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EXAMEN
EXAMEN
Conceptos introductorios
El examen clínico es el fundamento de las buenas prácticas médicas, y los datos que permite
obtener son el sustrato para el desarrollo de la intuición clínica y la sutileza en el diagnóstico. El
examen del paciente es fundamental y no puede ser soslayado ni reemplazado, aún por los más
modernos y sofisticados métodos complementarios. Es la base de la pirámide sobre la que se
construyen las acciones posteriores para la identificación definitiva del problema y su eventual solución.
El examen neurológico permite la evaluación de la integridad funcional de los diversos
componentes del Sistema Nervioso (SN). Los objetivos primarios en el manejo de un paciente con
problemas neurológicos son: a) determinar si realmente existen trastornos en la función neurológica; b)
clasificarlos desde el punto de vista clínico y funcional, estableciendo de qué tipo de alteración se trata;
c) determinar su localización dentro del SN.
La evaluación neurológica consta de una serie de etapas que incluyen:
Establecer el motivo principal por el que el dueño del animal concurre a la consulta;
Determinar las características, el curso y la evolución del problema (reseña y anamnesis);
Realizar el examen neurológico propiamente dicho;
Determinar la localización del sitio de la lesión (diagnóstico neuroanatómico). Es, sin lugar a
dudas, el aspecto más importante de la evaluación neurológica;
Establecer un listado lógico de enfermedades que pueden afectar la región anatómica en
cuestión (diagnóstico diferencial);
Elegir los métodos de diagnóstico complementario más sensibles y específicos que permitan
identificar la etiología y la extensión de la lesión (diagnóstico etiológico);
Implementar el tratamiento más adecuado de acuerdo a los hallazgos clínicos;
Proveer al propietario de una perspectiva en cuanto a las posibilidades de recuperación de su
mascota (pronóstico).
Observación
Estado mental y conducta
Postura (cabeza, tronco y miembros)
Movimientos (marcha; movimientos involuntarios)
Palpación (piel, aparato locomotor)
Reacciones posturales *
Reflejos espinales **
Nervios craneanos
Sensibilidad
El orden que se establece para completar la evaluación neurológica difiere de acuerdo a las
preferencias o a la rutina con la que cada médico lleva a cabo el examen físico general; a modo de
ejemplo se presenta una breve descripción de la forma en que debe integrarse el examen neurológico
al examen físico general:
La observación del estado de conciencia, de la conducta, de la marcha y de la postura del
animal se va haciendo mientras se realiza la anamnesis y el animal camina por el consultorio e
interactúa con el entorno. La palpación es una parte habitual e ineludible del examen físico general. La
evaluación de las maniobras posturales requiere de pruebas especiales; la realización de la reacción
del salto y del posicionamiento propioceptivo son en general suficientes para detectar un problema
neurológico. La propiocepción conciente puede evaluarse durante la palpación de la parte distal de los
miembros, flexionando los dedos y apoyando el dorso de los mismos sobre el piso. La evaluación de
los reflejos espinales también requiere de maniobras especiales, aunque si la marcha y las reacciones
posturales son normales, generalmente los reflejos también lo son. Para una evaluación preliminar es
suficiente realizar el reflejo patelar, el reflejo de flexión en ambos miembros y el reflejo perineal. Los
nervios craneanos deben evaluarse durante el examen físico, cuando se examina la cabeza. Al hacerlo
se verifica la simetría de la cara (VII NC), de las pupilas y de la posición de los ojos (nervios craneanos
III, IV, VI y nervios simpáticos para el ojo). Los nervios craneanos II y VII se evalúan provocando la
respuesta de amenaza para producir el cierre de los párpados, que también puede lograrse tocando el
canto medial y lateral de cada ojo con el dedo o con una pinza (nervios craneanos V y VII). Los nervios
craneanos III, IV, VI y VIII se examinan tomando la cabeza y llevándola hacia ambos lados, mientras se
observan los movimientos conjugados de los ojos. La evaluación de los nervios craneanos II y III se
realiza estimulando la pupila con una linterna y observando la presencia y la simetría de los reflejos
fotomotores. Los nervios craneanos V y VII se evalúan pinchando o pellizcando la nariz y la piel que
cubre mandíbula para observar y valorar las respuestas reflejas, a la vez que se verifica la percepción
conciente del estímulo por parte del animal. El V NC se examina palpando los músculos masticatorios
para verificar su simetría y tono, y abriendo la boca. Con la boca abierta, mientras se examinan las
mucosas y las tonsilas, se observa la simetría de la faringe y la laringe, y se provoca el reflejo de
deglución, tocando la faringe (nervios craneanos IX y X). También se observa la simetría de la lengua y,
con la boca cerrada, se frota la nariz; la mayoría de los animales se lamen, lo que sirve para verificar
los movimientos de la lengua y su simetría (XII NC). Mientras se palpa al animal se valora la estructura
y el tono de los músculos trapecio y braquiocefálico (XI NC). La funcionalidad del I nervio craneano se
evalúa observando la conducta del animal en el consultorio o en la vereda y, eventualmente, por la
respuesta a la estimulación con alguna sustancia apropiada. El examen de los nervios craneanos no
agrega más de 2 minutos a la revisación rutinaria de la cabeza. Con respecto a la evaluación de la
sensibilidad, mediante la palpación se pueden detectar áreas de hiperestesia. La respuesta al dolor se
observa mientras se realiza el reflejo flexor y mientras se evalúan los nervios craneanos. Las regiones
en las que se sospecha que puede haber dolor se dejan para el final del proceso, para no molestar al
animal y facilitar la realización completa del examen físico. El dolor profundo se evalúa solamente si no
hay respuesta a la estimulación nociceptiva superficial.
La evaluación neurológica completa insume una pequeña cantidad de tiempo adicional al
examen físico general y aporta una serie de datos imprescindibles para establecer la integridad
funcional del SN. El examen neurológico deficiente o insuficiente y sus consecuentes observaciones
inexactas son las causas más comunes de errores en el diagnóstico, más que las falsas conclusiones
realizadas a partir de datos suficientes y correctamente obtenidos.
En forma independiente de cualquier valoración especial de las funciones del SN, bajo ningún
concepto debe dejar de realizarse un exhaustivo examen clínico general, para evitar pasar por alto
cualquier alteración en otra parte del organismo que pueda tener vinculación con la afección
neurológica que motiva la consulta (por ejemplo, traumatismos, neoplasias, trastornos metabólicos o
endócrinos, infecciones sistémicas, enfermedades cardiorrespiratorias).
Examen neurológico
Reseña
Las características básicas del paciente (especie, raza, edad, sexo) se establecen en forma
previa al examen físico, excepto en situaciones de emergencia. Se deben considerar las grandes
diferencias entre especies para abordar en forma adecuada el diagnóstico diferencial. Además de las
enfermedades especie-específicas (VIF, ViLeF, PIF, panleucopenia, distemper), hay determinadas
patologías que tienen una alta prevalencia en los caninos, pero raramente se observan en los felinos, y
viceversa. La enfermedad del disco intervertebral, por ejemplo, es la causa más común de trastornos
medulares en los perros; sin embargo, en los gatos es muy poco frecuente, y son las enfermedades
infecciosas las principales causas de afección medular en esta especie.
Existen muchos trastornos que se asocian con mayor frecuencia a una raza o a un grupo de
ellas en particular (por ejemplo, la hidrocefalia en razas miniatura, la espondilomielopatía cervical en el
doberman y el gran danés, la sordera en el dálmata y en el bull terrier), y otras que se han descripto
exclusivamente para una raza determinada (por ejemplo, los calambres del scotty y el síndrome de
hipertonicidad del cavalier king charles spaniel), por lo cual es de gran ayuda en ciertos casos consultar
los listados de alteraciones del SN discriminadas racialmente.
La edad del animal al comienzo de los signos clínicos es un dato de gran utilidad ya que
muchos trastornos congénitos o hereditarios afectan animales jóvenes (por ejemplo, las enfermedades
de almacenamiento lisosomal) mientras otros, como las neoplasias cerebrales, suelen afectar animales
adultos o gerontes. Existen muchas enfermedades en las que los datos combinados de raza y edad
proporcionan una gran ayuda para la aproximación diagnóstica (por ejemplo, la distrofia neuroaxonal
primaria y la leucoencefalomielopatía en el rottweiler, que se manifiesta clínicamente entre los 18
meses y los 4 años, o la abiotrofia cerebelosa en el bretón, que se presenta en animales adultos de 6 a
10 años). Algunas patologías no solamente afectan una raza determinada y a una edad en particular
sino que además, los signos clínicos se expresan en un solo sexo (distrofia muscular canina del
labrador, que afecta a los machos y se manifiesta entre las 6 y las 9 semanas; distrofia muscular felina
hipertrófica, que afecta a gatos pelicortos domésticos machos y se manifiesta entre los 5 y 6 meses).
Unas pocas enfermedades tienen mayor incidencia en un sexo que en otro, y están
relacionadas en forma directa al rol reproductivo (por ejemplo, las metástasis en el SN a partir de
tumores mamarios, o la tetania puerperal en las hembras).
En cuanto a las características fenotípicas del animal, el color del manto o de los ojos puede
estar vinculado a ciertas patologías congénitas como, por ejemplo, la sordera. En este sentido, se ha
asociado una mayor predisposición a la sordera hereditaria en perros con manto predominantemente
blanco, gris azulado o manchado (bull terrier, dogo argentino, gran danés, dálmata), y en gatos con
manto blanco y ojos azules.
Anamnesis
Un cuidadoso interrogatorio al propietario aporta mucha información acerca de las alteraciones
neurológicas, especialmente en aquellas patologías que se manifiestan con signos paroxísticos. Otras
veces la adquisición de datos requiere el examen completo del paciente.
En muchos casos es muy sencillo establecer cuál es el motivo de la consulta, y alcanza con
observar al paciente para determinar cuál es el trastorno neurológico presente (por ejemplo, la rotación
cefálica en el síndrome vestibular). Sin embargo, cuando las manifestaciones clínicas son episódicas y
paroxísticas, y no son fácilmente reconocibles por parte del propietario, puede ser muy difícil establecer
cuál es el signo clínico que motivó la consulta neurológica. Las crisis cerebrales parciales simples
pueden ser confundidas con episodios de debilidad neuromuscular o de narcolepsia. La diferenciación
entre una convulsión y un síncope a veces es muy difícil de establecer, y puede requerir un
interrogatorio cuidadoso al dueño, y una interpretación de sus respuestas más cuidadosas aún. La
correcta clasificación del signo neurológico presente es muy importante, porque es una de las claves
para el inicio de un protocolo diagnóstico orientado en forma acertada y, en muchas ocasiones, la única
herramienta en la que podemos confiar es una exhaustiva anamnesis.
Es de suma importancia determinar si el propietario ha presenciado los signos clínicos de su
animal. Si lo ha hecho, la confiabilidad de su relato va a depender de una serie de factores, como el
conocimiento previo que posea de ciertas anormalidades neurológicas, la familiaridad que tenga con
los hábitos, la conducta y los movimientos de su mascota, y qué tan perspicaz sea para interpretar lo
que ha visto. En muchas ocasiones no hay coincidencia entre lo que observa el clínico en el examen
neurológico y lo que cuenta el propietario. En principio, no hay que tomar en forma absoluta las
afirmaciones de los dueños, porque pueden estar sesgadas por su propia opinión e interpretación del
problema. Siempre se debe preguntar y repreguntar en forma dirigida, evitando que el propietario se
sienta cuestionado y, mucho menos aún, juzgado por sus dichos. Es habitual que los dueños asuman
determinados hechos como verdades absolutas a partir de una interpretación distorsionada de lo que
han visto. Un propietario que encuentra a su perro en plena convulsión luego de rodar por una escalera
puede interpretar y asumir como un hecho que el traumatismo ocasionado por la caída fue la causa de
la convulsión, cuando en realidad la convulsión pudo haber sido el motivo de la caída; esta visión
distorsionada de la causa-efecto nos puede llevar a la conclusión que el trauma fue el origen del
problema, dejando de lado la posibilidad que una patología preexistente, como por ejemplo, una
epilepsia idiopática o sintomática, fuera la causa de la caída. Ejemplos como estos abundan en la
práctica clínica, y pueden ser el motivo de un diagnóstico incorrecto, simplemente por haber
malinterpretado los signos clínicos presentes y/o clasificarlos en forma errónea.
La determinación del curso temporal del problema es uno de los objetivos de la anamnesis,
porque permite realizar importantes presunciones sobre las posibles etiologías. El dato acerca del inicio
de los trastornos neurológicos puede ser exacto (por ejemplo, un accidente automovilístico o la fecha
de la primera convulsión), o puede llegar a ser muy difícil de determinar, como en el caso de una
enfermedad neoplásica. Normalmente se toma como punto de partida el momento en que el propietario
reconoce el problema. No obstante ello, pueden haber ocurrido episodios previos que pasaron
desapercibidos o fueron desestimados por distintos motivos. Es aquí donde la anamnesis dirigida
adquiere un valor relevante.
A partir de los datos obtenidos respecto al curso de la enfermedad se puede clasificar el
trastorno presente como agudo o crónico, y progresivo o no progresivo. De este modo, el problema
queda restringido a un grupo limitado de patologías. Si además existen datos acerca de tratamientos
previos podemos acotar más aún ese listado. Por ejemplo, si una patología medular ha demostrado
una buena respuesta al tratamiento con corticoides podemos asumir que es de tipo inflamatoria y no
degenerativa.
La duración de la patología es un factor significativo en cuanto al pronóstico, debido a que el
tejido nervioso posee una tolerancia limitada a determinadas lesiones que se prolongan en el tiempo.
Las compresiones medulares, por ejemplo, tienen un tiempo y una calidad de recuperación que son
inversamente proporcionales a su duración.
La anamnesis debe adaptarse a cada situación individual con el fin de clarificar el problema.
Las preguntas específicas se harán de acuerdo al trastorno presente: si el animal estuvo o pudo haber
estado expuesto a sustancias tóxicas; si se ha observado una enfermedad o signos clínicos similares
en animales asociados genéticamente (padres, hermanos, hijos, otras lechigadas); antecedentes de
vacunación o signos de enfermedad sistémica previos al problema neurológico; hábitos alimentarios y
convivencia con animales de la misma o de otra especie; actividad que desarrollaba el animal antes y
después de presentar los signos clínicos. Los datos proporcionados por el propietario son de gran
ayuda en todos los desórdenes paroxísticos, considerando que en la mayoría de los casos el
veterinario no suele ver el signo clínico. En este sentido, la filmación del episodio por parte del dueño
puede llegar a ser un elemento revelador para orientar el diagnóstico diferencial.
Observación
Gran parte de la información acerca de la integridad funcional del SN se obtiene observando la
postura del animal, sus movimientos y su conducta mientras interactúa con el ambiente que lo rodea.
Otras veces es necesario inducirlo a realizar algún movimiento en particular para evidenciar
determinados trastornos neurológicos. En todos los casos se debe permitir al animal moverse lo más
libremente posible en el consultorio o, mejor aún, en un lugar abierto para poder observar su
desenvolvimiento. Una excepción a esta consigna la constituye cualquier situación que implique un
riesgo potencial para las personas o para los otros animales presentes (como puede suceder con
animales excesivamente agresivos), o que requiera la inmovilidad absoluta del paciente como ocurre,
por ejemplo, en el trauma medular agudo. En estos casos es factible, cuando no imperativo, obviar la
ejecución del examen neurológico completo, realizando simplemente una semiología dirigida hacia un
problema determinado, con la precaución de no confiarse demasiado en las presunciones o en lo que
parece obvio para no ignorar ningún trastorno adicional.
Se debe tener en cuenta que no todos los animales se comportan del mismo modo ante los
diversos estímulos que existen en un consultorio (ruidos, olores, la presencia de otros perros o
individuos de otras especies). Muchas veces las actitudes no son las habituales, y el animal se
presenta más nervioso, inquieto o asustado. Los gatos pueden tratar de esconderse bajo los muebles,
mostrarse agresivos, huir precipitadamente o, por el contrario, mostrar una gran indiferencia y
pasividad. Las preguntas al propietario acerca del temperamento y la personalidad de su animal o de la
conducta que suele exhibir en su casa y cuando acude al veterinario pueden contribuir a clarificar las
presuntas alteraciones de comportamiento.
Se puede obtener una impresión general acerca del estado de la conciencia y de la
conducta observando las respuestas comportamentales ante los estímulos del ambiente, de otros
animales y de la gente. Las variaciones normales, como la curiosidad natural o la hiperactividad de los
cachorros, la indiferencia de los perros gerontes, o las variadas y particulares actitudes que pueden
mostrar los gatos, no deben considerarse estrictamente como conductas anormales. Los distintos tipos
de agresividad se pueden identificar fácilmente mediante la observación.
Se han utilizado distintos términos para caracterizar y describir las alteraciones de la conciencia
en los animales, aunque no existe aún un acuerdo consensuado en medicina veterinaria. El término
alerta indica el estado que se considera normal para un individuo en particular; puede presentar
variaciones de acuerdo a la raza, la edad y el temperamento de cada animal. La depresión, el estupor y
el coma son expresiones que indican niveles decrecientes del nivel de conciencia. La depresión se
caracteriza por un estado de inactividad, con escasa disposición a desarrollar la conducta habitual y
tendencia a dormir en exceso, con respuestas pobres o anormales ante los estímulos del ambiente o
de los propietarios. Puede ser causada por afecciones neurológicas, pero también por alteraciones
sistémicas como estados febriles, anemia o trastornos metabólicos. Cuando se asocia con problemas
primariamente cerebrales suele indicar enfermedad cortical difusa. El estupor define el estado en el
que el animal tiende a dormir cuando no se lo molesta, y no reacciona a estímulos tales como el sonido
o el tacto, aunque sí lo hace ante estímulos nociceptivos. Habitualmente está asociado a una
interrupción parcial o total de las conexiones entre la corteza cerebral y el sistema activador reticular
ascendente, o a una función cerebral deteriorada. El coma es el estado en el que el animal no puede
ser despertado ni siquiera mediante estímulos dolorosos, aunque los reflejos simples pueden estar
preservados. Indica una completa desconexión entre la corteza cerebral y el sistema activador reticular
ascendente. El estupor y el coma pueden ser causados por enfermedades cerebrales bilaterales
difusas, por encefalopatías tóxicas o metabólicas, o por lesiones (compresivas o destructivas) de la
parte rostral del tronco encefálico (puente y mesencéfalo). Para caracterizar el estado de coma se
puede utilizar la escala de Glasgow de medicina humana, modificada por Shores para animales
pequeños, en la que se asignan puntos a la actividad motora, a los reflejos fotomotores y
oculocefálicos, y al nivel de conciencia. Cuanto más alto es el puntaje obtenido, mejor es el pronóstico.
Un puntaje de 3 a 8 indica un pronóstico grave; una puntuación de 9 a 14 indica un pronóstico
reservado, mientras que un puntaje de 15 a 18 indica un buen pronóstico. Esta escala aún no ha sido
utilizada en un número suficiente de animales como para determinar su validez pero, en todo caso,
enfatiza la importancia de los parámetros clínicos a evaluar.
Nivel de conciencia
Ocasionales períodos de alerta 6
Depresión o delirio, responde inapropiadamente a estímulos 5
Estupor, responde a estímulos visuales 4
Estupor, responde a estímulos auditivos 3
Estupor, sólo responde a estímulos nociceptivos 2
Coma, sin respuesta a estímulos nociceptivos 1
Actividad motora
Marcha y reflejos espinales normales 6
Hemiparesia, tetraparesia, rigidez de descerebración 5
Decúbito, rigidez extensora intermitente 4
Decúbito, rigidez extensora constante 3
Idem anterior más opistótonos 2
Decúbito, hipotonía muscular, hipo/arreflexia espinal 1
Palpación
Una vez que se ha evaluado el estado de conciencia, la postura y la marcha comienza el
examen físico del paciente. Se debe palpar cuidadosamente el sistema tegumentario y el sistema
musculoesquelético, comparando ambos lados del cuerpo para verificar la simetría que normalmente
debe existir.
Aunque la piel no está involucrada habitualmente en enfermedades neurológicas, su evaluación
puede aportar datos útiles. Las escoriaciones o las raspaduras pueden revelar un trauma previo. El
desgaste anormal de las uñas o las úlceras en el dorso de los dedos se asocia a paresia o deficiencia
propioceptiva. El mielomeningocele puede ser palpado como una deformación en más, sujeta a la piel
de la región lumbosacra. La temperatura de los miembros puede estar notoriamente disminuida en
trastornos circulatorios de diversos orígenes. En el caso de paraparesias y paraplejías siempre se debe
evaluar el pulso femoral (especialmente en los gatos) para verificar la calidad de la irrigación
sanguínea, que puede estar alterada por tromboembolismo ilíaco. La presencia de lesiones cutáneas
pustulosas (por infección bacteriana secundaria) se asocia a ciertas enfermedades inflamatorias de la
piel y de los músculos (por ejemplo, la dermatomiositis del collie y de pastor de Shetland), o a
enfermedades infecciosas, como el moquillo canino.
La palpación del cráneo, la columna vertebral y los miembros puede revelar la presencia de
fontanelas abiertas (asociadas habitualmente a hidrocefalia), luxaciones o fracturas, tumores,
asimetrías, desviaciones del eje medio, crepitación, desplazamientos óseos y dolor. Cuando se
observan alteraciones en la marcha es necesario palpar y movilizar los huesos de los miembros y las
articulaciones con el fin de descartar patologías a ese nivel. Las lesiones de nervios periféricos suelen
estar asociadas a fracturas o luxaciones de huesos largos.
Todos los grupos musculares deben ser palpados cuidadosamente para evaluar el tamaño, el
tono y la fuerza de la contracción muscular. Habitualmente se comienza en la cabeza, se continúa por
el cuello y el tronco, finalizando en cada miembro desde proximal hacia distal. Siempre es útil medir
con una cinta los contornos de las distintas regiones, ya sea para comprobar y valorar las asimetrías en
el tamaño de las masas musculares o para seguir en forma objetiva la evolución de distintas
enfermedades que provocan atrofia muscular. Mediante la palpación se evalúan las características
musculares, verificando la existencia de atrofias, inflamación, dolor, alteraciones del tono y la fuerza de
la contracción. El tono muscular se examina mediante la palpación y la facilidad con la que se realiza la
manipulación pasiva de los miembros. Un incremento en la tonicidad de los músculos extensores (un
hallazgo común en LMNS) se manifiesta por la resistencia a la flexión pasiva. La fuerza de contracción
para los músculos extensores se evalúa durante las reacciones posturales, en las que el animal debe
soportar el peso del cuerpo sobre uno de sus miembros. En los músculos flexores se evalúa por la
fuerza relativa de empuje durante la realización del reflejo flexor.
Examen de la olfacción
Las fibras que componen el nervio olfatorio (I NC) se originan como prolongaciones centrales
de las células olfatorias de la mucosa nasal. Se reúnen en una cantidad de filamentos que atraviesan
en forma separada la lámina cribiforme del etmoides para entrar en la superficie adyacente del bulbo
olfatorio. El corto trayecto y la profunda localización de estos nervios los protegen de los traumatismos
y, aunque pueden estar involucrados en enfermedades infecciosas o neoplásicas, la interferencia con el
sentido del olfato se debe más a menudo al bloqueo del paso del aire que llega hasta la mucosa
olfatoria. Las fibras del I NC están rodeados de cubiertas meníngeas con la presencia de un espacio
subaracnoideo, que proporciona una posible ruta para la difusión de procesos infecciosos desde las
fosas nasales hasta la cavidad craneana.
La determinación de la función olfatoria debe realizarse utilizando cualquier sustancia
aromática que no irrite la mucosa nasal, porque de ese modo se estarían estimulando terminaciones
sensitivas del nervio trigémino. El eugenol es un estimulante puro de las teminaciones del nervio
olfatorio. El benzaldehído estimula ambos tipos de receptores, tanto los olfatorios como los
trigeminales. No es recomendable emplear comida, pues la reacción podría ser de tipo condicionada al
ver el alimento, a excepción que la prueba se realice con los ojos cubiertos. Otros elementos que
pueden utilizarse son secreciones, como las que se obtienen de las glándulas de los sacos paranales,
el cerumen de los oídos en trozos de algodón, o restos de materia fecal en un termómetro. No deben
utilizarse sustancias irritantes como el amoníaco o el tabaco.
Si bien la valoración es completamente subjetiva, la percepción del estímulo olfatorio debería
generar una respuesta actitudinal por parte del animal, como por ejemplo olfatear, resoplar por la nariz,
mover los músculos faciales, o apartar la cabeza. El registro electroencefalográfico simultáneo podría
proveer una evaluación más objetiva de la capacidad olfatoria.
Las deficiencias en la olfacción son difíciles de evaluar. Las lesiones unilaterales de estructuras
supratentoriales no suelen causar anosmia, porque la integración de la función olfatoria es bilateral. La
rinitis es la causa más común de pérdida o disminución del olfato. Ciertas enfermedades inflamatorias
cerebrales difusas, como el distemper canino o la parainfluenza, pueden ser causa de anosmia. Desde
el punto de vista clínico, la olfacción anormal (disosmia) es casi imposible de determinar.
Examen oftálmico
La inervación de las distintas partes del ojo y sus anexos está dada por un numeroso grupo de
nervios craneanos, integrado por el óptico (II NC), el óculomotor (III NC), el troclear (IV NC), el
trigémino (V NC), el abducente (VI NC), el facial (VII NC) y el vestíbulococlear o estatoacústico (VIII
NC). Sus lesiones pueden resultar en ceguera, alteraciones en la posición, en la simetría o en la
movilidad de los ojos, o en trastornos de la función y del tamaño de las pupilas.
Las células nerviosas de la retina son sensibles a la luz. La información originada en cada
campo visual es dirigida a la porción contralateral de la retina. Por ejemplo, el campo visual lateral
(temporal) de cada ojo se proyecta a los receptores del lado medial de la retina. Por convención, las
deficiencias visuales se refieren en relación al campo visual afectado, y no al área retiniana
correspondiente. A partir de su formación en la papila óptica, el nervio óptico proyecta sus axones
caudalmente a través de los tractos ópticos. En los perros el 75 % de sus fibras cruzan al lado opuesto
a nivel del quiasma óptico, mientras que en el gato lo hacen el 65 %. Los axones que provienen del
lado medial (nasal) de la retina (o del campo visual lateral) constituyen la parte mayoritaria de las fibras
que se cruzan, mientras que los axones provenientes del lado lateral (temporal) de la retina (o del
campo visual medial) forman la mayor cantidad de fibras que permanecen del lado ipsilateral en la vía
visual. A partir de allí los axones relacionados con la visión (el 80 % de las fibras en el gato) establecen
un relevo en el núcleo geniculado lateral del tálamo para terminar en el área visual de la corteza
occipital. El cruzamiento parcial de los axones del nervio óptico determina que la información de cada
uno de los campos visuales se proyecte a ambos hemisferios cerebrales en forma simultánea. Este es
el fundamento de la visión binocular, que permite la percepción de profundidad, distancia y contorno. La
corteza visual se relaciona anatómicamente con el núcleo del nervio facial, y esta conexión posibilita el
cierre de los párpados ante determinados estímulos visuales (respuesta de amenaza). No se sabe de
qué modo la información se proyecta desde la corteza visual al núcleo del VII NC contralateral; lo que
sí se sabe es que esta parte de la vía está fuertemente influenciada por el cerebelo, por lo que los
animales con afecciones cerebelosas pueden poseer deficiencias en la respuesta de amenaza, con
visión normal e integridad morfológica y funcional del nervio facial. También existen conexiones con la
corteza visual del hemisferio opuesto, con la corteza motora de ambos hemisferios, con el cerebelo a
través del puente, con el techo del mesencéfalo y con los núcleos de los nervios craneanos III, IV, y VI.
El tracto tectoespinal originado en el colículo craneal, vinculado con la visión, se suma al sistema de
MNS que influye sobre las MNI de la médula espinal. De esta forma tienen lugar las respuestas
motoras adecuadas a los estímulos visuales recibidos (movimientos de los ojos, de la cabeza y de los
miembros).
Las fibras del tracto óptico que no hacen sinapsis en el cuerpo geniculado lateral lo hacen en
neuronas del núcleo pretectal, que a su vez proyectan sus axones al núcleo del óculomotor (III NC),
donde se originan las fibras que inervan el músculo iridoconstrictor, para que tengan lugar los reflejos
pupilares. Como cada tracto óptico tiene más fibras del ojo contralateral, y las prolongaciones de las
neuronas pretectales se cruzan en su mayoría al núcleo del III NC del lado opuesto, el resultado es que
el reflejo pupilar directo es más intenso que el cruzado.
Los conos y los bastones de la retina no son los únicos receptores involucrados en la detección
de la luz. Existe un circuito que percibe la luz para un tipo de “visión secundaria”, que es diferente del
sistema visual convencional y que parece interactuar directamente con la porción del hipotálamo que
regula los ritmos circadianos. Este circuito se inicia en las células ganglionares fotosensibles de la
retina (RGCs, por sus siglas en inglés), que se proyectan específicamente a los centros cerebrales
implicados en la actividad de los marcapasos circadianos (el núcleo supraquiasmático –NSQ-) y en los
reflejos pupilares, funciones visuales accesorias que no requieren la formación de imágenes en la
retina. Las RGCs poseen melanopsina, un pigmento distinto del que se utiliza en el sistema visual
convencional dependiente de los fotorreceptores de tipo bastón y de tipo cono. La melanopsina es
imprescindible para que la pupila se contraiga de forma apropiada en respuesta a la luz. Además, es
muy probable que las células nerviosas del marcapaso circadiano dependan de él. Las células
ganglionares de la retina que contienen melanopsina constituyen aproximadamente un 2 % del total.
Sus axones también se proyectan a otras áreas del cerebro, tales como el fascículo intergeniculado,
que a su vez se conecta de nuevo con el NSQ, formando circuitos de retroalimentación que involucran
múltiples estructuras cerebrales. El reflejo pupilar a la luz se produce mediante dos mecanismos
complementarios: el sistema de conos y bastones, y el sistema asociado con la melanopsina. Existe
una superposición entre ambos. Los conos y bastones son los responsables de la alta sensibilidad del
reflejo, pero no pueden completar el mecanismo por sí solos. Por otra parte, a pesar de que el sistema
de la melanopsina no es altamente sensible a la luz, su sola presencia permite que se lleve a cabo el
reflejo, aún en ausencia de los conos y los bastones.
Para la determinación del correcto estado de la estructura y la función del globo ocular y sus
anexos es fundamental realizar un exhaustivo examen oftálmico. Se debe evaluar la integridad del
globo ocular, la capacidad visual, la función pupilar, y la integridad y funcionalidad del tracto uveal. El
examen oftálmico debe incluir necesariamente la fundoscopía, que permite la visualización y la
evaluación directa de la retina y del nervio óptico. Por su intermedio pueden detectarse enfermedades
sistémicas difusas como hipertensión, coagulopatías e inflamación/infección, que suelen afectar
también al SNC.
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