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CL - La Sociología Analítica PDF
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CAPÍTULO 10
LA SOCIOLOGÍA ANALÍTICA
3. En este mismo texto puede consultarse con provecho la narración personal de uno de los prin-
cipales sociólogos analíticos, Diego Gambetta, sobre cómo nació la expresión «sociología analítica», y
qué principios fundamentales del quehacer sociológico buscaba capturar.
LA SOCIOLOGÍA ANALÍTICA 315
4. Goldthorpe (2000:7), por ejemplo, observa que el auténtico pluralismo «debe ir acompañado de
una vigorosa competición entre ideas, que a menudo sea incluso mortal. Por el contrario, el pseudo-plu-
ralismo se caracteriza por el hecho de que ‘la confrontación de puntos de vista’ no se organiza como una
competición, ya sea porque las escuelas rivales saben protegerse contra los ataques ‘ajenos’, ya porque
sus ‘aproximaciones’ se formulan de tal forma que resulten inmunes en gran medida a todo tipo de crí-
tica». Para evitar esta situación debe existir un «consenso metodológico básico que determine cuáles
son las reglas fundamentales y los criterios de éxito de acuerdo con los cuales debe guiarse la competi-
ción entre ideas». Obsérvese además lo que lúcidamente apunta Hedström (2005:37): «El pluralismo te-
órico puede ser una valiosa propiedad de una disciplina en la medida en que suponga la competición
entre diferentes enfoques, y en que esta competición estimule un desarrollo teórico ulterior. Pero el plu-
ralismo dentro de una teoría o teórico particular no suele producir ningún resultado deseable. Por regla
general, conduce a largas listas de factores potencialmente importantes sin que se especifique clara-
mente ningún mecanismo en absoluto».
5. Véase King, Keohane y Verba (1994); Abell (1988); Lago (2008); el propio Elster afirma: «Lo
que se puede denominar como ‘el giro analítico’ en ciencias sociales no descansa, a mi modo de ver, en
el uso de metodología cuantitativa, sino en un interés casi obsesivo por la claridad y la explicitud»
(2007: 455).
6. Véase una panorámica a este respecto en Vaughan (2009).
316 TEORÍA SOCIOLÓGICA MODERNA
do, en vez de una «ley» opaca, las cadenas causales concretas responsa-
bles de la aparición de cada caso empírico, sin necesidad de tener que
subsumirlo bajo un tipo general o clase natural; obsérvese que la mera
enunciación de una «ley» sólo nos informa sobre la sucesión regular de
dos tipos de acontecimientos en el mundo, no sobre el mecanismo causal
que explica la regularidad de esa sucesión; véase Hedström, 2005:18-19).
En segundo lugar, frente a la explicación estadística en términos de
correlaciones, los mecanismos aportan microfundamentos y abren la
«caja negra» que cualquier relación meramente estadística alberga: una
relación estadística entre dos fenómenos es algo a explicar (a microfunda-
mentar mediante mecanismos), no una explicación (Boudon, 1998). La
adjetivación de la sociología que nos ocupa como «analítica» hace refe-
rencia a la descomposición de procesos complejos en elementos más sim-
ples, de cara a entender los mecanismos causales por los que éstos se im-
brican y relacionan para componer procesos y fenómenos de enorme
complejidad. La sociología analítica intenta, por tanto, erradicar (o, como
mínimo, minimizar) las numerosas «cajas negras» existentes en los dis-
cursos habituales de la ciencia social (y, especialmente, de la basada en
«explicaciones» estadísticas).
En tercer lugar, frente sustitución de la explicación causal por la
«comprensión» del «sentido subjetivo» que los agentes dan a sus accio-
nes, la perspectiva de los mecanimos ofrece dos ventajas indudables: pri-
mero, evita la proliferación de conceptos cuya única función es el etique-
taje y re-etiquetaje de fenómenos o la discusión sobre las esencias de los
mismos (algo a lo que se ha visto abocada mucha investigación cualitativa
dentro de aquellas sociologías «comprensivas» que, contra Weber, renun-
ciaban a la explicación causal), y, segundo, aporta una mayor generalidad
sin renunciar a la idea weberiana de la Verstehen, puesto que, efectiva-
mente, la comprensión de los sentidos subjetivos no es otra cosa que la
atribución de deseos y creencias a los actores, una pieza fundamental de
cualquier mecanismo social que se precie (por ejemplo, en el enfoque
DBO de Hedström que se comentará más abajo). La «comprensión»,
como ya sabía Weber, es un paso de la explicación causal en sociología, no
un objetivo en sí mismo ni un sustituto de esa explicación.
3) El «barco de Coleman» y la transición macro-micro-macro. La es-
trategia típica de explicación para un sociólogo analítico suele seguir lo
prescrito por Coleman en su famoso «barco» o diagrama de relaciones
«micro-macro» (Figura 1).
En el diagrama de Coleman, las flechas 1, 2 y 3 representan la ruta que
debería seguir la explicación completa de cualquier fenómeno social. La
«completud» aquí tiene un sentido puramente metodológico, no ontológi-
co: obviamente, se podría seguir la cadena causal hacia atrás en el tiempo,
reproduciendo el «barco» tantas veces como se quiera (o se tenga tiempo y
recursos para investigar); y, por supuesto, se podría seguir microfundamen-
tando los fenómenos de nivel micro o indvidual en términos de elementos o
niveles «inferiores» (psicológicos, neurobiológicos, químicos, físicos…),
318 TEORÍA SOCIOLÓGICA MODERNA
4
Nivel
macro
(social)
1 3
Nivel micro
(individual)
les», lo que es compatible con la tesis de que «todas las estructuras rela-
cionales son explicables como resultados intencionados o no intenciona-
dos de las acciones individuales» (Hedström y Bearman, 2009:8).7
Con todo, algunos teóricos sociales analíticos aceptan que puede ha-
ber espacio para algún tipo de explicación cuasi-funcional de naturaleza
evolutiva, que postule la existencia de mecanismos de equilibración por
consecuencias activados por atractores evolutivos ya sean de selección na-
tural, ya de refuerzo (véase Van Parijs, 1982a y 1982b); obsérvese, no obs-
tante, que dichas explicaciones evolutivas no operan con causas finales
sino con causas eficientes (como por otra parte, lo hace la teoría de la evo-
lución en biología), y que, para ser legítimas, deben estar nítidamente es-
pecificados los mecanismos causales estándar que permiten la persisten-
cia de un determinado rasgo o fenómeno (que lo «seleccionan») por sus
consecuencias para las acciones individuales en un contexto dado. Como
advierte Boudon con brillantez, «el concepto de función es aceptable
cuando se usa como una especie de atajo para resumir procesos sociales
que pueden también describirse sin usar ese concepto, aunque más tor-
tuosamente. Para decirlo en la forma de un teorema metodológico: la no-
ción de función sólo es útil si no es indispensable» (Boudon, 1990:136).8
5) Racionalidad amplia, distorsiones de la racionalidad y pluralismo
motivacional. A diferencia de la economía neoclásica, del conductismo, o
de la teoría del intercambio, la sociología analítica no se compromete con
un supuesto motivacional universal de egoísmo o de auto-interés, sino
que asume y desarrolla las rupturistas aportaciones contemporáneas de la
economía conductual y la ciencia social experimental que muestran el no-
table pluralismo motivacional de la especie, esto es, la presencia de moti-
vaciones altruistas, de aversión a la inequidad y de reciprocidad fuerte,
que están ampliamente extendidas interculturalmente, y en virtud de las
cuales los agentes asumen costes innecesariamente para conseguir ciertos
resultados y distribuciones grupales de cargas y beneficios que perciben
como más deseables y/o equitativas que las que a ellos les convendrían.
Por otro lado, y a diferencia de la teoría de la elección racional con-
vencional (otra cosa serían sus más recientes desarrollos conductualmen-
te enriquecidos), la sociología analítica no se compromete con el supuesto
de racionalidad perfecta y maximizadora de los agentes, sino que lo admi-
te como un mecanismo de formación de acciones entre otros muchos po-
sibles, aunque poco realista en la mayoría de contextos de interacción so-
7. Resulta algo sorprendente que Hedström y Bearman identifiquen la posición de Elster con la
del «individualismo metodológico tradicional» (2009:8), cuando ellos mismos reconocen que la diferen-
cia entre sus concepciones reside en el mayor o menor énfasis en este punto, y no en cuestiones subs-
tantivas.
8. Sobre la legitimidad de las explicaciones evolutivas en ciencias sociales véanse Van Parijs
(1982a) y Faia (1986). Véase asimismo el debate original sobre individualismo metodológico y explica-
ción funcional mantenido sobre esta cuestión entre los marxistas analíticos en Cohen (1982), Van Parijs
(1982b) y Elster (1982); o las posturas anti-individualistas de Pettit (1993) o Levine, Sober y Wright
(1987), entre otros teóricos analíticos. De hecho, uno de los campos más interesantes de la filosofía de la
ciencia social es hoy el de la ontología social, inexplicablemente descuidado en la tradición sociológica.
LA SOCIOLOGÍA ANALÍTICA 321
9. Pueden verse dos potentes argumentaciones a favor del realismo explicativo y contra la simpli-
ficación excesiva de algunos modelos formales en Elster (2007:24-26 y 461-464) y Hedström (2005: 60-
66 y 107-108). Ello no obsta para que el principio de parsimonia siga siendo una guía de la construcción
de modelos explicativos en la sociología analítica: la cuestión es cuánta parsimonia o simplicidad cabe
sacrificar en aras de un mayor realismo de los modelos, una vez demostrados repetidamente determi-
nados fallos predictivos de los mismos.
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10. DBO son las iniciales en inglés de deseos (desires), creencias (beliefs) y oportunidades (oppor-
tunities).
LA SOCIOLOGÍA ANALÍTICA 325
des sociales, sus determinantes y sus efectos, usando para ello metodolo-
gías de simulación. La famosa hipótesis de los «mundos pequeños», ya
avanzada por Milgram o Granovetter, fue matematizada y generalizada
por Watts; una red presenta el rasgo de ser un «mundo pequeño» cuando
la mayoría de sus nodos no están conectados directamente entre sí, pero,
al mismo tiempo, a la mayoría de ellos se puede llegar por un camino re-
lativamente corto (con pocos pasos); Watts encontró que numerosas redes
sociales y naturales exhiben esta propiedad, por sus notables ventajas evo-
lutivas. b) Peter Bearman y sus colegas (2004), en su estudio sobre las re-
des sexuales entre los universitarios, mostró con un modelo ABM el meca-
nismo que explica que dichas redes tomen la forma de árbol extensivo sin
nodos centrales y sin ciclos: el mínimo ciclo sexual entre individuos hete-
rosexuales consta de 4 personas, pero cerrar un ciclo semejante implica
tener relación sexual con la ex-novia del sujeto que ahora está con tu ex-
novia (o con el ex-novio de la chica que ahora está con tu ex-novio), lo
cual hace perder estatus en las comunidades estudiantiles. Este es el úni-
co mecanismo capaz de generar una red de interacciones como la que se
observa empíricamente. c) Los avances de la ciencia de las redes sociales
han sido aplicados también al estudio de uno de los temas centrales en la
obra de Coleman: el capital social y la confianza; invertir esfuerzos en
mantener y conservar relaciones sociales de confianza y ayuda mutua re-
porta diversas utilidades a los individuos, y puede resultar un factor clave
para la movilización de recursos y personas, pero la eficacia y rentabili-
dad de esas relaciones dependen mucho del tipo de redes sociales en las
que se hallen inmersas. González-Bailón (2010) ha mostrado, mediante el
análisis de redes con modelos ABM, como algunos de los supuestos más
habituales de las teorías del capital social deberían ser revisados (como el
de que la densidad de la red está directamente relacionada con la difusión
eficiente de información o recursos a través de la misma).
4. Normas sociales y reglas informales. Las aportaciones teóricas de
Elster han sido completadas por numerosos estudios empíricos sobre
normas sociales, la mayoría de ellos experimentales, tanto de campo
como de laboratorio. En primer lugar, la investigación sobre normas de
conducta prosocial ha fructificado durante las dos últimas décadas (Boh-
net, 2008; Camerer y Fehr, 2004; Fehr y Gintis, 2007; Lindenberg, 2006;
Kroneberg, 2006; Tena, 2010), y hoy día estamos mucho más cerca de en-
tender en qué contextos y por qué se activan motivaciones no egoístas
para actuar según dichas normas (ya sean puramente altruistas, de reci-
procidad fuerte, o de aversión a la inequidad). En segundo lugar, ha avan-
zado mucho el estudio empírico de la emergencia y mantenimiento de
normas (Axelrod, 1986; Bicchieri, 2006; Hechter y Opp, 2001; Ullman-
Margalit, 1977), incluyendo casos de difícil explicación como el de las
normas impopulares o irracionales, hoy satisfactoriamente resueltos me-
diante los mecanismos de la ignorancia plural y similares procesos de fal-
sificación de preferencias (Centola, Willer y Macy, 2005; Kuran, 1995).
Por último, cabe mencionar los estudios sobre confianza social (Herreros,
330 TEORÍA SOCIOLÓGICA MODERNA
11. Las «narrativas analíticas» intentan utilizar la elección racional enriquecida conductualmente
en el estudio de la historia social. Puede rastrearse el interesante debate al respecto en textos como
Abell (2007, 2004), Bates et. al. (2000, 1998), Gould (2007), Levi (2006), Schiemann (2007). El American
Political Science Review (vol. 94, n.º 3) y la revista italiana Sociologica (n.º 3/2007) han publicado sendos
simposios monográficos sobre el tema.
334 TEORÍA SOCIOLÓGICA MODERNA
12. Así lo certifican, por ejemplo, los trabajos recientes de Tilly (2006, 2008), que pueden situarse
sin demasiadas reservas dentro del enfoque de los mecanismos sociales, o el más clásico de Rueschme-
yer, Stephens y Stephens (1992).
LA SOCIOLOGÍA ANALÍTICA 335
ello, será capaz de hacer buenos diagnósticos sociales, que son imprescin-
dibles para cualquier intervención social sensata y para cualquier pronós-
tico social: como sabía el Marx que se encerró durante años en la bibliote-
ca del Museo Británico, la acción práctica sostenida en el tiempo, si no
está basada en un buen conocimiento teórico, está condenada al fracaso,
por muy bienintencionada políticamente que sea.
En este sentido, algunos (cfr. Aguiar, De Francisco y Noguera, 2009)
hemos sostenido que la perspectiva analítica aún puede ir más allá en este
terreno (más allá, por cierto, de lo que ninguna «sociología crítica» ha ido
nunca): para intervenir en la sociedad, para contribuir al progreso social
como saber práctico no bastan los diagnósticos y las explicaciones causa-
les: hacen falta ideales o principios normativos y claridad sobre las razo-
nes que los sustentan. El rigor analítico que se le exige al conocimiento de
lo que es, se le puede exigir también al conocimiento de lo que debe ser.
Así pues, el giro analítico de la sociología podría ser también una invita-
ción a desarrollar una sociología normativa con personalidad propia, al
igual que existe una economía normativa o economía del bienestar plena-
mente asentada como sub-disciplina científica. Una tarea importante, por
realizar, de la sociología analítica podría ser precisamente desarrollar una
rama normativa, articular un concepto (o familia de conceptos) con los
que la sociología podría organizar un saber normativo capaz de «discutir»
en pie de igualdad con la ética social o la economía del bienestar. Esa fa-
milia de conceptos podría ordenar el rico complejo conceptual elaborado
por la tradición sociológica, un complejo que incluye conceptos como los
de cohesión social, cooperación y confianza, solidaridad y reciprocidad,
identidad y pertenencia, capital social y cumplimiento de normas, jerar-
quía y autoridad, etc., con vistas a clarificar sus implicaciones normativas
y a resolver los posibles trade-off que se puedan plantear en la aplicación
de los mismos.
5. Conclusión
Bibliografía comentada
los sociólogos analíticos ha sido Tuercas y tornillos. Una introducción a los concep-
tos básicos de las ciencias sociales (Barcelona, Gedisa, 1991; original de 1989),
aunque El cemento de la sociedad (también traducido por Gedisa en 1991; original
de 1989) y Alquimias de la mente (Barcelona, Paidós-El Roure, 2002; original de
1999) son también textos clave en la evolución de su teoría de las normas y las
emociones, que en su forma más acabada aparece en el citado La explicación del
comportamiento social y en sus capítulos incluídos en el Oxford Handbook of
Analytical Sociology.
Algunas de las principales discusiones metodológicas en la sociología analíti-
ca pueden rastrearse en textos como los siguientes: sobre la perspectiva de los
mecanismos sociales, una buena panorámica es la de Peter Hedström y Petri Yli-
koski, «Causal Mechanisms in the Social Sciences», Annual Review of Sociology,
vol. 36 (2010). Los debates sobre el lugar de los estudios cualitativos y narrativos
en la explicación causal pueden hallarse en textos como The Syntax of Social Life
(Oxford, Oxford University Press, 1988) y «Narrative explanation: an alternative
to variable-centred explanation?», Annual Review of Sociology, vol. 30 (2004), am-
bos de Peter Abell, o en R. H. Bates et al., (1998). Analytic Narratives (Princeton,
Princeton University Press, 1998). La mejor crítica de algunos usos de la metodo-
logía cualitativa y de los enfoques histórico-comparativos puede encontrarse en
John H. Goldthorpe, De la sociología, ya citado. En cuanto a las discusiones sobre
la viabilidad de las explicaciones funcionales, dos textos básicos son los de Jon
Elster, «Marxismo, funcionalismo y teoría de juegos. Alegato en favor del indivi-
dualismo metodológico», y Gerald A. Cohen, «Réplica a «Marxismo, funcionalis-
mo y teoría de juegos» de Elster», ambos traducidos en Zona Abierta, n.º 33 (1984;
originales de 1982).
Los modelos de simulación basados en agentes (ABM) fueron utilizados pio-
neramente por Thomas Schelling en Micromotivos y macroconducta (México,
FCE, 1989; original de 1978) y por Robert Axelrod en La complejidad de la coope-
ración (Buenos Aires, FCE, 2003; original de 1986). Buenas introducciones a esta
innovadora forma de hacer ciencia social son las de Michael Macy y Robb Willer,
«From Factors to Actors: Computational Sociology and Agent-Based Modeling»,
Annual Review of Sociology, vol. 28 (2002), y Jon Epstein, Generative Social Scien-
ce: Studies in Agent-Based Computational Modeling (Princeton, Princeton Univer-
sity Press, 2006).
Aunque la sociología analítica se dedica mucho más a desarrollar su progra-
ma de investigación que a criticar a otros, algunos textos valiosos para entender
su descontento con las corrientes dominantes en la «teoría social» son los de Pe-
ter Abell y Diane Reyniers «On the failure of social theory», British Journal of So-
ciology, vol. 54, n.º 4 (2000); John H. Goldthorpe, «The Scientific Study of So-
ciety», British Journal of Sociology, vol. 55, n.º 1 (2004), así como, del mismo
autor, la introducción y algunos capítulos del ya citado De la sociología; y Axel van
den Berg, «Is Sociological Theory Too Grand for Social Mechanisms?», incluido
en el Social Mechanisms de Hedström, y Swedberg. Debates sustanciosos en este
sentido pueden hallarse también en los ya citados artículos de Aguiar, De Francis-
co y Noguera (2009) y Manzo (2010).
LA SOCIOLOGÍA ANALÍTICA 339
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