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Tenacidad. Se llama así al empeño que un individuo puede tener en lograr las cosas
que se propone y que le impide rendirse ante las primeras dificultades.
Rectitud. Usando la línea recta como metáfora, esta virtud implica que una persona
no se desvía del camino correcto, es decir, que evita riesgos y situaciones peligrosas.
Lealtad. La lealtad hacia una causa, una persona o una relación se entiende como la
capacidad de compromiso y de sacrificio que un individuo sienta por ella. Se supone
que la lealtad entraña privilegiar eso a lo que se es leal por encima de los beneficios
del momento.
Flexibilidad. Puede ser física, como la de los atletas o maestros de yoga, pero sobre
todo se utiliza para aludir a la capacidad de adaptación de los individuos de cara a un
reto o un imprevisto. Las personas capaces de producir esquemas nuevos e
improvisar suelen ser flexibles.
Puntualidad. Esta cualidad es muy apreciada ya que significa respeto por el tiempo
de los demás, ya que alude a la disposición a estar a tiempo y a responder
puntualmente a los compromisos adquiridos: si quedamos a las 3:00 horas, es a esa
hora y no veinte minutos después.
Serenidad. Se llama así a la calma interior, el talante moderado para enfrentar las
situaciones incluso cuando se trate de una emergencia o algo urgente. La serenidad
se vincula con el control, que es un concepto muy valorado por nuestra cultura.
Prudencia. Los prudentes son quienes evalúan bien las opciones disponibles antes de
tomar una decisión, apostando siempre por la opción más segura y corriendo el
menor riesgo posible.