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Por supuesto que ello no le concierne a nadie más que a él, por la misma
segundo piso. Ciertamente las cosas han cambiado mucho desde aquel día
en que el padre de los niños lo encerró ahí. Y sin embargo tanta soledad no
lo han olvidado por completo. Y no los culpa. Los conoce demasiado como
para reprocharles algo, sobre todo después de tanto tiempo. Nadie mejor que
él entiende las razones de los pequeños para no haber pensado más en él.
aquella, con tal de no hacer valer su amenaza de azotar a sus hijos hasta el
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cuando todavía lo unía una amistad incondicional con los niños – tal y como
lo ha hecho desde aquella noche en que fue capturado por el padre, puesto
embargo ello no es suficiente para que sea liberado por el padre, aún
cuando no tenga la menor esperanza de que así suceda. Los niños, ni qué
de los niños. Es cierto que nadie hubiese podido adivinar que las cosas
resultarían así. Acaso por ello es más penoso e injusto su encierro. Fhermus
fue inventado por los niños para hacerse entre sí una mutua compañía, y no
incidentes de antaño, por haber sido el único involucrado que nunca llegó
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Tantos años han pasado ya desde que Fhermus olvidó aquella tarde
en que los niños ahogaron al gato de la familia. Nunca fue una de sus
momentos antes de gritar de espanto y salir del cuarto de baño con el rostro
desencajado, para encontrarse con los rostros compungidos de los niños que
acto.
Fue así como desde aquel nefasto día Fhermus se encargó de hacer
escaleras arriba. Todo ello sin contar las largas y tediosas sesiones de
tortura en el sótano, donde Fhermus colgaba del techo a uno de los niños
por vez, asidos de los pies con primoroso esmero, para solazar en ellos su
ausentes cada vez que Fhermus decidía cobrar su traición. Y era así con
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escaleras, cada bocado de galleta envenenada, pues el padre de los niños
la mesa, el grito aterrado de algún otro que subía tropezando los escalones
del sótano con una mueca de angustia. Y luego no había más que hacer.
venganza argüido por Fhermus, el amigo simulado que ellos mismos habían
creado hacía ya tanto tiempo. Fue ésta la razón esencial que hizo que el
padre acabara por perder la paciencia, al punto de amenazar a los niños con
control, como consecuencia directa de haber tolerado por tanto tiempo una
falacia como Fhermus. Acaso debió haber impedido tempranamente que una
con la odiosa ilusión de aquel personaje que los niños llamaban Fhermus, a
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quien culpaban insistentemente de las mortificaciones que sufrían en su
ausencia.
niños, la puerta de la bodega que se abre, el golpe duro al caer, la llave que
encierro son los únicos que habrán podido darle la invaluable certeza de que
ello sucedió realmente, puesto que los años, los eternos compañeros de su
quimeras.
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conoce demasiado bien a los niños como para saber que a pesar de que lo
hayan olvidado, a pesar de que hayan olvidado incluso la causa real de sus
acercarse a la bodega del segundo piso. Y ello es algo con lo que Fhermus
deberá lidiar el resto de su encierro, pues él mejor que nadie deberá saber
por siempre que no hay nada más aterrador que una confianza traicionada.