comenzó a devorarla. Después de hartarse, enterró el resto de su presa para comérsela al día siguiente.
Un zorro que estaba observando todo cuanto el puma
hacía, no bien lo vio partir, corrió velozmente a descubrir la carne enterrada. Con la reserva encontrada, preparó y degustó un opíparo banquete.
El puma regresó cuando el sol ya se ocultaba. Se acercó
a su covacha y se puso rabioso al no encontrar la comida que había dejado. Luego decidió salir en busca del intrépido ladrón.
Entonces, vagando por los cerros, encontró al zorro
profundamente dormido, dentro de una cueva.
El puma, a fin de interrogarlo por el hurto ocasionado,
quiso despertarlo. Para ello, formó un manojo de pajas, con el cual se puso a hacerle cosquillas en el hocico.
El zorro creía que eran moscas y las ahuyentaba con el
rabo. Sin abrir los ojos decía: ¡Afuera moscas, que acabo de arrebatar su presa al puma! ¡Qué rico he comido! ¡Qué dirá el puma tonto!
Así descubrió el puma al ladrón. En seguida lo cogió por
el cuello y, castigándolo severamente por su osadía, se lo comió. LECTORÍN
EL ASNO DESCONTENTO
Cierto día de invierno crudo, ansiaba un asno la
vuelta de la templada primavera. Era, por que en esta estación comía las frescas hierbas, en vez de paja seca, que le daban durante el riguroso invierno.
Poco a poco llegó el buen tiempo y, con él, la
hierva verde en abundancia. Pero era tanto lo que el pobre jumento tenía que trabajar, que no tardó en cansarse de la primavera, y anhelaba la venida del verano.
Cuando al fin se le cumplió su deseo, vio el asno
que su condición no había, mejorado. Ahora tenía que ir cargado de heno y hortaliza todo el día, sufriéndole rigor del intenso calor.
No le quedó, pues, sino desear la llegada del
otoño. Pero en él era tan duro su trabajo de llevar costales de trigo, cestos de manzanas, haces de leña y otras provisiones para el invierno, que el descontentadizo asno empezó a suspirar por la nueva estación, en la cual por lo menos podía descansar aunque su ración alimenticia no fuese tan abundante y sabrosa. LECTORÍN
EL MALGASTADOR Y LA GOLONDRINA
En u n p u ebl o leja no, vivía u n ma l ga sta dor del diner o. Éste
ha bía derr oc ha do toda su fortu na , g a stá ndola tonta m ente en menester es de diversi ón. Nu nca p ensó en l o q u e el fu tu ro l e p odría tra er.
Ll egó u na oc a sión en l a qu e, todo c ua nto tenía era l a rop a
qu e l leva ba pu esta .
Cierto día , al emp eza r l a p rim a vera , cu a ndo el sol bril la ba
y el a ire era tem pl a do, vio a u na g ol ondrina sol ita ria .
La s gol ondrina s está n a qu í, dijo pa ra sí. Eso qu iere dec ir
qu e p ronto ll eg a rá el vera no. D e inm edia to se q u itó el abrigo y l o vendió a la p rim era p ersona q u e p a sa ba por al l í.
Na die nec esita u n abrig o en vera no, dec ía . Lu eg o g a stó
todo el dinero q u e rec ibió p or el im p orte del objeto vendido .
P ero, c om o ocu rre a m enu do c on l as esta c iones, a
p rinc ip ios de p rim a vera , el tiem p o ca m bia l enta m ente de frío a c ál ido, y du ra nte la s noc hes ba ja la tem p era tu ra . Esta vez, hu bo u na du ra e intensa hel a da , qu e c onvirti ó el pa nora m a del pu ebl o en bla nc o neva do, y ha sta los cha rc os se c ong el a ron. P or ta nto, el frío, q u e era ta n rig u ros o, ma tó a l a p obre gol ondrina .
Al l eva nta rse mu y tem p ra no, el ma l ga sta dor vio el cu erp o
de l a g ol ondrina tira do en el su el o; lu eg o dijo, tirita ndo, mientra s intenta ba hu ir: P á ja ro m isera bl e, p or ti vendí m i abrigo y a hora y o ta m bién m e estoy c ong ela ndo de frío. LECTORÍN
EL PAVORREAL Y LA CIGÜEÑA
Había una vez un pavorreal que era muy vanidoso.
Estaba siempre jactándose de la hermosura de sus plumas y cada vez que llovía se pavoneaba buscando un charco. Cuando encontraba uno, por ahí cerca, paraba mirando su propio reflejo en el agua hasta que el charco se secara.
Mira mi cara,-decía-. Mira los colores de mis
plumas. ¡Mírenme todos! Soy el pájaro más hermoso del mundo, recalcaba con énfasis.
Entonces, abriendo su cola se ponía orgulloso como
un rey, esperando que alguien pasara y lo admirara de su petulancia.
Tocó la casualidad que un día, pasó muy cerca de
él, una cigüeña, el pavorreal, al observar el pico y las plumas grises de esta ave, le dijo rudamente: -eres extremadamente vulgar y muy fea, amiga cigüeña.
-¿No puedes hacer algo para lucir más vistosa?
Preguntó el pavorreal, despectivamente.
-No puedo negar que tus plumas son más bonitas
que las mías, amigo pavorreal-dijo la cigüeña, mientras abría sus alas-. Pero me doy cuneta que tú no puedes volar como yo. Con toda la belleza de tus plumas no puedes levantarte del suelo, mientras que las mías, aunque vulgares, me elevan muy cerca del cielo. LECTORÍN
EL BURRO Y SU SOMBRA
Un de verano muy caluroso, un viajero alquiló un burro para
que lo llevara por el camino polvoriento, hasta la siguiente ciudad.
El burro se negaba a caminar sin que lo arrearan a cada
momento. Así es como el dueño andaba detrás, golpeándolo, para que éste siguiera adelante, cada vez que se paraba.
A mediodía, cuando el sol estaba en lo más alto y cubría el
centro de la tierra, se pararon a descansar. El viajero bajó del burro y se acomodó en la única sombra existente, que resultaba ser la del burro.
El dueño del burro también se quiso sentar. A la sombra. El
burro es mío –le dijo al viajero-, por tanto, su sombra es mía. Quítate y déjame sentar aquí.
¡No lo haré!, dijo el viajero. He alquilado el burro para todo
el día, así que, por hoy, la sombra del burro es mía.
Tú alquilaste el burro, mas no su sombra, añadió el
propietario y empujó al viajero.
Los dos hombres estaban cansados y tenían mucho calor.
Como consecuencia de la discusión acalorada, perdieron la calma y, minutos después, empezaron a golpearse mutuamente.
Mientras los dos hombres luchaban por la sombra del burro,
este animal se fue trotando por la colina más lejana. De pronto quedó lejos de la vista de ambos, el animal, y con él, su disputada sombra.