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BIOLOGIA EN EL SIGLO XVIII

Pese a los grandes avances del conocimiento presenciados hasta el siglo


XVII, los descubrimientos que tuvieron aplicación directa en medicina y cirugía
fueron escasos. Las Universidades seguían el procedimiento deductivo y
otorgaban los títulos que facultaban para practicar la medicina, basándose en una
formación sobre todo teórica. Para ello, la condición no era saber medicina, sino
demostrar el conocimiento del latín. Las escuelas médicas debían su prestigio
generalmente a la atracción de un gran maestro que trabajaba en ellas. Entre las
escuelas destacaron la vienesa, iniciada con Boerhaave (1668-1738) y la de
Edimburgo, representada por Alexander Monro (1697-1767).

Los cirujanos seguían sin alcanzar el nivel social de los médicos, pese a su
creciente actividad y fama debido a la necesidad de sus intervenciones debido a
los conflictos bélicos existentes en Europa. Sin embargo, dado que la anatomía
macroscópica ya había alcanzado un gran desarrollo, el interés por una cirugía
cada vez más agresiva fue creciendo. Aunque existían cátedras de cirugía que
centraban su actividad en el conocimiento de la anatomía topográfica y la
anatomía quirúrgica, éstas no eran numerosas. La formación de los cirujanos se
seguían realizando fuera, y a veces en oposición a la Universidad. Los cirujanos
barberos ejercían su profesión de forma itinerante, dedicándose a patología poco
importante: heridas, sangrías, dientes, fracturas, úlceras, cataratas, cálculos,
hernias... , con unos resultados mediocres. La actividad consistente en la
manipulación de fracturas y luxaciones se denominaba "álgebra", y los que la
practicaban "algebristas", de menor rango social que los cirujanos barberos.

Durante el siglo XVIII se intenta dotar a la cirugía de un cuerpo doctrinal que la


definiese (incluyendo las lesiones de huesos y articulaciones). En España los
intentos para regular la capacitación de los cirujanos continuaban desde el siglo
XVI. Así, Fernando de Mena, cirujano de Felipe II (1527-1598), hizo publicar un
decreto para que:

"no se admitiese a examen a ningun cirujano, que no diese cuenta del álgebra,
para que usándola los mismos cirujanos y examinándose della, excuriessen y
acabasen los concertadores que por ay andan sin entender la anatomía de los
huesos."

Con posterioridad, con Felipe III (1578-1621) se incluye de forma definitiva el


álgebra en el temario que los cirujanos tenían que rendir ante el Protomedicato.

Durante el siglo XVII y hasta mediados del XVIII las universidades españolas no
participaron de forma activa en el desarrollo de la medicina, siendo las Academias
y sobre todo los Reales Colegios de Cirugía, las promotores del desarrollo
científico. Tras la instauración de los Borbones (Felipe V, 1713) la cirugía militar
cobró un importante impulso a la vez que instituciones más tradicionales como las
universidades veían frenado su desarrollo. Dentro del abanico de la cirugía, los
cirujanos castrenses gozaban de cierto prestigio.

Pedro Virgili, cirujano de la Armada creó en Cádiz, en el Hospital Real, un centro


para la formación anatómica de los cirujanos castrenses. Posteriormente este
centro se convertiría en el Real Colegio de Cirugía de Cádiz. Después se crearon
el Real Colegio de Cirugía de Barcelona, y el Colegio de Cirugía de San Carlos de
Madrid, abiertos también a los cirujanos civiles. Como justificación de la creación
del Colegio de Cirugía de Barcelona, Carlos III afirma:

"Por cuanto uno de los principales cuidados de mi Real atención es la


conservación de mis vasallos, contra la cual son continuas y sensibles ante los
ojos de todos, las fatales consecuencias y perjuicios que se han seguido y siguen
cada día por la falta de completa instrucción en los que ejercen la Facultad
Quirúrgica en mis Reinos"

La situación en Europa era comparable a la Española. Así, por ejemplo, en


Francia surgió en 1731 la Académie Royale de Chirurgie, siendo equiparada a las
Universidades como centro de enseñanza de la cirugía. En su fase inicial fue
dirigida por el gran cirujano Jean Louis Petit (1674-1750) que además de
aportaciones anatómicas destacó por el perfeccionamiento del torniquete.
También diseño una "caja de fractura".

En Inglaterra, la enseñanza de la cirugía se encontraba aislada de la medicina


oficial pero amparada por la United Company of Barbers Surgeons. El prestigio
individual de algunos famosos cirujanos como William Hunter o Percival Pott,
permitió el establecimiento de Escuelas privadas de Cirugía que consiguieron
separarse de la Unión de Barberos. Estas escuelas formaron la Compañía de
Cirujanos, precursora del Colegio de Cirujanos establecido en 1800 por Jorge III.
Percival Pott (1714-1788) nació en Londres
y trabajó en el Hospital St. Bartholomew.
Describió la fractura de tobillo que lleva su
nombre. Curiosamente, la circunstancia que
le impulsó a escribir sus obras científicas fue
la inmovilización a la que se vio sometido
cuando sufrió una fractura abierta de tibia,
que, en su época, casi con seguridad
hubiese necesitado una amputación
inmediata. Pott se negó a la amputación y
consiguió, mediante inmovilización, salvar la
pierna. La principal aportación original de
Pott fue relacionar la escrófula pulmonar con
la lesión vertebral con compresión de la
médula espinal (paraplejia de Pott). Fuera de
la traumatología y ortopedia realizó otras
aportaciones a la ciencia médica, como el
relacionar el cáncer escrotal de los
deshollinadores con la exposición al hollín.

Joseph Clement Tissot publica su libro "Gimnasia medicinal y quirúrgica o de los


diferentes ejercicios del cuerpo y del descanso en la curación de las
enfermedades" editado en 1780. Analizó los movimientos de los artesanos y
expresó la necesidad de poseer unos buenos conocimientos anatómicos para la
prescripción de ejercicios ortopédicos.

Jean-Andre Venel (1740-1791), nacido en Suiza, estableció el primer instituto


ortopédico del mundo, localizado en el Canton de Vaud. Se trata del primer
hospital dedicado de forma específica al tratamiento de las lesiones y
deformidades esqueléticas en niños. A Venel se le considera como el primer
ortopedista y padre de la ortopedia, pues su instituto ortopédico sirvió como
modelo para muchos otros hospitales. Venel destacó la importancia de la luz solar
y diseñó varios aparatos ortopédicos en los talleres del instituto.
John Hunter (1728-1793) fue uno de los
más prescigiosos cirujanos europeos.
Nació en Escocia y trabajó de jóven en
una ebanistería. Posteriormente se
trasladó a Londres con su hermano
William, cirujano y profesor de anatomía.
Fue alumno y cirujano en el Hospital St.
George de Londres y también trabajó en
la sala de disección de su hermano en
Covent Garden. En la guerra de los siete
años actuó como cirujano militar y
estableció un centro de investigación
en Golden Square (Londres), enseñando
posteriormente en Leicester Square. Su
interés por las cuestiones quirúrgicas
abarcó muchos campos, destacando su
descubrimiento de la circulación
placentaria. Aunque John Hunter recibió escasa educación formal, estableció las
bases científicas de la cirugía y estableció las condiciones para los avances del
siglo veinte. Su dicho: "no pienses, experimenta" ha inspirado a generaciones de
cirujanos modernos. Hunter intenta basar el saber quirúrgico sobre los resultados
de la investigación biológica y la patología experimental. Para Hunter (figura 16), el
cirujano no puede ser realmente eficaz sin un conocimiento suficiente de las
causas y el mecanismo de la enfermedad. La fisiología debería ser para el cirujano
tan importante como la anatomía, porque la estructura anatómica no pasa de ser
la expresión estática de la actividad funcional. El gran mérito de John Hunter fue el
impulsar la actividad del cirujano hacia una cirugía sistemática, reglada, basada en
la anatomía, en la anatomía patológica y en la experimentación. La obra quirúrgica
de Hunter marca el verdadero despegue científico de la cirugía europea, sentando
las bases de un saber quirúrgico que abrirá las puertas a muchas especialidades,
entre ellas a la Traumatología.

Además de los conocimientos obtenidos de sus experimentos con animales,


muchos de los conocimientos de Hunter pueden atribuirse a su experiencia militar.
Hunter preconiza una actuación quirúrgica restauradora que debía seguir las
pautas marcadas por la naturaleza: la cicatrización dependía de una capacidad
innata del organismo y la tarea del cirujano sería ayudar a esta capacidad. Hunter
escribió un "Tratado sobre la sangre, la inflamación y las heridas por arma de
fuego" en 1794, e intentó el injerto de tejidos. Con respecto a aspectos
traumatológicos concretos, la principal contribución de Hunter, además de su
doctrina general sobre el tratamiento de las fracturas, se encuentra en el concepto
de la reeducación muscular necesaria una vez que se ha producido la
consolidación ósea: defendió la práctica de la movilización precoz, mediante
ejercicios activos, después de las enfermedades o traumatismos. También
describió como evaluar la fuerza muscular en un músculo debilitado. Hunter creía
que las enfermedades óseas requerían a menudo de asistencia mecánica. Estudió
los cuerpos libres intraarticulares, la pseudoartrosis y el proceso de consolidación
de las fracturas, describiendo la transformación del hematoma de fractura en un
callo fibrocartilaginoso hasta el depósito de hueso nuevo, trabeculación,
reestablecimiento del canal medular y reabsorción del exceso de tejido óseo.

William Hey (1736-1819) nació en Pudsey escribió un libro de cirugía que


contenía varios capítulos dedicados al estudio de la ortopedia. Fue el primero que
practicó la cirugía en Leeds donde promovió la construcción de un hospital. Entre
sus principales aportaciones destaca la descripción de la osteomielitis subaguda
de tibia, proponiendo el destechamiento de la lesión. También describió las
lesiones meniscales y la presencia de cuerpos libres articulares. Introdujo también
la amputación tarso-metatarsiana.

A finales del siglo XVIII el diplomático británico Eaton, describió una técnica para
el tratamiento de las fracturas que había visto utilizar a los habitantes de Bassora
(Turquía):

"..se encierra el miembro roto, una vez que los huesos han sido colocados en su
sitio, en una caja de yeso de Paris, que toma exactamente la forma del miembro
sin ninguna presión, y en unos minutos la masa se torna sólida y fuerte...".

Esta técnica fue adoptada en Europa de forma rápida, difundiéndose su uso. La


utilización de férulas de escayola ligeras permitió la movilización precoz de los
miembros fracturados, lo que dio lugar a una agria polémica entre los partidarios
del reposo absoluto y los defensores de la movilización que duró hasta finales del
siglo.

En España, la figura quirúrgica más brillante de


esta época fue Antonio de Gimbernat (figura
17), (1734-1816). Estudió en el Colegio de
Cirugía de Cádiz, accediendo en 1762 a la
cátedra de anatomía del Colegio de Cirugía de
Barcelona. Fue fundador y docente del Colegio
de Cirugía de San Carlos de Madrid (1787).
Gimbernat es un cirujano general y no un
algebrista. En su obra "Formulario quirúrgico",
insiste en la necesaria formación anatómica de
los cirujanos, siendo su principal aportación a la
Traumatología el establecimiento de la
"operación reglada" basando las intervenciones
quirúrgicas en una fundamentación anatómica.

A finales del siglo XVIII se fecha el primer caso


de fijación interna en una fractura reciente. Se
trata de un cerclaje de húmero mediante
alambres de cobre realizado en 1775, aunque existen dudas al respecto. La
intervención habría sido realizada por dos cirujanos de Toulousse: Lapujade y
Sicre.

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