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EL DERECHO PRIMITIVO
En verdad, no podemos afirmar que en el Estado inca hubo derecho, propiamente dicho. El
Tahuantinsuyo estaba en proceso de extensión, consolidación y perfeccionamiento cuando recibió
el choque de la conquista e imposición de la civilización occidental. Los quechuas aparecieron más
o menos a fines del siglo XIII y fueron dominados en 1532. De un lado, sus normas de
organización política, económica y social estaban mezcladas con costumbres morales y religiosas;
y, de otro lado, ellas no fueron impuestas a rajatabla –como antes se creía-, porque la expansión
incaica no fue producto exclusivo de la conquista, sino, principalmente, de negociaciones basadas
en la reciprocidad, redistribución de excedentes, enseñanza del cultivo bajo el sistema de la
producción vertical, uso racional de los ecosistemas o microclimas.Y, por último, en base a la
reciprocidad, respetaron o incorporaron determinadas costumbres de las etnias anexadas o
aliadas, siempre y cuando no dificultaran la integración del incario, la misma que aún no habían
logrado. Sin perjuicio de lo anteriormente anotado, podemos afirmar, con propiedad, que el Estado
inca recién estaba generando sus propias normas jurídicas, las mismas que constituían un
prederecho. El fundamento de éste era, justamente, las bases normativas de su expansión,
desarrollo y consolidación. Fundamentos creados por los arquetipos jurídicos: Manco Cápac y
Pachacútec, con formas de trabajo como el ayni, la mita y la minka, la posesión y propiedad
discontinua de la tierra, la autarquía de los ayllus, autoridad y responsabilidad del kuraka, los
mores y tabúes como normativa penal, el servinakuy, etc., todos ellos como mecanismos de control
social, pero de ninguna manera como derecho. En consecuencia, los incas estaban en camino de
tener su derecho, como lo habían logrado, primero, los mesopotámicos y, después, los romanos.
Esto, en virtud de que los pueblos generan su propio derecho. De ahí que la sustentación de la
hipótesis del prederecho incaico o derecho primitivo peruano, tiene que hacerse con los resultados
de las últimas investigaciones etnohistóricas sobre el Estado inca y los aportes de las visitas o
informes administrativos y documentos judiciales. De ninguna manera, con la repetición clásica de
lo escrito por la mayoría de los cronistas de los siglos XVI y XVII, fuente fundamental de quienes se
aventuraron a afirmar la existencia de un derecho inca al estilo occidental. Respecto a lo primero,
son los aportes de John Víctor Murra, Giorgio Alberti, Enrique Mayer, Natham Wachtel,María
Rostworowski de Diez Canseco y Franklin Pease García-Yrigoyen, entre otros. En cuanto a lo
segundo, no hay duda alguna que los cronistas, tanto españoles como mestizos, distorsionaron los
hechos por varias razones. Por ejemplo, en función a su interés y, principalmente, los de origen
español, quienes, además, captaron mal a sus narradores por desconocimiento tanto del lenguaje
como de las costumbres, las cuales fueron entendidas como semejantes, iguales o superiores a su
realidad occidental (Rostworowski, Heraclio Bonilla, etc). La afirmación de la existencia del derecho
incaico la tomó de los cronistas el primer profesor de Historia del derecho peruano Román
Alzamora, quien escribió un texto de cátedra sobre el particular (1876). Esos apuntes más alguna
literatura más histórica que jurídica fue sistematizada por Jorge Basadre Grohmann, en 1937, en
su libro Historia del Derecho Peruano. Para entonces, sólo se conocía la historia romántica y
occidentalizada del Imperio de los Incas. Ella fue escrita a partir de las crónicas, como la de Pedro
Pizarro, Sarmiento de Gamboa, Bernabé Cobo, y, principalmente, la del Inca Garcilaso de la Vega
y Guamán Poma de Ayala, entre otros. Y, más aún, constituyeron la fuente fundamental de
Basadre y otros historiadores del derecho peruano que siguieron su escuela.Además, dicho sea de
paso, la Historia del Derecho Peruano fue escrita con un marcado espíritu historicista y
etnocentrista jurídicos, imperantes en la época y, especialmente, adoptados por Basadre durante
su estancia en Alemania, donde triunfante crecía como la espuma el pangermanismo nazi,
producto de esas corrientes.
EL DERECHO INDIANO
El derecho indiano o de Indias tomó esta denominación como consecuencia de la creencia original
de que Cristóbal Colón había llegado a las Indias Occidentales. No hubo idea alguna de que había
descubierto un nuevo continente como se comprobaría más tarde, otorgándosele el nombre de
América. En consecuencia, el homenaje se le rindió al cartógrafo italiano Américo Vespucio,
mientras que Colón sufrió las injusticias del rey católico Fernando VII, quien fue demandado por el
hijo del almirante a la muerte de su padre en 1506. Después de muchos años de litigio, el nieto –
Luis Colón–, ganó el proceso arbitral en 1536 y le fueron restituidos todos los derechos otorgados
en el “contrato” conocido como la Capitulación de Santa Fe de 1492. ¿Qué es el derecho indiano?
Es la suma del derecho castellano (derecho del pueblo conquistador) con las instituciones y
costumbres indígenas que no se opusieran o estuvieran en contradicción con la religión cristiano-
católica, contra las costumbres castellanas y, máxime, contra el sistema jurídico peninsular. Esta
conjunción gestó un nuevo derecho que fue bautizado con el nombre de Derecho Indiano. En
efecto, por ejemplo, la mita –sistema económico y social de trabajo del Tahuantinsuyu– fue
inmediatamente absorbido por los conquistadores porque además de lo apuntado convenía
sobremanera al pujante Imperio Español. Contrariamente, se prohibió y castigó el servinacuy por
contravenir a la moral y a las costumbres occidentales y, principalmente, a la religión cristiana que
había instituido el matrimonio formal como la única vía digna y ejemplar de la unión de un hombre y
una mujer. La relación extramatrimonial de prueba de los pueblos indígenas fue considerada
inmoral por los hispanos. En verdad, podemos afirmar que en el crisol de la peruanidad se
fundieron muchos elementos hispanos con lo indígena para forjar nuestra identidad nacional. Por lo
tanto, no sólo debemos considerar que los castellanos nos otorgaron su idioma, religión y sangre,
sino, además, su sistema jurídico como pueblo conquistador. Bien sabemos que desde los
romanos hasta muy avanzado el siglo XIX, imperó la costumbre que el país conquistador o
colonizador imponía con su Derecho. Así lo hizo Colón en América a partir del 12 de octubre de
1492 y Francisco Pizarro en Perú desde 1532 hasta inicios del siglo XIX. En suma, tuvimos tres
siglos de derecho indiano: 300 años de legislación dictada desde la metrópoli. El derecho indiano
ha sido harto tratado por notables historiadores y juristas tanto nacionales como extranjeros. En
cuanto a los primeros, sin duda alguna, reviste especial importancia el trabajo de Basadre. Su
magistral obra Los fundamentos de la Historia del Derecho (Lima, 1967), según Lewis Hanke “el
derecho indiano lo trata en forma completa y equilibrada”. Este valioso aporte ha sido ampliado,
desarrollado y sistematizado por su heredero, Jorge Basadre Ayulo, quien también ha escrito su
Historia del Derecho Peruano, en tres tomos y que ya cuenta con varias ediciones. De igual
manera los maestros y juristas Víctor Manuel Maúrtua, quien escribió Antecedentes de la
Recopilación de Yndias (Madrid, 1906). Juan Vicente Ugarte del Pino, Guillermo Lohmann Villena,
Eduardo Rada Jordán, José Tamayo Herrera y los historiadores Rubén Vargas Ugarte y Héctor
López Martínez, entre otros. Entre los extranjeros están Antonio Muro Orejón, Alfonso García
Gallo, Niceto Alcalá Zamora y Rafael Altamira; Víctor Tau Anzoátegui, Ricardo Levene y Ricardo
Zorraquin Becú; Hanke Lewis y Ernesto Shafer, entre otros.
EL DERECHO REPUBLICANO
La historia de este derecho va de la mano con los anales de la República. Esto es, desde las
primeras normas dictadas por el general José de San Martín Matorras, lo que constituye el derecho
intermedio o de transición en la ruptura entre la colonia y la independencia, al decir del abogado
René Ortiz Caballero. Asimismo, la primera Constitución de 1823 y las que siguieron hasta la
vigente de 1993. También es la labor codificadora y los diversos códigos aprobados, así como las
leyes y otras normas que, en conjunto, constituyen el ordenamiento jurídico de la nación, tanto el
derogado como el vigente. Esta normativa ha implantado, modificado y cambiado sistemas e
instituciones jurídicas, que han tenido especial y fundamental relevancia en los actores políticos,
económicos y sociales de la república. Obviamente, no se trata de hacer un catálogo o relación
cronológica del ordenamiento jurídico a partir de la independencia. La historia del derecho peruano
republicano debe precisar, en lo general, la historia, desarrollo y desempeño de las instituciones
jurídicas, producto de la democracia y del sistema republicano.Así como también sus problemas,
causas y consecuencias en la búsqueda y administración de la justicia y en la consecución del
progreso y desarrollo nacionales. Es decir, una historia social del derecho. De ahí que podemos
desarrollar temas concretos de ese tipo de historia –social del derecho– como los tratados por De
Trazegnies en su libro La idea de Derecho en el Perú republicano del siglo XIX (1980), obra
reimpresa en 1993. En ella, “nos propone justamente integrar esas tres disciplinas: la Dogmática, la
Filosofía y la Sociología del derecho, a fin de reparar las insuficiencias de cada una de ellas. Esa
es su propuesta metodológica central para abordar la historia del Derecho”. En este orden de
ideas, los temas podrían ser, entre otros: ¿El Congreso es realmente representante y la última
palabra de la soberanía popular?; el avance y retroceso en la eliminación del tributo indígena; ¿A
quiénes benefició la inmigración china?; las consecuencias de la abolición de la esclavitud; causas
y resultados del Contrato Dreyfus; los contratos sobre el salitre; regulación de la propiedad; ¿Es el
matrimonio un contrato?; imposición del matrimonio civil y del divorcio, etc. Para conocer la historia
del derecho republicano es fundamental la obra del inigualable historiador de la República Jorge
Basadre Grohmann. Es una historia totalizadora, completa, donde lo jurídico está trabajado con
precisión académica y científica, dado, también, su condición de destacado abogado. Sin duda, es
la mejor y más acabada historia de la República que hasta hoy se ha escrito, razón por la cual
registra muchas ediciones. En consecuencia, la historia del derecho republicano obligadamente
tiene que contener una sucinta historia de las constituciones de la república. Tema
extraordinariamente trabajado por el maestro y jurista Ugarte del Pino, cuya obra Historia de las
Constituciones del Perú nes del Perú, se ha convertido en un clásico en la bibliografía
constitucional. Así también, tenemos diferentes obras de esta misma naturaleza escritas, en
diversas épocas, por conspicuos hombres de derecho, como Domingo García Belaunde, José
Pareja Paz Soldán, Manuel Vicente Villarán y Toribio Pacheco y Rivero, entre otros. De ahí la
necesidad de analizar e interpretar las diversas cartas políticas que registra nuestra historia
constitucional. Ellas son las correspondientes a los años: 1) 1823; 2) 1826 o Vitalicia; 3) 1828; 4)
1834; 5) 1839 o de Huancayo; 6) 1856; 7) 1860; 8) 1867; 9) 1920; 10) 1933; 11) 1979, y 12) 1993.
Será muy conveniente revisar la Constitución de 1837 o Pacto de Tacna, que dio origen formal a la
Confederación Perú-boliviana. Sobre esta ley fundamental, debemos preguntarnos: ¿fue ésta,
también, una Carta política peruana? Desde Villarán hasta García Belaunde, pensamos que no,
empero el profesor de derecho constitucional de la PUCP –hoy vicerrector académico–, Marcial
Rubio Correa, sostiene lo contrario y la numera como la quinta Constitución peruana. Como puede
apreciarse, el tema constitucional ha sido harto trabajado. Así, por ejemplo, el jurista y periodista
arequipeño Pacheco y Rivero, publicó en 1854, Cuestiones Constitucionales (Arequipa, Imprenta
de Francisco Ibáñez y Herm), que al decir de Basadre, , es la primera historia constitucional del
Perú. Así también el abogado, historiador y destacado periodista Manuel Atanasio Fuentes escribió
Derecho Constitucional Universal e Historia del Derecho Público Peruano, en 1874, (2 tomos). En
1920 aparecen Las Constituciones de 1860 y 1920 concordadas para uso de los estudiantes de
Derecho del jurista Manuel Vicente Villarán. Del tema constitucional tenemos que pasar al tema de
la codificación nacional en la historia del derecho republicano, porque es la época de los códigos y
es una de las características de este período, como la recopilación lo fue del derecho indiano.
Época del inca.
Organización judicial del imperio inca
organización política
Fue una monarquía absolutista y teocrática. El poder estaba centralizado en el Inca a quien se le
consideraba de origen divino.Su poder no tenia restricciones, sus órdenes se cumplían con la mayor
celeridad sin que nadie las objetara ,Pese a este absolutismo la mayoría de los Incas gobernaron en
beneficio popular aplicando los principios de reciprocidad y redistribución características de la
sociedad incaica .
Derecho
El Derecho Inca influyó en el Derecho indiano y quedó rigiendo, era latirte, como Derecho
consuetudinario, en el Perú posterior a la Conquista.
Jurídico
la valuación jurídica (por ejemplo, la costumbre tan extendida llamada de mochar y de hacer
agüeros).pudieron existir normas jurídicas sin contenido religioso, o con uno muy débil (en general,
buena parte de las relaciones diarias entre individuos). Y aún en casos de simultaneidad de delitos y
pecados, a éstos correspondían los sortilegios, la confesión ante los ychuris relacionado con dichos
pecados un fenómeno tan alejado del Derecho como es la enfermedad; y correspondía también la
penitencia, tras de la cual venía la ceremonia de la opacuna (opa–tonto, cándido sin habla) o
purificación.
Derecho penal
Las leyes penales en el imperio Incaico, como ha ocurrido generalmente en las sociedades
primitivas, eran severas.
y esto es mas claro cuando el inca o jefe de estado se consideraba un Dios, todos los delitos en el
Imperio, o casi todos podría decirse que eran en carácter público porque atentaban contra el Estado
y por tanto la pena era aplicada, por lo general de oficio.
La pena de muerte se imponía por diversos delitos, rebelión (políticamente el más grave),
homicidios, quebrantamiento de normas de familia o administrativas, actos sexuales prohibidos,
adulterio y aún en casos menores como la holgazanería, si se reincidía en ellos.
Organización Social
La sociedad inca, fue jerárquica y rígida. Existieron grandes diferencias entre las clases sociales,
siendo estas diferencias respetadas por todos los habitantes del Imperio. Las clases jerarquizadas
formaban una pirámide donde el inca, con todo el poder, se encontraba en la cúspide, mientras que
el pueblo, que era la gran mayoría, constituía su base social.
Integrantes
Andrey
Joel
Edward
Cristian
CARACTERES GENERALES DEL DERECHO PENAL INCAICO
Sin pretender agotar la relación de lo considerado como delito en el Imperio, que en ha práctica era
todo lo que contradijese la minuciosa norma gubernamental, podemos intentar la siguiente
clasificación.
Delitos contra la seguridad del Estado.
Delitos contra el soberano.
Delitos contra la religión.
Delitos contra la organización administrativa.
Delitos contra la administración de justicia.
Delitos contra los deberes de función.
Delitos contra el honor sexual y las buenas costumbres.
Delitos contra la vida y la salud.
Delitos contra los bienes ajenos.
LOS CULTIVOS
LA AGRICULTURA
Los incas desarrollaron diversas técnicas y herramientas de cultivo, que se
adecuaban a las condiciones naturales. Predominó el trabajo comunitario.
EL YACHAYHUASI
El Yachayhuasi, o Casa del Saber, fue el centro de enseñanza para los jóvenes,
integrantes de la realeza y de la nobleza que allí acudían para ser preparados como
clase dirigente a cargo de los maestros o Amautas. El funcionamiento del
Yachayhuasi empieza con Inca Roca, quien fundó escuelas de este tipo en el Cusco;
con el correr del tiempo y a medida de la expansión imperial la educación en este
centro de estudios y preparación se oriento, básicamente, a cuatro aspectos: lengua
(quechua), religión (dios Inti, Sol), manejo e interpretación de quipus (contabilidad y
estadística) y una historia militar (vinculada a las figuras y actos heroicos de los
antepasados). A esto se agrega el cultivo de la parte física y la estrategia militar que
todo noble debería dominar de tal suerte que, al término del ciclo de estudios, se
encontraban preparados para la ceremonia del Huarachico que los habilitaba como
nobles capacitados para asumir funciones del gobierno.
El proceso de enseñanza-aprendizaje estaba a cargo de los Amautas, que eran
considerados como los hombres más cultos del Imperio y quienes “recitaban” sus
lecciones siendo escuchados, atentamente, por sus jóvenes alumnos que deberían
aprenderlas de memoria. Existían castigos para los que demostraban su pereza en el
aprendizaje, que consistían en azotes (por lo general en número de diez y una sola
vez al día), lo mismo que, también, para el Amauta que se excediese en el castigo.
EL ACLLAHUASI
Era el centro de formación femenina. Es la Casa de las Acllas o Casa de las
Escogidas. Si bien es cierto que existieron acllahuasis en provincias, el principal de
ellos se encontraba en el Cusco, en lo que hoy es el Convento de Santa Catalina.
Este Acllahuasi era un recinto rodeado de elevadas murallas; en su interior contaba
con extensos jardines, arboledas y amplias mansiones donde vivían las acllas o
muchachas más bellas del Imperio, seleccionadas por sus encantos, habilidad y
capacidad por funcionarios especiales llamados Apu-panacas En el Cusco
existieron más de tres mil de estas doncellas divididas en tres categorías: las
exclusivas para el servicio y atuendos del Inca, las que se entregarían como premio
para esposas de los nobles y hombres de mérito, y, por último, las destinadas a servir
en el culto y la religión. Estas últimas eran, específicamente, las
denominadas Vírgenes del Sol, no deberían tener contacto mundano, ni aun el
propio Inca podía visitarlas, deberian conservarse puras y se dedicaban a la
confección de implementos y enseres para la religión y sostenimiento del culto.
LAS CIENCIAS
Durante el incanato se cultivaron diversos aspectos científicos entre los cuales cabe
mencionar:
La filosofía, que buscó una interpretación del mundo y de la vida en base a sus creencias
religiosas.
La cosmología, que buscó interpretar la forma de la creación del mundo inca bajo la concepción
del hacedor Wiracocha.
Astronomía, basada en el estudio de los movimientos de los astros como factores
determinantes en el proceso de siembra y cosecha.
Medicina, pese a que estuvo ligada a la magia y a la hechicería, sin embargo, utilizaron el poder
medicinal de algunas plantas como la coca, la huamanripa, el jeto-jeto etc. Habían curanderos
especializados que al aplicar sus bebidas en los pacientes, obtenían excelentes resultados.
Cirugía, fueron magníficos cirujanos, al igual que los hombres de la cultura Paracas,
especializados en la trepanación craneana. Esta clase de intervenciones en el cráneo se explica,
sobre todo, por las acciones de guerra y las armas de los ejércitos que ocasionaban contusiones
y fracturas que motivaban la operación. Como implementos de cirugía utilizaron finos enseres
que tenían como base la piedra de obsidiana.
Ingeniería, que se basó en cálculos y orientaciones de orden matemático para realizar las
construcciones arquitectónicas así como también para la construcción de los andenes y los
canales.
LA EDUCACIÓN POPULAR
Ya hemos establecido que la educación fue clasista, puesto que sólo los hijos de
los nobles podían acudir a los Yachayhuasi. El pueblo tenía una educación
eminentemente práctica y destinada a su quehacer en cumplimiento de lo
planificado por el gobierno inca, es decir, las labores agrarias, construcciones
de todo tipo, actividades en la minería, ganadería, guerras, etc.
Por esta razón, el mejor maestro del niño, adolescente y joven del pueblo fue su
propio padre. A él ,le acompañaban en las faenas agrícolas, para ir dándose
cuenta, de la forma cómo éstas se realizaban; lo mismo en todas las actividades
que la comunidad o ayllu efectuaba. Alguna vez escuchaban de sus parientes
más ancianos, historias y relatos de la grandeza del imperio. A los 14 ó 15 años
se ponían bajo el adiestramiento del maestro de armas de la comunidad quien
los ejercitaba para su ingreso a filas en las tropas imperiales. Su escuela fue,
pues, la vida misma; fueron austeros y sobrios, enseñados para obedecer,
cumplir y confiar en sus gobernantes a quienes debían la seguridad y el
bienestar colectivo.
LA TRADICIÓN ORAL
Las grandezas del imperio fueron recogidas por los cronista españoles, por boca de
los propios personajes del Tahuantinsuyo. Esto nos indica que dieron gran
preferencia a la tradición y al relato oral. Estos relatos se trasmitían de generación en
generación y servían, además de elementos perennizantes de la historia inca, para
lograr una mejor formación popular, ya que en ellos se hacía constar el origen
epopéyico y legendario del imperio, las hazañas y grandezas de sus gobernantes; las
grandes batallas y las grandes conquistas, el triunfo sobre los vencidos. También
estos relatos, que conforman la tradición oral, iban referidos a la manera laboriosa y
paciente, pero, al mismo tiempo, grandiosa cómo habían construido sus grandes
templos, sus palacios y sus fortalezas. También incidíán en la religión y sus dioses,
todos ellos de carácter superior. En ellos, pues, bebía el pueblo y la nobleza la
esencia misma del acontecer, magnífico y brillante, del poderoso Tahuantinsuyo.
La ley del Inca tenía teóricamente su ortgen en el Inca mismo. Ante sus súbditos, el soberano
aparecía siempre como el creador y nunca como el sujeto del Derecho; era un ser divinizado que
no podía delinquir y que no sólo estaba autorizado a disponer de las personas y bienes de los
individuos y de las colectividades, sino que, además, estaba autorizado para reparar cualquier
agravio y ofensa en su palacio o en sus frec'uentes viajes por el territorio im~ perial. En su forma
más embrionaria, la ley aparece siempre como un conjunto de decretos emanados de la autoridad
divina. Al en~ sanchar su campo hasta los asuntos de interés general. la asocia~ ción cqn Dios no
desaparece. Todos los pueblos han creído que sus dioses o su Dios les entregaron o revelaron "las
tablas de la ley". El antiquísimo código de Hammurabi tiene una representa~ ción alusiva al rey en
el acto de recibir tan precioso mensaje del dios solar Shamas "juez del cielo y de la tierra". Manu
es la fuente de las leyes hindus y Jehová de la ley mosaica. Los jefes o caudillos de pueblos
aparecen con origen divino y resultan los vehículos o instrumentos de la voluntad suprema,
concepción de pueblos primitivos y antiquísimos, a veces reitera~ da también en nuestra época.
Innumerables son los ejemplos que a este respecto podrían citarse; pero se mencionará aquí, por
la semejanza con el Perú, el caso de Egipto. El Faraón fué, por su nacimiento y su oficio un hombre
deificado y no perdió ese carác~ ter después de la muerte. En tiempos antiguos llegó a ser identi~
ficado con Ra, el gran dios solar y llamado hijo del Sol o sol en~ carnada o imagen viviente de su
padre. Fascinante semejanza que el método histórico cultural explica identificando estas cultu~ ras
distantes en un mismo tipo de cultura, a base de la mezcla de agricultores, ganaderos nómades y
cazadores de caza mayor. En realidad, aunque los humildes l-abriegos lo ignoraran, el Inca estaba
asesorado por consejeros e informadores que es lógico suponer influirían muchas veces en su
decisión. Al lado del Inca, los "orejones" o nobleza de sangre, emparentada con él. recibían
comandos militares, posiciones administrativas, propiedad priva~ 242 LA LEY DEL INCA da, ricos
bagages mortuorios. No se sabe- con exactitud cuál fué la medi.da de su influencia en los negocios
del Imperio. Puede referirse a ellos Ia siguiente afirmación de Cieza: "Como la ciudad del Cuz~o era
la más principal de todo el Perú y allí residían lo más del tiempo los reyes. tenían en la misma
ciudad muchos de los principales del pueblo que eran entre todos los más avisados y entendidos
para sus consejeros; porque todos afirman que antes que intentasen cosa ninguna y de
importancia, la comunicaba con estos tales alegando su parecer a los más votos ( 9) . Parece
probable que la intervención de los "orejones" llegaba hasta la designación misma del Inca en
muchos casos; o que, en cierto modo, éste necesitaba la aquiescencia de ellos. No siempre fué
investido con la dignidad imperial el mayor de los hijos del Inca difunto. Los orejones ejercieron
más. de una vez el derecho de rebelión. Derrocaron, según parece, a varios soberanos. Tal vez en
una etapa anterior del Imperio había existido un mayor poder de los señores sobre el soberano,
poder que acaso terminó con el cambio de dinastía atribuído a Inca Roca; pero que tendía a
renacer en las épocas de guerra civil o exterior. De todos modos, la autoridad imperial logró
sobreponerse, sin duda por el caracter guerrero de la historia incaica, por el surgimiento de
individualidades descollantes que se apoderaron del mando (factor éste de las individualidades
descollantes que se ha menospreciado en el estudio de los pueblos primitivos) por las facilidades
que las estadísticas, los funcionarios, los caminos y otros elementos daban para la vigilancia oficial.
En todo caso, la reverencia que el soberano recibía era enorme. Pedro Pizarro, que vió a Atahualpa
cautivo, lo ha contado pintorescamente; "Tenía muchos caciques consigo; éstos estaban fuera de
un patio y en llamado alguno, entraba descalzo donde él estaba y cargado con una carga". Un
simple desobedecimiento involuntario a las órdenes y consignas, los hacía temblar de miedo ante
el castigo posible ( 10) Una supervivencia del antiguo control democrático parece haber sido el
llamado "consejo de los cuatro" formado por los "a pus" (9) Cieza, "Señorío de los Incas", págs.
101 y 102. ( 10) Pedro Pizarro "Relación de la Conquista del Perú", págs. 49 a 51. en la colección
Urteaga-Romero. Urteaga "El Fin de un Imperio", pág. 353 LA LEY DEL INCA 213 de los cuatro
"suyus" con residencia en el Cuzco y que, en cierta foma, compartía con el Inca las funciones no
sólo judiciales sino también legislativas. El Sumo Sacerdote parece así mismo representar una
poderosa institución antigua, venida a menos por el prestigio guerrero del soberano. Ejercía aquel
dignatario atri~ buciones militares y políticas y, según algunos cronistas, era hermano del Inca
aunque Cobo lo niega. No se sabe con exactitud la Importancia que para la formulación misma de
las leyes o para el conseJo previo a su dación o aplicación llegaran a adquirir los "amautas".
Tampoco se sabe mucho . sobre la condición y vida de esta clase o casta. Según Tschudi
pertenecían los amautas a la familia imperial y enseñaban en el Cuzco en las escuelas; ejercían el
puesto de historiógrafos; vigilaban la escritura de los nudos; se ocupaban de astronomía; hacían
versos; se dedicaban a la enseñanza de la prosodia y de la música, así como a las danzas rituales;
emitían su importante opi~ nión en asuntos religiosos; intervenían en la promoción de los sa~
cerdotes a dignidades superiores y "no sólo interpretaban las le~ yes sino que el mismo Inca los
consultaba con frecuencia sobre asuntos de nueva legislación ( 11 ) . También alude Tschudi a las
escuelas donde los amautas enseñaban a la nobleza preferentemente astronomía, historiografía e
interpretación de las leyes.