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Kraft Victor El Circulo de Viena Ed Taurus 1986 PDF
Kraft Victor El Circulo de Viena Ed Taurus 1986 PDF
Víctor Kraft
taurus
VI C T OR KRAFT
EL C I R C U L O
DE V I E N A
Versión española de
FRANCISCO GRACIA
taurus
Título original: Der Wiener Kreis
© Springer Verlag, Viena
8
restantes exposiciones extranjeras proceden en parte
de los primeros tiempos del Círculo de Viena, como
el extraordinario trabajo de Kaila Der logische Neupo-
sitivismus, que apareció ya en 1930, y el informe de
Petzall, entonces exacto, pero ampliamente superado
luego, Der logische Positivismus de 1931 y su crítica
de las proposiciones protocolarías Zum Methodenpro-
blem der Erkenntrtisforschung de 1935. Parte de ellas
son visiones de conjunto muy breves, como la de Voui-
llemin La logique de la science et l'écóle de Vienne, 1935,
y la de C. W. Morris Logical Positivista, Pragmatista
aad Scieatific Empiricism, 1937. (Por desgracia no he
podido conseguir, a pesar de mis esfuerzos, el estudio
de Blumberg y Feigl.) Entre las exposiciones extranje
ras de las doctrinas del Círculo de Viena hay que men
cionar también el libro de Ayer: Laaguage, Truth and
Lope (1938, 2? ed. 1946). (Versión castellana:: Leaguaje,
verdad y lógica. Editorial Universitaria de Buenos Ai
res (EUDEBA).)
Por ello me ha parecido indicado exponer de modo
sintético los trabajos filosóficos del Círculo de Viena,
sus problemas y resultados; no sólo para que con ello
no se pierdan en el olvido, sino sobre todo para pre
sentar de este modo las ideas fundamentales de este
movimiento a la filosofía alemana de nuestro tiempo,
filosofía que sólo las conoce en forma insuficiente.
El Círculo de Viena pertenece al pasado, al menos
en Viena. Su trabajo, en el que yo mismo participé, ha
terminado. Por ello mi exposición llega sólo hasta su
diáspora en 1938. Tampoco hubiese sido posible lograr,
durante el aislamiento del extranjero ocasionado por
la segunda guerra mundial, un conocimiento suficiente
de la literatura aparecida desde entonces en otros países
y producida por antiguos miembros del Círculo de Viena
o relacionada con ellos. Por tanto, no ha sido posible
9
referirse a ella, con excepción de las nuevas obras de
Carnap.
No hay que perder de vista al juzgarlo, que el tra
bajo del Círculo de Viena no concluyó, sino que fue
interrumpido bruscamente cuando se hallaba en su ple
nitud. Más de una simplificación excesiva, mucho ra
dicalismo se explican como un planteamiento inicial.
Igual que variaron reiteradamente las opiniones en el
Círculo de Viena, del mismo modo que Carnap ha su
perado después la unilateralidad de la consideración
puramente sintáctica, también en el Círculo de Viena
se hubiese llegado a soluciones más maduras, si se hu
biese podido seguir trabajando. Si se quisiesen sacar
formulaciones y consecuencias extremas, se podría
presentar sus resultados a una luz totalmente distinta
de lo que sigue. Pero con ello se habría hecho injusticia
a su obra. Su gran significado positivo es indudable.
De ningún modo podría defender por completo' las
opiniones del Círculo de Viena; he añadido incluso una
crítica en algunos puntos importantes. Pero el Circulo
de Viena se preocupó por poner en claro con profun
didad y amplitud lo fundamental del conocimiento y
demostró un grado de claridad y rigor lógico que no
se encuentra en la filosofía alemana de la última ge
neración. Incluso quienes se hallen en una posición
distinta de la del Círculo de Viena pueden aprender
también mucho de él.
Viena, m arzo de ¡950. V . K raft
10
PRIMERA PARTE
11
sores, no sólo de Boltzmann, sino también de Mach,
tenía un profundo conocimiento de la filosofía.
Pronto se formó en Viena, alrededor de Schlick, un
círculo no sólo de alumnos, sino también de estudiosos
interesados en la filosofía. Lo constituían los más ade
lantados de sus discípulos —entre los que Fr. Waismann
tenía un lugar destacado—, pero también doctores
como O. Neurath, E. Zilsel, H. Feigl, B. v. Jubos, H. Nei-
der, algunos de sus colegas, los profesores R. Camap,
V. Kraft, F. Kaufmann, y no sólo filósofos «puros»,
sino también matemáticos con intereses filosóficos: el
catedrático H. Hahn y los profesores Menger, Radako-
vic y Gódel. Esta composición trajo consigo un nivel
desacostumbradamente alto. La orientación matemática
—también Camap, Waismann, Zilsel, Neurath y Kauf
mann tenían una formación matemática— fortaleció la
tendencia hacia el rigor y la pureza lógicos. En breves
informes y largas discusiones se debatían cuestiones
lógicas y gnoseológicas, mediante lo cual y gracias a la
preparación y el pensamiento independiente de los
miembros más importantes2 —particularmente Schlick,
Camap, Neurath, Waismann, Hahn, Zilsel— se consi
guieron abundantes resultados. Era un trabajo intelec
tual de construcción conjunta, no la aceptación de las
tesis de un maestro. Schlick no marcaba en modo al
guno la pauta. De Wittgenstein partieron influjos pro
fundos, aunque él mismo no estuvo nunca presente.
Fueron transmitidos por Schlick y Waismann, quienes
se hallaban en contacto con él, que entonces estaba en
Viena. De este modo llegaron mucho más allá de su
Tractatus logicophilosophicus *. De este trabajo con
12
junto se derivó un progreso tan rápido como el que
únicamente se produce en las ciencias especiales. Por
tanto, resulta natural que tal desarrollo tuviese' como
consecuencia varios cambios y que más de una con
cepción inicial demasiado simplista fuese superada más
pronto o más tarde.
En 1929 Schlick fue llamado a Bonn, pero renunció
después de algunas vacilaciones. En la primavera y el
verano del mismo año marchó como profesor invitado
a la Universidad de Stanford en California. En esta
época, la amenaza de la pérdida primero y la larga
ausencia de Schlick después, hicieron tomar conciencia
a los miembros de este círculo de que constituían una
comunidad espiritual de cuño especial, un grupo filosó
fico peculiar. El congreso de la Sociedad alemana de
Física y de la Asociación de matemáticos alemanes,
que tuvo lugar en Praga a mediados de septiembre del
mismo año, proporcionó la ocasión exterior de inter
venir allí como un grupo autónomo, que, junto con la
Sociedad de Filosofía empírica de Berlín, a la que per
tenecían Fr. Kraus, H. Reichenbach, A. Herzberg, A. v.
Parseval, W. Dubislav, K. Grelling, organizó simultá
neamente un congreso sobre gnoseología de las ciencias
exactas. Al mismo tiempo se publicó un pequeño es
crito programático Wissenschaftliche Weltauffassung.
Der Wiener Kreis, realizado por Carnap, Hahn y Neu
rath, que exponía brevemente el origen y los miembros,
la actitud y los fines de esta sociedad de trabajo. Es
taba dedicado a Schlick y le fue entregado a su vuelta
a Viena en octubre de 1929 «en señal de agradecimiento
y de alegría por su permanencia en Viena», como se
decía expresamente en el prefacio. El «Círculo de Vie
na» entraba así en la .vida pública.
Esto se manifestó también en que el Círculo consi
guió su propio órgano de publicación al hacerse cargo
13
Camap y Reichenbach en 1930 de los Armalen der Phi-
losophie, que continuaron bajo el título de Erkenntnis.
El Círculo encontró una posibilidad ulterior de publi
cación en los pequeños escritos Veroffentlichungen des
Vereines Ernst Mach, editados por la asociación «Ernst
Mach», que había sido fundada en 1928 por varios miem
bros del Círculo con la tendencia de la popularización *;
y además, en la serie Einheitswissenschaft, editada por
Neurath, 1934.
El «Círculo de Viena» se dio a conocer rápidamente
en medios cada vez más amplios. En septiembre
de 1930 volvió a organizar junto con el grupo berlinés
de filosofía empírica un congreso de gnoseología de las
ciencias exactas, en el que se trataron los problemas
fundamentales de la matemática y de la mecánica
cuántica*, congreso que se celebró junto con la Asam
blea de físicos y matemáticos alemanes en Konigsberg.
La designación de Carnap en 1931 como profesor ex
traordinario de la Facultad de Ciencias Naturales de la
Universidad de Praga significó una sensible pérdida
para el Círculo de Viena, pero Carnap formó con el
catedrático de física Philipp Frank una ñlial del
«Círculo de Viena» en Praga. Ambos grupos entraron en
relación con pensadores extranjeros orientados en el
mismo sentido: con Jorgensen, catedrático de Filosofía
en Copenhague, con Rougier, entonces catedrático en
Besangon y El Cairo, con Morris, catedrático en Chi
cago, con Miss Stebbing, catedrático en Londres, etcé
tera. Se estableció también contacto personal con las
14
escuelas logísticas de Vársovia y Lemberg*. De aquí
surgió un congreso internacional de Filosofía científica,
que fue preparado en 1934 por Rougier, Reichenbach,
Carnap, Frank y Neurath en una conferencia previa
en Praga y que tuvo lugar en París en septiembre
de 1935 en las aulas de la SobornaT. Fue promovido por
el Gobierno francés y por Institutos científicos interna
cionales de París; Russell y Enriques pronunciaron
discursos de apertura; participaron aproximadamente
170 miembros de más de 20 países, viniendo de Alema
nia, aparte del grupo de Berlín, solamente el catedrático
Scholz de Münster. Constituyó un gran éxito. La orien
tación del Círculo de Viena, que encontró todavía una
fuerte resistencia en el Congreso de Praga de 1929, fue
ahora ampliamente reconocida. Enriques y el general
Vouillemin advirtieron del peligro del dogmatismo y de
un nuevo escolasticismo, Morris sobre la unilateralidad
y Reichenbach sobre el peligro de aplicar precipitada
mente a algo el calificativo de metafísica; algunos parti
cipantes formularon objeciones contra concepciones
aisladas. A propuesta de Carnap se nombró un comité
para la unificación internacional del simbolismo lógico
y en primer lugar de la terminología alemana; ef Con
greso se declaró también dispuesto a promover y cola-67
15
borar en la Enciclopedia internacional de la ciencia
unificada, propuesta por Neurath*.
Al año siguiente, en julio de 1936, tuvo lugar un se
gundo Congreso internacional «para la unidad de la
ciencia» en Copenhague, que estuvo dedicado especial
mente al problema causal, sobre todo en relación con
la física y la biología cuánticas". Participaron unos
cien miembros, provenientes de la mayoría de los paí
ses europeos, siendo particularmente grande el número
de los americanos; N. Bohr pronunció la primera con
ferencia. En el discurso de apertura Jorgensen puso
de relieve que la iniciativa de este Congreso y de los
anteriores había partido del «Círculo de Viena» y que
era éste el que había desarrollado las ideas fundamen
tales del nuevo movimiento filosófico. Al año siguiente,
en julio de 1937, se volvió a celebrar en París y en la
Sorbona el tercer Congreso para la unidad de la cien
cia, que sirvió para las discusiones de la proyectada
Enclopedia10. Y de nuevo un año después, en julio
de 1938, se organizó un cuarto Congreso para la Unidad
de la Ciencia en Cambridge, en el que se trató del len
guaje científico11. G. E. Moore pronunció el discurso
de apertura, siendo también esta vez internacional la
concurrencia. El último de tales Congresos tuvo lugar
en septiembre de 1939 en América, en Cambridge, Mas-
sachusetts. La guerra señaló entonces el fin. Fue un
ascenso fulminante. El Círculo de Viena se había con
vertido así en un movimiento filosófico internacional:
el neopositivismo o neoempirismo.
Pero mientras tanto el Círculo de Viena había su
frido dolorosas pérdidas. Feigl obtuvo en 1931 una cá
16
tedra en la Universidad de Iowa, de donde pasó pos
teriormente a la Universidad de Minnesota. En 1934
murió inesperadamente el profesor Hahn. Camap mar
chó en 1936 a América, nombrado doctor honoris causa
por la Universidad de Harvard, y aceptó un nombra
miento en la Universidad de Chicago 12. Y en el mismo
año recibió el Círculo el golpe más fuerte: el profesor
Schlick fue muerto a tiros en la Universidad por un
antiguo discípulo, un psicópata con manía persecutoria.
Fue una pérdida irreparable que Schlick fuese arreba
tado de este modo al trabajo fecundo y se truncase
su evolución, pues dejó mucho material incompleto e
inacabado. Cesaron las reuniones del Círculo y éste se
disolvió por completo en 1938 después de la anexión
violenta de Austria a Alemania. Sus miembros se dis
persaron en todas direcciones. Waismann y Neurath
marcharon a Inglaterra, donde Waismann fue profesor
universitario primero en Cambridge y luego en Oxford,
y donde murió Neurath en 1946; Zilsel y Kaufmann se
fueron a Norteamérica, donde Zilsel murió en 1943;
Menger y Gódel habían aceptado ya anteriormente in
vitaciones para ir allí. Erkenntnis se trasladó en 1938
de Leipzig a La Haya, donde tomó el título The Journal
of Unified Science (.Erkenntnis) en el volumen 8, pero
a causa de la guerra hubo que suspender su publica
ción en 1940. Se prohibió la compra de las obras del
Círculo de Viena por razones políticas, ya que entre sus
miembros había algunos judíos y porque la actividad
de la Asociación «Ernst Mach» se consideraba «disol
vente».
En Viena ya no había Círculo de Viena. Pero su
orientación se defendía ahora en el extranjero, donde
había ganado cada vez más terreno, sobre todo en los
Estados Unidos, donde existía ya una orientación se
17
mejante con Morris, Langford, Lewis, Bridgman, Na-
gelu, donde Reichenbach y R. v. Mises encontraron
sitio y donde ahora Camap en Chicago y Feigl en Min
nesota continúan el trabajo. En Inglaterra, donde vive
Russell como antepasado de todo el movimiento, el
Círculo de Viena se continúa por Waismann en Ox
ford y por Ayer y, en lo esencial, también por Pop-
p e r1* bis) en la Universidad de Londres, donde tam
bién Miss Stebbing (f 1943) defendió una tendencia
semejante u. Una continuación muy notable de su labor
la encontró el Círculo de Viena en Finlandia, con Kaila,
quien, como Ayer, participó personalmente de vez en
cuando en los últimos tiempos del Círculo, y con
G. H. v. Wright, que fue su discípulo y luego su colega
en la Universidad de Helsinki y actualmente es cate
drático en Cambridge. Por supuesto, los que entonces
pertenecieron al Círculo de Viena no han permanecido
en la antigua posición, sino qué han continuado avan
zando y en parte la han superado.
Con el Círculo de Viena están vinculados también el
profesor Jorgensen, de Copenhague, y el profesor Dürr,
de Zürich; en Francia, el profesor Rougier, el general
Vouillemin, M. Boíl, etc. Hubo igualmente relaciones
con el Círculo de Viena/ allí donde se profesase la
misma tendencia, al menos en parte; así con la escuela
empirista de Upsala y el profesor Tegen de Lund1*,
con las escuelas logísticas de Gottingen y Münster y1*345
18
con las efe Varsovia y Lemberg ,8, si bien ambas fueron
disueltas por la guerra igual que el Círculo de Viena.
Sólo en Alemania no encontró difusión la orientación
del Círculo de Viena. Mientras Russell, por ejemplo,
emite sobre ella un juicio de gran aprecio17 e incluso
personas alejadas no han desconocido su significa
ción 1S, en Alemania ha sido rechazada de modo despec
tivo y decidido, en la medida en que ha sido tomada en
consideración **.
19
Schlick discutió las acusaciones contra el Círculo de
Viena en su ensayo «L’école de Vienne et la philosophie
traditionelle»30: «Se reprocha frecuentemente a la es
cuela de Viena el que no está compuesta por filósofos,
sino por enemigos de la filosofía. Las doctrinas de esta
escuela, se dice, no contribuyen en nada al desarrollo
ni al progreso de la filosofía, sino más bien a su diso
lución.» Pero sólo puede hablarase así si se equipara
la filosofía con la metafísica. Y la negación de la meta
física es claro que no fue inventada por el Círculo de
Viena31. Las comprensivas palabras que tiene Schlick
en el mismo ensayo para con la filosofía histórica son
un testimonio de que el reproche de menosprecio de
la filosofía no es exacto33: «Los 'anti-metafísicos' son
injustos muchas veces con la fiosofía tradicional al de
clarar que es simplemente una colección de pseudo-
problemas. Yo pienso, por el contrario, que tenemos
pleno derecho a estar orgullosos de que nuestros pen-
somientos sean el resultado de un largo desarrollo his
tórico del espíritu humano.» «Frente a los sistemas del
pasado mostraremos una comprensión histórica; sus
dogmas ya no nos alteran; podemos admirar con la
conciencia tranquila las épocas grandiosas de una hu
manidad que en la búsqueda y en la equivocación de-
20
muestra una voluntad profunda para la verdad.» No
debe juzgarse la posición del Circulo de Viena respecto
de la filosofía tradicional solamente por las manifes
taciones de los radicales. Es indudable que quien vea
en la filosofía la confesión de una sabiduría personal
sobre el mundo y la vida, de una interpretación sub
jetiva sobre ellos, o quien busque en ella la construc
ción especulativa de un principio oculto e inexperímen-
table del mundo o la poesía conceptual de una novela
cósmica, éste no podrá considerar a la filosofía tal
como la entiende el Círculo de Viena más que como
una degeneración. Pues en este sentido, la filosofía ex
cluye todo lo que no puede obtenerse por la vía cientí
fica. Pero sólo entonces se puede superar la diversidad
y variabilidad subjetiva y sólo entonces se puede pre
tender lograr generalidad y resultados duraderos.
21
SEGUNDA PARTE
23
filosofía. La claridad unívoca, el rigor lógico y la fun
damentación suficiente son imprescindibles en ella,
como lo son en las restantes ciencias. Las afirmaciones
dogmáticas y las especulaciones incontroladas, tan ex
tendidas todavía hoy en la filosofía, no deben presen
tarse en ella. Con ello venia dada también la oposición
contra toda metafísica dogmático-especulativa. La me
tafísica había de ser eliminada por completo. Esta era
la razón de que el Círculo de Viena estuviese vinculado
con el positivismo.
Pero por encima de esta actitud general había tam
bién una amplia coincidencia en las concepciones fun
damentales. Así en el empirismo, tal como era defen
dido por Russell principalmente, y en la repulsa del
apriorismo unida a él. En este sentido, no puede haber
juicios sintéticos a priori. Los enunciados sobre hechos
sólo pueden valer en virtud de la experiencia. Una co
munidad todavía más estrecha en cuanto a los funda
mentos la proporcionaba la nueva lógica, tal como la
habían desarrollado Whitehead y Russell hacía más de
diez años. La filosofía del lenguaje desarrollada por
Ludwig Wittgenstein en su Tractatus logico-phitosophi-
cus, 1922 *, partiendo de la obra de Russell y Whitehead,
constituía otro punto de partida común. En la discu
sión de sus pensamientos, en la que éstos fueron per
feccionados, transformados y en parte superados, se
desplegó una gran parte del trabajo del Círculo de
Viena.
De acuerdo con esto, el interés se dirigía en primer
término hacia cuestiones lógicas, de teoría del conoci
miento y de filosofía del lenguaje, pero también se
trataron cuestiones relativas a una imagen científica
del mundo. Debido a esta amplia coincidencia no hubo
24
necesidad de realizar previamente la larga y penosa
tarea de ponerse de acuerdo sobre los fundamentos
de la discusión y se pudo entrar directamente a las
cuestiones especiales. Esta fue la razón de la desacos
tumbrada fecundidad de esta comunidad de trabajo.
25
A. EL LOGICISMO
I. LOGICA Y MATEMATICA
27
de los matemáticos, a los que les resultaba insuficiente
la lógica tradicional para la elaboración rigurosa de la
matemática. Las proposiciones matemáticas no con-
cuerdan con el esquema del juicio de la lógica clásica:
sujeto-cópula-predicado, ya que expresan relaciones. Los
enunciados que atribuyen un predicado a un sujeto son
sólo idóneos para propiedades, para clases. Las relacio
nes, que consisten en la conexión de dos o más miem
bros, no pueden expresarse adecuadamente de este
modo. Y las series, tan importantes en matemáticas,
sólo pueden construirse mediante relaciones (irrever
sibles transitivas). Por tanto, había que desarrollar una
teoría lógica de las relaciones. Al realizar la construc
ción lógica de la matemática surgieron también dificul
tades lógicas al producirse antinomias que en parte
eran de carácter lógico general, razón por la cual re
sultaba también necesaria una reforma de la lógica.
La nueva forma de la lógica encontró su realización
amplia y definitiva en la gran obra Principia mathema-
tica de Russell y Whitehead, vol. I-III, 1910-13, 2í edi
ción, 1925-7. La nueva lógica es cultivada y proseguida
no sólo por los discípulos de Russell (Wittgenstein,
Ramsay), sino también por las escuelas logísticas pola
cas de Varsovia, Lemberg y Cracovia, y también por
Hilbert y sus discípulos, por H. Scholz en Münster y
K. Dürr en Zürích, por Jórgensen en Copenhague, Kaila
en Helsinki, y en los Estados Unidos.
La nueva lógica, la logística, es muy superior a la
lógica tradicional, tanto material como formalmente.
No sólo está incrementada con ámbitos esenciales, sino
que los antiguos están también concebidos de un modo
más riguroso y sistemático. Y con el simbolismo se ha
creado una forma de exposición mediante la cual se
fijan los conceptos y enunciados y las reglas de su
conexión con precisión matemática. De este modo se
hace posible un puro operar formal sin tener en cuenta
el contenido, un cálculo con conceptos y enunciados.
Mediante esto se logra una claridad y un rigor que
28
están excluidos al utilizar el lenguaje natural. Se evi
tan los equívocos, se descubren los supuestos inad
vertidos, se garantizan el rigor y la consecuncia. Ver
dad es que la utilización de la logística tiene unos
límites sensibles en el hecho de que sus fórmulas se
hacen muy pronto demasiado complicadas. «Sería prác
ticamente imposible dar a toda deducción la forma de
una inferencia completa en el cálculo lógico, es decir,
analizarla en pasos concretos de tal tipo que cada
paso sea la utilización de una de las reglas de trans
formación del cálculo, incluida la definición. Una refle
xión usual de un par de segudos requeriría entonces
días enteros. Pero lo esencial es que esta resolución
es teóricamente posible y también lo es prácticamente
para una pequeña parte del proceso. De este modo,
cualquier punto crítico puede ser colocado bajo la lupa
lógica.» «Si varias personas quieren ponerse de acuerdo
sobre la corrección formal de una inferencia dada, pue
den dejar de lado todas las diferencias de opinión
sobre cuestiones materiales o cuestiones de interpreta
ción. Sólo tienen que investigar si la serie de fórmulas
dada cumple las reglas formales del cálculo»*.
Partiendo del sistema de la nueva lógica, se deriva
la matemática por Russell y Whitehead en los Principia
mathematica. Sólo con los conceptos lógicos primiti
vos y en virtud de los principios lógicos, con la adición
de dos nuevos, el axioma de infinitud y el axioma de
elección, se constituyen los conceptos primitivos ma
temáticos, los números, naturales y ampliados, y los
conceptos del análisis y de la teoría de conjuntos. Se
desarrolla así la matemática como una rama de la ló
gica y, en consecuencia, lo qué es válido para la lógica,
es válido también para la matemática.
La nueva lógica y su relación con la matemática tu-
29
vieron un significado decisivo en la actitud filosófica
del Circulo de Viena. Consiguió así la comprensión
adecuada de la peculiaridad de la lógica y de la mate
mática, comprensión que hasta entonces le había fal
tado al empirismo. Este había creído, en la formulación
clásica de J. St. Mili y Spencer que todavía tiene de
fensores4, que tenía que fundamentar también la ma
temática y la lógica en la experiencia. Estas son sola
mente sus generalizaciones supremas, las leyes del ser
y del pensar, completamente abstractas y formalizadas.
De este modo, contendrían también leyes naturales, con
lo que serían inductivas y, por tanto, ¡refutables por
la experiencia!
Esta concepción es completamente insostenible. Si
las proposiciones matemáticas y la experiencia no coin
ciden, a nadie se le ocurre considerar refutadas las
proposiciones matemáticas y corregirlas de acuerdo
con la experiencia. Más bien consideramos los teore
mas como más seguros que nuestras cuentas y medi
ciones, pues si éstas salen de otro modo, pensamos que
las mediciones no son suñcientemente exactas y que las
cuentas están equivocadas. Esto demuestra que la ma
temática no descansa en la experiencia, sino que tiene
validez de un modo completamente autónomo. Por su
parte, la lógica puede inferirse de la experiencia en
una medida igualmente escasa, pues está ya presupues
ta en toda experiencia metódica. Por tanto, la lógica
no podría modificarse nunca por nuevas experiencias.
Lógica y matemática pueden reducirse genéticamente
a experiencias, es decir, a conjuntos de vivencias; éstas
habrán proporcionado el estímulo para su formación;
pero al hacerlo se han construido sistemas completa
mente autónomos, independientes por completo de la
30
experiencia en su validez. Valen a priori, siempre que
con esto no se entienda más que «independiente de la
experiencia». Esto no puede pasarse por alto.
Comprender esto significó hasta entonces una obje
ción decisiva contra el empirismo, que se hacía insos
tenible para quien pensase así. La salida del dilema:
abandono del empirismo o interpretación errónea de
la lógica y de la matemática, fue el Círculo de Viena el
primero en señalarla*: la lógica y la matemática no
enuncian nada sobre la realidad experimentable. La
lógica no contiene ningún conocimiento, no proporcio
na los principios del ser, sino los fundamentos del or
den de los pensamientos. Las relaciones lógicas son
relaciones meramente mentales; no existen como rela
ciones fácticas dentro de la realidad, sino sólo como
relaciones dentro del sistema de representación. Por
ejemplo, las clases no son nada real, sino que son la
reunión en el pensamiento. Y a la negación no le co
rresponde tampoco en el mundo circundante un hecho
peculiar que se halle junto al positivo. Puesto que las
relaciones lógicas son puramente formales, pueden com
probarse con completa independencia del significado
especial de las frases, del hecho concreto. Por tanto,
no pueden enunciar absolutamente nada sobre el ser.
Lo que contiene la lógica son los principios de la orde
nación dentro de la representación simbólica. En el
pensamiento formulado verbalmente se coordinan a los
objetos y a sus relaciones símbolos y conjuntos de
símbolos. Estas coordinaciones no son unívocas, de
tal modo que a cada objeto y a cada relación le corres-1
31
ponda sólo un símbolo y viceversa, sino no uniformes,
de tal modo que al mismo objeto le corresponden va
rios símbolos o complejos de símbolos, pero no a la
inversa. Es posible, pues, transformar entre sí los com
plejos de símbolos que designen todos el mismo objeto
o el mismo hecho. Lo que la lógica contiene son las
reglas de tales transformaciones. Como lógica pura,
formula leyes dentro del simbolismo únicamente, no
leyes del mundo de la experiencia. El conocido princi
pio lógico «lo que es válido para todas las cosas, es
válido también para cada una en particular» se limita
a describir el mismo hecho mediante dos simbolizacio
nes diferentes, a saber, mediante «todas» y «cada una
en particular». Pero «no es una propiedad del mundo
que lo que vale para todas las cosas sea válido también
para cada una de ellas»8.
Puesto que la matemática puede s.er derivada de la
lógica, participa de su carácter. Tampoco la matemá
tica enuncia ningún hecho. Los números no significan
en pura matemática, sin tener en cuenta su aplicación,
objetos del mundo de la experiencia y la geometría
no describe el espacio real, pues hay varias geometrías
mutuamente excluyentes. No puede decidirse de ante
mano cuál de ellas es válida en el mundo de la expe
riencia. Se desarrollan, pues, por sí, con independencia
de si son válidas allí o no. Tampoco se ocupan de
objetos empíricos, sino de creaciones ideales, tales como
el punto inextenso, etc. Una igualdad como el cono
cido ejemplo de Kant 7 + 5 = 12 no se refiere a ningún
hecho real, proporcionando solamente una transforma
ción de los grupos de unidades en un grupo único se
gún las reglas del cálculo. Ni estas unidades son cosas
de la realidad ni las reglas del cálculo son sus leyes
naturales, sino que en los números se reúnen clases de
elementos posibles cualesquiera y las reglas del cálculo
son las reglas de transformación de tales clases en•
32
otras, reglas que han sido establecidas por Dosotros
Con ello sólo se agrupan de otro modo las mismas uni
dades. Se permanece, pues, por completo dentro del
sistema de representación, dentro de un orden pura
mente ideal8.
Entendidas de este modo, la lógica y la matemática
no presentan ya ninguna dificultad por su validez a prio-
tí. Puede aceptarse sin más tal validez porque no se
refiere en modo alguno a la experiencia, sino a la re
presentación simbólica. Las proposiciones de la lógica
y de la matemática no pueden tomarse como conoci
mientos de la realidad, sino sólo como modos de trans
formación dentro del simbolismo, a los cuales corres
ponde o debe corresponder siempre en la realidad uno
y el mismo hecho. Su validez apriorística descansa en
decisiones que sólo se extienden al campo de la sim
bolización y por eso pueden alcanzar validez objetiva,
ya que no establecen ninguna regularidad del mundo
de la experiencia, sino sólo las de la representación.
Las proposiciones de la matemática no son sintéti
cas, como pensaban Kant y Mili, sino analíticas; puede
saberse que son verdaderas (o falsas) en virtud única
mente de las definiciones de los conceptos de que es
tán formadas; contienen meras tautologías, como llama
Wittgenstein a las proposiciones que puede saberse que
son verdaderas sólo por su forma lógica. El carácter
analítico de la matemática resulta ya con toda claridad
de su estructuración en sistemas deductivos, tal como
se ha realizado desde la segunda mitad del siglo xix.
Su validez apriorística se explica por su carácter analí
tico. La matemática se refiere solamente a la conexión1
33
de pensamiento, no a la realidad experiencial. No se
necesita, por tanto, buscar una razón de la validez de
los juicios sintéticos a priori ni recurrir para ello a
la «razón pura» ni a la «intuición pura», ni a la intui
ción o la evidencia, ni a la experiencia. Las relaciones
analíticas son relaciones lógicas, no relaciones empí
ricas, y las relaciones lógicas son únicamente relacio
nes dentro de un sistema de representación. La validez
independiente de la lógica se comprende por el hecho
de que no contiene los principios del mundo, sino los
del pensamiento sobre el mundo. Se hace así justicia
sin dificultad a la autonomía de la lógica y de la mate
mática frente a la experiencia.
Es claro que el Círculo de Viena no fue el primero
en descubrir la validez autónoma de la lógica y de la
matemática; la idea es antiquísima. También se encon
tró ya con el conocimiento del carácter analítico de la
matemática. Couturat lo expuso detalladamente* y ya
antes lo había defendido Brentano>0. Pero los filósofos
que reconocieron antes que él el carácter apriorístico
de la lógica y de la matemática, defendieron también
usualmente un apriorismo y un racionalismo dogmá
ticos para el conocimiento de la realidad. Por su parte,
el empirismo desconoció su. carácter apriorístico. Sólo
el Círculo de Viena supo unir este conocimiento con el
empirismo. Es esta una solución de extraordinaria sig
nificación11. El empirismo experimenta con ello una
corrección fundamental. Su anterior pretensión de de
rivar y fundamentar todo conocimiento y toda ciencia
en la experiencia queda abandonada. El empirismo se
34
limita al conocimiento de hechos. Todos los juicios sin
téticos no pueden tener validez más que en virtud de
la experiencia; no hay para ellos ningún otro funda
mento de validez. Este núcleo del empirismo es el que
se conserva. El reconocimiento de la validez apriorís-
tica de la lógica y la matemática, por el contrario, no
tiene como consecuencia ningún racionalismo en el co
nocimiento de hechos, pues ninguna de ambas enuncia
nada sobre hechos. Con ello se realiza una reforma
trascendental del empirismo, sólo mediante la cual que
da establecido sobre fundamentos sostenibles. En cierto
aspecto, de este modo se conserva el dualismo de racio
nalismo y empirismo; hay dos clases fundamentales
de enunciados: la de los que valen con independencia
de la experiencia y con necesidad; son válidos única
mente en virtud de la lógica; son siempre proposiciones
analíticas, pero que no enuncian nada sobre hechos
—y hay enunciados sobre hechos, proposiciones sinté
ticas, que sólo valen en virtud de la experiencia, re
futables. Pero no se trata de ningún dualismo absoluto,
como anteriormente. El conocimiento racional no abre
a otro mundo distinto del empírico; no es ningún racio
nalismo metafísico. La lógica misma puede volver a
ser introducida en el ámbito empírico considerándola
pragmáticamente como un tipo determinado de com
portamiento metódico12*.
Esta limitación del empirismo se expresa en la de
signación de la orientación del Círculo de Viena como
«empirismo lógico»u. A su favor se declararon tam
bién sus miembros más importantes, como Schlick14
35
y Carnap ,s. Este objetó contra la denominación de «po
sitivismo lógico»l#, o también «neopositivismo»1T, con
la que suele designarse esta orientación, que «sugiere
una dependencia demasiado estrecha respecto del anti
guo positivismo, especialmente del de Comte y Mach»ls.
Pero una objeción completamente análoga podría ha
cerse también contra la designación como «empiris
mo». La diferencia frente al antiguo empirismo no es
aquí menos significativa. Sin embargo, con el positi
vismo histórico tiene en común el Círculo de Viena la
atribución de todo conocimiento positivo a las ciencias
particulares y la de la filosofía a la teoría de la cien
cia 1#.
36
le venía determinando al Círculo de Viena por la exi
gencia de la cientificidad de la filosofía. Dos eran prin
cipalmente los grupos de problemas de que se ocu
paba: el análisis del conocimiento y los fundamentos
teóricos de la matemática sobre todo, pero también los
de las ciencias naturales y los de la psicología y de la
sociología.
La teoría del conocimiento era hasta entonces nor
malmente una confusa mezcla de investigaciones psi
cológicas y lógicas, y también lo fue inicialmente en
varios trabajos del Círculo de Viena mismo. Las inves
tigaciones psicológicas pertenecen al conocimiento de
hechos y, por tanto, han de realizarse con los métodos
de la ciencia empírica, razón por la que se separan de
la teoría del conocimiento. Esta sólo puede consistir
en el análisis lógico del conocimiento, en la «lógica de
la ciencia», como se la designó en el Círculo de Viena
por razones de claridad.
Los fundamentos y los conceptos fundamentales de
las ciencias particulares se refieren al espacio y el
tiempo, a la causalidad y el determinismo, etc. Por ello
no puede tratarse de un análisis empírico de estos con
ceptos, pues tal análisis es asunto de las ciencias par
ticulares, sino únicamente de un análisis lógico. Las
contestaciones a las preguntas que conciernen a los
hechos pertenecen a una ciencia particular; no son,
pues, preguntas filosóficas. Las preguntas de la filosofía
sólo pueden ser las que se hacen acerca de la estruc
tura lógica del conocimiento científico.
Investigar el conocimiento científico en su estructu
ra lógica significa investigar cómo se relacionan entre
sí sus conceptos y enunciados, cómo unos conceptos
están incluidos en otros, cómo los enunciados pueden
de philosophie scientifique. Parts, 1935. I. Phitosophie scientifí
que et Empirisme togique. 19361; Carnap, «Die Methode der
logische Anaiyse» (Actes du Se Congris intem. de Phitos., 1936,
p. 142 s.); Waismann, «Was ist logische Anaiyse?» (Erkenntnis,
vol. 8, 1939-40, p. 265 s.).
37
inferirse unos de otros, y cuestiones semejantes. En
tales investigaciones, en el análisis lógico de los con
ceptos, proposiciones, demostraciones, hipótesis y teo
rías de la ciencia consiste la tarea de la teoría del cono
cimiento y de la filosofía en general. Sólo aquí tiene
su campo propio. Con ello queda determinada por su
objeto, su tarea y su método. Y este campo es más
amplio que el de la teoría del conocimiento usual. Con
tiene preguntas del tipo d e 2: ¿tienen el mismo signi
ficado dos conceptos C, y Cz definidos de modo dis
tinto? ¿Tienen el mismo significado las dos proposicio
nes distintas P, y P_? ¿Se deduce la proposición Pa de
la proposición P, de modo puramente lógico? ¿O en
virtud de una ley natural? ¿Es o no compatible la teo
ría T, con la teoría Tz? Si son compatibles, ¿está con
tenida T„ en T, o excede T2 a T,? Y si sucede esto
último, ¿mediante qué elementos? O con ejemplos con
cretos: «el principio de la constancia de la velocidad
de la luz en la teoría de la relatividad, ¿es una estipu
lación o una frase sobre hechos?, ¿contiene la teoría
general de la relatividad una contradicción lógica?»
«¿Cuál es el sentido de las proposiciones probabilita-
rias?» Y puesto que la ciencia presupone el conoci
miento cotidiano, usual, en su base experimental, la
lógica de la ciencia equivale al análisis lógico del cono
cimiento en general.
El conocimiento se expresa en formulaciones lingüís
ticas. Sólo mediante ellas se fija y objetiva su conte
nido intelectual, adquiere una forma fija y duradera y
se hace comunicable. Pero el lenguaje no tiene sim
plemente la función de la comunicación, no se limita
a servir a la comprensión intersubjetiva, sino que es ya
indispensable de un modo puramente solipsista como
medio de representación. Sin el lenguaje no podría
desarrollarse y dominarse la pluralidad de los concep
tos y de los contenidos enunciativos. El lenguaje cons-
38
tituye por así decirlo el cuerpo del conocimiento. Sólo
con su ayuda puede elaborarse éste. El análisis lógico
del conocimiento científico ha de realizarse, por tanto,
sobre su formulación lingüística. Si la investigación de
los hechos, es decir, de aquello que se representa me
diante el lenguaje, corresponde a las ciencias particu
lares, el análisis lógico se orienta hacia cómo se repre
sentan en el lenguaje los hechos mediante conceptos
y enunciados. El análisis del lenguaje constituye el
campo propio de la lógica de la ciencia. El análisis
lógico de una expresión consiste en incardinarla en
un determinado sistema lingüístico, sistema que ha de
estar ñjado mediante la indicación de sus determina
ciones esenciales*.
Naturalmente, en este análisis no se investiga el len
guaje en el sentido de la lingüística. No se trata de
uno de los lenguajes utilizados realmente, sino de un
lenguaje con una forma simplificada y perfeccionada.
Es la estructura de un lenguaje en general, lo que se
necesita en cualquier lenguaje para la expresión de los
pensamientos. El lenguaje sirve, aparte de para la re
presentación, también para lo expresión de sentimien
tos y actitudes. El análisis lógico sólo tiene que ver
con la representación. No se considera el lenguaje ni
psicológica ni sociológicamente, sino respecto de las
condiciones de un sistema de representación en gene
ral. Es esto lo que aquí quiere decirse con «lenguaje».
Lenguaje en este sentido es representación de un cam
po de objetos mediante un sistema de signos, sobre
todo mediante formas orales y escritas, pero también
mediante gestos, como en el lenguaje de los sordomu
dos, mediante señales con banderas, etc. Los signos
tienen un sigificado y precisamente por ello son signos
y no meramente sonido o figura. Remiten fuera de
ellos mismos, se refieren a contenidos conceptuales y
39
enunciativos, los representan. Por esta razón, una in
vestigación del lenguaje no representa todavía una se
paración de lo esencial, del contenido intelectual, pues
en la estructura del lenguaje se muestra la estructura
del pensamiento, por lo cual ésta puede ser compren
dida en aquélla. Y esta captación será tanto más cla
ra cuanto más precisamente se formulen los pensamien
tos sobre el lenguaje. La significación de la logística
para el análisis del lenguaje consiste en este resultado.
Es así como se justifica su aplicación; no se limita a
ser una mera «vestidura».
El lenguaje como sistema de signos puede conside
rarse bajo dos puntos de vista: por una parte, tenien
do en cuenta que el lenguaje representa algo y lo que
representa; por otra parte, desde el punto de vista del
cómo, de qué modo representa algo. En el primer caso
se trata del contenido significativo de los signos, de
su función semántica; en el segundo, del modo de com
binarse, de sus reglas sintácticas. El primero se ocupa
también del vocabulario de un lenguaje; el segundo
sólo de su gramática. Ambos son imprescindibles
para é l4.
Pero a veces puede considerarse también un len
guaje sin tener en cuenta su función significativa, de
un modo puramente exterior, atendiendo a la forma
de sus signos y combinaciones de signos. Frente a la
consideración material aparece entonces la formal. Me
diante ella se ponen de relieve sus propiedades estruc
turales formales, sobre las que se basa su función de
representación.
Cuando se explica la construcción de un lenguaje,
cuando se indican sus formas esenciales mediante defi
40
niciones y reglas, se está hablando sobre el lenguaje
mismo. Saber si es siquiera posible hablar sobre el
lenguaje y cómo es posible, es algo sobre lo que varió
mucho de la opinión en el Círculo de Viena. El len
guaje mismo ocupa entonces el puesto que en los demás
casos tienen los objetos sobre los que se hacen enun
ciados. Por tanto, se consideraba necesario, junto al
lenguaje que se representa, otro segundo lenguaje por
medio del cual pueda ser representado el primero, un
«metalenguaje». Pero para determinar la construcción
del metalenguaje se necesita ahora un nuevo lenguaje
y para hablar sobre éste, otro más, y así hasta el infini
to. En cambio, Wittgenstein declaró imposible que se
pudiesen hacer siquiera enunciados sobre el lenguaje ®.
Lo formal del lenguaje no puede ser enunciado; se
muestra meramente. Que las proposiciones se contra
dicen o que una resulta de otra, es algo que se muestra
en su estructura lógica. Sólo es posible mostrar la for
ma que es común a ciertas proposicipnes. Pero si es
imposible hacer enunciados sobre el lenguaje, entonces
todo el análisis lingüístico no puede consistir más que
en pseudoproposiciones carentes de significado, que no
pueden ser más que medios prácticos para lograr cla
ridad sobre el significado de las proposiciones verda
deras, como Wittgenstein dice de las proposiciones de
su Tractatus mismo**, pero no enunciados teóricos. Nos
hallamos entonces ante la paradójica tesis de que una
teoría del lenguaje no puede formularse en modo al-
gupo con proposiciones signiñcativas.
41
de este lenguaje mismo. El metalenguaje es entonces
un lenguaje parcial del lenguaje investigado. (Ver pos
teriormente p. 77 s.) Con ello se colocó por primera vez
todo el análisis del lenguaje sobre un fundamento fir
me y se hizo posible por vez primera formular de un
modo científico una estructura lógica general del len
guaje.
42
tica: mostrando lo que se designa con esa palabra, lo
que cae bajo ese concepto. Esto no es siempre tan
sencillo como en el caso de la palabra «azul» o «ca
liente». Lo que hay que presentar para hacer compren
sible el significado de palabras tales como «accidente»,
«porque», «inmediato» son situaciones complejas en las
que se utilizan estas palabras. Así, Einstein determinó
lo que significa «simultáneo en lugares alejados» indi
cando un método experimental para el establecimiento
de esta simultaneidad. Indicó con ello bajo qué cir
cunstancias ha de utilizarse esta palabra. Estableció de
este modo la «gramática» de esta palabra, como dijo
Wittgenstein, a quien se remonta este tipo de conside
ración.
En el caso de una proposición, la locución «cómo se
utiliza» quiere decir: qué hecho se designa con ella, y
esto significa lo mismo que: bajo qué circunstancias
constituye un enunciado verdadero o falso. El signifi
cado de una proposición se determina por el método
de su verificación2. No se trata con ello, sin embargo,
de la verificación efectiva de una frase, sino sólo de la
posible, de la verificabilidad en principio, no de su
verificación de hecho. Esta sólo es exigible para su
verdad, pero no para su significado. El significado de
una proposición no puede obtenerse después de que se
la ha verificado, pues para poder efectuar la verifica
ción hay que saber ya bajo qué circunstancias es ver
dadera.
Incluso respecto de la posibilidad de verificación hay
que distinguir todavía entre verificabilidad empírica y
lógica. Una verificación es posible empíricamente si sus
condiciones no contradicen las leyes naturales. Una ve
rificación es posible lógicamente si la construcción de
43
la frase no contradice las reglas lógicas, si no contra
dice las reglas de aplicación de sus palabras. El signi
ficado de una proposición depende sólo de su verifica-
bilidad lógica, no de la empírica. El enunciado «en la
cara oculta de la luna hay una montaña de 3.000 me
tros de altura» no podemos verificarlo, pero no por
ello carece de significado, pues la imposibilidad de la
verificación es sólo accidental, empírica, no de fondo,
lógica. Igualmente, los enunciados de la física newto-
niana sobre el movimiento absoluto no carecen de sig
nificado, porque esta física indica criterios para saber
cuándo estos enunciados son verdaderos o falsos. La
posibilidad de verificación fue no sólo racional, sino
también práctica en el experimento de Michelson. Por
el contrario, una proposición como «hay un mundo en
sí, pero es completamente incognoscible» carece de sig
nificado real; parece meramente que lo tiene porque
las palabras aisladas «hay», «mundo» y «cognoscible»
tienen significado. Pero cuando se priva a este mundo
de la cognoscibilidad, se hace imposible por principio
determinar si existe tal mundo. De este modo se ex
cluye lógicamente la verificación, pues no pueden indi
carse circunstancias de ningún tipo bajo las cuales re
sultase verdadera esta proposición. Es cierto que tal
proposición suscita imágenes, tal vez también senti
mientos, pero con ello no expresa ningún hecho, no
tiene contenido teórico alguno, pues es contradictoria
en sí, ya que afirma conocer al menos la existencia de
este mundo a pesar de su incognoscibilidad. (No es ne
cesario dar por supuesto que las proposiciones contra
dictorias tienen significado para poder conocer la con
tradicción; antes bien, la contradicción ha de inferirse
ya de la mera forma sintáctica de la proposición.)
Esta distinción de significado y carencia de signifi
cado ha de entenderse, por tanto, referida al contenido
teórico, es decir, representativo de las proposiciones.
«Carente de significado» significa, pues, solamente: sin
44
tal contenido, carente de significado teórico, pero no
«sin sentido».
Las definiciones descansan en última instanciá en
la mostración de lo designado. Sólo puede mostrarse
lo que está presente de modo inmediato, es decir, sólo
lo perceptible. El significado posible de los enunciados
queda vinculado de este modo a la experiencia, no pue
de sobrepasarla. A lo que no puede ser reducido a la
experiencia no se le puede atribuir significado alguno.
Es esta una consecuencia extremadamente importante,
pues mediante ella se obtiene un criterio claro para la
delimitación entre el pensamiento científico y la meta
física11, criterio que preocupó profundamente al Círcu
lo de Viena desde el comienzo. Por «metafísica» se de
signa una pretensión de conocimiento no accesible a
la ciencia empírica, de conocimiento que la sobrepasa.
No puede indicarse ningún procedimiento de verifica
ción de sus proposiciones, no son reductibles a lo ex-
perimentable. Por tanto, carecen de significado expre-
sable. Son meras reuniones de palabras que aparentan
ser proposiciones significativas; son meras pseudopro-
posiciones. '
Tales proposiciones pueden originarse de dos modos:
el uno consiste en que contengan una palabra a la que
no le corresponde ningún significado, que representa
únicamente un pseudoconcepto; el otro consiste en re
unir palabras con significado de un modo tal que con
tradiga las reglas de la gramática lógica. Una palabra
designa un pseudoconcepto cuando para ella no se
cumplen las condiciones de la indicación significativa,
es decir, de acuerdo con lo dicho: cuando no pueden
indicarse características empíricas del objeto concep
tual. Tales palabras son, por ejemplo, «fundamento ori-*
* Sobre esto, Camap, «Überwindung der Metaphysik durch
logische Analyse der Sprache», 1931 (Erkenntnis, vol. 2, pági
na 219 s.). (Recogido en El positivismo lógico, compilado por
A. J. Ayer. Versión castellana. Fondo de Cultura Económica,
México, 1965.)
45
ginario» («Urgrund»), «lo incondicional, lo absoluto»
«ser-en-sí», «anonadar». Surge también un pseudocon
cepto cuando, por ejemplo, se utiliza una palabra como
«nada» como si fuese el nombre de un objeto, cuando
la verdad es que ella no puede servir legítimamente
más que para la formulación de una proposición exis-
tencial negativa. Por eso se obtienen pseudoproposicio-
nes al querer hacer enunciados sobre este objeto «nada».
Son pseudoproposiciones aquellas proposiciones que
no violan las reglas gramaticales en sentido filológico
y, por tanto, tienen la apariencia de proposiciones ver
daderas. Por ejemplo, «César es un número primo» se
parece a «César es un general». Con ello se pone de
manifiesto que la gramática usual, la filológica, es in
suficiente. Su distinción de los tipos de palabras en
substantivos, adjetivos, verbos, etc., necesita ser com
pletada por distinciones ulteriores dentro de ellos en
categorías sintácticas, de acuerdo con las clases desig
nadas por tal tipo de palabras: cosas, propiedades de
cosas o relaciones de cosas, números, propiedades de
números o relaciones de números, etc. Las propiedades
numéricas no pueden ser atribuidas a las cosas en vir
tud de su definición. Por ello la proposición «César es
un número primo» no puede formularse en un len
guaje lógicamente correcto. En tal lenguaje no pueden
construirse tampoco proposiciones metafísicas de tipo
semejante.
Es esta la razón por la que las pseudoproposiciones
de la metafísica no son aptas en modo alguno para re
presentar hechos, pero tienen una función completa
mente distinta: expresan un sentimiento vital; con ellas
se manifiestan las actitudes sentimentales y volitivas
frente al medio, a los otros hombres, a las tareas vita
les. Por eso tiene la metafísica tal valor para tanta gen
te. El sentimiento vital puede encontrar también su
expresión por la vía de la creación artística. En esto la
metafísica es análoga a la obra de arte. Pero en ella
el sentimiento vital se expresa en un conjunto de pro
46
posiciones que aparentemente se hallan relacionadas
lóigcamente entre sí, en relaciones deductivas, y de
este modo se aparenta un contenido teórico.
El significado de una proposición consiste en aquello
que en ella es verificable. Sólo pueden ser verificados
los enunciados sobre hechos de experiencia, razón por
la que las proposiciones sobre algo que por principio
es inexperimentable no tienen significado alguno. De
este modo se dividen con precisión las proposiciones
científicas de las metafísicas, en cuanto proposiciones
significativas y proposiciones carentes de significado,
respectivamente. Pero con ello se abandona una con
cepción del antiguo empirismo, que pensaba, como
Hume, que la metafísica era imposible debido a la in
solubilidad de sus cuestiones. Pero no hay cuestiones
insolubles en el sentido de que sean incontestables por
principio \ Es cierto que hay preguntas que pueden no
ser contestables prácticamente debido a dificultades
técnicas, tal como la pregunta por la geografía de la
otra cara de la luna, o por falta del conocimiento de
los hechos correspondientes, como la pregunta: ¿qué
hizo Platón en su 50 cumpleaños? Las preguntas pueden
ser incontestables por estas razones, bien de momento
o también probablemente para siempre. Pero esto no
quiere decir que no permitan por principio, esto es, ló
gicamente, una respuesta, pues pueden imaginarse sin
más las condiciones bajo las cuales las respuestas a
tales preguntas serían enunciados verdaderos. Pero si
esto no es posible, entonces la pregunta carece de sig
nificado. Y puesto que el significado de una proposi
ción viene determinado por su verificabilidad en princi
pio, las preguntas se dividen en significativas y carentes
de significado, dando un rodeo a través de sus contes
taciones. No puede haber cuestiones que sean incon
testables por principio, ya que tales cuestiones no pue-*
47
den plantearse significativamente. Las cuestiones que
tiene planteadas la filosofía desde sus comienzos o pue
den ser presentadas significativamente mediante una
formulación cuidadosa o, en caso contrario, no se pue
de preguntar sobre ellas significativamente.
Pero la determinación del significado por medio de
la verificabilidad tiene todavía otra consecuencia. Sólo
las proposiciones empíricas tienen significado, pues
sólo éstas son verificables. Las proposiciones matemáti
cas y lógicas, por el contrario, no tienen significado.
Esta consecuencia se extrajo también en el Círculo de
Viena, lo cual se comprende sin más si se tiene presente
que se identifica significado con contenido representa
tivo. Las proposiciones matemáticas y lógicas no dicen
nada sobre hechos, no son conocimientos de este tipo,
sino reglas. Las proposiciones matemáticas son reglas
para el uso de signos —con lo cual se considera a la
matemática como un puro cálculo— y las proposiciones
lógicas son reglas para la transformación de unas pro
posiciones en otras \ Pero de este modo, las proposicio
nes de la lógica de la ciencia misma pertenecen tam
bién, como lógicas que son, a las vacías de contenido.
Esta consecuencia radical de este concepto de signifi
cado la extrajo ya Wittgenstein. «Mis proposiciones son
esclarecedoras en la medida en que quien me compren
de se da cuenta al final de que carecen de significado,
cuando mediante ellas —por ellas— las haya supera-*
48
do*.» Las proposiciones de la lógica de la ciencia son
sólo indicaciones que han de dirigir la mirada a lo que
se muestra en el lenguaje mismo. En cuanto tales no
tienen contenido teórico.
Pero esta caracterización del significado por la ve-
rificabilidad experimentó pronto una crítica radical.
Petzall fue el primero en llamar la atención sobre las
insostenibles consecuencias de este concepto de signi
ficado T, luego Ingarden explicó en el congreso de Pra
ga de 1934 que de este modo las proposiciones «meta-
lógicas» carecerían de significado *, y luego también
lo hizo Weinberg *. Lewis objetó contra la «exigencia
de significado empírico» que mediante ella el Círculo
limitaría la discusión filosófica de modo intolerable*7*1012.
También Nagel u, Stace 13 y Reichenbach 13 hicieron ob
jeciones. En el Círculo de Viena fue Neurath el primero
que se volvió contra las declaraciones de carencia de
significado. En su Logik der Forschung, de la que par
tieron muchos estímulos importantes, hizo valer Popper
contra la determinación entera del significado el hecho
de que se trataba de una decisión arbitraria. «No hay
nada más fácil que desenmascarar un problema como
’pseudoproblema carente de significado’: sólo se nece
49
sita concebir el concepto de 'significado' de un modo
suficientemente estricto, para que se pueda decir de
todo problema incómodo que no se le puede encontrar
'significado' alguno; y al aceptarse como 'significati
vas' las cuestiones de la ciencia empirica únicamente,
todo debate sobre el concepto de significado se convier
te también en carente de significado: una vez entroni
zado, este dogma del significado está libre para siem
pre de todo ataque, es 'intangible y definitivo'»14, como
dice Wittgenstein en el prólogo de su libro. Carnap
criticó luego a fondo este concepto de significado y lo
formuló de nuevo en su tratado Testability and Mean-
ingla, cuya importancia es fundamental en varios as
pectos. Reconoce que la definición del significado me
diante la verificabilidad es demasiado estrecha, pues
de acuerdo con ella carecerían también de significado
proposiciones a las que difícilmente se Ies puede negar
significado. Así, una proposición analítica (p. ej., el
ejemplo kantiano: «todos los cuerpos son extensos») se
volvería carente de significado al ser negada, pues
se transforma entonces en contradictoria y las propo
siciones contradictorias son inverificables por principio.
A la inversa, una proposición contradictoria carente de
significado (p. ej., «la altura total de la torre del Ayun
tamiento de Viena es tanto 50 m. como 100 m.») se
haría significativa mediante su negación, al hacerse ve-
rificable. Dos proposiciones sintéticas, cada una de las
cuales sea significativa, aunque sean incompatibles en
tre si (p. ej., «la torre del Ayuntamiento de Viena mide
en total 50 m. de altura» y «la torre del Ayuntamiento
de Viena mide en total 100 m. de altura»), unidas en
una conyunción originarían una proposición carente de
significado, ya que sería una contradicción inverífica-
50
ble. Con esto se pone de manifiesto que la definición
del significado mediante la verificabilidad no puede
proporcionar un criterio suficiente para la distinción
entre proposiciones significativas y carentes de signifi
cado.
Se logra aclarar el concepto de significado mediante
un análisis detenido del lenguaje en lo que a su fun
ción semántica se refiere. Un sistema semántico, un
sistema de representación, consta de signos como ele
mentos y de sus combinaciones. Los signos pueden ser
palabras, o banderas, o golpes de tambor, o cualesquie
ra otros elementos. Hay sistemas semánticos, lenguajes,
que constan sólo de signos y combinaciones con una
significación establecida, fija, p. ej., los lenguajes de
banderas o tambores. Los lenguajes animales contienen
también únicamente señales para determinados tipos
de hechos. En tales lenguajes sólo pueden ser repre
sentados los hechos para los que han sido establecidas
combinaciones determinadas de signos. Lo distintivo'del
lenguaje humano respecto de los lenguajes animales
consiste en que mediante la combinación de signos es
capaz de expresar un significado siempre nuevo, sin de
terminación para el caso concreto; es decir, que puede
representar con un número limitado de signos un nú
mero ilimitado de hechos, combinando los signos de
modo siempre nuevo. Esto viene posibilitado por el he
cho de que el significado de una combinación de signos
no descansa en una determinación especial, sino que se
obtiene de acuerdo con las reglas generales de la com
binación. Estas reglas están consignadas en la gramá
tica de un lenguaje.
En tal lenguaje, los signos se dividen en dos clases
según su sig n ific a d o : signos descriptivos, que desig-18
51
nan cosas, propiedades, relaciones, y signos formativos
o lógicos, que sirven para la conexión de los signos des
criptivos en proposiciones y para la caracterización de
sus condiciones de verdad. Los signos descriptivos son
o nombres (de cosas) o designaciones de propiedades o
relaciones —predicados monódicos o poliádicos—. Los
signos lógicos son o constantes como «no», «y», «o»,
«si-entonces», «es», «todo», o variables, que designan
lugares vacíos para la inserción de nombres, predicados
o proposiciones.
Mediante las reglas semánticas de formación se de
termina cómo con tales signos pueden componerse su
cesiones de signos que designen hechos, es decir, que
sean enunciados. Dan por resultado la vinculación de
un nombre (de varios en el caso de una relación) con un
predicado, el enunciado negativo, la conyunción, la dis
yunción, la implicación, el enunciado existencia! y el
general. La forma más sencilla de enunciado consiste
en la vinculación de nombres con un predicado; las
otras formas tienen enunciados como componentes. Per
tenecen también a las reglas de formación aquellas que
resultan de una teoría lógica de los tipos, referentes a
la posibilidad de vinculación de clases de signos des
criptivos. El significado de las constantes lógicas puede
determinarse mediante las reglas de formación indican
do en general lo que designa una frase construida con
una constante lógica. Por ejemplo, la vinculación de un
nombre S con un predicado P mediante «es» designa
que la cosa designada por S muestra la propiedad o
relación designada por P ,T. O bien: «no» P designa la
diferencia respecto de lo designado por P.
Con ello están dadas las condiciones mediante las
cuales se determina el significado de una combinación*17
52
de signos que constituya una proposición. Estando es
tablecido el significado tanto de los signos descriptivos
como de los lógicos y estándolo también su vinculación
en proposiciones mediante las reglas de formación, que
da determinado de modo completo el significado de
una combinación de signos, de un enunciado. Consiste
en aquello que es designado por la combinación, de
acuerdo con los significados establecidos de los signos
y las reglas de formación establecidas. Con otras pala
bras: el significado viene determinado simplemente por
el vocabulario y la gramática —¡lógica!— de un len
guaje l®.
Esta determinación del significado se obtiene también,
a decir verdad, partiendo de su definición mediante la
verificabilidad de una proposición. Si se trata solamen
te de la posibilidad lógica de la verificación, ésta de
pende de las definiciones de las palabras de la propo
sición y son entonces estas definiciones, junto con las
reglas de formación establecidas para la construcción
de proposiciones, las que sirven para establecer el sig
nificado de la proposición.
Pero con esto resulta también claro que el que una
proposición sea significativa o no, depende de las reglas
sintácticas y semánticas establecidas para un lenguaje.
Un signo carece de significado cuando no se le ha coor
denado nada mediante una asignación; y una combina
ción de signos es una pseudoproposición cuando de
acuerdo con las reglas semánticas o sintácticas estable
cidas no da lugar a ninguna coordinación. Puesto que
estas reglas pueden establecerse de modo diverso, una
proposición que carece de significado en un lenguaje
puede ser significativa en otro lenguaje construido de
otro modo. Una proposición como «el cielo ríe», toma-18
18 Schlick, que por lo demás definia el significado mediante
la verificabilidad, se vio llevado también una vez a esta conse
cuencia (Gesammette Aufsatze, p. 157): «El significado de una
proposición se obtiene por si mismo simplemente con que se
conozcan el vocabulario y la gramática del lenguaje.»
53
da literalmente, puede considerarse tan carente de sig
nificado como la proposición «la piedra está triste», si
las reglas sintácticas excluyen la atribución de predica
dos anímicos a la clase de lo inorgánico. Si, por el con
trario, no sucede esto, representa una proposición sig
nificativa que simplemente es falsa. Y si «ríe» no de
signa aquí, mediante un desplazamiento de significado,
un estado anímico, sino la aptitud para producir un
estado anímico (el de estar de buen humor), entonces
es una proposición significativa y verdadera. No puede
decidirse sin más, para una proposición aislada, si tiene
significado o carece de él, pues esto depende de la cons
titución del lenguaje. El significado no es absoluto, sino
meramente relativo a un sistema semántico y sintáctico
determinado.
Vuelve a ser éste un conocimiento importante, pues
con él cae la distinción, tan sencilla originariamente,
entre conocimiento científico y metafísica. Ya no se
puede eliminar a las proposiciones metafísicas simple
mente como carentes de significado. Más bien hay que
conceder que puede erigirse también un sistema semán
tico en el que las proposiciones metafísicas sean sig
nificativas, cosa que los logísticos polacos sostuvieron
desde el principio. Pero con ello la separación entre
metafísica y ciencia sólo ha dejado de ser una separa
ción dictada por el lenguaje, ya que no hay solamente
un único lenguaje, sino una pluralidad de lenguajes po
sibles según las distintas reglas semánticas y sintácticas.
De entre estos lenguajes se destaca uno que viene de
terminado por las exigencias fundamentales del empi
rismo: aquel en el que 1. para el significado de los
signos descriptivos se exige en último término la mos-
t rabil idad de aquello que se coordina a un signo, y con
cretamente su mostrabilidad en lo vivencialmente dado,
y en el que 2. se exige de los enunciados sobre hechos
que sean contrastables mediante la experiencia, lo que
vuelve a querer decir en última instancia mediante la
posibilidad de mostración en lo vivencialmente dado.
54
Mediante el establecimiento de estas condiciones se li
mita el significado de las palabras y los enunciados a
lo experimentare, se le vincula a lo dado en las viven
cias. En tal lenguaje, las proposiciones de la metafísica
trascendente a la experiencia siguen siendo no signifi
cativas e inverificables y están así escindidas claramen
te de los enunciados científicos. El criterio de la deli
mitación entre ambas no se obtiene de las condiciones
del lenguaje, de cualquier lenguaje posible, pero se con
serva en el lenguaje especial del empirismo
b) Contenido y estructura
55
que es el color propio de un determinado tipo de cosas
(rojo de teja o gris paloma), o que se parece a un color
determinado de un atlas de color, o que es algo más
claro o más oscuro o más saturado que otro color de
terminado. Un contenido cualitativo se describe así me
diante su posición dentro de un conjunto, incardinán-
dolo en él, mediante una «estructura». Sólo se le puede
determinar por sus relaciones, sólo implícitamente; el
contenido cualitativo como tal no puede establecerse
unívocamente. No es él mismo lo que se comunica me
diante su designación lingüística («azul», «dulce»), sino
su posición en un orden intersubjetivo.
Esta es la razón de que no se pueda tampoco com
probar si dos personas que perciben el mismo objeto,
p. ej., un elemento verde sobre fondo rojo, experimen
tan o no el mismo contenido cualitativo. Si alguien lo
investiga con todos los medios de la psicología experi
mental, nunca podrá encontrar más que las personas
reaccionan del mismo (o de distinto) modo, que hacen
enunciados coincidentes (o divergentes); es decir, sólo
puede comprobar que las cualidades que vive cada una
de las personas se hallan en las mismas (o en distintas)
relaciones con otras. Si esta investigación arroja como
resultado que una de ellas tiene una visión normal y
la otra es ciega para el rojo y el verde, no se ha logra
do conocer con ello el tipo de las cualidades mismas,
sino sólo que se hallan en relaciones diferentes. El con
tenido cualitativo como tal no puede ser controlado,
pertenece a la esfera privada de cada uno y es inacce
sible para cualquier otro*.
56
Por tanto, Jo cualitativo no es comunicable, sino so
lamente experimentable. Y lo vivido o experimentado
se limita siempre a uno mismo (salvo que hubiese una
co-vivencia telepática). Lo que puede ser comunicado
es sólo la posición de lo cualitativo dentro de un orden.
Sólo en la medida en que se refieren a este orden, con
tienen las designaciones de lo cualitativo algo que pue
da ser común a todos; sólo de este modo son intersub
jetivas. «Color» designa intersubjetivamente algo vincu
lado a la función de los ojos, «tono» algo unido a la
función del oído, «sentimiento» algo que tiene deter
minados síntomas expresivos. Esto es válido también
para la psicología y no sólo para la experimental, sino
también para la introspectiva. Sus enunciados no pue
den contener tampoco intersubjetivamente más que re
laciones de orden, «estructuras».
No sólo las proposiciones de la ciencia, sino también
todas las demás proposiciones intersubjetivas, incluso
las de la poesía, no pueden comunicar nada más que
estructuras. Es cierto que para la poesía son esenciales
las intuiciones y los sentimientos, o sea, contenidos cua
litativos, pero la poesía no los comunica, sino que los
provoca. Mediante lo que comunica hace surgir en el
lector u oyente las intuiciones o sentimientos mismos.
Y éste es también el modo de proceder de la exposición
histórica cuando no quiere meramente describir y ex
plicar causalmente el comportamiento de las grandes
personalidades y el ambiente espiritual de una época,
sino hacerlos comprender. Quiere entonces que vuelvan
a vivirse, quiere provocarlos como contenidos cualitati
vos en el lector en virtud de los conocimientos histó
ricos *.
Pero no debe perderse de vista que al decir esto se
57
trata siempre de la función comunicativa del lenguaje.
Esta limitación no vale para su función de designación
en general \ Designación es «un tipo de corresponden
cia entre dos cosas» tal que una reemplace a la o tra5,
o mejor una correspondencia entre dos clases de fenó
menos, una clase de formas orales o escritas, en lo que
consiste una palabra, y una clase de objetos (en el sen
tido más amplio), en lo que consiste lo coordinado a la
cosa. Esta coordinación se establece en último término
mediante la mostración de algo vivencialmente dado.
Con ello se explica el lenguaje de palabras por ges
tos, mediante los cuales se señala a lo vivencialmen
te dado, o sea al contenido cualitativo, cuyas relaciones
se muestran. En su utilización intersubjetiva en la co
municación, el significado de lá designación se deter
mina sólo mediante estas relaciones. Lo que se encuen
tra en estas relaciones sólo puede ser representado
mediante variables (igual que están determinados los
elementos geométricos en los Grundlagett der Geome-
trie de Hilbert, únicamente como miembros de las re
laciones axiomáticas). Pero al comprender la designa
ción se introducen por cada uno en estas variables los
contenidos cualitativos de su propia vivencia, que están
determinados por estas relaciones. De este modo, la de
signación se vincula para cada uno personalmente con
un contenido cualitativo subjetivo, y no meramente
con una estructura. La designación tiene así junto a su
significado intersubjetivo otro subjetivo individual; de
signa para cada uno un contenido cualitativo, contenido
que cada cual conoce por su vivencia. Y cada cual con-
58
sidera las designaciones de cualidad contenidas en una
comunicación como refencia a las cualidades vividas
por él mismo. Cada cual las comprende en su sentido.
Esta comprensión consiste en una interpretación de las
designaciones mediante el contenido cualitativo corres*
pondiente a la estructura comunicada. Lo que diversas
personas se comunican entre sf está determinado por
formas estructurales y éstas son comunes para todas
ellas, que coinciden en ellas. Esto se debe a que todas
ellas viven en un mundo común, o bien a la inversa: por
esto es por lo que viven en uno y el mismo mundo. Pero
cada una de ellas inserta en esta forma sus cualidades
vividas personalmente y establece asf la conexión con
su propio mundo de vivencias. No puede decidirse si
coinciden también en esta interpretación, pues lo cua
litativo es privado y no puede compararse*. La cone
xión de las designaciones con las cualidades vividas por
uno mismo es indispensable y fundamental. Las comu
nicaciones intersubjetivas constituyen solamente un
sistema estructural. Este sistema se hace significativo
y utilizable para cada uno sólo por el hecho de que
puede relacionarlo con su propio vivir. Cada cual ha
de poder unir el mundo común intersubjetivo con el
suyo privado, subjetivo. Sólo mediante esto obtienen
los miembros de las relaciones en que consiste el sig
nificado intersubjetivo una determinación material y
unívoca. De lo contrario, son meras variables. El conte
nido cualitativo subjetivo constituye asi el fundamento
de todo lo intersubjetivo y objetivo. Por eso no se le
puede eliminar7.
Pero, como refiere Waismann en el prólogo a los
Gesammelte Aufsatze de Schlick (p. XXVII, XXVIII),
Schlick intentó superar la doctrina de la no comunica
bilidad de lo cualitativo, que había desarrollado deteni-
59
damente y con especial insistencia. «Dos trabajos poste
riores —"Ober die Beziehung zwischen psychologischen
und physikalischen Begriffen” y "Meaning and Verifica-
tion"8*10— muestran cómo Schlick se liberó interiormen
te de esta distinción de contenido y estructura. Pinta
en ellos —de nuevo bajo el influjo de Wittgenstein—
posibilidades particulares imaginables bajo las cuales
nos sería accesible el 'contenido' de la vivencia ajena.
Y con ello perdió su sentido originario la distinción de
'comunicable' y 'no-comunicable'.»
En el estudio «Form and Content», Schlick había con
siderado como una imposibilidad lógica que un hombre
pudiese experimentar las vivencias de otro y que, por
tanto, estaba radicalmente excluido el comprobar si los
contenidos cualitativos son iguales o distintos cuando
dos personas perciben el mismo objeto*. Ahora veía
en ello una mera imposibilidad empírica. Es simple
mente un hecho que los hombres no pueden experi
mentar las vivencias de otro, pero no tendría por qué ser
así. Para mostrarlo —dentro de otro orden de ideas:
la refutación del solipsismo, no respecto de la comuni
cabilidad de lo cualitativo— analiza la proposición «yo
sólo puedo sentir mi dolor» en su significado,0. Cuando
una vivencia está caracterizada como «mía» lo es por
su realización con un cuerpo determinado, «mi» cuer
po. Por tanto, la proposición puede precisarse: «yo sólo
puedo sentir dolor cuando a mi cuerpo le pasa algo».
Pero puede imaginarse otra posibilidad, que es lógica
mente posible porque puede describirse: yo podría sen
tir también dolor cuando le sucede algo al cuerpo de
otro. Schlick considera esto como equivalente con la
proposición: «yo puedo sentir el dolor de otro». La
comparación de los contenidos cualitativos de perso-
60
ñas distintas sería con ello-posible al menos lógica
mente, si no empíricamente.
Pero mediante este razonamiento especulativo no se
demuestra todavía esto. Si se define «yo» y la caracteri
zación como «mío» mediante la relación a un cuerpo
determinado, entonces el dolor de otro es aquel que
depende del cuerpo de otro. Para que yo sienta el dolor
de otro, esta sensación de dolor tiene que depender
también de mi cuerpo; de lo contrario es sólo el dolor
del otro y no un dolor sentido también por mí. De este
modo el dolor de otro sentido por mí depende de pro
cesos en dos cuerpos, mientras que el dolor del otro
depende solamente del cuerpo del otro. En el caso de
Schlick sirve como base el presupuesto tácito de que
el dolor de otro que yo siento es exactamente el mis
mo que el dolor que el otro siente. Pero este presupues
to es arbitrario y, por tanto, no puede ser aplicado.
Pues el dolor del otro se halla entonces en una doble
relación: con un cuerpo y con dos cuerpos y habría que
aceptar más bien que se modifica con los distintos
modos de dependencia. De acuerdo con esto, sigue
siendo incierto si los contenidos cualitativos de distin
tas personas son comparables o no u .
2. Análisis sintáctico
a) Sintaxis y lógica
La otra cara del lenguaje, contrapuesta a su función
significativa, la constituye el edificio formal, la estruc
tura del sistema de representación. Camap ha produ
cido en este campo trabajos fundamentales. En su obra
Die íogische Syntax der Sprache, 1934 *, proporcionó*1
61
por primera vez una exposición sistemática de ella. En
esta obra le interesa no sólo la estructura esencial del
lenguaje, sino también su conexión con la lógica. Witt-
genstein fue el primero en llamar la atención sobre la
conexión de lógica y lenguaje2. Las reglas de la ló
gica se manifiestan como reglas del lenguaje; son al
mismo tiempo reglas fundamentales en la construc
ción de un sistema de signos. La estructura de un
lenguaje y la conexión de la lógica con él se perciben
con especial claridad cuando ambos, lenguaje y lógica,
se consideran en su configuración formalizada. Del
mismo modo que la lógica ha sido expuesta de acuer
do exclusivamente con las formas generales, prescin
diendo del significado particular (desde la simboli
zación medieval de la cantidad y la cualidad de los jui
cios y de los conceptos de sujeto, predicado y término
medio de los raciocinios, basta el sistema de los Princi
pia mathematica), igualmente puede formalizarse el len
guaje tomando en consideración exclusivamente su for
ma general, prescindiendo de su significación. Una con
sideración formal del lenguaje, de un sistema de repre
sentación, fue emprendida por Hilbert en su Meíama-
thematica y por los logísticos polacos (Ajdukiewicz,
Tarski, Lukasiewicz, Lesniewski) en su Metalogica.
Carnap recibió también estímulos de estos últimos a
través de Tarski.
Desde el punto de vista formal, se toman los signos
como meras formas, visibles o audibles, y su conexión
en proposiciones como meras sucesiones de signos,
como fórmulas, y la inferencia de unas proposiciones
partiendo de otras como la transformación de tales su
cesiones de signos en otras. Es el lenguaje como un
puro cálculo. Se presenta entonces como un juego con3
62
figuras realizado de acuerdo con reglas establecida
El sentido y el valor de tal formalización consistí
como de costumbre, en que aquello que interesa se
separa de aquello que no interesa, y puede ser com
prendido claramente por sí solo y formulado con preci
sión. Lo que no interesa es el significado especial de las
proposiciones. Aqui se trata sólo de relaciones del tipo
más general. Carnap designa la estructura de un sistema
de representación como «sintaxis», aunque la «sintaxis»
en sentido filológico contenga sólo las reglas de cone
xión. Teniendo en cuenta que lo que en los sistemas
formalizados corresponde a la etimología son los tipos
de signos, la expresión análoga para designar la estruc
tura de un sistema de representación sería propiamente
«gramática». Pero puesto que en el sistema formaliza
do del lenguaje son especialmente importantes las re
glas para la conexión de signos, las sintácticas, interesan
sobre todo las reglas de conexión y transformación, la
sintaxis.
Por tanto, no se trata de la sintaxis de un lenguaje
empíricamente dado, de sintaxis «descriptiva», sino de
sintaxis «pura», es decir, de la «estructura de las posi
bles ordenaciones en serie de elementos cualesquiera3».
Para explicar esto no se puede partir del análisis de la
sintaxis de un lenguaje corriente, pues esto sería de
masiado complicado. Por esta razón, Carnap construye
primeramente dos modelos lingüísticos muy simplifi
cados para explicar la sintaxis sobre ellos. En estos len
guajes, los objetos no se designan mediante palabras,
sino mediante números, como se designan las casas
mediante números en lugar de hacerlo como antes me
diante nombres propios, o como se hace con los puntos
del espacio mediante coordenadas **. Las propiedades
63
y relaciones, los predicados, que se atribuyen a estos
objetos pueden determinarse también mediante núme
ros, a los cuales se les anteponen signos según el tipo de
las propiedades o de las relaciones. (Por ejemplo,
«te (3) = 5» designa: la temperatura en el lugar 3 es 5;
o «te dif (3,4) = 2» designa: la diferencia de tempera
turas entre los lugares 3 y 4 es 2. Los functores se
dividen en descriptivos, tales como los que acabamos
de mencionar, y lógico-matemáticos, como por ejem
plo «sum (3,4)», es decir 3 + 4.)
El primero de ambos lenguajes formalizados contie
ne 11 signos aislados, constituidos en primer lugar por
los signos lógicos primitivos y además por variables nu
méricas (x, y ,...) y constantes numéricas (0, 1, 2...),
predicados (designados mediante letras mayúsculas o
grupos de letras con iniciales mayúsculas) y functores
(designados mediante grupos de letras minúsculas). Una
sene ordenada (finita) de tales 'signos, una «expresión»,
viene determinada por el tipo de los signos y por su su
cesión, por su forma sintáctica. Lo que en el lenguaje
usual se presenta como una proposición total o como
una proposición existencial, se designa mediante opera
dores, como es corriente en la logística. En el primero
de los dos lenguajes sólo entran operadores limita
dos, i. e. expresiones totales y existenciaics que sólo se
refieren a un ámbito de posiciones limitado, y no a
todas las posiciones en general. Por el contrario, la ge
neralidad ilimitada, que no se refiere a posiciones, sino
a signos, puede expresarse mediante variables. Por
ejemplo, «sum (x, y) = sum (y, x)» designa: para dos
números cualesquiera, la suma del primero y el segun
do es siempre igual a la suma del segundo y el primero.
Finalmente, se introduce todavía un operador descrip
tivo, que sirve especialmente en ambos lenguajes para
la descripción unívoca de números y relaciones numé-
64
ricas. Mediante el establecimiento de todos estos signos
y de sus reglas de conexión están dados los elementos
y las determinaciones formales de este lenguaje.
Se necesitan también, aparte de esto, reglas de trans
formación, mediante las cuales se establece hasta qué
punto puede deducirse una proposición de otra. Las re
glas de transformación consisten en axiomas (propia
mente en esquemas de axiomas, ya que en este lenguaje
no se dispone de las variables para «proposición», «pre
dicado» y «functor», necesarias para los axiomas) y re
glas de deducción. Los axiomas proporcionan en nota
ción logística las reglas para el cálculo proposicional,
para los operadores, para el signo de igualdad y para
las propiedades fundamentales de la serie numérica.
Mediante las reglas de deducción se define el concepto
de «inmediatamente deducible», que es algo más estric
to que el concepto de «inferencia», diferencia que la
lógica moderna ha sido la primera en realizar clara
mente3. La ventaja y la finalidad del modelo de len
guaje simplificado es que facilita esencialmente la defi
nición de la deducibilidad inmediata y de la inferencia.
Una proposición es inmediatamente deducible si resulta
de otra mediante substitución (en este caso de una ex
presión numérica en lugar de una variable numérica)
o reemplazando una parte de una proposición mediante
una conexión de proposiciones (p. ej., una implicación
por «no ... o ...») o cuando es implicada por otra pro
posición o en virtud del principio de la inducción mate
mática (puesto que aquí se trata de expresiones numé.
ricas).
La deducción inmediata es el modo de proceder fun
damental para toda deducción ulterior. Una deducción
65
de este tipo consiste en una serie finita de proposicio
nes tales que cada proposición es o una premisa o una
definición o es deducible inmediatamente de una pro
posición precedente. En virtud de la definición de «de
ducible» pueden definirse los conceptos lógico-sintác
ticos fundamentales «demostrable», «refutable», «inde-
cidible». Estos conceptos se refieren en este lenguaje
sólo a un número finito de premisas. Son, por tanto,
más estrictos que los conceptos lógicos usuales de
«inferencia», «analítico», «contradictorio»9, pues estos
pueden referirse también a clases de proposiciones, cla
ses que no tienen por qué agotarse mediante una serie
finita. Las clases de proposiciones son formas sintác
ticas de expresiones. Mientras que una deducción es
siempre una serie finita de proposiciones, una inferen
cia puede ser una serie finita de clases preposicionales
infinitas. En virtud de la deducibilidad y con ayuda de
las clases preposicionales puede definirse también la
inferenciaT, cosa que Carnap ha emprendido por pri
mera vez en una formulación rigurosa. En virtud de la
definición de inferencia pueden definirse entonces los
importantes conceptos «analítico», «sintético», «contra
dictorio», «compatible» e «incompatible». Una cosa que
sólo comprendió el siglo xx —Weyl la manifestó por
vez primera *, luego Wittgenstein insistió sobre ella9—
es que puede conocerse si una frase es analítica o con
tradictoria con independencia de su significado, en vir
tud solamente de su estructura lógica. Por tanto, en el
caso de todas las proposiciones lógicas puede conocerse
si son verdaderas o no por su mera configuración sim
bólica, si están dadas las reglas sintácticas del lenguaje
66
correspondiente. Con ayuda del concepto de inferencia
puede determinarse también de modo puramente for
mal el contenido lógico de una proposición, sin tener
que entrar en su significado. Consiste en la clase de
las proposiciones no analíticas que se infieren de esta
proposición. Se caracteriza con ello de modo formal
lo que quiere decirse al hablar del significado de una
proposición en la concepción material. De este modo
pueden representarse también formalmente relaciones
de contenido (como la igualdad de contenido).
El sistema de signos construido de este modo es
llamado por Camap un lenguaje «definido», porque
sólo contiene operadores totales y existenciales limita
dos. (Corresponde aproximadamente a la aritmética de
los números naturales en la limitación del intuicionismo
matemático).
El segundo sistema de signos construido por Camap
es un lenguaje «indefinido». Contiene los mismos sig
nos que el primero, aumentados sólo en uno, pero tam
bién operadores ilimitados. Por otra parte, es más rico
al contener nuevos tipos de functores y predicados y
variables. Por consiguiente, las expresiones tienen que
ser diferenciadas de acuerdo con su tipo lógico y divi
didas en grados. Los distintos tipos de expresiones de
este lenguaje se establecen de modo análogo a las del
primer lenguaje; sólo que los axiomas han sido aumen
tados como corresponde a la mayor existencia de sím
bolos en el segundo lenguaje y también por nuevos
axiomas para los operadores ilimitados, aparte del prin
cipio generalizado de elección de Zermelo y dos axio
mas de extensionalidad. Mediante dos reglas de deduc
ción, la de la implicación y la del operador total, se
determina cuándo una proposición puede deducirse in
mediatamente de otra: cuando es implicada por otra
o cuando se construye a partir de una proposición me
diante un operador total. La definición del concepto de
inferencia es mucho más complicada que en el primero,
debido a la mayor riqueza de este lenguaje, y por ello
67
Carnap sólo indica el método de la definición y no esta
misma. A la inversa que en el caso anterior, aquí se
definen primeramente los conceptos «analítico» y «con
tradictorio» y sobre su base «inferencia» y «sintético»,
«compatible», «incompatible». A continuación puede de
mostrarse que toda proposición lógica es o analítica o
contradictoria. Con tal lenguaje puede expresarse toda
la matemática clásica y toda la física clásica.
En virtud de esta extensión puede resolverse la ver
dadera tarea: formular una sintaxis general para cual
quier lenguaje. Pues no hay sólo un lenguaje, al modo
en que Wittgenstein hablaba del lenguaje sin más, sino
distintos lenguajes, como se ha puesto de manifiesto en
los dos lenguajes construidos. Una sintaxis general
quiere decir un sistema de difiniciones de los concep
tos sintácticos que sean aplicables a todos los lenguajes.
Como hace notar Carnap mismo (IV, p. 120), su sistema
es sólo un esbozo, un primer intento, para el que hasta
ahora se disponía únicamente de pocos alementos,#.
Para la exposición de la sintaxis son indispensables
conceptos indefinidos. Un signo lingüístico es «indefi
nido» cuando en su definición entra un operador ilimi
tado. Los conceptos fundamentales de la transforma
ción: «deducible», «demostrable», «analítico», «contra
dictorio», «sintético» son definidos sólo en sistemas
muy sencillos, siendo en otro caso indefinidos. Los con
ceptos «inferencia* y «contenido» son siempre indefi
nidos. Pero la admisibilidad de los conceptos indefini
dos es una cosa discutida. Una propiedad que se expre
sa mediante un predicado lógico definido de primer
grado es siempre decidióle en lo relativo a su existencia.
Por el contrario, no hay ningún procedimiento general
de decisión para un predicado indefinido. Por esta razón
los conceptos indefinidos han sido considerados por10
68
Poincaré, Brouwer y Wittgenstein como carentes de sig
nificado e inadmisibles. Pero frente a esto, Carnap mos
tró que son significativos y admisibles.
Los conceptos indefinidos se han considerado caren
tes de significado en virtud de la definición según la
cual el contenido significativo de un concepto está dado,
cuando existe, por el método de su verificación. No co
nocemos tal procedimiento de decisión general para los
conceptos indefinidos y ésta es la razón de que se los
considerase carentes de significado. Pero sabemos muy
bien bajo qué condiciones habría que realizar una de
cisión sobre la existencia de una propiedad que viene
dada mediante un concepto indefinido. Esto es lo.que
sucede cuando encontramos una demostración de la
existencia o inexistencia de la propiedad. Saber si una
serie de proposiciones constituye tal prueba es algo
que puede determinarse de modo definido. Por tanto,
los conceptos indefinidos son significativos, puesto que
se sabe cuándo son verdaderos. Tampoco puede discu
tirse entonces su admisibilidad, si se establece la exi
gencia restrictiva de que tiene que ser decidible en cada
caso concreto si la propiedad dada mediante un concep
to indefinido existe o no. Para demostrar que es válida
una proposición con un operador ilimitado, una propo
sición general, no es necesario ni tampoco posible, de
bido a su número infinitq, demostrar que son válidas
todas las proposiciones concretas que se obtienen de
ella por inserción de constantes. Si fuese esto necesa
rio, toda proposición general sería ciertamente indeci-
dible y carente de significado. Pero la demostración de
la validez puede realizarse mediante la ejecución de una
única prueba para la proposición general misma. El
ejercicio de una demostración es una operación finita
y, por tanto, los proposiciones con operadores ilimita
dos son también demostrables. Por eso «también para
los conceptos indefinidos existe... la posibilidad de en
contrar una decisión sobre su existencia o no existencia
en un caso concreto, si bien no tenemos ningún proce-
69
dimiento de producir siempre este descubrimiento» (pá
ginas 116, 117). Como consecuencia de esto, no es nece
sario excluir los conceptos indefinidos.
El concepto más importante de una sintaxis general
es el concepto de inferencia. Con su determinación se
fijan todas las relaciones lógicas dentro de un lenguaje
y pueden ser definidas. La definición de la «inferencia
inmediata» consta de las reglas sobre los signos del
lenguaje correspondiente, de las reglas de formación
y las reglas de transformación. Vuelven a distinguirse
las reglas establecidas sobre la base de la «inferencia»
de las reglas establecidas sobre la base de la «deduc
ción», en las cuales las propiedades exigidas a la pro
posición deducida y a la clase proposicional de la que
se deduce son propiedades definidas. Según que la de
finición de un concepto sintáctico se refiera a las reglas
de inferencia o sólo a las reglas de deducción, los con
ceptos sintácticos se dividen en conceptos de infe
rencia y conceptos de deducción. Se definen de modo
formal una serie de conceptos de inferencia fundamen
tales —válido y contraválido, determinado (o válido o
contraválido) e indeterminado, compatible e incompa
tible, dependiente e independiente, completo e incom
pleto, el contenido y sus relaciones.
Al hacerlo, Carnap toma en consideración las reglas
de transformación bajo un punto de vista completa
mente general. En los lenguajes simbólicos se formu
lan usualmente sólo reglas de transformación funda
mentadas lógico-matemáticamente. Por el contrario,
Carnap admite también reglas de transformación ex
tralógicas y también pueden admitirse entre los axio
mas leyes naturales o proposiciones empíricas en ge
neral. De acuerdo con esto, se distinguen los lenguajes
con reglas de transformación exclusivamente lógico-
matemáticas y los lenguajes que tienen también reglas
de transformación «fisicalistas» (en el sentido más am
plio, es decir, empíricas) («L»-lenguajes y «P»-lengua-
jes). Los conceptos sintácticos formulados bajo el pun
70
to de vista más general, el de un lenguaje con ambos
tipos de reglas de transformación —válido o contravá
lido, determinado, etc.—, son más generales que los
conceptos «analítico», «contradictorio», «sintético». Si
entre los axiomas los hay también de origen empírico,
entonces una proposición sintética puede estar deter
minada por ellos en lo relativo a su validez y, por tan
to, ser reconocida como verdadera o falsa meramente
en virtud de su forma simbólica, cosa que de lo con
trario sólo sucedía con una frase analítica. «Analítico»,
«sintético», «contradictorio» son conceptos de un sis
tema lingüístico que no contiene más que reglas de
transformación lógicas. La diferencia entre reglas de
transformación lógicas y «fisicalistas», que parte del
significado de las proposiciones, es conocido igualmen
te por Carnap de un modo puramente formal.
Pero Schlick objetó con razón, respecto de las reglas
de transformación extralógicas, que resulta engañoso
hablar de una aceptación de leyes naturales como axio
mas. En la medida en que se considera como regla
sintáctica a una proposición que bajo los presupuestos
de la gramática usual expresa una ley natural, se le
da a esta serie de signos «un significado completamente
nuevo..., o mejor, propiamente se le despoja de signi
ficado. 'La proposición' ya no es una ley natural, ni
en general un enunciado, sino una regla simbólica. Toda
la reinterpretación parece ahora trivial e inútil. Toda
forma de exposición que tienda a borrar diferencias
tan fundamentales es altamente peligrosa»n .
Además, la distinción entre signos lógicos y descrip
tivos, que descansa en primer término sobre su sig
nificado, según que designen algo lógico o algo extra
lógico, empírico, se caracteriza también formalmente,
teniendo en cuenta que toda proposición construida
exclusivamente por signos (expresiones) lógicos está de
terminada respecto de su validez. Luego se definen.1
71
también de modo puramente formal, la distinción entre
variables y constantes y los distintos tipos de opera
dores y las conectivas preposicionales (conyunción, dis
yunción, implicación) li. También la traducción de un
lenguaje a otro puede concebirse de modo puramente
formal sin entrar en el significado, como coordinación
multiforme de expresiones o de proposiciones o de cla
ses preposicionales. Tal traducción es entonces una
traducción conforme al significado cuando las expre
siones, etc., tienen el mismo contenido lógico en ambos
lenguajes.
Finalmente se define también el concepto «extensio
nal» y su contrario «intensional» con ayuda de las de
finiciones anteriormente establecidas, sustituyendo en
la definición usual de la extensionalidad como función
de verdad el concepto «verdadero» por el concepto «de
igual contenido», ya que el primero no es un auténtico
concepto sintáctico. De este modo, una proposición es
extensional respecto de una proposición parcial cuan
do conserva el mismo contenido al sustituir la propo
sición parcial por otra del mismo contenido. Wittgens-
tein afirmó que toda proposición es una función de
verdad de proposiciones elementales, esto es, que es
extensional respecto de las proposiciones parciales.
Pero no es este el caso en todos los lenguajes posibles,
pues hay proposiciones que no son una función de
verdad de sus proposiciones parciales: las proposicio
nes intensionales. De este tipo son, por ejemplo, las
proposiciones que informan sobre hechos pensados o
manifestados o creídos por personas, tales como «mu
cha gente ha creído que Federico Barbarroja vive to
davía en Kyffháuser». «Federico Barbarroja» puede ser
sustituido en ella por la descripción «el Emperador12
72
que se ahogó en el río Saleph». Pero que «el Empera
dor que se ahogó... vive todavía...» no es lo que mucha
gente ha creído. Del mismo modo, las proposiciones
modales que enuncian una necesidad, una imposibili
dad, etc., y las que enuncian una inferencia lógica han
sido tomadas en consideración por Lewisw y otros
como proposiciones intensionales. Hay, pues, lenguajes
extensionales y lenguajes intensionales. Pero Carnap
cree poder hacer la suposición de que para todo len
guaje intensional puede construirse uno extensional al
que puede traducirse el primero. (Esta tesis de la ex-
tensionalidad la mantiene todavía actualmente de modo
expreso*14; pero la completa mediante una definición
semántica de la extensionalidad en la que «de igual
contenido» es sustituido por «equivalente por su signi
ficado».)
Si al principio se pensó analizar «eí» lenguaje, como
Wittgenstein, el análisis puso de manifiesto que no hay
sólo un lenguaje, sino lenguajes de distinta configura
ción. Un lenguaje viene determinado por el tipo de sus
signos, por las formas de construcción de las proposi
ciones y por las reglas de transformación de éstas.
Todo esto descansa en decisiones y las decisiones pue
den adoptarse libremente. Pueden introducirse signos
con significado dado y aceptar o excluir formas prepo
sicionales, según parezca conveniente. El establecimien
to de las reglas de formación y de transformación tiene
que hacerse de tal manera que mediante ellas se obten
gan resultados adecuados a los significados de los sig
nos primitivos. En este aspecto, la sintaxis no puede
elegirse libremente, sino que viene co-determinada por
el significado de los signos. Pero incluso estas decisio
nes pueden realizarse también libremente si se formu
la primero un sistema de signos sin significado estable
cido, un puro cálculo, y se busca luego un significado
73
adecuado para los signos lógicos primitivos, y se le
encuentra. Pueden construirse lenguajes de distinta for
ma lógica y de distinta amplitud lógica, como se ha
puesto ya de manifiesto en los dos lenguajes construidos
por Carnap. En el trabajo «Testability and Meaning»”
ha bosquejado una serie de lenguajes posibles que va
hasta el infinito.
No tiene sentido preguntar por una justificación o
licitud de las formas lingüísticas, pues no hay ninguna
instancia que pudiese proporcionar una decisión uní
voca, ya que éstas no son preguntas sobre la verdad
o falsedad, sino sobre decisiones y su conveniencia. Lo
que puede hacerse es desarrollar las consecuencias a
que conduce una u otra decisión, una exclusión o una
admisión, y se elegirá sobre su base teniendo en cuenta
la conveniencia, esto es, en la medida en que cum
plan las finalidades prácticas. No pueden pronunciarse
prohibiciones generales de formas preposicionales o
modos de inferencia (como lo hicieron Brouwer con
el principio de tercio excluso y Wittgenstein con las
proposiciones generales ilimitadas), sino que en lógica
del lenguaje hay que acatar un principio de toleran
cia ia. Se ve claro el significado de un sintaxis general,
tal como la ha desarrollado Carnap, frente a las múl
tiples posibilidades de formas lingüísticas lógicas. Me
diante ella se explica lo esencial de un lenguaje en
cuanto formalizado. Mediante ella se hace posible re
ducir lenguajes de cualquier forma a un denominador
común, comprenderlos como configuraciones especiales
ls Phiiosophy of Science, vol. 4, 1937, p. 25.
l* K. Menger fue el primero en hacerle valer en la polémica
sobre los fundamentos de la matemática («Der Intuitionismus»,
1930. en Blátter /. deutsche Philosophie, año 4); Popper le de
fendió luego de hecho para la lógica de la ciencia (Die Logik
der Forschung, 1935, p. 19 s., 195; trad. esp., p. 48 s.). Se expresa
mejor lo esencial en la designación de «principio de convenció-
nalidad» (•Prinzip der Pestsetzbarkeit», • conventionality»), pre
ferido actualmente por Carnap (Introduction to Semantics, pá
gina 247).
74
de una estructura general e indicar con precisión sus
propiedades y diferencias características.
Carnap se vio llevado a la reducción del análisis lin
güístico a la sintaxis al partir de la determinación del
significado mediante la verificabilidad y al tratar de
conservarla para las proposiciones del análisis lógico.
Ingarden había objetado en el congreso de Praga w que
en virtud de esta definición del significado las propo
siciones metalingüísticas serían carentes de significado
o no significativas, ya que por principio no podían ve
rificarse, cosa que ya había expresado Wittgenstein al
final de su Tractatusw. Una verificación sólo puede
tener lugar mediante hechos físicos perceptibles, pero
lo que en el lenguaje es perceptible, físico, los signos
escritos y las vibraciones sonoras, es una cosa distinta
de aquello de lo que hablan las proposiciones metalin
güísticas, ya que lo esencial del lenguaje está en el
significado. Para evitar esta objeción, Carnap tuvo que
intentar separar el análisis lingüístico del significado
y dirigirlo hacia lo externo y perceptible del lenguaje,
hacia los signos y su conexión, a la sintaxis. Sus propo
siciones serían entonces verificables y con ello signifi
cativas.
Morris fue el primero en manifestar1' que con la
sintaxis no se abarca todavía la totalidad del lenguaje
y Carnap mismo lo ha reconocido desde entonces y lo
ha puesto de relieve. Ahora ve también claramente su
lado semántico, mientras que al principio no recono
cía, aparte del sintáctico, más punto de vista frente al
lenguaje que el psicológico, que designa ahora de modo
más general como pragmático. Se ha apartado de la*•
75
unilateral idad radical del primer esbozo, en el que pen
saba poder concebir todavía todo lo lingüístico y lo
lógico de modo puramente sintáctico, y ha concedido
también sus derechos a la función significativa del len
guaje. En una Iníroduction to Semantics (1942, 2? edi
ción., 1947) la ha desarrollado sistemáticamente.
Pero con este giro se ha modificado fundamental
mente la relación de la lógica con la sintaxis. En la
Logische Syntax der Sprache expuso la lógica como
una parte de la sintaxis y constituyó las relaciones lógi
cas como sintácticas. Definiendo la relación de infe
rencia de modo puramente sintáctico, como una rela
ción entre la forma sintáctica de las proposiciones, la
independizó del significado de las proposiciones. De
este modo se la puede establecer entre proposiciones
sin necesitar recurrir a su significado, únicamente en
virtud de la sintaxis. Todos los conceptos y relaciones
de la lógica pueden y deben expresarse de modo pura
mente formal, incluso el contenido lógico de una pro
posición. La lógica formalizada es completa; no hay
ninguna parte de la lógica que sea sólo posible en
una lógica fundada en el significado; tal tipo de lógica
lo consideraba superfluo.
Pero Camap ha comprendido ahora una idea de im
portancia fundamental: la de que la formalización de
la lógica es sólo una cosa secundaria y que la lógica
descansa primariamente sobre el significado, es decir,
sobre las reglas semánticas. C. I. Lewis había puesto
ya de relieve !0 que la inferencia lógica es algo distinto
de la implicación, de la relación si-entonces, en la forma
en que se contiene en los Principia mathematica de
Russell y Whitehead, y que no es posible en modo al
guno expresar en este sistema la relación de inferencia
lógica21. Camap ha rectificado ahora radicalmente en
*« A Survey of Sytnbotic Logic, 1918.
*> También Jórgensen consideró indispensable una lógica del
significado: «Über die Ziele und Probleme der Logistik», 1932
(Erkenntnis, vol. 3, p. 73 s.).
76
el sentido de que la sintaxis no basta por sí sola para
la constitución de la lógica. La distinción entre los sig
nos lógicos y los descriptivos no puede hacerse en úl
timo término más que en virtud de su significado22, y
del mismo modo, verdad lógica no quiere decir frente
a verdad fáctica más que: verdadero en virtud de las
reglas semánticas. La sintaxis sola no puede garantizar
que en un concepto sintáctico esté formulada la corres
pondiente relación semántica, pues esto depende de las
relaciones del sistema formalizado, del cálculo, con el
correspondiente sistema semántico. Ya no parece po
sible en general definir conceptos sintácticos que co
rrespondan en cada caso a los conceptos tal como vie
nen definidos en virtud de las reglas semánticas. Camap
ya no mantiene, por tanto, las definiciones sintácticas
de los conceptos lógicos tal como las dio en la sintaxis
general, al menos como generalmente válidas, si bien
son aplicables en muchos cálculos. En una nueva obra,
The Formalization of Logic (1943, 2? ed., 1947), ha em
prendido la formalización de la lógica a modo de cálculo
de una manera perfeccionada.
b) Proposiciones cuasi-sintácticas
77
je-sintaxis son entonces proposiciones lógicas del len
guaje-objeto. Pero en el lenguaje-objeto no pueden ex
presarse todos los enunciados sintácticos. Por ejemplo,
los conceptos «analítico» y «contradictorio» no pueden
definirse con los medios de un lenguaje-sintaxis que sea
un lenguaje parcial del lenguaje-objeto, sino únicamen
te en un lenguaje más rico1.
Cuando el lenguaje-sintaxis, como sucede la mayoría
de las veces, es un lenguaje parcial del lenguaje-objeto,
la distinción entre ambos ha de ponerse de relieve cla
ramente, pueá con una designación (por ejemplo, «Uno»)
puede quererse decir o el objeto designado (la Organi
zación de las Naciones Unidas) o la designación misma
(por ejemplo, en: «Uno» es una abreviatura de «Uni
ted Nations Organisation»). Si el objeto designado es
también una expresión lingüística, como sucede preci
samente en las designaciones sintácticas, para evitar
la confusión, se hace necesario dar a conocer la ex
presión lingüística como tal, colocándola entre comillas
o caracterizándola de otro modo (por ejemplo, me
diante un nombre como «Omega»). Cuando una expre
sión se mienta a sí misma (es «autónima»), se le atribu
ye propiamente un nuevo significado; se utiliza como
una designación de algo nuevo, concretamente de sig
nos, mientras que normalmente designa un objeto. Esta
diferencia se destaca claramente en un ejemplo dado
por Carnap (p. 109): cu es un tipo ordinal; «u>» es una
letra; omega es una letra; «omega» es una palabra de
cinco letras. Frege fue el primero que distinguió con
secuentemente entre una designación de objeto y una
designación de designación y, siguiendo su modelo, tam
bién la escuela de lógicos de Varsovia. Pero no es raro
que todavía hoy se descuide esta distinción (así por
Heyting, Chwistek, etc.), debido a lo cual pueden sur
gir equívocos.
78
Ahora bien, hay correspondencias entre las propie
dades de los objetos designados y las propiedades de
sus designaciones, tales que si a un objeto le corres
ponde una propiedad determinada, a la expresión que
designa al objeto le corresponde una determinada pro
piedad sintáctica. Así, al enunciado sobre objetos «cin
co es un número» le corresponde el enunciado sintác
tico: «cinco» es un numeral. Cuando a una proposición
que atribuye una propiedad a un objeto le corresponde
una proposición que atribuye a una designación de este
objeto una propiedad sintáctica coordinada, aquella
proposición puede traducirse a ésta. Tal proposición
es llamada por Carnap una proposición «cuasi-sintác-
tica». Las proposiciones cuasi-sintácticas permiten una
doble interpretación. Pueden concebirse como enuncia
dos sobre una propiedad del objeto; por ejemplo, «cin
co es un número». Lo designado mediante la palabra
«cinco» se incardina con ello en una clase de objetos.
En esto es en lo que consiste el «modo material de ha
blar». Pero pueden entenderse también en el sentido
de que con ellas se mienta la propiedad sintáctica de
la designación del objeto —«cinco es un numeral»—,
al designar la expresión (cinco) no a un objeto, sino a
ella misma; se utiliza entonces «autónimamente», lo
que lleva consigo la equivocidad. Si en lugar de pro
posiciones cuasi-sintácticas se utilizan proposiciones
puramente sintácticas —'«cinco» es un numeral', donde
«cinco» está caracterizado expresamente como una de
signación—, se utiliza entonces el «modo formal de
hablar». Este modo es valioso porque permite que se
destaque inequívocamente el carácter lingüístico de
aquello de que se trata.
La clase de las proposiciones cuasi-sintácticas juega
un papel significativo. Constituye una zona intermedia
entre las puras proposiciones sobre objetos y las puras
proposiciones sintácticas. En el modo material parecen
proposiciones sobre objetos, pero por su contenido son
propiamente proposiciones sintácticas, pues se refieren
79
propiamente a la designación de los objetos sobre los
que parecen hablar. Son pseudo-propiedades de obje
tos, son propiedades que están «disfrazadas en cierto
modo como propiedades de objetos», pero tienen «ca
rácter sintáctico por su significado»2.
La comprensión de esta situación le ofrece a Camap
un medio para aclarar toda clase de problemas, al darse
cuenta de que se trata en ellos de proposiciones cuasi-
sintácticas. Así se esclarece la relación entre la impli
cación y la inferencia lógica. Lewis, igual que Russell,
consideró la implicación y la inferencia como relacio
nes ambas entre proposiciones, o sea como homogé
neas en este punto, y distinguió la inferencia como im
plicación estricta («sfricí») de la implicación material.
Pero la implicación y la inferencia son radicalmente
distintas. La inferencia lógica es una relación entre
proposiciones, pero la implicación, no. Pues la impli
cación no dice nada sobre las proposiciones que están
conectadas entre sí, sino sobre los objetos de estas pro
posiciones. La implicación «si uno ayuna, adelgaza» no
enuncia nada sobre ambas proposiciones, sino sobre
dos tipos de procesos La relación de inferencia se da,
por el contrario, entre proposiciones y no entre proce
sos. Es, pues, una relación sintáctica. La relación entre
objetos expresada por una implicación es una relación
sintética. La proposición «si» y la proposición «enton
ces» están simplemente conectadas de hecho entre sí,
pero la segunda no se puede inferir de la primera. Sin
embargo, en el caso especial en el que la relación de
implicación no es sintética, sino analítica, tiene el mismo
contenido lógico que una relación de inferencia. Pero
incluso en este caso no se identifica con la inferencia,
porque continúa siendo siempre una relación entre ob
jetos. Pero le corresponde entonces una relación entre
proposiciones, una relación sintáctica, que es precisa
mente la inferencia lógica, mientras que esto no su-
80
cede en el caso de una implicación sintética, fáctica.
Por tanto, la implicación sólo coincide con la infe
rencia cuando es una relación analítica, no cuando es
una relación sintética como sucede normalmente. Tie
ne entonces el mismo contenido que una relación de
inferencia, es decir, entonces es una proposición cuasi-
sintáctica. Parece enunciar una relación entre objetos,
pero propiamente enuncia una relación entre proposi
ciones.
Igualmente claro se hace el carácter peculiar de los
conceptos modales (necesario, contingente, posible, im
posible) al descubrir que son cuasi-sintácticos *. Tradi-
cionalmente se distingue la necesidad, la imposibili
dad, etc., lógicas de las reales. Es claro que las moda
lidades lógicas expresan sólo el carácter de la inferen
cia lógica, de la contradicción, etc. Pero lo mismo es
válido también para las modalidades reales. Estas se
refieren a los objetos, enuncian que un hecho es nece
sario o posible... Pero la necesidad natural no es nin
guna otra necesidad distinta de la necesidad de la infe
rencia lógica a partir de una ley natural. En la natu
raleza sólo hay facticidad. Los organismos se mueren
simplemente. Que tengan que morir, que la muerte sea
necesaria para todo organismo, esto sólo es válido en
la medida en que se determina mediante leyes biológi
cas, esto es, en la medida en que se infiere de ellas.
Si no sucede esto, entonces no existe ninguna necesi
dad de que sea así; entonces es también posible que
los organismos sean inmortales. Así, pues, «posible»
sólo quiere decir: en no contradicción con las leyes
naturales. E igualmente, imposibilidad real no quiere
decir otra cosa que: en contradicción con una ley na
tural. Un perpetuum mobile es imposible porque con
tradice al segundo principio de energía. La contradic
81
ción es una relación puramente lógica, una relación
entre proposiciones. En la naturaleza le corresponde
solamente un no-existir; lo contradictorio sencillamente
qo existe. Cuando se consideran los objetos y procesos
como necesarios o contigentes, como posibles o impo
sibles, esto sólo puede tener el sentido de que pueden
ser inferidos partiendo de leyes naturales o que son
compatibles o incompatibles con ellas. Las caracteri
zaciones modales dicen relaciones entre objetos sólo
aparentemente, pero dicen verdaderamente relaciones
entre proposiciones, ya que pueden ser traducidas a pro
posiciones puramente sintácticas. La proposición p,
«todos los organismos tienen que morir» corresponde
a la proposición sintáctica: «p, es una proposición
analítica» (dando por supuestas las definiciones y le
yes). La proposición p2: «un perpetuum mobiíe es im
posible» corresponde a la proposición sintáctica: «pa
es contradictoria». Y la proposición ps: «es posible que
los organismos sean inmortales» corresponde a la pro
posición sintáctica: «p# no es contradictoria». La pro
posición p4: «las constelaciones de estrellas y el destino
humano marchan juntos de un modo completamente
casual» corresponde a la proposición sintáctica: «p4 no
es ni analítica ni contradictoria y tampoco su negación
es contradictoria; es sintética». Los enunciados mo
dales son, por tanto, proposiciones cuasi-sintácticas.
Del mismo modo que para la inferencia lógica, Lewis
(toe. cit.) exigió también una lógica basada sobre el
significado para los conceptos modales. La necesidad
de la validez de una proposición tampoco puede expre
sarse en el sistema de los Principia mathematica. Con
sideró por esta razón a los conceptos modales como
conceptos no-extensionales, como conceptos que exigen
una consideración del significado de la proposición.
Introdujo por ello un nuevo signo para «posible», como
concepto primitivo, y definió luego los conceptos «im
posible» y «necesario». Después se ha desarrollado por
82
sus discípulos y por otros * un sistema peculiar de ló
gica modal como ampliación del sistema de Russell.
Ahora bien, Carnap ha mostrado que también los
conceptos modales pueden ser formulados como lógico-
sintácticos, de forma que los enunciados modales pue
den ser concebidos como cuasi-sintácticos. Sólo que en
ellos se trata en primera línea del carácter lógico y no
del sintáctico. Los enunciados modales, pareciendo ser
enunciados sobre relaciones de hechos, son propiamen
te enunciados cuasi-lógicos. Puesto que la lógica des
cansa primariamente sobre la semántica, la lógica mo
dal ha de desarrollarse primariamente como una lógi
ca de las relaciones de significado sobre la base de la
semántica, como efectivamente lo ha hecho Camap en
una nueva obra: Meaning and Necessity (1947). Pero,
aun con todo, la explicación fundamental de la Logische
Syntax der Sprache se conserva en pie, explicación se
gún la cual los enunciados modales no hablan propia
mente de relaciones de hechos, sino de relaciones ló
gicas. Y en la medida en que la lógica puede expre
sarse sintácticamente, no requieren ningún tipo espe
cial de lógica. Todo sistema lógico modal puede ser
traducido a uno sintáctico. Desde luego, esto no im
pide construir una lógica modal propia; no queda ex
cluida por lo anterior. Pero no es inevitable, como se
pensaba hasta ahora.
Se obtienen también proposiciones cuasi-sintácticas
al utilizar como predicados los conceptos que Carnap
llama «predicados totales» o «palabras totales». Estos
conceptos indican una propiedad o relación «que les
corresponde analíticamente a todos los objetos de cual
quier género» (p. 219). Si en una proposición que tenga
uno de estos predicados se sustituye el sujeto por otro4
83
miembro cualquiera del mismo género, vuelve a obte
nerse una proposición analítica. Por ejemplo, un perro
es una cosa, la luna es una cosa; o bien, siete es un
número, cero es un número, y así sucesivamente para
cualquier otra cosa y para cualquier otro número. Por
el contrario, si el sujeto se toma de otro género, no se
obtiene una proposición significativa. Por ejemplo, la
mentira es una cosa, César es un número. Tales «pala
bras totales» son: cosa, objeto, propiedad, relación, he
cho, estado, proceso, espacio, tiempo, número, etc. Son
las especies de conceptos o de palabras que distingue
la gramática lógica dentro de los géneros filológicos de
los sustantivos, adjetivos, verbos, etc., especie que fue
Wittgenstein el primero en conocer**. Son «categorías
sintácticas» •.
Estos «predicados totales» pueden utilizarse de do
ble manera: 1. Para caracterizar el género sintáctico
de una expresión por razones de claridad; por ejemplo,
«el estado de amistad» a diferencia de «la relación de
amistad»; o para facilitar la comprensión o simplemen
te para poner de manifiesto; por ejemplo, «el proceso
de calentamiento». En esta utilización el predicado to
tal no es independiente, es sólo un. índice gramatical
de otra expresión, especialmente de una variable, como
lo son las palabras «un», «algo», «cada», «todo». Puesto
que con estas palabras no se determina qué objetos
particulares han de colocarse en su lugar, el género
de los argumentos permitidos en las proposiciones to
tales y existenciales y en las preguntas tiene que darse
a conocer expresamente. Por ejemplo «Si un número
cualquiera... entonces...» o bien «Hay una relación tal
que...», o «¿En qué tiempo...?» Tales proposiciones son
auténticas proposiciones sobre objetos y no proposi
ciones cuasi-sintácticas.
84
2. Pero las palabras totales pueden utilizarse tam
bién como predicados independientes; por ejemplo:
cinco es un número, la amistad es una relación. Se les
puede coordinar entonces un predicado sintáctico (de
una propiedad o relación) que corresponda a todas las
designaciones del respectivo género de objetos; por
ejemplo, «cinco» es un numeral, «amistad» es un tér
mino relativo. La palabra total es aquí un predicado
cuasi-sintáctico y se trata de proposiciones cuasi-sin-
tácticas.
(Una proposición tal como «César es un número» no
tiene por qué considerarse necesariamente como ca
rente de significado. Como Camap ha reconocido pos
teriormente T, una proposición como «la piedra piensa
en Viena» puede considerarse o como carente de signi
ficado o como falsa, según sean las reglas sintácticas
de un lenguaje. Las proposiciones con un predicado
total que tienen al mismo tiempo un sujeto de otro
género carecen de significado cuando las palabras to
tales constituyen categorías sintácticas. Pero la distin
ción entre cosa y número, entre cosa y propiedad, et
cétera, es propiamente de tipo descriptivo. Luego los
predicados totales no tienen por qué representar nece
sariamente categorías sintácticas. Si no lo hacen, tales
proposiciones no carecen de significado, sino que son
falsas y ya no son proposiciones cuasi-sintácticas. Por
tanto, no son cuasi-sintácticas más que bajo la supo
sición de que los predicados totales están incluidos en
las reglas sintácticas.)
Las proposiciones cuasi-sintácticas tratan sólo apa
rentemente de objetos extralingüísticos tales como nú
meros, propiedades, el espacio, etc., haciéndolo en rea
lidad de designaciones, de expresiones numéricas, de
designaciones de propiedades, de coordenadas espacia
les, etc. Son únicamente «pseudo-proposiciones de ob-7
85
jetos». Una vez que se ha reconocido como tales a las
proposiciones cuasi-sintácticas, se logra claridad sobre
la problemática y la situación verdaderas, con lo que
muchas veces se obtiene también la solución. Las pro
posiciones cuasi-sintácticas adquieren así un significa
do gnoseológico especial. Si se las traduce a proposi
ciones puramente sintácticas, si se pasa de la forma de
hablar «material» a la «formal», no sólo se evitan oscu
ridades engañosas, sino que muchas veces ya no sub
siste ningún problema. Así, el famoso dicho de Kro-
necker «Los números naturales los creó Dios, los que
brados y los números reales, por el contrario, son obra
humana» puede expresarse de modo prosaico pero pre
ciso de la siguiente forma: los signos de los números
naturales son signos primitivos, las expresiones de los
quebrados y de los números reales se han introducido
mediante definiciones. (Cfr. posteriormente pp. 93 s.).
Puesto que con las proposiciones cuasi-sintácticas se
mientan propiamente proposiciones sintácticas, depen
den de la estructura del lenguaje. Por tanto, no se
las puede considerar por sí, sino que exigen la indica
ción del lenguaje en el que son válidas: en el lenguaje
usual de la ciencia o en un lenguaje de otro tipo o en
todos los lenguajes. Y por ello no se considera tam
poco en tales proposiciones su verdad o su falsedad,
sino solamente la conveniencia de una decisión lingüís
tica y de sus consecuencias. Nos encontramos, pues,
ante una situación completamente distinta que en el
caso de auténticas proposiciones sobre objetos, por las
que puede tomárselas fácilmente en el estilo material.
Camap considera aquí también como proposiciones
cuasi-sintácticas a proposiciones que expresan un sig
nificado. El significado de una palabra o de una pro
posición se indica ordinariamente transcribiendo el ob
jeto o el hecho designado mediante otras proposicio
nes. Como consecuencia de esto, se pueden formular
los enunciados sobre significados como enunciados so
bre relaciones sintácticas de sus designaciones. Por
86
ejemplo, «estrella diurna» significa el sol; esto quiere
decir: las palabras «estrella diurna» son sinónimas con
la palabra «sol». «Sinónimo» es un concepto formal,
sintáctico, definido mediante la igualdad formal de con
tenido entre proposiciones que contienen las designa
ciones correspondientes. De este modo, pueden expre
sarse también de modo formal, sintáctico, las relacio
nes entre el significado de distintas expresiones y el
objeto designado mediante ellas. Por ejemplo, «la es
trella de la tarde» y «la estrella de la mañana» tienen
distinto significado, pero designan el mismo objeto. A
esto le corresponde la proposición sintáctica: las pa
labras «estrella de la tarde» y «estrella de la mañana»
son sinónimas, pero no en virtud de su definición,
como lo son, ejemplo, «asno» y «burro», sino en virtud
de la experiencia. En el caso de proposiciones, a la
proposición «dos proposiciones tienen el mismo signi
ficado» le corresponde la proposición sintáctica «tienen
el mismo contenido lógico» (según la definición de
«contenido lógico»), e igualmente ya de modo pura
mente lógico o solamente empírico.
Pero Carnap mismo ha comprendido desde entonces
que los enunciados sobre el significado no son propia
mente cuasi-sintácticos, sino que tienen más bien ca
rácter semántico*. Su transcripción mediante relacio
nes sintácticas es una cosa secundaria, ya que sólo
puede tener lugar en virtud del significado. Lo prima
rio son las relaciones semánticas. La transcripción sin
táctica del significado tampoco puede realizarse más
que si se da por supuesta la validez de la tesis exten-
sional. Las expresiones que tienen distinto significado,
pero designan el mismo objeto, y las proposiciones que
tienen distinto significado, pero representan el mismo
hecho, no son ni cuasi-sintácticas ni cuasi-lógicas, sino
puramente semánticas, como rectifica ahora el mismo
Carnap (loe. cit.). Del mismo modo, ya no considera
87
ahora las proposiciones que contienen proposiciones
parciales que manifiestan un hecho creído o pensado
o expresado por alguien, y en general las proposicio
nes con proposiciones parciales en estilo indirecto,
como proposiciones cuasi-sintácticas, ni tampoco como
puramente semánticas, sino como pragmáticas, como
proposiciones que se refieren a la conducta de perso
nas, en las que se utilizan también conceptos semánti
cos (toe. cit.).
En la Logische Syrttax der Sprache tuvo Camap por
cuasi-sintácticas a todas las proposiciones no extensio-
nales (intensionales). Pero el punto de vista entero de
las proposiciones cuasi-sintácticas experimenta una mo
dificación radical mediante la comprensión que ha lo
grado posteriormente del significado de la semántica,
comprensión que se expresa en la Introduction to Se-
mantics y en Meaning and Necessity. Los que contienen
realmente las pseudo-proposiciones objetivas, que sólo
aparentemente hablan sobre objetos, son relaciones
lógicas. Pero la lógica, tal como Camap reconoce aho
ra, descansa en primera línea sobre la semántica y no
sobre la sintaxis. Por tanto, las proposiciones pseudo-
objetivas se designan mejor como cuasi-tógicas que
como cuasi-sintácticas. Hay que formularlas, pues, en
primer término como proposiciones semánticas y sólo
posteriormente traducirlas a proposiciones sintácticas *.
Es ésta una aclaración de importancia fundamental.
Mediante ella se hacen superfluas los objeciones que
se levantan contra la utilización por Camap de las pro
posiciones cuasi-sintácticas, sobre todo contra su papel
en filosofía, pues Camap estableció en la Logische Syn-
tax der Sprache una conexión estrecha de la filosofía
con las proposiciones cuasi-sintácticas y con la sintaxis
del lenguaje científico.
Las proposiciones y cuestiones de cualquier campo
se refieren o a los objetos del mismo, sus propiedades
88
y relaciones, o a las relaciones lógicas de los conceptos,
proposiciones y teorías relativos a estos objetos. Una
proposición tiene que ser o una auténtica proposición
objetiva o una proposición sintáctica o tiene que poder
transformarse, como proposición cuasi-sintáctica, en una
puramente sintáctica. Si esto no es posible, la propo
sición no tiene entonces ningún contenido científico.
La traducibilidad a una proposición sintáctica consti
tuye la piedra de toque del carácter significativo de
toda proposición que no sea ni una auténtica proposi
ción objetiva ni una puramente sintáctica.
De la aplicación de este punto de vista a la filosofía
resultó una determinación nueva y precisa de la filoso
fía como ciencia. La filosofía no tiene que ver con pu
ras cuestiones objetivas, ya que éstas corresponden a
las ciencias particulares y un campo de objetos propio
de una metafísica trascendente a la experiencia es algo
que no entra en consideración. Las cuestiones filosó
ficas no pueden ser, pues, más que cuestiones lógicas,
tales como el análisis lógico de la ciencia>0. Camap
mostró en la sintaxis general que todas las relaciones
lógicas pueden formularse formalmente, como relacio
nes concernientes meramente a la «sucesión y tipo
(sintáctico) de los signos de las expresiones lingüísti
cas», como relaciones sintácticas. Camap llegó como
consecuencia de esto a la conclusión «de que todos los
problemas significativos de la filosofía», por lo menos los
problemas de la filosofía no metafísica y no referida
a valores, «pertenecen a la sintaxis» M. Fue nuevamente
Wittgenstein el primero que manifestó una concepción
semejante de la filosofía en su relación con la lógica
de la ciencia y con la sintaxis (en el Tractatus logico-
philosophicus), pero sin equiparar lógica de la ciencia
y sintaxis. Según él, sólo las reglas sintácticas han de10
89
formularse sin referencia al significado; las proposicio
nes de la lógica de la ciencia se refieren, por el con
trario, al significado de los conceptos y proposiciones
científicas.
Pero la filosofía suele ocuparse poco de las cuestio
nes puramente formales del sistema de representación.
Normalmente se trata de cuestiones que se refieren apa
rentemente a objetos, espacio, tiempo, cosas, números...,
especialmente en los problemas filosóficos de funda-
mentación de las ciencias particulares. Pero en realidad
se refieren a conceptos y proposiciones y teorías, a su
carácter lógico. Son, por tanto, cuestiones cuasi-sintác-
ticas. Filosofía es lógica de la ciencia y lógica de la
ciencia es sintaxis del lenguaje científico. Todas sus
cuestiones han de plantearse como cuestiones sintác
ticas en una formulación precisa. Por eso pensaba Car-
nap que muchas cuestiones filosóficas, que se tienen
por cuestiones objetivas sólo como consecuencia del
modo material de hablar, pero que realmente son cues
tiones cuasi-sintácticas, podrían en consecuencia ser es
clarecidas y solucionadas mediante su formulación en
el modo formal de hablar. Así puede eliminarse la opo
sición entre la concepción formalista y la logicista de
los números en la disputa sobre los fundamentos de
la matemática. Esta última define los números como
clases de clases de cosas, aquélla como una especie
peculiar, originaria, de objetos. Expresadas formalmen
te, estas concepciones enfrentadas entre sí rezan sim
plemente : por una parte, las expresiones numéricas son
expresiones de clase de segundo grado; por la otra,
las expresiones numéricas son expresiones de grado
cero. Y el conflicto puede solucionarse al poderse cons
truir un sistema de aritmética tanto en virtud de la
una como de la otra definición (p. 227). Así se formula
también más claramente la proposición de Wittgens-
tein «el mundo es la totalidad de los hechos, no de las
cosas», si se la sustituye por la proposición sintáctica
90
coordinada: la ciencia es un sistema de proposiciones,
no de nombres (p. 230).
Las cuestiones filosóficas contienen de ordinario «pa
labras totales» y hablan, por tanto, de especies de ob
jetos. Pero esto induce frecuentemente a plantear pseu-
docuestiones sobre la esencia de estas especies de obje
tos, de los números, del tiempo, de los universales, etc.
Se escapa a tales pseudocuestiones si se utilizan, en lu
gar de las palabras totales, las correspondientes expre
siones sintácticas (expresiones numéricas, coordenadas
temporales, predicados). Mediante su traducción a pro
posiciones sobre las designaciones se destacan clara
mente las contradicciones y faltas de significado. Los
enunciados sobre lo «indecible», como los que se en
cuentran incluso dentro del Círculo de Viena por in
fluencia de Wittgenstein, se presentan mediante ello
como afirmaciones de que hay objetos y hechos inex
presables, esto es, designaciones de objetos que no pue
den designarse y enunciados sobre hechos que no
pueden describirse: con lo que dan pruebas de que son
contradictorios.
«En cualquier campo de la ciencia sólo puede hablar
se o con proposiciones del campo o sobre las proposi
ciones del campo» Las auténticas proposiciones son
o proposiciones sobre objetos o proposiciones sintácti
cas. Pero no están adscritas a ámbitos separados, a las
ciencias especiales por un lado y a la lógica de la
ciencia por otro, sino que ambas se ofrecen juntas tan
to en las ciencias especiales (en las que se tratan,
aparte de los objetos, también los conceptos y propo
siciones, como sucede siempre que se manejan relacio
nes lógicas) como también en la lógica de la ciencia
cuando, junto a la investigación sintáctica, se discuten
también circunstancias psicológicas, sociológicas e his-
91
tóricas del uso del lenguaje. Cuando la lógica de la
ciencia trabaja en el campo de las ciencias particulares,
lo hace con otra orientación que éstas: atiende a las
conexiones lógico-sintácticas 1S.
Pero estas precisiones de la filosofía, limitada a las
proposiciones sobre la sintaxis, esto es, sobre la «suce
sión y especie (sintáctica) de los signos de las expre
siones lingüísticas», son demasiado estrictas. El mismo
Camap se ha dado cuenta de ello posteriormente. Con
cibe ahora la tarea de la filosofía de un modo comple
tamente general como análisis «semiótico» (que no hay
que confundir con «semántico») del lenguaje de la cien
cia y de la parte teórica del lenguaje usual. La «Se
miótica» abarca el análisis del lenguaje en tres direc
ciones: en lo relativo al uso del lenguaje, es decir, en
consideración pragmática; en relación con el signifi
cado de los signos lingüísticos, consideración semán
tica; y en lo relativo a la relación de los signos sin tener
en cuenta su significado, consideración sintáctica. En
filosofía suelen presentarse unidos los tres tipos de
investigación. En la teoría del conocimiento y en la
filosofía de las ciencias (filosofía natural, fundamentos
de la matemática) se trata, por una parte, de la adqui
sición de conocimiento formulado lingüísticamente me
diante percepción, comparación, confirmación. Tales
investigaciones pertenecen, por tanto, a la pragmática.
Son investigaciones psicológicas, sociológicas, históri
cas, o sea, empíricas. Por otra parte, se trata de análi
sis lógicos. Si este análisis se refiere al significado de las
expresiones lingüísticas, se mueve en terreno semánti-19
92
co. Sólo cuando se realiza de un modo puramente for
mal, como cálculo, pertenece a la sintaxis u .
Pero como consecuencia de esto ya no puede seguirse
diciendo que la filosofía tiene que ver sobre todo con
proposiciones cuasi-sintácticas y que mediante su tra
ducción a proposiciones puramente sintácticas se re
suelven los problemas o al menos se aclaran, sobre lo
que Carnap había insistido tanto en la Logische Syntax
der Sprache. Pues si bien no son en absoluto proposi
ciones puramente semánticas, en vez de ser cuasi-sintác
ticas son propiamente proposiciones cuasi-lógicas. Tales
proposiciones han de formularse primeramente como
semánticas y sólo entonces pueden formalizarse como
sintácticas. Por tanto, no puede excluirse la considera
ción del significado, de la relación con los objetos.
Los problemas no pueden aclararse en general partien
do de la sintaxis, mediante el análisis de meras rela
ciones de signos, por el paso del estilo material al
formal.
Por el contrarío, las formulaciones lingüísticas de
penden más bien de la medida en que se esté en claro
sobre las relaciones de los objetos. Si la famosa afir
mación de Kronecker sobre los números naturales y
los ampliados (v. anteriormente), parece lograr una
aclaración inmediata por su traducción a una propo
sición sobre la diferencia entre signos primitivos y sig
nos definidos, esta aclaración descansa únicamente so
bre el hecho de que Weierstrass y Meray descubrieron
la reductibilidad de los números ampliados a los na
turales. Respecto al pretendido resultado del estilo for
mal sobre el material, esto es, del sintáctico sobre el
semántico, resulta válida la crítica de Mili al «conocido
aforismo de Condillac, según el cual una ciencia es
poco o nada más que una langue bien faite, o sea, con
otras palabras, según el cual la única regla suficiente
para el descubrimiento de la naturaleza y propiedades
93
de los objetos consiste en una denominación adecua
da de los mismos; como si la inversa no fuese cierta: es
imposible denominarlos de un modo apropiado si no se
los conoce, como hacemos nosotros, en lo relativo a su
naturaleza y sus propiedades. ¿Será necesario decir que
no podría conseguirse nunca el menor saber relativo
a las cosas mediante cualquier manipulación imagina
ble de meros nombres y que lo que podemos aprender
de los nombres no es más que lo que el que los utiliza
sabía ya de antemano?»11. El mismo Caraap dice1*:
«Una propuesta de reestructuración sintáctica de un
punto determinado del lenguaje científico es, conside
rada fundamentalmente, una convención que puede ele
girse libremente. Pero sólo puede lograrse tal conven
ción de un modo fecundo y utilizable prácticamente si
se tienen en cuenta los resultados empíricos existentes
de la investigación de las ciencias especiales.» El esta
blecimiento de signos primitivos mediante los cuales
pueden definirse los demás es siempre una reestructura
ción sintáctica de este tipo (si bien en la matemática
lo determinante para ello no son resultados empíricos).
Pero Carnap consideró también como cuasi-sintácti-
cas muchas proposiciones que propiamente no tienen
el significado de enunciar algo sintático, es decir, re
laciones de designaciones, pues en el caso de una pro
posición cuasi-sintáctica su formulación en el modo
formal de hablar no está meramente coordinada a
su formulación en el modo material, sino que tiene su
significado particular,T. Así, la proposición «cada tono19
19 Mili, System der deduktiven und induktiven Logik, vol. I,
libro 2, cap. 2, 2. Trad. de Schiel, p. 211.
*• Die logische Syntax der Sprache, p. 211.
11 S ( designa una proposición del modo material de hablar,
si S( enuncia de un objeto una propiedad respecto de la que
hay una propiedad distinta de ella y concretamente sintáctica
que, por asi decirlo, corre paralela con ella, es decir, que le
corresponde a una designación de un objeto si y sólo si aquella
propiedad corresponde a este objeto» (Carnap, Die logische
Syntax der Sprache, p. 213). P. ej., la proposición S , : «cinco no
94
tiene una altura determinada» no quiere decir propia
mente : «cada expresión de tono contiene una expresión
de altura de tono»1*, o la proposición «las cualidades
sensoriales, por ejemplo, colores, olores, etc., pertene
cen a lo originariamente dado» tampoco quiere decir la
proposición sintáctica «los signos de sensaciones, por
ejemplo, signos de color, de olor, etc., pertenecen a los
signos descriptivos primitivos» l*. Con ello no se hace
más que adosar a las proposiciones sobre hechos pro
posiciones sobre sus designaciones. Estas no constitu
yen el verdadero significado de aquéllas, sino que me
diante ellas se ejecuta un cambio en el significado de
las proposiciones; con ellas se habla de otra cosa: en
lugar de hablar de los objetos, se habla de sus desig
naciones. Las proposiciones como «la luna es una cosa»,
«cinco es un número» enuncian algo sobre clases de
objetos; por el contrario, «luna’ es un substantivo»,
«'cinco' es un numeral» enuncian algo sobre las desig
naciones correspondientes. Está claro que cuando asi
se pasa del estilo material al formal, los problemas
objetivos desaparecen*18*20; pero no porque queden des
95
enmascarados como pseudocuestiones, sino porque con
ello se les da de lado. Naturalmente, si se habla de los
signos numéricos en lugar de hablar de los números
no hay ningún problema acerca de qué sean los nú
meros. Pero subsiste desde el punto de vista semántico,
al preguntar qué es lo que designan los signos numé
ricos. Carnap consideró en la Logische Syntax der Spra-
che la proposición «los números son clases de clases
de cosas» como una proposición cuasi-sintáctica, cuyo
significado consiste propiamente en la proposición sin
táctica: «las expresiones numéricas son expresiones de
clase de segundo grado»21. Pero no se haría justicia a
la gran conquista intelectual de Frege y Russell si no
se quisiese ver en ella más que una determinación lin
güistica, frente a una determinación como «las expre
siones numéricas son expresiones de grado cero»22.
Igual que Carnap mismo previno contra el uso «des
preocupado» de la palabra «carente -de significado»2i,
hay que prevenir contra el uso despreocupado de la ex
presión «pseudoproblema». Es demasiado sencillo su
primir las cuestiones incómodas diciendo que carecen
de significado o que son pseudocuestiones y hablando
de las designaciones —es decir, de otra cosa— en lugar
de hablar de los objetos.
En conexión con la exclusividad del punto de vista
sintáctico y la exclusión del semántico se halla el que
Carnap, y en parte también el Círculo de Viena, no esté
libre de la forma más radical del nominalismo, del
mero vocalismo. Se encuentran una vez y otra formu
laciones según las cuales parece como si los conceptos
96
y enunciados no consistiesen en otra cosa que en sus
designaciones, porque se ha abandonado la considera
ción de su significado. Por ejemplo, «el nombre de un
objeto físico (por ejemplo, la palabra «luna») es redu-
cible a predicados de datos sensoriales»*24. Un nombre
—una palabra— no puede reducirse en absoluto; sólo
puede reducirse un concepto.
Tal vocalismo se pone de manifiesto sobre todo
en la concepción de la lógica y de la matemática. La
primera «consta sólo de reglas convencionales sobre
el uso de signos. Y, por tanto, los signos de la lógica
y de la matemática no designan objetos, sino que sir
ven sólo para la ñjación simbólica de aquellas re
glas» 2S. «’5 + 7 = 12' no es en modo alguno un enun
ciado; es una regla que nos permite transformar una
proposición en la que entran los signos 5 + 7 en una
proposición equivalente en la que entra el signo 12.
Es una regla sobre el uso de signos»2#. «Las proposi
ciones aritméticas están compuestas de signos de tal
y tal tipo en tal y tal forma; son válidas tales y tales
reglas de transformación.» «Al utilizar el estilo formal,
que no habla en modo alguno de 'números', sino de
signos numéricos', desaparece la pseudocuestión» de
saber qué objetos son los números11. La matemática
trata sólo del modo «como queremos hablar sobre los
objetos»24, o sea, sólo del lenguaje. De acuerdo con
esto, los números no consisten en nada más que en
los signos numéricos y en los numerales y éstos sólo
designan sus propias reglas de aplicación. Esto es vá
lido únicamente para la construcción puramente for
malista de la matemática, pero no para la logicista y
la intuicionista. Las proposiciones de la lógica y de
97
la matemática consisten en meras series de signos sólo
cuando están formalizadas, sólo en un cálculo. Pero
junto a un cálculo existe también un sistema semán
tico, como ahora ha puesto claramente de relieve Car-
nap. Es indudable que la lógica y la matemática no se
ocupan de los hechos de la realidad; pero no por ello
tienen que tratar meramente de signos. También sus
signos tienen un significado, designan algo. Un número,
por ejemplo 3, no consiste simplemente en el signo
numérico o en el numeral; lo que ambos designan es
un múltiplo determinado de la unidad: 1 + 1 + 1, con
cebido unitariamente. Esta es también la razón por la
que un enunciado sobre un número no puede sustituir
se por un enunciado sobre el numeral. Y lo que enun
cia la proposición «cinco es un número» no tiene, por
tanto, el significado de «'cinco’ es un numeral».
La lógica tampoco tiene que ver en la logística for
malizada más que con meros signos. Pero el estable
cimiento de sus reglas descansa sobre un significado
propio de las constantes lógicas. Así, la tabla de las
funciones de verdad corresponde a los significados de
los signos conectivos («y», «o», etc.). Estos significados
pueden definirse o mediante ciertos conjuntos de va
lores de verdad o pueden darse por supuestos como
originariamente dados para la fijación del tipo de las
funciones de verdad.
Pero todas estas objeciones se refieren a un punto
de vista ahora superado. Carnap ha vencido en sus
nuevas obras la unilateralidad de la consideración me
ramente sintáctica y ha concedido todo su derecho a
la semántica. Él mismo ha señalado en un apéndice
de la Introduction to Semantics (p. 246 s.) las modifi
caciones que experimenta con ella Die logische Syntax
der Sprache y ha abandonado la limitación de la filo
sofía a la sintaxis del lenguaje de la ciencia.
Lo que Carnap ha aportado con su Logische Syntax
der Sprache puede caracterizarse con las palabras que
98
le dedicó en su reseña2* uno de los más eminentes
lógicos de la actualidad, Jorgensen: «Este nuevo libro
de Carnap forma parte sin duda de las publicaciones
más importantes de la literatura filosófica de nuestro
tiempo... Es probable que se le considere en el futuro
como uno de los hitos en el penoso camino de la ver
dadera filosofía científica.»
99
B. EL EMPIRISMO
112
Además puede coordinarse a una clase de procesos
del psiquismo propio una clase de procesos físicamente
perceptibles de mi cuerpo, que frecuentemente se pre
sentan simultáneamente con ellos, con lo que se cons
tituye la «relación de expresión». Además puede consti
tuirse también el concepto «manifestación significa
tiva» en virtud de la relación de signo (si bien con
dificultades) y con ello el fundamento para la com
prensión de los signos como comunicaciones por parte
de los otros. En virtud de estas constituciones se de
fine constitucionalmente el concepto de psiquismo aje
no. Son procesos del psiquismo propio que se conectan
al cuerpo de otro hombre, pues las vivencias de otro,
incluso si son muy distintas de las propias, sólo pue
den ser construidas con cuasi-elementos de las viven
cias propias, ya que los procesos expresivos de otro no
pueden interpretarse más que partiendo de lo que a
uno mismo le resulta conocido. Y la vida psíquica aje
na sólo puede ser conocida a través de la mediación de
un cuerpo por el que se manifiesta. Esta atribución se
completa para series enteras de vivencias en virtud de
las leyes psicológicas estáticas y dinámicas que se han
encontrado en las vivencias propias, relativas a un mis
mo suceso y a la sucesión de elementos vivenciales.
Tampoco en el caso de la constitución de la vida psí
quica ajena «se abandona la base del psiquismo pro
pio» (p. 194).
Partiendo dé las vivencias de un prójimo puede cons
truirse un nuevo sistema de constitución, del mismo
modo que se ha realizado hasta aquí partiendo de las
vivencias propias: con ayuda de una relación primi
tiva entre las vivencias ajenas «recuerdo de semejanza
(del prójimo)» y con las mismas formas y pasos de
constitución. Será el mundo del prójimo. Pero este
sistema de constitución es sólo un sistema parcial del
sistema de constitución propio, lo que se refleja en una
cierta analogía. Esto es posible porque ambos son sis
temas inacabables. Esta es la razón de que para cada
113
objeto de vino de los sistemas pueda constituirse un
objeto correspondiente en el otro, «si este sistema está
construido con la suficiente amplitud» (p. 198). Esto
es una representación exacta de cómo con los mundos
interiores de los prójimos se construye conceptualmen
te en una conciencia singular la idea de un mundo
exterior objetivo.
Entre el sistema total y el sistema parcial ajeno que
forma parte de él, esto es, entre mi mundo y el de
un prójimo, existe una analogía muy amplia, pero en
modo alguno completa. A los conceptos constituidos
originariamente —psiquismo propio, cosas perceptivas,
mundo físico espacio-temporal, psiquismo ajeno— les
corresponden generalmente los mismos conceptos en
el nuevo sistema de constitución. Pero en casos concre
tos resultan distintos. La cosa física «mi cuerpo» no
es en abosluto la misma en el sistema de constitución
de un prójimo determinado, como vivida por él, que
la cosa «cuerpo del prójimo NN» en el sistema de
constitución total. También otras cosas «comunes», esto
es, mutuamente correspondientes en ambos sistemas
de construcción, diñeren parcialmente entre sí, por en
contrarse con el cuerpo del prójimo en una relación
distinta que con mi cuerpo. Pero entre el mundo físico
en el sistema total y los mundos físicos de cada sis
tema parcial ajeno puede establecerse una coordinación
biunívoca: entre los puntos del mundo coordenados
entre sí se dan las mismas relaciones espacio-tempo-
rales y también las mismas relaciones cualitativas, esto
último de modo mediato, como consecuencia de. la atri
bución. Con ello está dada una coordinación intersub
jetiva. La clase de los objetos coordinados intersubje
tivamente entre sí puede definirse como «el mismo»
objeto, tal como es experimentado y conocido por mí
y por los otros. La intersubjetividad concierne en pri
mer término sólo a los distintos mundos físicos. Pero
puede establecerse también más allá de ellos, en el
campo de lo psíquico. El psiquismo ajeno, lo que se
114
atribuye en el sistema total al cuerpo de un prójimo
determinado, corresponde al psiquismo ajeno que se
atribuye en los sistemas parciales a los cuerpos aná
logos.
Completando las posiciones vacías de los distintos
sistemas de constitución a base de atribuciones hechas
en otros sistemas, se hace posible una coordinación
universal, biunívoca general, intersubjetiva, entre los
sistemas de constitución, se constituye un mundo inter
subjetivo. En consecuencia, las propiedades de los ob
jetos intersubjetivos, que coinciden en todos los siste
mas de constitución, y los enunciados sobre ellos
pueden transmitirse intersubjetivamente; por el contra
rio, las propiedades que se dan sólo en sistemas de
constitución aislados y los enunciados sobre ellas son
subjetivos.
El siguiente nivel superior de constitución, el últi
mo, lo representan los conceptos de lo espiritual o de
los objetos culturales. Carnap se limita aquí a mostrar
con ejemplos la posibilidad de su constitución, sin
exponer la forma exacta de la misma. Los objetos
espirituales se constituyen a base de los físicos. Esto
no es ningún psicologismo, ya que los objetos de un
nivel lógico superior constituyen una nueva esfera de
objetos. Objetos espirituales primarios son aquellos
que no presuponen ya objetos espirituales para su cons-,
titución. Se constituyen «a base de aquellos procesos
psíquicos en los que se presentan», a base de sus «ma
nifestaciones», como, por ejemplo, el saludo por el
levantamiento del sombrero. Los objetos espirituales
restantes, los superiores, los de la sociedad, de la eco
nomía, del derecho, etc., han de constituirse sobre la
base de los primarios. Por el contrario, los valores no
se constituyen en virtud de los objetos espirituales o
del psiquismo ajeno, sino partiendo de vivencias psí
quicas valorativas propias, de modo semejante a como
se constituyen las cosas físicas partiendo de vivencias
perceptivas. Tales vivencias valorativas son las de de
115
ber, de responsabilidad, de la conciencia, del sentimien
to, etc. En el caso de los valores, como en el de las
cosas, no hay tampoco psicologismo.
Finalmente se constituye también el concepto de la
realidad empírica, a diferencia de la metafísica. La
realidad metafísica, una existencia independiente de la
conciencia, no es constituíble. Las características de la
realidad empírica frente a lo irreal (sueño, poesía)
consisten en que todo objeto real tiene una posición
en el orden temporal, en que es intersubjetivo o al
menos da ocasión inmediata para la constitución de
un objeto de este tipo y en que pertenece a un sistema
regular amplio. Así, las cosas físicas son reales «cuando
están constituidas como clases de puntos físicos que
se encuentran en haces conexos de líneas del mundo
y están incardinadas en el sistema tetradimensional
total del mundo físico espacio-temporal» (p. 237). Y
los objetos psíquicos son reales cuando están incardi-
nados en el sistema psíquico de un sujeto. Con ello se
constituye la diferencia entre realidad e irrealidad en
teramente sobre la base del psiquismo propio, sin que
haya que dar por supuesto para ello la trascendencia.
Del conocimiento de la construcción de los concep
tos resultan varias explicaciones filosóficas.
Así, en primer lugar, se hace claro en qué consiste
la diferencia entre lo ittdividual y lo general. Puesto que
todos los conceptos se constituyen como clases o rela
ciones de vivencias elementales, no hay ningún con
cepto propiamente individual, sino sólo conceptos ge
nerales. La individualización de los objetos se realiza
más bien determinándoles temporalmente y a veces
también espacialmente, esto es, incorporándolos a un
orden temporal y, eventualmente, espacial. Lo que se
halla en otras ordenaciones es, por el contrario, un
objeto general. La diversidad de las ordenaciones tem
poral y espacial respecto de las restantes ordenaciones
radica en que hay dos tipos distintos de relaciones
entre clases de cualidades —como, por ejemplo, en el
116
caso del sentido de la vista, tener la misma posición
o tener el mismo color—. La ordenación del campo
visual descansa sobre la primera y con ello, indirec
tamente, también la ordenación espacial. Sobre la se
gunda descansa la ordenación cualitativa de los colores
en el cuerpo coloreado. En lo que el primer tipo de
relaciones aventaja a los demás es en la propiedad
lógico-formal de que clases distintas de cualidades si
tuadas en la misma posición no pueden pertenecer nun
ca a la misma vivencia elemental, pero sí pueden ha
cerlo las del mismo color. Este es el último funda
mento de la individualización.
Entonces puede formularse con precisión el concepto
de la identidad lógica. Resulta de la pregunta sobre
«cuándo dos designaciones distintas designan el mismo
objeto». El criterio para ello consiste en su sustituibi-
lidad: cuando al insertar tanto una como otra de am
bas designaciones en una función proposicional se ob
tiene una proposición verdadera. Pero en la mayoría
de los enunciados de identidad la designación de «el
mismo» no se refiere al objeto nombrado (por ejem
plo, esta mariposa) como individual, sino a su especie
(esta especie de mariposa), o sea, a un objeto de nivel
superior. Comprendida en este sentido, sí se da iden
tidad en sentido estricto, tal como se la acaba de defi
nir. Si, por el contrario, la identidad se refiere al objeto
como singular, entonces no es propiamente identidad,
sino que son solamente relaciones de igualdad (coinci
dencia en cualquier propiedad, continuidad u ordena
ción intersubjetiva). Es sólo una identidad impropia.
Mediante la separación del lado lógico y el metafí-
sico, el dualismo de lo físico y lo psíquico y la relación
psico-física reciben una versión carente de problemati-
cidad. Al no ser propiamente las especies de objetos
constituidos más que formas distintas de ordenación
del mismo tipo unitario de cuasi-elementos de la co
rriente vivencial, las dos especies objetivas de lo físico
y lo psíquico no son las únicas formas de ordenación,
117
sino que junto a ellas se hallan otras: los objetos bio
lógicos, los espirituales, los valores. Dentro del sistema
de constitución no hay, por tanto, un dualismo, sino
un pluralismo de especies de objetos constituidas.
Respecto de la relación de dependencia entre lo fí
sico y lo psíquico, Camap toma por base la hipótesis
del paralelismo: a todo proceso psíquico le está coor
dinado de modo regular un' proceso fisiológico simul
táneo en el sistema nervioso central. Esto quiere decir
desde el punto de vista constitucional: dos series de
cuasi-elementos de una sucesión de vivencias (las ob
servaciones en las que se constata esta relación) mar
chan paralelas. Pero tal decurso paralelo de cuasi-ele
mentos no se da únicamente en el caso de lo físico y
lo psíquico, sino también en varias otras series de ele
mentos; por ejemplo, «si un cuerpo tiene una configu
ración visual determinada, tiene también simultánea
mente una configuración táctil análoga» (p. 234). El
decurso paralelo de lo físico y lo psíquico no se dis
tingue fundamentalmente de estos otros y no es más
problemático que ellos. La cuestión de cómo se rea
liza tal paralelismo, de cómo ha de explicarse, puede
plantearse del mismo modo para todos ellos. Pero ya
no cae dentro del campo de la ciencia, sino en el de la
metafísica, donde se la contesta mediante suposiciones
de realidad. La ciencia sólo puede comprobar el decurso
paralelo de las series de elementos en general.
Este sistema de constitución de los conceptos es sólo
un intento, un primer esbozo, cosa que el autor pone
de relieve expresamente y que solamente resulta com
prensible por la magnitud de la tarea. Pero con ello
se ha empezado realmente la tarea fundamental de ex
plicar los fundamentos y el modo de proceder en la
definición de los conceptos. La reducción de todos los
conceptos a la percepción interna y externa,' a las im
presiones inmediatas, es un postulado antiguo. Locke
y Hume le afirmaron y sirve de base a su teoría del
conocimiento. Pero esta reducción no se emprendió nun
118
ca de hecho. Carnap ha llevado a cabo realmente el te
merario intento, al esforzarse por mostrar en sus líneas
fundamentales la construcción definitoria, al menos de
los conceptos fundamentales, sobre la base exclusiva de
las vivencias. Lo ha hecho con una claridad y minu
ciosidad sobresalientes y que dan un significado funda
mental a su intento, a pesar de su carácter incompleto.
Es indudable que no merece un juicio tan despectivo
como el que le dedicó Gerh. Lehmann en su Deutsche
Philosophie der Gegenwart, 1943 (p. 299): «La ingenui
dad de la pretensión de constituir el mundo con tales
medios (insuficientes) es evidente para todo el mundo.»
Kaila hizo una crítica aguda, sistemática y radical de
la teoría de la constitución34, de la que Carnap mismo
dice*: «Un escrito como el presente, que ha conside
rado a fondo y ha examinado la conexión de los pro
blemas, constituye una valiosa incitación para nosotros
por su crítica penetrante y comprensiva», en oposición
a otras críticas de las que Kaila dice justamente (p. 29):
«No merece la pena entrar en objeciones hechas a la
ligera, tales como las planteadas por Króner» *. Kaila
considera como la falta fundamental de la teoría de
Carnap el hecho de que la constitución de los concep
tos se realiza demasiado pronto, desde el punto de
vista gnoseológico, cuando le faltan todavía los pre
supuestos necesarios para ello. Su base la constituyen
los cortes transversales en la corriente de vivencias,
que Carnap concibe como totalidades cualitativas sin
variedad ni articulación interna, para no pensarlas
compuestas de elementos psíquicos como en la anti
gua psicología del mosaico. Sin embargo, con ello se
encuentra en contradicción con la moderna psicología
de la configuración (.Gestaltspsychotogie), que ha pues
119
to de manifiesto que lo vivencialmente dado está con
figurado, articulado, estructurado. Si todas las deter
minaciones de lo vivencialmente dado sólo pueden
tener Júgar en virtud de las constituciones conceptua
les, toda la diversidad interna de lo mismo sólo puede
resultar mediante su elaboración conceptual. Falta en
tonces en lo vivido la variedad interna en la que pue
dan constatarse las relaciones de semejanza en general.
Entonces sólo pude haber semejanzas entre las totali
dades vivenciales en conjunto, pero no habrá ninguna
semejanza ni ninguna diversidad dentro de ellas a las
que puedan aplicarse la puesta en relación y la com
paración del cuasi-análisis. Que en lo vivencialmente
dado se dé una variedad interna analizable, es algo que
constituye un presupuesto necesario para ello y la cons
titución conceptual mediante cuasi-análisis sólo puede
asentarse sobre un nivel más elevado.
Así, la vivencia del tiempo no puede ser constituida,
teniendo que darse ya por supuesta su división en pre
sente, pasado y futuro. Según Kaila, también la direc
ción de una relación, esto es, el hecho de que .sus miem
bros no sean intercambiables sin más, descansa en la
dirección vivida del tiempo. En su réplica a la crítica
de Kaila*, debilita Camap esta objeción señalando que
no se trata realmente de una dirección de una relación,
sino sólo de su designación, de que tenga que ser cog
noscible la diferencia de los signos y su posición re
cíproca.
Tampoco el espacio de la percepción (o de la repre
sentación) puede constituirse cuasi-analíticamente, pues
es ilimitado, no por no tener ningún borde, sino porque
todo punto en él tiene una zona circundante tridimen
sional continua. Pero, como fundamento de la consti
tución, sólo se dispone de un número limitado de posi
ciones distinguibles con carácter espacial; por tanto,
toda espacialidad constituida tiene que tener un borde;5
120
tiene que tener un comienzo y un fin. Si se toma como
base un protocolo concluso de vivencias, no pueden
constituirse a partir de él sistemas susceptibles de am
pliación ilimitada, como el espacio y el tiempo, ni
tampoco toda la realidad. Carnap hace notar frente a
esta objeción que de un número finito de elementos
puede constituirse perfectamente un conjunto infinito;
así, de las diez cifras, la serie infinita de los signos
numéricos.
Kaila sigue objetando: existe una diferencia funda
mental entre diversidades «reales», como el espacio y
el tiempo, y diversidades «ideales», como los colores,
diferencia que Carnap ha pasado por alto. Un color
como posición en el orden del cuerpo cromático es sólo
una clase; por el contrario, una posición en el campo
visual, en el orden espacio-temporal en general, no es
una clase, sino algo individual. Pero Carnap constituye
también la posición en el campo visual como una clase
parcial de una clase de vivencias elementales. De acuer
do con su teoría de la constitución, toda diversidad es
sólo una abstracción conceptual de la corriente viven
cia!; consiste sólo en clases de semejanzas dentro de
ella y sólo se dan las diferencias formales de ordena-
bilidad de las clases, en clases de clases, clases de re
laciones, relaciones entre clases, etc. Pero, como conse
cuencia, el sistema de constitución no puede poner de
manifiesto otra cosa que relaciones de las semejanzas
dentro de mi corriente vivencial; no puede obtenerse
nunca nada nuevo, todo se limita a ser una ordenación
y reordenación cada vez más complicada de los mis
mos elementos primitivos. Con ello no puede superarse
nunca el ámbito de las vivencias propias transcurridas.
De aquí resultan «consecuencias catastróficas». En
modo alguno son posibles en él enunciados sobre la
vida psíquica ajena en el sentido usual, pues éstos
tampoco pueden contener más que relaciones entre
mis vivencias; todo lo demás es sólo contenido imagi
nativo científicamente inexpresable. Los enunciados so
121
bre el psiquismo ajeno son equivalentes a enunciados
sobre sus síntomas expresivos corporales, que se cons
tituyen en el nivel de lo físico partiendo de mi co
rriente vivencial. Y las predicciones sobre lo futuro no
pueden ser más que enunciados sobre lo pasado, pues
el concepto de futuro ha de constituirse también pri
meramente a partir de las vivencias, no estando dado
originariamente en ellas. Con ello se vuelven carentes
de objeto todas las generalizaciones inductivas hechas
sobre el futuro desde el pasado. «Con esto se alcanza
de hecho el fin de toda filosofía» (p. 53).
Pero esta profunda crítica se une a la suma aproba
ción: «Incluso el esbozo existente hasta la fecha del
sistema de constitución representa un resultado admi
rable caracterizado por la máxima precisión abstracta
y una hermosa pureza lógica» (p. 29).
Camap admite en su contestación {loe. cit.) que que
dan abiertas todas las cuestiones de contenido y psico
lógicas, y, en consecuencia, la de si las vivencias son
unidades indivisibles o manifiestan una diversidad in
terna primaria, y, como consecuencia de esto, también
la de si ha de aplicarse el cuasi-análisis y en qué nivel.
Concede también que la diferencia entre una ordena
ción ideal y una real es una cuestión abierta, por de
pender igualmente de la diversidad interna de las vi
vencias.
Weinberg sometió también Die logische Aufbau der
Welt de Camap a una crítica radical concebida con
mucha claridad ®, la cual conduce igualmente a la ex
posición de «consecuencias catastróñcas». Consisten en
que no puede justificarse un mundo físico que sea
independiente de la experiencia propia, en que los enun
ciados sobre las vivencias ajenas carecen de significado
y en que la comunicación y con ello la intersubjetivi
dad son imposibles. Si sólo son significativos los enun-•
122
ciados que tratan de mis vivencias, las afirmaciones
sobre entidades físicas inferidas no pueden ser signi
ficativas, ni tampoco los enunciados sobre las vivencias
del prójimo. En su lugar, pueden enunciarse los tipos
del comportamiento exterior de otro. Estos son equi
valentes lógicamente con aquéllos y, por tanto, pue
den sustituirlos lógicamente. Si al hacerlo se piensa
en las vivencias ajenas al modo como se piensa en las
propias, esto no pueden ser más que imágenes conco
mitantes sin relevancia. Los enunciados de otro hombre
no pueden concebirse tampoco más que como hechos
externos de su comportamiento, pero no como símbolos
utilizados por otro (p. 219). En consecuencia, es com
pletamente imposible una comunicación por parte de
los otros hombres y, por tanto, no hay tampoco inter
subjetividad (p. 222). (Trad. esp., pp. 294 y 295.)
Al juzgar Die logische Aufbau der Wclt de Carnap
no hay que perder de vista que en todo el sistema de
constitución sólo se trata de definiciones de conceptos.
Carnap dice expresamente en el prólogo (p. II, III):
«Aquí se trata... de la cuestión de la reducción de unos
conocimientos a otros» y «que la respuesta a la cues
tión de la reducción conduce a un sistema reductivo
unitario, en forma de árbol genealógico de los con
ceptos manejados en la ciencia, sistema que sólo ne
cesita pocos conceptos primitivos.»
Las deñniciones no han de contener en último tér
mino más que relaciones entre las vivencias de una
corriente vivencial determinada («la mía»). Este es el
sentido y la finalidad de todo el sistema de constitu
ción. Los objetos conceptuales constituidos de este
modo son solamente formas de las disposiciones de
estas vivencias y sus designaciones no son más que
abreviaturas de ello. Saber si además designan algo
existente en sí «es una cuestión de la metafísica que
no tiene cabida dentro de la ciencia» (p. 220).
Ahora bien, el sistema de constitución de Carnap no
ha explicado en modo alguno si todos los conceptos
123
de la ciencia pueden ser constituidos mediante una
mera reorganización de las vivencias o cuáles de ellos
pueden serlo, pues él realizó la constitución de modo
riguroso sólo respecto de los conceptos del psiquismo
propio. Que éstos han de construirse únicamente en
virtud de lo vivido, es algo que está fuera de duda desde
un principio. Pero para todos los niveles superiores de
la construcción conceptual la constitución no se reali
za de modo completo y, por tanto, no se alega nin-*
guna prueba concluyente de que hayan de descompo
nerse únicamente en relaciones de vivencias.
El sistema de constitución de Carnap ha de cumplir
dos exigencias: ha de proporcionar una reconstrucción
racional de la construcción conceptual que se da real
mente en la ciencia y en la que se construye el mundo;
y no ha de utilizar para ello más que relaciones de vi
vencias. Para conseguir esto último se sirve de la equi
valencia lógica. Dos proposiciones son lógicamente
equivalentes cuando ambas tienen el mismo valor de
verdad, esto es, cuando son siempre las dos verdade
ras o las dos falsas. Sólo se tiene en cuenta su valor
de verdad, pudiendo ser su significado completamente
distinto. Pero, desde este punto de vista, no pueden defi
nirse conceptos mediante relaciones de vivencias más
que cuando estas definiciones son lógicamente equiva
lentes a los otros modos de definición. Esto parece po
sible porque uno tiene que poder conectar de algún
modo el contenido conceptual con vivencias, si con él
han de ser posibles enunciados decidibles sobre el
mundo. Por tanto, pueden utilizarse en su fijación de-
finitoria estos criterios suyos de la experiencia. Pero
resulta claro que de este modo no pueden constituirse
los conceptos más que en el sentido de que contengan
meras reorganizaciones de vivencias. Por esta via no es
constituible otro sentido con el que pudiesen ser equi
valentes estas definiciones; aquél se convierte en una
mera «imagen concomitante», que es lógicamente irre
levante, y queda fuera de la consideración lógica. Pero
124
en el concepto del psiquismo ajeno, de lo futuro y de lo
inconsciente, se pone de manifiesto que hay conceptos
con este sentido distinto, que contribuyen a la cons
trucción del mundo. Sólo pueden construirse conceptos
de objetos «que no se presenten inmediatamente en las
vivencias» (p. 180) en la medida en que contengan
meras reorganizaciones de cuasi-elementos de viven
cias. En el sistema de constitución de Carnap se pierde
necesariamente cualquier otro sentido. La base solip-
sista no es demasiado esencial para ello. Incluso si se
toman por base varias comentes de vivencias, no pue
den deñnirse conceptos de lo extraconsciente, aunque
sí el psiquismo ajeno.
Tratándose en todo el sistema de constitución sólo
de construcción conceptual, o sea de definiciones, los
enunciados existenciales no tienen lugar alguno en él,
lo que tiene como consecuencia:
Las atribuciones de cualidades sensoriales a los pun
tos del mundo no percibidos superan completamente
el marco de una definición constitucional. La afirma
ción «de que en la parte de espacio no observada...
existe una parte análoga de la cosa» (p. 180) es, sin
embargo, un enunciado existencia!, o sea, algo comple
tamente distinto de una definición. Es una extrapola
ción, no una mera «reorganización de los objetos inme
diatamente presentes» (p. 176), en lo que únicamente
pueden consistir estas constituciones de conceptos. Sa
ber si algo definido existe, es cosa que tiene que ser
siempre expresamente probada, pero tal demostración
estaría aquí fuera de lugar, ya que no es asunto de
una constitución conceptual. En ella no se trata en
modo alguno de una realidad. Lo mismo sucede con
la atribución de objetos inconscientes, que se consti
tuyen a base de los conscientes como «elementos ge
nerales de las vivencias» (clases cualitativas, compo
nentes de cualidades, configuraciones más complejas
de éstas) y que se atribuyen de modo especial, análo
gamente a los puntos cromáticos no vistos, a puntos
125
temporales (no a puntos del mundo en general). Con
esto tampoco puede constituirse el concepto de lo in
consciente, pero, en todo caso, con ello no puede com
pletarse mi consciencia con la finalidad de poder esta
blecer así en el ámbito total del psiquismo propio una
regularidad más completa, si bien no universal, que
en el ámbito parcial de lo consciente.
Es igualmente indudable que el psiquismo ajeno no
puede ser otra cosa que un concepto obtenido mediante
una mera «reorganización de mis vivencias»' (p. 193),
pero que sólo es tal mientras se considera su definición
constitucional, pero no como enunciado existencial.
También para el mundo intersubjetivo vale lo mismo
que para los niveles de constitución particulares: to
das «estas constituciones no consisten en la inferencia
hipotética ni en una posición ficticia de lo no dado,
sino en una reorganización de lo dado» (p. 200). Com
pletar lo vivido está en contradicción con la condición
de la mera reorganización y, por tanto, es ilícito.
Un sistema de constitución de los conceptos no tiene
que hacer enunciado alguno sobre el mundo, ni sobre
la vida psíquica ajena ni sobre el futuro, sino que sim
plemente tiene que construir conceptos. Pero puesto
que todos los conceptos del sistema de Carnap sólo
pueden ser reorganizaciones de cuasi-elementos de la
propia corriente vivencial, con estos conceptos, y por
falta de otros, no pueden hacerse tampoco enunciados
en sentido usual. Sin embargo, la teoría de la consti
tución de Carnap tiene el mérito no despreciable de
que de ella resultan con toda claridad las consecuencias
y la limitación de una construcción de los conceptos
que sea puramente inmanente a las vivencias.
Ha sido esta obra la que se ha tenido en cuenta ex
clusivamente, o al menos en primera línea, en los in-*
126
formes de las historias de la filosofía sobre el Círculo
de Viena. No se ha tenido conocimiento de las numero
sas publicaciones salidas posteriormente del Círculo
de Viena. Sin embargo, esta obra está ya superada en
parte. El mismo Carnap efectuó en su estudio «Testa-
bility and Meaning»*, importante en tantos aspectos,
una corrección fundamental.
Hay conceptos como los de visible o soluble, concep
tos de propiedades de disposición, cuya definición en
la forma del sistema de constitución tropieza con difi
cultades. Una propiedad de este tipo consiste en una
disposición para una reacción en condiciones deter
minadas. Por tanto, una propiedad de disposición no
puede observarse directamente —no puede verse la
solubilidad de una sustancia—, pero, sin embargo, sólo
puede comprobarse mediante observaciones. Una sus
tancia es soluble cuando puesta en un líquido adecua
do se disuelve. Mediante una proposición condicional
de este tipo, una implicación, que indica bajo qué cir
cunstancias se da la correspondiente propiedad de dis
posición, y una segunda implicación que indica cuándo
no se da —pudiendo estar ambas unidas en una sola
implicación—, puede reducirse el concepto de una pro
piedad de disposición a vivencias.
Pero no puede definirse mediante esto. Mediante tal
par de proposiciones de reducción, o también mediante
una proposición reductiva doble, está determinado el
concepto de una propiedad de disposición sólo para
aquellos casos en los que se cumpla la condición de
verificación que se establece en la implicación. Pero en
aquellos casos en los que esta condición no se cumple,
la propiedad de disposición correspondiente no puede
ser ni atribuida ni negada. Cuando un objeto no ha sido
puesto nunca en el líquido correspondiente, no se pue
de decidir sobre su solubilidad. Hay que buscar enton
ces nuevas condiciones de verificación en una nueva
127
implicación con la que el concepto quede determinado
y sea posible una decisión, incluso en tales casos. Con
esta finalidad puede formularse, p. ej., la implicación
de que cuando de dos objetos de la misma sustancia
el uno ha dado pruebas de que es soluble, el otro ha
de considerarse también soluble, aunque no se halle
bajo la condición correspondiente. Pero de este modo
sólo se puede reducir cada vez más el ámbito de inde
terminación, nunca eliminarlo completamente. En el
fondo sigue siendo siempre cuestionable si estas im
plicaciones valen también para tipos de casos distintos
de aquellos para los que se encontraron. Por el con
trario, una definición fija un concepto de una vez por
todas, para todos los casos. Si se quisiesen utilizar las
proposiciones reductivas como definiciones, se deter
minarla con ello que fuesen válidas más allá del ám
bito para el que fueron establecidas originariamente.
Estas implicaciones suelen ser leyes naturales descu
biertas empíricamente y de aquí se deriva el que no
sean válidas para un nuevo tipo de casos. Habría que
abandonar entonces esta definición; por el contrario,
tomadas como meras proposiciones reductivas para su
ámbito empíricamente fijado, siguen siendo válidas y
sólo tienen que ser completadas mediante otras nuevas.
Sólo cuando están determinadas las condiciones de re
acción para todos los casos puede construirse una de
finición partiendo de las proposiciones reductivas, de
las implicaciones. Pero, en general, debido a la incom-
pletitud de las condiciones de verificación, cuando se
introduce un concepto como el de una propiedad de
disposición mediante proposiciones reductivas no es
posible sustituirlo por éstas y eliminarlo de este modo.
Por tanto, hay conceptos que son reducibles a relacio
nes de vivencias, pero no son definibles mediante ellas.
Esto origina una corrección de radical importancia
en la concepción primitiva. El sistema de constitución
de Camap estaba sustentado por la concepción positi
vista y empirista de que todo concepto empírico de la
128
ciencia ha de ser reducible a conceptos de relaciones
de vivencias y, en consecuencia, ha de ser también de
finible mediante ellos. Su intención al elaborar el sis
tema de constitución era precisamente ponerlo de ma
nifiesto. Esta tesis experimenta ahora una limitación
fundamental. Se conserva la reductibilidad, pero tienen
que abandonarse la definibilidad ilimitada y, con ello,
la sustituibilidad mediante relaciones de vivencias.
Frente a esto, Kaila emprendió el intento* de resta
blecer la definibilidad en toda su extensión. La impli
cación, una relación si-entonces que realiza la reducción
de una propiedad de disposición a lo observable, no
puede utilizarse como definición de esta propiedad, ya
que se hace inaplicable cuando no se da en modo al
guno la condición de reacción que ella indica. Por tan
to, Kaila establece la exigencia adicional de que el an
tecedente de esta relación si-entonces no ha de estar
vacío, que han de existir siempre observaciones efecti
vas para poder enunciar tal propiedad. Pero esto no
es suficiente para solucionar completamente la dificul
tad, pues sigue dándose todavía la circunstancia de que
las proposiciones reductivas no pueden indicarse de
ordinario todas completas, circunstancia que no se ven
ce de este modo.
Los conceptos de las propiedades de las cosas y los
de las magnitudes físicas de estado son del mismo tipo
que los conceptos de disposición. El enunciado: la
cosa D se encuentra en el tiempo t en el lugar O, no
puede sustituirse por un enunciado si-entonces sobre
relaciones de vivencias del tipo de: si alguien está en
el tiempo t en el lugar O, tiene tales y tales percepcio
nes. Pues lo que tendría que contarse como tales per
cepciones no son sólo las percepciones visuales de todos
los aspectos posibles de la cosa y todas las percepciones
táctiles posibles de ella, sino también todas las percep
ciones realizadas en virtud de comprobaciones indirec-
129
tas, mediante fotografías, etc. Incluso si el número de
estas percepciones posibles no es infinito, no pueden
indicarse todas completamente en una conyunción gi
gantesca, ya que no pueden preverse de antemano todas
las posibilidades de percepción. Lo mismo sucede, por
ejemplo, respecto de la intensidad de una corriente
eléctrica. Puede determinarse por la desviación de una
aguja magnética o por el calentamiento de un conduc
tor o por la cantidad de hidrógeno que separa del agua
y de otros varios modos. Cada uno de estos métodos de
medición puede describirse mediante un sinnúmero
de percepciones posibles y es evidente que está plena
mente excluido indicar de modo completo las implica
ciones: si se dan tales y tales circunstancias, entonces
se dan tales y tales percepciones. Sólo una conyunción
interminable de tales implicaciones es equivalente al
concepto de tal propiedad. Por tanto, es imposible de
finir estos conceptos de propiedades mediante percep
ciones, mediante relaciones de vivencias, es decir, sus
tituirlos y eliminarlos mediante ellas. No todos los
conceptos pueden, pues, definirse de este modo y, por
tanto, es inevitable la introducción de conceptos me
diante proposiciones inductivas.
De acuerdo con esto, en un lenguaje hay que distin
guir tres tipos de signos: 1. Signos primarios que se
introducen sin ayuda de otros signos. 2. Signos intro
ducidos indirectamente: a) Mediante definición, b) Me
diante proposiciones reductivas. Pero la introducción
de conceptos mediante proposiciones reductivas es ne
cesaria no para un grupo de conceptos pequeño y ca
rente de importancia, sino precisamente para los que
son fundamentales para la ciencia. Con ello queda al
descubierto una situación de significación trascendental
que no ha sido valorada todavía suficientemente.
130
II. LOS FUNDAMENTOS DE LA VERIFICACION DE
LOS ENUNCIADOS EMPIRICOS
133
de constitución de Carnap. Así se acoplan entre sí la
teoría empirista del significado, la de los conceptos
y la de los enunciados.
Partiendo de aquí, de que las proposiciones elemen
tales o atómicas son enunciados sobre vivencias, en el
Círculo de Viena se creyó encontrarlas en las llamadas
«proposiciones protocolarias 5». Las proposiciones pro
tocolarias deben describir los hechos cognoscibles más
sencillos, de tal modo que no se contenga en ellas
ninguna proposición conseguida mediante elaboración.
Por tanto, han de designar los contenidos inmediatos de
las vivencias. Pero sobre lo que no había claridad al
guna era sobre qué proposiciones son las que respon
den a tales exigencias. Se las considera como enun
ciados sobre lo «dado». Pero el positivismo anterior veía
lo «dado» en cualidades sensoriales y sentimentales,
Carnap lo veía en vivencias totales con relaciones entre
ellas y Neurath partía de hechos materiales. Con ello
quedaban en la incertidumbre precisamente los funda
mentos del conocimiento empírico. En primer término
se pensó en protocolos de vivencias, especialmente de
percepciones. En lugar de la forma subjetiva inicial
135
protocolarías no tienen ningún rango privilegiado sobre
las otras proposiciones Ciertas proposiciones concre
tas se toman como proposiciones protocolarías, esto
es, como puntos ríñales de la reducción. «No hay pro
posiciones iniciales absolutas para la construcción de
la ciencia.»* Es cuestión de resolución, de decisión, el
saber dónde se quiere parar. Fue ésta una transforma
ción decisiva en la concepción de las proposiciones pro
tocolarías. Con ella volvió a alejarse un residuo de ab
solutismo de la teoría del conocimiento.
Pero se estaba entonces ante una gran cuestión nue
va. Si las proposiciones protocolarias ya no son absolu
tamente seguras, sino que son corregibles, ¿cómo se
determina cuándo ha de abandonarse una proposición
protocolaría y cuándo no? Neurath formuló como cri
terio para ello la coincidencia de las proposiciones em
píricas entre sí. Pero esto abre el paso a la arbitrarie
dad. Si una proposición protocolaria contradice al sis
tema de las proposiciones admitidas hasta la fecha, se
puede o bien «tacharla» o bien aceptarla «y modificar
para ello el sistema de tal modo, que incrementado
con esta proposición siga estando libre de contradic
ción ,0». Pero de esta manera puede conservarse cual
quier sistema de proposiciones, tachando simplemente
las proposiciones protocolarías antagónicas. El experi
mento de Michelson no hubiese dado ocasión entonces
a la formulación de una nueva teoría, la teoría de la
relatividad. Si se deja a la arbitrariedad el decidir si es
válida o no una proposición protocolaría incompatible,
se cae entonces en el convencionalismo y se abandona
el empirismo.
Aquí intervino Schlick con su estudio «Über das Fun-
136
dament der Erkenntnis11*. Coincidencia de las propo
siciones empíricas entre sí significa ausencia de contra
dicción, pero ésta sólo es suficiente en el caso de un
sistema puramente ideal, como la matemática; para el
conocimiento de hechos no puede tratarse simplemente
de ausencia de contradicción sin más, sino de ausencia
de contradicción con proposiciones perfectamente deter
minadas, que no pueden elegirse libremente, ya que
están caracterizadas por no ser corregibles. Son los
enunciados sobre percepciones propias en el presente.
Pero estos enunciados no son las proposiciones proto
colarias que se hallan al comienzo del conocimiento;
éstas son el origen del conocimiento, pero no su funda
mento. Aquellos enunciados señalados son los que cons
tituyen el término del conocimiento. Son los enuncia
dos de observación que producen la verificación (o la
falsación).
La verificación se realiza al comprobar la coformidad
de un hecho predicho con uno observado. Del hecho
a verificar se deduce una consecuencia observable y
ésta se compara con el hecho a observar efectivamente.
Un cálculo astronómico arroja como resultado, por
ejemplo, que en tal y tal tiempo y en un telescopio
orientado de tal y tal forma se habrá de ver una estre
lla. La observación practicada puede rezar entonces:
aquí coinciden ahora un punto claro y un punto oscuro
(la estrella con el centro de un retículo). El enunciado
de tal observación tiene siempre la forma: «aquí y
ahora asi y así», designando el «así y así» un dato vi-
vencial inmediatamente presente y no su interpretación
objetiva; p. ej., «aquí contiguo ahora negro y blanco»
o «aquí duele ahora». Estos enunciados de observación
están caracterizados porque las palabras demostrativas
«ahora», «aquí» y «esto» pertenecen esencialmente a su
137
forma lógica. Mediante estas palabras no se designa
ningún contenido determinado, sino que refieren a una
cosa inmediatamente presente, actual. El significado de
una proposición de este tipo sólo puede comprenderse
siguiendo esta indicación y dirigiendo la atención a lo
mostrado. Pero como consecuencia, al comprender esta
proposición se conoce también si es verdadera, pues lo
que constituye su significado se halla inmediatamente
presente. Mientras que en los casos normales de veri
ficación la comprensión del significado del enunciado y
la comprobación de su verdad son dos fases completa
mente distintas, aquí están reunidas. Al conocer el sig
nificado de tal enunciado, que Schlick llama una «cons
tatación», se conoce simultáneamente su verdad. Esto
sólo sucede normalmente en el caso de las proposicio
nes analíticas. También en éstas se sabe que son ver
daderas tan pronto como se ha comprendido su signi
ficado, porque su verdad ha de conocerse por la propo
sición misma. Por el contrario, en el caso de las pro
posiciones sintéticas, cuando se las ha comprendido no
se sabe todavía si son verdaderas o falsas. Esto sólo se
decide mediante la experiencia, mediante la compara
ción con enunciados de observación. El hecho de que
al comprender una constatación se conozca ya también
su verdad es el que hace a un enunciado semejante
absolutamente verdadero y cierto, como una proposi
ción analítica. Es definitivo e irrevocable y, por tanto,
el fundamento del conocimiento empírico I2.
Pero por muy aguda y tentadoramente que esté des
arrollado este concepto de la constatación, no se ha
encontrado con él todavía una solución definitiva. Lleva
unida una insuficiencia de gravedad. Las constataciones
138
no pueden tener su validez absoluta más que en pre
sencia de la vivencia que enuncian. No se las puede
utilizar- como enunciados duraderos, pues entonces se
vuelven falsas a consecuencia de las palabras demostra
tivas «aquí», «ahora» y «esto» con su significado que
apunta al respectivo presente. Pero tampoco se las pue
de formular como proposiciones protocolarias: «NN per
cibió esto y esto en el tiempo í en el lugar O». Pues
entonces pierden su validez absoluta y se convierten en
hipótesis. Una constatación es algo completamente dis
tinto de una proposición protocolaria. Esto se infiere
de que una proposición protocolaria incluye una consta
tación, pues la proposición protocolaria anterior puede
formularse también así: «NN hizo en el tiempo t en el
lugar O tal y tal constatación». La proposición completa
no puede querer decir lo mismo que la proposición in
cluida. Las constataciones dan ocasión para la consti
tución de proposiciones protocolarias, pero a ellas mis
mas no se las puede protocolizar. No son intersubje
tivas, sino un monólogo. Y sólo tienen una validez mo
mentánea. Por eso no puede utilizárselas como propo
siciones iniciales y seguir construyendo sobre ellas. Sólo
pueden hallarse al fin y verificar. Esto no perjudicaría
su valor; pero las constataciones son enunciados que
no pueden fijarse en modo alguno, son enunciados me
ramente momentáneos. «Una auténtica constatación no
puede escribirse, pues tan pronto como yo anoto las pa
labras mostrativas ’aquí’, 'ahora', pierden su significa
do 13». Tales enunciados no pueden utilizarse en modo
alguno en un sistema de proposiciones. Sólo pueden
dar ocasión para la construcción de otros enunciados,
que ya no podrán ser más que enunciados protocola
rios hipotéticos.
La constatación de Schlick sufrió en seguida la críti
ca en el Círculo de Viena. Neurath fue el primero que
se enfrentó críticamente con la constatación, con su
139
oscuro carácter, con su certeza absoluta y su coinciden
cia con la realidad u . En su importante libro Die Logik
der Forschung, 1935 14S, que ejerció un influjo decisivo
en el desarrollo intelectual del Círculo de Viena, plan
teó Popper graves objeciones y expuso un nuevo punto
de vista. Popper opone a la concepción fundamental que
encontró su expresión en la doctrina de Wittgenstein
de las proposiciones elementales y en la de las propo
siciones protocolarías del Círculo de Viena una concep
ción completamente nueva. Las proposiciones sobre las
que ha de construirse la ciencia y a las que ha de re
ducirse y que constituyen su significado propio no son
en modo alguno proposiciones singulares sobre viven
cias.
Pues toda proposición científica supera ampliamente
lo que sabemos con seguridad en virtud de vivencias
inmediatas, ya que utiliza conceptos generales, univer
sales. Estos no son reducibles a clases de vivencias, son
indefinibles y sólo están fijados por el uso lingüístico.
Popper niega radicalmente que haya en general concep
tos constituibles, esto es, definibles empíricamente, o
sea, niega la teoría de la constitución, aunque sin expli
cación más detallada. Por tanto, no es posible hacer un
enunciado que exprese realmente un dato vivencial de
terminado en cuanto único, individual, por lo cual los
enunciados perceptivos no pueden pretender una po
sición preferente. En consecuencia, todos los enuncia
dos en general son hipótesis. Todo intento como el de
Schlick de fundamentar la ciencia mediante enunciados
de vivencias de convicción le parece psicologismo y que
está equivpcado de antemano. Las vivencias de convic
ción, como la evidencia perceptiva, son algo meramen-
140
te psicológico, lo que efectivamente Schlick pone tam
bién de relieve. Él describe como lo característico de
una constatación «un sentimiento de realización» de
nuestra expectativa y dice «que las constataciones o
proposiciones de observación han cumplido su ver
dadera misión tan pronto como se ha producido en
nosotros esta satisfacción peculiar1*». La constatación
de Schlick es así más una mera vivencia que un enun
ciado, algo más bien psicológico que lógico. La percep
ción, la vivencia nos proporcionan ciertamente el co
nocimiento de hechos, pero sólo psicológicamente con
forme a su' origen; no pueden justificar su validez. La
verdad de los enunciados no puede garantizarse me
diante vivencias, pues los enunciados científicos son
intersubjetivos y no pueden justificarse tampoco en su
validez más que por fundamentos intersubjetivos, no
por vivencias subjetivas.
Un enunciado dice más de lo que está dado de hecho
en una vivencia verificadora, pues para ello es siempre
necesario que la vivencia se produzca en determina
das circunstancias. Unicamente un punto de luz en tal
y tal vecindad en un tiempo determinado y en un lugar
determinado verifica un tránsito de una estrella por
un retículo y constituye una observación astronómica
válida. Estas circunstancias ¿ienen que volver a ser
comparables en lo que a su exactitud se refiere y de
este modo un enunciado implica una pluralidad de enun
ciados distintos1T. Por tanto, la validez de un enunciado
se comprueba deduciendo de él, en conexión con enun
ciados ya válidos, consecuencies tales que se comprue
ben lo más fácilmente posible. Estas consecuencias han
de ser proposiciones singulares que enuncien que en
una posición espacio-temporal determinada hay esto y
esto, o sea, han de ser enunciados existenciales singula-*1
141
res. Saber si sucede realmente lo que enuncian, es algo
que ha de poder ser comprobado intersubjetivamente
mediante observación; el objeto o proceso correspon
diente tiene que ser, por tanto, observable. A diferencia
de «observación», «observabilidad» no es un concepto
psicológico, sino gnoseológico y Popper lo introduce
como concepto primitivo indefinible. Popper conserva
también de este modo la conexión del conocimiento
empírico con las vivencias perceptivas. A las proposi
ciones sobre procesos observables las llama «proposi
ciones básicas». No son en absoluto lo que quería sig
nificarse con las proposiciones protocolarias. Estas son
enunciados sobre percepciones efectivas, sobre hechos
vividos. Por el contrario, las «proposiciones básicas»
de Popper no enuncian nada efectivamente vivido. Tam
poco son proposiciones ya aceptadas, siendo sólo cons
tataciones concebibles de hechos, las cuales se derivan
de una hipótesis. Hay que decidir en primer lugar si los
hechos responden realmente a ellas, si son verdaderas
o falsas. Las proposiciones básicas concebibles, lógica
mente posibles, proporcionan el material para la com
probación de una hipótesis; las proposiciones básicas
aceptadas proporcionan los fundamentos para su corro
boración o refutación. Pero ésta no puede producirse
por una proposición básica única cuando enuncia un
acontecimiento único no reproducible, pues tal aconte
cimiento no puede comprobarse. Tiene que ser un pro
ceso repetible intersubjetivamente. Un proceso de este
tipo constituye ya una hipótesis de generalidad inferior
Por tanto, los enunciados sobre los que descansa la va
lidez del conocimiento empírico se alejan en esta mis
ma medida de los enunciados sobre vivencias.
Las proposiciones protocolarias no pueden compro
barse fácilmente, entendidas como enunciados sobre
percepciones. Es más difícil comprobar las perecepcio-
nes individuales que, por ejemplo, los enunciados sobre
cosas o procesos del mundo exterior. Esta es la razón
de que las proposiciones básicas decisivas sean en gene-
142
ral enunciados de este tipo y no proposiciones protoco
larias.
Puesto que las proposiciones básicas no son válidas
absolutamente, sino que son meramente hipotéticas, pri
meramente tiene que comprobarse su validez, o al me
nos tiene que poder comprobarse. Pero esto tiene que
volver a ser posible respecto de las proposiciones utili
zadas para su comprobación y así in infinitum. Pero
este regreso infinito no conduce esta concepción ad
absurdum, puesto que no es necesario que cada propo
sición que sirva para una comprobación vuelva a ser
comprobada, teniendo que ser únicamente comprobable.
Se puede y se debe detenerse en una proposición que
aparezca suficientemente asegurada e interrumpir la
comprobación. No hay proposiciones últimas absolutas,
ni proposiciones elementales, ni proposiciones que no
tengan ya que ser comprobadas por ser absolutamente
seguras e incorregibles. Las proposiciones básicas que
aceptamos como decisivas lo son solamente porque
puede obtenerse del modo más fácil un acuerdo inter
subjetivo sobre su aceptación, porque son muy fácil
mente comprobables. Pero esto quiere decir que las
proposiciones terminales de la fundamentación de la
validez descansan sobre un acuerdo. Son válidas, pues,
únicamente por decisión.
Se toman como proposiciones básicas decisivas aque
llas que enuncian lo intersubjetivamente observable, o
sea, las que recurren a las vivencias. Pero no se justifi
can lógicamente mediante estas vivencias. Las vivencias
sólo motivan su aceptación, su decisión. Verdad es que
Popper no se ocupa más detalladamente del tipo de re
lación con las vivencias, dándose por satisfecho con la
fórmula general de «que la decisión de aceptar una pro
posición básica está relacionada con vivencias» (loe.
cit., p 62). Mediante esta relación conserva Popper un
resto de empirismo u . Pero él mismo confiesa defender
143
una teoría semejante a la del convencionalismo, pues
al ser aceptadas las proposiciones básicas decisivas por
estipulación, la validez de una hipótesis descansa en
último término sobre una estipulación realizada por ra
zones de conveniencia. «Las proposiciones básicas se
aceptan por decisión, por convención; son estipulacio
nes. El alcance de la decisión está regulado,sobre todo
por el hecho de que no podemos aceptar proposiciones
básicas singulares, aisladas lógicamente unas de otras,
sino que contrastamos una teoría» (toe. cit., p. 62). La
caracterización de una teoría como válida «no se pro
duce mediante la reducción lógica a la experiencia; se
prefiere aquella teoría que mejor se mantiene en el con
curso, en la selección de teorías, la que puede contras
tarse del modo más riguroso y ha resistido hasta ahora
las pruebas rigurosas realizadas» (loe. cit., p. 64). La di
ferencia entre la concepción de Popper y la del conven
cionalismo se halla en que las que se estipulan no son
las proposiciones más generales, como sucede en el caso
del convencionalismo, sino las básicas. La concepción
de Popper se separa del positivismo y también del em
pirismo en que la aceptación de las proposiciones bási
cas no se justifica mediante vivencias, siendo desde
el punto de vista lógico solamente una estipulación
arbitraria, una decisión que sólo psicológicamente está
determinada por las vivencias (loe. cit., p. 65).
Pero, frente a esto, puede conservarse en pie el empi
rismo en la medida en que mediante la estipulación ar
bitraria se determina únicamente en qué proposiciones
a la determinación por lo vivencialmente dado. Por una parte,
admite una «conexión» de las proposiciones básicas que han de
ser aceptadas con los enunciados sobre vivencias, pero, por otra,
vuelve a tener la tendencia a fundamentar la corroboración so
bre relaciones lógicas únicamente. Se desliza, pues, desde el
empirismo a un convencionalismo. Dice de las proposiciones
básicas (loe. cit., p. 203): «Podemos interpretar su aceptación
como decisión convencional y las proposiciones aceptadas como
convenciones.» (Versión española, p. 256. Las restantes citas se
encuentran en las pp. 100, 101, 103 y 104 de la versión española.)
144
básicas detenemos la contrastación. Pero la aceptación
de determinadas proposiciones básicas como decisivas
es algo que sucede en virtud de enunciados sobre viven
cias. Se las considera válidas porque coinciden con ellas
todos los enunciados sobre vivencias tomados en consi
deración. Los enunciados verificadores tienen que ser
enunciados de observación o al menos han de poder re
ducirse a ellos. Y se considerarán válidos en tanto que
no haya ninguna razón para ponerlos en duda. Se da
una de estas razones cuando entran en contradicción
con proposiciones aceptadas. Entonces se comprueban
del mismo modo aquélla o éstas. Pero la decisión se
realiza siempre por coincidencia (o contradicción) con
enunciados sobre vivencias que concuerdan no sólo con
las proposiciones básicas a verificar, sino también inter
subjetivamente. De este modo son enunciados sobre
vivencias y no estipulaciones arbitrarias los que cons
tituyen el fundamento de validez de los enunciados
empíricos. Todavía entra una componente convencional,
al depender de nuestra decisión el que consideremos
una proposición básica como suficientemente asegurada
o como necesitada de comprobación. Pero con ello se
decide solamente sobre su comprobación; sin embargo,
el resultado de la misma o la validez admitida sin com
probación no se determinan mediante estipulación, sino
mediante enunciados sobre vivencias La estipulación
se refiere únicamente a la renuncia a una comprobación,
pero no a una elección en cuanto al contenido de las
proposiciones verificadoras. Este se determina más bien
por su relación con enunciados sobre vivencias. Las teo
rías que mejor se confirman son precisamente aquellas
que concuerdan mejor con los enunciados de observa
ción intersubjetivamente coincidentes.
En toda la cuestión de las proposiciones protocola
rias se trata de que el lenguaje tiene que ser puesto
145
en relación con algo extralingüístico no sólo porque
es así únicamente como adquiere un significado, sino
porque es el único modo de hacer determinable un
sistema de proposiciones que ha de ser caracterizado
como conocimiento de la realidad. Este fue el motivo
de Schlick. La verificación tendría que poder ser jus
tificada de un modo puramente lógico, puramente for
mal, si al realizarla hubiese que permanecer por com
pleto dentro del lenguaje. Pero la verificación no pue
de abarcarse con la mera sintaxis, como se puso de
manifiesto en los esfuerzos de Carnap. En el puro
análisis formal no puede obtenerse ningún distintivo
de las proposiciones empíricas porque éstas no pueden
caracterizarse mediante su forma lógica20 (como creía
Wittgenstein). Neurath quiso superar esto con ayuda
de la teoría de la coherencia, pero con ella no se ob
tiene univocidad alguna; se entrega uno a la arbitra
riedad y se abandona el empirismo. El problema de
la verificación se hizo insoluble mediante la conside
ración puramente sintáctica, porque en ella no se tiene
en cuenta ninguna relación con lo extralingüístico. Sólo
el punto de vista semántico proporciona base para ello.
Pero el problema de las proposiciones verificadoras en
su relación con las vivencias perceptivas no ha encon
trado todavía una solución completa en el Círculo de
Viena, complicándose más mediante el fisicalismo 21.
Hay que abandonar la concepción de los enunciados
sobre vivencias como fundamentos del conocimiento,
en la forma en que predominaba en el empirismo an
terior y a la que Popper combate como «inductivismo».
De acuerdo con ella, los enunciados sobre vivencias se
hallan lógicamente al comienzo y el conocimiento em-
146
pírico y las proposiciones generales se obtienen por su
ordenación y síntesis en la inducción. Pero la induc
ción sólo puede justificarse como procedimiento lógico
riguroso si está dada una premisa de la máxima gene
ralidad que permita la deducción lógica de proposicio
nes generales a partir de las particulares, si está dado
un principio de inducción. Este principio tendría que
ser un enunciado general sintético sobre la realidad,
sobre la uniformidad del acontecer natural. Natural
mente, tal principio no puede ser justificado a su vez
inductivamente, pues esto isería una petitio principii.
Pero tampoco puede introducirse axiomáticamente,
porque quedaría refutado al ser refutada la primera
generalización ulterior22. Una de las primeras ideas
fundamentales del Círculo de Viena fue que la induc
ción no puede justificarse deductivamente ni, en gene
ral, lógicamente. Incluso cuando Schlick dice que las
leyes de la ciencia se originan a partir los enunciados
sobre vivencias «paulatinamente mediante aquel proce
so... que se llama 'inducción' y que no consiste en nada
más que en que yo, estimulado e inducido por las pro
posiciones protocolarias, formulo por vía de ensayo pro
posiciones generales Chipótesis’), de las cuales... se
deducen lógicamente aquellas primeras proposiciones»,
se da cuenta perfectamente del carácter no-lógico, me
ramente psicológico de este proceso: «la inducción no
es más que una adivinación conducida metódicamente,
un proceso psicológico y biológico cuyo tratamiento
es indudable que no tiene nada que.ver con la lógi
ca» 23. La validez de los enunciados empíricos no des
cansa sobre la inducción, sino sobre la verificación
147
ulterior de las hipótesis establecidas por vía de ensayo.
Si las proposiciones que se deducen de éstas «enun
cian lo mismo que proposiciones de observación pos
teriores, las hipótesis se tienen por confirmadas, en
tanto que no se presenten también enunciados de ob
servación que se hallen en contradicción... con propo
siciones deducidas de las hipótesis» (ibíd.). Respecto
del «inductivismo» y el «deductivismo», en el Círculo
de Viena se estaba de acuerdo con Popper.
Esto significa una nueva reforma fundamental del
empirismo. Su fundamentación usual en la inducción
tiene que ser abandonada, partiendo de la base de la
lógica rigurosa. No es así como se habían imaginado
J. St. Mili y Mach y también Wittgenstein el conoci
miento empírico. Ellos pensaban que descansa sobre
enunciados singulares de vivencias, enunciados que son
ciertos cada uno de por sí y de cuya síntesis resultan
las leyes naturales. Con esto no se ha descrito ni si
quiera su surgimiento psicológico, pero en todo caso
su validez no puede justificarse a sí2*. Todo conoci
miento empírico consiste en que construimos hipótesis
que exceden lo vivencialmente dado, que quieren decir
siempre más que esto, incluso en proposiciones singu
lares. Una hipótesis no adquiere su validez de una vez
por todas mediante las observaciones que la preceden,
sino que tiene que confirmarse constantemente en la
verificación ulterior. Su verificación depende de la con
cordancia con enunciados de observación aceptados
intersubjetivamente. A consecuencia de la posibilidad
siempre renovada de comprobación, en el caso de los
enunciados empíricos no hay una validez definitiva,
sino una validez siempre provisional, revocable. La va
lidez empírica no se reduce a convención porque una*
148
de las condiciones es la intersubjetividad de la posi
bilidad de comprobación. No es un convenio arbitrario
de aceptar estos enunciados de vivencias y aquéllos no,
sino que es una regularidad en los hechos vivenciales
comprobables por los distintos sujetos, regularidad por
la que se determina la verificación. Así se determina
la validez «en virtud de la experiencia», a diferencia
de como se hacía en la concepción inductiva.
150
enunciarían nada sobre el mundo de los objetos, sien
do sólo una especie de reglas sintácticas5. Una ley na
tural representa, según esto, únicamente un esquema
pronosicional, una «función proposicional», que natu
ralmente no puede expresar nada real. Sólo contiene
una regla metódica. Sirve para construir enunciados
determinados partiendo de ella, mediante la inserción
de datos concretos. Sólo estos enunciados pueden ser
verificados; esta posibilidad está excluida por sí mis
ma para el esquema proposicional.
Kaila se ha opuesto a esto®, argumentando que no
hay que exigir la verificabilidad completa de una pro
posición total para que sea significativa, pues el sig
nificado de una proposición existe con independencia
de su verificabilidad, bastando para ello con que se
conozcan las expresiones que entran en ella y con que
la sintaxis sea correcta. Sólo los enunciados concretos
que se derivan de una proposición total tienen que ser
verificables, pero no su totalidad. Las proposiciones
totales son esenciales para el conocimiento, precisa
mente como no verificables de modo completo, pues
sólo entonces expresan algo de los casos futuros, lo
que no sucedería si se agotasen en un número finito
de casos.
Mediante el análisis del lenguaje realizado por Car-
nap se ha puesto en claro que la exclusión de los
enunciados generales ilimitados no es una necesidad,*
151
sino una estipulación que puede hacerse también de
otro modo. Es una estipulación que se refiere a las
reglas de formación de un lenguaje y puede ser ele
gida libremente de un modo muy diverso. Camap ha
esbozado toda una escala de lenguajes en la cual se
admiten o se excluyen proposiciones de determinada
forma, en diversa gradación T.
Las proposiciones de la forma más sencilla, las pro
posiciones atómicas o elementales, son proposiciones
singulares con un predicado «primitivo». Es éste un
predicado que es observable o ha sido introducido me
diante una cadena de proposiciones reductivas atómi
cas. Frente a ellas se hallan las proposiciones com
puestas. Dentro de ellas existe una distinción funda
mental según el tipo de operaciones por las que se
construyen. Con ayuda de las conectivas preposicio
nales (convunción, implicación, etc.) se originan las
proposiciones moleculares; mediante operadores tota
les y existenciales, las proposiciones generalizadas.
Cuando éstas se limitan a campos finitos, pueden trans
formarse en conyunciones o disyunciones, o sea, en
proposiciones moleculares. Las discutidas son las pro
posiciones de generalidad ilimitada. Entre ellas hay
todavía muchas diferencias/ según que contengan ope
radores totales o existenciales o ambos y según el
número de los mismos. Se origina así una serie infinita
de lenguajes de complicación creciente.
El lenguaje más sencillo es aquel en el que sólo pue
den construirse proposiciones de generalidad limitada,
proposiciones moleculares. La forma lingüística inme
diatamente superior, esto es, más rica, es aquella en la
que se admiten proposiciones generales ilimitadas de
la forma más sencilla, o sea, con un operador total.
La siguiente es aquella en la que se admiten también
proposiciones existenciales de la forma más sencilla,
o sea, con un operador existencia!. La siguiente vuelve
152
a ser aquella en la que se introducen proposiciones
totales ilimitadas con un operador existencia!. Las for
mas lingüísticas superiores se obtienen mediante la
aceptación alterna de operadores totales y existencia
les (con dos operadores totales y uno existencia!, lue
go con dos operadores existenciales y uno total, etc.) y
así, mediante el número creciente de operadores, pue
den construirse formas lingüisticas siempre nuevas y
más ricas, teóricamente en número infinito, pero limi
tado prácticamente por la complicación descomunal.
El valor de esta reflexión consiste en que por ella se
ve cómo está determinada la construcción de un len
guaje por estipulaciones arbitrarias.
La exclusión de la generalidad ilimitada, tal como la
emprendieron los «finitistas», Wittgenstein, Ramsay,
Schlick y Kaufmann, no puede calificarse de errónea,
pues la elección de la primera forma lingüística, de la
más sencilla, hecha por ellos, es tan libre como cual
quier otra. Pero esta elección es completamente inade
cuada, puesto que no concuerda con el lenguaje real
de la ciencia, que en las leyes naturales utiliza abun
dantemente enunciados de generalidad ilimitada y los
utiliza en unión de proposiciones singulares, o sea,
de indudables proposiciones «auténticas», en las formas
de la implicación, la conyunción, etc., es decir, los uti
liza como proposiciones auténticas y no como reglas
sintácticas8. Esta es la razón de que sea mejor elegir
una forma lingüística con enunciados totales ilimitados.
De este modo, se soluciona de un modo claro y com
pleto la cuestión de la licitud de tales enunciados.
Pero sigue existiendo el problema de la verificación
de los enunciados totales ilimitados. Los «finitistas»
querían excluirlos de los auténticos enunciados porque
no pueden interpretarse como funciones de verdad de
proposiciones singulares. No pueden ser sustituidos por
una conyunción finita de enunciados singulares, porque
153
no se conocen todos sus casos particulares y, por tanto,
no se les puede enumerar ni poner a prueba. Esta es
la razón de que los enunciados totales ilimitados no
puedan ser verificados de modo completo. Esto es in
discutible.
La verificación de los enunciados totales ilimitados
no puede realizarse más que comprobando enunciados
singulares, derivados de ellos con ayuda de otros enun
ciados, en lo relativo a su concordancia con enunciados
ya aceptados y, en última instancia, con enunciados
sobre vivencias. Si la comprobación resulta positiva
en todos los casos y no se obtiene ningún enunciado
contradictorio, el enunciado total ilimitado queda con
ello verificado para estos casos, los conocidos; pero su
validez sigue estando pendiente todavía respecto de los
casos desconocidos, para los futuros, pues nunca puede
excluirse el que posteriormente se encuentren enuncia
dos concretos contradictorios. Esta verificación parcial
se designa mejor como «corroboración» * o como «con
firmación» ,#.
Los enunciados generales ilimitados, si bien no pue
den verificarse completamente, pueden ser refutados
por la aceptación de un enunciado contradictorio. Pop-
per ha expuesto esto con especial ahinco. Recurrió para
ello a la correlación que existe entre los enunciados
totales y existenciales. A un enunciado total positivo
le corresponde un enunciado existencia! negativo; por
ejemplo, «todos los animales de rapiña felinos tienen
garras retráctiles* y «no hay ningún animal de rapiña
felino con garras fijas». A un enunciado total negativo
le corresponde un enunciado existencial positivo; por
ejemplo, «no todos los cisnes son blancos» y «hay cis
nes que no son blancos». En un enunciado existencial
singular se constata un hecho; por esto, y a la vea
por su correlación lógica con un enunciado total, es*10
* Popper, Dte Logik der Forschung, p. 185.
10 «Confirmation» en Camap, «Testability and Meaning», vo
lumen III, p. 420, 425.
154
por lo que resulta idóneo para la comprobación de
éste. Un enunciado total positivo se refuta mediante
un enunciado existencial positivo válido, cuya negación
sea el correlato del enunciado total positivo. Los enun
ciados generales son, pues, refutables de modo com
pleto (falsables). Pero esto, aparte de para las proposi
ciones moleculares, sólo es válido para las proposiciones
totales y existenciales con un operador, pero no para
las proposiciones de forma más complicada. Pero,
según esto, los enunciados generales negativos son
falsables, mediante un enunciado existencial singular
positivo; consecuencia que Popper no extrajo, pero que
explicó Carnap u . A la inversa, respondiendo a su co
relación con los enunciados totales, los enunciados
existenciales son verificables por enunciados percepti
vos, pero no falsables. El enunciado «hay serpientes
marinas gigantescas» podría verificarse mediante una
proposición existencial singular, pero no se le puede
refutar, pues no pueden registrarse completamente
todos los mares para comprobar que no ha de encon
trarse ninguna de ellas. La negación de un enunciado
existencial no singular indeterminado de este tipo no
es, por tanto, verificable, pero sí falsable.
Las condiciones que ha de cumplir una proposición
concreta, una proposición básica, para ser idónea como
fundamento de una falsación vienen dadas, según esto,
por determinadas relaciones lógicas de tal proposición:
1. Una proposición falsadora no debe derivarse de la
proposición a comprobar sin ayuda de otras proposi
ciones (sin condiciones iniciales especiales), porque de
lo contrario no la puede contradecir. 2. Para poder
contradecirla, la negación de la proposición básica tie
ne que ser deducible lógicamente de la proposición a
comprobar. Por tanto, una proposición falsadora y su
negación tienen que tener distinta forma lógica. Esto
lo ofrece la correspondencia de una proposición gene-
155
ral y de una existencial: de una proposición general no
puede deducirse una proposición existencial singular
incompatible (de acuerdo con 1); pero por generaliza
ción de su negación puede deducirse una proposición
total que la contradiga (de acuerdo con 2). A esto se
añade todavía una condición material: una proposición
falsadora tiene que enunciar un proceso observable.
Esto está relacionado con el hecho de que la «existen
cia» ha de verificarse únicamente mediante la rela
ción con vivencias.
Según esto, existe una asimetría entre verificabilidad
y falsabilidad: no hay veriñcabilidad completa, pero si
completa falsabilidad; y con ello hay una falta de deci-
dibilidad plena de la validez y existe únicamente una
decidibilidad parcial. Pero incluso ésta se da sólo bajo
determinados presupuestos. Se puede evitar la contra
dicción entre una proposición general y una singular
no sólo de la manera primitiva consistente en no acep
tar el enunciado singular contradictorio, sino introdu
ciendo hipótesis auxiliares que «ilustran» y eliminan
la contradicción, como sucedía con la hipótesis de la
contracción de Lorentz y Fitz-Gerald frente al expe
rimento de Michelson, o bien practicando en las supo
siciones determinadas modificaciones que hagan des
aparecer la contradicción. La comprobación de un
enunciado, sea general o singular, exige siempre la ayu
da de otros enunciados generales o singulares. Estos
presupuestos pueden configurarse de tal modo que ya
no se produzca ninguna contradicción, por ejemplo, me
diante la modificación de las definiciones de coordina
ción. Esto ha sido puesto de relieve sobre todo por el
convencionalismo. Si la medición de un triángulo empí
rico (como la famosa realizada por Gauss) diese como
resultado una suma de ángulos distinta de dos rectos,
esto no contradiría el carácter euclídeo del espacio em
pírico, si se supusiese que los rayos de luz utilizados
156
como líneas de mira son curvos en lugar de ser rectos 12.
Por tanto, sólo puede confirmarse o refutarse un siste
ma completo de enunciados, y para que sea posible ha
cerlo con un enunciado aislado (una nueva hipótesis)
hay que considerar la parte restante del sistema como
firme y segura. Si no se quiere abandonar el empirismo
en favor del convencionalismo, tal eliminación de una
contradicción entre una consecuencia de la hipótesis a
comprobar y una proposición básica aceptada no debe
realizarse más que bajo determinadas condiciones. No
deben introducirse hipótesis auxiliares o modificacio
nes arbitrarias en los presupuestos, si no sirven más
que para esta eliminación y carecen de toda otra jus
tificación. Son arbitrarios todos aquellos recursos que
no pueden comprobarse independientemente, median
te nuevas observaciones, o que no pueden inferirse de
proposiciones ya aceptadas. Son éstas reglas metódicas
que favorecen y justifican el empirismo **. No están
establecidas arbitrariamente, sino que son necesarias,
porque sólo entonces se obtiene la univocidad en el
conocimiento de los hechos y un máximo de regula
ridad
Las hipótesis o teorías no son todas comprobables
en la misma medida. Lo son tanto más cuanto mayores
posibilidades de falsación contienen. Popper ha in
tentado determinar exactamente el grado relativo de
comprobabilidad (falsabilidad), de una doble manera:
1. Mediante una comparación de las clases de las posi
bilidades de falsación de dos proposiciones. Una pro
posición es falsable en grado mayor, o mejor compro
bable que otra, cuando la clase de sus posibilidades de
falsación contiene a la clase de las posibilidades de
157
falsación de la otra como una verdadera clase parcial.
Lo es en el mismo grado cuando ambas clases tienen
la misma extensión. Pero si no se da una de estas
relaciones de clases, si las clases de las posibilidades
de falsación son inconmensurables, entonces este tipo
de determinación resulta imposible. Popper trata de
obtener un segundo tipo de mensurabilidad del grado
de comprobación distinguiendo una clase de proposi
ciones como proposiciones «relativamente atómicas».
Las define como aquellas que se originan por inserción
en una función proposicional arbitrariamente estable
cida (que contenga, por ejemplo, el esquema de la lec
tura de una medición). Si una proposición sólo puede
ser falsada por una conyunción de n proposiciones dis
tintas de una clase de tales proposiciones atómicas,
pero no por una conyunción de n-1, el número n de
signa entonces el grado de complejidad de la propo
sición respecto de esta clase de proposiciones atómi
cas y su grado de contrastabilidad, si se definen las
proposiciones básicas mediante las proposiciones ató
micas ls.
Popper tiene así posibilidad de dar una forma pre
cisa al concepto de sencillez. La sencillez juega un
papel fundamental en el empirismo a partir de Kir-
choff, como «economía del pensamiento» en el caso
de Mach y Avenarius, e igualmente en el convenciona
lismo desde Poincaré. Es ella la que ha de determinar
la elección de una hipótesis, de una teoría. Pero todos
los intentos realizados hasta la fecha para indicar en
qué consiste propiamente la sencillez y para establecer
una medida de la sencillez, no tuvieron éxito. Lo que
se caracteriza como sencillo se hace, en parte, desde el
punto de vista práctico (como con la economía del pen
samiento), en parte desde el estético, es decir, en todo
caso desde un punto de vista extralógico. Popper inten
158
ta determinar con ayuda del grado de falsabilidad lo
que quiere significarse lógicamente con sencillez. Ver
dad es que por sus breves explicaciones al respecto
no queda suficientemente claro en qué medida sea
realmente aplicable tal concepto de sencillez, por lo
que se necesitaría una investigación más detenida.
3. Verdad y confirmación
160
lógicamente de ellas. Pero de este modo sólo son ver
daderos condicionadamente, no absolutamente verdade
ros. Los enunciados especiales de este tipo no tienen
gnoseológicamente ninguna preferencia; no son indu
bitables y, debido a su dependencia lógica de enuncia
dos generales, que son fundamentalmente inseguros
porque no puede demostrarse definitivamente que son
verdaderos, son en el fondo tan poco ciertos como éstos
en lo que a su verdad se refiere. Si se trata de la de
mostrabilidad de su verdad, están tan corroborados y
confirmados como sus presupuestos generales, sólo que
en mayor medida.
Cuando tienen que contrastarse enunciados especia
les se hace del mismo modo que en el caso de enuncia
dos generales: se deducen de ellos consecuencias que se
contrastan por comparación con proposiciones básicas
aceptadas. Tampoco es aquí posible una contrastación
de todas estas consecuencias y, por tanto, tampoco es
posible la verificación completa para los enunciados
especiales **.
Al ser contrastabas los enunciados en distinta me
dida, pueden confirmarse también mejor o peor. El
grado de confirmación crece con el número de las con
firmaciones, pero no depende tanto del número de los
casos en los que se confirman como del rigor de la
contrastación. El grado de confirmación depende así
también, pero no sólo, del grado de contrastabilidad.
Camap ha desarrollado las condiciones y tipos de la
confirmación de modo preciso y sistemático 3. Distingue
la contrastabilidad de un enunciado de su aptitud para
la confirmación. Un enunciado es apto para la con
firmación si pueden indicarse las circunstancias bajo
las cuales el enunciado es verdadero. Un enunciado
* Cfr. Camap, Testability..., vol. III, p. 425. Asi también Lewis,
«Experience and Meaning» (Philos. Review, vol. 43, 1934, p. 137,
nota 12) y Nagel, «Verifiability, Truth and Verification» (Journ.
of Phiiosophy, vol. 31, 1934, p. 144 s.).
* En «Testability and Meaning», vol. III, p. 431 s.
161
puede ser confirmado con ayuda de otros al ser redu
cido a éstos, sea directa o mediatamente, de modo
completo o incompleto. Un enunciado empírico es apto
en general para la confirmación si su confirmación
puede reducirse a la confirmación de un predicado
observable. Una proposición molecular (compuesta de
proposiciones simples), que no tenga más que predica
dos capaces de confirmación, puede ser confirmada tan
to respecto de su afirmación como de su negación; es
capaz de una confirmación de doble sentido. Lo mismo
sucede con una proposición compuesta de predicados
capaces de confirmación con ayuda de conectivas pro-
posicionales (y, o...) y operadores totales o existen-
ciales.
Que se puedan indicar las circunstancias bajo las
cuales un enunciado es verdadero no quiere decir to
davía que puedan comprobarse también estas circuns
tancias, esto es, que pueda contrastarse efectivamente
el enunciado y decidir sobre su validez. Un enunciado
puede ser capaz de confirmación sin ser decidióle de
hecho. Para que haya un método de contrastación hay
que poder indicar, en primer lugar, la condición de
contrastación, esto es, una situación experimental de
terminada, y, en segundo lugar, la condición de verdad,
esto es, un posible resultado experimental de ella. Pero
esto no basta. Tiene también que poderse realizar la
condición de contrastación. Y hay que poder contras
tar a su vez el cumplimiento de la condición de verdad
misma. Por tanto, ésta tiene o que estar determinada
por un predicado observable o que ser definida me
diante él, pues sobre un predicado observable puede
decidirse sin indicación de un método de contrasta
ción, y, en caso contrario, hay que indicar un método
de contrastación.
Ahora puede determinarse, de acuerdo con esto, en
qué medida pueden cumplirse estas condiciones por
cada uno de los géneros de enunciados según su esen
cia. Las proposiciones para las que estas condiciones
162
se indican mediante proposiciones de forma atómica
o molecular pueden confirmarse completamente —lo
que no es lo mismo que verificarse completamente—
y pueden contrastarse completamente. Por el contra
rio, las proposiciones para las que las condiciones de
contrastación están indicadas mediante proposiciones
con operadores totales o existenciales sólo pueden con
trastarse y confirmarse incompletamente. Cuanto ma
yor es el número de operadores en una proposición,
tanto más incompletamente se la puede confirmar. Sólo
las proposiciones existenciales afirmativas y las propo
siciones totales negativas de la forma más sencilla pue
den contrastarse completamente. Por esto Wittgenstein
y sus seguidores quisieron admitir solamente proposi
ciones moleculares y excluyeron las proposiciones ge
nerales ilimitadas. Y también por esto formuló Popper
el principio de la falsabilidad, ya que la negación de
una proposición general, y sólo ella, puede confirmarse
completamente. Pero la falsabilidad unilateral se limi
ta así a un lenguaje cuyas proposiciones no superen
la forma de proposiciones totales con predicados mo-
nádicos; pero no vale para lenguajes más ricos, que
contengan también proposiciones existenciales y tota
les con predicados poliádicos.
Ahora puede verse también claramente de qué modo
pueden formularse los principios fundamentales que
originan el empirismo. No consisten en verdades, ni
en constataciones de hecho relativas a «los» funda
mentos o condiciones «del» conocimiento de la reali
dad, sino en exigencias respecto a la capacidad de
confirmación y la contrastabilidad de los enuncia
dos; se trata de la construcción de un lenguaje. La
exigencia fundamental del empirismo es la de que to
das las proposiciones sintéticas y los predicados des
criptivos tienen que hallarse en una conexión deter
minada con lo observable. Esta conexión puede enten
derse de un modo más o menos estricto, más riguroso
o más liberal. La concepción más estricta, la exigencia
163
más rigurosa y que va más lejos, es la de exigir con-
trastabilidad completa para toda proposición sintética.
Para todo predicado descriptivo tiene que ser cono
cido y ser realizable un método de contrastación que
permita saber si la propiedad o relación expresada en
él corresponde o no a una posición espacio-temporal.
Esto sólo puede cumplirse si se admiten exclusivamen
te proposiciones moleculares, como hacía Wittgenstein.
La exigencia mínima, la concepción más liberal, exige
meramente que toda proposición sintética tiene que ser
confirmable, aunque sea sóló de modo incompleto. En
tre ellas hay todavía diversas gradaciones de la exigen
cia, relativas a las diferencias de contrastabilidad y ca
pacidad de confirmación y, dentro a su vez de cada
una de éstas, respecto a la manera más o menos com
pleta de realizarse.
Si al empirismo le interesa únicamente deslindar el
conocimiento científico de la metafísica trascendente,
basta entonces plenamente con la exigencia más libe
ral. Las proposiciones metafísicas no pueden ser con
firmadas de este modo, ni siquiera incompletamente,
si bien con ello queda claro al mismo tiempo que no
está excluida la construcción de un lenguaje para la
metafísica. Pero éste sólo puede ser un lenguaje que
renuncie a la relación con lo observable y con ello a
la contrastación y a la confirmación en el sentido de la
ciencia. Debe formular para ello otros criterios de va
lidez. La metafísica, si no quiere obrar irracional, in
tuitiva y dogmáticamente, sino que quiere proceder
todavía de un modo racional y lógico, tiene que estable
cer así sus fundamentos.
Ahora bien, ¿cómo se comporta la confirmación res
pecto de la verdad? La verdad es algo distinto de la
confirmación. La diferencia entre ambas calificaciones
la ha formulado Popper claramente'*: la verdad y la
falsedad son intemporales; la confirmación, por el con-
164
trario, es válida únicamente hasta un momento deter
minado; tomada rigurosamente, tiene que ser comple
tada siempre con un índice temporal. De un enunciado
empírico np puede afirmarse definitivamente y de una
vez por todas que es verdadero, sino sólo que hasta
ahora se ha confirmado. La confirmación es un modo
de validez de variación gradual, que sólo le correspon
de a un enunciado temporal y nunca definitivamente,
siendo siempre relativa. Un enunciado no está confir
mado sin más, sino que se halla sólo confirmado res
pecto de un conjunto determinado de proposiciones
básicas aceptadas. La confirmación es también intem
poral en la medida en que representa una relación ló
gica entre una teoría y sus proposiciones básicas, pero
la suma de estas proposiciones básicas no es constan
te, modificándose con el tiempo. La relación lógica no
se da siempre, por tanto, entre tas mismas proposi
ciones, dentro de uno y el mismo sistema proposicio
nal. Esta es la razón de que no se pueda identificar
verdad con confirmación, como hace el pragmatismo.
Pero éste tiene razón al sostener que de una teoría em
pírica, y en general de un enunciado empírico, no puede
afirmarse más que su confirmación relativa en un gra
do mayor o menor, pero nunca su verdad absoluta.
Por esto quería Popper, como ya antes Neuraths, re
nunciar al uso de «verdadero» y «falso» y sustituirles
por la «confirmación». Confirmación significa para él
una calificación autónoma, propia de los enunciados
empíricos, completamente independiente del concepto
de verdad. Confirmación no significa entonces el grado
de probabilidad de que un enunciado sea verdadero.
Pero si se distinguen verdad y. conocimiento de la ver
dad, tal como ha hecho Camap recientemente®, la•
165
confirmación se refiere al conocimiento de la verdad.
No sabemos con seguridad si un enunciado empírico
es verdadero, pero tenemos una medida de la proba
bilidad de su verdad en cómo se confirma.
Si bien la colocación de la confirmación en el lugar
de la verdad no la realizó el Círculo de Viena por pri
mera vez —el pragmatismo había puesto de relieve
este punto de vista ya mucho antes—, sin embargo en
él se investigó lo esencial de esta calificación con una
profundidad y una integridad tales que constituye un
resultado completamente nuevo.
4. P robabilidad
166
ciados expresa entonces la frecuencia relativa de la
verdad de un enunciado frente a su falsedad en los
casos concretos de su contrastación. La frecuencia de
verdad puede fijarse asf numéricamente en un que*
brado.
Popper ha sometido esta concepción a una crítica
detallada*. Ante todo, resulta oscuro mediante qué
enunciados ha de ser construida la serie dentro de la
cual han de determinarse la frecuencia de verdad y,
con ella, la probabilidad. Si los miembros de esta serie
los constituyen las diversas proposiciones básicas que
están de acuerdo con una hipótesis o que la contra
dicen, la probabilidad de una hipótesis seria siem
pre 1/2, aun cuando la contradijesen la mitad de las
proposiciones básicas por término medio. Pero si la
serie la constituyen las proposiciones básicas negativas
derivables de una hipótesis, es decir, proposiciones bá
sicas que la contradicen, y se determina entre ellas la
relación de las no falsadas con las falsadas y, con ello,
la frecuencia de la falsedad en lugar de determinar la
frecuencia de la verdad, se obtiene la probabilidad 1, in
cluso con un gran número de falsacionps, pues pueden
deducirse infinitas proposiciones básicas negativas de
la forma «no hay...», pero sólo un número finito de ellas
falsa (produce la falsación). Y no hay otro camino dis
ponible, si se define la probabilidad como la relación
entre enunciados verdaderos y falsos en una serie. Por
esta razón se hace imposible determinar con precisión,
mediante la aplicación del cálculo de probabilidades, la
«probabilidad» de los enunciados, que ha de designar
la medida de su confirmación. Por tanto, hay que dis
tinguir la probabilidad gnaseoíógica de la matemá
tica 4.
* Loe. cit., p. 188 s. (Vers. esp., p. 237 s.).
* Carnap intenta desarrollar ahora de modo formal la pro
babilidad gnoseológica análogamente a la probabilidad matemá
tica, pero con completa independencia de su teoria de la frecuen
cia. «On Inductive Logic» (Philosophy of Science, vol. 12, 1945,
167
b) Cálculo de probabilidades
168
sión de probabilidad, un «colectivo», mediante dos exi
gencias: por su irregularidad o aleatoriedad y porque
lo frecuencia relativa tiende siempre a un límite en
todas sus secciones, y lo hace tanto más cuanto ma
dores sean las secciones.
Feigl 2 y Waismann * hicieron notar frente a esto que
la convergencia hacia un límite significa una regula
ridad, a saber, que desde un lugar determinado de una
serie en adelante las desviaciones de la frecuencia re
lativa media tienen que permanecer por debajo de una
magnitud elegida que sea arbitrariamente pequeña.
Convergencia e irregularidad se hallan, pues, en con
tradicción. La convergencia hacia un límite sólo puede
afirmarse de una sucesión establecida por una ley de
formación —pues el límite es una propiedad de la ley
de formación— y, en consecuencia, no puede afirmarse
de una serie que, debido a la condición de irregulari
dad, no puede tener ninguna regla de formación *. Feigl
discutió además la dificultad fundamental que consti
tuye el afirmar la convergencia en una serie estadística.
Pues todo complejo, por muy divergente que sea, tiene
una probabilidad calculable, si bien muy pequeña, y
podría presentarse con la frecuencia correspondiente.
Como consecuencia, siempre podría suponerse una con
vergencia, incluso para secciones que difieran amplia
mente de la frecuencia calculada, ya que podría con
cebirse la divergencia como una sección rara, de pro
babilidad muy pequeña, que se compensarla en el res
to de la sucesión. Waismann señaló todavía otra ob
jeción fundamental contra la teoría frecuencial de la
probabilidad. El cálculo de probabilidades trabaja con
sucesiones infinitas, pero las series estadísticas sólo son
finitas. Por tanto, no es lícita la identificación de una
* «Wahrscheinlichkeit und Erfahrung» (Erkenntnis, vol. I,
p. 249 s.).
* «Logische Analyse des Wahrscheinlichkeitsbegriffs» {.Erkennt
nis. vol. I, p. 228 s.).
* Así Popper, loe. cit., p. 115, 116, 101. (Vers. esp., p. 137 s.)
169
frecuencia relativa con un límite y la probabilidad esta
dística no puede definirse como límite de una frecuen
cia1relativa.
Frente a la teoría frecuencia! de la probabilidad,
Waismann {loe. cit.), siguiendo a Wittgenstein, propor
cionó una fundamentación lógica rigurosa a la concep
ción de la probabilidad desarrollada por Bolzano,
v. Kries y recientemente por Keynes, como perfeccio
namiento de la teoría combinatoria clásica de la pro
babilidad. El concepto clásico de la probabilidad se
define como el cociente de los casos favorables sobre
los igualmente posibles. Se necesita precisar primera
mente lo que se entiende por posibilidad objetiva.
Tomada rigurosamente y entendida adecuadamente, a
un acontecimiento no le corresponde probabilidad al
guna, pues sobre la realización de un acontecimiento no
hay ninguna inseguridad; está unívocamente determina
do si sucede o no. La probabilidad corresponde propia
mente al enunciado en el que se ha de predecir, en vir
tud de otros enunciados, la realización de un aconteci
miento. La probabilidad expresa con ello una relación
lógica entre enunciados. A diferencia de la deducibilidad
univoca de un enunciado partiendo de otros, a diferen
cia de su posibilidad de inferencia rigurosa, esta rela
ción sólo está determinada parcialmente y no comple
tamente, y la magnitud de la determinación origina la
gradación de la probabilidad.
Generalmente, un enunciado no está determinado tan
individualmente que establezca un único hecho. El es
tado de cosas por el que es verificado puede variar den
tro de ciertos límites. Al enunciado «NN habita en
Viena» le corresponde una pluralidad de estados de
cosas posibles: puede habitar en este o en aquel barrio,
casa o piso. Un enunciado designa generalmente sólo
un ámbito de hechos aislados, un campo. En el caso
de dos enunciados (o de varios) estos campos pueden
excluirse o uno puede incluir al otro o pueden inter
secarse. Si se introduce una medida de la magnitud
170
de los campos mediante una estipulación adecuada
mente establecida, estas relaciones de los campos pue
den determinarse cuantitativamente, numéricamente: la
exclusión por O, la inclusión por 1 y la intersección por
un quebrado. La magnitud del campo común en rela
ción a la magnitud del campo de uno de los enunciados
es la probabilidad que el último enunciado da al otro.
Si en vez de este último enunciado se tienen en cuenta
todos los enunciados verdaderos conocidos, se obtiene
la probabilidad que todo el saber actual da a un enun
ciado. Cuanto mayor sea el campo común, tanto mayor
es la probabilidad. Partiendo de esta base «pueden des
arrollarse de modo puramente formal y sin adición ul
terior todas las proposiciones del cálculo de probabi
lidades» (p. 239).
Esta determinación de la probabilidad responde a la
circunstancia de que la probabilidad sólo se aplica cuan
do las condiciones de un acontecimiento son conocidas
parcialmente y no en detalle, o se consideran de tal
modo que no bastan para un enunciado completo, es
decir, determinado individualmente. La inseguridad
gradual respecto a la verdad de tal enunciado se expre
sa en la probabilidad. A pesar de todo, la probabilidad
no es meramente subjetiva, porque con ella se deter
mina la relación lógica entre los enunciados. Partiendo
de las condiciones, conocidas parcialmente, de una clase
de enunciados puede calcularse una probabilidad deter
minada en virtud de una métrica para la magnitud de
los campos y deducir de aquí relaciones de frecuencia
como predicciones para las series estadísticas. Esto
constituye una gran ventaja sobre la teoría frecuen
cia! de la probabilidad, que tiene que tomar como base
las series estadísticas sencillamente como dadas. En
cierto sentido, pues, la teoría de la frecuencia está
incluida en la teoría del campo, con la cual, sin em
bargo, se evitan las dificultades de la teoría de la fre
cuencia. Si la experiencia confirma la predicción pro-
babilitaria, esto quiere decir que los acontecimientos
171
están determinados únicamente por las condiciones que
se han puesto como base al principio del cálculo de
probabilidades y que son independientes de circunstan
cias ulteriores y no conocidas. Pero si la experiencia
no confirma la predicción probabilitaria, entonces bus
camos una explicación mediante una dependencia ulte
rior. La probabilidad está asi relacionada con la depen
dencia, esto es, con la ley y el azar. Esta fundamen-
tación de la probabilidad encontró la adhesión de
Cam ap5. y Schlick •.
Frente a esto, Popper mantiene la teoría frecuencial
de la probabilidad, teniendo en cuenta las objeciones
contra ella y dándole una forma perfeccionada. Esto
se realiza mediante la idea original de sustituir la exi
gencia de la irregularidad, que como tal es necesaria,
por una exigencia puramente matemática, a saber, la
de que la frecuencia relativa de una sucesión ha de
conservarse para toda selección arbitraria de miembros
según •determinados predecesores. En lugar de poner
como base sucesiones estadísticas irregulares, constru
ye así sucesiones matemáticas que tienen la forma dé
las azarosas, sucesiones que reproducen el carácter de
irregularidad de las sucesiones azarosas mediante suce
siones matemáticas determinadas por una regla. Una
sucesión de características es de tipo azaroso cuando
los límites de frecuencia de sus características funda
mentales son insensibles a las selecciones según grupos
cualesquiera de n predecesores. La irregularidad se sus
tituye así por una hipótesis frecuencial. Consigue con
ello un fundamento puramente matemático.
Puesto que las sucesiones azarosas empíricas son fi
nitas, hay que renunciar en su imitación matemática
a un límite de la frecuencia relativa, ya que tal límite
no se da más que en sucesiones infinitas. Popper intro
duce por ello en su lugar el concepto de un punto de*•
172
acumulación de las frecuencias relativas de una suce
sión. Con ello quiere decirse que para toda sección de
una sucesión hay siempre secciones cuya frecuencia
relativa difiere arbitrariamente poco de una frecuencia
determinada, que constituye el punto de acumulación.
Si una sucesión sólo tiene uno de tales puntos de acu
mulación y no varios, una única frecuenia media que
es también la frecuencia media de toda selección de
miembros, entonces este punto sustituye al límite de
la frecuencia relativa7. Esta frecuencia media única
representa la «probabilidad» de la distribución de las
características. Con lo cual, las sucesiones de tipo aza
roso se comportan como las de forma convergente.
Popper ofrece entonces la prueba de que el teorema
de Bernoulli es independiente de la existencia de un lí
mite y sólo presupone la insensibilidad de la frecuencia
relativa frente a toda selección. Esta demostración se
realiza deduciéndole únicamente de esta suposición, in
cluso para sucesiones de tipo azaroso sin límite de fre
cuencia. El teorema de Bernoulli reza en la interpreta
ción de la probabilidad como frecuencia relativa: la fre
cuencia relativa de la distribución de las características
en secciones finitas suficientemente largas de una suce
sión de tipo azaroso difiere de la frecuencia media de
toda la sucesión arbitrariamente poco conforme aumen
ta su número, haciéndolo mucho más ampliamente, por
el contrario, en secciones cortas. Cuanto más pequeñas
son las secciones, tanto mayores son sus desviaciones
de la frecuencia media; cuanto mayores son aquéllas,
tanto menores son éstas, tanto más se comportan de
forma convergente. Pero esto no es otra cosa que la
ley de los grandes números, con lo que ésta resulta
ser una transformación tautológica del teorema de
Bernoulli y una consecuencia lógica de la propiedad de
una serie de casos de mostrar una frecuencia media
que no se altera mediante selecciones de tipo determi-
173
nado. Se soluciona así la paradoja de que a pesar de la
«irregularidad» de tales series se produzca una «regu
laridad» en grandes números, pues de aquella propie
dad de ordenación resulta de un modo puramente ló
gico que una serie de este tipo está todavía desordena
da en ámbitos pequeños, pudiendo manifestarse un
orden, en el sentido de una convergencia, sólo en los
grandes.
La teoría subjetiva del cálculo de probabilidades no
puede interpretar el teorema de Bernoulli como enun
ciado de frecuencia en el sentido de la ley de los
grandes números y, por tanto, no está en condiciones
de explicar la aplicabilidad del cálculo de probabilida
des a las sucesiones estadísticas, el éxito de los pro
nósticos probabilitarios. Por el contrario, la teoría de
la probabilidad por la frecuencia relativa, que era la
existente hasta entonces, postulaba ya una regularidad
a gran escala mediante la introducción de un límite.
Popper dedujo la ley de los grandes números como una
proposición matemática. Pero está relacionada con una
condición de las series estadísticas empíricas. La ley
de los grandes números describe el estado empírico de
cosas siguiente: hay series de acontecimientos que en
pequeño están desordenadas y en grande son casi con
vergentes. Pero ahora, cuando el carácter azaroso de
una sucesión, incluso de una sucesión estadística, pue
de ser expresado por una condición matemática de la
misma —insensibilidad frente a la selección—, se le
puede deducir lógicamente de aquí y, por tanto, vale
también necesariamente para tales series empíricas. El
cálculo de probabilidades, junto con la ley de los gran
des números, es entonces una teoría matemática de un
ámbito empírico; y también a la inversa: si se han
constituido sucesiones matemáticas de carácter azaro
so, hay series estadísticas empíricas que corresponden
a ellas y, por tanto, realizan también la ley de los
grandes números. Las series matemáticas y la ley de
174
los grandes números, en cuanto es matemática, en
cuentran así aplicación empírica.
Los enunciados sobre la probabilidad matemática no
pueden ser verificados ni falsados en su aplicación
empírica, esto es, ni ellos ni sus negaciones pueden con
firmarse de modo completo. No pueden verificarse por
que los enunciados del cálculo de probabilidades con
ciernen a series infinitas, mientras que las series em
píricamente dadas son siempre finitas. Incluso cuando
una de estas series haya respondido bien a un enuncia
do probabilitario matemático, sigue siendo completa
mente incierto e indeterminado si esto seguirá siendo
válido de su continuación. Se produce el mismo impe
dimento de la confirmación a causa de lo descono
cido que en el caso de los enunciados generales ilimi
tados. Pero, por esta misma razón, una serie empírica
no puede contradecir tampoco a un enunciado proba
bilitario matemático. Las desviaciones de una probabi
lidad calculada pertenecen al carácter de una sucesión
probabilitaria. Sólo hay que suponer que se compen
sarán en el transcurso ulterior. Por tanto, los enuncia
dos probabilitarios son indecidibles teóricamente. No
pueden confirmarse empíricamente en modo alguno
(loe. cit., p. 194). Pero entonces carecerían de signifi
cado para la experiencia. Popper confiesa (p. 133) que
por esta razón tendrían que considerarse «propiamente
como 'no significativos empíricamente' o como 'caren
tes de contenido empírico’», si bien no como carentes
de contenido lógico; «sin embargo, contra tal concep
ción habla... el gran éxito predictivo que obtiene la
física con proposiciones probabilitarias hipotéticas»8.
Aquí se las supone, pues, como confirmadas práctica
mente o como refutadas por inútiles.
Esto se comprende por la forma lógica de los enun
ciados probabilitarios y por su relación con las propo
siciones básicas. De premisas probabilitarias pueden*
175
deducirse conclusiones, o sea, enunciados existenciales
relativos a los miembros y secciones de una serie, por
ejemplo, el de que hay secciones que difieren arbitra
riamente poco de la frecuencia media. Estas proposi
ciones existenciales son generales: «vuelve a haber
siempre miembros de tal y tal tipo; son hipótesis exis
tenciales y, por tanto, no son verificables ni falsables».
Pero los enunciados existenciales singulares obtenidos
de ellas pueden verificarse. Según que esto suceda con
muchas o pocas o ninguna de estas conclusiones de
«hay», el enunciado probabilitario se confirma más o
menos bien o de ningún modo.
Pero esto no es suficiente. Los enunciados probabi-
lítanos no deben utilizarse ilimitadamente, pues todo
tipo de regularidad podría considerarse como una sec
ción rara de una serie azarosa. Precisamente por esto
no son refutables los enunciados probabilitarios. La uti
lización de las hipótesis probabilitarias ha de limitarse,
pues, mediante una regla metodológica. Esta regla prohi-
be considerar predecibles o reproducibles en una serie
azarosa las secciones que más ampliamente divergen
de la frecuencia media * en una dirección determinada,
pues tales secciones no pueden mostrarse como prede
cibles y reproducibles, precisamente por su improba
bilidad y rareza. Para la confirmación de una premisa
probabilitaria no es suficiente una concordancia mejor
o peor con las proposiciones básicas, sino que se re
quiere la concordancia óptima dentro de la precisión
alcanzable en las mediciones. Las hipótesis probabili
tarias pueden ser utilizadas de este modo como las otras
hipótesis.*
177
nectadas unas junto a otras. Tienen que constituir una
ciencia unificada con un sistema conceptual común
(un lenguaje común), sistema en el cual los sistemas
conceptuales de las ciencias particulares sean sólo miem
bros, lenguaje en el cual sus lenguajes particulares sean
únicamente lenguajes parciales2.
£1 lenguaje unificado de la ciencia tiene que cumplir
dos exigencias. Tiene que ser: primero, intersubjetivo,
lo que en el aspecto formal quiere decir: tiene que ser
un sistema común de signos y reglas, y en el aspecto
semántico: tiene que designar lo mismo para cada per
sona. Segundo, universal, es decir, toda proposición de
cualquier lenguaje tiene que poder ser traducida a él,
tiene que ser un sistema conceptual en el que pueda
expresarse cualquier hecho. Neurath y Camap conside
raron en primer lugar a la física como tal lenguaje,
como tal sistema conceptual, por lo que esta teoría re
cibió el nombre de «fisicalismo».
Los enunciados de la física describen cuantitativa
mente el estado de una posición espacio-temporal, pero
pueden incluirse también determinaciones cualitativas,
como las que se dan a las cosas del mundo perceptivo,
si se las puede coordinar a estados o procesos físicos.
Por esto Camap ha modificado esta tesis de la unifica
ción * en el sentido de que en ella no se trata del sistema
conceptual de la física, sino de propiedades y relaciones
observables de cosas. El nombre de «fisicalismo» se hace
con ello inexacto y debería ser sustituido por el de
2 Camap, «Die physikalische Sprache ais Universalsprpche der
Wissenschaft» (Erkenntnis, vol. II, p. 432 s.). Camap, «Psycholo-
gie Ln physikalischer Sprache» (Erkenntnis, vol. III, p. 107 s.).
Neurath, «Empirische Soziologie», 1931 {Schriften z. wissenschafti.
Weltauffasstmg, vol. V). Neurath, «Physicalism» {The Monist,
vol. 41, 1931). Neurath, «Physikalismus» (Scientia, V, 50, 1931).
Neurath, «Einheitswissenschaft und Psychologie», 1933 (Einheits-
wissenschaft, fascíc. 1). La Encyclopedia of Unified Science, Chica
go, 1938 s., tiene como misión realizar el punto de vista de la
ciencia unificada.
* «Testability and Meaning», vol. 3, p. 466 s.
178
«lenguaje del mundo corporal» o «lenguaje de cosas».
No es el lenguaje fisicalista cuantitativo el que consti
tuye el lenguaje unitario de la ciencia, sino el lenguaje
cualitativo de cosas. Esto quiere decir: todos los enun
ciados sobre hechos cualesquiera pueden traducirse a
enunciados sobre estados o procesos del mundo cor
poral. Las determinaciones de las cosas no pertenecen
exclusivamente a un ámbito sensorial determinado; las
oscilaciones de un diapasón no sólo pueden oirse, sino
también verse y tocarse. Las determinaciones de las
cosas son intersensoriales. Pero, a la inversa, determi
nadas cualidades sensoriales están coordinadas unívo
camente a determinados procesos corporales. A un tono
determinado le corresponden oscilaciones de una deter
minada frecuencia fundamental y determinadas frecuen
cias superiores con amplitudes determinadas. Por tanto,
las cualidades sensoriales pueden caracterizarse unívo
camente mediante relaciones de cuerpos y, en conse
cuencia, los enunciados sobre aquéllas pueden sustituir
se por enunciados sobre éstas. La constatación de las
relaciones de cuerpos no sólo es independiente de un
determinado ámbito sensorial, sino también de un su
jeto determinado. En el fondo, siempre es posible esta
blecer una concordancia entre diversas personas respec
to de estados y procesos del mundo corporal, precisa
mente porque el mundo corporal es intersubjetivo. Por
tanto, el lenguaje de cosas, la descripción mediante pro
piedades y relaciones observables, es también intersub
jetivo.
Mediante este lenguaje no sólo puede exponerse
el campo de la física, sino también todos los restantes
campos de las ciencias naturales. Si bien puede haber
leyes específicas de la biología, o sea, aunque no se pu
diesen reducir todas las leyes biológicas a leyes de la
física, sin embargo, los conceptos biológicos son reduci-
bles en última instancia a propiedades y relaciones ob
servables de cuerpos. Si esto no sucede con conceptos
como «dominante» o «entelequia» es porque a base de
179
estos conceptos no pueden deducirse consecuencias con
trastares. Pero también por ello tales conceptos no
son admisibles en modo alguno en la ciencia 4.
2. El fisicalismo
180
proposiciones fisicalistas, se trata siempre de procesos
físicos» (p. 451). La tesis fundamental se formula a con
tinuación con toda claridad234: «No ha de entenderse
el fisicalismo como si quisiese prescribir a la psicología
que trate sólo hechos expresables de modo'fisicalista.
Quiere decirse más bien: la psicología puede tratar lo
que quiera y formular sus proposiciones como quiera.
Estas proposiciones son, en todo caso, traducibles al
lenguaje ñsicalista». Pero hablar de una traducción de
los enunciados psicológicos a enunciados fisicalistas,
únicamente tiene sentido si son enunciados distintos.
Pero simultáneamente se abandona esta concepción
dualista por la conclusión «de que todas las proposicio
nes de la psicología hablan de procesos físicos (en el
cuerpo y especialmente en el sistema nervioso central
del sujeto en cuestión *). El único significado captable
científicamente en los enunciados sobre fenómenos
anímicos no puede consistir en otra cosa que en enun
ciados sobre estados corporales, pues sólo estos enun
ciados son intersubjetivos y contrastables. Si se inter
pretan los enunciados sobre lo anímico en un sentido
no físicalista, escapan por principio a la contrastación,
pues la vida psíquica no es accesible de modo general.
En consecuencia, los enunciados sobre lo psíquico se
excluyen expresamente del lenguaje de la ciencia. «Si se
habla en forma dualista —como es usual en filosofía
casi siempre— de 'contenidos de vivencias’ y de 'hechos
físicos' (... de lo psíquico y lo físico...), son inevitables
las contradicciones *». Las representaciones de las vi
vencias psíquicas de otro son únicamente representa
ciones accesorias superfluas. El contenido lógico de
los enunciados sobre lo psíquico consiste sólo en
181
enunciados sobre lo físico. «Fundamentalmente sólo hay
una especie de objetos, a saber, los procesos físicos9».
Todos los enunciados de las ciencias positivas no pue
den versar más que sobre lo corporal", pues sólo los
enunciados sobre ello son intersubjetivamente com
prensibles y contrastabas. En consecuencia, el lugar
de la psicología al uso debe ocuparlo un behaviorismo
radical, como la única forma científicamente posible de
la psicología. «La psicología es una rama de la física» T.
Las proposiciones sobre vivencias psíquicas carecen se
gún esto de significado científico, esto es, de contenido
teórico. Las representaciones de las vivencias psíqui
cas de otro son únicamente representaciones concomi
tantes superfluas 9. La suposición de que los hombres
tienen vivencias aparte de su comportamiento corporal
no puede expresarse fisicalistamente y, por tanto, tam
poco científicamente. Constituye una mera pseudopro-
posición. Es metafísica. De este modo, se devino desde
la tesis originaria a una mucho más radical.
Este fisicalismo radical causó generalmente extrañe-
za y chocó desde el principio con una fuerte resisten
cia. Pero en él se extraen con inexorable rigor lógico
consecuencias de la exigencia de la contrastabilidad,
que parecen inevitables. Este radicalismo sin trabas
vuelve a tener aquí el significado de plantear proble
mas legítimos e importantes.
Los enunciados sobre la vida psíquica ajena no pue
den contrastarse directamente, ya que los procesos psí
quicos ajenos no pueden percibirse directamente. Si
se afirma, como Scheler, que pueden leerse de modo
inmediato en el rostro de otro los procesos psíquicos4
182
como la cólera, la alegría, la confusión, «leer en el
rostro» quiere decir precisamente: poner como base de
la diagnosis psíquica la expresión del rostro, o sea, pro
cesos corporales. Tiene que haber siempre comunica
ciones lingüísticas o síntomas corporales expresivos o
el comportamiento general en una situación determi
nada o procesos fisiológicos en la percepción. Sin tales
indicios del mundo corporal, no es posible en modo
alguno una contrastación de los enunciados sobre fe
nómenos psíquicos, salvo que haya telepatía. Y esto es
válido no sólo para los estados psíquicos ajenos actua
les, sino también para los estados propios pasados.
Pero si todo enunciado sobre ellos tiene que estar
basado en enunciados sobre estados corporales, a todo
enunciado psicológico de este tipo le tiene que corres
ponder otro sobre el mundo corporal y partee posible
en consecuencia eliminar los enunciados psicológicos en
general y sustituirlos por los enunciados coordinados
del mundo corporal, pues, como consecuencia de esta
correspondencia, lo anímico puede ser caracterizado
mediante lo corporal coordinado. Con ello no queda
definido en su particularidad, sino únicamente ñjado
unívocamente según su extensión. Pero precisamente
por esto, los enunciados psicológicos y los «fisicalistas»
correspondientes son equivalentes, tienen el mismo
contenido teórico. No existe entonces diferencia algu
na teóricamente relevante, ni siquiera indicable teóri
camente, entre ellos. Los enunciados sobre lo «psíqui
co» no pueden consistir, pues, científicamente más que
en los enunciados sobre lo corporal, que son los úni
cos contrastabas. Con ello el fisicalismo radical es
behaviorismo radical. No hay enunciados sobre las vi
vencias psíquicas. Los enunciados «psicológicos» úni
camente tienen un significado contrastable como «fisi
calistas». La tesis radical del fisicalismo se hace así no
sólo comprensible, sino aparentemente inevitable.
Pero hay que darse cuenta ahora de lo que el fisi
calismo radical encierra consecuentemente dentro de sí
183
mismo. Los enunciados sobre la vida psíquica ajena, en
cuanto algo no-físico, son pseudoproposiciones carentes
de significado, ya que no son contrastables por prin
cipio. Esto tiene como consecuencia que también son
incomprensibles y carentes de significado desde el pun
to de vista intersubjetivo los enunciados mismos de
otro hombre sobre sus estados psíquicos, en la medida
en que por ellos se entienda algo distinto de estados
de su cuerpo. «Si la proposición ’A estaba enojado
ayer a mediodía' no tiene para mí ningún significado
porque... no puede ser comprobada por mí, no se con
vertirá tampoco en significativa por el hecho de que de
la boca de A provenga un fenómeno sonoro con la confi
guración de esta proposición»*. Son sólo actos de su
comportamiento corporal «verbal».
Pero, finalmente, tampoco los enunciados sobre las
vivencias propias pueden contener en el lenguaje cien
tífico intersubjetivo otra cosa que fenómenos corpora
les, si han de ser contrastables. «Ayer estaba irritado»
sólo quiere decir «mi cuerpo tenía ayer el estado físico
que se acostumbra a designar como 'irritación’» **. El
lenguaje de los protocolos de vivencias se convierte
con ello en un «lenguaje parcial del lenguaje fisicalis-
ta>". Esto tiene también como consecuencia que la
base del sistema de constitución, constituida por el psi-
quismo propio, se viene abajo. Los conceptos del mun
do de las cosas no pueden ser constituidos mediante la
reorganización de lo vivencialmente dado, sino que, a
la inversa, el sistema de constitución tiene que ser
construido sobre la base de conceptos «fisicalistas», de
conceptos de cosas propiamente. Con ello se realizó un
giro esencial en la fundamentación del conocimiento
empírico desde el inmanentismo de la conciencia al
materialismo.
184
La crítica de este fisicalismo no puede efectuarse,
como suele suceder **, partiendo de la hipótesis dua
lista de que hay vivencias psíquicas que son distintas
de los procesos del cuerpo respectivo. Hay que anali
zar la afirmación fisicalista de que los enunciados que
son psicológicos en este sentido no pueden formularse
en modo alguno científicamente, es decir, de manera
que sean contrastables.
Para hacer la crítica del fisicalismo radical hay que
contestar primero la pregunta fundamental: ¿cómo se
puede hablar entonces científicamente, de modo com
prensible intersubjetivamente, de las vivencias del psi-
quismo ajeno en general? ¿De qué modo puede cons
truirse en general científicamente el concepto de lo
psíquico como algo no corporal? Pues dado que el
psiquismo ajeno no puede constatarse directamente,
dado que no es inmediatamente accesible, no puede
captarse en modo alguno por sí mismo, sin sus sínto
mas corporales. Este es el argumento fundamental del
fisicalismo. No niega la existencia de vivencias psíqui
cas; pero afirma que de ellas no puede hablarse en
absoluto, puesto que son metafísica. Las proposiciones
sobre ellas carecen de significado, pues no son contras
tables por principio. Las vivencias psíquicas no pueden
comunicarse intersubjetivamente y, por tanto, no pue
den comprobarse. Si los enunciados psicológicos le ha
cen pensar a uno en vivencias psíquicas, esto sólo son
representaciones concomitantes que no pertenecen al
contenido teórico de los enunciados,f. En consecuen
cia, no puede indicarse de ninguna manera mediante
un enunciado objetivo en qué consiste la diferencia
entre un enunciado sobre lo psíquico en sentido usual
y un enunciado sobre los procesos corporales coordi
nados, qué es lo que aquél dice distinto de lo que dice
185
éste *\ Según el fisicalismo, el concepto de lo psíquico
en sentido específico no puede en absoluto formularse
científicamente.
Pero surge entonces en primer lugar la cuestión de
qué sucede con los conceptos del lenguaje de cosas,
del fisicalismo. En él hay que introducir conceptos pri
mitivos indefinibles. Estos conceptos primitivos no
pueden determinarse tampoco mediante la mostración
de aquello que aíslan mentalmente, pues lo que puede
ser mostrado no es intersubjetivo, como debe serlo lo
corporal; son los datos subjetivos de la percepción,
si no se es partidario del realismo ingenuo, que con
funde los cuerpos objetivos con los contenidos de per
cepción subjetivos. Pero es cierto que ahora no puede
afírmarse que los conceptos del mundo corporal sean
gnoseológicamente tan claros e incuestionables que sin
determinación ulterior se les pueda dar por supuestos
como fundamentos de la ciencia. Lo que ha de enten
derse por «cuerpo» ha sido reducido de las cualidades
secundarias a las primarias y de éstas a los números
concretos de las magnitudes físicas de estado, donde
se inserta la problemática gnoseológica, cosa que la
física conoce perfectamente: realidades extraconscien
tes como los electrones, etc., con su «complementarie-
dad» de partículas y ondas de materia o únicamente
conexiones regulares de lo perceptivamente dado **. Los
conceptos del lenguaje de cosas representan, pues, una
suposición completamente problemática y, por tanto,
difícilmente se les puede introducir asi sin más como
conceptos primitivos indefinidos.
Para constituir el concepto de lo psíquico en sentido
usual se necesita tomar como base únicamente lo que
a cada uno le resulta conocido por su experiencia pro
pia. Por su género cualitativo no es comunicable, pues
el contenido intersubjetivo de los enunciados consiste
186
en la «estructura», en las relaciones de ordenación en
que se hallan los contenidos cualitativos1*. Pero los
miembros subjetivos de estas relaciones intersubjeti
vas son indispensables e ineliminables. En los conteni
dos subjetivos de las vivencias están dados los hechos
en virtud de los cuales puede construirse el concepto
de lo psíquico como un concepto intersubjetivo com
prensible. Es el concepto de la especie general de lo
vivencialmente dado, la esencia de lo cromático, de lo
frío, de lo doloroso, de lo desagradable, etc. Estas cua
lidades se fijan intersubjetivamente mediante la carac
terización de su ordenación, si bien el contenido cua
litativo puede diferir individualmente. El concepto ge
neral de algo de especie semejante a aquello que cada
uno vive subjetivamente, de algo que llena cualitativa
mente las relaciones intersubjetivas, puede constituirse
así como un concepto intersubjetivo.
Hay que demostrar además la comunicabilidad de lo
psíquico. La comprensión de enunciados sobre el psi-
quismo ajeno se produce ya por el hecho de que lo
psíquico ajeno está fijado por su relación de ordena
ción (estructura), al estar diferenciado suficientemente
y determinado unívocamente por ella. Pero esta estruc
tura basta plenamente para producir una comprensión
intersubjetiva. Quien recibe una comunicación puede
llenar de contenido la estructura con elementos de su
propia experiencia y representarse de este modo los
procesos psíquicos ajenos según su tipo general. Se
sabe entonces lo que se quiere decir con ello: algo
del mismo tipo que el color vivido por uno mismo o
que el dolor vivido por uno mismo, si bien no de la
misma peculiaridad exactamente. Por tanto, los enun
ciados sobre fenómenos psíquicos son significativos sin
tener que interpretarlos como físicalistas.
Pero tal concepto de lo psíquico seria además inútil,
por ser superfluo, si para todo proceso psíquico hu-•
•• Véase anteriormente p. 51 s.
187
biese también procesos corporales que no sólo pudiese
suponerse que están coordinados, sino que se compro
base siempre que lo están. Pues entonces podría ha
blarse realmente de los procesos psíquicos, ya que am
bos enunciados son equivalentes; si uno es verdadero,
el otro también lo es.
Para la crítica ulterior del fisicalismo se trata de
saber, pues, si lo que normalmente se consideran como
vivencias psíquicas puede describirse íntegramente me
diante enunciados sobre hechos corporales y, en conse
cuencia, si puede sustituirse por ellos. Pero esto tro
pieza con dificultades de principio. Hay un gran con
junto de fenómenos psíquicos (en sentido usual), sobre
todo en los campos del pensamiento y la imaginación,
pero también en los de las impresiones sensoriales y
orgánicas, cuyos síntomas corporales de expresión son
extremadamente escasos y muy inseguros o completa
mente insuficientes para una determinación más de
tallada. Generalmente, el hecho de que alguien piensa
en algo determinado, o lo recuerda, o lo desea, o lo ve,
se expresa tan poco y con tan poca claridad en su
comportamiento que no se lo puede determinar me
diante ello ni siquiera aproximadamente y mucho me
nos claramente. Los procesos que se desarrollan en el
sistema nervioso central al hacerlo no los conocemos
en detalle. Los únicos fundamentos perceptivos para
ello son los enunciados de las personas que experi
mentan.
Para poder describir tales fenómenos psíquicos en
lenguaje fisicalista, Camap se ve obligado a designar
el estado corporal coordinado a ellos no de un modo
directo, sino mediante un rodeo consistente en servirse
de expresiones psíquicas. Le caracteriza como el estado
corporal que se da cuando alguien hace un enunciado
sobre una vivencia determinada, el cual, sin embargo,
ha de tomarse únicamente como un fenómeno mera
mente físico (voz, escritura). Por ejemplo, la descrip
ción ñsicalista de que alguien ve rojo viene dada por
188
el hecho de que el estado corporal del sujeto corres
pondiente se designa como «viendo rojo». Pero «viendo
rojo» no significa, utilizado de este modo, una sensa
ción, sino una clase de reacciones corporales (movi
mientos orales, gestos como el de señalar a un objeto
rojo) que se producen regularmente en virtud de estímu
los (preguntas como sonidos verbales, signos escritos).
La vivencia psíquica «ver rojo» ha de sustituirse en la
descripción mediante un estado corporal de «estar vien
do rojo» y este estado corporal se caracteriza por estar
ligado a una clase determinada de reacciones del su
jeto que ve ro jo 17.
Para poder caracterizar unívocamente «de modo fi
sicalista» un fenómeno psíquico determinado tendrían
que poder indicarse todas las reacciones que podrían
servir como distintivo del estado corporal correspon
diente, pues si esto no fuese posible habría que supo
ner que en una persona no pasa nada, cuando de hecho
sucede. Las reacciones mediante las cuales se hace de-
terminable el estado corporal «estar viendo rojo» pue
den ser movimientos orales o escritos del tipo más
diverso, o sea, enunciados que recen de modo diverso
en distintos lenguajes. Pero también pueden faltar ta
les reacciones. No es necesario que uno exteriorice toda
sensación. Los procesos fisiológicos que se producen
en el cerebro no son suficientemente conocidos. Las
reacciones mediante las cuales se haga determinable el
estado corporal «estar pensando la proposición p»
(«p» puede ser, por ejemplo, « 2 x 2 = 4») serán muy
escasas, si puede comprobarse alguna en general. Pero
incluso estas escasas reacciones serán completamente
inexpresivas. Serán características sólo del pensar en
algo en general, pero no permitirán conocer el conte
nido especial de la proposición. Una proposición psi
cológica no tiene el mismo contenido que una propo
sición fisicalista única, sino únicamente el mismo que
189
una conyunción de proposiciones fisicalistas. Pero esta
conyunción de- las reacciones corporales posibles no
puede fijarse de modo suficiente y completo ni me
diante una clase, definida por una propiedad o una
relación, ni por enumeración. Se construye sólo reco
giendo los síntomas corporales expresivos de una deter
minada clase de fenómenos psíquicos. Pero en modo
alguno puede decirse de antemano cuáles son todos los
estados corporales que pertenecen a ella, cosa que no es
posible por la imprevisible diversidad de su variación **.
Esto sólo puede concebirse unitariamente mediante una
coordinación con una especie de vivencias psíquicas.
Con lo cual no puede eliminarse lo psíquico en sentido
específico.
Esto es válido con especial claridad para el ámbito
de la comprensión de signos, cuya importancia es fun
damental. La comprensión de un significado, de una
significación, no está1* «determinada completamente
por la condición física de los estímulos que alcanzan
nuestros órganos sensoriales». Si se hace una señal
con banderas a un barco, los estímulos físicos (ópticos)
están dados allí del mismo modo para todas las per
sonas, pero la señal será comprendida por la dotación
del barco, o al menos por una parte de ella, mientras
que la mayor parte de los pasajeros no la comprenderá.
La comprensión no depende meramente de la condición
del estímulo, de los objetos como signos, sino también
de la preparación de los sujetos. Para comprender la
significación de un signo hay que haberla aprendido.
Es esta segunda condición subjetiva la que obliga a
Carnap a recurrir a la persona que comprende en su
intento de fiscalización de la comprensión. Un signo o
un comportamiento significativo es caracterizado por él
** Rougier ha argumentado de un modo semejante: «Le lan-
gage de la physique est-il universel et autonome?» (Erkennt-
rtis, vol. VII, 1937/38, p. 189 s.).
19 Como dice Carnap, «Psychologie in physikalischer Sprache»
(Erkenntnis. vol. III, p. 126).
190
como comprensible cuando un sujeto reacciona a él
con una proposición protocolaria correspondiente. Al
hacerlo, el sujeto ha de jugar únicamente el papel de
un detector orgánico; su vivencia comprensiva no en
tra en la caracterización, haciéndolo únicamente su
enunciación de la comprensión. Carnap cree permane
cer con ello al hacer la caracterización completamente
dentro del campo fisicalista, pues considera el enuncia
do como un fenómeno físico (voz o escritura).
Pero en cuanto tal no es suficiente. Este mismo enun
ciado tiene, a su vez, que ser comprendido, pues no se
pueden indicar todas las posibles combinaciones ora
les o escritas mediante las cuales puede expresarse
una comprensión determinada. Incluso si no son infi
nitas, son imprevisibles. Sólo podría eliminarse la vi
vencia de la comprensión si estuviésemos en condicio
nes, no sólo de definir fisiológicamente el aprendizaje
mediante la creación de reflejos condicionados, sino
también de caracterizar unívocamente del mismo modo
lo aprendido en concreto. Mientras esto no sea posible,
no puede transcribirse, caracterizarse ni definirse el
comprender de un modo puramente fisicalista. Mien
tras tanto, lo psíquico sigue siendo indispensable e in-
eliminable en cuanto fenómeno no fisicalista. El len
guaje fisicalista o lenguaje de cosas no sirve, pues,
para la representación de lo psíquico. Por tanto, se
conserva el dualismo originario de lo psíquico y lo
corporal y, con ello, también el de lenguaje de vivenr
cias y lenguaje de cosas.
Nos hallamos, por tanto, en la siguiente situación:
si se tiene por inconstituíble el concepto de lo psíquico
en sentido usual y se consideran imposibles los enun
ciados sobre ello, la ciencia tiene que renunciar a un
gran número de sus enunciados actuales y se suprimen
la mayor parte de las ciencias culturales.
Para poder incardinar acciones dadas en un contexto
causal o teleológico, tenemos que referirlas o a sus mo
tivos psíquicos o a sus fenómenos corporales paralelos.
191
Pero estos últimos no los conocemos ni con mucho de
modo suficiente para poder inferirlos de acciones da
das. Por el contrario, las relaciones psíquicas las cono
cemos mucho mejor. Por tanto, cuando se desconocen
los procesos corporales coordinados, no podemos pres
cindir de la motivación psíquica. Tales situaciones se
producen abundantemente en la investigación histórica
y en los procesos judiciales.
Pero ¿cómo pueden contrastarse intersubjetivamente
los enunciados sobre el psiquismo ajeno en este sen
tido, en los casos en los que no se dispone para ello de
ningún indicio corporal directo? Nos hallamos ante un
caso de este tipo, por ejemplo, cuando se discute ante
un tribunal si un homicidio ha sido el resultado de
un propósito de matar o constituye un homicidio no
intencionado. Si se ha ocultado la intención de matar,
no existen indicios corporales directos de ella (mani
festaciones del asesino). Para averiguar la intención se
tiene en cuenta sobre todo si la situación total puede
motivar una intención de asesinato. Puede deducirse
de acciones preparatorias. Pueden ser acciones que en
sí y por sí no indiquen en modo alguno una intención
de asesinar y sólo adquieran este significado en el con
texto total, como, por ejemplo, informaciones previas
sobre la presencia o ausencia de personas. O bien se
inñere que se trata de un mero homicidio por el hecho
de existir un profundo afecto entre los sujetos. Tales
razonamientos descansan, por una parte, en que las
acciones nacen de un conjunto de motivaciones, en que
son miembros de un contexto psíquico de fines y me
dios para su realización; por otra parte, se fundan en
regularidades exclusivas de la vida psíquica, de modo
que el gran afecto excluye la premeditación y un im
pulso violento lleva consigo las acciones. Por tanto, los
fundamentos para la constatación del psiquismo ajeno,
como, por ejemplo, de una intención, están dados por
relaciones regulares entre procesos corporales y psíqui
cos (acciones e intenciones) y entre procesos psíqui-
192
eos (afecto y premeditación). Estas regularidades se in
ducen de la experiencia propia y ajena y se utilizan
para la interpretación de la conducta ajena, habiendo
sido confirmadas una y otra vez. Los enunciados sobre
el psiquismo ajeno son contrastabas intersubjetiva
mente en virtud de estas regularidades, incluso cuan
do no hay ningún indicio corporal directo de él. Lo
que sólo indirectamente está relacionado con lo cor
poral perceptible mediante leyes psicológicas, que son
leyes probabilitarias meramente estadísticas, puede tam
bién ser justificado como hecho psicológico válido. Los
enunciados sobre el psiquismo ajeno son enunciados
científicos legítimos.
Por consiguiente, no puede mantenerse que el len
guaje ñsicalista o lenguaje de cosas pueda servir como
lenguaje universal de la ciencia unificada, pues los
estados y procesos psíquicos no pueden traducirse com
pletamente a él. El lenguaje de vivencias y el lenguaje
de cosas, el sistema conceptual de lo psíquico y el de
lo físico se mantienen autónomos uno al ladQ del otro.
La ciencia no puede prescindir de ninguno de ellosí0.
193
3. R ealidad
194
sólo lo dado es real, de que las cosas corporales sólo
son conceptos auxiliares para la ordenación de lo vi
vencialmente dado, que el mundo exterior sólo es una
construcción lógica. Esta opinión se defendió a veces
realmente por el positivismo y otras veces se le ha
imputado por una falsa interpretación. Puede vacilarse
acerca de si sucede lo uno o lo otro cuando J. St. Mili
caracteriza los cuerpos como «posibilidades permanen
tes de sensaciones». Por el hecho de que lo vivencial
mente dado se considere como el contenido de la
conciencia de un sujeto, se llega de la exclusiva rea
lidad de lo dado a la exclusiva realidad de lo cons
ciente; no hay nada fuera de la conciencia. Si al
hacerlo se supone que lo dado se distribuye en una
pluralidad de conciencias, se mantiene uno en el idea
lismo; pero si se limita lo dado a lo que me está
dado a mí mismo, se viene a parar al solipsismo. Pero,
en ambos casos, se halla uno ante doctrinas metafísicas,
pues se afirma con ello que fuera del mundo empírico
no existe nada más, que detrás no se halla ningún ser
trascendente. Pero esto es algo que no puede compro
barse y decidirse empíricamente, igual que la afirma
ción del realismo metafísico de que junto al mundo
empírico existe todavía otro distinto, absoluto; es se
cundario que éste sea cognoscible de un modo especial
o sea incognoscible.
Pero al contenido de la conciencia no le corresponde
ninguna posición excepcional respecto de la realidad
empírica. Lo esencial no es que lo dado sea una cosa
neutral, como en el caso de Mach y Avenarius, y que
tanto lo psíquico como lo físico se constituyan a par
tir de ello, sino que lo que importa es que un estado
de conciencia, un sentimiento, un dolor, sólo pueden ser
afirmados como objetivamente reales en el mismo sen
tido que un objeto físico. «Ser-real significa siempre
hallarse en una relación determinada con lo dado.»
{Loe. cit., p. 105). Pues sólo entonces puede contrastarse
y confirmarse un enunciado sobre la realidad.
195
La realidad objetiva no viene garantizada por una
vivencia única, sino sólo por conexiones regulares.
Cuando es dudoso si en mi cuerpo hay un lugar dolo
roso aquí o allí, en el apéndice o en el hígado, tienen
que encontrarse indicios de ello (palpando o por mé
todos semejantes). Y del mismo modo puede demos
trarse la realidad de los estados de conciencia ajenos.
En virtud de conexiones regulares entre procesos cor
porales y psíquicos puede probarse que es real —o tam
bién que no es real— que alguien tenga una vivencia
determinada, por ejemplo, que se alegra. Las manifes
taciones lingüísticas, las comunicaciones del otro, sín
tomas corporales expresivos, conocimiento del carác
ter del otro y de su situación instantánea establecen
una conexión entre estados corporales perceptibles y
estados psíquicos no perceptibles para mí, pero que, a
pesar de todo, han de aceptarse como reales en virtud
de esta conexión, si bien sólo de modo hipotético, como
todos los enunciados empíricos.
Y del mismo modo puede demostrarse la realidad de
objetos y procesos corporales no percibidos ni percep
tibles. Si se los conjetura en virtud de leyes naturales
unidas a estados de cosas dados en la percepción, si
son incardinables en el sistema espacio-temporal del
mundo exterior, entonces estas suposiciones son igual
mente válidas que los enunciados sobre cueipos y pro
cesos percibidos. «Estamos, pues, en posesión de crite
rios empíricos determinados para saber si las casas y
los árboles estaban ya ahí cuando no los veíamos y si
ya existían antes de nuestro nacimiento y existirán des
pués de nuestra muerte; es decir, la afirmación de que
aquellas cosas 'existen con independencia de nosotros’
tiene un significado completamente claro y comproba
ble y evidentemente ha de ser admitida. Podemos dis
tinguir perfectamente de una manera expresable estas
cosas de aquellas que existen sólo 'subjetivamente', ’de-
196
pendiendo de nosotros’»*. En este sentido no cabe
duda de la realidad de la cara de la luna siempre ocul
ta para nosotros * ni tampoco de que las estrellas conti
nuarían en sus órbitas incluso cuando toda conciencia
se extinguiese en el mundo *. Y del mismo modo se
demuestra la realidad de los átomos y campos eléctri
cos mediante las regularidades descubiertas por la fí
sica. «Positivismo lógico y realismo no son, por tanto,
antagónicos»*. «Por tanto, ha de rechazarse la formu
lación utilizada por algunos positivistas según la cual
los cuerpos 'sólo son complejos de sensaciones’»*. Es
este un reconocimiento claro e inequívoco del realismo
empírico. Pero con ello no debe afirmarse, ni tampoco
negarse, una realidad absoluta trascendente a la expe
riencia, pues tal realidad no puede ser discutida *.
Ser-real quiere decir en sentido empírico: estar in-
card inado en el sistema espacio-temporal de lo Ínter-
subjetivamente comprobable. No puede plantearse en
modo alguno la cuestión de si esto es sólo una cons
trucción ideal o le corresponde una realidad absoluta
subsistente por sí. Esta es la pregunta por su «idealidad
o realidad trascendental», una cuestión metafísica. Evi
dentemente, saber si lo que aceptamos como real es
«verdaderamente» real, si aquello que suponemos in
dependiente de nosotros y existente fuera de nuestra
conciencia, existe realmente por sí con independencia
o si a nuestras suposiciones no les corresponde en
modo alguno una realidad absoluta, «existente en sí»,
es colocarse en un punto de vista metafísico. Es una
197
pregunta que se sale* por completo de lo científica
mente cognoscible. No puede definirse lo que quieren
decir «realidad» y «absoluto* en este sentido, ya que
no puede indicarse ningún criterio para ello. Por esta
razón se caracterizaron tales proposiciones sobre la
existencia metafísica como carentes de significado*.
¿Cuándo hemos de poder decir que a la realidad em
pírica le corresponde una absoluta y cuándo no? Una
realidad que no exista actualmente en una vivencia no
podemos hacer más que pensarla, afirmarla, suponerla,
pero nada más. Formulamos la hipótesis de una reali
dad independiente de nuestra experiencia e indicamos
criterios para su contrastación en la medida en que
una afirmación de existencia implica determinados
enunciados perceptivos. Si se trata de la realidad empí
rica, por ejemplo, de si una cordillera de una región
desconocida es real o sólo legendaria, esto se decide con
segundad mediante la vista. Ahora bien, a la realidad
introducida idealmente fuera de nuestra conciencia no
le podemos contraponer además otra realidad que no
estuviese introducida igualmente de un modo ideal. Su
realidad tendría que alcanzarse de otra manera. ¿Cómo
se llegaría, pues, a tal realidad absoluta? Querer medir
nuestras suposiciones de realidad en una realidad ab
soluta de este tipo es un deseo absurdo. Respecto de
una realidad o idealidad absolutas no hay ninguna po
sibilidad de decisión. Por esto se caracterizó la pre
gunta por la realidad o idealidad del mundo exterior
como un pseudoproblema, pues sólo se la puede com
prender en este sentido metafísico, ya que una ideali
dad empírica del mundo exterior, esto es, una limitación
de lo real a lo consciente, a la conciencia actual, es
una afirmación que no puede mantenerse. La realidad
empírica es una hipótesis necesaria. Todas las tesis
históricas sobre la verdadera realidad: el idealismo
198
metafísico y el realismo metafísico, el fenomenalismo,
el solipsismo, y también el antiguo positivismo con su
limitación a la inmanencia de la conciencia, caen fuera
del campo del conocimiento empírico, pues quieren
contestar una pregunta imposible.
4. V alores
199
tivos, porque sólo ellos son verifícables. Todos los de
más enunciados: preguntas, exhortaciones, reglas, va
loraciones, carecen de significado, pero sólo en este
sentido: no tienen ningún contenido representativo, teó
rico. Por el contrarío, si el significado se defíne se
mánticamente, tales proposiciones son también signifi
cativas, pues mediante ellas se designan determinados
modos de comportamiento. En particular, a las desig
naciones valorativas les están coordinadas relaciones
de objetos (relaciones entre estados objetivos y acti
tudes), relaciones que pueden expresarse empírica
mente *.
Schlick emprendió una fundamentación de la éti
c a 4. Lo que la ética puede realizar científicamente es
únicamente una descripción y una ordenación sistemá
tica de las normas morales, y no el establecimiento de
normas. La ética puede justificar las normas inferiores
por las superiores, pero las normas supremas no las
puede justificar, pudiendo únicamente hacerlas constar
como fácticas. No hay criterios para los valores abso
lutos. Todos los valores son relativos a un sujeto. Por
otra parte, la ética puede explicar las normas mediante
condiciones extraéticas más generales; puede derivar
el comportamiento moral de las leyes naturales del
comportamiento en general.
Schlick considera como ley general de motivación
del comportamiento la ley hedonista, según la cual la
decisión de la voluntad se efectúa conforme al motivo
más placentero o al menos desagradable. «Bueno» en
sentido moral es un predicado que se refiere, a las
decisiones de la voluntad y expresa una aprobación
por la sociedad. Lo que una sociedad regula como mo
ral y por qué lo regula es cosa que viene determinada
• Véase V. Kraft, «Grundlagen einer wissenschaftl. Wertleh-
re». 1937 (Schriften z. wissenschaftl Weltauffassung, vol. XI).
(Segunda edición aumentada, Springer, Viena, 1951. N. del T.)
4 «Fragen der Ethik», 1930 (Schriften z. wissenschaftl Wet
tauffassung, vol. 4).
200
por las consecuencias placenteras y dolorosas que re
sultan para una sociedad de determinados modos de
comportamiento, o mejor: las que ella considera que
resultan. El individuo actúa moralmente porque lo que
le parece útil a la sociedad puede ser también placen
tero para él mismo. Este carácter placentero es provo
cado por sugestión en la educación y mediante el pre
mio y el castigo impartidos por la sociedad, en ambos
casos desde fuera. Pero un comportamiento realizado
en el sentido de las exigencias sociales puede tener tam
bién por s( mismo e inmediatamente un carácter pla
centero para el individuo. Igualmente puede proporcio
nar placer el presenciar una situación placentera y de
este modo se hace también valioso el comportamien
to altruista y no sólo el egoísta. Pero la colocación del
placer como fundamento del valor exige una explica
ción del hecho de que el dolor no tiene siempre como
consecuencia una valoración negativa, ya que el sacri
ficio se valora de un modo más alto que la felicidad.
Schlick lo explica porque el dolor es entonces o bien
una condición previa del placer o bien contiene ya en
sf mismo placer en cuanto estado complejo, pudiendo
ser placentera la fuerte excitación que se produce en él.
Schlick contrapone su ética de la bondad a la ética
de la obligación. Es una ética de la «buena persona»
que quiere por inclinación lo que la sociedad impone
como obligación. Es una meta muy lejana puesta a la
evolución. Por ahora, como demuestran el pasado y el
presente, sólo tiene significación práctica una ética de
la obligación.
He intentado explicar detalladamente en mi Wert-
tehre que el hedonismo es insuficiente para la expli
cación y justificación de los valores*. Sólo una parte
de. lo valioso descansa sobre el carácter placentero y
el desagradable. Junto a ellas hay todavía otras fuentes
201
no menos importantes de valor, sobre todo la aptitud
para la satisfacción de necesidades condicionadas bio
lógicamente, de una tendencia, de un deseo. Lo decisivo
aqui no es la representación del placer que se deri
vará de la satisfacción, sino el impulso inmediato y
su acabamiento por la satisfacción de la necesidad.
En mi Werílehre he investigado de modo general el
campo de los valores y los fundamentos para hacer
enunciados científicos sobre ellos y he intentado ex
plicarlos psicológicamente, por una parte, y lógico-teó
ricamente, por otra. Los conceptos valorativos tienen
un contenido descriptivo unido a su carácter propia
mente valorativo, salvo en pocas excepciones: los con
ceptos valorativos más generales, tales como «valioso»,
«excelente», etc.4. Es este contenido el que se indica
en la definición de un concepto valorativo; por ejem
plo, cuando se define «moralmente bueno» por la con
cordancia de la voluntad con una ley moral o por la
voluntad orientada hacia la felicidad de todos o por el
sentimiento de simpatía, y cuando se define «bello»
por la ordenación armónica de las partes en el todo.
Los juicios de valor tienen por ello un contenido obje
tivo, teórico. Por tanto, también los juicios de valor
—y lo mismo puede decirse de las normas— pueden
someterse a un análisis lógico y no sólo psicológico.
Gracias a este contenido objetivo, los juicios de valor
pueden hallarse en relaciones lógicas entre sí; mediante
las relaciones de clase de sus conceptos puede existir
entre ellos la relación de subsunción, se puede com
probar la incompatibilidad entre ellos, se pueden de
ducir lógicamente de los juicios de valor generales otros
más especiales T. Sobre esto descansan, por una parte,*
202
los sistemas de ética y de estética y, por otra, toda
crítica positiva. Pero los juicios de valor que pueden
deducirse de este modo son siempre condicionados.
Presuponen siempre otros juicios de valor más ge
nerales.
El específico carácter valorativo, aquello por lo que
lo bueno y lo bello definidos de tal y tal forma se ca
racterizan como «valiosos*, hace referencia a la actitud
para con el contenido objetivo definido. Puede ser una
actitud amistosa u hostil, de tendencia o de recusa
ción, de aprobación o de desaprobación. El carácter
valorativo fija tal actitud. Es algo no teórico: una se
ñal para el comportamiento práctico. De este modo la
designación del carácter valorativo es también signifi
cativa; se sabe cómo ha de emplearse.
El juicio valorativo lo constituye la atribución de un
carácter valorativo a un objeto o a una clase de objetos.
Los juicios valorativos son, pues, significativos en su
totalidad, no sólo en su contenido descriptivo'.
Pero un juicio valorativo no expresa meramente la
actitud personal del que juzga, sino que incluye tam
bién una exhortación a quien lo comprende para que
adopte una actitud igual, pues un juicio valorativo no
quiere ser meramente una confesión subjetiva, sino que
pretende uqa validez general.
Pero la exhortación para que se adopte la actitud ex
presada por el carácter valorativo no tiene por qué ser
obedecida. No hay ninguna instancia que haga necesario
en general su reconocimiento, tal como la verificación
hace necesario el reconocimiento de un enunciado des
criptivo, pues no hay valores absolutos ni imperativos
categóricos, sino sólo hipotéticos. Lo que se tiene por
tales son únicamente aquellos valores e imperativos que
se han hecho naturales en un círculo cultural. Sólo
suponiendo principios valorativos aceptados pueden de-*
203
ducirse juicios valorativos más especiales con validez
objetiva. En este sentido es válida toda crítica objeti
va; sólo así puede afirmarse una validez objetiva de los
juicios de valor: en cuanto deducidos y condicionados.
Sin supuesto alguno, en cuanto incondicionados y ab
solutos, los juicios de valor no pueden tener ninguna
pretensión de validez general, ya que ésta no puede
justificarse de ninguna manera.
5. F ilosofía
204
nis3 determinó Schlick de una nueva forma la tarea
de la filosofía, forma que se remonta a L. Wittgenstein.
La filosofía tiene que poner en claro el significado de
palabras y enunciados, mostrando y eliminando los que
carecen de significado. De acuerdo con esto, ella no
formula proposiciones propias, sino que explica pro
posiciones dadas. La filosofía no es un sistema de ver
dades y, por tanto, no constituye una ciencia peculiar,
sino «aquella actividad mediante la cual se fija o se
descubre el significado de los enunciados. La filosofía
explica las proposiciones, las ciencias las verifican. En
el caso de éstas se trata de la verdad de los enunciados,
pero erf’él de aquélla se trata de lo que los enunciados
quieren decir propiamente» *. Según esto, la filosofía no
es una ciencia con un campo propio, sino un método
que se aplica a las ciencias particulares allí donde hay
oscuridades. Nos hallamos así ante el resultado para
dójico de que partiendo de la aspiración hacia una so
lidez científica se niega la filosofía como ciencia.
Pero a través de los trabajos de Carnap se precisó
luego que la filosofía ha de ser «lógica de la ciencia»,
que investiga la sintaxis lógica del lenguaje científico.
Hay dos grandes campos distintos: el de los objetos,
sus propiedades y relaciones, y el de la representación
de los objetos, es decir, el del lenguaje y de la lógica.
El campo entero de los objetos corresponde a las cien
cias especiales, que le cultivan completamente. El cam
po de la filosofía es el de la representación de los
objetos; sus objetos son los conceptos, proposiciones
y teorías de la ciencia. Esta determinación de la filo
sofía la realizó Wittgenstein por primera vez.
En la Logische Syntax der Sprache, Carnap deter
minó el trabajo de la filosofía diciendo que es investi
gar la sintaxis lógica del lenguaje. Su contenido lo for-
* «Die Wende der Philosophie», Ges. Aufsatze. p. 31 s. (Re
cogido en El positivismo lógico, citado anteriormente.)
* «Die Wende der Philosophie» (Erkenntnis, vol. I, 1930/31,
p. 8; Ges. Aufsdtze, p. 36).
205
man en parte proposiciones inmediatas sobre esta sin
taxis y en parte proposiciones cuasi-sintácticas o pseu-
doproposiciones de objetos (ver anteriormente p. 88 s.).
Esto es lo que sucede frecuentemente en los problemas
de fundamentación de las ciencias especiales. Se pre
sentan como problemas relativos al mundo de los ob
jetos, pero su análisis muestra que se trata de cuestio
nes de lenguaje, de relaciones sintácticas. En vez de
comprenderlos como filosofía de la naturaleza, de lo
orgánico, del alma, de la historia, hay que hacerlo como
análisis lógicos de la ciencia natural, de la biología, de
la psicología y de las ciencias históricas. Los problemas
de fundamentación de la física, como, por ejemplo, la
cuestión acerca de la estructura del espacio y el tiem
po, los consideraba Caraap como cuestiones de la sin
taxis de las coordenadas del espacio y del tiempo. Los
problemas de fundamentación de la biología, concer
nientes sobre todo a la relación de la biología con la
física, son cuestiones acerca de la posibilidad de tra
ducción del lenguaje biológico al lenguaje de la física.
Los problemas de fundamentación de la psicología, por
ejemplo, el problema psicofísico, son igualmente los
problemas de la relación entre dos lenguajes parciales
del lenguaje científico general, el psicológico y el fisi-
calista, son los de saber «si cada dos proposiciones pa
ralelas de los mismos tienen el mismo contenido siem
pre o sólo en ciertos casos»4. También los problemas de
fundamentación de la matemática, formalismo o logi-
cismo, conciernen a la construcción de un sistema for
mal que se incorpore al lenguaje total de la ciencia.
Puesto que la sintaxis puede tratarse de un modo pu
ramente formal, sin referencia al significado y sólo res
pecto de las relaciones de las designaciones, las propo
siciones de la filosofía pueden tener carácter puramente
formal. En cambio, Schlick, como Wittgenstein, había
206
vinculado la filosofía al significado de las proposiciones
científicas.
Pero Carnap se ha apartado desde entonces de esta
concepción sintáctica de la filosofía, como ya se expli
có anteriormente (p. 92 s.). Si bien la filosofía es
análisis lógico del lenguaje de la ciencia, este análisis
no versa sobre su sintaxis, porque la lógica no es cosa
de la sintaxis, sino de la semántica. Por tanto, el análi
sis lógico no ha de separarse del contenido significa
tivo del lenguaje. Se abandona con ello su tratamiento
puramente formalista. La filosofía como análisis lógico
del lenguaje de la ciencia no se aleja ya de. la investi
gación gnoseológica de las ciencias. Abarca así todo
lo que se trata en la teoría no psicológica del conoci
miento y en los problemas de fundamentación de las
ciencias particulares. El Circulo de Viena se ocupó rei
teradamente de estos problemas; así de la fundamen
tación gnoseológica de la matemática, en el congreso
de Kónigsberg en 19305; de la relevancia biológica de
la física cuántica, en la conferencia previa de Praga
en 1934 •; del problema causal del concepto de tota
lidad*. Los problemas filosóficos tradicionales o pue
den formularse como cuestiones empíricas, que corres
ponden entonces a las ciencias especiales, o como cues
tiones de la representación, del lenguaje, del signifi
cado y también de la sintaxis, o son cuestiones meta
físicas, que se hallan fuera de todo tratamiento cien
tífico.
En la concepción de la filosofía que defendió el
Círculo de Viena no hay en absoluto ninguna innova-
207
ción revolucionaría. Kant redujo ya la filosofía a teoría
del conocimiento, en tanto deba ser conocimiento', y
el positivismo atribuyó todo conocimiento objetivo a
las ciencias especiales. Pero la concepción del Círculo
de Viena le supera al reunir todas las ciencias en la
ciencia unificada, pues con ello los problemas de una
concepción unitaria del mundo, que constituían un
problema capital de la filosofía anterior, se conservan
como problemas de un sistema unitario del conocimien
to científico, o sea, como científicamente legítimos. Y
en el Círculo de Viena encontró también su expresión
precisa el método de la teoría del conocimiento como
análisis lógico del lenguaje. Por eso una investigación
del conocimiento ha de realizarse en el lenguaje.
Aquello de lo que la filosofía se ha ocupado hasta
ahora se divide en tres tipos: en primer lugar, hay
cuestiones relativas a hechos empíricos, las cuales han
de contestarse por medio de las ciencias experimenta
les; en segundo lugar, hay cuestiones que conciernen
a la representación, al lenguaje, las cuales se solucio
nan en una explicación de conceptos y enunciados; y
en tercer lugar, hay cuestiones metafísicas. Estas no
pueden contestarse en modo alguno, no pueden formu
larse en el lenguaje de la ciencia, con conceptos cien
tíficos. Por tanto, no se pierde ninguno de los proble
mas significativos, científicamente legítimos de la filo
sofía.
Si ahora recapitulamos lo que produjo filosófica
mente el Círculo de Viena, se trata de resultados que
208
han hecho avanzar ampliamente a la teoría del cono
cimiento sobre la situación en que se encontraba. Se
explicó la esencia de la lógica y de la matemática, se
descubrió por primera vez la relación de la lógica con
el lenguaje, se analizaron y explicaron el método y los
fundamentos del conocimiento experimental tan dete
nidamente como no se había hecho nunca hasta ahora.
Es indiscutible que se mezclaron varias simplificacio
nes excesivas, más de una unilateralidad radical y que
todavía no han sido superadas. La labor del Círculo de
Viena no concluyó, sino que fue interrumpida. El mo
vimiento del neopositivismo, que él inauguró, continua
rá su trabajo. Pero ciertamente tampoco ha de discu
tirse que desarrolló puntos de vista nuevos y fecundos
y que sus resultados significan profundizaciones y ex
plicaciones valiosas. En una época en la que impera
ban en el ámbito alemán las tendencias metafísicas y
la construcción dogmática, él trató la filosofía de modo
científico. Realizó sus estudios con la claridad, pro
fundidad y solidez que exige la cientificidad, frente a
la vaguedad e inconsistencia usuales en las afirmacio
nes filosóficas, aunque hay que reconocer que a sus
estudios les afecta también la inevitable sobriedad de
la ciencia, sin que hablen al corazón ni satisfagan se
cretos deseos. Sin duda las fantásticas poesías concep
tuales son más interesantes para la generalidad de la
gente y la sabiduría vital de una personalidad eminente
es sin duda más importante humanamente. Pero son
subjetivas, controvertibles e indecidibles. Les falta la
generalidad. Son asunto de convicción personal, pero
no son conocimiento.
209
INDICE
Prólogo......................................................................................... 7
Primera parte: LA HISTORIA DEL CIRCULO DE VIENA. II
Segunda parte: LA LABOR DEL CIRCULO DE VIENA ... 23
A. EL LOGICISMO ... .............................................................. 27
I. LOGICA Y MATEMATICA ............................................. 27
II. EL ANALISIS LOGICO DEL LENGUAJE ................... 36
1. Análisis semántico............................................................. 42
a) Significado, carencia de significado y m etafísica........ 42
b) Contenido y estructura.................................................... 55
2. Análisis sintáctico............................................................ 61
a) Sintaxis y lógica................................................................ 61
b) Proposiciones cuasi-sintdcticas ........................................ 77
B. EL EM PIRISM O ................................................................. 101
I. EL SISTEMA DE CONSTITUCION DE LOS CON
CEPTOS EMPIRICOS...................................................... 101
II. LOS FUNDAMENTOS DE LA VERIFICACION DE
LOS ENUNCIADOS EM PIRICOS.................................. 131
1. LOS ENUNCIADOS VERIFICADORES........................................... 131
2. La VERIFICACIÓN DF. LOS ENUNCIADOS GENERALES.................. 149
3. V erdad y c o n firm a ció n ...................................................... 159
4. Probabilidad........................................................................ 166
a) Probabilidad gnoseológica (de enunciados) .................. 166
b) Cálculo de probabilidades .............................................. 168
III. EL AMBITO DE LO COGNOSCIBLE......................... 177
1. C iencia unificada y lenguaje universal ........................ 177
2. E l f is ic a l is m o .................................................................... 180
3. R ealidad .............................................................................. 194
4. Valores................................................................................ 199
5. F ilo so fía .......................................................... 204
Los componentes de este grupo de filósofos,
entre los que cabe destacar
a Carnap y a Schlick,
y cuyo trabajo floreció entre las dos guerras mundiales,
orientaron su filosofía por derroteros científicos,
enfrentándose con la reforma
del positivismo y del empirismo.
No puede buscarse en sus textos
ni confesiones de sabiduría personal
sobre el mundo y la vida,
ni la interpretación subjetiva de éstos,
ni la práctica de la filosofía como poesía conceptual
que termina por componer una novela cósmica.
Tanto en la elección de los temas
como en el tratamiento con que los elaboran,
los miembros de esta escuela propugnan
la claridad unívoca, el rigor lógico
y la fundamentación suficiente
como condiciones imprescindibles del filosofar válido.
El Círculo de Vicna
queda dispersado violentamente en 1938
al producirse la anexión de Austria
a la Alemania nacionalsocialista;
pero su semilla sigue haciéndose árbol
en el actual ejercicio filosófico.