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En este contexto, todos los pueblos han generado su propio derecho, desde incipiente hasta
perfeccionado y sistematizado. Es el caso de las civilizaciones y culturas tanto primitivas como
desarrolladas. Desde la monarquía hasta la democracia y desde el liberalismo hasta el
socialismo.
En efecto, el derecho romano fue la más alta expresión jurídica de la antigüedad occidental;
mientras que en el siglo XVI, los pueblos americanos sólo habían logrado un derecho incipiente
o primitivo, mejor aún, un prederecho. En éste, las normas consuetudinarias se encontraban
mezcladas con costumbres de carácter moral, de organización política, económica y social.
Fue, por ejemplo, el caso de los incas con los mores, al decir del ilustre jurista, historiador y
maestro Juan Vicente Ugarte del Pino.
En este orden de ideas y para su mejor estudio, la historia del derecho peruano ha sido dividida
en: 1) Derecho primitivo; 2) Derecho indiano y 3) Derecho republicano.
La historia del derecho peruano, en sus períodos indiano y republicano, puede enfocar temas
concretos, específicos. No necesariamente tiene que ser de carácter general, total. En otras
palabras, podrá tratar las especialidades del derecho: constitucional, penal, civil, comercial,
laboral, internacional público, etc. Asimismo, puede desarrollar temas jurídicos relacionados
con la vida política, económica, social y cultural de la nación. Para ello, analizará, interpretará y
evaluará resultados integrales de determinadas instituciones jurídicas o la existencia de ellas.
Esto, sin duda, no es posible en el derecho primitivo, habida cuenta que en él no existe aún una
clara diferenciación entre moral y derecho penal, entre éste y el derecho civil, etc.
EL DERECHO PRIMITIVO
En verdad, no podemos afirmar que en el Estado inca hubo derecho, propiamente dicho. El
Tahuantinsuyo estaba en proceso de extensión, consolidación y perfeccionamiento cuando
recibió el choque de la conquista e imposición de la civilización occidental. Los quechuas
aparecieron más o menos a fines del siglo XIII y fueron dominados en 1532. De un lado, sus
normas de organización política, económica y social estaban mezcladas con costumbres
morales y religiosas; y, de otro lado, ellas no fueron impuestas a rajatabla –como antes se
creía-, porque la expansión incaica no fue producto exclusivo de la conquista, sino,
principalmente, de negociaciones basadas en la reciprocidad, redistribución de excedentes,
enseñanza del cultivo bajo el sistema de la producción vertical, uso racional de los ecosistemas
o microclimas.Y, por último, en base a la reciprocidad, respetaron o incorporaron determinadas
costumbres de las etnias anexadas o aliadas, siempre y cuando no dificultaran la integración
del incario, la misma que aún no habían logrado.
Sin perjuicio de lo anteriormente anotado, podemos afirmar, con propiedad, que el Estado inca
recién estaba generando sus propias normas jurídicas, las mismas que constituían un
prederecho. El fundamento de éste era, justamente, las bases normativas de su expansión,
desarrollo y consolidación. Fundamentos creados por los arquetipos jurídicos: Manco Cápac y
Pachacútec, con formas de trabajo como el ayni, la mita y la minka, la posesión y propiedad
discontinua de la tierra, la autarquía de los ayllus, autoridad y responsabilidad del kuraka, los
mores y tabúes como normativa penal, el servinakuy, etc., todos ellos como mecanismos de
control social, pero de ninguna manera como derecho. En consecuencia, los incas estaban en
camino de tener su derecho, como lo habían logrado, primero, los mesopotámicos y, después,
los romanos. Esto, en virtud de que los pueblos generan su propio derecho.
De ahí que la sustentación de la hipótesis del prederecho incaico o derecho primitivo peruano,
tiene que hacerse con los resultados de las últimas investigaciones etnohistóricas sobre el
Estado inca y los aportes de las visitas o informes administrativos y documentos judiciales. De
ninguna manera, con la repetición clásica de lo escrito por la mayoría de los cronistas de los
siglos XVI y XVII, fuente fundamental de quienes se aventuraron a afirmar la existencia de un
derecho inca al estilo occidental.
Respecto a lo primero, son los aportes de John Víctor Murra, Giorgio Alberti, Enrique Mayer,
Natham Wachtel,María Rostworowski de Diez Canseco y Franklin Pease García-Yrigoyen,
entre otros. En cuanto a lo segundo, no hay duda alguna que los cronistas, tanto españoles
como mestizos, distorsionaron los hechos por varias razones. Por ejemplo, en función a su
interés y, principalmente, los de origen español, quienes, además, captaron mal a sus
narradores por desconocimiento tanto del lenguaje como de las costumbres, las cuales fueron
entendidas como semejantes, iguales o superiores a su realidad occidental (Rostworowski,
Heraclio Bonilla, etc).
La afirmación de la existencia del derecho incaico la tomó de los cronistas el primer profesor de
Historia del derecho peruano Román Alzamora, quien escribió un texto de cátedra sobre el
particular (1876). Esos apuntes más alguna literatura más histórica que jurídica fue
sistematizada por Jorge Basadre Grohmann, en 1937, en su libro Historia del Derecho
Peruano. Para entonces, sólo se conocía la historia romántica y occidentalizada del Imperio de
los Incas. Ella fue escrita a partir de las crónicas, como la de Pedro Pizarro, Sarmiento de
Gamboa, Bernabé Cobo, y, principalmente, la del Inca Garcilaso de la Vega y Guamán Poma
de Ayala, entre otros. Y, más aún, constituyeron la fuente fundamental de Basadre y otros
historiadores del derecho peruano que siguieron su escuela.Además, dicho sea de paso, la
Historia del Derecho Peruano fue escrita con un marcado espíritu historicista y etnocentrista
jurídicos, imperantes en la época y, especialmente, adoptados por Basadre durante su estancia
en Alemania, donde triunfante crecía como la espuma el pangermanismo nazi, producto de
esas corrientes.
Sin duda, el no contar con la nueva información que hoy se dispone sobre la historia incaica,
fue una limitación sustancial y obliga a modificar todo lo escrito.Así lo reconoció el propio gran
historiador de la República. En efecto, esta aclaración la hace Basadre en el extenso capítulo
“Algunas reconsideraciones cuarentisiete años después”, que le agrega a la segunda edición
de su importante libro Perú: problema y posibilidad (Lima, 1978), habida cuenta que la primera
edición, de esta vigente obra, data de 1931.
Ahí, Basadre Grohmann apunta: “Asistimos hoy a una verdadera revolución en toda la historia
andina mediante el desarrollo del interés por asuntos…”. También hace referencia a las visitas
o informes administrativos de las autoridades coloniales: “En aquellos documentos hablan los
indios de abajo y no los parientes de los Incas o los curacas, tal como ocurre en las crónicas.
John Murra ha podido afirmar, con fundamento, que en el examen del mundo andino se puede
ahora “ir más allá de las crónicas hacia (su) comprensión desde un punto de vista andino
también”. Y concluye recalcando que lo que se sabía ayer acerca del mundo andino, hoy
resulta completamente obsoleto, en virtud a los nuevos descubrimientos y estudios de la
historiografía.
En honor a la verdad histórica y jurídica, merecen una mención especial los cronistas
españoles llamados legistas o juristas por el historiador inglés Markhan que difundió su ilustre
colega nacional Raúl Porras Barrenechea. Ellos fueron los licenciados en derecho Juan Polo de
Ondegardo, Hernando de Santillán y Juan de Matienzo. Nosotros agregamos al abogado
Francisco Falcón, quien –aunque no fue cronista–, realizó una obra jurídica de suma
importancia en defensa de los indígenas. Estos escritores constituyen la bisagra fundamental
para entender la existencia de un prederecho aborigen que, en mínima parte se agregará al
derecho de Castilla, impuesto por el conquistador español, y cuyo producto dará lugar al
derecho indiano.
Empero, ¿quién fue el primero que cuestionó la existencia del derecho incaico trabajado por
Basadre? Fue su discípulo y sucesor en la cátedra de Historia del Derecho Peruano en la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos: Juan Vicente Ugarte del Pino. Éste, en la década
de los años setenta, a la luz de los nuevos aportes historiográficos antes señalados, afirmó:
“Tampoco sería serio ni científico, presuponer como existente un Derecho Inca o incaico,
tipificándolo desde un “etnocentrismo” viciado; vicio que proviene desde las mismas fuentes
consultadas, en su mayoría las Crónicas de la Conquista y en especial las obras de los
escritores del siglo XVII como Garcilaso y Huamán Poma, con el añadido de que todas las
lagunas existentes han sido rellenadas a base de hipótesis, lo cual es peligroso cuando se trata
de estudiar las constantes jurídicas y la línea de evolución de un pueblo”.
En este marco, nosotros escribimos nuestro primer tomo de la Historia del Derecho Peruano
referido al derecho primitivo y concluimos en la existencia de un prederecho incaico (Lima,
1988). La obra fue prologada por el propio Ugarte del Pino, ex decano de la Facultad de
Derecho de la UNMSM y del Ilustre Colegio de Abogados de Lima, ex presidente de la Corte
Suprema de Justicia de la República y, a la sazón, presidente de la Asociación Peruana de
Historia del Derecho y de las Instituciones, entidad a la que pertenecemos.
Algunos historiadores del derecho peruano llaman a este prederecho derecho prehispánico,
para referirse al sistema jurídico aborigen anterior a la conquista española. Esta denominación
fue cuestionada por el jurista, filósofo e historiador Fernando de Trazegnies Granda, quien
cuestionó la existencia del derecho prehispánico. Tituló a su artículo con la interrogante ¿Hay
un Derecho prehispánico? Concluyó afirmando que “el derecho es un producto específico de
una determinada historia: la historia del mundo occidental”. Y agregó que más académico y
científico, sería no hablar de derecho, sino de “formas de regulación social diferentes del
Derecho, pero extraordinariamente efectivas” (Revista Ius et Veritas, Año III, N° 4, Lima, pp. 44-
48). Sea dicho de paso, De Trazegnies es fundador del Instituto Peruano de Historia del
Derecho, entidad diferente a la creada por Ugarte del Pino.
Frente a esta afirmación, el no menos ilustre historiador y jurista Jorge Basadre Ayulo le
contestó que:“De ser así, entonces, no se habría registrado en la historia de la humanidad el
derecho gestado en el mundo no occidental, como es el caso, por ejemplo, del pueblo
mesopotámico con su código de Hammurabi”.
EL DERECHO INDIANO
¿Qué es el derecho indiano? Es la suma del derecho castellano (derecho del pueblo
conquistador) con las instituciones y costumbres indígenas que no se opusieran o estuvieran
en contradicción con la religión cristiano-católica, contra las costumbres castellanas y, máxime,
contra el sistema jurídico peninsular. Esta conjunción gestó un nuevo derecho que fue
bautizado con el nombre de Derecho Indiano.
En efecto, por ejemplo, la mita –sistema económico y social de trabajo del Tahuantinsuyu– fue
inmediatamente absorbido por los conquistadores porque además de lo apuntado convenía
sobremanera al pujante Imperio Español. Contrariamente, se prohibió y castigó el servinacuy
por contravenir a la moral y a las costumbres occidentales y, principalmente, a la religión
cristiana que había instituido el matrimonio formal como la única vía digna y ejemplar de la
unión de un hombre y una mujer. La relación extramatrimonial de prueba de los pueblos
indígenas fue considerada inmoral por los hispanos.
El derecho indiano ha sido harto tratado por notables historiadores y juristas tanto nacionales
como extranjeros. En cuanto a los primeros, sin duda alguna, reviste especial importancia el
trabajo de Basadre. Su magistral obra Los fundamentos de la Historia del Derecho (Lima,
1967), según Lewis Hanke “el derecho indiano lo trata en forma completa y equilibrada”. Este
valioso aporte ha sido ampliado, desarrollado y sistematizado por su heredero, Jorge Basadre
Ayulo, quien también ha escrito su Historia del Derecho Peruano, en tres tomos y que ya
cuenta con varias ediciones.
De igual manera los maestros y juristas Víctor Manuel Maúrtua, quien escribió Antecedentes de
la Recopilación de Yndias (Madrid, 1906). Juan Vicente Ugarte del Pino, Guillermo Lohmann
Villena, Eduardo Rada Jordán, José Tamayo Herrera y los historiadores Rubén Vargas Ugarte
y Héctor López Martínez, entre otros.
Entre los extranjeros están Antonio Muro Orejón, Alfonso García Gallo, Niceto Alcalá Zamora y
Rafael Altamira; Víctor Tau Anzoátegui, Ricardo Levene y Ricardo Zorraquin Becú; Hanke
Lewis y Ernesto Shafer, entre otros.
EL DERECHO REPUBLICANO
La historia de este derecho va de la mano con los anales de la República. Esto es, desde las
primeras normas dictadas por el general José de San Martín Matorras, lo que constituye el
derecho intermedio o de transición en la ruptura entre la colonia y la independencia, al decir del
abogado René Ortiz Caballero. Asimismo, la primera Constitución de 1823 y las que siguieron
hasta la vigente de 1993. También es la labor codificadora y los diversos códigos aprobados,
así como las leyes y otras normas que, en conjunto, constituyen el ordenamiento jurídico de la
nación, tanto el derogado como el vigente.
La historia del derecho peruano republicano debe precisar, en lo general, la historia, desarrollo
y desempeño de las instituciones jurídicas, producto de la democracia y del sistema
republicano.Así como también sus problemas, causas y consecuencias en la búsqueda y
administración de la justicia y en la consecución del progreso y desarrollo nacionales. Es decir,
una historia social del derecho.
De ahí que podemos desarrollar temas concretos de ese tipo de historia –social del derecho–
como los tratados por De Trazegnies en su libro La idea de Derecho en el Perú republicano del
siglo XIX (1980), obra reimpresa en 1993. En ella, “nos propone justamente integrar esas tres
disciplinas: la Dogmática, la Filosofía y la Sociología del derecho, a fin de reparar las
insuficiencias de cada una de ellas. Esa es su propuesta metodológica central para abordar la
historia del Derecho”. En este orden de ideas, los temas podrían ser, entre otros: ¿El Congreso
es realmente representante y la última palabra de la soberanía popular?; el avance y retroceso
en la eliminación del tributo indígena; ¿A quiénes benefició la inmigración china?; las
consecuencias de la abolición de la esclavitud; causas y resultados del Contrato Dreyfus; los
contratos sobre el salitre; regulación de la propiedad; ¿Es el matrimonio un contrato?;
imposición del matrimonio civil y del divorcio, etc.
Para conocer la historia del derecho republicano es fundamental la obra del inigualable
historiador de la República Jorge Basadre Grohmann. Es una historia totalizadora, completa,
donde lo jurídico está trabajado con precisión académica y científica, dado, también, su
condición de destacado abogado. Sin duda, es la mejor y más acabada historia de la República
que hasta hoy se ha escrito, razón por la cual registra muchas ediciones.
En consecuencia, la historia del derecho republicano obligadamente tiene que contener una
sucinta historia de las constituciones de la república. Tema extraordinariamente trabajado por el
maestro y jurista Ugarte del Pino, cuya obra Historia de las Constituciones del Perú nes del
Perú, se ha convertido en un clásico en la bibliografía constitucional. Así también, tenemos
diferentes obras de esta misma naturaleza escritas, en diversas épocas, por conspicuos
hombres de derecho, como Domingo García Belaunde, José Pareja Paz Soldán, Manuel
Vicente Villarán y Toribio Pacheco y Rivero, entre otros. De ahí la necesidad de analizar e
interpretar las diversas cartas políticas que registra nuestra historia constitucional. Ellas son las
correspondientes a los años: 1) 1823; 2) 1826 o Vitalicia; 3) 1828; 4) 1834; 5) 1839 o de
Huancayo; 6) 1856; 7) 1860; 8) 1867; 9) 1920; 10) 1933; 11) 1979, y 12) 1993.
Será muy conveniente revisar la Constitución de 1837 o Pacto de Tacna, que dio origen formal
a la Confederación Perú-boliviana. Sobre esta ley fundamental, debemos preguntarnos: ¿fue
ésta, también, una Carta política peruana? Desde Villarán hasta García Belaunde, pensamos
que no, empero el profesor de derecho constitucional de la PUCP –hoy vicerrector académico–,
Marcial Rubio Correa, sostiene lo contrario y la numera como la quinta Constitución peruana.
Como puede apreciarse, el tema constitucional ha sido harto trabajado. Así, por ejemplo, el
jurista y periodista arequipeño Pacheco y Rivero, publicó en 1854, Cuestiones Constitucionales
(Arequipa, Imprenta de Francisco Ibáñez y Herm), que al decir de Basadre, , es la primera
historia constitucional del Perú. Así también el abogado, historiador y destacado periodista
Manuel Atanasio Fuentes escribió Derecho Constitucional Universal e Historia del Derecho
Público Peruano, en 1874, (2 tomos). En 1920 aparecen Las Constituciones de 1860 y 1920
concordadas para uso de los estudiantes de Derecho del jurista Manuel Vicente Villarán.
Del tema constitucional tenemos que pasar al tema de la codificación nacional en la historia del
derecho republicano, porque es la época de los códigos y es una de las características de este
período, como la recopilación lo fue del derecho indiano. En efecto, la inquietud codificadora
tanto sustantiva como adjetiva comienza en Perú con la labor del contradictorio jurista Manuel
Lorenzo de Vidaurre y Encalada, cuyos extensos códigos penal, civil, de procediemientos y
eclesiástico, no tuvieron un final feliz. Primero, por el rechazo de los peruanos al Libertador
Bolívar en 1826, y, segundo, porque los generales Agustín Gamarra Messia y Andrés de Santa
Cruz Calaumana pospusieron su valioso o cuestionado y hasta folclórico aporte, según
opiniones favorables o adversas a quien fue el primer presidente de la Corte Suprema de
Justicia de la República, creada por Bolívar.
La Confederación Perú-boliviana propició para que Santa Cruz impusiera los códigos bolivianos
dentro de su política y administración integracionista (1836-39). Ésta fue, entonces, una
concesión forzosa y no una recepción voluntaria.
En concreto, la codificación peruana recién se inicia después de la mitad del siglo XIX y
comenzó a consolidar la legislación intermedia producida en la ruptura entre la colonia y la
independencia, breve período que produjo el mestizaje jurídico según Basadre y que Ortiz
llama derecho de transición. Así registramos los diversos códigos en las diferentes
especialidades del derecho.
Empero, ¿qué influencia tuvo el Código Francés o de Napoleón de 1804? Para unos, bastante,
como el ilustre jurista José Antonio Barrenechea. Para otros, muy poca o relativa, y, más bien,
subrayaron producción jurídica nacional en nuestro primer Código Civil de 1852. Lo cierto es
que el brillante joven abogado e historiador Carlos Augusto Ramos Núñez hace precisiones
muy interesantes sobre la recepción de este Código, que fue paradigma de la codificación
desde inicios del siglo XIX hasta iniciado el XX, en su sugestiva obra El Código napoleónico y
su recepción en América latina (PUCP, 1997). Dicho sea de paso, Ramos también tiene una
excelente biografía jurídica de: Toribio Pacheco, jurista peruano del siglo XIX (1993), egregio
hombre de derecho nacido en Arequipa, igual que el autor.
Nuestra historia jurídica republicana registra muchos corpus legis. Entre otros, los códigos
civiles de 1852, 1936 y 1984. Los procesales civiles de 1852, 1912 y 1993. Los códigos
penales de 1863, 1924 y 1991. Los procesales penales de 1863, 1920, 1940, 1991 y 2004.Así
también tenemos el de Ejecución Penal de 1991, los códigos de comercio (por ejemplo, los de
1853 y 1902), Tributario, del Niño y Adolescente hasta el último promulgado en el país bajo la
denominación de Procesal Constitucional de 2004.
Los diversos códigos han creado y recreado instituciones jurídicas y anulado otras, y,
obviamente, han motivado oportunos y sesudos comentarios a favor y en contra tanto de las
instituciones como de los autores y gestores de las mismas. En este contexto, la historia del
derecho peruano republicano debe registrar a los más conspicuos juristas de las diferentes
ramas del derecho. Algunos de ellos los venimos tratando en la sección Abogados de ayer y
hoy, de este suplemento de análisis legal: Jurídica.
La Historia del Derecho Civil Peruano siglos XIX y XX, es tratada, in extenso, por Ramos, en
una voluminosa como ambiciosa obra. A la fecha ya ha publicado cinco tomos y está en camino
de aparecer el sexto. Sin duda, es una obra de gran aliento y, por lo tanto, merece nuestro
mayor reconocimiento y apoyo.
Con base en lo anotado hasta aquí, queda claro que la importación de las
instituciones jurídicas europeas apenas se remonta a inicios del siglo XVI, lo
cual correspondería a un minúsculo porcentaje de tiempo en este
largo discurrir que es objeto de estudio por parte de la milenaria
Historia del Derecho Peruano13.
Como lo indicaba Douglas North, las sociedades del presente muchas veces
quedan condicionadas para la toma de decisiones por los referentes
establecidos por las acciones que en el pasado asumieron sus
propios
antepasados14. Y en el caso peruano, cuyas sociedades ancestrales
han
forjado desde hace más de 5,000 años una de las civilizaciones más antiguas
del planeta, resulta de fundamental importancia asumir con renovado interés
el estudio de esta larga historia.
Al mismo tiempo, ello debería llevarnos también a profundizar el estudio de
las principales instituciones jurídicas que formaron parte del Sistema
Jurídico del Antiguo Perú o el Sistema Jurídico Andino Ancestral, en la
búsqueda de entender no sólo los fundamentos normativos de esta milenaria
evolución sino también la manera en que esta larga historia tiene
una
influencia real en el comportamiento actual de la moderna sociedad
peruana, heredera directa de esta historia 15.