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Piratas, Corsarios, Filibusteros, Bucaneros, Engage y

Habitantes
Un error común que se acostumbra a cometer al hablar de la
piratería de los siglos XVI, XVII y XVIII, es poner en el mismo saco
a, por ejemplo, Sir Francis Drake,Henry Morgan y Edward
Teach Barbanegra. ¿Qué hubiera pensado el primero, un noble
marino leal siervo de la reina Isabel I de Inglaterra, al saber que lo
comparaban con el tercero, un sanguinario delincuente del mar?
Seguramente, no le hubiera gustado para nada. Esta equivocación
tan común —incluso entre historiadores— proviene de la confusión
de términos para designar actos delictivos en el mar, ya que,
habitualmente, los términos pirata, corsario, bucanero y filibustero,
se utilizan casi como sinónimos. Primero de todo, debemos tener en
cuenta que estas cuatro palabras solo se pueden contextualizar a la
vez en la historia marítima de América, sobre todo, del Caribe, ya
que la piratería del Mediterráneo o del Mar de la China se regía por
otros actores. Si bien existían piratas y corsarios, los bucaneros y
los filibusteros eran exclusivos de la América Central. A pesar de
que estos hombres y muchos de sus contemporáneos, así como los
actos que cometieron, se agrupan bajo el gran paraguas que es el
término piratería —por ser todos ellos actos de bandolerismo y
pillaje a bordo de un navío—, existen diferencias suficientemente
significativas entre ellos como para poder distinguirlos.

En primer lugar tenemos a los


Piratas —cuyo vocablo procede la palabra griega peirates, que no
es otra cosa que un aventurero del mar—, cuya presencia en el
mundo es tan antigua como la navegación. Sin embargo, durante
los siglos XVII y XVIII vivieron su época dorada, atacando
libremente navíos e instalaciones de las coronas portuguesa y
española. Estos ataques, a pesar de que se centraban en las
posesiones de estas dos potencias europeas, no tenían detrás un
significado nacional, ya que los piratas, procedieran de dónde
procedieran, atacaban indiferentemente a cualquier navío que les
pudiera dar beneficios en forma de riquezas de todo tipo. Los
ejemplos más claros de piratas fueronEdward
Teach Barbanegra, Calico Jack Rackham y Bartholomew
Roberts Black Bart.
Por otro lado, ya desde mucho antes de su aparición en el caribe,
existieron los
corsarios, cuyo grado de delincuencia fue y es motivo de
controversia, ya que muchos los consideraban delincuentes y otros
héroes nacionales. Los hombres y navíos que eran denominados
corsarios, viajaban bajo la protección de una patente de corso —
palabra procedente del latín cursus, carrera—, un documento en el
que un rey les daba autorización a atacar barcos y enclaves de las
potencias enemigas. En este sentido, fue muy habitual, en una
América Colonial dominada por castellanos y portugueses, que las
coronas de Francia, Inglaterra y Holanda, incluso siendo aliadas de
alguna de las primeras, autorizasen a diversos barcos y capitanes
atacar las posesiones de las potencias peninsulares. Estos ataques,
si bien en muchas ocasiones reportaban beneficios económicos, su
único objetivo no era robar, sino también entorpecer las actividades
comerciales que se realizaban en los territorios enemigos; así como
detener el transporte de riquezas hacia el Viejo Mundo y, de este
modo, complicar el mantenimiento de las guerras en Europa, por
ejemplo. Fueron corsarios hombres como Sir Francis
Drake, Walter Raleigh o Henry Morgan.

Sir Francis Drake

De entre los protagonistas exclusivos del Caribe, unos fueron los


filibusteros. El origen de esta palabra es muy confusa, hay autores
que defienden su origen en la palabra holandesavrij buiter —el que
captura el botín libremente—, traducida al inglés como free booter y
al francés como flibustier. Para otros, en cambio, procede del
vocablo holandés vrie boot, que se traduce al inglés como fly boat o
embarcación ligera, describiendo el tipo de naves utilizados para
cometer sus ataques. Estos hombres, que al principio actuaron por
libre atacando naves pequeñas sin alejarse demasiado de la costa,
fueron los primeros en convertir la piratería en algo más que un
delito, llegando a crear una sociedad filibustera en las costas de
Santo Domingo y la Tortuga, llamada la Hermandad de la Costa.
Sin embargo, con el paso del tiempo, los gobiernos europeos vieron
una utilidad en los filibusteros, y acogieron a muchos para que
centrasen sus ataques sobre los territorios enemigos de sus
patrocinadores, convirtiéndose en un punto medio entre el pirata y
el corsario, pudiendo hablar de piratas domesticados. Seguramente,
uno de los filibusteros más conocidos fue Jean David Nau, más
conocido como François l’Olonnais, que se convirtió en el terror del
Caribe durante casi veinte años.

François l’Olonnais

Finalmente, pero no menos importante, vamos a ver quiénes fueron


los
Bucaneros. Estos hombres, cuyo origen es exclusivamente
caribeño, en un principio eran cazadores de reses y cerdos salvajes
de las islas. Su nombre procede del procedimiento, de origen
indígena, que utilizaban para asar y ahumar la carne,
llamado boucan. Esta carne era vendida en la costa a los navíos
que ahí recalaban. Al ser perseguidos por las autoridades coloniales
en Santo Domingo, principal enclave bucanero, muchos de ellos
abandonaron su oficio para convertirse en piratas, como dijo Gosse
“de matarifes de reses, se convirtieron en carniceros de hombres“.
Tanto por el tipo de ataques, cercanos a la costa, como por su
proximidad cronológica y geográfica, muchos bucaneros se
fusionaron con los filibusteros, formando las primeras tripulaciones
cuyo único fin eran los actos de piratería, llegando a formar parte,
también de la Hermandad de la Costa.

Bucaneros

Aún habiendo presentado a estos cuatro estilos de piratería, nunca


debemos olvidar que no eran compartimentos estancos, es decir, lo
más habitual era que los hombres que una vez fueron piratas,
pasaran a ser corsarios, o viceversa; del mismo modo que muchos
bucaneros acabaron siendo filibusteros, para después pasar a ser
corsario. Por lo que podríamos afirmar que había una alta tasa de
permeabilidad entre los diferentes grupos de bandoleros marinos.
Como hemos visto, tanto corsarios, como filibusteros, como
bucaneros y piratas, tuvieron su momento de gloria, sin embargo,
fueron los últimos los que, con el tiempo, permanecieron en el
imaginario popular. Estos personajes, a pesar de ser delincuentes,
rufianes y peligrosos, pasaron de ser diablos a convertirse en
héroes románticos, que si bien podían robar y matar, lo hacían para
defender su vida en libertad, lejos de los dominios de los grandes
monarcas europeos.
Definición de Engage
Palabra francesa que significa enganchado. Un engagé era un
hombre libre que firmaba un contrato por tres años en el que se
obligaba a trabajar como siervo para un tercero, en condiciones
similares a la esclavitud.
Solía ocurrir que durante los dos primeros años de contrato, sus
condiciones de trabajo fueran buenas, pero, con frecuencia, eran
sometidos a un durísimo trato durante su ultima etapa de
compromiso obligándoles a reengancharse a cambio de mejorar su
situación.
Las especulaciones acerca de quiénes eran los habitantes del Nuevo
Mundo y de dónde habían llegado, empezaron con Cristóbal Colón en 1492:
él creyó que eran nativos de las Indias orientales, tal vez sujetos al Gran
Khan descripto por Marco Polo.
Deseosos de emplearlos en trabajos forzados, los españoles se preguntaron
si eran seres humanos y si tenían almas. Recién cuando la Iglesia determinó
que las tenían y que debían ser salvadas, llegaron para su conversión los
primeros misioneros.
Las tradiciones indígenas que esos frailes recogieron en México, hablaban
de la llegada en barco de indios ancestrales a través del mar oriental, lo que
convenció a muchos de que estaban tratando con los descendientes de las
diez tribus perdidas de Israel, que se describen en el Antiguo Testamento.

De Tartaria
Sin embargo, en 1590, en su "Historia Natural y Moral de las Indias", el
jesuita José de Acosta expuso otra teoría: los nativos se parecían a la gente
de Tartaria. Esta teoría que ha sobrevivido al paso del tiempo.
Sin embargo, hacia 1830, Joseph Smith Jr., el fundador de la religión
mormona, en su texto el "Libro de Mormón", rescató la leyenda de las diez
tribus perdidas y se refirió a dos migraciones trasatlánticas desde Tierra
Santa al Nuevo Mundo: la de los yareditas (olmecas del antiguo México) y la
de la familia Lehi, cuyo hijo menor, Nefi, y sus descendientes, los nefitas -
supuestamente blancos- habrían construído templos y ciudades y traído
consigo caballos y ganado.
Según el "Libro de Mormón", Dios castigó a los hermanos mayores de Nefi -
resentidos por habérselos privado de su herencia- oscureciéndoles la piel; y
sus descendientes, conocidos como lamanitas, habrían sido los antepasados
de los indios americanos.
De ahí que cuando Smith se enteró del descubrimiento de las antiguas
ciudades mayas, no dudó en declarar que sus responsables debían ser
"nefitas", es decir, hombres blancos, ya que en su concepción prejuiciosa, los
de piel cobriza serían incapaces de tales logros culturales. En contraste con
esto, hoy se contempla con seriedad la posible transmisión de rasgos
culturales desde Asia: probablemente no sea casual que el calendario maya
de eclipses que aparece en el Código de Dresde se funde en los mismos
principios que el desarrollado anteriormente por la dinastía china de los Han.

Las distintas formas de la piratería


americana son propias del período
comprendido entre la primera mitad
del siglo XVI y la primera mitad del
siglo XVIII. En estos doscientos años
la mítica figura del pirata se
constituyó en un símbolo de la época,
exaltado por novelas y leyendas que
hasta el día de hoy dan rienda suelta
a la imaginación.

Antes de describir la piratería


americana es conveniente explicar las
diferencias entre piratas, corsarios,
bucaneros y filibusteros, los
protagonistas de esta historia. Se
suele utilizar estas denominaciones
como sinónimos, sin tomar en cuenta
que se refieren a personajes
diferentes y con diversas
motivaciones.

De acuerdo con Manuel Lucena,


el pirata "era el que robaba por
cuenta propia en el mar o en sus
zonas ribereñas ... es un enemigo
del comercio marítimo en
general porque se mueve
exclusivamente por su afán de
lucro, sin discriminar ningún
pabellón nacional". Era, por
tanto, un hombre que se situaba
al margen del sistema imperante
en aquella época. En su mayoría
los piratas eran gentes pobres,
miserables, delincuentes,
vagabundos, desertores o
perseguidos por sus ideas. De
hecho, "a la piratería se llegaba
por necesidad, difícilmente por
vocación".

El corsario, en cambio, era un


marino particular contratado y
financiado por un Estado en
guerra para causar pérdidas al
comercio del enemigo y
provocar el mayor daño posible
en sus posesiones. Aceptaba las
leyes y usos de la guerra y
ofrecía una fianza en señal de
que respetaría las ordenanzas de
su monarca. La actividad
corsaria finalizaba al momento
de firmarse las paces entre las
potencias beligerantes, aunque
muchos corsarios continuaron
hostilizando al enemigo en
tiempos de supuesta paz.

Los ingleses John Hawkins


y Francis Drake fueron los
grandes personajes que señalaron
la aparición del corsarismo en la
América del siglo XVI.
Glorificados por la literatura se
constituyeron en símbolos de
esta actividad.

En síntesis: "Si el pirata era


romántico, porque luchaba
contra el sistema, el corsario era,
en cambio, clásico, porque
estaba integrado en el mismo e
incluso lo sostenía".

Propiamente americanos fueron


los bucaneros y los filibusteros.
Los primeros aparecieron desde
1623 en partes deshabitadas de
La Española, que poseía gran
cantidad de ganado cimarrón.
Estos personajes cazaban el
ganado, que luego era asado y
ahumado (bucan), labor que les
valió el epíteto de bucaneros.
Más tarde, muchos de ellos se
hicieron piratas, aunque
continuaron autodesignándose
bucaneros, mientras otros
siguieron dedicados a la caza y
venta de productos ganaderos.

"Eran gentes sin rey procedentes


de cualquier nación, -señala
Lucena- no les amparaba ningún
pabellón, ningún gobierno. No
eran hugonotes, ni anglicanos, ni
calvinistas, ni católicos, y podían
serlo todo sin que nadie les dijera
nada por ello. Eran malditos
rebeldes que vivían en un mundo
bárbaro al margen de la
civilización...". Fueron propios
del Caribe y del segundo cuarto
del siglo XVII, período que
coincide con el declinar del
Imperio español, el cual
difícilmente pudo controlar las
depredaciones que realizaban en
el vasto mundo isleño.

Cuando los bucaneros abrazaron


abiertamente la piratería se
transformaron en filibusteros,
fenómeno exclusivo del Caribe
que tuvo su momento más
importante en la segunda mitad
del siglo XVII. La principal
guarida de los filibusteros fue la
pequeña isla Tortuga, ubicada al
noreste de La Española.

Merece destacarse la
conformación de la Cofradía de
los Hermanos de la Costa,
agrupación gremial masculina
que asoció a los filibusteros con
la finalidad de garantizar a sus
miembros el libre ejercicio
independiente de tal profesión.
No existía la propiedad
individual sobre tierras y barcos,
considerados bienes comunales.
Los miembros de la cofradía sólo
eran propietarios de sus
pertenencias y de una parte del
botín. Cuando alrededor de la
última década del siglo XVII se
empezaron a perder estas
costumbres comunitarias esta
asociación desapareció.
"El filibusterismo fue
sagazmente aprovechado por los
países de Europa occidental en
su pretensión colonialista. Les
brindaron refugio y ayuda a
cambio de la cual se convirtieron
en serviles a sus propósitos. Por
esto, para Deschamps, el
filibustero es un pirata
semidomesticado e igualmente
de un tiempo muy concreto...".

La gran pregunta que conviene


hacerse a continuación es: ¿por
qué las costas de América se
infectaron de esta clase de gente?

Es evidente que la aparición de


las grandes riquezas de oro y
plata en América despertó la
codicia de los enemigos de
España. Para participar del botín
y romper el monopolio
hispánico, distintos gobiernos y
compañías comerciales europeas
se valieron de los corsarios y
piratas.

En segundo lugar, la existencia


en Europa de mucha población
pauperizada proporcionó los
hombres que, atraídos por los
metales preciosos, el espíritu de
aventura, la defensa de sus
principios religiosos o la simple
búsqueda de la libertad,
conformaron las dotaciones de
los "perros del mar".

Asimismo, la debilidad del


imperio ultramarino español
favoreció el éxito de numerosas
incursiones piratas que, a su vez,
estimularon a otros a seguir el
ejemplo. Las colonias no sólo
carecían de un suficiente número
de hombres y fortificaciones,
sino también constituían un
espacio geográfico muy extenso,
lleno de refugios e islas difíciles
de vigilar.

En los siguientes mapas se


aprecian los focos de la piratería
americana:

Principales plazas del Caribe Principales objetivos de la piratería


asaltadas por piratas en el litoral pacífico americano

La primera gran acción pirata se registró en


1521, cuando Jean Florín capturó, a la
altura de las islas Azores, el tesoro del
tlatoani azteca Moctezuma II, enviado
por Hernán Cortés desde México. El ciclo
de la piratería francesa se había iniciado.

A lo largo del siglo XVI, las guerras de


España contra Francia y luego contra
Inglaterra también se reflejaron en los mares
americanos a través de la presencia de los
corsarios. De hecho, la piratería y el
corsarismo de esta época fueron para los
ingleses y franceses una vía de
ennoblecimiento, como la conquista lo había
sido para los españoles.

Las principales poblaciones del Caribe,


puertos de salida de las flotas de la plata,
fueron víctima de reiterados asaltos que
forzaron a la corona española a la paulatina
fortificación de sus posesiones. Igualmente
la obligó a regular el transporte de los
metales preciosos por medio de la creación
del sistema de galeones y flotas, en 1561.
Nombres como François le Clerc (el
primer Pata de Palo), Jacques
Sore, Martín Cote, John Hawkins,
Francis Drake, Thomas Cavendish o el
conde de Cumberland aterrorizaron en estos
años a los vecinos de las Indias.

Si bien los corsarios holandeses


incursionaban en América desde fines del
siglo XVI, su época de oro fue entre 1621
(fin de la Tregua de los Doce Años) y 1648
(Paz de Westfalia).
Los holandeses desarrollaron sus acciones
gracias al apoyo de la casa de Orange, que
otorgó patentes de corso y al de la
Compañía de las Indias Occidentales, que
entregó apoyo económico y logístico.

Entre 1622 y 1636, los holandeses


capturaron 547 embarcaciones enemigas.
Esta enorme empresa se llevó a cabo con
800 barcos de guerra y 67 mil marinos y
soldados. El sueño de todo pirata -capturar
la flota de la plata- lo consiguió Piet Heyn
en el año 1628. Los beneficios obtenidos de
esta proeza sirvieron para organizar la
gigantesca armada de 61 buques y 7 mil 300
hombres con la que los holandeses se
apoderaron de Pernambuco en 1630,
creando la colonia de Nueva Holanda.

Desde la segunda mitad del siglo XVII,


corsarios y filibusteros, especialmente
ingleses, ocuparon algunas islas del mar
Caribe y España tuvo que lamentar las
primeras pérdidas territoriales. Quizás la
acción de mayor envergadura, por el efecto
que provocó, fue la toma y destrucción de
Panamá en 1671. Por otra parte,
Tortuga, Jamaica, Curaçao o Haitíse
transformaron en bases de apoyo de futuros
ataques y de un
floreciente contrabando. Los rivales de
España lograron así la anhelada
participación de las riquezas americanas.

En esta fase la colaboración de filibusteros


como Henry Morgan, Edward Mansvelt,
François Granmont o Lorencilloresultó
fundamental para los propósitos
colonialistas de los principales estados
europeos.

El ocaso de la piratería se decidió en


Europa. El tratado de Utrecht de 1713
permitió a Inglaterra la participación directa
en el comercio con ultramar y sentó las
bases de la ulterior hegemonía británica.

"Inglaterra se transformó en enemiga de la


piratería, al haber conseguido unas colonias
prósperas en América, y lanzó contra ella a
su flota, secundada por Francia y España.
Los piratas fueron cazados en el mar uno a
uno, al no poder contar con bases de
aprovisionamiento, y sus banderas negras
desaparecieron de los mares americanos
durante la

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