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. -' . J TU ERES EL HEROEjDE ESTA NOVELA!
. 1 ELIGE ENTRE 27 J;'óSIBLES FINALES

iu NOMBRE EN CLAVE
ESJONAS
POR EDWARD PACKARD • ILUSTRACIONES DE PAUL GRANGER

EDITORIALATLANTIDA
ELIGE TU PROPIA AVENTURA@ - 3

TU CLAVE
ESJONAS

llustrocfones: PAUL GRANGER

TIMUN MAS
1

Te encuentras seis pisos por debajo de los


jardines de la Casa Blanca, recostado en el
gran sillón de cuero rojo de la oficina de J.J.
Obbard, director del Grupo Especial de Inteli.
gencia (GEi). Este, sentado tras su escritorio
de roble macizo, te observa con sus gafas de
montura de acero, mientras golpea su pipa
negra contra el borde de un cenicero de cris·
tal.
-¿Has oído alguna vez el sonido que emiten
las ballenas gibosas? -te pregunta Obbard-.
Es como la música de órgano: bello y extraño.
-iVaya! -contestas.
Obbard toma una carta de su escritorio.
-Del doctor Claude DuMont, de Boston, al
Presidente de los Estados Unidos.
Sr. Presidente:
Mientras rastreábamos. el mes pasado, ballenas gibosas
cerca de las Bermudas, grabamos unos sonidos que descono·
ciamos totalmente.
2 3
Las ballenas tienen un secreto y ese nuevo sonJdo que
emiten a La clave. Estamos analizándolo con nuestras com· computadora. Tras esta entrevista, DuMont
putadoras. Le informaré de los resultados lo antes posible.
dijo a Klein que se marchaba directamente a
Atentamente su casa. No se ha sabido nada más de él.
Claude DuMont -Tienes reserva en el primer vuelo a Boston
Director. -dice Obbard, mientras dejas la carpeta sobre
Cenero de Estudio Marlnoo la mesa-. Hay un helicóptero preparado para
llevarte al aeropuerto. Encuentra a DuMont y
-Si eso es cierto -dice Obbard�, es impor­ la grabación de los sonidos de las ballenas. Tu
tante que averigüemos el significado de esos misión es de la máxima prioridad; tu nombre
sonidos antes que nadie. En primer lugar, nos en clave, es Jonás.
ayudará a descubrir dónde se esconden las ba­ Una hora y veinte minutos después, aterri­
llenas cuando desparecen. zas en el aeropuerto internacional Logan, de
..¿Qué quiere usted decir? Boston. Sabes que el doctor Hans Klein es un
Obbard mordisquea su pipa antes de res­ hombre decisivo en este asunto. Tal vez debie­
ponder. ras hablar .con él primero. Por otro lado, los
En una época en que debería haber monto­ científicos del Centro de Estudios Marinos han
nes de ballenas gibosas junto a las costas de seguido los trabajos de DuMont muy de cerca.
Groenlandia, donde emigran en verano, pare­ Es muy probable que dispongan de importan­
ce que desaparecen. Es un verdadero misterio, te información referente a las ballenas.
teniendo en cuenta que no pueden permane­
cer sumergidas más de treinta minutos.
-lQuiere que vaya a Boston y hable con
DuMont?
Obbard fija sus ojos en ti mientras enciende
la pipa.
-Me temo que tu tarea vaya a ser más difícil
-contesta-. No tenemos noticias de DuMont
desde hace treinta y seis horas. Creemos que
ha sido secuestrado por agentes de la KGB a
las órdenes de alguien conocido por «Ojo Do­
ble".
Obbard te pasa una carpeta. La abres y lees Si visitas al doctor Hans Klein,
el informe. Anteayer, Dumont vio al profesor posa o la página 4.
Hans Klein, quien accedió a colaborar en la
preparación del programa para el estudio de Si visitas el Centro de Estudios Marinos,
los nuevos sonidos de las ballenas mediante paso a la página 6.
4 5
El doctor Klein te recibe en su casa de Ca­
bridge, un edificio de ladrillo cubierto de hie­
dra sobre el río Charles. Una vez que te has
identificado, te hace pasar a su despacho.
- DuMont estaba al borde de un gran des­
cubrimiento - exclama, nada más sentaros -.
Estábamos utilizando mi computadora para el
análisis de los sonidos, pero sin él no puedo
continuar. Con mucho gusto te pondré la gra­
bación para que la oigas.
Antes de que puedas contestar, suena el te­
léfono. Klein descuelga el aparato y te hace
señas para que te pongas.
- Es el señor Obbard. Llama desde Was­
hington.
- Siento molestarte - dice Obbard -, pero
esto puede ser importante. Hace una hora ate­
rrizó en Halifax un Cessna 323. A bordo iba
un agente de la KGB llamado Antón Roud­
nitska, que se hace pasar por hombre de ne­
gocios. Le hemos estado siguiendo y hemos
comprobado que va tras la pista de DuMont.
A su llegada al aeropuerto le estaban esperan -
do para conducirle a una casa en la costa. En
una cala cercana hay fondeada una motora
que Roudnitska utilizará, casi con toda seguri­
dad, para llegar a un submarino ruso. Proba­
blemente quieras ir allí de Inmediato. Esto nos Sí te quedas y pides a Klein que te deje
puede conducir hasta DuMont. Si te das prisa, oír la grabación, pasa a la págína 7.
puedes coger el avión de la tarde.
Si coges el primer avíón a Halífax para seguir·
a Antón Roudnitska1 pasa a la págína 8.

Si vas a las oficinas del FBJ de Boston para


ver qué hay en sus archívos sobre el doctor
DuMont, pasa a la págína 9.
6 7
Tomas un taxi para ir al Centro, un edificio - Me gustaría escuchar esa grabación.
modesto de dos pisos junto al ño Charles. Te El doctor Klein introduce la cinta en un
recibe el director adjunto, quien te explica magnetófono conectado a una computadora
que, aunque las ballenas poseen una inteli· AIM660. Se empiezan a oír los melódicos so­
gencia muy desarrollada, no existe prueba al­ nidos de las ballenas. Klein levanta la mano.
guna de que se comuniquen como lo hacen - Escucha. Están a punto de empezar los
los seres humano, nuevos sonidos. Se oye un clic y después silen­
- El canto de las ballenas no es muy dife­ cio. Klein manipula insistentemente el apara­
rente al de los pájaros, aunque sí más prolon­ to, se vuelve y te mira confundido. - Alguien
gado - dice Miles Rueff, el director adjunto-. los ha borrado - exclama -. No entiendo
Al fin y al cabo, sus pulmones son mucho cómo lo han podido hacer. Esta habitación
mayores. está cerrada con llave a todas horas. La única
Os interrumpe el telfono. Es Paul McKlm, copia de que disponemos, aparte de ésta se
adjunto al Presidente. Dice que éste ha recibi­ encuentra en el centro de cálculo. Vayam;s al
do otra carta del doctor DuMorit, pero que no centro. Cuando Klein termina de hablar sue·
la ha podido leer, pues ha desaparecido miste­ na el teléfono. Descuelga y te lo pasa. - J�nás
riosamente. aquí Jim Keegan del FBI, Washington. Do�
- Es mejor que vuelvas cuanto antes - dice i::aylor, ag�nte del Servicio de Inteligencia bri·
McKim. tanteo, esta malherido en el hospital de Pro­
- No ha dicho usted mi nombre - le contes- vincetown. Alguien le obligó a salirse de la ca­
tas. rretera. Tiene información importante sobre la
Se produce un silencio. grabación del canto de las ballenas. No puedo
- Perdón, Jonás. lo �alizar a Obbard, pero te aconsejo que vayas
Comunicas al doctor Rueff que tienes que alh en el avión de las cuatro. Es el último que
regresar a Washington, pero él te pide con in· sale hoy. Don Taylor puede tener la clave de
sistencia que esperes un poco para hablar con todo, pero. por otro lado, una de las grabacio·
la doctora Renata Carini, una científico italia­ nes ha sido borrada. Tal vez sea mejor que es·
na que debe llegar de un momento a otro. cuches la otra, aunque eso signifique perder el
- Ella conoce las actividades de los rusos avión de Provincetown.
- dice el doctor Rueff -. Merece la pena que te
esperes y hables con ella. Sí pides a Klein que te 1/eue al centro de
Sí regresas ínmediatamente a Washíngton, cálculo, pasa a la página 16.
pasa a la página 12.
Si esperas para hablar con la doctora Sí te uas inmediatamente a Prouincetown,
Caríni, pasa a la página 14. pasa a la página 17.
8 9
Te despides de Klein, tomas un taxi y te diri. Según los archivos de la oficina del FBl de
ges al aeropuerto. Cuando llegues a Halifax, Boston, DuMont goza de la estima y la con­
será de noche, así que tendrás que dormir en fianza de su familia, amigos y colegas por
un hotel y alquilar un coche por la maí'lana Igual. Aunque nadie albergaba la menor duda
para ir a casa de la costa. en cuanto a su lealtad a los Estados Unidos,
Mientras esperas que anuncien tu vuelo, todos estaban de acuerdo en que su mayor
averiguas que se espera tormenta. La predic­ preocupación era la protección de las balle­
ción para los próximos días es de fuertes vien­ nas.
tos, olas de dos a tres metros... condiciones de­ El colega más proximo a DuMont en el cen·
masiado adversas para que Roudnitska pueda tro de Estudios Marinos era el profesor Harry
hacerse a la mar. Esto te da tiempo para llegar Childers.
hasta él.

Si decides hablar con el profesor Childers,


pasa a la página 20.

Si decides hablar con la Señora DuMont,


Pasa a la página 10. pasa a la página 22.
10 11
Horas después, aterrizas en el aeropuerto
de Halifax. Tras recoger tu equipaje, sales a la
calle. La noche es fña y húmeda.
Mientras esperas un taxi para trasladarte al
hotel Lord Dunbar, ves detenerse un Ford ne­
gro del que se baja -una joven bien vestida que
se dirige hacia ti.
- lJonás? - te hace un gesto invitándote a
subir al coche.
Obbard debe de haberse puesto en contacto
con la Oficina de Inteligencia canadiense para
que te presten ayuda. Cuando vas a entrar en
el coche, tu mirada se cruza con la del conduc­
tor. Es un hombre gordo con una gorra que
casi le tapa los ojos. Te sonñe.
La mujer conoce tu nombre en clave, así
que no hay ningún motivo para pensar que no
esté de tu lado. Sin embargo, sospechas algo.
Quizás estás empezando a ponerte nervioso
dado el cariz que toma este asunto.

Si subes al coche, pasa a la página 24.


Si te arrepientes y decides hacer unas
cuantas preguntas antes de subir,
pasa a la página 25.
12 13
Nada más llegar a la Casa Blanca, te con­ - Hay bastantes cosas misteriosas en este
ducen al despacho de McKim. asunto - dice el Presidente-: el nuevo canto
Es un hombre alto y delgado, de unos cin­ de las ballenas, su desaparición repentina, el
cuenta años. Te explica que el día anterior por paradero del doctor DuMont y, por último, el
la mañana, sobre las nueve y media, María robo de su carta. Me gustaña que te quedases
Bitner, secretaria del Presidente, abrió una aquí hasta averiguar quién se la llevó, pero
nueva carta de DuMont dirigida al propio Pre­ Obbard me dice que tiene un avión esperán­
sidente y la dejó sobre una mesa para que éste dote para llevarte al Arcturus, una goleta a
pudiera leerla en el transcurso del día. Cuan- motor encargada de vigilar los experimentos
do volvió, media hora después, ya no estaba. rusos con las ballenas. El capitán nos ha co­
- lQuién tiene acceso a este despacho? municado que a bordo del Arcturus hay un es­
- preguntas a McKim. pía ruso que ha desertado y está dispuesto a
-Sólo el Presidente, su consejero de seguri- darnos una valiosa información. A no ser que
dad, Henry Timbers, y yo, además de la seño- quieras hacerlo personalmente, podemos en­
ra Bitner. cargar a nuestros agentes de seguridad que se
McKim se levanta de su asiento al ver en­ ocupen de la carta robada.
trar al Presidente, quien te da la mano y te
pregunta cómo va el caso.

Si piensas que debes


averiguar lo que ha ocurrido
con la carta de DuMont,
pasa a la página 28.

Sí crees que debes salir inmediatamente


Continúa en la página siguiente. hacía el Arcturus, pasa a la página 29.
14 15
Esperas impaciente varias horas hasta que, - Mi Ferrari XK3 nos está esperando fuera.
por fin, llega Renata Carini. Es una mujer del­ Te disculpas un momento y llamas a Ob·
gada, de pelo negro y píe! aceitunada, con lu­ bard para ver qué piensa sobre las intenciones
minosos ojos oscuros. Habla un inglés impeca­ de Renata Carini.
ble. - Creemos que Carini es de fiar - contes­
- Claude DuMont está convencido de que ta -, pero nos acaba de llegar una noticia
las ballenas han desarrollado un lenguaje - te sorprendente de Nueva York por medio de un
dice. confidente. Los rusos están analizando la
- ¿y usted lo cree?- preguntas. grabación de las ballenas en una casa de pie­
-Estoy segura - contesta-. No hemos podi- dra, junto a Central Park, ocupada por un
do descifrar su código, pero ellas han descifra­ hombre llamado lván lvenko. Estamos segu­
do el nuestro. Pueden hablamos aunque toda­ ros de que este hombre es Ojo Doble. ¿Puedes
vía no están preparadas para ello. seguir esta pista? Quizá aclares el caso defini­
- ¿Qué quiere usted decir? tivamente.
-Suponte que seres todopoderosos proce-
dentes del espacio estén saqueando la Tierra y
matando a la mayor parte de sus habitantes.
Entran en nuestra atmósfera en naves espa­
ciales que se desplazan a la velocidad de la
luz. Nosotros desconocemos su lenguaje, así
que lo único que podemos hacer es enviarles
un mensaje en nuestra propia lengua confian­
do en que lo entienda. ¿Qué dirías tú?
- Tendña que pensarlo - respondes.
- iClaro' - dice Carini-. Lo mismo les pasa
a las ballenas. Pero ahora debemos salvar al
doctor DuMont.
- lTiene usted alguna idea de cómo hacer­
lo?
- Si - responde Carini -. Los rusos querrán
llevarle a bordo de uno de sus submarinos. Al Si vas a Truro con la doctora Cariní,
agente encargado de hacerlo se le conoce pasa a la página 31.
como Ojo Doble. Es dueño de una villa en
Truro, Cape Cod, y también tiene un yate de Sí, por el contrario, te vas solo
su propiedad. a Nueva York, pasa a la página 33.
- Tenemos que impedirlo- dices.
16 17
- lQué medidas de seguridad tienen allí? Dices a Klein que lo de Provincetown no
- preguntas a Klein mientras conduce su viejo puede esperar. Le pides que se encargue de
Mercedes azul por las serpenteantes calles de proteger la grabación del centro de cálculo
Cambridge. mientras estás ausente. Después, te diriges al
- Sólo un guardia de uniforme y un sistema aeropuerto.
de alarma interno - contesta.
Minutos después, detiene el coche delante
de un edificio de granito gris, con dos plantas y
sin ventanas. Aparca a unos quince metros de
un Buick marrón. Este arranca de repente
marcha atrás hasta dar con el parachoques
del Mercedes. Se oye el frenazo de otro coche
que se detiene justo detrás dejando el vuestro
atrapado, sin posibilidad de movimiento algu-
no.
Por un altavoz se oye: "Fuera del coche los
dos; manos arriba o el coche estallará en lla­
mas".
Pones en marcha el transmisor de tu radio.
Sabes que el helicóptero del GEi se encuentra
en el aire a unos diez kilómetros de vosotros y
que vuela a unos 200 kilómetros por hora. Así
pues, tienes un cincuenta por ciento de posibi­
lidades de que llegue en menos de tres minu-
tos. La policía no tardaría mucho más.

Sí dices a Kleín: 'í'\guantemos


unos minutos; puedo conseguir ayuda",
pasa a la págína 34.
Sí le dices: "Es mejor que hagamos
lo que dícen", pasa a la página 78. Pasa a la página 18.
18 19
Horas después, estás junto a la cama de momento para tomar aire lentamente pues to­
Taylor en el hospital. A pesar de la importan­ davía tiene muchos dolores-. Descubrimos
cia del accidente, con conmoción cerebral y que los rusos habían instalado un equipo de
dos costillas rotas, los médicos te dicen que se escucha submarina muy sofisticado en Galey
recuperará. Point. Tienen una copia de la grabación de
Taylor te mira Interrogante. DuMont. Piensan llevarla al anochecer a un
- Mala suerte - le dices. submarino soviético. Están utilizando el faro
- lQuién eres? abandonado...
- Llámame Jonás - respondes. Su voz se hace ímperceptible.
- Gracias a Dios que estás aquí- se calla un Miras por la ventana. El sol se está ocultan­
do. Te queda muy poco tiempo para conse­
guir la grabación.

Si te diriges a Galey Point,


pasa a la página 36.

Si llamas a la estación naval de radar


de Truro en demanda de ayuda,
pasa a la página 40.
·20 21
Encuentras al profesor Childers en su des· - Sí - replica Childers-, y parece que de·
pacho en la sección de Lingüística. Es un seas mi ayuda: pero sigo deseando saber lo
hombre pequeño, de pelo blanco, largo y fino, que hañas en el caso de DuMont.
�¡nado hacia atrás. - lMe está usted diciendo que sólo me dirá
- La desaparición de DuMont es una des· la verdad si paso su examen?
gracia - te dice-. Era _uno de los grandes cien· - Soy un hombre viejo - dice Childers - y
tíficos de nuestro tiempo. Creo que estaba a me gu10 por conciencia. No tengo nada que
punto de establecer comunicación con las ba· temer de los gobiernos.
llenas. --Entiendo - contestas-. Bueno, pues no
- lDe veras sería posible?- preguntas. hana nada que pusiera en peligro a las baile·
- Desde luego, siempre que las ballenas es· nas.
tén dispuestas a hablar y nosotros a escuchar. - iAh! - exclama Childers -. Entonces no
Pero, claro, no van a empezar a decir de re· necesitas hablar conmigo.
pente "galleta" o "dame un pez". Es posible El comportamiento de Childers te descon·
que ya hablen y que nosotros no las entenda· ci E:_rta y te desanima. lPor qué habla tan enig·
mos. Quizá dispongan de un lenguaje muy es· maticamente? Te despides de él y vuelves al
tructurado, pero tan difícil de comprender coche. Antes de llegar, sientes un golpe en la
como una grabación en antiguo egipcio a tres espalda que hace que te dobles hacia atrás.
veces la velocidad normal y en sentido inver· Vuela sobre ti una cuerda que te rodea el cue·
su. Supónte también que las palabras posean llo... algo golpea tu cabeza.
distinto significado según su entonación y que
quien hable no haya estado nunca en tierra ...
lEmpiezas a comprender?
- lDónde piensa que está DuMont?
Antes de contestar, Childers hace una pau·
sa y se frota la barbilla.
- Bien... sé que si los rusos han logrado cap·
turarlo e intentan utilizarlo para sus propios fi·
nes obligándole a comunicarse con las baile·
nas, procurará protegerlas.
- lExiste alguna posibilidad de que se haya
pasado al otro bando voluntariamente?
- Escucha, amigo - dice Childers -, lqué
hañas tú?
- No estoy aquí para discutir lo que yo haña
¡ - le respondes-. Estoy aquí para averiguar lo Pasa a la página 26.
que hizo DuMont.
22 23
Llamas a la puerta de la modesta casa blan­
ca de Cambridge, hogar del doctor DuMont y
su esposa durante los últimos cuarenta años.
Te recibe una anciana menuda y de chispean­
tes ojos azules.
- Estaba esperándote, Jonás - dice-. lNo
quieres pasar?
Mientras la señora DuMont te conduce al
despacho de su esposo, le expresas tu pesar
por su desaparición. Le dices que esperas en­
contrarlo pronto.
- Siéntate, por favor - te dice secamente-.
Antes de que me hagas ninguna pregunta,
voy a .hacerte yo a ti una.
- Sólo una - contestas-. No tengo tiempo
que perder.
- Creo que con una será suficiente - te res­
ponde ella -. Estás contratado por el Grupo
Especial de Inteligencia y te pagan por tu tra­
bajo. Pero quiero saber ¿qué es para ti lo más
importante del nuevo canto de las ballenas?

Si respondes: ''... que podña significar una


amenaza y una oportunidad para los
Estados Unidos", pasa a la página 42.

Si respondes: "... que esto podña ser un


acontecimiento muy importante en la
historia del hombre",
pasa a la página 43.
24 25
Subes a la parte trasera del coche. De re· Retrocedes y observas a la mujer con dete·
pente, se sienta junto a ti un hombre de cuya nimiento. De reojo, ves que se acerca un hom·
presencia no te habías apercibido. Se abre la bre con gabardina negra. Te das media vuelta
otra puerta. Te vuelves y ves a otro hombre y echas a correr hacia la entrada del aeropuer·
con un sombrero negro hundido casi hasta los to. De un salto, te metes en un taxi.
ojos. No puedes escapar: los dos te apuntan - Al hotel Lord Dunbar.
con un revólver de cañón corto. Te sitúas en Ya en marcha, miras por la ventanilla trase­
el centro del asiento. La mujer se sienta delan· ra y ves que os sigue el Ford.
te y el coche arranca. Sientes un fuene gol pe - lPuede usted despistar a ese coche que
en la cabeza nos sigue?- le dices al taxista.
- Lo intentaré. Siempre me han gustado las
carreras.
Acelera y da un gol pe de volante par girar
hacia una calle transversal. Oyes el chirrido de
los frenos del Ford que intenta no despegarse
de vosotros. Adquirís velocidad.
- Si conseguimos cruzar la avenida McCur­
dy antes de que cambie el semáforo, no po­
drán alcanzarnos - dice el taxista.
Miras el indicador de velocidad; vais a unos
100 kilómetros por hora. El semáforo está
cambiando; la avenida McCurdy está a unos
cien metros. El semáforo se pone ambar. El
coche de delante empieza a frenar. El Ford se
aproxima cada vez más. Los coches de la calle
que cruza están arrancando. No ves la mane·
ra de seguir, pero esa puede ser tu única opor­
tunidad.

Si le dices al taxista que se salte


el semáforo, pasa a la página 46.
Pasa a la página 26. Si le dices que frene, pasa a la página 50.
26 27
- En un momento sonará ese teléfono
- dice uno-. Es el doctor DuMont. Te identifi-
carás para que sepa que está hablando de ver­
dad contigo. Después le dirás que la única for­
ma de salvar a las ballenas en las actuales
circunstancias es conseguir la cooperación de
los rusos.
- ¿y cree que eso va a servir para que Du­
Mont hable?- preguntas con sarcasmo.
- Así es - responde el matón-, aunque,
desde luego, tenemos otros métodos. Utilizar­
te a ti es el más humano- añade mientras se
ríe-. Pero si intentas algo, te mataremos.
Te despierta el sol en la cara. Te encuentras En ese momento suena el teléfono.
en una vieja cama de hierro. Por la ventana se
ven a lo lejos vacas pastando. No hay manera
de escapar: estás encadenado a la cama por el
tobillo.
Sigues tumbado, frotándote la cabeza dolo­
rida, cuando entran en la habitación dos hom­
bres bajos pero corpulentos con aspecto de
matones. Casi produce risa lo parecidos que
son: caras vulgares e hinchadas y pelo gra­
siento y liso peinado hacia atrás. Mientras uno
te apunta con una pistola, el otro te libera de
la cadena y te obliga a levantarte. Te condu­
cen a otra habitación y te sientan cerca de un
teléfono.
Si te niegas a cooperar,
pasa a la página 91.

Si dices que harás lo que te piden con la


esperanza de poner a DuMont
sobre aviso por cualquier medio,
pasa a la página 94.
28 29
- Creo, señor Presidente, que ya que estoy Han pasado seis horas. El helicóptero acaba
aquí, es mejor que hable con las personas que de dejarte en la cubierta del Arcturus. El capi­
tenían acceso a esa carta- dices. tán Lindstrom te pone al corriente de sus pro­
- Bien - contesta-. Estoy seguro de que gresos.
McKim te proporcionará toda la ayuda que - Tenemos grabaciones muy buenas del
necesites. nuevo canto de las ballenas- dice el capitán-,
Una vez que se ha marchado el Presidente, pero no hemos podido descifrarlo. Lo están
intercambias una mirada con McKim. Tiene intentando en el MIT, ya sabes.
cara de buena persona, pero parece muy ner­ - ¿y qué hay del espía ruso?- preguntas.
vioso: debe de estar bajo una fuerte tensión. - Ah, sí - contesta Lindstrom-. Tenemos a
bordo a Alexi Minkov, desertor de un subma·
rino ruso. Nos ha dicho que conoce un secre·
to, pero que todavía no se encuentra prepara­
do para contárnoslo. Dice que, aunque es un
desertor, todavía ama su país y siente cierta
lealtad hacia él. Yo lo respeto porque es hon­
rado y se da cuenta de que en estos asuntos
no es fácil tomar una decisión.
Lindstrom es interrumpido por melódicos
sonidos amplificados procedentes de la esta·
ción de control y escucha.
- Lo que estás oyendo son ballenas, no sim·
ples grabaciones - te dice -. Esos sonidos ya
los conocemos. Creemos que quieren decir
juntaos aquí. Están a sólo unos cientos de me·
tros.

Continúo en lo página siguiente.


Pasa a la página 49.
30 31
Miráis los dos con vuestros prismáticos es­ Renata Carini conduce como un experi­
perando ver algo, pero la niebla se ha espesa­ mentado piloto de Fórmula l. En unos minu­
do tanto que ya no se ve más allá de unos tos estáis cerca de la autopista que conduce a
treinta metros. CapeCod.
De repente, se oye un ruido tremendo por el - Usted cree saber dónde retienen al doctor
detector de sonidos. DuMont; pero Gcómo piensa ponerse en con­
- Es un submarino - exclama el capitán-, tacto con él?- preguntas.
un submarino ruso. - Ten en cuenta - contesta - que el doctor
-Tal vez sea la ocasión para establecer una y yo somos expertos en comunicación. Los
cita- dice-, una reunión en la cumbre... de las dos llevamos un comunicador ultrasónico en
olas; o tal vez sólo pretendan destruimos. miniatura, inaudible para el oído humano.
GQué crees que debeñamos hacer? Asientes con la cabeza y te pones a estudiar
el mapa, mientras ella intenta poner el Ferrari
al límite de velocidad.
Antes de llegar a vuestro destino, ya ha
anochecido. Carini, con gran seguridad, se
desvía por caminos de arena y a través de la
maleza, haciendo derrapar el Ferrari cada vez
que se encuentra con arena en el camino.
-Calma - le dices-. Si nos quedamos atas­
cados en la arena, el motor de 300 caballos no
nos servirá de nada. - Tranquilízate, me mue­
vo mejor que en una cuerda floja.
Momentos después, da un frenazo en una
curva pronunciada y abandona la carretera.
- Antes venía aquí a pasar las vacaciones
de verano - dice-. Conozco estos caminos de
arena, las charcas, los arbustos, las dunas, las
playas... ; lo conozco todo como la palma de mi
mano.
- GA dónde vamos por aquí?-le preguntas.
Si contestas: "intentar llegar a un - Siguiendo este camino, pronto veremos
acuerdo", pasa a la página 100.
las luces de la casa. Entonces haré funcionar
mi comunicador ultrasónico.
Si dices: "huir: hay que escapar",
pasa a la página 102.
Continúa en la página siguientt
32 33
Avanzáis con una linterna unos cien me­ Cuando bajas del avión en Nueva York, te
tros entre la maleza, hasta que veis las lu­ espera un correo con una nota de Obbard:
ces de la casa.
Shh... Ya no hace falta seguir - dice Cari­ "Creemos que "Ojo Doble" es un hombre
ni -. Desde aquí puedo averiguar si el doc­ llamado lván lvenko, pero no podemos pro·
tor DuMont está en la casa. bario. Durante los últimos tres meses apenas
Sujeta el comunicador con la palma de la ha entrado o salido gente de esa casa de pie·
mano mientras extrae una antena diminuta. dra de la calle 73. Sin embargo, deben estar
- Estamos transmitiendo. He subido la pasando muchas cosas dentro, pues la com­
intensidad, aunque no puedas oírlo. pañía Consolidated Edison nos ha informado
Enseguida se oye una respuesta en el co­ de que lvenko paga más de 750 dólares men­
municador, respuesta rápidamente ahoga­ suales de electricidad. Tenemos el presentí·
da por el ladrido de los perros que, desde la miento de que la grabación de las ballenas
casa, corren hacia vosotros. está en esa casa. Hazte con ella."
-: Es el inconveniente de estos aparatos Tienes que pensar en la forma de entrar en
- dtee -. Las personas no pueden oírlos pero
los perros, sí. Al menos sabemos que el casa de lvenko. Podrías fingir que vas a ven­
doctor está ahí. derle información sobre los sonidos de las ba-
Vienen hacia vosotros dos grandes pas­ llenas. Sabes lo bastante para convencerle de
tores alemanes. Carini hace funcionar nue­ que merece la pena hablar contigo. También
vamente su comunicador. De momento puede puedes probar otro método menos ortodoxo:
controlarlos dirigiendo hacia ellos vibraciones arrojar la bomba de humo Mark MX de gran
ultrasónicas de gran intensidad. Los perros gi­ potencia, por una ventana abierta. La bomba
men de dolor. Oyes voces cerca de la casa. despide un humo sintético muy denso que
obliga a los ocupantes de un edificio a salir de
él. En medio de la conºfusión sería bastante fá­
cil entrar en la· casa.

Si le dices a Carini que debéis poneros a


salvo volviendo al Ferrari, pasa a la página 55.
Si pruebas a entrar en la casa haciéndote pa­
Si le dices que siga manteniendo a una pruden­ sar por un confidente, pasa a la página 64.
te distancia a los perros, mientras das un ro­
deo e intentas sorprender a los agentes Si lo intentas, utilizando la bomba de humo
de la KGB, pasa a la página 56. Mark MX, pasa a la página 66.
34 35
- Quedémonos quietos un minuto - dices a - En menudo embrollo te has metido - te
Kleln. dice.
Mientras hablas, llega un extraño olor. El helicóptero está ya en tierra, rodead o por
- Nos están echando gas a través del �ste­ coches de la policía. Klein y tú volvéis con
ma de ventilación - grita Klein. cautela.
Contienes la respiración. Sabes que ten­ -Este asalto lo hemos ganado nosotros,
dréis que abrir la puerta del coche y salir en pero el combate no ha terminado - dice Klein.
unos segundos. Klein tiene la mano puesta en Horas después, cuando estás de vuelta en el
el tirador de su puerta. Oís el zumbido de un hotel y te encuentras descansando, suena el
helicóptero. Poco después, suenan las sirenas teléfono. Es Obbard.
de la policía. Se abre la puerta de Klein y os - lQué haces ahí holgazaneando? - te pre­
gunta-. Quiero que sigas la pista de Halifax.

precipitáis hacia fuera, tosiendo a causa del


gas. El Bulck salta en llamas. Corres agachado
para ponerte a salvo; inmediatamente detrás
salta Klein. Pasa a la página 10.
36 37
que rodea el fato, Ves que en el camión hay
una balsa de goma azul verdosa.
Sabes que esas balsas neumáticas son siem­
pre amarillas o naranjas para que se las pueda
reconocer fácilmente desde el aire. No te re­
sulta difícil adivinar por qué es de otro color.
Avanzas un poco más. Sacas el coche del
camino y lo aparcas detrás de alguno� cedro� ,
donde quede fuera de la vista. Despues, prosi­
gues tu camino entre la maleza.

Sales a toda prisa del hospital y te metes en


el Triumph BR-50 que has alquilado. Apode­
rarte de la grabación de las ballenas enfren­
tándote a despiadados espías no será tarea fá­
cil, pero no te han contratado para hacer
trabajos sencillos.
Recorres el Cape a gran velocidad. Hay
poco tráfico. En diez minutos, el Triumph está
en las colinas cercanas a Galey Point. Abajo
se ven las marismas y, más allá, la gran laguna
de agua salada. Al final de un camino de tierra
que aparece a tu izquierda hay un faro aban­
donado. Junto a él hay aparcados dos coches
pequeños y un camión rojo. El sol se encuen­
tra sobre la línea del horizonte: Inmediatamen­
te empezará a anochecer. Ayudado por un
potente catalejo, recorres con vista el camino
que baja hasta las dunas que bordean la cos­ Pasa a la página 38.
ta. Después, concentras tu atención en la zona
39
38
Utilizando el sol como brújula, encuentras
el camino de la playa. Sigues por él hasta el
sendero que, a través de las dunas; asciende
hacia el granero. Te escondes entre las altas
hierbas dispuesto a esperar; al cabo de unos
minutos divisas a tres hombres que bajan la
balsa al mar. Ya en el agua, empiezan a remar
hacia el arrecife.
Montas tu rifle RR-13. Un agujero en la bal­
sa y se iría a pique con la grabación del canto
de las ballenas. Los agentes podrían alcanzar
la costa a nado: sería un resultado satisfacto­
rio.
Sin embargo, en el muelle hay un crucero
Marlin de ocho metro y 475 caballos. Podñas
cogerlo y capturar a los espías, y ...con un
poco de suerte, recuperar la grabación.

Si pruebas a hundir la balsa,


pasa a la página 82.
Si intentas coger el crucero,
pasa a la página 84.
40 41
Corres al tefefono y marcas el número rojo les corriendo y subes en él. Rápidamente ad­
del NAS. quiere velocidad y atraviesa a toda prisa las
- Nicholson al aparato - responde una voz estrechas calles de Provincetown. En unos mi­
seca. nutos, estáis en la carretera de Galey Point.
- Jonás al habla -contestas-. Prioridad l. Los soldados tienen aspecto de seriedad y
Necesito un helicóptero y la fuerza CE 3 inme­ determinación. Conforme os acercáis a la cos­
diatamente. lPueden recogerme con el heli­ ta, empezáis a discutir si será mejor tomar el
cóptero en el hospital? faro por asalto o permanecer escondidos. El
- Un momento, por favor- responde la voz conductor frena bruscamente al llegar a una
sin alterarse-. Estoy comprobando el nombre curva. De repente, se oyen disparos. El coche,
en clave. lEs una orden del CEI? descontrolado, se sale de la carretera y avanza
- Mire, esto es urgente -le contestas-. Si entre la maleza, chocando con los arbustos
usted no es el encargado de estos asuntos, hasta que se detiene.
póngame con alguien que pueda solucionar­ - iNos han reventado dos neumáticos!
me el problema. Disponemos sólo de unos mi­ - grita el conductor.
nutos. Uno de los agentes pide ayuda por radio,
- De acuerdo, un momento. pero ya sabes que has fracasado en tu misión:
Oyes ruidos al otro lado de la línea y, des- cuando llegues a Galey Point, la grabación
pués, otra voz. corí el canto de las ballenas estará en el fondo
-Sí, Gquién es? del océano... en un submarino ruso.
-Aquí Jonás- dices impaciente. Meses después, averiguas cómo supieron
tus adversarios que estabas en el coche: Tay­
-Jonás, soy el teniente Gascoyne, el 00. lor se hacía pasar por agente británico pero,
- lPuede enviar un helicóptero y la fuerza en realidad, trabajaba para la KGB. Fuiste en­
CE 3 al hospital inmediatamente? -le pre­ gañado.
guntas con ansiedad. Fin
- Un momento- responde Gascoyne.
Te parece que pasas horas esperando,
mientras miras alternativamente al reloj y al
cielo que se va oscureciendo.
- Lo siento, Jonás - responde Gascoyne -.
Nuestro helicóptero está en el taller. Hemos
enviado un coche al hospital para recogerte.
Estará ahí en medio minuto.
Esperas con impaciencia. Finalmente, llega
un Dodge gris con tres infantes de marina. Sa-
42 43
- Ah -responde la señora DuMont -. Ame­ - Celebro que pienses así - dice la señora
naza y oportunidad: el credo de nuestros días. DuMont .:.. Creo que puedo confiar en ti, y por
Oportunidad para qué, pregunto yo. GPara lo tanto te contaré toda la verdad. Los nuevos
convertir los océanos en vuestros patios de re· sonidos de las ballenas constituyen un mensa­
creo? Como matar ballenas no es suficiente, je y lo hemos descifrado. Han descubierto una
Glas vais a esclavizar? gran caverna en la isla Deception, frente, a
Intentas protestar, pero levanta la mano Groenlandia, a la que sólo puede llegarse por
para hacerte callar. debajo del agua. Una vez dentro, la ballenas
- Y te diré lo siguiente - continúa acalora· suben a la superficie para respirar. La cueva
da-. Cuando el doctor DuMont averiguó el tiene unos veinte kilómetros de ancho y una
secreto de las ballenas, empezó a preocuparle altura sobre la superficie del agua de cien me­
que los rusos pudieran arrebatarle lo que era tro. Reina en ella la oscuridad, desde luego,
de su propiedad. pero las ballenas "ven" con ondas sonoras.
- Soy partidaria de la conservación de las Este refugio tal vez haya evitado su extinción.
especies en peligro de extinción - dices -. Es su patria, pero también podría utilizarse
Creo que las ballenas son criaturas maravillo­ como base submarina invulnerable a los ata·
sas; pero me preocupa mucho más el futuro ques. Si DuMont es capturado, hará todo lo
de la raza humana ... posible para que los rusos no lo averigüen. Ha
- No me Interpretes mal - responde la se­ decidido igualmente mantenerlo oculto ante el
ñora DuMont -. A mí también me interesan gobierno de los Estados Unidos. Yo no sé si
más los seres humanos que las ballenas. Lo hace bien o si se equivoca. Por eso he decidido
que quiero decir es que si no salvamos a las confiar en ti y en tu buen criterio.
ballenas, podemos perdernos nosotros. Das las gracias a la señora DuMont y te des·
Respetas el punto de vista de la señora Du­ pides. Tan pronto como llegas al hotel, telefo­
Mont, pero te das cuenta de que poco vas a neas a Obbard.
ganar si sigues hablando con ella. Te despides
y coges un taxi. Ha llegado el momento de vi­
sitar el Centro de Estudios Marinos.

Si le cuentas a Obbard tu conuersación con


la señora DuMont,
pasa a la página 88.

Si decides mantenerla en secreto,


Pasa a la página 6. pasa a la página 89.
44 45
copia de la grabación con el canto de las baile;
nas. Quiero que entres en esa casa. No te sera
difícil convencerle de que tienes algo para
venderle.
- En marcha- contestas.
Horas después te apeas de un taxi frente a
la casa de lván lvenko.

Da la impresión de que apenas progresas


en tus investigaciones. El Presidente está ocu­
pado, así que vuelves a hablar con Obbard.
- Creo adivinar que estás mejor fuera, don­
de haya acción - te dice-. Bien, aquí tengo
algo que quizá te guste. Un famoso experto en
computadoras, lván lvenko, posee una casa
en la calle 73 Oeste de Nueva York. Algunos
de sus empleados víven y trabajan en ella. Dis·
ponen de un equipo de radio y de computado·
ras muy avanzado que, al parecer, consume
una gran cantidad de electricidad. No estamos
completamente seguros, pero creemos que
lván lvenko es "Ojo Doble". Tal vez tenga una Pasa a la página 64.
46 47
- Sáltese el semáforo - gritas. Vuelves a la oficina de McKim y cierras la
El taxista acelera y atraviesa el cruce a pe­ puerta tras de ti.
sar de que el semáforo está en rojo. Ves que - lHas averiguado quién se llevó la carta de
se os echa encima un enorme camión gris que DuMont? - te pregunta.
intenta girar bruscamente. - Sí, iusted!
El taxista da un golpe de volante. El camión - Quién, lyo? Eso es ridículo, - contesta.
pasa rugiendo y golpea la parte trasera del - No, no lo es. Tuvo que ser usted, porque
taxi, haciéndole girar violentamente sobre sí si la señora Bitner hubiera cogido la carta,
mismo. Caes al suelo. Un instante antes de nunca habría dicho nada. Puesto que ella es
perder el conocimiento, eres proyectado vio­ inocente, podemos suponer que decía la ver­
lentamente contra el asiento delantero. dad al afirmar que las otras dos cartas no las
Al despertarte te das cuenta que estás en sacaron de debajo del cenicero. Sin embargo,
un hospital y que debes llevar allí bastante usted estaba tan deseoso de demostrar que se
tiempo. Junto a ti, mirándote, se encuentra habían llevado la carta de DuMont antes de su
J.J. Obbard. A su lado está el conductor del llegada que insistió en que no había ninguna
taxi con un brazo en cabestrillo. carta debajo del cenicero.
- Lo siento Jonás, pero parece que has que­ McKim no se inmuta, al contrario, busca en
d�do fuera de la operación - dice Obbard -. su escritorio, saca una carta y te la enseña.
Tomalo con calma e intenta sobreponerte. Es­ - Puesto que quieres saber lo que decía Du­
toy seguro de que te volveremos a necesitar Mont en su carta, aquí la tienes.
pronto. A propósito, no te hemos presentado - lMe está usted diciendo que se guardó
al conductor de tu taxi: Antón Roudnitska. esta carta antes de que pudiera verla el Presi­
Le miras sorprendido y te sonríe. dente?- le contestas.
- En realidad, trabaja para nosotros - dice - Léela - dice McKim.
Obbard -. Gracias a Dios. Te fijas en la escritura. Es de DuMont y dice:
- Te contaremos todo cuando te sientas Sr. Presidente:
mejor - dice Obbard. He descubierto que los nuevos sonidos pro·
Hace un gesto de despedida y le indica a <lucidos por las ballenas son una señal que in­
Roudnitska que le acompañe. dica el lugar donde se ocultan: una enorme
Comprendes que necesitas aún mucho re· caverna sumergida bajo la isla Deception,
poso y en unos minutos te quedas dormido es­ frente a la costa este de Groenlandia.
cuchando en sueños los cautivadores sonidos Estaré encantado de hablar de este asunto
de las ballenas gibosas. con usted. Mientras tanto, le ruego que se pre·
serve este lugar como propiedad legítima de
las ballenas.
Fin Respetuosamente, Claude DuMont.
48 49
- Robé la carta - dice McKim, cuando ter­ - Cree usted que fue la señora Bitner o el
minas de leerla-, porque DuMont me llamó y secretario Timbers quien robó la carta?
me pidió que la interceptara. Me dijo que ha­ - preguntas a McKim.
bía decidido no informar al Presidente sobre la - Lógicamente, ha tenido que ser uno de
existencia de la caverna de las ballenas. ellos - contesta-, aunque los dos han pasado
- ¿Y está usted reteniendo esta información los más estrictos controles de seguridad.
sabiendo que es al Presidente a quien le co­ - lEstuvo usted en el despacho de la señora
rresponde tomar esa decisión? Bitner entre las 9:30 y las 10:00, hora en la
- Tengo que hacer lo que me dicta mi con­ que ella afirma que regresó y descubrió que la
ciencia - te responde-. Lo mismo que debe­ carta no estaba debajo del c.enicero? - pregun­
rás tú hacer ahora. tas.
- Sí, fui a buscarla minutos antes de las
diez, pero como no estaba en su despacho, me
marché.
- ¿Vio usted algo?
- Bueno, sí; noté que su mesa estaba limpia
de papeles y que no había ninguna carta de­
bajo del cenicero.

Si contestas: "Mi conciencia me dice que Si decides interrogar a la señora Bitner,


debemos ir a uer al Presidente pasa a la página 52.
inmediatamente y contarle todo",
pasa a la página 54. Si decides interrogar a Timbers,
pasa a la página 53.
Si dices: 'Tendré que pensar en esto y
dejar que me guíe mi conciencia", Si decides no seguir inuestigando quién
pasa a la página 114. sustrajo la carta, pasa a la página 74.
50 51
-iFrene!
El taxista frena y da un gol pe de volante. El
coche se estrella contra un terraplén y el para.
choques delantero se Incrusta en una roca sa­
liente.
Miras hacia atrás y ves que el Ford se preci­
pita por encima del muro de protección. Se­
gundos después, se oye cómo explota en el
barranco situado al otro lado de la carretera.
Das las gracias al conductor por su trabajo.
Extrañamente, se limita a sonreír y a decir:
- A tu disposición.
A la mañana siguiente, temprano, después
de dormir unas horas en el hotel Lord Dunbar,
alquilas un coche y te diriges hacia la casa de
campo. Aparcas fuera de la carretera, a unos
400 metros de la casa y tomas un atajo entre
los matorrales hasta que encuentras un sitio
desde donde puedas observar sin ser visto.
Tienes dos posibilidades. Una ventana del
ático está abierta. Con tu arpón automático
Mark 3K puedes lanzar una cuerda con un
gancho que se quedará fijado en la ventana
cuando tires de ella. Así podrás escalar el
muro y entrar por la ventana: desde el ático,
podrás enterarte de todo lo que pase en la
casa.
La otra posibilidad es llamar a la puerta y
hacerte pasar por uno de sus mismos agentes.

Si intentas introducirte por el ático,


pasa a la página 96.

Si intentas introducirte en la casa mediante


un engaño, pasa a la página 98.
52 53
La señora Bitner y tú os sentáis en su . Timbers te hace pasar a su despacho y te
despacho. señala una silla. Parece algo nervioso aunque
- Dígame qué pasó- le dices. no descortés.
- Sobre las nueve y veinte me trajeron va- - lEstuvo usted en el despacho de la señora
rias cartas - responde la señora Bitner -. Bitner entre las 9:30 y las 10:00, hora en que,
Inmediatamente seleccioné las que debía leer según afirma, regresó ella y se encontró que la
el Presidente personalmente. Sabía que que­ carta ya no estaba debajo del cenicero? - le
rría leer la carta de DuMont, así que la puse preguntas.
debajo del cenicero junto con otras dos que - Sí, fui a verla poco después de las 9:30,
parecían importantes. A las 9:30 me marché a pero, como no estaba, me marché.
una reunión y cuando volví a las 10:00, las - lVio usted algo?
otras dos cartas seguían allí pero faltaba la de - Nada en absoluto.
DuMont. - lSe fijó si había algo debajo del cenicero?
- insistes. .
- Ni. siquiera me fijé en si había cenicero.
Simplemente eché un vistazo a la habitación y
me marché.
- Gracias, señor Timbers.

Si no has hablado con Timbers y decides Si no has hablado con la señora Bitner y
interrogarle, decides interrogarla,
pasa a la página 53. pasa a la página 52.

Si ya has hablado con Timbers y decides Si has hablado con la señora Bitner y
interrogar de nueuo a McKim, decides interrogar de nueuo a McKim,
pasa a la página 4 7. pasa a la página 4 7.

Si decides no seguir inuestigando quién se Si decides dejar de inuestigar quién se 1/euó


1/euó la carta. la carta,
pasa a la página 44. pasa a la página 44.
54 55
- Bien - dice McKiro -. Y no te preocupes Carini y tú os refugiáis en el Ferrari. Al prin·
por esa carta. El Presidente ya la ha leído. He· cipio, aturdidos por las ráfagas ultrasónicas,
mos puesto a prueba tu preparación para el los perros no reaccionan, pero, después, se
trabajo y estamos muy satisfechos de tu labor. lanzan contra el coche ladrando y gruñiendo
También te alegrará saber que el caso está ce· rabiosos.
rrado. Hemos llegado a un acuerdo con los ru· - Ahora podemos aprovecharnos de las cir­
sos. DuMont ha sido devuelto sano y salvo. cunstancias - dice Carini -. Si conduzco des·
Las ballenas serán protegidas y su caverna no pacio, los perros me seguirán y, tras ellos, los
se utilizará con fines militares o comerciales. agentes, preguntándose dónde Irán los perros.
Sales del despacho de McKim sonriente, Mientras, puedes entrar en la casa, liberar a
sintiéndote tan ligero como una ballena en el PuMont y llevarle playa abajo, a un kilómetro
agua. de aquí donde os estaré esperando.

Fin

Si estás de acuerdo con este plan,


pasa a la página 57.

Si, por el contrario, insistes en ir a la ciudad


y llamar a Obbard para pedirle instrucciones,
pasa a la página 58.
56 57
Mientras Carini mantiene los perros a dis· Dando un rodeo, llegas a la parte trasera de
tancia con las emisiones ultrasónicas, das un la casa e ilul)'.;!inas con tu linterna una ventana
rodeo entre la maleza. Oyes a los perros que oscura: ahí dentro está DuMont atado a una
siguen al coche aullando y a un hombre que silla. Entras por la puerta trasera, le desatas, le
grita en una lengua eslava. Inmediatamente haces salir de la casa y le señalas el camino
llegas a la pradera que hay detrás de la casa. que lleva a la playa.
A la tenue luz de la luna, alcanzas a ver el ca­ - No tengo tiempo para explicarle - le di·
mino que baja a la playa. ces-. Por favor, baje por ese camino. Cuando
En la parte trasera de la casa, hay una puer· llegue a la playa, tuerza a la izquierda. A me­
ta de cristal corredera que da a la planta baja. dia milla está la carretera de Pamet Point. Re­
Intentas abrirla, pero está cerrada con llave. nata Carini estará allí para recogerle.
Deslizas una hoja e'� navaja en el picaporte - Gracias... gracias - dice DuMont.
consiguiendo la abertura suficiente para Intro­ Te quedas un momento parado, hasta que
ducir una cuila. En un momento te encuen· desaparece en la oscuridad de la noche· des­
tras dentro. pués, regresas a la casa con la esperan�a de
Oyes voces procedentes del piso superior. poder encontrar la grabación con los sonidos
La planta en que tu estás, se encuentra a os­ de las ballenas.
curas y en silencio. Recorres con tu linterna la Te diriges arriba y vas a entrar en el cuarto
habitación principal. Hay sofás, una televisión de estar, cuando se oye un disparo. Caes al
y, al fondo, en una esquina, una gran mesa de suelo. Para ti todo se ha terminado, pero, al
billar. Sales a un vestíbulo en el que hay varias menos, ya has liberado a DuMont. Has sido un
habitaciones con la puerta cerrada. Pruebas a buen agente y has sabido sacrificarte por el
abrir la primera, pero está cerrada. En el inte­ bien del progreso y la humanidad.
rior, sin embargo, se oye a alguien que dice:
- lSí, quién es? Fin

Si respondes en voz baja: "¿Es usted,


DuMont?", pasa a la página 60.

Si te retiras de la puerta y esperas a ver qué


sucede, pasa a la página 62.
58 59
- Demasiado arriesgado - dices a Carini -.
Necesitamos ayuda. Llévame a la ciudad;
quiero llamar a Obbard.
- No deberías dedicarte a esto - dice Cari­
ni -. No tienes valor para enfrentarte a estas
situaciones.
Acelera por el camino de tierra y vais a salir
a la carretera de Pamet Point, hasta llegar a la
taberna Blue Hill. Entras y telefoneas a Ob­
bard.
- Quedaos donde estáis - te dice-. Tres de
nuestros agentes estarán allí en media hora;
necesitas ayuda en esta operación. Encárgate
de que la doctora Carini no haga nada: esto
no es cosa de aficionados.
Cuando sales de la cabina telefónica, Carini
te está esperando sonriente con una pistola
PPK-3en la mano.
- Ahora que tu señor Obbard está conven­
cido de que soy una aficionada, nunca sospe­
chará que recibo órdenes de Moscú - dice con
aire de suficiencia.
Cuando dispara, tú y·a te has lanzado hacia
sus tobillos y la sujetas aprovechando que in­
tenta amortiguar su caída. Le arrancas la pis­
tola de la mano e, inmediatamente, le pones
las esposas.
- Menuda sorpresa - te dice Obbard des­
pués-. Jamás se nos ocurrió que "Ojo Doble"
fuera una mujer.

Fin
60 61
de un disparo. Abres la puerta de una patada
Cuando pronuncias el nombre de DuMont,
y enfocas con tu linterna el rostro alarmado de
hay un momento de silencio. Después, se oye
Claude DuMont que está atado a una sílla.
una voz excitada:
Rápidamente, le liberas de sus ataduras.
- Sí lquién es?
- Grupo Especial de lngeligencia. Sígame
Oyes otra voz con acento extranjero proce­
- le dices.
dente del piso superior. Está como atontado. Le agarras del brazo y
- iEh! lquién anda ahí abajo? lván, vuelve le sacas tú mismo. Cuando le estás indicando
aquí y trae esos perros.
que salga por la puerta de cristal, oyes pasos
Tienes que actuar con rapidez.
en la escalera.
- iApártese! - gritas.
Sacas tu PPK de 9 mm y saltas la cerradura

Si le dices a DuMont que escape solo míen·


tras entretienes a los agentes enemigos,
pasa a la página 68.

Si decides que es preferible rendirse


en lugar de arriesgar la uida de Du!"f.ont en
un tiroteo,. pasa a la pagina 70.
62 63
Puede que quien esté en esa habitación sea Llegáis a la mañana siguiente a la Casa
DuMont, pero decides esconderte y dejar que Blanca, temprano. El Presidente os recibe son­
los agentes enemigos vengan a por ti, antes riente y con un fuerte apretón de manos.
que exponerte. Así pues, exploras el vestioulo - Tengo buenas noticias para usted, profe­
con gran cautela: al fondo hay una despensa y sor DuMont.
un taller. He hablado por teléfono con el Primer Mi­
Oyes voces y pasos que bajan las escaleras. nistro soviético. Estamos de acuerdo en que la
Estás seguro de que abren la puerta de la ha­ caverna tiene escaso valor militar. Vamos a
bitación en la que está DuMont. negociar un tratado para reservársela a perpe·
- Muy bien, camarada DuMont - oyes de­ tuidad a las ballenas. Le nombro presidente de
cir-. Ha llegado el momento de que hagas un la comisión encargada de redactar ese tratado
viajecito por mar. y, por tanto, de regular la protección de las ba­
Por una rendija ves que dos hombres con­ llenas.
ducen a DuMont escaleras arriba. No hay ma­ Después de oír al Presidente te das cuenta
nera de capturarlos sin poner en peligro la que la televisión está grabando vuestra entre­
vida del profesor. vista. Alguien ha puesto de fondo el nuevo
Les sigues con mucha precaución. El cuarto canto de las ballenas. Es una música hermosa.
de estar parece el escenario de un asalto anfi­
bio: hay dos balsas neumáticas, paquetes de
equipo y alimentos y varias armas automáti­ Fin
cas. De repente, ves una oportunidad: Du­
Mont se ha separado de los agentes. Entras en
la habitación con tu rifle automático listo para
disparar.
- Que no se mueve nadie- gritas.
Sin dejar de vigilar a tus prisioneros, llamas
a la policía, al FBl y, después, a Obbard. La es·
pera es tensa, pero suspiras de alivio al oír el
ruido estridente de las sirenas. Minuto y medio
más tarde, los agentes enemigos ya están bajo
custodia policial. Parece que ahora sí podrás
tomarte un descanso. Cuando estás a punto
de marcharte con DuMont y regresar a Bos·
ton, suena el teléfono: es Obbard.
- El Presidente quiere que vengáis los dos
a Washington inmediatamente.
64 65
Llamas a la puerta: no hay respuesta. Vuel­ cepto para señalarte una silla con un gesto so­
ves a llamar y por fin se abre, ligeramente has­ brio. Te sientas con la seguridad de que el
ta quedar trabada con una gruesa cadena. Un hombre y la mujer que están detrás de ti, te es­
hombre bajo y gordo con traje y corbata negra tán apuntando con un arma.
te mira interrogante. - ¿Es usted lván lvenko?- preguntas.
- ¿Qué quieres? - pregunta malhumorado. - Llámame simplemente Ojo Doble - res-
- Dispongo de información muy valiosa ponde el hombre calvo-. Antes de pagarte,
para lván lvenko. Estoy dispuesto a venderla debo confiar en ti, lde acuerdo? Pero para
por 10.000dólares. eso, debes fiarte antes de mí, lestá claro?
- Entiendo- contesta el hombre de negro-. Si lo haces, me darás tu nombre en clave; pero
¿Y cuál es la naturaleza de esa información? si me das uno falso, te liquidaré. Si me das el
- Es el significado del nuevo canto de las verdadero, te pondré 10.000 dólares en la
ballenas. mano. Entonces, nos explicarás el significado
- Espérate - dice mientras cierra la puerta exacto del nuevo canto de las ballenas. A pro·
bruscamente. pósito, ya conocemos tu nombre en clave así
Unos minutos después, abre la puerta una que no tienes nada que perder revelándonos­
mujer alta de abundante pelo, rojizo, recogido lo.
hacia atrás. - Pero ¿cómo sé yo que de verdad conoce
- Puedes pasar - te dice con una voz muy mi nombre en clave?- le contestas.
fría. - No lo puedes saber, es cierto. Pero, ¿no
vas a correr ese riesgo? Venga, suéltalo.

Si respondes: "Llámeme Jonás",


Te conduce a un despacho lujosamente pasa a la página 72.
amueblado en el que se encuentra un hombre
calvo y de cara redonda. Está sentado tras un Si te inventas un nombre,
escritorio grande de caoba; no se mueve, ex- pasa a la página 74.
66 67
Ves que una de las ventanas del segundo tejado. Te asomas: hay tres pisos de altura,
piso está abierta. No vas a tener que romper el pern. abajo, en el callejón se amontonan las
cristal. Sacas tu disparador portátil, metes en bolsa,, Je basura. Suena un disparo. No tiene,
él una pequeña carga explosiva, apuntas y tiempo para pensarlo dos veces y decides sal­
disparas. Casi al instante, empiezan a salir es­ tar.
pesas nubes de humo. Sabes que este humo Aterrizas en el montón de basuras, un poco
sintético Mark MX se extenderá rápidamente conmocionado pero sin haberte roto ningún
por toda la casa. hueso. Corres por el callejón hacia la calle.
Te quedas observando a cierta distancia. Hay un taxi cerca y saltas hacia dentro. Te
Primero se abre una ventana y después, la agachas y le dices al conductor que te lleve al
puerta principal. Sale tanto humo que parece aeropuerto de La Guardia. Tres horas des­
como si ardiera toda la casa. pués, estás otra vez en el despacho de Obbard,
Ves salir a un hombre de traje negro que en Washington.
corre .y mira nervioso a su alrededor. Le sigue - Buen trabajo - te dice-. Has conseguido
una mujer alta y rubia de pelo rizado. Más tar­ la grabación y la información que necesitába­
de sale un hombre gordo y calvo y, después, mos para desarticular la mayor red de espías
un tipo grande y robusto con ropa deportiva. del país.
Todos miran hacia la calle. Empiezan a llegar
coches de ·bomberos mientras la multitud se
agolpa.· Fin
Te pones tu careta antigás y te cuelas en la
casa. Con tu luz de haz amarillo, consigues su·
bir la escalera. Arrojas otra bomba al piso de
abajo para retrasar la entrada de cualquier
persona. Arriba, el humo está empezando a
dispersarse: echas un vistazo. Hay sólo dos ha­
bitaciones grandes, una de e.llas llena de ma·
!erial electrónico. Tardas un par de minutos
en encontrar el magnetófono y la grabación,
pero, cuando sales al pasillo, ves a un matón
que sube las escaleras.
- Ahora verás - grita.
A toda prisa giras en un recodo de la escale·
ra y subes el siguiente tramo con la grabación
bien prot�gida. Empujas una puerta y saltas al
68 69
- Vaya por la playa hacia su izquierda - le
dices a DuMont -. Renata Carini le recogerá
en la carretera de Bound Brook, cerca de la
playa, a un kilómetro aproximadamente. iRá­
pido!
DuMont está sorprendentemente ágíl para
su edad. Es un alivio para tí verl� encaminarse
hacia la playa a buen paso.
Concentras tu atención en las escaleras. Sa·
bes que los agentes enemigos pueden atacar·
te en cualquier momento. De repente, se ilu­
mina una ventana con la potente luz de un
reflector. Te acurrucas en la habitación donde
estaba encerrado DuMont para que la luz no
te descubra. Se oyen disparos. Vienen de las
escaleras y de la ventana. Tú también dispa­
ras. Tienes que ganar tiempo para que Du­
Mont pueda ponerse a salvo.
Silencio. lA qué esperas? Oyes gruñir a los
perros: se han debido cansar de perseguir a
Carini. Ahora los oyes en la escalera.

Si so/tos por la ventana y huyes,


pasa a la página 76.
Si te mantienes firme,
pasa a la página 75.
70 71
- Nos rendimos - gritas. Después de navegar durante tres horas, os
- Muy bien - responde una voz de acento trasladan a un barco más grande. Por fin pue­
cerrado desde arriba -. Subid uno detrás de des descansar. Te quitan la venda y las atadu­
otro con las manos sobre la cabeza... ras. Te frotas los ojos y miras a tu alrededor. A
Le haces señas a DuMont para que levante tu lado se encuentra DuMont y, al otro lado de
las manos y empiece a subir la escalera. Tiras la mesa, tres oficiales de la marina rusos. El
tu arma y te dispones a seguirle. capitán, hombre de piel curtida y aspecto
- Muy bien - dice uno de los agentes, des­ agradable, está de pie, en el extremo más ale­
pués de que otro os ha cacheado. Así que he­ jado de la mesa. Te mira durante unos instan­
mos capturado a otro pez gordo. Víctor, éste tes y finalmente dice:
es Jonás lno? Te sorprende que $epamos tu - Estás en tu casa. lQuieres un refresco de
nombre clave... un hombre tan apropiado Cola o prefieres sopa rusa? Te presento al ca­
para esta misión. Sí, sabemos todo sobre ti. pitán Lindstrom, al que rescatamos de un ve­
Bueno, Jonás, vas a *r tragado por una balle­ lero que se había hundido. Después de meter·
na. nos en todo este lío y ocasionarte algunas
El mismo se ríe de su chiste. molestias resulta que no era necesario que te
Te atan, te amordazan y te vendan los ojos. trajéramos aquí.
Más tarde, os llevan a DuMont y a ti a dar un
paseo en coche, y, después, os hacen bajar por
una rampa de madera. El olor del mar y de la
gasolina se mezclan en el aire. Subís a una
barca.

Sigue en la página siguiente. Pasa a la página 104.


72 73
-Muy bien, Jonás -dice el hombre calvo Al poco, oyes los fantásticos y bellos soni -
extendiendo diez fajos de billetes de mil dóla­ dos del nuevo canto de las ballenas . Ahora ya
res delante cle ti-. tienes lo que buscabas: los agentes enemigos y
-Es algo complejo -dices-. Tengo que la grabación robada. El único problema es que
traducir según voy oyendo la grabación. Pón­ hay dos pistolas apuntándote a la cabeza.
gala y se lo traduciré. No parece que tengas posibilidad de elec­
-Muy bien. Ya no importa que sepas que ción: de alguna forma tienes que arreglártelas.
tenemos la grabación. Has llegado en un buen No conoces el significado de los nuevos soni -
momento lsabes? Descubrimos que eras el dos de las ballenas, pero te consta que tienes
agente norteamericano clave del caso, casi al que actuar como si lo supieras y que si fallas ...
mismo tiempo que nuestras computadoras - Bien, conozcamos la respuesta -te dice el
fracasaban en descifrar los sonidos de las ba · hombre calvo.
llenas.
A continuación, descuelga un teléfono inte­
rior y pronuncia unas cuantas palabras en
ruso. Momento después entra la mujer alta
empujando un carrito con un magnetófono,
altavoces y otros instrumentos.

Si dices que el significado de los sonidos


es: "Atención, mantenerse alejados
de los barcos", pasa a la página 81.

Si dices que el significado de los sonidos


es: "Sígannos a nuestro lugar secreto·;
Pasa a la página siguiente. pasa a la página 106.
74 75
- Llámeme Whitecap - dices. Durante un buen rato no se oye nada. lSe
- Tsk, tsk- dice el calvo - Tengo la corazo- están preparando para atacar o simplemente
nada que no podemos contar contigo para se proponen una guerra de nervios? Avanzas
nacja, Jonás, así que tendremos que deshace r · unos pasos pegado a la pared. Tu mano tro·
nos de ti. pieza con el picaporte de una puerta; la abres
iSon las última palabras que oyes en tu y tu·linterna enfoca a un hombre gordo. Algo
vida! negro brilla en su mano. iJunto a él, de pie,
está Renata Carini!
- Es una pena - dice ésta-. Me gustaba tu
Fin compañía, pero ahora que sabes que en reali·
dad trabajo para Moscú no me dejas otra al·
ternaüva que ... iPum! El sonido seco del dispa·
ro es lo último que oyes.

Fin
76 77
Saltas por la ventana y corres entre la male·
za, intercambiando disparos con el enemigo.
Te diriges hacia las dunas y ellos te siguen.
Los perros cada vez están más cerca. Te que·
das sin munición. Te arrojas sobre la playa
desde una duna. Miras hacia atrás y ves saltar
en el aire a los dos perros. Tu única esperanza
es zambullirte en el mar y nadar. El agua está
helada, pero no te queda otra opción para sal­
var la vida. Una vez que te has adentrado lo
suficiente, aterido de frío, regresas y nadas
bordeando la playa. Oyes aullar a los perros
en la orilla.
No puedes continuar. Vas a helarte. Allá, a
tu derecha, se ve la luz verde de un barco. Gri­
tas pidiendo ayuda. La embarcación vira hacia
ti.
- iSocorro!- vuelves a gritar.
Inmediatamente te suben a bordo; son dos
pescadores de langostas. Estás en las últimas.
Más tarde, despiertas en la cama de un hospi­
tal, débil y agotado. Una doctora está inclina·
da sobre ti.
- Tengo que salir de aquí- dices.
- Imposible - te contesta sonriendo-. Tie·
nes neumonía, y mucha fiebre. No,te preocu·
pes, un telegrama ha llegado de tu ¡efe conce­
diéndote seis semanas de permiso.
Le respondes con una sonrisa y te.quedas
dormido.

Fin
78 79
Cuando bajáis Klein y tú, dos hombres pro­ Siguiendo las instrucciones, Klein les da
cedentes del coche de delante, bien vestidos y otra grabación aunque disimula bien, descu­
con un maletín en la mano, se acercan hacia bren el engaño. No podéis defenderos y
vosotros. Uno es bajo y tiene el pelo gris corta· terminan con vosotros para siempre.
do a cepillo; el otro es delgado y lleva un bigo­
te bien arreglado. Mientras, dos matones que Fin
han bajado del otro coche os desarman y os
apuntan con sendas pistolas PPK-3 automáti·
cas.
Os conducen al interior del centro de cálcu­
lo. El guardia de seguridad saluda a Klein
amablemente, pero su saludo se convierte en
un grito de horror al ver que los colegas de
Klein le están apuntando. Uno de ellos ata y
amordaza al guardia con la maestría de un
profesional, mientras Klein y tú observáis sin
poder hacer nada.
- Llévenos hasta donde se encuentra la gra­
bación de las ballenas - dice el bajo -, y no se
olvide de desactivar cualquier alarma que
haya o nosotros le dejaremos desactivado a
usted ... para siempre.
Klein te mira amedrentado.
- Doctor Klein, lleve a nuestros amigos has­
ta la grabación - le dices.
Mientras entráis en el edificio, tienes la oca·
sión de susurrarle algo a Klein.

Si le dices que simule cooperar con ellos,


pero que les dé una de las grabaciones
antiguas, poso o lo página 79.

Si le dices que les dé la grabación


que piden poso a la página 80.
80 81
Klein entrega la grabación a los agentes de Se lo dices a tu interlocutor, con cara seria y
la KGB que, inmediatamente, la oyen, son­ preguntándote lo que sucederá si te someten
riendo satisfechos. a una prueba con un detector de mentiras.
- Atémosles- dice uno de ellos. - Tsk, tsk - dice él-- Me has decepcionado.
- No, no tenemos tiempo. Es más sencillo Es cierto que no hemos descifrado los sonidos
disparar contra ellos- dice el otro. pero sí hemos aclarado algo. Sabemos que e�
- No, camarada. Eso violaña nuestras ins­ exactamente lo contrario de una advertencia
trucciones: sólo en casos especiales, lrecuer­ p�es la prim �ra parte �omienza con vengan �
das? srgannos. As1 que, Jonas, como puedes imagi­
El sonido de las sirenas de la policía in­ nar, tus mentiras sólo traen una consecuen­
terrumpe esta discusión. Los hombres de la cia...
KGB dan media vuelta y salen corriendo dan­ Cuando te apunta con su automática, te
do un portazo. das cuenta de que has fracasado. Todo ha ter­
Un minuto después, están en manos de la minado para ti.
policía. Inmediatamente estás de nuevo al te­
léfono, informando a Obbard. Fin
- Buen trabajo - dice-. Sigue así. Hay un
helicóptero del GEi. esperándote en el aero­
puerto Logan. Te llevará al Arcturus, una go­
leta que hemos fletado para vigilar a las balle­
nas y a los rusos. Hay a bordo un desertor
ruso que dice estar dispuesto a trabajar para
nosotros.

Pasa a la página 29.


82 83
Disparas y fallas por dos veces consecuti· Te pones de pie en la proa y levantas los
vas.
brazos. Ahora hay dos hombres a bordo,
Uno de los de la balsa contesta a tus dispa· apuntándote con sus armas automáticas.
ros. Difícilmente podría dar en el blanco con
- Salta al agua - grita uno de ellos - o te
su rifle automático KV3 desde una superficie
tiramos nosotros.
en continuo movimiento por el oleaje, pero
Decides saltar. Los agentes enemigos to­
tiene mucha suerte y lo consigue, enviándote
man el control de tu barca y la dirigen hacia el
al fondo del mar.
submarino a bordo del cual suben. Momentos
después acribillan e;on una metralleta ?e. 20
Fin
mm, tu embarcacion, que se hunde rap1da·
mente.
Nadas pensando que el submarino te ·va a
recoger. Calculas la distancia que te separa de
los arrecifes. Te giras y quedas frente al sub·
marino, que viene directamente h�cia ti a toda
máquina... No tienes tiempo de huir.

Fin
84 85
Corres agachado por las dunas. Oyes el sil­
bido de una bala y luego de otra. Ahora ya es­
tás fuera de su alcance, corriendo hacia el em­
barcadero.
En el curso de adiestramiento del GEi te en­
señaron a poner en marcha sin llave cualquier
motor de coche o de barco en menos de trein·
ta segundos. Llegas a la barca, quitas las ama­
rras y te subes de un salto.
La marea separa la barca del muelle. Oyes
pasos de alguien que corre. Con la linterna
enfocas los mandos y encuentras el del encen­
dido. Quitas el tablero de plástico y, momen­
tos después, ya tienes en marcha el motor.
Aceleras: quieres interceptar la balsa. Oyes
disparos y mantienes agachada la cabeza.
Pronto estarás fuera de su alcance.
Minutos después, ves la balsa delante de ti.
Los agentes de la KGB abren fuego. Aceleras
y pones rumbo a toda velocidad hacia ella. En
el último momento, te desvías dando un giro
completo produciendo el suficiente oleaje
para volcar su embarcación. Después, dejas
subir a los supervivientes uno por uno y los
desarmas según van subiendo. Uno de ellos
lleva una caja que posiblemente contenga la
grabación. Les obligas a tumbarse boca abajo
en cubierta y te diriges mar adentro. Tu plan
es doblar Galey Point y llegar a la base naval
de Boston; una travesía, en total, de unas 60
millas.
Lo pasas mal intentando gobernar el barco,
consultar el mapa y vigilar a tus prisioneros al
mismo tiempo, mientras la barca cabecea y se
balancea en el agitado mar.
De repente, las olas se abren delante de ti:
algo está emergiendo del agua iun submarino!
86 87
Das marcha atrás. El arma de 20 mm mon· Viras en dirección a la costa y pones el bar·
tada en la cubierta gira hasta encañonarte di· co a toda máquina. Te agachas y sólo mantie·
rectamente. nes la cabeza en alto lo suficiente para ver el
- iSube a proa o te hacemos saltar por los rumbo que sigues, mientras una lluvia de ba·
aires! - grita una voz en inglés titubeante. las de gran calibre agujerean el casco del bar·
co. La profundidad del agua es cada vez me·
nor El submarino ya no puede seguir avan·
zando, pero los disparos arrecian. Es un
milagro que no te hayan herido, aunque el
motor está ardiendo. Los agentes han desapa·
recido. Han debido lanzarse al agua.
Ahora toda la popa está en llamas. Corres
hacia la proa y te lanzas al mar. Avanzas rápi·
do buceando con destreza. Entonces oyes un
ruido apagado y sientes la onda expansiva
que sucede a la explosión.
Cuando emerges, compruebas que toda la
parte de popa ha volado mientras que la proa
se hunde rápidamente.
Continúas nadando hacia la costa que aún
está lejana. El mar está bastante tranquilo y
podrás llegar a la playa si no te pones nervio·
so. Miras a tu alrededor inquieto. Mar adentro
hay algo que se mueve. Parece una pequeña
balsa neumática que la explosión ha debido
lanzar al agua. Piensas en nadar hasta ella
pero, una vez que consigas subir, el viento y la
corriente pueden empujarte mar adentro.

Si sigues las instrucciones,


pasa a la página 83 Si intentas llegar a la costa,
pasa a la página 107.
Si intentas escapar metiéndote
en la cabina para tratar de llegar a la costa, Si nadas hacia la balsa,
pasa a la página 87. pasa a la página 108.
88 89
En cuanto le cuentas a Obbard tu conversa­ -Tengo la impresión de que mis investiga­
ción con la señora DuMont, te ordena regre­ ciones no progresan -Je dices a Obbard.
sar a Washinton. Unas horas más tarde, te en­ -No te preocupes -dice él-. Tengo un
cuentras otra vez frente a él, en su despacho. avión esperando para llevarte al Arcturus,
Te mira fijamente, con una caja de cerillas en una goleta a motor que hemos fletado para vi­
una mano y su pipa en la otra. Aparentemen­ gilar los experimentos de los rusos con las ba­
te, está demasiado preocupado para encen­ ll�nas. El capitán me ha informado de que hay
derla. lll) �spía ruso a bordo que ha desertado y está
-Una enorme caverna protegida en el Arti· dispuesto a pasarnos información muy valio­
co, de veinte kilómetros de anchura... un país sa·.
de ballenas, poseído y ocupado por ballenas
que además hablan -dice.
Se recuesta en la silla y mira hacia el techo
mientras resume tu informe.
-Tendrás que contárselo al Presidente. Su­
pongo que ya sabes lo que va a hacer: enviará
una expedición submarina.
- Sí - respondes tú -, me temo que no es­
perará la invitación de las ballenas.
Eres víctima de dos sentimientos contra·
puestos: tu carrera de espía y la aversión que
sientes hacia la idea de que la caverna de las
ballenas sufra una invasión humana

Sí acompañas a Obbard para informar al


Presidente, pasa a la página 90.

Si decides dimitir y emprender la carrera de


biólogo marino, pasa a la página 93. Pasa a la página 29.
90 91
- Normalmente, hay que esperar dos o - Trabajo para el Grupo Especial de Inteli­
tres días para ver al Presidente, pero cuan­ gencia, para nadie más - dices.
do ha oído que se trataba de algo importan­ - Estoy seguro de que siempre te recorda·
te relacionado con las ballenas, ha querido rán como un héroe - dice uno de los matones
recibirnos inmediat.amente - te dice Obbard, .al apretar el gatillo.
mientras esperáis a la puerta del despacho.
Minutos después se abre la puerta. Un
ayudante os anuncia y os hace pasar. Fin
- Así que vienes a cent.amos algo impor­
tante - dice el Presidente, mientras te da la
mano.
Obbard te hace un gesto y una vez más
cuentas tu conversación con la señora Du­
Mont.
El Presidente piensa durante unos instantes
antes de responder.
- Los Estados Unidos - dice finalmente -
tienen interés en impedir la rivalidad militar
por la caverna de las ballenas. · Voy .a
proponer un tratado para reservarla exclu­
sivamente como refugio de estas enormes
y mansas criaturas.
Te sientes feliz de que, al menos por el
momento, el bienestar de las ballenas coin ·
cida con los intereses de los Estados Uni­
dos.

Fin
92 93
Obbard se sorprende ante tu inesperada de­
cisión.
- No puedes dimitir - contesta -. No pode­
mos perder a un agente como tú. No puedes
hacerlo. Es antipatriótico. Mira, yo me encar·
garé de que tengas un buen aumento de suel­
do.
- No, no es cuestión de dinero - le respon­
des-, ni de patriotismo. Porque sé que la me·
jor forma de servir a mi país es haciendo el
tipo de trabajo que de verdad me gusta. Quie·
ro aprender cosas de las ballenas en lugar de
explotarlas y, por tanto, voy a estudiar Biolo­
gía marina.
- Te deseo buena suerte - dice Obbard -.
Pero no pienses que es inmoral ser espía. Des­
pués de todo, somos los ojos de la libertad.
Se levanta para dar más énfasis a su última
frase.
- Tal vez sea cierto, aunque yo no estoy
muy seguro - piensas en voz alta mientras es·
trechas su mano como despedida.
A los pocos minutos estás disfrutando de un
hermoso día ... contento e impaciente por lnl·
ciar una nueva vida

Fin
94 95

Asientes con la cabeza y descuelgas. Quien Media hora más tarde estás hablando
llama se identifica como Claude DuMont y por teléfono con Obbard.
dice estar retenido en una casa de Cape Cod - Muy bien - te dice-. Coge un avión a
Massachusetts. Provincetown. Alquílalo, si es necesario.
- De la única forma que puede usted salvar Allí te estarán esperando agentes especia­
a las ballenas es cooperando con los rusos les. Rodearemos su cuartel general cuando
- dices-. Los submarinos estadounidenses ya se ponga el sol.
están aniquilándolas para evitar que nadie Ochenta minutos después, cuando te ba­
descubra su secreto. Si averiguan que los ru· jas del avión, te está esperando la agente
sos ya lo conocen, detendrán la matanza. L-3.
- Comprendo - dice DuMont. Misión cumplida - te dice-. DuMont ha
Confías en que comprenda la falsedad de sido liberado. A los espías rusos les ha re·
sus palabras. cogido uno de sus submarinos. Creen que
Uno de los matones te arrebata el teléfono DuMont les dijo todo... pero no es así. iSa­
para hablar. El otro te mira burlón. bes! la persona con la que hablaste no era
- Has estado bien - dice después-. Voy a DuMont sino Antón Roudnitska. Ha estado
encadenarte a la cama. Quizá te volvamos a trabajando para nosotros.
necesitar.
Te lleva al vestíbulo.
- iEh! Vladimir --grita el otro. Fin
En ese momento, ves la oportunidad de
huir. Te metes corriendo en el cuarto de baño
y cierras la puerta; te encaramas a la ventana
y saltas justo a tiempo de escapar a una lluvia
de balas. Aterrizas con un sonido sordo en el
fangoso suelo, te recuperas y corres.

Sigue en la página 95.


96 97
Lanzas la cuerda a la ventana del ático. El
gancho queda sujeto en el alféizar. Trepas por
ella y, una vez dentro, bajas con mucha pre­
caución los escalones del ático hasta una
puerta, que entreabres. Oyes hablar en el piso
de abajo.
Preparas tu equipo de escucha que, en un
momento, te permite oír toda la conversación
que se está desarrollando:
Voz primera: Sí, acabo de comunicarme
con ellos. Dicen que DuMont no quiere ha­
blar. No han conseguido sonsacarle nada.
Voz segunda: ¿y creen que él sabe el secre­
to de las ballenas?
Voz primera: Sí, pero no le pueden obligar a
que hable; tienen que engañarlo. No importa
el medio que utilicen, lo que interesa es que la
grabación salga hacia el Vo/ga.
Voz segunda: ¿y cuándo será eso?
Voz primera: Al anochecer: desde el faro de
Galey Point en Provincetown.
Has oído todo lo que necesitas. Tienes que
escapar sano y salvo para interceptar esa gra­
bación. Bajas por la cuerda y desapareces en
el bosque. Tres horas después, ya estás entre
las dunas de Provincetown.

Pasa a la página 38.


99
98
Llamas tres veces antes de que se abra len­
tamente la puerta.
- lSi? - pregunta una voz ronca desde el
interior -lQué es lo que quieres?
- Me envía Ojo Doble.
- Entra. -Te dice un hombre gordo y de
cara hinchada con el pelo negro y liso-. Te
necesitamos. Me llamo Bulkov.
- Soy el antiguo agente K-3 de los Estados
Unidos. Ahora trabajo para Ojo Doble - dices
tú.
- Estupendo - dice Bulkov-. Te alegrará
saber que él está aquí dispuesto a darte nue·
vas órdenes.
Hace un gesto a otro hombre que sostiene
un revólver Luger de 8 mm.
- Mi próxima orden- te dice- es que mue­
ras.

Fin
100 101
- Tenemos que entrevistarnos con ellos El casco del Arcturus se está partiendo en
-dices. dos. El agua entra a raudales. Las olas rom-
- Avante - grita el capitán-. Rumbo 090: pen en cubierta.
Las velas tiemblan al soplar con fuerza el - lPiensas que lo han hecho adrede? - te
viento. Poco después, el Arcturus se escora pregunta el capitán.
para tomar el nuevo rumbo. Te encoges de hombros.
- Ahora vamos derechos a ellos - te dice el - Parece que nos vamos a pique - dices.
capitán -. El timonel hace sonar la sirena cada - Me temo que sí - responde el capitán.
minuto. Si está en la superficie, el submarino El timonel está hinchando una balsa salva­
soviético nos oirá. vidas y se prepara a botarla. Viene hacia voso­
- Les he perdido en el radar - grita un tri­ tros una enorme ola.
pulante-. Deben de estar casi encima de no­ - Tira la balsa al agua - grita el capitán-.
sotros. iSaltad!
De repente, sientes como si estuvieras en Los tres saltáis dentro y os alejáis mientras
medio de un nubarrón. El Arcturus se eleva el Arcturus se hunde, llevándose consigo al
por encima del océano y se escora fuertemen­ resto de la tripulación y al desertor ruso.
te. Entre. todo este estruendo oyes el ruido del El capitán reza una oración y, después, se
casco abriéndose bajo la presión. vuelve hacia ti.
- lEstán saliendo a la superficie justo debajo - No creo que nos encuentren con esta nie­
de nosotros! - grita el capitán. bla - dice-. llntento mandar señales con­
Está agarrado fuertemente a la bitácora. Te nuestro transmisor electrónico? En todo caso
estrellas contra la caseta y te agarras como creo que nos rescatarán en un par de días.
puedes a la escota principal para no caerte
por la borda.

Si respondes afirmatiuamente,
pasa a la página 103.

Si respondes negatiuamente,
Sigue en la página 101. pasa a la página 105.
102 103
- Alejémonos de aquí- dices. - Si, lo mejor que podemos hacer es encon­
Lindstrom ordena inmediatamente al timo· trarnos con ellos - dices.
ne) que cambie el rumbo y se dirija hacia el El capitán activa el transmisor. A los pocos
cabo. El Arcturus surca suavemente las olas. minutos, llega el submarino ruso y os hacen
Las botavaras giran hacia fuera. Con viento a subir a bordo. Pronto entráis en calor con una
favor la nave adquiere velocidad y surca el sopa rusa en el cuarto de oficiales.
mar suave y silenciosamente. El comandante del submarino os habla en
- No haremos sonar la sirena- dice el cap!· un inglés titubeante.
tán-. Apenas hay peligro de colisión con otro -Ante todo, quiero decirle que siento haber
barco porque estamos fuera de las rutas habi· mandado a pique su bonito barco - dice-. Por
tuales. supuesto, no queñamos hundirlo: fue un acci­
Tras varias horas de travesía, c::iptáis un dente. Ahora todo lo que podemos hacer es
mensaje por radio. Lo descifráis. iEs de Ob· ofrecerles una buena sopa.
bard! . Se ríe y vosotros le devolvéis una sonrisa.
- Operación can::elada - dice-. Alcanza­ Su cortesía os produce una sensación de alivio
do acuerdo con rusos. Total protección balle­ pero no estáis dispuestos a fiaros de él.
nas. Detalles a tu vuelta.
- Estoy contento - le dices a Lindstrom-,
porque ahora, si me encuentro alguna vez
una ballena, no me dará vergüenza mirarle a
la cara.
Los dos reís alegremente.

Fin

Pasa a la página 104.


104 105
- Les gustará saber - continúa - que descu· Esperas sentado como los otros, balanceán·
brimos el secreto de las ballenas, mientras in· dote, un poco asustado y mareado por el mo·
tentábamos que el doctor DuMont nos pro· vimiento del mar. Pero te gusta poder desean·
porcionase esa información. Nuestro primer sar por primera vez en mucho tiempo y
pensamiento fue utilizar la caverna de las ba· no hacer otra cosa que pensar y mirar al cielo
llenas como base militar, pero decidimos no sabiendo que ni el teléfono va a sonar ni van a
hacerlo porque una bomba H la clausuraría llamar a la puerta.
definitivamente. Por ello, hace media hora,
nuestro primer ministro y su presidente llega·
ron a un acuerdo: la caverna quedará reserva·
da a las ballenas para siempre. También les
alegrará saber que lo hemos dispuesto todo
para que dentro de una hora aproximada·
mente les recoja un submarino norteamerica·
no. - Sin embargo las ballenas se salvarán,
no por el buen sentido de los seres humanos
sino, sobre todo. por los intereses de ambas
naciones -observa el capitán Lindstrom.
- Sí, han necesitado una gran dosis de bue·
na suerte para sobrevivir, lo mismo que la hu·
manidad - contesta el capitán ruso.
Al día siguiente os recoge un helicóptero
que os lleva de vuelta a Provincetown. Allí te
espera un mensaje de Obbard comunicándote Esta paz y esta tranquilidad se acaban algu·
que te has ganado dos semanas de vacacio· nas horas después con la llegada del helicóp·
nes. Días después estás en la playa, tumba· tero de la Marina estadounidense que viene a
do al sol. Dentro de unos instantes, quizá in· rescataros. Te traen un mensaje de Obbard en
lentes hacer un poco de surfing, a pesar de el que te ordena que vayas al hospital de Pro·
que ya te has sumergido suficientemente en víncetown a visitar al Sr. Taylor, el agente del
los últimos tiempos. Es agradable sentir la ca· Servicio de Inteligencia británico que fue ata·
ricia del sol y el contacto con la arena mien· cado por agentes de la KGB mientras investi·
tras estás descansando y viendo correr las nu· gaba en el asunto del canto de las ballenas.
bes blancas en el cielo. iCómo añoras en
ocasiones la vida sencilla! Pero te es imposible
cambiar de profesión.
Pasa a la página 18.
Fin
106 107
- Me sorprende, pero creo que estás dicien­ Nadas despacio pero sin parar, dosificándo­
do la verdad -dice el hombre calvo-. Hemos le para no malgastar fuerzas. Te detienes un
descifrado la primera parte de la grabación. momento para calcular la distancia que te se­
Sabemos que quiere decir vengan o sígannos; para de la costa. Ya estás casi a mitad de ca­
tú lo has confirmado. Pero, ¿ a dónde... a qué mino, pero la corriente te arrastra hacia un sa­
lugar secreto? liente de tierra. Si sigues nadando en dirección
-No sé -contestas, mientras intentas apo­ a la playa, la corriente puede llevarte más allá
derarte de los 10.000 dólares. de esa punta hacia el mar abierto, antes de
- No vayas tan rápido -dice él-. Te has ga­ que hagas pie. lQué dirección debes escoger?
nado parte, pero no todo: 5.000 ahora, y 5.000
cuando averigües el resto del mensaje: la dón­
de uan las ballenas? Eso es lo que queremos
saber. llo harás?
Asientes con la cabeza.
- No nos traiciones o no escatimaremos
medios para liquidarte.
Dos guardias te conducen hasta la calle.
Vuelves al hotel y llamas a Obbard para infor­
marle de lo sucedido.
- Buen trabajo - dice-. Con lo que has
averiguado, podemos conseguir una orden ju­
.dicial para entrar en la casa, recuperar la gra·
bación y desarticular la mayor red de espiona­
je que opera en el país.
- Gracias -contestas.
Te sientes satisfecho con tu trabajo. Mere·
ces unas vacaciones d��:.nte una temporada,
pero te preguntas cuánto tiempo vas a poder
disfrutarlas.

Si sigues la dirección A, pasa a la página 110.


Fin
Si sigues la dirección B, pasa a la página 111.

Si sigues la dirección C, pasa a la página 112


108 109
En unos pocos minutos llegas a la balsa, hasta que no oyes el batir de sus velas al vien·
pero, cuando estás a punto de agarrarte a eua, to mientras gira.
una ráfaga éle viento la aleja. Nadas lo más rá· - Vamos a ponernos a tu altura - grita una
pido posible, pero estás agotado. Por fin, casi voz.
sin fuerzas, consigues alcanzarla. Con un tre· De repente, las ballenas han cantado; las mi·
mendo esfuerzo subes a bordo. Te quedas tiri· ras asombrado mientras se acerca la goleta y
!ando bajo el viento. un marinero tira una cuerda eón un salvavi·
Al instante te das cuenta de que no te que· das en su extremo. En cuanto te agarras a él,
da la más mínima posibilidad de llegar a tierra. te suben a bordo.
La dirección del viento ha cambiado y te aleja - Un millón de gracias por encontrarme -.le
cada vez más de la costa. Tus posibilidades de dices al capitán.
ser rescatado antes de que amanezca son re· Han sido las ballenas - contesta con mo·
motas. Si la fuerza del viento sigue aumentan· destla.
do, el oleaje puede hacer zozobrar la balsa. Te - Entonces, les voy a dar las gracias a ellas
haces un ovillo y te quedas tumbado, sin mo· también - respondes decididamente.
verte, en un intento de conservar toda la fuer· Te propones con firmeza encontrar una
za y el calor posibles. Te adormeces con la ca· forma de hacerlo... aunque tengas que dejar
beza apoyada en el borde de la balsa. No ha tu carrera de espía.
pasado ni un momento cuando te despierta el
extraño y bello canto de las ballenas. Te incor·
poras sobresaltado: la balsa casi vuelca. Con Fin
el tenue resplandor anaranjado del crepúscu·
lo ves a las ballenas rodeándote. No puedes
decir cuántas son, pues algunas se esconden
bajo la supericie del agua, mientras otras dan
vueltas y vueltas levantando olas que hacen
peligrar la estabilidad de tu balsa. Dos perma·
necen en la superficie y agitan sus enormes
aletas blancas. iParece que te saludan! Otra
rompe las olas y emerge casi totalmente el
cuerpo del agua para, después, dejarse caer
con estruendo.
Estás tan impresionado por esta exhibición,
que no ves la goleta de doble mástil que se
acerca a toda vela
110 111
Te alejas en diagonal del saliente de tierra Nadas hacia el saliente. A medida que te
nadando sin parar, braceando, respirando, aproximas, tienes la impresión de que avanzas
dando patadas, pero tratando de no quedarte más que nunca. Sin embargo, te das cuenta de
sin fuerzas. que, aunque estás mucho más cerca de tu ob·
Intentas avanzar contra corriente y te das jetivo, la corriente te sigue arrastrando. Das
cuenta de que estás casi tan lejos de la playa unas cuantas brazadas luchando contra ella,
como antes. Sigues nadando pero tus fuerzas pero es inútil: no hay nada que hacer. Sólo
se acaban. Finalmente, agotado, reconoces queda resistir a flote todo lo que puedas y es·
que has hecho todo lo posible aunque no vas perar que un barco te recoja. iEn ese Instante
a conseguir tu objetivo. observas que viene hacia ti un gigantesco tibu·
rón gris!
iNo es un tiburón! La gran masa gris que
Fin ves delante de tí es la cabeza de una ballena
que, cuando te quieres dar cuenta, te ha reco·
gido con su gran boca en forma de cuña y te
empuja a través del agua a toda velocidad. Te
cuesta trabajo respirar y piensas en una ora­
ción mientras vuelas entre cataratas de espu­
ma y de agua. Después, la ballena te suelta
violentamente en aguas tranquilas, hace girar
su pesada mole y se adentra en el mar.
Miras a tu alrededor y compruebas que es·
tás a sólo unos metros de la playa. A los pocos
minutos llegas a ella arrastrándote. Agotado,
te tum�s en la arena, agradecido para siem·
pre a las ballenas.

Fin
112 113
Nadas con todas tus fuerzas hacia la playa.
Avanzas mucho, pero la corriente te arrastra
cada vez más de prisa hacia el saliente. Si no
puedes hacer ple antes de llegar a él, estás
perdido. Los brazos te pesan como si fueran
de plomo. Agarrotado por el fño, sigues lu·
chanclo por nadar unos pocos minutos... Des·
pués, sientes cómo te traga el mar...
Hoowoop, hoowoop, hoowoop ... extraños
y bellos sonidos que llegan a tus oídos y te de­
vuelven a la vida. Confuso te das cuenta de
que estás escuchando el canto de una ballena
gibosa a la que, inmediatamene, se unen otras
entonando todas el nuevo canto. Al mismo
tiempo sientes que una oleada de energía te
recorre el cuerpo, junto con un deseo imperio·
so de vivir. Empiezas a nadar de nuevo: más
deprisa. Rápidamente te acercas al saliente; la
corriente te arrastra más allá. Intentas hacer
pie; sientes durante un segundo la arena en
los dedos de los pies y eso te hace dar braza·
das con más furia. iPor fin haces pie! Todavía
luchando con la corriente, llegas a la playa y
te dejas caer exhausto en la arena.
Momento después, miras al mar y ves un
chorro de agua, y otro más allá. Levantas la
mano como saludo. lSaben las ballenas que
su canto te dio la fuerza necesaria para llegar
a tierra? De alguna forma, estás convencido
deque sí.

Fin
114 ¿TENDRAS EXITO EN ESTA
PELIGROSA MISION?
Le dices a McKim que tendrás que pensár­
telo y hacer lo que te dicte la conciencia. Os
dais la mano y te despides. Horas más tarde, Eres un inteligente espía norteamericano. Tu nombre
cuando recibes una llamada de Obbard, toda­ en clave es Jonás. En misión especial en la isla De­
vía no te has decidido. Sorprendentemente, cept!on, frente a la costa de Groenlandia, descubres
está informado de tu conversación con un secreto de importancia mundial. Pero -por razo·
McKim. nes que entenderás cuando leas la historia-puede
- Quedas despedido - te comunica. Tene­ resultar peligroso revelar este secreto a alguien.
mos un proverbio en el Grupo Especial de In·
teligencia, que dice así: si a la conciencia dejas ¿Qué harás? Si decides mantener tu lealtad hacia el
ser tu guía, nunca servirás como espía. Gobierno de los Estados Unidos y contárselo, pasa a
la página 88. Si decides ser precavido y guardarte el
secreto para ti, pasa a la página 89.
Fin
¿Qué es lo que pasa después? Todo dependerá de tu
elección. ¿Cómo termina la historia? Sólo tú lo pue­
des averiguar.
Lo mejor de todo es que puedes leerla y releerla
tan­tas veces como quieras y vivir no una, sino
muchas aventuras increíbles.

ELIGE TU PROPIA
AVENTURA

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