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Introducción a la Teología

Bíblica y Sistemática.

Curso estandarizado para la formación de educadores cristianos.


Material para ser usado con alumnos de 1er año del Programa
Diplomatura en Teología del Seminario Teológico “Siloé”.
Con una carga académica de 45 horas presenciales, equivalentes a
3 créditos.

1
Basado en el libro Teología Bíblica para todo cristiano del extinto
Reverendo Wilfredo Calderón, con referencias del libro Teología
Sistemática de Luis Berkhof, Fundamentos de Teología Bíblica
de Emery H. Bancroft, Diccionario Teológico, Claudionor Correa
de Andrade, Fundamentos de Teología Pentecostal Segunda
Edición Guy P. Duffield y Nathaniel M. Van Cleave, Teología
Básica de Charles C. Ryrie, Charles Hodge Teología Sistemática
Volúmenes I y II.

Confeccionado, Compilado y Editado por:


Pastor Mtr. Th. Rubén Badaracco.
Extracto de Diccionario Teológico, Claudionor Correa de
Andrade.

Afirmó Martín Lutero, en cierta ocasión, que la teología consiste


principalmente en su uso y práctica, y no en su especulación. Él sabía muy
bien que un movimiento, como la Reforma Protestante, no se puede
desencadenar por simples incursiones filosóficas ni por devaneos
metafísicos. Es algo que exige profunda experiencia con el Cristo. El
Doctor Lutero era un teólogo que, a semejanza de Enoc, andaba con Dios.
De Ahí su poder irresistible; de ahí la eficacia de su obra.

Si Lutero hizo de la teología bíblica la fuente de sus inspiraciones y


el pendón de sus reformas, no se puede decir lo mismo de aquellos monjes
y pensadores que, perdidos en los claustros, se consumían tratando de
armonizar las Escrituras ya fuera con Platón o Aristóteles, o con Marco
Aurelio y Epícteto. ¿Qué lograron alcanzar? Algunas sinopsis que, a pesar
de su belleza y fecundidad, poco hicieron por el avance del reino de Dios.
El Doctor Lutero creía que, con Las Sagradas Escrituras, habría de
incendiar al mundo. Y fue lo que ocurrió. Abandonó el monasterio para
hacer del mundo su parroquia. La teología dejó de ser esotérica para
hacerse presente en cada escena del drama humano.

Este es el valor de la teología. Como veremos a continuación, ella no


es ni la introducción ni el apéndice de la filosofía. Es la ciencia que, bien
comprendida, llevará al hombre a profundizar su experiencia con Dios.

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I. TEOLOGÍA, LA REINA DE LAS CIENCIAS.

Los primeros que emplearon el vocablo Teología fueron los griegos. La palabra ya
era muy conocida en los tiempos de Pitágoras – uno de los primeros y más ilustres
filósofos de la antigua Grecia. La aplicaban inicialmente a los escritos que versaban
sobre los dioses. Se cree que haya sido Ferécides el primero en emplear la
terminología. Más tarde, Aristóteles le daría al término una connotación más
científica. En su filosofía especulativa, la teología aparece como una de las
divisiones de la metafísica.

En el siglo XII, vamos a encontrar a Pedro Abelardo aplicando el vocablo a las


discusiones acerca de la religión. Teniendo en cuenta su alcance y considerada
necesaria a todas las ramas del conocimiento, comenzó a considerarse la teología
como la reina de las ciencias. Ella sustituye incluso la filosofía que, en el mundo
grecorromano, reinaba de forma absoluta e incuestionable. Si lo máximo que logró
la filosofía fue erigir un altar al Dios no conocido, la teología dio a conocer a Dios,
y mostró que era posible reanudar las relaciones entre el Creador y la criatura.

II. DEFINICIÓN.

La palabra Teología está formada por dos vocablos griegos: Theos, Dios + logia,
estudio. Etimológicamente, teología significa estudio o discurso racional sobre Dios.

Con el tiempo, la definición fue volviéndose más específica. Samuel Wakefield la


conceptúa así: “Es aquella ciencia que trata de la existencia, del carácter y de los
atributos de Dios”. “Charles Hodge ha escrito: “Teología es la presentación de los
hechos bíblicos en su orden apropiado y con relación a los principios o verdades
generales implícitas en los mismos hechos que impregnan y armonizan el todo”. El
ilustre metodista William Burton afirmó que la teología es “la ciencia de Dios y de
las cosas divinas, basada en la revelación hecha al hombre por medio de Jesucristo y
sistemáticamente en sus diversos aspectos en el ámbito de la Iglesia cristiana”.

III. LAS DIVISIONES DE LA TEOLOGÍA.

La teología, como toda ciencia debidamente ordenada y metódica, también tiene sus
divisiones. Tradicionalmente se le viene presentando en cuatro partes distintas pero
muy relacionadas: Teología Sistemática, Teología Bíblica, Teología Histórica y
Teología Práctica.

1. Teología Sistemática.

Es la presentación de las verdades encontradas en la Santa Biblia acerca del


único y verdadero Dios y de su amorosa y redentora relación con la humanidad,
en un sistema que sobresale por la ordenación, el método y la lógica. Además de
su materia prima, que es la Palabra de Dios, la teología sistemática echa mano de
los recursos de otras ciencias en la elaboración y construcción de su estructura:
Filosofía, Historia, Psicología, Ética, etc.

El objetivo de la teología sistemática es facilitar la comprensión y fomentar la


aplicación práctica de las doctrinas que se encuentran en las Sagradas Escrituras.

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En general, la teología sistemática se subdivide en ética, dogmática y polémica.

2. Teología Bíblica.

Es la presentación de las verdades como se encuentran en la Santa Biblia. Su


objetivo es descubrir lo que realmente dijeron los profetas, los apóstoles y
Cristo.

La Teología Bíblica se divide en Teología del Antiguo Testamento y Teología


del Nuevo Testamento.

3. Teología Histórica.

Es la presentación cronológica de las verdades bíblicas, con el propósito de


mostrar su desarrollo progresivo y su influencia en las dos comunidades de fe de
las Sagradas Escrituras: Israel y la Iglesia.

La Teología Histórica tiene como fin comparar los diferentes credos, artículos de
fe y dogmas de la Iglesia cristiana para contrastar sus diferencias, buscando
siempre su armonía con la Palabra de Dios.

4. Teología Práctica.

Es la parte de la teología que tiene por objetivo inducir al creyente a aplicar, en


su vida diaria, los principios que se encuentran en las Sagradas Escrituras.

A fin de lograr sus propósitos, la teología práctica se aprovecha de la Homilética


y de la teología Pastoral.

IV. LOS FUNDAMENTOS DE LA TEOLOGÍA.

Según el escéptico Renán, la teología es una invención del siglo XIII, y la asemeja a
una catedral gótica: tiene toda la grandeza, los vacíos inmensos y poca solidez. Sin
embargo, si el pensador francés conociera bien las sagradas Escrituras, se percataría
de que la mejor imagen de la teología fue la que hizo el salmista: la Ciudad Santa.
Jerusalén es la figura que mejor se ajusta a la teología bíblica, ya que fue edificada
con toda solidez (Salmo 122:1). Es a esta ciudad a la que suben los peregrinos del
Señor para adorarlo en la hermosura de su santidad. Se mezclan ahí devoción y
conocimiento en un culto que nos hace propicio a aquel que es la sabiduría misma.

En la teología no hay vacíos; hay revelaciones. Inmensidades, sí; vacíos jamás.


Misterios, infinitos; vacíos, nunca. Por eso se considera a la teología la reina de las
ciencias.

Estos son los principales fundamentos de la teología:

1. Dios existe y mantiene una firme relación con el universo. Según profesan los
deístas, el Todopoderoso se limitó a crear el universo, pero no mantiene con éste
ninguna relación. Sin embargo, el teísmo bíblico afirma con toda claridad que

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Dios no sólo creó sino que también preserva el universo, y con su creación
cultiva una relación amorosa y redentora.

2. El ser humano tiene capacidad para conocer a Dios. A pesar de nuestras


exigüidades y limitaciones, el Señor nos dotó de recursos cognoscitivos y
lógicos que nos llevan a pensar en la realidad del Ser Supremo. Y lo que es más
importante: a conocerlo experimental y redentoramente. Es claro que ningún ser
humano, por muy culto e ilustrado que sea, jamás podrá captar la infinitud y la
esencia divinas. No obstante, todos podemos llegar a experimentar su
ofrecimiento compasivo por medio de Jesucristo. Hasta los deficientes mentales
pueden alcanzar el conocimiento divino: “Y habrá allí calzada y camino, y será
llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo
estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se
extraviará” (Isaías 35:8).

3. Dios ha dado medios mediante los cuales el ser humano puede llegar a
conocerlo. Como vimos en el punto anterior, no es imposible que el ser humano
conozca experimental y redentoramente a Dios. Por último, Él mismo nos creó
con tales posibilidades. El sabio lo entendió muy bien: “Todo lo hizo hermoso
en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el
hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin”
(Eclesiastés 3:11).

V. LAS FUENTES DE LA TEOLOGÍA.

A semejanza de las demás ciencias, posee la teología sus fuentes, sin las cuales no
podría fundamentar sus declaraciones y artículos. Sus principales fuentes son:

1. La Santa Biblia. Como la ciencia de la única y verdadera religión, la teología


tiene como fuente primaria la Santa Biblia. Es en la inmutable y soberana
Palabra de Dios que la teología va a buscar toda su autoridad. Y todo el material
que presenta se saca necesariamente de la Biblia; su materia prima es la
revelación divina.

A su joven discípulo Timoteo, le habla el apóstol Pablo acerca de la importancia


y de la autoridad de la Palabra de Dios como la fuente primaria de toda la
estructura doctrinal cristiana: Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil
para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin
de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda
buena obra (2 Timoteo 3:16, 17).

2. La Conciencia. Siendo la voz secreta que el Señor nos puso en el alma, y que
está presta a aprobarnos o desaprobarnos, recordándonos siempre de que hay un
Dios en los cielos a quien un día seremos llamados a dar cuentas, puede
considerarse la conciencia una de las fuentes primarias de la teología. A los
romanos, el apóstol Pablos les habló acerca de la función de la conciencia:

Porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los
hacedores de la ley serán justificados. Porque cuando los gentiles que
no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque

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no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley
escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y
acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que
Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a
mi evangelio. (Romanos 2:13-16).

No ha y pensador que pueda contradecir al apóstol de los gentiles. El filósofo


alemán Emmanuel Kant afirmó que la conciencia es un instinto que hace que nos
juzguemos a la luz de las leyes morales. L. Bottach ha dicho muy acertadamente:
“Cuando el hombre consulta la razón, escucha la ciencia; cuando consulta el
sentimiento, escucha la virtud; cuando consulta la conciencia, escucha a Dios”.

La conciencia, aunque indispensable, es imperfecta; puede cauterizarse. Acerca


de la fragilidad de la conciencia, Jaime Balmes escribió: “La conciencia es un ancla, no
un faro; basa para evitar el naufragio de la inteligencia, pero no para indicarle la ruta”.
Por eso hay que calibrarla constantemente con las sagradas Escrituras.

3. Naturaleza. Desde el punto de vista filosófico puede definirse la naturaleza


como la fuerza activa que estableció y preserva el orden natural de todo lo que
existe en el universo. Sin embargo, ésta definición puede hacer de la naturaleza
una divinidad en sí misma. Se tiene la impresión de que ella piensa, actúa, crea,
preserva e interviene en el universo. O sea, es un ser absoluto; en vez de criatura,
creadora.

La Biblia no la ve así. Se le presenta como habiendo sido creada por Dios y Él la


ha venido preservando. A los gentiles que procuraban adorar más a la criatura
que al Creador, les advirtió su apóstol:

“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e


injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo
que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las
cosas invisibles de Él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles
desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas
hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le
glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en
sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser
sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en
semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de
reptiles. (Romano 1:18-23).

Lo que Pablo quiso dejar bien claro a los gentiles era que, aunque no tuvieran ellos la
ley y los profetas, podrían, mediante la observación de las cosas creadas, haber llegado
a la conclusión de que la existencia del único y verdadero Dios es una realidad. Sin
embargo, en vez de eso, decidieron divinizar a la criatura y despreciar al Creador. Un
pensador francés alababa a Dios por su creación, pero reconocía que esta tenía muchas
limitaciones: “La naturaleza tiene perfecciones por las cuales demuestra que es imagen
de Dios, y defectos por los cuales demuestra que de Él es sólo la imagen…”.
Siendo la naturaleza portadora de un lenguaje tan elocuente, se le tiene como una de las
fuentes de la teología; Dios la usa para revelarse al hombre. Sin embargo, es insuficiente

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para demostrar todas las afirmaciones del único y verdadero Dios. Se hace necesario
recurrir a las Sagradas Escrituras, fuente de toda verdad y perfección.

4. La Experiencia. La experiencia religiosa es una de las más expresivas fuentes


de la teología; demuestra que es posible que el hombre se relacione con Dios.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, los santos porfiaban por esta
experiencia; sus espíritus anhelaban a Dios. David llegó a comparar su alma a un
ciervo perdido en el desierto, y que mucho sufría por las corrientes de las aguas
(Salmos 42:1). ¿Y qué decir de Isaías al contemplar al alto y sublime trono? ¿O
de Jeremías al deshacerse en lamentaciones por la intervención divina? ¿O de
Ezequiel que se entregaba sin reservas a los cuidados de la gloria divina?

Todos los santos tuvieron una profunda y sobresaliente experiencia con Jehová,
y sobre ella pusieron los fundamentos de su teología. Mediante la experiencia
concluimos: la ciencia que trata acerca de Dios y de sus relaciones con el
universo no sólo es válida; es significativamente transformadora.

El cristianismo no es teórico; es ante todo experimental. Nos lleva a entrar en


contacto con el único y verdadero Dios por medio de Jesucristo. Por eso mismo
necesitamos una doctrina metódica y ordenada, que nos lleve a conocer más al
Redentor.

VI. RESUMEN HISTÓRICO DE LA TEOLOGÍA.

Para que lográramos alcanzar el actual estado de sistematización de la doctrina


cristiana, se hizo necesario que muchos doctores y maestros se empeñaran en esta
lid y se sacrificaran por este ministerio. Desde los padres de la Iglesia hasta los
Teólogos y Maestros actuales, se ha andado mucho; se ha investigado mucho
misterio. Ellos se limitaron a hacer la historia de la teología; participaron del relato
heroico y triunfal de la fe que, de una vez por todas, la fue confiada a los santos.

1. El Período Primitivo. Como consecuencia de las persecuciones desencadenadas


contra la Iglesia, los teólogos y doctores de los primeros siglos muy poco
pudieron hacer para erigir en un sistema las verdades cristianas. Algunos de
ellos, como Tertuliano y Justino, el Mártir, se ocuparon en hacer la apología de
los cristianos ante las autoridades de Roma.

Además de ayudar a la Iglesia a superar los traumas de los constantes martirios,


tuvieron que luchar contra el paganismo y las herejías. Pero no por eso dejaron
de producir obras excelentes.

La primera tentativa de sistematizar la doctrina cristiana fue emprendida por


Orígenes (185-254) en sus Principios Introductorios. Después vino Agustín
(354-430). Aunque sus obras no constituyen un sistema riguroso, son un edificio
devocional de tal monta que, pasados todos esos siglos, todavía nos alimentan el
alma.

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El sistema más completo del período fue erigido por Juan Damasceno (700-
760). Se considera su Resumen de fe ortodoxa la primera teología sistemática
propiamente dicha. Damasceno es el teólogo más grande de la Iglesia Católica
Griega.

2. Edad Media. Pasarían siete siglos más hasta que la doctrina cristiana se
comienza a sistematizar debidamente. La tarea proseguiría con los escolásticos.
Aprovechándose de los principios desarrollados por Aristóteles, fueron
erigiendo con paciente meticulosidad el edificio de la Dogmática cristiana. Se
destacan en este período los nombres de Anselmo, Abelardo, Pedro Lombardo y
Tomás de Aquino.

En sus cuatro libros, Pedro Lombardo cita metódica y persistentemente los


escritos de Agustín y de otros grandes teólogos. La obra fue usada como libro de
texto durante más de quinientos años. Pero fue con Tomás de Aquino que la
teología escolástica alcanzó el apogeo. La Suma Teológica, uno de los mayores
monumentos de la doctrina cristiana, sería adoptada como el pensamiento oficial
de la Iglesia Católica. Aunque murió a los cincuenta años, Aquino dejó una obra
inigualable tanto en el campo de la teología como en el de la filosofía.

3. Período de la Reforma. Caracterizada por controversias y grandes disputas,


esta época vio surgir dos grandes sistemas teológicos. Si los católicos optaron
por la Suma Teológica de Aquino, los protestantes resolvieron adoptar el Credo
de Nicea y la doctrina de Agustín referente al pecado y a la gracia. Rechazando
la autoridad de las tradiciones, eligieron la Biblia como su única regla de fe y
conducta.
4.
Uno de los más grandes teólogos del período fue Felipe Melanchtón. Su Loci
Communes, publicada en 1521, tuvo tanto éxito que, aun en el período de vida
del autor, alcanzaría ochenta ediciones. Pero la obra que más se destacó fue
Institución de la religión cristiana de Juan Calvino. Publicada en 1536, es
esencialmente trinitaria y trata de resaltar la soberanía de Dios. Es uno de los
libros de mayor influencia de la historia de la Iglesia cristiana.

Entre los católicos, el teólogo de más importancia fue Belarmino (1542-1521).


Notable escritor y consumado artista de la palabra, obras de inigualable valor
tanto doctrinal como estilístico.

5. Período Confesional. Este período, que abarca los siglos XVII y XVIII, marca
la aparición de grandes sistemas teológicos y admirables dogmáticas. Los
escolásticos protestantes, siguiendo a los católicos medievales, se esforzaron al
máximo por presentar un completo ordenamiento de las doctrinas de la Reforma
Protestante a fin de que la Iglesia se mantuviera invulnerable a las influencias
romanistas.

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No obstante, faltó muy poco para que los herederos espirituales de Lutero no
sustituyeran la Biblia con tradiciones simplemente humanas. Se corría el riesgo
de que se consideraran los credos y artículos de fe luteranos y calvinistas como
superiores a la Palabra de Dios.

6. Período Moderno. Las teologías sistemáticas, como hoy las conocemos,


comenzaron a surgir a partir de 1800. Se producen por varias escuelas: a)
Escuela de Schleiermacher – le da énfasis a la conciencia como el factor
predominante de la fe cristiana; b) Escuela racionalista – pone el énfasis en la
razón; tuvo profundas influencias de los alemanes; c) Escuela de mediación –
fundamentalmente evangélica, procuraba adaptarse a los tiempos modernos; d)
Escuela de Rischl – además de aceptar al Cristo Histórico, reconocía la Biblia
sólo como un simple registro de la revelación.

La Iglesia Metodista comenzó a elaborar sus doctrinas a partir de los escritos de


Juan Wesley. Los calvinistas fueron representados por Jonathan Edwards,
Timoteo Dwight y Finney. Los bautistas, a su vez, tendrían en Strong a su más
ilustre representante. Además, su Teología Sistemática sigue siendo la mejor
hasta ahora producida. Entre los pentecostales, podemos destacar a Myer
Pearlman y a Stanley Horton. A este además se le viene considerando uno de los
más grandes pensadores cristianos de la actualidad.

CONCLUSIÓN.
Con este Diccionario teológico, creo estar contribuyendo, aunque
modestamente, al estudio significativo de la doctrina cristiana. Aunque no sea
una teología sistemática, procura ser lógico y preciso en sus definiciones. Es
claro que no siempre logramos alcanzar este objetivo. Sin embargo, de algo
estoy consciente: procuré hacer lo mejor para que el nombre de Dios fuera
glorificado en todo.

Si algún consejo se me permite dejar aquí es que, en todo el estudio teológico,


debemos armarnos de un espíritu profundamente piadoso, humilde y reverente
para lograr comprender los misterios divinos. No se puede estudiar teología
como se estudia filosofía o cualquier otra ciencia. Si se aprenden estas mediante
la luz natural de la razón, aquella habrá de buscarse con la iluminación que
desciende del Padre de la luces. Si amamos a Dios, nos interesaremos
sinceramente por el estudio de su Palabra. Porque el teólogo es, por encima de
todo, alguien que profunda y entrañablemente ama la Palabra de Dios.

Diccionario Teológico, Claudionor Correa de Andrade.

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CONTENIDO
INTRODUCCIÓN………………………………………………………… 15

Estudio 1

Las Sagradas Escrituras

Bibliografía…………………………………………………………………

A. Introducción.
B. Sus nombres.
C. Sus divisiones.
D. Sus propósitos.
E. Su autoridad.
F. Su inspiración divina.
G. Pruebas internas de su inspiración.
H. Pruebas externas de su inspiración.
I. Responsabilidad hacia su mensaje.

Estudio 2

DIOS, SU PERSONA

Teología, primera parte …………………………………………………...

A. Introducción.
B. Argumentos bíblicos de su existencia.
C. Argumentos teológicos de su existencia.
D. Dios es una persona espiritual.
E. Cualidades de su personalidad divina.
F. Su obra como dador y sustentador de la vida.

Estudio 3

DIOS, SUS NOMBRES

Teología, segunda parte …………………………………………………….

A. Introducción.
B. El nombre YHVE o YAHWEH.
C. El nombre Elohim, “el Dios Creador”.
D. El nombre Adonai, “el Señor”.
E. El nombre El Shadai, “el Poderoso”.
F. El nombre Rofeca, “el Sanador”.

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Estudio 4

DIOS, SUS ATRIBUTOS

Teología, tercera parte …………………………………………….

A. Introducción.
B. Atributos intransitivos de Dios.
C. Atributos transitivos de Dios.

Estudio 5

DIOS, LA SANTA TRINIDAD

Teología, cuarta parte ………………………………………………

A. Introducción.
B. La Trinidad en el Antiguo Testamento.
C. La Trinidad en el Nuevo Testamento.
D. Pruebas bíblicas a favor de la Trinidad.
E. La Trinidad en la Redención.
F. La Trinidad en el Avivamiento Pentecostal.
G. La Trinidad en los dones, ministerios y operaciones.
H. Igualdad en nombres, atributos, obras y adoración.

Estudio 6

EL SEÑOR JESUCRISTO

Cristología…………………………………………………………….

A. Introducción.
B. Lo que se dice acerca de Jesús.
C. La Biblia habla de su preexistencia.
D. El Antiguo Testamento anunció a Jesús.
E. El Nuevo Testamento da testimonio de Él.
F. Doble naturaleza en una personalidad.
G. Atributos intelectuales de Jesús.
H. Atributos morales de Jesús.
I. Atributos esenciales de Jesús.

Estudio 7

EL ESPÍRITU SANTO

Neumatología………………………………………………………….

A. Introducción.
B. La personalidad del Espíritu Santo.

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C. Sus atributos personales en acción.
D. Símbolos del espíritu Santo.
E. La obra del Espíritu Santo en el mundo.
F. La obra del Espíritu Santo en la Iglesia.
G. El bautismo en el Espíritu Santo.

Estudio 8

LOS SERES ANGELICALES

Angeología………………………………………………………………

A. Introducción.
B. Su creación, morada, número, jerarquía y servicio.
C. Caída de Satanás y muchos ángeles.
D. El infierno, morada abismal de Satanás.
E. Teoría del descenso de Cristo al infierno.
F. La demonología y el ministerio de liberación.

Estudio 9

EL HOMBRE

Antropología…………………………………………………………….

A. Introducción.
B. La teoría de la evolución del mundo y del hombre.
C. Fallas de la teoría de la evolución.
D. Doctrina bíblica de la creación.
E. Constitución espiritual, moral y psicológica del hombre.
F. La imagen y semejanza de Dios en el hombre.
G. Cualidades especiales del hombre, a diferencia de los animales.
H. Origen del alma y las características espirituales.

Estudio 10

EL PECADO

Hamartiología……………………………………………………………….

A. Introducción.
B. Origen y naturaleza del pecado.
C. Conceptos y definiciones del pecado.
D. Transmisión del pecado.
E. Efectos inmediatos y permanentes del pecado.
F. Castigo actual y escatológico del pecado.

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Estudio 11

LA SALVACIÓN

Soteriología…………………………………………………………………..

A. Introducción.
B. El plan de la salvación u ordo salutis.
C. Base de la salvación: la muerte de Cristo.
D. Llamado al arrepentimiento y a la conversión.
E. Fe en Cristo para la salvación por gracia.
F. Regeneración y nuevo nacimiento.
G. La justificación y sus varios aspectos.
H. La santificación como un acto y un proceso.

Estudio 12

LA IGLESIA DE JESUCRISTO

Eclesiología…………………………………………………………………….

A. Introducción.
B. Nombres, figuras y definición de la Iglesia..
C. Origen, naturaleza y desarrollo de la Iglesia.
D. Relación de la Iglesia con Israel.
E. Estructura ministerial de la Iglesia.

Estudio 13

DOCTRINA DE LAS ÚLTIMAS COSAS

Escatología, primera parte…………………………………………………..

A. Introducción.
B. Vida humana después de la muerte.
C. Sistemas de interpretación escatológica.
D. El rapto de la Iglesia y la tribulación.

Estudio 14

DOCTRINA DE LAS ÚLTIMAS COSAS

Escatología, segunda parte…………………………………………………..

A. Introducción.
B. La segunda venida de Cristo (La Parusía).
C. El triunfo de Jesús en la batalla de Armagedón.
D. Jesús viene a establecer su reino milenial.
E. El juicio final y la Nueva Jerusalén.

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INTRODUCCIÓN
¿Para quiénes es el estudio de la teología bíblica? Todo creyente en Jesucristo
merece y necesita estar informado acerca de los distintos temas doctrinales de la Biblia.
Después de la experiencia de la salvación, la segunda cosa más importante en la vida
cristiana es conocer todo lo que concierne a las cosas de Dios. La siguiente definición
puede darnos luz sobre lo que se pretende en un tratado como este: Teología es el
estudio de Dios y las cosas divinas, basado en la revelación dad al hombre en las
Escrituras, centrado en la persona y obra de Jesucristo, bajo la dirección del Espíritu
Santo y sistematizado en sus varios aspectos dentro de la Iglesia cristiana. Es común oír
a personas que equivocadamente dice: “a mí no me interesa la teología; lo importante es
que yo sea salvo y sepa vivir la vida cristiana”; o “yo no estoy capacitado para hablar de
teología; lo único que sé es que el Padre envió a su Hijo unigénito para salvar a los
pecadores y hacerlos hijos de Dios”; o, “la teología es para los que no oran ni buscan el
poder del Espíritu Santo”. Sin embargo, no hay expresiones más erróneas que estas,
porque tan pronto como alguien habla de Dios, la Biblia, Jesucristo, el pecado, la
salvación, la Iglesia, la vida eterna, el diablo, los demonios y otros asuntos de esta
naturaleza, ya está andando sobre el terreno de la teología, aunque no quiera darle ese
nombre.

¿Qué importancia tiene para el cristiano el estudio de la teología? El estudio de


la teología bíblica es para el creyente lo que la gramática es para cualquier persona que
habla un idioma. Desde que el niño empieza a hablar ya está haciendo uso de las
palabras que forman parte del idioma de sus padres o de las personas que lo rodean, de
quienes él las oye y con quienes las usa para dar a entender sus necesidades y comunicar
sus ideas. Aunque nunca asista a una escuela ni lea libros de gramática, la persona
puede seguir comunicándose a lo largo de su vida, haciéndose entender y entendiendo a
los demás. Sin embargo, hablaría, leería, escribiría y se comunicaría mejor si tuviera la
oportunidad de aprender las reglas del lenguaje, el uso y acomodo de cada una de las
nueve partes de la oración gramatical, la conjugación de los verbos, los tiempos
verbales, la etimología de las palabras y muchas cosas más. Claro está que para ello
tendrá que ir a la escuela o dedicarse a aprender por su cuenta todo lo relacionado con la
gramática. De igual manera, el creyente empieza a pensar y hablar de cada uno de los
temas del conocimiento de las Escrituras: la existencia de Dios, la creación del universo,
la vida humana, el pecado, la vida de Jesucristo, la salvación, la santidad, la llenura del
Espíritu Santo, la Iglesia, la segunda venida del Señor y las cosas futuras desde que
viene al Señor. Sin embargo, cuando tiene que ser específico o dar más información
sobre alguno de estos temas, se da cuenta de que carece de pruebas, definiciones, y
detalles sobre dichos asuntos. En cambio, si dedica un tiempo considerable al estudio de
las doctrinas bíblicas, no sólo fortalecerá su conocimiento personal sino que también
estará en la capacidad de ayudar a otros a que entiendan mejor las cosas de Dios.

¿Cuál es el propósito de este curso de teología bíblica? El fin de preparar y


publicar este libro no es simplemente agregar uno más a los que ya se venden en las
librerías cristianas. Tampoco es la intención del escritor y los publicadores incrementar

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la lista de obras literarias en circulación. Este manual fue concebido y dado a luz con el
firme propósito de poner en las manos del pueblo cristiano una herramienta de uso fácil
y acertado en el campo de la preparación de obreros para la cosecha en la viña de
nuestro Salvador. Específicamente, este se presenta como un curso estandarizado para la
formación de educadores cristianos en todo el mundo de habla hispana. Junto con un
número de cursos, de diversos géneros pero de la misma categoría, este libro constituye
una parte integral del plan que se implementará para la capacitación y acreditación de
millares de hombres y mujeres que se quieran ocupar de los cuatro trabajos que el Señor
le encomendó a su Iglesia: predicar el evangelio a los no salvos, educar y discipular a
los convertidos, fortalecer espiritualmente a los miembros de la Iglesia y enviar al
campo evangelístico a los que quieran servir a su Maestro.

¿Cómo realizar el estudio de este curso de teología bíblica? Este libro puede ser
leído libremente para que el lector saque de él todo el provecho posible, como mejor lo
crea conveniente. Sin embargo, de mayor beneficio será tomarlo como parte del plan de
formación de educadores, para lo cual tendrá que inscribirse a uno de los módulos o
grupos de estudios organizados por las Iglesias en cada ciudad o región. En tal caso se
tendrá que trabajar con la guía de estudio preparada para dicho programa. Muy
importante es que en casos de esta naturaleza, los estudiantes formen grupos y
subgrupos bajo la dirección del Pastor, Supervisor o Maestro que él designe, a fin de
realizar las tareas de manera sistemática y mantener un registro de actividades. En todo
caso, esperamos que la lectura diligente de este material pueda producir en los lectores
un cambio positivo en el desarrollo de su vida espiritual y su participación en el servicio
del Señor.

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Estudio 1

LAS SAGRADAS ESCRITURAS


BIBLIOLOGÍA.
A. Introducción.
Debemos empezar esta obra teológica con un breve estudio acerca de la
revelación escrita, la Biblia o “bibliología”. Existen varias razones para proceder
de esta manera: En primer lugar, está el hecho innegable de que si Dios no nos
hubiera provisto las Sagradas Escrituras, no habría ninguna manera de conocer a
Dios ni elaborar un sistema de estudios teológicos. Aparte de las Escrituras,
nadie puede establecer ningún credo o conjunto de doctrinas. La Biblia es la
obra de la revelación y la inspiración de Dios; por lo tanto, merece un lugar
primordial en el quehacer teológico. En segundo lugar, un acercamiento a la
revelación divina y una introducción al caudal de las Sagradas Escrituras le
provee al estudiante de teología un conocimiento fundamental acerca de las
obras de Dios. La Biblia es la fuente de información acerca de la creación del
universo, la existencia de las naciones, la historia del pueblo de Israel y el
establecimiento de la Iglesia de Jesucristo. En tercer lugar, la historia de la
revelación es fundamental para establecer un criterio panorámico, interpretativo
y pragmático de los tratos de Dios con sus criaturas humanas. En este estudio
daremos una mirada a temas como: los nombres de la Biblia, sus divisiones, sus
propósitos, su autoridad, su inspiración divina, las pruebas internas y externas de
dicha inspiración y nuestra responsabilidad hacia su mensaje.

B. SUS NOMBRES.
1. Etimología y significado del nombre Biblia. Este nombre no aparece en
ninguna parte de las Escrituras, pero la humanidad se acostumbró a aplicarlo
a la colección de documentos sagrados. La palabra “Biblia” es un nombre
griego plural, Biblia, “libros”, del singular biblión, “libro”, término que
deriva del nombre de la planta de papiro, biblós. Este nombre da a entender
que la Biblia es una colección de libros, por lo que se puede hablar de ella
como una verdadera “biblioteca”. La Biblia no siempre tuvo el formato ni la
presentación que ahora tiene; es más, ninguno de los libros de la Biblia tuvo
desde su origen la forma de un libro como lo conocemos hoy.
(a) Tabletas de barro. El material más antiguo sobre el cual se hicieron
inscripciones a partir del año 3000 a.C., fueron ladrillos o tabletas de
barro, los cuales después de ser impresos eran cocidos para poder
coleccionarlos en bibliotecas tan antiguas como la de Asurbanipal. Los
sumerios y caldeos fueron los que inventaron la escritura.
(b) Rollos de papiro. Ya a partir del año 260 a.C., los egipcios empezaron a
escribir sobre papiros, que eran unas láminas hechas de la médula de las
cañas de papiro, muy común en las orillas del río Nilo. Sobre este tipo de

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material se escribía toda clase de información, incluyendo los escritos del
Antiguo Testamento, y se guardaban en forma de rollos. Moisés y sus
sucesores pudieron haber aprendido a escribir sobre este tipo de material,
pues les era familiar por haber vivido cuatrocientos años en Egipto antes
de que se escribiera la primera parte del Antiguo Testamento, el
Pentateuco.
(c) Los pergaminos. Más tarde, como en el tercer siglo a.C., surgió en
Pérgamo, de Asia Menor, la industria de los pergaminos, hechos de
pieles de ovejas, terneros y cabras, un material más duradero y práctico
para la escritura. En este nuevo tipo de material fueron escritos los libros
del Nuevo Testamento, como se nota en la mención que Pablo hace de
los libros, mayormente los pergaminos (2 Timoteo 4:13).

2. Otros nombres dados a la Biblia. Entre los nombres más comunes con que
se designa este santo libro a través de sus páginas sobresalen los dos
siguientes:
(a) Las Escrituras. ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos
hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? (Lucas 24:32).
Jesús se refirió a ella de la siguiente manera: Escudriñad las Escritura;
porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son
las que dan testimonio de mí. (Juan 5:39). Cuando en la Biblia aparece el
nombre “Escritura” en singular se refiere al Antiguo Testamento como
una colección de documentos inspirados. Por ejemplo, en Juan 7:42 los
judíos comentan: ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la
aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo? En 2 Timoteo
3:16 leemos: Toda la Escritura es inspirada por Dios.
(b) La Palabra de Dios, así llamó Jesús al Antiguo Testamento, al decir: Si
llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura
no puede ser quebrantada) Juan 10:35. También el apóstol Pablo usó este
nombre cuando dijo: Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de
Dios (Romanos 10:17). La Escritura, la Biblia, es la Palabra de Dios, la
verdad dada por Él; y como tal, ella es la única comunicación de la
verdad divina. Dios ha usado muchos medios para comunicarse con sus
criaturas humanas, pero la Biblia es el medio especial de revelación más
firme y permanente. Jesús hizo una marcada distinción entre la Palabra
de Dios y la tradición humana cuando reprochó el error de los judíos que
no distinguían entre la una y la otra: No le dejáis hacer más por su padre
o por su madre, invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que
habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a éstas. (Marcos
7:12, 13). Pablo se refiere a las profecías del Antiguo Testamento
referentes a Israel como la palabra de Dios: No que la palabra de Dios
haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas.
(Romanos 9:6).

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C. SUS DIVISIONES.
1. Divisiones que la Biblia da de sí misma. La división tripartita del Antiguo
Testamento que se halla en la Biblia misma consiste de la Ley, Los Profetas
y los Salmos (La Hagiógrafa). La Ley consta de los primeros cinco libros del
Antiguo Testamento. Los Profetas abarcan la mayoría de los históricos
(Josué, Jueces, Samuel y Reyes), seguidos por los libros proféticos (Isaías,
Jeremías, Ezequiel, más los doce profetas menores que formaban un solo
libro). Los Escritos o Salmos incluyen todos los demás libros (Salmos,
Proverbios, Job, Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester, Daniel,
Esdras, Nehemías y Crónicas).

2. El Antiguo Testamento. La primera división natural de las Sagradas


Escrituras es el Antiguo Testamento, el cual da testimonio de las obras
portentosas de Dios. Sus primeras páginas están impregnadas del poder
maravilloso de Dios en el relato de la creación, seguido por el registro del
aumento del género humano, el juicio dl diluvio y la dispersión que se inició
desde la torre de Babel (Génesis 11:1-9). Luego, se inicia la historia de Israel
con el llamamiento de Abraham y la peregrinación de los patriarcas, desde la
Mesopotamia hasta Egipto. La obra más grande que Dios realizó en la
historia a favor de los israelitas fue librarlos de la esclavitud egipcia. La
conquista de la tierra prometida y el establecimiento del reino de Israel
ocupan las páginas más brillantes de la historia del Antiguo Testamento. Los
Salmos y las profecías ponen en alto las obras maravillosas de Dios y
preparan el camino para la llegada del Mesías. Las cinco divisiones que
agrupan los 39 libros veterotestamentarios son: el Pentateuco, los libros
Históricos, los libros Poéticos, los Profetas Mayores y los Profetas Menores.

3. El Nuevo Testamento. La segunda división es el Nuevo Testamento, que es


el cumplimiento y la expansión del mensaje del Antiguo Testamento. Todo
alcanza su significado total en las obras poderosas de salvación realizadas
por Dios por medio de Jesucristo (1 Corintios 15:3-8). Los Evangelios
describen la vida, el ministerio, la muerte, resurrección y ascensión de Jesús.
El libro de los Hechos dice cómo los cristianos de la Iglesia primitiva,
después de haber sido investidos con poder de lo alto en el día de
Pentecostés llevaron a todas partes el mensaje de salvación. En las Epístolas,
los escritores explican lo que Dios hizo en Cristo y prescriben las normas
que rigen la vida cristiana, ya sea de manera individual como colectiva. Los
27 libros del Nuevo Testamento se dividen en cinco categorías: Biografía,
Historia, Epístolas Paulinas, Epístolas Generales y Profecía.

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D. SUS PROPÓSITOS.
1. Dar testimonio de Jesucristo. El primer propósito de las Sagradas
Escrituras es dar testimonio acerca de Jesucristo. Y comenzando desde
Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las
Escrituras lo que de él decían (Lucas 24:27). El testimonio que la Biblia da
es para hacernos sabios para la salvación por la fe: Y que desde la niñez has
sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la
salvación por la fe que es en Cristo Jesús (2 Timoteo 3:15). El Nuevo
Testamento fue añadido al Antiguo en cumplimiento de la promesa de que el
Espíritu Santo nos guiaría a toda la verdad acerca de Cristo (Juan 16:12-15).
Dios nos dio las Escrituras para promover la salvación del mundo. Cristo
murió y resucitó en cumplimiento de la profecía bíblica para que se predicara
en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas naciones
(Lucas 24:46, 47). Que Jesús es el tema central de las Escrituras y de toda la
teología cristiana es algo que jamás se debe dejar de lado. Es interesante la
frase con la que D. R. Nichols empieza su artículo, el Señor Jesucristo: “El
Señor Jesucristo es la figura central de toda la realidad cristiana; por
consiguiente, las verdades acerca de Él son centrales en el cristianismo”.
Esta es suficiente razón para que la Biblia se ocupe de Él.

2. Equipar a los creyentes. El segundo propósito de las Escrituras es


conservar y fortalecer nuestra fe: Pero éstas se han escrito para que creáis
que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en
su nombre (Juan 20:31; 2 Pedro 1:19). La Palabra de Dios ayuda al ser
humano a santificar su estilo de vida: ¿Con qué limpiará el joven su camino?
Con guardar tu palabra (Salmos 119:9). Esta palabra no sólo provee limpieza
espiritual sino también produce aptitudes propias de la vida cristiana: Toda
la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2 Timoteo 3:16, 17).
La palabra inspirada de Dios también puede impartirnos consolación en
nuestras aflicciones: Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he
esperado (Salmos 130:5). También nos infunde esperanza: Porque las cosas
que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que
por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza
(Romanos 15:4). Además, la Palabra de Dios nos capacita para que
combatamos el error y conservemos la pureza doctrinal (2 Timoteo 3:16).
Por lo tanto, como fuente suprema de conocimiento espiritual, los sesenta y
seis libros de la Biblia abarcan abundante y plenamente todas las cosas que
son necesarias para la vida cristiana y la salvación eterna.

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E. SU AUTORIDAD.

1. La autoridad de la Biblia se debe a su origen divino. Ningún libro ha


ejercido la influencia que tiene la Biblia sobre la humanidad. Los chinos
conservan los escritos de Confucio; los musulmanes atesoran el libro del
Corán; y los mormones usan el libro del Mormón. Aunque estos escritos han
influenciado a muchos en el mundo, no se pueden comparar con el impacto
transformador de la Biblia a lo largo de la historia. Como ningún otro libro,
la Biblia continúa teniendo una gran atracción para la gente, aunque la
entiendan de distintas maneras, o totalmente la malentiendan.

2. La autoridad de la Biblia se debe a su veracidad. La Biblia nos informa


acerca del Salvador y nos provee los fundamentos para la fe y la vida de la
Iglesia. Por medio del mensaje de la Biblia y el poder del Espíritu Santo,
millones han aceptado a Cristo como su Señor. De manera especial, ella
moldea y guía a la comunidad cristiana en la práctica de la fe y el
sometimiento a la sana doctrina. Como Palabra de Dios, la Biblia no sólo se
interesa en la vida santa y la doctrina correcta sino también fomenta las
relaciones más apropiadas entre Dios y su pueblo, así como entre los
creyentes en la Iglesia.

3. La autoridad de la Biblia se debe a su riqueza intelectual y moral. La


Biblia ha ejercido una notable influencia incluso fuera de la Iglesia. Sus
efectos se notan claramente en la literatura, el arte y la música. La Biblia
también ha hecho un evidente impacto en las leyes de varias naciones, el
reconocimiento de los derechos humanos de los esclavos y las mujeres y el
mejoramiento del estilo de vida de los pobres y los necesitados. Esto mismo
es lo que expresamos en otra publicación doctrinal: “La autoridad de las
Sagradas Escrituras se encuentra en las verdades que presenta, porque es el
Espíritu Santo quien habla en ellas de parte de Dios. La autoridad de la
Biblia es compatible con el carácter de su Amor divino”.

F. SU INSPIRACIÓN DIVINA.

1. La Inspiración verbal de la Biblia. El autor de las Sagradas Escrituras es


Dios. Él escogió a hombres santos para que escribieran los libros en su
propio estilo, bajo la inspiración del Espíritu Santo. Los cristianos debemos
adoptar la posición de la inspiración verbal y plenaria de la Biblia, en contra
de los que creen que Dios inspiró sólo ciertas partes de ella. Este concepto
enfatiza que las Escrituras fueron inspiradas por Dios y no por los hombres,
y que dicha inspiración abarca las palabras de la Biblia, no tan sólo los
pensamientos de los escritores. La inspiración de la Biblia incluye su
historia, poesía, profecía y doctrina.

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2. En qué consistió la inspiración. El Espíritu Santo santificó y guió a los
escritores para que, en algunos casos, recibieran la revelación de Dios y en
otros descubrieran o recordaran los hechos, para luego transmitirlos por
escrito. Esto no dejó sin acción a los autores, aunque tampoco los dejó sin
dirección. Dios los usó tal como eran, con su carácter y temperamento, sus
dones y talentos, su educación, cultura, vocabulario, dicción y estilo. El
Espíritu Santo vino a la mente de cada escritor y lo impulsó para que
escribiera: librándolo de la influencia del pecado y guiándolo en la selección
de sus palabras y la fluidez de sus pensamientos.

3. La inspiración pudo ser consciente o inconsciente. En esta inspiración


sucedieron dos tipos de acción literaria: En primer lugar, hubo una
inspiración por revelación, por medio de la cual, en cierto y determinado
momento el autor escribió cosas que él mismo pudo entender o que aún sin
entenderlas las transmitió. Entre los casos en que el escritor no entendió lo
que le fue revelado están Ezequiel 28 y Daniel 9. En segundo lugar está la
inspiración consciente, en la cual el autor fue inspirado para escribir
acontecimientos, narraciones, experiencias e informaciones que consideró
importantes y necesarias para sus lectores. Lucas, por ejemplo, explica:
Después de haber investigado diligentemente, me ha parecido bien escribirte
(Lucas 1:3).

G. PRUEBAS INTERNAS DE SU INSPIRACIÓN.

1. Su Unidad desde Génesis hasta Apocalipsis. Es importante observar cómo,


habiendo sido escrita por más de cuarenta autores, en más de mil quinientos
años, en una diversidad de lugares y circunstancias, la Biblia conserva una
perfecta armonía y carece de contradicciones. En cambio, los sistemas
filosóficos de los hombres siempre se han opuesto entre sí. No hay dos que
estén de acuerdo en la mayoría de las cuestiones fundamentales que tratan. Si
Platón dijo la verdad, Demócrito es equivocó; Kant es contradicho por
Spinoza y Leibnitz por Hegel. La Biblia posee una asombrosa unidad que ha
sorprendido a sus lectores, especialmente a los creyentes. La razón es que los
sesenta y seis libros que la componen constituyen la obra maestra de una sola
mente, la mente de Dios.

2. La unidad no riñe con la diversidad. Los temas de la Biblia son muy


variados y diversos: hay historia, profecía, culto, ética, etcétera. Algunos
autores escribieron en prosa, otros en verso; sin embargo, entre todos
escribieron un solo libro. Obsérvese que el Antiguo Testamento y el Nuevo
Testamento están orgánicamente unidos: el primero conduce históricamente
al último. Por eso decimos que entre los autores inspirados no hay ninguna
colisión (oposición), ni la menor sospecha de colusión (confabulación).
¿Cómo se explica esta unidad doctrinal? ¡Es obra de Dios! La Biblia fue

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inspirada toda por Dios (2 Timoteo 3:16) a través del Espíritu Santo (2 Pedro
1:19-21).

3. La moral que enseña no proviene de la mente humana. Las Escrituras


poseen una alta enseñanza moral que parece haber sido el producto de la
mente humana. El conjunto de principios y preceptos que contiene señalan la
forma como debe ser y actuar una persona correcta. Se nota que la moral
bíblica es divina, pues exalta y recomienda la santidad como un sistema de
vida, al mismo tiempo que condena el pecado. A través de sus páginas
sagradas se insiste en la pureza interior, no solamente en la moralidad
externa, ceremonial y convencional que proclama el hombre (véase Isaías
5:20; 55:7-9). “La Biblia ha ejercido una fuerte influencia incluso fuera de la
Iglesia. Su influencia se nota en la literatura, la escultura, la poesía y la
música. Además, ha impactado las leyes de los pueblos civilizados y
defendido los derechos humanos.” Todo esto sería imposible si la Biblia
fuera de origen humano.

4. El cumplimiento de sus profecías demuestra su inspiración. Demostrar


que la Biblia contiene predicciones que se han cumplido a través de la
historia es probar es probar que este libre es de origen divino, pues nadie
conoce el futuro sino sólo Dios. (a) Profecías acerca de los judíos. En
Ezequiel 12:25, Dios reclama la verdad de su palabra, asegurando su
cumplimiento. Las profecías armonizan perfectamente con la historia de los
judíos: el cautiverio (2 Reyes 21:14), los setenta años (Jeremías 25:12), el
surgimiento de Ciro (Isaías 44:28; 45:1), las setenta semanas de Daniel 9:24-
27, etcétera. (b) Profecías cerca de Jesús. El Antiguo Testamento está lleno
de profecía mesiánicas, las cuales fueron cumplidas en la persona de Jesús:
su nacimiento virginal (Isaías 7:14; Mateo 1:22, 23), su precursor (Malaquías
3:1; Marcos 1:2, 3), su entrada a Jerusalén montado en un pollino (Zacarías
9:9; Mateo 21:9) y su muerte (Isaías 53:1-9; Apocalipsis 5:9).

H. PRUEBAS EXTERNAS DE SU INSPIRACIÓN.


1. Su circulación en todo el mundo. El apóstol Pablo les hizo una petición
muy especial a los creyentes de Tesalónica: que oraran para que la Palabra
de Dios por medio de la predicación del evangelio corriera y se propagara:
Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor
corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros (2 Tesalonicenses 3:1).
Esta súplica de Pablo se sigue cumpliendo porque la Palabra de Dios sigue
corriendo por todo el mundo.
(a) Los manuscritos antiguos. La religión cristiana no depende de reliquias
ni piezas de museo sino de la verdad viviente y dinámica. Contamos con
muchos manuscritos del Nuevo Testamento, más antiguos y abundantes
que los de ningún autor clásico: El Codex Sinaiticus, el Vaticanus, el
Alexandrinus, el Ephraemi y muchos más. Los bibliólogos y expertos en

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la traducción y publicación de las distintas versiones de la Biblia
aseguran que en la actualidad se cuenta con más de cinco mil
manuscritos y fragmentos de los documentos de la Palabra de Dios. De
manera que, aunque no contamos con los originales, sabemos que existen
muchas fuentes fidedignas de los escritos inspirados de la Palabra de
Dios.
(b) Las traducciones primitivas. Existen traducciones, paráfrasis y versiones,
igual que comentarios y obras exegéticas que confirman la verdad, la
integridad y la importancia del Libro de los libros. Por ejemplo, está la
Peshita, versión Siriaca del año 150 d.C. Están la Itala, versión latina del
año 160, y muchas más. A esto agreguemos los centenares de
traducciones y la distribución de millones y millones de ejemplares de la
santa Biblia en todo el mundo.

2. La actualidad de su mensaje. Jesús estableció esta cualidad importante de


las Escrituras sagradas cuando profetizó: El cielo y la tierra pasarán, pero
mis palabras no pasarán (Mateo 24:35). Las Escrituras son vivas y poseen
una vibrante actualidad. Ellas proveyeron solución para las necesidades que
tuvieron los creyentes de los tiempos bíblicos, y ahora siguen con la misma
efectividad en nuestra época.
(a) Satisface la sed de Dios. El Salmista habla de un Dios vivo, poderoso,
eterno y lleno de amor, que sacia la sed y los deseos más íntimos del
alma humana: Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así
clama por ti, oh Dios el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios
vivo. ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? (Salmos 42:1,
2).
(b) Da consuelo en las pruebas. Cuando todas las cosas parecen estar en
contra nuestra, tales como: enfermedad, tristeza, desgracia y aun la
misma muerte, entonces se agiganta la actualidad de la Palabra. Véanse
Romanos 8:29 y Hebreos 12:11.
(c) Satisface el deseo de pureza interior. Purifícame con hisopo, y seré
limpio: lávame, y seré más blanco que la nieve (Salmos 51:7). Cualquier
persona que desee la pureza interior puede regocijarse por la seguridad
que la Biblia le provee. Ninguna filosofía humana puede lograr esto a
favor de los transgresores.
(d) Disipa el temor a la muerte. Cristo sacó a la luz la vida y la inmortalidad,
por el evangelio. En Juan 14:1, 27, Jesús ofrece absoluta seguridad
acerca de la vida actual y la futura: No se turbe vuestro corazón; creéis
en Dios, creed también en mí… La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os
la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga
miedo. El apóstol Pablo también dice lo mismo en 2 Corintios 5:1:
Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se
deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos,
eterna, en los cielos.

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3. Su influencia en la vida humana. La influencia que ejerce la Palabra de
Dios en la sociedad se empieza a ver en la transformación que se efectúa en
la vida de cada una de las personas que son alcanzadas con su mensaje.
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de
dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y os
tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreo
4:12). Las consecuencias de creer en la Palabra de Dios son notables.
a. En las sociedades primitivas. La historia de la humanidad nos
muestra que cuando la Biblia ha llegado a individuos y grupos de
culturas remotas, o a pueblos de educación muy escasa y costumbres
no refinadas, estos han sido afectados positivamente. Son dignos de
notar los casos de las comunidades caníbales de algunas regiones del
mundo que han sido civilizadas por el poder del evangelio. Se ilustra
esto con la anécdota de un filósofo ateo de la alta sociedad que fue
como turista a una región remota e incivilizada. Se detuvo para hablar
con un indígena quien, bajo la sombra de un árbol, leía un libro. El
deseo del viajero era averiguar qué tipo de libro leía un hombre tan
pobre y sencillo como aquél. Al descubrir que leía la Biblia se dirigió
a él con un tono de burla, diciéndole que la gente educada ya no lee
cosas como esa, y que él con gusto le podría traer libros más
importantes para que él y sus vecinos se hicieran más inteligentes. El
humilde campesino miró al filósofo con una sonrisa amable, y le dijo:
“Amigo, si no fuera por la lectura de este santo libro, mis vecinos y
yo ya estaríamos preparando una fogata para para asarlo a usted y
darnos un gran festín como lo hacíamos con cualquier atrevido que se
acercara a nuestra aldea. Lo que debe hacer es darle gracias al Dios
que nos dio este libro por habernos transformado de caníbales en
cristianos llenos del amor de Jesucristo”. El Dios de la Biblia ha
determinado que la educación y la sabiduría no son sólo para las
clases privilegiadas sino para todos los que lean y crean en Él.
Pensemos en la obra realizada por Livingstone, Hannington, Moffat y
Day, en África; la de Schwartz, Ziegenbalg y Carey, en la India; la de
Judson, en Birmania; la de Paton en las Nuevas Hébridas, y la de
muchos misioneros que están siendo instrumentos en la propagación
de la Palabra de Dios.
b. En los altos círculos de la sociedad moderna. También es importante
señalar que las enseñanzas bíblicas han elevado el nivel de las
sociedades civilizadas. Es cierto que el materialismo y la
degeneración moral han hecho retroceder a las culturas del mundo
ilustrado y científico que antes profesaban una fe bíblica y los han
hundido de nuevo en las tinieblas de la incredulidad y el pecado; sin
embargo, la luz del evangelio está reconquistando a muchos.
Compare la condición de los países cristianos con los que creen y

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practican religiones como el hinduismo, el budismo, el islam y otras
creencias paganas. Compare, por ejemplo, el trato que se le da a la
mujer en los pueblos musulmanes con el lugar que ocupa en las
sociedades cristianas. La diferencia la ha establecido el conocimiento
y la aplicación de la Palabra de Dios.

I. RESPONSABILIDAD HACIA SU MENSAJE.

1. Debemos escudriñarla con la ayuda de Espíritu Santo. El mismo Señor


Jesucristo nos manda que escudriñemos Las Escrituras. Él dice: Escudriñad
las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna;
y ellas son las que dan testimonio de mí (Juan 5:39). El Espíritu Santo nos
enseña a entender la santa Biblia. Más el Consolador, el Espíritu Santo, a
quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os
recordará todo lo que yo os he dicho (Juan 14:26). Si estudiamos la Palabra
de Dios diariamente obtendremos fe y sabiduría (Salmos 118:72; Romanos
10:17) para poder vivir una vida victoriosa. Alguien dijo de la Biblia: “Léela
y serás sabio; créela y serás salvo; vívela y serás santo”.

2. Debemos estudiarla de manera inductiva. El estudio bíblico inductivo


consta de tres componentes que, aunque son distintos en teoría, se traslapan
en la práctica.

a. La Observación: el primer paso en el estudio de un pasaje es la


observación, la cual le indica al lector qué dice el pasaje que lee. En
esta fase se contestan las preguntas ¿Quién lo escribió? ¿Qué
escribió? ¿Cuándo lo escribió? ¿Dónde lo escribió? ¿A quiénes les
escribió? ¿Por qué les escribió? ¿Cómo les llegó? ¿Cómo
reaccionaron?.
b. La interpretación. La segunda fase del estudio inductivo es la
interpretación, la cual nos ayuda a determinar qué significa el pasaje
que estamos leyendo. En esta parte se deben tomar en cuenta los
principios del contexto, el consenso general, la misma Biblia como
intérprete, no basarse en lo oscuro, interpretar literalmente y usar
buenos comentarios.
c. La aplicación. Este último proceso indica cómo se aplica al lector el
significado del pasaje. Aquí se responden las preguntas ¿Qué me
enseña el pasaje? ¿Qué me pide? ¿Qué me ofrece? ¿Qué debo hacer?
¿Qué debo decir? ¿Qué cambios de adoptar según este pasaje?

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Estudio 2

DIOS, SU PERSONA
TEOLOGÍA, PRIMERA PARTE

A. INTRODUCCIÓN.
Después de haber considerado el tema de la revelación escrita, lo más natural y
apropiado es seguir con la doctrina de Dio el Padre. Dios es el principio básico,
fundamental y único para cualquier estudio de las cosas divinas. La teología, de
Theos, “Dios” y lógos, “tratado”, es la búsqueda de un conocimiento acerca de
Dios. El privilegio de contar con una “teología” se debe a que Dios ha querido
revelarse a sí mismo a sus criaturas por medio de su Palabra y en la persona de
Jesucristo su Hijo. Jesús dijo: Y esta es la vida eterna; que te conozcan a ti, el
único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado (Juan 17:3).
Él se ha revelado generalmente en la naturaleza, individualmente en la
conciencia humana, verbalmente en las Escrituras y personalmente en su Hijo
unigénito, Cristo Jesús. De manera que podemos realizar la tarea de desarrollar
una teología, porque Dios se ha acercado a nosotros, nos ha revelado su voluntad
y nos da la capacidad de conocerlo y proclamarlo al mundo como el único Dios
verdadero. Por eso Juan se expresó de la siguiente manera: Sabemos que el Hijo
de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es
verdadero (1 Juan 5:20). En este estudio cubriremos los siguientes temas acerca
de Dios: su existencia absoluta, personalidad divina, sus cualidades personales y
su poder vivificante.

B. ARGUMENTOS BÍBLICOS DE SU EXISTENCIA.

1. En las Escrituras, la existencia de Dios se da por sentada. Ningún pasaje


de la Biblia trata de probar la existencia de Dios, porque con ello se estaría
demostrando incertidumbre o accediendo a la posibilidad de que algunos
dudaran de ella. En lugar de discutir u ofrecer pruebas argumentativas acerca
de que hay un Dios, la Biblia da por sentada su existencia, la existencia de
Dios es absoluta, porque Él existe por sí mismo; nadie lo creó. En cambio,
nosotros y todas demás cosas, tenemos una existencia que depende de Él.
Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo
su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en
ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran
(Nehemías 9:6). Así es como Génesis presenta las obras del eterno y
omnipotente Creador desde sus palabras iniciales, sin preámbulos ni
explicaciones. No dice que existía Dios sino que inmediatamente entra a
describir su obra creadora: En el principio creó Dios los cielos y la tierra

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(Génesis 1:1). ¿Cómo podría crear los cielos y la tierra alguien inexistente?
¿Y qué necesidad hay de probar la existencia de uno que ya desde el
principio se presenta actuando, creando y organizando todo lo que existe? En
cualquier lugar que se menciona a Dios en la Escritura, se sobreentiende que
Él existe; de otro modo, lo que se dice de Él no tendría sentido.

2. Sólo los necios insisten en negar la existencia de Dios. Él Salmista sabía


que la existencia de Dios es algo tan diáfano que nadie puede negarla,
excepto el necio, el que habla contra la razón de su propia inteligencia y aun
contra los sentimientos de su alma: Dice el necio en su corazón: No hay
Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; No hay quien haga bien
(Salmos 14:1; 53:1). Cuando Dios se manifestó a Moisés en el monte Horeb
en medio de la zarza que ardía pero no se consumía, no empezó por darle
explicaciones de su existencia. En ese acto maravilloso de la manifestación
de la Deidad o teofanía, Dios simple y llanamente se identificó diciendo: Yo
soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob
(Éxodo 3:6). Acto seguido, le asignó la misión de liberar a su pueblo. Moisés
le preguntó qué debía decir cuando los israelitas le preguntaran quién lo
había enviado. Y respondió Dios a Moisés; YO SOY EL QUE SOY. Y dijo:
Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros (Éxodo 3:14).

3. La existencia de Dios se comprueba por sus obras. En varios pasajes del


Antiguo Testamento Dios se revela a su pueblo identificándose como el
autor de sus maravillosas obras. Así leemos: Yo soy Jehová tu Dios, que te
saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre (Éxodo 20:2). Él no sólo
le declara a su pueblo la realidad de su existencia sino también se presenta
como el único Dios: Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo
(Deuteronomio 32:39). Como una declaración de su relación de su relación
personal con su pueblo, Él dice: Yo, yo soy vuestro consolador (Isaías
51:12). Para dar a conocer su existencia, Dios ha revelado algo de sí mismo
a través del universo creado. El apóstol Pablo aseguró que los hombres no
tienen excusa para negar la existencia de Dios, porque abundan evidencias
de ella en todo lo que los rodea: Porque lo que de Dios se conoce les es
manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su
eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del
mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no
tienen excusa (Romanos 1:19, 20).

C. ARGUMENTOS TEOLÓGICOS DE SU EXISTENCIA.

1. El argumento cosmológico (causa y efecto). Tanto Aristóteles como


Tomás de Aquino se basaron en el argumento cosmológico para probar la
necesidad de una primera fuerza impulsora o primera para todo lo que existe
y se mueve en el universo. Nada existe ni se mueve sin que algo o alguien le

27
haya dado existencia y movimiento. Esa primera causa tiene que haber
existido antes de todo y haber tenido la capacidad de crear y dar vida, el
cual, indudablemente es Dios.

2. El argumento teleológico (orden y belleza). Este argumento a favor de la


existencia de Dios se basa en el orden en que funciona cada parte de la
naturaleza creada, los astros, los planetas, las estaciones, el tiempo, las
plantas, los animales, la vida humana y todo lo que existe. La idea es que
tuvo que haber una mente prodigiosa y sabia que diseñara y planificara todo
para que funcionara a la perfección por los siglos, años, meses, días y horas.
Sólo un ser Omnipotente y Omnisciente como el Dios de la Biblia es capaz
de hacer todo eso.

3. El argumento ontológico (la idea de un Ser supremo). Anselmo de


Canterbury fue quien planteó este argumento sobre la base de que todo ser
humano piensa y siente que tiene que existir un Ser supremo que trasciende a
todo ser existente. En otras palabras, todos estamos conscientes de que existe
alguien mayor que nosotros. Ese alguien tiene que ser Dios. En Hechos
17:23 se ve que los atenienses tenían la idea de que existía un “Dios no
conocido”. Aún el sicoanalista Carl Gustav Jung dijo que “no importa lo que
el mundo piense acerca de la experiencia religiosa, el que la ha tenido posee
el tesoro de la belleza y el esplendor de la vida”.

4. El argumento antropológico (la idea de un ser moral). Emanuel Kant


planteó este argumento basado en que todo ser humano tiene un sentido
innato de moralidad, el cual presupone la existencia de un Ser santo quien ha
dado leyes y mandamientos para que los humanos vivan correctamente. Este
argumento halla apoyo en la enseñanza bíblica de la conciencia humana,
planteada por el apóstol Pablo en Romanos 2:15.

5. El argumento biológico o biogenético (sólo la vida produce vida). Todo


lo que tiene vida hoy debe de haber sido creado por alguien que posee vida
en sí mismo, y esto no se puede decir de nadie más de Dios. La vida vegetal,
por ejemplo, se originó con el mandato divino de Génesis1:11 y 12, en tanto
que la vida animal surge en Génesis 1:24 y 25. La vida humana empezó en el
acto por el cual Dios creó al hombre a su imagen, según Génesis 1:26. El
Salmista dijo, sin titubear: Porque contigo está el manantial de la vida
(Salmos 36:9).

D. DIOS ES UNA PERSONA ESPIRITUAL.


1. Porque es una persona, Dios se comunica con sus criaturas racionales.
Es de importancia primordial establecer desde el principio que la Biblia, y
por lo mismo la teología, bíblica, nos presentan a un Dios personal. Los que
no parte de una premisa como esta pueden caer en el error de concebir en su

28
mente a un Dios impersonal, difuso en el universo e imposible de describir.
Esta ha sido la equivocación de los panteístas, que creen que Dios es todo y
todo es Dios. Tampoco podemos llegar al extremo de los animistas, que le
atribuyen divinidad a las cosas creadas, como los que adoran al sol, la luna,
las estrellas y hasta a los árboles y los animales. La Biblia nos presenta a un
Dios personal, quien se comunica con sus criaturas y se manifiesta de
distintas maneras, dando a conocer los distintos aspectos de su personalidad.

2. La Biblia da una definición de Dios. Dios es el Espíritu infinito y perfecto,


en el cual todo tiene su origen, sostenimiento y fin. No encontramos ningún
pasaje en las Escrituras que trate de definir a Dios o describirlo
analíticamente como si fuera un objeto. Lo más cercano a una descripción de
Él son las palabras que Jesús le expresó a la mujer samaritana: Dios es
Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren
(Juan 4:24). Esta expresión significa que la naturaleza esencial de Dios es
espiritual. Un espíritu es real, aunque no tenga cuerpo como el nuestro. No
debemos pensar en Dios como algo físico, como erróneamente lo perciben
los mormones que enseñan que Dios y Adán son la misma persona, y que,
por lo tanto, Dios posee un cuerpo como el nuestro. Esto es limitar a Dios
una existencia temporal, imperfecta y perecedera.

3. Dios es espíritu pero su personalidad difiere de la del Espíritu Santo.


Cuando la Biblia dice que Dios es espíritu, lo que da a entender es que su
forma de existir es diferente a la nuestra. El término “espíritu” viene del
hebreo “ruach” o “ruaj” y del griego “pneuma”, y puede tener un significado
más amplio, como cuando se usa para describir el aire. Pero en Juan 4:24 se
usa en un sentido más restringido para designar la forma esencial de la
existencia de Dios. También se designa con este término a la tercera persona
de la Trinidad, el Espíritu Santo, pero jamás lo confunde con la persona del
Padre. A Él se refirió Jesús cuando dijo: Y yo rogaré al Padre, y os dará otro
Consolador para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad
(Juan 14:16, 17).

E. CUALIDADES DE SU PERSONALIDAD DIVINA.


1. Dios es una persona que posee inteligencia, sentimientos y voluntad.
Dios es invisible, pero no es un tipo de vapor ni ningún elemento celestial,
difuso en el firmamento. Es un Espíritu personal, por lo tanto piensa, siente y
actúa. Los aspectos personales del ser de Dios son evidentes en la revelación
bíblica. Sólo un Dios personal puede planificar sabiamente, amar y aborrecer
santamente y actuar poderosamente.
a. Dios es un ser inteligente. A través de la Biblia se describe a Dios como
un ser incomparablemente inteligente, y como la fuente inagotable de
toda sabiduría. Ejemplo de esto son los siguientes pasajes: Con Dios está
la sabiduría y el poder; suyo es el consejo y la inteligencia (Job 12:13);

29
¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!
¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque
¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?
(Romanos 11:33, 34).
b. Dios posee y manifiesta sentimientos. La Biblia también abunda en
información acerca de los sentimientos de Dios como una persona real.
Cuando la humanidad se corrompió en su pecado, violencia y rebelión,
Dios expresó su disgusto y determinó aplicar los efectos de su ira contra
los impíos: Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la
tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era
de continuo solamente el mal. Y se arrepintió Jehová de haber hecho
hombre en la tierra, y le dolió en su corazón (Génesis 6:5,6). El
resentimiento de Dios y su enojo constante contra los que hacen lo malo
se manifiestan en las palabras del Salmista: Dios es juez justo, y Dios
está airado contra el impío todos los días (Salmos 7:11).
c. Dios ejecuta su voluntad libremente. De igual manera se describe en las
sagradas Escrituras la facultad absoluta de Dios de disponer y ejecutar
cada una de sus obras de acuerdo a su soberana voluntad. Por ejemplo, el
Salmista exclamó: Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha
hecho (Salmos115:3). Como persona divina, Dios no sólo es la plenitud
de toda inteligencia y lo más profundo de todos los sentimientos sino que
es absolutamente libre para decidir y ejecutar sus obras según su
soberana voluntad. También se dice enfáticamente que: todo lo que
Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos
los abismos (Salmos 135:6). Todo esto nos demuestra que Dios es un ser
cuyas cualidades personales se manifiestan a través de las Escrituras.
Aun el relato de la creación de Adán da testimonio de la personalidad de
Dios. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Un Dios sin
personalidad hubiera sido incapaz de crear a una persona.

F. SU OBRA COMO DADOR Y SUSTENTADOR DE LA VIDA.

1. Demostró esta capacidad en su obra creativa. Desde el momento en que el


humano abre la Biblia y lee las primeras páginas de ella se da cuenta de que
Dios no sólo es el Ser personal que se comunica con el hombre sino también
es el Creador omnipotente de todo lo que existe. Él es la fuente inagotable de
vida, de quien deriva su existencia todo lo que hay en el cielo, en la tierra, en
las aguas y en las profundidades del abismo (Génesis 1-3).

2. Él se distingue de los dioses muertos. La Biblia presenta a nuestro Dios


como el Dios viviente, para destacar la enorme diferencia que hay entre Él y
los dioses muertos que adoran los paganos. Josué dijo a los hijos de Israel:
Acercaos, y escuchad las palabras de Jehová vuestro Dios. Y añadió Josué:
En esto conoceréis que el Dios viviente está en medio de vosotros, y que él

30
echará de delante de vosotros al cananeo, al heteo, al heveo, al ferezeo, al
gergeseo, al amorreo y al jebuseo (Josué 3;9, 10). Estos eran países que
adoraban a dioses falsos, por lo tanto estaban en el programa de exterminio
encomendado al pueblo de Israel. Pablo alude a la eternidad de Dios cuando
le escribe a Timoteo, refiriéndose a la Iglesia como la casa de Dios, que es la
Iglesia del Dios viviente (1 Timoteo 3:15). Los hebreos veían a su Dios en
los eventos de su historia como el Dios vivo y verdadero. Una forma común
de empezar un voto era usando las palabras: Vive Jehová, como en Jueces
8:19. Dios jura por su propia vida en Números 14:21. Dios y la vida van
juntos, pues en la Escritura no se habla a ningún dios de muertos sino sólo al
Dios de los vivos (Marcos 12:27). Dios es la fuente de vida (Salmos 36:9).

3. Dios tiene vida en sí mismo y la imparte a sus criaturas. Jesús habló del
Padre como quien tiene vida en sí mismo: Porque como el Padre tiene vida
en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo (Juan
5:26). Dios es el que da vida a todas las cosas (1 Timoteo 6:13). Ninguna
criatura tiene vida en sí misma; toda vida es un don de Dios. Dios formó al
hombre del polvo de la tierra y sopló aliento de vida en su cuerpo inerte para
que se convirtiera en una persona viviente. Aun cuando Adán compartía vida
física con la vida animal, fue creado exclusivamente a la imagen de Dios, y
por lo tanto, tenía la capacidad de establecer una relación con el Dios
viviente. La vida física nos ha sido transmitida por Adán, pero Jesucristo es
el Espíritu dador de vida (1 Corintios15:45). En su primera venida, Cristo
murió por nosotros y resucitó de los muertos. Así fue como destruyó a la
muerte y trajo vida e inmortalidad por medio del evangelio (2 Timoteo 1:10).

31
Estudio 3

DIOS, SUS NOMBRES


TEOLOGÍA, SEGUNDA PARTE

A. INTRODUCCIÓN.

1. Importancia de los nombres de Dios. Los nombres de Dios son de suma


importancia para el creyente porque lo ayudan a entender mejor las
cualidades que Él posee y las distintas maneras en que se relaciona con sus
criaturas. Un estudio de los nombres de Dios nos puede ayudar a contestar la
inquietante pregunta: ¿Cómo es Dios? En la Biblia un nombre
frecuentemente indicaba el carácter y la función que desempeñaba una
persona. Por ejemplo, sobre la base de la relación del pacto, el nombre
Abram, “padre exaltado”, se cambió a Abraham, “padre de multitudes”;
Jacob, “el suplantador”, se convirtió en Israel, “el que lucha con Dios”,
después de su encuentro con Dios en el vado de Jaboc (Génesis 32:28).

2. Los nombres de Dios fueron revelados por Él mismo. Los nombres con
los que nosotros identificamos a Dios fueron dados a conocer por Él mismo
a través de su revelación. En la Biblia aparece una variedad de nombres muy
significativos, los cuales identifican a Dios; pero estos no le fueron
designados por su pueblo; son de origen divino. Sus nombres incorporan las
facetas de la revelación de sí mismo. Cada uno de ellos manifiesta los
aspectos del carácter, la personalidad y el poder de Dios.

B. EL NOMBRE JHWH O YAHWEH.

1. Su uso en el Antiguo Testamento. El nombre Jehová (el equivalente de


JHWH), aparece unas 6.800 veces en el Antiguo Testamento, según nuestra
versión Reina-Valera, y es un nombre profundamente personal. Con él se
reveló Dios a los israelitas y les anticipó la posibilidad de que llegaran a
conocerlo como a una persona. En el Antiguo Testamento hebreo este
nombre está formado solamente con las cuatro letras consonantes JHWH,
(conocidas como el tetragrámaton), que cuando se les añaden las vocales de
Adonai, generalmente se escribe Yahweh o Jehová. Este era considerado por
los judíos como el más sagrado de los nombres de Dios, el cual significa
literalmente “El que es”, o “el YO SOY”, pues Dios es la esencia de su
propio Ser. En las Escrituras sólo tenemos una explicación de este nombre:
la que Él dio cuando confrontó a Moisés en la zarza ardiente (Éxodo 3:14).
El “Yo soy” que le habló a Moisés en la zarza ardiente no era un Dios nuevo,

32
sino el Dios viviente que había sido adorado por Abraham, Isaac y Jacob y
quien dijo: Jehová (….) este es mi nombre para siempre (Éxodo 3:15).

2. ¿Por qué no se usa el nombre “Jehová” en otras versiones? En la


actualidad existen versiones (católicas, evangélicas y hebreas), provenientes
de manuscritos y copias de mayor antigüedad que las fuentes de donde
proviene la versión Reina-Valera. Esos manuscritos, más antiguos y más
originales, han sido descubiertos por la arqueología y la tecnología de las
últimas décadas. Un ejemplo de esto son los famosos “rollos del mar
Muerto”, descubiertos en las cuevas de Qumram a partir de 1.947. En esos
documentos del Antiguo Testamento no aparecen los nombres JHWH,
YAHWEH o Jehová, sino que se habla de Dios como Adonai, que significa
“Señor”. Según los biólogos, en épocas del Antiguo Testamento, los judíos
no usaban el tetragrámaton JHWH porque era un conjunto de consonantes,
sin sonido de vocales, y por lo tanto imposible de pronunciar. La única
manera de usar este nombre era intercalándoles las vocales del nombre
hebreo Adonai. El nombre “Jehová” empezó a usarse en traducciones y
versiones que surgieron a partir de los siglos 12 y 13 de nuestra era,
provenientes de la Vulgata Latina de Jerónimo y otras fuentes. Nuestra
versión Reina-Valera fue traducida de la Vulgata Latina y del textus receptus
(de Erasmo de Rótterdam. (término en latín que significa "texto recibido").

3. Relación de este nombre con las obras de Dios. En el éxodo, Jehová se


reveló por sus portentosas con las que sacó a su pueblo de Egipto, como lo
destacó Moisés: Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que
Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido
(Deuteronomio 5:15). Para los judíos el nombre divino “Jehová”, Yahweh,
tenía un significado tan grande que tenían temor de pronunciarlo mal, u
ofender a Dios por usarlo indebidamente. Por eso cuando llegaban al término
YHVE en el Antiguo Testamento prefería leer: Adonai, que significa
“Señor”.

4. Su equivalente en el Nuevo Testamento. Jesús usó el sentido pleno del


nombre “Jehová”, y se lo aplicó a sí mismo. Sabemos bien que este nombre
pertenece solamente al Antiguo Testamento y que no aparece en el Nuevo
Testamento. No obstante, tenemos una razón fuerte para creer que Jesús
tomó el significado del nombre “Jehová”, especialmente cuando usó la
forma griega enfática ego eimi, “Yo soy”, en los Evangelios. Él dijo: Antes
que Abraham fuese, yo soy (Juan 8:58). Así como Él mismo se identificó
con Jehová, quien declaró en Éxodo 3:14: Yo soy el que soy. Cuando Cristo
se presentaba a sí mismo como el gran “YO SOY”, los judíos sabían que se
estaba identificando con la Deidad. En Juan 8:24 se identificó como el “YO
SOY” quien perdona pecados: Si no creéis que yo soy, en vuestros pecados
moriréis.

33
C. EL NOMBRE ELOHIM, “EL DIOS CREADOR”

1. Es un nombre que sugiere pluralidad en la unidad. La Biblia empieza con


el relato de la creación, el cual se inicia con las palabras: En el principio creó
Dios los cielos y la tierra (Génesis 1:1). La palabra hebrea para “Dios” aquí
es Elohim, la cual en la versión Reina-Valera se traduce frecuentemente
como “Señor”. El nombre Elohim es plural, y se lo considera como “plural
de majestad o grandeza”. Se usó el plural porque la forma en singular Él no
era adecuada para expresar la plenitud de la deidad. El plural sugiere que
toda la plenitud de la Deidad residía en Él al momento de realizar la obra de
la creación.

2. Es un nombre que le da sentido a la obra creadora. La forma en que se


aplica a Dios el nombre Elohim lo describe como uno que tiene todo el poder
y toda la capacidad para crear de la nada todo lo que vino a existir. Elohim es
el Dios todopoderoso, que se nos presenta en la siguiente declaración:
Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de Señores, Dios grande,
poderoso y temible (Deuteronomio 10:17). Elohim es el Dios que creó el
universo con su poder maravilloso. Es Elohim quien habla y es hecho, quien
da existencia a lo que no existía, quien da luz en la oscuridad y quien creó al
hombre a su imagen.

3. Es un nombre que le da valor al pacto de Dios con su pueblo. Este


Elohim es quien hizo promesas grandes y firmes a Abraham y Jacob
(Génesis 17:1; 35:11), el mismo que protagonizó y confirmó el pacto
abrahámico, el cual, no pudiendo jurar por nadie más grande que Él, juró por
sí mismo. Elohim es un nombre muy importante porque, como ya se
observó, al aplicársele a Dios para describirlo como el Creador, está
atribuyéndosele poder y autoridad. Se hace esta aclaración no sólo porque
toda la creación, animada e inanimada, es la obra de Elohim sino porque es
Él quien la sostiene y gobierna (Génesis 1:28-30). Además de eso, el poder
supremo de Elohim se ve en su iniciación y perpetuación del pacto para
redimir a la creación (Génesis 3:15).

4. Es un nombre que establece unidad en la diversidad. No es mera


coincidencia que la forma plural, Elohim, se aplique a un solo Dios. El plural
sugiere diversidad y riqueza en la vida divina. Aunque Elohim es un nombre
plural, frecuentemente va acompañado de verbos, adjetivos y pronombres en
el singular, lo cual sugiere que Dios es uno. Un buen ejemplo es
Deuteronomio 32:39: Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses (Elohim)
conmigo.

34
D. EL NOMBRE ADONAI, “EL SEÑOR”.

1. El nombre Adonai impone obediencia. Los dos nombres de Dios que


hemos considerado se refieren a su esencia y su persona. Yahweh da a
conocer su autoexistencia y Elohim su omnipotencia. Estos nombres sólo
implican nuestra responsabilidad de obedecer a Dios. En cambio, el nombre
Adonai, que significa “Señor”, constituye un llamado definido e indiscutible
a obedecerlo. Eñ nombre Adonai significa esencialmente “Señor”. La forma
singular, Adon, se usa sólo para hombres, y se traduce como “maestro” o
“Señor”. En Génesis 24, Eliezer, el siervo de Abraham, habla de mi “adon”
(“Maestro”) Abraham. La importancia del nombre Adonai está en que
Jehová, como Señor, tiene el derecho a la obediencia y el servicio de su
pueblo. Se puede ver esta relación cuando Dios se le apareció a Abraham en
una visión. Abraham lo llamó: Señor Jehová (Adonai-Yahweh) Génesis
15:2). Esto significaba que Jehová era su Señor o Dueño, y él se consideraba
esclavo de Jehová.

2. El nombre Adonai como plural anticipa la Trinidad. El plural, Adonai, se


reserva como un nombre para Dios y sugiere la idea de la Trinidad, tal como
sucede con el nombre Elohim. Un pasaje en que aparece este nombre y
sugiere de manera impresionante que Dios es más que una persona es el
Salmo 110:1, donde David dice: Jehová dijo a mi Señor (Adonai, singular):
Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
Claramente se percibe en este pasaje la idea de que hay alguien más al lado
de Jehová.

E. EL NOMBRE EL SHADAI “EL PODEROSO”

1. El Shadai usa su poder para ayudar a los suyos. Durante el período


patriarcal Dios se manifestó como El Shadai, para infundir confianza a los
que Él decidía visitar. Este nombre tiene una connotación cálida y personal,
indicando que Dios quiere ayudar y bendecir a su pueblo. Este nombre
proviene de los términos Shad y Shadad, los cuales se traducen siempre
como “el poderoso”. El significado de El Shadai es, esencialmente “Dios
todopoderoso”. En tanto que Elohim se refiere a a Dios como el poderoso
Creador y Sustentador del universo, El Shadai lo concibe obrando activa y
poderosamente en los asuntos de su pueblo. También este nombre lo
presenta moldeando las fuerzas de la naturaleza para lograr sus propósitos.

2. El Shadai usa su poder para realizar milagros. La importancia de este


nombre se debe a que la actividad de El Shadai entre su pueblo apunta hacia
dos verdades. Primero, El Shadai ejerce control absoluto sobre los procesos
de la naturaleza, y puede hacer a un lado el curso ordinario de los mismos
para la realización de un milagro. Abraham y Sara son un buen ejemplo de

35
esto. Dios prometió hacer de esta pareja los progenitores de una gran nación
(Génesis 12:2). Segundo, El Shadai es el Dios de las bendiciones
inagotables. El Shadai cambió el nombre de Abram, “padre exaltado” a
Abraham, “padre de una multitud”, y le hizo una promesa inigualable: Te
multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti
(Génesis 17:6).

F. EL NOMBRE ROFECA, “EL SANADOR”.

1. Jehová Rofeca, el nombre que promete sanidad. En las Escrituras Dios se


nos revela con el nombre Jehová Rofeca, como el que suple todas las
necesidades que surgen en la vida de su pueblo. Él nos salva, nos fortalece,
nos sustenta, nos santifica, e incluso nos sana. El nombre Jehová Rofeca
surgió en las primeras experiencias que el pueblo de Israel tuvo en el desierto
(Éxodo 15:22-26). Después del cruce del mar Rojo caminaron tres días sin
encontrar agua para beber. En Mara había agua, pero era amarga. Entonces
Dios le mostró a Moisés un árbol el cual pudo hacer que las aguas se
tornaran dulces para que el pueblo bebiera. Acto seguido, les hizo una
advertencia, pero también les dio una promesa, basada en su bondad y su
poder. Y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo
recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares
todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te
enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador (Éxodo 15:25, 26).

2. Jehová Rofeca restaura a los que le obedecen. El nombre Rofeca viene de


la palabra rofe, la cual aparece varias veces en el Antiguo Testamento, y
siempre significa “reparar”, “restaurar” y “sanar”. A veces se refiere a la
sanidad de enfermedades o desórdenes físicos. Pero también se usa en
algunas ocasiones en sentido espiritual para hablar del perdón de pecados y
la restauración del favor divino. De la experiencia de Israel en el desierto,
como la descrita en Éxodo 15:22-26, surgió el nombre consolador que Dios
se adjudicó a sí mismo: Jehová Rofeca, que literalmente significa “Jehová el
Sanador”. Sin embargo, no debemos olvidar que esta promesa está ligada
íntimamente a la obediencia a la Palabra de Dios.

36
Estudio 4

DIOS, SUS ATRIBUTOS


TEOLOGÍA, TERCERA PARTE
A. INTRODUCCIÓN.

1. Importancia de los atributos de Dios. Un breve análisis de los atributos de


Dios permite que el creyente pueda reconocer las cualidades y virtudes
divinas tal como se manifiestan y se atribuyen a Él en las Escrituras. Cuando
hablamos de atributos divinos no es que le estemos otorgando a Dio virtudes
y perfecciones como si le hiciéramos un favor al asignárselas. Estas son
características naturales que Él posee por la eternidad, las cuales han venido
manifestándose en hechos y portentos a través de la historia y se han
registrado en la Biblia para nuestra información.

2. Tres métodos para clasificar los atributos. (a) El método de la causalidad,


por medio del cual se ven las obras, como la creación, los milagros y las
bendiciones, y se atribuyen a Dios como la Causa productora de las mismas.
(b) El método de la negación, por medio del cual se ven todas las
imperfecciones y deficiencias de las cosas y las criaturas, como el pecado, la
muerte, la temporalidad, etcétera, y se procede a ver a Dios como un Ser
diferente a todo lo que vemos. Así se atribuyen a Dios, por ejemplo, la
inmortalidad, la santidad, la eternidad, la justicia, etcétera. (c) Un tercer
método es el de la eminencia, por medio del cual se le atribuyen a Dios en el
grado más alto y sublime todas las virtudes que posee el ser humano. Por
ejemplo, el hombre es inteligente pero Dios es la plenitud de la inteligencia,
Él es Omnisciente. El hombre está facultado para obrar, pero con
limitaciones; en cambio, Dios es Omnipotente.

3. Nosotros dividimos los atributos en dos clasificaciones. Resulta fácil y


práctico agrupar las cualidades personales de Dios en dos divisiones. (a) Los
atributos intransitivos, que constituyen el carácter y la esencia del Ser divino.
Estos son propios de Dios y no los comparte con sus criaturas, por lo cual los
llamamos intransitivos”. En esta clasificación veremos, por ejemplo, la
aseidad o vida propia de Dios, su eternidad absoluta, su omnipresencia y su
inmutabilidad. (b) Por otra parte están los atributos transitivos, los cuales se
manifiestan con toda perfección en la Deidad pero también se ven, aunque en
menor grado, en sus criaturas. Entre estos veremos la inteligencia, el amor, la
bondad, la fidelidad y la santidad.

37
B. ATRIBUTOS INTRANSITIVOS DE DIOS.

1. La aseidad o autoexistencia es un atributo exclusivo de Dios. La aseidad o


autoexistencia de Dios es un atributo intransitivo porque le pertenece única y
exclusivamente a la Deidad. El término “aseidad” viene de dos voces latinas,
a se, que significan “por sí”, o por necesidad de su propia naturaleza. La
única extensión que se hace de este atributo, según las Escrituras, es a las
otras personas de la Trinidad. Este atributo divino se puede detectar en la
misma declaración que Dios le hizo a Moisés cuando se le manifestó en la
zarza: YO SOY EL QUE SOY (Éxodo 3:14). Esto sólo lo puede decir uno
que no depende de nadie, uno cuya existencia procede de sí mismo. Una
confesión de Moisés que hace alusión a la autoexistencia de Dios en los
Salmos es la siguiente: Antes que naciesen los montes y formases la tierra y
el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios (Salmos 90:2). Por esto
mismo podemos definir el atributo de la aseidad o autoexistencia de Dios
como la exclusiva cualidad que Él posee como Ser increado, pero a la vez es
el Creador de todo. Un pasaje que expresa perfectamente el verdadero
sentido de la aseidad o autoexistencia de Dios son las palabras de Jesús:
Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el
tener vida en sí mismo (Juan 5:26). La vida de Dios no tiene principio ni fin.
Moisés dijo: Desde el siglo y hasta el siglo tú eres Dios (Salmos 90:2).
Ninguna de las criaturas de Dios tiene vida en sí misma; toda vida proviene
de Dios. Otra declaración a favor de la aseidad divina es el argumento del
apóstol Pablo en su discurso de Atenas cuando dijo que Dios no necesita
nada de nadie; por el contrario, Él es quien da a todos vida y aliento y todas
las cosas (Hechos 17:25).

2. La eternidad absoluta es un atributo intransitivo de Dios. Al pueblo de


Israel se le enseñó desde el principio que reconociera que Jehová es el Dios
eterno. El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos
(Deuteronomio 33:27). Por “eternidad” se entiende la infinidad de la
existencia de Dios en relación o, más bien, en oposición al tiempo. El tiempo
es un paréntesis en el círculo interminable de la eternidad. En su oración, el
Salmista compara la brevedad y temporalidad de su vida con la eternidad de
Dios cuando le dice: Mis días son como sombra que se va, y me he secado
como la hierba. Más tú, Jehová, permanecerás para siempre, y tu memoria
de generación en generación (Salmos 102:12). Dios exhortó a su pueblo,
refiriéndose a su cualidad de eterno cuando dijo: ¿No has sabido, no has oído
que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? (Isaías
40:28). Este mismo profeta describe a Dios como el eterno cuando dice:
Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre
es el Santo (Isaías 57:15). De esta manera se excluye a Dios de las
limitaciones del tiempo. El Nuevo Testamento también destaca el atributo de
la eternidad de Dios: Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al

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único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén (1
Timoteo 1:17). A nosotros se nos hace difícil entender la eternidad de Dios
porque nuestra mente está influenciada por los eventos que suceden en el
tiempo. Somos criaturas del pasado, presente y futuro, pero Dios trasciende
lo temporal, a la vez que es el Creador del tiempo, al cual puso bajo su sola
potestad (Hechos 1:7).

3. La omnipresencia es un atributo que pertenece sólo a Dios. El atributo de


la omnipresencia indica que Dios no está limitado por el espacio sino que lo
llena todo simultáneamente. La omnipresencia es un atributo que le permite
a Dios estar en todo lugar. David declara que el Señor está presente en todo
el universo y que nadie se puede esconder de Dios ni en el cielo ni en la
tierra ni siquiera en el infierno. ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde
huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol
hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare
en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra
(Salmos 139:7-10). El profeta se refirió al atributo divino de la
omnipresencia cuando le dijo al pueblo, de parte de Dios: ¿Se ocultará
alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice
Jehová, el cielo y la tierra? (Jeremías 23:24). Cuando el apóstol Pablo
exhortaba a los romanos a que buscaran a Dios y lo reconocieran como el
Señor de su vida, les planteó el tema de la omnipresencia del Dios
todopoderoso: Para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando,
puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros.
Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos (Hechos 17:27,28). Dios,
quien está presente en toda su creación, estableció su residencia en Cristo en
la tierra, Cristo, como Dios, también posee el atributo de la omnipresencia.
Desde su ascensión al cielo está sentado a la diestra de Dios (Colosenses
3:1), sin embargo, también está con nosotros, todos los días, hasta el fin del
mundo (Mateo 28:20).

4. La inmutabilidad es intransitiva porque Dios es el único que no cambia.


Las criaturas y las cosas que Él hizo, todas son cambiadizas. Él es el único
que jamás cambiará, porque es perfecto en todo. David expresó con toda
claridad el concepto de la inmutabilidad de Dios, comparándola con la
transitoriedad de todo lo que hay en el universo. Desde el principio tú
fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, más tú
permanecerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán; como un
vestido los mudarás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no
se acabarán (Salmos 102:25-27). Las Escrituras le atribuyen a Dios la
característica esencial de la inmutabilidad porque Él es perfecto y no
necesita mejorar. Como es inmutable, sus promesas son dignas de confianza.
Eso se garantiza en el mensaje que Dios le envió a Balac por medio de
Balaam: Balac, levántate y oye; escucha mis palabras, hijo de Zipor: Dios no

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es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él
dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Números 23:18,19). Dios nunca
será más poderoso, porque en su mano está la suma de todas las
posibilidades. Nunca será más bueno, porque es la perfección de la bondad.
Nunca será más santo porque es la esencia de la santidad. La actitud de Dios
hacia el pecado es la misma que tuvo cuando expulsó a Adán y Eva del
huerto de Edén. Santiago el hermano del Señor se refirió al atributo de la
inmutabilidad de Dios, asociándolo con la firmeza de sus obras bondadosas.
Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las
luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación (Santiago 1:17).

C. ATRIBUTOS TRANSITIVOS DE DIOS.

1. La omnisciencia de Dios es su conocimiento perfecto. Cuando la Biblia


habla de la omnisciencia de Dios se refiere a que Él lo sabe todo, de una
manera perfecta. Dios tiene perfecto conocimiento de todo lo que existe y de
lo que puede existir. No necesita aprender nada de nadie, porque Él es la
única fuente de todo lo que se puede conocer. El profeta formuló las
siguientes preguntas retóricas que destacan el absoluto conocimiento de
Dios: ¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole? ¿A
quién pidió consejo para ser avisado? ¿Quién le enseñó el camino del juicio,
o le enseñó ciencia, o le mostró la senda de la prudencia? (Isaías 40:13, 14).
Lo mismo indican las palabras con que el apóstol Pablo corrobora el mensaje
de Isaías: Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su
consejero? (Romanos 11:34). Cuando nos referimos a la omnisciencia o el
conocimiento de Dios como un atributo transitivo, estamos dando por hecho
que Dios nos imparte cierto conocimiento de sí mismo y de mucho más. Así
lo entendía Moisés, quien escribió: Las cosas secretas pertenecen a Jehová
nuestro Dios; más las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para
siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley (Deuteronomio
29:29). El conocimiento que Dios imparte a sus criaturas llegará a su
plenitud en el futuro. Porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová,
como las aguas cubren el mar (Isaías 11:9).
2. La sabiduría de Dios difiere de su omnisciencia. El conocimiento está
relacionado con la sabiduría, pero existen algunas diferencias. La sabiduría
es la aplicación del conocimiento. Dios usa los mejores medios para lograr
los propósitos más elevados. Él logra su propósito empleando los medios
más dignos. Asombrado de lo que el Espíritu Santo le indicaba en cuanto a la
sabiduría del Dios altísimo, Pablo escribió: ¡Oh profundidad de las riquezas
de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e
inescrutables sus caminos! (Romanos 11:33). Su inteligencia no tiene
límites, por lo que este apóstol le rindió adoración con las siguientes
palabras: Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea
honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén (1 Timoteo 1:17). El

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Salmista se maravillaba de la sabiduría divina en la creación, y dijo: ¡Cuán
innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; la
tierra está llena de tus beneficios (Salmos 104:24). La sabiduría o
inteligencia es un atributo transitivo porque Dios lo transfiere, aunque en
menor grado a sus criaturas racionales, especialmente las que creen en Él y
le dan honra y gloria. Dios nos hace partícipes de su sabiduría por medio de
su Palabra. Así se lo dijo al pueblo de Israel en el desierto hablando de los
estatutos de Jehová: Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es
vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los
cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y
entendido, nación grande es esta (Deuteronomio 4:6). Nosotros tenemos
acceso a la sabiduría de Dios, pero para adquirirla tenemos que ser diligentes
y pedirla al que es la fuente inagotable de la inteligencia. Y si alguno de
vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos
abundantemente y sin reproche, y le será dada (Santiago 1:5).

3. La bondad de Dios es uno de sus atributos morales transitivos. Esta


noble cualidad de Dios, conocida como el atributo de su bondad, lo dispone a
tratar con sus criaturas bondadosa y generosamente. Como sus demás
atributos, su bondad es infinita, eterna e inmutable. Dios es tan bueno ahora
como lo fue en el pasado, y lo será en el futuro. Jesús se refirió a la bondad
de Dios, y nos mandó imitarla: para que seáis hijos de vuestro Padre que está
en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover
sobre justos e injustos (Mateo 5:45). Quizás no exista un canto más
elocuente a la bondad de nuestro Dios que el Salmo de David: Del poder de
tus hechos estupendos hablarán los hombres, y yo publicaré tu grandeza.
Proclamarán la memoria de tu inmensa bondad, y cantarán tu justicia
(Salmos 145:6, 7). Nosotros somos partícipes de la bondad de Dios en la
obra salvadora de Jesucristo. Cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro
Salvador; y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia
que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento
de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo (Tito 3:4, 5). Que
este atributo es transitivo lo vemos en la exhortación a reproducirlo en
nuestra vida como un fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22, 23).
4. El amor es otro atributo moral transitivo de Dios. Jehová expresó su amor
eterno al pueblo de Israel, dando a entender que esta es una de las
características especiales que ennoblecen su personalidad divina. Jehová se
manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he
amado; por tanto te prolongué mi misericordia (Jeremías 31:3). El amor de
Dios es una de las realidades más grandes expuestas en las Sagradas
Escrituras. De acuerdo con la declaración de Jesús, la manifestación más
evidente del amor de Dios fue la dádiva de su único Hijo. Porque de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna (juan 3:16). Juan, el

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apóstol del amor, nos enseña a definir el verdadero amor. En esto consiste el
amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a
nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados (1 Juan
4:10). El amor de Dios es transitivo porque no es sólo un acto divino sino
también constituye la médula de la vida cristiana. El que no ama, no ha
conocido a Dios; porque Dios es amor (1 Juan4:8). En esta misma
declaración vemos que el amor es un atributo transitivo, porque Dios espera
que nosotros lo manifestemos a nuestros hermanos. Así lo estipuló Jesús al
decir: Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como os he
amado (Juan 15:12).
5. La misericordia también es un atributo moral transitivo. El vocablo
“misericordia” viene del griego “eleos” y se refiere a una actitud de
compasión. La manifestación más clara de la misericordia de Dios se ve en
la salvación gratuita del pecador, en la que entran en función la misericordia,
el amor y la gracia. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor
con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida
juntamente con Cristo (por gracias sois salvos) (Efesios 2:4, 5). Este atributo
siempre ha existido con toda perfección en el Ser divino. La misericordia de
Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen
(Salmos 103:17). La misericordia es el atributo de Dios al cual se refirió
Jeremías en sus lamentos: por la misericordia de Jehová no hemos sido
consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias (Lamentaciones
3:22). Nosotros también debemos poseer el atributo de la misericordia, como
lo expresó Jesús: Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia (Mateo 5:7). Él también mandó que sus seguidores
sean misericordiosos como Dios: Sed, pues, misericordiosos, como también
vuestro Padre es misericordioso (Lucas 6:36). Una de las funciones de la
misericordia de Dios es impartirnos consolación en nuestras aflicciones. Pero
también nosotros tenemos que consolar a nuestros semejantes, como lo
expresa el apóstol Pablo: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos
consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros
consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la
consolación con que nosotros somos consolados por Dios (2 Corintios 1:3,
4).
6. La santidad es un atributo de Dios que también debe verse en los
cristianos. Cuando se habla de la santidad como un atributo moral de Dios
nos referimos básicamente a la separación que Él mantiene de todo lo
impuro y pecaminoso. La Biblia describe a Dios como magnífico en santidad
(Éxodo 15.11). dios es el glorioso Ser exaltado y supremo, que está por
encima de toda la creación, animada e inanimada. Podemos decir que el coro
de los serafines en el templo, en la visión de Isaías, confirma la realidad de la
santidad de Dios. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo,
Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria (Isaías 6:3). La

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santidad de Dios se puede considerar de dos maneras. (1) Por una parte, Él se
opone y aborrece todo pecado y toda impureza. Eso fue lo que destacó uno
de los profetas menores, hablando de la pureza de Dios frente al pecado de
su pueblo: Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio
(Habacuc 1:13). (2) Por otra parte, la santidad de Dios es su estado
permanente de excelencia moral. Dios está totalmente libre de maldad y es
absolutamente perfecto. Toda ley y perfección moral tiene su base en el
carácter de Dios. La obra inmaculada y el carácter de Cristo son la
manifestación más elevada de la santidad de Dios. Que el atributo de la
santidad debe existir también en los cristianos se ve desde el Pentateuco:
Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y
seréis santos, porque yo soy santo (Levítico 11:44). El apóstol Pedro exige la
santidad en los creyentes para que se parezcan a Dios: Como aquel que os
llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;
porque escrita está: Sed santos, porque yo soy santo (1 Pedro 1:15,16).

7. La justicia es un atributo moral de Dios que Él transmite al creyente.


Tanto el término hebreo “tsedhakah” como el griego “dikaiosune” llevan la
idea de “rectitud” y “apego total a un modelo”. Por eso algunos no creen que
tenga sentido hablar de “justicia” en Dios porque no hay nada que le pueda
servir de modelo o norma. Pero es Dios mismo quien se adjudica el nombre
de justo cuando reclama su dignidad soberana ante los dioses y los hombres.
¿Quién hizo oír esto desde el principio, y lo tiene dicho desde entonces, sino
yo Jehová? Y no hay más Dios que yo; DIOS JUSTO y Salvador; ningún
otro fuera de mí (Isaías 45:21). Gracias a este atributo Él siempre actúa de
manera consistente con su carácter moral. Por ser un Dios justo es imparcial
en sus juicios y nos da lo que merecemos. El Salmista adora a Dios,
hablando de la justicia: Justicia y juicio son el cimiento de tu trono (Salmos
89:14), y agrega: Justo eres tú, oh Jehová, y rectos tus juicios (Salmos
119:137). La justicia es un atributo transitivo porque Dios lo permite al
creyente a través del perdón, la justificación y la santidad. El apóstol Pablo
habló de la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los
que creen en él … Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante
la redención que es en Cristo Jesús … a fin de que él sea el justo, y el que
justifica al que es de la fe de Jesús (Romanos 3:22, 24, 26). Por esta justicia
de Cristo, otorgada a los creyentes, se puede hablar de estos como los
espíritus de los justos hechos perfectos (Hebreos 12:23). Si alguien habló
con claridad acerca de esto fue el apóstol Juan: Hijitos, nadie os engañe; el
que hace justicia es justo, como él (Dios) es justo (1 Juan 3:7).

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Estudio 5

DIOS, LA SANTA TRINIDAD


TEOLOGÍA, CUARTA PARTE

A. INTRODUCCIÓN.

Así como la Biblia no discute la existencia de Dios, sino que la da por


sentada, tampoco argumenta, ni define, ni explica la existencia de la
Trinidad. Sin embargo, la Biblia demuestra con hechos, no sólo la existencia
sino también los hechos de cada persona de la Trinidad de Dios. No hay un
solo pasaje en el cual se mencione la palabra “Trinidad”, pero en numerosos
textos bíblicos se presenta, de manera implícita o explícita, la obra del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo. Es más, para sorpresa de los detractores de esta
doctrina, este no es un tema exclusivo del Nuevo Testamento; en el Antiguo
Testamento abundan pasajes que testifican de la acción de más de una
persona en la esencia de un solo Dios verdadero. No obstante, es inevitable
que haya oposición al planteamiento del tema de la Trinidad. En primer
lugar, en él hay aspectos misteriosos que van más allá de la lógica y la razón
humana, pues Dios es infinito, perfecto, trascendente e inexplicable. La
doctrina de la Trinidad se sustenta en la revelación divina, es evidente en la
historia bíblica y palpita en la teología cristiana. Sin embargo, por pertenecer
al rango de lo divino, es y seguirá siendo un asunto que debe ser entendido y
aceptado por la fe, bajo la dirección del Espíritu de Dios. En segundo lugar,
algunos pueden caer en el error de los judíos, quienes rechazaron la doctrina
de la Trinidad porque, según ellos, daba lugar a conceptos idólatras al pensar
en las tres personas divinas como “tres dioses”; pero no hay nada más
absurdo que llegar a ese extremo.

B. LA TRINIDAD EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.

1. En el nombre Elohim. La Trinidad está implícita en el nombre Elohim.


La doctrina de la Trinidad no fue revelada en forma explícita en el
Antiguo Testamento, porque la mentalidad del pueblo hebreo no estaba
capacitada para ello. Uno de los objetivos de Dios era sacarlos del
politeísmo y la idolatría en que habían vivido. Un planteamiento abierto
de la Trinidad los hubiera confundido, ya que el llamado era a la
renuncia de los dioses paganos y la aceptación de un solo Dios
(Deuteronomio 6:4; Isaías 45:5). Sin embargo, como lo vimos en un
capítulo anterior, desde las primeras palabras de Génesis se sugiere
pluralidad en la manifestación de la Deidad, sin insinuar que existen

44
varios dioses. Por ejemplo, en Génesis 1:1 se usa el nombre semítico
plural Elohim, “Dios”, compuesto de El, que significa “Poderoso” y la
terminación him, que equivale a la de los plurales en español terminados
en “es”. Pero para equilibrar esta idea de pluralidad, Él revela también su
nombre del pacto. YAHWEH, el cual significa “no hay otro como yo”; y
también “el que era, es y será”.

2. En los verbos plurales. La Trinidad se sugiere en algunos verbos


plurales. El nombre plural Elohim concuerda con algunos verbos plurales
que se usan en las narraciones de Génesis. Por ejemplo, en el acto de la
creación del hombre se usa el verbo hagamos (Génesis 1:26). Otro caso
es el de la torre de Babel, donde Dios dice: Ahora, pues, descendamos, y
confundamos allí su lengua (Génesis 11:7). No se cree que en estos casos
el Creador estuviera consultando a los ángeles, ni mucho menos a otras
criaturas. Por otra parte no queremos decir que en el nombre o los verbos
ya citados haya una presentación explícita de la doctrina de la Trinidad.
Sólo hallamos en ellos una sugerencia inicial de que en la esencia del
único Dios verdadero existe más de una persona.

3. En las teofanías. La Trinidad se sugiere en las teofanías del Antiguo


Testamento. En las teofanías o apariciones de Dios en el Antiguo
Testamento surge la presencia del Hijo de Dios como “el ángel de
Jehová”. El caso de Agar en el desierto es una de las muchas referencias
que se hacen en la Biblia a este personaje divino. Y la halló el ángel de
Jehová junto a una fuente de agua en el desierto, junto a la fuente que
está en el camino de Sur (…) Y le dijo el ángel de Jehová: Vuélvete a tu
señora, y ponte sumisa bajo su mano (Génesis 16:7, 9). El ángel de
Jehová a veces se presenta como distinto del Padre, como en la frase:
Jehová ha oído tu aflicción (Génesis 16:11); pero otras veces se
identifica con Dios, como lo declara Agar: Tú eres Dios que ve (Génesis
16:13). Otro ejemplo es la visita trinitaria a Abraham en su tienda.
Después le apareció Jehová en el encinar de Mamré, estando él sentado a
la puerta de su tienda en el calor del día. Y alzó sus ojos y miró, y he
aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo
de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró a tierra (Génesis 18:1,
2). En esta isita divina se revelan tanto la unidad de la esencia de Dios
como la pluralidad de personas. La primera se ve en la petición de
Abraham: Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no
pases de tu siervo (Génesis 18:3). La segunda se nota en la siguiente
expresión verbal: Y ellos dijeron: Haz así como habéis dicho (Génesis
18:5). Aquí queda implícita la presencia de Jehová en compañía de dos
personas divinas, integradas en una misma esencia con Él.

45
4. En el “ángel del pacto”. La Trinidad se sugiere en la manifestación del
“ángel del pacto”. Al final del Antiguo Testamento encontramos una
lección muy especial que señala unidad y a la vez distinción de las
personas divinas. He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el
camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien
vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí
viene, ha dicho Jehová de los ejércitos (Malaquías 3:1). Aquí, el ángel
del pacto es anunciado por Jehová, por medio del profeta, como que
viene. Jesús explicó esta profecía y la dio por cumplida en Juan el
Bautista, quien vino a preparar el camino para que el pueblo recibiera a
Jesús como el Señor, el ángel del pacto, el deseado de todos.

5. En las profecías mesiánicas. La Trinidad se sobreentiende en las


profecías mesiánicas. Existen alusiones claras al Hijo de Dios en el
Antiguo Testamento, con lo cual se insinúa la Trinidad divina, un canto
de los hijos de Coré señala, por inspiración divina, las funciones de las
personas del Padre y del Hijo en la siguiente declaración mesiánica: Tu
trono, oh Dios, es eterno y para siempre; cetro de justicia es el cetro de
tu reino. Has amado la justicia y aborrecido la maldad; por tanto, te
ungió Dios el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros
(salmos 45:6, 7). Aquí el Salmista invoca al Ser divino, diciéndole: Tu
trono, oh Dios, es eterno y para siempre. Luego le declara: Te ungió
Dios, el Dios tuyo. Este canto es muy profundo como para atribuírselo
solamente a una ceremonia pública del rey de Israel. En su sentido más
sublime y espiritual, esta es una profecía de la unción del Mesías, a quien
el padre le otorga el trono eterno, por cuanto ha amado la justicia y
aborrecido la maldad. Es cierto que el Salmo 45 es una canción de las
bodas reales, pero estas palabras inspiradas van más allá del ámbito
cultural hebreo y revela la personalidad y posición mesiánica del Hijo de
Dios.

6. En la mención del Espíritu Santo. La Trinidad está implícita en la


mención del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento. En el pasaje del
párrafo anterior, la frase óleo de alegría, o aceite de la unción del Señor y
Rey eterno, es una mención figurada del Espíritu Santo en el plan
mesiánico. No debemos confundir al Espíritu Santo con el Padre o con el
Hijo. La Biblia identifica al Padre con su nombre semítico Elohim y con
su nombre del pacto hebreo, Yahweh, y alude al Hijo como el ángel de
Jehová, ángel del pacto, Señor y Deseado de todos. No se habla de Él
como otro Dios sino como uno con el Padre. De la misma manera hay
pasajes que con toda claridad presentan al Espíritu Santo no como otro
Dios sino como uno con el Padre y el Hijo, obrando como persona
distinta, pero perteneciente a la misma Deidad. El Espíritu Santo siempre
ha actuado como una persona. La obra del Espíritu Santo se ve desde el

46
principio, como un agente protector e incubador de la creación. Y el
Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas (Génesis 1:2). En el
Salmo 51, David expresa dolor por haber ofendido a Dios y le implora
perdón y limpieza (Salmos 51:1, 2), justificación (Salmos 51:3-7) y
restauración (Salmos 51:8-10). Luego, le pide unción y gozo, lo cual sóo
viene del Espíritu Santo: No me eches de delante de ti, y no quites de mi
tu Santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me
sustente (Salmos 51:11, 12). El nombre “Espíritu” viene del hebreo
ruach, del griego pneuma y del latín spíritus. En sentido literal, este
término significa “aliento” (Génesis 2:7; Ezequiel 37:5) y “viento”
(Génesis 8;1; 1 Reyes 19:11), pero también se usa para designar a una
persona capaz de actuar por sí misma, como en este Salmo. El Espíritu
Santo no es un poder ni una fuerza impersonal. Los que lo consideran
únicamente como el aliento de Dios o la fuerza operante del Padre deben
leer lo siguiente: Más ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su Santo
Espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos.
Pero se acordó de los días antiguos, de Moisés y de su pueblo, diciendo:
¿Dónde está el que les hizo subir del mar con el pastor de su rebaño?
¿Dónde está el que puso en medio de él su Santo Espíritu? (Isaías 63:
10, 11). Aquí se describe una cualidad personal, un sentimiento del
Espíritu de Dios, su capacidad de enojarse. En Efesios 4:30 se dice lo
mismo de Él: No contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis
sellados para el día de la redención. Sólo una persona puede “enojarse” y
“entristecerse”; una cosa, una influencia o un objeto impersonal no tiene
sentimientos.

C. LA TRINIDAD EN EL NUEVO TESTAMENTO.

1. Jesús la declaró. La unidad del Hijo con el padre fue algo que Jesús
declaró enfáticamente. La doctrina de la Trinidad es rechazada por
algunos grupos religiosos, porque temen que esta postura atente contra el
monoteísmo bíblico (la creencia en un solo Dios). Los judíos no
quisieron aceptar a Jesús como el Hijo de Dios porque el hacerlo era
admitir su divinidad y, por ende, su igualdad a Dios el Padre. Esta fue la
razón por la que lo rechazaron el día que les dijo: Yo y el Padre uno
somos. Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.
Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre;
¿por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron los judíos, diciendo:
Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú,
siendo hombre, te haces Dios (Juan 10:30-33). Cuando Pilato confesó
que no hallaba razón para condenar a muerte al santo Hijo de Dios, los
judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley
debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios (Juan 19:7). En su
ceguera espiritual y falta de fe, no pudieron reconocer que Jesús era el

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ángel de Jehová de Génesis 16:7, 13; el Hijo del Salmo 2:12; el Ungido
del Salmo 45:7, el Siervo sufriente de Isaías 53 y el unigénito del Padre
de Juan 3:16. Ellos veían la divinidad de Jesús como un ataque contra el
monoteísmo de Deuteronomio 6:4 e Isaías 45:5, al cual se aferraban con
gran lealtad. Sin embargo, estaban rotundamente equivocados, porque
Jesús nunca dijo: Yo soy otro Dios, sino: Yo y el Padre uno somos.

2. Trinidad, no triteísmo. El Nuevo Testamento enseña una Triunidad, no


un triteísmo. El Nuevo Testamento presenta a un Dios Triuno, no a tres
dioses. El problema de los judíos, y también el de muchos grupos
antitrinitarios de hoy, es que piensan en la Trinidad como la creencia en
“tres dioses”; pero no hay nada más erróneo que eso. Lo que deben
entender es que no hay más que un Dios, eterno, que existe y se
manifiesta en las Escrituras en tres personas distintas, pero con una sola
esencia. La Biblia condena el politeísmo (la creencia en muchos dioses),
pero presenta la existencia, comunicación y obra conjunta de cada una de
las personas divinas de la Trinidad.

D. PRUEBAS BÍBLICAS A FAVOR DE LA TRINIDAD.

1. En el bautismo de Jesús. Las tres personas de la Trinidad actuaron en el


bautismo de Jesús. Las tres personas de la Trinidad aparecen actuando
con toda claridad en la escena del bautismo de Jesús. Y Jesús, después
que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron
abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía
sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado,
en el cual tengo complacencia (Mateo 3:16, 17). Esta es la primera
expresión abierta y contundente del concepto de la Trinidad. El descenso
del Espíritu Santo sobre Cristo tenía por objeto investirlo de un poder
especial al inicio de su ministerio público. En su unción ministerial,
Jesús demuestra su unidad con el Espíritu santo. La apertura de los cielos
puede ser un cumplimiento de Isaías 64:1, y simboliza la venida de Dios
al mundo en la persona de Jesucristo. Lo que se escuchó fue la voz de
Dios; las palabras fueron tomadas generalmente como una combinación
de Isaías 42:1 y salmos 2:7. Esto demuestra claramente que Jesús era el
Mesías pero que su mesianazgo debía ser interpretado a la luz de las
profecías. Las palabras este es mi Hijo amado, no significan que Jesús
haya llegado a ser Hijo de Dios en el momento de su bautismo, sino que
allí fue comisionado para su obra, por cuanto es el Hijo de Dios.

2. En la fórmula bautismal. La ordenanza bautismal presenta los tres


nombres en yuxtaposición. Parte integral de la gran comisión es la
fórmula bautismal que Jesús estableció para el cumplimiento de la
ordenanza del bautismo en agua. Y Jesús se acercó y les habló diciendo:

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Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y
del Hijo, y del Espíritu Santo (Mateo 28:18, 19). Esa no es sólo una
fórmula bautismal; es también una proclamación de la igualdad en
esencia de las tres personas de la Trinidad, aunque exista cierta
diferencia en orden y oficio. Cuando Jesús pronunció estas palabras, lo
hizo sabiendo que su iglesia las tomaría como indicación de que el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo son personalidades distintas en oficio, pero
iguales en majestad, gloria y poder. No los habría mencionado en
yuxtaposición si el Hijo fuera una “criatura” y el Espíritu Santo una mera
influencia, como enseñaban los monarquianos, los socinianos, los
unitarios y los “testigos de Jehová”.

3. En la doxología paulina. En el saludo apostólico se dan los nombres de


las tres personas. Otro pasaje del Nuevo Testamento en que se menciona
a las tres personas de la Trinidad como iguales en esencia, aunque
distintas en orden, es el saludo apostólico de Pablo. La gracia del Señor
Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con
todos vosotros. Amén (2 Corintios 13:14). Aquí el apóstol se refiere a las
tres personas divinas, y a la virtud que cada una representa, sin distinción
cualitativa entre ellas. No se niega que haya diferencias en oficio u orden
dentro de la Trinidad: el Padre envía al Hijo y el Hijo envía al Espíritu
Santo; sin embargo, en esencia las tres personas constituyen un solo
Dios. Dentro de la única esencia de la Deidad debemos distinguir tres
personalidades, sin la idea politeísta de que se trata de tres dioses, ni la
herejía modalista de que son tres modos de Dios.

E. LA TRINIDAD EN LA REDENCIÓN.
1. El Padre y el Hijo concuerdan en el plan de salvación. La obra de
nuestra salvación se realizó de acuerdo con un plan conjunto del Padre y
el Hijo. Eso fue lo que Jesús dio a entender en el pasaje considerado por
muchos como el corazón de la fe evangélica: Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que
en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna (Juan 3:16). Estas
declaraciones constituyen también una demostración de la divinidad de
Jesucristo y de su capacidad de compartir con su Padre la obra de la
redención. Aquí se ve el orden interno de la Trinidad, la superioridad
oficial del Padre al enviar a su Hijo, y la divinidad del Hijo al llenar los
requerimientos del Padre.

2. Si el hijo no fuera divino, el Padre no lo habría enviado. Si el Hijo no


fuera igual a Dios, eterno, omnipotente y todopoderoso, no habría sido
enviado por el Padre a consumar la redención. De ahí que Juan
escribiera: En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que

49
Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él (1
Juan 5:9). La palabra unigénito, del griego “monogene”, indica, (a) que
sólo hay uno como Él; no puede ser “hermano de Lucifer”, como
enseñan los “testigos de Jehová”; y (b) que Dios lo engendra, no lo crea
ni lo produce. Los teólogos se refieren a esto como “la eterna generación
del Hijo”, porque es engendrado en la eternidad, como le fue revelado al
Salmista: Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy
(Salmos 2:7). Nunca hubo un momento en que Jesús no existiera
(Hebreos 13:8). Jesús mismo mandó que le tributemos honra: Todos
honren al Hijo como como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no
honra al Padre que le envió (Juan 5:23).

3. Las tres personas de la Trinidad obran nuestra salvación. Entre los


testimonios bíblicos de la obra redentora el más expresivo es este que
nos da el apóstol Pedro: Elegidos según la presciencia de Dios padre en
santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de
Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas (1 Pedro1:2). Aquí
observamos la exposición de la obra conjunta de las tres personas de la
Trinidad en nuestra salvación. El Padre nos eligió, el Hijo nos roció con
su sangre, y l Espíritu Santo nos santifica, aplicándonos los méritos de
Jesús. Como lo hemos venido señalando, la obra de cada una de las tres
personas está bien expuesta en la Biblia. Los tres actúan en perfecta
unión dentro de la esencia divina, pero a la vez se puede distinguir el
papel de cada uno.

F. LA TRINIDAD EN EL AVIVAMIENTO PENTECOSTAL.

1. En la promesa del Espíritu Santo. Un pasaje que revela la


participación de las tres personas de la Trinidad en el suceso del
aposento alto el día de Pentecostés lo constituyen estas prometedoras
declaraciones de Jesús: Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador,
para que esté con vosotros para siempre (Juan 14:16). Si no se tratara de
personas de igual naturaleza y con capacidades divinas, Jesús no habría
hecho éstas declaraciones. Si Jesús fuera una criatura, como nosotros, no
se habría comprometido como lo hizo aquí: Yo (Jesucristo) rogaré al
Padre (Dios), y os dará otro Consolador (el Espíritu Santo), para que esté
con vosotros para siempre. Algunos arguyen que al decir Jesús: yo
rogaré al Padre, está admitiendo que no puede hacer más que pedir. Sin
embargo, esa mentira queda hecha pedazos cuando Él mismo hace la
siguiente declaración: Yo os digo la verdad: Os conviene que yo me
vaya; porque si yo no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros;
más si me fuere, os lo enviaré (Juan 16:7). Así que Jesús no sólo ruega al
Padre para que Él envíe al Espíritu Santo, sino que también ejerce
autoridad divina enviando al divino Consolador.

50
2. Presente desde la creación. La Trinidad divina empezó a obrar en la
creación y sigue actuando conjuntamente. Podemos hacer un resumen de
la obra creadora y salvadora de las personas de la Trinidad: (a) El Padre
crea al hombre y envía a su Hijo para salvarlo (Génesis 1:26; Juan 3:16).
(b) el Hijo es el Verbo Creador con el Padre y obra la salvación, dando
su vida en rescate por todos (Juan 1:1-3; 3:18). (c) El Espíritu Santo obró
durante la creación y sigue morando en el creyente hoy (Génesis 1:2;
Juan 14:17). Sin estas bases fundamentales no se podría hablar ni de
salvación, mucho menos de avivamiento espiritual. ¡Gracias a Dios por
la obra conjunta de la santa Trinidad!

G. LA TRINIDAD EN LOS DONES, MINISTERIOS Y OPERACIONES.


1. En la administración de los dones. La obra de la Trinidad no sólo hizo
posible la creación y la salvación, como lo hemos visto hasta aquí;
también se revela en las Escrituras la participación tripartita en el
otorgamiento de los dones espirituales con que la iglesia sirve a Dios.
Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay
diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad
de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el
mismo (1 Corintios 12:4-6).

2. La participación de cada persona. Como puede apreciarse con perfecta


claridad, en este pasaje se asigna la diversidad de dones al Espíritu
Santo, la diversidad de ministerios al Señor Jesucristo y la diversidad de
operaciones a Dios el Padre. Algunos podrán decir que este es un mero
énfasis literario por parte del escritor, pero tal parece que aun en esa
actividad de la administración de los dones, ministerios y operaciones,
que son la palpitación de la vida de la iglesia, podemos observar la
unidad e igualdad en medio de la diversidad de nuestro único Dios
verdadero en tres personas de igual gloria, esencia y majestad. ¡A Él sea
la gloria para siempre!

H. IGUALDAD EN NOMBRES, ATRIBUTOS, OBRAS Y ADORACIÓN.

Una manera muy práctica de comprobar la veracidad de la doctrina de la


Trinidad es observando cómo, en la Biblia lo que se dice de Dios el Padre se
dice también del Hijo y del Espíritu Santo. Los nombres, los atributos, las
obras y la adoración se adscriben en igual forma a cada persona de la
Trinidad. Esto demuestra la igualdad esencial que existe entre las tres
personas, a pesar de las diferencias de oficios.

1. Los nombres de Dios. Los nombres divinos son adscritos en la


Biblia a las tres personas: (a) AL Padre: Para nosotros, sin embargo,

51
sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas (1
Corintios 8:6); ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de
los espíritus, y viviremos? (Hebreos 12:9). (b) Al Hijo: En el
principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios
(Juan 1:1); De quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la
carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por
los siglos (Romanos 9:5). Esperando (….) la manifestación gloriosa
de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo (Tito 2:13). (c) Al
Espíritu Santo: ¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses
al Espíritu Santo (….) No has mentido a los hombres, sino a Dios
(Hechos 5:3, 4); Porque el Señor es el Espíritu (2 Corintios 3:17).

2. Los atributos de Dios. Los atributos divinos se adjudican en las


Escrituras a cada una de las tres personas de la Trinidad: (a) Al
Padre: la eternidad (Salmos 90:2), la omnipotencia (Éxodo 6:3), la
omnisciencia (Jeremías 17:10), la omnipresencia (Jeremías 23:24).
(b) Al Hijo: la eternidad (Apocalipsis 1:8, 17, 18), la omnipotencia (2
Corintios 12:9), la omnisciencia (Apocalipsis 2:23), la
omnipresencia (Mateo 18:20). (c) Al Espíritu Santo: La eternidad
(Hebreos 9:14), la omnipotencia (Romanos 15:19), la omnipresencia
(Salmos 139:7).

3. Las obras de Dios. Las obras poderosas de la Deidad son atribuidos


por igual a cada una de las personas de la Trinidad: (a) Al Padre: La
creación (Salmos 102:25), la muerte de Cristo (Romanos 8:32), la
resurrección de Cristo (Hechos 2:24), la santificación (Hebreos 2:11).
(b) Al Hijo: La creación (Juan 1:1), su muerte (Juan 10:17), su
resurrección (Juan 10:18), la santificación (Hebreos 13:12). (c) Al
Espíritu Santo: La creación (Génesis 1:2), la muerte de Cristo
(Hebreos 9:14), la resurrección de Cristo (1 Pedro 3:18), la
santificación (1 Corintios 6:11).

4. La adoración a Dios. La adoración que las criaturas le rinden a la


Deidad es dirigida por igual a cada una de las personas de la
Trinidad: (a) Al Padre: Lo adoran los ángeles (Isaías 6:3); oran a Él
los creyentes (Juan 16:23); le sirve la Iglesia (Efesios 6:7); se le
honra en las doxologías (2 Corintios 13:14). (b) El Hijo: Es adorado
por los ángeles (Isaías 6:3); le oran los creyentes (Juan 16:24); es
honrado en las doxologías (2 Corintios 13:14). (c) Al Espíritu Santo:
Lo adoran los ángeles (Isaías 6:3); es invocado junto con el Padre y
el Hijo en la fórmula bautismal (Mateo 28:19); es honrado en las
doxologías de los apóstoles (2 Corintios 13:14).

52
Estudio 6

EL SEÑOR JESUCRISTO
CRISTOLOGÍA

A. INTRODUCCIÓN.

El concepto que una persona tenga acerca de Jesucristo, o mejor dicho su


cristología, determina la calidad de su vida cristiana y su actitud hacia la
fe, la iglesia y el cristianismo en general. Jesucristo es la piedra angular
del evangelio y la base única de la fe salvadora; creer en Él, o negarlo es
la clave para pertenecer o ser excluido de la gracia de Dios. El que en él
cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque
no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios (….) El que recibe
su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz. (….) El Padre ama al
Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. El que cree en el Hijo
tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino
que la ira de Dios está sobre él (Juan 3:18, 33-36). Después de los
estudios de las Escrituras, Dios y la Trinidad, lo más apropiado es que
nos dediquemos a considerar lo que dice la Biblia acerca del Señor
Jesucristo. El conocimiento que obtengamos de Él, no sólo afirmará lo
que sabemos acerca del Padre sino que también nos preparará para
conocer al Espíritu Santo. En este recorrido habremos de incursionar por
algunos aspectos básicos de la cristología, como la divinidad de
Jesucristo, sus dos naturalezas, su unipersonalidad y su obra salvadora.

B. LO QUE SE DICE ACERCA DE JESÚS.


1. ¿Qué dicen los incrédulos acerca de Jesús? Lo primero que tiene que
hacer todo estudiante de la teología bíblica cristiana, y por ende, todo
creyente, es comprobar por las Escrituras si Jesucristo es divino, tal como Él
lo declaró. Algunos que niegan la divinidad de Jesús opinan que Él no fue
más que uno de los hombres más importantes que hayan existido en la tierra.
Le dan títulos muy honrosos como “el mejor de los profetas”, “un gran
maestro”, “un gran filántropo”, “un filósofo”, “un iluminado”, etcétera. Sin
embargo, el verdadero creyente y conocedor de las Escrituras tiene que
rechazar todas estas mediocres definiciones, por tratarse de frases que
parecieran únicamente compadecerse de Jesús y hacerle el favor de honrarlo
con semejantes distinciones.

53
2. ¿Qué dicen los creyentes acerca de Jesús? Desde muy temprano, Jesús
mismo dio a entender que era necesario evaluar y examinar el concepto que
tenían de Él aquellos primeros discípulos de los cuales se hizo rodear.
a. La interrogación. En una montaña al nordeste del mar de Galilea, en
Cesarea de Filipo, Jesús llevó a cabo su seminario cristológico para
indagar lo que sus seguidores pensaban acerca de Él. Preguntó a sus
discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del
Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros,
Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién
decís que soy yo? (Mateo 16:13-15). Importa qué dice el mundo
acerca de Jesús, pero más importante es que se examine lo que
piensan los cristianos acerca de su Salvador.
b. La revelación. Ante la sorprendente pregunta de Jesús, los atónitos
discípulos no hicieron más que verse las caras unos a otros y
quedarse callados. Nadie sabía qué decir, ni siquiera tuvieron valor
suficiente para arriesgarse a dar sus opiniones. No obstante, mientras
la ignorancia y la incredulidad mantenían a todos en silencio, Dios el
Padre le reveló a Pedro la verdadera naturaleza de su Maestro.
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente (Mateo 16:16). Nosotros, igual que Simón Pedro, declaramos
con absoluta fe y fervorosa vehemencia que Jesucristo es lo que dijo
ser: el unigénito del Padre (Juan 3:16), lleno de gracia y de verdad
(Juan 1:14), y que, por lo tanto, es verdadero Dios. ¡Si Jesús no es lo
que dijo ser, entonces no fue más que un gran mentiroso! Pero la
Biblia da testimonio de su divinidad. Pablo dio testimonio de la
divinidad de Jesús quien lo comisionó para la predicación que le fue
encomendada: A su debido tiempo manifestó su palabra por medio de
la predicación que me fue encomendada por mandato de Dios nuestro
Salvador (Tito 1:3).

C. LA BIBLIA HABLA DE SU PREEXISTENCIA.

1. Jesucristo antes de su encarnación. El Antiguo Testamento hace referencia


en varios pasajes al Hijo de Dios preencarnado, dándonos lugar a que
reconozcamos su existencia eterna. Pensar en Cristo sólo a partir del
momento de su encarnación es depender totalmente de la historia d su vida
en este tierra, la cual fue muy breve y representó sólo parcialmente la
realidad de su existencia. El Evangelio de Juan se inicia con informaciones
que, aunque concisas, nos hacen conscientes de que el unigénito Hijo de
Dios, a quien dicho autor opta por llamar “el Verbo” o Logos divino
trasciende los anales de la historia. El cuarto Evangelio empieza con estas
reveladoras declaraciones: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con
Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas
por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho (Juan

54
1:1-3). No es necesario explicar que si el Verbo actuó en el principio como
Creador, su existencia debe de remontarse a la eternidad.

2. La gloria de Jesús desde antes que el mundo existiera. La existencia y


permanencia del Hijo al lado de su Padre desde la eternidad se describe
también en las palabras del mismo Salvador, cuando dijo: Padre, glorifícame
tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese
(Juan 17:5). Definitivamente, en esta declaración de Cristo no sólo se
establece su igualdad con el Padre al compartir la gloria con Él sino que
también se revela su eternidad. También nos informa el Espíritu Santo que la
redención y su participación predominante en ella fue algo que el Hijo de
Dios tomó en sus manos desde la eternidad. El Salmista escribió acerca de
Cristo lo siguiente: Sacrificio y ofrenda no te agrada; has abierto mis oídos;
holocausto y expiación no has demandado. Entonces dije: He aquí, vengo; en
el rollo del libro está escrito de mi (Salmos 40:6, 7). Esto estaría fuera de
lugar si tratáramos de aplicárselo a David. El autor de Hebreos explicó que
esta profecía se cumplió en Jesús (Hebreos 10:5-10). A Pablo le fue revelado
que Dios nos escogió en él (en Cristo) antes de la fundación del mundo
(Efesios 1:4). Pedro afirma que Cristo fue destinado como el Cordero de
Dios desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los
postreros tiempos por amor de vosotros (1 Pedro 1:20).

D. EL ANTIGUO TESTAMENTO ANUNCIÓ A JESÚS.

1. Fue anunciado por medio de tipos en el Antiguo Testamento. La doctrina


de Jesucristo es de importancia suprema a través de las sagradas Escrituras.
La tipología del Antiguo Testamento es un campo pletórico de información
acerca del Hijo de Dios como el Mesías venidero, el Redentor de su pueblo y
del mundo. El primer anuncio fue dado por Jehová Dios cuando predijo la
eterna enemistad entre Satanás y la humanidad. Y pondré enemistad entre ti
y la mujer, entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y
tú le herirás en el calcañar (Génesis 3:15). Los escritores del Antiguo
Testamento llevaban impreso en su corazón y en su mente el mensaje
anticipado del Cordero de Dios. Desde el huerto de Edén empezamos a
recibir lecciones figuradas que señalaban un sacrificio a favor de los
humanos pecadores, como cuando Dios sacrificó animales para cubrir con
sus pieles la desnudez de Adán y Eva. Y Jehová Dios hizo al hombre y a su
mujer túnicas de pieles, y los vistió (Génesis3:21).

2. Fue anunciado por medio del cordero pascual. Más tarde, para tipificar el
sacrificio que habría de quitar el pecado del mundo, Dios ordenó que fuera
sacrificado un cordero para la redención de los primogénitos en Egipto. El
animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las
cabras. Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y lo inmolará toda la

55
congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes. (Éxodo 12:5, 6). El
sistema de sacrificios de animales y las figuras de la liturgia hebrea eran
tipos que apuntaban al Hijo de Dios que vendría y se ofrecería para
redimirnos. Pero cuando llegó el momento estipulado por Dios para ello,
Jesús se presentó para cumplir el plan divino. Así fue como Juan el Bautista
lo presentó ante la multitud en el Jordán. El siguiente día vio Juan a Jesús
que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo (Juan 1:29).

3. Fue anunciado en profecías previas a los Salmos. La primera venida de


Cristo fue predicha por Jacob en el siguiente pasaje. No será quitado el cetro
de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se
congregarán los pueblos (Génesis 49:10). También fue profetizada por Ana,
cuando ésta fue llena del Espíritu y alababa a Dios por el milagro hecho en
ella. Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios, y sobre ellos
tronará desde los cielos; Jehová juzgará los confines de la tierra, dará poder a
su rey, y exaltará el poderío de su Ungido (1 Samuel 2:10).

4. Fue anunciado en las profecías de los Salmos. En Salmos encontramos


una variedad de mensajes proféticos anticipando la venida del Mesías; uno
de los más explícitos es el que anuncia el reino de Cristo sobre las naciones:
El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos. Luego hablará
a ellos en su furor, y los turbará con su ira. Pero yo he puesto mi rey sobre
Sión, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo
eres tú; yo engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y
como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de
hierro; como vasijas de alfarero los desmenuzarás (salmos 2:4-9). Los
Salmos también anticiparon los sufrimientos de Cristo en la cruz. Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi
salvación, y de las palabras de mi clamor? (…) Todos los que me ven me
escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: Se encomendó a
Jehová; líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía (…) Porque perros
me han rodeado; me han cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis
manos y mis pies (Salmos 2:1, 7, 8, 16). Pero también lo anunciaron los
salmos como el digno Dueño y Señor del trono. Tu trono, oh Dios, es terno y
para siempre; cetro justicia es el cetro de tu reino. Has amado la justicio y
aborrecido la maldad; por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de
alegría más que a tus compañeros (Salmos 45:6, 7).

5. Fue anunciado por los profetas del Antiguo Testamento. Isaías profetizó
su nacimiento virginal. Por tanto, el Señor mismo os dará señal; he aquí que
la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel
(Isaías 7:14). Que esta profecía no se refería a la esposa del profeta se
deduce de que en ese tiempo no hubo nadie a quien se le haya podido aplicar

56
el nombre divino Emanuel. Isaías también enumeró los nombres divinos que
identificaron al Mesías, el Hijo de Dios: Y se llamará su nombre Admirable,
Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz (Isaías 9:6). Miqueas
anunció el lugar del nacimiento de Jesús: Pero tú, Belén, Efrata, pequeña
para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en
Israel: y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad
(Miqueas 5:2). Sabemos bien que Miqueas profetizó tres siglos después del
nacimiento de David; de modo que esta profecía tenía a otro Señor como su
personaje. Además, en Mateo 2:5, 6 se dio por cumplida esta predicción.
Zacarías anunció la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén (9:9), lo cual se dio
por realizado en Mateo 21:4, 5.

E. EL NUEVO TESTAMENTO DA TESTIMONIO DE ÉL.

Su encarnación fue celebrada por ángeles, pastores, creyentes y extranjeros


(Lucas 2:1-38); su infancia, juventud y vida privada se mantuvieron en
silenciosa espera, con poca publicidad (Lucas 2:41-52). Pero llegado el
momento de Dios, Jesús se sometió a la obediencia su misión: fue bautizado en
agua, lleno del Espíritu, presentado por el Padre y probado en el desierto (Mateo
3:13-4:11). Desarrolló un ministerio poderoso de evangelización y discipulado
(Mateo 9:35-38). Llegada la hora, Jesús murió por nuestro pecado, conforme a
las Escrituras (…) fue sepultado y resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras (1 Corintios 15:3, 4). Finalmente, el Señor comisionó a sus discípulos,
prometió enviar la promesa del padre y ascendió al lugar donde siempre ha
estado (Lucas 24:46-51); pero no sin antes haber prometido solemnemente que
regresaría por su iglesia (Hechos 1:11).

F. DOBLE NATURALEZA EN UNA PERSONALIDAD.

A partir de su encarnación, Jesús ha poseído dos naturalezas. La iglesia cristiana,


desde el concilio de Calcedonia, ha aceptado el misterio de las dos naturalezas
en la vida de Jesús. Entiéndase que esto no equivale a decir que el Señor tiene
dos personalidades, como en los casos de desórdenes psicológicos de
personalidad múltiple.

1. El Antiguo Testamento da testimonio de la naturaleza divina de Jesús.


La naturaleza divina de Jesús es idéntica a la del Padre en grado, calidad y
esencia. Nadie que acepte la Biblia como la palabra infalible de Dios puede
albergar duda alguna sobre la divinidad de nuestro Señor Jesucristo. Que
Jesús es tan divino como el Padre, se ve en pasajes como este: Yo publicaré
el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy (…)
Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino (Salmos 2:7,

57
12). Un escritor hizo el siguiente comentario al respecto “Algunos han
mostrado inclinación a negar que el Antiguo Testamento contenga
predicciones de un Mesías divino; pero esta negación es completamente
insostenible en vista de pasajes como Salmos 2:6-12; Hebreos 1:5, Salmos
45:6, 7; Hebreos 1:8, 9; Salmos 110:1; Hebreos 1:13; Isaías 9:6; Jeremías
23:6; Daniel 7:13 y otros”.

2. El nuevo Testamento contiene información acerca de la naturaleza


divina de Jesús. Contrario a lo que muchos enseñan, en los Evangelios
sinópticos hay suficientes bases para establecer la divinidad de Jesús, tanto
como las hallamos en el cuarto Evangelio. Por ejemplo, Mateo: Para que
sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad para perdonar pecados (die al
paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa (Mateo9:69. Otros
pasajes que aluden a la deidad del Señor son: Mateo 5:17; 11:1-6, 27; 14:13;
16:16, 17; 28:18; Marcos 8:38 y muchos más. El Evangelio de Juan está
lleno de información de primera clase sobre cristología, con gran énfasis en
la naturaleza divina del Señor. El primero dice: En el principio era el Verbo,
y le Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con
Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido
hecho, fue hecho (….) Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre
nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de
gracia y de verdad (….) A Dios nadie le ha visto jamás; el unigénito Hijo,
que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer (Juan 1:1-3, 14, 18).
Otros pasajes que hablan de esto mismo son: Juan 2:24, 25; 3:16-18, 35, 36;
4:14, 15; 5:18-21, 25-27; 11:41-44; 20:28. Las epístolas también nos ilustran
sobre el particular: Romanos 9:5; 1 Corintios 1:1-3; 2:8; 2 Corintios 5:10;
Gálatas 2:20; 4:4; Filipenses 2:6; Colosenses 2:9; 1 Timoteo 3:16; Hebreos
1:1-5, 5, 8; 4:14; 5:8 y otros.

3. La naturaleza humana de Cristo queda demostrada en la Biblia. Los


griegos gnósticos y docetistas negaron o distorsionaron la realidad e
integridad de la naturaleza humana del Señor. Muchos decían que el cuerpo
de Cristo no era real, que se trataba de un fantasma o cuerpo espiritual; pero
ese error se debió al énfasis tan pronunciado en la naturaleza divina del Hijo
de Dios. Berkhof señala lo siguiente: “Es muy importante sostener la
realidad e integridad de la humanidad de Jesús admitiendo su desarrollo y
sus limitaciones como humano. El esplendor de su deidad no debe
acentuarse tanto que se oscurezca su verdadera humanidad. Jesús se llamó
hombre, y así lo llamaron otros (Juan 8:40; Hechos 2:22; Romanos 5:15; 1
Corintios 15:21). Además se dice que fue manifestado en carne (Juan 1:14; 1
Timoteo 3:16; 1 Juan 4:2).” La Biblia indica claramente que Jesús poseyó
los elementos esenciales de la naturaleza humana; que tuvo un cuerpo físico
y un alma racional (Mateo 26:26, 28, 38; Lucas 23:46; 24:39; Juan 11:33;
Hebreos 2:14). Estuvo sujeto a las leyes ordinarias de la vida humana y a las

58
necesidades y los sufrimientos nuestros (Lucas 2:40, 52; Hebreos 2:10, 18;
5:8). El Nuevo Testamento da testimonio de que el Señor tuvo experiencias
normales como las nuestras (Mateo 4:2; 8:24; 9:36; Marcos 3:5; Lucas
22:44; Juan 4:6; 11:35; 12:27; 19:28, 30; Hebreos 5:7).

G. ATRIBUTOS INTELECTUALES DE JESÚS.

1. Su sabiduría. Uno de los atributos intelectuales de Jesús es su sabiduría. El


ejemplo más claro de este atributo es el nombre divino “Consejero” que se le
adjudica en Isaías 9:6. Este título lo asumían personas que por su
experiencia, inteligencia y facultad comunicativa podían guiar a otros no
sólo en la adquisición de conocimientos sino también en la vida diaria. En el
Nuevo Testamento, el título que con más frecuencia se dio a Jesús fue
“Maestro” (del arameo rabbei y del griego didaskale). Él aceptó este título,
porque estaba consciente de sus capacidades intelectuales como enseñador
de la verdad divina.

2. Su omnisciencia. Otro atributo intelectual que denota divinidad es su


omnisciencia. Cuando Jesús estaba es Jerusalén en la Pascua, muchos
creyeron en su nombre (….) pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque
conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del
hombre, pues él sabía lo que había en el hombre (Juan 2:24, 25). En
Capernaúm, cuando sanó al paralítico, algunos de los escribas decían dentro
de sí: Este blasfema. Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo:
¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? (Mateo 9:3, 4). Ya cuando
estaba a punto de dejar a sus discípulos, éstos le confesaron: Ahora
entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte;
por eso creemos que has salido de Dios (Juan 16:30).

H. ATRIBUTOS MORALES DE JESÚS.

1. Su bondad. Fue la bondad de Jesús lo que motivó todos los milagros de


sanidades, resurrecciones y socorro a los que lo buscaban. Un pasaje que
describe este atributo divino del Maestro es el siguiente informe ministerial:
Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas (….) sanando toda enfermedad y
toda dolencia en el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas
(Mateo 9:35, 36).

2. Su amor. La medida suprema del amor fue impuesta por Jesús mismo
cuando dijo: Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por
sus amigos (Juan 15:13); y Él lo probó con sus hechos y con su propia
muerte. Ese amor redentor que había en lo profundo del corazón de Cristo se
refleja en las palabras proféticas del Salmista, quien se refirió al acto
voluntario del Hijo de Dios al disponerse a ser sacrificio y ofrenda (….)

59
holocausto y expiación como único medio para la salvación del ser humano
(Salmos 40:6, 7).

3. Su gracia. El escritor del cuarto Evangelio no sólo enumera a lo largo de su


documento los actos de gracia desarrollados por Jesús, sino que también lo
identifica como el proveedor de la gracia: Pues la ley por medio de Moisés
fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo (Juan
1:17).

4. Su fidelidad. Otro atributo divino de Cristo es la fidelidad de su palabra y


sus obras. La siguiente quizás sea una de las declaraciones más enfáticas en
este sentido, las cuales han sido el ancla firme de la fe cristiana: Jesucristo es
el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos 13:8). El autor del último
libro de la Biblia destaca esta característica moral del Señor cuando lo
identifica como Jesucristo el testigo fiel y como Fiel y Verdadero
(Apocalipsis 1:5; 19:11). Además, manda a este mismo escritor diciendo:
Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas (Apocalipsis 21:5).

5. Su justicia. En el último de los libros proféticos se anunció a Cristo con las


siguientes expresiones: A vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el sol
de justicia, y en sus alas traerá salvación (Malaquías 4:2). Pedro encaró a los
líderes religiosos de los judíos el caso en que prefirieron a Barrabás en
contra de Cristo: Vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os
diese a un homicida (Hechos 3:14). Esteban, en su glorioso mensaje acusó a
los judíos de haber dado muerte a los profetas que anunciaron de antemano
la venida del Justo (Hechos 7:52). Pablo declaró que por la justicia de uno
(el Señor Jesucristo) vino a todos los hombres la justificación de vida
(Romanos 5:18).

6. Su santidad. El mismo ángel que le anunció a María el milagro de la


concepción virginal de Jesús le dijo: El poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de
Dios (Lucas 1:35). Hasta el mismo diablo reconoció la santidad de Cristo
cuando el Señor lo expulsó del endemoniado en Capernaúm, y dijo: Déjanos,
¿qué tienes contra nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para destruirnos?
Yo te conozco que eres el Santo de Dios (Lucas 4:34). Finalmente se dice
que tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado
de los pecadores y hecho más sublime que los cielos (Hebreos 7:26).

I. ATRIBUTOS ESENCIALES DE JESÚS.

1. Su existencia propia. En Juan 5:26 Jesús explica que como el Padre tiene
vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo. Si
en esencia y divinidad Jesús es totalmente idéntico al Padre, entonces Él

60
también está en la capacidad de existir por sí mismo; y no sólo eso, sino que
los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno,
saldrán a resurrección de Vida (Juan 5:26-29).

2. Su eternidad. En Salmos 45:6, el escritor declara que el trono de Jesús, el


ungido del versículo 7 es eterno y para siempre. En Isaías 9:6 se le da al niño
nacido y al hijo dado el nombre divino de Padre eterno, con lo cual se
establece su existencia perpetua. En Juan 1:1-3 se indica no sólo que estaba
con Dios en el principio, sino que era Dios y que todas las cosas temporales
fueron creadas por Él. Nada de esto hubiera sido posible si Jesús no fuera
coeterno con el Padre.

3. Su omnipotencia. En Mateo 28:18, Jesús mismo declara: Toda potestad me


es dada en el cielo y en la tierra. Eso lo comprobó desde el inicio de su
ministerio: convirtiendo el agua en vino (Juan 2:9-11); multiplicando el pan
en el desierto (Juan 6:1-15); y resucitando a varias personas (Marcos 5:41,
42; Lucas 7:11-17; Juan 11:43, 44). Este atributo es la razón por la que tiene
dominio absoluto sobre la naturaleza (Lucas 8:24, 25).

4. Su omnipresencia. Si bien, durante la temporada que pasó aquí en la tierra,


el Señor Jesús se sujetó a las limitaciones de la vida humana, al ascender a su
trono de gloria volvió a revestirse de sus cualidades divinas. Sólo aceptando
esta verdad podemos tomar en serio la promesa de su presencia permanente
con los suyos: Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy
yo en medio de ellos (Mateo 18:20). Y he aquí yo estoy con vosotros todos
los días, hasta el fin del mundo (Mateo 28:20).

61
Estudio 7

EL ESPÍRITU SANTO
NEUMATOLOGÍA

A. INTRODUCCIÓN.

Una de las responsabilidades más gratificantes de todo cristiano que


desee crecer en el Señor es familiarizarse bien con la persona y obra del
Espíritu Santo. Las obras de Dios el Padre y Dios el Hijo son mucho más
conocidas por el creyente común que las múltiples operaciones del
Espíritu Santo. Cualquier creyente sabe que Dios creó los cielos y la
tierra; también reconoce que Jesús vino a vivir entre los hombres y murió
para salvar a los pecadores. Lo que muchos no saben, o quizás no les
interese, es que el Espíritu Santo ha estado participando activamente en
todas las obras maravillosas del Padre y del Hijo, como una persona
independiente de las otras dos, pero unida a ellas en su esencia divina.

B. LA PERSONALIDAD DEL ESPÍRITU SANTO.

1. Conceptos erróneos acerca de la persona del Espíritu Santo. La mayor


confusión jamás habida en el largo período de la historia del cristianismo
surgió alrededor de la persona del Espíritu Santo. Desde los primeros días de
la iglesia, los hombres han luchado con todas sus fuerzas por despersonalizar
a la tercera persona de la Trinidad; ya para hacerla figurar dentro de la
persona de Dios el Padre o, para enseñar, como lo hacen los testigos de
Jehová, que es un poder impersonal o una influencia emanada de la persona
divina de Dios. Sin embargo, la forma en que la Biblia se refiere al Espíritu
Santo, asignándole nombres personales y características que sólo pueden
hallarse en un ser con plena personalidad, nos ayuda a establecer un criterio
firme y definido en cuanto a lo que Él es y lo que hace.

2. La personalidad del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento. Todo lo


que se dice de Jehová en el Antiguo Testamento se dice también acerca del
Espíritu de Jehová. En Isaías 6:9 leemos que Jehová dijo: Anda y di a este
pueblo (…) Este pasaje es citado por Pablo de esta manera: Bien ha hablado
el Espíritu Santo por el profeta Isaías a nuestros padres (Hechos 28:25). En
Jeremías 31:31, 33, 34 se dice: He aquí que vienen días, dice Jehová, en los
cuales haré nuevo pacto con la casa de Judá. Esta porción es citada en
Hebreos 10:15, 16: Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque
después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones.
Aquí, se hace evidente que el mensaje de Dos es citado como el Espíritu

62
Santo. Los profetas hablaron las palabras de Dios al ser inspirados por el
Espíritu Santo.

3. La personalidad del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento. Nuestro


Señor y los apóstoles hablaron del Espíritu Santo como poseedor de todas las
perfecciones y atributos divinos. Jesús dijo: Pero cuando venga el
Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual
procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí (Juan 15:26). En la misma
conversación, Jesús les explicó a sus discípulos que su partida era necesaria
para la venida del Espíritu Santo: Os conviene que yo me vaya; porque si no
me fuere, el Consolador no vendría a vosotros, más si me fuere, os lo enviaré
(Juan 16:7). En 1 Corintios 2:10, 11, Pablo nos dice que, el Espíritu sabe
todas las cosas, adjudicándole así omnisciencia. El pecado imperdonable,
como se expone en Mateo 12:31, es la blasfemia contra el Espíritu Santo.
Esto no podría ser verdad a menos que el Espíritu Santo sea divino.

4. Las obras del Espíritu santo testifican de su divinidad. Las obras del
Espíritu son las obras de Dios. Dios creó los cielos y la tierra, pero el
Espíritu de Dios se movía o “cobijaba” sobre la faz de las aguas y produjo en
medio del caos la creación original (Génesis 1:2). Jesús le explicó al maestro
Nicodemo que ser nacido del Espíritu es ser nacido de Dios. El apóstol Pablo
enseñó que el Espíritu Santo, no sólo es una persona divina sino que tiene la
capacidad de escudriñar todas las cosas: Porque el Espíritu todo lo escudriña,
aun lo profundo de Dios (…) Nadie conoció las cosas de Dios, sino el
Espíritu de Dios (1 Corintios 2:10, 11).

5. El Espíritu Santo realiza hechos personales. En el Evangelio según Juan:


Enseña (14:26); da testimonio (15:26); convence (16:8) y dirige (16:13). En
el libro de los Hechos: Castiga la mentira (5:3); nombra misioneros (13:2);
toma decisiones (15:26) y hace prohibiciones (16:7).

C. SUS ATRIBUTOS PERSONALES EN ACCIÓN.

1. El Espíritu Santo ejerce cualidades mentales. El Espíritu Santo es una


persona inteligente. Jesús lo dejó no sólo como nuestro maestro sino también
como el agente divino de nuestra capacitación intelectual. Él os enseñará
todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho (Juan 14:26). Él es
el guía espiritual en nuestra búsqueda y comprensión de la verdad: Él os
guiará a toda la verdad (Juan 16:13). Esto hace que él pueda pensar, sentir e
interceder por el creyente. Mas el que escudriña los corazones, sabe cuál es
la intención del Espíritu (Romanos 8:27).

2. El Espíritu Santo posee voluntad y puede tomar decisiones. El Espíritu


Santo posee cualidades que lo hacen apto para escoger y enviar a los siervos

63
de Dios, a quienes también les puede impartir instrucciones. Él seleccionó y
envió a Pablo y Bernabé a la obra del ministerio. (Véase Hechos 13:2;
20:28). El Espíritu Santo también lleva a cabo su voluntad en la distribución
de los dones espirituales entre los creyentes (1 Corintios 12). Con esto
demuestra que no solamente puede dar energía sino que discretamente elige
al individuo que habrá de ser así investido.

3. El Espíritu Santo tiene sentimientos personales. Se nos dice que no


contristemos al Espíritu Santo: Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios,
con el cual fuisteis sellados para el día de la redención (Efesios 4:30). Otros
fueron acusados de oponerse al Espíritu Santo: Vosotros resistís siempre al
Espíritu Santo (Hechos 7:51).

D. SÍMBOLOS DEL ESPÍRITU SANTO.

El uso de símbolos es muy común en las escrituras, para explicar cosas


espirituales por medio de lo conocido para los humanos. Dios lo ha hecho así en
la revelación, a fin de habilitarnos para que entendamos mejor lo que Él quiere
comunicarnos. Los símbolos que se dan del Espíritu Santo nos ayudan a
comprender mejor la naturaleza, persona y obra de la tercera persona de la
Trinidad.

1. El Fuego. Hay varias cosas que pueden ser simbolizadas por medio del
fuego. Este ha sido una señal de la aprobación del Señor, como se ve en
Levítico 9:24: Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto
con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron y se
postraron sobre sus rostros. Lo mismo sucedió en 2 Crónicas 7:1, en la
dedicación del templo; y mucho más en Hechos 2:3, donde los “templos”
santificados de ciento veinte fueron aceptados como aprobados de Dios. La
presencia del Señor es también simbolizada por medio del fuego. Él apareció
a Moisés en una llama de fuego (Éxodo 3:2). Así vemos, que el Espíritu
Santo es comparado con siete lámparas de fuego ardiendo delante del trono
(Apocalipsis 4:5).

2. El agua. Aunque pueda parecer extraño, el agua, que es un elemento tan


común, también es un símbolo del Espíritu. La mujer de Samaria oyó a Jesús
hablar del agua viva, lo que seguramente hacía referencia a la obra del
Espíritu Santo en su vida. El agua viva del Espíritu representa una corriente,
una fuente viva, no una cisterna estancada y muerta. Esto se afirma en la
siguiente declaración de Jesús: El que cree en mí, como dice la Escritura, de
su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de
recibir los que creyesen en él (Juan 7:38, 39). Véanse también Ezequiel
36:26 y Juan 3:5.

64
3. El viento. En Juan 20:22, Cristo sopló en sus discípulos y dijo: Recibid el
Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el mismo aliento de Dios. Hablando con
Nicodemo, Jesús comparó la obra del Espíritu que da como resultado el
nuevo nacimiento con la acción del viento, cuando dijo: El viento sopla de
donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va:
así es todo aquel que es nacido del Espíritu (Juan 3:8). El Espíritu Santo vino
el día de Pentecostés como un viento recio que corría (Hecho 2:2).

4. El aceite. De acuerdo con la Concordancia de Young, hay ciento sesenta y


cinco referencias al aceite en el Antiguo Testamento, y una docena de
ejemplos en el Nuevo Testamento, siendo el más digno de notarse el que se
encuentra en la parábola de las vírgenes prudentes y las fatuas de Mateo 25.
Por lo tanto, debemos concluir que el aceite es un importante símbolo, ya
que habla de utilidad, fecundidad, belleza, vida y transformación, todo lo
cual testifica de la obra del Espíritu Santo.

5. Una paloma. Cuando Dios el Padre quiso dar al género humano una cosa
viva, visible y reconocible, para simbolizar al Espíritu Santo, Él escogió la
paloma (Mateo 3:16). No pudo haber escogido un símbolo más adecuado,
puesto que, la paloma habla de belleza, delicadeza, amabilidad, inocencia,
bondad, paz, pureza y paciencia.

E. LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO EN EL MUNDO.

1. El poder del Espíritu Santo es una fuerza restringente en el mundo. A


pesar de que no todos reconocen la influencia restringente del Espíritu Santo,
y aunque hay solamente una referencia bíblica directa de ella, este ministerio
de la tercera persona de la Trinidad es muy importante para la iglesia. Pablo,
refiriéndose a la consumación final de todas las cosas dice lo siguiente:
Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga
la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el
cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de
culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar
por Dios. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os
decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su
tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad:
sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de
en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará
con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida (2
Tesalonicenses 2:3-8). Este pasaje revela explícitamente que sólo el poder
restringente del Espíritu Santo es lo que mantiene a Satanás bajo control.
Una vez que esta misión de la tercera persona de la Trinidad termine, todas
las fuerzas del infierno serán desatadas y echadas sobre una generación
incrédula y desprevenida.

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2. Su poder sobre Satanás es una garantía para el creyente. El mismo hecho
de que sólo el Espíritu Santo es quien puede estorbar a Satanás, debe hacer
que cada cristiano se someta al poder del Espíritu. Solamente Él es capaz de
resistir la corriente del mal que ya impera en el mundo de manera general, y
que muy pronto azotará a los que no han reconocido su obra ni atendido a su
llamado. A esto se refiere la promesa de Dios por medio del apóstol Pablo al
decir que cuando el Espíritu Santo sea quitado, entonces se manifestará
aquel inicuo, el Anticristo del fin.

F. LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA.

1. Su obra en el llamamiento para la salvación. La obra del Espíritu no está


confinada meramente a impedir que Satanás destruya a la humanidad
depravada. Él es benévolo en su modo de obrar con el pecador que no posee
aún la salvación. El llamado del Espíritu Santo al pecador consiste en el
mensaje del Evangelio, el cual ofrece a todos el don inmerecido de un Dios
generoso y un Cristo Salvador. Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada
uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38).

2. Su obra en el convencimiento del pecador. La obra principal del Espíritu


no se limita al llamamiento; en su relación con los pecadores, Él convence a
los hombres de su necesidad de salvación. Esta obra del Espíritu es vital; tan
vital, que si no se realiza en el corazón del hombre que escucha el llamado
salvador, éste jamás podría arrepentirse y buscar el perdón por la fe en la
obra salvadora de Cristo. Jesús dijo: Os conviene que yo me vaya; porque si
yo no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo
enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de
juicio (Juan 16:7, 8).

3. Su obra en el corazón del creyente. La obra del Espíritu Santo no termina


cuando el pecador se arrepiente y recibe el perdón de pecados. El Espíritu
también está sumamente interesado en la vida y el servicio de la persona que
ha nacido de nuevo y se ha consagrado a Dios. El mismo Espíritu que
convenció al pecador de su necesidad de salvación, y o condujo al
arrepentimiento, le dará poder para vivir una vida santa, gozosa y útil para
Dios.

4. Su obra como Consolador del creyente. Jesús les describió a sus discípulos
el ministerio del Espíritu Santo en la iglesia después de que Él ascendiera al
cielo. Todos los que habían seguido a Jesús y habían sido comprados por Él,
tendrían que seguir la dirección del Espíritu Santo (Juan 14:26). En Juan
14:16, Jesús habló de otro Consolador que vendría del Padre, al
requerimiento del Hijo. El título “Consolador”, que Jesús le asigna al

66
Espíritu Santo indica que Él vendría para ayudar a los cristianos e interceder
por ellos, como lo hace un abogado. En 1 Juan 2:1, la misma palabra
paracleto es traducida como “abogado”, quien redarguye al adversario y
aboga por la causa de su defendido delante de Dios.

5. La actitud del creyente hacia el Espíritu Santo. Por lo ya expuesto, es


necesario que se preste mucha atención a esta verdad, ya que es en este
aspecto de la teología donde los pentecostales diferimos de los
fundamentalistas, y establecemos nuestra singularidad apostólica. Para
nosotros el Espíritu Santo no es una entidad difusa impersonal, vagamente
definida. Lo vemos, más bien, como el Consolador (Juan 16:7), el
Santificador (Romanos 15:16), el Bautizador (Mateo 3:11), y el
Representante de Cristo sobre su iglesia (Juan 16:12-15).

G. EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO.

La doctrina del bautismo en el Espíritu Santo ha sido tema de mucha discusión


entre los que no creen que esta sea una experiencia para la iglesia de hoy. Desde
muy temprano en la historia de la iglesia hubo un enfriamiento espiritual y una
tendencia a lo religioso y lo ritual, pero lejos del modelo bíblico y del ejemplo
de la iglesia del tiempo de los apóstoles. Algunos enseñan que el bautismo en el
Espíritu Santo sí es una realidad, pero que se recibe en el mismo acto de la
salvación. Esto se debe a una mala interpretación de Efesios 1:11: Desde que
creísteis fuiste sellados con el Espíritu Santo. Lo que muchos no reconocen es
que hay una enorme diferencia entre ser sellados y ser bautizados en el Espíritu
Santo. Por eso se hace necesario que como estudiantes de la Palabra de Dios, y
de la teología, hagamos un análisis aquí de este asunto tan esencial para la vida
cristiana.

1. El bautismo en el Espíritu Santo en la historia. Están muy equivocados


los que piensan que las prácticas pentecostales de la unción y llenura del
Espíritu Santo, con la evidencia de hablar en otras lenguas y el desarrollo de
los dones espirituales es cosa de estos últimos tiempos. Algunos formalistas
han difamado al avivamiento pentecostal y el mover del Espíritu Santo,
llegando al extremo de tildarlo como operaciones de demonios. Se podría
decir que estos “maestros” están cayendo en el error que Jesús condenó
como imperdonable: la blasfemia contra el Espíritu Santo. Sin embargo,
sabemos bien que todo es cuestión de tradiciones y la formación que cada
denominación les da a sus adeptos.
a. El bautismo del Espíritu Santo como “la promesa del Padre”. Jesús les
dio una orden terminante a sus discípulos cuando les mandó que n se
fueran de Jerusalén sino que esperasen la promesa del Padre, la cual,
les dijo, oísteis de mí (Hechos 1:4). Siendo así, lo más lógico es empezar
con un análisis de esta maravillosa promesa. La llenura del Espíritu

67
Santo en el Antiguo Testamento. Existen testimonios de unción y
manifestaciones del Espíritu Santo en personajes del Antiguo
Testamento, como los colaboradores de Moisés para la hechura del
tabernáculo (Éxodo 31:1-6), los hijos de los profetas (1 Samuel 10:5),
Saúl (1 Samuel 10:10), David (1 Samuel 16:13). La promesa del Espíritu
Santo: Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne (Joel
2:28).
b. El bautismo en el Espíritu Santo como una promesa de Jesús. Como un
anuncio de Juan. El primero en enunciar el bautismo en el Espíritu Santo
con una obra de Jesús fue Juan el Bautista, quien dijo: Yo a la verdad os
bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo
calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os
bautizará en Espíritu Santo y fuego (Mateo 3:11). Como promesa de
Jesús: He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros (Lucas
24:49). Enviada por el Padre. Jesús mismo prometió rogar al Padre para
que enviara al Espíritu Santo a los creyentes: Y yo rogaré al Padre, y os
dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre (Juan
14:16). Para llenar al creyente. El Señor explicó más detalladamente que
el Espíritu Santo, por su naturaleza, no vendría como Él, para vivir “con”
sus discípulos; como Espíritu vendría para estar “en” ellos, llenándolos
por medio del bautismo: El Espíritu de verdad (….) vosotros le conocéis,
porque mora con vosotros, y estará en vosotros (Juan 14:16). Para dar
poder, o dinamizar, al creyente como testigo de Cristo: Recibiréis poder,
cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis
testigos.
c. El Bautismo en el Espíritu Santo en el libro de los Hechos. El autor del
libro de los Hechos fue el evangelista Lucas, pero muchos cristianos han
sugerido que el nombre de este primer libro de historia de la iglesia
debiera ser “Los Hechos del Espíritu Santo”, ya que sus páginas están
llenas de hechos, manifestaciones, milagros y direcciones de la tercera
persona de la Trinidad. La espera en oración en el aposento alto.
Obedientes al mandato del Maestro, los discípulos volvieron a Jerusalén
(….) y entrados, subieron al aposento alto y (…) Todos éstos
perseveraban unánimes en oración y ruego (Hechos 1:12-14). Los tres
fenómenos que acompañaron la llenura del Espíritu: Y de repente vino
del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó
toda la casa en donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas
repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron
todos llenos del Espíritu Santo (Hechos 2:2-4.a). La evidencia inicial del
bautismo en el Espíritu Santo: Y comenzaron a hablar en otras lenguas,
según el Espíritu les daba que hablasen (2:4.b). Otros grupos enseñan que
se puede y debe recibir el bautismo en el Espíritu Santo, pero que no
necesariamente se tiene que hablar en otras lenguas. Sin embargo, existe
testimonio que cada vez que alguien recibió el bautismo, inmediatamente

68
habló lenguas como evidencia inicial. En los siguientes lugares se habló
en lenguas como evidencia del bautismo en el Espíritu Santo: En el
aposento alto (Hechos 2:4); en Cesarea: Porque los oían que hablaban en
lenguas, y que magnificaban a Dios (Hechos 10:46); en Éfeso: Y
habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo;
y hablaban en lenguas, y profetizaban (Hechos 19:6).

2. Propósitos del bautismo en el Espíritu Santo. Aun los que están de


acuerdo con la doctrina del bautismo en el Espíritu Santo deben preguntarse
cuáles son los propósitos divinos de esta experiencia espiritual.
a. Propósitos equivocados. (i) Hablar en lenguas. Uno de los propósitos
equivocados es hablar en lenguas. A pesar de que ésta es la evidencia
inicial del bautismo en el Espíritu Santo, el hablar en otras lenguas no es
el propósito principal de la llenura espiritual (1 Corintios 14:5). (ii)
Sentir efectos extáticos. La unción del Espíritu Santo produce en el
creyente una sensación de éxtasis muy agradable y de carácter
sobrenatural. Sin embargo, la razón número uno del bautismo no es
sentirse feliz o gozar de fenómenos celestiales (Gálatas 6:14). (iii) Lucir
superioridad espiritual. Es cierto que el bautismo del Espíritu Santo nos
permite ascender a una dimensión espiritual más elevada, pero no
adquirir una superioridad sobre los demás creyentes para ser admirados,
como deseaba hacerlo Simón, el mago de Samaria (Hechos 8:18, 19).
b. Propósitos correctos. (i) Recibir poder para ser testigo de Cristo en la
poderosa proclamación del evangelio: Pero recibiréis poder cuando haya
venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén,
en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Hechos 1:8). (ii)
Sentir la presencia del Consolador. El bautismo da una mayor seguridad
de la constante ayuda del Espíritus Santo, como lo prometió Jesús: Él os
enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho (Juan
14:26). (iii) Ser dotados con las cuatro clases de equipamiento para la
vida cristiana y el trabajo en la Iglesia: los frutos (Gálatas 5:22, 23), los
dones (1 Corintios 12:4), los ministerios (1 Corintios 12:5) y las
operaciones (1 Corintios 1:6). Pero todas estas cosas las hace uno y el
mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere (1
Corintios 12:11).

3. Cómo recibir el bautismo en el Espíritu Santo. Muchos están


convencidos de la importancia del bautismo en el Espíritu Santo, no sólo por
lo que leen en las Escrituras sino también porque sienten en su vida la
necesidad del poder y el gozo que observan en otros cristianos. No obstante,
no han podido recibir dicha experiencia, ya sea por falta de las instrucciones
necesarias, o porque no han dado los pasos correspondientes, que son:
a. Tener fe en Cristo como Salvador y Señor. Cualquier bendición de parte
de Dios tiene que ser recibida sobre la base de la fe en su Palabra: Porque

69
sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se
acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le
buscan (Hebreos 11:6). Jesús había dicho a sus discípulos: Todo lo que
pidiereis, creyendo, lo recibiréis (Mateo21:22).
b. Obedecer al mandato de Jesucristo. Los discípulos habían escuchado de
labios de su Maestro que había una promesa reservada para los que
creyeran en Él: He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre
vosotros (Lucas 24:49). También les había dado una orden relacionada
con dicha promesa: Pero quedaos en la ciudad de Jerusalén hasta que
seáis investidos de poder desde lo alto. Como buenos discípulos de su
Señor, ellos: volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del
Olivar (…) y entrados, subieron al aposento alto (Hechos 1:12,13).
c. Amar a los hermanos y tener comunión con ellos. Muchos creyentes
quieren ser llenos del Espíritu para servir obedientemente al Señor; sin
embargo, no están dispuestos a unirse y someterse al cuerpo de Cristo, ni
a estar en comunión con los demás miembros de la iglesia por falta de
amor en su corazón. Los discípulos de Jesús, cuando llegó el día de
Pentecostés, estaban todos unánimes juntos (Hechos 2:1). Uno de los
Salmos dice: ¡Mirad, cuán bueno y cuán delicioso es habitar los
hermanos juntos en armonía. Es como el buen óleo (….) Porque allí
envía Jehová bendición y vida eterna (Salmos 133:1, 3). Jesús les había
dicho: Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os
he amado (Juan 15:12).
d. Esperar confiadamente en oración y ruego. No se puede pedir lo que no
se desea con toda el alma, más que cualquier otra cosa. No se puede
recibir lo que no se pide con fe y confianza en el que ha dado la promesa.
Los discípulos tuvieron fe en la promesa de Jesús, obedecieron su
mandato, se amaban unos a otros y, perseveraban unánimes en oración y
ruego (Hechos 1:14). Muchos quieren recibir esta bendición, pero no
están dispuestos a “perseverar” orando y rogando al que puede y quiere
bendecirlos. Jesús dijo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y
se os abrirá (…) Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas
dádivas a vuestros hijos, cuánto más vuestro Padre Celestial dará el
Espíritu Santo a los que se lo pidan (Lucas 11:9-13).
A. Presentarse a Dios en cuerpo y alma. Para recibir la llenura del Espíritu
Santo es necesario abrir la puerta de su mente y ofrecerse en sacrificio vivo
al Señor y dejar que Él tome cada parte de su vida, “como el barro en las
manos del alfarero”. Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de
Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable al
Señor, que es vuestro culto racional (Romanos 12:1).

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