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COBRE el Círculo de Viena ha escrito Bertrand

^ Russell: «La escuela es admirable por su decisión


de hacer filosofía científicamente, por su inflexible
amor a la verdad y por su trabajo técnico en lógica,
sintaxis y semántica». Sus puntos de partida están en
el campo de la física (Planck), en el de las ciencias
exactas, en el de la nueva lógica (Russell) y en el de
la filosofía del lenguaje (Wittgenstein).

Víctor Kraft

taurus
VI C T OR KRAFT

EL C I R C U L O
DE V I E N A
Versión española de
FRANCISCO GRACIA

taurus
Título original: Der Wiener Kreis
© Springer Verlag, Viena

Primera edición: 1966


Reimpresiones: 1977, 1986

© 1966 T aurus E diciones , S. A.


Príncipe de Vergara, 81. 28006 M adrid
ISBN: 84-306-1045-6
Depósito legal: M. 4.098-1986
PRINTED IN SPAIN
PROLOGO

El Círculo de Viena fue (junto con la Sociedad de


Filosofía empírica, de Berlín) el punto de partida de
un movimiento filosófico internacional que ha produ­
cido una renovación y reforma del positivismo y el
empirismo. El neopositivismo se encuentra hoy en
el primer plano filosófico, sobre todo en los países
anglosajones y escandinavos. Ha de ser considerado
como el fenómeno filosófico más importante y serio
del intervalo entre ambas guerras. Sin embargo, es
precisamente en el área cultural alemana donde la obra
del Círculo de Viena ha sido rechazada, en la medida
en que ha sido conocida. Y este conocimiento era y es
muy insuficiente, extendiéndose sólo a los comienzos.
A este respecto es significativo que Gerh. Lehmann en
su historia de la Filosofía alemana actual, aparecida
en 1943, trate sólo a Camap e incluso de éste no tenga
en cuenta más que los primeros escritos: su tesis doc­
toral, un tratado sobre Eigentliche und Uneigenttiche
Begriffe de 1927, Der logische Aufbau der Welt y los
Scheinprobteme, de 1928, y el Grundriss der Logistik
de 1929, sin considerar ninguno de sus escritos poste­
riores tan importantes. Además, los trabajos citados
por él son juzgados erróneamente, ya que no compren-
7
de lo esencial. También Del Negro, cuya Historia de la
Filosofía alemana de la actualidad se publico sólo un
año antes, caracteriza todavía como la obra fundamen­
tal de la dirección, Der logische Aufbau der Welt de
Carnap. Los numerosos e importantes escritos apareci­
dos posteriormente, los estudios de los ocho volúmenes
de Erkenntnis, la Logische Syntax der Sprache de
Carnap, los Gesammelte Aufsatze de Schlick, con los
que acaban el desarrollo y los progresos del Círculo de
Viena, no han sido tenido en consideración. Ellos y
el movimiento entero fueron dejados de lado y repri­
midos por la orientación espiritual del nacionalsocia­
lismo. También en la nueva visión de conjunto de la
Filosofía europea de la actualidad (1947) de Bochenski,
obra por lo demás valiosa, se presenta al neopositivismo
y al Círculo de Viena desde luego bastante mejor que
en los estudios anteriores mencionados, pero en forma
no del todo satisfactoria y muy brevemente. (Hay tra­
ducción castellana de esta última obra: Fondo de Cul­
tura Económica, Breviarios, núm. 16. México, 1949 y si­
guientes.)
Son sobre todo las exposiciones extranjeras las que
se ocupan detenidamente del Círculo de Viena. En pri­
mera línea está la gran monografía de J. R. Weinberg
An examination of Lógical Positivism, Londres, 1936 *,
muy bien documentada, que, sin embargo, trata funda­
mentalmente la primera etapa, dependiente de Wittgens-
tein. El Círculo de Viena ha sido objeto posteriormente
de una detenida consideración en la acertada exposi­
ción del neopositivismo de G. H. von Wright Den logiska
Empirismen, Helsingfors, 1943, pero debido a estar es­
crita en sueco no ha adquirido mucha difusión. Las

1 Hay traducción española: Examen del positivismo lógico.


Traducción de J. L. Fernández de Castillejo. Aguilar, Madrid,
1959. (N. del T.).

8
restantes exposiciones extranjeras proceden en parte
de los primeros tiempos del Círculo de Viena, como
el extraordinario trabajo de Kaila Der logische Neupo-
sitivismus, que apareció ya en 1930, y el informe de
Petzall, entonces exacto, pero ampliamente superado
luego, Der logische Positivismus de 1931 y su crítica
de las proposiciones protocolarías Zum Methodenpro-
blem der Erkenntrtisforschung de 1935. Parte de ellas
son visiones de conjunto muy breves, como la de Voui-
llemin La logique de la science et l'écóle de Vienne, 1935,
y la de C. W. Morris Logical Positivista, Pragmatista
aad Scieatific Empiricism, 1937. (Por desgracia no he
podido conseguir, a pesar de mis esfuerzos, el estudio
de Blumberg y Feigl.) Entre las exposiciones extranje­
ras de las doctrinas del Círculo de Viena hay que men­
cionar también el libro de Ayer: Laaguage, Truth and
Lope (1938, 2? ed. 1946). (Versión castellana:: Leaguaje,
verdad y lógica. Editorial Universitaria de Buenos Ai­
res (EUDEBA).)
Por ello me ha parecido indicado exponer de modo
sintético los trabajos filosóficos del Círculo de Viena,
sus problemas y resultados; no sólo para que con ello
no se pierdan en el olvido, sino sobre todo para pre­
sentar de este modo las ideas fundamentales de este
movimiento a la filosofía alemana de nuestro tiempo,
filosofía que sólo las conoce en forma insuficiente.
El Círculo de Viena pertenece al pasado, al menos
en Viena. Su trabajo, en el que yo mismo participé, ha
terminado. Por ello mi exposición llega sólo hasta su
diáspora en 1938. Tampoco hubiese sido posible lograr,
durante el aislamiento del extranjero ocasionado por
la segunda guerra mundial, un conocimiento suficiente
de la literatura aparecida desde entonces en otros países
y producida por antiguos miembros del Círculo de Viena
o relacionada con ellos. Por tanto, no ha sido posible
9
referirse a ella, con excepción de las nuevas obras de
Carnap.
No hay que perder de vista al juzgarlo, que el tra­
bajo del Círculo de Viena no concluyó, sino que fue
interrumpido bruscamente cuando se hallaba en su ple­
nitud. Más de una simplificación excesiva, mucho ra­
dicalismo se explican como un planteamiento inicial.
Igual que variaron reiteradamente las opiniones en el
Círculo de Viena, del mismo modo que Carnap ha su­
perado después la unilateralidad de la consideración
puramente sintáctica, también en el Círculo de Viena
se hubiese llegado a soluciones más maduras, si se hu­
biese podido seguir trabajando. Si se quisiesen sacar
formulaciones y consecuencias extremas, se podría
presentar sus resultados a una luz totalmente distinta
de lo que sigue. Pero con ello se habría hecho injusticia
a su obra. Su gran significado positivo es indudable.
De ningún modo podría defender por completo' las
opiniones del Círculo de Viena; he añadido incluso una
crítica en algunos puntos importantes. Pero el Circulo
de Viena se preocupó por poner en claro con profun­
didad y amplitud lo fundamental del conocimiento y
demostró un grado de claridad y rigor lógico que no
se encuentra en la filosofía alemana de la última ge­
neración. Incluso quienes se hallen en una posición
distinta de la del Círculo de Viena pueden aprender
también mucho de él.
Viena, m arzo de ¡950. V . K raft

10
PRIMERA PARTE

LA HISTORIA DEL CIRCULO DE VIENA'

Desde 1895 hubo en la Universidad de Viena una cá­


tedra de filosofía de las ciencias inductivas, que fue
creada para Emst Mach, quien la ocupó hasta 1901. Des­
pués se encargó de ella L. Boltzmann (de 1902 a 1906).
Más tarde la obtuvo el original Adolf Stóhr. Había con
ello en Viena una larga tradición de una filosofía em-
pirista que se ocupaba principalmente de las ciencias
naturales. Ya antes se habían impuesto en cierto sen­
tido tendencias empiristas a través de Franz Brentano.
Theodor Gomperz y Jodl habían defendido una filosofía
antimetafísica. En 1922 fue nombrado Moritz Schlick
para desempeñar la cátedra de filosofía de las ciencias
inductivas. Igual que sus predecesores, habían llegado
a la filosofía desde la física. Había hecho su tesis doc­
toral con Planck sobre la reflexión de la luz en un
medio no homogéneo, y fue el primero en valorar
filosóficamente la teoría de la relatividad en su obra
Raum und Zeit in der gegenwartigen Physik (1917). Te­
nía relaciones personales con los hombres más impor­
tantes dentro de las ciencias exactas, tales como Planck,
Einstein, y Hilbert. Pero a diferencia de sus predece-

> Cfr. Wissenschaftiiche Weltauffassung. Der Wiener Kreis.


Viena, 1929. Neurath: «Den logiska Empirismen och wiener
krctsen.» 1936. (Theoria, vol. II, p. 72 s.).

11
sores, no sólo de Boltzmann, sino también de Mach,
tenía un profundo conocimiento de la filosofía.
Pronto se formó en Viena, alrededor de Schlick, un
círculo no sólo de alumnos, sino también de estudiosos
interesados en la filosofía. Lo constituían los más ade­
lantados de sus discípulos —entre los que Fr. Waismann
tenía un lugar destacado—, pero también doctores
como O. Neurath, E. Zilsel, H. Feigl, B. v. Jubos, H. Nei-
der, algunos de sus colegas, los profesores R. Camap,
V. Kraft, F. Kaufmann, y no sólo filósofos «puros»,
sino también matemáticos con intereses filosóficos: el
catedrático H. Hahn y los profesores Menger, Radako-
vic y Gódel. Esta composición trajo consigo un nivel
desacostumbradamente alto. La orientación matemática
—también Camap, Waismann, Zilsel, Neurath y Kauf­
mann tenían una formación matemática— fortaleció la
tendencia hacia el rigor y la pureza lógicos. En breves
informes y largas discusiones se debatían cuestiones
lógicas y gnoseológicas, mediante lo cual y gracias a la
preparación y el pensamiento independiente de los
miembros más importantes2 —particularmente Schlick,
Camap, Neurath, Waismann, Hahn, Zilsel— se consi­
guieron abundantes resultados. Era un trabajo intelec­
tual de construcción conjunta, no la aceptación de las
tesis de un maestro. Schlick no marcaba en modo al­
guno la pauta. De Wittgenstein partieron influjos pro­
fundos, aunque él mismo no estuvo nunca presente.
Fueron transmitidos por Schlick y Waismann, quienes
se hallaban en contacto con él, que entonces estaba en
Viena. De este modo llegaron mucho más allá de su
Tractatus logicophilosophicus *. De este trabajo con­

* Véase una bibliografía de los participantes en Wissenschaftl.


Weitauffassung. 1929. También en Erkenntnis, vol. I, p. 315 y ss.,
y en Einheitswissemchaft, cuaderno 1, p. 30; cuad. 3, p. 21-22.
* Ver, p., ej., la constatación expresa {le Schlick en el ensayo
«Meaning and Verification» (Cesammelte Aufsützc, p. 340),
de que debe su caracterización del significado a conversaciones
sostenidas con Wittgenstein, que influyeron profundamente sus

12
junto se derivó un progreso tan rápido como el que
únicamente se produce en las ciencias especiales. Por
tanto, resulta natural que tal desarrollo tuviese' como
consecuencia varios cambios y que más de una con­
cepción inicial demasiado simplista fuese superada más
pronto o más tarde.
En 1929 Schlick fue llamado a Bonn, pero renunció
después de algunas vacilaciones. En la primavera y el
verano del mismo año marchó como profesor invitado
a la Universidad de Stanford en California. En esta
época, la amenaza de la pérdida primero y la larga
ausencia de Schlick después, hicieron tomar conciencia
a los miembros de este círculo de que constituían una
comunidad espiritual de cuño especial, un grupo filosó­
fico peculiar. El congreso de la Sociedad alemana de
Física y de la Asociación de matemáticos alemanes,
que tuvo lugar en Praga a mediados de septiembre del
mismo año, proporcionó la ocasión exterior de inter­
venir allí como un grupo autónomo, que, junto con la
Sociedad de Filosofía empírica de Berlín, a la que per­
tenecían Fr. Kraus, H. Reichenbach, A. Herzberg, A. v.
Parseval, W. Dubislav, K. Grelling, organizó simultá­
neamente un congreso sobre gnoseología de las ciencias
exactas. Al mismo tiempo se publicó un pequeño es­
crito programático Wissenschaftliche Weltauffassung.
Der Wiener Kreis, realizado por Carnap, Hahn y Neu­
rath, que exponía brevemente el origen y los miembros,
la actitud y los fines de esta sociedad de trabajo. Es­
taba dedicado a Schlick y le fue entregado a su vuelta
a Viena en octubre de 1929 «en señal de agradecimiento
y de alegría por su permanencia en Viena», como se
decía expresamente en el prefacio. El «Círculo de Vie­
na» entraba así en la .vida pública.
Esto se manifestó también en que el Círculo consi­
guió su propio órgano de publicación al hacerse cargo

propias consideraciones sobre la materia. «Difícilmente puedo


exagerar mi deuda respecto de este filósofo.»

13
Camap y Reichenbach en 1930 de los Armalen der Phi-
losophie, que continuaron bajo el título de Erkenntnis.
El Círculo encontró una posibilidad ulterior de publi­
cación en los pequeños escritos Veroffentlichungen des
Vereines Ernst Mach, editados por la asociación «Ernst
Mach», que había sido fundada en 1928 por varios miem­
bros del Círculo con la tendencia de la popularización *;
y además, en la serie Einheitswissenschaft, editada por
Neurath, 1934.
El «Círculo de Viena» se dio a conocer rápidamente
en medios cada vez más amplios. En septiembre
de 1930 volvió a organizar junto con el grupo berlinés
de filosofía empírica un congreso de gnoseología de las
ciencias exactas, en el que se trataron los problemas
fundamentales de la matemática y de la mecánica
cuántica*, congreso que se celebró junto con la Asam­
blea de físicos y matemáticos alemanes en Konigsberg.
La designación de Carnap en 1931 como profesor ex­
traordinario de la Facultad de Ciencias Naturales de la
Universidad de Praga significó una sensible pérdida
para el Círculo de Viena, pero Carnap formó con el
catedrático de física Philipp Frank una ñlial del
«Círculo de Viena» en Praga. Ambos grupos entraron en
relación con pensadores extranjeros orientados en el
mismo sentido: con Jorgensen, catedrático de Filosofía
en Copenhague, con Rougier, entonces catedrático en
Besangon y El Cairo, con Morris, catedrático en Chi­
cago, con Miss Stebbing, catedrático en Londres, etcé­
tera. Se estableció también contacto personal con las

* Una tendencia política, tal como la que Neurath intentó


introducir a veces en las publicaciones y como la que reprochó
Dingler al «Círculo de Viena» en el prólogo de sus Grundlagen
der Geometrie (1933), no tenía nada que ver con los esfuerzos
del «Círculo de Viena», que eran puramente filosóficos. Reichen-
bahc la rechazó (Erkenntnis, vol. 4, p. 75 s.) y también el pro­
fesor Schlick la rechazó expresamente ante mí.
3 Un informe sobre él en Erkenntnis, vol. 2, p. 86 s.

14
escuelas logísticas de Vársovia y Lemberg*. De aquí
surgió un congreso internacional de Filosofía científica,
que fue preparado en 1934 por Rougier, Reichenbach,
Carnap, Frank y Neurath en una conferencia previa
en Praga y que tuvo lugar en París en septiembre
de 1935 en las aulas de la SobornaT. Fue promovido por
el Gobierno francés y por Institutos científicos interna­
cionales de París; Russell y Enriques pronunciaron
discursos de apertura; participaron aproximadamente
170 miembros de más de 20 países, viniendo de Alema­
nia, aparte del grupo de Berlín, solamente el catedrático
Scholz de Münster. Constituyó un gran éxito. La orien­
tación del Círculo de Viena, que encontró todavía una
fuerte resistencia en el Congreso de Praga de 1929, fue
ahora ampliamente reconocida. Enriques y el general
Vouillemin advirtieron del peligro del dogmatismo y de
un nuevo escolasticismo, Morris sobre la unilateralidad
y Reichenbach sobre el peligro de aplicar precipitada­
mente a algo el calificativo de metafísica; algunos parti­
cipantes formularon objeciones contra concepciones
aisladas. A propuesta de Carnap se nombró un comité
para la unificación internacional del simbolismo lógico
y en primer lugar de la terminología alemana; ef Con­
greso se declaró también dispuesto a promover y cola-67

6 Una bibliografía de estas escuelas en Erkenntnis, vol. 5,


p. 199 s.
7 Informe sobre la conferencia previa de Praga: Einheit der
Wissenschaft, 1934. Informe sobre el primer congreso en París:
Philosophie scientifique, París, 1935 y «Actes du Congris inter­
n a r de philosophie scientifique». (Actualités identifiques et
industrielles, núm. 378-395, París, 1936). Informe sobre ambos
congresos en Erkenntnis. vol. 5, p. 1 s., p. 377 s. Para este con­
greso aparecieron como introducciones: Vouillemin, La logique
de la Science et l'école de Vienne. y Neurath, Le développement
du cercle de Vienne et l'avenir de Vempirisme logique; ambas
en París, 1935.

15
borar en la Enciclopedia internacional de la ciencia
unificada, propuesta por Neurath*.
Al año siguiente, en julio de 1936, tuvo lugar un se­
gundo Congreso internacional «para la unidad de la
ciencia» en Copenhague, que estuvo dedicado especial­
mente al problema causal, sobre todo en relación con
la física y la biología cuánticas". Participaron unos
cien miembros, provenientes de la mayoría de los paí­
ses europeos, siendo particularmente grande el número
de los americanos; N. Bohr pronunció la primera con­
ferencia. En el discurso de apertura Jorgensen puso
de relieve que la iniciativa de este Congreso y de los
anteriores había partido del «Círculo de Viena» y que
era éste el que había desarrollado las ideas fundamen­
tales del nuevo movimiento filosófico. Al año siguiente,
en julio de 1937, se volvió a celebrar en París y en la
Sorbona el tercer Congreso para la unidad de la cien­
cia, que sirvió para las discusiones de la proyectada
Enclopedia10. Y de nuevo un año después, en julio
de 1938, se organizó un cuarto Congreso para la Unidad
de la Ciencia en Cambridge, en el que se trató del len­
guaje científico11. G. E. Moore pronunció el discurso
de apertura, siendo también esta vez internacional la
concurrencia. El último de tales Congresos tuvo lugar
en septiembre de 1939 en América, en Cambridge, Mas-
sachusetts. La guerra señaló entonces el fin. Fue un
ascenso fulminante. El Círculo de Viena se había con­
vertido así en un movimiento filosófico internacional:
el neopositivismo o neoempirismo.
Pero mientras tanto el Círculo de Viena había su­
frido dolorosas pérdidas. Feigl obtuvo en 1931 una cá­

* Aparecida ya en parte como Encyclopedia of Unified Scien­


ce, Chicago, 1938 s.
* Informe en Erkenntnis, vol. 6, p. 275 s., y Das Kausalpro-
blem, Leipzig y Copenhague, 1937.
10 Informe en Zur Enzykiopadie der Einheitswissenschaft,
La Haya, 1938.
11 Informe en Erkenntnis, vol. 7, p. 153 s.

16
tedra en la Universidad de Iowa, de donde pasó pos­
teriormente a la Universidad de Minnesota. En 1934
murió inesperadamente el profesor Hahn. Camap mar­
chó en 1936 a América, nombrado doctor honoris causa
por la Universidad de Harvard, y aceptó un nombra­
miento en la Universidad de Chicago 12. Y en el mismo
año recibió el Círculo el golpe más fuerte: el profesor
Schlick fue muerto a tiros en la Universidad por un
antiguo discípulo, un psicópata con manía persecutoria.
Fue una pérdida irreparable que Schlick fuese arreba­
tado de este modo al trabajo fecundo y se truncase
su evolución, pues dejó mucho material incompleto e
inacabado. Cesaron las reuniones del Círculo y éste se
disolvió por completo en 1938 después de la anexión
violenta de Austria a Alemania. Sus miembros se dis­
persaron en todas direcciones. Waismann y Neurath
marcharon a Inglaterra, donde Waismann fue profesor
universitario primero en Cambridge y luego en Oxford,
y donde murió Neurath en 1946; Zilsel y Kaufmann se
fueron a Norteamérica, donde Zilsel murió en 1943;
Menger y Gódel habían aceptado ya anteriormente in­
vitaciones para ir allí. Erkenntnis se trasladó en 1938
de Leipzig a La Haya, donde tomó el título The Journal
of Unified Science (.Erkenntnis) en el volumen 8, pero
a causa de la guerra hubo que suspender su publica­
ción en 1940. Se prohibió la compra de las obras del
Círculo de Viena por razones políticas, ya que entre sus
miembros había algunos judíos y porque la actividad
de la Asociación «Ernst Mach» se consideraba «disol­
vente».
En Viena ya no había Círculo de Viena. Pero su
orientación se defendía ahora en el extranjero, donde
había ganado cada vez más terreno, sobre todo en los
Estados Unidos, donde existía ya una orientación se­

12 Por tanto, Camap no «emigró a América», como lo inter­


preta G. Lehmann en Die deutsche Philosophie der Gegen-
wart, 1943, p. 293.

17
mejante con Morris, Langford, Lewis, Bridgman, Na-
gelu, donde Reichenbach y R. v. Mises encontraron
sitio y donde ahora Camap en Chicago y Feigl en Min­
nesota continúan el trabajo. En Inglaterra, donde vive
Russell como antepasado de todo el movimiento, el
Círculo de Viena se continúa por Waismann en Ox­
ford y por Ayer y, en lo esencial, también por Pop-
p e r1* bis) en la Universidad de Londres, donde tam­
bién Miss Stebbing (f 1943) defendió una tendencia
semejante u. Una continuación muy notable de su labor
la encontró el Círculo de Viena en Finlandia, con Kaila,
quien, como Ayer, participó personalmente de vez en
cuando en los últimos tiempos del Círculo, y con
G. H. v. Wright, que fue su discípulo y luego su colega
en la Universidad de Helsinki y actualmente es cate­
drático en Cambridge. Por supuesto, los que entonces
pertenecieron al Círculo de Viena no han permanecido
en la antigua posición, sino qué han continuado avan­
zando y en parte la han superado.
Con el Círculo de Viena están vinculados también el
profesor Jorgensen, de Copenhague, y el profesor Dürr,
de Zürich; en Francia, el profesor Rougier, el general
Vouillemin, M. Boíl, etc. Hubo igualmente relaciones
con el Círculo de Viena/ allí donde se profesase la
misma tendencia, al menos en parte; así con la escuela
empirista de Upsala y el profesor Tegen de Lund1*,
con las escuelas logísticas de Gottingen y Münster y1*345

11 Que tiene su expresión en la revista Philosophy of Science,


Baltimore, 1930 s., y en el Journal of Symbolic Logic.
13 bis El Dr. Popper no participó en los últimos tiempos del
Círculo de Viena, pero estuvo en contacto personal con varios
miembros (Camap, Feigl, Kraft). El Dr. H. A. Lindemann, miem­
bro del Círculo, volvió a Buenos Aires, donde había vivido ante­
riormente y donde continúa escribiendo.
El Dr. Tscha Hung, que participó también en el Círculo de
Viena, es ahora profesor en la Universidad Wuhan, Wuchang,
China.
14 A la que servía la revista Analysis, Oxford, 1933 s.
15 Que se expresa en la revista Theoria, Lund, 1935 a.

18
con las efe Varsovia y Lemberg ,8, si bien ambas fueron
disueltas por la guerra igual que el Círculo de Viena.
Sólo en Alemania no encontró difusión la orientación
del Círculo de Viena. Mientras Russell, por ejemplo,
emite sobre ella un juicio de gran aprecio17 e incluso
personas alejadas no han desconocido su significa­
ción 1S, en Alemania ha sido rechazada de modo despec­
tivo y decidido, en la medida en que ha sido tomada en
consideración **.

16 Con la revista Studia Philosophica, Lemberg. 1934-38. De


las revistas extranjeras citadas, el autor no ha podido disponer
más que de Theoria.
17 Russell, «Logical Positivista, 1946 (Polemic, vol. I). P. 7:
El Circulo de Viena, «que proporcionó un raro ejemplo de
colaboración fecunda entre filósofos», es caracterizado, igual que
la escuela de Varsovia, como «del más alto nivel». «La escuela
es admirable por su decisión de hacer filosofía científicamente,
por su inflexible amor a la verdad y por su trabajo técnico en
lógica, sintaxis y semántica.» «Pero, siendo tan grandes los
méritos de la escuela, tienen una cierta estrechez y una cierta
ceguera frente a algunos problemas de considerable importan­
cia», como respecto de la psicología, etc., (p. 12).
18 Asi Weinberg, An Examination of Logical Positivism, 1936,
p. 294, dice después de una crítica: «Las investigaciones de
lógica, matemáticas y de la esencia de los sisteméis científicos
realizadas por los positivistas lógicos son a pesar de esto de la
mayor importancia. Parece justificado afirmar que estos estu­
dios nos han proporcionado la visión más clara hasta hoy de la
lógica y de los sistemas científicos y es aquí donde hay que
ver el mérito más evidente del positivismo lógico.» Y Petzall,
«Der logische Positivismus», 1931 (Giiteborgs Hogskolas Ars-
skrift. 37), p. 36: «Las objeciones aqui formuladas no nos im­
piden creer que una revisión del lenguaje científico, tal como
la que intenta el Círculo de Viena para la concepción científica
del mundo, sería de un valor extraordinariamente alto.»
18 Así por Heimsoeth en el Lehrbuch der Geschichte der
Philosophie de Windelband, publicado nuevamente por él, 1935,
p. 574 (trad. española: Manual de Historia de la Filosofía, Ed.
Ateneo, México, 1960, p. 599): «El hombre, el espíritu, la historia
son considerados desde una pretensión metódica y cognoscitiva
fijada de antemano y supuestamente libre de todo dogma onto-
lógico y, en último término, son ignorados en lo esencial». Y por

19
Schlick discutió las acusaciones contra el Círculo de
Viena en su ensayo «L’école de Vienne et la philosophie
traditionelle»30: «Se reprocha frecuentemente a la es­
cuela de Viena el que no está compuesta por filósofos,
sino por enemigos de la filosofía. Las doctrinas de esta
escuela, se dice, no contribuyen en nada al desarrollo
ni al progreso de la filosofía, sino más bien a su diso­
lución.» Pero sólo puede hablarase así si se equipara
la filosofía con la metafísica. Y la negación de la meta­
física es claro que no fue inventada por el Círculo de
Viena31. Las comprensivas palabras que tiene Schlick
en el mismo ensayo para con la filosofía histórica son
un testimonio de que el reproche de menosprecio de
la filosofía no es exacto33: «Los 'anti-metafísicos' son
injustos muchas veces con la fiosofía tradicional al de­
clarar que es simplemente una colección de pseudo-
problemas. Yo pienso, por el contrario, que tenemos
pleno derecho a estar orgullosos de que nuestros pen-
somientos sean el resultado de un largo desarrollo his­
tórico del espíritu humano.» «Frente a los sistemas del
pasado mostraremos una comprensión histórica; sus
dogmas ya no nos alteran; podemos admirar con la
conciencia tranquila las épocas grandiosas de una hu­
manidad que en la búsqueda y en la equivocación de-

Del Negro en Die deutsche Philosophie der Gegenwart, 1942, p. 8:


«El neopositivisino emprendió la lucha más violenta no sólo
contra la metafísica, sino contra todo esfuerzo filosófico en
general.» «Intenta dar a sus afirmaciones la apariencia de exac­
titud insuperable mediante la vestidura logística. La novedad
respecto a Mach se halla en el fondo solamente en el campo
del formalismo.» Y por Gerh. Lehmann en Die deutsche Philo­
sophie der Gegenwart, 1943, que sólo trata de Camap (ver pos­
teriormente la cita en la p. 119) y también por Bochenski. Euro-
paische Philosophie der Gegenwart, 1948, p. 62 s. Sólo el juicio
de E. v. Aster, Die Philosophie der Gegenwart, 1935, p. 177 s.,
constituye una excepción.
24 Gesammelte Aufsdtze, 1938, p. 390.
*» tbid., p. 391.
22 Ibid., p. 394.

20
muestra una voluntad profunda para la verdad.» No
debe juzgarse la posición del Circulo de Viena respecto
de la filosofía tradicional solamente por las manifes­
taciones de los radicales. Es indudable que quien vea
en la filosofía la confesión de una sabiduría personal
sobre el mundo y la vida, de una interpretación sub­
jetiva sobre ellos, o quien busque en ella la construc­
ción especulativa de un principio oculto e inexperímen-
table del mundo o la poesía conceptual de una novela
cósmica, éste no podrá considerar a la filosofía tal
como la entiende el Círculo de Viena más que como
una degeneración. Pues en este sentido, la filosofía ex­
cluye todo lo que no puede obtenerse por la vía cientí­
fica. Pero sólo entonces se puede superar la diversidad
y variabilidad subjetiva y sólo entonces se puede pre­
tender lograr generalidad y resultados duraderos.

21
SEGUNDA PARTE

LA LABOR DEL CIRCULO DE VIENA

Debido a su composición, el Círculo de Viena no es­


taba dominado por concepciones tan uniformes como
las de un mero círculo de discípulos que aceptase sim­
plemente las opiniones del maestro, pues al menos sus
miembros más importantes eran pensadores indepen­
dientes. Había una orientación radical, representada
sobre todo por Neurath, qüe actuó por eso muchas ve­
ces como estímulo y a veces indujo a error, orientación
a la que se adherieron frecuentemente Hahn y también
Carnap, y una más moderada a la que pertenecía
Schlick. Había toda clase de diferencias de detalles, al­
gunas de las cuales se aluden en el ensayo de Schlick
«L'école de Vienne...»1. Tampoco era unánime la posi­
ción frente a las tesis de Wittgenstein ni lo era en la
teoría de la probabilidad. Pero se estaba de acuerdo
en lo fundamental.
Existía una orientación fundamental común: la cien-
tifícidad de la filosofía. Las rigurosas exigencias del
pensamiento científico han de valer también para la

1 Véase, p. ej.. la polémica de Schlick contra el radicalismo


de Neurath en lo relativo a la filosofía, en el estudio «L'école
de Vienne et la philosophie traditionelle», 1937, (Gesammelte
Aufsdtze, p. 391, 392, 395); y la polémica de Neurath contra la
«constatación» de Schlick en «Radikaler Physikalismus u.
"Wirkliche Welt’’.» (Erkenntrds, vol. 4, 1934, p. 346 s.).

23
filosofía. La claridad unívoca, el rigor lógico y la fun
damentación suficiente son imprescindibles en ella,
como lo son en las restantes ciencias. Las afirmaciones
dogmáticas y las especulaciones incontroladas, tan ex­
tendidas todavía hoy en la filosofía, no deben presen­
tarse en ella. Con ello venia dada también la oposición
contra toda metafísica dogmático-especulativa. La me­
tafísica había de ser eliminada por completo. Esta era
la razón de que el Círculo de Viena estuviese vinculado
con el positivismo.
Pero por encima de esta actitud general había tam­
bién una amplia coincidencia en las concepciones fun­
damentales. Así en el empirismo, tal como era defen­
dido por Russell principalmente, y en la repulsa del
apriorismo unida a él. En este sentido, no puede haber
juicios sintéticos a priori. Los enunciados sobre hechos
sólo pueden valer en virtud de la experiencia. Una co­
munidad todavía más estrecha en cuanto a los funda­
mentos la proporcionaba la nueva lógica, tal como la
habían desarrollado Whitehead y Russell hacía más de
diez años. La filosofía del lenguaje desarrollada por
Ludwig Wittgenstein en su Tractatus logico-phitosophi-
cus, 1922 *, partiendo de la obra de Russell y Whitehead,
constituía otro punto de partida común. En la discu­
sión de sus pensamientos, en la que éstos fueron per­
feccionados, transformados y en parte superados, se
desplegó una gran parte del trabajo del Círculo de
Viena.
De acuerdo con esto, el interés se dirigía en primer
término hacia cuestiones lógicas, de teoría del conoci­
miento y de filosofía del lenguaje, pero también se
trataron cuestiones relativas a una imagen científica
del mundo. Debido a esta amplia coincidencia no hubo

3 Publicado primero como «I.ogisch-philosophische Abhand-


lung» en los Annalen der Naturphilosophie, año 1921. (Versión
española de E. Tierno Galván; Madrid, 19S7.)

24
necesidad de realizar previamente la larga y penosa
tarea de ponerse de acuerdo sobre los fundamentos
de la discusión y se pudo entrar directamente a las
cuestiones especiales. Esta fue la razón de la desacos­
tumbrada fecundidad de esta comunidad de trabajo.

25
A. EL LOGICISMO

I. LOGICA Y MATEMATICA

La nueva lógica tenía un significado especial para


el Círculo de Viena, cosa que se pone de manifiesto en
las designaciones que se han dado al Círculo de Viena:
«neopositivismo logístico» o «empirismo lógico» l.
Desde la segunda mitad del siglo xix la lógica expe­
rimentó una transformación y una ampliación que la
colocaron lejos de la lógica tradicional. Aquello en lo
que se diferencia la nueva lógica de la antigua12 con­
siste, por una parte, en la utilización de símbolos en
la logística, por analogía con las matemáticas, y por
otra, en una ampliación de la lógica con un campo
completamente nuevo: las relaciones y las funciones
preposicionales, es decir, proposiciones con lugares va­
cíos que se designan mediante variables, aparte del cam­
po de las propiedades, que era el único considerado hasta
ahora. La reconstrucción material de la lógica partió

1 Véase posteriormente pp. 35-36.


2 Véase para esto Carnap, «Die alte und die neue Logik»,
Erkermtnis, vol. 1, 1930/31, p. 12 ss.; K. Menger, «Die alte u. die
neue Logik», 1933, en Krise u. Neuaufbau in den exakten Wis-
senschaften, fascículo 1; Jorgensen, A treatise on Formal Lope,
vol. I, 1931. (El artículo de Carnap está recogido en la obra
El positivismo tógico, compilada por A. J. Ayer. Versión es­
pañola publicada en México, en 1965, por Fondo de Cultiva
Económica.)

27
de los matemáticos, a los que les resultaba insuficiente
la lógica tradicional para la elaboración rigurosa de la
matemática. Las proposiciones matemáticas no con-
cuerdan con el esquema del juicio de la lógica clásica:
sujeto-cópula-predicado, ya que expresan relaciones. Los
enunciados que atribuyen un predicado a un sujeto son
sólo idóneos para propiedades, para clases. Las relacio­
nes, que consisten en la conexión de dos o más miem­
bros, no pueden expresarse adecuadamente de este
modo. Y las series, tan importantes en matemáticas,
sólo pueden construirse mediante relaciones (irrever­
sibles transitivas). Por tanto, había que desarrollar una
teoría lógica de las relaciones. Al realizar la construc­
ción lógica de la matemática surgieron también dificul­
tades lógicas al producirse antinomias que en parte
eran de carácter lógico general, razón por la cual re­
sultaba también necesaria una reforma de la lógica.
La nueva forma de la lógica encontró su realización
amplia y definitiva en la gran obra Principia mathema-
tica de Russell y Whitehead, vol. I-III, 1910-13, 2í edi­
ción, 1925-7. La nueva lógica es cultivada y proseguida
no sólo por los discípulos de Russell (Wittgenstein,
Ramsay), sino también por las escuelas logísticas pola­
cas de Varsovia, Lemberg y Cracovia, y también por
Hilbert y sus discípulos, por H. Scholz en Münster y
K. Dürr en Zürích, por Jórgensen en Copenhague, Kaila
en Helsinki, y en los Estados Unidos.
La nueva lógica, la logística, es muy superior a la
lógica tradicional, tanto material como formalmente.
No sólo está incrementada con ámbitos esenciales, sino
que los antiguos están también concebidos de un modo
más riguroso y sistemático. Y con el simbolismo se ha
creado una forma de exposición mediante la cual se
fijan los conceptos y enunciados y las reglas de su
conexión con precisión matemática. De este modo se
hace posible un puro operar formal sin tener en cuenta
el contenido, un cálculo con conceptos y enunciados.
Mediante esto se logra una claridad y un rigor que
28
están excluidos al utilizar el lenguaje natural. Se evi­
tan los equívocos, se descubren los supuestos inad­
vertidos, se garantizan el rigor y la consecuncia. Ver­
dad es que la utilización de la logística tiene unos
límites sensibles en el hecho de que sus fórmulas se
hacen muy pronto demasiado complicadas. «Sería prác­
ticamente imposible dar a toda deducción la forma de
una inferencia completa en el cálculo lógico, es decir,
analizarla en pasos concretos de tal tipo que cada
paso sea la utilización de una de las reglas de trans­
formación del cálculo, incluida la definición. Una refle­
xión usual de un par de segudos requeriría entonces
días enteros. Pero lo esencial es que esta resolución
es teóricamente posible y también lo es prácticamente
para una pequeña parte del proceso. De este modo,
cualquier punto crítico puede ser colocado bajo la lupa
lógica.» «Si varias personas quieren ponerse de acuerdo
sobre la corrección formal de una inferencia dada, pue­
den dejar de lado todas las diferencias de opinión
sobre cuestiones materiales o cuestiones de interpreta­
ción. Sólo tienen que investigar si la serie de fórmulas
dada cumple las reglas formales del cálculo»*.
Partiendo del sistema de la nueva lógica, se deriva
la matemática por Russell y Whitehead en los Principia
mathematica. Sólo con los conceptos lógicos primiti­
vos y en virtud de los principios lógicos, con la adición
de dos nuevos, el axioma de infinitud y el axioma de
elección, se constituyen los conceptos primitivos ma­
temáticos, los números, naturales y ampliados, y los
conceptos del análisis y de la teoría de conjuntos. Se
desarrolla así la matemática como una rama de la ló­
gica y, en consecuencia, lo qué es válido para la lógica,
es válido también para la matemática.
La nueva lógica y su relación con la matemática tu-

* Camap, «Foundations of Logic and Mathematics», 1939. (In­


ternational Encyclopedia of Unified Science, vol. I, núm. 3.)

29
vieron un significado decisivo en la actitud filosófica
del Circulo de Viena. Consiguió así la comprensión
adecuada de la peculiaridad de la lógica y de la mate­
mática, comprensión que hasta entonces le había fal­
tado al empirismo. Este había creído, en la formulación
clásica de J. St. Mili y Spencer que todavía tiene de­
fensores4, que tenía que fundamentar también la ma­
temática y la lógica en la experiencia. Estas son sola­
mente sus generalizaciones supremas, las leyes del ser
y del pensar, completamente abstractas y formalizadas.
De este modo, contendrían también leyes naturales, con
lo que serían inductivas y, por tanto, ¡refutables por
la experiencia!
Esta concepción es completamente insostenible. Si
las proposiciones matemáticas y la experiencia no coin­
ciden, a nadie se le ocurre considerar refutadas las
proposiciones matemáticas y corregirlas de acuerdo
con la experiencia. Más bien consideramos los teore­
mas como más seguros que nuestras cuentas y medi­
ciones, pues si éstas salen de otro modo, pensamos que
las mediciones no son suñcientemente exactas y que las
cuentas están equivocadas. Esto demuestra que la ma­
temática no descansa en la experiencia, sino que tiene
validez de un modo completamente autónomo. Por su
parte, la lógica puede inferirse de la experiencia en
una medida igualmente escasa, pues está ya presupues­
ta en toda experiencia metódica. Por tanto, la lógica
no podría modificarse nunca por nuevas experiencias.
Lógica y matemática pueden reducirse genéticamente
a experiencias, es decir, a conjuntos de vivencias; éstas
habrán proporcionado el estímulo para su formación;
pero al hacerlo se han construido sistemas completa­
mente autónomos, independientes por completo de la

4 P. ej., Bross y Bowdery, «A realistic criticism oí a contem-


porary philosophy of logic», 1939 (Philosophy o f Science, ved. 6,
p. 105 s.); sobre ello, V. Kraft, «Logik u. Erfahmng», 1946 (The»■
ña, vol. 12, p. 205 s.).

30
experiencia en su validez. Valen a priori, siempre que
con esto no se entienda más que «independiente de la
experiencia». Esto no puede pasarse por alto.
Comprender esto significó hasta entonces una obje­
ción decisiva contra el empirismo, que se hacía insos­
tenible para quien pensase así. La salida del dilema:
abandono del empirismo o interpretación errónea de
la lógica y de la matemática, fue el Círculo de Viena el
primero en señalarla*: la lógica y la matemática no
enuncian nada sobre la realidad experimentable. La
lógica no contiene ningún conocimiento, no proporcio­
na los principios del ser, sino los fundamentos del or­
den de los pensamientos. Las relaciones lógicas son
relaciones meramente mentales; no existen como rela­
ciones fácticas dentro de la realidad, sino sólo como
relaciones dentro del sistema de representación. Por
ejemplo, las clases no son nada real, sino que son la
reunión en el pensamiento. Y a la negación no le co­
rresponde tampoco en el mundo circundante un hecho
peculiar que se halle junto al positivo. Puesto que las
relaciones lógicas son puramente formales, pueden com­
probarse con completa independencia del significado
especial de las frases, del hecho concreto. Por tanto,
no pueden enunciar absolutamente nada sobre el ser.
Lo que contiene la lógica son los principios de la orde­
nación dentro de la representación simbólica. En el
pensamiento formulado verbalmente se coordinan a los
objetos y a sus relaciones símbolos y conjuntos de
símbolos. Estas coordinaciones no son unívocas, de
tal modo que a cada objeto y a cada relación le corres-1

1 Sobre esto, Hahn, «Logik, Mathematik u. Naturerkennen»,


1933 (Einheitswissenschaft, fase. 2) y en Erkenntnis, vol. 1 (1930-
1931), p. 97 s., vol. 2 (1931), p. 135 s. Que la lógica y la mate­
mática no enuncian nada sobre el mundo, siendo reglas de
transformación y relaciones internas del simbolismo, es cosa
que se remonta a Wittgenstein. (Parte del trabajo de Hahn
mencionado en esta nota está recogido en el libro El positi­
vismo lógico, citado en pág. 27, nota 2.)

31
ponda sólo un símbolo y viceversa, sino no uniformes,
de tal modo que al mismo objeto le corresponden va­
rios símbolos o complejos de símbolos, pero no a la
inversa. Es posible, pues, transformar entre sí los com­
plejos de símbolos que designen todos el mismo objeto
o el mismo hecho. Lo que la lógica contiene son las
reglas de tales transformaciones. Como lógica pura,
formula leyes dentro del simbolismo únicamente, no
leyes del mundo de la experiencia. El conocido princi­
pio lógico «lo que es válido para todas las cosas, es
válido también para cada una en particular» se limita
a describir el mismo hecho mediante dos simbolizacio­
nes diferentes, a saber, mediante «todas» y «cada una
en particular». Pero «no es una propiedad del mundo
que lo que vale para todas las cosas sea válido también
para cada una de ellas»8.
Puesto que la matemática puede s.er derivada de la
lógica, participa de su carácter. Tampoco la matemá­
tica enuncia ningún hecho. Los números no significan
en pura matemática, sin tener en cuenta su aplicación,
objetos del mundo de la experiencia y la geometría
no describe el espacio real, pues hay varias geometrías
mutuamente excluyentes. No puede decidirse de ante­
mano cuál de ellas es válida en el mundo de la expe­
riencia. Se desarrollan, pues, por sí, con independencia
de si son válidas allí o no. Tampoco se ocupan de
objetos empíricos, sino de creaciones ideales, tales como
el punto inextenso, etc. Una igualdad como el cono­
cido ejemplo de Kant 7 + 5 = 12 no se refiere a ningún
hecho real, proporcionando solamente una transforma­
ción de los grupos de unidades en un grupo único se­
gún las reglas del cálculo. Ni estas unidades son cosas
de la realidad ni las reglas del cálculo son sus leyes
naturales, sino que en los números se reúnen clases de
elementos posibles cualesquiera y las reglas del cálculo
son las reglas de transformación de tales clases en•

• Hahn en Erkenntnis, vol. 2, 1931, p. 137.

32
otras, reglas que han sido establecidas por Dosotros
Con ello sólo se agrupan de otro modo las mismas uni­
dades. Se permanece, pues, por completo dentro del
sistema de representación, dentro de un orden pura­
mente ideal8.
Entendidas de este modo, la lógica y la matemática
no presentan ya ninguna dificultad por su validez a prio-
tí. Puede aceptarse sin más tal validez porque no se
refiere en modo alguno a la experiencia, sino a la re­
presentación simbólica. Las proposiciones de la lógica
y de la matemática no pueden tomarse como conoci­
mientos de la realidad, sino sólo como modos de trans­
formación dentro del simbolismo, a los cuales corres­
ponde o debe corresponder siempre en la realidad uno
y el mismo hecho. Su validez apriorística descansa en
decisiones que sólo se extienden al campo de la sim­
bolización y por eso pueden alcanzar validez objetiva,
ya que no establecen ninguna regularidad del mundo
de la experiencia, sino sólo las de la representación.
Las proposiciones de la matemática no son sintéti­
cas, como pensaban Kant y Mili, sino analíticas; puede
saberse que son verdaderas (o falsas) en virtud única­
mente de las definiciones de los conceptos de que es­
tán formadas; contienen meras tautologías, como llama
Wittgenstein a las proposiciones que puede saberse que
son verdaderas sólo por su forma lógica. El carácter
analítico de la matemática resulta ya con toda claridad
de su estructuración en sistemas deductivos, tal como
se ha realizado desde la segunda mitad del siglo xix.
Su validez apriorística se explica por su carácter analí­
tico. La matemática se refiere solamente a la conexión1

1 Cuando Schlick (Gesammelte Aufsatze, p. 145 y 222) lo ex­


presa diciendo que la matemática sólo tiene que ver con la com­
binación de «signos», lo que estos signos designan son preci­
samente grupos de unidades, o más exactamente: clases de
clases (o conjuntos).
■ Sobre esto también V. Kraft, Mathematik, Logik u. Er-
fahrung, 1947.

33
de pensamiento, no a la realidad experiencial. No se
necesita, por tanto, buscar una razón de la validez de
los juicios sintéticos a priori ni recurrir para ello a
la «razón pura» ni a la «intuición pura», ni a la intui­
ción o la evidencia, ni a la experiencia. Las relaciones
analíticas son relaciones lógicas, no relaciones empí­
ricas, y las relaciones lógicas son únicamente relacio­
nes dentro de un sistema de representación. La validez
independiente de la lógica se comprende por el hecho
de que no contiene los principios del mundo, sino los
del pensamiento sobre el mundo. Se hace así justicia
sin dificultad a la autonomía de la lógica y de la mate­
mática frente a la experiencia.
Es claro que el Círculo de Viena no fue el primero
en descubrir la validez autónoma de la lógica y de la
matemática; la idea es antiquísima. También se encon­
tró ya con el conocimiento del carácter analítico de la
matemática. Couturat lo expuso detalladamente* y ya
antes lo había defendido Brentano>0. Pero los filósofos
que reconocieron antes que él el carácter apriorístico
de la lógica y de la matemática, defendieron también
usualmente un apriorismo y un racionalismo dogmá­
ticos para el conocimiento de la realidad. Por su parte,
el empirismo desconoció su. carácter apriorístico. Sólo
el Círculo de Viena supo unir este conocimiento con el
empirismo. Es esta una solución de extraordinaria sig­
nificación11. El empirismo experimenta con ello una
corrección fundamental. Su anterior pretensión de de­
rivar y fundamentar todo conocimiento y toda ciencia
en la experiencia queda abandonada. El empirismo se

* Couturat, Les principes des mathématiques, 1905. Die Prin-


zipien der Mathematik, 1908.
10 Brentano, Versuch iiber die Erkenntnis. Publicado por
Kastil. 1925.
11 Schlick designa la comprensión de la esencia de la lógica,
de su «relación con la realidad y la experiencia» como «el pro­
greso más importante de la filosofía» (Gesammelte Aufsatze,
P- 223).

34
limita al conocimiento de hechos. Todos los juicios sin­
téticos no pueden tener validez más que en virtud de
la experiencia; no hay para ellos ningún otro funda­
mento de validez. Este núcleo del empirismo es el que
se conserva. El reconocimiento de la validez apriorís-
tica de la lógica y la matemática, por el contrario, no
tiene como consecuencia ningún racionalismo en el co­
nocimiento de hechos, pues ninguna de ambas enuncia
nada sobre hechos. Con ello se realiza una reforma
trascendental del empirismo, sólo mediante la cual que­
da establecido sobre fundamentos sostenibles. En cierto
aspecto, de este modo se conserva el dualismo de racio­
nalismo y empirismo; hay dos clases fundamentales
de enunciados: la de los que valen con independencia
de la experiencia y con necesidad; son válidos única­
mente en virtud de la lógica; son siempre proposiciones
analíticas, pero que no enuncian nada sobre hechos
—y hay enunciados sobre hechos, proposiciones sinté­
ticas, que sólo valen en virtud de la experiencia, re­
futables. Pero no se trata de ningún dualismo absoluto,
como anteriormente. El conocimiento racional no abre
a otro mundo distinto del empírico; no es ningún racio­
nalismo metafísico. La lógica misma puede volver a
ser introducida en el ámbito empírico considerándola
pragmáticamente como un tipo determinado de com­
portamiento metódico12*.
Esta limitación del empirismo se expresa en la de­
signación de la orientación del Círculo de Viena como
«empirismo lógico»u. A su favor se declararon tam­
bién sus miembros más importantes, como Schlick14

12 Véase Morris, Ch. W., «The Relation of the Forma] and


Empirical Sciences within Scientifie Empiricism», 1935 (Erkennt-
nis, vol. 5, p. 6 s.).
J* Así G. H. v. Wright, Den logiska empirismen, Helsing-
fors, 1943.
14 Gesammelte Aufsatze. p. 342: «Preferiría llamarle empiris­
mo consistente.»

35
y Carnap ,s. Este objetó contra la denominación de «po­
sitivismo lógico»l#, o también «neopositivismo»1T, con
la que suele designarse esta orientación, que «sugiere
una dependencia demasiado estrecha respecto del anti­
guo positivismo, especialmente del de Comte y Mach»ls.
Pero una objeción completamente análoga podría ha­
cerse también contra la designación como «empiris­
mo». La diferencia frente al antiguo empirismo no es
aquí menos significativa. Sin embargo, con el positi­
vismo histórico tiene en común el Círculo de Viena la
atribución de todo conocimiento positivo a las ciencias
particulares y la de la filosofía a la teoría de la cien­
cia 1#.

II. EL ANALISIS LOGICO DEL LENGUAJE

La nueva lógica se desarrolló para la elaboración teó­


rica de la matemática; en el Círculo de Viena se con­
virtió en el instrumento de la teoría de la ciencia en
general. En cuanto lógica aplicada, frente a la lógica
pura, dio precisión al método de las investigaciones
filosóficas *. El modo y manera de sus investigaciones
» «Testability and Meaning», p. 422: «Tal vez sea adecuada la
designación de 'empirismo científico'.»
IS Así Morris, Logical Positivism, Pragmatism and Scientifit
Empiricism, 1937. Der logische Positivismos, 1931. Weinberg, An
Examination of Logical Positivism, 1936. Blumberg y Feigl, «Lo­
gical Positivism», 1931 (Journal of Philosophy, 28).
11 Kaila, Der logische Neopositivismus, 1931; también en As­
ter, Die Philosophie der Gegenwart-, 1935.
18 «Testability and Meaning», p. 422.
»• Weinberg (loe. cit., p. 2 s.) hace una investigación más
detallada de la preparación histórica del neopositivismo. (Ver­
sión española, p. 17 s.)
> Sobre esto. Carnap, «Die Aufgabe der Wissenschaftslogik»,
1934 (Einheitswissenschaft, fase. 3); Carnap, «Von der Erkennt-
nistheorie zur Wissenschaftslogik» (Actes du Congrés infernal.

36
le venía determinando al Círculo de Viena por la exi­
gencia de la cientificidad de la filosofía. Dos eran prin­
cipalmente los grupos de problemas de que se ocu­
paba: el análisis del conocimiento y los fundamentos
teóricos de la matemática sobre todo, pero también los
de las ciencias naturales y los de la psicología y de la
sociología.
La teoría del conocimiento era hasta entonces nor­
malmente una confusa mezcla de investigaciones psi­
cológicas y lógicas, y también lo fue inicialmente en
varios trabajos del Círculo de Viena mismo. Las inves­
tigaciones psicológicas pertenecen al conocimiento de
hechos y, por tanto, han de realizarse con los métodos
de la ciencia empírica, razón por la que se separan de
la teoría del conocimiento. Esta sólo puede consistir
en el análisis lógico del conocimiento, en la «lógica de
la ciencia», como se la designó en el Círculo de Viena
por razones de claridad.
Los fundamentos y los conceptos fundamentales de
las ciencias particulares se refieren al espacio y el
tiempo, a la causalidad y el determinismo, etc. Por ello
no puede tratarse de un análisis empírico de estos con­
ceptos, pues tal análisis es asunto de las ciencias par­
ticulares, sino únicamente de un análisis lógico. Las
contestaciones a las preguntas que conciernen a los
hechos pertenecen a una ciencia particular; no son,
pues, preguntas filosóficas. Las preguntas de la filosofía
sólo pueden ser las que se hacen acerca de la estruc­
tura lógica del conocimiento científico.
Investigar el conocimiento científico en su estructu­
ra lógica significa investigar cómo se relacionan entre
sí sus conceptos y enunciados, cómo unos conceptos
están incluidos en otros, cómo los enunciados pueden
de philosophie scientifique. Parts, 1935. I. Phitosophie scientifí
que et Empirisme togique. 19361; Carnap, «Die Methode der
logische Anaiyse» (Actes du Se Congris intem. de Phitos., 1936,
p. 142 s.); Waismann, «Was ist logische Anaiyse?» (Erkenntnis,
vol. 8, 1939-40, p. 265 s.).

37
inferirse unos de otros, y cuestiones semejantes. En
tales investigaciones, en el análisis lógico de los con­
ceptos, proposiciones, demostraciones, hipótesis y teo­
rías de la ciencia consiste la tarea de la teoría del cono­
cimiento y de la filosofía en general. Sólo aquí tiene
su campo propio. Con ello queda determinada por su
objeto, su tarea y su método. Y este campo es más
amplio que el de la teoría del conocimiento usual. Con­
tiene preguntas del tipo d e 2: ¿tienen el mismo signi­
ficado dos conceptos C, y Cz definidos de modo dis­
tinto? ¿Tienen el mismo significado las dos proposicio­
nes distintas P, y P_? ¿Se deduce la proposición Pa de
la proposición P, de modo puramente lógico? ¿O en
virtud de una ley natural? ¿Es o no compatible la teo­
ría T, con la teoría Tz? Si son compatibles, ¿está con­
tenida T„ en T, o excede T2 a T,? Y si sucede esto
último, ¿mediante qué elementos? O con ejemplos con­
cretos: «el principio de la constancia de la velocidad
de la luz en la teoría de la relatividad, ¿es una estipu­
lación o una frase sobre hechos?, ¿contiene la teoría
general de la relatividad una contradicción lógica?»
«¿Cuál es el sentido de las proposiciones probabilita-
rias?» Y puesto que la ciencia presupone el conoci­
miento cotidiano, usual, en su base experimental, la
lógica de la ciencia equivale al análisis lógico del cono­
cimiento en general.
El conocimiento se expresa en formulaciones lingüís­
ticas. Sólo mediante ellas se fija y objetiva su conte­
nido intelectual, adquiere una forma fija y duradera y
se hace comunicable. Pero el lenguaje no tiene sim­
plemente la función de la comunicación, no se limita
a servir a la comprensión intersubjetiva, sino que es ya
indispensable de un modo puramente solipsista como
medio de representación. Sin el lenguaje no podría
desarrollarse y dominarse la pluralidad de los concep­
tos y de los contenidos enunciativos. El lenguaje cons-

2 Camap, Die Aufgabe der Wissenschaftslogik, 1934, p. 6.

38
tituye por así decirlo el cuerpo del conocimiento. Sólo
con su ayuda puede elaborarse éste. El análisis lógico
del conocimiento científico ha de realizarse, por tanto,
sobre su formulación lingüística. Si la investigación de
los hechos, es decir, de aquello que se representa me­
diante el lenguaje, corresponde a las ciencias particu­
lares, el análisis lógico se orienta hacia cómo se repre­
sentan en el lenguaje los hechos mediante conceptos
y enunciados. El análisis del lenguaje constituye el
campo propio de la lógica de la ciencia. El análisis
lógico de una expresión consiste en incardinarla en
un determinado sistema lingüístico, sistema que ha de
estar ñjado mediante la indicación de sus determina­
ciones esenciales*.
Naturalmente, en este análisis no se investiga el len­
guaje en el sentido de la lingüística. No se trata de
uno de los lenguajes utilizados realmente, sino de un
lenguaje con una forma simplificada y perfeccionada.
Es la estructura de un lenguaje en general, lo que se
necesita en cualquier lenguaje para la expresión de los
pensamientos. El lenguaje sirve, aparte de para la re­
presentación, también para lo expresión de sentimien­
tos y actitudes. El análisis lógico sólo tiene que ver
con la representación. No se considera el lenguaje ni
psicológica ni sociológicamente, sino respecto de las
condiciones de un sistema de representación en gene­
ral. Es esto lo que aquí quiere decirse con «lenguaje».
Lenguaje en este sentido es representación de un cam­
po de objetos mediante un sistema de signos, sobre
todo mediante formas orales y escritas, pero también
mediante gestos, como en el lenguaje de los sordomu­
dos, mediante señales con banderas, etc. Los signos
tienen un sigificado y precisamente por ello son signos
y no meramente sonido o figura. Remiten fuera de
ellos mismos, se refieren a contenidos conceptuales y

* Camap, «Die Methode der logischen Analyse» (Actes du Se


Congrés internet, de Philosophie á Prague, 1934, 1936), p. 124 s.

39
enunciativos, los representan. Por esta razón, una in­
vestigación del lenguaje no representa todavía una se­
paración de lo esencial, del contenido intelectual, pues
en la estructura del lenguaje se muestra la estructura
del pensamiento, por lo cual ésta puede ser compren­
dida en aquélla. Y esta captación será tanto más cla­
ra cuanto más precisamente se formulen los pensamien­
tos sobre el lenguaje. La significación de la logística
para el análisis del lenguaje consiste en este resultado.
Es así como se justifica su aplicación; no se limita a
ser una mera «vestidura».
El lenguaje como sistema de signos puede conside­
rarse bajo dos puntos de vista: por una parte, tenien­
do en cuenta que el lenguaje representa algo y lo que
representa; por otra parte, desde el punto de vista del
cómo, de qué modo representa algo. En el primer caso
se trata del contenido significativo de los signos, de
su función semántica; en el segundo, del modo de com­
binarse, de sus reglas sintácticas. El primero se ocupa
también del vocabulario de un lenguaje; el segundo
sólo de su gramática. Ambos son imprescindibles
para é l4.
Pero a veces puede considerarse también un len­
guaje sin tener en cuenta su función significativa, de
un modo puramente exterior, atendiendo a la forma
de sus signos y combinaciones de signos. Frente a la
consideración material aparece entonces la formal. Me­
diante ella se ponen de relieve sus propiedades estruc­
turales formales, sobre las que se basa su función de
representación.
Cuando se explica la construcción de un lenguaje,
cuando se indican sus formas esenciales mediante defi­

4 Camap distingue ahora en una investigación del lenguaje


los puntos de vista «pragmático», «semántico» y «sintáctico».
(Introduction to Semantics, 1942; vol. 2, 1947). (Versión espa­
ñola en preparación por el Patronato de Publicaciones del Ins­
tituto Politécnico Nacional, de México.)

40
niciones y reglas, se está hablando sobre el lenguaje
mismo. Saber si es siquiera posible hablar sobre el
lenguaje y cómo es posible, es algo sobre lo que varió
mucho de la opinión en el Círculo de Viena. El len­
guaje mismo ocupa entonces el puesto que en los demás
casos tienen los objetos sobre los que se hacen enun­
ciados. Por tanto, se consideraba necesario, junto al
lenguaje que se representa, otro segundo lenguaje por
medio del cual pueda ser representado el primero, un
«metalenguaje». Pero para determinar la construcción
del metalenguaje se necesita ahora un nuevo lenguaje
y para hablar sobre éste, otro más, y así hasta el infini­
to. En cambio, Wittgenstein declaró imposible que se
pudiesen hacer siquiera enunciados sobre el lenguaje ®.
Lo formal del lenguaje no puede ser enunciado; se
muestra meramente. Que las proposiciones se contra­
dicen o que una resulta de otra, es algo que se muestra
en su estructura lógica. Sólo es posible mostrar la for­
ma que es común a ciertas proposicipnes. Pero si es
imposible hacer enunciados sobre el lenguaje, entonces
todo el análisis lingüístico no puede consistir más que
en pseudoproposiciones carentes de significado, que no
pueden ser más que medios prácticos para lograr cla­
ridad sobre el significado de las proposiciones verda­
deras, como Wittgenstein dice de las proposiciones de
su Tractatus mismo**, pero no enunciados teóricos. Nos
hallamos entonces ante la paradójica tesis de que una
teoría del lenguaje no puede formularse en modo al-
gupo con proposiciones signiñcativas.

Pero Carnap eliminó todas estas dificultades en su


Logische Syntax der Sprache. Mostró que la construc­
ción de un lenguaje puede representarse con la ayuda

s Tractatus logico-philosophicus, 1922, p. 78. (Vers. esp., p. 81).


• Loe. cit., p. 188 (vers. esp., p. 191): «Mis proposiciones son
esclarecedoras en la medida en que quien me comprende se da
cuenta al final de que carecen de significado.»

41
de este lenguaje mismo. El metalenguaje es entonces
un lenguaje parcial del lenguaje investigado. (Ver pos­
teriormente p. 77 s.) Con ello se colocó por primera vez
todo el análisis del lenguaje sobre un fundamento fir­
me y se hizo posible por vez primera formular de un
modo científico una estructura lógica general del len­
guaje.

1. An á l is is ' sem ántico

a) Significado, carencia de significado y metafísica


Uno de los primeros esfuerzos del Círculo de Viena
fue el de poner en claro la función significativa del
lenguaje'. Indicar el significado de un signo quiere
decir establecer una relación simbólica entre un signo,
o sea, una clase de objetos, y un designado, esto es, un
objeto o una clase de objetos (en su sentido más am­
plio), de tal modo que el signo señale a lo designado
y lo represente. Para ello hay que conocerlos a ambos,
al signo y a lo significado, ha de poderse indicar cada
uno de ellos. Por lo tanto, no puede establecerse nin­
gún significado cuyo objeto no pueda indicarse de al­
guna manera. El significado de una palabra puede esta­
blecerse mediante una definición, es decir, transcri­
biéndola mediante otras palabras cuyo significado ya
está dado, de tal modo que la palabra en cuestión pue­
da ser sustituida por las otras. Pero puesto que esto
no puede proseguirse indefinidamente, hay que llegar
finalmente a palabras indefinibles, a conceptos primi­
tivos, cuyo significado no puede establecerse más que
de la manera como se aprende un lenguaje en la prác-1

1 Sobre esto, Schlick, «Meaning and Verification», 1936 (Ge-


sammelte Aufsatze, p. 338 s.), frente a Lewis, «Experience and
vteaning», 1934 (The Philosophical Review, vol. 42).

42
tica: mostrando lo que se designa con esa palabra, lo
que cae bajo ese concepto. Esto no es siempre tan
sencillo como en el caso de la palabra «azul» o «ca­
liente». Lo que hay que presentar para hacer compren­
sible el significado de palabras tales como «accidente»,
«porque», «inmediato» son situaciones complejas en las
que se utilizan estas palabras. Así, Einstein determinó
lo que significa «simultáneo en lugares alejados» indi­
cando un método experimental para el establecimiento
de esta simultaneidad. Indicó con ello bajo qué cir­
cunstancias ha de utilizarse esta palabra. Estableció de
este modo la «gramática» de esta palabra, como dijo
Wittgenstein, a quien se remonta este tipo de conside­
ración.
En el caso de una proposición, la locución «cómo se
utiliza» quiere decir: qué hecho se designa con ella, y
esto significa lo mismo que: bajo qué circunstancias
constituye un enunciado verdadero o falso. El signifi­
cado de una proposición se determina por el método
de su verificación2. No se trata con ello, sin embargo,
de la verificación efectiva de una frase, sino sólo de la
posible, de la verificabilidad en principio, no de su
verificación de hecho. Esta sólo es exigible para su
verdad, pero no para su significado. El significado de
una proposición no puede obtenerse después de que se
la ha verificado, pues para poder efectuar la verifica­
ción hay que saber ya bajo qué circunstancias es ver­
dadera.
Incluso respecto de la posibilidad de verificación hay
que distinguir todavía entre verificabilidad empírica y
lógica. Una verificación es posible empíricamente si sus
condiciones no contradicen las leyes naturales. Una ve­
rificación es posible lógicamente si la construcción de

2 El origen de esta fórmula está en Wittgenstein, cuyo Trac-


tatas togico-philosophicus constituyó el punto de partida de la
concepción del significado y la carencia de significado en el
Círculo de Viena.

43
la frase no contradice las reglas lógicas, si no contra­
dice las reglas de aplicación de sus palabras. El signi­
ficado de una proposición depende sólo de su verifica-
bilidad lógica, no de la empírica. El enunciado «en la
cara oculta de la luna hay una montaña de 3.000 me­
tros de altura» no podemos verificarlo, pero no por
ello carece de significado, pues la imposibilidad de la
verificación es sólo accidental, empírica, no de fondo,
lógica. Igualmente, los enunciados de la física newto-
niana sobre el movimiento absoluto no carecen de sig­
nificado, porque esta física indica criterios para saber
cuándo estos enunciados son verdaderos o falsos. La
posibilidad de verificación fue no sólo racional, sino
también práctica en el experimento de Michelson. Por
el contrario, una proposición como «hay un mundo en
sí, pero es completamente incognoscible» carece de sig­
nificado real; parece meramente que lo tiene porque
las palabras aisladas «hay», «mundo» y «cognoscible»
tienen significado. Pero cuando se priva a este mundo
de la cognoscibilidad, se hace imposible por principio
determinar si existe tal mundo. De este modo se ex­
cluye lógicamente la verificación, pues no pueden indi­
carse circunstancias de ningún tipo bajo las cuales re­
sultase verdadera esta proposición. Es cierto que tal
proposición suscita imágenes, tal vez también senti­
mientos, pero con ello no expresa ningún hecho, no
tiene contenido teórico alguno, pues es contradictoria
en sí, ya que afirma conocer al menos la existencia de
este mundo a pesar de su incognoscibilidad. (No es ne­
cesario dar por supuesto que las proposiciones contra­
dictorias tienen significado para poder conocer la con­
tradicción; antes bien, la contradicción ha de inferirse
ya de la mera forma sintáctica de la proposición.)
Esta distinción de significado y carencia de signifi­
cado ha de entenderse, por tanto, referida al contenido
teórico, es decir, representativo de las proposiciones.
«Carente de significado» significa, pues, solamente: sin
44
tal contenido, carente de significado teórico, pero no
«sin sentido».
Las definiciones descansan en última instanciá en
la mostración de lo designado. Sólo puede mostrarse
lo que está presente de modo inmediato, es decir, sólo
lo perceptible. El significado posible de los enunciados
queda vinculado de este modo a la experiencia, no pue­
de sobrepasarla. A lo que no puede ser reducido a la
experiencia no se le puede atribuir significado alguno.
Es esta una consecuencia extremadamente importante,
pues mediante ella se obtiene un criterio claro para la
delimitación entre el pensamiento científico y la meta­
física11, criterio que preocupó profundamente al Círcu­
lo de Viena desde el comienzo. Por «metafísica» se de­
signa una pretensión de conocimiento no accesible a
la ciencia empírica, de conocimiento que la sobrepasa.
No puede indicarse ningún procedimiento de verifica­
ción de sus proposiciones, no son reductibles a lo ex-
perimentable. Por tanto, carecen de significado expre-
sable. Son meras reuniones de palabras que aparentan
ser proposiciones significativas; son meras pseudopro-
posiciones. '
Tales proposiciones pueden originarse de dos modos:
el uno consiste en que contengan una palabra a la que
no le corresponde ningún significado, que representa
únicamente un pseudoconcepto; el otro consiste en re­
unir palabras con significado de un modo tal que con­
tradiga las reglas de la gramática lógica. Una palabra
designa un pseudoconcepto cuando para ella no se
cumplen las condiciones de la indicación significativa,
es decir, de acuerdo con lo dicho: cuando no pueden
indicarse características empíricas del objeto concep­
tual. Tales palabras son, por ejemplo, «fundamento ori-*
* Sobre esto, Camap, «Überwindung der Metaphysik durch
logische Analyse der Sprache», 1931 (Erkenntnis, vol. 2, pági­
na 219 s.). (Recogido en El positivismo lógico, compilado por
A. J. Ayer. Versión castellana. Fondo de Cultura Económica,
México, 1965.)

45
ginario» («Urgrund»), «lo incondicional, lo absoluto»
«ser-en-sí», «anonadar». Surge también un pseudocon
cepto cuando, por ejemplo, se utiliza una palabra como
«nada» como si fuese el nombre de un objeto, cuando
la verdad es que ella no puede servir legítimamente
más que para la formulación de una proposición exis-
tencial negativa. Por eso se obtienen pseudoproposicio-
nes al querer hacer enunciados sobre este objeto «nada».
Son pseudoproposiciones aquellas proposiciones que
no violan las reglas gramaticales en sentido filológico
y, por tanto, tienen la apariencia de proposiciones ver­
daderas. Por ejemplo, «César es un número primo» se
parece a «César es un general». Con ello se pone de
manifiesto que la gramática usual, la filológica, es in­
suficiente. Su distinción de los tipos de palabras en
substantivos, adjetivos, verbos, etc., necesita ser com­
pletada por distinciones ulteriores dentro de ellos en
categorías sintácticas, de acuerdo con las clases desig­
nadas por tal tipo de palabras: cosas, propiedades de
cosas o relaciones de cosas, números, propiedades de
números o relaciones de números, etc. Las propiedades
numéricas no pueden ser atribuidas a las cosas en vir­
tud de su definición. Por ello la proposición «César es
un número primo» no puede formularse en un len­
guaje lógicamente correcto. En tal lenguaje no pueden
construirse tampoco proposiciones metafísicas de tipo
semejante.
Es esta la razón por la que las pseudoproposiciones
de la metafísica no son aptas en modo alguno para re­
presentar hechos, pero tienen una función completa­
mente distinta: expresan un sentimiento vital; con ellas
se manifiestan las actitudes sentimentales y volitivas
frente al medio, a los otros hombres, a las tareas vita­
les. Por eso tiene la metafísica tal valor para tanta gen­
te. El sentimiento vital puede encontrar también su
expresión por la vía de la creación artística. En esto la
metafísica es análoga a la obra de arte. Pero en ella
el sentimiento vital se expresa en un conjunto de pro­
46
posiciones que aparentemente se hallan relacionadas
lóigcamente entre sí, en relaciones deductivas, y de
este modo se aparenta un contenido teórico.
El significado de una proposición consiste en aquello
que en ella es verificable. Sólo pueden ser verificados
los enunciados sobre hechos de experiencia, razón por
la que las proposiciones sobre algo que por principio
es inexperimentable no tienen significado alguno. De
este modo se dividen con precisión las proposiciones
científicas de las metafísicas, en cuanto proposiciones
significativas y proposiciones carentes de significado,
respectivamente. Pero con ello se abandona una con­
cepción del antiguo empirismo, que pensaba, como
Hume, que la metafísica era imposible debido a la in­
solubilidad de sus cuestiones. Pero no hay cuestiones
insolubles en el sentido de que sean incontestables por
principio \ Es cierto que hay preguntas que pueden no
ser contestables prácticamente debido a dificultades
técnicas, tal como la pregunta por la geografía de la
otra cara de la luna, o por falta del conocimiento de
los hechos correspondientes, como la pregunta: ¿qué
hizo Platón en su 50 cumpleaños? Las preguntas pueden
ser incontestables por estas razones, bien de momento
o también probablemente para siempre. Pero esto no
quiere decir que no permitan por principio, esto es, ló­
gicamente, una respuesta, pues pueden imaginarse sin
más las condiciones bajo las cuales las respuestas a
tales preguntas serían enunciados verdaderos. Pero si
esto no es posible, entonces la pregunta carece de sig­
nificado. Y puesto que el significado de una proposi­
ción viene determinado por su verificabilidad en princi­
pio, las preguntas se dividen en significativas y carentes
de significado, dando un rodeo a través de sus contes­
taciones. No puede haber cuestiones que sean incon­
testables por principio, ya que tales cuestiones no pue-*

* Sobre esto, Schlick. «Unanswerable Questions», 1935 (Ge-


sammelte Aufsatze, p. 369 s.).

47
den plantearse significativamente. Las cuestiones que
tiene planteadas la filosofía desde sus comienzos o pue­
den ser presentadas significativamente mediante una
formulación cuidadosa o, en caso contrario, no se pue­
de preguntar sobre ellas significativamente.
Pero la determinación del significado por medio de
la verificabilidad tiene todavía otra consecuencia. Sólo
las proposiciones empíricas tienen significado, pues
sólo éstas son verificables. Las proposiciones matemáti­
cas y lógicas, por el contrario, no tienen significado.
Esta consecuencia se extrajo también en el Círculo de
Viena, lo cual se comprende sin más si se tiene presente
que se identifica significado con contenido representa­
tivo. Las proposiciones matemáticas y lógicas no dicen
nada sobre hechos, no son conocimientos de este tipo,
sino reglas. Las proposiciones matemáticas son reglas
para el uso de signos —con lo cual se considera a la
matemática como un puro cálculo— y las proposiciones
lógicas son reglas para la transformación de unas pro­
posiciones en otras \ Pero de este modo, las proposicio­
nes de la lógica de la ciencia misma pertenecen tam­
bién, como lógicas que son, a las vacías de contenido.
Esta consecuencia radical de este concepto de signifi­
cado la extrajo ya Wittgenstein. «Mis proposiciones son
esclarecedoras en la medida en que quien me compren­
de se da cuenta al final de que carecen de significado,
cuando mediante ellas —por ellas— las haya supera-*

* Cfr. Schlick, Gesammelte Aufsatze. p. 222: «‘5 + 7 = 12' no


es en modo alguno una proposición; es una regla que nos per­
mite transformar una proposición en la que entran los sig­
nos de 5 + 7 en una proposición equivalente en la que entra el
signo 12. Es una regla relativa al uso de signos.» [En los dos
últimos casos, debe decir «fórmula» en lugar de «proposición»,
para evitar una contradicción con «proposición» en la primera
parte.] «Las reglas aritméticas tienen carácter tautológico; no
expresan ningún conocimiento. Esto es también verdad respecto
de todas las reglas lógicas.»

48
do*.» Las proposiciones de la lógica de la ciencia son
sólo indicaciones que han de dirigir la mirada a lo que
se muestra en el lenguaje mismo. En cuanto tales no
tienen contenido teórico.
Pero esta caracterización del significado por la ve-
rificabilidad experimentó pronto una crítica radical.
Petzall fue el primero en llamar la atención sobre las
insostenibles consecuencias de este concepto de signi­
ficado T, luego Ingarden explicó en el congreso de Pra­
ga de 1934 que de este modo las proposiciones «meta-
lógicas» carecerían de significado *, y luego también
lo hizo Weinberg *. Lewis objetó contra la «exigencia
de significado empírico» que mediante ella el Círculo
limitaría la discusión filosófica de modo intolerable*7*1012.
También Nagel u, Stace 13 y Reichenbach 13 hicieron ob­
jeciones. En el Círculo de Viena fue Neurath el primero
que se volvió contra las declaraciones de carencia de
significado. En su Logik der Forschung, de la que par­
tieron muchos estímulos importantes, hizo valer Popper
contra la determinación entera del significado el hecho
de que se trataba de una decisión arbitraria. «No hay
nada más fácil que desenmascarar un problema como
’pseudoproblema carente de significado’: sólo se nece­

* Tractatus logico-philosophicus, p. 188 ívers. esp., p. 191). Tam­


bién Schlick utiliza con frecuencia (Gesammelte Aujsatze, p. 159,
166, 168, 170, 206) proposiciones por las que pide disculpas, ya
que propiamente carecen de significado, haciéndolo con el pro­
pósito de dirigir la atención hacia un punto determinado.
7 A. Petzall, «Logistischer Positivismus», 1931, p. 34, 35 (Go-
teborgs Hogskolas Arskrift, vol. 37).
* Actes du huitiéme Congres internal. de Philosophie, 1936,
p. 203 s.
* Weinberg, An Examination oj Logical Positivism, 1936, pá­
gina 195. (Vers. esp., p. 260.)
10 Lewis, «Experience and Meaning», 1934. (The Phiíosophical
Review, vol. 42).
11 Nagel, «Verifiability, Truth and Verifícation», 1934 (The
Journal of Philosophy, vol. 31).
12 Stace, «Metaphysics and •Meaning», 1935 (Mind, vol. 44).
13 Reichenbach, Wahrscheinlichkeitslehre, 1935.

49
sita concebir el concepto de 'significado' de un modo
suficientemente estricto, para que se pueda decir de
todo problema incómodo que no se le puede encontrar
'significado' alguno; y al aceptarse como 'significati­
vas' las cuestiones de la ciencia empirica únicamente,
todo debate sobre el concepto de significado se convier­
te también en carente de significado: una vez entroni­
zado, este dogma del significado está libre para siem­
pre de todo ataque, es 'intangible y definitivo'»14, como
dice Wittgenstein en el prólogo de su libro. Carnap
criticó luego a fondo este concepto de significado y lo
formuló de nuevo en su tratado Testability and Mean-
ingla, cuya importancia es fundamental en varios as­
pectos. Reconoce que la definición del significado me­
diante la verificabilidad es demasiado estrecha, pues
de acuerdo con ella carecerían también de significado
proposiciones a las que difícilmente se Ies puede negar
significado. Así, una proposición analítica (p. ej., el
ejemplo kantiano: «todos los cuerpos son extensos») se
volvería carente de significado al ser negada, pues
se transforma entonces en contradictoria y las propo­
siciones contradictorias son inverificables por principio.
A la inversa, una proposición contradictoria carente de
significado (p. ej., «la altura total de la torre del Ayun­
tamiento de Viena es tanto 50 m. como 100 m.») se
haría significativa mediante su negación, al hacerse ve-
rificable. Dos proposiciones sintéticas, cada una de las
cuales sea significativa, aunque sean incompatibles en­
tre si (p. ej., «la torre del Ayuntamiento de Viena mide
en total 50 m. de altura» y «la torre del Ayuntamiento
de Viena mide en total 100 m. de altura»), unidas en
una conyunción originarían una proposición carente de
significado, ya que sería una contradicción inverífica-

14 «Logik der Forschung», 1935 (Schriften tu r wissenschaftl.


Weltauffassung, vol. 9), p. 21. (Trad. esp. de V. Sánchez de Za-
vala, Madrid, 1962, p. 50.)
18 Philosophy of Science, vol. 3, 4, 1936-7.

50
ble. Con esto se pone de manifiesto que la definición
del significado mediante la verificabilidad no puede
proporcionar un criterio suficiente para la distinción
entre proposiciones significativas y carentes de signifi­
cado.
Se logra aclarar el concepto de significado mediante
un análisis detenido del lenguaje en lo que a su fun­
ción semántica se refiere. Un sistema semántico, un
sistema de representación, consta de signos como ele­
mentos y de sus combinaciones. Los signos pueden ser
palabras, o banderas, o golpes de tambor, o cualesquie­
ra otros elementos. Hay sistemas semánticos, lenguajes,
que constan sólo de signos y combinaciones con una
significación establecida, fija, p. ej., los lenguajes de
banderas o tambores. Los lenguajes animales contienen
también únicamente señales para determinados tipos
de hechos. En tales lenguajes sólo pueden ser repre­
sentados los hechos para los que han sido establecidas
combinaciones determinadas de signos. Lo distintivo'del
lenguaje humano respecto de los lenguajes animales
consiste en que mediante la combinación de signos es
capaz de expresar un significado siempre nuevo, sin de­
terminación para el caso concreto; es decir, que puede
representar con un número limitado de signos un nú­
mero ilimitado de hechos, combinando los signos de
modo siempre nuevo. Esto viene posibilitado por el he­
cho de que el significado de una combinación de signos
no descansa en una determinación especial, sino que se
obtiene de acuerdo con las reglas generales de la com­
binación. Estas reglas están consignadas en la gramá­
tica de un lenguaje.
En tal lenguaje, los signos se dividen en dos clases
según su sig n ific a d o : signos descriptivos, que desig-18

18 Véase para esto: Carnap, «Foundations of Logic and Ma-


thematics», 1939. (International Enciclopedia of Unified Science,
vol. I, núm 3.) Schachter, «Prolegomena zu einer kritischen
Grammatik», 1935. (Schriften zur wissenschaftl. Weltauffassung,

51
nan cosas, propiedades, relaciones, y signos formativos
o lógicos, que sirven para la conexión de los signos des­
criptivos en proposiciones y para la caracterización de
sus condiciones de verdad. Los signos descriptivos son
o nombres (de cosas) o designaciones de propiedades o
relaciones —predicados monódicos o poliádicos—. Los
signos lógicos son o constantes como «no», «y», «o»,
«si-entonces», «es», «todo», o variables, que designan
lugares vacíos para la inserción de nombres, predicados
o proposiciones.
Mediante las reglas semánticas de formación se de­
termina cómo con tales signos pueden componerse su­
cesiones de signos que designen hechos, es decir, que
sean enunciados. Dan por resultado la vinculación de
un nombre (de varios en el caso de una relación) con un
predicado, el enunciado negativo, la conyunción, la dis­
yunción, la implicación, el enunciado existencia! y el
general. La forma más sencilla de enunciado consiste
en la vinculación de nombres con un predicado; las
otras formas tienen enunciados como componentes. Per­
tenecen también a las reglas de formación aquellas que
resultan de una teoría lógica de los tipos, referentes a
la posibilidad de vinculación de clases de signos des­
criptivos. El significado de las constantes lógicas puede
determinarse mediante las reglas de formación indican­
do en general lo que designa una frase construida con
una constante lógica. Por ejemplo, la vinculación de un
nombre S con un predicado P mediante «es» designa
que la cosa designada por S muestra la propiedad o
relación designada por P ,T. O bien: «no» P designa la
diferencia respecto de lo designado por P.
Con ello están dadas las condiciones mediante las
cuales se determina el significado de una combinación*17

vol. 10.) Schlick, «Form and Content», 1932. (Gesammelte Auf-


s'átze, p. 152 s.)
17 Cfr. Camap, Foundations óf Logic and Mathematics, pá­
gina 11.

52
de signos que constituya una proposición. Estando es­
tablecido el significado tanto de los signos descriptivos
como de los lógicos y estándolo también su vinculación
en proposiciones mediante las reglas de formación, que­
da determinado de modo completo el significado de
una combinación de signos, de un enunciado. Consiste
en aquello que es designado por la combinación, de
acuerdo con los significados establecidos de los signos
y las reglas de formación establecidas. Con otras pala­
bras: el significado viene determinado simplemente por
el vocabulario y la gramática —¡lógica!— de un len­
guaje l®.
Esta determinación del significado se obtiene también,
a decir verdad, partiendo de su definición mediante la
verificabilidad de una proposición. Si se trata solamen­
te de la posibilidad lógica de la verificación, ésta de­
pende de las definiciones de las palabras de la propo­
sición y son entonces estas definiciones, junto con las
reglas de formación establecidas para la construcción
de proposiciones, las que sirven para establecer el sig­
nificado de la proposición.
Pero con esto resulta también claro que el que una
proposición sea significativa o no, depende de las reglas
sintácticas y semánticas establecidas para un lenguaje.
Un signo carece de significado cuando no se le ha coor­
denado nada mediante una asignación; y una combina­
ción de signos es una pseudoproposición cuando de
acuerdo con las reglas semánticas o sintácticas estable­
cidas no da lugar a ninguna coordinación. Puesto que
estas reglas pueden establecerse de modo diverso, una
proposición que carece de significado en un lenguaje
puede ser significativa en otro lenguaje construido de
otro modo. Una proposición como «el cielo ríe», toma-18
18 Schlick, que por lo demás definia el significado mediante
la verificabilidad, se vio llevado también una vez a esta conse­
cuencia (Gesammette Aufsatze, p. 157): «El significado de una
proposición se obtiene por si mismo simplemente con que se
conozcan el vocabulario y la gramática del lenguaje.»

53
da literalmente, puede considerarse tan carente de sig­
nificado como la proposición «la piedra está triste», si
las reglas sintácticas excluyen la atribución de predica­
dos anímicos a la clase de lo inorgánico. Si, por el con­
trario, no sucede esto, representa una proposición sig­
nificativa que simplemente es falsa. Y si «ríe» no de­
signa aquí, mediante un desplazamiento de significado,
un estado anímico, sino la aptitud para producir un
estado anímico (el de estar de buen humor), entonces
es una proposición significativa y verdadera. No puede
decidirse sin más, para una proposición aislada, si tiene
significado o carece de él, pues esto depende de la cons­
titución del lenguaje. El significado no es absoluto, sino
meramente relativo a un sistema semántico y sintáctico
determinado.
Vuelve a ser éste un conocimiento importante, pues
con él cae la distinción, tan sencilla originariamente,
entre conocimiento científico y metafísica. Ya no se
puede eliminar a las proposiciones metafísicas simple­
mente como carentes de significado. Más bien hay que
conceder que puede erigirse también un sistema semán­
tico en el que las proposiciones metafísicas sean sig­
nificativas, cosa que los logísticos polacos sostuvieron
desde el principio. Pero con ello la separación entre
metafísica y ciencia sólo ha dejado de ser una separa­
ción dictada por el lenguaje, ya que no hay solamente
un único lenguaje, sino una pluralidad de lenguajes po­
sibles según las distintas reglas semánticas y sintácticas.
De entre estos lenguajes se destaca uno que viene de­
terminado por las exigencias fundamentales del empi­
rismo: aquel en el que 1. para el significado de los
signos descriptivos se exige en último término la mos-
t rabil idad de aquello que se coordina a un signo, y con­
cretamente su mostrabilidad en lo vivencialmente dado,
y en el que 2. se exige de los enunciados sobre hechos
que sean contrastables mediante la experiencia, lo que
vuelve a querer decir en última instancia mediante la
posibilidad de mostración en lo vivencialmente dado.
54
Mediante el establecimiento de estas condiciones se li­
mita el significado de las palabras y los enunciados a
lo experimentare, se le vincula a lo dado en las viven­
cias. En tal lenguaje, las proposiciones de la metafísica
trascendente a la experiencia siguen siendo no signifi­
cativas e inverificables y están así escindidas claramen­
te de los enunciados científicos. El criterio de la deli­
mitación entre ambas no se obtiene de las condiciones
del lenguaje, de cualquier lenguaje posible, pero se con­
serva en el lenguaje especial del empirismo

b) Contenido y estructura

Para la comprensión de la función significativa del


lenguaje es esencial esclarecer lo que puede ser desig­
nado y comunicado mediante el lenguaje. Este proble­
ma se trató también detenidamente en el Círculo de
Viena'. Lo que designan los componentes de la propo­
sición, las palabras, consiste en último término en algo
mostrable, o sea, en lo dado en la experiencia. Se trata,
pues, de algo de tipo cualitativo, como las cualidades
sensoriales o sentimentales o cualquier otro tipo de
cualidades psíquicas. Pero este contenido cualitativo es
inaccesible a la comunicación lingüística. No se puede
participar a nadie un contenido cualitativo mediante
palabras y proposiciones. Es una perogrullada que a un
ciego no se le puede hacer comprender lo que es el co­
lor mediante palabras, ni tampoco lo que es nostalgia a
uno que nunca haya salido de casa. Cuando describimos
lo cualitativo, p. ej., el matiz de un color, lo hacemos
indicando las relaciones en que se encuentra el conte­
nido cualitativo con otros semejantes. Decimos, p. ej.,*1
’® Véase también, posteriormente, p. 177 s.
1 Sobre esto, Schlick, «Form and Contení» (Gesammelte Auf-
satze, p. 151 s.), «Positivismus u. Realismus» (ibid., p. 17 s.).
(Este último trabajo está recogido en el libro El positivismo
lógico, citado en la nota 3 de la pág. 27.)

55
que es el color propio de un determinado tipo de cosas
(rojo de teja o gris paloma), o que se parece a un color
determinado de un atlas de color, o que es algo más
claro o más oscuro o más saturado que otro color de­
terminado. Un contenido cualitativo se describe así me­
diante su posición dentro de un conjunto, incardinán-
dolo en él, mediante una «estructura». Sólo se le puede
determinar por sus relaciones, sólo implícitamente; el
contenido cualitativo como tal no puede establecerse
unívocamente. No es él mismo lo que se comunica me­
diante su designación lingüística («azul», «dulce»), sino
su posición en un orden intersubjetivo.
Esta es la razón de que no se pueda tampoco com­
probar si dos personas que perciben el mismo objeto,
p. ej., un elemento verde sobre fondo rojo, experimen­
tan o no el mismo contenido cualitativo. Si alguien lo
investiga con todos los medios de la psicología experi­
mental, nunca podrá encontrar más que las personas
reaccionan del mismo (o de distinto) modo, que hacen
enunciados coincidentes (o divergentes); es decir, sólo
puede comprobar que las cualidades que vive cada una
de las personas se hallan en las mismas (o en distintas)
relaciones con otras. Si esta investigación arroja como
resultado que una de ellas tiene una visión normal y
la otra es ciega para el rojo y el verde, no se ha logra­
do conocer con ello el tipo de las cualidades mismas,
sino sólo que se hallan en relaciones diferentes. El con­
tenido cualitativo como tal no puede ser controlado,
pertenece a la esfera privada de cada uno y es inacce­
sible para cualquier otro*.

2 En el fondo, es esta una idea antigua. Como indica H. Berg-


mann («Zur Geschichte und Kritik der isomorphen Abbildung», en
Actes da Congrés international de philosophie scientifique, VII,
p. 67) sobre la base de una alusión de Kuntze (Erkenntnistheo■
ríe, p. 64), fue* manifestada ya por S. Maimón, quien en sus
Streifereien, p. 100, partiendo de Leibniz (Nouveaux Essais,
Livr. II, Chap. 9), observa que en la comunicación se abandona
lo material del sujeto y el predicado y se conserva sólo lo for-

56
Por tanto, Jo cualitativo no es comunicable, sino so­
lamente experimentable. Y lo vivido o experimentado
se limita siempre a uno mismo (salvo que hubiese una
co-vivencia telepática). Lo que puede ser comunicado
es sólo la posición de lo cualitativo dentro de un orden.
Sólo en la medida en que se refieren a este orden, con­
tienen las designaciones de lo cualitativo algo que pue­
da ser común a todos; sólo de este modo son intersub­
jetivas. «Color» designa intersubjetivamente algo vincu­
lado a la función de los ojos, «tono» algo unido a la
función del oído, «sentimiento» algo que tiene deter­
minados síntomas expresivos. Esto es válido también
para la psicología y no sólo para la experimental, sino
también para la introspectiva. Sus enunciados no pue­
den contener tampoco intersubjetivamente más que re­
laciones de orden, «estructuras».
No sólo las proposiciones de la ciencia, sino también
todas las demás proposiciones intersubjetivas, incluso
las de la poesía, no pueden comunicar nada más que
estructuras. Es cierto que para la poesía son esenciales
las intuiciones y los sentimientos, o sea, contenidos cua­
litativos, pero la poesía no los comunica, sino que los
provoca. Mediante lo que comunica hace surgir en el
lector u oyente las intuiciones o sentimientos mismos.
Y éste es también el modo de proceder de la exposición
histórica cuando no quiere meramente describir y ex­
plicar causalmente el comportamiento de las grandes
personalidades y el ambiente espiritual de una época,
sino hacerlos comprender. Quiere entonces que vuelvan
a vivirse, quiere provocarlos como contenidos cualitati­
vos en el lector en virtud de los conocimientos histó­
ricos *.
Pero no debe perderse de vista que al decir esto se

mal. También Poincaré aludió a esto, así como Russell (Ein-


fiihrung in die mathemat. Philosophie, p. 63). (De esta última
obra hay traducción española.)
3 Cfr. Schlick, loe. cit., p. 211 s.

57
trata siempre de la función comunicativa del lenguaje.
Esta limitación no vale para su función de designación
en general \ Designación es «un tipo de corresponden­
cia entre dos cosas» tal que una reemplace a la o tra5,
o mejor una correspondencia entre dos clases de fenó­
menos, una clase de formas orales o escritas, en lo que
consiste una palabra, y una clase de objetos (en el sen­
tido más amplio), en lo que consiste lo coordinado a la
cosa. Esta coordinación se establece en último término
mediante la mostración de algo vivencialmente dado.
Con ello se explica el lenguaje de palabras por ges­
tos, mediante los cuales se señala a lo vivencialmen­
te dado, o sea al contenido cualitativo, cuyas relaciones
se muestran. En su utilización intersubjetiva en la co­
municación, el significado de lá designación se deter­
mina sólo mediante estas relaciones. Lo que se encuen­
tra en estas relaciones sólo puede ser representado
mediante variables (igual que están determinados los
elementos geométricos en los Grundlagett der Geome-
trie de Hilbert, únicamente como miembros de las re­
laciones axiomáticas). Pero al comprender la designa­
ción se introducen por cada uno en estas variables los
contenidos cualitativos de su propia vivencia, que están
determinados por estas relaciones. De este modo, la de­
signación se vincula para cada uno personalmente con
un contenido cualitativo subjetivo, y no meramente
con una estructura. La designación tiene así junto a su
significado intersubjetivo otro subjetivo individual; de­
signa para cada uno un contenido cualitativo, contenido
que cada cual conoce por su vivencia. Y cada cual con-

Schlick no pasó esto por alto, pero no lo manifestó con


claridad, produciendo más bien la impresión contraria al utilizar
«expresar» i*ausdrücken», «express») desde el punto de vista
de la comunicación únicamente (p. 159, 169, 177: •incommuni-
cability as the criterion of inexpressibility*). Pero distingue con
precisión entre enunciado y designación («Aussage», «expres-
sion» y «Bezeichrtung», •representaron*) (p. 154).
5 Schlick, loe. cit.

58
sidera las designaciones de cualidad contenidas en una
comunicación como refencia a las cualidades vividas
por él mismo. Cada cual las comprende en su sentido.
Esta comprensión consiste en una interpretación de las
designaciones mediante el contenido cualitativo corres*
pondiente a la estructura comunicada. Lo que diversas
personas se comunican entre sf está determinado por
formas estructurales y éstas son comunes para todas
ellas, que coinciden en ellas. Esto se debe a que todas
ellas viven en un mundo común, o bien a la inversa: por
esto es por lo que viven en uno y el mismo mundo. Pero
cada una de ellas inserta en esta forma sus cualidades
vividas personalmente y establece asf la conexión con
su propio mundo de vivencias. No puede decidirse si
coinciden también en esta interpretación, pues lo cua­
litativo es privado y no puede compararse*. La cone­
xión de las designaciones con las cualidades vividas por
uno mismo es indispensable y fundamental. Las comu­
nicaciones intersubjetivas constituyen solamente un
sistema estructural. Este sistema se hace significativo
y utilizable para cada uno sólo por el hecho de que
puede relacionarlo con su propio vivir. Cada cual ha
de poder unir el mundo común intersubjetivo con el
suyo privado, subjetivo. Sólo mediante esto obtienen
los miembros de las relaciones en que consiste el sig­
nificado intersubjetivo una determinación material y
unívoca. De lo contrario, son meras variables. El conte­
nido cualitativo subjetivo constituye asi el fundamento
de todo lo intersubjetivo y objetivo. Por eso no se le
puede eliminar7.
Pero, como refiere Waismann en el prólogo a los
Gesammelte Aufsatze de Schlick (p. XXVII, XXVIII),
Schlick intentó superar la doctrina de la no comunica­
bilidad de lo cualitativo, que había desarrollado deteni-

• Schlick, loe cit., p. 164, 208, 209.


T Schlick manifestó también esto claramente: loe. cit., p. 194,
y 205.

59
damente y con especial insistencia. «Dos trabajos poste­
riores —"Ober die Beziehung zwischen psychologischen
und physikalischen Begriffen” y "Meaning and Verifica-
tion"8*10— muestran cómo Schlick se liberó interiormen­
te de esta distinción de contenido y estructura. Pinta
en ellos —de nuevo bajo el influjo de Wittgenstein—
posibilidades particulares imaginables bajo las cuales
nos sería accesible el 'contenido' de la vivencia ajena.
Y con ello perdió su sentido originario la distinción de
'comunicable' y 'no-comunicable'.»
En el estudio «Form and Content», Schlick había con­
siderado como una imposibilidad lógica que un hombre
pudiese experimentar las vivencias de otro y que, por
tanto, estaba radicalmente excluido el comprobar si los
contenidos cualitativos son iguales o distintos cuando
dos personas perciben el mismo objeto*. Ahora veía
en ello una mera imposibilidad empírica. Es simple­
mente un hecho que los hombres no pueden experi­
mentar las vivencias de otro, pero no tendría por qué ser
así. Para mostrarlo —dentro de otro orden de ideas:
la refutación del solipsismo, no respecto de la comuni­
cabilidad de lo cualitativo— analiza la proposición «yo
sólo puedo sentir mi dolor» en su significado,0. Cuando
una vivencia está caracterizada como «mía» lo es por
su realización con un cuerpo determinado, «mi» cuer­
po. Por tanto, la proposición puede precisarse: «yo sólo
puedo sentir dolor cuando a mi cuerpo le pasa algo».
Pero puede imaginarse otra posibilidad, que es lógica­
mente posible porque puede describirse: yo podría sen­
tir también dolor cuando le sucede algo al cuerpo de
otro. Schlick considera esto como equivalente con la
proposición: «yo puedo sentir el dolor de otro». La
comparación de los contenidos cualitativos de perso-

8 Cesammelte Auisáatze, p. 267 s., 337 s.


» Gesammelte Aufsatze, p. 166.
10 Loe. cit., p. 359.

60
ñas distintas sería con ello-posible al menos lógica­
mente, si no empíricamente.
Pero mediante este razonamiento especulativo no se
demuestra todavía esto. Si se define «yo» y la caracteri­
zación como «mío» mediante la relación a un cuerpo
determinado, entonces el dolor de otro es aquel que
depende del cuerpo de otro. Para que yo sienta el dolor
de otro, esta sensación de dolor tiene que depender
también de mi cuerpo; de lo contrario es sólo el dolor
del otro y no un dolor sentido también por mí. De este
modo el dolor de otro sentido por mí depende de pro­
cesos en dos cuerpos, mientras que el dolor del otro
depende solamente del cuerpo del otro. En el caso de
Schlick sirve como base el presupuesto tácito de que
el dolor de otro que yo siento es exactamente el mis­
mo que el dolor que el otro siente. Pero este presupues­
to es arbitrario y, por tanto, no puede ser aplicado.
Pues el dolor del otro se halla entonces en una doble
relación: con un cuerpo y con dos cuerpos y habría que
aceptar más bien que se modifica con los distintos
modos de dependencia. De acuerdo con esto, sigue
siendo incierto si los contenidos cualitativos de distin­
tas personas son comparables o no u .

2. Análisis sintáctico

a) Sintaxis y lógica
La otra cara del lenguaje, contrapuesta a su función
significativa, la constituye el edificio formal, la estruc­
tura del sistema de representación. Camap ha produ­
cido en este campo trabajos fundamentales. En su obra
Die íogische Syntax der Sprache, 1934 *, proporcionó*1

11 Cfr. Kaila, «Det frammande siálvslivets kunskapsteoretis-


ka problem», 1936 (Theoria, vol. II, p. 128 s.).
1 Schriften zur wissenschajtl. Weltauffassung, vol. 8. (Versión
española en preparación, UNAM, México.)

61
por primera vez una exposición sistemática de ella. En
esta obra le interesa no sólo la estructura esencial del
lenguaje, sino también su conexión con la lógica. Witt-
genstein fue el primero en llamar la atención sobre la
conexión de lógica y lenguaje2. Las reglas de la ló­
gica se manifiestan como reglas del lenguaje; son al
mismo tiempo reglas fundamentales en la construc­
ción de un sistema de signos. La estructura de un
lenguaje y la conexión de la lógica con él se perciben
con especial claridad cuando ambos, lenguaje y lógica,
se consideran en su configuración formalizada. Del
mismo modo que la lógica ha sido expuesta de acuer­
do exclusivamente con las formas generales, prescin­
diendo del significado particular (desde la simboli­
zación medieval de la cantidad y la cualidad de los jui­
cios y de los conceptos de sujeto, predicado y término
medio de los raciocinios, basta el sistema de los Princi­
pia mathematica), igualmente puede formalizarse el len­
guaje tomando en consideración exclusivamente su for­
ma general, prescindiendo de su significación. Una con­
sideración formal del lenguaje, de un sistema de repre­
sentación, fue emprendida por Hilbert en su Meíama-
thematica y por los logísticos polacos (Ajdukiewicz,
Tarski, Lukasiewicz, Lesniewski) en su Metalogica.
Carnap recibió también estímulos de estos últimos a
través de Tarski.
Desde el punto de vista formal, se toman los signos
como meras formas, visibles o audibles, y su conexión
en proposiciones como meras sucesiones de signos,
como fórmulas, y la inferencia de unas proposiciones
partiendo de otras como la transformación de tales su­
cesiones de signos en otras. Es el lenguaje como un
puro cálculo. Se presenta entonces como un juego con3

3 Según la indicación de O. Kraus (IVege u. Umwege i i r Phi-


losophie, 1934), estimulado por la filosofía del lenguaje de Bren-
taño y Marty (v. Carnap, Die Aufgabe der Wissenschaftslogik,
1933, p. 24, 25).

62
figuras realizado de acuerdo con reglas establecida
El sentido y el valor de tal formalización consistí
como de costumbre, en que aquello que interesa se
separa de aquello que no interesa, y puede ser com­
prendido claramente por sí solo y formulado con preci­
sión. Lo que no interesa es el significado especial de las
proposiciones. Aqui se trata sólo de relaciones del tipo
más general. Carnap designa la estructura de un sistema
de representación como «sintaxis», aunque la «sintaxis»
en sentido filológico contenga sólo las reglas de cone­
xión. Teniendo en cuenta que lo que en los sistemas
formalizados corresponde a la etimología son los tipos
de signos, la expresión análoga para designar la estruc­
tura de un sistema de representación sería propiamente
«gramática». Pero puesto que en el sistema formaliza­
do del lenguaje son especialmente importantes las re­
glas para la conexión de signos, las sintácticas, interesan
sobre todo las reglas de conexión y transformación, la
sintaxis.
Por tanto, no se trata de la sintaxis de un lenguaje
empíricamente dado, de sintaxis «descriptiva», sino de
sintaxis «pura», es decir, de la «estructura de las posi­
bles ordenaciones en serie de elementos cualesquiera3».
Para explicar esto no se puede partir del análisis de la
sintaxis de un lenguaje corriente, pues esto sería de­
masiado complicado. Por esta razón, Carnap construye
primeramente dos modelos lingüísticos muy simplifi­
cados para explicar la sintaxis sobre ellos. En estos len­
guajes, los objetos no se designan mediante palabras,
sino mediante números, como se designan las casas
mediante números en lugar de hacerlo como antes me­
diante nombres propios, o como se hace con los puntos
del espacio mediante coordenadas **. Las propiedades

* Die logische Syntax der Sprache, p. 6.


* La aritmetización, como un método exacto de tales inves­
tigaciones, fue introducida por Godel, que participó en el Circu­
lo de Viena («Über formal unentscheidbare Systeme der Princi-

63
y relaciones, los predicados, que se atribuyen a estos
objetos pueden determinarse también mediante núme­
ros, a los cuales se les anteponen signos según el tipo de
las propiedades o de las relaciones. (Por ejemplo,
«te (3) = 5» designa: la temperatura en el lugar 3 es 5;
o «te dif (3,4) = 2» designa: la diferencia de tempera­
turas entre los lugares 3 y 4 es 2. Los functores se
dividen en descriptivos, tales como los que acabamos
de mencionar, y lógico-matemáticos, como por ejem­
plo «sum (3,4)», es decir 3 + 4.)
El primero de ambos lenguajes formalizados contie­
ne 11 signos aislados, constituidos en primer lugar por
los signos lógicos primitivos y además por variables nu­
méricas (x, y ,...) y constantes numéricas (0, 1, 2...),
predicados (designados mediante letras mayúsculas o
grupos de letras con iniciales mayúsculas) y functores
(designados mediante grupos de letras minúsculas). Una
sene ordenada (finita) de tales 'signos, una «expresión»,
viene determinada por el tipo de los signos y por su su­
cesión, por su forma sintáctica. Lo que en el lenguaje
usual se presenta como una proposición total o como
una proposición existencial, se designa mediante opera­
dores, como es corriente en la logística. En el primero
de los dos lenguajes sólo entran operadores limita­
dos, i. e. expresiones totales y existenciaics que sólo se
refieren a un ámbito de posiciones limitado, y no a
todas las posiciones en general. Por el contrario, la ge­
neralidad ilimitada, que no se refiere a posiciones, sino
a signos, puede expresarse mediante variables. Por
ejemplo, «sum (x, y) = sum (y, x)» designa: para dos
números cualesquiera, la suma del primero y el segun­
do es siempre igual a la suma del segundo y el primero.
Finalmente, se introduce todavía un operador descrip­
tivo, que sirve especialmente en ambos lenguajes para
la descripción unívoca de números y relaciones numé-

pia Mathematica u. verwandter Systeme», 1931, Monatsch. /.


Mathematik u. Physik, año 38).

64
ricas. Mediante el establecimiento de todos estos signos
y de sus reglas de conexión están dados los elementos
y las determinaciones formales de este lenguaje.
Se necesitan también, aparte de esto, reglas de trans­
formación, mediante las cuales se establece hasta qué
punto puede deducirse una proposición de otra. Las re­
glas de transformación consisten en axiomas (propia­
mente en esquemas de axiomas, ya que en este lenguaje
no se dispone de las variables para «proposición», «pre­
dicado» y «functor», necesarias para los axiomas) y re­
glas de deducción. Los axiomas proporcionan en nota­
ción logística las reglas para el cálculo proposicional,
para los operadores, para el signo de igualdad y para
las propiedades fundamentales de la serie numérica.
Mediante las reglas de deducción se define el concepto
de «inmediatamente deducible», que es algo más estric­
to que el concepto de «inferencia», diferencia que la
lógica moderna ha sido la primera en realizar clara­
mente3. La ventaja y la finalidad del modelo de len­
guaje simplificado es que facilita esencialmente la defi­
nición de la deducibilidad inmediata y de la inferencia.
Una proposición es inmediatamente deducible si resulta
de otra mediante substitución (en este caso de una ex­
presión numérica en lugar de una variable numérica)
o reemplazando una parte de una proposición mediante
una conexión de proposiciones (p. ej., una implicación
por «no ... o ...») o cuando es implicada por otra pro­
posición o en virtud del principio de la inducción mate­
mática (puesto que aquí se trata de expresiones numé.
ricas).
La deducción inmediata es el modo de proceder fun­
damental para toda deducción ulterior. Una deducción

3 Verdad es que actualmente Carnap no concede ya tanta


importancia a la distinción entre deducción e inferencia, puesto
que entre tanto ha llegado a la conclusión de que puede utili­
zarse para ambas el mismo procedimiento de construcción de
una secuencia de proposiciones (Introduction to Semantics, 1942,
p. 248).

65
de este tipo consiste en una serie finita de proposicio­
nes tales que cada proposición es o una premisa o una
definición o es deducible inmediatamente de una pro­
posición precedente. En virtud de la definición de «de­
ducible» pueden definirse los conceptos lógico-sintác­
ticos fundamentales «demostrable», «refutable», «inde-
cidible». Estos conceptos se refieren en este lenguaje
sólo a un número finito de premisas. Son, por tanto,
más estrictos que los conceptos lógicos usuales de
«inferencia», «analítico», «contradictorio»9, pues estos
pueden referirse también a clases de proposiciones, cla­
ses que no tienen por qué agotarse mediante una serie
finita. Las clases de proposiciones son formas sintác­
ticas de expresiones. Mientras que una deducción es
siempre una serie finita de proposiciones, una inferen­
cia puede ser una serie finita de clases preposicionales
infinitas. En virtud de la deducibilidad y con ayuda de
las clases preposicionales puede definirse también la
inferenciaT, cosa que Carnap ha emprendido por pri­
mera vez en una formulación rigurosa. En virtud de la
definición de inferencia pueden definirse entonces los
importantes conceptos «analítico», «sintético», «contra­
dictorio», «compatible» e «incompatible». Una cosa que
sólo comprendió el siglo xx —Weyl la manifestó por
vez primera *, luego Wittgenstein insistió sobre ella9—
es que puede conocerse si una frase es analítica o con­
tradictoria con independencia de su significado, en vir­
tud solamente de su estructura lógica. Por tanto, en el
caso de todas las proposiciones lógicas puede conocerse
si son verdaderas o no por su mera configuración sim­
bólica, si están dadas las reglas sintácticas del lenguaje

* Sólo el concepto de «analítico» comprende todo lo que es


válido en virtud de la mera lógica, mientras que el concepto de
«demostrable» comprende sólo lo que es lógicamente deducible;
pero esto no agota todas las relaciones lógicas.
7 Loe. cit., p. 36.
8 Das Kontinuum, 1918.
8 Tractatus logtco-philosophicus, 1922.

66
correspondiente. Con ayuda del concepto de inferencia
puede determinarse también de modo puramente for­
mal el contenido lógico de una proposición, sin tener
que entrar en su significado. Consiste en la clase de
las proposiciones no analíticas que se infieren de esta
proposición. Se caracteriza con ello de modo formal
lo que quiere decirse al hablar del significado de una
proposición en la concepción material. De este modo
pueden representarse también formalmente relaciones
de contenido (como la igualdad de contenido).
El sistema de signos construido de este modo es
llamado por Camap un lenguaje «definido», porque
sólo contiene operadores totales y existenciales limita­
dos. (Corresponde aproximadamente a la aritmética de
los números naturales en la limitación del intuicionismo
matemático).
El segundo sistema de signos construido por Camap
es un lenguaje «indefinido». Contiene los mismos sig­
nos que el primero, aumentados sólo en uno, pero tam­
bién operadores ilimitados. Por otra parte, es más rico
al contener nuevos tipos de functores y predicados y
variables. Por consiguiente, las expresiones tienen que
ser diferenciadas de acuerdo con su tipo lógico y divi­
didas en grados. Los distintos tipos de expresiones de
este lenguaje se establecen de modo análogo a las del
primer lenguaje; sólo que los axiomas han sido aumen­
tados como corresponde a la mayor existencia de sím­
bolos en el segundo lenguaje y también por nuevos
axiomas para los operadores ilimitados, aparte del prin­
cipio generalizado de elección de Zermelo y dos axio­
mas de extensionalidad. Mediante dos reglas de deduc­
ción, la de la implicación y la del operador total, se
determina cuándo una proposición puede deducirse in­
mediatamente de otra: cuando es implicada por otra
o cuando se construye a partir de una proposición me­
diante un operador total. La definición del concepto de
inferencia es mucho más complicada que en el primero,
debido a la mayor riqueza de este lenguaje, y por ello
67
Carnap sólo indica el método de la definición y no esta
misma. A la inversa que en el caso anterior, aquí se
definen primeramente los conceptos «analítico» y «con­
tradictorio» y sobre su base «inferencia» y «sintético»,
«compatible», «incompatible». A continuación puede de­
mostrarse que toda proposición lógica es o analítica o
contradictoria. Con tal lenguaje puede expresarse toda
la matemática clásica y toda la física clásica.
En virtud de esta extensión puede resolverse la ver­
dadera tarea: formular una sintaxis general para cual­
quier lenguaje. Pues no hay sólo un lenguaje, al modo
en que Wittgenstein hablaba del lenguaje sin más, sino
distintos lenguajes, como se ha puesto de manifiesto en
los dos lenguajes construidos. Una sintaxis general
quiere decir un sistema de difiniciones de los concep­
tos sintácticos que sean aplicables a todos los lenguajes.
Como hace notar Carnap mismo (IV, p. 120), su sistema
es sólo un esbozo, un primer intento, para el que hasta
ahora se disponía únicamente de pocos alementos,#.
Para la exposición de la sintaxis son indispensables
conceptos indefinidos. Un signo lingüístico es «indefi­
nido» cuando en su definición entra un operador ilimi­
tado. Los conceptos fundamentales de la transforma­
ción: «deducible», «demostrable», «analítico», «contra­
dictorio», «sintético» son definidos sólo en sistemas
muy sencillos, siendo en otro caso indefinidos. Los con­
ceptos «inferencia* y «contenido» son siempre indefi­
nidos. Pero la admisibilidad de los conceptos indefini­
dos es una cosa discutida. Una propiedad que se expre­
sa mediante un predicado lógico definido de primer
grado es siempre decidióle en lo relativo a su existencia.
Por el contrario, no hay ningún procedimiento general
de decisión para un predicado indefinido. Por esta razón
los conceptos indefinidos han sido considerados por10

10 Sobre todo de Tarski: «Fudamentale Begriffe der Metho-


dologie der deduktiven Wissenschaften», 1930 (Monatsch. f. Math.
u. Phys., año 37).

68
Poincaré, Brouwer y Wittgenstein como carentes de sig­
nificado e inadmisibles. Pero frente a esto, Carnap mos­
tró que son significativos y admisibles.
Los conceptos indefinidos se han considerado caren­
tes de significado en virtud de la definición según la
cual el contenido significativo de un concepto está dado,
cuando existe, por el método de su verificación. No co­
nocemos tal procedimiento de decisión general para los
conceptos indefinidos y ésta es la razón de que se los
considerase carentes de significado. Pero sabemos muy
bien bajo qué condiciones habría que realizar una de­
cisión sobre la existencia de una propiedad que viene
dada mediante un concepto indefinido. Esto es lo.que
sucede cuando encontramos una demostración de la
existencia o inexistencia de la propiedad. Saber si una
serie de proposiciones constituye tal prueba es algo
que puede determinarse de modo definido. Por tanto,
los conceptos indefinidos son significativos, puesto que
se sabe cuándo son verdaderos. Tampoco puede discu­
tirse entonces su admisibilidad, si se establece la exi­
gencia restrictiva de que tiene que ser decidible en cada
caso concreto si la propiedad dada mediante un concep­
to indefinido existe o no. Para demostrar que es válida
una proposición con un operador ilimitado, una propo­
sición general, no es necesario ni tampoco posible, de­
bido a su número infinitq, demostrar que son válidas
todas las proposiciones concretas que se obtienen de
ella por inserción de constantes. Si fuese esto necesa­
rio, toda proposición general sería ciertamente indeci-
dible y carente de significado. Pero la demostración de
la validez puede realizarse mediante la ejecución de una
única prueba para la proposición general misma. El
ejercicio de una demostración es una operación finita
y, por tanto, los proposiciones con operadores ilimita­
dos son también demostrables. Por eso «también para
los conceptos indefinidos existe... la posibilidad de en­
contrar una decisión sobre su existencia o no existencia
en un caso concreto, si bien no tenemos ningún proce-
69
dimiento de producir siempre este descubrimiento» (pá­
ginas 116, 117). Como consecuencia de esto, no es nece­
sario excluir los conceptos indefinidos.
El concepto más importante de una sintaxis general
es el concepto de inferencia. Con su determinación se
fijan todas las relaciones lógicas dentro de un lenguaje
y pueden ser definidas. La definición de la «inferencia
inmediata» consta de las reglas sobre los signos del
lenguaje correspondiente, de las reglas de formación
y las reglas de transformación. Vuelven a distinguirse
las reglas establecidas sobre la base de la «inferencia»
de las reglas establecidas sobre la base de la «deduc­
ción», en las cuales las propiedades exigidas a la pro­
posición deducida y a la clase proposicional de la que
se deduce son propiedades definidas. Según que la de­
finición de un concepto sintáctico se refiera a las reglas
de inferencia o sólo a las reglas de deducción, los con­
ceptos sintácticos se dividen en conceptos de infe­
rencia y conceptos de deducción. Se definen de modo
formal una serie de conceptos de inferencia fundamen­
tales —válido y contraválido, determinado (o válido o
contraválido) e indeterminado, compatible e incompa­
tible, dependiente e independiente, completo e incom­
pleto, el contenido y sus relaciones.
Al hacerlo, Carnap toma en consideración las reglas
de transformación bajo un punto de vista completa­
mente general. En los lenguajes simbólicos se formu­
lan usualmente sólo reglas de transformación funda­
mentadas lógico-matemáticamente. Por el contrario,
Carnap admite también reglas de transformación ex­
tralógicas y también pueden admitirse entre los axio­
mas leyes naturales o proposiciones empíricas en ge­
neral. De acuerdo con esto, se distinguen los lenguajes
con reglas de transformación exclusivamente lógico-
matemáticas y los lenguajes que tienen también reglas
de transformación «fisicalistas» (en el sentido más am­
plio, es decir, empíricas) («L»-lenguajes y «P»-lengua-
jes). Los conceptos sintácticos formulados bajo el pun­
70
to de vista más general, el de un lenguaje con ambos
tipos de reglas de transformación —válido o contravá­
lido, determinado, etc.—, son más generales que los
conceptos «analítico», «contradictorio», «sintético». Si
entre los axiomas los hay también de origen empírico,
entonces una proposición sintética puede estar deter­
minada por ellos en lo relativo a su validez y, por tan­
to, ser reconocida como verdadera o falsa meramente
en virtud de su forma simbólica, cosa que de lo con­
trario sólo sucedía con una frase analítica. «Analítico»,
«sintético», «contradictorio» son conceptos de un sis­
tema lingüístico que no contiene más que reglas de
transformación lógicas. La diferencia entre reglas de
transformación lógicas y «fisicalistas», que parte del
significado de las proposiciones, es conocido igualmen­
te por Carnap de un modo puramente formal.
Pero Schlick objetó con razón, respecto de las reglas
de transformación extralógicas, que resulta engañoso
hablar de una aceptación de leyes naturales como axio­
mas. En la medida en que se considera como regla
sintáctica a una proposición que bajo los presupuestos
de la gramática usual expresa una ley natural, se le
da a esta serie de signos «un significado completamente
nuevo..., o mejor, propiamente se le despoja de signi­
ficado. 'La proposición' ya no es una ley natural, ni
en general un enunciado, sino una regla simbólica. Toda
la reinterpretación parece ahora trivial e inútil. Toda
forma de exposición que tienda a borrar diferencias
tan fundamentales es altamente peligrosa»n .
Además, la distinción entre signos lógicos y descrip­
tivos, que descansa en primer término sobre su sig­
nificado, según que designen algo lógico o algo extra­
lógico, empírico, se caracteriza también formalmente,
teniendo en cuenta que toda proposición construida
exclusivamente por signos (expresiones) lógicos está de­
terminada respecto de su validez. Luego se definen.1

11 Schlick. Gesammelte Aufsatze, p. 320.

71
también de modo puramente formal, la distinción entre
variables y constantes y los distintos tipos de opera­
dores y las conectivas preposicionales (conyunción, dis­
yunción, implicación) li. También la traducción de un
lenguaje a otro puede concebirse de modo puramente
formal sin entrar en el significado, como coordinación
multiforme de expresiones o de proposiciones o de cla­
ses preposicionales. Tal traducción es entonces una
traducción conforme al significado cuando las expre­
siones, etc., tienen el mismo contenido lógico en ambos
lenguajes.
Finalmente se define también el concepto «extensio­
nal» y su contrario «intensional» con ayuda de las de­
finiciones anteriormente establecidas, sustituyendo en
la definición usual de la extensionalidad como función
de verdad el concepto «verdadero» por el concepto «de
igual contenido», ya que el primero no es un auténtico
concepto sintáctico. De este modo, una proposición es
extensional respecto de una proposición parcial cuan­
do conserva el mismo contenido al sustituir la propo­
sición parcial por otra del mismo contenido. Wittgens-
tein afirmó que toda proposición es una función de
verdad de proposiciones elementales, esto es, que es
extensional respecto de las proposiciones parciales.
Pero no es este el caso en todos los lenguajes posibles,
pues hay proposiciones que no son una función de
verdad de sus proposiciones parciales: las proposicio­
nes intensionales. De este tipo son, por ejemplo, las
proposiciones que informan sobre hechos pensados o
manifestados o creídos por personas, tales como «mu­
cha gente ha creído que Federico Barbarroja vive to­
davía en Kyffháuser». «Federico Barbarroja» puede ser
sustituido en ella por la descripción «el Emperador12

12 Pero Camap ha reconocido que estas definiciones son in­


suficientes para ser válidas para todos los tipos de cálculos y
en Meaning and Necessity, 1947, las ha ofrecido de un nuevo
modo con ayuda de nuevos conceptos sintácticos.

72
que se ahogó en el río Saleph». Pero que «el Empera­
dor que se ahogó... vive todavía...» no es lo que mucha
gente ha creído. Del mismo modo, las proposiciones
modales que enuncian una necesidad, una imposibili­
dad, etc., y las que enuncian una inferencia lógica han
sido tomadas en consideración por Lewisw y otros
como proposiciones intensionales. Hay, pues, lenguajes
extensionales y lenguajes intensionales. Pero Carnap
cree poder hacer la suposición de que para todo len­
guaje intensional puede construirse uno extensional al
que puede traducirse el primero. (Esta tesis de la ex-
tensionalidad la mantiene todavía actualmente de modo
expreso*14; pero la completa mediante una definición
semántica de la extensionalidad en la que «de igual
contenido» es sustituido por «equivalente por su signi­
ficado».)
Si al principio se pensó analizar «eí» lenguaje, como
Wittgenstein, el análisis puso de manifiesto que no hay
sólo un lenguaje, sino lenguajes de distinta configura­
ción. Un lenguaje viene determinado por el tipo de sus
signos, por las formas de construcción de las proposi­
ciones y por las reglas de transformación de éstas.
Todo esto descansa en decisiones y las decisiones pue­
den adoptarse libremente. Pueden introducirse signos
con significado dado y aceptar o excluir formas prepo­
sicionales, según parezca conveniente. El establecimien­
to de las reglas de formación y de transformación tiene
que hacerse de tal manera que mediante ellas se obten­
gan resultados adecuados a los significados de los sig­
nos primitivos. En este aspecto, la sintaxis no puede
elegirse libremente, sino que viene co-determinada por
el significado de los signos. Pero incluso estas decisio­
nes pueden realizarse también libremente si se formu­
la primero un sistema de signos sin significado estable­
cido, un puro cálculo, y se busca luego un significado

,s A Survey of Symbolic Logic, 1918.


14 Introduction lo Semantics, p. 249, 43.

73
adecuado para los signos lógicos primitivos, y se le
encuentra. Pueden construirse lenguajes de distinta for­
ma lógica y de distinta amplitud lógica, como se ha
puesto ya de manifiesto en los dos lenguajes construidos
por Carnap. En el trabajo «Testability and Meaning»”
ha bosquejado una serie de lenguajes posibles que va
hasta el infinito.
No tiene sentido preguntar por una justificación o
licitud de las formas lingüísticas, pues no hay ninguna
instancia que pudiese proporcionar una decisión uní­
voca, ya que éstas no son preguntas sobre la verdad
o falsedad, sino sobre decisiones y su conveniencia. Lo
que puede hacerse es desarrollar las consecuencias a
que conduce una u otra decisión, una exclusión o una
admisión, y se elegirá sobre su base teniendo en cuenta
la conveniencia, esto es, en la medida en que cum­
plan las finalidades prácticas. No pueden pronunciarse
prohibiciones generales de formas preposicionales o
modos de inferencia (como lo hicieron Brouwer con
el principio de tercio excluso y Wittgenstein con las
proposiciones generales ilimitadas), sino que en lógica
del lenguaje hay que acatar un principio de toleran­
cia ia. Se ve claro el significado de un sintaxis general,
tal como la ha desarrollado Carnap, frente a las múl­
tiples posibilidades de formas lingüísticas lógicas. Me­
diante ella se explica lo esencial de un lenguaje en
cuanto formalizado. Mediante ella se hace posible re­
ducir lenguajes de cualquier forma a un denominador
común, comprenderlos como configuraciones especiales
ls Phiiosophy of Science, vol. 4, 1937, p. 25.
l* K. Menger fue el primero en hacerle valer en la polémica
sobre los fundamentos de la matemática («Der Intuitionismus»,
1930. en Blátter /. deutsche Philosophie, año 4); Popper le de­
fendió luego de hecho para la lógica de la ciencia (Die Logik
der Forschung, 1935, p. 19 s., 195; trad. esp., p. 48 s.). Se expresa
mejor lo esencial en la designación de «principio de convenció-
nalidad» (•Prinzip der Pestsetzbarkeit», • conventionality»), pre­
ferido actualmente por Carnap (Introduction to Semantics, pá­
gina 247).

74
de una estructura general e indicar con precisión sus
propiedades y diferencias características.
Carnap se vio llevado a la reducción del análisis lin­
güístico a la sintaxis al partir de la determinación del
significado mediante la verificabilidad y al tratar de
conservarla para las proposiciones del análisis lógico.
Ingarden había objetado en el congreso de Praga w que
en virtud de esta definición del significado las propo­
siciones metalingüísticas serían carentes de significado
o no significativas, ya que por principio no podían ve­
rificarse, cosa que ya había expresado Wittgenstein al
final de su Tractatusw. Una verificación sólo puede
tener lugar mediante hechos físicos perceptibles, pero
lo que en el lenguaje es perceptible, físico, los signos
escritos y las vibraciones sonoras, es una cosa distinta
de aquello de lo que hablan las proposiciones metalin­
güísticas, ya que lo esencial del lenguaje está en el
significado. Para evitar esta objeción, Carnap tuvo que
intentar separar el análisis lingüístico del significado
y dirigirlo hacia lo externo y perceptible del lenguaje,
hacia los signos y su conexión, a la sintaxis. Sus propo­
siciones serían entonces verificables y con ello signifi­
cativas.
Morris fue el primero en manifestar1' que con la
sintaxis no se abarca todavía la totalidad del lenguaje
y Carnap mismo lo ha reconocido desde entonces y lo
ha puesto de relieve. Ahora ve también claramente su
lado semántico, mientras que al principio no recono­
cía, aparte del sintáctico, más punto de vista frente al
lenguaje que el psicológico, que designa ahora de modo
más general como pragmático. Se ha apartado de la*•

lr «Der logistische Versuch einer Neugestaltung der Philo-


sophie» (Actes du 8e Congrés internat. de Philosophie, 1936,
p. 203 s.).
•8 Tractatus logico-phiíosophicus, p. 188 (vers. esp., p. 181).
18 «The Concept of Meaning in Pragmatism and Logical Po-
sitivism» (Actes du 8e Congrés de Philosophie á Fragüe 1934,
1936, p. 103 s.).

75
unilateral idad radical del primer esbozo, en el que pen­
saba poder concebir todavía todo lo lingüístico y lo
lógico de modo puramente sintáctico, y ha concedido
también sus derechos a la función significativa del len­
guaje. En una Iníroduction to Semantics (1942, 2? edi­
ción., 1947) la ha desarrollado sistemáticamente.
Pero con este giro se ha modificado fundamental­
mente la relación de la lógica con la sintaxis. En la
Logische Syntax der Sprache expuso la lógica como
una parte de la sintaxis y constituyó las relaciones lógi­
cas como sintácticas. Definiendo la relación de infe­
rencia de modo puramente sintáctico, como una rela­
ción entre la forma sintáctica de las proposiciones, la
independizó del significado de las proposiciones. De
este modo se la puede establecer entre proposiciones
sin necesitar recurrir a su significado, únicamente en
virtud de la sintaxis. Todos los conceptos y relaciones
de la lógica pueden y deben expresarse de modo pura­
mente formal, incluso el contenido lógico de una pro­
posición. La lógica formalizada es completa; no hay
ninguna parte de la lógica que sea sólo posible en
una lógica fundada en el significado; tal tipo de lógica
lo consideraba superfluo.
Pero Camap ha comprendido ahora una idea de im­
portancia fundamental: la de que la formalización de
la lógica es sólo una cosa secundaria y que la lógica
descansa primariamente sobre el significado, es decir,
sobre las reglas semánticas. C. I. Lewis había puesto
ya de relieve !0 que la inferencia lógica es algo distinto
de la implicación, de la relación si-entonces, en la forma
en que se contiene en los Principia mathematica de
Russell y Whitehead, y que no es posible en modo al­
guno expresar en este sistema la relación de inferencia
lógica21. Camap ha rectificado ahora radicalmente en
*« A Survey of Sytnbotic Logic, 1918.
*> También Jórgensen consideró indispensable una lógica del
significado: «Über die Ziele und Probleme der Logistik», 1932
(Erkenntnis, vol. 3, p. 73 s.).
76
el sentido de que la sintaxis no basta por sí sola para
la constitución de la lógica. La distinción entre los sig­
nos lógicos y los descriptivos no puede hacerse en úl­
timo término más que en virtud de su significado22, y
del mismo modo, verdad lógica no quiere decir frente
a verdad fáctica más que: verdadero en virtud de las
reglas semánticas. La sintaxis sola no puede garantizar
que en un concepto sintáctico esté formulada la corres­
pondiente relación semántica, pues esto depende de las
relaciones del sistema formalizado, del cálculo, con el
correspondiente sistema semántico. Ya no parece po­
sible en general definir conceptos sintácticos que co­
rrespondan en cada caso a los conceptos tal como vie­
nen definidos en virtud de las reglas semánticas. Camap
ya no mantiene, por tanto, las definiciones sintácticas
de los conceptos lógicos tal como las dio en la sintaxis
general, al menos como generalmente válidas, si bien
son aplicables en muchos cálculos. En una nueva obra,
The Formalization of Logic (1943, 2? ed., 1947), ha em­
prendido la formalización de la lógica a modo de cálculo
de una manera perfeccionada.

b) Proposiciones cuasi-sintácticas

Al exponer de esta forma la sintaxis de los lenguajes,


se cuenta siempre con dos lenguajes: 1. El lenguaje cuya
sintaxis se expone, el «lenguaje-objeto»; 2. El lenguaje
mediante el cual se expresa esta sintaxis, el «lenguaje-
sintaxis». Este no tiene por qué ser necesariamente un
lenguaje peculiar, pudiendo ser también un lenguaje
parcial del lenguaje-objeto. Los enunciados del lengua-

22 Camap había reconocido ya en la Logische Syntax der


Sprache que para la realización del formulismo lógico es ne­
cesaria una lógica que tenga en cuenta el significado, ya que
para el establecimiento de las relaciones lógicas tienen que
comprenderse materialmente, según su significado, los enun­
ciados sobre las figuras y fórmulas del metalenguaje.

77
je-sintaxis son entonces proposiciones lógicas del len­
guaje-objeto. Pero en el lenguaje-objeto no pueden ex­
presarse todos los enunciados sintácticos. Por ejemplo,
los conceptos «analítico» y «contradictorio» no pueden
definirse con los medios de un lenguaje-sintaxis que sea
un lenguaje parcial del lenguaje-objeto, sino únicamen­
te en un lenguaje más rico1.
Cuando el lenguaje-sintaxis, como sucede la mayoría
de las veces, es un lenguaje parcial del lenguaje-objeto,
la distinción entre ambos ha de ponerse de relieve cla­
ramente, pueá con una designación (por ejemplo, «Uno»)
puede quererse decir o el objeto designado (la Organi­
zación de las Naciones Unidas) o la designación misma
(por ejemplo, en: «Uno» es una abreviatura de «Uni­
ted Nations Organisation»). Si el objeto designado es
también una expresión lingüística, como sucede preci­
samente en las designaciones sintácticas, para evitar
la confusión, se hace necesario dar a conocer la ex­
presión lingüística como tal, colocándola entre comillas
o caracterizándola de otro modo (por ejemplo, me­
diante un nombre como «Omega»). Cuando una expre­
sión se mienta a sí misma (es «autónima»), se le atribu­
ye propiamente un nuevo significado; se utiliza como
una designación de algo nuevo, concretamente de sig­
nos, mientras que normalmente designa un objeto. Esta
diferencia se destaca claramente en un ejemplo dado
por Carnap (p. 109): cu es un tipo ordinal; «u>» es una
letra; omega es una letra; «omega» es una palabra de
cinco letras. Frege fue el primero que distinguió con­
secuentemente entre una designación de objeto y una
designación de designación y, siguiendo su modelo, tam­
bién la escuela de lógicos de Varsovia. Pero no es raro
que todavía hoy se descuide esta distinción (así por
Heyting, Chwistek, etc.), debido a lo cual pueden sur­
gir equívocos.

1 Cfr. Carnap, «Formal Wissenschaft u. Realwissenschaft»


(Erkenntnis, vol. 5, p. 36).

78
Ahora bien, hay correspondencias entre las propie­
dades de los objetos designados y las propiedades de
sus designaciones, tales que si a un objeto le corres­
ponde una propiedad determinada, a la expresión que
designa al objeto le corresponde una determinada pro­
piedad sintáctica. Así, al enunciado sobre objetos «cin­
co es un número» le corresponde el enunciado sintác­
tico: «cinco» es un numeral. Cuando a una proposición
que atribuye una propiedad a un objeto le corresponde
una proposición que atribuye a una designación de este
objeto una propiedad sintáctica coordinada, aquella
proposición puede traducirse a ésta. Tal proposición
es llamada por Carnap una proposición «cuasi-sintác-
tica». Las proposiciones cuasi-sintácticas permiten una
doble interpretación. Pueden concebirse como enuncia­
dos sobre una propiedad del objeto; por ejemplo, «cin­
co es un número». Lo designado mediante la palabra
«cinco» se incardina con ello en una clase de objetos.
En esto es en lo que consiste el «modo material de ha­
blar». Pero pueden entenderse también en el sentido
de que con ellas se mienta la propiedad sintáctica de
la designación del objeto —«cinco es un numeral»—,
al designar la expresión (cinco) no a un objeto, sino a
ella misma; se utiliza entonces «autónimamente», lo
que lleva consigo la equivocidad. Si en lugar de pro­
posiciones cuasi-sintácticas se utilizan proposiciones
puramente sintácticas —'«cinco» es un numeral', donde
«cinco» está caracterizado expresamente como una de­
signación—, se utiliza entonces el «modo formal de
hablar». Este modo es valioso porque permite que se
destaque inequívocamente el carácter lingüístico de
aquello de que se trata.
La clase de las proposiciones cuasi-sintácticas juega
un papel significativo. Constituye una zona intermedia
entre las puras proposiciones sobre objetos y las puras
proposiciones sintácticas. En el modo material parecen
proposiciones sobre objetos, pero por su contenido son
propiamente proposiciones sintácticas, pues se refieren
79
propiamente a la designación de los objetos sobre los
que parecen hablar. Son pseudo-propiedades de obje­
tos, son propiedades que están «disfrazadas en cierto
modo como propiedades de objetos», pero tienen «ca­
rácter sintáctico por su significado»2.
La comprensión de esta situación le ofrece a Camap
un medio para aclarar toda clase de problemas, al darse
cuenta de que se trata en ellos de proposiciones cuasi-
sintácticas. Así se esclarece la relación entre la impli­
cación y la inferencia lógica. Lewis, igual que Russell,
consideró la implicación y la inferencia como relacio­
nes ambas entre proposiciones, o sea como homogé­
neas en este punto, y distinguió la inferencia como im­
plicación estricta («sfricí») de la implicación material.
Pero la implicación y la inferencia son radicalmente
distintas. La inferencia lógica es una relación entre
proposiciones, pero la implicación, no. Pues la impli­
cación no dice nada sobre las proposiciones que están
conectadas entre sí, sino sobre los objetos de estas pro­
posiciones. La implicación «si uno ayuna, adelgaza» no
enuncia nada sobre ambas proposiciones, sino sobre
dos tipos de procesos La relación de inferencia se da,
por el contrario, entre proposiciones y no entre proce­
sos. Es, pues, una relación sintáctica. La relación entre
objetos expresada por una implicación es una relación
sintética. La proposición «si» y la proposición «enton­
ces» están simplemente conectadas de hecho entre sí,
pero la segunda no se puede inferir de la primera. Sin
embargo, en el caso especial en el que la relación de
implicación no es sintética, sino analítica, tiene el mismo
contenido lógico que una relación de inferencia. Pero
incluso en este caso no se identifica con la inferencia,
porque continúa siendo siempre una relación entre ob­
jetos. Pero le corresponde entonces una relación entre
proposiciones, una relación sintáctica, que es precisa­
mente la inferencia lógica, mientras que esto no su-

2 Camap, Die logische Syntax der Sprache, p. 177, 211.

80
cede en el caso de una implicación sintética, fáctica.
Por tanto, la implicación sólo coincide con la infe­
rencia cuando es una relación analítica, no cuando es
una relación sintética como sucede normalmente. Tie­
ne entonces el mismo contenido que una relación de
inferencia, es decir, entonces es una proposición cuasi-
sintáctica. Parece enunciar una relación entre objetos,
pero propiamente enuncia una relación entre proposi­
ciones.
Igualmente claro se hace el carácter peculiar de los
conceptos modales (necesario, contingente, posible, im­
posible) al descubrir que son cuasi-sintácticos *. Tradi-
cionalmente se distingue la necesidad, la imposibili­
dad, etc., lógicas de las reales. Es claro que las moda­
lidades lógicas expresan sólo el carácter de la inferen­
cia lógica, de la contradicción, etc. Pero lo mismo es
válido también para las modalidades reales. Estas se
refieren a los objetos, enuncian que un hecho es nece­
sario o posible... Pero la necesidad natural no es nin­
guna otra necesidad distinta de la necesidad de la infe­
rencia lógica a partir de una ley natural. En la natu­
raleza sólo hay facticidad. Los organismos se mueren
simplemente. Que tengan que morir, que la muerte sea
necesaria para todo organismo, esto sólo es válido en
la medida en que se determina mediante leyes biológi­
cas, esto es, en la medida en que se infiere de ellas.
Si no sucede esto, entonces no existe ninguna necesi­
dad de que sea así; entonces es también posible que
los organismos sean inmortales. Así, pues, «posible»
sólo quiere decir: en no contradicción con las leyes
naturales. E igualmente, imposibilidad real no quiere
decir otra cosa que: en contradicción con una ley na­
tural. Un perpetuum mobile es imposible porque con­
tradice al segundo principio de energía. La contradic­

* Wittgpnstein fue el primero en comprender la conexión de


las modalidades con la forma lógico-sintáctica de las proposi­
ciones.

81
ción es una relación puramente lógica, una relación
entre proposiciones. En la naturaleza le corresponde
solamente un no-existir; lo contradictorio sencillamente
qo existe. Cuando se consideran los objetos y procesos
como necesarios o contigentes, como posibles o impo­
sibles, esto sólo puede tener el sentido de que pueden
ser inferidos partiendo de leyes naturales o que son
compatibles o incompatibles con ellas. Las caracteri­
zaciones modales dicen relaciones entre objetos sólo
aparentemente, pero dicen verdaderamente relaciones
entre proposiciones, ya que pueden ser traducidas a pro­
posiciones puramente sintácticas. La proposición p,
«todos los organismos tienen que morir» corresponde
a la proposición sintáctica: «p, es una proposición
analítica» (dando por supuestas las definiciones y le­
yes). La proposición p2: «un perpetuum mobiíe es im­
posible» corresponde a la proposición sintáctica: «pa
es contradictoria». Y la proposición ps: «es posible que
los organismos sean inmortales» corresponde a la pro­
posición sintáctica: «p# no es contradictoria». La pro­
posición p4: «las constelaciones de estrellas y el destino
humano marchan juntos de un modo completamente
casual» corresponde a la proposición sintáctica: «p4 no
es ni analítica ni contradictoria y tampoco su negación
es contradictoria; es sintética». Los enunciados mo­
dales son, por tanto, proposiciones cuasi-sintácticas.
Del mismo modo que para la inferencia lógica, Lewis
(toe. cit.) exigió también una lógica basada sobre el
significado para los conceptos modales. La necesidad
de la validez de una proposición tampoco puede expre­
sarse en el sistema de los Principia mathematica. Con­
sideró por esta razón a los conceptos modales como
conceptos no-extensionales, como conceptos que exigen
una consideración del significado de la proposición.
Introdujo por ello un nuevo signo para «posible», como
concepto primitivo, y definió luego los conceptos «im­
posible» y «necesario». Después se ha desarrollado por
82
sus discípulos y por otros * un sistema peculiar de ló­
gica modal como ampliación del sistema de Russell.
Ahora bien, Carnap ha mostrado que también los
conceptos modales pueden ser formulados como lógico-
sintácticos, de forma que los enunciados modales pue­
den ser concebidos como cuasi-sintácticos. Sólo que en
ellos se trata en primera línea del carácter lógico y no
del sintáctico. Los enunciados modales, pareciendo ser
enunciados sobre relaciones de hechos, son propiamen­
te enunciados cuasi-lógicos. Puesto que la lógica des­
cansa primariamente sobre la semántica, la lógica mo­
dal ha de desarrollarse primariamente como una lógi­
ca de las relaciones de significado sobre la base de la
semántica, como efectivamente lo ha hecho Camap en
una nueva obra: Meaning and Necessity (1947). Pero,
aun con todo, la explicación fundamental de la Logische
Syntax der Sprache se conserva en pie, explicación se­
gún la cual los enunciados modales no hablan propia­
mente de relaciones de hechos, sino de relaciones ló­
gicas. Y en la medida en que la lógica puede expre­
sarse sintácticamente, no requieren ningún tipo espe­
cial de lógica. Todo sistema lógico modal puede ser
traducido a uno sintáctico. Desde luego, esto no im­
pide construir una lógica modal propia; no queda ex­
cluida por lo anterior. Pero no es inevitable, como se
pensaba hasta ahora.
Se obtienen también proposiciones cuasi-sintácticas
al utilizar como predicados los conceptos que Carnap
llama «predicados totales» o «palabras totales». Estos
conceptos indican una propiedad o relación «que les
corresponde analíticamente a todos los objetos de cual­
quier género» (p. 219). Si en una proposición que tenga
uno de estos predicados se sustituye el sujeto por otro4

4 Así O. Becker, «Zur Logik der Modalitáten», 1930 (Jahrbuch


für Phanomenologie, vol. 111); Lukasiewicz, «Untersuchungen
über den Aussagenkalkül», 1930 (Comp. Retid, de la Sociité des
Sciences de Varsovie, T. 23, Cl. IJI, 1930).

83
miembro cualquiera del mismo género, vuelve a obte­
nerse una proposición analítica. Por ejemplo, un perro
es una cosa, la luna es una cosa; o bien, siete es un
número, cero es un número, y así sucesivamente para
cualquier otra cosa y para cualquier otro número. Por
el contrario, si el sujeto se toma de otro género, no se
obtiene una proposición significativa. Por ejemplo, la
mentira es una cosa, César es un número. Tales «pala­
bras totales» son: cosa, objeto, propiedad, relación, he­
cho, estado, proceso, espacio, tiempo, número, etc. Son
las especies de conceptos o de palabras que distingue
la gramática lógica dentro de los géneros filológicos de
los sustantivos, adjetivos, verbos, etc., especie que fue
Wittgenstein el primero en conocer**. Son «categorías
sintácticas» •.
Estos «predicados totales» pueden utilizarse de do­
ble manera: 1. Para caracterizar el género sintáctico
de una expresión por razones de claridad; por ejemplo,
«el estado de amistad» a diferencia de «la relación de
amistad»; o para facilitar la comprensión o simplemen­
te para poner de manifiesto; por ejemplo, «el proceso
de calentamiento». En esta utilización el predicado to­
tal no es independiente, es sólo un. índice gramatical
de otra expresión, especialmente de una variable, como
lo son las palabras «un», «algo», «cada», «todo». Puesto
que con estas palabras no se determina qué objetos
particulares han de colocarse en su lugar, el género
de los argumentos permitidos en las proposiciones to­
tales y existenciales y en las preguntas tiene que darse
a conocer expresamente. Por ejemplo «Si un número
cualquiera... entonces...» o bien «Hay una relación tal
que...», o «¿En qué tiempo...?» Tales proposiciones son
auténticas proposiciones sobre objetos y no proposi­
ciones cuasi-sintácticas.

5 Tractatus logico-philosophicus, p. 84. (Vers. esp., p. 87.)


* Camap, «Überwindung d. Metaphysik durch log. Analyse
d. Sprache» (Erkenntnis, vol. 2, p. 228).

84
2. Pero las palabras totales pueden utilizarse tam­
bién como predicados independientes; por ejemplo:
cinco es un número, la amistad es una relación. Se les
puede coordinar entonces un predicado sintáctico (de
una propiedad o relación) que corresponda a todas las
designaciones del respectivo género de objetos; por
ejemplo, «cinco» es un numeral, «amistad» es un tér­
mino relativo. La palabra total es aquí un predicado
cuasi-sintáctico y se trata de proposiciones cuasi-sin-
tácticas.
(Una proposición tal como «César es un número» no
tiene por qué considerarse necesariamente como ca­
rente de significado. Como Camap ha reconocido pos­
teriormente T, una proposición como «la piedra piensa
en Viena» puede considerarse o como carente de signi­
ficado o como falsa, según sean las reglas sintácticas
de un lenguaje. Las proposiciones con un predicado
total que tienen al mismo tiempo un sujeto de otro
género carecen de significado cuando las palabras to­
tales constituyen categorías sintácticas. Pero la distin­
ción entre cosa y número, entre cosa y propiedad, et­
cétera, es propiamente de tipo descriptivo. Luego los
predicados totales no tienen por qué representar nece­
sariamente categorías sintácticas. Si no lo hacen, tales
proposiciones no carecen de significado, sino que son
falsas y ya no son proposiciones cuasi-sintácticas. Por
tanto, no son cuasi-sintácticas más que bajo la supo­
sición de que los predicados totales están incluidos en
las reglas sintácticas.)
Las proposiciones cuasi-sintácticas tratan sólo apa­
rentemente de objetos extralingüísticos tales como nú­
meros, propiedades, el espacio, etc., haciéndolo en rea­
lidad de designaciones, de expresiones numéricas, de
designaciones de propiedades, de coordenadas espacia­
les, etc. Son únicamente «pseudo-proposiciones de ob-7

7 En «Testability and Meaning», V, IV. Véase, anteriormente,


pp. 50-51.

85
jetos». Una vez que se ha reconocido como tales a las
proposiciones cuasi-sintácticas, se logra claridad sobre
la problemática y la situación verdaderas, con lo que
muchas veces se obtiene también la solución. Las pro­
posiciones cuasi-sintácticas adquieren así un significa­
do gnoseológico especial. Si se las traduce a proposi­
ciones puramente sintácticas, si se pasa de la forma de
hablar «material» a la «formal», no sólo se evitan oscu­
ridades engañosas, sino que muchas veces ya no sub­
siste ningún problema. Así, el famoso dicho de Kro-
necker «Los números naturales los creó Dios, los que­
brados y los números reales, por el contrario, son obra
humana» puede expresarse de modo prosaico pero pre­
ciso de la siguiente forma: los signos de los números
naturales son signos primitivos, las expresiones de los
quebrados y de los números reales se han introducido
mediante definiciones. (Cfr. posteriormente pp. 93 s.).
Puesto que con las proposiciones cuasi-sintácticas se
mientan propiamente proposiciones sintácticas, depen­
den de la estructura del lenguaje. Por tanto, no se
las puede considerar por sí, sino que exigen la indica­
ción del lenguaje en el que son válidas: en el lenguaje
usual de la ciencia o en un lenguaje de otro tipo o en
todos los lenguajes. Y por ello no se considera tam­
poco en tales proposiciones su verdad o su falsedad,
sino solamente la conveniencia de una decisión lingüís­
tica y de sus consecuencias. Nos encontramos, pues,
ante una situación completamente distinta que en el
caso de auténticas proposiciones sobre objetos, por las
que puede tomárselas fácilmente en el estilo material.
Camap considera aquí también como proposiciones
cuasi-sintácticas a proposiciones que expresan un sig­
nificado. El significado de una palabra o de una pro­
posición se indica ordinariamente transcribiendo el ob­
jeto o el hecho designado mediante otras proposicio­
nes. Como consecuencia de esto, se pueden formular
los enunciados sobre significados como enunciados so­
bre relaciones sintácticas de sus designaciones. Por
86
ejemplo, «estrella diurna» significa el sol; esto quiere
decir: las palabras «estrella diurna» son sinónimas con
la palabra «sol». «Sinónimo» es un concepto formal,
sintáctico, definido mediante la igualdad formal de con­
tenido entre proposiciones que contienen las designa­
ciones correspondientes. De este modo, pueden expre­
sarse también de modo formal, sintáctico, las relacio­
nes entre el significado de distintas expresiones y el
objeto designado mediante ellas. Por ejemplo, «la es­
trella de la tarde» y «la estrella de la mañana» tienen
distinto significado, pero designan el mismo objeto. A
esto le corresponde la proposición sintáctica: las pa­
labras «estrella de la tarde» y «estrella de la mañana»
son sinónimas, pero no en virtud de su definición,
como lo son, ejemplo, «asno» y «burro», sino en virtud
de la experiencia. En el caso de proposiciones, a la
proposición «dos proposiciones tienen el mismo signi­
ficado» le corresponde la proposición sintáctica «tienen
el mismo contenido lógico» (según la definición de
«contenido lógico»), e igualmente ya de modo pura­
mente lógico o solamente empírico.
Pero Carnap mismo ha comprendido desde entonces
que los enunciados sobre el significado no son propia­
mente cuasi-sintácticos, sino que tienen más bien ca­
rácter semántico*. Su transcripción mediante relacio­
nes sintácticas es una cosa secundaria, ya que sólo
puede tener lugar en virtud del significado. Lo prima­
rio son las relaciones semánticas. La transcripción sin­
táctica del significado tampoco puede realizarse más
que si se da por supuesta la validez de la tesis exten-
sional. Las expresiones que tienen distinto significado,
pero designan el mismo objeto, y las proposiciones que
tienen distinto significado, pero representan el mismo
hecho, no son ni cuasi-sintácticas ni cuasi-lógicas, sino
puramente semánticas, como rectifica ahora el mismo
Carnap (loe. cit.). Del mismo modo, ya no considera

• In tro d u ctio n to S em a n tics, 2? ed ., 1947, p . 250.

87
ahora las proposiciones que contienen proposiciones
parciales que manifiestan un hecho creído o pensado
o expresado por alguien, y en general las proposicio­
nes con proposiciones parciales en estilo indirecto,
como proposiciones cuasi-sintácticas, ni tampoco como
puramente semánticas, sino como pragmáticas, como
proposiciones que se refieren a la conducta de perso­
nas, en las que se utilizan también conceptos semánti­
cos (toe. cit.).
En la Logische Syrttax der Sprache tuvo Camap por
cuasi-sintácticas a todas las proposiciones no extensio-
nales (intensionales). Pero el punto de vista entero de
las proposiciones cuasi-sintácticas experimenta una mo­
dificación radical mediante la comprensión que ha lo­
grado posteriormente del significado de la semántica,
comprensión que se expresa en la Introduction to Se-
mantics y en Meaning and Necessity. Los que contienen
realmente las pseudo-proposiciones objetivas, que sólo
aparentemente hablan sobre objetos, son relaciones
lógicas. Pero la lógica, tal como Camap reconoce aho­
ra, descansa en primera línea sobre la semántica y no
sobre la sintaxis. Por tanto, las proposiciones pseudo-
objetivas se designan mejor como cuasi-tógicas que
como cuasi-sintácticas. Hay que formularlas, pues, en
primer término como proposiciones semánticas y sólo
posteriormente traducirlas a proposiciones sintácticas *.
Es ésta una aclaración de importancia fundamental.
Mediante ella se hacen superfluas los objeciones que
se levantan contra la utilización por Camap de las pro­
posiciones cuasi-sintácticas, sobre todo contra su papel
en filosofía, pues Camap estableció en la Logische Syn-
tax der Sprache una conexión estrecha de la filosofía
con las proposiciones cuasi-sintácticas y con la sintaxis
del lenguaje científico.
Las proposiciones y cuestiones de cualquier campo
se refieren o a los objetos del mismo, sus propiedades

* In tro d u ctitm to Sem a n tics, p. 249.

88
y relaciones, o a las relaciones lógicas de los conceptos,
proposiciones y teorías relativos a estos objetos. Una
proposición tiene que ser o una auténtica proposición
objetiva o una proposición sintáctica o tiene que poder
transformarse, como proposición cuasi-sintáctica, en una
puramente sintáctica. Si esto no es posible, la propo­
sición no tiene entonces ningún contenido científico.
La traducibilidad a una proposición sintáctica consti­
tuye la piedra de toque del carácter significativo de
toda proposición que no sea ni una auténtica proposi­
ción objetiva ni una puramente sintáctica.
De la aplicación de este punto de vista a la filosofía
resultó una determinación nueva y precisa de la filoso­
fía como ciencia. La filosofía no tiene que ver con pu­
ras cuestiones objetivas, ya que éstas corresponden a
las ciencias particulares y un campo de objetos propio
de una metafísica trascendente a la experiencia es algo
que no entra en consideración. Las cuestiones filosó­
ficas no pueden ser, pues, más que cuestiones lógicas,
tales como el análisis lógico de la ciencia>0. Camap
mostró en la sintaxis general que todas las relaciones
lógicas pueden formularse formalmente, como relacio­
nes concernientes meramente a la «sucesión y tipo
(sintáctico) de los signos de las expresiones lingüísti­
cas», como relaciones sintácticas. Camap llegó como
consecuencia de esto a la conclusión «de que todos los
problemas significativos de la filosofía», por lo menos los
problemas de la filosofía no metafísica y no referida
a valores, «pertenecen a la sintaxis» M. Fue nuevamente
Wittgenstein el primero que manifestó una concepción
semejante de la filosofía en su relación con la lógica
de la ciencia y con la sintaxis (en el Tractatus logico-
philosophicus), pero sin equiparar lógica de la ciencia
y sintaxis. Según él, sólo las reglas sintácticas han de10

10 Se refiere críticamente a esto Petzáil en Theoria, 1936,


p. 359 s.
11 Die logische Syntax der Sprache, p. 206, 207.

89
formularse sin referencia al significado; las proposicio­
nes de la lógica de la ciencia se refieren, por el con­
trario, al significado de los conceptos y proposiciones
científicas.
Pero la filosofía suele ocuparse poco de las cuestio­
nes puramente formales del sistema de representación.
Normalmente se trata de cuestiones que se refieren apa­
rentemente a objetos, espacio, tiempo, cosas, números...,
especialmente en los problemas filosóficos de funda-
mentación de las ciencias particulares. Pero en realidad
se refieren a conceptos y proposiciones y teorías, a su
carácter lógico. Son, por tanto, cuestiones cuasi-sintác-
ticas. Filosofía es lógica de la ciencia y lógica de la
ciencia es sintaxis del lenguaje científico. Todas sus
cuestiones han de plantearse como cuestiones sintác­
ticas en una formulación precisa. Por eso pensaba Car-
nap que muchas cuestiones filosóficas, que se tienen
por cuestiones objetivas sólo como consecuencia del
modo material de hablar, pero que realmente son cues­
tiones cuasi-sintácticas, podrían en consecuencia ser es­
clarecidas y solucionadas mediante su formulación en
el modo formal de hablar. Así puede eliminarse la opo­
sición entre la concepción formalista y la logicista de
los números en la disputa sobre los fundamentos de
la matemática. Esta última define los números como
clases de clases de cosas, aquélla como una especie
peculiar, originaria, de objetos. Expresadas formalmen­
te, estas concepciones enfrentadas entre sí rezan sim­
plemente : por una parte, las expresiones numéricas son
expresiones de clase de segundo grado; por la otra,
las expresiones numéricas son expresiones de grado
cero. Y el conflicto puede solucionarse al poderse cons­
truir un sistema de aritmética tanto en virtud de la
una como de la otra definición (p. 227). Así se formula
también más claramente la proposición de Wittgens-
tein «el mundo es la totalidad de los hechos, no de las
cosas», si se la sustituye por la proposición sintáctica
90
coordinada: la ciencia es un sistema de proposiciones,
no de nombres (p. 230).
Las cuestiones filosóficas contienen de ordinario «pa­
labras totales» y hablan, por tanto, de especies de ob­
jetos. Pero esto induce frecuentemente a plantear pseu-
docuestiones sobre la esencia de estas especies de obje­
tos, de los números, del tiempo, de los universales, etc.
Se escapa a tales pseudocuestiones si se utilizan, en lu­
gar de las palabras totales, las correspondientes expre­
siones sintácticas (expresiones numéricas, coordenadas
temporales, predicados). Mediante su traducción a pro­
posiciones sobre las designaciones se destacan clara­
mente las contradicciones y faltas de significado. Los
enunciados sobre lo «indecible», como los que se en­
cuentran incluso dentro del Círculo de Viena por in­
fluencia de Wittgenstein, se presentan mediante ello
como afirmaciones de que hay objetos y hechos inex­
presables, esto es, designaciones de objetos que no pue­
den designarse y enunciados sobre hechos que no
pueden describirse: con lo que dan pruebas de que son
contradictorios.
«En cualquier campo de la ciencia sólo puede hablar­
se o con proposiciones del campo o sobre las proposi­
ciones del campo» Las auténticas proposiciones son
o proposiciones sobre objetos o proposiciones sintácti­
cas. Pero no están adscritas a ámbitos separados, a las
ciencias especiales por un lado y a la lógica de la
ciencia por otro, sino que ambas se ofrecen juntas tan­
to en las ciencias especiales (en las que se tratan,
aparte de los objetos, también los conceptos y propo­
siciones, como sucede siempre que se manejan relacio­
nes lógicas) como también en la lógica de la ciencia
cuando, junto a la investigación sintáctica, se discuten
también circunstancias psicológicas, sociológicas e his-

12 Camap, Log. Syntax d. Sprache, p. 210.

91
tóricas del uso del lenguaje. Cuando la lógica de la
ciencia trabaja en el campo de las ciencias particulares,
lo hace con otra orientación que éstas: atiende a las
conexiones lógico-sintácticas 1S.
Pero estas precisiones de la filosofía, limitada a las
proposiciones sobre la sintaxis, esto es, sobre la «suce­
sión y especie (sintáctica) de los signos de las expre­
siones lingüísticas», son demasiado estrictas. El mismo
Camap se ha dado cuenta de ello posteriormente. Con­
cibe ahora la tarea de la filosofía de un modo comple­
tamente general como análisis «semiótico» (que no hay
que confundir con «semántico») del lenguaje de la cien­
cia y de la parte teórica del lenguaje usual. La «Se­
miótica» abarca el análisis del lenguaje en tres direc­
ciones: en lo relativo al uso del lenguaje, es decir, en
consideración pragmática; en relación con el signifi­
cado de los signos lingüísticos, consideración semán­
tica; y en lo relativo a la relación de los signos sin tener
en cuenta su significado, consideración sintáctica. En
filosofía suelen presentarse unidos los tres tipos de
investigación. En la teoría del conocimiento y en la
filosofía de las ciencias (filosofía natural, fundamentos
de la matemática) se trata, por una parte, de la adqui­
sición de conocimiento formulado lingüísticamente me­
diante percepción, comparación, confirmación. Tales
investigaciones pertenecen, por tanto, a la pragmática.
Son investigaciones psicológicas, sociológicas, históri­
cas, o sea, empíricas. Por otra parte, se trata de análi­
sis lógicos. Si este análisis se refiere al significado de las
expresiones lingüísticas, se mueve en terreno semánti-19

19 Cuando Carnap dice (Logische Syrttax d. Sprache, p. 210,


260) que la lógica, de la ciencia no constituye ningún ámbito
peculiar, ningún ámbito nuevo junto a las ciencias especiales
(o a la ciencia unificada), pues la sintaxis pura y la descriptiva
«no son más que la matemática y la física del lenguaje», hay
que reconocer que constituiría al menos una nueva rama de la
matemática, como, p. ej., la teoría de los grupos.

92
co. Sólo cuando se realiza de un modo puramente for­
mal, como cálculo, pertenece a la sintaxis u .
Pero como consecuencia de esto ya no puede seguirse
diciendo que la filosofía tiene que ver sobre todo con
proposiciones cuasi-sintácticas y que mediante su tra­
ducción a proposiciones puramente sintácticas se re­
suelven los problemas o al menos se aclaran, sobre lo
que Carnap había insistido tanto en la Logische Syntax
der Sprache. Pues si bien no son en absoluto proposi­
ciones puramente semánticas, en vez de ser cuasi-sintác­
ticas son propiamente proposiciones cuasi-lógicas. Tales
proposiciones han de formularse primeramente como
semánticas y sólo entonces pueden formalizarse como
sintácticas. Por tanto, no puede excluirse la considera­
ción del significado, de la relación con los objetos.
Los problemas no pueden aclararse en general partien­
do de la sintaxis, mediante el análisis de meras rela­
ciones de signos, por el paso del estilo material al
formal.
Por el contrarío, las formulaciones lingüísticas de­
penden más bien de la medida en que se esté en claro
sobre las relaciones de los objetos. Si la famosa afir­
mación de Kronecker sobre los números naturales y
los ampliados (v. anteriormente), parece lograr una
aclaración inmediata por su traducción a una propo­
sición sobre la diferencia entre signos primitivos y sig­
nos definidos, esta aclaración descansa únicamente so­
bre el hecho de que Weierstrass y Meray descubrieron
la reductibilidad de los números ampliados a los na­
turales. Respecto al pretendido resultado del estilo for­
mal sobre el material, esto es, del sintáctico sobre el
semántico, resulta válida la crítica de Mili al «conocido
aforismo de Condillac, según el cual una ciencia es
poco o nada más que una langue bien faite, o sea, con
otras palabras, según el cual la única regla suficiente
para el descubrimiento de la naturaleza y propiedades

14 Introducción to Sem a n tics, p . 245.

93
de los objetos consiste en una denominación adecua­
da de los mismos; como si la inversa no fuese cierta: es
imposible denominarlos de un modo apropiado si no se
los conoce, como hacemos nosotros, en lo relativo a su
naturaleza y sus propiedades. ¿Será necesario decir que
no podría conseguirse nunca el menor saber relativo
a las cosas mediante cualquier manipulación imagina­
ble de meros nombres y que lo que podemos aprender
de los nombres no es más que lo que el que los utiliza
sabía ya de antemano?»11. El mismo Caraap dice1*:
«Una propuesta de reestructuración sintáctica de un
punto determinado del lenguaje científico es, conside­
rada fundamentalmente, una convención que puede ele­
girse libremente. Pero sólo puede lograrse tal conven­
ción de un modo fecundo y utilizable prácticamente si
se tienen en cuenta los resultados empíricos existentes
de la investigación de las ciencias especiales.» El esta­
blecimiento de signos primitivos mediante los cuales
pueden definirse los demás es siempre una reestructura­
ción sintáctica de este tipo (si bien en la matemática
lo determinante para ello no son resultados empíricos).
Pero Carnap consideró también como cuasi-sintácti-
cas muchas proposiciones que propiamente no tienen
el significado de enunciar algo sintático, es decir, re­
laciones de designaciones, pues en el caso de una pro­
posición cuasi-sintáctica su formulación en el modo
formal de hablar no está meramente coordinada a
su formulación en el modo material, sino que tiene su
significado particular,T. Así, la proposición «cada tono19
19 Mili, System der deduktiven und induktiven Logik, vol. I,
libro 2, cap. 2, 2. Trad. de Schiel, p. 211.
*• Die logische Syntax der Sprache, p. 211.
11 S ( designa una proposición del modo material de hablar,
si S( enuncia de un objeto una propiedad respecto de la que
hay una propiedad distinta de ella y concretamente sintáctica
que, por asi decirlo, corre paralela con ella, es decir, que le
corresponde a una designación de un objeto si y sólo si aquella
propiedad corresponde a este objeto» (Carnap, Die logische
Syntax der Sprache, p. 213). P. ej., la proposición S , : «cinco no

94
tiene una altura determinada» no quiere decir propia­
mente : «cada expresión de tono contiene una expresión
de altura de tono»1*, o la proposición «las cualidades
sensoriales, por ejemplo, colores, olores, etc., pertene­
cen a lo originariamente dado» tampoco quiere decir la
proposición sintáctica «los signos de sensaciones, por
ejemplo, signos de color, de olor, etc., pertenecen a los
signos descriptivos primitivos» l*. Con ello no se hace
más que adosar a las proposiciones sobre hechos pro­
posiciones sobre sus designaciones. Estas no constitu­
yen el verdadero significado de aquéllas, sino que me­
diante ellas se ejecuta un cambio en el significado de
las proposiciones; con ellas se habla de otra cosa: en
lugar de hablar de los objetos, se habla de sus desig­
naciones. Las proposiciones como «la luna es una cosa»,
«cinco es un número» enuncian algo sobre clases de
objetos; por el contrario, «luna’ es un substantivo»,
«'cinco' es un numeral» enuncian algo sobre las desig­
naciones correspondientes. Está claro que cuando asi
se pasa del estilo material al formal, los problemas
objetivos desaparecen*18*20; pero no porque queden des­

es una cosa, sino un número». Aparentemente en esta proposi­


ción se enuncia una propiedad del cinco, igual que en la propo­
sición «cinco no es un número par, sino impar» (S2). En rea­
lidad, sin embargo, S, no se refiere al cinco, sino a la palabra
«cinco»; esto lo pone de manifiesto la formulación Sn, que tiene
el mismo contenido que S| : 'Cinco no es una sustancia, sino
un numeral'. Mientras que Sg es una auténtica proposición ob­
jetiva, S( es una pseudoproposición objetiva; S( es una propo­
sición cuasi-sintáctica (del modo material de hablar), Sx es la
proposición sintáctica coordinada (modo formal de hablar).
(Ibld., p. 211.)
18 Loe. cit., p. 234, ejemplo 48.
18 Ibld., ejemplo 43.
20 «Todos los pseudoproblemas de este tipo desaparecen si
se utiliza el modo formal de hablar en lugar del material, o sea
si en lugar de las palabras totales (p. ej„ número, espacio, uni­
versal) se emplean las palabras sintácticas correspondientes (nu­
meral, coordenadas espaciales, predicado)». (Die logische Syntax
der Sprache, p. 238).

95
enmascarados como pseudocuestiones, sino porque con
ello se les da de lado. Naturalmente, si se habla de los
signos numéricos en lugar de hablar de los números
no hay ningún problema acerca de qué sean los nú­
meros. Pero subsiste desde el punto de vista semántico,
al preguntar qué es lo que designan los signos numé­
ricos. Carnap consideró en la Logische Syntax der Spra-
che la proposición «los números son clases de clases
de cosas» como una proposición cuasi-sintáctica, cuyo
significado consiste propiamente en la proposición sin­
táctica: «las expresiones numéricas son expresiones de
clase de segundo grado»21. Pero no se haría justicia a
la gran conquista intelectual de Frege y Russell si no
se quisiese ver en ella más que una determinación lin­
güistica, frente a una determinación como «las expre­
siones numéricas son expresiones de grado cero»22.
Igual que Carnap mismo previno contra el uso «des­
preocupado» de la palabra «carente -de significado»2i,
hay que prevenir contra el uso despreocupado de la ex­
presión «pseudoproblema». Es demasiado sencillo su­
primir las cuestiones incómodas diciendo que carecen
de significado o que son pseudocuestiones y hablando
de las designaciones —es decir, de otra cosa— en lugar
de hablar de los objetos.
En conexión con la exclusividad del punto de vista
sintáctico y la exclusión del semántico se halla el que
Carnap, y en parte también el Círculo de Viena, no esté
libre de la forma más radical del nominalismo, del
mero vocalismo. Se encuentran una vez y otra formu­
laciones según las cuales parece como si los conceptos

21 Ibid., p. 227, ejemplo 21.


22 Ibid., ejemplo 22. También Weinberg (An Examination of
Logical Positivism, 1936, p. 250; trad. esp., p. 339) hace notar que
«la cuestión acerca de la naturaleza del número... puede ser
tratada en el lenguaje-objeto como una cuestión sobre el análi­
sis de los términos matemáticos».
22 «Testability and Meaning» (Philosophy of Science, vol. IV,
P- 5).

96
y enunciados no consistiesen en otra cosa que en sus
designaciones, porque se ha abandonado la considera­
ción de su significado. Por ejemplo, «el nombre de un
objeto físico (por ejemplo, la palabra «luna») es redu-
cible a predicados de datos sensoriales»*24. Un nombre
—una palabra— no puede reducirse en absoluto; sólo
puede reducirse un concepto.
Tal vocalismo se pone de manifiesto sobre todo
en la concepción de la lógica y de la matemática. La
primera «consta sólo de reglas convencionales sobre
el uso de signos. Y, por tanto, los signos de la lógica
y de la matemática no designan objetos, sino que sir­
ven sólo para la ñjación simbólica de aquellas re­
glas» 2S. «’5 + 7 = 12' no es en modo alguno un enun­
ciado; es una regla que nos permite transformar una
proposición en la que entran los signos 5 + 7 en una
proposición equivalente en la que entra el signo 12.
Es una regla sobre el uso de signos»2#. «Las proposi­
ciones aritméticas están compuestas de signos de tal
y tal tipo en tal y tal forma; son válidas tales y tales
reglas de transformación.» «Al utilizar el estilo formal,
que no habla en modo alguno de 'números', sino de
signos numéricos', desaparece la pseudocuestión» de
saber qué objetos son los números11. La matemática
trata sólo del modo «como queremos hablar sobre los
objetos»24, o sea, sólo del lenguaje. De acuerdo con
esto, los números no consisten en nada más que en
los signos numéricos y en los numerales y éstos sólo
designan sus propias reglas de aplicación. Esto es vá­
lido únicamente para la construcción puramente for­
malista de la matemática, pero no para la logicista y
la intuicionista. Las proposiciones de la lógica y de

34 Loe. cit., vol. III, p. 429.


** Carnap, Der logische Aufbau der Welt, p. ISO. Igualmen­
te, Schlick, Gesammelte Aufsatze, p. 147.
2* Schlick, loe. cit., p. 227.
2T Carnap, Erkenntnis, vol. 2, p. 436.
24 Hahn, Logik Mathematik u. Naturerkennen, p. 17.

97
la matemática consisten en meras series de signos sólo
cuando están formalizadas, sólo en un cálculo. Pero
junto a un cálculo existe también un sistema semán­
tico, como ahora ha puesto claramente de relieve Car-
nap. Es indudable que la lógica y la matemática no se
ocupan de los hechos de la realidad; pero no por ello
tienen que tratar meramente de signos. También sus
signos tienen un significado, designan algo. Un número,
por ejemplo 3, no consiste simplemente en el signo
numérico o en el numeral; lo que ambos designan es
un múltiplo determinado de la unidad: 1 + 1 + 1, con­
cebido unitariamente. Esta es también la razón por la
que un enunciado sobre un número no puede sustituir­
se por un enunciado sobre el numeral. Y lo que enun­
cia la proposición «cinco es un número» no tiene, por
tanto, el significado de «'cinco’ es un numeral».
La lógica tampoco tiene que ver en la logística for­
malizada más que con meros signos. Pero el estable­
cimiento de sus reglas descansa sobre un significado
propio de las constantes lógicas. Así, la tabla de las
funciones de verdad corresponde a los significados de
los signos conectivos («y», «o», etc.). Estos significados
pueden definirse o mediante ciertos conjuntos de va­
lores de verdad o pueden darse por supuestos como
originariamente dados para la fijación del tipo de las
funciones de verdad.
Pero todas estas objeciones se refieren a un punto
de vista ahora superado. Carnap ha vencido en sus
nuevas obras la unilateralidad de la consideración me­
ramente sintáctica y ha concedido todo su derecho a
la semántica. Él mismo ha señalado en un apéndice
de la Introduction to Semantics (p. 246 s.) las modifi­
caciones que experimenta con ella Die logische Syntax
der Sprache y ha abandonado la limitación de la filo­
sofía a la sintaxis del lenguaje de la ciencia.
Lo que Carnap ha aportado con su Logische Syntax
der Sprache puede caracterizarse con las palabras que
98
le dedicó en su reseña2* uno de los más eminentes
lógicos de la actualidad, Jorgensen: «Este nuevo libro
de Carnap forma parte sin duda de las publicaciones
más importantes de la literatura filosófica de nuestro
tiempo... Es probable que se le considere en el futuro
como uno de los hitos en el penoso camino de la ver­
dadera filosofía científica.»

29 Erkenntnis. vol. 4, p. 419. Kaila, «Rudolf Carnap. Logische


Syntax der Sprache», 1936 (Theoria, vol. II, p. 83 s.).

99
B. EL EMPIRISMO

I. EL SISTEMA DE CONSTITUCION DE LOS CON­


CEPTOS EMPIRICOS

Puede indicarse el significado de una palabra o, en


general, el de un signo definiéndolo con ayuda de pala­
bras (signos) cuyo significado está ya establecido. Este
es el modo corriente de determinar el significado me­
diante una definición. Pero los límites del proceso de
deñnición consisten en que en último término hay que
determinar también el significado de las palabras (sig­
nos) utilizadas en la definición, porque de lo contrario
nos moveríamos en un círculo de meras palabras (sig­
nos). Hay que relacionar las palabras (signos) con algo
distinto. Esto se realiza estableciendo la coordinación
de lo designado con el signo mediante la presentación
inmediata de lo designado, mediante una «definición
ostensiva». Lo que se muestra puede ser no sólo una
cosa o un proceso, sino también una situación, por
ejemplo, aquella en la que haya que utilizar «sí» o
«aquí» o «pero». Pero sólo puede mostrarse algo que
esté presente de modo inmediato. Por tanto, ha de ser
siempre, si no algo perceptible, sí algo dado en una
vivencia. Las palabras (signos) obtienen de este modo
por una parte un significado subjetivo, designan un
contenido cualitativo, y por otra un significado inter­
subjetivo para la comunicación, en cuanto designan
sólo la estructura de lo dado en la vivencia, tal como
se discutió anteriormente (pp. 51 s.).
101
Según esto, lo dado en la vivencia tiene que consti­
tuir el fundamento de la significación de todas las pa­
labras. Tenemos aquí uno de los puntos claves del em­
pirismo. Los sinificados han de descansar en última
instancia en una mostración de lo designado y, por
tanto, todos los significados tienen que acabar por
poder reducirse a lo vivencialmente dado como lo úni­
co que puede mostrarse. Y esto quiere decir que todos
los significados conceptuales pueden ser constituidos
sobre la base únicamente de lo vivencialmente dado.
Carnap emprendió en su libro Der logische Aufbau
der Welt, 1928, el intento, esbozado en líneas genera­
les, de tal constitución de los conceptos. Pero su sis­
tema de constitución de los conceptos no quiere ser
un sistema definitivo, sino sólo un proyecto; sólo ha
de «ilustrar a modo de ejemplo» la tarea de la cons­
trucción de tal sistema (p. 209). Ha de servir sobre
todo para la comprobación lógica de los métodos uti­
lizados para ella y ha de «mostrar la posibilidad ra­
dical de un sistema unitario de todos los objetos (con­
ceptos) científicos» (p. 209). Carnap ha intentado hacer
con los conceptos y concretamente con las clases capi­
tales de conceptos de toda la ciencia lo que se realiza
en la axiomática de un modo tan brillante con las
proposiciones de campos concretos: su deducción ló­
gica y, por consiguiente, su reducción a sus fundamen­
tos lógicos.
«Constituir» un concepto quiere decir establecer una
regla según la cual hayan de sustituirse todos los enun­
ciados que contienen este concepto por enunciados que
contengan otros conceptos. En esto consiste la «defi­
nición constitucional» de un concepto. No todos los con­
ceptos son definibles, sino sólo los conceptos de nivel
más alto. Los conceptos primitivos indefinibles que
constituyen su fundamento son los significados que
sólo pueden mostrarse en las vivencias. De acuerdo
con esto, todos los enunciados sobre objetos de orden
superior han de poder transformarse en enunciados
102
que ya no contengan más que los conceptos primitivos
y conceptos lógicos, esto -es, formales.
La constitución de los conceptos se realiza gradual­
mente, constituyendo conceptos ulteriores sobre la base
de los conceptos que se han constituido en primer
término a base de los conceptos primitivos, y otros en
virtud de éstos, etc. Una constitución de este tipo com­
pone los conceptos uno tras otro del mismo modo que
ellos se presuponen entre sí. Así, por ejemplo, «ace­
leración» se define con ayuda de los conceptos «incre­
mento de velocidad» y «tiempo»; y «velocidad» se de­
fine a su vez con ayuda de los conceptos «trayectoria»
y «tiempo». Ahora bien, Carnap determina qué con­
ceptos están presupuestos por otros, por los superio­
res, teniendo en cuenta qué conceptos son primarios
desde el punto de vista cognoscitivo. De este modo, la
gradación de los conceptos así constituidos está orde­
nada de acuerdo con su relación cognoscitiva. Para ello
han de investigarse las especies de conceptos en su
reducibilidad y ésta se obtiene en virtud de los cono­
cimientos científicos especiales del ámbito de objetos
correspondiente. «El sistema de constitución es una re­
construcción racional de toda la construcción de la
realidad que se efectúa en el conocimiento de modo
principalmente intuitivo» (p. 139). El objetivo es, por
tanto, una genealogía lógica de los conceptos a base de
lo dado en la vivencia.
Nadie puede adoptar como vivencialmente dado más
que lo que él mismo ha vivido, pues la valoración de
vivencias ajenas sólo puede realizarse en virtud de una
percepción propia de manifestaciones ajenas. La base
del sistema de constitución está formada, por tanto,
por el «psiquismo propio», esto es, por aquellos obje­
tos que sólo pertenecen a un sujeto y precisamente
como conscientes, sin que entre también lo incons­
ciente. Carnap ha designado esta fundamentación como
«solipsismo metódico». Esto se ha interpretado equi­
vocadamente en el sentido metafísico de que sólo se
103
aceptan como reales un sujeto y sus vivencias, aunque
él rechazó esto expresamente (p. 86). No quiere decir,
sin embargo, otra cosa que la limitación del funda­
mento a lo realmente vivido. Pero lo vivido no puede
ser caracterizado en modo alguno desde un principio
como «de mi psiquismo propio», es decir, como «psí­
quico* y como «mío», perteneciente a mi yo. Pues el yo
no pertenece al «estado de cosas primario de lo dado»
y el yo presupone la oposición del «tú» y de otros «yos*
y lo psíquico la oposición de lo físico. Por tanto, lo
vivencialmente dado, de lo que se parte, sólo puede
ser determinado como «del psiquismo propio» después
de la constitución de estos conceptos, o sea, sólo en
un nivel superior de la constitución. Esta caracteriza­
ción sólo se obtiene posteriormente, después de saber
en qué campo de objetos entra, dentro de este sistema.
En el origen es sencillamente lo dado de hecho, ni
«mío» ni «psíquico», sino algo completamente neutral.
Todos los conceptos mediante los cuales podría ser
determinado han de ser constituidos primeramente a
partir de aquí. Al construir un sistema de Constitución
de los conceptos ha de distinguirse claramente aquello
que es fundamento y aquello que es elaboración.
Lo que Camap toma por base como vivencialmente
dado no son elementos cualitativos discretos, elemen­
tos de sensación, como hacia el positivismo más re­
ciente (Mach, Ziehen). Pues estos elementos son sólo
el resultado de una abstracción llevada muy lejos, de
una reiterada construcción conceptual. Lo que se vive
son totalidades: percepciones, pensamientos, sentimien­
tos, tendencias, disposiciones, enlazados unos con otros
como un todo unitario, un «cual» específico en cada
caso. Lo originario es la corriente continua de viven­
cias, que cambia constantemente. Las «vivencias ele­
mentales» son unidades que no pueden descompo­
nerse.
Realizar un análisis consiste en buscar partes inte­
grantes en un complejo, en descomponerlo en elemen­
104
tos. No es posible un verdadero análisis de lo viven­
cialmente dado en partes integrantes, porque no está
compuesto de partes integrantes reales. Para su tra­
tamiento conceptual Carnap sigue otro camino, un ca­
mino propiamente sintético. En la corriente vivencial
pueden distinguirse posiciones y entre tales posiciones
pueden encontrarse relaciones, por ejemplo, la de que
una posición es semejante a otra en un aspecto deter­
minado. Todo lo que puede enunciarse sobre la corrien­
te vivencial es que en ella una posición se encuentra
en una determinada relación con otra. Lo que Carnap
designa como «vivencias elementales» no son elemen­
tos cualitativos en sentido psicológico; no son otra
cosa que miembros relaciónales de la corriente viven­
cial, puntuales y carentes de propiedades. No pueden
hacerse enunciados sobre las vivencias elementales más
que en lo relativo a sus relaciones entre sí, pero no por
su determinación cualitativa, ya que para esto habrían
de constituirse primeramente los conceptos. Las per­
cepciones visuales o auditivas no son partes integran­
tes de la corriente vivencial, sino que se segregan de
ella mediante las operaciones de puesta en relación y
comparación. No son nada originariamente dado, sino
que son extraídas mediante una relación de semejanza
con otras posiciones de la corriente vivencial, distin­
guiéndose dentro de ella del mismo modo que dentro
de un acorde de tres notas no puede aislarse un tono
más que por su semejanza con tonos únicos. Son un
resultado abstracto de la construcción conceptual, como
la altura del tono. En ellas se consignan solamente re­
laciones de semejanza entre posiciones de la corriente
vivencial. La base del sistema de constitución la for­
man, por lo tanto, no las clases primitivas de elemen­
tos, sino las relaciones primitivas sobre las que des­
cansa el orden de las vivencias. Los conceptos primi­
tivos indefinidos no representan a los elementos pri­
mitivos, sino a las relaciones primitivas. Los elementos
105
primitivos se constituyen más bien partiendo de las
relaciones primitivas, como miembros suyos.
Carnap cree —no puede afimarlo definitivamente
mientras no se haya realizado por completo el sistema
de constitución— que para su construcción basta una
única relación fundamental: la semejanza entre viven­
cias elementales; y puesto que se reconoce la seme­
janza comparando una vivencia elemental actual con
una anterior, o sea, con una vivencia recordada, es el
recuerdo de la semejanza el que constituye la relación
fundamental.
Mediante ella se constatan relaciones de parentesco
entre las vivencias elementales y en virtud de estas
relaciones se obtienen círculos de semejanza, que son
idénticos con las clases de las cualidades que funda­
mentan la semejanza de las posiciones entre sí. Estos
círculos de semejanza sustituyen conceptualmente a las
partes integrantes, las cuales se obtienen normalmente
por división. Conceptualmente proporcionan el mismo
resultado, funcionan como «cuasi-elementos» y este
procedimiento como «cuasi-análisis».
El «cuasi-análisis» consiste en la disposición de una
vivencia elemental en relaciones de parentesco en vir­
tud del recuerdo de semejanza, con lo que se conserva
indivisa la unidad de la vivencia. De este modo pueden
distinguirse «cuasi-elementos» en la vivencia elemental.
La relación entre las vivencias elementales es o bien
la de la igualdad parcial en un aspecto determinado
o bien la de la mera semejanza parcial. En el primer
caso, los círculos de semejanza se excluyen mutuamen­
te; en el segundo se superponen de diversas maneras.
En el primer caso, los círculos de semejanza mismos
constituyen cuasi-elementos; en el segundo caso, éstos
tienen que ser deducidos primeramente de los círculos
de semejanza, «como las clases parciales máximas que
no son divididas por la intersección de los círculos de
semejanza» (p. 101). De este modo se obtienen clases
de semejanza, luego relaciones entre tales clases, ulte-
106
nórmente clases de tales clases y clases de tales rela­
ciones y todavía clases y relaciones superiores de este
tipo. Así se obtienen ámbitos cada vez más reducidos
de coincidencia y de este modo se consigutn construc­
ciones conceptuales cada vez más especiales. Todos los
cuasi-elementos se han conseguido así mediante abs­
tracción. todas las determinaciones son construcción
lógica a partir de la totalidad vivencial.
El primer resultado del cuasi-análisis comparativo
son clases de vivencias elementales que tienen una se­
mejanza parcial entre sí, círculos de semejanza. De
ellos pueden aislarse clases parciales, las «clases de
cualidades», que representan cualidades sensoriales o
emotivas. Las clases de cualidades son semejantes entre
sí, si todo elemento de la una es parcialmente seme­
jante a todo elemento de la otra. Si entre dos clases
de cualidades hay una serie de cualidades que progre­
sa continuamente de una cualidad a otra semejante,
entonces las dos clases de cualidades pertenecen al
mismo ámbito sensorial (de las cualidades viáuales o
auditivas o calóricas o emotivas). La clase de las clases
de cualidades semejantes entre sí es una «clase sen­
sorial». Dentro de una clase sensorial se determina el
orden de las cualidades en lo que a su semejanza se
refiere mediante su relación de vecindad. Esta relación
tiene un número determinado de dimensiones, median­
te el cual puede caracterizarse el correspondiente cam­
po sensorial de modo puramente formal, sin ayuda del
contenido cualitativo. Para el sentido de la vista son
cinco, porque el color manifiesta tres dimensiones
(tono cromático, saturación y claridad) y dos dimensio­
nes el campo visual por razón de la extensión. Como
clases de clases de cualidades de un campo sensorial
pueden distinguirse finalmente los componentes de las
cualidades: cualidad en sentido más estricto, intensi­
dad, señal local en los sentidos cutáneos, componentes
de dirección de los sentimientos...
Por tanto, la construcción conceptual no parte aquí
107
de lo más especial, las sensaciones, como es corriente
tanto en psicología como en teoría del conocimiento,
ascendiendo desde aquí hacia lo que es cada vez más
general, las cualidades como clases de sensaciones, de
aquí a los campos sensoriales, etc., sino a la inversa:
primero se constituyen las clases más generales de cua-
si-elementos y sólo desde aquí se construyen las más
especiales: partiendo de las clases de las cualidades,
las clases de los campos sensoriales, y sólo desde és­
tas, las sensaciones. Una sensación es un «par ordenado
formado por una vivencia elemental y una clase cua­
litativa a la que la vivencia pertenece» (p. 130). Así los
colores, como lo más especial, sólo se constituyen muy
en último lugar. La posición del campo visual se cons­
tituye como una clase de clases de cualidades del sen­
tido de la vista y la posición de vecindad como una
clase de posiciones del campo visual. Partiendo de
aquí se constituye la igualdad de color de posiciones
vecinas como una relación de clases cualitativas del
sentido de la vista y solamente desde aquí los colores
como clases de igualdad de color. Este pesado rodeo
es necesario si se quiere tener claramente ante sí los
presupuestos lógicos de la definibilidad. Si no se quiere
dar por supuesto sencillamente el concepto de elemento
de sensación de Mach (por ejemplo, azul) como con­
cepto primitivo indefinible, porque es ya un producto
de la abstracción, se necesitan conceptos más generales
(el de color) para poder definirlo, y para la definición
de éstos, otros más generales (el de lo visible), hasta
que se llega finalmente a uno último, el más general
(el de corriente vivencial).
La ordenación bidimensional de las posiciones de
vecindad da como resultado el campo visual. Con ello
se establece una primera ordenación espacial, la del
campo visual. Del recuerdo de semejanza puede deri­
varse también una relación temporal de las vivencias
elementales, porque el miembro recordado está carac­
terizado como anterior frente al actual y partiendo de
108
aquí puede construirse una primera ordenación tem­
poral provisional —provisional porque todavía no ca­
rece de lagunas, ya que sólo puede ser completada pos­
teriormente mediante inferencias de regularidades.
Los conceptos de los objetos del psiquismo propio se
constituyen de este modo. Estas definiciones constitu­
cionales se ofrecen en una cuádruple exposición, en
cuatro «lenguajes»: primero, en el simbolismo logístico
para lograr precisión; en segundo lugar, en su traduc­
ción al lenguaje natural; tercero, en lenguaje realista,
como descripción de objetos conocidos, para lograr la
comprensión material y, mediante esto, para la com­
probación material; cuarto, como reglas de operación
para una construcción ficticia, mediante la cual se
indica la estructura formal de la constitución de los
objetos, que sirve para la comprobación de la correc­
ción formal de la constitución. La constitución de los
niveles superiores, los cuales se construyen sobre el
nivel del psiquismo propio, sólo se ofrece, por el con­
trarío, en un lenguaje, en el lenguaje natural, porque
ya no se lleva a cabo rigurosamente, sino que sólo se
esboza.
El primero de estos niveles superiores es el del mun­
do perceptivo. No se constituye primero como funda­
mento suyo el espacio visual subjetivo, sino que se
constituyen simultáneamente el espacio físico objetivo
de las cosas perceptibles y el tiempo objetivo. Al ha­
cerlo no interviene la cualidad específica de lo espacial
y de lo temporal; espacio y tiempo se constituyen con
ayuda de «puntos del mundo» (Weltpunkten) como su
orden tetradimensional. Un punto del mundo viene
dado por sus coordenadas (tres espaciales y una tem­
poral) como un grupo de números de cuatro miem­
bros. Los puntos del mundo con la misma coordenada
temporal son «simultáneos». Todos los puntos del mun­
do que son simultáneos entre sí constituyen una «clase
especial». Una «línea del mundo» es un «arco de cur­
va» continuo «del cual corresponde exactamente un
109
punto del mundo a cada valor de la coordenada tem­
poral» (p. 167). De este modo, esta ordenación espacio-
temporal es sólo una estructura de relaciones numéri­
cas (de las coordenadas).
A los puntos del mundo se les atribuyen colores
(como clases de cualidades visuales) y, mediante éstos,
se definen las «cosas visuales» como clases de puntos
del mundo con relaciones constantes de vecindad du­
rante un largo espacio de tiempo, dentro de un haz de
líneas del mundo. Del mismo modo, se atribuyen a los
puntos del mundo clases cualitativas del sentido del
tacto que concuerdan en la señal local y de aquí se ob­
tienen las cosas táctiles, y, de la combinación de ambas,
las cosas simultáneamente visuales y táctiles.
La cosa visual y táctil más importante es «mi cuer­
po». El cuerpo sólo consigue una superficie cerrada
mediante la atribución de cualidades táctiles junto a las
cualidades visuales (puntos cromáticos), porque una
gran parte del mismo no es visible y sólo puede per­
cibirse por el tacto. Sólo en virtud de su constitución
conceptual pueden constituirse completamente especia-
lizaciones ulteriores de los campos sensoriales y, en
virtud de ellos, las cosas del mundo perceptivo. Los
órganos de los sentidos pueden caracterizarse consti­
tucionalmente como partes del cuerpo y de este modo
pueden constituirse, a su vez, los restantes sentidos
(oído, olfato, gusto).
Las cualidades de los restantes sentidos pueden atri­
buirse del mismo modo que las cualidades visuales y
táctiles a los puntos del mundo, mediante lo cual se
completan las propiedades de las cosas perceptibles.
Pero las cualidades no se les atribuyen todas del mis­
mo modo. «Las cualidades de ciertos sentidos (por
ejemplo, del sentido estático, del sentido cinético, de
las sensaciones orgánicas) no pueden atribuirse apenas
o en modo alguno a determinadas líneas del mundo o
a determinados haces de las mismas, es decir, a las
cosas visuales. Sin embargo, no hay ninguna frontera
110
precisa entre cualidades sensoriales atribuíbles y no
atribuíbles» (p. 177), en el sentido de la antigua distin­
ción de cualidades primarias y secundarias. Del mismo
modo que el azúcar se califica de dulce porque provoca
tal sensación gustativa, puede llamarse también «ale­
gre» a una melodía, «dolorosa» a una carta, «escanda­
loso» a un hecho, porque mediante ellos se provocan
estos sentimientos. Sólo que debido al hecho de que
los sentimientos provocados por el mismo objeto va­
rían gradualmente de persona a persona con mayor
intensidad que la mayoría de las sensaciones y, por
tanto, sus atribuciones a un mismo objeto por parte
de diversas personas conducen a contradicciones, es
por lo que normalmente, pero no en el pensamiento
infantil ni en la lírica, se les adjudica al mundo interior
más bien que al mundo exterior.
Para completar el mundo perceptivo realiza Carnap
desarrollos de significado trascendental. Introduce pun­
tos cromáticos no vistos y puntos táctiles no toca­
dos, junto a los vistos y a los tocados, al atribuir a
ciertos puntos de su espacio numérico cualidades vi­
suales y táctiles, y efectúa en general una atribución
de cualidades sensoriales a los puntos de un ámbito
espacio-temporal que carezcan de atribuciones de este
tipo, por analogía con los puntos correspondientes de
otro ámbito espacio-temporal con el que aquél coin­
cide en un ámbito parcial mayor. Esto quiere decir en
lenguaje realista: si de una cosa percibida anterior­
mente vuelve a percibirse una parte espacial, pero no
la parte restante, se supone entonces que esta parte
de la cosa existe en el ámbito espacial no percibido,
parte que corresponde a la misma parte de la cosa an­
teriormente percibida —siempre que esto no esté con­
tradicho por otras conclusiones; y si vuelve a perci­
birse la mayor parte del curso temporal de un proceso
ya conocido, pero no la parte restante, se supone —en
ausencia de razones en contra— que el proceso se ha
desarrollado también de modo análogo en el tiempo
111
marginal no observado. El sentido de este modo de
proceder es claro: con él se constituyen al punto las
partes no percibidas de las cosas y de los procesos,
tales como las caras ocultas, lo interno, o los efectos
Estas atribuciones por analogía sirven para establecer
un postulado de la sustancialidad y un postulado de
la causalidad o a la inversa: «Las dos categorías de la
causalidad y de la substancialidad significan la aplica­
ción de la misma constitución analógica en distintos
sentidos de las coordenadas» (p. 180).
Mediante la atribución de cualidades sensoriales a
los puntos del espacio numérico tetradimensional se
constituye el mundo perceptivo —por sus conceptos—.
Eliminando las cualidades sensoriales y mediante la
atribución de números como magnitudes físicas de es­
tado, se obtiene el mundo físico. Con esta constitución
se crea un ámbito en el que pueden establecerse leyes
formulables matemáticamente, en virtud de las cuales
pueden deducirse unas determinaciones de otras dadas
y que es completamente intersubjetivo, mientras que
el mundo perceptivo no está libre de contradicción como
consecuencia de la variabilidad de persona a persona.
Pero entre el mundo físico y el perceptivo se da una
coordinación recíproca: biunívoca entre los puntos del
mundo físico y los del mundo perceptivo, multiforme
entre las cualidades y las magnitudes de estado, al co­
rresponder determinadas cualidades en un punto del
mundo a las magnitudes físicas de estado, mientras que,
por el contrario, a una cualidad determinada en un
punto del mundo sólo le corresponde una clase deter­
minada de magnitudes de estado.
El nivel de constitución siguiente en el orden de ele­
vación lo constituye el de la conciencia ajena. Dentro
del mundo preceptivo puede constituirse, sobre la base
de su coincidencia con la cosa «mi cuerpo», una clase
«otros hombres» como cosas físicas por su cuerpo.1

1 Cfr. las observaciones críticas de las pp. 119 s.

112
Además puede coordinarse a una clase de procesos
del psiquismo propio una clase de procesos físicamente
perceptibles de mi cuerpo, que frecuentemente se pre­
sentan simultáneamente con ellos, con lo que se cons­
tituye la «relación de expresión». Además puede consti­
tuirse también el concepto «manifestación significa­
tiva» en virtud de la relación de signo (si bien con
dificultades) y con ello el fundamento para la com­
prensión de los signos como comunicaciones por parte
de los otros. En virtud de estas constituciones se de­
fine constitucionalmente el concepto de psiquismo aje­
no. Son procesos del psiquismo propio que se conectan
al cuerpo de otro hombre, pues las vivencias de otro,
incluso si son muy distintas de las propias, sólo pue­
den ser construidas con cuasi-elementos de las viven­
cias propias, ya que los procesos expresivos de otro no
pueden interpretarse más que partiendo de lo que a
uno mismo le resulta conocido. Y la vida psíquica aje­
na sólo puede ser conocida a través de la mediación de
un cuerpo por el que se manifiesta. Esta atribución se
completa para series enteras de vivencias en virtud de
las leyes psicológicas estáticas y dinámicas que se han
encontrado en las vivencias propias, relativas a un mis­
mo suceso y a la sucesión de elementos vivenciales.
Tampoco en el caso de la constitución de la vida psí­
quica ajena «se abandona la base del psiquismo pro­
pio» (p. 194).
Partiendo dé las vivencias de un prójimo puede cons­
truirse un nuevo sistema de constitución, del mismo
modo que se ha realizado hasta aquí partiendo de las
vivencias propias: con ayuda de una relación primi­
tiva entre las vivencias ajenas «recuerdo de semejanza
(del prójimo)» y con las mismas formas y pasos de
constitución. Será el mundo del prójimo. Pero este
sistema de constitución es sólo un sistema parcial del
sistema de constitución propio, lo que se refleja en una
cierta analogía. Esto es posible porque ambos son sis­
temas inacabables. Esta es la razón de que para cada
113
objeto de vino de los sistemas pueda constituirse un
objeto correspondiente en el otro, «si este sistema está
construido con la suficiente amplitud» (p. 198). Esto
es una representación exacta de cómo con los mundos
interiores de los prójimos se construye conceptualmen­
te en una conciencia singular la idea de un mundo
exterior objetivo.
Entre el sistema total y el sistema parcial ajeno que
forma parte de él, esto es, entre mi mundo y el de
un prójimo, existe una analogía muy amplia, pero en
modo alguno completa. A los conceptos constituidos
originariamente —psiquismo propio, cosas perceptivas,
mundo físico espacio-temporal, psiquismo ajeno— les
corresponden generalmente los mismos conceptos en
el nuevo sistema de constitución. Pero en casos concre­
tos resultan distintos. La cosa física «mi cuerpo» no
es en abosluto la misma en el sistema de constitución
de un prójimo determinado, como vivida por él, que
la cosa «cuerpo del prójimo NN» en el sistema de
constitución total. También otras cosas «comunes», esto
es, mutuamente correspondientes en ambos sistemas
de construcción, diñeren parcialmente entre sí, por en­
contrarse con el cuerpo del prójimo en una relación
distinta que con mi cuerpo. Pero entre el mundo físico
en el sistema total y los mundos físicos de cada sis­
tema parcial ajeno puede establecerse una coordinación
biunívoca: entre los puntos del mundo coordenados
entre sí se dan las mismas relaciones espacio-tempo-
rales y también las mismas relaciones cualitativas, esto
último de modo mediato, como consecuencia de. la atri­
bución. Con ello está dada una coordinación intersub­
jetiva. La clase de los objetos coordinados intersubje­
tivamente entre sí puede definirse como «el mismo»
objeto, tal como es experimentado y conocido por mí
y por los otros. La intersubjetividad concierne en pri­
mer término sólo a los distintos mundos físicos. Pero
puede establecerse también más allá de ellos, en el
campo de lo psíquico. El psiquismo ajeno, lo que se
114
atribuye en el sistema total al cuerpo de un prójimo
determinado, corresponde al psiquismo ajeno que se
atribuye en los sistemas parciales a los cuerpos aná­
logos.
Completando las posiciones vacías de los distintos
sistemas de constitución a base de atribuciones hechas
en otros sistemas, se hace posible una coordinación
universal, biunívoca general, intersubjetiva, entre los
sistemas de constitución, se constituye un mundo inter­
subjetivo. En consecuencia, las propiedades de los ob­
jetos intersubjetivos, que coinciden en todos los siste­
mas de constitución, y los enunciados sobre ellos
pueden transmitirse intersubjetivamente; por el contra­
rio, las propiedades que se dan sólo en sistemas de
constitución aislados y los enunciados sobre ellas son
subjetivos.
El siguiente nivel superior de constitución, el últi­
mo, lo representan los conceptos de lo espiritual o de
los objetos culturales. Carnap se limita aquí a mostrar
con ejemplos la posibilidad de su constitución, sin
exponer la forma exacta de la misma. Los objetos
espirituales se constituyen a base de los físicos. Esto
no es ningún psicologismo, ya que los objetos de un
nivel lógico superior constituyen una nueva esfera de
objetos. Objetos espirituales primarios son aquellos
que no presuponen ya objetos espirituales para su cons-,
titución. Se constituyen «a base de aquellos procesos
psíquicos en los que se presentan», a base de sus «ma­
nifestaciones», como, por ejemplo, el saludo por el
levantamiento del sombrero. Los objetos espirituales
restantes, los superiores, los de la sociedad, de la eco­
nomía, del derecho, etc., han de constituirse sobre la
base de los primarios. Por el contrario, los valores no
se constituyen en virtud de los objetos espirituales o
del psiquismo ajeno, sino partiendo de vivencias psí­
quicas valorativas propias, de modo semejante a como
se constituyen las cosas físicas partiendo de vivencias
perceptivas. Tales vivencias valorativas son las de de­
115
ber, de responsabilidad, de la conciencia, del sentimien­
to, etc. En el caso de los valores, como en el de las
cosas, no hay tampoco psicologismo.
Finalmente se constituye también el concepto de la
realidad empírica, a diferencia de la metafísica. La
realidad metafísica, una existencia independiente de la
conciencia, no es constituíble. Las características de la
realidad empírica frente a lo irreal (sueño, poesía)
consisten en que todo objeto real tiene una posición
en el orden temporal, en que es intersubjetivo o al
menos da ocasión inmediata para la constitución de
un objeto de este tipo y en que pertenece a un sistema
regular amplio. Así, las cosas físicas son reales «cuando
están constituidas como clases de puntos físicos que
se encuentran en haces conexos de líneas del mundo
y están incardinadas en el sistema tetradimensional
total del mundo físico espacio-temporal» (p. 237). Y
los objetos psíquicos son reales cuando están incardi-
nados en el sistema psíquico de un sujeto. Con ello se
constituye la diferencia entre realidad e irrealidad en­
teramente sobre la base del psiquismo propio, sin que
haya que dar por supuesto para ello la trascendencia.
Del conocimiento de la construcción de los concep­
tos resultan varias explicaciones filosóficas.
Así, en primer lugar, se hace claro en qué consiste
la diferencia entre lo ittdividual y lo general. Puesto que
todos los conceptos se constituyen como clases o rela­
ciones de vivencias elementales, no hay ningún con­
cepto propiamente individual, sino sólo conceptos ge­
nerales. La individualización de los objetos se realiza
más bien determinándoles temporalmente y a veces
también espacialmente, esto es, incorporándolos a un
orden temporal y, eventualmente, espacial. Lo que se
halla en otras ordenaciones es, por el contrario, un
objeto general. La diversidad de las ordenaciones tem­
poral y espacial respecto de las restantes ordenaciones
radica en que hay dos tipos distintos de relaciones
entre clases de cualidades —como, por ejemplo, en el
116
caso del sentido de la vista, tener la misma posición
o tener el mismo color—. La ordenación del campo
visual descansa sobre la primera y con ello, indirec­
tamente, también la ordenación espacial. Sobre la se­
gunda descansa la ordenación cualitativa de los colores
en el cuerpo coloreado. En lo que el primer tipo de
relaciones aventaja a los demás es en la propiedad
lógico-formal de que clases distintas de cualidades si­
tuadas en la misma posición no pueden pertenecer nun­
ca a la misma vivencia elemental, pero sí pueden ha­
cerlo las del mismo color. Este es el último funda­
mento de la individualización.
Entonces puede formularse con precisión el concepto
de la identidad lógica. Resulta de la pregunta sobre
«cuándo dos designaciones distintas designan el mismo
objeto». El criterio para ello consiste en su sustituibi-
lidad: cuando al insertar tanto una como otra de am­
bas designaciones en una función proposicional se ob­
tiene una proposición verdadera. Pero en la mayoría
de los enunciados de identidad la designación de «el
mismo» no se refiere al objeto nombrado (por ejem­
plo, esta mariposa) como individual, sino a su especie
(esta especie de mariposa), o sea, a un objeto de nivel
superior. Comprendida en este sentido, sí se da iden­
tidad en sentido estricto, tal como se la acaba de defi­
nir. Si, por el contrario, la identidad se refiere al objeto
como singular, entonces no es propiamente identidad,
sino que son solamente relaciones de igualdad (coinci­
dencia en cualquier propiedad, continuidad u ordena­
ción intersubjetiva). Es sólo una identidad impropia.
Mediante la separación del lado lógico y el metafí-
sico, el dualismo de lo físico y lo psíquico y la relación
psico-física reciben una versión carente de problemati-
cidad. Al no ser propiamente las especies de objetos
constituidos más que formas distintas de ordenación
del mismo tipo unitario de cuasi-elementos de la co­
rriente vivencial, las dos especies objetivas de lo físico
y lo psíquico no son las únicas formas de ordenación,
117
sino que junto a ellas se hallan otras: los objetos bio­
lógicos, los espirituales, los valores. Dentro del sistema
de constitución no hay, por tanto, un dualismo, sino
un pluralismo de especies de objetos constituidas.
Respecto de la relación de dependencia entre lo fí­
sico y lo psíquico, Camap toma por base la hipótesis
del paralelismo: a todo proceso psíquico le está coor­
dinado de modo regular un' proceso fisiológico simul­
táneo en el sistema nervioso central. Esto quiere decir
desde el punto de vista constitucional: dos series de
cuasi-elementos de una sucesión de vivencias (las ob­
servaciones en las que se constata esta relación) mar­
chan paralelas. Pero tal decurso paralelo de cuasi-ele­
mentos no se da únicamente en el caso de lo físico y
lo psíquico, sino también en varias otras series de ele­
mentos; por ejemplo, «si un cuerpo tiene una configu­
ración visual determinada, tiene también simultánea­
mente una configuración táctil análoga» (p. 234). El
decurso paralelo de lo físico y lo psíquico no se dis­
tingue fundamentalmente de estos otros y no es más
problemático que ellos. La cuestión de cómo se rea­
liza tal paralelismo, de cómo ha de explicarse, puede
plantearse del mismo modo para todos ellos. Pero ya
no cae dentro del campo de la ciencia, sino en el de la
metafísica, donde se la contesta mediante suposiciones
de realidad. La ciencia sólo puede comprobar el decurso
paralelo de las series de elementos en general.
Este sistema de constitución de los conceptos es sólo
un intento, un primer esbozo, cosa que el autor pone
de relieve expresamente y que solamente resulta com­
prensible por la magnitud de la tarea. Pero con ello
se ha empezado realmente la tarea fundamental de ex­
plicar los fundamentos y el modo de proceder en la
definición de los conceptos. La reducción de todos los
conceptos a la percepción interna y externa,' a las im­
presiones inmediatas, es un postulado antiguo. Locke
y Hume le afirmaron y sirve de base a su teoría del
conocimiento. Pero esta reducción no se emprendió nun­
118
ca de hecho. Carnap ha llevado a cabo realmente el te­
merario intento, al esforzarse por mostrar en sus líneas
fundamentales la construcción definitoria, al menos de
los conceptos fundamentales, sobre la base exclusiva de
las vivencias. Lo ha hecho con una claridad y minu­
ciosidad sobresalientes y que dan un significado funda­
mental a su intento, a pesar de su carácter incompleto.
Es indudable que no merece un juicio tan despectivo
como el que le dedicó Gerh. Lehmann en su Deutsche
Philosophie der Gegenwart, 1943 (p. 299): «La ingenui­
dad de la pretensión de constituir el mundo con tales
medios (insuficientes) es evidente para todo el mundo.»
Kaila hizo una crítica aguda, sistemática y radical de
la teoría de la constitución34, de la que Carnap mismo
dice*: «Un escrito como el presente, que ha conside­
rado a fondo y ha examinado la conexión de los pro­
blemas, constituye una valiosa incitación para nosotros
por su crítica penetrante y comprensiva», en oposición
a otras críticas de las que Kaila dice justamente (p. 29):
«No merece la pena entrar en objeciones hechas a la
ligera, tales como las planteadas por Króner» *. Kaila
considera como la falta fundamental de la teoría de
Carnap el hecho de que la constitución de los concep­
tos se realiza demasiado pronto, desde el punto de
vista gnoseológico, cuando le faltan todavía los pre­
supuestos necesarios para ello. Su base la constituyen
los cortes transversales en la corriente de vivencias,
que Carnap concibe como totalidades cualitativas sin
variedad ni articulación interna, para no pensarlas
compuestas de elementos psíquicos como en la anti­
gua psicología del mosaico. Sin embargo, con ello se
encuentra en contradicción con la moderna psicología
de la configuración (.Gestaltspsychotogie), que ha pues­

3 «Der logistische Neupositivismus», 1930 (Atinóles Universi-


tatis Aboensis, Ser. B, tom. XIII).
1 Erkenntnis, vol. 2, p. 77.
4 Die Anarchie der philosophischen Systeme, 1929, p. 289 s.

119
to de manifiesto que lo vivencialmente dado está con­
figurado, articulado, estructurado. Si todas las deter­
minaciones de lo vivencialmente dado sólo pueden
tener Júgar en virtud de las constituciones conceptua­
les, toda la diversidad interna de lo mismo sólo puede
resultar mediante su elaboración conceptual. Falta en­
tonces en lo vivido la variedad interna en la que pue­
dan constatarse las relaciones de semejanza en general.
Entonces sólo pude haber semejanzas entre las totali­
dades vivenciales en conjunto, pero no habrá ninguna
semejanza ni ninguna diversidad dentro de ellas a las
que puedan aplicarse la puesta en relación y la com­
paración del cuasi-análisis. Que en lo vivencialmente
dado se dé una variedad interna analizable, es algo que
constituye un presupuesto necesario para ello y la cons­
titución conceptual mediante cuasi-análisis sólo puede
asentarse sobre un nivel más elevado.
Así, la vivencia del tiempo no puede ser constituida,
teniendo que darse ya por supuesta su división en pre­
sente, pasado y futuro. Según Kaila, también la direc­
ción de una relación, esto es, el hecho de que .sus miem­
bros no sean intercambiables sin más, descansa en la
dirección vivida del tiempo. En su réplica a la crítica
de Kaila*, debilita Camap esta objeción señalando que
no se trata realmente de una dirección de una relación,
sino sólo de su designación, de que tenga que ser cog­
noscible la diferencia de los signos y su posición re­
cíproca.
Tampoco el espacio de la percepción (o de la repre­
sentación) puede constituirse cuasi-analíticamente, pues
es ilimitado, no por no tener ningún borde, sino porque
todo punto en él tiene una zona circundante tridimen­
sional continua. Pero, como fundamento de la consti­
tución, sólo se dispone de un número limitado de posi­
ciones distinguibles con carácter espacial; por tanto,
toda espacialidad constituida tiene que tener un borde;5

5 Erkenntnis, vol. 2, pp. 75-77.

120
tiene que tener un comienzo y un fin. Si se toma como
base un protocolo concluso de vivencias, no pueden
constituirse a partir de él sistemas susceptibles de am­
pliación ilimitada, como el espacio y el tiempo, ni
tampoco toda la realidad. Carnap hace notar frente a
esta objeción que de un número finito de elementos
puede constituirse perfectamente un conjunto infinito;
así, de las diez cifras, la serie infinita de los signos
numéricos.
Kaila sigue objetando: existe una diferencia funda­
mental entre diversidades «reales», como el espacio y
el tiempo, y diversidades «ideales», como los colores,
diferencia que Carnap ha pasado por alto. Un color
como posición en el orden del cuerpo cromático es sólo
una clase; por el contrario, una posición en el campo
visual, en el orden espacio-temporal en general, no es
una clase, sino algo individual. Pero Carnap constituye
también la posición en el campo visual como una clase
parcial de una clase de vivencias elementales. De acuer­
do con su teoría de la constitución, toda diversidad es
sólo una abstracción conceptual de la corriente viven­
cia!; consiste sólo en clases de semejanzas dentro de
ella y sólo se dan las diferencias formales de ordena-
bilidad de las clases, en clases de clases, clases de re­
laciones, relaciones entre clases, etc. Pero, como conse­
cuencia, el sistema de constitución no puede poner de
manifiesto otra cosa que relaciones de las semejanzas
dentro de mi corriente vivencial; no puede obtenerse
nunca nada nuevo, todo se limita a ser una ordenación
y reordenación cada vez más complicada de los mis­
mos elementos primitivos. Con ello no puede superarse
nunca el ámbito de las vivencias propias transcurridas.
De aquí resultan «consecuencias catastróficas». En
modo alguno son posibles en él enunciados sobre la
vida psíquica ajena en el sentido usual, pues éstos
tampoco pueden contener más que relaciones entre
mis vivencias; todo lo demás es sólo contenido imagi­
nativo científicamente inexpresable. Los enunciados so­
121
bre el psiquismo ajeno son equivalentes a enunciados
sobre sus síntomas expresivos corporales, que se cons­
tituyen en el nivel de lo físico partiendo de mi co­
rriente vivencial. Y las predicciones sobre lo futuro no
pueden ser más que enunciados sobre lo pasado, pues
el concepto de futuro ha de constituirse también pri­
meramente a partir de las vivencias, no estando dado
originariamente en ellas. Con ello se vuelven carentes
de objeto todas las generalizaciones inductivas hechas
sobre el futuro desde el pasado. «Con esto se alcanza
de hecho el fin de toda filosofía» (p. 53).
Pero esta profunda crítica se une a la suma aproba­
ción: «Incluso el esbozo existente hasta la fecha del
sistema de constitución representa un resultado admi­
rable caracterizado por la máxima precisión abstracta
y una hermosa pureza lógica» (p. 29).
Camap admite en su contestación {loe. cit.) que que­
dan abiertas todas las cuestiones de contenido y psico­
lógicas, y, en consecuencia, la de si las vivencias son
unidades indivisibles o manifiestan una diversidad in­
terna primaria, y, como consecuencia de esto, también
la de si ha de aplicarse el cuasi-análisis y en qué nivel.
Concede también que la diferencia entre una ordena­
ción ideal y una real es una cuestión abierta, por de­
pender igualmente de la diversidad interna de las vi­
vencias.
Weinberg sometió también Die logische Aufbau der
Welt de Camap a una crítica radical concebida con
mucha claridad ®, la cual conduce igualmente a la ex­
posición de «consecuencias catastróñcas». Consisten en
que no puede justificarse un mundo físico que sea
independiente de la experiencia propia, en que los enun­
ciados sobre las vivencias ajenas carecen de significado
y en que la comunicación y con ello la intersubjetivi­
dad son imposibles. Si sólo son significativos los enun-•

• An Examination of Logical Positivista, 1936, pp. 200-226.


(Trad. esp., pp. 276-296.)

122
ciados que tratan de mis vivencias, las afirmaciones
sobre entidades físicas inferidas no pueden ser signi­
ficativas, ni tampoco los enunciados sobre las vivencias
del prójimo. En su lugar, pueden enunciarse los tipos
del comportamiento exterior de otro. Estos son equi­
valentes lógicamente con aquéllos y, por tanto, pue­
den sustituirlos lógicamente. Si al hacerlo se piensa
en las vivencias ajenas al modo como se piensa en las
propias, esto no pueden ser más que imágenes conco­
mitantes sin relevancia. Los enunciados de otro hombre
no pueden concebirse tampoco más que como hechos
externos de su comportamiento, pero no como símbolos
utilizados por otro (p. 219). En consecuencia, es com­
pletamente imposible una comunicación por parte de
los otros hombres y, por tanto, no hay tampoco inter­
subjetividad (p. 222). (Trad. esp., pp. 294 y 295.)
Al juzgar Die logische Aufbau der Wclt de Carnap
no hay que perder de vista que en todo el sistema de
constitución sólo se trata de definiciones de conceptos.
Carnap dice expresamente en el prólogo (p. II, III):
«Aquí se trata... de la cuestión de la reducción de unos
conocimientos a otros» y «que la respuesta a la cues­
tión de la reducción conduce a un sistema reductivo
unitario, en forma de árbol genealógico de los con­
ceptos manejados en la ciencia, sistema que sólo ne­
cesita pocos conceptos primitivos.»
Las deñniciones no han de contener en último tér­
mino más que relaciones entre las vivencias de una
corriente vivencial determinada («la mía»). Este es el
sentido y la finalidad de todo el sistema de constitu­
ción. Los objetos conceptuales constituidos de este
modo son solamente formas de las disposiciones de
estas vivencias y sus designaciones no son más que
abreviaturas de ello. Saber si además designan algo
existente en sí «es una cuestión de la metafísica que
no tiene cabida dentro de la ciencia» (p. 220).
Ahora bien, el sistema de constitución de Carnap no
ha explicado en modo alguno si todos los conceptos
123
de la ciencia pueden ser constituidos mediante una
mera reorganización de las vivencias o cuáles de ellos
pueden serlo, pues él realizó la constitución de modo
riguroso sólo respecto de los conceptos del psiquismo
propio. Que éstos han de construirse únicamente en
virtud de lo vivido, es algo que está fuera de duda desde
un principio. Pero para todos los niveles superiores de
la construcción conceptual la constitución no se reali­
za de modo completo y, por tanto, no se alega nin-*
guna prueba concluyente de que hayan de descompo­
nerse únicamente en relaciones de vivencias.
El sistema de constitución de Carnap ha de cumplir
dos exigencias: ha de proporcionar una reconstrucción
racional de la construcción conceptual que se da real­
mente en la ciencia y en la que se construye el mundo;
y no ha de utilizar para ello más que relaciones de vi­
vencias. Para conseguir esto último se sirve de la equi­
valencia lógica. Dos proposiciones son lógicamente
equivalentes cuando ambas tienen el mismo valor de
verdad, esto es, cuando son siempre las dos verdade­
ras o las dos falsas. Sólo se tiene en cuenta su valor
de verdad, pudiendo ser su significado completamente
distinto. Pero, desde este punto de vista, no pueden defi­
nirse conceptos mediante relaciones de vivencias más
que cuando estas definiciones son lógicamente equiva­
lentes a los otros modos de definición. Esto parece po­
sible porque uno tiene que poder conectar de algún
modo el contenido conceptual con vivencias, si con él
han de ser posibles enunciados decidibles sobre el
mundo. Por tanto, pueden utilizarse en su fijación de-
finitoria estos criterios suyos de la experiencia. Pero
resulta claro que de este modo no pueden constituirse
los conceptos más que en el sentido de que contengan
meras reorganizaciones de vivencias. Por esta via no es
constituible otro sentido con el que pudiesen ser equi­
valentes estas definiciones; aquél se convierte en una
mera «imagen concomitante», que es lógicamente irre­
levante, y queda fuera de la consideración lógica. Pero
124
en el concepto del psiquismo ajeno, de lo futuro y de lo
inconsciente, se pone de manifiesto que hay conceptos
con este sentido distinto, que contribuyen a la cons­
trucción del mundo. Sólo pueden construirse conceptos
de objetos «que no se presenten inmediatamente en las
vivencias» (p. 180) en la medida en que contengan
meras reorganizaciones de cuasi-elementos de viven­
cias. En el sistema de constitución de Carnap se pierde
necesariamente cualquier otro sentido. La base solip-
sista no es demasiado esencial para ello. Incluso si se
toman por base varias comentes de vivencias, no pue­
den deñnirse conceptos de lo extraconsciente, aunque
sí el psiquismo ajeno.
Tratándose en todo el sistema de constitución sólo
de construcción conceptual, o sea de definiciones, los
enunciados existenciales no tienen lugar alguno en él,
lo que tiene como consecuencia:
Las atribuciones de cualidades sensoriales a los pun­
tos del mundo no percibidos superan completamente
el marco de una definición constitucional. La afirma­
ción «de que en la parte de espacio no observada...
existe una parte análoga de la cosa» (p. 180) es, sin
embargo, un enunciado existencia!, o sea, algo comple­
tamente distinto de una definición. Es una extrapola­
ción, no una mera «reorganización de los objetos inme­
diatamente presentes» (p. 176), en lo que únicamente
pueden consistir estas constituciones de conceptos. Sa­
ber si algo definido existe, es cosa que tiene que ser
siempre expresamente probada, pero tal demostración
estaría aquí fuera de lugar, ya que no es asunto de
una constitución conceptual. En ella no se trata en
modo alguno de una realidad. Lo mismo sucede con
la atribución de objetos inconscientes, que se consti­
tuyen a base de los conscientes como «elementos ge­
nerales de las vivencias» (clases cualitativas, compo­
nentes de cualidades, configuraciones más complejas
de éstas) y que se atribuyen de modo especial, análo­
gamente a los puntos cromáticos no vistos, a puntos
125
temporales (no a puntos del mundo en general). Con
esto tampoco puede constituirse el concepto de lo in­
consciente, pero, en todo caso, con ello no puede com­
pletarse mi consciencia con la finalidad de poder esta­
blecer así en el ámbito total del psiquismo propio una
regularidad más completa, si bien no universal, que
en el ámbito parcial de lo consciente.
Es igualmente indudable que el psiquismo ajeno no
puede ser otra cosa que un concepto obtenido mediante
una mera «reorganización de mis vivencias»' (p. 193),
pero que sólo es tal mientras se considera su definición
constitucional, pero no como enunciado existencial.
También para el mundo intersubjetivo vale lo mismo
que para los niveles de constitución particulares: to­
das «estas constituciones no consisten en la inferencia
hipotética ni en una posición ficticia de lo no dado,
sino en una reorganización de lo dado» (p. 200). Com­
pletar lo vivido está en contradicción con la condición
de la mera reorganización y, por tanto, es ilícito.
Un sistema de constitución de los conceptos no tiene
que hacer enunciado alguno sobre el mundo, ni sobre
la vida psíquica ajena ni sobre el futuro, sino que sim­
plemente tiene que construir conceptos. Pero puesto
que todos los conceptos del sistema de Carnap sólo
pueden ser reorganizaciones de cuasi-elementos de la
propia corriente vivencial, con estos conceptos, y por
falta de otros, no pueden hacerse tampoco enunciados
en sentido usual. Sin embargo, la teoría de la consti­
tución de Carnap tiene el mérito no despreciable de
que de ella resultan con toda claridad las consecuencias
y la limitación de una construcción de los conceptos
que sea puramente inmanente a las vivencias.
Ha sido esta obra la que se ha tenido en cuenta ex­
clusivamente, o al menos en primera línea, en los in-*

* «Por tanto, toda la serie de vivencias de otro hombre no


consiste en otra cosa que en una reorganización de mis viven­
cias y de sus partes integrantes.» (D. log. Aufbau d. Welt, p. 186.)

126
formes de las historias de la filosofía sobre el Círculo
de Viena. No se ha tenido conocimiento de las numero­
sas publicaciones salidas posteriormente del Círculo
de Viena. Sin embargo, esta obra está ya superada en
parte. El mismo Carnap efectuó en su estudio «Testa-
bility and Meaning»*, importante en tantos aspectos,
una corrección fundamental.
Hay conceptos como los de visible o soluble, concep­
tos de propiedades de disposición, cuya definición en
la forma del sistema de constitución tropieza con difi­
cultades. Una propiedad de este tipo consiste en una
disposición para una reacción en condiciones deter­
minadas. Por tanto, una propiedad de disposición no
puede observarse directamente —no puede verse la
solubilidad de una sustancia—, pero, sin embargo, sólo
puede comprobarse mediante observaciones. Una sus­
tancia es soluble cuando puesta en un líquido adecua­
do se disuelve. Mediante una proposición condicional
de este tipo, una implicación, que indica bajo qué cir­
cunstancias se da la correspondiente propiedad de dis­
posición, y una segunda implicación que indica cuándo
no se da —pudiendo estar ambas unidas en una sola
implicación—, puede reducirse el concepto de una pro­
piedad de disposición a vivencias.
Pero no puede definirse mediante esto. Mediante tal
par de proposiciones de reducción, o también mediante
una proposición reductiva doble, está determinado el
concepto de una propiedad de disposición sólo para
aquellos casos en los que se cumpla la condición de
verificación que se establece en la implicación. Pero en
aquellos casos en los que esta condición no se cumple,
la propiedad de disposición correspondiente no puede
ser ni atribuida ni negada. Cuando un objeto no ha sido
puesto nunca en el líquido correspondiente, no se pue­
de decidir sobre su solubilidad. Hay que buscar enton­
ces nuevas condiciones de verificación en una nueva

» Philosophy of Science, vol. 3, 4, 1936. 1937.

127
implicación con la que el concepto quede determinado
y sea posible una decisión, incluso en tales casos. Con
esta finalidad puede formularse, p. ej., la implicación
de que cuando de dos objetos de la misma sustancia
el uno ha dado pruebas de que es soluble, el otro ha
de considerarse también soluble, aunque no se halle
bajo la condición correspondiente. Pero de este modo
sólo se puede reducir cada vez más el ámbito de inde­
terminación, nunca eliminarlo completamente. En el
fondo sigue siendo siempre cuestionable si estas im­
plicaciones valen también para tipos de casos distintos
de aquellos para los que se encontraron. Por el con­
trario, una definición fija un concepto de una vez por
todas, para todos los casos. Si se quisiesen utilizar las
proposiciones reductivas como definiciones, se deter­
minarla con ello que fuesen válidas más allá del ám­
bito para el que fueron establecidas originariamente.
Estas implicaciones suelen ser leyes naturales descu­
biertas empíricamente y de aquí se deriva el que no
sean válidas para un nuevo tipo de casos. Habría que
abandonar entonces esta definición; por el contrario,
tomadas como meras proposiciones reductivas para su
ámbito empíricamente fijado, siguen siendo válidas y
sólo tienen que ser completadas mediante otras nuevas.
Sólo cuando están determinadas las condiciones de re­
acción para todos los casos puede construirse una de­
finición partiendo de las proposiciones reductivas, de
las implicaciones. Pero, en general, debido a la incom-
pletitud de las condiciones de verificación, cuando se
introduce un concepto como el de una propiedad de
disposición mediante proposiciones reductivas no es
posible sustituirlo por éstas y eliminarlo de este modo.
Por tanto, hay conceptos que son reducibles a relacio­
nes de vivencias, pero no son definibles mediante ellas.
Esto origina una corrección de radical importancia
en la concepción primitiva. El sistema de constitución
de Camap estaba sustentado por la concepción positi­
vista y empirista de que todo concepto empírico de la
128
ciencia ha de ser reducible a conceptos de relaciones
de vivencias y, en consecuencia, ha de ser también de­
finible mediante ellos. Su intención al elaborar el sis­
tema de constitución era precisamente ponerlo de ma­
nifiesto. Esta tesis experimenta ahora una limitación
fundamental. Se conserva la reductibilidad, pero tienen
que abandonarse la definibilidad ilimitada y, con ello,
la sustituibilidad mediante relaciones de vivencias.
Frente a esto, Kaila emprendió el intento* de resta­
blecer la definibilidad en toda su extensión. La impli­
cación, una relación si-entonces que realiza la reducción
de una propiedad de disposición a lo observable, no
puede utilizarse como definición de esta propiedad, ya
que se hace inaplicable cuando no se da en modo al­
guno la condición de reacción que ella indica. Por tan­
to, Kaila establece la exigencia adicional de que el an­
tecedente de esta relación si-entonces no ha de estar
vacío, que han de existir siempre observaciones efecti­
vas para poder enunciar tal propiedad. Pero esto no
es suficiente para solucionar completamente la dificul­
tad, pues sigue dándose todavía la circunstancia de que
las proposiciones reductivas no pueden indicarse de
ordinario todas completas, circunstancia que no se ven­
ce de este modo.
Los conceptos de las propiedades de las cosas y los
de las magnitudes físicas de estado son del mismo tipo
que los conceptos de disposición. El enunciado: la
cosa D se encuentra en el tiempo t en el lugar O, no
puede sustituirse por un enunciado si-entonces sobre
relaciones de vivencias del tipo de: si alguien está en
el tiempo t en el lugar O, tiene tales y tales percepcio­
nes. Pues lo que tendría que contarse como tales per­
cepciones no son sólo las percepciones visuales de todos
los aspectos posibles de la cosa y todas las percepciones
táctiles posibles de ella, sino también todas las percep­
ciones realizadas en virtud de comprobaciones indirec-

• «Wenn-so» (Theoria, vol. XI, 1945, p. 88 s.).

129
tas, mediante fotografías, etc. Incluso si el número de
estas percepciones posibles no es infinito, no pueden
indicarse todas completamente en una conyunción gi­
gantesca, ya que no pueden preverse de antemano todas
las posibilidades de percepción. Lo mismo sucede, por
ejemplo, respecto de la intensidad de una corriente
eléctrica. Puede determinarse por la desviación de una
aguja magnética o por el calentamiento de un conduc­
tor o por la cantidad de hidrógeno que separa del agua
y de otros varios modos. Cada uno de estos métodos de
medición puede describirse mediante un sinnúmero
de percepciones posibles y es evidente que está plena­
mente excluido indicar de modo completo las implica­
ciones: si se dan tales y tales circunstancias, entonces
se dan tales y tales percepciones. Sólo una conyunción
interminable de tales implicaciones es equivalente al
concepto de tal propiedad. Por tanto, es imposible de­
finir estos conceptos de propiedades mediante percep­
ciones, mediante relaciones de vivencias, es decir, sus­
tituirlos y eliminarlos mediante ellas. No todos los
conceptos pueden, pues, definirse de este modo y, por
tanto, es inevitable la introducción de conceptos me­
diante proposiciones inductivas.
De acuerdo con esto, en un lenguaje hay que distin­
guir tres tipos de signos: 1. Signos primarios que se
introducen sin ayuda de otros signos. 2. Signos intro­
ducidos indirectamente: a) Mediante definición, b) Me­
diante proposiciones reductivas. Pero la introducción
de conceptos mediante proposiciones reductivas es ne­
cesaria no para un grupo de conceptos pequeño y ca­
rente de importancia, sino precisamente para los que
son fundamentales para la ciencia. Con ello queda al
descubierto una situación de significación trascendental
que no ha sido valorada todavía suficientemente.

130
II. LOS FUNDAMENTOS DE LA VERIFICACION DE
LOS ENUNCIADOS EMPIRICOS

1. LOS ENUNCIADOS VERIFICADORES

Así como el Círculo de Viena tuvo siempre presente


como una tarea fundamental del empirismo la explica­
ción del contenido de los conceptos empíricos mediante
su reducción a lo vivencialmente dado, emprendió tam­
bién la otra tarea fundamental de explicar el contenido
y la validez de los enunciados empíricos mediante su
reducción a enunciados elementales. También aquí se
partió del Tractatus de Wittgenstein, cuya orientación
se siguió en principio. Wittgenstein tomó de los Prin­
cipia mathematica de Russell la división fundamental
de los enunciados en compuestos y simples, en propo­
siciones «moleculares» y «atómicas». Se define negati­
vamente una proposición atómica como una proposi­
ción singular que, a su vez, no contiene una proposición
como elemento suyo ni tampoco contiene los conceptos
«todos» o «algunos». Una proposición molecular es
igualmente una proposición singular, pero consta de
dos o más proposiciones atómicas. Tales proposiciones
compuestas tienen la forma de la conyunción o de la
disyunción o de la implicación o de la negación. Una
proposición negada es también una proposición com­
puesta, pues contiene dentro de ella a la proposición
que se niega.
Ahora bien, Wittgenstein aportó la idea nueva e im­
portante de que la verdad de las proposiciones com­
puestas depende únicamente de la verdad de las propo­
siciones simples, que son sus partes; es una «función
de verdad» de éstas. Como consecuencia, sólo importa
la verdad de las proposiciones simples, de las proposi-
131
dones atómicas, de las que ha de deducirse de modo
puramente lógico la verdad de las proposiciones com­
puestas.
La condición de verdad de los enunciados que tienen
la forma más sencilla puede formularse directamente:
son verdaderos cuando al objeto designado mediante
el nombre le corresponde efectivamente la propiedad
o relación designada mediante el predicado. Las condi­
ciones de verdad de las otras formas de enunciados, las
compuestas de elementos, se determinan indirectamen­
te. Wittgenstein mostró cómo se relaciona la verdad de
una conyunción, de una disyunción, de una implicación
y de una negación con la verdad y la falsedad de las
proposiciones singulares como consecuencia del signi­
ficado de «y», «o», «si», «no», de las «constantes lógi­
cas». En una conexión de dos enunciados, su verdad
y su falsedad pueden combinarse de cuatro maneras;
en el caso de n enunciados, de 2°. Es fácil ver que una
conyunción de dos enunciados es verdadera cuando son
verdaderos los dos enunciados singulares que se han
vinculado; si, por el contrario, uno de ambos o los dos
son falsos, la conyunción es también falsa. La disyun­
ción del «o» no exclusivo, a diferencia del «o ... o ...»,
sólo es en cambio falsa cuando los dos enunciados sin­
gulares son falsos. Del mismo modo, una implicación
es verdadera en tres casos y sólo es falsa cuando el
primer enunciado, el implicante, es verdadero y el se­
gundo, el implicado, es falso. Un enunciado negativo
es verdadero cuando el enunciado negado es falso, y
a la inversa. Pero, a la inversa, estas formas conectivas
pueden volverse a definir por el tipo de su función de
verdad, mediante la indicación de qué combinaciones
de las proposiciones singulares son verdaderas y cuáles
falsas. Así, p. ej., la disyunción de las proposiciones
p y q se determina diciendo que es verdadera cuando
ambas proposiciones o al menos una de ellas es ver­
dadera, y falsa sólo cuando ambas son falsas. No se
necesita entonces recurrir al significado de estas for-
132
mas conectivas, x con ello pueden determinarse las
constantes lógicas de un doble modo: o por su signi­
ficado, como las palabras, o por su función de verdad.
La verdad de un enunciado general es una función
de la verdad de todos los enunciados singulares que
caen bajo este enunciado general y que están determi­
nados por una condición de verdad directa. Por tanto,
un enunciado general tiene que poder formularse como
una conyunción de enunciados simples1.
Por tanto, la tarea siguiente y más importante era
investigar las proposiciones atómicas y caracterizarlas
por su forma lógica. Wittgenstein las identificó con las
proposiciones a las que llamó «proposiciones elemen­
tales a». Son éstas proposiciones que pueden ser com­
paradas inmediatamente con la realidad, es decir, con
lo dado en las vivencias. Tiene que haber tales propo­
siciones, ya que de lo contrario el lenguaje no tendría
relación con la realidad. Todos los enunciados que no
son ellos mismos proposiciones elementales tienen que
ser funciones de verdad de proposiciones elementales.
En consecuencia, todos los enunciados empíricos tie­
nen que poder reducirse a enunciados sobre lo viven-
cialmente dado, tienen que poder traducirse a ellos, si
ellos mismos no son ya enunciados de este tipo. Todos
los enunciados que no pueden ser reducidos de este
modo se consideran carentes de significado, ya que uno
no sabe entonces de qué se trata en ellos. La reduc­
ción se facilita mediante un árbol genealógico de los
conceptos, a través del cual se reducen a relaciones de
vivencias, tal como el que se esboza en el sistema

1 Véase posteriormente p. 137 s.


3 Pero Wright (Den logiska Empirismen, Helsingfors, 1943,
p. 56) ha expuesto con razón que «proposiciones atómicas» y
«proposiciones elementales» no son idénticas según sus defini­
ciones, pues la mayoria de las proposiciones atómicas expresan
varios hechos, ya que de cada una de ellas son derivables varias
proposiciones no analíticas, en lo que consiste precisamente su
contenido lógico.

133
de constitución de Carnap. Así se acoplan entre sí la
teoría empirista del significado, la de los conceptos
y la de los enunciados.
Partiendo de aquí, de que las proposiciones elemen­
tales o atómicas son enunciados sobre vivencias, en el
Círculo de Viena se creyó encontrarlas en las llamadas
«proposiciones protocolarias 5». Las proposiciones pro­
tocolarias deben describir los hechos cognoscibles más
sencillos, de tal modo que no se contenga en ellas
ninguna proposición conseguida mediante elaboración.
Por tanto, han de designar los contenidos inmediatos de
las vivencias. Pero sobre lo que no había claridad al­
guna era sobre qué proposiciones son las que respon­
den a tales exigencias. Se las considera como enun­
ciados sobre lo «dado». Pero el positivismo anterior veía
lo «dado» en cualidades sensoriales y sentimentales,
Carnap lo veía en vivencias totales con relaciones entre
ellas y Neurath partía de hechos materiales. Con ello
quedaban en la incertidumbre precisamente los funda­
mentos del conocimiento empírico. En primer término
se pensó en protocolos de vivencias, especialmente de
percepciones. En lugar de la forma subjetiva inicial

3 En el Circulo de Viena hubo una viva discusión sobre la


cuestión de las proposiciones protocolarias: Carnap, «Die phy-
sikalische Sprache ais Universalsprache der Wissenschaft» (Er-
kenntnis, vol. 2, 1931-32, p. 437 s.). En sentido contrario, Neu­
rath, «Protokollsatze» (Erkenntnis, vol. 3, 1932-33, p. 204 s.).
Carnap, «Über Protokollsatze» (Erkenntnis, vol. 3, p. 215 s.).
Zilsel, «Bemerkungen zur Wissenschaftslogik» (Erkenntnis, vol. 3,
p. 413 s.). Réplica de Carnap, ibíd., p. 177 s. Juhos, «Kritische
Bemerkungen zur Wissenschafts-Theorie des Physikalismus» (Er­
kenntnis, vol. 4, 1933-34, p. 397 s.). Se encuentra una exposición
sobre las teorías del Círculo de Viena acerca de las proposi­
ciones protocolarias en el trabajo de Petzall: «Zum Methoden-
problem der Erkenntnisforschung» (Goteborgs Hogskotas Ars-
skfrift, vol. 41, 1935). Este trabajo originó una discusión entre
Petzall y Neurath: «Physikalismus und Erkenntnisforschung»,
1936 (Theoria, vol. II, p. 97 s., 232 s., 359 s.). (El trabajo de
Neurath «Proposiciones protocolarias» está recogido en el vo­
lumen El positivismo lógico, citado anteriormente.)
134
con «yo», «ahora» y «aquí», Neurath promovió una
forma objetiva, conteniendo el nombre del que va a
hacer el protocolo e indicaciones espaciales y tempo­
rales y con un concepto perceptivo. Por ejemplo: «NN
percibió esto y esto en el tiempo t en el lugar O». Los
protocolos de las pruebas psicológicas proporcionan
ejemplos adecuados de ello. Aunque en los experimen­
tos biológicos o físicos no se establecen frases protoco­
larias de este tipo, se sabe sin embargo que pueden re­
construirse tales proposiciones protocolarias como sus
fundamentos últimos. «Si un investigador anota, por
ejemplo, 'en tales y tales circunstancias el indicador se
halla sobre 10,5', sabe que esto significa: 'dos rayas
negras coinciden’ y que las palabras ’en tales y tales
circunstancias...' se descomponen igualmente en deter­
minadas proposiciones protocolarias **».
Tales proposiciones protocolarias (enunciados percep­
tivos) se consideraron primeramente como absoluta­
mente válidas. Son «proposiciones que no necesitan
confirmación, sirviendo como fundamento para todas
las proposiciones restantes de la ciencia ’». Neurath
impugnó este carácter de la validez absoluta#. Las pro­
posiciones protocolarias pueden considerarse también
inválidas en caso necesarioT, pues nunca están libres
de elaboración, no son más originarias que otras pro­
posiciones empíricas, son tan hipotéticas como éstas
y, por tanto, son corregibles. Los enunciados no pue­
den compararse en modo alguno con lo dado, con vi­
vencias, con algo extralingüístico. Los enunciados sólo
pueden compararse con enunciados. Carnap se adhirió
también a esta opinión de Neurath. Las proposiciones

4 Schlick, «Das Fundament der Erkenntnis» (Erkenntnis.


vol. 4, 1934; Gesammelte Aufsdtze, p. 291). (Recogido en el vo­
lumen El positivismo lógico, citado anteriormente.)
* Carnap, Erkenntnis, vol. 2, p. 438.
• Erkenntnis, vol. 3, p. 209 s.
7 Como ya habia defendido Reininger para los enunciados
sobre vivencias (Metaphysik der Wirklichkeit, 1931, pp. 132-34).

135
protocolarías no tienen ningún rango privilegiado sobre
las otras proposiciones Ciertas proposiciones concre­
tas se toman como proposiciones protocolarías, esto
es, como puntos ríñales de la reducción. «No hay pro­
posiciones iniciales absolutas para la construcción de
la ciencia.»* Es cuestión de resolución, de decisión, el
saber dónde se quiere parar. Fue ésta una transforma­
ción decisiva en la concepción de las proposiciones pro­
tocolarías. Con ella volvió a alejarse un residuo de ab­
solutismo de la teoría del conocimiento.
Pero se estaba entonces ante una gran cuestión nue­
va. Si las proposiciones protocolarias ya no son absolu­
tamente seguras, sino que son corregibles, ¿cómo se
determina cuándo ha de abandonarse una proposición
protocolaría y cuándo no? Neurath formuló como cri­
terio para ello la coincidencia de las proposiciones em­
píricas entre sí. Pero esto abre el paso a la arbitrarie­
dad. Si una proposición protocolaria contradice al sis­
tema de las proposiciones admitidas hasta la fecha, se
puede o bien «tacharla» o bien aceptarla «y modificar
para ello el sistema de tal modo, que incrementado
con esta proposición siga estando libre de contradic­
ción ,0». Pero de esta manera puede conservarse cual­
quier sistema de proposiciones, tachando simplemente
las proposiciones protocolarías antagónicas. El experi­
mento de Michelson no hubiese dado ocasión entonces
a la formulación de una nueva teoría, la teoría de la
relatividad. Si se deja a la arbitrariedad el decidir si es
válida o no una proposición protocolaría incompatible,
se cae entonces en el convencionalismo y se abandona
el empirismo.
Aquí intervino Schlick con su estudio «Über das Fun-

• «Toda proposición del sistema lingüístico fisicalista puede


servir como proposición protocolaría en determinadas circuns­
tancias», dice Carnap: «Über Protokollsatze» (Erkeimlnis, vol. 3,
p. 224).
» Ibid.
10 Erkenntnis, vol. 3, p. 209.

136
dament der Erkenntnis11*. Coincidencia de las propo­
siciones empíricas entre sí significa ausencia de contra­
dicción, pero ésta sólo es suficiente en el caso de un
sistema puramente ideal, como la matemática; para el
conocimiento de hechos no puede tratarse simplemente
de ausencia de contradicción sin más, sino de ausencia
de contradicción con proposiciones perfectamente deter­
minadas, que no pueden elegirse libremente, ya que
están caracterizadas por no ser corregibles. Son los
enunciados sobre percepciones propias en el presente.
Pero estos enunciados no son las proposiciones proto­
colarias que se hallan al comienzo del conocimiento;
éstas son el origen del conocimiento, pero no su funda­
mento. Aquellos enunciados señalados son los que cons­
tituyen el término del conocimiento. Son los enuncia­
dos de observación que producen la verificación (o la
falsación).
La verificación se realiza al comprobar la coformidad
de un hecho predicho con uno observado. Del hecho
a verificar se deduce una consecuencia observable y
ésta se compara con el hecho a observar efectivamente.
Un cálculo astronómico arroja como resultado, por
ejemplo, que en tal y tal tiempo y en un telescopio
orientado de tal y tal forma se habrá de ver una estre­
lla. La observación practicada puede rezar entonces:
aquí coinciden ahora un punto claro y un punto oscuro
(la estrella con el centro de un retículo). El enunciado
de tal observación tiene siempre la forma: «aquí y
ahora asi y así», designando el «así y así» un dato vi-
vencial inmediatamente presente y no su interpretación
objetiva; p. ej., «aquí contiguo ahora negro y blanco»
o «aquí duele ahora». Estos enunciados de observación
están caracterizados porque las palabras demostrativas
«ahora», «aquí» y «esto» pertenecen esencialmente a su

11 Erkenntnis, vol. 4, 1934. Ges. Aufsatze, p. 290 s. Cfr. Come-


lius, «Zur Kritik der wissenschaftl. Grundbegriffe» (Erkenntnis,
vol. 2, 1931, p. 206 s.).

137
forma lógica. Mediante estas palabras no se designa
ningún contenido determinado, sino que refieren a una
cosa inmediatamente presente, actual. El significado de
una proposición de este tipo sólo puede comprenderse
siguiendo esta indicación y dirigiendo la atención a lo
mostrado. Pero como consecuencia, al comprender esta
proposición se conoce también si es verdadera, pues lo
que constituye su significado se halla inmediatamente
presente. Mientras que en los casos normales de veri­
ficación la comprensión del significado del enunciado y
la comprobación de su verdad son dos fases completa­
mente distintas, aquí están reunidas. Al conocer el sig­
nificado de tal enunciado, que Schlick llama una «cons­
tatación», se conoce simultáneamente su verdad. Esto
sólo sucede normalmente en el caso de las proposicio­
nes analíticas. También en éstas se sabe que son ver­
daderas tan pronto como se ha comprendido su signi­
ficado, porque su verdad ha de conocerse por la propo­
sición misma. Por el contrario, en el caso de las pro­
posiciones sintéticas, cuando se las ha comprendido no
se sabe todavía si son verdaderas o falsas. Esto sólo se
decide mediante la experiencia, mediante la compara­
ción con enunciados de observación. El hecho de que
al comprender una constatación se conozca ya también
su verdad es el que hace a un enunciado semejante
absolutamente verdadero y cierto, como una proposi­
ción analítica. Es definitivo e irrevocable y, por tanto,
el fundamento del conocimiento empírico I2.
Pero por muy aguda y tentadoramente que esté des­
arrollado este concepto de la constatación, no se ha
encontrado con él todavía una solución definitiva. Lleva
unida una insuficiencia de gravedad. Las constataciones

12 B. Juhos ha defendido y desarrollado la «constatación»:


«Negationsformen empirischer Sátze» (Erkenntnis, vol. 6, 1936,
p. 41 s.); «Empirische Sátze und logische Konstanten» (The
Journal of Vnified Science [ErkenntnisL vol. 8. p. 354 s.); «Princi­
pies of Logical Empiricism» (Mind, vol. 46); «Theorie empirischer
Sátze» (Archiv f. Rechts- u. Sozialphilosophie, vol. 37, 1945).

138
no pueden tener su validez absoluta más que en pre­
sencia de la vivencia que enuncian. No se las puede
utilizar- como enunciados duraderos, pues entonces se
vuelven falsas a consecuencia de las palabras demostra­
tivas «aquí», «ahora» y «esto» con su significado que
apunta al respectivo presente. Pero tampoco se las pue­
de formular como proposiciones protocolarias: «NN per­
cibió esto y esto en el tiempo í en el lugar O». Pues
entonces pierden su validez absoluta y se convierten en
hipótesis. Una constatación es algo completamente dis­
tinto de una proposición protocolaria. Esto se infiere
de que una proposición protocolaria incluye una consta­
tación, pues la proposición protocolaria anterior puede
formularse también así: «NN hizo en el tiempo t en el
lugar O tal y tal constatación». La proposición completa
no puede querer decir lo mismo que la proposición in­
cluida. Las constataciones dan ocasión para la consti­
tución de proposiciones protocolarias, pero a ellas mis­
mas no se las puede protocolizar. No son intersubje­
tivas, sino un monólogo. Y sólo tienen una validez mo­
mentánea. Por eso no puede utilizárselas como propo­
siciones iniciales y seguir construyendo sobre ellas. Sólo
pueden hallarse al fin y verificar. Esto no perjudicaría
su valor; pero las constataciones son enunciados que
no pueden fijarse en modo alguno, son enunciados me­
ramente momentáneos. «Una auténtica constatación no
puede escribirse, pues tan pronto como yo anoto las pa­
labras mostrativas ’aquí’, 'ahora', pierden su significa­
do 13». Tales enunciados no pueden utilizarse en modo
alguno en un sistema de proposiciones. Sólo pueden
dar ocasión para la construcción de otros enunciados,
que ya no podrán ser más que enunciados protocola­
rios hipotéticos.
La constatación de Schlick sufrió en seguida la críti­
ca en el Círculo de Viena. Neurath fue el primero que
se enfrentó críticamente con la constatación, con su

13 Schlick, Ges. Aufsatze, p. 309, 303.

139
oscuro carácter, con su certeza absoluta y su coinciden­
cia con la realidad u . En su importante libro Die Logik
der Forschung, 1935 14S, que ejerció un influjo decisivo
en el desarrollo intelectual del Círculo de Viena, plan­
teó Popper graves objeciones y expuso un nuevo punto
de vista. Popper opone a la concepción fundamental que
encontró su expresión en la doctrina de Wittgenstein
de las proposiciones elementales y en la de las propo­
siciones protocolarías del Círculo de Viena una concep­
ción completamente nueva. Las proposiciones sobre las
que ha de construirse la ciencia y a las que ha de re­
ducirse y que constituyen su significado propio no son
en modo alguno proposiciones singulares sobre viven­
cias.
Pues toda proposición científica supera ampliamente
lo que sabemos con seguridad en virtud de vivencias
inmediatas, ya que utiliza conceptos generales, univer­
sales. Estos no son reducibles a clases de vivencias, son
indefinibles y sólo están fijados por el uso lingüístico.
Popper niega radicalmente que haya en general concep­
tos constituibles, esto es, definibles empíricamente, o
sea, niega la teoría de la constitución, aunque sin expli­
cación más detallada. Por tanto, no es posible hacer un
enunciado que exprese realmente un dato vivencial de­
terminado en cuanto único, individual, por lo cual los
enunciados perceptivos no pueden pretender una po­
sición preferente. En consecuencia, todos los enuncia­
dos en general son hipótesis. Todo intento como el de
Schlick de fundamentar la ciencia mediante enunciados
de vivencias de convicción le parece psicologismo y que
está equivpcado de antemano. Las vivencias de convic­
ción, como la evidencia perceptiva, son algo meramen-

14 «Radikaler Physikalismus und "Wirkliche Welt’’» (Erkennt-


nis, vol. 4, 1934, p. 346 s.).
15 Schriften zur wissenschaftt. Weltauffassung, vol, 9. Tam­
bién Petzall criticó a Schlick: «Zura Methodenprobiem der Er-
kenntnisforschung» (Góteborgs Hógskolas Arsskrift, vol. 41, 1935,
p. 37 s.).

140
te psicológico, lo que efectivamente Schlick pone tam­
bién de relieve. Él describe como lo característico de
una constatación «un sentimiento de realización» de
nuestra expectativa y dice «que las constataciones o
proposiciones de observación han cumplido su ver­
dadera misión tan pronto como se ha producido en
nosotros esta satisfacción peculiar1*». La constatación
de Schlick es así más una mera vivencia que un enun­
ciado, algo más bien psicológico que lógico. La percep­
ción, la vivencia nos proporcionan ciertamente el co­
nocimiento de hechos, pero sólo psicológicamente con­
forme a su' origen; no pueden justificar su validez. La
verdad de los enunciados no puede garantizarse me­
diante vivencias, pues los enunciados científicos son
intersubjetivos y no pueden justificarse tampoco en su
validez más que por fundamentos intersubjetivos, no
por vivencias subjetivas.
Un enunciado dice más de lo que está dado de hecho
en una vivencia verificadora, pues para ello es siempre
necesario que la vivencia se produzca en determina­
das circunstancias. Unicamente un punto de luz en tal
y tal vecindad en un tiempo determinado y en un lugar
determinado verifica un tránsito de una estrella por
un retículo y constituye una observación astronómica
válida. Estas circunstancias ¿ienen que volver a ser
comparables en lo que a su exactitud se refiere y de
este modo un enunciado implica una pluralidad de enun­
ciados distintos1T. Por tanto, la validez de un enunciado
se comprueba deduciendo de él, en conexión con enun­
ciados ya válidos, consecuencies tales que se comprue­
ben lo más fácilmente posible. Estas consecuencias han
de ser proposiciones singulares que enuncien que en
una posición espacio-temporal determinada hay esto y
esto, o sea, han de ser enunciados existenciales singula-*1

>• «Das Fundament d. Erkenntnis». Ges. Auftsatze, p. 30*.


11 Cfr. Schlick, «Positivismus und Realismus» (Ges. Aufsdtzt,
pp. 95, 96).

141
res. Saber si sucede realmente lo que enuncian, es algo
que ha de poder ser comprobado intersubjetivamente
mediante observación; el objeto o proceso correspon­
diente tiene que ser, por tanto, observable. A diferencia
de «observación», «observabilidad» no es un concepto
psicológico, sino gnoseológico y Popper lo introduce
como concepto primitivo indefinible. Popper conserva
también de este modo la conexión del conocimiento
empírico con las vivencias perceptivas. A las proposi­
ciones sobre procesos observables las llama «proposi­
ciones básicas». No son en absoluto lo que quería sig­
nificarse con las proposiciones protocolarias. Estas son
enunciados sobre percepciones efectivas, sobre hechos
vividos. Por el contrario, las «proposiciones básicas»
de Popper no enuncian nada efectivamente vivido. Tam­
poco son proposiciones ya aceptadas, siendo sólo cons­
tataciones concebibles de hechos, las cuales se derivan
de una hipótesis. Hay que decidir en primer lugar si los
hechos responden realmente a ellas, si son verdaderas
o falsas. Las proposiciones básicas concebibles, lógica­
mente posibles, proporcionan el material para la com­
probación de una hipótesis; las proposiciones básicas
aceptadas proporcionan los fundamentos para su corro­
boración o refutación. Pero ésta no puede producirse
por una proposición básica única cuando enuncia un
acontecimiento único no reproducible, pues tal aconte­
cimiento no puede comprobarse. Tiene que ser un pro­
ceso repetible intersubjetivamente. Un proceso de este
tipo constituye ya una hipótesis de generalidad inferior
Por tanto, los enunciados sobre los que descansa la va­
lidez del conocimiento empírico se alejan en esta mis­
ma medida de los enunciados sobre vivencias.
Las proposiciones protocolarias no pueden compro­
barse fácilmente, entendidas como enunciados sobre
percepciones. Es más difícil comprobar las perecepcio-
nes individuales que, por ejemplo, los enunciados sobre
cosas o procesos del mundo exterior. Esta es la razón
de que las proposiciones básicas decisivas sean en gene-
142
ral enunciados de este tipo y no proposiciones protoco­
larias.
Puesto que las proposiciones básicas no son válidas
absolutamente, sino que son meramente hipotéticas, pri­
meramente tiene que comprobarse su validez, o al me­
nos tiene que poder comprobarse. Pero esto tiene que
volver a ser posible respecto de las proposiciones utili­
zadas para su comprobación y así in infinitum. Pero
este regreso infinito no conduce esta concepción ad
absurdum, puesto que no es necesario que cada propo­
sición que sirva para una comprobación vuelva a ser
comprobada, teniendo que ser únicamente comprobable.
Se puede y se debe detenerse en una proposición que
aparezca suficientemente asegurada e interrumpir la
comprobación. No hay proposiciones últimas absolutas,
ni proposiciones elementales, ni proposiciones que no
tengan ya que ser comprobadas por ser absolutamente
seguras e incorregibles. Las proposiciones básicas que
aceptamos como decisivas lo son solamente porque
puede obtenerse del modo más fácil un acuerdo inter­
subjetivo sobre su aceptación, porque son muy fácil­
mente comprobables. Pero esto quiere decir que las
proposiciones terminales de la fundamentación de la
validez descansan sobre un acuerdo. Son válidas, pues,
únicamente por decisión.
Se toman como proposiciones básicas decisivas aque­
llas que enuncian lo intersubjetivamente observable, o
sea, las que recurren a las vivencias. Pero no se justifi­
can lógicamente mediante estas vivencias. Las vivencias
sólo motivan su aceptación, su decisión. Verdad es que
Popper no se ocupa más detalladamente del tipo de re­
lación con las vivencias, dándose por satisfecho con la
fórmula general de «que la decisión de aceptar una pro­
posición básica está relacionada con vivencias» (loe.
cit., p 62). Mediante esta relación conserva Popper un
resto de empirismo u . Pero él mismo confiesa defender

>■ En verdad, Popper no adopta una posición univoca frente

143
una teoría semejante a la del convencionalismo, pues
al ser aceptadas las proposiciones básicas decisivas por
estipulación, la validez de una hipótesis descansa en
último término sobre una estipulación realizada por ra­
zones de conveniencia. «Las proposiciones básicas se
aceptan por decisión, por convención; son estipulacio­
nes. El alcance de la decisión está regulado,sobre todo
por el hecho de que no podemos aceptar proposiciones
básicas singulares, aisladas lógicamente unas de otras,
sino que contrastamos una teoría» (toe. cit., p. 62). La
caracterización de una teoría como válida «no se pro­
duce mediante la reducción lógica a la experiencia; se
prefiere aquella teoría que mejor se mantiene en el con­
curso, en la selección de teorías, la que puede contras­
tarse del modo más riguroso y ha resistido hasta ahora
las pruebas rigurosas realizadas» (loe. cit., p. 64). La di­
ferencia entre la concepción de Popper y la del conven­
cionalismo se halla en que las que se estipulan no son
las proposiciones más generales, como sucede en el caso
del convencionalismo, sino las básicas. La concepción
de Popper se separa del positivismo y también del em­
pirismo en que la aceptación de las proposiciones bási­
cas no se justifica mediante vivencias, siendo desde
el punto de vista lógico solamente una estipulación
arbitraria, una decisión que sólo psicológicamente está
determinada por las vivencias (loe. cit., p. 65).
Pero, frente a esto, puede conservarse en pie el empi­
rismo en la medida en que mediante la estipulación ar­
bitraria se determina únicamente en qué proposiciones
a la determinación por lo vivencialmente dado. Por una parte,
admite una «conexión» de las proposiciones básicas que han de
ser aceptadas con los enunciados sobre vivencias, pero, por otra,
vuelve a tener la tendencia a fundamentar la corroboración so­
bre relaciones lógicas únicamente. Se desliza, pues, desde el
empirismo a un convencionalismo. Dice de las proposiciones
básicas (loe. cit., p. 203): «Podemos interpretar su aceptación
como decisión convencional y las proposiciones aceptadas como
convenciones.» (Versión española, p. 256. Las restantes citas se
encuentran en las pp. 100, 101, 103 y 104 de la versión española.)

144
básicas detenemos la contrastación. Pero la aceptación
de determinadas proposiciones básicas como decisivas
es algo que sucede en virtud de enunciados sobre viven­
cias. Se las considera válidas porque coinciden con ellas
todos los enunciados sobre vivencias tomados en consi­
deración. Los enunciados verificadores tienen que ser
enunciados de observación o al menos han de poder re­
ducirse a ellos. Y se considerarán válidos en tanto que
no haya ninguna razón para ponerlos en duda. Se da
una de estas razones cuando entran en contradicción
con proposiciones aceptadas. Entonces se comprueban
del mismo modo aquélla o éstas. Pero la decisión se
realiza siempre por coincidencia (o contradicción) con
enunciados sobre vivencias que concuerdan no sólo con
las proposiciones básicas a verificar, sino también inter­
subjetivamente. De este modo son enunciados sobre
vivencias y no estipulaciones arbitrarias los que cons­
tituyen el fundamento de validez de los enunciados
empíricos. Todavía entra una componente convencional,
al depender de nuestra decisión el que consideremos
una proposición básica como suficientemente asegurada
o como necesitada de comprobación. Pero con ello se
decide solamente sobre su comprobación; sin embargo,
el resultado de la misma o la validez admitida sin com­
probación no se determinan mediante estipulación, sino
mediante enunciados sobre vivencias La estipulación
se refiere únicamente a la renuncia a una comprobación,
pero no a una elección en cuanto al contenido de las
proposiciones verificadoras. Este se determina más bien
por su relación con enunciados sobre vivencias. Las teo­
rías que mejor se confirman son precisamente aquellas
que concuerdan mejor con los enunciados de observa­
ción intersubjetivamente coincidentes.
En toda la cuestión de las proposiciones protocola­
rias se trata de que el lenguaje tiene que ser puesto

i» Asi también Camap, Die logische Syntax der Sprache,


p. 426.

145
en relación con algo extralingüístico no sólo porque
es así únicamente como adquiere un significado, sino
porque es el único modo de hacer determinable un
sistema de proposiciones que ha de ser caracterizado
como conocimiento de la realidad. Este fue el motivo
de Schlick. La verificación tendría que poder ser jus­
tificada de un modo puramente lógico, puramente for­
mal, si al realizarla hubiese que permanecer por com­
pleto dentro del lenguaje. Pero la verificación no pue­
de abarcarse con la mera sintaxis, como se puso de
manifiesto en los esfuerzos de Carnap. En el puro
análisis formal no puede obtenerse ningún distintivo
de las proposiciones empíricas porque éstas no pueden
caracterizarse mediante su forma lógica20 (como creía
Wittgenstein). Neurath quiso superar esto con ayuda
de la teoría de la coherencia, pero con ella no se ob­
tiene univocidad alguna; se entrega uno a la arbitra­
riedad y se abandona el empirismo. El problema de
la verificación se hizo insoluble mediante la conside­
ración puramente sintáctica, porque en ella no se tiene
en cuenta ninguna relación con lo extralingüístico. Sólo
el punto de vista semántico proporciona base para ello.
Pero el problema de las proposiciones verificadoras en
su relación con las vivencias perceptivas no ha encon­
trado todavía una solución completa en el Círculo de
Viena, complicándose más mediante el fisicalismo 21.
Hay que abandonar la concepción de los enunciados
sobre vivencias como fundamentos del conocimiento,
en la forma en que predominaba en el empirismo an­
terior y a la que Popper combate como «inductivismo».
De acuerdo con ella, los enunciados sobre vivencias se
hallan lógicamente al comienzo y el conocimiento em-

20 Cosa en la que también Weinberg insiste reiteradas veces


(An Examination of Logical Positivism, 1936, pp. 254, 255, etc.).
Pero puesto que Carnap ha abandonado la exclusividad de la
consideración sintáctica y atribuye todo su derecho al punto
de vista semántico, ya no hay más dificultades en ello.
21 Véase posteriormente pp. 159 s.

146
pírico y las proposiciones generales se obtienen por su
ordenación y síntesis en la inducción. Pero la induc­
ción sólo puede justificarse como procedimiento lógico
riguroso si está dada una premisa de la máxima gene­
ralidad que permita la deducción lógica de proposicio­
nes generales a partir de las particulares, si está dado
un principio de inducción. Este principio tendría que
ser un enunciado general sintético sobre la realidad,
sobre la uniformidad del acontecer natural. Natural­
mente, tal principio no puede ser justificado a su vez
inductivamente, pues esto isería una petitio principii.
Pero tampoco puede introducirse axiomáticamente,
porque quedaría refutado al ser refutada la primera
generalización ulterior22. Una de las primeras ideas
fundamentales del Círculo de Viena fue que la induc­
ción no puede justificarse deductivamente ni, en gene­
ral, lógicamente. Incluso cuando Schlick dice que las
leyes de la ciencia se originan a partir los enunciados
sobre vivencias «paulatinamente mediante aquel proce­
so... que se llama 'inducción' y que no consiste en nada
más que en que yo, estimulado e inducido por las pro­
posiciones protocolarias, formulo por vía de ensayo pro­
posiciones generales Chipótesis’), de las cuales... se
deducen lógicamente aquellas primeras proposiciones»,
se da cuenta perfectamente del carácter no-lógico, me­
ramente psicológico de este proceso: «la inducción no
es más que una adivinación conducida metódicamente,
un proceso psicológico y biológico cuyo tratamiento
es indudable que no tiene nada que.ver con la lógi­
ca» 23. La validez de los enunciados empíricos no des­
cansa sobre la inducción, sino sobre la verificación

22 Popper, Die Logik der Forschung, p. 188. (Vers. esp., pá­


gina 236.)
a «Ober das Fundament d. Erkenntnis» (Ges. Aufsdtze p. 303).
Yo mismo he criticado detalladamente el procedimiento induc­
tivo desde el punto de vista lógico-gnoseológico en mis «Grund-
formen der wissenschaftlichen Methoden» (S. B. d. Wiener Aka-
demie der Wissenschaflen, Phil.-hist. KL, vol. 203, 1925).

147
ulterior de las hipótesis establecidas por vía de ensayo.
Si las proposiciones que se deducen de éstas «enun­
cian lo mismo que proposiciones de observación pos­
teriores, las hipótesis se tienen por confirmadas, en
tanto que no se presenten también enunciados de ob­
servación que se hallen en contradicción... con propo­
siciones deducidas de las hipótesis» (ibíd.). Respecto
del «inductivismo» y el «deductivismo», en el Círculo
de Viena se estaba de acuerdo con Popper.
Esto significa una nueva reforma fundamental del
empirismo. Su fundamentación usual en la inducción
tiene que ser abandonada, partiendo de la base de la
lógica rigurosa. No es así como se habían imaginado
J. St. Mili y Mach y también Wittgenstein el conoci­
miento empírico. Ellos pensaban que descansa sobre
enunciados singulares de vivencias, enunciados que son
ciertos cada uno de por sí y de cuya síntesis resultan
las leyes naturales. Con esto no se ha descrito ni si­
quiera su surgimiento psicológico, pero en todo caso
su validez no puede justificarse a sí2*. Todo conoci­
miento empírico consiste en que construimos hipótesis
que exceden lo vivencialmente dado, que quieren decir
siempre más que esto, incluso en proposiciones singu­
lares. Una hipótesis no adquiere su validez de una vez
por todas mediante las observaciones que la preceden,
sino que tiene que confirmarse constantemente en la
verificación ulterior. Su verificación depende de la con­
cordancia con enunciados de observación aceptados
intersubjetivamente. A consecuencia de la posibilidad
siempre renovada de comprobación, en el caso de los
enunciados empíricos no hay una validez definitiva,
sino una validez siempre provisional, revocable. La va­
lidez empírica no se reduce a convención porque una*

** Pero con ello, la función de verdad pierde también su


significado fundamental para el conocimiento, ya que éste no
puede construirse simplemente como conyunción de proposi­
ciones elementales.

148
de las condiciones es la intersubjetividad de la posi­
bilidad de comprobación. No es un convenio arbitrario
de aceptar estos enunciados de vivencias y aquéllos no,
sino que es una regularidad en los hechos vivenciales
comprobables por los distintos sujetos, regularidad por
la que se determina la verificación. Así se determina
la validez «en virtud de la experiencia», a diferencia
de como se hacía en la concepción inductiva.

2. La v e r if ic a c ió n db enunciados gen erales

La validez de los enunciados generales constituye un


grave problema, incluso para la concepción no induc­
tiva. De acuerdo con su descubrimiento de la depen­
dencia de la verdad, Wittgenstein quiso interpretar la
verdad de las proposiciones generales como una fun­
ción de verdad de proposiciones singulares. Para ello
tiene que poder resolverse una proposición general en
una conyunción de proposiciones singulares. Pero esto
no es posible la mayoría de las veces. Hay dos tipos
de generalidad: «todo» puede significar, por una parte,
un conjunto finito determinado en su totalidad, una
cantidad determinada cuyos elementos pueden ser con­
tados individualmente, por ejemplo, todos los habitan­
tes de Viena, contados en un censo de población en un
día fijo. Pero «todo» puede significar también una clase
definida únicamente mediante características determi­
nadas (propiedades o relaciones) y, por tanto, repre­
sentar un conjunto indeterminado, no cerrado, sino
abierto, cuyos elementos no pueden, pues, ser enume­
rados completamente. Esta es la generalidad que co­
rresponde a las leyes de la naturaleza. En consecuen­
cia, sólo las proposiciones del primer tipo pueden trans­
formarse en una conyunción y conseguir validez como
su función de verdad. Por el contrario, esto no puede
realizarse con las proposiciones del segundo tipo. Esta
149
es la razón de que Wittgenstein, y siguiéndole a él Ram-
say1 y Schlick *, no admitan como auténticas proposi­
ciones del conocimiento más que las proposiciones ató­
micas y las proposiciones moleculares compuestas de
ellas, pues se suponía todavía que podían verificarse
definitivamente, pero no admitan proposiciones de ge­
neralidad ilimitada. Pero esto tiene consecuencias con­
siderables. Con ello se excluye naturalmente no sólo
el infinito actual de la matemática —Fel. Kaufmann
intentó tenerlo en cuenta*—, sino que las leyes natu­
rales no pueden entenderse tampoco en su sentido
usual, como enunciados de generalidad ilimitada. Pero
si se conciben las leyes naturales como proposiciones
moleculares, esto es, como mera reunión de proposi­
ciones singulares en una conyunción y como su función
de verdad, sólo contendrían constataciones conocidas,
con lo que no habría predicciones para casos nuevos.
Por esta razón, Schlick consideró las proposiciones ge­
nerales que expresan leyes naturales únicamente como
instrucciones o fórmulas para la construcción de enun­
ciados*, a saber, de los enunciados particulares que
han de derivarse de un enunciado general (una ley na­
tural), como, por ejemplo, «bajo tales y tales circuns­
tancias la aguja de un aparato determinado se deten­
drá sobre una determinada raya de la escala». Según
esto, las leyes naturales y con ellas el contenido teó­
rico de las ciencias exactas y los fundamentos de la
técnica no representarían conocimiento alguno, no12*4

1 «General Propositions and Causality», 1929 (The Founda-


tions of Mathematics, New York, 1931).
2 «Die Kausalitat in der gegenwa<"igen Physik» (Naturwis-
senschaften, 1931; Gesammelte Aufsatze, p. 55 s.).
2 Fel. Kaufmann, Das Unendliche in der Mathematik und
seine Ausschaltung, 1930; véase la reseña de Carnap en Deutsch.
Literaturieitung, 1930, p. 1674 s.
4 Ya anteriormente Weyl, «Die heutige Erkenntnislage in der
Mathematic» (Symposion, I, 1925, p . 19); «Un juicio general no
es un auténtico juicio, sino un esquema de juicio.»

150
enunciarían nada sobre el mundo de los objetos, sien­
do sólo una especie de reglas sintácticas5. Una ley na­
tural representa, según esto, únicamente un esquema
pronosicional, una «función proposicional», que natu­
ralmente no puede expresar nada real. Sólo contiene
una regla metódica. Sirve para construir enunciados
determinados partiendo de ella, mediante la inserción
de datos concretos. Sólo estos enunciados pueden ser
verificados; esta posibilidad está excluida por sí mis­
ma para el esquema proposicional.
Kaila se ha opuesto a esto®, argumentando que no
hay que exigir la verificabilidad completa de una pro­
posición total para que sea significativa, pues el sig­
nificado de una proposición existe con independencia
de su verificabilidad, bastando para ello con que se
conozcan las expresiones que entran en ella y con que
la sintaxis sea correcta. Sólo los enunciados concretos
que se derivan de una proposición total tienen que ser
verificables, pero no su totalidad. Las proposiciones
totales son esenciales para el conocimiento, precisa­
mente como no verificables de modo completo, pues
sólo entonces expresan algo de los casos futuros, lo
que no sucedería si se agotasen en un número finito
de casos.
Mediante el análisis del lenguaje realizado por Car-
nap se ha puesto en claro que la exclusión de los
enunciados generales ilimitados no es una necesidad,*

5 Tampoco Camap admitió en Aufbau der Welt proposicio­


nes de generalidad ilimitada, sino únicamente proposiciones mo­
leculares, pero interpretó las leyes naturales como conjuncio­
nes de las experiencias particulares conocidas hasta la fecha,
inducidas a partir de ellas (como en el caso de Mach se las
interpretaba como abreviaturas de la lista de las mismas).
* «Über die All-S3tze»(Actes du Se Congrés intemat. de Phi-
tosophie d Prague 1934, 1936, p. 187 s.). El significado de las pro­
posiciones de generalidad ilimitada depende entonces de que
se pueda introducir significativamente el operador total ilimi­
tado, como totalidad de un conjunto ¡limitado, frente al li­
mitado, como enumeración en una conyunción.

151
sino una estipulación que puede hacerse también de
otro modo. Es una estipulación que se refiere a las
reglas de formación de un lenguaje y puede ser ele­
gida libremente de un modo muy diverso. Camap ha
esbozado toda una escala de lenguajes en la cual se
admiten o se excluyen proposiciones de determinada
forma, en diversa gradación T.
Las proposiciones de la forma más sencilla, las pro­
posiciones atómicas o elementales, son proposiciones
singulares con un predicado «primitivo». Es éste un
predicado que es observable o ha sido introducido me­
diante una cadena de proposiciones reductivas atómi­
cas. Frente a ellas se hallan las proposiciones com­
puestas. Dentro de ellas existe una distinción funda­
mental según el tipo de operaciones por las que se
construyen. Con ayuda de las conectivas preposicio­
nales (convunción, implicación, etc.) se originan las
proposiciones moleculares; mediante operadores tota­
les y existenciales, las proposiciones generalizadas.
Cuando éstas se limitan a campos finitos, pueden trans­
formarse en conyunciones o disyunciones, o sea, en
proposiciones moleculares. Las discutidas son las pro­
posiciones de generalidad ilimitada. Entre ellas hay
todavía muchas diferencias/ según que contengan ope­
radores totales o existenciales o ambos y según el
número de los mismos. Se origina así una serie infinita
de lenguajes de complicación creciente.
El lenguaje más sencillo es aquel en el que sólo pue­
den construirse proposiciones de generalidad limitada,
proposiciones moleculares. La forma lingüística inme­
diatamente superior, esto es, más rica, es aquella en la
que se admiten proposiciones generales ilimitadas de
la forma más sencilla, o sea, con un operador total.
La siguiente es aquella en la que se admiten también
proposiciones existenciales de la forma más sencilla,
o sea, con un operador existencia!. La siguiente vuelve

T «T estability and M eaning», vol. IV , p. 24 s.

152
a ser aquella en la que se introducen proposiciones
totales ilimitadas con un operador existencia!. Las for­
mas lingüísticas superiores se obtienen mediante la
aceptación alterna de operadores totales y existencia­
les (con dos operadores totales y uno existencia!, lue­
go con dos operadores existenciales y uno total, etc.) y
así, mediante el número creciente de operadores, pue­
den construirse formas lingüisticas siempre nuevas y
más ricas, teóricamente en número infinito, pero limi­
tado prácticamente por la complicación descomunal.
El valor de esta reflexión consiste en que por ella se
ve cómo está determinada la construcción de un len­
guaje por estipulaciones arbitrarias.
La exclusión de la generalidad ilimitada, tal como la
emprendieron los «finitistas», Wittgenstein, Ramsay,
Schlick y Kaufmann, no puede calificarse de errónea,
pues la elección de la primera forma lingüística, de la
más sencilla, hecha por ellos, es tan libre como cual­
quier otra. Pero esta elección es completamente inade­
cuada, puesto que no concuerda con el lenguaje real
de la ciencia, que en las leyes naturales utiliza abun­
dantemente enunciados de generalidad ilimitada y los
utiliza en unión de proposiciones singulares, o sea,
de indudables proposiciones «auténticas», en las formas
de la implicación, la conyunción, etc., es decir, los uti­
liza como proposiciones auténticas y no como reglas
sintácticas8. Esta es la razón de que sea mejor elegir
una forma lingüística con enunciados totales ilimitados.
De este modo, se soluciona de un modo claro y com­
pleto la cuestión de la licitud de tales enunciados.
Pero sigue existiendo el problema de la verificación
de los enunciados totales ilimitados. Los «finitistas»
querían excluirlos de los auténticos enunciados porque
no pueden interpretarse como funciones de verdad de
proposiciones singulares. No pueden ser sustituidos por
una conyunción finita de enunciados singulares, porque

* Carnap. «T estab ility an d M eaning», vol. IV , p . 26.

153
no se conocen todos sus casos particulares y, por tanto,
no se les puede enumerar ni poner a prueba. Esta es
la razón de que los enunciados totales ilimitados no
puedan ser verificados de modo completo. Esto es in­
discutible.
La verificación de los enunciados totales ilimitados
no puede realizarse más que comprobando enunciados
singulares, derivados de ellos con ayuda de otros enun­
ciados, en lo relativo a su concordancia con enunciados
ya aceptados y, en última instancia, con enunciados
sobre vivencias. Si la comprobación resulta positiva
en todos los casos y no se obtiene ningún enunciado
contradictorio, el enunciado total ilimitado queda con
ello verificado para estos casos, los conocidos; pero su
validez sigue estando pendiente todavía respecto de los
casos desconocidos, para los futuros, pues nunca puede
excluirse el que posteriormente se encuentren enuncia­
dos concretos contradictorios. Esta verificación parcial
se designa mejor como «corroboración» * o como «con­
firmación» ,#.
Los enunciados generales ilimitados, si bien no pue­
den verificarse completamente, pueden ser refutados
por la aceptación de un enunciado contradictorio. Pop-
per ha expuesto esto con especial ahinco. Recurrió para
ello a la correlación que existe entre los enunciados
totales y existenciales. A un enunciado total positivo
le corresponde un enunciado existencia! negativo; por
ejemplo, «todos los animales de rapiña felinos tienen
garras retráctiles* y «no hay ningún animal de rapiña
felino con garras fijas». A un enunciado total negativo
le corresponde un enunciado existencial positivo; por
ejemplo, «no todos los cisnes son blancos» y «hay cis­
nes que no son blancos». En un enunciado existencial
singular se constata un hecho; por esto, y a la vea
por su correlación lógica con un enunciado total, es*10
* Popper, Dte Logik der Forschung, p. 185.
10 «Confirmation» en Camap, «Testability and Meaning», vo­
lumen III, p. 420, 425.

154
por lo que resulta idóneo para la comprobación de
éste. Un enunciado total positivo se refuta mediante
un enunciado existencial positivo válido, cuya negación
sea el correlato del enunciado total positivo. Los enun­
ciados generales son, pues, refutables de modo com­
pleto (falsables). Pero esto, aparte de para las proposi­
ciones moleculares, sólo es válido para las proposiciones
totales y existenciales con un operador, pero no para
las proposiciones de forma más complicada. Pero,
según esto, los enunciados generales negativos son
falsables, mediante un enunciado existencial singular
positivo; consecuencia que Popper no extrajo, pero que
explicó Carnap u . A la inversa, respondiendo a su co
relación con los enunciados totales, los enunciados
existenciales son verificables por enunciados percepti­
vos, pero no falsables. El enunciado «hay serpientes
marinas gigantescas» podría verificarse mediante una
proposición existencial singular, pero no se le puede
refutar, pues no pueden registrarse completamente
todos los mares para comprobar que no ha de encon­
trarse ninguna de ellas. La negación de un enunciado
existencial no singular indeterminado de este tipo no
es, por tanto, verificable, pero sí falsable.
Las condiciones que ha de cumplir una proposición
concreta, una proposición básica, para ser idónea como
fundamento de una falsación vienen dadas, según esto,
por determinadas relaciones lógicas de tal proposición:
1. Una proposición falsadora no debe derivarse de la
proposición a comprobar sin ayuda de otras proposi­
ciones (sin condiciones iniciales especiales), porque de
lo contrario no la puede contradecir. 2. Para poder
contradecirla, la negación de la proposición básica tie­
ne que ser deducible lógicamente de la proposición a
comprobar. Por tanto, una proposición falsadora y su
negación tienen que tener distinta forma lógica. Esto
lo ofrece la correspondencia de una proposición gene-

11 «T estab ility and M eaning», v o l. I I I, p . 438.

155
ral y de una existencial: de una proposición general no
puede deducirse una proposición existencial singular
incompatible (de acuerdo con 1); pero por generaliza­
ción de su negación puede deducirse una proposición
total que la contradiga (de acuerdo con 2). A esto se
añade todavía una condición material: una proposición
falsadora tiene que enunciar un proceso observable.
Esto está relacionado con el hecho de que la «existen­
cia» ha de verificarse únicamente mediante la rela­
ción con vivencias.
Según esto, existe una asimetría entre verificabilidad
y falsabilidad: no hay veriñcabilidad completa, pero si
completa falsabilidad; y con ello hay una falta de deci-
dibilidad plena de la validez y existe únicamente una
decidibilidad parcial. Pero incluso ésta se da sólo bajo
determinados presupuestos. Se puede evitar la contra­
dicción entre una proposición general y una singular
no sólo de la manera primitiva consistente en no acep­
tar el enunciado singular contradictorio, sino introdu­
ciendo hipótesis auxiliares que «ilustran» y eliminan
la contradicción, como sucedía con la hipótesis de la
contracción de Lorentz y Fitz-Gerald frente al expe­
rimento de Michelson, o bien practicando en las supo­
siciones determinadas modificaciones que hagan des­
aparecer la contradicción. La comprobación de un
enunciado, sea general o singular, exige siempre la ayu­
da de otros enunciados generales o singulares. Estos
presupuestos pueden configurarse de tal modo que ya
no se produzca ninguna contradicción, por ejemplo, me­
diante la modificación de las definiciones de coordina­
ción. Esto ha sido puesto de relieve sobre todo por el
convencionalismo. Si la medición de un triángulo empí­
rico (como la famosa realizada por Gauss) diese como
resultado una suma de ángulos distinta de dos rectos,
esto no contradiría el carácter euclídeo del espacio em­
pírico, si se supusiese que los rayos de luz utilizados
156
como líneas de mira son curvos en lugar de ser rectos 12.
Por tanto, sólo puede confirmarse o refutarse un siste­
ma completo de enunciados, y para que sea posible ha­
cerlo con un enunciado aislado (una nueva hipótesis)
hay que considerar la parte restante del sistema como
firme y segura. Si no se quiere abandonar el empirismo
en favor del convencionalismo, tal eliminación de una
contradicción entre una consecuencia de la hipótesis a
comprobar y una proposición básica aceptada no debe
realizarse más que bajo determinadas condiciones. No
deben introducirse hipótesis auxiliares o modificacio­
nes arbitrarias en los presupuestos, si no sirven más
que para esta eliminación y carecen de toda otra jus­
tificación. Son arbitrarios todos aquellos recursos que
no pueden comprobarse independientemente, median­
te nuevas observaciones, o que no pueden inferirse de
proposiciones ya aceptadas. Son éstas reglas metódicas
que favorecen y justifican el empirismo **. No están
establecidas arbitrariamente, sino que son necesarias,
porque sólo entonces se obtiene la univocidad en el
conocimiento de los hechos y un máximo de regula­
ridad
Las hipótesis o teorías no son todas comprobables
en la misma medida. Lo son tanto más cuanto mayores
posibilidades de falsación contienen. Popper ha in­
tentado determinar exactamente el grado relativo de
comprobabilidad (falsabilidad), de una doble manera:
1. Mediante una comparación de las clases de las posi­
bilidades de falsación de dos proposiciones. Una pro­
posición es falsable en grado mayor, o mejor compro­
bable que otra, cuando la clase de sus posibilidades de
falsación contiene a la clase de las posibilidades de

** Así Poincaré, cWissenschaft und Hypothese», p. 75-77. (Hay


trad. esp. Col. Austral, núm. 379.)
»* Popper, Die Logik der Forschung, p. 42 s. (Vers. esp., pá­
ginas 78 s.)
>4 Véase para esto V. Kraft, Mathematik, Logik und Erjahr-
ung, 1947, p. 88 s.

157
falsación de la otra como una verdadera clase parcial.
Lo es en el mismo grado cuando ambas clases tienen
la misma extensión. Pero si no se da una de estas
relaciones de clases, si las clases de las posibilidades
de falsación son inconmensurables, entonces este tipo
de determinación resulta imposible. Popper trata de
obtener un segundo tipo de mensurabilidad del grado
de comprobación distinguiendo una clase de proposi­
ciones como proposiciones «relativamente atómicas».
Las define como aquellas que se originan por inserción
en una función proposicional arbitrariamente estable­
cida (que contenga, por ejemplo, el esquema de la lec­
tura de una medición). Si una proposición sólo puede
ser falsada por una conyunción de n proposiciones dis­
tintas de una clase de tales proposiciones atómicas,
pero no por una conyunción de n-1, el número n de­
signa entonces el grado de complejidad de la propo­
sición respecto de esta clase de proposiciones atómi­
cas y su grado de contrastabilidad, si se definen las
proposiciones básicas mediante las proposiciones ató­
micas ls.
Popper tiene así posibilidad de dar una forma pre­
cisa al concepto de sencillez. La sencillez juega un
papel fundamental en el empirismo a partir de Kir-
choff, como «economía del pensamiento» en el caso
de Mach y Avenarius, e igualmente en el convenciona­
lismo desde Poincaré. Es ella la que ha de determinar
la elección de una hipótesis, de una teoría. Pero todos
los intentos realizados hasta la fecha para indicar en
qué consiste propiamente la sencillez y para establecer
una medida de la sencillez, no tuvieron éxito. Lo que
se caracteriza como sencillo se hace, en parte, desde el
punto de vista práctico (como con la economía del pen­
samiento), en parte desde el estético, es decir, en todo
caso desde un punto de vista extralógico. Popper inten­

i» Véase Popper, loe. cit., p. 80 s. y apéndice I, p. 210 s.


(Vers. esp., p. 107 s. y apéndices 1 y VIII.)

158
ta determinar con ayuda del grado de falsabilidad lo
que quiere significarse lógicamente con sencillez. Ver­
dad es que por sus breves explicaciones al respecto
no queda suficientemente claro en qué medida sea
realmente aplicable tal concepto de sencillez, por lo
que se necesitaría una investigación más detenida.

3. Verdad y confirmación

Puesto que un enunciado general sobre hechos no


es nunca completamente verificable, no puede obtener
su validez más que al irse verificando constantemente
los enunciados deducidos de él. De este modo no puede
asegurarse nunca definitivamente la validez de un enun­
ciado general de este tipo; sólo va estando corrobo­
rado por un número de contrastaciones y no se halla
excluida la posibilidad de que sea refutado por una
nueva contrastación. De un enunciado general no pue­
de decirse, por tanto, que sea verdadero. Puede ser
verdadero, pero no puede saberse si lo es. Puede sa­
berse, por el contrarío, a causa de la asimetría entre
verificabilidad y fálsabilidad, que es falso, por haber
sido refutado. Esta es la razón de que en el caso de los
enunciados generales sólo pueda hablarse de su corro­
boración y su confirmación en lugar de su verdad.
Menos claro resulta cómo suceden las cosas respecto
de los enunciados especiales, particulares y singulares,
pues éstos se nos presentan frecuentemente como indu­
dables.
De que los objetos que uso están hechos de tales
y tales materias, de que mi vivienda tiene tantas habi­
taciones, de que lo que veo ante mí son tales y tales
objetos determinados, brevemente, de que ciertas per­
cepciones están interpretadas correctamente, de esto
estamos completamente seguros; ponerlo en duda se­
ría un escrúpulo ridículo. Esta es nuestra convicción
159
subjetiva, pero es sólo una cosa psicológica. ¿Podemos
estar también seguros de ello gnoseológicamente? Sí,
pero sólo bajo ciertas condiciones. Tales enunciados
indudables son siempre enunciados sobre hechos bien
conocidos, sobre el medio usual, sobre objetos o clases
de objetos con los que estamos familiarizados. La se­
guridad proviene de que estos hechos han sido con­
trastados innumerables veces y han sido confirmados.
Por el contrario, si los enunciados especiales se refie­
ren a hechos desacostumbrados, extraños, nuevos, ya
no estamos tan seguros, tenemos que cercioramos pri­
mero, esto es, tenemos que contrastar.
Si podemos juzgar como indudable un enunciado so­
bre un hecho comprobado muchas veces es sólo porque
damos por supuesto que entre tanto no han variado sus
relaciones, que en el mundo hay uniformidad, esto es,
que en el mundo hay regularidades *. Pero esto no es
por sí mismo un conocimiento indudable, puesto que
es un enunciado general ilimitado y, por tanto, un enun­
ciado sobre lo desconocido, sobre lo que no podemos
saber nada. No tenemos ninguna certeza sobre el hecho
de que estemos a cubierto de sorpresas. Es una creen­
cia tan firme que en virtud de ella arriesgamos incluso
nuestra vida, pero no es ningún conocimiento demos­
trable. Los enunciados sobre hechos bien conocidos,
que han sido contrastados y confirmados muchas veces,
es como si fuesen completamente ciertos, bajo la su­
posición de regularidades, puesto que pueden deducirse1

1 Popper quiere resolver el principio de la constancia del


acontecer natural en la exigencia metódica de la invariancia
espacial y temporal de las leyes naturales. Este principio es
para él una «reinterpretación metafísica de una regla metodo­
lógica» (p. 187). Según él, se define lo que es una ley natural
mediante la exigencia de la invariancia. Pero una exigencia me­
tódica y una definición no bastan para el conocimiento de la
naturaleza. Hay que probar también que existe lo definido;
la exigencia metódica tiene que poder cumplirse en lo dado. Lo
que quiere decirse con la constancia del acaecer natural es que
esto es lo que sucede de hecho.

160
lógicamente de ellas. Pero de este modo sólo son ver­
daderos condicionadamente, no absolutamente verdade­
ros. Los enunciados especiales de este tipo no tienen
gnoseológicamente ninguna preferencia; no son indu­
bitables y, debido a su dependencia lógica de enuncia­
dos generales, que son fundamentalmente inseguros
porque no puede demostrarse definitivamente que son
verdaderos, son en el fondo tan poco ciertos como éstos
en lo que a su verdad se refiere. Si se trata de la de­
mostrabilidad de su verdad, están tan corroborados y
confirmados como sus presupuestos generales, sólo que
en mayor medida.
Cuando tienen que contrastarse enunciados especia­
les se hace del mismo modo que en el caso de enuncia­
dos generales: se deducen de ellos consecuencias que se
contrastan por comparación con proposiciones básicas
aceptadas. Tampoco es aquí posible una contrastación
de todas estas consecuencias y, por tanto, tampoco es
posible la verificación completa para los enunciados
especiales **.
Al ser contrastabas los enunciados en distinta me­
dida, pueden confirmarse también mejor o peor. El
grado de confirmación crece con el número de las con­
firmaciones, pero no depende tanto del número de los
casos en los que se confirman como del rigor de la
contrastación. El grado de confirmación depende así
también, pero no sólo, del grado de contrastabilidad.
Camap ha desarrollado las condiciones y tipos de la
confirmación de modo preciso y sistemático 3. Distingue
la contrastabilidad de un enunciado de su aptitud para
la confirmación. Un enunciado es apto para la con­
firmación si pueden indicarse las circunstancias bajo
las cuales el enunciado es verdadero. Un enunciado
* Cfr. Camap, Testability..., vol. III, p. 425. Asi también Lewis,
«Experience and Meaning» (Philos. Review, vol. 43, 1934, p. 137,
nota 12) y Nagel, «Verifiability, Truth and Verification» (Journ.
of Phiiosophy, vol. 31, 1934, p. 144 s.).
* En «Testability and Meaning», vol. III, p. 431 s.

161
puede ser confirmado con ayuda de otros al ser redu­
cido a éstos, sea directa o mediatamente, de modo
completo o incompleto. Un enunciado empírico es apto
en general para la confirmación si su confirmación
puede reducirse a la confirmación de un predicado
observable. Una proposición molecular (compuesta de
proposiciones simples), que no tenga más que predica­
dos capaces de confirmación, puede ser confirmada tan­
to respecto de su afirmación como de su negación; es
capaz de una confirmación de doble sentido. Lo mismo
sucede con una proposición compuesta de predicados
capaces de confirmación con ayuda de conectivas pro-
posicionales (y, o...) y operadores totales o existen-
ciales.
Que se puedan indicar las circunstancias bajo las
cuales un enunciado es verdadero no quiere decir to­
davía que puedan comprobarse también estas circuns­
tancias, esto es, que pueda contrastarse efectivamente
el enunciado y decidir sobre su validez. Un enunciado
puede ser capaz de confirmación sin ser decidióle de
hecho. Para que haya un método de contrastación hay
que poder indicar, en primer lugar, la condición de
contrastación, esto es, una situación experimental de­
terminada, y, en segundo lugar, la condición de verdad,
esto es, un posible resultado experimental de ella. Pero
esto no basta. Tiene también que poderse realizar la
condición de contrastación. Y hay que poder contras­
tar a su vez el cumplimiento de la condición de verdad
misma. Por tanto, ésta tiene o que estar determinada
por un predicado observable o que ser definida me­
diante él, pues sobre un predicado observable puede
decidirse sin indicación de un método de contrasta­
ción, y, en caso contrario, hay que indicar un método
de contrastación.
Ahora puede determinarse, de acuerdo con esto, en
qué medida pueden cumplirse estas condiciones por
cada uno de los géneros de enunciados según su esen­
cia. Las proposiciones para las que estas condiciones
162
se indican mediante proposiciones de forma atómica
o molecular pueden confirmarse completamente —lo
que no es lo mismo que verificarse completamente—
y pueden contrastarse completamente. Por el contra­
rio, las proposiciones para las que las condiciones de
contrastación están indicadas mediante proposiciones
con operadores totales o existenciales sólo pueden con­
trastarse y confirmarse incompletamente. Cuanto ma­
yor es el número de operadores en una proposición,
tanto más incompletamente se la puede confirmar. Sólo
las proposiciones existenciales afirmativas y las propo­
siciones totales negativas de la forma más sencilla pue­
den contrastarse completamente. Por esto Wittgenstein
y sus seguidores quisieron admitir solamente proposi­
ciones moleculares y excluyeron las proposiciones ge­
nerales ilimitadas. Y también por esto formuló Popper
el principio de la falsabilidad, ya que la negación de
una proposición general, y sólo ella, puede confirmarse
completamente. Pero la falsabilidad unilateral se limi­
ta así a un lenguaje cuyas proposiciones no superen
la forma de proposiciones totales con predicados mo-
nádicos; pero no vale para lenguajes más ricos, que
contengan también proposiciones existenciales y tota­
les con predicados poliádicos.
Ahora puede verse también claramente de qué modo
pueden formularse los principios fundamentales que
originan el empirismo. No consisten en verdades, ni
en constataciones de hecho relativas a «los» funda­
mentos o condiciones «del» conocimiento de la reali­
dad, sino en exigencias respecto a la capacidad de
confirmación y la contrastabilidad de los enuncia­
dos; se trata de la construcción de un lenguaje. La
exigencia fundamental del empirismo es la de que to­
das las proposiciones sintéticas y los predicados des­
criptivos tienen que hallarse en una conexión deter­
minada con lo observable. Esta conexión puede enten­
derse de un modo más o menos estricto, más riguroso
o más liberal. La concepción más estricta, la exigencia
163
más rigurosa y que va más lejos, es la de exigir con-
trastabilidad completa para toda proposición sintética.
Para todo predicado descriptivo tiene que ser cono­
cido y ser realizable un método de contrastación que
permita saber si la propiedad o relación expresada en
él corresponde o no a una posición espacio-temporal.
Esto sólo puede cumplirse si se admiten exclusivamen­
te proposiciones moleculares, como hacía Wittgenstein.
La exigencia mínima, la concepción más liberal, exige
meramente que toda proposición sintética tiene que ser
confirmable, aunque sea sóló de modo incompleto. En­
tre ellas hay todavía diversas gradaciones de la exigen­
cia, relativas a las diferencias de contrastabilidad y ca­
pacidad de confirmación y, dentro a su vez de cada
una de éstas, respecto a la manera más o menos com­
pleta de realizarse.
Si al empirismo le interesa únicamente deslindar el
conocimiento científico de la metafísica trascendente,
basta entonces plenamente con la exigencia más libe­
ral. Las proposiciones metafísicas no pueden ser con­
firmadas de este modo, ni siquiera incompletamente,
si bien con ello queda claro al mismo tiempo que no
está excluida la construcción de un lenguaje para la
metafísica. Pero éste sólo puede ser un lenguaje que
renuncie a la relación con lo observable y con ello a
la contrastación y a la confirmación en el sentido de la
ciencia. Debe formular para ello otros criterios de va­
lidez. La metafísica, si no quiere obrar irracional, in­
tuitiva y dogmáticamente, sino que quiere proceder
todavía de un modo racional y lógico, tiene que estable­
cer así sus fundamentos.
Ahora bien, ¿cómo se comporta la confirmación res­
pecto de la verdad? La verdad es algo distinto de la
confirmación. La diferencia entre ambas calificaciones
la ha formulado Popper claramente'*: la verdad y la
falsedad son intemporales; la confirmación, por el con-

* Loe. cit., p. 203. (Vers. esp., p. 255 s.)

164
trario, es válida únicamente hasta un momento deter­
minado; tomada rigurosamente, tiene que ser comple­
tada siempre con un índice temporal. De un enunciado
empírico np puede afirmarse definitivamente y de una
vez por todas que es verdadero, sino sólo que hasta
ahora se ha confirmado. La confirmación es un modo
de validez de variación gradual, que sólo le correspon­
de a un enunciado temporal y nunca definitivamente,
siendo siempre relativa. Un enunciado no está confir­
mado sin más, sino que se halla sólo confirmado res­
pecto de un conjunto determinado de proposiciones
básicas aceptadas. La confirmación es también intem­
poral en la medida en que representa una relación ló­
gica entre una teoría y sus proposiciones básicas, pero
la suma de estas proposiciones básicas no es constan­
te, modificándose con el tiempo. La relación lógica no
se da siempre, por tanto, entre tas mismas proposi­
ciones, dentro de uno y el mismo sistema proposicio
nal. Esta es la razón de que no se pueda identificar
verdad con confirmación, como hace el pragmatismo.
Pero éste tiene razón al sostener que de una teoría em­
pírica, y en general de un enunciado empírico, no puede
afirmarse más que su confirmación relativa en un gra­
do mayor o menor, pero nunca su verdad absoluta.
Por esto quería Popper, como ya antes Neuraths, re­
nunciar al uso de «verdadero» y «falso» y sustituirles
por la «confirmación». Confirmación significa para él
una calificación autónoma, propia de los enunciados
empíricos, completamente independiente del concepto
de verdad. Confirmación no significa entonces el grado
de probabilidad de que un enunciado sea verdadero.
Pero si se distinguen verdad y. conocimiento de la ver­
dad, tal como ha hecho Camap recientemente®, la•

• «Radikaler Physikalismus und "Wirkliche Welt"» (Erkennt-


nis, vol. IV. 1934. p. 346 s.).
• «Remarks on Induction and Truth» (Philosophy and Phe-
nomenolog. Research, vol. 6, 1946, p. 590 s.).

165
confirmación se refiere al conocimiento de la verdad.
No sabemos con seguridad si un enunciado empírico
es verdadero, pero tenemos una medida de la proba­
bilidad de su verdad en cómo se confirma.
Si bien la colocación de la confirmación en el lugar
de la verdad no la realizó el Círculo de Viena por pri­
mera vez —el pragmatismo había puesto de relieve
este punto de vista ya mucho antes—, sin embargo en
él se investigó lo esencial de esta calificación con una
profundidad y una integridad tales que constituye un
resultado completamente nuevo.

4. P robabilidad

a) Probabilidad gnoseoíógica (de enunciados)

Los enunciados empíricos se designan usualmente


como probables porque no puede constatarse su ver­
dad, sino sólo su confirmación, y se ha intentado de­
terminar el grado de probabilidad con ayuda del cálcu­
lo de probabilidades. Pero este concepto de la proba­
bilidad está muy necesitado de explicación y ocupó mu­
cho por ello al Círculo de Viena **. La probabilidad de
los enunciados parece claramente determinable si se la
equipara con la probabilidad matemática, aplicando
ésta a enunciados en lugar de hacerlo a acontecimien­
tos. Si se define para ello la probabilidad matemática
como frecuencia relativa de dos clases de acontecimien­
tos en una serie más amplia*, la probabilidad de enun-
1 La discusión sobre la probabilidad ocupó gran espacio ya
desde la primera reunión en Praga. Véase Erkenntnis, vol. I,
1930/31, p. 158-285.
* Así por Reichenbach. Wahrschelnlichkeitstehre, 1935: «Wahr-
scheinlichkeitslogik» (S.B d. preuss. Akad. d. Wiss., Phys.-Math.
Kl„ vol. 29,1932). Con anterioridad por R. v. Mises, «Wabrschein-
iichkeit. Statistik, Wahrheit», 1928; 2? ed., 1936 (Schriften z. wiss.
Weítauffassung, p. 3). (Hay trad. esp.)

166
ciados expresa entonces la frecuencia relativa de la
verdad de un enunciado frente a su falsedad en los
casos concretos de su contrastación. La frecuencia de
verdad puede fijarse asf numéricamente en un que*
brado.
Popper ha sometido esta concepción a una crítica
detallada*. Ante todo, resulta oscuro mediante qué
enunciados ha de ser construida la serie dentro de la
cual han de determinarse la frecuencia de verdad y,
con ella, la probabilidad. Si los miembros de esta serie
los constituyen las diversas proposiciones básicas que
están de acuerdo con una hipótesis o que la contra­
dicen, la probabilidad de una hipótesis seria siem­
pre 1/2, aun cuando la contradijesen la mitad de las
proposiciones básicas por término medio. Pero si la
serie la constituyen las proposiciones básicas negativas
derivables de una hipótesis, es decir, proposiciones bá­
sicas que la contradicen, y se determina entre ellas la
relación de las no falsadas con las falsadas y, con ello,
la frecuencia de la falsedad en lugar de determinar la
frecuencia de la verdad, se obtiene la probabilidad 1, in­
cluso con un gran número de falsacionps, pues pueden
deducirse infinitas proposiciones básicas negativas de
la forma «no hay...», pero sólo un número finito de ellas
falsa (produce la falsación). Y no hay otro camino dis­
ponible, si se define la probabilidad como la relación
entre enunciados verdaderos y falsos en una serie. Por
esta razón se hace imposible determinar con precisión,
mediante la aplicación del cálculo de probabilidades, la
«probabilidad» de los enunciados, que ha de designar
la medida de su confirmación. Por tanto, hay que dis­
tinguir la probabilidad gnaseoíógica de la matemá­
tica 4.
* Loe. cit., p. 188 s. (Vers. esp., p. 237 s.).
* Carnap intenta desarrollar ahora de modo formal la pro­
babilidad gnoseológica análogamente a la probabilidad matemá­
tica, pero con completa independencia de su teoria de la frecuen­
cia. «On Inductive Logic» (Philosophy of Science, vol. 12, 1945,

167
b) Cálculo de probabilidades

Pero con independencia del problema de su aplica­


ción gnoseológica, el cálculo de probabilidades fue ob­
jeto por sí mismo de una profunda investigación en el
Círculo de Viena en lo relativo a sus fundamentos teó­
ricos. La razón de esto estaba en que la teoría de la
probabilidad es todavía asunto de controversia —la teo­
ría de la frecuencia, la teoría del campo y la teoría de la
probabilidad de Reichenbach se encuentran en lucha re­
cíproca— y en que gnoseológicamente hay relaciones im­
portantes entre ella y la ley de los grandes números y
el criterio del azar. El cálculo de probabilidades estaba
desarrollado desde hacía tiempo como un formalismo
mediante el cual partiendo de probabilidades dadas
pueden calcularse otras. Pero la interpretación primi­
tiva de la probabilidad como la relación de los casos
«favorables» a los «igualmente posibles» ya no es sos-
tenible, porque con «igualmente posible» no se quiere
decir otra cosa que «igualmente probable». De lo que
se trata ahora es de saber lo que se determina propia­
mente en el concepto de la probabilidad matemática.
Una concepción es la de que probabilidad significa
el límite de la frecuencia relativa en la distribución de
características dentro de una serie irregular. No enun­
cia entonces nada sobre un miembro aislado de la su­
cesión, sino sólo sobre la sucesión entera y concreta­
mente sobre la relación numérica de la presencia de
las características dentro de ella. Esta concepción del
cálculo de probabilidades la ha desarrollado fundamen­
talmente Rich. v. Mises*1. Mises caracterizó una suce-

p. 72 s.); «The Two Concepts of Probability» (Philosophy and


Phenomenotog. Research, vol. 5, 1945, p. 513 s.).
1 «Wahrscheinlichkeit, Statistilc und Wahrheit», 1928; 2? ed.,
1936 (Schriften zjur wissenschaftl. Weltauffassung, vol. 3).

168
sión de probabilidad, un «colectivo», mediante dos exi­
gencias: por su irregularidad o aleatoriedad y porque
lo frecuencia relativa tiende siempre a un límite en
todas sus secciones, y lo hace tanto más cuanto ma­
dores sean las secciones.
Feigl 2 y Waismann * hicieron notar frente a esto que
la convergencia hacia un límite significa una regula­
ridad, a saber, que desde un lugar determinado de una
serie en adelante las desviaciones de la frecuencia re­
lativa media tienen que permanecer por debajo de una
magnitud elegida que sea arbitrariamente pequeña.
Convergencia e irregularidad se hallan, pues, en con­
tradicción. La convergencia hacia un límite sólo puede
afirmarse de una sucesión establecida por una ley de
formación —pues el límite es una propiedad de la ley
de formación— y, en consecuencia, no puede afirmarse
de una serie que, debido a la condición de irregulari­
dad, no puede tener ninguna regla de formación *. Feigl
discutió además la dificultad fundamental que consti­
tuye el afirmar la convergencia en una serie estadística.
Pues todo complejo, por muy divergente que sea, tiene
una probabilidad calculable, si bien muy pequeña, y
podría presentarse con la frecuencia correspondiente.
Como consecuencia, siempre podría suponerse una con­
vergencia, incluso para secciones que difieran amplia­
mente de la frecuencia calculada, ya que podría con­
cebirse la divergencia como una sección rara, de pro­
babilidad muy pequeña, que se compensarla en el res­
to de la sucesión. Waismann señaló todavía otra ob­
jeción fundamental contra la teoría frecuencial de la
probabilidad. El cálculo de probabilidades trabaja con
sucesiones infinitas, pero las series estadísticas sólo son
finitas. Por tanto, no es lícita la identificación de una
* «Wahrscheinlichkeit und Erfahrung» (Erkenntnis, vol. I,
p. 249 s.).
* «Logische Analyse des Wahrscheinlichkeitsbegriffs» {.Erkennt­
nis. vol. I, p. 228 s.).
* Así Popper, loe. cit., p. 115, 116, 101. (Vers. esp., p. 137 s.)

169
frecuencia relativa con un límite y la probabilidad esta­
dística no puede definirse como límite de una frecuen­
cia1relativa.
Frente a la teoría frecuencia! de la probabilidad,
Waismann {loe. cit.), siguiendo a Wittgenstein, propor­
cionó una fundamentación lógica rigurosa a la concep­
ción de la probabilidad desarrollada por Bolzano,
v. Kries y recientemente por Keynes, como perfeccio­
namiento de la teoría combinatoria clásica de la pro­
babilidad. El concepto clásico de la probabilidad se
define como el cociente de los casos favorables sobre
los igualmente posibles. Se necesita precisar primera­
mente lo que se entiende por posibilidad objetiva.
Tomada rigurosamente y entendida adecuadamente, a
un acontecimiento no le corresponde probabilidad al­
guna, pues sobre la realización de un acontecimiento no
hay ninguna inseguridad; está unívocamente determina­
do si sucede o no. La probabilidad corresponde propia­
mente al enunciado en el que se ha de predecir, en vir­
tud de otros enunciados, la realización de un aconteci­
miento. La probabilidad expresa con ello una relación
lógica entre enunciados. A diferencia de la deducibilidad
univoca de un enunciado partiendo de otros, a diferen­
cia de su posibilidad de inferencia rigurosa, esta rela­
ción sólo está determinada parcialmente y no comple­
tamente, y la magnitud de la determinación origina la
gradación de la probabilidad.
Generalmente, un enunciado no está determinado tan
individualmente que establezca un único hecho. El es­
tado de cosas por el que es verificado puede variar den­
tro de ciertos límites. Al enunciado «NN habita en
Viena» le corresponde una pluralidad de estados de
cosas posibles: puede habitar en este o en aquel barrio,
casa o piso. Un enunciado designa generalmente sólo
un ámbito de hechos aislados, un campo. En el caso
de dos enunciados (o de varios) estos campos pueden
excluirse o uno puede incluir al otro o pueden inter­
secarse. Si se introduce una medida de la magnitud
170
de los campos mediante una estipulación adecuada­
mente establecida, estas relaciones de los campos pue­
den determinarse cuantitativamente, numéricamente: la
exclusión por O, la inclusión por 1 y la intersección por
un quebrado. La magnitud del campo común en rela­
ción a la magnitud del campo de uno de los enunciados
es la probabilidad que el último enunciado da al otro.
Si en vez de este último enunciado se tienen en cuenta
todos los enunciados verdaderos conocidos, se obtiene
la probabilidad que todo el saber actual da a un enun­
ciado. Cuanto mayor sea el campo común, tanto mayor
es la probabilidad. Partiendo de esta base «pueden des­
arrollarse de modo puramente formal y sin adición ul­
terior todas las proposiciones del cálculo de probabi­
lidades» (p. 239).
Esta determinación de la probabilidad responde a la
circunstancia de que la probabilidad sólo se aplica cuan­
do las condiciones de un acontecimiento son conocidas
parcialmente y no en detalle, o se consideran de tal
modo que no bastan para un enunciado completo, es
decir, determinado individualmente. La inseguridad
gradual respecto a la verdad de tal enunciado se expre­
sa en la probabilidad. A pesar de todo, la probabilidad
no es meramente subjetiva, porque con ella se deter­
mina la relación lógica entre los enunciados. Partiendo
de las condiciones, conocidas parcialmente, de una clase
de enunciados puede calcularse una probabilidad deter­
minada en virtud de una métrica para la magnitud de
los campos y deducir de aquí relaciones de frecuencia
como predicciones para las series estadísticas. Esto
constituye una gran ventaja sobre la teoría frecuen­
cia! de la probabilidad, que tiene que tomar como base
las series estadísticas sencillamente como dadas. En
cierto sentido, pues, la teoría de la frecuencia está
incluida en la teoría del campo, con la cual, sin em­
bargo, se evitan las dificultades de la teoría de la fre­
cuencia. Si la experiencia confirma la predicción pro-
babilitaria, esto quiere decir que los acontecimientos
171
están determinados únicamente por las condiciones que
se han puesto como base al principio del cálculo de
probabilidades y que son independientes de circunstan­
cias ulteriores y no conocidas. Pero si la experiencia
no confirma la predicción probabilitaria, entonces bus­
camos una explicación mediante una dependencia ulte­
rior. La probabilidad está asi relacionada con la depen­
dencia, esto es, con la ley y el azar. Esta fundamen-
tación de la probabilidad encontró la adhesión de
Cam ap5. y Schlick •.
Frente a esto, Popper mantiene la teoría frecuencial
de la probabilidad, teniendo en cuenta las objeciones
contra ella y dándole una forma perfeccionada. Esto
se realiza mediante la idea original de sustituir la exi­
gencia de la irregularidad, que como tal es necesaria,
por una exigencia puramente matemática, a saber, la
de que la frecuencia relativa de una sucesión ha de
conservarse para toda selección arbitraria de miembros
según •determinados predecesores. En lugar de poner
como base sucesiones estadísticas irregulares, constru­
ye así sucesiones matemáticas que tienen la forma dé
las azarosas, sucesiones que reproducen el carácter de
irregularidad de las sucesiones azarosas mediante suce­
siones matemáticas determinadas por una regla. Una
sucesión de características es de tipo azaroso cuando
los límites de frecuencia de sus características funda­
mentales son insensibles a las selecciones según grupos
cualesquiera de n predecesores. La irregularidad se sus­
tituye así por una hipótesis frecuencial. Consigue con
ello un fundamento puramente matemático.
Puesto que las sucesiones azarosas empíricas son fi­
nitas, hay que renunciar en su imitación matemática
a un límite de la frecuencia relativa, ya que tal límite
no se da más que en sucesiones infinitas. Popper intro­
duce por ello en su lugar el concepto de un punto de*•

5 Erkenntnis, vol. I, p. 268, 269.


• Gesammelte Aufsütze, p. 73.

172
acumulación de las frecuencias relativas de una suce­
sión. Con ello quiere decirse que para toda sección de
una sucesión hay siempre secciones cuya frecuencia
relativa difiere arbitrariamente poco de una frecuencia
determinada, que constituye el punto de acumulación.
Si una sucesión sólo tiene uno de tales puntos de acu­
mulación y no varios, una única frecuenia media que
es también la frecuencia media de toda selección de
miembros, entonces este punto sustituye al límite de
la frecuencia relativa7. Esta frecuencia media única
representa la «probabilidad» de la distribución de las
características. Con lo cual, las sucesiones de tipo aza­
roso se comportan como las de forma convergente.
Popper ofrece entonces la prueba de que el teorema
de Bernoulli es independiente de la existencia de un lí­
mite y sólo presupone la insensibilidad de la frecuencia
relativa frente a toda selección. Esta demostración se
realiza deduciéndole únicamente de esta suposición, in­
cluso para sucesiones de tipo azaroso sin límite de fre­
cuencia. El teorema de Bernoulli reza en la interpreta­
ción de la probabilidad como frecuencia relativa: la fre­
cuencia relativa de la distribución de las características
en secciones finitas suficientemente largas de una suce­
sión de tipo azaroso difiere de la frecuencia media de
toda la sucesión arbitrariamente poco conforme aumen­
ta su número, haciéndolo mucho más ampliamente, por
el contrario, en secciones cortas. Cuanto más pequeñas
son las secciones, tanto mayores son sus desviaciones
de la frecuencia media; cuanto mayores son aquéllas,
tanto menores son éstas, tanto más se comportan de
forma convergente. Pero esto no es otra cosa que la
ley de los grandes números, con lo que ésta resulta
ser una transformación tautológica del teorema de
Bernoulli y una consecuencia lógica de la propiedad de
una serie de casos de mostrar una frecuencia media
que no se altera mediante selecciones de tipo determi-

» Dic Logik d. Forschung, p. 94 s. (Vers. esp. p. 144 s.)

173
nado. Se soluciona así la paradoja de que a pesar de la
«irregularidad» de tales series se produzca una «regu­
laridad» en grandes números, pues de aquella propie­
dad de ordenación resulta de un modo puramente ló­
gico que una serie de este tipo está todavía desordena­
da en ámbitos pequeños, pudiendo manifestarse un
orden, en el sentido de una convergencia, sólo en los
grandes.
La teoría subjetiva del cálculo de probabilidades no
puede interpretar el teorema de Bernoulli como enun­
ciado de frecuencia en el sentido de la ley de los
grandes números y, por tanto, no está en condiciones
de explicar la aplicabilidad del cálculo de probabilida­
des a las sucesiones estadísticas, el éxito de los pro­
nósticos probabilitarios. Por el contrario, la teoría de
la probabilidad por la frecuencia relativa, que era la
existente hasta entonces, postulaba ya una regularidad
a gran escala mediante la introducción de un límite.
Popper dedujo la ley de los grandes números como una
proposición matemática. Pero está relacionada con una
condición de las series estadísticas empíricas. La ley
de los grandes números describe el estado empírico de
cosas siguiente: hay series de acontecimientos que en
pequeño están desordenadas y en grande son casi con­
vergentes. Pero ahora, cuando el carácter azaroso de
una sucesión, incluso de una sucesión estadística, pue­
de ser expresado por una condición matemática de la
misma —insensibilidad frente a la selección—, se le
puede deducir lógicamente de aquí y, por tanto, vale
también necesariamente para tales series empíricas. El
cálculo de probabilidades, junto con la ley de los gran­
des números, es entonces una teoría matemática de un
ámbito empírico; y también a la inversa: si se han
constituido sucesiones matemáticas de carácter azaro­
so, hay series estadísticas empíricas que corresponden
a ellas y, por tanto, realizan también la ley de los
grandes números. Las series matemáticas y la ley de
174
los grandes números, en cuanto es matemática, en­
cuentran así aplicación empírica.
Los enunciados sobre la probabilidad matemática no
pueden ser verificados ni falsados en su aplicación
empírica, esto es, ni ellos ni sus negaciones pueden con­
firmarse de modo completo. No pueden verificarse por­
que los enunciados del cálculo de probabilidades con­
ciernen a series infinitas, mientras que las series em­
píricamente dadas son siempre finitas. Incluso cuando
una de estas series haya respondido bien a un enuncia­
do probabilitario matemático, sigue siendo completa­
mente incierto e indeterminado si esto seguirá siendo
válido de su continuación. Se produce el mismo impe­
dimento de la confirmación a causa de lo descono­
cido que en el caso de los enunciados generales ilimi­
tados. Pero, por esta misma razón, una serie empírica
no puede contradecir tampoco a un enunciado proba­
bilitario matemático. Las desviaciones de una probabi­
lidad calculada pertenecen al carácter de una sucesión
probabilitaria. Sólo hay que suponer que se compen­
sarán en el transcurso ulterior. Por tanto, los enuncia­
dos probabilitarios son indecidibles teóricamente. No
pueden confirmarse empíricamente en modo alguno
(loe. cit., p. 194). Pero entonces carecerían de signifi­
cado para la experiencia. Popper confiesa (p. 133) que
por esta razón tendrían que considerarse «propiamente
como 'no significativos empíricamente' o como 'caren­
tes de contenido empírico’», si bien no como carentes
de contenido lógico; «sin embargo, contra tal concep­
ción habla... el gran éxito predictivo que obtiene la
física con proposiciones probabilitarias hipotéticas»8.
Aquí se las supone, pues, como confirmadas práctica­
mente o como refutadas por inútiles.
Esto se comprende por la forma lógica de los enun­
ciados probabilitarios y por su relación con las propo­
siciones básicas. De premisas probabilitarias pueden*

* Loe. cit., p. 133. (Vers. esp., pp. 244, 178.)

175
deducirse conclusiones, o sea, enunciados existenciales
relativos a los miembros y secciones de una serie, por
ejemplo, el de que hay secciones que difieren arbitra­
riamente poco de la frecuencia media. Estas proposi­
ciones existenciales son generales: «vuelve a haber
siempre miembros de tal y tal tipo; son hipótesis exis­
tenciales y, por tanto, no son verificables ni falsables».
Pero los enunciados existenciales singulares obtenidos
de ellas pueden verificarse. Según que esto suceda con
muchas o pocas o ninguna de estas conclusiones de
«hay», el enunciado probabilitario se confirma más o
menos bien o de ningún modo.
Pero esto no es suficiente. Los enunciados probabi-
lítanos no deben utilizarse ilimitadamente, pues todo
tipo de regularidad podría considerarse como una sec­
ción rara de una serie azarosa. Precisamente por esto
no son refutables los enunciados probabilitarios. La uti­
lización de las hipótesis probabilitarias ha de limitarse,
pues, mediante una regla metodológica. Esta regla prohi-
be considerar predecibles o reproducibles en una serie
azarosa las secciones que más ampliamente divergen
de la frecuencia media * en una dirección determinada,
pues tales secciones no pueden mostrarse como prede­
cibles y reproducibles, precisamente por su improba­
bilidad y rareza. Para la confirmación de una premisa
probabilitaria no es suficiente una concordancia mejor
o peor con las proposiciones básicas, sino que se re­
quiere la concordancia óptima dentro de la precisión
alcanzable en las mediciones. Las hipótesis probabili­
tarias pueden ser utilizadas de este modo como las otras
hipótesis.*

* Popper defíne el azar por el hecho de que no puede dedu­


cirse ninguna predicción que le sea aplicable. El carácter aza­
roso de una serie no excluye todavia la regularidad de sus acon­
tecimientos particulares. En oposición a Schlick (Ges. Aufsat-
zé, p. 72).
176
III. EL AMBITO DE LO COGNOSCIBLE

1. Ciencia unificada y lenguaje universal

La realización de la unidad del conocimiento consti­


tuye una de las tareas históricas de la Filosofía *. El
Círculo de Viena tuvo también claramente presente esta
tarea. Los sistemas conceptuales de la física, de la bio­
logía, de la psicología, de la sociología, de las ciencias
históricas, no pueden hallarse uno al lado del otro sin
posibilidad de comparación. Estas ciencias no pueden
hablar cada una en su propio lenguaje. Si se consideran
las ciencias particulares como heterogéneas en sus ob­
jetos, métodos y condiciones de validez, entonces no
existe ninguna relación entre ellas, sobre todo entre las
ciencias naturales y las culturales (o del espíritu), y no
resulta claro cómo se comportan entre sí sus conceptos
y leyes. Pero hay que estar utilizando constantemente
los conceptos y leyes de un campo en otro. Si hay que
explicar, y no meramente describir, un proceso psíquico
como la percepción, sólo es posible hacerlo si se sale
del sistema conceptual psicológico, ya que tal proceso
tiene que ponerse en relación con un estímulo físico
y un proceso fisiológico. Pero toda predicción es un
proceso singular transcendente de este tipo, por estar
condicionado complejamente. La deducción de una de
ellas, que tanta importancia reviste, exige recurrir a leyes
de diversas ciencias particulares, leyes de la naturaleza
y del comportamiento de los hombres. Pero para ello
las leyes y conceptos de las ciencias especiales tienen
que pertenecer a un sistema, no deben hallarse desco-1

1 Sobre esto, Diirr, «Die Einheit der Wissenschaften» (Erkennt-


nis, vol. III, p. 65 s.).

177
nectadas unas junto a otras. Tienen que constituir una
ciencia unificada con un sistema conceptual común
(un lenguaje común), sistema en el cual los sistemas
conceptuales de las ciencias particulares sean sólo miem­
bros, lenguaje en el cual sus lenguajes particulares sean
únicamente lenguajes parciales2.
£1 lenguaje unificado de la ciencia tiene que cumplir
dos exigencias. Tiene que ser: primero, intersubjetivo,
lo que en el aspecto formal quiere decir: tiene que ser
un sistema común de signos y reglas, y en el aspecto
semántico: tiene que designar lo mismo para cada per­
sona. Segundo, universal, es decir, toda proposición de
cualquier lenguaje tiene que poder ser traducida a él,
tiene que ser un sistema conceptual en el que pueda
expresarse cualquier hecho. Neurath y Camap conside­
raron en primer lugar a la física como tal lenguaje,
como tal sistema conceptual, por lo que esta teoría re­
cibió el nombre de «fisicalismo».
Los enunciados de la física describen cuantitativa­
mente el estado de una posición espacio-temporal, pero
pueden incluirse también determinaciones cualitativas,
como las que se dan a las cosas del mundo perceptivo,
si se las puede coordinar a estados o procesos físicos.
Por esto Camap ha modificado esta tesis de la unifica­
ción * en el sentido de que en ella no se trata del sistema
conceptual de la física, sino de propiedades y relaciones
observables de cosas. El nombre de «fisicalismo» se hace
con ello inexacto y debería ser sustituido por el de
2 Camap, «Die physikalische Sprache ais Universalsprpche der
Wissenschaft» (Erkenntnis, vol. II, p. 432 s.). Camap, «Psycholo-
gie Ln physikalischer Sprache» (Erkenntnis, vol. III, p. 107 s.).
Neurath, «Empirische Soziologie», 1931 {Schriften z. wissenschafti.
Weltauffasstmg, vol. V). Neurath, «Physicalism» {The Monist,
vol. 41, 1931). Neurath, «Physikalismus» (Scientia, V, 50, 1931).
Neurath, «Einheitswissenschaft und Psychologie», 1933 (Einheits-
wissenschaft, fascíc. 1). La Encyclopedia of Unified Science, Chica­
go, 1938 s., tiene como misión realizar el punto de vista de la
ciencia unificada.
* «Testability and Meaning», vol. 3, p. 466 s.

178
«lenguaje del mundo corporal» o «lenguaje de cosas».
No es el lenguaje fisicalista cuantitativo el que consti­
tuye el lenguaje unitario de la ciencia, sino el lenguaje
cualitativo de cosas. Esto quiere decir: todos los enun­
ciados sobre hechos cualesquiera pueden traducirse a
enunciados sobre estados o procesos del mundo cor­
poral. Las determinaciones de las cosas no pertenecen
exclusivamente a un ámbito sensorial determinado; las
oscilaciones de un diapasón no sólo pueden oirse, sino
también verse y tocarse. Las determinaciones de las
cosas son intersensoriales. Pero, a la inversa, determi­
nadas cualidades sensoriales están coordinadas unívo­
camente a determinados procesos corporales. A un tono
determinado le corresponden oscilaciones de una deter­
minada frecuencia fundamental y determinadas frecuen­
cias superiores con amplitudes determinadas. Por tanto,
las cualidades sensoriales pueden caracterizarse unívo­
camente mediante relaciones de cuerpos y, en conse­
cuencia, los enunciados sobre aquéllas pueden sustituir­
se por enunciados sobre éstas. La constatación de las
relaciones de cuerpos no sólo es independiente de un
determinado ámbito sensorial, sino también de un su­
jeto determinado. En el fondo, siempre es posible esta­
blecer una concordancia entre diversas personas respec­
to de estados y procesos del mundo corporal, precisa­
mente porque el mundo corporal es intersubjetivo. Por
tanto, el lenguaje de cosas, la descripción mediante pro­
piedades y relaciones observables, es también intersub­
jetivo.
Mediante este lenguaje no sólo puede exponerse
el campo de la física, sino también todos los restantes
campos de las ciencias naturales. Si bien puede haber
leyes específicas de la biología, o sea, aunque no se pu­
diesen reducir todas las leyes biológicas a leyes de la
física, sin embargo, los conceptos biológicos son reduci-
bles en última instancia a propiedades y relaciones ob­
servables de cuerpos. Si esto no sucede con conceptos
como «dominante» o «entelequia» es porque a base de
179
estos conceptos no pueden deducirse consecuencias con­
trastares. Pero también por ello tales conceptos no
son admisibles en modo alguno en la ciencia 4.

2. El fisicalismo

Los enunciados de las ciencias naturales son ya en


y por sí enunciados sobre relaciones reales, espacio-
temporales. Los enunciados de otros campos tienen que
poder traducirse al menos a tales enunciados. La ma­
temática y la lógica pueden expresarse en este lenguaje,
considerándolas como puros cálculos, como combina­
ciones de meras figuras-signos. Pero el verdadero pro­
blema del lenguaje «fisicalista» unitario se halla en si
con él puede representarse también el campo de lo
anímico; versa sobre la posibilidad de traducción de los
enunciados psicológicos a enunciados sobre estados y
procesos corporales. Neurath y Carnap, para funda­
mentar la posibilidad de traducción, formularon una
tesis que da como resultado un «fisicalismo» en sentido
estricto.
Originariamente consideraron todavía que los enun­
ciados psicológicos y los fisicalistas eran dos tipos dis­
tintos de enunciados, en el sentido de que los enuncia­
dos psicológicos hablan de las vivencias como de hechos
no físicos. Así dice Carnap con toda claridad en el pri­
mer estudio sobre el tema *1: «cualquiera puede compro­
bar bajo qué condiciones físicas... vive él una cualidad
determinada»; o bien: «los procesos de reacción pueden
ser, en parte, procesos de los llamados físicos y, en
parte, procesos psíquicos; ahora bien, en caso de que
sea válida la tesis antedicha de que los conceptos y pro­
posiciones psicológicas son reducibles a conceptos y
4 Kaila. «Det frammande siálvslivcts kunskapteoretiska pro­
blema, 1936 (Theoria, vol. II, p. 128 s.).
1 «Die physikalische Sprache ais Universalsprache der Wis-
senschaft» (Erkenntnis, vol. II, 1931, p. 445).

180
proposiciones fisicalistas, se trata siempre de procesos
físicos» (p. 451). La tesis fundamental se formula a con­
tinuación con toda claridad234: «No ha de entenderse
el fisicalismo como si quisiese prescribir a la psicología
que trate sólo hechos expresables de modo'fisicalista.
Quiere decirse más bien: la psicología puede tratar lo
que quiera y formular sus proposiciones como quiera.
Estas proposiciones son, en todo caso, traducibles al
lenguaje ñsicalista». Pero hablar de una traducción de
los enunciados psicológicos a enunciados fisicalistas,
únicamente tiene sentido si son enunciados distintos.
Pero simultáneamente se abandona esta concepción
dualista por la conclusión «de que todas las proposicio­
nes de la psicología hablan de procesos físicos (en el
cuerpo y especialmente en el sistema nervioso central
del sujeto en cuestión *). El único significado captable
científicamente en los enunciados sobre fenómenos
anímicos no puede consistir en otra cosa que en enun­
ciados sobre estados corporales, pues sólo estos enun­
ciados son intersubjetivos y contrastables. Si se inter­
pretan los enunciados sobre lo anímico en un sentido
no físicalista, escapan por principio a la contrastación,
pues la vida psíquica no es accesible de modo general.
En consecuencia, los enunciados sobre lo psíquico se
excluyen expresamente del lenguaje de la ciencia. «Si se
habla en forma dualista —como es usual en filosofía
casi siempre— de 'contenidos de vivencias’ y de 'hechos
físicos' (... de lo psíquico y lo físico...), son inevitables
las contradicciones *». Las representaciones de las vi­
vencias psíquicas de otro son únicamente representa­
ciones accesorias superfluas. El contenido lógico de
los enunciados sobre lo psíquico consiste sólo en

2 «Psychologie in physikalischer Sprache» (Erkenntnis, vol. III,


p. 108). (Recogido en el volumen El positivismo lógico, citado
anteriormente.)
2 «Die physikal. Sprache ais Universalsprache d. Wissenschaft»
(Erkenntnis, vol. II, p. 450).
4 Erkenntnis, vol. II, p. 456, 457.

181
enunciados sobre lo físico. «Fundamentalmente sólo hay
una especie de objetos, a saber, los procesos físicos9».
Todos los enunciados de las ciencias positivas no pue­
den versar más que sobre lo corporal", pues sólo los
enunciados sobre ello son intersubjetivamente com­
prensibles y contrastabas. En consecuencia, el lugar
de la psicología al uso debe ocuparlo un behaviorismo
radical, como la única forma científicamente posible de
la psicología. «La psicología es una rama de la física» T.
Las proposiciones sobre vivencias psíquicas carecen se­
gún esto de significado científico, esto es, de contenido
teórico. Las representaciones de las vivencias psíqui­
cas de otro son únicamente representaciones concomi­
tantes superfluas 9. La suposición de que los hombres
tienen vivencias aparte de su comportamiento corporal
no puede expresarse fisicalistamente y, por tanto, tam­
poco científicamente. Constituye una mera pseudopro-
posición. Es metafísica. De este modo, se devino desde
la tesis originaria a una mucho más radical.
Este fisicalismo radical causó generalmente extrañe-
za y chocó desde el principio con una fuerte resisten­
cia. Pero en él se extraen con inexorable rigor lógico
consecuencias de la exigencia de la contrastabilidad,
que parecen inevitables. Este radicalismo sin trabas
vuelve a tener aquí el significado de plantear proble­
mas legítimos e importantes.
Los enunciados sobre la vida psíquica ajena no pue­
den contrastarse directamente, ya que los procesos psí­
quicos ajenos no pueden percibirse directamente. Si
se afirma, como Scheler, que pueden leerse de modo
inmediato en el rostro de otro los procesos psíquicos4

4 Erkenntnis, vol. III, p. 108.


* Kotarbinski defiende también una concepción completamen­
te análoga con el «Reismus». Véase R. Rand, «Kotarbinskis Phi-
losophie» (Erkenntnis, vol. 7, 1937/38, p. 97 s.).
1 Erkenntnis, vol. III, p. 142.
* Erkenntnis, vol. II, p. 459 s. Camap, Scheinprobleme, 1928,
p. 36 s.

182
como la cólera, la alegría, la confusión, «leer en el
rostro» quiere decir precisamente: poner como base de
la diagnosis psíquica la expresión del rostro, o sea, pro­
cesos corporales. Tiene que haber siempre comunica­
ciones lingüísticas o síntomas corporales expresivos o
el comportamiento general en una situación determi­
nada o procesos fisiológicos en la percepción. Sin tales
indicios del mundo corporal, no es posible en modo
alguno una contrastación de los enunciados sobre fe­
nómenos psíquicos, salvo que haya telepatía. Y esto es
válido no sólo para los estados psíquicos ajenos actua­
les, sino también para los estados propios pasados.
Pero si todo enunciado sobre ellos tiene que estar
basado en enunciados sobre estados corporales, a todo
enunciado psicológico de este tipo le tiene que corres­
ponder otro sobre el mundo corporal y partee posible
en consecuencia eliminar los enunciados psicológicos en
general y sustituirlos por los enunciados coordinados
del mundo corporal, pues, como consecuencia de esta
correspondencia, lo anímico puede ser caracterizado
mediante lo corporal coordinado. Con ello no queda
definido en su particularidad, sino únicamente ñjado
unívocamente según su extensión. Pero precisamente
por esto, los enunciados psicológicos y los «fisicalistas»
correspondientes son equivalentes, tienen el mismo
contenido teórico. No existe entonces diferencia algu­
na teóricamente relevante, ni siquiera indicable teóri­
camente, entre ellos. Los enunciados sobre lo «psíqui­
co» no pueden consistir, pues, científicamente más que
en los enunciados sobre lo corporal, que son los úni­
cos contrastabas. Con ello el fisicalismo radical es
behaviorismo radical. No hay enunciados sobre las vi­
vencias psíquicas. Los enunciados «psicológicos» úni­
camente tienen un significado contrastable como «fisi­
calistas». La tesis radical del fisicalismo se hace así no
sólo comprensible, sino aparentemente inevitable.
Pero hay que darse cuenta ahora de lo que el fisi­
calismo radical encierra consecuentemente dentro de sí
183
mismo. Los enunciados sobre la vida psíquica ajena, en
cuanto algo no-físico, son pseudoproposiciones carentes
de significado, ya que no son contrastables por prin­
cipio. Esto tiene como consecuencia que también son
incomprensibles y carentes de significado desde el pun­
to de vista intersubjetivo los enunciados mismos de
otro hombre sobre sus estados psíquicos, en la medida
en que por ellos se entienda algo distinto de estados
de su cuerpo. «Si la proposición ’A estaba enojado
ayer a mediodía' no tiene para mí ningún significado
porque... no puede ser comprobada por mí, no se con­
vertirá tampoco en significativa por el hecho de que de
la boca de A provenga un fenómeno sonoro con la confi­
guración de esta proposición»*. Son sólo actos de su
comportamiento corporal «verbal».
Pero, finalmente, tampoco los enunciados sobre las
vivencias propias pueden contener en el lenguaje cien­
tífico intersubjetivo otra cosa que fenómenos corpora­
les, si han de ser contrastables. «Ayer estaba irritado»
sólo quiere decir «mi cuerpo tenía ayer el estado físico
que se acostumbra a designar como 'irritación’» **. El
lenguaje de los protocolos de vivencias se convierte
con ello en un «lenguaje parcial del lenguaje fisicalis-
ta>". Esto tiene también como consecuencia que la
base del sistema de constitución, constituida por el psi-
quismo propio, se viene abajo. Los conceptos del mun­
do de las cosas no pueden ser constituidos mediante la
reorganización de lo vivencialmente dado, sino que, a
la inversa, el sistema de constitución tiene que ser
construido sobre la base de conceptos «fisicalistas», de
conceptos de cosas propiamente. Con ello se realizó un
giro esencial en la fundamentación del conocimiento
empírico desde el inmanentismo de la conciencia al
materialismo.

• Erkenntnis. vol. III, p. 122, 124.


10 Erkenntnis, vol. III, p. 136.
** Erkenntnis, vol. III, p. 458.

184
La crítica de este fisicalismo no puede efectuarse,
como suele suceder **, partiendo de la hipótesis dua­
lista de que hay vivencias psíquicas que son distintas
de los procesos del cuerpo respectivo. Hay que anali­
zar la afirmación fisicalista de que los enunciados que
son psicológicos en este sentido no pueden formularse
en modo alguno científicamente, es decir, de manera
que sean contrastables.
Para hacer la crítica del fisicalismo radical hay que
contestar primero la pregunta fundamental: ¿cómo se
puede hablar entonces científicamente, de modo com­
prensible intersubjetivamente, de las vivencias del psi-
quismo ajeno en general? ¿De qué modo puede cons­
truirse en general científicamente el concepto de lo
psíquico como algo no corporal? Pues dado que el
psiquismo ajeno no puede constatarse directamente,
dado que no es inmediatamente accesible, no puede
captarse en modo alguno por sí mismo, sin sus sínto­
mas corporales. Este es el argumento fundamental del
fisicalismo. No niega la existencia de vivencias psíqui­
cas; pero afirma que de ellas no puede hablarse en
absoluto, puesto que son metafísica. Las proposiciones
sobre ellas carecen de significado, pues no son contras­
tables por principio. Las vivencias psíquicas no pueden
comunicarse intersubjetivamente y, por tanto, no pue­
den comprobarse. Si los enunciados psicológicos le ha­
cen pensar a uno en vivencias psíquicas, esto sólo son
representaciones concomitantes que no pertenecen al
contenido teórico de los enunciados,f. En consecuen­
cia, no puede indicarse de ninguna manera mediante
un enunciado objetivo en qué consiste la diferencia
entre un enunciado sobre lo psíquico en sentido usual
y un enunciado sobre los procesos corporales coordi­
nados, qué es lo que aquél dice distinto de lo que dice

12 En el fondo también se hace asi por Duncker, «Behavioris-


mus und Gestaltpsychologie» (Erkenntnis, vol. III, p. 162 s.).
11 Erkenntnis, vol. II, p. 459, 460.

185
éste *\ Según el fisicalismo, el concepto de lo psíquico
en sentido específico no puede en absoluto formularse
científicamente.
Pero surge entonces en primer lugar la cuestión de
qué sucede con los conceptos del lenguaje de cosas,
del fisicalismo. En él hay que introducir conceptos pri­
mitivos indefinibles. Estos conceptos primitivos no
pueden determinarse tampoco mediante la mostración
de aquello que aíslan mentalmente, pues lo que puede
ser mostrado no es intersubjetivo, como debe serlo lo
corporal; son los datos subjetivos de la percepción,
si no se es partidario del realismo ingenuo, que con­
funde los cuerpos objetivos con los contenidos de per­
cepción subjetivos. Pero es cierto que ahora no puede
afírmarse que los conceptos del mundo corporal sean
gnoseológicamente tan claros e incuestionables que sin
determinación ulterior se les pueda dar por supuestos
como fundamentos de la ciencia. Lo que ha de enten­
derse por «cuerpo» ha sido reducido de las cualidades
secundarias a las primarias y de éstas a los números
concretos de las magnitudes físicas de estado, donde
se inserta la problemática gnoseológica, cosa que la
física conoce perfectamente: realidades extraconscien­
tes como los electrones, etc., con su «complementarie-
dad» de partículas y ondas de materia o únicamente
conexiones regulares de lo perceptivamente dado **. Los
conceptos del lenguaje de cosas representan, pues, una
suposición completamente problemática y, por tanto,
difícilmente se les puede introducir asi sin más como
conceptos primitivos indefinidos.
Para constituir el concepto de lo psíquico en sentido
usual se necesita tomar como base únicamente lo que
a cada uno le resulta conocido por su experiencia pro­
pia. Por su género cualitativo no es comunicable, pues
el contenido intersubjetivo de los enunciados consiste

14 Caraap, Scheinpróbleme, p. 40.


14 Véase posteriormente p. 189 s.

186
en la «estructura», en las relaciones de ordenación en
que se hallan los contenidos cualitativos1*. Pero los
miembros subjetivos de estas relaciones intersubjeti­
vas son indispensables e ineliminables. En los conteni­
dos subjetivos de las vivencias están dados los hechos
en virtud de los cuales puede construirse el concepto
de lo psíquico como un concepto intersubjetivo com­
prensible. Es el concepto de la especie general de lo
vivencialmente dado, la esencia de lo cromático, de lo
frío, de lo doloroso, de lo desagradable, etc. Estas cua­
lidades se fijan intersubjetivamente mediante la carac­
terización de su ordenación, si bien el contenido cua­
litativo puede diferir individualmente. El concepto ge­
neral de algo de especie semejante a aquello que cada
uno vive subjetivamente, de algo que llena cualitativa­
mente las relaciones intersubjetivas, puede constituirse
así como un concepto intersubjetivo.
Hay que demostrar además la comunicabilidad de lo
psíquico. La comprensión de enunciados sobre el psi-
quismo ajeno se produce ya por el hecho de que lo
psíquico ajeno está fijado por su relación de ordena­
ción (estructura), al estar diferenciado suficientemente
y determinado unívocamente por ella. Pero esta estruc­
tura basta plenamente para producir una comprensión
intersubjetiva. Quien recibe una comunicación puede
llenar de contenido la estructura con elementos de su
propia experiencia y representarse de este modo los
procesos psíquicos ajenos según su tipo general. Se
sabe entonces lo que se quiere decir con ello: algo
del mismo tipo que el color vivido por uno mismo o
que el dolor vivido por uno mismo, si bien no de la
misma peculiaridad exactamente. Por tanto, los enun­
ciados sobre fenómenos psíquicos son significativos sin
tener que interpretarlos como físicalistas.
Pero tal concepto de lo psíquico seria además inútil,
por ser superfluo, si para todo proceso psíquico hu-•

•• Véase anteriormente p. 51 s.

187
biese también procesos corporales que no sólo pudiese
suponerse que están coordinados, sino que se compro­
base siempre que lo están. Pues entonces podría ha­
blarse realmente de los procesos psíquicos, ya que am­
bos enunciados son equivalentes; si uno es verdadero,
el otro también lo es.
Para la crítica ulterior del fisicalismo se trata de
saber, pues, si lo que normalmente se consideran como
vivencias psíquicas puede describirse íntegramente me­
diante enunciados sobre hechos corporales y, en conse­
cuencia, si puede sustituirse por ellos. Pero esto tro­
pieza con dificultades de principio. Hay un gran con­
junto de fenómenos psíquicos (en sentido usual), sobre
todo en los campos del pensamiento y la imaginación,
pero también en los de las impresiones sensoriales y
orgánicas, cuyos síntomas corporales de expresión son
extremadamente escasos y muy inseguros o completa­
mente insuficientes para una determinación más de­
tallada. Generalmente, el hecho de que alguien piensa
en algo determinado, o lo recuerda, o lo desea, o lo ve,
se expresa tan poco y con tan poca claridad en su
comportamiento que no se lo puede determinar me­
diante ello ni siquiera aproximadamente y mucho me­
nos claramente. Los procesos que se desarrollan en el
sistema nervioso central al hacerlo no los conocemos
en detalle. Los únicos fundamentos perceptivos para
ello son los enunciados de las personas que experi­
mentan.
Para poder describir tales fenómenos psíquicos en
lenguaje fisicalista, Camap se ve obligado a designar
el estado corporal coordinado a ellos no de un modo
directo, sino mediante un rodeo consistente en servirse
de expresiones psíquicas. Le caracteriza como el estado
corporal que se da cuando alguien hace un enunciado
sobre una vivencia determinada, el cual, sin embargo,
ha de tomarse únicamente como un fenómeno mera­
mente físico (voz, escritura). Por ejemplo, la descrip­
ción ñsicalista de que alguien ve rojo viene dada por
188
el hecho de que el estado corporal del sujeto corres­
pondiente se designa como «viendo rojo». Pero «viendo
rojo» no significa, utilizado de este modo, una sensa­
ción, sino una clase de reacciones corporales (movi­
mientos orales, gestos como el de señalar a un objeto
rojo) que se producen regularmente en virtud de estímu­
los (preguntas como sonidos verbales, signos escritos).
La vivencia psíquica «ver rojo» ha de sustituirse en la
descripción mediante un estado corporal de «estar vien­
do rojo» y este estado corporal se caracteriza por estar
ligado a una clase determinada de reacciones del su­
jeto que ve ro jo 17.
Para poder caracterizar unívocamente «de modo fi­
sicalista» un fenómeno psíquico determinado tendrían
que poder indicarse todas las reacciones que podrían
servir como distintivo del estado corporal correspon­
diente, pues si esto no fuese posible habría que supo­
ner que en una persona no pasa nada, cuando de hecho
sucede. Las reacciones mediante las cuales se hace de-
terminable el estado corporal «estar viendo rojo» pue­
den ser movimientos orales o escritos del tipo más
diverso, o sea, enunciados que recen de modo diverso
en distintos lenguajes. Pero también pueden faltar ta­
les reacciones. No es necesario que uno exteriorice toda
sensación. Los procesos fisiológicos que se producen
en el cerebro no son suficientemente conocidos. Las
reacciones mediante las cuales se haga determinable el
estado corporal «estar pensando la proposición p»
(«p» puede ser, por ejemplo, « 2 x 2 = 4») serán muy
escasas, si puede comprobarse alguna en general. Pero
incluso estas escasas reacciones serán completamente
inexpresivas. Serán características sólo del pensar en
algo en general, pero no permitirán conocer el conte­
nido especial de la proposición. Una proposición psi­
cológica no tiene el mismo contenido que una propo­
sición fisicalista única, sino únicamente el mismo que

,T Erkenntnis. vol. II, p. 458.

189
una conyunción de proposiciones fisicalistas. Pero esta
conyunción de- las reacciones corporales posibles no
puede fijarse de modo suficiente y completo ni me­
diante una clase, definida por una propiedad o una
relación, ni por enumeración. Se construye sólo reco­
giendo los síntomas corporales expresivos de una deter­
minada clase de fenómenos psíquicos. Pero en modo
alguno puede decirse de antemano cuáles son todos los
estados corporales que pertenecen a ella, cosa que no es
posible por la imprevisible diversidad de su variación **.
Esto sólo puede concebirse unitariamente mediante una
coordinación con una especie de vivencias psíquicas.
Con lo cual no puede eliminarse lo psíquico en sentido
específico.
Esto es válido con especial claridad para el ámbito
de la comprensión de signos, cuya importancia es fun­
damental. La comprensión de un significado, de una
significación, no está1* «determinada completamente
por la condición física de los estímulos que alcanzan
nuestros órganos sensoriales». Si se hace una señal
con banderas a un barco, los estímulos físicos (ópticos)
están dados allí del mismo modo para todas las per­
sonas, pero la señal será comprendida por la dotación
del barco, o al menos por una parte de ella, mientras
que la mayor parte de los pasajeros no la comprenderá.
La comprensión no depende meramente de la condición
del estímulo, de los objetos como signos, sino también
de la preparación de los sujetos. Para comprender la
significación de un signo hay que haberla aprendido.
Es esta segunda condición subjetiva la que obliga a
Carnap a recurrir a la persona que comprende en su
intento de fiscalización de la comprensión. Un signo o
un comportamiento significativo es caracterizado por él
** Rougier ha argumentado de un modo semejante: «Le lan-
gage de la physique est-il universel et autonome?» (Erkennt-
rtis, vol. VII, 1937/38, p. 189 s.).
19 Como dice Carnap, «Psychologie in physikalischer Sprache»
(Erkenntnis. vol. III, p. 126).

190
como comprensible cuando un sujeto reacciona a él
con una proposición protocolaria correspondiente. Al
hacerlo, el sujeto ha de jugar únicamente el papel de
un detector orgánico; su vivencia comprensiva no en­
tra en la caracterización, haciéndolo únicamente su
enunciación de la comprensión. Carnap cree permane­
cer con ello al hacer la caracterización completamente
dentro del campo fisicalista, pues considera el enuncia­
do como un fenómeno físico (voz o escritura).
Pero en cuanto tal no es suficiente. Este mismo enun­
ciado tiene, a su vez, que ser comprendido, pues no se
pueden indicar todas las posibles combinaciones ora­
les o escritas mediante las cuales puede expresarse
una comprensión determinada. Incluso si no son infi­
nitas, son imprevisibles. Sólo podría eliminarse la vi­
vencia de la comprensión si estuviésemos en condicio­
nes, no sólo de definir fisiológicamente el aprendizaje
mediante la creación de reflejos condicionados, sino
también de caracterizar unívocamente del mismo modo
lo aprendido en concreto. Mientras esto no sea posible,
no puede transcribirse, caracterizarse ni definirse el
comprender de un modo puramente fisicalista. Mien­
tras tanto, lo psíquico sigue siendo indispensable e in-
eliminable en cuanto fenómeno no fisicalista. El len­
guaje fisicalista o lenguaje de cosas no sirve, pues,
para la representación de lo psíquico. Por tanto, se
conserva el dualismo originario de lo psíquico y lo
corporal y, con ello, también el de lenguaje de vivenr
cias y lenguaje de cosas.
Nos hallamos, por tanto, en la siguiente situación:
si se tiene por inconstituíble el concepto de lo psíquico
en sentido usual y se consideran imposibles los enun­
ciados sobre ello, la ciencia tiene que renunciar a un
gran número de sus enunciados actuales y se suprimen
la mayor parte de las ciencias culturales.
Para poder incardinar acciones dadas en un contexto
causal o teleológico, tenemos que referirlas o a sus mo­
tivos psíquicos o a sus fenómenos corporales paralelos.
191
Pero estos últimos no los conocemos ni con mucho de
modo suficiente para poder inferirlos de acciones da­
das. Por el contrario, las relaciones psíquicas las cono­
cemos mucho mejor. Por tanto, cuando se desconocen
los procesos corporales coordinados, no podemos pres­
cindir de la motivación psíquica. Tales situaciones se
producen abundantemente en la investigación histórica
y en los procesos judiciales.
Pero ¿cómo pueden contrastarse intersubjetivamente
los enunciados sobre el psiquismo ajeno en este sen­
tido, en los casos en los que no se dispone para ello de
ningún indicio corporal directo? Nos hallamos ante un
caso de este tipo, por ejemplo, cuando se discute ante
un tribunal si un homicidio ha sido el resultado de
un propósito de matar o constituye un homicidio no
intencionado. Si se ha ocultado la intención de matar,
no existen indicios corporales directos de ella (mani­
festaciones del asesino). Para averiguar la intención se
tiene en cuenta sobre todo si la situación total puede
motivar una intención de asesinato. Puede deducirse
de acciones preparatorias. Pueden ser acciones que en
sí y por sí no indiquen en modo alguno una intención
de asesinar y sólo adquieran este significado en el con­
texto total, como, por ejemplo, informaciones previas
sobre la presencia o ausencia de personas. O bien se
inñere que se trata de un mero homicidio por el hecho
de existir un profundo afecto entre los sujetos. Tales
razonamientos descansan, por una parte, en que las
acciones nacen de un conjunto de motivaciones, en que
son miembros de un contexto psíquico de fines y me­
dios para su realización; por otra parte, se fundan en
regularidades exclusivas de la vida psíquica, de modo
que el gran afecto excluye la premeditación y un im­
pulso violento lleva consigo las acciones. Por tanto, los
fundamentos para la constatación del psiquismo ajeno,
como, por ejemplo, de una intención, están dados por
relaciones regulares entre procesos corporales y psíqui­
cos (acciones e intenciones) y entre procesos psíqui-
192
eos (afecto y premeditación). Estas regularidades se in­
ducen de la experiencia propia y ajena y se utilizan
para la interpretación de la conducta ajena, habiendo
sido confirmadas una y otra vez. Los enunciados sobre
el psiquismo ajeno son contrastabas intersubjetiva­
mente en virtud de estas regularidades, incluso cuan­
do no hay ningún indicio corporal directo de él. Lo
que sólo indirectamente está relacionado con lo cor­
poral perceptible mediante leyes psicológicas, que son
leyes probabilitarias meramente estadísticas, puede tam­
bién ser justificado como hecho psicológico válido. Los
enunciados sobre el psiquismo ajeno son enunciados
científicos legítimos.
Por consiguiente, no puede mantenerse que el len­
guaje ñsicalista o lenguaje de cosas pueda servir como
lenguaje universal de la ciencia unificada, pues los
estados y procesos psíquicos no pueden traducirse com­
pletamente a él. El lenguaje de vivencias y el lenguaje
de cosas, el sistema conceptual de lo psíquico y el de
lo físico se mantienen autónomos uno al ladQ del otro.
La ciencia no puede prescindir de ninguno de ellosí0.

*» Contra el lenguaje fisicalista unificado de la ciencia se han


levantado también objeciones desde otro punto de vista: por
Kokoszynska, «Bemerkungen über die Einheitswissenschaft» (Er-
kenntnis, vol. VII, p. 325 s.). No todas las proposiciones cientí­
ficas pueden expresarse en el mismo lenguaje; no puede hacerse
concretamente esto con las proposiciones que se refieren a la
verdad, la denotación, la definibilidad en un lenguaje. Esta ob­
jeción, que se apoya únicamente sobre las proposiciones lógicas,
ya no es válida cuando al hablar de la unidad del lenguaje de
la ciencia se trata sólo de las proposiciones extra-lógicas, como
explica Carnap («Logical Foundations of the Unity of Science»
[Encyclopedia of Uitified Science, vol. I, núm. 1]). Lo que im­
porta únicamente es saber si todas éstas son reducibles a pro­
posiciones fisicalistas. Frente a esto, Kaila ha.em prendido un
ingenioso intento de comprender de modo behaviorista la fun­
ción simbólica («Physikalismus u. Phánomenalismus» [Theoria,
vol. VIII, 1942]).

193
3. R ealidad

De las condiciones de la confirmación resulta el ám­


bito de lo que es cognoscible. La confirmación de un
enunciado empírico tiene que fundarse en la percep­
ción y, en última instancia, en la percepción propia.
También la posibilidad de utilización de las experien­
cias ajenas descansa sobre la percepción propia. Uno
tiene que oír o leer lo que otro le comunica. Pero no
por esto es cognoscible únicamente lo vivido por uno
mismo, ni tampoco meramente lo que puede experi­
mentarse en general, sólo lo inmanente a la concien­
cia, como se defendió por parte del positivismo. Cierta­
mente, no hay que negar que también en el Círculo de
Viena, en parte y a veces, se consideró como real 6ólo
lo vivencialmente dado *. Según el sistema de consti­
tución de los conceptos de Carnap, el significado de los
enunciados sólo puede consistir en transformaciones
de lo vivencialmente dado, lo corporal en regularidades
de lo perceptible y todas las demás especies de objetos
sólo en relaciones entre vivencias. Por miedo a la me­
tafísica no se osaba salir del ámbito de las vivencias.
Pero esta concepción se abandonó completamente en
el fisicalismo y Schiick rechazó expresa y detallada­
mente la equiparación con cualquier idealismo o solip-
sismo teóricos en su ensayo «Positivismus und Rea-
lismus» *.
El principio defendido por el Círculo de Viena de
que todos los enunciados, incluso los que versan sobre
la realidad, tienen que ser contrastados y confirmados
con lo vivencialmente dado, resulta completamente mal-
interpretado cuando se ve en él la afirmación de que12
1 «Las cosas* que se constituyen partiendo de las percepcio­
nes no corresponden a ninguna realidad existente fuera de las
percepciones*, dice Ph. Frank (Erkenntnis, vol. II, p. 186).
2 Erkenntnis, vol. III, 1932; Ges. Aufsatze, p. 83 s.

194
sólo lo dado es real, de que las cosas corporales sólo
son conceptos auxiliares para la ordenación de lo vi­
vencialmente dado, que el mundo exterior sólo es una
construcción lógica. Esta opinión se defendió a veces
realmente por el positivismo y otras veces se le ha
imputado por una falsa interpretación. Puede vacilarse
acerca de si sucede lo uno o lo otro cuando J. St. Mili
caracteriza los cuerpos como «posibilidades permanen­
tes de sensaciones». Por el hecho de que lo vivencial­
mente dado se considere como el contenido de la
conciencia de un sujeto, se llega de la exclusiva rea­
lidad de lo dado a la exclusiva realidad de lo cons­
ciente; no hay nada fuera de la conciencia. Si al
hacerlo se supone que lo dado se distribuye en una
pluralidad de conciencias, se mantiene uno en el idea­
lismo; pero si se limita lo dado a lo que me está
dado a mí mismo, se viene a parar al solipsismo. Pero,
en ambos casos, se halla uno ante doctrinas metafísicas,
pues se afirma con ello que fuera del mundo empírico
no existe nada más, que detrás no se halla ningún ser
trascendente. Pero esto es algo que no puede compro­
barse y decidirse empíricamente, igual que la afirma­
ción del realismo metafísico de que junto al mundo
empírico existe todavía otro distinto, absoluto; es se­
cundario que éste sea cognoscible de un modo especial
o sea incognoscible.
Pero al contenido de la conciencia no le corresponde
ninguna posición excepcional respecto de la realidad
empírica. Lo esencial no es que lo dado sea una cosa
neutral, como en el caso de Mach y Avenarius, y que
tanto lo psíquico como lo físico se constituyan a par­
tir de ello, sino que lo que importa es que un estado
de conciencia, un sentimiento, un dolor, sólo pueden ser
afirmados como objetivamente reales en el mismo sen­
tido que un objeto físico. «Ser-real significa siempre
hallarse en una relación determinada con lo dado.»
{Loe. cit., p. 105). Pues sólo entonces puede contrastarse
y confirmarse un enunciado sobre la realidad.
195
La realidad objetiva no viene garantizada por una
vivencia única, sino sólo por conexiones regulares.
Cuando es dudoso si en mi cuerpo hay un lugar dolo­
roso aquí o allí, en el apéndice o en el hígado, tienen
que encontrarse indicios de ello (palpando o por mé­
todos semejantes). Y del mismo modo puede demos­
trarse la realidad de los estados de conciencia ajenos.
En virtud de conexiones regulares entre procesos cor­
porales y psíquicos puede probarse que es real —o tam­
bién que no es real— que alguien tenga una vivencia
determinada, por ejemplo, que se alegra. Las manifes­
taciones lingüísticas, las comunicaciones del otro, sín­
tomas corporales expresivos, conocimiento del carác­
ter del otro y de su situación instantánea establecen
una conexión entre estados corporales perceptibles y
estados psíquicos no perceptibles para mí, pero que, a
pesar de todo, han de aceptarse como reales en virtud
de esta conexión, si bien sólo de modo hipotético, como
todos los enunciados empíricos.
Y del mismo modo puede demostrarse la realidad de
objetos y procesos corporales no percibidos ni percep­
tibles. Si se los conjetura en virtud de leyes naturales
unidas a estados de cosas dados en la percepción, si
son incardinables en el sistema espacio-temporal del
mundo exterior, entonces estas suposiciones son igual­
mente válidas que los enunciados sobre cueipos y pro­
cesos percibidos. «Estamos, pues, en posesión de crite­
rios empíricos determinados para saber si las casas y
los árboles estaban ya ahí cuando no los veíamos y si
ya existían antes de nuestro nacimiento y existirán des­
pués de nuestra muerte; es decir, la afirmación de que
aquellas cosas 'existen con independencia de nosotros’
tiene un significado completamente claro y comproba­
ble y evidentemente ha de ser admitida. Podemos dis­
tinguir perfectamente de una manera expresable estas
cosas de aquellas que existen sólo 'subjetivamente', ’de-
196
pendiendo de nosotros’»*. En este sentido no cabe
duda de la realidad de la cara de la luna siempre ocul­
ta para nosotros * ni tampoco de que las estrellas conti­
nuarían en sus órbitas incluso cuando toda conciencia
se extinguiese en el mundo *. Y del mismo modo se
demuestra la realidad de los átomos y campos eléctri­
cos mediante las regularidades descubiertas por la fí­
sica. «Positivismo lógico y realismo no son, por tanto,
antagónicos»*. «Por tanto, ha de rechazarse la formu­
lación utilizada por algunos positivistas según la cual
los cuerpos 'sólo son complejos de sensaciones’»*. Es
este un reconocimiento claro e inequívoco del realismo
empírico. Pero con ello no debe afirmarse, ni tampoco
negarse, una realidad absoluta trascendente a la expe­
riencia, pues tal realidad no puede ser discutida *.
Ser-real quiere decir en sentido empírico: estar in-
card inado en el sistema espacio-temporal de lo Ínter-
subjetivamente comprobable. No puede plantearse en
modo alguno la cuestión de si esto es sólo una cons­
trucción ideal o le corresponde una realidad absoluta
subsistente por sí. Esta es la pregunta por su «idealidad
o realidad trascendental», una cuestión metafísica. Evi­
dentemente, saber si lo que aceptamos como real es
«verdaderamente» real, si aquello que suponemos in­
dependiente de nosotros y existente fuera de nuestra
conciencia, existe realmente por sí con independencia
o si a nuestras suposiciones no les corresponde en
modo alguno una realidad absoluta, «existente en sí»,
es colocarse en un punto de vista metafísico. Es una

• Ges. Aufsdtze, p. 107, e igualmente p. 102.


« Ibid., p. 352.
» Ibid., p. 365.
• Ibid., p. 115.
1 Ibid., p. 114. Cfr. anteriormente nota 1, p. 160.
• Caraap, Scheinprobleme der Philosophie, 1928. Ph. Frank,
«Das Kausalgesetz», 1931 (Schriften z■ wissenschaftt. Weltauffas-
stmg, vol. VI, cap. 10). Cornelius, «Zur Kritik der wissenschaft.
Grundbegriffe» (Erkennínis, vol. II, p. 191).

197
pregunta que se sale* por completo de lo científica­
mente cognoscible. No puede definirse lo que quieren
decir «realidad» y «absoluto* en este sentido, ya que
no puede indicarse ningún criterio para ello. Por esta
razón se caracterizaron tales proposiciones sobre la
existencia metafísica como carentes de significado*.
¿Cuándo hemos de poder decir que a la realidad em­
pírica le corresponde una absoluta y cuándo no? Una
realidad que no exista actualmente en una vivencia no
podemos hacer más que pensarla, afirmarla, suponerla,
pero nada más. Formulamos la hipótesis de una reali­
dad independiente de nuestra experiencia e indicamos
criterios para su contrastación en la medida en que
una afirmación de existencia implica determinados
enunciados perceptivos. Si se trata de la realidad empí­
rica, por ejemplo, de si una cordillera de una región
desconocida es real o sólo legendaria, esto se decide con
segundad mediante la vista. Ahora bien, a la realidad
introducida idealmente fuera de nuestra conciencia no
le podemos contraponer además otra realidad que no
estuviese introducida igualmente de un modo ideal. Su
realidad tendría que alcanzarse de otra manera. ¿Cómo
se llegaría, pues, a tal realidad absoluta? Querer medir
nuestras suposiciones de realidad en una realidad ab­
soluta de este tipo es un deseo absurdo. Respecto de
una realidad o idealidad absolutas no hay ninguna po­
sibilidad de decisión. Por esto se caracterizó la pre­
gunta por la realidad o idealidad del mundo exterior
como un pseudoproblema, pues sólo se la puede com­
prender en este sentido metafísico, ya que una ideali­
dad empírica del mundo exterior, esto es, una limitación
de lo real a lo consciente, a la conciencia actual, es
una afirmación que no puede mantenerse. La realidad
empírica es una hipótesis necesaria. Todas las tesis
históricas sobre la verdadera realidad: el idealismo

• Caraap, Die logische Synlax der Sprache, p. 237; Scheinpro-


bleme der Phiiosophie, 1928.

198
metafísico y el realismo metafísico, el fenomenalismo,
el solipsismo, y también el antiguo positivismo con su
limitación a la inmanencia de la conciencia, caen fuera
del campo del conocimiento empírico, pues quieren
contestar una pregunta imposible.

4. V alores

También las cuestiones del valor se trataron en el


Círculo de Viena, si bien sólo en la medida en que son
accesibles a una investigación científica. Carnap era
también radical en este aspecto y excluyó los juicios
de valor en general de un tratamiento teórico, pues lo
que constituye el carácter específico de los juicios de
valor no puede formularse teóricamente. «O se dan
criterios empíricos para Tsueno’, 'bello' y los restantes
predicados utilizados en las ciencias normativas o no
se dan. En el primer caso, una proposición con un
predicado de este tipo será un juicio empírico sobre
hechos, pero no es un juicio de valor; en el segundo caso
será una pseudoproposición; no puede construirse en
modo alguno una proposición que enuncie un juicio de
valor»1. Y posteriormente: «La validez objetiva de un
valor o de una norma no puede verificarse empírica­
mente o deducirse de proposiciones empíricas (tampoco
en la opinión de los ñlósofos de los valores); por tanto,
no puede expresarse de ningún modo (mediante una
proposición significativa)» (ib íd .)* .
A esto le sirve todavía de base la deñnición inicial
del significado por la verificabilidad, que luego el mis­
mo Carnap encontró demasiado estrecha. Según ella,
sólo los enunciados descriptivos pueden ser significa-12
1 ■Überwindung der Metaphysik durcta logische Analyse der
Sprache» (Erkenntnis. vol. II, p. 237).
2 También Ayer (Language, Truth and Logic, 1936, cap. 6) con­
cibe los enunciados de valor como expresión de sentimientos
y no como afirmaciones.

199
tivos, porque sólo ellos son verifícables. Todos los de­
más enunciados: preguntas, exhortaciones, reglas, va­
loraciones, carecen de significado, pero sólo en este
sentido: no tienen ningún contenido representativo, teó­
rico. Por el contrarío, si el significado se defíne se­
mánticamente, tales proposiciones son también signifi­
cativas, pues mediante ellas se designan determinados
modos de comportamiento. En particular, a las desig­
naciones valorativas les están coordinadas relaciones
de objetos (relaciones entre estados objetivos y acti­
tudes), relaciones que pueden expresarse empírica­
mente *.
Schlick emprendió una fundamentación de la éti­
c a 4. Lo que la ética puede realizar científicamente es
únicamente una descripción y una ordenación sistemá­
tica de las normas morales, y no el establecimiento de
normas. La ética puede justificar las normas inferiores
por las superiores, pero las normas supremas no las
puede justificar, pudiendo únicamente hacerlas constar
como fácticas. No hay criterios para los valores abso­
lutos. Todos los valores son relativos a un sujeto. Por
otra parte, la ética puede explicar las normas mediante
condiciones extraéticas más generales; puede derivar
el comportamiento moral de las leyes naturales del
comportamiento en general.
Schlick considera como ley general de motivación
del comportamiento la ley hedonista, según la cual la
decisión de la voluntad se efectúa conforme al motivo
más placentero o al menos desagradable. «Bueno» en
sentido moral es un predicado que se refiere, a las
decisiones de la voluntad y expresa una aprobación
por la sociedad. Lo que una sociedad regula como mo­
ral y por qué lo regula es cosa que viene determinada
• Véase V. Kraft, «Grundlagen einer wissenschaftl. Wertleh-
re». 1937 (Schriften z. wissenschaftl Weltauffassung, vol. XI).
(Segunda edición aumentada, Springer, Viena, 1951. N. del T.)
4 «Fragen der Ethik», 1930 (Schriften z. wissenschaftl Wet­
tauffassung, vol. 4).

200
por las consecuencias placenteras y dolorosas que re­
sultan para una sociedad de determinados modos de
comportamiento, o mejor: las que ella considera que
resultan. El individuo actúa moralmente porque lo que
le parece útil a la sociedad puede ser también placen­
tero para él mismo. Este carácter placentero es provo­
cado por sugestión en la educación y mediante el pre­
mio y el castigo impartidos por la sociedad, en ambos
casos desde fuera. Pero un comportamiento realizado
en el sentido de las exigencias sociales puede tener tam­
bién por s( mismo e inmediatamente un carácter pla­
centero para el individuo. Igualmente puede proporcio­
nar placer el presenciar una situación placentera y de
este modo se hace también valioso el comportamien­
to altruista y no sólo el egoísta. Pero la colocación del
placer como fundamento del valor exige una explica­
ción del hecho de que el dolor no tiene siempre como
consecuencia una valoración negativa, ya que el sacri­
ficio se valora de un modo más alto que la felicidad.
Schlick lo explica porque el dolor es entonces o bien
una condición previa del placer o bien contiene ya en
sf mismo placer en cuanto estado complejo, pudiendo
ser placentera la fuerte excitación que se produce en él.
Schlick contrapone su ética de la bondad a la ética
de la obligación. Es una ética de la «buena persona»
que quiere por inclinación lo que la sociedad impone
como obligación. Es una meta muy lejana puesta a la
evolución. Por ahora, como demuestran el pasado y el
presente, sólo tiene significación práctica una ética de
la obligación.
He intentado explicar detalladamente en mi Wert-
tehre que el hedonismo es insuficiente para la expli­
cación y justificación de los valores*. Sólo una parte
de. lo valioso descansa sobre el carácter placentero y
el desagradable. Junto a ellas hay todavía otras fuentes

5 «Grundlagen einer wissenschaftl. Wertlehre», 1937 (Schrif­


ten z. wissenschaftl. Weltauffassung, vol. XI, p. 95 s.).

201
no menos importantes de valor, sobre todo la aptitud
para la satisfacción de necesidades condicionadas bio­
lógicamente, de una tendencia, de un deseo. Lo decisivo
aqui no es la representación del placer que se deri­
vará de la satisfacción, sino el impulso inmediato y
su acabamiento por la satisfacción de la necesidad.
En mi Werílehre he investigado de modo general el
campo de los valores y los fundamentos para hacer
enunciados científicos sobre ellos y he intentado ex­
plicarlos psicológicamente, por una parte, y lógico-teó­
ricamente, por otra. Los conceptos valorativos tienen
un contenido descriptivo unido a su carácter propia­
mente valorativo, salvo en pocas excepciones: los con­
ceptos valorativos más generales, tales como «valioso»,
«excelente», etc.4. Es este contenido el que se indica
en la definición de un concepto valorativo; por ejem­
plo, cuando se define «moralmente bueno» por la con­
cordancia de la voluntad con una ley moral o por la
voluntad orientada hacia la felicidad de todos o por el
sentimiento de simpatía, y cuando se define «bello»
por la ordenación armónica de las partes en el todo.
Los juicios de valor tienen por ello un contenido obje­
tivo, teórico. Por tanto, también los juicios de valor
—y lo mismo puede decirse de las normas— pueden
someterse a un análisis lógico y no sólo psicológico.
Gracias a este contenido objetivo, los juicios de valor
pueden hallarse en relaciones lógicas entre sí; mediante
las relaciones de clase de sus conceptos puede existir
entre ellos la relación de subsunción, se puede com­
probar la incompatibilidad entre ellos, se pueden de­
ducir lógicamente de los juicios de valor generales otros
más especiales T. Sobre esto descansan, por una parte,*

* IjOc. cit., p. 24 s. Casi simultáneamente formuló Jorgensen


la distinción análoga para los imperativos (normas): «Imperad-
ves and Logic», 1937/38 (Erkenntnis, vol. VII, p. 288).
7 Asi también Jorgensen, «Imperatives and Logic» (Erkennt-
nis, vol. VII, p. 288 s.) y Rose Rand. «Die Logik der Forderungs-
satze» (Intem at. Zeitschr. f. Theorie d. Rechts, 1939).

202
los sistemas de ética y de estética y, por otra, toda
crítica positiva. Pero los juicios de valor que pueden
deducirse de este modo son siempre condicionados.
Presuponen siempre otros juicios de valor más ge­
nerales.
El específico carácter valorativo, aquello por lo que
lo bueno y lo bello definidos de tal y tal forma se ca­
racterizan como «valiosos*, hace referencia a la actitud
para con el contenido objetivo definido. Puede ser una
actitud amistosa u hostil, de tendencia o de recusa­
ción, de aprobación o de desaprobación. El carácter
valorativo fija tal actitud. Es algo no teórico: una se­
ñal para el comportamiento práctico. De este modo la
designación del carácter valorativo es también signifi­
cativa; se sabe cómo ha de emplearse.
El juicio valorativo lo constituye la atribución de un
carácter valorativo a un objeto o a una clase de objetos.
Los juicios valorativos son, pues, significativos en su
totalidad, no sólo en su contenido descriptivo'.
Pero un juicio valorativo no expresa meramente la
actitud personal del que juzga, sino que incluye tam­
bién una exhortación a quien lo comprende para que
adopte una actitud igual, pues un juicio valorativo no
quiere ser meramente una confesión subjetiva, sino que
pretende uqa validez general.
Pero la exhortación para que se adopte la actitud ex­
presada por el carácter valorativo no tiene por qué ser
obedecida. No hay ninguna instancia que haga necesario
en general su reconocimiento, tal como la verificación
hace necesario el reconocimiento de un enunciado des­
criptivo, pues no hay valores absolutos ni imperativos
categóricos, sino sólo hipotéticos. Lo que se tiene por
tales son únicamente aquellos valores e imperativos que
se han hecho naturales en un círculo cultural. Sólo
suponiendo principios valorativos aceptados pueden de-*

* Frente a Jórgensen, loe. cit. — si no se Umita «significado»


precisamente al contenido descriptivo.

203
ducirse juicios valorativos más especiales con validez
objetiva. En este sentido es válida toda crítica objeti­
va; sólo así puede afirmarse una validez objetiva de los
juicios de valor: en cuanto deducidos y condicionados.
Sin supuesto alguno, en cuanto incondicionados y ab­
solutos, los juicios de valor no pueden tener ninguna
pretensión de validez general, ya que ésta no puede
justificarse de ninguna manera.

5. F ilosofía

La exigencia fundamental del Círculo de Viena, el


fundamento de su unidad interna, era que la filosofía
ha de proceder científicamente. Se estaba de acuerdo
con el positivismo en que la filosofía no investiga un
campo propio de la realidad. Mientras se trata de la
realidad empírica, ésta se halla repartida entre las cien­
cias especiales; y una realidad no empírica, trascen­
dente, no puede ser objeto del conocimiento. Los obje­
tos tradicionales de la metafísica, un ser absoluto y
también valores y normas absolutos, no pueden pro­
porcionar un ámbito científico propio, pues las cues­
tiones y afirmaciones relacionadas con ellos no tienen
ningún contenido objetivo; son únicamente pseudo-
cuestiones y pseudoproposiciones. La filosofía, en cuan­
to metafísica, es imposible científicamente *.
Pero no estaba igualmente claro cómo había de con­
cebirse la filosofía positivamente. En un ensayo pro­
gramático con el que se inició el primer año de Erkenttt-

1 Si bien, por esta razón, en el Circulo de Viena algunos ra­


dicales. sobre todo Neurath, pero también Carnap (en la Logi-
sche Syntax der Sprache, p. 205, 206), no se oponían a renunciar
a la designación de «filosofía» e incluso'a la de «teoría del co­
nocimiento», sin embargo, Schlick protestó contra esto en el
ensayo «L’école de Vienne et la philosophie traditionelle» (Ges.
Aufsdtze, p. 391 s.).

204
nis3 determinó Schlick de una nueva forma la tarea
de la filosofía, forma que se remonta a L. Wittgenstein.
La filosofía tiene que poner en claro el significado de
palabras y enunciados, mostrando y eliminando los que
carecen de significado. De acuerdo con esto, ella no
formula proposiciones propias, sino que explica pro­
posiciones dadas. La filosofía no es un sistema de ver­
dades y, por tanto, no constituye una ciencia peculiar,
sino «aquella actividad mediante la cual se fija o se
descubre el significado de los enunciados. La filosofía
explica las proposiciones, las ciencias las verifican. En
el caso de éstas se trata de la verdad de los enunciados,
pero erf’él de aquélla se trata de lo que los enunciados
quieren decir propiamente» *. Según esto, la filosofía no
es una ciencia con un campo propio, sino un método
que se aplica a las ciencias particulares allí donde hay
oscuridades. Nos hallamos así ante el resultado para­
dójico de que partiendo de la aspiración hacia una so­
lidez científica se niega la filosofía como ciencia.
Pero a través de los trabajos de Carnap se precisó
luego que la filosofía ha de ser «lógica de la ciencia»,
que investiga la sintaxis lógica del lenguaje científico.
Hay dos grandes campos distintos: el de los objetos,
sus propiedades y relaciones, y el de la representación
de los objetos, es decir, el del lenguaje y de la lógica.
El campo entero de los objetos corresponde a las cien­
cias especiales, que le cultivan completamente. El cam­
po de la filosofía es el de la representación de los
objetos; sus objetos son los conceptos, proposiciones
y teorías de la ciencia. Esta determinación de la filo­
sofía la realizó Wittgenstein por primera vez.
En la Logische Syntax der Sprache, Carnap deter­
minó el trabajo de la filosofía diciendo que es investi­
gar la sintaxis lógica del lenguaje. Su contenido lo for-
* «Die Wende der Philosophie», Ges. Aufsatze. p. 31 s. (Re­
cogido en El positivismo lógico, citado anteriormente.)
* «Die Wende der Philosophie» (Erkenntnis, vol. I, 1930/31,
p. 8; Ges. Aufsdtze, p. 36).

205
man en parte proposiciones inmediatas sobre esta sin­
taxis y en parte proposiciones cuasi-sintácticas o pseu-
doproposiciones de objetos (ver anteriormente p. 88 s.).
Esto es lo que sucede frecuentemente en los problemas
de fundamentación de las ciencias especiales. Se pre­
sentan como problemas relativos al mundo de los ob­
jetos, pero su análisis muestra que se trata de cuestio­
nes de lenguaje, de relaciones sintácticas. En vez de
comprenderlos como filosofía de la naturaleza, de lo
orgánico, del alma, de la historia, hay que hacerlo como
análisis lógicos de la ciencia natural, de la biología, de
la psicología y de las ciencias históricas. Los problemas
de fundamentación de la física, como, por ejemplo, la
cuestión acerca de la estructura del espacio y el tiem­
po, los consideraba Caraap como cuestiones de la sin­
taxis de las coordenadas del espacio y del tiempo. Los
problemas de fundamentación de la biología, concer­
nientes sobre todo a la relación de la biología con la
física, son cuestiones acerca de la posibilidad de tra­
ducción del lenguaje biológico al lenguaje de la física.
Los problemas de fundamentación de la psicología, por
ejemplo, el problema psicofísico, son igualmente los
problemas de la relación entre dos lenguajes parciales
del lenguaje científico general, el psicológico y el fisi-
calista, son los de saber «si cada dos proposiciones pa­
ralelas de los mismos tienen el mismo contenido siem­
pre o sólo en ciertos casos»4. También los problemas de
fundamentación de la matemática, formalismo o logi-
cismo, conciernen a la construcción de un sistema for­
mal que se incorpore al lenguaje total de la ciencia.
Puesto que la sintaxis puede tratarse de un modo pu­
ramente formal, sin referencia al significado y sólo res­
pecto de las relaciones de las designaciones, las propo­
siciones de la filosofía pueden tener carácter puramente
formal. En cambio, Schlick, como Wittgenstein, había

4 Die logische Syntax der Sprache, p. 252.

206
vinculado la filosofía al significado de las proposiciones
científicas.
Pero Carnap se ha apartado desde entonces de esta
concepción sintáctica de la filosofía, como ya se expli­
có anteriormente (p. 92 s.). Si bien la filosofía es
análisis lógico del lenguaje de la ciencia, este análisis
no versa sobre su sintaxis, porque la lógica no es cosa
de la sintaxis, sino de la semántica. Por tanto, el análi­
sis lógico no ha de separarse del contenido significa­
tivo del lenguaje. Se abandona con ello su tratamiento
puramente formalista. La filosofía como análisis lógico
del lenguaje de la ciencia no se aleja ya de. la investi­
gación gnoseológica de las ciencias. Abarca así todo
lo que se trata en la teoría no psicológica del conoci­
miento y en los problemas de fundamentación de las
ciencias particulares. El Circulo de Viena se ocupó rei­
teradamente de estos problemas; así de la fundamen­
tación gnoseológica de la matemática, en el congreso
de Kónigsberg en 19305; de la relevancia biológica de
la física cuántica, en la conferencia previa de Praga
en 1934 •; del problema causal del concepto de tota­
lidad*. Los problemas filosóficos tradicionales o pue­
den formularse como cuestiones empíricas, que corres­
ponden entonces a las ciencias especiales, o como cues­
tiones de la representación, del lenguaje, del signifi­
cado y también de la sintaxis, o son cuestiones meta­
físicas, que se hallan fuera de todo tratamiento cien­
tífico.
En la concepción de la filosofía que defendió el
Círculo de Viena no hay en absoluto ninguna innova-

» Véase Erkenntnis, vol. II, p. 91 s.


• Véase Erkenntnis, vol. V, p. 56 s., 178 s.
7 Schlick, «Die Kausalitát in der gegenwártigen Physik» (Ges.
AufsStze, p. 41 s.); Frank, «Das Kausalgesetz und seine Gren-
zen», 1932 (Schriften z. wissenschaftl. Weltauffassung, vol. VI)
y en el congreso de 1936 en Copenhague (Erkenntnis, vol. VI,
p. 293 s.).
* Schlick, Ges. Aufsütze, p. 251 s.

207
ción revolucionaría. Kant redujo ya la filosofía a teoría
del conocimiento, en tanto deba ser conocimiento', y
el positivismo atribuyó todo conocimiento objetivo a
las ciencias especiales. Pero la concepción del Círculo
de Viena le supera al reunir todas las ciencias en la
ciencia unificada, pues con ello los problemas de una
concepción unitaria del mundo, que constituían un
problema capital de la filosofía anterior, se conservan
como problemas de un sistema unitario del conocimien­
to científico, o sea, como científicamente legítimos. Y
en el Círculo de Viena encontró también su expresión
precisa el método de la teoría del conocimiento como
análisis lógico del lenguaje. Por eso una investigación
del conocimiento ha de realizarse en el lenguaje.
Aquello de lo que la filosofía se ha ocupado hasta
ahora se divide en tres tipos: en primer lugar, hay
cuestiones relativas a hechos empíricos, las cuales han
de contestarse por medio de las ciencias experimenta­
les; en segundo lugar, hay cuestiones que conciernen
a la representación, al lenguaje, las cuales se solucio­
nan en una explicación de conceptos y enunciados; y
en tercer lugar, hay cuestiones metafísicas. Estas no
pueden contestarse en modo alguno, no pueden formu­
larse en el lenguaje de la ciencia, con conceptos cien­
tíficos. Por tanto, no se pierde ninguno de los proble­
mas significativos, científicamente legítimos de la filo­
sofía.
Si ahora recapitulamos lo que produjo filosófica­
mente el Círculo de Viena, se trata de resultados que

> Cfr. Windelband, Lehrbuch der Geschichte der Philosophie,


publicado por Heimsoeth, 1935, p. 3: «La filosofía, que se ha­
llaba en esta situación de conciencia de si misma, fue sacudida
por Kant, quien puso de manifiesto la imposibilidad de un
conocimiento filosófico (metaffsico) del mundo al lado o por
encima de las ciencias particulares. Tras esta renuncia, el ám­
bito de la filosofía como ciencia particular se redujo precisa­
mente a aquella reflexión critica de la razón sobre sí misma.*
(Hay trad. esp., México, 1960.)

208
han hecho avanzar ampliamente a la teoría del cono­
cimiento sobre la situación en que se encontraba. Se
explicó la esencia de la lógica y de la matemática, se
descubrió por primera vez la relación de la lógica con
el lenguaje, se analizaron y explicaron el método y los
fundamentos del conocimiento experimental tan dete­
nidamente como no se había hecho nunca hasta ahora.
Es indiscutible que se mezclaron varias simplificacio­
nes excesivas, más de una unilateralidad radical y que
todavía no han sido superadas. La labor del Círculo de
Viena no concluyó, sino que fue interrumpida. El mo­
vimiento del neopositivismo, que él inauguró, continua­
rá su trabajo. Pero ciertamente tampoco ha de discu­
tirse que desarrolló puntos de vista nuevos y fecundos
y que sus resultados significan profundizaciones y ex­
plicaciones valiosas. En una época en la que impera­
ban en el ámbito alemán las tendencias metafísicas y
la construcción dogmática, él trató la filosofía de modo
científico. Realizó sus estudios con la claridad, pro­
fundidad y solidez que exige la cientificidad, frente a
la vaguedad e inconsistencia usuales en las afirmacio­
nes filosóficas, aunque hay que reconocer que a sus
estudios les afecta también la inevitable sobriedad de
la ciencia, sin que hablen al corazón ni satisfagan se­
cretos deseos. Sin duda las fantásticas poesías concep­
tuales son más interesantes para la generalidad de la
gente y la sabiduría vital de una personalidad eminente
es sin duda más importante humanamente. Pero son
subjetivas, controvertibles e indecidibles. Les falta la
generalidad. Son asunto de convicción personal, pero
no son conocimiento.

209
INDICE

Prólogo......................................................................................... 7
Primera parte: LA HISTORIA DEL CIRCULO DE VIENA. II
Segunda parte: LA LABOR DEL CIRCULO DE VIENA ... 23
A. EL LOGICISMO ... .............................................................. 27
I. LOGICA Y MATEMATICA ............................................. 27
II. EL ANALISIS LOGICO DEL LENGUAJE ................... 36
1. Análisis semántico............................................................. 42
a) Significado, carencia de significado y m etafísica........ 42
b) Contenido y estructura.................................................... 55
2. Análisis sintáctico............................................................ 61
a) Sintaxis y lógica................................................................ 61
b) Proposiciones cuasi-sintdcticas ........................................ 77
B. EL EM PIRISM O ................................................................. 101
I. EL SISTEMA DE CONSTITUCION DE LOS CON­
CEPTOS EMPIRICOS...................................................... 101
II. LOS FUNDAMENTOS DE LA VERIFICACION DE
LOS ENUNCIADOS EM PIRICOS.................................. 131
1. LOS ENUNCIADOS VERIFICADORES........................................... 131
2. La VERIFICACIÓN DF. LOS ENUNCIADOS GENERALES.................. 149
3. V erdad y c o n firm a ció n ...................................................... 159
4. Probabilidad........................................................................ 166
a) Probabilidad gnoseológica (de enunciados) .................. 166
b) Cálculo de probabilidades .............................................. 168
III. EL AMBITO DE LO COGNOSCIBLE......................... 177
1. C iencia unificada y lenguaje universal ........................ 177
2. E l f is ic a l is m o .................................................................... 180
3. R ealidad .............................................................................. 194
4. Valores................................................................................ 199
5. F ilo so fía .......................................................... 204
Los componentes de este grupo de filósofos,
entre los que cabe destacar
a Carnap y a Schlick,
y cuyo trabajo floreció entre las dos guerras mundiales,
orientaron su filosofía por derroteros científicos,
enfrentándose con la reforma
del positivismo y del empirismo.
No puede buscarse en sus textos
ni confesiones de sabiduría personal
sobre el mundo y la vida,
ni la interpretación subjetiva de éstos,
ni la práctica de la filosofía como poesía conceptual
que termina por componer una novela cósmica.
Tanto en la elección de los temas
como en el tratamiento con que los elaboran,
los miembros de esta escuela propugnan
la claridad unívoca, el rigor lógico
y la fundamentación suficiente
como condiciones imprescindibles del filosofar válido.
El Círculo de Vicna
queda dispersado violentamente en 1938
al producirse la anexión de Austria
a la Alemania nacionalsocialista;
pero su semilla sigue haciéndose árbol
en el actual ejercicio filosófico.

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