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LA NIÑA QUE SE CONVIRTIÓ EN SIRENA

Hace muchos años en un pueblito de la costa, vivía una pequeña


familia, que estaba conformada por los esposos y una niña.

La madre se ocupaba de los quehaceres de la casa y del cuidado


de la niña; mientras que el esposo era pescador.

En marzo , el pescador salió en busca de alimento para la semana


mayor, pero esta vez no regreso. Su mujer muy
preocupada pidió ayuda a los vecinos y todos salieron a buscarlo,
no sin antes advertirle a su hija que no se acerque al mar, porque
en Semana Santa es muy peligroso. La madre para que su
niña tuviera miedo y la hiciera caso le contó que las personas que
se meten al mar en esta época quedan totalmente convertidas en
sirenas, es decir en seres mitad humano y mitad pescado.

La madre con esa idea de que su hija se aterrorizaría de esto y la


obedeciera salió rumbo en busca de su marido con
las demás personas.

Pero resulta que la niña no le creyó ninguna palabra de lo que


dijo su madre entonces, ella se fue a la orilla del mar para buscar
a su padre, se metió en las aguas y cuando quiso salir, se dio
cuenta que su cuerpo estaba cambiado y que no podía caminar. quebrada y se desaparecían sin dejar huella. Nadie sabía a
Intento estirar los pies y asomo una aleta; entonces, se puso a quién pertenecía esos puercos ni porque estaban ahí.
llorar.

Desde ese día llora cerca de la barca de su padre, que a los


pocos días regreso a la casa, y en cambio fue la hija ahora la Un día, la madre, movida por la curiosidad, se puso de acuerdo
perdida. con la vecina para atraparlos entre las dos.

A pesar que ya han pasado muchos años, el padre hasta ahora Así pues ella se escondió a tras de una piedra, junto a la
sufre, cada vez que sale a pescar, se adentra en el mar, pues quebrada, en tanto la otra les perseguía Cuando los chanchitos
cree oír a su hija llorando cerca de la barca y el la quiere consolar. llegaron a la quebrada, se convirtieron en cachudos.

Los cachudos se dieron cuenta de su presencia y la rodearon a


ella , mientras que la vecina al ver a lo lejos esto desapareció por
LA CURIOSA completo, la madre muy asustada les suplico que la dejen volver
a su casa, pues tenía que cuidar a sus hijos. Los cachudos la
perdonaron por esta vez, pues siempre había sido buena, pero le
advirtieron que no vuelva a ser curiosa, pues ellos
estaban ahí para llevarse a las almas malas y sobretodo curiosos.

LAS LÁGRIMAS DE UN PADRE

Había una vez una familia que vivía cerca de una quebrada.

Muy temprano sus padres salían rumbo al trabajo, mientras los


niños cumplían algunas tareas en la casa.

Cerca del lugar, pasaban unos chanchitos gordos y limpiecitos, Me contaron mis antepasados que en una gran hacienda, el
pero nadie podía tocarlos, pues al intentarlo corrían a la mayoral, le había mandado a su propio papa que era un viejito
que desherbara un poco de papas. El ruquito había cogido un Muchas de las personas que viven por este sitio dicen que todas
papita y la había guardado en el bolsillo, y ya en la tarde las noches lo ven rondando pero no como un espíritu si no como
cuando había terminado su tarea, el mayoral osea su un ser de piedra.
hijo comenzó a revisar los bolsillos de todos los trabajadores y
hasta el de su papa, resultando que encontró la papa
que había guardado el viejito y por este acto el muchacho le
LA MAZORCA DE ORO
pego 3 chicotazos. El anciano comenzó a llorar , no de dolor si no
de pena por haber tenido un mal hijo, en ese instante al hijo le
entro la desesperación y sin saber que hacer lo dejo solo y ni
siquiera se atrevió a recapacitar para pedirle perdón.

Al segundo día el mayoral aviso que iba a ver al ganado en el


cerro, pero lo que él no sabía era que por ahí rondaba un oso.

Concurrió con su caminata, al mayoral le comenzó a dar miedo


cierto lugar, el bosque , él estaba muy sediento hasta que de
pronto encontró una laguna y fue directo hacia ella, pero para
mala suerte de él se topó con el gran oso, pero en el intento de
escape, este lo agarro y lo metió a la laguna y nunca más
se volvió a saber del mayoral y mal hijo.

Le avisaron al padre y le dijeron que ese lugar se había hecho Cuentan que en una casa vivía una humilde mujer con sus 5 hijos
muy misterioso desde entonces por culpa del alma del hijo que y su esposo, pero con la desventaja de que tenían muy pocas
pasaba rondando en pena por el bosque , entonces pidieron al posibilidades económicas.
padre que conjure el sitio para que el hijo pueda descansar en
paz. La pobre señora vivía y mantenía a sus hijos con sacrificio y
esfuerzo propio.
El padre como no quería ningún mal para el hijo, fue con
la demás gente, y en el momento que estaba rezando y pidiendo Su actividad consistía en cultivar el maíz que le
por el alma del hijo, este se les apareció envuelto en un bulto de daba ciertos resultados, ya que su esposo, que era
piedra un ebrio empedernido , no le ayudaba en nada, ni hacia nada
Sin poder hacer nada, el padre y el resto de las personas que por el mismo, mucho peor por su mujer y sus hijos. Todo lo que
observaban al chico , todos volvieron a sus casas. se ganaba se gastaba en el maldito licor, y el poco sueldo que a
veces le entregaban, apenas le alcanzaban HISTORIA DE LA LAGUNA DEL CAJAS
para ciertos gastos esenciales.

Gracias a la agricultura y al esfuerzo de la pobre


mujer, podían comer todos los días.

Un día de esos en que empezó a limpiar las mazorcas, vio de


repente que lago brillaba al fondo del granero, pero no le dio
mucha importancia, ya que el sol era muy fuerte y penetraba por
la ventana, no hizo caso y decidió seguir trabajando.

Paso el tiempo y llego la época de cosecha, la mujer se puso muy


contenta al ver sus mazorcas gruesas, pero al mismo tiempo
estaba triste, porque su marido no En tiempos antiguos, en las montañas de El Cajas, existía una
se había recuperado, seguía bebiendo como un condenado. inmensa hacienda, donde trabajaban muchos siervos que
estaban al servicio de un abusivo patrón.
Al acercarse un poco más a sus mazorcas, vio un brillo intenso,
sin poder resistir más su curiosidad, se acercó y recogió lo El hombre tenia un carácter fuerte, les maltrataba. Insultaba, no
que había sido! sorpresa! Era una mazorca con cada uno de sus les tenia ninguna consideración. El hombre y su
granos de oro. familia hacían todo lo que les daba la gana, hasta que
un día llego a la hacienda una pareja de ancianos pidiendo
Al darse cuenta de esto la mujer agradeció a Dios y dijo:- Gracias posada, los ancianos cargaban un cántaro El patrón ordeno a la
Señor por bendecir a mi familia. sirvienta que soltara a los perros para que los atacara, pero ella
se compadeció y espanto a los perros, justo a tiempo.
Vendió la mazorca en muchos miles de sucres y le puso un buen
negocio al marido para que no siga bebiendo. Al llegar la noche, acomodo a la pareja en el alar de la casa. De
repente los ancianos pidieron a la muchacha que agarre todas
El hombre muy agradecido sinceramente con su mujer, cambió sus cosas y se marchase de la hacienda porque iba a ocurrir una
radicalmente su estilo de vida, convirtiéndose en un hombre desgracia, como castigo para el patrón sin corazón , ella se alejó
trabajador y ayudador con su mujer. llena de miedo.
Finalmente la familia alcanzo la felicidad que tanto ansiaban A eso de la media noche, en toda la hacienda
tener se oyó que silbaban las aves, mugía el ganado, balaban las
ovejas, los dueños empezaron a asustarse, sin saber que estaba
pasando.
Muy cautelosos decidieron dejar la cama y salir averiguar Les envió un ángel vestido con una andrajosa túnica, quien dijo
que ocurría , pero cuan grande fue su sorpresa, al ver que el piso al joven que aquel día cuidaba el peral:
estaba lleno de agua , quisieron correr para escapar de la casa,
pero no pudieron, parecía que la casa estaba encantada. — Dame una limosna por Dios, que tengo hambre.

Todos los miembros de esa familia: padre, madre, hijos, tíos, El joven cogió unas peras de las ramas que le pertenecían y se las
sobrinos, etc, que se habían reunido esa noche, se quedaron dio al pordiosero, quien se alejó muy contento.
encerrados ahí por toda la vida, con sus abusos, egoísmos y Al día siguiente, el ángel disfrazado se presentó ante el segundo
malos sentimientos. de los hermanos que hacía su turno. Le dijo:
Desde entonces la casa se había convertido en una gran laguna — Soy muy pobre, jovencito. ¿Puedes socorrerme?
que ahora es la laguna del Cajas.
El joven cogió tres grandes peras de las ramas suyas y se las dio
al mendigo, diciéndole humildemente:
LOS TRES HERMANOS Y EL ÁNGEL — Es lo único que puedo darte.

— Es suficiente y que Dios te lo pague —dijo el ángel.

— Vino el turno al tercero de los jóvenes hermanos y éste


también obró generosamente, como los otros. Dijo, entonces, el
Señor:

— Veo que esos pobrecillos son buenos y deben ser premiados.

Envió, de nuevo, al ángel a la tierra al despuntar el alba, cuando


los tres hermanos dormían sobre un mísero lecho.

— ¡Despertad! —Les dijo el ángel—. El sol se asomará pronto tras


Eran tres hermanos pobres, quienes poseían, por única riqueza, las altas montañas.
un frondoso peral que cuidaban cada día por turno.
Los hermanos abrieron los ojos y vieron ¡a luminosa figura del
El buen Dios quiso ayudarlos, pero previamente los puso a enviado del Creador. Sobrecogidos por tal aparición, se pusieron
prueba. de hinojos y le dijeron que no eran dignos de él.
— Sí lo sois, porque tenéis bondad. Seguidme —díjoles el ángel. Con todo, el ángel condujo al joven hasta el monarca, a quien le
dijo que su amigo quería pedirle una gracia.
Llegaron al bosque y se detuvieron ante una vertiente de
límpidas aguas. El siervo del Señor le dijo al hermano mayor: — ¿Qué gracia? —preguntó, sorprendido, el rey.

— Dios quiere darte un don. Expresa, pues, tu deseo. — Te pido, oh Majestad, que me concedas la mano de tu noble
hija —dijo, sonrojándose, el joven.
— Quisiera que vierta este manantial vino, en vez de agua.
— ¿Estás en tu cabales? Tu pretensión es absurda. Hoy mismo ha
El ángel señaló con su mano y, al instante, el agua se transformó de escoger mi hija al que será su esposo, entre los cinco ilustres
en vino delicioso. Expresó el siervo de Dios: príncipes que la pretenden. Tú no eres más que un joven pobre y
no puedes alentar tal aspiración.
— Este vino que mana sin cesar, es tuyo.

Prosiguieron el camino y se detuvieron donde muchísimas — ¡Oh, gran rey! Deja que Dios ilumine a tu hija en su elección—
palomas picoteaban granos y gusanos. intervino el ángel.

— ¿Qué deseas tú? —preguntó el ángel al segundo hermano. — ¿Dios?... ¿Cómo puede ser eso? —-interrogó el rey.

— Que estas palomas se conviertan en ovejas. — Pues, de este modo: Todos los jóvenes pretendientes a la
princesita, incluyendo a este pobrecillo, deberán plantar la vid en
Entonces, a una señal del alado ser, la bandada de palomas se el jardín real. La vid que mañana haya producido los racimos, nos
convirtió en un rebaño de gordas ovejas. revelará que el Señor ordena a tu bella hija que se case con aquél
que la haya plantado.
—Estas ovejas te pertenecen —corroboró el ángel.
— ¡Muy bien, acepto la proposición! —exclamó el rey.
Siguieron el camino y el ángel preguntó al tercer hermano:
Al día siguiente, la vid plantada por el humilde joven lucía con
—Expresa tu deseo y serás complacido. jugosos racimos de uvas. El soberano no tuvo más que ceder a la
voluntad divina y dio la mano de su hija al joven.
— Desearía casarme con una mujer verdaderamente cristiana.
Una vez casados, el ángel llevó a los desposados al bosque y les
— Sólo hay tres mujeres en el mundo verdaderamente cristianas
habló así:
—afirmó el ángel—. Dos tienen su marido y la mano de la tercera,
hija del emperador, ha sido pedida ya por cinco príncipes. — Sois sencillos y buenos y la riqueza no os interesa, fundad,
pues, en la quietud del bosque, un hogar cristiano.
Pasó un año y el buen Dios quiso probar, de nuevo, la virtud de — Que Dios te quita lo que no mereces tener —sentenció el ángel,
los tres hermanos. Al mayor, que con su industria de vinos era y se fue, luego, a ver al tercer hermano, quien con la ayuda de la
ahora rico, se le apareció el ángel como pordiosero, y le habló princesa, su esposa, había levantado una modesta cabaña en
así: medio del bosque.

Cuando apareció el ángel, la joven esposa estaba amasando


panecillos. Les habló así el ángel, disfrazado de mendigo.
— Buen hombre, ¿quieres darme un jarro de vino?

— ¿Un jarro de vino? Ni por asomo; si fuese generoso con todos


los que me piden vino, acabaría en la miseria. — Amigos míos, soy pobre y tengo mucha hambre. ¿Podrían
darme algo de comer?
El ángel hizo una señal y del manantial que afloraba vino, volvió
a manar, de nuevo agua cristalina. Y las bodegas, tinas, botas y — Te damos, de corazón, todo cuanto tenemos — le dijeron
damajuanas estaban ahora llenas de agua. amablemente, marido y mujer, alcanzando panecillos calientes y
fraganciosos al que creían un pordiosero.
— ¿Qué ha sucedido? —gritó el hombre, presa de congoja.
De inmediato, sucedió un milagro. El bosque se convirtió en un
— Que Dios te ha quitado los bienes que no mereces conservar — bellísimo parque y la humilde cabaña en un hermoso palacio. Los
le dijo el ángel, que volvió a aparecérsele. buenos esposos, asombradísimos, preguntaron:
El enviado del Señor se fue, entonces, a ver al segundo hermano. — ¿Qué es lo que pasa?
Éste actuaba muy atareado entre sus rebaños. — Que sois misericordiosos y Dios os premia.
— ¿Puedes darme un vaso de teche? —le preguntó el ángel. Desapareció el ángel, quedando deslumbrados marido y mujer.
— Figúrate qué me pasaría si tuviera que dar un vaso de leche a No habían pedido ni pretendido nada, pero lo obtuvieron todo y
todo el que lo pida. ¡Vete y no fastidies! fueron muy felices.

Y, a una señal del ángel, desaparecieron los rebaños de ovejas,


los corrales y la fábrica de quesos. El hombre, desesperado,
chilló:

— ¿Qué sucede?
LOS PÁJAROS Y LAS CEREZAS Cuando éste se enteró de la causa de la falta de su fruta
preferida, montó en cólera y dio la orden de exterminar a todo
cuanto pájaro hubiera en el país. Y hasta fijó un premio por cada
pájaro cazado que los ciudadanos mostrasen a las autoridades.

En seguida, comenzó en el país una matanza general de pájaros


de todas clases y colores. El rey, pensando que, con esta medida,
ya no faltarían en su mesa las-cerezas, sonrió satisfecho.

Mas, en cambio, sucedió una cosa horrible. Por todas partes, el


suelo se cubrió de legiones de gusanos e insectos, los cuales,
En un bellísimo país hubo un rey, a quien le gustaban mucho las cayeron en millonarios batallones sobre los campos, y no dejaron
cerezas, y para tenerlas siempre en su mesa y deleitarse con ellas, en las plantas ni una hoja, ni una flor, ni un fruto.
las hacía traer en enorme cantidad desde las más lejanas
El país quedó desolado como un desierto. La gente perecía de
regiones de su reino.
hambre, porque no había ni un puñado de cereales, ni una
Como la travesía era larga y penosa, a veces las cerezas llegaban patata, ni una legumbre, ni una hortaliza. Y el ganado se moría
a la mesa del monarca en mal estado. Hasta, que, un día, faltó su por falta de forraje.
fruta predilecta. Y como el rey no era muy resignado, ordenó a
El rey se puso más furioso que antes e hizo llamar a los sabios de
sus agricultores que plantasen cerezos en todos los terrenos que
su reino, para que aconsejaran lo que había que hacer en tan
mostraban condiciones para producirlas.
grave situación.
La orden del rey fue acatada sin chistar y donde quiera que
Los sabios, tras de mucho discutir y opinar, se pusieron de
hubiera tierras adecuadas y un clima propicio, pronto los cerezos
acuerdo en que era preciso exterminar todos los insectos y
se llenaron de flores, que se transformaron en sabrosos frutos.
gusanos de los campos del país.
El rey sonreía complacido, porque en su mesa ya no faltaban
— ¿Y quién los exterminará? —preguntó, pesimista, el rey.
estos deliciosos frutos. Pero ni el monarca ni los campesinos
sabían que también a los pájaros les gustaban mucho las cerezas. — ¡Los pájaros! —contestaron, a coro, los sabios.
Tan pronto como los jilgueros, los gorriones, los mirlos y otras
aves se enteraron de que en ese país se producía esa fruta en — ¿Pero dónde están los pájaros? Si no queda uno solo engodo
abundancia, cayeron como nubes sobre los campos llenos de mi vasto imperio.
cerezos. Y, de nuevo, faltaron las cerezas en la mesa del
soberano. — Es necesario, Majestad, traerlos de otros lugares.
— ¿Y mis cerezas? ¡Si vuelven los pájaros, se comerán de nuevo Hubo un rey jactancioso que pretendía ser el hombre más sabio
las cerezas! del mundo que cuando conocía a una persona, lo primero que le
preguntaba era esto:
— Es cierto, señor. Pero si no vuelven los pájaros, no habrá
cerezas, ni pan, ni verduras, ni legumbres. — ¿Quién es la persona más sabia del mundo?

Como el rey se avergonzara de la falta que había cometido, pues, — El rey es la persona más sabia el mundo —contestaban todos
por su culpa, se estaba sufriendo de hambre ordenó que trajesen complacientes, porque temían al soberano.
millones de pájaros de otros países.

Las aves traídas declararon guerra sin cuartel a los gusanos e Un día, el rey salió de paseo, montado en su brioso caballo. Al
insectos, y pronto los campos del país se cubrieron nuevamente pasar por un camino, vio a un anciano que cavaba la tierra.
de verdura y lo cerezos, de frutas amarillas y rojas. Detuvo su caballo y llamó al viejecito.

El rey se mostró complacido del resultado de la campaña agraria, — Viejo, ¿sabes quién es la persona más sabia del mundo? —le
y, en lo sucesivo, se contentó con las cerezas que los pájaros dijo.
dejaban en las ramas de los cerezos, por olvido o por hallarse
hartados de frutos. — La persona más sabia del mundo es Carlos, el pastorcito de la
comarca —contestó el anciano, sin saber que estaba hablando
Y el pueblo del país volvió a tener pan en sus mesas y legumbres con el rey.
y hortalizas en su comida diaria.
— ¿Qué dices? —gritó, colérico, el monarca—. ¿Crees que un
EL PASTORCITO SABIO pastor es más sabio que el rey?

— No conozco al rey —contestó el viejo—; pero si es más sabio


que Carlos, será una maravilla.

— ¡Viejo! ¡Yo soy el rey y el hombre más sabio del mundo! —Gritó
furioso el monarca, herido en su amor propio—. Busca a ese
pastorcito y llévalo mañana a palacio. Si no es tan sabio como
afirmas, a él y a ti os haré ahorcar.

Al día siguiente, el viejo y el pastorcito se presentaron ante el


trono del rey.
— Carlos, ¿con que tú eres la persona más sabia del mundo? — El rey sonrió complacido. Luego, dijo:
dijo el soberano.
— Esta última respuesta tuya es la mejor de todas. Eres en efecto,
— ¡No, señor! ¡Lo único que sé, es que no sé nada! —contestó el el hombre más sabio del mundo, no obstante tu corta edad.
muchacho. Cuando seas hombre cuajado y con experiencia serás más sabio
aún. ¡Me doy por vencido, joven!
— ¡Me gusta tu respuesta! —dijo el rey—. Eres modesto y por eso
te perdono la vida. Pero si no contestas con acierto las tres — Muchas gracias, Majestad —intervino Carlos—. Entonces, ¿he
preguntas que te haré, éste viejo amigo tuyo morirá. salvado a mi amigo, el viejo campesino?

— Trataré de contestarlas, Majestad, para salvar la vida de mi — ¡Por supuesto! —afirmó el rey—. Tu viejo amigo ha sido salvado
amigo —replicó Carlos. por tu maravillosa sabiduría. Otra cosa más quería decirte: me
has dado una edificante lección. Es ingenuo creerse el hombre
— Ahí va la primera pregunta: ¿Cuántas gotas de agua hay en el más perfecto, cuando hay en el mundo otros que lo son aún más.
mar?
Y, por invitación del rey, Carlos, el pastorcito modesto, se quedó
— ¡Oh, rey! Detén todos los ríos y arroyos que desaguan en el a vivir en palacio, convertido en el consejero del monarca que
mar; haz que no caiga en él ni una gota de lluvia y te diré las había renunciado a ser el hombre más sabio del mundo.
gotas de agua que contiene el mar. LOS FRUTOS PRODIGIOSOS
— ¡Bien contestado! —exclamó el rey—. Ahora va la segunda
pregunta: ¿Cuántas estrellas hay en el firmamento?

— Tantas, como granos de arena hay en el mar. Si vuestra


Majestad puede contarlos, lo sabrá —contestó Carlos.

— ¡Me gusta tu respuesta! —dijo el rey—. Y ahora va la última


pregunta: ¿Cuánto tiempo durará la eternidad?
Carlos, sin inmutarse, contestó:

— En un lejano país hay una montaña que tiene ocho kilómetros


de altura. Cada cien años, un pajarito va a esa montaña y se lleva
en el pico un granito de tierra. Cuando no quede más tierra en la
montaña pasará recién un minuto de la eternidad.
Un rey, antes de emprender un largo viaje, llamó a sus tres hijas, — Si logras sacar libre la carroza, tendrás lo que pides —dijo el
a quienes amaba mucho y, por turno, les hizo una pregunta: monarca, sin reparar en las consecuencias de lo que ofrecía.

— Mira, hija mía - d i j o a la mayor-. Voy a viajar al país vecino y El enano empujó entonces, con una fuerza increíble el carruaje y
deseo traerte un regalo. ¿Qué quieres que te compre? las ruedas rodaron por la carretera.

— Tráeme un lindo vestido bordado con hilos de oro —pidió la Las princesas, que esperaban a su padre en el atrio del inmenso
princesita. palacio, recibieron con alborozo al autor de sus días.

— Y tú, bella niña, ¿qué deseas? —preguntó a la segunda. Las mayores se alegraron mucho más cuando recibieron sus
costosos vestidos.
— A mí me encantaría un traje bordado con hilos de plata.
— Querida hija —se disculpó el rey con su hija menor—, no he
— Y tú, pequeña, pequeña ¿qué pides? —le preguntó a la hija podido encontrar las frutas que deseas.
menor.
— Paciencia —dijo, resignada, la joven.
— ¡Oh, padre querido! Tráeme un racimo de uvas que hable, unos
melocotones que sonrían y unas cerezas que tintineen. Al tiempo, se presentó el enano empujando un carretón. El rey,
al verlo, recordó su promesa. Suplantó con una criada a su hija
El rey prometió a sus hijas complacerlas. Compró, en una casa de menor. Pensaba el soberano: "Este enano creerá que esta
modas, un hermoso vestido bordado con oro y otro traje con muchacha es mi hija menor y se marchará pronto". Pero el enano
adornos de plata; pero, por más que buscó, no pudo encontrar ni era muy listo y, volcando el carretón donde los pajes habían
el racimo, ni los melocotones, ni las cerezas pedidos por su hija acomodado a la criada, empezó a gruñir iracundo:
menor. Y retornó a su palacio, afligido por no haber podido
complacer a su hija predilecta. — ¡A ésta no la quiero! ¡Yo he pedido a la princesita!

En el trayecto, las ruedas de su carroza real se encallaron en el Entonces, el rey hizo que su hija menor se vistiese como una
barro del camino. Pidió ayuda y cuatro campesinos acudieron pordiosera, creyendo que el hombrecillo la rechazaría al hallarla
con cuatro caballos, pero, por más esfuerzos que hicieron, no repugnante. Pero el enano acogió a la niña con visibles muestras
lograron ni mover una pulgada el vehículo. de júbilo, la colocó en su carretón y se alejó canturreando:

Cuando pensaba el soberano que tendría que pasar la noche allí, He hallado la más bella flor,
vio que se le acercaba un enano barbudo.
del jardín de mi ilusión.
— Sacaré tu carroza del fango, si me das, en cambio, la mano de
tu hija menor —dijo al rey el enano.
La princesita lloraba inconsolable su triste destino y, a su paso, — Comprendo tu sorpresa. Ven conmigo a mi huerto.
hasta las piedras se conmovían.
Del brazo del joven, la princesa llegó a un huerto lleno de árboles
Tras de avanzar largo tiempo, el enano detuvo su carro ante una frutales. Al pasar al lado de un viñedo, los apetitosos y rosados
rústica cabaña. Luego, le gritó a la doncella: racimos dijeron:

— Baja, cariño mío, que ya estamos en casa. — Cómenos, bellísima princesa. Estamos listos para regalar tu fino
paladar.
La niña, siempre sollozando, descendió del vehículo. El enano le
dio un poco de pan negro y luego la hizo echarse sobre un sucio Y al pasar frente al árbol cargado de melocotones, éstos le
y maloliente colchón de paja. sonreían complacientes. Finalmente, cuando se detuvo al lado
del cerezo, sus frutos, rojos y relucientes, comenzaron a tintinear
como campanitas de plata.
— Duerme, preciosa; mañana estarás más tranquila —le dijo el El simpático rey, al ver que la princesa no salía de su asombro, le
hombrecillo, y la princesita, muerta de fatiga, cayó en un habló así:
profundo sueño.
— ¿Ves? Lo que tu padre no pudo darte, te lo doy yo.
Al día siguiente, cuando los rayos del sol iluminaron la vivienda,
vio, al despertar, que estaba acostaba en un maravilloso lecho. Pero también te entrego algo más valioso: mi corazón que late de
Bellísimas doncellas le trajeron ropa blanca y un bonito traje. amor por ti. Un mago perverso me condenó a ser un repelente
Luego, la condujeron a una amplia sala, donde un apuesto joven enano, hasta que una noble niña hubiese expresado el deseo de
la esperaba. obtener las uvas que hablan, los melocotones que sonríen y las
cerezas que tintineen. Eres, pues, mi libertadora y mereces mi
— ¿Quién eres? —le preguntó ella, sonrojada de emoción y de gratitud y cariño. ¿Quieres ahora casarte conmigo?
asombro.
— Sí, quiero casarme contigo, porque eres bueno y veo que me
— Soy el rey del País de las Flores. ¿Te gusta mi reino? amas —dijo la princesa, tendiendo al joven sus manos.
Quiero que seas mi esposa. Los dos prometidos fueron a visitar al rey, padre de la niña, para
La princesa no se atrevió a responder, pero conducida del brazo anunciarle su boda.
por el joven, llegó hasta el comedor, donde fue invitada a Y ya podemos imaginarnos la enorme felicidad que bullía en el
sentarse ante una mesa llena de manjares. Como la jovencita no corazón del viejo monarca, al ver que su hija predilecta era
pudo probar bocado alguno, el rey le dijo: también feliz, inmensamente feliz.
EL ÁRBOL CON ESTRELLITAS El abeto nada dijo, porque nada tenía para ofrecer al Niño.

La palmera, un poco imprudente, le preguntó:

— ¿Y tú no le das nada?

— ¿Qué puedo ofrecerle yo? —dijo, acongojado, el abeto.

— ¡Cierto que no puedes darle nada! Además, pincharías con tus


agujas sus deditos y harías llorar al Niño —dijo la palmera.

— Podrías darle resina, pero se pegarían las manos del Niñito —


dijo el olivo.

El abeto, desconsolado, se puso a llorar y sus lágrimas de resina


caían al suelo. Pero un angelito, que escuchó todo, se
Aquella noche reinó mucha alegría, tanto en el cielo como en la compadeció del pobre abeto y, hallando otro compañero
tierra, porque había nacido el niño Jesús. celestial, le dijo:

Cerca de la cueva del pesebre crecían una palmera, un abeto y — Este arbolito está triste, porque no tiene nada que dar al Niño.
un olivo. Ayudémoslo porque posee buen corazón.

Los dos angelitos subieron al cielo y fueron encendiendo, una a


Y estos árboles vieron que los pastores venían a la cueva con una, todas las estrellas de diciembre, y el firmamento se puso
regalos que ofrecían al recién nacido. como una infinita pradera de blancas margaritas...

Asimismo, la gente del pueblo se vestía de fiesta y subía al — Tenemos que llevar al Niño las estrellas más bonitas, para que
pesebre portando sendos obsequios. las vea y sonría —dijeron los ángeles.

La palmera dijo a sus árboles vecinos: Y tomando mil rutilantes estrellas, bajaron a colocarlas en las
tristes ramas del abeto.
— Yo le llevaré la palma más grande que tengo y la colocaré
sobre la cuna, para que abanique suavemente al Niño. — ¿Ves qué bonito ha quedado el árbol? —dijo un angelito.

— Yo le daré el aceite de mis frutos para ungir sus piececitos —


dijo el olivo.
El abeto sonrió de gratitud y felicidad. Y, radiante de luz y de del reino pudo curarlo. Más, un día llegó un extranjero que vio al
dicha, fue avanzando muy despacito, para evitar que se le cayera rey y le dijo que sólo lo curaría con la flor de Lilolá.
alguna estrellita, y se puso a la entrada de la cueva.
Entonces el hijo mayor montó a caballo y salió en pos de la
Los azules ojitos del Niño brillaron de alegría al admirar aquel maravillosa flor. Al cabo de un tiempo, el joven vio una casita en
árbol resplandeciente de luces estelares. medio del campo. Llamó y salió una viejecita, que le dijo:

El Niño Dios sonrió y esta dulce sonrisa fue el mejor premio para — ¿A dónde vas por estos parajes llenos de fieras?
el humilde abeto, cuyo buen corazón e inmensa voluntad se
vieron satisfechos con creces. — ¡Voy de paseo! —contestó el joven.

Y, desde entonces, las piadosas gentes adornan al abeto en — Anda con Dios, hijo —dijo la anciana, que era la Virgen.
Nochebuena con estrellitas que resplandecen iluminadas por El joven caminó mucho y no veía más que montes, sin hallar una
bombillitas multicolores. flor. Al cabo de mucho tiempo, se perdió. Su padre, viendo que
La palmera, también desde entonces, solo se contenta con dar tanto tardaba, se entristeció. Y el hijo segundo decidió salir en
frutos a los seres humanos. El olivo proporciona sus aceitunas y pos de su hermano. Salió con su caballo, halló a la viejecita y le
aceite. Pero no tienen la dicha inefable de adornar la fiesta de ocurrió como a su hermano mayor, a quien encontró, al fin. Los
Navidad. dos juntos no hacían más que tomar y dejar caminos,
perdiéndose en todos.
LA FLOR DE LILOLÁ
Como tardaban tanto, el menor salió en busca de la flor de Lilolá
y de sus hermanos. Llegó a la misma casita de la viejecita y ésta le
dijo:

— ¿Dónde vas por estos caminos tan malos?

— ¡Ay, buena mujer! ¿No ha visto usted pasar a mis hermanos,


que buscan la flor de Lilolá para curar a mi padre, que se está
quedando ciego? —preguntó el joven príncipe.

— Hijo mío, tus hermanos son muy malos y siguen caminando sin
encontrar la flor de Lilolá. Pero escucha, pues tú eres bueno: mira
Hubo un rey y una reina que tenían tres hijos varones. El aquel monte, sube y, tras de una roca blanca, encontrarás la flor
soberano iba perdiendo la vista, pero, ninguno de los médicos que buscas.
El joven fue corriendo y, tras la roca blanca, encontró la flor de que llegó a oídos del rey, quien mandó que el pastor fuese a
lilolá. Cogió dos flores, se puso una en cada bolsillo, y al volver, palacio. Tocó la flauta el pastor y la flauta cantó lo mismo de
muy contento, vio venir caballos con dos hombres, que eran sus siempre. Entonces el soberano quiso tocarla. Se la llevó a la boca
hermanos. y oyó cantar:

— He hallado la flor de lilolá —les dijo, muy contento. Padre mío,


no me toques ni me dejes de tocar
— ¿A ver? —inquirió el mayor. mis hermanos me mataron
— Mirad —dijo el joven, y sacó de su bolsillo la flor. y en la arena me enterraron,
por la flor de lilolá.
El mayor, lleno de envidia, interrogó:

— ¿Crees tú que serás el heredero? El rey mandó llamar a la reina y le dijo que soplase la flauta. Al
instante, la flauta comenzó a cantar:
Y los dos hermanos mayores le arrebataron la flor, lo mataron y
enterraron bajo la arena que había junto a un río. Madrecita, madrecita,
no me toques ni me dejes de tocar;
Llegaron a palacio y al preguntar el padre por el menor dijeron mis hermanos me enterraron
que no sabían nada de él. El rey cogió la flor de lilolá, se la pasó en la arena,
por los ojos y recuperó la vista. por la flor de lilolá.
Pero sucedió que, en el sitio donde enterraron al menor, surgió
un cañaveral. Y al pasar un pastor con sus ovejas, vio moverse El rey hizo llamar al hijo mayor y le mandó que tocase la flauta.
una caña plateada. La cogió, se hizo una flauta y se la llevó a los Se negó, pero el monarca lo obligó. Tocó la flauta y ésta cantó:
labios. Al instante, la flauta comenzó a cantar:
Hermano, mal hermano, no me toques ni me dejes de tocar; me
Pastorcito, pastorcito, mataste tú y el otro, por la flor de lilolá.
no me toques ni me dejes de tocar;
mis hermanos me enterraron Tocó el segundo hijo, y la flauta volvió a cantar:
en la arena,
por la flor de lilolá.
Hermano, mal hermano,
no me toques ni me dejes de tocar;
El pastor se llevó la fruta maravillosa para irla enseñando por los me mataste tú y el otro,
pueblos. Así anduvo por muchos sitios ganando dinero, hasta por la flor de lilolá.
El cielo escuchó sus anhelos, pues su padrino le regaló en su
El rey mandó al pastor que le enseñase el sitio donde cortó la cumpleaños una caja grande de soldaditos de plomo. Con la
caña. Apenas llegados, apareció la viejecita que era la Virgen, y ansiada caja en sus manos, subió anhelante a su dormitorio y allí
les dijo: solo, abrió la caja como en un acto ritual.

— Cavad ahí —y señaló el sitio. Entre papel verde de seda, había soldaditos de vistosos
uniformes, todos relucientes, con su fusil brillante al hombro.
Cavaron donde salió la caña y encontraron al menor debajo de la Pero, ¡oh, desgracia!, entre tanto soldadito apuesto, había uno,
arena, vivo y sano. Como le había quedado una flor en el bolsillo, solamente uno, al que le faltaba una pierna.
no podía morir, aunque hubiera estado mil años enterrado.
– ¡Qué pena! –dijo Pepito –. Tan bonito soldado, pero cojo... ¡En
El rey volvió a palacio con su hijo menor y decidido a hacer fin, hay que contentarse con lo que Dios nos da!
degollar a sus malvados hijos mayores pero aquél le rogó tanto
que los perdonara, que el padre accediera, por lo que mandó El niño tenía muchos juguetes: un osito de felpa, con sus
encerrarles en un castillo, por el resto de sus días. redondos ojitos negros; un mono de cuerda, que daba chillidos y
pequeños saltitos; un payaso, que daba volantines y hacía
Entregó su corona al hijo menor, que llegó a ser un rey de los piruetas alrededor de una barra de acero; una locomotora, con
más buenos, justo y generoso. sus rieles; una caja de sorpresas y una bailarina de cera, con su
faldita plisada de papel.

EL SOLDADITO Y LA BAILARINA Pero ahora prefería a sus brillantes soldaditos de plomo, y con
ellos jugaba a los desfiles y a la guerra.

Hasta que, un día, sopló una ráfaga de viento, la cual hizo volar
hacia adentro a la cortina de la ventana, se enredó en el
soldadito cojo y al regresar arrastró consigo a éste, haciéndolo
caer por la ventana al pavimento de la calle.

Pepito descendió aprisa las escaleras, para ver si podía recuperar


a su soldadito cojo. Éste había caído sobre un montículo de
arena, y como cayó de cabeza, se enterró hasta la rodilla,
apareciendo sólo la única pierna.
Pepito deseaba tener, entre sus juguetes, unos coloreados
soldaditos de plomo. Se imaginaba alinearlos y hacerlos formar El niño no advirtió a su soldadito, por más que lo buscó en la
como aquellos soldados del cuartel frente a su casa. calle. Y regresó a su cuarto, todo entristecido. Su pena era
compartida por la bailarina de cera, pues ésta se acordaba de la La vieja corvina, por más que trataba de descifrar este enigma,
insistente y dulce mirada de los ojos del soldadito. no pudo decir qué podía ser aquello que brillaba tanto. Y, para
tratar de disimular su ignorancia, se tragó al soldadito de un solo
Unos niños que iban a la escuela, notaron la pierna del soldadito, bocado.
que sobresalía del montículo de arena. Levantaron al soldadito,
le limpiaron la arena y vieron que era muy hermoso, pero cojo.

– ¡Es un soldado cojo! –Dijo, con desprecio, uno de los niños–. El soldadito penetró a una zona más oscura que la alcantarilla.
Seguramente que en la fábrica se olvidaron de ponerle la pierna Eran los intestinos de la corvina, que no pudieron digerir la masa
izquierda. Así no vale nada, porque un soldado no debe ser de plomo del pobre soldadito.
manco ni cojo. ¡Dejémosle aquí, enterrado!
– ¿En qué parará todo esto, Dios mío? –Dijo, afligido, el
– ¡No, no! –exclamó otro niño –. Hagámosle navegar, aunque soldadito–. Creo que esta vez será mi fin... –Y, sin querer, volvió a
éste no sea un marinero. acordarse de la linda bailarina de cera.

Hicieron un botecito de papel, colocaron dentro de él al En eso, unos pescadores echaron su red al mar, y junto con otros
soldadito de plomo y pusieron al bote en una acequia peces, pescaron también a la vieja corvina que se había tragado
canalizada. Por cierto, el soldadito no se sintió tan desdichado al al soldadito.
verse navegante en un bote, aunque fuera de papel. Tal vez iría a
parar, pensaba, a una extraña isla, donde alguien, compadecido, La corvina fue vendida en el mercado a una cocinera. Ésta, una
lo sacara del bote y lo acogiera en su hogar. vez en su cocina, abrió al pez con un enorme cuchillo, y, – ¡oh,
sorpresa!, encontró en su vientre al soldadito de plomo.
– ¡Un hogar, sí! –Exclamó el soldadito. Y sin saber por qué, se
acordó de la bailarina de cera, que solía mirarlo con sus enormes – ¡Qué parecido a los soldados que tiene Pepito! –Exclamó la
ojos negros. cocinera – . ¡Y qué coincidencia! ¡También le falta una pierna!

El barquito iba navegando aguas abajo, hasta que llegó a una La mujer lavó bien al soldadito, lo puso sobre la mesa y fue a dar
alcantarilla, y por ésta siguió hasta el mar. El bote se deshizo en la noticia a Pepito. Éste bajó corriendo a la cocina, y enorme fue
el salto del chorro de agua, y el soldadito cayó de pie –con su su emoción cuando comprobó que el soldadito extraído del
único pie– al fondo del mar. vientre de la corvina, era, precisamente, su perdido soldadito
cojo.
Los peces de diferentes colores y tamaños se asustaron al ver
aquel extraño objeto brillante. Como no sabían qué cosa era, – ¡Papá! ¡Mamá! –gritó Pepito – . ¡Miren a mi soldadito cojo,
fueron donde una corvina adulta y sabia, para que ella les dijera cómo ha aparecido dentro del vientre de un pez!
lo que deseaban saber.
Los padres del niño y la servidumbre, no dudaron que aquello no LA RATITA MUJER
podía ser otra cosa que un milagro...

Pepito llevó a su soldadito cojo al cuarto de sus juguetes. Allí


estaban el oso de felpa, el mono, el payaso, el tren con sus rieles
y, lo que más le emocionó, fue la bailarina de cera, que miró al
soldadito con los ojos llenos de lágrimas. La bailarina estaba
puesta sobre la mesa de la chimenea y parecía girar sobre un
solo pie.

Apenas salió Pepito de la habitación, el soldadito cojo y la


bailarina de cera se dirigieron una amorosa mirada. Deseaban
hablarse, decirse muchas cosas, incluso abrazarse, pero pensaron
Cuando un honrado labrador musulmán trabajaba en su huerta,
que los juguetes sólo pueden cobrar vida a partir de la media
vio a sus pies una ratita que dejó caer un cuervo.
noche. Esperaron, pues, la hora precisa.
El hombre llevó a la ratita a su casa; pero temeroso de que se
Cuando el reloj tocó las doce campanadas, comenzó la fiesta
comiese su trigo, pidió al Profeta que la transformase en una
para los juguetes. El soldadito fue saltando sobre su único pie
joven, pedido que le fue concedido. Diose cuenta que la joven se
hacia la bailarina de cera. Ésta lo miró con sus bellos ojos negros,
iba haciendo cada vez más bella y, viéndola apta para casarla, le
y le sonrió.
dijo:
Se dieron un fuerte abrazo y avanzaron al centro de la — Elige en la Naturaleza al ser que quieras, y yo te prometo
habitación, se sentaron en el suelo y el soldadito le relató todas casarte con él.
las aventuras que había pasado. Cuando terminó la narración, — Quiero un esposo tan fuerte, que sea invencible.
vio que la linda bailarina derramaba lágrimas... El labrador se puso a meditar sobre cuál sería el ser más fuerte, y
dedujo que no podía ser otro que el Sol, ya que él es fuente de
– No llores, mi linda bailarina, que te estropeas los ojos. vida y salud. Fue donde él y le habló:
— Querido Sol: mi ahijada desea por esposo un ser invencible.
– Lloro de alegría, mi pobre soldadito. Yo creí que nunca volvería
¿Quieres casarte con ella?
a verte...
— Gustoso lo haría —dijo el Sol—, porque la joven es buena y
En tanto, los demás juguetes seguían su fiesta, celebrando con linda; pero, es el caso que mi poder no es tan grande como te
un baile, la vuelta del soldadito cojo. imaginas. La Nube se me pone delante y les quita a mis rayos su
fuerza.
El labrador fue, entonces, en busca de la Nube: Le dijo: — Señor Ratón, mi ahijada quiere casarse con un ser invencible.
¿Querrías casarte con ella?

— Amada Nube, mi ahijada desea por esposo un ser invencible. — ¡Encantado estaría! —exclamó el Ratón—. La joven es bella,
¿Quieres casarte con ella? hacendosa y me traería abundantes granos, queso y golosinas
para calmar mi hambre; pero más fuerte que yo es el Gato, que
— De mil amores lo haría —contestó la Nube—, pues la joven es de un ágil salto me atrapa y luego me engulle.
buena y hacendosa y me llevaría toda el agua que necesito; pero
no soy tan fuerte como parezco, pues el Viento me zarandea a su — Respetable señor Gato —le dijo el labrador cuando lo halló—,
gusto. mi ahijada anhela ser esposa de un ser invencible.

El labrador fue, entonces, donde el Viento y le dijo: ¿Quieres casarte con ella?
— Querido Viento, mi ahijada desea casarse con un ser
invencible. — ¡De mil amores lo haría! —dijo el Gato—. Pero hay un ser más
fuerte que yo y es el perro, pues me persigue sin piedad y, si
Quieres casarte con ella? caigo entre sus dientes, me destroza.

— ¡Qué más quisiera yo! —Exclamó el Viento—. La joven es buena — Señor Perro —le dijo el labrador cuando lo halló—, mi ahijada
y hacendosa y no dejaría un instante de darle a los fuelles; pero desea casarse con un ser invencible. ¿Quieres casarte con ella?
tengo un enemigo que siempre me vence.
— A nadie mejor has podido acudir —dijo, jactancioso, el Perro—.
Cuando más activo avanzo por el espacio, me sale la Montaña, y La Nube vence al Sol, el Viento vence a la Nube, la
contra ella se estrella mi furia.

El labriego fue, entonces, donde la Montaña y le dijo: Montaña vence al Viento, el Ratón vence a la Montaña, el Gato
vence al Ratón y yo hago correr y venzo al Gato. Dile a tu linda
— Montaña, mi ahijada desea casarse con un ser invencible. ahijada que estoy listo para casarme con ella.
¿Quieres casarte con ella?
Pero el labrador recibió rotunda negativa de su ahijada, pues
— ¡Feliz sería! —Exclamó la Montaña—. La joven es buena y ésta, como era una Ratita, tuvo miedo de casarse con el Perro.
hacendosa y cuidaría bien de mis bosques; pero no soy tan fuerte Haciendo un gracioso mohín, dijo a su padrino:
como parezco, pues un miserable ratoncillo me roe las entrañas,
y me ha hecho tantos agujeros, que temo derrumbarme de un — Yo me casaría gustosa con el Ratón, pues en mis venas corre la
momento a otro. misma sangre. Los dos nos entenderíamos y seríamos felices.El
labrador, aún perplejo, fue donde el Profeta y le pidió que
El campesino fue, entonces, donde el Ratón y le dijo:
volviese a su ahijada a su primitivo estado. El cielo accedió a su Eran muy pobres y tenían que dedicarse a pequeños trabajos,
pedido. Días después se realizó la boda de la Ratita con el Ratón como recoger leña, limpiar los establos, mudar y dar de beber al
y vivieron felices en el seno de la Montaña. ganado, vender artículos de primera necesidad, etc.

LA LUZ DE LA TIERRA Cuando anochecía, empezó a llover a cántaros, con truenos,


relámpagos y rayos, amén del fuerte viento que hacía crujir las
puertas y ventanas y doblegarse los más robustos árboles. Al
llegar la noche a su plenitud, el viento ululaba por entre los riscos
enhiestos, y el ganado lanzaba sus inquietantes gritos.

Ante este desalentador cuadro, la mujer temió seguir su camino.


Se puso a pedir albergue para ella y su hijo, pero nadie quiso
cumplir con esa obra de misericordia. Hasta que un hombre le
dijo, en tono de broma, que el dueño de la casa abandonada le
cedería gustoso el hospedaje.

La mujer acudió al dueño de la casona y éste accedió de buen


Hubo una vez, una casa tan grande y tenebrosa, que nadie se grado y madre e hijo se instalaron allí. Cuando comían su mísera
atrevía habitar porque corrían muchos rumores acerca de su cena, oyeron una voz suplicante:
embrujamiento.
— ¡Alumbradme, por favor!
El dueño de casa tuvo que ofrecer un premio a quien pasase toda
— Anda, hijo mío —dijo la madre—, toma este velón y dale luz.
una noche dentro de ella. Por el señuelo, muchos valientes de la
comarca se atrevieron a pasar una noche; pero todos huyeron El chico obediente a las ordenas maternas y sin temor alguno,
despavoridos al oír una voz cavernosa, que decía: cogió el velón y, cruzando varios aposentos, llegó a un vasto
salón, donde estaba sentado un anciano con un voluminoso
— ¡Alumbradme, por favor!
libro en las manos.
La casa continuaba deshabitada, con el natural perjuicio para el
— ¿Has pedido luz, señor? —preguntóle, comedido, el niño.
dueño, pues el edificio iba deteriorándose por falta de limpieza y
cuidados. Pero, por fin, un buen día, llegó una mujer con su hijo, — ¡Sí, por favor! Acércate y alúmbrame hasta que haya terminado
un listo muchacho de uno diez años de edad. de leer este libro.
El muchacho se acercó sin ningún reparo y alumbró al anciano LA NIÑA DE LA VIRGEN
mientras éste leía sin descanso. Pasaron las horas y el viejo
seguía leyendo, mientras el niño se divertía observando las más
increíbles formas que la oscilante luz del velón proyectaba en el
artesonado techo. Por fin, exhalando un profundo suspiro, el
anciano cerró el libro y dijo al niño:

— ¡Gracias, buen niño! Gracias a ti, he podido cumplir la


penitencia que me impusieron. Debía leer este libro a la luz En una miserable cabaña del bosque, Vivian un labrador con su
terrenal que me ofreciera una persona de buena voluntad. Tú mujer y su hijita de tres años.
has sido esa persona, y, en agradecimiento, te dejo todo el oro
que hay en el baúl que está debajo de la mesa. Tan pobres eran, que a veces no tenían un pedazo de pan para
saciar el hambre de la niña. Mas, cierta mañana, el leñador se
Osciló la luz del velón, parpadeó el muchacho y cuando volvió a encontró con una hermosísima dama, vestida con un manto azul
abrir los ojos, vio que el anciano había desaparecido. Fue en y con una corona de brillantes estrellas que aureolaban su
busca de su madre y le contó todo. cabeza.
Madre e hijo fueron al salón donde hubo ocurrido la escena del El hombre le preguntó quién era.
anciano. Vieron que, en efecto, debajo de la mesa había un
enorme baúl antiguo. Lo abrieron y… ¡oh, sorpresa!, estaba lleno — Soy la Virgen María —le contestó la dama—. Como eres tan
de relucientes monedas de oro. pobre, me llevaré a tu hijita y la cuidaré como madre.

Con el tesoro compraron una cómoda y bonita casa; muebles, El leñador, con anuencia de su mujer, entregó a su niña a la
ropa y calzado en abundancia, y el niño fue a la escuela a recibir Virgen, y ésta se la llevó al cielo. Allí la niña comía muchas
los dones de la educación. En la casa dispusieron varias piezas golosinas, bebía rica leche y, lo que era más hermoso, jugaba con
para albergar a los peregrinos que, como ellos, habrían de pedir los angelitos.
hospedaje en sus andanzas de esta vida.
Luego de un tiempo, la Virgen llamó a la niña y le dijo:

— Querida pequeña: como tengo que ausentarme, te voy a dejar


encargada de las trece llaves del cielo. Tienes permiso para que
abras doce puertas y contemples lo que tras ellas existe, pero te
prohíbo abrir la número trece. Esta llave más chica es la de esa A poco, volvió la Virgen María de su viaje. Llamó a la niña y le
puerta; pero ten cuidado en no abrirla. pidió las llaves del cielo.

La niña prometió ser obediente y cuando la Virgen se marchó, Ella se las dio, y la Virgen mirándole a los ojos, le preguntó:
empezó a visitar las estancias del cielo. Cada día abría una puerta
y contemplaba un maravilloso trono resplandeciente, en el cual — ¿No has abierto la última puerta?
se había sentado un apóstol. La niña quedaba absorta ante tanto
— No, Virgencita —respondió, temblando, la niña.
resplandor, y los angelitos que la acompañaban sonreían.
La Virgen púsole la mano en el pecho, y, por el loco latir de su
Sólo le quedaba abrir la puerta número trece, pero, acordándose corazón, comprendió que la niña mentía.
de las palabras de la Virgen, se contenía. Sin embargo, curiosa,
no pudo resistir la tentación, y dijo a los angelitos: — ¿De verdad, no lo has hecho? —volvió a preguntarle.

— No la abriré del todo, ni entraré; sólo quiero entreabrirla para — ¡No, Virgen Santa! —reiteró la pequeña.
mirarla por un resquicio.
Entonces la Virgen se fijó en el dedo que a la niña se le había
— ¡No, no! —exclamaron los angelitos—. Lo ha prohibido la vuelto de oro, y le preguntó, de nuevo:
Virgen, y tu desobediencia te traerá desdicha.
— ¿De verdad, no la has abierto?
La niña calló, pero la curiosidad no le daba paz. Y cuando los
angelitos se marcharon, pensó: — ¡De verdad! —mintió la niña, por tercera vez.

— Ahora que estoy sola, voy a mirar un poquito; entreabriré la A esto, la Divina Madre de Jesús, con expresión de infinita
puerta, echaré una ojeada y la volveré a cerrar. tristeza en su bello rostro, díjole:

Sacó la llavecita, la introdujo en la cerradura y la puerta se abrió. — Me desobedeciste y, además, has mentido. No eres digna de
Pudo ver, tras ella, a la Santísima Trinidad en su trono, aureolada quedarte en el cielo.
por cegadora luz. La niña quedó perpleja un instante; luego,
Tras estas palabras, la niña se durmió y, al despertar, se encontró
tendió su dedo para tocar aquel resplandor y el dedo se le volvió
en la Tierra, en medio de un bosque. Quiso gritar, pero de su
de oro. Al momento, sintió una dolorosa inquietud en su
boca no pudo salir sonido alguno. Se levantó de un salto y quiso
corazón, y éste se puso a latir con tal fuerza, que parecía iba a
correr, pero las zarzas se lo impidieron. Vio que era inútil querer
saltársele del pecho. Cerró la puerta, pero su desasosiego no
salir de ese lugar. Entonces, al verse tan sola y recordar a los
desapareció.
angelitos con quienes había jugado, lloró sin consuelo. Sintió frío
y se cobijó en el hueco de un tronco centenario. ¿Cuánto tiempo
pasó allí? Tuvo que alimentarse de frutos silvestres, sus vestidos defenderse, pues estaba privada del habla, pero el rey la quería
se convirtieron en jirones, y el cabello le creció tanto, que le tanto, que no hizo caso de aquel rumor.
ocultaba todo el cuerpo.
Al año siguiente, la reina volvió a tener otro niño. De nuevo se
Cierto día, oyó el sonido de un cuerno de caza y, a poco, vio a un apareció la Virgen y le dijo:
caballero que se acercaba a ella. Aquel se detuvo sorprendido
ante la muchacha, pues venía persiguiendo un ciervo. — Confiesa, hija, que abriste la puerta prohibida y te devolveré tu
primer hijo y, con él, el uso de la palabra.
— ¿Quién eres? —le preguntó—. ¿Y cómo es que te encuentras en
esta soledad? La reina negó, de nuevo, y entonces la Virgen volvió a subir al
cielo con el niño en brazos. Con esto, los rumores del pueblo
La muchacha no podía hablar. Entonces, el caballero —que era el fueron tan intensos, que los consejeros de la corte pidieron se
rey de aquellos dominios— le volvió a preguntar: juzgase a la reina; pero como el rey la quería tanto, ordenó que
no se hablase más de ello.
— ¿Quieres venir conmigo, a mi palacio?
La reina dio a luz por tercera vez, ahora una niña muy bella. De
La muchacha movió afirmativamente la cabeza y. poco después, nuevo, se le apareció la Virgen para preguntarle si había abierto
llegaron al palacio, donde el rey hizo que la vistieran con los más la puerta prohibida y, por tercera vez, negó la soberana.
lujosos atavíos. Así, la natural belleza de la muchacha se realzó
tanto, que el rey la hizo su esposa. Cuando, a la mañana siguiente, supo la nueva desaparición, el
rey no pudo oponerse a los clamores del pueblo contra la reina.
Pasó un tiempo y la reina tuvo un hijo tan lindo como un Ésta fue condenada a morir en la hoguera. Se alzó la pira y ella
angelito de aquellos con los que jugaba de niña. Cierto día, se fue atada a un poste, en medio de la fogata. Las llamas ya
hallaba acunándolo con todo cariño, pero muy triste, porque no empezaban a quemarle la ropa, cuando la reina, a impulsos de su
podía cantarle una canción para arrullarlo, cuando se le presentó remordimiento, pensó: "¡Ay, si al menos pudiera confesar, antes
la Virgen María, y le dijo: de mi muerte, que fui yo quien abrió la puerta prohibida!".
— Si confiesas que abriste la puerta prohibida, te devolveré el uso Apenas plasmó este pensamiento, se abrieron sus labios y
de la palabra. ¿No es verdad que lo hiciste? recuperando el habla, pudo exclamar, mirando al cielo:

— ¡Sí, Santísima Virgen! ¡Yo abrí la puerta prohibida!


La reina contestó diciendo que no, con la cabeza. Entonces la
Virgen tomó al niño en brazos y subió al cielo con él. En ese mismo instante se rasgaron las nubes y una torrencial
Al saberse, al día siguiente, la desaparición del niño, corrió entre lluvia apagó las llamas de la hoguera. Un vivísimo resplandor
el pueblo el rumor de que la reina era una ogresa. Ella no podía cruzó el firmamento, y ante la reina apareció la Santa Madre de
Jesús con la niña en brazos y los otros dos niños asidos a su traje encontró una gruta, a cuya entrada estaba sentada una mujer de
azul. gran estatura, que le dijo:

— Quien se arrepiente y confiesa su pecado, merece perdón — – Pasa adelante y toma asiento al lado del fuego.
dijo la Virgen, con su dulce voz, y devolviéndole los tres niños a
su madre, volvió a desaparecer, en medio de vivísimos El joven replicó:
relámpagos.
– Aquí hay mucha corriente de aire.

– ¿Corriente de aire? –río la mujer–. La cosa se agravará cuando


EL JARDÍN DEL PARAÍSO vengan mis cuatro hijos, que son los vientos.

Confirmando sus palabras, se presentó el viento Norte.

– Vengo del Ártico –dijo–. He visto a los hombres cazar morsas, y


a los osos blancos luchar por su existencia.

– Vengo de la augusta soledad de los bosques –dijo el viento


Oeste, que acababa de entrar–. Por discreto no les cuento sus
íntimas historias...

– Cuando cruzaba el desierto –dijo el viento Sur cuando entró–,


Este era un inteligente príncipe, que había estudiado mucho de
me he encontrado con una caravana, a la que he sepultado para
Geografía, de modo que conocía exactamente dónde se
siempre con montones de arena.
encontraban todos los lugares del mundo.
– ¡Eso es crueldad y te voy a castigar metiéndote en un saco de
Lo único que atormentaba al príncipe era no poder precisar la
cuero!
ubicación del Paraíso Terrenal, no obstante haber revisado
muchos libros. Por eso, decía a menudo: – dijo la madre, y como lo anunció, lo hizo.
– Si yo hubiera estado en el Paraíso Terrenal, Adán y Eva no – ¿Fuiste al Jardín del Paraíso? –preguntó luego–, cuando entró
habrían pecado. el viento Este.
Como este modo de pensar acusaba cierta soberbia del príncipe, – No he podido ir; mañana lo haré –contestó el hijo.
Dios le dio una lección. Un día, en que paseaba por el bosque, se
desencadenó una violenta tempestad. Completamente mojado,
El príncipe lo suplicó, entonces, que lo llevara consigo. El viento hada lo invitó a seguirla, el joven fue tras de ella, sin tener fuerza
Este le dijo con mucho gusto, pero que debía ir a dormir, por lo para resistirse… De inmediato, rugió un tremendo trueno y el
pronto. hada y el Paraíso Terrenal desaparecieron. Cuando volvió en sí, el
príncipe se vio en la gruta de los cuatro vientos.
Cuando el príncipe despertó a la mañana siguiente, hacía ya el
tiempo volaba sobre la espalda del viento Este. Cruzaban sobre – ¿Y tú afirmabas que no pecarías en el Paraíso Terrenal? –le
exóticos países, cuando el viento exclamó: reprocho riendo la alta mujer.

– ¡Abrígate!

El joven se envolvió con su capa y en ese instante ingresaron a DE LEÑADOR A MÉDICO


una oscura galería, en la que soplaba un viento frio. Luego,
entraron en una amplia gruta llena de luz. Era el Paraíso
Terrenal, en medio del cual discurría un rio de claras aguas.

De pronto emergió del follaje una bellísima hada, seguida de


muchas mujeres vestidas de vaporosos trajes y que llevaban una
estrella en la frente.

– Seguidme –les dijo el hada–. Os llevaré a mi palacio.

Dentro del palacio les mostró una cristalera, en la que se veían


representados todos los hechos acaecidos en el orbe; un lago de
En una humilde choza del bosque, vivía un malgeniado leñador
cristalinas aguas, surcado por un bote, desde el cual podían verse
con su mujer, a quien hacía constantemente víctima de su mal
fascinantes países.
humor, llegando a extremo de golpearla duramente.
– ¿Quieres quedarte aquí para siempre?... ¿Sí? –dijo el hada–.
La buena compañera soportaba todo con santa resignación,
Para eso tendrás que salir airoso de una prueba. Esta noche,
pensando que algún día cambiaría el mal genio de su esposo.
cuando brillen las estrellas en el cielo, te pediré que vengas
Pero ya aburrida de este estado de cosas que no cambiaba, un
conmigo al pie del árbol del Bien y del Mal. No debes seguirme,
día pensó ella:
por más que yo insista. Si desobedeces, serás expulsado, para
siempre de este hermoso lugar. – Tengo que vengarme de este indolente.
El príncipe dio su palabra de seguir sus instrucciones; pero en la Y desde entonces, andaba buscando la ocasión para devolver a
cena bebió deliciosos vinos, perdió la cabeza y cuando la bella su marido los palos que cotidianamente le propinaba. Sucedió,
una vez, que en el palacio del rey hubo una gran conmoción. hasta que el pobre hombre tuvo que confesar que era médico,
Había sucedido que la hija del monarca, una niñita traviesa y con el fin de librarse de la soberana paliza.
juguetona, de siete años, se tragó un aro de oro.
Llegados todos al palacio real, fueron introducidos, sin demora,
Todos los médicos de palacio fueron llamados para dar los al aposento de la princesita. Una vez allí, el leñador volvió a
primeros auxilios a la niña. Pero, por más intentos y esfuerzos protestar.
que hicieron, no consiguieron extraerle el aro de la garganta.
– Aquí hay un error: ¡Yo no soy médico!
Como la niña mostraba síntomas de asfixia, la desesperación del
rey llegó al máximo y, viendo que sus médicos nada podían Con lo que me consiguió más que otra, buena tunda, que lo hizo
hacer para salvar a su querida hijita, mandó encarcelarlos. Y gritar:
luego envío emisarios por todo su imperio para buscar un médico
– ¡Basta! ¡Yo sanaré a la niña!
que supiera salvar a su pequeña.
Como no entendía nada de medicina, no se le ocurrió otra cosa
Dos comisionados pasaron por la cabaña de nuestro leñador, y que dar salto y cabriolas, pero con tanta gracia, que la princesita,
viendo a la mujer de éste sentada a la puerta, le contaron el riéndose a carcajadas, arrojó el aro de oro de la garganta.
encargo que les había confiado el rey.
– Sois un médico muy sabio -le dijo el rey-. Pero voy a someteros a
– Yo os pude ayudar –díjoles la mujer, que había visto la
una nueva prueba. Si salís triunfantes de ella, os llenaré de
oportunidad de vengarse de su cruel marido–. Soy la esposa de riquezas.
un sabio médico, que se ha retirado a estas soleadas con el fin de
descansar. Por eso, para que nadie lo moleste, niega siempre su Entonces el rey mandó traer a todos los enfermos del palacio, y
profesión; pero dándoles unos cuantos golpes, no tardará en dijo al leñador:
declarar quién es. El solo podrá salvar a la princesita, pues es
especialista en extraer cuerpos extraños de la garganta. – Cúralos y te daré un cofre lleno de oro. Pero sí fracasas, morirás
ahorcado.
Cuando vino a la cabaña el leñador, los dos comisionados del rey
le solicitaron que se sirviera acompañarlos a palacio para salvar a Al leñador se le ocurrió una buena idea, y dijo al soberano que lo
la princesita de morir asfixiada. dejara solo con los pacientes. Ya solo, dijo:

– ¡Yo no soy médico! -repuso, asombrado el leñador. – Tengo un buen remedio que los sanará; pero necesito las
cenizas de una persona que haya sido quemado viva… Uno de
Entonces, los dos emisarios reales, siguiendo los buenos concejos vosotros será sacrificado en bien de los demás…
de la esposa del que creían médico, comenzaron a darle de palos,
Y a cada paciente les fue preguntando si quería sacrificarse. Pero retrato de la princesa del Techo de Oro, porque si lo ve, se
ellos, muertos de miedo, salían gritando de la habitación:” ¡Y enamorará locamente de ella y se expondrá a los mayores
estoy curado!”. peligros. Procura evitarlo.

El rey, viendo que todos habían sanado, entregó el oro, Pasado un tiempo después de la muerte del rey, Juan dijo al
prometido. Y el leñador, superada su pobreza, no volvió a tener joven príncipe, ya convertido en soberano:
mal genio ni a pegar a su mujer.
– Ya puedes conocer tu herencia. Voy a enseñarte todo el palacio
de tu padre.

EL FIEL JUAN Lo guio por todos los aposentos, le mostró todo, menos el cuarto
en que estaba el peligroso retrato. Como el joven rey notará que
el fiel Juan pasaba siempre de largo delante de la puerta de la
cámara ignorada, le dijo:

– ¿Por qué no me abres esa puerta?

– Hay en esa cámara una cosa que te asustaría.

El rey quiso abrir a viva fuerza esa puerta, pero el fiel Juan lo
detuvo, haciéndole saber la promesa hecha a su padre y
advirtiéndole el peligro de no cumplirla.

Un rey muy anciano, antes de morir, hizo llamar a su servidor Pero el rey era curioso y no descansó hasta que convenció al fiel
Juan, que era su preferido debido a su probada fidelidad. Juan para que abriese la puerta. Cuando entró, el joven quedó
estupefacto ante la imagen de una dama tan hermosa y
– Mi fiel Juan –le dijo–, se acerca mi fin, y sólo me preocupa la deslumbrante de joyas, que cayó desmayado al piso. El fiel Juan
suerte de mi hijo, que es aún muy joven, y no moriré tranquilo si lo llevó a su cama y cuando volvió en sí, lo primero que pregunto
no me prometes velar por él. fue:

– Os prometo –respondió Juan– no abandonarle, aún me cuesta – ¿De quién es ese retrato?
la vida.
– Es la princesa del Techo de Oro –contestó Juan.
– Ahora moriré en paz. Luego que expire, le enseñarás todo el
castillo; pero no lo dejes entrar en la cámara donde está oculto el – Me ha nacido por ella un amor tan grande que daría mi vida
por ser su esposo, y tú me ayudarás, mi fiel criado.
– A esa princesa le apasionan las riquezas. Manda a tus orfebres Ahora comprendió el rey porque su padre no quería que viese el
que hagan joyas de mil formas, a fin de que ella quede retrato de la bella princesa del Techo de Oro.
satisfecha. Con esas joyas iremos a probar suerte.

– Así lo hiso el joven rey, y llevando las más raras joyas se


hicieron a la mar disfrazados de comerciantes. Al llegar a tierra, LAS TRES PLUMAS
el fiel Juan, llevando consigo muchas joyas, fue al palacio de la
princesa. A ésta le gustaron tanto las joyas, que le pidió se las
vendiera todas. Juan respondió.

– No soy más que el criado de un rico comerciante. Lo que veis


aquí es nada si viéramos lo que mi amo tiene en el navío.

-¡Llévame a ese navío! ¡Yo misma quiero ver los tesoros de tu


Amo!

El fiel Juan la llevó al barco. Al verla, le pareció al joven rey


mucho más hermosa que su retrato. Y mientras la enseñaba sus
Este era un rey que tenía tres hijos, siendo el pequeño muy
tesoros, el fiel Juan ordenó al capitán de la nave, que navegara a
bueno en modesto; en cambio, los dos mayores, eran vanidosos y
toda vela. Cuando ella se dio cuenta que estaba en alta mar y
presumidos. El menor era conocido con el sobre nombre de
que el navío navegaba a toda vela, exclamó:
Simplón.
– ¡Me han engañado! ¡Estoy en poder de un comerciante!
Cuando el rey vio acercarse la hora de su muerte, decidió dejar el
– Yo no soy comerciante –dijo el joven– sino rey de tan buen trono al hijo que le trajera el más vistoso regalo. Para el efecto,
linaje como el tuyo. Si te he robado es por mi pasión. arrojó tres plumas al aire y decidió que cada uno de los príncipes
tomase la dirección de la pluma que le correspondía. Una pluma
Estas palabras consolaron a la princesa y como apreciara que el se dirigió hacia el Este, y el hermano mayor tomó esa dirección.
joven rey era apuesto, acepto ser la esposa del apasionado Otra pluma fue hacia el Oeste, y el segundo hermano marchó
monarca. Pero cuando tocó al fiel Juan dar el abrazo de hacia allí. Pero la tercera pluma cayó al suelo, y Simplón no tuvo
enhorabuena a la reina, cayó fulminado como por un rayo. más remedio que permanecer en el lugar donde cayó su pluma.
Estaba muerto, pero al sufrir la descarga del maligno fluido de la
reina libró a su amo de sufrir ese triste fin. Simplón quedó muy triste, pero, de pronto, vio una trampa en el
suelo, donde había caído la pluma. Abrió la trampa y vio que
debajo de ella había una escalerilla, por la cual descendió. Al Al arrojar las tres plumas al aire, volvió a suceder como las veces
final había una puerta y llamó. anteriores. Simplón bajó al subterráneo y pidió a la rana
encantada lo que su padre le pedía esta vez.
Quedó asombrado al ver salía a abrirle una rana de enorme
tamaño, rodeada de otras pequeñitas. – Aunque esto es más difícil de conceder -dijo la rana grande-, sin
embargo, en gracia a tu modestia y buen corazón, te lo voy a
– ¿Qué es lo que deseas? –preguntó la rana al príncipe. Este otorgar. Coge esa zanahoria hueca y ata a ella seis ratoncitos
contestó que estaba en pos del tapiz más hermoso y raro que blancos. Luego, coloca dentro de la zanahoria una de mis ranitas,
hubiera, para llevárselo a su padre. La rana sacó de un baúl el y verás en seguida.
tapiz más bello que uno imaginarse pueda, y se lo dio al príncipe.
Éste agradeció mucho el obsequio y corrió a dárselo a su padre. Simplón cumplió al pie de la letra las indicaciones en la rana
encantada, y en cuanto hubo entrado la ranita pequeña en la
Cuando los otros hermanos presentaron al rey unos tapices de zanahoria, ¡Oh maravilla?, se transformó en una bellísima joven;
escaso valor, este les dijo: los ratones, en briosos caballos blancos y la zanahoria, en una
– ¡Tuyo es el trono Simplón! magnífica carroza.

Los otros dos hermanos, descontentos, solicitaron otra prueba, a Desbordante de alegría, Simplón besó la mano de la graciosísima
la cual accedió el monarca, y lanzando al aire nuevamente las joven y, juntos en el elegante carruaje, se trasladaron a palacio.
tres plumas, la que correspondía a Simplón cayó al suelo, y el Poco después, pasaron los hermanos con dos robustas aldeanas.
príncipe bajó en seguida por la trampa, y dijo a la rana: Apenas vio el rey a la bellísima joven que trajo su hijo menor,
díjole:
– Mi padre quiere ahora la sortija más linda del mundo.
– ¡Tú serás mi heredero! ¡Has ganado tres veces y te lo mereces!
La rana sacó de un estuche la más primorosa sortija que
podamos imaginarnos, y con ella corrió Simplón al palacio. Los Los tres hermanos no podían quedar en armonía, pues los dos
mayores volvieron a reclamar del rey que se realizase una última
otros hermanos llevaron a su padre las primeras sortijas que
encontraron, las cuales no tenían gran valor. Así que el rey dijo: y definitiva prueba. Propusieron que heredaría el trono, aquél
que se casase con la mujer que fuese capaz de saltar a través de
– ¡Simplón: a ti te concedo mi reino! un aro que colgaba del techo del salón.

Los dos envidiosos hermanos consiguieron, nuevamente, que el Estaban seguros que la joven que trajo Simplón no podría hacer
rey impusiera una nueva prueba, y éste pidió que le trajeran la la prueba, y sí en cambio, las campesinas que ellos trajeron.
mujer más bella del mundo. Comenzaron la prueba y las aldeanas fueron las primeras en
saltar, pero las dos cayeron pesadamente al suelo, rompiéndose
las piernas en el intento, sin lograr pasar por dentro del aro. En necesito.
cambio, la delicada compañera de Simplón, salto con gracia y
agilidad, ganando así el premio ofrecido por el rey, que consistía
en ser la esposa del heredero del trono. — ¿No es suficiente su enorme palacio? —replicó el joven.

— Yo soy negociante mayorista y necesito mucho espacio para


mis mercancías. Por eso, deseo pedirte un favor. Necesito que me
LOS DIEZ TONELES DE ACEITE cedas tu bodega para guardar diez toneles de aceite, pagándote,
desde luego, el debido alquiler.

— Pues ya que hay espacio en mi bodega, puede traer sus toneles


cuando guste.

— Gracias, muchacho, sabía que accederías —dijo el mercader.

Y el avieso comerciante ordenó a sus criados llevasen los diez


toneles de aceite a la bodega del joven.

Este era un muchacho que vivía solo en la casa heredado de sus Pasó algún tiempo y los toneles se llenaron de polvo y telarañas.
padres, en una antigua ciudad de Persia. Un día, vino el rico mercader con otros negociantes para que
vieran el aceite de sus toneles. Pero, al levantar las tapas,
Frente a la casa del joven vivía un rico mercader en un lujoso observaron que cinco toneles estaban mermados.
palacio. Pero este hombre no podía dormir pensando en el modo
de adueñarse de la casa de su vecino. — ¡Me han robado el aceite! —gritó el pícaro mercader, fingiendo
sorpresa— ¡Sólo has podido ser tú!
Una mañana, el rico mercader se levantó contentísimo, porque
había ideado la forma de apropiarse de la casa del joven. Y al — ¡Yo no he tocado su aceite! —protestó el joven.
mediodía fue a visitarle; pero el mozo, que era muy listo, le dijo.
El mercader salió a denunciarlo a la justicia. Y pronto vinieron
— Ha sido muy amable en honrarme con su visita, aunque quizá dos policías y se lo llevaron al juzgado. El juez, ante las protestas
su venida no se deba a un simple gesto de cortesía. Sea franco: de inocencia del joven, lo dejó en libertad condicional para que
¿Qué le ha traído por aquí? buscase un defensor.

— Bueno, seré franco contigo —respondió el mercader con


refinada hipocresía—. Veo que te sobra mucha casa y yo la
Un anciano muy hábil fue designado defensor, el cual preguntó El comerciante, viéndose perdido, trató de huir, pero los guardias
al muchacho: se lo impidieron y lo encerraron en la cárcel por orden del juez,
purgando así su picardía.

— ¿Es cierto que no robaste el aceite?

— ¡Soy inocente, señor! ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

— No te preocupes, entonces. Yo te defenderé.

En el comparendo celebrado, el defensor dijo al juez:

— La prueba de mi defensa es muy sencilla: Mande vaciar el


aceite de todos los toneles y le demostraré la inocencia del
acusado.

— Eso ya se hizo —respondió el juez—, para ver lo que faltaba.

— Tanto mejor — insistió el defensor—, ahora sólo nos falta medir


Una tarde, la hermosa Alicia había ido al campo con su mamá. Se
la profundidad de los toneles, desde la boca hasta el fondo o
puso a jugar y a perseguir a las multicolores mariposas que
descanso.
volaban de flor en flor. Jugó tanto que sintiéndose cansada, se
sentó a la sombra de un árbol, dispuesta a leer un libro de
— ¿Y para qué? —preguntó el juez. cuentos.

— Si todos los toneles tienen la misma profundidad, quiere decir Como hacía mucho calor, la niña sintió sueño, un sueño tan
que hubo robo; pero si algunos tienen fondo falso, significa que profundo, que se quedó dormida apenas había iniciado la lectura
no hubo tal robo, sino más bien engaño por medio de un de su libro.
ingenioso ardid o trampa.
En su sueño vio que un conejo blanco, con ropas estrafalarias y
El juez admiró la sabiduría del anciano defensor del joven con un reloj en la mano, decía constantemente: ¡Llegaré tarde!
acusado y mandó realizar la prueba exigida por la defensa. ¡Llegaré tarde!

La prueba, en efecto, dio por resultado que cinco barriles habían — A dónde llegará tarde un conejo? —Se preguntó Alicia.
estado llenos, ya que tenían sus fondos verdaderos y que los
otros cinco tenían fondos falsos.
Y viendo que el conejo blanco se metía por el hueco de un árbol, — ¿Qué hacéis en esa apariencia? —Les preguntó, sorprendida,
la niña lo siguió, y cuando el conejo pasó por el ojo de la Alicia.
cerradura de una puerta, pensó que no podría hacer lo mismo.
—Estamos pintando de rojo las rosas blancas, porque hemos
Miró alrededor de la vivienda y vio sobre una mesa una botella, arrancado, sin darnos cuenta, las rosas rojas del jardín de la
cuyo letrero decía: “Bébeme”. Alicia bebió su contenido y sucedió reina.
un prodigio: disminuyó tanto de tamaño, que pudo pasar por el
ojo de la cerradura para seguir al conejo. Si ésta se entera, nos hará cortar la cabeza —respondieron las
extrañas figuras.
Pero éste había desaparecido ya.
— ¿Quién es vuestra reina? —Les preguntó la niña.
Halló, en cambio, una casita roja rodeada de un bello jardín.
Entró en ella y vio en el comedor un apetitoso plato de guisos. — L a Reina de la Baraja. Es cruel y por la menor cosa hace
Alicia los probó y, al instante, comenzó a crecer. Creció tanto, decapitar a cualquiera —le contestaron.
que su cabeza rompió el techo, asustando a un ave que anidaba A poco, apareció un gato de extraño aspecto. Cuando Alicia
allí y que se puso a chillar: intentó acariciarlo, desapareció, dejando su cola flotando en el
— ¡Auxilio! ¡Acabo de ver un monstruo! aire y, algo más lejos, su cabeza. Esta cabeza reía a carcajadas, lo
que sorprendió aún más a la niña.
— No soy un monstruo. Soy una niña —Se defendió Alicia.
— Es el gato burlón de la reina —explicó un naipe—. No intentes
— Mentira. No hay ninguna niña que tenga un cuello, brazos y acariciarlo, porque si lo ve la reina, te hará cortar la cabeza.
piernas tan enormes. ¡Fuera, si no quieres que picotee tu nariz!
— ¡Vuestra reina es una malvada! —protestó Alicia.
Luego, la niña vio otro plato con exquisitos hongos guisados.
Pensando que podrían tener la virtud de disminuir la descomunal Casi al mismo tiempo, la niña oyó una voz colérica, que desde el
estatura que había adquirido, comió unos cuantos y, al otro extremo del bosque gritaba.
momento, vio que su talla disminuía, hasta llegar a su porte
— ¿Quién se ha atrevido a cortar las rosas rojas de mi jardín?
normal.
Siguió luego un silencio profundo, sólo interrumpido por los
Alicia continuó hacia adelante, hasta dar con unos naipes que latidos del emocionado corazón de Alicia. La voz prosiguió:
tenían cabeza, brazos y piernas que salían de las cartulinas en
que estaban grabados. — ¡Que le corten la cabeza al culpable!

Era la reina que, al ver a Alicia, preguntó:


— ¿Quién es esta niña? ¡Que le corten la cabeza! — Hijita linda, ¿no tienes ganas de comer?

— ¿Por qué me la van a cortar? ¡Yo no he arrancado las rosas! ¡Todo había sido un pesado sueño, una tremenda pesadilla!
Exclamó asustada la niña.

Luego, echó a correr, seguida del ejército de naipes que


deseaban congraciarse con la reina. Ésta seguía diciendo:

— ¡Que le corten la cabeza! ¡Detenedla!

Alicia se sintió invadida de un miedo atroz, y su terror aumentó


cuando la reina la alcanzó, zarandeándola de un brazo.

— No podéis hacerme daño —alegó Alicia—. Y quiero que sepa


usted, reina orgullosa y malvada, que soy muy superior, y para
demostrárselo, mire lo que hago.

Alicia sopló con todas sus fuerzas hacia los soldados serviles que
se le acercaban, y todo el ejército de naipes voló esparcido por
los aires.

Pero la reina continuaba clamando venganza. Y ahora eran


muchos animales, grandes y amenazadores, entre ellos el gato
burlón de la reina, los que se le iban acercando pretendiendo
cerrarle el paso

Vio cruzar ante ella al conejo blanco, presuroso y temiendo llegar


tarde, como siempre. Alicia echó a correr en pos de él,
perseguida por ¡os animales que gritaban detrás de ella, y por la
reina, cuya voz sonaba más fuerte que todas repitiendo:
“¡Cortadle la cabeza!”.

La reina volvió a zarandearla, esta vez con más fuerza.

Entonces Alicia despertó y se dio cuenta que su mamá la movía,


diciéndole:

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