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de los adolescentes:
desafíos culturales, pedagógicos
y de política educativa
La escolarización
de los adolescentes:
desafíos culturales, pedagógicos
y de política educativa
ISBN 978-987-1875-19-1
Impreso en Argentina.
Primera edición 2012.
Hecho el depósito que establece la Ley 11.723.
Las ideas y las opiniones expresadas en estos textos son propias de los autores y no representan
necesariamente los puntos de vista de la UNESCO o del IIPE. Las designaciones empleadas y la
presentación del material no implican la expresión de opinión alguna, cualquiera que ésta fuere,
por parte de la UNESCO o del IIPE, concernientes al estatus legal de cualquier país, territorio,
ciudad o área, o de sus autoridades, fronteras o límites.
Gérard Mauger
Es sociólogo, director emérito de investigación del CNRS, investigador
en el Centro Europeo de Sociología y Ciencia Política (CNRS-EHESS-
París I) y profesor en la ENS-EHESS. Fue director del Laboratorio de
Culturas y Sociedades Urbanas, secretario general de la Sociedad
Francesa de Sociología, director asociado del Centro de Sociología
Europea. Sus principales áreas de investigación son: la sociología de
las edades y de las generaciones, la sociología de la delincuencia ju-
venil, la sociología de las prácticas culturales. Entre sus Iibros más re-
cientes se encuentran La sociologie de la délinquance juvénile (2009)
y La revuelta de los suburbios franceses: una actualidad (2007).
[8]
Jaume Sarramona López
Es doctor en Pedagogía por la Universidad Autónoma de Barcelona
(UAB), donde también es catedrático emérito. Es director del Doc-
torado del Departamento de Pedagogía Sistemática y Social de esa
Universidad, miembro del Comité científico de la Fundación Regio-
nal Europea de Investigación Educativa (FREREF), miembro del Co-
mité de Acreditación en Investigación de la Agencia de la Calidad
Universitaria de Cataluña y miembro del consejo editorial y cientí-
fico de varias revistas especializadas nacionales e internacionales.
Ha ejercido como docente en todos los niveles del sistema edu-
cativo. Autor de numerosos artículos y libros, recientemente ha
publicado el título Formación básica para los profesionales de la
educación (2011).
Flavia Terigi
Magíster en Ciencias Sociales por FLACSO Argentina. Profesora de
la Universidad de Buenos Aires e investigadora de la Universidad
Nacional de General Sarmiento, donde dirige la investigación PICT
2010- 2212 “La escolarización secundaria de adolescentes y jóve-
nes: políticas educativas y trayectorias escolares en el Conurbano
bonaerense”. Profesora de posgrado en distintas universidades nacio-
[9]
nales. Es coordinadora académica del Programa de UNICEF La escola-
rización de adolescentes y jóvenes en grandes centros urbanos, y de
REDLIGARE, red especializada en problemáticas de inclusión educativa
de las poblaciones desfavorecidas de las grandes ciudades de América
Latina. Fue subsecretaria de Educación del Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires y es consultora del IIPE-UNESCO Sede Regional Buenos
Aires. Es autora de libros y artículos sobre temas de escolarización se-
cundaria de adolescentes y jóvenes.
Guillermina Tiramonti
Licenciada en Ciencia Política por la Universidad del Salvador y ma-
gíster en Educación y Sociedad por FLACSO Argentina. Es investi-
gadora del área de Educación de esta institución y profesora de la
Universidad Nacional de La Plata. Dirige la Revista Propuesta Edu-
cativa y la Maestría en Educación y Sociedad de FLACSO Argentina.
Desarrolla actividades como consultora para distintos organismos
nacionales e internacionales (OEI, CEPAL, INAP, BM). Entre sus pu-
blicaciones más recientes se destacan Variaciones sobre la forma
escolar: límites y posibilidades de la escuela media (2010) y La es-
cuela media en debate (2009).
Índice
Introducción,
Margarita Poggi ..................................................... 13
“La teoría de la reproducción
frente al reto de la democratización escolar”,
Gérard Mauger ...................................................... 19
“Sobre la cuestión curricular en la educación
secundaria”,
Flavia Terigi ............................................................ 55
“Reduciendo brechas entre cultura juvenil
y cultura escolar docente en América Latina:
el desafío institucional para crear
una secundaria con sentido”,
Bradley A. U. Levinson ............................................ 79
“Rumbos de la vida, sentidos de la escuela:
diálogos juveniles sobre la educación secundaria”,
Geraldo Magela Pereira Leão ............................... 113
“Desafíos actuales a la profesionalidad
de los docentes de secundaria”,
Jaume Sarramona López...................................... 141
“Dimensiones en la discusión de la problemática
de la escuela media”,
Guillermina Tiramonti ........................................... 163
“Docentes y alumnos: encuentros y desencuentros
entre generaciones”,
Emilio Tenti Fanfani .............................................. 191
“Políticas educativas para el nivel secundario:
complejidades y convergencias”,
Cristián Bellei Carvacho ........................................ 209
desafíos culturales, pedagógicos y de política educativa
La escolarización de los adolescentes:
Introducción
Découverte, 2002.
5 La ley de orientación del 14 de julio de 1989 fijaba como objetivo que el 80%
L’École et ses experts en France, Paris, Éditions Raisons d’Agir, 2003; Jean-Clau-
de Forquin, «La sociologie des inégalités d’éducation: principales orientations,
principaux résultats depuis 1965», en Revue française de pédagogie, n° 48,
julio-septiembre de 1979, págs. 90-100, n° 49, octubre-diciembre de 1979,
págs. 87-99 ; y n° 51, abril-junio de 1980, págs. 77-92 ; y «L’approche sociolo-
gique de la réussite et de l’échec scolaire: inégalités de réussite et appartenance
sociale», en Revue française de pédagogie, n° 59, mayo-junio de 1982, págs.
52-75 y n° 60, julio-agosto-septiembre de 1982, págs. 51-70.
8 Véase Jean-Michel Berthelot (dir.), «Pour un bilan de la sociologie de l’éducation»,
186-187.
por la Escuela”, avalando así “el proyecto populista o proletario
(Proletkult) de invertir lisa y llanamente el sentido social de la le-
gitimidad cultural”.25 De hecho, Bourdieu y Passeron denuncian
«la ilusión populista” disimulada bajo la apariencia del relativis-
mo sociológico: “no basta con comprobar que la cultura escolar
es una cultura de clase –escriben–, actuar como si sólo eso fuese
es contribuir a perpetuarla como tal, explican. Es innegable que
algunas de las aptitudes que exige la Escuela, como la capacidad
de hablar o de escribir, y su multiplicidad, definen y definirán
siempre a la cultura erudita”.26 Es que la “cultura escolar” no
se reduce a la “cultura de clase”: es también “cultura erudita”
y como tal, universal. La aseveración que establece la “dignidad
equivalente” de todas las “culturas” (en un sentido etnológico)
no excluye la de “la universalidad” de “la cultura erudita” y su
[26] desigual proximidad a las culturas de clase. Cultura de clase,
aunque no exclusivamente, la cultura escolar es también cultura
erudita. De ahí un conjunto de preguntas posibles: ¿qué hace
que la “cultura escolar” sea “cultura burguesa”?27 ¿Qué hace
que la “cultura escolar” sea “cultura erudita”?28 ¿Qué hace que
tituida de saberes y pre-saberes que sólo pertenecen a las clases cultivadas. Inversa-
mente, según Bourdieu, «la desvalorización de la cultura científica y técnica está en
sintonía con los valores de la clase dominante» («L’idéologie jacobine», Comuni-
cación en el marco de la Semana del pensamiento marxista, 9-15 marzo de 1966,
publicada en Démocratie et Liberté, Paris, Éditions sociales, 1966, págs. 167-173,
reproducida en Pierre Bourdieu, Interventions 1961-2001. Science sociale et action
politique, Textos escogidos y presentados por Franck Poupeau y Thierry Discepolo,
Marsella, Ediciones Agone, 2002, pág. 58).
28 Podemos suponer que el acercamiento entre la cultura escolar y la cultura
La escuela reproductora
Esta explicación de la desigualdad en los éxitos escolares como
corolario de la desigualdad de las herencias culturales cuestio-
naba la representación comúnmente aceptada del sistema esco-
lar, tanto desde el punto de vista de su “función objetiva” y su
funcionamiento, como del carácter mistificador de dicha repre-
sentación. A lo largo de la currícula escolar, “la Escuela emanci-
padora” elimina a los niños de las clases populares y, en menor
proporción, a aquellos de las clases medias, contribuyendo así,
[27]
so pretexto de alentar la promoción, a favorecer la reproducción.
“La fe en la escuela igualitaria y liberadora impide descubrir la
escuela conservadora, aún cuando ésta sea (y justamente por-
que es) formalmente equitativa”, escribe Bourdieu;29 y el siste-
ma cumple tanto mejor su función de conservación y legitima-
ción de las desigualdades cuanto mayor es el grado de igualdad
formal alcanzado30 –los concursos anónimos–: “la protección de
los privilegios es de esta manera más eficaz que su transmisión
abierta y flagrante”.31 Los valores que vehicula “la Escuela iguali-
taria”, los métodos pedagógicos que la caracterizan, los criterios
de evaluación que emplea, los procedimientos de orientación y
comprobar luego que el niño posee un fuerte valor cultural permite afirmar que
[...] proviene del valor profundo del niño» (en Fortune et infortune de la femme
mariée. Sociologie de la vie conjugale, París, PUF, 1987).
45 Roger Establet, L’école est-elle rentable?, París, PUF, 1987, págs. 200-232;
François Héran, «L’aide au travail scolaire: les mères persévèrent», INSEE Pre-
mière, n° 350, diciembre de 1994.
lación, un trabajo personal que no puede delegarse. La transmisión
del patrimonio cultural sólo se lleva a cabo sin dificultades si, como
escribe Bourdieu, “el patrimonio logra apropiarse de los poseedores,
a la vez dispuestos y aptos para entrar en una relación de apropiación
recíproca”, sólo si “la herencia hereda al heredero”.46
53 Ibid.,págs. 428-486.
54 «Obreros profesionales» (OP).
55 Titulares de «Bachilleratos profesionales» (Bacs pro).
56 Titulares de «Diplomas de técnicos superiores» (BTS).
57 Véase Stéphane Beaud, Michel Pialoux, Retour sur la condition ouvrière.
114-115. Esta «pedagogía racional, que hace todo lo que tiene a su alcance
para neutralizar metódica y continuamente, desde el jardín de infantes hasta la
Universidad, la acción de los factores sociales de desigualdad cultural» se guía
por tres principios. Por un lado, adquirir en la escuela lo que algunos ya han
adquirido en la familia. Por otro, explicitar todo lo implícito. Por último, evaluar
sólo lo que se enseña en la escuela.
61 A propósito de Michael Foucault, Pierre Bourdieu señalaba: «Me inclino a
educación hacia una sociología al servicio del Estado» (Une sociologie d’État,
op. cit., pág. 56).
69 Según Marlaine Cacouault-Bitaud y Françoise Œuvrard, «el desplazamiento
op. cit.
escolares,77 transformaciones de las aspiraciones escolares de las
familias populares y sus hijos, etcétera.
Bourdieu (dir.), La Misère du monde, París, Éditions du Seuil, 1993, pág. 599.
Sobre este tema, véase François Œuvrard, «‘Démocratisation’ ou élimination
différée?», en Actes de la recherche en sciences sociales, n° 30, noviembre de
1979, págs. 87-97.
79 Pierre Bourdieu y Patrick Champagne, «Les exclus de l’intérieur», op. cit.
80 Christian Baudelot y Roger Establet, «École, la lutte de classes retrouvée», en
Louis Pinto, Gisèle Sapiro, Patrick Champagne (dir.), Pierre Bourdieu, sociolo-
gue, París, Fayard, 2004, págs. 187-209.
La teoría de la reproducción frente al reto de la democratización escolar
81 Ibid.
82 No es necesario adjudicar a las familias populares un cálculo racional –la pro-
longación de la escolaridad como consecuencia de un cálculo costo/beneficio–
para dar cuenta de su movilización: el conocimiento práctico de las crecientes
dificultades de inserción en el mercado laboral de los jóvenes sin diploma o
titulares de diplomas menores es más que suficiente...
83 Véase Stéphane Beaud y Michel Pialoux, Retour sur la condition ouvrière.
186-187.
exclusión”.85 Por otra parte, la descalificación escolar, que subs-
tituyó a la autoeliminación, posee sin duda un poder tanto más
destructor cuanto que el fracaso escolar es casi siempre percibido
por las clases populares en el marco de una “ideología del don”,
que se reafirma con la existencia de éxitos escolares diferenciados
entre hermanos.
Pierre Bourdieu (dir.), La Misère du monde, París, Éditions du Seuil, 1993, págs.
711-718; Gérard Mauger, «Les héritages du pauvre», en Les Annales de la Recher-
che Urbaine, n° 98, marzo-abril de 1989, págs. 112-117 y «L’héritage des déshéri-
tés», en Migrants-formation, n° 98, septiembre de 1994, págs. 44-55.
La teoría de la reproducción frente al reto de la democratización escolar
La Dispute, 2010.
89 Thomas Mann, Les Buddenbroook. Le déclin d’une famille, París, Librairie
infancia, véase la investigación de Bernard Zarca, «Le sens social des enfants»,
Sociétés contemporaines, n° 36, 1999, págs. 67-101.
92 Véase Pierre Bourdieu, «La transmission du capital culturel», en Darras, Le
partage des bénéfices, París, Editions de Minuit, 1966, págs. 383-420. Entre
los estudios recientes, véase Bernard Lahire, Tableaux de familles: heurs et mal-
heurs scolaires en milieux populaires, París, Gallimard/EHESS, 1997. También
he propuesto recientemente una contribución a la resolución del «enigma»
de los éxitos escolares diferenciados dentro de un grupo de hermanos: Gérard
Mauger, «Sur ‘l’idéologie du don’». Nota de investigación, Savoir / Agir, n° 17,
septiembre de 2011, págs. 33-43.
La teoría de la reproducción frente al reto de la democratización escolar
Seuil, 1992.
96 Marie Duru-Bellat, L’École des filles. Quelle formation pour quels rôles so-
temperamento masculino asociado a las cosas, los objetos mecánicos, las ac-
tividades financieras o que tienen lugar en el exterior» opuesto a un «tempe-
ramento femenino asociado a las cualidades personales, las relaciones con los
demás y las emociones, la decoración y las tareas domésticas», no hacen más
que registrar la permanencia, a lo largo de un extenso período de tiempo, de
una distribución sexual del trabajo que colocaba a los hombres en el mundo
laboral, a las mujeres en el universo doméstico, a los hombres en el mundo de
las cosas materiales, a las mujeres en el mundo de las cosas humanas (L. M.
Terman y C. C. Miles, Sex and personality: studies in masculinity and feminity,
New York, McGraw Hill, 1936). Para una exposición crítica, véase Fabio Lorenzi-
Cioldi, Les androgynes, París, PUF, 1994.
98 Pierre Bourdieu, La domination masculine, París, Éditions du Seuil, 1997.
La teoría de la reproducción frente al reto de la democratización escolar
99 Sobre este tema, véase Bernard Lahire, «Héritages sexués: incorporation des
op. cit.
115 Nota del editor: término con el que se designa a la cultura característica de
118 David Lepoutre, Cœur de Banlieue. Codes, Rites et Langages, París, Odile
Jacob, 1997.
119 Sylvain Broccolichi, «Qui décroche?», en M. C. Blochy B. Gerde (dir.), Les Lycéens
120 Sobre este tema, véase Gérard Mauger, Les bandes, le milieu et la bohème
populaire. Études de sociologie de la déviance des jeunes des classes populaires
(1975-2005), París, Éditions Belin, 2006, y Sociologie de la délinquance juvéni-
le, París, Éditions La Découverte, 2009.
121 Véase Pierre Bourdieu, «Pour une science des œuvres», en Pierre Bourdieu, Rai-
sons pratiques. Sur la théorie de l’action, París, Éditions du Seuil, 1994, pág. 76.
La teoría de la reproducción frente al reto de la democratización escolar
La cuestión curricular:
cambios en las ideologías de la escolarización
Centrándonos en la cuestión del curriculum escolar, comenza-
remos analizando de manera sucinta los cambios que han ex-
perimentado las ideologías de la escolarización y las dificultades
para que esos cambios devengan en cambios estructurales del
curriculum. Siguiendo a autores que se dedican a la investiga-
ción comparada sobre el desarrollo histórico del curriculum es-
colar (en especial, Kamens y Cha, 1999), por ideología de la
escolarización habremos de entender aquí una construcción so-
ciohistórica sobre el sentido que tiene la escolarización y, por
consiguiente, sobre los conocimientos básicos necesarios para
la vida en sociedad que las instituciones llamadas escuelas de-
ben transmitir. A continuación, un esquema que presenta cuatro
grandes cambios que han tenido lugar en las ideologías de la
escolarización desde mediados del siglo XIX.
c. 1850 c. 1920 c. 1960 c. 2000
todavía hay escuelas primarias en las que los niños y niñas aprenden poco más
que “las 3 R”; y también hay niños y niñas que pasan largos períodos de su
vida yendo a la escuela un año tras otro, repitiendo el curso una y otra vez,
hasta que dejan la escuela aunque apenas pueden con un texto simple y con las
operaciones aritméticas elementales. “Las 3 R” es una ideología en la escolari-
zación que en teoría está perimida desde fines del siglo XIX, pero que sin em-
bargo pervive en la experiencia escolar concreta de ciertos chicos y chicas cuyas
trayectorias escolares hacen que sus oportunidades de aprendizaje dentro de
la escuela se reduzcan a esto que la literatura llama sintéticamente “las 3 R”.
educativa: no es lo mismo una escuela pensada para transmitir “las
3 R” que una escuela pensada para transmitir lo que empieza a im-
ponerse lentamente –desde aproximadamente 1880 hasta aproxi-
madamente 1920– y que la literatura llama el “curriculum básico”.
El difundido trabajo coordinado por Benavot (Benavot et al., 1991)
analiza el contenido formal de los curricula de la escuela primaria
en diversos países en el siglo XX, y muestra que entre 1880 y 1920
el esbozo esencial del curriculum se ha hecho sorprendentemente
incuestionable: un núcleo de materias (lengua, matemática, ciencias
naturales, ciencias sociales, artes y educación física) aparece en la
mayoría de los curricula oficiales en todos los períodos analizados, y
se ha generalizado aún más con el tiempo.
Este curriculum básico, a pesar de su nombre, no tiene nada
de “básico”: constituyó, respecto de “las 3 R”, una tremenda am-
[60] pliación de la experiencia educativa. El curriculum básico incluye
lengua y matemática (que no es lo mismo que lectoescritura y cál-
culo) y también cuestiones como historia, geografía, higiene, edu-
cación física, música, dibujo… Si se repasa esta lista, seguramente
los lectores reconozcan la estructura básica de cualquier curriculum
contemporáneo de la escuela primaria. Ya no decimos higiene (en
el tiempo lectivo asignado a ella fue tomando lentamente su lugar
la enseñanza de las ciencias naturales); también se han producido
agrupamientos (como Historia y Geografía en un área); pero el nú-
cleo curricular sigue allí, básicamente el mismo desde fines del siglo
XIX/ comienzos del siglo XX, según los países.
Este curriculum básico constituyó en la historia de la escolariza-
ción una tremenda ampliación del sentido de ésta, y por tanto un
cambio muy profundo en las pautas de ordenamiento de la expe-
riencia educativa: si en la escuela se aprende a leer y a escribir, y a
realizar cálculos elementales, se va por poco tiempo en la vida y no
hay problema en que coexistan en las aulas chicos de seis años con
chicos de diez o de doce, porque todos están aprendiendo lo mis-
mo y, cuando sepan leer y escribir, dejarán la escuela. Ahora bien,
si la ideología de la escolarización determina que los chicos tienen
que acceder a un curriculum que es amplio en cuanto a las expecta-
tivas acerca de lo que deberían saber o aprender, el ordenamiento
de la experiencia educativa no puede ser el mismo: no alcanza con
Sobre la cuestión curricular en la educación secundaria
Curriculum clasificado
[65]
Formación de profesores
especializados
Estructura del puesto de trabajo
de los profesores
Construyendo posibilidades
Vistas las dificultades para producir una reestructuración del curri-
culum de la escuela secundaria, tiene el mayor interés interrogarse
acerca de cuáles son los cambios que podrían promoverse sin alte-
rar de manera sustantiva la organización curricular, y que podrían
contribuir a resolver algunos de los puntos críticos que señalan los
análisis (Jacinto y Terigi, 2007). Dicho de modo llano: ¿qué cambios
relevantes soporta la estructura actual del curriculum, sin someter-
la a grandes transformaciones? ¿Cuáles son las posibilidades que
tenemos mientras se discuten cambios de otra envergadura? Pro-
pondré a este respecto cuatro posibilidades.
1. Introducir en el currículo (unos pocos) nuevos componentes.
[69]
2. Mejorar la relevancia de los contenidos del currículo.
3. Iniciativas de resolución institucional con direccionalidad
central.
4. Cambios en el diseño pedagógico de la escolarización.
11 Los Planes de Acción Liceal han sido una iniciativa del Programa Liceo Para
Todos (surgido en Chile en el año 2000), para promover que cada liceo formule
y desarrolle un plan de acción propio a fin de evitar la deserción escolar (Mar-
shall Infante, 2004).
12 Los Planes de Mejora fueron aprobados como parte de los lineamientos para
13 La
calidad de la enseñanza que pueden desarrollar en el aula monogrado es
materia de otra clase de análisis, que no podemos incluir aquí.
Eso significa que sus saberes pedagógicos, sus saberes didácticos,
los facultan para desarrollar un programa unificado de aprendiza-
jes con un mismo grupo de adolescentes durante un ciclo lectivo.
Puestos en otros modelos organizacionales (tutorías, clases de apo-
yo, cátedras compartidas, entre otros), se abre la pregunta por las
modalidades de enseñanza apropiadas (Terigi, 2011). Ciertos pro-
fesores comienzan a sentirse desautorizados en aquello que saben
hacer, y el temor los lleva a replegarse en lo que han hecho durante
toda su vida profesional. Si queremos que los profesores consideren
que les estamos pidiendo cosas que ellos pueden hacer, es necesa-
rio construir y distribuir herramientas para enseñar en estas nuevas
condiciones, a fin de que la sensación de desautorización ceda paso
a un proceso de aprendizaje en la profesión.
Del lado de los estudiantes, también hay preocupaciones. Los
[74] estudiantes manifiestan su preocupación frente al riesgo de es-
tar participando en circuitos escolares que distribuyen saberes y
oportunidades de baja relevancia. Tienen miedo de que ciertos
cambios en las escuelas, en nombre de la contemporaneidad, en
nombre de la mayor relevancia, inclusive en nombre de la inclu-
sión, los dejen mal parados a la hora de querer seguir estudiando
una vez finalizada la escuela secundaria. Es importante advertir
que posiblemente estemos aquí ante una contraposición entre
dos relevancias: la del sistema educativo, y la del mundo en el
que vivimos. Los conocimientos que son relevantes para el siste-
ma educativo, no son siempre los que son relevantes para nues-
tro mundo. No pocas veces, la educación superior sigue pidiendo
la otra relevancia, la del enciclopedismo, la del academicismo.
En Argentina, esto se constata cada vez que una Universidad
nacional denuncia lo mal formados que están los aspirantes a
ingresar en ella, denuncia que se apoya en pruebas que están
basadas en contenidos informativos y que no distinguen entre lo
exigible debido a la escolaridad previa de los aspirantes y lo que
se considera necesario para poder seguir estudiando. La escue-
la secundaria puede tender a mejorar su relevancia, a conectar
mejor los conocimientos con la contemporaneidad, etc., pero si
lo que sirve para seguir estudiando, si las claves de “alumnidad”
(Fridman, 2000) que reconoce el sistema, remiten a una cultura
Sobre la cuestión curricular en la educación secundaria
[75]
Referencias bibliográficas
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cilia Braslavsky (comps.), El conocimiento escolar en una pers-
pectiva histórica y comparativa. Cambios de currículos en la
educación primaria y secundaria, Buenos Aires, Granica.
Sobre la cuestión curricular en la educación secundaria
Bradley A. U. Levinson
Introducción
¿Por qué no se ha podido construir una secundaria en América
Latina que realmente atienda los intereses y las necesidades de
los jóvenes de la región? ¿Por qué sigue habiendo una brecha tan
abismal entre la expectativa del joven y la oferta de la escuela?
En torno a estas preguntas, compartiré algunas reflexiones que
[79]
han surgido a partir de mis investigaciones empíricas en México,
combinadas con mi lectura de una bibliografía sobre la juventud
y la secundaria en todas las Américas así como la teorización so-
ciocultural del proceso educativo. Mis investigaciones en México,
cabe señalar, han ido desde la convivencia profunda, etnográfica,
con alumnos de una secundaria mexicana de provincia hace ya
20 años (Levinson, 1993; Levinson, 2002), hasta las entrevistas y
observaciones con maestros, directivos, supervisores, funcionarios,
y responsables de decisiones en distintos ámbitos de la educación
básica mexicana, sobre todo con referencia a la secundaria, entre
los años 2001 hasta la fecha (Blackwood, Levinson, y Cross, en
prensa; Levinson, 2004; Levinson, 2005).1 A lo largo de muchos
años, en mi calidad como antropólogo, he estudiado la problemá-
tica de la secundaria cualitativamente desde “abajo”, o sea, des-
de la perspectiva de los estudiantes y sus padres de familia, hasta
“arriba”, es decir, desde la perspectiva de los que ocupan varios
2 Por ejemplo, el “Acuerdo 384” del Diario Oficial de México, que rige la im-
plementación de la nueva reforma de la secundaria de 2006, declara en primer
plano (pág. 26): “En la actualidad, las necesidades de aprendizaje se relacionan
con la capacidad de reflexión y el análisis crítico; el ejercicio de los derechos
civiles y democráticos; la producción y el intercambio de conocimientos a través
de diversos medios; el cuidado de la salud y del ambiente, así como con la par-
ticipación en un mundo laboral cada vez más versátil”.
Reduciendo brechas entre cultura juvenil y cultura escolar docente en América Latina:
¿Su plena madurez? Desde una perspectiva adulta puede que todo
esto sea cierto, y claro, no hay que ser demasiado idealista acer-
ca de la madurez efectiva de un joven de esta edad. Pero esta
perspectiva hace hincapié en lo que el joven no tiene, o en lo
que el joven va a ser, no en lo que es. Nos hemos dejado llevar
por una especie de profecía auto-cumplida, en que las mismas
condiciones que han creado el “adolescente despistado” –y a las
cuales hemos sido testigos, si no cómplices– se nos borran de la
vista. De igual forma, se nos borra de la vista lo que el joven en
esta edad sí tiene, lo que piensa, lo que pueda aportar ahora
mismo. Quisiera partir de la premisa de que el joven entre 13-
19 años tiene mucho que aportar, mucho de que admirarse, y
que su participación en la sociedad, cuando es bien encauzada,
puede ser muy potenciadora y generadora.
Hablemos entonces de cultura juvenil. Y desde un principio hay [87]
que señalar también lo atrevido de tal generalización. Mucho se ha
escrito sobre “la nueva cultura juvenil,” desde las perspectivas muy
halagadoras hasta las demonizantes. Para algunos, es la portadora e
innovadora de las nuevas pautas culturales del milenio; para otros, es
tanto causa como efecto de la desintegración social, o bien representa
la decadencia de nuestra llamada civilización. Hay que despejarnos la
vista de estos supuestos para ver claramente lo que son nuestros jó-
venes hoy. Entonces, ¿qué se puede generalizar como una “cultura”
compartida entre los jóvenes? ¿Que enfrentan el problema y reto co-
mún de formar identidades en una sociedad cada vez más compleja,
más turbulenta, más insegura? Cierto. ¿Que se sienten algo relegados
frente a las generaciones adultas, y que reclaman derechos como res-
peto, justicia y reconocimiento (por más que no parecieran merecer-
lo)? Por supuesto. ¿Que tienden a sentirse a veces hasta superiores
a las generaciones adultas, pintándolas de “anticuaditas” y pasadas
de moda por no saber manejar las nuevas tecnologías y las nuevas
formas de diversión y relación social (fenómeno incitado, por cierto,
por las mismas empresas y medios de comunicación en búsqueda de
nuevos mercados y nuevas ganancias)? ¿Que a través de las nuevas
tecnologías se están creando nuevas formas de relación y comunica-
ción, y de auto-socialización, las cuales desafían o rebasan las formas
tradicionales de la escuela?
Cierto todo esto, ¿pero qué tan novedoso es? En cierto sentido,
es el mismo problema de las generaciones surgido desde hace 200
años, con el comienzo de la revolución industrial (o si se quiere, desde
hace 7 mil años, con el comienzo de las sociedades complejas agríco-
las, y su especialización de oficios y estructuras de clase social). Es el
mismo problema que los sociólogos clásicos Emile Durkheim y Marcel
Mauss y Arnold van Gennep intentaron identificar y rectificar con una
educación moral y cohesionadora y con la creación de nuevos “ritos
de pasaje” (transición hacia adultez) que imitaran los de las socieda-
des de cazadores y recolectores. Estamos ante un problema humano
perenne, primordial, que es la formación de las nuevas generaciones.
En las sociedades industriales y modernas, se agudizó el problema por
la complejización y el creciente ritmo de cambio. En las sociedades
capitalistas más avanzadas, fue hasta los años 1940 ó 1950 que se
[88] empezó a hablar de una “cultura juvenil” distinta, producto de la ma-
sificación de la escuela secundaria y la creación de estilos y gustos por
el mercadotecnia comercial (Abrams, 1959; Amit-Talai y Wulff, 1995;
Graebner, 1990).
Diría que en nuestras sociedades pos-industriales y posmodernas
y globalizadas, se agudiza aún más y toma nuevas formas el proble-
ma, pero no por eso deja de ser parecido en ciertos aspectos. Claro,
habría que seguir pluralizando el concepto de cultura juvenil y hablar
de culturas juveniles para reconocer sus variantes de clase social y
étnicas, pero también habría que reconocer que los ejes de diferen-
ciación de estas culturas ya no son iguales, puesto que los mismos
procesos de globalización y de usos de tecnología han aportado a
nuevas identidades que se configuran en torno a ciertos gustos y
estilos –como la música, deporte, juego de video, etc. (Willis, Jones, y
Hurd, 1990)– y que, por tanto, ya no corresponden tan fácilmente a
las anteriores divisiones de clase, región, nación, religión y etnicidad.
(Por ejemplo, ya se puede identificar una cultura juvenil de Hip-Hop
o “rap” que rebasa, o más bien conecta, a los grupos étnicos, las
clases sociales, las lenguas, y los países.) Se sigue pluralizando la cul-
tura juvenil y toma nuevas formas. Pero, ¿estamos realmente ante un
“nuevo actor” o un “nuevo sujeto social”, como se dice comúnmen-
te? Es tema de discusión e investigación todavía, pero debo decir que
tengo mis dudas.
Reduciendo brechas entre cultura juvenil y cultura escolar docente en América Latina:
6 Incluso habría que cuestionar la dicotomía entre trabajo y diversión que pare-
ce regir la relación pedagógica típica en nuestras escuelas. Fíjense qué intere-
sante: en el castellano, se usa la palabra “diversión” para indicar una actividad
lúdica, lo que en inglés llamarían “fun” o “play”. En la misma palabra, diver-
sión, pareciera existir una referencia implícita al trabajo: se divierte la atención,
la energía, del trabajo. En efecto, la diversión es el momento de “no trabajar.”
Y en la relación pedagógica típica de la escuela moderna, se canjea el trabajo
por la diversión: “terminen su trabajo” se les dice a los estudiantes, “y los dejo
divertirse un rato”. Este discurso del trabajo se puede suavizar con invitaciones
ocasionales para hacer más lúdico el aprendizaje, o si se prefiere, el caracterizar
la actividad de aprendizaje como una forma de inversión (lo cual sería una
manera de traducir la palabra “engagement” del inglés: ese especie de interés
intrínseco y disfrute intelectual del conocimiento escolar).
instituciones tradicionales de familia, escuela, o iglesia; que ya no
respetan los símbolos patrios o las verdades eclesiásticas, que “se
dejan llevar” por las imágenes seductoras de los medios de comu-
nicación, en fin. Una parte del discurso de los valores entonces se
basa en la preocupación por “la pérdida de valores” tradicionales,
y esta inquietud seguramente tiene fuertes raíces conservadoras,
de sectores sociales que tal vez aspiren a recuperar una situación
jerárquica y en cierto sentido autoritaria. Según esta concepción,
al “formar” valores en los jóvenes de hecho se impondrían por
medio de exhortación y hasta adoctrinamiento.
Pero también el discurso de los valores tiene otra vertiente don-
de se ha perfilado una esfera pública y cívica. Se inspira este dis-
curso en el afán progresista de “construir nuevos valores” para una
cultura democrática. En este sentido, se apuesta a una práctica más
[96] abierta, más deliberativa, según criterios críticos. A mi juicio, este
enfoque es el que se ve reflejado en la mayoría de los programas
de formación ciudadana que vemos hoy en el continente. El enfo-
que de “competencias ciudadanas” que ha ido en aumento en los
últimos años muestra claramente cómo se intenta pasar del dis-
curso exhortativo, conductista, a un desarrollo de habilidades que
fomenta la expresión y la concreción de los valores en la práctica
cotidiana misma.
Sin embargo, sigue existiendo la noción de que los valores no vis-
tos positivamente desde la escuela son “anti-valores.” A mi juicio, esto
es un concepto equivocado. En el sentido filosófico pragmatista (Rorty,
1989), así como el relativismo antropológico, no existe fundamento
esencial para determinar lo que es un valor y un anti-valor. Todos son
valores, por más negativos que se juzguen desde la escuela o desde
cierto consenso de una sociedad. Sucede que, para nuestra fortuna,
se ha ido construyendo un consenso de que los valores democráti-
cos, pacíficos, son los que más les convienen a los latinoamericanos,
tanto dentro como fuera de la escuela. Como veremos más adelante
con los conceptos de identidad y pertenencia, lo que más le conviene
a la escuela no es tachar automáticamente un compromiso o creen-
cia que tenga un estudiante como un “anti-valor” sino examinarlo y
explorarlo dentro de la escuela. Tal vez un estudiante tenga el valor
hiper-masculino de resolver los conflictos a puños o balazos; o quizá
Reduciendo brechas entre cultura juvenil y cultura escolar docente en América Latina:
[107]
Referencias bibliográficas
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Graebner, William (1990), Coming of Age in Buffalo: Youth and
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Reduciendo brechas entre cultura juvenil y cultura escolar docente en América Latina:
2 Película de Nicholas Ray (USA, 1995), con James Dean y Natalie Wood. Título
original: “Rebel Without a Cause”.
3 En un estudio etnográfico, realizado entre 1972 y 1975, sobre la transición de
4 Lainvestigación fue una de las acciones del Proyecto Diálogo con la Educación
Secundaria, una cooperación técnica entre el Observatorio de la Juventud de la
UFMG, el Observatorio Joven de la UFF y la Secretaría de Educación Obligatoria
del Ministerio de Educación de Brasil - MEC en 2009. Una descripción detallada
de la investigación y de sus resultados se encuentran en <www.emdialogo.
com.br> y <www.fae.ufmg.br/objuventude>.
Rumbos de la vida, sentidos de la escuela:
¿Por qué prefieren hacer una changa o deambular por las calles
con los amigos o por la net? ¿Qué nos quiere decir con “No quiero
pasar por las mismas dificultades que mis padres pasaron”? ¿Pasa-
ron o pasan? ¿Cuáles son las dificultades del mundo? ¿Qué es un
mundo difícil? ¿Qué significa ser alguien en la vida? Son cuestiones
que merecen nuestra atención cuando pensamos en procesos edu-
cativos que dialoguen con las culturas juveniles.
Un aspecto que me parece muy fuerte en la experiencia esco-
lar de las generaciones actuales es la idea de que cada uno debe
probar su capacidad individual. Muchos autores vienen poniendo
en evidencia el fenómeno de la individualización en las sociedades
contemporáneas (Martuccelli, 2007). En esta sociedad, la idea de
libertad individual nunca estuvo tan en boga. En contraposición,
en nombre de su libertad, los sujetos deben estar dispuestos a
asumir el riesgo de producirse como sujetos. Sobre las personas [131]
pesa un conjunto de exigencias: “tener proyectos”, “ser protago-
nista”, “ser emprendedor”, “ser agente del desarrollo social y co-
munitario”, “marcar una diferencia y tener actitud”, “garantizar
su empleabilidad”.
Según Martuccelli (2006), en una sociedad en que las trayec-
torias sociales se individualizaron, las personas son sometidas a
diferentes pruebas: escolar, profesional, familiar, amorosa, sexual,
de sociabilidad, etc. Se le imputa al individuo cada éxito o fracaso
en estos diversos ámbitos de la vida social. Es el fracaso o el éxito
de la persona. Aquí lo que interesa es la cuestión de la prueba
escolar. En el plano de la educación, los sujetos deben “velar por
su educabilidad”. La educación pasa a ser vista como una pro-
piedad de los individuos, una cualidad individual que oscurece la
perspectiva de un derecho que debe ser garantizado por el Estado
al conjunto de la sociedad de una nación.
En este contexto, el trayecto escolar representa el conjunto de
sanciones a las cuales la escuela somete a sus niños y jóvenes: apro-
baciones y desaprobaciones, estudios en carreras de prestigio o ca-
rreras de segunda categoría, etc. Según el autor, la prueba escolar
es la expresión de una tensión fundamental entre dos principios:
“entre el proceso de selección que opera en la escuela y la confian-
za que ésta transmite a cada uno de nosotros” (Martuccelli, 2006,
pág. 115). Es decir, el éxito en la prueba escolar nos convence y
convence a otros de nuestra capacidad y competencias. De la mis-
ma manera, fracasar en la escuela nos impone tanto el sentimiento
como el reconocimiento social de derrotados, de “vencidos” en la
disputa escolar.
De acuerdo con el autor, la masificación escolar produce un im-
pacto sobre la idea de prueba escolar. Antes, la trayectoria estaba
determinada por el origen. Para jóvenes y niños de las clases popu-
lares, el trayecto escolar terminaba de forma prematura. A partir de
ese momento las personas empezaban a trabajar. El trabajo era la
dimensión en que el sujeto, aun con baja cualificación, podría pro-
bar su valor como proveedor, trabajador honesto y futuro padre de
familia. En tal contexto, el “fracaso” escolar no se vivía subjetiva-
mente como una falta de aptitud individual, sino como un destino
[132] compartido por las personas del mismo origen social.
Según el autor, esta situación cambia en el contexto de la ma-
sificación escolar. En entrevistas realizadas con jóvenes trabajadores
franceses, la trayectoria escolar tendía a ser vista como una prueba
individual: “cada cual tiene que aceptar y reconocer que es su pro-
pio fracaso lo que refleja su situación social” (Martuccelli, 2006,
pág. 116). Había un énfasis en el esfuerzo personal y una preocupa-
ción con “la reproducción y la transmisión de una postura familiar
con respecto a la escuela”: “dar una vida mejor para mis padres”
e “ir más allá de mis padres”. La interrupción de los estudios no se
justificaba por la pertenencia social o por la necesidad material. La
trayectoria escolar, con sus pruebas, sale del ámbito del “destino
de clase”. Cada uno pasa a ser responsable de su éxito o fracaso.
En el caso de nuestro trabajo de investigación, había entre los
jóvenes una combinación entre el discurso sobre el esfuerzo perso-
nal y la conciencia de los límites de estudiar en una escuela públi-
ca. Los jóvenes tendieron a resaltar cuánto las condiciones de las
escuelas y de los docentes impactan en la capacidad de una expe-
riencia exitosa en la escuela y, en consecuencia, en la realización
de sus planes de continuar con los estudios: “la escuela no prepara
para el examen de ingreso a la facultad”, “no brinda información
ni orientación”, “los profesores no se comprometen con los alum-
nos”, “los alumnos tampoco se involucran”. Parece que los jóvenes
Rumbos de la vida, sentidos de la escuela:
6 VéaseGeraldo Leão, Juarez Dayrell, Juliana Reis, Pesquisa Diálogos com o En-
sino Médio. Relatório final, Belo Horizonte, diciembre de 2010. Disponible en
<www.emdialogo.com.br> y <www.fae.ufmg.br/objuventude>.
3. Las relaciones en el día a día escolar
4. Nuevas metodologías
[137]
Referencias bibliográficas
5En un trabajo bastante extenso, este autor ya trató las principales perspecti-
vas del profesional docente (Sarramona, Noguera y Vera, 1998; también, en
Sarramona, 2008).
la colaboración con la mayoría de los colegas del centro escolar
sino en el trabajo en pequeños subgrupos, generalmente aislados
cuando no enfrentados entre sí. Esto conlleva que, especialmente
en el caso de los docentes de secundaria, el profesorado se iden-
tifique con sus materias y se margine del resto de los compromi-
sos institucionales; es una cultura heredada en gran medida de la
enseñanza universitaria y de la misma formación del profesorado.
Así se dificultan los proyectos institucionales de carácter global que
suelen demandar actuaciones interdisciplinares en la planificación y
evaluación de los aprendizajes.
La profesión docente la constituye el conjunto de prácticas re-
lacionadas con la función de enseñar (Alanís, 2001). Lo específico
del profesional docente es la enseñanza y todo lo que comporta,
llevada a cabo de manera organizada y referida a unos contenidos
[150] y niveles determinados. Y ello sin olvidar que comparte con otros
profesionales de la educación el tratamiento de cuestiones no es-
trictamente docentes y que forman parte del proceso general de la
educación de un sujeto y de un colectivo. Por ello, un profesional
docente de secundaria ha de tener un sólido conocimiento de su
área de docencia y al mismo tiempo un dominio de las compe-
tencias profesionales que exige hoy la educación en secundaria.
Así hay que contextualizar lo que expresa la organización Eurydice:
“(…) es fundamental el cambio de prioridad, pasando de la titula-
ción basada en el dominio suficiente del currículo de la formación
pedagógica (…) a la titulación basada en las competencias mínimas
adquiridas” (2004, pág. 15).
Se puede encontrar multitud de propuestas respecto a las
competencias profesionales de los docentes, con un fuerte com-
ponente común en todas ellas, como no podía ser de otro modo.
La diversidad estriba más en el énfasis puesto en unas u otras
que en su naturaleza diversa. También es verdad que existe la
tentación de hacer una lista interminable de las competencias,
o bien reducirlas a una relación tan genérica que resulte poco
útil para lo que realmente han de servir: constituir las metas de
la formación inicial y permanente del profesorado. A título de
ejemplo se puede citar la propuesta de competencias, amplia-
mente divulgada, que hace Perrenoud (2004):
Desafíos actuales a la profesionalidad de los docentes de secundaria
e) Trabajar en equipo.
2. Tutorizar a
los alumnos
2.c. Informar 2.c. Conocer y transmitir las
informaciones necesarias para
tomar decisiones respecto a la
orientación personal y escolar de
los alumnos
[160]
Desafíos actuales a la profesionalidad de los docentes de secundaria
[190]
desafíos culturales, pedagógicos y de política educativa
La escolarización de los adolescentes:
Docentes y alumnos: encuentros
y desencuentros entre generaciones
Emilio Tenti Fanfani
Introducción
Todos los sistemas escolares de América Latina muestran un creci-
miento constante. La escolarización aumenta en las franjas de edad
más tempranas (3 a 5 años) y en la etapa de la adolescencia y juven-
tud (13 a 17 años). La cantidad ya es en sí misma un desafío consi-
derable para los responsables del campo de las políticas educativas.
Para responder a esta demanda creciente por escolarización (que
no obedece a causas simples, sino a un conjunto articulado de fac-
tores) es preciso aumentar constantemente la inversión educativa,
[191]
construir infraestructuras escolares, formar docentes, modernizar la
gestión educativa, etcétera.
Pero los estudiantes y alumnos no sólo son más numerosos,
sino que son “otros”, es decir, que son muy distintos de los que
frecuentaban las instituciones escolares hace 20 ó 30 años. Son
otros desde el punto de vista de su posición en el espacio social
y también respecto de las formas de su subjetividad e identida-
des colectivas. En primer lugar, al igual que todos los grupos
y estamentos sociales, las clases de edad se hacen y rehacen
continuamente y al calor de las transformaciones en los más di-
versos campos de la vida social. En efecto, hoy existen distintas
“clases de edad”, cada una de ellas con sus lenguajes, signos
de distinción, consumos, identidades, expectativas, lugares de
encuentro, etcétera.
Mientras que en el interior de las instituciones escolares clásicas
solo existían alumnos (es decir, predominaba en forma excluyente
este rol por sobre todos los otros que conformaban la condición in-
fantil o juvenil), hoy las otras identidades (culturales, residenciales,
de género, étnicas, religiosas, políticas, etc.), también “entran” y se
hacen sentir en las instituciones del sistema escolar.
Las nuevas y múltiples identidades colectivas de los niños, ado-
lescentes y jóvenes constituyen configuraciones muchas veces mó-
viles, inestables, que cambian en forma incesante. La mayoría de
los dispositivos y rutinas escolares fueron diseñados para un alum-
no ideal clásico. A él le correspondía aprender a jugar el rol de
alumno. El que lo lograba tenía éxito en el colegio. Éste no se sentía
obligado a adaptarse a las características particulares y diversas de
los aprendices. Hoy la diversidad y la novedad de las identidades
pone en crisis casi todas las “formas de hacer las cosas” en las ins-
tituciones de enseñanza media.
Todo lo que sucede en la sociedad “se siente en la escuela”.
Nada de lo que allí sucede se puede explicar si no se miran los
profundos cambios que se registran en todas las grandes dimensio-
nes de la sociedad (la ciencia y la tecnología, las tecnologías de la
[192] información y la comunicación, la familia, el modo de producción,
la estructura social, la política, etc.). Las nuevas generaciones son
las que viven en forma más intensa (y a veces dramática) las con-
secuencias de los cambios radicales de las sociedades contemporá-
neas. Su propia subjetividad, es decir, su mundo interior, sus formas
de ver y valorar, de sentir, de pensar, sus deseos y fantasías han sido
“formateadas” por “la modernidad líquida”. Ellos, más que nadie,
“encarnan”, viven, sufren y gozan de las novedades del cambio
social contemporáneo. Como “tienen menos pasado”1 que sus pa-
dres y abuelos y son más “maleables”, el presente puede dejar en
ellos huellas más profundas en su propia subjetividad e identidad.
La escuela es una institución antigua que alberga a la mayoría
de las nuevas generaciones. Es una de las instituciones más inclusi-
vas de las sociedades contemporáneas. El sistema escolar escolariza
a las nuevas generaciones en forma cada vez más temprana y las
mantiene más tiempo en ella. La obligatoriedad de la educación
básica tiende a comenzar en edades cada vez más tempranas (en
México desde los 3 años) y a prolongarse hasta la secundaria su-
perior (como es el caso en la Argentina). Las nuevas generaciones,
1Es decir, son menos formados por el pasado que por un presente en conti-
nuo cambio y transformación que tiende a imponerse sobre el pasado y sobre
el futuro.
Docentes y alumnos: encuentros y desencuentros entre generaciones
5. La autoridad pedagógica
y la construcción del orden democrático
El desconocimiento relativo de la condición infantil, adolescen- [203]
te y juvenil es reemplazado por prejuicios, como se observa en
el apartado anterior. Y lo desconocido produce una cierta in-
quietud y hasta temor. Muchos docentes juzgan a sus alumnos
comparándolos con su propia experiencia infantil y juvenil. E ine-
vitablemente se cae en la tentación de creer que “todo tiempo
pasado” (e idealizado) era mejor. Esta visión desvalorizada que
tienen los docentes acerca de las nuevas generaciones favorece
una visión especular: los alumnos tienden a desvalorizar a quie-
nes los desvalorizan. La secuencia desconocimiento, desvaloriza-
ción, temor, dificulta una buena relación de comunicación entre
docentes y alumnos. Si el docente no entiende y desvaloriza el
lenguaje y los gustos de los jóvenes, así como sus consumos
culturales, formas de autopresentación física, etc., corre el ries-
go de que el alumno lo desconozca y no reconozca como una
autoridad digna de ser escuchada y creída. Esto es grave, porque
no hay relación pedagógica eficaz sin autoridad pedagógica, es
decir, sin respeto, reconocimiento, confianza del alumno hacia
su profesor. La autoridad es el resultado de una relación y no una
sustancia que es poseída u otorgada por alguien. Por el contra-
rio, es una laboriosa y frágil construcción social que es preciso
producir y reproducir cotidianamente.
Quizás sea útil recordar aquí que la autoridad docente tiene dos
fuentes. Por una parte, es una “delegación” institucional, un “efec-
to de nombramiento”. Si la institución donde el docente se desem-
peña es fuerte y prestigiosa, sus miembros se beneficiarán y serán
objeto de respeto y consideración por parte de los alumnos, las
familias, la comunidad, etc. Pero la autoridad no es solo prestada
por la institución, sino también una propia construcción del docen-
te. Es éste quien debe poseer ciertas cualidades y desarrollar ciertas
estrategias que tienen como resultado el respeto, la credibilidad
de los otros. El conocimiento que posee, los estilos de relación que
mantiene con los alumnos, las cualidades y competencias comuni-
cacionales, etc., contribuyen en gran medida a generar autoridad.
Hoy la mayoría de los alumnos adolescentes, en especial los que
provienen de familias que por vez primera acceden a la educación
[204] secundaria, frecuentan establecimientos (por lo general públicos)
afectados por el proceso general de debilitamiento institucional
(Dubet, 2006). Por esta razón, la autoridad del docente es cada
vez más un producto derivado de sus cualidades intelectuales y
personales así como de sus propias estrategias de producción en
las relaciones sociales que establece con otros agentes escolares.
En consecuencia, “el declive del programa institucional –escribe
Dubet– hace que la autoridad del maestro ya no esté apoyada sobre
un principio superior, sobre el hecho de que el maestro represente
una cosa más o menos sagrada a la que se le debe obediencia. Le
corresponde al profesor construir él mismo su autoridad movilizan-
do aquello que, a falta de otro concepto, llamamos su personali-
dad. Ahí donde la subjetividad del maestro desaparecce tras su rol,
se antepone a éste, provocando un replanteamiento profundo y
un agotamiento puesto que la clase ya no es una rutina” (Dubet,
2007, pág. 57). En las nuevas condiciones sociales, institucionales y
culturales, el trabajo del docente es cada vez menos el desempeño
de un rol establecido que una actividad habilidosa de un agente
especializado. Es a éste a quien le corresponde combinar recursos
(materiales, tecnológicos y pedagógicos, etc.) con competencias y
habilidades personales y profesionales para producir autoridad y así
garantizar los aprendizajes de los alumnos.
Docentes y alumnos: encuentros y desencuentros entre generaciones
1 Nota del autor: documento elaborado por solicitud del IIPE - UNESCO sede
regional Buenos Aires. Paulina Ruiz trabajó como asistente en la revisión biblio-
gráfica.
Este trabajo aborda los desafíos para la construcción de polí-
ticas hacia la educación secundaria en los países de América La-
tina, considerando los objetivos tanto de universalización como
de mejoramiento de la calidad y la equidad educativas. Para su
elaboración se ha revisado literatura especializada, informes de
agencias de cooperación internacional y documentación pública
referida a casos nacionales. El texto se compone de tres partes.
En la primera sección, a partir de un esbozo de caracterización
de la educación secundaria en el mundo, se busca comprender
por qué este nivel ha resultado tan difícil de ser abordado por
las políticas educacionales, no sólo en América Latina, sino en
los países de la OCDE. Consideramos estos elementos en el con-
texto básico para cualquier debate sobre políticas educacionales
hacia la educación secundaria. En la segunda sección se anali-
[210] zan las principales tendencias internacionales en políticas edu-
cacionales dirigidas a la enseñanza secundaria y se identifican
algunos programas que ejemplifican estas tendencias en Amé-
rica Latina. Como se verá, la agenda de políticas se ha comple-
jizado y diversificado enormemente, conforme la primera fase
de expansión simple comienza a cerrarse. Finalmente, la tercera
sección incluye un estudio de casos sobre Chile: tomando como
excusa el importante movimiento estudiantil chileno de 2011
(continuidad de aquél otro de 2006), que ha tenido a los estu-
diantes secundarios como protagonistas, se analiza la evolución
histórica del caso chileno con el doble propósito de comprender
la “marea profunda” de dicho movimiento, y ver si y cómo los
temas estructurantes del debate sobre políticas de educación
secundaria se relacionan con la actual situación y sus proyeccio-
nes en ese país. El estudio del caso chileno sirve también para
mostrar algunos aspectos de la referida creciente complejidad
de las políticas hacia la educación secundaria, por ejemplo, el
papel que los estudiantes y otros grupos de interés pueden jugar
en las políticas, y el hecho de que los estándares con que las
respectivas sociedades evalúan su sistema escolar son cada vez
más exigentes.
Políticas educativas para el nivel secundario: complejidades y convergencias
1.1. Evolución
[211]
Comprender la especificidad de la política educativa en el nivel me-
dio exige conocer lo central de su historia. Para ello, esbozaremos
las líneas básicas de la evolución de la educación secundaria en
Estados Unidos y Europa –los sistemas educacionales que han sido
referentes para los países de América Latina– y luego identificare-
mos algunas de las características que pueden ayudar a explicar por
qué la educación secundaria parece ser un objeto tan inasible para
las políticas.
En Estados Unidos la educación secundaria se constituyó y
expandió comparativamente más temprano que en Europa, co-
menzando en la década de 1860 en el Noreste y diseminándose
hacia el resto del país durante la segunda mitad del siglo XIX. Es
decir, siguiendo un patrón similar al de la educación primaria. Las
leyes de escolaridad obligatoria y de control del trabajo infantil y
adolescente durante la segunda mitad del siglo XIX consolidaron
esta expansión. La fuerza motriz original de este esfuerzo de es-
colarización fue socializadora y política: la integración cultural de
una población extremadamente diversa que debía ser integrada al
lenguaje y al ethos cultural de la sociedad norteamericana. Sólo
de manera secundaria y de hecho posterior en el tiempo, vinieron
los argumentos acerca del potencial aumento de la productividad
de los trabajadores más educados. También influyó la dinámica de
crecimiento del propio sistema educacional, con crecientes masas
de egresados de educación primaria intentando prolongar sus estu-
dios y un dinámico nivel postsecundario de colleges y universidades
ampliando su oferta: la educación creó su propia demanda.
El modelo de educación secundaria norteamericana parecía di-
señado desde un comienzo para ser masivo: se trató de una educa-
ción de carácter general en lo curricular, gratuita para las familias,
no selectiva para los alumnos (de hecho, la educación secundaria
no ha tenido exámenes de ingreso ni egreso en Estados Unidos) e
institucionalmente controlada y financiada de manera local. Este
conjunto de características permitió su masificación desde fines del
siglo XIX y comienzos del siglo XX. Aunque la educación secundaria
generalista ha sido históricamente criticada en Estados Unidos por
su supuesta irrelevancia para las clases medias y bajas más reciente-
[212] mente incorporadas, los movimientos por introducir una educación
técnica-profesional nunca tuvieron gran éxito (salvo en que se in-
trodujeron algunos cursos más “prácticos” en la misma secundaria
general), porque se la asoció con los reformatorios sociales y por-
que fue vista como un impedimento para el acceso a la educación
superior que también ha sido masiva y generalista en ese país.
Desde los años 70, pero con más intensidad desde los 80, este
modelo de educación generalista y no selectiva ha sido agudamen-
te cuestionado por importantes sectores en Estados Unidos, quie-
nes ven en él una de las principales razones de la pérdida de com-
petitividad de la educación escolar norteamericana. Se lo considera
demasiado permisivo con los alumnos y académicamente poco exi-
gente, tanto para alumnos como docentes; e incapaz de garantizar
un mínimo de competencias intelectuales y conocimientos en sus
egresados, por cuanto está basado fuertemente en la elección de
cursos por parte de los alumnos, quienes no tendrían incentivos
para elegir las asignaturas más demandantes.2 Ciertamente, las es-
cuelas secundarias norteamericanas utilizan el tracking académico
2 Los estudios “clásicos” sobre esta materia son Horace’s Compromise: The
Dilemma of the American High School, de T. Sizer; y The Shopping Mall High
School: Winners and Losers in the Educational Marketplace, de Powell, Farrar
y Cohen, respectivamente.
Políticas educativas para el nivel secundario: complejidades y convergencias
1.2. Estructura
Vista en su sentido más amplio, la historia larga de la educación
secundaria en los países de la OCDE muestra que, conforme se
fue expandiendo durante el siglo XX, ésta se fue distanciando de
su estricto rol de preparatoria para estudios superiores (es decir,
selector de elites y derivador temprano al mercado laboral), fun-
ción que le imprimió su sello predominantemente academicista y
moldeó su currículum y su cultura, y se fue acercando en forma
paulatina a una función educativa de carácter más general como
complemento de la educación primaria, proceso que afectó espe-
cialmente a la educación secundaria baja, crecientemente asimila-
da a la educación básica y generalmente definida como parte de
la educación obligatoria. Más que preuniversitaria, esta educación
secundaria es hoy post-primaria. Sin embargo, esta transformación
no ha borrado su sello de origen, el cual mostró enorme capacidad
de permanencia en el nivel de educación secundaria alta, a pesar de
su masificación. En efecto, ésta ha sobrellevado su dualidad; por un
lado, organizando y fortaleciendo una orientación curricular hacia
el mundo del trabajo (acomodando así su expansión hacia sectores
socialmente no privilegiados) que tiene como máxima expresión la
creación de un canal segmentado donde la lógica de aprendizaje
del oficio está institucionalizada (incluso en la empresa, como en
el modelo dual). Por otro, conservando una educación secunda-
ria más general científica y humanista, orientada a la universidad
pero también (aunque más difusamente) a los empleos del sector
servicios. Adicionalmente, las elites, en todo este proceso, se han
tendido a refugiar en instituciones privadas pagadas y de eminente
carácter preuniversitario.
Ahora bien, por debajo de este movimiento general, lo cierto
es que una característica importante de la educación secundaria ha
sido la gran diversidad estructural e institucional con que se ha or-
[216] ganizado entre países e incluso al interior de estos. Así, mientras en
algunos países existe una educación primaria “extendida”, sin dife-
renciación con la secundaria baja, en otros la educación secundaria
baja está diferenciada de la primaria; pero incluso en estos casos, la
secundaria baja puede ser de carácter general, sin especialización,
o bien segmentada, con un grupo de estudiantes canalizados tem-
pranamente hacia la formación vocacional profesional. A su vez, en
el subciclo de educación secundaria alta, mientras algunos países
poseen un modelo de enseñanza general, con cierta especialización
al interior de las mismas instituciones, otros la organizan de forma
segmentada en instituciones generales y vocacionales, orientadas a
la universidad y al trabajo respectivamente. En efecto, dependien-
do entre otros del modelo estructural de que se trate, la extensión
de la educación secundaria también varía enormemente entre los
países, con un rango que va desde los cuatro a los ocho años, con
una extensión típica de seis.
Con todo, grosso modo, el modelo más recurrente consiste en
un sistema escolar con una estructura de tres ciclos, donde los dos
primeros (primaria y secundaria baja) ofrecen formación común de
carácter general y el tercero (secundaria alta), formación diferencia-
da en instituciones especializadas y por tanto separadas. Las excep-
ciones a esta configuración tienden a seguir el modelo alemán de
educación secundaria baja diferenciada o el modelo norteamericano
Políticas educativas para el nivel secundario: complejidades y convergencias
1.3. Especificidades
Finalmente, no son sólo razones de inercia histórica e institucional
las que hacen más dificultosas las políticas públicas dirigidas hacia
la educación secundaria; ella posee características particulares que
de uno u otro modo afectan los intentos planificados por introducir
cambios significativos en su interior. Esquemáticamente: la educa-
ción secundaria –como ningún otro nivel educativo– está tensiona-
da por intentar compatibilizar principios que se contraponen, inten-
tando ser meritocrática y compensatoria, terminal y preparatoria,
socializadora y selectiva, sensible a los intereses de los jóvenes y la
sociedad. A continuación se analizan algunas de sus más impor-
tantes características y, para mayor claridad, se las presenta como
contraste con la educación primaria.
En primer lugar, como ha quedado claro de la revisión anterior,
la educación secundaria es hija de una tradición de segmentación
y selección educativa, orientada al rendimiento y la competencia
entre estudiantes; por tanto, sin una intrínseca vocación de masi-
ficación. Esta “tradición”, que ha sido en verdad la función de fil-
tro de la educación secundaria, no se compatibiliza fácilmente con
la lógica más contemporánea de concebir la educación como un
derecho universal de los propios niños y jóvenes. En claro contras-
te con la educación primaria, la secundaria ha sido mucho menos
permeable al discurso democratizante de los derechos, entre otras
razones porque éste ha sido visto como contrapuesto (o al menos
como una amenaza) a la pretensión de conservar o alcanzar están-
dares de calidad elevados en la educación.
Además, la educación secundaria está presionada por la hetero-
geneidad, tanto de su oferta curricular como de sus propios alum-
nos. El hecho básico de que los estudiantes adolescentes ya tengan
un pasado escolar, un historial, los posiciona diferencialmente ante
la propia educación; pero más decisivo aún, la diversidad de futuros
educativo-laborales se transforma en un factor preponderante de
diferenciación de programas y métodos educativos entre e intra
[218] instituciones. Esta tendencia hacia la heterogeneidad de tratamien-
tos ha estado en permanente colisión con la búsqueda de mayores
niveles de equidad educativa, exigencia históricamente más tardía
para los establecimientos de educación secundaria.
En tercer lugar, sus “clientes” están fuera del sistema escolar y
son, por ello, mucho más autónomos e institucionalmente lejanos.
Por un lado, la educación post-secundaria crecientemente diversi-
ficada y desconectada del sistema escolar (desde que institucional-
mente se le quitó la tuición que inicialmente tuvo sobre el liceo);
por otro, el mundo del trabajo, fuertemente segmentado, diverso
y cada vez más rápidamente cambiante. Esta relativa distancia de
la educación secundaria con su campo receptor, el cual a su vez
tiene requerimientos múltiples y frecuentemente contrapuestos,
hace enormemente difícil generar una oferta educacional capaz
de satisfacer simultáneamente esas demandas. Así, la educación
secundaria acumula un siglo de ser considerada por estos sectores
como “anacrónica”.
En cuarto término, las instituciones de educación secundaria
tienden a ser más grandes y complejas porque requieren orga-
nizar un currículum más diverso y especializado; las autoridades
educacionales necesitan concentrar recursos en menos estable-
cimientos para satisfacer los requerimientos curriculares de la
enseñanza secundaria. Este hecho hace que la base geográfi-
Políticas educativas para el nivel secundario: complejidades y convergencias
2.6. Docentes
La introducción de cambios en los métodos de enseñanza, núcleo
duro del mejoramiento de la calidad, pasa por la formación en
servicio de los docentes. El modelo clásico basado en la asistencia
a postgrados, cursos o conferencias dictados por académicos uni-
versitarios se encuentra en entredicho, porque no ha demostrado
ser efectivo para que los docentes adquieran las nuevas prácticas,
y no sólo más conceptos. En cambio, han emergido formas al-
ternativas de desarrollo profesional docente. El elemento nuclear
es trasladar el locus del trabajo formativo hacia el establecimien-
to educacional, centrando la discusión profesional y la capacita-
ción alrededor de las demandas reales del trabajo del aula; estos
componentes han estado presentes en las reformas secundarias
de países como Uruguay y Chile. Así, por ejemplo, se desarrollan
programas de asesoría in situ a los docentes que incluyen el mo-
delamiento de las nuevas prácticas pedagógicas y la consejería
directa (que llega incluso al trabajo del aula); otras metodologías
se basan más fuertemente en el trabajo colectivo de los propios
docentes, asumiendo la modalidad de talleres profesionales, mu-
chas veces también asesorados por expertos externos; finalmente,
se han diseñado programas de mejoramiento más estructurados,
generalmente alrededor de la adopción de una metodología con-
creta en un área curricular específica que se implementan en la
escuela bajo la forma de un servicio de consultoría. Ciertamente,
estas iniciativas incluyen colaboraciones con la universidad, pero
otras son desarrolladas por fundaciones y empresas, muchas ve-
ces asociadas con la comercialización de materiales didácticos.
La formación en servicio, a su turno, encuentra su limitación
estructural en la composición del cuerpo profesional docente y en
la formación inicial que éste haya recibido, aspectos que las políti-
cas también han comenzado a abordar. El primer desafío es cómo
[232] hacer atractiva la docencia para jóvenes talentosos y cómo rete-
nerlos en el sistema escolar una vez graduados. En esta materia
las políticas más promisorias consisten en la elevación del estatus
social de los profesores por la vía de establecer carreras profesiona-
les que reconozcan los diferentes estadios de desarrollo profesional
docente, y los combinen con exigencias y oportunidades acordes,
compensados con salarios competitivos, al menos en comparación
con los profesionales del sector público. Adicionalmente, se ha de-
mostrado que los salarios iniciales y las condiciones laborales en
general (por ejemplo, el número de alumnos y la cantidad de horas
de clases) son factores claves para atraer y retener a jóvenes talen-
tosos en la docencia. La insatisfacción con la calidad del cuerpo
docente actual y los problemas de escasez de docentes especia-
lizados en algunas áreas (por ejemplo, en matemática y ciencias),
han llevado a algunos a promover la incorporación a la docencia
de profesionales de otras áreas, abriendo rutas alternativas hacia el
magisterio (en USA, el programa más conocido es Teach For Ameri-
ca, que ha comenzado a expandirse hacia varios países incluyendo
Chile, Colombia, Argentina, México, Perú y Brasil); sin embargo, los
resultados no han sido hasta aquí lo promisorio que se precisa para
considerarla seriamente una alternativa a las políticas más tradicio-
nales de formación y reclutamiento de docentes.
Políticas educativas para el nivel secundario: complejidades y convergencias
3.1. Contexto
Lo primero es situar el estado actual de la educación secundaria
chilena en el contexto mayor de su “historia larga”. Una vez alcan-
zada la independencia, Chile logró configurar desde mediados del
siglo XIX un sistema educacional en forma, basado en un rol de re-
gulación, financiamiento y provisión estatal, con participación y en
algunos casos cooperación subordinada de la educación privada,
especialmente ligada a la Iglesia Católica y a entidades sin fines de
lucro (filantrópicas y de colonias extranjeras, principalmente). Sin
embargo, a pesar de avances parciales en materia de expansión de
[237]
la educación primaria y de una consolidación de instituciones es-
tatales líderes de educación secundaria y superior (cuyo eje fueron
el Instituto Nacional y la Universidad de Chile, respectivamente), lo
cierto es que hacia inicios del siglo XX la educación chilena conser-
vaba su carácter fuertemente excluyente. Más aún, el incipiente
proceso de expansión experimentado se dio con un fuerte sello de
segmentación social: la universidad y los liceos eran de la elite y
las clases medias más ilustradas, y la escuela primaria de las clases
populares no conducía sino al trabajo temprano. En efecto, ya a
inicios del siglo XX el liceo chileno era considerado anacrónico por
los reformistas, tanto educadores progresistas como intelectuales
industrialistas, y recibió severas críticas por su carácter enciclopédi-
co, su saber libresco y su desprecio por la educación relevante para
el trabajo. En verdad, la educación “media” fue en Chile comple-
tamente funcional a la preparación para la Universidad: ésta era
su marco de orientación curricular y cultural, y su referente institu-
cional. En paralelo, diversas modalidades de enseñanza de oficios
se desarrollaron en múltiples arreglos institucionales, pero éstas no
tuvieron un reconocimiento formal igualitario con el liceo; eran más
bien escuelas de capacitación de obreros calificados y artesanos.
Sólo desde los años 50 y especialmente en los años 60 se puede
hablar en Chile de una expansión sostenida y relevante de la edu-
cación secundaria; pero incluso ésta se realizó con un patrón mar-
cadamente clasista: el liceo tradicional preuniversitario de carácter
científico-humanista se extendió hacia las clases medias urbanas; el
liceo vocacional técnico-profesional de preparación para el trabajo
fue la alternativa reforzada para los sectores obreros. Este arreglo
socialmente segmentado basado en opciones curriculares de valor
muy desigual, fue parcialmente enfrentado en la más grande refor-
ma estructural de la educación secundaria chilena, ocurrida a fines
de los años 60. En ella la educación secundaria se redujo de seis a
cuatro años (con la correspondiente expansión de la primaria de
seis a ocho), postergando así el momento crítico de diferenciación
de los alumnos; se reformó su currículum y se igualó formalmente
[238] los certificados entregados por la educación secundaria vocacional
con los del liceo tradicional, con lo cual se abrió (formalmente, hay
que insistir) las puertas de la educación universitaria a los egresados
de la educación técnico-profesional, típicamente provenientes de
familias de menor nivel socioeconómico. Fue esta reforma la que
sentó las bases para la expansión del liceo en Chile.
La demanda social por la educación secundaria ha sido sosteni-
da desde entonces y se mantuvo como el impulsor de su expansión,
a pesar de las definiciones explícitamente restrictivas del acceso a
la educación media hechas por la dictadura a fines de la década de
1970. En efecto, el régimen militar dejó de promover la expansión
de la educación secundaria y la definió como un nivel “de excep-
ción”, sólo para quienes tuvieran la capacidad académica y pudie-
ran continuar luego estudios universitarios y estuviesen dispuestos
a pagar un cierto arancel por ella; para el resto, se esperaba que
siguieran el camino de la educación vocacional orientada al mundo
del trabajo, para lo cual los establecimientos públicos que entrega-
ban este tipo de formación fueron transferidos para ser administra-
dos directamente por organizaciones empresariales. ¿Cómo pudo
entonces expandirse el liceo en Chile durante los años 80 a pesar
de las prioridades políticas en contrario? Es aquí donde entra en
escena la reforma de mercado en la educación introducida simultá-
neamente por la dictadura. El motor para la expansión del sistema
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