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Si bien la Teoría del Discurso es una de las formas más elegidas por los
pensadores contemporáneos para abordar de forma crítica el estudio de lo social,
siguiendo a David Howarth, podemos sostener que su desarrollo metodológico
muestra falencias o una falta de progreso que no condice con su vigencia. Una de las
causas de esta situación debe encontrarse en el mismo posicionamiento que adopta la
Teoría del Discurso. Según Howarth, esta corriente de pensamiento debe
comprenderse más “como un paradigma o programa de investigación que como una
teoría empírica en el sentido estricto de la palabra” (Howarth, 2005: 39). La voluntad
de los Teóricos del discurso, entonces, no es la de disputar validaciones del
conocimiento hacia dentro de las corrientes científicas, sino que por el contrario,
debatir con ellas y ofrecer desde la disputa una forma de comprender el mundo:
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A fin de que no se pierda la continuidad en la lectura, hemos decidido no incluir en el texto
principal la definición extensa de lo que Howarth considera que es la Teoría del Discurso. Sin embargo,
al ser un tema que nos parece de vital importancia, nos pareció que al mismo tiempo debía estar en el
escrito, aunque de forma secundaria. En este sentido, y siguiendo con la posición de Howarht, podemos
mencionar que el problema de la aplicación de la Teoría del Discurso es un problema central. Existen,
según el autor, dos peligros a tener en cuenta. El primero tratar lo “real concreto” como materia prima
del análisis. Este empiricismo dice el autor, no puede concebirse nunca, ya que, siguiendo a Heidegger,
todo conocimiento esta mediado por un “siempre ya” del sujeto, que desde siempre se ve inmerso en
un mundo de significación del cual no puede abstraerse ni obviar (Howarth, 2005, pág. 48). El segundo
problema, sostiene el autor, es querer subsumir de manera forzada ciertos hechos o realidades para
que puedan ser comprendidos en una Teoría. Ante ello sostiene el autor: “el uso de herramientas
Dicho de otro modo, la teoría del discurso no sólo le disputa a las demás teorías
sociales sobre lo que se debe conocer, sobre la forma en que se conoce y sobre quien
lo hace, sino que posee en sí una potencia que le permite criticar las mismas teorías
vigentes, en su contexto de producción del saber, de su validación y de su circulación.
Se presenta entonces como un desafío a las respuestas vigentes:
abstractas para explicar objetos concretos requiere un trabajo de elaboración teórica que articule los
conceptos y lógicas que, al menos inicialmente, están ubicados en diferentes niveles de abstracción o
enfocados en distintos niveles de análisis (…)” (Howarth, 2005, pág. 48).
Estos dos y cincos puntos antes mencionados son los que intentaremos tener
en cuenta a la hora de generar nuestro análisis comparativo.
II. LA IDEOLOGÍA.
Sin duda alguna, para analizar el concepto de discurso el Althusser, debemos
relacionarlo a su noción de ideología. El texto que principalmente analizaremos será
Ideologías y aparatos ideológicos del Estado.
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Althusser sostiene que aunque parece contradictorio que los AIE ejerzan su poder en el
mundo privado del hombre, no lo es, ya que no debemos olvidar que la división entre lo ´público y lo
privado en un construcción del derecho burgués, y por lo tanto una estrategia de dominación (Cf.
Althusser, 2003: 26).
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En este punto nos parece importante hacer una aclaración. Si bien Althusser hace esta
aclaración, en la lectura de sus escritos se puede sostener que ambos aparatos se basan en la violencia,
en tanto y en cuanto son imposiciones. La diferencia es que uno es física y situada donde el miedo tiene
un rol preponderante, mientras que la otra es más sutil y permanente donde la apatía podríamos decir,
dueñas del poder del Estado y sus instituciones4, no sólo imponen la reproducción
social del trabajo por la fuerza, sino también lo hacen mediante lo discursivo. El objeto
de los AIE entonces, es que los sujetos puedan “marchar solos” en relación a las
prácticas que los aparatos ideológicos determinan como esperables y positivos, en
tanto que a los “malos sujetos”, quienes no actúan según lo esperado por la reglas y
rituales propuestos por la ideología, “necesitan” la intervención ocasional del ARE. Al
respecto, sostiene el autor:
es lo que predomina. Pero el objetivo de ambas es el mismo: quebrar la voluntad de los individuos a fin
de que adopten posiciones discursivas que no son acordes a sus intereses y a su vez que naturalicen el
régimen social burgués.
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“Diremos que es necesario distinguir el poder del Estado (y su posesión por…) por un lado, y el
aparato del Estado por otro. Pero agregaremos que el aparato de Estado comprende dos cuerpos: el de
las instituciones que representan el aparato represivo del Estado por una parte, y el de las instituciones
que representan el cuerpo de los aparatos ideológicos de Estado por la otra” (Althusser, 2003: 29).
existencia material (Cf. Althusser, 2003: 40-41). Althusser, retoma esta idea de Marx,
pero sin embargo sostiene la tesis de que la ideología entendida de forma general,
puede no ser histórica, pero que, a diferencia de Marx, no tiene un carácter negativo
sino que positivo. Es decir, posee un carácter histórico de forma omnihistórica,
presente en cada momento de la “la historia toda”, como historia de la historia de la
lucha de clases (Althusser, 2003: 42). Y, al respecto, avanza al proponer para esta
ideología general dos tesis: 1.- que representa la relación imaginaria de los individuos
con sus condiciones reales de existencia, 2.- La ideología tiene una existencia material.
Respecto al primero de los puntos, Althusser afirma que en contrapunto con el
marxismo ortodoxo, en la ideología no se representa las condiciones reales de
existencia de los sujetos, sino que, ante todo, se representan la relación que existe
entre ellos y las condiciones de existencia. Es esa relación, esa mediación la que debe
dar cuenta de la formación imaginaria de la ideología (Cf. Althusser, 2003: 44-45).
Dicho de otro modo, la ideología en este sentido, no muestra la correspondencia entre
los sistemas reales que gobiernan las existencias sino “la relación imaginaria de esos
individuos con la relaciones reales en que viven” (Althusser, 2003: 46). Sobre el
segundo punto en cuestión, el filósofo francés sostiene que la ideología tiene una
existencia material, en principio porque no es ideal como ya se ha mencionado, pero
principalmente porque todo Aparato Ideológico del Estado son realizaciones de una
ideología, es decir, son una práctica y en toda práctica está supuesta la ideología. En
otros términos, podemos afirmar que la ideología no debe comprenderse meramente
como como un acto imaginario, sino más bien como un discurso instituyente de
prácticas que influyen y determinan los comportamientos sociales y particulares de los
individuos. Althusser denomina estos actos como insertos en prácticas, donde los AIE
determinan reglas y rituales en donde toda práctica se inscribe5. Sostiene el autor:
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“Diremos pues, considerando sólo un sujeto (un individuo), que la existencia de las ideas de sus
creencias es material, en tanto esas ideas son actos materiales insertos en prácticas materiales,
reguladas por rituales materiales definidos, a su vez, por el aparato ideológico material del que proceden
las ideas de ese sujeto” (Althusser, 2003: 50).
“Se ve así que el sujeto que actúa en la medida que es actuado por
el siguiente sistema (enunciado en su orden de determinación real):
ideología existente en un aparato ideológico que prescribe prácticas
materiales reguladas por un ritual material, prácticas estas que existen en
los actos materiales de un sujeto que actúa con toda conciencia según su
creencia” (Althusser, 2003: 51).
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“Sugerimos entonces que la ideología “actúa” o “funciona” de tal modo que “recluta” sujetos
entre los individuos (los recluta a todos), o “transforma” a los individuos en sujetos (los transforma a
todos) por medio de esta operación muy precisa que llamamos interpelación, y que se puede representar
con la tribal y corriente interpelación policial (o no) “¡Eh, usted, oiga!” (Althusser, 2003: 55).
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“Decimos que la categoría de sujeto es constitutiva de toda ideología, pero agregamos en
seguida que la categoría de sujeto es constitutiva de toda ideología sólo en tanto toda ideología tiene
por función (función que la define) la “constitución de los individuos concretos en sujetos” (Althusser,
2003: 52).
discursivo entonces, es aquello que instituye al sujeto como sujeto, le da sentido y le
ofrece el horizonte de interpretación, no sólo sobre sus ideas, sobre lo que piensa y
puede decir, sino principalmente de sus prácticas sociales. El discurso instituye al
sujeto en tanto y en cuanto todo sujeto en el mundo ya está regulado por la ideología.
A su vez, el discurso es ideológico en la medida en que se instituye para que las
prácticas de los sujetos sean performadas y que los individuos “marchen solos”, sean
buenos ciudadanos y reproduzcan así la división del trabajo. La institución discursiva
es, pues, funcional a los grupos de poder quienes mediante la ideología pueden
naturalizar las prácticas de dominación. A su vez, el discurso es ahistórico en la medida
en que está presente en la historia permanentemente, y no hubo ni habrá momento
en la historia del hombre que no sea constituido por el discurso. El discurso no es un
habla que devela el mundo, que nos dice cómo es la realidad de las relaciones sociales
y las condiciones de producción. Además, es posible afirmar que el discurso es en sí
una mediación que da cuenta de la relaciones de poder y de los imaginarios que se
crean en relación a lo social.
Por último, nos parece importante establecer dos aspectos relevantes. Por un
lado, para Althusser es posible ir más allá de la ideología, es decir, volverse
autoconsciente de la institución del discurso, de cómo este genera prácticas que
tienden a conservar el status quo social. Si bien este afuera nunca es tal (siempre
habrá discursos que determinen nuestras prácticas sociales) la tarea científica del
estudioso de los social es abstraerse lo mayor posible del discurso que lo constituye,
para poder criticarlo de develar su condición de dominación8. Esta posibilidad crítica a
su vez, es la que otorga la chance (y a su vez la exige) al intelectual comprender que los
Aparatos ideológicos del Estado pueden ser no sólo “objeto sino también lugar de la
lucha de clases, y a menudo de formas encarnizadas de lucha de clases” (Althusser,
2003: 28).
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“lo que sucede en realidad en la ideología parece que sucede por lo tanto fuera de ella. Por eso
aquellos que están en la ideología se creen por definición fuera de ella: uno de los efectos de la ideología
es la negación práctica por la ideología del carácter ideológico de la ideología: la ideología no dice nunca
“soy ideológica”. Es necesario estar fuera de la ideología, es decir en el conocimiento científico para
poder decir: yo estoy afuera (caso realmente excepcional) o (caso general): yo estaba en la ideología”
(Althusser, 2003: 56).
III. DISCURSO Y ARQUEOLOGÍA.
Michael Foucault, sin duda alguna, es uno de los grandes pensadores del siglo
XX y probablemente de toda la historia de la humanidad. Su perspectiva sagas de la
realidad, del poder, de las relaciones, han marcado un antes y un después en la
historia del pensamiento y el concepto de discurso es central en su discurrir. Sin
embargo, antes de adentrarnos al estudio de este concepto en el autor, creemos
oportuno hacer dos salvedades. En principio y cómo desarrollaremos adelante, hablar
de concepto, noción, definición, enunciado, etc., tiene en el pensador una densidad
distinta a la de la “tradición”. Foucault busca establecer cómo toda construcción
conceptual está signada por la “dispersión”. Esto significa al menos dos cosas: primero
que un concepto nunca se encuentra acabado, sino que continuamente remite a
relaciones, instituciones, objetos que están más allá de lo propio del concepto; otra
cuestión que se desprende ello es que por lo tanto nunca puede llegar de definirse,
siempre está abierto. No obstante, uno puede leer un texto y encontrar en ellos sus
propias reglas de validación, aunque nunca ellas serán determinantes. Esto implica que
buscar entonces definiciones acabadas sobre determinados concepto en sus textos,
sería entrar en una contradicción para con el mismo Foucault. Sería como intentar
aquietar de forma dogmática aquello que considera tentativo y contingente. Toda
aproximación debe ser comprendida, no como búsqueda de la verdad, sino como
trazos, esbozos, balbuceos de una realidad que no existe pero donde el sujeto busca
darle sentido.
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“Hay que realizar ante todo un trabajo negativo: liberarse de todo un juego de nociones que
diversifican, cada una a su modo, el tema de la continuidad. No tienen, sin duda, una estructura
conceptual rigurosa; pero su función es precisa. Tal es la noción de tradición, la cual trata de promover
de un estatuto temporal singular a un conjunto de fenómenos a la vez sucesivos e idénticos (o al menos
análogos); permite repensar la dispersión de la historia en la forma misma” (Foucault, 2004: 33).
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Los enunciados son para Foucault la parte mínima que posee significado dentro de una
formación discursiva. A su vez, sostiene que deben entender como acontecimientos en tanto y cuenta la
lengua ni el sentido pueden agotarlo por completo: “Acontecimiento extraño, indudablemente: en
primer lugar porque está ligado por una parte a un gesto de escritura o a la articulación de una palabra,
pero que por otra parte se abre a sí mismo una experiencia remanente en el campo de una memoria, o
en la materialidad de los manuscritos, de los libros y de cualquier otra forma de conservación; después
porque es único como todo acontecimiento, pero se ofrece a la repetición, a la transformación, a la
reactivación; finalmente, porque está ligado no sólo con situaciones que lo provocan y con consecuencias
que él mismo incita, sino a la vez, y según una modalidad totalmente distinta, con enunciados que lo
preceden y que le siguen” (Foucault, 2004: 46).
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“Generalicemos: el discurso psiquiátrico, en el siglo XIX, se caracteriza no por los objetos
privilegiados, sino por lo demás muy dispersos. Esta formación tiene su origen en un conjunto de
relaciones establecidas entre instancias de emergencia, de limitación y de especificación. Diríase, pues,
que una formación discursiva se define (al menos en cuanto a sus objetos) si se puede establecer en
semejante conjunto” (Foucault, 2004: 73).
que, de forma precaria, contingente, terminaran constituyendo el objeto nominal12.
Esto significa que la emergencia de un objeto en una formación discursiva se produce,
no por correspondencia a una substancia, sino por una compleja red de relaciones
dictadas por condiciones históricas, instituciones, estatutos jurídicos, procesos
políticos y económicos que los hacen emerger y le dan sentido. Al respecto concluye
Foucault:
Una segunda hipótesis, sostiene Foucault, podría decirse que la unidad de los
enunciados puede establecerse por el estilo de los mismos, es decir por su forma y su
tipo de encadenamiento. Sin embargo, estas modalidades discursivas, al igual que en
los objetos, se ven atravesadas por instancias exteriores a ellas14. Foucault sostiene
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“La unidad de los discursos sobre la locura no estaría fundada sobre la existencia del objeto
“locura”, o de la constitución de un horizonte único de objetividad: sería el juego de las reglas que hacen
posible durante un período determinado la aparición de objetos, objetos recortados por medidas de
discriminación y de represión, objetos que se diferencian en las prácticas cotidianas (…)” (Foucault, 2004:
53).
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Lo escrito entre paréntesis es nuestro.
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“Se hallan, en cierto modo, en el límite del discurso: le ofrecen los objetos de que pueden
hablar, o más bien (…), determinan el haz de relaciones que el discurso debe efectuar para poder hablar
de tales y cuales objetos, para poder tratarlos, nombrarlos, analizarlos, clasificarlos, explicarlos, etc.
Estas relaciones caracterizan no a la lengua que utiliza el discurso, no a las circunstancias en las cuales se
despliega, sino al discurso mismo en tanto que práctica” (Foucault, 2004: 76).
que, por ejemplo en el caso de la medicina, los distintos discursos estudiados dan
cuenta de que, en vez de remitir estos a la síntesis o a la función unificadora de un
sujeto, nuevamente nos encontramos con una dispersión (Cf. Foucault, 2004: 89). La
unidad entonces, no puede encontrarse en quién enuncia el discurso, cómo lo
produce, desde dónde dice, quién lo legitima: “(…) no es ni por el recurso a un sujeto
trascendental, ni por el recurso a una subjetividad psicológica como hay que definir el
régimen de las enunciaciones” (Foucault, 2004: 90). No hay un sujeto acabado en este
tipo de formaciones que “piensa que conoce y qué lo dice: es, por el contrario, un
conjunto donde pueden determinarse la dispersión del sujeto y la discontinuidad
consigo mismo” (Foucault, 2004: 90).
Hasta aquí hemos visto que el problema central de Foucault a la hora de pensar
las formaciones discursivas radica en la búsqueda de la unidad que se establecen entre
los distintos enunciados que constituyen un discurso. En principio, sostiene que esta
unidad no puede ser dada por los objetos, ya que estos mismos son diversos y, a su
vez, son construcciones realizadas por los mismos discursos. Tampoco puede
garantizar la unidad los tipos de encadenamientos que se suceden, ya que esto remite
a un sujeto, ya sea trascendental o psicológico, ya este mismo es disperso. Tampoco
puede referirse ni al concepto ni a la estrategia que se emplea en la producción
discursiva. Entonces, sostiene el autor, la unidad de las formaciones discursivas se
deben encontrar en lo que llama “regularidad en la dispersión”. Al respecto,
podríamos concluir con Laclau:
IV. LO DISCURSIVO.
En este momento, como lo adelantamos en nuestro apartado introductorio,
intentaremos realizar un estudio comparado entre ambos autores respecto a la noción
del discurso. En principio, podemos sostener que, cuando referimos al concepto de
ideología en Althusser como en el de enunciado de Foucault, estamos hablando de una
realidad mediada por el lenguaje. Esto implica, principalmente, la posición de que la
realidad del mundo, y por lo tanto de lo social, no puede ser accedida por el intelecto
del hombre de forma directa, sino que siempre se encuentra mediada por lo
lingüístico. No obstante, esta posición de los autores, no remite a que todo
conocimiento se mantenga en un lugar “teórico”, sino que tanto la ideología como el
discurso son realidades lingüísticas que instituyen, forman y constituyen lo social.
Dicho de otra manera, es la condición de posibilidad para que lo social aparezca y, en
ambos casos, también son la condición de posibilidad de emergencia del mismo
sujeto15. A su vez, en ambos autores se reconoce que la institución de lo social se
produce a partir de una serie de reglas cuyo objeto de esta regulación se debe a un
proceso de dominación según Althusser, o en términos de Foucault, a un ejercicio de
poder, de algunos sujetos sobre otros para poder garantizar el orden social vigente, y,
de este modo, promover determinadas prácticas que los ciudadanos interioricen sin
capacidad crítica16.
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Como hemos visto en el apartado 2 y 3, Althusser sostiene que es la ideología la que convoca
individuo convirtiéndolo en sujeto, mientras que en Foucault hemos visto que la unidad del enunciado
no puede encontrarse en remitirse a un sujeto trascendental o psicológico, en la medida que este
también es un construcción inherente al discurso.
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La idea de que “marchan solos” en Althusser, o la sociedad disciplinaria de Foucault.
salir de la ideología para desenmascarar la misma y poder así criticarla. Creemos que
esta actitud crítica, por un lado puede tener relación con la propuesta de la
arqueología de Foucault. Foucault propone mediante este método buscar aquellos
espacios de dispersión en el discurso, a fin de dar cuenta cómo estos poseen una
unidad forzada desde una exterioridad que remite al ejercicio del poder. En este
sentido, en ambos autores esta la idea y la posibilidad de “romper” los discursos
hegemónicos (desde afuera en Althusser, desde dentro en Foucault) afín de poder
discutir la normalidad del orden social que instituyen. La diferencia obvia en este
punto es que para Althusser significa una acción directa de resistencia y lucha de las
clases sociales, mientras para Foucault la idea de clase es algo que no se puede
contemplar. Sin embargo, y a pesar de esta importancia diferencia, y a su vez, de la
crítica tradicional a Foucault sobre su poca propensión a una idea de acción colectiva
en contra de los intereses dominantes en la sociedad contemporánea, encontramos
una cita interesante en Verdad y Poder que transcribimos en extenso a continuación:
Por otro lado, Foucault sostiene que en la idea de ideología esta supuesto
también una noción de sujeto moderno de la cual también es crítico. Entendemos que,
si bien Althusser busca separarse de la tradición marxista en este punto puede alejarse
de la idea de sujeto tal cual lo propone Marx. Si bien el sujeto es una construcción de la
ideología, es innegable que el sujeto histórico que se representa en el obrero y la clase
trabajadora cumple un rol fundamental en la emancipación social y la ruptura con la
ideología. A su vez, existe un sujeto identificable, el burgués, que ejerce un dominio
por sobre otro, que crea adrede la ideología en pos de garantizar el orden social que a
él lo beneficia. Para Foucault nuevamente, esto no se puede afirmarse ya que, como
hemos demostrado, para el filósofo francés lo propio del sujeto no es la unidad sino su
dispersión.
El último punto que menciona Foucault en la cita nos genera un poco más de
reparo a la hora de establecer un diferencial entre los autores. Foucault menciona que
el concepto ideología supone, como superestructura, una determinación por parte de
la estructura social que representa la economía, es decir la dimensión de lo material.
Como hemos visto en el apartado dos, Althusser, reconociéndose en la tradición
marxistas, es uno de los contemporáneos que pone en tela de juicio el predominio de
la economía respecto de las demás dimensiones de lo social. De hecho sostiene que la
ideología promovida a partir de los Aparatos Ideológicos del Estado tiene un rol
fundamental a la hora de garantizar la reproducción del orden social, mientras que
para el marxismo tradicional, sólo alcanza con la reproducción de las condiciones
materiales del obrero. Es por ello que, si bien entendemos que en este punto la crítica
de Foucault a la ideología refiere más al marxismo ortodoxo, que propiamente al neo-
marxismo que encarna Althusser entre otros autores contemporáneos.
V. PALABRAS FINALES.
El presente escrito es un intento de abordar un concepto de forma comparativa
a partir de la metodología propuesta por la Teoría del discurso. Para ello, en una
primera instancia determinados que el objeto que queríamos estudiar es el concepto
de discurso en dos autores claves como son Althusser y Foucault. En un primer
momento expusimos la noción de ideología de Althusser y cómo esta se vincula a la
noción de discurso. Posteriormente, profundizamos en la noción de discurso y
dispersión en Foucault, para terminar luego estableciendo comparaciones entre ambos
autores. Siguiendo las determinaciones propuesta por Howarth, podemos mencionar
que en el punto uno y dos buscamos clarificar la noción del concepto en ambos
autores y detectamos aquellas cuestiones que son relevantes para esclarecer las
propuestas de los pensadores. En el tercer momento intentamos establecer los
núcleos que manifiestan una continuidad entre los autores mientras que se avanzó en
problematizar las comunes interpretaciones de los pensadores (sobre todo en
Foucault) como también en las relaciones que tienden a establecerse entre los
mismos.