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É. Laurent. « L’Unarisme lacanien et le multiple des conduites sexuelles », in Lacan Quotidien #865. [En línea] :
https://www.lacanquotidien.fr/blog/wp-content/uploads/2020/01/LQ-865.pdf . Traducción por Patricio Moreno Parra.
2
J. Lacan. El Seminario, libro XX, Aún. Buenos Aires: Paidós, 2018, p. 10.
3
J.-A. Miller. El partenaire-síntoma. Buenos Aires: Paidós, 2012, pp. 408-409
4
J. Lacan. El Seminario, libro XXIV, L’insu que saite de l’Une-bévue s’aile à mourre. Lección del 1976/11/16.
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Ibíd.
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ocasión excluido.”6 Esta exclusión es una consecuencia de la alteridad del cuerpo marcada por el “Se lo
tiene”.
La traba de los sexos al nivel del significante se establece por la relación al significante fálico, lo
que Lacan llama el punto de mito de la relación de los sexos, que juega sobre el hecho de que, si el complejo
de Edipo es un mito, el complejo de castración no lo es. “La diferencia de los sexos, Lacan la estableció
primeramente por el significante fálico, planteando que […] el sujeto de cada sexo tenía una relación
específica con el falo […]. Los seres sexuados tienen una relación diferente con el falo según sean hombre
o mujer. Es una versión del “No hay relación sexual””7. Es una manera de decir –y es lo que Lacan elabora
en El atolondradicho –que no relación significante sino al falo. No hay relación sexual, pero hay al menos
una relación significante a nivel sexual, relación significante que no es relación al Otro, sino al falo.
El falo era para Freud una solución. Estaba el falo para
responder a lo visible del sexo, y la Penisneid hacía el resto
para la cópula. Al contrario, para Lacan, el falo hace
obstáculo. Concluye que “el diálogo de un sexo al otro siendo
prohibido de lo que un discurso, cualquiera que sea, se funda
al excluir lo que el lenguaje aporta ahí de imposible, a saber,
la relación sexual, resulta de ello en el interior de cada (sexo)
algún inconveniente para el diálogo.”8 Sin embargo, el
impase, que no tiene solución a nivel significante, se
superpone. Lacan ya recurrió a la lógica del “recubrimiento de
dos faltas”. Propone, en El atolondradicho, un “[saber]
hacerse una conducta” basada en las “dicho-mansiones de lo
imposible”: “Con todo esto (el sexo del sujeto) sabrá hacerse
una conducta. Más de una, las hay a montones, conviene a las
tres dichomansiones de lo imposible: tal como se despliegan
en el sexo, en el sentido y en la significación.”9
Esta trenza de las tres dichomansiones de lo imposible,
a tomar en cuenta para “hacerse una conducta”, conduce a
Lacan a la solución de la escritura de los nudos por donde la
articulación de los tres nombres propios que son R, S e I suplementa ahora al falo para nombras los efectos
de goce. “El espíritu de los nudos”, dice J.-A. Miller, no es la cópula de la doctrina fálica; “es esencialmente
el recordatorio de la disyunción que el nudo funda entre lo real, lo simbólico y lo imaginario, es decir, el
recordatorio de que el hombre es compuesto, de que el hombre no es una sustancia, no es un ser que depende
del cuerpo, no es un ser aristotélico. […] lo que da una sustancia al hombre es el síntoma.”10 Esa sustancia
es goce, obtenido por un medio que va más allá de las aporías del Eros fálico y de su universal.
El sexo como tal no puede sostenerse sino de un rechazo lógico del todo. No está apretado sino del
notoda. Releamos en esta perspectiva la declaración de El atolondradicho: “Lo que se llama el sexo […]
es propiamente, por sostenerse de notoda, el Héteros que no puede saciarse de universo. Llamemos
heterosexual, por definición, a lo que ama a las mujeres, cualquiera que sea su propio sexo. Así será más
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Ibíd.
7
Ibíd.
8
J. Lacan. “Radiofonía”, in Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 511.
9
Ibíd., p. 512.
10
J.-A. Miller. Piezas sueltas. Buenos Aires: Paidós, 2017, p. 73.
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claro”.11 Esa formulación retoma la crítica que Lacan había hecho del libro de Simone de Beauvoir, El
segundo sexo, que rechaza el binarismo que le implicaba. El Unarismo lacaniano es radical.
La experiencia del sexo como tal no se hace sino en el punto donde falta la representación, en el
punto en el que el sujeto no puede decir de ello otra cosa sino: eso se siente. Del silencio central de las
mujeres sobre su goce, Lacan hizo claridad y positividad. Es experiencia del sexo como tal. Sino, lo que se
siente, es el goce del órgano, fálico especialmente. Los diferentes goces que puede ser buscados son
experiencias, experimentaciones sobre la oposición radical entre goce sexuado y goce del órgano. Todo
tipo de conductas sexuales son en efecto posibles. Son tantos testimonios de encuentros con lo imposible.
Quedémonos en esa claridad.
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J. Lacan. “El atolondradicho”, in Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 491.