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Resumen Corto del Libro Huasipungo de Jorge Icaza

Alfonso Pereira es dueño de una hacienda en huasipungo a la cual no iba,


pues prefería vivir en la ciudad con su esposa e hija y tener una vida hasta
cierto punto cómoda. La hija de Alfonso Pereira, dueño de Cuchitambo —
la hacienda donde transcurre la acción—, va a ser madre. El padre busca
entre las indias una nana para el bebé y elige a Cunshi, la mujer del
protagonista, Andrés Chiliquinga. El indio, creyéndose abandonado por
Cunshi, va a trabajar al monte y pierde una pierna en un accidente.

Al enfrentamiento entre el indio y el patrón, que es inevitable


componente social, se aúna uno nuevo: el patrón pretende seducir a
Cunshi. Asimismo, la mayoría de los indios es enviada a construir una
carretera con la cual los amos, el inversionista extranjero, el juez y el cura
del pueblo serán los únicos beneficiados. En cambio, Chiliquinga ha sido
encargado para ayudar en las obras junto con sus compañeros, lo que los
obliga a soportar largas jornadas de trabajo y la actitud despótica del
capataz, incluso hasta arriesgar sus vidas y perderlas.
El río crece con las lluvias y las obras de construcción de la carretera se
interrumpen. La corriente arrasa el sitio por donde debía pasar la
carretera e inunda huertas y casas de los indios. El hambre casi los vence y
para alimentar a sus familias deciden, Chiliquinga entre ellos, desenterrar
el cadáver de una res muerta en la inundación.

Chiliquinga, desesperado, debe afrontar una vez más la evidente


separación de los mundos de blancos e indios; su esposa muerta no puede
ser enterrada en el cementerio de la iglesia si el cura párroco no recibe
una fuerte suma. Andrés roba entonces una res para conseguir el dinero
que garantizaría el entierro de Cunshi, pero es severamente castigado por
el patrón.

Lleno de indignación, Andrés congrega a la indiada enardecida, y se


desatan la violencia, la venganza y el asesinato, descargando así el cúmulo
de odio y rencor tanto tiempo reprimidos. Andrés toma desquite del
teniente político y de don Alfonso, cuya hacienda él y los suyos asaltan,
pero en donde no había nadie, pues los amos han huido a Quito. Ya sólo
quedan unos pocos rebeldes, entre ellos Andrés Chiliquinga y su hijo,
quienes se refugian en una choza junto con otros compañeros. De
repente, advierten que el techo es pasto de las llamas; ese incendio es el
preludio de una muerte segura. En un heroico alarde de orgullo y
soberbia, Andrés torna a su hijo en brazos y, angustiado se entrega a las
balas gritando: "¡Ñucanchic huasipungo” De pronto, como un rayo, todo
enmudeció para él, para ellos.
El párrafo final, lleno de poesía, denuncia el abuso, la opresión, el
sufrimiento ancestral, y documenta la desesperada voluntad de luchar
para terminar definitivamente con ello: "Al amanecer, entre las chozas
deshechas, entre los escombros, entre las cenizas, entre los cadáveres
tibios aún, surgieron, como en los sueños, sementeras de brazos flacos
como espigas de cebada que, al dejarse acariciar por los vientos helados
cielos páramos de América, murmuraron en voz ululante de taladro:
"¡Ñucanchic huasipungo”

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