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Psicopatologia Relacional PDF
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than just an affective phenomenon that includes cognitive, La ‘antipsiquiatría’, en su versión de mayor
emotional and pragmatic components. Therefore, a mentally radicalismo epistemológico (Laing, 1972), cons-
healthy individual should have the experience not only of tituyó una de las fuentes de inspiración de la
being the object of loving thoughts and feelings, but also of primera terapia familiar, a la que transmitió gran
being treated in a loving way. Blocking or interfering with any parte de su ambigüedad respecto del diagnósti-
of these components can lead to a partial and relatively spe- co. La esquizofrenia existía, fundamentalmente,
cific deficit of relational nurturing, and such deficits underlie como pretexto para acusar a la familia y poner
various forms of psychopathology. The paper describes four de manifiesto sus graves disfuncionalidades. Esa
broad areas of psychopathology, namely psychosis, neurosis, carga descalificadora estuvo en la base del sesgo
depression and social attachment disorders, each with its que adquirieron algunos derroteros sistémicos,
corresponding set of symptoms and its respective personality responsables del conflicto que opuso a la tera-
disorders, which are inappropriately separated into different pia familiar y a las asociaciones de familiares de
diagnostic levels. Correlations are also established between enfermos mentales en Estados Unidos, que a
the four broad diagnostic groups and other relational dys- punto estuvo de sacar a las psicosis del campo
functions linked to the family of origin, where the marital and de la psiquiatría para integrarlas, como resulta-
parental functions combine to produce three basic kinds of do de maniobras políticas exentas de cualquier
psychological maltreatment: triangulation, deprivation and reflexión científica, en la neurología.
chaotization, the establishment of chaotic relationships. De- En la actualidad, la terapia familiar sistémica
fining the relational bases of psychopathology should enable ha continuado alejándose de la psicopatología,
us to take steps towards the establishment of specific criteria en gran parte por influencia de un postmoder-
that could guide therapeutic intervention. nismo que se siente más cómodo abordando pro-
Key words: Systemic, family therapy, psychopathology, diagno- blemáticas menos comprometidas y más sensibles
sis, guiding metaphor a sus planteamientos blandos. Existen, desde
luego, importantes excepciones que, sin embar-
go, no han bastado para modificar la tendencia
1. Introducción a disminuir su influencia en el campo de la salud
La terapia familiar sistémica no ha sido muy mental.
proclive al diagnóstico, y, aún ahora, persisten Pero sería injusto atribuir a la terapia fami-
fundadas reticencias frente a lo que es percibido liar toda la responsabilidad de su divorcio con
como un proceso clasificatorio de la conducta el diagnóstico psicopatológico. En los últimos
desviada, facilitador del etiquetaje y de la mar- tiempos, la psiquiatría ha conocido una radica-
ginación de los pacientes psiquiátricos. Bateson lización biologicista, en gran parte debida a la
(1976) definió el diagnóstico psicopatológico influencia de la industria farmacéutica, que, acu-
como un proceso dormitivo, y con esa expresión sando al reduccionismo positivista, la ha alejado
vertió sobre este la más extrema descalificación de las sensibilidades psicoterapéuticas tributarias
de que era capaz un hombre como él, radical de la complejidad y, especialmente, de los plan-
en los conceptos, pero moderado en las formas. teamientos relacionales.
Si la ‘teoría del doble vínculo’, en sus primeras Mención especial requieren los esfuerzos de
formulaciones, pudo ser entendida como una la American Psychiatric Association por actuali-
aproximación etiológica a la esquizofrenia des- zar y hacer más manejables los criterios diag-
de posiciones comunicacionalistas, pronto hubo nósticos. Concretamente, la separación de los
una renuncia explícita a tal empeño, haciéndose síntomas psicopatológicos y la personalidad, en
hincapié en su carácter circular, ajeno a cualquier dos ejes diagnosticables separadamente, puede
intención causal. ser interpretada como una loable tentativa de
del sufrimiento mental humano. Y, a tal efecto, Unidad de Psicoterapia y la Escuela de Terapia
acuñamos el término de ‘metáforas guía’ (Li- Familiar del Hospital de la Santa Creu i Sant
nares, 1996) para aludir a las referencias diag- Pau (Universitat Autònoma de Barcelona). El
nósticas en el campo psicopatológico. No hay mundo de la familia multiproblemática (Coletti
duda de que, usadas como simples etiquetas cla- y Linares, 1997), que es en gran medida el de
sificatorias, expresiones como psicosis, neurosis, la sociopatía, fue explorado en una experiencia
depresión y tantas otras pueden convertirse en realizada en Ciutat Vella de Barcelona, en co-
instrumentos de discriminación y marginación laboración con el Centro Studi di Terapia Fa-
social, carentes de cualquier contenido científico miliare e Relazionale de Roma (Cancrini, 1994)
e incompatibles con la dimensión comprensiva entre 1991 y 1994. Los territorios depresivos y
inherente al proceso terapéutico. Pero también neuróticos –estos últimos centrados fundamen-
es cierto que en la larga historia de las ideas psi- talmente en la distimia, pero con incursiones
quiátricas, los movimientos clasificatorios han en otros trastornos neuróticos clásicos, como
sido consustanciales a los más serios intentos la histeria, las fobias y la ansiedad– sirvieron de
por penetrar en los misterios de la locura y de base a una investigación iniciada a mediados
otras formas de sufrimiento psicológico. Y tal es de la década de los noventa (Linares y Cam-
la tradición heurística, que queremos reivindicar po, 2000) y continuada hasta la actualidad con
aplicando el concepto de metáfora guía como ritmos diversos. Los trastornos psicóticos han
alternativo en cierto modo al de enfermedad. sido el tema principal de actividad clínica y de
Si esta implica una referencia médico-biológica, investigación del autor desde sus inicios como
inadecuada al carecerse de etiologías, patogenias, psiquiatra formado en hospitales mentales. A la
anatomías patológicas y formas clínicas preci- espera de la pronta aparición del libro La terapia
sas, aquella nos ubica en un territorio narrativo familiar de las psicosis: entre la destriangulación y la
que, inevitablemente, comporta movimientos reconfirmación, que recogerá los hallazgos de los
conceptuales centrípetos y centrífugos. Y, en- últimos diez años de investigación formalizada
tre los primeros, la clasificación ocupa un lugar sobre el tema, algunos artículos dan cuenta de
destacado. sus ideas al respecto (Linares, 2001; Linares,
El diagnóstico psicopatológico, en tanto que 2007; Linares y Vallarino, 2008). Por último, los
metáfora guía relacional centrípeta, debe servir llamados trastornos de personalidad, de modo
de brújula orientadora en los primeros pasos del especial, el trastorno límite de personalidad, está
proceso terapéutico, pero nunca convertirse en siendo objeto de una investigación clínica, que
un corsé intelectual que aprisione al terapeuta ya ha empezado a dar frutos (Linares, 2006; Li-
en las celdas del prejuicio. Por eso, su peso es- nares, 2007), generando también una necesaria
pecífico debe disminuir de forma inexorable a reflexión sobre su engarce en el conjunto de la
medida que se construya el universo único de psicopatología.
cada terapia, bajo la influencia centrífuga de la
singularidad psico-relacional y de la alianza te- 2. La personalidad relacional
rapéutica. Este no es el lugar adecuado para desarrollar
Las propuestas que a continuación se vierten detalladamente una teoría sistémica de la per-
son el resultado de muchos años de investigación sonalidad, cuyos fundamentos hemos propuesto
clínica, primero desde la óptica de la psiquiatría recientemente (Linares, 2012). No obstante, la
social alternativa, y luego desde la de la tera- comprensión de nuestras ideas a propósito de la
pia familiar sistémica. Son responsabilidad del psicopatología hace necesario plantear algunos
autor y de muchos de sus colaboradores en la de sus conceptos básicos. Avancemos, pues, que,
su personalidad. Idem ens, el mismo ser, es decir, de ellas, obviamente las identitarias. Desde este
lo que no cambia; he ahí la etimología de identi- punto de vista, la identidad no es un territorio
dad, que resulta por sí sola bastante expresiva del propicio para la intervención terapéutica. El te-
concepto que estamos proponiendo. Y no es que rapeuta deberá soslayarla, so pena de encontrar
la identidad rotundamente no pueda cambiar, un rechazo frontal a cualquier sugerencia que
sino que, en el mejor de los casos, sus cambios pueda ser interpretada como cuestionadora.
se producirán lentamente y no como respuesta a Ya hemos visto cómo narrativa, identidad y
cualquier confrontación directa. Ante las presio- personalidad se construyen ‘en relación’. Por eso,
nes externas, la identidad se comporta como un tal y como ocurría con el concepto de ‘mente’ de
tozudo adolescente, cerrando filas y parapetán- Bateson (1976), que, en el clásico ejemplo del
dose tras una muralla de rígida autoafirmación. leñador, se prolongaba hacia el brazo, el hacha y
Por otra parte, como se verá oportunamente, el tronco del árbol, la personalidad individual se
la identidad es muy vulnerable a determinadas prolonga a los sistemas relacionales de pertenen-
situaciones relacionales negativas, capaces de cia: dime a qué sistemas relacionales perteneces
lesionarla de forma decisiva. y te diré quién eres.
De esta definición se siguen algunas conse- La ‘familia de origen’ es, con mucha diferencia,
cuencias importantes. Por una parte, se hace evi- el sistema relacional de mayor relevancia en lo
dente que, a diferencia de la narrativa en su con- que a la construcción de la personalidad se refie-
junto, la identidad no posee un valor absoluto. re, puesto que en ella se producen los intercam-
Es decir, no cabe afirmar, contra lo que pueda bios más influyentes sobre el desarrollo narrativo
sugerir el lenguaje popular, que mientras más e identitario. Pero también existen otros sistemas
identidad, mejor. De hecho, quizás estemos más relacionales muy relevantes para la construcción
cerca de la afirmación contraria. La identidad de la personalidad, como por ejemplo la ‘escuela’
debe limitarse a unas pocas narraciones, clara- a la cual se pertenece en épocas tempranas de la
mente definidas y delimitadas, correspondientes, vida, y de forma muy intensa, el ‘grupo de pares’,
por lo general, a temas como género y orienta- que obtiene su máxima importancia en torno a la
ción sexual, pertenencia nacional, filiación po- adolescencia, o la ‘familia creada’, que, aunque se
lítica y religiosa, y poca cosa más. Lo contrario, alcanza ya en plena edad adulta, genera vivencias
es decir, un individuo excesivamente identitario, extraordinariamente fuertes. La influencia de
o es un psicótico, como veremos más adelante, o estos sistemas se ejerce principalmente mediante
un peligroso y rígido fanático que pone todo su su ‘organización’ y su ‘mitología’, instancias lo
ser en juego por cualquiera de sus narraciones. suficientemente importantes como para requerir
De todas formas, las narraciones seleccionadas una descripción pormenorizada.
por el sujeto como identitarias nunca lo son al La organización es la dimensión diacrónica de
cien por cien, como tampoco carece de un cierto la estructura, es decir, lo que permanece de la es-
baño identitario la narrativa restante. De hecho, tructura del sistema a lo largo del tiempo. Desde
la ‘narrativa identitaria’, que así podemos llamar este punto de vista, en el contexto del sistema,
también a la identidad, sirve de amarre o ancla la organización equivale a la identidad del indi-
al conjunto de la personalidad, y muy especial- viduo, pero solo parcialmente, por su condición
mente a la ‘narrativa no identitaria’, mediante perdurable, y no necesariamente porque el siste-
las sutiles prolongaciones con las que asegura ma se reconozca en ella más que en la mitología.
una leve presencia en esta. Como resultado, el Las principales propiedades estructurales de un
sujeto se reconoce en todas sus narraciones, pero sistema, ‘cohesión’, ‘adaptabilidad’ y ‘jerarquía’,
solo se emplea a fondo en la defensa de algunas son también cualidades de la organización. De
banal desde todos los puntos de vista, sino que son inevitables, la conyugalidad puede definirse,
se lo haya provocado alguien de quien depende a efectos prácticos, como la manera en que se
y en quien debería poder confiar, por no hablar afrontan los conflictos inherentes al ejercicio
de la dimensión estrictamente física, lesional, compartido de la gestión de los hijos, pudiendo
del abuso sexual, carente por lo general de im- representarse como un continuum inscrito entre
portancia o ni siquiera existente. El dolor, y con dos polos ideales de ‘armonía’ y ‘disarmonía’. Se
él la hipoteca para la maduración y el desarrollo trata de una dimensión independiente del estado
psíquico del niño, están vinculados a la pauta civil de la pareja, puesto que, aun en el caso de
relacional subyacente, es decir, al maltrato psi- que estén separados, sus miembros tendrán que
cológico. seguir en contacto y colaborando con el bienes-
Podemos, pues, definir al maltrato psicológico tar de los hijos. La conyugalidad, en tal caso, se
familiar como toda pauta relacional disfuncio- prolonga sin solución de continuidad convertida
nal que involucra a miembros de una familia, en post-conyugalidad.
generando sufrimientos que comprometen el La parentalidad es, a su vez, una ecuación que
equilibrio psicológico y la salud mental de al- recoge el ejercicio de las funciones parentales
guno de ellos. Desconfirmación, descalificación, (amor complejo, nutrición relacional) por parte
hipercriticismo, rechazo, desapego, irritación, de los padres o de las figuras delegadas respon-
desprotección, hiperprotección, hiponormati- sables de estas. Se inscribe en un continuum en-
vidad, hipernormatividad, he aquí algunos me- tre dos polos ideales de ‘conservación primaria’
canismos del maltrato psicológico familiar de y de ‘deterioro primario’, en donde la condición
que nos acabamos de ocupar. Pero, ¿a qué pautas ‘primaria’ refleja su independencia de un hipo-
relacionales remiten en la familia de origen? tético impacto de la conyugalidad. Es decir, que
Puesto que el objetivo de este artículo es in- la parentalidad puede estar primariamente con-
troducir un sesgo explicativo de naturaleza re- servada o deteriorada, sin que en ello intervenga
lacional en la comprensión de la psicopatolo- de forma relevante el estado de la conyugalidad,
gía, priorizaremos la reflexión sobre el maltrato pero también puede verse secundariamente afec-
parento-filial, bajo cuya influencia se generan tada por una influencia negativa de parte de esta
los principales trastornos psicopatológicos, sobre cuando es disarmónica.
otras modalidades de maltrato, con indepen-
dencia de la alarma social que, coyunturalmen-
te, estas puedan causar. Ello implica focalizar Conyugalidad +
la ‘atmósfera relacional’ de la familia de origen,
prestando atención a dos dimensiones funda- Deprivaciones Funcionalidad
mentales, también de naturaleza relacional, pre-
sentes en estas: la conyugalidad y la parenta-
lidad. Se trata de dos funciones relativamente Parentalidad – Parentalidad +
independientes entre sí que se comportan de
forma autónoma aunque pueden influirse recí-
procamente.
La conyugalidad es una ecuación que refleja Caotizaciones Triangulaciones
la manera en que los miembros de la pareja pa-
rental, o las figuras en que se delega parcial o to- Conyugalidad –
talmente el ejercicio de las funciones parentales,
se relacionan entre sí. Puesto que los conflictos Figura 2
El cruce de estas dos dimensiones, conyugali- que también se involucren los hijos. Desde luego
dad y parentalidad, crea, como muestra la figura que la disfuncionalidad puede ser evitada, tanto
2, cuatro espacios o cuadrantes correspondientes si los padres mantienen sus dificultades con-
a otras tantas atmósferas relacionales definidas yugales «fuera del alcance de los niños», como
por ellas. La tercera dimensión, ‘t’, corresponde si estos consiguen mantenerse fuera del per-
al tiempo, cuya representación indica que este nicioso juego de la pareja. Para tal efecto, será
esquema dista de ser estático, pudiendo evo- de gran utilidad la existencia de una red social
lucionar a lo largo de las etapas del ciclo vital. amplia, con presencia de otras figuras que ejer-
Cambiando con el tiempo, la conyugalidad y la zan funciones parentales en la familia extensa.
parentalidad pueden generar atmósferas rela- Por ejemplo, unos abuelos bien ubicados pueden
cionales que se superponen, que diversifican y constituir una buena defensa contra la triangula-
hacen mucho más complejo el panorama. ción. Sin embargo, con bastante frecuencia esta
El cuadrante superior derecho corresponde se hace inevitable.
a la ‘funcionalidad’, lo cual indica que, bajo las Se trata de situaciones en las que los padres se
circunstancias relacionales favorables que son la muestran de entrada razonablemente implicados
conyugalidad (o post-conyugalidad) armoniosa en el bienestar y la salud de sus hijos, pero son
y la parentalidad primariamente preservada, los incapaces de controlar el impacto negativo de la
niños tienen las mejores opciones para construir disarmonía conyugal. En la modalidad más fre-
una personalidad madura y equilibrada. Los hi- cuente, los padres trianguladores bombardean a
jos se sienten queridos y bien tratados por los los hijos con mensajes del tipo «vente de mi lado,
padres, y perciben que estos resuelven bien sus yo te ofrezco más«, o bien «si no te vienes de mi
diferencias, principalmente las que les atañen a parte, atente a las consecuencias». En definitiva,
ellos. La nutrición relacional cuenta con condi- propuestas de alianza basadas indistintamente
ciones básicas positivas, pero eso no quiere decir en estímulos positivos o negativos, combinados
que otros factores, en el insoslayable contexto de forma compleja con formulaciones a veces
de la complejidad ecosistémica, no puedan in- burdas y otras sutiles, pero siempre con nota-
terferirla de múltiples maneras. Las ‘dinámicas ble eficacia. Un suspiro o una subida de cejas
postraumáticas’ son algunos de esos factores ca- pueden constituir mensajes poderosísimos. Se
paces de influir negativamente en la nutrición trata de un modelo parecido al que desarrolló la
relacional, pero la bondad de la situación básica ‘reflexología pavloviana’ a propósito de las neu-
será siempre una circunstancia que operará a rosis experimentales, asociando un calambrazo
favor de una evolución positiva. o un desagradable soplido en el morro de un
El cuadrante inferior derecho, definido por perrito con el suministro de una galletita o de
una conyugalidad disarmónica y una parentali- un hueso. El animal se paraliza temblando y,
dad primariamente preservada, aloja a las trian- eventualmente, se orina: es la ansiedad. También
gulaciones. Es previsible que, ante una dificultad el psicoanálisis describió en términos de coali-
considerable para resolver sus conflictos, la pa- ciones trianguladas (¡mata al padre y se casa con
reja parental tienda a buscar aliados que, de una la madre!) el substrato relacional de la ansiedad.
u otra forma, inclinen la balanza de un lado. Se En el cuadrante superior izquierdo, definido
puede recurrir a familiares, amigos o incluso te- por una conyugalidad armoniosa y una paren-
rapeutas (¡tantas terapias individuales fracasan talidad primariamente deteriorada, se ubican
porque las expectativas de conseguir un aliado las deprivaciones. Se trata de una combinación
«contra el otro» no se ven oportunamente refor- menos popular que las triangulaciones, que suele
muladas por el terapeuta!), y no es de extrañar pasar desapercibida a los profesionales ingenuos,
lante. La figura 3 muestra los mecanismos de precariedad acaben por desencadenar dinámicas
maltrato psicológico que se suelen encontrar desconfirmadoras.
preferentemente en sus tres grandes modali-
dades. 5. Los trastornos
Las familias trianguladoras pueden desarro- psicopatológicos
llar pautas relacionales muy variadas. En algunas Etimológicamente, ‘diagnóstico’ significa co-
de ellas, la desconfirmación encuentra un terreno nocimiento mediante la diferencia, y ello nos
abonado: la atmósfera intensamente pasional remite a un proceso mental que nos hace agru-
que impregna la conflictiva relación entre los par y contrastar o comparar para comprender.
padres se convierte en un obstáculo significa- El hecho de que se haya terminado asociando
tivo para el reconocimiento de algún hijo. Por a la medicina es circunstancial y, desde luego,
lo demás, los juegos de coaliciones que carac- muy secundario en términos epistemológicos.
terizan a estas familias facilitan la instauración Se habla con toda soltura del diagnóstico de la
de vínculos de desapego e irritación con los hi- situación de una empresa o de las condiciones
jos percibidos como antagónicos y de actitudes de seguridad de una obra pública. No se debería,
de hiperprotección e hiponormatividad con los pues, incurrir en la simplificación de identificar
aliados. el diagnóstico con la medicalización, aunque
Las familias deprivadoras, en las que las ne- existan indudablemente razones que justifican
cesidades de los hijos no son prioritarias, cons- el prejuicio.
tituyen el caldo de cultivo ideal para la hiperexi- En efecto, la naciente psiquiatría voluntario-
gencia, antesala de la hipernormatividad y de la samente médica y pretendidamente científica
descalificación. La autocomplacencia narcisis- del siglo XIX, se construyó sobre el modelo
ta de los padres también puede generar pautas de la Parálisis General Progresiva (PGP), cuya
de hipercrítica y rechazo hacia los hijos, que, etiología infecciosa acababa de ser establecida
eventualmente, pueden incurrir en situaciones por Bayle en 1822. Se comprende que el ‘des-
de indefensión. No obstante, se trata siempre de cubrimiento’ de las causas de la PGP causara
dinámicas complejas en las se pueden encontrar un profundo impacto en los psiquiatras deci-
los fenómenos más variados. Por ejemplo, un monónicos. Téngase en cuenta que se trataba
hijo hipercriticado y rechazado, paradójicamen- de una enfermedad maldita y misteriosa, que
te puede ser hiperprotegido, como mecanismo había suscitado toda suerte de especulaciones
reactivo compensatorio. mágicas, incluyendo obviamente atribuciones
En cuanto a las familias caotizantes, todo diabólicas y explicaciones pseudocientíficas. ¡Y
puede ocurrir en ellas, dadas sus muy carencia- ahora resultaba que todo era tan sencillo como
les condiciones de base, así como, precisamente puede serlo una infección! Pronto, además, se
por ello, su capacidad de estimular, de forma descubrió que el agente causal era el treponema
ciertamente imprevisible, los recursos del eco- pallidum, y que la PGP no era sino una mani-
sistema. Quizás su característica más destacada festación cuaternaria de la sífilis. Tras años de
sea la coexistencia de desprotección e hiponor- latencia y de síntomas varios, la lúes acababa por
matividad, consecuencia de la precariedad de provocar una meningo-encefalitis, cuyo desarro-
su vinculación social. Tampoco es raro que los llo, de curso crónico, podía distar mucho tiempo
hijos se vean sometidos a desapego, irritación y de la primoinfección venérea. Ello explicaba que
rechazo, lo cual aumenta el riesgo de que sean hubiera sido tan difícil asociar ambos elementos.
víctimas de diversas modalidades de maltrato fí- En definitiva, un gran avance científico que
sico. Y no se puede descartar que la carencia y la paradójicamente se convirtió en una cortina de
humo para el progreso de la ciencia en el cam- logía orgánica. Afortunadamente, frente a las
po de la salud mental, puesto que las desmesu- afirmaciones dogmáticas de los portavoces de
radas expectativas despertadas por él hicieron la ideología biologicista, la gente tiene sentido
suponer que toda la psicopatología sería redu- común y sabe distinguir.
cible a una etiología infecciosa o, cuando menos, Con el referente de la PGP en el horizonte,
burdamente biológica. Ni qué decir tiene que la ‘nosología psiquiátrica’ se construyó en Eu-
todavía estamos pagando las consecuencias de ropa, muy especialmente en Alemania, durante
haber construido la nosología psiquiátrica sobre el siglo XIX y las primeras décadas del XX. Los
tan endebles bases epistemológicas, y que ello monumentales tratados que pusieron a punto los
explica parcialmente la ferocidad de las críticas sesudos profesores alemanes tienen su ejemplo
que recibió el diagnóstico psicopatológico por más ilustrativo en la obra de Emil Kraepelin,
parte de los antipsiquiatras de los años sesenta considerada la línea de partida de la psiquiatría
y… de los fundadores de la terapia familiar. moderna como especialidad médica.
Sin embargo, agrupar y comparar han si- Para Kraepelin (1883), el objetivo de indi-
do siempre movimientos mentales asociados a viduar enfermedades en función de sus causas
comprender, por lo que rechazar globalmente el biológicas debió quedar aplazado en una serie
diagnóstico psiquiátrico equivale a tirar al bebé de trastornos que habrían de constituir el cuerpo
junto con el agua sucia. Vale la pena respetar el central de la psiquiatría: las llamadas ‘psicosis
esfuerzo acumulado a lo largo de los siglos por endógenas’, principalmente la ‘demencia precoz’
quienes han abordado el estudio de los trastor- y la ‘psicosis maniaco-depresiva’, así como las
nos mentales, aprovechando lo mucho que en ‘personalidades desviadas’ y los ‘estados reacti-
su trabajo hay de útil. Y, desde luego, no bajar vos’. Las aportaciones subsiguientes de Bleuler
la guardia para rechazar cualquier simplificación (1924), Schneider (1923) y el mismo Freud sen-
reduccionista. taron las bases para la consolidación de la noso-
Una puntualización necesaria atañe a la uti- logía psiquiátrica en tres grandes ramas: a) las
lización del concepto de ‘enfermedad’. La pa- ‘psicosis’ paradójicamente llamadas ‘endógenas’
tología mental existe desde el momento en que para diferenciarlas de las orgánicas o ‘exógenas’
existe un inmenso sufrimiento asociado a com- (de origen infeccioso, tumoral, traumático, en-
portamientos y estados de conciencia genera- docrinológico, toxico, etc.). En ellas se agrupan
dores de fracaso individual y desajuste social. la ‘esquizofrenia’ (reformulación de Bleuler de la
Pero ello no justifica el uso del concepto de en- vieja demencia precoz), la ‘paranoia’ y la inmodi-
fermedad, asociado en la medicina moderna, ficada psicosis maniaco-depresiva, un ‘potpurrí’
desde los tiempos de Virchow y de Bernard, a en el que coexisten las psicosis delirantes con los
una anatomía patológica y una fisiopatología trastornos afectivos; b) las ‘neurosis’, bajo el co-
determinadas, inexistentes en el terreno psico- mún denominador de la ansiedad, beneficiadas
patológico. Y mucho menos autoriza el empleo en su coherencia recíproca por la ingente obra
de expresiones como «estamos ante una enfer- de Freud, y c) las ‘psicopatías’ o ‘personalida-
medad (léase esquizofrenia o depresión) como des psicóticas’, estudiadas exhaustivamente por
las demás». No es así. Los trastornos mentales Kurt Schneider, caracterizadas por una conducta
(probablemente la mejor traducción del término socialmente inadaptada de supuesta causa ‘he-
inglés mental disorders, consagrado por la Ame- redodegenerativa’, que hace sufrir a quienes la
rican Psychiatric Association), no son enfermeda- manifiestan y a quienes se relacionan con ellos.
des «como las demás», por eso es fundamental Tres grandes ramas se distinguen, a saber: la
reivindicar su singularidad respecto de la pato- de la locura, poblada por sujetos alienados de la
Sociopatías
Familias Personalidad
multiproblemáticas borderline
Figura 4
sigue su danza eterna en torno a su aparición), tiva…). Parece haber un especial ensañamiento
verdadero referente diagnóstico de alcance uni- con la ‘histeria’, que no solo desaparece como
versal. La figura 4 recoge algunos de los princi- término reconocido, sino que se ve desmenuzada
pales cambios que esta nueva nosología propone. entre estos últimos apartados citados.
Las psicosis se depuran, limitándose a las Pero el apartado que más transformaciones
delirantes, al desgajarse las depresiones de su experimenta es el de las antiguas psicopatías.
primitivo tronco común. Desaparece la psicosis De entrada, como era previsible, el concepto
maníaco-depresiva, que se convierte en ‘trastor- de ‘familia multiproblemática’ es absolutamen-
no bipolar’, y aparece un espacio diferenciado te ignorado, procediéndose, en cambio, a una
para los ‘trastornos afectivos’ (trastornos del es- descripción pormenorizada, uno a uno, de los
tado de ánimo), donde este último convive con diversos problemas que suelen presentar tales
la ‘depresión mayor’ y con la ‘distimia’ (heredera familias, bajo el rubro general de «otros proble-
de la antigua depresión neurótica). mas que pueden ser objeto de atención clínica».
Desaparecen las neurosis, siendo sustituidas Y es preciso añadir que todos estos ‘problemas’
por una serie de trastornos bajo el denominador quedan indefinidos en cuanto a su ubicación, en-
común de la ‘ansiedad’ (crisis de angustia, fo- tre los ejes I y II, muy al final de la parte clínica,
bias, trastorno obsesivo-compulsivo, estrés pos- justo antes de los apéndices. En definitiva, en
traumático, etc.). También se agrupan algunos una zona que podríamos definir como de ‘letra
antiguos fenómenos neuróticos en los nuevos pequeña’, donde existen fundadas sospechas de
apartados de ‘trastornos somatomorfos’ (soma- que la mayoría de lectores no llega a consultar.
tizaciones, hipocondría, trastorno de conversión, Todo ello nos conduce a otra peculiaridad
etc.), ‘trastornos facticios’ (fingimiento patológi- del D.S.M.-IV digna de ser examinada aquí. El
co) y ‘trastornos disociativos’ (amnesia disocia- diagnóstico es multiaxial, concretamente en cin-
Depresiones
Depresión Trastornos de la
Psicosis Distimia Neurosis
mayor vinculación social
Figura 5
co ejes numerados del I al V. De ellos interesan personalidad histérica, del grupo B al C, don-
en este momento los dos primeros, dedicados de encaja mejor, junto a las otras personalida-
respectivamente a los ‘trastornos clínicos’ y a los des neuróticas. Además, hay que reivindicar la
‘trastornos de personalidad’. La intención de la vigencia de un ‘trastorno depresivo de perso-
American Psychiatric Association y de los autores nalidad’, anunciado ya en el D.S.M.-IV, pero
personales del manual fue sin duda buena: au- incomprensiblemente aplazado en su formula-
mentar la flexibilidad y la riqueza en matices del ción concreta y definitivamente relegado en el
diagnóstico, permitiendo esa doble definición D.S.M. V. Para cualquier clínico experimentado,
superpuesta, la de los síntomas y la de la perso- no existe la menor duda de que las personali-
nalidad subyacente. Sin embargo, en la práctica, dades depresivas son una realidad: gentes que
el sistema incorpora una doble perversión. Por arrastran tristes existencias marcadas por la des-
una parte, el doble diagnóstico produce una di- calificación y la culpabilidad, sin que lleguen a
sociación entre síntomas y personalidad que, al desarrollar síntomas depresivos agudos.
poderse combinar aleatoriamente, sugieren la te- Porque ese es el matiz que, con el máximo
rrible falsedad de no tener nada que ver los unos énfasis, se quiere afirmar aquí. No existe una
con la otra. Por otra parte, la rutina terapéutica discontinuidad psicológica entre la personalidad
conduce a enfatizar el tratamiento farmacoló- y, eventualmente, los síntomas correspondientes
gico de los síntomas, relegando el trastorno de a un trastorno mental. No está justificado, por
personalidad a un plano secundario saturado de tanto, inscribir a estos y a aquella en ejes o di-
pesimismo e impotencia. mensiones diferentes. Y, desde luego, los grandes
Resulta evidente que los principales trastor- patrones relacionales que subyacen a unos y a
nos de la personalidad se agrupan en espacios otra son, en lo fundamental, los mismos.
que corresponden a los tres grandes territorios
de la psicopatología histórica: el grupo A en las 6. Hacia una psicopatología
psicosis, el grupo B en las psicopatías y el gru- relacional
po C en las neurosis. El único pequeño ajuste Así queda definida nuestra propuesta, que de-
necesario es trasladar el ‘trastorno histriónico limita cuatro grandes áreas psicopatológicas, a
de personalidad’, correspondiente a la clásica saber: neurosis, psicosis, depresiones y trastornos
DEPRIVACIONES C+
Depresión
t
P– P+
C–
CAOTIZACIONES TRIANGULACIONES
Figura 6
de la vinculación social. Cada una de ellas se con- mente conocidos como sociopatías, personalidad
tinúa sin interrupción con sus correspondientes borderline, familia multiproblemática y “otros
trastornos de personalidad, tal y como muestra fenómenos que pueden ser objeto de atención
el figura 5. Las psicosis, depuradas como tras- clínica”. Su prolongación natural es hacia los
tornos delirantes, se prolongan en los trastornos trastornos de personalidad del grupo B, con la
de personalidad del grupo A, caracterizados por mencionada salvedad del trastorno histriónico.
la susceptibilidad, la rareza y el repliegue sobre Si recordamos ahora el esquema de la atmós-
sí mismo. La depresión mayor, de estirpe psi- fera relacional en la familia de origen (a la luz
cótica, pero desgajada de ese tronco, comparte de la parentalidad y la conyugalidad), podremos
el espacio de las depresiones con la distimia, de plantearnos la posibilidad de extenderlo también
estirpe neurótica, y se prolonga en el trastorno al figura 5 y a su representación de los princi-
depresivo de personalidad, que, como acabamos pales trastornos psicopatológicos. El resultado
de ver, puede aunar tristeza y sentimientos de es la figura 6.
descalificación y de culpa. A su vez, las neurosis Las psicosis y las neurosis encuentran su espa-
se extienden hacia los trastornos de personalidad cio en el cuadrante inferior derecho, correspon-
del grupo C (con la incorporación del trastorno diente a las triangulaciones. Se trata, no obstante,
histriónico), bajo el denominador común de la de distintas modalidades de triangulación, des-
ansiedad y la inseguridad. confirmadoras y manipulatorias respectivamen-
En cuanto a los ‘trastornos de la vinculación te, con consecuencias psicopatológicas muy dife-
social’, es la denominación que atribuimos a los rentes. Las depresiones se ubican en el territorio
fenómenos de vieja estirpe psicopática, sucesiva- de las deprivaciones, en el cuadrante superior
izquierdo, excepto la prolongación inferior que aliados es una forma clásica de reaccionar frente
se adentra en el territorio de las caotizaciones, a la dificultad de resolver conflictos relacionales.
correspondiente al trastorno bipolar. Por último, Se buscan entre los familiares, los amigos, los
el trastorno de vinculación social carece de la mismos psicoterapeutas y, claro está, los hijos,
especificidad de los otros tres, aunque su núcleo que son objetivos muy cotizados a tal fin.
central y más significativo se sitúa en el área de No es que unos padres instalados en la disar-
las caotizaciones. Desde él, emite prolongacio- monía conyugal deseen necesariamente triangu-
nes a las triangulaciones y a las deprivaciones. lar a sus hijos ni tampoco que lo pretendan cons-
A continuación describiremos con más deta- cientemente. De hecho, pueden evitarlo si con-
lle parte de la diversidad y complejidad de este trolan adecuadamente sus emociones, si conocen
panorama, que dista de poder ser abarcado con las consecuencias negativas que se siguen de la
el limitado instrumento que aquí proponemos. triangulación y si cuentan con recursos alterna-
Adelantemos, de momento, que, con la sola in- tivos, eventualmente terapéuticos. También los
clusión de la dimensión tiempo, se produce una hijos pueden defenderse evitando quedar trian-
extraordinaria complejificación de la situación, gulados, sobre todo si disponen de relaciones
puesto que los distintos problemas se superpo- significativas alternativas a las que aferrarse, por
nen en infinitas amalgamas. Las familias no se ejemplo, abuelos u otros miembros relevantes de
instalan de forma estática en una combinación la familia extensa que ostenten delegaciones de
de conyugalidad y parentalidad, y, menos aún, las funciones parentales.
en una modalidad de maltrato psicológico; en Pero si los padres no se controlan y los hijos
consecuencia, de propensión a cierta psicopa- quedan indefensos, la dinámica trianguladora
tología. Por el contrario, la rueda de la fortuna puede acabar imponiéndose, vehiculizada por
(léase la infinitud del ecosistema) gira ilimita- propuestas como estas: «Vente de mi parte, yo
damente a lo largo del ciclo vital, generando la te ofrezco mayores recompensas, o bien te ame-
más variada gama de situaciones imaginable. nazo con peores represalias si no lo haces». A lo
Tal es la realidad humana y clínica que encon- cual se contrapone: «No, vente de mi parte, soy
trará el terapeuta en su práctica. No obstante, a yo quien te ofrece condiciones más ventajosas
fines didácticos, procederemos a describir, arti- o te amenaza con pérdidas más dolorosas». Y
ficialmente diferenciadas, las bases relacionales el niño sometido a este tironeo reaccionará en
de cada una de las cuatro grandes agrupaciones cierto modo como lo hacían los perros objeto de
psicopatológicas. las investigaciones de Pavlov, sobre las neurosis
experimentales. Ante recompensas y castigos
Neurosis simultáneos (galleta, hueso, soplido en el hoci-
En el área de maltrato psicológico definido por co, calambrazo, etc.) respondían con muestras
las triangulaciones, las neurosis representan, ade- evidentes de ansiedad, quedándose paralizados,
más del trastorno psicopatológico de menor gra- temblando u orinándose. Así, también los hu-
vedad, la modalidad de triangulación más clara manos, aunque los síntomas puedan ser infini-
y más fácil de describir. Hemos llamado ‘trian- tamente más complejos.
gulación manipulatoria’ a la situación relacional La ansiedad, que es la manifestación neu-
en la que un miembro del sistema, generalmente rótica más general e inespecífica, constituye la
un hijo, recibe mensajes de otros dos, general- respuesta básica a la triangulación manipula-
mente los padres, invitándolo a unirse a su juego toria. A ella se pueden añadir otros síntomas,
mediante alguna modalidad de coalición. No dependiendo de los juegos relacionales que se
puede extrañar que así sea, puesto que buscar desarrollen superpuestos a la triangulación. Por
eso, la vieja sabiduría nosográfica que agrupó sado sexualmente y fantasear sobre tal eventua-
a las distintas variedades de neurosis bajo un lidad, existe una amplia gama de posibilidades
común denominador, sigue teniendo plena vi- intermedias que pasan por la seducción como
gencia relacional, por mucho que el DSM IV fenómeno relacional. La histeria brota en los
haya pretendido ignorarla. intersticios de una bipolaridad semántica defi-
La variable relacional que preside el desarrollo nida por la erotización de la relación con uno
de los síntomas ‘fóbicos’ y de la ‘personalidad evi- de los progenitores (habitualmente de una niña
tativa’ es la ‘dependencia’, junto con su opuesto con su padre) y el rechazo puritano del sexo por
semántico, la ‘autonomía’. Ugazio (1998/2012) parte del otro progenitor.
utiliza el término ‘polaridad semántica’ para deno- La distimia o depresión neurótica se constru-
minar a estas dimensiones relacionales capaces de ye sobre triangulaciones manipulatorias a las que
organizar, dando coherencia a sus atribuciones se añade un juego de ganancia y pérdida repre-
de significado, a los síntomas psicopatológicos. sentado por la coalición con uno de los progeni-
Y no es difícil entrever que, tras esa oposición de tores y el antagonismo con el otro. Esa dinámica
conceptos, además de un fenómeno semántico suele marcar la infancia y adolescencia del/ de
generalizable existe una peculiaridad que remite la futuro/a distímico/a, que transcurre bajo el
a la triangulación manipulatoria: la incompati- signo de esa intensa relación, trasladada como
bilidad entre dos progenitores que representan, modelo al grupo de pares: se establecen vínculos
respectivamente, la dependencia y la autono- muy fuertes con una persona («mi amigo/a»),
mía. De cómo se resuelva la lucha entre ambos que, al tensarse excesivamente, se rompen pa-
por obtener la coalición del hijo, dependerá el ra ser sustituidos por otros similares, general-
sesgo del síntoma de este: ‘agorafóbico’ (sim- mente desde la mirada suspicaz del progenitor
bólicamente inclinado hacia la dependencia) o aliado. Cuando el amigo en cuestión manifiesta
‘claustrofóbico’ (simbólicamente inclinado hacia pretensiones de convertirse en pareja estable, la
la autonomía). suspicacia encuentra una justificación mayor,
Los síntomas ‘histéricos’ y los rasgos de per- puesto que se trata de una relación que ame-
sonalidad ‘histriónicos’ comparten coherencia naza la continuidad de la coalición. He ahí uno
clínica y bases relacionales a partir del común de los elementos sustentadores del «mito de ‘la
denominador de la ‘seducción’. Es bien sabido suegra’», especialmente coherente en contextos
que Freud se inspiró en la histeria para formu- triangulados (¡no existe el «mito del ‘suegro’» o
lar los principios teóricos del psicoanálisis, muy de ‘los suegros’!). De hecho, si el nuevo actor
especialmente, la ‘teoría sexual de la personali- del juego, que es la pareja, aporta un bagaje re-
dad’ y el ‘complejo de Edipo’. Y luego él mismo lacional similar, también triangulado, no es de
alimentó la polémica sobre el carácter del trau- extrañar que se produzca una especie de inter-
ma sexual que sistemáticamente detectaba en cambio cruzado de alianzas, de acuerdo con el
sus pacientes. ¿Se trataba de un trauma real o principio «los enemigos de mis enemigos son
más bien de una fantasía inconsciente? Ambas mis amigos». Así, según esta lógica relacional
opciones contrapuestas fueron sucesivamente triangulada, no será raro escuchar la siguiente
asumidas por Freud y por la ortodoxia psicoa- frase: «mi suegra es una bruja, pero mi suegro
nalítica como la clave de la construcción de la es un buen hombre».
personalidad histérica y de su correlato sintomá- Este es el caldo de cultivo ideal para el desa-
tico. Y, sin embargo, las opciones no se limitan rrollo de la distimia. Bastará con que uno de los
a ser materialmente asaltado por la sexualidad miembros de esa pareja, constituida en térmi-
adulta o a inventarse dicho asalto. Entre ser abu- nos igualitarios o ‘simétricos’ pierda pie, lo cual
puede ocurrir a raíz de una nueva pérdida rela- en la encrucijada del amor y el desamor. Fenó-
cional significativa (muerte de un ser querido, menos definidos por el ‘sí pero no’, ambigüedad
desempleo, etc.), para que la tristeza asociada a la consustancial a la condición humana presente en
ansiedad sea procesada como depresión. A partir tantas situaciones disfuncionales asociadas a las
de ese momento, los síntomas tenderán a inte- más graves patologías: «te quiero y, seguramente,
grarse en la relación, restableciendo la simetría daría la vida por ti, pero estoy demasiado ocu-
amenazada por las pérdidas, aunque inevitable- pado en otras cosas; ignoro tus necesidades, me
mente, dada la naturaleza de las dinámicas sin- disgusta tu forma de ser, te rechazo porque no
tomáticas, se tratará de una ‘simetría inestable’. te percibo como aliado, etc.»”.
Es la modalidad de relación característica de la Dos grandes pioneros de la terapia familiar,
pareja a transacción neurótica. que nunca renegaron de sus orígenes psicoanalí-
ticos, relacionaron la esquizofrenia con dificulta-
Psicosis des evolutivas del individuo en el contexto de la
Los inicios no pudieron ser más prometedo- familia. Bowen (1960) la situó en los niveles más
res. La «teoría del doble vínculo» irrumpió en fusionales y menos diferenciados de su ‘escala
el mundo psiquiátrico como una elegante pro- de diferenciación del self ’, mientras que Bos-
puesta etiológica de la esquizofrenia (Bateson, zormenyi-Nagy (1962) la asoció con problemas
Jackson, Haley, & Weakland, 1956), de estirpe en el proceso de ‘desvinculación’ en las diferentes
comunicacionalista: dos mensajes contradictorios, etapas del ciclo vital. Wynne (1958) describió
emitidos a niveles lógicos diferentes, sin posibili- la ‘pseudomutualidad’ como una característica
dad de abandonar el campo ni de metacomuni- de la familia del esquizofrénico en la que los
car, en un contexto relacional de dependencia y vínculos solidarios están sometidos a la ley del
constituyendo una secuencia continua de acon- ‘sí pero no’, sacrificando la identidad individual
tecimientos. He ahí una situación comunicacio- a las expectativas familiares. Lidz describió el
nal disfuncional frente a la cual la esquizofrenia cisma y el sesgo conyugales en la pareja paren-
constituiría una respuesta adaptativa. Obvia- tal del esquizofrénico (Lidz et al., 1965): unos
mente, la relación de dependencia remite sobre padres tan enzarzados en un enfrentamiento
todo a la familia de origen, donde se produce, eterno e irresoluble como aislados del mundo
en la infancia, la relación de mayor dependencia en un universo bizarro propio.
imaginable, a la vez que la más influyente para A Watzlawick se debe el concepto de descon-
la construcción de la personalidad. firmación, patrón comunicacional característico
La teoría del doble vínculo inspiró numerosas de la esquizofrenia que equivaldría a ignorar la
investigaciones y dio pie a abundantes propues- existencia de alguien: «tú no existes como emisor
tas, algunas de ellas de gran interés clínico (Sluz- de este mensaje» (Watzlawick et al., 1967, op.
ki & Veron, 1966). Sin embargo, poco a poco cit.). Haley (1967), otro de los pioneros que se
fue siendo abandonada, probablemente tanto ocuparon de la esquizofrenia, destacó el concep-
por las arduas dificultades metodológicas para to de ‘triangulación’, involucración del hijo en el
verificar hipótesis tan complejas, como por la conflicto de los padres. Estos le solicitarían su
creciente influencia de la industria farmacéutica sacrificio personal para ayudar a la estabilización
y de la ideología biologicista. No podemos sino de la familia. Si Watzlawick encarna gran parte
lamentar ese abandono, que nos ha privado de de la rica tradición comunicacionalista, Haley,
la vigencia actualizada de un instrumento con- compartiéndola, incorpora la sensibilidad es-
ceptual sumamente útil para abordar algunos de tructural que adquirió de Minuchin, combinada
los muy complejos fenómenos que se producen con el pragmatismo de su propia visión estra-
tégica. Sin embargo, ambos evidencian impor- acapare de tal modo la atención de uno de los
tantes limitaciones. Las elegantes propuestas dos primitivos interlocutores (A), que el otro (B)
comunicacionalistas del primero sugieren jue- se sienta olvidado y, por tanto, implícitamente
gos intelectuales difícilmente compatibles con inexistente. Dicho de otra manera, la triangula-
el dolor y la destrucción inherentes a la psicosis. ción desconfirmadora (de B) se arma cuando A
Y tampoco el heroico sacrificio que describe el niega implícitamente su previa relación privile-
segundo cuadra mucho con la escasa relevancia giada con B, acaparada por una relación intensa-
del psicótico en su familia, antes de que los sín- mente pasional con C. Se trata de una atmósfera
tomas le permitan, paradójicamente, ocupar un relacional compleja y contradictoria, donde im-
lugar bajo el sol. pera el ‘sí pero no’ y, en última instancia, nuestra
Selvini y sus colaboradores aportan un mate- vieja conocida la ‘comunicación doble vincular’.
rial decisivo en la superación de esas limitacio- Y el resultado es una situación de riesgo para
nes, tras haber explorado a fondo tanto la sensi- que B desarrolle un trastorno psicótico.
bilidad comunicacionalista (Selvini et al., 1974) Aunque la triangulación desconfirmadora más
como la estructural, con ayuda para esto último frecuente es la que, junto al paciente, sitúa en
de la «prescripción invariable». En su «teoría de los vértices al padre y a la madre, existen múlti-
los juegos psicóticos», Selvini (1988) introduce ples variantes, entre las cuales destacan también
dos conceptos clave: el ‘bloqueo de pareja’, que aquellas en las que figura un hermano presti-
recoge la tradición sistémica referida a los padres gioso (Selvini et al. 1985) o una figura pseudo-
del esquizofrénico (pseudomutualidad, hibris parental de la familia extensa. A veces pueden
simétrica, cisma, imposibilidad de definir la na- superponerse varias de ellas.
turaleza de la relación, etc.), y el ‘embrollo’, juego La psicosis implica dos niveles fundamentales
sucio desconfirmador en el que se ve atrapado de disfunción: los síntomas negativos y los posi-
el hijo, participante en una coalición con uno tivos. Aunque a veces se confunden los síntomas
de sus progenitores que luego será negada. Con negativos con los efectos de la cronicidad, es im-
base en estas ideas, proponemos el concepto de portante precisar sus diferencias. La cronicidad
‘triangulación desconfirmadora’ (Linares, 1996) psicótica manifiesta rasgos hiposociales que no
como elemento clave de una teoría relacional de ocultan su condición de beneficios secundarios.
la psicosis. Se trata de una modalidad de trian- El paciente apenas sale de casa, pierde amigos
gulación especialmente difícil de entender y de y abandona actividades, pero todo ello se pro-
describir, puesto que su elemento central, la des- duce al servicio de un estilo de vida de inválido
confirmación, no es, por definición, explicitable. subvencionado no carente de ventajas, sobre to-
Recordemos que la desconfirmación equivale do en nuestras sociedades del bienestar. Con su
a la falta de reconocimiento, es decir, a la nega- actitud, es como si el psicótico dijera al mundo,
ción relacional de la existencia del otro. Pero si y especialmente a su familia: «soy un damni-
dicha negación se explicita («¡Tú no existes para ficado, y ya que la vida y vosotros me habéis
mí!»), deja inmediatamente de ser desconfir- tratado mal, ahora yo merezco compensaciones.
mación para convertirse en mera expresión de No pretendáis hacerme trabajar». Los síntomas
rechazo. De hecho, en una relación diádica difí- negativos, en cambio, suponen una desconexión
cilmente puede darse la desconfirmación, puesto primaria con respecto al entorno, derivada de la
que entre dos personas (A y B) que interactúan desintegración de la identidad bajo los efectos
no cabe la posibilidad de ignorarse. Sin embargo, de la desconfirmación. Sin la validación social
al constituirse una triada con la intervención de que supone el reconocimiento, es inimaginable
una tercera persona (C), se hace posible que esta que pueda funcionar la conexión con la sociedad:
«Si no existo, si no soy nadie, tampoco puedo nica, suele tener éxito en cuanto a garantizar su
vincularme a nadie». De ahí la inhibición, el blo- reconocimiento social, pero una de las grandes
queo emocional, la discordancia ideoafectiva y paradojas de la psicosis es que ello aleja la posibi-
tantos síntomas de los llamados negativos. La lidad de reconocimiento de la identidad original.
escena representada por un psicótico mirándose «Mientras más reconocido soy como loco, menos
en un espejo y riendo debería inspirar al explora- opciones tengo de ser reconocido como ciuda-
dor para anotar en el historial algún comentario dano socialmente homologable». De lo dicho
más sofisticado que ‘risas inmotivadas’. Es la viva se deduce que la psicosis puede ser considerada
imagen del impacto de la desconfirmación sobre un ‘trastorno identitario’. Y ya hemos visto que
una identidad indefensa, la lesión más grave que la identidad está fuertemente blindada frente al
esta puede recibir, ante la cual el sujeto queda cambio, ya que no admite confrontaciones direc-
desconectado incluso de sus propias emociones. tas. Los cambios identitarios, si se producen, lo
Pero, como la actividad psicológica (y casi la hacen por vías colaterales y como resultado de
vida) es incompatible con ese ‘no ser nadie’, la estrategias indirectas. Esto constituye un serio
personalidad del psicótico reacciona intentando problema en la psicosis, porque la identidad en
salvar los muebles de la inundación. De entre las ella está hipertrofiada hasta el punto de ocupar
ruinas de la ‘identidad desconfirmada’, el sujeto casi todo el espacio narrativo. Se comprende que
selecciona los cascotes mejor conservados pa- así sea, porque el delirio es como una neoplasia
ra reconstruir una ‘identidad alternativa’. Y lo psicológica que tiende a expandirse en detri-
hace, claro está, poniendo todo su empeño en mento de otras narraciones más neutras: «si soy
que, esta vez sí, la desconfirmación no sea po- Napoleón, lo debo ser en todo momento y bajo
sible. «Si siendo yo, Juan Pérez, he terminado cualquier circunstancia; si alguien me habla del
no siendo nadie, a partir de ahora seré alguien tiempo afirmando que hoy hace bueno, es para
cuya existencia no pueda ser ignorada… seré… que me relaje y no ponga trabas a mi embarque
¡Napoleón!». con destino a Santa Elena». Efectivamente, una
Resulta espectacular cómo la sabiduría po- narración tan poco identitaria como el clima
pular, durante los siglos XIX y XX, identificó en puede verse infiltrada de identidad delirante en
los chistes la locura con «creerse Napoleón». No su imparable proceso expansivo.
hay duda de que se trata del personaje simbóli- Se comprenden las dificultades que encuen-
camente más importante de la moderna historia tran los modelos que abordan individualmente a
occidental: alguien que saliendo de la nada, «sin la psicosis y hasta se entiende que Freud afirmara
ser nadie», conquistó Europa y sentó las bases la imposibilidad de psicoanalizar a los psicóti-
de un nuevo orden universal. Por eso los delirios cos. ¡Tenía razón! La identidad delirante «no
psicóticos se construyen siguiendo un «mode- es asequible a la argumentación lógica», como
lo napoleónico», ya sea identificándose con un decían los viejos manuales de psicopatología,
personaje singular, único e irrepetible, ya sea y su gran crecimiento reduce a un mínimo la
realizando hazañas o sufriendo vicisitudes ab- narrativa no identitaria, haciendo también muy
solutamente singulares. Ningún psicótico delira difícil su abordaje individual directo. En cambio,
en términos colectivos (v.g., «a los de mi pueblo la terapia familiar cuenta con la organización
nos abducen los marcianos» o «los vecinos de mi y la mitología como espacios adecuados para
barrio somos aludidos en televisión»), no. «Soy la intervención. Cambiándolas, se hace posible
yo el perseguido, yo el espiado, yo el objeto de ampliar indirectamente la narrativa no iden-
un trato tan inicuo como excepcional…». titaria y, en última instancia, ayudar a que se
La identidad alternativa, delirante y napoleó- redimensione y modifique la identidad.
cífica de maltrato psicológico que enmarca la problemas (Coletti & Linares, 1997). Una de-
vida del futuro depresivo. finición que tenga en cuenta mínimamente la
Crecer en un ambiente de hiperexigencia, don- complejidad del tema ha de considerar, al menos,
de está prohibido rebelarse, conduce a construir las siguientes características:
una identidad que incorpora narrativas cohe-
rentes con ese contexto. En ellas ocupan lugares • Un fracaso simultáneo de la parentalidad
preferentes la responsabilidad, el deseo de que- y la conyugalidad. Con mucha frecuencia,
dar bien con los demás, la necesidad de preservar la pareja parental se constituye ya de forma
la respetabilidad de las apariencias y de compor- casual, en ausencia de verdaderos vínculos,
tarse «por encima de cualquier sospecha». Ello o se rompe apenas constituida. A su vez, la
explica que, como decíamos antes, el depresivo parentalidad se muestra titubeante y contra-
sea el principal cómplice de la ‘biologización’ de dictoria, gravitando a menudo solo sobre la
su trastorno, que lo absuelve de cualquier parti- madre quien, inmadura y acosada por múlti-
cipación en turbios juegos relacionales. Y tam- ples dificultades, resulta incapaz de ejercerla.
bién explica que, si sucumbe a la desesperación, • Ello genera una atmósfera relacional carac-
busque en el supremo acto depresivo que es el terizada por una organización caótica y una
suicidio la solución a su situación. Suicidándo- mitología negligente, en las que encajan unos
se se castiga, por una parte, por no haber sido individuos de escasa y débil identidad y de
capaz de estar a la altura de las circunstancias narrativa no identitaria contradictoria e in-
respondiendo a lo que se le exigía, pero también congruente.
se venga del injusto trato de que ha sido objeto, • Las carencias de nutrición relacional deriva-
dejando un amargo legado de culpa a los que le das de una situación tan pobre en recursos,
sobreviven. generan diversos problemas que afectan a los
adultos, a los niños y a las relaciones entre los
7. Trastornos de la vinculación unos y los otros.
social • Tales situaciones, cuando son detectadas,
Ya hemos visto que los ‘trastornos de la vincula- crean alarma social y provocan la interven-
ción social’ carecen de especificidad en sus bases ción de las instituciones, que puede llegar
relacionales, lo cual no puede sorprender, por a ser masiva. Además, si solo se orienta al
cuanto se corresponde con su heterogeneidad control, puede causar mayores dificultades y
fenomenológica y clínica. Las viejas ‘psicopatías’, daños. En ninguna otra patología, la posibi-
transformadas en ‘sociopatías’ por la psiquiatría lidad de la iatrogenia es tan previsible.
americana, acabaron dando nacimiento a, por
una parte, las ‘familias multiproblemáticas’ y, por En una larga lista bajo el rubro «otros pro-
otra, el ‘trastorno límite de personalidad’. Ambos blemas que pueden ser objeto de atención clí-
cubren el amplio panorama del fracaso en la nica», el DSM IV describe las diversas situacio-
vinculación social entre, respectivamente, el polo nes disfuncionales características de la familia
más público y ‘social’ (la familia multiproble- multiproblemática. La Asociación Psiquiátrica
mática) y el polo más privado y ‘psicológico’ (el Americana no define su atribución al eje I o al
trastorno límite). Ambos corresponden a univer- II, y, por tanto, deja un margen de duda para
sos profesionales distintos, si no contrapuestos, considerarlos ‘síntomas’ o ‘rasgos de personali-
cuales son el trabajo social y la psiquiatría. dad’, lo que, en cualquier caso, no puede evitar
Por supuesto que la familia multiproblemáti- es que queden habitualmente fuera del diagnós-
ca no es simplemente una familia con muchos tico, despreciados de un plumazo por el clínico
caso de la normatividad, por lo que podemos preguntas abiertas que respuestas satisfactorias.
llamar ‘deprivación hiposociable o rechazante’ Ímproba por lo limitado del espacio disponible
a la pauta relacional definitoria in extremis de pero, sobre todo, por la magnitud de la labor, que
la ‘condición límite’”. abordamos con una combinación de ambición
La identidad del paciente límite no suele ser y modestia.
muy sólida ni consistente, pero muestra algunas Somos conscientes de que el trabajo realiza-
características que vale la pena destacar. Quizá do por el autor y su equipo a lo largo de más de
sea la ‘labilidad’ la principal característica emo- veinte años, con ser digno y respetable, apenas
cional de la identidad límite: frecuentes cambios se aproxima al objetivo de aportar alguna luz
de humor, que pasan de la depresión a la agresi- al substrato relacional de los trastornos men-
vidad y de la ansiedad a la euforia. La asociación tales. Desde esta convicción, las afirmaciones
de la ‘conciencia alternativa’ y de la facilidad para avanzadas en las páginas precedentes deben ser
el ‘paso al acto’ hacen que estas personas se vin- despojadas de cualquier carácter dogmático que,
culen fácilmente a movimientos marginales y por efecto retórico, pudieran comunicar, e in-
antisistema (con un cierto grado de compromiso terpretadas como lo que de verdad son, es decir,
y de militancia, lo cual los diferencia de la acracia meras sugerencias, hipótesis de trabajo, metá-
instintiva propia de la multiproblematicidad). foras guía, etc.
En cuanto al conjunto de la narrativa, en el Nos conforta la convicción de no haber he-
plano emocional está presidida por una profunda cho este viaje en solitario, sino, por el contrario,
‘desconfianza’ en los adultos y su mundo, de los gozando de excelente compañía. Nos referimos,
que no se esperan aportaciones positivas. Ello por una parte, a la legión de investigadores que,
comporta un sentimiento de ‘victimismo’ muy principalmente en Estados Unidos, sentaron las
arraigado que, dirigido hacia el exterior, se con- bases del modelo sistémico a mediados del siglo
vierte en ‘rencor ‘y ‘rabia’. En el terreno cognitivo pasado con una mezcla de rigor y valentía, cuyo
aparece una ‘autopercepción muy devaluada’, lo espíritu compartimos plenamente. La compañía
que en la jerga a la moda se suele entender como de algunos es desgraciadamente simbólica, pero
‘baja autoestima’. Por último, en el plano prag- no así la de otros que, como Sluzki (2010), Mi-
mático se aprecian una ‘hiponormatividad’, que nuchin (2009) o Stierlin (1986) (este, por cier-
supone un escaso apego a las normas sociales de to, europeo), continúan estimulándonos con su
convivencia, y una ‘hiposociabilidad’, dificultad presencia. Por otra parte, compartimos viaje con
para establecer vínculos significativos y durade- autores, sobre todo italianos, que se hallan ac-
ros. Las dinámicas relacionales están presididas tualmente comprometidos en empeños similares
por la ‘provocación’, que acaba haciendo apare- al nuestro, entre otros, Luigi Cancrini (2006) y
cer y confirmando las reacciones temidas que se Matteo Selvini (2008), quienes reflexionan sobre
quisiera evitar, y por la ‘revancha’, con la que se los trastornos de la personalidad; Luigi Onnis
pretende ejercer una especie de justicia sumaria (2004), quien aborda la patología psicosomáti-
y primitiva. ca; y Valeria Ugazio (2012), que trata sobre los
trastornos neuróticos, alimentarios y depresivos.
8. Conclusiones En el proceso de elaboración de este artículo,
En los inevitablemente estrechos márgenes de hemos debido renunciar a la exposición de ma-
un artículo, hemos intentado presentar las ideas teriales importantes a medida que contemplá-
fundamentales de nuestra propuesta concernien- bamos angustiados cómo el número de páginas
te a las bases relacionales de la psicopatología. crecía implacablemente. Así, ha quedado en el
Es una ímproba tarea que, sin duda, dejará más tintero la descripción de la organización y la
mitología de neurosis, psicosis y trastornos de sabilizadoras. Sólo por poner algunos ejemplos.
la vinculación social. Tampoco se han podido Ni qué decir tiene que todo ello constituye
desarrollar las líneas maestras de la intervención tema para sucesivas investigaciones y publica-
terapéutica que, en buena lógica, se desprenden ciones. Mientras tanto, insistiremos una vez más
de este modelo. Sobre este punto, no obstante, en que las ideas aquí vertidas deben ser contem-
se hace necesaria una reflexión. pladas como metáforas guía orientadoras de la
Las terapias sistémicas, especialmente su aban- actividad terapéutica y no como corsés ortopé-
derada, la terapia familiar, han dado siempre dicos limitadores de movimientos.
cabida a una extraordinaria creatividad, reivindi-
cando incluso a veces la improvisación como vir- Referencias
tud. Sin renunciar a la primera y aceptando con American Psychiatric Association (2000). Diagnostic and Sta-
menos entusiasmo y por inevitable a la segun- tistic Manual of Mental Disorders: DSM IV-TR. Washington
DC: Autor.
da, nuestra propuesta pretende hacer hincapié Bateson G., Jackson, D. D., Haley, J., & Weakland, J. (1956).
en valores como la previsión y la planificación. Toward a theory of schizophrenia. Behavioral Science, 1(4),
Vaya por delante una declaración de principios: 251-264.
el objetivo de la actividad terapéutica debe ser Bateson, G. (1976). Pasos para una ecología de la mente. Buenos
Aires: Carlos Lohlé.
liberar de síntomas y disminuir el sufrimiento Bleuler, E. (1924). Tratado de psiquiatría. Madrid: Calpe.
mediante el pleno restablecimiento de las re- Boszormenyi-Nagy, I. (1962). The concept of schizophrenia from
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en los procesos patológicos. Hacer, pues, que las
D. Jackson (Comp.) The aetiology of schizophrenia. New York:
personas se sientan relacionalmente nutridas o, Basic Book.
lo que es lo mismo, complejamente amadas. A Cancrini, L. (1994). Viva Palermo viva. Roma: Nuova Italia
tal efecto, será de gran utilidad contar con guio- Scientifica.
Cancrini, L., De Gregorio, F., & Nocerino, S. (1997). Las fa-
nes, tan fieles como flexibles, que orienten sobre milias multiproblemáticas. En M. Coletti y J. L. Linares
los modos y las maneras en que se han produ- (Comp.), La intervención sistémica en los servicios sociales ante
cido, y, en mayor o menor grado, se mantienen la familia multiproblemática. La experiencia de Ciutat Vella.
las interferencias patológicas del amor complejo. Barcelona: Paidós.
Cancrini, L. (2006). L’Oceano Borderline. Racconti di viaggio.
Si decimos de las psicosis que su contexto Milán: Raffaello Cortina.
relacional más significativo es la triangulación Coletti, M. & Linares, J. L. (1997). La intervención sistémica
desconfirmadora, tendrá sentido que organice- en los servicios sociales ante la familia multiproblemática. La
experiencia de Ciutat Vella. Barcelona: Paidós.
mos la terapia familiar de los pacientes psicóti-
De Vicente, A. & Berdullas, S. (2013). La asociación británica
cos como un proceso: a) destriangulador en el de psicología llama al cambio de paradigma en salud mental.
plano de la organización y b) reconfirmador (o Infocop, 61, 13-14.
propiciador del reconocimiento) en el plano de De Vicente, A. & Castilla, C. (2013). Los psiquiatras se suman
a la abolición del DSM y la CIE y apoyan el modelo de
la mitología. Si consideramos que la depresión rehabilitación en salud mental. Infocop, 61, 15-16.
mayor se genera en contextos relacionales de- Gunderson, J. G., Bender, D., Sanislow, Ch., Yen, S., Bame, J.,
finidos por mitologías descalificadoras y orga- Dolan-Sewell, R., Dyck, I. et al. (2003). Plausibility and possi-
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Aceptado el 17 de septiembre de 2013