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La Realidad Cientifica
La Realidad Cientifica
La Realidad Cientifica
(UASD - NAGUA)
Asignatura:
2019-01
Tema:
Realidad Científica
Nombre:
Sección:
N1
Profesor:
Bernardo Santana
Fecha:
27-03-2019
Introducción
Por la historia sabemos que el ser humano ha ido enriqueciendo su visión del
mundo a partir de la experiencia y que la ha transmitido de generación en
generación mediante el lenguaje oral, el arte, las religiones y, sobre todo, la
escritura.
La Realidad Pre Científica
Entre los filósofos que han defendido diversas variedades de realismo científico
pueden mencionarse el argentino Mario Bunge,el británico Roy Bhaskar, los
estadounidenses Hilary Putnam, Philip Kitcher y Richard Boyd y el finlandés
Ilkka Niiniluoto.
La verdad científica
ACTUALMENTE, el prestigio de la ciencia como garantía de la verdad en lo
que se dice es muy grande. Los agentes de publicidad lo reconocen y explotan
con frecuencia, señalando que las bondades del producto X han sido
"científicamente comprobadas" o que la superioridad del producto Y está
"demostrada científicamente".
A las proposiciones así calificadas, el carácter científico les confiere una doble
virtud: no sólo son verdadera sino que además lo son de manera permanente e
irrefutable. En la misma tesitura, se acepta que la ciencia no admite titubeos o
incertidumbres: lo que ya ha sido demostrado científicamente como verdadero
es clara y completamente cierto, mientras que lo que aún no ha recibido tal
carácter permanece en la profunda oscuridad de lo desconocido.
Por lo tanto, puede decirse que, en la opinión del público en general, las
verdades científicas son ciertas, permanentes y completas.
Que las verdades científicas son ciertas se demuestra con facilidad, pues es
posible confirmar que las predicciones hechas a partir de ellas se cumplen.
Recordemos que Herón, rey de Siracusa, había ordenado la construcción de
una corona de oro y había entregado el precioso metal al joyero del palacio,
pero cuando recibió la corona el rey sospechó que quizá el artífice lo había
engañado, diluyendo el oro en otro metal, y le pidió a Arquímedes que lo
demostrara. El sabio encontró la solución al problema en el sitio y en el
momento en que menos lo esperaba: cuando se sumergía en una tina de baño
y reconoció que perdía peso en la misma proporción en que desplazaba agua
de la tina. En otras palabras, descubrió un método para medir la densidad de
un objeto sólido de forma irregular; como la densidad depende del material con
que está hecho el objeto, resulta también una forma de determinar la pureza
del mencionado material. Aplicando su método a la corona del rey Herón,
Arquímedes demostró que tenía menos oro del que había recibido el joyero
real. La predicción (que no es otra cosa que una instancia particular de la
verdad científica) se cumple y confirma el carácter verdadero del postulado
científico.
Basta que la proposición aluda a la realidad de este mundo para que las
cosas se compliquen muy rápidamente. El propio lenguaje cubre el concepto
de verdad con una delicada capa de ambigüedad. En efecto, digamos, y es
mucho decir, que el diccionario del idioma con más palabras no llega a cien mil
palabras. Bien, pues resulta que el número de objetos y fenómenos distintos de
este mundo son muchos más, claro. Esto significa que cualquier proposición
escrita en el más rico de los idiomas es, si alude a la realidad de este mundo,
forzosamente falsa. Sencillamente, no hay bastantes palabras para decir la
realidad. Ahora la proposición no puede tener sólo dos estados accesibles
(verdadero y falso), sino infinitos valores entre un mínimo (falso) y un máximo
(verdadero). Por ejemplo: ¿en qué cabello exactamente se queda calvo un
melenudo cuando le arrancamos los cabellos de uno en uno? Antes de llegar
incluso al conocimiento general de la realidad, el concepto de verdad pierde su
carácter absoluto. La verdad tiene peso, la verdad tiene grados, la verdad tiene
matices.
En nuestra época, la ciencia goza de un prestigio tal que, por ejemplo, Paul
Feyerabend no exageró al decir que la misma reverencia que se tenía en la
edad media a obispos y cardenales, se la tiene hoy a los científicos. Gran parte
de su prestigio se debe, sin lugar a dudas, al impresionante éxito que ha tenido
en sus aplicaciones tecnológicas y en sus predicciones. Se suele suponer, por
lo tanto, que si algo está “científicamente demostrado” ya no cabe discusión
alguna. Sin embargo, la relación entre la ciencia y la realidad es cuanto menos
conflictiva y no es posible afirmar, sin más aclaraciones, que la ciencia alcanza
la verdad. En el seno de la filosofía analítica surgió desde mediados de la
década del 80 un debate todavía no agotado que discute justamente ese punto:
qué argumentos tenemos para aceptar que la ciencia alcanza la verdad, que
las entidades que postulan los científicos para explicar el mundo y que pueblan
ya nuestro universo aceptado –como electrones, protones, galaxias, virus y
bacterias– realmente existen.
Aquí nos proponemos introducir al lector en el debate tratando primero de
caracterizar bien cuál es la pregunta puntual, presentado luego las posiciones y
los principales argumentos, para concluir con alguna reflexión acerca de las
consecuencias de este debate en otras discusiones interdisciplinarias.
Conclusión