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¿QUIÉN MATÓ A

CREVAUX?
Isabelle Combès

¿QUIÉN MATÓ A
CREVAUX?
Un asesinato en el Pilcomayo en 1882

Santa Cruz de la Sierra


2017
984 COMBÈS, Isabelle
¿Quién mató a Crevaux? / Isabelle Combès / Colección Ciencias Sociales e
Historia Nº 41, El País / Santa Cruz de la Sierra: 2017
226p.: 21cm

DL: 8-1-540-17
ISBN: 978-99974--52-55-9

<GRAN CHACO><EXPLORACIONES><TOBAS>
<PILCOMAYO><JULES CREVAUX>

Cubierta: Indios tobas del Teyú, c. 1903 (Colección JBV)

1ª edición 2017

En coedición con:

© Isabelle Combès
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Santa Cruz de la Sierra

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na forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico,
por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito del autor y de las editoriales.
Fue algo bastante sombrío, digno de compasión… nada
extraordinario sin embargo… ni tampoco muy claro.
No, no muy claro.
Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas.

Pese a las intensas pesquisas y ulteriores análisis, quedó


algún que otro cabo suelto […] Las explicaciones de lo que estaba
sucediendo fueron muchas y contradictorias. Pero nadie logró
jamás responder a la pregunta fundamental.
Henning Mankell: Cortafuegos.
SUMARIO

AGRADECIMIENTOS........................................................................... 9
PREÁMBULO........................................................................................ 11

Capítulo 1. EL AFFAIRE CREVAUX


1.1. LA ESCENA DEL CRIMEN........................................................ 17
La vía del Pilcomayo.................................................................... 17
Elenco de sospechosos : el Pilcomayo indígena....................... 22
Elenco de sospechosos: frailes y colonos.................................. 39
1.2. CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA........................ 51
La embajadora toba...................................................................... 52
Muerte en el Pilcomayo............................................................... 59

Capítulo 2. TRAS LOS RESTOS DE LA MISIÓN CREVAUX


2.1. DETECTIVES EN MARCHA...................................................... 66
Primeros indicios.......................................................................... 66
En el lugar del crimen.................................................................. 75
Los trofeos del doctor Arancibia................................................ 84
Cinco años después...................................................................... 90
2.2. FALSAS PISTAS............................................................................ 96
Testigos improbables.................................................................... 97
El impostor francés..................................................................... 102

Capítulo 3. CABOS SUELTOS


3.1. RUIDOS Y RUMORES............................................................... 118
El quinto francés y las víctimas sobrantes.............................. 118
Asesinato en ningún lugar........................................................ 126
Modus operandi......................................................................... 130
Huesos en la playa..................................................................... 136
3.2. LOS QUE NO MURIERON....................................................... 142
Los sobrevivientes...................................................................... 142
Leyendas del Pilcomayo............................................................ 150

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Capítulo 4. ASESINOS SIN ROSTRO
4.1. ROSTROS INDIOS..................................................................... 159
El indio toba, victimador de Crevaux...................................... 161
La gran indiada........................................................................... 169
4.2. ROSTROS BLANCOS................................................................ 172
Detrás de los indios.................................................................... 173
Mártires de la civilización......................................................... 180

EPÍLOGO.............................................................................................. 185
ANEXO DOCUMENTAL................................................................... 189
BIBLIOGRAFÍA................................................................................... 215
LISTA DE FIGURAS........................................................................... 225

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AGRADECIMIENTOS

La expedición de Julio Crevaux fue auspiciada por tres países:


Francia, Argentina y Bolivia. Franceses, argentinos y bolivianos fue-
ron los tripulantes de 1882 que perecieron en el Pilcomayo, y a las
mismas nacionalidades pertenecían muchos de los detectives que se
pusieron en campaña a primera hora. Un siglo y medio después, mi
propia investigación también contó con ayuda proveniente de estos
tres países, y primero la de las sabuesas que lancé tras los indicios
comprometedores de periódicos antiguos y documentos ignotos:
Alba van der Valk en Tarija, Cecilia Martínez en Buenos Aires y
Marie Morel en Francia.
En Bolivia y concretamente en Tarija, Virginio Lema me abrió ge-
nerosamente el archivo familiar; Diego Oliva facilitó y ayudó de mil
maneras mi búsqueda en el Archivo Franciscano. También quiero
agradecer a Manuel Gómez y Eduardo Trigo en la misma ciudad.
En Sucre y Santa Cruz conté con la complicidad de Judith Terán,
Máximo Pacheco, Paula Peña, Ricardo Serrano y Alejandro Ibáñez.
Los argentinos no tienen menos culpa, y la nómina de sospecho-
sos incluye a José Braunstein, Lorena Córdoba, Cecilia Gómez, Ro-
drigo Montani y Diego Villar. Gracias por responder siempre y con
buen humor a mis preguntas tobas y wichí, y contribuir a verificar
pruebas e indicios.
En Francia, doy las gracias a Jean-Pierre Chaumeil y Pascal Ri-
viale por las primeras pistas; y un très grand merci a Michèle Salaun
por abrirme el archivo fotográfico de su tío bisabuelo, y a Francis
Grandhomme por su generosidad en compartir documentos de los
archivos franceses y entablar un diálogo transatlántico.
A todos ellos debo agregar dos tripulantes más: Pilar García Jor-
dán y Erick Langer quienes, desde España y Estados Unidos, me

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ayudaron a entender mejor la escena del crimen. La redacción de
este libro se hizo en el marco de varios proyectos que integro junto
con algunos miembros del Centro de Investigaciones Históricas y
Antropológicas (CIHA) de Santa Cruz de la Sierra: las investigacio-
nes sobre La reinvención de América. Proyecciones y percepciones entre
Europa y América Latina, 1840-1955 (I+D+i Ref. HAR2015-64891-P
[MINECO/FEDER, UE]) de España, y los proyectos PIP 0013 (CO-
NICET) y PICT 1825 (ANPCyT) de Argentina.
Y, finalmente, quiero agradecer a Marcelo, mi víctima de siempre.

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PREÁMBULO

El 27 de abril de 1882 el joven explorador francés Jules Crevaux


y su tripulación morían asesinados por los indígenas a orillas del
río Pilcomayo, en el Chaco boliviano. El suceso causó una profun-
da conmoción tanto en Bolivia como en Argentina (desde donde
Crevaux llegó a Bolivia) y, por supuesto, en Francia. La comuni-
dad científica internacional quedó sacudida. Dice la revista de
la Sociedad de Geografía de París: “la noticia de la masacre del
doctor Crevaux arrojó el duelo mucho más allá del círculo de sus
numerosos amigos y de la Sociedad de Geografía: la ciencia había
perdido un investigador infatigable, Francia un valiente soldado,
y Lorena entera lloró a este hijo”1.
Nacido en 1847 en Lorena, en el pueblo de Lorquin, Jules Crevaux
se distinguió durante la guerra franco-prusiana de 1870 tras la cual
Alsacia y Lorena pasaron bajo control alemán. Ingresó a la marina
francesa como médico y, a partir de 1876, inició una serie de viajes
de exploraciones fluviales en Guyana, la cuenca del Amazonas y la
del Orinoco. Esta experiencia hacía de él un reconocido y ya afama-
do explorador cuando murió, a la edad de 35 años. Sus primeras
biografías se publicaron muy temprano: la de Santiago Vaca Guz-
mán apenas dos meses de su muerte, las de Franck y Sinval en 1884,
la de Saint-Arroman en 1894-1896. Los artículos se multiplicaron en
las revistas geográficas y un año después de la masacre salía, bajo
el título de Viajes en América del Sur, un libro póstumo del propio

1 Société de Géographie de Paris 1884: 259. Todas las traducciones del francés son
mías.

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Isabelle Combès

Crevaux. La biografía pronto dejó paso a la hagiografía y con la


noticia de su muerte nació el mito de Jules Crevaux, el mártir de la
ciencia, “el explorador descalzo”2, “el mendigo del Eldorado”3, el
“Livingstone de América del Sur”4. Si bien su celebridad justifica el
revuelo que provocó su asesinato, sólo lo explica en parte: como lo
subraya su más reciente y mejor biógrafo, “más allá de los viajes de
Crevaux, su muerte súbita y misteriosa en 1882 contribuyó mucho a
su fama y su popularidad entre sus contemporáneos”5.
El explorador francés murió a manos de los indios en alguna
playa del Pilcomayo, río debajo de la misión franciscana de San
Francisco Solano (la actual Villa Montes) y cerca de donde, un año
después del crimen, se erigió la Colonia militar que luego llevaría su
nombre. Éste es, prácticamente, el único dato tangible y fehaciente
que exista sobre su muerte. Todo lo demás queda envuelto en el
misterio y en una maraña de datos confusos, equívocos, erróneos,
ambiguos o contradictorios. El francés fue asesinado (aunque no
falte quien diga que sobrevivió) en algún lugar ignoto, a una hora
incierta, por indígenas anónimos que tal vez actuaban solos o tal
vez no, junto con un número indeterminado de víctimas y otro tanto
de sobrevivientes. Ni uno de estos puntos tiene hasta la fecha una
respuesta satisfactoria, clara y sobre todo unívoca. Ni uno solo de
los supuestos testigos o de las personas involucradas de cerca en
la exploración de Crevaux dice nada que no sea inmediatamente
desmentido por otros. Las dudas van desde la grave cuestión de los
asesinos reales, o del móvil del crimen, hasta detalles tan triviales
e irrelevantes como la hora de la muerte (a las 10 de la mañana, al
medio día, a primera hora de la noche). No sólo los testigos acaban
siendo tachados de complicidad, sino que los mismos detectives
amateurs también. Para defenderse, todos acaban disparando acu-
saciones contra todos.

2 “L’Explorateur aux pieds nus”, título de una exposición de Dominique


Heckenbenner, 1998, Sarrebourg.
3 “Le mendiant de l’Eldorado”, título de una reedición de la obra de Crevaux en 1987.
4 Tal como lo calificó el periódico de Lorena Le Courrier de la Moselle (Grandhomme
2011: 568).
5 Grandhomme 2011: 449.

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¿QUIÉN MATÓ A CREVAUX?

Fig. 1. Jules Crevaux

(Tarjeta de visita de J. Crevaux, recto. AVL)

La historia transcurre en un escenario local fronterizo, borroso y más


que conflictivo. El Chaco boreal y las orillas del Pilcomayo están
siendo disputados por tres Estados (Bolivia, Argentina y Paraguay),
sin que ninguno tenga una real presencia en la región. El principal
riesgo que corre el eventual detective es padecer la misma suerte
que las víctimas y acabar muerto por los nativos indómitos. Los
principales datos e indicios recabados tras la muerte de Crevaux lo
fueron sólo porque así lo permitieron los indios, es decir los prin-
cipales acusados. A su vez, estas primeras noticias sirvieron para
exacerbar los ánimos en una “frontera chaqueña” alejada de los cen-

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Isabelle Combès

tros gubernamentales, donde la presencia estatal era poco menos


que nula y donde colonos criollos y Padres franciscanos competían
ferozmente entre sí.
De esta manera se reunieron todos los ingredientes para que la
muerte de Crevaux siga siendo un misterio. Confusiones y equí-
vocos se reflejaron pues en la literatura posterior, acrecentando la
incertidumbre. Dieron pie a francas estafas y mentiras mal disi-
muladas. El “mito Crevaux” no es sólo del abnegado explorador:
es también, o sobre todo, el de su muerte, el de sus sanguinarios
asesinos y el de las circunstancias de la masacre de su expedición.
Adentrarse en la investigación policial de la época, o pretender
retomarla hoy, es entrar en el dominio de lo fantástico y de lo irreal,
resbalar en terreno movedizo, quedar envuelto en una neblina don-
de la evidencia más sólida se derrite. “Partió. ¡sabemos qué pasó!”,
escribía Arthur Thouar6. Nada menos cierto.
Como se habrá entendido, me propongo partir a casi 140 años
de distancia “tras los restos de la misión Crevaux”7 y reabrir el ex-
pediente sobre su asesinato. La tarea implica un doble trabajo de
detective y de historiador, lo que en el fondo no es muy diferente. El
detective necesita revisitar las pruebas, los indicios, los testimonios,
las denuncias y las acusaciones, en un intento por ver claro (o más
claro, en todo caso) en lo que pasó. Pero las huellas se borraron y el
contrainterrogatorio de los sospechosos nos está vedado. Muchas
preguntas quedan sin responder, o con demasiadas respuestas. El
historiador a su vez necesita realizar lo que Catherine Julien llamaba
“una suerte de arqueología de las fuentes”8. La literatura moderna
dedicada a Crevaux se basa sobre un puñado de escritos de la época
que debemos a personas que estuvieron directamente involucradas,
que actuaron de detectives, que acusaron o fueron acusadas. Estos
escritos, a su vez, tienen sus propias fuentes que debemos examinar,
hasta encontrar un conjunto heteróclito de indicios poco creíbles,
de testigos improbables y de pruebas nada contundentes. Por esta

6 Thouar 1891: 271; 1997 [1891]: 317.


7 Thouar 1884.
8 Julien 2010: 12.

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¿QUIÉN MATÓ A CREVAUX?

razón, y contrariamente por ejemplo a Francis Grandhomme que


utilizó “fuentes esencialmente francesas” para su biografía de Cre-
vaux, utilizaré aquí prioritariamente fuentes “bolivianas” o bien,
como los escritos del francés Thouar, del italiano Giannecchini o del
argentino Natalio Roldán, que provienen de la frontera chaqueña:
los documentos “de primera mano”, los datos de primera hora so-
bre los cuales se construyó la literatura posterior y, con ella, el “mito
Crevaux”.
No hay que hacerse ilusiones: la muerte de Crevaux seguirá sien-
do, en gran parte, un misterio. Al recrear el clima y la atmósfera
de la “frontera chaqueña” de aquel entonces, se trata aquí de pro-
curar entender cómo pudo darse el cruce de tantas informaciones
contradictorias y desatarse un torbellino de acusaciones a diestra
y siniestra. En esta historia los protagonistas ya no son “Julio” Cre-
vaux ni sus desgraciados compañeros de expedición. Son colonos
criollos, frailes italianos, indígenas chaqueños y exploradores de
toda índole. Es la cruda colonización del Chaco, que supo utilizar
a su conveniencia la muerte del “mártir de la ciencia”. No importa
pues la personalidad de la víctima, o mejor dicho de las víctimas.
Crevaux y su gente no fueron asesinados por lo que eran, sino por
lo que representaban y por los ideales que encarnaban.
El primer capítulo de este libro está dedicado al “affaire Crevaux”
tal como se presentó en 1882. Encabeza este capítulo una descripción
de la escena del crimen y de sus protagonistas, necesaria en este caso.
Henning Mankell no necesita decirnos que Estocolmo es la capital de
Suecia ni Conan Doyle que Londres lo es de Inglaterra y, si el asesino
resulta ser el mayordomo, no solemos necesitar que alguien nos ex-
plique qué es un mayordomo. Diferente es el caso con Caiza, Teyu,
con Cuserai o con actores indígenas que en general cambiaron de
etnónimo hoy en día. Continúa este primer capítulo con un reporte
del asesinato de la tripulación de Crevaux en abril de 1882.
El segundo capítulo cubre los años de 1882 a 1887, que fueron los
que vieron desarrollarse las investigaciones acerca del crimen, por
parte de personas tan diversas como frailes franciscanos, autorida-
des criollas, militares bolivianos y sociedades geográficas argenti-
nas y francesas. Se cierra con lo que un historiador llamaría una

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Isabelle Combès

crítica de fuentes, y un detective la calibración de la veracidad y la


credibilidad de los datos, de los testigos y de los mismos detectives.
Los dos capítulos siguientes intentan responder a las clásicas pre-
guntas de una investigación policial: quién, cómo, cuándo, dónde,
por qué. Pocas encuentran una respuesta nítida. De las contradic-
ciones, versiones dispares, mentiras deliberadas y olvidos involun-
tarios sólo emerge, pues, una certeza: nada es cierto.

Fig. 2. El río Pilcomayo

(Teófilo Novis: Expedición al Alto Paraguay 1886/1887,


CDL 213: croquis 86)

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