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CULTURA Y DESARROLLO
Pilar Lacasa
ESQUEMA-RESUMEN
INTRODUCCIÓN
OBJETIVOS
CONTENIDOS:
• Cultura y desarrollo
• Instrumentos, cultura y desarrollo humano
• Vida cotidiana, cultura y desarrollo
• Desarrollo y adquisición de patrones culturales
• Breves reflexiones a modo de conclusión
EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN
BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
ESQUEMA-RESUMEN
Introducción
La cultura puede entenderse, en una primera aproximación, como un «envol-
torio supra-individual» que nos rodea y nos aporta instrumentos para interactuar
con el mundo. Desde hace mucho tiempo la noción de cultura ha incluido una
teoría general de cómo promover el desarrollo: crear un entorno artificial donde
se aporten a los organismos más jóvenes condiciones óptimas para el crecimiento.
Revisaremos las relaciones entre cultura y desarrollo; los comentarios se orga-
nizan alrededor de tres núcleos temáticos. En primer lugar, siguiendo de cerca
las aportaciones de Vygotsky nos acercaremos al concepto de desarrollo humano
entendido como un proceso interactivo entre las personas y su medio físico y social
que implica la transformación de ambos polos. Haremos hincapié en el concepto
de instrumento en el que puede diferenciarse una doble naturaleza material e ideal.
En segundo lugar, nos fijaremos en esa dimensión material, tal como ha sido con-
ceptualizada en trabajos recientes a través del concepto de práctica o del de sis-
tema de actividad, conceptos que nos permiten comprender mejor en qué medi-
da el desarrollo humano es siempre un proceso que tienen lugar en un contexto,
ello nos permite hablar de un desarrollo situado. Nos fijamos, finalmente, en esa
dimensión ideal de los instrumentos culturales que nos permitirá entender mejor
cómo la cultura puede entretejerse en los procesos cognitivos.
Vygotsky es uno de los autores que en los últimos años ha despertado mayor
interés en el ámbito de la psicología y en la educación. El interés por su trabajo en
este apartado es debido a que en su obra tienen las raíces los modelos que ha esta-
blecido estrechas relaciones entre la cultura y el desarrollo. De su trabajo destaca-
remos dos aspectos sin los que sería difícil entender las relaciones entre cultura y
desarrollo, por una parte, sus aportaciones en relación con el concepto de instru-
mento y por otra la importancia que concede a las relaciones sociales, ambas dimen-
siones median la actividad humana en el contexto de la cultura.
Desde la perspectiva de este autor, la cultura se relaciona, ante todo, con sis-
temas de significados que no son independientes de las condiciones materiales en
que se generan. A los sistemas culturales, entendidos de este modo, se les atri-
buyen cuatro funciones:
que desempeñan como miembros de los grupos sociales a los que perte-
necen, etc. Entre esos instrumentos ocupa un lugar privilegiado el len-
guaje humano y en este capítulo lo exploraremos en el contexto de situa-
ciones comunicativas y, en último extremo, en relación con el contexto
social que lo hace posible.
OBJETIVOS
Muchas veces la literatura nos acerca mejor que cualquiera de las lla-
madas «ciencias humanas» a los problemas que interesan a la psicología.
El texto con el que comienzo estas páginas está escrito por un novelista,
poeta, director de teatro y pintor, que recibió en el año 2000 el premio
Nobel de Literatura. Nació en China, pero la abandonó en 1987 y ahora
vive como refugiado político en París. Tanto su persona como su texto,
cuando leí La montaña del alma, me han hecho pensar en las relaciones
entre el desarrollo y la cultura. Pero vayamos por partes. ¿Por qué su per-
sona? Si aceptamos el significado de la palabra «cultura», en su sentido
cotidiano y casi intuitivo, podemos pensar que Gao Xingjian ha vivido en
dos culturas, la oriental durante sus primeros años y la occidental en su
vida como persona adulta. Quizá ha sido esa posibilidad de conocer bien
dos universos tan distintos lo que le ha permitido escribir ese texto. Leá-
moslo con detalle. A primera vista describe la llegada a una ciudad, podría
1
Una versión anterior de este trabajo aparece en Lacasa P. (1997). Pilar Lacasa. Fami-
las y escuelas. Caminos de la orientación educativa. Madrid: Visor.
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ser cualquiera, solo la presencia del bambú o el tipo de moneda (el fen)
nos dan una idea de que no estamos en Europa. Pero este texto sugiere
también los cambios que ocurren en las personas a lo largo de su ciclo
vital, en este caso está magistralmente descrito como un día algunos habi-
tantes del lugar partieron de él, buscando seguramente algo mejor, y aho-
ra vuelven porque la nostalgia les hace buscar sus raíces. Pero no todos
han tenido la misma vida, lo que han conseguido seguramente no siem-
pre coincidirá con aquello que buscaron.
Este mismo texto adquiere un nuevo sentido leyéndolo de forma
mucho más académica, teniendo en cuenta algunos modelos teóricos pre-
sentes en la psicología actual. Tres conceptos me llaman especialmente
la atención y alrededor de ellos organizaré las páginas que siguen. En pri-
mer lugar, la vida de las gentes del pueblo, tal como nos la describe el
autor, sería impensable sin los objetos que hacen más fácil su vida, por
ejemplo, las canoas que muchos años atrás les permitían desplazarse de
un lugar a otro o los autobuses que, actualmente, cumplen la misma fun-
ción. Todos estos instrumentos con los que interactuamos las personas
forman parte de nuestra cultura. En segundo lugar, ¿cómo no pensar en
las diferencias en el estilo de vida ahora o en tiempos pasados?, ¿hasta
qué punto las actividades cotidianas, las prácticas diarias en las que las
gentes participamos varían también con el tiempo?, ¿qué caminos encon-
trarán en ellas quienes vuelven al pueblo después de tantos años? Final-
mente, todo el texto me sugiere el paso del tiempo y cómo las personas
van cambiando con él, las alusiones al final de la vida que hace el autor
me han llamado profundamente la atención. Me pregunto, entonces, por
las causas de ese cambio y pienso que si esas gentes hubieran vivido en
otro sitio, quizá, no serían los mismos. Esta idea me sugiere el concepto
de contextos de socialización a los que también me referiré descentrando
sus relaciones con la cultura
Pero antes de profundizar en cada uno de estos temas buscaremos una
primera definición a los conceptos de cultura y desarrollo. Seguiré de cer-
ca lo que de ellos nos dice Mike Cole, un investigador norteamericano
muy representativo en la actualidad de la perspectiva socio-cultural en
psicología del desarrollo y el aprendizaje. Presenta a la cultura como un
«envoltorio supra-individual» que nos rodea y nos aporta instrumentos
para interactuar con el mundo. Son esas acciones, inmersas además en
contextos más concretos y entretejidos con la actividad, las que nos per-
miten transformar el mundo.
Pero fijémonos un momento en cómo este mismo autor relaciona cul-
tura y desarrollo:
Desde hace mucho tiempo la noción de cultura ha incluido una teoría gene-
ral de cómo promover el desarrollo: crear un entorno artificial donde se
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Instrumentos
Dimensiones
Material Ideal
Actividad mediada
Signo Instrumento
niño o la niña llegan a hacer suyo aquello que le ofrece el entorno. Vygotsky
(1978/1986) especificó en tres momentos: a) una operación que inicial-
mente representa una actividad externa es reconstruida y comienza a ocu-
rrir internamente; b) un proceso interpersonal se transforma en un pro-
ceso intrapersonal y cada función en el desarrollo cultural aparece dos
veces, primero, entre las personas (interpsicológicamente) y después en
el plano interior (intrapsicológica); c) la transformación de un proceso
interpersonal en otro intrapersonal es el resultado de una larga serie de
acontecimientos en el desarrollo.
Parece claro, por otra parte, que estos procesos se producen en el mar-
co de los diferentes contextos donde se desarrollan las actividades infan-
tiles. Me ocuparé a continuación de lo que ocurre en el contexto escolar,
ya que desde él Vygotsky define la zona del desarrollo próximo como la dis-
tancia entre el nivel de desarrollo actual, determinado por la resolución
independiente de un problema y el nivel de desarrollo potencial, deter-
minado a través de la resolución de ese problema bajo la guía del adulto
o en colaboración con un compañero más capaz (Vygotsky, 1978/1986).
Se determinan, por lo tanto, al menos dos niveles de desarrollo. En el pri-
mer nivel, al que puede considerarse zona de desarrollo actual, las fun-
ciones mentales de la niña o el niño se han establecido como resultado
de algunos ciclos completos del desarrollo mental. Se acepta que este nivel
está marcado por aquello que son capaces de hacer por sí mismos. El
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segundo nivel se define por lo que harán en relación con otras personas
más capaces. Todo ello supone una profunda transformación de las rela-
ciones entre el aprendizaje y el desarrollo.
Sintetizando, lo más importante de nuestra hipótesis es la noción de que
el proceso de desarrollo no coincide con los procesos de aprendizaje. Más
bien los procesos de desarrollo van por detrás de los procesos de aprendizaje.
(Vygotsky, 1978/1986, p. 90).
Trascienden al individuo
y están en un contexto
histórico y cultural
Reproducen
y transforman Reflejan un orden
la cultura social y moral
En ellas se
entretejen procesos
psíquicos superiores
Estamos todavía muy lejos de haber logrado una definición del con-
cepto de práctica en el que exista un acuerdo, implícito o explícito entre
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vidad pero que a la vez se entreteje en ella porque sólo desde él tienen sen-
tido las metas de los individuos y los instrumentos que se manejan para
alcanzarlas.
Las prácticas reflejan o identifican un orden social y moral, y aportan
una base para conocer las creencias y los valores de quienes actúan. En
este sentido, las prácticas no son neutrales sino que están cargadas de
ideas acerca lo que es natural, maduro, moralmente correcto o estética-
mente agradable. Compartirlas contribuye a crear en el grupo una con-
ciencia de identidad. Es más, sólo analizadas como prácticas culturales
las conductas llegan a ser acciones simbólicas más que meras acciones
ajenas al significado.
Las prácticas proporcionan un camino por el que los niños y niñas lle-
gan a participar de la cultura, y ésta es a la vez reproducida o transforma-
da. Se resalta así que distintas culturas estructuran de forma diferente el
camino por el que los pequeños van a participar de ella. Este es el senti-
do que, en mi opinión, le atribuye Rogoff (Rogoff, 1990/1993; Rogoff,
Baker-Sennett, Lacasa, y Goldsmith, 1995; Rogoff, Mistry, Goncu, y Mosier,
1993) destacando las contribuciones dinámicas de los individuos, sus inte-
racciones sociales, tradiciones históricas, materiales empleados y trans-
formaciones que todos ellos sufren durante el proceso a través del cual
llegan a formar parte de una comunidad.
Las prácticas no existen aisladamente. Cada práctica tiene una histo-
ria y forma parte de una red en la que, junto a otras prácticas, se ofrecen
alternativas para integrarse en la comunidad. En este sentido, el desa-
rrollo puede ser visto como un proceso de aprendizaje en el que los indi-
viduos se enfrentan a distintas opciones a través de límites y combina-
ciones que uno mismo debe aceptar para sí mismo y para los demás.
Además, el hecho de vivir en diferentes contextos exige aprender múlti-
ples prácticas que han de ser integradas.
La naturaleza de la participación tiene consecuencias que a veces están
limitadas a situaciones particulares y que se refieren, sobre todo, al modo
en que las personas comprenden una tarea o utilizan una estrategia. Dife-
rentes estudios dedicados a las prácticas relacionadas con el pensamien-
to matemático en distintos contextos han insistido en este punto. Nunes
(1995), para quien práctica y actividad son casi sinónimas, considera que
los instrumentos simbólicos configuran la actividad intelectual de la mis-
ma manera que los instrumentos físicos conforman el trabajo práctico.
Saxe (1994) se ha ocupado también del concepto de práctica y revisa con
detalle la evolución de su propio trabajo para mostrar que las prácticas,
en las que los individuos se comprometen en la comunidad para alcan-
zar unas determinadas metas, contribuyen a configurar y estructurar sus
funciones cognitivas.
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Instrumentos
Libros de texto
Procedimientos
Producción
Sujetos Objeto Producto
Madre-hija Consumo Problemas escolares
Intercambio Distribución
Reglas Comunidad Distribución del trabajo
MARCOS DE CONOCIMIENTO
PAPELES SOCIALES
PRÁCTICAS DE SOCIALIZACIÓN
tan perjudicados. En suma, lo que muestran este estudio es que los siste-
mas de representación, que generan valores y prácticas de crianza espe-
cíficas, se hacen presentes en estructuras sociales de las que los más peque-
ños han de participar.
Tengo casi la certeza de que quien haya seguido hasta aquí la lectura
de este capítulo habrá comprendido ya que analizar cómo la cultura con-
forma la actividad humana exige, sin duda ninguna, ir más allá de los pro-
cesos de conocimiento propiamente dichos y todo ello porque las perso-
nas somos algo más que cabezas pensantes.
Reflexionaré ahora, brevemente, acerca de cómo estos presupuestos
se hacen explícitos considerando, a modo de ejemplo, uno de los traba-
jos a mi juicio más interesantes realizados por Rogoff y sus colaborado-
res (1993) cuando analizan patrones de socialización familiar en dife-
rentes culturas, poniendo el acento en las prácticas desde las que las
personas construyen el conocimiento .
El concepto en torno al cual se organiza este estudio es el de partici-
pación guiada, nuclear en los trabajos de Rogoff cuando se trata de expli-
car los procesos de desarrollo y aprendizaje humanos. El objetivo del estu-
dio concreto al que me refiero, centrado en las prácticas de socialización
familiar, es examinar las variaciones culturales en las metas del desarro-
llo y en los medios disponibles para los niños y las niñas, tanto por lo que
se refiere a su observación y participación en importantes actividades
organizadas culturalmente, como en la forma de recibir instrucción acer-
ca de una determinada actividad fuera del contexto en la que ésta se lle-
va a cabo habitualmente. El desarrollo infantil se entiende como un pro-
ceso que tiene lugar en una comunidad específica, considerando a ésta
como un grupo de personas que tienen una organización local común,
los mismos valores y prácticas. En principio se establece una distinción
entre aquellas comunidades que permiten y promueven la observación de
las actividades de las personas adultas por parte de las niñas y los niños,
de forma que los pequeños participan de ellas cada vez más activamen-
te, y aquellas otras comunidades que limitan su acceso a las actividades
de los adultos, y todo ello justificando una separación en función de la
edad. Lo que le interesa es analizar cómo los niños llegan a participar cada
vez más activamente en las actividades que ocurren en torno a ellos, consi-
derando que
(...) el desarrollo infantil es un proceso creativo de participación en la comu-
nicación y en empresas compartidas, ambos derivan y revisan las tradicio-
nes y prácticas de la comunidad.. (Rogoff et al., 1993, p. 3).
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ción entre los niños y sus cuidadoras cuando se trata de establecen puen-
tes para lograr la mutua comprensión. También en las cuatro comunida-
des examinadas existen formas tácitas y explícitas de comunicación entre
los participantes que facilitan el proceso de socialización y, además, for-
mas de organizar las actividades infantiles que favorecen el desarrollo de
forma implícita. Pero existen también diferencias entre las comunidades
que se observan en relación con los siguientes aspectos: a) no siempre se
concede la misma importancia a la instrucción directa, por ejemplo, tan-
to en la comunidad turca como en la norteamericana, los adultos orga-
nizan a menudo situaciones instruccionales, similares a las que podrían
encontrarse en la escuela; por el contrario, en las otras dos comunidades
el adulto utiliza formas indirectas de instrucción que contribuyen a man-
tener en los pequeños formas de atención más continuadas; b) otra dife-
rencia se refiere al modo en que quienes participan en las situaciones
comparten los mismos focos de atención, así, mientras en San Pedro tan-
to la cuidadora como el niño atienden a los mismos acontecimientos, ello
no ocurre en las otras comunidades. Es decir, mientras que en algunas
comunidades es prioritaria y explícita la instrucción verbal, en otras los
niños y las niñas pasan gran parte del tiempo observando las actividades
de las personas adultas.
En síntesis, este trabajo muestra cómo los patrones culturales están
presentes en procesos de socialización y, más concretamente, en las prác-
ticas que contribuyen a que los niños y niñas lleguen a formar parte de
su comunidad como miembros de pleno derecho. Dichos patrones, sin
embargo, no excluyen aspectos comunes a diversas culturas. Por ejem-
plo, tal como señalan Rogoff y sus colaboradores, la necesidad de que los
adultos organicen las actividades infantiles de forma que sea posible su
participación en la comunidad.