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CUANDO DIOS TE ENSEÑA POR MEDIO DE UN ACCIDENTE DE TRÁNSITO | Albert

Rodriguez

El pasado domingo 10 de Diciembre, después de las ocho de la mañana, fue una de las fechas que
más me ha marcado en mi vida. Tuve mi primer accidente automovilístico.

Todo sucedió en un par de segundos. Estaba con la mirada de frente en el asiento del copiloto,
mientras el taxista se había detenido justo en la señal en rojo del semáforo. Distraído, repasaba en
mi cabeza mis apuntes de la clase que iba dar, pues llegaba tarde para ir a la reunión de la Iglesia.
Nunca tomo taxis, rara vez lo hago. Pero por alguna razón, me retrasé y tomé uno con la expectativa
de llegar temprano. Entonces, sucedió en un segundo. El chofer y yo sentimos un impacto muy
fuerte que nos empujó hacia adelante. Pero él tenía el cinturón de seguridad puesto; yo no. Salí
disparado contra el parabrisas, rompiendo el vidrio. Por un momento perdí la noción de lo que
sucedía a mi alrededor. Un fuerte dolor en mi cabeza, una hinchazón en mis labios, y una tensión en
mi cuello era todo lo que podía sentir. Sólo podía oir la voz del taxista varias veces:

— ¡Joven ¿Estás bien?! ¿Te duele algo? ¡Responde!...

Sin embargo, mi primer instinto fue revisar mi estado físico: Palpé mis brazos, mi cara, mi cabeza.
Gracias a Dios no sangraba, pero el aturdimiento y el dolor del cuello me tenían preso y embotado.
Aun estaba medio consciente, puesto que lo primero que hice fue avisar a mi Pastor de lo sucedido
y reportar mi falta. Supe más tarde que el conductor de la camioneta roja que chocó contra nosotros
se había fugado. Pude comprobar que el taxi quedó prensado por la parte de atrás, con muchas
salpicuras de vidrios rotos de la ventana en el interior.Tan así que solo la puerta del lado del
conductor se podía abrir y me sacaron desde ahí. Horas después, me hallaba en la sala de urgencias,
esperando el resultado de las placas: Rectificación cervical, debido al impacto del choque perdí la
curvatura de mi cuello, lo que me llevó un tiempo con collarín.

Estoy agradecido con Dios que no pasó a mayores consecuencias. Pero esta experiencia, aunque no
fue algo de escala grave, si me dejó profundas enseñanzas:

(1) Me enseñó acerca de la brevedad de la vida. Los días del hombre son como la hierba: Tarde o
temprano perece (Léase Salmo 103:15). A veces no somos conscientes que la vida es breve y que
no viviremos para siempre en la Tierra. Es un hecho que todos vamos a morir (Léase Romanos
3:23; 6:23). Aunque tenemos esperanza en Cristo quién nos da la vida eterna (Léase Juan 3:16), eso
no quita el hecho de que, mientras vivamos en este mundo, padeceremos aflicciones (Léase Juan
16:33). No debemos vivir confiados totalmente en nuestras fuerzas, en nuestros planes, o en
nuestras metas; a menos que éstas sean entregadas en la voluntad de Dios (Léase Santiago 4:15). A
pesar de todo ¡Gracias a Dios por la esperanza en Cristo! (Léase Juan 6:40).

(2) Me enseñó acerca de la Providencia y Soberanía de Dios. Estoy agradecido con Dios por
seguir vivo y que no pasó a mayores. Me protegió de algún mal mayor: Si me hubiera sentado en la
parte de atrás del coche, posiblemente mi situación hubiera sido peor. Sin embargo, Dios es fiel y en
Su control me preservó de ello poniendome en el lugar correcto (Léase Salmos 32:7; 59:16). Quizás
Dios permitió este accidente para que pudiese depender más de Él. Confieso que no siempre paso la
prueba a causa de mi carne y de mi orgullo. No soy perfecto y no me justifico. Sin embargo, Dios es
misericordioso y usa todos los medios posibles para humillarnos y llevarnos a nuestra necesidad de
Él y de Su gracia (Léase 2 Corintios 12:9-10). Sea como haya sido, Dios es bueno, muy bueno, y sé
que todas las cosas ayudan y cooperan a bien (Léase Romanos 8:28-29).

(3) Me enseñó acerca de la consideración hacia a los demás. Los primeros días fueron difíciles,
pues no podía movilizarme mucho. Pero pude experimentar la comprensión de otros por mi estado.
La situación era más complicada en el transbordo de los buses. Los saltos, frenos y demás audacias
de los choferes provocaban molestias a mi cuello. Soy generalmente torpe, pues suele caerme las
cosas seguido. A pesar de ello, la gente me ayudaba. Lo que me llevó a meditar: ¿Cuánto más
nosotros los que creemos en Cristo? Esta experiencia me enseñó mucho a comprender a otros que
pasaron por lo mismo. El apóstol Pablo nos enseñó que hagamos siempre el bien a los demás,
mayormente a la familia de la fe (Léase Gálatas 6:10); que nos gocemos con los que se gozan y
lloremos con los que lloran, haciendo lo bueno delante de todos los hombres y compartiendo para
los necesidades de los santos (Léase Romanos 12:13, 15, 17); aprender a ser amables, benignos y
misericordiosos unos con otros (Léase Efesios 4:32). No es cosa fácil y menos cuando estás en
medio de limitaciones físicas y dificultades; pero con la gracia de Dios todo es posible a fin de
mostrar a Cristo a través de nosotros (Léase 2 Corintios 12:9-10).

(4) Me enseñó acerca de los asuntos del corazón. Por asuntos del corazón me refiero a asuntos del
carácter propio, tales como la paciencia y el sentido del humor sano. Justamente, el primer día que
llevé collarín atrajo la atención de mis vecinos. Cuando apenas iba por la esquina de regreso a mi
casa, dos niños pequeños me miraron sorprendidos y espantados por la cosa que llevaba en el
cuello.

— ¿Qué le pasó, vecino? —pregúntó el niño más pequeño.

Sonreí para mis adentros. Respondí:

— Me convertí en "Robocop"... —simulé hacer una voz y movimientos de Robot y los niños rieron
estrepitósamente.

La tendencia normal del ser humano cuando sufre un revés es la de quejarse. Ahí tienes un tratado
de ello con el pueblo de Israel en los libros del Éxodo y Números. Pero también una dificultad
muestra mucho de cómo pensamos en nuestro corazón (Léase Proverbios 4:23; Mateo 15:18-20; 2
Corintios 13:5). Personalmente me dio tiempo para examinarme y ser honesto al ver que quizás soy
más quejumbroso de lo que pensé. Por ello, recuerdo la importancia de la actitud frente a las
pruebas o disciplinas del SEÑOR; como dice Santiago: Debemos tener gozo cuando nos hallemos
en diferentes pruebas (Léase Santiago 1:2). ¿Qué actitud del corazón debería asumir cuando hay
dificultades? ¿Me voy a amargar por algo como un cuello lesionado cuando otros la pasan peor que
yo? ¿No será buen momento para mostrar mi confianza en Dios y tener gozo?

Creo que el SEÑOR enseña más cosa aparte de las que comparto hoy. Pero estoy seguro de algo:
Dios es bueno todo el tiempo, y todo el tiempo Dios es bueno. Él es glorificado cuando enseña a
Sus hijos a través de la aflicción y fruto de ello es que dependan más de Él y de Su gracia.

¡Sólo a Dios la Gloria!

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