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Algunas Reflexiones Sobre La Formación Del Ingeniero Civil
Algunas Reflexiones Sobre La Formación Del Ingeniero Civil
Evidentemente que para analizar cual debe ser la formación del ingeniero civil habría que
resolver antes el problema de saber cual es el perfil del ingeniero civil que necesitamos
formar. Debemos definir el perfil del ingeniero civil del futuro, porque el presente por su propia
naturaleza es efímero. El tema es arduo. Habría que llegar a un acuerdo que provenga de los
puntos de vista de todos los involucrados en la formación y en el ejercicio profesional del
ingeniero civil, de modo que buscando coincidencias se llegue a conclusiones concretas,
específicas y viables y que representen el punto de vista de egresados, profesionales en
ejercicio, maestros y, sobre todo, de la Sociedad en general.
La idea fundamental de la que parto en las reflexiones que siempre me he hecho sobre este
tema se basa en que el ejercicio de una profesión debe entenderse como un servicio a la
Sociedad. En la medida en la que finalmente respondamos a 2 ello habremos logrado nuestro
objetivo. De modo que lo que habría que responder es la pregunta: ¿qué tipo de ingeniero
civil requiere la Sociedad?
El tema es de tal magnitud que en unas cuantas páginas sólo podré mencionar los puntos más
importantes que considero pertinentes y que, indudablemente, están basados en mis vivencias
provenientes del ejercicio profesional, de la enseñanza y de la participación en la vida
institucional del Colegio de Ingenieros. Tengo una idea muy clara sobre lo que considero el
punto fundamental en la formación, no sólo del ingeniero, sino de cualquier ser humano en
cualquier actividad: la decisiva importancia que tiene el maestro. Esta idea es el leit Motiv de
esta ponencia.
La formación es la acción y efecto de educar y adiestrar a una persona para que adquiera el
desarrollo, aptitud y habilidades científicas, técnicas y morales que le permitan realizarse
como ser humano en el ejercicio eficiente de una profesión. Adiestrar es enseñar, instruir,
guiar y encaminar. La formación sólo la puede hacer un maestro y ésta sólo tiene sentido en
su aspecto socrático.
Se podría empezar por plantearnos un punto fundamental que gira en torno a preguntas del
siguiente tipo: ¿cómo saber que un ingeniero civil es bueno?, ¿cómo saber que tiene una
buena formación?, ¿cómo saber que es mejor que otros? y ¿cuál es en definitiva el
ingeniero civil paradigmático? Este tema es fundamental, pues mientras no tengamos un
paradigma, poco o nada podremos lograr en la búsqueda de la perfección. Debemos, pues,
conocer que características tiene aquel ingeniero que da buen ejemplo y que es digno de ser
tomado como modelo por sus colegas. Podríamos preguntarnos desde ya, ¿en nuestro
medio universitario es el maestro el paradigma de sus alumnos?
Hay, pues, dos temas diferentes y complementarios: ¿qué tipo de ingeniero civil
buscamos? Es decir, saber cuál es nuestra meta, y, luego, ¿cómo formar al ingeniero que
buscamos? Todo esto en el caso más general equivale a preguntarse ¿cómo saber que se
entiende por “buen profesional”?, y ¿cómo formar al estudiante para que sea un buen
profesional? Con respecto al primer punto se puede ensayar algunas respuestas. Si se
hiciese una encuesta para saber cuando se piensa que un egresado tiene una buena
formación, podría haber las siguientes posibilidades:
Creo que no es fácil encontrar una respuesta única. Aparentemente, por lo que he conversado
con muchas personas, las opiniones están divididas. Veamos que dificultades puede traer esta
indefinición en la determinación del paradigma y como, a pesar de ello, se puede avanzar
mucho en los criterios básicos para la formación del ingeniero y responder así al segundo
punto.
Hay algunos temas que constituyen, o deben constituir, un paso obligado en la formación del
ingeniero. Hace algunos años, convocados por Héctor Gallegos, trabajamos estos temas con
algunos colegas [1]. Se planteó entonces lo que se llamó Bases para la formación del
ingeniero civil del futuro, que ahora, ciertamente, es el ingeniero civil del presente. Se decía
entonces: “Es necesario que el país cuente con graduados universitarios en ingeniería civil,
con visión completa, tanto de la realidad del país-de sus problemas y de sus necesidades-
como de su carrera profesional. Por ello deben provenir de una formación humanista integral
que los capacite para amar las artes, la cultura y la historia, comprometerse con las realidades
social, política y económica del país y aportar lo que demande el papel que le corresponde a
su profesión”[1].
Naturalmente que para que los graduados reúnan estos requisitos es condición sine qua non
que sus maestros las tengan. Caso contrario poco o nada se podrá lograr. En El ingeniero civil
del futuro se decía entonces que el ingeniero debía:
1. “Ser un generalista
2. Tener, o saber encontrar, y saber usar las herramientas necesarias que lo capaciten
para desarrollarse y para afrontar y solucionar problemas en cualquiera de las ramas
de la ingeniería civil.
3. Ser capaz de elaborar estudios, investigaciones de campo, diseñar, supervisar,
construir, mantener, investigar y enseñar
4. Conocer la interrelación entre el hombre y su medio ambiente y de la responsabilidad
que como ingeniero debe asumir en su preservación
5. Poseer una formación en el manejo empresarial, en las técnicas de la comunicación
oral y escrita y dominar las herramientas de la informática.
6. Actuar éticamente, admitiendo sus limitaciones y buscando superarlas.
7. Reconocer que su cliente es siempre la sociedad y que su actividad es siempre
constitutiva del desarrollo.
8. Entender que su profesión es dinámica y demanda por ello de estudio continuado.” [1]
A partir de estos conceptos se desarrolla a continuación las reflexiones sobre la formación del
ingeniero civil en las que se pone énfasis en el enorme papel que desempeña el maestro.
Un tema recurrente en la formación del ingeniero civil está en la definición del grado y tipo de
especialización que debe obtener el estudiante, o si, por el contrario, se debe ir a la formación
de un ingeniero generalista. Es necesario precisar que se dice generalista de una persona que
en su profesión domina un amplio campo de conocimientos. Pienso que se debe rescatar el
concepto integral del ingeniero civil. El ingeniero civil es uno. La formación universitaria del
ingeniero civil debe ser integral. Es decir, debe buscarse al ingeniero civil generalista. El
ingeniero civil debe ser, pues, “un generalista que tenga una formación de base sólida
conceptual en las ciencias de la ingeniería y destrezas básicas de la ingeniería civil, en los
aspectos fundamentales de la profesión: estructuras, recursos hidráulicos, geotecnia, medio
ambiente y vías de comunicación” [1].
En una conferencia sobre Bocatomas dictada recientemente con motivo del XI Congreso
Nacional de Estudiantes de Ingeniería Civil expresé como es que en el planeamiento, diseño,
construcción, operación y mantenimiento de una bocatoma se usa a plenitud todas las
especialidades, matices y temas de la ingeniería civil [8].
Con respecto a las especialidades de la ingeniería civil, podríamos empezar por preguntarnos
cuáles son, tanto en el Perú actual como en el del futuro. La especialización, y en general la
formación del ingeniero civil, tiene mucho que ver con la realidad nacional. Así, en los países
superdesarrollados la ingeniería civil se enfrenta a la realidad de que todo ya está hecho. En
cambio en el Perú todo está por hacerse. En otros países la atención fundamental se orienta
hacia el cuidado del medio ambiente, a la determinación y atenuación del impacto ambiental
de los proyectos, a la recreación, operación y mantenimiento, etc. Dos datos pueden ser
suficientes: En el Perú sólo hemos desarrollado el 3% de nuestro potencial hidroeléctrico. En
Estados Unidos el objetivo de gran parte de las presas que se construye es recreación. El
contraste es sumamente expresivo.
En el Perú, por lo general, hay escasez de trabajo. No siempre hay posibilidades de escoger
trabajo. En los primeros años de la carrera suele suceder que la especialidad se defina por la
oportunidad de conseguir un determinado trabajo. De otro lado, el profesional debe adaptarse
a una realidad política, laboral y económica muy cambiante. En algunos medios se piensa
erróneamente que el ingeniero civil al egresar debe poder exhibir una “especialización”,
porque así le será más fácil conseguir trabajo. Sin embargo, no es lo mismo exhibir un papel
en el que se “certifique” una especialización, que tenerla realmente.
¿Cómo planificar las especialidades del futuro? Hacerlo supondría que exista un Plan
Nacional de Desarrollo, lo que implica tener ideas claras a nivel político acerca de cómo lograr
el desarrollo del país. Pero tenemos todo lo contrario, hemos visto que de pronto el Estado dio
un dispositivo por el que se suspendía la construcción de hidroeléctricas y la universidad tenía
cursos de Centrales Hidroeléctricas. Hay otro aspecto de la especialización que no debe ser
olvidado. En muchos casos el ejercicio profesional no se realiza siempre en la misma
especialidad. Después de unos años de estar en un campo se pasa a otro. Esta es la realidad.
De acá la importancia de la formación integral.
De otro lado, un importante campo de trabajo del ingeniero civil es el de desempeñarse como
jefe de proyecto. Su formación le permite o debe permitirle trabajar, coordinar y dirigir el
trabajo de diversos especialistas de ingeniería.
En el tema que nos ocupa el maestro es la clave de todo. Si no hay buenos maestros todo lo
demás es inútil. En El ingeniero civil del futuro, se dice: “Debe apreciarse que el cuerpo
docente constituye la base del éxito de los futuros profesionales. El profesor no es un mero
transmisor de conocimientos; él es un formador y, por lo tanto debe ser capaz de transmitir
vivencias, pensamientos, experiencia, conocimiento de la vida profesional y posiciones
deontológicas.” [1].
La formación universitaria del ingeniero debe tener, en principio, las mismas características
independientemente de cual sea el lugar de sus estudios. Sin embargo, el concepto de
“formación del ingeniero” es más amplio que el que corresponde al graduando. La formación
no termina al egresar de la Universidad. Debe haber una continuidad natural entre la
formación académica o universitaria y 8 la formación propiamente profesional que empieza, o
debe empezar, aprendiendo directamente de los que ejercen la profesión desde hace muchos
años.
El ingeniero civil tiene que conocer su territorio de trabajo, tiene que familiarizarse con los
lugares cuyos problemas va a resolver. La formación universitaria puede y debe dar algunos
aspectos generales para que el ingeniero esté comprometido con la realidad social,
económica y política del país. Pero, es deber del ingeniero como parte de su formación
profesional conocer profundamente su territorio de trabajo.
El mejor maestro de un egresado es otro egresado con más años de experiencia. La vida
enseña lo que ninguna formación universitaria puede dar.
6. EL CURRÍCULO.
El tema del Plan de Estudios, del currículo, ha sido ampliamente discutido y analizado en
diversos foros y ocasiones. Indudablemente que se trata de un tema de enorme interés teórico
y práctico acerca del cual podría escribirse bibliotecas enteras. Sin embargo, hay un problema
que subyace y que es más importante que la selección de un conjunto de cursos y la
definición de sus contenidos: es el tema del maestro. El currículo no puede ser mejor ni peor
de lo que lo son aquellos que lo van a desarrollar. El currículo es muy importante, pero es sólo
una pequeña parte del problema. Basta con recordar que hay varios modos de adquirir
conocimiento [7]. Entre ellos están los siguientes:
1. Estudio de la teoría
2. La observación y las vivencias
3. La experimentación
4. La recepción de lecciones
5. La experiencia
El examen de estos cinco puntos nos permite ver con claridad que la formación y el
aprendizaje son procesos muchos más ricos y complejos que un currículo, por lo 9 menos en
el sentido tradicional y restringido del término como una simple acumulación de materias.
Generalmente el currículo, el Plan de Estudios, goza de la inmerecida fama de ser la solución
al problema de mejorar o perfeccionar la formación del profesional. Para demostrar que esto
no es así bastaría con pensar que se podría lograr el currículo perfecto, y haber avanzado
muy poco. El currículo es un medio para lograr un fin. No es un fin en si mismo. El Plan de
Estudios es importante, pero no garantiza el éxito. Hecha esta salvedad conviene hacer
algunas precisiones y presentar algunos puntos de vista generales sobre el currículo.
En ingeniería civil el Plan de Estudios tiene que ser fundamentalmente rígido. En la formación
del ingeniero la mayor parte de las materias están definidas y siguen una secuencia natural
inamovible constituyendo alrededor del 90% del total de créditos. Es muy poco,
probablemente menos del 10%, lo que queda para la flexibilidad. Esta debe orientarse hacia
algunos cursos electivos en los últimos ciclos.
El Ingeniero civil del futuro se decía que el condicionante para lograr una buena formación era
que: “La enseñanza de la ingeniería civil se lleve a cabo en el marco de una estructura rígida,
en la que no haya posibilidad que el alumno pueda elegir prematuramente el orden o la
oportunidad en la que estudia sus materias. Esto debe hacerse en razón que las disciplinas
que constituyen el cuerpo de la formación del ingeniero civil tienen una secuencia natural que
debe ser respetada en la formación académica. Le corresponde entonces a la facultad la
compleja tarea de estructurar el plan de estudios para la formación del ingeniero civil.”[1].
La mayor parte de las materias que usualmente se dan como parte de la formación del
ingeniero civil no ofrecen la menor duda respecto a la necesidad de su inclusión en el Plan de
Estudios. Hay, en cambio, algunas otras sobre las que podría discutirse mucho y las diferentes
facultades y programas de ingeniería civil tienen actitudes diversas al respecto. Tal es el caso
de materias orientadas a que el alumno tenga el dominio de la redacción castellana, la
capacidad de expresarse 10 verbalmente y por escrito de modo de comunicar adecuadamente
sus pensamientos, el dominio de otro idioma, ecología, control de desastres, economía,
evaluación de proyectos, legislación, ética profesional, aspectos empresariales,
administrativos, conocimiento de su región, del país y de sus problemas, conocimiento de la
responsabilidad que va a adquirir ante la Sociedad, fundamentos del manejo empresarial,
interés por las artes, las letras, la literatura, la música y otras manifestaciones culturales
propias del ser humano. Todos estos temas son parte de la formación del ingeniero civil, pero
cada uno de ellos no tiene que constituir necesariamente una materia del Plan de Estudios,
pero deben impartirse o exigirse a través de todos los maestros y en todos los actos
universitarios.
La tesis es el camino real hacia la especialización. Debe ser el primer contacto total con el
mundo profesional. El graduando tiene la oportunidad de aplicar los conocimientos adquiridos
a la solución de un problema específico de ingeniería. La tesis debe ser irremplazable.
Siempre lo había sido, pero en los últimos años apareció el sistema de “Titulación
Extraordinaria” que, si bien tiene ventajas operativas y prácticas, crea un gran vacío en la
formación del ingeniero civil. Lo que constituyó una solución de emergencia por determinadas
circunstancias no puede, no debe, constituirse en algo regular, mucho menos para jóvenes
con pocos años de egresados.
¿Qué ha pasado que ahora es tan difícil hacer tesis profesionales? La respuesta a esta
pregunta es clave, porque apunta al tema Universidad y Sociedad. Hay varios factores que
tentativamente podrían mencionarse. Hay uno que me preocupa sobremanera y que tiene dos
posibles caras: la posibilidad de que la Universidad 11 esté alejándose de la Sociedad y del
mundo profesional o que el mundo profesional esté alejándose de la Universidad. La tesis
debe ser el nexo permanente entre la Universidad y la Sociedad. Cuando se analice
profundamente las causas por las que apareció la Titulación Extraordinaria para egresados
recientes, se comprenderá la gravedad de la situación implícita en la Universidad. Dentro de
las posibles causas están: la desvinculación del maestro de la vida profesional, la
desvinculación de la Universidad de la vida profesional, la disminución de trabajo, de
proyectos y de inversión en infraestructuras, la mala situación económica de los graduandos y
de la universidad, etc. Cualquiera de estas causas es lo suficientemente grave como para
afrontarla y buscar su solución.
8. LA ÉTICA PROFESIONAL
Este tema, de radical importancia, es uno de los que se ha planteado como requerimiento del
Ingeniero civil del futuro. Hay un magnífico libro de Héctor Gallegos, titulado precisamente
Ética y que representa una continuidad dentro de otros trabajos del autor, como por ejemplo,
otro anterior sobre Comportamiento ético y competencia técnica [4, 5, 6].
La deontología es la ciencia o tratado de los deberes. El ingeniero civil tiene deberes frente a
la sociedad. En consecuencia, como parte de la formación del ingeniero civil debe fomentarse
el conocimiento de sus deberes. El ideal sería que esta formación ética y deontológica se dé a
lo largo de toda la formación profesional. Cada maestro, de cualquier disciplina, debería ser un
maestro de ética. Esto no excluye la posibilidad de dar cursillos o conferencias sobre el tema.
No tiene que haber necesariamente un curso específico sobre el tema.
La base del ejercicio ético de la profesión reside, en cuanto al tema que hoy nos convoca, en
partir de un buen conocimiento, de una sólida formación de lo que es nuestro campo de
conocimiento. La primera y gran falta de ética es la de acometer 12 problemas para los que no
estamos preparados. La ética debe ser parte esencial de la formación del futuro ingeniero civil.
El primer deber de un profesional es saber.
9. CONCLUSIONES