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FADH LALLA H A ERI, Shaykh, The Elemente of Sufism.

N ueva York: Barnes & N o ­


bles, 1990.
FER RA TER M O RA, José, Diccionario defilosofía, tomo II. Barcelona: Ariel, 2001.
FE R R ER R U IZ , Gabriel Alberto, "Los inmigrantes en Meira Delm ar”. Huellas,
revista de la Universidad del N orte (1996), 87-89.
G A R CÍA M Á RQ U EZ, Gabriel, “Secreta isla”. En Obra periodística. Textos costeños.
Comipilación y prólogo de Jacques Gilard. Barcelona: Bruguera, 1(1981),
675-676. ME1RA DELMAR O EL ESPLENDOR DE LA PALABRA FUNDADORA*
JA R A M ILLO , María Mercedes, “La poética amorosa de Meira Delm ar”. En María
Mercedes Jaram illo, Betty Osorío y Ángela Inés Robledo (Eds.), Literatura
y Diferencia. Escritoras colombianas del siglo X X . Bogotá: Ediciones Uniandes, ARIEL CASTILLO MIER
Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, I (1995), 131-149-
. “La influencia sufí en la obra de Meira D elm ar”. Revista de Estudios Cokmbia-
nos 22 (2001), 41-46.
LA G O S, Ramiro, Voces femeninas del mundo hispánico: Antología de poesía, 2’ ed. Bo­

E
n el último año del siglo pasado se publi:ó en la ciudad un
gotá: Tercer Mundo Editores, 1991.
L IN G S, Martin, What Is Sufism? Berkeley: University of California Press, 1977 .•
libro con un nombre en apariencia mofen: ivo, trivial: Escribir
LISCA N O , Juan , “San Ju an de la Cruz y el sufismo” . Gaceta, 12 (1991), 25-27. en Barranquilla. Heterodoxo y heterogéne)> y, al mismo tiem-
N U R B A K H SH , Javad, L a Gnosis Sufí, tomo I. Madrid: Centro Sufí Nematollahí, po, delicioso, el libro, escrito por el narrador I.;amón Illán Bacca,
1998. pudo haberse titulado “Nadar en la arena” (o en ‘La Arenosa”), pór­
PIZA RRO DE RAYO, Águeda, "Palabras meiramarinas”. En Palabras. Roldadillo:
que en realidad apuntaba a una paradoja impeni tente,
t la contradic-
Ediciones Embalaje del Museo Rayo, 1997.
PUERTAS VÍLCHEZ, José M iguel, Historia del pensamiento estético árabe. Al-Anda­ ción insoluble entre el espíritu creador de la poe: ía y sus vuelos des-
luz y la estética árabe clásica. Madrid: Ediciones Akal, 1997. interesados y la resistencia de un medio obstinadamente hostil, esté­
SCHIM M EL, Annemarie, As Through a Veil: Mystical Poetry in Islam. Nueva York: ril para la actividad intelectual: el ambiente pragmático de una ciu­
Columbia University Press, 1982.
dad portuaria, industrial, comercial, pendiente del progreso, que ha
SH A H , Idries, The Sufts. Introduction by Robert Graves. Nueva York: Anchor
Books, 1964. producido excelentes empresarios, conocidos comerciantes, políticos
U H R H A N IRV IN G , Evelyn, “Juan a de Ibarbourou (1892-1979)”. En Diane E. picarescos, militares meritorios y prolíficos supermercados y casas de
M arting (comp.), Escritoras de Hispanoamérica. Una guía bio-bibliográfica. empeño y cajas de cambio, pero que descalifica O'proscribe cualquier
Edición en español de Montserrat Ordóñez. Bogotá: Siglo X X I editores,
proclividad al sueño como el cultivo de las artes o las letras, con el
1990.
V A R G A S, Susie L. de, “Entrevista con Meira Delm ar” . Revista de Estudios Colom­
efecto involuntario de convertir el trabajo de la imaginación en una
bianos, 5 (1988), 70-71. empresa heroica, quijotesca.
La falta de hospitalidad de Barranquilla con los escritores ha
traído como consecuencia, para la construcción de su obra, el exilio
temporal de la mayoría: Leopoldo de la Rosa, Vidal Echeverría, Amira
de la Rosa, Gabriel García Márquez, Marvel Moreno, Alvaro Medina,
Alberto Duque López, Jaim e Manrique Ardila, Ju lio Olaciregui,
Miguel Falquez, Everlyn Damiani, Marcos Schwarz... El drama se
hizo patético con el catalán Ramón Vinyes, una de las mentes más

* Este ensayo fue publicado en víacuarenta, Revista de Investigación, Arte y


Cultura. Barranquilla: Biblioteca Piloto del Caribe, 8 (2002), 7-15.

[40] MEIRA d e l m a r poesía y prosa


lúcidas que ha pasado por estos patios de los vientos perdidos, quien D e espíritu intensamente femenino, con algo de noblemente p a­
una noche de indignación, malhumor y cansancio de los chismes y el gano en el fondo, M eira D elm ar desborda en sus estrofas una pasión
acoso a su intimidad por los espíritus parroquiales, medio xenófobos, ingenuamente sensual, aromada de inefable ternura, y fundida con
un vasto am or a la Naturaleza, que, omnipresente en sus versos,
que lo atormentaban con el látigo viperino de sus lenguas, anotó en
constituye casi un tercer actor en su eglógico idilio.
su diario personal que Barranquilla, esa ciudad donde años después
Su verso, de espontaneidad fresca y diáfana, brota, puro y crista­
hubiera querido morir, era “un corral de gallinas”.
lino, como agua de manantial, y su técnica se ha depurado hasta el
Aunque la situación ha cambiado, en parte, con el paso del
triunfo de desaparecer tras la felizmente lograda felicidad de las
tiempo, todavía las condiciones para el oficio de escritor siguen sien­ estrofas. A sí nos olvidam os de la forma para gustar m ejor del fondo,
do inhóspitas: su obra debe sobreponerse al terrible escollo de la inexis­ todo oro de sentim iento y sensibilidad -q u e en poesía equivale a oro
tencia de un público que compre libros y los lea, la altiva indiferencia de buena de ley - y que suele perdurar sobre pasajeros caprichos de
de los letrados tropicales lisiados para las creaciones locales, las tenta­ escuelas y m odas literarias.
ciones de un sistema editorial provinciano de prólogos hiperbólicos y
necios y la ausencia de ese trabajo complementario de la creación que Hemos transcrito casi completo el texto de la presentación en
la sitúe y la ponga en diálogo con la tradición y con el entorno, y la revista cubana no sólo por el deleite nostálgico que produce su
proyecte sus irradiaciones, la crítica. prosa lírica un tanto añeja, sino también porque parece escrito con el
En este contexto cultural nada fácil se inscribe y se destaca la don de la adivinación al haber acertado, tras la lectura de las trémulas
trayectoria poética de Meira Delmar, su dura lucha, junto con otras líneas iniciales de Meira, en la descripción tanto de su poesía como de
mujeres —desde Amira de la Rosa hasta Lauren Mendinueta, sin olvi­ los rasgos más sobresalientes de la personalidad de la autora.
dar ni a O lga Salcedo ni a la sufrida Nakonia—en su afán por ser leal Tras la publicación en la m isma revista de otro grupo de poe­
al llamado de la vocación en un medio excluyentemente masculino: mas que permanecían inéditos y que se incluyen en esta edición
Meira Delmar, como autora y como persona, encarna el rostro de la —“Romance del recuerdo”, “Vuelo”, “Caminos”, “El encuentro” y “El
tenacidad, de la resistencia del espíritu a ser derrotado o marginado, vendedor de flores”- , cuyos títulos señalan motivos más tarde recurren­
la hoguera viva de la belleza a la que las tormentas no tocan, “la rosa tes en la poesía de Meira Delmar, se inicia el itinerario de sus publi­
que morir no sabe” y “a la ceniza se resiste” y cuyo resplandor dura y caciones, constituido por Alba de olvido (1942), Sitio del amor (1944),
quema, desde cuando en octubre de 1937 —hace 66 años—la revista Verdad del sueño (1946), Secreta isla (1951), un silencio de 20 años
Vanidades, en su sección “Poetisas de América”, publicó sus poemas interrumpido por la antología Huésped sin sombra (1971), que incor­
“T ú me crees de piedra”,"Cadena”, “Súplica”, “Promesa”, “El regalo pora algunos poemas inéditos, y Poesía (1981), reunión de sus libros
de la lluvia” hasta nuestros días. iniciales, Reencuentro (1981), Laúd memorioso (1995) y Alguien pasa
(1998). Pasa el viento, editado en el año 2000 por el Instituto Caro y
Sus primeros poemas aparecieron con una nota introductoria Cuervo, con prólogo de Fernando Charry Lara y epílogo de Juan
que entre otras cosas decía lo siguiente: Gustavo Cobo Borda, marca la entronización de Meira Delm ar cómo
un clásico de la poesía colombiana del siglo X X . Durante todo ese
¡M eira Delmar! N om bre bello y raro, de tan honda calidad poética tiempo, de 1937 hasta hoy, Meira Delmar ha sido en Barranquilla un
que no habríamos vacilado en creerlo un seudónim o del m ejor gusto oasis poético en el desierto azaroso de la prosa contable, contante y
si no lo hubiéramos visto firmando una m isiva altam ente cordial y sonante.
generosa, que desde las lejanas playas de Barranquilla ha llegado a
Reconocida por quienes han ejercido esporádicamente la críti­
nuestras manos, trayéndonos el gentil regalo de unos poemas inédi­
ca tanto en la ciudad (Ramón Vinyes, Ju lio Enrique Blanco, Benigno
tos que nos complacemos en brindar a la exquisitez de nuestras lec­
toras.

[42 ] m e ir a d e l m a r poesía y prosa m eira delm ar o el esp le n d o r de la palabra fun dad ora [43]
Acosta Polo, Javier Auqué Lara, Armando Barrameda Morán, Adolfo Vargas. Gracias a Meira Delmar, el nombre de Barranquilla se regis­
Martá, Mauricio Rafael Buitrago, Rafael Marriaga, “Puck” (Alfonso tra en el mapa de la poesía. Gestora cultural desde la Biblioteca De­
Fuenmayor), Germán Vargas, “Séptim us” (Gabriel García Márquez), partamental, Meira relevó en esa difícil actividad a grandes maestros
Alberto Duque López, Ramón Illán Bacca, Carlos J . María, Jesús Ferro de la talla de Ramón Vinyes, los Fuenmayor (José Félix y Alfonso),
Bayona, Campo Elias Romero, Margarita Marín, Roberto Vargas, Jesús Germán Vargas y Alvaro Cepeda Samudio. En ese campo han conti­
Sáez de Ibarra, Edmundo Ramos, Guillermo Tedio, Gabriel Ferrer, nuado su labor de antena hacia el interior y el exterior del país Carlos
Jaim e de la Hoz Simanca, Yolanda Rodríguez Cadena), como en la J . María, Alfredo Gómez Zurek y Ramón Illán Bacca, quienes han
región (Néstor Madrid Malo, Simón Latino, Manuel Zapata Olivella, sabido cumplir esa ingrata misión de embajadores de la cultura, en
Nicolás del Castillo Mathieu, Soad Louis, Jorge Hernández, Rómulo especial de las letras.
Bustos), así como en el resto del país (Javier Arango Ferrer, Luis Eduar­ Vinculada a la posvanguardia hispanoamericana, la obra de Meira
do N ieto Caballero, Bernardo Restrepo Maya, “U lises” (Eduardo Delmar es ajena al afán experimental y a la actitud iconoclasta de los
Zalam ea Borda), Carlos López Narváez, Ju an Lozano y Lozano, vanguardistas. N o hay en su producción poética rupturas rotundas que a
Belisario Betancourt, Adel López Gómez, Gonzalo Mallarino, Helcías simple vista permitan establecer etapas evidentes en su trayectoria crea­
Martán Góngora, Jorge Montoya Toro, Dora Castellanos, Elisa Mújica, dora. N o obstante, su poesía no se niega a la transformación: ésta se da de
Fernando Charry Lara, Andrés Holguín, Fernando Arbeláez, Rogelio manera cauta, gradual. Meira Delmar y los poetas colombianos de su
Echavarría, Oscar Echeverri Mejía, Mario Escobar Velásquez, Matilde generación, la posterior al piedracielismo, asimiló el ejemplo vivo de los
Espinosa de Pérez, Maruja Vieira, Rocío Vélez de Piedrahita, Juan poetas del grupo español del 27 -Gerardo Diego, Pedro Salinas, Jorge
Gustavo Cobo Borda, Henry Luque Muñoz, David Mejía Velilla, Guillén, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Dámaso Alonso—, quie­
Gustavo Alvarez Gardeazábal, M aría Mercedes Jaram illo, Jaim e nes, curados de la enfermedad infantil del vanguardismo, vieron en el
Jaram illo Escobar, Ornar Ortiz) y en el exterior (Juana de Ibarbourou, clasicismo la posibilidad de introducir variantes no demasiado notorias
Dora Isella Russel, Gastón Figueira, W illiam Siemens, Carlos M artí­ en la tradición: un matiz, la calidez de una voz, el asombro sincero de una
nez Durán, Jean Aristiguieta, Benjamín Carrión, Francesca Colecchia, mirada sensible, y la posibilidad de aprovechar una convención que ha­
Agueda Pizarro, Pedro Pablo Paredes); traducida a varios idiomas, bía servido a grandes poetas (Garcilaso, San Juan de la Cruz, Fray Luis de
incluida en antologías regionales, colombianas e hispanoamericanas; León, Luis de Góngora, Lope) en lugar de despreciarla a nombre de una
ganadora del Premio Universidad de Antioquia a una vida y una obra originalidad imposible.
1995; miembro correspondiente de la Academia de la Lengua (honor Poesía tan tradicional como nueva, otra y la misma, la obra de
con el que pocas mujeres han sido distinguidas); considerado su libro Meira Delmar se muestra en su apariencia como una totalidad en la que
inicial, A lba de olvido, de acuerdo con una encuesta de la revista Sema­ desde su nacimiento se mantienen invariables la concepción del mundo
na, como uno de los veinte libros de poemas del siglo X X , la hija de y la de la poesía: una visión selectiva, idealizada de la realidad, atenta sólo
Ju lián Chams y de Isabel Eljach (lúcida lectora de Gibran) ha cum­ a la belleza, que se manifiesta a través de un lenguaje igualmente selecto,
plido en Barranquilla un papel análogo al del gitano Melquíades en al servicio de una poesía cuyo eje es el corazón, sus emociones, sentimien­
Macondo, aunque en un sentido contrario: así como Melquíades ins­ tos y razones. N o obstante, si observamos con mayor atención, será posi­
cribió el nombre de Macondo en el mapa de la muerte, permitiendo ble percibir la presencia de dos tendencias internas en torno a las cuales
el diálogo interrumpido entre los muertos y los vivos, así el nombre oscila la producción poética.
de Meira Delmar, en este litoral del Caribe, ha significado el contacto La primera tendencia se define por su actitud respetuosa de las
de la región con la poesía y la cultura, el puente, el puerto, la genero­ formas tradicionales tanto populares como cultas (soneto, haikú, can­
sa ventana al mar de la que hablaba o desde la que hablaba Germán ción, romance, copla, décima), atenta a una musicalidad (anunciada por

b a n c o de la
Re p ú b l ic a
[44] MEIRA DELMAR poesía y prosa meira delmar o el esplendor de la palabra fundáddrJú^ 5 ] - MAMTZ4Í J 3I
los títulos de los poemas) en ocasiones altisonante, declamatoria, discursiva, -virtuosismo métrico hoy extraño- que le permite moverse con fluidez
pero casi siempre asordinada, que hunde sus raíces en la historia de la tanto en los versos de arte menor como en los de arte mayor, con predo­
poesía en lengua española, a la que incorpora la lección asimilada de la minio de estos últimos. Meira Delmar maneja con soltura, con naturali­
estética verlainiana impuesta por el modernismo simbolista con sus ver­ dad, el octosílabo, el endecasílabo, el alejandrino, así como formas tradi­
sos -sin nada pesado u ostentoso-, que aspiran a diluirse en el aire. En cionales como la copla, la canción de cuna, el romancillo, el romance, la
esta tendencia, la poesía es vista, a veces, como un universo lúdico, apto décima, el pareado, el verso de pie quebrado, la égloga, la oda y la elegía.
para el ejercicio del virtuosismo musical (un tanto exterior) de rimas En estos poemas iniciales, de tendencia descriptiva, el oyente es
internas y consonantes y el ingenio verbal (“álgebra de metáforas”), casi con exclusividad el bienamado o su ausencia, y la voz poética, ser
divertimentos ambos que hacen del poema un universo autónomo, pero sensible a las manifestaciones de la belleza, un tanto angustiado por la
banal. soledad, sentimental sin caer en la sensiblería enfermiza, lánguida y la­
El otro polo hacia el cual se orienta la poesía de Meira Delmar es el crimosa de los julioflórez silvestres, se mueve casi siempre en medio de
del verso libre, que partiendo de la combinación personal de metros con­ una naturaleza idealizada, armoniosa, aglutinante de paisajes heterogéneos
vencionales (tetrasílabos, pentasílabos, heptasílabos, endecasílabos) se (pinares, mieses, olivares, violetas, campánulas, acacias, palmeras, hier­
aproxima al al tono intimista del lenguajes conversacional, y sin descui­ babuena, orégano, manzanilla) por los que transitan seres diversos (zaga­
dar en ningún momento el ritmo, se apoya en una musicalidad más ínti­ las, sirenas, mancebos, segadores y gacelas). En esa naturaleza bucólica, el
ma, basada no en la evidencia de la rima sino en la sutileza de las hablante proyecta sus estados de ánimo, casi siempre nostálgicos, melan­
aliteraciones y las asonancias, la cual se alia con la metáfora atemperada, cólicos, llenos de añoranzas que no excluyen ciertos momentos de pleni­
clásica, vigilada por la conciencia. Esta vertiente de la poesía de Meira, tud, de júbilo panteísta, casi místico al percibir la unicidad con el mun­
ajena a las formas rígidas, cerradas, se abre asimismo a las insinuaciones do animado de la primavera, la tarde, diciembre, las nubes, la acequia, el
de otras artes —la música, la pintura—, y a la relación con el mundo con­ día, la noche, los árboles, la lluvia, el recuerdo, la pena, el viento, el agua,
temporáneo y su historia. el cielo, la brisa, la luna, el olvido y el tiempo, que aparecen todos perso­
Estas dos tendencias se manifiestan de manera simultánea en los nificados, pues la naturaleza es una manifestación espiritual de lo ab­
tres momentos o etapas en que podemos ordenar la trayectoria poética de soluto, la vía de acceso a la divinidad, al ritmo armónico que mueve
Meira Delmar, considerando tanto su temática como su estilo. las almas y las estrellas. De ahí el tono afirmativo de Alba de olvido,
El período inicial, conformado por sus primeros cuatro libros (re­ visible en “Angelus”: “Muere la tarde. N o muere... parte/ —ignore el
unidos en Poesía (1981), en los que Meira Delmar va encontrando su voz labio voces amargas”, que se reitera en Sitio del amor en el “Soneto del vivo
personal y distanciándose de las de los modelos que estimularon su escri­ amor”: “N o sube hasta mi canto la amargura”.
tura poética: el romanticismo en tono menor de Bécquer, la sabiduría La unidad temática de los cuatro libros -el amor como experien­
musical de los modernistas hispanoamericanos y españoles, de Silva a cia fundamental y fundadora, visto desde la perspectiva del espíritu cor­
Machado, pasando por Darío y Barba-Jacob, el ejemplo de las poetas tés de lealtad como el cumplimiento de un servicio, un itinerario de
hispanoamericanas posteriores al modernismo, Gabriela Mistral, Alfonsina entrega y desposesión al amor ausente, amor contemplativo y espiritual,
Storni, Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou y Rosario Sansores, y de leal y devoto que no busca recompensa material alguna, puesto que la
los poetas piedracielistas colombianos, que generaron en el país un am­ ausencia del amor es su realización más plena, dado el desinterés que
biente favorable de aprecio intenso y fascinación feliz por la poesía. revela la persona amada—, esta concepción dominante no debe impedir­
Esta primera etapa de la poesía de Meira Delmar se centra en un nos reconocer las variantes, los leves cambios en los asuntos y, sobre todo,
tema, el amor, visto desde la perspectiva individual del hablante y expre­ en la actitud, que van de lo sentimental a lo abstracción meditativa,
sado a través de un diestro manejo de las formas tradicionales de la poesía inteligente.

[46] MEIRA DELMAR poesía y prosa meira delmar o el esplendor de la palabra fundadora [47]
En Alba de olvido, 23 poemas, el amor es visto desde una perspec­ del recuerdo”, “aire de cristal”. El corazón sigue siendo el eje del
tiva emotiva, adolescente. En ocasiones, el poema no es más que la puesta universo, y el amor, el motor del mundo que eleva y dignifica al ser
de manifiesto de un temple de ánimo: la dicha producida por la integra­ humano y genera el canto. La belleza del mundo su vértigo, aparece
ción con la naturaleza, la soledad por la ausencia del amado, la imposibi­ encarnado en la rosa (“Soneto a la rosa”). La segt nda parte del libro,
lidad del olvido, el desconsuelo por los dardos de la vida, el dilema de la “La comarca delirante”, no difiere de la primera r i en el tema ni en la
hablante entre voces contrarias que la pretenden, distintas al amado au­ actitud ni en los motivos (la naturaleza: el mar, la nieve, el agua, la
sente, el deseo de desaparecer, el anhelo de irse lejos o detener el tiempo, rosa; y el mundo interior: el corazón, la música, la subjetividad). La
las fantasías, la plenitud, el duro drama de la espera. diferencia es puramente formal: sonetos, en la prijmera; y en la segun­
En Sitio del amor, 20 poemas, la visión, si bien no excluye momen­ da, canciones y otras formas libres de gran economía y concentración
tos de júbilo por los hechizos del amor (“Encantamiento”), es mucho más (“Breve” , “Instante”). j
compleja y amarga. La hablante lírica ha perdido no sólo al ser amado, lo Secreta isla, 20 poemas, reitera situacione^ anteriormente tra­
que divide su vida en un antes y un después definitivos, sino también la bajadas: la hablante lírica imagina en el futuro fin encuentro con el
inocencia, y ha conocido el rostro del dolor, “la verdad de la sombra”. El amado o los efectos que el paso del tiempo traerá sobre sus emocio­
fracaso de la relación amorosa trae consigo una actitud mucho más re­ nes. Sin embargo, figuran aquí algunos poemas;capitales de la obra
flexiva que a veces genera la impresión de estar ante un universo abstrac­ de Meira Delmar como “Raíz antigua”, “Momentá”, “La otra”, “Fuga”,
to. hío obstante, el paisaje en este libro, pese a su menor presencia, ad­ no sólo por su ceñida expresión y su eficaz manejo de la composición,
quiere perfiles cada vez más próximos al contexto geográfico de la autora: sino también por su tendencia a trascender los pronombres persona­
ingresan aquí a la poesía elementos locales que se mantendrán constantes les (yo, tú), con lo que el amor sale de la esfera individual, ligada a lo
en lo sucesivo: las acacias, los robles, el cielo de vidrio limpio de diciem­ anecdótico, y se proyecta hacia lo intemporal. En estos poemas se
bre, las palmeras, el río, al tiempo que se intensifica la gravitación del insinúa una actitud irónica que no tendrá mayor continuidad en la
mar. De igual manera, en esta obra hace su aparición el soneto, forma poética de Meira Delmar, como ocurre en “Disi ancia”, poema en el
poética que se reitera en todos los libros de Meira Delmar, si bien nunca que se presiente que “Un día, / caerán estas n láscaras de júbilo. /
de manera dominante. Se incluyen aquí también algunos poemas de cir­ Estas frágiles máscaras / que nos presta el amor para engañarnos”.
cunstancias similares a los del libro inicial. La poesía, sitio del amor por Sin aparentes cambios bruscos ni en la forma ni en la voz,
excelencia, asume aquí una doble función salvadora: es un destino y Reencuentro constituye una etapa de transición entri la poética inicial y la
un consuelo, un ámbito protector que defiende de la muerte y perm i­ de las últimas obras, signadas por el despojamienijo verbal, la presencia
te recobrar, en el reino de la imaginación, lo perdido (“Soneto del de prosaísmo^, la actitud diferente ante la vida qu« no excluye la duda o
buen hallazgo”). la risa de la inteligencia y una visión mucho más compleja, menos soña­
Verdad del sueño, 21 poemas, escrito en el amor y en celebración dora, de la realidad acorde con el trasegar, la gravitación de lo urbano, en
del mundo, se divide en dos partes: “Sonetos de amor y de alabanza”, la que tienen cabida lo erótico, lo histórico y la desconfianza ante el len­
10 sonetos al orden del día (émulos triunfantes de los de Eduardo guaje. Aunque persisten los sonetos, su acento y su tono cambian:
Carranza y Jorge Rojas), reveladores del diestro dominio del lenguaje ahora se han vuelto “Soneto en vano” o “Soneto herido”.
y de la retórica alcanzados por la autora, que por momentos incurre Si bien el título, Reencuentro, parece relacionado con el regreso,
en el manierismo metafórico que dio al traste con los comienzos tras años de interrupción, al “alba del canto” porique “Amor que no se
promisorios del grupo “Piedra y Cielo”. El verso se puebla entonces canta/ lo lleva el viento” (“Vamos, amor”), lo cierto es que la volun­
de “arcángeles de hielo”, “brisa de palom as”, “vitrales del viento”, tad de asir y beber y retener esa música entreoída en el tiempo gozo­
‘ángeles de niebla” , “río de jazmines”, “cauce de blancura”, “orillas so, para creer de nuevo en la dulzura, se escapa y huye con el viento y

[48] MEIRA DELMAR poesía y prosa m eira delm ar o el esp lendo r de la palabra fun dad ora [49]
deja tan sólo “este lamento/ donde esconde su rostro la amargura” N o obstante lo anterior, la hablante nunca sucumbe, busca con
/ “Pasa el viento”) y la nieve invernal “cubre las huellas de la vida desespero algo de lo cual aferrarse para arraigar cuando el mundo, antes
breve/ y el eco de sus cantos delirantes” (“La vida breve”) y se tiene la estable, pierde su solidez: “Quiero saber si lo que busco / queda en el
certeza de que los ojos no volverán “a beber como un vino la belleza/ sueño o en la infancia / Que voy perdida y he de hallarme / en otro sitio”
de los mágicos cielos encendidos” (“Huésped sin sombra”). (“Regresos”). La opción que elige, que aún no funciona, es “volver a la
En realidad, este es el libro del desasosiego y del desencuentro, que un día/ llamamos todos nuestra casa”, la casa mítica con sus esca­
del desencanto y del desengaño, del reconocimiento de que debió leras y puertas y ventanas y balcones y golondrinas y cigarras y patio y
haber una falla, un error en el encuentro, una distracción o descuido que diciembre y rosas y jaulas. Pero, aunque la duda la agobie, al no saber a
condujo al naufragio: “Término de m í misma, me rodeo / con el anillo ciencia cierta si lo que fue “pudo/ ser el amor, un poco/ de alegría, o
cegador del canto. / Vana marea de pasión y llanto/ en m í naufraga simple/ mente nada” , reconoce que esa nada al menos “encendió / de
cuanto miro y creo” (“Huésped sin sombra”). El amor que se celebra­ tal manera el día / que todavía dura su lumbre // Dura/ y quema” (“El
ba en los libros anteriores se descubre signado desde el nacimiento resplandor”).
por la ruptura / “Apenas nos hubimos encontrado/ comenzó la distan­ Por último, aparecen en este libro dos rasgos ciertamente novedosos
cia a destejernos/ los ojos, las palabras, el asombro” (“Ruptura”), y es que caracterizarán a la obra posterior: la incorporación de la historia con­
ahora un desesperado amor, “como / caminar paso a paso / y entre los temporánea (“Elegía de Leyla Kháled”) y la atención al fenómeno de la
dos un muro/ de cristal” (“Este amor”). La propia naturaleza con la belleza, a su percepción y comunicación, es decir, al proceso artístico.
que otrora se identificaba la hablante ahora conspira contra la memo­ Más allá de la emoción, la hablante toma distancia frente a la experiencia
ria salvadora de los amantes al borrar sus huellas (“El m isterio”). de la belleza y de manera intuitiva trata de ahondar en sus mecanismos al
La voz de la hablante se torna grave, dramática, intensificada examinar la obra de artistas plásticos, Angel Loochkartt y María Cristina
por los abruptos encabalgamientos: “Pero nada me encuentra, nada Betancourt, lo cual le va a permitir un manejo mucho más lúcido de las
viene / hacia m í que camino como una / isla de soledad entre las posibilidades creadoras de la palabra.
cosas.//Miradme ir en esta certidumbre / de huesos y de piel que me Pese a la disonancia que harían suponer los títulos de algunos de
rodea / la ausente llamarada.// Sabed que voy sin m í, que me he per­ sus poemas (“Deshora”, “Desvelo”, “Desencuentro”), el verdadero reen­
dido/ la tierra y el azul” (“La ausente”). La conciencia misma parece cuentro o redescubrimiento del amor, que ya puede prescindir del ser
asumir un papel acusador que disuelve la verdad del sueño: “porque amado, y de la poesía, conducentes al equilibrio y la recuperación de la
te sangra ahora / la soledad lo mismo que herida verdadera, / y la luz, el real regreso del relámpago y su resplandor tras la irrupción des­
angustia te ronda con sus lobos hambrientos / y nadie te acompaña si garradora d é la sombra, se da en Laúd memorioso, poemario que culmina
a tu lado no hay nadie. / Perdida estás, perdida, desterrada del tiem ­ con la bendición de los elementos —el fuego, el aire, la tierra y el agua—,
po, / mientras huyen y tornan los ardientes veranos,/ mientras crecen en los que se concentran la belleza, la verdad y la vida. El amor es ahora
hogueras que no ves, que no tocan / tu heredad” (“El ángel”). Desapa­ sólo el estímulo para el oficio de amar y se confunden la experiencia
rece la antigua complacencia con el fracaso, se asume la derrota, la íntima de crear y la interioridad amorosa y el ser amado con la poesía y
ruptura, no sin inconformidad: “yo el corazón/ aventaré en la som­ con la belleza.
bra” (“Derrota”). Se asume incluso el beneficio de la duda: “Pienso Este libro marca asimismo la madurez de la voz poética, que proyec­
entonces que pudo/ ser mentira el encuentro” (“Derrota”), que se ex­ tándose más allá de la expresividad romántica, ahonda en los territorios
tiende a la calidad o plenitud de la existencia: “si es que se puede del eterno retorno del mito, distingue la apariencia engañosa de la reali­
llamar/ vivir, a dejarse ir, / no importa cómo ni cuándo, / simplemen­ dad verdadera, el otro cielo detrás de la tarde, el que cruzan los ángeles
te desandando/ recuerdos hasta partir” (“Coplas del amor triste”). (“Carta de Roma”), el “envés del aire”, “el otro lado de la vida”, y recono­

[50] MEIRA DELMAR poesía y prosa m eira d elm ar o el esplendor de la palabra fun dad ora [51]
ce los ritmos de la naturaleza, las detenciones repentinas en el tiempo sifica, se potencia al máximo el razonamiento reminiscente, como lo pe­
cronológico de la cotidianeidad tras las cuales se manifiesta el prodigio, día Lezama Lima para los poetas hispanoamericanos, hasta la raíz de la
el milagro, las epifanías reveladoras del sistema de ecos, reflejos y corres­ especie: ‘pienso’, ‘evoco’, ‘recuerdo’, son formas verbales que se reiteran y
pondencias que ordenan el universo. Fiel a la plenitud del momento confieren al poemario una metafísica hondura, nada pesada ni grave, gra­
iluminado, llámese amor, verso, columna romana caída en el césped o cias a su lenguaje despojado casi hasta la desnudez del verso corto y colo­
paisaje, la hablante constata sin temor, casi con regocijo, que el camino quial, conversado, cordial, que le permite ahondar en el tema de la muer­
del regreso a “la orilla flameante de banderas” es cada día más corto. El te: “La ahogada” es la reescritura, desde dentro, de Ofelia, a través del
camino, en adelante, ascensional, es hacia la nueva plenitud donde el sol monólogo lírico que recrea el instante del exilio del mundo y la entrada
habrá borrado “todos los años que viví en la sombra” (“El regreso”). Si en en la sombra.
Reencuentro el viaje era alma adentro (“El ángel”), en Laúd memorioso será Alguien pasa nos sitúa de nuevo en ese otro tiempo primordial,
“aire arriba”, donde canta la luz (“Mediodía”), y en Alguien pasa, “cielo interminable, “sin años ni relojes” (“Reminiscencia”), el del mito, del
arriba” (“La mirada”). cual los actos del hombre no son sino ecos, repeticiones transitorias. Mito:
Crecimiento en intensidad y en extensión, en su primera parte, reencarnación y acceso al tiempo original a través del ritmo, repeti­
“Presencia y ausencia del amor”, Laúd memorioso vuelve a viejos motivos, ción, vuelta, ciclos, trascendencia de la cotidianeidad.
y los rescribe con una voz mucho más profunda y esencial, menos abs­ De ahí la búsqueda constante de todo lo que estimule los retornos
tracta, impregnada por la conciencia de la muerte, del paso del tiempo y de lo vivo lejano: perfumes, voces, imágenes, sabores, climas, incandes­
de la soledad como condición esencial del hombre asumidos con ánimo cencias que permanecían en el fondo de la memoria regresan como olas
sosegado; y en la segunda, “El mar cambió de nombre”, incorpora nuevos que vuelven a la orilla antigua y original, ecos que regresan al sonido
dominios: la mitología, el arte, la literatura, el paisaje urbano, la re­ genitor. De ahí la evocación de encuentros vividos con la belleza, mejorados
flexión sobre la palabra, la voluntad de recuperar los días idos para apro­ por la mediación del recuerdo que borra lo desagradable y lima las aspe­
piarse de su sabiduría. rezas de la realidad, como la primera visión de la nieve, “que parecía/ más
Rasgo novedoso en el lenguaje es la sencillez, la cortesía de la que una presencia/ y certidumbre plena/ la memoria fugaz de otra me­
claridad, la busca de una poesía menos preocupada por su perfección moria/ entrevista en el sueño”(“Encuentro con la nieve”), o el fulgor este­
formal que por su capacidad de evocar, de conmover al lector y provocar lar de una mirada amorosa (“La mirada”) o la huida en veloz galope del
en él una apertura hacia el mundo, un contacto renovado con la naturale­ sol en la tarde íntima del patio (“El sol de los venados”) o la persistencia
za y los otros y la reiterada actitud narrativa surgida del interés por el de un aroma pese al jazmín ausente o el agradable susurro de la voz que
otro, no sólo el amado sino también la historia, los poetas, la familia, los sólo roza el oído y la suavidad de la caricia en el rostro (“Perfume”) o el
ancestros, la ciudad. Continuidad con la poética anterior, la poesía sigue resplandor verbal que anuncia a María la Virgen su misión de servicio
siendo cántico y celebración, ámbito de la belleza, fidelidad al mundo (“Anunciación”). De ahí la evocación casi ritual de seres ejemplares ple­
interior, testimonio del milagro, recuperación del pasado feliz y, sobre nos de bondad y de valores: la madre, oficiante de la ternura y la fineza,
todo, trascendencia del tiempo lineal, progresivo, en viaje hacia la nada: quien cultivaba con suave esmero las plantas del jardín y la amistad (“A l­
al permitir los regresos, el poema salta sobre la contingencia y rescata y guien pasa”); el poeta, ángel desalado en el descenso de lo azul a la tierra,
fija el instante jubiloso, lo convierte en eterno presente, recreación del que poseía el don de ser feliz y hacer feliz a los otros, cuyas palabras
tiempo original. mejoraban el rostro a la tristeza (“Ángel sin alas”); el hermano, encarna­
Alguien pasa consolida los procesos esbozados en Reencuentro y am­ ción de la claridad, la palabra cálida y luminosa, el perdón, la nobleza y la
pliados en Laúd memorioso. Sin resentimiento ya (lo que fue, si no fue lo amistad generosa; la voz del padre, que inició a la hablante en el asombro
mejor, al menos tuvo la virtud de haber sido), aquí la evocación se inten- de la Belleza (“Cedros”). De allí la recreación de la trayectoria trágica del
b a n c o de l a
^PUBLICA
[52] MEIRA DELMAR poesía y prosa meira delmar o el esplendor de la palabra fundadora [53]
mítico Orfeo acosado por “los lebreles de la sangre encendida” (“Orfeo”) dejaron sola los hermanos./ Él y ella,/ mis compañeros en la eterna bús­
y del legendario poeta Gómez Jattin derrotado por “las rojas fauces del queda...”) y “El mar, la mar” (“Estas olas que llegan lentamente,/ una tras
delirio” (“Carta a un poeta”), avatares del destino trágico del aeda. otra, como/ las notas de una escala,/ ¿serán acaso aquellas que salían/ a
“Del canto”, poema final de su último libro hasta hoy, nos recuer­ encontrarme los pasos en la orilla/ distante de la infancia?/ Pudiera ser...”),
da que “En un principio fue el Verbo”, pero, corrige o añade Meira Delmar, incluidos en esta edición, la palabra de Meira Delmar registra nuevos
también fue el canto, raro hallazgo que “trasmutaba en alas/ la sumisión encuentros o retornos y accede a una intensidad rítmica que, sin despren­
del cuerpo y el corazón se le encendió/ de pronto/ con un fulgor de lám­ derse de los nexos con la tradición de la poesía hispánica, responde m u­
para”. Quiere Meira Delmar recordarnos la fundación del cosmos en la cho más al fluir interior. Identificación entre la máscara y la cara, entre el
palabra, en el nombre. “Lo que permanece lo fundan los poetas”, nos ritmo poético y la respiración personal, entre la emoción del poema y el
había dicho Novalis. Consagración del instante, lo que una vez fue mila­ drama individual del poeta, esta renovada poesía alcanza una profundi­
gro fugaz, encuentro efímero, perentorio prodigio, delicia y goce, per­ dad, una densa significación, un dramatismo y una fuerza significativa
manece por siempre en la palabra musical del poeta, dueño del don de verdaderamente memorables, que convierten a Meira Delmar, por la au­
salvar la permanencia del pasado, de cambiar la historia, de volverla sue­ tenticidad de su obra y por el dominio del lenguaje, en uno de los gran­
ño, de hacer de la poesía un talismán, un escudo milagroso, un bálsamo, des poetas del país y de la lengua en nuestros días.
y del amor, más que un sentimiento, un estado interior que permita el
acceso a un tiempo jubiloso (“El escudo”), la salvación por el recuerdo,
pausa en medio del continuo cotidiano de la vida, puerta que se abre y
nos instala de lleno, aunque fugazmente, en el tiempo sin tiempo del
Paraíso.
‘Salvación por el recuerdo’ podría ser el título para los más recien­
tes poemas de Meira Delmar, en los que se produce una especie de en­
cuentro pleno entre la voz poética (esa máscara que todo creador adopta,
principalmente en los comienzos de su trayectoria, cuando las ilusiones o
el temor o la inexperiencia le impiden asumirse como es) y la cara verda­
dera, el rostro propio, al fin aceptado, con sabiduría, y no sin resignación.
Golpeada por una serie de sucesos dolorosos, desgarrada por un presente
que se le ha vuelto, como a Quevedo, “presentes sucesiones de difunto;
“doblegada, pero no vencida”, como dice un personaje de h a casa grande
de Alvaro Cepeda Samudio, Olga Chams Eljach, la persona de carne y
hueso, se ha integrado con la hablante lírica de sus poemas, y encuentra
en la palabra, en la evocación del poema, el hilo de salida del laberinto
del dolor, la raíz a la cual aferrarse para poder cumplir con el deber máxi­
mo (si no el único) del ser humano: vivir, permanecer y estar a la altura de
ese privilegio siempre renovado que es ya poder respirar en el reino de
este mundo.
En sus últimos poemas, “Los amigos” (“Se fueron los amigos/ Se
los llevó la vida,/ la implacable,/ casi juntos...”); “Viaje al ayer” (“Me

[54] m e ir a d e lm a r poesía y prosa meira delmar o el esplendor de la palabra fundadora [55]

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