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TRISTAN TZARA
EL ANTICABEZA
(1933)
Max ernst
SEÑOR AA EL ANTIFILÓSOFO
I
¡Capitán!
Los bólidos, las fuerzas abiertas de la cascada nos amenazan, el nudo de las
serpientes, el látigo de las cadenas, avanzan triunfalmente en los países contaminados
por ira eterna;
¡Capitán!
¡Capitán!
las luces del carbón que se convierten en foco, relámpago, insecto bajo tu mirada,
escuadrones de alucinados, monstruos con ruedas, gritos de sonámbulos mecánicos,
estómagos líquidos sobre unas repisas de plata, crueldades de flores carnívoras
invadirán el día sencillo y rural y la película de tu sueño;
¡Capitán!
II
Dada deja desplumar sus alas en forma de D - era su impulso literario y caluroso –
y contrata por minúsculas cascadas stacatto el escenario del célebre Señor; según su
petición : cómo podría multiplicar su vida en unas pocas páginas de un libro, solo
existen dos géneros, dice él, el poema y el panfleto, por eso o prohibición de entrar en
el fuego fatuo; terminados los registros con exactitud, o mejor :
Para desperdicios (resedas). Para desperdicios del apéndice cromo, que resiste a
cualquier distancia, donde cada cual se convertiría en arrastracueros, esto es
demasiado y los restos no me seducen en absoluto, en cuanto a la cuestión cualitativa,
y esto es demasiado, realmente demasiado, ante la petición del célebre Señor Aa,
cómo podría multiplicar su vida en unas pocas páginas de un libro.
Después de la solución del problema, el comienza a vivir en dos cestos, su piano a
pedales de poeta que sonó y anunció el avance, comienza a vivir familiarmente la
geografía de su construcción nerviosa.
Según su petición cómo podría multiplicar su aliento esquivo en unas cuantas
páginas
el pálido ojo del segundo guacamayo
Dada habiendo sobrevivido al concepto vocal, inmensa y comprometedora señal de
debilidad
tras la digna protesta
sesenta camellos
cuatrocientos caballos
trescientas pieles de cibelina
cinco pieles de armiño
tres pieles de gamo
cien pieles de zorros blanquigualdos
veinte pieles de zorro amarillo
cinco pieles de buey doradas
un pájaro enorme llamado en vida Tayo
cuatro hermosos fusiles.
III
Por el objetivo de la boca del volcán me divierto destilando todo tipo de películas
arqueológicas y las raíces de las aventuras astrales del futuro.
TRES CUENTOS
Yo vivía en el hotel, Hacía tres semanas. Pagué religiosamente las facturas. El lunes
se cambian las sábanas de la cama. El martes pedí la factura. Pagada, hago las
maletas. A las 11, me marché. Regreso a las 3 y 2o con otro equipaje. Tomo la misma
habitación, pero en adelante me llamo únicamente Señor Paul Bourget.
Cuando abrí la colcha después de tres años, nos dimos cuenta de que había muerto
por sugestión, porque no hay nada mas auténticamente irreparable que el cine en el
manicomio. Digo esto para el instante de virilidad y para el eucalipto de la boca del
revólver.
ALTA COSTURA
Enorme luz ilegítima que hunde el sol vientre bajo escaleras laterales – detective
intracelular- me ahogo bajo la avalancha de los apocalipsis matutinos y el candor de
los amplios abrigos cubre la colina sorda y abejorros grito grafito.
Inútil paseo por los congresos de las perfecciones – dónde están los buenos padres
de afirmaciones constantes – en su mano colectiva pondré la pesadez de mis tópicos
para encender lo superfluo de brazos y piernas.
Los maxilares de las frases bien construidas sentido común en cualquier aspecto
stop el color elástico o no soy libre puesto que soy el problema stop si soy simple no
hay problema entonces stop entonces ¿reinicio si esto me divierte? me gusta el
chocolate.
Del matraz uno analiza la boca de las ciudades y de aquí soy dentista de las estrellas
poema simultáneo es muy fácil aclarar la goma debajo de la lengua cito un poema de
1915 :
“y todos los niños que hacen caca
allí donde en nuestra casa otros alojan amor y honor”
en dos cifras puedo ver el mundo incluso en una sola y puedo también verlo sin cifras
por ejemplo cartucho.
Ver hace mala impresión a causa de los sonidos pero comprender es incómodo y el
maniquí de cera no está rizado para comprender hay consecuencias está siempre
limpio rizado estoy verdaderamente para conferencias daré conferencias escucharé
todas las conferencias iré por todos los sitios de conferencias conferencias.
Frío pez frío pez la rueda de las ciudades la ruleta trozos de oro y de circunflejo
flexible encontré el camino tu eres mi camino y la realidad two-step.
MASACRE PORTENTOSA
Novela policíaca, nariz artificial para iluminación rosa de día de fiesta, carteristas,
impermeable, globos en las orillas de los lagos, biberones, tarde primaveral, las
máquinas funcionan para el gran despertar que alaba el choque en cadena dios.
VII
ARENA
Bueno, bueno, dice el caramelo, de la boca de niño que era para él el caramelo. El
silencio de la pequeña habitación era un grito para el gran silencio. El silencio me
expresa su falta de confianza. Bueno, bueno dice mi silencio y huyó para siempre.
Todo esto regresa a la punta de mi lengua. Con un poco de carbón. El acordeón se
colocó encima de la mesa. Bueno, bueno, dije yo.
Fábula.
VIII
COMO UN HOMBRE
“Corroe los huesos de la lámpara eléctrica, engancha los caballos al sistema sideral,
pesca con anzuelo ;
dice Aa, breviario de hipótesis vivas.
El prepara en el complot del color Venecia el audaz cese de la lógica siglo.
¡Viento! ¡Viento!
¡Viento! ¡Viento!
Todos los cerebros llevan aceite, olvidad tragad impurezas y necesidades, la llama
oculta será vuestro alimento, cuerpos y fuego están entre sus manos.
¡Viento! ¡Viento!
IX
MÍSTICO DOMÉSTICO
ENCERRADO
Derramar la fina arena en el paréntesis abierto hacia el ojo lleno de negro el insecto
verde duerme tiene un alma pequeña en el saco la cometa ve.
De perfil y de frente a la vez cortado por el cristal los animales la fábrica ¿qué idea
matará mi cabeza mi general?
Cerillas papel donde ir iglesias cigarrillos por las noches noche gran sillón de lana
sorda trompeta de cascada roja aporta luz en mi espalda suenan las 7 corredor
estrecho ciérrate vibrar en escalas delgados insectos de agua blanca siempre luminosa
pesada en los harapos silbar la antigua alegría grita la pirámide ¿de dónde sale el
humo? - eléctrica muda estalla al fin sueño de porcelana y de madera.
Matraz transformado en vaso roto simetría y como el medicamento se convierte en
plegaria con los bordes en zig zag el lago derramará en la torre de hierro cielo sus
metales en pequeños organismos transparentes.
Muerdes la piedra desgarra el vientre los caminos traga la ceniza azul de los
cereales.
Sopla sopla en tus ojos arena pegajosa y sonora.
XI
DOMADOR AMABLE
Planta roja que cosquillea con su nombre mi meninge. Planta en la planta útil. En el
pliegue del diafragma oigo 100 sonidos, Y la luminosidad de los sentidos
plantaciones de notas de arcilla con decorado fijo es cuestión de costumbre, ayer
pequé, cuestión de oficio. En la pesca de zapatos de suicidados, Aa busca su jornada
por encima de la locura precisa y neta y constata la banalidad matemática del hastío
que le gusta.
Eso es.
Aquí está.
XII
BARCAS AL AMANECER
Nos maceramos en el circo relleno de ruedas dentadas y dónde solo existen ruedas
dentadas, como el olor a yodo debajo de la epidermis de las tapicerías de taberna. Si
el circo es pequeño y ácido despertador (recoger las cavatinas excesivas) y la carpa es
transparente (mi tía se acuclilla en el trapecio), el salto vital se denomina
Pensamiento.
XIII
IMPUESTOS Y OCASIONES
El invento desde que la iglesia sin siervo tiene miedo y las ratas llevan también
sable candelabro y casco los esqueletos se mecen cuando el ventrílocuo recita la
marsellesa y el rico monseñor posee el rebaño de elefantes la traducción y la velada
impasible el compraba caballos verdes muy necesarios para la amargura que sabemos
no es transportable sino dañina para la concentración bordado y natural como los
crujidos de los peces eléctricos en el agua cuando los caballos pasan las palabras
crepitan con placeres de caballo verde y cloroformo.
XIV
El teléfono nos permanece fiel como un perro impecable dice el dadaísta él bala
bala las cortinas tragan la luz de las calles Aa envía express todo esto para la
exposición de las colonias el mundo normal el mío fosfato el tribunal es un ataque
conyugal entre la polvareda la manivela la manifestación y los equipajes de granos de
migraña jabón lunar y aperitivos beneficio adoptaron un nuevo hijo virgen y lo
escondieron en el piano garaje.
XV
Debido a que es paralelo y gira, dice el fotógrafo tan pronto como las promesas
botánicas asumieron los yo me suicido e infame tú me traicionaste porque el siempre
resolvió mediante mi cuenta y mi cerebro la comida húmeda y la hora inodora de la
partida pero nosotros solo éramos un órgano extraño llamado azul azul y la torre
limpia de carteles como el avestruz se envolvía con cojines de aire esto no era ya un
secreto que ella se acostaba con una mujer gorda en una caja doble con inscripción
cristalería y dos minaretes dijo como el péndulo y el reglamento con doble efectivo
dice tragándose el revestimiento de este gran pájaro cómo se llama dice hospital de
nuestras noches pero he aquí al final de los colores vi a nuestro señor y de repente el
jardín zoológico se introdujo de contrabando en el boletín bursátil sin pagar las
contribuciones al consolador.
XVI
PASTILLAS DE ACERO
XVII
PASTILLAS DE ACERO
sin yo yo os vendo el 1
2 habla de 3 viento
tu arrastras píldoras de joyas 4
igual que 5 el oso viejo baila sobre 7 la playa
cómo 6 compresa maniobra
señor 8 perdón princesa compresa 9
pero a las 10 razón hace falta un estilista
dice saliendo de su por qué quien 11 les cargó 12 13 14
en aduana 15
XVIII
PASTILLAS DE ACERO
PASTILLAS DE ACERO
Alrededor del lago los sapos juegan a las cartas en la serrería hay un instrumento de
silencio que produce aureolas y una anemia atmosférica dos cerillas resplandecen y
sirven a los lobos de ojos chocolate fresco y bromuro para las industrias discretas el
atardecer convaleciente de la noche dispone de una enorme decoración de emperador
colgada en el puente prostituida de alarma de los sábados mecánicos qué pide la
serpiente por su forma y avanza y se derrumba y no grita exige el precio.
XX
PASTILLAS DE ACERO
quiero mi certificado
convertirse azote del observatorio
XXI
Se abre la maleta, las inutilidades del último año, las últimas juventudes, sobre los
transportines de las jaulas, la primavera sin edad regresa en el mercado mirándose
dentro de la boca con los mismos dientes, el mismo cristal de iniciales llenas.
De repente, los dos caballeros se detuvieron, uno frente al otro, el otro de perfil al
primero, miradas furtivas.
Melena en circuito cerrado de virgen, glóbulo de nervio tímido, felicidad de los
encerrados. Y en los patios de internados lo que nos queda por saber.
Los dos caballeros llevaban la barba acicalada.
En la cerradura, dientes preparados para morder. La muerte en el bolsillo, la llave
en el bolsillo, la llave tenía un ojo vivo y ágil, Señor Aa comenzó a sospechar le
acababa de terminar el suyo, qué pesada intoxicación en nuestra botella.
Los dos caballeros intercambiaron palabras amargas sobre la humanidad y sus
hipótesis. La reja alrededor de su lenguaje era estrecha, la amargura pobre. No se
tensó ni un músculo. No hizo ruido porque las hojas, los árboles, la hierba y los
granos llevaban guantes de lana.
- "Costumbre y pulcritud. El hombre siembra el grito entre hombres. Cualquier frase
presentada con "esto es" al final se emplea con afán de lucro. La vida se muerde los
labios, se usa alfombra. Las manicuras preparan las uñas para la muerte.”
El Sr. Aa continuaba dictando. Los dos caballeros no sabían nada al respecto. Y
continuaban su paseo como el mismo sabor a azúcar que nunca cambia su lenta
vibración en el nervio de la lengua – agradecimiento por los cara a cara anulados.
Los dos señores regresaban a sus casas porque vivían en el mismo hotel.
XXII
XXIII
EL ENANO EN SU CUCURUCHO
La mano que nos tiende la nube alcanza al ojo con todos mis respetuosos
sentimientos. Quién me llama eres tú si soy yo eres tú sí eres tú, el llevaba cascabeles
de baile en la solapa. Yo soy entonces el milímetro piensa él porque no soy el viajante
de los tubos con frases piensa él porque no soy el ojo del tren de la bruja de papel
piensa él porque no soy el milímetro de caballo árabe piensa él y algunas ramas de
carbón me balanceo simétrico y toco con la aguja el sonido de las paredes de la
pagoda.
Ante estas palabras, la Inglesa se puso a gritar : al violador, al violador, El árbol
viajaba de incógnito. Se sentó a la mesa con un aspecto muy avergonzado. La Inglesa
acababa su jornada con espasmos exagerados, flautas indignadas, ultimatums a la
vida, vivisecciones de voces. Nadie frunció el ceño sobre su placer. El otro, el que
mencioné en el capítulo anterior que tenía un paraguas en vez de cabeza y se parecía
por su estructura a un sillón, (un hombre auténtico, poned dentro cualquier cosa)
cantaba :
XXIV
XXV
RAYO TÁRTARO
Hagan juego silbad la aguja por los cuernos del buey ceniza la lluvia a lo largo de
hierbas secas bigotes de qué transporte de materias combustibles cosquillean al final
de la estación, preguntó X con la amplitud de las fibras para comunicación. Devora el
trueno hinchado de sobresaltos de rueda mal engrasada.
La perra sabe la hora que es en la dentadura de su perro exceptuado el acto de
debilidad preciosa para los cuidados del crecimiento de caballo y de clavo
esto se llama rayo.
XXVI
PETARDOS EN CAJA
El cascabel de un perro se entretiene sobre una puñeta, corta la nariz de los que
huelen la comida en masturbación.
Se come a los hombres cuando tienen en sus cabezas caramelos pelados, microbios
y golosinas rascan la piel de sus cerebros, llaman idea al esperma obtenido mediante
métodos sencillos.
Cuando se frotan sus cabezas, un timbre melancólico tiene diarrea en el cráneo del
Señor Saturno.
El caníbal llega en una línea reciente con un enorme machete de hierro en las
manos, con dientes con ruedas, con una escoba, con dos piedras de molino, con
ácidos oscuros y fuertes para destruir todo lo que digiere. Todo lo que continúa la
palabra, el color, la felicidad, es una digestión mortuoria y científica : la discusión, la
masturbación, la explicación, la exasperación.
El envía submarinistas hinchados en el vientre del Señor Cormon (encontramos ahí
propaganda para el color de ojos azul, la palidez de las tulipas en las orillas del mar
cubista y la materia grisácea de las pútridas miradas, peces ennegrecidos, piedras de
la locura),
atajos
adversario
disponible
régimen
costumbre
diputado
pronósticos
profundamente
mercados.
El baño con ácido gástrico se come el papel, no busquéis nada en un cuadro : tema
y medio son lo mismo. El cuadro dada es una ducha universal con agua roja. La
naturaleza es lo que sale de los dedos y de la mirada, libremente, tiene un número de
teléfono y un apartamento en el Campo de Marzo como la amistad y la conversación
filtrada por la red del tejido cerebral.
El arte es un poeta con las costillas rotas, destroza todos los huesos y las rosas de
cristal, el arte es una venda y un libro de Oscar Wilde, el arte es el arte de los artistas,
el arte de ser educado con los acontecimientos cotidianos, susceptible en sociedad, un
cerdo dentro de su cocina.
En todas las cajas craneales hay líneas puras y y una expresión de geografía al sol,
no existe ningún secreto para notarlas, la sencillez se llama Dada, sus movimientos
destruyen y matan instantáneamente, abre la luz para algunos hombres que mirarán y
sabrán que no encontrarán nada. En una bombilla – un fragmento de vidrio
desinfectado – se os ofrece como maldad y bondad como una declaración en la
aduana sobre un abeto de solapa sabiduría eterna.
XXVII
HUNDIMIENTO
Boum, boum, boum, desnudó su carne cuando las ranas mojadas comenzaron a
arder, puse el caballo con piel de la serpiente en la fuente ahora dependeremos de mis
amigos y es muy interesante las jirafas de los mordiscos sobre el mármol vals
macabro.
El tren arrastra el humo como la huida de un animal herido con las tripas aplastadas
pobre animal.
Alrededor del faro gira la aureola de pájaros azulados a medias luces que atornillan
la distancia de los barcos mientras los arcángeles se purgan y los pájaros aceleran la
menstruación por medios artificiales y ocultos.
XXVIII
NUBES CONTRABANDISTAS
XXIX
Bajo la lupa de aumento estrella un insecto higiénico sirve de tapón en la boca del
metro. Sentado en un tubo de hiero fundido pájaro noche invita a los transeúntes al
Dada. Así se explica este paisaje que aún no tenía título. Una cinta transportadora lo
llevó a su acuarium de campaña salubre donde hizo todo lo que se oye, toca, ve.
Con una película de hormiga automóvil y una planta alpina que sirve de metrónomo
para la fuente, puso en movimiento el reloj de pared.
Ha disecado un depósito de materia nerviosa y ha vertido al canal, una tras otra, las
medidas del fox-trot cascada sable granizo.
Dada es tan inteligente tan poco inteligente como los animales domésticos, los
microbios calientes necesarios para el organismo, la agricultura cardíaca y la cría
razonada de muebles cómodos.
Las delicias químicas de los fertilizantes estéticos, las fatigas de los automóviles
que amplían la voz, los árboles que crecen en la frente de los cíclopes mareados y los
fosfatos hinchan nuestra pelota cerebral.
Nos volvemos cada vez más nocturnos y hacemos una reja de tijeras a nuestro
alrededor.
Unos dibujos y unas palabras, solo se filtra el viento en relaciones cotidianas :
pastillas ligeras de menta colocadas en cada articulación, unidas a la retina, perforan
una página de materia gris, nacional y pesada, para qué y por qué.
XXX
Cuando el pan, un loro, el peine en la cabeza, aprende a caminar sobre los platos de
un oso polar, la nieve ya no cubre las montañas cubiertas de nieve y de malas
acciones trepadoras, peces de nubes en las plantas.
La sierra enmarca los retratos de los santos y los guijarros son más pesados sobre
los sentimientos de nuestra mirada agresiva. Qué horror, exclama el Sr. Aa, se
extiende y escasea entre las horas en que el candor de los animales estampa sellos de
grisú mediante disparos audaces pero seguros de los héroes de calendarios. Los pelos
magnéticos de las tijeras cosquillean las uñas de mis dedos flecos. Existe oscuridad
en todo consentimiento, el objeto en el hombre es más fuerte que el hombre, en la
botella que se vacía, la manipulación inexplicable nos saca los ojos con la estrella de
piedra y de aceitoso cerebro. Este vendaje siempre me ha parecido perfectamente
inútil. Si doy vacío al vacío, avellanas a las cigarras normales, niebla a los cohetes
iguales y tranquilizados por el deporte, ventanas a las catástrofes legales, los juegos
colgados de las fortificaciones al destino, la grandeza únicamente puede crecer,
exploro la aglomeración que precedió a la geografía, la uva de la posibilidad cuando
el cerebro era tan sólo gas.
Así tritura la llave unos dientes y el cuerpo en el centro. La viva corbata del
camino. Solo podría ser una familia próspera que buscara un cadáver temprano.
Algunas balas perdidas se multiplican en los espejos, reproducen recuerdos atávicos
de habilidades nupciales. En el barco anuncio, el servicio de cuidados paternos está
regulado con la ayuda de postes indicadores. Las vacas lamen fósiles que se vuelven
preciosos - ¿no creéis que esto circula por la sangre ¿Y que cada glóbulo es un huevo
vivo con cola, fuerza e instinto?
Sin cejas, la boca no podría funcionar; lejos de aquí pasan pechos de méritos
galantes, crisis agrícolas, saludos vagabundos, bolardos, embrollos y conquistas.
XXXI
TELARES DE JUNCOS
XXXII
- Estimado Señor,
La cobardía conoce su orden, es el peso del miedo que todos llevamos en los
tuétanos de los huesos. Los nervios del océano son los raíles del viento y del calor.
Sus luchas dejan las huellas digitales de las islas y los dientes solitarios de las rocas.
Alrededor de la casa de heno, unas gotas de insectos caen al brillo de seda y la
fosforescencia de las frutas atrae granos de nube. Las nubes traen pájaros a los grifos.
- Estimado Señor,
No sin intención el Señor Aa había descubierto la feliz complicidad del estómago.
El inventario de su depósito cerebral dura desde su adolescencia, el resultado es nulo,
sin aleación. Es mate mediante juego de luces.
Ahora abre su tienda de campaña - un paraguas encima del pulmón - y la
abundante melena del aire que aspira.
-Estimado Señor,
Los miriñaques se llenan de medusas hechas de copos de noche. Los miriñaques
atormentan a los niños. Estos yacen en la hierba. Los geranios siguen en pie.
Suspendidas de las ramas de los árboles, vemos sillas y un ave de rapiña. Este pájaro
no extiende sus alas, silba. El más pequeño de los niños, acostado sobre una alfombra
persa, sostiene un mapamundi del tamaño de un huevo encima de la frente de su
vecino de la derecha. Este vecino es su propio hermano. Todos están asombrados y
cariñosos.
-Estimado Señor,
Al acercarse la última hora de la vida cotidiana, noté, durante mucho tiempo, la
incomodidad fijada por la colectividad anónima en una palabra, y el significado
sentimental que oculta, tierra y olores bajo el nido y el huevo.
-Estimado Señor,
Ante la invasión líquida, un día de violento verano, ente su luminosidad, el gas
color de momia desarrolla su daño. Yo viví sobre unos zancos entre las hojas muertas
y el ronroneo de sus pasos. ¿Existen mayores voces que los caminos en el balanceo
de las ramas? El extraño gorjeo de una nueva sangre nos acompaña en estos trámites
que los incrédulos denominan muerte, dulces ocupaciones de libertad y arroyuelos.
XXXIII
MAGO CURTIDO
La habitación estaba llena de muebles disparatados. Un día que había salido por la
tarde, me extrañó que se me hiciera esperar dos o tres minutos en la puerta. El Señor
Aa estaba sentado encima de una caja. Ella me rogó, riendo, permanecer sin
preocuparme. La caja estaba repleta de objetos preciosos. Ella me contestó que no me
había oído llamar a la puerta. Entró el juez de instrucción. Oh, Dios exclamé, lloras,
mi querido Aa, estás angustiado hasta el punto de llorar y no me cuentas una sola
palabra de tus problemas. Las personas que seguían al juez vigilaban la puerta de
entrada. Este pensamiento también me inspiró. El juez de instrucción era joven. Yo
no podía distinguir si era amor o compasión, aunque me pareció que era un
sentimiento suave y lánguido que funcionaba en su rostro como un gusano de fuego.
El juez tocó todos los objetos y comprobó su estabilidad. Me senté a la mesa con un
aire muy alegre, pero a la luz de una vela que estaba entre mí y él, creí ver la tristeza
en su rostro y en los ojos de mi querido amigo el juez de instrucción. Se inclinaba
muy a menudo pero no hablaba. La ayuda del cielo se unió a mis satisfacciones.
Jalonaba el lugar de polvo silencioso y circunscribió así el peligro. El juez daba
órdenes. Estas órdenes me parecían lúgubres como los brillos inversos de la
galantería festiva. Me dijo que después de descubrir que lo había engañado, y que me
había ido con el Señor Aa, el se había montado a caballo para seguirme, que había
llegado a Saint-Denis media hora más tarde de mi partida, que estando muy seguro de
que me había detenido en París, había pasado seis semanas buscándome inútilmente
y que al fin un día había reconocido al Señor Aa en la Comedia petulante, que estaba
allí con un vestido tan espléndido que había imaginado que debía esta fortuna a un
nuevo golpe de chatarra extinguida cuyo extracto habría llenado el capazo de fuego
paliativo. Tiró de los cuerdas. Cada dos días. Formé allí arriba un sistema de vida
pacífica y portátil. Sabemos que el juez era severo. Caballero infeliz vas entonces a
perder todo lo que aún amas. Tres veces al día. Perdonad si termino en pocas palabras
una historia que me mata. Un gato olvidado por la compañía de mudanzas surge de
un jarrón de porcelana y sale la justicia solemnemente. Perdonad nuevamente si
termino en pocas palabras una historia que me mata. Pero el acuario pancreático de
los riñones y las vocales emprende la travesía del desierto en veleros; ¿quién satisfará
entonces las botellas de saludos comprimidos, los conservatorios, las destilerías de
asco gástrico y los bolsillos abiertos diseminados a lo largo, completamente a lo largo
del Missouri con flores?
XXXV
Frotar su piel y dilatar los poros hasta que veamos allí grietas de lágrimas y restos
de comida. Ampliadas en el sueño de la infancia, veo muy de cerca las migajas secas
de pan y el polvo entre las fibras de madera dura al sol. Para el beso del cumpleaños,
el viento envía a su prometida, un tierno saludo de fufandas que palpan su carne bien
nutrida. Y ante la iglesia nevada, el anciano se va oblicuamente dilatado a la medida
de su mancha negra e intensa. El drama está escrito en un pergamino que sirve como
nube y de saco a estos tipos de acontecimientos con encaje. Quien no ha sentido,
cuando la alegría lo hace ligero, a su amada que viene de lejos, posarse en la palma
de su mano, no conoce las sutilezas de las sílabas del tiempo que se derriten en la
boca. Cubierto con todo el polvo del oscuro destino, el violín se va, llevándose a su
músico, el violín se va, llevándose a su músico, el violín se va, llevándose a su
músico, el sabor a caramelo en el ojo del perro, la canción se va por los raíles del
tren, el violín cubierto con el polvo del destino oscuro en el ojo del tren, en los raíles
de la canción, en el caramelo del ojo.
Así él recoge, con manos enormes, la historia atormentada del mundo, en la mesa
redonda del mundo, mientras de su boca vuelan unos pájaros silbando y los acentos
circunflejos tapan las botellas en la tienda de las vocales donde agitamos pañuelos
entre cálculos de probabilidades y sueños.
XXXVI
ALETEO DE NARICES
Cuando los ojos se desorbitan, la corbata de las ramas estrangula el follaje inglés
que lleva sombrero alto, guantes blancos y zapatos acharolados de clorofila cordial.
Cómo, dijo mi amigo, no crees en la vida de los paralelos aunque se prolonguen y
renueven. El final de sinfonía es difícil, la música solo puede terminar entrecortada
por pequeñas piezas y volviendo a empezar con trozos dulces.
- Es una pena, dijo nuevamente, nunca sabremos si es el viento quien mueve la hoja
de hierba o si es la hierba la que mueve el viento. Poner la hierba en un lugar sin
viento, yo no creo ni en el buen sentido ni en la paradoja. Mi llanura no tiene viento,
no tiene hierba, no hay lugares, no hay moscas. Vivir sin sobresaltos, sin avanzar y de
buen humor sin tormentas falsas. Mi llanura ama el aburrimiento y los colores
equívocos, los caminos bisexuales; mi llanura se parece a todas las llanuras y los
hombres a todos los hombres, en nombre de dios, no hay felicidad, la vida continúa
como sucede, la única felicidad es conocer el aburrimiento, los falsos insectos
poéticos están encerrados en la torre de chocolate en la montaña de Zaratustra, son
genios con sus secretarias, bajan dos veces diarias a la ciudad para telefonear al
impresor y medir el resultado de su política en la escala del orgullo animal. Mi
querido Tzara, abandonemos pureza e impureza, inteligencia y espíritu parisino, el
Instituto y España, así como a todos los españoles muertos, vivos, anarquistas o
pieles rojas, todas esas tonterías frías o cínicas que existen o solo existen en los
grandes cerebros en función del estómago. El cerebro acaparador no es más que un
langostino que ha quedado en la bullabesa y pretende ser un emperador. Era una
magnífica bullabesa con orquesta e impresiones de viaje.
Cómo estás como yo ya voy bien resucito al viento no importa donde cómo estás
me dijo mi amigo yo voy bien quieres fuego dijo el pájaro rizado sirve como
entrecejo al crepúsculo florecido por tan bella música dijo cómo estás como ya voy
bien resucito al viento no importa donde cómo estás me dijo mi amigo yo voy bien
quieres fuego dijo.
XXXVIII
VI AL HOMBRE DESINCHABLE
XXXIX
ESTIMADO AMIGO
A pesar de la chacona con radios de las orquídeas llagas sin palabras, cómo es
posible que de nuestros días de armiño el resto de nuestros tragaluces con que
iluminamos a dios basados en unas esposas de tierra abrazar los colores y que del
jugo de las frentes fruncidas nazcan redes rizadas en veraneos en la noche de fresas
arrugadas y la extirpación de las sandalias de los caminos viscosos qué pregunta el
qué pregunta el incorporado el qué pregunta el qué no te dije entonces el niñito
pegajoso repleto de maniquíes con crines de obscenas manipulaciones obscenas y de
maniquíes cada hora sale de un tren desde el origen de la hora donde está el origen
del delito patente está en el origen de la hora es inodoro incoloro se pone puñetazos
en lugar de corbatas y unos pabellones secos le sirven de alimento ella tiene vivas
congelaciones solares cuando hace frío es un hermoso combate en la ratonera de de la
cama deshecha es así como paja la marsopa y la fe no tiene más escama más
carburador si así os gusta apresurad el chillido el juicio final está en la puerta maldita
ya sea la bahía desde donde la salvación se derrama sobre los frutos dispersos de los
satélites en el umbral de las frentes el infierno se dedica a la lucha y el último último
el pecho se resquebraja y la noche se derrumba sobre nuestro fin sobre nuestra
oscuridad la liberada y luego es el silencio de goma que comienza y que en sí mismo
ya lleva otro ruido por más silencioso.
XL
XLI
CRECER A LA SOMBRA
Algunos señoritos blanqueados con cal, trotando con los pobres cuidados de
cascabeles tragados con avidez, se dan a conocer al crepúsculo parricida mediante la
rápida marcha con la que cortan las sábanas de las carreteras del rayo de verdor que
arroja sus números sobre la extrañeza de los corazones que resisten. Pero ahora que
bruscamente detenidos por cualquier relámpago insecticida que cruza el pensamiento
de un solo golpe, y lo mata, sus exiguos pantalones los abandonan, como un par de
senderos la autopista, con toda la dulzura del aire y, movidos por un único secreto,
estos atrevidos pantalones individualistas, se dedican a continuar el camino por su
propio deber y por su dura iniciativa. Estos son los caballeros cuyas nalgas de la cara
no conocen las noches reservadas para las mujeres solteras, compartimentos donde
las miradas se apoltronan en los prados; independientemente de lo que piensen los
pensadores, las maletas olisquean el bienestar de las personas y se alejan
desdeñosamente, prefiriendo las dificultades de las montañas a las avalanchas de
sonidos precipitados, mucho más peligrosos que los que envuelven nieves eternas y
van a colocarse en la sala donde los pasos han perdido su razón y su tren de vida que
es también el de la desilusión.
Pero, volvamos a los dos caballeros : se llaman al Sr. Cahin y Sr. Çaha.
- Me alegro mucho, dice el primero.
- Así las estériles regiones alpinas solo producirán alpinistas, dice el primero.
- Me halagáis, dice el primero.
- No os disgustéis, dice el primero.
- Entonces, las razones de ser de las nubes se han movido, dice el primero, y aunque
el bordado no se mueve menos, dice el primero, quien alimenta a su hombre bien se
conoce, dice el primero, y yo me conozco allí, allí huyo de mi mismo nombre, dice el
segundo, que se haga cortar la cabeza en el aserradero de cabezas si no sabe analizar
cuerda y sonido, el reloj salvaje muestra sus dientes, dice el primero.
Luego, estos dos caballeros, que en realidad eran tres, si hemos de contar los
pantalones del primero que ya mencionamos anteriormente y que, mientras tanto,
habían crecido y alcanzado la altura de un alma de bien, sumándose a varias escuelas
gastroliterarias mediante el hilo del pensamiento a través del oído de la bodega,
entrechocando vasos de sueños vacíos, vasos siameses, infinitas hermanas de su
propia y sincera bola de aire, el estómago carnoso, se desenroscaron, fémur a fémur,
falange a falange y, sacando los últimos candados, se fueron con total seguridad, con
todos los ángeles, dedicados a la quincallería, al paraíso de los entre-melómanos.
XLII
Una cura de origen del mundo, un vértigo de confesión que come la lepra
geográfica del muro, un flotador de amor que sirve de neumático en estos malos
caminos del mundo y el disparador de la boca del volcán que registra la tos celestial
- sobre nosotros experimentamos los pinchazos subcutáneos de esta luz de India llena
de gárgaras, mimosas y cabezas invisibles. Cara o cruz. Se arraiga un viejo rostro
femenino complicado como una tetera. No quise arrancarme de los dedos la ilusión
que se dedicaban. Yo le digo. Pero el cerco nublado de los cristales, su vacuna doble a
escala contra el verano y el hierro, el disfraz de los crustáceos en hortensias lavables,
los dolores mensuales de estas flores falsas que navegan solo sobre decepciones con
hélices, sobre decepciones de velas con espuma roja, sobre orejas de árboles, sobre
rojos desahogos de palabras, sobre omóplatos de cristal, las filas de bombines que
determinan las fronteras de los países sólidos, el crescendo del rojo en los raíles
donde se descarga en veneno y explota la excesivamente rápida combustión, el corte
vertical en un pastel con capas de pisos llenas de camisería geológicas, donde está la
sal que se eleva en la innumerable cabeza alada, flor mofletuda y de fruición envuelta
bajo la funda estival, preservada como los muslos de las monjas durante las grandes
vacaciones larvarias, donde la estrella, absceso de candado, sirve de silbato al agente
celestial de la brigada de circulación y a pesar del embotellamiento en el corazón de
la llamada que nos arrastra muy lejos al centro de los nudos y las disputas, al corazón
del agua, orgulloso es el ojo que nos sostiene y, algodonoso, el humo que se escapa
bostezando.
Y esto es.
En el depósito de las confidencias donde los cefalópodos y los guantes de crines se
debaten amargamente, girando guirnaldas y albornoces al aire líquido de alguna
variante esponjosa de nostalgia – grito húmedo – discreta contracción de tierra en el
borde de una arruga campestre, qué crisis navegable hace funcionar el relincho en el
mapa del capullo, qué anónima rabia mueve las bicicletas en los cubiletes, qué
calvicie del alma destruye las demoníacas regiones de nuestras juventudes y qué
queréis queréis que por ejemplo queréis mejor vale pasarme el ejemplo o no queréis
vale mejor queréis y sois completamente amable no más que queréis tanto va la
ternera por ejemplo al agua queréis por ejemplo ir al agua o la ternera queréis queréis
dormiros o morir o queréis dormir por ejemplo dormir.
XLIII
La oscuridad corta. A la pajita más corta. Desnudo como paja. ¿No os he visto ya en
algún sitio?
Primero fue el no. ¿No os he visto ya en algún sitio? Fue un no lleno de árboles, De
extravíos. De certificados. Un no espeso e inquieto. Al principio fue un problema de
no. Un profeta cotorreando. Un pequeñito profeta de nada. Para nada. Un dolor de
cabeza Casi un problema mental. Una verdadero problema. Un problema más. Un
problema de familia. Seamos buenos con los problemas mentales. ¡Seamos justos! No
concentrarse en los problemas. Los problemas se encargan de su propia policía. Y el
ejército de problemas, ¡qué ejército! Toda una mitología. Todo cabeza y nada más que
cabeza. Un problema sin pies. Y el problema del problema. De cuerpo entero, tamaño
natural. Los problemas y sus necesidades naturales. Así es como hacemos un
problema. De la nada. Tanto en una cosa como en otra existe problema y problema.
El problema libera, procedencia mejor. Podemos recomendarlo en cualquier tesitura.
Prosperidad, seguridad. problema por aquí, problema por allá. ¡Oh! ¡las alegrías del
amor! ¡Qué placer tan excesivo! Los clientes son terroríficos. Incluso bajo la piel de
locomotora. Los problemas son grandes. Son bonitos. Su sabor no tiene ni ni no tiene.
¿No hay otros problemas para juzgar los problemas? Inmolemos los sinsabores. Al
carenado. Las mujeres más obesas del mundo, por ejemplo, también problemas. ¡Oh!
hombre como te amo, criminal en las horas perdidas, insignificante por demasiadas
circunstancias, dueño de la locura y de la calma, todopoderoso en la cabeza y los
músculos, no creas en una emoción vana, todo puede servir, nada se pierde, que nadie
abandone este corredor donde se abolió el pensamiento y el éxtasis sobreexcitado
acompaña muy de cerca a la tormenta, todavía mira una vez antes de acostarte en tu
sueño o de lavar el pensamiento de tus manos, como un pensamiento lava a otro y los
dos juntos sacan a la pajita más corta a la enamorada en el estiércol, mira, digo, antes
de creer, porque entonces tu cabeza también será certificada como tantas otras, mira,
son los problemas de papa que vienen con tambor y estilográficas en hordas
indestructibles, con terquedad de pulgas en la cabeza de colonia y charanga, como
plagas y lluvias, toda la indecencia, toda la indiferencia, toda tristeza, nada como la
tierra, ¡y el laberinto se pone en marcha con sus bisagras de pústulas en gavillas de
máscaras y de gases de marchas militares! ¿Quién está preparado para los problemas?
Muramos por los pajarillos.
XLIV
OBRERO DE JIRAFAS
Cuando él se hizo escarbar en sí mismo, al pie de una pared desnuda, entre gritos de
pastores y cuando se recubrió con una tierra espumosa al mejor postor, a la más dulce
y lúcida embriaguez, en una cuna de estaño, una fruta de invierno bajo su pelusa
incandescente, el sol levantó una vez más uno de sus innumerables párpados, apenas
perceptible a simple vista, ya que era materia desnuda y viuda de cualquier esperanza,
el párpado de este día entre los demás, de este día único como los demás, en la
cadena de canguilones, cuya peldaño rodante de tambores trepamos, de escalera sin
fin, donde no se trampea la orden a seguir ni se puede regresar ya, la decrépita
marcha del tambor, huyeron tan rápidamente los fantasmas anteriores que, tenso
como el arco en la salpicadura de los riesgos, muchas veces, él avanzó unas fibras
musculares alrededor del poste imaginario para quedarse allí, un día más o un minuto,
un segundo, gritando con toda la insatisfacción, de este instante que no se llegaba a
saciar, y cuantas deudas quedaron en el universo fugaz, ruidoso, enredadas en
fracasos impredecibles, diseminadas entre los audaces, invisibles a cualquier
sufrimiento, porque el devorador de harapos y recuerdos no tiene ni conocimiento ni
fracasos, ni competencia para saber y ver; cuando él se hizo escarbar en sí mismo, ese
día malabarista de espejos y de loros incansables para burlar la clara apariencia de
voz y conocimiento, aquel incluso que se encarna en la cabaña del desarrollo para su
propia lucha y bajo cada techo encuentra la confianza y la jarra de agua fresca, fresca
de vidrio, o, más lejos de su frontera, el sable vengador, la risa estruendosa como una
tormenta, las pesadas barras y las pérfidas lanzas traicioneras, las calumnias, los
desvanecimientos de luces para siempre insuficientes, ese día de cuerno de la
abundancia se hizo un gran silencio de ofrenda a algún rico simulador de gestos y las
cañas doblaron la columna vertebral como promesa de servidumbre, y la luz siempre
era lúcida y sólido su toque de diana - ¿no había ya escuchado tantas veces de relevo
en relevo, de campamento de tambores en la jungla a campamento de estrellas en lo
invisible? - ese día fue fácil para los silbidos agudos tan contaminado estaba el aire
que caminamos sobre oráculos y ojos plantados en las piedras, salía una confesión
quejumbrosa, pero irónica al mismo tiempo, flamantemente nueva, como la sangre se
inscribía al principio de la lista y los áloes llevaban enormes arañas en su copa en
cuya altitud habían soñado consumirse otras voluptuosidades, entre apareamientos de
brisas, a la vista de tantas nubes indecentes, estériles y de aspecto perfectamente
metálico, ese día de confusión, de virus diurno, de niño jugando de día con el pulso,
ese día tan hermético y viperino como tañido de campana, al siguiente, envidiaba la
piel del oso y jugaba con sus palabras como una motocicleta, ese día incansable de
reversos de medallas, una adivina en el origen de la mandolina, ese día de obesa
clientela que relinchaba y maldecía en la palma de la estepa, extraño gong para este
cáliz, tan pronto como vio el agrupamiento de todas las buenas conciencias, se metió
el césped en su bolsillo y el sollozo de la debilidad pululaba como una motocicleta
epidémica, ese día malabarista de muchas religiosas, perturbador de taxis en la
adversidad cósmica, flagelando el orden alcalino, avivando las nubes de águilas que
se habían coagulado después de una noche peligrosamente profunda, ese día de
bicicletas peinado con corales, tapado tras el escenario, alegre, como ese globo que
hizo asomar de su éxtasis toda una primavera de senos, hierba cruel para la crisis de
amor, ahora famosa, ¡oh velocidad! ese día, cuando él se hizo enterrar en sí mismo al
pie sutil de una pared lúcida donde las plantas simulaban crecimientos de dinero y los
cuernos de antílope ya no conocían barrera, tanto va la sepultura al bálsamo que al
final pasa desapercibida, ese día de conejos acostándose, de sol aficionado, de ovejas
frioleras,, se hizo un gran mar de absenta en una frente desconocida. Protector de
letras y artes. La torre era asesinada y el día representado. La frioleras ovejas con
sarna se aislaban en parcelas de mar.
La marcha más ligera debido al atractivo de los nuevos pasos, el aire sin aliento,
entre las hileras de dientes que roen las carreteras, las hojas arrugadas. Entre las miles
de piedras que se apresuran hacia tierra de para en par abierta, cogí una al azar, un
fruto del hierro y de la goma subterránea. Ahora está encima de mi mesa. La toco con
la punta de los dedos, como una descarga eléctrica en la periferia de un corazón. Una
franja de impasibilidad sólida, una boca de cabeza de muerto. El ojo no pudo cerrar
sus párpados en las venas metálicas. Hay plantas e historias en el interior. Un
campesino adinerado que iba al mercado un día se dio cuenta en su trayecto
repentinamente pesado que el aire negro y vigoroso de la muerte se adueñaba de su
hálito oscurecido. Se creyó acosado por bandidos y ocultó su bolsa bajo una piedra
del camino. Unos pasos más allá, tenso y fulminado, arrastrado por el viento verdoso,
cayó al precipicio. El olvido y su raíz se incrustaron en la piedra. Ésta creció en la
caída.
¿Es la piedra con la que el niño cazó a los pájaros? Los pájaros picotean la hierba
con sus colas desnudas.
Quizás se la lanzó al idiota del pueblo. Tal vez la recogió.
El huevo de un animal con entrañas de hierro, fibras de carbón, un cordón de
nervios muertos, lavado por una memoria de colores imprecisos, pequeñas chispas
percibidas en los raros rayos adecuados.
Cuando la arteria se frota contra la arteria, cuando los ríos se desbordan y se unen
con otros ríos, cuando el hombre se confía a otro hombre por la senda de las virtudes
y la moderación, cuando un disparo de pistola abandona el puerto por la conclusión
de un pacto recíproco y decisivo, el cielo repentinamente inmovilizado por nubes
paralíticas se cubre el rostro con desprecio - desaparece su maquillaje y fluye con las
desgraciadas muchachas de los bulevares. El cielo transcurre sobre los bulevares con
ese gran sombrero que llamamos llorona, como una muchacha desgraciada gotea y
fluye a lo largo de los bulevares, esas calles que llamamos lloronas como muchachas
desgraciadas.
¿Pero hacia qué verdad química nos empuja de golpe el tambor del cielo
redoblando, como granos de sal arrojados en los reversos de los vestidos de vegetales
que florecen admirablemente?
II
Fija tras el cristal de una ventana y los ojos regulados por la pequeña geometría del
horizonte, así fluye la sombra del asesino, a lo largo de la pared, a través del filtro del
follaje. Inmóvil, la cabeza encierra una rueda de lotería vertiginosa. El látigo acosa a
los animales. Las sondas dolorosas. Las ondas de frescura, a veces. El abismo con
episodios, el pedernal que rasca la piel, la velocidad de la fiebre que empuja el juego
de bolos, la pelota que sube a la garganta, angustiosa, las garras que se incrustan en el
pecho, el crucero que se separa ligeramente y se aleja en un espejo donde todavía
querría mirarse con pesar y alivio. Todos los días, día humilde y noche humilde
comienzan y terminan día pobre y noche pobre. El día se mezcla con la noche, ya no
nos devoramos, ya no nos rompemos, ya no nos rasgamos, nos hemos mezclado con
la palidez. Los ojos rapaces, la voz comprimida en un abrigo de caricias, los pilares
del pasillo provocan en abanico la frialdad de una antigua tragedia. Levantado en
pequeños destellos secretos, con labios temblorosos y vacilantes de llamas de velas
para bendecir el agua fresca con un resplandor anónimo.
III
IV
VI
La hora se escapaba entre mis dedos. El sol pegaba - un beso de luz - el sello de
rigor en estas postales que circulan por el mundo : peatones secretos. Su anonimato es
un caparazón sólido, su vida es una visita oficial o de incógnito - la columna
indefinida y ondulante, vertebrada y negra, se mueve lentamente sobre la espalda de
arena de un amplio terreno apto para serpientes. Que eso se repita de generación en
generación, ¿quién tendría palabras suficientemente definitivas para admitir la
vanidad?
Yo perseguía con la mirada a un transeúnte. No le conocía. Cruza la calle. Si él me
dijera las razones que lo impulsan e incluso si el cálculo que hacía era correcto, yo no
podría creer ni en la utilidad ni la estabilidad de su combinación ficticia. Ella está
constituida de hábiles excusas en el olvido del tiempo.
Así corren en cada ciudad miles de hombres, rechinando los dientes, gesticulando,
riendo o empujándose alrededor de un centro de preocupación al que ellos prestan,
como los usureros, la importancia suprema.
La hora se escapaba entre mis dedos. Era rico en sol y conocía el placer de gastar
cómodamente. Desde una ventana abierta, arrojábamos como calderilla a los
transeúntes, unas nítidas notas de música alegre y gratuita. Los empleados que
regresaban al trabajo por la tarde se llenaban covenientement los bolsillos de
recuerdos. Yo ponderaba desde mi balcón su arrepentimiento lírico. Una mujer entró
por el camino del sol.
VII
Bajo la lenta sombra, las piedras viven con un reflejo familiar y la expresión que
toman sus contusiones está vinculada a la sonrisa de las playas, a los letargos de
blancura.
Bajo la lenta sombra, los amigos se cuentan los placeres que suenan en la billetera
del corazón, allí donde las buenas experiencias lamen los encantos de una estúpida
animalidad en un puerto acogedor.
Bajo la sombra lenta, desayunamos frescor, saltamos de ciudad en ciudad con las
noticias de los periódicos y, entre los anuncios penetrantes de la carne que regresa,
estamos seguros de discernir la forma más amplia y adecuada de satisfacción.
Bajo la sombra lenta, miro la vid y su fruto de lenta oscuridad.
La vid se alarga y se arrastra; sus tentáculos dobles implantan sus uñas en la madera
fresca del árbol, se encuentran con otros tentáculos y, entretejiéndose, se atan a la
rama. Otras manos se envían en la misma dirección. El viento que sopla a través de
las velas extendidas de las hojas, a menudo les ayuda a encontrar en sus titubeos la
rama complicada y sólida donde la planta madura su atadura. Cuando el tallo se ha
vuelto sólido, la savia abandona lo que fue hilo flexible, se oxida y se endurece como
un alambre. La vid crece y continúa su camino. Porque si quieres llevarla por otro
camino, sus crampones solo se atan a él durante poco tiempo y abandonan la
dirección que no eligieron. Intenté colgar en unos tentáculos un pequeño trozo de
madera que sostenían con sus uñas durante unos minutos y enseguida dejaban. Pero,
cuando la planta se hubo impacientado, sus dos pares de tentáculos, aunque frescos y
verdes, se quedaron en mi mano. Intenta cortar uno de estos lazos fuertes para
desviarlo de su camino: la planta se enoja y se niega a usar las facultades de sus
apéndices.
Así se arrastra y desarrolla la vid según un mínimo de instinto, aferrándose de paso
al infinito de las ramas, con un único propósito, colmar el sordo deseo de su
dirección, aquella que le fue dada por la bahía de tierra luminosa, hinchado en el
pecho del sol en el que ella mama un poco de indiscutible e insaciable vida.
Al igual que las abejas y los remos que golpean el agua, las mujeres trabajan el aire
con gestos ágiles y agresivos, poniendo el desorden en los hombres y el orden en las
casas : este alfabeto sólido de ciudades con el que se graba el amor en el frontispicio
de su valor.
VIII
ANTES DE LA NOCHE
I
Antes de que caiga la noche, en este minuto inquietante como el aire suspendido
entre los estados líquido y sólido, cuando todo piensa en ocultarse el rostro de
vergüenza, que incluso los ruidos se alejan sin valor durante algunos instanes, cuando
la sensación de que un vaso va a desbordarse se asienta con angustia en el pecho de
alguien como si un nuevo anuncio de muerte, de un atroz suicidio, nos fuese a
golpear en pleno pecho en la persona de un ser querido, cuando este odio a la vida
puede convertir el dolor en una inmensa gratitud. que montones de cadáveres que
calientan en nosotros el duro invierno, medio putrefactos, de hombres que conocimos
en la constante amargura de un inquieta alegría (es necesario que la tristeza sea
potente entre signos tan obvios que ella toma prestados de aspectos tan extraños) se
han mutilado, desgarrado, estrangulado con una feroz alegría de destrucción, en un
delirio de odio, un delirio de odio, un tal frenesí que la alegría sola y la más viva,
única, puede elevar la pureza de un alma hasta tan tiernas alturas – antes de que caiga
la noche, en ese minuto que tiembla en la voz de cada uno, sin que lo sepamos, en ese
minuto solo perceptible por muy pocos seres experimentados para quienes lo
invisible cuenta al menos tanto como la materia degradante – y saberse esclavo del
dolor os hiere en el orgullo humano, cuando el destino se divierte en enseñaros sus
colmillos de acero, listos para morder, como en la feria, en el engranaje de sus ruedas
de lotería, tragafuegos, su propia creación repleta de malentendidos, tema sobre el
que volveré, sobre el cual tantos otros regresaron sin darse la vuelta como en la
canción; finalmente para no dejarme llevar por la amarga pendiente, antes de que
caiga la noche, digo, en este minuto que es una larga bocanada de aire, que parece
más larga en un pecho hueco, una larga bocanada para lanzar un grito que tal vez
nunca salga, tanta inutilidad de las cosas se ha anclado incluso en las intenciones de
la naturaleza, pensé en llamarte, asco, tú que vives escondido detrás del sentido de las
cosas y las personas, siempre presente, inundando este mundo con tu imprecación
pegajosa, tú que nunca cambiaste, enterrado bajo las capas inmemoriales de las
desesperaciones humanas, estallando a veces con la fuerza de las tormentas y
extendiéndote con orgullo frente a nuestros pasos vacilantes, asco, pensé llamarte con
una voz sin brillo y sin insulto, con una voz que hubiese recogido las voces de todos
los hombres en el infinito recorrido que tienen de dolor, amargo lamento y dolor sin
vuelta atrás, para acordarse de ello, con todas las voces unidas en un manojo de odio,
yo te llamo, asco, en mi ayuda, para que tu horroroso rostro, surgido en medio de este
mundo, pueda enumerar tus inmundos amantes y los que se esconden en él, para que
tu horroroso rostro pueda compartir en campamentos apretados la multitud híbrida e
indecisa, te llamo, pérfido asco, a ti que frenas nuestros movimientos, a ti que
recortas el duro resacate al menos a la mitad de lo que nuestras miradas recogieron,
de lo que nuestras manos alcanzaron, de lo que el pensamiento trató sustituir o cantar,
a ti que reduces nuestro odio y desalientas al asesino que nació con nosotros, que
creció en nosotros y lucha en una mazmorra entre el amor y el sol, en nosotros, asco,
cuando tu cara será incremento de monstruosas perversidades y cuando haya
escondido completamente una mitad del cielo con su fétida sustancia, la respuesta tal
vez se abrirá en la palabra de cada uno, como la luz que solo brillará del lado de su
invencible odio.
IX
ANTES DE LA NOCHE
2
Hombre turbulento – oh hombre tal como te veo crecer a partir de la suave palma
de arcilla, brotando de raicillas profundas y delgadas, apenas atado al suelo de piel,
apenas huyendo por el viento levantado, apenas sumergido por las aguas que fluyen,
apenas superviviente en el juego profundo, recogiéndote con agilidad aérea - hombre
turbulento que la edad sedimenta, hombre de dramas y silencios irremediables,
inclina su cabeza de sol moribundo, inclina su mirada donde se bañaron crímenes,
impulsos, miradas escrutadoras de destornilladores, origen lento de tristezas, de
ternuras - oh momentos que caen sutiles como perlas en una placa de vidrio, la
memoria, la que entra por los ojos y también se proyecta en los montones inmundos
que alimentan las decepciones - hombre doblado, jarra fresca y beneficiosa en la
mano del mendigo, del mendigo sonoro y lleno que viene de llamar a las puertas del
ser como un árbol, como una campana, como un camino más fuerte que tú, hombre,
hombre que conoció el camino más imperioso que la voz de una mujer y que de una
voz hizo su alimento y la fortuna cotidiana y el sueño y la razón, el hombre abrumado
por las ausencias (es necesario que una pared absorba tantos ecos que aún resuena en
él la presencia, tanto tiempo cruel o tierna, infinitamente tierna), el hombre se inclina
sobre un mundo difunto y ve amor, pobreza, toda un hambre forjada de vida y
hombres, y la pasión que el hombre creía tan fuerte por hacer madurar la cara fría, lo
que ella alcanzaba a su paso, burlándola frecuentemente con una voz vacía y paralela,
hombre que alcanzó en su delirio la mentira suprema que acompaña a la pureza,
mientras que el se dedica a mentirse a sí mismo en su poder y la duda - cae, cae en el
lodo - y desde la altura de su fervor, ciego ebrio de nieves - las nieves se derriten y, en
cada lugar donde cae, delimita el lugar de una tumba - el hombre vive de la
impotencia frente a la emoción que le atrae como un precipicio, hombre hecho para
caer más bajo, cada día más bajo, sin darse cuenta, como el agua, como su frescura, y
como la pasión no tiene precio, no más precio que una hoja que vuela es un pájaro
que canta violentamente mientras que debajo hay fuertes dolores, fauces de ira
intensa, grandes recuerdos que se sumergen en nuestras inmortalidades, tantos otros
que no supieron perecer, hombre que recurrió a las esperanzas cardinales y en cada
animal descubrió el llanto de un niño y el pensamiento, como el amor, lo llevó más
allá de la hora de los muertos, el hombre se inclina sobre la palabra y se funde en la
leyenda como una boca en el deseo y el porvenir en la hilera de las tumbas infinitas a
través de las cuales fraguó una frente de rey y un sol para pobres, soberana amargura
y agotamiento.
ANTES DE LA NOCHE
3
La ausencia de sueño, ni serio ni triste. Pero para siempre rocoso y veteado desde
antiguas épocas, recuerdos de vino y carreras hacia la muerte. Melancolía inmutable
de las mantas de agua que un dormilón de carbón saca hasta el cuello. Y, cogidas del
brazo, las olas se alejaron del pensamiento y solo dejaron al sabor salado como su
frío recuerdo del sol.
XII
XIII
De todas las alegrías, exluí las más brillantes. Escondí los senderos frescos. Llamé
el tiempo ciego y a la tierra equivocada Con traqueteos en el extremo de las pestañas,
unos pasos ladrones maduraba al margen. Las manos sigilosas en los cajones del sol
removían recuerdos. Eran unos ojos.
Las noches de esclavitud bajo tu brazo del mar se doblan a la perfección. Los peces
mismos palidecían en los frascos de los ojos. Agitemos los ampos soñadores, para
ver. Hay una espuma irisada, hay una rueda. Debajo de cada cráneo descansa el
amado, bajo la losa. Ganglios peludos y lentas incineraciones. Salidas sin causa.
Metas sin retroceder. Tregua de sangre, cristales, maquis, degüellos de tormentas, de
olvidos, de inspiración, superiores y variopintos. De un solo salto, como un único
hombre. Cuando el reino del relámpago comienza a aparecer, se levanta el toro, con
todo el sol en la cabeza. Todo fuego desgarrador, fuego desgarrado en los cuernos
como una risa devoradora de fuego puro. Una llama que salta, que lleva risas y
equívocos y unos brazos arqueados que no miden la forma ni la quemadura ni la
puerta para hundirse en el ser aterrado, aferrados a la tierra. Víctima de la felicidad.
Rodeado por miedos ocultos, por sus múltiples retozos, surge un acero lívido y
límpido chorro de tristeza. ¿Dónde navega ella? Ella está callada. Debería
precipitarse, desde cualquier parte del sueño, una dulce presa : el recuerdo. Es un país
que aún no ha dicho su última palabra. Y el aire hambriento de viento, los ojos
desorbitados, las manos febriles, ¿qué ser inhumano espera la ansiedad de las nuevas
olas? Un toro inmensamente negro y ágil se apoderó de su vigor cristalino. Bajo la
espuma se entrechocaban cristales líquidos. La pasión aún enmudecía en el hueco de
una mano suplicante. Tumbadas en la esquina de una calle, las bocas morían. El ruido
se entrenaba en la madera partida, las velas golpeaban áspero en la alegría matutina y,
ola tras ola, se hacinaban, con los brazos extendidos, hacia qué veneno, maldito
espejo, oh dulce ilusión de ardiente comprensión, más fuerte que su propio
conocimiento de las cosas, de viento y de ser. Superé mi desazón. Antigua imagen, el
solitario rompió su mundo. En el dintel de la torre, todos los hechizos se rompieron y
el viento silbó mareas altas en el arco tenso de las orillas sombrías. Perseguimos a un
absurdo fugitivo. Aunque nadie lo había visto, su entorno estaba impregnado de
encantos dolorosos. Dulce y maldito, en su confianza, el viento cambiaba la fuerza de
su vida. Entre los cuernos del toro se iluminaba la más hermosa para la más hermosa
de las luces. El viento hacía girar la rueda de grandes resplandores. Las piedras
mismas levantaban sus frentes abiertas. Nada más que unos crujidos de sequía en la
cabeza y el sol. Y tanto viento estallaba bajo las pesadas y movedizas masas de sol,
que los abismos enmudecían en su profunda fiebre y se detenía el desconcierto
vertiginoso de la oveja, solo quedan zarzas enredadas en la cabecera de la cama de
una noche enferma extendida sin fuerzas en mis brazos; yo era toda la tierra en el
brazo de la tierra y con unos ojos que miraban a la tierra yo podía contemplar el
antiguo horror amasando con sus manos pegajosas, la odiosa tranquilidad, la
conciencia tenebrosa que yace en el barro de la carne y más arriba, la fealdad y más
abajo, la traición y en todas partes la desidia, terneros, dioses, carroñas, inmundos
traficantes de frescura. ¡Que yo pueda despertarme en la luz correcta de la
despreocupación y del insomnio eterno!
XIV
XV
XVI
Existe una felicidad tal que espera encerrada en mí, que todo lo que me rodea cierra
el párpado por miedo a no despertarla. Conocimos el vicio porque el amor se
consume por amor. ¿Qué estrellas se rompieron en nuestros caminos ribeteados de
senos? Siempre hacia adelante, hacia viejas llamadas. Con la cabeza bien alta, no nos
molestamos con los escombros que el viento degradaba. Y sin embargo eran estrellas
que todavía nos miraban con un ojo moribundo, perdido de muerte, lleno y húmedo
como el amanecer. Fue un apogeo de gritos y de tantas miradas que descomponían el
contenido de los campos. Los pájaros mismos estaban atónitos. Unas flores quedaban
colgadas de las alas y la paja también después de la trilla de las noches. ¿Qué
palabras eran más altas y qué gestos más canoros? Fue una época más suave que los
párpados y los niños sentían que la sangre de los animales brillaba más fuerte que el
sueño. Allí, el pecho se llenaba con toda la espuma nerviosa de los insectos dorados.
El oleaje nos atenazaba mediante las garras de la roca. Aún no habíamos visto nubes
tan resplandecientes. El mundo entero descansaba y los días nos parecían quietos para
siempre. ¿No habríamos nunca conocido ningunos más traicionero? Y la roca brillaba
con su propio significado multiplicado. Y el cerebro estaba abrumado por el silencio
en movimiento. La sangre se despertaba en el árbol, el árbol en el pecho, el fuego
crecía y sin un solo amago de tristeza en el horizonte. Fervor del amanecer, pleno
mediodía de fruta opaca por tanta incandescencia que los ojos eran el centro de una
nueva llama, en la que vivíamos, ligeros como la frescura de la tarde y
despreocupados por la noche. Y cada uno de nosotros era una llama deslizándose
ingrávida por senderos. No más arrugas, no más olas, solo la fina hierba y la
vegetación de las duras palabras del pasado. Ardiendo en un silencio.
Y fue solo un corto tiempo de agonía. El viento azotó la puerta y los gritos
inmundos resonaron en la sequedad, la sangre ya no regaba los profundos ojos mirada
y sus pozos estaban secos y las chapas oxidadas, las escamas en la montaña, los
cardos de esos días en bodega seca, las dunas ardientes inscribían con signos de
muerto sus grietas en las laderas de la muerte, como un día cualquiera en la bahía de
su destino que zozobra cuando hacemos el gesto de escoger el pecio y el pan.
XVII
Al principio fue una piedra. ¿Se rompe? Los altos valles se pierde en cuanto tu
mirada se acuesta sobre banquetes fugitivos. Ninguna ayuda escapa de allí. Todo se
rompe, todo se destroza, tan pronto como alcanzo la ternura de una noche. Yo hubiera
pedido mucho más a la vida, si el deseo de vivir no pareciese tan fuerte en la
nostalgia de la muerte, en mí cautiva y abrasadora. ¿Hay algún recuerdo de plenitud
de una muerte previa que me ate, incapaz de querer, incertidumbre del presente, a las
dudas que me invaden, el regreso?
Amplios paisajes se extienden en mí sin asombro. Los alerces borrados por el limón
de las sílabas que bajase elevan desde los altos pastos hacia valles quiméricos, doman
las líneas demasiado abruptas. Y el olvido es dueño donde encontramos la intimidad
humeante, los escombros austeros de una meditación de bosque bajo. Nada es
incómodo en estas precipitadas pendientes. La torpeza de los gestos de un árbol
enclenque, acechado por los vientos, levanta reminiscencias penetrantes en la
extensión adormecida. Y unas palabras enterradas hace mucho tiempo suenan sin
sentido a través del profundo dolor.
Por la noche, vemos estrellas sobre las montañas que no están allí. Las esposas del
mar se alzan en la voz perdida y mi voz busca pistas desconocidas: el desbordamiento
desmesurado de los elementos. Todo se rompe para detectar a los fustigadores; ¿no
sería el aire que sopla al borde del mar, que daría razón al sol ausente en el silencio
de los gatos, para el regreso que adivinamos difícil y cubierto de maleza, a nuevas
expectativas?
Sangre culpable de alguna fechoría prolongada en unas venas aturdidas, hasta una
edad avanzada, a punto de morir.
Persiguiendo la amistad de las antorchas. Apoderándose mediante tragos enérgicos
de la oscuridad progresiva. Y los aires, remeros densos y demacrados, a través de la
ira, atraen a las mesanas.
Debajo de la piel delgada de las cárceles, delgada y ardiente, se retuerce un cielo
más puro donde los destellos de los rostros risueños y ventosos descubren todas las
seducciones. Las camas vigilantes, ricas en escritos indescifrables, pusieron una
mano de hierro en la garganta ansiosa. Las mareas de sangre martillean las sienes de
piedra hasta en la cima de las ciudades. La vida agitada del sueño, el hombre de cielo
saca su leche nociva en secreto. El salvado de la vida cae sobre nosotros. Sellamos lo
mejor que podemos, la discordia a la cabeza y el terrible zumbido de un recuerdo
infernal en el cálido seno de lana, como un odio que se vuelve precioso, regresa para
amamantarse en el dolor desconocido.
Así se introdujo en el alma ya llena - como el sol purulento de alegrías y el ansiado
abrevadero de los espectros de abruptas calas como la muerte se hizo amiga fiel de
los compañeros de ruta, con los puños atados a las carreteras - el crimen radiante que
debió liberarla de los grilletes de la tierra, temblando de ondas jóvenes, el crimen
irrevocable del agua de manantial y de victoria que decanta el sueño de sangre en el
hueco de las montañas con la fluidez de montones de nubes y de gestos infantiles. Es
el vencedor de las horas vacuas, el único escape de las redes de volutas domesticadas
hacia las praderas vírgenes de una existencia sin memoria, el regreso.
.
XVIII
Pero se nos ofreció un valle enorme - un cuerpo de mujer dividido por la mitad en
todo el sentido del hambre, y allí buscamos el refugio soñado, de adolescencia, de
sonrisa.
Solo la sangre podía aún abrir los ojos de la amargura donde zozobrábamos. Es
dulce pensar en crímenes vergonzosos. Oh dulzura de un merecido descanso cuando
la conciencia saturada se deja acunar tiernamente en la palma de la mano.
Es dulce pensar que, por desprecio del conocimiento humano, hemos podido
ofrecer el baile como sospechoso de locura y que, disgustados por las comprensiones
a medias, hemos derretido el significado y el verbo en un estallido de gesto excesivo,
por mantenerse completamente solo entre las cabezas pesadas e impermeables,
orgulloso de sí mismo y mejor que la roca, afilada como el pecado inagotable,
huyendo de las caras grasientas con corazón de granito, la cabeza zumbando con
heno cortado. Por auto-intoxicación. Por la eterna maltratada sin sacar provecho de la
risa. Por inutilidad voluptuosa. Por los que mueren de demasiada vida, entre los que
viven. La acción ferviente que solo ocurre en la altura mediante la desintegración y el
sufrimiento, burlándose y marchitándose y culpándose por no poder vivir y no saber
morir.
Pero es más tierno para el solitario encontrar la salida - el valle agrietado en plena
carne fresca - donde puede dejar fermentar y su espíritu y lo que aún le rodea de vida,
si no está ya al final de sus vacaciones entre los huesos de caminos, roídos, por la
lepra.
EL DESESPERANTO
I
TIERRA BLANDA
Las miradas flotan en el aire sin que se vean los ojos. Hay allí uno que se ha llevado
el mío a remolque, pero ahora ya desaparece en un trineo aéreo. El volquete es tan
blanco que el ruido que siembra se desvanece en polvo de nieve. Y el esqueleto
arrastrado por caballos de sangre peina el aire del camino y todo corre tras él, cuerpo
a tierra, sin acabar nunca, hasta las próximas, hasta más blancas, hasta las ciudades
habitadas por grandes diablos de árboles blancos.
HARINERA DE MEDIANOCHE
Una vez más escapamos de los asaltos de los acordes finales. Estaban furiosos
después de un minuto de silencio que no llegaban a atrapar. Y corríamos tras ellos en
manadas compactas, a menos que se indique lo contrario o en estampidas inesperadas
a las puertas de las salidas de socorro.
La cabeza coronada por una cúpula hace reflexionar. Cuando dábamos pan a las
palomas, eramos sus tristes engarzadores de diademas. Subrayados con carmín,
explorábamos los restos de labios. Y en el lugar del estribo una única nariz aguileña
llevaba la mano a la altura de los senos. Y el mar enrollaba en tuberías plumas y
huellas. Unos labios rotos aparecían a veces a lo largo de su cuerpo. El mar cruzado,
las manos sentadas y duras. Feroces dientes se escapaban de las rodillas y los
hombros aguileños reverdecían bajo la mata de muerte. Marañas y ramas se
desnudaban de su materia y de su color y así disfrazadas de aire, adoptaban equívocas
apariencias de nubes. Y como buey con tres cuernos. Todo podía encerrarse en un
caparazón mediante un tapón de madera con una ancha barbilla, las orejas eran de
plumas, una ausente y con tres puntas. La pala de la cabeza con perilla de cestería. El
peinado coqueteaba, el hombre era un adorno nasal, en su cara habíamos plantado
alas abiertas.
Dices "nosotros", pero sabemos que es la reina y aún así no siempre dejaba pasar su
lengua por el ojo entreabierto. Sería sin esto reina de un tipo análogo al anterior, ya
que, perforado en el piso superior, el pecho transparente ya no hacía negocios con las
estrellas.
Ella no retrocede ante nadie..
Los extremos de los senos eran labios para besar, labios que no podían hablar y que
sabían disimular convulsiones variadas y ocultas. Su deseo era hacerles confesar a
cámara lenta lo que captaban a la velocidad del nuevo pensamiento o memoria. Unas
dulces huellas como de paredes desconchadas. Gestos carnosos como ya no quedan.
Cosquilleos de cigarrillos y guantes reversibles con inundaciones encantadoras
durante la temporada de mudas. ¡Cuánto dura la primavera, con el aire de sabor a
limón, en el trayecto sin arrepentimiento de la mujer!
Hay incluso mucha más libertad más allá de los mundos donde los puentes están
bloqueados. Ella tiene el sentido de la luz de gas y del pífano.
III
IV
PLENO DE MIRADAS
VI
Cuando ella sale, la ventana se ciega y los techos de las montañas se inclinan hacia
el lado del poniente. Cuando ella lee, las hojas solitarias siguen en cordones de
alfabetos mudos, de olores dulces de camas en el aire.
Un jabalí cruza la noche en diagonal, un hombre se tuerce los brazos de ríos de
montañas. Un tren corre campo a través y ya no sabe unir el final de la luz con la raíz
de los cabellos. Unas hierbas locas, las cejas del valle - todavía una luz levantándose
hará huir las luces tenues de la caja de música.
Como soy, como quiero, como ya no respondo de mí, como gano, en los silencios
de los topos grises, al final de los días incrustados en las gargantas, la veo eludir el
trabajo de la vegetación, pinta el color del sueño.
VIII
Viejas vigas tejen niños. Los niños suenan huecos como el juego de cartas y se
retuercen con la esperanza de obtener ganancias en un nuevo sueño. Sin escrúpulos,
el ruido se acumula en el barril colectivo de pensiones y chalets. Las barbas jadeantes
se funden con el mismo catarro del cerebro y se mojan en la sopera que sirve como
cabeza de familia al origen del bienestar.
Las babosas engordan exageradamente, está claro que es temporada de humos.
Unos gritos de nariz mal sonada brotan del suelo debajo de las balaustradas llenas de
desperdicios de truchas. Unos silbidos cortados a trozos por risas descubren la
existencia de un ramo de mujeres carnívoras, clavado con arte en un arbusto de
humor irresoluble. Y de estos tipos valientes devoradores de llaves. Masticadores de
puentes o de filetes de saltamontes, todavía no habéis alcanzado el fondo de la vida
de los campos. Un gran honor os espera al borde del bosque de clavos. El director de
apoltronamiento internacional de animales vendrá personalmente a leer en los pies de
las ovejas las últimas conclusiones morales del punto de vista de las reses. Mediante
un gesto grasiento se ganará la simpatía de los huevos de automóvil y sus elogios
prodigados por barriles insinuarán algunos regresos pellizcados de enorme belleza.
Una nueva gloria nacerá implícita por alusión de vitriolo. Llevará franelas
aglutinadas con ramitas de paja y estiércol. Los trenes se tomarán al asalto,
mandíbulas en cabeza. Nos divertiremos hasta que se revienten ruedas y ratas. Ni
coronas, ni buzos. Nada más que chapa y palabras para víveres, calaveras, alcancías y
mosquitos. Y sin darnos cuenta, la tripa de la montaña se hinchará poco a poco y
alcanzada la cumbre del hambre, se vaciará repentinamente, barriendo las sucias
supervivencias de los sapos con crines de Pegaso, llevándo los últimos alientos en
zapatillas, apartando de su camino las lamentables deficiencias de los ojos con forma
de botones a presión y en el prado limpio colocaremos, como monumento, una
botella de vino tinto de 12 metros de altura para conmemorar la vida de quienes
maduran en ellos montañas y se alimentan de viento violento y seco.
IX
Ahora que la carretera está abrochada al suelo con grandes amapolas con escamas
de salamandras, daremos lectura a la gran e inteligible noche. La arena movediza de
las razones para actuar envuelve el busto de una mujer inacabada. El cansancio de las
arenas movedizas pesa mucho en el reloj del glaciar donde otros bustos de mujeres
quedan atrapados por la luz que preludia la lluvia. Sus brazos emergen de la masa de
nubes antes de desaparecer para siempre. Algunos glóbulos de aire deambulan sobre
la superficie del agua sin reconocerse y en lo sucesivo unos troncos de árboles
pasarán desapercibidos en la absoluta desolación donde el fracaso del águila se unió
con los que quedan, visitantes de lo increíble.
Son saltamontes, letras de vainas, no existe esperanza en la tierra que pueda unirlas.
El bosque de cabezas móviles sube por los peldaños duros de las máquinas agrícolas
hasta el hogar y las mandíbulas de los turistas vacacionales son presa del delirio
lunático. Los impuestos sobre masticación realmente alcanzan el máximo de agua
abundante en cascadas. Afortunadamente, todavía hay algo de tristeza para saldar los
muros de la indiferencia a cualquier hora de la noche, donde hay pecios hay intrigas
tormentosas.
X
XI
RESIDUOS QUIMÉRICOS
AHORA O NUNCA
XIII
SUEÑOS DOMESTICADOS
Hay que creer que desde la muerte del acróbata sabéis que las cerraduras con
carcasas ideales el prestamista de fondos marinos sufrió pérdidas abismales. No hay
solución debajo de la meninge de la buhardilla. Por olas intermitentes,la oscuridad
consigue ser conocida en los huecos de escalera de la cabeza. De una antena a otra, la
ventaja pura de su recuerdo se propaga con el gesto de elegantes ondas. Dejemos que
la razón se desborde y derrame la miel por el suelo. Se mezclará con el sargazo, tiene
su edad. Un ojo siempre permanecerá fijo al final de la calle y regulará la circulación
de la sustancia triste, la distribución de los suspiros. Un grito escapado de la casa
vecina se está preparando para la vuelta al mundo. ¿Qué dirán los vecinos? ¿Habrá
visiones en la casa de los vecinos? Aprovecharán su oportunidad para descargar las
piedras del vocabulario mantenidas durante mucho tiempo al margen del arroyo. Solo
quedan góndolas a las que les gusta romper los récords del silencio en los trámites del
sueño mientras están tibios. Mi vida, por mi parte, es un libro abierto. Me abro a la
vida abierta, me entrego a la abertura de la vida, ebrio de vida veloz y verde.
XIV
ESTADIO
XV
TEMPORADAS PERDIDAS
Las inspiraciones de las persianas con imágenes, cuando abrimos las compuertas de
los admirables forjadores de cráteres, se disponen a reír en los troncos vacíos
enrollados sobre las trampas con piedras. Los carros cargados por buena temporada
mordisquean a la sombra los lunares; - sonó el mediodía en las líneas de los tejados.
Mil caballos se dedican con chirridos de acero en ejercicios de nubes, aprenden
fácilmente a segar los personajes en ciernes y el piano de los juncos no por ello se
encuentra peor. El arrozal sembrado de búfalos lanudos en los abrevaderos de la
tormenta, la hermosa nube desempleada vestida con banderas y la mampostería
inestable de la lluvia, buscan en los astros domésticos, cuyas predicciones en abanico
nos atenazan, las razones para creer y envejecer. Un cielo de arbusto opaco, un cielo
de petróleo. Los autobuses circulan libremente entre los vestidos de noche
destripados y los pobres bancos de trabajo de las mariposas. Incluso la amenaza
inminente, la rociaremos con eventos lúcidos de disimulación. El que se ría a la
primera alerta huirá mejor, cuando la erosión de los corazones haya alcanzado los
párpados bien enraizados.
El gorjeo de la lluvia trata de nivelar los defectos de las tejas - poco estímulo para
los tejados enemigos con casco de carcaj y desprecio por las leyes. Los secretos ya no
tienen relaciones sexuales - debemos apresurarnos para garantizar su desarme del que
menos han hablado los ojos tan obstinadamente cerrados al encender el interruptor de
la luz.
GUARDIANES DE LA OBEDIENCIA
A pesar del caracol del inmundo camino con el que envolvemos la adolescencia de
las confusiones, el huevo estalla como una casa embrujada en las entrañas del cojín
esponjoso. No es fácil para el buen caminante abrirse a la luz a espaldas de la
borrasca. El perdedor afortunado levanta una sincera frente hacia el ausente y una vez
más se jugó el turno bajo las crines alambradas de las nieves. El cielo sin embargo es
regordete. Funciona a vapor. Su ojo se ríe estúpidamente. Se lamenta mientras unas
bocanadas de mañana se derivan de manifestaciones incestuosas del azar. Como las
hojas sean blancas y de formas alargadas con la palidez agresiva de fábricas
abandonadas lamerán la sal de las ventanas crujientes. Con tristeza aterrizarán en el
suelo y permanecerán allí entre las glándulas fijas o móviles de los países de origen.
Este producto tiene su precio de elección entre los pocos que no lo tienen. Produce
cabello sagrado que, de generación en generación, los lecheros encargados de
recolectarlo avisan, con el poder de curar cualquier bomba juvenil, con alarmas la
epidemia y el delito. Pero los peces siempre bordean el río sin pestañear ni
preocuparse por las cuchillas de afeitar ni por las colillas de cigarros, cambiando por
ello incluso el curso hipócrita del sol. Aquí, los sillones paternos están cómodamente
instalados en las cabezas de los hijos. Son responsables de perfeccionar el sistema
suavizando los pensamientos honorables bajo el peso de la seguridad. Los bomberos
también continuarán extrayendo de la cadena de fuego los suspiros confundidos,
largas alfombras para avivar el desgaste del fervor y los juegos.
Al disiparse las playas alcanzamos la barrera. Los campos en barbecho tienen buen
aspecto y fuertes brazos para indicar la inutilidad del tiempo. Este es el hospital de las
margaritas, el puente sombrío que juega al burro-va con la peladura de las tardes. Es
el cerezo del sueño que hace que los botones de cobre brillen al sol no sé que el sol
sepa de memoria el sabor de sus labios. ¿Qué otro no supo nunca donde el
hormiguero está comprometido por el miedo a lo ya visto en sí mismo fumado con
grandes guijarros de nubes a saber de habitante por cabeza. Acaso sabes que yo no
conocía el camino ni la expresión tan bien conquistados con trucos astutos que ferias
ajadas anidan en las paradas obligatorias en los árboles con brazos - hay tres de ellas:
la primera no se cuenta, la segunda es el Tour de Francia y la tercera no lo sabe,
engaña el elefante lo mismo que su manera de mirar por encima de la cabeza.
XVII
Hay una gran casa abandonada. Un miedo difuso escapa ya por las persianas
bajadas y un parpadeo deslumbrado por expresiones dispuestas a morir borra poco a
poco del campo de visión los muebles tensos por el terror. Los campos de trigo han
invadido feraces pasillos. En cada pomo de puerta hay un ojo que no claudica Los
lavabos del sueño están agrietados, las horas dispares esparcidas por el suelo se
adaptan a las vértebras del collar muerto durante el trayecto. Ocurrió un misterioso en
estas profundidades, cuyos autores, diestros vientos, han permanecido desconocidos
a la luz de nuestros viajes. Unos cajones boca arriba como consecuencia del hurto
muestran sus opulentos senos en el primer altillo con una ojeada y una palmada en la
espalda del investigador. La vasija donde reside el sueño, como un precinto de lacre
en el fondo del estanque, puesto por equivocación para salvaguardar nuestros paisajes
de cualquier ofensa excepto al honor, bajo palabra, otorga el contrabajo de piel
aterciopelada, al primero que llega al trote o al galope, mediante un cajón en la
cabeza donde se vierte la cera residual de las flores fabricadas a gusto del comprador,
un precinto de lacre en cada mejilla en llamas demuestra que el honor es intangible,
asistente de aduanas de cobre troquelado, no hay mejor solución de bolsillo de
revólver, no hay mejor honor de bolsillo sin consentimiento del comprador, él no sabe
la hora que es ni el relámpago lo sabría como el pobre recién llegado de rica mina de
plomo no hablaría hablaría cambiando el sentido frente al barómetro que habla a la
cara, sí, autoriza el cortaplumas del cortejo y se escapa en la incomprensible
excepción transportado por un centenario alado y una larga audiencia de escalera de
honor inscrita con alas en el frontón de las montañas de piel.
Tanta oscuridad se eterniza en la casa abandonada sobre los cuerpos de vigas, que la
memoria está plagada de hechos inaceptables. ¿Deberíamos considerarlos desde el
ángulo de la deformación de los rostros humanos cuando el chisporroteo de las
pizarras nos transmite señales solares? La indiferencia ha conquistado los rostros más
bellos de las mujeres cuyas luces se interpretarán jugarán según su nivel amoroso.
Enamoradas por etapas sucesivas, las ansiedades os sustituyen a plena luz del día y
nuevas oscuridades compactas, como linotipias vírgenes, crujen en las articulaciones
de los muebles frágiles, dejando relucir los pólenes en los zumbidos de los oídos de
las conchas. Los gemidos de la pintura, ayudados por la putrefacción creciente,
ofrecen a las abejas los cálices inagotables de cifras licuadas. Acaso seguiría
habiendo una primavera importante, que el capitán no abandonaría su trabajo ni su
destrucción; se limitaría a designar el desfile de recursos para seguir a las mariposas
que azotan los mares.
XVIII
ARÁNDANOS SONOROS
XIX
Un sol hermoso que a veces echa hacia atrás una sombra – unas crines de zarza
sobre un campanario de iglesia – un hermoso sol de día en baldío, cuando el caracol
que acecha bajo la claraboya de hojas palpa el aire envenenado por polillas, un
hermoso sol de celuloide se esconde en el brazalete del vicio y elimina la luz gastada
de la cama de la tormenta como si fuera solo una cuchilla de océano en la linde de la
vejez, Solo vemos allí la araña del mediodía, la que camina entre dos aguas opuestas
y no puede avanzar ni retroceder, pero siempre camina por amor a la corriente entre
la tristeza y la esperanza, como un plácido mediodía en el valle humano. La mano del
azar se erizaba en la olla con números y sacaba pájaros ganadores entre gotas de
leche que caían desde lo alto de la conciencia tranquila, como la baba de las linternas.
Pero la era de los osos aún no debía comenzar, existe lejos de la flor con codornices.
Un disparo de fusil basta para que el tren una sus manos en el borde de la arena
brillante de la juventud, en los bulliciosos pechos de las sirenas resinosas. Allí, aún
no acaba el pestañeo del huevo.
El mar arroja muecas detrás de él. Le veo conquistar campos con ayuda de llaves
falsas. Gana la partida de pasarelas en rostros cargados de hierba con gran asombro
de los jueces de bambú que son los tristes residuos de los pontones. Después de haber
saqueado una bahía llena adecuadamente de construcciones con forma de insectos, de
rejillas y escarolas de jade, el último contrafuerte de la nobleza silícea, todavía emite
un sonido agudo, el anatema que lanza su suficiencia maligna contra nuevas lágrimas
y se retira con el traqueteo de sus cadenas cotidianas. Son infinitos los titubeos del
camino y para reconocerlos rompí mi recuerdo de asaltante de trenes de vida.
Los intrusos de luz se vuelven raros en esta época de equipajes incómodos y malos
recuerdos con trampas. No hace mucho tiempo que todavía corría a velocidades
vertiginosas de estadística, de ciudad en ciudad, en busca de una orilla. Frenesí de
almas herméticamente profundas, de masas de oscuridad se empujan entre sí con
roces de moho en sus momentos más presentes, mientras el ser lujoso difunde el
resplandor alucinante de su espejo y se aleja. Se marcha hacia islas desiertas y las
islas desiertas no conocen descanso. Matamos, aquí y allá, durante una hora o dos,
pero ¿no se parecen todas por el dolor que se detiene en el título de las figuras
inanimadas en cuanto las salvamos del recuerdo cutre - es allí a donde queríamos
llegar?
Parece que la paz se ha roto en el basalto de la indiferencia con gemidos de marea
y dimensiones de avispa en señal de reflujo. Ni venir, ni volver, tal es la queja del
topógrafo de gestos, cuando baja su mirada hacia tierra y se encuentra allí solo astros
y vestidos de arterias. En el fondo del mar vegeta un palmeral, todas las ventanas se
abren sobre un terreno de piedras calientes. Vive del día a día sin mendigar al sol la
belleza ficticia de mejillas heladas; los peces le aportan suficientes luces para que en
cada axila de sus ramas se descubra, por la noche, una nueva aldea en fiestas. La
fragilidad de las mujeres rodeadas de sonrisas en trajes de baño cogidas de las manos,
pone manchas de nimbo en el nacimiento de las olas y un círculo alrededor de cada
árbol. Unas banderas ligeras abastecen a las algas con ganado de nubes y pequeñas
avellanas crepitantes como las estrellas. Cualquiera que sea el peso del sueño,
¿habremos acabado pronto de desplazar unas melodías en la órbita azucarada del faro
usando un casco colonial? Sueño mágico y arborescente en el que yace la exquisita
fidelidad de los ojos de la noche, el mar. Los artificieros de la muerte pasaron por allí,
vaciando repentinamente las bolsas de sus sueños y guiando su invencible fertilidad
en los destinos de ensueño de los clanes de frutas radiactivas.
XX
FERIANTES DE BREZO
Hay un cielo de fin de fiesta, unos trozos de papel son arrastrados por el riachuelo
musical y, en jirones, la fortuna se engancha en las redes de los pescadores con algas
bordadas al vacío sobre graderíos de cúmulos. Llega el final de una fiesta en el salón
de los ojos donde unas familias sin resonancia se engranan en el hilo de muebles
dispares. Brillan aún algunos farolillos como sandalias, pero las muñecas estallan ya
y su sangre frena la vida de los gramófonos.
Bajo la corteza de los pueblos pequeños hay tabaco de liar para murciélagos. Detrás
de las claraboyas de estos árboles, se encienden frecuentemente candelabros de ojos
ansiosos al paso de mujeres maravillosas y algunos por el resplandor de su paz. Sus
voces, tan hermosas como sus manos, acarrean paquetes de olas hacia el corazón
imaginario. Sin duda, recuerdan las frágiles barcas de deseos risueños coronados de
espuma. Bastaría una lágrima para que la ola se hundiera en el chillido de la
melancolía y entonces aún tendría que reanudarse todo desde el origen sonriente de
las ventanas de palmera datilera.
Una vez más, hay vegetación en sobre mi tristeza y grandes árboles llenos de
alborotos de luz. Por la noche llega para lavar el polvo de las laderas y se va con el
ruido de chatarra de los rodillos de la apisonadora. Pero la paz aún no ha atravesado
las suaves colinas tras las que, durmiente oscuro bajo párpados demasiado secos para
cerrarse, yo aguardo la luminosa dormilona de antaño. El vino aún no destila de la
prensa sobrecargado por preocupaciones, las nubes inflamables sobre el descaro de
una cabeza, la dispersión de los miedos. Se producen extrañas petrificaciones en las
diferentes capas del sueño, comenzando por las modulaciones que duplican las capas
encantadas de la palabra. Con una tumba en cada mano, el ciego tantea y alarga la
rampa de aire enrarecido. En su camino, leves llamas se iluminan a su paso y, poco a
poco, se desvanecen y se disuelven en el aire, succionadas por una boca lúcida.
Aparecerán más adelante en el mástil de un velero de cristal y nadie sabrá el tesoro
sometido a las demoras de los ciegos. ¿Esperarán el resplandor de una fruta luminosa
en el brocal de la tarde, el desplome de la torre donde se rompen las cuchillas del
espejismo o el regreso de los pescadores cargados de adverbios rígidos y de arbustos
con escamas? Aquel que rastrea las altas esferas de profanaciones, aquel que se
deshoja hasta los huesos Aquel que sabe decir lo que no se puede comprender, aquel
que se controla sin traicionar la verdad de las flores.
XXI
CONSCIENCIAS REPRIMIDAS
En el fondo marino tanto más llano cuanto los submarinistas tejieron redes para ir
con la justicia de las mariposas, aún respiran pulmones en filas de cebollas; arrojan
colores deslumbrantes en la amorfa tristeza cubierta de faroles todavía vivos. Cuando
realicé este viaje por última vez, que debía dejar huellas profundas en las salinas
extendidas en la superficie del cuerpo del mar, en forma de absceso de memoria y de
surcos de pensamientos con navajas automáticas, los pacíficos cómplices de la
fantasía todavía estaban aturdidos por títeres con penacho de jarras de alcohol.
Aunque los ojos estén colocados en la comisura de los labios y aunque éstos palpiten
entre un sueño y un despertar efímero, ningún viento está mejor situado para avivar
sus llamas preservadas bajo el globo que el poder de atracción de los sueños y de las
orillas. Las nasas de lluvia filtran los pensamientos asesinos y las magnolias llevan
peluca y medias de seda mientras parten el pan fresco encima del río de carne
humana. La hormiga se convierte en hierba, la hierba se convierte en ojo, el ojo se
convierte en pulpo, el pulpo sube a la superficie, se apagan los candelabros y el frío
penetra en la habitación a través de las culebras, la habitación vuelve a ser hormiga y
nosotros caminamos hacia paredes quebradizas arrebatando rifles a la eternidad,
guirnaldas de papel donde están inscritas la insuficiencia de la historia de las rosas y
los números de hierro de los que se alimentan los pasos miopes al salir de la cuna.
¿Dónde se han perdido las mujeres, orígenes de extensas sabanas sobre el terror de
cazadores indiscretos, los clarividentes de antaño? Sus ojos en los que alternan el
éxtasis codicioso y la brasa en el fondo de los frascos sin embargo frescos, frustran
las trampas de las impetuosas lianas que se elevan con sufrimiento y arden y se
consumen por la incipiente vida en los crisoles aletargados por el pánico. Desde que
los proverbios de sus existencias posibles se apilaron desordenadamente sobre mi
cabeza, un amplio claro se ha abierto en las ansiedades que me sirven como días.
Ninguna melodía había forzado aún las peleas de obstáculos estalladas en sus puertas
y ningún alegato de traición se enterró más allá en las capas de lava que se suceden al
timón torpemente. Las mimosas de vacaciones en los altiplanos ofrecen pensamientos
transparentes que no llegan a provocar ningún desasosiego en las horas largamente
incubadas y cuidadosamente depositadas en el cesto. Para una que se rompe, otras
miles corren hacia la puerta y solicitan su admisión en la fila de fallecidos. Solo
debemos ver la espuma al final de los pensamientos - se debe oler solo el fin de los
pensamientos. Es necesario revolver la espuma inconsistente aun a riesgo de sufrir el
peso de nuevos pensamientos engendrados por la miseria. Igual que el dedo requiere
la mano, ésta el brazo y el brazo todo el cuerpo, es peligroso seguir al extraño que
coloca un caramelo al final de la cola, solo hay niños que nunca han comprendido
este principio sin embargo conocido por todos los babosos, ogros y reumáticos.
Son los devoradores de niños y de mañanas sospechosas, los bellos durmientes a la
sombra del roble. La bicicleta aún no arranca, ligeramente apoyada contra el tronco,
algunos restos de comida en un papel arrugado, la curva de la carretera está a la
vuelta de la esquina. Con la espalda doblada, el campo busca en alguna profundidad
invisible un escaso alimento de rencor. Al rascar el suelo, el perro sigue el camino del
amo y la hoja vibra bajo la acción del viento como si acabara de nacer a la alegría y la
plenitud. Solo existe una noche que huye del mundo y debajo de su pesado casco se
agita un fugitivo empujado por demonios de algodón negro. Huye de las carreteras y
de las plantaciones, seguido por un gran diablo de viento fuerte y monótono. En las
bodegas de la flor de plomo, se encuentra, entre dunas de desidia, un esqueleto
humano largo y fluorescente acostado sobre un montón de botellas vacías. Los
bosques de encinas vinieron desde las más remotas épocas a inclinarse ante la tumba
y muchos vestigios dan testimonio de las formas lánguidas en que lo hicieron. De un
extremo a otro de adoración, sobre pistilos vestidos con ropas de alcanfor, una sola
voz empujaba miradas desesperadas hacia el taciturno. Unas etiquetas multicolores
estaban pegadas en el esqueleto como en esos arrendajos que han viajado mucho. Las
palomas también vinieron por delegaciones alegres para verter una gota de vida en el
envase vacío. Sus alas albergaban mensajes de senos femeninos. Se había acumulado
tanta ternura en la cúpula celeste que oscurecía y la tormenta no tardó en soltar sus
amarras. Huían los niños, se inclinaban las flores. Entonces ocurrió un fenómeno
extraño. Pero nadie lo había visto y nadie lo había notado. Así es una lástima tanto
dolor perdido y tanto sol malgastado en vano. Detrás de los muros centenarios, el
hechizo terminó y la princesa se despertó de su sueño aterciopelado de cenizas, las
estrellas ya no cerraron los ojos desde ese momento de feliz sonrisa y una gran
carcajada coronó la escena que estalló inmediatamente como una burbuja de jabón
entre miles de palacios construidos río arriba del arco iris.
El sabor de la risa es más profundo que las raíces del plátanero; sólo es razonable
para aquel que vive en las raíces, indiferente al tronco donde crecen las risas - aquí
está la sabiduría de lana de las ovejas que siguen a su amo con demasiada fidelidad.
Habría muchas otras lecciones que aprender de las mazmorras húmedas, si la bella
prisionera no se hubiera dedicado a las llamas del silencio. Un día en la picota, un día
de primavera, indeciso y contenido como la ira irracional, un hombre de gran
apariencia de haya vino a plantarse en la pendiente sur de un pueblecito limpio,
aunque pobre y sabio. Muchas industrias se establecieron a su sombra omnipotente.
En nombre de la curiosidad de las mujeres, nietas y abuelas a menudo venían a
levantar una alfombra o un colchón, un mantel o un tapiz, con el deseo secreto de
descubrir un tesoro del que nadie había oído hablar. Por esto mismo, al igual que el
contrapeso del reloj de cuco, no había siquiera una oportunidad de existir. Se llegó a
un acuerdo extraño entre la sombra y la presa fácil, cuyo tema, una nueva alma,
constituía la apuesta demoníaca. Largas palabrerías precedieron a la firma del
contrato y las aves aprovecharon para abrir su congreso donde llamas parpadeantes
ya se pronunciaban por una salida brusca y colorida. Mientras que los viejos no
querían saber nada de un capricho del ala izquierda, los pintalabios aplaudieron con
las patas levantadas la separación de bienes del verano. Hubo otros incidentes de
avispas y simulacros de nieve montados con todas las piezas por algunas flores de
costumbres más bien ligeras, pero en última instancia, fue la música la que más se
equivocó y los miembros del jurado de las nubes se pronunciaron unánimemente por
una sequía de varias semanas que sufriría el territorio, siendo considerados los demás
miembros de la sociedad en parte recelosos, en parte como perjudicados. Los testigos
no podían contener su indignación. Una petición de revisión circuló entre los sapos-
carpinteros, pero cuando se respaldó con firmas indescifrables, se hizo evidente en las
altas esferas que era imposible comenzar nuevamente el asunto con el pretexto de que
los dignatarios de la hermandad habían sido culpables de falso testimonio. Incluso
fueron amenazados con la expulsión y omito los escándalos de viento subsiguientes
que terminaron trágicamente con las demandas de los caracoles-grandes-
propietarios. El silencio es por otra parte una de las fuerzas de la pequeña humanidad
de insinuaciones y a él sumo ahora un minuto de la existencia de perro que me llevé,
en pago por los servicios prestados en campos no cultivados, como un hueso arrojado
bajo la mesa al destino, a pesar de las protestas en papel timbrado, debidamente
registradas, que hice llover sobre la cabeza de la región. Ella lo necesitaba, según las
opiniones de los agricultores en apuros que, durante la noche, colgaban su lencería
personal afuera para recoger unas gotas de rocío, al estar el vino destinado
exclusivamente a regar la avaricia de las vides. Estas personas eran demasiado viejas
para correr de flor en flor, años de privación los redujeron a la expresión más simple
de paja. Hombres de paja se interponían regularmente entre ellos y las autoridades en
camino para cambiar las caballerías carcomidas por las contribuciones del mar en sal
y oro. Los actorzuelos submarinos rechinaban los dientes al presentar el precioso
polvo en petacas de plata. Abotonados con ojos de peces, sus túnicas hinchadas de
asterias y violetas les llevaban con paracaídas al revés o parasubidas, a la superficie
de odres donde tomaban contacto con el aire como unos besos entre los cuerpos
astrales. Pero la incandescencia que les recubría, se borraba con el roce de luz, las
escenas de amor perdieron su sentido trágico bajo la influencia del tibio sol. Al igual
que los artificieros, sacrificaban su vida, tan corta como llena de fenómenos
misteriosos, a las alegrías de la luz artificial. Las tumbas estaban construidas con
forma de manos informativas que apuntaban con el índice hacia el cielo, pero unos
armarios con espejo las sustituían junto a las adoradas tortugas, madres esposas e
hijas que olían a lavanda por los cuidados de buena ama de casa. ¡Feliz país donde la
igualdad de los muertos hacía posible una existencia sin aprietos, digna como portar
armas y al alcance de todos los presupuestos! ¡Pienso en ustedes, halcones nobles que
lleváis un reloj bordado en el pecho, halcones de cuatro horas que degustáis el oporto
de las estrellas en los cráneos de nuestros antepasados! En asuntos cerebrales, los
elfos juegan mejor a quien pierde gana victorias como los ahorcados colgados en los
percheros de las antesalas de la muerte. Sin embargo, nada que destacar en la frente
del pensador. Entre los prisioneros hubo un ternero, ya no tenemos en cuenta a los
valientes talladores de diamantes. Avenida, avenida absorbente. ¿Se abolirán las
reglas del juego de canicas? Antes de alcanzar el fondo del saco de la noche, fue
necesario vaciar todos las habladurías en la calle entre las inmundicias, pero cuando
pudimos subir hacia la la luz, respiramos de nuevo, el aire estaba más maduro que los
dientes y el pan seco a salvo de cualquier sospecha En el billar, los detectives
pastaban, inclinados sobre constelaciones imprevistas, formaciones de campanas en
los posos de café. Parecería, desde lejos, unos saltamontes a flor de piel, sobre un
fondo de timidez, compartiendo un precioso botín. En la barra, el dueño limpiaba de
sudor unos vasos y el vino fluía a borbotones, sobre su cabello, de un barril montado
a horcajadas por un Baco en dificultades. La hora tardía golpeaba a mayores y
pequeños con un martillo de subastador. Llovían fabulosas subastas de oxígeno. Una
hermosa escarlata metía los codos, pero los ojos no se enardecían al pasar las
palabras. Mejor dar vueltas en círculos que ser engañado por el pantano. ¡Cuántas
vacaciones perdidas por un destello de magnesio! ¡Cuántos sueños rotos en la espalda
del ganador! ¡Se acabaron las provisiones de ojos azules para farmacias portátiles de
primavera! ¡Se acabaron los juegos, se acabó la infancia del arte! Unos bosques
canosos fuman la pipa de la ira. Se hunden en otros bosques y súbitamente
descubrimos el arbusto bajo el que late un corazón celoso de reloj de osezno en el
campo. Un murmullo frío del clavicordio cruzó el camino y el cazador al acecho
perdió su calma habitual. Una bellota avanza seguida de una procesión de frutas,
viene a pedir la mano de la extraviada, una joven de su edad envuelta en su cabello de
medianoche sedoso y distante. El entusiasmo fue general, los niños de las piñas
llevaban la cola de cristal del vestido de novia, se disparaban revólveres en la soledad
inmemorial, los lechones tomaron parte en la fiesta y cuando los grandes robles se
descontrolaron por turno, supimos que las libaciones habían alcanzado el punto
culminante de la curva de los placeres. A algunos abedules que estaban perdiendo la
cabeza, hubo que ponerles a regañadientes la camisa de fuerza, pero el mar de alegría
de donde solo el sol podía extraer las piedras preciosas de las pesadas miradas del
pasado y del aguardiente, no cesaba de batir su alfabeto dentro de los límites
convenientes. Ahí, no se detiene la clarividencia de la lechuza tan frecuente y
erróneamente maldita. Preguntó por una herencia de duendes, los cazadores furtivos y
los anticuarios eran muy conscientes de sus entresijos. Camas de hierro, mesitas de
noche, candelabros mareados, sillones chistosos y mil trastos entraron solemnemente
en la casa de los recién casados. La vajilla estaba suministrada por una casa de
confianza, mientras que con la lencería, la confianza provenía de un castillo de los
alrededores, abandonado por una familia antaño gloriosa. Al mismo tiempo que su
apellido rimbombante, tuvo que abandonar, hace mucho tiempo de esto, por la
escalera de servicio, como un vulgar tropel de durmientes despiertos, de proveedores
expulsados y actores itinerantes, la maceta familiar con rosas. Una ancianita un poco
inconexa trotaba en cabeza llevando un candelabro de tres brazos en la mano mal
engrasada, cuyos huesos crujían ante el más leve movimiento y arrastraba tras ella
una muchedumbre de criados que se lamían entre sí de arriba a abajo. Los actorzuelos
continuaban y la más joven que también era la más bella de la chicas cerraba el
cortejo con un gesto cuidadora de ocas, la mirada tristemente atenta al menor signo
de dispersión. El fuego prendió en el torreón más alto y el drama fue declarado como
un suicidio incomprensible, una hora después expiró y aunque los daños aún no
hayan podido ser evaluados con exactitud, el venado se entregaba ya a los placeres de
la mesa sin temor de accidente ni de fisura en la tubería de plomo del gas. ¿Quién es
el hombre al que no se molestaría por las grandes festividades forestales? Las
innumerables uniones entre la hierba que ilumina el polvo y los caminos verdes,
celebradas como medidas de emergencia por el notario de lirones, le valdrán su peso
en oro. Después de su muerte, se levantará un monumento de bolsillo en el corazón
de cada enamorado y, entre las grandes cuerdas de las palmeras con leche y los
pechos con armadura de hierro, tendrá lugar la caza voladora de la que está preñada
la oscuridad.
Igual que los cordones de un corsé se cruzan y se multiplican, las muchachas y los
muchachos se buscan de una a otra orilla del impetuoso torrente, a menudo
arriesgando sus vidas al pie del voladizo, sin importarles mucho el objeto a domar.
Tal es la fuerza del amor incipiente, que sin escalar paredes inconfesables, la
serpiente se traga la cola y se da la vuelta como un guante. En los sombreros que
cubren los glaciares, el buen clima puede tamborilear y rechinar los dientes, las horas
desaparecen detrás de la cortina. Los enanos armados con guadañas y palos salen por
la puerta de hierro y las manos de la bruja que engrana el collar del infierno, serán
utilizadas como fagots por el domador de leones, el justiciero. Hay que tener en
cuenta la revolución el amor del que se enorgullece la casa de fieras cuando da pobres
actuaciones en los campos dañados. Un inmenso incendio se declara entonces en el
pecho de los niños. Es otoño, plumas de perdiz cubren los bosques. Abundan gritos y
gemidos en la colina desnuda, solo podemos presentirlos, nadie los escucha. Los
libros yacen esparcidos en los pasillos de color cadavérico, las chimeneas siguen a las
cigüeñas sobre estrellas palmeadas y los deshollinadores llegan en alegres grupos de
manzanos y de sueños y recorren la ciudad crujiendo con ruidos falsos. Mil canciones
se arrastran definitivamente por las calles y las cortinas se abren en las mil ventanas
de la ciudad. La felicidad de los gestos invade las miles de carcajadas que asoman por
las ventanas de la ciudad. Eso ocurre porque es la ciudad de las manzanas. Un mundo
repleto de señales y sombreros, trenes y charangas que se derraman sobre el temblor
de las hojas. Pronto caerá la nieve en forma de abanicos de plumas de avestruz sin
que las multitudes trémulas tengan que refugiarse debajo de los hangares. ¿Estaremos
más avanzados cuando sepamos la beneficencia lluviosa para merecer fines de fiesta
tranquilos? ¡Tristeza, tristeza, eres tú sin embargo la que se desliza a hurtadillas en la
cama de las bellas pecadoras! Ligeras como el fuego a plena luz del día en un parque
de vidrio hilado, las vi desfilar frente al cristal, con las capuchas rojas, hijas de reyes
y reinas, profundos sueños de los bosques, las antaño luminosas. Pedicelos y
pedúnculos se levantaban de puntillas para mirarlas a los ojos donde brillaba ya el
vino de bodas encantadas, mientras el mildiu se debatía entre los ciervos y las
pantomimas en las vides de la mañana. La mitad del mi reino para Salomé, dijo el rey
miserable, pero esa noche no hubo sesión de baile y no se pudo cortar la cabeza del
temible moho. Cargada de venenos y perfumes que los adivinos habían depositado al
pie del trono, la noche navegaba hacia otros juegos que debía esconder ante los ojos
del mundo, pero las largas barbas blancas de los sabios estaban atadas juntas y en
grupos de cinco, los dignatarios se desplazaban, ocupándose de sus asuntos de estado.
como manos abiertas sobre telas de las arañas. A la luz de un perro de caza, pude de
alguna manera reunir las bestias de carga de la palabra. Había llegado el momento de
la destilación, ya solo esperábamos a que los bandidos encendieran los fuegos
gordianos. Hay que mantener las palabras húmedas. Hay que proporcionarles una
desnudez de alambre y procurarles una jubilación decente. Hay que empezar la casa
por las palabras. Debajo de cada piedra, hay un nido de palabras y de su impetuoso
torbellino se constituyó la sustancia del mundo. No tenemos que preocuparnos por los
caminos venenosos que se pierden en el camino hacia los ecos. Unos valles
profundos nos separan de la irrealidad de las principales razones. Nada más que
movimiento en el hormiguero inestable. El hombre fue enterrado bajo la piedra de
molino de las palabras (no podía tratarse de buscar la aguja mientras el hierro
estuviera caliente), pero la lluvia y el miedo lo harán surgir crecido en la violenta
conmoción de las estrellas aturdidas. La amada viga, de esta manera, se unirá al ojo
negro que había perdido de vista, y así es como habrán acabado sus largas vacaciones
pasadas en la tierra de las joyas, los grillos y la nuez moscada, toda la tierra virulenta
sobre sus pasos.
*
Con toda la fuerza, los albornoces rayados azotan las conchas de aire, los
fragmentos de comprensión se miran en el espejo en el agua calma, el aire y la
desesperación concentrados en la palma de este sueño ofrecido para todos, el calmo
golfo. Las furtivas cabalgadas de la sangre sobre el asfalto sonoro despliegan los
chasquidos secos de sus aletas y se emboscan. Aquí está el hombre nuevamente
colocado ante el camino de la oscuridad, su espejo significa para él la vanidad de la
calma absoluta. Que quien lance la primera palabra en la batalla, se dé a conocer.
Solo hay un despertar más hermoso que en los brazos de una nueva palabra, de una
mujer hasta entonces desconocida - la magia voluptuosa del silencio antes de que
aparezca el sol. Pero solo más allá de la palabra que pulula, obstinadamente presente,
esta ingenua forma de olvido, existe el pensamiento. A través del tamiz hacemos
cosquillas con mucho gusto al candor del árnica con la mirada clara dónde se ahogan
los fantasmas; así se ahoga la frase sin puntuación, la que resalta la triste o alegre
continuidad en el fracaso que es el significado de mi vida. La realidad borrosa, antes
de ser conquistada por el sueño, es el reino donde me encuentro en mi casa. El
aburrimiento antes de que muera, cuando me atasco allí por completo, es mi estado
de vigilia más delicioso. La expectativa de algo de brillo, la aguda intensidad de la
conciencia. ¿Qué me importa la conclusión del acto, la voluntad o el deseo que han
conseguido su cumplimiento? El encanto se desvanece en estas gloriosas cumbres.
Allí, comienza la sucesión irrevocable de crueldades y de luz. A las tres cuartas partes
del camino encontramos el orden y la lucidez maravillosa que propagan el descuido
de los duendes y la rebelión de los números establecidos - el fuego que está en pleno
apogeo antes de abordar el principio de destrucción – y palpitan y se elevan.
Joan Miró