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Armando Díaz
abiertos, sin espresión, estaban fijos obstinadamente hacia arriba" (Lillo, 1904,
pág. 26)
La mina no soltaba nunca al que había cojido i como eslabones nuevos que
se sustituyen a los viejos y gastados de una cadena sin fin, allí abajo, los
hijos sucedían a los padres i en el hondo pozo el subir i el bajar de aquella
marea viviente no se interrumpías jamás. (Lillo, 1904, pág. 33)
Somos seis en casa i uno solo el que trabaja, Pablo cumplió ya los ocho
años i debe ganar el pan que come i, como hijo de mineros, su oficio será
el de sus mayores. (Lillo, 1904, pág. 22 y 23)
La diferencia es que a Isaac fue salvado por Dios, pues todo se trataba de
una prueba para la fe de Abraham, mientras que a Pablo no hubo nadie que lo
pudiese salvar, ni siquiera su propio padre.
Armando Díaz
A pesar de la resistencia i suplicas del niño lo ató con ella por mitad del
cuerpo y aseguró, en seguida, la otra estremidad en un grueso perno
incrustado en la roca. (Lillo, 1904, pág. 33)
El ¡vamos padre! brotaba de sus labios cada vez más dolorido i apremiante.
Una violenta contrariedad se pintó en el rostro del viejo minero; pero al ver
aquellos ojos llenos de lagrimas, desolados i suplicantes levantados hacia
él, su naciente cólera se trocó en una piedad infinita: ¡era todavía tan débil i
pequeño! [...] Aquel sentimiento de rebelión que empezaba a jerminar en él
se estinguió repentinamente ante el recuerdo de su pobre hogar y de los
seres hambrientos i desnudos de los que era el único sostén. (Lillo, 1904,
págs. 31-33)
Los niños son los únicos que aún se permiten acciones como llorar, o sentir
tristeza, pero el resto ya se encuentra deshumanizado, ya no existen la
sensibilidad o compasión alguna por el otro. Pablo se aferra a lo último que lo
puede mantener tranquilo, que es su madre, mientras está amarrado trabajando
en una compuerta más de la mina.
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conllevara a la perdida de la humanidad, el destino es ineludible, el trabajo es
inevitable y la único forma de huir de él es la muerte. Baldomero Lillo, muestra
deshumanizados a sus personajes no para condenarlos, sino para retratar las
condiciones extremas a las que puede ser llevada una persona por el mero instinto
humano de sobrevivir. Genera un ambiente de hostilidad en el cual el lector se
podrá sumergir y crear esa empatía con el sufrimiento de los personajes; y
rescatar de alguna forma esa humanidad que se podría llegar a perder.
Bibliografía
Lillo, B. (1904). Sub terra. Cuadro mineros. Santiago de Chile: Imprenta Moderna.
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