Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
PRIMERA PARTE
REQUISITOS PRINCIPALES DE LA ILUSTRACIÓN
SEGUNDA PARTE
LA ILUSTRACIÓN EN NUESTRA ÉPOCA
Época Ilustrada
Paradoja de la Ilustración
El primer requisito de la Ilustración, afirma Kant, es la salida del hombre de su auto culpable
minoría de edad, es decir, de su incapacidad para servirse de su propio entendimiento sin la
guía de otro.
Según Kant, son muchos los peligros que nos acechan si decidimos permanecer en la minoría
de edad y bajo la tutela y la guía de otros. Entre tales peligros, Kant, señala los siguientes:
Los tutores que tomando sobre sí la tarea de velar por nosotros se encargarán (debido
a qué tal tutela no puede ser definitiva) de asustarnos con todos los peligros y
sinsabores que nos acecharán en el momento en que demos el paso hacia una posible
mayoría de edad.
Los tutores se encargarán también de “atontar” a los menores de edad, como animales
domésticos, provocando en ellos la sensación de serles imposible caminar sin las
andaderas en las que han sido encerrados. Fabricarán sujetos incapaces de caminar
por sí solos y, por tanto, dóciles y fáciles de manejar.
Kant afirma que aunque es difícil salir de la minoría de edad, lo que es evidente es que
surgen continuamente hombres que piensan por sí mismos (incluso tutores liberados
de la cadenas de la minoría) y que dejan a su alrededor el espíritu de la estimación
racional del pensar por uno mismo. Son los auténticos representantes de la Ilustración.
El segundo requisito de la Ilustración es, según Kant, la libertad de hacer siempre y en todo
lugar, un uso público de la razón.
Lo que sucede, sigue afirmando Kant, es que por todas partes surgen limitaciones a tal uso
ilimitado de la libertad. Así algunas voces afirman: razonad todo lo que queráis, pero obedeced.
Pues bien, se pregunta Kant, como compaginar la necesidad de la libertad con la existencia de
la obligación? Su respuesta es la siguiente:
Se puede hacer un uso público y un uso privado de la razón. El uso público implica una libertad
total y sin límites. Es únicamente el uso privado de la razón la que puede tener limitaciones. El
uso público de la razón se produce cuando alguien, en cuanto docto en una materia
determinada, hace uso de su razón ante el gran público o ante el mundo de sus lectores. En
este contexto no deben existir límites para la libertad de expresión. El uso privado de la razón
es la utilización que uno hace de la misma en un determinado puesto civil o de la función
pública. En este contexto si caben límites a la libertad de expresión.
Kant se sirve de una serie de ejemplos para hacernos entender mejor lo que quiere decir.
No tendría sentido, afirma Kant, que un oficial reciba una orden de sus superiores y, al mismo
tiempo quisiera argumentar en voz alta durante el servicio y ante los reclutas sobre la
pertinencia o utilidad de tal orden. En este caso tiene que obedecer, es decir, hacer un uso
privado de su razón y de su libertad. Ahora bien, no se le puede prohibir que, en cuanto docto y
entendido en la materia, haga uso público de su razón, es decir, realice cuantas observaciones
pueda y quiera acerca de los defectos del servicio militar.
Un ciudadano no se puede negar a pagar los impuestos que le son asignados. Una crítica a tal
carga, en el momento de tener que pagarlos, podría ser castigada. Tiene que pagar, es decir,
hacer un uso privado de su razón y libertad. Ahora bien, tal ciudadano no actúa en contra el
deber si, como docto, manifiesta públicamente su pensamiento contra la inconveniencia o
injusticia de tales impuestos.
Un sacerdote está obligado a catequizar a sus feligreses según la doctrina oficial de la Iglesia.
Ahora bien, como docto, tiene plena libertad, e incluso, el deber de comunicar al público sus
pensamientos acerca de los defectos de tal doctrina, así como hacer propuestas para el
mejoramiento de la institución eclesiástica. Por ello, el uso que un sacerdote hace de su razón
ante sus feligreses puede ser meramente privado. En este contexto, no es libre puesto que
expone algo ajeno, como es la doctrina oficial de la Iglesia. Ahora bien, como docto, el
sacerdote en el uso público de su razón, gozaría de una libertad ilimitada para servirse de ella y
hablar en nombre propio. Así afirma Kant: pretender que los tutores del pueblo (en asuntos
espirituales) sean otra vez menores de edad constituye un despropósito que desemboca en la
eternización de las insensateces.
Ni la iglesia, ni la sociedad ni el monarca pueden impedir la libertad del uso público de la
razón
Kant establece una diferencia entre época ilustrada y época de la ilustración. Se pregunta si en
su tiempo se vive una época ilustrada. Su respuesta es negativa. Afirma, sin embargo, que vive
en una época de Ilustración.
Vive una época de Ilustración ya que, en su tiempo, se ha abierto un gran espacio de libertad
que muestran señales inequívocas de una disminución en los obstáculos que permiten llegar a
una Ilustración general. En este sentido, el tiempo que le ha tocado vivir, señala Kant, es el
tiempo de la Ilustración, es el siglo de Federico.
FEDERICO PRÍNCIPE ILUSTRADO:
Federico es, según Kant, un Príncipe que representa mejor que nadie el espíritu de la
Ilustración. Los rasgos siguientes lo demuestran claramente:
PARADOJA DE LA ILUSTRACIÓN
En último lugar, Kant describe lo que para él es la paradoja que plantea la época de la
Ilustración.