Está en la página 1de 19

JULIÁN GUILLERMO ROMERO

EL DERECHO ITALIANO EN EL PERÚ

2015
I N S T I T U T O P A C Í F I C O

JULIÁN GUILLERMO ROMERO

EL DERECHO ITALIANO
EN EL PERÚ
El presente texto El Derecho Italiano en el Perú fue publicado en Lima el 28 de
julio de 1921 en la Revista Italo Peruana. Su autor Julián. G. Romero, fue un ilus-
tre procesalista peruano que en 1884 fue secretario de la Comisión encargada de
formular el primer proyecto de modificación del código de enjuiciamiento civiles
de 1852. Se a tomado como fuente la Revista del Foro, vol. 8, Lima, 1921, pp.
401-408.
EL DERECHO ITALIANO EN EL PERÚ

índice general

EL DERECHO ITALIANO EN EL PERÚ

El Derecho Italiano en el Perú........................................................................................................................ 9

INSTITUTO PACÍFICO 7
EL DERECHO ITALIANO EN EL PERÚ

EL DERECHO ITALIANO EN EL PERÚ

Mi ilustrado amigo Enrique Calcagnoli ha querido honrarme imponiéndome


para su importante “Revista Italo Peruana” un patriótico tributo que me com-
plazco en pagarle recordando la influencia que en nuestra centuria de vida
independiente ha tenido el derecho italiano en el Perú.

Para darle gusto voy a concentrar los recuerdos de lo que oí decir hace más
de cuarenta años cuando ingresaba como estudiante a los claustros de San
Carlos, y lo que vi de entonces acá, hasta que por efecto de acontecimien-
tos que no debo recordar, suspendí mis ejercicios de enseñanza y mi íntimo
contacto con una juventud ávida de estudio y de labor científica.

En los primeros tiempos de nuestra vida independiente, sabido es que ni


las circunstancias de entonces, ni los prejuicios hereditarios propiciaban el
arraigamiento de teorías que no fueran las heredadas de la madre patria.

La legislación de España, excepción hecha de los códigos políticos, con-


tinuaba vigente en el Perú y los primeros ensayos que se realizaron para
modificar lo existente, revistieron siempre la forma medrosa que inspira la
desconfianza en el éxito.

Nuestro derecho civil permanecía estacionario, a pesar del aislado esfuerzo


que del año 1834 al año 1836 hiciera el doctor D. Manuel Lorenzo Vidaurre y
con él unos pocos de los que ya sentían la necesidad de llegar a la reforma.
Entonces los tres grandes códigos de su época: la compilación Prusiana del
año 1811, la Ley Austríaca del año 1810, y el Código Napoleón, atraían en
diverso sentido las miradas de los que creían allí vaciada la última palabra
del saber jurídico.

INSTITUTO PACÍFICO 9
JULIÁN GUILLERMO ROMERO

En el Derecho Penal, en cambio, eran ya conocidas y aplaudidas por mu-


chos las obras de Beccaria y Filangieri en torno de las cuales se agrupaban
los innovadores de una ciencia que un siglo después había de solucionarse
por las distintas modalidades del positivismo contemporáneo.

La evolución determinada por la influencia italiana donde primero se hizo


sentir fue en esos estudios del Derecho Penal.

En sus primeros tiempos, el curso se dictó en San Carlos bajo la influencia


de la escuela espialista. Los primeros maestros hasta el doctor Barinaga pa-
recían tan aferrados a la vieja doctrina, que casi llegaron a considerar como
herético el movimiento reaccionarlo iniciado por los Gálvez, y secundado
eficazmente por Fernando Casos, Luciano Benjamín Cisneros y Manuel Ma-
ría Rivas.

Por entonces, ya era conocido y estudiado el Derecho Penal de Pellegrino


Rossi, y va se habían traducido al francés las obras de Romagnosi, que tan-
to han modificado el criterio político de las constituciones modernas.

Pero el primero que rompió de frente con esa escuela expialista acatada por
el respeto reverencial que todos tributaban al sabio maestro D. Bartolomé
Herrera, fue el doctor D. Ricardo Heredia quien inspirándose principalmente
en las doctrinas de los maestros italianos y no esencialmente en Pacheco
como ha querido suponerse, enseñó desde el año 1884 cuál era la natu-
raleza y el verdadero fin de la pena; señaló las cualidades de la misma;
combatió con calor digno de encomio, la pena capital; sobrepuso el derecho
de castigar al criterio que lo hacía descansar en la venganza privada o la ex-
piación por el daño, y procuró aportar al llamado problema de la proporción
penal, muchos elementos no considerados como factores de la ecuación
que plantea la comisión del delito y la necesidad de restablecer el orden
social que por él fuera perturbado.

Romagnosi, Beccaria, Filangieri, Rossi y el inmortal Carrara, pasaron de


este modo a convertirse por órgano del profesor de San Carlos, en maestros
de la generación que volvía a los estudios después de la gran catástrofe que
nos trajo la guerra del 79.

En Italia no se detenía por cierto el progreso de la ciencia penal. La evolu-


ción positivista iniciada años antes, proclamaba con Lombroso, con Garó-
falo, con Ferri, con Laschi y con muchos otros, elementos innovadores que

10 Actualidad CIVIL
EL DERECHO ITALIANO EN EL PERÚ

el mundo contemplaba con asombro. Los libros de esos profesores y sus


actuaciones en los congresos y en las conferencias, llegaban al Perú tradu-
cidos al francés y al español. El nuevo criterio que en el juzgamiento de los
delitos imponía la nueva escuela, se hizo sentir entre nosotros por el lumino-
so dictamen que el año de 1887 emitió el señor Fiscal de la Corte Suprema
D. Manuel Atanacio Fuentes en la causa de Lorenzo Machiavello. El talento
precoz de un estudiante, casi niño, como era entonces el eminente Javier
Prado, produjo el ano de 1886, una atrevida tesis sobre la nueva doctrina y
Paulino Fuentes Castro en “El Diario Judicial”, periódico que fundó y editó
por largos años, vino a librar una de las batallas más dignas de interés y
aplauso en los anales de nuestra vida jurídica.

Las barreras del apriorismo que parecían infranqueables, volvieron a quedar


rotas por la acción de los maestros italianos, aunque de modo resuelto no
se hubieran afiliado a las nuevas teorías, ni el mismo profesor Ricardo He-
redia, ni José Viterbo Arias, magistrado y penalista insigne, ni muchos otros
que por prejuicios de doctrina vivían aferrados a lo que consideraban como
última palabra en la materia.

Contra las exageraciones de escuela se reaccionó en Italia y lo mismo vino


a suceder entre nosotros. Los defensores allá del tipo criminal no fueron a
defenderlo al Congreso de Bruselas, lo que de cierto modo significaba una
confesión de su derrota; pero todo lo demás quedó para que entraran tam-
bién como factores del juzgamiento, el medio social, la herencia, la sicología
propia del delincuente, su constitución antropológica, el medio (físico y todo
lo que era mirado, si no con menosprecio, con no toda la atención que a ello
debió prestarse.

Hoy la influencia italiana en los claustros de San Carlos puede afirmarse


que, ha quedado definitivamente consolidada en materia penal. Pruébanlo
así las importantes lecciones del catedrático del curso Dr. D. Mariano Ig-
nacio Prado y Ugarteche, las dictadas por el Dr. Plácido Jiménez, la labor
erudita de Oscar Miró Quesada profesor de Especialización y Legislación
Comparada de ese curso, y las importantes monografías escritas en los
últimos años por los alumnos que hacen de esas materias, temas favoritos
para sus grados académicos.

La influencia italiana en la enseñanza del Derecho Penal, no se ha hecho


sentir por desgracia de un modo eficiente en la evolución legislativa ni en la
judicial, que debe someterse al rumbo marcado por la primera.

INSTITUTO PACÍFICO 11
JULIÁN GUILLERMO ROMERO

Vivimos aún bajo el imperio del código promulgado el año 1862, donde
se hace con criterio anacrónico, calificación de los delitos que ese Código
defectuosamente clasifica señalando penas que no corresponden con fre-
cuencia a los actos delictuosos, y aunque es cierto que últimamente se han
modificado las leyes del juzgamiento inspirándose en muchos procedimien-
tos de la jurisprudencia italiana, en cambio se ha hecho de ella importación
nada juiciosa dé preceptos dislocados: muy buenos para constituir con otros
un todo orgánico capaz de llenar los fines que se persigue en el juzgamiento
penal; pero muy malos como trasplante exótico y no destinados a la singular
existencia que quisieron darle sus autores.

Quizás nada habría que decir si con la preparación necesaria hubiéramos


llegado hasta el establecimiento de esas Cortes de Assises que ambiciona-
ba para nosotros desde el año 83 el profesor Dr. Emilio del Solar quien tuvo
oportunidad de admirar sus resultados en Italia; pero como hasta allí no se
fue, ni era posible ir, lo hecho no significa sino un ensayo deficiente y parcial-
mente aplicado de un sistema que en ese país se exhibe como envidiable
modelo.

Queda aún por hacerse la reforma sobre lo principal o sea sobre el Código
sustantivo donde la bibliografía jurídica italiana puede aportar con Alimena,
Pessina, Frola, Longo Setti y tantos más, elementos de mérito y valor incom-
parables.

En el Derecho Civil ha sido por desgracia menos eficaz la acción de los


maestros de ese país.

Entre nosotros y después de haber promulgado el Código del año 1851, casi
siempre se le ha querido juzgar e interpretar con el criterio de los jurisconsul-
tos franceses y españoles.

De fecha relativamente reciente son las pocas traducciones que poseemos


de los maestros italianos. El Derecho Civil de Ricci con sus supresiones
lamentables; el tratado de las obligaciones de Georgi, el de Las pruebas de
Lessona y algunos otros de inferior importancia.

Los comentarios de Borsari, las obras de Chironi, Lusati, Tartufari. Mirabe-


lli, Franceschini y de toda esa falange de eruditos y grandes pensadores,
rara vez hay ocasión de invocarlas, porque no están al alcance de todos

12 Actualidad CIVIL
EL DERECHO ITALIANO EN EL PERÚ

o porque hasta todos no ha llegado el aplauso que les da patente firme de


autoridad jurídica.

En las defensas judiciales sobre todo es muy raro escuchar citas a esos
maestros del derecho y puede afirmarse que el más ilustre de los civilistas
italianos, el profesor Borsari, solo vino por primera vez a resonar su nombre
en los Estrados judiciales, cuando el año de 1897 invocó sus opiniones el
eminente jurisconsulto doctor D. Eleodoro Romero en la defensa del célebre
proceso Anselmo-Ferrari.

En el Derecho Procesal la evolución ha sido lenta también.

El Código del año de 1912, deja algo traslucir la influencia de los autores y
las leyes italianas, aunque no con la eficacia deseable.

Alguien dijo que ese Código era adaptación de otro que fue producto adap-
tado, lo que no interesa por ahora averiguarlo. Lo positivo, lo cierto es que
en esta materia la jurisprudencia italiana se halla a la vanguardia.

Que prescindan de las obras monumentales de Cuzzeri, Mattirolo, Pateri,


Gargiulo, Ricci, Mortara, Amari, Gabba, Pescatore, Saredo, Pissanelli, Man-
cini, Scialogia, y tantos más los que quieran estudiar y comentar nuestro
Código de Procedimientos Civiles, y a buen seguro que marcharán de frente
por los senderos del fracaso.

Con todo, y hay que decirlo bien alto: lo bueno que ese Código tiene, se
debe sin duda alguna a la ciencia del Derecho Procesal en el país a que nos
estamos refiriendo.

Y ¿qué diremos del Derecho Romano, cuya importancia no discute ninguno


de los que se precian de cultivar la ciencia jurídica?

Entre nosotros, cuando el sabio y calculador talento de Manuel Pardo operó


la transformación de la enseñanza en el Perú, esa Cátedra estuvo a carago
del señor Dr. D. Román Alzamora, quien dictaba sus lecciones inspirándole
con más o menos extensión, en los libros de Acarias, Lagrange, Ducorroy,
Ortolan y Demangeat. Después se estuvo vacilando entre esos autores y
varios tratadistas más modernos, como Coq, Girard, Girardin y George Bray;
pero siempre se tropezó con las dificultades engendradas por la carencia de

INSTITUTO PACÍFICO 13
JULIÁN GUILLERMO ROMERO

un libro que pudiera servir de texto a la enseñanza sintética que en un solo


año se hace de ese curso importantísimo.

Por fin se tradujo y llegó al Perú la obra del profesor italiano Serafini, y aun-
que según opinión autorizada, los libros de ese profesor no reunían todos
los requisitos apetecibles, se le aceptó y se mantiene como texto de ense-
ñanza complementado en muchas de sus partes con los tratados de Pade-
letti, Luzzati, Coglio, Capuano y otros: todos autores italianos de solidez,
erudicción y claridad incomparables.

Por los años 1900 y 1901 parecía que la reforma de nuestro vetusto Dere-
cho Comercial iba a realizarse tomando como modelo el Código de Italia.

Las leyes sobre cheques de 1888, sobre cuentas corrientes de 1900 y otras
inspiradas en la legislación de Italia y adaptadas, en el Perú por la feliz
iniciativa del prominente sociólogo y financista señor D. José Payán, pa-
recían indicar que íbamos a marchar por ese camino. Sin embargo, poco
más tarde, cuando la necesidad impuso la reforma total de lo existente, una
comisión compuesta del mismo señor Payán y de los eminentes jurisconsul-
tos señores doctores D. Luis Felipe Villarán y D. Felipe de Osma propuso la
adopción del Código de Comercio promulgado en España el año 1885.

Esta circunstancia ha contribuido en parte a que no se vulgaricen las obras


de los mercantilistas italianos para la interpretación y aplicación de las leyes
comerciales.

La obra inmortal de Vidari fue conocida y consultada por el ilustre juriscon-


sulto nacional señor Dr. Alberto Elmore cuando enseñó en San Carlos ese
curso primero y lo escribió después. La de Vivante es poco conocida y no
puede apreciársele por la compendiada traducción al español que de ella
se ha hecho, las de Bruschettini, Nasi, Navarrini, Ramella, Manora, Boceto,
Calamandrei y otros más, por excepción se encuentran en las bibliotecas
particulares de unos pocos abogados.

Todo ese gran acervo de los mercantilistas italianos; todo el producto de su


incomparable espíritu analítico; todo ese hacinamiento de tendencias pro-
gresistas que contienen los libros de esos autores, o no se toman en cuenta,
o rara vez se les invoca.

14 Actualidad CIVIL
EL DERECHO ITALIANO EN EL PERÚ

Al criterio deficiente que informa casi siempre la adaptación a nosotros de


las leyes extranjeras, hay naturalmente que oponerle varias excepciones,
como sucedió, cuando en octubre de 1914, el señor Dr. D. Alberto Elmore
propuso que adoptáramos la legislación italiana sobre compañías mercan-
tiles.

Refiriéndose al Código de Italia, reconoció entonces, ese sabio maestro del


Derecho Comercial, que era sobre esa materia un conjunto tan claro, tan
conexo, tan metódico, y tan comprensible, que su sola lectura basta para
apreciar la importancia de su adaptación, tanto para los abogados y los jue-
ces, como para los comerciantes.

¿Cabe opinión más autorizada en el asunto?

Para las teorías los libros de Francia. Para la enseñanza y las aplicaciones
prácticas de las leyes mercantiles, los de España. Tal es el criterio con que
la generalidad aplica la producción intelectual en la materia, relegando casi
siempre las sabias enseñanzas de un país que como Italia se encuentra tan
adelantado en tolos los ramos del saber jurídico:

Que lo diga ese otro derecho del porvenir, el derecho industrial de que solo
tenemos disposiciones dispersas, engendradas muchas de ellas por la cos-
tumbre y sin constituir aún los organismos codificados en cuya preparación
podrían entrar como elemento primordial, la jurisprudencia de Italia.

En el orden de los recuerdos llegamos por fin al derecho filosófico y al de-


recho público donde hemos sabido utilizar mejor las enseñanzas sapientísi-
mas de los profesores que nos ocupan.

Cuando se estudiaba aún el derecho natural, los tratados de Burlamachi y


el jesuita Taparelli, inspiraban en los primeros tiempos las lecciones de San
Carlos, hasta que las obras de Ahrens, Savigny y otros vinieron a operar un
cambio favorable.

El curso de Derecho Natural dejó de enseñarse por el Sr. Dr. D. Luis Felipe
Villarán y fue sustituido por el de Filosofía del Derecho confiado al talento
erudito y al sólido criterio del señor Dr. D. Manuel Vicente Villarán, decano
ilustre de nuestra Facultad de Jurisprudencia.

INSTITUTO PACÍFICO 15
JULIÁN GUILLERMO ROMERO

Allí la escuela italiana no tardó en hacerse sentir, desde que hace cerca
de 20 años hizo traer al Perú, y generosamente repartió entre sus amigos
las obras de Giovanni Bovio el ilustrado y patriota italiano señor D. Egidio
Sassone tan querido en este suelo que él ama con el mismo afecto que a su
propia patria.

De mucho sirvieron esos libros del sabio pensador italiano, no solo para
alentar los estudios de la filosofía y la historia del derecho, sino también para
evolucionar en la enseñanza del derecho penal, sin esas exageraciones de
doctrina que Bovio fue el primero en señalar y combatir.

Las obras de este maestro desgraciadamente no se adaptaron a nuestros


programas de enseñanza; pero abierto el horizonte se ha creído encontrar
en La Filosofía del Diritto del profesor Icilio Vanni lo que tanto se buscó. El
inteligente y laborioso Sr. Dr. D. Juan Bautista Lavalle con el Sr. D. Miguel C.
Olazo hicieron de esa obra una traducción completa el año 1913, y última-
mente los mismos señores con la cooperación del inteligente Dr. D. Hernan-
do Lavalle han publicado con notas, adiciones y comentarios, una segunda
edición de ese libro que sirve como texto de enseñanza en nuestra Facultad
de Jurisprudencia y en varias universidades de Sudamérica.

En cuanto al derecho público en su doble manifestación de internacional y


constitucional, la influencia italiana se ha manifestado con mayor intensidad;
sobre todo en el primero.

Traducidas desde hace muchos años las obras de Pasquale Fiore, muchas
de sus teorías fueron acogidas por el eminente internacionalista y publicista
Sr. Dr. D. Antenor Arias, cuando escribió para nuestra Facultad de Ciencias
Políticas y Administrativas, esas brillantes lecciones de Derecho Marítimo
que desde el año 1876 sirve de texto allí con las variantes impuestas por el
trascurso de largos años durante los cuales no se ha producido entre noso-
tros, otro libro capaz de sustituirlo.

A la autoridad de Fiore y de otros internacionalistas italianos recurre también


y no con poca frecuencia el señor Dr. D. Ramón Ribeyro al escribir en los
años 1901 y 1903 su curso de Derecho Internacional Público destinado a
servir de texto en la misma Facultad, y en nuestras controversias internacio-
nales puede afirmarse que casi siempre se procura robustecer las opiniones
con las doctrinas del moderno derecho público italiano, que es repetimos,

16 Actualidad CIVIL
EL DERECHO ITALIANO EN EL PERÚ

uno de los más adelantados, tanto como derecho público externo o interna-
cional como en su manifestación de derecho público interno o constitucional.

De todo lo expuesto en la forma compendiada que permite este artículo


donde a no dudarlo existen involuntarias omisiones, puede deducirse el ser-
vicio enorme que a nuestra ciencia jurídica ha prestado y presta el derecho
italiano traducido por la opinión de les autores; el texto de las leyes, o la
jurisprudencia derivada de la aplicación o interpretación de los preceptos y
las reglas.

Ese derecho ha servido entre nosotros: para controlar las exageraciones de


la doctrina; para marcar los rumbos certeros de la justicia; para mantener
el equilibrio entre las opiniones extremistas; para abrir nuevas aplicaciones
fuera de horizontes que se creyeron cerrados dentro de las fronteras del
derecho español y del derecho francés; para operar la evolución doctrinaria
en las academias, en los institutos jurídicos y en los claustros de enseñanza;
para elaborar la reforma de nuestras mejores leyes comerciales y proce-
sales, y para hacernos ver que en el privilegiado suelo de Italia no se han
extinguido las tradiciones del antiguo derecho romano cuyo prestigio se ha
ido consolidando con el trascurso de los siglos.

Mayor ventaja pudimos obtener si no hubieran creado obstáculos a las


adaptaciones del derecho italiano: el prejuicio hereditario contra el cual y
por fortuna “hemos ya reaccionado; el poco conocimiento del idioma; la es-
casa propaganda hecha á favor de una bibliografía jurídica tan fecunda, que
si mal no recordamos por el año de 1903 o 1904 llegaba casi al cuarenta
por ciento de la producción mundial; las traducciones deficientes y la simpli-
ficación arbitraria de los textos traducidos; la escasa importación de libros
italianos que tanto trabajo cuesta conseguir; la pobreza de las bibliotecas
puestas al alcance de la generalidad; la creencia en muchos de que el de-
recho italiano en determinadas materias, sea inadaptable por su oposición
con otros preceptos codificados, y entre razones de otra especie, la circuns-
tancia de que no hayamos tenido la fortuna de que nos haya visitado ningún
jurisconsulto ni ninguno de los grandes maestros que por allá, enuncian ver-
dades y formulan teorías destinadas siempre a sorprendernos por la solidez
del concepto, la precisión del lenguaje, la corrección de las formas, la apli-
cación admirable de los métodos y la lógica inflexible de los razonamientos.

Naturalmente, que no todo ha de ser aplicable a un país como el nuestro que


se halla tan distante de la civilización y la cultura jurídica de Italia. La adap-

INSTITUTO PACÍFICO 17
JULIÁN GUILLERMO ROMERO

tación sin criterio no solo es peligrosa, sino perjudicial y contraproducente;


pero ello no obsta para que no se aplique lo que pueda ser convenientemen-
te adaptable.

El movimiento legislativo y jurídico del mundo se hace cada día más intenso.
En esta labor los jurisconsultos italianos están en primer término, y dígase
lo que se quiera, en ellos hay que aprender lo suficiente para que podamos
operar en todas las manifestaciones del derecho patrio, la transformación
progresista que tanto ambicionamos los que aquí, en este desdichado Perú
deseamos de todo corazón que el derecho sea un enunciado práctico, que
la justicia internacional impere, que la libertad civil no sufra intercadencias,
que el orden se mantenga dentro de las normas jurídicas que tracen las le-
yes tutelares de todos en general, que cada uno tenga lo que es suyo, que
el orden social se consolide con justiciera eficacia y que podamos exhibirnos
ante el mundo como una nación próspera y respetable por nuestro respeto
a la ley y la justicia.

Por inspiración propia nunca se llega a resultado semejante. La vida jurídica


de las naciones no se forma por emanación parasitaria, ni por generación
espontánea. Hay que aprender de los demás. Hay que estudiar en los libros
de los maestros y los maestros, italianos repetimos, son los que más pueden
enseñarnos de adaptación y de provecho.

Felizmente, eso se piensa también, en esa venerable y secular universidad


de San Marcos donde nuestros mejores talentos jurídicos así lo reconocen,
y de allí saldrá la extensión de las aplicaciones y la reforma que todavía está
por hacerse de casi todas nuestras leyes positivas.

Basta por hoy, que ya tendremos oportunidad de continuar insistiendo en


esta importante materia donde no hacemos sino traducir la tendencia que se
nota en el primero de los institutos jurídicos del Perú.

J. Guillermo Romero

Julio de 1921
(De la Revista Italo Peruana, del 28 de julio de 1921)

18 Actualidad CIVIL

También podría gustarte