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Figuras singulares: una cartografía para leer escrituras contemporáneas.

Tania Liza Toledo


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2016

El agua multiforme como figura de la historia en poemas de David Añiñir

“Las nubes son nuestro cuerpo/ Que se unen en aguachentos coitos/


Precipitándose en lluvia/ nieve/ O granizos”1

El agua en su materialidad es ancestralmente reconocida como elemento vital


para la mayoría de los organismos vivientes en la tierra, del mismo modo que adquirió
especial relevancia en el imaginario de las primeras comunidades humanas, por su
carácter determinante en los ciclos de la cosecha, base de la subsistencia. En torno a
esas circunstancias es que la figura del agua fue adquiriendo un importante misticismo,
una espiritualidad. Es por eso que distintos relatos cosmogónicos colocan al agua en un
lugar preponderante en el destino de la humanidad. A modo de ejemplo podemos
remitir al mito de trentren y caicai, propio de la cosmogonía mapuche: el agua y la tierra
están representadas en el relato como dos serpientes; la serpiente de agua, enfurecida
por la indiferencia de los hombres los ataca vorazmente, aumentando su tamaño y
atrapándolos con su oleosa cola, mientras que la serpiente de tierra se ondula,
manteniendo a salvo a unos pocos hombres que calman la voracidad de la bestia acuosa
mediante nuevas ofrendas y rogativas. Según algunas versiones estos relatos explican el
nacimiento de las islas de pacífico –como Chiloé-; para otras significa la formación de
la cordillera. En cualquier caso el agua se representa como un espíritu poderoso, tan
vital como mortal, lo que puede entenderse en torno a la noción del agua violenta de
Bachelard, quien atribuye la animosidad de la naturaleza a una proyección a partir de la
propia ensoñación.
A partir del asentamiento de ciertos relatos, de ciertos dicursos, los imaginarios
se van conformando. Con el pasar de los siglos las lecturas se enriquecen y las figuras
son releídas una y otra vez, generándose un reconocimiento de sus significados. Como
significantes ricos en posibilidades, estas figuras se dejan comprender, leer de diversas

1
AÑIÑIR GUILITRARO, David. “Wanglen”, en Mapurbe, venganza a raíz. Santiago de Chile. Pehuén
editores. 2009.
maneras, permitiéndonos encontrar en ellas cierta plurivalencia, entendiendo a lo que
Barhes refiere cuando habla de proyección: “Lo que se lee a la cabeza de cada figura
no es su definición; es su argumento”2.
Para trabajar con estas nociones, nos concentraremos en lectura de “Malen-ko
(niña de agua)”, “Mapurbe” y “Wanglen”, poemas de David Añiñir Guilitraro, poeta
mapurbe chileno, compendiados en su libro Mapurbe, venganza a raíz. En estos poemas
leemos el elemento agua como figura omnipresente, ambigua, que de acuerdo a esas
condiciones puede erigirse como espacio de materialización de ciertas tensiones nacidas
en una realidad emergente que se presenta como un cúmulo de elementos heterogéneos,
cuya implicancia da lugar a una identidad tan endeble y multiforme como el agua que la
recorre. Así, a partir del recorrido poético de las tensiones entre el sujeto y la historia,
entre naturaleza y cultura estatal, entre el mito y la política, la poesía de Añiñir se
construye como un discurso de resistencia. Se trata de “un poema en H2O”, como
leemos en “Wanglen” que, como el agua, se mantiene en constante movimiento y se
filtra por los espacios que encuentra, para bañar con su verdad el discurso hegemónico
sedimentado, que propende a la sequía de la memoria.
Entonces, en los poemas seleccionados hallamos cierta recurrencia de la figura
del agua, principalmente como un elemento omnipresente, que se nos pone en escena en
todas sus formas posibles y, lo más interesante, en todas partes y en todos los tiempos.
De esa manera se construye como una figura tan flexible que dentro de ella caben
acepciones heterogéneas, y aparentemente opuestas, que justamente le dan esas
múltiples formas en que se nos presenta, como si se llenara de significado de acuerdo al
contexto narrativo en que se construye, y a la carga que el posicionamiento del proceso
escritural le imponga. Así es que la figura del agua se erige como elemento vital desde
el nacimiento hasta la muerte. Esto podría responder a la idea de aguas compuestas de
Bachelard, quien afirma que: “La imaginación material requiere conservar la variedad
del universo (…) necesita la idea de combinación”2 (2003 p. 145).
Para explicarnos mejor, recurriremos a la lectura poética:

2
BACHELARD, Gastón. El agua y los sueños. México. FCE.
MALEN KO (niña del agua)

A mi hija

Sus lágrimas formaron un gran lago de cristal


Sus reflejos rebelaron profundas raíces sudando,
Raíces succionando napas y fuego
En sus lágrimas la vida cae vive y empieza
Desde el suelo

Eres jardín de huesos


Agua y barro
Tierra y carne

La noche sube, el día baja


Y viceversa, en su infinito orden cíclico
Como del ensueño al sueño

Lluvia sanguinolente de muertos aparecidos


Baja desde la noche como estrellas de agua
Un muerto pensante y susurrante al oído
Llega en el pewma travieso y se sumerge hacía ti,
El joven antiguo te embarca y nada
Hacía tu transatlántica profundidad
Atravesando el espíritu va contigo
Envolviéndote de estrellas, noche y aguado frío.
Estás nadando Malen lágrimas adentro
Buceando hasta el origen Humanimal del poblado
Hacía atmósferas amnióticas, buceando
Balbuceando palabras mapuche sueltas
En el ambiente electriko
Palabras en co`a
O en flaítedugun
En glu glu glu glu
Con el agua hasta el cuello
Intentando comunicar
El hallazgo del tesoro,
Desentrañando el significado de ñimines
Geoglifos y acuaglifos
Trazados en el tiempo y la madre
Mar adentro.

Como peces humanos nadamos


Respirando agua
Digiriendo moléculas
Oxigenando la sangre
Igual a esos niños pirhuines
Que desenfrenados gozan
En el balneario callampa de los grifos periféricos
Rebelando nuestra naturaleza anfibia, Malen
Y así tal cual el pez salmón buscando la muerte
Luchando río arriba
Nosotros luchamos contra la corriente
Resistiendo las rocas de la vida
Para morir así de repente.

El agua del río llevará nuestro último canto Malen


Hasta el cementerio marino
Donde viven los muertos.

El recuerdo se seca
El tiempo oxida la laguna mental
Sin embargo. El disco duro de tu memoria almacena
El buen trato de esos seres muertos
Invocados por la machi cuando escasea el agua
Maloqueando ese corte en trámite que trae consigo
La cuenta de la empresa sanitaria, Malen
De el riego necesario para cosechar los frutos de tu tierra
Y lavar la enfermedad social que cargamos a cuesta.

Hoy tu inocencia duerme en un mar amniótico


Desde donde los antepasados te viven
Y adornan de perlas, flores y corales
Te monten en caballitos marinos
Desde la isla uterina llegarás en un sueño de agualuna
Para que te cabalguen hacía esta sequía, MALEN.

La fluidez del agua en el poema logra corresponderse con el discurrir de la


historia, lo que se nos presenta en Añiñir como un acontecimiento negativo, cual
recorrido hacia un destino trágico. El volverse parte de la historia de la globalización es
morir como el agua del río que desemboca en un mar salado y tempestuoso. En la
cosmogonía mapuche el mar está fuertemente relacionado con la muerte desde lo mítico
–como observamos en el mito de trentren y caicai, que la relaciona con un poder
espiritual destructor cuando la furia la envuelve-, que puede relacionarse estrechamente
con la realidad geográfica de los desplazamientos migratorios en Chile, ya que los
movimientos desde la araucanía, en la falda de la cordillera hacia el oeste costero
significó un recorrido y adopción de la región metropolitana. Inevitablemente se
padecen los efectos de la globalización, como la comercialización y encarecimiento de
los servicios y recursos como el agua, necesaria para solventar las necesidades básicas.
A este respecto podemos reflexionar en torno al recorrido de la niña de agua desde el
estado fetal, rodeada del líquido amniótico, enraizada a la matriz de la vida, hacia la
sequía propia de la gran ciudad de cemento.
Hoy tu inocencia duerme en un mar amniótico/ Desde donde los antepasados te
viven/ Y adornan de perlas, flores y corales/ Te montan en caballitos marinos/
Desde la isla uterina llegarás en un sueño de agualuna/ Para que te cabalguen
hasta esta sequía, Malén. (Añiñir Guilitraro, 2009)
Ya Bachelard retomaba la idea de cierto reconocimiento del agua como líquido
maternal, a partir de un recuerdo material del primer alimento del organismo, que
proyecta en esa figura la de la naturaleza absoluta, a la que tuvo su primer acercamiento
mediante la madre. Esa inmersión en el líquido amniótico como estado primigenio
puede leerse como el origen de la humanidad, el nexo del ser con lo absoluto. Citando a
Rozitchner decimos que: “El desarrollo humano desde el estadio prematuro del
nacimiento del niño es el único origen histórico que (…) encontramos como indudable y
vivo dentro de nosotros mismos (p. 17). Ese absoluto se transforma para el autor en
abstracciones, ficciones, que podemos identificar con los discursos hegemónicos,
estratificadores. Discursos que generan agencias o posibilidades de movilidad o
propiedad en el caso de los recursos naturales.
De esta manera, en el poema el agua transita el camino desde el imaginario
mapuche en que la niña en el vientre, con su naturaleza anfibia, está conectada de raíz
con los espíritus ancestrales hacia el destino trágico de la vida metropolitana, en donde
el elemento vital se vuelve espacio de la violencia: como recurso escasea y se
comercializa y se desvirtúa, como corriente acuífera (por ejemplo en el caso del Río
Mapocho) se contamina, y como materialidad oxida. Es así que la figura del agua es la
línea que dibuja el tránsito del sujeto por su historia, desde su origen enraizado en la
naturaleza hacia una muerte inevitable en la sequía citadina, literal o mental. Para
comprender este punto reflexionaremos sobre un fragmento de “Mapurbe”:

Somos hijos de los hijos de los hijos


Somos los nietos de Lautaro tomando la micro
Para servirle a los ricos
Somos parientes del sol y del trueno
Lloviendo sobre la tierra apuñalada

La lágrima negra del Mapocho


Nos acompañó por siempre
En este santiagoniko wekufe maloliente.
A partir de los supuestos mencionados se pone en escena, mediante el recorrido
del agua, la contraposición entre naturaleza ancestral y cultura global. En esta última
nos encontramos con artificios que hacen de la naturaleza un objeto comercial, mientras
que los antepasados tenían con ella una conexión dialógica. Leemos en un fragmento de
“Wanglen”:

Wanglen lavaba su rostro en el pozo


Donde la tierra transpiraba agua cristalina
Que bajaba fría de sus ojos,

La luna se quitaba la ropa


- ella se empelotaba de la misma forma -
Mientras los zorros aullaban dentro del verde pitranto.

Mientras que en un pasado ideal, un locus amoenus histórico, los astros bajaban
a bañarse a las lagunas, hoy se presenta la desesperación de tener el agua hasta el cuello.
El agua, entonces, deja su rostro vital para convertirse en una doble amenaza: la
de una naturaleza iracunda que a fin de cuentas puede conjurarse y una amenaza
artificial de una figura mostruosa, mutada por la contaminación del capitalismo, que
implica un peligro de muerte inminente, aún en vida, ya que al beberla se cortan las
raíces con el mundo ancestral y se produce una alienación de la que es difícil escapar.
En ese mismo proceso se dibuja la voz que dice a modo de resistencia, cuya
fluidez a veces se vuelve ahogo, pero que intenta sostenerse.
“Estás nadando Malen lárgimas adentro (…) Balbuceando palabras mapuche
sueltas/ en el ambiente electriko/ Palabras en coa/ O en flaitedungún/ En glu glu
glu glu/ Con el agua hasta el cuello/ Intentando comunicar/ El hallazgo del
tesoro.” (Añiñir Guilitraro, 2009)
La fluidez y movimiento constante del agua hacen que sea una figura siempre
presente, ambigua, que transita toda la historia y se va resignificando.
Independientemente de las realidades que se construyen a partir del establecimiento de
ciertos sistemas opresores e invisibilizadores de las prácticas ancestrales, agua y
discurso se mantienen, mutando, transformándose todo lo que sea necesario para
permanecer, para fluir por todos los espacios posibles. La flexibilidad de la figura del
agua permite entender la poesía de Añiñir como una narrativización de la historia al
tiempo que se levanta fuerte y vital hacia la muerte, listo para renacer desde la raíz,
como la cultura ancestral que subyace y permanece, como el ciclo de la tierra y el agua,
como un grito, una lluvia que baña esta sequía citadina. Citando nuevamente a
Rozitchner, podemos decir que “La poesía abre nuevamente, para que florezca, la
materialidad humana ensoñada primera, sin la cual el sentido mágico de la vivencia
poética no existiría (p. 23).

Corpus:
Añiñir Guilitraro, D. (2009) Mapurbe, venganza a raíz. Santiago de Chile. Pehuén
editores. (Selección).

Bibliografía:
Auberbach, E. (1998) Figura. Madrid, España. Trotta.
Bachelard, G. (2003) El agua y los sueños. México. FCE.
Barthes, R. (1995) Roland Barthes por Roland Barthes. Venezuela. Monte Ávila.
Grossberg, L. (2003). Identidad y estudios culturales: ¿no hay nada más que eso? En S.
Hall & P. Du Gail (Comps.), Cuestiones de identidad cultural. Buenos Aires.
Amorrortu.
Rozitchner, L. (2011) Materialismo ensoñado. Ensayos. Buenos Aires. Tinta Limón.

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