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A pesar que ya han pasado muchos años, el padre hasta ahora Así pues ella se escondió a tras de una piedra, junto a la
sufre, cada vez que sale a pescar, se adentra en el mar, pues quebrada, en tanto la otra les perseguía Cuando los chanchitos
cree oír a su hija llorando cerca de la barca y el la quiere consolar. llegaron a la quebrada, se convirtieron en cachudos.
Había una vez una familia que vivía cerca de una quebrada.
Cerca del lugar, pasaban unos chanchitos gordos y limpiecitos, Me contaron mis antepasados que en una gran hacienda, el
pero nadie podía tocarlos, pues al intentarlo corrían a la mayoral, le había mandado a su propio papa que era un viejito
que desherbara un poco de papas. El ruquito había cogido un Muchas de las personas que viven por este sitio dicen que todas
papita y la había guardado en el bolsillo, y ya en la tarde las noches lo ven rondando pero no como un espíritu si no como
cuando había terminado su tarea, el mayoral osea su un ser de piedra.
hijo comenzó a revisar los bolsillos de todos los trabajadores y
hasta el de su papa, resultando que encontró la papa
que había guardado el viejito y por este acto el muchacho le
LA MAZORCA DE ORO
pego 3 chicotazos. El anciano comenzó a llorar , no de dolor si no
de pena por haber tenido un mal hijo, en ese instante al hijo le
entro la desesperación y sin saber que hacer lo dejo solo y ni
siquiera se atrevió a recapacitar para pedirle perdón.
Le avisaron al padre y le dijeron que ese lugar se había hecho Cuentan que en una casa vivía una humilde mujer con sus 5 hijos
muy misterioso desde entonces por culpa del alma del hijo que y su esposo, pero con la desventaja de que tenían muy pocas
pasaba rondando en pena por el bosque , entonces pidieron al posibilidades económicas.
padre que conjure el sitio para que el hijo pueda descansar en
paz. La pobre señora vivía y mantenía a sus hijos con sacrificio y
esfuerzo propio.
El padre como no quería ningún mal para el hijo, fue con
la demás gente, y en el momento que estaba rezando y pidiendo Su actividad consistía en cultivar el maíz que le
por el alma del hijo, este se les apareció envuelto en un bulto de daba ciertos resultados, ya que su esposo, que era
piedra un ebrio empedernido , no le ayudaba en nada, ni hacia nada
Sin poder hacer nada, el padre y el resto de las personas que por el mismo, mucho peor por su mujer y sus hijos. Todo lo que
observaban al chico , todos volvieron a sus casas. se ganaba se gastaba en el maldito licor, y el poco sueldo que a
veces le entregaban, apenas le alcanzaban HISTORIA DE LA LAGUNA DEL CAJAS
para ciertos gastos esenciales.
Todos los miembros de esa familia: padre, madre, hijos, tíos, El joven cogió unas peras de las ramas que le pertenecían y se las
sobrinos, etc, que se habían reunido esa noche, se quedaron dio al pordiosero, quien se alejó muy contento.
encerrados ahí por toda la vida, con sus abusos, egoísmos y Al día siguiente, el ángel disfrazado se presentó ante el segundo
malos sentimientos. de los hermanos que hacía su turno. Le dijo:
Desde entonces la casa se había convertido en una gran laguna — Soy muy pobre, jovencito. ¿Puedes socorrerme?
que ahora es la laguna del Cajas.
El joven cogió tres grandes peras de las ramas suyas y se las dio
al mendigo, diciéndole humildemente:
LOS TRES HERMANOS Y EL ÁNGEL — Es lo único que puedo darte.
— Dios quiere darte un don. Expresa, pues, tu deseo. — Te pido, oh Majestad, que me concedas la mano de tu noble
hija —dijo, sonrojándose, el joven.
— Quisiera que vierta este manantial vino, en vez de agua.
— ¿Estás en tu cabales? Tu pretensión es absurda. Hoy mismo ha
El ángel señaló con su mano y, al instante, el agua se transformó de escoger mi hija al que será su esposo, entre los cinco ilustres
en vino delicioso. Expresó el siervo de Dios: príncipes que la pretenden. Tú no eres más que un joven pobre y
no puedes alentar tal aspiración.
— Este vino que mana sin cesar, es tuyo.
Prosiguieron el camino y se detuvieron donde muchísimas — ¡Oh, gran rey! Deja que Dios ilumine a tu hija en su elección—
palomas picoteaban granos y gusanos. intervino el ángel.
— ¿Qué deseas tú? —preguntó el ángel al segundo hermano. — ¿Dios?... ¿Cómo puede ser eso? —-interrogó el rey.
— Que estas palomas se conviertan en ovejas. — Pues, de este modo: Todos los jóvenes pretendientes a la
princesita, incluyendo a este pobrecillo, deberán plantar la vid en
Entonces, a una señal del alado ser, la bandada de palomas se el jardín real. La vid que mañana haya producido los racimos, nos
convirtió en un rebaño de gordas ovejas. revelará que el Señor ordena a tu bella hija que se case con aquél
que la haya plantado.
—Estas ovejas te pertenecen —corroboró el ángel.
— ¡Muy bien, acepto la proposición! —exclamó el rey.
Siguieron el camino y el ángel preguntó al tercer hermano:
Al día siguiente, la vid plantada por el humilde joven lucía con
—Expresa tu deseo y serás complacido. jugosos racimos de uvas. El soberano no tuvo más que ceder a la
voluntad divina y dio la mano de su hija al joven.
— Desearía casarme con una mujer verdaderamente cristiana.
Una vez casados, el ángel llevó a los desposados al bosque y les
— Sólo hay tres mujeres en el mundo verdaderamente cristianas
habló así:
—afirmó el ángel—. Dos tienen su marido y la mano de la tercera,
hija del emperador, ha sido pedida ya por cinco príncipes. — Sois sencillos y buenos y la riqueza no os interesa, fundad,
pues, en la quietud del bosque, un hogar cristiano.
Pasó un año y el buen Dios quiso probar, de nuevo, la virtud de — Que Dios te quita lo que no mereces tener —sentenció el ángel,
los tres hermanos. Al mayor, que con su industria de vinos era y se fue, luego, a ver al tercer hermano, quien con la ayuda de la
ahora rico, se le apareció el ángel como pordiosero, y le habló princesa, su esposa, había levantado una modesta cabaña en
así: medio del bosque.
— ¿Qué sucede?
LOS PÁJAROS Y LAS CEREZAS Cuando éste se enteró de la causa de la falta de su fruta
preferida, montó en cólera y dio la orden de exterminar a todo
cuanto pájaro hubiera en el país. Y hasta fijó un premio por cada
pájaro cazado que los ciudadanos mostrasen a las autoridades.
Como el rey se avergonzara de la falta que había cometido, pues, — El rey es la persona más sabia el mundo —contestaban todos
por su culpa, se estaba sufriendo de hambre ordenó que trajesen complacientes, porque temían al soberano.
millones de pájaros de otros países.
Las aves traídas declararon guerra sin cuartel a los gusanos e Un día, el rey salió de paseo, montado en su brioso caballo. Al
insectos, y pronto los campos del país se cubrieron nuevamente pasar por un camino, vio a un anciano que cavaba la tierra.
de verdura y lo cerezos, de frutas amarillas y rojas. Detuvo su caballo y llamó al viejecito.
El rey se mostró complacido del resultado de la campaña agraria, — Viejo, ¿sabes quién es la persona más sabia del mundo? —le
y, en lo sucesivo, se contentó con las cerezas que los pájaros dijo.
dejaban en las ramas de los cerezos, por olvido o por hallarse
hartados de frutos. — La persona más sabia del mundo es Carlos, el pastorcito de la
comarca —contestó el anciano, sin saber que estaba hablando
Y el pueblo del país volvió a tener pan en sus mesas y legumbres con el rey.
y hortalizas en su comida diaria.
— ¿Qué dices? —gritó, colérico, el monarca—. ¿Crees que un
EL PASTORCITO SABIO pastor es más sabio que el rey?
— ¡Viejo! ¡Yo soy el rey y el hombre más sabio del mundo! —Gritó
furioso el monarca, herido en su amor propio—. Busca a ese
pastorcito y llévalo mañana a palacio. Si no es tan sabio como
afirmas, a él y a ti os haré ahorcar.
— Trataré de contestarlas, Majestad, para salvar la vida de mi — ¡Por supuesto! —afirmó el rey—. Tu viejo amigo ha sido salvado
amigo —replicó Carlos. por tu maravillosa sabiduría. Otra cosa más quería decirte: me
has dado una edificante lección. Es ingenuo creerse el hombre
— Ahí va la primera pregunta: ¿Cuántas gotas de agua hay en el más perfecto, cuando hay en el mundo otros que lo son aún más.
mar?
Y, por invitación del rey, Carlos, el pastorcito modesto, se quedó
— ¡Oh, rey! Detén todos los ríos y arroyos que desaguan en el a vivir en palacio, convertido en el consejero del monarca que
mar; haz que no caiga en él ni una gota de lluvia y te diré las había renunciado a ser el hombre más sabio del mundo.
gotas de agua que contiene el mar. LOS FRUTOS PRODIGIOSOS
— ¡Bien contestado! —exclamó el rey—. Ahora va la segunda
pregunta: ¿Cuántas estrellas hay en el firmamento?
— Mira, hija mía - d i j o a la mayor-. Voy a viajar al país vecino y El enano empujó entonces, con una fuerza increíble el carruaje y
deseo traerte un regalo. ¿Qué quieres que te compre? las ruedas rodaron por la carretera.
— Tráeme un lindo vestido bordado con hilos de oro —pidió la Las princesas, que esperaban a su padre en el atrio del inmenso
princesita. palacio, recibieron con alborozo al autor de sus días.
— Y tú, bella niña, ¿qué deseas? —preguntó a la segunda. Las mayores se alegraron mucho más cuando recibieron sus
costosos vestidos.
— A mí me encantaría un traje bordado con hilos de plata.
— Querida hija —se disculpó el rey con su hija menor—, no he
— Y tú, pequeña, pequeña ¿qué pides? —le preguntó a la hija podido encontrar las frutas que deseas.
menor.
— Paciencia —dijo, resignada, la joven.
— ¡Oh, padre querido! Tráeme un racimo de uvas que hable, unos
melocotones que sonrían y unas cerezas que tintineen. Al tiempo, se presentó el enano empujando un carretón. El rey,
al verlo, recordó su promesa. Suplantó con una criada a su hija
El rey prometió a sus hijas complacerlas. Compró, en una casa de menor. Pensaba el soberano: "Este enano creerá que esta
modas, un hermoso vestido bordado con oro y otro traje con muchacha es mi hija menor y se marchará pronto". Pero el enano
adornos de plata; pero, por más que buscó, no pudo encontrar ni era muy listo y, volcando el carretón donde los pajes habían
el racimo, ni los melocotones, ni las cerezas pedidos por su hija acomodado a la criada, empezó a gruñir iracundo:
menor. Y retornó a su palacio, afligido por no haber podido
complacer a su hija predilecta. — ¡A ésta no la quiero! ¡Yo he pedido a la princesita!
En el trayecto, las ruedas de su carroza real se encallaron en el Entonces, el rey hizo que su hija menor se vistiese como una
barro del camino. Pidió ayuda y cuatro campesinos acudieron pordiosera, creyendo que el hombrecillo la rechazaría al hallarla
con cuatro caballos, pero, por más esfuerzos que hicieron, no repugnante. Pero el enano acogió a la niña con visibles muestras
lograron ni mover una pulgada el vehículo. de júbilo, la colocó en su carretón y se alejó canturreando:
Cuando pensaba el soberano que tendría que pasar la noche allí, He hallado la más bella flor,
vio que se le acercaba un enano barbudo.
del jardín de mi ilusión.
— Sacaré tu carroza del fango, si me das, en cambio, la mano de
tu hija menor —dijo al rey el enano.
La princesita lloraba inconsolable su triste destino y, a su paso, — Comprendo tu sorpresa. Ven conmigo a mi huerto.
hasta las piedras se conmovían.
Del brazo del joven, la princesa llegó a un huerto lleno de árboles
Tras de avanzar largo tiempo, el enano detuvo su carro ante una frutales. Al pasar al lado de un viñedo, los apetitosos y rosados
rústica cabaña. Luego, le gritó a la doncella: racimos dijeron:
— Baja, cariño mío, que ya estamos en casa. — Cómenos, bellísima princesa. Estamos listos para regalar tu fino
paladar.
La niña, siempre sollozando, descendió del vehículo. El enano le
dio un poco de pan negro y luego la hizo echarse sobre un sucio Y al pasar frente al árbol cargado de melocotones, éstos le
y maloliente colchón de paja. sonreían complacientes. Finalmente, cuando se detuvo al lado
del cerezo, sus frutos, rojos y relucientes, comenzaron a tintinear
como campanitas de plata.
— Duerme, preciosa; mañana estarás más tranquila —le dijo el El simpático rey, al ver que la princesa no salía de su asombro, le
hombrecillo, y la princesita, muerta de fatiga, cayó en un habló así:
profundo sueño.
— ¿Ves? Lo que tu padre no pudo darte, te lo doy yo.
Al día siguiente, cuando los rayos del sol iluminaron la vivienda,
vio, al despertar, que estaba acostaba en un maravilloso lecho. Pero también te entrego algo más valioso: mi corazón que late de
Bellísimas doncellas le trajeron ropa blanca y un bonito traje. amor por ti. Un mago perverso me condenó a ser un repelente
Luego, la condujeron a una amplia sala, donde un apuesto joven enano, hasta que una noble niña hubiese expresado el deseo de
la esperaba. obtener las uvas que hablan, los melocotones que sonríen y las
cerezas que tintineen. Eres, pues, mi libertadora y mereces mi
— ¿Quién eres? —le preguntó ella, sonrojada de emoción y de gratitud y cariño. ¿Quieres ahora casarte conmigo?
asombro.
— Sí, quiero casarme contigo, porque eres bueno y veo que me
— Soy el rey del País de las Flores. ¿Te gusta mi reino? amas —dijo la princesa, tendiendo al joven sus manos.
Quiero que seas mi esposa. Los dos prometidos fueron a visitar al rey, padre de la niña, para
La princesa no se atrevió a responder, pero conducida del brazo anunciarle su boda.
por el joven, llegó hasta el comedor, donde fue invitada a Y ya podemos imaginarnos la enorme felicidad que bullía en el
sentarse ante una mesa llena de manjares. Como la jovencita no corazón del viejo monarca, al ver que su hija predilecta era
pudo probar bocado alguno, el rey le dijo: también feliz, inmensamente feliz.
EL ÁRBOL CON ESTRELLITAS El abeto nada dijo, porque nada tenía para ofrecer al Niño.
— ¿Y tú no le das nada?
Cerca de la cueva del pesebre crecían una palmera, un abeto y — Este arbolito está triste, porque no tiene nada que dar al Niño.
un olivo. Ayudémoslo porque posee buen corazón.
Asimismo, la gente del pueblo se vestía de fiesta y subía al — Tenemos que llevar al Niño las estrellas más bonitas, para que
pesebre portando sendos obsequios. las vea y sonría —dijeron los ángeles.
La palmera dijo a sus árboles vecinos: Y tomando mil rutilantes estrellas, bajaron a colocarlas en las
tristes ramas del abeto.
— Yo le llevaré la palma más grande que tengo y la colocaré
sobre la cuna, para que abanique suavemente al Niño. — ¿Ves qué bonito ha quedado el árbol? —dijo un angelito.
El Niño Dios sonrió y esta dulce sonrisa fue el mejor premio para — ¿A dónde vas por estos parajes llenos de fieras?
el humilde abeto, cuyo buen corazón e inmensa voluntad se
vieron satisfechos con creces. — ¡Voy de paseo! —contestó el joven.
Y, desde entonces, las piadosas gentes adornan al abeto en — Anda con Dios, hijo —dijo la anciana, que era la Virgen.
Nochebuena con estrellitas que resplandecen iluminadas por El joven caminó mucho y no veía más que montes, sin hallar una
bombillitas multicolores. flor. Al cabo de mucho tiempo, se perdió. Su padre, viendo que
La palmera, también desde entonces, solo se contenta con dar tanto tardaba, se entristeció. Y el hijo segundo decidió salir en
frutos a los seres humanos. El olivo proporciona sus aceitunas y pos de su hermano. Salió con su caballo, halló a la viejecita y le
aceite. Pero no tienen la dicha inefable de adornar la fiesta de ocurrió como a su hermano mayor, a quien encontró, al fin. Los
Navidad. dos juntos no hacían más que tomar y dejar caminos,
perdiéndose en todos.
LA FLOR DE LILOLÁ
Como tardaban tanto, el menor salió en busca de la flor de Lilolá
y de sus hermanos. Llegó a la misma casita de la viejecita y ésta le
dijo:
— Hijo mío, tus hermanos son muy malos y siguen caminando sin
encontrar la flor de Lilolá. Pero escucha, pues tú eres bueno: mira
Hubo un rey y una reina que tenían tres hijos varones. El aquel monte, sube y, tras de una roca blanca, encontrarás la flor
soberano iba perdiendo la vista, pero, ninguno de los médicos que buscas.
El joven fue corriendo y, tras la roca blanca, encontró la flor de que llegó a oídos del rey, quien mandó que el pastor fuese a
lilolá. Cogió dos flores, se puso una en cada bolsillo, y al volver, palacio. Tocó la flauta el pastor y la flauta cantó lo mismo de
muy contento, vio venir caballos con dos hombres, que eran sus siempre. Entonces el soberano quiso tocarla. Se la llevó a la boca
hermanos. y oyó cantar:
— ¿Crees tú que serás el heredero? El rey mandó llamar a la reina y le dijo que soplase la flauta. Al
instante, la flauta comenzó a cantar:
Y los dos hermanos mayores le arrebataron la flor, lo mataron y
enterraron bajo la arena que había junto a un río. Madrecita, madrecita,
no me toques ni me dejes de tocar;
Llegaron a palacio y al preguntar el padre por el menor dijeron mis hermanos me enterraron
que no sabían nada de él. El rey cogió la flor de lilolá, se la pasó en la arena,
por los ojos y recuperó la vista. por la flor de lilolá.
Pero sucedió que, en el sitio donde enterraron al menor, surgió
un cañaveral. Y al pasar un pastor con sus ovejas, vio moverse El rey hizo llamar al hijo mayor y le mandó que tocase la flauta.
una caña plateada. La cogió, se hizo una flauta y se la llevó a los Se negó, pero el monarca lo obligó. Tocó la flauta y ésta cantó:
labios. Al instante, la flauta comenzó a cantar:
Hermano, mal hermano, no me toques ni me dejes de tocar; me
Pastorcito, pastorcito, mataste tú y el otro, por la flor de lilolá.
no me toques ni me dejes de tocar;
mis hermanos me enterraron Tocó el segundo hijo, y la flauta volvió a cantar:
en la arena,
por la flor de lilolá.
Hermano, mal hermano,
no me toques ni me dejes de tocar;
El pastor se llevó la fruta maravillosa para irla enseñando por los me mataste tú y el otro,
pueblos. Así anduvo por muchos sitios ganando dinero, hasta por la flor de lilolá.
El cielo escuchó sus anhelos, pues su padrino le regaló en su
El rey mandó al pastor que le enseñase el sitio donde cortó la cumpleaños una caja grande de soldaditos de plomo. Con la
caña. Apenas llegados, apareció la viejecita que era la Virgen, y ansiada caja en sus manos, subió anhelante a su dormitorio y allí
les dijo: solo, abrió la caja como en un acto ritual.
— Cavad ahí —y señaló el sitio. Entre papel verde de seda, había soldaditos de vistosos
uniformes, todos relucientes, con su fusil brillante al hombro.
Cavaron donde salió la caña y encontraron al menor debajo de la Pero, ¡oh, desgracia!, entre tanto soldadito apuesto, había uno,
arena, vivo y sano. Como le había quedado una flor en el bolsillo, solamente uno, al que le faltaba una pierna.
no podía morir, aunque hubiera estado mil años enterrado.
– ¡Qué pena! –dijo Pepito –. Tan bonito soldado, pero cojo... ¡En
El rey volvió a palacio con su hijo menor y decidido a hacer fin, hay que contentarse con lo que Dios nos da!
degollar a sus malvados hijos mayores pero aquél le rogó tanto
que los perdonara, que el padre accediera, por lo que mandó El niño tenía muchos juguetes: un osito de felpa, con sus
encerrarles en un castillo, por el resto de sus días. redondos ojitos negros; un mono de cuerda, que daba chillidos y
pequeños saltitos; un payaso, que daba volantines y hacía
Entregó su corona al hijo menor, que llegó a ser un rey de los piruetas alrededor de una barra de acero; una locomotora, con
más buenos, justo y generoso. sus rieles; una caja de sorpresas y una bailarina de cera, con su
faldita plisada de papel.
EL SOLDADITO Y LA BAILARINA Pero ahora prefería a sus brillantes soldaditos de plomo, y con
ellos jugaba a los desfiles y a la guerra.
Hasta que, un día, sopló una ráfaga de viento, la cual hizo volar
hacia adentro a la cortina de la ventana, se enredó en el
soldadito cojo y al regresar arrastró consigo a éste, haciéndolo
caer por la ventana al pavimento de la calle.
– ¡Es un soldado cojo! –Dijo, con desprecio, uno de los niños–. El soldadito penetró a una zona más oscura que la alcantarilla.
Seguramente que en la fábrica se olvidaron de ponerle la pierna Eran los intestinos de la corvina, que no pudieron digerir la masa
izquierda. Así no vale nada, porque un soldado no debe ser de plomo del pobre soldadito.
manco ni cojo. ¡Dejémosle aquí, enterrado!
– ¿En qué parará todo esto, Dios mío? –Dijo, afligido, el
– ¡No, no! –exclamó otro niño –. Hagámosle navegar, aunque soldadito–. Creo que esta vez será mi fin... –Y, sin querer, volvió a
éste no sea un marinero. acordarse de la linda bailarina de cera.
Hicieron un botecito de papel, colocaron dentro de él al En eso, unos pescadores echaron su red al mar, y junto con otros
soldadito de plomo y pusieron al bote en una acequia peces, pescaron también a la vieja corvina que se había tragado
canalizada. Por cierto, el soldadito no se sintió tan desdichado al al soldadito.
verse navegante en un bote, aunque fuera de papel. Tal vez iría a
parar, pensaba, a una extraña isla, donde alguien, compadecido, La corvina fue vendida en el mercado a una cocinera. Ésta, una
lo sacara del bote y lo acogiera en su hogar. vez en su cocina, abrió al pez con un enorme cuchillo, y, – ¡oh,
sorpresa!, encontró en su vientre al soldadito de plomo.
– ¡Un hogar, sí! –Exclamó el soldadito. Y sin saber por qué, se
acordó de la bailarina de cera, que solía mirarlo con sus enormes – ¡Qué parecido a los soldados que tiene Pepito! –Exclamó la
ojos negros. cocinera – . ¡Y qué coincidencia! ¡También le falta una pierna!
El barquito iba navegando aguas abajo, hasta que llegó a una La mujer lavó bien al soldadito, lo puso sobre la mesa y fue a dar
alcantarilla, y por ésta siguió hasta el mar. El bote se deshizo en la noticia a Pepito. Éste bajó corriendo a la cocina, y enorme fue
el salto del chorro de agua, y el soldadito cayó de pie –con su su emoción cuando comprobó que el soldadito extraído del
único pie– al fondo del mar. vientre de la corvina, era, precisamente, su perdido soldadito
cojo.
Los peces de diferentes colores y tamaños se asustaron al ver
aquel extraño objeto brillante. Como no sabían qué cosa era, – ¡Papá! ¡Mamá! –gritó Pepito – . ¡Miren a mi soldadito cojo,
fueron donde una corvina adulta y sabia, para que ella les dijera cómo ha aparecido dentro del vientre de un pez!
lo que deseaban saber.
Los padres del niño y la servidumbre, no dudaron que aquello no LA RATITA MUJER
podía ser otra cosa que un milagro...
— Amada Nube, mi ahijada desea por esposo un ser invencible. — ¡Encantado estaría! —exclamó el Ratón—. La joven es bella,
¿Quieres casarte con ella? hacendosa y me traería abundantes granos, queso y golosinas
para calmar mi hambre; pero más fuerte que yo es el Gato, que
— De mil amores lo haría —contestó la Nube—, pues la joven es de un ágil salto me atrapa y luego me engulle.
buena y hacendosa y me llevaría toda el agua que necesito; pero
no soy tan fuerte como parezco, pues el Viento me zarandea a su — Respetable señor Gato —le dijo el labrador cuando lo halló—,
gusto. mi ahijada anhela ser esposa de un ser invencible.
El labrador fue, entonces, donde el Viento y le dijo: ¿Quieres casarte con ella?
— Querido Viento, mi ahijada desea casarse con un ser
invencible. — ¡De mil amores lo haría! —dijo el Gato—. Pero hay un ser más
fuerte que yo y es el perro, pues me persigue sin piedad y, si
Quieres casarte con ella? caigo entre sus dientes, me destroza.
— ¡Qué más quisiera yo! —Exclamó el Viento—. La joven es buena — Señor Perro —le dijo el labrador cuando lo halló—, mi ahijada
y hacendosa y no dejaría un instante de darle a los fuelles; pero desea casarse con un ser invencible. ¿Quieres casarte con ella?
tengo un enemigo que siempre me vence.
— A nadie mejor has podido acudir —dijo, jactancioso, el Perro—.
Cuando más activo avanzo por el espacio, me sale la Montaña, y La Nube vence al Sol, el Viento vence a la Nube, la
contra ella se estrella mi furia.
El labriego fue, entonces, donde la Montaña y le dijo: Montaña vence al Viento, el Ratón vence a la Montaña, el Gato
vence al Ratón y yo hago correr y venzo al Gato. Dile a tu linda
— Montaña, mi ahijada desea casarse con un ser invencible. ahijada que estoy listo para casarme con ella.
¿Quieres casarte con ella?
Pero el labrador recibió rotunda negativa de su ahijada, pues
— ¡Feliz sería! —Exclamó la Montaña—. La joven es buena y ésta, como era una Ratita, tuvo miedo de casarse con el Perro.
hacendosa y cuidaría bien de mis bosques; pero no soy tan fuerte Haciendo un gracioso mohín, dijo a su padrino:
como parezco, pues un miserable ratoncillo me roe las entrañas,
y me ha hecho tantos agujeros, que temo derrumbarme de un — Yo me casaría gustosa con el Ratón, pues en mis venas corre la
momento a otro. misma sangre. Los dos nos entenderíamos y seríamos felices.El
labrador, aún perplejo, fue donde el Profeta y le pidió que
El campesino fue, entonces, donde el Ratón y le dijo:
volviese a su ahijada a su primitivo estado. El cielo accedió a su Eran muy pobres y tenían que dedicarse a pequeños trabajos,
pedido. Días después se realizó la boda de la Ratita con el Ratón como recoger leña, limpiar los establos, mudar y dar de beber al
y vivieron felices en el seno de la Montaña. ganado, vender artículos de primera necesidad, etc.
Con el tesoro compraron una cómoda y bonita casa; muebles, El leñador, con anuencia de su mujer, entregó a su niña a la
ropa y calzado en abundancia, y el niño fue a la escuela a recibir Virgen, y ésta se la llevó al cielo. Allí la niña comía muchas
los dones de la educación. En la casa dispusieron varias piezas golosinas, bebía rica leche y, lo que era más hermoso, jugaba con
para albergar a los peregrinos que, como ellos, habrían de pedir los angelitos.
hospedaje en sus andanzas de esta vida.
Luego de un tiempo, la Virgen llamó a la niña y le dijo:
La niña prometió ser obediente y cuando la Virgen se marchó, Ella se las dio, y la Virgen mirándole a los ojos, le preguntó:
empezó a visitar las estancias del cielo. Cada día abría una puerta
y contemplaba un maravilloso trono resplandeciente, en el cual — ¿No has abierto la última puerta?
se había sentado un apóstol. La niña quedaba absorta ante tanto
— No, Virgencita —respondió, temblando, la niña.
resplandor, y los angelitos que la acompañaban sonreían.
La Virgen púsole la mano en el pecho, y, por el loco latir de su
Sólo le quedaba abrir la puerta número trece, pero, acordándose corazón, comprendió que la niña mentía.
de las palabras de la Virgen, se contenía. Sin embargo, curiosa,
no pudo resistir la tentación, y dijo a los angelitos: — ¿De verdad, no lo has hecho? —volvió a preguntarle.
— No la abriré del todo, ni entraré; sólo quiero entreabrirla para — ¡No, Virgen Santa! —reiteró la pequeña.
mirarla por un resquicio.
Entonces la Virgen se fijó en el dedo que a la niña se le había
— ¡No, no! —exclamaron los angelitos—. Lo ha prohibido la vuelto de oro, y le preguntó, de nuevo:
Virgen, y tu desobediencia te traerá desdicha.
— ¿De verdad, no la has abierto?
La niña calló, pero la curiosidad no le daba paz. Y cuando los
angelitos se marcharon, pensó: — ¡De verdad! —mintió la niña, por tercera vez.
— Ahora que estoy sola, voy a mirar un poquito; entreabriré la A esto, la Divina Madre de Jesús, con expresión de infinita
puerta, echaré una ojeada y la volveré a cerrar. tristeza en su bello rostro, díjole:
Sacó la llavecita, la introdujo en la cerradura y la puerta se abrió. — Me desobedeciste y, además, has mentido. No eres digna de
Pudo ver, tras ella, a la Santísima Trinidad en su trono, aureolada quedarte en el cielo.
por cegadora luz. La niña quedó perpleja un instante; luego,
Tras estas palabras, la niña se durmió y, al despertar, se encontró
tendió su dedo para tocar aquel resplandor y el dedo se le volvió
en la Tierra, en medio de un bosque. Quiso gritar, pero de su
de oro. Al momento, sintió una dolorosa inquietud en su
boca no pudo salir sonido alguno. Se levantó de un salto y quiso
corazón, y éste se puso a latir con tal fuerza, que parecía iba a
correr, pero las zarzas se lo impidieron. Vio que era inútil querer
saltársele del pecho. Cerró la puerta, pero su desasosiego no
salir de ese lugar. Entonces, al verse tan sola y recordar a los
desapareció.
angelitos con quienes había jugado, lloró sin consuelo. Sintió frío
y se cobijó en el hueco de un tronco centenario. ¿Cuánto tiempo
pasó allí? Tuvo que alimentarse de frutos silvestres, sus vestidos defenderse, pues estaba privada del habla, pero el rey la quería
se convirtieron en jirones, y el cabello le creció tanto, que le tanto, que no hizo caso de aquel rumor.
ocultaba todo el cuerpo.
Al año siguiente, la reina volvió a tener otro niño. De nuevo se
Cierto día, oyó el sonido de un cuerno de caza y, a poco, vio a un apareció la Virgen y le dijo:
caballero que se acercaba a ella. Aquel se detuvo sorprendido
ante la muchacha, pues venía persiguiendo un ciervo. — Confiesa, hija, que abriste la puerta prohibida y te devolveré tu
primer hijo y, con él, el uso de la palabra.
— ¿Quién eres? —le preguntó—. ¿Y cómo es que te encuentras en
esta soledad? La reina negó, de nuevo, y entonces la Virgen volvió a subir al
cielo con el niño en brazos. Con esto, los rumores del pueblo
La muchacha no podía hablar. Entonces, el caballero —que era el fueron tan intensos, que los consejeros de la corte pidieron se
rey de aquellos dominios— le volvió a preguntar: juzgase a la reina; pero como el rey la quería tanto, ordenó que
no se hablase más de ello.
— ¿Quieres venir conmigo, a mi palacio?
La reina dio a luz por tercera vez, ahora una niña muy bella. De
La muchacha movió afirmativamente la cabeza y. poco después, nuevo, se le apareció la Virgen para preguntarle si había abierto
llegaron al palacio, donde el rey hizo que la vistieran con los más la puerta prohibida y, por tercera vez, negó la soberana.
lujosos atavíos. Así, la natural belleza de la muchacha se realzó
tanto, que el rey la hizo su esposa. Cuando, a la mañana siguiente, supo la nueva desaparición, el
rey no pudo oponerse a los clamores del pueblo contra la reina.
Pasó un tiempo y la reina tuvo un hijo tan lindo como un Ésta fue condenada a morir en la hoguera. Se alzó la pira y ella
angelito de aquellos con los que jugaba de niña. Cierto día, se fue atada a un poste, en medio de la fogata. Las llamas ya
hallaba acunándolo con todo cariño, pero muy triste, porque no empezaban a quemarle la ropa, cuando la reina, a impulsos de su
podía cantarle una canción para arrullarlo, cuando se le presentó remordimiento, pensó: "¡Ay, si al menos pudiera confesar, antes
la Virgen María, y le dijo: de mi muerte, que fui yo quien abrió la puerta prohibida!".
— Si confiesas que abriste la puerta prohibida, te devolveré el uso Apenas plasmó este pensamiento, se abrieron sus labios y
de la palabra. ¿No es verdad que lo hiciste? recuperando el habla, pudo exclamar, mirando al cielo:
— Quien se arrepiente y confiesa su pecado, merece perdón — – Pasa adelante y toma asiento al lado del fuego.
dijo la Virgen, con su dulce voz, y devolviéndole los tres niños a
su madre, volvió a desaparecer, en medio de vivísimos El joven replicó:
relámpagos.
– Aquí hay mucha corriente de aire.
– ¡Abrígate!
– ¡Yo no soy médico! -repuso, asombrado el leñador. – Tengo un buen remedio que los sanará; pero necesito las
cenizas de una persona que haya sido quemado viva… Uno de
Entonces, los dos emisarios reales, siguiendo los buenos concejos vosotros será sacrificado en bien de los demás…
de la esposa del que creían médico, comenzaron a darle de palos,
Y a cada paciente les fue preguntando si quería sacrificarse. Pero retrato de la princesa del Techo de Oro, porque si lo ve, se
ellos, muertos de miedo, salían gritando de la habitación:” ¡Y enamorará locamente de ella y se expondrá a los mayores
estoy curado!”. peligros. Procura evitarlo.
El rey, viendo que todos habían sanado, entregó el oro, Pasado un tiempo después de la muerte del rey, Juan dijo al
prometido. Y el leñador, superada su pobreza, no volvió a tener joven príncipe, ya convertido en soberano:
mal genio ni a pegar a su mujer.
– Ya puedes conocer tu herencia. Voy a enseñarte todo el palacio
de tu padre.
EL FIEL JUAN Lo guio por todos los aposentos, le mostró todo, menos el cuarto
en que estaba el peligroso retrato. Como el joven rey notará que
el fiel Juan pasaba siempre de largo delante de la puerta de la
cámara ignorada, le dijo:
El rey quiso abrir a viva fuerza esa puerta, pero el fiel Juan lo
detuvo, haciéndole saber la promesa hecha a su padre y
advirtiéndole el peligro de no cumplirla.
Un rey muy anciano, antes de morir, hizo llamar a su servidor Pero el rey era curioso y no descansó hasta que convenció al fiel
Juan, que era su preferido debido a su probada fidelidad. Juan para que abriese la puerta. Cuando entró, el joven quedó
estupefacto ante la imagen de una dama tan hermosa y
– Mi fiel Juan –le dijo–, se acerca mi fin, y sólo me preocupa la deslumbrante de joyas, que cayó desmayado al piso. El fiel Juan
suerte de mi hijo, que es aún muy joven, y no moriré tranquilo si lo llevó a su cama y cuando volvió en sí, lo primero que pregunto
no me prometes velar por él. fue:
– Os prometo –respondió Juan– no abandonarle, aún me cuesta – ¿De quién es ese retrato?
la vida.
– Es la princesa del Techo de Oro –contestó Juan.
– Ahora moriré en paz. Luego que expire, le enseñarás todo el
castillo; pero no lo dejes entrar en la cámara donde está oculto el – Me ha nacido por ella un amor tan grande que daría mi vida
por ser su esposo, y tú me ayudarás, mi fiel criado.
– A esa princesa le apasionan las riquezas. Manda a tus orfebres Ahora comprendió el rey porque su padre no quería que viese el
que hagan joyas de mil formas, a fin de que ella quede retrato de la bella princesa del Techo de Oro.
satisfecha. Con esas joyas iremos a probar suerte.
Los otros dos hermanos, descontentos, solicitaron otra prueba, a Desbordante de alegría, Simplón besó la mano de la graciosísima
la cual accedió el monarca, y lanzando al aire nuevamente las joven y, juntos en el elegante carruaje, se trasladaron a palacio.
tres plumas, la que correspondía a Simplón cayó al suelo, y el Poco después, pasaron los hermanos con dos robustas aldeanas.
príncipe bajó en seguida por la trampa, y dijo a la rana: Apenas vio el rey a la bellísima joven que trajo su hijo menor,
díjole:
– Mi padre quiere ahora la sortija más linda del mundo.
– ¡Tú serás mi heredero! ¡Has ganado tres veces y te lo mereces!
La rana sacó de un estuche la más primorosa sortija que
podamos imaginarnos, y con ella corrió Simplón al palacio. Los Los tres hermanos no podían quedar en armonía, pues los dos
mayores volvieron a reclamar del rey que se realizase una última
otros hermanos llevaron a su padre las primeras sortijas que
encontraron, las cuales no tenían gran valor. Así que el rey dijo: y definitiva prueba. Propusieron que heredaría el trono, aquél
que se casase con la mujer que fuese capaz de saltar a través de
– ¡Simplón: a ti te concedo mi reino! un aro que colgaba del techo del salón.
Los dos envidiosos hermanos consiguieron, nuevamente, que el Estaban seguros que la joven que trajo Simplón no podría hacer
rey impusiera una nueva prueba, y éste pidió que le trajeran la la prueba, y sí en cambio, las campesinas que ellos trajeron.
mujer más bella del mundo. Comenzaron la prueba y las aldeanas fueron las primeras en
saltar, pero las dos cayeron pesadamente al suelo, rompiéndose
las piernas en el intento, sin lograr pasar por dentro del aro. En necesito.
cambio, la delicada compañera de Simplón, salto con gracia y
agilidad, ganando así el premio ofrecido por el rey, que consistía
en ser la esposa del heredero del trono. — ¿No es suficiente su enorme palacio? —replicó el joven.
Este era un muchacho que vivía solo en la casa heredado de sus Pasó algún tiempo y los toneles se llenaron de polvo y telarañas.
padres, en una antigua ciudad de Persia. Un día, vino el rico mercader con otros negociantes para que
vieran el aceite de sus toneles. Pero, al levantar las tapas,
Frente a la casa del joven vivía un rico mercader en un lujoso observaron que cinco toneles estaban mermados.
palacio. Pero este hombre no podía dormir pensando en el modo
de adueñarse de la casa de su vecino. — ¡Me han robado el aceite! —gritó el pícaro mercader, fingiendo
sorpresa— ¡Sólo has podido ser tú!
Una mañana, el rico mercader se levantó contentísimo, porque
había ideado la forma de apropiarse de la casa del joven. Y al — ¡Yo no he tocado su aceite! —protestó el joven.
mediodía fue a visitarle; pero el mozo, que era muy listo, le dijo.
El mercader salió a denunciarlo a la justicia. Y pronto vinieron
— Ha sido muy amable en honrarme con su visita, aunque quizá dos policías y se lo llevaron al juzgado. El juez, ante las protestas
su venida no se deba a un simple gesto de cortesía. Sea franco: de inocencia del joven, lo dejó en libertad condicional para que
¿Qué le ha traído por aquí? buscase un defensor.
— Si todos los toneles tienen la misma profundidad, quiere decir Como hacía mucho calor, la niña sintió sueño, un sueño tan
que hubo robo; pero si algunos tienen fondo falso, significa que profundo, que se quedó dormida apenas había iniciado la lectura
no hubo tal robo, sino más bien engaño por medio de un de su libro.
ingenioso ardid o trampa.
En su sueño vio que un conejo blanco, con ropas estrafalarias y
El juez admiró la sabiduría del anciano defensor del joven con un reloj en la mano, decía constantemente: ¡Llegaré tarde!
acusado y mandó realizar la prueba exigida por la defensa. ¡Llegaré tarde!
La prueba, en efecto, dio por resultado que cinco barriles habían — A dónde llegará tarde un conejo? —Se preguntó Alicia.
estado llenos, ya que tenían sus fondos verdaderos y que los
otros cinco tenían fondos falsos.
Y viendo que el conejo blanco se metía por el hueco de un árbol, — ¿Qué hacéis en esa apariencia? —Les preguntó, sorprendida,
la niña lo siguió, y cuando el conejo pasó por el ojo de la Alicia.
cerradura de una puerta, pensó que no podría hacer lo mismo.
—Estamos pintando de rojo las rosas blancas, porque hemos
Miró alrededor de la vivienda y vio sobre una mesa una botella, arrancado, sin darnos cuenta, las rosas rojas del jardín de la
cuyo letrero decía: “Bébeme”. Alicia bebió su contenido y sucedió reina.
un prodigio: disminuyó tanto de tamaño, que pudo pasar por el
ojo de la cerradura para seguir al conejo. Si ésta se entera, nos hará cortar la cabeza —respondieron las
extrañas figuras.
Pero éste había desaparecido ya.
— ¿Quién es vuestra reina? —Les preguntó la niña.
Halló, en cambio, una casita roja rodeada de un bello jardín.
Entró en ella y vio en el comedor un apetitoso plato de guisos. — L a Reina de la Baraja. Es cruel y por la menor cosa hace
Alicia los probó y, al instante, comenzó a crecer. Creció tanto, decapitar a cualquiera —le contestaron.
que su cabeza rompió el techo, asustando a un ave que anidaba A poco, apareció un gato de extraño aspecto. Cuando Alicia
allí y que se puso a chillar: intentó acariciarlo, desapareció, dejando su cola flotando en el
— ¡Auxilio! ¡Acabo de ver un monstruo! aire y, algo más lejos, su cabeza. Esta cabeza reía a carcajadas, lo
que sorprendió aún más a la niña.
— No soy un monstruo. Soy una niña —Se defendió Alicia.
— Es el gato burlón de la reina —explicó un naipe—. No intentes
— Mentira. No hay ninguna niña que tenga un cuello, brazos y acariciarlo, porque si lo ve la reina, te hará cortar la cabeza.
piernas tan enormes. ¡Fuera, si no quieres que picotee tu nariz!
— ¡Vuestra reina es una malvada! —protestó Alicia.
Luego, la niña vio otro plato con exquisitos hongos guisados.
Pensando que podrían tener la virtud de disminuir la descomunal Casi al mismo tiempo, la niña oyó una voz colérica, que desde el
estatura que había adquirido, comió unos cuantos y, al otro extremo del bosque gritaba.
momento, vio que su talla disminuía, hasta llegar a su porte
— ¿Quién se ha atrevido a cortar las rosas rojas de mi jardín?
normal.
Siguió luego un silencio profundo, sólo interrumpido por los
Alicia continuó hacia adelante, hasta dar con unos naipes que latidos del emocionado corazón de Alicia. La voz prosiguió:
tenían cabeza, brazos y piernas que salían de las cartulinas en
que estaban grabados. — ¡Que le corten la cabeza al culpable!
— ¿Por qué me la van a cortar? ¡Yo no he arrancado las rosas! ¡Todo había sido un pesado sueño, una tremenda pesadilla!
Exclamó asustada la niña.
Alicia sopló con todas sus fuerzas hacia los soldados serviles que
se le acercaban, y todo el ejército de naipes voló esparcido por
los aires.