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Resumen Poulantzas Estado Poder y Socialismo PDF
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INTRODUCCIÓN
¿Quién escapa hoy al poder del Estado? ¿Cuál es la relación entre el Estado, el poder y las
clases sociales? Evocando grupos de presión que actúan sobre el Estado o estrategias flexibles
y sinuosas que se propagarían en el entramado del poder y se moldearían en sus dispositivos.
Estado presenta, desde luego, una armazón material propia, que no puede reducirse, en
absoluto, a la sola dominación política. El aparato del Estado es algo especial, y por tanto
temible, que no se agota en el poder del Estado. Pero la dominación política está, a su vez,
inscrita en la materialidad institucional del Estado. Si' el Estado no es producido de arriba
abajo por las clames dominantes, tampoco es simplemente acaparado por ellas: el poder del
Estado (el de la burguesía en el caso del Estado capitalista) está trazado en esa materialidad.
No todas las acciones del Estado se reducen a la dominación política, pero todas están
constitutivamente marcadas por esa dominación.
La conexión del Estado con las relaciones de producción plantea ya la cuestión de la relación
del Estado y de la «base económica». ¿Qué se entiende, precisamente, por el término «base
económica»? De ello depende, sin duda, la posición que se adopte sobre la relación del Estado
y las relaciones de producción y, por consiguiente, del Estado y la lucha de clases.
Estado en relación con la economía no sólo se modifica en el curso de los diversos modos de
producción, sino también según los estadios y las fases del propio capitalismo. Pero estas
modificaciones no pueden, en modo alguno y en ningún caso, inscribirse en una figura
topológica de exterioridad, en la que él Estado, instancia siempre exterior a la economía, unas
veces intervendría en las relaciones mismas de producción y penetraría, en este caso, en el
espacio económico, y otras se mantendría en el exterior y no actuaría más que en su periferia.
El lugar del Estado respecto a la economía no es siempre más que la modalidad de una
presencia constitutiva del Estado en el seno mismo de las relaciones dé producción y de su
reproducción.
3. En los modos de producción precapitalistas los productores directos estaban separados del
objeto del trabajo y de los medios de producción en la relación de propiedad económica, En
cambio no estaban separados en la segunda relación constitutiva de las relaciones de
producción: la relación de posesión. El ejercicio de la violencia legítima está orgánicamente
implicado en las relaciones de producción, a fin de que el plustrabajo sea arrebatado a los
productores directos que están en posesión del objeto y de los medios de trabajo. En el
capitalismo los productores directos están totalmente desposeídos del objeto y de los medios
de su trabajo: no solamente están separados en la relación de propiedad económica sino
también en la relación de posesión.
La separación que existe entre el Estado y la economía no es una exterioridad real, como si el
Estado no interviniese en la economía más que desde fuera. No es —esta separación— más que
la forma precisa revestida bajo el capitalismo por la presencia constitutiva de lo político en las
relaciones de producción y, por lo mismo, en su reproducción.
Lo que ha costado muy caro a las masas populares en todo el mundo no ha sido la ausencia,
en el marxismo, de una teoría general del Estado y del Poder, sino el dogmatismo escatológico
y profético que nos ha servido durante mucho tiempo un sistema teórico de ese género bajo
la forma de «teoría marxista-leninista » del Estado.
El Estado capitalista, su teoría no tiene verdadero estatuto científico más que si consigue captar
la reproducción y las transformaciones históricas de su objeto allí donde estas reproducciones
y transformaciones tienen lugar, en las diversas formaciones sociales, terreno de la lucha de
clases: formas del Estado según los estadios y fases del capitalismo (Estado liberal, Estado
intervencionista, etc.), distinción de estas formas y de las formas del Estado de excepción
(fascismos, dictaduras militares, bonapartismos), formas de régimen en los diversos países
concretos. La teoría del Estado capitalista no puede ser aislada de una historia de su
constitución y de su reproducción.
Las relaciones de producción, las que configuran el campo del Estado, éste tiene sin embargo
un papel propio en la constitución misma de esas relaciones. La relación del Estado con las
relaciones de producción es una primera relación del Estado con las clases sociales y la lucha
de clases. En lo concerniente al Estado capitalista, su separación relativa de las relaciones de
producción, instaurada por éstas, es el fundamento de su armazón organizativa y configura ya
su relación con las clases sociales y la lucha de clases bajo el capitalismo.
La clase burguesía o la clase proletaria no existen por sí misma sino a través de las relaciones
que se desarrollan entre estas mismas en un espacio en donde se establecen unas determinadas
formas de trabajo, de producción y de dominación.
El Estado actúa también de manera positiva, crea, transforma, produce realidades. Apenas es
posible captar las actuales acciones económicas del Estado —salvo que se juegue con las
palabras— bajo la modalidad exhaustiva de la represión o de la inculcación ideológica, sin
desconocer que estos aspectos existen, indudablemente, en la materialidad de las actuales
funciones del Estado.
Hay, sin duda, un secreto del poder, un secreto burocrático. Sin embargo, este secreto no
equivale a un papel unívoco de silencio, sino —precisamente— al de instauración en el seno del
Estado de circuitos tales que favorecen el discurso a partir de algunos de sus emplazamientos.
Cuando la acción del Estado sólo es captada a través del binomio ideología-represión ello
conduce, en lo concerniente a los aparatos del Estado:
a) A escindir el ejercicio del poder en dos grupos de aparatos: los aparatos represivos y
los aparatos ideológicos del Estado.
b) A dividir de manera casi nominalista y esencialista ciertos aparatos en represivos (que
actúan principalmente por la represión) e ideológicos (que actúan principalmente por
la ideología), lo cual es discutible. Según las formas de Estado y de régimen, y según
las fases de reproducción del capitalismo, ciertos aparatos pueden pasar de una esfera
a otra, acumular o permutar funciones: un ejemplo característico es el ejército, que en
ciertas formas de dictadura militar se convierte directamente en aparato ideológico-
organizativo al funcionar principalmente como partido político de la burguesía.
El proceso económico y las relaciones de producción como red de poderes, es como se puede
captar el hecho de que las relaciones de producción están constitutivamente ligadas a las
relaciones políticas e ideológicas que las consagran y legitiman y que están presentes en esas
relaciones económicas.
Las relaciones de poder, como sucede con la división social del trabajo y la lucha de clases,
desbordan con mucho al Estado. El conjunto de los aparatos de hegemonía, aun en el caso de
ser jurídicamente privados, forman parte del Estado (aparatos ideológicos, culturales, 1 Iglesia,
etc.), mientras que para Foucault y Deleuze el Estado queda siempre limitado a su solo núcleo
público (ejército, policía, prisión, tribunales, etc.). Lo cual les permite decir que el poder existe
también fuera del Estado, tal como ellos lo conciben: una serie de lugares, considerados como
exteriores al Estado (aparato de sanidad-asilos, hospitales, aparato deportivo, etc.) pero
constitutivos, no obstante, de lugares de poder, lo son tanto más cuanto que están incluidos en
el campo estratégico del Estado.
El discurso del Estado, incluso hecho extensivo a sus aparatos ideológicos, no agota todo
discurso político, discurso que, sin embargo, incluye en su estructura un poder de clase,
Análogamente, el poder ideológico no queda nunca agotado por el Estado y sus aparatos
ideológicos.
No es la Iglesia —como ya decía M. Weber— quien crea y perpetúa la religión, sino la religión
quien crea y perpetúa la Iglesia. En una palabra, las relaciones ideológicas tienen siempre un
anclaje que desborda a los aparatos y consiste ya en relaciones de poder.
Los poderes de clase no se reducen al Estado y desbordan siempre a sus aparatos, se debe a
que esos poderes, enraizados en la división social del trabajo y la explotación, conservan
siempre la primacía sobre los aparatos que los encarnan, en particular el Estado. Lo cual
equivale a expresar, bajo una forma diferente, la proposición de que, en la compleja relación
lucha de clases/aparatos, son las luchas las que tienen el papel primero y fundamental, luchas
(económicas, políticas, ideológicas) cuyo campo, ya a nivel de la explotación y de las relaciones
de producción, no es otro que el de las relaciones de poder. El error de ver en el Estado como
simple apéndice de las luchas y del poder.
Así, si (una) historia es (la) historia de la lucha de clases, si las sociedades «primitivas» sin
Estado son sociedades sin (esa) historia, ocurre también que esa historia no existe sin Estado.
No hay una historia de luchas de las que el Estado sería, en un momento dado, el resultado y
el fruto: esa historia no es pensable sin Estado. No es que a partir del momento en que apareció
el Estado se entró en un tiempo irremediable (la Historia), en el que mientras haya Hombres
habrá siempre Estado, sino que —como decía Marx— el fin de la división en clases significa el
fin del Estado y, por consiguiente, el fin de un cierto tiempo que no es el fin de los tiempos
sino el fin de una cierta historia, designada por él como prehistoria de la humanidad.
No sólo las luchas de clases tienen la primacía sobre el Estado y lo desbordan con mucho. Las
relaciones de poder también rebasan al Estado en otro sentido: Las relaciones de poder no
recubren exhaustivamente las relaciones de clase y pueden desbordarlas. Ello no significa, sin
duda, que en este caso carezcan de referencia de clase, que no se sitúen también en el terreno
de la dominación política, que no sean lo que está allí en juego, sino que su fundamento es
distinto del de la división social del trabajo en clases, no siendo, por consiguiente, su simple
consecuencia, ni tampoco homologas ni isomorfas respecto a esa división del trabajo: tal es el
caso, en particular, de las relaciones hombre-mujer.
Hechas estas precisiones, queda por decir que el marxismo plantea aquí ciertas proposiciones:
a) El poder de clase es el basamento fundamental del poder en una formación social dividida
en clases, cuyo motor es la lucha de clases; b) El poder político, aunque asentado sobre el
poder económico y las relaciones de explotación, es primordial en el sentido de que su
transformación condiciona toda modificación esencial de los otros campos de poder,
sobreentendiéndose que dicha transformación no es suficiente; c) En el modo de producción
capitalista el poder político ocupa un campo y un lugar específico con relación a los otros
campos del poder siendo así pese a los entrecruzamientos; d) Este poder está concentrado y
materializado por excelencia en el Estado, lugar central del ejercitico del poder político.