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CUIDADORES

(1959)

1
CUIDADORES

Desde el balcón colgaremos los pies para contemplar mejor el brillo de


los paraguas negros. Pequeños sombreros de papel cubrirán
pobremente nuestras cabezas. Sentados sobre la baranda, con las
manos cobijadas bajo los faldones, vaciaremos a coro un hueco para
que no se apague el buen cirio. Seremos los primeros cuidadores del
frío y del granizo de Invierno.

Resguardaremos los caminos hasta que se agote la enorme pena. A los


necesitados les entregaremos ladrillos y paracaídas. Los niños mojados
podrán seguir navegando. Al amanecer cambiaremos los sombreros por
otros de plumas largas. Así, de vuelta a la ciudad, al mejor rincón de la
casa. Al comienzo nos preguntarán tantas cosas como al volver por
primera vez del trabajo. Ahora los pisos estarán gastados y no gemirá la
música en los molinos de antaño.

En torno al fuego iremos dejando las fábulas de nuestros recientes


quehaceres. Juntaremos los sombreros y cantaremos acordes inéditos
hasta la próxima caída del rayo.

2
LUNA

¿Tiembla la luna ante las descargas? Desde el balcón iluminado cuentas


las señales que explotan cada vez más altas. Paciente, gira la órbita en
busca de su loriga aguzada y guerrera. También el espacio suspende
sus problemas: si todo fuera conocible y se vislumbrara el omnisciente
cordón umbilical de su balanceo lejano y apetecido.

Tu comienzo fue sencillo; pero cuando alcanzas fama actual de rica


esponja inspiradora, de inagotable cofre de rayos, entonces tiembla tu
ojo de vigilante inofensiva porque tendrás que dar a conocer, mañana,
si tu falta de voz es tan hermosa como el claro hechizo.

3
TIRANÍA

Necesitamos collares alegres y frentes de vidrio para poder ambular,


por todos los caminos, portando carteles con poesías y tapices con
nuestros nombres. Pero la tierra está seca y la máquina empieza a
rodar temprano cada mañana. La naturaleza y las fábricas fijas
revientan y se hunden sólo de noche.

Y cuando tú llegas con el sol mezquino que bien conocieron los diarios
colgados en vitrinas y en las colas de los micros, lees. Lees como el
último soldado que sabe que la lucha ficticia está perdida. Te repletas
de erudición y tu pecho se opaca de escarapelas. Porque, la marcha
hacia el mar abierto, el asomarse por chimeneas —nacionales o
extranjeras—, el aventar las palomas de la plaza está prohibido desde la
torre.

Sin embargo, todavía se puede soñar a la salida de clases, después del


continuo examen: viven banderas en los bosques, donde una flor
nacional crece de un color que no mueve ninguna enseña, con una
forma que no cita la historia. Su perfume habita las quebradas de las
olas y el iris de los pájaros. Anaranjada, sola, contempla los cambios del
monte, el paso de las piedras redondas; salta y recorre la llanura con su
único tallo siguiendo el caminar más rápido del deshielo. En las noches
sirve de faro, de luna y abrigo a los pequeños insectos.

En los bosques vírgenes, estas banderas no obedecen a nadie. Se baten


libremente con todos los pétalos. Si alguna vez decides —liberado de
ataduras— conquistar el valle de que hablo, no olvides de pintar mi
puerta. Me recojo tarde, pero mi vista alcanza aún a deletrear estos
mensajes.

4
REBELDÍA

Me sorprendieron dormido. Un ejército inmenso se abalanzaba contra


las tiendas. Palpé la espada, pesada, adherida pronta a mi costado;
pero, recordé que nadie podía usarla antes de la orden. Fastidiado,
ofrecí mis servicios al enemigo y ganamos la batalla.

5
REPOSO

Sentado al aire de la lona trazada sobre la empalizada de mi cuadra,


suspendidos los pies por la corriente de los naranjales cercanos,
apoyados los codos repetidos después de haber elegido en toda la dura
variedad de su arquitectura, tendidas en un dedo de las manos hacia la
incógnita mordedura subterránea, encamino los ojos en busca de
leyendas. Volando.

La flor me golpeó con su cintillo azucarado, y, de inmediato, comenzó a


contarme su vida de verano, los estudios de su hermanas, el peligro
constante de su delgado talle, el incierto tono cambiante de su maciza y
bella cabeza. La escuché paciente y le di tres consejos. Cuando
agradecida se inclinó, la corté con rápida sonrisa.

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TELEFONISTA

En lo alto, sobre el puerto, construiremos el observatorio. En gruesa


alfombra sepultaremos los pasos, rodeando de sillas y sillones el
catalejo. Cuando la tempestad alce su saetera, el golfo será un solo
puño apretado, y los barcos, oscuros y claros, llenarán de confusión,
con sus llamadas, la línea de la muchacha.

Todos estaremos atentos y de ojos fijos sobre la cilíndrica cortina. El


pequeño bote de guardia será el único navegante decidido; acercará su
blanco dedo hurgando rocas y rincones; girará complacido en busca de
la escuadra. Con el alba, la mar se vuelve rosada y la señorita descansa.

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BÚSQUEDA

Voy a repartir tres cartas diarias por los cerros del puerto. Montando el
unicornio y con linterna sorda hollaré los pedrones sueltos, resbaladizos
por la lluvia del mar. Rodearé Barón hasta llegar al antiguo fuerte de
pobre cañón. Golpearé las plazas abiertas, me internaré por frescas
quebradas, y, sorprendiéndome la noche, descansaré abrigado,
protegido por las plumas de los gatos. Esa noche decidiremos, de toda
la municipal miseria, qué árbol, caña o buhardilla no cobijan aún
cuentas o aeroplanos.

8
JUEGOS

Cuéntame alguna historia para este crepúsculo, algo para poder


repetírselo a los niños de la aldea. Ellos vienen siempre adonde yo
trabajo en decoraciones florales para los escudos. Una, dos y tres ramas
verdes de la estrella, una rápida vuelta de hilo transparente, y dejo en
el zócalo justo, la gavilla que va dando forma al campanario de los

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reyes. Ellos traen sus guirnaldas secas y me roban las flores ya
dispuestas en las rejillas; forman esferas gigantescas y, luego, las hacen
rodar por la ribera. Yo soporto el bullicio y a veces alabo calladamente
sus juegos. Pero, hundir en el lago mi barca pequeña...

Cuéntame alguna historia, algo que ellos entiendan y los calme, algo
que los transporte, sin peligro, a las amistades, serenas, de la luna.

RECUERDO

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Vamos todos a Villa Alemana, a la ciudad de la alcayota, vamos a
comprar gaseosas a los portales y a encumbrar volantines desde el
monumento. Vamos a Moscoso, donde mi tío le rompía la cabeza a los
zorzales con la punta de su escopeta. Vamos a tomar el sol a la calle
Maturana y a conversar de tallarines con Victorio y Adolfo. Después, a
la hora de la bendición, yo sé de un chocolate de comunión bajo la
nueva capilla. Y, cuando empiecen a caerse las estrellas, los higos
maduros, el primer canto de los gallos y de las pollas, vamos a la quinta
de mi primo, donde tras los limoneros y sobre la vencida hamaca está
todavía Mariana con Yánez y Sandokán.

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DESEO

Quisiera estar en mi glorieta con cisnes, rodeado de hectáreas y


vírgenes. Una copa blanca, suspendida desde la alta cúpula, igual a un
orificio en el cielo que coincidiera con la estrella tatuada en mi frente.
Sillones y reclinatorios al borde del agua dorada, aves inmaculadas
tocando esquelas acuáticas.

Doña María, la zancuda más vieja, viene a la cabeza de la sábana. Tras


la señora, pequeñas velas descienden. Agítanse los juncos. Miles de
remos inundan el lago. Y en lo alto, límpidos, zumban mis mosquitos
preferidos, guardianes de mis tierras y de mi escuadra.

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ETCÉTERA

La primera mariposa de sol salió indecisa a la puerta de su hangar.


Recién habían pintado anillos y flechas en sus alas, las que mantenía,
temerosa de la brisa, trémulamente plegadas a su cuerpo.

Asimismo, la bailarina oriental retoca su alto peinado negro, cuenta


impaciente los compases de introducción y trata, curiosa, de descifrar
el oscuro y silencioso auditorio.

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ÓPTICA

Todo va montado en este par de anteojos, viejo parabrisa polar,


ampliador justo y misterioso: allá vienen, anchas alas sobre el mar,
escondidos entre dobleces, con cañones —nadie sabe cómo lo hacen—,
los cincuenta y tres mil hombres de la flota del dragón.

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EL INTRUSO

No era la época asoleada de los vientos en la isla. El Invierno repleto se


aposentaba en las nubes, golpeando, desde lo alto, la roca en que
descansábamos. Habíamos recurrido a las antiguas tardes, a los rojos
pañuelos. Cada cual ofrecía lo mejor y más nuevo de sus puentes:
tentativas furtivas después de los abordajes, oscuras conversaciones
sentinescas, inéditas fábulas de damas y piratas.

Algo cayó del cielo.

El ave guardiana había vuelto a la playa. Al vernos, arremetió chillando.


Fue en vano explicarle; y como la esperábamos, muerta, callada, es otra
historia en el fondo de la roca.

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LA QUINTA

Hemos caminado largo tiempo por la clara y larga vereda aderezada,


disfrutando de cada rayo o rama, de cada sombra alta. Hemos caminado
conversando hondamente, a veces más alegres, pero siempre atentos al
suceder de esquinas y escalas, a la pronta valoración que se establece
entre la libertad de los pájaros y las agudas rejas.

En estos momentos nacen canciones especiales y decisiones temerarias


florecen y caen sin sangre:

tras la tierra amurallada de cascos, la blanca faz, pétrea, descansa


sobre el túmulo.

¡Si yo tuviera igual fortaleza en la península y una corte que te


conociera al arribo de tu barca! Posando el pie sería tuyo el puente, la
llave sin aldaba, el bello halcón ciego y todas las siguientes
habitaciones, porque la fuente del único pez no puede ser enmarcada,
ni las hojas pueden ahogarse sin el amparo de tu dedo, ni es santo que
la ninfa persista con sus ojos arrasados sobre el agua.

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TEDIO

Me atrajo el alero tan junto a la calle. Atrás, jardines sin bancos, sin
paseos, sin piedras. Todos habían ya dormido bajo la tarde. Sólo las
guías y las hojas nuevas manteníanse alertas a los sonidos internos:
cucharillas de blanco metal sonaban contra los vidrios. Prisioneras, se
rompían entre los dedos las tazas de porcelana. Una niña movía una
bandera de ayuda sobre la terraza. Desesperado, tiré del cordón y
rompí la campana.

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PÉRDIDA

Yo, que en estos momentos puedo inconmensurablemente todo, escojo


pero no acierto entre veinte nombres. Más fácil hubiera sido consultar
su destino o dejarle clavada una señal indicadora.

Fueron la ascendencia especial de su piel azul y su cabellera recogida


en Europa, lo que me hizo meditar lo necesario para permitir su
desaparecimiento. Decepcionado después de un cambio de luna entero,
no encuentro cómo llamarla. He buscado entre almohadas y coronas, he
dormido en su cama, pero todo resulta una canción escolar o un pájaro
de domingo.

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MATE

Es difícil; empero, si la diagonal, armada blanca, pudiera desaparecer


por un breve momento, y, sin verla, el caballo negro saltara por sobre
las cabezas y tambores, desde mi asiento frente al tablero pediría no
sólo el abandono de rey, sino también el de la reina de Inglaterra.

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ESTÍO

Floreció a media semana, cerca a los ojos de estilo. Ya no quedaba tinte


para tantas plumas que se agitaban en frenéticos augurios. Amanecía
blanco después de larga bruma, pitos y pañuelos navales. Mi nueva
labor en la campaña me permitió conocer raros ingredientes en las
hojarascas y en el desayuno de los pájaros. Sin tanta luz, hoy,
indudablemente, morirían las princesas ultramares.

Fue decorado el puente.

Alcé la barrera ferrocarrilera, y, olvidado de dolores y deberes, llevé


mis banderolas a través de sinceras ortigas que, trémulas, marcaban el
comienzo de los dominios de la risa.

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A mi frente se volaban mil faldas verdes y señoritas con espadas. Nos
saludamos sonrientes e individualmente estreché sus manos. La noche
inmediata propició el canto en la villa de ladrillos, mientras grandes
pizarrones ondeaban flores frescas al sonar de una campana.

LA ALFOMBRA

Deseo descansar sobre esta alfombra de gran imaginería, por donde


pasó la hebra hermosa, torcida por mansa mano oscura. Allí descansa
parte de sus ojos y de su boca quedan ligeras impresiones cascadas.
Sus dedos continúan el movimiento que divide eternas crenchas y
grupos.

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De pronto, alas surgen cubriendo a cada tiempo de mirada limpias
superficies que deslumbran. Porque hay, también, espacios claros con
cintas solas, donde la onda oriental y creciente se expande seca, pura,
como una barrica de miel o un territorio sin agua.

PECES

Esta noche no hay sirenas. El viento bate el mar y todo duerme bajo
llave dentro de los barcos.

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Una lámpara brilla y cae desde las rocas. Los peces historiales buscan
refugio surcando canciones que la tempestad no toca. Brotan espejerías
y puntosas aletas y escamas rózanse intercambiando caballeresco
oxígeno.

El mar penetra sus lenguas hasta los jardines de la esmeralda. Emergen


decepcionadas. Fatigados de su viaje, los cuerpos grávidos descienden
con todas sus hélices al lecho lavado del mar.

Sombras cubren el fino fondo arenoso.

Gránulos vivientes se vuelven sorprendidos, y, temerosos, deslízanse


rotando a proteger el tesoro.

LA BALLENA

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La ballena había perdido un ojito el Invierno pasado, y nadaba de
costado, perfectamente, escudriñando los pormenores que guarda el
océano. Cuando se cansaba, volvíase sobre su perfil izquierdo y, así,
quedábase adormida. Luego, aproximándose ya la tarde, hora en que la
luz se extingue en las aguas, con ligero movimiento de su aleta
hundíase en las profundidades y no precisaba nadar mucho para
alcanzar la roca azul de su reposo, a la puerta de la cual se tendía
llenando los corales de burbujas.

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LA TREPADORA

Deja que la trepadora capaz crezca, que cubra tu ventana aunque


entumezca el poco camino. Que avance sin límite, que sus puntas
hieran los ladrillos y por sus guías trepen los escarabajos. Una cinta
colgada de su guedeja reemplazará la falta de frutos y un pito de caña
imitará las robustas copas de viento.

No buscarás otra savia o sombra habitando en ella. No marcarás su


cuerpo porque morirías. Sólo una ventana alta y nocturna para la
cubierta amante secreta.

25
NUNCA
(1962)

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LA ESTACIÓN

Deseo llegar a la estación donde suspendieron los trenes y ahora canta


el ave en la chimenea del vagón. Deseo reposar en el banco y leer el
último boleto a la sombra del caño. Que la luz roja detenga pájaros.
Mientras, conversaré con la niña y su maleta, con su chaleco de raras
torres, con su pan y papel triángulos, y, según me conteste su destino,
le contaré la historia de la rueda dormida, del conductor herido y
tapado con la bandera pequeña, del llanto de la locomotora que fue
castigada, del carro final que temblaba sin ver y al que cogí y hoy ocupo
corriendo ventanas, para esperar de pronto, en el salón sentado, el
destello que penetra del puente y se reparte hasta llegar al último
respaldo con primas encintadas de adiós.

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RAPIDEZ

Seguir por el camino y no llegar nunca al lugar donde la flor se


encuentra aislada por los giros de la cinta. Ya no pueblan el desierto los
minúsculos pasos que antes reinaban bajo las almenas de polvo. Plantas
de luces y leyendas en el viento que impiden, y un devenir rápido, fijo, y
una góndola que deshabitada se detiene, ve que el lago no recibe y
continúa por la vía que hiere donde nunca para el triángulo, pues él
perdura después de dos montañas.

Las alas de estos días son plateadas y las gotas de acero no las dejan
remontarse. Realzan otras alturas porque deben reparar sus cartas.
Quiero decir que ningún camino se detiene a consultar a sus costados.
El cruce asoma, brilla y se apaga, y la flor puede dormitar todavía
segura, sobrevolada por la reina de las pocas abejas.

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FORMADORES

Potencia, tambores para nosotros, los que encendimos la eterna luz de


esa esquina cuando éramos estudiantes de sueños vigilados. El primer
cambio fue un soldado por un libro; la siguiente aventura no tuvo
puntuación. ¿Entonces, cómo creció el coro? ¿Quién trajo abierto el
instrumento, caña admirable que nos repartimos a la sombra de las
dianas?

Cada cual recibió un anillo para averiguar, sin sabios, cómo nace un
flautista. Y una noche, en torno a la mesa tapada de cuerdas, desde un
hombro alzaron el ramo. Creció, creció sin límite su boca explosiva;
fraccionáronse los compactos dedales al extremo que la simiente más
pequeña dibujó su jardín en la sala.

Cada nombre nuestro avanza hoy frente a sus galeras y no por mares
extensos, sino por eternos lagos repletos. Más potencia ahora, más
tambores para nuestra conquista, para sepultar hechiceros que cantan
a su hierba rural: una fragata con o sin viento, en que todos los
pulmones confunden los paralelos; una orquesta mundial que haga
fuego; una ayuda de cañones, de tierra, que pintaremos. No hay
secreto.

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CAMBIO

Dejemos la superficie y que nadie nos reconozca en el fondo del océano.


Consultemos a las costeras manos de la rueda, al botón del faro,
preparemos la visita a los peces que son todavía estrellas.

Bajemos desnudos y con pies nuevos a fundir escamas. Esta invasión


llevará al horizonte la primera ola núbil; que nos recuerden.

Al fin será saciado el mercado de perlas y los mitos submarinos se


ahogarán en tierra. Las esponjas horadadas esperan la semilla del
hundimiento y los lentos moluscos empiezan a cascar sus barbacanas.

Yo prometo, para todo acompañante, corales frutales, cavernas


infantas, cortinajes de colas y atenciones de mi protegida ballena ciega.

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OTRA MÚSICA

El fonógrafo cantaba en el pasado, contiguo al paso donde colgaban las


mandarinas. Al salón de noviembre llegaban, el dueño de la leche, su
hija, candidata al reinado, el vecino genovés, dueño de la gran higuera,
y algunos parientes con automóviles, con berenjenas y pascualinas.

El paseo comenzaba por las filas de hortalizas y la conversación se


iniciaba bajo los árboles frutales. Se tocaban los duraznos, se exprimían
las fragantes mandarinas y, repletas las bandejas y fruteras,
transportábase todo al comedor ya aderezado.

En la mesa aparte de los niños, una rápida burbuja hacía desaparecer el


brillante dibujo de los moldes de membrillo. Y entre el chocar de los
cristales, una joven se alzaba para hacer cantar a la bocina de plata.

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NUNCA

El niño pasea por prados lejanos y demoraría vidas esperar su arribo


que se entretiene. Canta, salta y se moja en el agua desconocida de los
animales. Penetra las tinieblas con preciosa bolsa y sonríe al junco que
lo desliza segura por la huella de pies grandes. Y como no conoce
mercados ni luces enfermas, no visita las fiestas prisioneras de los
pueblos.

Las madres prometen largos juegos cuando él llegue. Los hombres


trepan, buscan, tallan alta silla, y se piensa en un ramo, en una vela
retorcida al calor, todo para un brindis futuro que asegure que esa

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cortina será la gracia de la calle. ¿Y el escudo? Ese ya está ocupado por
el señor y la dama de colores.

Los hijos solitarios han elevado un mirador. Arriba, con sus primeros
peinados, escudriñan con gestos y juegan el mismo racimo. Excitados
por lo que suponen ya cerca, con gritos reclaman a los atrasados que
corren portando sus ruedas y cañas.

Pero el niño pasea por prados lejanos y demoraría vidas esperar su


arribo que se entretiene.

ACUERDO

Nadie llegará esta mañana y no se sabrá cómo elevamos la tienda para


que la maravillosa ley no impidiera el juego, para que los jóvenes no
llegaran invadiendo con los nuevos cerrojos de sus mantos.

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Nadie llegará esta mañana después de la señal a la que tanto tardamos
en responder, la que nunca tuvo palabras claras, únicamente el lugar
que dejaron los gestos y, luego, el destino trenzado en un cable poético.

Fue comprendido que el azul guardado, casi prohibido, debía hoy


alzarse en todas las ventanas, y que un grito nuestro, indios actuales,
comenzaría a velar la flecha muerta.

Yo te invité así —hubiera deseado con la promesa de Virginia— a visitar


la arena arrepentida cada invierno, senda que las noches han tendido
virgen al pasar con sus lunas perfectas.

Está claro, entonces, que no te dije que hoy nos encontraríamos donde
el mar siempre se cansa.

MARINA RED

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Desciendo a la playa y ya no temo. Me admiro por las noches y sueños
pasados en cuadrado frío. Hoy bajo, florido zángano, a reposar en el
dominio que defiende el molusco.. No está. No está nunca. Mas sus ojos
surgen del fondo hacia la cubierta blanda de la roca; dominan el
parque. Con inesperado ánimo he llegado a tejer en sus perfumes. Su
frente, cierto, es pretérita, pero luce dignísima corona ante los últimos
monopolios de las islas. Es más que espejo nocturno; es baúl de
esponjas que no terminan.

Hay valles, baños y vegetación completa de horizonte. En su pelambre


marchan. He trepado hasta plantar mi silla y por diez siglos no me verá
más nadie a través de esta puerta que se achica. Aquí tengo agua
verdadera y goma para otro cielo entero. Ahora cabe el barril bajo mi
cama. Aquí tengo electricidad en las espinas y manjares nevados en
estómagos viajeros. Es este un puerto en mi puño sin nada, con paz, con
amores sin contiendas entre legiones que se admiran. Ya estoy, me
dicen, adherido, y me cubro y me duermo con mi cola.

Recuerdo que si antes bajaba, lo hacía hasta el borde que se dobla. El


miedo y una flor en el faro eran los guías que me obligaban a volver.
Otras veces, mejor protegido, abría orificios para rescatar a los
náufragos. Jugaba a que si una burbuja subía, respiraba la sirena. Hoy
limpio el pozo, dicto la colocación del asta de escamas y pongo el dedo
en el faro cuando las celebraciones. A este nuevo campo he llevado la
primera época de las flores en mi silla y algunas hojas ahogadas en las
anclas.

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LA PLAZA

He llegado a la plaza que carece de pintura y he sido ayudado por el


sendero que quiso variar en mi pecho. No reía nadie en las orillas y en
el lago las jóvenes tatuadas embarcaban su sangre en las hojas.
Elevados, los instrumentos dirigían la numeración furiosa de las
hélices; venas dilatadas expedían cabezas que quedaban encendidas en
la tienda del crepúsculo.

La cascada avisaba los cambios aéreos, los meses de cada nube; si eran,
de pronto, abiertas sin cuidado; si la distancia podía deshojarse sin
peligro; si la mano, aunque marina, penetraba sin oxígeno; si la proa no
era solitaria como su nombre decía: llamadores para ser descifrados en
el fondo que guardan nada más que los peces: hasta la lluvia que
siempre se queda y donde se exponen, separadas, las escamas.

Sí, amada sobre la mano, cuando me pregunten contestaré que allí el


color ya no tiene recados, que derrotaron al prócer y, para alejarlos
definitivamente, que nadie lee para ver si se acerca el mar.

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HOY

Desapareció el dragón con sus ojos fumando. En el templo, libre ya de


garras, suspira con tiempo la devota. Sin temor bailan candeleros y
armonio.

Alejados de promesas, los jóvenes inclaustros se arriesgan sobre las


fronteras. Grandes hombres crecen sin pararse. Las mujeres, felices,
guisan despojacolores.

El arco descansa su brazo reseco. El fogón arde con pausa y el viento


acumula en los polos la misma señal de los años.

¡Que vuelvan las bestias a tejer nidos infranqueables! Que reluzcan sus
anillos sorbiendo a la luna que nada, que las lenguas chasqueen
peinando a las crías y que las colas, en todos los caminos, digan alto y
supriman escuadrones.

Ya no se puede pasar. Aislado sea el sector de las rosas.

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ACTO

Los más importantes acontecimientos se han gestado en la medianoche


del lápiz. Están plantados y derivan buscando la amistad de los
maderos. Se expande la tintura para abrazar a las generaciones que
desconocieron en la costa el valor de la púrpura. Por esta inquietud me
has llamado, tendida entre la colección de plumas.

Las cortinas siempre serán mi mayor elogio, colgadas sin fin en vez de
las banderas que no pueden, perdida la brisa, ondear la pieza. Solas y el
sol atrás, tratando de dominar a las coronas.

Tu dedo sobre el libro y alguien que tiembla ante el traspaso.

Página —dije—, y comenzaste a leer, mientras el reducto de mis felpas


se colmaba con el humo concentrado de los puntos.

Así cae, escúchame, la primera letra. Así rueda el canto que las niñas
lanzan a sus vestidos solos. Así podemos teñir aún las aguas que
escaparon de los cofres contados tantas veces.

Esto sucede antes de la confección de los lápices, cuando basta un hilo


incinerado o una gruta entre pieles.

Algunos no se atreven, por estas cosas, a respirar tras la puerta. Les


dejaremos caer la eclosión más perfumada. En ese instante diré qué
capítulo corresponde y embelesaremos sus sombras para que no nos
entiendan. No es difícil, ves, guardar el orbe entre las páginas; se
precisa un eje con flores y besos que terminen en vez del punto.

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VUELOS

Basta de vuelos metálicos. Sólo recolección de espigas y estampillas.


Con la lupa del pique más hondo averiguarás la dimensión de los
bordes, la dispar dentadura de las colinas, el descanso sobre el lecho de
las paniegas. Determina el frágil suceso que vaga por las
conmemoraciones violetas. ¿Qué hace el marino en la sentina cuando
gritan descubrimiento?

Nuestra investigación debe ser delgada, medida por la pluma. Este


trabajo lo haremos en la elevada biblioteca, donde vientos olvidados
funcionan en los motores de las páginas; donde los índices ríen y
confunden su orden; donde cintas sofocadas, rojas, examinan
escándalos; donde los punteros se indican y hieren con intelecto. ¡Qué
bella cúpula para dormitar coronados y estudiar láminas! Dilucidado el
acertijo, averiguaremos cómo cambiar el color de la manzana.

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FIEBRE

Extraños cercaban mi descanso. Desde la barca mecedora, falta de


velas y de viento, yo sólo sabía donde estaban los insectos y el triciclo
derrotado por el alba.

Comenzaban otra vez a moverse los contornos; luego, armas claras.


Tras el árbol, me decía, tal vez la lluvia cuando no escurre por el pasto,
tal vez la estaca del vecino con su alambre; todo; o quizá la gata
enamorada.

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VERANEO

Atrás, en la última construcción levantada con restos, tolderías y vigas


se cruzan y sostienen la puerta de la antigua bodega. Sobre el candado
tricolor, rayas y números de otras cosechas indican un total que la lluvia
ha perdido.

Podríamos descansar en la sala cómoda, pasear relucientes o soñar con


los títulos. En cambio, preferimos rodar una y otra vez el caminejo y
refrescarnos en el barril que recibe la gota constante del molino.
Hemos preferido saltar todo este verano la zanja en desuso, apagar
frutos vecinos, bañarnos en nuestros canales y, en las tardes vivas

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pintando las viñas, correr al pueblo buscando, en sacos, la sepultada y
ciega barra de hielo.

POETA

Te has quedado sin nombre. Era bello el primero, ese que apenas te
atrevías a escribir, grande, bajo la lámpara. Soñaste tanto para
alcanzarlo, que alguien, en voz baja y después de medir tus corolas, te
lo susurró con cuidado. Hermoso bautizo tardío. El retronar mecánico
ahogó el batir y cerró el abanico.

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Insistes en silencio. Las líneas penetran profundas y superan todo color
de los calados. Trepas a la cumbre para ver volar tus hojas sonoras,
pero, recién aparecen sembrando la llanura, palas mecánicas las
sepultan.

¿Qué sucede? ¿Fue muy baja, o ya nadie entiende a la voz del susurro?

Pero insistes. Cada noche te inclinas bajo la misma lámpara.

VEINTE Y CUATRO HORAS

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Donde la ciudad termina sus gritos, comienza la desvalida vida y el sol
insistente. Las fuertes nubes expectantes, unas sobre otras a grandes
bocanadas, dan sus albas espaldas a los cohetes extranjeros.

Aún podemos reposar veinte y cuatro horas. Para misterios y espacios


sombreados, nuestras quebradas con rojos remeros, nuestras
pendencias junto a los hornos. Para mayor devastación, un paso de
puma, aroma que no muere a pesar del veredicto del caserío, porque el
único temible es amado por su fuego de leyenda.

El plazo acaba. La lluvia duerme sobre las malas tejas del sur. El
firmamento insiste limpio, y los pájaros, que vuelan por primera vez,
caen, caminan y pasean, escuchan y aprenden canciones que serán
desconocidas.

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MANTELERÍA

Mantelería es un mantel o una isla. Como en sueños, deseamos reponer


los días con bautizos alegres. Cubramos la hilandería con cajas dulces,
provoquemos los aromas domésticos con delgados panes perfumados.
Un mantel o una isla donde perduren nuestros más mínimos recortes: el
dibujo del tranvía, las iniciales en la caja de fósforos, la fotografía
escolar, ovalada, prendida en la cortina de las garzas. Toda la diadema
familiar al comedor que espera que su puerta abran y penetren, un día
antes del festejo, los brazos aromáticos.

Un mirador para decir por sobre la mesa, por encima de las cabezas de
niños y pájaros: mi amada ha tejido toda la arena; juntos forjamos esta
reja que respira, une y no cierra, juntos bañamos esta adormidera y
desarmamos su peligro. Contempladnos desde la altura o desde las
sillas: mi amada vigila el tejido con cintilante respaldo, mi hija es la
flora recostada del centro.

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SIEMPRE

Siempre en tu casa de cuatro pisos, elevada con lanzas sobre el campo.


Yo te deseo allí, sin salida, dueña del piano y de la corte de las nubes.
Solitaria de la viña, redondel me forman si te cojo con palabras iguales
a tu alto, pero sumisas todavía ante la lectura duplicada de tus cejas. Al
descubrirte en el surco arrezagada, sin peso el mimbre florido de tus
años, inerte el báculo senil y la luz cruzada de tus padres, creí beber en
tu sien con mis caballos, pero un guardián había en tu mano y un gallo
metálico, delgado, escudriñando. Así comencé, bajo soles
bombardeantes, a penetrar tu frente casi amiga esmaltada. Y cada día
igual, en que me esperas alta y muda, con mi tropa escucho tu voz más
clara: el paso que baja y abre, iluminando cada piso con selladas
palabras que descubro.

46
EL MAR

Yo hablo del mar a los dueños de cruceros gastados, sí, que nunca
pasaron del porte de las manos, a los que se duermen en el peine y no
llegan a las olas. Yo hablo del mar después de ciertos requisitos: la niña
desnuda sin ancla en el pelo, la espuma abierta, herida por violento
cuerpo azul, la vida atenta en los masteleros y las botellas cabalgando,
vestidas con capas como los torpedos. Yo cuento del mar que, en la
cápsula heredada, se agita para cambiar la rosa de gobierno. ¡A remar!

Una escala de piedra; al fondo, pareja al último escaño, una barca


siempre mojada y amarrada a la argolla. Nadie puede comenzar mejor
—me he sumergido con permiso de las velas.

Allí están las pescadas favoritas con sus redes. El mar tiene la guirnalda
dormida, las tiendas clavadas. En cada arco hay que mostrar suaves
escamas, un arpón aguado o la amistad conmigo. Como todo pueblo,
como toda caracola complicada, las paredes son de seda o de pulpos
sentados.

He aquí mi embarcadero, mi pipa que penetra mil metros. Puedo


invitarte a tocar el tridente. Alcanza mi costa; está abierta la cámara
para todos los náufragos.

47
MAESTRA

Niña de mi eterno lápiz, vivías recostada sobre el arco acreditado


cuando yo todavía procuraba equilibrar mi diminuto abecedario.
Cuando tu piel de laureles subía las gradas, me aproximaba a tu
perfumado índice para suspenderme. Lejos aún de tus dominios con
centinelas preparados, alimento y pulo el más potente prisma. En
espera de los reflejos sigo, primitivamente, tu recia estela de boga
criolla. A veces, cansado, tus manos de amasijo —como dices— me
depositan en las praderas de tus cuentos. Revivo con el abrazo, mas
canto ya sin cuerdas, porque, desde la tarde del premio creció el lago
que rodea a tu navío. Pleno de hierro y sin el soplo que guardas,
abandonaré la vela. Entre las corrientes de mi costa evocaré tu lejana
poesía, tus manos de agua, tinta, tu cristal suavemente empapelado.

48
SILENCIOLEDAD

Ámote, silencioledad, como el indio al lago repleto de peces. Aguardo


hasta que las finas sombras se cubren de círculos y tamaños. El
desborde de rudas escamas se desprende sin ruido. Aparece tu cintillo
respirando. ¡Qué bellos ojos tienes sin poder cerrarlos! ¡Qué bien
dirigido, no sé a donde, tanto movimiento sin barcas! Saltas, reposas
fuera del agua que te acompaña uniéndose. Recuestas el cuerpo,
trémula. Agitas tus leves plumas y no se te puede escuchar.

49
REAL

Si me preguntas por cosa real, te diré que la varilla de leche nos llevará
sin brazos por lunas. Contenta con la exageración preguntarás
enseguida cómo, y me veré obligado a un prólogo de una mano, a una
explicación que no conocen los ojos: sin tocar nada, ni la esfera que
nieva con su homenaje a media agua, prenderé lo imprevisto para allí
posar el cuerpo con presión de aliento, pronto el torso a recibir el
crucero que deseamos para transformar sus fuertes secretos, para decir
lo que se quiera desde nuestras alturas y de lo mismo se comente en el
cuarto de las cadenas. Si te acercas a mi oído, el timón te escribe
suave. Entonces, perfectamente herido, te cogeré para un viaje que ate
las escalas, y mostrándote la división de las millonarias, entenderás el
porqué de la pintura celeste. Pero olvida y no me invites tan pronto a tu
fuente. Despeja primero el delgado camino que no puede olvidar al que
pasa. Conversaremos de corazones serenos sin llegar a los tonos de
campo que podrían mudar tu cabeza que he cubierto. Nada con las
manos; que duerman los dardos. Así llegaremos, templados, a la pared
sin vida y a la ventana que falta. Y, cerca al viejo rodar de los carruajes,

50
con temor me dirás que deseas entender al sol enmascarado. Y
guardaré silencio a pesar de tu palabra fogosa que no puede cantar
sobre el techo.

PASAJERA REDONDA

Esta joven que viaja sobre las ruedas, porta abierto el libro donde
marca el lugar de los próximos encuentros. Esta joven, que lee sobre
sus rodillas la rapidez dejada por las aves, anota el largo de los viajes y
promete devolvernos los ojos por el espejo. Esta joven, directora de las
ruedas, pone un lápiz sin mensaje en cada asiento y una palabra muda
mejor que las ventanas.

51
52
CONCRETO AZUL
(1967)

53
I

PRIMERA LLUVIA

Este cristal limpio y la formación que no llega. Frente al piso la tierra se


elevaba. Sobre el asta, rodeando el galgo, un cordón alado, negro,
avisaba los cambios en la playa. Así recibíamos el primer aviso. En la
cocina el aceite respondía al brazo y la defensa partía con el grito:

54
¡tapen! Acercábanse, por el aire, puños plomos. Cada vez la formación
más gruesa. Caían plumas de adelanto. El cristal iba tapándose la cara
y los goterones resbalaban por las copas de yeso, por las amarras, como
un acto, para reunirse formados sobre el descanso, a la altura de
nuestros dedos, y nos era permitido tocarlos, limpiar la mosca, la
madera, mientras afuera caía la primera lluvia.

EL ENEMIGO

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Descansábamos con el oído atento, apoyado en el suelo, tratando de
distinguir cualquier ruido; permanecíamos así, durante horas, cubiertos
por la hierba y sin pensar en nada que no fuera el peligro, el rumor. La
agitación de una hoja, la brisa inclinando la tarde.

Despertábamos al escuchar los gritos, la campana anunciando la


comida, y regresábamos a la casa arrastrando las armas del juego.
Antes de entrar, girábamos por última vez la cabeza: nadie.

56
JUEGOS

Iremos al lugar cerrado con tablas, listones alternados, rojos, blancos,


plantados sobre jardines, y por las junturas escapará la vieja melodía.

He aquí el campo de los juegos infantiles: los ojos, ávidos, debajo de los
aviones; las manos, duras, girando a la distancia, y los cuerpos echados
sobre animales de madera.

Afuera, bajo el sol y el viento, las hojas brillantes del mar.

57
DESPUÉS

Después de largos días de lluvia, después que la ultima noche nos


sorprendió con sus golpes, la mañana de sol estirándose suavemente
por la tierra empapada. Brillaba el campo, y mi patio iba volviendo a su
color amarillo. Al próximo día claro, podríamos salir a reconocer
nuestras sendas.

Grandes destrozos. Debíamos cambiar de juego; en ese momento


aparecían, sin aviso y quizás de dónde, los primeros trompos.

58
DULCES

Entonces los dulces eran cosas difíciles de encontrar y debíamos


cogerlos de arriba de los árboles. Mi amigo invitaba. Entrábamos a su
casa con largas cañas. Golpeábamos las ramas y pronto teníamos a
nuestros pies grandes cantidades de vainas; abiertas, brillaba su felpa
amarilla.

Entonces era difícil conseguir dulces como conseguir cualquier otra


cosa. Mirábamos, y a la primera oportunidad estábamos encima,
adentro, escondida la cabeza. Éramos capaces de descubrirlo todo,
como aquella planta formada por mil paraguas; al secarse sus flores
podíamos retirar diminutas semillas de anís.

59
JUEGO

Formamos montículos de barro y piedras. Encima colocamos una mesa


y sobre ésta: sillas, cañas, cables. Luego trepamos sin saber
exactamente a qué. Tal vez un viaje. ¿A dónde? Interminable, sin
motivo, la vista puesta lejos, en todos los destinos, más allá de la tapia y
de los árboles, por detrás de las nubes.

Sin embargo, actuábamos seguros, convencidos de la empresa, cada


uno ocupado en su lugar, olvidados de la tierra. ¿Qué dicha extraña era
ésta? Sólo el juego que nos correspondía por pequeños, sin razón, de
esperanzas, el de querer distinguir algo en algo —un temblor de los
tallos: un perseguido que trataba de subir a nuestra mesa—, el de
querer resistir o engañarnos para comprobar si las cosas dejaban de
ser tan opacas, por un momento.

60
VACACIONES

Ninguna sombra nos inquietaba entonces; comprendíamos cualquier


silencio e igual nos explicábamos los ruidos de la noche.

Se trataba de un tiempo eterno con etapas bellamente repetidas: dejar


la casa y encender la carpa; volver a la hora del frío y detenerse frente
al cuadro de la mano sobre el gato. Afuera quedaban extraños
vehículos, maderos ateridos. Juegos durante el día y durante la noche.
Se trataba, lo aseguro, de la mejor revista de estampas: agua de verano
y saltamontes, juego al claro, a oscuras, a escondidas, y, de pronto, el
campo fresco de la cama.

Del calor, de la atrevida exploración entre legumbres despertábamos


sobre el mismo escenario de sueño, del sueño irrecobrable, y a nuestro
lado veíamos la palma otra vez dorada o veíamos los mismos pinos del
mar.

Bajar, abrir la casa, estirar el rocío y correr hasta debilitarse debido al


primer bocado de viento. Comunión en tal forma y hora y reconocer
siempre así, con la única pureza, las marcas de la tarde anterior para
asegurarnos que todo permanecía intacto, a pesar de las historias
nocturnas y de los años gigantes.

61
LA GÓNDOLA

Y la góndola sale de la ciudad, combada, envuelta en nubes de vapor. La


cinta que la rodea describe los próximos paisajes. El volumen rueda ágil
a pesar de su peso. Silba la hélice empotrada en su frente. La góndola
deja atrás los espejos, se refleja en el arroyo, muerde el borde, grita,
pasa el puente y penetra en el campo, en el sector de los molinos, del
viento libre, de los aviones.

62
EL VOLANTÍN

Se meció en el cielo mucho antes. Enfrentó al viento con sus colores. El


sol lo hacía más transparente. Lo perseguía la cola. El hilo, hoy
innecesario, transmitía señales a las manos; traducía la presión de los
bloques invisibles. Hablaba a impulsos. Era el más fuerte porque la
diferencia era enorme; porque su confección sólo obedecía a las
condiciones de la altura: varillas, hilo, papeles, bastaban para prolongar
la mañana, para dejarnos el día entero bajo su cuadrado, bajo el
triángulo, siguiendo su marcha imposible por el cielo, por el único
camino, luciendo brillante a veces, sombrío, temblando para
asustarnos, dejando caer nuevas palabras, figuras para demostrar cómo
se puede hacer volar una hoja, cómo es posible decorar todo el espacio,
en forma simple: con una gota.

63
PREPARACIÓN

Hacia arriba, donde el sol se reparte en las aspas del molino; allí, sobre
la repisa de madera —donde bate el timón—, allí, solo y dominante,
cosechando los frutos de las altas copas y bebiendo de la propia
succión, inalcanzable, hasta aprender a volar.

64
FRENTE AL MAR

A Hugo Zambelli

Frente al mar he visto cosas poco comunes; por ejemplo, en pleno


invierno, un alcatraz gigante, parado en medio de la playa, solo, y con
los brazos cruzados sobre el pecho.

Al acercarnos, el pájaro nos dio la espalda y comenzó a correr por la


playa desierta; primero lentamente, con dificultad, luego más rápido,
hasta alivianar su peso con las alas; hasta elevarse con gracia y
perderse en el cielo.

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LÍMITE

He aquí un simple tubo rojo o la baranda junto al mar. A tus espaldas el


camino suave, limpio por la brisa de los vehículos; más atrás el sendero,
la cortina de los árboles oscuros, la última guardia de flores, quizás la
vida.

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He aquí el límite. A tu frente el desorden, la libertad del viento, la línea
azul —que aún no es línea—, el agua que trepa y salpica cada vez en
forma diferente. Se puede pasar tardes contemplando el escurrir
siempre distinto de la espuma por las rocas.

Frente a ti, el mar.

EL MUELLE

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El muelle de la caleta, viejo, herrumbroso, en verano se volvía invisible.
Bajo el sol completo, hollado por visitantes, por rondas musicales, se
volvía invisible. Cubierto de colores, de pañuelos, de ropa amplia,
decorados sus pies de plomo por gotas brillantes, altas plumas, olas
diferentes, el muelle perdía su peso, cambiaba su color pardo y se
volvía invisible.

68
EXPERIENCIA

Jamás sobre la arena, sin poder llevar la vista más allá de la ondulación
próxima, viendo sólo la línea azul, estática de lado a lado. No bajo el
sol, oscuros, girando los cuerpos, defendiéndonos de cargas vecinas,
compitiendo en colores y gracia.

Lejos, con un grado de humedad y otro de hojas, con el viento caluroso


arriba y enterradas las bodegas. Un toldo, un cristal y toda la
experiencia. Si deseas, tu pensamiento entre ellos, tan delgado y joven
sobre la playa, junto a los cuerpos y luces que conoces, contemplando
desde fuera cómo se inflan las telas y la arena se levanta y cruza a
saltos.

Así, en verano y en medio del mar, con el bagaje necesario y a la


distancia justa para ver si repite bien el canto. Así, dueños del
panorama o del recuerdo.

69
VIAJE

Hoy bajo el mar, por sendas todavía iluminadas y tibias; una sola capa
de color tranquilo, levemente agitada por el viento. Un nuevo impulso, y
el zumbar de un motor lejano interrumpe la serenidad de la primera
etapa. El color se revuelve; comienza el frío; las ondas son más lentas;
sus extremos se inclinan y forman espirales. Por ellas, lo único brillante,
desciendo a la noche; no hay resistencia sobre los hilos de la tela. Me
dejo llevar por los puntos de luces de la ciudad que nace en el valle, y
en la más bella entrada me quedo a dormir.

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NO

No volveremos al mar, como antes, cuando se pintaban latas de azul


profundo y las sierras de la costa no se cansaban de tallar palas de
madera.

No volveremos al mar, con cuello blanco, al aire, y las valijas de paja y


los trajes de lana.

No volveremos al mar, de la mano, más grandes los ojos a cada golpe de


perfume, a cada cuadra menos, a cada palma más cercana, hasta sentir
temblar las piernas frente al ruido de las olas.

No volveremos con igual deseo y espanto, con alegría tan temerosa, con
tanto conocimiento de magia a buscar entre sus faldas, a retirar la
estrella de la roca y llevarla a casa.

71
FIN

A la hora del crepúsculo comienza el descanso. Desciende el mar, arde


fatigado. Cartones y paramentos se edifican negros en lontananza.

Suspira el mar, pide su capa, baja al pozo, envuelve la lámpara y apoya


su gran cabeza sobre la almohada o la luna.

72
II

73
AMOR

Amor, no me verán de tu brazo, ni bajo los reflectores, movedizo,


girando los ojos con la música.

Amor, no me verán rondándote, infatigable, con la esperanza de que


abras ojos y cristales.

Ni un día para ti, ni una noche esperando que las gracias de siempre te
conmuevan.

Amor, tendrás que aprender mi lenguaje; a veinticinco metros; a


veinticinco metros ya se extiende la cinta maravillosa que nadie ve,
ondulada y olorosa, al viento. Nuestra correspondencia desde acá; toda
la pasión hilada en su carrete. Entonces, a pesar del temblor, podremos
pasear fácilmente por reuniones, espectáculos, atravesar calles,
edificios, tomados de
manos invisibles, conversando en silencio, interpretando gestos
apropiados, inconfundibles sólo para nosotros.

De ninguna otra manera estaremos más de acuerdo ni seremos más


extraños cuando llegue el
instante.

74
Amor, te espero con la rara costumbre de algunos insectos; te espero en
la demarcación del bosque, entre las cañas oscuras, allí donde habré
dejado una señal de fuertes ondas, que tus sensibles antenas
reconocerán de golpe y que tu fuerza ya no podrá eludir.

MOMENTO

Es el tiempo que demoras en cruzar la calle, en llegar de otra esquina,


rayada de luces la cabeza, hondo de sombras el cuerpo; es el tiempo
que espero traduciendo el ritmo de las ondas, tu paso, la dirección de
tus ojos, el orden del molino; es el tiempo que demoro en averiguar tu
nacimiento y partida, quizás entre espumas o entre tallos de concreto,
viendo si algo en ti se fija, alguna huella, cualquier signo que te
nombre, que sea de los míos y nos permita seguir juntos el camino.

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ETERNA

Podría yo contar ahora la cantidad de tus trabajos, la valía de tus horas,


también el lugar de los
encuentros; pero ninguna como tú a la orilla de la mar, viendo pasar los
algodones y escuchando silbar el viento por sus finos tubos.

Podría yo hablar de tantos quehaceres, del vuelo de tus manos, del


ritmo y también, de los paseos, del sol tranquilo, explicar la historia de
tu nacimiento en mi palabra: la primera vez los ojos, después los dedos,
contactos crecientes que brindabas de improviso, entre la hierba, en
escalas, bajo el sombrero; pero debo dejarte más segura en el recuerdo:

76
a la orilla del mar, viendo pasar los algodones y escuchando silbar el
viento por sus finos tubos.

IR

Vamos a verla. En esta tarde de bloques sobre el cielo. Nada ocupa


nuestras manos. Estamos cansados de preguntas.

Sin apuro, en hora intermedia, solucionando el último problema, callado


el motor, guardado el viento, limpio de vestigios y alarmas, con ojos

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claros, a un ritmo que no puede ser captado por las finas pantallas,
rumbo a la senda oscura, entre flores secas, abriendo la puerta y
trepando, en fila, en misión, dejando justo espacio entre nosotros, hasta
alcanzar la sala abierta a los rayos. Y allí esperar diez segundos, como
quien no espera nada, a que ella nos interrumpa con sus gritos de
asombro y alegría.

OBJETO

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Tengo mil canciones para tu deleite. Palabras y palabras aprendidas en
las hojas sueltas. Puedo ser dulce para ti, sin objeto, y repetir
eternamente el canto. Deshecho tales armas y en cambio muestro las
únicas que empleo: una cierta distancia y perfectas barras frías; tras su
fondo se agitan banderas suaves. Casi no hablo; recito el ritmo de las
máquinas. Debo pulir la nostalgia, colocar su volumen sobre el mar. No
puedo volar si no es sobre un objeto sólido. He aquí un ramo de plantas:
pequeñas y grandes hojas verdes.

¡Afuera los colores y sus lágrimas, los largos tallos retorcidos y


enfermos! Aquí te digo con palabras claras, con cubos negros, que te
deseo. Después podremos seguir hablando con este silencio blanco.

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CREACIÓN

Tú me dirás un día si está bien así, que yo te siga, a mi modo, que sepa
de ti más que el resto que te nombra.

Yo no salto, tú sabes, no me deslizo bajo el sol ni entre los colores te


pregunto; me conformo con atar el último movimiento de tus cintas.

Tengo aquí, en los alambres, el eco traducido de tu voz y la altura


inquieta de tus manos. Conozco tu próximo destino y puedo levantar tu
huella un segundo antes que se esfume.

Yo recepciono las ondas, vigilo cada acorde, te distingo. Voy


conformando aquí, sobre la mesa, los ingredientes de tu volumen y, sin
saberlo, tú cooperas, casi ordenas que otros te custodien, te reflejen, y
das aviso de tus actos, decisiones, y te pones suave cuando te exhibes y
trabajas para que esta figura cada día se te parezca más.

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FORMAS

Siempre divididos: Allá tus pasos, reflejándose en distintos materiales,


protegidos de la luna, de la tierra, esperando un hecho imprevisto: la
visita del sol.

Es difícil, en esta forma, atacarte, derribar límites y saber que todo lo


puede traspasar la unión de dos sonrisas.

Por eso no me muevo, y pienso y busco otra manera, algo furtivo, un


rayo que pueda atravesar sin peligro los cristales, posarse en ti,
recorrer tu cuerpo y hablarte al oído en un idioma justo y extraño.

81
AMORES

Ni penas ni francas alegrías. Alejemos los caballos, los azules, y


presentémonos de nuevo. Aquí
no valen armaduras ni colas de vestidos. Encontrémonos, cual suaves
investigadores, en la tarde, arriba, contra el cielo, callados y justos,
alejados de la aurora, casi negros, y digamos de nuevo lo exacto del
momento: cómo nos queremos. En fila. El comienzo. Y nada de suspiros,
ningún eco, sólo la presencia de texturas, el largo escaparate de los
cuerpos y la ciencia última a vuestro servicio, como siempre, pero libre,
con todos los colores del avance, perspectivas, soluciones. Y otra vez la
decisión en nuestras manos.

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MUDOS

Y sabiéndolo todo, y estando de acuerdo en tantos signos y colores, aún


dudamos; nunca sabremos descifrar estas mudas palabras:

allá, en tu esfera, entre nubes, esperando, y yo tendido, enredados mis


dedos sobre esta máquina brillante, y en medio del aire, el viento
grueso que en cualquier momento pasa invisible llevándose las hojas y
los pájaros.

83
IGUAL

Salir a encontrarte por las extensas planicies no es distinto a buscarte


entre los cubos de concreto. Buscarte, con amplio horizonte, distinguir
tu punto traído por el viento, iluminada ya la cabeza por el sol a tus
espaldas, negro el semblante para no develar los motivos de la cita, no
es más difícil que hallarte después de alzar mil cajas y de apartar
colores y utensilios.

Así me paseo por distintas latitudes, así te acecho cada día, otra vez de
noche, a plena ráfaga, o parapetado tras el muro, la ventana, porque
nada cambiará cuando llegues enarbolando el signo.

84
MUY DULCE

Y no será ocupado todo el amor que tengo. Evitaremos los grandes


acordes. Sobre el campo puro dejaré pasar una línea de color vivo con
sus bordes apenas desflecados. No podrás seguir caminando, por todo
lo que he visto, sin reparar en el trazo, en ese golpe sobre el cielo, allí
puesto para distraer tus ojos, para acercarlos curiosos al naranja que
flota y que ya vive como el primer descubrimiento del espacio.

Pero tú también conoces esta magia: llevar al campo, donde se te pudo


esperar un siglo, la marca rectilínea, la esencia de tantas huellas, la
acumulación de visiones que el viento siempre ha barrido en el mejor
instante; y tú vienes a mi encuentro deshaciendo, con la preciosa mano,
lo único cierto: mi juego de amor.

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SILENCIO

Sin llamarte, sin grito claro viniste a mí. Haciendo coincidir los ojos me
dejaste ver el paisaje que buscaba: indudable asombro y plenitud en esa
hora, junto al lago y al boscaje: cambiante iris, pelo rojo.

Sin llamarte fue este encuentro e igual fue tu huida, sin un grito, una
palabra; era mañana o noche cuando empezó el regreso y alzando un
dedo borraste los dibujos y las decisiones violentas de tu pelo.

86
IMAGEN

A veces, en un segundo, cuando vuelven los paisajes al espejo, algo de


ella se dibuja, se mueve y habla, y es una gran dicha reencontrarla a
trozos, completar el resto de los años.

87
III

88
DIRECCIÓN

Después de la ciudad, el camino se angosta y empobrece, grandes hojas


franquean su paso; al interior, quintas derruidas y el crecimiento de
nuevas fábricas.

Esta es la ruta.

Nos vigilan palmas espontáneas. Las quebradas descienden y se abren


frente a nuestro patio. Ellas nos traen el perfume de las flores más
altas: azules que lloran toda el agua.

Lo que más abunda, en las tardes, es el firmamento. El caserío queda


en sombras. Arriba la luz se vuelve intensa. Y porque hay una estación
cercana y antenas, o porque la población fue construida frágil y cruzan,

89
en todos sentidos, alambres, lo único que decora el espacio son los
pájaros.

Las hojas se funden y forman el telón de la noche. Tan débiles, las luces
no pueden traspasar las cortinas. cuando llega la luna, se queman los
dedos. Es la hora del paseo de los gastos, suaves, silenciosos,
encendidos. Es la hora en que ensayan los insectos: sobre el charco, en
un pie, acuatizan los zancudos.

La mañana ilumina el tambor. Todo despierta de golpe. De remotos


lugares se acercan los ruidos: vehículos con cargas importantes:
hermosas carpas, estrellas, dentaduras. Se abren las ventanas para ver
pasar a los elefantes, y huye, endeble, la mariposa de anoche.

Esta es la ruta.

ASÍ

Aún en franca soledad, nuestra casa que alimenta ojos cristalinos;


escondida, preparada contra los tramos y apuntando a las visitas.

El valle sólo acepta las caricias de los aviones; un saludo muy liviano
sobre el ramo de la alfombra; un punto en la composición del cielo; una

90
mirada breve y completa y los jardines recibiendo la sombra fresca del
pez.

No permitiremos invasiones. La marcha del tren, otros transportes y el


escarabajo, se sabe, arrastran el peor concreto. No resistiría; ni
siquiera un verdadero gesto alegre.

Aún en franca soledad, nuestra casa que alimenta ojos cristalinos.

DESCANSO

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Exacto. Siempre está aquí el astro con su justa tibieza, con su
prometedor horizonte, con sus jardines, su lengua, y dice engrandecer
las jornadas mientras tu aliento seduce para la colmena ejemplar.

Empiezas por no distinguir el relevo; confundes ya la fatiga; olvidas tus


horas, tu personal acento, esa forma explicativa, lenta de las manos por
el aire, esa manera libre de extender o cortar la pauta.

Sigues, inconsciente, saltando impelido, golpeando en medio de la


fabricación de fétidas corolas. Toda labor, bajo el calor uniformado, se
vuelve rotativa, hasta el momento en que tanta carga deja caer el mazo.

El golpe feliz te trae el viento y una noche fresca se presenta en tu


ventana. Eso es todo. Nadie puede darte más para tender tus dolores.

LA PARED

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Y detrás de la pared debe estar la casa; pero detrás de la pared con
cubos rojos, ninguno igual, con marcas de dedos, sin esquinas, con
trozos cristalinos, negros. Y no he querido entrar por quedarme allí
escarbando con los ojos, jugando a ver lo que pusieron, en qué orden,
de dónde: del jardín de las mezclas.

Así se eleva y se extiende la pared, miga a miga, dulce e imprevista, por


capas, en el lugar más visible, junto al viento y las manos que la excitan
con su roce.

Es raro que ella vigile desnuda con tan rico vestido, pero está bien que
detenga por sorpresa y seduzca al que pensaba cruzarla.

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DESPERTAR

Verano. Apretado estaba el sol, esforzándose como el ojos de un gato.


Aún mis manos dormían cuando el día entero me golpeó la ventana.
Consulté con ansiedad si algo me reclamaba, si alguien solicitaba mi
visita, si me esperaban entre paredes o con amplias sonrisas. Ningún
malestar sobre el horizonte: a veces, llevadas por el viento, cruzaban
las alas.

Sólo otro día que empezaba muy claro, con los estremecimientos de
siempre: deseos de cantos y una gota de inquietud sobre lo pulido del
cuchillo.

94
HOY

Hoy es demasiado tarde. No hay tiempo para las ventanas. No hay


tiempo para las jaulas, y los pájaros, libres, chocan con muros de
cemento.

Nadie puede quedarse en casa. El enemigo cubre el horizonte y es


necesario que todos salgan al combate. La lucha ha sido terrible y la
familia, cansada, duerme para estar fresca por la mañana.

El que no acate estas órdenes, al que desee respirar acodado en la


ventana, a las cuatro de la tarde, se le festeja con tristeza y se le
despide para siempre.

95
EL PASADO

Retornar a las primeras cosas: aquellas que irradiaban desde gran


distancia: brillante su color y
ostensible su peso. Vivían en su zona, derivando en suaves rayos hacia
nuestros quehaceres.

Y aquella era la meta, conseguir su volumen. Para ello todo empeño y


sacrificio, todos los trabajos, sin saber más, tan sólo la intuición de sus
formas y el valor incierto de su poder.

Hoy no las queremos. El tiempo fue complicando nuestros goces. La


batalla constante nos gastó los ojos y demasiadas cosas volaron de las
manos.

Su llegada ahora no puede complacernos; su aparición no parece


premio. En cambio nos alegra cerrar portones, despedirlas y ver cómo
se sorprenden ante el desaire.

96
LA INVITACIÓN

El sueño fue interrumpido a través de las gruesas paredes. La


penumbra y el zumbido encendiéronse transformando el cuarto. En la
pared de campo brilló una esfera, luego escalas, y en los topes abrióse
la mansión.

Nunca supo nada de los carros decorados más allá de las viñas. El
humo y las aguas marcaban su frontera. Seguro hasta entonces de su
paso, tembló ante la llamada del cuadro. Quizás le invitaba otra grieta
de su pálida higuera.

Su cuerpo de puro polvo, sus armas naturales, prestábanse magníficos


para el gran experimento. Fue recibido por el coro y la trágica de
brazos desnudos. Escuchó solícitas palabras: de la sala depurada
saldría un nuevo color; un color cada día.

Las salvas pregonaron sus virtudes y a su casa llegó una carta


indescriptible.

Las nubes esperaban para pasar todas juntas en la noche.

Trepó, como se sabe, por interés de la marea y la rueda se secó por no


girar en la montaña.

97
INÚTIL

Un momento de atención, que lo voy a soportar todo. En el rincón vacío


yacen mis armas. Dejad que ellos vengan y nos rodeen y cubran el
horizonte.

Permaneceré en silencio hasta el momento en que se precise al que


deba prestar su nombre y dar la orden.

Y puedo no agitarme porque el enemigo no es tan poderoso; es más


bien triste; y porque tampoco existe nadie capaz de pedir mi brazo y mi
sentencia.

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PÉRDIDA

No pueden importarnos los barcos. La estrella; siempre arriba. Nadie


baja ni se acerca. El comienzo fue sencillo: todo estaba allí, al alcance
de la mano. Podía ser. Iniciamos la espera. El brillo fue apagándose de a
poco. Luchamos. No podíamos quedar vencidos. Usamos los más
comunes utensilios, luego empleamos fórmulas extrañas. El mal
avanzaba. Partían por un camino nuevo, recién abierto, y nos quedamos
pálidos mirando el punto y comprendimos: nuestro poder cambiaba y su
precio, helo aquí.

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CONCRETO AZUL

Soy muy diestro con las manos; siempre equilibrando las cosas; en el
espacio impongo algo concreto, recortado. La perfección es una bala.
Sin exagerar, los pájaros estarían mejor, no sentados sobre los
alambres, sino de pie, dejando que se vea el paisaje entre sus patas.

Soy muy diestro con las manos; siempre lanzando cosas. El freno debe
ser justo; un centímetro más, y el beso puede convertirse en un
derrumbe.

100
Volver a empezar, sin público. Son objetos, platos, ceniceros, servilletas,
lápices. Navegan por preciosos rieles; ocupan el lugar que su forma les
señala. ¡Cómo cae el pañuelo! ¡Cómo se abre su corazón blanco! Sus
alas no serán jamás destrozadas por el impacto; al contrario; vivirán del
golpe. Y algunos llaman a esto juego de niños.

Soy muy diestro con las manos, aunque nada de tallar microbios. Me
seducen los elásticos, las gomas, las esponjas; esos ritmos inciertos
que, cuando saltan, triunfan, y quédanse tan quietos de golpe, serenos
después de la sorpresa, y el aire es el único que puede repetir la
historia.

Soy muy diestro con las manos, y lo soy aun en el trabajo, donde,
repitiendo, viajo en una rápida silla, me detengo frente a frente, barajo,
deslizo kilos de la máquina y nunca pierdo buscando entre los timbres.

De noche, cansado —es justo—, voy quedándome dormido; pero


también esto lo voy haciendo por etapas y cualquier presión de las
manos va elevándome. Ya en el aire, cerca del techo, una leve
contracción es suficiente para reclinar a voluntad mi cuerpo. Luego
escapo por
la ventana.

He viajado mucho desde mi silla con ruedas, desde mi cama a motor. He


tenido experiencias extrañas, lo acepto. Pero todo se debe a los
entretenidos resortes, a su resultado vivo e imprevisto, a las rasgaduras
que sus puntas dejan en el cielo, en el cielo azul. Y yo me asomo,
examino, y creo a veces sorprenderles la cola. Creo, solamente.

101
MI TIEMPO
(1980)

A mi hermana Ángela

102
NO VIAJARE

No viajaré a parte alguna, ya lo he dicho antes. Desde aquí veo más de


lo necesario.

Cuatro viajes diarios, el trabajo, en micro, me cansan, pero cuatro


sueños me despiertan.

103
DAR VUELTAS

Dar vueltas, mirar. Elevar las hojas para ver qué sucede si se recortan
contra el nuevo fondo, que se acelera el viento, si cambia la luz, si tú no
estuvieras allí, sino más arriba, más lejos, si no pudieras verlas y en
cambio lo soñaras, como ahora, creciendo las hojas solas y despuntando
a través de una pared de ladrillos frescos y rojos.

104
HE BORRADO

He borrado las dedicatorias y cualquier palabra que me complique.


Habrás comprendido que las promesas no sirven. Retengo solamente
hechos, situaciones e instantes en que la luz te iluminó en cierta forma.
Suficiente para que permanezcas representando este día como el único
que recuerdo.

Si te parece justo —pienso lo contrario—, la culpa nació de ti misma, de


tu propia estructura formada por colores definidos y partes concretas:
tu pelo negro, tu piel como la nieve y las pecas encima.

105
FÁCIL

Acumula los tipo y enciérralo en tus pequeñas cosas: rodéalo de cerilla


y aspira su perfume: arbolitos en la ladera y la hierba terciopelo te
acariciará la piel hasta el último minuto.

No es para quejarse tanta hermosura.

Pero a veces podrías salir a aspirar los vahos que reparten altos cuellos
metálicos o podrías ir a oler los negros desagües que decoran con sus
labios el mar.

106
BLANCO

Como nube blanca, como pluma bogando por el lago, temblando,


agazapada, fría, pronta a surcar el aire y abrir una herida blanca en el
azul de la mañana.

107
ME HAN ROBADO

Me han robado, me están dejando nada más que la cáscara. Ese es el


problema. Me cambiaron los azules y todo el orden de las olas. No he
vuelto a caminar con el mismo peso. Yo mismo no me reconozco en los
espejos. Y hay música hasta el fondo de los tarros.

Cambian las formas y te extrañas del movimiento de tus dedos, de los


viajes de tu cuerpo. Ya no escuchas. Las orejas son estructuras sin
sentido. Los ojos van detrás de telas, carteles, objetos pintados y te
detienes a descifrarlos y ella, ella se renueva a cada instante y la ves
sacar la lengua entre los puntos de la gran fotografía.

108
A VECES

Si no se buscan, a veces se encuentran: arriba de la puerta, debajo de


la tapa del medidor: se suman los números, con el dedo índice se golpea
la estrella y todo esto se memoriza y luego se sale a pasear.

109
MI TIEMPO

Mi tiempo de madera, alambre, papeles: superficies de suave pintura.


Se rompían bajo el sol y el rocío. Y esa forma negra, ese sabor, esa luz
de familia, esa cara y silueta de mayores, ese olor a encierro y a
muerte.

110
HE VIAJADO

He viajado por las paredes de papel, por las guardas del techo. He
trepado hasta la lámpara con el sólo apoyo de las hojas. He sorteado
orificios, lagos, he saltado travesaños que surgían; he puesto un pie en
el aire, en la cómoda, he tratado de organizar el viaje aclarando
impresiones y principios matemáticos: he sumado conjuntos lejanos,
descompuesto el cuadro, el tablero, algún ángel; he traducido el cielo
por el mar y las manchas de café han sido islas. He agrandado sus
playas con el dedo, con cuidado, para hacerme un lugar de paz. Pero
siempre despierto con los mismos ojos miopes y esta opresión se una
mano en mi cuello.

111
LA CASA

La casa encendida. Encerrada, tú esperas sin saberlo. Te das vuelta


entre las mismas cosas, de una pieza a otra, y la música que suena sin
que nadie se preocupe.

Lo de siempre: un sonido te devuelve la Imagen, pero otro sonido te lo


borra.

No debo reocuparme. Hasta mañana. Y te vas a dormir y te llevas tus


piernas y los pechos que yo estrujaba entre mis manos están —al
parecer— intactos.

112
SE PRESENTA

Se presenta cabizbajo, sonámbulo sobre la pista. Es imperfecta su


figura. Dan la partida y es fácil exigirle más y él levanta la nariz y va
cortando el aire con cuidado, haciendo lo mejor de su vida:
despidiéndose. A pesar de haber traspasado la meta, no se detiene;
salta la verja y sigue corriendo hasta perderse entre las sombras
lejanas del bosque.

113
FRENTE AL ENEMIGO

A Pepe y Mikel

114
La situación nunca ha sido más propicia. Aquellos que hemos dialogado
durante años para Dominar en un segundo los conocimientos y el
espacio, no podemos abandonar esta sonrisa.

El recuerdo nos reúne en un instante y se agolpan las ideas. El desierto


desearía edificar así sus espejismos.

Esta mañana un viento nuevo nos abre el camino, como el primer libro.
Estamos otra vez en el inicio del viaje. Mil veces, si es necesario,
repetiremos la consigna: ¡qué alegría este combate!

115
HACER

Hacer algunas cosas importantes: elevar la producción, afinar los


alambre, cotejar la imagen, rastrear el artefacto, concebir la estrella,
destruir el cohete, colonizar el mar, controlar la rueda.

Hacer algunas cosas importantes: no desviar la tijera, cortar papeles,


recubrir cajas, recobrar las pulseras, los aviones de seda, doblar
alfileres, tallar fósforos, repasar las letras del cuaderno.

116
NOS QUEDA POCO TIEMPO

Nos queda poco tiempo; no ahora, sino desde el primer día. Pero este
continuó ir a la escuela entretiene como jugar con la muerte. Jugar con
la muerte cuando niños o deslizar ahora el velero por la pileta. ¿Cuál el
la diferencia?

117
RUEDAN LAS MÁQUINAS

Ruedan las máquinas: vahos cubren el cielo. Todo gira, baja o trepa y no
hay manera de que los ojos se detengan. Se acumulan minutos y es
necesario darles forma, empaquetarlos en horas, etcétera. Todo brilla
entre aceites y las sumas crecen, y yo no hago más que pensar en ti y
cada cosa se me vuelve un espejo que te repite.

118
ANTIGÜEDADES

Estos jarrones y globos ocupan un lugar extraño. Alteran nuestro


espacio. Las formas hinchadas, las copas interminables, las coronas que
trepan por paredes y la lluvia de cenizas. Telas, bordes carcomidos
expelen su olor a viejo. Nos devuelven al lugar de donde escapamos
rompiendo el hechizo de las plumas.

La ventana abierta nos ofrece otro cuadro: la luz de la mañana. Hacia el


horizonte están destinados nuestros pasos. A esta hora millones de
objetos se funden y se estampan: precisos para el uso de la mano, para
el trabajo y el juego. Necesitamos nuevas superficies y espacios, líneas
rápidas. Formas que traduzcan los sueños del día y de la noche

119
ASÍ, HACIA EL FRENTE

Así, hacia el frente, muy lejos los ojos para que nada escape. Las manos
en altura intermedia (es la posición más segura), los codos pegados al
cuerpo (es menos cansador), esperando el pito, la marcha, el desfile
que trae el sinfín.

Son flores, marcas, colores, son cualquier cosa: tarros, proyectiles que
se deslizan rectos para que acaricies su mentón.

Un pie al frente, un pie atrás y ya puedes trabajar durante todo el día


dejando caer la soldadura en cada pétalo. El pito.

Si realmente te agrada el trabajo, puedes soñar lo mismo de noche.

120
ENTONCES

Todo estaba bien. El cielo con sus caballos y la tierra con sus nubes. Iba
yo por los caminos buscando el primer resquicio donde guarecerme. Y
el tiempo no me apuraba. Varias veces llegué hasta el mar. Allí crecía el
espacio junto a la avenida de granito. Verano o invierno sólo
significaban un cambio de luz. Después, pensar en otros senderos, en
otra dimensión para nuevos objetos. Todo estaba bien entonces, cuando
aún no te conocía.

121
LA ROSA

No la he podido tocar nunca. Debe ser un exceso de admiración. Algo


me contaron de ella, acerca de su perfume, de su delicadeza: algún
cuento. Ahora, cada vez que la encuentro, que puede ser mía, me
detengo y pesa sobre mí el cielo. Y yo quisiera acercarme y, con estas
manos, cortarla, ponerla sobre un plato, blanco, y comérmela.

122
SE ALIMENTA DE LUZ

Se alimenta de luz como una máquina cibernética. Su primera acción al


levantarse es ir hacia la ventana. Siempre la veremos cerca de la luz y
el calor. En días fríos, en horas oscuras, un pequeño rayo le basta.
Recurre a fuentes artificiales, a superficies pulidas, a papeles satinados.
En esto le ayudan sus ojos color amarillo. Le ayudan sus dedos y su piel
blanca.

Allí está, bajo los metales que giran. A mayor fuente de energía, más
vida y movimiento. Como toda máquina orientada hacia una sola
función, no comete torpezas. Es más, agrada su funcionamiento, sus
formas y maneras. En esto le ayudan sus pecas doradas. Le ayudan sus
dedos delgados como antenas.

123
EN LA TARDE

En la tarde, entre notas, después del verano, cuando han vuelto a surgir
las armas, cuando empiezan las dentelladas y corre la sangre, cuando el
quehacer va encendido y nace el tráfico de máquinas; en medio de este
mar la vi abrir la puerta y sonreír como la cosa más importante;
inmóviles, sus ojos fueron acercándose al objeto y su voz se convirtió en
canto sin que nadie se extrañara.

Así la recuerdo, blanca y cálida entre tallos de acero.

124
ECOLOGÍA (I)

Todo estaba bien: El hombre guarecido y tapado por grandes hojas. Y el


sol y el agua haciendo crecer sus frutos. El día pleno alzando su luz y la
noche, transparente y pálida, calmando con su capa de silencio el calor
y el hambre.

Todo estaba bien: El hombre dormido y soñando con praderas cubiertas


de pezuñas y pronto a saltar sobre la presa. Agazapado, solo,
temblando, reiniciando el riesgo diario, a la hora propicia, cuando el sol
ya no relumbra sobre el arma; a la hora de lago, cuando el agua aún

125
mantiene la tibieza; entonces él decide abandonar la cacería y tenderse
entre la hierba, reponer fuerzas o quedarse dormido como esta noche.

Todo estaba bien entonces: el poder en sus manos, en su cuerpo


postrado o tenso, y todo el panorama de la tierra y el cielo abierto bajo
sus ojos todavía cerrados.

En su propia y dura vida. Pero él sabe reconocer las estaciones, épocas


de agua o de sequía: distingue las especies y emula actitudes y recursos
animales. Se defiende, ataca, protege su alimento, ensancha el campo y
el camino. Un día se atreve y cruza el río y marcha hasta lo alto. Desde
allí contempla otro mundo solitario, repetido. Tiembla y se asombra.
Recuerda e imagina. No sabe si lo que asoma a su garganta es canto o
sollozo. Pero está allí frente a otro medio diferente y quiere
conquistarlo sin romper el hechizo. Entonces piensa en todo lo
aprendido. Y avanza.

UN ÚLTIMO INTENTO

126
Un último intento todavía; salir a recorrer las calles. Sin haber pactado,
con la corona reluciente pasear por rincones y ver el sol cumplir su
cometido.

Adentrarse por pasillos, atisbar por agujeros, descubrir el final del


camino —donde todo desaparece—, sorprender a la niña, tocar el mar,
las alas del antiguo aeroplanos; ir al parque, a lugares reservados sin
motivo, donde la ciudad dispone que el sol entibie playas y maderos y
se mantengan las puertas abiertas sin nadie y así vagar entre estantes y
mesones, mientras ahí, bajo la ventana azul, cruza el lento remolcados.

127
CAMBIO

Me llevaré todo lo que tengo. Abarca mi bagaje una extensión sin límite,
pero ocupa un reducido lugar: apenas el destello de una chispa. Y luego
silencio para ordenar en paz mi cúmulo de bienes: páginas y páginas al
viento y desfiles interminables de ordenadas hormiguitas negras.

Me llevo todas mis cosas. Vuelvo a mi origen. Como quien se muda de


noche. Sólo dejo este cuerpo que tanto me ha entrabado en el camino y
que ya no tiene aplicación racional ni económica factible.

128
EL MAR

Hurgábamos en la playa siguiendo el escurrir de la arena. Siguiendo los


reflejos de las cuentas doradas. Todo el tesoro estaba allí, entre los
dedos, y se iba por la pendiente y desaparecía en el fondo del túnel.

Toda la tarde cavando en cuclillas, bajo el sombrero blanco. Brillaba el


sol y reventaba suave el doblez del agua.

Palpamos el fondo húmedo. Las gotas manaron y fueron creciendo de


volumen y de pronto nos encontramos frente a frente con la cara limpia
del mar.

129
INQUIETUD

Temí que llegara este momento: nada en el sol, nada en las nubes, y, sin
embargo, allí estaba la inquietud acodada en la ventana.

130
MUERTO

Muchos han cooperado en forma anónima.

Apagaron la luz, desprendieron nombres y pintaron la escala de color


de los humos de invierno. Cada vez que me asomaba, que intentaba
contemplar el cielo, o cuando iba a la cocina, y sonaba el teléfono, o
debía abrir al cartero, el viento; cualquier distracción mía les bastaba
para entrar a moverme los dibujos y arrancarme una hoja del cuaderno;
una hoja blanca del cuaderno.

131
TERRITORIO

Territorio maravilloso donde cada cual tiene su propio jardín, visitado


por sus propios pájaros, donde se arrastran sus propios gusanos.

Territorio despoblado donde, entre espinos, las flores solas, temerosas,


pugnan por traspasar las sombras y extenderse doradas bajo el sol.

132
LLENAS DE VIDA

Llenas de vida como llenas de cajas y sorpresas. Y el faro vacío. Tú has


escuchado que aún así es importante: acumulas fuerza, deseos,
intenciones; lees y descifras y vas al cinematógrafo; todo te distrae y
crees hacerlo bien frente a las historias, a los dibujos; te entretienes y
vas llenando cajas y sorpresas; pero nada aparece. El faro —tan
importante— continúa la búsqueda.

133
NO LA TOQUEN

No la toquen. Déjenla buscar entre los nuevos triángulos.

Ha recibido mensajes nocturnos y viene a lucir sus colores.

¿Cómo nace el celeste de las rodillas, cómo es suave el tono pardo con
un punto rojo en el extremo?

No la toquen. Ella se ha preparado cada noche. Abrió al cielo su caja de


pinturas. Guiaron su mano las estrellas, el último disparo —del que
nada supo—, más algo guardo en su cuerpo, en sus lápices blandos y
hoy llega tatuada de plano.

Nosotros, no obstante el conocimiento, nada entendemos: son de


petróleo celeste las rodillas y de metal blanco las muñecas.

134
ESTA MÚSICA

Esta música comienza cuando estamos distantes y nos obliga a dejar el


momento y a volver el oído. Llega hecha un susurro —el viejo— y otra
vez caemos en la trampa; porque no es más que la eterna cubierta de
dulce. Hasta que empezamos a gustar sabores ocultos, tapiados,
pequeños rectángulos; uno, de prueba, luego cascadas donde distinguir
y separar antes que asome la curva, el acorde, el fuelle que barre las
hojas, y surge la cantante —muy joven para el paisaje—, pequeños pies
desnudos, y con voz natural cuenta lo que no escuchamos; porque su
arte no es más que el dominio del ámbito del silencio que ella decora
con números y pájaros.

135
VIAJES

Cada día es más común un incendio en las alas. Es el momento en que


nadie puede hacer nada. La pasajera donaba un ojo por un médico. El
poeta, ante tanta urgencia, ante tanta urgencia...

Todo es muy simple. Tiembla el pájaro con ruedas porque tiene de


hierro anclada la cola. O sea que lo único importante es permanecer
bajo el aromar, y los pájaros de verdad, aunque parezca exagerado,
cruzando como quieran y silbando por el espacio.

136
ECOLOGÍA (II)

No será suficiente toda la técnica, ni el alcance fácil de los astros, ni la


vida sumergida o el respirar a través de la cápsula. No será suficiente
soplar con la fuerza de todas las aspas, ni lavar los ríos y el mar ni
frotar las piedras o barrer con nuevas palmas el desierto.

Será imposible volver a poner en movimiento la vieja máquina de hojas,


la máquina de la lluvia, las hélices invisibles del viento; no viajarán lejos
los copos por el cielo.

Sucedáneos e inventos, armaduras, cálculos y luces a velocidades


indecibles no podrán reemplazar la muerte de una pluma ni emular el
grito que se ahoga entre vapores.

Nos hemos pasado el tiempo aplaudiendo los beneficios de la


producción —hasta los confines llega la música— y en plena

137
competencia recordamos de pronto el patio donde se extinguen y se
renuevan las sorpresas:

como en sueños, como en una pesadilla se han transformado los


envases y espuma; los deshechos se acumulan y navegan y acecha su
peligro; sonrisas, burbujas y perfumes corresponden a otro tiempo: a
etiquetas desprendidas por el paso de los años. los metales y las
mezclas ya no brillan ni cantan. Ya no seducen sus formas. El basural
melódico se calla, extiende sus desperdicios y esqueletos por la
atmósfera; seca ríos con sus latas; abre cavernas, ocupa el cielo con sus
torres; los gérmenes descansan y se aprestan entre bloques submarinos
y corrientes; atisban la presa, extienden lenguas y tentáculos; su
marcha cambia el color de los océanos; y los siete mares son negros.

Ningún cálculo nos permite saber quien oscureció tanto el horizonte.

Temprano, más allá del patio, la primera chimenea lanzó su delgado


calor. El azul hacia el azul nos envolvía y cobijaba. Y era suficiente. El
único motor, después de los pájaros, bajaba la cuesta al medio día y se
hacía presente al compás de la bocina. Temblaban las hojas y una nube
de polvo y polen se iba detrás de la góndola. Luego el viento ocupaba el
lugar de la cola para dejar todo en orden. Corría el agua por la acequia
y el sol sentábase en el camino.

TV

A pesar del combate, te espero. Tu cara aparecerá en la pantalla.


Alguien hablará por ti desde el fondo. No eres tan bella. La máquina
funciona porque tengo conectados miles de años. Nadie puede
interrumpirnos. La grasa y el perfume va muy bien con el chocolate que
te gusta y lo desnudas lentamente sin sacarle los ojos de encima. Yo te

138
imito. Mientras, sobre el fondo, se abre un abanico y bajan por la
cuerda los infantes. Me pongo nervioso por culpa de tantas proteínas
pero la música, si puede llamarse así al tableteo, va camuflando tu
rostro y aquí están las noticias.

A LA CALLE

139
¡A la calle! El ojo sacrifica sus colores por el gran movimiento. Las
reproducciones son más brillantes. Pero nada iguala al vaivén de estas
piernas. Aceleración, arrepentimiento, pareciera que va a entrar,
titubea, y se queda frente a la galería donde venden rosas.

Puede venir de cualquier parte, sin compromisos ni saludos, ella, su


contorno, y los escaparates la repiten así como un espejo se mira en
otro espejo.

Atravesar la calle; decisión importante. Ir al extranjero. Las voces se


elevan, se confunden y ella, por supuesto, desaparece.

140
REUNIÓN

Sin mensajes ni módulos. Olvidar los lápices; decidir, seriamente, que


para aquella reunión no será necesaria la tabla de multiplicar. Dejar
todo intacto y salir de vacaciones. Tomar el camino del sol y pensar en
ideas generales. Pensar en el mar; un final distinto en cada playa.
Ejercitarse con algunos problemas. Ejemplo: bajo un cielo gris un mar
azul y sobre éste un barco. ¿De qué color debe ser su bandera? Antes
de responder será conveniente fijar la escala apropiada. No insistir
demasiado. Liberarse de normas y recrear el ambiente. Examinar las
palmeras de la avenida y comprender los detalles. Seguir el camino a
paso lento en espera de cualquier oportunidad. No buscar, dejar que se
presenten. Desde varios metros es imposible describir qué técnica de
hilado se aplicó a la tela. El tacto ayuda, pero no basta. La trama se
deberá alzar a distancia como se hace en el juego de ajedrez. Lo que en
último termino se precisa son amplios conocimientos marítimos.
Dominar las dificultades en el proceso de estampado según texturas y
número de colores. No hablo sólo de flores y pájaros sino también de
materiales pesados. No olvidar jamás las leyes físicas, las leyes
naturales, las nubes.

Idea: esta arquitectura vive en el espacio, lo limita. Ejemplo: la niña se


asoma a la ventana. Se trata de que nos demos mantenimiento
suficiente: como el aceite que se aplica a los cables tensores.

Controlando situaciones de este tipo podremos desviarnos del paso y


asistir a la reunión.

Y el color debe ser naranja.

Muchas gracias.

141
POSTAL

Te envío esta postal desde mi lugar de descanso. Salgo de esta caseta


blanca sólo para tomar el sol. La corriente que gira en torno a la roca es
peligrosa; impide que alguien se acerque. ¿Quieres venir a pasar la
próxima semana aquí conmigo?

142
ESPERA

Y me quedo pensando en cómo decidir el gran problema. Al no poder


contentarlos a todos, al no poder regalarles la bocina, al no poder evitar
que algunos me aplaudan y otros me despeñen, trazo una línea sobre el
mapa y ya estoy lejos. O dibujo un arma, algo mortífero y con ella al
hombro me paseo haciendo temblar a todo el mundo.

¿Pero cuánto puede durar esto?

143
NO ME EXPLICO

Algunos distingos se producen sin saber cómo. En esto las ventanas, al


parecer, ejercen su influencia. Los papeles floreados, en especial, a la
hora del desayuno. Las jaulas con canarios. Los tíos y las tías. El andar
mirando el techo y estar propenso a las corrientes de aire. El haber
estudiado interno –dicen- es un signo difícil de superar. Todo ello ejerce
una suerte de embobamiento, un estado febril que si bien no le quita al
joven el apetito, no puede tampoco conducirlo a nada bueno.

Estas formas y maneras se producen y desarrollan lentamente, sin


saber cómo. Se empieza
por un temor vago a las grandes olas. Por efectuar ridículos ejercicios:
adivinar cuántas tablas cubren el techo o el piso. La característica
principal consiste en una gran desconfianza por todo lo absoluto. Los
libros científicos se hojean con asco. El idioma no resulta una lengua
extraña. Los números, símbolos preconcebidos para aherrojarnos al fin.
Entonces damos los primeros pasos lentos. A través de los pasillos.
Vamos buscando la salida, la luz, el traje apropiado. ¡Adiós a la mano!

A estas alturas podemos asegurar que nuestro nombre se repite por


altavoces estratégicamente colocados: en el patio, en la iglesia, en la
noche. Son cintas grabadas por muertos. Al parecer, con estos zapatos,
con estas ideas, no podremos continuar el viaje. ¿No lo hemos
constatado así frente al mapa durante la clase de geografía? ¿No hemos
comprobado el movimiento y la fetidez de los bosques y lagos en
miniatura?

En realidad, querido amigo, no me explico cómo hemos llegado a esta


situación.

144
DISPARAR

Disparemos sobre el mar desde todas las posiciones que


acostumbramos a adoptar en la lucha.

Disparemos sobre el mar y seguiremos la trayectoria para comprobar


lo inútil del acto.

Disparemos sobre el mar y nuestra pupila caerá sin fuerzas, sin color,
penetrará las ondas e irá a descansar con el resto.

Disparemos sobre el mar hasta el día en que el túmulo traspase las


aguas y asome eterno y concreto.

145
QUÉ HAY

Qué hay de las promesas, de los sueños, de los colores reunidos más
allá del horizonte?

Siempre habrá un lugar distante cuyo nombre desconocemos. Es el fin


de aquellos solos que dedican su vida a quehaceres sin utilidad alguna:
plantar, en vez de flores, remolinos de papel en los jardines.

146
MARIPOSA

Esta mariposa está loca. Sentada, pierna arriba, se contempla en el


espejo. Se coloca largas pestañas. Luego va de un lado a otro, indecisa.
Elige entre un surtido de alas de colores. Pasa un brazo, después el
otro. Suspira. Apura el paso, corre y se lanza por la ventana.

147
IMPOSIBLE

Demasiada luz en este día. No puedo desplazarme a través de la vitrina.


Todo se expone, se ve y se analiza. ¿A dónde ir con mi bagaje en estas
condiciones?

No puedo mostrarme en este lugar sin ocupar espacio. Viene gente por
los caminos: vagabundos. Traen lo indispensable: lienzos y estacas,
cajas y paquetes. Están locos con esos trajes y costumbres, con esas
estampas y leyendas.

148
Molestan en la calle con su agitación y esa forma incierta, de
fantasmas. No tiene sentido avanzar y dar un buen ejemplo bajo una luz
que nos cambia.

(La pieza del niño y del perro se trasladan solamente de noche).

HE RENUNCIADO

He renunciado. Soy huérfano. Me asilaré. me cortarán el pelo.

149
En la noche abro los ojos, espantado. Pertenezco a otra raza. Mi futuro,
mis actos estarán regidos por el sol, la lluvia, el viento. ¡Al fin libre por
el último camino!

No fue fácil olvidar sombras y muertes: leyes, reglamentos y normas.


Algún degenerado poderoso, proveniente de otra tribu, cambió nuestros
dioses y costumbres.

Hoy me asilo. En verdad, más que irme, me están echando. No tuve


razones, derechos, ni fuerza. Nadie supo jamás cuando aparecía la luna.
Como jefe —que risa— me alejo desconforme con la música.

¡He aquí la puerta!

CANSADOS

150
Estamos cansados de cuidarlas. Qué crezcan solas. Que se extiendan a
su antojo por laderas y rellenen las quebradas. Que sus tallos y raíces
formen escalas y puentes y avancen pintando rejas, cubriendo grietas y
trepen por los techos para limpiar el viento y resbalen por todo el
territorio hasta llegar al mar.

Si es necesario, que nuestros cuerpos les sirvan de agua y alimento. Si


así fuera, que desaparezcan nuestras huellas para siempre y vuelvan las
nubes verdes a cubrirnos, a cubrir el territorio como un árbol solo que
llega al mar.

151
NADA

Soy el hombre de hierro: no puede pasarme nada. Paseo, voy a todas


partes, inspecciono, critico. Planeo mis venganzas.

Ningún peligro me afecta. No tengo parientes en este planeta. Sueño


que detengo el tren con una mano. Y jamás compito. Y así se va
pasando el tiempo. Pero puedo morir de hambre.

152
ESPERANZA

Ya sé que esperan de mí una esperanza. Un cuento nuevo. Una verdad


no revelada. Un premio, para los niños, sobre el horizonte.

Sobre el horizonte se guardan, se elevan, se extienden réplicas y copias


de espejos y baúles, ventanas y encierros, latas y maderos, lluvias
azules, ojos y colores y un largo vocabulario de pasos, vaivenes y
caminos que fueron escuchados y aprendidos y dejados macerar sobre
hojas y alas mientras el mar se llevaba las islas, las maletas y botellas y
el mensaje de la última esperanza.

153
PLAYA DE INVIERNO
(1985)

154
HE PERMANECIDO

He permanecido bajo tierra siguiendo el caminar del pequeño insecto


que circula entre columnas de expedientes y trepa pasos y perfiles,
incansable, para hundirse en una letra, husmear y proseguir su lectura
subterránea.

¿Es esta la vida entre sombras y papeles?

Arriba, en la superficie, el sol ilumina el pasto y el camino, y los


vehículos se transforman en carros coloridos o proyectiles.

155
VISITA

Solicito, ruego que no me ofrezcan situaciones fáciles. He pasado


contemplando el paso del viento sobre la cabeza de las palmas.
¿Agregar, ahora, elementos desechables?

Me refiero a visitas en tiempo inesperado y relucientes voces al compás


del cuarzo. Es decir, portadores de ventajas que se alegran
anticipadamente por ti.

Solicito se me permita solucionar el primer problema.

156
SOBRE EL PUERTO

¡Escapo de la orilla, de los charcos de mugre azul¡ Por el callejón de


perros; por adoquines. Aparta cruces y cenizas y trepa hacia el tope de
caracol, donde canta el viento: vuelan gotas y faldas, baja libre el agua
y se termina el cerro.

Allí la encontrarás, sin candados ni relojes, asomada al mar y batiendo


feliz sus piernas sucias.

157
NO PUEDO

No puedo decirlo todo. Hay mensajes y mensajes. Palabras por el aire;


susurros por las rejas; grandes paquetes y golpes; instrucciones
precisas acerca del reciente comentario. Puertas y mirillas, recintos
secretos —rotulados—, galerías lavadas sobre un mar impávido.

Al sol, el prado lejano luce repleto de animales.

158
COMUNICACIONES

No recibo órdenes de nadie. A pesar de ello, gente no enterada insiste


con instrucciones tanto
verbales como escritas. Cuando así sucede, acostumbro dirigir la vista
hacia el mar, hacia bosques y desiertos que se extienden en paz sobre
mi pequeño mapa.

159
COMO EL AGUA

Como el guía espiritual he ascendido las gradas y extendido los brazos


para investirme con los paramentos propios de mi rango.

He trepado una vez más el cerro, estas pobres escaleras, he dispuesto


de mi ropa de trabajo, doblado cuidadosamente una hoja de papel y,
confeccionado el birrete, he cubierto con él mi cabeza, símbolo de mi
poder terrenal y creador.

160
MILAGRO

A Carlos León

Y después de las lluvias un gran milagro campeó sobre la tierra. El


equipamiento —animales, flores, tornillos—, tradicionalmente instalado
en la franja izquierda, junto al mar, amaneció al lado derecho; aquello
que lucía arriba —signos, pájaros, esperanzas—, quedó abajo. Los
personajes de altura, enanos. Y todos los pequeños flotando por el cielo.

161
DISTINTO

No quiero irme. Cuántas veces lo hemos escuchado. Lo gritamos


cuando niños; nadie sabía entender si deseábamos estar en la gruta o
en el barco.

No quiero irme. Y nos aferrábamos a la baranda. ¿Qué pasaría más


adelante, por el fondo de los ojos, por las nubes, por la hierba verde del
mar?

162
Ahora es distinto: nos vamos.

AYUDA

Pero alguien, aislado, sin ser reproducido ni aparecer en las pantallas,


en silencio y con actos distintos desbarata la estúpida carrera.

163
ADIÓS

164
Me dibujo, me numero, escojo un nombre lejano y cambio de identidad.
Debe hacerse así: qué bella postal con faro y gaviotas suspendidas —
baten en distintas direcciones—, y tu nuevo perfil a lápiz y sin arrugas,
y el viento y las nubes caminando hacia atrás.

Ahora nadie te reconoce ni te espera; avanzas lento, corriendo o


volando, giras la esquina, inclinas un dedo y te vas, y todo permanece
aquí sin variación.

165
DESTINO

Todos tus afanes —leyes, sacrificios, muros, cambios aun en la vida y


tráfico de los insectos—, serán un día tirados al tarro de basura. Para
que corra el agua. Para que brille el sol.

166
SOBRE EL MAR

Sobre el mar inmóvil, anclados, vi flotar la formación de pelícanos.


Sobrepuestos sobre el paño azul, tallados en madera, quietas las
cabezas, pensativos, ocupaban cuadras de la costa.

A pocos pasos, más arriba, el tráfico y el ruido de vehículos y el tren


corriendo junto a la playa. Y tú y yo viajando y leyendo este inmundo
periódico de hoy, Valparaíso, 21 de abril de 1981.

167
NEGOCIO

Nada mejor que tener la razón. aquella que renta y que hace sonreír de
placer a los interesados en extremo que sudan a mares mientras corren
y saltan sin poder detenerse debido a la sorprendente oportunidad que
se les ofrece de dar profundos mordiscos revolviéndose entre su propia
espuma o baba o dedicación al trabajo sin dejar de girar y de menear la
cola de pura felicidad y lloran también de antemano en homenaje al
gran sacrificio que se avecina para todos y que deberá caer en sus
bolsillos una vez más, inevitablemente.

168
FATIGA

Es un temblor, un estado de fatiga alterado por profundo empeños. Es


un constante paseo, por el largo corredor, hacia la ventana. La vista se
desprende, ondula, y busca un hueco entre las hojas.

Pero la máquina no puede detenerse e insiste en su labor. Ha encendido


varías veces sus colores y ahora pestañea débilmente repitiendo la
llamada de auxilio.

Es libertad lo que necesita —dice el experto.

169
DESNUDO Y LIMPIO

Con la frente recién nacida, con trapos y maderos, bajo la lluvia y


colores del amanecer, pálido y culpable de robar el aire necesario,
habiendo ocupado tan sólo algo de espacio y hollado extensiones ajenas
con la repetición de los pasos, durante años, siempre y por la misma
ruta, lento, desnudo y limpio.

170
VIAJE

Vuelve a sentarse a mi lado, de pronto, y expande otra vez las plumas


que fueron llenando, de aliento y calor, la enorme y pequeña distancia
que nos unía y separaba durante aquel viaje, en bus, por el mar.

171
META

Debo aprovechar el momento en que larguen la carrera para mezclarme


con los competidores y partir, entre gritos y colores, hasta dejar atrás la
ciudad y tomar la ruta silenciosa.

Lejos, cruzada la pradera, ya no habrá orden o poder capaz de


detenerme y alcanzaré el encuentro final de mi propia partida.

172
ESPECTÁCULO

El espectáculo se cansa. Lo que sólo debe ser un parpadeo, un reflejo,


se aposenta con gravedad y el volumen queda sometido al cansancio de
los años.

En cambio, la visión que no logramos aprisionar huye, siguiendo su


propio juego y perfil, y no vuelve más; pero una idea permanece en
nuestra mente: esta caja intemporal, antigua y nueva, preservará la
belleza. Un lugar de luz a donde dirigir los pasos cuando el día cede a
la noche.

173
QUIÉN

¿Por qué asesinas a mis hijos y los sepultas bajo mi propio lecho y cada
noche escarbas y me obligas a contemplarlos y a guardar silencio?

174
SOLO

Cerraron las puertas. Herméticamente. Como si todo fuera nada.

Esta vez no valieron los recursos acostumbrados. No había ventanas ni


tabiques ocultos o secretos.

No sirvió el sentarnos en una esquina con la cabeza entre las manos.


No entraría jamás nadie. Al fin.

175
SOLICITA

Solicita facilidades para contemplar la luna. Exceso de símbolos aéreos,


labios, señoras y pájaros colgados, gotas de sangre sobre el cielo y capa
de mugre esconden reflejo original y desplazan nuestros mitos.

Lucero no debe ser observado de frente.

Y así, en forma sucesiva, con cuanta imagen aparezca frente al objetivo.

176
DÓNDE ESTÁN

No sabemos dónde están. Ordenan por bandos y ductos y aparecen


personas. Nadie los ha visto más acá de la pantalla. Nadie los recuerda
por el camino, en la esquina, de compras; no hay testigos a la entrada, a
la salida del teatro, frente al mar, en el campo, en días festivos, de
noche. No pueden competir en la plaza. No reconocen vecinos. Sólo
siglas y pulsos, siglas y pulsos.

177
TIEMPO

El exceso de velocidad me permite reproducir una imagen lenta: la


enorme distancia, los años perdidos al compás de la tierra y tantos
caminos y voces me devuelven, de golpe, tu encuentro en el espacio.

El exceso de velocidad me permite fijar tu rescate para siempre.

178
AUSENTE

A veces, con el camino ya trazado y la espera en el proscenio, y abajo el


público, la calle me parece de pronto una celda y las flores —por allí—
un homenaje a muerte. Y comienzo a girar rápido en torno a la plaza;

179
oxígeno, peces me sorprenden y ya puedo ofrecerles mi tiempo. Mi
tiempo que se olvida y que me lleva hasta el mar. Mientras cae el telón,
vuelvo a sonreír.

CONSEJO

180
Se lo dijeron. De una forma u otra. Por supuesto que en voz baja. Lo
llevaron aparte. Le tocaron el tema como si no fuera. Con delicadeza.

Extendió su vista más allá de todo límite.

Se lo dijeron y se puso furioso.

Esto ha sucedido ya varias veces.

181
CERCA

Todo está cerca y alrededor nuestro, a escasa distancia y en lugar


ajeno. Allí, tras los vidrios, atravesando la calle o volando con breve
impulso por arriba de los árboles.

¿Por qué la espera y el temor ante algo tan natural como acumular
pasos, timbres, voces o teléfonos, trepar escalas, agotar descansos,
parques interminables que se alejan tras una pequeña puerta de
tornillo?

182
ANTESALA

Puedes esperar. El tiempo trepa, extiende surcos por piso y paredes y


es un segundo más, un pestañeo más; llevas la cuenta, la división, el
ritmo. Cuando enciendan la luz. Cuando suene otra vez el timbre. Y se
vuelvan viejas.

El momento que esperabas se aleja ahora bostezando por la ventana. Y


se les cae el pelo.

Pero tú siempre inocente: recuerdas, paseas por la suave playa de


invierno que se iluminaba con su propio color amarillo.

183
LUGARES

No me busquen, porque no me van a encontrar.

En medio del tráfico, entre luces y acordes, bajo el sistema métrico


decimal, justo sobre mi cabeza la paloma con maletas y carga de
oxígeno cruza aleteando como si tal cosa.

Pero nosotros ya hemos partido; hacia nubes portaviones, hacia ráfagas


duras, donde aquel cielo azul sirve de cartel para los labios que la niña
ensaya por primera vez frente al espejo del corazón.

Porque todo volverá a su lugar exacto, algún día.

184
DECRETO

He firmado mi decreto: soy libre. Desde este momento nadie me podrá


asociar, inquirir, precisar datos, porcentajes y causas más o menos
reales. Mis respuestas ya no serán más o menos falsas. Mis respuestas
serán nada. Sólo el viento y los actos que suceden bajo el sol.

185
LO IMPORTANTE

Lo importante, lo conveniente es que tengamos un hermoso verano.


Que la luz brille y desvanezca los contrastes.

Aquellos que dieron de comer carne humana a los perros serán


juzgados con severidad. Pero si reconocen su culpa y dan muestras de
arrepentimiento serán perdonados tantas veces como sea necesario.

Lo importante, lo conveniente es que tengamos un hermoso verano.

186
LES PERMITIRÉ

Les permitiré abrir el escritorio y manejar el brazo de luz que descubre


cómo flota la amazona. Examina su traje, expresión, etcétera.

Podrás agitar la esfera de cristal para que el sol desaparezca en la


niebla y la casa retroceda los años necesarios hasta encontrarte.

Algún día, quizás, espectáculos así se supriman y puedas aplicar


materiales distintos y en forma tal que nadie extrañe la ausencia de
Ennio.

Algún día, quizás, este reducto sea una planicie clara y libre, una
ventana donde todo lo nuevo ocurra. ¿Olvidaré las nubes?

187
DESPUÉS

Después de nacer del agua, de filtrar la arena, de cuidar presentes —


primeras flores—, de disponer de tonos y tamaños, de abrir tablas y
ventanas (para dejar el viento libre, el mar azul, los ojos de par en par),
después han llegado con metal y yeso, con motores y baúles y han
cubierto de leche y miel, de aceite y moscas el territorio.

188
CONTROL

Obsérvalo. Es el único que desentona hoy en la mañana. Tal vez le


debamos esta cúpula tirante y el sol que dora los rincones.

Tú, en cambio, que estás aquí y tan lejano, preocupado de integrar el


cubo al espacio, y al revés; tú, que tienes la mala costumbre de
distraerte con sonidos, signos, figuras, ¿sabes en verdad qué nos espera
en el próximo segundo?

Esto suele suceder cuando, sin organización alguna, nos trasladamos de


un lugar a otro conversando de asuntos ajenos al interés oficial.

189
MAL

Me detengo. Me olvido por completo. Pronto algunos tonos, actos


naturales, aun el viento, logran ponerme en contacto y renace mi
esperanza. Me vuelvo real y solitario. Resoplo y prosigo el paseo. Pero
he aquí carteles, anuncios, altavoces, y el rodillo otra vez sobre mi
estómago. Salta la aguja y repica el Terminal de la película. Pruebo con
un pie, con el brazo; ladeo la cabeza. ¿Dónde la libertad, el desierto?

Cuando todo parece perdido y ya me vence la fatiga, he aquí el contacto


final que quizás inicie
todo de nuevo.

¿Pero qué tipo de funcionamiento es éste?

190
HEMOS TRANSFORMADO

Hemos transformado nuestros días en un largo paseo por la orilla del


mar. Vigilantes, cuidadores de los cambios del viento y de los finos
taladros que desaparecen en la arena; apenas, para el ojo sabio, un
cráter de luna o un punto enano, de alfiler, que se recoge y cierra. No
hay máquina que pueda repetir el proceso. Sólo una próxima ola y tus
pasos y tus dedos que elevan sus redes al sol.

191
IMITA

Imita al viento y haz girar las aspas que hoy no pueden remontarse;
reparte sus colores bajo la mesa, en el rincón, entre penumbras. El
mensaje tiene una palabra nunca dicha y una fama escogida en la
distancia. Sólo el viento será conducto seguro para tu tono de energía.

Los colores volverán a elevarse cuando la velocidad nos devuelva el


grado de papel y luz que liberaba el pequeño remolino.

192
NADA

Nada tengo que hacer aquí. Todo ha caminado más rápido. Desde el
árbol, desde el puente, en avenidas medité las distintas formas y
objetivos, colores y razones de ciertos espacios que asomaban más
precisos que el remate de ladrillo. Así, entre mar y aire, auscultando el
movimiento de la ciudad, sopesando funciones, en busca de una
humanidad para el volumen me quedé midiendo distancias y hoy sólo
tengo lugar en este punto que termina con el sueño.

193
NO TE ENTIENDEN

Y allá vas, atento, abres el libro, buscas y encuentras siempre la figura


que dice cómo se debe aprender siguiendo la línea crespa del mar.

194
Así, en cada ocasión, nunca por última vez, con variaciones, a
destiempo, hasta trocar el ejemplo por completo y demostrar que las
paralelas se enlazan al fin en su búsqueda por el espacio del amor.

EL PODER

195
El poder no es la autoridad. Y al revés. Los antiguos enfrentaban
hombres contra hombres. Ante el pueblo. Y la entrada era libre. Y el día
hermoso. Y había una posibilidad, una remota posibilidad, al final, entre
el clamor y los árboles distantes.

196
CREÍ

Siempre creí en el horizonte, lugar estable, en el espectáculo dónde tú


sonreirías al acercarte y abrir la carta que alguna vez distinguí entre
las nubes.

Pero el horizonte, telón incierto, retrocede y modifica su lectura cuando


avanzas.

197
DESAPARECER

Desaparecer de lugares y memorias con un gesto absoluto. Olvidar la


enseñanza oscura y el resto de los años después de haber visto avanzar
el sol y creer que el agua seguiría su curso limpio hasta el mar.

Sueñas, te revuelves en busca de espacio y este acto lo repites cada vez


que el asco desborda desagües hasta el cielo; a la hora del alba impones
un orden que desmocha plumas ajenas al mar de nuestros cerros.

Solamente un deseo entre las hojas y la mugre que denota la presencia


de la plaza: un impulso, y desaparecer como si nunca hubiésemos sido
fotografiados en este lugar.

198
SOMBRA

Sobre esta baranda de acero, bien empotrada, puedo afincar manos y


codos, sin temor; puedo contemplar el amanecer que avanza, que se
detiene aún ante la muralla, que lame y tiñe de rojo el primer globo del
jardín.

Pero toda la claridad del día no tendrá poder suficiente para descubrir
la sombra más amada de la noche.

199
NOVEDADES

Absolutamente tranquilo. Tan tranquilo como en la cara oculta de la


luna. Han vuelto a renacer viejas costumbres: maleza barrida por el
viento. Han llegado con remozados vendajes, con mantos luminosos,
con flores de la abuela. Han girado —quién lo creería— como trompos,
contorneándose, mostrando sus fósiles, bulas, ordenanzas.

Algunas vacas, ciertos reptiles y pájaros de mal agüero han levantado


cabeza. Es un desfile de muertos. Una exposición de esqueletos
temblando sobre andamios.

Aparte de la novedad, el resto normal y tranquilo. Tan tranquilo y en


paz como en el antiguo cementerio.

200
EL SILENCIO

El silencio, el carrete gigante, las páginas se encuentran aquí, en un


rincón de la cabeza y es de noche. ¿Ratones o juguetes?

A través del recuerdo vuelven vidas, miedos, esperanzas, y el mismo


viento viejo que sopla otra vez guía la mano que va tatuando flores o
alimañas.

Decir la verdad. Pero el pozo es blanco, húmedo, siempre en contraste,


y estás solo, y no se puede pedir ayuda cuando el trabajo consiste en
recuperar los huesos.

201
AHORA

Ahora te corresponde a ti recorrer la orilla del mar y separar los dados


del viento, las quejas del viento, la información de alas y restos de toda
la tierra. Esta lección interminable de signos y sales, estos papeles de
niebla descubren mensajes y jardines que no figuran en ningún libro.

Los obsequios del mar, sus instrumentos, los humos del mar sobre el
único horizonte libre y las colas —goma y metal— bajo el sol azul, y las
líneas de arena que resbalan grano a grano, todo lo puedo leer y
repetir, húmedo aún, si cierro los ojos bajo esta lona que el viento
desprende de golpe.

Ahora te corresponde a ti.

202
ESTAS MUJERES

Estas mujeres retozan viendo pasar los días, las nubes, peinándose y
corriendo a lugares diversos del espejo para informarse si todo marcha
conforme a las instrucciones impartidas desde sus lechos de ángeles y
flores.

Todo marcha perfectamente bien.

203
REUNIÓN

La luz abre puertas y ventanas y extiende su rayo sobre la alfombra que


todo atrapa. Se descorren las cortinas. Se hinchan las plumas.
Cubiertos de flores y papeles se agitan los monos. Nacerá la primera
frase.

Y ahí estas tú, ajeno, de rodillas, echando basuritas por las ranuras del
piso.

204
LEJOS

Lejos del sol. Estos rayos uniforman: un manto sobre el desierto. Para
ver, cerrar los ojos. Volver a los cubos interiores. Palpar el objeto. Nos
reconocen, se echan al fondo de nuestras manos —corazones que aún
laten y nos esperan a pesar de la demora y de sólo promesas y
contornos.

Lejos, donde la luz tiene puestos sus anteojos; donde el carbón


despunta los sueños; donde el horizonte entorna la puerta y cada figura
posee su propia lámpara para señalarse en la noche. Donde podamos
intercambiar medidas y tonos y distinguirnos por conducta y nombre.

205
NO HAY RAZÓN

No hay razón para desvelarse. Algunos quehaceres son lentos.


Demoramos en entender las reproducciones más simples. El mundo
expone sus éxitos y nosotros repetimos. Se trata de cubrir con grasa la
mugre. Demostrar que los parásitos son parte del dulce. Y que el mejor
medio de transporte es el tarro.

Hemos logrado algunos avances: ahora estamos calcando un dibujo.

206
No hay razón para desvelarse. Se puede conseguir la novedad y
manejar el teclado de la noche a la mañana. Pero los cambios son lentos
y el olvido no existe.

DURO

Sin ver. Lo suficiente para que te sorprendas cuando aprietes los dedos
y era una flor.

207
Zumo de goma que te adormece en momentos de producir el golpe y el
dolor que conducen a la verdad.

Duro: lo suficiente para que la presión responda al tacto y sea


equivalente a la densidad de las islas que aún navegan sobre un mar de
leche.

No ocupes la vista. Aprende a ejercer la libertad, a golpear suavemente


y, luego, duro y sangre.

NO ASISTIR

208
No asistir. No leer ni oír sus mensajes. Tantear el nacimiento de la
hebra, rasgar cubiertas, pátinas dulces, penetrar fortificaciones,
paquetes, y dejar allí, bajo sus miradas perplejas, los restos de cáscaras
y moldes.

Con la vista al sol edificad vuestros propios cubos transparentes.

209
PROGRESAMOS

Progresamos velozmente hacia territorios ridículos. Unidades, circuitos


nos desbocan; se cree que pronto iremos a la luna sobre carretas
pintadas.

¿Avanzamos? Ya volamos con dedos y manos y codos que sabemos


mover y estirar hasta el botón.

Qué profundos parecemos recostados haciendo girar las piernas frente


al espejo. ¿Acaso no basta calcar las huellas marcadas en el espacio?

Ante esto, ante todo lo que nos ofrecen las estrellas, ¿qué pretende esa
gente que va repitiendo por calles y plazas sus lemas e inquietudes
viejas?

210
HAY

Hay un tiempo total para todas las cosas, como una sola vida. Amplio es
el camino —el tuyo— e infinita la meta.

Que tus formas y maneras sean siempre las mismas.

211
DIFERENCIA

¡Chillan los pájaros!

Acontecimientos últimos carecen de explicación y serán perceptibles si


logras descifrar grabaciones profundas en la mente.

Ascender en globo es exponerse sobre bocas abiertas. No se espere


manejar la lectura aérea como sucede en tierra forme.

Me quedo en este lugar con mis propias orugas nacidas de páginas


tiradas por el suelo. Bajo el brazo articulado se iluminan y crecen las
palabras. Bajo el calor se descubre la intención de la imagen y el
resultado absoluto: útiles barajan sus alas en los cajones del mundo.

¡Chillan los pájaros!

212
FINAL

Este es el final de la costa: donde el faro apunta y se desprende.

Desde el paseo blanco la playa desciende hasta el mar flanqueada por


palmas y jardines, desciende cubierta de metales y deshechos,
desaparece bajo ruedas y marcas y se hunde y renace en el mar.

213
DÍA A DÍA
(1990)

Para Alejandra y Oscar

214
DÍA A DÍA

Día a día crece este saco sobre mi espalda que me sigue y me espera,
que nunca olvido, que hace las veces de almohada y sueño, de bosque,
palacio o río, donde guardo senderos desde la primera a la última
revuelta del camino; marcas y fechas: paseos, inviernos, galerías por el
cielo o bajo tierra, paredes de hojas secas, cantos de libros, de raíces y
láminas y retratos hundidos donde emerge apoyada la hermosa Lou *.
Todos ellos repiten a destiempo palabras que me vuelven a la memoria
y que yo devuelvo a mi saco, con amor, para poder vivir.

*
Lou Andreas Salomé: «Mirada Retrospectiva».

215
¿DÓNDE ESTÁS?

Se ha buscado en cada rincón, en todo lugar, hasta debajo de las


piedras. En las primeras horas de la mañana nos hemos asomado a la
avenida pálida y hemos visto cómo te buscaban entre desperdicios y en
el interior de los tarros de basura.
Triste tarea realizan los hombres y mujeres que han salido temprano
para aprender de los perros.
Y no basta un pedazo de pan o cualquier resto de sorpresa. Tienen la
esperanza de encontrarte. Tú, que estás en todo lugar, deberías estar
aquí. Nada más que aquí. Ellos han delirado en los vacíos del hambre y
la vergüenza y bien puedes aparecer y, de golpe —¿un milagro?—,
volverlos otra vez a tu imagen y semejanza.

216
CADA VEZ

Cada vez que me empeño en leer circulares o letreros o en escuchar


voces o bocinas que nacen de estrados o tribunas, que empiezan y
empiezan con el abecedario y el paso de los años, de los meses, de las
horas, me duermo profundamente en tus brazos y sueño que cae la
lluvia y que se elevan nubes de vapor desde la ruta boscosa por donde
avanza, agazapado, el gran bosque.

217
SI QUIERES VOLAR

Si quieres volar hazlo de noche. Mientras eres joven. Si revisas la


historia —grande o pequeña— comprobarás que siempre ha sucedido
así en todo inicio de aventura.
En cambio, el vuelo será peligroso si dejas pasar el tiempo. Es difícil
saltar limpiamente a través de la ventana. Esto debido a falta de
agilidad y decisión; debido a falta de confianza en el manejo de los
sueños. Es lamentable constatar cómo algunos tratan de intentarlo con
aleteos grotescos. Deberían enjaularlos con capa y todo.
Si quieres volar para saber de ti, para conocer la verdad y que nada se
te esconda, vete; parte de esta noche, solo, lejos, y no vuelvas jamás
para no llorar de pena.

218
UN LUGAR

Un lugar que me exima de la ley; un lugar entre árboles y pájaros;


bastará un recodo del camino y la sombra que ofrece el cartel de los
neumáticos con la ridícula risa suspendida sobre el campo.
Un lugar que me libere de los controles, exámenes, pedales, videos,
besamanos. Un lugar protegido por manteles, bajo mesas, en pensiones
de invierno. Un lugar que no me obligue a saludos, a palabras sobre el
pecho, a poderes en la frente, a motores de día y de noche.
Un lugar de sombra junto a la ventana del café, tras la cortina pintada
de yeso, donde pueda conversar en silencio de estampas y resortes y
mezclar letras y colores con amigos que vuelven —por un rato— de la
muerte.

219
A PESAR

A pesar de diversas oportunidades y consejos, reconozco no haber


ejercido otra actividad que esta pura contemplación aérea, de la que
son testigos los vecinos del pueblo. He permanecido siempre aquí, junto
al mar, sin dejar de vigilar por un momento los cambios del cielo, el
paso de las nubes, las formaciones de distintos pájaros —envergaduras,
velocidades, conductas—, siguiendo las figuras del viento entre las

220
plumas de las palmas y deletreando los giros solitarios de la veleta del
cerro Castillo, hasta el día de su vuelo infinito*.

SÓLO SERÉ FELIZ

Sólo seré feliz en esta forma: las flores, de madera. Por las ranuras del
piso todos los caminos de la infancia: estaciones y trenes y papeles que
indican el próximo viaje. En mis manos el botón de la lluvia, el globo,
*
«El haber nacido junto al mar me gusta; me ha parecido siempre como un augurio de
libertad y de cambio.» PÍO BAROJA.

221
las cortinas. El abismo con su red enorme. El avión suspendido por
hilos transparentes.
Y silencio absoluto debido a la muerte de las conversaciones y gritos en
la casa sola.

¿QUÉ ES SOBONEY?*
*
«Nombre del pueblo que se considera el habitante más antiguo de Cuba» (RAE).
Nombre de una pequeña pulpería en Pachacama (Hijuelas), Chile.

222
La banda municipal toca Siboney para alegrar los domingos y hacer
volar plumas y globos en la plaza. Toca un arreglo –nadie recuerda el
original- maravilloso: se equivoca y hace de las suyas en cada compás.
Logra así una comunicación nueva y el ritmo que imprimen los
ejecutantes de buena memoria parece devolver la vida a solitarios y
cesantes, a enfermos que son hamacados en sus sillas por damas que
entreabren, también, ojos pesados y profundos.
Esta canción es la única noticia que recibimos de Cuba en cuarenta
años y es capaz de desandar su compás y regresar de nuevo para latir
como la primera vez.

223
BIEN

Es tarde y nada puedo hacer.


Nos vamos mañana, sin movernos, manos arriba.

224
LA LECTURA

La lectura mental es más profunda. Son todas las campanas que


vuelven a ondular en silencio. El sonido mental es mayor que toda
acción concreta; mayor que los trabajos de luz en la pantalla y de
pinturas y letras de humo sopladas sobre el cielo.
El sonido mental marcha desde el primer paso de sombras y signos
hasta la crónica tallada sobre arenas secretas. Marcha desde el inicio
del trueno hasta el golpe en la ventana del pequeño insecto nocturno.
Sobre la página de hoy aparece el bloque de letras: huellas y espacios
que acumulan en tu mente las campanas más finas de la tierra.

225
FAVOR

Favor incluir a la muerte en el programa. Siempre se te olvida. No es


posible prescindir de ella, tratar de dejarla, en fin, para más tarde, o
fuera de los buenos momentos, de la fiesta, cuando fluyen los poderes y
el conjunto toca notas recién nacidas como si ella —pobre— no fuera
parte de la vida.
Debemos acostumbrarnos a incluirla en cada acto, desde el circo al
sacramento, desde el juego de las tablas al consejo solemne —aunque
sea una cita al paso, nada ostensible, tal vez un asterisco—, como hago
ahora, en estas líneas bajo el sol*.
Así el tiempo permanecerá absoluto y veraz —hermoso sin serlo—, y
ella avivará la marcha o se mecerá satisfecha tanto por su lucimiento
como por nuestra inteligencia.
Y así tantas veces como sea posible para que la felicidad sea menos
inhumana.

*
«Te vas sin mí, vida mía.» HENRI MICHAUX, La noche se agita.

226
Y QUÉ HAREMOS

¿Y qué haremos con todas nuestras penas acumuladas en países


lejanos?

227
Y CONTRA TODO

Y contra todo lo que se crea, no vamos a recibir indicaciones. Hemos


dispuesto el reloj y ya nada variará el camino. Puede tocar la banda y
elevarse el globo. Pueden reproducir cascadas de una altura
equivalente a los numerales acumulados en el cielo y otorgarse premios
oficiales según el orden de llegada de los nativos alrededor de la palma,
el sauce o el monolito de la plaza: estímulos de papel, de cartón, de
cobre.
No aceptamos invitaciones. No competimos. No recibimos dádivas; ni
copihues ni latas de conservas. No entretenemos a pecados muertos.
No nos congraciamos con guardias. Funcionarios o vendedores de
fruta.
No aceptamos dulces para el perro, cupones o encuestas. Los encargos
verbales, por armoniosos que parezcan, que los escriban. Y jamás
solicites favor alguno.
Dirígete a la orilla del mar y oirás como el agua suave se retira y
resuena en la escollera. No hay autoridad que pueda entrar donde yo
estoy. Sé poderoso.

228
UN DÍA

Un día, aquí, en la ventana: curva los vidrios, los maderos, penetra


envuelto en sol, tiembla en las esferas, levanta hilos, ilumina los pájaros
de la pared, arranca brillo de las barras y deja al descubierto las
ranuras del piso. Desde ese momento el pasado de caminos de polvo, de
espacios y neblinas, quintas y muros que sólo dejaban ver el remate
azul de los árboles; desde ese momento desandar el recuerdo y de un
salto abrir la ventana; aspirar el aire cuajado de sal y apretar los ojos
para que nunca más vuelva a penetrar el frío.

229
TE DEDICO

Te dedico, Mario, este libro que recoge lo que creo serán mis últimos
trabajos. Recoge tú también y cuida, buen amigo, este conjunto pobre y
mal vestido. Y que sea el poema abierto en la página 37 —que celebro—
el que pongan en mis manos cuando deba apagar el único pasaje de
bajo precio y a cualquier distancia: al cielo o al infierno.

230
CUÉNTAME

Cuéntame el cuento de cómo el enemigo que habita tierras lejanas


desea causarnos daño y apropiarse de nuestra frutas; de cómo esa
gente confunde nuestros actos y propala mentira para desacreditarnos
cuando hay fiesta. Cuéntame el cuento de cómo vamos a destruirlos con
destreza sin par, con los palitos y gomas que hemos inventado.
El mundo se equivoca cuando habla de nosotros; nosotros no decimos
nada; nosotros somos los únicos voluntarios en el mundo y
permanecemos mudos y disciplinados, como exigía San Ignacio a su
gente*.*

*
Perinde ac cadáver.

231
COMO NUNCA

Como nunca, como no era costumbre en el puerto, como nadie lo había


visto en su vida —pequeño es el mundo para el comercio, pero infinitos
son los mares—, todo a la calle, todo el país en venta: en carretas, en
sacos, en cartones; colecciones y zapatos en el suelo, en pasajes de
mala muerte: pobres luces, restos, pájaros y conejos detenidos a la
orilla del camino con sus precios colgados. Gritos, música, y la niña se
bambolea bajo el sol de la mañana repartiendo trozos de pescados
viejos. El interior vacío. Todo al aire libre, como libre presa; el hombre
entre mesones y pisos y vasos. Grasientos o flacos o niños van
enterrando los dedos. Carne, dulces, y la Mistral también detenida en la
vereda. Perros, sin tocar nada, cruzan cabizbajos y bostezan frente al
mar.

232
Bajo el arco del triunfo el congreso.

OFICINA

Manuales para el buen desorden; estadísticas que el tiempo ha hecho


enmudecer; plan de formato para el libro de versos «segundo aire», de
J. T. y dibujo que pudo ser la portada: Monna Lisa bajo los golpes de la
IBM. Brazo móvil y escritorio verde oliva. «Temporal en Valparaíso»,
cartel con gaviotas o aviones en primer plano. Teclado «Composer»
denota señales del paso humano y aves del Atlas sortean el tráfico
frente a la Universidad y buscan alimento entre el limonero y el palto

233
que rodean el jardín que da entrada a mi cuarto. Nadie conoce,
oficialmente, este orden de la avenida. ¿Anteproyectos?
¿Interrogatorios? Sólo sucede que ocupo una bodega como taller.
Adentro estoy. Lo que queda de mí después de años y poemas. Pudor.
Respiro a pesar de lacrimógenas: se las llevan las gotas más potentes
del mar. Escribo a pesar del tableteo. Soy capaz de elevar el sentido de
esta máquina. Soy capaz de hablar y responder con palabras: después
de la lluvia un pedazo de sol en el suelo. Y siempre arriba estos pájaros
civiles que cantan como el primer día y cruzan espacio y leyes sin
resistencia alguna.

NOS

Nos hinchamos de esperanzas tragando viento.

234
JUNTO AL MAR*
*
«Junto a la avenida el mar oscuro sembrado de luces amarillas que parecían danzar
en un solo pie. —Esto es hermoso —dijo la muchacha, parpadeando deslumbrada.»

235
Junto al mar de esta pequeña costanera funcionarios instalaron
escritorios y sillas y teléfonos para dirigir el tráfico de pesos y medidas.
El gran mar de esta pequeña costanera fue tapiado con casuchos y
red de acero: un pequeño muro de Berlín, un corredor polaco, un paso
para Bolivia, una rápida mirada por el ojo de la cerradura —entre
contenedores— para saber si el mar continúa allí con su misma forma y
color o es otro que nos cambia poco a poco.

CARLOS LEÓN, Retrato hablado.

236
ALLÁ ESTÁS BIEN

Allá estás bien, lejana; ahora debo completar el cuadro. Necesito de


esta soledad para apreciar las rayas. Cada una es un recado, un alto,
una posible palabra. El papel mural lleva paisajes generales. Los
números son teléfonos, patentes, casas. En paréntesis hay estrellas y la
luna se suspende entera sobre la plaza Bismarck. No puedo pintarlo
todo. Todos los autos que pasaron. El sol, el mar, las nubes. Sí algunas
puertas, descansos, estaciones. La lluvia y la tarde esperándonos desde
kilómetros de distancia. Los pájaros. Tus piernas pálidas en invierno.
Y voy quedándome aquí, informe, en este mapa de recuerdos generales.

237
ASÍ

Así, rodeados de paz. Hacia donde mires el cristal azul, las bocas
cerradas. La pista, recién abierta, trepa y se interna en el cielo. Felices,
alimentándonos con el ritmo subterráneo de los golpes solemnes y
escuchando el temblor de las hojas que sopla vapores por valles y
peñas.
Somos un pueblo de pastores. No sabemos leer ni escribir. Ni nadar.
Recolectamos estiércol. Sólo abrimos la boca cuando pasa el tren. La
cerramos. Hemos desarrollado fuertes rodillas. Grandes orejas. Aunque
el cuerpo es chato. No sabemos qué sucede más allá del cerro. Nos
basta, desde siempre, el espectáculo de las aves de rapiña que montan
guardia en la torre y se acicalan el pico.

238
LIBRO

Eres el más nuevo de todos y vas vestido con las ropas más pobres.
Todo ha andado mal en estos años y no hay un pedazo de papel decente
donde escribir, poesía, tu nombre.
Mira a tus mayores: ¡hermosos libros! Y tú, con este traje tejido basto
—bueno tan solo para ser llenado con los signos de la rotativa diaria—,
debes salir ahora y mostrarte al público.
Pequeño libro: te toco nacer en época de ladrones. Ve, confiado, hasta
la casa de mi amigo Carlos; ofrécele mis saludos y, no obstante su
primera sorpresa, frente a él podrás lucir modesto y compartir tus
palabras más puras.

239
ES TIEMPO

Es tiempo de liquidar el tesoro, de abrir la caja y volcar el contenido. Es


el momento —¿no ves el horizonte con sus manchas oscuras?— de
devolver riquezas: tierra, polen, mapa con mar y con cielo, con red. Y la
hoja vieja con su nombre.

240
ÚLTIMOS PASOS

Últimos pasos. Último camino. ¡Qué no me detengan por astas o


banderas! Ya pasó el tiempo propicio para cuentos; para estrellas de
mar escondidas entre rocas. Pasó el campo iluminado y abierto y los
árboles rodantes que se acomodaban en la pista para engañar al
enemigo.
La operadora, de ojos azules, era experta en cuentas que debía anotar
con pluma blanca. Ya pasó el tiempo de las alas-tenedores y pedales
batiendo nubes. ¡Adiós claxon, adiós bocinas! Y buena letra. Parto
ahora, que aún no es tarde y que recuerdo. Me llevo los moldes de días
brillantes. (Explosión acaba de liquidar pandereta de azúcar). En la
maleta del colegio echo conservas de invierno. La galería de sol ha
quedado sola con su ridículo canario.
Para la eternidad llevo de lectura —para comentarlos, tía—, los años
que aquí dejaste.

241
HAY QUE VER

Hay que ver a estos pájaros preparando sus alas, sus patas, sus
anteojos. Treinta días después de cascar el huevo, aún con briznas de
estopa en la cabeza, y ya se equilibran en la cornisa y sus ojos penetran
y miden la profundidad del espacio, para saltar hacia el temblor de la
vida y el aire libre.

242
SALVOCONDUCTO

Déjenlo pasar.

243
DESDE OTRO MUNDO

Desde otro mundo, desde la altura del cerro. Desde la estrella. Tras la
hilera de casas o de naves, donde el viento tensa los alambres, donde
no puede verse el mismo programa; silenciosa, como pasos sobre el
aire, sobre alfombras de pieza en pieza, allí vives; entre sombras, entre
la luz de tu sombra te recortas como habitante nuevo. Puedo hablar
contigo y encaminarme hacia la luz que se recoge estupefacta cuando
avanzo, cuando avanzo hacia tu encuentro, absolutamente seguro,
como si existieras.

244
ERNESTO

Es un ratón. Un ratón con chaleco. Lustrado, peinado, tirante hacia


atrás. En vez de comer queso —para un mejor desarrollo—, perora. Es
un ratón escurridizo y leguleyo. Luce carreras y artimañas propias de la
especie. Sonrosado, con deditos pálidos, voz argentina, va en punta de
pies por los pasillos y lleva la cola enroscada al brazo como príncipe
enano.
Jamás se logrará su exterminio*.

*
«Entre malos gatos puede caer el ratón» DANTE, Canto XXII.

245
*

IR

Ir para alejarse. Llegar a la estación. Un lugar en el desierto nuevo y


casetas de campamento en la distancia. Sol, cables, carros y el espejo
en los carriles que pule la partida.
Jamás el hombre suficiente, el cambio instantáneo; siempre el paso de
las horas y la historia del traslado, la energía para partir de veras,
según el contratiempo, hacia lugares donde la vieja ciudad no te pueda

246
seguir. Donde desaparezca el temor y se renueven pasos y tu sombra
crezca. ¡Es la hora! Trepa y aléjate. Que nadie lo ha de saber; que la
ciudad trabaja y no se entera. Húndete en el asiento y contempla cómo
corre y se va contigo, bajo la ventana, el andén, cómo se adelgaza y se
aguza cada vez más hasta desaparecer el último hilo de tu tierra bajo
tierra.

POR ADECUADOS

247
Por adecuados y gentiles que sean los modales. Por grande que sea el
interés particular. Por mucho que nos convenga para hoy y mañana.
Para el futuro eterno. Aunque suplique la familia.
Si es recomendado por diarios y revistas entonces nada más se puede
decir. Sin asco, antes que abran la boca otra vez hay que aplastarlos
contra el muro. ¡Basta de palabras!
No tendrás, así, un seguro, un brillante paseo entre las flores; pero el
viento nuevo siempre soplará tu cabeza solitaria.

248
FINAL

Final, el último momento. Se presenta y se lucha por instinto. Se


recurre a expedientes clásicos, a recomendaciones técnicas, a
prestigios legendarios. Pero, para nosotros, siempre hay una jugada
más, un telón, un rayo mágico que, sin tocarnos –como en el proscenio-
nos deposita en la fortaleza de las flores.

A María Antonieta Ghio Dell Oro y Osvaldo Carmona Ghio

249
¡LES DAN CUERDA!

A la señorita animadora —siempre— y al resto del circo.. Les dan


cuerda con manilla. Les soplan al oído, entre los ojos, ente las piernas.
De hecho su representación en la pantalla no es real; es una simple
emisión de luz remota. Lo extraño es que aparezcan repitiendo siempre
lo mismo como si el tiempo de ellos fuera importante para nosotros.
Reemplazan a seres humanos conocidos; a fantasmas que reviven
gracias a la luz y el color. Esto, al parecer, se logra con capa de
argamasa y efectivos cortes en la cara (Z) con la rapidez del rayo. No
hay peligro. Cualquier brote de inteligencia desaparece montando su
pequeña pieza –de forma de pastel- sobre el cráneo. Ello consigue que
toda posible idea personal muera en el cable. Desde ese momento ya
repiten, a gran velocidad y sin equivocarse, la lectura del pizarrón y van
adquiriendo —nada es gratis— el famoso contoneo y las caras
papagayos*.

*
Ave, orden de las prensoras. Plumaje amarillento en la cabeza, verde en el cuerpo,
encarnado en las alas. De clima tropical, vive también en zonas templadas y aprende a
repetir frases enteras, por lo cual se le aprecia mucho (RAE).

250
ELEVAMOS

Elevamos los ojos en busca de una última esperanza: muchos alicates


pintados.

251
NUNCA ES TARDE

El hombre invisible nos acompaña desde el primer día. El tiempo —


pobres triunfos o delitos— nos hace olvidar. Nos engaña. Lo cotidiano
sale al camino, nos etiqueta sin remedio y por ahí vamos escuchando y
repitiendo el estribillo ( ¡Aquí estoy yo, aquí estoy yo! ) sin saber cómo.
Parece tarde para escurrirnos y regresar a oscuros pasatiempos y
deseos. A escape, sin ilusiones he mantenido trato con las imágenes
primeras que, como se sabe, imprimen sus formas y colores por única
vez durante los años de infancia. Quizás sea posible volver atrás en
plena noche y enfrentar la constante presencia con las primitivas dotes
de la pureza. Una reacción en cadena: veremos desmoronarse grandes
volúmenes y, también, actitudes y palabras muy humanas y no menos
indeseables.
En la medida que alcanzo esta desaparición compruebo mi capacidad
para ir quedándome otra vez solo: hacia la libertad que nace del
combate o de un profundo sueño.

252
HIJA

Todo cambió cuando te cortaron las trenzas. Desaparecieron las cintas


y mis manos quedaron solas y ni el aire pudo ya detenerte. Otra música
sonaba en tus oídos y otras luces cubrían el espejo. El tiempo no
transcurría igual como sucede en los sueños.
Porque las flores viven camino de la luz, abrí brazos y puertas y te llevé
por pasillos y jardines donde crecían colores nuevos en las hojas de los
libros.
Te ofrecí el mismo sillón de mi tiempo —noche y cielo entre papeles— y
recordé un poema viejo: cuando brillaba para mí un sol parecido al que
ahora te llena los ojos.

253
1949

Se perseguía al poeta*. La noticia guardaba su propia contradicción;


nos fijaba la vista para ser leído el párrafo; para cambiar de vida.
Peligro de muerte en el paso de la frontera. Aviones sobre aviso. Pero
un poeta perseguido me pareció un milagro y decidí acompañarlo en la
aventura. Desde entonces domino cada rincón de cada selva y mis
batallas contra el mundo las gano en el poema.

*
Diario La Opinión, Valparaíso.

254
ESTACIÓN BARÓN

Después de cruzar la línea y saltar empalizadas y rejas, más allá de los


galpones, una vez burlada la guardia (y estamos a medio camino), bajo
la luz de la luna aparece la muralla de hierro que protege la basura e
impide el paso hacia el mar.
Por tanto se prohibe meditar sobre grandes extensiones y su paisaje en
fuga y la libertad y los derechos ganados al océano. Se prohibe avizorar
viajes y posibles regresos y la lectura de humos tendidos sin razón de
comercio o beneficio.
Pero aquí el mar destruirá la orilla del mar.

255
VALPARAÍSO II*

Lentamente he lanzado al aire papeles amarillos que silban canciones


que pueden ser escuchadas previa lectura de signos aéreos o siguiendo
la mira limpia de un niño.
Así, por ejemplo, por esas alturas —frente al colegio— la bailarina
ondulante estampó sus labios sobre el programa y apuntó, desde su
coche, recto a mi corazón: en el lugar donde Jim Mendoza pintó su
Circo maravilloso, avenida Argentina con calle Victoria.

*
VALPARAÍSO I: carpeta publicada en 1970 por Allan Browne y Roberto Chow. Este
VALPARAÍSO II, que aún nos deben, es mío.

256
SOMOS

Somos más. Y, conforme a la experiencia, debemos perder. En especial


cuando los menos nos hacen poco caso y están contentos, y en
ocasiones significativas nos levantan más temprano, nos hacen correr
de un lado a otro y el resto es obligado a luchar entre sí, y ellos —los
menos— nos aplauden, apuestan por nosotros, nombran un jefe y hacen
todas las cosas que nosotros no sabemos ni podemos, como convocar,
cerrar bien la puerta y mandarse a cambiar, de un momento a otro, sin
decirle nada a nadie.

257
¿DÓNDE ESTAMOS?

Sólo desmontes de arena y arcilla y este granito de moscas que ocupa el


lugar de las nubes. ¿Otro espacio, aparte de cáscaras y sacos y pan de
tierra? ¿Nadie se cansa rodeado de instrucciones, de cerros, de gatos?
Por tercera vez hemos cometido el mismo crimen sin conmover al
público.
Hemos ideado defensas automáticas e invocado signos y costumbres
viejas, como ciertos juegos de fuerza y el ensimismamiento propio de la

258
raza, y ninguna razón de altura —léase cóndor, léase cordillera— ha
servido de comprensión ni nada.
Porque estamos lejos hemos perdido definitivamente la cabeza.

PRODUCTOS

Tendríamos que hacer cualquier cosa, menos esto: vender dulces de


cera, bolsas con hormigas, leche de tiza, carne de gato. No nos bastan

259
los espejos de agua, los palitroques de goma, los caracoles con música,
las galletas de gusanos.
Vamos a ir de puerta en puerta preguntando si lo recuerdan, necesitan,
para cuándo, se lo pido, se lo canto. Recorreremos la ciudad como si la
muestra fuera nueva y lejanamente fétida. Somos profesionales —nueva
clase— del comercio y estamos autorizados a vender o matar. No se
nieguen; tenemos que hacer algo, cualquier cosa, menos esto.

SE DICE

260
Se dice, se supone. ¿Pero es cierto? Siempre sucede cuando funcionan
las jaulas. Con el corazón o sin él no hay imaginación capaz de traducir
la verdad: «eran pájaros y se fueron volando».
Ninguna explicación. Y vamos abriendo puertas y ventanas para que
penetre el aire libre, algún recuerdo, en instauramos giras y paseos y
llamamos a cruzar campos y ciudades para correr y creernos libres.
La única libertad ha sido concedida a quienes vistieron, durante el
paseo, el traje de la muerte*.

*
«Hierve el país con la confusión, y, como si el crimen a escondidas se malograra, las
salvajadas todas las pusieron ante el rostro de sus jefes: les complace ser asesinos.»
LUCANO, 39-65.
—Conjurado contra Nerón, es descubierto y se suicida.

261
Y HOY

Y hoy quieres, además, que no sólo repita el pasado de elefantes-


cascabeles, sino que olvide estos años y cante como lo hace el divo-
vendido.
Cantaré, como siempre, gratis; sin público. Sé que mis canciones serán
aventadas y que se repetirán —porque de allí nacieron— cada vez que
se abra una ventana o una reja sobre los cerros y la hierba hirsuta se
peine con el viento libre que sopla del mar.

262
NOS FORMARON

Nos formaron, numeraron, nos cortaron la cabeza, las piernas, las


manos.
Nos están envasando y exportando con un éxito sorprendente.

263
MIRAMAR

Siempre esperaré algo de ti, como espero del agua limpia, que el viento
que barre y deja a la vista la luna nueva, como espero del espacio que
se expande y se ilumina con cada nueva pregunta. ¿Dónde estás?
Vienes de lejos, de distancia que el tiempo enredó con segundos
eternos. Aguardo tu arribo aquí —sé que se puede—, en la playa vieja
de nuestros primeros años: donde la escala todavía no topa la primera
capa de arena, donde el mar siempre golpea el mismo barco detenido
en la vereda y lava sin cesar las rocas negras del castillo. El castillo —
¿lo sabes?— durante mucho tiempo sirvió de cloaca.

264
CREPÚSCULO

Ríete del crepúsculo.

265
¿HA LLEGADO...

¿Ha llegado otra vez la primavera? Sé que faltan algunos días, pero la
primera línea está aquí. Me enteré hoy en la mañana. A la hora de los
cesantes. Salí a la calle. ¿Qué otra actividad conviene a los placeres del
pueblo? Caminaba y caminaba —bien, bien, me repetían—, cruzaba
calles, montículos, puentes, ríos de mugre. Rumbo al telón de fondo.
Comencé a buscar —en esta ciudad que me vio nacer— a quién
informar del advenimiento de la luz. Inútil. Nada. Y recibí en plena cara
este aire grueso y puro. Ya lo habrás notado: falta la respiración.
Mascarilla para acostumbrarnos. Exceso de carga aérea en los pliegues.
Se trata de insectos de colores; microscópicos para traspasar las
fronteras; y el polen; polen que, bajo el cristalino de reojo, se convierte
en lluvia de esferas ahora desmesuradas, libres, rotando, hermosas;
suspendidas bajan, se acercan a gran velocidad, tanto que parecen
lentas. Te rodean. ¿Te tocan? ¿Qué dicen? Te lo diré en la oreja: hasta
ahora he soportado esta presión en el pecho completamente solo; como
quien sujeta la puerta antes de la explosión. De inmediato no puedo
hacer otra cosa que pasar por tu oficina y dejar esta noticia clavada en
tu escritorio. Me voy al hospital. Ya estuve allí, ¿recuerdas? Una
semana colgado de tubos y burbujas. De un hilo. La primavera no. El
corazón sí puede parcharse varias veces.

266
ESTE PASADO

Este pasado ha sido más fuerte que la vida. La vida se parapeta, se


aleja, se desfigura, se tapa los ojos, da pasos que no le corresponden —
nunca vistos—, que jamás había practicado cara a cara, en público, en
la celda y en cada lugar que frecuenta con esa naturalidad de quien se
cree fundamental en la vida.
Lo que ha pasado ha sido un contagio más grave que la muerte.

267
GRAN HOY

Se están volviendo locos.


Están pintando el cielo. Lo que ayer estaba arriba hoy yace a ras de
tierra, para asombro de los humildes. Ahí van con sus tarros, silbando.
Se venden canciones nuevas. Y el alimento luce y brilla en vitrinas
armadas a prueba de niños y perros.
—¡Está cambiando todo! —grita la gente a nuestro paso, y prosigue su
carrera.
No hay explicación para el fenómeno. Es indudable que el entendido —
nunca entendió— no sabe operar la máquina. Por supuesto que unos
pocos —irresponsables— se mantienen en su lugar. Pero también se
dice que hay más gente abajo que arriba, más de salida que de entrada,
más atrás que al frente. Más variedad de imbéciles que nunca.

268
EL VELERO

¿Para qué, para quiénes?


No obstante, una vez más, para olvidarlo; última ocasión para ver sobre
el mar un pétalo o un insecto sin carga ni destino —sin razón— que
emula a la gaviota y arranca exclamaciones cuando va sostenido por el
aire, como todo lo exiguo e inútil que impresiona por el campo en que
se mueve cuando ya es tiempo de tocarlo con el dedo y que se hunda.

269
RECREO

La única estación transparente. La única estación de ferrocarril


suspendida a la orilla del mar, sobre rocas. Se veía correr el agua y
saltar la espuma por las ranuras de los tablones entarugados durante
cincuenta años. Gotas del horizonte cruzaban el corredor cuando el
único tren del mundo hacía su entrada rechinando sobre el agua.
Recreo se llamaba la estación aérea y fue demolida en nombre del
adelanto y el progreso. Ingenieros* que nunca han visto el mar elevaron
*
«Es difícil decir por qué los ingenieros no son como les corresponde. ¿Por qué sus
trajes están construidos como los elementos de un automóvil? ¿Por qué, sobre todo,
apenas hablan de otra cosa que de su profesión? Y si hablan de otro asunto, ¿por qué
lo hacen de modo rígido, externo, sin correlación y no les penetra más allá de la

270
en su reemplazo un terraplén —tobogán— donde compiten monos y
ratas.

PALOMA

Bajo el sol del paseo Paloma avanza temerosa, se asoma, se balancea y


descubre pequeño tesoro en el fondo del tarro de basura.

epiglotis?» ROBERT MUSIL, El hombre sin atributos.

271
REGALARON

Regalaron el espacio del hombre* que dibujó a Valparaíso y lo salvó de


la ceguera. Subastaron su cuaderno y sus lápices. No fueron capaces, a
pesar de tanta palabra y tanto poder, de cubrir con silencio la ventana

*
Lucas.

272
de su página donde él, cada día, permitió que una ciudad soñada
entrara en la ciudad.

EL BIEN

El bien fue debidamente calculado, probada su resistencia y capacidad


de retorno al capital. Fue manipulado, es decir, fue puesto al trasluz, al

273
desnudo y enfrentado a la dirección; se erró su número —licencia de las
estrellas— en lugar sensible y fue pintado y revestido varias veces para
evitar posibles copias o alteraciones del modelo.
Aunque nos resistamos a creerlo, se raspó su cubierta de color hasta
dejar a la vista la nervadura o las huellas que sobresalen como sucede
con ciertas técnicas absurdas. Con ello se logro, es cierto, rectificar una
incipiente inclinación o atracción natural del bien hacia zonas de ríos y
arenas —lugares plácidos y comunes en nuestro territorio— y que
muchas veces hacen desviar del buen camino toda voluntad de
progreso, de comercialización y de venta a precios cómicos.
Logrados los primeros éxitos, el bien (que en adelante llamaremos el
objeto ) fue sometido a estudios de penetración y relieve rumbo al sur.
La cercanía de aguas y prados y el gorjeo de pájaros determinó la
superación de los últimos problemas. Comisiones recomendaron, en
definitiva, la aparición interna —centro del país— y de allí el reparto
con destino a la soledad de nuestra gran zona de arenas tornasoles. Se
aseguraba así, según los expertos, la capacidad de servicio en relación
a la demanda —días brillantes.
El objeto, el nuevo mal (como ya se habrá sospechado) se encuentra
hoy a disposición del público en general y es reconocido y celebrado en
todos los rincones del país por su caprichosa forma de basura y la
instantánea coagulación que produce al arrancarle un dedo.

274
IRSE

Preparar, acomodar y partir. Ni siquiera volver la cabeza. Dejar todo:


recuerdos, costumbres, cadáveres; se conforman y se acompañan en
familia. Después de la sorpresa vendrán días de aire y sol y ya nadie
volverá a preguntar por ti, hombre invisible en el mundo.

275
INGRESAR

Ingresar al grupo. Con golpes sonoros, con dientes. Deja el bolsón a un


lado y sonríe al amo. Aspira con fuerza, aunque seas flaco. Aplaude.
Conforme siempre. Y que mueran de sus propias larvas y tú
permanezcas en el mismo lugar, el último, junto a la orquesta triste.
Lentamente recordarás el curso del río, los tesoros del patio, la brisa
inclinando la tarde sobre la casa que ya no existe.

276
DEBEMOS

Debemos defendernos, ya sabes; cambio de trabajo, costumbres, vida.


Debemos defendernos de sorpresas, leyes, mugre nueva, en especial
cuando prohíben girar la esquina y quedar en libertad.
Hay quien amenaza desembarcar, otra vez, sobre las olas.
Debemos defendernos el uno del otro, de nuestros mutuos ataques para
salvar la vida. Abracémonos para despedir el último año. Se van,
volando, los huesos. Y barrerán las avenidas, los callejones, y cernirán
la tierra para que no quede marca alguna de migas y pájaros.

277
NO HAY

No hay lectura para estúpidos. Bien pueden retozar y admirarse de los


recodos de su ombligo en lo profundo de la pileta cristalina.
El ambiente renuncia y se entrega en hermoso envase de energía. Es
decir, queda suspendido el paseo y el aire libre se puede adquirir en el
comercio.
No hay lectura para estúpidos sobre planchas de goma, entre brotes de
cables y colgajos que repiten la sonrisa de la estúpida que tropieza con
los tarros. Todo ello altera los latidos y te hace parpadear ante los
designios de la vida. De la muerte.

278
VISITA

No puedo aceptar solución alguna. Tanto tiempo en lo mismo, de un


engranaje a otro, y tú ofreces de pronto el cielo y lo dejas aquí, sobre la
mesa, al alcance de la mano.
Es el momento en que empiezo a hablar de asuntos distintos y mezclo
recuerdos y planes que nos hacen reír como antes y olvidar los motivos
de tu visita.

279
NO ES VERDAD

No es verdad que estemos tan lejos y aislados que las cartas nos
lleguen con mensajes de ultratumba.
No es verdad que las fotografías alegres muestren hoy muecas o
despojos.
No es verdad que nos reservemos para asuntos internos y grandes
empresas, para asegurar el poder y la tranquilidad de este pueblo
sentado en las plazas o vagando mudo en espera que una exclamación
de asombro espante las nubes de moscas. No es verdad.

280
EL MAR

Debes guardar silencio. La melodía existe y este caminar constante te


servirá para deletrear cualquier sorpresa.
¿Algo nuevo? Los jardines, el horizonte, las piedras grabadas y los ojos
penetrando los caminos del mar durante años.
Debes guardar silencio, hoy que los gritos opacan a las palabras, y
repetir conmigo el murmullo de la corriente entre las rocas y el paso
libre del viento cuando la orilla queda lavada y sola.
Debes guardar silencio y conocer de esperas y signos junto al mar,
porque aquí se comunica por indicios y golpes de humo, pájaros y
brumas, pinturas, franjas, vida o muerte, y la cadena empotrada
continúa su descenso y agita aguas y flores cuando cruzan los huesos.

281
PATEAR, DESTRUIR

Patear, destruir este concreto.


¿Cómo y cuándo elevaron el pretil y esta compuerta de acero y
detuvieron la luz, el agua, el viento?
Así no puedo continuar con mi trabajo de lavar la playa para recuperar
los relojes transparentes del futuro.

282
TODO

Todo sucede una sola vez. Dilo o cállate. ¿O darás una nueva
explicación y presentarás nuevos actos?
Nada cambiará a pesar de razones o silencios. Por lo demás, ¿no va el
paisaje pintado en la frente?
Todos los gestos y palabras, incluso «te perdono», sólo representan un
resto de energía para la gran fotocopia muerta.

283
NO SE PUEDE

No se puede volver al colegio. Todo marchas igual. El tiempo que dora y


aja, que nos vuelve sabios, no fue capaz de alterar la estructura de
granito. No estampó colores en la piedra. Las mismas columnas y
barrotes, los mismos pájaros son repasados por milenios o por pintura
antioxidante. La misma disciplina, saludos y mandíbulas rondando por
corredores y aulas —malos sueños que repite el tiempo.
Viejas aves vigilantes, patas gruesas, clavadas sobre vigas y en todo
lugar, sobre nubes, ¿a dónde van que no vuelan? Les complace lucir
cabezas de orden y hojalata.

284
INÚTIL

Inútil fue esperar en las orillas. Inútiles mis ojos dispuestos a celebrar y
llevarte nada más que la burbuja de un pez. Algo hermosos para tus
años, frágil, concreto a un tiempo; un regalo que tradujera mi esfuerzo
y reflejara constantemente tu sorpresa y tu dicha.
Inútil fue esperar en las orillas. Las ondas mostraban y escondían sus
reflejos y toda luz escapaba de mis manos. Y la vida misma, insistente,
una y otra vez destruía mi trabajo cubriendo de sombras y gritos la
ciudad.

285
UN PEQUEÑO GRUPO

Un pequeño grupo dirige la obra, otro compone la orquesta, otro


financia las compras, etcétera. El verdadero poder yace en el cuento:
parábola del harapiento trotador que también se vuelve poderoso en
américa del sud.

286
Como los niños crecen y los ancianos gatean, la escenografía no resiste
el paso del tiempo y deben aplicarse cambios: transposición de
vestuario y decorados para nuevas estructuras mentales con real
impacto en nuestra irrealidad*.
Lleno total y aplausos. El director de turno y los jóvenes del coro: hay
que sacrificarse por el progresivo ritmo internacional que toca para
nosotros.
Digámoslo: los disfrazados de mierda están bien.

VERANO

*
FMI.

287
Arriba, abajo, sobre bancos, en medio de la música. El cigarrillo circula
de mano en mano y así entre canción y canción.
La joven del mesón fija el espectáculo y abre la boca —se fotografía— y
el helado fundido corre por sus dedos y su manga.
Ellos se desperezan entre canción y canción y ellas —colgadas del
horizonte— lucen las rodillas y repasan el borde de sus faldas por
donde escurre la playa.

288
PESADILLA

Nuestra capacidad de sorpresa, de admiración —como la primera vez el


mar, el desierto—, es nula. Hemos sido largamente
amansados. Cuando los alambres cobran vida y todo grito es
mudo —fuera de lugar, frente a extraños— y revientas, ¡qué
felicidad no ser o celebrar el aniversario de la muerte!

289
PAISAJE

Rejas acotan el campo. Nube inesperada dirige la composición superior.


Puntos sobre un cielo tirante como ojo de niño que ve crecer puntos en
la pantalla.
Pájaro desciende como puede sobre pista de concreto. Zumbido de cola
impide recordar color y vida sobre campo muerto.
¿Guardia u hombre quieto en la puerta del gallinero?

290
TODAS

Todas estas bestias son de aquí: de este lugar hermoso.

291
LA NOCHE
(1999)

292
1

¿A qué hora deben cantar los pájaros formados en el jardín, en árboles


o jaulas?
Lea la ley.

Que se nombre, en visita, al loco del pueblo. En visita permanente, con


asiento y voto y veto, para ejemplo cuerdo de autoridades que debaten
y pueblo en horas de contemplación durante el descanso de sillas en las
veredas, cuando el crepúsculo amenaza con historias y postales de
sangre sobre la pantalla para hacernos creer que ha llegado, claro está,
el final asqueroso de frutilla.
Que se nombre al loco del pueblo.

Daremos la vuelta al mundo. Manchando. Solamente como ejercicio. En


forma preparatoria. Por una razón u otra. Porque el nuevo año. Porque
nadie nos puede tomar en serio. Únicamente como espectáculo. Como
gran-hoy.
Cansador, es cierto. Pero unos mueren y otros gatean. Además,
mientras el mundo se preocupa de reinos totales, nosotros marchamos,
marchamos siempre, desinteresados, a compás. Sin compás, como se
sabe y se repite, no hay éxito posible. Entrar a vernos. Absolutamente
cuadrados y planchados. La vista sobre el horizonte. Tragando viento,
nubes, fronteras de goma. Siempre la vista fija y marcando la tarjeta.
El molde. La misma hechura. Sin decir palabra —prohibido—, sin
escuchar ninguna, sin destino, hollando el nacimiento mismo y rumbo a
la pantalla de otro mundo. Marchando los hombres hacia donde los
hombres no existen.

293
Los cumpleaños, las celebraciones. Morí en horario de colegio. Desde
entonces sólo hemos presenciado exhumaciones y continuos exámenes
legales e ilegales —bajo chorro y foco lunar— y hoy pido algo de paz y
un tiempo natural ante la poca imaginación para tratar los aniversarios
de la muerte.
Paisajes, repartos y personajes inmortales en almanaques de la banca;
grupos deportivos y de hogar en viaje y de la cámara cómica y de la
agrupación de académicos y agregados ante el foro de la República de
Cunaní.
Pero qué dice, Dios mío, si lo más importante es la foto. No olvidar
nunca la foto.

Basta de soplidos para mostrar la capacidad de aventar nubarrones. Lo


agradecemos; pero nos cansa la presentación de pájaros nuevos y tanto
brinco para entrar y salir de los bolsillos.
Basta, en especial, de andar contando milagros personales y ofrecer
sorpresas (inéditas de puro viejas) en la medida que nadie puede mirar
a través de la ventana o la capucha. Suspender, por favor, aunque sea
por momentos, el mal gusto de andar voceando la capacidad del grupo
que consiste, a fin de cuentas, en trasladar carne en papel de diario.
Para no fastidiar, para despejar cielo y tierra de tanto desarrollo y que
vuelva el misterio a la historia, llamo a los poderes primero y segundo
(bien, y siguientes) y les recomiendo legislar un paso más hacia la
noche: la esclavitud de nuevo. Volveremos a destruir el presente
perpetuo de tanta maravilla.

Queridos amigos: adiós. La muerte nos aleja. La marca registrada,


suelta, a toda hora, sin días festivos ni fiestas de guardar. Pasatiempos
felices.
Ustedes acataron instrucciones y aplaudían arriba de las mesas el
recuento después de borrar y marcar. Las consecuencias hasta hoy.
Hasta mañana. Hasta nunca jamás.

Sentencias definitivas no aparecen en estas páginas en tanto no sean


previamente publicadas en diario de la autoridad —como fuerza manda
y horizonte desaparece.

294
Muy bonita la obertura de los moros del 36 con las trompetas del orfeón
uniformado dale que dale desde los balcones del templo y, abajo, en la
calle, autoridades y público boquiabiertos. Desde el portillo de la torre
de la iglesia dispara solita metralleta para darse ritmo ahora que se usa
menos y ofrece nostalgias bélicas y descargas de notas para encantar a
niños y padres y globos del malón dominical.
¿No hay aquí un maldito cristiano que sepa de qué se trata todo esto?

Exceso de música enreda el pelo y los pájaros ablandan corazones. Qué


sacamos con volar en otro idioma. Marchemos. Es fantasía conformarse
y creer que el desfile desaparece tragado por el horizonte encendido.
Dar vueltas alrededor de la caja de zapatos. Regresan sin tapa.
Gritando irrumpen en la casa. ¡Se alistan, mamá!
Para las fiestas repletan el cine, el paseo.
Algunos reposan sobre las líneas telefónicas.
Entre redobles ya están jóvenes perdiendo el pelo. Muchos violines
enarcan las cejas.
Imposible retener las lágrimas. Los pájaros, firmes, no vuelan;
sentados, atentos como si estuvieran en clase. Es una ilusión creer que
duermen en los árboles; que escapan por la ventana; que la velocidad
se consigue pierna arriba, o que son libres. ¡Los anteojos, mamá!

10

Si pones el oído sobre la tierra desnuda escucharás claramente el


nombre de los asesinos.

11

¿Podemos continuar así? Adonde uno vaya, al paseo, al trabajo, al


desierto, a la orilla del mar, una cavidad, una tapa, cualquier lugar en
sombra, algún recado, una señal al pie del contrafuerte, en jardines
oficiales, entre árboles, desde aguas y corrientes submarinas, en el
túnel, sí, bajo el puente, en casa fiscal, a toda prueba, por cada poro
nos nacen muertos a medio vestir.

12

Me han enviado al fondo del mar. Sin oxígeno, por supuesto. En traje de
calle y con sobre azul en mano.

13

Hay que pagar por todo.

295
¿Quién soy yo para perdonar en medio de la avenida musical?
Hay que pagar aquí, sobre el mesón o en pantalla —usted elige su
libertad y perilla— pero se paga hoy sobre la tierra, por mucha flor y
césped en rollo y por metro, aunque parezca regalo natural que nace de
un punto en el espacio y que avanza y crece hasta llegar a taparnos la
nariz (¿cómo es posible idear algo tan hermoso?)

14

El paseo del mar mostraba apariciones y obsequios en un accionar


extraño a través de la bruma. Sobre el paño del horizonte aparecían
huecos de claridad insospechada o sombras móviles, pequeños retazos
en un comienzo, luego manchas que iban calzando sus formas: grutas,
animales, construcciones colgadas de un hilo sobre el agua donde los
mensajes y palabras o temores de otro mundo sólo las olas eran
capaces de leer y repetir.
Entonces el mundo se asomaba ante nosotros para avanzar hacia la
costa que guardaba, aparte de tu corazón, absoluto silencio.

15

«Noche, del latín nocte; éste del griego nyntos; y éste, a su vez, del
sánscrito nakta. En alemán se dice nacht; en inglés night; en italiano,
notte; en portugués, noite; en francés, nuit; en catalán, nit; en walón,
nute». En Chile la noche es eterna.

16

Por motivos políticos la autoridad desterró al poeta. Ya viejo se le hizo


saber que si daba muestras de arrepentimiento le sería permitido
volver a la patria.
Nunca, contestó Dante.
Por siglos Florencia ha solicitado a Ravena la devolución de los restos
del poeta y esta ciudad ha contestado siempre igual: Nunca.
Nunca seremos capaces de contestar nunca.

17

Somos los más capaces para marchar juntos, completos, sin excepción,
de norte a sur, por el camino sucio, embanderado, día y noche, bajo sol
o lluvia y la mirada sorprendida del satélite, del cable de la luna, del
carro de fuego y de los ángeles con vaso de noche y cristal.
Marchan, marchamos con regreso, con giro en la esquina, con vuelta a
casa, en micro, almuerzo y apetito propio de marcha blanca; pero
debiera ser desfile para siempre y con música de muerte —«eterna será
la pena que me diste»—, sin volver la cabeza, sin retorno hasta alcanzar

296
el límite y caer en el vértice helado de los espejos del sur: iceberg otra
vez.

18

Ácrata, nihilista, anarco, nombres y sólo un padre para este hijo que
regresa desnudo y viejo, en bicicleta, con publicidad colgada en la
espalda.

19

Lucilio, tanto hablar y tanto verso dedicado a niñas hermosas y caíste


en brazos de una cómica vieja. Nadie te censura. Al contrario,
aprenderás más de lo que pretendías enseñar.
Ya habrás entendido que el silencio de tus jóvenes amigas obedecía tan
sólo a la imposibilidad de abrir la boca ante el misterio.
Ahora, en cambio, en estos brazos habrás notado que no paras de
pensar y de sorprenderte y pronto llegarás a reconocer que en ellos
yace, madura para siempre, la poesía.

20

¿Y quién asumirá el cargo?


Debe asumir, no hay duda, el que domina el tiempo, los años, quien
conozca nombres y costumbres y las razones solidarias de la existencia
del servicio y que sepa, a sola vista, de la naturaleza del problema, de la
imagen usuaria a través del parque de hojas, de los pasos escaleras
arriba y de la meditación en los descansos, y, sobre todo: que una vez
puesto en altura pueda reconocerse igual al resto que sube y baja; para
él será el cargo superior de portero.

21

Una vez echado, despedido, no podrás volver a tu casa. A no ser de


paso y saludo, para alejarte de nuevo, de viejo, para regresar al lugar
que te dio asilo seguro: tu patria.
Porque tu patria ha desaparecido.

22

¿Hasta cuándo desagradables bien vestidos, puesto boca arriba y abajo,


de perfil, lustrados y pasados por el tiralíneas y casualmente perfectos
bajo luz y mugre?
¿Hasta cuándo caretas rasuradas y cuellos-latón y corbatas sujeta-
quijada y venta-imagen de tocino buena persona y vaso en mano o
hisopo celebratorio ante gran público?

297
¿Hasta cuándo muertos vivos enfundados sobre cubierta reluciente en
busca de poder —escalera arriba— en espera de foco y pito?
El siguiente.

23

Es fácil. Roturar a lo largo. Abrir el país a lo largo. Ida y vuelta. Un


surco junto al otro, como gradas del estadio, como en las vistas aéreas,
y volver a pasar sobre las marcas, cada vez más hondas, día y noche.
Hasta que aparezcan. Hasta escuchar sus gritos.
¡Aquí estamos! ¡Amor mío!

24

El corazón general no late. Pero existe.


Lo que podemos llamar —en momentos sentimentales— el corazón
colectivo no es la suma de los corazones individuales. El corazón
general es un artefacto único y quien lo encuentra puede darse por
muerto.

25

Lo importante es que tanto culpables como simpatizantes, incluso


auxiliares, puedan encontrarse para navidad junto a los suyos —quiero
decir, seres queridos—, y bajo el árbol que prende y apaga.
Para el resto de los ciudadanos un obsequio oficial destinado a soplar
heridas y a reponer fuerzas capaces de olvidar y esperar hasta el
próximo árbol con estrella que prende y apaga.

26

El divo —competición nacional— va contando cómo él solo derrotó a


medio mundo —aunque desguarnecida quedaron pelambrera y
jovencito— con vuelos a baja altura, enorme precisión y transmitiendo
sin parar, con artimañas y contratos absolutamente legales,
kilométricos e ideas y armas verbales nunca vistas y no recibió por ello
—espiritualmente— reconocimiento alguno, excepto alas y patas. Al día
de hoy no le queda más que plantarse frente a frente y abrir tamaños
ojos para decir:
Estoy sorprendido de ver por primera vez algo (muy, muy, muy)
extraordinario que ahora ofreceré a ustedes —suspiro interior número
tres—, gira y qué vemos: la misma acumulación de defectuosos morales
sentados en semicírculo y, asomando tras cortina de vapor, nuevo
estúpido/da en la mira.

27

298
Polonio: ¿Qué lees?
Hamlet: Vehículos, vehículos, vehículos.

28

¡Oh! —aquí ya habría sonado el silbato de Calígula—, grito del dueño


del mundo, cuerdo ante la poesía y la locura de la luna. Algo para este
mundo insoportable de ingenieros y administradores de circos de
cemento y escurrimiento de bienes públicos.
Asoma el tren y vemos avanzar penacho y bastones de lluvia; va
trepando el arco del puente, la señal triángulo, alambradas y listo el
paisaje verde manchado de leche y el tren toca su pito-cruce, enciende
luces interiores y cambia de música en el túnel. Salida, nueva pizarra
con tizas de colores, nuevo borrador mental; reaparecen mares, arenas,
el sol y la libertad de Camus y desaparecen emporios y molinos y tardes
enteras junto a la ventana de la quinta cuando seguíamos el paso lento
del tren a través del vaho y la mano o el lápiz extendían el poema o la
composición infantil del país.
¡Oh, a tiempo otra vez, el silbato de Calígula!

29

1937. Madrid, Ridruejo, poeta fascista, se pasa al bando republicano;


no por ello mejoran sus versos, y lo mismo sucede aquí y ahora, 1997.

30

Constantino: te hago saber que fue dividida la ciudad. El lado norte


continúa con su barrio pobre, el paseo de estudiantes entre las palmas,
los gritos del mercado y el trajín de carretas que compiten con el tren
que marcha por encima del mar.
La avenida de los dioses binominales indica, hacia el sur, el inicio de
otro Valparaíso depositado por mano gigante donde torre y boca abierta
de concreto babean poder inútil desde los espacios del reino de
«mongo».
Constantino: sólo e sueños, a través del arco de triunfo es posible
imaginar otra vez el cerro azul y alguna nube que cruza libremente
nuestro tiempo antiguo.

31

Reencontrémonos con el mar, dispone la autoridad.


Cuando quiten la reja. Cuando derriben la cortina y saquen las torres
de babel y mediaguas, los contenedores y focos y quiten la malla
gallinero y las barreras y casetas carcelarias y los guardias y las

299
descargas de las pilas de sacos y tambores y la mancha de escuadrones
de escarabajos —automóviles en la playa— relucientes entre la mugre
de papeles y fogatas, para no decir nada nuevo de las chatas gris
pantano que apuntan a diestra y siniestra sus pesadillas y hunden la
mar de nuestros sueños.

32

El regreso del demonio. ¿Pero es cierto?


Consulte, examine. Habrá argumentos serios, políticos, teologales, en la
agencia.
El cambio de color del cadáver le dirá que sí y cómo se alcanzó la
reconciliación en plena capital de la capital.
Se juntarán las manos, ojos en blanco, se arrastrarán capas y corbatas.
Alguno dirá qué diablos, ya se despachó a los niños en provincia y hay
que vigilar su ingreso a esta ciudad de casa y metro donde campea el
mercado azul de sangre seca, en polvo, en panes sobre cada altar o
esquina, allí donde usted se refleja y se somete a todo dominio y come y
saluda y hace zalemas con la esperanza de ser invitado alguna vez al
refectorio de la molida piltrafa —¡diablos!

33

Lo entrego por una taza de té, dice la joven, y apaga la porcelana con
cerrar de ojos. Los entrego por este brindis y por buenas maneras, en
sillón mullido, dice caballero de industria mientras señala entradas y
salidas y dibuja detalles.
Se oscurece el telón —quién lo habría imaginado después de tantos
años de teatro experimental— donde, donde por una taza de té y tome
asiento y esté cómodo y por unas palmadas entre nosotros —porque, al
parecer, todo aquello de arte y amor fue historia— y, por mucho que se
recuerde y se acuse de noche o madrugada, ¿quién?
Por un momento es necesario transar el drama, buscar consenso y
poner sobre la mesa copas y tazas y hojas doradas —¿de dónde
hermosas lejanas?— para que todo reluzca y sea posible en este acto y
el pasado se vuelva olvido y yo, director o actor, no tengo presente
indebido ni principios ni finales tristes.
No recuerdo nada ni a nadie y todas las luces y la electrónica aparecida
no tienen capacidad para retornarlos.

34

Vamos, si son criminales serios, de una sola palabra: muerte.

35

300
Se hacen los santurrones junto al Papa.
¿Recuerdas? Y después cada domingo.
El tribunal competente los perdona por la constancia y el esfuerzo
sobrehumanos.
El lunes es cosa distinta. Se hacen los santurrones durante todo un
infierno y luego aterrizan temprano en la vida.

36

¡Basta de maneras! Momentos distintos, pero el hombre marca su


tiempo con paso y palabras. Solamente el horizonte sabe lo que
sucederá en el próximo minuto; si la sucesión de actos llegará a
convertirse en gasa y memoria y que descansen las alas.
Manejamos —ondulación sobre el mar— telón y materiales y
rechazamos visita de otro conjunto. ¿El tiempo nos cambia? Personajes
ajenos no pueden aparecer entre nosotros.
No se permiten concesiones sobre el viento, sobre el agua. ¿Quién es
ése que acepta y sonríe ante la bestia nueva y le tiende la mano? Nadie
puede invitarla a compartir —y no digo nada desmesurado— juguetes.
Ni sentarla a la mesa y festejarla abriendo ventanas hasta el confín.
Que aumente su sombra. No permitiremos que descomponga, que
enturbie el espacio libre que siempre hemos visto ampliarse y que juega
sobre la línea de figuras y acontecimientos que avanzan desde el mar.

37

Creíamos vivir, crecer, y sólo estábamos cavando para nuestro futuro


eterno.

38
Crecen desde su más mínima expresión y alcanzan su mayor tamaño en
ambientes de asedio y conflicto. Hablamos de un artefacto clásico y de
indudables características estético-plásticas. Hasta hoy niños y viejos
sueñan con su forma esférica u ovoide, de color negro y superficie
pulida. El volumen, autónomo y hermético, devuelve por igual la luz del
día o de la noche y el secreto principal lo guarda (lo guarda,
enérgicamente) en el centro.
Sin embargo, un punto de su empaque es de mínimo espesor e
imposible de detectar a simple vista.
Ello altera el centro de gravedad y la trayectoria, al rodar, resulta así
imprevisible.
Autosuficiente y compreso sorprende a veces tanto por su quietud y
vejez —sólo medible por tiempo bajo tierra o segundos aéreos— como
impresiona asimismo por cierto afán de liberación repentino, acto que
realiza de una sola vez; en tal caso, la forma desaparece cual pompa de
jabón y siempre es tarde para salvarla. Esta etapa ha sido representada

301
visualmente a través de una lluvia de minucias y trazos primitivos: soles
y espirales sazonados, a su vez, con símbolos de una avanzada
tecnología: ¡rayos y centellas!
Tal vez no se trate más que de luces de fin de siglo o fantasías
sojuzgadas; una burbuja que ha crecido para poner un poco de
confusión y justicia en el orden del espacio, el tiempo y los hombres.

39

Hoy, hasta la hora del crepúsculo, para avizorar la costa y Valparaíso


iluminado y opacar su espejo, hemos contabilizado —cuentas en mano—
treinta y cinco mil quinientos treinta y cinco vehículos provenientes de
la capital. ¡Desgraciados!

40

Seducen los aniversarios sobre el mar. En la roda perduran siglas, un


borde de tierra y sucesos circulares alrededor del horizonte después de
siglos de zarpes, cuando sólo las cotas de las cartas y algún pájaro
imaginaban el tope entre mar y cielo y la inclinación de la rosa sobre un
ángulo de nubes y el descubrimiento de botellas a través de la espuma
y ahora el chasquido para celebrar aniversarios: el primer ojo-catalejo,
el disparo y regreso, la vela en llamas, y sílabas mudas, pintadas, al
viento —todavía— y el espejo que repite por encima y por debajo,
entreaguas. Porque inundan los aniversarios —hay renacimientos y
botaduras— hemos superado al fin el umbral que dividía la vida de la
muerte y yacemos frente al mar para reiniciar la navegación por aguas
propias y parecidas a los desastres inolvidables.

41

Mansas al horno, no. Que sigan iluminando los árboles y la vida.

42

Los grandes sabuesos de la información —cadenas de humos y letras—


muerden o acarician o enmudecen según el instinto e interés por la
libertad de huesos.
Siemprevivos bajo la mezcla y encantados a la luz de la lamparilla y el
lingote del lugar común reproducen la orden del día y presentan (a la
autoridad constituida, asomada al balcón o buque o patineta, «para que
ustedes los vayan conociendo mejor»), listado interminable de
preceptos y recetas a cargo de cantantes-conductoras o restos de frisos
o yesos librados del aparador y que vuelven del crepúsculo autoritario
un tanto cuarteados y emplomados y con expresión de qué ha sucedido
aquí y nada he perdido porque nada ha pasado entre nosotros que

302
somos una familia —¿cierto?— en sintonía, y empiezan otra vez a
tragarse todo y hacerse linces a la sombra del sabueso, la caseta y la
noticia.

43

¿No has pensado en un viaje iluminado?


Te soplo, crítico, con tubo o fibra recta pasarías de golpe al cielo
llevando luces de navegación y echando chispas.
Un cohete, algo nuevo, para el futuro, navegante inadecuado con faldas
al viento pero, al fin, tinta flotante tiñendo la mejor página para una
lectura total entre los astros del sistema y el adiós de quienes
permanecemos en tierra de hombres.

44

Protégeme, Dios mío, del sentido pedagógico y deja que cada día me
sorprenda viendo pasar —sin estilo— el viento por la esquina.

45

Obsérvalo. Escúchalo. Así es: no puedes creerle una palabra. Es puro


disfraz. Gran cagatintas: entre pases de mano y el lingote del lugar
común termina robándose el cromo de la abuela.
¡Ah, dónde encontrar el horizonte con su gran maleta abierta de par en
par y las guardas de colores ondeando sobre el agua, desde nubes, y
telas al viento y golpes de pintura —Casa Peirano— capaces de
arrancar burbujas y suspiros a los pescados!
Obsérvalo. Escúchalo. Así es: un jurisconsulto.
Mito de foro en feria y cantinela de sabio de barrio cívico con cartón y
foco en puerta y familia arriba de la mesa y balanza veloz, hasta
dejarnos en la calle, sin blanca, sin respiración. ¡Oh, dónde mi zócalo de
mar azul y despejado hacia la nada que desciende lento rumbo al
puerto y nos alegra un paisaje distinto cada tarde y mañana!

46

Este puerto aéreo, lavado al viento, estos cerros son más coloridos,
limpios y llenos que todo «pleno centro» de humaredas, cajones y
congreso piloto de grandes huesos mondados y expuestos a lo largo de
la playa por la derrota, amarillos bajo el sol, arquitectura del algún
animal prehistórico.

47

303
Está bien que arranques montado sobre nubes y asiento de humo y
cantes canciones en otro idioma y así se las lleve, lejos, el viento.
Está bien que pienses en la poesía en la tribu de amigos y con yerba
escriban como quien cumple su tarea durante el espectáculo de turno
en cada esquina.
Está bien el café y cervezas y el libro bajo el brazo y la matrícula del
taller completa y la entrevista y el perfil de la tontona y las odiosas
nubes —dices— no rentan ni bajan lo suficiente —como en los vídeos—
para trepar, para encaramarse.
¿Pero quién puede realizar algo nuevo y verdadero si antes no hay
claridad sobre lo sucedido ayer y no sabemos cómo informarnos del
espacio entre unos y otros?

48

¿Toga, capuchón, mameluco?

49

Bien, Galileo. Escapaste por un pelo. Ahora, noviembre de 1992, estás


oficialmente reivindicado.
Lo que es el caso de nuestro Juan, recién empieza: no hay papeles ni
pruebas ni apuro alguno y ojalá le falten quinientos años.

50

Jóvenes: no se registren, no se anoten. No frecuentar escritorios y


esperas en socavones nauseabundos, entre aceites y comidas y hojas
viejas volando tras el polvillo de pantallas que repiten, sin saber, lo
mismo.
En cambio, retírense a la orilla del sol donde empieza el primer borde
del resto del mundo y el horizonte es limpio y capaz de dar respuesta
transparente a todas las preguntas jóvenes.

51

No, por favor. Todo el peso de la ley no.


¿Dónde entran aquí las flores del camino y de la constitución que
brotan siempre del mismo lado?
Imposible resistir la legislación de los niños blancos. Imposible tanto
peso y adoquín por aquí. De verdad, prefiero esperar sentado la cuenta
presidencial, la preparatoria y la definitiva o las cadencias
acostumbradas que —dicen— transmite el aire en este mes del año.
Prefiero un concierto de campanas o la misma película por el claro
canal de la niebla:

304
Prefiero la historia del fascista Hermes que el 39 partió del puerto,
entre vítores, a defender la península y lo vieron entrar el 45 por el lado
opuesto de la bota y del brazo del enemigo.
Pero todo el peso de la ley, aquí, no. Los niños duermen. Dejen algo
para el momento de cargar el camión. Para la noche de sacos y bultos.
Para el escape. Y también para un fin de semana, al sol, con los amigos
del recuerdo. No se juega con estas cosas.

52

Diario de la marina: imágenes y noticias: vista al mar, burbujas todavía,


círculos de fama y ejercicios de aproximación y alejamiento, cambios de
rumbo, despistes, toque de queda, pito, y vueltas y revueltas de
presillas. Aquí la bitácora, el atril. Se leen bloques y lápidas blindadas
que hunden el pasado de mandos y colores, de pasos al frente y al lado
—casi tango—, cambios un poco antes que después, a tiempo, ¡vamos!,
un tanto más decidido que prudente y viajes de preparación y
pasamanos por un mar redondo y bicoca.

53

¿Quiénes tragan la mugre que produce el modelo?


Los desgraciados de siempre.

54

Empezó en el colegio. Vendía la fruta, el pan a sus compañeros. Luego


lápices, elásticos, esponjas.
Hoy, entre aplausos, vende el país; por partes, por zonas, verdes o
áridas, azules arriba o abajo, y vendería a su madre si la tuviera.
Madre nueva necesita para ser vendida de una vez por todas.

55

La iguana guardó silencio durante años y ahora se relame y señala a


quienes deben desaparecer —estéticamente hablo—, a quienes autoriza
para morder el fruto y quienes pueden mostrar al público su arte si éste
ha sido vendido conforme a plantilla y decálogo.
Al que se atreve a opinar por mí y dice protegerme de la noche, de las
flores del mal, del exceso de luz, y desde la torres se ocupa de consejos,
arriba o abajo del potro, mal para niños, para el país —y aquí nace la
«O» de Vicente—, bien para el bien del mal, favor cerrar el pico. Favor
de conectarse directamente con su personal manguera. Favor de ir a
cacarear a su privada cuenta, plataforma o cofradía. Favor abandonar
meditaciones y sambenito bajo la cama. Favor pasarse vídeo y temores
por su propia funda y ojetillo moral.

305
56

Mientras sigamos hablando para disculpar el ocaso siempre nos


sorprenderá la noche y no habrá solución para mañana.
Mañana será el eterno aniversario. El recuerdo tiene ligera sepultura.
¿No es lo que más nos acomoda?
Aquí debemos vivir y temblar. ¿Vale la pena negarlo cuando ya hemos
dado varias veces la vuelta al globo? Por mucho que suene la música y
parlotee la autoridad de turno y se entusiasmen las alturas —
septiembre, qué maravilla—, alba viste de noche.

57

Díctenme una ley, ésa. Una ley a mano, dedicada, que nos obligue a leer
y a escuchar poesía a cadena perpetua. Incluso épica, metrada en
procesador y con cadencia de orugas: disparos consonados y mucho
pecho para impresionar auditorios y luego que salga lo que salga.
Díctenme una ley con lápiz de pasta de oro sobre mesa de palacio
calcinado y así podré pasar, legalmente —siempre legalmente— el resto
de mi vida amparado y echado y riéndome de todas las películas.
¡Una ley, una ley para poder respirar! O al menos una ordenanza, algo
simple y poblacional que permita vivir mientras el viento se lleva —¿o
trae?— las descargas

58

Los mismos que reclaman hoy por algún desaire —qué lagrimones—,
aplaudían entonces cuando se aplicaba el rayito de la ley.
Los mismos que brindaban en bóvedas, ahora juntan las manos y
entrecierran los ojos y preguntan desde otro mundo: ¿Y usted y su
familia de usted se encuentran gozando de buena salud?
¡Oh modales, oh poderes!

59

Eterno pasado el de la siútica presente: regresa convertida en golpes


eléctricos y se empina sobre los restos del país: cablería y estadísticas
risueñas en terreno de guerra —titulares y humos— y partes móviles
que afloran con la sola presión de un dedo, como flanes, por gracia de
la ciencia aplicada en sobres, tapas y canutos al vacío; disciplina
similar: inflar escafandras o bolsas de basura y cirugía privada hasta el
último aliento en espera que el ritmo de vida sea infinito, de marca
registrada y fantasía, disponible en estantes y rumas y pilas de
productos desahuciados con remedo antiguo: voces y coro de familia en
torno a instrucciones y cuentos edificantes para niños; pero el terror

306
envasado y puesto al paso, entre jardines, es más fuerte, preámbulo de
guerra, insistente hasta hoy en el temblor de la barbilla —¿recuerdan
filme-entrevista, en el antejardín, cuando el enlace, al anochecer?—
Eterno es el pasado de la siútica presente.

60

Enanos de terno y corbata juegan a ser alguaciles en película de


extraterrestres.

61

El modelo viene completo, señor (y a cuantos pretendan liderar el


futuro).
No sólo ha significado un triunfo para la visión —aviva los colores—, un
muestrario de nuevas funciones, nombres y materiales en vitrinas, una
ilusión de hábitos para recién nacidos, llegados, caídos, sino, señor (y a
todos los que deseen colgarse y dar prueba), el modelo también expresa
su contrasentido o cuota de exterminio y nosotros —¿por fortuna?—
recién vamos acercándonos a los niveles y las cifras giran y crecen
sobre rodillos y papel copia-feliz.
A veces el crimen, señor, parece bendición.

62

Pasando y pasando. Yo le extiendo documento de buena conducta y


usted me confiesa, al oído, dónde se encuentran.
No lo publicará la prensa y no se comentará delante de los niños. Muy
dulce. Lo que no se sabe no existe. Pero le servirá de consuelo saber
que la sorpresa podrá repetirse en el futuro tantas veces como sea
necesario.
Tantas veces como sea necesario.

63

Busquemos alguna verdad entre apilamientos y palas mecánicas. Entre


mochilas y bombos terciados, entre perros-orejeros y gato-cojines, entre
monos y civiles en pie de guerra y damas que recorren el tablero como
locas proponiendo tetas —torres de cadáveres— al rey, perfectas en
altura y se reparten prendas cuando matalones con arreos y corbatas
inician el desfile (eterno será el desfile que me diste) entre bandas y
golpes de colores.
Busco la verdad en los libros que se ofrecen tirados en la plaza, bajo el
sueño de los gatos y en la mirada inteligente de perros vagos que
pasean por los jardines del Congreso.

307
64

Caí —a última hora, cuando ya pensaba sobrevivir— en la lista de los


muertos. Entre interminables nombres y cruces acumulados en el
campo de tu corazón.

65

Se trata de delito simple, simplísimo, se escuchó en la sala vacía de


público y —ante la hermosa mañana y el aniversario, otro más, del
primer ojo-periscopio (cañería sobre el mar), del primer ataque,
etcétera— anúlese muy mucho y para siempre la clasificación señalada
(no vale la pena) y retirémonos a celebrar el pasado vivo que paga el
presente muerto, se escuchó decir en la sala iluminada de sol y vacía de
público y recuerdos.
Repita esta canción hasta que el recurso le sea por completo
indiferente.

66

Un esqueleto más y quedaré hablando solo, comprando huesos, tocando


la flauta, el tambor, con huesos, presentando materiales, plantaciones,
viveros, hasta el día de la cosecha y la gran exportación de tallos y
huesos.

67

Valiente desde la ventana. Desde lejanías. Valiente por teléfono. En las


entrevistas.
Confiado ante la divina providencia y firme con las instituciones viejas,
con títulos en placas de bronce y carbón, con divisa en página y en
goma y lápiz —en lo posible torres y gatos copiados—, respetuoso con
los titulares de toda hora, de mensajes eternos o cruzados y, así, de
nunca acabar, de auto en auto, siempre en vitrina, atrevido y real. Aun
dormido resguarda cuanto se le pone por delante y si va de paseo deja
todo en función —no vaya a ser que se pierda Miami— y agresivo asiste
al ensayo privado del paso de boda, festejo o ascenso de cabo a
plataforma y, de pronto, lectura de acta con fotografía desde la
izquierda —¿o todos a la derecha, hoy?— fundida en tapa y empotrada
en muro de poder.

68

A lo largo de la costa contemplamos, por un hueco, el mar. Una mancha


azul. Un descuido.

308
Se entera autoridad central de impuestos y humos y suspende toda
sonrisa y asistencia y dicta instrucciones (léase precisas) para tapiar la
ranura y que se sancione con un prohibido más, conforme lo establecen
las leyes, las leyes, las leyes: vendaje del país.

69

Ahora he leído por ahí de tu nueva especialidad y compruebo cómo el


tiempo engaña o amaina y vuelve liviana la mano; las ideas te nacen
frescas y descubres no sólo el mar, el espacio verde, sino traslucen
hasta un poco de amor.
Y yo te creo, te supongo honesto y compruebo que has meditado
adecuadamente en estos años de acuerdos, pactos, olvido y reacomodo.

70

Esta autoridad es grosera. A toda hora, aunque no venga a cuento, en el


lugar menos apropiado repite siempre lo mismo: US$.
La cifra fija la moral.

71

Imposible, K., acceder al castillo. El castillo no tiene nombre, no tiene


dueño y siempre está vacío. Sin embargo debemos intentar alcanzar las
nubes: el remate donde reina el aviso que enciende y apaga su
promesa: Libertad.

72

A los cómicos solemnes, a los que exhiben sus bulas, bandos, flecos,
agua té, a los cruzados, encintados, a los que dicen odiar todo esto e
impulsan el cohete nacional: forma de pepino.
A la novedad política y poético-bailable que abre la boca y recita en
todo lugar y se menea sin distingos —vaya cómo— y da oportunidad
para que penetren rateros de arte y familia —vaya encantadores—,
enanos listos que se llevan arrastrando libros y dedicatorias y ex libris
para montar páginas y propiedad e instalan acciones y funciones y
refritos destinados a su plato visual y social.

73

Cuando la muerte campeaba eran felices. Eran felices cuando ella


acechaba en plazas y caminos y paseos. Eran felices —brindis por ello,
cara al sol— cada vez que la cuenta sumaba un enemigo más, de menos.
Ahora, dónde. Hay que esperar, esperar fechas, situaciones, y examinan
prensa, recuerdos, y prestan atención a ruidos y nombres y se asoman a

309
balcones de jaula y pájaro seguro en espera de pasos, una señal, la
noche, un símbolo, un golpe de última hora: «Cibo per vivere».

74

Mediana perspicacia permitía entrever que no alcanzaríamos ninguna


alegría con las mismas leyes de la noche.

75

Para demostrar valentía y reponer prestigio muerto, mata. Así se


uniforma la vida. Y se santifica también convirtiendo todo fin en razón
de espíritu.
En tu nombre, en nombre de mujeres y niños, del orden, de la ley, de la
familia, para que les vaya bien en sus primeros pasos —tan importante
— y alrededor del mundo, tanto en perfeccionamiento como en
andanzas por el sur, por las islas, para que nadie pase apuros y sean
independientes y privados en días de crisis y puedan disponer, por
ejemplo, de espacios sin reserva, sin trámites ni esperas ni
remordimientos viejos, para aprovechar los años, el buen tiempo, cada
oportunidad —bajo precio— y hacerse parte de los días de fiesta y el
mercado abierto de par en par, de la tecnología y la inversión y la
última palabra y seguir acciones legales hasta el fin del mundo,
etcétera.
(Impedido de informar, repítase el primer párrafo, Ley seguridad
interior estado).

76

Cree protegerse bajo la cúpula despidiendo los mismo rayos que sirven
para iluminar arroyos y flores —escarcha plástica— por donde
deambula aldeano convertido en rapero. Va al encuentro de la casa del
molino —automóvil, piscina, antenas— y lo recibe aldeana echada al sol
e inflable después de haber engrasado tractor y mameluco.
Es fácil observar estos cambios desde la distancia, estas funciones que
van de la vida verde al encendido de máquinas: ha florecido el reino y el
paraíso particular de las grandes pantallas colgantes; pertenecen al
registro de dioses que giran por espacios propios y protegidos del canto
y los cuentos de la tierra.

77

La declaración fue considerada, una vez más, de alta estupidez.


Imposible fijar dimensión.

310
¿Lo han olvidado? ¿Y por qué no desfilan de noche para festejarlo y
reclaman el premio por la hazaña, se retratan, la fea los anota y pasan a
la historia nocturna? De aquí, del puerto, al mundo.

78

Sencillo: o te abres paso y entras a pelear en primera fila o bajas a las


catacumbas. Derroche de saltos y suspensión para la instantánea y
dentadura de indios formados alrededor del piano y de la escala
musical sujeta con cable y guitarra hasta las estrellas infinitas.
Abajo, sobre el piso, luz en los recodos, celdas y números nos permiten
entrar y salir del sacrificio y compartir con huesos parecidos a los
nuestros, con restos abandonados —como nosotros mismos— y
pensamientos acerca de las razones que nos desviven hasta morir.

79

Y la fotografía de la comparsa —lugar común de sí misma— con el dedo


en la mano y la mano en el vaso y el vaso acalorado bajo direccionales
que iluminan a miles de participantes mirones de sí, retratados y firmes
y fúnebres, de frente, en semicírculo, eternamente iguales, en fila —
otra vez—, mientras la vista recorre el tiempo, vaga por caminos del
arte-industria-comercio y desciende a ras inmóvil y calcado de capitán a
raso.

80

Homenaje a los muertos: Virgilio, siempre vestido de negro, asiste al


estadio y destaca en el océano de túnicas blancas.

81

Ideal interesado: perdonar, olvidar y enterrar.

82

En vez de tanto ojo en blanco y pucheros morales hoy, en tiempos de


paz, ¿por qué no pronunciaste una sola palabra en tiempos de muerte,
mierda?

83

Siempre con iguana. Especialmente cuando peroras y te chupas la


lengua. ¿Qué sucede? Tanto trabajo rectificador y los años te fueron
transformando —de serafín— en sargento.

311
Es cierto que no tuviste elección alguien tenía que vigilar el verso —
especialmente cuando te molesta que toquen música arriba de la cama
— y poner un poco de orden entre tanto sóngoro.
Pero qué impropio dentro de la misión general; qué pena lo de la túnica
a contraluz convertida en pantalón y chaqueta. Y qué decir del cuello
venido a menos y del filo de la nariz —de clásico a posmoderno— que te
consume. Podría ser eterna la enumeración, pero lo importante: así se
pasa de un estado de virtud y buenas intenciones a otro de censura que
sólo acumula versos sobre el platillo.
Nos creemos infalibles en el trabajo, certeros hasta el cielo —¿qué se
mide?— y se cae en la misma soberbia y se le hace el juego que le gusta
al coludo negro. ¿No se dice así?

84

Entre cielos y nubes de colores se encuentran enmarcados, con nombre


y rango, con fecha y ficha, los héroes. Y en algún lugar se encuentran
los actores desaparecidos del teatro de cámara negra.

85

¿Para qué vas a ver al viejo?


Si es mentira que fue a la guerra y regreso en el famoso submarino.
Sabes bien que todo es cuento y cañería. Único buque cerca: la batea
que mira al mar desde el cerro Cordillera.
«Adiós al Fuhrer». Es cierto que al viejo le gusta impresionar con sus
gemelos de araña y la colección de banderolas de lata y portavaso de
cerveza con pájaro gótico —mucho peso para nosotros— y fotografías
de damas blancas que van marchando como espuma que no termina de
ingresar —en nuestra memoria— al teatro o al baño de gases, aunque
bien sabemos que ya no están allí, que han volado y que ahora son
parte de estas mismas nubes nuestras y de la historia que tuvimos que
repetir.
¿Para qué vas a ver al viejo?

86

Alguien dirá, como en otra página, qué fue de la luz, de la esfera


naranja apoyada en la línea —aquélla que piratas sepultaron en libro
príncipe—, entre barras, y tú siempre en la orilla, enredados los dedos
sobre el teclado viejo, y en medio el aire, el viento grueso que pasa
invisible llevándose las hojas y los pájaros.
Alguien dirá que es hora de volver al espacio de las gotas suspendidas
frente al paseo del sol y el azul desierto.
Creo en la muerte, de por vida, latiendo a compás y creo que volverá
nuestro tiempo cuando el mar recobre su color y la esfera se ilumine,

312
muestre el lugar y celebre la distinción —esta vez— de los corazones
mal puestos.

87

Majestad (véase aquí la bandera del Reino de Suecia): gracias a su


amparo miles de chilenos pueden aún dormir, vivos.

88

Elijamos un lugar distante, ¿o vamos a permanecer aquí, en la ronda de


costumbre, junto al comercio, entre cómicos —enanos sobre zancos—
mientras el resto se apila alrededor de mesones y en orillas de sol?
Continuemos la marcha en torno al estanque vacío, medio cuerpo
afuera asomado a la tapia o por encima del terrado atisbando el avance
de las hormigas satisfechas, meritorias, ejemplares, rumbo a la guardia
de invierno (dejad en la puerta toda esperanza de canto) y
anatematizad a la cigarra.
Elijamos un lugar distante donde no concurran caparazones de fuerza,
copias y guardias ladrones en pose de portal y revista bancaria y viejas
untuosas de veladuras o brea, sobrepuestas entre noches y aplausos.
Elijamos un lugar distante donde desechar los tambores y golpes
desechables.

89

La primavera demora y no aparece por ninguna parte. La buscamos


atisbando el trajín del viento entre los árboles de la plaza.
Hoy la temporada del puerto se ilumina. Flores y alas cubren el
cocotero y descienden por pechos y corbatas papagayos que ondean a
la altura ceremonial del Congreso.

90

La noche parecía día: la luna. La luna parecía un sol: la noche.


Imposible saber la hora, el lugar, las razones entre tanto foco y sombra.
Desperté sin saber dónde. Tuve que contar con los dedos. Tuve que
llamar por teléfono. Con la lengua.
Miente el director, el acusado, el médico.
Mienten con cara propia y formada y el defensor explica que se trata
sólo de opiniones y que así y así sopla la bandera.

91

Cómo se encabrita ahora, cómo rompe lanzas el joven tristón de


derechas, sin motivo, sin razón aparente, si consideramos que hace

313
veinte años era consentido y gozaba de la protección del ángel sobre
urnas y armas.

92

¿Y qué haremos con todo el amor acumulado en países lejanos?


Devolución de cenizas.

93

Toque de queda pasea de noche y mata. Para que duermas bien. Para
despertar renovado y así rutina y seguridad puedan continuar bajo llave
sin que escape una palabra.
Luna muda —¡qué otra puede exigir el esqueleto!— repite la única
inacción que conoce: enciende y apaga.
Toque en la puerta. A pesar del prospecto anónimo y novedades que
ofrece importadora —manuales, balizas, cámaras—, siempre la
esperanza de ser premiados a medianoche.
Toque de campana y eco de goma protege como nunca la paz de la
tierra para que luzca vuelo de paloma de olvido y prosigan, en silencio,
los giros de la primera procesión aérea o caravana subterránea de la
muerte.

94

Una comisión, una investigación, un sumario y toda la cábala para


volver al comienzo y contar otra vez: estos inocentes, boquiabiertos de
primera fila acaban de llegar al espectáculo y se les puede repetir el
mismo drama. No hay peligro: desconocen el cuento, somos la cátedra y
así otra generación traga y saborea: una comisión, una investigación,
un sumario.

95

Vista al mar. Al ocaso. Afortunadamente desierto. Acá giros y saludos.


Manos en alto.
Contestación inmediata. De resorte. Gatillo. Otro saludo y nuevo
movimiento fuera de las olas para quedar de espaldas y avanzar una,
dos, tres, tantas paladas, hasta besar el muelle y de allí, de pronto, una
orden y esta vez perdemos por no presentación del enemigo —enemigo
eterno e inventado al uso—, mientras el sol baja sin resistencia y se
baña, como si nada, en el mar.

96

314
Celebración. A la orilla del mar el horizonte tiende la mesa. Ahí van, a
brincos, a pasos sobre el agua, cabeceando el bote, ridículos en la
inmensidad, rumbo al paisaje privado, a la casa de campo, al rancho
azul, al brindis, almuerzo sobre las olas y mesa hasta el crepúsculo de
té.
Blanco y negro los fanales de moda y pasarela sobre el mar que
empieza y vive en el borde y arranca a perderse para evitar tanto
saludo y barullo y todo esto es mío hasta el fin.

97

Y así, por un simple acto sobre el papel —mente mágica—, todas las
faltas cometidas hasta el once de marzo desaparecen.
¿Arrepentidos? Se encuentran satisfechos y con varita mandrake
volverán a hacer lo mismo visto el resultado. Maravilla recordar que
todos podemos desaparecer sin molestias ni saludos. Más aún,
desconcierta escuchar que nada igual puede repetirse, que jamás será
posible para nosotros y que sólo se trató de un golpe de humos, un
pase, un punto de venta necesario en honor de nuestro honor.

98

Me observo. Me sobra un ojo. Aunque a primera vista no parece. Si todo


hubiera obedecido al estudio, a trabajos minuciosos. Nada. Ha sido mi
culpa, mi gravísima culpa, la lectura ociosa, sin motivo ni utilidad
alguna, por simple pasatiempo, entre damas y piratas y gente
indeseable acostumbrada a habitar rincones, la selva consiguiente con
pigmeos bulliciosos y diosas rapadas y, por el solo ojo bueno que me
queda, con cuidado: el viento sabio y el viento negro de la noche con
saqueadores y gente armada y, lo más importante también entre sirenas
y libros: la vida misma, la verdad sumergida, la misteriosa justicia y la
búsqueda continua de abismos y peligros que surgen sin aviso desde las
fosas del mar.
Frente al mar iluminado del espejo constato que he perdido,
definitivamente, un ojo que de verdad sobraba y, por lo mismo, incapaz
de apreciar lo peor y mal visto: la visión derecha.

99

Para acotar territorio, más mío que tuyo, para ganar y moverse en
secreto extendieron red de acero a lo largo del puerto y por allí meten y
sacan espejos que parece mentira.
Hay que ver todo lo que mueven.
Quien sea sorprendido tocando el mar, sin guía, examinando un pez, sin
razón, y, peor aún, no haciendo nada frente al viento, el resguardo lo

315
persigue por invasión de propiedad superior frente al horizonte
inmaculado que no puede ser visto por simple antojo o paseo.

100
Para cada cual su trasfondo sentimental. La joven guarda su muñeca
cascada y el joven sus trofeos de competición y hay quien conserva el
cuchillo de ataque —vanidades del espíritu— en vitrina o escritorio
junto a cuentas de luz y familia. Diferencias, regustos inolvidables que
acaricia el tiempo.

101

Casi transparente, recién aparecido, trepa al pedestal y lanza su canto.


¿Pero quién es, hombre o pájaro? Lo veremos en el próximo capítulo.

102

Alguien miente, día y noche. No sé cómo llegamos hasta esta página en


momentos en que alguna atracción suelta luces y globos en la plaza.
Maná; cada cual come a su antojo. Piltrafas. Ved los índices: flechas
alcanzan ventanas y palcos y otra vez el grosero en el marco hablando
de algo nuevo: negocios.

103

Esta ciudad, Catalina, no te ha de seguir. La ciudad se hunde en tanto


crecen edificios.
La ciudad desaparece por arte de la construcción en marcha —
arquitectura saluda y autoridad multiplica tragamonedas— y es
descubierta, en sentido opuesto, por la noche subterránea.
Naturalmente que soles clavados giran sin descanso sobre un
horizonte-techo-falso o en una esquina muralla. Final desastre en
ciudad de sombras donde las ventanas son miradas interiores o
compuertas pintadas con luminoso mar muerto.

104

A este precio y, además, en día de invierno, después de sumar durante


cuarenta y cuatro años —no habiendo visto llover, como hoy, nunca—,
no me dé salud al precio fijado por su mesón sucio y dependiente.
¿Vida? Muerte, por supuesto, señor ministro de salud.

105

Sí, por supuesto; al fin hemos encontrado culpables ajenos que


compitan en la ruta.

316
No estábamos solos; había que empinarse.
Es cierto: nos superan en número. Pero el nuestro es un récor de
calidad. Y por tanto no es posible que perdamos el primer lugar de
terror.
Es bueno aparecer apacibles. De allí la justificación al crimen moderno
y en parangón. No se vea en esto reto alguno al pasado o algo así como
«observen el lema de fuerza».
¡Que descansen los viejos desinformados y ataque otra generación!
Aunque no es menos cierto, más bien absolutamente, que aquellos
modelos fueron poderes totales desde siempre y esta estrella, en
cambio, nunca ha perdido su fondo de cielo y pureza y el soplo
occidental y cristiano de ángeles tan custodios —bueno— como
ensangrentados cada vez que el interés lo exige.
Mantenemos, por tanto, el primer puesto en libertad y actualidad. Y no
podemos volver atrás ni arrepentirnos ni dar la cara porque
reconocemos las órdenes y los secretos formidables. Sí, hay algo visible
en lo invisible.

106

La ley, el poder y el terror juegan hoy contra la libertad, el desamparo y


la risa.

107

Hubo una vez un pez de cristal que navegaba en las aguas del estero y
daba vueltas todo el día, arriba y abajo, sin importarle a nadie nada.
Pero no se crea todo lo que se dice. Hubo quienes aplaudieron la pesca
y represión —de otra forma cómo— y al mismo tiempo rogaban para
que ésta fuera, cada día, más suave y suave.

108

Los muertos no volverán. El espíritu no será devuelto. Para qué hablar


de bienes y cartera solidarios. ¿Quiénes somos para hablar o escribir
sobre estas cosas?
El resto, los vivos por todo tiempo podrán retozar con familia y serviles
y extender miradores y vista sobre aguas y continentes.
La patria —G. Green—: parienta desconocida.

109

Que nunca más volvamos a padecer de eclipse.


El tendido del cielo y la huida de pájaros nos dejó sumidos en un eco de
círculos y tamaños. Hoy ha vuelto, dicen, la luz; pero nada cambia y un

317
conjunto en sombras habla y habla en carcoma y ronquidos —propios
de la muerte— no dejan respirar a nadie.
Sobre enseñas y texturas pulidas el sol ondula figuras que evocan la
atracción del poder y el crimen.

110

Autoridad: necedades: miren la luna. Miren el eclipse de luna.


La autoridad puede exponer necesidades a toda hora. Sin contrapeso.
Sin cadena. Fue escogida y mutuamente asignada a tal fin. Se sabe:
aceptaron condiciones inaceptables. Imposible que ésta sea la misma
luna de la infancia. Sólo que es de noche, el camino sigue en sombras y
ya podemos creer cualquier cosa: boberías recién horneadas —sobre
plato de primera página— para atracción de las moscas. No hay duda
que el amor es algo esplendoroso (¿la canción o la patria?). En especial
si afecta a la inteligencia enemiga.
A ver, periodistas y grabadoras, todos juntos, «¿qué se siente?».

111

No eres de mi propiedad. Pero, por un momento, puedo reunir atributos


y poner en marcha mis deseos. Al bajar el telón que cubre el paisaje,
más allá del camino y la avenida, ocuparás el puesto donde las figuras y
acciones se edifican y viven entre horizonte y nubes como sucede en
este instante con la línea de pájaros que acompañan el viaje del tren.
Pasan a flor de agua a la velocidad que el mensaje precisa para ser
leído y contrastado a la altura del ojo del crepúsculo que pestañea por
última vez, hasta mañana.

112

¿Verdad o mentira? Lo que importa saber es si el procedimiento de


limpieza se realizó dentro o fuera del jardín. Y la fecha. He aquí lo
particular del derecho público.
¿Culpable o inocente? Entre flores o en pleno desierto igual paseas la
gracia de la culpa y vivirás con ella hasta acceder al último círculo. He
aquí la justicia.

113

Los esperamos en la orilla azul. Vengan de todos los rincones. Vengan


traperos, santeras, gitanos, mendicantes, cuenteros, promocionantes,
mandaderos, vergonzantes, pedigüeños, etcétera.
El mar los desnuda y se lleva la mugre.

318

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