfonos del
Estado

La situación comenzó a cambiar a principios de 1948, cuando el


Gobierno nacional decidió profundizar su estrategia de
nacionalizaciones, impulsando la estatización total en la mayoría de los
servicios públicos; lo cual fue incorporado en la legislación con la
sanción de la Constitución Nacional de 1949, que declaró a los servicios
públicos como responsabilidad exclusiva del Estado nacional,
previéndose la compra o confiscación de aquellos que aún estuvieran
en manos privadas.

En el caso de los teléfonos, la nueva estrategia dio lugar a dos procesos


separados pero convergentes. Por un lado, se procedió a la
incorporación de EMTA al Estado nacional, convirtiéndola en un nuevo
ente público denominado Dirección General de Teléfonos del Estado
(TE), bajo la jurisdicción del flamante Ministerio de Comunicaciones. Por
otro lado, se puso en marcha un proceso de compra de empresas
privadas y cooperativas que brindaban el servicio en el interior del país,
las que progresivamente se fueron incorporando a TE. Entre 1948 y
1952, a través de negociaciones particulares con cada una, se procedió
a la compra de la mayoría de las empresas telefónicas del país,
aumentando el número de abonados y, principalmente, la cobertura
territorial de la empresa estatal. No obstante, la política no comprendió
a la totalidad de las operadoras, acorde al desarrollo de las
negociaciones, que en varios casos no progresaron. El Gobierno no
procedió nunca a expropiaciones o confiscaciones, para lo cual se
requería, acorde a la Constitución, la sanción de una ley nacional
específica. Pero tampoco recurrió a la anulación de los permisos de
carácter precario con los que las empresas venían operando.


(http://papel.revistafibra.info/wp-content/uploads/2016/04/Foto-3-
Historia-Telcos-Parte-2-1.jpg)

El principal caso de negociaciones en que no se llegó a un acuerdo es el


de la Compañía Entrerriana de Teléfonos (CET) y la Compañía Argentina
de Teléfonos (CAT), las empresas de la sueca Ericsson que controlaban
cerca del 7% del mercado y eran operadoras únicas en una importante
porción del país (cubriendo las provincias de Entre Ríos —CET— y
Mendoza, San Juan, Santiago del Estero, Tucumán y Salta —CAT —).
Ericsson se mostró desde el principio dispuesta a venderlas, acorde a la
misma lógica de la ITT de deslindarse de la responsabilidad de aparecer
como propietaria de un servicio criticado por sus deficiencias. Pero
buscaba obtener un precio y condiciones de venta semejantes. Algo a lo
que el Gobierno no se mostraba dispuesto, ya que se contradecía con el
acuerdo en marcha con la ITT, además de que Ericsson no contaba con
producción local de equipamiento. Las negociaciones se extendieron, en
un contexto cada vez más exigente para Ericsson, y la venta estuvo a
punto de concretarse en 1955, pero tras el golpe de Estado el gobierno

militar decidió descartarlo. Esas empresas permanecieron por más de
treinta años como las únicas operadoras privadas con cobertura
regional, ejerciendo un monopolio en varias provincias.

El dominio estatal del servicio sí fue absoluto para el segmento de


llamadas de larga distancia nacional, que quedó a cargo de TE. Salvo en
los casos de CET y CAT, el ente estatal adquirió los tendidos
interurbanos existentes, a la vez que procedió a la instalación de
nuevas redes troncales e interurbanas destinadas a fortalecer la
integración de su propia red y la interconexión con las empresas y
cooperativas locales que siguieron operando, a las que pasó a
brindarles el servicio (ENTel, 1981). No ocurrió lo mismo con las
comunicaciones internacionales, que siguieron más de dos décadas en
manos de cuatro operadoras privadas de control extranjero.

Conclusión. La expansión e integración del servicio durante la primera


década de control estatal

La primera década de control estatal del servicio telefónico se destacó


por la estabilidad relativa de los objetivos e intereses perseguidos, lo
que hizo posible una fuerte expansión. Desde su formación, la EMTA
mantuvo las pautas organizativas heredaras de la empresa existente,
bajo el asesoramiento de la ITT. La incorporación al Estado como
Dirección Nacional en 1948 tampoco dio lugar a grandes cambios
operativos. Esa estabilidad se conjugó con la coincidencia de los
intereses de los principales actores: el Gobierno nacional, la dirigencia
de la empresa, los sindicatos y la ITT como asesora y proveedora. Y se
sostuvo sobre la base del interés gubernamental de expandir la
empresa y el servicio, mediante la compra de operadoras y la
instalación de nuevos tendidos y centrales a lo largo del país. Esto
aseguró los fondos necesarios para la expansión, que provinieron
fundamentalmente de aportes del Tesoro Nacional (más que de los
resultados operativos, que por un lado no podían sustentar tanta
inversión, y que gradualmente se vieron reducidos por el congelamiento
de tarifas con objetivos anti-inflacionarios). La ampliación de los 
servicios telefónicos se incorporó como uno de los ejes del Segundo
Plan Quinquenal puesto en marcha en 1952, con el propósito no sólo de
llegar a más sectores de la población, sino también de promover el
desarrollo de la fabricación local de equipamiento (Herrera, 1989).

La empresa estatal pasó de los 520 000 abonados recibidos en 1946 a


1,1 millón para 1955. A su vez, se realizó el tendido de cientos de miles
de kilómetros de líneas troncales y locales para fortalecer la integración
y penetración de la red, se instalaron nuevas centrales y terminales
automáticas, y se multiplicaron los teléfonos públicos, antes limitados
(ENTel, 1981). La expansión condujo a que, a mediados de 1955,
Teléfonos del Estado se ubicara entre las diez primeras
administraciones telefónicas del mundo en líneas instaladas y séptima
en cantidad de llamadas cursadas. Según estadísticas de 1957, la
Argentina contaba con un 43% de los teléfonos instalados en América
del Sur, mientras que Buenos Aires registraba el doble de densidad
telefónica que cualquier otra gran ciudad de la región (Hill y Abdala,
1993).


(http://papel.revistafibra.info/wp-content/uploads/2016/04/Foto-4-
Historia-Telcos-Parte-2.jpg)

No obstante, hay tres aspectos de esa modalidad de expansión que


deben anotarse, y que caracterizaron a la empresa estatal de ahí en
adelante. Por un lado, la heterogeneidad técnica de la red, desarrollada 
sobre la base de los múltiples tendidos absorbidos por la empresa
estatal, resultantes en una integración de tecnologías y sistemas
diferentes que se mantuvo a lo largo del tiempo. Por otro, la fuerte
disparidad en la distribución territorial de las líneas, con una importante
concentración en el Área Metropolitana de Buenos Aires y en menor
medida en la región pampeana. Esta fue heredada en buena parte de la
Unión Telefónica, pero a la vez la primera etapa de expansión de la
empresa pública se concentró en el conurbano bonaerense, con fuerte
demanda insatisfecha. A partir de 1952, la expansión se enfocó hacia el
interior del país, pero esa distribución tan desigual persistiría.

Finalmente, un legado sobre la configuración estructural del sector:


más allá de que la empresa estatal se quedó con el control monopólico
del servicio en todo lugar donde se decidió a hacerlo, no alcanzó a la
totalidad de las empresas, muchas de las cuales siguieron operando en
sus localidades o regiones. Ese esquema se mantuvo durante los más
de 30 años de existencia de la Empresa Nacional de Telefónos (ENTel),
que retuvo el control sobre más del 90% de las líneas totales, pero
estuvo acompañada por cientos de operadoras locales y las regionales
CET y CAT. Pero esa ya es otra historia, a la que volveremos.

(*) Universidad de Buenos Aires. En Twitter es @Phillynewrocker


(http://twitter.com/Phillynewrocker).

Referencias:

– Belini, C. (2013): Peronismo, nacionalizaciones y sociedades mixtas.


El fracaso de EMTA, HIB.
– CEPAL (1976): Las empresas públicas en la Argentina, CEPAL.
– Duch, R. (1994): Privatizing the Economy: Telecommunications Policy
in Comparative Perspective, The University of Michigan Press.
– ENTel (1981): 100° Aniversario del Servicio Telefónico en la
Argentina (1881-1981), Marchand.
– Herrera, A. (1989): La revolución tecnológica y la telefonía argentina, 
Editorial Legasa.
– Hill, A. y Manuel A. Abdala (1993): “Regulation, Institutions, and
Commitment: Privatization and Regulation in the Argentine
Telecommunications Sector”, World Bank Policy Research Working
Paper 1216.
– Schvarzer, J (1993): “El proceso de privatizaciones en la Argentina”,
en Realidad Económica Nro 120.

© Copyright

También podría gustarte