La competencia en el mercado, muchas veces, conlleva a comportamientos poco
éticos; para poder ser competente se tienen que abrir nuevos y más baratos costos, es decir, la competencia reduce precios. El mercado también influye enormemente, ya que no habría oferta sin una anterior demanda y ambas juegan un papel determinante en la ética, pues aún mejor ofrecimiento, un mayor número de compradores. Entre mejores precios y más demanda haya, se aumenta la corrupción para suplir las necesidades de la misma competencia. En consecuencia a este dilema se crea entonces, un mecanismo del Estado que supervise e intervenga en las conductas, pero consecuentemente con esto, se determina que el Estado tiene límites, y que es incapaz de cubrir todo lo que respecta al tema. Las normas éticas han evolucionado a lo largo de la historia y han cumplido unos beneficios evidentes, ahora deben seguirlo haciendo, pues un mundo que está en constante cambios lo apremia. A medida que las sociedades se vayan desarrollando será más probable que gobiernos y personas puedan soportar los costes de modos de competencia más éticos. Pero el desarrollo requiere de competencia, y la competencia provoca dilemas éticos. En la contabilidad y en las finanzas, se debe manejar la ética como un principio fundamental ya que la confianza que deben tener los ahorrantes o inversionistas en quienes manejan su dinero debe ser total y ajena de dudas, robos, usuras, o mal manejo del dinero; un ejemplo de esto, y como ya lo vimos en subtemas anteriores, es el manejo de los impuestos: quienes pagan, no confían en el buen uso que se le dará al dinero para el bien colectivo, por el contrario, creen que los están robando, por consiguiente tratan al máximo de evadir impuestos. Hoy en día gran parte de las empresas actúan siempre buscando su propio beneficio, sin tomar en cuenta lo perjudicial que ciertas actividades puedan ser para el entorno.