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La historia transcurre en Ecuador en la primera mitad del siglo 20, siendo sus personajes

principales los indios de los huasipungos, huasipungos son los ranchos, propiedad de los patrones,
en los que habitan estas personas. Está considerada como la obra ecuatoriana más famosa y es
una de las novelas indigenistas por excelencia. En ella se describe cómo las pequeñas propiedades
que los terratenientes entregaban a los indígenas como compensación por su trabajo, les eran
robadas más tarde por los mismos terratenientes y, cuando aquellos protestaban por el atropello,
eran asesinados. Huasipungo cuenta una historia de explotación y crueldad a que son sometidos
los indígenas por la trilogía patrón-cura-terrateniente político.

Alfonso Pereira es dueño de una hacienda en huasipungo a la cual no iba, pues prefería vivir en la
ciudad con su esposa e hija y tener una vida hasta cierto punto cómoda. La hija de Alfonso Pereira,
dueño de Cuchitambo-la hacienda donde transcurre la acción-, va a ser madre. El padre busca
entre las indias una nana para el bebé y elige a Cunshi, la mujer del protagonista, Andrés
Chiliquinga.

El indio, creyéndose abandonado por Cunshi, va a trabajar al monte y pierde una pierna en un
accidente. Al enfrentamiento entre el indio y el patrón, que es inevitable componente social, se
aúna uno nuevo: el patrón pretende seducir a Cunshi. Así mismo, la mayoría de los indios es
enviada a construir una carretera con la cual los amos, el inversionista extranjero, el juez y el cura
del pueblo serán los únicos beneficiados.

En cambio, Chiliquinga ha sido encargado para ayudar en las obras junto con sus compañeros, lo
que los obliga a soportar largas jornadas de trabajo y la actitud despótica del capataz, incluso
hasta arriesgar sus vidas y perderlas. El río crece con las lluvias y las obras de construcción de la
carretera se interrumpen. La corriente arrasa el sitio por donde debía pasar la carretera e inunda
huertas y casas de los indios.

El hambre casi los vence y para alimentar a sus familias deciden, Chiliquinga entre ellos,
desenterrar el cadáver de una res muerta en la inundación. Chiliquinga, desesperado, debe
afrontar una vez más la evidente separación de los mundos de blancos e indios; su esposa muerta
no puede ser enterrada en el cementerio de la iglesia si el cura párroco no recibe una fuerte suma.
Andrés roba entonces una res para conseguir el dinero que garantizaría el entierro de Cunshi, pero
es severamente castigado por el patrón.

Lleno de indignación, Andrés congrega a la indiada enardecida, y se desatan la violencia, la


venganza y el asesinato, descargando así el cúmulo de odio y rencor tanto tiempo reprimidos.
Andrés toma desquite del teniente político y de don Alfonso, cuya hacienda él y los suyos asaltan,
pero en donde no había nadie, pues los amos han huido a Quito. Ya sólo quedan unos pocos
rebeldes, entre ellos Andrés Chiliquinga y su hijo, quienes se refugian en una choza junto con otros
compañeros.

De repente, advierten que el techo es pasto de las llamas; ese incendio es el preludio de una
muerte segura. En un heroico alarde de orgullo y soberbia, Andrés torna a su hijo en brazos y,
angustiado se entrega a las balas gritando: "Nucanchic huasipungo" De pronto, como un rayo,
todo enmudeció para él, para ellos.

El párrafo final, lleno de poesía, denuncia el abuso, la opresión, el sufrimiento ancestral, y


documenta la desesperada voluntad de luchar para terminar definitivamente con ello: "Al
amanecer, entre las chozas deshechas, entre los escombros, entre las cenizas, entre los cadáveres
tibios aún, surgieron, como en los sueños, sementeras de brazos flacos como espigas de cebada
que, al dejarse acariciar por los vientos helados cielos páramos de América, murmuraron en voz
ululante de taladro: "Nucanchic huasipungo"

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