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Guion del Tema 2

La primera creación literaria del mundo griego son los poemas llamados Ilíada y
Odisea, atribuidos a Homero. Estos poemas son la culminación, por así decirlo, de una
larga y rica tradición oral. En el libro de Bowra se les habla de los problemas que han
planteado estos poemas y de su pertenencia a una tradición de carácter oral.
La poesía oral heroica estuvo muy difundida en época micénica y tenía como
temas, además de la guerra de Troya, otros procedentes del mito, como la expedición
de los Argonautas en busca del vellocino de oro, etc. Sus protagonistas eran los héroes
de antaño y sus valerosas acciones.
Estos poemas sobre leyendas remotas de los griegos eran acompañados de la lira y
estaban compuestos con un determinado metro, el hexámetro, que ayudaba al ritmo del
poema. Tanto en la Ilíada como en la Odisea, aparecen aedos o ‘cantores’ que iban de
corte en corte cantando sus poemas. Estos aedos componían o repetían los poemas de
memoria. Era poesía oral, y para poder hacerlo con menor dificultad utilizaban una serie
de recursos como las fórmulas, que son frases hechas que sirven para expresar de la
misma manera unas mismas acciones (por ejemplo, y agarró la tierra con su mano
referido a la muerte de un guerrero) o los epítetos o calificativos a los héroes (Aquiles,
el de pies ligeros, Briseida, de hermosa mejillas). Todo esto es propio de la poesía oral y
continúa vivo en pueblos que mantienen este tipo de poesía como los serbocroatas,
eslavos, etc.
La técnica de la composición oral, sobre la base de un repertorio mítico muy
difundido y de un lenguaje formulario, es conocida en las épocas tempranas de las
literaturas de muchos pueblos. Pero a diferencia de otras épicas como la india
(Mahabharata, Ramayana), o la germánica (Nibelungos, Beowulf), etc., la épica
homérica es mucho más humana. Contiene menos elementos mágicos y maravillosos
que la épica de otros lugares. La materia mítica, la lengua arcaica y artificiosa, la
dicción formularia, las repeticiones, la técnica de la constante digresión, etc. todo ello es
heredado. Pero sobre ello, Homero ha organizado un esquema donde la cólera de
Aquiles y el complicado regreso de Odiseo a su patria constituyen el tema central. Lo
importante no es la guerra en sí, sino los sufrimientos de los héroes protagonistas.
Los héroes homéricos son, como todos los héroes, bellos y audaces, pero siempre a
la medida humana, incluso cuando son hijos de un dios y una mortal (como Sarpedón),
o de una diosa y un mortal (como Aquiles o Eneas). Todos deben sufrir y deben morir,
hasta el propio Aquiles, aunque la Ilíada no nos lo cuente. En cierto sentido, se podría
decir que los héroes homéricos no son héroes al modo tradicional, sino que han cobrado
el sentido de personajes literarios. Aquiles no es un superhombre. Su cólera acarreará
muchas desgracias a sus compañeros. Es apasionado y capaz de cometer errores. Nada
que ver con los héroes de otras culturas como Gilgamesh, o Cuchulain.
Algunos se han planteado el problema de si la Ilíada y la Odisea relatan hechos
ocurridos en otro tiempo, es decir, si son históricos o no. La verdad es que desde que
Schliemann excavó Micenas y la propia Troya, la idea de que contengan un núcleo
histórico no resulta inverosímil. La guerra de Troya seguramente tuvo como objeto fines
expansionistas en época micénica. La Odisea, por su parte, refleja el mundo mítico y
legendario de los navegantes por el Mediterráneo.
De Homero sabemos muy poco. Generalmente se le sitúa en el siglo VIII a. C.
Sabemos que era un aedo. Hay que distinguir entre aedo y rapsodo. Los rapsodos no
cantaban, sino que recitaban la poesía homérica en las grandes festividades, y a estos
rapsodos debemos, en parte, el que los poemas se hayan conservado en la antigüedad,
ya que ayudaron a fijar el texto mediante la recitación continua
Pero Homero no es un aedo cualquiera. Los aedos parece que cantaban pequeños
poemas, mientras que Homero crea unos poemas muy extensos a partir de estos
pequeños cantos épicos. En ellos se ensalza a los héroes micénicos que van a constituir
un modelo para imitar.
Homero fue, además, muy importante por ser el factor dominante de la
educación griega no solo en época clásica, sino en época helenística, es decir, después
de la muerte de Alejandro Magno. Por otro lado, Homero fue el principal modelo para
los líricos y trágicos posteriores. Se puede decir que Homero y su poesía están presentes
en toda la literatura posterior, o bien porque es la fuente de inspiración y creación de
otros géneros literarios, o bien porque es objeto de nuevas lecturas e interpretaciones.
La Odisea, por ejemplo, está en el origen de lo que serán las narraciones de aventuras,
y, concretamente, de la novela con final feliz.
De hecho, la Odisea fue la primera obra traducida del griego al latín, lo que
prueba el aprecio que tenían los romanos por el poema y por su héroe protagonista. Lo
llevó a cabo Livio Andrónico en el siglo III a. C. Curiosamente, en la Edad Media no se
conocían en Occidente los poemas homéricos, pero, a pesar de ello, Odiseo o Ulises, era
ya un héroe famoso. Dante lo representa en su Divina Comedia en el infierno,
condenado por su audacia. En el Renacimiento, Ulises reaparece como un símbolo del
hombre que sabe superar con ánimo los riesgos del viaje que es la vida, y así lo vamos a
encontrar en el teatro de Calderón, por ejemplo. Más tarde, en el Romanticismo, Ulises
va a representar al audaz explorador de la lejanía, en perpetua búsqueda de algo más. Ya
en el siglo XX, poemas de Katsantsakis, de Cavafis y de Seferis, todos ellos griegos,
han reinterpretado el personaje de Ulises. También el irlandés Joyce, en su famoso
Ulises, rinde un homenaje al héroe.
Espero que estas líneas les sirvan de ayuda y sobre todo de estímulo para leer,
cuando tengan tiempo, estas dos obras que sin duda llevan siglos cautivando a sus
lectores.
Así como Homero cantaba para las nuevas aristocracias que veían en los héroes
del mundo micénico a sus modelos, un poeta como Hesíodo, prácticamente
contemporáneo de Homero va a condenar a esas mismas aristocracias como
explotadoras del pueblo y va a centrar su obra, no en el elogio de los héroes del pasado,
sino en el tema de la Justicia y el Trabajo.
De los dos grandes poemas de Hesíodo, la Teogonía es un esfuerzo ingente para
explicar el “sentido” del mundo divino, su trayectoria desde un desorden inicial hasta el
supremo reino de Zeus, que encarna la justicia y el orden cósmico. En este sentido,
Hesíodo se opone a la visión homérica de la divinidad, con su antropomorfismo radical.
El poeta sigue, estadio tras estadio, el progresivo proceso que conduce a una
“moralización y espiritualización” de lo divino, desde las fuerzas ciegas y brutas hasta
el orden olímpico instaurado por Zeus.
Los Trabajos y los Días son como un complemento del poema anterior. Si en la
Teogonía el dualismo del bien y del mal consigue superarse gracias a Zeus, que instaura
una nueva visión religiosa y moral, en los Trabajos y los Días, Hesíodo intenta hallar
una respuesta para explicarse el origen del mal y la injusticia en la tierra. Hesíodo lo
encuentra míticamente: Recurre a la historia de Prometeo, quien al oponerse a los
designios de Zeus, acarreó las desgracias a la humanidad. Desde entonces el hombre (y
la mujer) tendrán que trabajar, y el trabajo será el único medio de que el orden olímpico
triunfe en la tierra.

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