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A LA ESCUCHA
(JEAN-LUC NANCY)
Para oler hay que olfatear, para tocar hay que tantear, para gustar hay que saborear, para
ver hay que mirar, para oír hay que escuchar. En el instante en que se oye algo se deja de
escuchar. Olfatear, tantear, saborear, mirar, escuchar, es estar atento a algo que no es
inmediatamente accesible, que tal vez nunca será accesible.
Oír es oír algo, el gemido de una niña, el maullido de un gato, el chillido de un gozne.
Estar a la escucha es una actividad pasiva, una pasividad activa. Requiere una atención
sin curiosidad ni ansiedad. Una atención intensa.
El cuerpo está dotado para percibir a través de los sentidos. La conciencia quiere
entender más allá de los sentidos. Se cree dotada para controlar los órganos de los
sentidos. Cree que puede adelantarse a los sentidos, para someterlos al sentido.
Allí donde el cuerpo flota, nada y vive, la conciencia piensa que se hunde, se ahoga y
muere.
En el sonido no hay nada que entender. El sonido va y viene, aparece para desaparecer,
no obedece a ninguna ley.
A la escucha, el cuerpo entra en un espacio que entra dentro del cuerpo. En ese espacio
el cuerpo está dentro y fuera del cuerpo, está descentrado. Descentrado, queda expuesto
al sonido que resuena en el silencio y comienza a resonar.
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El silencio debe ser aquí entendido no como una privación sino como una disposición de
la resonancia […] como cuando en una perfecta condición de silencio uno oye resonar
su propio cuerpo, su propio aliento, su propio corazón y toda su caverna resonante
(Nancy 2002: 33).
La conciencia quiere librarse de los vaivenes de lo sensible, quiere entender para no estar
expuesta a percibir, quiere librarse del cuerpo.
El timbre de la voz no se deja medir, anotar, ni codificar. Carece de sentido, pero se hace
sentir. El timbre es lo primero que se escucha, si se está a la escucha.
No hay línea sin color. No hay voz sin timbre. No hay colores, hay coloridos, infinitos,
singulares, imposibles de clasificar. El timbre es el colorido de la voz.
El timbre es la materia prima de la voz. Una materia que padece, paciente – impaciente,
el producto final, la palabra articulada.
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Insiste en substraerse, sin dejar de estar ahí, sin dejar de provocar efectos. Más que esto,
eso o aquello, el timbre es “ello”. El ello anónimo que hace que cada psique, que cada
voz, no pertenezca a nadie y sea única.
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Referencias
A la escucha (Nancy, 2002) e Interludio: música muda (Nancy, 2007) son dos
ensayos breves y apasionados en los que Jean-Luc Nancy (1940- ) se lanza a explorar el
campo de la escucha y el sonido, buscando enriquecer su proyecto ontológico. Tal
exploración parece animada un interrogante que queda abierto: ¿Es capaz la filosofía de
abandonar el orden del oír, de ponerse a la escucha?
La aparición de Totalidad e infinito (Levinas, 1961) y de la Escritura y la
diferencia (Derrida, 1967a) sienta las bases tanto para una toma de distancia crítica del
sujeto intencional de la fenomenología como para una revisión de la noción de “ser-ahí”
propuesta en El ser y el tiempo (Heidegger, 1951).
Estos textos se erigen como puntos de referencia centrales en las discusiones
acerca de “el otro” y de “la diferencia” de las décadas siguientes. Luego se van
agregando contribuciones de autores que, más marcados por el marxismo y el
psicoanálisis, ponen en cuestión no sólo la fenomenología sino también la hermenéutica
(Ricoeur, 1983-1985), afirmando que la diferencia entre “lo mismo” y “lo otro” es
secundaria con respecto a la división de lo social y a la falta de coincidencia de “uno” con
“uno mismo” (Badiou, 1993).
Todos estos vectores se entrecruzan en la reelaboración del “ser-con” propuesta
por Nancy en su obra Ser singular plural (1996). En ella retoma algunas ideas ya
presentadas en la Comunidad desobrada (Nancy, 1986) y propone una crítica a la
primacía de “el ser ahí” en El ser y el tiempo.
De este modo se va perfilando un proyecto en el que hecho ontológico
fundamental es la tensión entre el extenderse hacia el otro y el distanciarse del otro, entre
lo plural y lo singular. Precisamente, en sus trabajos posteriores sobre la presencia
sonora, el ritmo y el timbre, Nancy va esbozando una noción del sujeto como lugar hueco
de tensión y vibración donde resuena el sonido, como “resonancia”.
Material de consulta: Jean-Luc Nancy, A la escucha (Gallope, 2008) y “Cayendo
en oídos sordos”: una post-fenomenología de la presencia sonora (Simpson, 2009).