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TEMA 62.- LAS VANGUARDIAS LITERARIAS ESPAÑOLAS Y EUROPEAS.

RELACIONES.

1.- Introducción.

La aparición de los movimientos de vanguardia es un hecho típico del


periodo de entreguerras europeo, es decir del espacio de tiempo localizado
entre las dos Guerras Mundiales. Los artistas acusan a Europa y a su
civilización paradigmática de haber creado la barbarie: no confían en la
sociedad establecida, que está putrefacta. El arte anterior a estos
movimientos se considera nacido de su propio error burgués y, por tanto,
reflejo de todo aquello que odian. El proyecto de Occidente ha fracasado y
merece ser destruido: solamente desde las cenizas puede surgir algo nuevo.
Por eso proponen extirpar todo lo anterior y volver, o bien a lo más primigenio
del hombre, o bien a su deshumanización.

2.- El Futurismo.

Nace con el Manifiesto Futurista (1909) del escritor italiano Marinetti.


Proclama lo vacuo del arte tradicional y abomina de todo síntoma de
sentimientos. A ello opone la exaltación de todo lo mecánico y deportivo
actual, llegando a ejemplificar su postura con esta frase: Un automóvil de
carreras es más hermoso que la Victoria de Samotracia. Artísticamente
propone la velocidad en el estilo y la simultaneidad de planos: decir cosas
rápidamente y casi de modo simultáneo sin más ética que la estética.

En España, Ramón Gómez de la Sena publicó el Manifiesto en la revista


Prometeo. No creó escuela pero sí fue tomado en cuenta en la primera etapa
del 27 con poemas dedicados a asuntos modernos: poemas a bombillas,
máquinas de escribir, porteros de fútbol,...

3.- El Cubismo y el Ultraísmo.

Aun siendo un movimiento pictórico nacido en 1907, Guillaume


Apollinaire traslada su técnica a la literatura: descompone la realidad para
luego reconstruirla con conceptos, imágenes y oraciones libre e
intencionadamente dispuestas. Incluso propuso una nueva disposición de
tipográfica del poema, creando poemas visuales como los caligramas.

El Ultraísmo fue un movimiento español impulsado en 1919 con el


Manifiesto Ultra –Ultra en el sentido etimológico de más allá: ir aún más
lejos que el Novecentismo imperante- en la revista Cervantes. Su principal
representante fue Guillermo de Torre, quien publicó un libro de caligramas en
1923, Hélices. Recibió igualmente influencias del Futurismo:
deshumanización, deporte, máquinas,...

4.- El Creacionismo.

Es un movimiento hispanofrancés creado en París por el chileno Vicente


Huidobro y el francés Pierre Reverdy. Lo trae aquél a España en 1919: el
artista debe olvidar la realidad, es decir, el artista no debe imitar lo real, sino
crear –de ahí su nombre- objetos autónomos: juegos de palabras, asociación
insólita y arbitraria de elementos lingüísticos,... Hacer un poema como la
naturaleza hace un árbol, proclama Huidobro. Este movimiento tendrá reflejo
en las obras de algunos poetas del 27, como Gerardo Diego o Juan Larrea.

5.- El Dadaísmo.

Surge de la mano del rumano Tristan Tzara en 1916. El nombre fue


elegido al azar abriendo un diccionario con un cuchillo y resultando: dadá:
balbuceo del bebé. Es uno de los más radicales de los movimientos que nos
ocupan: odia la lógica, las convenciones sociales y estéticas y el sentido
común; de ahí que propongan la liberación psíquica y social del hombre. Tzara
cautivó a los futuros fundadores del Surrealismo francés, por lo que se
considera antecedente de este movimiento.

6.- El Surrealismo.

Es, sin lugar a dudas, el movimiento más importante de todos por su


influencia, aún vigente. Es como una aglutinación del futurismo, el cubismo y,
especialmente, el dadaísmo. El pistoletazo de salida lo da André Breton con el
Manifiesto Surrealista de 1924. El nombre lo acuñará Apollinaire,
Surrealisme - es decir, por debajo de la realidad -, aunque es Breton quien lo
toma para su movimiento.

No es un movimiento que se limite al arte, es una revolución integral: la


liberación absoluta del hombre. Para ello toma a su manera las ideas de
Sigmund Freud y Karl Marx. El hombre, viene a decir, tiene reprimidos todos
los impulsos de su subconsciente por culpa de todas las convenciones morales
y sociales de la sociedad burguesa y materialista: por tanto hay que destruir
esa sociedad y dejar que el hombre auténtico se desarrolle libremente
quitándose la mordaza de sus tabúes sociales.

Como la razón no es más que una atadura proveniente de la ley social, el


poeta deberá escribir según el dictado de su subconsciente y al margen de la
vigilancia racional. Sólo mediante esta escritura automática mostrará su
verdadera cara, que es la que tiene latente.

Por eso toman importancia las nuevas técnicas literarias: además de la


escritura automática, asociaciones libres de ideas, imágenes oníricas –es
decir, provenientes de los sueños, donde el subconsciente está liberado-,
collages que suponen, por ejemplo, recortar y unir sin pensar con la razón
fragmentos extraídos de diarios,...

No se trata de escribir sinsentidos; lo que recibe el lector no es


comprendido por su razón: es un lenguaje que no se dirige a la razón sino a su
subconsciente. Sin embargo, por su alto poder connotativo, el lector ve como
se modifican sus estados de ánimo y surgen de él oscuras emociones que la
razón tenía atadas. Se pasa de la deshumanización a reivindicar lo más oscuro
y escondido de lo humano: por eso se dice que el surrealismo supone una
rehumanización de las vanguardias.
En España el Surrealismo se conoció pronto: Breton contactó con poetas
españoles en Barcelona y su Manifiesto se tradujo en 1925; Louis Aragon, otro
importante surrealista, visitó la Residencia de estudiantes de Madrid, donde
estaban, entre otros, Lorca, Buñuel y Dalí. El poeta vasco Juan Larrea conoció
de primera mano el Surrealismo en París, donde residirá desde 1926. Llegó a
escribir en francés y fue traducido por Gerardo Diego.

Sin embargo, el Surrealismo español es un movimiento heterodoxo: no


fue tan extremo como el francés en su automatismo psíquico, pero sí supuso
una liberación de la imagen poética liberada de toda lógica denotativa: tiene
una enorme coherencia connotativa, como lo demuestran obras cumbres del
surrealismo poético español como Sobre los ángeles, de Rafael Alberti, o
Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca.

Al margen de la poesía destacaron prosistas como Ramón Gómez de la


Serna, incansable introductor de la vanguardias. Resume su ideario estético
en Ismos (1931), donde defiende todo el mundo estético y amoral de estos
movimientos.Por su parte, Ernesto Giménez Caballero, fue director de La
Gaceta Literaria, difusora de ideas del momento. Fue el más puramente
vanguardista de los novelistas españoles, con influencias del Futurismo y el
Surrealismo en obras como Yo, inspector de alcantarillas (1928). Por su parte,
José Bergamín cultivó un peculiar modo de ensayo de tipo surrealista, lleno de
aforismos ingeniosos, como El cohete y la estrella (1923).

A partir de 1930, se produce un cambio español hacia la liberación


política y social del hombre, con obras más comprometidas: paulatinamente
va desapareciendo la literatura estética por una de tema social crítico
inmediatamente anterior a la Guerra Civil.

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