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Éric Laurent: Ahí usted me plantea una pregunta fundamental. Es una pregunta
fundamental en nuestra orientación, en la reanudación lacaniana de la cuestión de la
Psicología de las masas de Freud. Freud centra la Psicología de las masas en el padre, el
líder y dice, de manera contradictoria, que es a la vez el padre -o el líder que es un sustituto
del padre- no es el padre del Edipo, no es padre de la familia, no es el padre de la ley. Es,
al contrario, el padre de la horda, el padre de Tótem y tabú, el padre mítico que habría
tenido acceso a todas las mujeres. Es decir, que hay un goce en ese padre; un objeto que
se convierte en un objeto de todos. Todos tienen acceso a un goce que conlleva en sí
misma un punto ilimitado. Ese punto ilimitado, en Freud, era pensado alrededor de aquel
que podía gozar de todas las mujeres.
Lacan muda esta perspectiva poniendo el acento más en el objeto, objeto de goce, que en
el padre. Dice en el seminario VI -hablé de eso durante la primera conferencia del viernes-
que el objeto de goce es ectópico con respecto al padre; otra cosa que aquello que está
ligado al asesinato del padre, al diferenciar Hamlet y Edipo. Para Edipo, una vez el padre
es asesinado, el falo desaparece. Es Edipo en Colono. Mientras que, para Hamlet, una vez
muerto su padre, el falo gozador se vuelve Claudius, el impostor que ha tomado el lugar
del rey en la cama de la madre y que goza del reino, de la madre, etc. Y ese falo gozador
que queda separado del padre se vuelve él mismo el fundamento de lo que genera el odio
de Hamlet hacia Claudius y, al mismo tiempo, su imposibilidad de negativizarlo, de
matarlo. Ese odio es el odio del goce del Otro. Primer movimiento. Pero el goce del Otro
es también el goce que está en mí ya que mi goce no lo conozco. No conozco sino el goce
del Otro que rechazo, y me lanzo a denunciar al otro como aquel que goza de otra manera
para no encontrarme confrontado a mi goce. Los malos objetos internos como decía Freud
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Artículo tomado de [En línea]: http://psicoanalisislacaniano.com/2019/04/16/entrevista-laurent-
enapol9-201904. Traducción de la entrevista a Éric Laurent. [En línea]:
https://www.youtube.com/watch?time_continue=2&v=XMhlxGXu9K8. Último acceso: 2019-04-16.
Traducido por Patricio Moreno Parra.
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y sobre todo como fue luego en psicoanálisis desarrollado por Mélanie Klein y llevado
adelante por Lacan, quien los logificizó más profundamente. Pero, los desarrollos del
psicoanálisis después de Freud ponían el acento sobre el objeto. Lo que Lacan llevó al
cénit.
Entonces, como lo señala Jacques-Alain Miller, en un artículo muy importante que deben
incluir en las referencias bibliográficas de la ENAPOL, ese artículo publicado en la
revista Mental, sobre el racismo, apunta que el fundamento de rechazo del otro es el odio
a mi propio goce, de la cual estoy separado. Incluso en mi artículo Racismo 2.0, tomo un
ángulo diferente alrededor de la inserción de certitud anticipada, sobre esa cuestión de
cómo la definición del hombre pasa primeramente por un rechazo del otro.
En ese sentido, el odio -como usted decía- es un residuo. Sí, pero también está al inicio.
Está en el principio de toda identificación posible. Hay, en la relación fundamental con el
mundo, un rechazo del goce malo del cual me encuentro siempre separado. En este
sentido, el odio es a la vez un residuo ineliminable, pero está desde el inicio en el corazón
mismo de la relación que tenemos con el otro. Y es por ello por lo que Freud encuentra
que la primera identificación es el amor al padre. Lacan se separa de esa perspectiva
yendo más allá de esa primera identificación y que considerando que, más bien, el afecto
freudiano por excelencia es el odionamoración. No un amor al padre al principio sino un
odio del goce y un amor narcisista en ese reconocimiento de esa imagen que habría
escondido esa goce malo. El odionamoración es una pasión fundamental. Desplaza,
digamos, los señalamientos freudianos clásicos, lo que hace que la concepción de Lacan
de los fenómenos de masa no sea evidentemente aquella de Freud de 1921. Lacan coloca
delante y de entrada ese objeto; y no un odio edípico sino un odio postedípico. “Post” en
el sentido de una lógica diferente, no negativizable.
En la experiencia psicoanalítica podemos hacer uso de la ficción del Nombre del padre
para prescindir de él, pero primeramente sirviéndose de él. Al contrario, del odio no
podemos desechar, se mantiene. Está en un posición fundamental hacia el otro que debe
ser trabajada, civilizada, sublimada. Esa es la experiencia psicoanalítica que hace eso,
pero propiamente hablando, no podemos desecharlo y considerar que lo habríamos
evacuado. Es, al contrario, su reposición que es fundamental. Entonces, en un sentido,
está en el principio, está al final, atraviesa la experiencia y sobre todo se sitúa más allá
del Edipo. Se sitúa en el acontecimiento de cuerpo fundamental que es la invasión por el
goce Otro, el traumatismo del goce. Ese traumatismo, esa inscripción de goce ene el
cuerpo, hace que nos quedemos separados de nuestro goce, aunque podamos luego -ya lo
decía- trabajar, desplazar, sublimar. Lacan dice “saber hacer con”, un saber hacer o un
arreglárselas -el reverso del imbroglio, el desembrollo; con esa idea de hacer con lo que
uno se desembrolla con el partenaire imaginario de goce. Es decir, se necesita de un saber-
hacer con el odio ya que, en la experiencia psicoanalítica, efectivamente, llevamos a cada
sujeto a odiar(se) menos.
El sentimiento de culpa hoy. Es una pregunta formidable. El sentimiento de culpa se
anuda muy estrechamente con el odio. En la concepción freudiana, el sentimiento de culpa
era sentimiento de culpa de la muerte del padre. En esa perspectiva, el sujeto es culpable
de ese asesinato, asesinato fundamental que permitió la existencia de la sociedad, del lazo
social de hermanos. De ese asesinato, el sentimiento de culpa está siempre ahí. El
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