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aprobación expresa del grupo Traducciones Ganimedes, además


esta obra es de contenido homoerótico, es decir tiene escenas
sexuales explicitas hombre/hombre, si te molesta este tema no lo
leas, además que su contenido no es apto para cardíacos.
Ethan Brown encontró a su compañero, Jace Dominick, en el bar
local. Ellos se van juntos al apartamento de Ethan para cimentar su
acoplamiento. Al día siguiente, Jace desaparece. Ethan está desesperado, y
cuando finalmente encuentra a Jace, el hombre jura que su nombre es JD y
que no conoce a Ethan.

Seis semanas después, Jace vuelve. Está listo para tener a Ethan
como compañero. Jace y Ethan intentan hacer que las cosas avancen, pero
resulta difícil de conseguir cuando sus inseguridades se vuelven un
obstáculo. Jace se siente culpable por lo que le hizo a Ethan y lo trata como
si fuera de cristal. Ethan piensa que Jace sólo está con él por la culpa y tiene
miedo de pedirle algo más.

Pero cuando el peligro llega… ¿Podrán ellos superar sus problemas


personales para salvarse el uno al otro?
—¿Quieres venir a casa conmigo?—le pidió Ethan al alto y
hermoso hombre al que abrazaba. Impresionante no empezaba ni a
describirlo. Parecía ser todo lo que siempre había soñado en un
compañero, y era todo de Ethan.

De pie con el cuerpo presionado contra el suyo, Ethan podía


sentir cada esculpido músculo en el cuerpo de Jace. Incluso podía
sentir la dura polla presionando contra su abdomen, dejándole saber
cuánto lo deseaba.

Lo había llenado el asombro cuando había visto a Jace sentado


en el pequeño bar tomando una copa. El embriagante aroma del
hombre, profundamente amaderado y todo masculino,
instantáneamente lo había cautivado. En todos sus fantásticos
sueños, nunca había pensado que su compañero sería tan sexy.

Jace era varios centímetros más alto que Ethan. El cabello


castaño que le llegaba al cuello enmarcaba su rostro haciendo que el
brillo de sus ojos verde hierba, destacara. Ethan no sabía si había
visto alguna vez unos ojos tan preciosos, de ensueño. Sabía que
podía pasar felizmente el resto de su vida ahogándose en las
profundidades de color verde oscuro.

―¿Y? ¿Quieres venir conmigo a casa? ―Ethan preguntó otra vez


cuando Jace sólo siguió mirándolo. Su corazón se detuvo cuando
Jace se inclinó para besarlo. Había oído sobre besos como este, de
esos que podían hacerte olvidar todo excepto a la persona en tus
brazos. Nunca había experimentado uno.
Cuando los labios de Jace exploraron los suyos, Ethan sintió el
impulso de trepar por el alto y musculoso cuerpo. Quería imprimir a
Jace en sus sentidos hasta que nunca se fuera. Cuando Jace
finalmente levantó la cabeza, Ethan alzó la mirada para verle la cara.
El pecho de Ethan se movió rápidamente con cada apresurada
respiración.

―¿Eso es un sí?

―Sí, dulzura. Iré a casa contigo. ―Jace arrastró las palabras con
su profunda y áspera voz de whisky.

Si Jace no tuviese sus brazos alrededor de él, Ethan habría


saltado, bailando de alegría. ¡Sí! Jace accedió a ir a casa con él. No
podía recordar haber sido tan feliz antes. Agarró la mano de Jace y
lo guió fuera del bar, fantaseando con la noche por venir.

Había pasado la mayor parte de su vida sabiendo que era gay,


pero nunca había actuado en consecuencia. Siempre quiso
reservarse para su compañero, y ahora estaba aquí. Ethan
finalmente podría llegar a hacer aquello de lo que todos hablaban
siempre. Apenas podía esperar.

El apartamento de Ethan sólo estaba a una manzana del bar, lo


que lo tenía encantado. Le llevó menos de diez minutos llegar con
Jace a casa, cerrar la puerta, y desabotonarle la camisa.

Mientras lo conducía al dormitorio, no podía evitar sentirse un


poco aturdido. Su compañero era tan apuesto, podía tener a quien
quisiera, pero ahora le pertenecía a Ethan. En unos pocos minutos,
en verdad sería suyo.

―Jace ―susurró Ethan mientras le miraba sacarse su ropa. Los


ojos de Jace parecían intensos, casi vidriosos, mientras le miraba.
Ethan quería creer que le miraba con tanta fiereza en sus ojos
porque le quería.
―¿Vas a quedarte ahí quieto todo el día sólo mirando, dulzura?
¿O también planeas tocar un poco? ―preguntó Jace con una risa
profunda.

Ethan podía sentir que su rostro se sonrojaba mientras


rápidamente alcanzaba los botones de su ropa. Aún no podía
apartar los ojos de Jace. Le vio desvestirse, a continuación subir a la
cama y acostarse.

Ethan pensó que podría tragarse la lengua cuando Jace puso


una mano bajo su cabeza mientras le miraba. Su otra mano se movía
hacia abajo acariciando su larga y dura polla. Ethan sólo podía ver la
gota de líquido que salía de ella derramándose antes de que Jace la
limpiara con el pulgar.

Se sentía tan excitado. Su polla prácticamente martillaba contra


el cierre, demandando libertad. Enseguida dejó caer su camisa en el
suelo, alcanzó sus jeans, bajó el cierre, y los empujó hacia abajo por
sus piernas antes de subir a la cama.

Sus ojos se centraron directamente en la polla en la mano de


Jace. Necesitaba conseguir un poco de aquello. Justo ahora parecía
ser más importante que respirar. Arrodillándose entre las piernas de
Jace, Ethan se inclinó hacia adelante y abrió su boca, mirando la sexy
sonrisa que cubría el rostro de Jace mientras este guiaba su polla
dentro de la ansiosa boca de Ethan.

Ethan sacó la lengua, deslizándola sobre la parte superior y


lamiendo las gotas de líquido, gimió por el dulce sabor mientras
tragaba. Oh Dios, podría acostumbrarse al sabor de su compañero.

Había fantaseado muy a menudo con esto, nunca antes le había


dado una mamada a alguien. Sólo esperaba poder hacerle justicia a
la maravillosa polla en su boca. No quería fallarle a Jace de ninguna
manera.
Envolviendo sus labios alrededor de la parte superior, pasó su
lengua una vez más por la punta antes de tragar toda la longitud de
Jace en su boca, sintió un poco de nauseas cuando la cabeza golpeó
la parte de atrás de su garganta. Reajustándose, se movió un poco
hacia atrás, metiéndose a Jace en la boca poco a poco.

Continuó mientras movía sus manos hacia abajo y gentilmente


apretó el sedoso saco de Jace, masajeando las dos bolas redondas en
su mano. Estaba encantado cuando escuchó gemir a Jace. Ethan
esperaba que pudiese darle tanto placer como el que obtenía.

Sólo tener a Jace en su cama era mejor que cualquier paja que se
hubiese hecho él solo. Si disfrutaba tanto esto, Ethan se preguntaba
cómo podría sobrevivir a que Jace le hiciera el amor.

―Ven aquí, dulzura ―susurró Jace mientras trataba de


alcanzarlo. Ethan impacientemente accedió. Soltó su polla, subió por
su cuerpo hasta que se apoyó sobre él, una pierna a cada lado de sus
caderas.

―¿No lo estaba haciendo bien? ―preguntó con ansiedad Ethan.

―Oh, dulzura, lo hiciste perfectamente bien. Pero si seguías


haciendo eso, no sería capaz de conseguir un pedazo de ese dulce
culo tuyo. Estuviste a punto de hacer que me corriera. ―Jace sonrió
mientras palmeaba el culo de Ethan.

―Oh ―dijo Ethan, sintió que su rostro nuevamente se sonrojaba


ante el cumplido de Jace. Con una sonrisa, extendió su mano hacia
la mesita de noche y sacó una botella de lubricante del cajón―. Es
posible que necesitemos esto. ―Rio nerviosamente mientras le
pasaba la botella.

―Creo que definitivamente vamos a necesitar esto ―dijo Jace


mientras empujaba a Ethan sobre su espalda―. Ahora dulzura,
levanta tus piernas, y no las sueltes hasta que te lo diga.
Ethan rápidamente agarró sus piernas y tiró de ellas hacia su
pecho, le dio un poco de vergüenza tener expuestos sus genitales,
pero su vergüenza huyó en el momento en que Jace empujó
profundamente un dedo lubricado en su culo.

«Maldita sea, eso está bien».

―Joder, dulzura, estás tan apretado ―gimió Jace.

Ethan sintió un segundo dedo empujar dentro de su culo y


moverse en círculos, extendiéndolo. Gimió. No estaba seguro de que
pudiera durar mucho más. Poco después, un tercer dedo se unió a
los otros dos haciéndole estremecerse.

―Te vas a sentir tan bien cuando te llene con mi polla.

Sólo pensar en las palabras de Jace hizo que casi se corriera.


Podía sentir sus bolas apretadas subir a su cuerpo, su polla
derramaba líquido pre-seminal como un grifo. ―Jace, estoy tan
cerca. Quiero sentirte dentro de mí cuando me corra ―dijo mientras
empujaba sus caderas contra los dedos de Jace.

―Dulzura, no creo que estés listo todavía. Tengo que estirarte


sólo un poco más, así no te haré daño.

―Jace, ¿por favor? ―suplicó Ethan.

Pudo sentir los ojos de Jace sobre él durante varios minutos


antes de sacar sus dedos. Un instante después, sintió la fuerte
presión de la polla de Jace contra su entrada. Contuvo el aliento y
trató de relajarse mientras Jace lentamente se hundía en él. Sintió un
pequeño pellizco de dolor, pero en el momento en que el cuerpo se
presionó contra él, Ethan no sentía nada excepto placer.

Disfrutando la sensación de ser reclamado por primera vez por


su compañero, Ethan no estaba preparado para el intenso placer que
se disparó a través de su cuerpo cuando Jace empujó nuevamente,
rozando con la polla su próstata.
Gritó, balanceándose hacia adelante y atrás en la polla de Jace
tan rápido como podía, tratando de encontrar ese punto otra vez.
―Jace, joder, haz eso otra vez ―gimoteó.

Jace se rio entre dientes, sus manos en las caderas de Ethan, aun
sosteniéndolo. ―Déjame hacer el trabajo, dulzura. Mantén tus
piernas cerca de tu pecho. Yo me encargaré del resto.

Ethan asintió. Sus ojos se cerraron lentamente mientras Jace


empezaba a moverse, su gran polla daba en su punto dulce con cada
profundo impulso. Ethan sabía que estaba cerca, oh, muy cerca. Sólo
necesitaba un poco más para llegar al límite.

Soltó una pierna y extendió la mano para alcanzar su pene, con


ganas de acariciarlo, sólo para que Jace palmeara su mano para
apartarla. Él lo miró sorprendido

―Uh uh, sin tocar ―le ordenó Jace.

Ethan presionó su cabeza hacia atrás en la almohada mientras


gemía. ―Jace, por favor, estoy tan cerca.

Jace se rio entre dientes mientras se inclinaba sobre Ethan,


acomodando su cuerpo entre sus piernas. Su rostro estaba sólo a
unos centímetros de la cara de Ethan mientras lo miraba. Ethan
podía sentir cada vez que presionaba su cuerpo contra el suyo, cada
estocada profunda de su polla en el culo.

―Oh Dios, Jace, más duro ―le rogó mientras dejaba caer sus
piernas y las envolvía alrededor de la cintura de Jace. Sus manos se
movieron hasta rodear el cuello de Jace, tirando de él hacia abajo
para su primer beso. Mientras lo hacía, el cuerpo de Jace se
presionaba contra el suyo, atrapando el duro pene de Ethan entre
ellos.

Cada vez que él empujaba sus caderas hacia adelante, la polla


de Ethan de frotaba contra el suave vello en el abdomen de Jace.
Entre ese maravilloso estímulo, la presión del cuerpo de Jace contra
su pene y la sensación de su polla llenando su culo, Ethan estaba
perdido.

―Jace, Jace, oh, oh, ooohhh ―gritó al sentir que su polla se


engrosaba y entraba en erupción. Justo después de que Ethan
llegara al clímax, sintió que Jace se inclinaba hacia adelante y
enterraba sus colmillos en la piel de su cuello. Las caderas de Jace se
movieron frenéticamente hacia Ethan, bombeando dentro de él una
y otra vez.

El mundo alrededor de Ethan se desvaneció para ser


reemplazado por el hombre en sus brazos. Nada ajeno a ellos dos
existía, el cuerpo de Ethan se sentía tan sensibilizado, que cada
movimiento del cuerpo de Jace contra el suyo, dentro de él, lo
arrojaba dentro de su orgasmo hasta que el mundo se volvió negro a
su alrededor.

Ethan abrió los ojos lentamente. Podía sentir cada pequeño y


delicioso dolor en su cuerpo. No podía recordar haberse sentido tan
relajado antes y dolorido al mismo tiempo. Una pequeña sonrisa
cruzó su rostro cuando recordó de dónde venía cada pequeño dolor.

Se había encontrado con su compañero y había sido reclamado.


La vida de Ethan nunca sería lo mismo. Siempre estaría entrelazado
con Jace. Tratando de reprimir la risilla que se formaba en su
garganta, Ethan se dio la vuelta para enfrentar a su compañero.

―¿Jace? ―gritó cuando encontró la cama vacía. ¿Dónde estaba


su compañero? Ethan rodó de la cama y corrió por cada habitación
en su pequeño apartamento. El lugar estaba vacío. No había
ninguna señal de Jace, ni siquiera una señal de que hubiera estado
allí.

Nada testificaba que Jace hubiera estado allí excepto el dolor en


su culo y el leve escozor en su cuello. Por un momento, Ethan se
preguntó si lo habría soñado todo. ¿Deseaba tanto un compañero
que lo había imaginado?

La marca del mordisco en su cuello decía que no, pero el


apartamento vacío decía que tal vez. Mientras las lágrimas
comenzaban a formarse en sus ojos, Ethan rápidamente se puso la
ropa. Corrió por la sala para dejar una nota a Jace, sólo en caso de
que regresara, luego dejó el departamento y volvió al bar donde lo
había encontrado.

Mientras caminaba, un centenar de escenarios diferentes


pasaron por su cabeza. ¿Había dejado Jace el apartamento y le
habría pasado algo? ¿Qué si estaba en alguna zanja en algún lugar
sin nadie que le ayudara? ¿Y si estaba perdido?

Tal vez se había ido por otra razón. Ethan sabía lo mucho que
había disfrutado haciendo el amor con Jace, pero tal vez él no había
sentido lo mismo. Ethan se sentía terriblemente avergonzado por
desmayarse antes de que Jace se corriera. Incluso se preguntaba si él
habría llegado al clímax. Tal vez ese había sido el problema.

Tal vez Jace lo había dejado porque era horrible en la cama.


Ethan no estaba seguro de tener una respuesta alguna vez,
especialmente si no le podía encontrar. Mientras se acercaba al bar,
sus ojos miraban de izquierda a derecha, en cada callejón y en todos
los coches que pasaban. Necesitaba encontrar a su compañero.

―Oye, Ethan. No esperaba volver a verte aquí esta noche


―Tommy Nash, el barman, le dijo mientras veía entrar a Ethan―.
Pensé que estarías ocupado toda la noche con ese apuesto tío con el
que te fuiste.
―Oye, Tommy, ¿el hombre con el que me fui, Jace? ¿Lo has
visto regresar aquí?

―¿Ya lo perdiste? ―Tommy se rio.

―Por favor, Tommy, ¿le has visto? ―preguntó Ethan mientras


agarraba el borde de madera de la barra del bar.

―No, hombre lo siento. No lo he visto desde que se fueron


juntos ―contestó Tommy seriamente, negando con su cabeza.

Ethan asintió. ―Si vuelve aquí, llámame, ¿está bien?

―Sí, por supuesto, Ethan.

Ethan se despidió con la mano mientras salía. ¿Dónde más


podría buscar? Está bien, tal vez debería empezar por el hospital.
Jace podría estar herido o algo así. Aunque Ethan realmente
esperaba que no fuera el caso. Simplemente moriría si algo le
sucedía a su nuevo compañero.

Le llevó menos de diez minutos llegar al hospital local. Wolf


Creek no era una ciudad grande. Ya que vivía en la ciudad, él podía
llegar caminando a cualquier lugar en cuestión de minutos, lo que
ayudaba mucho a Ethan ya que no tenía coche.

―Disculpe, señora, necesito saber si han traído a un hombre a la


sala de urgencias ―le dijo Ethan a la enfermera mayor de pelo gris
detrás del mostrador de la sala de urgencias― Es de
aproximadamente un metro noventa y dos, pelo castaño, ojos
verdes. Su nombre es Jace.

La enfermera negó con la cabeza mientras miraba a Ethan. ―Lo


siento, jovencito, esta noche no han traído a nadie a la sala de
urgencias.

Ethan dejó escapar un suspiro. Bueno, esa era una preocupación


menos en su mente. A menos que Jace estuviese herido en algún
lugar y que no hubiese sido encontrado. ―¿Puedo darle mi número
de teléfono en caso de que venga? Él es nuevo en la ciudad, y tengo
miedo que esté lastimado o algo así.

La enfermera miró a Ethan por un momento. ―¿Él es tu pareja?

Ethan asintió, agradecido de que la mujer supiese sobre los


hombres lobo. Sabía que era humana por la forma en que olía, pero
ella debía tener a un hombre lobo cerca de ella. Su secreto no era
compartido con cualquiera.

―Sí, nos acabamos de encontrar esta noche. Me quedé dormido,


cuando desperté, se había ido. Estoy preocupado de que se haya
lastimado o algo, o quizás se perdió tratando de encontrar el camino
de vuelta a mi apartamento.

La enfermera asintió, sonriendo a Ethan mientras le entregaba


un trozo de papel y un lápiz. ―Felicitaciones. Recuerdo cómo fue
cuando mi hermana encontró a su compañero. No creo que lo dejara
salir de su vista durante casi una semana.

Ethan rápidamente escribió su número telefónico, luego la


descripción de Jace, antes de entregarle nuevamente el papel a la
enfermera. ―No puedo decirle cuánto aprecio esto.

―Sólo trae a tu hombre aquí para conocerlo cuando lo


encuentres. Eso será suficiente agradecimiento.

―Prometido ―le contestó Ethan con una sonrisa.

Mientras se alejaba, la enfermera lo detuvo. ―Oh, oye, ¿has


probado a hablar con el sheriff Joe? Quizá él pueda estar pendiente
de tu jovencito, especialmente si él está perdido. También es uno de
los tuyos. Él entenderá.

Ethan se volvió, negando con la cabeza. ―No, no había pensado


en eso, pero gracias. Pasaré por ahí y hablaré con Joe tan pronto
como eche otro vistazo a mi apartamento.
―Buena suerte, Ethan ―dijo la enfermera mientras él daba la
vuelta y salía apresurado de la sala de urgencias. Ethan se despidió
ondeando su mano y se dirigió a su apartamento. Está bien, así que
Jase no estaba en el hospital o en el bar. ¿En dónde más podría
estar?

Ethan trató de buscar por todos lados, mientras se apresuraba a


regresar a su apartamento. No quería perder a Jace. Podría estar en
cualquier lugar. Llegando a su apartamento, Ethan rápidamente
subió las escaleras y corrió dentro de su casa.

Encontró el lugar vacío, no había señales de que alguien


hubiese estado allí desde que se fuera. Los hombros de Ethan
decayeron y las lágrimas llenaron sus ojos. ¿Dónde estaba Jace? ¿Por
qué no estaba aquí donde debería estar?

Ethan agarró una pequeña mochila y la llenó con un par de


barras de cereales y algunas botellas de agua, una manta pequeña y
un kit de emergencia. Agarró su chaqueta, la mochila y salió
nuevamente por la puerta. Pasaría toda la noche buscando a Jace si
era necesario.

―Mi nombre es Ethan Brown. ¿Por favor, puedo hablar con el


Sheriff Joe?

―El Sheriff ahora está afuera atendiendo una llamada. ¿Hay


algo que pueda hacer por usted? ―le preguntó el asistente detrás del
mostrador.
Ethan negó con la cabeza. ―No, en realidad necesito hablar con
el sheriff. ¿Sabe cuánto tardará en volver? ―le preguntó, mirando
alrededor de la oficina del alguacil.

―Podría ser en cualquier momento. Si desea esperar por él,


puede sentarse por ahí ―dijo el asistente mientras señalaba una línea
de sillas de metal contra la pared del fondo. Ethan asintió con la
cabeza y se fue a sentar.

Retorció sus manos nerviosamente en su regazo mientras


esperaba. No estaba seguro de que el sheriff pudiese llenar un
reporte de persona desaparecida. Jace sólo había desaparecido
desde anoche, pero cualquier cosa podría ayudar.

Pasó toda la noche cubriendo cada centímetro de la ciudad,


entrando en cualquier negocio que permaneciera abierto para
preguntar por Jace, le preguntó sobre él a cada persona que vio en la
calle. Al parecer nadie había visto a su compañero.

Después de buscar infructuosamente en la noche, llegó a la


oficina del sheriff tan pronto como abrió, esperando encontrar al
sheriff y hablar con él sobre Jace. Podía sentir que empezaba a
desesperarse, temeroso de que nunca encontraría a su pareja.

No sabía qué haría si algo le sucediera a Jace o si nunca lo


encontrara. ¿Cómo se suponía que pasaría el resto de su vida
vinculado sin una pareja? Él nunca había escuchado que algo así
hubiera pasado.

Oyó hablar de hombres lobos que habían perdido a sus


compañeros por la muerte, pero nunca a nadie que hubiese perdido a
su compañero. Mientras Jace permaneciera con vida, no podía estar
con nadie más, no es que quisiera. Se había reservado para Jace y
continuaría haciéndolo durante el tiempo que le llevara encontrarlo.

Ethan casi saltó cuando las puertas dobles en el frente de la


oficina del sheriff se abrieron y un hombre alto, de cabello negro
vestido de uniforme entró. Él saludó al asistente detrás del
mostrador mientras pasaba por su lado.

―Oh, oiga, sheriff, hay un joven que quiere verlo. Lo ha estado


esperando desde hace más de una hora ―le dijo el asistente mientras
apuntaba hacia Ethan.

Ethan rápidamente se puso de pie cuando el sheriff se volvió a


mirarle. ―¿Es usted el sheriff Joe?

El sheriff dio unos pasos hacia él. ―Sí, eres Ethan Brown, ¿no es
así? ¿De la manada Shasta?

Ethan rápidamente asintió con su cabeza. ―Sí, ¿puedo hablar


con usted unos minutos? Es realmente importante. ―¿Cómo
demonios hizo el sheriff para saber quién era él? ¿Había localizado a
Jace? ¿Había estado Jace buscándole a él?

―¿Sucede algo?

Ethan miró alrededor de la oficina. Había pocas personas en la


habitación, pero él en realidad preferiría hablar con el sheriff en
privado. ―¿Puedo hablar con usted en privado?

El sheriff miró a Ethan unos momentos antes de asentir con la


cabeza. ―Ven a mí oficina, Ethan.

Agarrando su mochila, Ethan siguió al sheriff al interior de su


oficina, sentándose en la silla frente al escritorio.

―Entonces, ¿cuál es el problema, Ethan?

―Una enfermera en el hospital me sugirió que hablara con


usted. Ella dijo que usted podría entender sobre encontrar a mi… mi
pareja.

―Sí, por supuesto que lo haría. Soy el ejecutor de la manada de


Wolf Creek. ¿Por qué? ―le preguntó el alguacil mientras juntaba las
manos y se sentaba hacia adelante en su silla.
―Oh, gracias a Dios. Encontré a mi compañero anoche en el bar
Doogy. ¿Conoce el lugar?

Joe asistió. ―Mi hermano Tommy es el barman.

―Como sea, nos fuimos a mi casa, y él me reclamó. Supongo


que me desmayé, y cuando desperté, él se había ido. No lo puedo
encontrar en ningún lugar. Comprobé en el hospital, el bar, en cada
hotel que pude encontrar. Es como si hubiese desaparecido.

―Está bien, ve más despacio ―dijo Joe, levantando sus manos―.


¿Encontraste a tu compañero, él te reclamó y luego desapareció?

Ethan asintió. ―He estado fuera toda la noche buscándolo,


pero…

―¿Estás seguro de que es tú compañero, Ethan? ¿Podría haber


sido un humano?

Ethan negó con la cabeza. Tiró del cuello de su camisa hacia un


lado para que Joe pudiese ver la marca de mordedura en su cuello.
Sólo habían pasado unas pocas horas desde que Jace lo había
reclamado. Ethan sabía que la marca seguiría estando un poco roja
pero visible para cualquiera que estuviera cerca.

―Está bien, supongo que eso responde a la pregunta. ¿Cuál es


su nombre, descripción? ¿Qué sabes de él? Tal vez pueda seguirle la
pista y descubrir qué está pasando ―dijo Joe mientras agarraba un
trozo de papel y un lápiz para tomar notas.

Levantó la vista cuando Ethan no respondió de inmediato.


Ethan vio cómo las cejas del hombre se elevaron. Sabía que era por
el enrojecimiento que cubría su rostro.

―¿Ethan? ―preguntó el sheriff.

Ethan se sentía como un idiota. Se dio cuenta que había hecho


completamente mal las cosas con Jace. No sabía nada de su
compañero excepto el tamaño de su pene. Debería haber descubierto
más sobre él antes de que lo follara.

―Sólo sé su primer nombre. Es Jace. Aparte de eso, no sé nada


sobre él. En realidad nunca conseguimos llegar a la parte de hablar
las cosas. Supuse que llegaríamos a eso la mañana siguiente, pero…

El rostro de Ethan quemó incluso más cuando Joe se rio entre


dientes.

―Está bien, supongo que puedo entenderlo. No supe mucho


sobre mi compañero hasta varios días después de conocerlo.
Entonces, ¿por qué no me dices lo que sabes?

―Su nombre es Jace. Mide aproximadamente un metro noventa


y dos, cabello castaño, ojos verdes, y muy sexy.

―¿Él es de por aquí? ―preguntó Joe―. ¿Sabes si pertenece a


nuestra manada?

―No, él dijo que venía de otra ciudad. Dijo que sólo estaba de
paso.

―¿Hay alguna posibilidad de que se fuera con intención de


volver por ti?

Ethan pensó por un minuto. ―¿Pero no piensa que me habría


dejado una nota o algo así?

―Tal vez no tuvo tiempo ―sugirió Joe.

Ethan se encogió de hombros. ―Supongo ―dijo con tristeza.


«¿Podría ser? ¿Jace se habría ido sin dejar una nota porque no tenía
tiempo? ¿Regresaría por mi? ¿No querría volver a buscarme?»

Poniéndose de pie, Ethan agarró su mochila y volvió a mirar al


sheriff. ―Gracias por escucharme. Supongo que me iré a casa y
esperaré a que él vuelva. Estoy seguro de que tiene razón y que él
sólo tuvo que salir corriendo.
Incluso cuando dijo las palabras, Ethan sabía que no las creía.
Algo horrible le había pasado a su compañero y él lo sabía. Sentía
un fuerte dolor en el pecho.

―Ethan, estoy seguro de que hay una muy buena razón para
que se fuera de la forma en que lo hizo. Sólo dale algo de tiempo.
Entre tanto, me mantendré atento y veré qué puedo hacer. ¿De
acuerdo?

―Gracias, sheriff.

―Si no tienes noticias de tu compañero, ¿por qué no vuelves en


un par de días? ―dijo el sheriff mientras Ethan caminaba hacia la
puerta―. No te preocupes. Todo saldrá bien.
―Hola, sheriff, ¿qué te mantiene ocupado por aquí?

El sheriff Joe Nash vio hacia arriba para ver a su viejo amigo,
Jason Dominick, de píe en la puerta, con las manos en los bolsillos,
apoyado en el marco de la puerta. ―JD, ¿cómo diablos estás? Vamos,
entra.

―Estoy mucho mejor ahora, pero ha sido un largo camino


―dijo JD cuando entró y se sentó en una silla frente a Joe. Se echó
hacia atrás y apoyó los pies en el borde de la mesa―. ¿Cómo has
estado?

―He estado genial, mejor de lo que he estado en años ―le dijo


Joe, con una risa profunda saliendo de él.

―¿Ah, sí? ¿Es decir…? ―le alentó JD.

―Encontré a mi compañero hace unos meses. ―Joe sonrió―.


Es la cosa más hermosa que jamás hayan visto tus ojos.

―¿Él? ―silbó JD―. Apuesto a que tus padres no se pusieron


muy contentos.

Joe negó con la cabeza. ―En realidad no. Quiero decir, claro,
estuvieron un poco sorprendidos al principio, pero ahora Nate y mi
madre son casi inseparables. Juro que pasa más tiempo en casa de
mis padres del que pasa en casa.

―Mi padre me negaría en un latido de corazón si se enterara de


que tú y yo somos amigos, y mucho menos si mi compañero fuera
otro hombre. Él no tolera nada que remotamente huela a gay o
lesbiana.

―¿En serio? Eso es muy malo. Tenemos varias parejas gay y


lesbianas en nuestra manada. Claro, hay algunas quejas aquí y allá,
pero en su mayor parte, a nadie le importa. Una pareja es una
pareja. Nosotros no los elegimos, el destino lo hace.

JD se encogió de hombros. ―Supongo. Yo nunca podría verme


en ese tipo de relación. Mi pareja será una mujer que pueda dar
cachorros enormes a mi padre. Mi padre lo impuso hace mucho
tiempo.

―¿Y si tu pareja es un hombre? ―preguntó Joe serio.

JD negó con la cabeza. ―El destino no sería tan cruel conmigo.


No hay manera de que pueda asumir el cargo de mi padre como el
Alfa de nuestra manada si estoy acoplado a un hombre.

―¿Es eso lo que has estado haciendo? ―preguntó Joe―.


¿Preparándote para asumir el cargo de tu padre?

JD sabía que Joe quería cambiar de tema. No podía culparle. Era


un tema delicado. Siempre había sabido que Joe era gay, pero
nunca le había molestado. Sólo sabía que él no podía ser gay. No se
le permitía. Su padre cuidadosamente se lo había explicado cuando
tenía diecisiete años y lo había atrapado besando a un chico. Su
padre estableció la ley sobre depravaciones homo, como él las
llamaba. Luego procedió a inculcarle la lección a base de golpes.

JD se citaba sólo con mujeres, asegurándose de que nunca


nadie lo viera con un hombre de nuevo. En realidad no había tenido
nunca ninguna relación con ninguna mujer, para decepción de su
padre. Pero nunca se había metido en una relación con ningún
hombre, tampoco.

―En realidad no. De hecho, he estado recuperándome de una


intoxicación con plata.
―Whoa, ¿envenenamiento con plata? ― silbó Joe―. ¿Cómo
diablos sucedió eso?

―Fue una estupidez, la verdad. Hace unos tres meses, mi


hermano Robert decidió que quería ser el próximo en la línea de
sucesión. Él y sus secuaces me saltaron encima, pero en lugar de
hacerlo en un desafío honorable, trataron de sacarme de en medio
con dagas de plata.

―¿Qué pasó?

―No los maté, pero solo porque sangraba demasiado. Te


aseguro que también les hice algún daño. Para el momento en el que
todo terminó, estaba en muy mal estado. Me llevó casi tres
semanas conseguir sacarla de mí.

―Estoy seguro. Me alegro de que lo consiguieras. No recuerdo


oír hablar de nadie que haya superado una intoxicación por plata así
―dijo Joe.

―Casi no lo logro ―resopló JD―. La plata se metió en mi


torrente sanguíneo. Me sentí muy mal durante algún tiempo. Todo
quedó afectado. No podía oler bien, ni oír bien, nada.

―¿En serio? ¿Perdiste todos tus sentidos? ¡Eso es una mierda!


―exclamó Joe.

―¿Me lo estás diciendo? Lo peor de todo es que todo ese tiempo


es una gran laguna. Todavía hay retazos de tiempo que ni ahora
consigo recordar. Creo que estaba más o menos como en una niebla
―le dijo JD.

―¿Pero todo está bien ahora? ―preguntó Joe, con clara


preocupación en su voz.

―Bueno, excepto por la niebla, sí ―se rio entre dientes JD―.


Todavía no me acuerdo mucho de todo lo que sucedió durante esas
tres semanas. Dudo que alguna vez lo haga. Todo lo demás parece
estar de vuelta a la normalidad, de alguna forma.

―Eso es bueno. No me gustaría pensar… ¡entra! ―dijo Joe


cuando alguien llamó a la puerta.

JD volvió la cabeza para ver a otro ayudante de sheriff abrir la


puerta asomando la cabeza. ―Hey, sheriff, odio molestarte, pero
estamos un poco preocupados. Ethan no ha venido en todo el día de
hoy, y es su control regular. Él nunca faltó ninguna semana. Nos
preguntamos si tal vez podrías ir a verle.

―Sí, claro, Charlie. Estaré encantado de hacerlo ―dijo Joe,


cogiendo su sombrero de cowboy marrón. Miró a JD cuando se puso
de pie―. ¿Tienes ganas de ir a dar un paseo?

―Sí, supongo ―le dijo JD cuando se puso de pie y siguió a Joe


fuera de la comisaría.

Cuando se subió a la camioneta de Joe y se puso el cinturón de


seguridad, miró a Joe con curiosidad. ―Así que, ¿qué pasa con este
tipo, Ethan? ¿Perdió su cita semanal con los donuts o algo así?

―No, no exactamente. ―Joe se rió entre dientes―. Hace unos


tres meses, Ethan se encontró con su compañero en un bar, lo llevó a
casa, y se acoplaron. Cuando se despertó a la mañana siguiente, su
compañero se había ido. En ese momento, pensamos que sólo había
ido a su casa para solucionar algún asunto y que volvería.

―¿Y? ―preguntó JD cuando Joe dejó de hablar.

Joe negó con la cabeza. ―Nunca volvió a verlo. Él vino a verme


y quería presentar una denuncia por persona desaparecida, pero
apenas si sabía algo de su compañero. Demasiado ocupados
echando un polvo. ―Joe se rio entre dientes―. Desde entonces, viene
una vez a la semana para ver si he encontrado algo.
―Hombre, pobre tipo. ¿Crees que algún día encontrará a su
pareja? ―JD no podía imaginar estar sin su compañera una vez que
la encontrara. Se sentía triste por él. Debía estar pasando por un
infierno.

Joe negó con la cabeza. ―Lo creía al principio, pero han pasado
casi tres meses. Estoy empezando a preguntarme si el hombre ni
siquiera sabía que se estaba acoplando con Ethan.

―¿Podría Ethan estar equivocado acerca del acoplamiento?

―No, me lo pregunté al principio también, pero vi la marca del


mordisco yo mismo. Definitivamente reclamó a Ethan ―contestó
Joe mientras aparcaba frente a un edificio de ladrillo rojo―. Me
siento mal por el chico. Incluso después de todo este tiempo, está
totalmente convencido de que su compañero volverá por él. No
tengo corazón para decirle que probablemente nunca le volverá a
ver.

JD asintió con la cabeza. ―Me lo puedo imaginar. No quisiera


ser el que le tenga que decir a este tío que su compañero le reclamó
y luego se escapó. ¿Quién sabe cómo puede reaccionar?

―Me preocupa a mí también. Ethan sólo ha sido parte de la


manada desde hace unos meses. No sé mucho sobre él, pero parece
un buen tipo ―dijo Joe mientras salía del coche―. ¿Te importa
caminar un poco, mientras voy a echar un vistazo?

―No, voy a buscar algo de beber y te encontraré de nuevo aquí


en el coche ―dijo JD mientras salía.

―Mejor aún, ¿por qué no vienes arriba conmigo? Voy a estar


sólo un momento y luego podemos ir a mi casa a comer. Mi bebé es
un cocinero estupendo, y me gustaría mucho que lo conocieras.
Además, puede ser que necesite ayuda con Ethan. Sospecho que
estará borracho.
―¿Puedes culparle? ―preguntó JD, mientras subía con Joe al
segundo piso del edificio de pequeños apartamentos. Se apoyó
contra la puerta cuando Joe llamó. Levantó una ceja con curiosidad
cuando tuvo que golpear varias veces más antes de escuchar una
respuesta.

―Adelante ―dijo una voz tranquila desde el interior del


apartamento. Joe cogió el pomo de la puerta, mirando por encima
de JD―. Espera aquí. No debería llevarme mucho tiempo.

JD asintió con la cabeza y observó a Joe entrar en el


apartamento. Mientras miraba por la puerta, pudo ver a Joe entrar
en la sala hacia un cuarto lejano. Supuso que era el dormitorio. Él
pudo oír jurar a Joe.

―Joder, Ethan, ¿qué demonios estás haciendo?

―No estaba haciendo nada ―dijo otra voz. Ethan, supuso JD.
Estaba intrigado por el tono de la voz del hombre. Le pareció que
sonaba suave y melódica, como el aleteo de las alas de una
mariposa.

―¿Cuánto has bebido? ―preguntó Joe.

―No mucho ―dijo Ethan.

JD negó con la cabeza, riendo en voz baja. Apostaba a que


Ethan había estado bebiendo durante bastante tiempo si se guiaba
por la torpeza de sus palabras. El hombre estaba obviamente
borracho.

―Ethan, pensé que ibas a ir a la oficina a verme hoy.

―¿Le has encontrado? ¿Ha vuelto? Sé que va a volver. Lo hará,


Joe.

―No, no le he encontrado todavía. Pero tienes a todo el mundo


preocupado. No has venido a la oficina hoy. Sabes que esperamos
tu visita semanal ―dijo Joe.
JD negó con la cabeza al oír a Joe canturrearle suavemente. Se
preguntó si el compañero de Joe sabía sobre la forma en que hablaba
con Ethan. También parecía que se preocupaba realmente por él. JD
se preguntó cuánto.

No podía ver a Joe siéndole infiel a su pareja, nunca. Había


estado buscando a su compañero desde que le conocía. Pero aun así,
¿tenía que hablar con Ethan como lo estaba haciendo? Por alguna
razón, eso le molestaba.

―Hey, JD, ¿podrías venir y echarme una mano? ―Joe llamó


desde la habitación.

JD rodó los ojos cuando entró en el pequeño apartamento.


Cuando cruzaba la sala, pudo escuchar al otro hablar de nuevo. Al
llegar a la puerta de la habitación, se quedó atónito al ver al hombre
sentado junto a Joe. Parecía impresionante.

―¿Te he dicho lo guapo que es, Joe? ―Ethan le preguntaba―.


Tiene unos preciosos ojos verdes. Podía estar mirándole a los
ojos todo el día.

―Sí, Ethan, ya me dijiste lo guapo que es ―le dijo Joe―. Ahora


vamos, vamos a entrar en la ducha, y luego puedes echarte una
siesta.

―Va a volver por mí, Joe. Tiene que hacerlo. Yo soy su


compañero ―dijo Ethan cuando Joe le ayudó a levantarse. Cuando
se puso de pie, un fuerte olor masculino, como amaderado llegó
hasta él. «¡Oh, cómo echaba de menos ese olor!»―. Lo echo de menos,
Joe ―murmuró Ethan cuando Joe trató de llevarlo hacia el cuarto de
baño―. Quiero que vuelva.

―Lo sé, Ethan. No te preocupes, volverá ―le aseguró Joe.

Ethan comenzó a girar para preguntarle a Joe qué haría si Jace


nunca volvía cuando vio al hombre parado en la puerta. ―Jace
―susurró, brevemente sorprendido de ver a su compañero delante
de él―. ¡Jace, volviste! ―gritó mientras se abría paso a través de Joe
para llegar al hombre, envolviendo sus brazos alrededor de él―.
Sabía que ibas a volver. Todo el mundo piensa que estoy loco, pero
yo sabía que ibas a volver.

Se volvió rápidamente para mirar hacia atrás a Joe, sonriendo


ampliamente. ―Te dije que iba a volver.

Joe se limitó a asentir con la cabeza distraído. Sus ojos parecían


estar en el hombre grande en los brazos de Ethan. ―¿JD?

Ethan se volvió a Jace, con las manos frotando sobre su pecho,


tratando de tocar lo más que pudiera de su compañero. Le parecía
que había pasado una eternidad desde que le había tocado. Tenía
que sentir cada centímetro de él.

―¿Dónde has estado, Jace? ―preguntó Ethan―. ¿Por qué me


dejaste? ¿Qué te hizo tardar tanto tiempo en volver?

Él sintió los fuertes brazos agarrarlo y empujarlo hacia atrás.


―Mira, Ethan...

―¿JD? Voy a salir, mientras que ustedes dos hablan. Si me


necesitan, estaré abajo, en el coche ―dijo Joe, cuando los empujó
hacia la sala, y luego pasó por delante de ellos saliendo de la
habitación.

―¡Joe! Maldita sea, Joe, no me dejes aquí con él ―le gritó JD


cuando Joe cerró la puerta.

―¿Jace? ¿Qué pasa? ¿No te alegras de verme? Te he extrañado


tanto, Jace ―dijo Ethan mientras empujaba su cuerpo contra Jace
otra vez. Extendió la mano y acarició la hermosa cara de Jace―. Te
quiero, Jace.

―Mira, Ethan, yo no soy tu compañero. Yo... ―comenzó Jace.

Ethan lo miró con horror. ¿Cómo podía estar Jace diciendo eso?
Por supuesto que eran compañeros. Jace le reclamó―. ¡Eso no es
cierto, Jace! ―Ethan gritó―. Sabes que soy tu compañero. Tú me
reclamaste.

―¡No! ―exclamó Jace―. Yo no soy tu compañero. No soy gay.

―Pero, Jace, qué… ―gritó mientras se agarraba a la parte


delantera de la camiseta de Jace. No podía creer lo que estaba
sucediendo. Jace le rechazaba. Soñaba con verle volver desde la
noche en que se había ido. Ethan nunca había pensado que Jace solo
iba a volver para rechazarle.

―Por favor, Jace ―gritó una vez más, las lágrimas comenzando
a formarse en sus ojos―. Te quiero, Jace.

―¡No! ―le gritó Jace, agarrándole por los brazos―. Deja de decir
eso. Tú no me quieres. Yo no te quiero. Esto tiene que parar, Ethan.
No soy tu compañero. Nunca he sido tu compañero. ¡Nunca voy a
ser tu compañero!

Ethan gritó cuando Jace lo empujó con tal fuerza que se golpeó
en la mesa con un chasquido repugnante, luego cayó al suelo. Un
latigazo de dolor le atravesó la espalda. Miró por encima del
hombre justo a tiempo para ver a Jace, saliendo y cerrando con un
portazo tras él.

Empezó a sentarse cuando el dolor en la espalda le hizo gritar,


y destellos de luz brillaron frente a sus ojos. Se dejó caer en el suelo,
colocando la cabeza hacia abajo y mirando hacia la puerta cerrada.

Realmente había pasado. Jace no le quería. Ethan se había


pasado los últimos tres meses queriendo algo que en realidad nunca
había existido. Todo había sido un engaño, una fantasía creada en su
mente. Jace no era suyo. Nunca sería suyo.

Ethan cerró los ojos, el dolor en su corazón era casi demasiado


para comprender. No sabía si iba a sobrevivir a esto. No sabía si
quería. Todo su cuerpo irradiaba dolor. Cuando él trató de darse la
vuelta de nuevo, el dolor fue demasiado. Con un pequeño gemido,
Ethan cedió a la oscuridad que estaba tratando de reclamarlo.

Las manos de Jace se abrían y cerraban con ira mientras se


abría camino hacia el coche, subió y cerró la puerta. Miró a Joe antes
de girar la cabeza para mirar por la ventana. No podía creer la
situación en la que Joe le había puesto.

―¿JD? ¿Estás bien? ―preguntó Joe.

―Diablos, no, no estoy bien ―replicó Jace―. Me dejaste allí con


él. Está loco de atar, Joe.

―¿Cómo lo sabes? Has dicho que has experimentado pérdidas


de memoria. Tal vez se te olvidó, y él es tu compañero ―le dijo Joe
cuando arrancó la camioneta y se incorporó al tráfico para volver a
casa.

―No es mi compañero ―espetó JD― Te lo dije, mi compañera


será una mujer, no un hombre.

―Realmente, debería haberlo visto ―dijo Joe, como si JD nunca


hubiese dicho una palabra―. Te describió perfectamente. Creo que
el nombre me despistó. Siempre te he llamado JD. Pero ese no es tu
nombre, ¿verdad? Jace debe ser diminutivo de Jason, ¿cierto?

JD se encogió de hombros. ―Uso Jace de vez en cuando. No


recuerdo haberlo usado con Ethan. ―JD se agarró las manos para
evitar que le temblaran―. Caray, ni siquiera recuerdo a Ethan. Lo
recordaría si hubiese reclamado a alguien como mi compañero, ¿no?

―Tal vez sí, tal vez no ―respondió Joe.

―Realmente cree que soy su compañero, Joe. Ni siquiera lo


conozco.

―¿Hay alguna manera de que pudieras serlo?


―No, por supuesto que no ―dijo JD, de forma automática
descartando la idea antes de que pudiese pensar en ella. Porque si lo
pensaba, podría recordar lo lindo que era Ethan―. Lo sabría,
¿verdad? ―preguntó en voz baja.

«¿Podría no saberlo?»

―Bueno, me contaste que la intoxicación con plata afectó a


todos tus sentidos. Tal vez haya sido peor que eso. Dijiste que fue
hace unos tres meses. El período de tiempo es el adecuado. ¿Te
acuerdas de si estabas en la ciudad o no?

JD negó con la cabeza. ―No, todavía no recuerdo nada. Pero,


Joe, no puedo tener a un hombre como compañero. Mi padre
renegará de mí en un santiamén. Nunca sería Alfa.

―Bueno, parece que tienes algunas cosas en qué pensar,


entonces. ¿Qué es más importante? ¿Ser el Alfa de la manda de tu
padre, o estar con la pareja que el destino te ha elegido? Te das
cuenta de que si Ethan es tu pareja, ya lo reclamaste. No habrá otro
compañero para ti, ¿no?

―Si… necesito pensar en esto ―dijo JD después de unos


momentos. Se pasó la mano por el pelo, tirando un poco al final,
cuando la frustración le llenó. Esta situación era claramente de
locos. Necesitaba un trago.

Joe le dio unas palmaditas en el hombro a JD. ―Vas a ver que


todo va a estar bien, hombre. Vamos a resolver esto.

JD se limitó a asentir. No estaba tan seguro. Si aceptaba a Ethan


como su compañero, nunca asumiría la posición de Alfa de su
padre. Por otro lado, si el hombre era su compañero y Jace lo
negaba, él se quedaría sin su compañero para siempre. Ambas
situaciones le provocaron malestar en el estómago.
―Entra y conoce a Nate ―dijo Joe mientras aparcaba su
camioneta frente a su casa y abrió la puerta―. Creo que te prometí el
almuerzo.

JD se rio entre dientes. ―Sí, lo hiciste.

Vio cómo Joe aceleraba el paso. El hombre tenía prisa. Se rio


cuando Joe abrió la puerta y llamó a su compañero.

―Bebé, estoy en casa.

Caminando detrás de Joe, JD comenzó a cerrar la puerta cuando


el sonido de alguien corriendo llamó su atención. JD volvió la
cabeza justo a tiempo para ver a un hombre pequeño, de pelo
arenoso volar doblando la esquina y lanzarse a los abiertos brazos
de Joe.

Les miró asombrado cuando empezaron a besarse, un beso que


parecía que iba a durar varios minutos, sobre todo porque las manos
de Joe sujetaban firmemente el culo del chico y las piernas del
hombre estaban envueltas alrededor de la cintura de Joe.

Sintiéndose un poco avergonzado por la demostración tan


íntima entre compañeros, JD se aclaró la garganta. Vio al hombre en
brazos de Joe levantar la cabeza y mirarle con curiosidad. ―Hola
―dijo el hombre.

Joe se rio cuando se volvió para mirar a Jace. ―Bebé, este es un


viejo amigo mío, JD. JD, este es mi bebé, Nate.

―Hola, JD ―le dijo Nate tendiéndole la mano.

JD no pudo evitar reírse. Nate ni siquiera dejó a Joe al ofrecerle


la mano. Extendiendo su mano, estrechó la del hombre. ―Hola,
Nate, es un placer conocerte. Joe me ha hablado de ti todo el día. Y
por favor, llámame Jace.

Él vio a Joe levantar una ceja hacia él. Simplemente se encogió


de hombros. Hasta que supiera a ciencia cierta si Ethan era su
compañero o no, ellos bien podrían llamarlo Jace. Prefería Jace. JD
era como Joe le conocía, pero también era como su padre lo llamaba.
Odiaba a su padre.

―Le dije a Jace que quizás podríamos hablar mientras nos


hacías el almuerzo ―Joe dijo dándole una mirada extraña antes de
volver a su bebé―. ¿Qué dices?

―Oh, ya veo cómo es esto. Sólo viniste a casa para que cocinara
para ti ―dijo Nate mientras se deslizaba de vuelta a sus pies, sus
manos yendo a las caderas al mismo tiempo que miraba a Joe―. No
te importa que yo haya estado echándote de menos durante todo el
día.

―Vamos, bebé ―dijo Joe mientras colocaba su mano en el brazo


de Nate―. Sabes que eso no es cierto. Si sólo hubiese querido
comida, bien podría haber llevado a Jace a algún lugar en la ciudad.
Vine a casa a verte. Tus habilidades en la cocina son sólo un bono
extra.

Nate miró a Joe por un momento antes de asentir con la cabeza.


―Buena respuesta, sheriff. Todavía puedes tener suerte esta noche.

Jace no podía contener la risa al ver la expresión en el rostro


abatido de Joe cuando Nate se volvió y se dirigió a la nevera. Joe se
veía como si alguien acabara de golpear a su cachorro. Jace se sentó
a la mesa frente a Joe cuando él hizo un gesto a una silla, una risa
suave aún salía de él.

―Hey, bebé, me preguntaba si me podías ayudar con algo ―Joe


dijo mientras miraba a través de la habitación a su compañero. El
tono cauteloso en la voz de Joe le provocó curiosidad a Jace.

―Claro, ¿qué pasa? ―preguntó Nate mientras empezaba a


cortar un tomate.

―¿Te acuerdas de lo que te conté acerca de Ethan?


―¿El tipo que no puede encontrar a su compañero descarriado?
―preguntó Nate con curiosidad―. Sí, claro, me acuerdo de él. ¿Por
qué?

―Bueno, fui a verlo hoy, y él piensa que JD, me refiero a Jace, es


su compañero. ¿Cree que tú podrías...?

Jace miró con interés cómo Nate rodó los ojos, limpiándose las
manos con una toalla antes de caminar hacia ellos. Una vez que se
puso de pie delante de él, Nate buscó la mano de Joe, a
continuación.

―Está bien, vamos a ello ―dijo después de tomar una


respiración profunda. Jace miró a Joe confuso. ¿Qué demonios
estaba pasando?

―Jace, ¿te acuerdas de Ethan? ―preguntó Joe.

―No, te dije que no ―respondió Jace. Nate asintió con la cabeza,


confundiendo a Jace aún más.

―¿Es tu pareja? ―preguntó Joe.

―No, sí, oh infierno, no sé ―dijo Jace mientras liberaba su


mano de Nate y la ponía sobre la mesa―. ¿Cómo demonios se
supone que debo saberlo? No me acuerdo de nada desde entonces.

Joe asintió con la cabeza. ―Lo sé. Pero estoy tratando de ayudar
aquí, Jace. Toma la mano de Nate de nuevo y respóndeme sí o
no. ¿Ethan es tu compañero?

―No sé, Joe. ¿Qué más quieres de mí? ―dijo Jace enojado.

―¿Qué sientes? ¿Hay alguna manera de que pudiera ser tu


compañero? Piensa en ello, Jace ―continuó Joe―. Ahora, agarra la
mano de Nate y responde a mi pregunta.

Jace miró a Joe, pero finalmente tomó la mano de Nate de


nuevo. ―No sé si Ethan es mi compañero o no, pero no puedo tener
a un hombre por compañero. Te lo dije. Sé que no me gustó cómo
hablaste con él, pero yo no sé por qué.

―Él es tu pareja ―dijo Nate, simplemente, dejando caer la mano


de Jace y caminando de regreso a la mesa de la cocina para empezar
a cortar los tomates de nuevo. Jace miró fijamente al hombre, lleno
de confusión con la declaración de Nate.

―¿Cómo lo sabes? ―preguntó Jace―. Ni siquiera conozco a ese


hombre. Tú no me conoces.

Nate se volvió y le sonrió. ―Lo sé.

Jace se volvió para mirar confundido a Joe, perplejo por la


sonrisa en el rostro de Joe. ―¿De qué diablos está hablando?

―¿Bebé?

―Por Dios, Joseph Nash, ¿por qué no sacas un anuncio de


mierda en el periódico local? Parece que quieres decirles a todos
cómo nos encontramos ―gruñó Nate, ni siquiera giró la cabeza para
mirar a su compañero.

Joe se rio entre dientes. ―Es sólo porque estoy muy orgulloso
de ti, bebé.

Jace vio a Nate darse la vuelta y agitar su cuchillo hacia Joe, con
un pequeño resplandor brillando en el rostro. ―Debería conseguir
una mamada por esto.

―Lo prometo, bebé ―Jace sonrió cuando se volvió a mirar a


Jace.

―Nate tiene algunas habilidades… inusuales.

―¿Habilidades? ―preguntó con escepticismo Jace―. ¿Qué


demonios significa eso?

―Digamos que no es sólo una cara bonita. ―Joe se rio.


―Mmm uh. Y esto tiene que ver con que Ethan es mi pareja
porque…

―Nate tiene la capacidad de saber si alguien está mintiendo o


no. También puede leer sus emociones.

Jace contempló a Joe durante varios momentos antes de revisar


a Nate, entonces, se echó a reír. ―Bueno, eso tiene que hacer tu vida
un poco más complicada.

―En realidad, no, creo que hace las cosas mucho más simples.
Sé que no puedo mentirle, entonces ¿por qué intentarlo? Si hay algo
que no pueda discutir con él por asuntos o trabajos con la manada,
solo se lo digo y él lo deja pasar. También ayuda cuando quiero que
sepa que realmente quiero decir lo que digo ―explicó Joe.

Jace asintió con la cabeza. ―Bueno, supongo que puedo ver


dónde podría ser útil, pero todavía no sé qué tiene eso que ver
conmigo.

―Porque está ahí, tonto ―dijo Nate cuando él se dio la vuelta


para mirar a Jace―. ¿No has estado escuchando una palabra de lo
que dijo Joe? El recuerdo de reclamar a Ethan está en tu cabeza. Lo
puedo sentir. ¿Los sentimientos de posesión que sólo una pareja
tiene? Están ahí, también. Ethan es tu compañero, así de simple.

―¡Joder! ―gruñó Jace cuando él se pasó la mano por el pelo―.


¿Qué diablos se supone que debo hacer ahora?

―¿Ir a buscar a tu pareja? ¿Vivir felices para siempre? ―Nate


sonrió―. Y, si tienes mucha suerte, en algún momento en medio de
todo eso, incluso podrías enamorarte.

Jace sacudió la cabeza. ―No entiendes ―le espetó, dando una


palmada con la mano sobre la mesa―. No puedo estar acoplado a un
hombre, no importa lo mucho que lo desee. Simplemente no puede
suceder.
―Por lo tanto, ¿admites que le quieres? ―le preguntó Joe en voz
baja.

Jace le dio una risa amarga. ―¿Estás ciego? Incluso borracho


sigue siendo la cosa más jodidamente sexy que he visto nunca. Por
supuesto que le deseo. Solo que no puedo tenerle.

―¿Vas a renunciar a tu pareja? ―preguntó Nate asombrado,


rápidamente cruzando el espacio para estar de pie al lado de Joe, su
mano se inclinó para tocar el hombro de su pareja―. ¿Cómo puedes
pensar en algo así? Él es tu compañero.

―No es tan sencillo, Nate. Yo...

―Es así de simple. Él es tu pareja. Fin de la historia ―dijo Nate,


su voz empezaba a aumentar por la ira.

―¡No puedo tener a un hombre por compañero! ―gritó Jace―.


No podré ser Alfa.

―Dios mío, eres un bastardo egoísta. Tal vez tengas razón. No


reclames a Ethan. Él no necesita a un imbécil como tú en su vida ―le
gritó Nate de regreso―. Es mejor que pase el resto de su vida solo
que con alguien como tú.

―¡Nathan! ―Joe gritó.

―Oh, por favor, no es como si no estuvieras pensando en la


misma jodida cosa. Tu amigo está muy preocupado por cómo le
afectará esto a él y a su vida. Nunca ha pensado ni una vez en lo que
esto le está haciendo a Ethan ―espetó Nate antes de volverse y salir
de la habitación con una rabieta. Jace alzó una ceja, mirando a
Nate pisar fuerte fuera de la habitación.

Seguro que Joe tenía las manos llenas con él.

Su mirada se volvió a Joe.


―Lo siento por eso, Jace. A veces, Nate se irrita un poco cuando
alguna cosa le afecta ―Joe se rio entre dientes.

―¿Eso crees? ¿Es siempre así?

Joe se encogió de hombros. ―Sí, supongo, pero me gusta. No


tiene miedo de decirme lo que piensa, así que siempre sé dónde
estoy con él. Eso ayuda mucho. Además, creo que su mayor
preocupación es que la gente que le rodea sea feliz, incluido tú.

―¿Qué le importa? ―le respondió Jace―. Ni siquiera me conoce.

―No importa. Sabe que tú eres uno de mis amigos, y eso es


suficiente para él.

―Muy bien, además de porque todos vamos a ser felices, ¿por


qué está tan preocupado por cómo me siento con mi compañero?
―preguntó Jace. Se sentía un poco raro decir la palabra compañero,
pero supuso que podría tener que acostumbrarse a ella por el
momento.

―Cuando reclamé a Nate, tuvimos un montón de mierda con la


que lidiar. Teníamos que pasar con la manada por todo el asunto de
las reacciones por ser gay. Soy el hijo del Alfa y mi compañero era
un hombre. Aunque las cosas se han calmado ahora, no lo recibieron
con demasiada facilidad al principio. Además de eso, alguien estaba
detrás de Nate. Los dos casi morimos. Hemos aprendido a apreciar
lo que tenemos juntos. Creo que Nate quiere eso para ti y Ethan,
también.

―¡Joder! ―respondió Jace, sentado en su silla mientras miraba


a Joe asombrado.

Joe asintió con la cabeza. ―Se crió en una especie de casa


prisión, manejada por el tipo que estaba persiguiéndole. Hasta que
nos encontramos, nadie le quería o se hizo cargo de él. No creo
que él entienda cómo alguien podría considerar la posibilidad de
perder esto por ningún motivo. No estoy seguro de poder
entenderlo yo tampoco.

―¿Qué crees que pasaría si llevo a Ethan a casa? Ya es bastante


peligroso con sólo ser el siguiente en la línea de sucesión del
Alfa. ¿Si yo llevara a un homosexual a casa, compañero o no, cuánto
crees que tardaría alguien en querer sacarnos del medio? No puedo
estar allí para protegerlo a cada segundo de cada día, Joe.

―Creo que puedo ver lo que quieres decir, pero ¿es tan
terriblemente importante que seas el Alfa de tu manada? Ya me
habías dicho que no te gusta vivir allí. ¿Vale la pena renunciar a
tu compañero por ellos?

Jace lo pensó por un momento antes de encogerse de hombros.


―Sinceramente, ahora mismo no lo sé. Siempre he sabido que iba a
ser el siguiente Alfa. Mi padre me educó con esa idea. No sé nada
más.

―Está bien ―le dijo Joe mientras se reclinaba en su silla―.


Respóndeme a esto, entonces. Si pudieras hacer lo que quisieras,
cualquier cosa, sin importar lo extraño que fuera, ¿qué harías?

Jace se rio entre dientes. ―Siempre he querido ser dueño de un


rancho de caballos, cría de caballos de raza.

―Nunca me dijiste eso ―dijo Joe con asombro―. ¿Por qué un


rancho de caballos?

―Me encantan los caballos. Siempre me gustaron. Incluso tengo


una pareja en casa. Mi padre me complace, siempre y cuando
recuerde que mi primer deber es con la manada. Pero si pudiera
elegir, y mi mente me dice que sí, criaría caballos de raza.

―De eso se trata, Jace, realmente tienes una opción. No tienes


que ser el Alfa de la manada. Por lo que me has dicho, tu
hermano lo quiere más que tú. Déjale serlo. Múdate aquí y quédate
con tu pareja. Estoy seguro de que puedes encontrar
un buen rancho por aquí, donde los dos puedan vivir.

―¿Sería realmente así de fácil Joe? ¿Simplemente, empacar y


mover el culo aquí, dejar de llegar a ser nunca el Alfa de mi manada,
y vivir felices para siempre con un hombre? ―preguntó con
escepticismo Jace.

―No, probablemente no sea tan fácil. Pero si lo quieres lo


suficiente, vale la pena la lucha. Puedo prometerte eso. Incluso
después de todo lo que Nate y yo hemos pasado, no cambiaría un
minuto de todo eso si significara dejar a Nate.

―¿Intentas ponerme a tu favor, Sheriff?

Joe y Jace se volvieron para ver a Nate en la puerta, una


pequeña sonrisa en su rostro. Su sonrisa se ensanchó mientras
caminaba hacia Joe. Nate se movió alrededor para sentarse en su
regazo y envolver sus brazos alrededor del cuello de Joe antes de
abrazarse contra él.

Jace vio a Joe envolver sus brazos alrededor de Nate. Justo


antes de que hundiera el rostro en el cuello de Nate, Jace vio la
mirada más tierna que pasó por el rostro de Joe. Parecía estar muy
feliz con Nate. ¿Podría ser tan fácil? ¿Podría renunciar a ser el Alfa
de la manada y regresar aquí con Ethan? Había pasado toda su vida
sabiendo que él sería el próximo Alfa. No sabía nada más.

¿Pero era la respuesta abandonar a su compañero? Claro, Ethan


era un hombre, pero también era el hombre más sexy que Jace jamás
había visto. Por mucho que intentó reprimir sus deseos por otros
hombres en el pasado, fácilmente podía verse a sí mismo con Ethan.
Sólo la idea de hundirse en su pequeño cuerpo apretado endurecía
su cuerpo.
―¿Hey, Joe? ¿Podrías llevarme de vuelta a la ciudad a mi
coche? Tengo algunas cosas para pensar ―dijo Jace después de unos
momentos.

Joe se volvió a mirarle, asintiendo con la cabeza. ―Sí, claro, Jace.

Jace se puso de píe, extendiendo la manos de Nate. ―Gracias,


Nate, y lo siento por el almuerzo ¿Tal vez podamos hacerlo de
nuevo en otro momento?

―En cualquier momento, Jace ―dijo Nate cuando se puso de


pie y estrechó la mano de Jace.

Jace comenzó a alejarse y luego se detuvo, mirando a Nate.

―¿Podrías mantener un ojo en Ethan hasta que piense en todo


esto?

Nate sonrió, asintiendo con la cabeza. ―Pero no tardes una


eternidad, Jace. Mientras tú estás tratando de entender las cosas,
Ethan estará viviendo sin su pareja. Ya le has reclamado, y él te
necesita.

Jace asintió con la cabeza. ―Sólo tengo que pensar en algunas


cosas, poner orden a algunas ideas en mi cabeza, o no seré de
ninguna utilidad para Ethan.

―Sólo tengo un pequeño consejo para ti antes de irte, Jace.


Piensa en quién va a aceptarte más, tu manada o tu compañero.
¿Quién va a preocuparse más por tu felicidad y no por lo que
puedes hacer por ellos? ¿Y quién te va a amar sin importar qué?

Jace miró a Nate por varios minutos llenos de tensión antes de


asentir con la cabeza. El hombre era una fuente de conocimiento.
Parecía saber decir todas las cosas correctas para confundirle.

―Voy a pensar en ello, Nate.

―Hazlo.
La mente de Jace era un enredo mientras conducía a su casa.
Algo muy dentro de él le decía que Ethan efectivamente era su
compañero. No sabía si eso lo emocionaba o lo asustaba.

El chico era guapísimo. No había ninguna duda de eso. En


cualquier otra circunstancia, eso le habría encantado. Tener una
hermosa pareja por el resto de su vida no era algo malo. Además
Ethan parecía más que dispuesto a tener una relación, cualquiera
que esta fuera.

Jace no estaba seguro de que estar con Ethan fuera su mejor


opción. Ser el Alfa de su manada parecía ser lo que todo hombre
lobo quería de su vida. Jace se preguntaba si algo en él lo hacía
diferente. En realidad no quería ser el Alfa. Sólo quería establecerse
y vivir una vida pacífica con, bueno, Ethan.

Una risita escapó de los labios de Jace. Apretó más fuerte el


volante. Más risa se escapó hasta que se estaba carcajeando. Aparcó
a un lado del camino y se rio hasta que las lágrimas corrieron por su
rostro.

Cuando la risa disminuyó un poco, Jace secó las lágrimas de su


rostro. Se inclinó hacia adelante y apoyó su cabeza en el volante.
Acabada de darse la respuesta a su propio dilema. No quería ser el
Alfa. Quería a Ethan. Su decisión era muy simple. Podía hacer lo
que todos querían que hiciera, o podía hacer lo que él quería y ser
feliz.
Jace se sentó y condujo su camioneta a la carretera, dirigiéndose
a su casa. Su mente ya planeaba lo que tenía que hacer cuando
llegara ahí. Sabía que una vez que le contara a su padre su decisión
se iría y nunca volvería.

La euforia le llenaba mientras conducía por la carretera hacia su


casa. Dio unos golpecitos en el volante al ritmo de la música en la
radio. Ahora que había tomado su decisión, sentía que el peso del
mundo había sido liberado de sus hombros. Se sentía excitado por
cómo podría ser su futuro.

¿Le gustaría a Ethan vivir en un rancho? ¿Le gustarían los


caballos? Jace se imaginaba a los dos juntos montando a caballo,
sentados en el porche y acurrucados durante la puesta del sol,
incluso corriendo por el bosque en su forma de lobo. Tantas cosas
nuevas se abrían ahora que no estaría bajo la influencia de su
padre… no podía esperar.

Se dirigió hacia la entrada y apagó el motor. Daba pequeños


brincos en sus pasos mientras se dirigía a la puerta principal.
Necesitaba empacar tan pronto como fuera posible y regresar con su
compañero.

Jace abrió la puerta principal y entró arrugando la frente,


confundido, cuando escuchó voces provenientes de la sala de estar.
A menudo lo visitaba gente, pero podría haber jurado que había
cerrado la puerta. Ahora que lo pensaba, no había necesitado abrirla
con llave cuando entró.

Jace siguió las voces hasta que llegó al arco de la sala de estar.
No reconoció a la escultural rubia que caminaba alrededor de la
habitación, apuntando aquí y allá. Otra mujer joven estaba de pie
detrás de ella escribiendo en un bloc de notas.

―Esos se tienen que ir ―dijo la mujer rubia mientras apuntaba


hacia un par de sujeta libros en juego con cabeza de caballos―. Son
simplemente horribles. ¿Quién decora con estas cosas?
Ofendido, Jace se aclaró la garganta. ―Ese sería yo. Y esos sujeta
libros fueron un regalo de mi abuelo.

La mujer se dio la vuelta, con sorpresa en su rostro durante un


breve momento antes de que una serena sonrisa cubriera sus labios.
―Tú debes ser JD ―canturreó ella suavemente―. Estoy tan contenta
de conocerte al fin.

―¿Quién eres tú y qué estás haciendo en mi casa? ―preguntó


Jace. Cruzó sus brazos sobre su pecho, ignorando la mano que la
mujer le tendía.

―Oh, soy Susanna ―respondió ella.

―¿Y estás en mi casa sin mi permiso, por qué…?

―No te preocupes, cariño, tú padre me trajo.

«¿Cariño?» Jace se estaba rompiendo la cabeza pensando si su


padre anteriormente le había mencionado alguna vez a Susanna,
pero siguió en blanco. No tenía ni idea de quién era esta mujer y por
qué estaba en su casa.

―¿Por qué mi padre te dejó en mi casa?

Susanna pareció confundida por un momento, pero luego


sonrió. Jace retrocedió un paso ante la expresión de su rostro. Le
puso nervioso. Se sintió como la presa de un cazador, y Susanna era
el cazador.

―Tu padre me instaló. Me dijo que podía cambiar cualquier


cosa que no me gustara. ―Susanna ondeó su mano alrededor de la
habitación―. Por supuesto, la mayor parte de esto se tiene que ir. No
hay manera de que pueda vivir en una casa con estas cosas. No
tengo tiempo de revisar el resto de la casa, pero estoy segura que la
mayor parte también se tendrá que ir. Sería mejor si simplemente
nos mudamos a una casa más grande, pero supongo que esto servirá
por ahora.
―¡Señora, no sé quién demonios es usted, pero no cambiará una
maldita cosa en mi casa! ―espetó Jace―. Váyase de una maldita vez.

La mujer se erizó. ―Tú padre me trajo aquí. Tenía entendido


que sería bienvenida.

―¿Para decorar mi casa?

―Para ser tu compañera.

A Jace se le abrió de golpe la boca mientras miraba a la mujer.


¿Su padre encontró una mujer, una extraña, y la mudó dentro de su
casa para ser su compañera? Jace no sabía por qué estaba
sorprendido pero lo estaba.

―Ya tengo una pareja, muchas gracias ―respondió Jace―. No


necesito otra.

―¿Tienes una pareja? ―chilló la mujer―. Me dijeron que yo


sería tu pareja. Que tú serías el Alfa y que yo sería la compañera del
Alfa.

Jace se rio entre dientes, sin sentir la más mínima lástima por la
mujer. Ella era una caza fortunas. Podía verlo en su lujoso vestido
de seda y los diamantes que brillaba en su cuello. ―Te informaron
mal.

―Bueno ―cortó la mujer mientras sacaba su teléfono celular de


su pequeña cartera de mano―, tendremos que verlo, ¿No es así?

Jace apuntó hacia la puerta principal. ―Puedes verlo en otro


lugar. Quiero que te vayas.

―¡Oh! ¡No me digas! ―la mujer se dirigió furiosa hacia la


puerta, la otra mujer rápidamente la siguió sobre sus talones.
Susanna se detuvo frente a la puerta para mirar nuevamente a
Jace―. Tu padre se enterará de esto, ¿y cómo crees que se sentirá
contigo al ignorar una orden directa de tu Alfa?
Jace sonrió. ―¡Realmente me importa un carajo!

Jace tuvo la gran satisfacción de cerrarle la puerta a Susanna.


También se aseguró, después de eso de cerrarla con llave. Aún
negaba con la cabeza mientras caminaba por la escalera hacia el
dormitorio. Casi estaba en la cima de la escalera cuando un fuerte
golpe llegó de la puerta principal.

Jace rodó sus ojos y volvió a bajar por la escalera. Se preparó


para decirle a Susanna que se fuera otra vez, cuando abrió la puerta
y encontró parado allí a su hermano, Robert.

Jace se tensó. ―Robert. ―La última vez que había visto a su


hermano estaba tras la punta afilada de un cuchillo de plata.

―Veo que encontraste el camino de regreso a casa ―dijo Robert,


sus ojos vagaron de arriba a abajo de Jace―. Y sin efectos duraderos.

―¿Qué es lo que quieres, Robert? ―preguntó Jace, rehusando


moverse de enfrente de la puerta principal―. ¿Has venido a intentar
matarme otra vez?

―No seas ridículo ―espetó Robert mientras lo empujaba para


pasar al lado de Jace y entrar a la casa―. Vine a advertirte.

―¿Advertirme?

Jace cerró la puerta y siguió a su hermano a la sala de estar.


Dudaba seriamente de que su hermano quisiese advertirle sobre
nada. Sería más probable que le apuñalara por la espalda que
cualquier otra cosa.

Se detuvo a la entrada de la sala de estar y observó a Robert


pasearse. Su hermano parecía moverse de un lugar a otro,
levantando un jarrón aquí, una estatua allá. Parecía estar haciendo
tiempo.

―¿Qué es lo que quieres, Robert?


―Vine a advertirte.

―Ya lo dijiste ―respondió Jace―. ¿Viniste a advertirme sobre


qué?

―Padre ha escogido una novia para ti.

―Sí, la he conocido.

Robert miró hacia arriba, mostrando la sorpresa en su rostro.


―¿Ella ya está aquí?

―Sí, estaba. Le pedí que se fuera.

Robert frunció el ceño ―¿Por qué? Padre la escogió para ti. Ella
tiene buena educación, viene de una gran manada. Será capaz de
proporcionarte tantos cachorros como desees.

―Y tampoco es fea, ¿verdad?

El rostro de Robert se sonrojó, y repentinamente Jace sabía por


qué su hermano había venido a advertirle. No era porque le
preocupase lo que le pasara a él. Robert quería a Susanna para sí
mismo.

Jace se rio entre dientes. La situación parecía ser demasiado


divertida para él. Su hermano quería exactamente lo que Jace no
quería. En cuanto a él concernía, Robert podía quedárselo todo.

―Robert, me voy ―dijo Jace―. Sólo vine a empacar mis cosas y


luego me iré.

―¿Irte? ―repitió Robert.

―Sí, dimito de mi posición en la manada y me voy para


siempre. No regresaré.

―Pero… pero, se supone que serás el próximo Alfa ―dijo


Robert―. Siempre has sido el próximo en la línea de sucesión para
ser el Alfa.
Jace se encogió de hombros. ―No lo quiero. Nunca lo quise. Eso
siempre fue idea de padre. En lo que se refiere a mí, puedes
quedarte el puesto.

―¿Y Susanna?

―También te puedes quedar con ella

―¿No quieres a Susanna? ―Robert lo dijo de tal manera que


Jace sabía que su hermano no podía entenderlo.

―Robert, no quiero a Susanna. No quiero a ninguna mujer que


mi padre elija para mí. De hecho, no quiero una mujer en absoluto.
Prefiero los hombres.

―¿Eres gay?

El horror en la voz de Robert hizo que Jace rodara los ojos. En


verdad esperaba que la manada de Ethan lo aceptara como le habían
dicho, porque la manada de Jace nunca aceptaría que Ethan y él
estuvieran juntos.

―Sí, Robert, soy gay ―dijo Jace―. No solo soy gay, sino que
felizmente gay. Yo no tomaré a Susanna como mi compañera,
preferiría cortarme un brazo.

―Eso es asqueroso ―gritó Robert. Una vez más Jace se tensó


cuando Robert dio un paso hacia él―. Debí haberte matado cuando
tuve la oportunidad.

―Habría jurado que estarías encantado con la situación, Robert.


Puedes tener a Susanna y ser el siguiente en la línea de sucesión del
Alfa. ¿No es lo que siempre has querido?

―¡Tú vas a avergonzarnos! ―espetó Robert mientras avanzaba


hacia Jace.

Jace levantó sus manos ante él, tratando de mantener a raya a


Robert. Pero no creía que funcionara. La cara de Robert estaba roja
por la rabia, y sus ojos brillaban con lo que sólo podía ver como
locura. Robert se había perdido.

―Robert ―dijo Jace. Prefería evitar una nueva confrontación con


su hermano. La última le había costado más de lo que ahora quería
pensar―. Me voy para siempre. No voy a avergonzar a nadie.
Puedes quedarte con todo.

Robert no parecía escuchar sus palabras. Jace se preparó cuando


su hermano cruzó de un salto el espacio entre ellos. Apenas esquivó
el golpe que Robert había dirigido a su cabeza. Saltó atrás y
mientras lo hacía barrió con su pierna para hacer trastabillar a
Robert. Éste cayó hacia adelante, su barbilla conectó con la pierna de
Jace. Agarró a Jace mientras comenzaba a caer.

―¿Qué demonios está pasando aquí? ―una voz gritó detrás de


Jace. Se giró, con sus puños listos para continuar la pelea con quien
fuera que estuviese parado detrás de él, hasta que vio a su padre.

―¡Robert! ―gritó su padre―. ¡Exijo una explicación!

Robert se puso de pie y apuntó hacia Jace. ―Padre, él es gay.

―No seas ridículo ―contestó Arthur Dominick―. Es el próximo


Alfa. No puede ser gay.

―Es verdad ―dijo Robert―. ¡Pregúntale!

―¡Robert! ―gritó Arthur―. No voy a avergonzar así a tu


hermano. Todo el mundo sabe que no puede ser gay y ser el Alfa, y
tu hermano será el próximo Alfa.

―Uh, no, no lo seré ―dijo Jace.

Jace pudo ver la sorpresa en el rostro de su padre cuando el


hombre se giró para verlo. Se mantuvo firme, rehusándose a ser
intimidado por el Alfa. Jace pasó toda su vida haciendo lo que su
padre pedía. No lo iba a hacer ni un minuto más.
―Estoy dimitiendo de mi posición como el siguiente en la línea
de sucesión para ser el Alfa y me voy, padre.

―Eso es inconcebible ―dijo Arthur―. Has sido entrenado toda


tu vida para ser el Alfa. No hay nadie más que pueda asumir tu
lugar. Incluso he arreglado que Susanna esté aquí―. Arthur le
meneó el dedo a Jace―. Y no me gusta cómo la trataste. Me doy
cuenta de que debí haberte dicho algo antes de mudarla a tu casa,
pero espero que seas agradable cuando ella regrese.

―Padre, ella no va a regresar ―dijo Jace.

―Por supuesto que lo hará ―dijo Arthur―. Puede ser que te


cueste una pequeña joya el disculparte con ella por tu
comportamiento, pero a las mujeres les gustan las cosas como esas.
Te perdonará tan pronto como se mude.

―¡Padre! ―dijo un poco más alto―. No me estás escuchando.


Susanna no va a volver.

―¡Estará viviendo en esta casa tan pronto como lleguen sus


cosas!

Jace resopló. Su padre no lo estaba entendiendo. Dudaba que en


algún momento entendiera nada de lo que dijera. Su padre era un
hombre testarudo que sólo escuchaba lo que él pensaba que era
importante.

―Ella es más que bienvenida a vivir aquí.

Arthur sonrió. ―Eso me gusta más. Sabía que lo entenderías.

―Después de que me vaya.

―No sé qué se te metió otra vez en la cabeza, JD ―dijo Arthur,


agitando la mano ante Jace―. No te irás.
―Sí, lo haré. Ya he terminado, padre. No quiero ser el Alfa.
Nunca quise ser el Alfa. Eso fue lo que siempre has querido. He
encontrado lo que quiero, y es tiempo de que lo obtenga.

―Me niego a escuchar esto ―dijo Arthur, Jace no se


sorprendió―. Harás lo que yo diga, y eso es todo. He transmitido tus
disculpas a Susanna, y ella regresará en unos días. Espero que te
comportes cuando ella llegue. Ella será tu pareja.

Jace apretó los labios para no gritarle a su padre. No importaba


lo que dijera, Arthur sólo escuchaba lo que quería oír y nada más.
Nada de lo que dijera haría una diferencia. Sabía que la única
manera de que su padre lo entendiera, sería cuando él finalmente se
hubiese ido.

―Vamos, Robert ―dijo Arthur―. Tenemos que hablar sobre tu


comportamiento. He pensado que tal vez he sido demasiado
indulgente contigo. Debes entender que tu hermano ha sido
escogido para ser el próximo Alfa, no tú.

Jace en ese punto atendió a su padre. No había dicho nada que


no hubiese dicho en el pasado. Vio cómo Robert seguía a su padre
por la puerta, dándole una profunda mirada llena de odio.

En el momento que la puerta se cerró detrás de ellos, Jace se


apoyó en ella y respiró hondo varias veces. Sus nervios estaban
entumecidos. En retrospectiva, Jace se dio cuenta que sus nervios
siempre estaban entumecidos después de tratar con su padre.

Jace se rio entre dientes y se impulsó lejos de la puerta. Se


dirigió al piso de arriba para comenzar a empacar. No podía esperar
a estar fuera de aquí y regresar con Ethan. Sólo el pensamiento le
hizo moverse un poco más rápido hasta que casi corría por las
escaleras.

Su pareja estaba lo esperando.


Jace apagó el motor de su camioneta y se quedó mirando la casa
frente a él. No podía creer que finalmente estuviera aquí. Parecía
que había tardado una eternidad, pero estaba sentado aquí. Todo lo
que le pertenecía estaba en la parte de atrás de su camioneta y el
remolque de caballos detrás de eso.

La decisión de dejar su manada y mudarse a Wolf Creek había


sido la parte fácil. Sabía que había tomado la decisión correcta
incluso antes de que se fuera. Ethan era su compañero, y necesitaba
hacer todo lo que estuviera en su poder para aferrarse a él.

Su decisión sólo había sido reforzada cuando regresó a casa


para descubrir que su padre había escogido una novia y la había
instalado dentro de su casa sin su permiso. A Jace a primera vista no
le gustó la mujer. La odió después de su primera palabra. Ella era
una perra.

Sabía que podía ser considerada una belleza en lo que se refería


a mujeres, pero para él, no tenía ningún atractivo. No era Ethan.
Además de eso, parecía hambrienta de poder. Coqueteaba con
cualquier hombre con influencias, y Jace sabía que si se casaba, ella
le habría sido infiel en la misma semana de su boda.

Aún no estaba seguro de si ella se habría acostado con su padre


o no, pero no le sorprendería. Tal vez debería haber considerado
casarse con su padre en lugar de con él. Su padre era viudo, así que
eso no sería un problema, y Jace de ninguna manera se casaría con
ella.
Le llevó una sola mirada a Susanna para saber que su vida ya
no estaba con su manada de nacimiento. Su vida estaba con Ethan.

Le llevó otras seis semanas tener todos sus asuntos en orden,


vender la casa, y meter en cajas todo lo que le pertenecía para
mudarse aquí. No había llamado antes porque quería que fuera una
sorpresa, aunque estaba bastante seguro que Nate sabía que él
regresaría.

Ahora necesitaba encontrar un nuevo lugar para vivir,


preferiblemente algún lugar en el que pudiese llevar a sus dos
caballos, luego encontrar a su compañero y mudarse con él. Luego,
si Ethan no intentaba cortarle la cabeza por ser un completo idiota,
necesitaba llegar a conocer a su nueva pareja.

Jace no pudo evitar reírse mientras se bajaba de su camioneta y


caminaba hacia la casa. Tenía mucho que aprender sobre Ethan,
pero esperaba que el hombre fuera tan enérgico como Nate. Sólo
pensar en Ethan enfrentándose a él y dándole tanto trabajo como
Nate le daba a Joe hacía que Jace se pusiera más duro que una
piedra.

Subiendo los escalones, se agachó y se reajustó a sí mismo,


suspirando profundamente antes de llamar a la puerta. No podía
esperar a ver la mirada en el rostro de Joe cuando descubriera que
Jace estaba aquí, con todas sus cosas y un remolque para caballos.

Pudo oír voces provenientes del interior de la casa mientras


esperaba que alguien contestara, casi se sentía mareado mientras
esperaba. Una enorme sonrisa cubría el rostro de Jace cuando se
abrió la puerta. Él guiñó un ojo cuando vio la aturdida mirada en el
rostro de Joe.

―Hola, Joe.

―JD, ¿qué estás haciendo aquí?


―Jace, por favor ―dijo Jace mientras apuntaba sobre su hombro
la camioneta que estaba estacionada en la entrada de vehículos―,
tomé mi decisión.

―Oh, Jace, uh, hola ―tartamudeó Joe.

―¿Puedo entrar? ―preguntó Jace. Lleno de confusión ante la


sorprendida mirada en el rostro de Joe. ¿Qué demonios estaba
pasando? ¿Por qué estaba actuando de forma tan extraña? ¿Y por
qué no le dejaba entrar en la casa?

―No, de verdad ahora no es un buen momento Jace. Tal vez


podamos almorzar o algo así.

―Oye, Joe, Nate dijo que tenemos compañía ―dijo una voz
detrás de Joe.

Jace vio a Joe dejar caer su cabeza hacia abajo por un momento
para luego dar un paso atrás. Dio un paso en la habitación, sus ojos
fueron a la pequeña figura cruzando la habitación. Su aliento quedó
atrapado en su garganta, su corazón golpeó rápidamente en su
pecho ante la vista delante de él.

Era su Ethan, pero de algún modo parecía diferente, más


pequeño, como si hubiese perdido peso. También apoyaba sus
antebrazos en dos muletas de titanio a cada lado de su cuerpo. Pero
la mirada asombrada de su bebé de ojos azules fue lo que atrajo más
a Jace.

―Jace ―susurró Ethan con reverencia, las comisuras de sus


labios comenzaron a subir. Jace podía oler la instantánea excitación
llenado la habitación en el momento en que los ojos de Ethan
aterrizaron en él. Ethan repentinamente bajó sus ojos, el olor del
miedo aplastó el olor de la excitación mientras él se alejaba.

―Por favor, discúlpenme ―susurró casi en silencio mientras se


retiraba.
Jace dio un paso en su dirección sólo para ser detenido por una
mano en su brazo. Miró hacia abajo para ver que Joe lo detenía.
―Joe, déjame ir. Tengo que ir a ver a Ethan.

―No, debes sentarte y escucharme. Ethan ya ha pasado


demasiado. No necesita añadirte a sus problemas ―dijo Joe
severamente.

Jace lo miraba confundido. ―¿De qué estás hablando? ¿Qué le


pasó a Ethan, Joe? Maldita sea, no me quiero sentar ―Jace gritó
mientras trataba de soltarse de Joe―. Quiero saber que le pasó a mi
pareja.

―No sé qué le pasó, Jace. No me lo ha dicho ―dijo rápidamente


Joe.

―Joder, Joe, ¿qué está pasando? ―dijo Jace, mirándolo


desesperadamente―. ¿Mi padre llegó a él? ¿Eso fue lo que pasó?

―¿Tú padre? ¿Por qué querría lastimar a Ethan?

Jace pasó su mano por el pelo mientras se sentaba en el sofá.


―Estaba realmente furioso cuando me fui. Cuando llegué a casa, me
había encontrado una novia y la había instalado en mi casa. Sólo
tuve que mirarla, para saber que mi vida estaba con Ethan. Así qué,
empaqué, vendí mi casa y aquí estoy. ―Miró a Joe―. Ahora, dime
qué le pasó a Ethan.

Joe se sentó en la silla frente al sofá, moviendo la cabeza. ―No


estoy muy seguro. No quiere hablar de eso. Aproximadamente dos
días después de que te fuiste, recibí una llamada del hospital.
Habían llevado a Ethan, y él me estaba llamando.

Jace miró a Joe juntar sus manos. Joe apoyó sus codos en sus
rodillas mientras miraba a Jace. Parecía nervioso pero preocupado.
No tranquilizó para nada a Jace. Se preparó para las palabras de Joe
mientras el hombre comenzaba a hablar.
―Es su espalda, Jace. Una de sus vértebras estaba comprimida o
rota o alguna mierda como esa. De verdad no lo entiendo todo, pero
los doctores dijeron que él no volvería a caminar. ―Joe se rio entre
dientes―. Maldita sea si él no caminaba hace dos semanas cuando
salió de allí. Desde entonces, ha vivido aquí con Nate y conmigo.

―¿Se rompió la espalda? Pero él es un hombre lobo ―respondió


horrorizado.

―Lo sé, pero algunas cosas no se pueden curar.

―¿Por qué simplemente no cambia? Eso podría sanarlo.

―No puede. El doctor dijo que probablemente nunca pueda


cambiar otra vez. Podría matarlo si lo intentara. Debido a eso,
tampoco puede sanar apropiadamente. Necesitas estar preparado
para eso, Jace. Probablemente va a necesitar esas muletas por el
resto de su vida.

―No me importa. Sólo quiero saber qué le paso. Demonios, Joe,


regresé por él, así podríamos estar juntos, y no me importa la forma
en que estemos juntos mientras estemos juntos.

Joe asintió. ―Está bien, pero debes ser consciente de que algo le
sucedió a Ethan. Ahora es diferente, más solemne. No se ríe o sonríe
mucho como solía hacerlo. La sonrisa en su rostro cuando te vio fue
la primera que he visto en semanas.

El corazón de Jace dolió con cada palabra que salía de la boca


de Joe. No podía dejar de pensar en lo que debía haber pasado y él
solo además. Había estado solo mientras Jace trataba de arreglar sus
problemas. Si Ethan no lo echaba a la calle en la primera
oportunidad, Jace se consideraría afortunado.

―Mira, tengo que ir a verlo, hablar con él ―dijo Jace mientras se


ponía de pie. Las palmas de sus manos de repente sudaban. No
podía creer lo nervioso que se sentía por ver a su compañero.
Aunque, tenía que explicar mucho, esperaba que Ethan le diera
tiempo.

―¿Por qué no le llevas su almuerzo?

Jace se volvió para ver a Nate parado en el arco, con una


bandeja de comida en su mano. ―Hey, Nate ―dijo Jace cuando se
acercó para sujetar la bandeja. Sonrió cuando notó que en la bandeja
había suficiente comida para dos personas.

―Jace, ¿quieres que me haga cargo de tus caballos?

Jace levantó una ceja, preguntándose por un breve momento


cómo sabía Nate sobre sus caballos, luego se alejó riendo. Por
supuesto que Nate lo sabía. Él era Nate. ―Gracias, eso sería
grandioso. Y tal vez podrías hablar con tu pareja sobre ayudarme a
encontrar un lugar para que Ethan y yo compremos mientras estás
en eso.

Nate sonrió. ―Ya está hecho. Te lo mostraré a ti y a Ethan


mañana. Aunque, ahora mismo, necesitas que tu pequeña pareja
esté de acuerdo en hablar contigo antes de que comiences a
planificar su futuro. Está muy enfadado. Puedo sentirlo desde aquí.
Su habitación esta justo allí ―dijo Nate, apuntando la habitación del
frente.

Jace asintió, un poco confundido de cómo Nate podía sentir las


emociones de Ethan desde aquí cuando él no podía, pero lo que más
le preocupaba era por qué estaba molesto Ethan. Jace pensaba que
Ethan estaría encantado de verlo. Él ciertamente parecía estarlo la
última vez que se encontraron.

Mientras Jace tomaba la bandeja y se dirigía a la habitación de


Ethan, hizo una mueca al recordar la última vez que vio a Ethan.
Había sido bastante cruel con él. ¿Podría ser eso por lo que Ethan
estaba molesto? ¿Estaba esperando que Jace lo rechazara otra vez?
Jace se detuvo fuera de la habitación de Ethan y respiró
profundo. Está bien, sólo necesita entrar y explicarle a Ethan por qué
toda esta situación estaba tan jodida y lo mucho que estaban
destinados a estar juntos.

Simple, ¿verdad?
Ethan se tumbó en su cama, agarrando una almohada y
envolvió sus brazos alrededor de ella. No podía creer que Jace
estuviera aquí. No lo había visto desde que salió de su apartamento
hacía varias semanas. Sentía que vivía en el infierno desde entonces.

Había echado de menos a Jace cada segundo de cada día. Y eso


había creado un agujero enorme en su interior, un doloroso y
profundo agujero en su pecho que Ethan sabía que nunca se llenaría.
Sin importar lo que pasara, Jace era su compañero. Y sin importarle
lo que Ethan sintiera, le había dejado más que claro que no lo quería.
La prueba estaba en el dolor que irradiaba por su cuerpo mientras
forzaba sus rodillas para levantarse.

Ethan no pudo detener las lágrimas que corrían por su rostro


mientras pensaba en todo lo que había perdido. Estaba acoplado a
un hombre que lo despreciaba. El médico le dijo que nunca podría
cambiar de nuevo, y ahora tenía que estar en la misma casa con el
único hombre que no podía tener. Se preguntó cuánto tiempo
pensaba quedarse Jace y lo difícil que sería evitarlo.

Escuchó a alguien en la puerta, Ethan volvió la cabeza,


esperando ver a Nate. Se llenó de temor cuando vio a Jace en la
puerta. Cuando Jace se dirigió hacia él, Ethan se deslizó de la
cama tratando de alejarse de él tanto como pudiese.

―Hey, Ethan, te he traído algo de comer ―dijo Jace cuando


puso la bandeja en la mesita de noche y se sentó a un lado de la
cama, mirando a Ethan.
Cuando extendió la mano hacia él, Ethan se encogió de miedo.
Jace detuvo su mano a mitad de camino de la cara de Ethan y luego
lentamente la bajó de vuelta a su regazo. ―¿Ethan? ¿Ocurre
algo? ¿Sientes dolor?

Ethan rápidamente sacudió la cabeza, con miedo de hablar.

―¿Tienes hambre?

Ethan sacudió la cabeza otra vez. No, no tenía hambre. Dudaba


de que pudiera comer ni un bocado en estos momentos. Era
probable que no pudiera mantenerlo dentro. Sólo quería que Jace se
marchara, que se fuera. No quería sentir miedo.

―Bueno, aquí estoy. ¿Te importa si como aquí contigo?

Los ojos de Ethan se agrandaron. ¿Jace quería comer aquí con


él? No creía que pudiera soportarlo. Tanto como temía a Jace, el
mero olor del hombre lo encendía. Sabía que si Jace se quedaba en la
habitación, lo olería.

―Por favor, vete de aquí ―murmuró en voz baja.

―No puedo irme lejos, Ethan. Este es mi lugar ―respondió Jace


casi en silencio.

Ethan rápidamente sacudió la cabeza. ―No, por favor ―gritó,


casi sollozando, cuando Jace se inclinó y estrechó sus brazos a su
alrededor.

Puso sus manos sobre su pecho, tratando de alejarlo. Jace


pareció hacer caso omiso de su lucha. Ethan sintió el calor del
cuerpo de Jace cuando el hombre lo cogió y lo abrazó más cerca.

―Oh, cariño, por favor, cálmate. Nadie va a hacerte daño, te lo


prometo. No dejaré que nadie te haga daño ―canturreó Jace contra
la cabeza de Ethan―. Dime quién te hizo esto y me aseguraré de que
no te hieran de nuevo.
Ethan se quedó mirando a Jace en estado de shock. Él no lo
sabía. ―Tú…tú me hiciste esto. Me has hecho daño ―susurró.

Jace se limitó a mirarlo. Ethan miró su boca abierta como si él le


quisiera decir algo y luego la cerró de nuevo. Cuando finalmente
dijo algo, Ethan no se sorprendió por su negación. Lo esperaba. Jace
no querría admitir que no era perfecto.

―No, Ethan, debes estar equivocado. Yo no te haría esto. Tú


eres mi compañero. Nunca te haría daño ―dijo Jace pesadamente, su
voz llena de consternación.

―Tú me hiciste esto. ¿Crees que estoy mintiendo? Dijiste que


nunca ibas a ser mi compañero, que nunca me amarías, y luego
me empujaste por la habitación ―Ethan gritó en el momento en que
terminó.

―Ethan ―respondió Jace en voz baja, atormentado.

Ethan empezó a golpear a Jace en el pecho y los hombros, con


todo su dolor e ira acumulada en el último par de meses, de repente
se soltó mientras lloraba. ―Te odio. Tú me hiciste esto. ¡Lo has
tomado todo de mí, y te odio!

Jace lloró mientras envolvía sus brazos alrededor de Ethan,


sujetándole los brazos contra su pecho. Nunca podría haber
imaginado que podía sentir el nivel de dolor que había sentido
cuando Ethan dijo que lo odiaba. Sintió el frío propagándose a
través de su estómago cuando consideró que podría haber herido a
Ethan.

Se tragó su desesperación por la garganta, cuando le susurró a


Ethan, con las manos frotando suavemente la espalda de Ethan
mientras trataba de calmarlo. ―Shhh, cariño, todo va estar bien. Shh.

Un dolor profundo y desconocido llenó su pecho, cuando los


gritos de Ethan se calmaron con un hipo ocasional. Jace sólo lo
abrazó cuando cayó en un sueño inquieto, sus manos agarradas de
la camisa de Jace. Cada vez que empezaba a moverse, Ethan
protestaba, apretando sus manos con más fuerza.

Jace se limitó a quedarse donde estaba, saboreando la sensación


de tener a Ethan en sus brazos. Sabía que sería la última vez que le
abrazaría.

Jace no podía pedirle que lo aceptara después de lo que había


hecho, no importaba lo mucho que pudiera desearlo.

Por primera vez en su miserable vida, tenía que poner a alguien


más antes de sí mismo. No estaba seguro de cómo iba a lograrlo, lo
haría aunque fuera lo último que hiciera. Ethan se merecía por lo
menos eso de él.

Estaba claro ahora para Jace que Ethan se merecía mucho más.
Se merecía las cosas que Jace nunca sería capaz de darle. Nunca
podría llevarse el dolor de Ethan, volver atrás y deshacer lo que
había hecho. Pero podía asegurarse de que estuviera mejor en el
futuro.

Eso incluía que Ethan no tuviera miedo de su pareja. Si él se iba,


Ethan no tendría miedo nunca más. Jace nunca se había sentido tan
avergonzado de sí mismo como se había sentido cuando Ethan se
había alejado con miedo de él. No quería volver a ver de nuevo esa
mirada en los ojos de su compañero.
Jace giró la cabeza cuando oyó la puerta abrirse y vio a Joe
mirándole. Hizo un gesto hacia la forma durmiente de Ethan,
llevando su dedo a los labios para decirle que se callara. Con
cuidado, se separó del agarre de las manos de Ethan, y rodó fuera
de la cama.

Jace agarró la manta doblada al final de la cama y cubrió a


Ethan. Lo miró por un momento, tratando de memorizar sus
hermosos rasgos, y luego se volvió hacia Joe y señaló la puerta. Jace
miró a Ethan por última vez antes de cerrar la puerta en silencio
detrás de él. Al entrar en la sala, se dirigió a la puerta. Se detuvo
justo antes de llegar a ella, tomando una respiración profunda.

―Te voy a enviar algo de dinero para los gastos médicos de


Ethan y para todo lo que necesite ―dijo en voz baja, incapaz de
mantener fuera el temblor de su voz―. Si le buscas un lugar
agradable para vivir, un lugar donde pueda moverse con facilidad,
lo arreglaré todo para enviarte algunos fondos para comprarlo y
para pagar una enfermera que lo ayude. También me gustaría que
hicieras los arreglos para que consiga terapia de rehabilitación.
Pagaré los gastos, por supuesto.

―Jace, ¿a dónde vas? ―preguntó Joe cuando Jace tocó el


picaporte de la puerta.

―Me voy. Es lo que Ethan quiere, lo que necesita ―dijo Jace,


sintiendo las lágrimas derramarse de sus ojos ante la sola idea de
dejar a su compañero. No importaba a dónde fuera o dónde se
quedara Ethan, aun así seguirían siendo compañeros y siempre lo
serían.

―No puedes dejarle. Te necesita. Eres su compañero


―argumentó Joe.

―Soy la última cosa que necesita, Joe

―Jace…
―Me odia, Joe.

―No, no lo hace. Ahora mismo no está más que enfadado


contigo. Le dejaste sin ninguna explicación, ¿recuerdas? ―Joe le
recordó. Jace sabía que sólo quería tranquilizarle pero nada lo haría
en ese momento.

Todo lo que le había pasado a Ethan era su culpa.

―No ―Jace rio amargamente mientras se volvía hacia atrás para


mirar a Joe―. Me odia, y tiene todo el derecho a odiarme. Yo lo
haría.

―Jace, tú eres su pareja. Él...

―Yo lo hice, Joe. Yo soy el que le lastimó ―dijo Jace en voz baja.

Cuando Joe se limitó a mirarlo, con la boca abierta asombrado,


Jace se dejó caer de rodillas, su dolor era abrumador. Sus manos se
apretaron en puños. Las golpeaba contra sus muslos, mientras las
lágrimas caían por su rostro.

―Lo hice cuando estuve aquí la última vez. Estaba tan ocupado
tratando de negarlo, que lo rechacé, y él salió herido. ¿Es de extrañar
que me odie? Soy su compañero. Se supone que debo cuidar de él.
En lugar de eso, le he causado un dolor inimaginable.

Joe se arrodilló en el suelo al lado de Jace, frotándole la


espalda. ―Jace, todo va a estar bien. Vamos a superar esto.

―¿Cómo podremos supera esto, Joe? Me odia ―exclamó Jace―.


En primer lugar lo reclamo, entonces lo dejo. Cuando vuelvo, no lo
recuerdo y lo niego, hiriéndole en el proceso. ¿Qué más va a pasar?
Está mucho mejor sin mí.

―Jace, ¿pudiste explicarle lo del envenenamiento con plata? Sé


que eso no es una excusa, pero explícale por qué no le recordabas. Y
yo, que te conozco desde hace casi veinte años, sé que nunca harías
daño a nadie intencionadamente. Si hubiera pasado como dices,
habría sido un accidente.

―¿Y eso lo mejora? ¿Hace que todo esté bien?

―No, pero...

―¿Jace? Tengo que ir a la cama. ¿Crees que podrías venir a


ayudarme?

Jace miró hacia arriba para ver a Ethan en la puerta. Un gesto


ansioso cubría sus labios. La preocupación hacía que las sombras
alrededor de los ojos de Ethan parecieran más oscuras.

―Por supuesto, Ethan ―respondió Jace rápidamente mientras se


secaba las lágrimas de los ojos, poniéndose en pie para cruzar la
habitación hacia él. Oyó la risa suave de Joe mientras seguía a Ethan
al dormitorio.

Ethan se sentó en el borde de la cama, apoyando sus muletas en


la pared, Jace se arrodilló a sus pies, tirando de los zapatos y
poniéndolos al lado de la mesita de noche. ―¿Qué otra cosa puedo
hacer?

―Necesito esos frascos de allí en el tocador ―dijo Ethan


mientras señalaba hacia su vestidor. Jace se puso de pie. Podía sentir
los ojos de Ethan en él cuando cogió los tres frascos de píldoras y un
tubo de pomada. Rápidamente se volvió para regresar cuando vio a
Ethan de pie delante de él en nada más que un par de calzoncillos
bóxer.

Tragando saliva con el nudo en la garganta, se acercó y le


entregó los frascos. Cerró los ojos un momento, rezando para que
Ethan no se diera cuenta de la dureza en sus pantalones u oliera el
aroma de su excitación.
Al abrir los ojos, vio a Ethan mirándolo todavía. Levantó el
tubo de pomada. ―Necesito que me frotes esto en la espalda. El
médico dice que ayudará con la hinchazón.

Sí, apostaba que ayudaría.

Cogió la pomada. Sólo la idea de frotar algo sobre Ethan sin


duda aumentaba su hinchazón. Sólo esperaba ser capaz de
esconderla de Ethan. Sin embargo, por la risita en la cara de Ethan,
no creía haber hecho un muy buen trabajo.

―¿Cómo quieres hacer esto? ―preguntó, casi tragándose su


propia lengua cuando Ethan sólo levantó una ceja hacia él―. Quiero
decir, ¿cómo...?

―Es más fácil si me acuesto en la cama y te sientas a horcajadas


sobre mis piernas. Recuerda no presionar demasiado fuerte o me
dolerá ―le dijo Ethan cuando se dio cuidadosamente la vuelta y
subió a la cama, acostándose sobre su estómago.

Jace lo miró fijamente, apretando los dientes mientras tocaba la


piel suave debajo de él. Incluso aunque le parecía que Ethan estaba
más delgado, suponía que debido a su lesión y al tiempo en el
hospital, seguía siendo el hombre más sexy que hubiese visto. ¿Y se
suponía que debía frotar la crema en él?

«¡Oh, diablos!»

―¿Y bien? ―preguntó Ethan mientras giraba la cabeza para


mirarle―. ¿Vas a ayudarme, o tengo que llamar a Nate?

―No, yo lo haré ―dijo Jace, mientras subía a la cama y se


sentaba a horcajadas sobre las piernas de Ethan. Oh mierda, el
pequeño culo perfecto de Ethan estaba justo frente a él. Jace podía
sentir su polla palpitante en contra de su cierre, queriendo salir, con
ganas de llegar a ese pequeño culo perfecto.
Respiró hondo y volcó el tubo de crema, tirando algunos
chorros en sus manos antes de cerrar la botella y dejarla caer en la
cama junto a él. Frotándose las manos para calentar la crema,
empezó a frotarla en la espalda de Ethan, con cuidado para evitar ir
demasiado abajo.

Pero, al parecer, Ethan no tenía la misma idea. Movió las manos


hacia abajo y empujó el borde de sus bóxers hasta justo por encima
de la suave curva de las nalgas de su culo. ―Es necesario que lo
frotes un poco más abajo que es donde está la lesión.

―¿Qué ocurrió exactamente, Ethan? ―le preguntó Jace mientras


frotaba más abajo.

Ethan estaba tan tranquilo, Jace se preguntó si le


respondería. Pero entonces sintió que tomaba una respiración
profunda y le oyó empezar a hablar.

―Mi lesión está en la vértebra L3 de mi espina dorsal, o


vértebras lumbares, que están conectadas a los nervios en las
piernas, especialmente los de mis muslos. Es por eso que tengo que
usar las muletas para desplazarme. Mis piernas no siempre hacen lo
que quiero que hagan.

―¿Siempre tendrás que usarlas?

Ethan se encogió de hombros. ―No sé, tal vez. Los médicos del
hospital me dijeron que nunca volvería a caminar, y se equivocaron,
así que...

Jace dejó caer la cabeza hacia abajo en la mitad de la espalda de


Ethan, vencido por sus sentimientos de culpa. ―Lo siento mucho,
cariño. Nunca quise hacerte daño. Por favor, créeme. Yo no te haría
daño por nada del mundo.

Se incorporó cuando Ethan se empujó hacia atrás contra él,


levantándose cuando Ethan se dio la vuelta sobre su espalda. Sólo
sabía que si Ethan lo reprendía de nuevo, le diría lo que ya sabía,
que él era una persona horrible.

―Háblame sobre el envenenamiento con plata ―dijo Ethan


cuando se apoyó en su espalda, mirándole con curiosidad. Sólo en
ese momento Jace se dio cuenta de que Ethan había escuchado su
conversación con Joe.

―Te ayudaré a acostarte y entonces te lo diré ―dijo Jace


mientras rodaba lejos de Ethan a un lado de la cama―. ¿Quieres ir al
baño o algo así?

Ethan asintió con la cabeza. Se dio la vuelta hacia el borde de la


cama y cogió sus muletas. Jace se agachó y levantó a Ethan en sus
brazos, llevándole al cuarto de baño. Con mucho cuidado le puso en
sus pies antes de salir y cerrar la puerta.

Apoyó la cabeza contra la madera fresca mientras esperaba que


Ethan cuidara de sus asuntos, saltando cuando la puerta se abrió.

Ethan le dio una sonrisa avergonzada, extendiendo los brazos.

Jace le devolvió la sonrisa. Recogió a Ethan en sus brazos y lo


llevó a la cama. Apartó la colcha y lo acostó antes de cubrirlo de
nuevo. Empezó a sentarse a un lado de la cama cuando Ethan tiró
de la colcha, mirándole con expectación.

―Oh, Ethan, esto no es una buena idea.

―¿Por favor?

Suspirando profundamente, Jace lentamente se desabrochó la


camisa en caso de que Ethan quisiera protestar. Jace miró a Ethan
con atención buscando cualquier signo de malestar. Cuando no lo
vio, dejó la camisa sobre una silla cercana. Se quitó las botas de los
pies y luego los calcetines antes de arrodillarse a un lado de la cama.

―¿No te vas a quitar los jeans? ―preguntó Ethan.


―Uh, Ethan, no llevo nada debajo de mis jeans ―dijo Jace,
sintiendo subir su rubor. Ethan sólo sonrió y cerró los ojos―. No voy
a mirar, te lo prometo.

Jace miró a Ethan por un momento antes de desabrochar


rápidamente sus jeans y sacárselos. Se metió en la cama tan rápido
que Ethan se rio tontamente, rodando en su contra. Descansó con su
rostro en el pecho de Jace, sus piernas apretadas contra su costado.

Jace inhaló rápidamente, sintiendo el cuerpo de Ethan


presionado contra el suyo. ¿Por qué no podía haber descubierto esto
antes de que lo jodiera todo? Ethan se sentía maravillosamente
presionado contra su cuerpo, la suavidad de su piel calentando cada
lugar que tocaba.

Ethan se deslizó hasta que su cabeza se apoyaba en el brazo de


Jace. Puso una mano vacilante sobre su pecho. ―Bien, estoy metido
en la cama. Ahora, cuéntame.

Jace respiró profundamente, dejando escapar el aire


despacio. ―Unos días antes de que nos conociéramos, mi hermano y
algunos de sus amigos trataron de matarme con cuchillos de
plata. Quería ser el siguiente en la línea de sucesión del Alfa. Me
defendí, pero salí herido y envenenado con plata.

―¿Tu hermano trató de matarte? ―susurró Ethan. Jace podía


escuchar el disgusto en su voz ante la idea.

―Las cosas son diferentes de donde yo vengo, Ethan. Es una


lucha constante por la clasificación, por una posición en la
manada. En cierto sentido, es el perro comiendo al perro.

―¡Dios mío! ―exclamó Ethan.

Le atrajo con el brazo, acariciando a Ethan en el hombro. ―Está


bien, Ethan. No tiene por qué venir detrás de mí ahora. Renuncié a
mi posición en la manada a su favor. Se lo puede quedar y toda la
basura que va con ella.
―¿Renunciaste a ser el próximo Alfa? ¿Por qué demonios hiciste
eso? ―preguntó Ethan. El asombro se mostraba claramente en el
rostro de Ethan cuando le miró.

Jace se encogió de hombros. ―Me pareció que era lo que debía


hacer en ese momento. ―No podía decirle a Ethan que había
renunciado a ser el Alfa de la manada para estar con él, no cuando
Ethan ya no le quería. Jace no quería que Ethan se sintiera mal.

―Así que, ¿qué tiene todo esto que ver conmigo?

―Oh, dulzura, me gustaría que no tuviera nada que ver contigo,


pero sí que tiene. La noche que te reclamé estaba sufriendo por la
intoxicación con plata.

―¿Estás diciendo que si no hubieras estado intoxicado nunca


me hubieras reclamado? ―susurró Ethan.

―¡Dios, no! No estoy diciendo nada de eso, Ethan. Es


simplemente la razón por la que no lo recuerdo. De hecho, hay
alrededor de una semana de la que no me acuerdo nada. Recuerdo
haber llegado a la ciudad, y luego nada hasta que desperté en cama,
en mi casa.

―¿Por lo tanto, era en serio cuando dijiste ese día que no me


conocías?

Jace asintió con la cabeza. ―Lo siento, Ethan. Lamento no


haberte reconocido.

―¿Realmente no recuerdas reclamarme?

Jace podía oír tanta tristeza en la voz de Ethan que se le hizo


agua los ojos. ―Sé que lo hice. Sé que tú eres mi compañero, pero no,
no lo recuerdo.

Él levantó una ceja interrogante cuando Ethan se echó a reír. Se


rio tan fuerte que las lágrimas corrían por su rostro. Jace empezó a
preocuparse por el sonido de su risa amarga. Cuando Ethan
finalmente se calmó, puso su cabeza sobre el pecho de Jace. Podía
sentir que las lágrimas de Ethan seguían cayendo por su piel,
incluso después de que la risa se detuvo.

―Me guardé para ti, ¿lo sabías? Yo quise que mi primera vez
fuera con mi compañero, quería que fuera algo especial. ¡Qué
estúpida idea! Ni siquiera lo recuerdas ―exclamó Ethan. Su mano
apretada en un puño sobre el pecho de Jace.

Jace se esforzó por no llorar a la par con él. Lo había reclamado,


había tomado su virginidad, y ni siquiera lo recordaba. Daría
cualquier cosa para recordar un poco de lo ocurrido.

―Lo siento, Ethan. No sabes cuánto lamento no recordarlo.


Debería haber sido un momento especial para ambos. Por lo menos
tienes los recuerdos. Sin embargo, yo sé que te reclamé, pero no
recuerdo nada de ello. No sé si alguna vez lo recordaré.

Jace se acercó para acariciar la mano de Ethan cuando él


sollozó. Ethan le dio la mano, agarrándose a él. ―Fue muy bonito.

―¿Fui… fui bueno contigo? ―preguntó vacilante Jace.

―Sí.

«¡Gracias a Dios!»

Jace estaría devastado si no hubiese hecho agradable la primera


vez de Ethan. Él no lo recordaba, pero Ethan sí. Jace se consoló con
el conocimiento de que le había dado a Ethan algo bueno que
recordar.

―¿Te hice daño? Entonces, quiero decir, no más tarde.

―No, no me hiciste daño.

Por lo menos tenía eso. Si aquel momento era todo cuanto


podía tener con Ethan, al menos había conseguido que fuera
agradable para él. ―Me alegro, Ethan.
―Tal vez te lo cuente en algún momento ―murmuró Ethan.

Jace levantó la cabeza para mirar hacia abajo a Ethan. ¿Hablaba


en serio?

En primer lugar, la idea de Ethan describiéndole su primera vez


juntos le excitaba más allá que cualquier otra cosa. En segundo
lugar, que Ethan incluso considerara que ellos pudieran verse de
nuevo, hacía que quisiera besarlo por todas partes.

―Realmente debiste haber pensado que yo era un pirado


completo ese día en mi apartamento ―Ethan se rio entre dientes.

―No sabía qué pensar, Ethan. Sé que no me gustaba la forma en


la que Joe te hablaba, pero no entendía por qué. También pensé que
parecías la maldita cosa más sexy que hubiese visto ―dijo Jace.

―Entonces abrí la boca.

―Me sorprendiste, eso es seguro. Estaba convencido de que no


te conocía. No fue hasta que Joe empezó a hablar conmigo y Nate
hizo su pequeña… cosa, que me di cuenta de que podría haber algo
real en lo que habías dicho.

―¿Por qué me dejaste, entonces?

―Necesitaba tiempo para pensar. Crecí sabiendo exactamente a


dónde iba mi vida. Era el sucesor del Alfa. Ni siquiera consideraba
otra vida. De alguna manera me atabas.

―Yo nunca te habría impedido ser el Alfa, Jace. Seguramente ya


lo sabes.

―No lo habrías hecho, pero estaba acoplado a ti. Mi padre no


tolera que nadie tenga una relación con otro del mismo
sexo. Tampoco la mayor parte de mi manada. Si me acoplaba
contigo, no podía ser el Alfa.
Ethan se quedó en silencio por un momento, pero cuando
comenzó a hablar, su voz sonaba tan suave que Jace tenía que
inclinarse para oírlo. ―Lo siento, Jace. Si quieres irte, lo entenderé.

―No me iré, Ethan ―Jace le aseguró mientras le apretaba la


mano―. No se me ocurre ningún otro lugar en el que prefiera estar
más que aquí contigo.

―¿No quieres ser el Alfa de tu manada? ―Ethan sonaba


escéptico.

Jace no podía culparle. ¿Qué lobo no querría ser el Alfa de su


propia manada, además de él? Jace sacudió la cabeza. ―No, nunca lo
quise. Se esperaba que simplemente lo hiciera desde antes de que
pueda recordarlo. Siempre he querido ser el dueño de un rancho de
caballos. ¿Y tú?

Ethan se encogió de hombros. ―No sé. Creo que nunca he


pensado en ello.

―¿Qué piensas acerca de los caballos? ¿Te gustan? ―preguntó


Jace cruzando los dedos mentalmente.

―Nunca he estado cerca de alguno. ¿Por qué? ―preguntó Ethan


con curiosidad mirando a Jace.

―Pensé que tal vez te gustaría que compráramos un rancho o


algo así, si tú quieres. Te puedo enseñar lo que no sepas acerca de
los caballos ―Jace le aseguró, preguntándose si había cruzado el
límite. Ethan no había dicho que fuera a dejarle quedarse, pero
tampoco había dicho que no pudiera.

―¿Podríamos tener un perro?

«¡Sí!» Jace en silencio se felicitó a sí mismo.

―¿Qué clase de perro quieres? ―preguntó en su lugar.


―No sé. Nunca he tenido un perro, y siempre he querido uno
―dijo Ethan, encogiéndose de hombros.

―¿Qué tal si conseguimos uno después de que encontremos


una casa? Nate dijo que ya tiene un lugar que quiere enseñarnos
mañana.

―De acuerdo.

Jace estaba allí, con Ethan en sus brazos. Se preguntó cómo


Ethan podía ser tan indulgente con él después de todo lo que le
había hecho. Él probablemente gritaría y gritaría, pero Ethan sólo
quería saber si podría tener un perro. ¿Cómo demonios había
conseguido ser tan afortunado?

―¿Jace?

―¿Sí, Ethan?

―¿Podré quedarme cuando traigas a tu esposa a casa?


―preguntó Ethan vacilante.

―Ethan, no estoy casado ―dijo Jace, confundido.

―Ahora no, pero lo estarás algún día.

―¿Con quién crees que me voy a casar? ―preguntó Jace,


levantando la cabeza para mirar hacia abajo a Ethan otra vez.

Vio a Ethan dejar caer sus ojos cuando se encogió de


hombros. ―No sé, pero no estarás solo para siempre.

―Ethan, no estoy solo ahora. ―Seguramente Ethan no lo


entendía. Ellos se habían acoplado. Eso significaba que no iba a estar
con nadie más que con él.

―Pero me dijiste que no estabas casado.

―Y no lo estoy, pero estoy acoplado a ti, Ethan. Eso significa


que no estoy solo ―razonó Jace.
―Lo sé, pero no puedes vivir toda la vida sin sexo. Encontrarás
a alguien algún día. Probablemente querrás casarte y tener
hijos. Sólo necesito saber cuál es mi posición una vez que la traigas a
casa.

¿Toda su vida sin sexo? ¿Quería esto decir que Ethan no quería
volver a estar con él? ¿Se habían complicado tanto las cosas entre
ellos? Jace casi se echó a reír. Por supuesto que sí. ¿Por qué Ethan
querría considerar la posibilidad de tener intimidad con él después
de lo que le había hecho?

―Nunca tendrás que marcharte, Ethan. Donde quiera que yo


tenga una casa, tú también ―dijo Jace, mientras trataba de contener
las lágrimas―. Y nunca llevaré a nadie a nuestra casa.

―¿Entonces… entonces establecerás dos casas?

La voz de Ethan parecía estar llena de confusión. Jace no quería


hablar de esto con él. Si lo ponía en palabras, se haría más real.
Prefería fingir que volvería a suceder.

―No, dulzura. Nuestra casa siempre será mi único hogar. Yo


nunca te haría eso.

―Entiendo, sólo por favor, si vamos a vivir juntos, no las traigas


a casa. Sé que tengo que compartirte, pero realmente preferiría que
no las llevaras a casa. ¿Tal vez podrías conseguir un apartamento en
la ciudad para eso o algo así?

Jace se deslizó contra la cabecera, mirando fijamente a Ethan.

―¿Quiénes son ellas, Ethan? ¿A quién crees que voy a traer a


casa?

―Tus amigas ―dijo Ethan, como si fuera un hecho.

―¿Qué amigas?
Ethan se encogió de hombros, con el rostro un poco rojo. ―A
quien quiera que vayas a… para, bueno, ya sabes.

―Ethan, si no quieres tener sexo conmigo, está bien. No lo


haremos, pero eso no significa que habrá una serie de personas en
mi vida, tampoco. Me tomo muy en serio el acoplamiento. Nunca
sería infiel.

Ethan se sentó, mirando a Jace con total confusión. ―Pero, yo


pensaba…—le dijo—,…pero no eres gay. Tú lo dijiste en mi
apartamento.

―¿De eso es de lo que se trataba todo esto? ―le preguntó Jace


asombrado antes de empezar a reír―. Dulzura, te dije que no era
gay, porque todavía estaba convencido de que sería el Alfa de mi
manada. Los Alfas en mi manada no pueden ser gay. Esa es una de
las razones por las que me fui. Ethan, soy tan gay como tú.

―¿Tú eres gay? ―susurró Ethan.

Jace miró a Ethan. La expresión del rostro de su compañero era


casi cómica. Le miraba asombrado. Jace tenía ganas de reír. En su
lugar, tomó a Ethan de los hombros y tiró de él hacia arriba,
presionando sus labios contra los suyos dándole un beso largo y
apasionado.

Oyó a Ethan gimotear cuando su lengua se movió acariciando


sus labios. Lo acercó más, envolviendo sus brazos alrededor de su
espalda hasta que se sumergió más profundamente en su
boca. Podía sentir las manos de Ethan apretadas contra su pecho, su
polla endureciéndose contra su cadera.

Levantando la cabeza, Jace examinó los aturdidos ojos de


Ethan. ―Soy muy gay, Ethan. Realmente me gustaría tener la
oportunidad de demostrártelo. Pero esta vez, no hay excusas,
ningún envenenamiento con plata, ni recuerdos olvidados. Esta vez,
los dos vamos a saber lo que estamos haciendo.
Ethan asintió con la cabeza lentamente. Jace se inclinó y lo
besó. Se prometió que iba a hacer de esta experiencia la mejor de la
vida de Ethan, incluso mejor que la primera vez, lo que podría ser
difícil teniendo en cuenta que no recordaba la primera vez, pero
estaba dispuesto a intentarlo.

Jace deslizó las manos por el pecho liso de Ethan. Cuando la


palma de su mano le rozó los pezones, escuchó una interrupción en
la respiración de Ethan. Sus manos se quedaron, los dedos tirando
de los pequeños nudos de color marrón claro. Ethan gimió y Jace se
sentía como un dios.

Separó sus labios de Ethan y se deslizó por su cuerpo. Era


hermoso, tan perfectamente formado. Jace no podía entender cómo
podía haber olvidado haber hecho el amor con él. Sintió la urgente
necesidad de explorar cada pulgada cuadrada de piel que pudiera
encontrar, sólo que en esta ocasión no iba a olvidarlo.

Con ese solo pensamiento en mente, Jace empujó los bóxers de


Ethan por sus piernas y los arrojó al otro lado de la habitación.
Sonrió abiertamente a Ethan sintiéndose salvaje y libre, por primera
vez en mucho tiempo, luego bajó sus labios al cuerpo de Ethan, listo
para empezar la exploración.
Ethan se retorció debajo del cuerpo más grande de Jace
mientras el hombre comenzaba a lamerlo. Estaba sorprendido hasta
de que Jace estuviera allí, que los labios que gentilmente chupaban
sus pezones pertenecieran al hombre que había creído que nunca
volvería a ver, y mucho menos a intimar con él.

Simplemente no podía creer que hacía una hora había pensado


que estaría solo por el resto de su vida. Ahora, Jace estaba aquí,
amándolo, diciéndole que podrían estar juntos como pareja. Aún no
estaba seguro de creerlo. Habían pasado demasiadas cosas.

Pero la alternativa, el estar sin Jace por el resto de su vida,


simplemente no parecía ni digna de ser considerada. Jace era todo lo
que siempre había querido en un compañero. Ethan necesitaba creer
que era real. Si no lo era, podría volverse loco para siempre. No
estaba muy seguro de que no hubiese empezado a estarlo ya.

Ethan gimió mientras Jace tiraba gentilmente de uno de sus


pezones antes de moverse al otro, tratándolo del mismo modo.
Recordaba lo agradable que había sido la primera vez con Jace.
También recordaba que Jace se había ido para cuando se despertó.

―¿Dulzura? ¿Qué sucede? ―preguntó Jace mientras levantaba


la cabeza―. ¿No lo estás disfrutando?

Ethan frunció el ceño. ―¿Qué quieres decir?

Jace levantó su cuerpo hacia arriba y apuntó al pene semiduro


de Ethan el cual había estado como una roca hacía unos momentos.
―¿Te estoy lastimando?
Ethan sintió que su cara se sonrojaba. Negó con la cabeza.

Jace se arrastró hacia arriba por la cama para tenderse al lado


de él, apoyándose en un codo. Ethan cerró sus ojos, lleno de
vergüenza. Sólo sabía que iba a joder las cosas, Jace podría irse y no
volver a verlo otra vez. Ethan giró la cara para ocultar las lágrimas
que repentinamente picaban en sus ojos.

―¿Ethan? ―susurró Jace cerca de su oído―. ¿Quieres que me


vaya? Me iré si eso es lo que quieres. No quiero hacer nada que te
haga daño, no otra vez.

Ethan sacudió su cabeza con rapidez. No, no quería que se


fuera. Ese parecía ser el problema. Quería que Jace se quedara para
siempre. Lo único que quería era que Jace también quisiera eso
mismo, y sentía un miedo terrible de despertar por la mañana y que
Jace se hubiese ido de nuevo.

Ethan sintió que los dedos de Jace acariciaban un lado de su


rostro. ―Por favor dime qué sucede, Ethan. No puedo arreglarlo si
no sé qué está pasando.

Ethan se secó los ojos y luego se giró para mirar a Jace.


―¿Estarás aquí cuando despierte?

―¿Es de eso de lo que se trata todo? ―preguntó Jace mirándolo


indudablemente confundido―. Ethan, te dije que estoy aquí para
siempre. Dejé mi manada para estar aquí contigo. No me voy a
ninguna parte.

Ethan negó con su cabeza. ―No, no lo hiciste.

―Sí, lo hi…

Ethan contuvo el aliento mientras una mirada perpleja apareció


en el rostro de Jace. ¿Lo dejaría ahora? ¿Decidiría que Ethan estaba
demasiado necesitado y se iría? El corazón de Ethan golpeó en su
pecho mientras Jace repentinamente saltó de la cama y agarró sus
jeans. Eso era todo. Jace se iba. Ethan no sabía si podría soportarlo.

Contuvo el aliento para no llorar mientras veía cómo Jace se


ponía los pantalones. Rezó para que pudiese mantener su pena
encerrada, segura detrás de sus labios hasta que Jace se fuera.
Quería un poco de dignidad. No quería que los últimos recuerdos
de Jace fueran de miseria.

―Vuelvo enseguida ―dijo Jace, apuntando con un dedo a


Ethan―. No te muevas de ahí.

―Qué…

Vio a Jace salir corriendo de la habitación, con sus jeans apenas


abotonados. Se incorporó más arriba en la cama y tiró de las mantas
para cubrir su cuerpo desnudo. No entendía lo que estaba haciendo
Jace.

Antes de que pudiera continuar con sus pensamientos, la


puerta del dormitorio se abrió y Jace volvió a entrar. Ethan se dio la
vuelta para mirarlo sacarse los jeans y subirse a la cama.

―Dame la mano ―ordenó Jace.

Ethan le tendió la mano sintiéndose incluso más confundido y


tal vez sólo un poco temeroso, cuando Jace cerró de un tirón unas
esposas en su muñeca. Luego cerró el otro extremo en su propia
muñeca. Miró a Ethan, con una gran sonrisa en su rostro.

―Ahora ya sabes que no voy a ningún lugar sin ti. Joe tiene la
única llave, y no vendrá a rescatarnos hasta la mañana.

Ethan levantó la muñeca esposada, arqueando la ceja. Miró


hacia Jace. ―Un poco pervertido, ¿verdad?

―No ―dijo Jace, negando con la cabeza―. Ahora no puedo irme


a ninguna parte lejos de ti, ¿cierto? ―Jace sacudió ambas muñecas
esposadas―. ¿Lo ves por el lado pervertido? Nunca antes pensé en
ello, pero estoy dispuesto a darle una oportunidad. ¿Qué dices,
dulzura? ¿Deberíamos comprarnos un par para nosotros?

Ethan casi se atragantó. Miró a Jace asombrado. ―¿Quieres


tener esposas?

―Podría ser divertido. ―Jace se rio y luego se puso serio―. ¿Me


puedo quedar, Ethan?

―¿Me lo estás pidiendo?

―Eres el único que importa.

Ethan miró el rostro de Jace mientras trataba de considerar su


respuesta. Jace parecía estar dejando la decisión en sus manos, ¿pero
qué pasaría a la luz del día? ¿Qué sucedería cuando retirara las
esposas?

―Jace, tú sabes que nunca seré normal, ¿verdad? ―preguntó


Ethan―. Nunca cambiaré, nunca seré capaz de correr contigo.
Siempre necesitaré un poco de ayuda extra. Demonios,
probablemente tenga que usar esas malditas muletas por el resto de
mi vida.

Ethan vio oscurecerse los ojos de Jace con el dolor. ―Lo sé, y no
puedo decirte cuánto lo lamento, Ethan. Juro que nunca quise
lastimarte.

―No quiero estar contigo si sólo estás aquí porque te sientas


equivocadamente culpable ―declaró Ethan con vehemencia―.
Prefiero estar solo por el resto de mi vida a que sea por la maldita
compasión.

Ethan no creía que fuera posible, pero los ojos de Jace se


oscurecieron incluso más, pero esta vez se oscurecieron con ira.
―¿Recuerdas que regresé aquí para estar contigo incluso antes de
saber que te habías lastimado, verdad?

Ethan tragó para pasar el nudo en su garganta y luego asintió.


―Regresé porque quería estar contigo. Renuncié a todo, mi
hogar, mi estatus en mi manada, incluso a mi manada, para estar
contigo. Sólo porque las cosas ahora son un poco diferentes no
significa que me vaya a ir, Ethan.

―Pero… ―Jace cubrió sus labios con un dedo.

―Sin peros, Ethan. Eres mi compañero, para bien o para mal. La


única manera de conseguir que me vaya es que me digas que no me
quieres. ―Las cejas de Jace se fruncieron―. ¿Es eso, Ethan? ¿No me
quieres?

La boca de Ethan cayó abierta por el shock. ―No puedes hablar


en serio.

―Estoy hablando completamente en serio. Si no me quieres,


dímelo ahora y me iré. No volveré a molestarte.

―Jace, te busqué. Te busqué cada maldito día. ―Agitó su mano,


recordó que estaban esposados cuando Jace gruñó―. Busqué por
todos lados, el hospital, los hoteles, los bares. Demonios, incluso
revisé en los malditos canales buscándote. ―Dejó que sus manos
encadenadas cayeran nuevamente a la cama―. Tú eres mi pareja, la
única persona que he esperado toda mi vida ―dijo suavemente, casi
susurrando―. La manera en que me hiciste sentir esa noche… yo…
yo…

―¿Qué, dulzura? ―murmuró Jace―. Sólo tienes que decirlo.

―Me hiciste sentir especial, como si te importara.

―Tú me importas, Ethan ―dijo Jace. ―¿Por qué crees que


estamos esposados juntos?

Ethan sonrió. ―¿Porque eres raro?

Jace se echó a reír de nuevo. ―Eso tal vez sea verdad, estamos
esposados juntos, así que sabes que no iré a ninguna parte sin ti.
Ahora dulzura, mientras vivamos, sólo estaremos tú y yo. ―Los ojos
de Jace bajaron―. A menos que no me quieras y prefieras que me
vaya.

Ethan miró a Jace, dándose cuenta que su pareja se sentía tan


inseguro sobre lo suyo como él se sentía. Levantó su mano libre y
acunó un lado de la cara de Jace. ―Te quiero. Te he deseado desde la
primera noche que te vi.

―¿Y si no fuera tu pareja? ―preguntó Jace, levantando sus ojos


para encontrar los de Ethan.

―Aun así te quiero.

Jace aparentemente dejó escapar un suspiro de alivio y luego le


sonrió a Ethan. ―¿Entonces, podemos seguir con este show? Mis
nueces están a punto de caerse.

―Por favor, por todos los medios, continuemos con el show. No


me gustaría ser la causa de que tus nueces se caigan ―dijo Ethan. Se
deslizó por la cama tan rápido como su lesión en la espalda se lo
permitió―. Soy todo tuyo.

―Puedes apostar tu dulce culo a que lo eres ―Jace gruñó


ferozmente mientras se movía para cubrir el cuerpo de Ethan con el
suyo. La forma en que Jace lo miraba desde arriba hizo sentir a
Ethan como la presa de un cazador. Era salvaje, agresivo, poderoso.
Hizo que se le curvaran los dedos de los pies.

―Jace ―gimió Ethan. Jace sonrió y luego se inclinó para deslizar


su lengua por pezón de Ethan, luego el otro. Ethan se retorció, la
ardiente pasión lo abrumaba, pero las manos de Jace lo sostenían
firmemente.

Ethan separó sus piernas cuando Jace lamió y mordisqueó hacia


abajo por su cuerpo. Su piel dolía en todos los lugares en los que
Jace lo tocaba. Ardía. Quería ser consumido. Quería que Jace lo
follara hasta que no pudiese caminar. Bueno, al menos hasta que no
pudiera caminar sin sentirlo.
Ethan enredó sus dedos en el cabello de Jace y tiró. Los juegos
preliminares estaban bien, pero realmente quería llegar a lo bueno.
―Jace ―suplicó Ethan―, te necesito.

―Me tendrás, dulzura.

Ethan entendió exactamente lo que Jace quería decir cuando su


dura polla fue envuelta por el húmedo calor de su boca. Ethan
corcoveó contra la boca de Jace. Su mente daba vueltas con las
sensaciones que se disparaban a través de su cuerpo, sensaciones
que nunca había sentido antes.

Su mundo giró fuera de control cuando sintió dos dedos


lubricados empujando dentro de su culo. Entre la boca alrededor de
su polla y los dedos en su culo, Ethan se sentía tan estimulado que
sabía que podía volar hasta la luna.

―¡Jace! ―grito Ethan―, no puedo… no puedo… ¡Ahhhh! ―Los


dedos empujaron una vez más y se curvaron hacia adentro, tocando
el escondido botón en su interior. Ethan vio chispas de flashes de luz
ante sus ojos mientras su semilla entraba en erupción en la boca de
Jace. Luego el mundo se oscureció.

Jace tragó toda la descarga de Ethan, luego lo limpió con su


lengua. Una vez hecho esto, lentamente lamió su camino de regreso
subiendo por el cuerpo de Ethan, sus dedos aún se movían dentro
del culo de Ethan. Se había corrido. Ahora era su turno.
Retiró los dedos del culo de Ethan y roció un poco más de
lubricante en su polla. Quería hacer las cosas lo más fáciles posible
para Ethan. Sin dolor, solo placer. Se deslizó hacia arriba entre las
piernas de Ethan y empujó la cabeza de su pene contra el agujero de
Ethan. Luego miró hacia arriba.

La boca de Jace se abrió por la sorpresa. Ethan estaba


inconsciente. Por un momento, a Jace le preocupó que en alguna
forma hubiese lastimado a Ethan. Su corazón golpeaba mientras se
inclinaba sobre Ethan y trataba de despertarlo, olvidando su dura
polla.

―¿Ethan? ¿Cariño? ―dijo en voz baja―. ¿Ethan? Vamos,


despierta.

Los ojos de Ethan se agitaron.

―Eso es, vamos, dulzura, abre esos preciosos ojos azules para
mí.

Los ojos de Ethan se agitaron otra vez, luego se abrieron, con


una mirada aturdida. ―¿Qué sucedió? ―preguntó Ethan, mirando
alrededor confundido. Mientras miraba hacia abajo, su rostro
repentinamente se inundó de color―. Oh, Dios, me desmayé otra
vez ―se quejó Ethan―. Tengo que dejar de hacer eso.

―¿Estás bien? ―preguntó Jace, aún preocupado―. ¿No te


lastimé?

Si fuera posible, el rostro de Ethan se sonrojó aún más mientras


negaba con la cabeza. ―No, no me lastimaste. Si hay algo que…
bueno, no me lastimaste.

Jace miró a Ethan por un momento y luego se rio. ―Vamos a


tener que trabajar en tu resistencia.

Asegurándose de que Ethan estaba bien, el cuerpo de Jace


comenzó a notar al sexy hombre tumbado en la cama. La polla de
Jace se recuperó endureciéndose, deseando su turno. Jace agarró su
pene con la mano libre y la empujó contra Ethan otra vez.

―¿Estás listo para mí?

Ethan sonrió. Esa fue toda la invitación que Jace necesitó.


Lentamente se abrió paso, observando el rostro de Ethan buscando
cualquier signo de malestar. Cuando no vio ninguno, Jace se empujó
el resto del camino hasta estar arraigado hasta la raíz.

Oh, estaba en el cielo. El agarre de Ethan alrededor de su


dolorida polla era mejor que cualquier cosa que alguna vez hubiere
sentido. Empezó a moverse lentamente. Cada suave empuje lo llevó
más alto. Sabía que estaban destinados a estar juntos. El cuerpo de
Ethan se ajustaba al suyo perfectamente.

Jace agarró la pierna de Ethan con su mano libre y la levantó


para colocarla sobre su hombro cuando repentinamente Ethan gritó.
No sonaba como un grito de placer. Jace se congeló y miró hacia
abajo a su pareja.

―¿Qué? ―preguntó rápidamente―. ¿Qué sucede?

Los ojos de Ethan, llenos de lágrimas, miraron a Jace. ―No


puedo… yo ya no puedo doblarme así.

―¿Quieres que me detenga? ―preguntó Jace.

Ethan negó con la cabeza. ―No, pero cómo… ―Ethan se detuvo,


su rostro estaba ardiendo.

Jace sonrió. ―No te preocupes, dulzura, tengo una idea.


―Rápidamente se deslizó fuera del cuerpo de Ethan y giró al
hombre de lado. Palmeó la mano de Ethan mientras se acurrucaba
detrás de él. Agarrando una almohada la colocó entre las piernas de
Ethan, luego se acomodó nuevamente.

Jace apretó la mano esposada hacia él y envolvió el cuerpo de


Ethan, la cabeza de Ethan descansaba en su brazo. Usó su mano
libre para agarrar la cadera de Ethan, luego lentamente empujó su
polla dentro del caliente agarre de Ethan.

―Hay muchas formas diferentes en que podemos hacerlo,


dulzura ―Jace susurró en el oído de Ethan―. La mitad de la
diversión será descubrir cuáles nos van mejor.

Ethan giró la cabeza para mirar a Jace. ―¿No estás molesto?

―Nunca. Esta posición es tan buena como cualquier otra, tal vez
incluso mejor ―contestó Jace―. De esta forma tengo algo a qué
aferrarme mientras te follo. ―Para respaldar sus palabras, Jace se
estiró para agarrar la polla de Ethan con su mano libre. Comenzó a
bombear mientras penetraba a Ethan desde atrás.

Jace sintió la mano de Ethan apretarse alrededor de la suya.


―¿Estás bien, Ethan? ¿No te está doliendo?

―No, estoy bien. ―Sonaba sin aliento―. Yo… oh, oh justo ahí,
Jace.

Jace sonrió. Acarició a Ethan más rápido. Se empujó más


rápido. Los pequeños gemidos de placer de Ethan enviaron a Jace
hacia el cielo. Sabía que su polla podía explotar en cualquier
momento. Un cosquilleo de advertencia comenzó a hormiguear en
su columna vertebral.

―Ethan, quiero reclamarte otra vez.

Jace retuvo el aliento mientras esperaba la respuesta de Ethan.


No lo culparía en lo más mínimo si Ethan decía que no o que
prefería esperar. El aire en sus pulmones salió en un enorme sollozo
mientras Ethan inclinaba su cabeza a un lado, desnudando su cuello
a Jace.

―Ethan ―susurró justo antes de inclinarse hacia adelante y


hundir sus dientes en la suave piel entre el hombro y el cuello de
Ethan. Una explosión de dulce y picante sabor se disparó dentro de
su boca mientras reclamaba nuevamente a Ethan. Fue directamente
a su polla, enviado a Jace al borde del éxtasis.

No podía creer que alguna vez hubiera podido olvidar el sabor


de reclamar a su pareja. No había nada parecido en la tierra. Era
mejor que correr libre por el bosque, mejor que oler el aire fresco en
calma. Era casi mejor que el sexo. Había sido tan tonto por haber
considerado alguna vez en renunciar a esto.

Jace sintió extenderse el nudo en la punta de su polla y


arraigarse en el interior de Ethan. Escuchó a lo lejos, gritar a Ethan y
sintió la caliente semilla derramarse en su mano. No tenía la fuerza
para hacer más que retirar sus dientes y lamer la pequeña
mordedura para cerrarla antes de acurrucarse alrededor de Ethan y
aun estando conectado a su compañero, cayó en un profundo sueño.

La conciencia llegó a Ethan en un instante. En un momento se


durmió, al siguiente, estaba despierto. Abrió los ojos, como hacía
todas las mañanas, preguntándose brevemente dónde estaba. Aún
no estaba acostumbrado a dormir en la casa de Joe y Nate. Dudaba
que alguna vez lo hiciera. Sin embargo, le llevó un momento
recordar.

Luego los eventos de la noche anterior fluyeron a la cabeza de


Ethan cuando su cuerpo sintió unos cuantos achaques. Miró hacia
atrás sobre el hombro para encontrarse a Jace mirándolo.

―Aún estoy aquí, dulzura.


Ethan recordó las esposas y se preguntó si eso explicaba el que
Jace aún estuviera allí. Volvió a mirar su brazo, sorprendiéndose de
encontrar que ya no estaba esposado a Jace. Volviéndose hacia él,
Ethan levantó su ceja a modo de pregunta.

Jace se rio entre dientes. ―Joe vino temprano y nos liberó. ―Se
estiró hacía atrás y tomó algo de la mesita de noche. Volviéndose
hacia Ethan, dejó las esposas plateadas colgando de sus dedos.

―Dijo que si queríamos podíamos quedarnos con estas.

Ethan sintió enrojecer su cara. Desvió sus ojos de la intensa


mirada de Jace y giró la cara lejos de él. Estaba un poco aturdido
porque Jace se quedara aquí. Esperaba que se hubiese ido, con
esposas o no. El hecho de que Jace aún estuviera aquí confundía a
Ethan tanto como lo emocionaba.

―Entonces, ¿qué te parece si desayunamos y luego vamos a ver


el lugar del que me habló Nate? ―preguntó Jace.

―Jace, ¿estás seguro de que quieres hacer esto? ―preguntó


vacilante Ethan.

―¿Desayunar o ver el rancho?

―Jace.

Ethan sintió a Jace acunar su rostro, volviendo su cabeza para


que lo mirara. Su dedo rozó hacia abajo por el lado de la cara de
Ethan, sobre el puente de su nariz, luego cruzando sus labios. Jace se
inclinó hacia abajo y le dio un pequeño beso a Ethan.

―Sí, estoy seguro de que quiero hacer esto, Ethan.

Ethan respiró hondo y soltó lentamente el aire mientras


contemplaba a Jace durante varios minutos. Finalmente asintió con
la cabeza. ―Está bien, entonces. Dame mis muletas. Necesito visitar
la habitación del pequeñito.
Jace sonrió. Se abalanzó para otro beso antes de rodar hacia un
lado de la cama. Ethan chilló cuando Jace se dio la vuelta, lo tomó
por la espalda, y lo levantó antes de llevarlo al baño.

―Jace, no me puedes llevar a todas partes ―insistió Ethan


cuando Jace lo puso de pie.

―¿Quién lo dice? ―preguntó Jace cuando salía del baño y


cerraba la puerta detrás de él.

Ethan hizo rodar sus ojos y se giró para hacer lo que necesitaba
hacer en el baño. Después de tirar la cadena. Ethan agarró la barra
de metal de mano que Joe había instalado y se movió hasta el
lavamanos. Se lavó las manos y los dientes. Mirándose al espejo,
Ethan se preguntó en qué se estaba metiendo.

¿Realmente iba a permitirle quedarse? Ethan quería que se


quedara. No había soñado con nada más durante meses, ¿pero
podía confiar en que Jace se quedaría? La vida de Ethan había
cambiado mucho en las últimas semanas.

Había días en que Ethan sentía tanto dolor que ni siquiera


podía salir de la cama. Y hacer algo como dar una caminata o trabajo
físico estaba fuera de cuestión. Eso era parte del pasado de Ethan.

¿Podría Jace hartarse e irse cuando las cosas se pusieran


difíciles? Ethan ni siquiera estaba cerca de ser un hombre lobo
normal. Nunca cambiaría o correría por el bosque. Nunca sería
capaz de unirse a la manada en la cacería de luna llena. Ni siquiera
sabía si sería capaz de participar en el acoplamiento de luna llena
como otras parejas de lobos lo hacían.

Básicamente, Ethan no tenía nada que ofrecerle a Jace. Negó con


la cabeza, lleno de desesperación. Si realmente se preocupaba por
Jace, lo mejor que podía hacer por él era darle su libertad. Jace
necesitaba encontrar a alguien más para acoplarse, alguien normal.
Ethan usó las barras de metal y se trasladó al inodoro,
sentándose en el asiento cuando la fuerza parecía dejar su cuerpo.
Anoche Jace le había reclamado otra vez. Una vez que un
compañero ha sido reclamado, ese vínculo sólo podía ser roto por la
muerte de uno de los compañeros. Eso sólo significaba una cosa.
Ethan estaba en problemas.

Ethan saltó cuando alguien llamó a la puerta del baño. ―¿Estás


a punto de terminar ahí, dulzura?

«¡Dulzura!» Ethan tragó para pasar el nudo en su garganta. ―Sí,


saldré enseguida. ―Respiró profundamente, se puso de pie y se
acercó al lavamanos. Rápidamente mojó una toalla y limpió su
rostro. Pasó un cepillo por su cabello y respiró profundo.

Aferrándose a la barra, con cuidado se movió a la puerta. Puso


en su rostro una mirada serena y abrió. Jace estaba sentado a un
lado de la cama esperando por él. Ethan señaló sus muletas.
―Necesito eso.

―Me necesitas a mí ―respondió Jace mientras se ponía de pie y


cruzaba la habitación. Ethan dejó escapar un gran suspiro mientras
Jace lo levantaba y lo llevaba hasta la cama. Cuando Jace se sentó,
Ethan lo miró.

―Jace, no puedes seguir haciendo esto ―dijo Ethan―. Tengo que


acostumbrarme a usar las muletas.

Jace se puso de cuclillas delante de él y acunó con sus manos la


cara de Ethan. ―Ethan, odio el hecho de que tengas que usar esas
malditas cosas, pero yo…

Ethan retiró las manos de Jace de su rostro. ―Jace, te dije cómo


sería. Así es mi vida ahora ―gesticuló hacia las muletas―. Están en
mi vida ahora. Eso no va a cambiar solo porque no te guste.

Jace abrió la boca para decir algo y luego la cerró de golpe. Se


estiró para tocar las manos de Ethan y las agarró. ―Lo sé, Ethan.
¿Crees que no lo sé? Pero eso no quiere decir que tenga que
gustarme.

―Jace, tú…

―No ―dijo Jace, negando con la cabeza―, escúchame a mí esta


vez. Entiendo que probablemente tengas que usar esas malditas
muletas por el resto de tu vida, pero eso no quiere decir que no
tenga el derecho de hacer que las cosas sean lo más fácil posible para
ti.

―No quiero que te sientas como que…

―No tengo que hacer nada, Ethan. Quiero hacerlo. Eres mi


compañero. Si llevarte en brazos a todos lados hace que las cosas
sean más fáciles para ti y me da una excusa para abrazarte, ¿qué
tiene de malo?

Ethan no tenía un solo argumento ante eso. ¿Qué podía decir?


¿No me abraces, cuando era lo que él quería más que nada? ¿Alejarse,
cuando eso era lo que más lo asustaba? Ethan sabía que quería estar
con Jace. Simplemente no sabía si él sería suficiente.

―¿Me prometes que me dirás si llega a ser demasiado para ti?


No lo escondas de mí porque te sientas culpable y pienses que tienes
que quedarte conmigo. No quiero que estés aquí por lastima, Jace.

Jace se quedó en silencio por un momento, pero luego asintió.


―No te tengo lastima, Ethan. Sí, me siento responsable por lo que te
sucedió. Nada en este mundo va a cambiar eso. Yo te hice esto.
Tengo que vivir con ello. Pero estoy aquí porque quiero estar aquí,
nada más.

―¿Y?

Jace se rio entre dientes. ―Y te diré si llega a ser demasiado para


mí. ―Jace levantó su mano―. Lo prometo.

Ethan se echó a reír.


―Ahora ―dijo Jace―, quiero que me prometas algo.

Ethan asintió.

―Prométeme que nos darás una oportunidad. Deja de pensar


que estoy aquí por un equivocado sentimiento de culpa. Acepta el
hecho que estoy aquí porque quiero estar aquí. ―Jace le dio una
palmadita a la pierna de Ethan―. ¿Esto? Es solo una parte de lo que
eres, una pequeña parte. Quiero llegar a conocer el resto de ti, lo que
piensas, lo que te gusta, incluso lo que lo que no te gusta.

―Oh, Jace, Yo… ―la voz de Ethan se desvaneció bajo la intensa


y poderosa mirada de Jace. Se sentía como un idiota cuando las
lágrimas pincharon la esquina de sus ojos. Parecía llorar demasiado
alrededor de Jace.

―Lo quiero todo, Ethan. Quiero estar ahí contigo cuando pases
por la rehabilitación. Quiero aprender a cuidar de ti en casa. Quiero
hacer que tu vida sea más fácil, y eso poco tiene que ver con lo que
te sucedió. Lo quiero porque eres mi compañero. Habría querido
estas cosas incluso si no te hubieses lesionado.

―Está bien ―dijo Ethan. Realmente no había ninguna otra


forma en la pudiese responder. Jace parecía quererlo a pesar de
todo. Ethan sabía que sería estúpido desperdiciar todo esto por sus
temores. Sólo tenía que lidiar con ello un día a la vez y esperaba que
Jace no lo dejara entre tanto.

Jace se estiró hacia arriba y le dio un beso a Ethan. Se puso de


pie y agarró las muletas y se las tendió. ―Entonces, ¿qué dices de
que nos vistamos y luego vayamos por algo de comer y veamos el
rancho del que Nate me habló?

La voz de Ethan tembló cuando dejó escapar una risita.


―Entonces, ¿por qué no me consigues algo qué vestir de la cómoda?
También necesito mis píldoras que están en la parte superior de la
cómoda. Si quieres aprender este tipo de cosas, bien podrías
empezar ahora.

―Puedo hacer eso ―dijo Jace mientras caminaba hacia la


cómoda―. Sólo tengo una pregunta.

Ethan levantó una ceja cuando el ardiente rubor cubrió el rostro


de Jace. ―¿Qué? ―preguntó con cautela.

―¿Qué te parece eso de ir de comando?


Jace sonrió cuando derramó un huevo en la sartén. Miró a
Ethan andar arrastrando los pies al cruzar la cocina en sus muletas y
apoyarse contra el mostrador. La mañana iba mejor de lo que nunca
podría haberse imaginado.

Sabía que Ethan tenía dudas acerca de dejar que se quedase.


Estaba asustado. Sabía que Ethan tenía muchas razones para tener
miedo. No sólo había sido el responsable de sus lesiones, sino de
negar su apareamiento y abandonarlo.

No se sorprendería si Ethan cambiaba de parecer en cualquier


momento y lo sacaba de una patada a la calle. No lo culparía,
tampoco.

Sólo esperaba que en el tiempo que Ethan le diera fuera capaz


de mostrarle a su compañero que había algo por lo que valía la pena
luchar. Haría todo lo posible para demostrárselo.

―¿Duros o blandos?

―¿Eh? ―preguntó Ethan confuso.

Jace rio entre dientes y una pequeña mueca se dibujó en el


rostro de Ethan.

―Tus huevos, dulzura, ¿te gusta la yema dura o blanda?

―Oh ―Ethan sonrió―. Término medio.

―Un poco blanda, entonces.


Ethan apoyó sus muletas contra el mostrador y cogió una barra
de pan. La abrió y sacó un par de rebanadas antes de lanzar una
mirada curiosa a Jace. ―¿Trigo o blanca?

―De masa fermentada, si puedo elegir, si no blanco ―dijo Jace.

―De masa fermentada no es malo, pero ¿sabes lo malo que es el


pan blanco para ti? ―preguntó Ethan, su cara arrugada, con
disgusto―. Es terrible para el cuerpo, solo engorda.

Jace se rio entre dientes. Ethan prácticamente se estremeció con


repugnancia.

―Supongo que no soy de dieta equilibrada. Vas a tener que


mantenerme en forma.

Ethan señaló con el cuchillo hacia la mantequilla en la mano a


Jace. ―No más comida chatarra para usted, señor. Espera a que te
consiga una dieta adecuada. Verás que es mucho mejor para ti y lo
bien que te sentirás.

Jace no podía evitarlo. Sujetó a Ethan por la cintura y lo levantó


para sentarlo en el mostrador de la cocina. Se colocó entre la
estrecha abertura entre sus piernas y luego se inclinó para acariciarle
el cuello con los labios.

―¿Qué me darás a cambio? ―murmuró Jace.

Ethan se estremeció en ese momento, pero Jace dudaba que lo


hiciera por disgusto. Su cabeza cayó hacia atrás, permitiéndole
acceso sin obstáculos a la piel sedosa de su cuello. La polla de Ethan
se animó, lista para salir a jugar.

―Cualquier cosa que quieras, siempre y cuando me prometas


no dejar de hacer eso ―exclamó Ethan. Los brazos de Ethan se
enrollaron alrededor del cuello de Jace. Él pasó sus colmillos a
través de la marca de acoplamiento en el cuello de Ethan. Las manos
de Ethan se apretaron en su pelo, tirando de él para acercarlo más.
Jace gimió. Joder, Ethan estaba caliente. Él era tan
condenadamente caliente. Tan condenadamente sensible a su tacto.
Sólo necesitaba tocar a Ethan y el hombre parecía arder en llamas. Si
eso no encendía a un hombre, Jace no sabía qué lo haría.

―¿Sabes qué tan sexy eres, dulzura? ―susurró Jace contra la piel
sedosa de Ethan―. ¿Cuánto me enciendes? ―Jace agarró una de las
manos de Ethan y la colocó contra su dura polla. Un gruñido
profundo salió de su garganta cuando Ethan le dio un fuerte
apretón.

―Cada maldita vez que te miro, quiero arrancar toda tu ropa y


joderte hasta que no se te olvide a quién perteneces ―dijo Jace. Podía
ver el efecto de sus palabras en Ethan, en el oscurecimiento de sus
ojos azules. También fue evidente en la dureza que presionaba
contra su abdomen.

―Jace ―jadeó Ethan.

―¿Sí, dulzura? ―preguntó Jace contra su cuello…

―Jace, necesito… necesito… necesito algo ―balbuceó Ethan. Su


pecho subía y bajaba con su respiración agitada. Sus manos se
abrían y cerraban en el pelo de Jace. Su cuerpo se estremecía. Jace
sabía exactamente lo que necesitaba.

Se agachó y abrió rápidamente la cremallera de los jeans de


Ethan, apartando la tela hasta que la polla de Ethan rebotó libre. Le
sonrió. ―Y es por esto que irás de comando a partir de ahora ―dijo
justo antes de inclinarse y tragar la polla de Ethan hasta la raíz.

―¡Ahhh, joder, Jace! ―exclamó Ethan en un grito. Jace se detuvo


por un momento para asegurarse de que no le había hecho daño a
su compañero. Nunca se perdonaría si lo lastimaba otra vez.

―¡Dejas de hacer eso ahora y eres hombre muerto! ―le advirtió


Ethan duramente mientras daba un tirón al pelo de Jace.
Jace sonrió abiertamente empezando a moverse, con los labios
alrededor de la polla de Ethan, incluso cuando su lengua lamió los
lados fuertemente nervados. Pasó la lengua por los lados hasta
llegar a la gran cabeza hinchada. Una gota de líquido pre-seminal se
derramó por sus labios, lo que le hizo gemir.

Le encantaba el sabor de Ethan en su boca. No habiendo dado


muchas felaciones en su vida, le sorprendió. Pensó que sentiría
repulsión por el sabor. No fue así. Todo lo contrario, de hecho.
Quería más, mucho más, y sabía que solo había una manera de
conseguirlo.

Jace cogió el ritmo de sus movimientos, lamiendo rápido y más


fuerte.

Prestó especial atención a la pequeña abertura en la parte


superior de la polla de Ethan, de la que caía más líquido con cada
golpe que daba con la lengua.

―Jace ―Ethan gritó―. No puedo…no puedo… ―El resto de las


palabras de Ethan se cortaron por su largo gemido. Jace sintió que
los músculos de las piernas de Ethan se tensaban. Se estremeció
cuando las manos de Ethan tiraron de su pelo.

Cuando el cuerpo de Ethan empezó a temblar, Jace sabía que


estaba cerca. Aumentó sus esfuerzos, lamiendo más, chupando más
fuerte. Ethan gritó por encima de él, y luego un líquido caliente
llenó su boca. Lo tragó, recogiendo tanta de la dulce esencia de
Ethan como pudo.

Ethan gimió. Jace soltó la polla de Ethan para sujetar a su


compañero antes de que se cayera. Ethan se acurrucó en su pecho,
dejando la cabeza sobre su hombro y él frotó suavemente la espalda
de su compañero.

―Jace ―susurró Ethan.


Jace frotó su mejilla contra la parte superior de la cabeza de
Ethan. Se sentía tranquilo... Su polla latía detrás de la cremallera de
sus jeans, tanto que pensó que sus pantalones podrían estallar en
cualquier momento, pero se sentía extrañamente tranquilo, en
calma, como si todo estuviera bien en el mundo.

Eso le recordó la tierna mirada que había visto en la cara de Joe


cuando él abrazaba íntimamente a su compañero. Jace se imaginó
que tenía esa expresión en su rostro en ese momento. Algo en
abrazar tan fuerte a su compañero le provocaba el sentimiento más
sereno del mundo.

―A eso se le llama encontrar a tu pareja y estar completo, Jace.

Jace saltó y giró en redondo, poniendo su cuerpo entre Ethan y


la voz que venía desde el otro lado de la cocina. Dejó escapar un
suspiro de alivio cuando vio a Nate apoyado en el marco de la
puerta de la cocina.

―Hey, Nate ―dijo Jace. Sintió que su cara se ruborizaba un poco


al recordar que Ethan estaba detrás de él con su pene colgando de
sus pantalones. Rápidamente se dio la vuelta y se agachó para meter
de vuelta a Ethan en sus pantalones, cerrando la cremallera.

La cara de Ethan ardía de color rojo brillante. Jace acarició el


costado de su mejilla, inclinando la cabeza hacia atrás antes de
acercarse para darle un pequeño beso. Levantó la cabeza un instante
después, miró a los ojos azules de Ethan.

―Gracias, dulzura.

Los ojos de Ethan se agrandaron. ―¿Me estás dando las gracias?

Jace sonrió. ―A nadie más, dulzura.

―Pero, yo no lo hice…yo no hice… ―Ethan se humedeció los


labios y le echó un vistazo a la entrepierna de Jace―. Tú nunca…
―No lo necesito, tampoco ―dijo Jace―. Tenerte fue suficiente
para mí.

En todo caso, la cara de Ethan se hizo aún más roja. A Jace le


pareció que estaba absolutamente adorable. Jace inclinó la cara de
Ethan hacia atrás. ―Tú, dulce, eres maravilloso, y te estaré siempre
agradecido de que me permitieras volver a tu vida.

―Bien dicho, Jace.

Jace se volvió para sonreír a Joe, notando que el compañero del


joven, una vez más estaba apretándose todo lo cerca que podía estar
de él. Cada vez que se encontraban en la misma habitación era la
forma en que parecían estar. Jace decidió que le gustaba la idea.

Giró y levantó a Ethan sobre sus pies, luego se metió entre él y


el mostrador. Envolviendo sus brazos alrededor de la cintura de
Ethan, le apretó contra él. El cuerpo de Ethan se tensó por un
momento antes de inclinarse contra el suyo.

―Así que, háblame de ese rancho que encontraste para


nosotros, Nate ―dijo Jace.

―¿Tiene espacio para un perrito?

―Dos o tres, incluso ―dijo Nate―. Está a un par de kilómetros


de aquí, por el lago. Te va a encantar, cincuenta hectáreas, un
granero y establo. La casa en sí fue construida en 1856, pero los
propietarios anteriores la modernizaron tanto como pudieron.

―¿Por qué está a la venta?

Nate miró a Joe, parecía un poco culpable.

―Los últimos propietarios fueron miembros de nuestra


manada. Su hijo, un hombre llamado Roger Drummond, traicionó a
Nate con aquel hombre del que te hablé. Nate casi muere. Roger fue
asesinado por ese mismo hombre. Sus padres decidieron alejarse a
un lugar más cálido.
―No fueron expulsados de la manada, ¿verdad? ―Ethan le
preguntó.

Sus palabras le dijeron silenciosamente a Jace que su


compañero tenía un gran corazón. A la mayoría de la gente no le
habría importado. Jace estaría siempre agradecido por ese gran
corazón. Eso hizo a Ethan retroceder y darle una segunda
oportunidad. Sólo esperaba que tuviera la oportunidad de ganarse
aquel corazón por sí mismo.

―No ―dijo Nate―. Eran más que bienvenidos a quedarse. Creo


que era demasiado difícil para ellos sabiendo lo que había hecho su
hijo. Por supuesto que ellos no hicieron nada, y tratamos de
convencerles para que se quedasen, pero sólo querían escapar de los
malos recuerdos.

Ethan bufó. ―Puedo entenderlo.

Jace se puso rígido. ¿Ethan estaría hablando de ellos?

―No, Jace, no ―dijo Nate en voz baja.

Ethan echó la cabeza hacia atrás para mirarle inquisitivamente.


Jace hizo una mueca. Le llevaría algo de tiempo el acostumbrarse a
tener cerca a Nate.

―¿No qué? ―preguntó Ethan.

Jace se encogió de hombros, sintiéndose completamente


estúpido. ―Me preguntaba si estarías hablando de nosotros y de lo
que pasó.

―¡Dios, no! ―exclamó Ethan―. Estaba hablando de mi manada


de nacimiento.

―¿Manada de nacimiento? ―preguntó Jace, arrugando la frente


confundido―. ¿No has nacido aquí?
―No, vivo en Wolf Creek desde hace unos meses. Mi manada
completa se mudó aquí ―Ethan frunció el ceño―, bueno, lo que
quedaba de mi manada, de todos modos. No quedábamos muchos
de nosotros cuando nos mudamos aquí. La mayoría murieron.

―¡Muertos! ―exclamó Jace, apretando los brazos alrededor de la


cintura de Ethan―. ¿Quieres decir, asesinados? ¿Todavía estás en
peligro? ¿Y quién trató de matarte?

―Es una larga historia, pero la versión corta es que varios


miembros de nuestra manada llegaron a un acuerdo con una
princesa vampiro para cambiar sangre de lobo por dinero y
territorio. Nuestro Alfa los descubrió y mató a los vampiros. Luego
nos mudamos aquí para unirnos a la manada de Wolf Creek.

―¡Joder! ―exclamó Jace, horrorizado por lo cerca que estuvo de


perder a su compañero incluso antes de poder encontrarlo.

Ethan asintió con la cabeza. ―No es tan malo. Perdimos a


muchos miembros de nuestra manada, pero nos mudamos aquí y
este lugar es mucho más agradable. Nuestro viejo Alfa, Reece, se
convirtió en un ejecutor de Daniel. Creo que es mucho más feliz
aquí.

―Lo es ―dijo Nate―. No estaba contento siendo Alfa, pero hizo


lo que tenía que hacer. Le gusta poder volver a casa con su
compañero todas las noches en lugar de tener que dirigir una
manada.

―Y deberías conocer al príncipe Zacarius ―dijo Ethan―. Su


hermana era la princesa vampiro que trató de matarnos, pero él no
estuvo involucrado en eso. Es un tipo realmente agradable.

―¿El príncipe Zacarius? ―preguntó Jace.

―Está acoplado con Devlin, el ejecutor de mi vieja manada


―dijo Ethan―. Lo conocí hace unas semanas, cuando vino a buscar a
Devlin.
―¿Y su hermana trató de matarte?

Ethan asintió con la cabeza. ―Él no estaba involucrado en eso,


sin embargo. Sé que el príncipe Zacarius la habría detenido si lo
hubiera sabido. Él quiere la paz entre los hombres lobo y los
vampiros. No estaba de acuerdo con todos los asesinatos que su
hermana y los miembros de mi manada provocaron.

―Parece que algunos de los miembros de tu manada y de la mía


deberían unirse y hacer una fiesta ―dijo Jace―. Todos parecen
pensar que dañar a los demás es la manera de conseguir lo que
quieren. Estoy seguro de que congeniarían a las mil maravillas.

―¿En serio? ―preguntó Ethan―. ¿Tu manada es tan mala?

―Ya te dije lo que me hizo mi hermano sólo para ascender de


posición ―explicó Jace―. Le creo muy capaz, y a mi padre, de hacer
cualquier cosa para conseguir lo que quieren.

―No van a venir tras de ti, ¿verdad? ―preguntó Ethan.

Jace podía oír la preocupación en la voz de Ethan, la ansiedad.


No estaba muy seguro de cómo contestare. Estaba bastante seguro
de que su padre y su hermano se habían lavado las manos con
respecto a él, pero siempre existía esa posibilidad.

―No lo creo, Ethan ―finalmente dijo―. Quemé mis puentes con


ellos cuando me fui, pero no puedo prometerte que no van a
intentar nada. Puedo, sin embargo, prometerte que no voy a volver,
nunca. Mi lugar está aquí, contigo.

Ethan parecía fundirse en los brazos de Jace. Se recostó contra


Jace y hundió el rostro en su cuello. Eso era suficiente para Jace.
―Es justo aquí un poco más a la izquierda ―dijo Nate,
señalando la ventana del frente―. El camino de entrada con la valla
blanca. El señor Drummond sustituyó el cercado hace unos tres
años, al mismo tiempo que arregló el techo del granero.

Jace se inclinó hacia adelante para ver hacia donde señalaba


Nate. Podía ver el camino por delante, y como había dicho Nate,
vallas blancas nuevas bordeaban la propiedad. Había un montón de
árboles rodeando el camino, pero más allá de los cercados, los
campos pedían que los ocuparan.

―Mira eso, Jace ―murmuró Ethan, su voz llena de asombro,


cuando ellos giraron por el camino―. ¿Alguna vez viste algo tan
perfecto?

Jace miró a la cara animada de Ethan. Sin ni siquiera ver más de


la propiedad sabía, sólo por la mirada emocionada en la cara de su
compañero, que comprarían el lugar. Su pequeño compañero
parecía hipnotizado.

Jace no podía culparle. El lugar parecía espectacular. Joe los


llevó por un largo camino, campos cercados a ambos lados. Había
unos cuantos árboles aquí y allá en el campo, pero aparte de eso,
ellos estaban desnudos a excepción de la intensa hierba verde.

Llegaron a un gran espacio abierto en el extremo del camino.


Una blanca, casa antigua de dos pisos asentada directamente en
frente de ellos. Parecía ser una típica casa de granja a la moda
antigua, pero eso era todo lo que era típico de ello.
Ventanas del estilo de puertas francesas enmarcadas por verdes
postigos. Una puerta en medio de un porche de madera que corría a
lo largo de la parte delantera de la casa. Un pequeño arriate se
alineaba en la tierra delante de la terraza a excepción de la zona de
dos pasos que conducía hasta el porche. Y un brasero hecho de
piedras de río, se podía ver a un lado de la casa.

A la izquierda de la casa había un granero enorme y la zona del


establo. Jace podía imaginarse poniendo sus dos caballos allí y
añadiendo más con el paso de los años. En unos pocos años, podía
conseguir una manada de caballos importante.

―Mira este lugar, Jace ―dijo Ethan, rompiendo la fascinación de


Jace con la zona del establo―. ¿Puedes imaginarte a cualquiera
queriendo marcharse de aquí?

Jace sonrió, acariciando la pierna de Ethan. ―No, dulzura, no


puedo.

Joe detuvo la camioneta y se bajó. Tiró el asiento hacia adelante.


―¿Vamos? —Salió sujetándole las muletas a Ethan. Las apoyó en el
lado del camión y dio la vuelta para ayudarle a bajar del
vehículo. Estabilizó a Ethan en sus pies y luego hizo una pausa.

―Podría llevarte, ¿sabes? ―susurró Jace al oído de Ethan.

―¿Tal vez más tarde? ―Ethan respondió, con un pequeño brillo


en sus ojos.

Jace sonrió y lo puso de pie. Le dio las muletas y esperó a que


las tomara antes de pasar hacia la casa. Mantuvo la mano en la
espalda de Ethan todo el tiempo.

―El lugar se está vendiendo por un sueño de precio ―dijo Nate


desde la parte superior de la escalera―. Si necesitas financiación,
estoy seguro de que podemos pensar en algo. El señor y la señora
Drummond sólo quieren deshacerse del lugar. Creo que están
tratando de comprar un condominio en Florida.
Jace miró hacia arriba, esperando a Ethan para subir por las
escaleras.

―¿Cuánto hace que los Drummond vivían aquí?

―Los Drummond han estado aquí desde siempre ―dijo Joe―.


No sé exactamente cuánto tiempo, pero han estado aquí desde que
nací, sé que mucho. El abuelo del Sr. Drummond nació aquí, así que
imagino que esta porpiedad ha sido de su familia desde hace varios
años.

―¿Y ellos simplemente se marcharon? ―preguntó Ethan.

Jace frunció el ceño. Podía oír a Ethan respirando con dificultad.


No le gustaba la cantidad de energía que le había llevado el subir las
escaleras. Cuando se mudaran a la casa, si tenían que ir de arriba
abajo por la escalera, llevaría a Ethan.

―Oh ―susurró Ethan, haciendo un alto mientras miraba


alrededor de la gran área abierta dentro de la casa.

Jace se sentía un poco aturdido. El exterior de la casa tenía una


apariencia de tipo de casa de campo. El interior había sido
totalmente rediseñado y redecorado. Los colores parecían simples,
paredes simples, blancas, pisos de madera dura de roble.

Todo lo demás se había cambiado. A Jace le pareció que lo que


habían sido varios cuartos diferentes, fueron convertidos en una
gran sala abierta. La sala de estar se situaba a un lado de la gran
sala, la cocina y el comedor en el otro.

Más allá de la sala había unas cuantas puertas. Una chimenea


de piedra de río grande se asentaba en el medio. El techo de la sala
parecía que se hubiera levantado y abovedado. Jace se imaginó que
cualquier sala de estar que hubiera habido por encima de él ya no
existía.
Un conjunto de escaleras se ubicaban contra una pared del
comedor. A Jace no le gustaba la idea de que Ethan tuviera que usar
las escaleras para ir y venir. Estaría agotado después de sólo unos
cuantos viajes. Por mucho que le gustaba el lugar, y así era, no
podría llegar a ser el lugar adecuado para ellos.

―Vamos ―dijo Nate, con la emoción en su voz―. Hay algo muy


especial aquí que quiero enseñarles.

Jace y Ethan siguieron a Nate por la sala a una de las puertas en


el lado opuesto. Nate prácticamente rebotó donde se encontraba.

―Te va a encantar esto.

Nate abrió la puerta y los condujo a una gran habitación. Jace


vio cómo un conjunto de puertas dobles de cristal cubrían una
pared, dos ventanales franceses en otro. En la tercera pared había
una puerta de madera sólida, y en la cuarta pared la puerta en la
que ellos estaban.

―Esto es muy agradable, Nate ―dijo Jace.

―Esa no es la mejor parte. La llamaron “la habitación de la


suegra” ―dijo Nate mientras corría hacia la puerta del otro lado del
cuarto―. La señora Drummond madre se quedaba en este
cuarto. No era cambiaformas. Los Drummonds remodelaron el
cuarto de baño para ella y su andador.

La boca de Jace se abrió. El baño había sido remodelado con


barras de metal al lado del inodoro, de la bañera muy grande y en el
interior de la cabina de ducha independiente. Parecía un baño de
ensueño para cualquier persona que pudiera tener alguna
discapacidad. Era perfecto.

―Hay una oficina fuera de la cocina ―continuó Nate―. No es


tan grande como esta sala, pero creo que te resultará más que
suficiente para tus necesidades, Jace. También hay dos dormitorios
más y un baño arriba, sólo en caso de tener compañía.
Mientras que volvían de regreso a la habitación principal y
exploraban el resto de la primera planta, Jace no podía dejar de
preguntarse cómo había sido tan enormemente afortunado. Nate
dijo que conocía el lugar perfecto para ellos, pero Jace no tenía idea
de que sería tan perfecto.

El interior de la casa estaba abierto y bien equipado para Ethan.


Él sería capaz de moverse sin ningún problema, incluso si Jace no
estaba allí para llevarlo a todas partes. Entre la habitación
especialmente equipada y un baño para Ethan, la oficina de Jace, y
los acres de tierra para los caballos, era más de lo que Jace nunca
soñó que tendría.

Jace envolvió sus brazos alrededor de Ethan cuando salió al


porche delantero. Desde donde estaban, la mayor parte de los
campos cercados podían verse a ambos lados del camino. Por
supuesto, había más árboles alrededor de la casa, algunos de ellos
bloqueando su vista, pero Jace imaginó que ellos darían buena
sombra a la casa en el verano.

―¿Qué te parece, dulzura? ―preguntó Jace―. ¿Crees que tu


perro puede ser feliz aquí?

―¿Mi perro?

―Mencionaste que querías un perro, ¿recuerdas? ―le recordó


Jace―. Y no creo que realmente puedas tener una finca sin uno.

Miró a Joe, guiñando un ojo. ―¿No es verdad, Joe? ¿No hay


alguna ley o algo que indique que tienes que tener un perro si eres
dueño de una granja?

Sin pestañear, contestó Joe. ―Oh, sí, está en las Leyes del
Condado. Cada dueño de una finca debe tener un perro. Ayuda a
reducir la población de ratas y todo.

―¿Ratas?
―Del tipo de dos piernas ―Joe sonrió―. Incluso puede ser que
desees pensar en tener un segundo perro por si acaso.

Jace vio a Ethan fruncir el ceño. ―Tú no tienes perro. ―señaló


Ethan.

―No, pero yo no necesito perro ―respondió Joe con una


sonrisa―. Tengo a Nate.

―Bueno, dulzura ―preguntó de nuevo Jace―. ¿Deberíamos


quedárnosla y darle a tu perro un lugar para correr y jugar?

―¿Nos podemos permitir esto Jace? ―susurró Ethan―. No tengo


mucho dinero, la mayoría de mis ahorros se fueron en mis gastos
médicos.

―No quiero que te preocupes por el dinero, Ethan ―dijo Jace,


un resquicio de ira se disparó a través de él con la idea de que Ethan
había agotado su dinero duramente ganado para pagar sus facturas
médicas―. Tengo suficiente para cuidar de nosotros dos.

Jace agarró la barbilla de Ethan y ladeó la cabeza hacia la suya.


―Sólo necesito saber si puedes ser feliz aquí conmigo.

―Y mi perro.

Jace sonrió. Una chispa brillaba en los ojos de Ethan otra


vez. ―Y tu perro.
―Eso era lo último, Ethan ―dijo Jace mientras entraba en la
habitación de Ethan―. ¿Estás listo para irnos?

Ethan echó un vistazo a su apartamento amueblado por última


vez, por mucho que deseaba mudarse a su nueva casa, la idea de
dejar aquel lugar le entristecía un poco. Allí era donde vivía cuando
Jace lo había reclamado la primera vez. Aunque Jace no pudiera
recordarlo, él sabía que lo recordaría siempre. El último mes con
Jace había sido el mejor tiempo y el más difícil que nunca hubiera
experimentado. Su amor por él crecía con cada momento que
pasaban juntos. Era un hombre amable y gentil y parecía que le
tenía mucho cariño. También era un mandón en todo lo que
concernía a su salud y a la fisioterapia. No le dejaba sentir lástima de
sí mismo, ni quedarse en casa en vez de ir a ver al fisioterapeuta.
Mientras que Ethan se sentía agradecido por los amorosos cuidados
de Jace, también había momentos en los que quería patearle el culo.

―¿Qué pasa dulzura?

Ethan se encogió de hombros. ―Voy a echar de menos este


lugar.

―Sólo viviste aquí durante unos meses, Ethan ―dijo Jace


mientras se acercaba y se sentaba al lado de Ethan en la cama―.
¿Cómo puedes estar tan apegado?

Ethan sintió su rostro enrojecer. Se apuró en agachar la cabeza.


Quería a Jace, realmente lo quería, pero a veces se sentía como si
estuviera rodando en una montaña rusa emocional con él. Sus
sentimientos parecían estar totalmente fuera de control a su
alrededor.

―Uh uh. No te escondas de mi ―dijo Jace levantando la barbilla


de Ethan―. ¿Qué pasa?

―Sé que no lo recuerdas, pero yo sí. ―Ethan intentó explicarse


sin parecer un loco alterado y sentimental―. Aquí fue donde
estuvimos juntos por primera vez, donde me reclamaste. Conserva
recuerdos muy especiales para mí. Es difícil dejarlo e irme a un
lugar nuevo. ―Ethan gritó cuando Jace le puso de pie de golpe y lo
levantó cargándoselo en el hombro. Jace se agachó, cogió sus
muletas y cruzó la habitación y todo el apartamento hacia la puerta
principal.

―¡Jace! ―Ethan se rio.

Jace simplemente cerró la puerta y llevó a Ethan escaleras abajo


sin decir ni una palabra. Ethan podía ver a la gente mirándoles
mientras Jace se dirigía hacia su camioneta. Se sorprendían y luego
sonreían. Le ardía la cara mientras seguía riéndose. Jace le dejó en la
camioneta y caminó alrededor para llegar al otro lado, tiró las
muletas en la parte de atrás, antes de subir y arrancar. Tenía la
camioneta en la carretera y se dirigían a su nuevo hogar para el
momento en el que Ethan consiguió dejar de reír lo suficiente para
hablar.

―¿A dónde vamos?

―A casa para hacer nuevos recuerdos para ti.

«¡Oh!»

Ethan no pudo evitar la sonrisa en su cara. Jace siempre hacía


cosas así. Cosas dedicadas a poner una sonrisa en su cara. Parecía
tomarse muy en serio su acoplamiento. Quizá era el momento de
dar un pequeño paso. Ethan giró el cuerpo hasta que pudo apoyarse
hacia atrás contra su puerta. Podía ver cómo Jace intentaba ignorar
sus movimientos, pero sus ojos volvían a Ethan una y otra vez, y eso
le emocionaba.

Lentamente se desabrochó los jeans y metió la mano dentro.


Jace tenía razón, ir de comando hacía las cosas mucho más fáciles.
Sin ropa interior o bóxers que se interpusieran en el camino entre él
y sus juegos consigo mismo.

Con la idea de lo que Jace le haría en cuanto llegaran a casa, a


su polla no le llevó más de un par de minutos para llenarse. Unas
pocas caricias con la mano y ya estaba dolorido, necesitado.

Cuando escuchó el leve gemido que provenía del lado de la


camioneta de Jace, Ethan decidió jugar. Se quitó los zapatos de los
pies, después movió las caderas hasta que consiguió empujar los
vaqueros piernas abajo. Desnudo de cintura para abajo, Ethan
separó las piernas y empezó a acariciarse a sí mismo otra vez.
Deslizó su otra mano hacia abajo para masajearse las bolas
suavemente.

Intentaba captar la atención de Jace, y se encontró con que se


estaba excitando muchísimo.

Movió la mano más abajo para acariciarse con el dedo en su


entrada.

Jace gimió.

La camioneta se desvió.

―¡Oh, joder, dulzura! ―Jace gruñó―, mételo dentro. Quiero ver


cómo te lo haces.

Ethan se estremeció. Las palabras de Jace tuvieron un intenso


efecto en él.

Metió la mano en la guantera y sacó su botella oculta de


lubricante, derramando un poco en sus dedos. Dejó caer la botella al
suelo, y tocó su agujero otra vez.
Ethan no pudo contener el gemido cuando sus dedos se
deslizaron por su carne ansiosa. No era frecuente que jugara consigo
mismo. No lo necesitaba. Tenía a Jace. Pero en el pasado, queriendo
guardarse para su compañero, había jugado a menudo. Todavía era
realmente agradable.

Ethan presionó con un dedo dentro de su culo y empezó a


follarse a sí mismo. Le temblaban las piernas. Los disparos de placer
que recorrieron su cuerpo le abrumaban. Cerró la mano alrededor
de su polla y presionó contra la hendidura con la parte superior con
su pulgar.

―Otro dedo, dulzura ―demandó Jace, su voz sonaba baja y


ronca―, métete otro dedo.

Ethan empujó otro dedo mientras miraba a su compañero al


otro lado de la cabina de la camioneta. Los ojos de Jace se movían de
la carretera a su culo, y de vuelta una y otra vez. Su pecho se movía
arriba y abajo con rapidez, su nariz se ensanchaba, y sus ojos verdes
se oscurecían.

―Joder, dulzura ―gruñó Jace―, será mejor que te estires


realmente bien. En el minuto en que detenga la camioneta voy a
meterme tan profundamente dentro de tu culo, que no volveré a
salir jamás.

Ethan empujó dentro un tercer dedo. Empezó a meterse


realmente en el juego, acariciando su polla y montando sus dedos,
cuando la camioneta se detuvo repentinamente. Lo único que evitó
que se golpeara contra el suelo fue el cinturón de seguridad
alrededor de su cintura, el cual desapareció enseguida.

Ethan escuchó abrirse la puerta de la camioneta. Sintió cómo


Jace tiraba de sus dedos liberándolos de su culo, después se apoderó
de sus piernas y lo arrastró hasta el borde del asiento. Antes de que
pudiera hacer o decir nada, sus piernas fueron levantadas en el aire
y la polla de Jace se hundió en él.
Ethan cerró los ojos cuando Jace empezó a empujarse dentro de
la forma como dijo que lo haría. Se agarró al volante con la mano
libre para evitar ser empujado por el asiento por la fuerza de los
movimientos de Jace.

Jace siempre había sido muy cuidadoso con él. Aunque se


deleitaba en el gentil cuidado de Jace, a veces también le frustraba.
Algunas veces necesitaba que simplemente lo tomara, que lo follara,
sin preocuparse por sus lesiones.

Esa era la primera vez, desde que ellos habían vuelto a estar
juntos, que Jace parecía olvidarse de que tenía la espalda lesionada.
No estaba siendo suave ni cuidadoso, ni siquiera estaba siendo
cariñoso. ¿Estaba siendo jodidamente fantástico o era fantástico
jodiendo? No estaba seguro, pero fuera lo que fuese, lo estaba
disfrutando tremendamente. También le llevaba justo al límite.
Gritó mientras el intenso placer enviaba ondas eléctricas que
explotaban en su cuerpo. Se puso rígido y cuerdas de crema blanca
salieron disparadas de su polla y salpicaron su mano y su abdomen.

Abrió los ojos justo a tiempo para ver cómo se tensaban los
músculos del cuello de Jace. Vio cómo apretaba los dientes y dejaba
caer la cabeza hacia atrás rugiendo su nombre. Sintió cómo se
engrosaba la polla dentro de su culo, después, calientes chorros de
semen le llenaron sólo para ser sustituidos, al momento siguiente,
por el nudo de Jace.

La cabeza de Jace cayó sobre su estómago. Ethan entrelazó los


brazos alrededor del cuello de Jace, acunando a su amante contra él.
Podía sentir su rápida respiración. Pequeños estremecimientos
recorrían su cuerpo, mientras el nudo al final de su pene seguía
latiendo.

Jace levantó la cabeza repentinamente y le miró con una


expresión de horror en su cara. Ethan supo al instante en lo que su
compañero estaba pensando, extendió la mano y presionó los dedos
sobre los labios de Jace.
―Estoy bien Jace, de hecho, nunca he estado mejor.

Jace no parecía muy convencido. ―¿Estás seguro? He sido


bastante brusco contigo.

―Lo sé. ―Ethan sonrió―. Ha sido genial, ¿verdad?

Jace le miró sorprendido, luego empezó a sonreír lentamente


también. Apartó el pelo de la frente de Ethan. ―Sí, fue genial
―dijo―. ¿Tal vez podamos volver a hacerlo alguna vez?

―Me encantaría ―respondió Ethan―. Aunque, creo que


podríamos encontrar otro lugar que no sea tu camioneta, ¿eh? No
hay suficiente espacio aquí para poder maniobrar correctamente.

―¿Entonces estás listo para volver a casa?

―Sí ―Ethan se rio entre dientes―. Tenemos muchas más


superficies planas en casa para crear en ellas nuevos recuerdos.

Ethan soltó la cuchara y se inclinó sobre el mostrador de la


cocina cuando sonó el teléfono, descolgó el auricular. ―¿Diga?

―Me gustaría hablar con Jason Dominick.

Ethan frunció el ceño, la voz no era agradable. De hecho sonaba


demasiado exigente. ―No está aquí en este momento. ¿Quiere dejar
algún mensaje?

―¿Quién eres tú? ―preguntó la voz.


―¿Y quién eres tú? ―respondió Ethan.

―¡Quiero hablar con mi hijo!

¡Ah! Al fin Ethan completó la imagen. La voz al otro extremo de


la línea era del padre de Jace, el Alfa Dominick. La única persona
con la que, de verdad, Ethan no quería hablar.

―Lo siento señor, pero Jace no está disponible en este momento.


Me encantaría darle su mensaje.

Ethan se mordió los labios cuando escuchó al otro hombre


murmurando por lo bajo. Quería reírse, pero pensó que sería de
mala educación, así que mantuvo la boca cerrada.

―Dígale usted a mi hijo que ya ha sido suficiente de perder el


tiempo ―gruñó el Alfa Dominick―. Dígale que traiga su culo a casa,
a donde pertenece, antes de que tenga que ir a buscarlo.

―Me aseguraré de darle su mensaje.

«¡No!»

Ethan se sorprendió cuando el hombre le colgó el teléfono sin


decir adiós. Era absolutamente grosero. Ethan se echó a reír
mientras colgaba el auricular y volvía a su té. No había manera de
que fuera a darle ese mensaje a Jace. Podía decirle a su compañero
que su padre le había llamado, pero no iba a decirle que le había
ordenado volver a casa. Jace ya estaba en casa.

―Oye, Ethan, hay algo acerca de lo que tengo que hablar


contigo ―dijo Jace mientras entraba en la cocina un momento
después.

―¿Qué pasa? ―Ethan miró por encima del borde de su taza de


té. La mirada ansiosa en la cara de Jace le hizo olvidarse de la
anterior conversación telefónica. Su preocupación se dirigió a Jace.
En el momento en el que sus ojos se encontraron con Jace, el
otro hombre desvió la mirada. Parecía indeciso y un poco
preocupado. Ethan estaba asombrado, excepto por la primera vez,
cuando habían vuelto a estar juntos, Jace siempre le había parecido
seguro de sí mismo.

Él nunca era inseguro respecto a ninguna cosa.

―¿Jace? ―preguntó Ethan, se acercó para enmarcar la mejilla de


Jace con su mano―. ¿Qué pasa?

―Hay luna llena esta noche, Ethan. ―Jace seguía sin mirarle a
los ojos.

Ethan frunció el ceño. ―¿Y?

Ethan no entendía cuál era el problema. La luna llena saldría


cuando el sol se pusiera. Ocurría cada mes. Aquellos que podían
cambiar corrían libres, cazaban y celebraban el hecho de ser lobos.

Aquellos que estuvieran acoplados cambiarían y buscarían a


sus compañeros para pasar una noche de pasión desenfrenada.

«¡Oh!»

La mano de Ethan cayó y se apartó de Jace. Ahora entendía.


Esta sería su primera luna llena juntos. Ethan no podría volver a
transformarse. Sabía que nunca sería un compañero igual al resto en
ese tema, siempre sería deficiente. No iba a ir con el resto de la
manada a cazar una presa. Siempre se quedaría al margen en esa
parte de su vida. Sólo de pensar que nunca correría libre con Jace le
hacía sentirse como si le clavaran un cuchillo en el corazón. Sentía el
dolor físico. Su pecho dolía. Las lágrimas ardían en sus ojos. Volvió
a tomar su té para ocultar su dolor de Jace. No había ninguna razón
para dejar que su compañero supiera lo mal que se sentía. Jace sólo
se sentiría culpable.
―Creo que deberías ir a correr con el resto de la manada ―dijo
Ethan. Tomó una respiración profunda y colocó una sonrisa en su
rostro, volviéndose a mirar a Jace―. Lo disfrutarás. Estaré aquí
cuando vuelvas a casa.

―No puedo dejarte aquí solo, no en la luna llena ―insistió


Jace―, somos compañeros y…

―Bueno, desde luego yo no voy a ir a correr contigo por el


bosque.

―Ethan.

―¿Qué esperabas, Jace? ―preguntó Ethan dándose cuenta de


que no estaba consiguiendo ocultar la amargura en su voz―. No
puedo cambiar. No puedo correr. ―Gesticuló con las manos a toda
la habitación―. Apenas si puedo subir las escaleras por mí mismo.

Jase hinchó las ventanas de la nariz. ―Pero puedes venir y…


y…

―¿Y qué, Jace? ¿Mirar? ¿Sentarme en el banquillo mientras tú


cazas y juegas con los demás? ―Ethan resopló―. No lo creo.

―Ethan ―replicó Jace.

Esto no era lo que Ethan quería. Intentó ocultar su tristeza a


Jace, pero le había salido como si estuviera furioso. No era lo que
debería estar pasando. Jace se estaba enfadando. Probablemente
también estaría resentido. ¿Quién querría a un compañero con el
que no podía correr? Ethan necesitaba terminar esta conversación
antes de que cualquiera de ellos dijera algo que realmente no
deberían decir.

―Sólo ve, Jace ―dijo Ethan finalmente―, estaré bien.


Probablemente haré palomitas de maíz y simplemente descansaré
en el sofá, veré una película o algo.
―No voy a dejarte aquí sólo, Ethan ―dijo Jace otra vez―. Es la
noche de luna llena y…

―Ya lo has dicho y ya te he dicho que estaré bien. Soy


perfectamente capaz de cuidar de mi mismo durante unas horas. No
soy un niño.

Jace lo miró fijamente, su nariz volvió a inflarse. Sus labios se


apretaron en una línea muy fina. ―Bien ―gruñó―, quédate aquí sólo
entonces. Si no quieres pasar la luna llena conmigo, lo pasaré con
gente que sí quiera.

―Oh, no no… eso es… ¡Mierda! ―Ethan dejó caer la mano que
tendía hacia Jace y frunció el ceño.

Esto sin duda no estaba yendo bien. ¿No? Ahora Jace estaba
enfadado con él. Lo veía en la postura rígida de sus hombros
mientras salía de la cocina.

No había nada que quisiera más que pasar la luna llena con
Jace, pero conocía la atracción que la gloriosa esfera blanca ejercía en
un cambiaformas. Jace no sería capaz de resistirse a la oportunidad
de correr libremente a la luz de la luna. Tendría que cazar, jugar con
los otros miembros de la manada, no iba a ser capaz de quedarse en
casa con su compañero imperfecto.

No, era mejor así. Jace se uniría con los demás miembros de su
manada y correría como un lobo libre bajo la brillante luz de la luna.
Ethan esperaría a que el hombre volviera a casa. Entonces podría
compensarle.

Ethan pasó las siguientes dos horas viendo una comedia en la


tele que en realidad no le interesaba. Parecía estúpido. Además,
tampoco podía dejar de pensar en Jace. Había manejado fatal todo
aquel asunto entre ellos. Ahora se daba cuenta. Repasó la
conversación entre ellos en su cabeza un centenar de veces. Ethan
sabía que Jace pensaba que le culpaba por no ser capaz de unirse a la
manada. No era cierto. Simplemente no quería que Jace se viera
privado de todo lo que implicaba ser un hombre lobo por su culpa,
él había renunciado a cualquier tipo de resentimiento que sintiera
hacia Jace por sus lesiones hacía mucho tiempo. Después de
conocerle, se había dado cuenta de que Jace no le haría daño a nadie
intencionadamente. Simplemente no era así. Lo que había ocurrido
había sido un accidente.

Cuanto más pensaba en ello, más se convencía de que debía


haberse ido con Jace. A su compañero no le gustaba separarse de él
durante largos períodos de tiempo. A Ethan no le gustaba tampoco.
Debería haber cogido una manta e ido con él, aunque hubiera tenido
que verlo todo desde la barrera.

Tal vez no fuera demasiado tarde, pensaba Ethan mientras se


ponía de pie. La luna todavía estaba llena en lo alto del cielo
nocturno. Podía ir, reunirse con Jace y pasar la noche con su
compañero, aunque no pudiera participar en todos los pequeños
juegos de seducción.

Ethan se acercó a la habitación y fue hasta la cómoda para


buscar algo de ropa desgastada para el aire libre. Sus pantalones del
pijama no alejarían el frío del aire de la noche. Necesitaba algo
calentito y preferiblemente cómodo.

Sacó unos jeans y una camiseta de manga larga y los lanzó en


una silla de la esquina de la habitación, buscó sus zapatos. Pensó en
llevar también una manta y una almohada con él por si acaso se
cansaba al esperar a Jace. Sonrió por la que imaginaba que sería la
reacción de Jace al verlo llegar, tiró de la camisa del pijama por la
cabeza y la dejó caer al suelo. Empezaba a quitarse los pantalones
cuando un fuerte ruido desde la sala lo congeló en el lugar.

Escuchó por un momento, pero no oyó nada más. Olfateó el


aire. Por lo menos no había perdido esa habilidad. Pudo oler a Jace,
olía muchísimo a Jace. Era un olor del que nunca se cansaría.
Sin ningún otro ruido sonando y con tan sólo su olor y el de
Jace en casa, se sintió seguro y continuó con los planes para la
noche. Si fuera un intruso lo habría olido, sin embargo, se sentiría
mucho más feliz cuando por fin tuvieran un perro.

―Dulzura.

Ethan volvió a quedarse congelado, su pijama a medio camino


piernas abajo, conocía esa voz, pero no del todo. Sonaba como Jace,
pero el tono era más profundo, más intenso, más ronco. Y provocó
escalofríos en su columna vertebral.

―¿Jace? ―preguntó Ethan. Se subió rápidamente los pantalones


del pijama y luego miró hacia la puerta.

Vio pasar una sombra delante de la puerta, pero la forma era


más grande que Jace, más alto y más grueso. Jace era un hombre
grande, mucho más grande que Ethan. La sombra que se movía
hacia la puerta de la habitación parecía aún más grande.

El miedo se apoderó de Ethan. Aspiró el aire, pero no olía nada


excepto a él y a Jace y un ligero olor a frío, como si el aire hubiera
cambiado. A medida que la sombra se acercaba a la puerta, él
intentaba retroceder, pero sus muletas no cooperaban, resbalaban en
el suelo de madera. Presa del pánico, Ethan dejó caer las muletas y
se agarró al borde de la cama.

―Dulzura. ―La voz sonaba como la de Jace, pero no


exactamente―. Puedo olerte, dulzura. Sé que estás aquí.

―¿Ja… Jace?

―No puedo permanecer lejos de ti, Ethan ―dijo la voz, cada vez
más cerca―. No esta noche. Es luna llena, dulzura, es tiempo de que
estemos juntos y renovemos nuestro vínculo, para que te reclame
otra vez.
El corazón de Ethan latía con fuerza. Se subió a la cama y se
deslizó hacia la cabecera, tratando de hacerse tan pequeño como
fuera posible. Cogió una almohada y la sostuvo delante de su
cuerpo, como si fuera un escudo para la enorme forma que de
repente llenaba la puerta.

―Hoy es el acoplamiento de luna llena, dulzura y he venido a


reclamar a mi compañero.

―¿Jace? ―gimió Ethan pegando más la almohada contra su


cuerpo.

No había manera de que la criatura que estaba en la puerta


pudiera ser su compañero. Su Jace no era tan grande. Tampoco tenía
pelo castaño oscuro en la mayor parte de su cuerpo, ni orejas
puntiagudas, ni una nariz ligeramente alargada, ni largos colmillos.

Ethan se quedó boquiabierto mientras sus ojos vagaban por el…


el… lo que fuera que estaba en la puerta. Estaba absolutamente
seguro de que su Jace tampoco tenía un pene tan grande. Esa
criatura ostentaba una monstruosidad entre las piernas.

―Hola dulzura ―dijo mirando directamente a Ethan.

Ethan inhaló de golpe cuando el asombro lo golpeó. Los ojos


del color profundo de la hierba eran de Jace. La criatura que estaba
de pie ante él, que caminaba hacia él lentamente no era otro que su
compañero.

―Intenté mantenerme alejado, Ethan ―dijo Jace mientras subía


al borde de la cama y se arrastraba hacia él―. Juro que lo intenté.
Intenté hacer lo que me pediste. Me uní a la manada. Corrí y casé.
Nada de eso era lo mismo sin ti. Tenía que estar contigo esta noche.

A Ethan le temblaba la mano mientras dejaba caer la almohada


y se acercó para tocar la cara peluda de Jace. Su suave pelo le hizo
cosquillas en la piel. Sintió un fuerte aroma en el aire, almizclado.
Apagaba todos los otros olores del cuarto yendo inmediatamente
hacia su pene.

Eso le hizo querer, le hizo desear. Necesitaba a su compañero


más de lo que lo había necesitado nunca.

―¿Jace? ―preguntó Ethan otra vez.

Jace giró la cabeza y lamió la mano de Ethan, su enorme lengua


envolvió la palma de su mano.

Jace gimió. ―Ah, sabes tan bien, dulzura. Podría lamerte


entero…

Ethan gritó cuando Jace le agarró las piernas y tiró de él hacia


abajo tumbándole en la cama. Agarró el pantalón del pijama y se lo
arrancó desgarrándolo por el medio tirando el material destrozado
al suelo.

―Creo que lo haré ―dijo Jace.

Ethan levantó la mano para detener a Jace sólo para dejarla caer
sobre la cama cuando la larga lengua de Jace se deslizó desde el
abdomen hasta la clavícula.

―Oh, Dios, Jace ―jadeó Ethan.

―Mmm, Dulzura se ajusta a ti, Ethan ―dijo Jace cuando pasó la


lengua por el cuerpo de Ethan hacia abajo―. Sabes a chocolate con
leche con un toque de canela.

Ethan enterró las manos en el pelo de Jace cuando su mundo se


redujo al movimiento de la lengua hacia su ingle. Su polla se puso
en pie y saludó. Para consternación de Ethan, Jace pasó por alto su
pene y siguió bajando hasta lamer su fruncido agujero.

―Ese sabor a canela ―dijo Jace―, es muy fuerte aquí.


Ethan estuvo a punto de perder la cabeza cuando Jace acarició
sus testículos. Los pequeños pelos de la cara de Jace se frotaron una
vez más contra él.

―Quiero más dulzura.

Muy bien.

Ethan abrió las piernas y se ofreció a su compañero. Si Jace lo


quería, podía tenerle. A Ethan no le importaba si se trataba de
alguna parte del ritual del acoplamiento de la luna llena. Sólo le
importaba que el placer no acabara.

Y no se acabó. Jace bañó el cuerpo de Ethan con la lengua.


Circuló sus pezones y viajó hacia abajo sobre su pecho y su
abdomen, luego alrededor de su pene y por encima de sus bolas,
presionando contra su ansiosa entrada hasta que la empujó dentro.
Jace no se perdió ni un solo centímetro. El cuerpo de Ethan se
estremecía con cada golpe de su lengua. Su cuerpo estaba más
sensible, cada terminación nerviosa gritaba por más de las caricias
de Jace. Ethan estaba lloriqueando, gimiendo, balbuceando y
suplicando por Jace. Y eso sólo parecía estimular al hombre.

Ethan gritó una objeción cuando Jace se apartó de pronto. Dio


otro pequeño grito cuando de repente le dio la vuelta y le puso
varias almohadas debajo de sus caderas para elevarle. Miró por
encima del hombro interrogando a Jace, pero cualquier protesta
murió en sus labios cuando Jace le agarró las nalgas y las apartó
lamiendo el pliegue.

El placer que sentía era demasiado intenso. Ethan no podía


aguantar más. El calor latía en su cuerpo y estaba a punto de
quemarle. Empezó a mover las caderas, presionando la espalda
contra el hombre que lo atormentaba.

―Jace, Jace, Jace... ―suplicaba Ethan―. Te necesito, por favor.

―Entonces me tendrás, dulzura.


Ethan gritó cuando Jace se apartó de él. Sabía que se habían
peleado, que Jace estaba enfadado con él cuando había salido de
casa, pero no pensaba que fuera a sobrevivir si Jace lo dejaba ahora.

La sensación de la polla de Jace presionando contra su agujero


debió advertir a Ethan de lo que estaba a punto de suceder. Había
visto al hombre cuando entraba en la habitación. Con aquella
enorme polla, Jace lo empaló poco a poco. Ethan no podía hacer
nada más que temblar y gemir.

Cuanto más se empujaba en él, más convencido estaba que su


compañero quería matarlo. No creía que Jace pudiera encajar todo
aquello. No dolía exactamente, pero sentía muchísima presión
interna y plenitud.

Finalmente, le sintió parar, dándole unos minutos para respirar


y adaptarse a la sensación de su enorme polla dentro del culo.
Cuando Jace empezó a moverse otra vez, cada pensamiento sobre
que Jace quería torturarlo desapareció de su cabeza sustituyéndolos
por una roja niebla de un deseo tan intenso, que Ethan vio chispas
de colores explotando delante de sus ojos.

Cada movimiento que Jace hacía, empujando o retirándose,


acariciaba su punto dulce. No hubo un solo segundo en el que no
hubiera contacto directo entre su pene y su próstata. Ethan nunca
había sentido nada parecido y no estaba seguro de poder manejarlo
si volvía a sentirlo otra vez.

Todo parecía demasiado intenso, la sensación de las manos con


garras de Jace clavándose en sus caderas, la caricia suave de su
cuerpo peludo contra el suyo, la manera en la que Jace lo llenaba
hasta el tope, incluso hasta el fuerte perfume de su compañero. Los
sobrecargados sentidos de Ethan explotaron. Su cuerpo también.

Los dedos de Ethan se clavaron en las mantas debajo de él


mientras gritaba su liberación, cordones de semilla perlados
cubrieron la cama. Escuchó el suave gruñido detrás de él convertirse
en un fuerte rugido, antes de que los largos caninos se hundieran en
la suave carne de su cuello cuando Jace lo reclamó de nuevo.

Los sollozos de Ethan se convirtieron en gritos de placer


cuando su compañero lo llenó con su semilla. El nudo que se
extendió dentro de su cuerpo fue lo último que pudo aguantar. Su
cuerpo se fundió contra el colchón. Vio luces danzando delante de
sus ojos hasta que su visión se volvió negra. Sonrió sintiéndose feliz
y satisfecho, luego se deslizó hasta la inconsciencia.
―¿Ethan?

Ethan gimió y se dio la vuelta. No quería que ninguna voz


molesta invadiera los sueños agradables que estaba
experimentando. Se sentía derretido, relajado. Quería quedarse en el
pequeño país de los sueños agradables en el que flotaba.

―¡Ethan!

Ethan parpadeó, sus ojos se abrieron sin su permiso. Se dio la


vuelta para ver a Nate sentado en un lado de su cama. El aire frío
que erizaba su piel de pronto le recordó que yacía desnudo sobre la
cama, y ¿por qué? Sintió que su rostro se ruborizaba mientras
agarraba las mantas y se las ponía encima del cuerpo.

―¿Nate? ―susurró con voz ronca―. ¿Qué estás haciendo aquí?


¿Dónde está Jace?

―Empacando.

El pánico golpeó a Ethan. Su corazón tronó en su pecho.


―¿Empacando? ¿De qué demonios estás hablando? ―le preguntó
mientras se obligó a sentarse.

―Está abajo con Joe en este momento, empacando.

―¿Qué? ¿Por qué?

―Anoche hubo luna llena.


―¿Y? ―Ethan ya lo sabía. Era bastante obvio para los
cambiaformas. Simplemente no entendía qué tenía que ver eso con
que Jace estuviera haciendo las maletas. Sabía que Jace se había
enfadado la noche anterior, pero imaginó que lo habían
arreglado. ¿Podría haber sido un error?

―También es el momento del acoplamiento de luna llena para


los que tienen compañero ―explicó Nate.

Ethan podía sentir su cara ardiendo de color rojo brillante de


nuevo. ―Ya lo sé.

Chico, claro que lo sabía. Aun sentía los efectos de la unión de


luna llena en cada dolor de su cuerpo, pero todos los dolores eran
exquisitos, recordándole lo bien que su compañero le había
reclamado la noche anterior. Había sido glorioso.

Ethan de pronto se preocupó cuando Nate le agarró la mano.

Los ojos de Nate parecían estar llenos de preocupación, que


sólo aumentó la suya. ¿Había ocurrido algo que él no sabía? ¿Jace
habría decidió que un compañero que no podía correr y cazar
durante la luna llena no le convenía?

―¿Q…qué? ―La voz de Ethan se tambaleó.

―¿Cómo te sientes? ―preguntó Nate― ¿Estás bien?

Con tanto como la cara de Ethan había enrojecido durante los


últimos cinco minutos, no estaba seguro de que volviera a ser de un
color normal. No estaba acostumbrado a discutir cosas íntimas con
nadie, especialmente con alguien que no era su pareja.

―Estoy bien ―dijo Ethan, todavía confuso y con un poco de


pánico―. ¿Qué está pasando, Nate? ¿Por qué está Jace empacando?

―Jace cambió ayer por la noche, Ethan ―explicó Nate―. Había


luna llena y...
―¿Quieres dejar de darle vueltas al maldito arbusto y decirme
qué diablos está pasando? ―Ethan se rompió.

Nate dejó escapar un suspiro. ―Jace piensa que te hizo daño


ayer por la noche.

―¡Jace nunca me haría daño!

Nate se rio entre dientes, lo que le pareció extraño,


considerando las circunstancias. A él la situación no le parecía muy
divertida. De hecho, le parecía como una especie de desastre.

―No creo que se haya dado cuenta de eso ―dijo Nate―. Él


cambió ayer por la noche en nuestra tercera forma y entonces estoy
asumiendo que te reclamó.

Ethan hizo rodar los ojos, aun con su rostro sonrojado otra
vez. ―Sí.

Y algo más.

―Te desmayaste, Ethan.

―Oh, Señor.

―Jace cree que te lastimó, que no pudiste manejar que él te


reclamara.

―Bueno, me pareció un poco intenso, pero nunca me hizo daño


―afirmó Ethan―. Jace nunca haría nada para hacerme daño.

―Entonces tienes que dejar de avergonzarte y mover tu culo a


la otra habitación antes de que tu compañero embale todas sus cosas
y se vaya. En este momento, él cree que la mejor manera de
protegerte es irse.

―Oh, lo juro ―exclamó Ethan al dejar caer las mantas y sacar las
piernas por el lateral de la cama―, uno de estos días voy a golpear a
ese hombre en la cabeza tan fuerte que su cerebro traqueteará
durante una semana.

Buscó alrededor el pantalón de su pijama, sólo para recordar


que Jace lo había destrozado, cuando vio el material arrugado en un
rincón. No podía dejar de sonreír. Debería enmarcarlos.

―¿Me puedes conseguir un par de pantalones de la cómoda?

Nate miró el material hecho jirones en el suelo y se echó a


reír. ―Sí, claro.

Ethan agarró los jeans que Nate le dio y se los puso. Se mostró
agradecido cuando Nate se dio la vuelta, dándole un poco de
privacidad mientras él se levantaba y tiraba de ellos para terminar
de subírselos.

Agarró sus muletas y se dirigió hacia la puerta. Se puso la


camisa y los zapatos. Tenía que ir a la sala principal y golpear a su
compañero hasta hacerle entrar en razón. No sabía si estaba
enfadado porque su compañero sintiera la necesidad de irse, o
satisfecho de que se preocupara tanto por él que prefería
abandonarle antes que hacerle daño.

Joe se sentó a la mesa del comedor a beber una taza de café. No


dijo una sola palabra, sólo señaló el porche delantero. Ethan rodó
sus ojos y se dirigió a la puerta principal, que estaba abierta.

Pudo ver a Jace sentado en los escalones del frente antes de


llegar al marco de la puerta. Sus hombros se veían encorvados, la
cabeza inclinada, apoyada en sus manos. Se veía tan absolutamente
abatido que el corazón de Ethan le dolía por él.

Le abandonaron todos los pensamientos de golpearle en la


cabeza con su muleta. Su compañero necesita comprensión y
confianza, no ira.
Ethan apoyó las muletas contra el marco de la puerta
arrastrando los pies con cuidado a través del espacio entre la puerta
y Jace.

Jace dio un salto cuando Ethan se inclinó para descansar su


mano sobre su hombro. Miró hacia arriba y palideció, su rostro se
volvió blanco pastoso.

Ethan ignoró el pequeño jadeo de Jace y se movió


cuidadosamente a su alrededor para estar delante de él, sentándose
en el escalón de debajo del hombre.

Colocó su cuerpo contra Jace, agarrándole los brazos y


envolviéndolos alrededor de su propio cuerpo antes de inclinar la
cabeza hacia atrás contra el cuerpo rígido de Jace. Podía sentir el
ruido sordo de los latidos de su corazón. El hombre estaba
aterrorizado.

―Sé que sólo hemos estado en nuestra nueva casa desde hace
un par de semanas ―dijo Ethan―. ¿Es demasiado pronto para tener
un perro o deberíamos esperar hasta que estemos un poco más
establecidos?

Cuando Jace no dijo nada, Ethan inclinó la cabeza hacia atrás


para mirar a su compañero. La cara de Jace parecía congelada en su
asombro, con la boca abierta. Ethan se acercó y levantó la barbilla de
Jace, cerrándole la boca.

―¿Deberíamos conseguir un cachorrito pequeño o empezar por


un perro adulto?

Ethan miró de nuevo hacia adelante, encogiéndose de


hombros. ―No estoy seguro de que estemos preparados para
empezar con el entrenamiento de un perrito por el momento.

―Ethan.
―Los cachorros son agradables, sin embargo ―siguió Ethan
como si Jace no hubiera dicho ni una palabra―. Si adoptas un perro
cuando son jóvenes, puedes entrenarlos del modo que quieras. Por
supuesto, hay muchos perros sin hogar por ahí que necesitan casas
buenas, también. ―Ethan inclinó la cabeza hacia atrás de nuevo―.
¿Qué te parece?

―Oh, Ethan, yo… ―Jace murmuró en voz baja, con lágrimas en


sus ojos.

Ethan apoyó la mano de su compañero en la mejilla. Quería que


Jace supiera que no tenía miedo de él, que ni siquiera estaba
enfadado con él. Quería que su compañero supiera que era amado.

Ethan sujetó la mano ahuecada contra su mejilla, pegándola con


más fuerza contra su piel. Alzó la otra mano y secó las lágrimas de
Jace con el pulgar. Sintió un tirón leve en la respiración de Jace.

―Te amo, Jace.

―Oh, Cristo, Ethan ―susurró Jace mientras le tomaba en sus


brazos.

Ethan envolvió su brazo alrededor del cuello de Jace. Él


esparció pequeños besos en la cabeza de Jace. La respiración de Jace
empezó a acelerarse, su cuerpo temblando. Ethan se limitó a
sostenerlo más apretado mientras murmuraba palabras dulces para
él.

―Después de que salieras ayer por la noche supe que debería


haber ido contigo, Jace ―dijo Ethan―. Lo siento, no lo hice. Lo
siento, actué como un tonto, también. Podría haberlo manejado de
otra forma mejor. ―Se retiró lo suficiente como para mirar hacia
arriba al rostro de Jace. ―Pero me gustó cuando viniste a buscarme.
―Los ojos de Ethan bajaron. Alisó la tela de la camisa de Jace,
sintiéndose un poco avergonzado de estar hablando de las
intimidades de la noche anterior―. Me gustó mucho lo que pasó
después de que me encontraras ―susurró Ethan.

―Te desmayaste, Ethan.

Oh maldición, allí estaba su cara sonrojándose otra vez. ―Sí,


pero lo he hecho una o dos veces antes de ayer, ¿no es cierto?
―Levantó la vista hacia Jace, queriendo mirarle a los ojos cuando
hablaba―. No me hiciste daño, Jace.

―¿Lo juras? ―susurró Jace, sus ojos buscándole, desesperados.

―No mentiría sobre algo como esto.

―Espero que no me mientas sobre nada, dulzura.

―Todavía no lo he hecho ―dijo Ethan―. Realmente no tengo la


intención de empezar ahora.

Ethan se dio la vuelta otra vez y se acurrucó contra el cuerpo


más grande de Jace, metiendo la cabeza en el hueco del cuello del
hombre. Él sonrió, moviéndose un poco cuando Jace lo levantó y lo
colocó más cómodamente en su regazo.

―Así que, ¿un perro o un cachorro? ―preguntó Ethan.

―Tal vez deberíamos empezar con un perro ―dijo Jace―. Como


has dicho, hay un montón de perros por ahí que necesitan un buen
hogar. Además, si tienes un perro adulto, tal vez él podría enseñar a
un cachorro una o dos cosas.

―¿Dos perros? ―preguntó Ethan, entusiasmado con la idea


―¿Crees que podemos tener dos perros?

―Ethan, creo que podemos hacer lo que queramos.


Jace miraba dormir a Ethan. Se había quedado dormido en sus
brazos, mientras estaban sentados tranquilamente en el porche
delantero viendo la finca que ahora les pertenecía. A Jace le dio una
sensación de paz el sostener a su compañero mientras dormía.

Él se sorprendió más allá de las palabras porque se le había


concedido un regalo tan maravilloso. Y eso era exactamente lo que
Ethan era, un regalo. Era todo lo que un compañero podría esperar y
más.

El escuchar a Ethan decir que le amaba era casi más de lo que


Jace podía soportar sin romperse como un pequeño bebé. Aunque
sabía que Ethan se preocupaba mucho por él, que le adoraba
incluso, nunca pensó que conseguiría el corazón de su compañero,
no después de las cosas que le había hecho.

Era el mejor regalo que había recibido. Aunque nunca se había


cuestionado su decisión de renunciar a su puesto en la vieja
manada, saber que Ethan lo amaba hacía que todo hubiera valido la
pena.

Jace sólo deseaba poder expresarle cuánto significaba para


él. Decirle „te amo‟ no le parecía suficiente con todas las sensaciones
que experimentaba cada vez que veía a su pequeño compañero.
Tenía que pensar en otra forma mejor de hacerlo, algo que Ethan
nunca olvidara. Tenía que demostrarle a su compañero, sin sombra
de duda, que él lo amaba, y lo adoraba. Jace quería que supiera que
estaba exactamente donde quería estar.
Y él necesitaba ayuda para hacerlo. Acunando a Ethan contra su
pecho Jace se puso de pie. Sonrió cuando Ethan se acurrucó más
cerca de él antes de girar y caminar de regreso a la casa. Joe y Nate
estaban sentados juntos ante la mesa, Nate acurrucado en el regazo
de Joe.

Jace asintió con la cabeza, reconociéndoles y llevó a Ethan al


dormitorio. Cuidadosamente colocó a Ethan en la cama, después
desabrochó los botones de sus pantalones, tirando de ellos
deslizándolos por sus piernas. Ethan se retorció un poco cuando
Jace lo metió en la cama.

―Jace, Jace ―se quejó Ethan.

―Ssshhh, dulzura ―murmuró Jace por respuesta. Apartó los


rizos rubios arena de la cara de Ethan―. Estaré en la otra habitación
cuando te despiertes, Ethan. No voy a ninguna parte.

Sus palabras parecieron calmar a Ethan. El pequeño hombre


sonrió y rodó sobre su costado, metiendo las manos bajo la
mejilla. El corazón de Jace latía en su pecho. No había una vista más
hermosa en todo el mundo. Riendo por la reacción de Ethan, Jace
volvió a la otra habitación. Cogió una lata de refresco de la nevera y
se fue a sentar al otro lado de la mesa frente a Nate y Joe. Ambos
hombres parecían bastante satisfechos con su jornada de trabajo, si
las sonrisas en sus rostros eran alguna indicación.

Jace sabía que se sentirían así y con razón. En esencia, habían


evitado que cometiera un error colosal con Ethan. Había estado listo
para partir, su equipaje empaquetado y sentado junto a la puerta
principal.

No queriendo despertar a Ethan, Jace llamó a Nate y a Joe y les


pidió que se acercaran. Era probablemente una de las decisiones
más inteligentes que jamás había hecho, la primera había sido volver
con Ethan.
―Así que… necesito ayuda con algo ―les dijo Jace después de
unos minutos de silencio.

―Por supuesto ―dijo Nate―, ¿qué pasa?

―Quiero hacer algo especial por Ethan ―respondió Jace―. Algo


para demostrarle lo mucho que significa para mí.

―Cásate con él ―dijo Nate simplemente.

Jace se quedó boquiabierto

Estaba acoplado con Ethan. Lo habían celebrado con el resto de


la manada en una ceremonia de acoplamiento, pero él nunca había
considerado realmente casarse con Ethan. No era porque no
quisiera. Simplemente, no había pensado en ello.

Sin embargo, cuanto más lo pensaba, más le gustaba la idea.


Casarse con Ethan en una ceremonia real de boda era demostrarle
no sólo a su compañero, sino también al mundo entero, que se
comprometía con él.

Jace comenzó a sonreír, cuando se imaginaba la cara de Ethan


cuando se declarara y le pidiera que pasara el resto de su vida con
él. Definitivamente iba a necesitar un anillo, algo especial que fuera
único a la personalidad de Ethan. Cualquier viejo anillo no serviría,
no para su pareja.

Levantó la vista cuando Joe se rio entre dientes, la curiosidad le


llenaba. El hombre sólo agitó su mano a Jace.

―Debes estar seguro de que sabes lo que vas a obtener, amigo


mío ―comentó Joe―. Cuando Nate planeó nuestra boda, te juro que
no lo vi durante varios días. Él prácticamente vivía en casa de mi
madre.

―Oye ―se quejó Nate, aplastando el brazo de Joe―. Fue una


buena boda. Maldita sea, y tú lo sabes.
―Es verdad ―rio Joe―. Y yo no cambiaría nada al respecto, pero
hay que admitirlo, tú y mamá perdisteis la cabeza al planificar la
ceremonia.

Jace negó con la cabeza, riendo entre dientes mientras la pareja


seguía discutiendo sobre lo que sucedió mientras planeaban su
boda. Si bien era bonito verlos, Jace esperaba sinceramente que
Ethan no se volviera loco.

Tuvo la visión de una ceremonia tranquila, pacífica. Por


supuesto, si Ethan quería todo el alboroto que implicaba una boda
de gran lujo, eso era exactamente lo que tendría. Jace quería darle
todo lo que Ethan siempre hubiera deseado.

―Está bien, muchachos ―dijo Jace, interrumpiendo en la


conversación de los dos hombres―. ¿Creen que podrían volver a
concentraros en los planes de mi boda?

La cara de Nate enrojeció. Joe se rio. ―Lo siento, Jace.

Jace agitó la mano a Joe en un gesto desdeñoso. ―No te


preocupes por eso. Fue muy agradable veros, pero me vendría bien
algo de ayuda con Ethan. Quiero planificar algo que nunca olvidará
―sonrió Jace―. ¿Alguna idea?

―¿Jace? ―Ethan llamó mientras se dirigía a la gran sala


principal de su casa. Nate le había enviado a la ciudad con algunos
recados, y estaba cansado. Ethan dejó sus bolsas sobre la mesa del
comedor y fue en busca de su compañero desaparecido.

―Jace, ¿dónde estás? ―preguntó Ethan mientras entraba en la


habitación vacía. Buscó en el cuarto de baño, la oficina, y el resto de
la primera planta. Al no encontrar a su compañero, se dirigió hacia
las escaleras, asumiendo que su compañero debía estar arriba,
cuando una hoja de papel de color rojo llamó su atención.

Estaba pegada en el refrigerador. Ethan frunció el ceño y sacó el


papel de la nevera, explorándolo rápidamente. Se rio en voz baja
cuando leyó las palabras que Jace había escrito para él.

Las rosas son rojas, las violetas son azules.

Sigue el camino, dulzura, tengo algo para ti.

¿Camino? ¿Qué camino? Ethan miró a su alrededor. No podía


ver nada. Divertido por el pequeño juego al que Jace quería jugar,
nuevamente registró las habitaciones en busca de signos de un
sendero. En el dormitorio, se encontró con algo que no había visto
antes.

Las puertas dobles de cristal estaban ligeramente


entreabiertas. Cuando Ethan las empujó para abrirlas, se dio cuenta
de un rastro de pétalos de rosas rojas que salían de la casa. Empezó
a seguir lentamente el camino, mirando hacia adelante en busca de
signos de su compañero. Solo vio más pétalos de rosa.

El rastro lo llevó a recorrer un lateral de la casa y luego hacia el


granero.

Intrigado, Ethan siguió. Escuchó el ladrido antes de llegar a la


gran puerta del establo. Empujando la pesada puerta, Ethan dio un
paso atrás con miedo cuando un perro grande de color amarillo le
ladró.

Ethan se echó a reír cuando el perro saltó a su alrededor,


ladrando. El gran lazo rojo en el cuello le dijo que aquel precioso
labrador amarillo era parte del juego de Jace. Lo sujetó al ver un
gran trozo de papel rojo unido al lazo.

Ethan se agachó y acarició al perro durante varios minutos


antes de arrancarle la nota del lazo alrededor de su cuello. Una vez
más, leyó las palabras que Jace le había escrito, divertido con el
poema que su compañero había creado. Era dulce, pero Jace nunca
sería poeta profesional.

Ven conmigo y verás,

a un hombre que te quiere más

de lo que puedes esperar.

¿Tenía que seguir al perro? Confundido, Ethan miró a su


alrededor en el granero. Seguir al perro ¿a dónde? De repente, el
perro se dio vuelta y saltó alejándose por el granero. Encongiendose
de hombros, Ethan lo siguió.

El perro estuvo muy pronto fuera de su vista, pero se oía el eco


de sus ladridos por todo el granero. Ethan lo siguió, arrastrando los
pies hasta llegar a uno de los compartimentos no utilizados. Había
un corazón rojo grande pintado en la puerta.

Ethan abrió la puerta. El aire que tenía en los pulmones


desapareció cuando vio a su compañero recostado contra un
montón de paja, un compañero muy desnudo y muy excitado. No
sabía si reír o derretirse.
Un gran lazo rojo estaba envuelto alrededor de la polla, muy
erguida, de Jace. ―Veo que me encontraste, dulzura ―dijo él.

Ethan se derritió.

Jace era un hombre muy atractivo. No era sólo el aspecto que


tenía, a pesar de que era bastante impresionante. Lo era también por
el aire seguro de sí mismo a su alrededor. El hombre sabía que era
atractivo.

―Me gusta este juego, Jace ―dijo Ethan mientras dejaba caer las
muletas y entraba en el compartimento, dando un paso lento tras
otro hasta que se puso entre las piernas de Jace―. Soy muy bueno
para seguir instrucciones.

―Demuéstramelo ―Jace lo desafió.

Ethan levantó una ceja, en silencio, aceptando el reto.

―Quítate toda la ropa ―lo instruyó Jace.

Ethan sabía que los ojos de Jace seguían todos sus movimientos
mientras lentamente se quitaba la ropa y la dejaba caer al suelo. Ni
siquiera tenía que mirar. Podía sentir que la mirada de Jace le
quemaba recorriendo cada centímetro de su cuerpo.

Una vez que Ethan se quedó desnudo ante Jace, esperó. Sabía
que quería algo más. Estaba en lo cierto. Jace le torció un dedo,
indicándole a Ethan que debía acercarse más. Ethan no sabía cuánto
más cerca podría ponerse. Prácticamente estaba en el regazo de Jace
tal y como estaba.

Jace le agarró por la cintura y tiró de Ethan hacia abajo,


colocándolo en el suelo cubierto de paja entre sus piernas. Ethan
hubiera preferido sentarse en el regazo de Jace, pero este era el juego
de su compañero.

―¿Y ahora qué? ―preguntó Ethan cuando Jace no hizo nada.


Después del modo en que él había encontrado a su compañero,
habría esperado que Jace hiciera algo. Esperaba un poco de buen
sexo por lo menos.

Jace hizo un gesto al lazo envuelto alrededor de su pene.


―Desenvuelve tu presente, ¿qué más?

Ethan se echó a reír y cogió el final de la cinta, tirando poco a


poco hasta que el lazo se deshizo y la cinta quedó libre en su
mano. El otro extremo de la cinta no flotó como Ethan esperaba, sino
que cayó al suelo pesadamente, como si pesara.

Miró a Jace, pero el hombre simplemente le arqueó una ceja.

Agarró la cinta con las dos manos y comenzó a deslizarla a


través de sus dedos hasta llegar al otro extremo. Ethan se quedó
inmóvil, los ojos muy abiertos con el brillo del oro que vio colgando
del borde de la cinta.

Se detuvo, dándose cuenta de que el objeto estaba atado con un


pequeño trozo de hilo rojo. No era uno, sino dos anillos de oro. Los
dedos de Ethan temblaron mientras sacaba los anillos libres del hilo,
luego acunó los dos anillos en la otra mano.

Parecían simples bandas de oro. No había diamantes u otras


gemas, ningún diseño especial para los anillos. Sólo dos bandas
simples. Parecían perfectas. No fue hasta que Ethan tomó el más
pequeño que se dio cuenta de las pequeñas letras grabadas en el
interior de la banda.

Frunció el ceño, mirando de cerca las letras hasta que pudo


darles sentido. Entonces su corazón tronó en su pecho. Ethan sintió
que las lágrimas se le acumulaban en los ojos.

Amor, Siempre, Promesa.

Ethan miró a Jace. En silencio le preguntó, con miedo de poner


sonido a sus palabras. Amaba a Jace desde hacía mucho tiempo. Le
había dicho dos veces de su amor. En ambas ocasiones, no había
recibido respuesta.

Ethan empezaba a preguntarse si Jace llegaría a amarle. Sabía


que Jace se preocupaba por él, pero la preocupación era diferente
del amor. Tan bueno como Jace era para él, Ethan no quería
estropearlo todo hablando constantemente de su relación. Pensaba
que lo que tenía era demasiado bueno para ponerlo en peligro.

Jace asintió con la cabeza. Agarró la mano de Ethan y lo acercó


más. Sujetó la mano libre de Ethan y la levantó. Con la otra mano,
cogió el anillo más pequeño de los dedos de Ethan y lo deslizó hacia
abajo por su dedo.

―Te amaré siempre, dulzura. Lo prometo ―le susurró Jace.

Jace agarró el otro anillo. ―Sé que tuvimos una ceremonia de


acoplamiento frente a nuestra manada ―le dijo―, pero quiero más
que eso. Quiero que el mundo entero sepa que nos pertenecemos el
uno al otro.

Le entregó el anillo a Ethan luego levantó su dedo anular. ―Si


quieres lo mismo, ya sabes dónde va esto ―dijo Jace―. ¿Quieres
casarte conmigo, Ethan Brown?

Las lágrimas de Ethan corrían por su rostro sin control. No le


importaba si alguien, cualquiera, pensaba que era demasiado
femenino para un hombre el ponerse a llorar. Sus emociones
parecían demasiado intensas para mantenerlas en su interior. Las
manos de Ethan temblaban mientras deslizaba el anillo por el dedo
de Jace.

Alzando la vista al rostro de su compañero, se sorprendió al ver


las lágrimas resbalando por las mejillas de Jace. Pero no había
tristeza en sus ojos, únicamente alegría y amor. Ethan se dio cuenta
de que había visto antes esa misma emoción en los ojos de Jace con
anterioridad. Sólo que no lo había reconocido como lo que era.
―Te amo, Jace ―susurró Ethan mientras se inclinaba para besar
a su pareja―. Siempre, lo prometo.

Jace se rio entre dientes. ―Entonces, ¿crees que podrías hacer


algo con esto? ―preguntó Jace mientras agarraba su polla erecta con
una mano y la movía en dirección de Ethan.

―Te lo dije ―le contestó Ethan, sonriendo mientras colocaba su


mano sobre la de Jace―. Soy muy bueno siguiendo instrucciones.
―Es realmente bonito, Ethan.

Ethan se echó a reír, con los dedos enredados en el suave pelaje


de color amarillo de su nuevo perro, Mickey, un regalo de Jace para
celebrar su compromiso. Ethan aprendió enseguida que el tener un
perro de tres años no era muy diferente a tener un cachorro.

Ambos requerían mucha energía, mucha atención y mucho


amor. A cambio, Mickey le daba a Ethan todo su amor y toda su
adoración. Siempre estaba emocionado cada vez que Ethan entraba
en la habitación, se sentaba en silencio junto a él cuando Ethan no se
sentía bien, y le amaba incondicionalmente, era como una
maravillosa extensión de Jace.

―Es maravilloso ―dijo Ethan―. Jace y yo hablamos de la


posibilidad de conseguir un cachorro o un perro adulto. Creo que
Mickey fue la mejor elección. No podría imaginarme con ningún
otro perro ahora que lo tenemos a él.

Nate se rio entre dientes. ―Así que, tienes a tu pareja, tienes una
casa y ahora tienes un perro ―dijo Nate―, ¿necesitas alguna otra
cosa?

Ethan negó con la cabeza. ―Hubiera sido feliz sólo con Jace.

Hizo un gesto con la mano abarcando su alrededor. ―Todo lo


demás sólo es la guinda del pastel.

―Hablando de pasteles, ¿has decidido qué tipo de pastel de


bodas vas a querer?
Ethan frunció el ceño. ―¿Tenemos que elegir un pastel de
bodas?

―¡Oh cariño! ―rio Nate―. Hay tantas cosas que tienes que
planear para una boda. ―Nate se sentó más cerca―. No te
preocupes, conozco un estupendo organizador de bodas para ti.

―¿Ah sí? ―respondió Ethan con curiosidad―. ¿Qué hace


exactamente un planificador de boda?

La sonrisa de Nate parecía pícara. ―Todo.

El sonido de alguien tocando a la puerta de entrada


interrumpió la respuesta de Ethan. Agarró sus muletas y se dirigió
hacia la puerta. Empezó a girar el pomo de la puerta cuando
escuchó a Nate gritar detrás de él.

―¡No, Ethan! ―gritó Nate.

Ethan se volvió sorprendido. Nunca había escuchado antes ese


tono en la voz de Nate. Parecía asustado. Le provocó un escalofrío
de terror por la columna vertebral.

―No abras la puerta ―dijo Nate atravesando velozmente el


espacio entre ellos. Sujetó a Ethan por el brazo y lo apartó de la
puerta con el rostro lleno de preocupación―. Vamos, tenemos que
salir de aquí.

―¿Qué…? ―empezó a decir Ethan sólo para ser detenido por un


fuerte golpe en la puerta de entrada.

Ethan se dio la vuelta, confundido por lo que estaba pasando.


Mickey empezó a ladrar y gruñir a la puerta. Nate le dio un tirón a
su brazo y empezó a sentir mucho miedo. Sujetó el collar de Mickey
e intentó tirar de él mientras seguía a Nate hacia la parte posterior
de la casa. El corazón le latía en el pecho. La llamada a la puerta
volvió a golpear. Iba acompañada de una voz fuerte, como un
trueno rugiendo a través del espeso bosque.
―¡J.D.! ―gritó la voz―, sé que estás ahí. Abre la maldita puerta.

¿J.D.? Ethan sabía que sólo dos personas llamaban J.D. a su


compañero. Uno era Joe y le llamaba Jace desde que había vuelto
con Ethan. Eso dejaba sólo al padre de Jace. Y le aterraba saber que
el padre de su compañero estaba al otro lado de la puerta.

Ethan no estaba seguro de qué hacer. No quería ser


irrespetuoso con el padre de Jace, pero tampoco quería dejarle
entrar. Le aterrorizaba, especialmente después de las cosas que Jace
le había contado. El hombre era un monstruo.

Jace frunció el ceño cuando se detuvo delante de su casa. No


reconocía uno de los coches que estaban aparcados frente a su casa,
el otro pertenecía a Nate, lo que significaba que Ethan estaba en
casa. Jace aparcó el coche y salió lentamente.

Un fuerte golpe en la puerta de la calle le llamó la atención. Jace


sintió que el corazón se le caía hasta los pies cuando reconoció a su
padre, nada en lo que participara su padre podría ser bueno. Jace se
preparó y luego rodeó su coche para ir a enfrentarse a su padre.

―Hola padre.

Arthur Dominick se dio la vuelta, la mano alzada en el aire


preparada para golpear la puerta de nuevo. Miró, con la mano
cayendo lentamente a medida que bajaba las escaleras hacia Jace.

―Ya era la maldita hora de que llegaras aquí.


―No sabía que tuviéramos una cita. Habría estado aquí antes.

―No estoy de humor para ninguna de tus estupideces, J.D.


―gruñó su padre―. Te he dado tiempo suficiente para que te sacaras
esta mierda de tu sistema, es hora de que vuelvas a casa a ocupar tu
lugar como el heredero en la línea del Alfa.

Jace negó con la cabeza ―Eso no va a ocurrir. No me voy a ir a


ningún lado.

El corazón de Jace le dio un vuelco en el pecho en cuanto vio a


Ethan y a Nate saliendo por la puerta trasera de la cocina a espaldas
de su padre. Vio a Ethan soltando el collar de Mickey y apuntaba
hacia él. El perro amarillo corrió a través del patio, ladrando todo el
rato, hasta que se interpuso entre Jace y su padre.

―Por supuesto que volverás a casa ―gritó el padre de Jace―. Es


el lugar al que perteneces.

―No, no lo es ―respondió Jace calmadamente―. Esta es mi casa


ahora.

―¡Mentira! ―gritó el hombre―. Esta es tu manera de vengarte


de mí por llevar a esa estúpida mujer a tu casa. Tú lo sabes y yo lo
sé.

―Oh, ¿así que admites que eso fue una estupidez? ―Jace se
rio―. Porque, padre, estoy sorprendido.

El hombre gruñó. ―Ya he tenido bastante de todo esto, J.D.,


tienes una obligación con tu manada. Eres mi heredero, el siguiente
en la línea del Alfa. Es hora de que vuelvas a casa, donde perteneces.
Encontraremos otra mujer.

―Lo siento ―dijo Jace―, no se puede hacer nada, padre. Ya


tengo un compañero.

―Está bien, tráela contigo.


Jace sonrió, sus ojos se movieron hacia Ethan. ―Él, padre, mi
compañero es del género masculino.

―Imposible.

―Oh, es muy posible, padre ―dijo otra voz.

Jace se dio la vuelta para encontrarse con su hermano Robert de


pie a su lado. No le habría preocupado, salvo porque su hermano
tenía una pistola en la mano, apuntándoles directamente.

―¿Qué estás haciendo aquí, Robert? ―preguntó el padre de Jace


mientras se giraba hacia él―. Pensé que te había dicho que te
quedaras en casa, y ¿qué demonios estás haciendo con una pistola?

―Creo que tiene la intención de dispararnos a ambos ―dijo


Jace―. ¿No es así, Robert?

―Se me ha pasado por la cabeza ―dijo Robert con una sonrisa


en los labios.

Hizo un gesto con la pistola. ―Dile a tu pequeña putita que


venga aquí.

Jace se molestó con las palabras de Robert, pero hizo un gesto a


Ethan para que se acercara. Mantuvo los ojos en Robert mientras
Ethan caminaba los últimos metros cruzando el patio hasta
detenerse a su lado. De inmediato envolvió su brazo alrededor de la
cintura de Ethan y tiró de él hasta ponerlo ligeramente detrás de su
cuerpo más grande. A Jace no le gustaba la risa que salía de la boca
de Robert, le hacía estremecerse incluso más que la presencia de su
padre. Había algo seriamente mal con Robert, una especie de locura
en sus ojos.

―Pensé que te había matado ―dijo Robert gesticulando con la


pistola hacia Ethan.

Los ojos de Jace se agrandaron con las palabras de su hermano,


una profunda ira le llenaba. Empezó a envestir contra su hermano,
dispuesto a desgarrarle la garganta y acabar con la amenaza que se
cernía sobre su compañero, pero Ethan le agarró, reteniéndole.

―Bueno, nadie dijo que llegar a la cima fuera fácil ―dijo Robert
remarcando las palabras con facilidad.

―Detén esto ahora, Robert ―dijo el padre de Jace―. No tengo


tiempo para tus mierdas.

―Nunca tienes tiempo para mí, padre ―gritó Robert―. Siempre


es JD. JD esto y JD aquello. JD, JD, JD. Estoy cansado de oír hablar
de JD ¿y yo qué?

―¡Robert! Deja a tu hermano fuera de esto. Te dije que te


quedaras en casa.

―Oh, está bien ―dijo Robert―. No meteremos en esto al chico


de oro. No queremos estropear su buen nombre.

Robert se giró para apuntar con su arma a Jace, haciendo que su


corazón latiera más rápido. Sabía que no saldría ileso de esta. Robert
estaba demasiado loco y al parecer tenía un orden del día.

―Siempre dejas que se salga con la suya, le dejas ir contra ti.


Nunca lo castigas por ello ―gritó Robert a su padre. Hizo un gesto
con su pistola y luego señaló en dirección a Ethan―. Se acopló con
este pequeño estúpido y nunca hiciste nada al respecto. Sólo le
tendiste una trampa para que se acoplara con Susanna en su lugar,
como una recompensa. Susanna debería haber sido mi esposa, no la
suya.

―¿Cómo sabías que Ethan era mi compañero, Robert?


―preguntó Jace repentinamente. Sabía a ciencia cierta que él nunca
lo había mencionado cuando había ido a casa. No quería que su
hermano o su padre supieran siquiera de la existencia de su
compañero. Era lo más seguro―. Nunca se lo he dicho a nadie.
―¡Oh, por favor! ―resopló Robert― Olías a hombre. No dejabas
de gritar su nombre cuando volviste a casa, pensé que nunca
cerrarías la maldita boca.

―¿Sabías que me había acoplado con Ethan y nunca dijiste


nada? ―preguntó Jace. Sintió a Ethan sujetar y apretar su mano. Le
devolvió un pequeño apretón antes de soltarle la mano y sujetarlo
del brazo. Intentó esconderlo detrás de él otra vez, pero Ethan se
negó a moverse de su lado. Jace estaba agradecido por su apoyo,
pero preocupado por su seguridad.

―Oh, no, sí dije algo ―dijo Robert―, se lo dije a papá, pero él


dijo que era a causa de tu envenenamiento con la plata, dijo que
estabas delirando.

―Y tú lo sabes todo sobre eso, ¿verdad, Robert? ―preguntó


Jace―. No habría padecido una intoxicación por plata si tú y tus
amigos no hubieran saltado sobre mí y me hubieran apuñalado con
una daga de plata.

―¿Apuñalaste a tu hermano? ―bramó el padre de Jace―. Pensé


que había sido atacado por alguien de otra manada. Eso fue lo que
me dijiste.

―Oh, claro, échame la culpa a mí ―respondió Robert―. Estás


totalmente molesto por una pequeña discusión, pero no dices nada
del hecho de que JD se acoplara con un hombre. Lo dejas pasar y
seguir hablando de lo mucho que quería a su compañero, a su dulce
y pequeño compañero.

Jace podía sentir el estremecimiento de Ethan tensando los


músculos bajo su mano. No podía culpar a Ethan, especialmente
teniendo en cuenta lo que estaba escuchando de boca de su familia.
No culparía a Ethan si se lavaba las manos, él lo habría hecho.
―¿Sabías que me había acoplado con Ethan y no hiciste nada?
―preguntó Jace con claro tono de incredulidad―. Estaba enfermo,
envenenado con plata, ¿y nunca me lo dijiste?

Robert se rio como un loco. ―Oh, sí que hizo algo, puedes


apostarlo. Él ya había elegido a Susanna para ser tu compañera, y
me envió de vuelta para encargarme de tu pequeña puta.

Jace sintió de golpe como si un frío se apoderase de su cuerpo.


Esto no era bueno. Agarró a Ethan apretándole el brazo. Parecía que
Ethan estuviera a punto de atacar a su hermano, y Jace no podía
dejar que se lastimara.

Robert se rio mirando a Ethan de arriba abajo. ―Debería haber


muerto, ¿quién se iba a imaginar que el pequeñajo sería lo
suficientemente fuerte como para sobrevivir?

―¿Qué hiciste? ―gruñó Jace.

―Oh, por favor, no seas tan hipócrita ―espetó Robert―, te


escuché negarle su acoplamiento con mis propios oídos. Incluso lo
empujaste a través de la habitación. Te hice un favor. ¿Quién se iba a
imaginar que te pondrías todo sentimental y volverías por él?

Ethan gruñó. Esta vez fue un gruñido que le dijo a Jace que
Ethan estaba preparado para atacar. Cuando Robert se burló de él
otra vez, en esta ocasión con una oscura y lasciva mirada en sus ojos,
Jace no estuvo seguro de qué podría detener a Ethan.

―Tal vez debería habérmelo follado antes de darle la paliza


―dijo Robert, se rio entre dientes. Parecía frío y amargado, y eso le
provocaba escalofríos. Su hermano estaba realmente loco―. Lo
habría hecho si él no se hubiera quedado inconsciente, me gusta que
mis presas se defiendan.

Jace supo, incluso antes de que todas aquellas palabras salieran


de la boca de Robert, que el infierno estaba a punto de desatarse. No
estaba seguro, de cuánta de la porquería que salía de la boca de
Robert podría creerse, pero Jace quería creerle del todo. Eso
significaría que él era inocente de lastimar a su propia pareja. Antes
de que Jace pudiera compartir con Ethan su alegría por la noticia, su
compañero gruñó y saltó hacia adelante.

Jace tuvo visiones de sangre por todas partes, huesos rotos y


posiblemente los cuerpos también. Extendió el brazo para detener a
Ethan sólo para escuchar una fuerte explosión. Sintió un repentino
dolor en el pecho. Hacía frío. Su mente estaba sobrecargada y se
derrumbó en el suelo, con una mancha roja extendiéndose a través
de su pecho. Alzó la vista para ver a Robert de pie, el humo salía en
espiral desde el cañón de la pistola de su mano.

Ethan rugió. Sin pensar en lo que podría pasarle cambió a su


forma de lobo mientras saltaba en el aire hacia Robert. Escuchó los
gritos, mientras el caliente líquido con sabor a cobre llenaba su boca
cuando desgarró a Robert. Todo cuanto veía en su cabeza era a Jace
cayendo al suelo.

―Ethan ―gritó alguien.

Cuando alguien lo sujetó, Ethan se giró gruñendo. Necesitó un


momento para que la neblina roja que nublaba su mente se limpiara
lo suficientemente para reconocer a Joe como la persona que le
sujetaba.

―Déjalo, Ethan ―dijo Joe―. Él ya no va a hacer más daño.


Ethan miró el cuerpo ensangrentado que tenía bajo él. Podía ver
que el hombre aún respiraba, pero escasamente. Ethan gruñó
mordiendo con más fuerza el brazo que aún tenía en la boca. No
quería que el hombre siguiera respirando. Había causado mucho
dolor para seguir viviendo.

―Ethan, dulzura, es necesario que le sueltes.

Ethan conocía esa voz. Se dio la vuelta para ver a Jace agachado
en cuclillas a su lado. Apretaba un trozo de tela gruesa contra la
herida de su hombro. Tendía el otro brazo hacia él. Ethan soltó el
brazo que tenía en la boca y se acercó a frotar el hocico contra la
mano de Jace.

Jace le acarició el pelo en busca de lesiones, dejó caer la tela que


sujetaba y sujetó cada lado de la cara de Ethan entre sus manos.
Estaba muy serio.

―Escúchame dulzura ―dijo Jace―, no cambies. Quédate en tu


forma de lobo hasta que podamos conseguir a alguien que te eche
un vistazo. ¿Me entiendes?

Ethan asintió con la cabeza. Por supuesto que le entendía. No


era estúpido. Simplemente… ¡Oh mierda! Había cambiado. No
podía cambiar. El médico le había dicho que el cambio podría
matarle. Ethan se quejó. ¿Tendría que quedarse en su forma de lobo
durante el resto de su vida? ¿Si volviera a cambiar eso podría
matarle? ¿Cómo podría casarse con Jace si permanecía en su forma
de lobo? ¿Incluso querría Jace casarse con él después de esto? Había
atacado a su hermano, podría estar enfadado con él.

Ethan gimió, empujando su nariz contra la cara de Jace. Jace le


acarició el pelaje. ―Todo va a estar bien, dulzura. Lo resolveremos.

―¿JD?

Ethan gruñó y volvió a enseñarle los dientes al padre de Jace.


―No te atrevas a gruñirme, pequeño arrogante ―gritó―, si no
fuera por ti, mi hijo estaría de vuelta en casa a donde pertenece.

Ethan se acercó un paso. Sintió que Jace lo envolvía con sus


brazos y lo apretaba, impidiéndole atacarle, que era justo lo que
Ethan quería. Quería destruir al hombre que había causado tanto
dolor a su compañero.

―¡Cállate de una puta vez, padre! ―gritó Jace―. Ethan no tiene


nada que ver con eso. Me fui porque no quería ser Alfa. Quería mi
propia vida, no la que dictabas por mí. Y quiero vivir con la persona
que elija, no con la que elija mi padre.

―No seas ridículo. No puedes ser Alfa de una manada con un


hombre por compañero ―dijo el padre de Jace―. Vas a casarte con
Susanna y proveerás a la manada de nuevos cachorros, como debías
haber hecho, antes de que te diera una rabieta y te mudaras a esta
choza olvidada de la mano de Dios.

―Esta pequeña choza es mi hogar, padre ―respondió Jace―. Y


además, Ethan es mi compañero, el único que voy a tener.

El padre de Jace resopló. ―Está bien, quédate con el renacuajo,


pero ven a casa y cásate con Susanna. ―Hizo una mueca mirando
hacia Robert―. Ahora que tu hermano ya no me es útil, no me queda
más remedio que elegirte como mi heredero.

―No estoy interesado.

―No tienes elección, JD. Tenemos una manada que necesita un


Alfa al que puedan respetar, en el que puedan confiar. Nuestra
manada confía en ti. Ellos te necesitan. Tienes una obligación con
ellos.

Jace se puso de pie y miró a su padre. ―Tengo una obligación


con mi pareja y con nadie más.
El padre de Jace hizo un gesto con la mano. ―Ya te he dicho que
podías quedártelo. ¿Qué más quieres?

―¿Realmente crees que alguna vez podría olvidarme de tu


implicación en todo esto? ―gritó Jace―. Enviaste a Robert para
matar a mi compañero. ¡Mi compañero, padre! ¡Mío! Nunca te
perdonaré por eso.

Jace dio unos pasos más acercándose a su padre hasta quedar


nariz con nariz. ―Quiero que te vayas de mi vida ―dijo―, no has
hecho nada salvo intentar controlar mi vida. Bien, se acabó, padre.
Quiero que te vayas y no quiero volver a verte.

―Estás desperdiciando una gran oportunidad de ser el Alfa de


tu propia manada, JD.

―¿Qué parte de esto no estás entendiendo? No quiero ser Alfa.


Ni de tu manada, ni de ninguna otra manada. Sólo quiero vivir en el
campo con mi compañero y criar caballos. Eso es todo lo que
siempre he querido.

El padre de Jace lo miró fijamente durante unos instantes antes


de darse la vuelta y alejarse. Se detuvo ante la puerta de su coche
para mirar atrás hacia Jace. Su rostro estaba lleno de tanta rabia y
tanta ira que parecía del color de una remolacha.

―Te arrepentirás de este día, JD. Recuerda mis palabras ―dijo


agitando el dedo hacia Jace―. Uno de estos días, esto se volverá
hacia ti para morderte el culo, y cuando pase, no vengas a mí
arrastrándote.

―No va a ocurrir ―dijo Jace. Se acercó y le dio una patada a su


hermano―. No te olvides de llevarte a tu heredero contigo.

El padre de Jace gruñó, pero volvió a levantar a Robert sobre su


hombro y llevárselo hasta el coche. Le arrojó en el asiento trasero,
como si fuera un fardo inútil de equipaje, entonces se subió en el
asiento del conductor. Sus neumáticos chirriaron cuando dio la
vuelta y aceleró por el camino de entrada.

Ethan se inclinó hacia su compañero, cuando Jace se dejó caer


en el suelo y enredó las manos en su pelaje. Le lamió la mejilla. Jace
se rio entre dientes y le acarició el pelo. ―Vamos a estar bien, ¿no es
así, dulzura? ―Jace gimió cuando se cayó hacia atrás. Ethan se quejó.
Se olvidó de que Jace estaba herido. Rápidamente escaneó la zona,
notando a Joe y a Nate de pie a su lado.

Les ladró. Joe se acercó con cautela y se arrodilló junto a Jace.


Cuando le dio una mirada de preocupación a Ethan, éste se deslizó
de nuevo y se sentó en el suelo con la cabeza apoyada en el
abdomen de Jace.

―Está bien, Ethan, sólo voy a ejercer cierta presión en su herida


―explicó Joe―, probablemente le dolerá, pero tenemos que detener
la hemorragia. ¿Lo entiendes?

A Ethan le hubiera gustado estar en su forma humana para


poder rodar los ojos. Por supuesto que entendía. ¿Por qué todo el
mundo le preguntaba eso? En lugar de eso, dejó escapar un pequeño
ladrido, luego se inclinó para lamer la muñeca de Joe.

―De acuerdo ―dijo Joe―, está bien, Jace, aquí vamos.

Ethan gimió cuando Jace gritó. Se acercó hacia adelante. No


podía dejar de pensar en que si hubiera actuado más rápido, Jace
nunca habría recibido un disparo.

―Va a estar bien Ethan, no te preocupes.

Bueno, pues Ethan estaba preocupado. No podía evitarlo. Le


habían disparado. Ethan había cambiado a su forma de lobo
después de que el médico le dijera que no lo hiciera, y ahora algún
padre maníaco sabía dónde vivían y arrastraba un gran rencor hacia
ellos. La vida era de color de rosa.
―Todo va a estar bien, dulzura ―le susurró Jace―. No voy a
morirme ahora, no cuando acabo de encontrarte. ¿Recuerdas? Amor,
siempre, promesa.
―¿Nervioso?

Jace se rio entre dientes. ―Sudando ―respondió a la pregunta


de Joe. Se echó una mirada en el espejo, alisando hacia abajo la
solapa de su esmoquin por enésima vez―. Se podría pensar que ya
que estamos acoplados no me pondría nervioso. No es como que él
no vaya a aparecer para la boda.

―No te sientas tan mal, Jace ―dijo Joe―. A Nate se le pinchó


una rueda de camino a nuestra boda. Llegó casi una hora
tarde. Pobre hombre, nunca había cambiado un neumático antes. Yo
estaba seguro de que había cambiado de opinión.

Jace miró a Joe, la preocupación llenándolo. ―No creo que...

―No, por suerte para ti, tengo a mi padre trayéndole hacia aquí.

Jace se echó a reír nerviosamente. ―Bien, bien.

―Va a estar bien, Jace ―Joe le aseguró―. No te preocupes. Nate


y mi madre han planeado esto hasta el último detalle. Nada va a
salir mal.

Jace frunció el ceño. ―Sí, gracias por eso, por cierto. Cuando
Nate dijo que tu madre podría tener algunas ideas no sabía que se
convertiría en la boda del siglo.

―Amigo, no tienes ni idea. ―Joe se echó a reír―. Esto es sólo la


mitad de lo que mi madre hizo por Nate y por mí. Juro que todo el
Valle asistió a mi boda. No he visto de nuevo algo así desde que
Marla Robinson montó a caballo desnuda por la ciudad haciendo
una representación de Lady Godiva.

Jace parpadeó. ―Eso debió haber sido todo un espectáculo.

―Sí, probablemente no habría sido tan malo si ella no lo hubiera


anunciado en el periódico local desde una semana antes. Cuando
dijo que quería llevar el teatro hasta el valle no creo que el
Ayuntamiento estuviera pensando en eso.

―Nunca es aburrido por aquí, ¿verdad?

―Oh, Wolf Creek tiene sus momentos, es cierto―dijo Joe―, pero


no podría imaginarme viviendo en otro sitio. Todo el mundo aquí es
familia, aunque no por lazos de sangre. Ellos siempre estarán ahí
para cuidarte la espalda cuando hay peligro y para ayudarte a
celebrar los acontecimientos en tu vida.

Jace asintió con la cabeza. ―Ciertamente todo el mundo estuvo


allí para Ethan y para mí desde que mi padre vino y Robert me
disparó. Llegamos a casa desde el hospital y tu madre acorraló a
cada mujer en el valle para llenar nuestra nevera de comida. No
tuvimos que cocinar por una semana.

Joe se rio. ―Sí, he pasado por eso un par de veces. Sólo


mantente alejado de la cazuela de frijoles verdes de la Sra.
Thompson. No sé lo que la mujer pone en ella, pero tendrás ardor de
estómago durante un mes.

―¿Cazuela de frijoles verdes? ―le preguntó Jace, haciendo una


mueca―. Creo que Ethan la dejó caer tratando de sacarla de la
nevera. Está volviendo a la normalidad, pero aún así tiene sus
momentos.

―¿Cómo le va? ―preguntó Joe―. ¿Algún efecto secundario por


su cambio?
Jace sacudió la cabeza. ―No, de hecho, el médico dijo que
podría haber hecho algo realmente bueno. Ethan nunca se curará
por completo, pero tiene mejor la circulación y ahora tiene menos
dolor, que es lo que realmente me importa. Y ahora puede cambiar.
Simplemente no debe esforzarse demasiado.

―Apuesto a que es un alivio saber que tú no fuiste la causa de


su lesión.

Jace se encogió de hombros. ―No sé si realmente lo hace


diferente. Quiero decir, en última instancia, soy todavía responsable
aunque no causara el daño. Si mi padre no fuera un imbécil, él
nunca habría ordenado a mi hermano volver aquí y matar a Ethan.

―No creo que tuviera nada que ver con eso, Jace. Tu padre es
sólo un imbécil. Él habría ido con el tiempo detrás de cualquier
compañero que eligieras, y lo sabes. No hubiera importado si era
Ethan, el hombre de la luna, o incluso una mujer. Si tu padre no
hubiese elegido a tu compañero, hubiera estado molesto.

―Supongo.

Jace no estaba convencido. Fue un gran alivio para él saber que


realmente no le había hecho daño a Ethan. La culpa lo
devoraba. Sabiendo que su hermano había estado en el apartamento
en el momento en el que había rechazado a Ethan, esperando para
matarlo, no le hizo sentirse mejor.

De hecho, le hacía sentirse peor. Si él no hubiese tenido la


cabeza en el culo y hubiera aceptado a Ethan, su compañero no
tendría que usar muletas para el resto de su vida. Jace nunca se
desharía de aquella culpa.

―Vamos, Jace, deja de fruncir el ceño ―dijo Joe, dándole una


palmada juguetona en el brazo―. Es el día de tu boda. Debes estar
feliz.

―Lo estoy.
―Para de fruncir el ceño o tu novio va a pensar que no quieres
casarte con él ―dijo Nate desde la puerta.

Jace se dio la vuelta y le sonrió. El corazón le latió un poco más


rápido. ―¿Él está aquí?

Nate asintió con la cabeza. ―Te está esperando justo a la


derecha por el pasillo.

Las manos de Jace comenzaron a temblar. Extendió los brazos y


los sacudió. Se preguntó si lograría caminar por el pasillo sin
hiperventilar. Se sentía tan nervioso que pensó que había mariposas
haciendo bucles en su estómago.

―Jace, ¿estás listo?

Jace asintió con la cabeza rápidamente hacia adelante y hacia


atrás. ―¿Sí?

Joe se rio entre dientes. ―Vas a estar bien.

Jace siguió Joe por las escaleras hasta la planta baja y por la
puerta principal.

La ceremonia de la boda se llevaría a cabo en el patio delantero.

Todos los invitados se sentaron en sillas alineadas junto al


camino central.

Jace caminó por el pasillo improvisado que terminaba en un


arco de flores.

El plan era que Jace esperara allí a que Ethan saliera de la casa y
caminara por el pasillo. Jace quería caminar por el pasillo para que
Ethan no tuviera que hacerlo. Pero Ethan no quiso que lo hiciera. Él
quería caminar por el pasillo hacia Jace.

Si eso es lo que Ethan quería, eso es lo que Ethan


conseguiría. Jace estaba decidido a darle todo cuanto quisiera. El
hombre se lo merecía. Jace todavía estaba sorprendido de que Ethan
hubiese cambiado y atacado a alguien para salvarlo. Eso demostró
cuánto lo amaba, que sólo era una parte de cuánto Jace le amaba a
él. Jace echó un vistazo cuando la música empezó. Su corazón tronó
en el pecho mientras esperaba que la puerta de entrada se abriera y
mostrara a su compañero. Eso era todo.

El tiempo pareció reducir su marcha cuando se abrió la puerta.


Entonces, de repente, Ethan estaba de pie. Jace jadeó. Estaba vestido
con un traje que hacía juego con el de Jace, color negro con una
impecable camisa blanca y una corbata de lazo negro.

El pelo de Ethan había sido cuidadosamente peinado y brillaba


a la luz de la tarde.

Pero la sonrisa en su hermoso rostro era lo más espectacular en


él. Iluminaba su rostro y le hacía brillar. Jace no estaba seguro de
que nunca se hubiera visto tan bien. No podía creer que hubiera
tenido la suerte de ser bendecido con un compañero como Ethan.

Jace avanzó por el pasillo, decidido a ayudar a Ethan a bajar las


escaleras cuando Ethan levantó la mano para detenerlo. Jace se
detuvo, desconcertado, hasta que Ethan se adelantó. En lugar de
una muleta de metal pesado en cada brazo, Ethan se apoyó en un
bastón negro sencillo en una sola mano.

La boca de Jace se abrió con sorpresa cuando Ethan bajó los


escalones utilizando sólo el bastón para ayudarse. Sus pasos no eran
afectados o lentos. Eran tan seguros como si Ethan caminara con un
bastón desde hacía años.

―¿Ethan?

Ethan sonrió. ―¡Sorpresa! ―dijo, levantando el bastón en la


mano―. Me gradué.

―¿Graduado?
Ethan asintió con la cabeza. ―El doctor dice que no tengo que
usar las muletas a no ser que realmente las necesite, sólo el bastón.

―¿Está seguro? ―preguntó Jace, le preocupaba que Ethan sólo


quisiera complacerlo y hacer que se sintiera menos preocupado.

Ethan señaló por el pasillo hasta donde se sentaba un hombre


mayor.

―Pregúntale ―dijo Ethan―. Está sentado allí. ―El hombre


saludó con la mano y asintió con la cabeza.

Jace agarró a Ethan envolviendo su cintura y lo balanceó en el


aire, girando alrededor de sí mismo cuando la pura felicidad se
apoderó de él. Finalmente, dejó a Ethan sobre sus pies en el suelo,
aun con los brazos alrededor de él.

―¿Listo para casarte, dulzura? ―susurró.

Ethan sonrió. ―Amor, siempre, promesa.


Stormy Glenn cree que solo hay una cosa más sexy que un
hombre en botas vaqueras y eso es dos o tres hombres en
botas vaqueras. Ella también cree en el amor a primera vista,
en las almas gemelas, el amor verdadero, y vivieron felices
para siempre.

Cuando no está siendo madre de sus seis adolescentes o


limpiando a sus dos cachorros labrador de treinta kilos, la
puedes encontrar acurrucada en su cama con un libro en su
mano o en su laptop, creando el siguiente sexy personaje de su
historia. Stormy le da la bienvenida a los comentarios de sus
lectores. La puedes encontrar en su web site at
www.stormyglenn.com.
Argent / Marie / Amy

Zamorita28 / gaby

Gaby

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